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Reglas de Discernimiento de San Ignacio de Loyola

Las primeras reglas de San Ignacio de Loyola para discernir entre los buenos y malos espíritus establecen que: 1) El mal espíritu suele proponer placeres a quienes viven en pecado mortal mientras que el buen espíritu les remuele la conciencia; 2) El mal espíritu entristece y pone impedimentos a quienes intensamente purgan sus pecados mientras que el buen espíritu les da ánimo y consuelo; 3) El consuelo espiritual incluye amor a Dios y lágrimas
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Reglas de Discernimiento de San Ignacio de Loyola

Las primeras reglas de San Ignacio de Loyola para discernir entre los buenos y malos espíritus establecen que: 1) El mal espíritu suele proponer placeres a quienes viven en pecado mortal mientras que el buen espíritu les remuele la conciencia; 2) El mal espíritu entristece y pone impedimentos a quienes intensamente purgan sus pecados mientras que el buen espíritu les da ánimo y consuelo; 3) El consuelo espiritual incluye amor a Dios y lágrimas
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REGLAS DE DISCERNIMIENTO DE SAN IGNACIO DE LOYOLA 1 Semana

Estas son las primeras reglas que San Ignacio ofrece a los directores de los
Ejercicios Espirituales (y a los ejercitantes) para discernir al "buen espritu"
(Espritu Santo) del "mal espritu" (diablo). Lgicamente hay una progresin de
menos a ms. Estas reglas se aplican en la Iglesia desde el siglo XVI para las
confesiones y para la direccin espiritual de los fieles cristianos.
Hay ms reglas: estas son las primeras y bsicas. Como se puede ver trata
varias veces de las "lgrimas" como un signo de "consuelo" espiritual, es decir,
como un don del Espritu de Dios.

[313] REGLAS PARA EN ALGUNA MANERA SENTIR Y CONOCER LAS VARIAS


MOCIONES QUE EN LA ANIMA SE CAUSAN: LAS BUENAS PARA RECIBIR Y LAS
MALAS PARA LANZAR, Y SON MAS PROPIAS PARA LA PRIMERA SEMANA.
[314] La primera regla. En las personas que van de pecado mortal en
pecado mortal, acostumbra comnmente el enemigo proponerles placeres
aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por ms los
conservar y aumentar en sus vicios y pecados; en las cuales personas el buen
espritu usa contrario modo, punzndoles y remordindoles las conciencias por
el sindrese de la razn.
[315] La segunda. En las personas que van intensamente purgando sus
pecados, y en el servicio de Dios nuestro Seor de bien en mejor subiendo, es
el contrario modo que en la primera regla; porque entonces propio es del mal
espritu morder, entristecer y poner impedimentos, inquietando con falsas
razones para que no pase adelante; y propio del bueno dar nimo y fuerzas,
consolaciones, lgrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos
impedimentos, para que en el bien obrar proceda adelante.
[316] La tercera, de consolacin espiritual. Llamo consolacin cuando en el
nima se causa alguna mocin interior, con la cual viene la nima a inflamarse
en amor de su Criador y Seor; y consecuentemente, cuando ninguna cosa
criada sobre la haz de la tierra puede amar en s, sino en el Criador de todas
ellas. Asimismo, cuando lanza lgrimas motivas a amor de su Seor, ahora
sea por el dolor de sus pecados, o de la pasin de Cristo nuestro Seor, o de
otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza. Finalmente,
llamo consolacin todo aumento de esperanza, fe y caridad, y toda alegra
interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su
nima, quietndola y pacificndola en su Criador y Seor.
[317] La cuarta, de desolacin espiritual. Llamo desolacin todo el contrario
de la tercera regla, as como oscuridad del nima, turbacin en ella, mocin a
las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y tentaciones,
moviendo a infidelidad, sin esperanza, sin amor, hallndose toda perezosa,
tibia, triste y como separada de su Criador y Seor. Porque, as como la
consolacin es contraria a la desolacin, de la misma manera los pensamientos

que salen de la consolacin son contrarios a los pensamientos que salen de la


desolacin.
[318] La quinta. En tiempo de desolacin nunca hacer mudanza, mas
estar firme y constante en los propsitos y determinacin en que estaba el da
antecedente a la tal desolacin, o en la determinacin en que estaba en la
antecedente consolacin. Porque, as como en la consolacin nos gua y
aconseja ms el buen espritu, as en la desolacin el malo, con cuyos consejos
no podemos tomar camino para acertar.
[319] La sexta. Dado que en la desolacin no debemos mudar los primeros
propsitos, mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma
desolacin, as como es en instar ms en la oracin, meditacin, en mucho
examinar y en alargarnos en algn modo conveniente de hacer penitencia.
[320] La sptima. El que est en desolacin considere cmo el Seor le
ha dejado en prueba, en sus potencias naturales, para que resista a las
varias agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino,
el cual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta: porque el Seor le
ha abstrado su mucho hervor, crecido amor y gracia intensa, quedndole
tambin gracia suficiente para la salud eterna.
[321] La octava. El que est en desolacin trabaje de estar en paciencia,
que es contraria a las vejaciones que le vienen, y piense que ser presto
consolado, poniendo las diligencias contra la tal desolacin, como est dicho en
la sexta regia.
[322] La nona. Tres causas principales son porque nos hallamos
desolados: la primera es por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros
ejercicios espirituales, y as por nuestras faltas se aleja la consolacin espiritual
de nosotros; la segunda, por probarnos para cunto somos, y en cunto nos
alargamos en su servicio y alabanza, sin tanto estipendio de consolaciones y
crecidas gracias, la tercera, por darnos verdadera noticia y conocimiento para
que internamente sintamos que no es de nosotros traer o tener devocin
crecida, amor intenso, lgrimas ni otra alguna consolacin espiritual, mas que
todo es don y gracia de Dios nuestro Seor; y porque en casa ajena no
pongamos nido, alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o gloria
vana, atribuyendo a nosotros la devocin o las otras partes de la espiritual
consolacin.
[323] La dcima. El que est en consolacin piense cmo se habr en la
desolacin que despus vendr, tomando nuevas fuerzas para entonces.
[324] La undcima. El que est consolado procure humillarse y bajarse
cuanto puede, pensando cun para poco es en el tiempo de la desolacin sin
la tal gracia o consolacin. Por el contrario, piense el que est en desolacin
que puede mucho con la gracia suficiente para resistir a todos sus enemigos,
tomando fuerzas en su Criador y Seor.

[325] La duodcima. El enemigo se hace como mujer en ser flaco por


fuerza y fuerte de grado. Porque, as como es propio de la mujer, cuando
rie con algn varn, perder nimo, dando huida cuando el hombre le muestra
mucho rostro; y por el contrario, si el varn comienza a huir perdiendo nimo,
la ira, venganza y ferocidad de la mujer es muy crecida y tan sin mesura: de la
misma manera es propio del enemigo enflaquecerse y perder nimo, dando
huida sus tentaciones cuando la persona que se ejercita en las cosas
espirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo, haciendo el
opsito per diametrum; y por el contrario, si la persona que se ejercita
comienza a tener temor y perder nimo en sufrir las tentaciones, no hay bestia
tan fiera sobre la haz de la tierra como el enemigo de natura humana en
prosecucin de su daada intencin con tan crecida malicia.
[326]La terdcima. Asimismo se hace como vano enamorado en querer
ser secreto y no descubierto. Porque, as como el hombre vano, que,
hablando a mala parte, requiere a una hija de un buen padre o a una mujer de
buen marido, quiere que sus palabras y sus acciones sean secretas; y el
contrario le displace mucho, cuando la hija al padre o la mujer al marido
descubre sus vanas palabras e intencin depravada, porque fcilmente colige
que no podr salir con la empresa comenzada: de la misma manera, cuando el
enemigo de natura humana trae sus astucias y suasiones a la nima justa,
quiere y desea que sean recibidas y tenidas en secreto; mas cuando las
descubre a su buen confesor, o a otra persona espiritual que conozca sus
engaos y malicias, mucho le pesa; porque colige que no podr salir con su
malicia comenzada, en ser descubiertos sus engaos manifiestos.
[327] La cuatuordcima. Asimismo se ha como un caudillo, para vencer y
robar lo que desea; porque as como un capitn y caudillo del campo,
asentando su real y mirando las fuerzas o disposicin de un castillo, le combate
por la parte ms flaca, de la misma manera el enemigo de natura humana,
rodeando, mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardinales y
morales, y por donde nos halla ms flacos y ms necesitados para nuestra
salud eterna, por all nos bate y procura tomarnos.

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