SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER
Escritura, género y nacién en el siglo xIx
COMPILACION DE CAROLINA ALZATE Y MONTSERRAT ORDONEZ
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Soledad Acosta de Samper
La cuestién que desearfamos, no diremos dilucidar, pues no nos alcanzan las
fuerzas para tanto, pero si tocar de paso, es ésta en primer lugar: ,cudl es la
misi6n de la mujer en el mundo? Indudablemente que la de suavizar las cos-
tumbres, moralizar y cristianizar las sociedades, es decir, darles una civili-
zaci6n adecuada a las necesidades de la época, y al mismo tiempo preparar
la humanidad para lo porvenir; ahora haremos otra interrogacién: {Cual es
el apostolado de la escritora en el Nuevo Mundo?
Estudiemos primero lo que el sefior de Varigny dice en su obra sobre La
Mujer en los Estados Unidos. “Cada raza”, escribe, “se ha formado un ideal
particular de lo que debe ser la mujer. Las ideas, como las lenguas, varian, y
para explicar mi pensamiento veamos cual es éste. Para los franceses la
mujer personifica y encarna en sf todas las exquisitas y delicadas perfeccio-
nes de la civilizacién; para el espafiol es una virgen en una iglesia; para el
italiano, una flor en un jardin; para el turco un mueble de dicha. No olvide-
mos la queja candorosa de la joven arabe: Antes de ser mi esposo besaba la
huella de mis plantas y ahora me engancha con su asno a su arado y me hace
trabajar.
“El inglés, precursor del americano, ve sobre todo en la mujer la madre
de sus hijos y la sefiora de su casa. Al abandonar Inglaterra, la mujer que fue
a establecerse a la América del Norte, no dejé en Europa sus costumbres y
sus tradiciones. Todo emigrante, rico 0 pobre, lleva un mundo consigo,
mundo invisible de ideas, resultado de la primera educacién, herencia de las
anteriores generaciones, cosas que no abandona cuando todo lo abandona,
sino al cabo de mucho tiempo, y que casi siempre conserva piadosamente”.
Asf pues, para el americano del Norte, su ideal es igual al del inglés, pero
allf la mujer es todavia més sefiora de su casa que en Inglaterra.
EI hispanoamericano, més adelantado en estas cosas que el espafiol, su
antepasado, ve en la mujer algo mds que “una virgen en una iglesia”. Se ha
notado que en todas las reptiblicas que se formaron después de la indepen-
" Ya esto se habia publicado antes (en la Colombia Iustrada de Bogotd), articulo
que fue reproducido en periédicos suramericanos. (Nota de la autora.) (Colombia Ius-
trada 8, 1889)78 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER
dencia, se ha tratado desde su fundaci6n de dar a la mujer una educacién
mejor y un papel mds amplio en la vida social. Los gobiernos han hecho
grandes esfuerzos para redimirnos de la situacién secundaria, y no diremos
secundaria sino infima, a que nos condenaban las costumbres coloniales,
hijas de las espajiolas.
En Colombia, por ejemplo, se da una educaciédn bastante adelantada en
las escuelas normales a las sefioritas que después son maestras de escuela
para nifios de uno y otro sexo, y se ha observado que en las escuelas de pri-
meras letras superan en mucho a los hombres en instruccién, orden, compor-
tamiento, etc. En Bogota hay una Academia de miisica para nijias, de la cual
han salido maestras de primer orden; y hubo en afios pasados otra de dibujo y
pintura en que el sexo femenino no se qued6 atras de lo Ilevado a cabo por
los jévenes. De la escuela de telegrafia regida por una sefiora consagrada a
esa ensefianza, han resultado empleadas muy notables que sirven al gobierno
en gran numero de oficinas de la Reptiblica. En la Escuela de medicina de
Bogota se ha dado entrada a sefioritas que asisten a las clases con los estu-
diantes y son altamente respetadas por ellos. Se abre, pues, un horizonte mas
extenso a las aspiraciones de la mujer en Colombia y en otras naciones hispa-
noamericanas (como lo hemos visto en otras secciones de este libro) y en
breve sucederd en estas reptiblicas como en Norteamérica, que se contaré
con la influencia femenina para la buena marcha de la sociedad.
Una vez que la mujer ha conquistado la importante posicién que ocupa
en la sociedad hispanoamericana, es preciso que medite en ella y sepa qué
se espera de esa influencia que va a ejercer en esos paises nuevos (los cuales
parece como si ya empezasen a abandonar la época de turbulencias y conju-
raciones politicas que durante mds de ochenta afios obscurecieron el hori-
zonte social de las nuevas reptiblicas) para entregarse al trabajo y a elaborar
un progreso juicioso; debemos reflexionar maduramente acerca del papel
que hard la mujer en el nuevo orden de cosas que se prepara.
Concluy6 para estos gobiernos su estado de fermentaci6n, indispensa-
ble, segtin las leyes de la naturaleza, para que se produzca una naci6n con
elementos encontrados, heterogéneos y distintos. “Compararfa voluntaria-
mente”, decfa Carnot (el padre del que fue presidente de Francia), “un pais
revolucionado a nuestros grandes cubos de vendimia: en el cubo de las
pasiones todo se agita, de la superficie hasta el fondo, desde el vino més
generoso hasta las heces mds inmundas; pero la fermentacién purifica y
ennoblece el licor”.
De aqui para adelante no hay duda que se verdn trastornos ptiblicos, cam-
bios de gobiernos y quizds de sistemas, pero las naciones se salvardn en bra-
zos de la civilizacién, cuyas leyes impedir4n que se atrase en las veredas delMISION DE LA ESCRITORA EN HISPANOAMERICA 19
progreso por las cuales transitan con conocimiento de causa, y los gobiernos
se reconstruirdn en breve sobre bases sdlidas y respetables.
Los Estados Unidos, en donde la prosperidad es tan asombrosa, nos
deben dar en esto ejemplos saludables para Hispanoamérica; y en aque pais
que en adelantos materiales se halla a la cabeza de todos los demés, la mujer
goza de una inmensa y reconocida influencia. {Por qué asi? Porque es res-
petada por todos. , Y por qué es respetada? Porque sus acciones, su cardcter,
su valor moral la hacen respetable; porque, a mas de cumplir sus deberes
como esposa y como madre, es real y positivamente la compaiiera del hom-
bre; no es una flor, un ensuefio, un juguete, un adorno, una sierva; es igual a
su marido y a su hermano por la solidez de su instrucci6n, la noble firmeza
de su cardcter, por sus dotes espirituales, y por consiguiente para ella todas
las carreras le estén abiertas, menos una, la menos envidiable: a de la politi-
ca. En Norteamérica no solamente son empleadas publicas, abogadas, médi-
cas, agricultoras, banqueras, etc., sino que hacen competencia a los hombres
en esos puestos de igual a igual. No se les da ningtin empleo o recompensa
por favor; no se les elogia sino cuando lo merecen; no se les concede pre-
mio, ni son elevadas a un puesto honorable, sino porque pueden ocuparlo
mejor que cualquier hombre. Esta es la verdadera justicia, y a ella debemos
aspirar si queremos ejercer una verdadera y benéfica influencia sobre nues-
tros conciudadanos; pero para merecerla es preciso que trabajemos con
seriedad, que renunciemos a favores especiales y que no pidamos sino
estricta justicia y nada més.
Entre las naciones de raza espajiola, atin se mira a la mujer como a un ser
inferior, como a un nifio, y se la elogia cuando se eleva un poquito sobre la
mediania con una exageracién que abochorna. Debemos, empero, rechazar
cierta clase de ponderaciones como una ofensa casi, porque éstas prueban
que se aguardaba tan poco de nosotras, que cualquier cosa que hagamos, y
que pruebe alguna instrucci6n o talento, es extraiia en nuestro sexo y se
debe aplaudir como una rareza fuera de lo natural. No nos envanezcamos,
pues, con elogios pasajeros que se lleva el viento, porque no tienen peso, y
ocupémonos en la misi6n de la cual debemos encargarnos.
La moralizacién de las sociedades hispanoamericanas, agriadas por lar-
gas series de revoluciones, de desérdenes y de malos gobiernos, esta indu-
dablemente en manos de las mujeres, cuya influencia, como madres de las
futuras generaciones, como maestras de los nifios que empiezan a crecer y
como escritoras que deben difundir buenas ideas en la sociedad, deber4n
salvarla y encaminarla por la buena via.
Pero, se dira, aunque hay escritoras hispanoamericanas, son éstas tan
pocas, en realidad, tan contadas; confian, ademés, tan poco en sus faculta-80 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER,
des intelectuales, que sera imposible que tengan influencia, ni la mas Peque.
fia, en la marcha de la sociedad. Asi parece realmente, y, sin embargo, hubie.
ra muchas més mujeres escritoras si fueran menos timidas, si se persuadie.
sen de que tienen una misién benéfica que desempefiar, pues la mujer
siempre quiere ser util cuando es buena, y olvida todo si se persuade de que
en su mano esté el hacer el bien.
En Colombia, por lo menos, la mujer es altamente respetada y confio en
que en otras reptiblicas suramericanas no suceder, ja Dios gracias!, como en
Espaiia (valga el dicho del insigne literato y diplomatico, don Juan Valera),
en donde “en toda mujer que se lanza a ser autora hay que suponer valentia
superior a la valentia de la Monja-Alférez, 0 a la propia Pentesilea”. “Cada
dandy” , aiiade, “si por acaso la encuentra, sera contra ella un Aquiles, mas
para matarla que para Ilorar su hermosura después de haberla muerto. Quiero
decir, dejando mitologfas a un lado, que en literatura suelen ver en las escri-
toras los solterones? algo de anormal y de vitando, de desordenado e inco-
rrecto, por donde crecen las dificultades para una buena boda, etc., etc...”.
No, entre nosotros en Hispanoamérica, no sucede asf, y una mujer que
escribe para la prensa no es mal mirada en la sociedad; al contrario se Ia atien-
de y respeta (cuando no se la envidia y se la hace la guerra bajo cuerda)°. Esto
debe provenir de que las poetisas han sido todas mujeres de su casa, que no
Ja han descuidado porque acaso en sus horas perdidas emborronan papel. Con
este motivo, no solamente se les permite sin dificultad escribir versos y prosa,
sino que se las anima y aun se las elogia mucho por la prensa, demasiado,
como ya dijimos antes, porque esto envanece a las principiantas.
Una vez que la carrera de escritora esta abierta y pueden las mujeres
abrazarla sin inconveniente, todas las que se sientan Ilamadas a ello deberi-
an fijarse en una cosa: en el bien que pueden hacer con su pluma. Si Dios les
ha dado cualidades intelectuales, aprovéchense de ello para empujar a su
modo el carro de Ia civilizaci6n*; no imitemos el est de moda hoy dia en
literaturas extranjeras y mucho menos el francés; no pintemos vicios ajenos,
sino virtudes propias de nuestro suelo. No en vano el Altisimo ha prodigado
en América todos los dones de la naturaleza més bella del mundo para que
desdefiemos describirla; no nos ha puesto Dios en estos paises nuevos, que
? Enel texto de 1889 aparece “solteros” en lugar de “solterones”. (Nota de las edi-
toras.)
3 El texto entre paréntesis no aparece en la versién de 1889. (Nota de las editoras.)
+ Esta frase aparece aqui modificada con respecto al texto de 1889; ios nos ha
dado cualidades intelectuales, aprovechémonos de ellas para empujar a nuestro modo el
carro de la civilizacién”. (Nota de las editoras.)MISION DE LA ESCRITORA EN HISPANOAMERICA. 81
trabajan en formarse, para que no estudiemos su historia y sus costumbres y
de ellas saquemos ensefianzas provechosas.
Mientras que la parte masculina de la sociedad se ocupa de la politica,
que rehace las leyes, atiende al progreso material de esas reptiblicas y orde-
na la vida social, ;no serfa muy bello que la parte femenina se ocupase en
crear una nueva literatura? Una literatura sui generis, americana en sus des-
cripciones, americana en sus tendencias, doctrinal, civilizadora, artistica,
provechosa para el alma; una literatura tan hermosa y tan pura que pudieran
figurar sus obras en todos los salones de los paises en donde se habla la len-
gua de Cervantes; que estuvieran en manos de nuestras hijas; que elevaran
las ideas de cuantos las leyesen; que instruyesen y que al mismo tiempo fue-
ran nuevas y originales como los pafses en donde hubiesen nacido... En esta
literatura de nuestros ensuefios no se encontrarfan descripciones de crime-
nes y escenas y cuadros que reflejaran las malas costumbres importadas a
nuestras sociedades por la corrompida civilizacién europea; pues digan lo
que quieran los literatos de nuevo cuiio, la novela no debe ser solamente la
descripcién exacta de lo que sucede en la vida real entre gentes de mala ley;
la novela puede interesar a pesar de ser moral, y debe pintar graficamente la
existencia humana y al mismo tiempo lo ideal, lo que deberia ser, lo que
podrian ser los hombres y las mujeres si obraran bien.
{Qué misién més bella para una mujer que proporcionar solaz y dulces
lecciones a la sociedad? No6tese que todas las obras que sobreviven en el
ramo de la bella literatura tienen no solamente un fondo de moralidad, sino
que también su lenguaje es pulcro, elegante y que sdlo despierta imagenes
puras y hermosas. Las excepciones a esta regla son contadas y la confirman.
Nuestros pafses empiezan a formarse; es preciso que como el Arbol
pequefio que puede enderezarse 0 torcerse, nuestras costumbres crezcan
derechas y bien formadas, y que podamos presentarnos las mujeres escrito-
ras del nuevo mundo suramericano con todo el realce y la vitalidad sana y
benéfica de las de la América del Norte.
En sociedades que no solamente han Ilegado a su madurez, sino que
empiezan a bajar por la pendiente que Ileva al ocaso, el escritor puede dete-
nerse en el camino para coger las flores envenenadas, sefialar los lodazales,
describir las sentinas del vicio que encuentra a su paso. Allf hay lectores de
todas clases, y muchos cuyas inteligencias estragadas por el exceso de la
civilizacién necesitan un alimento condimentado con descripciones cada dia
més violentamente exageradas, y cuadros que conmuevan sus sentidos
embotados por un refinamiento cercano a la corrupci6n, pues toda fruta
demasiado madura toca ya a la podredumbre. Pero nuestras sociedades no
han Ilegado a ese punto: estén creciendo, no han acabado de formarse, nece-82 SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER
sitan alimentos intelectuales sanos e higiénicos, y jqué gloria serfa para la
mujer americana si pudiese proporcionar a nuestras incipientes sociedades
la literatura que necesita para vivir con el alma, después de emplear sus
facultades en trabajar en la parte, por decirlo asi, material de nuestras insti-
tuciones sociales y politicas!
No creemos que se moraliza a los lectores poniendo ante sus ojos cua-
dros de vicios y corrompidas costumbres, aunque después se quiera sefialar
los inconvenientes de esos vicios. El lector lee con avidez las descripciones
que le Ilaman la atencién, y olvida con frecuencia la moraleja del cuento, y
no las escenas de desdrdenes y malos ejemplos, cuidandose poco o nada del
castigo del vicio.
Hay la preocupacién de que las virtudes y la abnegaci6n de almas nobles,
los percances y aventuras de personas buenas, no pueden presentar drama
interesante, y que solamente lances de amor Ilaman la atenci6n, y eso si
€stos son pecaminosos; que no se leen con gusto sino intrigas rebuscadas
que ofenden el pudor y no deben ser leidas por las doncellas; pero ésta es
preocupaci6n y nada mas; la VERDAD unida a un estilo ameno sera siem-
pre popular y tendr4 mas larga vida que toda narraci6n que se dirige a esas
pasiones falsas, inconstantes, ligeras, que pasan como las modas, sin dejar
rastro ni huella, y que se olvidan como se olvida el corte del vestido del afio
pasado. No: las escritoras americanas deberfan dedicarse con toda seriedad
a hacerse un nombre imperecedero, haciendo el bien con las obras literarias
que escribirén para cumplir la misi6n que creo que tienen en la nueva litera-
tura hispanoamericana que alborea®.
[La mujer en la sociedad moderna. Paris, 1895]
5 La frase final presenta variaciones con respecto al texto de 1889: “haciendo el bien
con obras dignas de la misién que tienen en la nueva literatura hispanoamericana que
empieza”. (Nota de las editoras.)