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Echeverría - La Modernidad de Lo Barroco

Echeverría La Modernidad de Lo Barroco

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BOL{VAR ECHEVERRIA La modernidad de lo barroco ‘La publicacicn del presente libro es resultado cel proyecto de investigacién “EL de cultura politica y la vida politica en América Latina” IN 402094), /AM., euya realizaciéa hubiera sido imposible sin el apoyo de la Direc General de Asuntes éel Personal Académico de dicha institucién, Primers edicin (condicién UNAM): 1908 ‘Sepunda ei: 2000 Segunda rimpresién: 2011 ISBN: 978-998 41L-184-5 Barbara Beck in memoriam indice Prélogo, 11 EN TORNO AL ETHOS BARROCO la primera modesnidad 4, Clasicismo y barroco, 83 El clasicismo renacentisia, 88 EL clasicismo barroco, 87 La modernidad de io barre, 89 Lo barr0c0, 91 Rona y to barroco, 96 5, La actitud barroca en el discurso modero, 101 Josbfico LO BARROGO EN LA HISTORIA DE LA CULTURA LA CONDICION MODERNA DE LA CULTURA, 121 1. El siglo barroco, 121 Elenigna det siglo Xvi, 121 Ta transicion en suspense, 123 2. Cultura ¢ identidad, 130 Definicién de ta culture, 190 La concrecion historica de ta cultura, 136 3. Modemidad y cultura, 140 Definicion de la modternidad, 144 La modernidad y el eapitalismo: encuentro y desencuentra, 147 Los rasgos caracteristicos de la vida moderna, 149 4. La revolucién formal y el creativismo cultural modero, 156 LA HISTORIA DE LA CULTURA Y LA PLURALIDAD, .O MODERNO: LO BARROCO, 1. Cultura y ethos hist6rico, 161 El concepto de ethos histérico, 161 EL hecho capitalista y el cuddruple ethos de la modernidad, 167 2. El ethos barroco, 173 EL comportamieno barroco elemental, 173 Tertium datur: la libertad como eleccién del tercero excluido, 175 Disimulo y resistencia, 179 3. El ethos barroco y la estetizaciGn de la vida cotidiana, 185 Guitura y vida o Bi tiempo de lo extraordinario ye -g0 la fiesta y eLarce, 189 EL ethos barroco y el predominio de esletizacién en la vida cotidiana, 198 4, La reelaboracién barroca del mito ¢: 5. Ethos barroco y arte barroco, 207 La “decorazione assoluta’, 207 Arte barraco y “nétodo” barroco, 214 6. La cultura actual y lo barroco, 222 iano, 199 Bibliografia, 225 Referencias, 231 a 10 Prélogo Hablar de um “modo de vivir" barroco, extender el califica _tivo de *barroco” de las obras de arte definidas como tales al conjunto de los fendmenos culturales que las rodean, & incluso @ la regién o lt época en que ellas fueron produci- das, es una tendencia tan vieja como la idea misma de lo barroco. Su tematizacién explicita y su fundamentacién han sido en cambio mucho mas recientes, y se han cumplido, por lo demas, en dos direcciones diferentes.' En la primera, lo barroco aparece como una de las configuraciones por las que deben pasan las dlistintas formas culturales en su desen- Volvimiento orgénico; como la configuracién tardia de les, mismas, que se repite asi, con un contenido cada ver distinto, formas culturales a lo largo de la his- lo barroco se presenta como un fend- meno especifico de la historia cultural moderna.* Es sobre esta segunda linea de aprehensién, ta de lo barroco como to n cultural especfficamente mode: ‘La primera aparece cn Eugenio D'Ors (1923), Benedetto Croce (1995) y Henri Fecillon (1988), yse contintia también, modificada por Ia influencia de Ernst Robert Curtis (1948), en Gustay René Hocke (1957), aunque conducida en referencia a lo que él denominaria mis bien un, Ccomportamiento "manierista’, La segunda se esboza primero en Wilhelm Hoausenstein (1920), Werner Weisswach (1991) y Alois Rieg! (1923); pero con quien entra en la complejidad que se explora actualmente es sin du dda con Luciano Anceschi (1945), cuyo trabajo adelanta ciertos aspectos mporiantes de la sistematizacion ya cldsica e indispensable de Jose Anto- rnio Marzvall (1975), ® Aunque diferentes entre sf, estar dos direcciones no son necesaria- mente incompatibles, Podirfa ser que el barroquismo como modelo de comportamiento transhistorico, que aparece como caracteristica de tas ceulturas cuando dé wa tenido sin embargo en la modernidad su ‘oportunidad més plena y se haya mostrado en ella en In plenituel de sus posibi des, i presente yolumen. De manera mas dispersa en Los di mera parte y mas sistem la pri- ica on el de Ia segunda, su objeti- dentro de una probiematizacion ‘s empleadas por la historia de la cultura, la cabida que “lo barroco” puede tener dentro de una descripeién Jamodernidad. De este modo, las, preguntas que oc dad que tiene esa desi estructuraciones particulares d actetisticas generales de la vida moderna y de detectar enire ellas una que mere7- ca llevar ~al menos por una eierta similitud con c barroco de la creacidn attistica~ el calific: Se trata de las preguntas siguientes: 2 momento de la constitucian del mundo moden tua de manera més radical y adecuada una copertenencia esencial entre su modernicad y el barroquismo? 2 vo comin es explora te aborda estas cues sbora primero tiones en especial y dle manera mas dir a los dos conce una aproximac jos generales que defi nen el campo en el que se roc 10 de cultura y el de modemidad. Recuerda, a continuacisn, ciertas ideas acerca de la condicién humana que aparecen en la ontologia fenomenolégica y las conecta con algunos desarrollos contemporaneos de la antropologia y ca, En su parte central ~en un intento de ampliar Ia “eritica de la economfa politica” elaborada por Karl Marx hacia una teoria eritica del conjunto de la vida moderna-, el ensayo propone un concepto referido a la necesidad en que esti el discurso reflexivo de pensar coherentemente la encrucijada de lo que se “historia econdmica” y lo que se conoce como “historia cultural”; un concepto mediador, 10 una estrategia que_enfrenta y nos ka contradic- que seria el de etho dion especifica de la existencia social en una época determi: nada, el ethos histérico de la época moderna desplegaria varias modalidades de sf misino, que serfan otras tantas pers- pectivas de realizacién de la actividad cultural, otros tantos principios de particularizacién de la cultura moderna. Uno: de ellos seria precisamente el llamado “ethos barroco”, con su “paracigma” formal especffico. El examen de esta modalidad del evtos moderno parte alli de una clasificacién de los distintos tipos de temporalidad que conoce la vida social para precisar lo que especifica a lo barroco como principio de estructuracién de la experiencia Gel tiempo cotidiano, El efecto de to barroco en la vida coti- jana, descrito como un: fivacion exagerada”, se vuelve evidente en su confrontacién con el modo cristiano tradi: cional (catélico), igualmente “exagerado, de poner la ritua- lizaci6n religiosa como niicleo estructurador de Ja misma. a consideracién final, acerca del nexo entre “arte barroco y contrarreforma’, se refiere al modo como la estetizacién barroca de la vida cotidiana deriva, entre otras cosas, en Ta de creacién artistica y poéti- ca, aiuel que merecié originalmente el adjetivo de “barroco”. Cabe aiiadir, por lo demas, que los ensayos inchuidos en este yolumen tienen que ver también, aunque sea de mane 1a indirecta, con una segunda discusién: aquella que trata de Ia actualidad de lo barroco y que es tal vez, dentro del variado conjunto que anima la problemiatizacién de la “con- * de este fin de siglo, la mis trabajada y por ello mismo la menos inasible. Lo mismo en el sentido de un diagnéstico de la situacion cultural contemporanea que en el de una propuesta alter- nativa ante la crisis de la cultura establecida, el concepto de Io barroco”, actualizado por el prefijo “neo”, aparece como ico, ha sido abordado con originalidad por Boaventura de Sousa Santes en Pala mad de Alic, Oporto, 1994 13 uno de los principales instrumentos te6ricos para pensar en qué consiste ese estar “después”, “en discontinuidad” o “mas alla” de la modernidad”, escribia Severo Sarduy,' y atiadia: “Jo mismo ocurre con el hombre de hoy”. Un mundo que vacila, un orden carcomido por su propia inconsistencia, que se contradice a si mismo y se desgasia en ello hasta el agotamiento; junto con él, una confianza elemental, pro- funda, que se desvanece sin remedio. Fl mundo que vacila es el de la modemidad, el de la confianza en una cultura que ensefia a vivir el progreso como una po, @ fundar el (erritorio en una eliminadén del espacio, a emplear la técnica como una aniquilacién del azar; que pone la naiuralezaparac calidad de sustituto de Jo Otro, lo extrahumano: que practica la afirmacién como destruceién de lo negado. En medio de esta crisis de la modernidad, y més como un refugiarse en alternativas de vida reprimidas y desechadas por ésia (condenadas a uma existencia clandestina) que como cl enenentro de una solucion o superacién salvadora, aparece una clerta prictica de la posmodernidad en la que “algo asf como un paradigma barroco se reivindica y se abre lugar’ Se ata cle un comportamiento en el que reaparece aquilla “constante formal”, aquel “gusto -y juicto sobre ese gusto- por lo inestable, lo multidimensional, Jo mutante", que Omar Calabrese,* siguiendo el refinado método de su formalismo ‘riguroso”, ha investigado sistematicamente en Ja cultura contemporinea. Un comportamiento, por lo dems, cuya presencia habia sido reconocida ya como rasgo cultural distintivo en la periferia americana del mundo moderno,’ donde la gravitacién de la modernidad capitalis- 1989, p. 24 ‘miento han prestado, ta fue siempre desfalleciente y donde otras “condiciones” de discontinuidad con ella Condiciones premodernas y scmi- modernas~ prefiguraron la *condicién posmoderna” descri- a por Lyotard, aunque desde una necesidad diferente 2s imaginable una modernidad alternativa respecto de la que ha existido de hecho en la historia? De ser asi, equé pre~ figuraci6n de la misma, explicita o implicita, trae consigo el neobarroquismo contempordnco? El "plieguc’”, el leit-motiy de lo barroco pensado por Gilles Deleuze’ -la imagen de una negativa @ ‘alisar” Ja consistencia del mundo, a elegir de una vez por todas entre la continuidad 0 la discontinui- dad del espacio, del tiempo, de la materia en general, sea ésta mineral, viva o hist6rica~ habla de la radicalidad de la alternativa barroca. ¢Pero cules son los aleances reales de Su “propuiesia’, medidos a partir de su pec hist6rica en la construccién del mundo de Ja modernidad capiualista? sGusl es la actualidad del *paradigma barroco"? zPuede, por ejemplo, componerse en tomo a él, a su reac~ tualizacion neobatroca, una propuesta politica, un “proyec~ to civilizatorio” realmente alternativo frente al que prevalece actualmente? Este es el tipo de cuestiones de que se preo- cupan también Jos ensayos contenidos en el presente libro. La actualidad de lo barroco no esté, sin duda, en la capa- cidad de inspirar una alternativa radical de orden politico a Ta modernidad capitalista que se debate actualmente en una crisis profunda; ella reside en cambio en la fuerza con manifiesta, en él plano profundo de la vida cultural, la incongruencia de esta modernidad, la posibilidad y Ta urgen- cia de una modemidad aliernativa. FI ethos barroco, como Jos otros etie modernos, consiste cn una estrategia para hacer ‘vivible” algo que bisicamente tio lo es: Ia actualiza- cidn capitalista de las posibilidades abiertas por la moderni- dad, Si hay algo que lo distingue y lo yuelve fascinante en nest , cuando la caducidad de esa actualizacién es 1 insercin 1957, p. 441. Cabe mencionar aqui de lo barroco y lo neobarroco desde la perspectiva cen Maps y pllegues, Bogots, 1996, 1988, pp. 385s. hace Carlos Rincd * Le pli, Mimuit, Pa cada vez més inocultable, es su negativa a consentir el sacri- ficio de la “forma natural” de Ja vida y su mundo 0 a ideali- zaxlo como Jo contrario, su afirmacién de la po restaurarla incluso como “forma natural” de Ja vida reprimi- da, explotada, derrotada, Fstrategia de resistencia radical, el eihus bart0co no es sin embargo, por si mismo, wn ethos revo- lucionario: su utopia no esta en el “més alla” de una trans- formacién cconéinica y social, en un futuro posible, sino en e] “mas alld” imaginario de un hic et nunc insoportable trans- figurado por su teatralizacién, Nadie mejor que el propio autor de Barvoco para respon- der acerea del tipo de radicalidad que se le puede exigir al barroco de nuestro tiempo: "2 Qué significa hoy en dia una prictica del barroco? de mimetizacién con la naturaleza y la opcién contraposicion a la misma. Se trata justa- mente del abismo que los cinco siglos de Ia historia laino- americana vienen uatando de salvar o superar en él proceso del mestizaje cultural La insistencia cn Ta ajcnidad en la dificultad y el conilic- toque habla desde el encanto que tienen para nosotros los Festos intactos, las “obras de arte”, de la antigdedad prehis- panica permite enfatizar con sentido critico un aspecto del fendmeno hist6rico del mestizaje cultural que no suele des- (acarse 0 que incluso se oculta en el modo corrier para la nacion estat, esta ideologia pone en uso una represen tacion conciliadora y tranquilizadora del mestizaje, protegi- da contra toda reminiscencia de conflicto o desgarramicnto y negadora por tanto de la realidad del mestizajo cultural en el que esta inmersa la parte mas vital de la sociedad en Ame rica Latina, cls real la fusi6n, la simbiosis, la interpenetracion de dos configuraciones culturales de “lo humano en general” pro- fandamente contradiciorias entre si? Si lo es, zde qué mane- ra tiene lugar? La ideologia nacionalista oficial expone su respuesta obli- gadamente afirmativa a esta cuestion con una metéfora nate- ralisia que es a su vez el yehiculo de una visi6n susiancialista dela cultura y de la historia de ta cultura, Una vision cuyo de- fecto esta en que, al construir el objeto que pretende mirar, Jo que hace cs anularlo. En efecto, la idea del mestizaje cul. tural como una fusién de identidades culturales, como una interpenctracién de sustancias historicas ya constituidas, no puede hacer ot que dejar fuera de su consideracién 30 justamente el nuicleo de la cuestion, es decir, la problemati- zacién del hecho mismo de la constitueién 0 conforma de esas sustancias o identidades, y del proceso de mestizaje como el lugar o el momento de tal constitucién La metifora naturalista del mestizaje cultural no puede des ibirlo de otra manera quesa] como la *mezcla” o emulsion de moléculas © rasgos de identidad heicrogéneos, que, si alterarlos, les daria una apariencia diferente: b] como el “in- jerto” de un clemento 0 una parte de una identidad en €1 todo de otra, que alteraria de manera transitoria y restrin- de consigo una combinacién general ¢ irreversible de las cualidades de ambas. No puede deseribirlo en su interioridad, como un acontecer hist6rico en el que la consistencia misma de lo des: caito se encuentra en juego, sino que tiene que hacerlo desde afuera, como un proceso que afecta al objeto descri to pero en el que éste no interviene, Ha llegado tal vez la hora de que la reflexién sobre todo <1 conjunto de hechos esenciales de la historia de la cultura que se conectan con e] mestizaje cultural abandone de una vez por todas la perspectiva naturalista y haga suyos los con- ceptos que el siglo XX ha desarrollado para el estudio expect fico de las formas simbélicas, especialmente los que provie- nen de la ontologia fenomenol6gica, del psicoanalisis y de la semistica. Baste aqui, para finalizar, un apunte en relacion con esta Xiltima para indicar la posibilidad y la conveniencia de tal cambio de perspectiva en la reflexion, Si la identidad cultu ral deja de ser concebida como una sustancia y es vista mit bien como un “estado de cédigo” ~como una peculiar confi- guracidn transitoria de la subcodificacién que ywuelve usable, dicho e6digo-, entonces, esa “identidad” puede mostrarse también como una realidad evanescente, como una entidad histérica que, al mismo tiempo que determina Jos comportamientos de los sujetos que la usin 0 *hablan”, esti siendo hecha, transformada, modificada por ellos. 2. El ethos barroco Las mestizas, mutates y negras, que componen ta yor parte de Méxice, no pudiends usar manto 1 @ la eporiola, 3, for ora part, desdeando el de las indias, van por la cudad vestidas de ui modo extravugente: se ponen una como enagua ctr wesada sobre lo: hombros 0 en la cabeca, a manera de manta, que hace que parecan ots tantos diabls Giovanni F. Gemelli Care Dentro de una coleccién de obras dedicadas a la explora: clon de las cistintas figuras histéricas de El hombre europeo, Rosario Villari publies hace poco una recopilacién de ensayos sobre AL hombre barroce, Desfilan en ella ciertos personajes ipicos de la vida cotidiana en Europa durante cl siglo XVII el gober nte, cl financiero, el secretatio, el rebelde, el pre- dicador, el misionero, la religiosa, la bruja, el cientifico, el artista, el burgués.... Menciono esta publicacion en calidad de muestra de un hecho ya irreversible: el concept de barroco ha salido de la historia del arte y la literatura en par- ticulary se haafirmado como uma categoria de Ta historia de la cultura en general Determinados fenémenos culturales que se presentan insisientemente al historiador en los matcriales provenien- tes de los siglos XVI y XVILL, y que se solian explicar sea como simples rezagos de una.época pasada o como simples anun- cios de ota por venir, se han ido ordenando ante sus ojos conn considerable grado de coherencia y reclaman ser com- prendidos a partir de una singularidad y una autonomia del conjunto de todos ellos como resultado de una totaliza- cin histrica capaz de constituir ella sola una época en si misma, Se traia de una abigarrada serie de comporiamien- muestran sin embargo uma cierts copertenc de su heterogencidad, si,un arte, el rocos” ién 0 xis tencia social, incluso teniendo en cuenta las repercusiones que tendria en la totalidad de Ia misma, Resulta ya eviden- Le que no ¢s s6lo lo econdémico, lo social, lo politico oo cul- tural, © una determinada combinacién de clios, lo que no alcanza a recomponerse de manera mas 0 menos viable y durad ace ya mds de cien afios. El modo como las distintas crisis se imbrican, se sustituyen y complementan entre sf parece indicar que la cuestidn est en un plano mis ra- dical; habla de una crisis que estarfa en Ja base de todas ellas: tuna crisis civilizatoria, Poco a poco, y de manera indudable desde el siglo xvitt, se ha vuelto imposible separar los rasgos propios de Ta vida civilizada en general de los que corresponden particular mente a la vida moderna, La presencia de estos tiltimos pare- ce sino agotas, si una parte sustancial de L nes de posibilidad de los primeros. La mo yafinando lentamente al cr sobre otros alternativos y que domina actualmen- te, convertido en un esquema aperativo ce parentemente incuestionables. acion que se ha disciiado segiin el pro- yecto capitalista de modernidad leva mas de cien atios. Como dice Walter Benjamin, en 1867, “antes del desmoro- ento de los monumentos de la burguesia’, mientras * s Juminoso en la Exposicién Universal de Paris”, era as”, Y se trata sin dada de una crisis porque, en primer lugar, la eivilizacién de modemnidad capitalista no puede desarrollarse sin volver se en contra del fimdamento que la puso en pie y la sostie- ne=es decir, la del trabajo humano gue busca la abundancia, de bienes mediante el tratamiento téenico de la naturaleza-, y porque, en segundo lugar; empefada en chudir tal destino, acerba justamente esa reversion que le hace perder su raz6n de ser. Epoca de genocidios y ecocidios inauditos —que, en lugar de satisfacer las necesidades humanas, las eli- mina, jj en lugar de potenciar la productividad natural, aniquila-, el siglo XX pudo pasar por alto la radicalidad de crisis debido a que ha sido también el siglo del llamado smo con su pretensi6n de haber iniciado el desarrollo de una civilizacién diferente de Ia establecida, Se necesit6 del derrumbe de la Unién Soviética y los estados que dependfan de ella para que se hiciera evidente que el sistema social impuesto en ellos no habia representado nin- guna altemnativa revolucionaria al proyecto de ciyilizacién del capital: que €l capitalismo de estado no habfa pasado de ser una caricatura cruel del capitalismo liberal aEs en realidad posible? Débiles son los inclicios de que la modemidad que predomina actualmente no es un destino incluctable ~un programa que debemos cumplir hasta el fi- nal, hasta el nada improbable escenario apocaliptico de un re rharie en medio de la destrucci6n del pI pero no es posible pasarlos por alto. Es un hecho innegable que el dominio de la modernidad establecida no es absolut ni uiniforme; yo es también que ella misina no es wna reali cs de si misma -versiones que fueron vencidas y dominadas por una de ellas en el pasado, pero das y subordinadas, no dejan de estar activas en nicrés en indagar la consistencia social y la ica de un ethos barroco se presenta ast a partir r la crisis civilizatoria contempord- Nuestro vigencia his de una preocupacién p nea y obedece al deseo, aleccionado ya por la experiencia, de pensar en una modernidad poscapitalista como una 35 ellios barvoco y si este modernidades protestante’ es juste te”. La spirit 2 uifVomportam: © ambicio folestanite (en sit vers jad o doble basiea de relugio”, a re 1 ella se rel concepto de “care: presenci de una respuesta a qu de capital, el que, acumulac in conflicto realidad capitali del que no es posible escapar y que por que debe ser co cedhos que asegu des que se ofrei eada alirmaiiva y tiene Ia acum no sdlo de repre: *social-natural” reprime cin cnanii creses del proceso que en verdad dos dinami- K. © indivi isuperables . sino, sobre igual de lamente contrapuesto > dos témiinos, pero inte del yarece plenamente a dl, implica no dentro de valor dé uso. reductible a la 38 ser (capitalist te, es cl mos Tam: necesidad dentro de la mue: sin exeeso de la destruccién de lo eu ‘smo capitalista, al conve creacion de otra dimension, retadoramente imaginai o cualitativo, El ethas barroco no borra, como lo hace lista, 1a contradiccion propia del mundo de la vi modernidad capitalista, y tampoco la nicga, como lo hace el romantico; la reconoce como inevitable, ala manera del cli- sico, pero, a diferencia de éste, se resiste a aceptarla, pre- tende convertir en “bueno” el “lado malo” por el que, segtin Hegel, avanza la historia, Provenientes de distintas épocas de la moderni cif, Feferidas a distintos impulsos sucesivos del capi mediterrneo, cl ndrdico, el occidental y el centracuropeo-, las distintas yersiones del ethas moderno config social contemporanea desde diferentes estraios “arqueolégi- Cos" 0 de decantacion hist6rica, Cada uno ha tenido su pro- manera de actuar sobre la sociedad y una dimension pr ate de la misma desde donde ha expandido su Definitiva y generalizada habra sido asi, por ejemplo, la pri mera impronta, la de “lo barroco”, en la tendencia de la civie A izar una y otra vez.el cédligo de la tradicion occidental europea después de cada nueva oleada destructiva proveniente det desarrollo capitalist. Como lo serd igualme impronta, la “romantica”, en la ten: dencia de la politica moderna a tratar las formas concretas de la socialidad humana cn calidad de materia maleable por la iniciativa de los grandes actos de voluntad, individuales 0 colectivos, Cabe anadir, por lo demis, que ninguna de estas cuatro estrategias civilizatorias elementales que offece la moderni- lad capitalista puede darse efectivamente de manera aislada y. menos atin exclusiva. Cada una aparece sicmpre combina- da_con_las otras, de manera diferente segiin las circunstan- cias, en Ta vida efectiva de las distintas “construcelones de mundo” histérico de la época modema. Lo que sucede es que aquel ethos que ha llegado a desempefiar el papel domi- nante cn est Composicion, el ethos realista, es el que organi- 74 su propia combinacidn con los otros y los obliga a tradu- tativo, producida por 40 te”, es decir, de aquella que parte de la miti- jana cel ethos realista para traducir Jas deman- das de la productividad capitalista -concentradas en la exi- gencia de sacrificar el ahoradel valor de uso en provecho del manana de la yalorizacién del valor mercantil~ al plano de la téenica de autodisciplinamiento individual 2Queé justifiea que empleemos el término “barroco” para hombrar el cuarto ethos caracteristico de la modernidad ca- talista? Si uno considera los usos que se le han dado al adjetivo *barroco’, desi el siglo XVII, para calificar todo e| conjun- to de “estilos” artisticos y literarios posrenacentistas ~inclui- do el manierismo- y también, por extensidn, (odo un con- junto de comportamientos, de_modos de ser y actuar del siglo XVI, se llega a una encrucijada semadntica todos ellos de intencién peyorativa. ’ “Barroco” ha querico decir: a} omamentalista, en cl sentido de falso (*berrucco”), histriénico, efectista, superfici diatista, sensnalista, etcétera; b] ext en el sentido de: rebuscado o retorcido,” 5} extravagente (“bizarre”), artificioso, c} jw car la denigeacin del ane bu actualmente del signo facta la definicién cortiente de lo barro- ¥ "Baroco io de v el nombre que rebuscada y retorcida: (PaM , SoM) > SoP, Ejemplo: “si 4 do, como en el de: recargado, redundante, exuberante ("tro- pical”), y ¢) ritwatista 0 ceremonial, en el sentido de pres- Griptivo, tendencieso, formalista, esotérico (asfixiante” nto de adjetivos subraya el aspecto fmpro- Ahora bien, la pregunta por la validez de estos ju bre el arte barroco~que, pese a los importantes inientos ted ri¢os del siglo XX por problematizarlo y definirlo, siguen nantes en la opinién piblica~ se topa en segui- hecho de que son justamente otras propuestas 108 sO" da con modernas de forma artistica, concurrentes con Ia forma bartoca y ¢ tanto a su especificidad, las que exhi- ben en cada cual a su manera, su pereepeién de lo barroco, En efecte se entiende a dadera o {ar escapista, puramente imaginativa, ocio insignificante ~su predileccién exagerada, en Ia pintura, por ejemplo, por el tenebrismo cromitico, la representaci6n en trompe Vevl, cosa que una claudicacion estética en busca de un efecto inmediatista sobre el espectador. Sélo desde una perspectiva Ja que esa imagen del mundo ya existe y es irre- basable, el arte barroco con su abuso en el retorcimiento de las formas antiguas (la columna “salom@nica’) y en oeupacisn del espacio como lugar de representacién (al 1e3 y capillas sobrecargados de imagenes), por aciGn con una forma que isinia. como reproduccién de la imagen ver- tee creacionista del artista mode 2 roco con la prescriptiva -por ejemplo, en la mitsica, el ocultamiento del sentido dramatico en la técnica del juego ornamental (Co- jerarquizacion canonica del mismo (Vivaldi) puede ser visto como adverso a la esponta- d del arte como emanacion libre del espiritu. Se trata, por debajo de esos tres conjuntos de calificativos que ha recibido el arte posrenacentista, de tres definiciones que di- cen mis acerea del lugar tedrico desde ef que se lo define queacerea de Io propiamente barroco, mani eweetera Son definiciones que sélo indirectamente nos permiten preciar en qué puede consistit lo barroco. En qué consiste lo barroro? Varias han sido di siglo las claves de intel a cultura y el arte han propnesto para constniir una imagen conceptual coherente a partir del magma de hechos, cuali sgos y modos de comportan icamente barrocos. Como es ustal zan alguna de cllas, Tienen en cuenta, por ejemplo: a] el modo en que se inscribe a si mismo, en ne es una de forma, dentro del juego espontineo or: jue prevalece na figura pa para cl conjunto de posibilidades de de es decir, Ia amplitud, la consistencia y Ta jerarq que él propone para su propio “sistema de las artes”; po de relacidn que establece con la densidad mit tipo de relacidn que establece entic los contenidos Ingiti= (Cos y las formas lingiiisticas y no lingifsticas; etcétera. Para responder a la pregunta acerca de alguna homologia entre el arte barroco y la cuarta modalidad del ethos moder- ficaba a todo Io “reeargado” y sentimental’ que crefa perei barraco, 43 no que permita extender a ésta el apelativo del primero, suficiente tener en cuenta lo harroco tal como se pre- en la primera de estas perspectivas de abordaje. E. 5, por lo demés, la que explora el plano en el que él decidié afirmar su especificidad, es decir, sn cdnones clisicos, mis alld de a fatiga posrenacer Jos aquejaba. EL barroco parece constituido por una yoluntad de forma que esti atrapada entre dos tendencias contrapuestas res- pecto del conjunto de posibilidades clisicas, es decir, “nat rales” o espontaneas, de dar forma a la vida la del desen- canto, por un lado, y'la de la afirmacién del mismo como insuperable~ y que esta ademas empenada en el esfuerzo gico, incluso absurdlo, de conciliarlas mediante wn replan- 10 de ese conjunto a la vez como diferente y como smo. La técnica barroca de conformaci6n del fal parte de un respeto incondicional del canon clisi- jonal ~entendiendo *canon” més como un “prin- generador de formas” que como un simple conjunto de reglas-, se desencanta por las insufici mismo frente a la nucva sustancia vital a la que debe formar y apues- lad de que la retroaccion de ésta sobre él sea la que restaure su vigencia; de que lo antiguo se rcencuen- tre justamente en su contrario, en lo moderno. mo tramo del siglo XVI las experiencias hist6 lias que el nuevo mundo de la vida impone al individu conereto son un contenido al que las posibili dades de expresion thadicionales Je resullan estrechas, El le dejar de percibir hay que matarlo 0 que arte postenacentista permanece suspendido » uno ylo otro, Sintetiza el rechazo y Ja fidelidad al mo- do tradicional de tratar el objet6 como material conforma- ble. Pero mientras el hermano gemelo del barroc manierismo, hace de la fidelidad un pretexto del cuestiona- miento, él en cambio hace de ésie un instrumento de la fide icad, Tarte Esta sta que entre arroco, dice Adomo, es una “decorazione assoluta’ 44 una decorazione que se ha emancipado de todo servicio como , que ha dejado de ser medio y se ha convertido ella mis- ma en fin que “ha desarrollado su propia ley formal”. En @lecto, el arie de la ornamentacién propio del barroco, es decir, el proceso de reverberacin al que somete las formas, acosndolas insistentemente destle todos los angulos imagi- nables, ticne su propia intencién: retro-traer el canon al momento dramatico de su gestacion; intencién que se cum- ple cuando el swinging de las formas culmina en Ia invencién de una mise-enscene capaz de re-dramatizarlas. La teavralidad esencial del barroco tiene su secreto en la doble necesi- dad de poner a prueba y al mismo tiempo revitalizar Ia vali- dez del canon clasico. El comportamiento arifstico barroco se desdobla, en ver dad, en dos pasos diferentes, de sentido contrario, y ademas paraddjicamente~ simulténcos. Los innumerables métodos y procedimientos que se inventa para llevar las formas crea~ ‘das por éla un estado de intensa fibrilacién los mismos que producen aquella apariencia rebuscada, ornamentalista y formalista que lo distingue- estan encaminados a despertar en el canon grecolatino una dramaticidad originaria que supone dormida en él, Es la desesperacién ante el agota- miento de este canon, que para él constiuuye la tinica fu tc posible de sentido objetivo, la que lo leva a someterlo a todo ese juego de paradojas y cuadraturas del cfreulo, de enfrentamientos y conciliaciones de contrarios, de confu sidn de planos de representacion y de permutacisn de vias y i icamente suyo, Se tra- destinado la suya pro- pia, como actividad que tiene que ver obsesivamente con Io que el mundo tiene de forma, careceria de susiento. Su exi- gencia introduce sin embargo una modificacién significat ya, aporta un sesgo propio. Su trabajo no ¢s ya sélo con «! anon y mediante él, sino 4 fravésy sobre él; un trabajo que solo es capaz de despertar la dramaticidad clisica en la medi- da en que él mismo, en un segundo nivel, le pone una dra- maticidad propia. El arte barroco encuentra asf lo que bus- 45 4444 a caba: la necesidad del canon tradicional, pero confundida con la suya, contingente, que él pone de su parte y que incluso ¢s tal vez la tinica que existe realmente, Puede decir: se, por ello, que el comportamiento barroco parte de la desesperacion y termina en el vertigo: en la experiencia de que la plenitud que él buscaba para sacar de ella su riqueza no esta lena de otra cosa que de los frutos de su propio acto. Combinacién conflictiva de conservadurismo ¢ inconfor- midad, respeto al ser y al mismo tiempo conato nadificante comportamiento barroco encierra una reafirmacion del fundamento de toda la consistencia del mundo, pero ma reafirmacion que, paradgjicamente, al cumplitse, se descu- bre fundante de ese fundamento, es decit, fundada y sin mbargo confirmada en su propia inconsistencia, Pensamos que el arte barroco puede prestarle su nombre este ethos porque, como él=que acepta lo insuperable del principio formal del pasado, que, al empleario sobre ka sus- a expresar su novedad, intenta despertar la vitalidad del gesto petrificado cn ¢l (la fuente de su incucs- jonabilidad) y que al hacerlo termina por poner en Ingar de esa vitalidad la suya propia, éste ambien resulta de una es- trategia de afirmacion de la corporeidad concreta del valor de uso qu reconstruccién de Ta ia que acepia reulacién mercamil, ¢ las que esa covporeidad se sacrifica, pero que lo hace al mismo tiempo que se inconforma con nego de transgresiones que las refun- cionaliza, Descrita de esta manera, la homologia entre la yoluntad de fe Dea y su actitud frente al horizonte establecido de posibilidades de estetizacién, por un lado, y | ethos que caracteriza a uno de los distintos tipos historicos de modernidad que hemos mencionado, por otro, apunta parecido casual y exierio ae lo barraco en el arte es el modo en. como una propuesia fs exitosa-, cn el proceso necesa- entre ambos, Indica ¥ des de prevalecer sobre las otras y,Segundd, porque cl largo predominio, primero central y abierto y después marginal y subierraneo, de este etlos en dichas sociedades ha permitido su capacidad d n de formas se efec- luata alli de manera més amplia y mas profunda, La propuesta espectticamente barroca para vivir la moder nidad se opone a las otras que han predominado en la histo- ria dominante; es sin duda una alternativa junto @ ellas, pero de ser una propuesia especifica para smo, El ethos barroco no puede ser otra o de ordenamiento del mundo de Ta vi- Puede ser una plataforma de salica en ka puesta en juego con que la vida concreta de las sociedades afirma su singulie ridad cultural plantedndola al mismo tiempo como absoluta ¥ como evanescenie; pero no el micleo de ninguna “identi- dad”, si se entiende ésta como una inercia del comporta- jento de una comunidad —"América Latina”, en este caso~ que se hubiese condensado en la historia hasta el grado de constituir una especie de molde peculiar con el que se hacen exclusivamente los miembros de la misma, Sustantivar gularidad de los latinoamericanos, folclorizandolos aleg) iente como “barrocos”, “realistas magicos*, etcétera, es invi- larlos a asumir, y ademas con cierto dudoso orgullo, Tos mismos viejos calificativos que el discurso proveniente de las is modalidades del etlicy moderno ha cmpleado desde siempre para relegar el ethos barroco al no-mundo de la premodernidad y para cubrir asf el trabajo de integracién, deformacion y refuncionalizacién de sus peculiaridades con el que esas modalidades se han impuesto sobre cl barroco. Tal vez la sorprendente escasez relativa de estudios histo- ricos sobre el siglo XVII americano se deba a que ¢s un “siglo perdido”, si se lo juzga en referencia a su aporte a “la cons- ucci6n del presente”, una vez que se ha reducido el pre- sente exclusivamente a lo que en él predomina y reluce. Li peculiaridad y la importancia de este siglo sélo aparecen en verdad cuando, siguiendo el consejo de Benjamin, el i iador vuelve sobre la continuidad hst6rica que ha conduci- dio al presente, pero revisindola “a contrapelo”. vivir eny con el capi a que un princi 48 rroll6 desde Los aitos treinta del siglo XVitI por la conversion “despGtica ihustrada” de la Espana americana en colonia ibé- fica, y clansuiado definitivamente, de manera igualmente despética aunque menos ilustrada, con 1a destruccién de las Reducciones Guarantes y la cancelaci6n de 1a politica jest ia después del Tratado de Madrid (1750), no s6lo es um siglo argo, de mas de ciento cincuenta afios, sino que todo pare- Ce indicar que en él tuyo lugar nada menos que la constitu- cidn, el ascenso.y el fracaso de todo un mundo hist6rico stGrico que existié conectado con el fista abstracta, que gintba en lornoala y que debis dejar de existir cuando ese intento se revel como tna nto lizable. ece ser que, furtivamente ~como surgen as alte vas discontinuas de las que esta hecho el progreso histri- c= desié los afios treinta del siglo XVII, y al amparo de las perantes prohibiciones imperiates, se fue formando en la Fspaiia americana el esbozo de un orbe econdmico, de nna vida econémica de coherenda autGnoma o una “economia mundo” (como la llama Braudel), que se extendfa, con una menor densidad, desde ¢l norte de México hasta el Alto Pert, articulada en semicireulos que ian concenudndose cn direccién al *Mediterréneo ame Maracaibo, desde donde se conecta- ba, mucho menos de bando que de contrabando, a través Atlintico, con el mercado mundial y la economfa domi- trata de um orbe econémico “informal”, fécilmen- > detectable en general en los documentos oficiales, pero suinamente diffcil de atrapar en el deialle clandestino; wn econdmico etiya presencia solo puede entenderse como resultado de la realizacion de ese “proyecto hist espontaneo de construccidn civilizatoria al que se sucle dcnominar “criollo”, aplicandole el nombre de la clase so- 1 que ha protagonizado tal realizacion, pero que parece 4 cS ésta_con los eshozos de for indigena ya salvarse de la destrmecién Todo parece indicar que os que se jo. de dos épocas ivo de tres ree \lores observan tam) por una tunes dos decenios y si y sostenido a pa que desce de_indige hace con cl trafico amerieano de manufacturas y productos ppecnarios. Y lo mismo ocurre con el restablecimiento exploiacién del tr ina cosa es lo que decae al ncipio, el regimen de la_encomienda, propio de un. feu dalismo modernizado, que asegura con dispositivos merean- tiles un sometimiento servil del explotado al explotador, y otra diferente Jo que se fortalece al final, la realidad de. ta ere el rmercantil de propietarios y trabajadores mie- nie Lecursos de violencia extracconsmica como los que sometieron a los siervos de la Edad Media europea. La continuidad historica no se da a pesar de la disconti- nuidad de Los procesos que se suceden en el tiempo, sino, por el contrario, en virtud y a través de ella, En el caso de Ta primera mitad del siglo XVit americano, la manera especial ‘en que toma cuerpo o encama la experiencia de este hecho ojico propicia el predominio del ethos barroco en Ta iucién del mundo de Ia vida. ‘ara entonces, wn drama hist6rico habfa eg ibfa quedado sin actores antes de agotar si el drama del gran siglo de la conquista y la eva en el que la afiebrada constraccién de una socie ncretismo debia mejorar por igual a sus dos compo- nentes, los cristianos y los paganos~ intent desesperada- 1c compensar la destruccién efectiva de un mundo ente- 10, que se cumplfa junto a ella, Los personajes (secundarios) que quedaban abandonados en medio del desyanecimiento de este drama épico sin precedentes no Hegaron a caer en fa Jejidad, Antes de que 61 los desocupara ya o' tenia rados y les otorgaba protagonismo, Era el drama de : el mestizaje civilizatorio y cultural El mestizaje, el modo de vida natural de las culturas, no cece estar cémodo ni en Ia figura quimica (yuxtaposicién asu fin, des) ni en a biolégica (cruce o combinatoria de idades), a través de las que se lo suele pensar, Todo indi- de un proceso semidtico al que bien odigofagia", Las subcodificaciones 0 igo de lo ca que se trata més bi humano no parecen tener ota manera de coexistir enue “que no sea la del devorarse las unasa las otras; Ia del golpear destructivamente en el centro de simbolizacién constitut Vo de la que tienen enfrente y apropiarse e integrar en metiéndose a si mismas a una alteracin esencial, los restos ‘atin vivos que quedan de ella después. Dificilmente se puede imaginar una extraieza mayor entre dos “elecciones civilizatorias” basicas que la que estaba la configuracién cultural europeay laamericana, Fundada seguramente en los tiempos de la primera bifurca- de la historia, de las primeras separaciones “occiclen histérico central, el “oriental”, 1a fieza entre espaioles ¢ indios ~a despecho de las ilu: “siones de los evangelizadores renacentistas- era radical, no reconocfa terrenos homogéneos ni pnentés de ninguna ase que pudieran unificarlos. Temporalidad y espacialidad eran dimensiones del mundo de la vida definidas en un caso y en otto no sélo de manera diferente, sino contrapuesta. Los limites entre lo mineral, lo animal y lo humano estaban, trazados por uno y por otro en zonas que no coinciefan ni Iejanamente. La tierra, por ejemplo, para los unos, era para que el arado la roturara; para los otros, en cambio, para que 1a coa la penetrara, Resulta asf comprensible que, tanto para los espaioles como para los indios, convivir con el otro haya sido lo mismo que ejercer, aunque fuera contra su voluntad boicot completo y constante sobre él 1 cpartheid “la arcaica estrategia de convivencia interco- munitaria que se refuncionaliza en Ia si moderna habria tenido en la Espaiia americana el funcamento que en Asia o en Africa, de no haber sido por jas condiciones muy especiales en las que se encontraba la poblacién de los dominadores espafioles, las mismas que le abrieron la posibilidad de aceptar una relacién de interi dad o reciprocidad con los pueblos “naturales” (indigenas y afticanos) en América La posibilidad explorada por el siglo XVI, la de que Ta Espafia americana se consiruyera a modo de una prolong: Gion de la Espaita europea, se habia clausurado. Los espatio- 2 les americanos debian aceptar que habian sido abandona- dos por la madre patria; que ésta habia perdido todo interés esencial (economico) en su extension rasatkntice jado que el cordén que la un: la insignificancia, El esquema chilizatorio europco no podia completar su ciclo de reproduccién en América, que nentacién mediante el con- |. Vencedor 1 americana, de la que no habia dejado otra cosa que restos inconexos y agonizantes, el enclave americano de la eivilizacién europea amenazaba con extin: guirse, agobiado por una tarea que él no podia cumplir por si solo, El caso de Ia tecnologia europea -simplificada en su rastierre americano~ es ilustrativo; puesta al servicio de una produccién disefiada para validarse en el mercado, a la que sin embargo éste, lejos de acicatear, desalentaba, era una tec- nologia que iba en camino de devenir cada vex mas un sim- ple gesto vacto. Pero no sdlo civilizacién europea estaba en trance de irsc; las civilizaciones “naturales” vivian una situacion de ella, No estaban en capacidad de » existian ya como centros de sintetizacion social. Su presencia como totalizaciones polftico-religiosas habia sido aniquilada; de ellas s6lo permanecia una infinidad de desie- o3 culturales desarticulados, que ademas dependian de la ‘vigencia de las instituciones politico-religiosas europeas para mantenerse en vida. En estas condiciones, la estrategia del apartheid duda unas consecuencia: inmediatamente suicidas, que, pri- mero [os “naturales” y cnseguida los espatioles, percibieron ¢on toda claridad en la vida pra “aron en el rechazo de la misma fue~ los u voluntad de civilizae miedo ante el peligro de la bar- fa sin Inadecnado y desgastado, el esquema civilizatorio euro- peo era de todos modos el tinico que sobrevivia en la orga: nizacion de la vida cotidiana. El otro, el que fue vencido por 58 élenta ctivista de la existencia social, pese ‘a no haber sido aniquilado ni sustituido, no estaba ya en “condiciones de disputarle esa supremac aceptarlo como tinica garantia de una vida social civi _sino ir en sw ayuda, confundiéndose con ély reconstituyen- ‘dolo, con el fin de mantener su vigencia amenazada, EL mestizaje de las formas culturales aparecié en la Ame riéa del siglo XVI primero como una “estrategia de supervi- c s que se pro vencia”, de vida después de la muerte, en el comportamien- ii", “upsotros to de los “naturales” sometidos, es decir, de los indigenas y os africanos integrados en ta existencia citadina, que desde el principio fue el modo de existencia predominante resistencia, la_persistencia en su modo peculiar de sib jin de lo r efectiva, se vio abligada a trascen- habia tenido lugar Ia derrota y garse en un segundo plano: debfa pasar no s6lo por la +++ f/aceptacion, sino por la defensa de la construccidn de ida por los dominadores, incluso sin Contar con a © éstos y aun en su contra. \Veamios tm ejemplo, que nos permitiné a Ja vez establecer por fin la conexién entre el mestizaje cultural en la Espana americana y el ethos barroco. Puede decirse que las circuns- tancias del apartheid ilevan necesariamente a que el uso coti- diano del e6digo comunicativo convierta en tabti el uso di- recto de la significacién elemental que opone lo afirmativo a lo negativo, una significacién cuya determinacién se encuentra en el niicleo mismo de todo cédigo, es decir, sin Ja cual ninguna semiosis es 5 y sucede porque, en tales circunstancias de ajenidad y acoso, el margen de dis- crepancia entre la presencia o ausencia de un atributo carac- terfstico de la persona yla vigencia de su identidad -margen sin cl cual ninguna relacién intersubjetiva entre personas es posible se encuentra reducido au minima expresion. A tal grado Ia presencia del otro trae consigo una amenaza para Ta identidad y con ello para la existencia misma de la perso- nna, que una y otra parecen entrar en peligro cada vex que alguno de los atributos de ta primera puede ser puesto en juego, sometido a la aceptacién- 0 ah rechazo-en -eualatier miembro de p, el simple { nde con un) ba 55 en cuanto vida humana, y son ellos los que se inventan en la practica un procedimiento para hacer que el cédigo vigen- te, que les obliga a la aquiescencia, les permiia sin embargo decir “no”, afirmarse pese a todo, casi imperceptiblemente, en la linea de lo que fue su identidad. Y la estrategia del mestizaje cultural es sin duda barroca, coincide perfectamente con el comporiamiento caracte- ristico del etios barroco de la modemidad europea y con la actitud barroca del posrenacentismo frente a los cénones clisicos del arte occidental. La expresion del "no", de ta ne- gacion o contraposicién a la yoluntad del otro, debe segui lo rebuscado; tiene que construirse de manera indi- recia y por inversion, Debe hacerse medianie un juego sutil con una ama de “sfes” tan complicada, que sea capaz de ra decir “no” en wn mundo que excluye esta niccesario trabajar sobre cl orden valorativo que lo sostiene: : iestionarlo, despertarle la.contingencia de sus Fondamentos, exigitle que dé mis de si mismo.y se transfor ‘me, que se traslade a un nivel superior, donde aquello que para él no deberfa ser otra cosa que un reino de con- lacién pueda “salvarse”, integrado y rewalorado por 3. La Compaiiia de Jest y la primera modernidad de la América Latina Au moment de la découverte de PAmérique ct de UAsie brieniale, i premiére pene des ordves regu ut reindreces mondes nowvewy dans Uunité dela fo de weit ds Joss ota sar le plas gl- rine ce fut celle quielle parc Midi, éablirla solidarté morale du globe (..J jamais it sessing de Vom ‘manguer Wavcir une Edgar Quine! Vatias veces en estos tiltimos cinco siglos la modemidad tavo y aprovechs la oportunidad de interyenir en la historia de ‘América Latina y de transformar su sociedad, y todo parece indicar que la primera de ellas, la que comenzo a fines del siglo XVI, se consolidé durante el XVII y duré hasta mediados deel XYLI, fue aquélla en la que sit proyecto cixilizatorio tuyo la capacidad conformadora més decisiva. La modernizacién de la América Latina en Ia época “barroca” parece haber sido an profunda que las otras que vinieron después -la del colonialis- mo ilustrado en el siglo Xvi, a de la nacionalizacién republi- vacién dependiente en nodo= no han sido capa- ndé en su tempo. cana en el siglo xIN'y Ia de Ta capi 1965, 37 precisarse, se vuel- neras, a sabien de definirlos, aun: siguientes intento, quisiera 0 solo para el t modemidad’ que 8: por y itt, que sé cumple de miiltiples formas desde ent {que en nuestios dias parece estar en tance de desaparece Por *harroco” voy a entender -retomando wn concepto que po en desuso- una “voluntad de ra sacarla de u una maner estado amorfo previo 6 para metamorfosea de conformar o configurar que se encontrar po social y en toda su actividad, aproximarme al punto de encu iciertan en los conceptos de “modernidad” y"b: en lo que sigue _a una especie de co n entre dos historias; dos histor siy de diferente orden tadas, La prime ces; a historia de especifi singularidad de la cultura latinoamericania en el siglo XVU. La 01ra serfa uma historia particular, que dura dos siglos y que es de orden politicoreligioso, la historia de la primera Compania de Jesiis y, sobre todo, de su proyecto de cons- truccin de una modernidad, de un proyecto eivilizatorio moderno y al mismo tiempo ~zparaddjicamente?~ calico, La confroniacién entre estas dos historias no es del todo bitraria, tiene su justificacion, Alf estd, en primer lug coincidencia temporal y espacial de ambas, Y alli esta, sobre todo, Acter esencial de la gravitacion que ejercen una sobre la otra, La coineidencia espacial y temporal entre estas dos histo- que se co” quisiera rec! fonta pero que ja una historia g) 58 rias es evidente, Podrfamos hablar de todo un periodo his- Srico, de un largo siglo XVll, que comenzaria, por decir al con la derrota de Ja Gran Armada a finales del siglo XV 1588) y que terminaria aproximadamente con el Tratado de Madrid, de 1764; de una época que comenzari primer signo evidente de la decadencia del imperio espafiol ¥y que terminarfa con el primer signo evidente de su desmo- 11 Espaia borbonizada aniquila el esta: do de los guaranies inspirado por los jesuitas al ceder a Por tugal una parte de sus dominios de Sudamérica -fecha que J mismo tiempo subraya Ia destruccién del incipiente mundo hist6rico latinoamericano, ini¢iada cuando el impe- io, empenado en una *remodernacién” que prometfa sal- yarlo, pretendi6 hacer de su parte jonia. Este periodo de la historia haciendo referencia es también el tiempo que dura lo ipal de la primera época de la Compania de Jestis -u que va, como sabemos, de mediados del siglo XVI hasta con Asia des- pliega con buenos éxiios su activida entre estas dos historias tiene, por lo que n geografica y temporal; pero tiene tam- ina justificaci6n en el hecho de que entre estas cos his- ‘esencial, Por un lado, el lugar en donde el proyecto de la Compaiiia de Jestis se juega principalmente ~y se pierde- es América; por otro, ni la vida n América nsion Lac 70s del siglo XVIL ninante de paitfa de Jesis, Hay, podria decirse, una relacién de interio- gravitacidn ree entre Io que hace la Compatifa de Jestis y lo que es la del mundo latinoamericano durante todo este tiempo. sta confrontacién ~que es Jo que quisiera poner a discu- sin aque intento hacerla en dos planos: primero, en el ano de aquello que acontece en estas dos historias; y des- 59 plano del modo 0 la manera predominante como tal acontece mbas son his- rocesos de transicién en. dor de una realidad mdoen dejar tv este siglo XVM, es im enie lo sig os que permiten alirmar que las earacte- { por el modo de vida europeo ~que es n modelo afectado por able respecto de esa vida 1 desvirtuamiento del modelo co, al ser impuesto sobre un mode- poca es un reto para una nicntos hi e pretenda La tesis que defiendo, retomada en sus rasgos generales de la obra de Edmundo O'Gorman, afirma que la ambigtie- dad en cuestién proviene del hecho de que el *proyecto” hist6rico espontineo que inspiraba de manera dominante la fda social en la América Latina del siglo XVI no era el de protongar (Continuar y expandit) I : PFOVECIO del todo diferente: recomenzar (cortar y reanudar) sis completa, una redefinicién de la “occidental; no habria sido s6lo un proceso de repeticidn modi ficada de lo mismo sobre un territorio vacfo (espontineamente (0 por haber sido vaciado a la fuerza) ~1n trasiado y exten- sién, una ampliacidn del radio de vigencia de la vida social ‘europea (como sf lo sera mas tarde el que se dé en nias britinicas)-, sino un proceso de fecreaciéin completa de lo mismo, al_cjercerse como transformacion de un mundo pre- existente Es sin duda indispensable ent a gravitacion deter- minante que ¢jerce el sigho XVI en la bi de América: su cardcter de tiempo heroico, sin el cual no hubiesen podido existir ni los personajes ni el escenario del drama que le da sentido a esa historia, Insistir en lo catastrdfico, desastroso in compensacion, de lo que acontecid entonces allé: Ja des- {én de la civilizacién prehispanica y sus culturas, segui- partes cle la pobla- ar que, en paralelo @ © da de la climinacion de las nueve décim: ivia dentro de éllas Recor cién que * Por ejemplo: "México col A, Loper A. etal, Un yecomido por a historia de Mexico, México, 1975, p. 108; La invencién de América, México, 1961, p. 155, * Una eliminacion, sea dicho ‘cumplido exclusivamente por el extermini de los conquistadors. a quienes nente vacio, sino en buena medida a través de ‘enfermedad, apatia sexual, eteélera-, que ¢ jas culturas desperté en fa poblacién indigena durante fa segunda mitad de exe siglo. ue paréntesis, que parece no haberse ‘directo de su cuerpo an nos les conwenia era un cont 61 su huella destructiva, esie siglo conoce también, promovida desde el discurso cristiano y protegida por la Corona, la puesta en prrictica de ciertas utopias renacentistas que an construir sociedacles hfbridas o sincréticas y convertir a el sangriento “encuentro de los das mundos” en una opor- tunidad de salvaci6n recfproca de un mundy por el o nsiderar, en fin, que el siglo Xv americano, tan detern hante en el proceso modemizador de la civilizaci6n europea, dio ya a ésta la experiencia temprana de que la occidental zacion del mundo no puede pasar por la destruccién de lo no occidental y la limpieza del territorio de expansion; que cl tato en interioridad con el “otro”, aunque “ps para la propia “identidad”, es sin embargo indispensable. Poro hay que reconocer que a este siglo tan heroico y cmel, tan maravilloso y abominable, le sucede otro no me- nos radical, pero en un sentido diferente, Antes de termi- se cronologicamente, ¢l sigio XVI cumple ya la curva de Jo hace una ver que complet en los centros de la histérico del continente mina y se acaba en la segunda mitad del siglo XV1 Pero hay también otro diferente que se inicia en esos mismo La investigacién historica mundial delinea cada vez con iez ln imagen de un siglo XVil dueno de su propia cesidad historica; un siglo que es en si mismo una epoca, n el que impera todo un drama original, que no es sdlo el epilogo de un drama anterior 0 ¢l proemio de otro drama por venir, Yes tal vez la historia de América la que mas ha contribuido a la definicién de esa imagen. Que efectiva- nzamiento del proceso hisiérica en el vamos, nque s: idiales que se prese cicrtos fendmenos de orden demogréfico y econémico, co- mo otros referentes a las formas de explotacion del plustra- bajo. La diferencia respecto de sus equivalentes en el siglo XVI cs clara y considerabl En la demografia, vemos e6mno damente hasta finales del siglo XVI y como en los dos prime ros decenios del siglo XvIl asciende ya de manera sostenicla que es mas importante, si tenemos en cuenta la consis- tencia étnica de lx poblacién que decrece y la comparamos con la de la poblacion que crece, la di fa resulta suse tancial: mientras en el primer caso la presencia de I cidn indigena es predominante y la imporiancia numérica de la poblacién espaiiola es débil, y mas débil atin la de los icanos, observamos que la nuca poblacidn que ay en cl siglo XVII posee una consistencia étnica antes desco- nocida: América ha pasado a estar poblada mayoritariamen- te por mestizos de todo ipo ¥ color. Algo parecido podria decirse también de los fenémenos econdmicos: a finales del siglo XVI, la actividad econémica que es posible reconocer se encuentra sumida en wn proce- so regresivo que la encamina a anularse, en I la en. que la disminucién de las Carreras de Indias que conecta- ban a Europa con América que eran el “cordén umbiliea centre Ia mach s espaioles de ultramar= se vuelve précticamente una peién, en la medida en que Espaiia deja de interesarse por la economia americana y la abandona a su propio destino. En los primeros decenios del siglo Xvil, en cambio, reconocemos wna economia que se reactiva y que lo hace on términos radicalmente diferentes de los del siglo anterior; ya no es la vieja econom{a basada casi exclusivamente en la explotacién de los metales pi sos del suelo americano, sino otra nueva que da muestias de una actividad may diversificada, ja no sélo a la mineria sino a la produceién de objetos manufacturados y de pro- ductos agricolas, a la relacién comercial entre centros de produccidn y consumo a todo lo largo de América, Y lo mismo ocurre en lo que respecta a la explotacién del curva desciende marea- tema feudal modemizado centrado en la encomienda —wn procedimiento de explotacion servil adaptado a la eco- nomfa mercantil-, se pasa en el siglo XVII al sistema de explotacién modemo afeudalado propio de las haciendas, que son centros de produccién mercantil, basados en la compraventa de la fuerza de trabajo, pero interferidos sus- tancialmente por relaciones sociales de tipo servil Todo parece indicar cfectivamente que se trata de ui va historia que se gesta a comienzos del siglo XVII. Una hise toria clo por la insistencia y el énfar sis con el que se perfila una direccién y un sentido en la pluralidad de procesos que Ia conforman, con ¢l que se esboza tna coherencia espontanea, una especie de acuerdo no concertado, de “proyecto” objetivo, al que la narracién hist6rica tradicional, que le reconoce privilegios al mirador “politico”, ha dado en Tamar proyecto criollo, segiin el n de sus protagonistas mis visibles. Hay un proyecto no ¢ berado pero efectivo de definicisn civilizatoria, de ele de un determinado universo no solo Iingiistico sino si ico en general, de ereacién de téenicas y valores de uso, de organizacién del ciclo reproductivo de ta riqueza social y de integracién de la vida econémica regional; de ejercicio de lo politico-religioso; de cultivo de las formas que confi- guran la vida cotidiana: el proyecto de re-hacer Europa fuera del continente europeo.* Esto seria, en resumen, lo \eblo bajo, lo que a pea en América pero d ico, mientras en el proyecto plano. que sucede en la primera de las historias a las que hacia refe~ rencia, la historia global de la sociedad americana; se trata, insisto, de un proceso de repeticién y re-creacién que ecompone y reconstituye una civilizacién que habia estado en trance de desaparecer. bien, equé acontece en la otra historia, la historia particular de la Compaiia de Jestis, con la que quisiéramos confrontar @ la historia americana? También en ella tiene lugar un proceso de reconstruccién y reconstitucion. Cada vez mis se hace necesario en la investigacion actual revisar la imagen dejada por el Siglo de las Luces francés sobre el ca- ricter puramente reaccionario, retrgrado, premoderniza- dor de la Iglesia Catolica postridentina, y de la Compaita de Jesiis como el principal agente de la actividad de esa Iglesia Se hace necesario revisar esta idea, dado justamente el fra- luminada por el Siglo de la modernidad capitalista que ha prevalecido desde los tiempos de la primera revolucién industrial en el ta imagen por cuanto de los esquemas conceptuales a partir de los cuales sia postridentina y de la Compania de Jess se encuentran ahora en crisis, La idea misma del progreso y de Ja meta hacia la que él conduciria, propuesta por la Ilustracién, que es justamente la idea que istérico de esa actividad, siglo XV! ) inte conservador y retrégrado; su defensa de la tradicién no es una invitacién a volver al pasado 0 a premo- dernizarlo modemo. Es un proyecto que se inscribe también, aunque a su manera, en la afirmacion de la modernidad, es decir, que esté volcado hacia la problemética de Ia vida nueva y posee su propia vision de lo que ella debe ser en st novedad, Tal vez el sentido de esta aseveracién puede acla- arse si se tiene en cuenta uno de los contenidos teolégicos iméis distintiyos de la doctrina de la Compaiifa de Jestis en su 65 de Dios, donde cada tampa qui c 1 Mal, t d de deci vamente po le pone 1c de deci- Dios y el anto que ‘dir y ele- tiene su motivo de 1a autoatirmacion de Dios s¢ miento del Diablo, Esast que, para Ia Compania de comportamicnto verdaceramente cristiano no consiste en ndo, como si fuera un ya definiti- iversidad cualitativa de las cosas, de Ja produceién y el frute de los valores de uso, el reino de la vida en su des- pliegue, no es visto ya s6lo como el lugar del sacrificio 0 entrega del cuerpo a cambio de la salvacién del alma, sino como el lugar donde la perdicién o Ia salvacién pueden darse por igual. La frase tan insistentemente repetida por Ignacio de Loyola acerca de que “se puede ganar el mando y sin embargo perder el alma” es una advertencia que no condena sino simplemente corrige la idea de que el mando cs efectivamente algo digno y deveable de ganarse, que le pone a la ganancia cel mundo la condicién de que sea umn medio para ganar el alma, es decir, de que sea una empresa “ad maiorem Dei gloriam De alguna manera, lo rebuscado de esta version de la vieja hostilidad judeo-cristi cidad terrenal —que es vista como el si dad verdadera, trascendente, como el idolo capaz de enganar’y asf de obstaculizar y posponer la realizacién de la misma- tiene um eco en lo rebuseado de la modernidad de st comportamiento, implicada justamente en ese movi- 16 de apertura hacia el mando, efecto, en Ta docurina de ta C ce una estrategia m npaifa de Jestis, apare- especial, perversa si se quiere, de ga- © implica el disfrate del pero de un cuerpo poseido misticamente por el al- ma, Un disfrute de segundo grado, en el que incluso el su miento puede ser un elemento potenciador de la experien- cia del mundo en su riqueza enalitativa, Es comprensible, por ello, que las investigaciones recien- tes coincidan en reconocer que la Iglesia postridentina y la Compania de Jess no pueden ser definidas como antes, que no son exclusivamente esfuerzos tardios e imitiles por n marcha un proceso de contrareforma, de reac- 67 cidn a la Reforma protestante que se habfa dado en el norte de Europa. La idea de una conwra-reforma no recubre toda la consistencia del proyecto que se gesté en el Concilio de intento que predominé en éste no fue el de com- indola injustificada, sino el de reba- insuficiente y regresiva. No se trataba ‘acci6n que intentara frenar el Progreso y opacar las Luces; de lo que se trataba era de replantear y trascen- der la problematica que dio lugar a jos movimientos refor- mistas protestantes, No se trataba de ponerle un dique a la reyolucién religiosa sino de avanzar saltando por encima de ella; de quitarle su fundamento real, de resolver los proble- mas a partir de los cuales ella se habia vuelto necesaria. Este es el planteamiento principal del padre Diego Laines, el jesuita qu y conduce muchas de las discusiones mas importantes en las sesiones del Coneili de Trento jesuitas como tropa de apoyo al papa: do es sin duda uno de los rasgos principales del desenvolvi- miento de este Concilio; se trata, como resulta de fa exhau tiva Historia de Jedin," de Ja accién de un equipo m preparado en términos estratégicos y muy bien armado en {iminos teol6gicos para combatir y para vencer efectiva- mente sobre las otras drdenes y los otros partidos presentes en é1, Pero es interesante tener en cuenta que se Urata de un apoyo sumamente condiionado, que sélo se da en ka medi ach que es reuibuido con el derecho a imponer una rede- icin radical de lo que el papado debe ser en su esencia. funcién, su identida resulta defendible a fundamental en el s6lo en esa medica el. papado les Is jesuitas, LLo que esté planteado como ncilio de Trento es el restablecimiento de lan ad de la mediacién eclesial entic lo humano y lo otro, lo divino; una mediacion cuya decadencia ~asf lo interpretan los jesuitas~ ha sido ¢ necesidad de la mediacion eclesial entre Jo humano y lo otro, la funcidn del locus mysticus, que es lo que el papado es en esencia ey decir, la funcion de ese lugar y esa persona que conectan necesariamente el mundo terrenal con el mun- do celestial, la yoluntad de Dios con la realidad del mundo-. Habfa perdido su caricter de indispensable; y justamente sta pérdida era la que habfa motivado la aparicién del re- ante a la existencia misma del papado, Si antes se aceptaba que "fuera de la Iglesia no hay sal- salvacién” El Concilio de Trento intenta restaurar y reconstitu necesidad de sial entre lo terrenal y lo mediacion cuya plantcada en (61 minos sumamente enti pado, religiosa en cuanto tal administra el sacrificio sublimador de represi6n de las pulsiones salvajes, una represién sin la cual no hay forma social posible. La Iglesia es una instancia nismo, que conecta 1 pecado original con la condena, ésta con la redencién y redenci6n con la salvacién, la funci6n de la Iglesia es plan- teada como un recurso divino insuperable. La necesidad de esta mediacién habia sido desgastada, minada, corroida fiertemente a lo ¥ esto no tanto en el plano de validez. En efecto, la principal impug) sencia y la accion, dentro de la vida praetica cotidiana, del fa cumplido siempre en Ia histo- ; si hubo cohesién social en todo el periodo des macién como tal, fue justamente porque fa vida en la que volvia real didlo sw sociae Ja aparieion tio prese motor del Cone ° a lentina~ como imp tes eu lescle su par palaciegas ada en curopeos, pasando por su: monopolio de la educacion proto- “ilustrada” de Ins élites, hasta escenarios mucho mas abi os, aventurados y populares, en las misiones evangelizaco- ras de Asia y sobre todo en América, donde Megan a dirigir cl Ievantamiento de republicas social ces de vivir en Ia abundancia Mencionemos algo de su actividad en estos titimos esce~ narios. Solange Alberro toca e! problema de cémo traducir un producto de la cultura europea occidental a culturas de otro orden mental, de un corte civilizatorio diferente, como son las orientales, Es uun problema que Mateo Rieci, el gran explorador cultural, conquistador-conquistado, problema- tiz6 a fondo en el siglo XVI. Son pocos en toda la historia Jos textos en que, como en los de é1 0 de su antecesor Ales- sandro Valignano, se observa una sociedad que pretende uasladar sus formas culturales a sociedades en las que éstas 0 no “naturales”, arriesgarse mentalmente en at hasta el punto de verse obligad a poner en cues. los rasgos mas fi desamarrar y aflojar los nucos de su c6digo cultural para poder penetrar en el niicleo de una cultura diferente, en el plano de la simbolizacién fundamental de sa cédigo. Son los religiosos jesuitas emperiados en la evangelizacién de la India, el Japén y la China los que van a internarse en esa via? Yan a hacerlo, por ejemplo, en el campo problematico de Ja traduecion lingiistica. ¢Gémo traducir las palabras “Dios Padre”, "Madre de Dios”, “Inmaculada Concepeidn”, “Vir gen madre"? Términos como éstos, absurdos, si se quiere, pero perfectamente comprensibles en Occidente, no parece 14 aproximados en el japonés 0 el chino. La ‘inica manera que ellos ven de vol- sibles a los pos nos orieritales -Inanera son ext tal ei Alejandro Vi 8. le, Sumario de las cesas det « (1592), Sophia University, Kyoto, 1954, *Véase. por ejem Jobin (1583) » Adicio a propio concepto occidental de Dios, Por el intento, por cjemplo, de encontrar en qué medida, en el concepio de Dios occidental, puede encontrarse un cierto contenido femenino; sélo de este modo, a partir de una feminidad de Dios, les parecia posible introducir en el c6digo oriental sig- icaciones de ese tipo. Este trabajo de los evangelizadores jesuitas sobre la doctrina cristiana y su teologia es un traba- Jo discursivo sin paralelo; es tal vex el vinico modelo que Europa, la inventora de la universalidad moderna, puede ofrecer de una genuina disposicién de apertura, de autocri- ica, respecto de sus propias estructuras mentales. En América, Ia actividad de la Compara de Jestis en los grandes centres citadinos tuyo gran amplitud ¢ intensidad; lleg6 a ser determinante, incluso esenciall para la existencia de ese peculiar mundo virreinal que se configuraba en Amé- rica a partir del siglo XVI. Desde el cultivo de la élite asta el manejo de la primera version hist6rica del “capital financiero”, pasando por los miltiples mecanismos de orga- nizaci6n de In vida social, la consideracion de su presencia ¢s indispensable para comprender el primer esbozo de modernidad vivido por los pueblos del continente. Los Padres jesuitas cultiyaron las ciencias y desarrollaron mu- chas innovaciones técnicas, introdujeron métodos inéditos de organizacion de los procesos productivos y circulatorio Para comienzos del siglo xVilt, sus especulaciones econémi- cas eran ya-una pieva clave en la acumulacion y el flujo del capital en Europa; para no bablar de América, donde parecen haber sido completamente dominantes. Sin embar- 0, pese a que su in. en Tag ciudades era de gran importancia, clla misma la consideraba como un medio al servicio de otro fin; su fin central, que no era propiamente wrbano sino el de la propaganda fide, cuya mirada estaba puesta en las misiones. Se trataba de la evangelizacién de los nclios, pero especialmente de aquellos que no habfan pasa- do por la experiencia de la conquista y la sujecién a mienda, es decir, de los indios que vivian cn las selvas del Orinoco, del Amari aay. Su trabajo citadino se concebfa a sf mismo como una actividad de apoyo al proce- 7 so de expansi6n de 1a Iglesia sobre los mundos americanos atin virgenes, incontaminados por la “mala” modernidad. También en la historia de la Compania de Jestis lo que predomina es un intento de recomposicién. Se trata en ella de un proyecto de magnitud planetaria destinado a re- estructurar el mundo de la vida radical y exhaustivamente, desde su plano mas bajo, profundo y determinante ~donde el trabajo productivo y virtuoso transforma el cuerpo natu- ral, exterior interior al individuo humano-, hasia sus estra- tos retrodeterminantes mas alto distrute lidico, festivo y estético de las fo Es la desmesurada pretension jesuita de levantar una modernidad altemativa y concientemente planeada, frente a la modernidad espontinea y “ciega” del mercado capita- lista, lo que hace qu mediados del siglo xvitt, la Compania de Jestis sea vista por el despotismo itustrado como el principal enemigo a vencer. Asi lo planteaba con toda Caridad el marqués de Pombal, el famoso primer ministro de Portugal, promotor de Ia transformacién de la economia y de la politica ibéricas, cuya influencia se exten= dera mas alla de la gestion de Carlos III en Espaiia. La de- rrota de la Gompaiia de Jestis, que queda sellada con cl ‘Tratado de Madrid y la destruceidn de las Reptiblicas Gua- y que lleva a su expulsién de los paises catdlicos, a sw anulacion por el papa y a la prohibicion de toda activi- dad conectada con ella « fines del siglo xvii, es la derrota ‘ota que, vista desde el otro lado, no equivale mas que aun capitulo en Ia historia del “indeteni- ble ascenso” de 1a modernidad capitalista, de la consolida- cién de su mon Se trata entonces de (oda una historia, de todo un ciclo que tiene 1m principio y un fin, que comienza en 1545, en las discusiones eoligicas y cn lay intrigas palaciegas de Tren- to, y termina en 1775, en las privaciones y el escarnio de las marmorras de Sant'Angelo, Tal vez conviene subrayar quién fue en verdad el contrincante que derroté al proyecto jesui- ta de modemizacién del mundo y cudl fue la razon de su triunfo. La utopia neocatdlica se enfrent nada menos que 3 al proyecto espontineo y sélidamente realista de configurar el modero mundo de la vida a imagen y semejanza de la acumulacién del capital, La presencia de Dios en el mistic mo cotidiano y seglar que los jesutitas intentaban imponer en Ja poblacién, por més exacerhada que ella haya podido ser, no fie capaz de contarrestar el poder cohesionador y dina- mizador de la sociedad que despliega la acumulacién de capital, el dinero generando més dinero, cuando invade ese “territorio ajeno a ella” (segtin Braudel) que es la produe- cién y el consumo de los bienes y los servicios. En el lugar del capital, los jesuitas quisieron. poner a la ecclesia, a ta comunidad humana socializada en torno a la fe y la moral cristianas. En visperas de Ja revolucién industrial que ya se anunciaba, ella no fue capaz de vencerlo; result6 ser mucho menos eficaz que él como gestora de la produccion y el con- sumo adecuados del plusvalor. El atractivo de su sociedad beatifica resulté ids debi] que el de] paraiso que la “sociedad abierta” prometia como una realidad que estuvie- ra ala vuelta de la esquina (como lo muestran los interesar tes estudios recientes sobre el proceso de descreimiento en Francia Inglaterra a lo largo del siglo xvtit), Tenemos, asi, dos historias de diferente orden en las que tienen lugar procesos cuyo propésito no sélo implicito es una reconstitucin: en el caso del proyecto eriollo, la re-crea- in de la civilizacién europea en América; en el caso de la Compaiifa de Jestis, la re-construccion del mundo catdlico para la Gpoca modema. Habria que insistin; tal vez, en el hecho de que, en Ja América Latina, el fracaso de la Com- paiiia de Jestis es un hecho que tiene que ver directamente con el fracase del proyecto propiamente politico o de éli- te de la sociedad criolla, Un fraeaso que se da en conexién muy evidente con la politica econdmica global del despotis- mo ilustrado, cuando la Corona piensa que, de imperio sin mids, orgdnicamente integrado, Espaiia debe pasar a ser un imperio "moderno”, colonial, y pretende hacer de su cue po american un cuerpo extraiio, colonizado. Es importan- te tener en cuenta, sin embargo, que, aunque los jesuitas fra- casan globalmente y desaparecen pricticamenente de la 7” historia a finales del siglo xvi," el proyecto criollo sin embargo continia, y lo hace justamente en ese proceso -siemipre inacabado- que tiene lugar en la vida cotidiana de la parte baja de la sociedad latinoamericana, en el cual el “criollismo” popular y su mestizaje cultural crean nuevas for- mas para el mundo de la vida, formas que no pierden su ma~ un Aparte de la estrnetura de lo que acontece en estas dos his- torias, pocemos considerar también el cémo ola manera en que acontecen estas dos historias, Para ello, en mi opinién, es indispensable tener en cuenta el concepto de “lo barro- co”. El-moda de comportarse de la Compariia de Jesiis y el modo dle comporiarsé a€ Tos criollos mestizos, ambos, son de “corte barroco, Quisiera para ello hacer referencia -breve- mente~ alo que podria ser un rasgo constante © una caden- cia distintiva de las muy variadas estrategias de confor macién de una materia que solemos denominar *barrocas’. Estas, en efecto, son multiples, y es muy dificil, préetica- mente imposible, elaborar una lista de determinaciones que diga: “Io barroco, para ser tal, debe presentar estas carac- teristieas y estas otras? Ni siquiera las cinco marcas que, distinguen el arte barroco del renacentista, y que completan una definicién que sigue sin duda siendo valida, alcanzan efectivamente a componer lo que podria mos lamar un modelo tipico o un tipo ideal de “lo barroco’ Si hay, sin embargo, ejemplos paradigmaticos o modos ejem- plares de comportatse de lo barroco, sobre todo en Ta histo- fa del arte. Por esta razdn, y para intentar mostrar en qué sentido Ja forma en que se comportan jesuitas y criollos puce Hamarse era recordar aqui el modo como se comporta Gian Lorenzo Bemini con la tradicion ;caccionaria y tenebrosa, con- a medicdlos| a segunda pora, ésta oria de la primera, desde comlenzos del siglo XI del presente. 5 clasica en su wabajo artistico. Si nos accreamos a la obra escultérica de Bernini podemos observar que su autor tiene, en verdad, un solo proyecto desde que comienza sus traba- jos: es el iniento de segnir haciendo arte griego 0 romano, de incluir su obra en el catilogo de la herencia clasiva. Comienza sus trabajos imitando el arte helenistico, bacien- do piezas que pueden confundirse perfectamente con las que estén sienda desenierradas del suelo de Roma, prove- nientes del arte griego. Suefia ser, intenta ser o hace como si Uo que estuviera todavia trabajando. Antista ubicado ya en el desencanto posrenacentista, se plan- {ca como proyccto suyo no seguir ¢) canon clésico sino reha- cerlo, no aprovecharlo sino revitalizarlo, ponerlo nueva mente a funcionar como en el momento de su fiundacién. tiempo nuevas y antiguas, pero el problema form enfrenta es radical: zcomo repetir la vitalidad formal en esas pivzasantiguasnuevas que él produce? te muerto, simples copias de las piezas que ya existen?, gcomo que no existieron entonces pero que pudieron haber existido? Es aqui donde aparece el com- portamiento barraco al que hago referencia; un comporta- Jo que busca el artista Monteverdi, "despertar la pasién oculta en cada una de las formas”, revivir el drama del que ellas fuente de los cénones elt seguir trabajando identificado con ella. S6lo que ¢ mino de esta biisqueda del origen de la vitalidad de los eano- nes ¢ Gramaticidad pagana, Bemini va a to- parse con otra completamente diferente: Ia dramaticidad cristiana, hombre sumaineute t echamemte a los jesu como representar el tinico objeto que, en altima instancia, vale la pena representar: la presencia de Dios. Presencia que nunca puede ser directa, que sélo puede ser atrapada 16 detenido de su ay forma de luz ent el famoso Pxiasivo Transverberari Dios es irrepresentable en st r ‘Bernini: no hay camo mente a Dios. Vel a de Te] historias ‘Os por Se_CON Este porspeetiv ema valente que el discurso tcol6gico: ¢s el discurso filos6fico, el discurso de la raz6n volcada en contra de toda verdad reve- lada, pero como diseurso que esta alli para justificar preei- ‘evelada; el discurso de la no-revelacién puesto a fundamentar la revelacién. Este diseurso tan pect liar es justamente el que comienza a reconfigurarse en las, ‘obras de Molina, de Surez, etcétera, mediante vn intento de reconste epto de Dios. Es un intento que solo puede cumplirse dela manera en que es posible dentro de una estructura totalitaria del discurso, mediante estrategias de pensamiento sumamente sutiles, sirviéndose de recur- sos de argumentacién monstruosamente elaborados, El nti- cleo, y aquello en torno a lo cual se discute de ida y vuelta, es el de la distincidn que hacen ellos entre la gracia suficiente de Diosy la gracia ¢ficaz. Es un plantemiento que sdlo se com- prende a partir de la polémica del catolicisme.con la Refor ‘ma; en el planteamiento de la Iglesia reformada, la gracia de Dios es suficiente para la salvacion. riamente, ‘con su omnipotencia, con su omnisciencia, con su yoluntad. impenetrable, decide quiénes habrin de salvarse y quiénes no. Habré incluso, en la yersion de la doctrina calvinista puritana, la idea de que los elegidos por Dios para salvarse, los “santos visibles", pueden ser reconocidos marcas exteriores gracias a la capacidad de trabajo produc tivo que ostentan, Esta idea de que la gracia para la salvacion viene directa y exclusivamente de Dios, de que, por lo tanto, ya todo esté decidido de antemano, de que los clegicos y los condenados han sido ya determinados, esta idea es la que Jos tedlogos jesuitas van a poner en cuesti6n, Ellos af ran,en cambio, que hay, sin duda, la gracia su me de Dios; que El se basta a si mismo para salvar o condenar a cual= quieras pero afadiran que este bastarse a si mismo s6lo puc- de darse mediante una intervencién humana, que el libre arbitrio debe estar ahi, en cada uno de los individuos, para que la gracia suficiente de. Dios se convierta en.una gracia cficaz, para que la salvacién tenga lugar en defi y bajo de estos teGlogos es sumamente agudo y complejo, pues deben insistir anto en Ja omnipotencia y la omnisciencia de 78 de spondencia oninisciente jesuitas acidn qite tiene que ¥ Dios, que esel 10 peculiar son que sabe trio: son. pica entre to-pesible y lo te sther medio o de Dios ¢ credndose roceso de set Dios, y 4 si mismo, Como Dios en os depende en a ende del ser humano. Esta pect Ii dad necesitada par Dios para qu este iniento ce potencia de Dios y la te, la doc Al rchacerlo, sin embar n sustancialmente, que cl Dio coincide con cl Dios. de | je mixtura, de A diprocesos conocidos cla de sustancias, de ra, eruces de diferentes razas de proceso de mestizaje cul 148 U0 adecuadamente e solo se puede tema w ion y jento de Cuando hablamos de una relacién de cualquier tipo entre diferentes formas culturales no podemos dejar de laclo aque- lio en lo que Lévi-Strauss ha insistido tanto: la idea de que to- do mundo cultural es un mundo cerrado en sf mismo, que plantea como condicién de su vigencia la impenetrabilidad, de su cédigo, de la subcodificacion identificadora del mis- mo. Cada cédigo cultural serfa asi absolutista: tiende la red de sti simbolizacion elemental, de su produccién de sentido yu intcligibilidad, sobre todos y cada uno de los elementos que puedan presentarse al mundo de la pereepeién. Se i todo otro proyecto o esquema de mundo, basta a (oda otra subcodificacion del eédigo de lo humane que pre~ tenda competir con él, Je resulta por lo menos incompatible, sino ¢s que incluso hostil, En este sentido completamente abstracto no habria la posibilidad de un diélogo entre las culturas; las formas culturales tenderian més bien a darse la espalda las unas a las otras, En la historia conereta, sin embargo, la vida de las culturas ha consistido siempre en procesos de imbricacion, de entrecruzamiento, de intercam- bio de elementos de los distintos subeédigos que marcan sus diferentes identidades, Procesos extraordinarios y bruscos, en un sentido, cotidianos y pacientes, en. otro, que son siem- pre conflictivos y “Waumaticos”, resultantes de respuestas a situaciones limites”. Si hay historia de la cultura, es juste: iente una historia ce mestizajes. EL mestizaje, la jaterpent] + + tracién de cédigos a los que las circunstancias obligan a aflo-| jar los nudos de su absolutismo, cs el modo de vida de I cultura, Paradéjicamente, sélo en la medida en que una cul iura se pone en juego, y su “identidad” se pone en peligro y entra en cuestion sacando a la luz su contradiccién interna, s6lo en esa medida defiende sus posibilidades de darle forma al mundo, solo en esa medica despliega adecuada- mente su propuesta ce inteligibilidad. Para terminar, cabe insistir en el hecho de que, si el pro- ceso de mestizaje cultural en la América Latina pudo comen- zar, fue precisamente en virwud de la situacién cultural espe cialmente conflictiva, muchas veces desesperada, que le (0c6 lo XVII -situacién muy parecida, por cierto, 81 8 que, esta ver a escala phinetaria, agobia a ka época que vivimos. Habia, por un lado, la crisis en la que estaba sumida la civilizacion dominante, ibero-curopea, después del agotamiento del siglo Xvt-cuando casi se habia cortado cons mbién, por otro, la crisis juena: despues de la catastrole politice- 4, Clasicismo y barroco nnquista, los restos de Ia n cn capacidad de funcio- ar Muevamente come el odo orginico que habian sido en, ef pasado. ¥ sin embargo, aunque ninguna de las dos podia hacerlo sola o independicntemente, ambas experimental ci de mauntenerse al an Lforma ef trae, steeper entre aos, det Severo Sarduy la imperiosa necesid del grado cero de lac El dasicismo renacentista Ninguna d ta domi 1 wna modalidad del intentarin despertar y luego reproducir suvitali nels en dos espe finicién de lo barroco puede dejar de ver en él sicismo, aunque deba ce inmediato tico que en su caso el eddigo curopeo con tiene el ser “modal Lo cierto es que una expe spanico (y con los restas de los riencia de “lo cldsico’, de algo al concreto”, de un J Ja fuerza), son conjunto determinado de formas dotadas de una validez ellos quienes pronto se yervin construyendo algo diferente natural subyace necesariamente en la antoafirmacion de kk delo.quass bablanimmpuestonse descobnrsa ponieisto.an Voluntad de forme barroca, Hasta podria decirse que fo pri- wa BUCO niad de forma es justamente un ndolo de la vida espontinea de ka alta” qe de ta mar st banroqu rroco es sin duda formas, pero no como mn dela misma, habia re o.ya el clasicismo pros (0. L's precisamente por oposicién a este definir ta peculiatidad sino tal como piodelRenactnnt clasicismo renacentista que hay que del clasicismo ba Mas que ser una , lo clisico en el Renacimiento es € 82 6 realidad un ‘intertexto", un texto que habla por otro texto y.a través de él. Pero esta afirmacion obliga a una pregunta: gauil ¢s cl marco intertextual en que las formas propiamen- te clasicas, grecorromanas, se insertan y que es propiamente el que las refuncionaliza? Aunque en muchos aspectos el fe- nomeno del Renacimiento se desdibuja cada vez mas ante los ojos de los historiadores actuales, no puede negarse de cual- quier manera que, al menos en las ciucades del norte de Ita Jia, en el quattrocento, la poblacién mas definidamente bu sa desarrollé un conjunto de comportamientos, de primera importancia para ella, que se sintetizaba en torno de una vo Tuntad de comprenderse idealizadamente a sf misma a través de una yuelta hacia ciertas formas de vida de “los antiguos’ y por tanto hacia los cdnones “clisicos” que habrian inspira- do esas formas. Todo sucede como si el ser humano que se habi do en el mundo medieval hubiese sentido de repente, bajo el impacto de Ia subordinacién del principio cireulatorio mercantil a la clave capitalist, bajo Ta accion del aumento de la productividad y la diversificacidn acelerada de los valo- res de uso, que la conerecin de su identidad colectiva individual la misma que habfa debido esquematizarse y adaptarse para sobrevivir a la larga escuela del universalismo caistiano ya la lenta practica del igualitarismo abstracto de a circulacién mereantil- le resultaba demasiado pobre y. estrecha, demasiado palicda y repetitiva, Como si hubiese sentido la necesidad —siqueiriana~ de dotarse de um nuevo rostro, mas definitlo, de una identidad mas determinada y mais vital EL Medioevo habia intentado con bastante éxito destrir, mediatizar o al menos nev wr las sefias de Ia identidad natural” de los pueblos que pertenecfan 9 que le garon a habitar el continente europea (habia combatido, incondicionalmente, por ejemplo, los valores, las costum- bres, las técnicas, etcétera, de los germanos); habia tratado de hacer de los individuos humanos, dejados por la des- composicién de las comunidades arcaicas, meras almas en mala hora corporizadas, simples miembros casi indiferen- concrela 84 lables de una co nidad abswacta, moderna avant la lettre, la del “pueblo de Dios’, pero desiudaizada, desidentificado, a través de Ia individuacion baa a Ta juri rama del pecado original igo divino, la redencién mesidnica y la salyacion final. E] hombre que emerge de la historia medieval —que ha hecho Ia experiencia del fracaso de la esperanza milenaria 7 en que el compensado con creces por el advenimiento del “valor de uso” paradisiaco~ necesita primeramence encontrar una ; proliferacion que, en prin- imposible”, comienza a poblar el $ wna necesidad Lo.) existencia que debe “seguir & ru » en_ver de acabarse experiencia del mundo medieval, lo que yg ;encia es una renovacion 0 una innovacion si Ja inteligibilidad prite- tica del mundo de la vida resulta efectivamente inasible. del alma”, debian ser por ello cast minuidos, debie“”™ Titados; dejados en puro esqueleto 0 estructura, Se uataba de un cuerpo cu imo, sdla_podia tener que ver con cosas de un valor dé uso To ind abstracto posible, dotada de una-conevecién_tendiente al grado cer Es por ello que el recu 708 hombres moder ‘ley ef Gashinevitabley dado que ebrecue rte ntacién que emanaban de ese mundo y de su riqueza -reconocible a n tiompo como propia y como exdtica (como la oriental) Por esta razon puede decirse que el clasicismo renacen- tista es, mas que una cita, wn interextoz in texto subordi- ado que, integrado y wanslormad por el texto dominan- te, dice’lo que éste no vst en capacididt de decir, Al no 85 t = identidad disefiada pi tiva del valor de des ar de truccin de na identidad En mucho, aquel ciénj=, en que run lado, y a esencia grecolatina, por otro. Aquello inerpo de san, tancia el Nuevo Tes hacer (trabajada a pai heterogénea) es enorme. Ade nuey “acomadarse podlian ser tr diate explo ferente de s si estas, _bumanista de la teologia evis to judeoctistiano, que retira ef énfasis narrativo me el chasici ISO Ni Scr pos In, por ejem| to) la fc de una esfuierzo que, lo pu » patra Lo que le el recurso a ade los antiguos par ersal ser 0 s6lo de ida sino tam © sucedineo parad iguada por el deseo, pero ausente: es una estrategia préetica de cons- cial mediante el paso. vedluicativa, de 1a mn) y lo pastadaa ace came (la Anw lo, 0 bi anata llenar el modelo oftecido por los distintos Apo- ., los antignos, que debe servir para § mito quese pretende representacion. La dis- epresentar (sobre toto ica con que se quiere a completamente ema que implica Jas formas anti el esfnerzo de lado lo intocable del mi de moverse dentro de limites que dijeran n sido creadas, We que [a otra, termina ento nuevo y radical con la ver lidad de los canones clisicos podia proponerse nadie después de todos aquellos que culminaron en la obra de Miguel Angel? De Ia fatiga de esta exploracién estética resul- taron entonces Tos moviNileHlGs AUStICos Conocides como postenacentistas. El clasicismo barroco jas Formas clisicasy se mue- ven en Iineas paralelas. Son parecidos, incluso confundibles entre’st como lo plantean Curtius y Hocke, dada la cercanfa de sus direcciones respectivas, pero son sin embargo, como Tomnemos el ejemplo m fidad orginica y jerarquizaca del espacio representado por el Renacimienio, jetista hace una sama de \cios retadoram hacerlo, pr que trasc y que descansa justam a perspectiva unificada. Representacion, s ‘ac “ouro lado” de la realidad, de aque ica de la misma que escapa a la ted de Imeas de fuga ida sobre ella por la perspectiva del ojo humanists. La dua acerca de la continuidad entre este mundo yl 040, deseneanto acerca de “este Fado de Ta realidad “aleja al mianierismo, radicalmente, de la positiviciad clisica, de cuyos @nones no puede sin embargo prescindir, si no quiere con- denatse a lo informe neio. El Greco de la segunda poca, como To demostré Dvorak, és manierista porque la rortuia a la que somete las formas ckisicas 110 ya encamine- da a sacar a la luz una expresividad insospechada en ellas de al que es propio del proyecto fr en la capacidad organizadora de 87 inherente, sino a con: estéticos completa- mente nuevos, ape incompatibles co nte dif ‘oca, Su sicismo renacentista ¢s la bai puesta ce fas las proportiones clisicas aceptadas de hunditse en el principio mas antiguas, en Iu io de su sustiticion. Hay una mma, natural, “cldsica", adojas, exagerac) etectismos, r permulaciones y vestismos: enrevesamientos de todo tipo que, j mente y @ la yer desesperados, buscan tener u antigua y se ciegan ante qu su vez ana contingen Por esta raz may I s folclorizadoras de ‘0 regort dad latinoame cl gasto improductivo ponde es completamente diferente: de lo que se es de proyocar ima proliferacién de rnualmente, la obligan fidelida talismo, la exi so escéptico y he 88 ca de persecucién y huida de lo esencial, a la ver deseado y temido n ¢] arte barroco hay wna gran fidelidad, una confianza incondicional, desamparada, en los cnones clisicos, una ciliar 1a voluntad de forma que decant6 en acién modema, que parecerfa haberla vuek. (6 imposible, Ingenua desde el anarquismo de la perspecti- ‘a manierista ~que no parece creer que tal conciliacién sea deseable siquiera-, esta posicién sera sin embargo la que predomine en la sociedad y la historia. Es mas constructiva, responde a los requerimientos de un «thos practico, de una es rategia de supervivencia, Hay que insistir sin embargo cn que, Ao S610 en Una Gpoca o en una sociedad sino también en. una misma biografia, lo barroco no se deja separar nitida- mente de lo ma uno y otro estén siempre asociados, ndose. necesidad de ci Le modernida de to barvoco Bajo el término *barroco” est en juego una idea basica: la de que es posible encontrar una voluntad de forma barroca que subyace en las caracteristicas de la actividad artistica barro @a, del modo barroco de proporcionar aportunidades de experiencia estética, Tomando una cierta distancia respecto de Rie Inger; de su psicologismo histérico de corte nietzscheano, entendemos por ‘voluntad de forma” el modo} como 1a voluntad que constituye el ethas de una época se fiesta en aquella cimensién de la{vidajhumana en la uc él puede ser vista puramente como la actividad’ de conformacién de una base sustancial. Por ethas de una €po= fa, a st vex, entendemos la respuesta que prevalece cn ella ante la necesidad de superar el caracter insoportablemente contradictorio de su situacién histérica especifica; respuesta que se da lo mismo como cLuso o costumbre que protege ob- Jjetivamente a Ia existencia humana frente a esa contradic ion, que como la personalidad que identifica a la misma sub- jetivamente, La vida humana puede ser vista, entre otras cosas, como 89 un pnro proceso de donacién de forma: como un proceso de transformacién de la vida material en fuerza productiva, de conform: Ja sexualidad, de organizacién social de la conviv aria; es, en efecto, personific dora del yo, gestificadora del movimiento corporal, encau- zadora d icétera, Procesos dle contor- macion 0 configuracién pueden encontrarse lo mismo en la actividad que persigue la belleza la tilidad, Ja bon madas, los elementos hallan inmediatamente e: mentos mis pragmaticos que con los elementos més (os del mismo, Por esta razon, para nosotros, siguiendo ya u ginalmente a un modo artistico de co puede muy bien extenderse como calilicaivo proyecto de cons del mundo de ta vida soci mente en lo que tal consituccién tiene de actividad confor- madera y configuradora. Dos logicas contradictorias entre sf rigen del modero mundo de la vida: la légica de fa forma con- " del proceso de prod riqueza social, en wn nivel, y la logica de Ja valorizaci6n del 2) valor, en otro, Esta contradiccién, en si misma insoportable” Constituye el hecho capitalista por excelencia. Es frente a este-— factun ixvebasable que se despliey unera espontane: ethos barroco, El s versiones del ethos Las otras tres ver- tisticos del mundo de la vida se inadici6n, el calificative de "barroco”, que se refiere ori- jyuirar un material, todo un ra posible de Hevara cabo las metas conet clas 0 naturales del proceso de produ i uma actitud in. y aativa frente & la contigne Jacion de la actividad humana como acumulacin de capital; lave como algo positivo y deseable,y considera jlusoria toda percepcion de lo contrario, El ethos elasico, por su parte, no barra, comorel wliccién del hecho capita 90, dado ¢ inmodificable, respecto de lo cual fa actitud militan- Para clféthos to contra mismo sn de la misma en sentido positivo 0 forma “natural” o de “valor de uso” del ae hasta tal que inchiso la propia prime, se le presenta como una mei Moifosiv de la misma, como un episodio genuino de suacon- tecer historico. Tambien en el{fdios barrocoise encuentra wna ‘afirmiacién incondicional de la forma “natural” de Ta vida ‘pero en él, por el contrario, talafiimacidn tiene lugar deniro del propio sactificio de esa forma “natura lad -e1 valor de uso- se da a través de valorizacibn del valor econémico, Ta idea que crotismo, cuando decta que esa “aprobacién" de la vida aun dentro de la muerte, puede. ser trastadada, sin exceso de vi lencia (0 tal vez, no que permite vivir la destruc ./ Gon de lo cualitativo, producida por el productivismo capi: ¢ . al convertirla en cl acceso a la creacién de otra ethos barroco no borra, como lo hace él realist diccién propia del mundo de la vida en la modemidad cap poco la niega, como lo hace el roméntico; le) reconoce como inevitable, a la manera del clisico, pero, 2 diferencia de éste, se resiste a aceptarla. 4 Lo barroro La voluntad de forma inherente al eas social de una época se presenta como estilo alli donde cicrto tipo de acti- vidad humana ~el arte, por ejemplo~ necesita tematizar 0 sacar al plano de lo consciente las caracterfsticas de su estrategia 0 su comportamiento espontineo como forma 91 e forma enrevesada, i ser uno solo, Lay mancras o estilos del poner en préctica una misma muchos estilos personales barrocos, los pocos que imponerse son ya muy numerosos. asificatoria no por necesaria ‘egida por criterios implacables que oponen, alo ri9 a ponernos entre las manos un solo el barroco temprano (frente al tardio), el 100 musical (Irente al literario y al pkistico), el barro- con su variante sep nntista respondia.a la necesidad ee nodernos, los de las ciudacles ropa, de inventa de Ja vida que amparo d YO wansitorio de este universalismo de coneres id se hizo sentir pronto. En el wiltimo periodo d Miguel Angel, la n renacentista se encor la. Lit crisis del Renacimiento y su propio aba ya ‘ccién Clasicista ver la crisis de la al uo deLarte, es de wn inaterial con iencia estética. barroca consiste en re-v anon” como lo hacta Kant, es decir, 20 como simple norma consagrada que sirye de instramento w “érganoy no como principio generador de formas) mediante un proceso ambivalente en cl que el dapertarlaxitalidad crista- Zz a Fe con el ofoygarlo.unva vicka iades para la expe- tad de forma artistic implica el reiones clisicas del mundo propia este recone te en emplear el c juego tan imisitado pi simismas; es de de un uso 0 “habl Tal vez es Mont Jo que podria Tamarse el nivel ddsico del esilo barroco: se mn de las palabras ef gesto capaz de “des asin que © elas, de encontrar ¢ escondido en ista harroco cia vital crist Jo desq li quien mejor expuso el prog loque se trata para él, en priser pertar nes clasicas. De buscar y encontrar el conflicto que se esconde en la perfec cion de si mesura rapist ‘Los desfiguros a los que se ve obligado el ideal de las pro~ porciones clasicas en manos del Spagnoletto y su “feismo ibé- ico”, por ejemplo, lo ponen en cuestién, pero —como diria el conde Salina~ 10 para rechazario sino para reafirmatlo. Agotado el programa tenacentista, en el que lo elisico debia aportar una verkldrung, una transfigura se suponia que lo clisico es la quintaesencia, y encontré que onde mejor coincidian o se encontraban Ia ico era justamente en ta representacién de través de.lo contrahecho y esperpéntico © a tepresentacién que llevase El col profundo de 1a representacion. invadiendo su superficie lo no representado haciéndose presente como inguictud de lo re-presentado; el todo de la representacién refancio- nalizando las Gado; estay cinco caracterfsticas, que Wolfilin destaca e barroco al compararlo con lo rena todas ntista, so respucsias a Ia necesidad dle poner a prucba las formas clisi- _€a8, dle explorar las extremas entre Jos que se clesenvuclve su pacidad de dar cuenta dé una sustancia hamana que cra ala Yer identicaa la antigua y radicalmente diferente de ella, La ornamentacion musical de Corelli reglamenta la brisqueda de una intensa fibrilacion y reverberacién en que la armonia rest ta de contraposiciones y contrastes aparentemente insalya: bles, en que los encuentros solo se dan en los desencuen- ros. EI segundo nivel del estilo barroco, el que lo completa, ¢s iquélen el que la puesta a prueba del canon clisico se con: experiencia del espect 1c Las Meninasquue pata po ar adecuadamente el dro debe pasar a formar parte de lo que se mira en él La diferencia enue el estilo barroco de los paises septen- ales y el-de los. meridionales depende sin duda del grado a el etfioy barroco predomina sobre los otros ethe modernos. ose subordina a ellos, en las vidas cise : tiyas, Pero no hay que olvidar que mucho de Jo ca- cee H hecho de que ~de manera bastante parecida alo qu tecid con el rea lismo en el mundo contemporaneo organizado por el fue algo asf como el estilo oficialde Ia Igle- sia Catolica después del C de Trento, wn elemento clave de la propaganda file de Ja Compainia de Jestis y su pre a prucha de la auton rnizacion que atrae los iad de_provocar . estados de vertigo inte yecto de renovacidn del cuolicismo y de mods catélica de la soc nes en que los velan. Lo a posibilidad, manavillosarm sino de escenificar el con' rio es que Las minosidad y las tinieblas, le y la muerte, Ganli decora a bovee cemplo que ser Ja Compania, con un Tr stis (me espués de duras batalla las otras orde- cn Re asciende a fa dimensidn de lo divino o es ¢ nh Roma y lo barroco La voluntad de forma barroca tiene distintos focos de cons- ttucion, cada uno'de ellos diferente de acuerdo a lA zona o {a dimension del mundo dew vida donde tiene lugar la experiencia de la necesidad del ethos barroco, Tal vez en hingtin lugar como en Roma Ta experiencia prictica ele- mental del dar forma -manufacturar, poner en palabras, etcétera~ha Nevado a exagerar el énfasis en el hecho, por lo demas indudable, de que ese dar forma no consiste tanto en nventar 0 oar formas antes inexistentes como en un reformat Joya formado, en un hacer de una forma preexistente la sus. fancia del propio formar, Basta con asumir esta exageracién protobarroca de la situacién romana para convertitse en barroco. Hay ciertas sociedades y ciertas situaciones his ‘son mas propicias que otras para la aparicién del ethos coy lavoluntad cle forma que Te es propia. La realidad ameri- cana del siglo XVI, por ejemplo, plantea para los sobrevivi tes de la utopia fracasa’ i una existencia civilizada que se plantea en principio como imposible. Hay, por un lado, la imposibil Jane la vida americana como una protongacién de ta vida curopea; abandonados a su suerte por la Corona, ser es- paitol para los criollos tio es cosa de te sino de ta Anica; diczmados por las masactes y por el des. Moronamiento de su orden social, los indios americanos fa Ia conyersi6n de ellos mismos y sus culturas en tuinas, El'sigio XVII en América no puede hacer otra co- sa, en su crisis de sobrevivencia civilizatoria, que re-inventar. se a Europa y reinventarse también, deniro de esa primera teinvencion, lo prehispinico. No. pueden hacer otra cosa que poner en prictica el programa barroco. Hay sin duda una conexidn profunda entre algo asi como el “estilo de vida" de la ciudad de Roma y el proyecto barro. gue va a florecer allfj en Roma se encuentran siempre lo largacte los siglon Ja cuinas antigusy que. cominan en l paisaje urbano ¢jexcicndo un influjo muy peculiar sobre sus habitantes. ‘n gran mi ida fueron las ruinas las que promovic barroquismo de Roma, Aunque eran. un peso y un estorbo para la remodelaci6n moderna de la ciudad en el siglo XV, lo y proteccidn a los miserables, mientras éstos las cuidaban y reutilizaban, Lo barroco esta en que, para sobrevivir en, sus habitantes. debiero cllas, Quién cia de quién? {Las ruinas d ae uate mimetizarse y confundirse con ellos 0 ellos de las Jos restos = = de la icamente romano y tipicamente barroco. obra clasica es tan exagerado, mente con restaurar o completar ya existentes (dafados o incompletos), mplares de clla ya existentes (data opaocted propios productos (su Cabra Amatthea, ella, no exisientes ntre otras cosas, en el siglo Xvi, Roma era también cl pa pad, el locus mysticus por excelencia: cl sitio por cl que pasa baniecesariamente el nexo metoniraico entre Dios y's facl 0 copertenencia sust dores que pusieron en el cismo ihérico organizado por los seguide ala vez moder vida de acuerdo con un proyecto x mo ales To co, Intenta hacer de Los individuos so potenciacién cuantitativa y cual va de Yel consumo de los valores de tiso; convertir- mbres “que ganan el mundo”, Pero su intento se 1c afinma que, en ciertas cireumstan- aria’, Gircunstancias y \s metas celestiales y las jeden ser otros que Los que provienen ia conewidin dle I 1 individual y coti- es decir, la que sta siendo ejecttada por el papado romano y suafirmacién in de te ecclesia cristiana, La estrategia jesuita este iOn_de la existencia a de los individuos mediante. su. organi 1 experiencia mistica colectiva, no puede ser otra que debe ser el sustento de todo el sentido del mundo: cia mistica que él eatiende a la manera sensualista, meri- dional, como algo que acontece por posesién corporal (metonimica) -y no a la manera septentrional, por visién atelectual (metafdrica) Una convieci6n de la madurez de Be de que el tinico Dios que el artista puede representar es festa en la experiencia humana de la con- ste mundo y el otros experienc representable cuando es propia, porque no es vista sino vivida, pero que puede ser represeniada cuando es de otros, porque entonces ses que s6lo sea en sus efectos lasis (Santa Teresa) agonias (Beald Ludovica), twansitos (San Francisco), revelaciones (La verdad) son los motives a los que sit obra se dedica con mayor detenimiento y penetracion. Momentos misticos, de mezcla, de ambivalencia, que inva- den todo el mundo de la representacion. artistica. Seres unbivalentes: los amgeles del puente Sant'Angelo aportan la parece ser la ia que sei jucién cristiana de Bernini al misterio del Heri fa griego que haba “rimacemato” en su juventud. No s° asexuados, pero tampoco yuxtaponen solamente Jos sexos; son mas bien seres ambiguos que hacen vi ylo celestial, puesen ellosla con- tradicein entie lo femenino y lo masculino esti en trance de superarse. . Si el arte trae al terreno de la cotidianidad pragmiitica la plenitud imaginaria del mundo de la vida -aquella que vive mos cuando el trance festive 0 to nos trasladt a la dimensién de lo imaginario-, cl arte religioso posrenacen- tista hace que esta experiencia propiamente esietica regrese a la ceremonia festiva 0 de culto y contribuya a sit realiza- rarcadla estetizacion del mundo de Ta ina provoca vida que se plaza pub a, por ejemplo, de estirpe barroca, ja cotidiana (quien’ pasa por cla n script que existio, 1 vez. 0 que puede comenzar a existir en cualquier momento)= parece provenir de la época en que est esteti- zacién estuvo al servicio de la ritualizacién de ese mundo. La experiencia estética debe ser, segiin cl deereto triden- no de 1563, un recurso que ayude a la experie la divinidad “puede ser captada por los ojos del cuerpo y as". El recinto del templo ja lucha entre Dios y el Dial (Roma, Santa Maria de la Victoria) puede festejarse no de los episodios de esa lucha en los qu triunfa sobre las sombras, Se trata de un escen: mental que necesita llenarse de una atndsfera riv barcante -hecha de actos, discursos, mtisicas, g) mientos, pinturas, vestidos, perfumes-, acorde entrega enfatica de los participantes a la fe ladora del sentido de lo real, La obra de 2 nut6noma, esta diseniada para que su dlisfrute ev como ocasi6n de una experiencia estética, deba pasar por la participacion en un acto teligioso. El grupo escult6rico que representa la transyerberacion del amor divino en el cucr- po de santa Teresa -hecho cnya intensidad parece romper en dos el frente clisico del altar donde acontece y abrirlo para hacerse visible a la capilla y la nave- se encuentra en el ceniro de la atenci6n. Lo tnico que falta para que la obra Imente alli es esa atencion, la disponibilidad de la percepeidn. La misina que, sin embargo, sélo puede darse como respuesta @ un reto: que quien observe la obra se con vierta en creyente, 100 5. La actitud barroca en el discurso filosdfico moderno ‘usanunensitzung des Kon sender Frilwit. Das eine 5 dersrlbon Quills, licken.! losotico moder ede problemati wieva Lilosotia ‘adicalmente no sélo ql de a manera © de otra, tenia que pasar por una revisidn de la tradicién filos6fica, en especial de aquella original, la de la Grecia . Se trataba, sin embargo, de un recurso a los orige- nes que no podia hacerse de manera directa; que debia atra ‘ica de la instancia administradora de ega ay su formulacién mas aeaba- ~ Vista como un fenémeno de Ia historia de la cultura valorada de acuerdo ala funcién que cumplio en ella, la filo sofia teoldgica de la Fdad Media aparece como uno de los principales factores del surgimiento de un nuevo c “elisico” de cai te europea, Bjecutora de la necesidad de universalizat el tex to mitico judeo-cristiano, el de los dos ‘Testaments de la Biblia ~texto que por definicién estaba atado a las singulari- dades de una lengua y una cultura naturales-, fue sin duda una construceién sutoritaria, Fomentabs, desde sui altura esotériva, el efercicio libre de la razin individual, pero al mismo tiempo guiaba a ésta para que encontrara por s{ mis- nat los limites itvebasables de su acciGn; fue ast una especie de (echo protector bajo el que se gesté lentamente todo un modo peculiar de usar la raz6n, toda una nueva discursiy acl; aquella que, modernizada de una cierta manera, habria de ser mas tarde uno de los seeretos de Ia curopeizacin indetenible del mundo. nisima, en cambio, ta filosofia teolégica se présenia como una creacién sumamente fragile inconsis- tente, Si algo la caracteriza en su constituci6n es cl intento de llevar a cabo una combinacidn de dos intenciones teori- cas incombinables -la filosdfica, de un lado, y Ia teolégica, de ovo-y de hacerlo, ademas, con el fin de que una de ellas subordine a la otra: philosophia, ancilla theclogiae. Se wata de wn hecho disc h que puede ser calificado de con- adictorio en st mismo debico a que pretende Ia interpe- netracion de dos tipos de produccién de verdad completa mente heterogéneos: el de la sabiduria oriental, que se alcanza a través de una hermenéutica de la revelacion Mirada en 102 (mito), y el de Ia sabidurfa occidental, través flica de P| de la palabra divina un legos que verse sobre Ja esen aque Entre los mano & odas las fenémenos que no he © nombres. ¥ lay de esp desde donde se accedia a ese ex preacupada [bos encontraba en pleno proceso de recomposicién general” La nueva figura del munde ba sobre el trasfondo de un gran desvai ieja. Su rasgo caracteristico, la presencia activa € ad voraz, dotada de una vol f abstiacta, indiseriminada e se destacaba sobre el anquitosamiento yla debil untad coleetiva dle si ndlividu la miseria y el s Podria Hamarse epistemologismy al modo en que e} mo de 1a civilizacién modema se hace presenve ‘no del diseurso filoséfico. Presupuesto en la vida modema y en la construccién que ésta hace de su mundo como *sujeto primero y auténtico”, como “f qiie todo se constin mbre igo que esti a eto de su activi Jcanvza sti mayor pureza 10 que _propone rey tificables de To dexconocido, es decir, in nes cuya capacidad de hacerse de las cosas al represen =Y de provorar por tanto se su formulacién= puede ser puesta a prueba y medida co la productividad de un instramento de Hotseege, Frankfurt «. Mo, Pp. 8081; Die Frage nach der Technik, en Vortrge und Aupatce, P ingen, 1954, pp. en el desarrollo de ta técnica exigicda por el productivis absiracto y en el cultivo de su quintaesencia: la cienc (0 investigacion, esto es, como descubrimiento, conqu acién de lo otro por Ia imaginacién cuantificante. secreto de toda la recomposicion moderna del mu pareefa por ello concentrarse en el ejercicio de la fac ‘Cognoscitiva del Ser huméno y en los resultados de] mismo; a el supuesto del que partieron los fndadores, Francis Bacon y René Descartes. De las més formalizadoras a las as distintas modalidades del conocimiento Hega- rreno en el que lo extraito y sor la filosofia se daba de manera pri- ilegiada, ) por ello, el ser humano puede todavia decidir entre ély Dios, y sdlo al decidir par este titimo valida en verdad el sacrificio de Cristo, La redencién seria una empresa que gracia divina s6 ereta de me © Cir, Georges Friedmann, Lebnis et Spinoza, Gallimard, Paris, 1962, 260. "Gilles Deleuze defence es le beroqus, Minuit, Paris, 1988. Esias paginas completar [a aproximacién que interpreta la predileccién del barroco lege y Ia conecta con Ia. teor i otra que ve In actitud implicita losofar de Li 4 filos6fico moderno, aquella que no cr dono de la filosofia teolégica que no sea capaz de superar nierpenetraci6n de lo moral y lo gnoseolégico que hay en lla, y se contente con desconocer tal interpenetracién y cul: ivar por separado alguno de los dos elementos (0 los dos)."* Lo caracteristico de su pensamiento esté justamente en aque lo que, desde el modo epistemologista del filosofar, se ha to como una debilidad accesoria del mismo, en algo que se- ria una ineapacidad de dar el wiltimo paso en la Tuptura defini tiva con la problemiitica premoderna del discurso filosdfico, ‘de echar por la borda el lastre tologico y atenerse a lain gen de lo real propuesia por el saber cientifico moderno. iliar la explicaciOn “por la causalidad tendencia a actualizarse es pro- Jas innumerables ménadas 0 sus ancias simples a las que el entendimiento puede reducir k isi del mundo, Sin embargo, no todas las sustan- aia ‘composibies” con cualquier otva—no todos los posi bles [@gIcos's0 Ss “sentrempe chent”, Flecho.que-tas reduce a ta impoten ineapaces de act 0 armonias que pueden nples, esté seleccionando una que ¢s la tinice nismo que tiene que obedecer a un lis al” y que no puéde ser otro que la decision divina de crear: esencias vuelve necesaria una elecci6n inieligente, La cau Jidad Jogica toma la forma de un dete a. fr: Georges Friedmann, op. eit, p. 210. Leibniz insiste en el canon de la Filosofia teolégica que confide Io verdadero (0 revelador) con Io bueno (0 con . Pero la ontologizacion de lo izacién de lo ontolégicé que esta implicita cn el planteamiento ante- rior no se reduce simplemente a reformular ese canon para ponetlo al dia, Es el resultado de un monumental trabajo de swinging barroco en el universo de los conceptos tradiciona- Tes; un volver obsesivo sobre todos los temas de la filosofia teoldgica con Ia intencién de despertar en ellos su nucleo problematic: la voluntad de combinar la definicién (greco- rromana) del ser de los entes como presencia espontanea con la (judeo-cristiana) que lo concibe como presencia pro- la teorfa filosofica con la sabiduria her menéitica; de llegar incluso a unificar un tipo de discurso que prefiere confiar en el habla -en el uso del cédigo y en Ja mitopoiesis~ con otro que conffa mas en Ia lengua ~en el cédigo y en su coraza de mitos, No solo descifrar sino descubrir la totalidad de lo real como Creacion: ésta es la n “clisica” del discurso filos6fico desarrollado en la Edad Media del occidente euro- peo. Fs la pretensién que Leibniz replantea al revolucionar 1a filosofia tcolégica para COnvertiria en una “teodicea’, en un alegato en la “causa de Dios”, destinado a defenderlo a tayés del examen de su obra, Se trata de una reyolucién paraddjica, en la que la actitud barroca se delinea caw ctari- dad; una destruccién hecha para reconstuir lo que desta Yes y NO paia sustituirlo, Un proceso que alcanza su punto culminante en la puesta en crisis de esa pretension “clasica” y que implica, por lo tanto, una revitalizaci6n del conflicto entre la duda y el descreimiento, entre el convencimiento y fe. Que trae consigo tambien el Vértigo de una experien- ia en Ia que el acto de perder la fe y el de recobrarla pare cen ser uno solo, = Explicar es dar la raz6n suficiente de la presencia de una cosa, sin caer en conuadiccién. Pero basta reconocer que ‘cada cosa es singular, es finica e irrepetible, para verse obli- gado a dar un paso mas en esta definicion del ex; Explicar debe consistir no en decir por qué algo existe en 116 lugar de otra cosa que podria remplazar algo @xiste en ver de [o antes que] nada" (cur aliquid exisial quam niki) Explicar una costa la que nada pued sustituir es dar Ia razén de ser de su singularidad cualitativa Lievada a su extremo, practicada con radicalidad, esta def j6n de la esencia del conocimiento humano. que parece dbedecer a necesidades puramente operativas, llega @ topar con un limite ontolégico. El mundo real y su histo smo que cada persona real y su vida, €s, en su totalidad va, tinico € irrepetible. Cuil es la razon.de ser de st singularidad?

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