BOL{VAR ECHEVERRIA
La modernidad
de lo barroco‘La publicacicn del presente libro es resultado cel proyecto de investigacién “EL
de cultura politica y la vida politica en América Latina” IN 402094),
/AM., euya realizaciéa hubiera sido imposible sin el apoyo de la Direc
General de Asuntes éel Personal Académico de dicha institucién,
Primers edicin (condicién UNAM): 1908
‘Sepunda ei: 2000
Segunda rimpresién: 2011
ISBN: 978-998 41L-184-5
Barbara Beck
in memoriamindice
Prélogo, 11
EN TORNO AL ETHOS BARROCO
la primera modesnidad
4, Clasicismo y barroco, 83
El clasicismo renacentisia, 88
EL clasicismo barroco, 87
La modernidad de io barre, 89
Lo barr0c0, 91
Rona y to barroco, 96
5, La actitud barroca en el discurso
modero, 101
Josbfico
LO BARROGO EN LA HISTORIA DE LA CULTURA
LA CONDICION MODERNA DE LA CULTURA, 121
1. El siglo barroco, 121
Elenigna det siglo Xvi, 121
Ta transicion en suspense, 123
2. Cultura ¢ identidad, 130
Definicién de ta culture, 190
La concrecion historica de ta cultura, 136
3. Modemidad y cultura, 140
Definicion de la modternidad, 144
La modernidad y el eapitalismo: encuentro y desencuentra, 147
Los rasgos caracteristicos de la vida moderna, 149
4. La revolucién formal y el creativismo cultural
modero, 156LA HISTORIA DE LA CULTURA Y LA PLURALIDAD,
.O MODERNO: LO BARROCO,
1. Cultura y ethos hist6rico, 161
El concepto de ethos histérico, 161
EL hecho capitalista y el cuddruple ethos de la modernidad, 167
2. El ethos barroco, 173
EL comportamieno barroco elemental, 173
Tertium datur: la libertad como eleccién del tercero
excluido, 175
Disimulo y resistencia, 179
3. El ethos barroco y la estetizaciGn de la
vida cotidiana, 185
Guitura y vida o
Bi tiempo de lo extraordinario ye
-g0 la fiesta y eLarce, 189
EL ethos barroco y el predominio de esletizacién en la
vida cotidiana, 198
4, La reelaboracién barroca del mito ¢:
5. Ethos barroco y arte barroco, 207
La “decorazione assoluta’, 207
Arte barraco y “nétodo” barroco, 214
6. La cultura actual y lo barroco, 222
iano, 199
Bibliografia, 225
Referencias, 231
a 10
Prélogo
Hablar de um “modo de vivir" barroco, extender el califica
_tivo de *barroco” de las obras de arte definidas como tales al
conjunto de los fendmenos culturales que las rodean, &
incluso @ la regién o lt época en que ellas fueron produci-
das, es una tendencia tan vieja como la idea misma de lo
barroco. Su tematizacién explicita y su fundamentacién han
sido en cambio mucho mas recientes, y se han cumplido,
por lo demas, en dos direcciones diferentes.' En la primera,
lo barroco aparece como una de las configuraciones por las
que deben pasan las dlistintas formas culturales en su desen-
Volvimiento orgénico; como la configuracién tardia de les,
mismas, que se repite asi, con un contenido cada ver distinto,
formas culturales a lo largo de la his-
lo barroco se presenta como un fend-
meno especifico de la historia cultural moderna.*
Es sobre esta segunda linea de aprehensién, ta de lo
barroco como to n cultural especfficamente mode:
‘La primera aparece cn Eugenio D'Ors (1923), Benedetto Croce
(1995) y Henri Fecillon (1988), yse contintia también, modificada por Ia
influencia de Ernst Robert Curtis (1948), en Gustay René Hocke (1957),
aunque conducida en referencia a lo que él denominaria mis bien un,
Ccomportamiento "manierista’, La segunda se esboza primero en Wilhelm
Hoausenstein (1920), Werner Weisswach (1991) y Alois Rieg! (1923); pero
con quien entra en la complejidad que se explora actualmente es sin du
dda con Luciano Anceschi (1945), cuyo trabajo adelanta ciertos aspectos
mporiantes de la sistematizacion ya cldsica e indispensable de Jose Anto-
rnio Marzvall (1975),
® Aunque diferentes entre sf, estar dos direcciones no son necesaria-
mente incompatibles, Podirfa ser que el barroquismo como modelo de
comportamiento transhistorico, que aparece como caracteristica de tas
ceulturas cuando dé wa tenido sin embargo en la modernidad su
‘oportunidad més plena y se haya mostrado en ella en In plenituel de sus
posibi
des,
ipresente yolumen. De manera mas dispersa en Los di
mera parte y mas sistem
la pri-
ica on el de Ia segunda, su objeti-
dentro de una probiematizacion
‘s empleadas por la historia de la
cultura, la cabida que “lo barroco” puede tener dentro de
una descripeién Jamodernidad. De este modo, las,
preguntas que oc
dad que tiene esa desi
estructuraciones particulares d actetisticas generales
de la vida moderna y de detectar enire ellas una que mere7-
ca llevar ~al menos por una eierta similitud con c
barroco de la creacidn attistica~ el calific:
Se trata de las preguntas siguientes: 2
momento de la constitucian del mundo moden
tua de manera més radical y adecuada una copertenencia
esencial entre su modernicad y el barroquismo? 2
vo comin es explora
te aborda estas cues
sbora primero
tiones en especial y dle manera mas dir
a los dos conce
una aproximac jos generales que defi
nen el campo en el que se roc 10
de cultura y el de modemidad. Recuerda, a continuacisn,
ciertas ideas acerca de la condicién humana que aparecen
en la ontologia fenomenolégica y las conecta con algunos
desarrollos contemporaneos de la antropologia y
ca, En su parte central ~en un intento de ampliar Ia “eritica
de la economfa politica” elaborada por Karl Marx hacia una
teoria eritica del conjunto de la vida moderna-, el ensayo
propone un concepto referido a la necesidad en que esti el
discurso reflexivo de pensar coherentemente la encrucijada
de lo que se “historia econdmica” y lo que se
conoce como “historia cultural”; un concepto mediador,
10 una estrategia
que_enfrenta y
nos ka contradic-
que seria el de etho
dion especifica de la existencia social en una época determi:
nada, el ethos histérico de la época moderna desplegaria
varias modalidades de sf misino, que serfan otras tantas pers-
pectivas de realizacién de la actividad cultural, otros tantos
principios de particularizacién de la cultura moderna. Uno:
de ellos seria precisamente el llamado “ethos barroco”, con
su “paracigma” formal especffico.
El examen de esta modalidad del evtos moderno parte alli
de una clasificacién de los distintos tipos de temporalidad
que conoce la vida social para precisar lo que especifica a lo
barroco como principio de estructuracién de la experiencia
Gel tiempo cotidiano, El efecto de to barroco en la vida coti-
jana, descrito como un: fivacion exagerada”, se vuelve
evidente en su confrontacién con el modo cristiano tradi:
cional (catélico), igualmente “exagerado, de poner la ritua-
lizaci6n religiosa como niicleo estructurador de Ja misma.
a consideracién final, acerca del nexo entre “arte barroco
y contrarreforma’, se refiere al modo como la estetizacién
barroca de la vida cotidiana deriva, entre otras cosas, en Ta
de creacién artistica y poéti-
ca, aiuel que merecié originalmente el adjetivo de “barroco”.
Cabe aiiadir, por lo demas, que los ensayos inchuidos en
este yolumen tienen que ver también, aunque sea de mane
1a indirecta, con una segunda discusién: aquella que trata
de Ia actualidad de lo barroco y que es tal vez, dentro del
variado conjunto que anima la problemiatizacién de la “con-
* de este fin de siglo, la mis trabajada y
por ello mismo la menos inasible.
Lo mismo en el sentido de un diagnéstico de la situacion
cultural contemporanea que en el de una propuesta alter-
nativa ante la crisis de la cultura establecida, el concepto de
Io barroco”, actualizado por el prefijo “neo”, aparece como
ico, ha sido abordado con originalidad por Boaventura de
Sousa Santes en Pala mad de Alic, Oporto, 1994
13uno de los principales instrumentos te6ricos para pensar en
qué consiste ese estar “después”, “en discontinuidad” o “mas
alla” de la modernidad”, escribia Severo Sarduy,' y atiadia:
“Jo mismo ocurre con el hombre de hoy”. Un mundo que
vacila, un orden carcomido por su propia inconsistencia,
que se contradice a si mismo y se desgasia en ello hasta el
agotamiento; junto con él, una confianza elemental, pro-
funda, que se desvanece sin remedio. Fl mundo que vacila
es el de la modemidad, el de la confianza en una cultura
que ensefia a vivir el progreso como una
po, @ fundar el (erritorio en una eliminadén del espacio, a
emplear la técnica como una aniquilacién del azar; que
pone la naiuralezaparac calidad de sustituto de
Jo Otro, lo extrahumano: que practica la afirmacién como
destruceién de lo negado.
En medio de esta crisis de la modernidad, y més como un
refugiarse en alternativas de vida reprimidas y desechadas
por ésia (condenadas a uma existencia clandestina) que
como cl enenentro de una solucion o superacién salvadora,
aparece una clerta prictica de la posmodernidad en la que
“algo asf como un paradigma barroco se reivindica y se abre
lugar’ Se ata cle un comportamiento en el que reaparece
aquilla “constante formal”, aquel “gusto -y juicto sobre ese
gusto- por lo inestable, lo multidimensional, Jo mutante",
que Omar Calabrese,* siguiendo el refinado método de su
formalismo ‘riguroso”, ha investigado sistematicamente en
Ja cultura contemporinea. Un comportamiento, por lo
dems, cuya presencia habia sido reconocida ya como rasgo
cultural distintivo en la periferia americana del mundo
moderno,’ donde la gravitacién de la modernidad capitalis-
1989, p. 24
‘miento han prestado,
ta fue siempre desfalleciente y donde otras “condiciones” de
discontinuidad con ella Condiciones premodernas y scmi-
modernas~ prefiguraron la *condicién posmoderna” descri-
a por Lyotard, aunque desde una necesidad diferente
2s imaginable una modernidad alternativa respecto de la
que ha existido de hecho en la historia? De ser asi, equé pre~
figuraci6n de la misma, explicita o implicita, trae consigo el
neobarroquismo contempordnco? El "plieguc’”, el leit-motiy
de lo barroco pensado por Gilles Deleuze’ -la imagen de
una negativa @ ‘alisar” Ja consistencia del mundo, a elegir
de una vez por todas entre la continuidad 0 la discontinui-
dad del espacio, del tiempo, de la materia en general, sea
ésta mineral, viva o hist6rica~ habla de la radicalidad de la
alternativa barroca. ¢Pero cules son los aleances reales de
Su “propuiesia’, medidos a partir de su pec
hist6rica en la construccién del mundo de Ja modernidad
capiualista? sGusl es la actualidad del *paradigma barroco"?
zPuede, por ejemplo, componerse en tomo a él, a su reac~
tualizacion neobatroca, una propuesta politica, un “proyec~
to civilizatorio” realmente alternativo frente al que prevalece
actualmente? Este es el tipo de cuestiones de que se preo-
cupan también Jos ensayos contenidos en el presente libro.
La actualidad de lo barroco no esté, sin duda, en la capa-
cidad de inspirar una alternativa radical de orden politico a
Ta modernidad capitalista que se debate actualmente en una
crisis profunda; ella reside en cambio en la fuerza con
manifiesta, en él plano profundo de la vida cultural, la
incongruencia de esta modernidad, la posibilidad y Ta urgen-
cia de una modemidad aliernativa. FI ethos barroco, como
Jos otros etie modernos, consiste cn una estrategia para
hacer ‘vivible” algo que bisicamente tio lo es: Ia actualiza-
cidn capitalista de las posibilidades abiertas por la moderni-
dad, Si hay algo que lo distingue y lo yuelve fascinante en
nest , cuando la caducidad de esa actualizacién es
1 insercin
1957, p. 441. Cabe mencionar aqui
de lo barroco y lo neobarroco desde la perspectiva
cen Maps y pllegues, Bogots, 1996,
1988, pp. 385s.
hace Carlos Rincd
* Le pli, Mimuit, Pacada vez més inocultable, es su negativa a consentir el sacri-
ficio de la “forma natural” de Ja vida y su mundo 0 a ideali-
zaxlo como Jo contrario, su afirmacién de la po
restaurarla incluso como “forma natural” de Ja vida reprimi-
da, explotada, derrotada, Fstrategia de resistencia radical, el
eihus bart0co no es sin embargo, por si mismo, wn ethos revo-
lucionario: su utopia no esta en el “més alla” de una trans-
formacién cconéinica y social, en un futuro posible, sino en
e] “mas alld” imaginario de un hic et nunc insoportable trans-
figurado por su teatralizacién,
Nadie mejor que el propio autor de Barvoco para respon-
der acerea del tipo de radicalidad que se le puede exigir al
barroco de nuestro tiempo:
"2 Qué significa hoy en dia una prictica del barroco?
de mimetizacién con la naturaleza y la opcién
contraposicion a la misma. Se trata justa-
mente del abismo que los cinco siglos de Ia historia laino-
americana vienen uatando de salvar o superar en él proceso
del mestizaje cultural
La insistencia cn Ta ajcnidad en la dificultad y el conilic-
toque habla desde el encanto que tienen para nosotros los
Festos intactos, las “obras de arte”, de la antigdedad prehis-
panica permite enfatizar con sentido critico un aspecto del
fendmeno hist6rico del mestizaje cultural que no suele des-
(acarse 0 que incluso se oculta en el modo corrier
para
la nacion estat, esta ideologia pone en uso una represen
tacion conciliadora y tranquilizadora del mestizaje, protegi-
da contra toda reminiscencia de conflicto o desgarramicnto
y negadora por tanto de la realidad del mestizajo cultural en
el que esta inmersa la parte mas vital de la sociedad en Ame
rica Latina,
cls real la fusi6n, la simbiosis, la interpenetracion de dos
configuraciones culturales de “lo humano en general” pro-
fandamente contradiciorias entre si? Si lo es, zde qué mane-
ra tiene lugar?
La ideologia nacionalista oficial expone su respuesta obli-
gadamente afirmativa a esta cuestion con una metéfora nate-
ralisia que es a su vez el yehiculo de una visi6n susiancialista
dela cultura y de la historia de ta cultura, Una vision cuyo de-
fecto esta en que, al construir el objeto que pretende mirar,
Jo que hace cs anularlo. En efecto, la idea del mestizaje cul.
tural como una fusién de identidades culturales, como una
interpenctracién de sustancias historicas ya constituidas, no
puede hacer ot que dejar fuera de su consideracién
30
justamente el nuicleo de la cuestion, es decir, la problemati-
zacién del hecho mismo de la constitueién 0 conforma
de esas sustancias o identidades, y del proceso de mestizaje
como el lugar o el momento de tal constitucién
La metifora naturalista del mestizaje cultural no puede des
ibirlo de otra manera quesa] como la *mezcla” o emulsion
de moléculas © rasgos de identidad heicrogéneos, que, si
alterarlos, les daria una apariencia diferente: b] como el “in-
jerto” de un clemento 0 una parte de una identidad en
€1 todo de otra, que alteraria de manera transitoria y restrin-
de
consigo una
combinacién general ¢ irreversible de las cualidades de
ambas. No puede deseribirlo en su interioridad, como un
acontecer hist6rico en el que la consistencia misma de lo des:
caito se encuentra en juego, sino que tiene que hacerlo
desde afuera, como un proceso que afecta al objeto descri
to pero en el que éste no interviene,
Ha llegado tal vez la hora de que la reflexién sobre todo
<1 conjunto de hechos esenciales de la historia de la cultura
que se conectan con e] mestizaje cultural abandone de una
vez por todas la perspectiva naturalista y haga suyos los con-
ceptos que el siglo XX ha desarrollado para el estudio expect
fico de las formas simbélicas, especialmente los que provie-
nen de la ontologia fenomenol6gica, del psicoanalisis y de la
semistica.
Baste aqui, para finalizar, un apunte en relacion con esta
Xiltima para indicar la posibilidad y la conveniencia de tal
cambio de perspectiva en la reflexion, Si la identidad cultu
ral deja de ser concebida como una sustancia y es vista mit
bien como un “estado de cédigo” ~como una peculiar confi-
guracidn transitoria de la subcodificacién que ywuelve usable,
dicho e6digo-, entonces, esa “identidad” puede
mostrarse también como una realidad evanescente, como
una entidad histérica que, al mismo tiempo que determina
Jos comportamientos de los sujetos que la usin 0 *hablan”,
esti siendo hecha, transformada, modificada por ellos.2. El ethos barroco
Las mestizas, mutates y negras, que componen ta
yor parte de Méxice, no pudiends usar manto
1 @ la eporiola, 3, for ora part, desdeando el
de las indias, van por la cudad vestidas de ui
modo extravugente: se ponen una como enagua ctr
wesada sobre lo: hombros 0 en la cabeca, a manera de
manta, que hace que parecan ots tantos diabls
Giovanni F. Gemelli Care
Dentro de una coleccién de obras dedicadas a la explora:
clon de las cistintas figuras histéricas de El hombre europeo,
Rosario Villari publies hace poco una recopilacién de ensayos
sobre AL hombre barroce, Desfilan en ella ciertos personajes
ipicos de la vida cotidiana en Europa durante cl siglo XVII
el gober
nte, cl financiero, el secretatio, el rebelde, el pre-
dicador, el misionero, la religiosa, la bruja, el cientifico, el
artista, el burgués.... Menciono esta publicacion en calidad
de muestra de un hecho ya irreversible: el concept de
barroco ha salido de la historia del arte y la literatura en par-
ticulary se haafirmado como uma categoria de Ta historia de
la cultura en general
Determinados fenémenos culturales que se presentan
insisientemente al historiador en los matcriales provenien-
tes de los siglos XVI y XVILL, y que se solian explicar sea como
simples rezagos de una.época pasada o como simples anun-
cios de ota por venir, se han ido ordenando ante sus ojos
conn considerable grado de coherencia y reclaman ser com-
prendidos a partir de una singularidad y una autonomia del
conjunto de todos ellos como resultado de una totaliza-
cin histrica capaz de constituir ella sola una época en si
misma, Se traia de una abigarrada serie de comporiamien-
muestran sin embargo uma cierts copertenc
de su heterogencidad,
si,un
arte, el
rocos”
ién 0
xistencia social, incluso teniendo en cuenta las repercusiones
que tendria en la totalidad de Ia misma, Resulta ya eviden-
Le que no ¢s s6lo lo econdémico, lo social, lo politico oo cul-
tural, © una determinada combinacién de clios, lo que no
alcanza a recomponerse de manera mas 0 menos viable y
durad ace ya mds de cien afios. El modo como las
distintas crisis se imbrican, se sustituyen y complementan
entre sf parece indicar que la cuestidn est en un plano mis ra-
dical; habla de una crisis que estarfa en Ja base de todas ellas:
tuna crisis civilizatoria,
Poco a poco, y de manera indudable desde el siglo xvitt,
se ha vuelto imposible separar los rasgos propios de Ta vida
civilizada en general de los que corresponden particular
mente a la vida moderna, La presencia de estos tiltimos pare-
ce sino agotas, si una parte sustancial de L
nes de posibilidad de los primeros. La mo
yafinando lentamente al
cr sobre otros alternativos y que domina actualmen-
te, convertido en un esquema aperativo ce
parentemente incuestionables.
acion que se ha disciiado segiin el pro-
yecto capitalista de modernidad leva mas de cien atios.
Como dice Walter Benjamin, en 1867, “antes del desmoro-
ento de los monumentos de la burguesia’, mientras *
s Juminoso en la Exposicién Universal de Paris”, era
as”, Y se trata sin
dada de una crisis porque, en primer lugar, la eivilizacién de
modemnidad capitalista no puede desarrollarse sin volver
se en contra del fimdamento que la puso en pie y la sostie-
ne=es decir, la del trabajo humano gue busca la abundancia,
de bienes mediante el tratamiento téenico de la naturaleza-,
y porque, en segundo lugar; empefada en chudir tal destino,
acerba justamente esa reversion que le hace perder su
raz6n de ser. Epoca de genocidios y ecocidios inauditos
—que, en lugar de satisfacer las necesidades humanas, las eli-
mina, jj en lugar de potenciar la productividad natural,
aniquila-, el siglo XX pudo pasar por alto la radicalidad de
crisis debido a que ha sido también el siglo del llamado
smo con su pretensi6n de haber iniciado el
desarrollo de una civilizacién diferente de Ia establecida, Se
necesit6 del derrumbe de la Unién Soviética y los estados
que dependfan de ella para que se hiciera evidente que el
sistema social impuesto en ellos no habia representado nin-
guna altemnativa revolucionaria al proyecto de ciyilizacién
del capital: que €l capitalismo de estado no habfa pasado de
ser una caricatura cruel del capitalismo liberal
aEs en realidad posible? Débiles son los inclicios de que la
modemidad que predomina actualmente no es un destino
incluctable ~un programa que debemos cumplir hasta el fi-
nal, hasta el nada improbable escenario apocaliptico de un re
rharie en medio de la destrucci6n del pI
pero no es posible pasarlos por alto. Es un hecho innegable
que el dominio de la modernidad establecida no es absolut
ni uiniforme; yo es también que ella misina no es wna reali
cs de si misma -versiones que fueron
vencidas y dominadas por una de ellas en el pasado, pero
das y subordinadas, no dejan de estar activas en
nicrés en indagar la consistencia social y la
ica de un ethos barroco se presenta ast a partir
r la crisis civilizatoria contempord-
Nuestro
vigencia his
de una preocupacién p
nea y obedece al deseo, aleccionado ya por la experiencia,
de pensar en una modernidad poscapitalista como una
35ellios barvoco y si este
modernidades
protestante’
es juste
te”. La
spirit
2 uifVomportam:
© ambicio
folestanite (en sit vers
jad o doble
basiea de
relugio”, a re
1 ella se rel
concepto de “care:
presenci
de una
respuesta a
qude capital,
el que,
acumulac
in conflicto
realidad capitali
del que no es posible escapar y que por
que debe ser co
cedhos que asegu
des que se ofrei
eada
alirmaiiva y
tiene Ia acum
no sdlo de repre:
*social-natural”
reprime
cin cnanii
creses del proceso
que en verdad
dos dinami-
K.
© indivi
isuperables
. sino, sobre
igual de
lamente contrapuesto
> dos témiinos, pero
inte del
yarece plenamente
a dl, implica
no dentro de
valor dé uso.
reductible a la
38
ser
(capitalist
te, es cl
mos Tam:
necesidad
dentro de la mue:
sin exeeso dela destruccién de lo eu
‘smo capitalista, al conve
creacion de otra dimension, retadoramente imaginai
o cualitativo, El ethas barroco no borra, como lo hace
lista, 1a contradiccion propia del mundo de la vi
modernidad capitalista, y tampoco la nicga, como lo hace el
romantico; la reconoce como inevitable, ala manera del cli-
sico, pero, a diferencia de éste, se resiste a aceptarla, pre-
tende convertir en “bueno” el “lado malo” por el que, segtin
Hegel, avanza la historia,
Provenientes de distintas épocas de la moderni
cif, Feferidas a distintos impulsos sucesivos del capi
mediterrneo, cl ndrdico, el occidental y el centracuropeo-,
las distintas yersiones del ethas moderno config
social contemporanea desde diferentes estraios “arqueolégi-
Cos" 0 de decantacion hist6rica, Cada uno ha tenido su pro-
manera de actuar sobre la sociedad y una dimension pr
ate de la misma desde donde ha expandido su
Definitiva y generalizada habra sido asi, por ejemplo, la pri
mera impronta, la de “lo barroco”, en la tendencia de la civie
A izar una y otra vez.el cédligo de la
tradicion occidental europea después de cada nueva oleada
destructiva proveniente det desarrollo capitalist. Como lo
serd igualme impronta, la “romantica”, en la ten:
dencia de la politica moderna a tratar las formas concretas
de la socialidad humana cn calidad de materia maleable por
la iniciativa de los grandes actos de voluntad, individuales 0
colectivos,
Cabe anadir, por lo demis, que ninguna de estas cuatro
estrategias civilizatorias elementales que offece la moderni-
lad capitalista puede darse efectivamente de manera aislada
y. menos atin exclusiva. Cada una aparece sicmpre combina-
da_con_las otras, de manera diferente segiin las circunstan-
cias, en Ta vida efectiva de las distintas “construcelones de
mundo” histérico de la época modema. Lo que sucede es
que aquel ethos que ha llegado a desempefiar el papel domi-
nante cn est Composicion, el ethos realista, es el que organi-
74 su propia combinacidn con los otros y los obliga a tradu-
tativo, producida por
40
te”, es decir, de aquella que parte de la miti-
jana cel ethos realista para traducir Jas deman-
das de la productividad capitalista -concentradas en la exi-
gencia de sacrificar el ahoradel valor de uso en provecho del
manana de la yalorizacién del valor mercantil~ al plano de la
téenica de autodisciplinamiento individual
2Queé justifiea que empleemos el término “barroco” para
hombrar el cuarto ethos caracteristico de la modernidad ca-
talista?
Si uno considera los usos que se le han dado al adjetivo
*barroco’, desi el siglo XVII, para calificar todo e| conjun-
to de “estilos” artisticos y literarios posrenacentistas ~inclui-
do el manierismo- y también, por extensidn, (odo un con-
junto de comportamientos, de_modos de ser y actuar del
siglo XVI, se llega a una encrucijada semadntica
todos ellos de intencién peyorativa. ’
“Barroco” ha querico decir: a} omamentalista, en cl sentido
de falso (*berrucco”), histriénico, efectista, superfici
diatista, sensnalista, etcétera; b] ext
en el sentido de: rebuscado o retorcido,”
5} extravagente (“bizarre”),
artificioso, c}
jw
car la denigeacin del ane bu
actualmente del signo
facta la definicién cortiente de lo barro-
¥ "Baroco
io de v
el nombre que
rebuscada y retorcida: (PaM , SoM) > SoP, Ejemplo: “si
4do, como en el de: recargado, redundante, exuberante ("tro-
pical”), y ¢) ritwatista 0 ceremonial, en el sentido de pres-
Griptivo, tendencieso, formalista, esotérico (asfixiante”
nto de adjetivos subraya el aspecto fmpro-
Ahora bien, la pregunta por la validez de estos ju
bre el arte barroco~que, pese a los importantes inientos ted
ri¢os del siglo XX por problematizarlo y definirlo, siguen
nantes en la opinién piblica~ se topa en segui-
hecho de que son justamente otras propuestas
108 sO"
da con
modernas de forma artistica, concurrentes con Ia forma
bartoca y ¢ tanto a su especificidad, las que exhi-
ben en cada cual a su manera, su pereepeién de lo
barroco, En efecte
se entiende a
dadera o
{ar escapista, puramente imaginativa, ocio
insignificante ~su predileccién exagerada, en Ia pintura, por
ejemplo, por el tenebrismo cromitico, la representaci6n en
trompe Vevl,
cosa que una claudicacion estética en busca de un efecto
inmediatista sobre el espectador. Sélo desde una perspectiva
Ja que esa imagen del mundo ya existe y es irre-
basable, el arte barroco con su abuso en el retorcimiento
de las formas antiguas (la columna “salom@nica’) y en
oeupacisn del espacio como lugar de representacién (al
1e3 y capillas sobrecargados de imagenes), por
aciGn con una forma que
isinia. como reproduccién de la imagen ver-
tee
creacionista del artista mode 2 roco con la
prescriptiva -por ejemplo, en la mitsica, el ocultamiento del
sentido dramatico en la técnica del juego ornamental (Co-
jerarquizacion canonica del
mismo (Vivaldi) puede ser visto como adverso a la esponta-
d del arte como emanacion libre del espiritu. Se trata,
por debajo de esos tres conjuntos de calificativos que ha
recibido el arte posrenacentista, de tres definiciones que di-
cen mis acerea del lugar tedrico desde ef que se lo define
queacerea de Io propiamente barroco, mani eweetera
Son definiciones que sélo indirectamente nos permiten
preciar en qué puede consistit lo barroco.
En qué consiste lo barroro? Varias han sido di
siglo las claves de intel
a cultura y el arte han propnesto para constniir una imagen
conceptual coherente a partir del magma de hechos, cuali
sgos y modos de comportan
icamente barrocos. Como es ustal
zan alguna de cllas, Tienen en cuenta, por ejemplo: a] el
modo en que se inscribe a si mismo, en ne es una
de forma, dentro del juego espontineo or:
jue prevalece
na figura pa
para cl conjunto de posibilidades de de
es decir, Ia amplitud, la consistencia y Ta jerarq
que él propone para su propio “sistema de las artes”;
po de relacidn que establece con la densidad mit
tipo de relacidn que establece entic los contenidos Ingiti=
(Cos y las formas lingiiisticas y no lingifsticas; etcétera.
Para responder a la pregunta acerca de alguna homologia
entre el arte barroco y la cuarta modalidad del ethos moder-
ficaba a todo Io “reeargado” y sentimental’ que crefa perei
barraco,
43no que permita extender a ésta el apelativo del primero,
suficiente tener en cuenta lo harroco tal como se pre-
en la primera de estas perspectivas de abordaje. E.
5, por lo demés, la que explora el plano en el que él
decidié afirmar su especificidad, es decir, sn
cdnones clisicos, mis alld de a fatiga posrenacer
Jos aquejaba.
EL barroco parece constituido por una yoluntad de forma
que esti atrapada entre dos tendencias contrapuestas res-
pecto del conjunto de posibilidades clisicas, es decir, “nat
rales” o espontaneas, de dar forma a la vida la del desen-
canto, por un lado, y'la de la afirmacién del mismo como
insuperable~ y que esta ademas empenada en el esfuerzo
gico, incluso absurdlo, de conciliarlas mediante wn replan-
10 de ese conjunto a la vez como diferente y como
smo. La técnica barroca de conformaci6n del
fal parte de un respeto incondicional del canon clisi-
jonal ~entendiendo *canon” més como un “prin-
generador de formas” que como un simple conjunto
de reglas-, se desencanta por las insufici mismo
frente a la nucva sustancia vital a la que debe formar y apues-
lad de que la retroaccion de ésta sobre él sea
la que restaure su vigencia; de que lo antiguo se rcencuen-
tre justamente en su contrario, en lo moderno.
mo tramo del siglo XVI las experiencias hist6
lias que el nuevo mundo de la vida impone
al individu conereto son un contenido al que las posibili
dades de expresion thadicionales Je resullan estrechas, El
le dejar de percibir
hay que matarlo 0 que
arte postenacentista permanece suspendido
» uno ylo otro, Sintetiza el rechazo y Ja fidelidad al mo-
do tradicional de tratar el objet6 como material conforma-
ble. Pero mientras el hermano gemelo del barroc
manierismo, hace de la fidelidad un pretexto del cuestiona-
miento, él en cambio hace de ésie un instrumento de la fide
icad,
Tarte
Esta
sta que
entre
arroco, dice Adomo, es una “decorazione assoluta’
44
una decorazione que se ha emancipado de todo servicio como
, que ha dejado de ser medio y se ha convertido ella mis-
ma en fin que “ha desarrollado su propia ley formal”. En
@lecto, el arie de la ornamentacién propio del barroco, es
decir, el proceso de reverberacin al que somete las formas,
acosndolas insistentemente destle todos los angulos imagi-
nables, ticne su propia intencién: retro-traer el canon al
momento dramatico de su gestacion; intencién que se cum-
ple cuando el swinging de las formas culmina en Ia invencién
de una mise-enscene capaz de re-dramatizarlas. La teavralidad
esencial del barroco tiene su secreto en la doble necesi-
dad de poner a prueba y al mismo tiempo revitalizar Ia vali-
dez del canon clasico.
El comportamiento arifstico barroco se desdobla, en ver
dad, en dos pasos diferentes, de sentido contrario, y ademas
paraddjicamente~ simulténcos. Los innumerables métodos
y procedimientos que se inventa para llevar las formas crea~
‘das por éla un estado de intensa fibrilacién los mismos que
producen aquella apariencia rebuscada, ornamentalista y
formalista que lo distingue- estan encaminados a despertar
en el canon grecolatino una dramaticidad originaria que
supone dormida en él, Es la desesperacién ante el agota-
miento de este canon, que para él constiuuye la tinica fu
tc posible de sentido objetivo, la que lo leva a someterlo a
todo ese juego de paradojas y cuadraturas del cfreulo, de
enfrentamientos y conciliaciones de contrarios, de confu
sidn de planos de representacion y de permutacisn de vias y
i icamente suyo, Se tra-
destinado
la suya pro-
pia, como actividad que tiene que ver obsesivamente con Io
que el mundo tiene de forma, careceria de susiento. Su exi-
gencia introduce sin embargo una modificacién significat
ya, aporta un sesgo propio. Su trabajo no ¢s ya sélo con «!
anon y mediante él, sino 4 fravésy sobre él; un trabajo que
solo es capaz de despertar la dramaticidad clisica en la medi-
da en que él mismo, en un segundo nivel, le pone una dra-
maticidad propia. El arte barroco encuentra asf lo que bus-
454444
a
caba: la necesidad del canon tradicional, pero confundida
con la suya, contingente, que él pone de su parte y que
incluso ¢s tal vez la tinica que existe realmente, Puede decir:
se, por ello, que el comportamiento barroco parte de la
desesperacion y termina en el vertigo: en la experiencia de
que la plenitud que él buscaba para sacar de ella su riqueza
no esta lena de otra cosa que de los frutos de su propio
acto.
Combinacién conflictiva de conservadurismo ¢ inconfor-
midad, respeto al ser y al mismo tiempo conato nadificante
comportamiento barroco encierra una reafirmacion del
fundamento de toda la consistencia del mundo, pero ma
reafirmacion que, paradgjicamente, al cumplitse, se descu-
bre fundante de ese fundamento, es decit, fundada y sin
mbargo confirmada en su propia inconsistencia,
Pensamos que el arte barroco puede prestarle su nombre
este ethos porque, como él=que acepta lo insuperable del
principio formal del pasado, que, al empleario sobre ka sus-
a expresar su novedad, intenta despertar la
vitalidad del gesto petrificado cn ¢l (la fuente de su incucs-
jonabilidad) y que al hacerlo termina por poner en Ingar de
esa vitalidad la suya propia, éste ambien resulta de una es-
trategia de afirmacion de la corporeidad concreta del valor
de uso qu reconstruccién de Ta
ia que acepia
reulacién mercamil, ¢ las que esa covporeidad se sacrifica,
pero que lo hace al mismo tiempo que se inconforma con
nego de transgresiones que las refun-
cionaliza,
Descrita de esta manera, la homologia entre la yoluntad
de fe Dea y su actitud frente al horizonte
establecido de posibilidades de estetizacién, por un lado, y
| ethos que caracteriza a uno de los distintos tipos historicos
de modernidad que hemos mencionado, por otro, apunta
parecido casual y exierio
ae lo barraco en el arte es el modo en.
como una propuesia
fs exitosa-, cn el proceso necesa-
entre ambos, Indica¥
des de prevalecer sobre las otras y,Segundd, porque cl largo
predominio, primero central y abierto y después marginal y
subierraneo, de este etlos en dichas sociedades ha permitido
su capacidad d n de formas se efec-
luata alli de manera més amplia y mas profunda,
La propuesta espectticamente barroca para vivir la moder
nidad se opone a las otras que han predominado en la histo-
ria dominante; es sin duda una alternativa junto @ ellas, pero
de ser una propuesia especifica para
smo, El ethos barroco no puede ser otra
o de ordenamiento del mundo de Ta vi-
Puede ser una plataforma de salica en ka puesta en juego
con que la vida concreta de las sociedades afirma su singulie
ridad cultural plantedndola al mismo tiempo como absoluta
¥ como evanescenie; pero no el micleo de ninguna “identi-
dad”, si se entiende ésta como una inercia del comporta-
jento de una comunidad —"América Latina”, en este caso~
que se hubiese condensado en la historia hasta el grado de
constituir una especie de molde peculiar con el que se hacen
exclusivamente los miembros de la misma, Sustantivar
gularidad de los latinoamericanos, folclorizandolos aleg)
iente como “barrocos”, “realistas magicos*, etcétera, es invi-
larlos a asumir, y ademas con cierto dudoso orgullo, Tos
mismos viejos calificativos que el discurso proveniente de las
is modalidades del etlicy moderno ha cmpleado desde
siempre para relegar el ethos barroco al no-mundo de la
premodernidad y para cubrir asf el trabajo de integracién,
deformacion y refuncionalizacién de sus peculiaridades con
el que esas modalidades se han impuesto sobre cl barroco.
Tal vez la sorprendente escasez relativa de estudios histo-
ricos sobre el siglo XVII americano se deba a que ¢s un “siglo
perdido”, si se lo juzga en referencia a su aporte a “la cons-
ucci6n del presente”, una vez que se ha reducido el pre-
sente exclusivamente a lo que en él predomina y reluce. Li
peculiaridad y la importancia de este siglo sélo aparecen en
verdad cuando, siguiendo el consejo de Benjamin, el i
iador vuelve sobre la continuidad hst6rica que ha conduci-
dio al presente, pero revisindola “a contrapelo”.
vivir eny con el capi
a que un princi
48
rroll6 desde Los aitos treinta del siglo XVitI por la conversion
“despGtica ihustrada” de la Espana americana en colonia ibé-
fica, y clansuiado definitivamente, de manera igualmente
despética aunque menos ilustrada, con 1a destruccién de las
Reducciones Guarantes y la cancelaci6n de 1a politica jest
ia después del Tratado de Madrid (1750), no s6lo es um siglo
argo, de mas de ciento cincuenta afios, sino que todo pare-
Ce indicar que en él tuyo lugar nada menos que la constitu-
cidn, el ascenso.y el fracaso de todo un mundo hist6rico
stGrico que existié conectado con el
fista abstracta, que gintba en lornoala
y que debis dejar de existir cuando ese intento se revel
como tna nto lizable.
ece ser que, furtivamente ~como surgen as alte
vas discontinuas de las que esta hecho el progreso histri-
c= desié los afios treinta del siglo XVII, y al amparo de las
perantes prohibiciones imperiates, se fue formando en la
Fspaiia americana el esbozo de un orbe econdmico, de nna
vida econémica de coherenda autGnoma o una “economia
mundo” (como la llama Braudel), que se extendfa, con una
menor densidad, desde ¢l norte de
México hasta el Alto Pert, articulada en semicireulos que
ian concenudndose cn direccién al *Mediterréneo ame
Maracaibo, desde donde se conecta-
ba, mucho menos de bando que de contrabando, a través
Atlintico, con el mercado mundial y la economfa domi-
trata de um orbe econémico “informal”, fécilmen-
> detectable en general en los documentos oficiales, pero
suinamente diffcil de atrapar en el deialle clandestino; wn
econdmico etiya presencia solo puede entenderse
como resultado de la realizacion de ese “proyecto hist
espontaneo de construccidn civilizatoria al que se sucle
dcnominar “criollo”, aplicandole el nombre de la clase so-
1 que ha protagonizado tal realizacion, pero que parece
4
cSésta_con los eshozos de for
indigena ya
salvarse de la destrmecién
Todo parece indicar que
os que se
jo. de dos épocas
ivo de tres ree
\lores observan
tam)
por una
tunes dos decenios y si
y sostenido a pa
que desce
de_indige
hace con cl trafico amerieano de manufacturas y productos
ppecnarios. Y lo mismo ocurre con el restablecimiento
exploiacién del tr ina cosa es lo que decae al
ncipio, el regimen de la_encomienda, propio de un. feu
dalismo modernizado, que asegura con dispositivos merean-
tiles un sometimiento servil del explotado al explotador, y
otra diferente Jo que se fortalece al final, la realidad de. ta
ere el rmercantil de propietarios y trabajadores mie-
nie Lecursos de violencia extracconsmica como los que
sometieron a los siervos de la Edad Media europea.
La continuidad historica no se da a pesar de la disconti-
nuidad de Los procesos que se suceden en el tiempo, sino,
por el contrario, en virtud y a través de ella, En el caso de Ta
primera mitad del siglo XVit americano, la manera especial
‘en que toma cuerpo o encama la experiencia de este hecho
ojico propicia el predominio del ethos barroco en Ta
iucién del mundo de Ia vida.
‘ara entonces, wn drama hist6rico habfa eg
ibfa quedado sin actores antes de agotar si
el drama del gran siglo de la conquista y la eva
en el que la afiebrada constraccién de una socie
ncretismo debia mejorar por igual a sus dos compo-
nentes, los cristianos y los paganos~ intent desesperada-
1c compensar la destruccién efectiva de un mundo ente-
10, que se cumplfa junto a ella, Los personajes (secundarios)
que quedaban abandonados en medio del desyanecimiento
de este drama épico sin precedentes no Hegaron a caer en fa
Jejidad, Antes de que 61 los desocupara ya o' tenia
rados y les otorgaba protagonismo, Era el drama de
: el mestizaje civilizatorio y cultural
El mestizaje, el modo de vida natural de las culturas, no
cece estar cémodo ni en Ia figura quimica (yuxtaposicién
asu fin,
des) ni en a biolégica (cruce o combinatoria de
idades), a través de las que se lo suele pensar, Todo indi-
de un proceso semidtico al que bien
odigofagia", Las subcodificaciones 0
igo de lo
ca que se trata més bihumano no parecen tener ota manera de coexistir enue
“que no sea la del devorarse las unasa las otras; Ia del golpear
destructivamente en el centro de simbolizacién constitut
Vo de la que tienen enfrente y apropiarse e integrar en
metiéndose a si mismas a una alteracin esencial, los restos
‘atin vivos que quedan de ella después.
Dificilmente se puede imaginar una extraieza mayor
entre dos “elecciones civilizatorias” basicas que la que estaba
la configuracién cultural europeay laamericana,
Fundada seguramente en los tiempos de la primera bifurca-
de la historia, de las primeras separaciones “occiclen
histérico central, el “oriental”, 1a
fieza entre espaioles ¢ indios ~a despecho de las ilu:
“siones de los evangelizadores renacentistas- era radical, no
reconocfa terrenos homogéneos ni pnentés de ninguna
ase que pudieran unificarlos. Temporalidad y espacialidad
eran dimensiones del mundo de la vida definidas en un caso
y en otto no sélo de manera diferente, sino contrapuesta.
Los limites entre lo mineral, lo animal y lo humano estaban,
trazados por uno y por otro en zonas que no coinciefan ni
Iejanamente. La tierra, por ejemplo, para los unos, era para
que el arado la roturara; para los otros, en cambio, para que
1a coa la penetrara, Resulta asf comprensible que, tanto para
los espaioles como para los indios, convivir con el otro haya
sido lo mismo que ejercer, aunque fuera contra su voluntad
boicot completo y constante sobre él
1 cpartheid “la arcaica estrategia de convivencia interco-
munitaria que se refuncionaliza en Ia si
moderna habria tenido en la Espaiia americana el
funcamento que en Asia o en Africa, de no haber sido por
jas condiciones muy especiales en las que se encontraba la
poblacién de los dominadores espafioles, las mismas que le
abrieron la posibilidad de aceptar una relacién de interi
dad o reciprocidad con los pueblos “naturales” (indigenas y
afticanos) en América
La posibilidad explorada por el siglo XVI, la de que Ta
Espafia americana se consiruyera a modo de una prolong:
Gion de la Espaita europea, se habia clausurado. Los espatio-
2
les americanos debian aceptar que habian sido abandona-
dos por la madre patria; que ésta habia perdido todo interés
esencial (economico) en su extension rasatkntice
jado que el cordén que la un:
la insignificancia, El esquema chilizatorio europco no podia
completar su ciclo de reproduccién en América, que
nentacién mediante el con-
|. Vencedor
1 americana, de la que no habia dejado
otra cosa que restos inconexos y agonizantes, el enclave
americano de la eivilizacién europea amenazaba con extin:
guirse, agobiado por una tarea que él no podia cumplir por
si solo, El caso de Ia tecnologia europea -simplificada en su
rastierre americano~ es ilustrativo; puesta al servicio de una
produccién disefiada para validarse en el mercado, a la que
sin embargo éste, lejos de acicatear, desalentaba, era una tec-
nologia que iba en camino de devenir cada vex mas un sim-
ple gesto vacto.
Pero no sdlo
civilizacién europea estaba en trance de
irsc; las civilizaciones “naturales” vivian una situacion
de ella, No estaban en capacidad de
» existian ya como centros de sintetizacion social. Su
presencia como totalizaciones polftico-religiosas habia sido
aniquilada; de ellas s6lo permanecia una infinidad de desie-
o3 culturales desarticulados, que ademas dependian de la
‘vigencia de las instituciones politico-religiosas europeas para
mantenerse en vida.
En estas condiciones, la estrategia del apartheid
duda unas consecuencia: inmediatamente suicidas, que, pri-
mero [os “naturales” y cnseguida los espatioles, percibieron
¢on toda claridad en la vida pra
“aron en el rechazo de la misma fue~ los u
voluntad de civilizae miedo ante el peligro de la bar-
fa sin
Inadecnado y desgastado, el esquema civilizatorio euro-
peo era de todos modos el tinico que sobrevivia en la orga:
nizacion de la vida cotidiana. El otro, el que fue vencido por
58élenta ctivista de la existencia social, pese
‘a no haber sido aniquilado ni sustituido, no estaba ya en
“condiciones de disputarle esa supremac
aceptarlo como tinica garantia de una vida social civi
_sino ir en sw ayuda, confundiéndose con ély reconstituyen-
‘dolo, con el fin de mantener su vigencia amenazada,
EL mestizaje de las formas culturales aparecié en la Ame
riéa del siglo XVI primero como una “estrategia de supervi- c s que se pro
vencia”, de vida después de la muerte, en el comportamien- ii", “upsotros
to de los “naturales” sometidos, es decir, de los indigenas y
os africanos integrados en ta existencia citadina, que desde
el principio fue el modo de existencia predominante
resistencia, la_persistencia en su modo peculiar de sib
jin de lo r efectiva, se vio abligada a trascen-
habia tenido lugar Ia derrota y
garse en un segundo plano: debfa pasar no s6lo por la
+++ f/aceptacion, sino por la defensa de la construccidn de
ida por los dominadores, incluso sin Contar con a
© éstos y aun en su contra.
\Veamios tm ejemplo, que nos permitiné a Ja vez establecer
por fin la conexién entre el mestizaje cultural en la Espana
americana y el ethos barroco. Puede decirse que las circuns-
tancias del apartheid ilevan necesariamente a que el uso coti-
diano del e6digo comunicativo convierta en tabti el uso di-
recto de la significacién elemental que opone lo afirmativo
a lo negativo, una significacién cuya determinacién se
encuentra en el niicleo mismo de todo cédigo, es decir, sin
Ja cual ninguna semiosis es 5 y sucede porque, en
tales circunstancias de ajenidad y acoso, el margen de dis-
crepancia entre la presencia o ausencia de un atributo carac-
terfstico de la persona yla vigencia de su identidad -margen
sin cl cual ninguna relacién intersubjetiva entre personas es
posible se encuentra reducido au minima expresion. A tal
grado Ia presencia del otro trae consigo una amenaza para
Ta identidad y con ello para la existencia misma de la perso-
nna, que una y otra parecen entrar en peligro cada vex que
alguno de los atributos de ta primera puede ser puesto en
juego, sometido a la aceptacién- 0 ah rechazo-en -eualatier
miembro de
p, el simple
{
nde con un)
ba 55en cuanto vida humana, y son ellos los que se inventan en la
practica un procedimiento para hacer que el cédigo vigen-
te, que les obliga a la aquiescencia, les permiia sin embargo
decir “no”, afirmarse pese a todo, casi imperceptiblemente,
en la linea de lo que fue su identidad.
Y la estrategia del mestizaje cultural es sin duda barroca,
coincide perfectamente con el comporiamiento caracte-
ristico del etios barroco de la modemidad europea y con la
actitud barroca del posrenacentismo frente a los cénones
clisicos del arte occidental. La expresion del "no", de ta ne-
gacion o contraposicién a la yoluntad del otro, debe segui
lo rebuscado; tiene que construirse de manera indi-
recia y por inversion, Debe hacerse medianie un juego sutil
con una ama de “sfes” tan complicada, que sea capaz de
ra decir “no” en wn mundo que excluye esta
niccesario trabajar sobre cl orden valorativo que lo sostiene:
: iestionarlo, despertarle la.contingencia de sus
Fondamentos, exigitle que dé mis de si mismo.y se transfor
‘me, que se traslade a un nivel superior, donde aquello que
para él no deberfa ser otra cosa que un reino de con-
lacién pueda “salvarse”,
integrado y rewalorado por
3. La Compaiiia de Jest y la primera modernidad
de la América Latina
Au moment de la découverte de PAmérique ct de UAsie
brieniale, i premiére pene des ordves regu ut
reindreces mondes nowvewy dans Uunité dela fo de
weit ds Joss ota sar
le plas gl-
rine ce fut celle quielle parc
Midi, éablirla solidarté morale du globe (..J jamais it
sessing de Vom
‘manguer Wavcir une
Edgar Quine!
Vatias veces en estos tiltimos cinco siglos la modemidad tavo y
aprovechs la oportunidad de interyenir en la historia de
‘América Latina y de transformar su sociedad, y todo parece
indicar que la primera de ellas, la que comenzo a fines del
siglo XVI, se consolidé durante el XVII y duré hasta mediados
deel XYLI, fue aquélla en la que sit proyecto cixilizatorio tuyo la
capacidad conformadora més decisiva. La modernizacién de
la América Latina en Ia época “barroca” parece haber sido an
profunda que las otras que vinieron después -la del colonialis-
mo ilustrado en el siglo Xvi, a de la nacionalizacién republi-
vacién dependiente en
nodo= no han sido capa-
ndé en su tempo.
cana en el siglo xIN'y Ia de Ta capi
1965,
37precisarse, se vuel-
neras, a sabien
de definirlos, aun:
siguientes
intento, quisiera 0
solo para el t
modemidad’
que
8: por
y itt, que sé cumple de miiltiples formas desde ent
{que en nuestios dias parece estar en tance de desaparece
Por *harroco” voy a entender -retomando wn concepto que
po en desuso- una “voluntad de
ra sacarla de u
una maner
estado amorfo previo 6 para metamorfosea
de conformar o configurar que se encontrar
po social y en toda su actividad,
aproximarme al punto de encu
iciertan en los conceptos de “modernidad” y"b:
en lo que sigue _a una especie de co
n entre dos historias; dos histor
siy de diferente orden
tadas, La prime
ces; a historia de especifi
singularidad de la cultura latinoamericania en el siglo XVU.
La 01ra serfa uma historia particular, que dura dos siglos y
que es de orden politicoreligioso, la historia de la primera
Compania de Jesiis y, sobre todo, de su proyecto de cons-
truccin de una modernidad, de un proyecto eivilizatorio
moderno y al mismo tiempo ~zparaddjicamente?~ calico,
La confroniacién entre estas dos historias no es del todo
bitraria, tiene su justificacion, Alf estd, en primer lug
coincidencia temporal y espacial de ambas, Y alli esta, sobre
todo, Acter esencial de la gravitacion que ejercen
una sobre la otra,
La coineidencia espacial y temporal entre estas dos histo-
que se
co” quisiera rec!
fonta
pero que
ja una historia g)
58
rias es evidente, Podrfamos hablar de todo un periodo his-
Srico, de un largo siglo XVll, que comenzaria, por decir al
con la derrota de Ja Gran Armada a finales del siglo XV
1588) y que terminaria aproximadamente con el Tratado
de Madrid, de 1764; de una época que comenzari
primer signo evidente de la decadencia del imperio espafiol
¥y que terminarfa con el primer signo evidente de su desmo-
11 Espaia borbonizada aniquila el esta:
do de los guaranies inspirado por los jesuitas al ceder a Por
tugal una parte de sus dominios de Sudamérica -fecha que
J mismo tiempo subraya Ia destruccién del incipiente
mundo hist6rico latinoamericano, ini¢iada cuando el impe-
io, empenado en una *remodernacién” que prometfa sal-
yarlo, pretendi6 hacer de su parte
jonia. Este periodo de la historia
haciendo referencia es también el tiempo que dura lo
ipal de la primera época de la Compania de Jestis -u
que va, como sabemos, de mediados del siglo XVI hasta
con
Asia
des-
pliega con buenos éxiios su activida
entre estas dos historias tiene, por lo que
n geografica y temporal; pero tiene tam-
ina justificaci6n en el hecho de que entre estas cos his-
‘esencial, Por un lado, el
lugar en donde el proyecto de la Compaiiia de Jestis se juega
principalmente ~y se pierde- es América; por otro, ni la vida
n América nsion
Lac
70s del siglo XVIL ninante de
paitfa de Jesis, Hay, podria decirse, una relacién de interio-
gravitacidn ree
entre Io que hace la Compatifa de Jestis y lo que es la
del mundo latinoamericano durante todo este tiempo.
sta confrontacién ~que es Jo que quisiera poner a discu-
sin aque intento hacerla en dos planos: primero, en el
ano de aquello que acontece en estas dos historias; y des-
59plano del modo 0 la manera predominante como
tal acontece
mbas son his-
rocesos de transicién en.
dor de una realidad
mdoen
dejar
tv este siglo XVM, es im
enie lo sig
os que permiten alirmar que las earacte-
{ por el modo de vida europeo ~que es
n modelo afectado por
able respecto de esa vida
1 desvirtuamiento del modelo
co, al ser impuesto sobre un mode-
poca es un reto para una
nicntos hi e pretenda
La tesis que defiendo, retomada en sus rasgos generales
de la obra de Edmundo O'Gorman, afirma que la ambigtie-
dad en cuestién proviene del hecho de que el *proyecto”
hist6rico espontineo que inspiraba de manera dominante la
fda social en la América Latina del siglo XVI no era el de
protongar (Continuar y expandit) I :
PFOVECIO del todo diferente: recomenzar (cortar y reanudar)
sis completa, una redefinicién de la
“occidental; no habria sido s6lo un proceso de repeticidn modi
ficada de lo mismo sobre un territorio vacfo (espontineamente
(0 por haber sido vaciado a la fuerza) ~1n trasiado y exten-
sién, una ampliacidn del radio de vigencia de la vida social
‘europea (como sf lo sera mas tarde el que se dé en
nias britinicas)-, sino un proceso de fecreaciéin completa de lo
mismo, al_cjercerse como transformacion de un mundo pre-
existente
Es sin duda indispensable ent a gravitacion deter-
minante que ¢jerce el sigho XVI en la bi de América: su
cardcter de tiempo heroico, sin el cual no hubiesen podido
existir ni los personajes ni el escenario del drama que le da
sentido a esa historia, Insistir en lo catastrdfico, desastroso
in compensacion, de lo que acontecid entonces allé: Ja des-
{én de la civilizacién prehispanica y sus culturas, segui-
partes cle la pobla-
ar que, en paralelo @
©
da de la climinacion de las nueve décim:
ivia dentro de éllas Recor
cién que
* Por ejemplo: "México col A, Loper A. etal, Un yecomido por
a historia de Mexico, México, 1975, p. 108; La invencién de América, México,
1961, p. 155,
* Una eliminacion, sea dicho
‘cumplido exclusivamente por el extermini
de los conquistadors. a quienes
nente vacio, sino en buena medida a través de
‘enfermedad, apatia sexual, eteélera-, que ¢
jas culturas desperté en fa poblacién indigena durante fa segunda mitad
de exe siglo.
ue paréntesis, que parece no haberse
‘directo de su cuerpo an
nos les conwenia era un cont
61su huella destructiva, esie siglo conoce también, promovida
desde el discurso cristiano y protegida por la Corona, la
puesta en prrictica de ciertas utopias renacentistas que
an construir sociedacles hfbridas o sincréticas y convertir a
el sangriento “encuentro de los das mundos” en una opor-
tunidad de salvaci6n recfproca de un mundy por el o
nsiderar, en fin, que el siglo Xv americano, tan detern
hante en el proceso modemizador de la civilizaci6n europea,
dio ya a ésta la experiencia temprana de que la occidental
zacion del mundo no puede pasar por la destruccién de lo
no occidental y la limpieza del territorio de expansion; que
cl tato en interioridad con el “otro”, aunque “ps
para la propia “identidad”, es sin embargo indispensable.
Poro hay que reconocer que a este siglo tan heroico y
cmel, tan maravilloso y abominable, le sucede otro no me-
nos radical, pero en un sentido diferente, Antes de termi-
se cronologicamente, ¢l sigio XVI cumple ya la curva de
Jo hace una ver que complet
en los centros de la
histérico del continente
mina y se acaba en la segunda mitad del siglo XV1
Pero hay también otro diferente que se inicia en esos mismo
La investigacién historica mundial delinea cada vez con
iez ln imagen de un siglo XVil dueno de su propia
cesidad historica; un siglo que es en si mismo una epoca,
n el que impera todo un drama original, que no es sdlo el
epilogo de un drama anterior 0 ¢l proemio de otro drama
por venir, Yes tal vez la historia de América la que mas ha
contribuido a la definicién de esa imagen. Que efectiva-
nzamiento del proceso hisiérica en el
vamos,
nque s:
idiales que se prese
cicrtos fendmenos de orden demogréfico y econémico, co-
mo otros referentes a las formas de explotacion del plustra-
bajo. La diferencia respecto de sus equivalentes en el siglo XVI
cs clara y considerabl
En la demografia, vemos e6mno
damente hasta finales del siglo XVI y como en los dos prime
ros decenios del siglo XvIl asciende ya de manera sostenicla
que es mas importante, si tenemos en cuenta la consis-
tencia étnica de lx poblacién que decrece y la comparamos
con la de la poblacion que crece, la di fa resulta suse
tancial: mientras en el primer caso la presencia de I
cidn indigena es predominante y la imporiancia numérica
de la poblacién espaiiola es débil, y mas débil atin la de los
icanos, observamos que la nuca poblacidn que ay
en cl siglo XVII posee una consistencia étnica antes desco-
nocida: América ha pasado a estar poblada mayoritariamen-
te por mestizos de todo ipo ¥ color.
Algo parecido podria decirse también de los fenémenos
econdmicos: a finales del siglo XVI, la actividad econémica
que es posible reconocer se encuentra sumida en wn proce-
so regresivo que la encamina a anularse, en I la en.
que la disminucién de las Carreras de Indias que conecta-
ban a Europa con América que eran el “cordén umbiliea
centre Ia mach s espaioles de ultramar= se vuelve
précticamente una peién, en la medida en que
Espaiia deja de interesarse por la economia americana y la
abandona a su propio destino. En los primeros decenios del
siglo Xvil, en cambio, reconocemos wna economia que se
reactiva y que lo hace on términos radicalmente diferentes
de los del siglo anterior; ya no es la vieja econom{a basada
casi exclusivamente en la explotacién de los metales pi
sos del suelo americano, sino otra nueva que da muestias de
una actividad may diversificada, ja no sélo a la mineria
sino a la produceién de objetos manufacturados y de pro-
ductos agricolas, a la relacién comercial entre centros de
produccidn y consumo a todo lo largo de América,
Y lo mismo ocurre en lo que respecta a la explotacién del
curva desciende marea-tema feudal modemizado centrado en la encomienda —wn
procedimiento de explotacion servil adaptado a la eco-
nomfa mercantil-, se pasa en el siglo XVII al sistema de
explotacién modemo afeudalado propio de las haciendas,
que son centros de produccién mercantil, basados en la
compraventa de la fuerza de trabajo, pero interferidos sus-
tancialmente por relaciones sociales de tipo servil
Todo parece indicar cfectivamente que se trata de ui
va historia que se gesta a comienzos del siglo XVII. Una hise
toria clo por la insistencia y el énfar
sis con el que se perfila una direccién y un sentido en la
pluralidad de procesos que Ia conforman, con ¢l que se
esboza tna coherencia espontanea, una especie de acuerdo
no concertado, de “proyecto” objetivo, al que la narracién
hist6rica tradicional, que le reconoce privilegios al mirador
“politico”, ha dado en Tamar proyecto criollo, segiin el n
de sus protagonistas mis visibles. Hay un proyecto no ¢
berado pero efectivo de definicisn civilizatoria, de ele
de un determinado universo no solo Iingiistico sino si
ico en general, de ereacién de téenicas y valores de uso, de
organizacién del ciclo reproductivo de ta riqueza social
y de integracién de la vida econémica regional; de ejercicio
de lo politico-religioso; de cultivo de las formas que confi-
guran la vida cotidiana: el proyecto de re-hacer Europa
fuera del continente europeo.* Esto seria, en resumen, lo
\eblo bajo, lo que a
pea en América pero d
ico, mientras en el proyecto
plano.
que sucede en la primera de las historias a las que hacia refe~
rencia, la historia global de la sociedad americana; se trata,
insisto, de un proceso de repeticién y re-creacién que
ecompone y reconstituye una civilizacién que habia estado
en trance de desaparecer.
bien, equé acontece en la otra historia, la historia
particular de la Compaiia de Jestis, con la que quisiéramos
confrontar @ la historia americana? También en ella tiene
lugar un proceso de reconstruccién y reconstitucion. Cada
vez mis se hace necesario en la investigacion actual revisar la
imagen dejada por el Siglo de las Luces francés sobre el ca-
ricter puramente reaccionario, retrgrado, premoderniza-
dor de la Iglesia Catolica postridentina, y de la Compaita de
Jesiis como el principal agente de la actividad de esa Iglesia
Se hace necesario revisar esta idea, dado justamente el fra-
luminada por el Siglo de
la modernidad capitalista que ha prevalecido
desde los tiempos de la primera revolucién industrial en el
ta imagen por cuanto
de los esquemas conceptuales a partir de los cuales
sia postridentina y de
la Compania de Jess se encuentran ahora en crisis, La idea
misma del progreso y de Ja meta hacia la que él conduciria,
propuesta por la Ilustracién, que es justamente la idea que
istérico de esa actividad,
siglo XV!
) inte conservador y retrégrado; su defensa de la
tradicién no es una invitacién a volver al pasado 0 a premo-
dernizarlo modemo. Es un proyecto que se inscribe también,
aunque a su manera, en la afirmacion de la modernidad, es
decir, que esté volcado hacia la problemética de Ia vida
nueva y posee su propia vision de lo que ella debe ser en st
novedad, Tal vez el sentido de esta aseveracién puede acla-
arse si se tiene en cuenta uno de los contenidos teolégicos
iméis distintiyos de la doctrina de la Compaiifa de Jestis en su
65de Dios,
donde cada tampa qui
c
1 Mal,
t
d de deci
vamente
po le pone
1c de deci-
Dios y el
anto que
‘dir y ele-
tiene su
motivo de 1a autoatirmacion de Dios s¢
miento del Diablo, Esast que, para Ia Compania de
comportamicnto verdaceramente cristiano no consiste en
ndo, como si fuera un ya definiti-
iversidad cualitativa de las cosas, de Ja produceién y el
frute de los valores de uso, el reino de la vida en su des-
pliegue, no es visto ya s6lo como el lugar del sacrificio 0
entrega del cuerpo a cambio de la salvacién del alma, sino
como el lugar donde la perdicién o Ia salvacién pueden
darse por igual. La frase tan insistentemente repetida por
Ignacio de Loyola acerca de que “se puede ganar el mando
y sin embargo perder el alma” es una advertencia que no
condena sino simplemente corrige la idea de que el mando
cs efectivamente algo digno y deveable de ganarse, que le
pone a la ganancia cel mundo la condicién de que sea umn
medio para ganar el alma, es decir, de que sea una empresa
“ad maiorem Dei gloriam De alguna manera, lo rebuscado de
esta version de la vieja hostilidad judeo-cristi
cidad terrenal —que es vista como el si
dad verdadera, trascendente, como el idolo capaz de
enganar’y asf de obstaculizar y posponer la realizacién de la
misma- tiene um eco en lo rebuseado de la modernidad de
st comportamiento, implicada justamente en ese movi-
16 de apertura hacia el mando,
efecto, en Ta docurina de ta C
ce una estrategia m
npaifa de Jestis, apare-
especial, perversa si se quiere, de ga-
© implica el disfrate del
pero de un cuerpo poseido misticamente por el al-
ma, Un disfrute de segundo grado, en el que incluso el su
miento puede ser un elemento potenciador de la experien-
cia del mundo en su riqueza enalitativa,
Es comprensible, por ello, que las investigaciones recien-
tes coincidan en reconocer que la Iglesia postridentina y la
Compania de Jess no pueden ser definidas como antes,
que no son exclusivamente esfuerzos tardios e imitiles por
n marcha un proceso de contrareforma, de reac-
67cidn a la Reforma protestante que se habfa dado en el norte
de Europa. La idea de una conwra-reforma no recubre toda
la consistencia del proyecto que se gesté en el Concilio de
intento que predominé en éste no fue el de com-
indola injustificada, sino el de reba-
insuficiente y regresiva. No se trataba
‘acci6n que intentara frenar el Progreso y opacar
las Luces; de lo que se trataba era de replantear y trascen-
der la problematica que dio lugar a jos movimientos refor-
mistas protestantes, No se trataba de ponerle un dique a la
reyolucién religiosa sino de avanzar saltando por encima de
ella; de quitarle su fundamento real, de resolver los proble-
mas a partir de los cuales ella se habia vuelto necesaria. Este
es el planteamiento principal del padre Diego Laines, el
jesuita qu y conduce muchas de las discusiones mas
importantes en las sesiones del Coneili de Trento
jesuitas como tropa de apoyo al papa:
do es sin duda uno de los rasgos principales del desenvolvi-
miento de este Concilio; se trata, como resulta de fa exhau
tiva Historia de Jedin," de Ja accién de un equipo m
preparado en términos estratégicos y muy bien armado en
{iminos teol6gicos para combatir y para vencer efectiva-
mente sobre las otras drdenes y los otros partidos presentes
en é1, Pero es interesante tener en cuenta que se Urata de un
apoyo sumamente condiionado, que sélo se da en ka medi
ach que es reuibuido con el derecho a imponer una rede-
icin radical de lo que el papado debe ser en su esencia.
funcién, su identida
resulta defendible a
fundamental en el
s6lo en esa medica el. papado les
Is jesuitas, LLo que esté planteado como
ncilio de Trento es el restablecimiento
de lan ad de la mediacién eclesial entic lo humano y
lo otro, lo divino; una mediacion cuya decadencia ~asf lo
interpretan los jesuitas~ ha sido ¢
necesidad de la mediacion eclesial entre Jo humano y lo
otro, la funcidn del locus mysticus, que es lo que el papado es
en esencia ey decir, la funcion de ese lugar y esa persona
que conectan necesariamente el mundo terrenal con el mun-
do celestial, la yoluntad de Dios con la realidad del mundo-.
Habfa perdido su caricter de indispensable; y justamente
sta pérdida era la que habfa motivado la aparicién del re-
ante a la existencia misma del papado, Si antes
se aceptaba que "fuera de la Iglesia no hay sal-
salvacién”
El Concilio de Trento intenta restaurar y reconstitu
necesidad de sial entre lo terrenal y lo
mediacion cuya plantcada en (61
minos sumamente enti pado,
religiosa en cuanto tal administra el sacrificio sublimador de
represi6n de las pulsiones salvajes, una represién sin la
cual no hay forma social posible. La Iglesia es una instancia
nismo, que conecta
1 pecado original con la condena, ésta con la redencién y
redenci6n con la salvacién, la funci6n de la Iglesia es plan-
teada como un recurso divino insuperable.
La necesidad de esta mediacién habia sido desgastada,
minada, corroida fiertemente a lo
¥ esto no tanto en el plano de
validez. En efecto, la principal impug)
sencia y la accion, dentro de la vida praetica cotidiana, del
fa cumplido siempre en Ia histo-
; si hubo cohesién social en todo el periodo des
macién como tal, fue justamente porque fa vida en laque volvia real
didlo sw sociae
Ja aparieion
tio
prese motor del
Cone ° a lentina~ como
imp
tes eu
lescle su par
palaciegas
ada en
curopeos, pasando por su: monopolio de la educacion proto-
“ilustrada” de Ins élites, hasta escenarios mucho mas abi
os, aventurados y populares, en las misiones evangelizaco-
ras de Asia y sobre todo en América, donde Megan a dirigir
cl Ievantamiento de republicas social
ces de vivir en Ia abundancia
Mencionemos algo de su actividad en estos titimos esce~
narios. Solange Alberro toca e! problema de cémo traducir
un producto de la cultura europea occidental a culturas de
otro orden mental, de un corte civilizatorio diferente, como
son las orientales, Es uun problema que Mateo Rieci, el gran
explorador cultural, conquistador-conquistado, problema-
tiz6 a fondo en el siglo XVI. Son pocos en toda la historia
Jos textos en que, como en los de é1 0 de su antecesor Ales-
sandro Valignano, se observa una sociedad que pretende
uasladar sus formas culturales a sociedades en las que éstas
0 no “naturales”, arriesgarse mentalmente en
at hasta el punto de verse obligad a poner en cues.
los rasgos mas fi
desamarrar y aflojar los nucos de su c6digo cultural para
poder penetrar en el niicleo de una cultura diferente, en el
plano de la simbolizacién fundamental de sa cédigo. Son
los religiosos jesuitas emperiados en la evangelizacién de la
India, el Japén y la China los que van a internarse en esa
via?
Yan a hacerlo, por ejemplo, en el campo problematico de
Ja traduecion lingiistica. ¢Gémo traducir las palabras “Dios
Padre”, "Madre de Dios”, “Inmaculada Concepeidn”, “Vir
gen madre"? Términos como éstos, absurdos, si se quiere,
pero perfectamente comprensibles en Occidente, no parece
14 aproximados en
el japonés 0 el chino. La ‘inica manera que ellos ven de vol-
sibles a los pos nos orieritales -Inanera
son ext
tal ei
Alejandro Vi 8. le, Sumario de las cesas det
« (1592), Sophia University, Kyoto, 1954,
*Véase. por ejem
Jobin (1583) » Adicio
apropio concepto occidental de Dios, Por el intento, por
cjemplo, de encontrar en qué medida, en el concepio de
Dios occidental, puede encontrarse un cierto contenido
femenino; sélo de este modo, a partir de una feminidad de
Dios, les parecia posible introducir en el c6digo oriental sig-
icaciones de ese tipo. Este trabajo de los evangelizadores
jesuitas sobre la doctrina cristiana y su teologia es un traba-
Jo discursivo sin paralelo; es tal vex el vinico modelo que
Europa, la inventora de la universalidad moderna, puede
ofrecer de una genuina disposicién de apertura, de autocri-
ica, respecto de sus propias estructuras mentales.
En América, Ia actividad de la Compara de Jestis en los
grandes centres citadinos tuyo gran amplitud ¢ intensidad;
lleg6 a ser determinante, incluso esenciall para la existencia
de ese peculiar mundo virreinal que se configuraba en Amé-
rica a partir del siglo XVI. Desde el cultivo de la élite
asta el manejo de la primera version hist6rica del “capital
financiero”, pasando por los miltiples mecanismos de orga-
nizaci6n de In vida social, la consideracion de su presencia
¢s indispensable para comprender el primer esbozo de
modernidad vivido por los pueblos del continente. Los
Padres jesuitas cultiyaron las ciencias y desarrollaron mu-
chas innovaciones técnicas, introdujeron métodos inéditos
de organizacion de los procesos productivos y circulatorio
Para comienzos del siglo xVilt, sus especulaciones econémi-
cas eran ya-una pieva clave en la acumulacion y el flujo
del capital en Europa; para no bablar de América, donde
parecen haber sido completamente dominantes. Sin embar-
0, pese a que su in. en Tag ciudades era de gran
importancia, clla misma la consideraba como un medio al
servicio de otro fin; su fin central, que no era propiamente
wrbano sino el de la propaganda fide, cuya mirada estaba
puesta en las misiones. Se trataba de la evangelizacién de los
nclios, pero especialmente de aquellos que no habfan pasa-
do por la experiencia de la conquista y la sujecién a
mienda, es decir, de los indios que vivian cn las selvas del
Orinoco, del Amari aay. Su trabajo citadino se
concebfa a sf mismo como una actividad de apoyo al proce-
7
so de expansi6n de 1a Iglesia sobre los mundos americanos
atin virgenes, incontaminados por la “mala” modernidad.
También en la historia de la Compania de Jestis lo que
predomina es un intento de recomposicién. Se trata en ella
de un proyecto de magnitud planetaria destinado a re-
estructurar el mundo de la vida radical y exhaustivamente,
desde su plano mas bajo, profundo y determinante ~donde
el trabajo productivo y virtuoso transforma el cuerpo natu-
ral, exterior interior al individuo humano-, hasia sus estra-
tos retrodeterminantes mas alto distrute
lidico, festivo y estético de las fo
Es la desmesurada pretension jesuita de levantar una
modernidad altemativa y concientemente planeada, frente
a la modernidad espontinea y “ciega” del mercado capita-
lista, lo que hace qu mediados del siglo xvitt, la
Compania de Jestis sea vista por el despotismo itustrado
como el principal enemigo a vencer. Asi lo planteaba con
toda Caridad el marqués de Pombal, el famoso primer
ministro de Portugal, promotor de Ia transformacién de la
economia y de la politica ibéricas, cuya influencia se exten=
dera mas alla de la gestion de Carlos III en Espaiia. La de-
rrota de la Gompaiia de Jestis, que queda sellada con cl
‘Tratado de Madrid y la destruceidn de las Reptiblicas Gua-
y que lleva a su expulsién de los paises catdlicos, a
sw anulacion por el papa y a la prohibicion de toda activi-
dad conectada con ella « fines del siglo xvii, es la derrota
‘ota que, vista desde el otro lado, no
equivale mas que aun capitulo en Ia historia del “indeteni-
ble ascenso” de 1a modernidad capitalista, de la consolida-
cién de su mon
Se trata entonces de (oda una historia, de todo un ciclo
que tiene 1m principio y un fin, que comienza en 1545, en
las discusiones eoligicas y cn lay intrigas palaciegas de Tren-
to, y termina en 1775, en las privaciones y el escarnio de las
marmorras de Sant'Angelo, Tal vez conviene subrayar quién
fue en verdad el contrincante que derroté al proyecto jesui-
ta de modemizacién del mundo y cudl fue la razon de su
triunfo. La utopia neocatdlica se enfrent nada menos que
3al proyecto espontineo y sélidamente realista de configurar
el modero mundo de la vida a imagen y semejanza de la
acumulacién del capital, La presencia de Dios en el mistic
mo cotidiano y seglar que los jesutitas intentaban imponer en
Ja poblacién, por més exacerhada que ella haya podido ser,
no fie capaz de contarrestar el poder cohesionador y dina-
mizador de la sociedad que despliega la acumulacién de
capital, el dinero generando més dinero, cuando invade ese
“territorio ajeno a ella” (segtin Braudel) que es la produe-
cién y el consumo de los bienes y los servicios. En el lugar
del capital, los jesuitas quisieron. poner a la ecclesia, a ta
comunidad humana socializada en torno a la fe y la moral
cristianas. En visperas de Ja revolucién industrial que ya se
anunciaba, ella no fue capaz de vencerlo; result6 ser mucho
menos eficaz que él como gestora de la produccion y el con-
sumo adecuados del plusvalor. El atractivo de su sociedad
beatifica resulté ids debi] que el de] paraiso que la
“sociedad abierta” prometia como una realidad que estuvie-
ra ala vuelta de la esquina (como lo muestran los interesar
tes estudios recientes sobre el proceso de descreimiento en
Francia Inglaterra a lo largo del siglo xvtit),
Tenemos, asi, dos historias de diferente orden en las que
tienen lugar procesos cuyo propésito no sélo implicito es
una reconstitucin: en el caso del proyecto eriollo, la re-crea-
in de la civilizacién europea en América; en el caso de la
Compaiifa de Jestis, la re-construccion del mundo catdlico
para la Gpoca modema. Habria que insistin; tal vez, en el
hecho de que, en Ja América Latina, el fracaso de la Com-
paiiia de Jestis es un hecho que tiene que ver directamente
con el fracase del proyecto propiamente politico o de éli-
te de la sociedad criolla, Un fraeaso que se da en conexién
muy evidente con la politica econdmica global del despotis-
mo ilustrado, cuando la Corona piensa que, de imperio sin
mids, orgdnicamente integrado, Espaiia debe pasar a ser un
imperio "moderno”, colonial, y pretende hacer de su cue
po american un cuerpo extraiio, colonizado. Es importan-
te tener en cuenta, sin embargo, que, aunque los jesuitas fra-
casan globalmente y desaparecen pricticamenente de la
7”
historia a finales del siglo xvi," el proyecto criollo sin
embargo continia, y lo hace justamente en ese proceso
-siemipre inacabado- que tiene lugar en la vida cotidiana de
la parte baja de la sociedad latinoamericana, en el cual el
“criollismo” popular y su mestizaje cultural crean nuevas for-
mas para el mundo de la vida, formas que no pierden su ma~
un
Aparte de la estrnetura de lo que acontece en estas dos his-
torias, pocemos considerar también el cémo ola manera en
que acontecen estas dos historias, Para ello, en mi opinién,
es indispensable tener en cuenta el concepto de “lo barro-
co”. El-moda de comportarse de la Compariia de Jesiis y el
modo dle comporiarsé a€ Tos criollos mestizos, ambos, son de
“corte barroco, Quisiera para ello hacer referencia -breve-
mente~ alo que podria ser un rasgo constante © una caden-
cia distintiva de las muy variadas estrategias de confor
macién de una materia que solemos denominar *barrocas’.
Estas, en efecto, son multiples, y es muy dificil, préetica-
mente imposible, elaborar una lista de determinaciones que
diga: “Io barroco, para ser tal, debe presentar estas carac-
teristieas y estas otras? Ni siquiera las cinco marcas que,
distinguen el arte barroco del renacentista,
y que completan una definicién que sigue sin duda siendo
valida, alcanzan efectivamente a componer lo que podria
mos lamar un modelo tipico o un tipo ideal de “lo barroco’
Si hay, sin embargo, ejemplos paradigmaticos o modos ejem-
plares de comportatse de lo barroco, sobre todo en Ta histo-
fa del arte. Por esta razdn, y para intentar mostrar en qué
sentido Ja forma en que se comportan jesuitas y criollos
puce Hamarse era recordar aqui el modo
como se comporta Gian Lorenzo Bemini con la tradicion
;caccionaria y tenebrosa, con-
a medicdlos|
a segunda pora, ésta
oria de la primera, desde comlenzos del siglo XI
del presente.
5clasica en su wabajo artistico. Si nos accreamos a la obra
escultérica de Bernini podemos observar que su autor tiene,
en verdad, un solo proyecto desde que comienza sus traba-
jos: es el iniento de segnir haciendo arte griego 0 romano,
de incluir su obra en el catilogo de la herencia clasiva.
Comienza sus trabajos imitando el arte helenistico, bacien-
do piezas que pueden confundirse perfectamente con las
que estén sienda desenierradas del suelo de Roma, prove-
nientes del arte griego. Suefia ser, intenta ser o hace como si
Uo que estuviera todavia trabajando.
Antista ubicado ya en el desencanto posrenacentista, se plan-
{ca como proyccto suyo no seguir ¢) canon clésico sino reha-
cerlo, no aprovecharlo sino revitalizarlo, ponerlo nueva
mente a funcionar como en el momento de su fiundacién.
tiempo nuevas y antiguas, pero el problema form
enfrenta es radical: zcomo repetir la vitalidad formal en esas
pivzasantiguasnuevas que él produce? te
muerto, simples copias de las piezas que ya existen?, gcomo
que no existieron entonces pero
que pudieron haber existido? Es aqui donde aparece el com-
portamiento barraco al que hago referencia; un comporta-
Jo que busca el artista
Monteverdi, "despertar la pasién oculta en cada una de las
formas”, revivir el drama del que ellas
fuente de los cénones elt
seguir trabajando identificado con ella. S6lo que ¢
mino de esta biisqueda del origen de la vitalidad de los eano-
nes ¢ Gramaticidad pagana, Bemini va a to-
parse con otra completamente diferente: Ia dramaticidad
cristiana,
hombre sumaineute t
echamemte a los jesu
como representar el tinico objeto que, en altima instancia,
vale la pena representar: la presencia de Dios. Presencia
que nunca puede ser directa, que sélo puede ser atrapada
16
detenido de su ay
forma de luz
ent el famoso Pxiasivo Transverberari
Dios es irrepresentable en st r
‘Bernini: no hay camo
mente a Dios. Vel
a de Te]
historias
‘Os por
Se_CON Este
porspeetiv
emavalente que el discurso tcol6gico: ¢s el discurso filos6fico, el
discurso de la raz6n volcada en contra de toda verdad reve-
lada, pero como diseurso que esta alli para justificar preei-
‘evelada; el discurso de la no-revelacién
puesto a fundamentar la revelacién. Este diseurso tan pect
liar es justamente el que comienza a reconfigurarse en las,
‘obras de Molina, de Surez, etcétera, mediante vn intento
de reconste epto de Dios. Es un intento que solo
puede cumplirse dela manera en que es posible dentro de
una estructura totalitaria del discurso, mediante estrategias
de pensamiento sumamente sutiles, sirviéndose de recur-
sos de argumentacién monstruosamente elaborados, El nti-
cleo, y aquello en torno a lo cual se discute de ida y vuelta,
es el de la distincidn que hacen ellos entre la gracia suficiente
de Diosy la gracia ¢ficaz. Es un plantemiento que sdlo se com-
prende a partir de la polémica del catolicisme.con la Refor
‘ma; en el planteamiento de la Iglesia reformada, la gracia de
Dios es suficiente para la salvacion. riamente,
‘con su omnipotencia, con su omnisciencia, con su yoluntad.
impenetrable, decide quiénes habrin de salvarse y quiénes
no. Habré incluso, en la yersion de la doctrina calvinista
puritana, la idea de que los elegidos por Dios para salvarse,
los “santos visibles", pueden ser reconocidos
marcas exteriores gracias a la capacidad de trabajo produc
tivo que ostentan, Esta idea de que la gracia para la salvacion
viene directa y exclusivamente de Dios, de que, por lo tanto,
ya todo esté decidido de antemano, de que los clegicos y los
condenados han sido ya determinados, esta idea es la que
Jos tedlogos jesuitas van a poner en cuesti6n, Ellos af
ran,en cambio, que hay, sin duda, la gracia su me de
Dios; que El se basta a si mismo para salvar o condenar a cual=
quieras pero afadiran que este bastarse a si mismo s6lo puc-
de darse mediante una intervencién humana, que el libre
arbitrio debe estar ahi, en cada uno de los individuos, para
que la gracia suficiente de. Dios se convierta en.una gracia
cficaz, para que la salvacién tenga lugar en defi y
bajo de estos teGlogos es sumamente agudo y complejo, pues
deben insistir anto en Ja omnipotencia y la omnisciencia de
78
de
spondencia
oninisciente
jesuitas
acidn qite tiene que ¥
Dios, que esel
10 peculiar son
que sabe
trio: son.
pica entre to-pesible y lo
te sther medio o
de Dios ¢
credndose
roceso de set Dios, y
4 si mismo, Como Dios enos depende en a
ende del ser humano. Esta pect
Ii
dad necesitada par Dios para qu
este iniento ce
potencia de Dios y la
te, la doc
Al rchacerlo, sin embar
n sustancialmente, que cl Dio
coincide con cl Dios. de |
je mixtura, de
A diprocesos conocidos
cla de sustancias, de
ra, eruces de diferentes razas de
proceso de mestizaje cul
148 U0
adecuadamente e
solo se puede tema
w
ion y jento de
Cuando hablamos de una relacién de cualquier tipo entre
diferentes formas culturales no podemos dejar de laclo aque-
lio en lo que Lévi-Strauss ha insistido tanto: la idea de que to-
do mundo cultural es un mundo cerrado en sf mismo, que
plantea como condicién de su vigencia la impenetrabilidad,
de su cédigo, de la subcodificacion identificadora del mis-
mo. Cada cédigo cultural serfa asi absolutista: tiende la red
de sti simbolizacion elemental, de su produccién de sentido
yu intcligibilidad, sobre todos y cada uno de los elementos
que puedan presentarse al mundo de la pereepeién. Se
i todo otro proyecto o esquema de mundo,
basta a
(oda otra subcodificacion del eédigo de lo humane que pre~
tenda competir con él, Je resulta por lo menos incompatible,
sino ¢s que incluso hostil, En este sentido completamente
abstracto no habria la posibilidad de un diélogo entre las
culturas; las formas culturales tenderian més bien a darse la
espalda las unas a las otras, En la historia conereta, sin
embargo, la vida de las culturas ha consistido siempre en
procesos de imbricacion, de entrecruzamiento, de intercam-
bio de elementos de los distintos subeédigos que marcan sus
diferentes identidades, Procesos extraordinarios y bruscos,
en un sentido, cotidianos y pacientes, en. otro, que son siem-
pre conflictivos y “Waumaticos”, resultantes de respuestas a
situaciones limites”. Si hay historia de la cultura, es juste:
iente una historia ce mestizajes. EL mestizaje, la jaterpent] + +
tracién de cédigos a los que las circunstancias obligan a aflo-|
jar los nudos de su absolutismo, cs el modo de vida de I
cultura, Paradéjicamente, sélo en la medida en que una cul
iura se pone en juego, y su “identidad” se pone en peligro y
entra en cuestion sacando a la luz su contradiccién interna,
s6lo en esa medida defiende sus posibilidades de darle
forma al mundo, solo en esa medica despliega adecuada-
mente su propuesta ce inteligibilidad.
Para terminar, cabe insistir en el hecho de que, si el pro-
ceso de mestizaje cultural en la América Latina pudo comen-
zar, fue precisamente en virwud de la situacién cultural espe
cialmente conflictiva, muchas veces desesperada, que le (0c6
lo XVII -situacién muy parecida, por cierto,
818
que, esta ver a escala phinetaria, agobia a ka época
que vivimos. Habia, por un lado, la crisis en la que estaba
sumida la civilizacion dominante, ibero-curopea, después
del agotamiento del siglo Xvt-cuando casi se habia cortado
cons
mbién, por otro, la crisis
juena: despues de la catastrole politice- 4, Clasicismo y barroco
nnquista, los restos de Ia
n cn capacidad de funcio-
ar Muevamente come el odo orginico que habian sido en,
ef pasado. ¥ sin embargo, aunque ninguna de las dos podia
hacerlo sola o independicntemente, ambas experimental
ci de mauntenerse al an
Lforma ef trae,
steeper entre aos, det
Severo Sarduy
la imperiosa necesid
del grado cero de lac El dasicismo renacentista
Ninguna d
ta domi 1 wna modalidad del
intentarin despertar y luego reproducir suvitali nels en dos espe
finicién de lo barroco puede dejar de ver en él
sicismo, aunque deba ce inmediato
tico que en su caso
el eddigo curopeo con tiene el ser “modal Lo cierto es que una expe
spanico (y con los restas de los riencia de “lo cldsico’, de algo al concreto”, de un
J Ja fuerza), son conjunto determinado de formas dotadas de una validez
ellos quienes pronto se yervin construyendo algo diferente natural subyace necesariamente en la antoafirmacion de kk
delo.quass bablanimmpuestonse descobnrsa ponieisto.an Voluntad de forme barroca, Hasta podria decirse que fo pri-
wa BUCO
niad de forma es justamente un
ndolo de la vida espontinea de ka
alta” qe de ta
mar st banroqu
rroco es sin duda
formas, pero no como
mn dela misma,
habia re o.ya el clasicismo pros
(0. L's precisamente por oposicién a este
definir ta peculiatidad
sino tal como
piodelRenactnnt
clasicismo renacentista que hay que
del clasicismo ba
Mas que ser una
, lo clisico en el Renacimiento es €
82 6realidad un ‘intertexto", un texto que habla por otro texto
y.a través de él. Pero esta afirmacion obliga a una pregunta:
gauil ¢s cl marco intertextual en que las formas propiamen-
te clasicas, grecorromanas, se insertan y que es propiamente
el que las refuncionaliza? Aunque en muchos aspectos el fe-
nomeno del Renacimiento se desdibuja cada vez mas ante los
ojos de los historiadores actuales, no puede negarse de cual-
quier manera que, al menos en las ciucades del norte de Ita
Jia, en el quattrocento, la poblacién mas definidamente bu
sa desarrollé un conjunto de comportamientos, de primera
importancia para ella, que se sintetizaba en torno de una vo
Tuntad de comprenderse idealizadamente a sf misma a través
de una yuelta hacia ciertas formas de vida de “los antiguos’
y por tanto hacia los cdnones “clisicos” que habrian inspira-
do esas formas.
Todo sucede como si el ser humano que se habi
do en el mundo medieval hubiese sentido de repente, bajo
el impacto de Ia subordinacién del principio cireulatorio
mercantil a la clave capitalist, bajo Ta accion del aumento
de la productividad y la diversificacidn acelerada de los valo-
res de uso, que la conerecin de su identidad colectiva
individual la misma que habfa debido esquematizarse y
adaptarse para sobrevivir a la larga escuela del universalismo
caistiano ya la lenta practica del igualitarismo abstracto de
a circulacién mereantil- le resultaba demasiado pobre y.
estrecha, demasiado palicda y repetitiva, Como si hubiese
sentido la necesidad —siqueiriana~ de dotarse de um nuevo
rostro, mas definitlo, de una identidad mas determinada y
mais vital
EL Medioevo habia intentado con bastante éxito destrir,
mediatizar o al menos nev wr las sefias de Ia identidad
natural” de los pueblos que pertenecfan 9 que le
garon a habitar el continente europea (habia combatido,
incondicionalmente, por ejemplo, los valores, las costum-
bres, las técnicas, etcétera, de los germanos); habia tratado
de hacer de los individuos humanos, dejados por la des-
composicién de las comunidades arcaicas, meras almas en
mala hora corporizadas, simples miembros casi indiferen-
concrela
84
lables de una co nidad abswacta, moderna avant la lettre,
la del “pueblo de Dios’, pero desiudaizada, desidentificado,
a través de Ia individuacion baa a Ta juri
rama del pecado original igo divino,
la redencién mesidnica y la salyacion final.
E] hombre que emerge de la historia medieval —que ha
hecho Ia experiencia del fracaso de la esperanza milenaria 7
en que el
compensado con creces por el advenimiento del “valor de
uso” paradisiaco~ necesita primeramence encontrar una
; proliferacion que, en prin-
imposible”, comienza a poblar el
$ wna necesidad Lo.)
existencia que debe “seguir & ru
» en_ver de acabarse
experiencia del mundo medieval, lo que yg
;encia es una renovacion 0 una innovacion
si Ja inteligibilidad prite-
tica del mundo de la vida resulta efectivamente inasible.
del alma”, debian ser por ello cast minuidos, debie“”™
Titados; dejados en puro esqueleto 0 estructura, Se uataba
de un cuerpo cu imo, sdla_podia
tener que ver con cosas de un valor dé uso To ind abstracto
posible, dotada de una-conevecién_tendiente al grado cer
Es por ello que el recu 708 hombres moder
‘ley ef Gashinevitabley dado que ebrecue rte ntacién
que emanaban de ese mundo y de su riqueza -reconocible a
n tiompo como propia y como exdtica (como la oriental)
Por esta razon puede decirse que el clasicismo renacen-
tista es, mas que una cita, wn interextoz in texto subordi-
ado que, integrado y wanslormad
por el texto dominan-
te, dice’lo que éste no vst en capacididt de decir, Al no
85t
=
identidad disefiada pi
tiva del valor de
des ar
de
truccin de
na identidad
En mucho,
aquel
ciénj=,
en que
run lado, y a esencia
grecolatina, por otro. Aquello
inerpo de san,
tancia
el Nuevo Tes
hacer (trabajada a pai
heterogénea) es enorme. Ade
nuey
“acomadarse
podlian ser tr
diate
explo
ferente de
s si estas,
_bumanista de la teologia evis
to judeoctistiano, que retira ef énfasis narrativo
me
el chasici
ISO Ni Scr pos
In, por ejem|
to) la fc
de una
esfuierzo que,
lo pu
» patra Lo que
le el recurso a
ade los antiguos par
ersal
ser 0 s6lo de ida sino tam
© sucedineo parad
iguada por el deseo,
pero ausente: es una estrategia préetica de cons-
cial mediante el paso.
vedluicativa, de 1a
mn) y lo pastadaa
ace came (la Anw
lo, 0 bi
anata llenar el modelo oftecido por los distintos Apo-
., los antignos, que debe servir para §
mito quese pretende
representacion. La dis-
epresentar (sobre toto
ica con que se quiere
a completamente
ema que implica
Jas formas anti
el esfnerzo de
lado lo intocable del mi
de moverse dentro de limites
que dijeran
n sido creadas,
We que [a otra, termina
ento nuevo y radical con la ver
lidad de los canones clisicos podia proponerse nadie
después de todos aquellos que culminaron en la obra de
Miguel Angel? De Ia fatiga de esta exploracién estética resul-
taron entonces Tos moviNileHlGs AUStICos Conocides como
postenacentistas.
El clasicismo barroco
jas Formas clisicasy se mue-
ven en Iineas paralelas. Son parecidos, incluso confundibles
entre’st como lo plantean Curtius y Hocke, dada la cercanfa
de sus direcciones respectivas, pero son sin embargo, como
Tomnemos el ejemplo m
fidad orginica y jerarquizaca del espacio representado por
el Renacimienio, jetista hace una sama de
\cios retadoram hacerlo, pr
que trasc
y que descansa justam
a perspectiva unificada. Representacion, s
‘ac “ouro lado” de la realidad, de aque
ica de la misma que escapa a la ted de Imeas de fuga
ida sobre ella por la perspectiva del ojo humanists. La
dua acerca de la continuidad entre este mundo yl 040,
deseneanto acerca de “este Fado de Ta realidad “aleja al
mianierismo, radicalmente, de la positiviciad clisica, de cuyos
@nones no puede sin embargo prescindir, si no quiere con-
denatse a lo informe neio. El Greco de la segunda
poca, como To demostré Dvorak, és manierista porque la
rortuia a la que somete las formas ckisicas 110 ya encamine-
da a sacar a la luz una expresividad insospechada en ellas
de al que es propio del proyecto fr
en la capacidad organizadora de
87inherente, sino a con:
estéticos completa-
mente nuevos, ape
incompatibles co
nte dif
‘oca, Su
sicismo renacentista ¢s la bai puesta ce
fas las proportiones clisicas aceptadas
de hunditse en el principio
mas antiguas, en Iu
io de su sustiticion. Hay una
mma, natural, “cldsica",
adojas, exagerac)
etectismos, r permulaciones y
vestismos: enrevesamientos de todo tipo que, j
mente y @ la yer desesperados, buscan tener u
antigua y se ciegan ante
qu su vez
ana contingen
Por esta raz
may I
s folclorizadoras de
‘0 regort
dad latinoame
cl gasto improductivo
ponde es completamente diferente: de lo que se
es de proyocar ima proliferacién de
rnualmente, la obligan
fidelida
talismo, la exi
so escéptico y he
88
ca de persecucién y huida de lo esencial, a la ver deseado y
temido
n ¢] arte barroco hay wna gran fidelidad, una confianza
incondicional, desamparada, en los cnones clisicos, una
ciliar 1a voluntad de forma que decant6 en
acién modema, que parecerfa haberla vuek.
(6 imposible, Ingenua desde el anarquismo de la perspecti-
‘a manierista ~que no parece creer que tal conciliacién sea
deseable siquiera-, esta posicién sera sin embargo la que
predomine en la sociedad y la historia. Es mas constructiva,
responde a los requerimientos de un «thos practico, de una es
rategia de supervivencia, Hay que insistir sin embargo cn que,
Ao S610 en Una Gpoca o en una sociedad sino también en.
una misma biografia, lo barroco no se deja separar nitida-
mente de lo ma uno y otro estén siempre asociados,
ndose.
necesidad de ci
Le modernida de to barvoco
Bajo el término *barroco” est en juego una idea basica: la
de que es posible encontrar una voluntad de forma barroca que
subyace en las caracteristicas de la actividad artistica barro
@a, del modo barroco de proporcionar aportunidades de
experiencia estética, Tomando una cierta distancia respecto
de Rie Inger; de su psicologismo histérico de corte
nietzscheano, entendemos por ‘voluntad de forma” el modo}
como 1a voluntad que constituye el ethas de una época se
fiesta en aquella cimensién de la{vidajhumana en la
uc él puede ser vista puramente como la actividad’ de
conformacién de una base sustancial. Por ethas de una €po=
fa, a st vex, entendemos la respuesta que prevalece cn ella
ante la necesidad de superar el caracter insoportablemente
contradictorio de su situacién histérica especifica; respuesta
que se da lo mismo como cLuso o costumbre que protege ob-
Jjetivamente a Ia existencia humana frente a esa contradic
ion, que como la personalidad que identifica a la misma sub-
jetivamente,
La vida humana puede ser vista, entre otras cosas, como
89un pnro proceso de donacién de forma: como un proceso
de transformacién de la vida material en fuerza productiva, de
conform: Ja sexualidad, de organizacién
social de la conviv aria; es, en efecto, personific
dora del yo, gestificadora del movimiento corporal, encau-
zadora d icétera, Procesos dle contor-
macion 0 configuracién pueden encontrarse lo mismo en la
actividad que persigue la belleza
la tilidad, Ja bon
madas, los elementos
hallan inmediatamente e:
mentos mis pragmaticos que con los elementos més
(os del mismo, Por esta razon, para nosotros, siguiendo ya
u
ginalmente a un modo artistico de co
puede muy bien extenderse como calilicaivo
proyecto de cons del mundo de ta vida soci
mente en lo que tal consituccién tiene de actividad confor-
madera y configuradora.
Dos logicas contradictorias entre sf rigen
del modero mundo de la vida: la légica de fa forma con-
" del proceso de prod
riqueza social, en wn nivel, y la logica de Ja valorizaci6n del 2)
valor, en otro, Esta contradiccién, en si misma insoportable”
Constituye el hecho capitalista por excelencia. Es frente a este-—
factun ixvebasable que se despliey unera espontane:
ethos barroco, El
s versiones del ethos
Las otras tres ver-
tisticos del mundo de la vida se
inadici6n, el calificative de "barroco”, que se refiere ori-
jyuirar un material,
todo un
ra posible de Hevara cabo las metas conet
clas 0 naturales del
proceso de produ i
uma actitud in.
y aativa frente & la contigne
Jacion de la actividad humana como acumulacin de capital;
lave como algo positivo y deseable,y considera jlusoria toda
percepcion de lo contrario, El ethos elasico, por su parte, no
barra, comorel wliccién del hecho capita
90,
dado ¢ inmodificable, respecto de lo cual fa actitud militan-
Para clféthos to
contra
mismo
sn de la misma en sentido positivo 0
forma “natural” o de “valor de uso” del
ae hasta tal
que inchiso la propia
prime, se le presenta como una mei
Moifosiv de la misma, como un episodio genuino de suacon-
tecer historico. Tambien en el{fdios barrocoise encuentra wna
‘afirmiacién incondicional de la forma “natural” de Ta vida
‘pero en él, por el contrario, talafiimacidn tiene lugar
deniro del propio sactificio de esa forma “natura
lad -e1 valor de uso- se da a través de
valorizacibn del valor econémico,
Ta idea que crotismo, cuando decta que
esa “aprobacién" de la vida aun dentro de la muerte, puede.
ser trastadada, sin exceso de vi
lencia (0 tal vez,
no que permite vivir la destruc
./ Gon de lo cualitativo, producida por el productivismo capi:
¢ . al convertirla en cl acceso a la creacién de otra
ethos barroco no borra, como lo hace él realist
diccién propia del mundo de la vida en la modemidad cap
poco la niega, como lo hace el roméntico; le)
reconoce como inevitable, a la manera del clisico, pero, 2
diferencia de éste, se resiste a aceptarla. 4
Lo barroro
La voluntad de forma inherente al eas social de una
época se presenta como estilo alli donde cicrto tipo de acti-
vidad humana ~el arte, por ejemplo~ necesita tematizar 0
sacar al plano de lo consciente las caracterfsticas de su
estrategia 0 su comportamiento espontineo como forma
91e forma enrevesada, i
ser uno solo, Lay mancras o estilos del
poner en préctica una misma
muchos estilos personales barrocos, los pocos que
imponerse son ya muy numerosos.
asificatoria no por necesaria
‘egida por criterios implacables que oponen,
alo
ri9 a
ponernos entre las manos un solo
el barroco temprano (frente al tardio), el
100 musical (Irente al literario y al pkistico), el barro-
con su variante
sep
nntista respondia.a la necesidad ee
nodernos, los de las ciudacles
ropa, de inventa
de Ja vida que
amparo d
YO wansitorio de este universalismo de coneres
id se hizo sentir pronto. En el wiltimo periodo d
Miguel Angel, la n renacentista se encor
la. Lit crisis del Renacimiento y su
propio
aba ya
‘ccién Clasicista
ver la crisis de la al
uo deLarte, es de
wn inaterial con
iencia estética.
barroca consiste en re-v
anon” como lo hacta Kant, es decir, 20 como simple
norma consagrada que sirye de instramento w “érganoy
no como principio generador de formas) mediante un
proceso ambivalente en cl que el dapertarlaxitalidad crista-
Zz a Fe con el ofoygarlo.unva vicka
iades para la expe-
tad de forma artistic implica el
reiones clisicas del mundo
propia
este recone
te en emplear el c
juego tan imisitado pi
simismas; es de
de un uso 0 “habl
Tal vez es Mont
Jo que podria Tamarse el nivel ddsico del esilo barroco: se
mn de las palabras ef
gesto capaz de “des asin que ©
elas, de encontrar ¢ escondido en
ista harroco
cia vital crist
Jo desq
li quien mejor expuso el prog
loque se trata para él, en priser
pertar
nes clasicas. Debuscar y encontrar el conflicto que se esconde en la perfec
cion de si mesura rapist
‘Los desfiguros a los que se ve obligado el ideal de las pro~
porciones clasicas en manos del Spagnoletto y su “feismo ibé-
ico”, por ejemplo, lo ponen en cuestién, pero —como diria
el conde Salina~ 10 para rechazario sino para reafirmatlo.
Agotado el programa tenacentista, en el que lo elisico debia
aportar una verkldrung, una transfigura
se suponia que lo clisico es la quintaesencia, y encontré
que onde mejor coincidian o se encontraban Ia
ico era justamente en ta representacién de
través de.lo contrahecho y esperpéntico © a
tepresentacién que llevase
El col
profundo de 1a representacion. invadiendo su superficie
lo no representado haciéndose presente como inguictud
de lo re-presentado; el todo de la representacién refancio-
nalizando las
Gado; estay cinco caracterfsticas, que Wolfilin destaca e
barroco al compararlo con lo rena todas
ntista, so
respucsias a Ia necesidad dle poner a prucba las formas clisi-
_€a8, dle explorar las extremas entre Jos que se clesenvuclve su
pacidad de dar cuenta dé una sustancia hamana que cra ala
Yer identicaa la antigua y radicalmente diferente de ella, La
ornamentacion musical de Corelli reglamenta la brisqueda de
una intensa fibrilacion y reverberacién en que la armonia rest
ta de contraposiciones y contrastes aparentemente insalya:
bles, en que los encuentros solo se dan en los desencuen-
ros.
EI segundo nivel del estilo barroco, el que lo completa, ¢s
iquélen el que la puesta a prueba del canon clisico se con:
experiencia del espect
1c Las Meninasquue pata po ar adecuadamente el
dro debe pasar a formar parte de lo que se mira en él
La diferencia enue el estilo barroco de los paises septen-
ales y el-de los. meridionales depende sin duda del grado
a el etfioy barroco predomina sobre los
otros ethe modernos. ose subordina a ellos, en las vidas cise
: tiyas, Pero no hay que olvidar que mucho de Jo ca-
cee H hecho de que
~de manera bastante parecida alo qu tecid con el rea
lismo en el mundo contemporaneo organizado por el
fue algo asf como el estilo oficialde Ia Igle-
sia Catolica después del C de Trento, wn elemento
clave de la propaganda file de Ja Compainia de Jestis y su pre
a prucha de la auton
rnizacion
que atrae los
iad de_provocar
. estados de vertigo
inte
yecto de renovacidn del cuolicismo y de mods
catélica de la soc
nes en que los
velan. Lo
a posibilidad, manavillosarm
sino de escenificar el con'
rio es que Las
minosidad y las tinieblas, le
y la muerte, Ganli decora a bovee
cemplo que ser
Ja Compania, con un Tr stis (me
espués de duras batalla las otras orde-
cn Re
asciende a fa dimensidn de lo divino o es ¢
nhRoma y lo barroco
La voluntad de forma barroca tiene distintos focos de cons-
ttucion, cada uno'de ellos diferente de acuerdo a lA zona o
{a dimension del mundo dew vida donde tiene lugar la
experiencia de la necesidad del ethos barroco, Tal vez en
hingtin lugar como en Roma Ta experiencia prictica ele-
mental del dar forma -manufacturar, poner en palabras,
etcétera~ha Nevado a exagerar el énfasis en el hecho, por lo
demas indudable, de que ese dar forma no consiste tanto en
nventar 0 oar formas antes inexistentes como en un reformat
Joya formado, en un hacer de una forma preexistente la sus.
fancia del propio formar, Basta con asumir esta exageracién
protobarroca de la situacién romana para convertitse en
barroco.
Hay ciertas sociedades y ciertas situaciones his
‘son mas propicias que otras para la aparicién del ethos
coy lavoluntad cle forma que Te es propia. La realidad ameri-
cana del siglo XVI, por ejemplo, plantea para los sobrevivi
tes de la utopia fracasa’ i
una existencia civilizada que se plantea en principio como
imposible. Hay, por un lado, la imposibil
Jane la vida americana como una protongacién de ta vida
curopea; abandonados a su suerte por la Corona, ser es-
paitol para los criollos tio es cosa de
te sino
de ta
Anica; diczmados por las masactes y por el des.
Moronamiento de su orden social, los indios americanos
fa Ia conyersi6n de ellos mismos y sus culturas
en tuinas, El'sigio XVII en América no puede hacer otra co-
sa, en su crisis de sobrevivencia civilizatoria, que re-inventar.
se a Europa y reinventarse también, deniro de esa primera
teinvencion, lo prehispinico. No. pueden hacer otra cosa
que poner en prictica el programa barroco.
Hay sin duda una conexidn profunda entre algo asi como
el “estilo de vida" de la ciudad de Roma y el proyecto barro.
gue va a florecer allfj en Roma se encuentran siempre
lo largacte los siglon Ja cuinas antigusy que. cominan en l
paisaje urbano ¢jexcicndo un influjo muy peculiar sobre sus
habitantes.
‘n gran mi
ida fueron las ruinas las que promovic
barroquismo de Roma, Aunque eran. un peso y un estorbo
para la remodelaci6n moderna de la ciudad en el siglo XV,
lo y proteccidn a los miserables, mientras éstos las cuidaban
y reutilizaban, Lo barroco esta en que, para sobrevivir en,
sus habitantes. debiero
cllas, Quién cia de quién? {Las ruinas d
ae
uate
mimetizarse y confundirse con
ellos 0 ellos de las
Jos restos = = de la
icamente romano y tipicamente barroco.
obra clasica es tan exagerado,
mente con restaurar o completar
ya existentes (dafados o incompletos),
mplares de clla ya existentes (data
opaocted propios productos (su Cabra Amatthea,
ella, no exisientes
ntre otras cosas, en el siglo Xvi, Roma era también cl pa
pad, el locus mysticus por excelencia: cl sitio por cl que pasa
baniecesariamente el nexo metoniraico entre Dios y's
facl 0 copertenencia sust
dores que pusieron en el
cismo ihérico organizado por los seguide
ala vez moder
vida de acuerdo con un proyecto x mo
ales To
co, Intenta hacer de Los individuos sopotenciacién cuantitativa y cual
va de
Yel consumo de los valores de tiso; convertir-
mbres “que ganan el mundo”, Pero su intento se
1c afinma que, en ciertas cireumstan-
aria’, Gircunstancias y
\s metas celestiales y las
jeden ser otros que Los que provienen
ia conewidin dle I 1 individual y coti-
es decir, la que
sta siendo ejecttada por el papado romano y suafirmacién
in de te ecclesia cristiana, La estrategia jesuita este
iOn_de la existencia
a de los individuos mediante. su. organi
1 experiencia mistica colectiva,
no puede ser otra que
debe ser el sustento de todo el sentido del mundo:
cia mistica que él eatiende a la manera sensualista, meri-
dional, como algo que acontece por posesién corporal
(metonimica) -y no a la manera septentrional, por visién
atelectual (metafdrica)
Una convieci6n de la madurez de Be
de que el tinico Dios que el artista puede representar es
festa en la experiencia humana de la con-
ste mundo y el otros experienc
representable cuando es propia, porque no es vista sino
vivida, pero que puede ser represeniada cuando es de otros,
porque entonces ses que s6lo sea en sus efectos
lasis (Santa Teresa) agonias (Beald Ludovica), twansitos (San
Francisco), revelaciones (La verdad) son los motives a los que
sit obra se dedica con mayor detenimiento y penetracion.
Momentos misticos, de mezcla, de ambivalencia, que inva-
den todo el mundo de la representacion. artistica. Seres
unbivalentes: los amgeles del puente Sant'Angelo aportan la
parece ser la
ia que sei
jucién cristiana de Bernini al misterio del Heri
fa griego que haba “rimacemato” en su juventud. No s°
asexuados, pero tampoco yuxtaponen solamente Jos
sexos; son mas bien seres ambiguos que hacen vi
ylo celestial, puesen ellosla con-
tradicein entie lo femenino y lo masculino esti en trance
de superarse. .
Si el arte trae al terreno de la cotidianidad pragmiitica la
plenitud imaginaria del mundo de la vida -aquella que vive
mos cuando el trance festive 0 to nos trasladt a la
dimensién de lo imaginario-, cl arte religioso posrenacen-
tista hace que esta experiencia propiamente esietica regrese
a la ceremonia festiva 0 de culto y contribuya a sit realiza-
rarcadla estetizacion del mundo de Ta
ina
provoca
vida que se
plaza pub
a, por ejemplo, de estirpe barroca,
ja cotidiana (quien’ pasa por cla
n script que existio,
1 vez. 0 que puede comenzar a existir en cualquier
momento)= parece provenir de la época en que est esteti-
zacién estuvo al servicio de la ritualizacién de ese mundo.
La experiencia estética debe ser, segiin cl deereto triden-
no de 1563, un recurso que ayude a la experie
la divinidad “puede ser captada por los ojos del cuerpo y
as". El recinto del templo
ja lucha entre
Dios y el Dial
(Roma, Santa Maria de la Victoria) puede festejarse
no de los episodios de esa lucha en los qu
triunfa sobre las sombras, Se trata de un escen:
mental que necesita llenarse de una atndsfera riv
barcante -hecha de actos, discursos, mtisicas, g)
mientos, pinturas, vestidos, perfumes-, acorde
entrega enfatica de los participantes a la fe
ladora del sentido de lo real, La obra de 2
nut6noma, esta diseniada para que su dlisfrute evcomo ocasi6n de una experiencia estética, deba pasar por la
participacion en un acto teligioso. El grupo escult6rico que
representa la transyerberacion del amor divino en el cucr-
po de santa Teresa -hecho cnya intensidad parece romper
en dos el frente clisico del altar donde acontece y abrirlo
para hacerse visible a la capilla y la nave- se encuentra en el
ceniro de la atenci6n. Lo tnico que falta para que la obra
Imente alli es esa atencion, la disponibilidad de la
percepeidn. La misina que, sin embargo, sélo puede darse
como respuesta @ un reto: que quien observe la obra se con
vierta en creyente,
100
5. La actitud barroca en el discurso filosdfico
moderno
‘usanunensitzung des Kon
sender Frilwit. Das eine
5 dersrlbon Quills,
licken.!
losotico moder
ede problemati
wieva Lilosotia
‘adicalmente no sélo
qlde
a manera
© de otra, tenia que pasar por una revisidn de la tradicién
filos6fica, en especial de aquella original, la de la Grecia
. Se trataba, sin embargo, de un recurso a los orige-
nes que no podia hacerse de manera directa; que debia atra
‘ica de la instancia administradora de ega
ay su formulacién mas aeaba-
~ Vista como un fenémeno de Ia historia de la cultura
valorada de acuerdo ala funcién que cumplio en ella, la filo
sofia teoldgica de la Fdad Media aparece como uno de los
principales factores del surgimiento de un nuevo c
“elisico” de cai
te europea, Bjecutora de la necesidad de universalizat el tex
to mitico judeo-cristiano, el de los dos ‘Testaments de la
Biblia ~texto que por definicién estaba atado a las singulari-
dades de una lengua y una cultura naturales-, fue sin duda
una construceién sutoritaria, Fomentabs, desde sui altura
esotériva, el efercicio libre de la razin individual, pero al
mismo tiempo guiaba a ésta para que encontrara por s{ mis-
nat los limites itvebasables de su acciGn; fue ast una especie
de (echo protector bajo el que se gesté lentamente todo un
modo peculiar de usar la raz6n, toda una nueva discursiy
acl; aquella que, modernizada de una cierta manera, habria
de ser mas tarde uno de los seeretos de Ia curopeizacin
indetenible del mundo.
nisima, en cambio, ta filosofia teolégica se
présenia como una creacién sumamente fragile inconsis-
tente, Si algo la caracteriza en su constituci6n es cl intento
de llevar a cabo una combinacidn de dos intenciones teori-
cas incombinables -la filosdfica, de un lado, y Ia teolégica,
de ovo-y de hacerlo, ademas, con el fin de que una de ellas
subordine a la otra: philosophia, ancilla theclogiae. Se wata de wn
hecho disc h que puede ser calificado de con-
adictorio en st mismo debico a que pretende Ia interpe-
netracion de dos tipos de produccién de verdad completa
mente heterogéneos: el de la sabiduria oriental, que se
alcanza a través de una hermenéutica de la revelacion
Mirada en
102
(mito), y el de Ia sabidurfa occidental,
través flica de P|
de la palabra divina
un legos que verse sobre Ja esen
aque
Entre los
mano &
odas las
fenémenos que no he
© nombres. ¥
lay de esp
desde donde se accedia a ese ex
preacupada[bos
encontraba en pleno proceso
de recomposicién general” La nueva figura del munde
ba sobre el trasfondo de un gran desvai
ieja. Su rasgo caracteristico, la presencia activa €
ad voraz, dotada de una vol
f abstiacta, indiseriminada e
se destacaba sobre el anquitosamiento yla debil
untad coleetiva dle si
ndlividu
la miseria y el s
Podria Hamarse epistemologismy al modo en que e}
mo de 1a civilizacién modema se hace presenve
‘no del diseurso filoséfico. Presupuesto en la vida
modema y en la construccién que ésta hace de su mundo
como *sujeto primero y auténtico”, como “f
qiie todo se constin mbre
igo que esti a
eto de su activi
Jcanvza sti mayor pureza
10 que _propone rey
tificables de To dexconocido, es decir, in
nes cuya capacidad de hacerse de las cosas al represen
=Y de provorar por tanto se
su formulacién= puede ser puesta a prueba y medida co
la productividad de un instramento de
Hotseege, Frankfurt «. Mo,
Pp. 8081; Die Frage nach der Technik, en Vortrge und Aupatce, P
ingen, 1954, pp.
en el desarrollo de ta técnica exigicda por el productivis
absiracto y en el cultivo de su quintaesencia: la cienc
(0 investigacion, esto es, como descubrimiento, conqu
acién de lo otro por Ia imaginacién cuantificante.
secreto de toda la recomposicion moderna del mu
pareefa por ello concentrarse en el ejercicio de la fac
‘Cognoscitiva del Ser huméno y en los resultados de] mismo;
a el supuesto del que partieron los fndadores, Francis
Bacon y René Descartes. De las més formalizadoras a las
as distintas modalidades del conocimiento Hega-
rreno en el que lo extraito y sor
la filosofia se daba de manera pri-
ilegiada, ) por ello, el ser humano puede todavia decidir entre
ély Dios, y sdlo al decidir par este titimo valida en verdad el
sacrificio de Cristo, La redencién seria una empresa que
gracia divina s6
ereta de me
© Cir, Georges Friedmann, Lebnis et Spinoza, Gallimard, Paris, 1962,
260.
"Gilles Deleuze defence es
le beroqus, Minuit, Paris, 1988. Esias paginas
completar [a aproximacién que interpreta la predileccién del barroco
lege y Ia conecta con Ia. teor
i otra que ve In actitud implicita
losofar de Li
4
filos6fico moderno, aquella que no cr
dono de la filosofia teolégica que no sea capaz de superar
nierpenetraci6n de lo moral y lo gnoseolégico que hay en
lla, y se contente con desconocer tal interpenetracién y cul:
ivar por separado alguno de los dos elementos (0 los dos)."*
Lo caracteristico de su pensamiento esté justamente en aque
lo que, desde el modo epistemologista del filosofar, se ha
to como una debilidad accesoria del mismo, en algo que se-
ria una ineapacidad de dar el wiltimo paso en la Tuptura defini
tiva con la problemiitica premoderna del discurso filosdfico,
‘de echar por la borda el lastre tologico y atenerse a lain
gen de lo real propuesia por el saber cientifico moderno.
iliar la explicaciOn “por la causalidad
tendencia a actualizarse es pro-
Jas innumerables ménadas 0 sus
ancias simples a las que el entendimiento puede reducir k
isi del mundo, Sin embargo, no todas las sustan-
aia ‘composibies” con cualquier otva—no todos los posi
bles [@gIcos's0 Ss “sentrempe
chent”, Flecho.que-tas reduce a ta impoten
ineapaces de act
0 armonias que pueden
nples, esté seleccionando una que ¢s la tinice
nismo que tiene que obedecer a un
lis al” y que no puéde ser otro que
la decision divina de crear:
esencias vuelve necesaria una elecci6n inieligente, La cau
Jidad Jogica toma la forma de un dete a.
fr: Georges Friedmann, op. eit, p. 210.Leibniz insiste en el canon de la Filosofia teolégica que
confide Io verdadero (0 revelador) con Io bueno (0 con
. Pero la ontologizacion de lo izacién de
lo ontolégicé que esta implicita cn el planteamiento ante-
rior no se reduce simplemente a reformular ese canon para
ponetlo al dia, Es el resultado de un monumental trabajo de
swinging barroco en el universo de los conceptos tradiciona-
Tes; un volver obsesivo sobre todos los temas de la filosofia
teoldgica con Ia intencién de despertar en ellos su nucleo
problematic: la voluntad de combinar la definicién (greco-
rromana) del ser de los entes como presencia espontanea
con la (judeo-cristiana) que lo concibe como presencia pro-
la teorfa filosofica con la sabiduria her
menéitica; de llegar incluso a unificar un tipo de discurso
que prefiere confiar en el habla -en el uso del cédigo y en
Ja mitopoiesis~ con otro que conffa mas en Ia lengua ~en el
cédigo y en su coraza de mitos,
No solo descifrar sino descubrir la totalidad de lo real
como Creacion: ésta es la n “clisica” del discurso
filos6fico desarrollado en la Edad Media del occidente euro-
peo. Fs la pretensién que Leibniz replantea al revolucionar
1a filosofia tcolégica para COnvertiria en una “teodicea’, en
un alegato en la “causa de Dios”, destinado a defenderlo a
tayés del examen de su obra, Se trata de una reyolucién
paraddjica, en la que la actitud barroca se delinea caw ctari-
dad; una destruccién hecha para reconstuir lo que desta
Yes y NO paia sustituirlo, Un proceso que alcanza su punto
culminante en la puesta en crisis de esa pretension “clasica”
y que implica, por lo tanto, una revitalizaci6n del conflicto
entre la duda y el descreimiento, entre el convencimiento y
fe. Que trae consigo tambien el Vértigo de una experien-
ia en Ia que el acto de perder la fe y el de recobrarla pare
cen ser uno solo, =
Explicar es dar la raz6n suficiente de la presencia de una
cosa, sin caer en conuadiccién. Pero basta reconocer que
‘cada cosa es singular, es finica e irrepetible, para verse obli-
gado a dar un paso mas en esta definicion del ex;
Explicar debe consistir no en decir por qué algo existe en
116
lugar de otra cosa que podria remplazar
algo @xiste en ver de [o antes que] nada" (cur aliquid
exisial quam niki) Explicar una costa la que nada pued
sustituir es dar Ia razén de ser de su singularidad cualitativa
Lievada a su extremo, practicada con radicalidad, esta def
j6n de la esencia del conocimiento humano. que parece
dbedecer a necesidades puramente operativas, llega @ topar
con un limite ontolégico. El mundo real y su histo
smo que cada persona real y su vida, €s, en su totalidad
va, tinico € irrepetible. Cuil es la razon.de ser de st
singularidad? También podría gustarte
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