LA ESPIRITUALIDAD MARIANA:
LA ESPIRITUALIDAD DE MARA LA PRESENCIA Y LA FUNCIN DE LA
SANTSIMA VIRGEN EN LA VIDA ESPIRITUAL DE TODO CRISTIANO
Dra. Deyanira Flores
INTRODUCCIN
I. LA
EXCELSA VOCACIN DE TODO SER HUMANO Y LA VIDA ESPIRITUAL
Qu es la vida espiritual? Qu se entiende por Espiritualidad
Mariana? Si slo realizramos cun vitales son estas dos preguntas!
Dios, en Su infinito amor, ha llamado a todo ser humano a una
altsima, inefable vocacin: gozar por toda la eternidad de la visin
inmediata de la Santsima Trinidad. Nos ha creado a Su imagen y
semejanza (Gen.1, 26-27) para hacernos hijos Suyos y compartir para
siempre con nosotros Su eterna bienaventuranza en el cielo.
San Pablo nos lo expresa maravillosamente en su Carta a los
Efesios (cf. 1, 3-14): "Bendito sea el Dios y Padre del Seor nuestro
Jesucristo, quien nos bendijo con toda bendicin espiritual en los cielos
en Cristo, segn que nos escogi en l antes de la fundacin del
mundo para ser santos e inmaculados en su presencia, a impulsos del
amor, predestinndonos a la adopcin de hijos suyos por Jesucristo,
segn el beneplcito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su
gracia, con la cual nos agraci en el Amado ".
Hemos sido creados para glorificar a Dios en la tierra y gozar de
la felicidad de glorificarlo eternamente en el cielo como hijos Suyos
santos y bien amados. La Liturgia ensea esta verdad fundamental de
forma muy precisa: "Por Cristo, con l y en l, a ti Dios Padre
omnipotente, en la unidad del Espritu Santo, todo honor y toda gloria,
por los siglos de los siglos" (1).
El Hijo de Dios se hizo hombre para hacer al hombre "Dios". l
mismo, en la ltima Cena, nos revela nuestra inefable vocacin: "Yo les
he comunicado la gloria que T me has dado, Padre, para que sean uno
como nosotros somos uno. Yo en ellos y T en m, para que sean
consumados en la unidad ..." (cf. Jn.17, 21-23). El Verbo vino al mundo
para "hacernos participantes de la divina naturaleza", dice San Pedro
(2Pe.1, 3-4). Para que "nosotros todos, con el rostro descubierto,
reverberando como espejos la gloria
del Seor, nos vayamos
transfigurando en la misma imagen de gloria en gloria, conforme a
como obra el Espritu del Seor", ensea San Pablo (2Cor.3, 18). Para
"divinizarnos", testimonian los Padres de la Iglesia (2). Para que el alma
se transforme "en las tres personas de la Santsima Trinidad", para que
se haga "deiforme y Dios por participacin", nos asegura San Juan de
la Cruz (3).
Y sin embargo, cuntas personas estn enteradas de la
grandeza de la dignidad personal y de la vocacin que Dios en Su
infinita misericordia les ha concedido? "Oh almas criadas para estas
grandezas y para ellas llamadas!", exclama San Juan de la Cruz, "qu
hacis?, en qu os entretenis? Vuestras pretensiones son bajezas, y
vuestras posesiones miserias. Oh miserable ceguera de los ojos de
vuestra alma, pues para tanta luz estis ciegos y para tan grandes
voces sordos, no viendo que, en tanto que buscis grandezas y glorias,
os quedis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e
indignos!" (4). Y una hija suya y de nuestras tierras, Santa Teresa de
los Andes (+ 1920), reflexionaba en estos trminos:
"... Vi el guila remontarse altiva desde la honda quebrada ... Vila subir
hasta perderse de vista ... Por qu, me preguntaba, por qu no posee
el hombre este don? Por qu se arrastra por la baja tierra mientras el
ave sube tan cerca del cielo ...? Pero reflexionando ms seriamente me
dije, no es verdad que el hombre posee alas mil veces ms
potentes? ... No se remonta hasta la Belleza suma con la vista de la
hermosura de esta tierra? No sube an ms cuando all, en el templo
del Seor, orando de hinojos, comuncase en coloquios misteriosos con
el Altsimo? No asciende entonces el alma hasta el mismo cielo? Oh,
s! Creado el hombre a imagen divina, dotado de una inteligencia que
encuentra
su
objeto
propio
en
lo
inmaterial,
lo
universal,
lo
suprasensible, y de una voluntad, que en sus aspiraciones infinitas slo
descansa en Dios mismo; elevado adems por la gracia al orden
sobrenatural,
posee
el
hombre
alas
incomparablemente
ms
poderosas que el guila caudal ... Feliz l, si sabe desplegarlas y vivir
siempre arriba en su atmsfera propia! Feliz el alma, si desde all ...
mira las pequeeces de la vida, pues las ver despojadas de los
aparentes halagos que fascinan a los que las contemplan desde su
mismo nivel!" (5).
Muchsimos seres humanos pasan por esta vida entre angustias
y dolores, apegados a mil bagatelas, sin haber sabido nunca a qu
grandeza haban sido llamados, o, si lo supieron, apenas despegando
del suelo, sin remontarse a las alturas, ya sea porque no saban cmo
hacerlo, ya porque no se esforzaron lo suficiente. He aqu por qu es
tan fundamental saber en qu consiste la vida espiritual y qu hemos
de hacer concretamente para cultivarla, lo mismo que conocer la
funcin esencial que la Virgen Mara ocupa en la vida espiritual de toda
persona y cmo debemos responderle a ella, sin lo cual es imposible
que esta vida se desarrolle y alcance sus cumbres ms altas. Nos lo
demuestra la experiencia de todos los Santos. Nuestra verdadera
realizacin depende de conocer y practicar en serio el consejo de San
Pablo:
"As, pues, si resucitasteis con Cristo, buscad las cosas de arriba,
donde est Cristo sentado a la diestra de Dios; aspirad a las cosas de
arriba, no a las que estn sobre la tierra. Porque moristeis y vuestra
vida est escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo se manifestare,
que es vuestra vida, entonces tambin vosotros seris con l
manifestados en gloria" (Col.3, 1-4).
Nos estamos preparando para la V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano y del Caribe. Para poder hacer una
realidad en nuestras vidas el lema de esta Conferencia tan importante:
ser "discpulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en
l tengan vida", es indispensable que cultivemos nuestra vida
espiritual.
La vida espiritual es en primer lugar vida en el Espritu Santo.
Como bien ensea el gran mstico mexicano, el Siervo de Dios Mons.
Luis Mara Martnez (+ 1956):
"Si el hombre no tuviera que realizar mas que una obra de
perfeccionamiento moral, adecuado a su naturaleza, bastara la razn
humana, destello de la luz de Dios, para dirigir la vida del espritu; pero
la obra que ha de realizarse en el hombre es divina ... es la
reproduccin de Jess, obra maestra de Dios, y para empresa tan alta
es menester la direccin del Espritu Santo. Sin esa direccin la
santidad es imposible ..." (6).
La vida espiritual es una vida sobrenatural, que trasciende la
vida puramente natural. La podemos vivir solamente gracias a Dios,
que en Su infinita misericordia, como un favor totalmente gratuito de
Su amor, nos ha querido elevar a esta vida por medio de la gracia
santificante que infunde en nuestra alma en el Bautismo. As como
Dios nos dot de un organismo natural, que nos permite realizar
acciones
naturales,
as
tambin
nos
dot
de
un
organismo
sobrenatural, que nos permite realizar acciones sobrenaturales y cuya
existencia y funcionamiento es muy importante que conozcamos (7).
Para poder comprender de qu se trata esta vida, debemos
estudiar con atencin todo lo que nos ensean al respecto la Sagrada
Escritura, los grandes maestros de la espiritualidad cristiana y la vida
de los Santos. En efecto, para conocer la capacidad de una cosa, es
necesario conocer el mximo desarrollo que sta puede alcanzar. Las
habilidades extraordinarias con que Dios dot al cuerpo humano se
demuestran en las proezas de los deportistas olmpicos. Los grandes
artistas, literatos y cientficos de la historia universal nos ensean las
maravillosas capacidades naturales del alma humana. La capacidad
sobrenatural del alma nos la revelan los Santos. Ellos nos confirman
que, efectivamente, existe una vida sobrenatural que todos estamos
llamados a desarrollar, y hasta que punto se puede desarrollar! Si
somos flojos, nuestro cuerpo nunca ser fuerte y gil. Si somos
perezosos, desconoceremos y desperdiciaremos todos los talentos
naturales que Dios nos regal. Si somos tibios, una vida que pudo
haber sido preludio del cielo, la viviremos a ras del suelo, sin producir
fruto para los dems, y arriesgando seriamente perder la corona de
gloria que Dios nos tiene prometida.
La vida espiritual se llama tambin vida de la gracia, porque slo
puede ser vivida merced a la gracia: en efecto, presupone el estado de
gracia, y puede desarrollarse y alcanzar su plenitud solamente por
medio de la gracia que acta en nosotros, unida a nuestra respuesta
humana.
La gracia santificante, que recibimos en el Bautismo, es una
participacin en la vida ntima de Dios, que nos hace capaces de
realizar operaciones divinas aqu en la tierra, y nos permitir
contemplar a Dios como l se ve y amarlo como se ama l en el cielo
(8).
Esta gracia es como una semilla, que debe crecer y desarrollarse
a lo largo de toda nuestra vida. No basta estar en gracia como un nio
recin bautizado. La vida espiritual supone una lucha diaria contra el
pecado, y una constante aspiracin a unirnos a Dios cada vez ms
ntimamente.
Cuando la gracia es consumada e inamisible, se llama gloria. Por
eso a la gracia se la llama "semilla de la gloria", porque no es
solamente el principio y fundamento de esta vida, sino que es ya el
germen de la vida eterna. La vida de la gracia es la vida eterna ya
comenzada en la tierra (cf. Jn.3, 36; 5, 24.39; 6, 40.47.55). Es la misma
vida divina y la misma caridad infusa, que est en germen en el nio
bautizado, que va creciendo en el cristiano que toma en serio su
vocacin, y que se encuentra plenamente desarrollada en el Santo que
est en el cielo. Slo hay dos diferencias: que aqu conocemos a Dios,
no con la claridad de la visin, sino en la oscuridad de la fe infusa, y
que lo amamos, pero todava podramos perderlo por nuestros
pecados. En el cielo, en cambio, lo contemplaremos tal cual es (cf.
1Jn.3, 2), y lo poseeremos de manera inamisible y eterna (9).
El valor de la gracia es inapreciable. Santa Rosa de Lima (+
1617) exclamaba con ardor:
"Oh, si conociesen los mortales qu gran cosa es la gracia, qu
hermosa, qu noble, qu preciosa, cuntas riquezas esconde en s,
cuntos tesoros, cuntos jbilos y delicias! Sin duda emplearan toda
su diligencia, afanes y desvelos en buscar penas y aflicciones ... en vez
de aventuras, por conseguir el tesoro inestimable de la gracia" (10).
La vida espiritual es una vida interior, que slo se puede vivir si
cultivamos el silencio, el recogimiento y la oracin. Si todo el tiempo
estamos
distrados
con
mil
preocupaciones
mundanas,
nunca
podremos desarrollar nuestra relacin ntima con Dios. Por otro lado,
en la proporcin en que desarrollemos nuestra vida interior, nuestros
mismos actos exteriores sern mejores, ms conformados a la
Voluntad Divina y ms eficaces para nuestros hermanos (11).
Hoy ms que nunca tenemos necesidad de reafirmar la
importancia de la vida interior, pues vivimos en un mundo que se
esfuerza como nunca antes en la historia por eliminar a Dios
totalmente de todos los mbitos de la vida. Pero Dios es nuestro
Creador y nuestro ltimo Fin, y prescindir de l es una locura irracional
que nos lleva al abismo. La raz de todos los problemas se encuentra
en el interior mismo de cada individuo, en su relacin con Dios (12).
Sin exagerar, podemos decir que de la vida interior de cada persona
depende la paz personal, familiar, social, nacional y mundial. Todos los
conflictos y guerras se inician en el corazn de cada hombre que en
mayor o menor grado, por ignorancia, debilidad o rebelda, rechaza a
Dios, Su amor y Su Santa Voluntad, y pretende encontrar su felicidad
en s mismo y a su modo, a espaldas de Dios y del prjimo.
Los problemas tan serios que agobian al mundo slo se pueden
resolver trayendo a Cristo al corazn de cada individuo, como bien lo
han intuido a lo largo de la historia grandes figuras como San Ignacio
de Loyola (+ 1556) y el Siervo de Dios Frank Duff, (+ 1980), por
mencionar slo dos. Se trata de conquistar el mundo palmo a palmo,
alma a alma, para Cristo. Porque una persona bien evangelizada,
puede llevar a muchas otras al Seor; en cambio, multitudes
superficialmente entusiastas y pobremente instruidas en la fe, con
poco o ningn conocimiento de lo que es la vida espiritual, sin llevarla
a la prctica, pronto se volvern a perder. Como recuerda la Beata
nicaragense Mara Romero Meneses, FMA (+ 1977),
"el que quiere aprender abogaca, tiene que estudiar leyes ... as
nosotros, si queremos aprender a amar a Dios, debemos estudiar la
Religin. No es el caso de decir: a m me parece que esto es as; que
aquello es as ... La Religin es la ciencia de las creencias, la ciencia
divina que nos lleva al conocimiento y al amor de Dios, y como
cristianos
tenemos
la
obligacin
de
estudiarla
para
conservar
encendida la vela de la fe, como hemos prometido en el santo
Bautismo" (13).
La vida espiritual es una vida asctico-mstica. O sea, es una vida
que exige la lucha contra el pecado y la prctica de las virtudes
(asctica), y que lleva a una docilidad cada vez ms perfecta al
Espritu Santo, la contemplacin infusa de los misterios de la fe, la
unin con Dios que a sta se sigue, y es a veces acompaada por
gracias extraordinarias (mstica) (14). Se desarrolla a travs de un
proceso que la Tradicin ha dividido en tres vas: purgativa, iluminativa
y unitiva.
Al contrario de lo que a veces se piensa, la vida mstica o vida de
ntima unin con Dios y de gran perfeccin en la caridad "no es una
cosa propiamente extraordinaria, como las gracias gratis dadas
(visiones, revelaciones, etc.), sino una cosa eminente dentro de la va
normal de la santidad" (15). No est restringida a unos pocos
privilegiados, sino que es parte del normal desarrollo de la vida
espiritual de las personas que de verdad aspiran generosamente a la
perfeccin y a la unin con Dios, y ponen todo de su parte para
alcanzarlo.
La vida espiritual es una vida de perfeccin o santidad, que toma
en serio el mandato de Jess: "Sed perfectos, como vuestro Padre
celestial es perfecto" (Mt.5, 48). Es una vida que pone como prioridad
absoluta el amor: a Dios sobre todas las cosas y al prjimo como Jess
nos ha amado (cf. Mt.22, 37-40; Jn.13, 34; 15, 12).
Volviendo al llamado de la V Conferencia del CELAM al
discipulado y la misin; podemos afirmar que la unin entre la vida
espiritual y este llamado est muy clara en la vida y doctrina de los
Santos. Citamos slo dos ejemplos: San Maximiliano Kolbe (+ 1941),
cuya vida entera fue una cadena maravillosa de actos heroicos de
caridad para con el prjimo, coronados por el acto supremo de dar la
vida por un desconocido, escriba en su reglamento personal de vida:
"Debo ser santo, en el mayor grado posible ...
Dedcate por entero a ti mismo y as podrs darte por entero a los
dems" (16).
Y el Beato Santiago Alberione (+ 1971), fundador de la Familia Paulina,
enseaba:
"El apstol debe ser santo para santificar; sabio para instruir; celoso
para superar los obstculos que se le presenten. El primer campo que
el apstol debe cultivar es su propia alma; su principal trabajo es su
vida interior; la primera alma que debe salvar es la propia. El apstol
debe santificar su mente con una fe que sea cada vez ms sabia y
viva; debe santificar su voluntad con una docilidad cada vez ms
conformada a la voluntad de Dios; debe santificar su corazn
unificando sus deseos, disposiciones y vida con el Corazn de Jess;
debe santificar su cuerpo para que todas sus energas se dediquen
slo a Dios. Y para lograr todo esto, el apstol necesita a Mara" (17).
"El que se santifica a s mismo contribuye al bien de toda la Iglesia,
inyectando sangre pura e inmaculada a su cuerpo ... Es necesario,
indispensable y obligatorio para todos; el que trabaja para su propia
purificacin y santificacin trabaja para todos; cada deuda o defecto
quitado hace a la Iglesia ms perfecta y gloriosa; cada virtud adquirida
le da un nuevo esplendor ante el Padre ..." (18).
II. EN
QU CONSISTE LA
ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
En qu consiste esa vida espiritual a la cual hemos sido
llamados todos por Dios? Podemos sintetizarlo en tres afirmaciones
fundamentales:
La vida espiritual es vida en el Espritu Santo que habita en
nosotros (Rom.8, 9); es caminar "no segn la carne sino segn el
Espritu" (Rom.8, 4; cf. 8, 5-10; Gal.5, 25; 6, 7-8). Por medio del
Bautismo nos convertimos en templos vivos del Espritu Santo (cf.
1Cor.3, 16-17; 6, 19; 2Cor.6, 16; Jn.14, 17; Ef.2, 21-22). No
contristemos al Espritu de Dios! (cf. Ef.4, 30). Dejmonos iluminar y
guiar a cada paso por este "dulce husped de nuestras almas" con
docilidad cada vez mayor (cf. Jn.16, 13-15; 1Cor.2, 6-16; 12, 8.10; Ef.1,
17; 1Jn.2, 27). El Espritu Santo "derrama en nuestros corazones el
amor de Dios" (cf. Rom.5, 5; Gal.5, 22); aboga por nosotros (Rom.8, 2627); nos fortalece (He.1, 8; Ef.3, 16; 2Tim.1, 7); nos santifica (Rom.8, 413; 1Cor.6, 11; Gal.5, 16-25; 2Tes.2, 13); nos transforma en Cristo
(2Cor.3, 18); l "vivificar nuestros cuerpos mortales" (Rom.8, 11), en
la vida y en la muerte conformndonos perfectamente a Cristo (cf.
Gal.2, 20) (19).
La vida espiritual a la cual hemos sido llamados es vida en Cristo
(cf. Gal.2, 20; Fil.1, 21). Es vivir por Cristo, con l, en l y para l. Es
participar, por medio de la gracia, en lo que Cristo es por naturaleza:
Dios, Hijo de Dios, Mediador, Redentor, Sumo Sacerdote, Profeta, Rey,
Intercesor, Evangelizador, Luz del mundo. Es hacer lo que l hace,
haciendo nuestros Sus sentimientos (cf. Fil.2, 5; Mt.11, 29; Ef.4, 20-24;
5, 1; 1Pe.2, 21). Es adherirnos totalmente al Seor "para ser un espritu
con l" (cf. 1Cor.6, 17; Rom.8, 9).
Por medio del Bautismo nos volvemos miembros del Cuerpo de
Cristo (Ef.1, 22-23), hijos en el Hijo, y coherederos con l del reino de
los cielos. l quiere que seamos uno con l (cf. Jn.17, 21-23; Jn.15, 1-6).
Vivamos de manera digna de nuestra Cabeza Divina! (cf. Col.1, 10;
Ef.4, 15). Nuestra vocacin consiste en conformarnos cada da ms a
Cristo, hasta alcanzar la plenitud de Su vida en la tierra (Ef.4, 13).
Escondidos en l (cf. Col.3, 3), abracemos Su Cruz, suframos y
muramos con l, para poder resucitar con l a la vida eterna!
La vida espiritual es la vida que corresponde a los hijos del Padre
celestial. En el Bautismo recibimos el don inefable de la gracia
santificante, que nos hace verdaderos hijos de Dios, y las virtudes
infusas y los dones del Espritu Santo, que nos hacen capaces de vivir
esta vida divina.
Como hijos del Padre y con Su gracia, nuestra vida debe estar
totalmente orientada hacia l, tal como nos lo ense Jesucristo con Su
ejemplo y Su palabra, amorosa y prontamente obedeciendo Su Divina
Voluntad en todo, confiando plenamente en Su Divina Providencia,
humildemente sirviendo Su eterno Plan de Salvacin, amndolo a l
con todo nuestro ser y al prjimo como a nosotros mismos.
En sntesis, todos estamos llamados a ser hijos de Dios,
conformndonos totalmente a Jesucristo, por medio de una docilidad
perfecta a la accin del Espritu Santo en nuestras almas.
III. LA ESPIRITUALIDAD MARIANA:
ELEMENTO ESENCIAL DE LA ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
La Espiritualidad Cristiana es una sola. Es una vida sobrenatural
vivida por todos en la Iglesia merced a la misma gracia divina, "por la
misma fe en Su palabra, la misma esperanza en Sus promesas, con el
mismo amor en el corazn" (20), alimentada por la misma Sagrada
Escritura y los mismos Sacramentos, con la misma finalidad: la gloria
de Dios y la salvacin propia y del prjimo.
Sin embargo, es posible y legtimo hablar de diferentes
"espiritualidades" dentro de esta nica Espiritualidad Cristiana, las
cuales han ido surgiendo a lo largo de la historia de la Iglesia como
consecuencia de la extraordinaria riqueza de la vida que Cristo nos da
y la multiplicidad de las gracias que el Espritu Santo derrama sobre la
Iglesia.
La vida espiritual consiste en la "reproduccin" de Cristo en
nuestras almas. Pero al hacerlo, es posible acentuar ms un aspecto u
otro de Su vida, lo cual imprimir un carcter especial y distintivo y
dar lugar a lo que llamamos una "espiritualidad" determinada (21).
Tambin pueden variar el modo o proporcin en que se utilizan los
medios que favorecen la vida espiritual, las formas de apostolado
escogidas, el conjunto de normas que rigen una determinada
Congregacin y la doctrina formulada a partir de los escritos de un
fundador
(22).
Cada
persona
es
libre
de
escoger
aquella
"espiritualidad" que est ms de acuerdo con su vocacin en la vida.
Dnde colocamos la Espiritualidad Mariana? Es una ms entre
estas "espiritualidades", como la benedictina o carmelitana? De
ninguna manera. La Espiritualidad Mariana no est al mismo nivel que
estas espiritualidades; no es slo para algunas personas o para una
escuela de espiritualidad en particular; no se trata de algo subjetivo:
"me ayuda tener devocin a Mara", como me pueden ayudar la
prctica de la Lectio divina o los Ejercicios Espirituales de San Ignacio
de Loyola (+1556). La Espiritualidad Mariana es parte integrante e
indispensable de todas las diferentes "espiritualidades" cristianas,
todas
deben
incluirla,
porque
"es
un
aspecto
esencial
de
la
Espiritualidad Cristiana" (23). Al igual que la gracia es un aspecto
fundamental de la vida espiritual, y no puede existir una espiritualidad
que la enfatice ms o se sirva ms de ella, pues todos la necesitan por
igual, as la Santsima Virgen es necesaria en la vida espiritual de todo
cristiano.
La Espiritualidad Mariana y la Espiritualidad Cristiana son
inseparables, como Mara es inseparable de Cristo. La Espiritualidad
Mariana no est en paralelo o en competencia con la Espiritualidad
Cristiana, sino que es un elemento intrnseco, indispensable, de la
misma.
Es
garanta
de
toda
autntica
espiritualidad
cristiana.
Pertenece a toda la Iglesia, y siempre ha sido una constante de su
historia. La relacin con la Madre, que el Hijo de Dios se escogi para
s mismo y para nosotros, es parte integrante del ser cristiano. No hay
vida espiritual en cuyo desarrollo no intervenga la Madre de Cristo y
Madre nuestra.
El motivo es muy claro: el lugar nico que la Virgen Mara ocupa
en la Economa Divina de la Salvacin, lo cual a su vez hace que le
corresponda un lugar indispensable y prominente en la Liturgia, que
celebra y conmemora el Evento Cristo, y en la vida de la Iglesia y de
todo cristiano.
IV. EN
QU CONSISTE LA
ESPIRITUALIDAD MARIANA
Qu se entiende por Espiritualidad Mariana? Podemos verlo
desde dos puntos de vista: el de la Virgen Mara como persona, y el de
la Santsima Virgen en su relacin con nosotros.
Desde el punto de vista de la Santsima Virgen como persona,
Espiritualidad Mariana es la forma concreta como Mara de Nazaret
vivi la Espiritualidad Cristiana; es la espiritualidad de Mara. Mara es
la primera cristiana: en ella se cumplen de primero, y de forma
totalmente perfecta, todas las caractersticas de la Espiritualidad
Cristiana. La Espiritualidad Cristiana es vida en el Espritu Santo, y
Mara es la obra maestra, el Santuario viviente y permanente, la dulce
y fecunda Esposa del Espritu Santo. Es vida en Cristo, y Mara es la
criatura ms perfectamente transformada en l, aqulla que como
ninguna otra puede exclamar: "No soy yo quien vivo, es Cristo quien
vive en m!" (Gal.2, 20). Es vida de hijos de Dios, y Mara es la hija
predilecta del Padre, totalmente consagrada a Su Divina Economa, en
constante y amorosa obediencia a Su Divina Voluntad hasta en los ms
mnimos detalles. Por eso es nuestro mejor modelo despus de su Hijo
Jesucristo.
Ahora bien, los rasgos caractersticos de la vida espiritual de
todos los Santos estn relacionados con la misin particular que Dios
les ha encomendado. En el caso de la Virgen Mara, a su perfecta vida
espiritual corresponde una misin nica, de alcance universal, en favor
de todos los seres humanos en general y de los cristianos en particular.
Ella tiene un papel indispensable, querido por Dios, en la vida espiritual
de todos los redimidos por Cristo. Este segundo punto, a saber, la
Santsima Virgen en su relacin con nosotros, se puede subdividir en
tres aspectos:
1. La Virgen Mara cooper a hacer posible nuestra vida
espiritual por medio de su Maternidad Divina y su Cooperacin en la
Obra de la Redencin.
2. La Virgen Mara colabora en la vida espiritual de cada persona
por medio de su Maternidad Espiritual y su Mediacin universal para
que crezca hasta la perfeccin a la que est llamada, cooperando con
el Espritu Santo en la formacin de Cristo en nosotros.
3. Nuestra respuesta a la accin de Mara en nuestra vida
espiritual. La accin o "influjo salvfico" (24) de la Virgen Mara no es
unilateral; tambin hay una parte que nos toca a nosotros, una
respuesta personal que debemos dar a su accin en favor nuestro.
Jesucristo nos la dio por Madre, con todo lo que esto implica (cf. Jn.19,
25-27). Nosotros debemos recibirla en la casa de nuestra vida
personal, de nuestro corazn, entre las cosas propias de un verdadero
seguidor de Cristo (25).
El propsito del presente trabajo es ahondar en el tema tan
importante de la Espiritualidad Mariana. Para mayor facilidad, lo
haremos enfocndolo desde cuatro puntos: la espiritualidad de Mara,
su cooperacin a hacer posible nuestra vida espiritual, su cooperacin
actual y nuestra respuesta. Todos ellos estn avalados por la Sagrada
Escritura y se encuentran constantemente presentes en la Tradicin y
el Magisterio de la Iglesia.
A. LA VIDA ESPIRITUAL
DE LA INMACULADA
VIRGEN MARA
Todo lo que Dios ha creado es bello. Pero podemos hablar de dos
obras maestras de la Santsima Trinidad: la naturaleza humana de
Jesucristo, cuya perfeccin es absolutamente insuperable e inefable, y
la Inmaculada Virgen Mara. Slo ellos dos "son perfectamente bellos",
como exclamaba San Efrn (+ 373) (26).
La vida espiritual de la Inmaculada Madre de Dios ... Quin
puede describirla? Qu inadecuadas son nuestras palabras para tratar
un tema tan sublime! Pero es muy importante hacerlo por tres
motivos: para glorificar a Dios por las grandes cosas que ha hecho en
Su esclava (Lc.1, 49), para honrar a la Virgen Mara, y para aprender de
su ejemplo sublime cmo vivir la Espiritualidad Cristiana.
En la Inmaculada Virgen contemplamos toda la belleza original
de la primera pareja humana creada por Dios, que en Ella ha vuelto a
brillar con fulgor an mayor; el maravilloso Designio Divino para con el
ser humano que solamente en Ella se cumple en plenitud; la hija segn
el
Corazn
de
Dios;
la
nica
persona
que
se
ha
entregado
perfectamente a Dios desde el primer instante de su Inmaculada
Concepcin, sin cesar ni por un momento de pertenecerle (27). El gran
poeta y apstol del Brasil, el Beato Jos de Anchieta (+ 1591), canta
as este misterio:
"Si aquel excelso Hacedor de las cosas se alegra del orbe perfecto que
cre con su palabra, T, niita bella, sers, en todos los aspectos, el
mayor motivo de placer para el Padre supremo.
Se complace l, abrigando este gozo en su eterno corazn, de que sus
manos te hicieron sin mancha. Esta obra nica de su poder la hizo ms
perfecta que las dems, anteponindola a todas ...
Oh amor y bondad inmensa del Padre supremo que te plasm como
obra maravillosa de sus manos! ..." (28).
La Sagrada Escritura es la fuente principal que tenemos para
conocer el misterio de la vida espiritual de la Virgen Mara. Ah estn
ya todos los puntos fundamentales, y ah debemos continuamente
regresar (29).
I. LC.1, 28: LA VIRGEN MARA,
COMPLETA Y PERMANENTEMENTE TRANSFORMADA
POR LA GRACIA
El primer paso para hablar de la vida espiritual de la Virgen Mara
es preguntar sobre su gracia. La Sagrada Escritura nos ofrece una
respuesta contundente: la Virgen Mara no slo estaba "llena de
gracia" ( ) (cf. He.6, 8), sino "perfecta y permanentemente
transformada por la gracia" () (Lc.1, 28; cf. Lc.1, 30). Lc.1,
28 es la primera gran luz que poseemos para que nos ilumine el
misterio inefable de la vida espiritual de la Madre de Dios, y nos
asegura que la altura que le asignamos no es fruto de una exageracin
piadosa, sino una realidad concreta.
1)
La exgesis de Lc.1, 28
La segunda palabra del saludo del ngel Gabriel a Mara,
, es un participio perfecto pasivo, femenino singular, del
verbo , cuyo significado en el original griego no es solamente
"estar lleno de gracia" o "considerar con gracia o benevolencia", sino
"transformar completa y permanentemente por medio de la gracia".
Las razones que justifican esta traduccin son las siguientes:
El verbo es un verbo causativo. Esto significa que
describe el cambio o transformacin que tiene lugar en la persona que
recibe la accin del verbo. En este texto, se trata del efecto que la
gracia () produce en Mara, como ella es "transformada por la
gracia", y el hecho de que este efecto es permanente. Existen en
griego otros verbos contractos de este mismo tipo que expresan
tambin esta transformacin total del sujeto, por ejemplo: ,
"blanquear"; , "cegar" o , "malear".
El tiempo perfecto en griego denota una accin que fue
completada en el pasado, pero cuyos efectos persisten en el presente.
En el caso de Lc.1, 28, indica que Mara ya haba sido perfectamente
transformada
por
la
gracia
que
va
continuar
estarlo
permanentemente.
La voz pasiva indica que Mara es la que recibe la accin. Su
transformacin por la gracia es el resultado de la intervencin
infinitamente misericordiosa y poderosa de Dios en Ella.
El Participio conserva aqu su carcter verbal, pues es precedido
por el imperativo de un verbo de emocin, y en griego los verbos que
indican un estado de nimo o sentimiento (verba affectum), para
expresar la causa de la emocin, a menudo toman un participio con
valor predicativo. Por tanto, la traduccin correcta sera: "Algrate, t
que has sido perfecta y permanentemente transformada por la gracia
de Dios" (30).
El verbo aparece slo otras dos veces en la Sagrada
Escritura: en Eclo.18, 17 y Ef.1, 6. San Juan Crisstomo (+ 407), gran
experto en San Pablo y en el idioma griego, nos ofrece una interesante
puntualizacin que confirma nuestra traduccin. En su Comentario a la
Carta a los Efesios hace notar que San Pablo no utiliz en Ef.1, 6 el
verbo (que sale doce veces en el Antiguo Testamento y veinte
en el Nuevo), que significa "considerar con benevolencia", sino que us
el
verbo
que
significa,
subraya
San
Juan
Crisstomo,
"transformar por medio de la gracia" (31). El Padre no slo "nos mir
con benevolencia" o "nos otorg su gracia", sino que "nos transform
con su gracia en el Amado". En el caso, de Ef.1, 6, el verbo est
en tiempo aoristo: nos transform por la gracia, pero podramos
perderla ms adelante. En el caso de Mara est en tiempo perfecto:
cuando tuvo lugar la Anunciacin, ya haba sido transformada por la
gracia, y as permanecera. Ya estaba lista para la misin que Dios le
iba a confiar. Cundo tuvo lugar esa transformacin? En el instante de
su Inmaculada Concepcin. Lo que esto significa para su vida
espiritual apenas lo podemos intuir!
2)
Lc.1, 28 en la Tradicin de la Iglesia
La importancia del saludo del ngel a Mara ha atrado la
atencin de toda la Tradicin de la Iglesia. El gran exgeta Orgenes (+
253) fue el primero en darse cuenta que Mara haba sido saludada por
el ngel con un saludo nuevo, que no se encontraba en la Escritura ni
haba sido dirigido a nadie, pues haba sido reservado slo para ella
(32). Los tres aspectos de la traduccin que indicbamos se
encuentran tambin en la Tradicin:
La Virgen Mara fue completamente llena de gracia. Ya lo deca
San Ambrosio (+ 397): "A quin concedi Dios ms gracias que a Su
Madre?" (33). Desde San Pedro Crislogo (+ c.450), es comn afirmar
que la gracia que otros han recibido en parte, Mara la recibi en
plenitud (34). Autores tan importantes como San Buenaventura (+
1274), Corrado de Sajonia (+ 1279) y Santo Toms de Aquino (+ 1274)
ofrecen comentarios sobre Lc.1, 28 y el Ave Mara que son una
verdadera mina de enseanzas sobre su vida espiritual. San Luis de
Montfort (+ 1716) lo explica muy bien:
"El torrente impetuoso de la bondad de Dios, estancado violentamente
por los pecados humanos desde el comienzo del mundo, se explaya
con toda su fuerza y plenitud en el corazn de Mara. La Sabidura le
comunica todas las gracias que hubieran recibido de su liberalidad
Adn y sus descendientes si hubieran conservado la justicia original ...
toda la plenitud de la divinidad se derrama en Mara, en cuanto una
pura creatura es capaz de recibirla ... solamente su Creador puede
comprender la altura, anchura y profundidad de las gracias que le
comunic" (35).
Todos los autores coinciden en que la plenitud de gracia de Mara
no fue temporal sino permanente desde el momento en que Dios se la
concedi (36). Referencias al hecho de que Mara fue transformada por
la gracia se encuentran desde el perodo patrstico, por ejemplo en San
Sofronio de Jerusaln (+ 638) (37).
La Tradicin no slo subraya las gracias que Mara recibi de
parte de Dios, sino tambin su fiel correspondencia a las mismas (38).
Dos Pontfices recientes hablan de ello. El Papa Pablo VI deca:
"Es bueno ... tener presente que la eminente santidad de Mara no fue
slo un don singular de la liberalidad divina: esa fue tambin el fruto
de la continua y generosa correspondencia de su libre voluntad a las
mociones interiores del Espritu Santo. Es por motivo de la perfecta
armona entre la gracia divina y la actividad de la naturaleza humana
que la Virgen rindi gloria suma a la Santsima Trinidad y se convirti
en modelo insigne de la Iglesia (39).
Y el Papa Juan Pablo II lo expresa as:
"[Mara] ha respondido, por tanto, con todo su 'yo' humano, femenino,
y en esta respuesta de fe estaban contenidas una cooperacin
perfecta con 'la gracia de Dios que previene y socorre' y una
disponibilidad perfecta a la accin del Espritu Santo, 'que perfecciona
constantemente la fe por medio de su dones' (DV 5; LG 56)" (40).
3)
La vida de la gracia en la Virgen Mara
La plenitud de gracia que la Virgen Mara goz desde el inicio de
su vida tuvo efectos concretos en su vida espiritual, que la teologa
espiritual nos ayuda a comprender.
La gracia santificante, que recibimos en el Bautismo, es
esencialmente una participacin en la Naturaleza Divina (cf. 2Pe.1, 4).
La Virgen Mara la recibi desde el primer instante de su existencia, y
nunca la perdi por culpa del pecado, porque nunca pec. Su
participacin en la Naturaleza Divina es, por tanto, la ms perfecta que
una persona humana haya tenido jams. Todos los otros efectos de la
gracia santificante tambin se encuentran en ella en plenitud: Mara es
la hija ms amada por el Padre Eterno, que ya goza en el cielo
perfectamente de la herencia eterna, en compaa de Jesucristo, quien
es no slo su hermano y coheredero sino su propio Hijo, a cuya
derecha ella est sentada, reinando con l en gloria. Quin puede
describir su ntima unin con Dios? Quin puede alabar a este
incomparable templo viviente de la Santsima Trinidad, que llev al
Hijo de Dios por nueve meses en su propio vientre virginal, y se
convirti en "morada permanente del Espritu de Dios" (41)?
Junto con la gracia santificante, Dios infunde en nuestra alma las
virtudes infusas y los siete dones del Espritu Santo. Quin puede
dudar que en Mara estas virtudes infusas estuvieron presentes de la
manera ms perfecta? El mismo Nuevo Testamento nos testimonia su
incomparable fe, esperanza, caridad, templanza, prudencia, justicia y
fortaleza. Asimismo, quin puede describir la perfeccin con que el
Espritu Santo la movi siempre por medio de Sus dones desde su
Inmaculada Concepcin?
De la inefable plenitud de gracia que goz Mara durante toda su
vida terrena, podemos inferir no slo la perfeccin de su vida
espiritual, sino tambin la plenitud de gloria que ahora goza en el cielo.
Lc.1, 28 es tambin fundamento de su Asuncin gloriosa.
La obra del Espritu Santo en nosotros, la gracia santificante, las
virtudes infusas, los dones y frutos del Espritu Santo, las gracias
actuales ... no son simples definiciones abstractas para el ejercicio
intelectual de los telogos. Son verdades muy reales, que nos tocan
directamente, y es una verdadera tragedia cuando las ignoramos o las
consideramos pasadas de moda. Todas ellas estn presentes, de la
manera ms sublime, en el alma inmaculada de la Virgen Mara. Si
queremos penetrar un poco las maravillas de la vida interior de Mara,
y deseamos desarrollar nuestra propia vida espiritual, es indispensable
conocerlas.
II. EL DOGMA
1)
DE LA INMACULADA
CONCEPCIN
El Misterio de la Inmaculada
La segunda gran luz que nos alumbra la vida espiritual de la
Virgen Mara es el dogma de la Inmaculada Concepcin. Es una luz que
est ntimamente unida con la que nos ofrece Lc.1, 28: Si Mara es la
criatura "perfecta y permanentemente transformada por la gracia de
Dios", podemos comprender por qu el pecado original y los pecados
personales no son compatibles con tal plenitud de gracia. Si Mara fue
preservada de contraer el pecado original y llena de gracia santificante
desde el primer instante de su vida, en previsin de los mritos de
Cristo, es claro por qu ha sido "perfecta y permanentemente
transformada por la gracia de Dios".
"" e "Inmaculada Concepcin" son los dos nombres de
Mara. El primero se lo dio el ngel Gabriel por encargo de Dios (cf.
Lc.1, 26-28); el segundo lo revel ella misma a Santa Bernardita
Soubirous (+ 1879) en Lourdes (1858).
Sabemos que en la Sagrada Escritura, cuando Dios llama a una
persona, suele cambiarle el nombre. El nombre que Dios le da a Mara
cuando la llama a colaborar en la Economa de la Salvacin:
"", sintetiza admirablemente quin es Mara y cual es su
misin: Ella es la criatura "toda gracia" por excelencia, que recibi la
gracia ms grande de todas: convertirse en la Madre del Hijo de Dios, y
cuya funcin ser dar al mundo al Autor de la gracia e interceder para
que nos conceda todas las gracias que necesitamos para alcanzar la
salvacin.
San Maximiliano Kolbe (+ 1941) es uno de los autores que ms
ha
profundizado
el
significado
del
otro
nombre:
"Inmaculada
Concepcin". Haciendo un paralelo con Ex.3, 14, la revelacin de Dios
de Su nombre a Moiss, explica que la Madre de Dios, a la pregunta de
Santa Bernardita sobre su identidad, contest que ella era la
Inmaculada Concepcin. No simplemente que haba sido concebida
inmaculada, sino que Ella era la Inmaculada Concepcin (42). Qu
gran misterio!
En su Encclica Redemptoris Mater, el Papa Juan Pablo II une Lc.1,
28, la Inmaculada Concepcin y Ef.1, 3-14 en un texto magistral:
"En virtud de la riqueza de la gracia del Amado, en razn de los
mritos redentores del que sera su Hijo, Mara ha sido preservada de
la herencia del pecado original. De esta manera, desde el primer
instante de su existencia, es de Cristo, participa de la gracia salvfica y
santificante y de aquel amor que tiene su inicio en el Amado, el Hijo
del eterno Padre, que mediante la Encarnacin se ha convertido en su
propio Hijo. Por eso, por obra del Espritu Santo, en el orden de la
gracia, o sea de la participacin en la naturaleza divina, Mara recibe la
vida de aquel al que ella misma dio la vida como madre, en el orden de
la generacin terrena ... Y dado que esta nueva vida Mara la recibe
con una plenitud que corresponde al amor del Hijo a la Madre y, por
consiguiente, a la dignidad de la maternidad divina, en la anunciacin
el ngel la llama 'llena de gracia' " (43).
Tratar de captar con nuestra mente la plenitud de gracia que
Dios le concedi a la Inmaculada Virgen es muy difcil; pero todava
ms lo es comprender lo que esta plenitud significara para su persona,
cmo marc profunda y decisivamente su vida espiritual, qu
consecuencias concretas tuvo para su vida diaria. Incomparablemente
sencilla fue la vida de la Virgen de Nazaret: pobre, silenciosa, ritmada
por las labores cuotidianas que deba cumplir, primero como hija, luego
como esposa virginal y Madre. Exteriormente consista en cumplir a la
perfeccin sus responsabilidades de cada da, pero interiormente cada
una de esas obras vala su peso en oro, pues provena de un alma
completamente pura y santa, de un Corazn Inmaculado que lata al
unsono con el Corazn Sacratsimo del que se convirti en su Hijo. La
sencillez en Mara va unida a la altura ms inefable!
Qu gran enseanza nos da a todos! A veces nos puede parecer
que al afirmar la sublimidad de la vida espiritual de la Virgen Mara, la
estamos alejando de nosotros, y la imposibilitamos de realizar las
acciones cuotidianas que deben cumplir todos los mortales. Nada ms
lejos de la verdad! La santidad consiste precisamente en cumplir
perfecta y heroicamente la voluntad de Dios en las obligaciones de
cada da. La verdadera vida mstica es perfectamente compatible con
barrer la casa. La diferencia se encuentra en la intensidad del amor a
Dios y al prjimo con que el mstico ejecutar esta labor tan simple.
En la vida de la Virgen Mara encontramos una conjuncin
perfecta entre contemplacin y accin; entre la oracin ms sublime
que haya tenido persona alguna, y el servicio ms activo a Dios y al
prjimo. No en vano muchos autores consideran que en ella se cumple
plenamente la figura de Marta y Mara (44).
En su vida se unen tambin los gozos ms inefables con el dolor
ms profundo. No debemos pensar que la sublimidad de la vida
espiritual de Mara la dispens de sufrir: todo lo contrario! Nadie como
ella ha sabido tomar la cruz y seguir a Cristo; nadie se ha unido tan
perfectamente a Sus sufrimientos; ninguna persona humana ha sufrido
tanto como ella. Por eso, nadie mejor que ella nos puede ensear a
abrazar la cruz y a entender su importancia y su poder redentor.
2)
La Toda Santa
De la mano de la Inmaculada Concepcin va el privilegio especial
que Dios le concedi solamente a la Virgen Mara de no cometer nunca
ningn pecado, ni mortal, ni venial, ni la ms leve imperfeccin (45).
Toda la Tradicin proclama admirada a "la Toda Santa" (). Santo
Toms de Aquino (+1274) nos explica las razones teolgicas de este
privilegio:
"Aquellos sujetos elegidos por Dios para una misin son preparados y
dispuestos por l de modo que sean idneos para desempearla,
conforme a lo que se lee en 2Cor.3, 6 ... Y la Virgen Santsima fue
divinamente elegida para ser Madre de Dios. De ah que no quepa
dudar de que Dios, por medio de su gracia, la hizo idnea para tal
misin ... (cf. Lc.1, 30). Ahora bien, no hubiera sido idnea Madre de
Dios en caso de que hubiera pecado alguna vez. Ya porque el honor de
los padres redunda en los hijos ... (cf. Prov.17, 6). De donde tambin,
por el contrario, la ignominia de la madre redundara en el Hijo. Ya
porque tuvo una afinidad singular con Cristo, que en ella se encarn ...
(cf. 2Cor.6, 15). Ya, finalmente, porque el Hijo de Dios, que es la
Sabidura divina (1Cor.1, 24), habit en ella de una manera especial, y
no slo en su alma, sino tambin en su seno. En Sab.1, 4 se dice: 'La
Sabidura no entrar en alma que obra el mal, ni habitar en un cuerpo
sometido al pecado'. Y, por tanto, es necesario decir de forma absoluta
que la Santsima Virgen no cometi ningn pecado actual, ni mortal ni
venial, para que, de este modo, se cumpla en ella lo que se lee en
Cant.4, 7: 'Toda hermosa eres, amiga ma, y no hay mancha en ti' "
(46).
El Magisterio de la Iglesia tambin insiste sobre este punto:
"Ella ha sido la que, la primera y de una manera nica, se benefici de
la victoria sobre el pecado alcanzada por Cristo: fue preservada de
toda mancha de pecado original, y durante toda su vida terrena, por
una gracia especial de Dios, no cometi ninguna clase de pecado" (47).
Decir que la Virgen Mara nunca pec es decir que ella siempre
dijo "S" a la Voluntad de Dios; que ella se consagr por completo al
servicio
del
Designio
Salvfico
de
Dios,
porque
"no
tena
el
entorpecimiento de pecado alguno" (48); que ella vivi en plenitud la
libertad de los hijos de Dios, porque no fue esclava del pecado ni por
un instante; que ella siempre am a Dios intensamente, cada instante
de su vida, "con todo su corazn, con toda su alma, con toda su mente
y con todas sus fuerzas" (Mc.12, 30); que ella siempre am al prjimo,
y su corazn se fue dilatando cada vez ms, hasta que el Espritu
Santo la hizo capaz de acoger en el Calvario a toda la humanidad que
el Hijo le entregaba para que fuera su Madre (49); que fue la ms
perfecta discpula de Jesucristo, porque practic a la perfeccin todas
las virtudes cristianas; que es la persona humana que ms plenamente
se ha realizado, pues nuestra verdadera realizacin consiste en
alcanzar la santidad; que toda su vida estuvo caracterizada por la paz
y el gozo que reinaban en su corazn, aun en medio de sus terribles
sufrimientos, pues la felicidad y la paz que todo ser humano anhela se
encuentran slo en hacer en todo la Voluntad de Dios y sufrir por
Cristo.
III. EN
LAS CUMBRES DESDE EL INICIO DE SU VIDA
La reflexin profunda de Lc.1, 28 y del Dogma de la Inmaculada
Concepcin nos conducen a otra gran verdad: la Virgen Mara inici su
vida espiritual desde las cumbres. Ella no tuvo que pasar por la va
purgativa ni la iluminativa, sino que inici su peregrinacin de la fe ya
en la va unitiva. Este hecho ciertamente hace de su vida espiritual un
misterio incomparable. Se basa en fundamentos de por s nicos: su
Maternidad Divina, su Inmaculada Concepcin, su plenitud de gracia,
su misin de cooperar en la Obra de la Redencin.
Entre los autores de la Tradicin que se refieren a esta gran
verdad, mencionamos slo uno (50): San Juan de la Cruz (+ 1591), uno
de los ms grandes maestros de la vida espiritual. En un texto que se
encuentra en su Subida al Monte Carmelo, afirma:
"Dios slo mueve las potencias destas almas para aquellas que
conviene segn la voluntad y ordenacin de Dios, y no se pueden
mover a otras; y as las obras y ruego de estas almas siempre tienen
efecto. Tales eran las de la gloriossima Virgen nuestra Seora, la cual,
estando desde el principio levantada a este (tan) alto estado, nunca
tuvo en su alma impresa forma de alguna criatura, ni por ella se
movi, sino siempre su mocin fue por el Espritu Santo" (51).
Expliqumoslo brevemente.
El propsito de la Subida al Monte Carmelo es mostrar cmo puede el
alma disponerse para llegar en breve a la divina unin, indicando cmo los
principiantes y los aprovechados "deben desembarazarse de todo lo temporal
y no embarazarse con lo espiritual y quedar en la suma desnudez y libertad
de espritu, cual se requiere para la divina unin" (52).
Para logarlo, el alma ordinariamente debe pasar dos purificaciones, que
San Juan de la Cruz llama "noches", porque en ellas el alma camina "como de
noche, a oscuras" (53). La primera noche, que pertenece a los principiantes,
consiste en la purificacin activa de la parte sensitiva del alma. La segunda,
ms oscura, es la de los aprovechados, y consiste en la purificacin activa de
la parte espiritual del alma (54).
En efecto, Dios se comunica sobrenaturalmente a nosotros por amor y
gracia. "De donde a aquella alma se comunica Dios ms que est ms
aventajada en el amor, lo cual es tener ms conforme su voluntad con
la de Dios, y la que totalmente la tiene conforme y semejante" que es
el caso de la Virgen Mara -, "totalmente est unida y transformada en
Dios sobrenaturalmente". Es por eso que, "cuanto un alma ms vestida
est de criaturas y habilidades della segn el afecto y el hbito, tanto
menos disposicin tiene para la tal unin, porque no da total lugar a
Dios para que la transforme en lo sobrenatural" (55). Pero entre ms se
vaca y trata de conformarse a la Voluntad de Dios en todo por amor,
ms Dios la une a S y la transforma en l (56).
Ahora bien, una vez que se ha alcanzado el estado de unin con Dios,
las potencias del alma desfallecen en sus naturales operaciones, y pasan de
su trmino natural al de Dios, que es sobrenatural (57). El intelecto se vuelve
divino, porque, unindose a Dios, ya no entiende con la luz natural sino con la
Sabidura Divina; la voluntad se vuelve divina, porque, unindose al Divino
Amor, ya no ama con su poder natural, sino con el Espritu Santo; y la
memoria se concentra en las cosas eternas (58). Por esta transformacin
sobrenatural, Dios posee las potencias "como ya entero seor de ellas por la
transformacin de ellas en s, (y) l mismo es el que las mueve y manda
divinamente segn su divino espritu y voluntad ..." (59). Es por eso que "las
obras de tales almas slo son las que convienen y son razonables, y no las que
no convienen ... porque Dios solo mueve las potencias destas almas para
aquellas que conviene segn la voluntad y ordenacin de Dios, y no se pueden
mover a otras; y as las obras y ruego de estas almas siempre tienen efecto.
Tales eran las de la gloriossima Virgen nuestra Seora ..." (60).
En esta extraordinaria explicacin de los efectos del estado de unin
transformante en una persona, San Juan de la Cruz introduce a la Virgen
Mara como ejemplo supremo de esta perfecta unin con Dios. Tal era la
unin que la Virgen Mara tena con Dios.
Ahora bien, si la persona que ha alcanzado el estado de unin "parece
el mismo Dios y tiene lo que tiene el mismo Dios ... y aun es Dios por
participacin, aunque es verdad que su ser naturalmente tan distinto se le
tiene del de Dios como antes" (61), cunto ms lo podemos afirmar de la
Madre de Dios! Si "las obras y ruego de estas almas" son tan eficaces,
entonces la Tradicin no se equivoca cuando habla del gran poder de
intercesin de la Virgen Mara, algo que se entiende muy bien dentro del
contexto de los que han llegado a la cumbre de la vida espiritual.
San Juan de la Cruz especifica que Mara "estaba desde el principio
levantada a este tan alto estado", el ms alto posible en la vida espiritual. No
se trata, por tanto, del hecho de que la Virgen Mara, en algn momento de
su vida, haya alcanzado el estado de unin transformante, por perfectamente
que lo hubiera hecho en comparacin con todos los dems. Lo que San Juan
de la Cruz afirma claramente es que desde el inicio de su vida Mara fue
elevada por Dios al estado que los dems santos alcanzan como su meta en
algn momento de su vida. Ella no tuvo que pasar por el proceso de
purificacin, por las noches. Fue toda pura desde el inicio.
San Juan de la Cruz ensea que el estado de unin transformante se
alcanza cuando el amor es perfecto (62). Si Mara estuvo en este estado desde
el inicio, esto significa que el amor de su Corazn Inmaculado fue perfecto
desde el principio. Y dado que el amor puede continuar creciendo, qu
intensidad tendra su amor al final de su vida, cuando su Hijo la asumi en
cuerpo y alma al cielo! La inhabitacin de la Santsima Trinidad obtiene su
mxima perfeccin posible en la tierra cuando el alma llega a la unin
transformante, y Mara siempre estuvo en este estado. Cmo ser la unin
entre la Santsima Trinidad y la Virgen es algo imposible de expresar!
La perfeccin de la vida espiritual de la Virgen Mara y su Inmaculada
Concepcin estn indisolublemente unidas. Si ella es la Inmaculada, entonces
est lista para la unin transformante desde el primer instante de su vida,
porque es toda pura, totalmente abierta al amor de Dios. Y si ella fue elevada
desde el inicio a este estado tan alto, es porque era Inmaculada, y por tanto
no tena necesidad de pasar primero por el proceso de purificacin (63). El
bblico y el dogma de la Inmaculada Concepcin, por tanto, son
los slidos fundamentos que explican la absoluta singularidad de la vida
espiritual de Mara que San Juan de la Cruz afirma.
Hablando de las maravillas que Dios concede a las almas santas en
general, el mstico espaol menciona una razn fundamental para ello: la
voluntad soberana de Dios.
"Quin podr decir hasta dnde llega lo que Dios engrandece un alma
cuando da en agradarse de ella? ... Slo se puede dar algo a entender
por la condicin que Dios tiene de ir dando ms a quien ms tiene; lo
que le va dando es multiplicadamente segn la proporcin de lo que
antes el alma tiene ... (cf. Mt.13, 12) ... De donde los mejores y
principales bienes de su casa, esto es, de su Iglesia ... acumula Dios en
el que es ms amigo suyo y lo ordena para ms honrarle y
glorificarle ..." (64).
Qu bien podemos aplicar este texto a la Virgen Mara, la cual no es slo la
amiga de Dios, sino tambin Su Madre!
Mara, sigue afirmando San Juan de la Cruz, "nunca tuvo en su alma
impresa forma de alguna criatura, ni por ella se movi" (65). En efecto, segn
nuestro autor, el estado de unin transformante consiste en "una
transformacin de la voluntad humana en la Voluntad Divina", una unin
perfecta y una total identificacin de nuestra voluntad con la de Dios. Y para
obtener esta unin, dos condiciones son indispensables: que en la voluntad
humana no haya nada que sea contrario a la Voluntad de Dios, y que sea
siempre y en todo movida slo por la Voluntad Divina. Esto explica la
necesidad de vaciar el alma de todo lo que no sea Dios, y ponerse totalmente a
la disposicin de Dios, dejndolo hacer con nosotros lo que l guste. Tal fue el
caso de la voluntad de la Virgen Inmaculada, en la cual no hubo nunca nada
contrario a la Voluntad de Dios, y la cual nunca fue movida por nada que no
fuera Dios. Ella fue siempre toda de Dios, en pensamientos, palabras y obras.
Cmo puede ser esto posible? La respuesta es muy sencilla: porque
"siempre su mocin fue por el Espritu Santo" (66). Con la excepcin del alma
humana de Jesucristo, Mara es la nica persona humana que siempre fue
movida por el Espritu Santo, desde el inicio de su vida.
El principio tan exacto de San Juan de la Cruz: "estando desde el
principio levantada a este tan alto estado ... siempre su mocin fue por el
Espritu Santo" no slo ilumina admirablemente la vida espiritual de la
Virgen Mara, sino que es el principio que debemos tomar en cuenta cuando
hacemos exgesis. En cada una de las acciones de su vida, la Virgen fue
siempre guiada y movida por el Espritu Santo. Nada en su vida es por
casualidad. Todo es digno de Aqul que la mueve, el Espritu Santo. Todas
sus acciones son divinas. Cunto ilumina esta verdad su vida entera, su
misin y su grandeza! (67).
San Juan de la Cruz nos da un argumento muy bueno en su prlogo a
la Llama de amor viva para comprender todo esto:
"Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extraas mercedes
a las almas que El da en regalar, porque si consideramos que es Dios y
que se las hace como Dios y con infinito amor y bondad, no nos
parecer fuera de razn; pues El dijo que en el que le amase vendran
el Padre, Hijo y Espritu Santo, y haran morada en l (Jn.14, 23), lo cual
haba de ser hacindole a el vivir y morar en el Padre, Hijo y Espritu
Santo en vida de Dios ..." (68).
Ms adelante nos recuerda algo muy cierto: "cuando uno ama y
hace bien a otro, hcele bien y male segn su condicin y sus
propiedades". Y, por tanto, el Divino Esposo,
"estando en ti, como quien l es te hace las mercedes; porque siendo
l omnipotente, hcete bien y mate con omnipotencia; y siendo sabio,
sientes que te hace bien y ama con sabidura; y siendo infinitamente
bueno, sientes que te ama con bondad; siendo santo, sientes que te
ama y hace mercedes con santidad ..." (69).
No debe sorprendernos, por tanto, que Jesucristo ame a Mara, y que
demuestre este amor por aqulla que l mismo escogi para que fuera Su
Madre y Compaera en la Obra de la Redencin, de una manera digna de
quin es l, el Hijo de Dios, el Amor mismo! Mara, Inmaculada, SiempreVirgen, Madre de Dios, Toda Santa, Cooperadora en la Obra de la Redencin,
asumida en cuerpo y alma al cielo, misericordiosa Mediadora, nos muestra
mejor que nadie el poder del amor de Dios, y las alturas a las que l se
complace en elevar a los que humildemente creen en l y lo obedecen en todo
por amor.
Podran surgirnos tres preguntas: Si la Virgen Mara inici su vida
espiritual desde las cumbres, ya perfectamente transformada por la
gracia, quiere esto decir que nunca creci en gracia? De ninguna
manera. Aunque la Virgen comenz su vida con una plenitud de gracia
tal que supera la de todos los Santos al final de su carrera, ella nunca
ces de crecer en gracia y caridad, de forma que al momento de su
Asuncin posea el grado mximo de gracia que ninguna persona
humana ser capaz de alcanzar (70).
La segunda pregunta es: se puede hablar de progreso espiritual
en Mara? Ciertamente; ella progres constantemente, pues la gracia y
la caridad siempre pueden aumentar, pero fue un progreso de
perfeccin en perfeccin (71).
La tercera es: fue entonces la vida ms fcil para Mara que
para nosotros, que no hemos recibido tal plenitud de gracia? Baste
esta respuesta: Si es cierto que entre ms da Dios, ms pide (cf. Mt.25,
14-30), a la persona que Dios ms le ha dado, podemos siquiera
imaginar cunto le pidi a cambio? En sus propias, particulares
circunstancias, la bienaventurada Virgen tambin tuvo que responder
diariamente a la Voluntad de Dios para con ella.
IV. OBRA MAESTRA
E NTIMA COLABORADORA DEL
ESPRITU SANTO
La Inmaculada Concepcin de Mara, su plenitud de gracia y la
perfeccin de su vida espiritual slo se pueden comprender en
referencia al Espritu Santo; o mejor dicho, es accin de toda la
Santsima Trinidad, pero apropiada al Espritu Santo.
Despus de la humanidad de Jesucristo, Mara es la obra maestra
del Espritu Divino, que "la ha plasmado y hecho nueva criatura",
"enriquecindola con el resplandor de una santidad enteramente
singular" (72), como primicia de la nueva creacin que Cristo ha venido
a realizar. En Mara se pueden contemplar, como en un cuadro
bellsimo y perfecto, por un lado, todas las maravillas que el Espritu
Santo quiere y puede realizar en una criatura, y por otro, la ms
perfecta docilidad y correspondencia total que una persona humana
haya sido capaz de dar a la accin del Espritu Santo en su alma.
Muchos autores de la Tradicin hablan de esto. San Luis de Montfort (+
1716), por ejemplo, afirma que Mara "no se condujo jams por su
propio espritu, sino por el Espritu de Dios, que se posesion en tal
forma de Ella que llego a ser su propio espritu" (73).
Para expresar esta ntima unin entre el Espritu Santo y la
Virgen Mara, la Tradicin la ha llamado "Esposa del Espritu Santo", un
ttulo muy bello que, bien entendido, nos dice muchsimo sobre la vida
espiritual de Mara. Entre los primeros autores en utilizarlo se
encuentra el poeta latino Prudencio (+ c.405) (74). San Francisco de
Ass (+ 1226) tiene un texto de corte trinitario y profundas enseanzas
mariolgicas, en el cual se dirige a Mara como "hija y esclava del
altsimo Rey sumo y Padre celestial, madre de nuestro santsimo Seor
Jesucristo, esposa del Espritu Santo" (75). San Maximiliano Kolbe (+
1941) profundiz admirablemente este tema (76). El ttulo "esposa"
subraya tambin la colaboracin que la Virgen Mara fue llamada a
prestar al Espritu Santo en la formacin de Cristo en cuanto hombre y
en la de todos los cristianos (77).
V. SIEMPRE VIRGEN
Otro dato fundamental para comprender la vida espiritual de
Mara es su virginidad perpetua. El Siervo de Dios Luis Mara Martnez
(+ 1956) lo explica con la siguiente comparacin:
"As como pudiera decirse que un cristal es una capacidad de luz, la
pureza de las almas es una capacidad de Dios. El cristal, por ser
difano, se deja penetrar de la luz; la pureza, por no contener nada de
la tierra, se deja impregnar de Dios que es luz. Cuanto ms pura es el
alma mejor puede contener lo divino. Dice la Escritura: la pureza nos
acerca a Dios. Por eso la virginidad, que es una pureza sublime, da a
las almas que la poseen el derecho de seguir al Cordero adonde quiera
que vaya y les inspira un cntico nuevo que slo ellas conocen" (78).
Los Padres de la Iglesia desarrollaron de forma admirable el tema
tan importante de la virginidad. Para ellos, los fundamentos de la vida
virginal no se encuentran aqu en la tierra, sino en la Santsima
Trinidad misma (79). Sin embargo, aunque la virginidad es "un atributo
propio y privilegio de la naturaleza incorprea", Dios, "llevado de su
amor al hombre", ha "generosamente concedido este don Divino
tambin a los nacidos de carne y sangre (Jn.1, 13)", para que la
naturaleza humana, "agarrndose a la mano que Dios le tiende por
esta participacin en la pureza", "de nuevo se levante y tienda su
mirada hacia lo alto". Jess mismo es "la fuente de la incorruptibilidad"
(80). Fue l el que trajo este don del cielo y lo comenz en la persona
de su Madre Virgen. Como bien deca Orgenes (+ 253), "la primicia de
la virginidad masculina es Cristo, y de la femenina es Mara" (81).
La vida espiritual de Mara no se puede comprender sin tomar en
cuenta que ella es la Virgen, la iniciadora de este bellsimo gnero de
vida y la que ms perfectamente lo ha vivido. A partir de San Gregorio
de Nisa (+ 392) y San Agustn (+ 430) (82), la Tradicin afirma, basada
en Lc.1, 34: "Cmo ser esto, pues no conozco varn?", que Mara
hizo un voto de virginidad antes de saber que sera la Madre de Dios.
En efecto, el verbo "conocer" en griego se encuentra en "presente de
estado", lo cual quiere decir no slo que Mara no conoca, sino que no
pensaba conocer varn. Dado que ella estaba comprometida con San
Jos, la nica manera lgica de entender su pregunta es afirmar que
haba hecho una promesa o voto de virginidad. En otras palabras, tal
era el amor desbordante que llenaba su Inmaculado Corazn, que Dios
le inspir el deseo de pertenecerle slo a l y vivir slo para l, y le
depar un hombre justo que la respetara siempre.
El voto de virginidad nos ensea cosas muy importantes: En
primer lugar, nos muestra el amor infinito de Dios, que respeta
siempre nuestra libertad, que nos prepara de antemano para lo que
nos va a pedir, que nos da Su gracia para que lo podamos realizar, que
no gusta de imponer Su autoridad Divina, sino que nos atrae "con lazos
de amor" (cf. Os.11, 4).
En segundo lugar, nos muestra la grandeza y perfeccin del
amor de Mara de Dios, un amor a la altura del don que el Hijo de Dios
le hara de S mismo. Junto con la Inmaculada Concepcin, el voto de
virginidad es parte de la preparacin radical que Mara necesitaba para
cumplir la vocacin nica a la que Dios la llamaba. Cunto amor,
pureza y dedicacin total eran necesarias para recibir al Hijo de Dios
en tal intimidad y para ser Su Socia en toda la Obra de la Redencin!
(83).
En tercer lugar, ensea a apreciar la virginidad y la hace imitable
(84). Al respecto, nos dice Santa Teresa Benedicta de la Cruz (+ 1942):
"Las primeras palabras que omos de la boca de Mara, en el dilogo de
la Anunciacin, 'cmo podr ser esto pues no conozco varn?' (Lc.1,
34), son la sencilla declaracin de su pureza virginal. Mara hizo una
entrega total de s, de su corazn, de su cuerpo, de su alma y de su
espritu al servicio de Dios. Por eso ella agrad al Todopoderoso, que
acept su entrega y la premi con la admirable fecundidad de la
maternidad divina. Ella penetr profundamente en el misterio de la
virginidad, sobre la cual su Hijo ms tarde dijo: 'El que pueda entender,
que entienda' (Mt.11,
15). Su corazn
salt de goz cuando
experiment lo que Dios tena preparado para los que lo aman (1Cor.2,
9). Mara no puede hacer mejor regalo a sus preferidas, que llamarlas a
que la sigan por este camino en el que ella tambin lleg a una
admirable fecundidad y a una felicidad que supera todo lo pensable ..."
(85).
VI. LA
GRANDEZA IMPAR DE LA
VIRGEN MARA
Y NUESTRA GRANDEZA
Hay tres cosas que ensea la Tradicin: la grandeza impar de la
Virgen Mara, su cercana a nosotros, y nuestro deber de imitarla. Por
las gracias que recibi de Dios y la fidelidad con que correspondi a las
mismas, la vida espiritual de la Virgen Mara no tiene parangn. Sin
embargo, con igual fuerza se debe afirmar que lo que la hace nica, es
tambin lo que ms la acerca a nosotros, y lo que nosotros mismos,
por misterioso designio de Dios, estamos llamados a imitar, cada uno
segn su estado.
Mara es la Inmaculada. Su pureza impar es para bien nuestro,
para que pudiera dar a luz al Santo de Dios, y la hace la criatura ms
cercana a nosotros, sus hermanos pecadores, pues arde en su Corazn
un amor que se desborda en misericordia. Aunque nunca alcanzaremos
su perfeccin, todos estamos llamados y podemos alcanzar una gran
santidad con la ayuda de la gracia: los Santos nos lo demuestran.
Mara es la Virgen Madre de Dios. Como tal ha sido elevada por
Dios por encima de todos los ngeles y hombres. Ella "ocupa en la
santa Iglesia el lugar ms alto y a la vez el ms prximo a nosotros"
(86), porque precisamente por ser Madre del Verbo encarnado, se ha
convertido en la Madre amantsima de toda la humanidad. A imitacin
de Mara, la Iglesia y cada uno de nosotros estamos llamados a ser
madres espirituales de Cristo, concibindolo en nuestro corazn por la
escucha de la Palabra y el Bautismo, y dndolo a luz en nosotros
mismos y en los dems por las buenas obras. Asimismo, todos estamos
llamados a la virginidad espiritual, que consiste en ser vrgenes de
Cristo en la fe, la esperanza y la caridad (87).
Mara es la Colaboradora de Cristo en toda la Obra de la
Redencin. Por eso se preocupa tanto por mostrarnos el amor infinito
de su Hijo y la gravedad del pecado, por llamarnos a la conversin, por
alentarnos a seguir el camino recto, por ayudarnos a alcanzar la
salvacin. Todos nosotros tambin estamos llamados a cooperar en la
salvacin personal y del mayor nmero posible de hermanos nuestros.
Mara es la primera y ms perfecta discpula de Cristo. Por eso es
nuestra mejor maestra, sealndonos todo el tiempo el Camino que
debemos tomar, la Verdad que debemos creer, la Vida que debemos
abrazar, como fieles discpulos y misioneros de su Hijo Divino.
Mara es la primera evangelizada y la primera evangelizadora.
Ella dio al mundo entero a Cristo mismo, y nos lo sigue dando cada da.
Como ella y con ella, debemos llevar a Cristo a todos los rincones del
orbe.
Mara fue asunta en cuerpo y alma al cielo, desde donde no cesa
de "obtenernos los dones de la salvacin eterna" y de "cuidar a los
hermanos de su Hijo" hasta que lleguen a la patria del cielo (88), a
gozar eternamente de la visin beatfica de la Santsima Trinidad. Su
Asuncin es garanta de esa glorificacin corporal a la que todos
estamos llamados cuando Cristo venga por segunda vez.
En sntesis, "Mara no tiene quien la iguale, pero s puede y debe
tener quien la imite en muchsimas formas" (89). Ella no es una
criatura aparte del resto de la humanidad. Todo lo que Dios quiso que
fuera e hiciera, todos estamos llamados a serlo y hacerlo tambin,
aunque nunca en forma tan perfecta como Ella. Incomparable es la
grandeza de la Madre de Dios! Admirable es la grandeza a la que Dios
ha querido elevar a todo ser humano!
B. LA VIRGEN MARA COOPER A HACER POSIBLE NUESTRA VIDA ESPIRITUAL
La
Virgen
Mara
no
es
solamente
la
persona
que
ms
perfectamente ha vivido la Espiritualidad Cristiana, al punto de ser
nuestro mejor modelo despus de Jesucristo. Ella no colabora en
nuestra vida espiritual simplemente con su ejemplo, por sublime que
ste sea. En Su infinita misericordia, Dios quiso desde toda la
eternidad que la Virgen Mara cooperara de forma activa y concreta a
hacer posible la vida espiritual de todos los seres humanos por medio
de su consentimiento en la Anunciacin, su Maternidad Divina, su
cooperacin a lo largo de toda la vida de Cristo, sobre todo en el
Calvario, y su presencia orante en Pentecosts.
He aqu el principal motivo por el cual la Espiritualidad Mariana
es parte fundamental e irrenunciable de la Espiritualidad Cristiana: no
podra haber Espiritualidad Cristiana del todo sin la colaboracin que
prest la Virgen Mara en el Evento Cristo. Si el Verbo eterno del Padre
no se hubiera encarnado de Mara Virgen, y no hubiera muerto y
resucitado, nosotros nunca podramos convertirnos en hijos de Dios,
miembros del Cuerpo Mstico de Cristo y templos del Espritu Santo.
La Encarnacin del Verbo, Su Pasin, muerte, Resurreccin y
Ascensin al cielo, y el envo del Espritu Santo a la Iglesia fundada por
l mismo, son los tres momentos centrales de la gran Obra Redentora
del Hijo de Dios, los tres pilares fundamentales sobre los cuales se
apoya el Misterio Cristiano. Y en esos tres momentos cumbre estuvo
presente la Virgen Mara, cooperando de forma nica e indispensable,
por voluntad de Dios, para que se pudieran llevar a cabo.
I. LA ENCARNACIN
DEL
VERBO
La Encarnacin del Verbo es el evento central y fundamental del
Cristianismo. Es el Misterio ms grande de nuestra fe despus del
Misterio de la Santsima Trinidad. Y la En-carnacin, como la palabra
misma lo dice, necesariamente remite a Aqulla que le dio la carne al
Verbo.
Desde toda la eternidad, la Santsima Trinidad haba dispuesto
este Misterio inefable de amor para salvacin de la humanidad, y haba
pensado en la Virgen de la cual se encarnara el Hijo de Dios. Cuando
lleg la plenitud del tiempo (Gal.4, 4), Dios envi al ngel Gabriel a
pedir el consentimiento de esta criatura Suya, que l haba escogido y
se haba preparado para que colaborara de forma totalmente impar en
Su Designio Salvfico. Como bien ensea el Papa Juan Pablo II con toda
la Tradicin, "nunca en la historia del hombre tanto dependi, como
entonces, del consentimiento de una criatura humana" (90), porque "el
Padre de la misericordia quiso que precediera a la Encarnacin la
aceptacin de la Madre predestinada" (91).
La primera cooperacin que la Virgen Mara brinda a la Obra de
la Salvacin, por tanto, es su consentimiento libre, consciente y
responsable en la Anunciacin. La segunda y fundamental cooperacin
es su Maternidad Divina: por obra del Espritu Santo, Mara le da al
Verbo el Cuerpo que l asume y une hipostticamente a Su Persona
Divina en su vientre virginal.
La Encarnacin es el primer fundamento de la Espiritualidad
Cristiana. As como Mara cooper de forma muy concreta a hacerla
posible, necesaria y consecuentemente cooper tambin a hacer
posible nuestra vida espiritual.
La Espiritualidad Cristiana es una participacin cada vez ms
ntima e intensa de la vida divina de Dios. Esto sera imposible si el Hijo
de Dios no se hubiera encarnado, pues el camino que escogi Dios
para participarnos Su Naturaleza Divina fue la Encarnacin: el Hijo de
Dios asume nuestra naturaleza humana de la Virgen Mara, toma de
Mara, nuestra hermana, lo que nosotros somos, para darnos lo que l
es. El Verbo carga con nuestra pobreza, miseria, enfermedad, pecado y
muerte, para darnos a cambio Su riqueza, grandeza, fuerza, salvacin
y Vida Divina.
La Espiritualidad Cristiana consiste en vivir la vida de hijos de
Dios de forma cada vez ms consciente y plena. Se trata de una
maravillosa vocacin que no se compara con nada que la tierra pueda
ofrecer. Pero el hombre no podra hacerse hijo de Dios si el Hijo de Dios
no se hubiera hecho hijo del Hombre en el vientre de la Virgen Mara y
de Mara.
Cmo hubiramos conocido a nuestro Padre celestial, si Su Hijo
Unignito no hubiera venido al mundo por Mara a revelrnoslo? Cmo
sabramos cul es la Voluntad del Padre, y qu debemos hacer para
cumplirla, si Su Hijo no nos lo hubiera enseado con Su vida y Su
palabra? Cmo sabramos hasta que punto nos ama el Padre, si Su
Hijo no nos lo hubiera asegurado, diciendo que el Padre lo envi por
amor a nosotros, y que nos ama como lo ama a l? (Jn.16, 27). Cmo
sabramos cul es el camino para ir al Padre, si el Hijo no se hubiera
convertido l mismo en Camino y fiel Compaero de viaje, gracias a
Mara, que colabor con el Espritu Santo para hacrnoslo visible,
audible, palpable, tan ntimamente cercano (cf. 1Jn.1, 1)?
La
Espiritualidad
Cristiana
es
vida
en
Cristo,
es
ser
verdaderamente Uno con Cristo y en Cristo. Pero cmo podramos
unirnos a Cristo, como miembros de Su propio Cuerpo, si l no hubiera
querido primero convertirse en nuestra Cabeza, y unirnos a S
indisolublemente como miembros Suyos en el vientre Virginal de
Mara, al asumir de ella nuestra naturaleza humana? Cmo podramos
recibir todas Sus gracias, como las ramas del rbol reciben la sabia de
la raz y el tronco, si l no nos hubiera injertado a S? Cmo podra
ahora el agua lavarnos todos los pecados, si l no "hubiera purificado
el agua con Su divina Pasin" (92)?
Podemos imitarlo porque se hizo nuestro Maestro y Modelo,
hacindose verdadero Hombre de Mara Virgen, sin dejar ni por un
instante de ser Dios, asumiendo al ser humano completo, en cuerpo y
alma.
Podemos renacer a una vida nueva, y sufrir con l, morir con l,
resucitar con l, subir al cielo con l y reinar con l, porque primero l
asumi nuestra vida pasible, y muri, resucit y ascendi al cielo
glorioso.
Fuente y cumbre de la vida espiritual es la Eucarista, la cual no
es solamente un don maravilloso que Cristo nos da, sino que es Cristo
mismo en Persona el que se nos da, con Su Cuerpo, Su Sangre, Su
alma y Su Divinidad, como fuente de vida divina y prenda de la
Resurreccin futura (Jn.6, 50-58), como Alimento, Medicina, Fortaleza y
Consuelo, para irnos uniendo y transformando cada vez ms en l.
"Qu ms poda hacer Jess por nosotros? Verdaderamente, en la
Eucarista nos muestra un amor 'hasta el extremo' (Jn.13, 1), un amor
que no conoce medida" (93).
La Virgen Mara est y estar siempre indisolublemente unida a
la Eucarista, porque el Cuerpo de Cristo que recibimos es el Cuerpo
que Mara le dio, y la Sangre de Cristo que bebemos es la Sangre que
Mara le dio. El mismo Espritu Santo que descendi sobre Ella para
llevar a cabo el milagro de la Encarnacin, desciende ahora sobre los
dones del pan y el vino para obrar la transubstanciacin. En la
celebracin de cada Eucarista, la Virgen Mara est presente junto con
toda la Iglesia triunfante (94), y ella misma es el mejor modelo de
cmo vivir la Liturgia (95).
II. LA PASIN,
MUERTE,
RESURRECCIN
ASCENSIN
DE
CRISTO
El Hijo de Dios se encarn de Mara Virgen para morir por
nosotros en la Cruz y resucitar glorioso al tercer da. Nos lo expresa la
Carta a los Hebreos 10, 5-7: "No quisiste sacrificios ni oblaciones, pero
me has preparado un cuerpo ...". Ese cuerpo se lo prepar el Padre al
Hijo, por obra del Espritu Santo, precisamente en el vientre de la
Virgen Mara, para que l pudiera ofrecerse en sacrificio sobre el altar
de la Cruz. La naturaleza humana del Hijo de Dios es el instrumento
unido a Su Persona Divina con que nos salva. Y Mara fue la que se la
dio (96).
La
Virgen
Mara
cooper
tambin
con
su
compasin:
"mantenindose erguida al pie de la Cruz, sufriendo profundamente
con su Unignito, asocindose con entraas de madre a Su sacrificio y
consintiendo amorosamente en la inmolacin de la vctima que ella
misma haba engendrado" (97).
Resucitando victorioso, con el mismo cuerpo que Mara le dio,
Cristo ha vencido la muerte. Gracias a Su Resurreccin la vida tiene
sentido, hay esperanza, y todos los sufrimientos que padecemos no
son nada en comparacin con la gloria que se nos tiene prometida
(Rom.8, 18).
Ascendiendo en gloria, con el cuerpo que tom de la Virgen
Mara, Cristo nos ha abierto de nuevo las puertas del cielo, cerradas
por el pecado original. l mismo ha ido a prepararnos un lugar (Jn.14,
2), que gracias a estos Misterios podemos anhelar con firme
esperanza.
III.
EL ENVO DEL
ESPRITU SANTO
EN
PENTECOSTS
El tercer gran momento de la Obra Redentora de Cristo es
Pentecosts: el envo del Espritu Santo por parte del Padre y del Hijo
como Don Pascual. Su venida tuvo lugar en el Cenculo, donde se
encontraban reunidos los Once Apstoles junto con otros discpulos,
perseverando unnimes en la oracin "con Mara, la Madre de Jess"
(He.1,14), la cual ya lo haba recibido en la Anunciacin (98). Jess
prometi que el Padre ciertamente concedera el Parclito a aquellos
que se lo pidieran (Lc.11, 13). Quin poda hacerlo con mayor
humildad y amor que la Madre de la Iglesia para sus hijos? Qu peso
habr tenido la oracin de Mara en ese momento! (99).
La cooperacin de la Virgen Mara en la Obra de la Redencin de
Cristo la relaciona indisolublemente y para siempre con la Persona del
Espritu Santo, pues Mara concibi a Cristo precisamente por obra del
Divino Espritu. Ella fue llamada a colaborar con l "en la Obra de los
siglos: la Encarnacin del Hijo de Dios" (100), y contina colaborando
con l en la prolongacin de este misterio en nuestras almas.
IV. LA
MISIN DE LA IGLESIA
Una caracterstica fundamental de la Espiritualidad Cristiana es
que es vivida como miembros de la Iglesia, Cuerpo Mstico de Cristo.
No existe verdadera Espiritualidad Cristiana divorciada de la Iglesia. No
podemos separar a Cristo de Su Iglesia, fundada por l sobre la roca de
Pedro. La Iglesia es Su Cuerpo Mstico, Su esposa, que l tanto am,
que baj del cielo para unirse a ella indisolublemente en el tlamo
virginal de Mara, para salvarla, y presentrsela a S toda bella (Ef.5,
25-27), y hacerla Su Sacramento universal de salvacin (101).
Ahora bien, as como no podemos separar a Cristo de Su Iglesia,
tampoco podemos separar a la Virgen Mara de la Iglesia.
Mara es Madre de la Iglesia. Ella dio a luz a la Cabeza, y da a luz
a los miembros. Ella cuida de la Iglesia con el mismo amor y solicitud
maternal con que cuid a Jess.
Mara es miembro de la Iglesia. El miembro ms importante
despus de Cristo, porque ella es la Madre del Fundador de la Iglesia y
de todos los dems miembros. Ella precede a la Iglesia en el tiempo y
en santidad. Ella cooper a su nacimiento y coopera constantemente a
su crecimiento.
Mara es tipo de la Iglesia. "En Mara todo: los privilegios, la
misin, el destino, se pueden atribuir tambin intrnsecamente al
misterio de la Iglesia. De ello deriva que en la medida en que se
profundiza el misterio de la Iglesia, resplandece ms ntidamente el
misterio de Mara. Y a su vez, la Iglesia, contemplando a Mara, conoce
sus propios orgenes, su ntima naturaleza, su misin de gracia, su
destino de gloria, el camino de fe que debe recorrer" (102).
Mara y la Iglesia son inseparables porque Mara no es slo su
modelo por excelencia en su relacin con Cristo y en su misin para
con la humanidad, sino que es su tipo, su imagen escatolgica. En
Mara ya se ha cumplido a la perfeccin todo lo que la Iglesia est
llamada a ser y hacer. La Iglesia debe prolongar a Mara, debe
prolongar su misin en el tiempo y el espacio, debe ser Mara.
Asimismo, cada miembro de la Iglesia est llamado a "ser Iglesia" y a
"ser Mara".
La Tradicin habla, por tanto, de un Tro inseparable: la Virgen
Mara, la Iglesia y el fiel cristiano. Todo lo que Mara es de manera
especial, lo debe ser la Iglesia de manera general y cada cristiano de
manera individual (103).
C. LA VIRGEN MARA
I. COOPERACIN
COOPERA AHORA EN NUESTRA VIDA ESPIRITUAL
DE LA VIRGEN MARA EN TODO EL ARCO DE
LA ECONOMA DE LA SALVACIN
La Santsima Trinidad llam a la Virgen Mara a colaborar no slo
en la primera fase de la nica Obra de la Redencin de Cristo, sino
tambin en su segunda fase, la actual, por medio de su mediacin
maternal. En otras palabras, la llam a cooperar en todo el arco de la
Obra de la Salvacin: de la Encarnacin a la Parusa. En la Comunin
de los Santos, Mara es la persona que, como nuestra amantsima
Madre y Mediadora, nos ayuda ms perfecta, misericordiosa y
eficazmente a vivir nuestra vocacin cristiana y a perseverar hasta el
final en nuestro seguimiento de su Hijo Jesucristo.
La cooperacin de la Virgen Mara ha sido una constante a lo
largo de toda la historia del Cristianismo. No hay pas donde haya
llegado el Evangelio que no tenga por lo menos una historia que relate
la poderosa intervencin de la Madre de Dios en su favor. Y si eso es
cierto a nivel de naciones, lo es todava ms a nivel personal de
millones de seres humanos que a lo largo de los siglos "han recibido a
Mara en su casa" (cf. Jn.19, 27), y han acudido a ella en todas sus
necesidades, "no habindose jams odo decir que sus splicas hayan
quedado desatendidas".
Esta asistencia maternal de la Virgen Mara abraza toda la vida y
las necesidades humanas. Incluye, por tanto, y de manera especial, su
asistencia en el desarrollo de nuestra vida espiritual. Gracias a la
intervencin de la Virgen Mara, muchos no creyentes en Dios o
miembros de otras religiones han encontrado la verdad que buscaban
en Cristo. Muchsimos pecadores empedernidos se han convertido y
han regresado al abrazo misericordioso del Padre. Con solicitud y
sabidura incomparables, la Inmaculada va guiando a todos sus hijos
en la vida espiritual, desde los primeros pasos de la va purgativa hasta
las cumbres ms altas de la va unitiva. Pues Mara no slo es
necesaria para los principiantes, para los "nios" en la fe, los cuales
una vez que crezcan y se hagan adultos pueden ya prescindir de la
Madre y seguir solos. El estudio de la vida de los grandes santos
demuestra que es todo lo contrario. Entre ms se elevan en la vida
espiritual, ms necesitan de la asistencia de la ms experimentada
discpula de Cristo.
Cul es el fundamento teolgico de esta cooperacin actual de
la Virgen Mara?
En primer lugar, la Voluntad soberana de la Santsima Trinidad,
que determin desde toda la eternidad la cooperacin de esta criatura
en todo el desarrollo de Su Economa Salvfica (104).
Una de las ms sorprendentes y consoladoras verdades del
Cristianismo
es
el
hecho
de
que
Dios
haya
querido
nuestra
colaboracin, a pesar de que l no nos necesita para nada, pues le
basta querer para hacerlo todo. El ejemplo mximo de esta verdad es
la Virgen Mara, la criatura llamada a colaborar "de forma totalmente
impar en la Obra de la Salvacin" (105).
El segundo fundamento es la unidad maravillosa que caracteriza
todas las Obras de Dios. Si la Santsima Virgen cooper en la primera
fase de la Economa Salvfica, coopera tambin en la segunda. Si ella
es Madre de la Cabeza, necesariamente lo es tambin de los miembros
de esa Cabeza, que con l forman Uno (106). Como bien dice el Beato
Santiago Alberione (+ 1971):
"Excluir a Mara del apostolado sera ignorar una de las partes ms
esenciales del plan redentor de Dios ... sera ignorar que, habiendo una
vez dado a Jesucristo por medio de Mara, Dios no cambia Su mtodo,
estilo o designio. Mara dio a luz a la Cabeza y Mara da a luz a los
miembros" (107).
San Luis de Montfort (+ 1716) especifica de qu manera las Tres
Divinas Personas se han servido de la cooperacin de Mara:
"El Padre no dio ni da a su Hijo sino por medio de Mara, no se forma
hijos adoptivos ni comunica sus gracias sino por Ella. Dios Hijo se hizo
hombre para todos solamente por medio de Mara, no se forma ni nace
cada da en las almas sino por Ella en unin con el Espritu Santo, ni
comunica sus mritos y virtudes sino por Ella. El Espritu Santo no
form a Jesucristo sino por Mara y slo por Ella forma a los miembros
de su Cuerpo mstico y reparte sus dones y virtudes ..." (108).
El Siervo de Dios, Luis Mara Martnez (+ 1956), distingue muy
bien la parte que le toca al Espritu Santo de la que le toca a la Virgen
Mara en la formacin de Cristo en nuestras almas:
"De distinta manera, sin duda, santifican el Espritu Santo y Mara: el
primero es Santificador por esencia, porque es Dios, santidad infinita ...
y ... a l corresponde participar a las almas el misterio de aquella
Santidad. La Virgen Mara es tan slo cooperadora, instrumento
indispensable en los designios de Dios. Del influjo material que tuvo
Mara en el cuerpo real de Cristo se deriva el influjo que tiene en ese
cuerpo mstico de Jess, que en todos los siglos se va formando hasta
que al fin de los tiempos se eleve a los cielos bello y esplndido,
consumado
glorioso.
Pero
los
dos
son
los
imprescindibles
santificadores de las almas" (109).
El tercer fundamento teolgico de la cooperacin de la Virgen
Mara en nuestra vida diaria es la voluntad de Cristo, que le pidi
desde lo alto de la Cruz que fuera nuestra Madre, y a nosotros nos
pidi que la recibiramos como tal (cf. Jn.19, 25-27). Como ensea el
Papa Juan Pablo II, "en estas mismas palabras est indicado
plenamente el motivo de la dimensin mariana de la vida de los
discpulos de Cristo", los cuales reciben de l como un don personal a
Mara (110).
Ahora bien, por el mismo hecho que nos la dio por Madre, nos la
dio tambin por Mediadora. En efecto, una madre es por naturaleza
mediadora de la vida que transmite a sus hijos, y mediadora de todo lo
que sostiene esa vida: alimento, abrigo, proteccin, educacin ... De
igual manera, en el orden sobrenatural, por medio de Mara hemos
recibido la Vida misma, y recibimos todas las gracias que necesitamos
en nuestra vida espiritual, y que Cristo le concede para que pueda
cumplir con su misin maternal.
Imitar a Cristo es uno de los aspectos ms importantes de la vida
espiritual. El pedir ayuda a la Virgen Mara, confiarse a ella, dejarse
formar por ella, obedecerla, amarla, consagrarse a ella, no es ms que
imitar al mismo Cristo. El primero en pedir la cooperacin de la Virgen
Mara, y para Su Obra ms grande, fue Dios. Con cunta mayor razn
ser necesaria para nosotros la asistencia de la Virgen! (111). "Cun
altamente glorifica a Dios quien, a ejemplo de Jesucristo, se somete a
Mara!" (112).
II. UNA
CONSTANTE EN LA
TRADICIN
La cooperacin de la Virgen Mara en nuestra vida espiritual est
claramente atestiguada por la Tradicin y el Magisterio. Mencionamos
slo dos ejemplos.
Orgenes (+ 253) hace cuatro afirmaciones cortas pero de gran
alcance: La primera es que Mara es mediadora de Cristo y del Espritu
Santo. En efecto, en su explicacin de la Visitacin, afirma que Cristo
va a formar a Juan por medio de Mara, y que la voz de la Virgen fue
como un instrumento del Espritu Santo, a travs del cual Santa Isabel
lo recibi (113). La segunda es la influencia que ella ejerce en nuestro
progreso espiritual. Siempre hablando de la Visitacin, Orgenes se
admira de todo lo que le sucedi a Santa Isabel y San Juan Bautista
con slo ese primer encuentro con Mara, que llegaba a su casa y los
saludaba. Queda a nosotros conjeturar el progreso que San Juan
Bautista, Santa Isabel y Zacaras haran durante los tres meses que
gozaron de la presencia "de la Madre del Seor y del Salvador mismo"
en su hogar, en particular el Precursor, que estaba siendo entrenado
como un atleta para el combate que le esperaba (114). La tercera es la
asistencia que Mara brinda en la comprensin de la Palabra de Dios.
Orgenes afirma que nadie puede comprender el Evangelio de San Juan
"si no ha reposado sobre el pecho de Cristo y no ha recibido a Mara
convertida en madre suya". Por ltimo, el Alejandrino considera que
Mara es dada por madre precisamente al discpulo perfecto, que se ha
convertido en otro Cristo (115).
El Papa Juan Pablo II hace hincapi en la ayuda que nos brinda
Mara por medio del Santo Rosario. La razn es que "la espiritualidad
cristiana
tiene
como
caracterstica
el
deber
del
discpulo
de
configurarse cada vez ms plenamente con su Maestro (cf. Rom.8, 29;
Fil.3, 10.21)", por "un camino de adhesin creciente a l, que oriente
cada vez ms el comportamiento del discpulo segn la lgica de Cristo
... En el recorrido espiritual del Rosario, basado en la contemplacin
incesante del rostro de Cristo en compaa de Mara este exigente
ideal de configuracin con l se consigue a travs de una asiduidad
que pudiramos decir amistosa. sta nos introduce de modo natural en
la vida de Cristo y nos hace como respirar sus sentimientos ... El
Rosario nos transporta msticamente junto a Mara ... eso le permite
educarnos y modelarnos ... hasta que Cristo sea formado plenamente
en nosotros" (116).
D. NUESTRA
RESPUESTA A LA PRESENCIA Y LA ACCIN DE
MARA EN NUESTRA VIDA ESPIRITUAL
I. EL
LA VIRGEN
DEBER DE DAR UNA RESPUESTA
El cuarto aspecto de la Espiritualidad Mariana es nuestra
respuesta personal a la presencia y accin de la Virgen Mara en
nuestra vida espiritual. Es una consecuencia directa de los otros tres
puntos que hemos tratado.
Si en Su infinita misericordia y sabidura quiso Dios desde toda la
eternidad pedirle a esta hermana nuestra, Mara de Nazaret, una
cooperacin nica e indispensable en la Economa de la Salvacin, de
parte nuestra necesariamente debe darse el reconocimiento y
aceptacin de esta Voluntad Divina, as como una profunda veneracin
y agradecimiento "a la que ms le debemos, despus de Dios, por
nuestra Redencin" (117). Practicar y promover el culto de hiperdula a
la Madre de Dios (118) es deber de todo cristiano.
Unida a la veneracin debe ir el amor. Bien deca la Beata Mara
Romero
Meneses
(+
1977):
"No
nos
consideremos
satisfechos
honrando solamente a Mara. Lleguemos a algo ms: ammosla!"
(119). Este amor crece en proporcin a nuestro conocimiento y amor
de Jesucristo, y al conocimiento que tenemos de Ella misma: a un
conocimiento superficial, corresponde un amor superficial; a menudo
se quieren ms los favores que la Virgen concede que a Ella misma. En
cambio, entre ms profundo sea el conocimiento de Mara, ms slido
y sincero ser el amor hacia Ella.
La veneracin y el amor van unidos a la invocacin constante y
confiada. La poderosa intercesin de la Virgen Mara est claramente
fundada en la Escritura: lo que hizo en Can, es lo que contina
haciendo ahora. Toda la Tradicin lo afirma. Baste recordar la conocida
oracin del siglo III, Bajo tu amparo, por medio de la cual millones de
cristianos de Oriente y Occidente se han dirigido a lo largo de los siglos
a la Theotokos con plena seguridad de ser socorridos por ella.
Si Dios ha querido que la Virgen Mara ejerza un influjo constante
en el desarrollo de la vida divina de todos los redimidos por Cristo, de
forma que ella coopera con el Espritu Santo en la gran obra de nuestra
santificacin, nosotros debemos responder de forma concreta a su
accin materna. Es ms, en la medida en que recurramos y nos
encomendemos constantemente a Ella, que nos sirvamos para todo de
su mediacin, y nos abramos a esta accin suya, dejndola actuar
cada vez ms en nosotros y cooperando activamente con Ella, ms
aumentar su eficacia. Como afirma San Luis de Montfort (+ 1716):
"Se adelanta ms en poco tiempo de sumisin y obediencia a Mara
que en aos enteros de hacer nuestra propia voluntad y apoyarnos en
nosotros mismos" (120).
Este mismo autor, uno de los ms grandes maestros de la
Espiritualidad Mariana (121), ensea que la verdadera devocin a
Mara es interior, pues procede de la gran estima y amor que se le tiene; es
tierna, llena de confianza en la Santsima Virgen, recurriendo a su ayuda en
todas las necesidades, sin temor de importunarla ni desagradar a Jesucristo;
es santa, porque lleva a evitar el pecado e imitar sus virtudes; es constante,
pues consolida en el bien, elimina la veleidad, melancola, escrpulos y
cobarda, y hace vivir slo de fe y no de gustos sensibles; y es desinteresada,
sirviendo a Mara no por inters, sino nicamente porque Ella merece ser
servida y slo Dios en Ella; amndola no por los favores que concede, sino
porque Ella es amable: por eso se la ama con la misma fidelidad en el
Calvario que en Can (122).
Entre las diferentes prcticas de verdadera devocin a la Virgen
Mara que existen (123), San Luis de Montfort nos insta a escoger la ms
perfecta, "que exija ms sacrificios por Dios, libre ms de s mismo y del
egosmo, conserve ms fielmente en la gracia, una ms prefecta y fcilmente
a Jesucristo y sea ms agradable a la Virgen, gloriosa para Dios,
santificadora para s mismo y til al prjimo" (124). Esa es la que l ensea:
Una forma de vida que consiste en hacerlo todo por Mara, en Ella, con Ella y
para Ella, a fin de hacerlo por Jesucristo, en l, con l y para l, nuestro
nico fin (125). Vivida con fidelidad, esta prctica, que consiste en una
perfecta renovacin de los votos bautismales (126), conduce a la plena
transformacin en Jesucristo (127), meta de la vida espiritual.
La consagracin a la Virgen Mara que ensea San Luis de
Montfort es una forma de devocin mariana sumamente antigua, que
ha sido constante a lo largo de toda la historia de la Iglesia, y est
avalada clara y repetidamente por el Magisterio. Se ha presentado en
diferentes formas: consagrarse como esclavo, hijo o propiedad suya.
Todas quieren subrayar una entrega completa, una disponibilidad sin
lmites, una confianza total en Mara; todas tienen como meta a
Jesucristo y han dado grandes frutos de santidad.
Uno de los primeros testimonios lo encontramos en San Juan
Damasceno (+ 749), el cual utiliza el verbo griego , que
claramente significa "consagrar":
"... A ti vinculamos nuestras almas, en la esperanza, como a un ncora
solidsima y totalmente segura. Te consagramos enteramente nuestra
inteligencia, nuestra alma, nuestro cuerpo y todo nuestro ser ..." (128).
Otro importante testimonio es San Ildefonso de Toledo (+ 667),
uno de los primeros autores en explicar admirablemente bien la "santa
esclavitud mariana", la cual se basa en el ejemplo del mismo
Jesucristo, que al nacer, se hizo sbdito de la sierva que l mismo cre.
Esta consagracin se hace a Cristo y a Mara, al primero como a
nuestro Dios, a la segunda como a la Madre de Dios, y lejos de ser algo
forzado, es un ttulo nobilsimo de libertad, que tiene como propsito
servir mejor a Cristo y ser ms perfectamente Suyo, seguros de que
siempre redunda en honor del Hijo lo que se tributa a la Madre (129).
Finalmente, si la Virgen Mara es la criatura que, por gracia de
Dios
fiel
respuesta
suya,
ms
perfectamente
ha
vivido
la
Espiritualidad Cristiana, necesariamente es nuestro mejor modelo
despus de Cristo, y debemos imitarla. De hecho, la imitacin es
prueba de que realmente la veneramos y la amamos (130). El Papa
Pablo VI se refiere varias veces en su Carta Apostlica Marialis Cultus a
los motivos por los cuales debemos imitar a Mara (131). Recordamos
slo uno: Mara es "maestra de vida espiritual", y los fieles deben
fijarse en ella "para hacer de su propia vida un culto y una ofrenda a
Dios". El s de Mara (Lc.1, 38) "es para todos los cristianos una leccin
y un ejemplo para convertir la obediencia a la voluntad del Padre en
camino y medio de santificacin propia" (132).
Pero Mara no es un modelo esttico: es nuestra Maestra. Ella
conoce perfectamente el camino y es feliz de guiarnos por l. Como
hija predilecta del Padre, nos ensea y ayuda a ser verdaderos hijos de
Dios. Como Madre amorosa, fiel Colaboradora y perfecta discpula del
Hijo, nos ensea a amarlo, seguirlo, y servirlo de verdad. Como fiel
esposa del Espritu Santo, nos ayuda a ser cada da ms dciles a su
accin en nosotros.
II. EL
EJEMPLO DE LOS
SANTOS
Una forma segura de conocer los efectos concretos que produce
la verdadera devocin a la Virgen Mara es estudiar la vida y obra de
los Santos. En ellos se puede comprobar con gran claridad como un
tierno amor, una invocacin constante y confiada, una entrega total y
sincera a la Santsima Virgen siempre conduce a un desarrollo de la
vida espiritual hasta las cumbres ms elevadas, a una gran fidelidad a
la Iglesia, y a una accin pastoral de incomparable fruto.
Los Santos nos ensean cun sencilla es esta respuesta a Mara.
Deca, por ejemplo, Santa Teresa de los Andes (+ 1920):
"Desde los siete aos, ms o menos, naci en mi alma una devocin
muy grande a mi Madre, la Sma. Virgen. Le contaba todo lo que me
pasaba, y Ella me hablaba. Senta su voz dentro de m misma clara y
distintamente. Ella me aconsejaba y me deca lo que deba hacer para
agradar a Nuestro Seor. Yo crea que esto era lo ms natural, y jams
se me ocurri decir lo que la Sma Virgen me deca" (133).
Pero es una sencillez que conduce al herosmo ms alto en el
amor y el servicio de Dios y del prjimo. Es la misma Carmelita chilena
la que dice:
"Con la Sma. Virgen he arreglado que sea mi sacerdote, que me
ofrezca en cada momento por los pecadores y sacerdotes, pero baada
con la sangre del Corazn de Jess" (134).
Algo parecido encontramos en el testimonio del Beato mexicano
Miguel Agustn Pro, S.J. (+ 1927). Pocos das antes de su martirio,
escriba esta oracin:
"Djame pasar la vida a tu lado, Madre ma, acompaado de tu
soledad amarga y tu dolor profundo ! Djame sentir en mi alma el
triste llanto de tus ojos y el desamparo de tu corazn!
No quiero en el camino de mi vida saborear las alegras de Beln,
adorando entre tus brazos virginales al nio Dios. No quiero gozar en la
casita humilde de Nazaret de la amable presencia de Jesucristo. No
quiero acompaarte en tu Asuncin gloriosa entre los coros de los
ngeles!
Quiero en mi vida las burlas y mofas del Calvario; quiero la agona
lenta de tu Hijo, el desprecio, la ignominia, la infamia de su cruz.
Quiero estar a tu lado, Virgen dolorossima, de pie, fortaleciendo mi
espritu con tus lgrimas, consumando mi sacrificio con tu martirio,
sosteniendo mi corazn con tu soledad, amando a mi Dios y a tu Dios
con la inmolacin de mi ser" (135).
CONCLUSIN
El Nican Mopohua, obra maravillosa escrita por Antonio Valeriano
(+ 1605) que nos narra "el Gran Acontecimiento" de la aparicin de la
Virgen de Guadalupe en el Tepeyac (1531), nos ofrece una sntesis
extraordinaria de todo lo que hemos dicho: La Santsima Virgen es "la
Madre del verdadersimo Dios por quien se vive". Ella, todos los das,
en cada uno de nuestros templos y de nuestras veredas, nos da a su
Hijo, el cual es "Amor, Mirada Compasiva, Auxilio y Salvacin". Ella
todo el tiempo "escucha nuestro llanto y nuestra tristeza, para curar
todas nuestras diferentes miserias, penas y dolores" (136). Ella nos
enva, como hizo con San Juan Diego (+ 1548), como miembros de la
Iglesia, a anunciar a Cristo al hermano, movidos por el Espritu Santo,
para que en l nuestros pueblos tengan vida, a gloria del Padre
celestial. Que la misma Santsima Virgen y todos los Santos y Beatos
de nuestra Latinoamrica nos ayuden a cumplir fielmente esta misin!
LA ESPIRITUALIDAD MARIANA:
LA ESPIRITUALIDAD DE MARA LA PRESENCIA Y LA FUNCIN DE LA
SANTSIMA VIRGEN EN LA VIDA ESPIRITUAL DE TODO CRISTIANO
Dra. Deyanira Flores
INTRODUCCIN
I. LA
EXCELSA VOCACIN DE TODO SER HUMANO Y LA VIDA ESPIRITUAL
II. EN
QU CONSISTE LA
III. LA ESPIRITUALIDAD MARIANA:
ESPIRITUALIDAD CRISTIANA
ELEMENTO ESENCIAL DE LA
ESPIRITUALIDAD
CRISTIANA
IV. EN
QU CONSISTE LA
A. LA VIDA ESPIRITUAL
I. LC.1, 28: LA VIRGEN MARA,
ESPIRITUALIDAD MARIANA
DE LA INMACULADA
COMPLETA Y PERMANENTEMENTE TRANSFORMADA
POR LA GRACIA
1)
La exgesis de Lc.1, 28
2)
Lc.1, 28 en la Tradicin de la Iglesia
3)
La vida de la gracia en la Virgen Mara
II. EL DOGMA
DE LA INMACULADA
1)
El Misterio de la Inmaculada
2)
La Toda Santa
III. EN
VIRGEN MARA
CONCEPCIN
LAS CUMBRES DESDE EL INICIO DE SU VIDA
IV. OBRA MAESTRA
E NTIMA COLABORADORA DEL
ESPRITU SANTO
V. SIEMPRE VIRGEN
B. LA VIRGEN MARA
COOPER A HACER POSIBLE NUESTRA VIDA
ESPIRITUAL
I. LA ENCARNACIN
II. LA PASIN,
III. EL
MUERTE,
ENVO DEL
RESURRECCIN
C. LA VIRGEN MARA
ASCENSIN
EN
DE
CRISTO
PENTECOSTS
MISIN DE LA IGLESIA
COOPERA AHORA EN NUESTRA VIDA ESPIRITUAL
I. COOPERACIN
LA
DE LA VIRGEN MARA EN TODO EL ARCO DE
ECONOMA DE LA SALVACIN
II. UNA
D. NUESTRA
ESPRITU SANTO
IV. LA
VERBO
DEL
CONSTANTE EN LA
TRADICIN
RESPUESTA A LA PRESENCIA Y LA ACCIN DE
MARA EN NUESTRA VIDA ESPIRITUAL
I. EL
DEBER DE DAR UNA RESPUESTA
II. EL EJEMPLO
DE LOS
CONCLUSIN
SANTOS
LA VIRGEN