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FRANCOIS WAHL
ek set OP 2b. F
eQué es :
el estructural ismo?
FILOSOFiA
La filosefio antes y después
dol estructuralisme
Tradvecin de
ANDRES PIRK
EDITORIAL LOSADA, S.A.
BUENOS AIRES‘Titulo origina!
Qwearco que lo etructuralirme?
Philosoplie
© Eétions du Souil, Paris, 1973
Bdieién exprosemente gutorizads porn Ta
BIBLIOTECA CLASICA Y CONTEMPORANEA
Questa hecho el depésito que previene la ley 11.723
Morea y cuvactertatieas gvifione vegietradas
ele Oficina de Patontes y Marcus de la Nackin
© Editorial Losada, 8. A.
Albina 1121,
Buenos Aires, 1975
Musteé ta exbierta
Suuvto Bstnossant
IMPRESO EN LA ARGENTINA
PRINTED IN ARGENTINA
Se termind do imprimir
el dis 24'do junio de 1975,
‘los Talleree Critcoe Cérdeba,
Batureyin 1350, Busnge Airse
Beta, primera eficiin conste
ever mil" ejemplare,
OE
INTRODUCCION GENERAL
Con esa especie de retraso infaltable, esa satis.
faccién en la reabsoreién y la aproximacién que
Parecen caracterizar toda Ia comunicacién cultu-
ral, los esfuerzos de los publicistas se multiplicaron
durante los ltimos aflos para ofrecer una vision
de conjunto del estrueturalismo enando ya hace
mucho tiempo que nadie esta en condiciones de
ofrecer tal vision, Los autores del presente traba-
jo se reunieron a partir de esta modesta convie-
cién: conveneidos de que aprenderfan los unos de
Jos otros casi tanto como el lector “no informado”
aprenderia de todos ellos,
En Ja medida misma en que el estructuralismo
ose vocacién eientifica, en que su trabajo no es
de orden ideolégico sino tedrieo, sélo puede eaptar-
0 en obra —sobre el terrono—, en Ia explotacin
de sus ‘liferentes materiales: en este caso un dis.
curso genérico tiene todas las posibilidades de ser
sélo palabrerio y vanidad, En itima instancia ha.
‘bed que proguntarse si aeaso una de las aportacio.
nes del estructuralismo no consiste en proscribir
el campo —por él conmovido— de las difuntas
7SSS a vin app ca
nid Gite Seta
ee eas
‘que se suceden las exposiciones que van a ser
ae
Pero no nos apresuremos a decir que et método
ae ee
Se ee
ee ne oe
eee
pudo ser elucidado para cada uno de esos objetos
(eas Sree alee ngs
tratamientos requeridos por objetos distintos).
Tesulté, casi en todos los casos, ubieada al final de
verano pasado: “el método estructural (suponien-
Los presentes ensayos flustran esta mutacin de
una manera tanto més impactante por euanto no
era premeditada: mas que partir de una definieién,
@ priori del método llamado estructural para legar
su aplicacin incipiente aqui o allé, eada uno par-
ti6 de su disciplina de estudio para buscar, sin pre-
concepeisn, si y en qué ésta habia cambiado —y de
qué manera ese cambio ponia de manifiesto algo
que tendria que llamarse estracturalismo—,
Nos habiamos reunido para escribir: ;Qué es et
estructuraitsmo? Lo que publicamos debiera titu
layse mejor: Acerca de recientes modificaciones
del sader y de aquetlo que las reiine como estruetur
ralistas. Seria un error considerar tal desplaza-
miento del eje como la seal de un reflujo 0 de una
incertidumbre: se trata mas bien (y en este senti.
0 tos autores agrupados aqui son muy signifieati-
vos) de los problemas de Ia sequnda generacién;
de los que se plantean en el momento en que ya no
se trata de producir los instrumentos revolueiona-
jos de una investigacién, sino de practicar esta
wwestigacion, de medir sua dificultades y quizé sus
mites no menos que su realidad, de verla retomar
su sitio en el desarrollo. continuo de saberes que
ella no tanto quebré como hizo resurgir, Esto e3
verdad, es percibido como verdad, incluso cuando
se trata, como sucederé en muchas oportunidades,
no de la continuacién de un discurso eientifico ya
eatablecido, sino de Ia interrogacién acerca di
osibilidad de constituir como ciencias determina.
dos campos del conocimiento cuyo rango atin se en.
cuentra mal definido,Digémoslo francamente: euando se nos pregun-
ta acorea del estructuralismo, no eomprendemos Ia
mayoria de las veces acerca de qué se nos quiere
hablar. Sueede, ante todo, que se corre un podero.
20 rumor entre las ranas que sostiene que el estruc-
‘turalismo es algo asi como una filosofia y que que-
rvfa suprimir muchas cosas buenas, particularmen-
te al hombre, Ea fécil imaginar la emocién de las
ranas: comparten ellas con Narciso la frecuenta-
nn de los bortles del agua. Pero si alguna conclu.
sién hay que extraer de la introduceién de las es
tructuras en la historia de Narciso, es precisamen-
te, la do quo éate no existiria de ninguna manera
si no tuviese su representacion all{ delante de ai, en
el agua, entre las representaciones distintas, de ra-
mas y de nemifares, y de que incluso tinicamente
al aprender (cosa que no podré hacer solo) con
«qué ausencia se teje esa imagen, de qué earencia
eel velo, podd, carencia a eu vex, llegar allf eomo
sujeto,
Se vert que entra aqui algo, en efecto, que puc-
de parecerse 2 una filosofia y que es uno de los
grandes desafios del pensamiento de nuestra Gpo-
‘ea; pero que no es el estructurslisme como tal.
Como tampoco es el estructuralismo, en el otro
extremo del pensamiento (y esta vez en el més
1bajo), ese guiso inverosimil que eada dia mas eons-
tituye el objeto de las converaaciones en torno de
Jas mesas familiares. Los éxitos (jaunque s6lo fue-
yan todavia parefales!) de una cfencia suseitan su
negociacién como ideas generales con las que no
sabe qué hacer: avisamos al lector que de estas tl-
timas no se encontrar ni la mia minima alusién
en ninguna de las exposicfones que seguirén. Una
10
ver més: nada sabemos acerea de ci
se afirma del estructuralismo,
Se comprende ahora que hayamos visto, durante
los Giltimos meses, a algunos de los ereadores de In
investigacién estructural, algunos incluso que en
los afios precedentes utilizehan con mayor disposi-
cidn el término “estructuralismo”, ar la pa
Jabra como una invencién de periodistas y expre-
sar temores acerca de los emparentamientos que
esta obra entrafiaria, El hecho es que, si nos atu
vigsemos a Ia elasticidad de las etiquetas, podria.
mos contar actualmente: dos eatructuralismos po-
sitivistas (de los cuales el segundo acusa al primero
de empirista), un estructuralismo simplemente ra-
cioualista, por lo menos dos estructuralismos que
anuneian una subversién del sujeto (de los enales
el segundo acusa al primero de reduecionista) ;
existo una filosofia en el sentido eldsieo que utiliza
el estrueturalismo y muchos estructuralismos que
pretenden refutar de por si toda tilosotfa, ete. El
estructuralismo parece estar en vias de dejar de
ser el protagonista para convertirse en In escena
en cuyo espacio todos 0 easi todos los papeles cla
sicos se vuelven a representar,
i todo lo que
Intentemos, pues, una operacién de deflacién y
xecordemos los Ifmites dentro de los euales tendria
‘que mantenerse una exposieién del estructural
Dijimos que se trata “simplemente” de cienci
ePero de qué ciencia?
En un texto célebre®, que seré estudiade mis
adelante, Claude Lévi-Strauss asignaba como obje-
2 Anthropotogie structurale, eap. XV, p. 806,
i
See eeetoa las ciencias estructuraies aquello que “presen
‘ta tin cardeter do sistema”, ox decir todo conjunto
: lomentos puede ser modi
de eual ninguno de ios eTeientas puede sex mod
__Hieade si provocar uma modificacion de todos
demas; proponia como su instrumento la construc-
‘edn de modelos como ley de su inteligibitidad
Jos grupos de transformaciin que gobiernan la
equivalencia entre modelos y presiden sus encaja-
gntontos. Si hublera que atenerse a esta definicidn,
io To que tafe a la idea do estructura, en otros
teins a une de lag grandes "formas de la
yazén, caevia bajo el rétulo del eatructuralismo y
habria que comenzar por las matematicas para des-
cender luego a través de la fisiea, 1a quimiea, Ia
Biologia... hasta las cieneias del diseurso, Seme
jante formula es demasiado extensa, Si bien recu-
bre un problema epistemolégico (y como tal, por
otra parte, la presentuba C. Lévi-Strauss) no da
cuenta del cardcter especifico del eampo en el que
acaba de operarse una ruptura® del saber.
Diremos —y es la Gniea manera de no caer on
1a confusién— que con el nombre de estructuralis-
‘mo se reagrupis las ciencius ded signo, de los sis-
temas de signos. Los hechos antropolégicos mas
diversos pueden entrar en él, pero sélo en tanto
asan por los hechos de lengua —en tanto estén
comprendidos en la institueién de un sistema del
Significante
tipo
y se adaptan a la red de una
Signitieado
6 Rupture epistemolgies © pasp de un disearso ideo
seo avuna ciencin: por lo tanto ato de nacimiento de cata
fiencia, Pero también ruptara en el sentido’ de wn ove
Aeelinds entze'tos dominios del saber
w
comunieacién— y de alli xeciben su estructura,
Esto es verdad para todos, indudablemente, pero
no para todos en igual grado y efertas dificultades
contra las cuales irén a chocar nuestras exposicio-
nes no tienen otro origen, Al menos tiene ale estar
claro que Tas estructuras que deberemos conocer
son: aguellas que se prestan para el intereambio
entre los hombtes por el hecho de la sigmifieacién
que engendran por su articalaeién al menos en dos
planos. No calificaremos —so pena de echar a per~
der la agudeza de nuestros instrumentos de amé-
lisis— de estructuralista a un procedimiento que
trate directamente acerea del objeto; aqui solo se
trata de representantes y de lo que la represen-
taclon (représentance) trae consigo.
Puesto que, en el signo, Io que hay de nuevo no
es el significado, sino su relacién con el signifi
cante, podria surgir Ta tentacién (yo personalmen:
te estaria tentado) de deeir quo ol estructuralismo
se define por este iiltimo, El hecho os que el sig-
nifieante obliga y que la légiea de sus exigencias
propias podria ser el hilo del eual prenderse para
Juzgar acerca de la radiealidad de los discursos que
se sostienen en nombre del estructuralismo. Pero
indudablemente ésta seria una definicién demasia.
do restrietiva ain hoy. Porque si se pone en tela
de juicio el paratelismo de los dos niveles del signo,
pronto nos veriamos Hevados —en virtud de ese
movimiento de la época al cual ya hice alusi6n, que
algo debe a Ia filosofia y que por lo tanto no os
‘micamente ciencia, que amenaza incluso con vol-
verse contra la concepetin que tenemos de la cien-
cin— a hacer caer toda una serie de “evidencias”:
vya-sea la anterioridad de lo que debe ser dicho res
18-peeto de To que se dice, en cuyo Ingar nos toparia.
see con “lo impensabie” do un surgimiento de la
Jotra en un eclipse del sentido; va sea la posicién,
fen el presente y en el centro, de un soporte de todo
iseurso, en cuyo lugar tendriamos que aprender a
jar como intrinseco al significante el eseamoteo
Ge todo contro y el constante retroceso del origen;
‘ya ea la autonomia iltima del sujeto que habla
frente a las Tenguas que utiliza, en cuyo ugar des-
cubririamos los efectos constituyentes del signifi
cante y el hecho de que quizds en él reside lo més
irreductible de cada “sujeto”. Cadena ésta de op-
‘eiones para el pensamiento ‘quo, como veremos,
puede desarrollarse no s6l0 a partir do las inves.
tigaciones estructurales.
Sea lo que sea, se habri advertido que el estruc-
turalismo es algo serio: él da derecho a la ciencia
a todo aquello que atafio al signo,
FW.
“
{Qué es el “estructuralismo” en filosofia? La
pregunta, que hay quo formular, se convierte de
inmediato en: gexiste un “estructuralismo” en fi-
Josofia? Nada es menos evidente, Y esta exposi-
cign corre el riesgo considerable de venir a ocupar
un lugar ficticio en la topologia del saber eontem-
pordneo. ;Con qué objeto?
Una primera inspeccién de los hechos casi no
permite responder positivamente. Tn el émbito de
Ja ciencia, los investigadores —Lévi-Stranss, los
lingtlistas, Lacan— que se hacen pasar 0 en un
‘momento se hicieron pasar por estructuralistas en
su campo de produccién tedrica, rechazan legiti-
mamente el califieativo de filésofos que se pre-
tende atribuirles (atribuirles simplemente, sin du.
da, porque todo saber nuevo aparenta ser tm saber
profundo que viene a ocupar el Ingar que hasta en-
tonces correspondia a los vértigos de lo incomnos-
cible). Més bien experimentarian la tentacién fre.
cuente de ver en Ia tradicién filoséfica aquello euya,
expulsign y término definitive deberia sefialar el
conocimiento estructural. En el otro bando, los
filésofos —Foucault, Althusser, Derrida—' que
Jhan tomado de las cfencias estructurales numero.
08 conceptos con los que trabajan, se niegan a que
15Se Tos eonfunda con un presanto ponsamionto es
faliste, cuyo tundamento les parece, en gra
‘encia histérica dobe ser interrogada, Bs signifi
fativo que en todos ellos una lengua diferente re.
{ome Ja de las cioneias estructurales para condu-
cirla hacia un diseurso que esti en otra parte, ; Por
‘qué, pues, hacer violencia a unos y a otros, por qué
forjar el concepto de una doctrina que no existe,
‘qué s6lo puede existir en Ia eontradiecién’?
Sin embargo, queda en suspenso un inlerrogan-
te. ¥ en primer término entre los investigadores
que, ex Ia mutacin que imponen a las antiguas
ciencias humanas, quisieran —tal vez por inge
nuidad— entender 1o que hacen. Aht donde un dis.
eurso llega a esa racionalidad formal que 10 con.
vierle en efencia no queda sitio para la filosofiay
Ik filosefia ya no tendré mea nada que decir s0-
bre el dominio a que se consagran Galileo 0 Saus-
sure, Pero en lo que hace al gesto de Galileo o de
Saussure, por el contrario, yen lo que hace a sti
importancia en enanto origen, Ia filosoffa eneuen-
tra un campo nuevo que sin su Investigacion pro.
pia quedaria sin duda en la oscuridad. Lévi-Strauss
© Lacan sefialan de buen grado que su intento ex-
cluye y desearta la filosofia: y esto es cierto en el
sentido de que lo despojan del ambito a que se do-
dean, pero es falso sl equivale a decir que el modo
en que lo desarrollan no debe eonstituir a su vez
el objeto de una interrogacién (que a su vez es
novedosa) sobre el tipo de “episteme” que presu-
pone, por ejemplo, 0 sobre la posicin que asigna
a la verdad en el campo perdido del deseo, !
1 No plantear a ls clenela el problema de la cieneia sera
16
Ademis, tendriamos derecho a retomar, por
nuestra parte, la pregunta del fildsofo a través
del interrogante que han formulado todos aquellos
‘que nos precedieron en este volumen: no tanto
,qué es el estructuralismo?”, sino mas bien “;d6n-
de se encuentra el discurso filos6fieo, después del
advenimiento de las ciencias estructurales, en Ia
actualidad?” No hay dudas en ensnto a Ta respues-
ta, Parece que durante algunos aflos Ia filosofia
10 més que repetir y asimi-
Jar Jo que leia en Lévi-Strauss, en Saussure, po-
nigndose al servicio del trastracamiento epistemo-
I6gico en curso en un terreno que hace poco atin
no consideraba como euyo. Pero en Ia actualidad
(y nosotros somos los primeros en experimentarlo)
se da entre los fildsofos una lasitud ante el exa-
men minucioso de los conoeimientos positives, esto
es, de su metodologia, y una voluntad de retomar
el trahajo sobre los conceptos fundadores, Se ha
desplazado el eje entre una y otra parte de este
pasaje histérico: la investigacién del sentido y de
lo vivido ha eedido ante el retorno de la elabora-
cién racional, el sujeto de In fenomenologia no ha
resistido los embates de Ia estructura, al marxismo
historicista de Ia praxis sigue un marxismo de la
praxis tebrica. Pero ya a través de este desplaza-
miento 0, mejor, gracias a 41, Ia construceién filo.
séfiea vuelve a encontrar una labor en que las nue
vas figuras del haber sélo desempefian un papel
flosofta aun positivist, Hacer resurgix on un lugar iné
fo, dose el intarior fle una redistribacién de las extract
vas lel taber, la Inberrogaetin dirigida al saber es retomar
el gesto flotstico, aunque sea para desmentir Ta ferma
(que le daba la tradiciéns do ant fa posiein de Lacan, la
‘ver fuora y dontro de la Tilosofia,
wwsominal, Bjemplo de ello son las obras de Foucault
y de Derrida, El gran juego de Io Mismo y de lo
Otro, de lo uno y de lo miltiple, del sujeto y del
objeto, de la plenitud y de la earencia, de lo dado
y del origen ha rotomado su curso. :
‘Pero de inmediato resultan necesarias las recti-
ficaciones. Pues, en los términos en que hemos
ejado que se plantearan, los dos problemas —el
de las transformaciones de la filosofia a prueba
de Jas ciencias estructurales y el del fundamento
que estas ciencias puedan darse— signen siendo
a Ia ver, desgracindamente, demasiado ambiguos
¢ impreeisos. Ello se debe a que no nos hemos dado
tun eriterio para aquello que en las cfencias y en la
filosofia depende del progreso estructural. Ahora
bien, ningtin disemrso es nunea totalmente homo-
géneo ni contempordneo de si mismo. Asi, en el
trabajo de teorizacidn que tiends a sustituir ante
nuestros ojos las pseudoempirias de Ja filologia,
de la critica literaria, do la etnosociologia y de 1a
psicologia por las investigaciones de formatizacién
totalizante de Ia lingiistica, de 1a poética, de la
antropologria y del psicoanslisis, todas las dimen.
siones probleméticas que surgen no se atienen de
la misma manera al nticleo conceptual del corte
estructuralista, Se habré podido observar, por
ejemplo, al leerse Jas exposiciones precedentes, que
hoy dia sigue pendiente el problema de determinar
si las operaciones de intercambio pertenecen 0 no
al mismo grupo de transformaciones que las ope-
raciones de comunicacién de las que habia partido
Ja lingtifetiea?: zdénde situar, entonces, Ia perti-
2 CE. 0, Duetot, HX, p. 100 y ss. ¥ Dan Sperber, esp. HT
18
nencia del método? ;Habré que limitar su campo
a articular en él varios tipos de sistemas? Asimis.
mo, un discurgo filoséfieo puede eonceder el lugar
més amplio a las adquisiciones de un saber, sin
haber integrado, no obstante, sus promises en las
eategorias que lo xespaldan: de donde una diseor-
dia que lo atraviesa de parte a parte. O bien, puede
también, como en una segunda vuelta de Ia inves-
tigaeién, volver sobre Tos. instrumentos con que
acepté operar en primer término y salvary a par
tir de ahf, un paso esearpado de distinta manera
que el de la cieneia y que no ee podria cargar, sin
a la cuenta de ésta,
Aqui, como ccurro siempre, las ensefianzas de
um simple inventario no podrian sex, pues, mis
ue engafiosas. La masa de datos histéricos que
‘tenemos ante nosotros s6lo nos proveerd una res.
puesta a condicién de.ser interrogada partir de
‘un eoneepto, confrontada eon un paradigma, Por
eso tenemos que retomar las cosas por el otro ex-
tremo, y si queremos brindarnos In oportunidad,
no hablar para no decir nada, tenemos que correr
el riesgo de delimitar arbitrariamente, ;Qué es 10
que ha hecho cambiar suficientemento de lugar el
«priori de las ciencias para que se pueda decir:
aqui comienza un2 nueva episteme? ;En ol uso
de qué Forma se reconocer4 el présiamo que hace
una filosofia a los diseursos gobernados por esta
episteme? En poeas palabras, ;dénde pasa la ce-
sura estructuralista? Lo hemos dicho al comienzo:
en el signo, Tanto historiea como conceptualmente
no existe otro Tugar para pensarla en su especi
cidad.
Baséndonos en este criterio vamos a releer algu-
194
:
/
i
nas de las obras que seiialan su proximidad a la
decadencia de las ciencias humanas, Digamos de
inmediato que ninguna de ellas nos pareceré con.
ceptualmente contempordnea del saber estruet.
ral, Unas, por no haber tomado sus fandamentos
el signo y de lo que éste entrafia, dondequiera
que veina, de mediacién esencial, volverin inde.
fectiblemente a los esquemas de’ inmediacién de
los fil6sofos de la coneiencia, en especial a los de
la fenomenologia. Las otras, para volver sobre Ta
forma muy antigua del signo y sobre las implica
ciones metafisieas de la estructura, conmoverdn,
con un gesto ain dificil de pensar, el eonjunto del
edificio epistemolégico quo, desde siempre, so atic.
ne a éstas. En ctialquier parte en que no se conci.
ba atin el signo en una posicién absolutamente
fundadora, el pensamiento todavia no ha hecho
Drofesién de fe estructuralista. Dondequiera que
Se objete el primado del signo, éste destruye o
desconstruye y el pensamiento todavia no ha hecho
Profesién de fe estructuralista, Dondequiera que
50 objete el primado del signo, éste destruye 0 des.
construye y el pensamionto ya no se encuentra
en la rbita del estructuraliamo.
20
1, ,BXISTE UNA EPISTEME
ESTRUCTURALISTA?
© DE UNA FILOSOFIA MAS ACA DEL.
ESTRUCTURALISMO: MICHEL FOUCAULT
jExiste una episteme estructuralista?
EI problema mismo que planteamos de este
modo no es teéricamente inocente, puesto que lo
que buscamos bajo el nombre de episteme difiere
por completo de una simple recoleecin o de un
inventario sistematico de los procedimientos de
conceptualizacion y de Investigacién que definen
la produecién del’ saber “estructural”: lo que el
siglo XIX hubiera denominado Ia metodologia de
las ciencias nuevas; una episteme es uno de esos
circulos velados, desnivelados, que sostienen con
su articulacién toda una variedad de discursos y
que precisamente el estrueturalismo nos ha ense-
fiado a conocer: se trata propiamente de una orga-
nizacién subyacente del seher, que proporcionaria,
mis alld de lo dado de los métados, algo asi como
su armadura inconseiente, a una época oa un re-
gistro de la elencia, Se dice algo que no aparece
bajo la libertad aparente de nuestra palabra, bajo
21el discurso pintoresco de nuestros mitos y de nues-
tras costumbres, algo ordena la aparente conf
sion del lenguaje: mo ha presidido algo igual,
mente, sin aparecer primero, el eumgimiento de
las ciencias y de las ciencins mismas que nos ha
cen entender esos diseursos segundos? En térmi,
nos claros, ¢no existe una estructura del saber
gue permita explicar Ia aparicién del estructura,
Hsmo y delimitar el eampo de su valider?
Para responder a esta interrogacién estamos a
Ta ver muy bien y may mal parados. Muy bien,
Porque ella gobierna el libro que Miche) Foucault
ha consagrado 2 lo que él denomina wna “arqueo,
lopia de las ciencias”: sefiatamiento de una serie
dle configuraciones o de principios de ordenamten,
fo Cepistemes) que han presidido sucesivaments
esde hace cinco siglos las empresas del saber y
cuya discontinnidad subterrénea condena al erro
{otk Is pseudohistoria progresiva de las cienciag
“Por més que tengamos la impresién de un movl
Tiento cast infnterrumpido de Ia ratio europea
desdo el Renacimiento hasta nuestros dias... toda
fsta cuasi continuidad al nivel de las ideas y de
les temas no es sin duda més que un efecto super.
ficial; en el nivel arqueolégico vemos que el sista,
ma de posibilidades ha cambiado totalmente
El modo de ser de las cosas y det orden que al re.
Partirlas las ofrece al saber ha sido profundamen,
feado.”® Muy mal, porque habiendo llega.
do precisamente a la mutacién que tiene lugar ante
Ruestros ojos de lo que se habia creido poder de,
signar, hace cincuenta afios, con el nombre de
“clencias humanas” y al intentar la mediacién de
9 Lee Mots et tee Chosen, pigs. 18-14
me entrafia la venida del lenguaje al centro de
glo xix; pero quizé, por el contrario, nos hallemos
a a ee
asisten al surgimiento de una nueva episteme,
Hay, oculia (“impensada”) en el corazén de ca-
da estado eaitural, una “modeled del orden",
que se da como “el suelo positivo” sobre cuyo fon:
do van a elaborarse necesariamente 1a clasifica
cién y Ia interpretacién de las experiencias; este
orden interviene todas las veces como una condi-
cién de “posibilidad” de las formas jerarquizadas
del conocimiento y de su teorizaciin; en suma,
funciona como un “a priori histérieo": tales son
los elementos que prove Miche! Foucault + para
una primera definicién de la episteme. Curiosa-
mente, dejan en la sombra un eoneepto que, a lo
largo de toda Ia investigacion histériea emprendi
da por Les Mots et lee Choses, se va a manifestar
como Io que rige a su ves el orden en sus ruta-
ciones: el del signa.
Refirdémonos solamente la definicién més ge-
neral atin y la més abierta del signo; vamos a to-
4 Leo Mote ot los Choees, pig. 12.marla do los flémente de sémioloyic de Roland
Barthes, que sigue casi al pie de Ja letra a San,
“Agustin: lo propio del signo consiste en estable.
Ger wna relatio entre dos relata,
Ta existencia de tne “red secreta segiin la eual
(laa coaas) se miran de algtin modo
otras”, el dospliegue 0 el excalonai
osis ent un cuadlro que indica no séle eémo recono-
terlas —éate seré el principio de todo conocimien.
to— sino también les relaciones de parentosco quo
lag rien * —esto es To que definiré su sentido—,
todo lo que constituye la episteme no puede eviden.
temente darse gin que con cada cosa venga inserita
para nosotros, de un modo u ofre, la configuracién
Ge sus rolucfones; de suerte que el pensar una de
ellas Hleve a pensar las otras, Desde el momento
en que hay euadricula, cada figura funciona en
ella como representante de una o varias otras y,
Jo que es més, como representante del cnadro en st
totalided, La episteme, como todo orden, comprene
de una semiologia,
Proposicién que ya proporciona el instrumento
adecuado para distinguir entre dos modos de
transformacién del orden: a reorganizacién de
sectores en el interior de una clasificacién que no
ha sido modificada en su conjunto, lo que podria
denominarse el retoque semiolégico (Foucault di-
ré que se pormanece en cl interior de una misma
5 Les Mots les Choses, pig. 11
© Tid, pig 16
24
episteme), y la mutacién del ordenamiento en su
principio, ex decir, del siono mismo, del tipo de
artiewlacion que establece entre representante y
representado, Por supuesto que aslo la segunda
interesa a In episteme como eondicién de un nuevo
estado del saber.
De la amplitud que puede tomar el retoque se-
miolégico vamos a tener mas adelante una medida
mejor cuando veamos e6mo In misma estructara
del signo ha gobernado sucosivamente al raciona..
lismo cartesiano y al empirismo del siglo xvi?
(la misma configuracién fundamental: el eundro
de ideas; pero un tomar en préstamo ideas de
Grdenes opuestos del eonocimiento) 0 el pos
mo comteano y la fenomenologia husserliana.® (la
‘misma ruptura de la representacién eomo aparien-
cia y de lo representado como orden interior, el
mismo recruzamiento en este tltimo de las fun-
cciones de fundacidn y do experiencia: que sélo ha-
bré de privilegiar alternativamente) 9,
7 Leo Mote ot lee Choses, expectalmento el cap, TIL
8 Thin, ean. TX, om pantionlar pare S24, 851. 390
8 No tow es posible abordar au! los problemas muy
siosos que plantear‘a ia comparaeién del modelo levi steave-
Stano del “pensamiento salvaje” eon tna episteme. 0) Es
Ianifiesto que Lévi-Stratiss #2 ocupa del pensamviento sat
‘yaje como Foncaalt so ceuparfa de worn opisteme: ademés,
Jas transforreacionee que efectia de ‘un Gominto, cknolopics
a otro y en particular de un tector del
ingtrumentos transparentea, al poder Seferen-
lo Lévi-Strauss define el pensamiettn salvaje Dor
41 recurso al tlymo, qua no es mat que tn eubstituty con
fretn,limitado, que abewura ef "denotho de ecestiu™ de Jo
Visible hacia 1b oeulta (ef, Le Penase aavinage, pac. 28)
aro Is loeturs do Foust se opome a la iden’ don mo
delo tnieo del signo; youn si se admite —To que noe pat
‘2 Festrietivo— que fate pueda funcionar core intermedia
25Les Mots ct les Choses ofvece numerosos ejemplos
histéricos de ta base y del redimensionamiento que
de juneién de In antropologia y de la historia, am.
ria, Segdn Marx, la expropiacién creciente del
Ae ser clerto qu el sin on gc is
‘Ro especifcamente “same del signe, oP Tee
poss el paneamniento salvalo tuncions como ut ete
‘lag etre do foda cmpisin'y ante i ae, SIN
TE tendo slempm. por elerta, la ms pona b cette fet
emumlete aie" pose ae PS, Sete fa
19 Lee Mots et lee Choace, pags. 265-275,
26
‘ma manera y provee un marco homogéneo de con-
ceptos. Acué como ahi, las mercencias y el juego
de los valores entre ellas (lo que podria denomi-
narse la cireulaeiin superficial de los signos) re.
miten, como a su origen, al hecho profundo, irre
presentable, de la actividad que las produce: el
trabajo; aqui como abi, en este trasfondo antro-
poldgieo de la economia se emaiza la dimension
histérica que la atraviesa de parte a parte; aqui
como ahi, el ropiiegue de los mecanismes econdmi-
cos sobre el trabajo humano como su interior es-
tablece desde el comienzo la marea de nuestra fi.
nitad: el hombre al trabajar se defiende de la
suerte, porque el mundo en que trabaja es el de la
eseasez. ¥ sin duda no es en absoluto indiferente
que el campo ast sefialado se construya aqui alre.
dedor de los términos de carencia y produceién,
ahi de acumulacion y enajenacién; pero In oposi.
cid adquiere todo sit sentido precisamente porque
surge en el interior de un mismo espacio epis
‘témico.
Lo que se acaba de demostrar, en el fondo, es
que Marx puede responder a Ricardo; si la epise
teme hubiera eambindo del uno al otro, los térmi
xox mismos de los problemas ya no se correspon.
derian,
Supesicién que no introduelmos aqui “por Ja
forma”; Ia presencia de un “corte” entre Ricardo
¥ Ins obras de la madurex de Marx constituye una
de las tosis fundamentales de quienes, con Louis
Althusser, prestan a Marx un método que ya es
estructural, Volveremos a ocuparnos de esto,
21En todos estos casos de “retogue”, una cosa
puede sefialar alternativamente varios’ grupos de
‘otras: al menos lo hace siempre de Ia misma ma.
nora, es decir, que la relatio entre las relata sigue
siendo siempre de la misma indole y el signo con
serva siempre Ia misma funeién, Los edificios del
saber oscilan, por el contrario, y hay eambio de
episteme cuando cambia la relatio, cuando varia
la relacién asignada del signo con lo que significa:
cuando ya no significa la misma eosa que sign’
feaba
Asi, alrededor de la relacién como similitad, de
sus términos como cuasi repeticién y del “sistema.
unitario y triple” de oste modo constituide —Ta
teorfa del signo implicaba tres elementos perfee.
tamente delimitados: lo que se sefialaba, lo que
sefialaba y lo que permitfa ver en esto la sefial de
aguello...: Ia semejanza: el signo sefialaba en Ia
‘medida en que era ceasi la mismo cosa> que Io que:
aesigmaba” 1,
80 articul6 en el Renacimiento de una imagen del
mundo —éste “se enrollaba sobre si mismo: la
tierra repetia el ciclo, los rostros se miraban en
las estrellas y Ia hierba ocultaba en sus tallos los
Seeretos que servian al hombre” 3
1 Ley Mote ot le Choses, pg, 8.
18 Ibid., pig. 22. tn
28
‘euyos soportes no eran por azar una légica de
Jo similar: semejanz en cadena o de vecindad
=semejanza ligada al espacio en Ia forma del
aqradualmente> ... Por eso pertenece menos a las
coans mismas que al mundo en que éstas ge eneuen-
tran” "—; semejanaa a distancia 0 especular
los anillos de la eadena, separados,
Feprodujeran sus efreulos, alejados unos de los
otros, con arreglo a una semejanza sin contacto...
‘De lejos el rostro es el émulo del cielo... #—; se
ejanza de las articulaciones 0 analogia —"por
ejemplo la relacién de los astros eon el cielo en que
centellean, se vuelve a encontrar asimismo: entre
Ja hietba y Ia tierra, entre los seres vivientes y el
lobo que habitan, entre los érganos de los sentidos
y el rostro que animan...”!%—; semejanza en
movimiento o de la simpatia —“ella no ge conten-
ta con ser una de Ins formas de lo semejante;
posee el peligroso poder de asimilar, de volver
idénticas Ins cosas entre sf, de mezclarlas ... Ella
‘modifica, aunque en el sentido do lo idéntico” 38@—
y euyo sistema de sefialamiento —“para saber
‘que el aeénito cura nuestros males ceulares 0 que
la nuez motida eon aleohol cura los dolores de ea.
beza, es por cierto necesario que una sefial nos lo
advierta.... Es necesario quo las similitudes ocul
tes sean sefialadas en la superficie de las cosas;
hace falta una sefal visible de Tas analogias invi
sibles”” 1" s6lo podia valerse de Ia similitud a su
vex, sirviendo una semejanza més aparente como
10 Tid, pig. 89.
1 Tha, paw. 31sefia de otra mas oculta —“la forma signante
Ia forma signada son semejanzas, pero oblicui
‘mente... Bxiste una brecha entre las similitud
‘que constituyen un grafismo y las que constituy
tn discurso””
puesto que el signo es un casi-semejanta, la se.
fial es uma signatura —'el espacio de las semejan,
zas inmediatas ega a ser como un gran lib
abierto... El rostro del mundo esté cubierto de
blasones, de caracteres..., de palabras osu
ras” 8. y el saber es un descifrar.
ta pagina de lectura habré ayudado a expert
mentar, tal vez, la amplitud det campo que exige,
en medida eada vez mayor, Ia reconstitucion dé
tuna episteme (aquf, la del Renacimiento) y su vi
lor explicativo, Esperamos otro benefieio pat
una elucidacién progresiva del signo en el discur:
80 de hoy dfa,
glo XVI: mayor el parenteseo supuesto entre |
dos términos y menos arbitraria su relacién. Y es
tun hecho que las epistomes que siguieron sustitu-
yeron esta articulacién coria por una artieulacién
cada vez més larga, ahondando la distancia entre:
significante y significado, vaciando a lo represen-
tante de toda presencia, incluso mediada, de lo re.
Presentado: proceso que culminaré en la proposi-
18 Lee Bfoto et tos Choves, pg, Mt
19 Tbid., pag. 42. hea
30
i6n saussuriana de Ia arbitrariedad del sigmo lin.
‘iistico. De ello resulta que un problema que ig-
noraba el siglo xvr va a gobernar todo el period
posterior? ze6mo un representante puede relacio.
parse con To que representa?=", Mis acé de este
problema, el Renacimiento nos remite a ana espe-
cio de inocencia o de felicidad perdidas del signo,
de las que nos hallarfamos lo més lejos posi
Ia actualidad,
Pero de las que, en otro sentido, podriamos es:
tar lo més cerca posible, ya quo una caracter
de Ia semiologia del siglo xv1 radica en la po
que asigna a la palabra, Puesto que lo representan-
te es en todas partes y siempre homogéneo a 10
que representa, el representante verbal —el len-
‘guaje— no puede ser lo que legaré a ser més tar-
de: una sefial mny distinta de lo que desigma, un
artefacto que se desarrolla en wn-plano endeble y
neutyo com respecto a la diversidad de cosas que
nombra. En el Renacimiento, ta palabra es wna
cosa: wn signo ni més ni menos espeso que otro y
que figura con Ios mismos titalos en la red multi.
forme de las signaturas. Si las cosas “ceultan y
‘munifiestan su enigma como un lenguaje”, tam-
Dign las palabras “so ofrecen a los hombres como
enigmas que hay que descifrar”®: no existe una
diferencia ltima entre lo vieible y To enunciado,
no hay més que un solo ser, siempre opaco y re.
presentativo a la ver
Ahora bien, si el mundo ha dejado de ser un
longuaje para nuestra cfeneia, go dirfamos hoy
dia, en compensacidn, que las palabras tienen en-
‘re elas Ta consistencia de un mundo? ;Acaso Jo
3 Fi ke ca” oe PA: 8
81que nosotros denominamos
solamente— la “literatura” no tionde a restituir.
les el espesor de su ser como signo con e! uso anti.
discursive, “intransitive” que trata de hacer del
Tenguaje, con su rechazo de eonsiderar el verbo u
referente? “La «literatura», tal como se ha cons.
tituido y se ha designado como tal en el umbrail
de Ia edad moderna, manifiesta la reaparietém, ah
donde no se Ia esperaba, del ser vivo del lengua.
ee
Tl tema va a generalizarse de inmediato, Pu
este rotorno de la cultura y del saber al lenguaje
como una dimensién muestra que’ las condiciona,
que hemos aprendido a hacer; nuestra interroge,
cién consiguiente al lenguaje como espesor (del
tiempo en el siglo xtx, de la estructura en Ia ae.
tualidad) y enigma; nuestro estuerzo por hacerle|
decir lo que dice sin palabras en su organizacién
anterior 2 las alineaciones de palabras; por ltt
mo, ia conciencia de que, més allé del eondicionas
miento de tal lenguaje, existe el eondicionamienta
(tan claro on particalar en el psieoanilisis) de un
ser siempre presa del Otro propio del lenguaje;
atodo esto, es decir, esta reorientacién deta saber
sobre el fondo de la cual se levanta el estrneturg-
lismo, no testimonia, acaso, un redescubrimiento
inopinado del “ser brato” 2° del lenguaje, olvi
desde have tres sigios? Kn suma, una empiria de
ignaturas, el saber como téeniea de desciframien
to, In desnivelacién de uma muesea entre formas
‘ue son alfernativamente signante y signade por.
que el lenguaje no da nunea lengua més que al
et Mots et les Chowes, pig. 58. Cf.
g, 313
BCE ea, pi. 811.
82
igualmente
Jensuaje: esta oxganizaciin comén a nuestra Iite-
ratura y 2 nuestras clencias semiolégicas —esta
orgenizacién que es el lugar de su extraordinar
recorte— {10 haee resurgir, acaso, en el corazin
de nuestra epistome la del siglo xvi? ¥ detras del
estructuralismo, ;trétase, acaso, de un nuevo Re-
nacimiento?
El interrogante quiz sea. paradgjieo, pero no
resulta absurdo. ¥ todo aquel que preste ofdos al
discurso sobre la letra y sobre las figuras litorales,
que gobierna toda una parte de ln literatura (y de
Jas ciencias de la cultura) en la actualidad, no
hsbri. podido dejar de sentirse entre conocides
mientras Foucault deseribiré los procedimientos
l6gicos y de sefalamiento relacionados con la se
rmiologia del siglo xv
Sin embargo, en este punto nuestra Jectura de.
beri separarse de la de Michel Foucault, distinguir
entre esas epistomes que emparienta y practicar
entre los conceptos que une, en nombre de la orga-
nizaciOn estruetural det signo, un corte, corte del
que todos los que realizaremos después no serin
on cierto sentido mas que una repeticién,
Digamos de inmediate que no es por azar que
Ja primera ocasién de sefialar vate corte surja en
un desarrollo sobre la literatura y tome de uma dis-
cusién sobre Ia literatura Ia mayoria de sus argu
mentos: para quien quiera reconocer un retoque
témico cuyo nicloo esti dado por una refle.
xién sobre el lenguaje, el discurso eserito tendra
is de un titulo voeaeién de revelador 24,
lndor, por ejemplo, dsl abanien abierto dese aho=
a de par en yar en ia breve historia Ge ia orion “extrac
23.la palabra “escrita” ya no tendria “otra cosa que
hacer que centellear en el resplandor de su ser”,
Ahora bien, no es contradictorio hablar en la |
actualidad de un ser de la palabra 0 mas general.
mente del signo? :¥ acaso no se levanta fuera de
de una
la dimension del ser —como del no ser-
turat” entre leeturas que, sein nuestra opiniGn, no losrran
‘yer en au mayor's la eperificidad del hecho deve ella
Ge haya entregado, por primers ves, 2 is exploraciat mo
un evden ia eseritura™y ine que lp seivindiean muy
beramente, a cabor: mag allé-de'lo que, en-un primer mo-
mento, se habia convenide en situa haje ese momlie, Ene
tre las primeras ng sélo hay que inelaty el multiforme die-
‘eurso sobre vel ser” del Janguaje sino [os interpectseiones
ieoanalitices —-volvemes @ encontrselae hasta en el Aim
to Tosanlgno— que quieren tronaenbir tk lengua el
fe Tas palabras, en otvy, que se considera por conrigulente
‘més ptmo, ede Iss pulsiones y de sus slanificanies (ama
feos. juny istinta gerta, por supuesty, el deseifeamiontn de
fe “eseritera” pulafonal en el mlamno cuerpo; tna ease may
dlistinen seria fambidn el genaamionto de fo que Is sacri
zu pusde poseer de yalsién propia); y tambien las tater-
preticiones mazsistas, —volvurios. 2 encontratlas elise
fn of dmbito althusseriano— que siguen reduciendo Ya lor-
fn de. um longuaje a] sapesct idealigice por el uve: esta
fravade, sin dejar de denplasaro, Entre as Geiae hay
{gue incluir en ‘primer lugar, desde luego, las loetares de
J. Dorrida, P. Sollars y d. Kvleteva, pone cates tratan de
igoetae el eapgcto sin ntavioridad ni origen a la eseziturs
fel internovextemo del signe, o mide bien eonmovetlo
Giente audi. Las obras ds R. dJakobson, T. Todorov y
{G. Genette son le duds Ine que be alfenen oh saa esnetie
tala la cblelivider Gel tema nacional extraclurslista, La
Ineomprentin te que-a menudo ha sido objeto el disease
criti de It Barthes se debe = que obseren Is lusfon ento- f
legiea det exeriter sin dejar de refutasle por la seccop=
tatién, que. al masnio da. en segaide de Ia excritura. como
actividad simbéliea: actividad ie Ia-que enunciatls nels
(que sin dada fuers de elia nade tiene ol poder de estudiar.
Ja, con fo que va tale sll del estaututalsnao.
4
En las pocas paginas sobre ia literatura que |
punttian de tanto en tanto el progreso de Les Mots |
6t les Choses, se repite una expresién enigmatica: |
zz para siempre lo que incumbe 2 campo de sige
‘Se puede decir que ol iongusje literario ha re.
ehazado al mundo y después con Mallarmé al autor
y al lector para mantenerse en su desnadez y es
ribirse squi mediante un juego ineesante de re
aplicaciones: dobles apenas desnivelados en que,
bajo Is fey de lo Mismo, el lenguaje remite a To que
al lengnaje e2. Asi se habrian vuelto a cerrar los
Jabios
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