Labica, Georges - para Una Teoría de La Violencia (Polis, #19, 2008)
Labica, Georges - para Una Teoría de La Violencia (Polis, #19, 2008)
*
Georges Labica
**
Resumen: Este artculo examina cinco paradojas para tratar la evidente presencia de la violencia en el mundo de
hoy. Atravesando las fronteras de los espacios pblico/privado, o ms bien ubicndose por encima de ambos parece que
la violencia es ms que nunca monopolio del Estado. Las situaciones que la retratan, actuando en cada coyuntura donde
surge, lleva a proponer dos tesis: una, que la violencia es originaria y viene con el hombre; y una segunda, que la
relativiza, cuando el derecho puede incluso borrarla al borrar la pena, segn las circunstancias. De aqu surgen dos tipos
de violencia cristalizadas en diversos hechos a los cuales deberan enfrentarse los intelectuales para buscar la
emancipacin.
Palabras clave: paradoja, violencia, monopolio del Estado, emancipacin.
Towards a theory of violence
Abstract: This article examines five paradoxes to deal with the evident presence of violence in todays world.
Crossing the borders of the public/private spheres, or rather by locating above both, it seems that violence is now more
than ever monopoly of the State. The situations that portray it, acting in each situation where it springs, leads to the
proposition of two thesis: one, that violence is originary and intrinsic to man; and a second one, which relativizes this
thesis, when law can even erase it when it erases the punishment, according to the circumstances. From here arise two
kinds of violence, crystallized in diverse facts with which intellectuals should face in order to seek emancipation.
Key words: paradox, violence, State monopoly, emancipation.
Recibido 13.02.08 Aceptado 08.03.08
* * *
Introduccin
Antes de avanzar en una exposicin ms sistemtica, quisiera proponer, en un diseo algo abrupto,
algunas paradojas que me han retenido y que me parecen susceptibles de provocar la reflexin.
1. El objeto violencia posee una extensin infinita y una comprensin casi nula.
2. La violencia no es un hecho natural, sino un hecho cultural.
3. El final de la rarefaccin no ha puesto fin a la violencia.
4. La condena unnime de la violencia no ha provocado su reduccin.
5. Los diagnsticos crticos de la mundializacin le son inadecuados.
Es necesario que partamos de una constatacin evidente. El lugar ocupado hoy en da por la violencia,
en realidad por las violencias, jams ha sido tan importante. Ella aparece como la principal preocupacin de
la humanidad. Es vivida como una fatalidad que termina a la vez en una resignacin al orden establecido y en
la fascinacin de un voyerismo de masa.
El objeto violencia
La violencia, en tanto que tal, es decir, en la generalidad que ofrece como nocin que engloba
mltiples formas, slo ha devenido un objeto muy recientemente, as como lo destacaba Hannah Arendt hace
algunas dcadas.
Pero qu es la violencia en tanto que tal? A su omnipresencia no le corresponde una definicin. Su
extensin es considerable y sin duda desafa cualquier censo: de las incivilidades a las masacres, de los
garabatos al terrorismo, del crimen pasional a la tortura, de la pedofilia a la revolucin. Y la expresin de
violencia suave florece. La batida del trmino cuenta, en el espacio de algunos aos, con una masa de libros,
nmeros especiales de revistas, encuentros, debates y otros coloquios, sin olvidar el exhibicionismo cotidiano
de los medios de comunicacin, escritos, hablados y visuales. Pero estos mismos que escriben, concuerdan, a
menudo a disgusto, que no poseen definicin, que no han conseguido, a pesar de sus trabajos, elaborar el
denominador comn de todas las formas de violencia. La fuerza o la potencia, evocadas tan a menudo, no
cubren todo el campo cuando no lo dejan indeterminado. Los historiadores, por ejemplo, acaban de reconocer
recin en la masacre la dignidad de un objeto de pensamiento, con un volumen colectivo titulado Le
massacre objet dhistoire (2005), que entiende hacer su parte sobre las manifestaciones de violencia colectiva
que se han sucedido sin discontinuidad desde el neoltico hasta nuestra modernidad, con sus conflictos
mundiales y sus genocidios. Ni la ONU ni los Estados Unidos pudieron, ni quisieron, en el caso de los
segundos, producir una definicin del terrorismo. Por lo dems, inversamente a lo que ocurre con la
hipocondra, el anticicln de los Aores o la Analtica Trascendental, la opinin ms corriente, la mejor
recibida, est convencida de saber lo que es la violencia y lo que hay que entender por esa palabra.
La conclusin es ruda para al filsofo. La extensin de la violencia es casi infinita y su comprensin
casi nula. Hay una idea del pelo, deca Platn, existe un concepto de fruta, deca Marx, la violencia no tiene
esa suerte.
Vienen luego un cierto nmero de consecuencias.
(1) La primera consistir en preguntarse: Qu implica tratar la violencia si todas las formas de
violencia se ponen en el mismo saco? A lo que se responder, debatiendo sobre la realidad de la extensin de
la violencia hoy en da; examinando sus expresiones, sus campos, los sistemas, mitolgicos, religiosos,
filosficos, jurdicos o ficticios (literaturas, artes, cine) que se ocupan de darle sentido; privilegiando tal o
cual de sus aspectos, tal o cual de sus formas, singularmente la violencia abierta, delictiva, a causa de su
mayor visibilidad. Nos costar mucho, en suma, asignarle alguna universalidad. Todo ocurre como si el objeto
violencia fuera imposible de encontrar.
(2) Una universalidad especficamente notoria, que trae consigo una segunda consecuencia, la del
juicio que decide que la violencia en general, ya sea cualquier violencia, debe ser rechazada en nombre de la
evidencia de que toda violencia es intrnsecamente mala, por tanto condenable, se trate del nio que injuria a
su maestra del serial killer, del ladrn de manzanas o del kamikaze palestino.
(3) La situacin actual, de globalizacin o mundializacin, o como se la quiera llamar, entrega una
tercera. La centralidad del terrorismo, en tanto amenaza extrema e indiferenciada, en la medida en que se
supone golpea en todas partes, parece haber desahuciado o borrado las antiguas distinciones de una violencia
legtima y de una violencia ilegtima, de la guerra justa y de la guerra injusta, tan querida por San
Agustn, y pervertido las nociones mismas de resistencia, cuando cualquier protagonista puede valerse de lo
bien fundado de su propio recurso a la violencia. En este sentido, la cada del muro de Berln, smbolo del fin
de los pases llamados socialistas unific a todas las familias polticas en una misma reprobacin de la
violencia. En el mismo caso en que se admitir el carcter justificado de una accin poltica violenta, tambin
se condenarn sus caminos y sus efectos. Por una parte, se denunciar el recurso a la violencia. As como esos
responsables comunistas, que, antes de cualquier declaracin contestataria del poder del momento, protestan
contra toda intencin de su parte de preparar la Gran Noche o querer tomar el Palacio de invierno (el que
prcticamente no ocasion ninguna violencia); lo mismo con esos concejales de izquierda que llenan de
consejos a los destructores de barrios (como se dice territorios para Palestina), incluso cuando los
llamados destructores slo cometen actos de destrucciones materiales. Por otra parte, se harn un deber de
proclamar su voluntad para impedir los enfrentamientos. As como la diplomacia que rehsa, en nombre de la
paz necesaria, distinguir entre los adversarios, reservando, con eso, una suerte anloga a vctimas y a
verdugos (cf los Premios Nobel de la Paz atribuidos conjuntamente a De Klerck y a Mandela, a Pres y a
Arafat). Un parlamentario noruego, Harald Nasvik fue uno de los que propuso que un Nbel de la paz les
fuera otorgado a Bush y Blair por su rol en la guerra contra el terrorismo.
Cmo no perder de vista entonces la frontera entre violencia privada y violencia pblica, cuando
ambas se ven golpeadas por las prohibiciones?
(4) ltima leccin: ms que nunca la violencia depende del monopolio del Estado, aclaremos bien
toda violencia, en virtud de la indistincin ya encontrada. El Estado dice el Derecho, incluso en materia de
terrorismo, el que, por ese hecho, y segn las circunstancias y los individuos concernidos, a veces no existe y
a veces no es definido. Es en el consenso, o, en rigor, en el compromiso (entre asociados sociales bien
entendido) y no en el conflicto que se presiden y gestionan las relaciones sociales. El mantenimiento de la
paz, que va desde las parejas, gracias a los procedimientos de mediacin entre cnyuges, hasta la tregua
prudentemente bautizada proceso de paz entre beligerantes, pasa ante cualquier otra consideracin, a tal
punto que parece innegable que nadie pueda querer la violencia ni felicitarse del llamado a la fuerza. Por
consiguiente, el ideal filosfico residira en la no-violencia. No faltan, en nuestros das, los buenos espritus
para afirmar que la opcin se situara entre Ghandi y Lenin, o mejor an, Ben Laden, como si se pudiera
balacear entre concordia y antagonismo, suponiendo que tengamos opcin.
Situaciones de violencia
Si no quedamos satisfechos con esta constatacin, que nos abandona a la conciencia comn, i.e. tiene
una doxa, que hace correr, como toda doxa, el riesgo de entregarnos a alguna ideologa, por tanto a una
manipulacin con finalidad poltica, hay que preguntarse lo que se sostiene, del punto de vista del sentido,
detrs de la nebulosa y las confusiones de las formas de violencia. Debemos convenir entonces de una doble
caracterizacin. (1) Toda violencia se deja ver en situacin. Es el contexto que dispone de la violencia. La
violencia es un producto coyuntural. (2) Violencia y sufrimiento parecen estar constantemente asociados.
Una situacin de violencia es una situacin de sufrimiento. Ella responde a la ecuacin Violencia /
Sufrimiento / (contra)Violencia que, por regla general, se encuentra en todas las situaciones apreciadas como
violentas.
Dos tesis tenemos aqu. La primera avanza que la violencia es originaria y se apoya en el presupuesto
de la indistincin. La llegada al mundo del pequeo hombre es un acto donde se confunden violencia y
sufrimiento y ninguna terapia de parto sin dolor cambiar nada a este hecho. En rabe, la boca, es la herida.
Las figuras de este comienzo han sido diversas. La famosa mxima del homo homini lupus es una. Como para
el contrato de Rousseau o la propiedad de Proudhon, ella debe su conversin en la de homo homini deus
gracias a la mediacin de la creacin del Estado, necesario, si no a la armona, al menos al esfuerzo de
civilizacin, al interior de las sociedades. Los psiclogos han sealado que la agresividad era inherente a la
naturaleza humana, -a pesar de la dificultad de definir los dos trminos de agresividad y de naturaleza.
Otros pudieron hacer la hiptesis de la existencia de un gen de la violencia, autorizando a personajes polticos,
ms preocupados de la represin que de la ciencia, a imaginar una posible deteccin de la delincuencia desde
la infancia. La versin originaria rejuveneci antropolgicamente hace poco con Ren Girard, cuyo deseo
mimtico, deseo del deseo del otro, engendra por contagio la violencia en el grupo, el que slo la conjura
cuando recurre al conejillo de indias cuya ritualizacin descubre el origen sacrificial de toda sociedad. La
Pasin de Cristo, que es el develamiento, sin embargo no ha logrado abolir ni tampoco frenar la violencia que
por el contrario, adquiere en nuestros das una forma apocalptica.
Una segunda tesis relativiza la violencia, precisamente en cuanto a su puesta en situacin. El relato del
Gnesis informa que Can, el eterno reprobado, slo llega a matar a su hermano a travs de su frustracin por
haber visto sus ofrendas de agricultor despreciadas por Yaveh, mientras que las de Abel, el pastor, eran
acogidas con satisfaccin. Sin embargo, el mismo Yaveh, embargado aparentemente por algunos
remordimientos, prohbe que Can sea muerto a su vez y reserva a su descendencia un porvenir de
prosperidad. Hugo lo toma en cuenta. A su famoso poema de el ojo estaba en la tumba responden versos
donde pone en escena a Adn y Eva llorando sobre el gnero humano, el padre, escribe, sobre Abel, la madre
sobre Can. La espantosa Medea, la que cort a su hermano en pedazos, y despus degoll a sus hijos, sufre
terriblemente. Lo mismo que Job, el imprecador, los martirizados por su fe o tambin Titus, trgico entre los
trgicos del teatro shakesperiano. Ms trivialmente, destaquemos que existe un reconocimiento jurdico de la
situacin de violencia. Las circunstancias atenuantes relativizan el delito y reducen la pena, hasta borrarla,
sobre todo en el caso, es cierto, de la concesin sexista del crimen pasional, cuando sin duda no hay
violencia que merezca ese tipo de consideracin, fuera de la demencia y las situaciones de guerra, de las que
adems se sabe que hacen del asesinato el colmo de una heroica bravura.
Adems, nunca sociedad alguna ha dispuesto de un repertorio establecido de una vez por todas ni de
definiciones unvocas de crmenes cometidos en su interior, como tampoco es posible encontrar alguna
normatividad que se extienda a todos los grupos humanos. La verdad ms all de los Pirineos, bien, pero
lo relativo no solamente es de orden espacial, el tiempo tambin lo es. Foucault mostr perfectamente en su
Vigilar y castigar hasta qu punto toda legalidad produca sus ilegalismos, incluido el de la prisin, con el fin
de sancionar la clase brbara o los ilegalismos obrero y campesino, que al conjugarse, se preparan para
enfrentar a la ley y a la clase que la ha impuesto.
Hegel entrega aqu un regla: Slo la necesidad del presente puede justificar una accin contraria al
derecho, porque, si nos abstenemos de hacer esta accin contraria al derecho, sera una injusticia mayor la que
se cometera, la negacin total de la existencia emprica de la libertad (Principe de la philosophie du droit,
Agregado al 127)
Para concluir este punto, digamos que lo que est en cuestin en este caso es la inscripcin de toda
violencia en un sistema, que sera el orden que imponen los dioses, el modo de existencia, las relaciones
sociales o el rgimen poltico.
Dos tipos de violencia
El carcter derivado, segundo, de la violencia ha sido puesto en evidencia, con la mayor fuerza, lo
sabemos, por Marx. Persuadido de esto, otra exposicin sera necesaria para tratar a fondo la cuestin de la
violencia nicamente en Marx y Engels (el marxismo es todava otra cosa), me limitar a recordar los dos
lugares ms significativos.
(1) El primero est representado por los captulos 24 y 25 que concluyen el libro del Capital que he
reeditado bajo el ttulo La expropriation originelle (Les nuits rouges, Pars, 2001) y que a mi modo de ver
constituyen un verdadero Tratado de la violencia. En el cuadro que entrega, particularmente a partir de la
experiencia de Gran Bretaa, el primer pas comprometido en el proceso de paso de un modo de produccin a
otro, Marx convoca un vocabulario muy extenso -avasallamiento, crimen, saqueo, rapacidad, incendios,
robo, traicin, corrupcin, asesinato, infamia- con el fin de mostrar que la violencia es la real hacedora de
la acumulacin capitalista, suscitando el enfrentamiento duradero de los trabajadores salariados libres y los
lobos de la bolsa o hacedores dems (plusmacherei). Esta expropiacin, escribe, est inscrita en los
anales de la humanidad en caracteres de sangre y de fuego. Sin embargo, a pesar de las apariencias, esta
violencia no es para nada originaria. Tampoco juega un rol fundador. La historia es su lugar de aparicin y de
ejercicio. Pertenece al orden de lo coyuntural. Esta tesis refuta los alegatos de Longuet, uno de los yernos de
Marx. En la produccin capitalista, caracterstica de la acumulacin primitiva, la violencia posee un doble
aspecto y una doble funcin. Bajo su expresin sangrienta, a la cual la poltica de agresin colonial da su
mayor visibilidad, juega el rol parcial y provisorio de la brutalidad conquistadora, mientras que bajo su
forma concentrada y organizada que es la del Estado, su actividad es permanente, pues est encargada de
asegurar el mantenimiento del orden establecido por la clase dominante. Entonces, cuando la violencia es
llamada la partera de toda vieja sociedad en trabajo, se encuentra, al mismo tiempo, calificada de
potencialidad econmica La propiedad privada y la pobreza forman un par: la apropiacin producida por
la expropiacin se dota de una legitimacin jurdica que a su vez, organiza el proceso de trabajo, en el marco
de la explotacin, poniendo a los trabajadores en competencia, gracias a la constitucin de un ejrcito de
reserva, en otras palabras de una sobrepoblacin, ocasin en la cual Marx habla de hombres dems. La
violencia est presente en cada etapa del proceso.
(2)La teora de la violencia de Engels (ya sea la reagrupacin de los captulos 2, 3, 4 de la segunda
parte del Anti Dhring) entrega una segunda referencia. Contra Herr Eugen Dhring, quien fue, en los aos
setenta del siglo XIX, en Alemania, una suerte de papa del socialismo metafsico, y que vea, en lo que
llamaba violencia inmediata, una potencia econmica inmediata y un elemento histrico fundamental,
Engels se apoyaba en el ejemplo de la esclavitud para hacer valer la determinacin primera por las
condiciones econmicas, en Grecia, los oficios de arte y el comercio, en los jvenes estados Unidos de
Amrica, la industria inglesa del algodn.
l notaba que la fortuna, al permitir disponer de esclavos, poda provenir del trabajo, del robo, del
comercio o la estafa, entonces no siempre de la violencia. Al contrario, afirmaba, la propiedad privada
generalmente no es engendrada por el robo o la violencia. La destruccin de la economa domstica proviene
de la competencia ejercida por la gran industria. Es la produccin econmica que entrega las armas
indispensables al recurso de la violencia, la cual no puede hacer dinero, slo puede acaparar lo que existe. Y
conclua: en suma, siempre y en todas partes, son las condiciones y los medios de la potencia econmica los
que ayudan a la violencia [NB gewalt y ] a conseguir la victoria, que, sin ella, dejara de ser violencia. A
ojos de Marx y de Engels, cualquiera que hayan sido sus simpatas por un Proudhon o un Blanqui, y a pesar
de la existencia de discpulos disidentes como Bakounin, los anarquistas se equivocan en darle a la violencia
el rol determinante. La ultima instancia contina moviendo los hilos.
Sin duda estamos frente a dos suertes de violencia que se manifiestan, por una parte, en la asociacin
de la produccin econmica y de la potencia estatal (la de las armas, por ejemplo), y por otra, en la guerra
(uso de armas). Pero Engels, ms claramente que Marx, de quien ilustra la tesis defendida en el Capital,
parece limitar el nombre de violencia slo a la violencia sangrienta otorgndole en esto una concesin a
la acepcin de la violencia comn. En efecto, opera una primera distincin entre violencia
sangrienta/visible y violencia muda/ocultada, y una segunda entre violencia servidora (politische
Gewalt), auxiliar del mantenimiento de las condiciones econmicas, y violencia maestra, que acta en el
sentido del desarrollo econmico y por consecuencia lo acelera. Pero interrogaremos de dnde vienen los
konimische bedingungen y el Machmittel? Cmo se produjeron? La propiedad, no es el robo? Y la
partera, puesto que de ella se trata, traduce la consigna dada a los comunistas, al fin del Manifiesto: la
inversin violenta (den gewaltsamen Umsturz) de todo el orden social pasado, o bien, ofrece la rectificacin?
Los cambios sociales y con mayor razn las revoluciones, son ocasionados por un estado econmico llegado
a tal madurez que le impone su mutacin, y la violencia abierta slo representa el empujn que har tambalear
al conjunto, o bien son totalmente alterados por la iniciativa de una violencia radical? La posibilidad,
inspirada a Engels, al fin de su vida, por las ganancias electorales de la socialdemocracia, de una transicin
pacfica, parece conformar la funcin derivada, subalterna, atribuida a la violencia. Hoy en da, el caso de
Venezuela y de su revolucin bolivariana puede ser paradigmtico para otras naciones de Amrica Latina y
entregara una ilustracin, como lo pretenden algunos, de la no-necesidad de la dictadura del proletariado e
inversamente del perodo de Terror de la Revolucin francesa del 89, dispensara de todo llamado a la
violencia. Es decir que Engels vino a minimizar el rol instaurador de la violencia revolucionaria? Dos
razones podran proponerse con el fin de explicar tal actitud. La primera tendra que ver con la confianza
acordada al carcter progresista del desarrollo econmico afirmado desde el Manifiesto, con el cambio
revolucionario de las relaciones feudales cumplido por la burguesa. La aprobacin, ms tarda de Marx, de
las amputaciones territoriales experimentadas por Mxico del hecho de EU, ira en el mismo sentido, un
estadio de desarrollo superior que justifica la conquista colonial. La segunda razn, mucho ms general,
tendra que ver con el temor indudablemente legtimo de una violencia cuyo proletariado pagara el precio
ms elevado. Si el sufragio universal poda sustituirse a las barricadas del combate de calle Quin se
quejara?
Como sea, conviene sin duda retener, en los hombres de las Luces, fascinados por el Progreso, una
sobrestimacin excesiva del factor econmico. La pregunta que resume las precedentes puede simplemente
ser formulada: las relaciones de produccin, especialmente bajo el capitalismo, no son en tanto que tales,
portadoras de violencia? Dos lecciones divergentes y semejantes han sido sacadas del movimiento obrero
posterior, segn si el acento estaba puesto preferencialmente sobre una u otra de las dos formas de violencia,
quedando claro para todos que su estrecha imbricacin no estaba en cuestin. Por un lado, a veces llevamos
hasta la sacralizacin, el inters prestado a la violencia abierta, visible y habladora, como lo vemos, sin entrar
en detalles, en un Sorel, que hace de la huelga un acto de guerra, en un Fanon, lector de Engels, que busca
terminar con las atrocidades coloniales, o incluso un Mao, llamando a tomar el fusil contra el reino de los
fusiles. Por otro lado, el economismo dominante, desde Kautsky, en el movimiento socialista internacional, se
queda en segundo plano, confortado todava por la conducta de fracaso y la culpabilidad provocada por la
cada de los pases socialistas, del enftico rechazo actual de toda violencia. La particularidad de la actitud
de Lenin se revela, en este sentido, ejemplar. Rechazando las tentaciones recprocas del aventurerismo, que
fuerza el movimiento y el fatalismo, que espera que funda el azcar, hace depender el proceso revolucionario
de la relacin de fuerzas polticas entre los de arriba y los de abajo. El caso de una revolucin que caera
como una fruta madura, una vez cumplidas las condiciones objetivas (la situacin) y subjetivas (la
conciencia) de su realizacin, jams ha sido registrada por la experiencia histrica. Tampoco lo insoportable
del peso de la dominacin no ha podido desde si mismo automticamente suscitado la sublevacin de los
oprimidos. El sentimiento de injusticia, si no es retransmitido por la voluntad o el deseo, la insubordinacin y
los medios de manifestarla, se volver impotente para salir del estado de servidumbre, ya sea sufrida o
consentida. Y la relacin violencia/sufrimiento no conseguir superarse en la contra violencia que le pondra
fin.
El sistema
La leccin ms general que se puede sacar respecto al origen de la violencia, que no es ms originaria
que cuando es nica y monovalente; y saber la necesidad de referir la violencia, toda violencia, a la situacin
que la produce, nos remite obligatoriamente al sistema, en el cual se encuentra inscrito y donde toma forma.
Este sistema hoy en da es del modo de produccin capitalista que ha llegado al estadio de la
globalizacin/mundializacin. l ofrece algunos rasgos notables y especficos. Avanzar la tesis segn la
cual, estando dada la existencia de dos formas de violencia, el marco general es entregado por la
subordinacin de la violencia sangrienta a la violencia muda. Es en efecto bajo el MPC que el esquema
V/S(V) logra su mayor visibilidad en las manifestaciones que son las suyas y que yo me exijo aqu, solamente
a evocar.
(1) En el plano econmico, la explotacin hecha planetaria se esfuerza por encerrar en una sola red el
conjunto de las naciones. La alianza de los imperialistas, bajo liderazgo de Estados Unidos, ha establecido una
gobernancia mundial, que ha hecho de la ONU una simple correa de transmisin, cuya vocacin puramente
ideolgica ha perdido toda credibilidad, se trate de la defensa de la Paz o de los Derechos del Hombre. Las
instituciones de la Segunda guerra mundial y los acuerdos de Bretn Woods se llaman, como sabemos, Banco
Mundial, Fondo monetario internacional y Organizacin mundial del comercio. La Bolsa es el alma que
impone mercantilizacin y financiarizacin universalizadas y que no conoce otra temporalidad que las del
instante, que libra a la anarqua todas las operaciones y a la incertidumbre todo proyecto de la naturaleza que
sea, de ah la teorizacin del fin, -de la historia, de la ideologa, de la modernidad, o de losporotos. Con una
deuda colosal, no pagada por Estados Unidos, que vive a crdito sobre la espalda de otras naciones, e
impagable por aquellos que tiene por finalidad robar, sigue una larga teora de los males incurables e incluso
intratables porque son inherentes al modo de produccin: incesante crecimiento de las desigualdades en todos
los campos, -desarrollo, trabajo, fortuna, proteccin social, etnia, gnero, generaciones; empobrecimiento
masivo de individuos y pueblos; destruccin de las ganancias democrticas, regmenes incluidos: peligro
nuclear y amenazas sobre el medio ambiente, por slo mencionar algunos.
(2) En el plano social/prctico, la voluntad imperialista, al servicio de las minoras dominantes hace
una demostracin que se ejerce en las dos direcciones: lo ordinario, permanente como dice Marx, de la
violencia muda o pacfica, bajo esos aspectos a la vez econmico y estatal (cf supra); la de la violencia
habladora o sangrienta que consiste en el recurso a la guerra, aportando la precisin que tambin se ha
vuelto permanente. Porque, la mundializacin ha invertido la clebre frmula de Clausewitz ubicando la
poltica en la continuacin de la guerra. Los Estados Unidos son el modelo. He aqu una nacin cuya
particularidad, durante su existencia, ha sido funcionar en la agresin, que no ha conocido ninguna tregua
entre dos conflictos (algunos cientos desde su genocidio casi completamente logrado de los Indios) y que ha
buscado sin cesar la necesidad de dotarse de un adversario, de un Otro diabolizado, tiempos atrs el Piel roja,
despus el bolchevique, actualmente el islamista. Los objetivos de la agenda de nuestra actualidad son
conocidos: el control de los recursos energticos y su transporte y la prohibicin ordenada a todo pas de
comprometerse en un desarrollo autnomo o pretender hacerlo. Agreguemos que a pesar de los
enfrentamientos inter-imperialistas de la competencia comercial, la alianza se mantiene fuerte, siendo el
enemigo de preferencia o casi exclusivamente, el ms dbil (Irak) o el ya destruido (Afganistn). Y veamos al
pasar que est claro que en Irak por ejemplo, la violencia puede hacer dinero, al estar el inmenso costo
militar equilibrado por la enorme ganancia sacada del petrleo y del recorte regulado de las riquezas del pas,
aun cuando los protagonistas de la operacin no sean los mismos. Es por eso que hablo del desplazamiento de
la violencia de las salas traseras de los bares a los consejos de administracin, a los estados mayores y a los
gabinetes ministeriales. El FMI, por slo citar este organismo internacional, donde un socialista francs ha
tomado el mando, no es nada ms que una verdadera asociacin de malhechores, cuyas vctimas se cuentan
por millones.
(3) El cuadro tentativamente esbozado no estara completo si no se tomara en cuenta que la violencia
pblica o colectiva no es la nica en cuestin. La violencia privada o individual se encuentra implicada en la
molestia globalizada. Las polticas que se llaman liberales y ultraliberales, para cuidarse de decir
capitalistas, agraden y rompen el cuerpo social. Las incivilidades expresan el malestar de la escuela, donde
la escuela nada tiene que ver. Los suicidios de jvenes o las tentativas, que en Francia son un record, traducen
un mal-estar muy rpidamente imputado a la juventud, pero cuyo tenor cambia cuando son concernidos
ejecutivos en sus empresas o agentes de la fuerza pblica (policas y gendarmes) en sus comisaras. Es muy
difcil responsabilizar del acoso en el trabajo, otra novedad, a la maldad congnita de algunos jefecillos. En
cuanto a los estupefacientes, cuyo uso desciende a veces hasta segundo ao bsico, no posee una rentabilidad
superior al chocolate e incluso la coca-cola?
(4) Una ideologa legitima todas las prcticas antes nombradas, la de la lucha contra el terrorismo
que forma un par con el discurso seguritario. Registrando la crisis del sistema y confirmando la poltica de
guerra, ha sustituido a la cortina de humo de la ideologa de los Derechos del Hombre y del Estado de derecho
el programa de conflicto de civilizaciones, el mismo maquillado en maniquesmo dbil de la lucha del Bien
contra el Mal. Los atentados del 11 de septiembre 2001, cuya naturaleza todava no ha sido aclarada,
entregaron a la vez el pretexto militar de una segunda agresin contra Irak y el pretexto jurdico del Patriot
act, el primero supuestamente a suscitar una coalicin internacional, que fracas, el segundo cuyo xito es
innegable, integrado a veces al precio de graves distorsiones, en todas las legislaciones occidentales y
utilizado como garanta por los poderes menos democrticos. Las leyes antiterroristas han podido y por
supuesto pueden, en todo instante, cubrir y legalizar los actos ms arbitrarios, detenciones sin juicio, tortura,
represiones, suspensin de libertades, vigilancia policial masiva, regmenes de excepcin, todo bajo el sello
del secreto y de los servicios secretos. La tarea de fondo que consiste en encauzar las indignaciones, con una
palabra, suspende el derecho. La garanta de la impunidad se extiende a todos los crmenes cometidos por los
dominantes, mientras que la menor resistencia, armada, social o simplemente moral, por parte de los
dominados, se ve ipso facto criminalizada y plausible de medidas policiales. Bajo tal seguridad, en Francia la
caza a la faz se dot de un ministerio de la expulsin, en Irak, Halliburton bombea gratuitamente el oro negro,
en Chile, la Seora Bachelet enva las tropas contra los campesinos mapuches: en todas partes la pretendida
lucha contra el terrorismo reanuda con las prcticas de la barbarie. Mientras que el terrorismo en cuestin
no es desde el comienzo, tanto en el uso como en el hecho, un asunto entre poderosos. Para nada atae a sus
vctimas, a los explotados.
Desenmascarar la violencia
Una triple leccin puede desprenderse de este rpido anlisis.
(1) Si vuelvo al comienzo de mi propsito, las confusiones mantenidas a propsito de la violencia y las
temticas que ellas imponen, se comprenden a partir de excepcionales coerciones que hace pesar el sistema
actual. La extrema apata de la rplica de la contra violencia, en principio subyacente al esquema S/V, traduce
varios fenmenos. La condena mayoritariamente compartida, si no unnime del recurso a la violencia, que no
se limita a las democracias desarrolladas no slo tiene como resultado la apologa del consenso, que
privilegia debate, dilogo, discusin y conciliacin, es sostenida y enmarcada por lo que claramente hay que
llamar una forma moderna de la servidumbre voluntaria. Esta ltima, que merecera un examen
circunstancial, tolerando el descrdito lanzado por los poderes sobre todo lo que se aparentara a una opcin
revolucionaria, que se refiera a doctrinas, acciones u hombres, implica no tocar al sistema. Censuras y
prohibiciones golpean hasta las palabras: se acepta imperialismo pero no explotacin, mundializacin se
dice por capitalismo, desigualdades se substituyen a alienaciones, ciudadanos a pueblo, comunidades a
clases
(2) Crticas y protestas son normadas por un pacifismo de buen vecindario, que vela igualmente a la
fragmentacin de sus expresiones, -huelgas, sit-in, manifestaciones callejeras, ocupaciones; de sus lugares, -
negociaciones rama por rama, y de sus participantes, -aqu una asociacin, all una corporacin, en otra
parte un sindicato. El horror culminara con las confluencias, pblico/privado por ejemplo, empleados y
ejecutivos, o barrios y centro de la ciudad. La antfona sobre el borramiento de la clase obrera y su prdida de
centralidad exorcizan la idea misma y la palabra, de huelga general. Organizaciones No Gubernamentales,
intervenciones humanitarias, asistencia y caridad no figuran para nada como contra-poderes, sino ms bien
antenas o auxiliares del estado burgus. La diversidad, por lo dems, y las contradicciones de movimientos de
alternativas a escalas nacional y mundial encuentran precisamente su anclaje en la mundializacin, que por
primera vez ofrece a los dominantes la disposicin de la maquinaria total, planetaria/totalitaria, del dominio
econmico, poltico, ideolgico, financiero, militar, diplomtico, informacional y cultural de la opresin,
cuando los dominados son reducidos a lo sectorial de sus fronteras, que no son nicamente geogrficas, a la
dispersin de sus aspiraciones y sobre todo a la invencin de sus propios medios de lucha, lo que
necesariamente hacen -se le ve lo suficiente?, correr el riesgo de la violencia sangrienta. Los roles son
cuidadosamente distribuidos: aqu, lo limpio, o ms bien clean, all lo sucio y lo repulsivo.
Ingenuidad o idealismo, ningn balance es admisible entre opresores y oprimidos. No se puede escribir
con Khalil Gibran, a pesar de su buena voluntad: Y que procedimiento utilizara usted contra quien engaa
y oprime, cuando tambin ha sido perjudicado y ultrajado? (Le Prophte). En todo caso, la dominacin
dispone de dos bases, de dos hierros.
(a) Hay que operar el quiebre de todo colectivo, cualquiera sea su naturaleza, pblica o privada, en
provecho de lo individual, que va del abandono al catlogo de las identidades. El golpeteo meditico
referente a los suicidios, los accidentes de la ruta o las muertes por enfermedades cardio-vasculares,
dispensadas de su dimensin societal, slo tiene como equivalente el pesado silencio sobre los accidentes
del trabajo o las vctimas del amianto, siendo unos directamente imputables a la responsabilidad de los
individuos y los otros obligando a cuestionar los dispositivos de conjunto. Por un lado la impunidad, o la
inocencia, lo clean de nuevo, por el otro, la culpabilidad y la sancin.
(b) Hay que asegurar la subordinacin de lo poltico a lo econmico, adems financiarizado. Esta
forma de supremaca explica el reciente acceso de las mujeres a las ms altas responsabilidades de gobierno
(residencias y grandes ministerios), que no tienen que ver desgraciadamente con los progresos de su
liberacin, sino con el descrdito que esos cargos, antes nobles, han sido golpeados mientras que los hombres
se arrogan la casi exclusividad de posiciones reales de poder, enteramente confiscadas por la economa.
(3) La trgica escena trasera por ultimo de la triada avasallamiento/servilismo/servidumbre, no es ms
que el mantenimiento de la no visibilidad inmediata de la violencia muda. No nos privaremos de juzgarla
relativa haciendo valer que la opinin se encuentra constantemente informada de tal malversacin de un
ejecutivo de empresa, de la corrupcin de tal alto funcionario, del chaqueteo, de la acumulacin de cargos, de
paracadas dorados y de stocks de opciones; que ella conoce las enormes disparidades entre el salario de un
Gran Patrn y el de los salariados, el precio de compra de futbolista, los eslabones de los imperios mafiosos,
las imposturas, las estafas y los trficos que son moneda corriente de los campos polticos, financieros,
deportivos y mediticos y que no dejan de lado la cultura; que ella est al tanto de la sobreexplotacin de los
nios por el trabajo, la prostitucin y la guerra, de la interminable opresin de nias y mujeres, de la miseria,
del hambre, del analfabetismo y las pandemias que terminan con poblaciones completas. Sin embargo, a pesar
mismo de los movimientos de contestacin y de revueltas que no dejan de multiplicarse inclusive al centro de
metrpolis juzgadas opulentas, este saber no engendra ms que cleras sin maana y esos movimientos no
desembocan ms que en impasses consensuales orquestados. El abstencionismo electoral creciente en todas
partes expresa otra cosa que la abdicacin ante lo que se resiente como fatalidad? Y comprendemos con ello
que los pobres no sean nicamente los dejados de lado del desarrollo, sino sus productos necesarios y
vctimas al mismo tiempo y siempre de las injusticias sociales, epidmicas, climticas? Los que se vean
reducidos a vender sus rganos a las clnicas de los afortunados son los mismos que sern llevados por el sida
(un problema de Derechos del hombre, deca Mandela) o por un tsunami. Pero la verdadera violencia no
podra asimilarse solo a las visiones del Africano o del anciano quemado vivo en su hotel o en su hogar de
ancianos podrido, del invlido del trabajo, de la mujer violada, del nio con harapos, del Palestino preso de
todas las humillaciones o del Irak torturado, en otras palabras a los tan numerosos registros del sufrimiento
humano, se extiende en-la-usina-de-punta-de-la-tecnologa, en la sede social renovada de un Gran Banco, en
el barco petrolero de doble casco, en la explotacin de maz transgnico, en las cajas del supermercado, en el
estadio omni-deportivo y la piscina olmpica, en el centro-informtico-de-ltima-generacin o el complejo
residencial-de-alto-standing, ya sea entre mil expresiones de proezas y fastos de nuestra modernidad. Ella
reina en las instituciones de la gobernancia mundial, en el Alto mando de la OTAN, en las multinacionales de
la comida, del medicamento y de la moda. Ella la alfombra de la venganza del Estado que reserva a los
prisioneros polticos una suerte peor que a los presos comunes, en las decisiones del bloqueo de salarios, de
las franquicias de la seguridad social o la prohibicin de estacionar Ella tiene el rostro de la estrella de cine
y del animador de shows televisivos, que venden sueos, del periodista de informacin que rehsa la
construccin de viviendas sociales, del gran costurero y de sus lentejuelas millonarias, de los organizadores
del Tour de Francia, que roban con el mismo entusiasmo de un Presidente Ejecutivo del CAC 40 (a cada cual
su lista y sus cabezas).
Terminar con esta ceguera, favorecer la toma de conciencia de fechoras globalizadas, rehabilitar el
concepto de revolucin, es un todo. O sea que el llamado a la violencia representara la panacea liberadora?
A esto doy algunos elementos de respuesta: toda salida de una situacin vivida como insoportable (y primero
reconocida como tal) es funcin de la relacin de fuerzas en presencia, a saber la lucha de clases; si la revuelta
no toma su camino, se reducir entonces al estallido de motines espontneos, parciales, que ser reprimidos y
desacreditarn el movimiento; los dominados nunca pueden desear el recurso a la violencia sangrienta, es bien
entendido que la accin no violenta, en caso de opcin, tendr su favor. La mundializacin de la violencia
impuesta por los dominantes, impone a su vez como su rplica obligada, la violencia de los dominados. Oscar
Wilde entreg esta leccin: Cualquiera que ha estudiado la Historia, sabe que la desobediencia es la primera
virtud del hombre. Es por la desobediencia y la rebelin que ste ha progresado (El alma humana).
Concluir con una ltima paradoja, de hecho una contradiccin, destinada a los intelectuales, mis
pares. Existe una desproporcin flagrante entre los diagnsticos crticos del estado actual del capitalismo, -la
globalizacin, y los diagnsticos que lo legitiman. Claramente los primeros son los ms numerosos, y escasos
en los rapias en persona -como un Soros, un Stieglitz o un Peurelevade- se comprueban incapaces, o
rehsan, sacar consecuencias adecuadas a sus anlisis. Se dejan entrampar a la vez por los segundos, que muy
lgicamente, trasvierten sus prcticas con discursos tan edificantes como falaces, -el Bien, el derecho, la Paz-
y por sus empleados de los medios de comunicacin, al servicio de un sistema de inculcacin, encargado de
hacer pasar los zapallos por carrozas.
Los intelectuales seguramente no pueden cambiar el mundo y menos solos, pero pueden contribuir a
impedir que nuestras sociedades resbalen en el letargo del coma poltico. Rompiendo con la docilidad
cmplice y estipendiada de los idelogos del poder, tienen que encontrar el camino de lucidez y de valenta,
que honran a sus predecesores ms prestigiosos: consagrarse a la labor de la esperanza y apelar a la voluntad
emancipatoria.
NOTAS
*
Este artculo ha sido reescrito a partir de la conferencia dada en La Sorbona, el 12 de enero 2008, para la presentacin del libro Teora
de la violencia (La Citt del sole, Naples et Librairie J. Vrin, Pars). Traduccin de Mara Emilia Tijoux
**
Profesor en la Universidad Paris X-Nanterre. Email: [email protected]