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Thomas Gray (Poeta Lakista) - Elegía Escrita en Un Cementerio de Aldea

Este poema es una elegía escrita en un cementerio de aldea que reflexiona sobre las vidas anónimas de los campesinos enterrados allí. El poeta imagina que entre los muertos podrían haber habido personas con talentos ocultos como poetas, líderes o incluso genios sin reconocimiento. A pesar de que sus vidas fueron oscuras y sencillas, el poeta los trata con dignidad y compasión.

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Thomas Gray (Poeta Lakista) - Elegía Escrita en Un Cementerio de Aldea

Este poema es una elegía escrita en un cementerio de aldea que reflexiona sobre las vidas anónimas de los campesinos enterrados allí. El poeta imagina que entre los muertos podrían haber habido personas con talentos ocultos como poetas, líderes o incluso genios sin reconocimiento. A pesar de que sus vidas fueron oscuras y sencillas, el poeta los trata con dignidad y compasión.

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Elega escrita en un cementerio de aldea.

Elegy Written in a Country Churchyard; Thomas Gray (1716-1771) Suena el toque de los difuntos al partir el da, El viento suspira lentamente sobre el prado, El arador vuelve a casa por el camino cansado, Y abandona el mundo a la oscuridad, y a mi. Ahora el paisaje se deshace, apenas brilla en los ojos, Y todo el aire sostiene una quietud solemne, Donde zumba el vuelo, las ruedas del escarabajo, Un rumor sooliento que se pierde en la distancia. A salvo de la joven hiedra en la torre, El bho decrpito se queja con la luna, Vagando cerca de su secreta laguna, Perturba su reino antiguo y desolado. Bajo aquellos olmos rugosos, aquella sombra del Tejo, Donde el csped cubre las almas en descomposicin, Cada uno en su clula estrecha, por siempre, Los rudos antepasados de la aldea suean. La llamada ventosa del incienso en la maana, El trago que gorjea en el cobertizo de paja, El clarn spero del gallo, o el cuerno que resuena, Ya no los despertar de su cama eterna. Para ellos el hogar ardiente ya no quemar, O la atareada ama de casa los cuidar: Ningn nio gritar al volver su padre, Rodeando sus rodillas para sellar el regreso. A menudo barra la cosecha con su hoz, El surco obstinado siempre se quebr: Cun alegre conduca su grupo lejos! Cmo dobl los bosques bajo su golpe robusto! La ambicin no se burla de su trabajo til, De su felicidad hogarea, su destino oscuro; Ni el esplendor oye, con su sonrisa desdeosa, Los breves y simples anales de los pobres. La jactancia de la herldica, la pompa del poder, Y todo lo que la belleza, lo que la riqueza dio, Aguardan su hora inevitable: los caminos De la riqueza tambin conducen a la tumba. Ni tu, orgulloso, cargues de culpa sus huesos, Si la memoria sobre sus tumbas no tiene trofeos, Donde por el pasillo largo su bveda y arte ilustr El himno aumenta las melodas de su plegaria. Es que puede la urna legendaria Recuperar su aliento breve?

Puede la voz del honor provocar el polvo silencioso, O la adulacin suavizar el odo helado de la muerte? Tal vez en este espacio olvidado habita un corazn, Alguna vez agitado por el fuego celeste; Manos, que la rueda del imperio hayan convocado, O despertado el xtasis de una lira en llamas. Pero el Conocimiento, con su amplia pgina, Nunca desenroll en sus ojos el despojo del tiempo; La miseria fra reprimi su rabia noble, Y congel la corriente clida de su alma. Gemas llenas del rayo ms puro y sereno, Durmiendo en las ignotas cuevas del ocano: Flores que nacen para un rubor invisible, Gastando su dulzura en el aire desierto. Algn pueblo que con el pecho intrpido Soport el peso de su pequeo tirano, Algn Milton mudo aqu puede descansar, Algn Cromwell inocente de la sangre natal. El aplauso de los jefes para ordenar, Las amenazas del dolor y la ruina para despreciar, Para dispersar la abundancia sobre la tierra alegre, Leyendo su historia en los ojos nacionales, Su parte prohibi: no restringir en soledad La encendida virtud, sus crmenes son confinados; Prohibi para abrirse paso en sangre al trono, Y cerrar las puertas de la piedad sobre el hombre, Los tormentos que buscan ocultarse de la verdad, Para aniquilar el rubor de una vergenza ingenua, O alabar el templo de la Lujuria y la Vulgaridad, Con el incienso ardiente, la llama de la Musa. Lejos de la demente multitud que lucha, Sus sobrios deseos nunca aprendieron a callar; A lo largo del fresco valle de la vida Conservaron el tenor silencioso de su camino. An estos huesos del insulto protegen Un recuerdo frgil del quizs, Con rimas groseras y esculturas informes Imploran el tributo dbil de un suspiro que pasa. Sus nombres, sus aos, deletreados por la Musa procaz, Les otorgan el lugar de la fama y la elega: Y esparce muchos sagrados textos en torno a ella, Que instruyen al rstico moralista a morir. Para quin, al mudo Olvido su presa, Esta ansiosa y resignada complacencia,

Abandona los lugares del da caliente, Ni lanza una detenida mirada hacia atrs? En algn pecho afectuoso el alma que se separa confa, Algunas gotas piadosas que el ojo cerrado necesita; Incluso de la tumba la voz de la Naturaleza llora, Incluso de nuestras cenizas se agita el fuego. Por aquellos que, atentos al deshonrado muerto, Ven en estas lneas su historia sencilla; Si por casualidad la solitaria contemplacin condujera A un espritu similar a inquirir el por qu de su destino, Felices los encanecidos pueden decir: A menudo lo hemos visto al despuntar el alba, Cubriendo con paso apresurado el roco lejano, Para encontrar al sol en la meseta del horizonte. All, a los pies de la joven y nudosa Haya, Que enrosca sus fantsticas races tan abajo, Su longitud decada en el atardecer estirar, Bebiendo en el arroyo que murmura al pasar. Cerca de la madera, ahora sonriendo con desprecio, Susurrando sus fantasas caprichosas, Torcindose, afligido y plido, como un desesperado, Enloquecido, arrebatado por un amor sin esperanza. Lo extra una maana sobre la colina, A lo largo del brezal, cerca de su rbol; Otro vino, lejos an, sin tocar el camino Ni la hierba, tampoco en el bosque era l; El siguiente, con las deudas tristes detrs, Lento por el sendero de la iglesia lo vimos llevar, Se acerca y lee (para que tu puedas leer) La lpida de piedra bajo el Espino anciano.

El Epitafio:
Aqu descansa su cabeza en la falda de la Tierra, Una juventud que no conoci la Fama ni la Fortuna. La ciencia justa frunci el ceo sobre su nacimiento, Y la Melancola lo marc como un hijo propio. Thomas Gray (1716-1771)

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