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Álvaro Pombo y La Vejez

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Nueva novela de Álvaro Pombo

“Tengo que ver qué voy a hacer con


mi muerte... No tengo ganas de
celebrar mi centenario”
Álvaro Pombo se declara viejo. El escritor español, nacido justo al
final de la Guerra Civil y exiliado en Londres la última década del
franquismo, publica La previa muerte del lugarteniente Aloof.
Aquí, medita sobre la vejez, sin mucha autoconmiseración. Más
bien, con una sana dosis de ironía.
Lina María Aguirre
Barcelona

Diciembre de 2009: Álvaro Pombo está a punto de embarcarse. El próximo puente


lo va a pasar en la isla de Cabrera, en el archipiélago balear. Mar, descanso lejos del
trajín de ciudad durante la combinación del calendario de este país que empata el
día de la Constitución y de la Inmaculada Concepción. Estado y religión unidos en
un solo festivo. No suena mal, el paseo, pero es problemático. El autor, que
habitualmente va de traje, corbata y pañuelo a juego, tiene que ponerse una pinta
semideportiva: debe hacer un transbordo en algún tipo de lancha, saltar aguas,

1 Álvaro Pombo
posible desequilibrio, seguro vaivén. Y además, está el problema del reuma. Las
rodillas ya no son lo que eran. De eso ya se ha dado en sus ahora abreviados
recorridos en bicicleta en Madrid, donde vive. En suma: Pombo se declara viejo, y
eso es “muy difícil de llevar”. Por suerte él tiene el solaz de escribir. Acaba de
publicar La previa muerte del lugarteniente Aloof (Anagrama), coincidiendo con su
septuagésimo cumpleaños. Una novela en la cual se aparta de sus temas y tonos
anteriores para abordar la cuestión de la longevidad desde el punto de vista de un
capitán que encuentra un texto escrito por un “narratólogo”, Aloof, cuya identidad
no se descubre del todo, pero deja bastantes pistas. Es una novela interesante de
aventuras, que atrapa y además es portátil: “En el autobús, en el lavabo,
prácticamente de bolsillo”, asegura el autor. Pero La previa muerte... no es una
ligereza, aquí se plantean varias preguntas pesadas. ¿Qué le ocurre a un hombre de
acción al volver a la vida quieta? ¿Cuál es el destino de los héroes? sentarse en una
oficina, con la chaqueta ‘guerrera’ puesta pero pasando las horas sellando
documentos y formularios? ¿Y luego montarse al bus esperando que le cedan el
asiento reservado a las ‘personas mayores’, es decir, el asiento de los eufemismos?
Porque algo con lo que no conviene Pombo es con la política correcta de embolatar
la edad con fórmulas de extraordinaria delicadeza.

A lo sumo, se tratará de “previejo, viejo o transviejo” pero sin que ello alivie la
irreversible senectud. Sucede que los años le están afectando la capacidad creadora,
justamente cuando le ha tocado una época en la cual la vida creativa se prolonga
por la longevidad actual. Y además está la yuxtaposición de olvidos-recuerdos:
aquel nombre de un famoso editor italiano que no consigue citar y, al mismo
tiempo, el permanente estado memorioso de anécdotas. “Somos memoria viviente”,
dice, hablando de él y sus coetáneos. Un par de días antes de la presentación del
libro en Barcelona había estado en el Festival Ñ en Madrid rememorando hechos y
personajes del pasado, con toda la precisión necesaria como para retratar
socarronamente al escritor Vicente Molina Foix, décadas atrás, “andando por
Londres con un abrigo de piel de conejo… Un conejazo”. Olvido-memoria, una
paradoja continua, que le hace pensar en sus poetas favoritos, como T.S. Eliot, uno
de cuyos versos dice que los hombres viejos deberían ser exploradores. ¿Pero es
esto posible cuando median achaques y, sobre todo, equipajes pesados acumulados
en el tiempo? Esto es lo que indaga Pombo en su novela. Eliot añade: Este es el uso
de la memoria/Liberación del futuro/Liberación del pasado. No es tan fácil,
constata Pombo, contraponiendo a otro de sus favoritos, Philip Larkin, diciendo “el
futuro gravita sobre nosotros”. Ese mañana siempre está ahí acechando, mientras
que al mismo tiempo cuesta tanto librarse del ayer. “Yo no me libero bien del
pasado.

No puedo despojarme despampanantemente. Por ejemplo: de la malvada presencia


del amor no me he liberado del todo... Soy obsesivo-compulsivo”. Intenta perdones,
pero no logra completarlos: “No se puede amar del todo pero tampoco seguir
2 Álvaro Pombo
aborreciendo”. No, no es fácil seguir a Eliot al pie de la letra, a no ser que se amplíe
el significado de la exploración, asumiendo las debilidades tanto emocionales como
físicas, que es el asunto encarado por su personaje de La previa muerte... y por el
lugarteniente cuyo nombre en español significa ‘distante’. En el lanzamiento de su
novela, Pombo ya anuncia su próxima, que tratará de viejos y de cocodrilos, entre
quienes encuentra relación. Y de la manera como las generaciones enfrentan el
paso del tiempo. “Los chicos tienen la pasión de las lejanías y llevan mal la pérdida
de la gracia”. Por chicos se refiere sobre todo a los de su edad, aquellos que, a
diferencia de los chicos jóvenes y las chicas de siempre, no le parece que estén bien
preparados para los años que empiezan a transcurrir más domésticamente, en la
cotidianidad y rutina de las cosas simples, en “la pequeña muerte y el potaje de
lentejas”. Un problema derivado, dice él, del “carácter mortal de la masculinidad.
Solo tenían que fecundar y no madurar”. Pombo tiene un diagnóstico claro del
envejecimiento aunque no está todo resuelto.

“Tengo que ver qué voy a hacer con mi muerte... No tengo ganas de celebrar mi
centenario... Supongo”. Al menos no como el escritor Francisco Ayala, quien murió
recientemente casi a punto de alcanzar los 100, pero con problemas de circulación
que hacían que su voz “estuviese desarticulada”. Pombo, quien dicta sus novelas, le
tiene pavor a la afonía: “La voz es la esencia de mi arte. Tengo un mundo muy oral,
contar y hablar cosas, sería una gran desgracia. He dejado de fumar expresamente
por ese motivo”. Así que Álvaro Pombo anda explorando otras facetas de su
literatura, cuidando la voz, moderando la bicicleta, negociando paces con pasado y
futuro. Sin embargo, no niega que tiene todavía algunos temitas pendientes en el
presente, como el sado-maso y las transgresiones eróticas. Porque, una cosa es
reconocer las limitaciones de la edad y otra muy distinta abandonarse a la sosería.
Del creador del lugarteniente Aloof –aún y con lo ricas que dice que le quedan las
lentejas– nadie podrá decir lo que Sartre dijo de Georges Bataille, que transgredía
sólo “a horas”.

3 Álvaro Pombo

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