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Espiritualidad de Los Derechos Humanos

Los DDHH, la new age, narcisismo, entre otros temas.

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Espiritualidad de Los Derechos Humanos

Los DDHH, la new age, narcisismo, entre otros temas.

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ESPIRITUALIDAD DE LA PASTORAL

DE LOS DERECHOS HUMANOS


Pbro. Gustavo Javier Rodrguez

ESPIRITUALIDAD DE LA PASTORAL
ESPIRITUALIDAD PARA LA PASTORAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Pbro. Gustavo Javier Rodrguez - Ctedra Abierta Instituto de Derechos Humanos
UCASAL 2014 -

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DE LOS DERECHOS HUMANOS

1. Introduccin.
2. Presupuestos antropolgicos.
3. Espiritualidad.
4. Espiritualidad de los Derechos Humanos.
5. Conclusin.
6. Bibliografa.

1- INTRODUCCIN.
ESPIRITUALIDAD PARA LA PASTORAL DE LOS DERECHOS HUMANOS
Pbro. Gustavo Javier Rodrguez - Ctedra Abierta Instituto de Derechos Humanos
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La Gua de Pastoral de los Derechos Humanos1, fruto de talleres, seminarios, reuniones


y encuentros latinoamericanos, contina el camino sealado por las Conferencias de Ro de
Janeiro, Medelln, Puebla, Santo Domingo y Aparecida, como as tambin el rico
patrimonio eclesial fruto de la valoracin de la dignidad de la persona humana.
Abordar la espiritualidad de los Derechos Humanos, nos invita a cada uno de nosotros a
recuperar conceptos antropolgicos que subyacen en la valoracin del hombre y de su
consecuente modo de expresar su relacin con Dios, el mundo y los dems hombres, sus
hermanos. Desde esta perspectiva no podemos olvidar aquella enseanza conciliar que nos
recuerda que el hombre es, en efecto, por su ntima naturaleza, un ser social, y no puede
vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los dems2; por tanto atendiendo a
ese llamado a realizarse con los dems y a la vez responder a la exigencia de entrega
sincera de s mismo para encontrar plenitud, es que el hombre nica criatura terrestre a la
que Dios ha amado por s mismo3, se descubre inmerso en un proyecto comunitario en el
cual la presencia de los otros, lo interpela a encontrar caminos de comunin y solidaridad
a los cuales no puede renunciar.
El llamado a la espiritualidad de los Derechos Humanos, que tiene como punto de partida la
valoracin de la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no
puede quedar aislada en una autocomplacencia subjetiva, sino que impulsa al hombre al
encuentro de los dems, y en fidelidad al Espritu que viene en nuestra ayuda 4 para que

C.E.L.A.M. Departamento de Justicia y Solidaridad. Defiende el Derecho, ama la


Justicia y camina humildemente con tu Dios. Gua de Pastoral de los Derechos
Humanos. 1 Ed. C.E.A. Oficina del Libro. Bs. As. 2011.2

Gaudium et Spes 12.

Ibid 24

Cf. Romanos 8, 26

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sepamos discernir los signos de los tiempos5, permite al hombre percibir los distintos
rostros humanos6 y sus realidades existenciales, y acudir a su atencin.
En el presente trabajo partiremos de una consideracin antropolgica, fruto de la reflexin
filosfica y teolgica de Emmanuel Mounier y Bruno Forte, para luego prestar atencin a la
riqueza de la espiritualidad en la mirada eclesial; finalmente, se indica los planteos frente a
una espiritualidad de los Derechos Humanos.

2- PRESUPUESTOS ANTROPOLGICOS.
5

Gaudium et Spes 11

Documento de Aparecida 407-430

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Abordar una espiritualidad de los Derechos Humanos, tambin requiere de nuestra parte la
consideracin antropolgica desde la cual estableceremos esos vnculos que suscita el
Espritu en el corazn del hombre.
Lo primero que debemos afirmar es aquello que nos ensea el Compendio de la Doctrina
Social de la Iglesia: El libro del Gnesis nos propone algunos fundamentos de la
antropologa cristiana: la inalienable dignidad de la persona humana, que tiene su raz y
su garanta en el designio creador de Dios; la sociabilidad constitutiva del ser humano,
que tiene su prototipo en la relacin originaria entre el hombre y la mujer, cuya unin es la
expresin primera de la comunin de personas humanas; el significado del actuar humano
en el mundo, que est ligado al descubrimiento y al respeto de las leyes de la naturaleza
que Dios ha impreso en el universo creado, para que la humanidad lo habite y lo custodie
segn su proyecto. Esta visin de la persona humana, de la sociedad y de la historia hunde
sus races en Dios y est iluminada por la realizacin de su designio de salvacin 7. Por
ello al afirmar la dignidad de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, no
podemos perder de vista la dimensin de la sociabilidad, que refleja la vida de comunin de
la Trinidad8.
Pero tambin desde los aportes filosficos y teolgicos encontramos orientaciones que
pueden ayudarnos en la consideracin de estos presupuestos antropolgicos.
La consideracin de la persona segn Emmanuel Mounier, gira en torno a los siguientes
aspectos:

El ser en s.

El ser para s.

Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. 37

Ibid 34

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El ser hacia el otro.

El ser con.

Desde estas dimensiones es como la persona alcanza su desarrollo pleno y ejerce sus
capacidades propias segn lo propone este autor.
El ser en s de la persona corresponde a su subjetividad incomunicable, lo cual quiere decir
que la persona experimenta la posesin de s misma; experiencia que le permite
comportarse como fuente de sus propias elecciones y de sus propios actos. Esta experiencia
de pertenecerse a s misma, le permite a la persona, percibir su singularidad, lo cual
fundamenta su valor personal nico e irrepetible. Dir Mounier: La persona no es un
objeto, sino precisamente aquello que en todo hombre no puede ser tratado como un
objeto La persona es la nica realidad que se nos ha dado a conocer y que a la vez se
nos ha permitido construir desde el interior La persona es una actividad contemplada
como autocreacin, comunicacin y adhesin, que se capta y se conoce en su acto como
movimiento de personalizacin9.
La idea de subsistencia del ser personal, a la cual se asocia la incomunicabilidad y la
originalidad, es lo que brinda el fundamento contra toda posible manipulacin de la persona
y nos permite reconocerla como manantial de dignidad.
El ser para s manifiesta el rol determinante que tiene la conciencia y la libertad en los
actos. La consideracin del ser para s expresa el momento de finalizacin y automediacin de los actos, propios de la persona. A travs de la finalizacin, el sujeto personal
refiere a s mismo y mide su relacin con lo exterior, frente a lo cual ejerce la libertad.
Mediante la auto-mediacin, la persona distingue el objeto con el cual se relaciona, o sea lo

Emmanuel Mounier. El personalismo. Pg. 11 ss. Ed. Sgueme. Salamanca. 2002

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objetiva y objetivndolo lo conoce. Escribe Mounier: Escogiendo esto o aquello, yo me


escojo siempre indirectamente a m mismo, y me construyo en esa eleccin10.
Pero tanto el ser en s como el ser para s, o sea tanto el acto de conocimiento y de la
decisin, no se hacen la competencia; ni tampoco el sujeto es producido por el objeto, ni el
sujeto es desvanecido frente al objeto; sino que el acto del conocer y el acto finalizante de
la libertad, le permiten al sujeto afirmarse en su acto de referencia al objeto.
El ser hacia el otro expresa su apertura constitutiva a lo que es el otro distinto de l mismo
y expresa la dinmica de autotrascenderse que edifica la vida personal. O sea, que el
recogerse en s mismo y luego el salir de uno mismo hacia el otro, le permiten a la persona
su realizacin personal y favorece la estabilizacin de sus relaciones. En pocas palabras, el
salir hacia el otro nos permite, desarrollarnos y lograr realizarnos como persona. Expresa
Mounier: La vida de la persona es afirmacin y negacin de s. Este ritmo fundamental se
encuentra en el fondo de todos sus actos La expansin de la persona implica, como
condicin interior, una expropiacin de s y de los propios bienes que priva el
egocentrismo de unos de sus polos: la persona no se encuentra si no es perdindose11.
Por ello la caracterstica de la comunicacin debe ser entendida como el salir de s mismo
de la persona, el encontrarse con el otro, recibirlo al otro (respetando su alteridad), y
regresar a s mismo enriquecido. La comunicacin entendida de esta manera es la vida del
ser personal. Por ello, el dinamismo de la vida personal consiste en un permanente salir de
s para dirigirse hacia el otro, para comprenderlo y asumir sus cargas, para dar y darse al
otro en una relacin fiel. Slo de esta manera la persona existe y alcanza su ser personal.
El ser con expresa la plena reciprocidad de las conciencias en las que se realiza el destino
de la persona. La presencia del otro y la irradiacin de su ser personal, llegan hasta la
10

Ibid. Pg. 93

11

Emmanuel Mounier. El personalismo. Ed. Sgueme. Salamanca. 2002. Pg. 65

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misma interioridad de quien sale al encuentro del otro, y por ello mismo se establece entre
las personas una reciprocidad y solidaridad, dando paso a la comunin interpersonal y su
concrecin histrica que es la comunidad de los hombres (sociedad). Seala Mounier: El
acto primero de la persona es suscitar, junto con otros, una sociedad de personas en la
cual las estructuras, las costumbres, los sentimientos y finalmente las instituciones queden
marcadas por su naturaleza de ser personas12.
Por ello, la concrecin histrica del ser personal es la solidaridad, que debe ser entendida
como tica de la responsabilidad y de la preocupacin por los otros; en ella el bien del
sujeto encuentra su autntica realizacin.
Por tanto, a la luz del pensamiento de Mounier, podemos concluir que la subsistencia y la
relacin constituyen al hombre como persona en el doble movimiento de afirmacin de la
interioridad y de reconocimiento y acogida de la exterioridad. Por esto se pude considerar
a la persona como el sujeto consciente y responsable del devenir histrico. El ser personal,
a su vez muestra, su irrepetible singularidad y su relacin constitutiva con los otros. En
consecuencia, la persona se presenta, desde esta consideracin, como el ser de la
trascendencia, interioridad abierta desafiada y enriquecida por la presencia del otro,
responsable de s y de la dignidad del otro.
A partir de la propuesta de Mouiner, el telogo napolitano, Bruno Forte, nos invita a
dimensionar estas consideraciones de la persona desde la clave o perspectiva de la oracin
del fiel cristiano.
Forte, nos propone recuperar la oracin desde las cuatro dimensiones del ser personal
segn la consideracin de Mounier, el ser en s, el ser para s, el ser hacia le otro, el ser
con. Lo cual desarrollaremos a continuacin en las consideraciones de la espiritualidad.

12

Ibid. Pg. 45

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3- ESPIRITUALIDAD.
Cuando consideramos la espiritualidad debemos reconocer que hay diversos modos de
abordar este concepto y su estudio, como as tambin distintos paradigmas para su anlisis;
los cuales tienen a la base una concepcin sobre Dios (teologa), y sobre el hombre

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(antropologa), que nos orientarn en el tratado sobre la espiritualidad considerada como


una respuesta a estas aspiraciones profundas del corazn humano.
Ya en el Documento de Puebla, en el Discurso inaugural, el Beato Papa Juan Pablo II,
invitaba a los obispos del Episcopado Latinoamericano a ser maestros de la verdad y
recuperar en toda su dimensin la verdad sobre Jesucristo, la verdad sobre la Iglesia y la
verdad sobre el hombre13; de la cual brota una vida en el Espritu (espiritualidad), como
respuesta discipular ante los signos de los tiempos que nos interpelan. De la trascendencia,
interioridad abierta desafiada y enriquecida por la presencia del otro, responsable de s y
de la dignidad del otro.
A. Espiritualidad a la luz de la Gua de Pastoral de los Derechos Humanos.
En la citada Gua del CELAM, encontramos las siguientes consideraciones sobre la
espiritualidad.
Podemos definir la espiritualidad como la vida segn el Espritu, es decir, la vida que se
deja guiar por el Espritu de Jess. Una persona espiritual es la que vive segn el Espritu
de Jess. La espiritualidad abarca la vida entera de la persona. No slo su espritu, sino
tambin su cuerpo, no slo su individualidad, sino adems sus relaciones sociales,
pblicas, polticas, su condicin de ciudadano del mundo14.
Desde esta definicin podemos avizorar cmo una de las continuas tentaciones que asolan a
la espiritualidad, es la tendencia a oponer por un lado la accin del espritu y por otro la
13

Documento de Puebla. Discurso Inaugural de la III Conferencia General del


Episcopado Latinoamericano.
14

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Justicia y camina humildemente con tu Dios. Gua de Pastoral de los Derechos
Humanos. 1 Ed. C.E.A. Oficina del Libro. Bs. As. 2011.- n142

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accin corprea, como si se tratara de dos dimensiones irreconciliables. En este punto, es


importante recordar que el fiel cristiano aborda esta realidad desde la mirada antropolgica
que considera al hombre como ser creado a imagen y semejanza de Dios. En Jesucristo,
hecho nuestro hermano, hecho carne, el Padre, ha reconciliado lo ms ntimo de nuestra
naturaleza humana y nos ha devuelto la gracia de la filiacin; por eso la mirada sobre el
hombre no puede estar sesgada, sino que se reconoce como una unidad corpreo espiritual,
en cuya manifestacin se vislumbra todo el ser del hombre15.
La espiritualidad es un estilo de vivir el Evangelio en una determinada situacin. Ese
estilo, esa forma de vida y de comportamiento, no puede ser otra que la que encarna los
valores evanglicos. Es una espiritualidad que se nutre de la meditacin asidua de la
Palabras de Dios16. Contina la Gua sealando que El punto de partida de toda
espiritualidad cristiana es el seguimiento de Jess. Seguir a Jess no es seguir una idea,
un programa o un proyecto. Es seguir a una persona. Y seguirla de tal manera que ese
seguimiento no admite condiciones: ni el enterrar a su propio padre, ni despedirse de la
propia familia, ni siquiera tener una piedra donde reclinar la cabeza (Mt 8, 18-22). El
punto de partida de la espiritualidad cristiana est all donde se toma en serio ese
seguimiento, con todas sus consecuencias17.
En este punto, es importante recordar aquellas palabras de Benedicto XVI: No se
comienza a ser cristiano por una decisin tica o una gran idea, sino por el encuentro con
un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una
orientacin decisiva18. De all que la espiritualidad desde la clave discipular, desde el
15

Vase Gaudium et Spes 22.

16

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Justicia y camina humildemente con tu Dios. Gua de Pastoral de los Derechos
Humanos. 1 Ed. C.E.A. Oficina del Libro. Bs. As. 2011.- n143
17

Ibid 144

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seguimiento de Jess19, es ante todo el encontrarse con su persona, seguirlo y establecer


una relacin vital que renueva permanentemente la vida del discpulo creyente.
Al respecto seala la Gua del CELAM: Seguir a Jess es, ante todo, seguir a una
persona, encontrarse con esa persona, relacionarse con ella. Pero toda relacin
interpersonal, si es autntica y profunda, lleva consigo necesariamente la exigencia de
dilogo, de presencia, de intimidad. Eso, en el caso del encuentro con la persona de Jess
mediante la fe, es la oracin. Por eso, donde hay autntica fe cristiana tiene que haber
oracin. De lo contrario, esa fe se convierte insensiblemente en una pura ideologa20.
Indica la Gua en la cita anterior la relacin interpersonal, si es autntica y profunda,
lleva consigo necesariamente la exigencia de dilogo, de presencia, de intimidad. Eso, en
el caso del encuentro con la persona de Jess mediante la fe, es la oracin. En este
aspecto, de la oracin como dialogo, presencia e intimidad, recuperemos el aporte del
telogo Bruno Forte, que nos puede ayudar a ahondar en la dimensin relacional de la
oracin del creyente.
B. Aportes a la oracin del creyente desde la enseanza de Bruno Forte.
En primer lugar algunas consideraciones de la oracin segn el telogo napolitano.
La oracin es:

18

Deus caritas est 1

19

Vase Documento de Aparecida n 240-245

20

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Humanos. 1 Ed. C.E.A. Oficina del Libro. Bs. As. 2011.- n147
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La experiencia del misterio de la filiacin divina en ella el cristiano no se


relaciona con un ausente o desconocido, sino que permanece en el Espritu, por
medio del Hijo, en el misterio del Padre (Cf. Gl. 4, 6)21.
Es el terreno de la venida de la Trinidad a la historia del mundo, es el lugar de
vinculacin entre la historia eterna de Dios y la historia humana.
La oracin es al mismo tiempo el dilogo de Dios con Dios en el corazn del
hombre y la entrada del orante en la Trinidad divina: el cristiano no ora a un Dios,
sino que ora en Dios.
Es el lugar en que el individuo y la Iglesia reconocen la originaria gratuidad del
amor fiel y siempre nuevo del Padre.
Orar significa principalmente para el cristiano convertirse en el terreno de la
llegada del misterio de Dios al corazn de la historia humana22.
Es dejarse amar por Dios, es estar de pie ante la gratuidad pura del Padre, para
que ste inunde el corazn y la vida con su generosidad desbordante.
Orar es recibir, escuchar con la paciencia y la perseverancia del silencio lleno de
la admiracin y el asombro del amor.
La oracin cristiana, terreno de llegada, es a la vez movimiento de respuesta, acto
de referirlo todo a Dios, vehculo de la nostalgia de Dios que est en el corazn del
hombre y, en cuanto tal, es sacrificio de alabanza, accin de gracias, intercesin en
la cual se asume el mundo entero para que el hombre se encuentre a s mismo en su
verdadero origen23
Estas consideraciones de la oracin, por ms elevadas que nos parezcan ya que nos
introducen en el misterio trinitario, no deben enajenarnos en un espiritualismo sino que nos
21

Bruno Forte. A la escucha del otro. Editorial: Sgueme. Salamanca 2005. Pg. 91

22

Ibid. Pg. 91

23

Ibid. Pg. 92

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sitan en un contexto de realidades histricas y de un ambiente vital, desde el cual el


cristiano responde a ese amor gratuito y frente al cual no puede permanecer ajeno.
Por esto, la oracin tambin se hace escuela en la cual el cristiano aprende a ver todas las
cosas a la luz de Dios y, por consiguiente, a denunciar la injusticia y a proclamar la
justicia del Reino que viene. Orando, el cristiano orienta sus vicisitudes personales, la de
los hombres y las de la Iglesia, hacia la Patria, entrevista pero no poseda todava, del
misterio de Dios. Dentro de esta perspectiva, el ethos contemplativo es para el cristiano
inseparable del hacerse voz de los que no tienen voz, para que todo sea conducido de
nuevo hacia el Padre; es poseer un sentido tan intenso de las cosas de Dios, que la lucha
por la justicia y el compromiso por la liberacin del hombre se unan al hambre de otra
justicia y de otra liberacin, propias nicamente del Reino que ha de llegar 24. Desde ese
ethos contemplativo es como el cristiano aprende a recibir a los dems como un don de
Dios; desde el aprendizaje en la escuela de la contemplacin, la escucha y la relacin con el
Dios trinitario, el cristiano aprende a recibir a sus hermanos desde la mirada centrada en el
misterio de la llegada de la Trinidad a la historia de los hombres25.
Con los aportes de Mounier26, el telogo italiano, nos propone reflexionar sobre la
revelacin del ser personal a partir del acto del orar en Dios, avanzamos en la reflexin,
retomando sus aportes.
El ser en s nos permite vislumbrar la experiencia del orante cristiano en cuanto
subjetividad incomunicable, por la cual l se pertenece a s mismo y se constituye en fuente
de sus elecciones. En esta accin se manifiesta el ser personal, que en el cristiano, por
24

Ibid. Pg. 92

25

Vase: Juan Pablo II. Novo Millenio Ineunte. Carta Apostlica al concluir el gran
Jubileo del ao 2000. Editorial San Benito. Bs. As. 1 ed. Marzo 2001. N 43-45.
26

Vase los puntos de Emmanuel Mounier desarrollados anteriormente.

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medio de la oracin es el descubrimiento del terreno de la llegada del misterio de Dios al


corazn de la historia humana. La subsistencia de la persona (que tiene como basamento la
consistencia ontolgica de la singularidad, percibida por el orante en Dios, o sea la
distincin entre el Creador y la criatura), custodia desde la oracin al cristiano de toda
reduccin a un nirvana, de all el rechazo a todo intento de masificacin que pretende
disolver a la persona en la pura exterioridad27. De esto da testimonio la experiencia de los
msticos cristianos que aunque estn abismados en Dios se reconocen a s mismos como
seres que son otros que l y que son libres en l28.
El ser para s de la persona se revela a s mismo en el acto de orar; el orante en oracin en
el marco del misterio divino expresa el acto de finalizacin y auto-mediacin que lo
caracteriza como as tambin la conciencia y libertad de sus actos. Dir el respecto Forte:
El orante no crea a su Dios, ni es determinado simplemente por l, sino que lo conoce y
ama en libertad. Esta inseparable correlacin de subjetividad y objetividad muestra
tambin la profundsima unidad del yo y de su cuerpo: la corporeidad es la persona en
su acoger es la persona en su acoger y afrontar la exterioridad del otro Por eso el
personalismo de inspiracin cristiana, dista mucho de cualquier concepcin basada en el
dualismo entre el alma y el cuerpo. Contempla al hombre como totalidad personal, abierta
o cerrada a la trascendencia29.
El ser hacia el otro expresa su apertura a lo que el otro es distinto de s mismo y expresa el
salir al encuentro del otro a partir de lo cual se construye la vida personal. La comunicacin
(el salir de s mismo), es una experiencia fundante en la persona. Dir Forte: La oracin
es la forma suprema de la comunicacin. La comunicacin no es un puro salir de s, el
vaciarse si residuos en el otro, lo cual equivaldra a dependencia y alienacin. No es
27

Bruno Forte. A la escucha del otro. Editorial: Sgueme. Salamanca 2005. Pg. 96

28

Ibid.

29

Ibid. Pg. 98

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tampoco el acoger al otro en s, hacindolo objeto del propio conocer y del propio querer.
Sino que es la relacin circular por la cual la persona, saliendo de s, vuelve a encontrarse
con el otro, y acogiendo en s al otro se enriquece con ello a s misma, precisamente
porque lo respeta en su alteridadEntonces el dinamismo de la vida personal consiste en
un permanente salir de s para dirigirse hacia el otro, para comprenderlo y asumir sus
cargas, para dar y darse al otro Esto no es un aadido del ser personal sino que es
constitutivo, porque este ser est hecho no para la soledad de una interioridad saciada de
s, sino para la comunin de una relacin en la cual recprocamente se da y se recibe. De
esta relacin, el orar en Dios, es precisamente, profundsima experiencia30.
El ser con expresa la plena reciprocidad de las conciencias en las que se realiza el destino
de las personas. Dir Forte: desde la interioridad abierta a la exterioridad y en
comunicacin con ellanace la comunin interpersonal. Desde el simple hecho de que
estn juntas existencias perdidas en la exterioridad, desde la suma de soledades de
existencias prisioneras de la propia interioridad, se llega a ser uno en la distincinen la
cual cada uno es l mismo, en la medida en que se da a los otros y se preocupa por los
otros. En la oracin, correspondiente a la revelacin trinitaria, se tiene experiencia
precisamente de esta comunin de los seres personales, donde cada uno descubre ser
responsable de todos y, juntamente con ellos, se siente sostenido por la co-responsabilidad
de los otros La oracin es la gran escuela de la caridad, contemplada como xodo de s,
como un xodo sin retorno31.
De este modo, con las consideraciones sobre la espiritualidad y el aporte teolgico de Forte
abordamos las claves para una espiritualidad de la Pastoral de los Derechos Humanos.

30

Ibid. Pg. 100

31

Ibid. Pg. 101

ESPIRITUALIDAD PARA LA PASTORAL DE LOS DERECHOS HUMANOS


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4- ESPIRITUALIDAD DE LA PASTORAL DE LOS DERECHOS


HUMANOS.
Con las consideraciones anteriores abordamos ahora la propuesta de lineamientos que
pueden ayudar a fortalecer una Espiritualidad de la Pastoral de los Derechos Humanos.
Las claves que nos servirn para la consideracin de la espiritualidad son las siguientes:
1) La espiritualidad de los derechos humanos es una espiritualidad del encuentro
con el otro, un compartir permanente del dolor de la persona que queremos
acompaar. Es una espiritualidad que nos lleva a actuar en el sentido contrario de
la ideologa de Can, de considerar al otro como enemigo, sino a considerarlo
como un igual, acorde a la enseanza bblica de amar al prjimo como a s
mismo32. La consideracin del otro, el ir hacia su encuentro, es brjula que
32

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orienta la espiritualidad de la pastoral de los Derechos Humanos. Esto lo


encontramos ya en el Evangelio cuando el mismo Jess se identifica con los
hombres, sus hermanos (cf. Mt. 25). El evangelista Juan, por su parte, seala la
asuncin de la realidad del hombre con aquella expresin: Y la Palabra se hizo
carne y habit entre nosotros (Juan 1, 14), con la cual expresa el acontecimiento de
la encarnacin del Hijo de Dios. Al respecto, nos ensea la Constitucin Pastoral
Gaudium et Spes: El Hijo de Dios con su encarnacin se ha unido, en cierto
modo, con todo hombre. Trabaj con manos de hombre, pens con inteligencia de
hombre, obr con voluntad de hombre, am con corazn de hombre. Nacido de la
Virgen Mara, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejantes en todo a
nosotros, excepto en el pecado33. Aqu radica la importancia de la presencia del
otro como fuente de espiritualidad de la pastoral de los derechos humanos, ya que
se trata de descubrir el rostro de Dios en los hermanos 34 y asumirlos en sus
realidades, como bien los describe el texto magisterial: Los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre
todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y
angustias de los discpulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no
encuentre eco en su corazn. La comunidad cristiana est integrada por hombres
que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espritu Santo en su peregrinar hacia el
reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvacin para comunicarla a
todos. La Iglesia por ello se siente ntima y realmente solidaria del gnero humano
y de su historia35. Esta cercana ntima y solidaria, que est marcada por un
intenso amor a cada persona36, es la que orienta en la espiritualidad de los
derechos humanos; la cual se expresa como compaa silenciosa y compasiva,
Humanos. 1 Ed. C.E.A. Oficina del Libro. Bs. As. 2011.- n136
33

Gaudium et Spes 22

34

Documento de Aparecida 407-430

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Gaudium et Spes 1

ESPIRITUALIDAD PARA LA PASTORAL DE LOS DERECHOS HUMANOS


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otras veces como palabra que alienta, abrazo que consuela, paciencia que perdona,
disposicin a compartir lo que se posee; tambin se torna indignacin por la
injusticia y se expresa profticamente en la denuncia. Se trata siempre de hacernos
cercanos y solidarios con el que sufre37. En las citas anteriores vemos como el rico
Magisterio de la Iglesia, tanto universal como de cada Iglesia particular, insisten en
la importancia del salir al encuentro del hermano. Ahora bien, este salir debe
estar animado por la accin del Espritu el cual nos ayuda a vencer la tentacin del
egosmo38. Slo quienes son alcanzados por la fuerza transformadora del Espritu
del Resucitado son capaces de ser instrumentos de vida para los dems y, revestidos
de entraas de misericordia, procurar la felicidad de los hermanos39. Esta insistencia
del asumir al hombre en su realidad tambin la encontramos en el rico Magisterio
del Beato Papa Juan Pablo II, de manera particular cuando al comienzo de su
Pontificado nos invitaba a todos a reconocer al hombre como el camino de la
Iglesia, dice el texto: El hombre en la plena verdad de su existencia, de su ser
personal y a la vez de su ser comunitario y social, este hombre es el primer camino
que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misin, l es el camino
primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, va que
inmutablemente conduce a travs del misterio de la Encarnacin y de la
Redencin40.
2) Elemento importante en la espiritualidad de los Derechos Humanos, es la dimensin
testimonial, fruto de la accin del Espritu en la vida del creyente. Nos indica al
36

CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA. Navega Mar Adentro. Editorial: Oficina del


Libro. Buenos Aires. 2003. Nmero 11
37

Ibid

38

Ibid. Nmero 10

39

Ibid. Nmero 10

40

Juan Pablo II. Redemptor Hominis. Nmero 14

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respecto la Gua del CELAM: En Amrica Latina y El Caribe podemos reconocer


a miles de hombres y mujeres que, guiados por el Espritu, entregaron su vida
proclamando los valores del Evangelio y anunciando el Reino. Autnticos
discpulos misioneros de Jesucristo, testigos de su palabra y su accin salvfica en
la redencin de los derechos de aquellos que sufrieron por su atropello, a quienes
quisieron acallar mediante la tortura, la muerte, la desaparicin de sus cuerpos,
as como tambin el olvido o cuestionamiento de sus sacrificios. Mencionando a
Monseor Oscar Arnulfo Romero traemos a la memoria agradecida a todos
aquellos laicos y laicas, agentes de pastoral, misioneros, religiosos, religiosas,
sacerdotes y obispos que con su actitud martirial robustecieron nuestra fe 41. Esto
nos recuerda que a la par del testimonio brota otro elemento de la espiritualidad que
es la siembra, tarea que requiere la actitud discipular del sembrar sin desfallecer,
del sembrar sin perder de vista que entre las semillas tambin crecen espinas que
pueden entorpecer el crecimiento. Pero frente a esto el creyente, sostenido en la
misericordia divina y el consuelo del Espritu, siembra pacientemente. Paciencia
que se hace compaa, cercana, denuncia, acompaamiento. Nos indica al respecto
la Gua del CELAM: La espiritualidad de los derechos humanos contiene las
actitudes de la siembra, el compromiso y la cosecha. Los discpulos misioneros no
siempre lograrn recoger los frutos, puesto que el principio es que lo que se
siembra hoy se cosechar maana, como lo muestra el testimonio de los mrtires,
cuya cruz signific la dignificacin de la vida de muchos que vinieron despus de
ellos42.
3) Un elemento a fortalecer en la espiritualidad de los Derechos Humanos es la
educacin. La dimensin de la espiritualidad relacionada con el mbito que
41

C.E.L.A.M. Departamento de Justicia y Solidaridad. Defiende el Derecho, ama la


Justicia y camina humildemente con tu Dios. Gua de Pastoral de los Derechos
Humanos. 1 Ed. C.E.A. Oficina del Libro. Bs. As. 2011.- n134
42

Ibid. Nmero 135

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hemos desarrollado, en muchos casos no es presentada como una respuesta del


Espritu a la realidad en la cual se ve inmerso el creyente. Subyacen en muchos
casos miradas a partir de las cuales se sostiene la distancia y contraposicin entre
el espritu y la materia, entre lo divino y lo humano, lo sagrado y lo
profano, lo eterno y lo temporal43, lo cual favorece una mirada desde la
exclusin, espritu o materia, y parecera que no es posible tender un puente entre
ambas. Frente a esto hay que recuperar la realidad de la Encarnacin, gracias a la
cual descubrimos la cercana y solidaridad de Cristo frente a la realidad del hombre
(como ya se ha citado a partir de citas precedentes). Al respecto nos indica la Gua
del CELAM: Cuando hablamos de espiritualidad y derechos humanos,
lamentablemente hemos de reconocer que hay un gran sector de cristianos para
quienes hay poca o ninguna relacin entre ambos. Sin embargo, quienes
trabajamos como agentes pastorales en la defensa y promocin de los derechos
humanos sabemos que si el Espritu es quien nos gua, nuestra tarea comunica la
vida que Dios quiere para cada uno de sus hijos e hijas. No es posible el
compromiso de vida con los derechos humanos, sin la presencia del Espritu
guiando cada paso que damos en este campo central de la evangelizacin44.

43

Ibid. Nmero 141

44

Ibid. Nmero 133

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5- CONCLUSIN.
Finalmente, y a modo de conclusin, lo que en el trabajo se quiso plasmar es la importancia
de recuperar la dimensin de espiritualidad que debe nutrir una Pastoral de los Derechos
Humanos.
Espiritualidad que encuentra su punto de partida en el descubrimiento de la propia dignidad
de ser hijos amados de Dios, lo cual nos conduce a sondear las riquezas de la vida del
Espritu, que se fortalece en la oracin.
Espiritualidad que se vive como respuesta a la accin del Espritu que nos moviliza a salir
al encuentro del otro, del hermano, y asumirlo en su real dimensin. Encuentro que
enriquece, que libera, que comprometeencuentro que slo se sostiene si tiene a la raz la
motivacin del Espritu que interpela y nos atrae desde las realidades de los otros.
Espiritualidad que encuentra en la Encarnacin el manantial de la cual abrevar y frente a la
cual el Espritu impulsa a un renovado compromiso.
Son desafiantes aquellas palabras de la Gua del CELAM que pueden servirnos de corolario
y a la vez de profunda exhortacin: Una espiritualidad rectamente entendida, tiene que
empezar por tomar en serio este planteamiento. Pensamos en la pregunta que los santos
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hacen a Dios en el juicio final relatado en Mateo 25. Cundo Seor te vimos con
hambre, o sediento, o desnudo, o enfermo o en la crcel, o forastero y te dimos de
comer? Los santos no saben que lo estaban haciendo por el Seor. Solo estaban
actuando con amor sirviendo a sus hermanos pobres y marginados45.
BIBLIOGRAFA.

C.E.L.A.M. Departamento de Justicia y Solidaridad. Defiende el Derecho, ama la


Justicia y camina humildemente con tu Dios. Gua de Pastoral de los Derechos
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Documento de Aparecida. CEA. Oficina del Libro. Buenos Aires. 2007.-

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Documento de Puebla. CEA. Oficina del Libro. Buenos Aires. 1979.-

BENEDICTO XVI. Deus caritas est. Sobre el amor cristiano. Editorial San
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45

BRUNO FORTE. A la escucha del otro. Editorial: Sgueme. Salamanca 2005.-

Ibid. Nmero 140

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JUAN PABLO II. Novo Millenio Ineunte. Carta Apostlica al concluir el gran
Jubileo del ao 2000. Editorial San Benito. Buenos Aires. Marzo 2001.-

CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA. Navega Mar Adentro. Editorial:


Oficina del Libro. Buenos Aires. 2003.-

JUAN PABLO II. Redemptor Hominis. Ediciones Paulinas. Buenos Aires. 1979.-

JUAN PABLO II. Novo Millenio Ineunte. Ed. San Benito. Bs. As. 2001.-

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