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Hans Gross Manual Del Juez de Instruccion

Es un libro donde se expone el dilema de juzgar al delincuente, la Autoridad estará en lo correcto mediante las medidas penales . La inserción del delincuente a la sociedad.

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Es un libro donde se expone el dilema de juzgar al delincuente, la Autoridad estará en lo correcto mediante las medidas penales . La inserción del delincuente a la sociedad.

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( par dat & i | 123§ + LS we “BIBLIOTECA DE JURISPRUDENCIA, FILOSOFIA E HISTORIA é LAAT Aninnnnnnnnnnen ~ XXX! ! -16 MANUAL DEL JUEZ PARA USO DE LOS JURCKS DE INSTRUCCION ¥ MUNICIPALES, GOBHRNADGRUS DE PROVINCIA ALCALDRS, ESCRIPANOS, OPIOIALES ¥ SUBALTERNOS DE LA GUARDIA OIVIL AGHNTES De POLIOEA, REC. RTC. POR EL Dr. HANNS GROSS, DE GRAZ traduecién dal alemén, préloge y notes POR D. MAXIMO DE ARREDONDO {TUHZ DB PRIMERA INSTANCIA FOR OFOSLOLON EX-SECRETARIO AUXILIAR POR IGUAL CONCERTO DRL TRIBUNAL DR LO CORTENCIOSO ‘Obra ilustrada con cuullitud de grabados MADRID LA ESPANA MODERNA Cuesta de Sto, Domingo, 16 Weléf. 260 ‘Re propiedad del Rditor, ‘BST. TR, VIUDA E HOS DE H. TELLO ©, de San Fronciaas, 4 PROLOGO DEL TRADUCTOR Tiempo ha sentiase en Espafia la necesidad de una obra, 4 la altura de los adelantos de la ciencia penal moderna, quo sirviera de consultor y de guia al fancionario encargado de la ardua cuanto im- portantisima misién de investigar la verdad en los hechos eriminosos, por medio de la insiruccién del sumario, piedra angular del edificio judicial en el orden de los procedimientos penales, cuyas deficien- ‘cias hacen, ya que no imposible, muy dificil al me- nos, la misién del juzgador, impidiendo no pocas veces la consecucién del fin que el Estado, en su alta estera, persigue, cual es el restablecimiento del de- recho perturbado, por la mala fe y las pasiones hu- manas. Pero si en todos los tiempos los Jueces de instruc- cidn, los Fiscales, los agentes de la policia judicial, y en una palabra, cuantos cooperan al fin juridico penal, han necesitado de obras de consulta que les ilustren sobre determinados puntos relacionados con las ciencias que pudiéramos llamar auxiliares, como son las médicas y antropoldgicas, ya que al 6 wANUAL DEL JUEZ Juez en ninguna parte, y mucho menos en nues— tro pais, se le puedo exigir que sea omnisciente y que retina un caudal tan vasto de conocimientos. que abarque en toda su extensién Jas de diversa y aun opuesta indole que reclama la dificil y abs— trusa misién que se le encomienda; si en todos los. tiempos han sido necesarias, repetimos, obras de esta naturaleza para el jurisconsulto y aun para el funcionario ajeno esta profesidn, tal necesidad se siente doblemente en los momentos actuales, en que, con el procedimiento acusatorio hoy vigente,. se entabla una lucha de habilidad entre el Juez y el criminal; lucha que se verifica con armas desigua- les, toda vez que el delincuente ha podido, antes y después de cometer el delito, utilizar cuantos medias. le sugiera su astucia 6 instinto de conservaciéu para burlar la accién investigadora del Esiado y eludir la pena; en tanto que el Juez, con los datos incom— pletos que Je suministra el hecho realizado, se ve en la necesidad de despejar la inedgnita del proce- 80, que cuidadosamente ocultan, de un lado Ja fata- lidad y de otro los esfuerzos del criminal, razén por la que, le es indispensable suplir estas deficiencias,. no.sdlo por el impulso poderoso de su talento, sino también por los consejos de la experiencia, propia 6 ajena, que 4 ésta tendrd que acudir en defecto de ja primera, ya que sin ella rara vez podra levar 4 término feliz la empresa que la sociedad le confia. Desgraciadamente para nosotros jtriste es confe- sarlo! en Espafia, en donde hay tantas ilustracio— POR EL Dr. GROSS 7 nes del Foro y de la Magistratura, son pocos, muy contados, los que se dedican 4 escribir obras juri- dicas, pues la inmensa mayoria de nuestras emi- nencias forenses consagran loda su actividad 4 la politica, y descuidan y tienen en menos la produc— cién cientifica. Esto explica Ja deficiencia de nues— tra literatura juridica en todos los ramos, pero muy particularmente en la esfera del derecho judicial 6 de procedimientos, como otros le designan- No existiendo, pues, en nuestro pais obra alguna que viniera 4 llenar el vacio de que antes hablaba- mos, no hemos vacilado en acudir 4 las literaturas extranjeras, y muy particularmente 4 la alema— na (1), que sabido es figura en primera linea en la evolucién juridica moderna; y entre los muchos li- bros que hubiéramos podido escoger, hemos dado la preferencia, por su modernismo y su mérilo in— discutible, 4 la obra del Dr. Gross, recientemenie publicada en Graz, Austria (Enero de 1893), y que tan justos y universales elogios ha merecido 4 la prensa europea. Noes el libro en cnestidn, segan podra demos— trar la simple lectura del indice, un comentario més 6 menos cientifico de la legislacién austriaca; antes ‘bien tiene un cardcter general que le hace igualmente aplicable 4 todos los paises, viniendo 4 ser un resumen magistral de cuantos conocimien— tos auxiliares necesita poseer el Juez, para el mejor (4) . Claro es que en la literatura alemana inelaimos la de Austria, 4 cuyo pais pertenece el autor. 8 MANUAL DEL JUEZ cumplimiento de su cometido; encerrando ademas una serie de consejos prdcticos, producto de la larga experiencia del autor, que ha consagrado la actividad de su vida entera 4 las funciones judi- ciales, El libro se divide en dos partes, una general y otra especial. En la primera se trata extensamente de cuanto se refiere al sumario, 4 la forma de ins— truir las primeras diligencias, al modo de apreciar el respectivo valor de los testimonios, segin las condiciones de quienes los prestan, ya sean éstos testigos 6 peritos, 4 utilizar de un modo convenien- te los servicios de estos ultimos; en una palabra, 4 servir de guia.al Juez poco practico, contribuyendo A formar su criterio. A continuacién se estudian detenidamente, todos aquellos puntos relacionados con la practica mecd- nica judicial, como son el levantamiento de planos, la forma de ejecutar los modelados y reproduccio— nes, de ciertos objetos que ofrezcan interés para la investigacion sumarial, y que conviene conser— var, etc., etc. Por ultimo, termina esta primera parte, con un estudio acabadisimo de la prensa, como medio auxi- liar de la funcién investigadora del Juez, determi— nando la forma mejor de servirse de su coopera- cién, que segin la mayor 6 menor discrecién con que se emplee, puede ser utilisima 6 on alto grado perjudicial, La segunda parte, que tiene el caracter de espe- POR EL Dr. GROSS 8 cial, pudiéramos titularla de conocimientos auai- fiares. Comienza estudiando detenidamente las lesiones y la forma de producirlas, haciendo un examen detenido de los distintos instrumentos y armas, ya blancas 6 de fuego, y determinando su uso, cons— truccién, clases y efectos que son susceptibles de eausar. No menos concienzudamente se estudian luego las huellas y rastros, punto de importancia capi- talisima para descubrir al delincuente y que por punto general se descuida bastante. Esto lleva como por la mano a! autor 4 tratar de las manchas de sangre, 4 la forma de determinar su existencia, el sér de quien proceden, etc. Después de ocuparse de estos puntos relacionados con los delitos contra las personas, pasa 4 efectuar el mismo estudio en los delitos contra la propiedad, determinando su forma de realizacién, instramen- tos usados por los criminales, etc. Finalmente, los chalanes, tahures, rufianes y de- mas gente de mal vivir, suministran materia abun- dante de estudio en los capitulos sueesivos. Y para que nada falte, aunque el autor, con su modestia habitual, diga en el epilogo que son mn— chas las deficiencias de su obra, concluye ésta eon un examen verdaderamente cientifico de las causas yefectosque pueden producir las explosiones de cal- deras y demas accidentes que 4 menudo ocurren en las fabricas modernas, cuyos aparatos, aunque 10 MANUAL DEL JUEZ maraviilosos por su complicacién y admirables por el bien que reporian, llevan también la mnerte en sus enlrafias, sacrificando 4 veces la vida del des~ graciado obrero que los maneja. Este ligero examen sera suficiente para probar la imporjancia de la obra cuya traduccién empren— demos, con el propésilo de facilitar su conocimien- to 4 aquélles de nuestros lectores que no conozcan: el idioma de Goéthe. Si tal sucede, nos considera— remos suficientemente compensados de las moles— lias que este género de trabajos ocasiona. Antes de concluir, permilasenos, sin embargo,. recomendarnos 4 la benevolencia de nuestros lec— lores por las deficiencias de que seguramente ha de adolecer la traduccion, dadas las dificultades que supone el trasladar de un idioma, 4 otro de origen completamente opuesto, pensamientos ajenos; por eso acudimos también 4 la bondad del autor, que no vacilé en confiarnos su obra para que la vertié- ramos al castellano, sin tener en cuenta que, quiza personas més habiles hubieran podido dar término feliz 4 la empresa, que nosotros temerariamente he- mos acometido. MANUAL DEL JUEZ INTRODUCCION El autor de este libro, consagrado durante muchos niios 41a prdctica de la administracién de justicia, ha Megado 4 convencerse por experiencia de que el Juez en- cargedo de verificar la instruccién sumarial, necesita, para cumplir bien la misién que le esta encomendada, conocer, no solamente los Cédigos y la interpretacién le- gal de los mismos, sino también la ciencia practica de la investigacién; y aun cuando ésta sdlo se adquiere en pri- mer término por experiencia, de algo podran servirle, no obstante, las obras doctrinales. Pero no siempre al Juez de instruecién le serd dable acudir 4 este recurso, toda vez que en momentos dados habrd de adoptar una pronta re- solucién, en la que s6lo podré valerse de sus propios co- nocimientos, teniendo 4 lo sume como auxiliar y consejero prictico, algtin libro puramente experimental, en el que pueda examinar las resoluciones que en casos andlogos adoptaron sus predecesores. A satisfacer esta necesidad se encamina la presente obra, 4 la que el autor ha proeurado Hevar el caudal de sa experiencia, En un principio concebimos la idea, para lograr mayor acierto, de eneargar 4 una especialidad técnica cada una 12 MANUAL DEL JUEZ de las partes de que se compone este estudio, como, por ejemplo, la seccién médico-jurfdica 4 un antropélogo; la referente 4 los instramentos que sirven para la comisién de delitos 4 un perito armero, y el capitulo referente & la fotografia 4 un fotégrafo. Sin dude que por este medio hubieran sido tratados log asuntos en Ja parte téenica de un modo més perfecto, pero procediendo asi no hubiéra- mos logrado uno de los fines que nos proponfamos, cual es el de conseguir Ja unidad de criterio en la exposicion. Varios son los libros relacionados con las ciencias que necesita conocer el Juez de instruccién; pero es de adver- tir que éste, para utilizar los conocimientos indicados, ne- cesita deslindar lo que le es util de lo que no le sirve de aplicacién para su carrera, no pudiendo, por tanto, encontrar en ellos lo que necesita de momento, para el mejor cumplimiento de su misién, Ademds, es de todo punto imposible que el especialista se ponga en el caso del Jurisconsulto que no tiene aquel cardcter, Seguramente el hombre de ciencia suministrard al jurisconsulto una suma de conocimientos mayor dela que se necesita. Pre- ferible serd, sin embargo, que, sin exceso ni defecto, se le proporcionen los conocimientos de mayor utilidad practica. Por las razones expuestas, mo decidi & publicar la obra por mf mismo, prescindiendo de toda colaboracién, uti- lizando al efecto la mucha experiencia y estudio de casos aislados que en mi larga practica he podido adquirir, s6- lidamente cimentados por los estudios especiales 4 que he consagrado la actividad de toda mi vida. En las varias partes de que consta este trabajo, he pro- curado reunir los datos necesarios para poder resolver en momentos de urgencia, en los que el Juez no versado atin eu el ejercicio de su profesién podrd encontrar mas difi- cultades, Disto mucho de creer que el presente libro contenga ML MANUAL DEL JUEZ material do éste, tiene que pasarse sin sus buenos oficios, nuestra obra suministra Jas ensefianzas bastantes para que el Juez adopte en esos casos de urgencia resoluciones acertadas. Esta falta de auxiliares téenicos de que hablamos, la podré. notar el Juez en diferentes casos: 1.9, siempre que no se encuentre perito en el lugar del suceso 6 ne requie- ra su intervencién la {ndole del asunto, como, por ejem~ plo, las fulsificaciones de documentos, en que la prueba del delito cometido se deduce del conjunto del texto y de los anacronismos 6 inverosiruilitad de que adolece (en- tiéndase que no nos referimos 4 documentos de fecha re- mota, en cuyo caso deberd acudirse 4 los paledlogos, ar- chiveros, etc, como versados en el estudio do la eseritura antigua); 2.°, cuando no pudiere el Juez instructor reca- bar inmediatamente el auxilio de los peritos, y le es pre- ciso, no obstante, adoptar una resolucién de graves con- secuencias para el buen éxito del proceso, como, por ejem plo, practicar una inspeccién ocular, un registro domici liario 6 cualquier otro acto de indole semejante. Los casos mencionados tendran lugar muy particular- mente en localidades pequefias, en las que no hay mas que uno 6 dos médicos, y ésios en muchos ¢asos no se en- euentran disponibles on un momento dado (1), 6 cuando el Juez se traslade del punto de residencia 4 otro distinto para instruir diligencias sumariales por un hecho para cuyo esclarecimiento entiende no es indispensable el au- xilio de peritos, y en el lugar del suceso, por cireunstan- cias accidentales, se ve necesitado de sus servicios, como, por ejemplo, si habiéndose incendiado un edificio, se des- cubriera que el incendio sélo se utilizé come medio para (1) Inttil és decir que lo que afirmamos de los peritos mé- dicos, puede hacerse extensivo 4 todos los demas. POR EL Dr. GROSS 45 ocultar un asesinato ecometido con anterioridad, caso en al que el Juez que no levé consigo médico forense, se ve- ria en una situactén embarazosa hasta que éste llegara si eareciora de la practica necesaria. Téngase en cuenta, finalmente, que aun en el supuesto de tenerle 4 su lado, no siempre encontrara ol Jues un pe- rito de grandes conocimientos técnicos, y 4 la vez practi- co en los procedimientos judiciales, condicién sin la cual su auxilio seria ineficaz, Por tiltimo, no debe echarse en olvido que por ilustra- do y practico que sea un perito, noes posible exigirle que posea conocimientos criminolégicos; raz6n por la que, es indispensable que las dos porsonalidades del Juez y del perito se compenetren de tal suerte, que el uno suminis- ‘tre al otro los conocimientos de que carezca, si la inves- tigacién ha de llegar 4 feliz término. Nuestra obra, ademas, no sdlo serd til 4 los Jueces de instruccién poco practicos, sino también y de igual modo, 4 las autoridades y los agentes auxiliares de la adminis- tracién de justicia, como, por ejemplo, Gobernadores de provincia, Alcatdes, agentes de policia, oficiales y subal- ternos de la Guardia civil, y en general 4 todos cuantos cooperan 4 la accion judizial, persiguiendo los delincuen- tes 6 instruyendo las primeras diligencias sumariales, toda vez que este libro suministra datos y consejos im- portantes acerca de los multiples casos en que dichos fun- cionarios tisuen que intervenir. CAPITULO PRIMERO DEL JUEZ DE INSTRUCCION GENERALIDADES Entre laz varias situaciones en que el jurisconsulto pue- de hellarsa en la vida, por tazén de su cargo, la del Juez de instruccién, es, seguramente, la mds caracteristica.— Supénese generalmente que su misién es en extremo ar- dua; pero nunca ge apreciaré debidamente hasta qué pun- to ea ast, y cudntas son las difieultades con que tiene que juchar, En primer término, es necesario que el que gjorza las fanciones del Juez de instraceién, posea lag condiciones fl- sicas y morales necesarias para llevar 4 cabo su cometido, tales como vigor fisico 4 toda prueba, cabal salud, gran colo, conocimientos juridicos extensos y en constante apli- cacién, no sélo en el orden penal, sino también en el civil. Necesita hallarse dotado asimismo de extraordinaria ha- bilidad y perspicacia, sin las que nunca podria obtener resultados précticos en procesos de indole complicada, ¢omo, por ejemplo, los que se instruyen por estafa, falso testimonio y otros andlogos. jAy, por tanto, del funciona POR EL Da. GROSS 17 tio judicial que se fle tan sélo en ellos de sus conocimien- tos jaridicos! La cultura doctrinal del Juez de instruccién ha de ser muy vasta, abarcando conocimientos de distinta indole; asi, por ejemplo, deberd ser versado en el conocimiento de idiomas, para no valerse de intérprete cuando interrogue 4 delincuentes extranjeros; ha de tener conocimientos de dibujo lineal y topografico, para hacer por si mismo los croquis y planos del lugar del sucego, 4 al menos apreciar debidamente los que hicieren los peritos; necesita cono- cer la medicina legal, para dirigir A los médicos forenses las preguntas que conduzcan al esclarecimiento de la ver- dad, no permitiéndoles extenderse en divagaciones intli- les, y apreciar debidamente sus informes; le es indispen- sable estar versado on las argucias y estratagemas de quo se valen los delincuentes, desde las que emplea el rufidn vulgar hasta las mds refinadas de que se vale el fullero; no ha de ignorar eémo puede falsificarse un testamento, ni las causas por las que llega 4 producirse un accidente ferroviario, la explosién de una caldera en un estableci- miento industrial, etc., etc; le han de ser familiares los recursos de que el chalin se vale para engafiar al com- prador dandole por bueno lo que no lo es; por ultimo, es indispensable que sa halle versado en contabilidad para apreciar los delitos que en este orden pueden producirse; ha de saber la jerga (argot) do que se valon los crimins- les, siéndole facil descifrar las claves més frecuentemente usadas por éstos en su correspondencia; pero todos estos conocimientos y otros muchos que seria prolijo enume- rar, ha de poseerlos el funcionario judicial antes de ser desiguado para el desompefio del Cargo, sin que sea sufi- ¢iente quo los adquiera con posterioridad, por lo cual me permitiré aconsejar que sdlo se designase para tales car— gos 4 aquellos jurisconsultos que acreditasen previamen- Manvae —] 2 48 MANUAL DEL JUEZ te poseer conocimientos enciclopédicos de 1a indole de los arriba mencionados (1), y que sean ademas naturales del pais, 6 al menos eonocedores del mismo, siendo de desear también que hubieran completado aa educacién por me- dio de los viajes 4 diferentes puntos del extranjero, para, finalmente, Hevar toda esta suma de conocimienios a} acervo connin, cumpliendo el fin jurfdico que el Estado persigue. Tan imprescindibles son las aptitudes, asf mo- rales como adquiridas, que acabamos de exponer, para desempefiar bien el cargo de Juez de instruccién, que en- tendemos que el funcionario que eareciera de las unas 6 no se considerara con fuerzas para adquirir las otras, debe renunciar al ejercicio de un eargo que seguramente — no podria desempefiar. A pesar de Jo dicho, no bastan los eonocimientos cien- tifieos por s{ soles, para formar un buen Juez de instrue- cién, sino que es indispensable que éste consagre eu actividad entera al ejercicio y perfeccionamiento de la funcién que se le encomienda, procurando aumentar el caudal de su experiencia, no sélo cuando se halla en el ejercicio de su profesién, sino también en todos los mo- mentos de la vida. Los hechos al parecer mas insignifi- _ cantes podrdn contribuir 4 este resultado, desarrollando las facultades inquisitivas y de observacién del funciona- rio judicial. La buella de una pisada, el rastro de un ani- (A) Recomendamos 4 nuestros hombres de Estado y fun- cionarios eleyades del Poder judicial, las obseryaciones tan — atinadas del Dr. Gross, relativas 4 los conosimientos del Juez de instruccién, por si en fas opesiciones 4 Ja judieatura que hayan de verificarse en Io sucesivo, creen pertinente incluir en el programa algunos temas referentes 4 los especiales co- nocimientos técnicos mencionados, que tan utiles pueden ser, sin duda alguna, al funcionario eneargado de la instruccién sumarial, So gastrin am POR EL Da. GROSS 49 mal, un objeto destrozado que se ve en el suelo, una yentana abierta en edificio determinado; todas estas cir- cunstancias, al parecer baladies, pueden servir al Juez, de inducciones sobre las que se base el cdleulo de probabili- dades, que le ha de conducir 4 Ja averiguacién de los he- chos; y no se diga que la persona encargada de instruir un sumario, podrd, sin necesidad de ejercitar constante- mente y en tal forma su inteligencia, hacer brotar la luz en un hecho criminoso; pues es evidente que una facultad cuanto mas se ejercita, mas se desarrolla, y esto sucede en mayor grado con la de inquirir. Es asimismo conveniente que el Juez se ejercite 4 me- nudo en la apreciacién del grado de credibilidad de log testimonics, poniendo sumo cuidado en el estudio de los earacteres y temperamentos, para conocer la influencia que puedan tener en las declaraciones. Este es el camino mas sencillo y practico para llegar 4 ser un buen juz- gador. II DE LA EDUCACION DEL JUEZ INSTRUGTOR Acerea de este punto, sera conveniente agregar, como corolario de lo ya expussto, que la instruecién autodi- dactica, 6 lo que es lo mismo, la que es producto dela experiencia propia del Juez, no podré estimarse como bastante por dos razones: primera, porque carece de Ta necesaria claridad para discernir aquello que eg directa- mente util de lo que no lo Sea; dificultad que sélo en parte podria vencerse después de muchos aiios de pricti- ca y amarges oxperiencias en la profesién: y segunda: porque seria imposible, sin el auxilio de la experiencia 20 MANUAL DEL JUEZ ajena, hallar y aplicar los medios auxiliares dispersos y eacondidos en los multiples ramos del humano saber; y aun en el supuesto de que esto fuera posible, la fulta de plan en la investigacién haria en cierto modo inutil la eiencia adquirida. Un elevade fancionario judicial, cuya fama cienlifica ha traspasado las fronteras de au pais, sostuvo la opinion de que seria conveniente 4 tal propésito, establecer un Jazgado de instruecién modelo, dirigido por persona ex: perta, que sirviera de escuela practica 4 los demas funcio- narios de este orden; opinién que nosotros no admitimos, porque, aunque buena en teorla, ofrece insuperables difi- cultades practicas para su ejecucién, ya por ser incom- patible con Jo dispuesto en las legislaciones positivas do muchos paises, ya también porque se lastimaria en alto grado la dignidad del funcionario judicial, sometiéndole 4 la vigilancia, y lo que es mds, dla direccién de un su- petior, en 6] desemperio de su cargo. Aunque este cpinidn se redujera, como pretenden al- gunos, 4 autorizar 4 loa Jueces para que consultasen al funcionario superior los casos dificiles, entendemos por igual modo que serfa supérfluo 6 impracticable, porque si el Juez tiene tiempo para consultarle, por no ser el caso urgeite, més facil y agradable le serfa hacerlo 4 persoua de su confianza, 6 buscar en las obras cientificas una acertada opinién. No queremos con esto significar en modo alguno que el Juez no deba tratar de asesorarse, puesto que es responsable en el ejercicio de su cargo por las ex~ tralimitaciones que cometa; ni menos que la Superioridad no deba tratar de averiguarlas, y si tan e6lo que mientras duren sus funciones, debe tener amplia libertad para apli- car su crigerio, con lo que la responsabilidad sera wads ¢8- trecha, por lo mismo que las facultades son mayores, y D0 se atenuard 6 desaparecerd por completo, como sucederia voR EL Da. GROSS PS) en el supuesto de que el funcionario judicial obrara por inspiracién superior. Aparte de esto, no siempre serfan factibles las consul~- tas de que hablamos, que sélo podrian tener jugar cuando el Juez no seapartara del punto desu residencia; pero se- an imposibles cuando tuviera que practicar una diligen- cia en sitio distante, en cuyo caso tendria que obrar por si naismo; y como precisamente éstos son los casos mas im~ portantes, como se justifica en el mero hecho de oxigir la presencia del Juez; tratandose de instruir las primeras dili- goncias, que, comoes sabido, suelen ser de importancia de- cisiva en el proceso, en ellas el acuerdo mds insignificante del funcionario judicial reviste extraordinaria transcenden - cia, viniendo, por tanto, 4 demostrarse que, 4 mas dein- conyeniente, es impracticable el sistema que censuramos. Ea corroboracién de lo expuesto, pueden citarse otros varios casos; porque gcémo el Juez de instruccién, aun cuando no se moviera de su despacho, al tiempo de veri- ficar un interrogatorio, habria de interrumpir la solemni- dad del acto y la declaracién, para pedir consejo y auxilio 4 ningun otro funcionario? Por ultimo, no ha de perderse de vista, que el despacho del Juez de instruccién no ha de ser nunca una escuela «le aprendizaje, que debe haberse verificado ya, y sf tan dio un lugar en que, procediéndose libremente y sin couc- ¢iéu de ninguna clase, se haga aplicacién de conocimien- tos de antiguo familiares. Esto no quiere decir que of Juez, durante el ejercicio de su cargo, no tenga necesidad de aprender: jcimo hemos de sostenerlo, si reconoce- mos paladinamente que el hombre esté sujeto ala ley de la porfectibilidad! Pero al ocupar su sitial, debe ya el fan- cionavio encargado de instruir ol sumario, haber termi- nado todos los estudios, sin cuya aplicacién, no pudiera cumplir su cometido, Ens MANUAL DEL JUEZ Nuestra opinién en tal asunto se reduce 4 recomendar que los Gobiernos se decidan 4 establecer catedras espe- ciales de estudios criminoldgicog, y de las ciencias auxi- liares del Derecho penal, como In Medicina legal aplicada; la erisefianza de los usos, aplicaciones y efectos de las dis- tintas armas blancas 6 de fuego; la Psicologia criminal, etc., en las que los aspirantes al ejercicio de la Judica- tura, cursasen estas materias antes de comenzar el ejer- cicio de su profesién, viniendo 4 constituiz una aplicacién de los econocimientos universitarios (1). Esta ensefianza podria basarse en hechos yerdaderos, pudiendo de esta manera adquirir el Juez los conccimientos auxiliares en que hasta ahora los {unciovarios judiciales se hallan bas- tante rezagados. La creacién de tales cdtedras seria costosa, pero el éxito que se obtuviera compensaria los dispendios hechos; pues no se debe olvidar que el fin juridico es antes que el eco- némico, y que, por tanto, el Estado que no da 4 sus fun- (1) La tendencia cientifica hoy predominante i perfeccio- nar Jos estudios especiales, que al fin y al cabo no son sino una aplicacidn practica de la ley econémica de la divisién del trabujo, hace indispensable, para llegar 4 poseer un personal idéneo en fa carrera judicial como en las demas que con ca- racter oficial reconoce el Estado, la creacién de escuelas de ampliacién de la indole de {as que el autor indica. No nega~ mos que la escasez de recursos con que més que nunca Lu- chamos en los actuales momentos en Espata, dificullard tak medida; pero pudiera conciliarse su conveniencia con la pe- ouria de nuestro Tesoro, encomendando A los altos funciona- vios del Poder judicial, 6 al personal ascendente de la Judica~ tura, la explicacién de estas asignaturas eminentemente price Licas, atendiendo en todo caso 4 los gastos, si los hubiere, con el importe de las matriculas y demds derechos que los alum— nos abonasen, entendiéndose que sdlo los aprobados en estos conocimientos podrian aspirar al desempeiio de cargos judi- eiales, aunque siempre previa Ja correspondiente oposicién. POR EL Da. GROSS 23 cionarios los medios de adquirir le vasta instruccién que necesitan para luchar con ventaja contra los criminales que tanto han perfeccionado sus practicas en estos tlti- mos tiempos, no cumple bien el fin juridico que Te esté encomendado. El Estado que tal hiciera, no sélo serfa responsable de debilidad para con Jos delincuentes, sino que olvidaria por completo el deber que tiene de garantir la existencia y propiedades de los ciudadanos honrados, Jos que 4 su vez adquieren como miembros de la sociedad juridica, el derecho de exigir 4. los Gobiernos, como mani- festaciéu del Estado oficial, el empleo do todos aquellos medios que la ciencia y el poder humane les proporcionan, para vencer en la lucha que la sociedad entabla contra Jos perturbadores del orden juridico. OT MISION DEL JUB% INSTRUCTOR Si estudiamos detenidamente Ja forma en que el Juez ha de lienar ix misién que se le encomienda, nos con- venceremos de que su fin principal, es el feliz resultado de la investigacién sumarial. Claro es que para alcanzar buen éxito en ella, tendrd el fancionario judicial que con- centrar sus facultades intelectuales, sin darlas un momen- to de reposo, yaligndese de toda clase de medios licitos, y empleando tal perseverancia, que desde luego podemos afirmar, que las personas dotadas de cardcter poco cons- tante, y faltas de tenacidad, harfan bien en no dedicarse al cargo de Jueces de instruccién; pues es evidenie que para éstos, no hay términos medios: 6 llevan la investi- gacion 4 feliz término, 6 es inttil é infruetifero ol trabajo 2s MANUAL DEL JUEZ empleado. Ahora bien; entiéndase que para nosotros al éxito no se reduce al efectismo de relumbrén, y existe no tan sdlo en las investigaciones en que la verdad resplan- dece, sino también en aquellas otras en que, habiéndose dirigido Ja instruceién acertadamente y empleado todos los medios racionales conducentes al esclarecimionto del hecho, este propésito no se logra, por las deficiencias hu- manas, que no nos ¢s dable yencer. Por esto conviene te- ner presente, que hay sumarios mal instrufdos 4 los que, sin embargo, la casuslidad corona con el éxito, y otros, por el contrario, perfectamente llevados, en que aquél no selogra; razén por la que, el encargado de Ja instruccién no ha de aspirar & conseguir esos éxitos eflmeros, produe- to de las circunstuncias; y sf tan sdlo 4 aplicar los prin- cipios que la razén y la experiencia de consuno dictan en casos semejantes, sea cualquiera el resultado obtenido. Pero no bastard que e6 haya tratado de esclarecer el hecho, como suele decitse, ni serd suficiente Ja frase tan usual «se ha hecho lo posible,» «se han puesto los me- dios;» es indispensable que se hayan agotado todos los Tecursos que la ciencia y la razon aconsejan, para que ol Juez que no obtiene favorables resultados, haya cubierto su responsabilidad, El funcionario judicial ha de plantear por s{ mismo los téxminos del problema, sin perder de vista que en el pro- cedimiento acusatorio hoy vigente, ha de luehar, en pri- mer término, con la resistencia del acusado y & menudo de los testigos, y on Segundo lugar, con las sombras y obscuridades que la distancia y el tiempo arrojan sobre el proceso; pero estos inconvenienies, més 6 menos gra- ves, casi nunca gon insuperables, y) por tauto, no ha de confundirse el término déficultad con el de imposibilidad. No negaremos que con el sistema vigente se estimulan menos las energias del Juez que con el ingnisitivo, tods POR EL Dr. GROSS a5 vez que se nos exige mucho y se nos conceden pocos me- dios para llevar 4 cabo nuestro comaetido, Se nos pide hu- mauidad para los procesados, y se nos niega intervencién en las primeras diligencias sumariales, que el Juez ins- pecciona, pero no dirige. Se nos encomienda la direccién, pero no la aceién; se pretends que esclarezcamos el he- cho, sin emplear ningin género de coaccién sobre el pre- sunto delincuente, y todas estas restricciones que se nos imponen 4 nombre de una escuela acogida con tanto en- tusiasmo, {para qué han sorvido en realidad? éQué bene - ficiog reportan? La excesiva humanidad observada con el criminal, es injusticia para la mayorta de los cindudanos, que por el empleo de esa lenidad, yeu impunes muchos delitos, El alejamiento de las primeras diligencias, se ha trocado en abandono, la inaecién on desorden, y Ja falta de medios coercitivos, ha dado margen 4 esos simples in- terrogatorios, en que el Juez lucha y se esfaorza, no siem- pre con éxito, por vencer en la lucha moral que entabla con el delincuente, So objetara queen muchos sumarios se ha logrado feliz éxito con el empleo del procedimienta acusatorio; pero ese resultado no debe atribuirse 4 su virtualidad, sino 4 la pericia del Juez y al empleo de las doctrinas tan pros- criptas hoy del procedimiento inquisitivo. Un proceder y una conducta enérgieos del Juez para el delin cuente con- tribuirdn de un modo eficaz al mejor resultado de la prae- ba, lo que rara vez ha de lograrse con el sistema de con- templaciones hoy en boga (1). (4) No es el propésito det autor, como se tendra ocasion de ver mas adelante, defender Jos procedimientos inquisito- riales para la instruceién sumarial, y sf tan sdlo protestar contra el abuso que viene haciéndose del sistema acusalorio. basado en exagerados principios de escuela, y que en su de— seo de evitar injusticias y abusos del funcionario judicial, 26 MANUAL DEL JUEZ El Juez, sii embargo, llamado 4 cumplir su misidu con arreglo 4, las preseripciones de los Cédigos modernos, encontrard medios, 4 pesar de las dificultades expuestas, para llevar 4 cabo su cometido. El célebre jurisconsulto Jageman dice 4 tal propésils «que rara vez se encuentra un sumario que satisfaga por completo lo exigido por 1a ciencia y por las leyes, pues son muy pocos les casos en que el investigador judicial, pudiera justificar la perfecta legalidad de todas Jas ac- tuaciones practicadas, ni tampoco razonar los motivos qué han dado margen 4 la resolucién adoptada.» |Qué pocas serfn, en efecto las veces, en que podamos observar én la instruccién sumarial la aplicacién de los principios de una escuela cientifica! Generalmente el Juez acumula ma- teriales probatovios, sin obedecer 4 un plan preconcebido, y lnego entresaca de ellos, los que juzga mds utiles para entablar su lucha moral con el procesado. En el supues- to de que tales medics de prueba no fueran bastantes, so procura traer otros nuevos, allegados al acaso y sin res- ponder 4 un plan; y si tampoco producen resultado, se da el sumario por coneluido. Pues bien: este sistema, que nunca censuraremos bastante, tan sélo conducird & re- sultados ofimeros, hijos de la mera casualidad, y que nin- gin mérito atribuyen al Juez de instruccién, el cual es coloca 4 éste en muchos casos en situacién embarazosa. Lo que lan sélo quiere significar es que no debe desecharse en absoluto el procedimiento inquisitive, si ha de lograrse éxito en algunos sumarios, y que no debemos Ievar nuestra con- sideracién al delincuente, hasta el punto de olvidar los inte~ veses de Ja sociedad, que ei Estado tiene obligacién de defen- der. Por lo demas, sabido es que en la préetica cuantos han ejercido el cargo de Juez de instruccién, han tenido que echar mano, siquiera de un modo prudencial, de alguna me- dida inquisitiva, de lo cual es buena prueba un célebre pro- veso seguido recientemente, POR EL Da. GROSS 27 muchas veces el primer sorprendido con el éxito logrado. Por eso recomendamos en primer término, la adopeién de un plan racional y cientifico, con arreglo al que se ha de dirigir la instruccién, y que sélo habra de alterarse, cuan- do nuevos elementos allegados al proceso lo exijan. Iv DE LA MANERA DE PROCEDER DEL JUEZ DE INSTRUCCION Importa mucho al funcionario judicial, una vez co- menzada la instruccién del sumario, escoger el momento oportuno y propicio para formarse una opinién légica y firme acerca del asunto, porque en los casos dificiles, de- pende de esta cireunstancia, la obtencién de un éxito fa- vorable. Si el Juez formara opinién prematuramente, ésta se convertiria en prejuicio, merced al que se perderia ol hilo verdadero del proceso, que luego quizé no se pudie- ra anudar, convirtiéndoss la investigacién, por falta de oportunidad, en un verdadero caos, El momento preciso en que ha de adoptarse el plau no se puede prefijar de antemano, pues depende de las cir- cunstancias, y adlo la diserecién y buen eriterio de! Juez pueden precisarle; pero bien podemos afirmar a priori, que el funcionario judicial, si procede sistematicamente, habra de encontrar la oportunidad que se busea, toda vez que ha de ser la resultante del plan concebido y de lag diligencias practicadas, No es conveniente, por tanto, formar opinién definitiva en las primeras diligencias, porque el atestado que las auto- 28 MANUAL DEL JUEZ ridades gubernativas remiten al Juez, tan sdlo puede servir 4 éste como prueba indiciaria de que, en un lugar cual- quiera, se ha consumado un delito; pero nunce de las eir- cunstancias que on él an concurrido, ni de los méviles 4 que obedecié. Tampoco debe darse importancia excesiva 4 las indica- ciones que suelen hacarse 4 la autoridad judicial, desde los primeros momentos de la comisién de un delito, ya por la prensa, ya por algunas personas, sefialando 4 al- guien como presunto culpable, Este género de denuncias, pueden ser equivocadas, i obedecer 4 una malquerencia, razén por la que, el Juez de instraccidn, sin desecharlas en absoluto, sdlo debe admitirlas en el caso de que res- pondan 4 su propio criterio, inico que debe sorvirle de guia. Estos consejos habra de tenerlos en cuenta muy par- ticularmente ol Juez de instruccién cuande, tratandose da un delito grave, haya de practicar diligencias en punto distinto del de su residencia. Las impresiones que reciba seguramente habran de sugestionar sa animo, y tendra bastante trabajo con depurarlas y analizarlas 4 los ojos de la sana razén, sin dar oidos 4 influencias ajenas, que tan sélo podxian distraerie del asunto principal, Mas no se entienda por esto que el Juez no deba eseu- char las observaciones que se le hagan , pues su inteligen- cia y su memoria, deben ser en tales momentos, 4 manera de esponjas, que absorban todas las ideas 6 indicios rela- tivos 4 la investigacién, para luego verterlos on la vasija del proceso, tomando el agua y el cieno juntamente, sin perjuicio de separar luego de un modo cuidadoso, Lo utili- zable de io que no lo sea. Este trabajo de depuracién, sera mds perfecto 4 medida, que la investigacién avance, porque efecto de las luces trafdas al proceso por testigos que estimo verfdicos, por POR EL Da. GROSS 20 el dictamen de peritos concienzudos y demas datos del sumario, podra el Juez formarse idea del modo como el yao ha podido verificar el erimen; llegaré 4 comprobar la fecha y hora en que el delito so cometié, de igual modo que les medios de que pudo valerse el criminal para rea- lizarle; y reconstituyendo, en fin, dentro de lo probable, el hecho del delito con todas sus cireunstancias, podra for- marsé un criterio provisional, que puede rectificar poste- riormente con los nuevos datos sumariales, Defendemos la reformabilidad del criterio del Juez, por- que el plan del sumario reviste un cardct-r especial y no puede compararse, por ejemplo, al que forma un arqui- tecto antes de construir un edificio, en el cual las rectifi- caciones posteriores perjudicarian 4 la unidad. El plan del stumario se basa en elementos contingentes, y sélo pueden irazarse en él las lineas generales y los grandes trazos, nunca los detalles; semejandose en cierto modo al que for- ma el Estado Mayor del ejército antes de emprender una campafia, que ha de rectificarse sobre el terreno, cuando lo exijan los cambios de posicién del enemigo. Sdlo en el caso en que por el resultado de las primeras diligencias y la importancia de égtas llegara el Juez 4 for- mar una conviccién firme, podra y deberd trazar por an- ticipado el plan sumarial, queen tal supuesto debe seguir con perseve rancia hasta el fin, Insistimes en este particular porque, aun cuando se trata de consideraciones que por su sencillex se halla al aleance de todos, es, sin embargo, muy conforme 4 los impulsos de nuestra naturaleza, el aferrarse tanto mas a una idea, cuanto mayor ha sido el esfuerzo que nos ha eoatado concebirla; y para eyitar que este innato senti- miento, influya en las resoluciones que el Juez adopte, es de necesidad, que en cada nueva diligencia, se estudie des- apasionadamente el asunto, haciendo cago omiso de ideas 30 MANUAL DEL JUEZ preconeebidas, para poder dar 4 la instruccién un nuevo rambo, si las circunstancias lo exigieren (1). Pfister dice con mucho aciorto que el mayor mérito del Juez consiste en llevar la investigacién de tal modo, que por la simple lectura del sumario, se reconozcan las hue- llas de la mano que lo dirigié, pues el Juez, como el ar- tista, debe imprimir cardcter de personalidad 4 sus obras, Como Jos instantes son preciosos en la instruccién de las primeras diligencias sumariales, seré conyeniente que el Juez, procure no abandonar ninguno de los hilos de Ja trama, y siga 4 la vez las diferentes pisbas que puedan con- ducir hasta el criminal, sin perjuicio de dar mds impor- tancia 4 la que, seguin el criterio provisional formado, juzgue verdadera. De no proceder asi, se expone 4 que, si ja tnica pista seguida resultare equivocada, y se ha per- sistido durante mucho tiempo en ol error, acumulando abundantes materiales de prueba en determinado senti- do, estas diligencias eutorpezcan la accion judicial, y Jo que os mds sensible, hagan, que se haya perdido inutil- mente wn tiempo precioso, quo hubiera podido aprove- charse de oira suerle y que ya uo es posible recobrar. Como lo més dificil en Ix investigacién, es el cambio de plan, cuando el Juez se convence de haber seguido una pista equivocada, deberg ésts poner sumo euidado al vorifi- carlo, procurando en primer término estimular 4 sus agen- tes y auxiliares, para que no desmayen en la empresa en (1) No se olvide que el prejuicio es el primero de los de~ feetos que los partidarios del moderno sistema de enjuiciar atribuyen al Juez perito, y, por tanto, siquiera haya exagera~ cidn en eslas afirimaciones de escuela, debe con sumo cuidado evilarse, no sdlo en Ja instrucvién sumarial, sine también en los acuerdos que se adopten por el Magistrado, ya que una y otra funcién ha de desempeliar en nuestro pais el fancionario judicial, segin ¢} nuevo arreglo de Tribunales, POR EL Dx. GROSS al vista de lo negativo del resultado obtenido; y no olvidando nunea que, al dar al sumario nueva direceidn, ha de encon- trar.aumentadas las dificultades y acrecidos los obstacnlos, puesto que varla por completo la indole de la prueba, por haberse destrufdo quiz4, elementos preciosos de imposible sustitucion. El medio mejor de que el Juez dispone para obviar es- tos inconvenientes, es el utilizar discretamente el perso- nal y agentes auxiliares puestos 4 su servicio, distribu- yendo entre ellos lag funciones inquisitivas para gue, sin formarse idea del conjunto, eada uno por separado, no se desanimen por el fracaso obtenido. Divese hoy generalmente que lo expuesto se halla en contradiecién con la misién del Juez, porque éste no debe ser confundido con un agente de policia; y los que tal opinan, no deben perder de vista que los resultados préc- ticos contrarian sus afirmaciones, pues si bien nadie pre- tenderé que el Juez realice actos que no encajan en sus facultades, no cabe desconocer tampoco que ha de ser el Unico que tenga en sus manos los diferentes hilos de la trama del proceso, y que los agentes auxiliares han de hallarse subordinados 4 Ja direceién del sumario. La for- ia de ejecutar los mandates que se le confien sera, si, de la exclusiva competencia ¥ responsabilidad del agente en essos determinados; Pero aun en tal:supuesto es evidente, que el impuiso ha de venir de Ie autoridad judicial. A menudo se coloca & la policia en una situa yooa, ya por ensalzarla demasiado, Ya por ¢on exceso. Esto ultimo, cuando se considera #0 rebaja si interviene ex }; cién equi- deprimirla que el Juez las funciones del agente coope- rando 4 su obra; y lo primero, euando se la concede ple- na autonomia, permitiendo que aquélla obre por su cuen- tay sin supeditarse al Juez, Sélo se dard al asunto Ia Solucién debida, resoiviendo esa aparente antinomia, 32 MANUAL DEL JUEZ ee cuando el Juez trabaje mancomunadamente con sug agentes, suministréndoles cuantos datos posea y conside. re pertinentes para el esclarecimionto del hecho persegui- do. Procediendo de ese modo, tendraé derecho 4 exigir, en cambio, que la direccién completa y absoluta de las ins vestigaciones esté tnicamente en sus manos, y que no so dé un solo paso sin su anuencia, El impulso ha de partir del Juez; el movimiento y la accién, del agente; mas uno y otro han de armonizarse para que el éxito sea favora- ble, He aquf la verdadera solucién det problema. El funcionario judicial celoso del eumplimiento de su deber, se prestard de buen grado 4 esta compenetracién tan necesaria de que hablamos, y su condueta redundarg en tillimo térmiuo en beneficio de la administracién de justicia, puesto que sdlo de este modo podré satisfacerse Ja necesidad, que nunca encareceremos bastante, de que el funcionaric judicial conozca 4 fondo & sus agentes, asi como también las opiniones que éstos se formen de cada aso en particular, Tan luego como en un proceso cualquiera leguen & tomar cuerpo las sospechas que pudiera haber en contra de determinada persona, se considerard llegado el mo- mento de emprender en la investigacién sumarial una senda determinada; y suponiendo que haya motivos bas- tantes para ordenar la detencién del presunto culpable, el Juez podré utilizar los recursos de que dispone, nece- sitando en mayor grado los auxilios del personal policia- ©0, utilizando 4 cada agente segtin sus talentos y aptitu- des, y dando 4 cada uno la comisién mds en armouia con Bus gustos € inclinaciones, cosa que no podria hacer si no conociera dstas con anterioridad. Una vez verificada la eleecién, no conviene, 4 menos de tratarse de una necesidad apremiante, cambiar el per- sonal que ha comenzado 4 instruir diligencias en un su- POR EL Dr. GROSS 33 mario, pues e] mayor conocimiento adquirido y el deseo natural de Ilevar 4 feliz término la empresa, servird de poderoso acicate para el mejor resultado, Siel sumario apareciera obscuro 6 las pruebas no fueran concluyentes, el Juez encontrard en las opiniones de los agentes, sospe- ehas mas 6 menos fundadas que podra utilizar, encomen- dando 4 cada uno la practica de aquellas dililigencias que puedan conducir 4 comprobar la verdad de su opi~ nidn. Luego de haber dispuesto que cada direccién, cada pista tenga su investigador, podré el funcionario judicial utilizar la que crea mds acertada, 4 la manera del ojeador que, después de lanzar 4 sus sabnesos por diferentes ras- tros, sigue luego el que cree ha de llevarle al encuentro de la res perseguida. Micntras tienen lugar estas investiga- ciones, el Juez de instruccién debe procurar que se le tenga al corriente de todas las practicadas, examinando cuidadosamente lo que de ellas resulte, Y comprobéndolo con los dems datos que posee. Sucede 4 menudo que la policta cree haber dado con el culpable, término de su misién, Y, por tanto, ne practica nuevas investigaciones. Ahora bien: como es posible que el funcionario encar- gado de la instruccién sumarial no participase de estas opiniones, y ereyendo inocente al procesado le pusiese en libertad, podrian surgir rozamientos con tal motivo entre la policta y el Juez, sin poder evitarlo éste, cuyo primer deber es, sin duda, el de no procesar 4 nadie sin pruebas suficientes. He ah{ por qué recomenddbamoa mas arriba que el Juez de instruccién no comunicasé 4 sus agentes otros datos que los necesarios para cumplir la misién que se les encomienda, dando 4 cada uno distintas comisio- nes que aparentemente no guarden relacién entre si, Manvar —1 3 oe MANUAL DEL JUEZ v DE LOS PREJUICLOS DEL JURZ Técanos tratar en este momento de los prejuicios que pueden influir en el Animo del Juez, y que tan graves ma- les y errores juridicos son susceptibles de producir; y tanto mas se necesita evitarlos, cuanto que, si bien pueden ma- nifestarse siempre, incurren con més frecuencia en ellos los Magistrados més practicos y celosos en el cumpli- miento de su deber. Las reglas que anteriormente hemos expuesto y los consejos que damos, si se aplican con fidelidad, evitaran seguramente estos inconvenientes; sin embargo, insistire- mos en el particular, teniando en cuenta que el prejuicio es el mayor enemigo del Juoz. El criminalista de oficio y el Juez rutinario no suelen reflexionar sobre los hechos sumariales, y dejan que éstos se desenvuelvan 4 merced de las circunstancias sin tratar de contrariar el influjo de éstas; pero, por el contrario. aquellos Jueces que reflexionan profundamente sobre el sumario, llegarén con mds facilidad, llevados de su cola 4 consecuencia de un hecho mal comprendido 6 al que se ha dado exeesiva importancia, 4 adquirir el prejuicio. Es- tudiindonos 4 nosotres mismos, comprenderemos bien lo facil que es adquirir los prejuicios y lo que cuesta el dea- echarlos, aun después de haber reconocido su escaso fun- damento, cuando han legado 4 aferrarge en nuestra inte ligencia. . Este proceder eg tan natural y humauo, que la propi POR EL Da. GROSS 33 experiencia nos dice, que no bien conocemos los ante- cedentes de un hecho, surge en nuestra imaginacién la idea de la, forma en que se habrau realizado los aconteci- mientos; y como éstos en la mayoria de los casos han ocurrido de manera distinta, es evidente que la idea pre- coneebida, si no es desechada, habra de perjudicar 4 la investigacién . Muchas son lag causas gue pueden influir en la forma- elon del prejuicio, como, por ejemplo, una expresién pro- nuneiada al azar, que el Juez interpreta en determinado sentido; ciertos rasgos fisionémicos del reo que le impre- sionan desfavorablemente y le hacen sospechar de su cul- pabilidad; los antecedentes penales del supuesto delin - cuente, 6 los informes particulares que el Juez tenga de su conducta, y otras varias andlogas que seria prolijo enu- merar, Y cuando tales presunciones no descansan en una base sdlida, pueden dar margen 4 errores judiciales de gran transcendencia, que extravien la accién persecutoria del Estado y que, por tanto, es preciso 4 toda costa evitar. A tales motivos de prejuicio se agregan otros de diversa, indole, como, por ejemplo; el caso en que el Juez entien- da que la circunstancia a 6 6, una vex probada en el su- mario, hard que éste se encamine en determinado sentido, deduccién que en ocasiones puede ser muy fundada; pero que hace que si la prueba de las circunstancias dichas se prolonga més alld de lo calenlado, ja accién judicial, mientras esto sucede, soa indecisa y vacilaute; y si, final- mente, el resultado de la prueba demuestra que dichas cireunstancias deben influir en el sumario de manera dis- tinta 4 como primeramente se creyé, es muy diffeil sub- sanar Ja falta cometida, como también que el Juez mar- che por la nueva senda que tiene trazada . Otras veces depends el prejuicio del equivocado exa- 36 MANUAL DEL JUEZ men que el Juez de jnstruccién forma del asunto, y de la impresién falsa que éste le produce; pues as{ como la im- presién fisiea de la retina no es la misma en une persona que en otra, ast también la impresion psiquica puede oca- sionar andlogos efectos; y de igual modo que nos cuesta trabajo admitir el error de nuestros ojos, aceptando como tales los eapejismos que 4 nuestra vista aparecen, de idén- tica manera nos e8 penoso reconocer jos errores de nues- tra inteligencia. Pero atin mds que todos estos defectos psiquicos, con— tribuyen 4 crear prejuicios aquellas exageraciones & que todos, en mayor 6 menor grado, somos propensos, que tienden & aumentar 6 disminuir la importaneia de los he- chos, atribuyéndoles mds 6 menos proporciones de las que en realidad tienen. Es evidente que ningtm Juez ha de querer exagerar voluntariamente las proporciones del hecho que motive el sumario que instruye; pero es tan propio de Ja naturaleza humana buscar en la vide mis bien lo excepcional y extraordinario quo lo natural y co- rriente, que, sin darnos de ello cuenta, todos propendemos 4 ial exageracién. Esta iendencia de que hablamos no es siempre tan perniciose, si bien se mira, porque mediante ella, en las relaciones ordinarias de la vida, tendemos a embellecer las personas y objetos que nos rodean, ya atri- buyéndoles cualidades de que carecen, ya exagerando las que en realidad poseen, y sinsu intervencidn, fuera diffeil que nos formaramos verdadero concepto de lo bello, ast postico como moral. Ademas, la propensién exageratoria de que venimos tratando, puede ser causa, si examinamos Ja cuestién bajo el punto de vista del sumario, de que al funcionario judicial, por la exagerada importancia qué atribuya 4 un hecho, dedique su actividad de un modo tads intenso 4 su averiguacién, lo que ciertamente no 56 ria un mal. POR EL Dr. GROSS 37 Preciso es, no obstante, apartar al Juez de esta ten- dencia, si no se quiere que se convierta, mediante ella, en un funcionario peligroso. Por esto es indispensable sus- traorse A su influjo, sin que baste oljetar, como ya hemos dicho, que en ocasiones reporte ventajas; pues éstas nun- a compensaran sus inconvenientes, ni pueden justificarse por ser naturales, porque todas las influencias, por natu- rales que sean, pueden ser contrariadas por el esfuerzo de Ja voluntad bumana. Es de necesidad, por tanto, que el Juez se observe 4 menudo 4 si mismo, recapacite sobre sus opiniones y trate de rectificar los errores de concepto en que hubiera podi- do incurrir, deslindando lo verdadero de lo falso para lo- grar reducir el asunto 4 sus yerdaderos y justos términos. De ah{ el que recomendemos 4 nuestros compafieros de profesion, que poagan sumo cuidade en enfrenar Los yue- los de avi imaginacién, ain mas despierta y viva en los paises meridionales, depurando sus opiniones por el cri- terio de Ja razén, y analizando con el escalpelo de Ja erf- tica, todo lo que pueda revestir cardcter de prejuicio. VI DE ALGUNAS CUALIDADES QUE DEBERA TENER EL JURZ DE INSTRUCCION Ampliando el concepto que ya expusimos acerca de este punto, afirmaremos sin ambajes, que para realizar nuestro ideal en la materia, necesitariamos una persona- lidad dotada de la suma de buenas condiciones exigibles al sér humano. Por eso dotarfamos 4 ese tipo ideal, de in- 38 MANUAL DEL JUEZ teligencia elarfsima, celo incansable, abnegacion comple- ta y pereeverancia 4 toda prusba, gran penotracién y co- nocimiento de los hombres y de sus pasiones, cultura vas- tisima en diferentes ramos del humano saber, ote., etc, Mas como no desconocemos que no siempre es dable la perfeccién, ni en este punto ni en otro alguno, nos con- tentaremos con que todas esas dotes de que hemos hecho menei6n, y otras varias de que trataremos, se retinan en el fancionario judicial, si no en el grado eminente de per- feccién que constituiria 1a meta de nuestras aspiraciones- al menos en el justo medio indispensable para el buen cumplimiento de la misién que al Juez se encomienda. Una de las cualidades ingénitas que ha de reunir un buen Juez de instraceién, es la de hallarse dotado de gran energia y firmeza de dnimo, pues nada mas denigrante é intitil para la administracién de justicia que un funeio- nario débil 6 indolente, A cualquier hombre, hasta al mi-+ litar mismo, le es menos necesaria esta cualidad que al Juez de instruccién; y tan necesaria la consideramos, que desde luego nos permitimos aconsejar a todo aquél que no se halle dotado de esta gran suma de energia, que re nuncie 4 tal profesion y dirija su actividad por otros de- rroteros. Y no se crea que esta energia de que hablamos se re~ quiere solamente en casos determinados y concretos, co- mo, por ejemplo, cuando el Juez se halla en el ejercicio de sus funciones ante un delincuente discolo 6 rebelde, 6 cuando tenga que proceder ayudado de sus agentes 41a detencién de un criminal importante, sino que es preciso que la ostente en todo, hasta en los mas insignificantes actos de su vida publica, Da pena examinar la parsimonia, meticulosidad y has ta miedo, con que algunos Jueces instructores tratan 108 asuntos espinosos y comprometidos, y, por el contrarid. POR EL Dr. GROSS 39 regocija y consuela contemplar la energia, la audacia, de que otros funcionarios judiciales han hecho gala en asun- tos semejantes. La falta de habilidad y experiencia pueden compen- sarse en parte con una gran dosis de energia; pero la au- sencia de ésta, no puede sustituirse ni con habilidad ni con nada, A. este propésito conviene recordar la incomparable fra- se del gran Gosthe que viene de molde 4 los criminalis- tas, y dice: «No pegues nunca en el avispero; pero si lo haces, da de firme.» Schlag nicht leichthin in ein Wespennest Boch wenn Du sekdagt coschlage fest, que referido 4 nuestro propésito podria traducirse-del si- guiente modo: «Si te sientes débil, ‘no seas Juez; mas si lo eres, sé enérgico y firme.» Otra cualidad que seria conveniente poseyera el Juez, es la exactitud y eserupulosidad matematica en todos sus actos, con lo cualno queremos significar que ha de hacer que se consignen flelmente cuantas diligencias practica, porque tal obligacién se deduce de la veracidad, que debe- ra ser su norma siempre, si no queremos dar 4 entender que el funcionario judicial debe comprobar y verificar por s{ mismo la certeza de las indicaciones y datos que se le suministren, porque no ha de echarse en olvido que el progreso actual de la ciencia criminolégica inquisitiva se debe en gran parte 4 le mayor fidelidad con que se prac- tican las diligencias sumariales. 8i comparamos dos obras que versen sobre la investi- gacién sumarial, y entre cuya fecha de publicacion me- dien veinte afios de diferencia, se evidenciaré de seguro el progreso aleanzado. Es indudable que todo aquél que investiga ha de des- 40 MANUAL DEL JUEZ cubrir algo como producto de su pesquisa; pero en gene- ral podemos afirmar, si comparamos log resultados obte- nidos por dos inyestigadores, que no el mds inteligente, sino el que trabaja con mds exactitud, es el que obtiene mejor éxito en la empresa. Abora bien: si la exactitud en los datos producto de la inyestigacién es causa de que se logren tan maravillosos resultados para el progreso de todas Jas manifestaciones del humano saber, es evidente que también debemos apli- carla 4 la ciencia procesal criminoldgica, objeto de nues- tras investigaciones. Por iiltimo, si se quiere saber en qué consiste el traba- jar con exactitud, contestaremos que en no confiar sino en si propio, 6, en otros términos, en no fiarse ni aun del propio criterio si no se confirma por los hechos, y, en una palabra, en obseryar y siempre observar. El que de tal manera proceda ira por buen camino; pero se extra~ viaré seguramente el que, por dar crédito 4 hipétesis mas 6 menos probables, abandone 6 descuide siquiera el cam- po de la observacién, iCuantos lamentables errores judiciales se hubieran evi- tudo si en vez de servirse los Jueces de datos ajenos, no siempre bien comprobados, slo hubieran atendido 4 los propies! Pero se nos objetaré que en la ciencia de la investiga- cién sumarial rara vez podemos observar por nosotros mismos, sino que hemos de valernos de datos ajenos en la reayoria de los casos; y siendo esto verdad, gedmo ha de poder el Juez yerificar la comprobacién que se le exi- ge? En ego estriba precisamente lo diffeil ¥ espinoso de la misién judicial: en resolver la antinomia entre la falta de medios de comprobacién y la necesidad de depurar los hechos; pero este inconveniente (que no negamos lo es) 4 evita en parte mediante la diligencia del Juez para POR EL Dr. GROSS 4“ comprobar cuantos datos le sea dable, supliendo en los demas casos con su buen criterio y los medios que tiene 4 au aleance lo que la natural deficiencia del hombre im- pide realizar en absolute. Por eso recomendamos muy eficazmente 4 nuestros compafieros que, por muchas que seau las dificultades que esto ofrezca, se trasladen siempre al teatro de los su- cesos para comprobar sobre el terreno los informes ad- quiridos, no renunciando 4 verificarlo mas que en el caso de imposibilidad absolute. Creemos conveniente, para comprobar la verdad de lo dicho, citar un ejemplo préctico: en la instruecién de un sumario importante se verificaron multitud de diligen- cias judiciales, de lag que se sacaban deduceiones perfec- tameute logicas, y que de haberse acepiado hubieran sido de importancia decisiva para la resolucién del asan- to. En el momento eritico, y cuando ya se iba a dar por terminada la instruccién sumarial, ocnrridsele preguntar 4 una persona que no habia intervenido en ella (recor- dando que el punto esencial de la prueba se hallaba ba- sado en la distancia existente entre dos puntos, de uno de los que ee suponia habia partido el delincuente 4 hora fija) si se sabia & punto fijo que la distancia referida era, en. efecto, de 2.000 pasos. So le replicé que dos testigos practicos en el pais habfan afirmado ser la distancia, en efecto, de 2.000 pasos; mas habiéndose fijado el Juez en la importancia de la observacidn, hizo que se midiera exactamente aquélla, comprobandose entonces el error cometido, pues la referida distancia era tan sélo de 450 pasos, con lo que se vino abajo todo el edificio cimenta - do sobre las deducciones aparentomente légicas de que se ha hecho mencién. Pero si es relativamente facil la comprobacién de da— tos de la naturaleza del expuesto, es en cambio dificil 42 MANUAL DEL JUEZ cuando se trata de averiguar la certeza de las declara. ciones testificales, sobre todo de aquéllas en que se pre- sume que el testigo ha querido decir verdad, no siendo posible Hevar & cabo la demostracién de la verdad do jo que se afirma. En tales casos, recomendamos al Juez que proceda 4 tenor de la frase ad oculos demostrare, por sensi- ble que le sea preseinudir de tales testimonios. Pongamos un ejemplo: dice un testigo que Fulano (el acusado) ha maltratado 4 Zutano durante diez minutos, hecho que niega el presunto delincuente. gDe qué modo confirma- riamos la verdad del hecho? Del modo mas sencillo: fijén- donos en el concepto que el testigo tenga del tiempo trang- currido, para lo cual, con el reloj 4 la vista, le dirfamos que nos manifestase el tiempo que, segtin él, duré 1s agre- sidn, fijando el momento en que comenzé y el de su ter- minacién. Supongamos que, no bien transcurridos uno 6 dos minutos, el interrogado exclama: «jNo durd méasls ¢Necesitariamos otro dato que nos probase lo exagerado del testimonio? Supongamos que en otro caso en que se trata de abr-. nar la procedencia de un ruido, el testigo declara que, se gun él, provenia de abajo. Si de un examen andlogo al anterior resultare que no se da cuenta clara de la diret eién del sonido, habré motives bastantes para poner en duda su declaracibn, cosa que no hubiera podido hacers®. sin conocer antes la credibilidad del declarante, que mien tras nada resulte en contrario, no ha de ponerse eu duda. Fijémaonos en otro caso: el testige afirma haber visto en manos de X. (un individuo cualquiera) 12 duros, le cual dice observé de una sola ojeada; y argumenténdole acerea de la dificultad de apreciar la cantidad, responds que le es fiicil hacerlo, y sometido 4 prueba, teniendo Juez 20 duros en la mano, contesta que presume no pasd- ran do 12; la exageracién de su testimonio es evidente. POR Ef, Da. GROSS 43 Por tltimo, admitamos la hipétesis de que un testigo diga que sélo vid una vez 4 la persona aludida, pero que es tan buen fisonomista que recuerda perfectamente los rasgos de su rostro; preguntdndole luego sile seria facil reconocer 4 esa persona, aun viéndole de paso, responde afirmativamente, y al presentarle a] detenido en rueda de presos no le recone ce: prueba evidente de la debilidad de su testimonio. De tales ejomp los. se deduce Ia necesidad de no dar @ prio- ri exagerado valor 4las declaraciones, y por este medio se aquilataré el que en justicia les corresponda, Si importancia tiene la exactitud en los sumarios de escaga gravedad, la tendré atin mayor en los de indole mis grave, on los que es de necesidad sentar bien las ba- ses sobre las que se ha de levantar el edificio sumarial. Examinando los autos de un proceso grave, se notard 4 menudo que, partiendo de una base falsa, se han ins- truido todas las otras diligencias con celo y exactitud ex- traordinarias, y no obstante, por haber omitido un insig- nificante detalle al fijar aquélla, se esteriliza el resultado, desplomandose el edificio 4 tanto esfuerzo levantado. Para presentar mds claramente la cuestidn, citaremos dos ejemplos, uno de los cuales, por cierto muy intere- sante, ofrece la particularidad de que buscando el Juez elcuerpo de Ja victima, no logré su propésito 4 pesar de tenerlo al lado.—Encontrése 4 orillas de un rio una pren- da de ropa ensangrentada, y en el lugar del suceso des- aparecié en la misma fecha del hallazgo un hombre Ila- mado 8. 8., comprobindose que la prenda encontrada pertenecid al desaparecido, sin que 4 pesar de todo pudie- ra saberse nada acerca de su paradero: tan sélo quince dias despuds se present un anciano afilador participan- do que una mafiena (precigamento la siguiente 4 la de la desaparicién de la persona dicha), yen la orilla opuesta & 4h MANUAL DEL JUEZ la en que ge hallé la prenda ensangrentada, habia nota- do grandes charcos y huellas de sangre; el declarante no sabfa leer y era sordo, por lo que era explicable su tar- danza en suministrar estos datos 4 la autoridad judicial, por no haber oido los pregones ni podido leer los reque- rimientos que dirigiera la autoridad judicial. El sitio en que se encontraron las huellas de sangre es- taba cerca de un puente, junto al cual existia una pro- funda hendidura, formada en el muro de contencién, 4 Ja cual se arrojaba la nieve recogida en las calles del lu- gar al efectuar la limpieza. Como después de cada neva- da se arrojaban on tal paraje grandes masas de nieve, se formaba alli durante el invierno una verdadera montaiia de ésta, de dos toesas de altura y otras dos de profandi- dad, la quo sélo llegaba 4 licuarse on la primavera. Dela declaracién prestade por el afilador se deducia queel pre- sunto interfecto debia haber sido arrojado al vertedero, quedando sepultado el cadaver por la nieve cafda duran- te la noche y la mucha que al amanecer arrojarian los barrenderos. Acaocié esto ol dia 15; los dias 20 y 27 dal mismo mes nevé de nuevo, acumuléndose, por tanto, nue- vas masas de nieve; pero ninguna de estas dltimas neva- das fué tan intonsa como la de la primera focha sefiale- da. Por disposicién judicial, hombres provistoa de palas fueron sacando y removiendo la nieve acumulada en el vertedero, hallindose presente en la practiea de la opera- cién el Juzgado para adoptar las disposiciones necesarias caso de encontrarse el caddver, Mientras esto tenia lugar, el Juez traté de adquirir informes acerca del hecho inapor- tante de si fué 6 no la primera nevada la del 15 de Di- clembre, noche de Ja desaparicién de, S., contestando- se que Ja del dia mencionado habia sido la menos inten 8a, presumiéndose que el cadéver del asesinado debiert hallarse dosde la fecha indicada ontre la primera y segun- POR EL Dr. GROSS 43 da capa de nieve. Decfan los interrogados que calenlaban que la capa de nieve del dia 15 tendria préximamente unos ocho pies. Se decidié, por tanto, ahondar lo sufi- ciente para llegar 4 la capa de nieve de la primera neva- da, sobre la cual, segtin se presumia, debiera hallarse el cuerpo del interfecto. Asi se hizo, ahonddndose dos me- iros még alld de la primera capa de nieve sin hallar vesti- gio alguno, razén por la que se mandé por el Juez para- jizar los trabajos, dando por seguro que el anciano afila~ dor se habia equivocado en sus apreciaciones; pero no era asf, porque cuando en Ia primavera siguiente se liquidé Ja nieve acumulada en el lugar mencionado, se encontré en el fondo el cadaver del asesinado S. S., precizamente en el mismo lugar en que durante varias horas habia per- manecido el Juez de instruccion. La causa de esta equivocacién era los informes erré- neog qua sé suministraron al Juez, pues la nevada del 15 no habfa sido la segunda, sino la primera, y el caddver fué arrojado en el vertedero antes de que comenzara 4 nevar, debi¢ndosele buscar, por tanto, no encima, sino debajo de la primera capa. Ahora bien: si el Juez se hu- biera informado con mds exactitud habria, sin duda al- guna, encontrado el cadéyer, y con él quizd los datos necesarios para detener al asesino, el tial no ha podido ser deseubierto. hasta la fecha. En el segundo caso, que también ge refiere 4 un asesi- nato, se demuestra que, 4 consecuencia de las equivoca- das indicacianes de gran niimero de testigos, se estuvo 4 punto de perseguir como autor del delito 4 un inocente, dejando escapar ai verdadero culpable. Dos labradores de mala reputacién, Sp. y B., hablan animado & otro labra- dor bien acomodado para que fuera con ellos 4 la foria de la villa préxima con objeto de comprar unos bueyes: selieron juntos y muy de mafiana de su aldea, llegando 4 46 MANUAL DEL JUEZ mediodia 4 un punto intermedio del camino, un vento- rro, on donde se detuvieron & comer, reanudando la mar. cha & las tres de Ja tarde. Tenian intencién de pernoctar en St., pasando antes por B, (1), para llegar al siguiente dia 4 la feria de M,, situada & unos 6 kilémetros del pri- mer punto indicado. A la mafiana siguiente fué T. (nom- bre del aldeano acomodadn), encontrado grayemente he- rido y sin sentido en la cuneta de la carretera de L. 4B. EL herido, que logré recobrar el conocimiento al siguiente dia, declaré que en compafifa de sus dos amigos salié 4 ias tres de la tarde del mesén 6 ventorro de L. Durante el camino sus acompaiiantes comenzaron 4 hablar do la epidemia de glosopeda, que por entonces padecia el ga- nado, y de la posibilidad de que por tal motivo se sus- pendiese Ja foria, razén por la que ereian conveniente in- formarse de lo que hubiere acerca del particular en una aldea situada 4 poca distancia de le carretera; rodeo in- necesario al decir de T., puesto que de igual modo pu- dieran. haberse informado en enalquier posada dol cami- no, pues los que viven en la carretera estin mejor ente- rados de estas cosas que los que viven apartados de ella. Extrafiindole 4 T. la insistencia que hacian para llevar 4 cabo el rodeo, pensd que quizd sus compafieros de viaje trataran de verificar, sin que él se enterara, alguna venta de ganado, y por diacrecién no quiso ponerles ningén obstdeulo, diciéndoles que fueran ellos 4 la aldea y que iientras tanto él seguiria andando despacio por la carre- tera para dar lugar 4 que los otros dos le aleanzasen y 89 reuniesen de nuevo: asi lo hizo, pues, en parte; mas viel do que sus compatieros se retrasaban mucho, sentése en * (1) Estas letras, como comprenderd el lector, se refieren 4 poblaciones de Stiria, que el autor ba creido conveniente no desigoar sino por iniciales, POR EL Dr. GROSS 47 un guardacantén para esperarlos, dando Ja espalda al camino para evitarse Ja molestia del polvo que el viento levantaba. De pronto sintid que le descargaban un fuer- tisimo golpe en la cabeza, sin darse cuenta de lo que Iuego acaeceria, y no sabiendo mds sino que le desapa- recié el dinero que llevaba. Algunos dias después murid el T. 4 consecuencia de la herida, sin haber podido de- clarar de nuevo. Interrogados Sp. y B., sus compafieros, estuvieron acordes en sus declaraciones, diciendo que el mévil que les impulsé 4 ir 4 la aldea no fué otro que el informarse acerca de la feria, y que al regresar, no en- econtrando en 6l camino al T., preguniaron por él en ol parador en que se detuyieron primeramente, sin que les dieran informes, extrafidndoles que se les hubiese ade- lantado; y como no te hallaran tampoco on las dos pobla- eiones B. y St., decidieron 4 la mafiana siguiente seguir su camino 4 la feria de M. Sdlo al regresar de la feria se enteraron de que un hombre habia sido gravemente he- rido; y habiendo sido lamados para ver si le conocian, reconocieron on el heride 4 su compafioro T. Explicaban la circunstancia de no haberle visto on la cuneta del ca- mino, porque cuando pasaron por aquel paraje era ya de noche, cerrada y obscura, y apenas se distinguian los ob- Jetos (el hecho ocurrié 4 fines de ototio). Como resultado de las posteriores investigaciones, se su- puso que, una vez entrada la noche, Sp. y B. llevaron & cabo ei plan, ya preconcebido, de matar al 'F., y que para acordar los detalles acerca de la comisién del ¢erimen, le propusieron el. viaje 4 la aldea, presumiendo desde luego que T. no aceptaria, conociendo como conocian que éste, poco aficionado 4 andar y ya cansado, no habria de ac- ceder 4 su deseo; y aunque la circunstancia de sentarse T. en la carretera de espaldas 41a misma no pado ser Prevista por los asesinos, que es muy probable tuvieran 48 MANUAL DEL JUEZ concertada la ejecucién del delite en un bosque que has bian de atravesar de noche, aprovecharon le favorable coy untura que se les ofrecia por ser el paraje solitario, y mas facil la comisién del delito, dada Ja posicién que ocupaba la victima, 4 la que asesinaron alevosamente, Favorecia 4 los aeusados la. circunstancia de la verosi- militud de le versién por ellos expnesta, siendo como era posible que el T. hubiera sido asesinado con idéntico pro. pésito de robo por otra persona, y que era también ad. misible que hubisran pasado ante el cuerpo sin verle, porque ya habia cerrado Ja noche. Les era asimismo fa- vorable la declaracién prestada por gran niimero de per- sonas conocedoras del terreno, que afirmaban undnime- mente que si en el otofio se sale 4 las tres de L. y se da el rodeo referido, se tiene que llegar forzoeamente de noche al lugar en que fud encontrado el cuerpo, marchando & paso lento, como debe tenerlo un hombre ya |cansado por una catninata anterior. Justificaban también que fué é Jas tres, y no antes, cuando salieron del yentorro de L., no sélo con el teslimonio dela victima, de acuerdo en este punto con el suyo, sino también con el de varias personas que 41a sazén se hallaban en la venta do L., que oyeron distintamente decir 4 uno de ellos: «Han dado las tres: ya es hora que nos vayamos, porque tene- mos atin buen trecho de camino por delante.» A pesar de lo débil de laacusacién, Sp. y B, fueron de clarados culpables, por entender el Tribunal sentenciado: que los indicios vehementes que en contra suya existian eran suficientes para suponerlos autores del erimen perpe trado en la persona de T. En la primavera siguiente, Sp. y B., que ya estaban cumpliendo condena, entablaron el recurso de revisida de la sentencia primeramente dictada, aduciendo como fundamento, para desvirtuar en parte la prueba acusatoria, POR EL Dr. GROSS 49 las sospechas de que quizé fuera el asesino un mozo de mala reputaci6n, que en tiempo del suceso 4 que nos ve- nimos refiriendo era tildado de vagabundo en el pais. Ademias, gracias 4 la circunstancia favorable dela difi- eultad de que ellos vieran el cuerpo del procesado, siendo como era de noche, entendian las defengas que ge imponia la revision del proceso y la detencién del yagabundo sospe- choso. Por fortuna, el Tribunal que revisdé el proceso acor- dé inspeccionar por sf mismo ol teatro del crimen, y pidid que el Observatorio astronémico le suministrara datos acer- ca de Ja hora exacta en que se extinguian las Ullimas cla- ridades del creptisculo en el dia de primavera, correspon- diente al del otofio, en que tuvo lugar el suceso; y una vez obtenidos estos datos, se trasladd, en unién del Fiscal, al sitio en que habia de verificarse la inspecci6n ocular. A las tres en panto salieron de la venta de L. 4 paso regular, segtin se suponfa que lo hubieran hecho Sp. y B., hallan- dose ya cansados por | excursién de lea mafiana; dieron el rodeo indicado, deteniéndose el tiempo que pudiera preaumirse lo efectuaron Sp. y B., Y aun practicada le operacion en las circunstancias mds favorables de tiempo para hacer posible la explicacién de log reos, asl y todo Hegaron de dia al término do la expedicién; se practica- zon todo género de onsayos para ver si era posible que un viandante dejara de ver 4 semejante hora un cuerpo humano como el de T.. colocado en la cuneta del camino, desandando al efecto el camino recorrido ¥ cerciordndose, después de colocarse alternativamente, ya 4 la izquierda, ya 4 la derecha de la carretera, de la absoluta imposibili- dad de que el Sp. y B. hubieran podido dejar de ver, como aseguraban, el cuerpo inerte del T, colocado en la cuneta de la carretera, desvaneciéndose con tan concluyen- te prueba la tinica presuncién que favorecia 4 los con- denados, mediante la exactitud ¥ oscropulosidad con que Mangar — [ + 50 MANUAL DEL JUEZ el Juez llevé 4 cabo por sf mismo la inspecciéa ocular, Otra multitud de ejemplos andlogos 4 los citados pu- diéramos citar en apoyo de nuestra tesis, que de fijo ues. tros lectores habrén ienido ocasién de ver comprobada por sf mismos; mas precisamente por su frecuencia con- yiene doblemente llamar la atencién sobre este punto, re- cordando 4 los Jueees de instruccién la suma importan- cia que tiene la fijacion de Ja piedra angular del edificio sumazial. Esta tan dentro de la naturaleza humaua el apoyarse en hipdtesis y suposiciones, no siempre lo bastante fundadas, Jevantadas sobre le declaracién de un simple tesligo, una. frase escapada al azar y otros motivos futiles andlogos, que el Juez se sionteinclinado con facilidad 4 hacer combi~ naciones en su imaginacién en el supuesto de que se com- prueben los extremos referidos, y como sucede. muchas veces que la primera de estas combinaciones es logica y fundada, sobre ella levanta otras més hasta formar un castillo de naipes, llevado de su celo, que facilmente se viene abajo al menor soplo do la realidad, y tedo porque hha omitido proceder con calma en las diferentes fases por que el sumario atraviesa. Para evitarlo, no hay mds que un solo medio: hacer une pausa al liegar 4 cierto punto, volviends la vista atrds y examinando friamente hasta el mds pequefio detalles descomponiendo y reconstruyendo repetidas veces los ele mentos de que disponemos; no dejAndonos llevar de la imaginacién, y procurando examinar los datos del suma- rio como si se ofreciesen por primera vez 4 nuestra conéi- deracién; y asi examinada ta cuestién, casi siempre se n08 ofrece bajo un punto de vista distinto. Si asi fuera, el Juez debera preguntarse si la nueva fase encaja dentro del su- mario, segtia primeramente se nos ofrecid; y si en-titime término no pudiera ajustarse debida mente el balance fins POR EL Da. GROSS BI el Juez, haciendo abstraccién de su amor propio, debe te- ner la franqueza de decirse: «Me he equivocado, Tengo que empezar de nuevo.» Vil ACERCA DEL CONOCIMIENTO DE LOS HOMBRES La exactitud de la labor judicial depende, en no pe- quefia parte, del exacto conocimiento del primer factor da toda investigacién, 6 sea el hombre: 4 éste tan sdlo debe considerarsele, bajo el punto de vista de la investi- gacién y en cuanto interviene en ésta, como un sujeto de prueba que da de si mucho 6 poco, segin la mayor 6 menor habilidad desplegada por el Juez. Una huella, an rastro insignificante, encontrado en el lugar del crimen, pueden ser un indicio precioso para el Juez experto que sepa leer en ella, yen cambio nada significard para el Juez poco habil. De igual modo, un testigo podra burlar 4 un Juez inexperto, ya ocultando la verdad, ya desfigu- rando ésta 6 negdndose 4 prestar declaracién; y ese mis- mo testigo, puesto en presencia de un Juez habil, dird la verdad lisa y lana, y auxiliaré cumplidamente 4 la jus- ticia si el que le interroga sabe leer en su semblante y penetrar en su espiritu. Si an Juez desprovisto del conocimiento de los hom- bres llega 4 obtener la verdad algunas veces, esto sera debido, no 4 su propio mérito, y sf sdlo ala casualidad, que ha hecho 4 los testigos declarar verfdicamente; puro si los testigos se niegan 4 hacerlo, se ofrece ol Instimoso espectaculo de un Juez juguete de lag personas que inter= 52 MANUAL DEL JUEZ vienen en el proceso, que llevan 4 su antojo éste por | camino que mas les interesa. No es posible escribir una obra didactica acerca del oo. nocimiento de los hombres, y sélo podremos utilizar pare adquirirlo algunos medios auxiliares, en verdad harto raros, sobre todo para los criminalistas como nosotros, El de mas valor de estos medios auxiliares 3 el estudio de log antecedentes penales del procesado 6 declarante, simplificando la misién del Juez en tal sentido cuando el prosunto culpable fuera reincidente, Cualquiora quo sea la importancia del proceso perseguido, se debordn estu- diar los antecedentes del procesado con el mismo interés que si se refirieren al delito mismo que es objeto del an- mario. No basta que el Juez rectifiqne en presencia del acusado las declaraciones que éste presté en las primeras diligencias sumariales, sino que deberd estudiar el caso en su conjunto, examinando cuidadosamente las respon- sabilidades anteriores en que hubiera podido ineurrir, y comparando ésias con la que pueda deducirse del suma- rio que se instruye, porque cualquiera que sea ol tiempo transcurrido, los delincuentes suelen emplear un plan andlogo de defensa. No quiere esto decir que el que una vez se declaré culpable haya de hacer lo mismo siempre, ni que el que una vez haya seguido el plan de hacer sos: pechosos 4 los testigos de cargo, por ejemplo, lo haya dé hacer en toda ocasién, puesto que no se reiteran tan al pis de la letra los actos en la vida; pero en cambio se hallaté de fijo analogia, en conjunto, entre los anteriores planes de defensa y el que el culpable sigue en aquel momento, hecho que se observard en cuantas declaraciones preste a delincuente. El que siga esie procedimiento podra creer 4 primera vista que el procesado ha cambiado de plan; mas cuando el sumario avance, se convencerd de fijo de que existe in POR EL Dr. GROSS 53 dudable analogia entre Jas varias declaraciones presta- das, no existiendo enire ollas otra diferencia que la de le mayor astucia y habilidad adquirida por el criminal en él transcurso de las afios; y 4 medida que sean mas com- pletos los antecedentes y més detenido el estudio que de ellos haga el Juez, llegard el caso de que éste pueda pre- decir acertadamente el plan de defensa que ha de seguir el reo, distinguiendo en au declaracion lo cierto de lo que no lo es y obligdndole al fin 4 confesar el delite. ¥ no solamente en los procesados, sino que también en los testigos de importancia que, habiendo sido penados anteriormente, hayan figurado en calidad de testigos en anteriores procesos, seré de todo punto indispensable es- iudiar detenidamente sus antecedentes, porque el estudio de éstos facilitaré al Juez los medios para tratarlos ade- cuadamente en el caso de negarse 4 declavar la verdad. Otro medio auxiliar para legar al conocimiento de los hombres, estd en el gran cuidado que se ha de poner en los interrogatorios, y serla conveniente tener en cuenta 4 tal propésito que el objeto principal que en ellos se persigue es el conocimiento del hombre. El Juez que se propone este fin debe hacer de cada individuo que entra en su despa- cho un objeto de estudio, porque el que toma declaracion. solamente por cubrir una férmule, y que sdlo trata de sa- lir del paso despachando muchos asuntos para descargar- se de trabajo, nunca llegard 4 adquirir el perfecto cone- cimiento de los hombres. No puede ser indiferente para. el Juez celoso de su deber la forma en que el delincuents se expresa, la actitud que adopta, y, en una palabra, euan- to pueda hacer mds perfecto el conocimiento que de su personalidad ha de tener. Las observaciones que haga el Juez por este procedi- miento, debera anotarlas cuidadosamente, pues no ha do perder de vista que quizd tenga que seryirse de ellas en BA MANUAL DEL JOEZ el transcurgo del proceso. Si los datos pusteriores confir- man los primeramente adquiridos, servirdn para que e} Juez se afirme en su primera opinién; mas si fueran con- tradictorias, éste deberd buscar cuidadosamente le causa del error, tratando de fijar el motivo de le antinomia, Antes de dar el Juez por terminado el sumario para, remilirlo 4 la Audiencia, es de necesidad que en el exa- men general que del mismo haga compare lo observado primeramente, con las aclaraciones obtenidas con poste rioridad, y aunque tal misién sea. penosa por el] trabajo y esfuerzo que demanda, lo compersard debidamente et mayor éxito obtenido. Eel medio auxiliar de més importancia no lo encontra- ra el Juez, sin embargo, més que en Ja vida cotidiana, estudiando detenidamente los hechos y los hombres, fin- giéndose en su mente los primeros como delitos y los otros. como delincuentes, Pero como esta clase de investi, igacio- nes sdlo pueden hacerse cuando se dispone de tiempo s0- brante, y éste no le tiene el Juez en ejercicio, es necesa- rio que se haya hecho por el que quiera serlo con ante- rioridad 4 su toma de posesién, porque legado este caso no es momento opartuno de aprender rudimentos de esta indole, sino de hacer aplicacién de los adquiridos, lo que no quiere significar que el Juez no perfeccione su cono- cimiento de un modo constante, sino que deberd tener base sdlida sobre qué construir, pues como dice un ada-’ gio aleman, Probieren geht eiber studieren. «Practicar vale mas que estudiar» (1). : Para hacer este género de ensayos, son utilizables has: ta los hechos més insignificantes, como, por ejemplo, une (1) La teorfa aislada engendra conocimientos pedanteseds;. la préctica por si sola conduce al empirismo: tan sélo del fo- liz maridaje de una y otra puede resullar el conacimiento per fecto. us eH POR EL Dr. GROSS conversacién cualquiera sostenida al azar, un gesto, una mirada, una sofia convencioval cambiada entre dos per- sonas; en una palabra, euantos hechos se nos ofrecen en Ja vida habitual, servirén al Juez de piedra de toque para aquilatar su inteligencia sacando deducciones que quizé Je sean titiles en lo porvenir. Para lograr tal fin, el aspi- rante & Juez de instruccién deberd anotar cuidadosamen- te en su mente él debe y el haber de todos los hombres con quienes 86 roza, mdéxime euando es regla constante la de que se retienen con facilidad las impresiones que nuestros semejantes nos producen, cuando éstas son des- agradables. El que 4 ciegas cruza la senda de la vida, tan sélo con- servard de esas impresiones la idea del pesar causado; pero en cambio proporcionaran gran caudal de filosofia al que se apresure 4 sacar de ellas las necesarias dedueciones, aprovechando su ensefianza. El filésofo de Francfort dice que ningin dinero nos es més provechoso que el que se nos arrebata, puesto que nos ensefia. 4 ser cantos para lo porvenir. Otro tanto po- demos decir de las contrariedades que @ cada instante nos ofrece la vida por log falsos supuestos que formamos: aprovechando sus ensefianzas nos seran hasta beneficio- gas, puesto que nos ayudardn 4 rectificar nuestro criterio, evitdndonos e] caer en errores andlogos; no haciéudolo, ningtin beneficio nos producirén. Supongamos que alguien, erédulo por naturaleza, da crédito 4 algo que ha esencha- do; si el dicho resulta falso, tal persona, si es cuerda, aprenderé 4 desconfiar; mas si, por el contrario, negara crédito sisternaticamente 4 lo que se le dice y esto resulta verdad, comprenderé que no debe negarse todo. Traténdose de hechos de poca transcendencia, esto no tiene, en verdad, importancia en la vida; mas seré con- Veniente que procurdramos descubrir los méviles que han 56 MANUAL DEL JUEZ _—_— impulsado 4 nuestros semejantes 4 negarnos la verdad, no por maldad intrinseca, sino por efecto de una de tan- tas debilidades humanas. A medida que sea mayor nueg- tra experiencia, nos couvenceremos de que se miente mn- cho mds de lo que generalmenta se cree; pero nos incli- naremos 4 disculpar algtin tanto esta falta, por los mévi- les fiitiles y baladies que la producen. Estas ensofianzas nos servirdn bajo el punto de vista criminoldgico, explicandonos por qué un testigo no sos~ pechoso de complicidad con el delincuente, oculta 6 des- figura la verdad por amor propio d otro motivo andlogo; ¥ aunque sea indiferents el conocer el motivo por el que se ha engafiado al Juez, pudiendo, por tanto, éste pres- cindir de averiguaciones en tal sentido, serfe muy con- veniente que ge fije en estos pequefios detalles hasta ave- riguar el verdadero motivo que ha impulsado al testigo 4 negarle su concurso. VUE LA ORTENTACION (1) El Juez tendré facil medio de orientarse ai conoce bien su partido, las costumbres y habitos de los habitantes de la Comarca, los recursos de que pueda yalerse; en ung (1) Nada diremos, por no ofender ta cultura de nuestros lectores, acerca de Jo que debe entenderse por orientacion. Sdlo s{ nos permitiremos afirmar que en el sentido en que et autor la trata, debemos considerarla como sindnima de certe- ro golpe de vista on la direceién que primeramente se sigue, ya queel Juez tambiéa, como el General en Jefe de un ejéreite PUR EL Dr. GROSS 87 palabra, todas aquellas dificultades que pudieran apo nerse al mejor cumplimiento de su misién. Es convenien- te, por tanto, que este conoeimiento del pais se posea ya antes de ejercer el cargo, pues no le serd facil al fancio- nario judicial adquirirlo en un momento dado. Por con- siguiente, eu primera oeupacién al tomar posesién de su destino deberd ser estudiar les condiciones del pais, y muy particularmente las personales de sus jefes y subor- dinados, no debiendo olvidar que la persona que le im- porta conocer mds, no obstante su insignificancia apa- rente, es la del agente subaiterno que tiene 4 sus drdenes, del cual depende muy 4 menudo el éxito feliz de una in- yestigacién sumarial, porque siendo éste, como debe su- ponerse, un hombre conocedor del pais, si 4 la vex es in- teligente y tiene larga practica del cargo, podré suminis- trar al Juez los datos indispensables para el mejor cum- plimiento de su misién. Hecho esto, seria conveniente que estudiara 4 las demas autoridades que han de servir- Je de auxiliares, para saber el medio mejor de utilizar- las cuando las circunstancias demanden su concurso, “pues aun cuando el funcionario publico verdadoramente celoso sabe que debe auxilios 4 la misién primitiva del Es- tado asi dentro como fuera del sjercicio de su cargo, es de utilidad, no obstante, que el Juez, mediante el previo co ~ nocimiento de sus caracteres, yea el medio mejor de ser- virse de su cooperacién, Esta cooperacién puede ser muy varia y extenderse 4 todas las fases de la investigacién sumarial; pero se in- clayen en ella, en primer iérmino, los datos que estas au- en campaha, necesita ser habil en la adopeién del plan, sin cuyo requisite el resultado rara ves podrda ser favorable; mas Si se logra esa inapreciable condicién, el funcionario judicial Podra en ceasiones decir Jo que César: Yeni, vidi, vici, Gon esto se justifiea su importancia. 58 MANUAL DEL JUEZ toridades pueden suministrar al Juez respecto 4 la mayor 6 menor confianza que puede depositar en determinadas personas, cuando las encomiende alguna comisién. Un ejemplo confirmardé nuestra opinion. Tuvo ocasién de conocer el autor de esta obra durante el ejercicio de su cargo 4 un recandador de contribuciones que, por su grap practica y conocimiento del pats, llegé & prestarle inapre- ciables servicios, y no obatante lo molesto y continuo de mis preguntas, siempre me presté de buen grado su con- eurso, que hacia atin maa valioso el largo tiempo de re- sidencia que alli llevaba, merced al que, y 4 sus aficio- nes excursionistas, eoncefa perfectamente la topografia dei partido, asf ermo las condiciones de sus habitantes. Pregunténdole yo en una ocasién si A. era hombre de confianza, 6 si para ir 4 X, so podrfa pasar por Z., con- tesiéme siempre con la mayox exactitud y sus datos 86 comprobaron cumplidamente. Hombres semejantes se en- cuentran en todas las localidades: tan sélo es necesario buscarlos; mas una vez hallados son excelentes auxilie- res que simplifican e] trabajo, y lo que es mas importan- te, evitan muchos errores, Conveniente sera, sin embar- go, que el Juez no se valga de una sola persona, sino que se sirva de varias, formando un & manera de centro de informaciones, cuyos agentes se extienden por todo el pais, no queriendo significar con esto que el Juez debe prescindir de los informes oficiales que son necesarios é indispensables; pero el que haya ejercitado la profe sion, sabe demasiado el valor que puede darse, por ejsm plo, 4 un certificado oficial de buena conducta, que no se extiends como fuera necesario, para que tuviers. ver~ dadera eficacia, por la sociedad misma en que la perso- na vive, sino que se expide por un Alcalde, 6 Jo que & peor, por un dependiente de éste, sobre los que trabajar Jas influencias del orden privado, representadas por la POR EL Da. GROSS 59 amistad, favores, parentesco, envidias locales, etc. (Cudl soré el Alealde peddneo que no tenga amistades, afeccio- nes, adios y rencoves en la localidad que administra! Pues sabiendo el Juez todo esto, no fuera cuerdo de su parte el admitir como tinico medio de informacién estos datos y certificaciones logrados por la amistad 6 dictados por el odio. Es, por tanto, indispensable para proceder correc- tamente que el Juez tenga sus hombres de confianza, sin que por esto pueda tacharse al funcionario judicial de espfa, pues no merece tal nombre el que trata de adqui- Tir los datos que le son necesarios para el cumplimiento de su migidn; pero estas personas de confianza no las en- contraré el Juez seguramente en el momento oportuno, razén por la que debera buscarlas y conocerlas 4 fondo con la debida anterioridad. A primera vista no se com- prenderé quizd por algunos la utilidad de estes agentes; mas el Juez que se encuentra frente 4 una acusacién no clara y de consecuencias transcendentales, 6 tenga que pesar el yalor respectivo de dos declaraciones contradic- torias, se convenceré, de cudn necesario es tener 4 mano una persona de acrisolada lealtad 4 quien pedir consejo. Otra de las especialidades del Juez de instruccién, ha- , br4 de ser un perfecto conocimiento de Ia topografia del pais. Tan luego como el jurista se convierte en Juez de instruceién, deberd prescindir de todo aquello ajeno 4 su misién como tal funcionario publice, para reconcentrar su actividad en este solo punto. No le sera ya dado al pasearse el contemplar la naturaleza, admirando las ma- ravillas de la gran obra de Dios. Es indispensable que en sus expediciones, ya sean de recreo, ya en actos da ser vicio, Heve constantemente un mapa topogrifico para procurar grabar en su memoria el nombre de cada senda, de cada rio y hasta de cada arroyuelo que encnentre en 60 MANUAL DEL JURZ elcamino, procurando usimismo recordar los nombres de los propietarios de las distintas fincas; en una pala- bra, no omitiendo detalle alguno que pueda ser util més adelante en una inyestigacién. Estas expediciones deberdn hacerse reloj en mano, anotando cuidadosamente las distancias y el tiempo em- pleado en recorrerlas, porque el hombre del campo sabré seguramente el tiempo que tarda en ir desde su casa 4 un punto importante para él: 4 la iglesia, 4 su tierra de labor, por ejemplo; pero no precisard probablemente las (que no le interesau, siendo may peligroso dar crédito 4 sus informes en Jo reforente 4 este punto, por ser expues- to 4 graves errores judiciales. Y como no es siempre po- sible hacer medir oficialmente la distan cia que media en- tre dos puntos cualquiera, es conveniente que el Juez lo conozca de antemano, Muy particularmente es util conocer exactamente to- dos aquellos puntos en los que de ordinario se cometen con ids frecuencia delitos, como lag .tabernas, en que 86 producen frecuentes rifius; Jos cemon terios, en cuyos de- pésitos se han de verificar las autopsia s; los riog, canales y charcas, en los que se producen muchos accidentes 4 consecuencia del descuido; los bosques, por la facilidad con que, aprovechando su disposicién, se cometen robes y asesinatos; los parajes solitarios, por idéatico moti- vo, atc. Convendrd asimismo que el Juez se oriente y conozca los acuartelamientos de la Guardia civil y el de los agen- tes de policia local, fijandose en la distancia que media entre dos puestos de la gendarmerfa; el sistema de cierre de puertas y ventanas usado en el pais, puesto que varla sogtin las distintas localidades; las instalaciones industria- jes, cuyos procedimientos no son siempre idénticos, et¢., etc., porque las declaraciones defe ctuosas de la gente del POR EL Dn. GROSS 64 pais en tales puntos suelen mis perjudicar que favorecer 4 la accion judicial. Un molino, una fabrica de aserrar, une herrerfa, una cautera, un tejar, etc., varfan en los procedimientos y aun artefactos de que se sirven, ofreciendo, segtin esto, diferente aspecto, y es conveniente cerciorarse por sf mis- mo de lo que son, porque sélo viéndolos se puede formar idea de su mecanismo. Cada uno de nosotros puede notar que por la simple descripcién de un establecimiento de esta indole, es im- posible formar idea exacta de él, mientras que habiéndo- le visitado se comprende en seguida su interior funciona miento, Yo sé por experiencia que muchos hombres cultos, aun teniendo ocasién de verificarlo, no han visitado ni siquiera un simple molino. Por mi parte diré que desde que ejerzo la carrera judi- cial, no he dejado de visitar, pudiendo, un solo estableci- miento fabril, y puedo afirmar que en todos ellos he sido bien recibido. . En todas las profesiones, y muy patticularmente en la industrial, se agradece el interés que otros demuestran por lo que es objeto de la propia labor, sobre tode cuan- do se facilita ocasién de servir de cicerone, puesto que al artesano le agrada sobremanera explicar 4 un hombre ilustrado de profesién distinta los procedimientos de su oficio, no debiéndosele dirigir preguntas demasiado senci- las, porque como no ha de presumir que su interlocutor, dada su condicién, lasignore, creeria quese mofaban de él. Conviene, pues, interrogar, escuchar atentamente y obgervar por si mismo. Si ol funcionario judicial tuviera en la especialidad que observa conocimientos téenicos, Ilevara mucho adelanta- do, haciéndese mas facil su tarea. 63 MANUAL DEL JUEZ Sin ir mas lejos, nos fijaremos en el ejemplo arriba oj. tado del molino: suponieudo que el Juez uo hubiera nunea visitado un establecimiento de esta indole, y tuvie- ra que instruir un sumario acerca de un delito cualquiera comelide en dicho lugar, un robo con fractura, una esta. fa, una defraudacién cometida por los empleados del mo- lino, 6 si el sumario versage sobre un accidente en él ocu: tride, un incendio, desperfecto, etc, en cualquiera de estos casos serd necesario conocer Ja parte técnica del funcionamiento del molino, y el ladrén aprovecharé en su favor cualquiera argucia basada eu su conocimiento del referido artefacto, que el Juez no podrd comprender, De iguul modo las estafas cometidas por los dependien- tes, sdlo podran ser comprendidas sabiendo cudl es la marcha interna del mismo, sobre todo en la parte eco- némieca, En un incendio, sin este conocimiento no es posible formar idea de ¢émo haya podido tener lugar. Ahora bien: gen qué forma habia de proceder un Juez que no tuviera ui el mis insignificante conocimiento téc- nico que le sirviera de guia en el sumario? Este estudio de que hablamos es tanto mds facil, si so considera que la mayorfa de los hombres suele tener muy desarrollada la memoria de localidad. Importa, ademas, que ol Juez estudie detenidamente las vias de comunicacién de su partido, tales como los ca- minos reales, vecinales y sendas, no siendo diffeil este tra- bajo, toda vez que estos datos los encontrara en el mapa, ysdlo deberd limitarse 4 comprobar su exactitud ree- tificando algun error ai contra Jo probable lo hubiera (1). (1) En Espaiia no es tan frecuente como debiera serlo el empleo de los mapas topograticos, que son tan titiles & indis- pensables 4 todo funcionario ptiblico, Recomendamos, pues, 4 POR EL Da. GROSS 63 Estas rectificaciones deberdn hacerse principalmente en jas grandes arterias de comunicacién, anotando sus des- viaciones y cambios de trazado, ya aumentando 6 dismi- nuyendo las condiciones de éste. Conviene también que el Juez tomara nota de las cons- trucciones importantes que en ellos se levantan, cambios de cultivo, canales de riego, etc.; en una palabra, su mapa debe ser lo mds perfecto posible, consignaudose en él las uiltimas modificaciones que en tal sentido se ha- yan verificado. Y no sélo en los caminos importantes, sino también en los senderos que con el trinsito se forman, deberé tam- bién Bjar su atencién, pues muchas veces le sera util ef hacerlo. Asi bien es de necesidad que conozca los puentes y va- dos, ya antiguos 6 de reciente construccidu, no consigna- dos en el mapa 6 consignados y ya desaparecidos, de igual modo que los pozos, cenagales, charcas de aguas estancadas, estanques y, sobre todo, las vias de aguas fluviales, on las que deberd anotarge su curso, direccién, anchura, profundidad, etc.; no bastando que el Juez es- tudie estos datos en el mapa, pues es indispensable, ade- mas, que los compruebe por si mismo, haciendo un estu- dio de la disposicién de gus orillas, aumento y dismina- cidn del caudal de agua por liuvias 6 afluentes, y, en una palabra, cuanto se refiera 4 la caracterizacién de las aguas, ya que estas ultimas juegan importante papel en muchas causas criminales, y se hace grandemente dificil Ja tarea del Juez si no tuviere idea alguna acerea del par- ticular, nuestros Jueces la adquisicién de un buen mapa de la locali— dad en que ejerzan sus funciones, tinico medio de conocer bien y pronto Ja topografia de la comarca. 64 . MANUAL DEL JUEZ Finalmente, también es necesario conocer la disposi¢idéy interior de Jas casas, para lo cual deben visitarse algunas construcciones de aldea, que, aun siendo poco caracterts. ticas y parecién dose entre sf generalmente, es util diferen. ciarlas y conocerlas al detalle en su distribueién; punto importante cuando se trata de esclarecer un hecho crimi- ‘ noso, un robo, por ejemplo, en ellas ocurrido. Es asimismo de importancia que el Juez sepa los peri- tos de que puede valerse en caso necesario. Desde lnego se comprende que el funcionario judicia conocerd 4 los peritos de mds importancia, como son los médicos forenses; pero no basta esto, porque es indispen- sable que conozca también 4 los peritos de otra indole, como, por ejemplo, los armeros, tasadores, etc., de cuyas condiciones de cardcter debe hacer un estudio concienzu- do para saber lo que de ellos puede esperar y conocer el valor de sus deposiciones, empledndolos en la forma més adecuada 4 sus aptitudes, como, por ejemplo, utilizando al numismaético como tal, al lingiiista eomo intérprete, ete., etc, Hombres con algunos conocimientos especiales se en- cuentran siempre haate en el més pequefio lugar, y de- berd, busedrseles cuidadosamente. Si para el Juez de instruccién residente en una ciudad es de gran importancia la polieia judicial 4 sus érdenes, para el que ejerce en el campo su instrumento de ejecu- cién es la Guardia civil, de la cual pende & menudo gran parte de los resultados felices 6 dasfavorables obte- nidos. Por tanto, segiin el Juez utilice 6 no conyenientemen: te 4 estos agentes auxiliares, asi lograré también éxito adverso 6 favorable, sidndole imputable 4 él y no al agente los fracasos que se produzcan. * Yo.no conozeo 4 fondo mds que la gendarmerfa (Guar. POR EL Dr. GROSS 65 dia civil} de mi pais; pero puedo afirmar que, bien utili- zada, secunda perfectamente, si no se Je piden imposi- bles, los planes judiciales y es un poderosisimo auxi- liar (1). A pesar de lo dicho, no debe entenderse que el Juez ha de tomar a] guardia civil como una maquina, porque 4 éste no ha de dejar de reconocérsele iniciativa, aunque se halle sujeto 4 la rigida disciplina militar, debiéndose la dicha iniciativa utilizar convenientemente en la practica para el mejor cumplimiento de los fines que el Juez persigue. Por esto se deben conocer 4 fondo las cuulidades perso- nales, rasgos de cardcter y cultura de los guardias que tengamos 4 nuestras érdenes. Y¥ aunque la designacién de un hombre determinado para algtin servicio especial no incumbe al Juez, sino al Comandante de puesto, le sera facil recabar de éste la de- signacién del que desea, con lo eval se cumple con la formula oficial y se consigue el resultado apetecido. Esto es tanto mis conveniente, cuanto que las cualida- des personales de los guardias son muy diferentes, como lo son las de los demés hombres, y es de utilidad el ser- Virse de ellos segin su aptitud, porque cuando se yerra en la eleceién de individuos, se da un mal paso, dificil de enmendar, quo raras veces nos permitiré aleanzay la meta de nuestras aspiraciones, Para evitar estos inconvenientes, debera el Juez hacer venir 4 su presencia al ntimero 6 ndimeros designados por el Comandante de puesto, para ponerse de acuerdo acerca de los detalles del plan do ejecucidn, que el celo (1} Otro tanto y atin mds de lo que el autor dice de la Guardia civilaustriaca, puedeafirmarsede nuestra benemérita euya abnegacién, pericia y entusiasmo nunca encaraceremos, bastante, sobre todo si recordamos que ellos son quizd los inicos auxilisres eficaces de la accién Judicial, or" Maxvac —1 66 MANUAL DEL JUEZ del guardia le hard. cumplir al pie de la letra; y si asi lo hiciere, debera ser recompensado por el Juez con el elo- gio de su conducta, que le serviré de estimulo tanto 4 él como 4 sus compaiieros, sin perjuicio de las demas re- compensas 4 que se haya hecho acreedor, para las que ae le propondré & sus superiores. Ténganse presentes estos consejos como regla de con— ducta para que sirvan de gufa al Juez en las relaciones que mantenga con sus subordinados. CAPITULO II DEL INTERROGATORIO GENERALIDADES Sabido es que el interrogatorio tiene por objeto sumi- mistvar al Juez todos aquellos datos que ya de ciencia propia 6 de referencia posean los demas hombres y que puedan contribuir al esclarecimiento del hecho. No 4 todas las declaraciones debe darseles el mismo va- lor, siondo conveniente distinguir las de referencia de las de ciencia propia; las del procesado convicto y confeso de Jas del que no lo es; las del perito de lag del testigo, pues si bien todas ellas se encaminan al mismo objeto, cual es el de ilustrar al Juez acerca del asunto, en forma tal, co- mo si por s{ mismo hubiera presenciado el hecho de que se trata, su valor respectivo ha de ser distinto, seguin se trate de unas 6 de otras. Si mediante estas declaraciones 1 Juez ha conseguido esclarecer por completo el asunto, su misién ha termina- do, debiendo darse por coneluido el Sumario; mas sino Jo lograra, habrd de acadir & otros medios complementa- rios de prueba, que si no dieran tampoco resultado acre- 68 MANUAL DEL JUEZ ditardn la torpeza del Juez, haciendo infructifera la ac~ ci6n judicial. Un Juez de instruccién adquiriré mayor repu tacién de habil 4 medida que con menor numero de diligencias sepa conseguir el apetecido resuliado, 6 al menos, de no ser esto posible, ovitar trimites inutiles y costosos. Sélo podré calificarse de bueno & un Juez de instruc- cién cuando sepa desenirafiar el sentido de las declara~ ciones, reuniéndolas todas para formar el esqueleto det proceso, el cual no podremos calificar de sélido si ge des- euida alguno de estos elementos probatorios. Desde que el proceso se inicia se tomard declaracién 4 individuos que aseguraran haber ofdo por si mismos 6 4 otros los detalles del hecho, y estos tiltimos, 4 su vez, bablaran al Juez de otras personas que también lo pre- senciaron, con todo Jo cual ge formara un encadenamien- to de testimonios, cuyo complemento serd la declaracién pericial y las demds pruebas complementarias; practica- das las que, el sumario podré ser terminado. Como se ve, este procedimiento es sencillisime en cuan- to unos hechos son consecuencia légica de los otros, et forma tal, que de no feltar un eslabén de la cadena. le verdad tiene forzosamente que descubrirse. Aun cuando no pueda tacharse de negligente al Jues que, dejandose llevar por los aconiecimientos y por Ja fuerza de los hechos, no obtiene resultados favorables, 10 obstaute, es preciso reconocer que de haber puesto algo de su parte para variar el curso de dstos, quid hubiera sido muy otro el término de la investigacion. No queremos con esto molestar 4 aquellos funcionarios judiciales que no son de nuestra opinion y que creen meé- jor el sistema de dejar que los hechos se encadenen per sf solog. Tan gdlo les recordaremos que el juramento que prestaron al tomar posesidn de su cargo de consagrat 60 POR EL Dr. GROSS 69 actividad entera 4 la investigacién de los hechos erimi- nosos, les obliga 4 no omitir eafuerzo alguno para lograr este fin importantisimo. Cierto que la naturaleza no procede por saltos ni es incoherente en su sistema de desenvolver los hechos, y que asi como el hombre no obedece en su desarrollo & la ley de la casualidad, tampeco Jos hechos estan sujetos 4 égta en la marcha que tienen previamente trazada; paro esto no debe impedir que el Juer coadyuve en la medida de sus fuerzas 4 la mejor y més pronta realizacién de Ia obra de la naturaleza. P4eil es obtener resultados positivos por las declaracio- neg y demés elementos de prueba trafdes al proceso. Esto no obstante, los antecedentes del delito, los méviles que impulsaron al criminal, los obstéculos que éste tuvo que vencer, y, en una palabra, lo que podemos llamar pre- eedentes del hecho, sélo podré investigarlos la inteligencia del Juez, que no debe caminar 4 ciegas en el asunto ni esperar su esclarecimiento del acaso. Y si esto sucede cuando se acumulan en el proceso elo- mentos probatorios, gqué habra de decirse del caso en que el Juez tuviera que proceder solamente por indicios? ¢Cémo ha de aplicarse en tal supuesio el sistema de dejar que los hechos se desarrollen por s{ mismos y se acumu- len unos sobre otros? En el supuesto de que se aplicara, el Juez se meteria en un intrincado laberinto, del que dificilmente encontra- ria la salida, 4 menos de tener un hilo de Ariadna que se la indicara. Asi como por el frato se conoce el drbol, asf también por la aceién misma se pueden deducir los méviles 4 que obedecié. la forma de verificar esta induecién, no es posible pre- fijarla de antemano por medio de reglas escritas: sdlo la 70 MANUAL DEL JUEZ iniciativa del Juez, la constante labor y el pesar deteni- damente y con prudencia los acontecimientos, permitiran ul Juez remontarse 4 las causas ocasionales. Es cierto que el reunir los medios materiales de prueba y el deseubrimiento, 6 mds bien la apreciacién material del autor de un hecho eriminoso, no incumbe directamen- te al Juez, sino 4 sus agentes; mas el Juez ha de saber dar & cada elemento probatorio su valor respectivo, con- dicién indispensable, no solo para la buena direccién det proceso, sino también para que si el Juez es aficionado & ello, pueda hacer hipdtesis fundadas acerca del asunto, todo lo que no podré llevarse 4 cabo si no interviniese activamente en el proceso y se Jimitara 4 la pasividad que algunos defionden, Y en cuanto 4 Ja manera de tomar las declaraciones, ef! Juez deberd cefiirse exclusivamente 4 las prescripciones: de la ley; pero como ésta sélo establece preceptos gene- rales, es necesario que aquél interprete convenientemente- su sentido y lo amplifique cuanto sea necesario. Para llenar cumplidamente esta misién, se requiere gran suma de inteligencia, vastos conocimientos y ese- sentido practico necesario para salvar los obstaculos que la realidad nos ofrece. El tacto es condicién tan indispensable en el Juez, que, de no poseer esta cualidad inuata, aunque reuniera las’ demas que pueden exigirsele, nunca podré llenar cumpli- damente su misién, no obteniendo resultado de las de- claraciones, porque al testigo miedoso le intimidaria, im- pidiéndole explanar por completo su pensamiento, y, por el contraric, al charlatén le permitiria decir cosas intti- les, de ningtin interés para ol proceso, no consiguiendo- nunca el resultado apetecido. La induccién y generalizacién, que gon faciles al fun- cionario judicial dotado de la inapreciable cualidad deb POR EL Dr. GROSS A tacto, se hacen imposibles para el que carece de ella, no pudiendo, por tanto, dar un solo paso acertado en la di- reccién del proceso. En la imposibilidad de hacerlo en conjunto por las ra- zones anteriormente dichas, nos limitaremos en los epi- grafes sucesivos 4 dar algunos consejos practicos aplica- bles 4 cada caso concreto, producto de los estudios de psicologia criminal que venimos haciendo. il DE LA DECLARACION DE LOS TESTIGOS Es conveniente distinguir las declaraciones de los pro- easados y las de los testigos, porque aunque todas se en- caminan al mismo fin, cual es la averiguacién de los he- chos, los caminos que 4 éste conducen son muy diferentes. En las deelaraciones de los testigos, la verdad, salvo ca- sos excepcionales, debe deducirse directamente del testi- mono prestado; en las de los procesados, por el contrario, sdlo de un modo indirecto deberé buscarse en ellas, por medio de las deducciones, kdgicas consiguientes. La diferencia, como se ve, es tan grande entre unas y otras declaraciones, que exige un procedimiento opuesto al tomarlas. La tarea del Juez respecto del interrogatorio de los testigos, es doble: por un lado, debera tratar euidado- samente de fijar el asunto hasta en sus mis minimes de- talles, y per otro, ha de procurar que lo declarado por aquéllos ses, la mds fiel expresién de la verdad. El medio de conseguir !o primero lo hemos indicado anteriormente. 72 MANUAL DEL JUEZ En cuanto 4 lo segundo, 6 sea 4 que el testimonio sea, veridico, deberd tenerse en cuenta que el Juez, para lograrlo, ha de luchar con dos 6rdenes de dificultades: de una parte, la ignorancia 6 defecto de expresién del testigo, que le impide, aun queriendo manifestar la ver- dad estricta; y de otva parte, la mala fe del testigo que vaya con 6] deliberado propésito de desfigurarla u ocul- tarla, Y es preciso reconocer que con mayor dificultad se vence el inconveniente producido por la falta de cultura del testigo, que el proveniente de su mala fe. A.—De los testigos que quieren decir verdad. Tratando esta cuestién en términos generales, diremos que aun de los acontecimientos mds usuales se forman juicios distintos, segtin las personas que los presencien, y, por consiguisnte, cosa aniloga ha de suceder tratdndose de hechos criminosos. Al Juez le ser4 dable armonizar esta diferencia de apreciaciones, mediante el examen en conjunto de todos jos testimonios prestados, siéndole de todo punto indife- rente que el hecho tenga 6 no gravedad, pues la aprecia- cidn de ésta no puede confiarse al criterio de los testigos, que en el momento de presenciar el suceso han podido atribuirle maa 6 menos importancia de la que en reali- dad tiene. Sucede muchas veces que las declaraciones de los tes- tigos son totalmente contradictorias, y asombra ver que todos estos testimoniog, que se pretende ser veridicos por quienes los prestan, pueden combinarse hasta el punto de formar un solo dato. Todas estas declaraciones contradictorias serén some- tidas por el Juez & un trabajo de depuracién, pasdndolas POR EL Da. GROSS 73 por el tamiz de la erftica, eon objeto de determinar Je ve- racidad de cada una y el motivo de la tergiversacién de la verdad, si la hubiers. Para lograr tal fin, se deberd tener en cuenta la posi- cién social del declarante, edad, temperamento, interés que pueda tener on el proceso, etc. Mediante estas observaciones, podré reunir un eonjun- +o de datos sumamente utiles en casos andlogos, clasifi- cando los testigos por las circunstancias ya menciona- das, y estudiando la influencia que cada una de ellas produce en las deposiciones. B.—De los testimonios inewactos producidos por la sobrewcitacién del declarante, Estos testimonios inexactes se presentan frecuentemen- te en casos de poca importancia; pero Ja ofrecen atin ma- yor en aquellos asuntos que por su gravedad hagan que el declarante se presente cohibide ante el Juez por la trans- cendencia de su declaracién. Diffcil es, si el testi go se halla cohibido, que el Juez apre- cie conveniente su declaracién, como Jo comprueba el gran numero de ejemplos que pudiéramos citar, limiténdonos tan sélo 4 exponer algunos, y entre ellos el siguiente, que por su importancia histérica merece tomarse en conside- racion: la decapitacién de la Reina Marfa Stuard. Al abrirse el féretro que contenia el cadaver de dicha Reina en 1830, se noté que la victima habia recihido dos golpes de hacha del verdugo, uno en la nuca y otro en al cuello, que separd la cabeza del tronco, En los diferentes relatos de testigos presenciales de la ejecucion de la Reina de Escocia, & pesar de ser suma- mente detallados, en ninguno se hace referencia 4 este segundo golpe, 6 mejor dicho, al primero, Prueba esto 74 , MANUAL DEL JUEZ jndudablemente que Ja sobrexcitaciéa de los animos de log testigos que presenciaron aquel terrible acto, les hizo. no parar mientes en este esoncialisimo detalle, no obs- iante su importancia, y quiz estos mismos testigos, llamados 4 declarar, bubieran afirmado rotundamente no haber visto al yerdugo descargar mds que un solo golpe. El autor ha tenido ocasién reciente de comprobar la yerdad del hecho que afirmamos en una ejocucién de pens capital, en la que el verdugo tuvo por con veniente ponerse guantes para. cumplir su triste misién. Interroga- das acerca del particular cuatro personas de las que por deber oficial tenian que presenciar el hecho acerca del color de los guantes del verdugo, afirmaron: el uno, que eran negros; el otro sostenia que eran blancos; el tercero afirmaba que eran de color gris, y el cnarto se aferraba & su idea de que el ejecutor de la justicia no usd guantes para cumplir su cometido. Los cuatro se ratificaban en lo dicho, y quizé conti- niion creyendo atin hoy que su respectiva opinién es la Unica verdadera. Por efecto de un accidente ferroviario presté declara- cién un testigo presencial del hecho, hombre de reconoci- da sangre fria, soldado durante muchos afios, afirmando que, 4 su entender, habrian perecido en la catastrofe lo menos cien personas, y que él mismo habia presenciado rodar por el terraplén de la via gran ntimero de cabezas y miembros destrozados & consecuencia del percance Averiguado el ntimero de victimas, se supo al dia si- guiente que sdlo habia un muerto y cinco heridos. Todo lo demis era efecto de la fantasia del declarante, sobrexcitada por el susto reeibido. En ese mismo accidente ocurrié otro hecho que de- muestra hasta la evidencia lo que puede hacer ver ¥ oir POR EL Be. GROSS 75 ja imaginacién en un momento de terror: un cervecero que viajaba en el tren, hombre de fuerzas herctileas y no impresionable ni nervioso, salté despavorido de un coche destrozado, corriendo & campo traviesa hasta un lugar situado 4 una legua del punto del suceso, per creer que Ja locomotora del tren descarrilado iba en pos de é! con- vertida en igneo monstruo de hierro, ansioso de destro- zarle. Tal fué le velocidad de su carrera, que 4 consecuen- cia de ella sufrié una grave pulmonfa de cuyas resultas murid, Esto pruba que Ja idea del peligro se presenté bajo forma tan material 4 la imaginacién de aquel hombre, que perdiendo el uso de la inteligencia tan sdlo pensé en huir de él. Por mi parte no daria gran fuerza 4 estos ejemplos si en mi mismo no hubiera comprobado los efectos de la alucinacién. Durante mis estudios escolares fui 4 pasar la época. de vacaciones 4 1a casa de mis padres, situada en un pa- raje montafioso y solitario. A media legua de distancia hay una colina cubierta de drboles, que habla que atravesar necesariamente para Hegar 4 lugar mas préximo. La fantusfa popular afirmaba que aguella colina era frecuentada por un espectro en forma de cerdo con cabes za humana y con una bela inerustada en la frente. Pasaba yo una tarde de ototio por aquel sitio, tranqui- lamente fumando en mi pipa, y tuve, por haberse obtu- rado ésta, que inclinarme al suelo para recoger una paja 6 busear algo con que limpiarla. Tardé algtin tiempo en encontrar lo que necesitaba, y jeudl fué mi asombrol Al levantar la cabeza, distingui con toda claridad, 4 76 MANUAL DEL JUEZ ‘unos veinte pasos de distancia, el cerdo de cabeza huma= na de que hablaba la tradieién popular. La ilusion, sin ser muy duradera, lo fué bastante para hacerme exciamar: «/Con que es verdad! jLnogo No era falso lo que afirmabanl» Adin no concluida esta exclamacién, el fantasma, quo seria una zorra 6 un perro, desaparecié entre los arboles. Yo en aquel momento no pensaba ni remotamente en el supuesto espectro. Pero segnramente 1a posicién ineli- nada que sostuve durante algtin tiempo, fué causa de que se congestionara mi cerebro, se ofuscara mi vista y me pareciera contemplar al fantasma de que me habjan hablado en mis cuentos de nifio. Casi todas las personas habréu hecho observaciones andlogas en casos parecidos, por lo que convendria que se tuvieran muy en cuenta estos fendmenos imaginati- yos para dar el justo valor 4 las declaraciones. En todos los casos relatados se explican facilmente, por razén de las circunstancias, los errores cometidos on la observacién del hecho que apareclan luego en la de- claracién. Suponiendo que varias personas presenciaran 4 Ja vez el mismo hecho ‘y una sola de entre ellas se hubiera fija- do en una particularidad notable de su realizacién, ,sert conveniente poner en cuarentena su testimonio haate que no se compruebe por otros datos, Pero en los hechos que ha presenciado un individuo tan sélo y que por st indole son & propésito para sobrexcitar la imaginacién, aunque las declaraciones prestadas parezcan veridicas, deberé procederse atin con mayor cantela, presto que por olvidar ésta y basar sobre tales declaraciones el edi- ficio sumarial, se han cometido errores judiciales de alta monta que 4 toda costa es preciso evitar. Ahora bien: si se nos pregunta de qué modo pueden POR EL Da. GROSS 17 evitarse los errores judiciales 4 que da margen un testi- monio basado en cbservaciones equivocatlas, diremos que es de todo punto indispensable que toda declaracién sos- pechosa de exagerada por algun concepto se compruobe debidamente, requisito sin ol que no debe darsele fuerza alguna. Bs necesario, por tanto, que so haga caso omiso en el sumario de la dicha declaracién, procediendo como si no existiora, para que no se dirija la investigacién por cami- nos equivocados. Cuando la declaracién por si misma ofrece caracteres de inverosimilitud, es facil ponerse en guardia contra ella; pero cuando la relacién de Jos hechos se hace en forma verosimil, siquiera las observaciones del testigo en el momento del suceso fueran eqnivocadas, entonces es facil que lleven la confusién al dnimo del Juez, eumara- fiando lastimosamente el proceso. Felizmente para nosotros, casos semejantes se presen - tan solamente cuando el testigo se hallaba al presenciar el hecho en un momento de sobrexcitacién, porque no suelen padecerse alucinaciones en circunstancias nor- inales, Por eso es indispensable que el funcionario judicial es- tudie detenidamente el estado de dnimo en que debia en- contrarse el individuo al presenciar el hecho que relata, para segun esto dar un valor G otro 4 su declaracién. Para tales efectos es conveniente dar 4 la palabra so- brexcitaciéu su sentido mas lato, no entendiendo que existe solamente cuando, la producen circunstancias del momento, sino también cuando es efecto de otras mas duraderas que puedan haber influido igualmente en su animo. Un hecho, aunque no de indole criminal, ha influfdo no poco en e] autor de esta obra para no dar gran valor 78 MANUAL DEL’ JUEZ y ser canto al apreciar esta clase de declaraciones: un mozo de labranza 4 quien conoct desde nifio, constdndo- me, por tanto, su yeracidad, fué en una occasion desde su aldea & Ja ciudad, refiriéndome al regresar sus impresio- nes de viaje. Deciame que lo que mas efecto le produjo fué la vista de una menagerie con su coleccién de fieras, y me pintaba con colores vivos la presentacién del domador ante ellas, la hora de la comida, otc., diciéndome que finalmente exhibieron una serpiente gigantesca, la que se abalanz6 al Jeon con intencién de devorarle, impidiendo que logra- ra su propésito la interposicién de varios salvajes que los separaron, dandoles muerte. La explicaciéu de lo que me referfa es muy sencilla. Fijose, sin duda, el joven en el cartel quo como anun- cio y reclamo 4 la vez exhiben los domadores de feria para atraer al publico, 6 impresiondle tan vivamente, que por efecto de las maravillas que durante el dia habia vis- to en la ciudad, tan sélo aparecia 4 su mente al relalar- las el hecho ficticio de Jo representado en el cartel, y no el veal visto on el interior de la menagerie. jCudntas veces declaraciones semejantes nos habran hecho seguir caminos extraviados! Y si no bastaran los ejemplos expuestos, confirmaria lo dicho el caso siguiente; un labriego inteligente y bien acomodado me referia que al ser curado por el médico forense de una sordera producida por haberse introducido en el ofdo un cuerpo extrafio, aquéi le extrajo de la ore- ja trozos de un escarabajo, que luego recompuso sobre un papel 4 su presencia, apareciendo la cubeza, cuerpo y patas del animalucho. Excitando mi curiosidad ej relato, interrogué al foren- se acerca de la verdad del hecho, y me coutestd que no ‘haba hecho més que sacar del conducto auditivo del POR EL Dr. GROSS 79 Jabriego en cuestién un gran trozo de cerilla acumulada all{ por la falta de limpieza. El labriego, que estaba muy abatido 4 causa de su es- tado, mostré gran miedo. durante la operacién, regoct- jandose tanto del resultado obtenido, que se forjé en su imaginacién la idea de haber escapado de un gran peli- gro; razon por la que su sobrexcitacién le sugirié el pen- samiento del escarabajo, causa productora del mal. Sise hubiera tratado de una declaracién prestada en eausa criminal, se la hubiera dado crédito, por la repu- tacién de veraz que el relatante tenia, y se hubieran sa- ado deducciones falsas. C.—Declaraciones inemactas prestadas por los que han recibido contusiones en el erdneo. Se debe proceder con gran prudencia al apreciar las declaraciones prestadas por aquellas personas que, 4 con- secuencia del hecho que se persigue, han recibido lesiones en la cabeza; caso muy frecuente, pues 4 menudo el que ha recibido la contusién es el testigo de mayor importan- cia. Y es tanto mds necesaria la prodencia, cuanto que jos facultativos no pueden afirmar con exactitud si se hallan 6 no perturbadas las facultades mentales del de- elarante, pues atin no se ha dilucidado con exactitud la respectiva fancién que, en la produccién del pensamiento, desempefian cada una de las circunvoluciones cerebrales. Elautor de esta obra ha llevado 4 cabo por sf mismo una sorie de experiencias relativas 4 esta materia, ya de indolo eriminosa, ya de acontecimientos de la vida usual, que alestiguan lo dudoso de las declaraciones prestadas por individuos que han sufrido las lesiones arriba expresadas. ‘Uno de los casos se refiere 4 un aldeano que, yendo ca- amino de la feria, fud asaltado, gravemente herido y dea- 80 MANUAL DEL JUEZ pojado del dinere que Jlevaba encima y que destinaba 4 ja compra de una vaca. Llamado 4 declarar 4 rafz del suceso, después de ha- ber recobrado el conocimiento, relaté el hecho minucio- samente y de plena conformidad cou las olras resultan- ciag del sumario, Tan sélo sostuvo con extraordinaria tenacidad que lo que te habfan arrebatado era la vaca y no el dinero; y como ge le objetase que le hablan robado antes de llegar 4 la feria y que quince minutos autes del suceso le hablan visto sin la vaca, contest, después de haber reflexionado breve rato, invariablemente: «Es igual: insisto en que me han quitado la vaca; y aunque no sé cuénto me habla costado, recuerdo perfectamente haberla tenido en mi poder.» En el caso precedente, como se ve, podia comprobarse la inexactitnd de las indicaciones; pero preguatamos: gqué incidentes hubieran podido surgir en el caso con- trario? Un segundo ejemplo confirmaré mas firmemente lo arriba expuesto. «En una reyerta, un mozo molinero habia recibido un tremendo garrotazo que le privé por completo del uso de los seutidos, ocasiondndole una contusion graye en el crdneo.» Recobrado el conocimiento, declaréd terminantemente que el agresor llevaba larga barba negra. Afortunadamente no habia entre los contendicntes ninguno que llevase tal barba. Por el conttario, de las declaraciones de varios tes tigos presenciales, pudo deducirse que el autor de Jas lesiones habia sido un mozo de estatura modiana y que usaba lie gero bigote rubio, Como en el caso anterior, las declaraciones del lesiona- do eran tan firmes, que, 4 no haber presenciado el hecho POR EL Da. GROSS at varios testigos, nada se opondria 4 la detencién del su- puesto autor de la barba negra. Después de curado el herido, deciaré de nuevo, y on esta declaracién indicé como autor del hecho, en contra- diceién de sus primeras declaraciones, al mismo joven de bigote rubio que habian referido los testigos de vista. Preguutado acerca de Is causa del fenédmeno, alegd que en el estado somnoliento que le produjo ol golpe, le habia parecido como si un hombre de negra barba le quisiera sacar de la cama, Otro hecho, no de indole criminal, pero muy 4 propé- sito al caso é instructivo por afiadidura, acaecié en la per- sona de un colega del autor de este libro. Este sefior, Bardn de S....., se dirigié en compafifa de varios amigos desde la casa paternadla de unos tfos suyos, realizando la expedicién, en la que tenfan que atrayesar una montafia, entretenidos en cazar gamuzas. Al efectuar el desceuso de la montafia, el Barén de S..u.. resbalé, cayendo al fonde de un barranco, rompién- dose ambas piernas y produciéndose una herida en la regién occipital, 4 consecuencia de la que perdid el cono- cimiento por efecto de la conmocién sufrida, y conti- nué en tal estado durante una semana. Lo que nos interesa para nuestro propésito es tan sélo consignar que el Baron de §..... perdié por completo la memoria de lo acaecido hora y media antes de ocurrir el accidente, Recordaba perfectamente el momento de su partida, la ascensién 4 la montafia y las conversaciones sostenidas durente el trayecto; pero se borraban sus recuerdos desde el instante de su llegada 4 cierto paraje donde descansa- ron y almorzaron, bebiendo tan sdélo agua pura y crista- Tina de un manantial prosimo, olvidando por completo todos estos detalles, Manuat — 1 6 82 MANUAL DEL JUEZ Esto ocurrié algtn tiempo antes de ser victima del ae cidente; y no obstante, cuando recobré el conocimienta al cabo de siete dias, la solucién de conlinuidad de gns ideas tan edlo existia entre el momento del almuerzo y ¢] ep que desperts. Suponieudo que uu criminal, en el momento de realizar el dolito, fuera victima de una desgracia semejante, y que, como en el caso del Barén de &., perdiera lu nocién del tiempo y de los hechos acaecidos momentos antes, gquidu daria. crédito 4 sus protestas? Y si en vez de un delincuents se tratara de un testigy, gc6mo habia de darse valor 4 su testimonio? Antes bien se juagaria que ocultaba la verdad, y ef Juez le estrecharfa de tal suerte, que quiza le obligara 4 confesar hechos imaginarios. La segunda obseryacién que nos sugiere el ejemplo anteriormente expuesto, se basa en el hecho de que el Barén de S., no bien conducido 4 casa de su tio, después del percauce, contests acorde 4 las angustiosas preguntas de éste, manifestandole el encargo recibido de su madre para él, recayendo, acto continuo, en su estado de co- lapso. Ahora bien: si el hecho fuera de indole criminal, no se daria valor alguno 4 las frases escapadas inconsciente- mente al lesionado; antes bien se hubieran interpretado en sentido desfavorable para él, suponiéndolas efecto de una simulacién 6 esteatagema, por no creer admisible que fueran pronunciadas en un instante de lucidez. Y¥ preciso es reconocer que esto es légico suponerla, de no poseer el Juez eonocimientos especiales en Psiquia- tria. ‘Tales ejemplos nos demuestran que lo que apareniemen* te eg mds inverosimil, es 4 veces lo mas veridico, lo cual evidencia la necesidad do no descnidar ni el mds leve POR EL Dr. GROSS 83 detalle, por insignificante que parezea, al apreciat las de- claraciones. : Otro ejemplo eurioso. Un funcionario publico distin- guido, el Sr. ©., habiendo tenido quo practicar una jnvestigaci6n en puntos distintos del de su residencia, aufrié al regresar el accidente de desbocarse los caballos del carruaje que montaba, voleando éste y sufriendo el referido sefior graves heridas y contusiones en la cabeza, de resultas de las que quedé exdnime en la carretera du- rante algtin tiempo. A) volver en si, despuds de media hora, ge dirigié con gran irabajo 4 una casa de campo proxima, de una fa- inilia conocida. . Entré en la casa; se dirigié directamente al comedor, sentandose en el sofa sin llamar 4 nadie, y en esta acti- ind le excontré el duefio de la finca una hora después. El hecho ocurrié por la tarde; y 4 pesar de ello, el se- fior C. afirmé encontrarse en la casa desde por la mafia- na, y haber comido en union de le familia, negando de manera categérica haber sufrido percance alguno. El delirio sobrevino durante la noche, prolongdndose largo tiempo. Ahora bien: snpongamos que un hombre de mala fama, eonocide por ladrén, hubiera penetrado en el comedur de la casa referida, por andloga causa de la que alli con- dujo al Sr. C.: ges posible que nadie hubiera dado eré- dito 4 sus afirmaciones? D.—Diversidad de odservaciones con arreglo & ta naturaleza y cultura del individuo. En lo tocante al interrogatorio de los testigos, la ta- rea dificil y laboriosa para el Juez cousiste en la justa apreciacién de un testimonio.

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