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Globalización y Multiculturalismo

Globalización, multiculturalismo y comunicación son tres realidades estrechamente conectadas que definen las sociedades del nuevo milenio. Si bien traen consigo desafíos como la homogenización cultural, también ofrecen la posibilidad de construir una sociedad multicultural más inclusiva a través del diálogo intercultural y el reconocimiento mutuo entre personas de diferentes identidades. El autor argumenta que sólo mediante un equilibrado intercambio basado en el respeto a la diferencia se puede aprovechar positivamente la interacción de estas fuerzas globales.

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Globalización y Multiculturalismo

Globalización, multiculturalismo y comunicación son tres realidades estrechamente conectadas que definen las sociedades del nuevo milenio. Si bien traen consigo desafíos como la homogenización cultural, también ofrecen la posibilidad de construir una sociedad multicultural más inclusiva a través del diálogo intercultural y el reconocimiento mutuo entre personas de diferentes identidades. El autor argumenta que sólo mediante un equilibrado intercambio basado en el respeto a la diferencia se puede aprovechar positivamente la interacción de estas fuerzas globales.

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Luis Ignacio Sierra

Globalizacin, multiculturalismo y comunicacin. Paradojas y debates

Profesor e investigador en la Facultad de Comunicacin y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana. Ctedra Unesco 2000. E-mail: [email protected] Conferencia presentada el 9 de octubre de 2002, como parte de la Ctedra Unesco de Comunicacin Social, en la Facultad de Comunicacin y Lenguaje de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogot, Colombia.

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Globalizacin, multiculturalismo y comunicacin

Luis Ignacio Sierra

A medida que avanza el siglo XXI, se nos impone la evidencia de tres grandes realidades como elementos constitutivos y claves de identidad de las sociedades del nuevo milenio: la globalizacin, el multiculturalismo y la comunicacin. Resulta curioso que hoy no haya autor, conferencia, panel, debate, opinin, rumor o publicacin que no los mencione o trabaje de alguna manera y desde diferentes perspectivas. Estas tres realidades, aparentemente intangibles pero igualmente densas, estn ah, estrechamente conectadas y tienen implicaciones recprocas que no son fciles de discernir por las consecuencias y ambigedades que encierran. Se trata de un discurso lleno de paradjicos contrastes, cargado de ambigedades y de altas dosis ideolgicas. Es un hecho evidente, ante nuestros ojos circulan informaciones, bienes y servicios procedentes de las ms diferentes y extraas latitudes del mundo, con la velocidad del satlite y la fibra ptica y llegan a comunidades, grupos, colectivos, sociedades cada vez ms homogenizadas por el mercado, pero ms segmentadas por las tradiciones culturales locales o regionales, con expresiones simblicas propias, en bsqueda apresurada de una identificacin particular que les d reconocimiento y visibilidad. Frente a ese escenario se plantean infinidad de preguntas que son objeto de toda suerte de debates, preguntas como: Qu condicionamientos ejerce la globalizacin sobre el multiculturalismo y la comunicacin? Qu implicaciones tiene para las culturas locales, para las identidades regionales, el avasallador proceso de globalizacin? Qu significa para ciu-

Resumen: Ms que conceptos intrincados y complejos, globalizacin, multiculturalismo y comunicacin son realidades vigentes, recprocamente conectadas que dibujan con particular nitidez la fisonoma de las sociedades del nuevo milenio. En la equilibrada, crtica y razonable interaccin de reconocimiento dialgico de esta triloga se juega la posibilidad de conformar una nueva sociedad multicultural que favorezca la dignidad y los intereses de los seres humanos. Palabras clave: Globalizacin Multiculturalismo Comunicacin intercultural Reconocimiento Diferencia Dilogo.

dadanos con diferente identidad cultural, a menudo basada en la etnicidad, la raza, el sexo o la religin, reconocerse como iguales en una sociedad llamada democrtica? Qu tienen que ver con esta problemtica los fenmenos migratorios, de desplazamientos masivos, los fundamentalismos religiosos, las ideologas etnocentristas, los fanatismos tnicos? Qu aporta una comunicacin intercultural al fenmeno globalizador y multicultural? Qu significa reconocer y respetar a todos como iguales? En qu radica el enigma multicultural y cules son sus mscaras?, preguntas stas por dems densas que no pretendemos resolver en este corto espacio; slo intentamos reconfigurar a modo de esbozo de respuesta, a travs de esta hiptesis un tanto utpica, pero susceptible de realizacin en alguna medida: slo en la equilibrada, crtica y razonable interaccin de reconocimiento dialgico de esta triloga, se juega la posibilidad de conformar una nueva sociedad multicultural que favorezca la dignidad y los intereses de los seres humanos. Hiptesis que abre a mltiples debates desde diferentes enfoques. Desde ese punto de vista, la realidad de esos conceptos nos plantea desafos y contradicciones internas que describiremos en cada caso y que finalmente esperamos puedan resolverse en una alternativa razonable de solucin: la del reconocimiento dialgico intercultural. 1. GLOBALIZACIN: del discurso imperialista neoliberal a la reconfiguracin del espacio-tiempo de la sociedad posmoderna El discurso sobre la globalizacin es polismicamente heterogneo y con frecuencia plagado de abso-

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lutizaciones, ideologizaciones y fetichizaciones. Cada autor lo interpreta y maneja segn sus intereses conceptuales o ideolgicos. No obstante esa limitacin, aqu partimos del consenso generalizado de una realidad mundial que va a identificar con impronta imborrable el nuevo siglo: un nuevo orden global. Esa realidad es insoslayable y aunque no la veamos, ni la apreciemos, transcurre inexorablemente. Como sostiene Renato Ortiz: Pensar la globalizacin de las sociedades es afirmar la existencia de procesos que comprenden a los grupos, las clases sociales, las naciones y los individuos1. Al decir de muchos especialistas, la globalizacin no se inici hace veinte aos, sino en 1492 cuando se empez a imponer en el mundo la visin occidental, sin embargo, sus races ms cercanas se sitan en la expansin del capitalismo en los siglos XV a XVIII, con la llegada de las sociedades industriales, en la modernidad del siglo XIX. Esos procesos se cristalizan en el siglo XX en un conjunto de fenmenos econmicos, polticos, culturales que trascienden las naciones y los pueblos, dndoles una nueva configuracin2. Y en ese sentido, el fenmeno de la globalizacin puede ser Babel o Pentecosts, dependiendo de las aristas que privilegiemos en su consideracin. Hoy se habla de un nuevo orden social global que pareciera dictaminar los contenidos y especificaciones de un pensamiento nico para la humanidad, teledirigidos desde centros de poder macroeconmico, intangibles fsicamente pero estratgicamente ubicados en el espacio virtual. Vivimos un cambio histrico radical, en el cual hemos pasado del intercambio de bienes y merca-

dos a una etapa post-industrial de relaciones fundadas en el acceso a redes, donde la capacidad de utilizar la informacin se ha vuelto decisiva. Dada la multiplicidad de aproximaciones descriptivas que pueden hacerse del fenmeno de la globalizacin, nos limitaremos aqu solamente a contrastar la visin ms generalizada, la que tiende a identificar perversamente la globalizacin con la ideologa neoliberal capitalista y que conjuga el pensamiento nico con la fusin global de los mercados, con las apreciaciones crticas sobre la misma de dos investigadores latinoamericanos: Nstor Garca Canclini y Renato Ortiz. La visin ms invocada es la neoliberal capitalista, segn la cual la globalizacin es un proceso esencialmente econmico que apunta a la liberalizacin de los mercados y a la integracin de las economas nacionales en un nuevo orden global. Esa liberalizacin, segn los especialistas, conlleva un libre flujo de bienes y servicios, libre comercio, libre flujo de capitales, sin un epicentro materialmente identificable. Este proceso se inscribe dentro de la lgica de la economa neoliberal, esencialmente individualista, de capitalizacin creciente, de rentabilidad ilimitada a travs de mercados integrados y controlados globalmente. Dentro de esa perspectiva caben solamente las economas duras que estn en condiciones de competir a alto nivel, las dems, especialmente las del tercero y cuarto mundo, en consecuencia se ven excluidas del juego y deben aceptar someterse a polticas macroeconmicas, impuestas poltica y estratgicamente por los comodines del proceso: el FMI, el BID, la Banca multilateral transnacional

en general. El libreto de sus polticas econmicas sigue siendo de su uso exclusivo, anulando con ello todas las iniciativas regionales o locales y toda posibilidad de crtica de la organizacin social y productiva. Desde esa cosmovisin decir globalizacin es decir occidentalizacin a la manera imperialista de los EEUU, al fin y al cabo la economa mundial est cada vez ms dominada por el poder econmico de los EEUU. Se ha convertido en una mscara ideolgica que disfraza el poder de las corporaciones de EEUU, que estn emergiendo, explotando y enriquecindose ellas mismas, a sus ejecutivos, dentro de la lgica de un imperialismo ascendente neoliberal. Informes especializados recientes sobre las compaas ms importantes del mundo capitalista, muestran que entre las 500 mayores compaas del mundo, los EEUU tienen 244 empresas, Japn 45, Alemania 23. El total de compaas europeas es de 173, muy por debajo de EEUU. Es el imperio econmico americano. Expertos de diferentes reas coinciden en sealar tres causas fundamentales para la globalizacin: a) la aceleracin de los ritmos de apertura econmica y de intercambios de mercancas y servicios; b) la liberalizacin de los mercados de capitales que conforman las bolsas de valores de todo el mundo; c) la revolucin de las comunicaciones, y de la informtica, que han conectado el tiempo real con el espacio. Por eso, la base tecnolgica de la globalizacin se asienta cada vez ms en lo inmaterial, en el desarrollo informtico de los medios de comunicacin, en la transferencia de conocimientos y de gestin en tiempo real de los flujos

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financieros, y en la estandarizacin como consecuencia de lo anterior3. La lgica dominante en la globalizacin, segn Ignacio Ramonet4, es la gran mutacin del capitalismo no en buscar aliarse sino en asumir el control y la fusin absorbente de las economas, a travs del manejo de los grandes emporios de la comunicacin: AOL, Viacom y el imperio montado por Rupert Murdoch, entre otros. Cada uno de estos nuevos amos del mundo quiere, a cualquier precio, ser el nico interlocutor del ciudadano, quiere ser el nico en proporcionarle todo tipo de interconectividad, quiere ser exclusivo en darle la frmula del pensamiento nico. Estos nuevos depredadores insaciables estn interesados solamente en aumentar la cantidad de abonados a los medios. Para los nuevos titanes de las industrias de la informacin, la comunicacin es ante todo mercanca sujeta a las leyes del mercado impuestas y controladas por ellos mismos. Desde la perspectiva neoliberal capitalista de la globalizacin, el contraste entre premisas y promesas de los tericos de la globalizacin y la realidad contempornea no puede ser ms desolador. En lugar de naciones interdependientes tenemos dramticos contrastes entre naciones acreedoras y naciones deudoras; corporaciones multinacionales de raz norteamericana con billones de dlares apropindose de empresas, intereses, privilegios y excedentes de comercio, generando a diestra y siniestra exclusin social, econmica y poltica, mientras billones de trabajadores, campesinos cosechan pobreza y existencias miserables. En ese sentido, la contradiccin ms sorprendente a nivel de teo-

ra de la globalizacin est en el contraste entre la relativa prosperidad del capitalismo en EEUU y Europa y el colapso o depresin de las economas del resto del mundo. Por eso resulta tal vez ms ajustado a la realidad hablar de imperialismo puesto que se trata de la concentracin general de riqueza y poder, la centralizacin del capital. Todo esto ha causado estragos en las prcticas democrticas del tercer mundo. En ese sentido, globalizacin con exclusin social es atentado de lesa humanidad. Contrastando con la visin hegemnica neoliberal, el investigador mexicano Garca Canclini, en uno de sus sugestivos artculos: La globalizacin en pedazos...5, plantea que no es completamente cierto todo lo que se dice acerca de la globalizacin. Empezando porque ni siquiera ha conseguido que exista una sola definicin de lo que significa globalizarse. Lo que s es un hecho real es que somos la primera generacin que tiene acceso a una era global6, y que no existe un consenso internacional ni transdisciplinario sobre el proceso como tal. De las discrepancias respecto del significado y alcance de la globalizacin extrae dos conclusiones: a) la globalizacin no es un paradigma cientfico, ni econmico, ni cultural en el sentido de que no cuenta con un objeto de estudio claramente delimitado, ni ofrece un conjunto coherente y consistente de saberes contrastables con referentes empricos; b) tampoco puede considerarse a la globalizacin como un paradigma poltico, ni cultural porque no constituye el nico modo posible de desarrollo. En tal sentido, segn Garca Canclini, la globalizacin es resultado de mltiples movimientos, en parte contradicto-

rios, con resultados abiertos, que implican diversas conexiones local-global y local-local7. Segn este investigador, pensar la globalizacin o lo global implica trascender con sentido crtico dos posturas: tanto la neoliberal que hace de la globalizacin un paradigma de pensamiento nico e irreversible, como la posmoderna que dice que no importa que no sea coherente y no integre a todos, lo que interesa es que se conjuguen mltiples narrativas sobre el desarrollo del mundo8. En consecuencia, trabaja sobre la hiptesis de que si no existe una teora unitaria de la globalizacin es bsicamente porque lo fragmentario es un rasgo estructural de los procesos globalizadores. Es por tanto un conjunto de procesos de homogeneizacin como de fraccionamiento del mundo que reordenan las diferencias y las desigualdades sin suprimirlas9. Es en ese sentido que la globalizacin se desarrolla en pedazos, porque, por una parte tiene una agenda integradora y comunicadora, y a la vez una agenda segregadora y dispersiva, y por otra, las asimetras y desrdenes de la globalizacin se veran contrarrestadas mediante las integraciones regionales. Concluye Garca Canclini diciendo que la historia de la globalizacin apenas comienza, y el relato de la globalizacin se ve entrecortado por la incorporacin de intereses locales insatisfechos, los excluidos se integran a redes globales de narcotrfico y crimen amparadas en burocracias nacionales premodernas. La xenofobia y el racismo tambin crecen con la globalizacin. De igual forma las comunicaciones globales trafican con las culturas arcaicas y locales. En ese panorama Garca Canclini finaliza por invocar una actitud crtica de discernimiento

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frente a esas narrativas globales, y de imaginar programas comunicacionales con una visin de integracin social y cultural latinoamericana, la geopoltica de una comunicacin en la que el reconocimiento de los otros no se convierta, por la homognea espectacularizacin de lo extico, en una abundancia montona10. Por otra parte, para el investigador brasileo Renato Ortiz, en la discusin sobre la globalizacin hay cada vez ms la tendencia a pensarla como expresin de universalidad. Se trata de un argumento que arroja dividendos para la economa y la poltica. La globalizacin es un proceso que nos involucra a todos sin lugar a escape; es inexorable, todos estamos insertos en esta era global, pero ello no quiere decir que tengamos que seguir necesariamente o identificarnos con las polticas neoliberales. Por eso, se trata de no ideologizar el debate con un sentido poltico, unidireccional, sino reconocer que hay cambios radicales en el mundo contemporneo de los cuales no podemos sustraernos. Segn Ortiz, la globalizacin no es un paradigma, sino una situacin y un contexto histrico que necesitan ser redefinidos. La sociedad capitalista moderna no es una sociedad estamental, sino sociedades fundadas en la centralidad de la comunicacin. El contexto de la globalizacin redefine los grandes relatos: religin, mercado, medio ambiente, poltica. En ese sentido, las culturas locales estn inmersas en un contexto globalizador de poder. Se trata, segn Ortiz, de sortear las trampas metodolgica e ideolgica de la globalizacin, y verla por fuera de la ideologizacin y sus mitos de mercado y economa, ver-

la como algo mucho ms complejo que se nos impone a todos de mltiples formas. No se puede confundir el proceso ni con sus mitos, ni con sus ideologas11. En esa perspectiva, globalizacin no es totalmente sinnimo de homogenizacin, unidimensionalidad y estandarizacin, ni tampoco completamente todo lo contrario, es decir lo que encontramos: multiplicidad, multiculturalidad, reivindicaciones locales, diversificacin en las relaciones sociales: un mundo fragmentado en mosaico. Esa visin dicotmica -propone Ortiz- hay que superarla con una visin de la modernidad-mundo que se realiza a travs de la diversidad. Una modernidad constituida por un conjunto en el cual el todo se expresa en la individualidad de las partes. Diversidad y semejanza caminan juntas12. De ah que Ortiz, prefiera hablar de globalizacin para referirse a la economa y la tecnologa y de mundializacin para referirse a la cultura, como concepcin de mundo que debe convivir, a menudo conflictivamente, necesariamente con otras formas de comprensin (poltica o religiosa), con la diversidad y la diferencia. Tambin hay que evitar -nos dice Ortiz- la trampa de carcter ideolgico, segn la cual todo transcurre inexorablemente dependiendo de las leyes impuestas por el mercado y la tecnologa. Como ideologa que salvaguarda el statu quo y los intereses de los grupos dominantes transnacionales. Es decir, la perspectiva neoliberal capitalista que mencionamos al comienzo. Se requiere por consiguiente evadir esos obstculos, y entenderla en el contexto de modernidadmundo, como proceso cultural,

De todo lo anterior, podemos concluir, en esta primera parte, que nos hace falta ms reflexin crtica frente a la globalizacin y sus mecanismos de infiltracin. Pareciera como si nos contentramos con sentirnos ciudadanos del mundo y aceptramos y nos acomodramos con sufrida resignacin al empuje arrollador del capital transnacional. Si bien no podemos sustraernos a la globalizacin, no por ello podemos dejar de controvertirla en sus mecanismos y efectos. No se trata de seguir invocndola ingenuamente como factor de avance y desarrollo, tambin es nuestra responsabilidad impugnar sus maquinaciones, sus reformulaciones alienantes y la degradacin a la que lenta pero inexorablemente nos tiene abocados. La globali-

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inherente a las sociedades actuales, que redefine la vida de la gente de manera diferente tanto en su espacialidad-territorialidad como en su temporalidad. Globalizacin que se transforma en cultura, objetos, bienes culturales y simblicos, no slo en asunto de mercancas, y que ahora es referencia cultural y de identidad de la gente. La globalizacin permite entender los procesos, y de hecho es un proceso de creacin de nuevas fronteras, nuevas inclusiones o exclusiones dentro de un nuevo contexto mundial. Es preciso entonces salir de las oposiciones dicotmicas: modernidad-posmodernidad, o cotidiano-presente, para establecer contrastes con el pasado a travs de la historia, y entender que el ritmo de la globalizacin es distinto en la economa, en la cultura y en la poltica. En ese sentido, la toma de distancia pone de manifiesto que los procesos de globalizacin no slo producen desterritorializacin sino tambin reterritorializacin de la cultura.

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zacin es un proceso irreversible y ambivalente que conlleva peligros y posibilidades. Aunque cay el Muro de Berln, sin embargo sigue en pie el muro infranqueable entre ricos y pobres, entre conectados y desconectados tecnolgicamente, entre ilustrados y analfabetos virtuales, entre los que tienen y no tienen acceso a oportunidades de educacin, salud, vivienda. Esos son reales muros que nos desafan a actuar global y localmente. Para avanzar en la globalidad del siglo XXI es necesario poner al ser humano en el centro de nuestras polticas, dijo en alguna ocasin Ricardo Lagos, presidente de Chile. 2. MULTICULTURALISMO: del etnocentrismo fundamentalista a la poltica del reconocimiento dialgico y la posibilidad de una convivencia en el respeto de la diversidad La nocin de multiculturalismo surge de la conjuncin de dos trminos: Lo mltiple y la cultura. El primero evoca la tradicin filosfica enraizada en Parmnides y en los sofistas. Pasa por Aristteles al afirmar que lo uno es inmanente a lo mltiple. Y llega hasta la modernidad con Kant, para quien lo mltiple es uno de los caracteres de lo dado frente a lo uno. El segundo trmino revierte tambin a los sofistas que distinguen la cultura de lo que es por naturaleza. Y va evolucionando histricamente en las ms variadas acepciones, aludiendo a valores materiales, simblicos, creacin de sentido, creencias religiosas, mitos y leyendas, cdigos morales y costumbres, considerados subjetiva u objetivamente, pero nunca exenta de contenido poltico13. Como concepto el multiculturalismo aparece en la segunda

mitad del siglo XX en EE.UU., designando el fenmeno de la diversidad cultural, iluminando las diferencias culturales y resaltando la importancia de la afirmacin de las creencias particulares y diferenciadas, pero olvidando las necesidades y conflictos reales que genera la convivencia ciudadana de la diversidad cultural en la poltica. Se convierte en sntoma e indicador -observatorio social- de lo que est ocurriendo en la sociedad actual. La sociedad moderna est atravesada por un proceso de diferenciacin social que conduce hacia el pluralismo cultural generado, como suele sealarse, por cuatro elementos relevantes: el mercado, la ciudad, la democracia y los medios de comunicacin14. Factores que conllevan una innegable funcin pluralizadora, pues ponen en contacto grupos sociales, culturas, pueblos y crean espacios de encuentro y convivencia plural. Aunque conllevan la ambivalencia del juego de las diferencias al igual que cierta tendencia a la uniformidad. En la perspectiva de Jos Ma. Mardones15, la sociedad multicultural est sometida a varios procesos de cambio sociocultural: a) la globalizacin intercultural como transformacin de la vida cotidiana por efecto de la cercana intercultural del resto del mundo; b) la destradicionalizacin, en cuanto el individuo somete la tradicin a revisin crtica, pero a su vez asiste a retradicionalizaciones como los distintos fundamentalismos religiosos, tnicos o de gnero; c) la gnesis de incertidumbre, la alteracin, la incertidumbre y la dislocacin se convierten en algo normal; d) la homogeneizacin funcional, como predominio de lo pragmtico, utilitario, eficiente

y rentable, con la consecuente fragmentacin de sentido, en detrimento de comunidades significativas; e) dos fuerzas centrfugas: un movimiento de descentramiento que apoya la diferenciacin de grupos, razas, sexos, religiones y tradiciones, y otro movimiento de creciente separacin y aislamiento de individuos desenraizados. Si bien la historia occidental revela huellas profundas de etnocentrismo radical en el que se pensaba que todas las culturas deban ser iguales y las que no, eran atrasadas, o incluso de depuracin racial y exclusin xenofbica, fenmenos que sobreviven hoy en limpiezas tnicas, nuevos triba-lismos, inmigrantes, exilados y refugiados, los ltimos sesenta aos se han visto marcados por la insistencia en la diferente identidad cultural, a menudo basada en la etnicidad, la raza, el sexo o la religin, por un pluralismo y heterogeneidad cultural en el que lo valioso, como dice J. Martn Barbero, radica en que la diferencia no significa ser atrasado sino en ser distinto. En ese sentido el desafo de una poltica de reconocimiento como iguales, se ha constituido en el foco de debates y desafos con evidentes repercusiones polticas. El reconocimiento poltico de la particularidad cultural que se extiende a todos- es compatible con una forma de universalismo que considera entre sus intereses bsicos la cultura y el contexto cultural que valoran los individuos16. Por tal motivo, resulta imprescindible referirnos ahora a la perspectiva original del filsofo canadiense Charles Taylor17, sobre esos problemas y contrastarlo

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con planteamientos recientes que controvierten decididamente la existencia misma del multiculturalismo y revelan sus conexiones con la dinmica de globalizacin. Lo que Taylor pone de relieve es que ms all de individuos atomistas o de individuos socialmente conformados, el reconocimiento pblico de nuestra identidad requiere de una poltica de reconocimiento, constituida dialgicamente, que d margen para deliberar y compartir potencialmente otras identidades distintas a la nuestra. Una sociedad que reconozca la identidad individual ser una sociedad deliberadora y democrtica, porque la identidad individual se constituye parcialmente por el dilogo colectivo18. Taylor muestra los orgenes de los cambios producidos durante los siglos XVIII y XIX en el pensamiento de la lite europea que permitieron que la demanda de un reconocimiento de la identidad cultural de cada uno se convirtiera en el asunto principal del multiculturalismo del siglo XX19. Taylor aboga entonces por una poltica del reconocimiento como condicin de subsistencia e identidad del multiculturalismo. Parte de la tesis de que nuestra identidad se moldea en parte por el reconocimiento o por la falta de ste o por el falso reconocimiento de los otros. Si queremos comprender la ntima conexin que existe entre la identidad y el reconocimiento tendremos que tomar en cuenta un rasgo decisivo de la condicin humana que se ha vuelto casi invisible por la tendencia abrumadoramente monolgica de la corriente principal de la filosofa moderna. Este rasgo decisivo de la vida humana es su carcter fundamentalmente dialgico . Nos

transformamos en agentes humanos plenos, capaces de comprendernos a nosotros mismos y por tanto de definir nuestra identidad por medio de nuestra adquisicin de enriquecedores lenguajes humanos para expresarnos20. Entendiendo lenguajes, no slo como palabras que pronunciamos sino como otros modos de expresin con los cuales nos definimos: el arte, el gesto, el amor, etc. La gnesis de la mente humana no es monolgica, sino dialgica. Porque slo en actitud de interaccin dialgica aprendemos esos modos de comprensin necesarios para nuestra auto-definicin. Toda nuestra vida, no importa su condicin de soledad o socialidad est dirigida a... De ah que mi propia identidad dependa, en forma crucial, de mis relaciones dialgicas con los dems. Y el reconocimiento de esa identidad debe ganarse por un intercambio dialgico21. Esto tanto en la esfera privada, donde comprendemos que la formacin de la identidad y del yo tienen lugar en el dilogo con otros significantes; dice Taylor, mi propia identidad depende, en forma crucial, de mis relaciones dialgicas con los dems, como en la esfera pblica, donde la poltica del reconocimiento igualitario ocupa un papel central en la actualidad. La poltica del reconocimiento igualitario, segn Taylor, ha llegado a significar: por una parte, el universalismo que subraya la dignidad igual de todos los ciudadanos, igualados en derechos y ttulos. Y por otra, el concepto moderno de identidad que hizo surgir la poltica de la diferencia. Cada quien debe ser reconocido por su identidad nica22. Para el multiculturalismo, es precisamente la condicin de ser distinto la que se ha pasado por alto, y ha

sido asimilada por una identidad colectiva dominante. Si bien la evidencia que hoy se manifiesta, sostiene Taylor, es la de sociedades cada vez ms multiculturales y cada vez ms abiertas a la migracin multinacional, la cuestin del multiculturalismo como se debate hoy tiene que ver con la imposicin de unas culturas sobre otras, con formas de colonialismo y nacionalismo. Por eso la demanda de reconocimiento de la diferenciacin hoy es explcita. El planteamiento de Taylor, lo polemiza y controvierte abiertamente el socilogo holands Gerd Baumann, cuando sostiene que Taylor complica el problema del reconocimiento y simplifica el tema de la cultura23. Taylor, segn Baumann, ha encerrado el trmino de reconocimiento en una multitud de palabras entremezcladas como: conciencia, respeto, admiracin, aceptacin, que han vuelto el problema multicultural un verdadero enigma, que intenta fallidamente resolver en un problema de moralidad24. Para Baumann, Taylor se enfrasca en un dilema que va ms all del etnocentrismo empecinado de un obsoleto imperialismo cultural occidental que sostena que <<las otras culturas>> eran peores, y tiende a encerrarse en una especie de imperialismo cultural desde una perspectiva filosfica25. Le critica adems que las culturas a las que considera dignas de la presuncin de valor igualitario se especifican como aquellas que hayan proporcionado el horizonte de significado para un gran nmero de seres humanos, de distintos caracteres y disposicin, durante un largo perodo de tiempo: en otras palabras, aquellas que hayan articulado su sentido del bien, de lo sagrado, de lo

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admirable26. Es decir, un estrecho y restringido concepto de cultura ms problemtico que su amplio concepto de reconocimiento, tratando a algunas culturas como si no merecieran la presuncin de igualdad. Segn Baumann, apoyado en Anthony Appiah, el punto ciego del multiculturalismo es que uno de los motivos de sospecha ms razonables de gran parte del discurso contemporneo multicultural es que presupone conceptos de identidad colectiva que son notablemente toscos en su forma de ver los procesos por los que se desarrollan las identidades, tanto las individuales como las colectivas27. La crtica de Baumann a Taylor se resume en que este ltimo trata el reconocimiento como algo complicado y de mltiples facetas, aunque trata la identidad cultural como algo simple y unidimensional. El multiculturalismo debe ir ms all del hecho de reconocer una o diez culturas, y admitir que lo primero que hay que hacer al reconocer una cultura es reconocerla por lo que es: no una imposicin de identidades fijas y normativas sino un proceso de dilogo con sentido para todos los dems28. En ese sentido, concluye Baumann, la sociedad multicultural no es un mosaico de cinco o diez identidades culturales fijas sino una red elstica de identificaciones entrecruzadas y siempre mutuamente dialogantes y dependientes de una situacin determinada. Desde otra perspectiva, podemos considerar igualmente como aguda crtica al multiculturalismo, el planteamiento de Nria Estrach del Observatorio de tica Inter-cultural de la Universidad de Barcelona29, que devela cmo el multi-

culturalismo es una mscara que bajo la pretensin de una sociedad universal transnacional desgrana el posible poder estructural del pueblo en nombre de la tradicin cultural ms folclrica y a beneficio del capitalismo multinacional. Segn Estrach, irnicamente hoy la llamada globali-zacin, en nombre de la universalidad, intenta promover la forma del fragmento cultural, algo as como la convivencia impermeable de la diversidad cultural: lo que entendemos como multi-culturalismo. Del Estado-nacin moderno, con aspiraciones cosmopolitas, se ha pasado hoy a la sociedad universal transnacional, donde la escala de valores no est determinada por la identidad nacional cultural, sino que su identidad viene determinada por la particularidad misma de ser precisamente indio, negro, judo, etc. El multiculturalismo seala las diferencias culturales y pierde de vista el sistema como totalidad articulada, seala Estrach. En su opinin, el capitalismo tardo multiculturalista tiene un sntoma, el racismo posmoderno contemporneo, que muestra la condicin propia del proyecto ideolgico liberal-democrtico. La diversidad cultural se acepta cuando acta en beneficio de una particularidad especfica: la sociedad capitalista burguesa. En otras palabras, la forma de negacin del individuo viene dada por la forma ideal de la ideologa del capitalismo global, el multiculturalismo: una forma de racismo negada e invertida, que afirma tolerar la identidad del otro, concibindolo como identidad cerrada, frente a la cual el multiculturalista mantiene una posicin de superioridad universal privilegiada. La propuesta desafiante de Estrach consiste en que frente al elitismo multiculturalista moderno liberal o al fundamentalismo

tnico hay que mantener abierto el espacio de lo poltico. Es decir, la posibilidad de una convivencia en la diversidad pasa por el compromiso tico-poltico que garantice la proteccin social de los ms desfavorecidos: los sin techo, los que viven en ghettos, los indocumentados, los desempleados permanentes, todos ellos sntoma del sistema universal globalizante del capitalismo. Coincide en esto Estrach con el planteamiento, igualmente polmico, de Vzquez-Rial30, quien denuncia el multiculturalismo como la ideologa llamada a justificar en el plano terico la perduracin de divisiones entre seres humanos, de exclusiones ms o menos voluntarias, y de la explotacin derivada de la constitucin de ghettos tnicos. La poltica de rechazo explcito de la integracin de los inmigrantes en los pases de acogida, es perpetuar la marginalidad, fomentar el ghetto, la endogamia. Ha servido para hacer olvidar el derecho a la igualdad, en nombre del derecho a la diferencia. El multiculturalismo es as, racismo marginalizador, polticamente correcto en sus enunciados y, en consecuencia, profundamente reaccionario en su prctica. En la misma lnea de controversia se sita el investigador brasileo Joanildo Burity31: el multiculturalismo tiene un potencial polmico. Al igual que el terreno de la globalizacin es un terreno de disputas, tambin lo es el de las nuevas formas de identidad colectiva -negros, mujeres, indgenas, ecologa, pacifismo, movimientos religiosos- como uno de los actores legtimos del multiculturalismo, que han cuestionado el etnocentrismo y el carcter excluyente del orden liberal vigente. En ese sentido, al mismo tiem-

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En esta instancia se impone la evidencia de que el motor que dinamiza todos estos fenmenos contemporneos de globalizacin y multiculturalismo no es otro que la acelerada transformacin vivida en el mundo de las tecnologas de la informacin y las comunicaciones, representadas de manera global en la sociedad de redes, basadas en Internet y en el protagonismo avasallador de los medios masivos de comunicacin y su capacidad de utilizar comercialmente la informacin, a costa incluso de la riqueza de la alteridad cultural de los pueblos. Tal vez la manifestacin ms contundente de la globalizacin consiste en lo que Ignacio Ramonet llama el imperio de los medios33, que de manera hegemnica y mercantilista pretenden arrasar con la heterogeneidad humana y la reciprocidad cultural, en aras de una rentabilidad transnacional homogeneizadora. Por tanto, en tiempos de globalizacin de mercados, de finanzas, de modas, de hegemonas polticas e interrelaciones culturales, el quid de la

Este antagonismo de posiciones nos pone de manifiesto entre otras cosas que globalizacin y multiculturalismo son multidimensionales y estn recprocamente implicados; que ambos conllevan realidades ambivalentes y controvertidas que no se pueden asumir ingenuamente; que la pluralidad cultural, como

Por ello, ms que un informacionalismo unvoco y vertical o un mediacentrismo sensacionalista, lo que se ha de privilegiar es una comunicacin intercultural intersubjetiva, en perspectiva dialgica, de construccin recproca de sentido, deliberativa, tolerante y respetuosa de la diferencia, basada en el respeto ntegro a la dignidad humana, cualquiera sea su condicin. Ningn grupo y ninguna persona tiene una identidad, ninguno de ellos tiene alguna esencia. Las perso-

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po que la globalizacin representa una cierta forma de interconexin e interpenetracin entre regiones, estados nacionales y comunidades locales que est marcada por la hegemona del capital y del mercado, ella tambin se hace acompaar de una potencializacin de la demanda por la singularidad y espacio para la diferencia y el localismo. La globalizacin, segn Burity, incorpora un tercero en la relacin entre lo local y lo nacional, o entre lo local y lo regional. Este tercero introduce una lgica desterritorializante y desinstitucionalizante. Es un principio de antagonismo y diferenciacin, algo que contesta los lmites de pretensin de singularidad, de desarrollo autnomo, de estabilidad de los rdenes social o comunitario vigentes. Es entonces en nombre de las diferencias y las singularidades, no acogidas, ni respetadas, ni percibidas por la sociedad o el estado como el tercero de la globalizacin interrumpe la reproduccin de un statu quo . Por eso, el tercero de la globalizacin es un principio de oposicin, un generador de antagonismo. Y por tal razn la afirmacin, defensa o contestacin de identidades son un componente integral de la lgica de la globalizacin contempornea. Al manifestarse el conflicto de las identidades como una manzana de la discordia, el tercero se constituye en el punto de convergencia y afirmacin identitaria.

dice J. Martn Barbero, la vivimos en Amrica Latina desde las races mismas de nuestro mestizaje indgena-popular y la posibilidad de pensar en el tiempo de los satlites y la telemtica, de la simulacin generalizada, una diferencia que no se agote en el atraso. El fin de siglo abre oportunidades sin precedente de comunicarnos con muchas otras culturas, construir repertorios hbridos y reconocer lo que, siendo irreductiblemente distinto, no tiene por qu ser aislado en forma separatista32. 3. COMUNICACIN: del mediacentrismo hegemnico al dilogo intercultural que asume la alteridad y la diferencia

cuestin comunicativa sigue siendo el respeto a la alteridad y la interaccin de reconocimiento. Lo que algunos llaman la optica de la otredad, es decir, la bsqueda consciente y responsable que nos hace encontrarnos con la existencia de ese otro (alguien diferente e irreductible) que se nos hace presente, nos interpela y demanda nuestra corresponsabilidad y apertura34. La contracara de la globalizacin es la cotidianidad de la mayora de la poblacin mundial: las migraciones de la poblacin, los desplazamientos forzados o no, la lucha por el reconocimiento cultural, los conflictos tnicos, religiosos, las fronteras polticas militarizadas, el reclamo por el derecho a la diferencia. Y all la comunicacin sigue jugando el papel primordial de poner en comn de producir y compartir sentidos. Los procesos socioculturales cargados de densa complejidad tienen como constitutivo esencial sus dinmicas comunicativas. El sentido de la interaccin simblica y de las interpretaciones de mensajes masivos surge, no del texto mismo, sino de la sedimentacin de la historia social y de las disputas ms amplias que se producen en un contexto especfico35.

Globalizacin, multiculturalismo y comunicacin

nas y los grupos se identifican de ciertas maneras o de otras en contextos histricos especficos y en el marco de relaciones sociales localizadas. Por ello el primer elemento de toda identificacin es su carcter relacional: al mismo tiempo que establece un nosotros define un ellos36. En ese contexto, lo que no podemos desconocer son los fenmenos de mundializacin comunicativa, que implican transformacin en los modelos y modos de la comunicacin. Transformaciones en las categoras de espacio (territorio) y tiempo (cotidianidad histrica), bases de la heterogeneidad humana y de la reciprocidad, rasgos fundantes de la comunicacin humana, pues como dice J. Martn Barbero, an atravesado por las redes de lo global, el lugar sigue hecho del tejido de las vecindades y las solidaridades. En estas transformaciones est en juego un cambio profundo en el sentido de la diversidad cultural. De una heterogeneidad radical entre las culturas basada cada una en un territorio especfico, se ha pasado a una exposicin constante de cada cultura a las otras, en un permanente ejercicio de reconocimiento de la diferencia y a una exigencia de respeto a lo que en el otro, en su diferencia, hay de intransferible, y no transable, incluso de incomunicable37. En ese sentido el mismo Martn Barbero sostiene que en Amrica Latina lo que pasa en y por los medios de comunicacin no puede ser comprendido al margen de la heterogeneidad, los mestizajes y las discontinuidades culturales que median la significacin de los discursos masivos. Por ello la cuestin de la pluralidad se constituye en enclave de paradojas y desafos a la comunicacin. Y frente al tramposo pluralismo de

los posmodernos, que confunden la diversidad con la fragmentacin, y al fundamentalismo de los nacionalistas tnicos que transforman la identidad en intolerancia, comunicacin plural significa en Amrica Latina el reto de asumir la heterogeneidad como un valor articulable a la construccin de un nuevo tejido de lo colectivo38. El enfoque de Martn Barbero nos permite entonces asumir que la globalizacin a la vez que desafo se convierte en oportunidad de encuentro y valoracin de la diversidad, en los modos de juntarse y entretejer lazos sociales, en las identidades que plasman esos cambios y en los discursos que socialmente los expresan y legitiman. Es as como la comunicacin es percibida como el escenario cotidiano del reconocimiento social, de la constitucin y expresin de los imaginarios desde los cuales las gentes, se representan lo que temen o lo que tienen derecho a esperar, de sus miedos y esperanzas. Esto ha permitido una valoracin diferente de los medios, en cuanto en ellos no slo se reproduce la ideologa, sino tambin se hace y rehace la cultura de las mayoras, no slo se comercializan unos formatos sino que se recrean las narrativas en las que se entrelaza el imaginario mercantil con la memoria colectiva39. Tenemos as que comunicacin en el contexto de la globalizacin y el multiculturalismo contemporneos, significa bsicamente puesta en comn de la experiencia creativa y simblica, reconocimiento de las diferencias y apertura respetuosa y dialgica con el otro. Teniendo en cuenta que todo sujeto o actor social se construye en la relacin que posibilita la reciprocidad: no hay afirmacin

duradera de lo propio sin reconocimiento simultneo de lo diferente40. En esa misma ptica se sita el planteamiento del investigador Paulo Suess41, en su texto Culturas em dilogo, donde se refiere al dilogo intercultural como un foro inter y transdisciplinar para la construccin de un nuevo instrumental terico y prctico a favor de la paz de la humanidad. Desarrolla all una reflexin muy pertinente sobre las condiciones fundamentales para ese dilogo intercultural, como nuevo modo de actuar por naturaleza antihegemnico y no elitista, basado en la comprensin, el respeto y el reconocimiento recprocos. La construccin de ese dilogo inter e intracultural es una tarea permanente, orientada principalmente por dos finalidades: la comprensin y el respeto. La comprensin que apunta al compartir y a la comprensin recproca de contenidos entre diferentes proyectos de vida y, el respeto, aunque ms pragmtico, que apunta a la convivencia en el reconocimiento recproco de las tradiciones y orientaciones diferentes. Por eso dentro de ese contexto, el dilogo intercultural, es por su misma naturaleza anti-hegemnico y anti-elitista, es siempre una invitacin a la participacin de ms culturas42 cada vez. Este dilogo que tiene por objeto la comprensin recproca de los contenidos y el respeto en el reconocimiento recproco de la alteridad, exige ciertas condiciones de cada una de las partes. Esas condiciones parten del contexto sin presuponer condiciones objetivas para el dilogo, slo exige perspectivas de relaciones simtricas entre los interlocutores, de reconocimiento de la dignidad y de las diferencias, as

dilogos
de la

comunicacin

como la voluntad de aprender algo del otro. De ah que comprensin y reconocimiento presupongan interlocutores que esperan aprender recprocamente unos de otros. Por eso condiciones bsicas para su realizacin son: - Primero, un consenso sobre medios pacficos de comunicacin; - segundo, el reconocimiento de lgicas contextuales y verdades histricas y geogrficamente situadas, al interior de diferentes niveles de realidad; - tercero, un conocimiento aproximativo de la historia y la lgica cultural del Otro, con sus despliegues en el campo poltico, econmico e ideolgico; - cuarto, el reconocimiento recproco de la igualdad entre los interlocutores, independiente del valor que los participantes confieren a sus tradiciones recprocas; - quinto, convicciones propias de cada participante del dilogo; - sexto, la disposicin para un aprendizaje recproco a ser, a hacer, a vivir juntos, y a conocer; - sptimo, un horizonte universal responsable como instancia vigilante del dilogo intercultural para que el reconocimiento de la diferencia no se vuelva prctica de indiferencia43. De esta forma, creemos que aunque la fuerza impetuosa de la globalizacin es muy grande y el multiculturalismo se presta para toda clase de abusivos excesos, sigue en pie la posibilidad esperanzadora de una comunicacin en perspectiva intercultural que se abra respetuosamente al dilogo con otras culturas y valore la diversidad en la diferencia enriquecedora. Necesitamos instituciones deliberativas, dialgicas, no represivas, totalitarias o discriminatorias. Por eso volve-

mos a nuestra utpica pero no por ello irrealizable hiptesis inicial: slo en la equilibrada, crtica y razonable interaccin de reconocimiento dialgico de la triloga, globalizacin, multiculturalismo y comunicacin, se juega la posibilidad de conformar una nueva sociedad multicultural que favorezca la dignidad y los intereses de los seres humanos. Que ninguna cultura se arrogue tener la ltima palabra; que la comunicacin haga parte de una responsabilidad amplia y que todas las culturas respeten recprocamente sus silencios y misterios44.

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11. Ortiz, R., o.c., p. xxi-xxii. 12. Ibidem. 13. Estrach, N. 2001. La mscara del multiculturalismo. Rev. Scripta Nova, N 94 (101), U. Barcelona. Barcelona. P. 36. 14. Mardones, J.M. 2001. El multiculturalismo como factor de modernidad social. En: Colom Gonzlez, El mosaico, el espejo y el cristal Modelos polticos para el multiculturalismo. Anthropos, F.(ed). 15. Ibid., p. 4146. 16. Gutmann, Amy. 2001. Introduccin. En: El multiculturalismo y la poltica del reconocimiento, FCE, Mxico, p.16. FCE, Mxico, p. 43 107. 17. Taylor, Ch. La poltica del reconocimiento. En: El multicultu-ralismo y la poltica del reconocimiento.

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NOTAS

1. Ortiz, R., Otro Territorio. p. [xvii]. 2. Ibidem.

18. Ibid., p. 19. 19. Baumann, G. 2001. El enigma multicultural. Paids, Barcelona, p. 136. 20. Taylor, Ch. o.c., p. 52 21. Ibid., p. 55. 22. Ibid., p. 60. 23. Baumann, G. o.c., p.137. 24. Baumann, G., o. c., p.138. 25. Ibid., o.c., p. 139. 26. Ibid., p. 140. 27. Ibid., o.c., p. 143, citando a A. Appiah, 1994, p. 156. 28. Ibid., o.c., p. 146. 29. Estrach, N., o.c.

3. Chvez, Eda. Los nuevos parmetros de la informacin global. En: Revista Mexicana de Comunicacin. N 65, 2000, p. 47 4. Ramonet, Ignacio. Les nouveaux matres du monde. En: Manire de voir Le Monde Diplomatique. N63, Mai-Juin, 2002, p.6-7. 5. Garca Canclini, N. La globalizacin en pedazos: integracin y rupturas en la comunicacin. En: Dilogos de la Comunicacin. N 51, Mayo 1998, p. 9 23. 6. Ibid., p. 10. 7. Ibid., p. 11. 8. Ibidem. 9. Ibid., o.c., p. 12. 10. Ibid., o.c., p.22.

41. Suess, Pablo. 2001. Culturas em dilogo. En: Revista Eclesistica Brasilera, Petrpolis, Brasil, N 243, septembro, pp. 602 621. 42. Ibid., o.c., p. 609.

30. Vzquez-Rial, H. 2001. Lo multicultural como mitologa y como coartada del racismo. En Revista Scripta Nova, N 94 (29), U. de Bar-

43. Ibid., o.c., p. 611. 44. Ibid., o.c., p. 621.

dilogos
de la

comunicacin

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