* Anilisis de la Vulnerabilidad a desastres
* Cultura, Identidad y Territorio
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* La Huella Ecoldgica, indicador de sustentabilidadNaturaleza y Sociedad
ISSN 0123-9341
Direccion
Yolanda Molina Poveda
Editor
Fabio Yepes Pérez
Consejo Editorial
Efrain Herrera Espinosa
Rafael Vargas Rios
Omar Melo Cruz
Francisco Pérez
Naturaleza y Sociedad
es una publicacién de la
Maestria en Planificacién y Manejo
Ambiental de Cuencas Hidrograficas
Facultad de Ingenieria Forestal
UNIVERSIDAD DEL TOLIMA
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Dirigir correspondencia a:
Barrio Santa Helena, Ibagué - Colom-
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[email protected]Faride Stella Kairuz Hemdndez
Vaturaleza y Sociedad — No. 2
Varcas L,, Juuian, «El Barrio Popular: Una perspectiva
sociolégica del sector informal urbana». En: Leon G,
Lisarno. La ciudad fraguada, Sociologia del espacio urbano,
Bucaramanga: UIS, 1992.
Witces-CHaux, Gustavo. Herramientas para Ia crisis: De-
sastres ecologismo y formacién profesional. 1° ed.
Popaydn: SENA, 1989. Servicio Nacional de Apren-
aje SENA, Regional del Cauca.
Cultura, identidad y territorio
JORGE LUIS GONZALEZ CALLE
Introduccién 22
Civilizacién universal y cultural local 25
Introduccion
«Los paisajes, los espacios,
presente:
vencias del pasado. Horizontes antiguos que se dibujan,
no sont sinicamente reatidades
ino que también, y en gran medida, superci-
fornan a erearse para nosotros a través de los espectiicn-
los que ofrecen; ta tierra esti, como nuestra piel, conde-
audi a conserva la huella de antiguas hevidas»,
Fernan Braudel
El presente escrito tiene como finalidad abordar el territo-
rio como un es]
‘io en permanente transformacién, como
un espacio socializado y culturizado, y no como una es-
tructura fisica objetiva como la pregonada por muchos pen-
sadores cercanos a Ja geografia fisica. Lo que delimita una
unidad tet
vial mas que un hecho fisico: una cuenca
hidrografica, un corredor vial, un corredor industrial, etc,
son fas intervenciones que el hombre hace sobre el espacio
y la forma como cada cultura se apropia de un lugar deter-
minado y crea alli sus propios patrones de asentamiento.:
3
:
&
2
4
5
é
eT ae ee OR et eel
pertinente aclarar que preferimos la nocion de
«territorion, 0, la de «lugar», por ser estos conceplos de
mayor significacién cultural que el conceplo «ce
que en los estudios territoriales mas que brindar claridad
confunde, o, parafraseando a José Luis Gareia, «el espacio.
constituye uno de esos conceptos polis
sélo, sin precisiones calificativas, se vacia a causa de su
generalidad. El espacio de las ciencias fisico-matemia
no tiene mucho que ver con el que
situa el psicdlogo en ta base de sus
investigaciones, y éste, a su vez,
pacion,
micos, que por si
cas
Frente al mundo de las
megalépalis, frente al
mundo mecanizado
moderno, frente a jos
regionalismos extremos
discrepa del concepto como nocién
epistemologica, geografica, 0
9)
sociolgic
Desde la anterior perspectiva el
presente escrito busca generar in-
quietudes sobre el estudio del te-
rritorio y st significacién cultural.
, estudiar el
O en otras palabra
opuestes, generando un
regionalismo critico.
territorio como artificio cultural, es
decir, indagando las huellas de
memoria que una sociedad deja en
un lugar determinado y en una temporalidad especifica.
No se comparten las interpretaciones tecn6cratas que pri-
vilegian el ordenamiento territorial como una distribu-
cian separada de hechos fisicos y human
elementos en necesidad de explicarse muttiamente.
El territorio es valorizado por sus multiples tansforma-
nes, no es una cuadricula imaginaria a la que se plani-
fica como un espacio no humanizado, pensando m:
sy nocomo dos
en
Garcia, Jost Luis. Antropologia del tersitorio. Madrid. Taller de
Ediciones Josefina Betancor. 1976. pag.25.
(regionalismo sentimental),
debemos propender por un
punto de encuentro entre
estos polos aparentemente
y temiorio
Jas potencialidades del terreno, en los costo
s de una cultura cada vez nvis universal que en aras
del crecimiento econdmico desconoce cualquier forma de
identidad local. Frente a esta disyuntiva compartimos la
inquietud de Paul Ricocur* «...Cémo Hegar a ser modernos
ar a las fuentes; como revivir una antigua y dormi-
vilizacion y tomar parte en la civilizacién universal»,
En esta misma perspectiva y partiendo de esta misma
inquietud, podriamos pensar un analisis del territorio a
partir de una necesaria mediacién entre «Civilizacion
moderna» y «Cultura local». En otras palabras, podria-
mos decir que frente al mundo de las megal6polis, frente
al mundo mecanizado moderna, frente a los regionalismos
extremos (regionalismo sentimental), debemos propender
por un punto de encuentro entre estos polos aparentemen-
te opuestos, generando un regionalismo critico, tal y como
lo proponia hace algun tiempo Kenneth Frampton”! para
la arquitectura, y facilitando el encuentro entre la civiliza-
cién universal, con sus téenicas y artimaiias, y la cultura
local como Ia posibilidad que tiene toda sociedad de hacer
perdurar un lugar propio en torno a su memoria.
y en los inte-
ne
Civilizacion universal y cultura local
«Solo mma cultura vig, a la vez fiel a sus origenes y en
estado de creatividad artisticn, literaria, filoséfica y espi-
ritual, es capaz de superar el encuentro con otras cultu-
yas. Y no solo es capaz de soportar ese encuentro, site
tambien de darle sentido... segriu Heidegger, tenemos que des-
plazamos hasta mmiestros propios onigenes, es decir, volver a
®! Ricoeur, Pact. Historia y Verdad. Madrid, Alianza Editorial,1987.
© Peanteron, Kenner. aFlacia un regionalism critico: seis puntos para
una arquitectura de resistencia,» En: FOSTER, Hall, La po
faturaleza y Sociedad - No. 2
R
Wajedad ~ No, 2
foci
Naturaleza y S
nuestro origen griego, a nuestra origen hebreo, a nuestra
origen cristiano, para ser interlocutores validos en el gran
debate de les culturas, Para tener ante nosotros al otro,
hemos de tenernos enfrente a nosotros mismos,»
Paul Ricoeur
Es comin sentir en nuestro medio la preocupacién por
recuperar la memoria de la ciudad, por «restaurar» algu-
nos lugares del centro histérico y sus alrededores en la
busqueda de una identidad propia; tal y como ha venido
sucediendo con algunos edificios del sector de la Cande-
laria en Bogota, con la estacién del ferrocarril en Medellin,
©, con la casa Urrutia y el Teatro Tolima en Ibagué. Fren-
te a estos procesos, casi siempre aislados del contexto ur-
bano, surge el siguiente interrogante: zson éstas edifica-
ciones el pilar sobre el cual se soporta gran parte de la
cultura de dichas ciudades?
Si asumimos el territorio como una forma espacial que
conlleva necesariamente significaciones socioculturales:
la casa, los cultivos, las divisiones parcelarias, etc, y si
asumimos que cada cultura tiene su forma particular de
sembrar la tierra, de construi
poblados y vias de comunica:
Heidegger de «habitar, construir y morar»; podemos pen-
sar que la arquitectura como soporte cultural, y dentro de
Ja arquitectura las restauraciones sehaladas, contiene parte
de la memoria de estas ciudades.
Son parte del soporte cultural de dichas ciudades, pese
a que dichas restauraciones desconozcan el contexto
urbano que rodea dicha edificacion; y a que sus formas
arguitectonicas sean el producto de la hibridacton cultural
de espaitoles y americanos con las corrientes modernistas
europeas que afectaron la arquitectura criolla durante la
sus Cal
as, de organizar sus
mn, etc,, 0 en palabras de
ad de
primera m
y temiorio
siglo XX. Al respecto, vale la pena
recordar lo escrito por Ives Bruand sobre la identidad en
Ja arquitectura latinoamerican:
st existe realuente und identidad en ituestra arqiitec-
tra, esta es debida a las técnicas y tendencins urbanisti-
cas traidas por los espaitoles, proviene de un estilo varba-
uistico caracterizado por la rignrosa aplicacion de planes
a cuadros y de la arquitectura monumental, de edificios
priblicos alrededor de
rea plaza, uiertiras que en la Amé-
vica Lusitana la iniciativa fue dejada al sector privado o
al religioso, lo montmental solo aparece mucho muds tar-
de esparcido por Ia ciudad y el estito es muclto inns econd-
atica y funcional»
La cultura es e] producto de permanentes contactos 0 hibri-
daciones de lo local con otras formas culturales, 0, con la
Si asumimos que cada
cultura tiene su forma
particular de sembrar la
tierra, de construir sus
casas, de organizar sus
poblados y vias de
comunicacion, etc,
podemos pensar gue la
arquitectura como
soporte cultural contiene
parte de fa memoria
de estas ciudades.
Breann, Ives. «Urbanisme et architecture in Amerique Coloniel.
des Amerigucs
En: Cale
«Civilizacién Universal». Un ejemplo
claro lo constituye [a diferencia ci
da de Ives Bruand entre la arquitec-
tura impuesta en América por el im-
perio espaiiol y el imperio portugués.
Hace mucho tiempo que la mayo-
ria de las sociedades fueron obliga-
das por el desarrollo capitalista a
abandonar sus suefios de impenetra-
bilidad, de alli que el presente de
nuestra cultura, se nos presente mas
bien como un proceso ciclico de
revitalizacion entre Civilizacién uni-
versal y Culturas locales.
4, Pari
1985 pag. 113.
Naturaleza y Sociedad - No. 2El territoria, como espacio producido 6 como sujeto de
intervencién, no escapa a una polémica como la anterior;
por un lado se quiere mantener la unidad paisajista en
tomo a una tradici6n agraria y campesina, y por el otro,
Ja economia capitalista se nos presenta invadiendo cada
vez mas lugares, 0, como dirian Josan y Tomas Mata",
pasa de ser un centro.
que sirve de referencia a las experiencias personales y
organiza el espacio Inomanizandolo (...) de ser una viven-
cia (_..) « convertirse en un concepto, algo ajeno e imper-
sonal, crece ef niimero de individuos que no experimen-
to una relacién de pertenencia hacia el lugar donde viven,
El resultado es una alienacion del hombre, que acaba cos
siderando los lugares o el paisaje como abjetos cout los que
solo cabe una relacién de constino o de contemplacién
stiperficial,
Podemos afirmar que el territorio deviene como un es-
pacio-mercancia, 9, en palabras de Henri Lefebvre:
edeviene cada ve
z mds como un espacio instrumental (,..)
~donde- las fuerzas productivas no pueden definirse tini-
caurente por ta produccidn de bienes 0 de cosas en el espa-
cio (..) se definen (...) conto ta produccién del espacio».
En nuestro medio, cada vez son mas comunes los espa-
cios destinados para ocio y recreacién, segunda vivienda,
Proyectos turisticos o hidroeléctricos; alterando profun-
damente la cultura local. Los campesinos cercanos a estos
grandes proyectos modernos, generalmente dejan sus
Mara, Jovan, Mara, Tous, «Topofilia. Una pasion necesarian. En:
Revista Integral, N° 10. Madrid, pag, 587. i
vne, Het, «La produceion del espaciom. En; Papers. Revista de
8 Universidad Autonoma de Barcelona. Barral ed Dar
celona. 1974, Pp. 223.
Naturaleza y Sociedad ~ No. 2
y tertiorio
tierras por la presion del mereado sobre el suelo rural para
a la ciudad, © convertirse en mayordomos de las
mig)
nuevas casas de recreo, en vendedores de productos agri-
colas a orillas de las grandes vias, o en celadores de los
nuevos macroproyectos,
términos generales lo que podemos ver en nuestro
tiempo es, mas que una convivencia de la civilizacién uni-
versal con la cultura local, una imposicién de Ja primera
sobre la segunda. El ordenamiento del territorio en los
lugares donde se han realizado grandes obras de infraes-
tructura, ha dividido el espacio, le
ha asignado usos y funciones, lo ha
clasificado; pero Ja cultura como.
una concepcién més amplia, como,
una relacién mas estrecha entre el
hombre y su espacio, ha sido des-
conocida muchas veces, Una expli-
cacién a este hecho, tal vez nos lo
dan nuestros dirigentes politicos,
quienes han demarcado el territo-
como un proceso ciclico de yio nacional pensando en unas
revitalizacion entre fronteras que nada tienen que ver
civilizacién universal con {a identidad de cada una de las
y culturas locales, vegiones; pareciendo como si las
lineas que dividen nuestros depar-
del mapa, fuesen las mismas fronte-
Hace mucho tiempo que fa
mayorla de las sociedades
fueron obligadas por ef
desatrollo capitalista a
wbandonar sus suerios de
inpenetrabilidad; de alli
que ef presente de nuestra
cultura, se nos revele
tamentos, las ra’
ras culturales y olvidando que una cultura no es suscepti-
ble de cartografiar tan estrictamente.
En la anterior perspectiva, resulta interesante [a pro-
puesta de Orlando Fals Borda, de volver a regionalizar el
, arggumentando que fucron
pais en torno a las provinci
estas formas territoriales las que de mejor manera inter-
pretaron la «regién» desde Ia diversidad cultural del pais.
29
Naturaleza y St
fedad — No. 2
joie———e ey
Sin embargo, hay que tener mucho cuidado a la hora de
pensar ese pasado que se quiere revivir desde su confi-
guracion territorial; hay que pensar la identidad cultural
como un proceso, Mas que como un hecho cumplido, por
Jo cual hay que abstenerse de caer en el mito del origen,
que nos Ileva a pensar que las regiones histéricas son
aquellas que se configuraron desde la época colonial, ol-
vidando en gran parte la identidad de las culturas indi ige-
nas, y las transformaciones culturales del territorio co-
lombiano en las tltimas décadas del siglo XX,
transformaciones que en gran medida escapan a [a
regionalizacién propuesta por Fals Borda.
Planteamientos como el anterior, nos llevan a recordar
la ordenaci6n territorial hecha en el Departamento de la
Guajira, lugar de asentamiento de parte de la cultura Wa-
yuu para quienes la frontera colombo venezolana o los
limites politicos de la Guajira con otros departamentos
colombianos no existen, y donde Ja relacién con el terri-
torio se encuentra fundamentada en su tradicién ances-
tral. Al respecto afirma Hernan Dario Correa, sobre la
espacialidad de dicha comunidad:
su Lat espaciatidad Win se desdobla hacia ef mar donde
se pesca, y hacia el pasado profundo de la especie: las abn
de los nivertos no descansan hasta la reatizacién de un
N ‘
6 Stade entierr, cunudo se encaminat hasta et Sfouce det
= war con sus rebatios, donde se reproduce el mniverso social
3 Wingate; dejados los huesos en el cementerio de su clan,
aportando a In reproduccion de su pueblo (...) cono se ve, et
juego de reciprocidades es amplio y complejo. No tiene
4
s
§ Hernsn Dario. «Etnicidad, territorto y desarrollo en la Gui
Bla colombianan. En: SILVA, Renin, od. Territoris, regions, soc
S| dts. Ed. Presencia. Bogota, 1994. pag. 100.
3
&
=
30
Jugay soloentye s
bietr entre seres naturales y sobrenatwrales, animales, pla
tas, el viento, la Iuvia, el sol, las sombras, la tierra (...) y
fodos sort mtovidos, en el suresio y en ta vigilia, por la pala-
bra, pues se trata siempre de verdaderos sujetos.»
Lo que nos muestra en este caso Hernan Dario Correa
es una relacion con el territorio de una forma muy dife-
rente a la del hombre occidental. Es una relacién susten-
5 tada en la tradicién comunitaria,
Hay que abstenerse de en Jas huellas de memoria que ha
caer en ef mito def origen, — reproducido Ja comunidad local. El
(ue nos Heva a pensar que Cerrrejoncomoun proyecto al ser-
las regiones histéricas son vicio de! capital, desconocié ae
aquellas que se Tante mucho tiempo esta tradicin
conmiguraron desde la
y paso por encima de la relacion
que el Wayuu mantiene con su te-
Regent Ae erica ceaviieeadsorc aa pro-
en gran parte ta Kdentidad a+ asesino de la cultura local y
de las culturas indigenas, on una forma de acabar con las
y las transformaciones hwellas de memoria que daban
culturales del territorio sentido a la cultura Wayuu. Es la
colombiano en fas ditimas muerte de una cultura en aras de
décadas del siglo XX. la civilizacién universal y Ja repe-
ion de un hecho que se ha vuel-
to cotidiano en Ia historia colombiana y uno de los princi-
pales problemas mundiales, puesto que cada vez son mas
las culturas desplazadas de sus territorios, 0 las culturas
sin espacio fisico de asentamiento: Palestina, Kurdistan,
etc. Y por ende cada vez son mas frecuentes los conflictos
en este sentido,
a
s
2
1
g
g
g
x
i
3
=