Amrica Latina
De la modernidad incompleta a la modernidad-mundo
Renato Ortiz
El hilo conductor de este ensayo no podra ser ms oportuno para la
expectativa mexicana de establecer el rumbo de la modernidad y la definicin
de contenidos cuando hablamos del Estado-nacin. Como veremos enseguida,
Renato Ortiz aporta el anlisis en perspectiva comparada para comprender el
esfuerzo que se ha hecho en Latinoamrica. Hay que advertir que el mtodo es
algo ms que un recurso, implica la definicin central de que en cada pas no
hay experiencias decisivas para ser emuladas por otros y que, en
consecuencia, tampoco hay atajos. La caracterstica de un Estado-nacin
siempre ser determinada por la tradicin, las identidades culturales y el capital
poltico entre otros aspectos de la vida de cada soberana. Pero, como advierte
el autor, tambin hay definiciones centrales o redefiniciones urgentes que
operan como nocin para esa empresa modernizadora.
Comienzo mi reflexin con una precaucin. No es fcil hablar de Amrica
Latina como si un continente geogrfico encerrase en s una totalidad nica. En
rigor, tal vez sera ms prudente hablar de "amricas latinas". Hay, primero,
diferencias sustanciales en relacin con el propio proceso de colonizacin, lo
que llev a un pas como Brasil a distinguirse de los otros, de tradicin
hispnica. No se pueden olvidar tampoco las multiplicidades regionales, como
las del Cono Sur y Amrica Central, adems de la diversidad de las tradiciones
indgenas encontradas por los colonizadores como, por ejemplo, los pueblos
nmadas en la selva brasilea y las civilizaciones estructuradas con Estado y
una jerarqua de clases, en el Mxico azteca o en el Per incaico. No obstante,
creo que es posible tratar la problemtica de la modernidad desde un punto de
vista ms genrico, subrayando ciertos trazos comunes a esta diversidad
evidente. Trazos que de nuevo, aunque definidos histricamente, se
diversifican en la constitucin de los destinos nacionales de cada pas.
Tambin hay que subrayar otro punto desde el comienzo de este texto. Mi
propuesta es considerar la modernidad como un discurso, un "lenguaje" a
travs del cual los latinoamericanos toman conciencia de los cambios que se
producen en sus pases. En este sentido, la modernidad no es slo un tipo de
organizacin social, es tambin una "narrativa", una concepcin del mundo que
se articula con la presencia real o idealizada de elementos diversos:
urbanizacin, tecnologa, ciencia, industrializacin, etctera. Veremos, por lo
tanto, que la "idea" de modernidad se ir transformando a lo largo de la historia,
a cada momento, en funcin de acontecimientos polticos, econmicos y
sociales; ir tomando diferentes formas.
Un primer aspecto a sealar, en cualquier debate, tiene que ver con el legado
del pasado. Ms precisamente, la constitucin de formas de organizacin social
y de sociabilidad establecidas durante el periodo colonial y las crisis de
independencia. Con esto quiero decir que la modernidad va a surgir a partir de
un umbral previo, de una tradicin socialmente configurada, de una sntesis
histricamente madurada en el contacto entre el colonizador, los pueblos
indgenas y, en el caso de muchos pases, del trabajo esclavo del negro
africano. En trminos comparativos creo que es necesario subrayar la
especificidad de este proceso. Contrariamente al sudeste asitico, India y el
Oriente Medio, no existe en Amrica Latina una herencia modelada por las
religiones y civilizaciones "universales" -confucionismo, hinduismo, budismo,
islamismo- que son concepciones del mundo que fundamentan y legitiman el
poder de un Estado territorial relativamente unificado (por ejemplo, el papel que
el confucionismo desempe en la unificacin de China imperial(1)). No existe,
tampoco, el florecimiento de una cultura letrada, cultivada por especialistas
(intelectuales), que haya implicado la emergencia de un pensamiento filosfico
de cuo religioso. La tradicin no es, pues, algo "milenario", que se prolonga
hasta el periodo colonial. En Amrica Latina, el contacto entre indgenas,
africanos, portugueses y espaoles crea una nueva tradicin, distinta de los
pases metropolitanos y del pasado precolombino. Qu se puede subrayar
como elemento comn en este proceso de formacin social que antecede los
primeros pasos de las revoluciones industriales?
La conquista de Amrica Latina signific la desagregacin de las sociedades
indgenas. Desagregacin social y fsica pues todas las proyecciones
demogrficas, independientemente de las situaciones de contacto, sea bajo el
dominio espaol o portugus, muestran la disminucin drstica de las
poblaciones indgenas. En Brasil las estimaciones oscilan en calcular entre dos
y cuatro millones de indgenas en el momento del descubrimiento, nmero que
se reduce a apenas 270 mil en la actualidad.(2) En Mxico, durante un siglo de
dominacin espaola, la poblacin indgena se redujo de 25 millones a uno.
Las antiguas formas de organizacin social fueron, por lo tanto, sustituidas por
otras, implantadas por los colonizadores. No se trata, sin embargo, de formas
"puras", espaolas o portuguesas; el mestizaje fue intenso, dando origen a una
poblacin mezclada y a una clase intermedia de mestizos. Esa mezcla se
acenta con la llegada de los esclavos africanos para trabajar en las minas,
plantaciones y servicios domsticos. Es necesario recordar que el proceso de
mestizaje no se limita a su versin racial sino que, en el contexto de la situacin
colonial, se reapropian creencias, comportamientos e instituciones.
Tomemos como ejemplo el sincretismo religioso: el vud haitiano, la santera
cubana, el candombl brasileo, son formas de religiosidades que surgen de la
interaccin entre la memoria colectiva africana y el catolicismo popular. Ellas
integran los cultos de posesin de las divinidades catlicas: Exu (en Brasil),
Legba (en Hait), que se asocian al demonio: Iemanj a Nuestra Seora; Oxal
a Jess; Oxn a Santa Brbara; Ogn a San Jorge. Pero, qu es el
sincretismo? Si tomamos como referencia la definicin propuesta por Roger
Bastide tenemos que "el sincretismo consiste en unir los pedazos de las
historias mticas de dos tradiciones diferentes en un todo que se ordena en un
mismo sistema".(3) Es, por lo tanto, un bricolage. La memoria colectiva africana
(o mejor, pedazos de esa memoria) seleccionara de la tradicin catlica
algunos elementos que le interesan. El ejemplo afroamericano es uno solo
entre muchos otros, sin embargo es revelador. En cierta forma, se puede decir,
metafricamente, que Amrica Latina es un lugar de sincretismo. Eso significa
que los grupos populares, sean indgenas o afroamericanos, tienen la
capacidad de traducir en lenguaje propio los elementos de la cultura
dominante. Las formas culturales, espaolas o portuguesas, por lo tanto, han
sido "aclimatadas" al nuevo medio social. En cierta forma, mirando el pasado
de nuestras sociedades, la discusin sobre la postmodernidad, en su vertiente
de hibridez de las culturas, me parece enteramente impropia. El proceso de
mezcla es parte constitutiva de estas sociedades y poco se relaciona con la
flexibilizacin del capitalismo o con la declinacin de la alta cultura (su mezcla
con la cultura popular producida por las industrias culturales, como quieren
algunos postmodernos).(4) El movimiento de mezcla es amplio y generalizado
pero no se realiza al azar. El colonialismo atribuye a las diversas culturas en
contacto una posicin diferenciada de poder. Hay una ntida jerarquizacin que
separa colonizadores, indgenas y negros. Eso significa que Amrica Latina
est profundamente marcada en su historia por las instituciones esclavistas y
serviles, discriminacin legitimada y sacramentada por la religin catlica, pues
en tanto vnculo entre las clases sociales y los individuos, sea en su vertiente
ms intelectualizada o popular sincrtica, el catolicismo acta como cemento
ideolgico de este orden social colonial.
Los movimientos nativistas y de independencia a finales del siglo XVIII y
comienzos del XIX, de alguna manera reorientan el modelo social y cultural
producido por el colonialismo. Los ideales iluministas, el liberalismo, el
pensamiento evolucionista de Comte, se contraponen al conservadurismo
vigente y al catolicismo tradicional.(5) Personajes como Bolvar (1783-1830) y
Sarmiento (1811-1888) son representativos de esta nueva perspectiva. Bolvar
cree que el hombre "fue creado para la libertad" y que el Estado, para
garantizar su libre arbitrio, debe ser reformado segn los principios
establecidos por la revolucin francesa.(6) Sarmiento considera que solamente
la educacin de las masas populares podra llevar a una transformacin
efectiva de las sociedades latinoamericanas. Su crtica a la repblica
oligrquica es tambin un libelo democrtico contra cualquier tipo de
esclavitud.(7) En verdad, la revolucin contra la opresin de las metrpolis se
hace en nombre de los ideales del iluminismo. Libertad, igualdad, fraternidad,
son valores que movilizan la pasin poltica anticolonialista. Los movimientos
nacionalistas desean sobrepasar la realidad social originada en la Colonia y
construir una nacin moderna. El ideario revolucionario se constituy as en un
complejo de ideas, un conjunto de imgenes, que sirven de gua de accin y de
prctica poltica: reforma del Estado, construccin de escuelas primarias,
distribucin de tierras, incorporacin de las tecnologas disponibles a las
prcticas agropecuarias existentes, construccin de ferrocarriles, etctera. Sin
embargo, esas ideas no se imponen por s solas, sino que se traducen y
adaptan de acuerdo con los intereses y las conveniencias locales. Tal vez, el
ejemplo ms elocuente de la distancia entre los principios del iluminismo y la
realidad oligrquica sea la introduccin de la Declaracin de los Derechos del
Hombre en la Constitucin brasilea de 1824. La universalidad de los ideales
democrticos choca completamente con las exigencias de una sociedad
esclavista. O, como dice Roberto Schwartz, el liberalismo es una "idea fuera de
lugar" que acta como elemento legitimador del mando oligrquico.(8) Se
construye as un Estado y un sistema jurdico que restringe la participacin
poltica y econmica a la lite dominante, al mismo tiempo que se preservan las
relaciones serviles moldeadas desde el periodo colonial.
La ruptura con Espaa y Portugal reorganiza las estructuras polticoadministrativas y jurdicas de cada pas. El sueo bolivariano pretenda hacer
de la Amrica hispnica un espacio poltico unificado, pero en la realidad
prevalecen los intereses de los sectores locales. Sucede que los Estados
nacionales se construyen a partir de estas organizaciones coloniales previas.
Ese es el momento cuando la problemtica de la modernidad, por primera vez,
se impone a los latinoamericanos. Ya no se trata de seguir los pasos de las
antiguas metrpolis, ahora las prioridades son otras. Las revoluciones
nacionales redefinen los parmetros de las sociedades latinoamericanas;
Espaa y Portugal dejan de ser un patrn de referencia, que es sustituido por
otro: la modernidad de algunos pases europeos. Francia e Inglaterra y, a fines
del siglo, Estados Unidos encarnan un nuevo tipo de organizacin social. En la
literatura latinoamericana, la influencia de esos pases fue vista muchas veces
bajo una ptica exclusivamente particularista. Por ejemplo, las reformas
urbanas realizadas en el cambio de siglo en Ro de Janeiro y en Buenos Aires
se consideraron como una especie de "afrancesamiento" del gusto local.
Inspiradas en las reformas del barn Haussmann tendran como finalidad nica
traer a Amrica Latina la esttica y los ideales de la belle poque. Cuando los
ojos se volvan a EU, lo que se valoraba era el espritu "pragmtico" y
"materialista", elementos considerados como inherentes a la "esencia" de la
vida estadounidense. Sarmiento, por ejemplo, quera transformar la Argentina
en "Estados Unidos de Amrica del Sur".(9) Por eso el debate europeizacin
versus americanizacin es fuerte entre los intelectuales latinoamericanos en el
cambio de siglo; como si fuese necesario elegir entre dos campos antagnicos.
Algunos, como Rod, consideran que el peligro de la (norte)americanizacin de
Amrica Latina comprometera de manera inexorable los principios
"espirituales" de la civilizacin europea.(10) Otros tenan una visin ms
pragmtica y vieron en EU un modelo a seguir. Pero no debemos engaarnos
con los trminos de la discusin, pues no es tanto la especificidad nacional de
esos pases lo que cuenta sino la realizacin de la modernidad en tanto forma
de configuracin social.
Si Pars puede ser vista como "capital del siglo XIX", como la considera
Benjamin, no es tanto por su "francit" sino por el hecho de que, en el mbito
de una ciudad, se expresan nuevas relaciones sociales. Pars es un lugar de
modernidad.(11) En este sentido, la reforma urbana de Buenos Aires y de Ro
de Janeiro revela menos una "imitacin del gusto francs" que una tentativa
frustrada de incentivar un urbanismo moderno. Desde esta perspectiva, el
debate europeizacin versus americanizacin refleja no solamente una
preferencia por este o aquel pas, por Europa o por EU, sino sobre todo un
horizonte que toma diferentes realizaciones de modernidades como modelos a
seguir. En este movimiento de redefinicin de los parmetros, Espaa y
Portugal son dejados de lado justamente por ser pases que continan en la
periferia de la modernizacin del continente europeo. Las referencias a las
antiguas metrpolis se vuelven as cada vez ms apagadas.
Como en Europa, el siglo XIX latinoamericano es el siglo de las naciones, pero
mientras que en pases como Inglaterra, Francia y Alemania la emergencia de
la nacin est ntimamente asociada a la consolidacin de la modernidad, en el
caso latinoamericano encontramos una disociacin de esos dos movimientos.
Durante el siglo XIX se suea con la revolucin industrial pero sta slo se
concretar en el siglo XX, momento cuando las sociedades latinoamericanas
efectivamente se modernizan. En este sentido, hay un desfase entre el ideal
buscado y la realidad alcanzada. Cada pas, al imaginar su identidad nacional,
tena como referencia obligatoria lo que pasaba en Europa (en parte de ella
para ser ms preciso) o en EU. La imagen reflejada en el espejo ser as
siempre distorsionada. En el fondo, se desea aquello que an no se es.
Una comparacin con Japn resulta, en este punto, esclarecedora. La
revolucin Meiji tambin quiere modernizar el pas y los puntos de referencia
tambin son los mismos -el mundo "occidental" industrializado.(12) Pero el
desfase en relacin con la modernidad se percibe a partir de la propia tradicin.
Los japoneses quieren la tcnica y la ciencia "occidental" administrados, sin
embargo, por la moralidad "oriental". Dicho de otra forma, el pasado Tokugawa
(o mejor, parte de l) se valoriza en tanto elemento articulador de la
modernidad que se va a construir. Los valores confucionistas -piedad filial y
ascetismo- empiezan a considerarse el suelo en el interior del cual se asienta
una modernidad especficamente nipona. En Amrica Latina la tradicin
mestiza es vista por la lite dominante como un obstculo, una traba, algo que
debe ser superado. De ah la inevitable contradiccin entre el ideal que se ha
fijado y la realidad vivida. Esta contradiccin se manifiesta de varias formas. Tal
vez la ms visible sea la oposicin entre civilizacin y barbarie. Ella atraviesa
diferentes aspectos de las manifestaciones sociales y culturales. Un ejemplo
sugestivo es el carnaval brasileo.(13) La prensa de fines del siglo XIX haca
una distincin clara entre un carnaval "grande" y uno "pequeo". Esta ltima
denominacin cubra diversas formas populares (desfile, "ranchos", bombos)
mientras que la primera se reservaba para calificar una forma ms "civilizada",
"pulida", de festejar el reinado de Momo. De origen urbano, este carnaval
legtimo, inspirado en las tradiciones europeas de los arlequines y las
colombinas, se expresaba en los desfiles y procesiones organizados por las
sociedades carnavalescas. La actitud del poder pblico en relacin con esos
dos tipos de carnavales era diferente y discriminatoria.
Mientras que las formas carnavalescas importadas de Europa, o sea, el
carnaval veneciano, eran incentivadas y valoradas, el carnaval popular era
reprimido al considerrsele fuente potencial de disturbios. Como sealaban los
peridicos de la poca: "Este carnaval simboliza el imperio de la luz invadiendo
el imperio de las tinieblas -la civilizacin versus la ignorancia".(14) Los
articulistas adems vean en esta forma europea de actuar la diversin un
elemento didctico para educar a la poblacin: "El carnaval, reuniendo al
pueblo, ensendole la elegancia de las maneras, del lenguaje, las reglas de
urbanidad, despertando en ellos el deseo de conocer los personajes que
resucita, ir de ao en ao desarrollando y aprovechando todas las
circunstancias que puedan contribuir a su victoria".(15) Por lo tanto, la lite
gobernante podra desempear un papel civilizatorio sacando a las masas de
su oscuridad secular. No deca Sarmiento que la educacin era la nica
manera de salir de la Edad Media "compensando la sangre indgena con las
ideas modernas"?
El intelectual argentino Carlos Octavio Bunge no dudaba en afirmar: "Nunca
podremos cambiar nuestra historia, nuestra sangre ni nuestro clima, pero
podemos europeizar nuestras ideas, sentimientos y pasiones".(16) La
modernidad perifrica slo poda, por lo tanto, expresarse como un simulacro
de la modernidad europea.(17) Esta imitacin poco convincente de lo que
pasaba "all afuera" tena como contrapartida la imposibilidad de que las
instituciones modernas se arraigaran plenamente en Amrica Latina. Las
instancias polticas, los organismos legales, la economa capitalista, eran vistos
como incompatibles con el legado tradicional. Al viajar a tierras tan extraas,
hostiles, ellas se desvirtuaran de sus objetivos iniciales. Hay, por lo tanto, en
Amrica Latina, sobre todo a finales del siglo XIX y comienzos del XX, un
profundo pesimismo en relacin con la modernidad.
Ese es el momento cuando proliferan las interpretaciones raciolgicas que, de
una manera fatalista, buscan comprender el destino de las naciones
latinoamericanas. En Brasil, Silvio Romero, Nina Rodrigues, Euclides da
Cunha, intentan definir lo brasileo como un ser mestizo oriundo de tres razas:
el negro, el indio y el blanco. Combinando las "teoras raciales" con la influencia
del medio (el determinismo geogrfico es una referencia importante para los
intelectuales de esa poca) intentan forjar una identidad nacional que no deja
de ser problemtica.(18) En realidad, medio y raza se constituan en categoras
de conocimiento que definan el cuadro de interpretacin de la realidad
brasilea. La comprensin de la naturaleza, de los accidentes geogrficos,
esclareca as los fenmenos polticos y sociales propios. Combinada a los
efectos de la raza, el cuadro se completa. La historia brasilea era entendida,
de esta forma, en trminos deterministas pues clima y raza explicaban la
naturaleza indolente del brasileo, su incapacidad para la realizacin de actos
previsores y racionales, las manifestaciones tibias e inseguras de la lite
intelectual, el lirismo caliente de los poetas de la tierra y la sexualidad
desenfrenada del mulato. Eso no pasa slo en Brasil. Los estudios nos
muestran cmo tambin en la Amrica Latina hispnica la problemtica racial
se planteaba en trminos idnticos.(19) Frente a esta mezcla de razas, el
mundo blanco se ve inferiorizado por la amenaza de las "razas inferiores"
(indios y negros). El cruce racial, la mezcla, es en este sentido un problema y
no una virtud, pues inevitablemente contribuir a la degeneracin de las
cualidades indiscutibles de la civilizacin blanca. De ah el uso recurrente del
argumento del incentivo a la inmigracin europea (italianos, alemanes,
etctera); a fines del siglo XIX sta se justifica como una terapia para contener
la contaminacin racial. Cito, entre otros, al argentino Juan Bautista Alberti: "Es
necesario incrementar el nmero de nuestra poblacin y, sobre todo, cambiar
su condicin en el sentido ventajoso de la causa del progreso. En Amrica
gobernar es poblar y el poblamiento coordinado por la accin de leyes,
gobiernos e individuos, debe atraer la inmigracin espontnea de razas
vigorosas y superiores, que mezclndose a la nuestra, traigan ideas y prcticas
de libertad, trabajo e industrias. No se debe promover, y s contener, la
inmigracin de las razas inferiores".(20) Civilizacin y progreso slo podran
alcanzarse cuando se diera un "blanqueamiento" de la sociedad como un todo.
Las teoras raciolgicas, en verdad racistas, asociadas al determinismo del
medio, permitan que cada nacin latinoamericana imaginase su propia
identidad nacional. En cada lugar, diferenciado por su especificidad geogrfica,
la mezcla racial habra engendrado un "pueblo" particular. Pensamiento
fuertemente influenciado por las ideas europeas del siglo XIX, las
interpretaciones de Gobineau, el evolucionismo y el darwinismo social
terminaba evidentemente en un impasse. Debido a problemas atvicos la
modernidad se volva una incongruencia. Esta visin negativista comienza a
alterarse a comienzos del siglo XX. Se puede decir que los conceptos de "raza
csmica", de Jos Vasconcelos, y de "democracia racial" de Gilberto Freyre,
muestran justamente este movimiento de cambio. Vasconcelos cree que la
"raza csmica" de los latinoamericanos sera la primera "raza sntesis del
mundo"; en este sentido, el proceso de mestizaje en Amrica Latina habra
conseguido realizar la "misin histrica" de constituir una "quinta raza" en la
cual se fundiran las cualidades y los destinos de todos los pueblos del planeta
(sic).(21) Por su parte, Freyre considera que el Brasil mestizo es el resultado de
la aculturacin armnica de pueblos y culturas que viven en un mismo
territorio.(22) El encuentro del portugus con el indio y el negro habra
engendrado una "democracia racial" donde todas las contribuciones culturales
estaran igualmente representadas. No se puede negar que esas
interpretaciones, adems de fantasiosas, integran una buena dosis de
conformismo ideolgico (el nfasis en la sntesis racial tiende a afirmar la
existencia de una sociedad armnica, ocultando as los conflictos tnicos y de
clase). Sin embargo, importa poco para nuestra discusin la fantasa
exagerada de los autores que introducen tales conceptos.
Esas nociones, por ms imprecisas que sean (y no olvidemos que contienen
mucho de ideologa), invierten la relacin de negatividad que exista
anteriormente. El mestizo es valorado en cuanto positividad. Esta reorientacin
del pensamiento latinoamericano corresponde a transformaciones profundas de
la sociedad: reforma agraria, un proyecto efectivo de revolucin industrial,
urbanizacin, racionalizacin del aparato del Estado, redefinicin de la nocin
de trabajo (en una sociedad servil el trabajo no poda ser considerado como un
valor). La revolucin mexicana expresa dos problemas fundamentales de las
sociedades latinoamericanas: la cuestin de la tierra y la de los derechos
polticos. La primera apunta a una nueva propuesta, comn a diversos pases:
la reforma agraria. La segunda, a la participacin de las clases populares en la
vida poltica. Las reformas y revoluciones -frustradas o realizadas- en pases
como Guatemala, Chile, Bolivia, Per, Cuba, muestran la existencia de un
movimiento de cambio que es muy amplio y que implica a Amrica Latina como
un todo, y expresa una tendencia que Octvio Ianni, sugestivamente, llam de
"metamorfosis de la poblacin en pueblo",(23) proceso que comienza a tomar
como meta fundamental el desarrollo econmico. La aparicin de la Cepal
(Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe) a finales de los aos 40
es un ejemplo significativo de los cambios que estaban ocurriendo. La Cepal
promueve una revolucin en el mundo de las ideas y en la poltica. Un grupo
importante de intelectuales intenta establecer un diagnstico de las causas de
la estagnacin de la regin y propone polticas concretas que debe
implementar el Estado (por ejemplo, sobrepasar la fase de importacin de
productos y exportacin de materia prima, tema sintetizado en la propuesta de
sustitucin de importaciones). En este sentido, el peso del pasado ser
equilibrado por la accin en el presente, o como lo dijera Ral Prebisch, las
fuerzas del desarrollo deberan ser "deliberadamente regidas" por el
planeamiento estatal.(24) En realidad, la nocin de desarrollo es una ruptura
respecto del pesimismo que reinaba anteriormente. Esta nocin supera las
dudas de las explicaciones raciolgicas depositando en la sociedad y en la
economa las esperanzas de transformacin social. Dentro de este contexto
tambin las manifestaciones de cultura popular, antes vistas como seales de
barbarie, son redefinidas en tanto "races" nacionales; es decir, son valoradas
como smbolos potenciales de construccin de la identidad nacional (por
ejemplo, la emergencia del samba -que era considerado hasta entonces como
msica de negros- como un elemento "constitutivo" de la identidad brasilea; o
el tango, msica asociada a las clases subalternas urbanas, que se convierte
en smbolo de la argentinidad). Tambin las manifestaciones culturales que se
desarrollan en torno de los nuevos medios de comunicacin, principalmente la
radio y el cine, refuerzan este sentimiento de nacionalidad.(25) Melodramas,
radionovelas, filmes, poco a poco se constituyen en expresiones identitarias de
cada pas y lugar. Movimiento que se encuentra ntimamente vinculado al
populismo de los aos 30, 40 y 50, pues el Estado nacional, para constituirse
como tal, debe buscar en la cultura popular los elementos apropiados para su
propia legitimacin.
Valorar la modernidad como positividad no significa, sin embargo, obtenerla. El
dilema latinoamericano est en el proceso de su realizacin. Los Estados
nacionales deben construir lo que an no poseen. En ese sentido, lo que se
desea slo puede ser encontrado en el futuro. En Amrica Latina la
modernidad es siempre un proyecto (en el sentido sartreano del trmino), una
utopa, algo que pertenece al porvenir. Por eso, el modernismo latinoamericano
se diferencia del europeo.(26) En los pases ya industrializados el modernismo
plantea la cuestin de la forma artstica como una adecuacin a la propia
transformacin de la sociedad. El mundo de la revolucin industrial exiga del
artista una reformulacin de sus ideas. El impresionismo y el art nouveau
correspondan a la realidad social que los contena. Ellos traducan la
materialidad de la vida moderna (luz elctrica, tranvas, sistema ferroviario,
automviles, efervescencia cultural de las metrpolis, etctera). En Amrica
Latina faltaban precisamente esos elementos de modernidad. El modernismo
existe pero sin modernizacin. Los artistas latinoamericanos tenan la intencin
de ser modernos, pero su propuesta, lejos de ser palpable, era un proyecto. No
es por azar que los participantes de esos movimientos (muralistas mexicanos,
pintores y ensayistas brasileos) se integran al proceso poltico de construccin
de la identidad nacional. Las obras iconogrficas de Siqueiros, Rivera y Orozco
utilizan claramente los avances experimentales de las vanguardias europeas,
pero sus obras slo se expresan completamente cuando integran los
elementos de una cultura popular nacional (diseos inspirados en las culturas
maya, azteca, y en la tradicin campesina).
La mezcla de esos elementos populares no es un anacronismo, algo
incompatible en la nocin de modernidad; se trata de una respuesta posible de
la modernidad mexicana, que en la poca exista slo como potencia
canalizada por la accin del Estado y configurada en la bsqueda de la
identidad nacional. La apelacin a la tradicin era una exigencia social. La
recuperacin de la cultura popular fue la manera que encontraron los artistas
para expresar los ideales vanguardistas y el proyecto de construccin nacional.
Es, pues, en la esfera de la poltica donde la inspiracin artstica encuentra un
terreno propicio para su manifestacin. Los artistas latinoamericanos se
distancian del ideal de Flaubert, de l`art pour l`art. El componente poltico
atraviesa constantemente el ideario nacionalista comprometiendo lo que Pierre
Bourdieu denomina el "campo autnomo" del universo artstico.(27) Arte y
poltica son trminos complementarios. El artista es un intelectual
"comprometido" cuyo compromiso con el destino nacional se encuentra
expresado en su texto, su pintura, su poesa. Lo "moderno" es as anunciado
en el arte, pero su realizacin efectiva est desfasada en el plano temporal. Se
puede decir lo mismo de la teora desarrollista (en boga en los aos 50).
Cuando sus portavoces afirmaban, "sin una ideologa del desarrollo no hay
desarrollo", lo que se estaba repitiendo era la anterioridad del proyecto de
modernizacin en relacin con el subdesarrollo existente. Cito a Alvaro Vieira
Pinto, un representante paradigmtico de este tipo de pensamiento: "Nuestros
mejores hombres no tomaron conciencia objetiva de nuestra realidad; eso los
privaba de tener una percepcin histrica segura y global, hacindoles perder
el norte, lo que contribuy al atraso de nuestro proceso de desarrollo, pues no
hay interpretacin sin categoras previas de interpretacin. (Ms adelante
agrega:) Debemos concebir el desarrollo como un proceso que encuentra su
definicin en la finalidad a la que se dirige. No se trata del concepto vago e
impreciso de la finalidad en general, sino de la finalidad rigurosamente fijada y
lcidamente comprendida, pues sin la claridad y la exactitud de los fines
declarados, el proceso no se podra constituir... De aqu se desprende la
posibilidad de que la ideologa del desarrollo nacional sea no un esquema
conceptual, abstracto e improductivo, sino una concepcin general de la que se
desprenden lneas inteligibles de accin prctica rigurosa".(28)
El trmino ideologa tiene, en este caso, una inflexin positiva (dira que casi
gramsciana). Cabra a los intelectuales "tomar conciencia" del proceso de
subdesarrollo y trazar una lnea de accin para superarlo. Las expectativas son
as diferidas en el tiempo. El fruto de las transformaciones pertenecen a un
tiempo futuro. Esta forma de pensar la modernidad tiene algunas implicaciones.
La primera de ellas es que tradicionalmente en Amrica Latina la modernidad
tendi a ser vista de manera acrtica. Lo moderno es visto como un valor en s,
una meta que necesariamente debe ser alcanzada. En Brasil,
sintomticamente, los crticos de la modernidad siempre fueron los
intelectuales tradicionales (utilizo la categora de Gramsci). Tal vez el ejemplo
ms significativo sea Gilberto Freyre. Su insistencia en retratar una historia
brasilea a partir de la casa-grande no slo revela una actitud seorial sino que
tiene un significado ms amplio cuando se opone al orden industrial que se
implanta en Brasil en la dcada del 30.(29) Por eso reencontramos en su obra
la polaridad tradicional/moderno, pero en este caso reinterpretada como
valorizacin del orden oligrquico. Es sugestivo el contraste que el autor
construye entre San Pablo y el Nordeste. San Pablo es "locomotora", "ciudad",
"burguesa", "industrializacin", all florece el gusto por el trabajo y por las
realizaciones tcnicas. El Nordeste es "tierra", "campo"; sus habitantes
telricos y tradicionales conservaran por eso las "autnticas" races brasileas
amenazadas por la modernidad. Expresada entre el pensamiento conservador
y la cuestin nacional, la modernidad fue asumida como un valor en s, sin que
para eso fuese necesario cuestionarla. Deriva de ah una actitud ambigua en
relacin con la tradicin. Ella es simultneamente fuente de identidad y
obstculo que debe ser superado. En tanto que positividad, la tradicin es la
matriz de la cultura nacional, en ella se arraiga la cultura particular de cada
pueblo, sin embargo, como la tradicin se deriva de la cultura popular, cabra al
"progreso" redefinirla. Lo moderno sera, en principio, este elemento de
superacin pero tiene, adems, otra implicacin respecto del pretendido
dualismo de las sociedades latinoamericanas. Cito un ejemplo: el populismo.
En la visin de muchos autores el populismo sera una especie de conjuncin
de temporalidades distintas.(30) Se considera, por un lado, que las clases
populares, recin constituidas en el proceso de urbanizacin, no disponan
todava de condiciones psicosociales o de un horizonte cultural compatible con
el comportamiento democrtico. Por otro, que la sociedad urbana-industrial no
dispona de instituciones polticas capaces de incorporar a las masas populares
en los cuadros de una democracia representativa. El populismo sera as una
solucin de compromiso, un fenmeno de "transicin". Subrayo el trmino pues
tiene una influencia decisiva en varios anlisis sobre la poltica latinoamericana
(por ejemplo, "transicin democrtica"). Pero transicin hacia dnde?
Evidentemente, hacia algo que se delineara en el futuro. No es, pues, casual
que la teora de la modernizacin, elaborada en las universidades americanas
en los aos 50 y 60, haya tenido una gran repercusin en los estudios
latinoamericanos. Rostow, de manera simplista y reduccionista, alimentaba una
visin teleolgica de la historia en la que toda sociedad humana debera
necesariamente pasar por las siguientes fases: tradicional, take off (arranque
hacia la industrializacin), madurez y, por fin, la era del consumo de masas.(31)
Evidentemente esta perspectiva privilegiaba una ideologa de americanizacin
del mundo, pues EU era visto como la nica sociedad de masas digna de ser
considerada un modelo.
Mientras tanto, los aspectos ideolgicos, a pesar de importantes (fueron
fuertemente criticados en Amrica Latina(32)), son menos relevantes para
nuestra discusin. Importa subrayar que la dicotoma tradicional/moderno,
intrnseca a la teora de la modernizacin, asociada a la nocin de etapas, de
alguna manera se adecua a la expectativa de un desfase temporal del "atraso"
latinoamericano.Se daba por supuesto, por ello, que la modernidad se
realizara por fases de desarrollo, lo que implicaba aceptar que tendra un
sentido la realizacin de un patrn ya cumplido en las sociedades de Europa
occidental y en EU. La cuestin que se plantea es, pues, cmo comprender la
problemtica latinoamericana no como un desvo, un desfase, sino como la
considera Jess Martn-Barbero, "una diferencia que no se agota en el
atraso".(33) Eso implica admitir la existencia de una cierta originalidad en el
proceso de realizacin de las modernidades latinoamericanas, lo que
necesariamente nos lleva a revisar la nocin (muchas veces ms implcita que
explcita en los anlisis sociolgicos) del patrn referencial de modernidad. No
creo que sea casual el paulatino abandono del concepto de modernizacin y su
sustitucin por el de modernidad. Modernizacin implica una accin dirigida
hacia algn lugar. Posee un origen, un patrn de referencia y un sentido.
Es este sentido el que se encuentra actualmente en cuestin. Cuando
Eisenstadt habla de "mltiples modernidades" lo que quiere decir es que la
matriz "modernidad" se realiza histricamente de forma distinta.(34) En cada
lugar se actualiza y se diferencia. Pero si eso es verdadero, tenemos que
disociar la matriz de su lugar de origen Europa u "Occidente", como quieren
algunos-. Si es posible decir con Weber que la modernidad nace en
"Occidente" (sabemos que sta es una discusin interminable) debemos
enseguida agregar: la modernidad no es, en su naturaleza, occidental. La
matriz no se confunde con una de sus realizaciones histricas, la europea; sta
es slo la primera cronolgicamente pero no la nica ni su forma ms acabada.
El tema del "atraso" puede as repensarse pues la cuestin deja de ser
planteada en trminos temporales. Las comparaciones deben hacerse tomando
como punto de partida la diferencialidad de esas modernidades y no un futuro
incierto en el cual todas estaran reflejadas (en este sentido, tambin la nocin
de postmodernidad me parece inadecuada pues supone un pasaje temporal
que histricamente no se manifiesta de la misma forma en la realidad de las
sociedades existentes).
Si en los aos 30, 40 y 50, la modernidad era an un proyecto a ser construido,
a partir de las dcadas del 70 y el 80 mucho de lo que se reclamaba se realiz.
Los impactos de la primera y la segunda revolucin industrial se dejan sentir, y
en pases como Argentina, Brasil y Mxico se constituyen los mercados
nacionales con una dimensin considerable. Garca Canclini apunta algunos
hechos que indican un cambio estructural de los pases latinoamericanos: un
desarrollo econmico ms amplio y diversificado cuya base se apoya en el
crecimiento industrial y en las tecnologas ms avanzadas; la ampliacin del
mercado de bienes culturales, sobre todo en las grandes aglomeraciones
urbanas, donde hay un incremento de las matrculas escolares en todos los
niveles (primario, secundario, universitario); consolidacin y expansin del
crecimiento urbano a partir de los aos 40; introduccin de nuevas tecnologas
de comunicacin, particularmente la televisin; avance de movimientos
polticos progresistas.(35) Estas transformaciones son visibles en diferentes
niveles de la sociedad. Por ejemplo, en el campo gerencial. En diversos
sectores, junto al aparato del Estado y la industria, poco a poco se impone un
tipo de mentalidad donde la dimensin racionalizadora se hace cada vez ms
preponderante. En las polticas pblicas las propuestas de planeamiento
confieren coherencia y sistematicidad a los planes gubernamentales. En las
industrias y junto con las nuevas tcnicas de organizacin del trabajo, surgen
los nuevos administradores de empresas que contrastan con los antiguos
"capitanes de la industria" cuyo patrn de actuacin se pautaba menos por
criterios racionales (o sea, la eficiencia del mercado) que por injerencias de
estatus, favores y padrinazgos.(36)
En verdad el proceso de racionalizacin (para decirlo con Weber) se instituy a
travs de la conjuncin de la accin de instituciones diversas -Estado,
empresas, universidades, sindicatos- logrando que los pases latinoamericanos
se distancien as de su pasado rural y arcaico. Tal vez el mejor ejemplo de
esos cambios sea la llegada de las industrias culturales. A partir de los aos 60
y 70 se desarrollan tanto que llegan al punto de promover el consumo nacional
de bienes culturales a una escala hasta entonces desconocida. Se constituye
as una "cultura de masas" industrialmente producida por sectores
especializados (industria fonogrfica, televisiva, publicitaria de revistas,
etctera). Entre ellas, la televisin es, sin duda, una de las ms importantes
pues en pases como Brasil, Argentina, Mxico y Venezuela cubre
prcticamente toda la extensin del territorio llegando a las diferentes clases
sociales.(37) En este sentido, la nocin misma de la cultura popular se
modificar. En los 30, 40 y 50 lo popular se encontraba ntimamente asociado a
la idea de races locales (nacional o regional). Cultura popular significaba
tradicin. La industrializacin de los bienes de consumo redefine lo popular en
trminos de modernidad. Por ejemplo, la fabricacin de un producto como la
telenovela
supone
diferentes
etapas:
tecnolgica,
administrativa,
mercadolgica y, por ltimo, esttica.(38) Ella presupone la existencia de
organizaciones industriales consistentes, de una estrategia publicitaria a nivel
nacional, de mercados de bienes materiales y simblicos consolidados (como
la presencia de un conjunto estelar de artistas de radio y televisin), de un
sistema televisivo amplio y, por ltimo, del hbito de ver televisin. Si Televisa
(Mxico) y Globo (Brasil) pueden apropiarse de sus mercados nacionales, e
incluso impulsar un mercado latinoamericano de telenovelas, para competir con
las series estadounidenses, es porque existe una sofisticada elaboracin de un
producto industrial articulado a sus estrategias de mercado.(39)
Las industrias culturales introducen adems nuevos estilos-de-vida, lo que
significa la emergencia de nuevos patrones de sociabilidad y de legitimidad
cultural. La industria cultural, por su fuerza y extensin, se vuelve una instancia
de socializacin que ahora entra en competencia con otras instancias: la
familia, la religin, la vida en las regiones rurales, etctera.(40) No debe
olvidarse que en Amrica Latina la escolarizacin de los sectores populares es
muy deficiente. Al contrario de lo que ocurri en Europa y EU el acceso a la
escolaridad no se constituy en un derecho universal. Los ndices de
analfabetismo y las barreras que existen para el paso de la enseanza primaria
a la secundaria, sin duda, certifican la realidad de este proceso de
discriminacin social. Eso hace que la escuela, en tanto instancia de
socializacin, no pueda competir seriamente con las industrias culturales.
Estas, por su capacidad abarcadora, difunden sin grandes obstculos gustos,
maneras de pensar, concepciones de vida, que rpidamente echan races en
los hbitos populares. Las industrias culturales redefinen, por lo tanto, el
panorama cultural latinoamericano. Modernas en su configuracin
(racionalizacin de la gestin y de la tcnica utilizada) y en su difusin
(productos ofertados), contrastan con la idea de una Amrica Latina rural,
oligrquica "atrasada". Ciertamente, muchos de los problemas anteriores
subsisten: pobreza; marginacin de las clases populares del acceso a los
servicios educacionales y de salud; desigualdad regional. Sin embargo, para lo
que nos interesa en esta discusin, se puede decir que se levanta en Amrica
Latina una "tradicin de la modernidad".(41) En realidad, cuando se habla de
tradicin normalmente pensamos en cosas pasadas, preservadas en la
memoria y en la prctica de las personas. De inmediato nos vienen a la cabeza
trminos como folclor, patrimonio histrico, como si esas expresiones
conservasen los marcos de un tiempo antiguo que se extiende hasta el
presente.
Tradicin y pasado se identifican y parecen excluir radicalmente lo nuevo,
identificado como moderno. Pocas veces pensamos lo tradicional como un
conjunto de instituciones y de valores que, incluso siendo productos de una
historia reciente, se nos imponen como una moderna tradicin, un modo de ser.
Es la tradicin en cuanto norma, aunque atemperada por la imagen de
movimiento y de rapidez. Pero, como nos ensea la antropologa, tradicin es
todo aquello que se inserta en la cultura de lo cotidiano. En este sentido, a lo
largo del siglo se construy en Amrica Latina una tradicin de la modernidad,
en la que se insertan patrones y referencias -tcnicas y sociales- que orientan
la conducta y las aspiraciones de los individuos. La modernidad se vuelve as
algo presente, un imperativo de nuestros das, y ya no ms una promesa
deslocalizada en el tiempo. Modernidad problemtica, controvertida, pero sin
duda parte integrante del da a da (aparatos de tv, automviles, aeropuertos,
shopping-centers, restaurantes, televisin por cable, publicidad, etctera). Es
dentro de este nuevo contexto, sobre esta moderna tradicin, en confrontacin
con otras tradiciones locales, se agrega un nuevo movimiento: la globalizacin.
Lo que haba sido redefinido internamente en el proceso de construccin de los
Estados-nacionales est puesto nuevamente en jaque.
La globalizacin introduce nuevos parmetros en la discusin.(42) Modernidad
y nacin son configuraciones sociales que histricamente aparecen juntas. La
primera surge con la revolucin industrial pero su forma material de existencia
se expresa en la nacin. La segunda, por su parte, se afirma a travs del
desarrollo de "su" modernidad. La nacin no es solamente una "novedad
histrica" (para decirlo con Hobsbawm) sino que en su interior surge y se
desarrolla un nuevo tipo de organizacin social. La globalizacin significa que
la modernidad ya no se confina a las fronteras nacionales sino que se vuelve
modernidad-mundo. El vnculo entre nacin y modernidad, por lo tanto, se
escindir. En este caso, las mltiples modernidades ya no seran slo una
versin historizada de una misma matriz, a ellas se agrega una tendencia
integradora que desterritorializa ciertos "tems" para agruparlos en tanto
unidades mundializadas. Las diferencias producidas nacionalmente estn
ahora en parte atravesadas por un mismo proceso. Por ejemplo, el surgimiento
de identidades desterritorializadas (el universo del consumo) que escapan a las
fronteras impuestas por las diferentes modernidades de cada lugar. Retomo en
este punto la definicin de Anthony Giddens sobre los estilos-de-vida. Giddens
considera que el trmino tendra poca utilidad en la comprensin de las culturas
tradicionales, pues presupone una eleccin dentro de una diversidad de
opciones posibles.(43) En esas sociedades, las prcticas rutinarias -las formas
de comer, los modos de vestir o de disponer el cuerpo- estaran, en gran parte,
codificadas por la costumbre pues se trata de hbitos que se imponen a los
individuos dejndoles poca libertad de accin. Giddens considera adems que
los estilos de vida se realizan en contextos especficos que l denomina de
"sectores". Cada "sector" constituira una "franja" espacio-temporal en el interior
de la cual se incluira un conjunto de prcticas adoptadas por los individuos en
sus diferentes actividades. El estilo-de-vida sera, as, una especie de
regionalizacin de esas actividades. En este sentido, los parmetros espacio y
tiempo son fundamentales.
Ahora bien, la idea de estilo de vida trae consigo la de desterritorializacin. Por
eso, la categora es ampliamente utilizada por las investigaciones de marketing
en sus anlisis de los mercados globales. "Joven", "pareja sin hijos", "personas
mayores", "mujer asalariada mediana edad" son clasificaciones que no se
vinculan a ningn pas especfico sino que agrupan a personas que se
encuentran distantes unas de otras. De este modo, son franjas espaciales las
que recortan grupos de individuos geogrficamente dispersos. Estas pueden
estar en Nueva York, Tokio, San Pablo o Pars; son sus estilos de vida,
objetivados en el gusto socialmente vlido (ropas, restaurantes, msicas
preferidas) y en los productos apropiados (marcas, colores, design), los que los
ponen en comunicacin. Ese movimiento de redefinicin de las identidades
atraviesa tambin a Amrica Latina. Eso significa que la discusin sobre la
identidad se desprende del destino del Estado-nacin y que el debate sobre
modernidad adquiere otra configuracin. De forma metafrica dira que es
posible ser moderno sin ser nacional (premisa enteramente distinta de los
principios que orientaron los movimientos modernistas en Amrica Latina
durante las dcadas del 20 y el 30). El proceso de globalizacin trae consigo,
adems, otros tipos de cambios; est cargado de implicaciones polticas que no
dejan de ser preocupantes. Nacin y modernidad eran movimientos que
utpicamente marchaban juntos en el contexto latinoamericano. El desfase
temporal existente entre ellos, en principio, poda resolverse a travs de la idea
de "proyecto nacional", es decir, a travs de la capacidad que el Estado-nacin
tendra que construir esta modernidad. En la medida en que modernidad y
nacin se vuelven trminos disyuntivos, la idea misma de proyecto nacional
entra en crisis. La autonoma que los Estados-nacionales latinoamericanos
tenan (o imaginaban tener) en la consolidacin de sus destinos colectivos ya
no se sostiene ms. Y eso sucede dentro de un cuadro inquietante, pues la
modernidad-mundo se estructura a partir de diferencias y de desigualdades.
Solamente un idealismo postmoderno puede imaginar la afirmacin pura y
simple de la diferencia como sinnimo de pluralidad y de democracia. La
construccin de las nacionalidades fue problemtica en Amrica Latina, pero
en el momento en que la idea misma de nacin entra en crisis (lo que no
significa decir que desaparezca) se llega al final del siglo XX sin que haya sido
posible revertir un cuadro de dominacin ya establecido. La afirmacin de las
diferencias debe, por lo tanto, ser calificada, pues en el contexto de un mundo
globalizado hay orden y jerarqua, y si algn pluralismo existe, deberamos
considerarlo como un "pluralismo jerarquizado"
Notas
1 Weber analiza muy bien el papel de los letrados en la unificacin china; v.
The Religion of China, Nueva York, The Free Press, 1964.
2 Sobre la controversia estadstica respecto del nmero de indgenas en Brasil,
consultar John Monteiro: "O Desafio da Histria Indigena no Brasil", en Aracy
Lopes da Silva (org.), A Temtica Indgena na Escola, Brasilia, Ministrio de
Educao e Cultura, 1995.
3 Roger Bastide, "Mmoire collective et sociologie du bricolage", en L`Anne
Sociologique, vol. 21, 1970, p. 101.
4 Nstor Garca Canclini muestra cmo el elemento de mestizaje es
fundamental en la constitucin de la cultura latinoamericana; v. Culturas
hbridas, Mxico, Grijalbo, 1989.
5 Para una historia de las ideas en Amrica Latina, consultar Leopoldo Zea: El
pensamiento latinoamericano, Mxico, Pomarca, 1965.
6 Ver Simn Bolvar, Escritos polticos, Campinas, Unicamp, 1992.
7 En sus escritos sobre la "cuestin americana", Sarmiento es un crtico
contumaz de la esclavitud en Brasil, Cuba y Estados Unidos; v. Len Pomer
(ed.), Sarmiento, San Pablo, Atica, 1983.
8 Roberto Schwartz, Ao Vencedor as Batatas, San Pablo, Livraria Duas
Cidades, 1977.
9 Sarmiento admira varios aspectos de la vida estadounidense: la ocupacin de
las tierras, los ferrocarriles, la expansin de la lectura. Cito uno entre sus
muchos pasajes sobre el tema: "La Europa con su antigua ciencia y sus
riquezas acumuladas durante siglos no puede abrir ni la mitad de los
ferrocarriles que facilitan el movimiento en Amrica del Norte. El europeo es un
menor que est bajo la tutela protectora del Estado; todo fue puesto en
ejercicio para conservarle la vida, todo, menos su razn, su discernimiento, su
arrojo, su libertad" (D. F. Sarmiento: op cit, p. 92).
10 Jos Enrique Rod (1871-1917), escritor uruguayo, sintetiza en su Ariel
(Campinas, Unicamp, 1991), el debate entre europeizacin versus
americanizacin. Recientemente, este debate fue retomado por el
latinoamericanista Richard Morse. Crtico de la americanizacin, propone a los
estadounidenses una inversin del "espejo de Prspero", sugiriendo que miren
la realidad de Estados Unidos teniendo como referencia la experiencia
latinoamericana; v. O Espelho de Prspero, San Pablo, Companhia das
Ltras, 1996.
11 Walter Benjamin, Parigi capitali del XIX secolo, Turn, Einaudi, 1986.
12 V. The Cambridge History of Japan: the Nineteenth Century, vol. 5,
Cambridge, Cambridge University Press, 1989; Shmuel Eisenstadt: Japanese
Civilization, Chicago, The University of Chicago Press, 1995.
13 V. Maria Isaura Pereira de Queiroz, Carnaval brsilien: le vcu et le
mythe, Pars, Gallimard, 1992.
14 Cit. en Olga von Simson, "Os poderes pblicos e a imprensa na
transformao do carnaval paulistano no sculo XIX", en Cadernos do CERU,
serie 11 nm. 1, mayo de 1985, p. 72.
15 Ibd.
16 Cit. en Jorge Larran Ibez, Modernidad, razn e identidad en Amrica
Latina, Santiago de Chile, Andrs Bello, 1996, p. 149.
17 V. Beatriz Sarlo, Una modernidad perifrica. Buenos Aires 1920 y 1930,
Buenos Aires, Nueva Visin, 1988.
18 Renato Ortiz, Cultura brasileira e identidade nacional, Brasiliense, San
Pablo, 1985.
19 Consultar Jorge Larran: op cit.
20 Cit. en Jorge Larran, p. 148.
21 Jos Vasconcelos, La raza csmica: misin de la raza iberoamericana
(1925), Mxico, Espasa-Calpe, 1982.
22 Gilberto Freyre publica Casa Grande e Senzala (Ro de Janeiro, Ed. Jos
Olympio).
23 Octvio Ianni, O Labirinto Latino-Americano, Petrpolis, Vozes, 1993.
24 Ral Prebisch, Hacia una dinmica del desarrollo latinoamericano,
Mxico, FCE, 1963.
25 Sobre los medios de comunicacin, consultar Jess Martn-Barbero, De los
medios a las mediaciones, Bogot, Convenio Andrs Bello, 1998; Anbal
Ford, et al, Medios de comunicacin y cultura popular, Buenos Aires,
Legasa, 1985; sobre el cine y la identidad mexicana, v. Nstor Garca Canclini
(org.), Los nuevos espectadores: cine, televisin y video en Mxico,
Mxico, Conaculta, 1994.
26 V. Ana Maria de Moraes Belluzzo (org.), Modernidade: Vanguardas
artsticas na Amrica Latina, San Pablo, Universidade Estadual do Estado de
Sao Paulo, 1990.
27 Pierre Bourdieu, Les rgles de l`art, Pars, Seuil, 1992.
28 Alvaro Vieira Pinto, Ideologia e desenvolvimento nacional, Ro de
Janeiro, Instituto Superior de Estudos Brasileiros, 1959, respectivamente p. 15
y p. 25. Sintomticamente, el primer captulo del libro de Celso Furtado,
Subdesenvolvimento e Estagnao na Amrica Latina (Ro de Janeiro,
Civilizao Brasileira, 1966), se titula "En busca de una ideologa del
desarrollo".
29 Gilberto Freyre, Interpretao do Brasil, Ro de Janeiro, Jos Olympio,
1947.
30 Consultar O. Ianni, A formao do Estado populista na Amrica Latina,
Ro de Janeiro, Civilizao Brasileira, 1975.
31 W. Rostow, Etapas do desenvolvimento econmico, Ro de Janeiro,
Zahar, 1964.
32 La crtica a la teora de la modernizacin no se resume en la dimensin
ideolgica, tambin el dualismo tradicional/moderno, campo/ciudad fue
bastante criticado por los autores de la "teora de la dependencia", v. Fernando
Henrique Cardoso y Enzo Faletto, Dependencia y desarrollo en Amrica
Latina, Mxico, Siglo XXI, 1969.
33 J. Martn-Barbero, op cit.
34 S. Eisenstadt, "Japan and the Multiplicity of Cultural Programmes of
Modernity", en Occasional Paper, nm. 15, Truman Institute, The Hebrew
University of Jerusalem, 1994.
35 Durante las dcadas del 70 y 80 el tema de la "transicin" domin buena
parte de la literatura de ciencias polticas en Amrica Latina. Bsicamente,
asociada a un debate sobre la modernizacin de la sociedad, se ocupaba del
pasaje de los regmenes autoritarios (Brasil, Uruguay, Argentina, Chile,
etctera) a las democracias representativas.
36 Sobre la transformacin de la mentalidad empresarial, v. Fernando Henrique
Cardoso, Empresrio Industrial e Desenvolvimento Econmico no Brasil,
San Pablo, Difuso Europia do Livro, 1972.
37 En esos pases la televisin llega a ms de 85% de los hogares; v.
L`Amrique Latine et ses tlvisions, Pars, Anthropos, 1995.
38 Sobre la telenovela consultar Renato Ortiz et al, Telenovela: histria e
produo, San Pablo, Brasiliense, 1989; Jess Martn-Barbero, Televisin y
melodrama, Bogot, Tercer Mundo, 1992.
39 En los pases latinoamericanos la audiencia de las telenovelas supera
mucho a la de las series estadounidenses. Debido a esta popularidad, cuando
las empresas tienen problemas de audiencia, muchas veces prefieren, como
estrategia de mercado, importar telenovelas de otros pases latinoamericanos
que sustituir su programacin por series estadounidenses.
40 Los demgrafos han llamado la atencin sobre la importancia de la
televisin como instancia de cambio comportamental. En el caso brasileo, sin
haber una poltica oficial de planeacin familiar, ocurri una abrupta baja de la
tasa de fecundidad: 1940: 6.16; 1960: 6.28; 1980: 4.35; 1997: 2.2. Los
estudiosos atribuyen a la televisin, y particularmente a la telenovela, la
responsabilidad de haber difundido patrones de comportamiento que influyeron
decisivamente en los hbitos familiares; v. Vilmar Faria, "Government Policy
and Fertility Regulation: Unintend Consequences and Perverse Effects", Texas
Population Research Center, Austin, Working Paper, mayo, 1990.
41 V. Renato Ortiz, A moderna tradio brasileira, San Pablo, Brasiliense,
1988.
42 Al respecto, v. R. Ortiz, Mundializacin y cultura, Alianza, Buenos Aires,
1997; Octvio Ianni, Teorias da Mundializao, Ro de Janeiro, Civilizao
Brasileira, 1994.
43 Anthony Giddens, Modernity and Self-Identity, Stanford, Stanford
University Press, 1991.
Renato Ortiz es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la
Universidad Estadual de Campinas, Unicamp (Brasil); autor, entre otros ttulos,
de Mundializao y cultura y Otro territorio.
Tomado de: http://www.etcetera.com.mx/2000/381/ensayos.html