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Pedro Castro. La Campaña Presidencial 1927,1928

Este documento analiza las campañas presidenciales de 1927-1928 en México entre los generales Obregón, Serrano y Gómez. Revelaron el dominio del caudillismo en la política nacional, con el presidente Calles como aliado tácito. Las campañas estuvieron plagadas de violencia verbal y física, mostrando la falta de tradición democrática en el país. Los tres candidatos presidenciales finalmente sucumbieron a la lógica de recurrir a las armas.
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Pedro Castro. La Campaña Presidencial 1927,1928

Este documento analiza las campañas presidenciales de 1927-1928 en México entre los generales Obregón, Serrano y Gómez. Revelaron el dominio del caudillismo en la política nacional, con el presidente Calles como aliado tácito. Las campañas estuvieron plagadas de violencia verbal y física, mostrando la falta de tradición democrática en el país. Los tres candidatos presidenciales finalmente sucumbieron a la lógica de recurrir a las armas.
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ESTUDIOS DE HISTORIA MODERNA Y CONTEMPORNEA DE MXICO/ISSN 0185-2620, n.

23, enero-junio 2002

LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928


Y EL OCASO DEL CAUDILLISMO
P EDRO CASTRO

En este trabajo se analizan las campaas pre- This essay deals about the presidential campaigns
sidenciales de 1927-1928 en las que figuraron los of 1927-1928 in which generales Obregn,
generales Obregn, Serrano y Gmez. Se ca- Serrano and Gmez contended. They revealed
racterizaron por revelar aspectos del dominio del aspects of the political hegemony of the caudillo
caudillo en la poltica nacional, en unin tcita in Mexican politics, in his tacit alliance with presi-
con el presidente Calles. Las campaas se pla- dent Calles. Those campaings were characteris-
garon de una notable violencia verbal y hasta tic for the remarkable verbal and even physical
fsica, y revelaron el atraso poltico-institucional violence, and revealed the backward political-
del pas, al carecerse de una tradicin demo- institutional situation of the country, for the lack
crtica y de reglas claras del juego. El teln de of a democratic tradition and explicit rules of the
fondo de las campaas fue el recurso a las ar- game. A perennial temptation of these campaigns
mas como la ltima palabra, y en esta lgica was the resource to the rebellions, and in this log-
sucumbieron los tres candidatos presidenciales. ics the three presidential candidates sucumbed.

La sucesin presidencial del general Plutarco Elas Calles (1924-


1928) pareca que tendra lugar en forma pacfica y ordenada. El
rbol de la Revolucin fue podado despus del fracaso de la re-
belin delahuertista, y con ello depurada si as se puede decir
la clase poltica. Pero, a pesar de los avances administrativos en di-
ferentes campos bajo la direccin de Calles, poco o nada avanzaron
las instituciones propias de la democracia representativa. As, la cla-
se poltica se concentr en torno de las dos figuras del momento, el
caudillo y el presidente en funciones, y estuvo pendiente de seguir
el camino que ellos le marcaban. Pero los mensajes que reciba dis-
taban de ser claros. El presunto heredero de la presidencia, el gene-
ral Francisco R. Serrano, despus de ser ungido como tal, perdi
todo el apoyo a partir de que el caudillo lvaro Obregn decida
volver a la silla. La situacin del general Arnulfo R. Gmez, el otro
aspirante al puesto, desde el principio fue diferente a la de Serrano.

Pedro Castro, mexicano, es doctor en Historia por la Facultad de Filosofa y Letras de


la UNAM y profesor-investigador del Departamento de Sociologa de la Universidad Aut-
noma Metropolitana-Iztapalapa. Realiz estudios en El Colegio de Mxico y en The London
School of Economics and Political Science. Es autor, entre otros libros, de Adolfo de la Huerta:
la integridad como arma de la revolucin y Ciudad Cuauhtmoc, Chihuahua: crnica de su funda-
cin. Su direccin electrnica es <[email protected]>.
114 PEDRO CASTRO

Su caso es por dems curioso, porque careca de trayectoria poltica


y, por lo tanto, no era un personaje de relieve, pero fue de los pri-
meros en darse cuenta de que la suerte estaba echada desde el prin-
cipio de la campaa. En esta situacin floreca el caudillismo como
en sus mejores aos, y de la finca de Ninari a Palacio Nacional
solamente haba un paso. Para Obregn el paso ms difcil fue to-
mar la decisin de volver a la presidencia, porque los recuerdos de
la lucha contra Daz y las secuelas de una larga guerra civil estaban
ms vivos que nunca. Una reforma constitucional busc legitimar las
pretensiones reeleccionistas, pero eso no elimin la sensacin gene-
ral de que se regresaba al pasado, y de que un nuevo dictador toca-
ba las puertas. Calles las respaldara con todas sus fuerzas, mientras
que los opositores, escpticos ante la posibilidad de que se les otor-
gara el triunfo, buscaron tomarlo a la fuerza, urdiendo un movi-
miento conspirador que a la postre les cost la vida.
La idea fundamental del trabajo que presentamos es que el cau-
dillismo rampante en la poca, toda una institucin en s misma,
asegur el regreso de quien contaba con todos los recursos necesa-
rios para aplastar a sus oponentes, tanto en el plano electoral como
en el de la fuerza. La azarosa campaa presidencial del 1927-1928,
particularmente en su primera fase, queda en la historia como una
de las ms agresivas tanto en el plano verbal como en el de los he-
chos, responsabilidad que compartieron tanto el candidato oficial
como el de la oposicin. Resumir una larga campaa dada la exten-
sin de este ensayo nos oblig a hacer de lado algunos de sus as-
pectos, si bien buscamos incorporar los elementos principales que
constituyeron ese fenmeno, revelador del atraso poltico en que el
pas se encontraba. El andamiaje de la conspiracin de Serrano y
Gmez y su trgica culminacin se abordan aqu de una manera
tangencial, porque este episodio, por cierto uno de los temas favo-
ritos de la historia poltica-criminal de Mxico, cuenta con una im-
presionante bibliografa.

Las razones de Obregn para lanzarse de nuevo a la presidencia

Cul es el trasfondo del intento de vuelta de Obregn al poder?


Cul fue la lgica de su temeraria resolucin, que convocaba a los
espantos del pasado? Para responder estas preguntas, es necesario
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 115

conceptuar la figura del general Obregn en su papel de lder ca-


rismtico y nuclear de un rgimen personalista y cuasimilitar, cuyos
mecanismos partidistas, procedimientos administrativos y atribu-
ciones legislativas estuvieron sometidos a su control, de manera di-
recta o a travs de su corte de funcionarios mediadores. En su
sentido ms tradicional, el caudillo es la pervivencia de un fen-
meno propio del siglo XIX, al que la Revolucin Mexicana le impri-
mi su carcter particular. Este violento proceso tuvo un efecto
cataclsmico, y aunque no engendr un orden enteramente nuevo,
s impact severamente la relacin entre las clases existentes. Por
otro lado, el derrumbe del Estado porfiriano vulner la suma de
sus ligas institucionales que permitieron su frreo dominio por ms
de treinta aos. El colapso de la autoridad central permiti que caci-
ques y jefes de ejrcitos irregulares se apoderaran de parcelas del apa-
rato poltico nacional, reeditndose as la catica situacin del pas
en su fase inmediata posterior a su independencia. Entonces la in-
tegridad territorial, la reconstitucin del poder y la centralizacin
del mando fueron necesidades inaplazables, y a falta de otro recur-
so mejor, el nico fue el caudillo. ste arm una estructura de jefes
locales y nacionales, tradicionales y carismticos, y construy a su
medida una estructura de poder confederado sustentado en la fuer-
za de las armas, con la presencia de masas campesinas y obreras
encuadradas en un incipiente sistema corporativo.
Una vez en la presidencia en 1920, investido de la legitimidad
que le daban sus victorias militares y su retrica progresista, Obre-
gn fue la institucin dominante. El Partido Nacional Agrarista
(PNA), el Partido Laborista Mexicano (PLM ) y hasta 1923 el Partido
Nacional Cooperatista (PNC), aunque rivalizaban en la bsqueda
de posiciones en los congresos y en los gobiernos de los estados, le
estaban subordinados en lo fundamental. Todos ellos basaron su
efectividad, y con ello exhibieron sus limitaciones, en sus vnculos
con el caudillo, quien dispona de una amplia capacidad de ejerci-
cio del puesto a travs de la dependencia basada en la lealtad de
sus seguidores inmediatos, su popularidad personal, y cuando ellos
fallaban, en la fuerza y el fraude.
Qu condujo a Obregn a volver a la presidencia?: un afn
desmedido de poder?; la conviccin de que con Serrano o Gmez
la Revolucin estaba en peligro?; una cesin de su postura ante
los llamados de su grupo ms ntimo, deseoso de prolongar su es-
116 PEDRO CASTRO

tancia en el poder?, o el temor de que Calles, aliado con Morones,


desplazara al obregonismo? No existe una respuesta nica para ta-
les preguntas, ms bien diferentes versiones, de propios y extraos.
Ante estas oscuras circunstancias, el anlisis de la temeraria deci-
sin de Obregn de regresar al poder deber atender un espectro
de posibilidades que incluyen, a ms de los aspectos subjetivos,
otros aspectos de orden ms objetivo, tales como el cansancio so-
cial de una larga guerra civil, la dinmica propia del caudillismo y
el adelgazamiento de la clase poltica y militar revolucionaria.
El general Ros Zertuche, uno de los obregonistas ms conno-
tados, sostena que fueron varias las causas que estuvieron tras la
decisin del general Obregn de admitir que fuera lanzada su
postulacin presidencial. Estuvo desde luego su convencimiento de
que el general Francisco Serrano, a la postre, no era el indicado para
suceder al general Calles. Es ms, en privado, a Obregn se le escu-
ch decir que envi a Serrano a Europa a quitarse sus vicios; pero,
lejos de esto, regres con otros nuevos, y que en estas condiciones
era inapropiado para recibir un cargo de tanta responsabilidad. La
idea de desplazarlo acab dominando las obsesiones del caudillo.
Sin embargo contina Ros Zertuche, la razn decisiva fue su
descubrimiento de un presunto pacto secreto firmado entre el ge-
neral Calles y el lder Luis N. Morones el 29 de noviembre de 1924,
es decir, en vsperas del ascenso del primero. El punto ms serio
fue el de la disolucin gradual del ejrcito al ao siguiente, sien-
do reemplazado por batallones de los sindicatos de la CROM. Por
su parte, Calles nombrara secretario de Industria, Comercio y Tra-
bajo a Luis N. Morones, a fin de que pudiera organizar a todos los
trabajadores bajo la bandera de la CROM.1
Cada vez ms convencido de que era el indicado para volver a
ocupar la presidencia de la repblica, Obregn discretamente re-
solvi correr la suerte de postularse de nuevo como su candidato.
Con estilo caracterstico, se tom el tiempo necesario para realizar
aproximaciones sucesivas a su propsito, calibrando cuidadosamen-
te las reacciones a favor y en contra de su regreso a la poltica. De
algn medio, lugar, o de la prensa se inici una ruidosa polmica
acerca de si la Constitucin permita o no la reeleccin presiden-

1
Antonio Ros Zertuche, La muerte del general Obregn, en El Universal, I , 29 de ju-
lio de 1963.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 117

cial. En sus inicios, la balanza de los argumentos favoreca a los


opuestos a la reeleccin esa palabra maldita, pero pronto apa-
reci la ocurrencia genial del abogado Manuel Calero personaje
del Antiguo Rgimen, en el sentido de que el artculo 82 sostena
que el presidente de la repblica durara en su cargo cuatro aos y
nunca podra ser reelecto. Pero, y aqu viene el detalle: la referencia
era para el presidente de la repblica en funciones, y no para un ex
mandatario, por ventura el ciudadano agricultor general lvaro
Obregn, o ms ladinamente, cualquier otro mexicano con excep-
cin del presidente Plutarco Elas Calles. El argumento era impeca-
ble en apariencia, y puso los cabellos de punta a quienes suponan
que el caudillo vivira feliz el resto de su existencia empacando le-
gumbres y verduras de exportacin desde su finca. Pero Obregn
no pareca dispuesto a contradecir al ilustre jurisconsulto ni obse-
quiar nada a las ansias de quienes aspiraban a ocupar en su mo-
mento el puesto del presidente Calles.
El 1 de marzo de 1926 Obregn hizo declaraciones que un buen
entendedor estimara como precursoras de su regreso al trmino de
la administracin callista. Mencion a los reaccionarios carran-
cistas como los opositores a su eventual candidatura, y dej entre-
ver sus inclinaciones al sealar que, si el Partido Conservador lo
segua atacando, se vera obligado a abandonar su buclico retiro
en Ninari y regresara a la poltica.2 La seal ms importante, sin
embargo, fue cuando el 18 de octubre de 1926 se present a la C-
mara de Diputados una iniciativa de reforma del artculo 82 consti-
tucional. El autor del proyecto era el diputado Gonzalo N. Santos,
mismo que lo envi de inmediato a las comisiones de Puntos Cons-
titucionales y, con dispensa de trmites, se aprob dos das despus,
por ciento noventa y nueve por la reforma. 3 Y el 19 de noviembre,
por unanimidad de cuarenta votos, el Senado aprob la reforma en-
viada por la Cmara de Diputados, con igual dispensa de trmites.
Si acaso, casi en privado hubo algunas expresiones entre cnicas y
resignadas, como la del senador aguascalentense Manuel Carpio:
Ya est tendido el puente desde Cajem hasta el Palacio Nacional.

2
Rafael Loyola Daz, La crisis Obregn-Calles y el Estado mexicano, 3a. ed. , Mxico, Siglo
XXI, 1987, p. 21.
3
Vito Alessio Robles , El anti-reeleccionismo como afn libertario de Mxico , Mxico, Porra ,
1993 (Biblioteca Porra 111), p. 55.
118 PEDRO CASTRO

Se impuso por superior a las dems la ley de la cargada.4 En esta


ocasin el presidente Calles guard silencio, no como cuando co-
noci el malogrado proyecto de reforma reeleccionista de Francis-
co Labastida Izquierdo y Jos Mara Snchez de 1925, y declar en
San Luis Potos: Como buen revolucionario, no soy partidario de
la reeleccin presidencial que algunos diputados y senadores han
propuesto a las cmaras. 5
Conviene conocer la versin de Santos acerca de los anteceden-
tes de la reforma que s lleg a buen trmino:

Cuando la candidatura del general Obregn an no se proclamaba,


pero estaba sembrada en toda la repblica, Calles le llam a su residencia
de Chapultepec y all le dijo que para posibilitar la vuelta de Obregn
a la presidencia era necesario su traslado para entrevistarlo a Sonora
y hacerle conocer su opinin de que era indispensable reformar la
Constitucin [...] A continuacin le entreg un memorndum sin fir-
ma que deca ms o menos: El Molinero del Norte (Calles) saluda al
Buey Limn (Obregn) y le enva sus ltimas impresiones, que nues-
tro enviado amigo le explicar ampliamente de viva voz. Santos le en-
treg a Obregn el memo del Molinero del Norte y, al leerlo, respondi
Bueno, si as lo juzga conveniente el general Calles, presenta t el pro-
yecto de reformas, pero, eso s, que se haga constar que no se trata de
reeleccin sino que es una nueva eleccin. Y le pregunt, entre otras
cosas: y qu dice Soto y Gama? Al responderle que estaba enteramente
con nosotros, le pidi que le entregara un memorndum con el texto
siguiente: Con nuestro amigo, el seor diputado Gonzalo N. Santos,
le envo todas mis impresiones y mi deseo de que colabore usted con
l. Obregn dio su anuencia para romper el fuego con las reformas
a la Constitucin [...] ac esper o pendiente los acontecimientos. 6

Los generales Francisco Serrano y Arnulfo R. Gmez

La lgica ms elemental en 1926 apuntaba hacia un militar como el


sucesor del presidente Calles. El ejrcito era el grupo poltico domi-
nante, y no exista nadie fuera de su crculo capaz de aspirar a la
silla. El caudillo con todo su poder pareca retirado de lo que
fue la mayor ambicin de su vida, por lo que el sucesor de Calles

4
Ibidem, p. 57.
5
El seor presidente Calles no aprueba la reeleccin, en Excelsior, 20 de octubre de 1925.
6
Gonzalo N. Santos, Memorias, Mxico, Grijalbo, 1984, p. 312-315.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 119

deba ser algn elemento de clara notoriedad, con ascendiente polti-


co, con un nmero significativo de generales con mando de tropas y,
de manera muy importante, contar con la bendicin del general
Obregn para ser su heredero y albacea poltico. Una estrella ma-
yor brillaba en el firmamento, el general Francisco R. Serrano, y tam-
bin una menor, el general Arnulfo R. Gmez. No se faltaba a la
verdad cuando se afirmaba que era el obregonismo sin el caudillo
el que se lanzaba a la liza lucha electoral, dividido en dos ramas, el
serranismo y el gomismo. Pero cuando Obregn decidi volver a la
presidencia, la situacin se modific como por encanto, dejando a
los candidatos ahora de oposicin solamente con un puado
de amigos verdaderos.
La preocupacin del presidente y del general Obregn acerca
de quin deba ser el siguiente mandatario surgi desde el principio
de la administracin callista. Al parecer, fue el segundo quien dispu-
so que el turno era del general Francisco R. Serrano, quien adems
de su lealtad probada, posea los atributos de la simpata, habili-
dad poltica y fuerza en el ejrcito.7 Francisco Rufino Serrano y
Barbeytia era originario de la municipalidad de Choix, del estado
de Sinaloa, donde naci el 6 de agosto de 1889.8 Era un personaje
muy cercano, entraable, casi un hijo, del caudillo. Se conocieron
desde pequeos en Huatabampo, e incluso estaban emparentados,
porque un hermano de Obregn, Lamberto, estaba casado con Ame-
lia, una hermana de Francisco. Una vez derrocado el porfirismo, el
gobernador maderista de Sonora, don Jos Mara Maytorena lo in-
vit a ser su secretario particular, cargo que desempe hasta mar-
zo de 1913, cuando inopinadamente se present en Nogales para
ponerse a las rdenes del teniente coronel lvaro Obregn. La cer-

7
Existe un curioso documento, cuya validez es cuestionable y que refleja sin embargo
el compromiso entre el caudillo y Serrano, titulado Acuerdo privado provisional [...] a re-
serva se [sic] ratificarse o rectificarse , firmado en Cajem el 10 de febr ero de 1926 por el
general Obregn con los representantes de Luis N. Morones , que sealaba que el general
de Divisin lvaro Obregn se compr omete solemnemente a no ser candidato para la presi-
dencia de la repblica en el prximo periodo de 1928, bajo las siguientes condiciones:
a) Estando legalmente capacitado para candidato en dicho periodo, pero por escrpulo de
carcter moral renuncia al derecho de ser candidato a favor del general de Divisin Francis-
co R. Serrano, a quien dar todo apoyo moral y material dentro de sus posibilidades de lle-
varlo [sic] al triunfo definitivo , citado en Armando Ponce, El nieto del general Serrano lo
rescata de la sombra a la que lo conden la historia oficial, a 70 aos de su asesinato, en
Proceso, n. 1091, 28 de septiembre de 1997, p. 64.
8
Hctor R. Olea, La tragedia de Huitzilac, Mxico, Costa-Amic, 1971, p. 16.
120 PEDRO CASTRO

cana se restableci de inmediato. Despus de Santa Rosa y Santa


Mara, el general Obregn lo nombr jefe de su Estado Mayor, y
con este puesto figur en los combates de Celaya y de Santa Ana
del Conde. Por cierto, la elocuencia de Serrano liber a su jefe de
las garras de la muerte cuando el general Francisco Villa lo iba a
fusilar en septiembre de 1914. Fiel como pocos a Obregn, lo acom-
pa hasta su encumbramiento, y una vez en la presidencia ocup
el importante puesto de secretario de Guerra y Marina. Por eso no
es de sorprenderse que fuera sealado como el siguiente presiden-
te de la repblica. Entonces Serrano fue enviado a Europa en una
misin de estudio, tanto para alejarlo de cualquier circunstancia des-
venturada que a la postre pudiera afectarlo en el pas, como para
que entrase en contacto con el mundo de la poltica en ese conti-
nente y elevara as su capacidad en la tarea gobernante que le espe-
raba al regreso. Un motivo ms de su viaje de estudio fue su
regeneracin personal, es decir, que se supona que un ambiente
ms civilizado le hara cambiar su inveterada costumbre de visi-
tar los antros. As encontramos que despus de ao y medio, Serra-
no regres a Mxico, listo para ser candidato a la presidencia.
A fin de ubicar a Serrano con miras al futuro, era necesario
foguearlo en las tareas polticas del momento, por lo que el presi-
dente Calles le ofreci la cartera de Gobernacin. Sin embargo, acep-
tar en las circunstancias en que se encontraba el pas en plena
persecucin religiosa le signific la amenaza de verse compro-
metido en tareas de represin que sublevaba sus convicciones per-
sonales. Tal negativa debi decepcionar a Calles, necesitado como
estaba de acumular fuerzas. Sin embargo, el gobierno del Distrito
estaba disponible; era un puesto que entraaba menos riesgos y lo
pona en contacto con las fuerzas polticas concentradas en la capital
de la repblica. Desde esta posicin, Serrano empez sus activida-
des con miras a la presidencia, y buena parte de la clase gobernante
cada vez ms cerraba filas en torno de su persona.
El 24 de febrero de 1927 Obregn realiz una de sus acostum-
bradas visitas a la ciudad de Mxico. Recin llegado, ante la pre-
gunta de si aceptara la candidatura a la presidencia, respondi
dejando dudas acerca de sus reales intenciones: Positivamente, lo
nico que se saca en claro es que los antirreeleccionistas han defini-
do su campo, que es lo que les interesa. El mo se definir cuando
yo lo juzgue conveniente.9 Lo que ya se vislumbraba con una me-
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 121

nos ambigua postura del caudillo provoc un verdadero terremoto


en el interior del grupo gobernante, y particularmente en el nimo
de Serrano. Por esos das ste se apersonaba ante el presidente Ca-
lles para comunicarle su deseo de renunciar al gobierno del Distri-
to a fin de dar inicio a sus actividades en pos de la silla presidencial.
Fue conminado por su interlocutor a recabar antes el parecer del
caudillo, y, seguramente abrigando todo gnero de aprensiones, se
dirigi a Ninari a parlamentar con su antiguo jefe. Una versin
plausible es que lo encontr fro y distante al principio, hosco y agre-
sivo al final, a lo largo de tres das. No llegaron a algn acuerdo.
Era claro que aquel pacto de caballeros de aos atrs, al que nadie
poda verle ni la ms leve mcula, ya estaba liquidado. Obregn
intentara llegar de nuevo a la presidencia, a pesar de sus antiguas
promesas, y Serrano, si era el destino, sera su rival. Miguel Alessio
Robles relata que, al despedirse de Obregn, le dijo su contrincante
en ciernes:
Bueno, general, ya sabe usted que vamos a una lucha de ca-
balleros!
Yo te crea inteligente, Serrano; si en Mxico no hay luchas de
caballeros: en ella, uno se va a la presidencia y el otro al paredn. 10
Serrano regres a la capital preso de las dudas respecto del cur-
so que deba seguir, entre emprender la vergonzosa retirada en me-
dio del ridculo, o mantener su honor con el riesgo de perder su
vida. De vuelta a la ciudad de Mxico, en pblico Serrano ocult lo
crtico de la situacin y, en un afn de mantener el optimismo de
sus numerosos seguidores, coment que el caudillo refrend el apo-
yo a su candidatura. Pero conforme pasaba el tiempo, sin remedio
las filas serranistas se adelgazaban y sus falsos seguidores dirigan
ahora sus miradas y sus pasos en cargada hacia otra direccin.
La versin del general chiapaneco Hiplito Rbora inclua que
Serrano en aquella visita le habra manifestado al caudillo que el
grupo obregonista trabajaba a favor de ste, y cada da aumentaba
la propaganda y segn se saba era autorizada por l. Obregn res-

9
Declara el general Obregn, en El Universal, 25 febrero de 1927.
10
Miguel Alessio Robles , La tragedia de Huitzilac, en El Universal, 13 de abril de 1937.
La versin de Ros Zertuche fue diferente. Sostuvo que debido al estado etlico con el que
Serrano lleg a Cajem era imposible hablar con l, por lo que Obregn se neg a recibirlo.
Carlos Moncada, La Sonora cruel y verdadera: quin orden matar al general Serrano?, Hermosillo,
Contrapunto, 1999, p. 63-64.
122 PEDRO CASTRO

pondi que l no autoriz esa propagada y la estaba dejando para


ver hasta dnde llegaba su servilismo. Satisfecho de sus conversa-
ciones con Obregn, Serrano declar en Chihuahua que Obregn
le manifest que no sera candidato a la presidencia, que no claudi-
cara a sus ideales revolucionarios, y que la campaa que se estaba
llevando a favor de su candidatura no contaba con su autorizacin.11
Sin embargo, al poco tiempo, a mediados de junio de ese ao de
1927, un grupo de diputados fue a Ninari a ofrecerle su candida-
tura al general Obregn, misma que fue aceptada, dejando a Serra-
no en una situacin muy comprometida. Algunos le aconsejaron
que, para evitar caer en un pozo, siguiera al lado de Obregn; otros
lo alentaron a defender el principio poltico de Sufragio efectivo.
No reeleccin. Relata Hctor Olea que as se decidi Serrano, ante
algunos interlocutores annimos:

Mir en ustedes habl Serrano, no es que yo tenga ambiciones pre-


sidenciales. Lo que sucede es que me parece indigno dejar abandona-
dos a mis partidarios, quienes tendrn derecho en decirme traidor y
otras lindezas, por dejarlos y sumarme a las huestes del hombre fuer-
te, cuando han depositado su confianza en m. Yo s que no ganar
nunca; pero debo en todo caso conservar mi posicin [...] Yo s que
me van a matar, a m y a muchos de los mos; al seor general Arnulfo
R. Gmez , mi amigo, tambin le pasar lo mismo. Pero quer emos dar
Gmez y yo un precedente, en la historia poltica de Mxico, no
tolerando, bajo ningn concepto, la reeleccin de lvaro Obr egn.12

El serranismo sigui tirando sus venablos en la panoplia. El 28


de abril en una convencin que tuvo lugar en el Teatro Abreu el ge-
neral Francisco R. Serrano ya haba sido electo candidato a la presi-
dencia. No asisti a la convencin para protestar porque todava era
gobernador del Distrito Federal, y renunciara solamente hasta el 13
de junio, siendo sustituido por el licenciado Primo Villa Michel, como
encargado del despacho.13 Serrano fue respaldado por el Partido Na-
cional Revolucionario, el Partido Socialista de Yucatn, el Centro
Antirreeleccionista y la Alianza de Partidos Antirreeleccionistas de
los Estados, muy notablemente el de Chiapas. Las relaciones entre

11 Hiplito Rbora, Memorias de un chiapaneco (1895-1982), Mxico , Katn , 1982,

p. 198-199.
12 Olea, op. cit., p. 160.
13 Entreg ya el general Serrano, en El Universal, 21 de junio de 1927.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 123

Serrano y su antiguo jefe entraron a un camino sin retorno. Pero en


su momento, y sin negar el arrojo de Serrano, hubo clculo de ries-
gos, pues inicialmente crey en la neutralidad del presidente Calles,
el respaldo del todopoderoso lder obrero Luis N. Morones, su propia
popularidad entre polticos y miembros del ejrcito que con frecuen-
cia eran los mismos y el amplio rechazo social a la reeleccin presi-
dencial y al anticlericalismo de Obregn. Pero poco se preocup por
construir su propia figura de candidato. De los contados hechos de su
campaa estuvieron su Manifiesto del 24 de julio en la capital de la
repblica,14 as como una visita a Puebla el 13 de septiembre, donde
fue calurosamente recibido, pero hizo poco o nada por organizar un
partido de oposicin a la altura del que postulaba a Gmez.
Nativo de Navojoa, Sonora, el general Arnulfo R. Gmez era
general de Divisin desde 1924, grado al que lleg desde sus prin-
cipios como soldado raso. Particip en la famosa huelga de Cananea
como un minero ms, y luego se incorpor a la revolucin ma-
derista. Estuvo al mando de columnas, destacando las que encabe-
z durante la fase constitucionalista y las guerras contra los yaquis.
En las vsperas de su involucramiento en la sucesin, era jefe de la
Primera Jefatura de Operaciones Militares y de la Guarnicin de
la Plaza de Mxico (21 de diciembre de 1922 al 21 de julio de 1924)
y jefe de la Decimoctava Jefatura de Operaciones Militares en Ve-
racruz (1 de enero de 1926 al 10 de junio de 1927). Tuvo una comi-
sin en el extranjero, por acuerdo presidencial, del 13 de junio al 1
de diciembre de 1925, que lo llev a visitar algunos pases euro-
peos y sostener visitas privadas, sealadamente con el rey Alfonso
XIII de Espaa.15 Se gan la fama de represor a resultas de sus acti-
vidades como jefe de operaciones militares de la ciudad de Mxico
en 1923, cuando fue acusado de dirigir un plan para hostilizar y
asesinar polticos de filiacin delahuertista.16 Por otra parte, y como
jefe de operaciones en Veracruz, actu con mano dura en contra de
agrupaciones obreras y campesinas, y se conoci como responsable
de tejer una red de lealtades con el propsito ms que aparente de

14
Manifiesto del seor general Francisco R. Serrano , candidato a la presidencia, en El
Universal, 24 de julio de 1927.
15
C. general de Brigada Arnulfo R. Gmez, en Galera Militar de Marte, documento
indito proporcionado al autor por su nieto del mismo nombre, 17 de agosto de 1999.
16
Ar chivo General de la Nacin, Fondo Obregn-Calles (AGN- FOC ), 104-P-106, legs. 6 y 8 ,
1 de noviembre de 1923.
124 PEDRO CASTRO

hacerse de una base poltica capaz de sostenerlo en sus planes para


el futuro. Fue postulado el 24 de junio de 1927 por el Partido Na-
cional Antirreeleccionista (PNA), en el que se encontraban viejos
revolucionarios seguidores de una poltica al estilo maderista, pero
que no tenan una vinculacin directa con las masas o con el ejrci-
to, lo que limitaba su influencia en el acontecer poltico nacional.
Una suma de pequeos partidos tambin lo respaldaron, como el
Partido Antirreeleccionista de la Clase Media, el Centro Obrero
Antirreeleccionista, la Coalicin de Partidos Revolucionarios del
Distrito Federal y el Partido Liberal Tamaulipeco, entre otros. 17

El general Obregn se lanza a la presidencia

Por su parte, Antonio Daz Soto y Gama, a nombre del PNA ofreci
formalmente la candidatura presidencial al caudillo el 23 de junio de
1927, dando inicio a un proceso que culminara con su victoria elec-
toral al ao siguiente. Tres das despus la acept en una resolucin
[que] destruye una de las ms grandes ilusiones de mi vida, puesto
que los intereses de la patria y los intereses colectivos [que] son los
mismos estaban en peligro, ah estaba su experiencia de soldado y
funcionario transitorio. Declar su profesin de honradez, porque
todos saben tambin que mi administracin se caracteriz por la sin-
ceridad de propsitos y de honestidad con que fueron manejados los
fondos pblicos. En sus palabras, a l correspondi iniciar y plan-
tear el programa de la revolucin, destinado a tener una larga vida.
El eje conductor de su declaracin difcilmente un manifiesto o pro-
grama poltico como se quiso aparecer fue la sempiterna dialctica
entre revolucin y reaccin, en la que el caudillo tena la respon-
sabilidad histrica de hacer prevalecer la primera sobre la segunda.
Los reaccionarios, sus enemigos, se agrupaban en un fantasmag-
rico Partido Conservador, todo l perversidad, que siempre se dis-
fraza para entrar en las luchas cvicas, tratando de presentarse como
defensor de idealidades que ni practica ni conoce. Obregn se com-
prometi a no andar cuchicheando con los militares para arran-
carles un compromiso previo a la eleccin, para llevarme al poder.

17
Rosala Velzquez , Serrano y Gmez , la oposicin liquidada, 1926-1927, en Nuestro
Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, n. 14, 1984, p. 4.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 125

Declar que era conocido que desde hace varios meses brigadas de
agentes de propaganda al servicio de los apstoles del antirreelec-
cionismo entrevistaron a jefes militares para catalogarnos o no en
favor de sus candidatos. En atencin a un desencanto general a cau-
sa de las tragedias sin fin derivadas de las sucesiones presidenciales,
afirm que el pas no debe abrigar ningn temor por el resultado de
la prxima campaa electoral, aunque se repita muchas veces que
va a degenerar en tragedia. Las profecas pesimistas, en ltimo an-
lisis, no eran ms que una de tantas maniobras de la reaccin. Por
falta de tiempo o por desidia premeditada, se excus de hablar de
un programa de gobierno que pudiera comprometerlo: cuando se
ha desempeado el cargo de presidente de la repblica durante un
periodo completo de cuatro aos, en el cual periodo [sic] qued fran-
camente definida mi concepcin poltica y social, que nunca trat de
negar y a honor tuve servirla con toda sinceridad. En una de las
partes en las que ms falt a la verdad, Obregn seal que tena la
impresin de que su candidatura fue de generacin absolutamen-
te espontnea. Llam la atencin cuando afirmaba que la implan-
tacin del programa revolucionario en beneficio del proletariado no
poda realizarse en cuatro aos de gobierno, y a l solamente le co-
rrespondi iniciarlo. Y su nica preocupacin consisti en buscar a
su hombre para que, por el sufragio o la violencia, llegara a sustituir-
me, impidiendo que el depsito sagrado que la nacin le haba con-
ferido fuera entregado a manos que pudieran seguirlo conduciendo
por los mismos o parecidos derroteros.18 Hasta aqu lleg el mani-
fiesto que, como puede advertirse, tuvo una redaccin descuidada
y perezosa, preada de lugares comunes, de alusiones abultadas e
inexactas, espetadas en indigesta retrica.

La guerra de las palabras insensatas

En Nogales, el 1 de julio de 1927, fecha en que inici su campaa


poltica, Obregn embestira contra los candidatos opositores Se-
rrano y Gmez, cuya unin resulta un hibridismo de menos signi-
ficacin que cualquiera de los dos aisladamente. Acus a Gmez

18
Roberto Quiroz Martnez, lvaro Obregn: su vida y su obra, Mxico, s. e. , 1929, 680 p.,
p. 337-353.
126 PEDRO CASTRO

de atraerse a los desafectos a la administracin pblica y a los dela-


huertistas, previendo una posible lucha conmigo, es decir, franca-
mente en un campo opuesto al campo en que yo pudiera actuar.
Respecto del serranismo, seal que naci sin vida propia y por
mucho tiempo se le tuvo que dar vida artificial, amparado en el
poco o mucho prestigio que yo pudiera tener. Seal que sus pro-
pagandistas decan que su candidatura era por iniciativa de l y con
todo su apoyo, por lo que algunos adeptos de buena fe iban cayen-
do en las redes del serranismo . Se mof de la carencia de vicios de
Gmez no fumaba, ni beba, ni visitaba los antros porque no con-
taba al menos con la presencia de alguna virtud. A Serrano le reco-
noci su inteligencia y su bondad, pero en cuanto a la estructura
fsica [...] es un asunto que al pas no le interesa.19 Mientras Obregn
hablaba as, por esas horas se reunan Serrano y Gmez en el Restau-
rante Chapultepec, donde acordaron nombrar a tres comisionados
de cada parte para preparar una candidatura nica de oposicin. Vito
Alessio Robles, hombre cercansimo a Gmez, form parte de una
de ellas, pero se lament de que Serrano con pretextos y evasivas
varios nunca nombrara a sus delegados y las conferencias de unifi-
cacin nunca tuvieran lugar, en ninguno de los intentos que se reali-
zaron.20 La razn de ello, seala, fue que Serrano estaba convencido
de que el poder era necesario arrebatarlo por medio de las armas,
y de aqu que le daba tan poca importancia a la organizacin de un
partido y a la propaganda electoral. Sus esfuerzos se concentraban
en atraerse a los altos jefes militares con mando de tropas, muchos
de ellos poco dispuestos a transigir con la violacin del principio
mximo de las conquistas revolucionarias que ellos haban defendi-
do con las armas en la mano.21 Con una mayor violencia en Culiacn
el caudillo llam a los partidarios nones de los polticos fracasados
a hablar de los mritos para defender la personalidad de esa yunta
de candidatos que han formado Gmez y Serrano [...] que antes de
llegar al puesto estn exhibiendo sus ambiciones y estn exhibiendo
lo torcido de sus conciencias.22 En su batera de discursos Obregn
19 El general Obregn opina sobre la unin efectuada entre los dos candidatos. Noga-

les, Sonora, julio 2 de 1927, ibidem, p. 97-100.


20 Vito Alessio Robles, op. cit., p. 114.
21 Ibidem, p. 115.
22 Palabras que dijo el general Obregn en un mitin que se celebr en el Teatro Apolo, de

la ciudad de Culiacn, Sinaloa, el da 9 de julio de 1927, en Discursos del general lvaro Obregn, 2
v., [Mxico] , Talleres Grficos de la Nacin, 1932, v. 2, p. 113-115.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 127

proyect una vez ms, a fuerza de necesidad poltica, una ideolo-


ga que iba ms all del pragmatismo y la parquedad conceptual
que lo distingua. Hizo de la Revolucin un mito renovable da con
da. Construy un cuerpo de doctrina en el que la legitimidad de los
vencedores se daba en ltima instancia en realizar tareas inacabadas
e inacabables, como la bsqueda de justicia en la tierra. El populis-
mo floreca en sus llamados a la reivindicacin del proletariado, la
armona social, la comunin con las clases populares, la justicia
a la causa de los humildes, la lucha contra una evanescente
reaccin, la defensa de la patria contra imperialismos y sus aliados
nativos.
El 17 de julio, en Guadalajara, Obregn sostuvo que sin el apoyo
de la odiosa reaccin, Gmez y Serrano no eran ms que dos hom-
bres que inflados por su propia ambicin se aprestan a la lucha ro-
deados de todos los fracasados y el nico peligro que ahora existe es
el de su propio despecho: que la silueta siniestra de su impotencia
intenta acometernos por la espalda.23 Por su parte, el 17 de julio en
Puebla, Gmez sostuvo que los polticos convenencieros tratan de
lanzarnos a una nueva lucha, y si logran ver realizados sus desig-
nios, tengo preparados para ellos dos locales, uno en las Islas Maras y otros
dos metros bajo tierra, como castigo ejemplar para quienes tratan de
pisotear un sagrado principio. Aqu record los poco honorables or-
genes polticos del general Obregn: para nadie es desconocido
que ese falso caudillo, Obregn, cuando ya la brjula revolucio-
naria estaba bien orientada, despus de que la revolucin haba
triunfado, vino a incorporarse a nosotros como se colaron muchos
anfibios en las aguas revolucionarias.24 El 22 de julio Gmez sos-
tuvo que Obregn estaba desempeando el triste papel de Bonillas,
y evidenci el apoyo oficial a su candidatura. Tambin habl de su
mala administracin cuando fue presidente y de que la nica obra
pblica que se llev a cabo durante su gobierno fue la del ferrocarril
del puerto de Yvaros a Navojoa, con el fin exclusivo de facilitar la
salida del garbanzo que producen los inmensos terrenos que posee
el general Obregn en Sonora.25

23
Discursos, op. cit., p. 129-134.
24
Arnulfo Gmez dijo en Puebla cosas fuertes, en Excelsior , 18 de julio de 1927.
25
Hace tambin el general Gmez comentarios al discurso, en El Universal , 22 de ju-
lio de 1927.
128 PEDRO CASTRO

El 24 de julio, ante una cerrada multitud, Obregn se present


en la ciudad de Mxico en el balcn del Centro Director Obrego-
nista. En su momento, regres con la vieja historia de las conspira-
ciones armadas de sus contendientes, y de apego a la legalidad: Si
el destino de Mxico tiene escrito un nuevo sacrificio, iremos a l
con la sonrisa en los labios, para presentar nuestros pechos a los
proyectiles de la reaccin; pero que sepa la reaccin que ese nuevo
sacrificio lo cobrar muy caro el pueblo mexicano, con mayores de-
rechos y con mayores libertades.26 Ese mismo da, Gmez llegaba
a Monterrey, donde hablaron Martnez de Escobar que atac con
fiereza a Obregn y Francisco Santamara.27 Aqu Gmez seal
que los actos de este nuevo Santa Anna son ms reprobables que
los de su antecesor, porque si aqul vendi parte de nuestra patria
por salvar el resto, el de hoy vende el resto por salvar la silla, de la
que quiere apoderarse a toda costa. Como vislumbrando su trgico
destino, agreg si no llego a triunfar porque alguna mano crimi-
nal llegue a segar mi existencia, sabr, como aquel caudillo mxi-
mo de la democracia (refirindose a Madero), caer con honra.28
El 31 de julio Gmez lleg a Tampico, donde fue recibido por la
manifestacin ms concurrida que se le brind durante su campa-
a electoral. Record lo dicho en Mxico por lvaro Santa Anna,
cuando afirm no queremos la guerra, pero si es necesario iremos
a ella con la sonrisa en los labios. Y, con sorna, dijo con la sonrisa
en los labios como ha ido siempre, ya que en los combates se ha
encontrado siempre lejos, ordenando el sacrificio de los suyos y el
asesinato de sus enemigos. E hizo una tremenda acusacin:

Si desgraciadamente se desatara una nueva guerra civil, sealo ante


los dioses y ante el pueblo de Mxico a lvaro Obregn como el ni-
co responsable de ella, estando seguro de que todos ustedes, valientes
tamaulipecos, sabrn encontrarse a la altura de su deber y en caso de
ir a esa lucha, juntos entonaremos Las cuatro milpas convertido
en una suerte de himno antirreeleccionista que sern nuestro futuro
himno libertario. 29

26
Discursos, op. cit., p. 140.
27
Vito Alessio Robles, op. cit., p. 119.
28
El candidato, general Gmez, en Monterrey , en El Universal, 25 de julio de 1927.
29
El general Gmez en Tampico y Ciudad Victoria, en El Universal, 1 de agosto de
1927.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 129

El 14 de agosto en Torren, Gmez afirm categricamente: To-


dos los hombres que se ven apoyados por la imposicin, como el
general Obregn, que cuenta con la Cmara de Diputados como la
de Senadores, pregonan que no quieren la guerra, sino que desean
la paz; pero si el voto popular sale burlado, no nos queda ms re-
curso que el que el mismo Obregn emple en 1920: las armas.30
El discurso del caudillo del 17 de agosto en Ro Verde, San Luis
Potos, fue uno de los ms agresivos de la campaa. En alusin a
Arnulfo R. Gmez, lo sentenci con un aforismo: que la rana ms
aplastada es la que ms recio grita. Despreciando a sus contrin-
cantes, seal que Gmez no era un problema, mientras que de
Serrano ni valdra la pena de hablar, porque l ha preferido hacer
el Tancredo en la capital de la repblica [...] produciendo peridi-
camente explosiones de odio que denuncian el estado lastimoso
de su espritu, est ya considerado como un pobre parsito del
gomismo.31

La sedicin de los candidatos oposicionistas

Qu tan cierto era que los generales Serrano y Gmez conspiraban


contra el gobierno? Es bien cierto que desde que Gmez funga
como jefe de operaciones militares en Veracruz no ocultaba sus in-
tenciones de llegar a la presidencia por cualquier medio, a un grado
tal que el gobierno de Mxico y la Embajada de los Estados Unidos
decidieron vigilarlo. De aqu se gener un cuerpo de informacin del
misterioso agente 10-B, oreja a doble sueldo, que consignaba las
actividades conspiradoras del general Gmez, cuya veracidad debe-
r apreciarse a la luz de los acontecimientos posteriores. Desde prin-
cipios de 1926 ya se advertan ciertas inquietudes acerca del rumbo
que tomaran las ambiciones presidenciales del general Gmez,
cuando el embajador norteamericano Sheffield informaba a sus su-

30
As, Aarn Senz, primer secr etario del Centro Director Obregonista, seal que los
ltimos discursos del candidato Gmez vienen a confirmar el concepto de que ha tomado la
decisin de escoger aquel camino (el subversivo), y ha establecido un contraste con la actitud
del general Obregn, que al recorrer uno por uno todos los lugares de la repblica viene mos-
trando como principal base de su programa el afianzamiento de la lucha democrtica por me-
dios pacficos del ejercicio de los derechos cvicos [...]. La campaa presidencial: el licenciado
Senz hace un cargo al general Gmez, en El Universal, 16 de agosto de 1922.
31
Discursos, op. cit., p. 206-207.
130 PEDRO CASTRO

periores acerca de una conversacin sostenida con l, en la que des-


liz sus intenciones de ser presidente de Mxico aun por la fuer-
za. A Sheffield le pareca que Gmez intentaba una conspiracin
con el respaldo del Departamento de Estado, algo que no iba con
las polticas del Departamento de Guerra, a cambio de que una
vez en la presidencia (if president) vera por el retiro de ciertas
leyes o la aprobacin de otras de acuerdo con las instrucciones del
Departamento de Estado.32
Gradualmente la situacin se haca ms comprometida para el
general Gmez. Dos capitanes de la Armada fueron detenidos des-
pus de esperar una seal para levantarse, porque las circunstan-
cias eran propicias para una revuelta. Ya prisioneros, sus confesiones
hicieron que el presidente ordenara el traslado de tropas de Tehuan-
tepec, Tampico y Guadalajara a Veracruz a fin de relevar a las de
Gmez, a su vez distribuidas en diferentes jefaturas. Al enterarse
de esta disposicin, el jefe de las operaciones se dirigi iracundo al
Castillo de Chapultepec en busca de una explicacin, que la recibi
del presidente en el sentido de que era cosa de Obregn, a lo que
Gmez pregunt quin era el presidente de Mxico. Fue invitado a
no regresar a Veracruz y se le ofreci un puesto en el extranjero,
como en la Embajada de Mxico en Italia, vacante por la muerte de
su titular Rafael Nieto. Mejor Washington, habra respondido
Gmez, a lo que contest Calles que, si se iba a Estados Unidos,
all conspirara contra el gobierno. 33 Entre los planes de Gmez es-
taba ganarse a intereses de los Estados Unidos, as que temprana-
mente encarg al general Manuel Pelez que realizara labores para
conseguir fondos y sondeara la actitud de los dueos de los petro-
leros respecto de su personalidad, ya en campaa por la presiden-
cia o de plano en la lucha armada. Gmez se enterara de que las
compaas desconfiaban de l, adems de que no les agradaban sus
ligas con antiguos carrancistas. 34 Mientras el general Gmez se en-
contraba en la ciudad de Mxico hablando con Calles, barcos de
guerra se lanzaron al mar en busca de contrabando, a fin de neu-

32
Fondo Archivo Plutarco Elas Calles-Fernando Torreblanca (FAPEC- FT). APEC anexo, fondo
03, serie 0902, exp. 24, Sheffield, James R., leg. , f. 5, inv. 1465.
33
FAPEC-FT. APEC anexo, fondo 03, serie 0902, exp. 17, Weddell , Alexander W., leg. ,
f. 33, inv. 1489.
34
Ibidem, serie 0906, exp. 14, Informes confidenciales emitidos por 10-B; mayo 1927,
f. 8, inv. 1561.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 131

tralizar a los marinos de dudosa lealtad.35 A pesar de que Gmez


estaba siendo severamente cuestionado por el gobierno a propsi-
to de su fidelidad, no fue relevado de su puesto como jefe de ope-
raciones en Veracruz y, aunque ms callado, figuraba en ceremonias
pblicas con consideraciones propias de su rango militar.
No pasara mucho antes de que el general Gmez se viera de
nuevo en problemas, a causa de una denuncia en el sentido de que
se levantara en armas. Los jefes de operaciones Crdenas, Amaya
y Topete partieron violentamente hacia Veracruz para estar a la
expectativa de los movimientos de Gmez, mientras que a la Flota
del Golfo se le orden que se hiciera a la mar para evitar complica-
ciones. Gmez, por su cuenta, se present de nuevo ante el presi-
dente Calles para desvanecer los cargos, y acus a los generales
Topete, Amezcua y Guerrero de tenderle una trampa, para provo-
car un ataque sobre la jefatura de Operaciones de Veracruz.36
El general Gmez, al tiempo que acariciaba las esperanzas de
ser un candidato legal para suceder a Calles, se mantena impacien-
te. Hacia abril de 1927 Francisco Gmez Vizcarra (su sobrino e nti-
mo colaborador) se present discretamente en San Antonio, Texas,
con el objeto de investigar las actividades de los carrancistas y dela-
huertistas. Por su parte, y al parecer, el general Gmez estaba en
contacto con ex rebeldes delahuertistas en Veracruz, a quienes les
habra ofrecido armas.37 Pronto le llegara el turno de ser nominado
candidato legtimo de un partido poltico, al ser elegido por la III
Convencin del Partido Nacional Anti-Reeleccionista el 27 de junio
por abrumadora mayora. Luego dara principio su gira, a fin de
promover su imagen, atraer el voto y armar una red de alianzas
con miras a un eventual levantamiento nacional, como lo hara el
general lvaro Obregn en 1920.
Chihuahua ocupaba un lugar destacado en los planes de G-
mez. Despus de una gira por Tamaulipas, Nuevo Len y Coahuila,
lleg a aquel lugar, donde fue recibido por muchos partidarios. An-
tes de salir de Chihuahua, Gmez fue a despedirse del general
Marcelo Caraveo, su compadre y jefe de operaciones militares.38 Le

35 Ibidem, serie 0902, exp. 23, Mxico-poltico. Elecciones; f. 7-9 , inv. 1535.
36 Ibidem, serie 0906, exp. 3, Informes confidenciales emitidos por 10-B; junio, 1926 ,
f. 23, inv. 1550.
37Ibidem, exp. 13, Informes confidenciales emitidos por 10-B; abril, f. 28 y 32 , inv. 1560.
38 Marcelo Caraveo, Crnica de la Revolucin (1910-1929), Mxico, Trillas, 1992, p. 123-124.
132 PEDRO CASTRO

manifest que iba a hablar con el presidente, y que en caso de que


no pusiera remedio a lo que l llamaba la imposicin, entonces se
levantara en armas, pues tena los elementos que necesitaba en
Estados Unidos para derrocarlo. Agreg que contaba con jefes mi-
litares en todo el pas, pero que se pondra de acuerdo con los serra-
nistas en la ciudad de Mxico, que all tenan una considerable
fuerza. A pesar de las negativas de Caraveo a secundarlo, la pre-
sin de los candidatos de oposicin no cedi. Agentes de Serrano y
Gmez continuaron insistiendo. As, el Chale Rbinson (serra-
nista) le habl de la necesidad de establecer un directorio militar
que diera garantas a Gmez y a Serrano. Carlysle, abogado del ge-
neral Eugenio Martnez, por su parte, le dijo que ya estaba conve-
nido el levantamiento para septiembre.39
A la hora de la verdad, la del intento de golpe de Estado el 2 de
octubre de 1927, Gmez estaba virtualmente a la zaga de las inicia-
tivas de los planes e iniciativas de los serranistas. Flix C. Palavicini,
conocido antirreeleccionista, seal con buenos fundamentos que
Gmez fue ajeno al intento de motn militar de ese da de octubre,
y que s es cierto que abandon la capital, pero nadie puede afir-
mar que su preocupacin al abandonar la capital no fuera para pro-
tegerse de una agresin del gobierno del general Calles o del general
Serrano en el caso de que hubiese resultado triunfante la asonada
militar. El general Gmez no tena ninguna preparacin blica.40
Por su parte, la conspiracin de Serrano y dems implicados (en-
tre otros, los generales Eugenio Martnez, Hctor Almada, Rueda
Quijano, todos de la Jefatura de Operaciones de la ciudad de Mxi-
co y de la Guarnicin de la Plaza) era tema de conversacin hasta
en las cocinas. De boca de los mismos involucrados salieron las in-
discreciones que los sentenciaron a muerte o los condujeron al exi-
lio. Pero ninguna de ellas fue tan candorosa como la solicitud que
hizo Serrano al presidente Calles, en los primeros das de septiem-
bre, en el sentido de disolver las cmaras porque se haban consti-
tuido en clubes polticos para hacer triunfar a todo trance la
candidatura del general Obregn. En otras palabras, el candidato

39
Luis L. Len al general Plutarco Elas Calles , Chihuahua, 25 de mayo de 1927, Bole-
tn del Archivo General de la Nacin, tercera serie, t. III, n. 4(10), octubre-diciembre 1979; t. IV, n.
1(10) , enero-marzo de 1980 , p. 48.
40
Flix C. Palavicini, Mi vida revolucionaria , Mxico, Ediciones Botas, 1937, p. 487. En
este libro se detallan airosamente los intentos de fusin de las campaas presidenciales.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 133

le propuso al primer mandatario que se diera un autogolpe de Es-


tado, ni ms ni menos. Vale la pena revisar el episodio, segn Mi-
guel Alessio Robles:

El presidente de la repblica escuch esta peregrina proposicin lle-


no de asombro, pero no revel en su recia fisonoma la contrariedad
y el enojo. Eso es muy grave, Serrano, le dijo el presidente con un
tono suave y uncioso, y despus de contemplarlo con cierta compla-
cencia, y como dando a entender maosamente que la extraa pro-
posicin no le disgustaba, aadi, desfrunciendo su ceo grave y
austero: Para llevar a cabo un acto de tamaa trascendencia se ne-
cesita contar con el Ejrcito. Despus dibuj el presidente una son-
risa en sus labios, y le pregunt afablemente: Cuenta usted con el
Ejrcito, Serrano? S cuento con el Ejrcito contest Serrano con
toda energa y firmeza, creyendo que as vencera ms fcilmente
al jefe de la nacin, inclinndolo a aceptar su luminosa idea. Al pre-
sidente de la repblica se le iluminaron los ojos. Se qued un rato
pensativo, como si fuera a dar una contestacin favorable a la rara
proposicin del general Serrano, y haciendo un leve gesto como si
dudara de lo que acababa de or, interrog al presidente con ms
afabilidad que antes:
Y con qu generales cuenta usted, Serrano, para dar ese golpe
a las cmaras?
Cuento con el general Eugenio Martnez y con toda la guarni-
cin de la plaza.
Despus sigui enumerando a todos los dems generales que es-
taban comprometidos con l. Entretanto, el presidente de la repblica
iba grabando en su memoria a los generales que iba mencionando Se-
rrano, sin titubeos, creyendo que el jefe de la nacin iba a recoger su
idea con beneplcito. Por lo pronto, el presidente exclam:
Hay que pensar mucho ese asunto, antes de dar cualquier paso.
La clave de todo se la dio el general Serrano al presidente de la
repblica.41

Y sta fue la reaccin de Calles ante tamao desacato, en sus


propias palabras:

Animado por una extrema benignidad me conform con intentar di-


suadir de su torpe empeo al general Serrano. Como nueva demos-
tracin de mis propsitos de salvar el decoro militar de los ahora jefes
infidentes, no tom medidas de ninguna naturaleza para restar ele-

41 Miguel Alessio Robles, La Paloma y el Gaviln, en El Universal, 19 de abril de 1937.


134 PEDRO CASTRO

mentos militar es a los jefes que saba estaban comprometidos desde


entonces. 42

Cabe observar, de acuerdo con estos testimonios, que el gobier-


no desde ese momento estaba en alerta, con toda la informacin a
la mano que lo dejaba en aptitud de controlar los acontecimientos.
Llama la atencin que Serrano haya declarado tan francamente sus
ideas ante Calles, pero eso slo se explica porque crea, como mu-
chos, que ste repudiaba profundamente la reeleccin obregonista
y que por lo tanto era un importante aliado contra ella. Tambin
invita a la reflexin el hecho de que en estas condiciones era posi-
ble para el gobierno tomar resoluciones distintas a la de la infame
masacre de Huitzilac, como por ejemplo detener el complot y en-
viar a la crcel o al exilio a los implicados. Una posible explicacin
a las drsticas medidas tomadas por el gobierno para masacrar a
Serrano y a sus partidarios y perseguir a Gmez y sus pocos lea-
les en Veracruz radica en el hecho de que, dada la cercana ante-
rior de los dos candidatos de oposicin a los hombres del poder
Serrano a Obregn, Gmez a Calles, la virulencia de los ata-
ques que propinaron al caudillo y, sobre todo, la posibilidad de una
rebelin extendida, hizo que Calles cortara por lo sano y enfrentara
la responsabilidad poltica y moral por los crmenes contra los can-
didatos y muchos de sus seguidores. Los dirigentes de la oposicin
desde un plano civil, que se encontraban en el entendido de que
eran parte de una campaa presidencial pacfica, pagaron tambin
el precio de su osada, tanto en crceles, ostracismo, expulsiones de
la Cmara, e incluso exilio, como lo sufrieron en carne propia Vito
Alessio Robles, el general Eugenio Martnez y Flix C. Palavicini,
por citar a los ms destacados.

La actitud del presidente Calles en la contienda presidencial

Cabe imaginar que Calles deseaba dominar su propia sucesin pre-


sidencial, por lo que se deba oponer a las pretensiones de Obregn.
Pero lo que ocurri a la postre fue que en lo ms esencial mantuvo
42
Sensacional declaracin del general lvarez, en El Universal, 18 de febrero de 1938,
que reprodujo las palabras textuales del presidente Calles el 11 de octubre de 1927 al diario
The World , de Nueva York.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 135

su apoyo al jefe. El general Ignacio Richkarday, quien vivi de cerca


los acontecimientos en su calidad de secretario de Amaro, nos dice:

Cierto que su amistad con el general Obregn le obligaba hasta cierto


punto a dejarse llevar por la corriente reeleccionista y aun hasta ha-
cerse de la vista gorda en determinadas ocasiones, pero yo s muy
bien que en lo ntimo repudiaba el procedimiento, porque varias ve-
ces lo escuch comentarlo con mi jefe, el general Amaro, en forma que
no dejaba ninguna duda [...] Sin embargo, su lealtad al amigo, los com-
promisos contrados con los sectores polticos que se movan a su al-
rededor, y tantsimas otras cosas ms que solamente l poda conocer
y calcular en aquella situacin, le obligaron a aceptar sin reparos la
responsabilidad histrica que la poltica de la poca y las ambiciones
del momento arrojaron sobre sus hombros.43

Antes del lanzamiento de la candidatura presidencial de Obre-


gn, o mejor dicho, cuando apenas se sospechaba que el ex manda-
tario dejara su dudoso retiro sonorense, Calles jug a varias bandas,
azuzando la liza electoral, declarando a Gmez y a Serrano que cada
uno era su candidato, y dndole alguna esperanza a Luis N. Mo-
rones. La irrupcin del general Obregn en la lucha poltica oblig
al presidente a realizar un golpe de timn. En adelante, estara obli-
gado por razones que solamente la poltica puede explicar, a llevar a
cabo tareas sucias como fueron el patrocinio apenas disimulado de
la candidatura de su jefe, y peor an, asumir por completo la respon-
sabilidad de las muertes de Serrano y acompaantes en Huitzilac.
En su fuero ntimo, Calles se opona a la reeleccin, pero al menos
vea como benfica para sus propios intereses la ampliacin del pe-
riodo presidencial de cuatro a seis aos.44 Con todo, el entendimien-
to entre los sonorenses no era completo; existan motivos para
pensar en un eventual choque entre los dos hombres ms podero-

43
Ignacio A. Richkarday, 60 aos en la vida de Mxico, 1920-1940, Mxico, Imprenta Ma-
nuel Len Snchez, 1963, p. 151-152.
44
Miguel Alessio Robles, La ratonera estaba bien preparada, en recorte sin nombre
de la publicacin ni fecha, en el Archivo Familia Soto Ugalde (en adelante ASU ). El general y
senador por el estado de Colima, Higinio lvarez, fue quien present ante el Senado el 10
de octubre de 1927 la iniciativa de ampliacin del periodo presidencial a seis aos, que pas
con dispensa de trmites. El presidente no podra ser reelecto para el periodo inmediato.
Cuando el general Obregn se enter, sabiamente dijo que para un buen presidente el pe-
riodo de cuatro aos es muy corto, y para un mal presidente es un periodo muy largo.
Aprob la Cmara de Senadores el Proyecto para la Ampliacin del Periodo Presidencial,
en El Universal, 14 de octubre de 1927.
136 PEDRO CASTRO

sos de Mxico, aunque tal cosa ocurri una vez declarada la victo-
ria del caudillo en los comicios de julio de 1928.
La guerra del Yaqui dio qu pensar en el sentido de que tras
este genocidio estaban los intereses en conflicto de los dos sono-
renses. Es de sobra conocido que Obregn en Sonora tena todo un
ejrcito bajo su mando directo, en un conflicto que l mismo provoc
al impedir los avances de los naturales sobre sus tierras ancestrales,
que el general detentaba como propias. Al obligar al presidente a
enviar un contingente de soldados federales de entre quince a veinte
mil hombres, en realidad le estaba dando garantas, porque de esta
manera Obregn se cubra frente a la posibilidad de una traicin de
su aliado. Una vez que la guerra del Yaqui estaba por concluirse,
Calles intent restarle elementos militares al presidente electo, con
el propsito aparente de debilitarle, y para ello fue ocasin una cir-
cular de la Secretara de Guerra a los jefes de operaciones, ordenn-
doles que concentraran determinado nmero de soldados en la
ciudad de San Luis Potos, para realizar maniobras de entrenamien-
to. En lo que tocaba a Sonora, el acatamiento de tal orden significa-
ba una disminucin del contingente en seis mil a siete mil soldados,
y con esa concentracin el gobierno dispondra de casi veinte mil
hombres adems de las fuerzas agraristas del general Cedillo. Pre-
ocupados por la orden superior, varios generales con mando de
fuerzas en Sonora se presentaron en Ninari, coincidiendo con la
corazonada del general Obregn que perciba que la concentracin
en San Luis Potos formaba parte de un plan de Calles para evitar
su ascenso a la presidencia de la repblica. En esa junta resolvi
salir a la ciudad de Mxico para aclarar paradas con el general
Calles. Nada lo detuvo para realizar su viaje, ni los ruegos de sus
familiares y amigos. Algunos militares aconsejaron esperar hasta
que Amaro o quien fuera diera el primer paso, pero Obregn se
manifiest obligado a evitar una nueva guerra civil.45
Aarn Senz, Fernando de la Fuente y Arturo Orc lo recibieron
en Guadalajara, e intentaron disuadirlo de continuar su periplo.
Obregn buscaba una prueba definitiva de que Calles lo acompa-
aba en la nueva etapa, y para ello era necesario que nombrara co-
laboradores leales al presidente electo y despidiera a Morones de

45
Jos C.Valads, 2 veces intent Calles rebelarse contra Obregn, artculo de fuente
desconocida, en los recortes del ASU.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 137

Industria y Comercio, Amaro de Guerra, Cruz de la Inspeccin Ge-


neral de Polica y Puig Casauranc de Educacin. En suma, quera la
retirada de los ms notorios callistas del Consejo de Ministros. El
general Obregn llevaba sus propuestas para el gobierno, as como
para las jefaturas militares de la ciudad de Mxico, Pachuca y Pue-
bla. Si est Calles jugando lealmente, no tendr inconveniente en
acceder a mis deseos afirmaba Obregn. As, al medio da del
ltimo da de su vida, el 17 de julio de 1928, se present por ltima
vez frente al presidente. Tan pronto como empez a hablar, Calles
lo interrumpi para pedirle que trataran los asuntos pendientes al
da siguiente, por lo abrumador de las ocupaciones de ambos en
ese momento, entre ellas, la comida con la diputacin de Guanajuato
en La Bombilla. As, Obregn abandon Palacio con las manos va-
cas, y se dirigi al ltimo almuerzo de su vida.46

Morones, una piedra en el camino

Ros Zertuche afirm que Obregn le coment que el presidente de


plano desaprobaba la reforma constitucional que permita la reelec-
cin del ejecutivo, y que apoyaba las aspiraciones de Morones al
puesto. Y habra requerido a Calles para que le aclarase si repro-
chaba la conducta de Morones hacia su persona o si se solidarizaba
con ella. Obregn refiri que Calles asegur que hablara seriamen-
te con el lder obrero y que si continuaba en su actitud hostil le pe-
dira su renuncia. Morones, por su parte, persisti en su actitud
contra el caudillo sin que llegase el cese del puesto que detentaba.47
El dirigente laborista, en efecto, se convirti en un elemento per-
turbador a lo largo de la campaa presidencial, y en un dolor de
cabeza para Obregn. Con la campaa presidencial afloraron viejas
rencillas entre el lder de la CROM y el candidato oficial, pero el pre-
sidente Calles oblig al primero a que la convencin del Partido
Laborista votase por l en medio de graves protestas. En esta mag-
na asamblea, que comenz el 31 de agosto de 1927 en el Teatro Es-

46 Miguel Alessio Robles, en La ratonera estaba bien preparada, recorte de El Univer-

sal, sin fecha , en ASU.


47 Antonio Ros Zertuche, La muerte del general Obregn , en El Universal, II, 30 de

julio de 1963.
138 PEDRO CASTRO

peranza Iris, privaba un ambiente dominado por el antiobregonismo


y a favor del general Serrano. El 2 de septiembre el PLM proclam
al general Obregn como su candidato a la presidencia de la rep-
blica, por unanimidad de sus mil doscientos delegados. Esta acti-
tud del Partido Laborista fue vista con recelo y nadie crey en la
sinceridad de su adhesin de ltima hora hacia el general Obregn.
Pero aqu apareci un detalle extrao ms. Uno de los ejes de la re-
unin fue el dictamen elaborado por una comisin de tres miembros
entre los que se encontraban Morones y Lombardo Toledano que
apoyaba con reservas al candidato oficial, como una medida para
mantener la unificacin revolucionaria, y si por alguna circunstancia
esta candidatura no cumple con su principal propsito, la unidad
revolucionaria, el comit nacional del Partido Laborista quedaba au-
torizado para anular el acuerdo de la convencin.48
Hay quienes juzgan que Morones pretenda suceder a Calles, si
aparecan circunstancias extraordinarias e imprevistas. En condicio-
nes normales, por razones legales y polticas tal cosa era impensa-
ble: Morones ni era un elemento con la fuerza necesaria para suceder
a Calles ni la ley estaba de su lado, porque se requera que un fun-
cionario como l secretario de Industria y Comercio renuncia-
ra con un ao de anticipacin a su eventual propuesta como
candidato, y no fue as. La posicin de Morones, por cierto, no era
la ptima dentro de su propia organizacin, segn nos lo relata Ri-
cardo Trevio, destacado miembro del Grupo Accin. Cuando aqul
sugiri a sus ntimos que lo lanzaran como candidato en la conven-
cin del Teatro Abreu, ante la sorpresa general, les explic que tal
maniobra era para presionar a Obregn, para forzar un entendimien-
to.49 De acuerdo con Trevio, en el caso de la pretendida candida-
tura de Morones a la presidencia no existi alguna ambicin
personal de Luis, sino la incorrecta aplicacin de una maquiavlica
regla, que era crear una crisis para obtener un buen convenio. Pero

48 El dictamen de la misma Comisin de Asuntos Polticos en la convencin, en su ar-

tculo 3o. deca: La convencin faculta al comit directivo general para que si desgraciada-
mente los elementos que luchan en el mismo campo o sostengan al mismo candidato que el
Partido Laborista se apartaran de las normas aqu fijadas, vulnerando con ello los derechos
del pueblo, obre de acuerdo con el criterio expuesto en las consideraciones de este dictamen
aun cuando se anulen alguno o algunos de los acuer dos de esta convencin, cualquiera que
sea su valor o su alcance. Trevio, op. cit., p. 63.
49 Ricardo Trevio, Frente al ideal: mis memorias, Mxico, Casa del Obrero Mundial, 1974,

p. 57-58.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 139

la estrategia tena su lado flaco: los obregonistas se oponan a que


Morones se incorporara a su grupo, y al final de cuentas Calles po-
dra a su vez presionar a voluntad a la CROM para obligarla a acep-
tar a Obregn, sin nada a cambio.50
En realidad, las diferencias entre los dos personajes haban llega-
do a un punto de no retorno. Cuando la muerte del senador Francis-
co Field Jurado en 1924, la severa llamada de atencin del entonces
presidente a Morones ocasion un fuerte resentimiento en este lti-
mo. Y de creerse la versin de Ros Zertuche, encontraramos que
Obregn imagin que las pretensiones de Morones de asumir la pre-
sidencia de la repblica eran viables. Ah estaban las actitudes ne-
gativas de los moronistas frente a la reforma constitucional que
permitira el regreso de Obregn al poder, porque de esta manera
se difuminaban las posibilidades de su jefe de suceder a Calles. El
20 de abril de 1928, durante el paso del candidato por Orizaba, los
laboristas causaron un alboroto que tuvo ms visos de complot
contra el general Obregn, en el que estuvo a punto de intervenir
el ejrcito, pero seran la presencia de nimo del divisionario y la
enrgica y oportuna arenga del diputado Ricardo Topete, que a los
ojos de la multitud tom aspectos del inolvidable don Guillermo
Prieto,51 las que dieron fin al episodio. Por otro lado, en el Teatro
De la Llave, de Crdoba, en tono irrespetuoso el diputado laborista
Eulalio Martnez exigi al candidato que externara promesas a
realizar al llegar a la presidencia.52
La expresin ms notable del distanciamiento entre Morones y
el candidato oficial tuvo lugar durante una celebracin del Da del
Trabajo en la ciudad de Mxico, cuando Morones pronunci un
agresivo discurso contra Obregn, en el que afirm con equvoco
lenguaje que los cromistas no colaboraran con el nuevo rgimen y
que si era necesario iran a las barricadas.53 Sera hasta una semana
despus cuando Obregn respondi a Morones, reprochndole que
el PLM acord adherirse a mi candidatura en el Partido Laborista
cuando a ellos les pareciera conveniente, y que a l no le tocaba

50
Ibidem, p. 59.
51
Quiroz , op. cit., p. 578.
52
Ibidem, p. 579-581.
53
Estos cargos fueron negados por Morones en su defensa. Morones habla claro, en
El Universal, 12 de julio de 1956, ya citado.
140 PEDRO CASTRO

juzgarlo, sino a la nacin.54 Obregn, furioso, ech en cara a Ca-


lles el comportamiento de su protegido, sin ningn resultado. Le
frustraba la falta de reciprocidad del presidente, que permita que
un miembro de su grupo lo atacara, despus de que el candidato
cuando se encontraba al frente del ejecutivo sacrific a varios de sus
amigos para imponer a Calles.55 En todo caso, Morones no logr su
propsito de presionar al candidato, y mucho menos de convertirse
en alternativa viable frente a alguna circunstancia extraordinaria
que impidiera que Obregn llegase a la presidencia de la repblica.
Hay quienes han querido ver en Morones un instrumento de Calles
para minar el terreno al general Obregn, y esta opinin se lleva
hasta el punto de que ambos fueron los autores intelectuales de la
trgica muerte del caudillo, por cierto uno de los temas favoritos
de los obregonistas de corazn, como los generales Ros Zertuche
y Ricardo Topete, y dems implicados en la aventura escobarista.
Queda claro que Morones fue un obstculo salvable en el camino
de Obregn de vuelta a la presidencia. Careca de las dimensiones
polticas para ser un digno rival del caudillo. El lder pagara un
alto precio por sus bravatas levantiscas contra Obregn, y tal cosa
se vio a partir de su violenta desaparicin en La Bombilla. Para con-
trarrestar las acusaciones de su autora intelectual en el magnici-
dio, y para no entorpecer las investigaciones tuvo que renunciar
a su puesto en la Secretara de Industria y Comercio, primer paso
en su eliminacin gradual del primer plano de la poltica nacional.

Palabras finales

La nota dominante en la campaa presidencial iniciada en 1927 con


tres candidatos, y concluida en 1928 con Obregn como el nico
sobreviviente, nos dice mucho acerca del escaso desarrollo insti-
tucional alcanzado hasta ese momento por la Revolucin en el
poder. Apenas cuatro aos antes se perciba un cierto juego de par-
tidos y de expresin meditica que, a pesar de las limitaciones im-
puestas por el poder (obregonista), prometan que en las tareas

54
Quiroz, op. cit., p. 609-610. A. Romanda Ferreira , Luis Morones, olvidadizo; De la
Flor , acomodaticio, en El Universal, s. f., en recortes del ASU.
55
Miguel Alessio Robles, La ratonera estaba bien preparada, op. cit.
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 141

refundacionales del Estado se incluyera la instauracin de la demo-


cracia. Pero dos circunstancias acabaron revertiendo este proceso.
Por un lado la rebelin delahuertista que dio todos los pretextos
necesarios para reservar el juego poltico a los que en el momento
conservaban el poder, y por otro la supervivencia del imperio del
caudillismo en la que un slo hombre suplantaba las institucio-
nes constituyeron el teln de fondo de un autoritarismo apenas
disimulado que alcanzara su primera fase durante la presidencia
del general Plutarco Elas Calles. El titular del ejecutivo, segn toda
evidencia, mantena sin embargo una posicin subordinada frente
a su antecesor que ahora lo sucedera en el puesto. El presidente
Calles, como es sabido, cooper cerradamente a favor de las pre-
tensiones del general Obregn. Segn algunos allegados, en su fuero
interno pensaba todo lo contrario, pero en el campo de los hechos
no escatim ningn esfuerzo que fuera necesario para apuntalar a
su amigo y jefe. La campaa presidencial de 1927-1928 acus pecu-
liaridades que la hacen una de las ms singulares en la historia con-
tempornea de Mxico. El apoyo descarnado del gobierno a favor
de Obregn, y tambin la actitud levantisca de Serrano y Gmez
fueron dos caras de una misma moneda. Todos los contendientes,
buscando la legitimidad, entraron forzosamente en un juego propio
de la democracia, pero nunca los abandon la idea de que podan
tomar el poder por la fuerza, de ser necesario. La cultura de la com-
petencia poltica por medios pacficos era inexistente en esos momen-
tos, y el peor ejemplo lo daban los candidatos, coincidentemente
todos militares, educados en la lnea de arrebatar, lo que ya era
insana costumbre. Los partidos polticos, por su parte, maduraron
en su condicin de comparsas de los poderosos, aun en el caso del
Laborista, que a regaadientes se sum a la marcha del caudillo,
aunque el jefe Morones qued atrapado debido a sus desafora-
das ambiciones en una situacin que a la postre le cost su carre-
ra poltica.
Si la campaa presidencial de 1927-1928, plagada de imprope-
rios, acusaciones ciertas y falsas, desahogos en pblico, fue grotesca
en muchos aspectos, tuvo todava menos sentido cuando quedaba en
pie un solo candidato, quien resultara ganador en las elecciones
de julio de 1928. La vuelta de Obregn a la presidencia perpetuaba
una costumbre de los peores tiempos del caudillaje en Mxico, la
de Santa Anna y la de Daz, y una funesta intervencin del destino
142 PEDRO CASTRO

funesta para l le hizo perder el paso antes de llegar a la meta.


As pasara a la historia la campaa presidencial de aquellos aos,
memorable sobre todo por sus legendarias tragedias en las que ca-
yeron sus principales actores, bizarros acontecimientos de la pri-
mera parte del XX.
La desaparicin fsica del caudillo cimbr hasta sus cimientos a
un sistema poltico que en l descansaba. Su asesinato dej un va-
co de poder que nadie estaba en condiciones de llenar, ni siquiera
el presidente de la repblica a pesar de sus muestras sobradas de
energa y capacidad para gobernar. El bloque de poder, que des-
cansaba en la hegemona del caudillo y en su alianza con el presi-
dente Calles, si no se dividi de inmediato, s mostr fisuras que se
ampliaron con el tiempo. Los obregonistas ms devotos Topete,
Cruz, Escobar, Soto y Gama, Manrique y Ros Zertuche, por men-
cionar a algunos acusaron de inmediato a Morones de ser el res-
ponsable intelectual del magnicidio, buscando que el impacto de
su acusacin terminara en el presidente en turno. Los callistas, por
su parte, se defendieron como mejor pudieron de esa verdad moral
que sealaba que los nicos beneficiados de la desaparicin fsica del
caudillo eran Calles y Morones. Manteniendo la institucionalidad en
condiciones difciles en extremo, y dando muestras de un impresio-
nante clculo poltico, el presidente convoc a la clase poltica de la
que ahora pareca el nico jefe. Los militares ms destacados del
momento, unos leales y otros no tanto, pero que constituan el n-
cleo duro del sistema imperante, acudieron cuantas veces fue nece-
sario a los llamados de su jefe, y varios de ellos Crdenas, Amaro,
Ortiz, Andreu Almazn resolvieron apoyar la frmula que se les
propona: el presidente interino deba ser un civil, de filiacin obre-
gonista, y deba ser el Congreso quien resolviera. El ungido fue Por-
tes Gil, un elemento de transicin entre los dos principales grupos,
pero enemigo de Morones como pocos. Esta nueva elevacin presi-
dencial haba sido antecedida de los memorables conceptos expresa-
dos en el ltimo informe presidencial de Calles en 1928: su repudio
a la tradicin de los hombres fuertes, en favor de las instituciones y
su compromiso de retirarse de la presidencia en el momento en que
expirara su periodo correspondiente. Pronto sera el Partido Nacio-
nal Revolucionario (PNR ) la culminacin de un penoso esfuerzo para
dejar atrs al caudillismo y a su inmenso poder. Frente a estos acon-
tecimientos, el obregonismo radical en retirada decidi jugarse la
LA CAMPAA PRESIDENCIAL DE 1927-1928 143

ltima carta. Un sector del ejrcito, en el que figuraron las fuerzas


en el norte y en Veracruz al mando de Escobar, Manzo, Aguirre,
Urbalejo y Caraveo, se rebel contra el gobierno de Portes Gil, de-
mostrando con ello que la respuesta institucional distaba de ren-
dir sus frutos. Sin que nadie se sorprendiera, se repiti el patrn
endmico de las rebeliones de los militares descontentos, que tena
en las intentonas de Gmez y Serrano sus antecedentes inmedia-
tos. Con las derrotas de aqullos, se debilitaba gradualmente la pre-
ponderancia castrense en la poltica mexicana, a favor del partido
oficial y de la hegemona de quien, al no ser caudillo, se le llam
jefe mximo de la Revolucin.
La oposicin civil, por su parte, buscaba abrirse espacio en un
ambiente poltico dominado por las fuerzas que, mal que bien, lle-
naban rpidamente el vaco provocado por la muerte del caudillo.
Desde sus orgenes en 1929, el PNR junt a los grupos dispuestos a
unir su suerte a la de una organizacin con marcadas caractersti-
cas burocrticas pero que ofreca la posibilidad de una ms ordena-
da disputa por el poder. Aunque los lderes de origen militar tenan
una incuestionable presencia en el PNR, los de origen civil tenan
un nuevo campo de accin. As, los opositores decidieron agrupar-
se en torno de la que pareca la nica figura capaz de unir a los gru-
pos disidentes y a esa fuerza en ascenso que eran jvenes inquietos,
de origen urbano y universitario, contrarios a una revolucin que a
sus ojos degener en un militarismo autoritario y sangriento. Ese per-
sonaje era Jos Vasconcelos, que cargaba con la fama de su destacada
trayectoria de intelectual metido en poltica o de poltico metido a
intelectual, si se quiere, responsable de las legendarias aventuras
por la educacin y la cultura en el periodo presidencial del general
Obregn. Dispuesto a presentar una oferta original, coherente con su
propio pensamiento, Vasconcelos se present como la mejor alterna-
tiva frente al militarismo reinante y el dominio de Calles, en una suer-
te de cruzado civilista, teniendo a su alrededor a lderes como
Alejandro Gmez Arias, Adolfo Lpez Mateos, Germn del Campo,
Manuel Gmez Morn, ngel Carvajal y Mauricio Magdaleno, entre
otros. Por otra parte, militantes maduros de la oposicin, como Vito
Alessio Robles y Calixto Maldonado, fueron de alguna manera un
hilo fuerte que lo conectaba con grupos que infructuosamente lucha-
ron contra el obregn-callismo. Vasconcelos, sin embargo, no pudo
romper con las costumbres de la poca, en la que la figura del hom-
144 PEDRO CASTRO

bre fuerte fuerza de ideas y de personalidad en el caso del oaxa-


queo, y el recurso ltimo a la asonada tenan irresistible atracti-
vo, como tambin lo era acudir al apoyo de los Estados Unidos, sobre
todo cuando la suerte no iba bien. La oposicin vasconcelista se de-
rrumb por la accin combinada del Estado y las fuerzas encontra-
das en su interior, con su doloroso saldo de persecuciones y arteros
asesinatos, frustrndose as uno de los intentos ms memorables de
cambiar el orden poltico de Mxico, dominado en adelante por un
partido oficial llamado a tener una larga existencia.

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