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Ateismo Filantropico

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Del Ateismo Filantrpico al Nihilismo inhumano.

Jos Biedma Lpez

A Parte Rei 11

DEL ATEISMO FILANTROPICO AL NIHILISMO INHUMANO JOS BIEDMA LPEZ

"Cunto tiempo duraremos si nos abandona el principio potico?" F. Lloyd Wright (1867-1959) "Si Dios no existiese, habra que inventarlo" Voltaire (1770) RESUMEN En este artculo se exploran algunas consecuencias psicolgicas, polticas, estticas,

sociolgicas, filosficas y teolgicas de la "muerte de Dios". Se analizan sin pretensiones de exhaustividad los supuestos que han promovido la desaparicin de la idea de Dios del horizonte de nuestra cultura, y se alude crticamente a algunos de sus sucedneos, as como a los "tapahuecos" del nihilismo contemporneo. Por otra parte, se ofrecen al lector algunos elementos e indicios para la posible y tal vez deseable reconstruccin o reinvencin razonable de la idea de lo perfecto, como meta regulativa, ilusin til, o finalidad ideal de la accin.

I
En Usamrica, los telogos radicales comprendieron durante los aos sesenta de este siglo que el principal problema de su disciplina, la teologa, era precisamente la irrelevancia social y cultural de su objeto: el olvido de Dios, la ausencia de Dios o, dicho ms rudamente todava, la muerte de Dios. Telogos radicales como William Hamilton, Paul M. Van Buren o Thomas J.J. Altizer, se atrevieron a incorporar este tema a sus escritos, o sea, el de la vaciedad de la idea de Dios en la sociedad contempornea o el de la imposibilidad cultural de creer en en una instancia personal transhumana. La generalizacin social del atesmo es un fenmeno moderno. En el siglo XVIII fue un efecto raro del recelo de las Luces frente al poder reaccionario de los plpitos y el control confesional de las conciencias. Sin embargo, el eticismo humanista e ilustrado ms parecieron querer depurar la idea de Dios de supersticiones oscuras e innecesarias, que promover su negacin. El entendimiento de la fe dentro de los lmites de la pura razn armonizaba la idea de lo perfecto con las ambiciones universalistas de la ciencia y las exigencias cosmopolitas de la moral. Kant demostr admirablemente que se puede ser racionalista, empirista y crtico, sin dejar de creer en Dios, manteniendo la idea del soberano bien como principio teleolgico de la accin, incluso de la accin terica. Si la crtica kantiana privaba de seguridades dogmticas al tesmo, tena la ventaja de desarmar tambin al ateo, a la vez que reservaba un espacio para

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cierta esperanza razonable, deducido del uso prctico de la razn. Dios, simplemente, no puede ser entendido como un objeto ni como el alma del mundo fsico, sino como el fin de los anhelos humanizadores. Es concebido como un principio extraterrestre y metafsico que satisface las exigencias de la razn pura, especialmente la de un acuerdo perpetuo entre excelencia y felicidad. La idea de un ser perfecto ofrece as el modelo ideal de un bienestar digno. No obstante, el idealismo moderno dificultaba la insercin de lo sobrenatural en el marco de la ontologa, y haca muy difcil la comprensin del acto de fe. Como expuso magistralmente Manuel Garca Morente, los postulados del idealismo casan mal con la aceptacin de aquello que ni puede estar presente del todo en el pensamiento, ni concebirse clara y distintamente. Pues, para la filosofa idealista: "ser real es ser objeto del pensamiento y lo que no es ni puede ser objeto del pensamiento, no tiene realidad". Pero el objeto del acto de fe es, por esencia, un objeto "absolutamente ausente". Luego el idealismo considera el objeto del acto de fe como meramente ilusorio, ficticio e inventado (1). Giner de los Ros ya percibi muy agudamente en 1882 que el mismo movimiento emancipador y secularizador que, desde el siglo XVI, haba venido consagrando la independencia de la ciencia, el Estado, la moral..., haba "excedido su fin en la Historia" y degenerado en un atesmo slo atento a la vida presente y los intereses terrenos (2). Pero, aunque no debamos menospreciar los efectos perversos de la crtica ilustrada, presidida por el culto al conocimiento fsico-matemtico, el atesmo moderno fue antes que nada una consecuencia del nuevo hombre alumbrado por la revolucin industrial y el colonialismo, el hombre cientfico-tcnico que, dominado por un espritu prctico y utilitarista, sustituy la esperanza en el ms all por los proyectos mundanos, o sea, por los placeres tangibles y el dominio del "ms ac". Como dijo Hegel, el hombre moderno ha sustituido la oracin matinal por la lectura del peridico (3)... Entre nosotros, lo sagrado se ha disuelto en la idolatra de los ases del deporte y las estrellas del pop, en la iconolatra reproducida por los Medios, as como en el culto a la Alta Tecnologa que impregna todas las parbolas publicitarias. El atesmo filantrpico del XIX, idealista, materialista o vitalista, esteticista o revolucionario, humanista o cientifista, no hizo ms que sacar partido terico a este hecho: el burges, el comerciante, el industrial y el obrero, actan cada vez ms como si Dios no existiera. El inters a largo plazo y la esperanza de la apropiacin de lo perfecto en un horizonte ideal y trascendente ("perfice te") han sido reemplazados por el beneficio a plazo fijo; la ambicin de la salvacin del alma ha sido suplida por la explotacin hedonista de la carne y el cuidado clnico de la salud; y la honra, por el crdito bancario; en tanto que la virtud pasa a ser entendida como capacidad de produccin y de consumo de bienes y servicios. Incluso se ha puesto de manifiesto el carcter ilusorio y caduco de aquello que se consider proceso de secularizacin de la modernidad, al menos en comparacin con esta otra desublimacin (4) que los postmodernos nos proponen y que afecta tambin a aquellos valores (verdad, justicia, belleza, razn) sobre los que se sustentaba el mismo impulso modernizador:

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la ilusin racional del progreso. El nihilismo deviene as el rasgo decisivo de nuestro tiempo: la experiencia del sinsentido, la asuncin de la anomia. En conclusin: durante los ltimos doscientos o trescientos aos, las ms poderosas corrientes de nuestra cultura occidental han trabajado en la direccin de mostrar que es innecesario, cuando no imposible, creer en Dios. La confianza renacentista ha evolucionado hacia el envanecimiento titnico del hombre contemporneo, que siente como posibilidad real la construccin antrpica (5) del sentido y el conocimiento del mundo prescindiendo de la idea de Dios. Naturalmente, cabe preguntarse si en efecto -como Nietzsche supuso- la muerte de Dios es el ocaso que antecede a una nueva aurora, la del advenimiento del "superhombre" (moral o genticamente causa de s mismo), o no es otra cosa sino la fanfarronada de un mono ingenioso que suea con comerse las estrellas mientras desatina, el canto de un gallo protestndole al cielo con su kikirik, encaramado a una montaa de estiercol, una sugestin ms de la decadencia de una cultura que ha perdido el Norte y que durante el siglo XX, no lo olvidemos, ha producido los errores ms horrorosos de su historia y los peores crmenes contra la humanidad. Tal vez no deba sorprendernos que, si en un principio la supresin de Dios apareca como condicin de la redencin del hombre, a la postre la muerte de Dios haya favorecido el progreso del antihumanismo terico y la disolucin del sujeto en estructuras antropolgicas, productivas, genealgicas, o su desaparicin en retculas comunicativas y determinaciones sociales. El olvido de lo divino corroe el valor que damos a nuestra propia imagen, al privarle de un referente objetivo de altura y de un modelo ideal. La criatura se ha vuelto creadora, est bien! Pero, creadora de qu? Creadora de fantoches (Hitler y Stalin), inventora de cmaras de tortura. No deberamos tampoco subestimar el extraordinario poder creador de la mentira, al que Oscar Wilde, George Steiner o Jean Franois Revel, han dedicado pginas memorables. Despus de Auschwitz, quizs nos convendra imponernos una larga dieta de silencio, para poder volver a ver ms all de las cosas, con ms claridad, las que puede o debe haber.

II
Quizs podramos empezar preguntndonos por los efectos, morales, esto es, "humanos, demasiado humanos", de la muerte de Dios. Es importante preguntarse tanto por los efectos sociales del hecho de que los hombres hayamos perdido la fe, como por la relevancia histrica y las consecuencias del hecho de que la idea de lo perfecto haya dejado de condicionar de algn modo significativo nuestra cultura. Parece obvia la conveniencia de una tica civil independiente de la religin, y para nada se discute que sta pueda asentarse sobre razones autnomas. Sin embargo, cada vez se manifiesta ms claramente que la educacin moral es muy problemtica sin el recurso al saber narrativo y a los mitos, y que es imposible separarla de la promocin potica de los buenos http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei/ 3

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sentimientos, y muy dudoso que esto se pueda hacer sin algn tipo de idea, aun puramente desta, que sirva de meta regulativa o de modelo orientador, al menos como posibilidad final de una identidad conveniente entre la virtud y la alegra. Por otra parte, la suposicin de un final feliz de la historia no cubre las expectativas racionales de la persona, ni puede compensar el dolor causado a las vctimas en el pasado, aquellas que nos acercaron la utopa sin poder disfrutarla. La justicia final, para los pocos que la disfrutarn algn da, no resarce de las injusticias pretritas para los demasiados que la hicieron posible con sus sacrificios... El valor de la idea de Dios como principio puede ser pensado con independencia del inters, legtimo o espreo, de las religiones positivas. As lo vea, por atender a un modelo prjimo, el fundador de la Institucin Libre de Enseanza. Francisco Giner de los Ros explicaba que, aunque los principios ms cardinales y profundos puedan aparecer ante la contemplacin vulgar como fantsticos, abstractos o alejados de la realidad y de la vida, no por eso dejan de ser, precisamente, los ms fecundos. Y pona como principal ejemplo la ntima conexin con que el modo de concebir a Dios trasciende a la vida entera del individuo y de la sociedad. En efecto, aunque Giner defendi valientemente una educacin libre de dogmas y aconfesional, el maestro de maestros aceptaba sin discusin que: "sin espritu religioso, sin levantar el alma del nio al presentimiento siquiera de un orden universal de las cosas, de un supremo ideal de la vida, de un primer principio y nexo fundamental de los seres, la educacin est incompleta, seca, desvirtuada, y en vano pretender desenvolver ntegramente todas las facultades del nio e iniciarlo en todas las esferas de la realidad y del pensamiento". En lugar de las oscuras doctrinas de la teologa histrica, el rondeo recomienda una educacin religiosa basada en la "tolerancia positiva, no escptica e indiferente, de la simpata hacia todos los cultos y creencias", pues todas ellas, ora rsticas o sublimes, satisfacen "una tendencia inmortal del espritu humano", parecindole por tanto imprescindible despertar en el nio esa 'quaedam perennis religio', "ese elemento comn que hay en el fondo de todas las confesiones positivas", mediante una direccin amplia y verdaderamente universal. Y nos advierte: Ay de los pueblos cuyo espritu no se interesa por estas graves cuestiones! (6). O bien asentamos la razn prctica sobre el culto irracional a la norma (aunque las normas se expresen cada vez ms farisaicamente, en modo infinitivo, en las proclamas psicopedaggicas y en los protocolos de las leyes), o bien promovemos la formacin de las generosas actitudes cardinales sobre las motivaciones superiores que se alimentan de ilusiones razonables. Es curioso que la presunta victoria ilustrada sobre la religin haya acabado produciendo su anttesis en el movimiento postmoderno, que pugna por "consagrar" ese olvido de "lo mejor de la razn", al abandonarlo a la nada, fuera de la razn misma. Al privarse voluntariamente del encanto de toda invencin, de todo relato legitimador, la razn postmoderna renuncia as al poder constructivo de la imaginacin. Esa es su verdadera debilidad. No obstante, aunque convengamos en reinventar la idea de lo perfecto, o dar cuenta y razn de su presencia en todo discurso crtico (tambin en los que dicha idea subyace

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enmascarada tras la utopa de un ideal de comunicacin "libre de dominio", o sea, tambin supuestamente libre de autodominio, "libre de Dios"), esto no significa que hayamos de conformarnos con la restauracin de aquellos dolos y encantamientos que sirvieron de coartada al fanatismo y la intolerancia, ni con el "Dios tapahuecos" y la religin revuelta y resucitada como un blsamo analgsico. De todos modos, tampoco es despreciable el papel que juegan los ritos y los mitos compartidos en la expresin pblica del lazo social, en la sancin metafsica de la norma civil y en la produccin y conservacin de la cohesin de los grupos humanos, pues dotan a stos de una referencia comn imaginable o inteligible. Esto se sabe desde antiguo. Algunos sofistas y Platn no se privaron, a causa de escrpulos puristas, de reconocer en todo momento la utilidad civil del culto a los dioses. An est por ver si el ftbol y los espectculos multitudinarios podrn suplantar y mercantilizar por mucho tiempo las necesidades religiosas de los urbancolas contemporneos, o si el pblico podr soportar su fragmentacin ad libitum frente a las pantallas y sus simulaciones... O si ms tarde o ms temprano descubrir en esa nada electrnica, en esa virtualidad nihilista, el motivo mismo de su desesperacin. Y ya se sabe que la falta de esperanza es algo muy difcil de mantener, y que el desesperado se agarrarar ms tarde o ms temprano a un clavo ardiendo.

III

Nadie niega que la inspiracin religiosa de la poltica haya producido y est produciendo monstruos, pero no han provenido menos horrores de la configuracin esteticista de la vida poltica. Acaso podemos adivinar qu dramas producir su reconversin en espectculo meditico? El espectculo es tambin artificio. Justamente, el espectculo es el artificio menos la idea de Dios. La pornografa, por ejemplo, vuelve espectacular al sexo al privarle de su gracia, de su misterio. Es el sexo reducido a tcnica, a mecanismo. En el espectculo tecnolgico ya no quedan alusiones a las fuerzas metaempricas o a los principios hipersensibles. La idea de lo perfecto ha sido, al menos hasta el XX, el contenido mismo del arte. El artista era un iluminado; su obra comunicaba algo numinoso (7), misterioso, tremendo, inefable, nos hablaba del ms all, del fondo ordenado y armonioso del universo, de lo que comparten el alma y el mundo, de la afinidad entre el espritu subjetivo y el objetivo... de lo bello, de lo perfecto; el artista clsico, y tambin el romntico, como un demiurgo inspirado, aplicaba su genio en hacer sensible lo insensible, finito lo infinito... La ltima esttica pan-testa es, a este respecto, la de Hegel. A propsito de lo perfecto, el arte del siglo XX permanece mudo. El artista del siglo XX ha acabado presentando sus propias heces como bazofia sagrada (y esto no es ninguna metfora). Pero la misma pretensin de sacralizar sus desechos, sus delirios, sus exputos, sus escndalos, resulta ya ridcula y vana. Lo que queda de pueblo, o de conciencia popular, el sentir comn, se burla con motivos de las contradictorias pretensiones del artista autista, o http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei/ 5

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vuelve la cabeza para otro lado (las creaciones del pop, del jazz, de la fusin, los encantos del diseo industrial...). Al artista de vanguardia no se le puede acusar de insincero; ya no tiene nada que decir. Dice eso: Nada, y lo expresa en una especie de galimatas inhumano, sin pretensiones, ni aspiraciones. A este respecto George Steiner es quiz el crtico ms perspicaz y clarividente: La capacidad del lenguaje para comunicar significado est garantizada slo por el supuesto de la presencia de Dios, pues la obra esttica apuesta a favor de la significatividad, es decir, de la trascendencia. Nemo audit verbum nisi spiritu intus docente. Puesto que todo el que comprende involucra su persona, o sea su proyecto, en la comprensin, es decir, siente o presiente su participacin activa en el Sentido Real. Tras el arte del siglo XX, slo queda como sentido el hueco de Dios. De esa ausencia, de esa desolacin, nos hablan los nocturnos de Bartok, los apocalipsis de Yves Tangy... El sentido del arte del siglo XX es inversamente proporcional a la barbarie poltica y la servidumbre tecnocrtica que delata. El arte de nuestro siglo deshace el sentido, explora el Caos, las combinaciones matemticas de la Nada, y entona un fascinante e inhumano Requiem para el entierro de Dios. El mundo esttico se ha vuelto tambin inhspito. El artista que ya no piensa en el Otro, tampoco le habla ya al otro. Le ha perdido definitivamente el respeto al receptor, al pueblo (ese concepto romntico, esa realidad trasnochada), pues tampoco en la "vox populi" resuena ya la "vox Dei". El pueblo se ha quedado afnico; slo hablan las mquinas. Nuestras formas estticas exploran ese gran vaco, lo pueblan de repeticiones minimalistas, o con el efectismo rabioso del kitsch publicitario.

IV

Los efectos del olvido de Dios en el arte contemporneo no son menores. Tampoco son despreciables las posibles consecuencias psicolgicas de la desaparicin del Otro. Georg Herbert Mead (1863-1931) puso de manifiesto la importancia psicolgica, pragmtica y moral, de la nocin de "el otro generalizado". El otro generalizado es cualquiera, todos los otros que podran relacionarse conmigo en un proceso cooperativo o en una actividad feliz (y sin actividad comn, razona Mead, no habra comunidad de significacin). La nocin del otro generalizado permite el paso del pensamiento egosta, infantil y concreto, al pensamiento maduro, abstracto y moral. La universalidad social del otro generalizado es sinnimo de objetividad intelectual. El individuo trasciende lo dado a l slo cuando, por medio de la comunicacin, descubre que sus experiencias y las de los otros se agrupan bajo el mismo universal. Hasta qu punto -se preguntaba Charles W. Morris- proporciona el otro generalizado el equivalente psicolgico e histrico de Dios? Mead, desde luego, s alude, aunque slo de pasada, a la importancia de los mitos y las ceremonias religiosas en la formacin del carcter y de las actitudes, dependientes de la interiorizacin del punto de vista del otro generalizado. http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei/ 6

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Pero parece creer que en nuestras sociedades tal funcin social corresponde a otro tipo de "juegos" como el deporte o la agrupacin en asociaciones sociales y polticas. "El culto -dice-, en su forma primitiva, es simplemente la corporizacin social de la relacin entre el grupo social dado, o comunidad, y su medio fsico, una forma social organizada de entrar en relaciones sociales con ese medio, o de mantener relaciones sociales con l". Mead no calcula la importancia de este aspecto teolgico del otro generalizado en el anlisis de las formas modernas de religiosidad y su funcin social. S comprende bien la importancia del intelecto y del desarrollo del pensamiento abstracto para que el individuo adopte la actitud del otro generalizado hacia s mismo. Ni que decir tiene que la idea de lo perfecto es, precisamente, uno de los conceptos abstractos con ms solera. Para Mead, los conceptos abstractos son conceptos enunciados en trminos de las actitudes de todo el grupo o comunidad social..., igual que las proposiciones abstractas son enunciadas en una forma que cualquiera, cualquier otro individuo inteligente, puede aceptar (8). La idea de Dios, las proposiciones sobre Dios, como se sabe, forman parte de la tradicin de dicho pensamiento abstracto. Certeramente entendi Kant cmo la razn, cuando busca ms all del tiempo y del espacio, produce, de su propia naturaleza, la idea de la serie completa de las condiciones del mundo y del yo, como una sntesis trascendente. El olvido de Dios es por tanto un sntoma del empobrecimiento de la vida intelectual a favor del sensualismo apresurado. No poda ser de otro modo, cuando la cultura del Verbo empez a ser desplazada por la proliferacin de dolos e iconos, pues la palabra es, justamente, el instrumento comn del pensamiento abstracto. Las jerigonzas son otra cosa; ellas expresan la muerte de Dios acadmicamente, la insurreccin bablica del pensamiento unilateral, tcnico, la hybris herclea de la razn instrumental que reprime la sublimacin emotiva de los valores y su consideracin intelectual.

V
La muerte de Dios ha acabado haciendo efecto donde se podan acusar ms sus estragos, en el campo de la teologa cristiana. Kant haba proclamado que la teologa como ciencia no era posible. Por definicin, no se puede entender cientficamente aquello que no se puede sintetizar como objeto, por carecer de forma matemtica y de contenido fenomnico "hic et nunc". Pero, oscuramente, Kant admita el papel del saber de Dios en la fundamentacin de la metafsica de las costumbres y an -en su Opus Postumum- la relevancia de la idea de Dios como "Principio viviente de la naturaleza material en general", o como finalidad hipottica de la accin (el supuesto de la verdad sempiterna o del orden universal). Ciertamente, Kant insista en que "asumir una cosa hipottica en favor de fenmenos posibles es inventar [dichten], no exponer: cogitabile, non dabile." EL concepto de Dios quedaba reducido moralmente al de un ser que puede obligar a todos los seres morales sin estar l mismo sujeto a obligacin, un Principio de la razn tico-prctica que exportaba al mbito inteligible la referencia de la voluntad del hombre a fines (9). http://serbal.pntic.mec.es/AParteRei/ 7

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Ms all de las sutilezas y precauciones ilustradas, los telogos protestantes, los ms atentos al contexto cultural de su tiempo, han tenido que reconocerlo: El mundo en el que vivimos ya no tiene ni forma ni contenido cristiano. Se trata de una cultura postcristiana, de una cultura para la que Dios ha muerto (10). La filosofa de una parte importante del siglo XX ha llevado hasta sus ltimas consecuencias los postulados cientifistas, positivistas, escpticos, de las filosofas del XIX. La idea de Dios aparece como una impostura infantil o se revela como una impertinencia lgica. La filosofa dbil, sin pretensiones de verdad, ha encontrado su anlogo en una teologa sin Dios, tambin ella fragmentaria. Las ltimas experiencias de lo sagrado se espigan en el sexo o en la muerte (Bataille). Se enfatiza el significado secular del evangelio y el valor ejemplar de Jess como hombre, y se declara que la palabra "Dios" y sus equivalentes teolgicos, o bien carecen de sentido, o son equvocos. El misterio de la Encarnacin se interpreta como la disolucin efectiva (Kenosis) de Dios padre en la historia humana (11). La fe evanglica que es posible en la era de la muerte de Dios ha sido descrita por la teologa radical como una especie de atesmo cristiano (Thomas J. J. Altizer). Dicha teologa presta odo a los grandes profetas profanos: William Blake, Hegel, Nietzsche, y comprende la muerte de Dios como el sacrificio supremo del creador en aras de su criatura con el fin de afirmar as completamente el ser de su creacin. El ser de Dios ha devenido pura inmanencia en la carne del proceso del mundo... Es que volvemos a ilustres frmulas pantestas? Expresa este pantesmo una superacin religiosa, promovida por el propio cristianismo, al exponerse dialcticamente al atesmo filantrpico? Si la razn se ha hecho vital, por qu no habra de hacerse tambin jovial la fe? Pero entonces, echamos mano de viejos mitos, como la doctrina del Eterno Retorno ("El Ser comienza en cada Ahora"); o de viejas teoras, como la de "la larga cadena del ser" (12), para sublimar las apariencias o para creer que "todos los mundos estn en ste", aunque las apariencias no satisfagan ni al conocimiento ni a la conciencia, y la mayora de esos mundos inmanentes nos resulten tan imperfectos como inaceptables. Sin embargo, este nfasis en el instante significativo y en la caza desesperada de vivencias cruciales (estticas o msticas), pues "hay que probarlo todo", se ha convertido en monserga cotidiana del discurso dominante, del discurso publicitario... Pero ese Ahora carece de plenitud sin un antes y un despus, sin conciencia histrica y proyectos conscientes, sin memoria e imaginacin, sin tradicin y planes de futuro; se agota en la satisfaccin menuda del consumo. Lo que tenemos entonces es la caricatura de aquella forma en que Nietzsche, quien, sin embargo, crea sinceramente en las metamorfosis del Espritu, afirmaba la aparicin de lo sagrado en medio de la existencia profana. Su pattico saltinbanqui, Zaratustra, es el profeta del "superhombre" enlatado, del "superhombre" que arrastra un carrito de la compra por la caja de Skinner del hipermercado. La autoridad que le resta es la de escoger programa, no es ms que el dominio sobre el mando a distancia. La teologa radical protestante se entrega desde luego a un acto responsable cuando ensaya comprender desde actitudes cristianas la cuestin del carcter profano del mundo moderno, lo cual significa tambin interpretar la fe en trminos de responsabidad mundana.

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Manifiesta con ello su raz voluntarista y agustiniana, cuando cree -con Nietzsche- que es posible fundar el valor de la vida, su sentido, en un puro acto de voluntad que brote de la subjetividad humana. Como si ese sujeto no fuera ya un producto industrial de una sociedad sin ilusiones racionales! Sus motivos, los del consumidor, prefabricados por los Medios, no se parecen en nada a la autodeterminacin inteligente de una voluntad libre. Los hombres no pueden proyectar sentidos que transformen el mundo en deleite y alegra, si no conciben antes un modelo de perfeccin que les parezca universalmente irrecusable y, en general, digno de estima.

Notas

(1) Ideas para una filosofa de la Historia de Espaa, Rialp, Madrid, 1957, pgs. 140-143. (2) "La enseanza confesional y la escuela". Giner de los Ros. Ensayos, Alianza editorial, Madrid, 1969, pg. 175. (3) El texto se halla citado por Moiss Gonzlez en su Introduccin al pensamiento filosfico, Tecnos, Madrid, 1995, al final de su tercera parte. (4) Al concepto marcusiano de desublimacin represiva no se le ha sacado todava, a mi juicio, suficiente partido en el anlisis crtico de la sociedad meditica. Cfr. El hombre unidimensional, 3. "La conquista de la conciencia desgraciada: Una desublimacin represiva", Ariel, Barcelona, 1981. (5) Para el principio antrpico, de innegable raz sofista, cfr. Stephen W. Hawking. Historia del tiempo, Crtica, Barcelona, 1988. pgs. 166-169. El autor lo glosa as: "Vemos el universo de la forma que es porque, si fuese diferente, no estaramos aqu para observarlo", 1988. (6) "Teora y prctica", "La enseanza confesional y la escuela" y "Los catlicos viejos y el espritu contemporneo" (1876) op. cit., pgs. 166, 172-3, 180. (7) Para la determinacin de lo santo como lo numinoso, cfr. la ya clsica obra de Rudolf Otto. Lo santo, Alianza, Madrid, 1980. Cap. 2. "Santo" es ms que "bueno".- Este "ms" es lo "numinoso"... (8) G.H. Mead Espritu, persona y sociedad, Paids, Barcelona, 1982, pg. 43, 184 y nota, 185 y nota. (9) I. Kant. Transicin de los principios metafsicos de la ciencia natural a la fsica, ed. preparada por Felix Duque, Editora Nacional, Madrid, 1983, pgs. 609-610. (10) cfr. Thomas W. Ogletree. Controversia sobre "la muerte de Dios" (Kairos), Barcelona, 1968. (11) Kenosis es una palabra griega que alude a un proceso de vaciamiento. Altizer alude con este trmino a Filipenses II, que habla de como Cristo "aunque en forma de Dios" se vaci, se hizo carne hasta la muerte. Las cristologa "kentica" celebra el significado de Cristo como el acto de Dios de vaciarse totalmente de su forma trascendente para as poder verterse por

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entero en una forma encarnada de existencia. Dios se ha vaciado totalmente en su verbo y carece ya de existencia trascendente. (12) Puede seguirse la evolucin de esta "idea" en el profundo libro de Arthur O. Lovejoy. La gran cadena del ser, Icaria, Barcelona, 1983. [email protected] http://www.interbook.net/personal/josebiedma http://aafi.filosofia.net http://usuarios.iponet.es/casinada/xbiedma.htm http://usuarios.iponet.es/ddt/biedma.htm

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