0 calificaciones 0% encontró este documento útil (0 votos) 452 vistas 32 páginas Cuadernos Historia 16, #047 - Los Reinos de Taifas
Con su sede en Madrid, la revista, especializada en historia, abarcó tanto la edad antigua y medieval como la época moderna y la contemporánea. Sus artículos y reportajes son rigurosos y de cierta extensión. La sencillez estilística con la que son presentados los temas la convierten en una revista especializada en divulgación de temas históricos, pero dirigida a un público amplio.
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Historia 16 250 PTAS
SC De CM ETE
Maria J. Viguera, M.? Isabel Calero, Maria Paz Torres y Juan Vernet——*
Plan de la Obra
1. La Segunda Repiblica Espafola + 2 La Palestina de Jests + 3. Bl Califato de Cérdoba + 4. El Siglo de
re 1 Hl Siglo d Oo 3 6. Faraone primis «7.
trial Felipe Il 10, La meicina en la Antighedad «1, Los Reyes Catdlios +
13, La Revolucién Francesa, 1+ 14, La Revolucién Francesa, 2 + 15. La Revolucién Francesa, 3+ 16, El
Bgipto de Ramsés Il +17, La invasion arabe de Espaiia + 18, Los Mayas * 19, Carlos V + 20, La yuerra de
la Independencia, I + La guerra de la i 2 22, La Hispania romana + 23, Vida cotidiana en
la Edad Media + 24. El Renacimiento + 25, La Revolucién Rusa + 26, Los fenicios + 27. La Mezquita de
‘Cérdoba + 28, La Reforma en Europa + 29, Napoleén Bonaparte, 1 + 30. Napoleén Bonaparte, 2 + 31. Los
iberos + $2. Recaredo y su época * 33, Los campesinos del siglo XVI + 34, La Inglaterra victoriana
+ 35. El Neolitico + 36. Los Aztecas + 37, La Inglaterra isabelina * 38, La II Guerra Mundial, 1 + 9. La Il
Guerra Mundial, 2+ 40, La II Guerra Mundial, 3 + 41, Tartessos + 42. Los campesinos medievales
+43, Enrique VIII + 44, La Espaiia de José Bonaparte ¢ 45, Altamira + 46, La Unién Europea + 47. Los rei-
‘nos de taifas + 48, La Inquisicién en Espaia + 49 Vida cotidiana en Roma, 1 + 50, Vida cotidiana en
Roma, 2 + 51, La Espaiia de Franco + 62. Los Incas + 68, Los comuneros + 54, La Espaiia de Isabel Il
+55. Ampurias + 56. Los almoravides » 57. Los viajes de Colin « 58. El eristianismo en Roma + 58. Los
pronunciamientos + 60, Carlomagno, I + 61. Carlomagno, 2+ 62. La Florencia de los Médicis « 63, La Pri-
tera Repiblica Espaiiola + 64. Los sacerdotes egipcios + 65. Los almohades + 66. La Mesta + 67. La
Espaiia de Primo de Rivera + 68 Pericles y su époea + 69. Bl cisma de Avifén + 70. EI Reino nazavita »
‘71, La Espasa de Carlos III + 72. El Bgipto ptolemaico + 73, Alfonso XIII y su época + 74, La flota de
Indias + 75.La Alhambra + 76. La Rusia de Pedro el Grande » 77. Mérida + 78 Los Templarios 78. eléz-
quez + 80. La ruta de la seda + 81. La Espaia de Alfonso X el Sabio + 82, La Rusia de Catalina Il « 83, Los
virreinatos amerieanos + 84. La agrieultura romana + 85. La Generacién del 98 + 86. El fin del mundo
comunista + 87, El Camino de Santiago + 88, Dese tos y descubridores + 89, Los asiris + 90. La
Guerra Civil espaiola + 91. La Hansa + 92, Ciencia musulmana en Espafia + 93. Luis XIV y su época
+94, Mitos y ritos en Grecia + 95. La Europa de 1848 + 96, La guerra de los Treinta Aiios + 97. Los moris-
cos +9. [a Inglaterra de Cromwell 8, La expulsion de los adios 1, La revaucin informatica,
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5 LA FRAGMENTACION DEL 1 9 LAS BELLAS LETRAS EN LAS
CALIFATO DECORDOBA | 40 CORTES DE TAIFAS
6 iss principales reinos de taifas 19 Lassitimas voces del calito
1 1 Final de las taifas 20 El collar de la paloma
1 2 G{ AL-ANDALUS EN EL SIGLO XI 22 Lascores de taifas
1 15 seritoro El territorio 24 ws corte de al-Mutasim
1 6 EH campo 26 tntosumbrtes del siglo XII
1 8 Elcomercio 26 CIENCIA Y TECNICA
En portada,
cofrecillo de
‘Cuenca, época
taifa, fabricado
en madera y
marfil hacia
1049/1050 (Museo
Arqueolégico
Nacional).
Izquierda,
guerreros
cristianos del
siglo XI
(Miniatura de un
Beato, Biblioteca
Nacional,
Madrid)
LOS REINOS DE TAIFAS/34/ LOS REINOS DE TAIFASEI siglo XI se inicié mal para los andalusies, advierte Juan Vernet en su s
guiente estudio. Al-Andalus habia aleanzado la cima del califato y, bien integra-
do alrededor de la centenaria dinastia de los Omeyas, parecia haber hallado un
orden clasico, {por qué no duradero? En 1009 triunfé el’ primer golpe de Estado, y
se agriet6 de tal modo aquella dinastia, que veintitin anos después los cordobeses
decidieron abolir su califato, cuando v6 de forma irreparable mas de veinte terri.
torios, los reinos de taifas, se habian declarado auténomos, en un largo y agota-
dor proceso de guerra civil, a través del cual diversos personajes andaluisies, ge-
neraimente con poder local arraigado, tomaron el mando en algunos lugares para
salvar el vacio del poder central y evitar el riesgo de ajenas intromisiones, Ast ocu-
rrié en Albarracin, Alpuente, Cérdoba, Huelva, Mértola, Niebla, Santa Maria del
Algarve, Sevilla, Silves, Toledo y Zaragoza, ademas de que otros lideres andalu-
stes desplazaron bastante pronto a régulos eslavos que habian iniciado las taifas
de Valencia, Murcia, Almeria y Badajoz, y de que las taifas de Zaragoza y de Se-
villa ocuparan otras taifas de beréberes nuevos y de eslavos, como Arcos, Algeci-
ras, Carmona, Denia, Morén, Ronda y Tortosa. Por su parte, los eslavos (esclavos
de origen europeo) s6lo mantuvieron a lo largo del siglo la taifa de las Baleares, y
los beréberes nuevos, sélo la de Granada-Malaga.
Fue un ilusorio ensayo politico de reproducir, en los veintitantos reinos de tai-
fas, los esquemas del califato omeya, aunque sin atreverse a adoptar el titulo cali-
fal, y asi mas o menos largas dinastias practicaron a la vez su monarquia, desde
sus veintitantas capitales, en muchas de las cuales se tuvo a gala el mecenazgo
principesco, favorecedor de artes y ciencias, que hicieron brillar la época, como
también sirvieron para propulsar la islamizacién y la arabizacion por todo al-Al-
dalus. Tuvieron gran riqueza y cultura, mas carécieron de organizacién militar.
Los reinos de taifas sucumbieron unos a manos de otros, y definitivamente por
ocupacién cristiana (Toledo y Valencia) o por ocupacién dé los almordvides, que
trajeron su Imperio desde el'norte de Africa, desde 1090 en adelante,
La fragmentacion del
califato de Cordoba
Maria J. Viguera
Catedratica de Arabe. Universidad Complutense
Imanzor murié en 1002 y sus dos
hijos y sucesores, tratando de
letentar el poder de al-Andalus
manteniendo en la sombra al califa
omeya Hisam II, no supieron como él
paliar esta situacién con éxito; el se-
gundo, Sanchuelo, atin agravé mas la
reaccién de los legitimistas omeyas,
pues arrancé al califa su designacion
como préximo heredero al califato, y
estallé un golpe de Estado, en el que
Sanchuelo fue asesinado y destronado
Hisam II, proclamandose en su lugar
otro omeya, al-Mahdi, en febrero de
1009.
Este al-Mahdi persiguis a los parti-
darios del régimen anterior amiri, es
decir de Almanzor y sus hijos, ostento-
samente apoyados en los eslavos y en
los beréberes nuevos, recientemente
Hegados a al-Andalus; ambos grupos
salieron de Cordoba y empezaron a
buscar un territorio donde y del que vi-
vir, iniciando asf sus autonomias en
taifas, Mientras, la guerra civil ardia
mas 0 menos por todo el pais y, sobre
todo, en Cordoba, donde hasta la aboli-
cién’del califato, en 1031, se sucedie-
ron trece proclamaciones califales de
seis omeyas, alguno de ellos depuesto
y tornado al trono en mas de una oca-
sidn, y de tres hammudies, principes
magrebies que lograron también, a rio
revuelto, el cada vez menos ilustre ca-
LOS REINOS DE TAIFAS /5lifato de Cérdoba, donde ellos también
eran quitados y repuestos por segunda
vez.
Asi se siguié hasta noviembre de
1031, en que los cordobeses abolieron
el califato, porque no habia otra alter-
nativa, y expulsaron de Cérdoba a to-
dos los omeyas, cuenta el gran cronista
Ibn Hayyan, que presencio los hechos
cuyo rélato emociona por la impasibi-
Iidad desesperada con que traza los ul-
timos pasos de una época que fue glo-
riosa y que habia empezado a
clausurarse desde una veintena de
afios atrds. Entre 1009 y 1016 la uni-
dad andalusi ya habia sufrido el recor-
te de las taifas de Almeria y Murcia,
Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona,
Denia, Granada, Huelva, Morén, San-
ta Maria del Algarve, Silves, Toledo,
Tortosa, Valencia y Zaragoza, ademas
de otras de cronologia incierta. Y este
panorama permite ver cmo madruga-
ron en sus autonomias las marcas, con
sus capitales de Zaragoza, Toledo y
Badajoz y las prolongaciones medias
de Albarracin y Alpuente, notandose
ademés la rapida iniciativa de los esla-
vos y de los beréberes nuevos; ambos
elementos jugaron un papel detonante
en la fragmentacién politica territo-
rial.
Los principales reinos de taifas
E] fenémeno de las autonomias del
siglo XI, en al-Andalus, como los que
volvievon a ocurrir eaai a mitad del ei.
glo XII, y otra vez en la primera mitad
del sigio XIII, tuvo entre sus caracte-
risticas la peculiaridad del dinamismo
interno de la fragmentacién, de modo
que en varios momentos algunas de
las constituidas se subdividieron a su
vet, generalmente porque los miem-
bros de una familia reinante se escin-
dian en una especie de subtaifas, més
© menos reunidas otra vez (como pasé
con Calatayud, Tudela, Huesca y Léri-
da, separadas de la central Zaragoza,
por ejemplo), o por alzamientos (como
el de Lisboa frente a Badajoz o el de
Murcia frente a Sevilla o los varios en-
claves que se independizaron de la de-
caida taifa de Valencia, como hicieron
Sagunto y Jérica). Por otra parte, unas
taifas se subsumian en otras, fre-
cuentemente por conquistas. Asi pues,
al numero de los reinos de taifas escilé
a lo largo del siglo, siendo los principa-
6/ LOS REINOS DE TAIFAS
les los siguientes veintiséis, de los cua-
les tratamos esencialmente y por or-
den alfabético.
1, Albarracén. La familia de origen
beréber, pero ya andalusies por su se-
cular arraigo en la zona turolense, de
los Banu Razin, se independizé en su
poco extonsa taifa hacia 1013 y duré
asta 1104, cuando la conquistaron los
almordvides. Se sucedieron tres régu-
los de la misma dinastia: Hudayl (1013
ap.-1044-5), Abd al-Malik (hasta 1103)
y Yahya.
2. Algeciras. Puerto principal en-
tre al-Andalus y el Norte de Africa, lo
ocuparon los hammudies, mientras
ejercian el califato en Cérdoba, entre
1016 y 1026; luego lo unieron a'su t
fa de Malaga, y por fin una rama fam:
liar se independiz6 en Algeciras, hacia
1035 6 1039, sucediéndose alli dos ré-
gulos antes de que conquistara la pla-
za el de Sevilla, en 1054-5.
3. Almeria, En las luchas por el
poder, alzadas alli por varios elemen-
tos, se impuso el eslavo Jayran, desta-
cado ex esclavo palatino en Cordoba, y
hacia 1014 inauguré la fase eslava de
la taifa de Almeria, pues fue sucedido
a su muerte, en 1028, por otro eslavo,
Zuhayr. En 1038, el activo puerto reco-
nocié al régulo de Valencia Abd al-
‘Aziz, nieto de Almanzor, que envié
para regirles a Man, quien a poco se
independiz6 y fue sucedido por un hijo
y por un nieio, hasta 1091, cuando los
imparables almoravides ocuparon la
gran alcazaba almeriense.
4. Alpuente. Estaba situada esta
taifa en la franja central de poblacién
beréber, asentada desde siglos atras,
como en la taifa de Albarracin. En Al-
puente se declararon independientes
jos Banu Qasim, principal familia de
alli, manteniéndose desde 1009, apro-
ximadamente, hasta su conquista por
los almoravides, en 1104 0 dos-tres
afios después. Hubo cinco régulos, en
sucesién directa.
5. Arcos. Formé, junto con Carmo-
na, Morén y Ronda, un conjunto de
cuatro pequefias taifas, bordeando la
poderosa de Sevilla, que acabé por
apoderarse de todas’ellas. El grupo
que se alz6 con la autonomia de Arcos,
los Jizrtin, era de beréberes Zanata,
poco atras legados a la Peninsula, en
tiempos de Almanzor. Tres Jizrunies
se sucedieron en la direccion de estaEl principe Hixen rechaza el trono que le
ofrecen los conspiradores contra Hisam II,
Més tarde reinaria con el nombre de Hisam III,
siendo el tiltimo monarea Omeya
taifa, desde 1011-12, aproximadamen-
te, hasta 1068-69.
6. Badajoz. Cuando decayé el po-
der central, esta tierra estaba admi-
nistrada por un oficial palatino, segu-
ramente eslavo, llamado Sabur, que
asumié poderes autonémicos, desde co-
mienzos del siglo hasta morir, en 1022:
se apoyé en un beréber de antigua fa-
milia ya andalusi, Abd Allah de los Af-
tasfes, que se impuso luego en la sobe-
ranja de la taifa, mantenida por esta
LOS REINOS DE TAIFAS /7familia, en sucesién de cuatro de sus
miembros, con alguna escisién de tie-
rras al oeste, hasta que los propios
subditos del ultimo régulo lamaron a
los almordvides, en 1094, que ocupa-
ron la taifa y realizaron un sangriento
castigo de los Aftasies, excepto uno,
que resistié algo en Montanchez, hasta
acogerse junto a Alfonso VI.
7. Baleares. Un eslavo, Muchahid,
régulo ya de la taifa de Denia, ocupé
las Baleares, a finales del aio 1014, y
colocé en las islas para gobernarlas a
su sobrino Abd Allah, y luego a su li-
berto al-Aglad junto con Ibn Rasig. Se
sucedieron dos gobernadores mas, y se
declaré independiente después de que
Denia fuera ocupada por el poder de
Zaragoza. Asi se mantuvo la taifa, has-
ta que en 1114 fue atacada por la coa-
licién catalano-pisana, contrarrestada
por los almoravides, que ocuparon las
Baleares en la tardia fecha del aio
1116.
8. Carmona. Ya senalamos que,
junto con la taifa de Arcos y otras, for:
maba el cinturén sevillano de peque-
fos enclaves ocupados por beréberes
nuevos, en este caso los Zanata Birza-
lies, a quienes un califa de Cordoba les
concedié incluso este territorio, hacia
1013. Cuatro Birzalies se sucedieron y
el ultimo tuvo que entregar su tierra a
la taifa de Sevilla, la gran conquista-
dora, en 1066-67.
9. Cérdoba. Fue una taifa remisa,
pues como sede que era del califato —
sdlo abolido en 1031—, hubo de espe-
rar hasta esa fecha para incorporarse
a las autonomias que cundian por todo
al-Andalus y ser una taifa mas. La ri-
gieron primero los Banu Chahwar,
tres miembros de esta poderosa fami-
lia arabe asentada en al-Andalus tres
siglos antes. Los tres Chahwaries, pa-
dre, hijo y nieto, dominaron esta taifa
hasta 1070, cuando la conquisté la de
Sevilla. Entre 1075 y 1078, la codicia-
da Cérdoba cayé bajo el poder, mas 0
menos nominal, de Toledo, pero acaba-
ron recuperandola los sevillanos, a
quienes se la arrebataron los almora-
vides, tras renido combate, llegado el
ano 1091.
10. Denia. Situada en la zona le-
vantina, donde al comienzo de la gue-
rra civil dominaron los eslavos y fun-
daron sus autonomias. En Denia se
alz6é Muchahid, esclavo manumitido de
8/ LOS REINOS DE TAIFAS
Almanzor 0 de sus hijos, oriundo segiin
parece de Cerdenia, que atacé en 1015-
1016, como también antes habia con-
quistado las islas Baleares. Tras mul-
titud de acciones, bélicas y culturales,
murié Muchahid en 1045, y le sucedié
un hijo, a quien en 1076 desposeyé su
cufado Muqtadir, régulo de Zaragoza,
otra de las taifas expansivas.
11. Granada. Las gentes de Elvira
(que ahora pasa a ser Granada) llama-
ron, hacia 1013, para que les defendie-
ran en aguella guerra civil, a la eabila
beréher de los Ziries, legados a al-An-
dalus pocos afios atrs, y que se man-
tuvieron al frente de esta significada
taifa hasta que los almoravides, en
1090, 1a ocuparon y destronaron ai ul-
timo de sus régulos, el emir Abd Allah,
célebre por escribir sus impresionantes
Memorias (*), ya en su exilio magrebi
del Atlas, donde pudo reflexionar sobre
cl destino politico de su siglo: El siglo
XI en primera persona.
12. Huelva. Se fragmenté bastante
el territorio suroccidental de al-Anda-
lus, con las taifas de Mértola, Niebla,
Santa Maria del Algarve y Silves, ade-
mas de ésta de Huelva, y todas ellas
amenazadas por la ambicién expansi-
va de Sevilla, entre los afos 1044 a
1063. Las cinéo se alzaron auténomas
en fechas indeterminadas de comien-
zos del siglo XI (sdlo de la taifa de
Huelva se cita el aio de su indepen-
dencia: 1012-1013, y las otras mas 0
menos). En todas, la familia rectora
parece tener —o atribuirse— origenes
Srabes, asentados por alli en las fechas
ilustres de la conquista islamica de al-
Andalus. En Huelva fue la familia de
los Bakries, y un solo régulo, Izz. al-
Dawla, desde 1012-13 hasta que, en
1051 6'1053, conquisté su tierra la tai-
fa de Sevilla.
13. Mélaga. Lo mismo que Algeci-
ras, este puerto fue ocupado por los
prineipes arabes Hammudfes, muy
erberizados, con muchas relaciones
en el Magreb, donde controlaron tam-
bién algunos enclaves maritimos,
mientras ejereian o aspiraban al cal
fato de Cérdoba, entre 1016 y 1026;
luego, perdida para ellos la capital, se
retiraron a las taifas de Malaga y de
Algeciras, separadas desde 1035 6
1039 por las querellas familiares que
motivaron una accidentada sucesién.
En Mélage, y sélo en treinta afos, de
nueve califas Hammudies, hasta queGuerreros cristianos del norte de la Peninsula
segiin miniatura de un Beato del siglo XI
(Biblioteca Nacional, Madrid)
en 1056 conquisté aquella taifa la de
Granada.
14. Meértola. Comparte caracteris-
ticas con la taifa de Huelva, siendo
también una de las pequenas taifas,
alzadas sobre poderes andalusies loca-
les, en el suroeste andalusi, siempre
en conflicto con la poderosa Sevilla,
que la conquisté en 1044-45.
15. Molina de Aragon. Forma serie
con las taifas de Albarracin y Alpuen-
te, sobre todo, por hallarse en la franja
central, de antiguo poblamiento beré-
ber. Molina de Aragén no se salvaria,
sin embargo, de una inicial y mas 0
menos teérica dependencia de las tai-
fas de Toledo y de Zaragoza, sucesiva-
mente, pero 4 finales del siglo XI, el
Poema del Cid refleja la autonomia
que alli tenia el aleaide Ben Galbén,
aliado del Campeador.
16. Morén. Fue ocupada por los
Dammaries, rama de los beréberes Za-
nata, oriundos de Tiinez, llegados a al-
Andalus poco antes; formaron parte de
los ejércitos de Almanzor cuando la
guerra civil, se independizaron en Mo-
ron, sucediéndose tres régulos, desde
1013-14 hasta 1065-66, en que Sevilla
se anexioné también esta taifa.
17. Murcia. Empez6 por estar regi-
da por eslavos, unida su suerte a la de
Almeria, desde 1013 hasta 1038, pero
siempre habian estado presentes los
oderes de las grandes familias loca-
Fes, y entre ellas la de los Banu Tahir,
de'ascendencia arabe. Uno de ellos,
Abu Bakr, se fue independizando cada
vez mas de Almeria y de Valencia, y,
cuando murié, en 1063, su hijo y suck
sor convirtié a Murcia’en taifa plen:
mente independiente, hasta su con-
quista por Sevilla en 1078. A pesar de
esta conquista, el gobernador de Mur-
cia, Ibn Rasiq, no se plegé del todo al
régulo sevillano. La ocupacién por los
almoravides ocurrié en 1091
LOS REINOS DE TAIPAS /918. Niebla, Como las de Huelva y
Mértola, pequena taifa suroccidental
extendida entre Niebla y Gibraleén,
regida por la familia local, andalusi, de
los Yahsubies, con tres régulos sucesi-
vos, hasta la conquista, por Sevilla, en
1053-54,
19. Ronda. Ocupada por los beré-
beres Yafranies, que cruzaron a al-An-
dalus por primera vez a mitad del siglo
X, y Inego en tiempos de Almanzor.
Alli se alzaron independientes, hacia
1014 6 1016, Abu Mur, el primer régu-
lo de esta taifa, fue apresado en Sevi-
lla, y el tercero murié defendiendo su
dominio, conquistado por Sevilla, ha-
cia 1065,
20. Santa Maria del Algarve. Hoy
es Faro, en el Algarve portugués. Alli
se independiz6 fbn Harun, posible-
mente un muladi, autéctono islamiza-
do que rigié su exigua taifa desde 1013
6 1016 hasta morir en 1041-42, sucedi-
do por un hijo, que tuvo que entregar
su tierra a Sevil , en 1051-52.
21. Sevilla, La gran taifa expansi-
va, pues se observa cémo conquisté to-
das las de su entorno, deteniéndose
sélo ante las mas poderosas de Badajoz
y de Granada y algo ante la de Toledo,
contra las que guerreé mucho. Primero
ocupé las cinco pequenas taifas del su-
roeste (Mértola, Niebla, Huelva, Santa
Maria del Algarve y Silves), entre 1044
y 1063; luego las cinco del cinturén be-
réber (Algeciras, Ronda, Morén, Car-
mona y Arcos), entre 1054 y 1069; en-
seguida domind Cordoba, aureolada de
gloria pasada, y al cabo Murcia. Mas
dificiles fueron las relaciones con reyes
cristianos, Fernando I y Alfonso VI,
cuya presion econémica, con las parias,
y conquistadora intenté ser contrarres-
tada por Sevilla, principalmente, lla-
mando a los almoravides, que, trozo a
trozo, desgranaron la gran taifa, ocu-
pando Sevilla en 1091 y deportando al
Atlas magrebi a la soberbia familia alli
reinante, los Abbadies.
Eran estos Abbadies de origen ara-
be, conquistadores de al-Andalus y ri-
quisimos cadies de Sevilla, y en sui tie-
rra se independizaron en’ 1023. Sus
régulos, en sucesién patrilineal, fueron
magnificos: el juez Ismail, el juez
Muhammad (desde 1023), que se’ per-
mitié el lujo de tener califa propio, un
sosias del ealifa Hisam II, que impuso
sobre sus stibditos y sobre otras taifas;
10/ LOS REINOS DE TAIFAS
luego al-Mutadid (hasta 1069), y por
fin al-Mutamid, gran poeta, que —se-
giin una fuente arabe del siglo XIV, al-
Hulal— habria dicho Prefiero cuidar
camellos en Africa que cerdos en Casti-
Ula, fue deportado por los almoravides
ymurig en Agmat, como un simbolo de
jo que le aguardaba a al-Andalus.
22, Silves, Se alz6 independiente
un notable local, de ascendencia arabe,
Isé, al que siguieron dos —o cuatro—
régulos; el tiltimo fue desposeido por
las tropas de Sevilla, en 1063, aunque,
por la confusién que hay sobre la cro-
nologia de esta taifa, tampoco esta fe-
cha final es indiscutible.
28. Toledo. Al decaer el poder cen-
tral, hacia 1010, cuando Wadih, gene-
ral de la Marca Media, marché a Cér-
doba, o un aio después cuando fue
asesinado, las grandes familias toleda-
nas, como los Banu Mateo y el cadi Ibn
Yais, se unieron para regir su territorio
de forma independiente. Con posterio-
ridad a 1018, los toledanos, hartos de
sus propios caciques, recurrieron a un
linaje beréber establécido desde el siglo
| VIII en tierras de Cuenca, los Zennun,
arabizados como Du |-Nun: primero ri-
gié Toledo al-Zafir, luego el gran al-
Mamiin (el Alimendn de nuestra litera-
tura), y por fin el incapaz al-Qadir, que
perdio Cordoba y otras tierras ante la
acometida de la taifa de Sevilla. Cada
vez recurria més al Alfonso VI, a eam-
bio de parias que debian pagar los des-
contentos toledanos, alzados contra al-
Qadir en 1080, a quien repuso en su
trono Alfonso VI, en 1081, a cambio de
castillos y de dinero; dos afios més tar-
de, el rey castellano se presenté ante
Toledo y la ocupé en mayo de 1085,
prometiéndole a al-Qadir darle a cam:
io la taifa de Valencia,
24. Tortosa. Como en el resto del
Levante, se independizaron aqui los
eslavos, desde 1009, reaccionando con-
tra el califa al-Mahdf, y sucediéndose
cuatro régulos, hasta’ 1060, en que el
de Zaragoza, al-Mugtadir, ocupé Torto-
sa, region que formo una subtaifa, jun-
to’con Lérida y Denia, por la autono-
mia de una rama lateral de la dinastia
que regia Zaragoza. La conquistaron
los almoravides en la primera decena
del siglo XII.
25. Valencia. Taifa levantina ocu-
pada por eslavos, independientes de
Cordoba desde 1009, que antes contro-EI Cid Campeador
(dibujo decimonénico, por T. Perez)
laban el regadio como zabacequias;
fueron dos, sobre todo, y simultnea-
mente, Mubarak y Muzaffar, quienes
aplicaron con rigor la grandeza sobera-
na, el cuidado de su capital y el enri-
quecimiento sobre impuestos a sus
stibditos; murieron hacia 1017 y 1019,
y algunos otros eslavos intentaron con-
trolar la taifa, hasta que en 1021 6
1022 todos decidieron proclamar a un
nieto de Almanzor, instalando en Va-
lencia esta descendencia de la otrora
gloriosa familia, que recuperé una par-
te de sus oropeles gracias a sus fieles
eslavos. Dos amiries rigieron Valencia,
hasta 1065, aio en que la dominé To-
ledo, hasta 1075, en que la recuperé
un tercer amiri, sucedido por un hijo,
hasta 1086, en que tropas castellanas
ayudaron a’ al-Qadir, ex rey de Toledo,
a entronizarse en Valencia, donde rei-
ng hasta su asesinato en 1092, tras el
alzamiento de sus stibditos encabeza-
dos por el cadi Ibn Chahhaf, Este rigid
la ciudad, equilibrando presiones exte-
riores del Cid, por un lado, y de los al-
mordvides, por otro. Tras duros ase-
dios, el Campeador entré en Valencia,
en junio de 1094, En 1002 la ganaron
los almorvides.
26. Zaragoza. No hubo ruptura,
pues se alz6 en taifa la familia arabe
andalusi de los Tuchibies, sobresalie
te en aquella marca desde siglos atrés;
cuatro régulos de esta familia se suce-
dieron, entre comienzos del siglo XI y
1038 6 1039, cuando Sulayman b. Hud
logré ocupar Zaragoza, instalando su
dinastia, los Hudies, hasta que fueron
desplazados por los almoravides en
1110. Cinco régulos Hudies se sucedie-
ron en Zaragoza, y otros més se escin-
dieron temporalmente en subtaifas, en
‘Tudela, Huesca y Calatayud, 0 en Lé-
rida, con Tortosa y Denia. Entre ellos,
el mas notorio fue al-Mugtadir, que lo-
gr6 expandirse y plasmar sus aspira-
ciones soberanas en su palacio de La
Aliaferia, asi llamado por derivacion
de su nombre, Abu Chafar. La impor-
tancia de esta familia la hizo perdurar
y alzarse en taifas mas al sur, cuando
al-Andalus volvié a fragmentarse, du-
rante las decadencias de los almorévi-
des y de los almohades.
Final de las taifas
Estas veintiséis taifas mas notorias,
como otras con menos entidad no cita
das, acabaron de tres maneras: 1. por
conquista de otra taifa (Algeciras, Ar-
cos, Carmona, Cérdoba, Denia, Huelva,
Malaga, Mértola, Morén, Murcia, Nie-
bla, Ronda, Santa Maria del Algarve,
Silves, Tortosa); 2. por conquista cris-
tiana (Toledo, Valencia); 3. por con-
quista de los almoravides (Albarracin,
Almerfa, Alpuente, Badajoz, Baleares,
Granada, Molina, Sevilla y Zaragoza,
ademas de Valencia, al cabo). Todo este
proceso —fragmentacion politica, en-
frentamiento taifal, avance cristiano y
su presién econémica, y al final reorga-
nizacién politica por el centralismo de
un Imperio exterior, el almoravide—
ocasioné unas variaciones irreversibles
en el equilibrio peninsular entre el Is-
lam y la Cristiandad. El siglo XI fue
as{, éomo sefialé Ramén Menéndez Pi-
dal, la centuria del gran viraje. Al-An-
dalus, politicamente, no se recuperaria
del todo a lo largo de los cuatro siglos
que atin le quedaban de existencia.
(*) Ver HISTORIA 16, nim. 194, junio de
1992, El emir Abd Allah, por M. ‘Carmen
Jiménez Mota.
LOS REINOS DE TAIFAS /11Al-Andalus en el siglo XI
Poblacion, territorio y comercio
M.* Isabel Calero
Arabista. Universidad de Mdlaga
esde el punto de vista poblacio-
nal, el siglo XT se va a caracteri-
zar por la heterogeneidad étni-
ca, La poblacién de al-Andalus, que en
el siglo X se podia ealificar como de
andalusi, en el siglo XI se encontraria
enfrentada a nuevos contingentes de
beréberes norteafricanos, coexistien-
do, ademas, con otros elementos étni-
cos no integrados en el tejido de la so-
ciedad andalusi, que podia dividirse
asi:
a) El elemento autéctono, formado
por muladies (muwallads), mozérabes
y judios, responde a una clasificacin
de tipo confesional
Los muladies configuran en el siglo
XI el micleo mayoritario de la pobla-
cién. Son los hispano- good converti-
dos al Islam como resultado de la pol-
tica de islamizacin del Estado
iniciada por Abd al-Rahman II, que su-
ponia la integracién de la poblacion
valiéndose del Islam como religién del
Estado y acompaiada de un desarrollo
profundo de la Administracién. Este
proceso culminara en el siglo X con el
califato cordobés, en el que, segtin al-
gunos estudios, la proporcién de mu-
sulmanes aleanzaba posiblemente el
50 por 100 de la poblacién. Sin embar-
g0, es significative comprobar que, a
pesar del elevado volumen de este see-
tor de la poblacién, no existiese en el
plano politico una taifa que se denomi-
nara muladi 0 muwallad, salvo, tal
vez, la de los Banu Harun del Algarve.
Los mozarabes, aquellos que siguen
profesando el cristianismo, parecen
constituir en el periodo que tratamos
un elemento bastante minoritario
pero, en todo caso, muy arabizado. Su
estatuto legal era él de dimmz, protegi-
do, con garantias de ejercicio privado
de’su religién y con la obligacién del
pago de la chizya, tributo de capita-
cidn. A finales del siglo XI este sector
ahora mas rural que urba-
no, sera casi residual y con nula tras-
cendencia en lo politico.
A la categoria de dimmi pertenecia,
también, la poblacién judia. Grandes
comunidades existian en las mas im-
portantes ciudades de al-Andalus,
como Toledo, Cordoba, Badajoz, Zara”
goza, Valencia y Sevilla, pero sera en
la Granada ziri, ciudad de gran tradi-
cidn judia, donde una familia de ju-
dios, los Banu Nagrella, desempenara
un destacado papel politico aportando
visires del régulo Badis y de su hijo
Buluggin. Los judios andalusies habi-
an adoptado la lengua arabe, como re-
fleja su excelente produccisn literaria,
y, dedicados a actividades mercantiles,
diplomaticas e, incluso, artesanales,
vivian en barrios separados en las ciu-
dades
b) Elelemento fordineo, constituido
por arabes y beréberes llegados a la
Peninsula en el siglo VIII, se puede
definir, también, como el'elemento
invasor cuya entrada fue fluida y no
interrumpida desde entonces. Su dife-
renciacion corresponde a un criterio
étnico, dado que confesionalmente pro-
fesan el Islam. Esta dualidad étnica
trascendera al plano geopolitico de
modo que las taifas que surjan tras la
caida del califato se distribuiran étnica
y geograficamente segtin su proceden-
cia. Numerosos linajes érabes y beré-
beres andalusies asumieron, ademas,
el poder en territorios en donde muchos
de ellos ejercian su dominio desde anti-
guo. En la primera mitad del siglo XI
se alzan independientes taifas arabo-
andalusies en el sur y en la Marca
Superior, separadas por una impor-
tante franja central ocupada por taifas
beréberes-andalusies. Pero, a lo largo
de la segunda mitad del siglo, el pano-
rama se simplifica en favor de dos focos
arabo-andalusies: los Abbadies, en el
valle del Guadalquivir, y los Banu
Hud, en el valle del Ebro, que se ane-Izquierda, relieve de época taifa
—mediados del siglo XI—
sobre una placa de mirmol
(luseo de Santa Cruz, Toledo).
Abajo, capitel taifa tallado
en marmol (Museo del Taller
del Moro, Toledo)
LA PENINSULA IBERICA
ENTRE 1031 Y 1035
LOS REINOS DE TAIFAS / 13,xionaron varias taifas, situadas a su
alrededor.
Hubo familias arabo-andalusies que
permanecieron, durante todo el perio-
do o durante alguna etapa sélo, al
frente de las taifas de Cordoba (los
Chahwalies), Sevilla (los Abbadies),
Niebla (los Yahsubies), Silves (los Mu:
zaynies), Huelva (los Bakries), Alme-
ria (los Banu Sumadih), Mureia (los
Banu Tahir), Valencia (los Amiries) y
Zaragoza (primero los Banu Hud y lue-
go los Tuchibies). Todas estas familias
reclamaban para si un prestigioso ori-
gen arabe, y decian descender de tri-
bus oriundas de la Peninsula Arabiga,
a través de antepasados legados a al-
Andalus en el siglo VIII, aureolados
por la gloria de partieipar’en la expan-
sién islimica,
Por su parte, otras familias que lo-
graron la soberania de alguna taifa
eran de origen beréber, pero estaban
asentadas en al-Andalus desde el siglo
VIII también, legadas, asimismo, con
la expansién islamica. ‘Con el paso de
los siglos se habian arabizado total-
mente, y pretendfan incluso tener una
prestigiosa ascendencia arabe. Sus tai-
fas se sittan en el centro peninsular,
en la franja central beréber, en Bada:
joz (los Aftasies), Toledo (los Du 1-
‘Niin), Alpuente (los Banu Qasim) y Al-
barracin (los Banu Ratin).
Constitufan un elemento de reciente
implantacién en la Peninsula y, por
ello, poco aglutinados con el resta de la
pobiacién. En contraste con los anda-
lusies, formaban el sector menos ara-
bizado y apenas hablaban arabe. Su
Megada a al-Andalus fue fruto de la po-
litica intervencionista norteafricana de
Abd al-Rahman III, incrementada en
tiempos de Almanzor. Un gran numero
de tribus beréberes que pasaron a en-
grosar el ejército amiri se vid, al co-
mienzo de la fitna, desprovisto de fun-
cin, por lo que decidieron apoyar
como grupo a uno de los candidatos,
Sulayman al-Mustain, quien en pago
de los servicios prestados les concedis
territorios en calidad de feudos, origi-
nando asi la creacién de nuevas taifas,
legitimadas por el reconocimiento otor-
gado por el califa. Una particularidad
importante a destacar es su pertenen-
cia a dos grandes confederaciones be-
réberes, la de los Zanata y la de los
Sinhacha, del Magreb.
Estas taifas de beréberes nuevos se
instalan en el sur de la Peninsula, con
14/ LOS REINOS DE TAIFAS
ol siguiente reparto segrin su origen
tribal:
—Eran Zanatas, o Zenetes, las fami-
lias que rigieron las pequenias taifas de
Ronda (los Yafranies), Carmona (los
Birzalies), Arcos (los Jizrunies) y Mo-
rén (los Dammaries).
—Eran Sinhachas los régulos de la
taifa de Granada, los Ziries, que fue-
ron muy importantes y llegaron a ane-
xionarse la taifa malaguena de los
Hammudies, los cuales eran arabes
idrisies descendientes del Profeta,
aunque muy berberizados, por residir
en el Magreb hasta que, en los ulbores
del siglo XI, empezaron’a aetuar en la
Peninsula Ibérica.
Otro grupo advenedizo est formado
por los eslavos, saqdlibas, esclavos de
origen europeo y del norte peninsular
que ocupaban altos cargos en la admi-
nistracion y en el ejército califal. Con-
vertidos muchos de ellos en libertos,
mawali, crecieron en ntimero y poder,
pero no llegaban a integrarse del todo
en la sociedad andalusi. Durante la
crisis del califato intervinieron en apo-
yo de los omeyas, especialmente de los
amiries, y ante las turbulencias politi-
cas producidas en la capital a prin
pios del siglo XI, abandonaron Cérdo-
ba y se instalaron en el levante y
sureste de la Peninsula, consiguiendo,
en un proceso bastante oscuro, forjar
unas taifas en Tortosa, Valencia, De-
nia, Baleares, Almeria y Murcia. Sin
embargo, poco a poco fueron perdiendo
poder y al comienzo del periodo propia-
mente de taifas sdlo estaban consolida-
dos en Denia y Baleares. Sus regime-
nes inestables y sin arraigo social se
vieron difieultados por las circunstan-
cias personales de muchos de ellos,
que, siendo eunucos, carecian de ga”
rantias sucesorias.
Los abid, esclavos negros de origen
afrieano, proceden del intenso trafico
servil desarrollado durante el califato,
Incorporados a la guardia personal de
los califas, tuvieron un destacado pa-
pel en la crisis de principios del XI,
pero, a diferencia de los eslavos, gene-
ralmente se pusieron del lado de los
beréberes,
El estatuto personal de mawali, ma-
numitidos, s6lo se obtenia con la con-
version al Islam e implicaba una rela-
cién de patronato bajo sus antiguos
duefios.
EI siglo XI produce dos heel
portantes en el espacio geopoliArquitectura y decoracién de
época taifa en La Aljaferia
de Zaragoza
(dibujo decimonénico,
La Ilustracién Espaiola y Americana)
al-Andalus: la fragmentacién del espa-
cio interior y el retroceso de la frontera
norte ante la presion cristiana, afec-
tando particularmente al territorio de
las Marcas, que ahora dejan de ejercer
el papel defensivo para el que fueron
creadas. Separando los nuevos Esta-
dos, existen en el interior de al-Anda-
lus unas fronteras imprecisas, fluc-
tuantes e inestables en funcién de la
relacién de fuerza pero que no parecen
influir en otro tipo de relaciones como,
por ejemplo, las mercantiles y cultura~
les,
El cardcter urbano de la civilizacién
arabo-islamica es esencial en el perio-
do que tratamos. La madina, ciudad,
es el espacio urbano por excelencia y,
segrin el modelo clasico islémico, est
rodeada por una muralla, provista de
arrabal, aleazaba, mezquila mayor, z0-
cos, bafos y alhéndigas, acumulando
no'sdlo la mayor densidad demo-
grafica, sino también la sede del poder
politico, el centro de la vida religioso-
cultural y el foco de la actividad arte-
sano-mercantil. Grandes ciudades se
convierten ahora en capitales de pe-
quefios sistemas estatales que asumen
las funciones de la antigua capital del
califato, emulandola; perciben impues-
tos de sus distritos, acufian moneda y
se constituyen en auténticas cortes li-
LOS REINOS DE TAIFAS /15terarias. Las mas importantes, tanto
por extension como por habitat, son
—segiin Torres Balbiis— Sevilla, Cor-
doba, Toledo, Almeria, Granada, Zara-
goza, Mallorea, Malaga y Valencia, cu
yos recintos superan, en algunos casos
con ereces, las 40 heetareas y los
15,000 habitantes. Ciudades de segun-
do orden pero con significacisn politica
fueron Murcia, Badajoz, Ronda, Silves,
Tortosa y Denia, especialmente aque-
las que fueron cabezas de taifas
Cordoba, a pesar de que empezaba a
reponerse de los avatares sufridos, era
una ciudad arruinada que habia perdi
do su protagonismo en favor de Sevi
Ia, el centro urbano mas sobresaliente
de este siglo. Almeria era un emporio
mercantil gracias al intenso trafico de
su puerto, uno de los mas activos del
Mediterraneo, Toledo continué mante-
niendo una primacia urbana como een-
tro politico e intelectual de la Marea
Media hasta su pronta conquista. Za-
ragoza era la auténtica capital del nor-
te, con una intensa vida cultural e in-
dustrial. Mallorea goz6 de una gran
actividad maritima, y Valencia y De-
nia, de una economia muy activa gra
cias a su riqueza agricola. Granada y
Malaga también conocieron una época
de prosperidad aunque atin no les ha-
bia Hegado el momento de su verdade-
ro protagonismo.
Desde el punto de vista arquitect6-
nico, el edificio mas caracteristico era
el palacio, simbolo de legitimacién del
poder politico de aquellos régulos. Po-
cos vestigios quedan de la arquitectura
palaciega del siglo XI, puesto que hubo
16/LOSR
1S DE TAIFAS
un cambio en las técnicas de construc-
cidn, sustituyéndose la piedra por el
ladrillo y la argamasa de tierra caliza
y el marmol por la madera, materiales
mas perecederos. Sin embargo, la li-
teratura de la époea deja constancia
del esplendor y magnificencia de aque-
Mas construcciones. Se conserva el pa-
lacio de La Aljaferia de Zaragoza, obra
del hudi al-Mugtadir; La Aimudaina
de Mallorea, debida a Mubassar; parte
del Qasr al-Mubarak de los Abbadies,
en el actual Alcazar de Sevilla, y res-
tos del palacio hammudi de la Aleaza-
ba de Malaga, pero apenas queda nada
de otros, como el de al-Sumadihiyya de
Almeria, ciudad a la que los eslavos
Jayran y Zuhayr dotaron de excelentes
edificios y obras civiles,
Por motivos de seguridad se intens
ficaron, ademas, las construcciones de
tipo defensivo y se reforzaron las ya
existentes; prueba de ello son las alea-
zabas de Badajoz, Toledo, Malaga y
Denia.
El campo
A pesar de la importancia de la vida
urbana como factor caracteristico de la
sociedad islamica y andalusi, en parti-
cular, parece evidente que la masa
rural Seria el elemento mas numeroso.
Formado por comunidades campesinas
étnicamente heterogéneas, se sent.
distanciado de las tensiones politicas,
aunque afectado por ellas. Ibn Hayyan,
refiriéndose a la zona valenciana, de:
cribe la crisis social de los campesinos
levantinos tras el desmoronamiento de
la unidad politica de al-Andalus en tér-
minos de un obligado abandono de las
propiedades, que pasaron a convertirse
en explotaciones privadas en tiempos
de los eslavos Mubarak y Muzzafar. El
retorno a sus tierras suponia para aqui
Hos campesinos aceptar trabajar en sus
antiguas propiedades a cambio de parte
del producto, y esto parece haberse
generalizado en el siglo XI, pues los
régulos taifas procuraron incrementar
sus riquezas, imponiendo a sus stibditos
todas las contribuciones posibles.
Los centros de poblamiento en el
medio rural son el hisn y la qarya. El
primero, conocido generalmente como
castillo, es un poblado fortificado en
altura, enclavado en lugares estratégi-
cos y comunicado visualmente con otr
proximos, formando entre ellos un cor-Artesania de época taifa
Izquierda, ataifor; abajo,
arqueta de Palencia,
fabricada en marfil,
cuero y oro (Museo,
d6n defensivo y controlador del territo-
rio, Con estructura y funciones propia-
mente urbanas, contaba con un micleo
de poblamiento permanente y de volu-
men moderado, En el periodo que trata-
mos, su misién fundamental seria la
proteccién de la capital de su taifa y del
habitat que, ante la inseguridad de los
tiempos, se iba instalando en su entorno.
La garya era también un poblamien-
to permanente de caracter eminente-
mente agricola y ganadero, asentado
en el llano y que nada tenia que ver
con el concepto actual de alqueria, por |
el que se suele traducir, que es pobla-
miento disperso. Probablemente, la
garya tenia unas dimensiones menores
que el hisn.
Existian también granjas, llamadas
daya, aldea, en habitat disperso en las
vegas de los grandes rios y en zonas de
regadio, asi como recintos fortificados,
ribat o rabitas, para vigilancia de los
puntos mas vulnerables del litoral y de
jas marcas, que alternaban con centros
de retiro espiritual
La diversidad de las tierras de al-
Andalus condiciona las formas de vida
de su habitat. Del tipo de suelo y de
sus formas de explotacién depende-
ran, por tanto, las circunstancias en
que’se desarrolle la vida de quienes lo
cultiven. Junto a zonas fértiles de re-
gadio, como las vegas de los rios del
sur y de la meseta inferior y las huer-
tas de Valencia y Murcia —en las que
se mejoran las técnicas de riego me-
diante acequias, acefias, norias, ete.—
existe una gran zona de tierras de Se-
cano, dedicada al cultivo cerealista,
que exige un régimen de propiedad y
de explotacién diferente. A través de
los formularios notariales se puede
concluir que se ha impuesto el contra-
to de aparceria, mejorando las condi-
ciones de trabajo del aparcero, deno-
minado amir, munasif y ‘sarik,
aparcero, mediero y asociado. En di-
chos contratos se estipulan las diver-
sas modalidades de aparceria, las
clausulas de rescisién y de revision del
contrato, dependiendo de las calami
dades agricolas como la sequia, las
inundaciones o las plagas, y las obli-
gaciones de las partes contratantes. El
contrato recibia los nombres de muza-
ra, para las tierras de secano; de mu
saga, para las de regadio, y de muga-
rasa, para la arboricultura, recibiendo
el aparcero, en el primer caso, desde
la mitad a las tres cuartas partes de
la cosecha, aunque hay contratos por
sélo la cuarta parte, mientras que en
el de regadio solo percibia un tercio.
LOS REINOS DE TAIPAS /17Junto a cultivos tradicionales del
mundo mediterraneo, trigo, olivo y vid,
existe como factor innovador la aclima”
tacién de nuevas especies y la intro-
duccién de nuevas técnicas. Las fuen-
tes arabes dejan constancia de ciertas
especialidades de cultivos locales como
el azafran. el arroz, la cana de azticar,
el algodén y diferentes arboles fruta-
les, Un gran avance fue la aparicién,
durante el siglo XI, de los primeros
tratados de agronomia y geopénicos,
como los de Ibn Bassal, Ibn Wafid, Ibn
al-Awwan y al-Tignari, tendentes a
mejorar la produccién y obtener mayo-
res cosechas,
El comercio
Durante este periodo subsiste un en-
tramado de relaciones comerciales que
no se ve afectado por la fragmentacion
y la inestabilidad del momento y que,
Siguiendo las pautas de la época cali-
fal, se centra en los nticleos urbanos,
adquiriendo un auge significativo las
actividades econémicas propias de la
vida urbana, como son la industria y el
comercio.
Por razones de diversa indole, el co-
mercio va a tener un caracter emi-
nentemente interno, basado en los
productos agricolas y los manufactu-
rados, destinado a satisfacer el propio
consumo. Este tréfico comercial utili-
za las vias elasicas de comunicacién y
los rios navegables, ocupandose la
arrieria de la totalidad de los trans-
portes terrestres. Las transacciones,
siempre segiin las pautas teéricas del
derecho islamico, se realizan en las
ciudades que cuentan con zocos 0
mercados especializados y con la pre-
sencia de un funcionario encargado
expresamente de controlarlos, el
‘Trabajo agricola en el siglo XI
(dibujo de una miniatura
del Beato del Burgo de Osma,
‘Museo Catedralicio) a
18 / LOS REINOS DE TAIFAS
muhtasib 0 sahib al-sug, almotacén 0
zabazoque.
Existia, ademas, un importante co-
mercio exterior que encontré salida
para algunos productos naturales ¢ in-
dustriales en el norte de Africa, Orien-
te y norte peninsular, El comercio de-
rivado de la agricultura se proveia de
los excedentes de aceite de oliva, algo-
don, lino y frutos secos. Sin embargo,
el trigo, elemento basico para la ai
mentacién, generalmente debia impor-
tarse, pues no se produefa lo suficiente
para autoabastecerse.
La calidad de los productos industria
les determiné una excelente demanda
externa, sobre todo de productos suntua
rios destinados a mereados de lujo. La
produecién intensiva de tejidos de alta
calidad, que salia de talleres especiales,
dar al-tiraz, empleaba a numerosos arte-
sanos dedicados a labores de cardado,
hilado y tenido. Eran muy apreciados los
tejidos de brocados y sedas, como los
famosos hulal mawsiyya, tejidos listados
con motivos animales y vegetales que se
fabricaban en Malaga. También se
exportaban productos derivados de la
industria lanera y del cuero, objetos de
orfebreria y de vidrio, asi como cerdamica
esmaltada y dorada.
En las transacciones al por mayor
solia intervenir un intermediario y se
almacenaban en fundug 0 alhondigas,
que disponian, ademas, de zonas de
hospedaje. En jas ciudades importan-
tes existia la aleaiceria, mercado esta-
tal de caracter publico destinado espe-
cialmente a los productos de luj
Otro tipo de comercio, de gran tras-
cendencia, fue el de esclavos, pues por
al-Andalus atravesaba la ruta que los
traia desde Europa y el norte de la Pe-
ninsula camino de otros ambitos medi-
terrdneos, y contaba con mercados es-
pecializados en cada ciudad.Las bellas letras en las
cortes de taifas
Maria Paz Torres
Arabista. Universidad de Mélaga
ien el terreno politico la apari-
cién de los distintos reinos de tai-
fas a lo largo de las tres primeras
décadas del siglo XI supone la caida
del califato omeya, la desmembracién
de al-Andalus y el principio del fin del
dominio musulmén en la Peninsula,
en el campo de las bellas letras se pue-
de hablar, sin embargo, de auténtica
eclosién literaria. La nueva configura-
cién autondmiea recogeré la herencia
cultural del califato, la multiplicara y
descentralizara en sus diversos Esta-
dos y, cuando éstos vayan cayendo en
la ultima década del siglo, la prolonga-
ré todavia durante unos afos en el
nuevo al-Andalus almordvide. Su es-
pacio literario, por tanto, trasciende
con creces su propio espacio histérico.
Por una parte, recibe las tltimas y po-
siblemente mejores voces del califato,
que ante la ineémoda e insostenible si-
tuacién politica de Cordoba optan, sal-
vo raras excepciones, por emigrar a los
recién constituidos reinos de taifas en
busca de horizontes mas despejados.
Por otra, crea su propia generacion, la
que va a desplegar su actividad en la
segunda mitad del siglo XI_y que se en-
cuentra repartida, y a veces itinerante,
entre los nuevos reinos que rivalizan
por atraerse a los mejores poetas del
momento. Y finalmente, en las prime-
ras décadas del siglo XII, cuando su
segunda generacién podria haber con-
solidado un estilo, una época y un ha-
cer, la legada de los beréberes almor-
vides la sittia a caballo entre un
pasado de gran vitalidad literaria y es-
casa consistencia politica, y un presen-
te en el que se han invertido los pape-
les.
Las uiltimas voces del califato
El ambiente de cultura y refina-
miento creado por el califato, la rique-
za de sus bibliotecas, la brillantez de
sus maestros y el mecenazgo de sus go-
bernantes permitirén que aun en sus
iltimos momentos, cuando ya los dias
de la institucién omeya estan conta-
dos, Cérdoba produzca’una pujante ge-
neracién de poetas y literatos que, hi-
jos directos del califato, se verdn, sin
embargo, obligados a trasplantarse,
salvo algun caso aislado, a los nuevos
reinos de taifas ante la cambiante y
peligrosa situaeién politica de la eapi-
tal
El primero de ellos puede ser, por
razones estrictamente cronolégicas,
Ibn Darrach al-Qastalli (958-1030),
natural de Castellar de Santistéban,
en Jaén. Poeta ulico del amiri Alman*
zor y de sus hijos, el asesinato del se-
gundo de ellos, Sanchuelo, y los desor-
denes politicos que siguieron le
obligaron a buscar nuevos mecenas
fuera de Cérdoba. ‘Tras recorrer otros
Estados menores, fue acogido en la tai-
fa de Zaragoza, donde se convirtié en
poeta oficial de la corte tuchibi. Su ca-
ida en desgracia, por causas que se
desconocen, le lleva a Denia, ciudad en
la que muere. Poeta de corte, poeta pa-
negirista, su poesia ofrece una técnica
muy depurada y un dominio total de la
lengua. Neoclasico al estilo oriental,
recibié por ello el sobrenombre de al:
Mutanabbi de al-Andalus.
Producto del califato es también Ah-
mad ibn Suhayd (992-1035), Cordobés
de pura cepa, vivi6 de leno los sucesi-
vos cambios y destronamientos que
precedieron a la abolicién del califato.
Como resultado, lo mismo lo encontra-
mos en prisién con el califa Ali ibn
Hammud, que encumbrado al cargo de
visir durante los cuarenta y siete dias
que duré el mandato del omeya al-
Mustazhir (2 de diciembre de 1023-17
de enero de 1024). En Cérdoba trans-
currié su vida, salvo una breve estan-
cia de un afio en Malaga.
LOS REINOS DE TAIPAS (19Cultivador de la poesia de corte cla-
sicista, considera que la inspiracién es
un don innato y defiende que el talen-
to literario no reside en la profesional
zacion ni en la imitacién servil, sino en
las aptitudes naturales de la persona,
y que es Dios, y no los libros ni los
maestros, quien’ lo comunica. La apli-
cacién de estos principios hace de Ibn
Suhayd el primer poeta de importan-
cia y auténtiea originalidad de al-An-
dalus. Afectado por un ataque cerebral
que le produce una pardlisis progresi-
va y le lleva a la muerte siete meses
mas tarde, sus versos se cargan de la
mas desgarrada y humana sinceridad.
Sin ninguna duda, los ultimos meses
de su vida constituyen su periodo crea-
dor mas fructifero; compone no menos
de diez poemas, algunos verdadera-
mente insuperables, y desde luego los
mejores,
Como critico literario es autor de
una de las obras mas interesantes de
la Espana musulmana, tanto por el
planteamiento general de la misma
como por la teatralidad de sus cuadros,
Se trata de la Epistola de los genios,
en la que el autor, a través de un viaje
imaginario, se traslada en compania
de su genio inspirador, Zuhayr, y a lo-
mos de una yegua negra, al mundo de
los genios. Una vez alli, le pide a
Zuhayr —que actuaré de guia— que le
resente a los genios inspiradores de
los poetas y prosistas mas afamados,
con los que entabla conversacién, les
recita composiciones propias y obtiene
su aprobacién. A continuacién se vier-
te una serie de criticas tomando como
pretexto una tertulia literaria de ge-
nios y, finalmente, es invitado a arbi-
trar en una justa postica. El origen de
este planteamiento (viaje a otro mun-
do, conversacién con los personaj
que encuentra, existencia de un guia,
etcétera), que ofrece ademas bastantes
con La Divina Come-
ion
puntos comune:
dia, podria encontrarse en la vis
escatoldgica surgida en el mundo is
mico en torno a las leyendas del mi-
rach 0 ascension de Mahoma a los cie-
los, a partir del viaje nocturno
mencionado en el Coran (Sura 17, 1).
El collar de la paloma
Amigo y companero de Ibn Suhayd,
con el que comparte el efimero visirato
de cuarenta y siete dias del califa al-
20//LOS REINOS DE TAIFAS
Mustazhir, es el también cordobés Ibn
Hazm (994-1064). Hijo de un ministro
de Almanzor, la caida de la dinastia
amiri y la ruina y persecucién que a
causa de ello sufrié su familia lo con-
vierten en un inconformista e incémo-
do intelectual trashumante al que su
feroz defensa del legitimismo omeya y
su militancia en la escuela literalista
zahiri, opuesta a la maliki imperante
en al-Andalus, lo hacen indeseable en
todos los reinos de taifas y lo sitian al
margen de la ortodoxia. Tras un largo
peregrinar plagado de sinsabores y de-
senganos, cntre los que no se puede ol-
vidar la publica quema de sus libros en
Sevilla por orden del abbadi al-Muta-
did, se retira a su casa familiar de
Huelva, donde muere,
Poeta, literato, genealogista, histo-
riador, jurista, exegeta, fildsofo, pole-
mista, éste gran poligrafo es, sin duda,
uno de los representantes mas signi
cativos y fecundos de la literatura an-
dalust y un genuino producto de la eta-
pa califal
Destacamos entre sus obras el Fisal,
primera historia critica y comparada
de las diversas opiniones religiosas, 0
su Epistola en elogio de al-Andalus, en
la que, con claro sentido autodefensivo,
recoge una aguda observacin respecto
al trato que al-Andalus da a sus sa-
bios: Lo que ocurre en nuestro pais con-
firma plenamente el proverbio usual:
Nadie hace menos caso de un sabio que
su propia familia. Yo he letdo en el
Evangelio que Jestis ha dicho: Nadie es
profeta en su tierra,
Pero entre todas sus obras, la que
més fama le ha dado en Occidente es
El collar de la paloma, traducida a un
buen numero de lenguas. Obra de ju-
ventud, sus treinta capitulos constitu-
yen el mas completo tratado sobre el
amor y los amantes que se haya escri-
to en la Edad Media. Algunos de sus
capitulos, como los dedicados a desc
bir la esencia del amor o los sintomas
que lo acompanan, confirman la uni-
versalidad y vigencia de la obra. No
menos interesantes son sus alusiones
a los personajes que se mueven en tor-
no a los enamorados: el mensajero (sa-
fir), velacionado con la celestina o tro-
taconventos; el espia/guardador
(ragib), de clara similitud con el guar-
dador provenzal: el calumniador
(wasi) y el censor (adil).
Mas joven que los anteriores, pero
igualmente cordobés y formado en elido de seda de época taifa conocido
como el Palio de las brujas
(Museo Episcopal de Vic, Barcelo
afo Ibn
califato, es el poe
Zaydun (1003-1071). De familia aristo-
dtica, su pasién amorosa por la prin-
a y poetisa Wallada, correspondida
durante algun tiempo, le inspir6, al
verse rechazado, los mas bellos versos
de amor que cireulan entre los arabes.
En relacion también con estos amore:
urgen sus dos mas famosas epistolas.
La primera, de tono burlesco, en la que
ridiculiza & su rival Ibn Abdus, por
quien Wallada le habia sustituido,
pone en boca de ésta una subida satira
que tuvo una enorme difusién en Cér-
doba y a la que aquél respondié con in-
LOS REINOS DE TAIFAS /21trigas hasta conseguir la prisién del
poeta. La segunda, mas larga y desti-
nada a obtener clemencia, es una epis-
tola densa y lena de erudicién, Amnis-
tiado al fin, Ibn Zaydun se refugia en
la taifa de Sevilla, donde al-Mutadid le
nombra visir y poeta oficial, cargo en
el que le confirmé su hijo al-Mutamid
al sucederle en 1069. Dos afios mas
tarde moria nuestro poeta.
En su poesia, de corte neoclasico,
hay dos manifestaciones muy distin”
tas, En sus aos de poeta oficial, y sal-
vo composiciones muy concretas, su
inspiracion y originalidad, tan brillan-
tes y conmovedores en el tiempo de su
infortunio, dan paso a una poesia fria,
rebuscada y convencional.
Las cortes de taifas
El derrocamiento y muerte del se-
gundo hijo de Almanzor, Abd al-Rah-
man Sanchuelo, inicia en al-Andalus,
en la primera década del siglo XI, una
crisis civil de enorme trascendencia.
Las facciones en pugna —andalusies
(arabes, muladies y beréberes arabiza-
dos), eslavos y beréberes no arabiza-
dos— aprovecharan la debilidad cada
vez mayor del poder central para confi-
gurar un nuevo al-Andalus leno de
Estados auténomos o taifas en los que
ellos se establecen como soberanos in-
dependientes.
Estos nuevos Estados rivalizarén
entre si no sélo por cuestiones dinasti-
cas 0 territoriales, sino que, amplian-
dolo al terreno de las letras, también
competirén para acaparar los mejores
letrados y poetas, y sus soberanos ten-
dran a gala favorecer los estudios lite-
rarios. Es el momento en que ser poeta
abre las puertas de palacio y una bue-
na poesia puede ser premiada con un
cargo. Los poetas seran visires y los re-
yes serdn poetas. Todas las taifas, sal-
Vo algin caso realmente excepcional,
dispondran de su corte literaria, pero
entre todas, y desde el primer momen-
to, Sevilla sé erige como nueva capital
literaria de al-Andalus y congrega a
los mejores poetas.
Desde que la taifa sevillana comien-
za su andadura independiente con
Muhammad b. Abbad (1023-1042), ya
encontramos en torno a él un cireulo li-
terario en el que cabe destacar a su jo-
ven secretario y visir Abu I-Walid al-
Himyari (1026-1048), autor de una
22/ LOS REINOS DE TAIFAS
bella antologia postica sobre la prima-
vera y las flores, en la que recoge prin-
cipalmente composiciones de sus con-
temporaneos y amigos sevillanos. A la
obra incorpora algunas epistolas, una
de él mismo, en las que prosa y verso
se entremezélan para entablar anima-
das querellas de flores.
Con su hijo y sucesor al-Mutadid
(1042-1069), muy aficionado a la poe-
sia y él mismo poeta, el circulo se am-
plia. Ministros suyos fueron entre
otros Ibn Hisn al-Isbili y el ya mencio-
nado Ibn Zaydun, y en sui corte en-
cuentra acogida un joven y oscuro per-
sonaje de Silves llamado Ibn Ammar,
que, recién llegado a Sevilla, dirig
monarea una cuidada casida panegi
ca ensalzando su valor y su bravura en
las ultimas campanas militares. Con
este poema Ibn Ammar se gané un
puesto en la corte y la posibilidad de
entablar amistad con el principe
Muhammad, ms tarde rey de Sevilla
con el nombre de al-Mutamid.
Es con este rey, al-Mutamid, que go-
bierna de 1069 a 1091, con quien Sevi
lla realmente se convierte en el centro
intelectual de al-Andalus. Con una s6-
lida y esmerada formacién literaria, fo-
meniada especialmente por su padre,
junto a unas dotes poéticas mas que
notables, su mecenazgo trascendié las
fronteras de al-Andalus y en su corte
se dieron cita los mejores poetas del
Occidente drabe, incluidos el norte de
Africa y Sicilia.
Vida y poesia constituyen en al-
Mutamid un todo inseparable: la pasion
comin por la poesia le unis a su amigo
Ibn Ammar; un verso completado junto
al rio le casa con Itimad; poetas fueron
varios de sus hijos; poetas le despidie-
ron de amanecida en el Guadalquivir
cuando, destronado por los almorav
des, embareé para el exilio, y en la poe-
sia ‘se refugia, desterrado en tierras
africanas, para llorar sus desdichas y
lamentarse por sus cadenas. Poesia, al
fin, sera su propio epitafio como unico
cierre posible de su vida. En 1095
muere en su exilio marroqui de Agmat;
alli contintia su tumba.
Su relacién desde muy joven con Ibn
Ammar, al que llegé a hacer primer
ministro, sufrié una serie de altibajos a
los que no fue ajena la desmedida ambi-
cién politica de aquél y su deslealtad.
La ultima traicién no consiguié el per-
don real y al-Mutamid lo mats en la car-
cel con su propia mano. Era el afio 1086.La corte del taifa almeriense al-Mustasin,
famoso por su mecenazgo de poetas
y artistas (grabado decimondnico de Serra)
Compuso nuestro rey-poeta gran
| cantidad de poemas, la mayor parte de
factura neoclasica, aunque también
cultivé el impromptu y las moaxajas.
De estas tiltimas se conserva una con
jarcha romance. Sus mejores versos,
los mas sinceros y desgarrados, corr:
ponden a la etapa del exilio. Especial-
mente célebres se han hecho los dedi-
cados a sus cadenas en la traduccion
de Juan Valera.
Tanto al-Mutamid como Ibn Ammar
son figuras novelescas, salpicadas de
romanticismo y envueltas en la leyen-
da. A partir dé la publicacién en Espa-
LOS REINOS DE TAIFAS / 23fia de la traduceién de la obra de R.
Dozy Historia de los musulmanes de
Espana (4 vols., Madrid, 1877; reimpr.
Turner, 1982), en la que una buena
parte de su tomo IV esta dedicada a
estos personajes, se ha creado en torno
a ellos toda una literatura posterior
que podemos concretar en la version
novelada de C. Sanchez Albornoz, Ben
Ammar de Sevilla (Madrid, 1972), y la
version dramatica de Blas Infante,
Motamid, tiltimo rey de Sevilla (1920:
22 ed., Sevilla, 1983).
Poeta de la ‘misma taifa es el mur-
ciano Ibn Wahbun (1039-1092), hombre
de origen humilde, pero que habia
adquirido una gran cultura y destacé en
la corte por su facilidad para las impro-
visaciones y su brillantez, legando a
ser uno de Jos panegiristas oficiales de
al-Mutamid. E] siciliano Ibn Hamdis
(1055-1133) llegé a Sevilla hacia 107:
Su incorporacion a la corte le permitié
seguir muy de cerca los acontecimientos
politicos y militares del momento. Mere-
cen citarse dos composiciones suyas en
las que celebra las hazanas de al-Muta-
mid en la batalla de Zalaca. Tomada
Sevilla por los almordvides y desterrado
el monarea sevillano, Ibn Hamdis aban-
dona al-Andalus y, como poeta itine-
rante, recorre las cortes del norte de
Africa hasta terminar sus dias en
Mallorca. Ibn al-Labbana, de Denia (m.
1113), hijo, segtin su nombre indica, de
una lechera, recorrié diversas taifas —
Almeria, Toledo, Badajoz— antes de lle-
gar a Sevilla, donde obtuvo el apoyo de
al-Mutamid y sus hijos. Muy leal en sus
afectos, fue una de las mas emotivas
voces poéticas que se sumé a la triste
despedida de al-Mutamid, al que luego
visitaria en su exilio de Agmat. Autor
de moaxajas, se conserva una de ellas
con jarcha romance.
La corte de al-Mutasim
En torno a la figura de al-Mutasim
(1052-1091), rey-poeta, la taifa de Al-
meria reine un importante grupo de
poetas y literatos, algunos de ellos pro-
cedentes de Ja vecina taifa de Grana-
da, que, regida por beréberes y gober-
nada por judios, rechazaba mas que
atraia a lds hombres de letras arabes.
Ibn al-Haddad (m. 1133), natural de
Guadix, fue un buen poeta, un buen
prosista y un sabio; panegirista de cor-
te, su poesia dulica es inferior a su
24/ LOS REINOS DE TAIFAS
poesia amorosa. Célebres son los ver-
sos dedicados a una joven cristiana a
la que conocié duranie un viaje de pe-
regrinacién y de la que se enamoré sin
correspondencia. El granadino al-Su-
maysir, anti-beréber furibundo, se hizo
famoso por sus satiras contra los ziries
de Granada, En el terreno de la prosa
destacan el cordobés itinerante Ahmad
ibn Burd al-Asgar (m. 1054), que antes
de llegar a Almeria habia estado en
Denia, y Umar ibn al-Sahid, conocidos
ambos por sus epistolas y maqamas,
ejercicios retéricos en prosa rimada so-
bre temas diversos.
Los soberanos aftasies de Badajoz
destacan por su erudicién. En la corte
de al-Muzaffar (1045-1067), autor él
mismo de una voluminosa enciclopedia
hoy perdida Hamada al-Muzaffari,
prosperan poetas como Tbn Sara, de
‘antarém, de inspiracién modernista.
Con al-Mutawakkil (1067-1095), mo-
narea culto y con buenas dotes para la
poesia, encontramos a Ibn Abdun, de
Evora (m. 1134), de sdlidos conoci-
mientos literarios pero de cuya obra
escrita casi nada ha llegado a nosotros,
salvo una casida de 75 versos que com:
puso con motivo de la caida de los af-
tasies a manos de los almoravides
(1095). Este poema, elegia a modo de
los wbi sunt, aunque posee valores lite-
rarios y ha sido objeto de comentarios
posteriores, resulta farragoso y frio. La
vinculacién de Tbn Abdun a la dinastia
aftasi no le impidié pasarse a conti-
nuacidn a la corte de los vencedores.
Las taifas eslavas también jugaron
un papel importante en el panorama
cultural de al-Andalus, siendo posible-
mente Denia, con su soberano Mu-
chahid a la cabeza (1010-1045), la mas
renombrada. Este monarea, liberto de
origen cristiano de Almanzor, fue hom-
bre de gran cultura y profundos cono-
cimientos. Ademas de su proteccién a
los estudios cordnicos, su interés por la
lengua le llevé a componer un tratado
de prosodia, hoy perdido, y abordar la
composicién de un diecionario cuya
terminacién, al no poder culminarla
por sus tareas de gobierno y su partici-
pacién en las expediciones militares,
encargé al hombre de letras y hombre
de armas, el ya mencionado Ahmad
ibn Burd al-Asgar. Este compuso para
él una Epistola de la espada y el cdla-
‘mo, en prosa rimada, que pertenece al
género de la mufajara, similar a las
disputas de la literatura medieval. Si-guiendo con las epistolas, es también
famosa la de Ibn Garcia, autor de ori-
gen cristiano e hispanico, como su |
nombre ica y él mismo confiesa. En
dicha epistola Tbn Garcia defiende la
superioridad de los musulmanes no
rabes frente a los arabes, alineandose
en la reaccién cultural nacionalista de
aquéllos frente a éstos, conocida como
suubiyya.
De una u otra forma, todas las taifas
cultivan y protegen las bellas letras, y
aunque cada una tenga su especiali-
dad, y algunas se orienten mas hacia
Jas ciencias, en todas habra sitio para
la poesia.
Esenciero de plata, bafiado en oro,
regalado por el rey taifa de
Albarracin, Muayiid al-Daula
Abd al-Malik, a su esposa Zahr
(Museo Provincial de Teruel)
Excepcién constituye Granada. Esta
taifa, regida por beréberes Hlegados a
ultima hora, sin tiempo para aprender
las sutilezas de la lengua arabe y go-
bernada por la familia judia de los Ben
Nagrella, no sélo no atrae a los poetas
itinerantes, sino que extrafia a los pro-
pios, como el ya aludido al-Sumaysir,
que tuvo que buscar refugio en Alme-
ria, En Granada los tinicos versos posi-
bles son los del inconformismo, los de
la rebeldia, los de la oposici6n, los que
surgen al margen de la corte y de los
circulos oficiales. Son los versos del al-
faqui Abu Ishaq de Elvira (m. 1067),
autor de un largo poema politico, de un |
LOS REINOS DE TAIFAS /25antisemitismo exacerbado, cargado de
odio, que sin duda alguna contribuyé a
provocar el célebre pogrom granadino
de 1066, en el que fueron asesinados el
ministro Samuel ibn Nagrella y cente-
nares de judios. Caso aparte 10 consti-
tuye el poeta Munfatil, que, convertido
en secreto al judaismo, ante el escén-
dalo general rio duda en cantar las glo-
rias del ministro Samuel ibn Nagrella.
Muy distinto podria haber legado a
ser el panorama literario de esta taifa
de no haber sucumbido ante el poder
almoravide. Con el correr del siglo, sus
soberanos beréberes se habian ido ara-
bizando, y el tiltimo de ellos, Abd Allah
(1073-1090), llegé a poseer una brillan-
te cultura drabe que le permitié com-
poner, una vez en el exilio, sus memo-
rias, interesante autobiografia que se
convierte en documento de primera
mano sobre los reinos de taifas.
En los umbrales del siglo XII
Los avatares politicos de los reinos
de taifas y su rapida desaparicién al fi-
nal del siglo XI a manos de los almora-
vides, tedricamente llegados para pres-
tarles auxilio frente a los cristianos,
inician un nuevo periodo historico en
al-Andalus. La tradici6n poética, sin
embargo, no desaparece con la misma
rapidez. Son muchos los poetas y se-
cretarios de las distintas taifas que se
pasan a las nuevas cancillerias; otros
prefieren refugiarse en su retiro pro-
Vinciano; algunos, en fin, se extrapolan
de la Peninsula buscando en otras cor-
tes lo que aqui ya no se encontraba:
ambiente propicio para la poesia. En-
tre todos destacan dos grandes figuras:
Thn Bachcha, el Avempace de los esco-
lasticos, e Ibn Jafacha, apodado al-
channan (el jardinero) por sus descrip-
ciones florales.
Ibn Bachcha (m. 1139), nacido en
Zaragoza hacia 1070, se formé en el
clima de comprensién intelectual que
caracleriz6 la Gpoca de taifas. Conquis-
tada Zaragoza por los almoravides en
1110, se pasa a su servicio y llega a
ocupar el cargo de ministro. Como filé-
sofo es autor, entre otras obras, de El
régimen del solitario, basada en la doc-
trina de Aristételes, del que Avempace
fue destacado comentarista, sobre la
felicidad suprema y el fin ultimo del
hombre. Como poeta cultivé la moaxa-
ja y podria haber sido el inventor del
zéjel
Thn Jafacha (1058-1139) nacié en Al-
cira en el seno de una familia aco-
modada y bien asentada en la region,
Lejos de ser un poeta de corte, es el
cantor por excelencia del paisaje le-
vantino. Sus descripciones de rios, jar-
dines y flores dieron lugar a una im-
portante escuela de paisajistas, en la
que ocupa un lugar preferente su pro-
pio sobrino, Ibn al-Zaqqaq.
Ciencia y técnica
Juan Vernet
1 siglo XI se inicié mal para los
andalusies: después de la guerra
civil que duré mas de veinte
afios, los reinos de taifas, que habian
nacido como consecuencia de la mis-
ma, no sélo se desangraron luchando
entre si, con o sin ayuda de los reinos
cristianos, sino que su politica interior,
excepto unos cuantos casos (Sevilla),
se vio frecuentemente perturbada por
luchas intestinas. Al fin y al cabo, si
Sancho I el Mayor de Navarra o Fer-
nando I de Castilla, al testar, repar-
26 LOS REINOS DE TAIFAS
tian el reino entre sus hijos, lo mismo
hacia Sulayman b. Hud de Zaragoza.
La diferencia radicaba en que los Esta-
dos musulmanes, mucho mas numero-
sos que los cristianos, recurrian a és-
tos para que los ayudaran contra sus
correligionarios. Para poder pagar a
sus auxiliares —casi siempre los pro-
pios reyes cristianos, pero a veces tam-
bién sefiores particulares (piénsese en
el Cid, que estuvo al servicio de los
Banu Hud de Zaragoza)— los impues-
tos sobre la poblacién musulmana au-mentaban constantemente. Y a esto se
afadian los caprichos de los propios
sefores taifas: unos protegian a los
tas; otros, a los cientificos, etcétera.
‘ero todo ello a costa de nuevas contri
buciones que arrancaban a sus stibdi-
tos.
Dentro del mismo efreulo de los cor-
tesanos existian numerosas rencillas
que, en algiin caso, tuvieron su impor-
tancia en el desarrollo cientifico-técni-
co. Maribel Fierro demuestra para To-
edo, en un original articulo (1), emo
la sucesién de cadies de esa ciudad
bajo la égida de un mismo soberano,
al-Mamiin, pudo motivar cambios en
la politica cientifica. Said al-Andalusi,
autor de la primera Historia de la
Ciencia digna de ese nombre, ocupé el
cargo, al menos dos veces (antes del
1058'y después del 1067 hasta su
muerte). Este hombre estaba vincula-
do a la familia liberal de los Hadidi.
Uno de sus amigos, al-Waqqasi (m.
1096), ha pasado a ja posteridad con
fama de librepensador a causa de su
tendencia a colaborar con los eristia-
nos, pero, especialmente, por un par de
versos que se le atribuyeron y que de-
cian: Me aflige pensar que las ciencias
de la humanidad son dos y que si las
aprendo no tengo mds que aprender /
Una ciencia [la teologia] cuya compro-
bacién real es imposible y otra [la filo-
sofa) cuya verdad de nada sirve (2).
Pero al-Wagqgasi no era el tinico es-
eéptico de la época. Fierro resume la
situacién con las siguientes palabras:
Es... cuando algunos médicos judios
abogaron por una persuasion univer-
sal... constituida a base de todo lo bue-
no y honorable ordenado por las diver-
sas religiones, es decir, abogaron por
una cultura ética, Es también la época
en que se discutié en al-Andalus... la
imposibilidad de demostrar la existen-
cia de Dios o la veracidad de la profe-
cia 0 cudl de las religiones existentes es
la verdadera. No es de extraiar, por
tanto, que cuando Toledo cae en manos
de los cristianos, un musulmén... se
convierte al cristianismo diciendo que,
en iiltimo término, el Dios de los cris-
tianos y el de los musulmanes es el
mismo.
A estos grupos les parecia correcto
el estudio de la ciencia de los antiguos,
es decir, las obras de Aristételes y de
Tolomeo. Sin embargo, en un cierto
momento el cadiazgo de’Toledo pasé a
manos de Abu Zayd al-Hassa, vincula-
do con la familia de los Banu Mugit,
conservadores, y las ciencias de los an-
tiguos empezaron a ser mal vistas. El
asesinato de Ibn al-Hadidi (3) (1076)
en presencia del sucesor de al-Mamin,
al-Qadir, debié hacer pensar a los cien-
tificos mas destacados que era hora de
buscar refugio en los Estados del sevi-
Mano al-Muiamid: el astrénomo Azar-
quiel (h. 1078), los agrénomos Ibn Bas-
sal y Ibn al-Luengo y otros emigraron
hacia el sur. demas, vivir en Toledo,
Zaragoza u otros reinos con frontera
directa con los cristianos no permitia
tener tranquilidad de espiritu para de-
dicarse a la investigacién que, aunque
entonces no se llamara asi, se practica-
ba en casi todo al-Andalus. Y para
muestra, basta ver la biografia y los
textos de uno de los visires de al-Ma-
mtn, Abu-l-Mutarrif b. Mutanna (m
1063) (4).
Estas dificiles circunstancias politi-
cas, en que cada taifa iba por su lado,
Hevaron a los alfaquies a interrelacio-
narse entre si, por encima de las fron-
teras politicas para mantener la uni-
dad y ortodoxia de su islam. Esa fue la
misién del censor de costumbres
Muhammad b. Labid al-Murabit, para
conseguir que la pena capital dictada
en Toledo contra el hereje Ibn Hatin
—quien huyé— se cumpliera bastan-
tes anos mas tarde legalmente (1072)
en Cérdoba, que entonces dependia de
Sevilla. Ahora bien: el censor de cos-
tumbres 0 sus mensajeros recorrieron
media Espafia para evitar que el Tri-
bunal religioso de cualquier ciudad ab-
solviera a un pecador, ya condenado,
acusado de ser maniqueo (zandaqi).
Pero, a pesar de todos estos inconve-
nientes, los estudios cientifico-técnicos
se desarrollaron por doquier. A media-
dos del siglo XI eran conocidas y discu-
tidas casi todas las obras, auténticas 0
no, atribuidas a Aristételes; las poco
recomendables ciencias ocultas y la
mitologia astral de Harran (Asia Me-
nor) se introducian a través de Abu
Maslama de Madrid y al-Karmani has-
ta el pie de los Pirineos; el Almagesto
de Tolomeo era objeto de la atencién
de Azarquiel, quien, con sus colabora-
dores, caleulé unas nuevas Tablas as.
tronémicas que son el precedente in-
mediato de las de Alfonso X, ademas
de un Almanaque que es el tinico cono-
cido en su género hasta ahora. Gracias
a sus trabajos astronémicos, Azarquiel
llegé a utilizar, por primera vez en el
LOS REINOS DE TAIFAS (27,campo de la astronomia, una curva no
circular: el évalo del deferente de Mer-
curio, y a descubrir el movimiento del
apoged del Sol.
Ademés, Azarquiel construyé dos
clepsidras, a orillas del Tajo, que no
sélo senalaban la hora del dia sino
también las fases de la Luna, Funcio-
naron hasta el reinado de Alfonso VIL
cerca de medio siglo después de la re-
conquista de Toledo. En esta misma
ciudad y époea, con los mismos hom-
bres, se realiz6 una serie de modifica-
ciones del astrolabio que transforma-
ron este instrumento en un util de
observacién y caleulo mas sencillo. Asi
nacieron la azafea, la kimina univer-
sal, los ecuatorios, eteétera, que se uti-
lizaron en el mundo europeo hasta fi-
nes del siglo XVI (5).
Personaje al que no se puede olvidar
es Ibrahim b. Said, el de (Castellon de)
la Plana, pues no sélo nos habla de él
el cadi Said en su Historia de la Cien-
cia como de un joven sabio constructor
de astrolabios én Toledo, sino que des-
pués de la muerte de aquél siguié tra-
bajando primero en la capital del Tajo,
Tuego en Valencia, y construyé nume-
rosos instrumentos hasta fines del si-
glo XI. En el aio 1080 parece que ya se
habia trasladado al Levante espanol,
28/ LOS REINOS DE TAIPAS
pues hizo uno de los primeros globos
celestes que conservamos y que dedics
al alcaide Isa b. Labbiin (lo tenemos
documentado por la Dajira), senor de
Murviedro (Sagunto). El andlisis de
sus astrolabios muestra que al-Sahli
construia —al menos nos consta en un
caso— mas laminas para latitudes de
las que cabian en la madre del instru-
mento.
Al mismo tiempo, en la Huerta del
Rey de Toledo, Ibn Bassal —que habia
recorrido medio mundo con motivo de
su peregrinacién a La Meca— realiza-
ba experimentos sobre injertos, mejora
de especies botanicas, etcétera, que
continué mas tarde en el Jardin del
Sultan en Sevilla (6). La introduccion
de los eftricos en la Peninsula estaba
ya muy adelantada, pues en el siglo XI
era conocida la naranja amarga y, pro-
bablemente, la dulce. Al mismo tiem-
po, los agrénomos andalusies que se
refugiaron en Sevilla desarrollaron un
original sistema de clasificacién de las
plantas que puede considerarse como
precedente del de Linneo.
En Zaragoza se desarroll6 especial-
mente el cultivo de las matematicas y
el andlisis de las obras de Aristételes.
En el primer campo se distinguié su
rey, al-Mutaman (1081-1086) cuya
obra, que se creia perdida, se va en-
contrando ahora, poco a poco, en los
manuscritos. En ese mismo campo hay
que incluir al valenciano Ibn al-Say-
yid, cuyos logros —que superaron a los
de ios griegos— nos han sido transmi-
tidos en resumen por su diseipulo
Avempace. Es curioso observar la gran
cantidad de alfaquies y de hombres de
letras —menos de ciencias— que resi-
dieron durante algin tiempo en Zara-
goza. Esta cua del islam, que avanza-
ba hasta los pies de los Pirineo:
parece haber tenido una gran influe:
cia en la introduccién en el mundo
cristiano de muchos conocimientos
propios del arabe, gracias a su nutrida
y, en parte, selecta, comunidad judi
Uno de ellos, el oscense Mosé ha-Sefar-
di, convertido al cristianismo en 1106,
llegé hasta Inglaterra, en donde intro:
dujo sistemas de calculo arabes y tra-
dyjo al latin cuentos, algunos de los
cuales se encuentran atin hoy en Las
‘mil y una noches. Y también, y por los
motivos que fueran, Zaragoza fue obje-
to de la atencién de las primeras mi-
siones cristianas que inauguraban un
nuevo estilo de polémica religiosa en-Inquierda, astrolabio de Muhammad al-Naqgas,
Zaragoza 1079/80 (Museo Nacional Aleman, Nuremberg).
Arriba, globo celeste construido en la Peninsula en época taifa
y atribuido a Ibrahim Said al-Sahl
(Biblioteca Nacional, Paris)
LOS REINOS DE TAIFAS / 29tre el cristianismo y el islam occiden-
tales.
Said de Toledo, en su Historia de la
Ciencia, demuestra estar bien infor-
mado sobre lo que ocurria en al-Anda-
lus, aunque no de todo. Autores de pri-
mer orden se le escapan. Si sabe que
en Cuenca al-Istichi esta escribiendo el
Libro de las cruces —en realidad una
nueva redaceidn de la antigua astrolo-
gia bajorromana traducida al arabe
por al-Dabbi (h. 800)—, no tiene en
cambio noticia de otros cientificos im-
portantes. Por ejemplo, no habla ni de
‘Abd al-Karim b. Muttanna ni de Ibn
Derecho, reverso de un astrolabio
de época taifa, también atribuido a al-Naqgas
(Museo Nacional Alemén, Nuremberg);
abajo, reconstruceién de un juguete mecénico
descrito por al-Murabi, siglo XI,
y estudiado por Juan Vernet
(dibujo de A. Batllori)
30/ LOS REINOS DE TAIFAS
al-Muad de Jaén el -Joven (m. 1093),
autor del primer tratado andalusi de-
dicado exclusivamente al estudio de la
Trigonometria esférica y cuyo texto in-
novador no puede explicarse por com-
pleto a base de los conocimientos que
habria adquirido en un hipotético viaje
a Oriente, del que por ahora no se ha
encontrado mencién en las fuentes.
AdemAs, calculé correctamente la altu-
ra de la‘atmésfera de la Tierra.
Al lado de la ciencia va la técnica, y
es en el siglo XI cuando un tal Ibn Jalaf
al-Muradi escribe el tinico tratado ara-
be occidental sobre mecénica hasta hoy
conocido. Ha llegado a nosotros gracias
a una copia hecha en la corte de Alfon-
so X el Sabio y en la cual intervino el
célebre judio Rabi Zag (Ishaq b. al-Sid),
uno de los principales ayudantes cienti-
ficos del rey. El optisculo de al-Muradi
encabeza un manuscrito (conseryado en
la Biblioteca Medicea Laurenciana de
Florencia) que tiene tratados distintos yde varios autores. El andlisis del de al-
Muradi ha permitido reconstruir la pri-
mera maquina que fue presentada, fun-
cionando, en la exposicién sobre El
legado cientifico andalust que tuvo lu-
gar en Madrid en la primavera de 1992.
La misma puede programarse de modo
que la acciGn teatral que se realiza so-
bre el tablado se repita ciclicamente en
un intervalo de tiempo prefijado y, en
estas circunstancias, puede emplearse
como reloj. La segunda maquina (inter-
vienen dos caballeros, dos muchachas y
dos infantes) puede ajustarse para que
dé o haga sonar la hora a voluntad. Es-
peramos que pronto pueda ser recons-
truida. Las restantes —mas de veinte—
siguen mostrando que nos encontramos
ante una concepeién distinta de la de
los autores orientales que trataron del
mismo tema como son los Banu Musa,
del siglo IX, o al-Chazari, del siglo XII
Pero lo més importante de todos estos
juguetes, y algunos datos sueltos que
figuran desperdigados por los textos
literarios (como, por ejemplo, el de un
latid automatico que estuvo en Toledo),
es que nos dan una idea bastante apro-
ximada de como podian ser las maqui
has de la época y de c6mo se podia trans.
formar un movimiento circular en lineal
y viceversa. Conocfan las poleas, los
polipastos, las palancas, engranajes de
cualquier numero de dientes o bien con
dientes en sélo un sector de su cireunfe-
rencia, las ruedas locas, los pifiones, las
cintas transportadoras, que a veces se
bifurcaban; sabfan producir movimien-
tos alternativos o de vaivén, eteétera.
Parte de estos artificios —no todos—
tiene sus precursores en el mundo hele-
nistico, pero, evidentemente, los meca-
Bibliografia
Arie, R., Espafia musulmana (siglos VIII-
(XV), t. III de la Historia de Espafa dir. por
M. Tufién de Lara, Barcelona, Labor, 1982.
Bazzana, A., P. Cressier y P. Guichard, Les
chéteaux ruraux d’al-Andalus, Madrid, Casa
de Velazquez, 1988. Dodds, J. D. (ed.), Al-An-
dalus. Las artes islémicas en Espafia, Ms
rid, ed. Bl Viso, y The Metropolitan Mu-
seum of Art, 1992. Guichard, P., L’Espagne
et la Sicile musulmanes aux Xle-XIle siécles,
Lyon, Presses Universitaires, 1990. Garcia
‘Sanchez, E. (ed.), Ciencias de la naturaleza
en al-Andalus. Textos y estudios, Granada,
nicos andalusies sacaron de éstos y de
los de su propia invencién el maximo
partido posible.
Parece evidente que el mayor deseo
del hombre era poder vivir sin traba-
jar, pero para ello habria que inventar
Jos’ méviles perpetuos. Eso es lo que
pretendié el autor de uno de los optis-
culos que figuran en el citado manus-
crito alfonsi al deseribirnos una serie
de aparatos que elevaban tedricamente
el agua en grandes cantidades sin con-
sumo de energia. Pero, en medio de
sus fantasias, aparecen otros que se
basan en principios cientificos correc-
tos, aunque irrealizables en su época.
Posiblemente, fue en este siglo XI
cuando se introdujeron en la Peninsu-
la los molinos de viento y los de marea
y, tal vez, se fijaran, por parte de los
emires de Valencia y Jativa, Mubarak
y Muzaffar, las primeras normas juri-
dicas por las que hasta hoy se rige el
‘Tribunal de Aguas de Valencia.
Notas
(1) El proceso contra Ibn Hatim al-Tu-
laytulf. En el volumen VI de «Estudios
Onomstico-Biograficos de al-Andalus»
(1992),
(2) Cf, Miguel Asin en «Al-Andalus» 3
(1935), 383-389.
(3) Cf. Tbn Bassam: Dajira (cf. nota 4), 4,
1, 152-156.
(4) Cf. Ibn Bassam: Dajira, edicién de Th-
san Abbas 3, 1, 409-418, y compleméntese
con lo que el mismo Ibn Bassam nos narra
de Abul-Fadl... b. Abd al-Wahid (4, 1, 17).
(5) Cf. el Catélogo El legado cientifico an.
dalusé (véase huego en Bibliografia,
(6) Para estas cuestiones es muy \itil la
consulta del volumen miscelénea publicado
or Gareia Sanchez: Ciencias de la natura-
Jeza en al-Andalus.
Escuela de Estudios Arabes, 1, 1990. Peres,
H., La poésie andalouse en drabe classique
‘au Xe siéele, trad.: Esplendor de al-Andalus,
Madrid, Hiperién, 1983. Rubiera, M. J., Li.
feratura hispanodrabe, Madrid, Mapfre,
1992, Vernet, J., La cultura
Oriente y Occidente, Barcelona, Ariel, 1978.
‘Vernet, J., y Sams6, J. (Comisarios de la Ex-
posicién y directores del Catdlogo): El legado
Cientifico andalust, Museo Arqueolégico Na-
ional, Centro Nacional de Exposiciones, Mi.
nisterio de Cultura, Madrid, 1992. Viguera,
M. J., Los reinos de taifas ¥ las invasiones
‘magrebies, Madrid, Mapfre, 1992. Wassers-
tein, D., The rise and fall of the Party-Kings,
Princeton University Press, 1985.
LOS REINOS DE TAIFAS / 31Si decides emprender un viaje con tu automévil y visitar cualquiera
de los bellos lugares y parajes que en nuestra geografia existen,
adopta siempre unas necesarias medidas de seguridad vial que te
hardin, sin duda, disfrutar.
Antes de iniciar la marcha revisa, personalmente, los niveles y
elementos més importantes del vehiculo, a saber: aceite de motor,
agua del radiador, liquido de frenos, direccién, neumaticos,
alumbrado, etc.; en esta operaci6n se invierten no mas de tres
minutos.
Consulta un mapa de
carreteras y planifica el
itinerario a seguir;
prepara también un
itinerario alternativo,
especialmente para el
retorno, ya que éste
puede coincidir con el de
otros vehiculos y en
€pocas particularmente
conflictivas (vacaciones,
festivos, fines de semana,
etc.). Y si el viaje va a rebasar las dos o tres horas de duracién,
prepara con anticipacién los lugares de descanso e invierte de diez a
quince minutos en cada uno, apeandote del vehiculo para estirar
piernas y brazos. No fijes nunca una hora de llegada y si viajas en
grupo, con otros vehiculos, mantén y haz mantener la distancia de
seguridad
Durante el viaje no olvides utilizar los cinturones de seguridad tanto
en asientos delanteros como en traseros y, si circulas en moto, la
utilizacién del casco es imprescindible. Estas obligaciones
permanecen aunque se circule por vias y zonas sin asfaltar (caminos
vecinales y forestales).
Al margen de vias forestales y de los lugares destinados para ello,
evita circular por explanadas y sitios de dificil acceso, pues ademas
de poner en peligro tu seguridad y la de tu automévil, puedes
deteriorar el medio ambiente. Si no puedes acceder a un punto
(paraje) determinado, estaciona ubicando bien tu vehiculo (freno de
mano y tna velocidad accionada) y contintia a pie.
@ Oireceion Cral. de Trdfico
& Ministerio del Interior
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