I Congreso Chileno de Antropologa. Colegio de Antroplogos de Chile A.
G,
Santiago de Chile, 1985.
Lo popular: notas sobre la
identidad cultural de las
clases subalternas.
Carlos Pia.
Cita: Carlos Pia (1985). Lo popular: notas sobre la identidad cultural de las
clases subalternas. I Congreso Chileno de Antropologa. Colegio de
Antroplogos de Chile A. G, Santiago de Chile.
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18
LO POPULAR: HOTAS SOBRE LA IDENTIDAD CULTURAL DE LAS CLASES SUBALTERNAS
Carlos Pia
"Todo lenguaje es un alfabeto de simbo.los
cuyo ejercicio presuponP. un pasado que los
inter l.ocutores compartn; '.
Jorge Luis Borges
F:l flleph
INTRODUCClON
Durante largas dcadas la antropologia se preocup exclusivamente del
estudio de los 11 amados "pueblos primitivos", "grafos", "tradicionales"
o "sociedades frias", como las denomin C. Levi-Strauss ( 1 l. Con posterioridad, sus complicidades colonialistas, por una parte, y sus inquietudes por el cambio social y el clesilrro])o, por otra, la indujeron a trasladar sus esquemas tericos, cuerpos metodolgicos y, sobre todo, sus
problemas e interrogantes, al estudio del campesinado y de las sociedades
1 urales.
1
Si en eslos mbitos sus lucubraciones en torno a la naturaleza de la cul-'
tura y sus opciones epistemolgicas fueron objeto de arduas polmicas,
al. abordar de lleno el estudio de 12s sociedades "industriales", "complejas" o "modernas", sus esquemas conceptuales y metodolgicos se vieron
enfrentados a nuevos enigmas e inquietantes dilemas ( 2 l. Una de tales discusiones no resueltas es la que se refiere a los limites y criterios
para deiinir la identidad de una cultu1 a, la unidad al interior de la
cual adquieren senlido los rasgos y componentes que la caracterizan y dif'erend.an.
1
Ya tempranamente la preocupaciGn por el tema de la identidad cultural se
habia man fes Lado en el pensamiento antropolgico. De hecho, por lo menos desde la dcada del JO, se
con
rapidez las denomi11
11
naciones de
aculturacjn y "contacto cultural", siendo numerosas las
monografias que con tal marco conceptual han estudiado los procesos sociales derivados de un cierto tipo de relacin o enfrentamiento entre dos
universos simblicos diferentes (3).
. 19
Sin embargo, a pesar de los fecundos y variados estudios que tales conceptos ha inspirado, su pertinencia ha sido fuertemente cuestionada, por
cuanto su evidente neutralidad en definitiva los incapacita para dar
cuenta de los conflictos que generalmente surgen entre dos grupos vinculados por relaciones asimtricas; esto es, de dominacin o subordinacin.
Lo mismo ocurre con las nociones de "difusin cultural" y "relaciones intertnicas", pues le otorgan a la idea de cultura una autonomia casi etrea, en donde las relaciones sociales y los condicionamientos econmicos
y polticos ocupan un lugar tan rezagado que llevan a pensar las transformaciones cultura les corno causal mente circulares: se generan y explican por si mismas.
La inaplicabilidad de tales conceptos para el estudio de las identidades
culturales y sus relaciones es aun ms avidente si se piensa que su objeto no es ya una etnia con limites culturales precisos, geogrfica y socialmente acotada, sino entidades tan complejas y difusas,
heterogneas y policromticas como lo son las urbes en las sociedades de clase.
En efecto, adems de que el estudio de las identidades culturales en las
sociedades "modernas" choca con la existencia de Estados pluriculturales,
en .los cuales coexisten minoras tnicas y culturas regionales claramente diferenciadas al interior de un Estado Nacional; junto con ello, se
trata de sotiedades en las que las particulares modalidades mediante las
cuales el excedente econmico es producido, apropiado y utilizado, han
sentado las bases materiales para una segmentacin social profunda.
Pero esta desigual insercin en el aparato productivo no es.el nico criterio utilizado para clasificar las clases sociales. Cada vez con ms
frecuencia se hace mencin a la existencia de particularidades culturales inherentes o representativas de cada clase social. As, se habla de
una "cultura burguesa" y de una "cultura proletaria 11 y, ms recientemenLe, de una "cultura dominante" en oposicin a una "cultura popular".(4).
Quizs bajo la inspiracin de algn placer culpable esta noc 1on de "cultura popular" es invocada cada vez con ms nfasis y en los ambientes
y publicaciones ms di versas. Es preciso r2conocer que e 1 concepto ha
sido ms utilizado que fundamentado, y que la extensin de su apiicacin
no ha sido anloga a la profundizacin que se ha realizado de sus
nidos e implicaciones.
Con todo, ello revela que en los ltimos aftas la pregunta por la especificidad cultura] de los sectores subalternosha estado en el centro del
debate. Para intentar aprehender tal especificidad no slo se ha recurrid9 a la hoci6n de cultura popular:
se ha escrito sobre 11 cultura del silencio", "cultura oprimida", e incluso sobre "cultura de la resistencia".
20
A pesar de que la resistencia al anlisis no es una caracterstica co-
mn a todas estas denominaciones, su importancia radica en que ellas apuntan a un problema fundamental: el de la posibilidad de establecer relaciones legtimas entre un determinado grupo social, definido por su
ubicaci6n estructural, y el campo de orientaciones culturales o procesos
de significacin que lo caracterizan. Dicho en trminos ms especficos:
Existe cierta particularidad cultural propia de "lo popular"?; y, de ser
as, en qu consiste?; cules son sus contenidos concretos?; qu elementos constituyentes le otorgan unidad?; qu criterios se pueden esgrimir para afirmar que se est frente a una expresin cultural "popular"?
El dificil punto de partida es que la categora de ''lo popular" ha llegado a convertirse en un verdadero "significante flotante", segn la expresin de C. Levi-Strauss, es decir, un papel en blanco, un recipiente
que cada cual llena a su gusto, otorgndole el significado que le parece
ms pertinente; pero con el que se define ms a si mismo, a sus aspiraciones y fantasmas, que a lo que busca designar. Se trata de una nocin
sobrecargada de calificativos, barroca en el conjunto de emociones que
despierta, heterognea en la variedad de ideales que evoca, heterclita
como la que ms en la diversidad de sujetos que convoca.
Estos apuntes no pretenden entregar claridad absoluta al respecto; ni
responder ntegramente las preguntas senaladas ms arriba, sino slo aportar ciertas consideraciones muy preliminares y generales para su discusir.. Sin embargo, no por ello se renunciar a su anlisis; ms bien
tales preguntas orientan y dan el marco dentro del cual se desenvuelven
las presentes pginas. La pertinencia de ellas se funda en el supuesto de
que los procesos de produccin y reproduccin cultural de cada grupo y
clase social no son azarosos ni indeterminados; no estn sometidos al arbitrio de las opciones individuales o coincidencias histricas; no son
explicables por si mismos, sino que se conectan tan estrecha como complejarnente con la figuracin o posicin social y econmica que ocupan dichos grupos y clases.
1.
CULTURA E IDENTIDAD
Si por un momento se vuelve, una vez ms, a sus orgenes, no cabr duda que el surgimiento mismo del concepto de "cultura" va asociado en su
prehistoria al asombro renacentista ante la constatacin de "lo diferente". Desde el siglo XVI, periodo en el que para occidente el mundo queda
descubierto en
totalidad, hasta la segunda mitad del siglo XIX, poca
en que el ev.olucionismo contribuye sus tan ti vamente a la formalizacin
21
"cientfica" de la antropologa; esta disciplina por entero fue cristalizando marcada por el sello de 11 lo extrao" ( 5). Es la distancia abismante -no de tiempos cronolgicos, no de longitudes territoriales- entre
formas y contenidos, entre lo propio y lo ajeno, la tremenda y aplastante
diversidad humana lo que evidenci la ineludible pregunta por la propia
identidad.
La gran confrontaci6n entre el oeste expapsionista y la multitud de pueblos y civilizaciones con las que coexistia sin saberlo (o, sabindolo,
sin asumirlo en sus estructuras mentales y sociales), fue el marco en el
que se dieron las grandes exploraciones, primero y las relaciones imperiales, luego (6).
El situarse ante lo extrano, el reconocerlo obliga no slo a su conocimiento o dominio, presiona tambin a plantearse la escasa obviedad de si
mismo. Si para O. Paz la soledad es el dato bsico que configura el ser
hombre, lo que orienta su trayectoria personal y colectiva, su punto de
partida y de llegada (7), no es menos cierto que la soledad y el aislamiento no son la mejor fuente de conocimiento de
propia identidad: al
contrario,
presencia de la coexistencia de la diversidad, la fortaleza
de las diferencias, la aspereza y terquedad de los contrastes, no son
sino la otra faz de la identidad, de la especificidad que posee la propia
unidad.
Quizs haya sido J.J. Rousseau quien primero lo anticipara con una lucidez metodologj_ca de carcter profticamente etnol6gico: "Si se quiere estudiar a los hombres hay que mirar cerca de uno mismo; pero para estudiar
al hombre hay que aprender a tender la mirada a lo lejos para descubrir
las propiedades es necesario observar primero las diferencias" (8). Es
la conciencia de la presencia del conoc1m1ento de lo ajeno lo
otorga
la certeza de la propia existencia. Se es ms uno mismo en relacin a otro que frente al espejo; en el contacto es donde se revelan con mayor
nitidez los perfiles que nos definen y caracterizan. "Ah estn, afirma
J.J. Rousseau de sus contemporneos, extranjeros, desconocidos, nulos en
defin ti va para mi, porque as lo han querido! . Pero yo, separado de ellos y de todo, qu soy? Esto es lo que me falta por descubrir" ( 9).
El surgimiento del concepto cultura (tal- y como se le tiende a entender
en los lenguajes de las ciencias sociales) produjo importantes consecuencias. En primer lugar, entreg a la intelectualidad europea de la segunda
mitad del siglo XIX un nuevo marco (no el primero, por cierto) que hiciera inteligible el desorden y la confusin que haban impregnado a la humanidad al ensancharse sus limites con la incorporacin de tanto indige-
22
na extrafto, de tanta ciudad inusitada, de tantos imperios de dudosa estirpe, de tanta costumbre escandalosa y turbadora. En definitiva, tal ensanchamiento cie limites amenazaba con cuestionar el sentido mismo de la
nocin de "humanidad". La idea de cultura otorg un lenguaje nuevo que
permiti6 transmutar lo anormal en normal, el caos en orden, el azar de
las apariencias en acuerdos convencionales, la barbarie y el salvajismo
de los pueblos sin Estado en el progreso de la civilizaci6n, la incertidumbre en seguridad, el pasado en presente y el presente en futuro. Los
otros, los incivilizados, representaban la historia ya superada por Europa; los otros eran una pesadilla de la cual el los ya haban despertado,
un espejo en el que buscaban el reflejo de la imagen de su origen.
Es de entender, entonces, que este etnocentrismo analtico ubicara en
sus coordenadas la anormalidad y el caos siempre como atributo de los extraos; en contraste con el mundo ex6tico, "occidente 11 del siglo pasado
venia a demostrar que el hombre no era un ngel caido del cielo, sino un
primate que del suelo se yergue cada vez con mayor seguridad y elegancia.
La idea de cultura se incorpor6 al itinerario evolucionista y cumpli6 su
rol de apoyo imprescindible en el programa colonialista. Al primero debi6
permanecer atada hasta principios del presente siglo, cuando el progreso
se transformaba lentamente ms en una irania que en una promesa cumplida,
Y poco a poco se iba moderando el horror, la repugnancia, el romanticismo Y la sorpt'esa que inicialmente habla acompaftado el acercamiento al
mundo salvaje. El famoso "relativismo cultural" ganaba sus primeros
rounds sin saberlo. Del segundo, del colonialismo en sus variadas versiones, aGn no se independiza del todo.
En segundo lugar, y complementariamente, adems de permitir descifrar y
ordenar la diversidad a base de la propia moral, el concepto de cultura
cumpli un rol de interrogador interno, de ser un lente a
del cual mirar la propia existencia. Esta segunda consecuencia tard6 ms
tiempo en producir sus efectos, pero a mediano o largo plazo se comenz
a estudiar la propia sociedad con el mismo asombro que antano habla caracterizado la observacin de los extranjeros. La idea de cultura le quit6 la gratuidad al quehacer humano y lo apart, esta vez en iorma definitiva, de las ilusiones naturalistas.
De lo anterior se explica que, independientemente de las definiciones cotidianas ele la nocin de cultura, la acepcin ms generalizada y aceptada la considera como el conjunto de la produccin material, tecnolgica, organizaciona.l y simb6lica de una sociedad dada. Por lo comGn en esta
definicin se incluyen los aspectos normativos, val6ricos, costumbristas,
21
jurdicos y religiosos. En otras palabras, a este nivel se h!bla de cultura para hacer referencia al quehacer estrictamente humano,
que
no aparece como inmediatamente derivado de las .. estructuras geneticas Y
naturales, sino en tanto.invencin, que surge a partir de condiciones naturales dadas, pero que las trasciende y modifica. El hombre es
entonces bsicamente como un ser productor de cultura, esta especie de
'
.
11 segunda naturaleza" a travs de la cual transforma su medio y se inventa
a si mismo.
Aparte de lo intil y pretencioso que pueda parecer una definicin tan
amplia y genrica, lo cierto es que en su origen ella aport algunas
cuestiones fundamentales que bien pueden researse en tres aparentes paradojas.
En primer lugar, el carcter universal y, a la vez, particular de la
cultura. En efecto, la cultura es un atributo humano generalizado
y como tal su existencia es un fenmeno universal. Casi no tiene sentido
afirmar que no existen sociedades sin cultura, ya que de haberlas no se
tratara de conglomerados humanos. Sin embargo, a pesar de este carcter
esencial y un versal de la cultura, en todas sus expresiones locales y
temporales
una de ellas es nica; por tanto, toda comparacin entre
culturas posee la sola validez del campo clasificatorio al cual pertenece. En otros trminos, a pesar de que toda sociedad est condenada a vivir en estado cultural, los limites de la legitimidad de cada una de ellas se agotan en sus propias fronteras. La cultura es un fenmeno compartido por todo ser humano, pero cada uno de ellos se encuentra en la
soledad de la suya; todas las culturas comparten rasgos entre si, pero
cada una de ellas articula una identidad que la diferencia.de todas las
dems.
En segundo lugar, la concreci6n omnipresente de la cultura y su simultneo
Esta paradoja dice re laci6n con el hecho de que la
cultura inunda y condiciona en al to grado los pequeos y grandes actos
de la vida cotidiana y, no obstante ello, su existencia pasa desapercibida y su 16gica rara vez se hace evidente al pensamiento conciente.
La repetida imagen de que el pez slo se da cuenta de la existencia del
agua momentos antes de morir, cuando ha sido atrapado por alguna red o
anzuelo y ha salido fuera de ella, algo tiene que ver con esto. La casi
totalidad de los actos humanos y la totalidad de sus productos materiales y simblicos colectivos tienen su origen y explicacin en el repertorio de respuestas y relaciones que cada cultura ha creado corno posibi-
24
lidades posibles. A pesar de ello, la vida cotidiana transcurre con una
"naturalidad" abismante. El carcter especifico y la identidad de cada
cultura se expresan y hacen presentes en cada momento; ella est inscrita
en cada gesto, en cada objeto, en cada vestimenta, en cada conflicto; pero su transcurrir por circuitos inconscientes y ocultos la camuflan en
toda la complejidad de su estructura.
En tercer lugar, la cultura es un producto humano, una invencin de los
hombres en sociedad y, a la vez, cada uno de ellos ingresa a la vida social con la necesidad de aprender respuestas que otros ya han pensado
por l: todo aparece com ya inventado y la cultura se presenta para ser
vivida y ser competente en ella, pues desde el punto de vista de la historia el producirla implica en verdad transformarla. Toda cultura se
postula como l. cultura , su legitimidad es evidente y ante ella las razones explicativas sobran. A la solidez de esta imagen contribuye el que
los hbitos, costumbres y simbolos compartidos se revistan de un hlito
de
y certidumbre que logra disimular su carcter de producto
artificial y convencional, el que es una al terna ti va entre muchas. El
sentir la rutina propia como correcta no es exclusividad de nacionalismo
exacerbado o etnocentrismos agudos; de algn modo es un rasgo presente
con ms o menos nfasis en todas las culturas.
Ahora bien, es posible pensar que las diferentes escuelas antropolgicas
que se han sucedido o coexisten, se diferencian entre si, entre otras
cosas, por el modo como han enfrentado, han resuelto o han querido escapar en el terreno terico y metodolgico, de estas tres paradojas. A
travs del tiempo las definiciones de cultura han proliferado, hasta
tornar irnposi ble y banal cualquier recuento de sus usos y tendencias. Es
evidente, por otra parte, que al interior de tal multiplicacin se
reconocen e interactan las diferentes corrientes de pensamiento ms o
menos diferenciadas.
Sin profundizar en tales orientaciones, cabe senalar que, desde la ptica inherente a estas notas, se prefiere reservar el concepto de cultura
para hacer referencia a los procesos de significacin, estructuras simbblicas, lenguaje, costumbres cotidianas y relaciones sociales, en tanto
representan formas y cdigos colectivos mediante los cuales se construye,
reproduce y entiende lo real, se otorga sentido y organizacin al mundo.
Es dec:Lr, tal como podria desprenderse de una interpretacin flexible
de M. Weber, el hombre vive suspendido en una red de significaciones que
mismo ha creado; tal red es lo que aqui se denomina cultura. Esta red
de significaciones es ms una dimensin especifica de t?da
que una entidad supraestructural independiente de la vida cot1d1::ina Y
de la reproduccin material de la sociedad. Ms
mensin de comunicacin y significaci6n va de la mano con la d1alect1ca
de la produccin {trabajo), y es a travs de estos dos mbitos que una
sociedad se crea a si misma y se transforma ( 10}.
2.
NEGACION E lDEALIZACION DE "LO POPULAR"
En primer trmino, la identidad cu1 tural de "lo popular" es su negacin;
su historia es la legitimacin de su exclusin; su rostro ms evidente es
la lucha para que ella no exista; su faz ms visible es la estigmatizacin de su eventual, real o potencial particularidad; ella ha sido definida, desde los sectores dominantes, bsicamente por su ausencia o, en
algunos casos, por ser la imagen degradada de la verdadera ex.istencia,
de la
identidad.
De dnde surge con tanta fuerza esta concepcin que inspira la habitualidad de las prcticas de exclusin y silenciamiento de las expresiones
culturales presentes en las clases subalternas? Un hito relativamente importante est constituido por la cl'i ta 1 izacin de lo que se denomin la
"cultura nacional". Para el caso de Europa, segn R. Muchenbled, esta
idea comienza a ser particularmente fuerte con la confluencia de dos procesos fundamentales: la centralizacin poltica. presente en la conformacin histrica de los Estados Nacionales Modernos y, con anterioridad
la expansin del cristianismo y su impulso a la unificacin y homogeneizacin religiosa ( 11).
Con el surgimiento de los Estados modernos. la bsqueda de la afirmacin
de una cultura nacional identificable viF?ne a ser otra expresin de la
bsqueda de la unidad poltica y la supremaca de la independencia jurdica y econmica. A medida que se consolida la idea de Nacin, ella tiende a apoyarse en la postulacin de la unidad cultural, cuya versin ms
evidente es la homogeneidad idiomtica. Al imperativo de la integracin
territorial y econmica, se suma el de la unin poltica y cultural. De
este modo el surgimiento de la figura de "cultura nacional" es el producto de un determinado proceso histrico, en el que confluye adems una
voluntad poltica.
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Escuela de l. icnciu
Esta voluntad busc6 fundar la centralizaci6n politica a travs del sentimiento de nac.ionalidad. Una consecuencia importante de ello es que el
Estado-Nacin aparece progresivamente, en su existencia misma, como incompatible con una soci.edad polisegmentaria, es decir, "un sistema social compuesto de mltiples grupos-clases, linajes, familias, grupos de
edad, corporaciones, fraternidades, etc.. y cuyas relaciones y equi libr'ios internus estn regidos por complejos rituales re1igjosos y festivos" ( 12 J.
En el caso de Amrica Latina la "cuesti6n nacional" ha sido objeto de
mltiples controversias, donde las posiciones "indigenistas". por una
parte, y las "hispanistas", por otra, se han debatido repetidas veces.
En cualquier caso, lo importante de destacar -para el objetivo de lo aqu expuesto- es que, desde la racionalidad presente en una perspectiva
como la resenada en los pargrafos precedentes, se desprende una visin
de lo popular como un mbito esencialmente incapaz de producir cultura,
representado por sujetos que slo a travs de un severo proceso de aprendizaje podrn estar capacitados para recibirla.
Y lo anterior es vlido no slo en lo que
relacin a la vers1on vulgar de la idea de cultura (educacin, conocimientos elaborados, etc.).
Adems de ello, desde tal posicin la "civilizacin" se levanta como un
dato dado y no se plantea siquiera el problema de las identidades, por
cuanto se parte de la premisa de un solo modelo cultural, vlido para el
conjunto de la sociedad; no reconoce la diversidad y, por tanto, lo aplast<:i.
Y cuando no se hace referencia a los rasgos cultura
populares como
anmicos, amenazantes o simplemente inferiores, se les invoca ,desde una
posic1on romntico-nacionalista, centrando la atencin en el pasado y
la tradicin. Bajo este razonamiento arqueolgico se busca la supervivencia de
culturales extra-urbanos y pre-industriales, exticos o
"folklricos", potencialmente tursticos o ilustradores del "ingenio popuJ ar". En defin ti va, los rasgos o expresiones culturales de las clases
subalternas aparecen desvinculados de su contexto, valorados en tanto
puros y testimoniales, ejemplos de un pasado superior que, de paso. ensea la sabidura de la tradicin, el orden natural de las cosas y el
peligro de las transformaciones que no se inspiran en la seguridad de lo
conocido, de lo habitual, en fin, de lo "normal".
De este modo, los limites y caracteristicas culturales de las clases subalternas han sido tradicionalmente definidas por su constitucin negativa en el fondo, a travs de un proceso de comparacin con las expre
culturales de los segmentos sociales legtimos: burguesa, aristocracia, etc. Dems est insistir en los conocidos aportes de A. Gramsci al respecto: en efecto, son de substancial importancia aqui los procedimientos
ideolbgicos
mGdiante
los
cuales
la
que es domi.nante
en la esfera econmica, busca o logra convertirse en dirigente en el plano cultural y moral; esto es, alcanzar la llegemo11:1a sobre el resto de
los segmentos dominantes y sobre las clases subalternas. El que una clase
dominante alcance la supremaca en el plano intelectual y moral implica
que logra permear a la sociedad en su conjunto de su concepcin del mundo; levantando sus intereses particulares como universales, de modo tal
que la dominacin se revela en todo lo que contiene de fuerza y coercin,
y en lo que significa el logro de un consenso ms o menos activo en pos
de un proyecto particular.
EJ que la legitimidad cultural de "lo popular" sea tradicionalmente negada, como ha quedado dicho, no se
entonces solamente a que los
sectores
subalternos son excluidos de las peculiaridades
de grado propias de su situacin. Es decir, no se les define slo por ,
ser quienes ms soportan las desigualdades en la distribucin del producto, cuyas condiciones de vida son especialmente rigurosas, con un elevado nivel de insatisfaccin de sus necesidades bsicas, inseguridad, inestabilidad, dependencia, etc.
Adems de las carencias mencionadas, el sello de la negac1on se fundamenta ideolgicamente en la naturaleza de la posicin econmica y social
ql1e sustentan las clases subalternas. Est(: r'undamento ideolgico puede
apreciarse con claridad en el caso de la masa marginal, cuya identidad
casi por definicin, est dada por ser los no-productores, quienes nada
aportan al sistema urbano-industrial y se vinculan al poder politice en
trminos de reivindicaciones y demandas por consumo (13).
Si la lgica de accin del mundo obrero, a nivel organizacional y simblico, as como sus reivindicaciones histricas especficas (derecho a
huelga, mejoras salariales, condiciones de trabajo dignas, etc.) son aceptadas como legtimas (en tanto posibilidad de entrar en el juego de
las demandas mediante interlocutores estatales, alianzas polticas, etc.)
es porque su insercin en el aparato productivo se identifica con funcio-
?.8
nes positivas y esenciales para el funcionamiento del sistema. De
hecho la problemtica obrera especifica en las democracias formales, es
'
aceptada
como legitima en tanto no pone en cuestion la meta de "desarrollo" que se ha llegado a constituir en verdadero patrn cultural que en
el campo de los objetivos "unifican" al sindicato y a la industria.
En el caso de la
no se identifica
reivindicaciones
local carecen de
masa marginal, para seguir con el ejemplo, su existencia
con funciones positivas en la economia y, por tanto, sus
por consumo y mejora en las condiciones de vida a nivel
toda legitimidad en el marco cultural del "desarrollo".
Lo que se quiere expresar es que toda legitimidad es
para alguien, por tanto, desde el punto de vista de los fundame"t os ideolgicos del "desarrollo" o del funcionamiento del sistema urbano-industrial,
la negacin de la identidad de "lo popular" se realiza, para el caso de
la masa marginal, a partir de su perfil negativo en el proceso productivo.
En lo que se refiere al funcionamiento del sistema, no cabe duda que las
actividades predominantes en los grupos marginales no son, ni con mucho,
esenciales P3ffi la sociedad. Ello es as, aun cuando se acepte que tales
grupos asumen algunas de las funciones del clsico ejrcito industrial
de reser"va (posiblemente la funcin de depresin salarial para algunas
actividades, y no la de reserva para los ciclos de expansin de la economa), ya que de lo que aqu se trata es de la imagen de necesariedad que
se maneja sobre ellas en el campo cultural.
De su posicin negativa en la economa (parcialmente al menos) se ha derivado $U rango parasitario y prescindible en lo social. En parte de a11 se explica que influyentes corrientes de pensamiento hayan definido
a los segmentos subalternos en trminos de no-participacin; es ms, se
ha llegado a afirmar que los estratos ins bajos se encontraran "fuera
del sistema social" (14).
29
Pero hay ms, en el campo especificamente cultural la definicin por negacin se apoya en una supuesta falta de capacidad de autoidentificacin
como grupo.o clase, su apata, resistencia al ca'mbio, su ausencia de normas y valores compartidos, el predominio de cot'!duc tas des vi a das y medios
a nmicos, etc.
No es necesario repetir aqui las fundamentadas criticas que tantas veces
se han hecho a esta visin de la masa marginal debido a su externalidad
y a su carcter integrador e ideolgico (15). Sin duda el sujeto marginal no tiene posibilidades, recursos ni canales para integrarse activamente a las variadas dimensiones de la vida urbana. Es razonable que en
circunstancias relativamente "normales", son las actividades destinadas
a la sobrevivencia cotidiana las que ocupan la mayor cantidad de su tiempo y esfuerzo. Dems est recordar aqu que por sobre las condiciones
econmicas tambin las circunstancias polticas ms o menos autoritarias,
en las que se desenvuelven variados pases de la regin, tornan ociosas
las constataciones relativas a los bajos niveles de participacin que los
marginales tienen en tales sociedades.
Es importante sealar, sin embargo, que la negacin de la identidad cultural de 11 10 popular" se manifiesta no como el ejercicio de una voluntad
siniestra y vertical, sino que se hace presente a travs de mltiples
mecanismos del disciplinamiento social. Mecanismos y dispositivos que van
desde el control del cuerpo y la enmarcacin de la sexual id ad hasta la
censura, desprestigio y proscripcin de fiestas y expresiones artsticas
locales.
La multiplicidad de tales recursos convergen en una intencin que los
trasciende: inspiran y justifican la relegacin y destruccin de aquellas
expresiones cultura les de las clases subalternas que se constituyen en
una frontera interna, en un obstculo a la unidad cultural de la nacin
y en un riesgo a su unificacin poltica y al sistema de segmentacin
social de clase.
Se est frente a otra versin del etnocentrismo, que ha sido denominada
cultural", mediante el cual "los comportamientos y concepciones de los estratos subalternos o perifricos son rechazados hacia los
30
confines de la 'cultura' porque no concuerdan con las caracteristicas y
valores de los estratos dominantes y 'cultos', y ms generalmente, porque
no concuerdan con los modos 'oficiales' de ver el mundo" (16).
Pero no todo es negacin. Una tendencia de signo contrario tiende
fuertemente a la idealizacin de "lo popular". El punto de partida para
esta idealizacin es concebir que las relaciones fundamentales que establecen entre si las diferentes clases sociales -sus relaciones de dominacin- se reflejan directamente en la configuracin cultural de una sociedad en trminos de expresin de contenidos predisef'\ados a partir de
su particular ubicacin estructural en el proceso de acumulacin.
De este modo se define la conformacin cultural de una sociedad de clases
en torno, por una parte, a una cultura oficial, dominante, unificada y
hegemnica y, por otra, la de una cultura popular, dispersa, empobrecida,
potencial o realmente alterna ti va. Segn una postura tal, ser el rasgo
contestatario a lo oficial o su silenciamiento por ello, lo que definir
la frontera' de lo genuinamente popular y de lo que no lo es.
Al interior de este punto de vista, en el terreno cultural "lo popular"
es aquello que se opone a lo dominante, es lo alternativo, lo que busca
o preanuncia la conquista de la hegemonia por un sector vagamente definido como "el pueblo"! aquel colectivo organizado que lucha concientemente por su liberacin en pos de un proyecto u utopa <:.1Xternativa. "Lo
popular" ser lo potencial o realmente opuesto o contestatario a lo oficial, aquello que contribuye a crear el verdadero sujeto popular.
Y, qu hacer entonces con aquellas expresiones culturales visiblemente
presentes en las clases subalternas y que no se adecan a estos parmetros? Evidentemente ellas sern producto de la alienacin: contenidos y
significaciones genuinamente populares, que no corresponden a sus intereses objetivos, sino infiltraciones desde el discurso dominante en la conc:i.encia popular. Se afirma! "La cultura popular es cultura de los de abajo, fabricada por ellos mismos, carente de medios tcnicos. Sus productores y consumidores son .los mismos individuos: crean y ejercen su
cultura. No es la cultura para ser vendida sino para ser usada. Responde
31
J \
a las necesidades de los grupos populares. La cultura popular autntica,
dentro de un contexto social de dominacin y explotacin, es el sistema
de respuestas solidarias, creada por los grupos oprimidos, frente a las
necesidades de liberacin" ( 17).
Todo aquello que en el terreno cultural sea funcional al mantenimiento de
la sociedad de c1ases, ser concebido como una contaminacin, producto
en el campo slmb6lico de lo que ocurre en el terreno de la explotacin
econmica. "Los medios de comunicacin masivos, agentes de la cultura de
dominacin, tambin actan sobre las bases mismas de la creacin de cultura popular, dificultando y reprimiendo la comunicacin y la solidaridad, condiciones sobre las que se edifican los productos culturales populares" ( 18).
La pregunta que mantiene insomnes a este tipo de reflexiones es: por qu
el pueblo acepta el sometimiento? As, el machismo, el individualismo,
el autoritarismo, el servi.lismo, el miedo, la adhesin a ciertas formas
de consumo; etc. sern juzgadas externamente como actitudes no propias
del mundo popular, mensajes de estirpe diablica que trabajan en funcin
del sistema de explotacin, que encuentr'an su origen en la ideologa dominante; pero que, en definitiva, no son autnticamente populares.
En este tipo de perspectiva el conflicto es buscado vidamente, sus difusas y no siempre clasistas expresiones tratan obsesivamente de ser adecuadas a la realizacin del destino prefigurado del "pueblo", son vistos como una seal ms de la lucha en contra de lo oficial. Y si, evidentemente, los conflictos observables reflejan ms bien la confrntacin
de intereses y rivalidades horizontales, entonces, una vez ms se
estar frente a una maniobra del discurso dominante que ha logrado distraer la atencin hacia cuestiones clasificadas como secundarias.
Bajo el punto de vista reseado -y posiblemente caricaturizado- se aprecian los visibles signos del desgaste de una mirada moral externa, la
cual se resiste a que el apego al orden, a lq regularidad, a la mnima Y
lograble seguridad, al melodrama, sean una
de sentidos autnticamente
"po;:iulares" por cuanto no se divisa en ella los grmenes que anuncian la
softada hegemona.
32
Mirada externa que olvida, adems, que el sello que marca la cotidianidad
de las clases subalternas es su sobrevivencia; la presencia constante de
la amenaza de la propia existencia. Y olvidar eso es olvidar demasiado.
3.
LO POPULAR COMO RELACION
La pregunta central del presente trabajo, planteada en las pginas iniciales es: desde el punto de vista cultural existe alguna unidad que
pueda identificarse o definirse como "popular"? Pregunta que tambin podria expresarse asi: el conjunto de las llamadas clases subalternas, pos/3e una identidad cultural que le sea particular? Preguntas ambas que,.
de responderse positivamente, de modo obligado plantean una tercera: a
base de qu criterios se puede sostener y delimitar la existencia
de esta identidad cultural de "lo popular"?
Sin haber respondido cabalmente tales preguntas, de entrada se ha manifestado un total desacuerdo con las pos1c1ones abierta o encubiertamente
esencialistas, ya sean ellas de rango negativo o positivo, en trminos sociolgicos.
En e 1 ca pi tul o precedente se ha comenzado graficando una primera posicin: "lo popular" no existe, por cuanto toda sociedad posee un solo modelo cultural vlido para su totalidad. Esta postura niega que en
el seno de las clases subalternas se produzca cultura; slo puede asimilarse, por tanto, sus rasgos cultura les sern vlidos ( legi timos l si se
asemejan al modelo Gnico. Si sus expresiones culturales difieren de l,
entonces se trata de rasgos anmicos, desviaciones, anormalidades, inmoralidades; en definitiva, degradaciones o deformaciones del modelo legitimo.
En esta perspectiva, cuando se reconocen y valoran rasgos de origen o expresiones evidentemente "populares", debido a un contraste de innegable
proyeccibn, en ese caso se los elogia como muestras de un ''pasado glorio-
33
so", "ingenio artstico del pueblo", "creatividad folklr:ica", etc. Es d!:_
cir, se los relega a un espacio decorativo y descontextualizado, donde
los contenidos y sus actores pasan desapercibidos y sus productos son
"rescatados" aisladamente: '!lo popular" se sita a extramuros de la ciudad y la modernidad.
En esta posicin la negacin de una identidad cultural de las clases subalternas se revela como una voluntad moral y poltica y, a la vez, como
un hecho histrico especifico. En tanto voluntad inherente a la existencia de un predominio cultural propio de la dominacin de clases, sus versiones ms puras no son difciles
combatir. Tal vez ms importante sea
el buscar sus causas y desarrollos locales, relacionndolos histricamente con la conformacin de los estados nacionales y su bsqueda de una
unidad llamada "cultura nacional 11
Pero tambin se ha pretendido afirmar que existen lazos que emparentan
tal perspectiva con las conocidas posturas de la DESAL y la llamada "cultura de la pobreza'', por cuanto en ellas se caracterizan las expresiones
culturales de las clases subalternas como plagadas de pasividad, apata,
resignac1on, conformismo, etc. El mecanismo de razonamiento subyacente
es claro: se busca y detiene la mirada en lo que el universo cotidiano de
las clases subalternas no posee, de acuerdo a una comparacin establecida
a base de criterios definidos externamente.
En el mismo capitulo precedente se polemiza tambin con la segunda posicin reseada: aquella postura que en el terreno cultural tiende.a idealizar una supuesta identidad de ''lo popular", segn sea su carctec contestatario y alternativo a la cultura dominante u oficial. Segn esta
posicin los rasgos culturales "populares" sern distinguibles por cuanto llevan el germen de la bsqueda de una hegemona poltica y moral, que
estara preconizando la constitucin de un autntico sujeto popular. Y
las expresiones culturales ex is ten tes en las clases subalternas que no
presentan un carcter contestatario, sern contaminaciones desde la cultura dominante para la reproduccin del sistema de dominacin mediante la
introyeccin de intereses falsos, falsas
falsas aspiraciones, etc.
Desde el punto de vista asumido en estas pginas, se postula que es improcedente analizar la identidad cultural de las clases subalternas de
a priori y externamente como de un bajo nivel de consistencia
y caracterizndola segn sus rasgos negativos. El universo social y cultural de las clases subalternas est plasmado de expresiones, conductas
y consLrucciones de sentido que las diferencian y demuestran su particularidad, y no tan solo sus carencias y negatividades en comparacin con
el resto de los segmentos sociales. Carencias y negati vidades que, no
est dems recordarlo, encuentran su origen, precisamente, en ln.s relaciones establecidas con el funcionamiento Je esa sociedad que los excluye y niega.
Del mismo mudo, ser vano ilusionarse con el rescate de alguna identidad
cultural "pura'', sobreviviente en las catacumbas de la resistencia cultural, continuidad de la solidez simblica prehispnica y precapital ista: reedicin de miradas nostlgicas a lo "buen salvaje".
En el campo cultural, "lo popular" es una noc1on que, de querer decir algo, ese algo es definible s6lo por relaci6n. Para decirlo de una vez: no
existe nada que refleje una esencia cultural del "pueblo". Segn la ptica
que aqul se pretende defender, la identidad cultural de cada clase y grupo social
compuesta por aquellas significaciones que Jean socialmente vlidas a su interior.
Este conjunto de significaciones (que no signos, es decir, concebido
como procesos mediante los cuales se otorga sentido que como agregado de
contenidos) se encuentran articuladas de un modo particular y otorgan a
los individuos que componen cada clase y grupo social, diferencialmente,
un marco discriminador, una lgica de representaci6n y reproduccin de lo
real, una estructura simb6lica que delimitar el campo de lo posible, lo
probable y lo predecible.
Segn J. Brunner, no es posible concebir la existencia de una "cultura
popular" si acaso se utiliza el concepto de cultura de acuerdo a su acepci6n gramscina (como generalmente se hace), pues ella deberia implicar,
35
al menos, los siguientes aspectos: "una especifica concepcin del
mundo, provista de sus propios productores especializados, con unos portadores sociales preeminentes (las clases populares), cultura con capacidad integrativa que se define conflictivamente respecto de otras culturas y que posee su propia organizacin (cultural) (19). Siguiendo la argumentacin, para este autor es claro que qu'ienes hablnn del tema
Amrica Latina, definen la nocin de cultura en general en c?nform1dad
al estatuto gramsciano, pero aJ abordar la "cultura popular" solo llegan
a describirla, pues ella no reGne los componentes esenciales antes mencionados <iue,
son decl:livos rarf'l la nociin de <.ultura que se
emplea y que definen la figura
la hegemona, respecto de la cual relacionalmente y por
ti oposicin existira aquel 1 a otra de cultura
popular".
Ms adelante agrega: "quien usa ( bourdiano-gramscianamente) la nocin de
cultura popular por lo general no implica que en esa nocin vaya envuelto el principio de la existencia de una concepcin de mundo, en el sentido que el propio Gramsci usaba este trmino. Se sostiene en cambio que
hay una participacin desigual (y por tanto subalterna en el caso de los
grupos populares) en el capital cultural de la sociedad; esto es,
en la concepcin de mundo de la clase dominante vuelta hegemnica y convertida en saber y hbitos (culturales) acurnul ad os y transmisibles, incluso acumulables y examinables al momento de la certificacin (conversin en capital escolar). Desde este punto de vista, en consecuencia, lo
popular de la cultura (popular) consistida nada ms que en una apropiacin desigual de los cdigos culturales dominantes, pero no en la existencia de concepciones de mundo diferentes, socialmente encarnadas y dotadas, cada una, de su propia organizacin (de la cultura). En breve, en
esta visin no cabe el elemento lucha de hegemonas; hay, en el mejor de
los casos, una definicin posicional relativa de las diversas culturas,
donde una (la subalterna o popular) se halla relativamente subordinda a
la otra (hegemnica). Pero esto, acaso no es puramente formal y obvio,
dado que se parte de una definicin posicional relativa de los grupos
sociales hegemnicos y subalternos" (20).
Desde la perspectiva de estas notas, el aporte _de un enfoque tal es que
pone en evidencia una serie de contradicciones e incoherencias en el discurso sobre la "cultura popular". En particular demuestra que en relacin
a las clases subalternas no puede hablarse de una cultura en sentido plano (gramsciano) y propone entender
manifestaciones a la manera de
Gramsci; es decir, como folklore. Sin embargo, como se reitera a lo largo
de estas paginas, tambin es evidente que desde el punto de vista
ral las sociedades complejas distan de ser homogneas; y por ello la categorla de folklore pareciera no ser lo suficientemente amplia ni actua1 izable para abarcar y entender los procesos de significacin presentes
en los sectores populares. Por eso aqui se
discutir la heterogeneidad cultural en el campo de las "identidades", de su coexistencia y
relaciones.
Ms all de la discusin semntica estril, interesa destacar que al pretender reconstruir o interpretar la identidad cultural de un grupo o clase social, hay que considerar que ella es una construccin de significaciones en la cual intervienen la posicin de clase (en su sentido clsico), la prctica de relaciones sociales derivada de ella y un conjunto
de factores igualmente especficos de indole espacial, lauoral, familiar,
religiosa, tnica, etc. No obstante, improcedente seria el buscar
aislar ciertos rasgos culturales -opciones polticas, prcticas de consumo, actitud ante la muerte, por ejemplo- para relacionarlos explicativamente con cada uno de los factores mencionados, pretendiendo que tal conducta, tal norma o tal valor se deriva, en cada caso, de un factor econmico, familiar o religioso. Ms bien, la articulacin de cada identidad
cultural est edificada sobre la base de la diversidad de factores en la
totalidad de su imbricacin.a travs del tiempo.
Por otra parte, es evidente que cada individuo particular no es en ningn
caso portador y actor de la totalidad de la identidad cultural en
la cual est inserto, sino que su individualidad refleja retazos parciales de algunas de las facetas de tal identidad.
Segn A. Giddens, del grado de homogeneidad cultural y tnica de cada sociedad dependern las posibilidades de que a su interior cada clase social posea una estructuracin identificable como unidad coherente y un
"reconocimiento de clase". "La idea de que las divisiones tnicas y culturales sirven para diluir u obstaculizar la formacin de clases es algo
que est muy explicitamente sealado en la separacin que hace Weber entre 'clase' (econmica) y 'grupo de status'. Pero esta concepc1on, en
parte al menos, deriva su fuerza lgica del contraste entre estamento,
como categoria constituida legalmente, y clase, como categora econmica.
Si bien cabe acordarse, no obstante, que las bases de la formacin de las
37
clases y de los grupos de status ( ... ) son diferentes, aun as la tendencia a la estructuracin de clases puede recibir un considerable impulso
siempre que la clase coincida con el criterio de pertenencia a un grupo
de status -en otras palabras, donde la estructuracin derivada de la organizacion econmica que 'se traslapa' , o en trminos de Dahrendorf se
1 super-imponen' ,
sobre la que se deriva de categorizaciones valora ti vas
basadas en diferencias tnicas y culturales. Cuando esto es as, la misma
pfiliacin a un grupo de status se convierte en una forma de capacidad
de mercado. Tal situacin frecuentemente ofrece la causa m&s poderosa posible de esLruct.1wacin de cla:ie, desarrollando clara: diferencias en
las actitudes, en las creencias y en el estilo de vida entre las clases.
Donde las diferencias tnicas sirven como una capacidad de mercado "descalificadora", de forma que los pertenecientes a la categora en cuestin se encuentran principalmente dedicados a las ocupaciones peor pagadas o entre los desempleados o semi-empleados crnicos, podemos hablar
de la existencia de una infraclase" (21).
El que no exista una necesaria correspondencia entre la constitucin de
las clases sociales (definidas por su insercin diferencial en el proceso
productivo) y la constelacin de identidades culturales que componen una
sociedad, no debe obviar el que las bases materiales de desigual apropiacin de los bienes, sobre las que se funda la segmentacin social, aporta los limites de variaciones probables en el campo cultural (22). Limites que pueden ser transgredidos, de all que el campo cultural sea concebido como de una autonoma relativa.
As, la identidad cultural posee un doble carcter: es un resultado social, un hecho histrico y, a la vez, es generadora de prcticas sociales y simblicas; es decir, en palabras de P. Bourdieu, posee el simultneo rango de "estructura" y "estructurante" (23).
Lo anterior implica aceptar que en el juego de relaciones, interacciones
y luchas entre diferentes grupos y clases, la construccin de cada identidad cultural se har sobre lmites difusos, con contenidos cambiantes,
construcciones que pueden autodestruirse; sern en fin, internamente he' terogneas segn sean los parmetros ms o menos amplios que se establezcan para definir la constitucin de los grupos y clases. Para utilizar
una analoga simple, puede pensarse la identidad cultural corno un lenguaje: una comunidaj idiomtica se cara e te riza porque los miembros que
la componen se entienden entre si, se comunican, las expresiones da unos
son significativas para los otros, cada uno de ellos es competente en
lo bsico, no importando para los efectos de su delimitacin si las frases estn "bien" o "mal" compuestas, si se est o no de acuerdo en lo que
se expresa, si el origen de las palabras que se utilizan es o no extranjero, etc. Si existe posibilidad de discutir y no estar de acuet'do es
porque existe esa unidad idio111tica.
Cuando Grarnsci escribe sobre los cantos populares (24) cita a Rubieri para distinguirlos del siguiente modo:
il
cantos compuestos para y por el pueblo;
iil
cantos compuestos para el pueblo, pero no por
iii)
que no son hechos por el pueblo ni para el pueblo, pero
han sido adoptados por
que
Seg\m Grarnsci, "todos los cantos populares se pueden reducir a esta \tirna categoria porque lo que distingue al canto popular en el cuadro de una
nacin y su cultura, no es el hecho artistico, ni el origen histrico,
sino el modo en que dichos cantos conciben el mundo y la vida ... '' (25).
En el campo cultural no se pueden establecer rasgos ms o menos verdaderos, de acuerdo a la pureza de su origen, creacin o genealoga: lo que
es 11 popular'' en un momento puede dejar de serlo en otro, puede tener origen burgus o ser posteriormente apropiado por la burguesia, etc.
Distinto problema es si el conjunto de significaciones culturales vlidas en las :lases subalternas sean o no contestatarias, sean o no conformistas. Si se considera su identidad cultural corno un hecho social
histrico, debe estudiarse su conformacin en la relacin que establece
con el conjunto de identidades culturales, a partir de sus condiciones de
subalternidad.
La especificidad cultural propia de las clases subalternas no puede ser
concebida como una conformacin autnoma, unificada, impermeable e independiente del resto de la sociedad. Hablar de "lo popular'" es hablar de
un hecho social concreto, es llablar del conjunto de la sociedad que lo
crea y, a la vez, lo rechaza y niega.
Pensar la conf'iguracin culLural ele
clases :"ubalterni; es pensar necesaria e ineludiblemente en el conjunto de las relaciones sociales y
simblicas en las cuales
inserta; pretender descifrar los signos de
su identidad es buscar hacer inteligibles los procesos por los cuales la
sociedad se produce y reproduce; es pensar las condiciones de su posibilidad y de su transformacin.
Tales afirmaciones se fundan evidentemente en el reconocimiento de que es
imposible concebir la identidad cultural si no es en estrecha relacin
con las otras dimensiones de la vida social: la cultura no es un fenmeno autosuficiente, se explica en su contexto de produccin histrica y
socialmente determinad. Pero tampoco puede entenderse como un reflejo
automtico del funcionamiento de la infraestructura econmica y de
las relaciones sociales que de ella se derivan. Las identidades culturales poseen un grado de autonomia relativa tal que son, a la vez, como se
ha indicado, producto de una prctica y orientador'a, normativizadora e
interpretadora de ella. Esto lleva a pensar en que las vinculaciones entr.e identidad cultural y los grupos y clases que componen una .sociedad
determinada, pueden graficarse en trminos simultneos de expresin y
conformacin de la posicin social y econmica que ellos ocupan.
Como queda dicho, al manejar una representacin de la sociedad como una
realidad conflictiva y dividida, el campo cultural no puede entenderse
como unitario, sino que atravesado de diferencias, superposiciones, predominancias y antagonismos. En otras palabras, en oposicin a la idea de
un modelo cultural nico, el punto de partida es la diversidad cultural,
derivada de las relaciones conflictivas, diferenciales y asimtricas que
existen entre los diversos grupos y clases que componen una sociedad.
40
Sin embargo, esta diversidad no puede pensarse como la sola conformacin
de dos culturas opuestas, "una cultura oficial, unificada y coherente
con el proyecto dominante y ( ... ) una cultura popular dispersa y empobrecida". Tampoco parece plausible que se pueda hablar de una "multiplicidad de culturas correspondientes a los diversos estratos sociales" (26).
Aparte de sus dudosos fines analiticos o pedaggicos no es f&cil aceptar
que tal esquematizacin aclare ms de lo que confunde el problema. Suponer la existencia de slo dos bloques culturales se torna muy cuestionable, aun cuando el eje en vistas del cual se establezca la tipologia sean
las relaciones de dominacin, ya que no todo rasgo cultural tiene carcter de clase.
Que el punto de partida sea la constatacin y reconocimiento de la diversidad cultural, como propiedad de toda sociedad polisegmentaria, implica
la coexistencia de diferentes identidades culturales, segn la definicin
dada previamente, al interior de una misma sociedad.
De alli que 'muchos autores prefieran hablar de culturas subalternas y no
de cultura popular, ya que la primera nocin busca poner el acento en la
posicin que ocupan los actores y sus prcticas socia.les y simblicas.
Posicin que no puede ser vista como independiente del proceso histrico
y acumulativo que le da origen, conformando una particular identidad cultural en condiciones de subordinacin.
Como se ha dicho, la configuracin de tal identidad cultural subalterna
no puede ser concebida como la estructuracin de un sistema cerrado y
absolutamente diferenciado del resto; por el contrario, ella compartir
ms o menos elementos en comn con las dems identidades al interior de
una historicidad. La coexistencia de la pluralidad cultural implica tambin que cada identidad posea diferentes grados de elaboracjn y legitimacin, pudiendo alguna de el las ser predominante, hegemn.i.r:a, convirtindose en punto de referencia y comparacin para el conj1....: Lo de la sociedad: el sistema cultural es tambin un sistema de poder.
Y cuando se habla de una cultura hegemnica, obviamente se hace referencia, en gran parte, al cuerpo de significaciones levantado y legitimado
41
por la clase que controla el proceso de
No obstante ello,
no se deduce necesariamente que la cultura predominante corresponda absolutamente con la cultur3 de la clase dominante.
En palabras de J. Najenson, 11 As como la ideologa dominante en una sociedad dada es la de la clase dominante, la cultura 'hegemnica' (que
incluye dicha ideologa dominante) es la que
y en parle impone
dicha clase, en un determinado momento hislrico; y que es en considera. ble medida compartida por el resto de las clases sociales existentes.
Pero tal cultura hegemnica no es su creacin exclusiva -como tampoco lo
es totalmente su ideologa- sino, an ms que en esta ltima, es una
creacin colectiva: 'interclase' que deviene del proceso histrico de sus
contradicciones y de la evolucin social en su conjunto" (27).
Lo contenido en los pargrafos anteriores implica que no existen slo dos
bloques culturales, uno dominante y otro dominado, correspondiente cada
uno de ellos a dos clases que estn constantemente en abierta confrontacin. Como s,e ha afirmado, las diferentes identidades culturales, ms o
menos diferenciadas, se constituyen sobre las bases materiales de una divisin de clases pero no corresponden necesariamente a una expresin de
ellas.
Por tanto, no todo rasgo cultural tiene carcter de clase; no es posible
otorgar a priori las sie;nificaciones socialmente vlidas correspondientes a cada grupo o clase a partir de su particular insercin en el proceso de generacin, apropiac i.n y utilizacin de.l excedente econmico.
En otras palabras, la identidad de las clases subalternas no tiene por
qu ser necesariamente revolucionaria o pasiva, alternativa o conformista, rebelde o resignada. Puede ser lo uno o lo otro, histricamente lo
ha sido y si se trata de lo primero no es porque haya estado de acuerdo
a su esencia, y si ha sido lo segundo no es por falta de conciencia de
s misma.
diversas concepciones de mundo que coexisten en un momento dado poseen una historicidad comn y se relacionan a partir de diferentes grados de elaboracin; si existe diversidad cultural es por un proceso de
1'
representacin colectiva que se sustenta en atributos materiales.
Ello implica que si bien la cultura predominante se expresa e identifica
parcialmente con las que no lo son,
la reinterpretan, modifican1 interpelan o rechazan (28).
De lo anterior se deriva que la coexistencia de la pluralidad, a pesar
de establecerse a base de una estructura de clases, no implica ello que
sus relaciones sean necesariamente conflictivas. No es esencial a la coexistencia de la diversidad cultural la 1ucha por la hegemona. Por otra
parte, tampoco es fatalmente necesario que los antagonismos en el campo
cultural atraviesen siempre el eje de la dominacin de clase. Es muy posible que las relaciones sean de competencia, liderazgo, dependencia o
i.ntercambio.
En otras palabras, la dominacin en el terreno econom1co y jurdicopol tico no
se expresa con equivalencia en el campo cultural.
Los lmites, las fronteras, los ritmos propios de cada identidad cultural no se , derivan exactamente de las caractersticas socio-econmicas
de sus portadores. De all que sea posible observar frecuencia de conf'lictos entre identidades cultura les igualmente subor'dinadas, pero enfrentadas por diferencias regionales,
laborales, etc. Conflictos
que pueden materializarse con mayor
que los ocurrentes entre el
conjunto de ellas y la cultura dominante.
El problema del esencialismo, por su carcter idealista, es que deviene
en normativo; es decir, interpreta el presente y pretende orientar el futuro sobre la base de una mirada externa; as, el estudio social Y el
politico derivan en crtica moral o desilusin
43
NOTAS
( 1)
Cfr. C. Levi-Strauss: Arle, lenguaje, etnologias, S. XXI, Mxico,
1969, Cap. 3.
(2)
Crf. E. Wolf' et al. l\nLropologia soc.ial de las sociedades complejas, Alianza Editorial, Madrid, 1980.
( 3)
Cfr; G. Foladori: 11 El contacto cultural", en Revista Mexicana de
Sociologa. V. XXXIII, N 3, 1971, p. 581-592.
( 4)
Algunos de los textos relevantes sobre cultura popular son los siguientes: M. Bajtin, La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Barcelona, 1974; J .M. Barbero "Cultura popular y
comunicacin de masas", en Materiales para la comunicacin popular,
IPAL,' Lima, 1984, N 3; c.w.E. Bigsby (comp.); Examen de la cultura popular, F.C.E., Mxico, 1982; M. Cirese, Ensayos sobre las culturas subalternas, Cuadernos de la Casa Chata, Mexico, 1980; A.
Colambres (comp.), La cultura popular, Ed. Premia, Mxico, 1982;
D. Craig, 11 El marxismo y la cultura popular", en C.W.E. Bigsby
(comp.), op.cit.; N. Garca C., Las culturas populares en el capitalismo, Ed. Nueva Imagen, Mxico, 1982; J.E. Garcia-Huidobro y S.
Martinic, Educacin popular en Chile: algunas proposiciones bsicas,
PIIE, Santiago, 1980; Cultura popular: proposiciones para una discusin, CIDE, Santiago, 1983; J. Gonzalez, Sociolog1a de las culturas subalternas, Cuadernos TICOM, UAM-Xochimilco, Mexico, 1981;
M. Margulis, "La cultura popular", en Revista Arte, Sociedad, Ideologa, N 2, agosto-septiembre 1977, Mexico, p. 64; R.,Muchembled,
Culture Populaire et culture des elites, Pars, 1978; L. Satriani,
Apropiacin y destruccin de la cultura de las clases subalternas,
Ed. Nueva
Imagen, Mxico, 1978; Varios Autores, Cultura popular
y filosofia de la liberacin, Ed. Fdo. Garca Cambeiro, Buenos Aires, 1975.
(5)
Cfr. P. Mercier: Histoire de l'anthropologie, Presses Universitaires de France, Paris, 1966, cap. I.
44
(6)
Cfr. J. Beeching: Las galeras de Lepanto, Ed. Argos-Vergara, Barcelona, 1984.
(7)
Cfr. O. Paz: El laberinto de la soledad. F.C.E., Mxico,
1979, p.
161.
(8)
J.J. Rousseau, Ensayo sobre el origen de las lenguas, Ed. Calden;
Buenos Aires, 1979, Cap. VIII.
(9)
Citado por C. Levi-Strauss, quien ag1'ega: "El etngrafo, parafraseando a Rousseau, podria decir al ver por primera vez a los salvajes que eligi estudiar: "Ah1 estn, extranjeros, desconocidos,
nulos en fin para mi, puesto que asi lo he querido yo! Y yo, separado de ellos y de todo, qu soy? Esto es lo que necesito descubrir en primer lugar", en Jean-Jacques Rousseau, fundador de las
ciencias del hombre", articulo contenido en Varios Autores, Presencia de Rousseau, Ed. Nueva Visin, Buenos Aires, 1972, p. 18-19.
(10)
Cfr. J.J. Brunner: La cultura autoritaria en Chile, FLACSO, Santiago, 1981, p. 19-20.
( 11)
R. Muchenbled, op.cit.
(12)
J.M. Barbero, op.cit, p. 5.
( 13)
Para el desarrollo y fundamentacin de este argumento ver: A. Flisfisch, "La masa marginal y la politica", en Varios Autores, Estructura poltica y pol1ticas de poblacin, PISPAL-CELADE-CLACSO,
p. 272-297.
( 14)
Evidentemente se hace referencia aqu a las posiciones sostenidas
por la DESAL, bsicamente.
( 15)
Cfr .. A. Touraine: "La marginalidad urbana", en Revista Mexicana de
Sociologa, V.XXXIX, N2 li, 1977, p. 1105-1142.
( 16)
A.M. Cirese:
dtos.).
"Sobre
el
concepto de
cultura
popular"
( fotoc s/
(17)
M. Margulis: ''La cultura popular", en A. Comobres (comp.), op.cit.,
p. 44.
( 18)
Ibid.
( 19)
J. Brunner: Notas sobre cul tura popular,
dernidad, FLACSO, Santiago, 1985, p. 10.
(20)
Ibid, p. 10-20 (subrayado en el original).
(21)
Cfr. A. Giddens: La estructura de clases en las sociedades avanzadas, Alianza Editorial, Madrid, 1979, p. 126-127. (subrayado en el
original).
(22)
Cfr. T. Andreani: Marxismo y antropologia, Ed. Anagrama, Barcelona,
1974, Cap. III.
industria cultural y mo-
(23)
Cfr. P. Bourdieu: Esquisse d'une thorie de la practique, Ed. Droz,
Paris, 1975; "Vous avez dit 'populaire'?", en Actes de la recherche, N2 46, mars 1983, p. 98-109.
(24)
A. Gramsci:
p. 180.
1251
J. Gonzlez, op.cit., . 52-SJ.
(26)
Cfr. J. Garcia-Huidobro
op. cit., p. 5.
( 27)
Cfr. J. L. Najenson: "Cultura, ideologa y nacin en Amrica Latina", en Revista Mexicana de Sociologa, V. XLIII, N 2, abril-junio 1981, p. 730.
(28)
Cfr. G. Bonfil Batalla: 11 Lo propio y lo ajeno, una aproximacin
al problema del control cultural", en Revista Mexicana de Ciencias
Polticas y Sociales, N 103, UNAM, Mxico, enero-marzo 1981, p.
183-191.
Arte e Folklore,
S.
Newton Compton Editori, .Roma,
Martinic:
1976,
Educacin Popular en