MARIA DE LOS ANGELES YANNUZZI
INTELECTUALES
MASAS Y ELITES
Una introduccién a
Mosca, Pareto y MichelsISBN 9506720815
IWTELECTUALES, MASAS V ELITES
Une Inirodueelin » Mosc, Pareto y Michas
PROCESADO GRAFICO INTEGRAL
BIRECCION OF PUBLICACIONES UNA,
'URGUIZA 2080 - 2000 ROSARIO,
‘cTuBRE DE 1983,
5 CAPITULO I
INTRODUCCION: LA TEORIA DE LAS ELITES,
La tcoria de las élites, como toda teorsa polities, es producto de
tun momento de crisis. Fs en estos momentos en los que la. apremiante
necesidad de dar respuesta a fenémenos nutevos, obliga a bucear en la
tradicién tedrica buscando claves que hagan inteligible el presente. El
orden liberal habja entrado en crisis por Ia insercibn de las masas, y por-
que la burguesia decadente, como dirfa Pareto, habia respondido en-
trando en un ciclo de corrupcidn. No teniendo ya recursos para innovar
el sistema, preferia mantenerse en el poder, para lo que se vefa obligada
a garantizar, mediante prebendas, el caudal electoral
La obra de Mosca, Pareto y Michels forma parte, entonces, de las
profundas transformaciones que en el plano ideolégico se fueron ope-
rando, no sin dejar huellas trauméticas, durante el perfodo 1890-1930.
Estos fueron los aos en que el pensamiento democritico se imponia
masivamente en la sociedad, conmoviendo al viejo orden liberal, y po-
niendo en cuestién, al mismo tiempo, el carfcter racional del compor-
tamiento politico,
El fendmeno de las sociedades de masas, que recién comenzaba, ya
se presentaba como una instancia de masificacién que consolidaba las
tendencias autocraticas més peligrosas, Gobernar al gran ntimero, desa-
fio del nuevo siglo que comenzaba, requeria de una concentracién del
poder en pocas manos mucho mayor de la hasta entonces conocida
En este sentido, las reflexiones de Mosca, Pareto y Michels estan
atravesadas por el temor a las consecuencias despéticas que las nuevas
formas de dominacién encerraban, disimuladas tras el velo de la sobera-
nia popular. Democracia, entendida en sentido rousseauneano, y socia
lismo, se unificaban, entonces, en una critica que intentaba mostrar Ia
realidad corruptora del poder.
La concepcién democratica se sustentaba en el presupuesto racio-
nalista de que todos los hombres podrfan producir, tras el paso por la
edlucacién, acciones racionales, es decir, légicas, en términos de Pareto.
Y esa concepcidn era blandida sin més por el marxismo, como hetedero
que cra del fluminismo. A partir de la ampliacién del sufragio, la social-
democracia comienza un perfodo de vertiginoso crecimiento, que augu-
raba el advenimiento del socialismo y de la democracia directa en relati-
vo poco tiempo.
Este fantasma aterraba a las mentes mds conservadoras que vefan
dlituir su propia individualidad en el poder despético ejercido por la ma~
yoria. EI marxismo, en ese sentido, era una de las pocas corrientes de
pensamiento que habja traseendido los estrechos marcos del mundo in-
“telectual para convertirse en la ideologfa que movilizaba a las masas. En
Este contexto, y como parte del debate que se producfa en Ta época, se
{nsertan las obras de Mosca, Parcto y Michels. ~
‘Aunque criticos de It concepeién socialista, la heyemonia que el
marxismo habia logrado en el mundo intelectual de aquel entonces tam
bién penetra en las teorias de los éitistas. En Michels, por el simple he
tho de haber sido formado en su juventud en las filas de la sociakdemo-
Gracia. Y si bien se aleja de ella, atin hasta el final de su vida se percibe
fa influencia del andamiaje interpretativo del marxismo.
ero esos rastros también son visibles en Pareto y en Mosca. La di-
visién en dite y no-~lite que, como en el marxismo, habia sido acentua-
Ga muchas veces en forma mecénica, retomaba, en iltima instancia, la
‘dupla burguesfa-proletariado, La historia, por su parte, también cra para
los dligstas una lucha, pero no de clases, sino de élites que competian
por el poder. De esta forma, querfan demostear que la polttica no llega
Fin a st fin, como planteaba el mzrximo, y que el socialismo cra, en Fea
Tidad, la justificacion que la nueva élite wulizaba para esconder su volun-
tad de poder. i
Revalorizando, a diferencia det marxismo, Ia politica, los éltistas
pretendieron clocar solve sus pies exe und al que le secon una
pipeeificidad propia que se negaban a diluir en el plano de la economia
0 socioléyico. Sin embargo, al pretender dar una explicacién monocau:
Pe tei cconomicstael'matxismo habia perdido cientificklad, Por
Sto, si been la dupla residuos-derivaciones reproduce, desde una Sptica
mis psicologista, Ia dicotomfa estructura-superestructura, Pareto con
tila pretende demostrar, no solamente la pluricausalidad de fos fendme
fnos fociales, sino que, en la mayorfa de los casos no se puede habla, ni
siguiera, de que exista una relacion causal :
secon el nombre de residuos, Pareto se proponia estudiar los instin
tos y sentimientos que conformaban la estructura bisica de la persona
Tidad del hombre y que, en dltima instancia, eran el substractum sobre
1 cual se apoyaba toda accién. Los hombres actuaban, no segin azn,
como presuponia el Hluminismo, sino en base a estos elementos nora
Gionales, que condicionaban todo comportamiento humano. Incluso, la
Gistribucian de residuos, que en teorfa se contrabalanceaban, resultaba
azarosa en cualquier sociedad conereta.
Esto significaba que, al no poder el hombre modificarlos 0 reg-
Iarlos, al menos, 2 voluntad, la accién social apareefa condicionada pot
aquelios aspectos propios de una nacuralidad cuasi-animal. A partic de
tstos instintos y sentimientos, los hombres constru/an las derivaciones,
tes decir, las esiructuras discursivas que daban una explicacién pseudo
rracional, segtin Pareto, la accién social. Esta cra su manera de teferirse
4 las estructuras ideoldgicas, que aparccian falsamente como las verda
dderas produetoras de la accién.
Pareto intentaba demostrar con esto que los hombres actuaban,
fundamentalmente en politica, movidos por la fe, por un sentimiento
de religiosidad que los hacia caer, incluso, en el fanatismo més irracio-
hal, Desde el racionalismo se habia pensado que los hombres habian lle-
gado a su estadio de adultez, por lo que, a partir de entonces, actuarian
Siempre racionalmente. Esta concepci6n, llevada al plano concreto de la
politica, se habia traducido en la ampliaci6n del sufragio. Sin embargo,
Ja experiencia demostraba que se habfa actuado con un presupuesto
falso
‘Mosca y Michels también intentarian dar cuenta de esos elementos
noracionales que conformaban la accién politica. Ya no se trataba de
hablar de resabios de tiempos anteriores, sino de comprender que en la
nueva sociedad de masas que iba tomando forma, esos sentimientos de
religiosidad cristiana tendian, incluso, a ser exacerbados en mayor me-
ida. Lo que aparecia como un triunfo de la raz6n, porque los hombres
abandonaban su fe en un Dios metafisico, en realidad no era mds que la
sustitucién de un objeto abstracto por otro concreto y humano.
En este sentido, Mosca, Pareto y Michels integran ese gran movi-
miento intelectual que comenzd a desarrollarse en la Europa de fin de
siglo, y que intent explicar esos clementos no tacionales que compo:
nian'la aecién concreta. Weber, Freud, Betustein, Ctoce, Sorel, por ci-
tar nada més que unos pocos rlombres, se abocaron, por distintas vias
y desde distintas especialidades, a analizar la cuestiOn.
Lo cierto era que csc elemento irracional que parecta, entonces,
aflorar con més vehemencia, pasa a ser considerado como una parte co-
constitutiva del hombre, parte a la que el racionalismo habia tendido a
ignorar. El comportamiento politico se caracterizaba, asf, no tanto por
su racionalidad, sino por un tinte pseudorracional, como dir‘a Pareto.
Esto obligaba, cntonces, a pensar las posibles relaciones si es que exis
tfan entre pensamiento cientitico— es decit, entre la estructura racio-
nal de pensamiento y el pensamiento prictico.
Las respucstas pucden ser variadas. Sin embargo, en esta primera
generacién de intelectuales que abordan la cuestién vemos gue su cr{-
tica al racionalismo no implicaba una definicién antiintelectualista.
‘Antes bien, intentan establecer algiin nexo entre ambas formas de pen-
samiento 0, al menos, rescatan, de alguna manera, la necesidad del de-
sarrollo cientifico,
‘Aunque sin guardar mayores esperanzas en que las masas clevaran
su nivel intelectual, Mosea, Pareto y Michels, por su parte, reconocfan
las ventajas de una sociedad en la que los saberes se constituyen en un
elemento de distineién. De esta forma, los élitistas se difcrenciaban de
Jos movimientos antiintelectualistas que comenzaban a difundirse en
Europa, sos eran movimientos que, al decir de nuestros autores, escon-
dian la vocacién de poder de una élite que, como condicién primera pa~
5a los amelectuales. Sin ellos,
ra captar a las masas, necesitaban combati alos int
fas masas podrfan, asf, ser ms ficilmente sojuagadas
Imm ance fn, fon stan ergo em eiticon place
bles de ese comportamient® nacional del clase dirgente, La medio
eridad, la decadencia, que la acta entrat en an espral descendente de
corrupeién, se convertia en ae pineal eee ae
vmalando peligrosamente en Ia sociedad. Mosca y Pareto, en ese sen
‘orincon Stas scrinos de a bps, mens go Mil
rientaba sus dardos hacia la dirigencia socialista
are rrementeandemoortion dees autres hizo que,
muchas veces, se los leyera en clave fascist. Sin embargo, su relisme
no debe confunditse con aquella forma de pensamiento reaccionaro. Si
Pareto haba abordado, en Los sistemas socialists, el extuio del socin
lismo, era porque entendia que la nueva élite que deb(a surgi lo haria
de su seno, Los soialistas eran, en su opinién, los que en mejores con
diciones estabun, por el tipo de deriaciones que producfan, de apro
vechar el descontento y el resentimiento que dejaba esa burguesta de
cadente en las clases inferiores. .
de una realidad que se hacia cada vez més dramdtiea, fue al que, con
ids facildad, se calificd de protofascista, En realidad, Pareto, que so
Brevivié tan s6lo un afo a a asunci6n de Mussolini, nunca abandond su
icin liberal que, en definitiva, lo enfrentaba a la nueva elite. Si ha-
Cane ee tes cit
trariamente a to imaginado por muchos, porque, como cientfico, habia
pronostiado que una minorfa organiza que supicra aprovechar ot
escontento popular y quc estuviera devidida a usar Ia fuerza, ser
fencangada de poner final ciclo de deeadencia de a burgucsfa,
Con Mussolini en el poder, se comprobaba su prognosis de qui
los Ieonessuplantaian alos zofos, anunciando, asf el surgimienco de
tun nuevo orden, Creer que el cientifico dnicamente describe sin com-
Drometer sus valores, habia levado a Pareto a esta encrcijda que tame
poco intentara superar. Un ceaiico se dba, antes que nada,
indo por ello el precio que fuese necesario.
ae ares ch cami, splat la sega pate ds los lement di
Seienar Pohtica, du nctras cars de haber comprendido el aleance
tie su crftica 2 la democracia tenia, al percibir las consecuencias no
eeu. Staigo caracterizaba al pensamnco de Mose, er una cons
tante interrelaci6n entre ser y deber set que, sin olvidar su condicién
de cientifico, introducfa los valores en el andlisis de la politica,
Tn este sentido, su experiencia concreta como politico lo llevé a
revisar su propia teorla, no tanto como espectador, como hacia Pareto,
Sino como actor, Por eso mismo pudo entablar une reacién entre teo
ientifiea y teorfa para la acci6n, que colocaba a la primera como
Fratrumento necesario para mejorar a pftica pli coneeta
La peligrosidad que encerraba el enquistamiento de una élite au-
toritaria, como la fascista, hacia que Mosca revalorizara, por su parte,
ciertos aspectos de la democracia. La competencia inter-lites, propia
de este sistema, permitfa una renovacién basada en el disenso, que el
fascismo directamente anulaba. Por eso, como sugeria Mosca, atin la
peor de las democracias cra preferible a cualquier otra forma que con-
dujera a la absolutizacién del poder en el estado,
También Michels, al mejor estilo de Pareto, mostraré al lector, ya
cn la etapa de su madurez, la brecha que sepacaba a la democracia del
fascismo. Si en Los partidos politicos habia mosteado la imposibilidad
de ln concepcién democritica radical, no habia sido, en realidad, paca
dlesterrarla, Con su obra pretendia sefialar los limites que imponia'a In
realidad para, a partit de ello, corregir la mecinica, teabando cl desarro-
Ilo de la tendencia autocratica inherente a todo poder.
Quizés, previendo que se abrfa una noche oscura en la politica,
Mosca, Parcto y Michels exacerbaron su critica a la democracia como
un intento tltimo, por cierto fallido, por recuperat espacios de libertad
que en Ia sociedad cstaban amenazados. Partiendo, ast, de origenes dis-
Uintos, los tres legaron a conclusiones similares. Tres personalidades di-
ferentes cuyos caminos se entrecruzaron en un momento dado, y que
conformaron su propia intelectualidad a partir del dehate con la social-
democracia primero, y con el fascismo después.
Pareto, una personalidad fuertemente élitista que detestaba la ma~
sividad, Mosca, un conservador antidemocritico, que, lo largo de su
vida, fue evolucionando hacia la aceptacién de una democracia repre-
sentativa, Y Michels, por tiltimo, que, desde la juventud socialdemd-
crata alemana mds radicalizada, fue desplazandosc en el espectro ideo:
Nogico hacia posiciones cada vez mis conservadoras. En ese sentido,
Michels enearna, en el momento de su proficua produccién intetectual,
la gran desilusi6n en la utopfa de un mundo mejor.
En sentido estricto, nunca formaron una escuela de pensamiento,
Sin embargo, la critica posterior fos reconocerfa como los primeros au-
tores modernos que abordaron sistematicamente la cuestidn de las ¢li-
tes. Mosca y Pareto relacionindose en forma conflictiva desde el co-
mienzo, mientras que Michels se converticfa, a partir de sus relaciones
personales con ambos, en el nexo necesario aunque no explicito
Testigos y actores de profundos cambios ideolégicos, estos autores
tuvieron siempre una escasa repercusién en nuestro medio. Solamente
hemos llegado a conocer una parte infima de su obra, completando las
ausencias por sus intérpretes. Por eso, en el presente trabajo, hemos pre~
ferido presentarlos en conjunto, abordanda ciertos aspectos de su pro-
duceién, como tina forma de introducienos en estos autores
No ignoramos que la escasez del material reunido, dado,incluso, la
dificultad que noy ha representado obtenerlo, ha jugaco en perjuicio de
4a calidad del trabajo. Sin embargo, si tenemos en cuenta que introduce‘obras, 0 partes de ellas —como es el caso de los Elementi, que no son
conocidas en nuestro medio, podemos pensar que nuestro esfuerzo con:
tribuye mfnimamente a conocer mis de cerca a estos autores.
CAPITULO It
ALGUNAS DEFINICIONES PRELIMINARES.
El gobierno de las minorias
Mosca, Pareto y Michels parten, en su reflexién teérica, de una
premisa basica. En todo agrupamiento humano més 0 menos numeroso
siempre se ha conformado una minorfa que asume la responsabilidad
de la diceceién, de la conduccién del grupo. Apelando a la empiria co-
mo argumento’ final de validacién, estos autores intentan demostrar la
imposibilidad del pensamiento democritico radical. Por eso ellos res-
ponden diciendo que las élites, 0, como dice Michels, las oligarqutas,
cexisten, €Qué significa este tltimo término que tiene una connotacién
mas negativa? Sencillamente que la utilizacién de lo que podrfamos
lamar un “reclutamiento democritico” de la clase dirigente no impli-
cea la desaparicién de esa minorfa gobernante que, por el contratio, tien-
de a enquistarse en el poder!
‘Ya Mosca habia sido el primero en iniciar su reflexi6n en torno a
la clase gobernante, en su primera obra de juventud, Teorica det gover-
nie governo parlamentare, en la que sosteni:
“Comprobamos que, en tots las sociedades regularmente
consticuidas en las cules existe algo llamado gobierno, la auto
fidad se ejerce en riombre de todo el pucblo, o de una arstocra
cia, 0 de un solo soberang, (..) Pero ademis de este hecho, obser:
‘vamos indefectiblemente otra: la clase gobeenante 0, mejor dicho,
aquéllos que tienen y ejeceen el poder pliblico, serin siempre
luna minoria, bajo la cual enconcramos una numerosa case de per
sonas que nunca participen en el gobierno, en ningin sentido real,
sino que simplemente se someten a ste: s¢ las puede Hamar la cla
se gobernada”™™
Es la historia la que acude a demostrar este principio. El gobierno
siempre ha sido ejercido por una minorfa, Puede cambiar la forma de re-
clutamiento o la forma de legitimar dicho gobierno. Incluso, utilizando
a expresin que el mismo Mosca acufara desde un principio, la formu-
la politica’ es deci, Ia justificacién del poder~ puede ser democrética
© popular, aristocrética © monarquica. Lo cierto es que la realidad nos
dice que, aunque se sostenga en el discurso que el gobierno es de todos,
de pocos o, incluso, de uno solo, siempre es una minoria organizada la
que ejerce el poder. sobre una masa que nunca gobierna
in verdad, esto encierra una critica ala vieja distincién aristotélica
de formas de gobierno El eusintos gobiernan deja de constituir un criterio distintivo relevante en el anilisis politico. No interesa cuintas perso-
nas ejercen visiblemente la funcién de gobierno. Lo cierto es que siem:
‘pre es una minoria, Este énfasis que ponen en destacar el hecho minori
tavio del poder se inscribe en lo que cs la principal preocupacién de es
tos autores: combatir el mito —entendido en este caso en sentido nega
tivo— de la democracia directa o de la soberania popular, conceptos que
se plantean, en sus respectivas teorizaciones, como sindnimos. El poder
supone siempre la existencia de una minorfa —visible o no segiin los ca-
505~ que garantice la ejecucién de las medidas de gobierno.
Esto significa redefinir la concepcién de poder.
"gi resulta (Geil comprender que un solo individuo no puede mandar
un grupo sin encontrar dente de ese grupo una minoria que lo apoye
¢ dificil admitir, como hecho constante y natural, que las minortas g
bicrnen a las mayorfas, més bien que éstas a aquellas, Pero éste es
de los puntos —tan numeroros en las demés ciencias— en que la prim
impresion que se tiene de las cosas es contraria a lo que éstas son en
realidad™,
Si es diffcil pensar que uno solo imponga su voluntad a todos, tam-
poco podemos reducir la euestién del poder a una mera apreciacion
Cuanutativa, concluyendo de ello que el poder implica una relucion
directamente proporcional al niimero. Es falso ~sosticnen estos auto:
res— que a mayor mimero encontremos mayor poder. En todos los
casos, la posibilidad de imponer sobre la sociedad Ia propia voluntad
requiere de un grupo de seguidores y adeptos que apoyen ¢ instrumen:
ten las decisiones.
EI hincapié que hacen Pareto, Mosca y Michels en demostrar feha-
cientemente este hecho tiene que ver con el debate presente en la obra
de cada uno de ellos con la socialdemocracia 0, por lo menos, con lo
que cada uno entiende que es la expresién concreta del marxismo, Que
tuna minorfa gobierne no es, entonces, privativo exclusivamente de la
burgucsia o, en general, de los gobiernos llamados clasistas, AGn triun-
fante el socialismo, es decir, derrocada ya la burgues{a y suprimidas,
incluso, las clases, la nueva sociedad nunca podré organizarse si no ¢s
sobre Ia base de una nueva minorfa emergente.
“Aun euando el descontento de Tas masas eulminara en el intento
‘wiunfante de despojar del poder a la burgues/a, esto oeurre silo en apa
riencia, segin lo afirma Mosca: es forzoso que surja siempre de las ma
ss wna nueva minoria organizada que se eleve al rango de clase gober
Este llamado de atencién que habfa formulado Michels atios
antes de produicirse la revolucién bolehevique en Rusia no haria mis
{ue verificarse en los heehos. Quienes habfan legitimado su accién con
tun discurso que prometia liberar al hombre de sus cadenas, no habjan
hecho mas que reproducir el mismo esquema que tanto habian cuestio
nado, Por eso, hacia el final de su vida, Michels ditta
“in Rusia, el bolcheviqumo, luego de apoderarse del poder central
con violencia inauita, ha impucswo sobre la mayorta de la poblacin et
dominio dela minorta proletaria. En Telia el faseismo, dotado dl mis
tno clu sta, aerchat6 el poder de manos débilesy lamé a su 00, en
nombre del pas, ala minor(a de hombres ativos yenérgicos que scm
pee pueden encontrarse”™
Bolchevismo y fascismo quedaban, asi, igualados. Ambos respon-
dian a la misma logica, aunque ideoldgicamente pudieran ser contra-
puestos. Marx no se habia equivocado cuando dijo que las revolucio-
nes siempre habian sido realizadas por minorfas en beneficio de elas
‘mismas. Sin embargo, ingenuamente habia pensado que esa historia
tocaba a su fin, No hab(a comprendido que toda sociedad necesita de
un gobierno, y que, por eo mismo, no puede prescindit de las élites.
11. Algunas delimitaciones conceptuales
No obstante las diferencias que signaron las relaciones entre Mose:
y Pareto, el primero reconocié, ya hacia el final de su vida, en Storia
delle dottrine politiche, que el'término élite utilizado por Pareto a lo
largo de su obra, constituia un equivalente de su propia expresién clase
politica. De esta forma Mosca reconoefa, tras una large dispuca, que am:
bas expresiones constitufan formas de referitse al estrato gobermunte®
Pero, no obstante esta aceptacién, existen algunas diferencias entre am-
bas expresiones que deben ser analizadas,
El término élite empleado por Pareto posee, en una primera apre
jacién, una connotacién socioldgica més amplia que la expresién clase
politica. Mediante aquel concepto, Pareto, en forma amplia, sefialaba la
conformacidn de una minoria, en cualquier tipo de actividad, que se
destacaba, por sus cualidades, de una no-lite. Sin embargo, y a pesar de
esta acepcion mis genérica del concepto, Pareto distingue, dentro de
la lice, la fraccién espectficamente gobernante. Por eso, a la primera di-
visién de la sociedad en élite y no élite, cortesponde dividi, a su vez, la
primera en élite gubernamental y no gubernamental,
“Tenemos dos eapas en la poblacién: 1° la eupa inferior, 1a elas aje-
na ala cite; pore! momento, no investignremos que influencias puede
ejercer en el gobierno; 2” la capa superior. la ite, que se divide en dos
partes (a) la clive gubernamental; (b) a elite no gubernamental"”
Si nos atenemas a esta precisién de corte mis politico que hace
Pareto, podemos considerar ambas expresiones como equivalentes. Fineste sentido, esa minoria dirigente en términos mosqueanos cs posee
dora de las cualidades explicitadas por Pareto para la élite. En otros
términos, élite y clase politica estén conformadas por quienes poseen
aquellas cualidades socialmente reconocidas como relevantes segin
Epoca, cualidades a través de las cuales legitima su funcién de direccién
“Hemos queride demostrar que, en cualquier agregado humand que
haya aleanzado un cierto grado de cultura, existe una minoria dirigent,
aque se recluta de modos diversos, pero siempre funndada en a pusesion
de fas muittiples 9 euriadas Fucrzas sociales; o sea de aguellas euaidades
‘que, seginn ef tiempo y ef lugar, dan a los individuos que las poscen,
pprestigio. moral 9) proeminencia intelectual y eeondynica, ¥) proween
Tor modos de dirigir la voluitad de los otros"®
Segin Mosca, esas cualidades han sido, a lo largo de la historia,
las mismnas. Las sociedades siempre han valorado la riqueza, el mérito
personal, los sabeies entre los que Mosca coloca, también, las religio
nes, la pertenencia a ciertas familias con reconocimiento social, el va-
lor militar. Sin embargo, estas cualidades no se combinan en todos los
tiempos y en todas las sociedades de manera igual.
“Log diferentes crtcion sep los cuales reclvtan ls distinc te
ses politicas “no parceen” nunca aplicarse en forma exclusiva; (por oh
contrario) se acoplan, se enteeejen, se combinan de mil maneras, sein
‘lnvel de cislzacibn den pueblo"
Esta diversidad en las combinaciones que, como es logico, produce
resultados distintos, reacomoda estos valores, atribuyéndoles posiciones
relativas diferentes, a partir de lo cual se redefine su importancia. Este
¢s el aspecto cambiante que, en tiltima instancia, esté determinado por
cl grado de civilizacién que una sociedad tenga. Pero, como veremos a
lo largo del trabajo, no se trata Gnicamente de que la Sociedad reconoz:
‘ca Ia existencia de cualidades superiores en una determinada fraccién
de Ja sociedad.
En realidad, se trata de un proceso mucho mis complejo, que re-
‘quiere un tratamiento mis pormenorizado. éCémo llega, una sociedad
determinada, a establecer una escala valorativa tal gue le perinita reco
nocer y aceprar Ia direccién de una determinada élite? En otras pala
bras, écémo se efectiviza en la prictica este tipo de reconocimiento?
Pareto al utilizar el término élite y Mosca al referirse a la clase po:
Aitica, le atribuyen a sus miembros el cardcter de ‘los mejores’ en un de~
terminado lugar y en una determinada época. En este contexto, mis
que referienos a minorfas, parece mejor utilizar el término ‘aristocracia’
gue, aunque muchas veecs ha sido ulizado con diversas acepciones, di
ficultando la comprensién del concepto, resulta, en realidad, el més
apropiado. Muchas veces se ha confundido la ‘aristocracia’ con la ‘no
7
bleza’, es decir, con el “inaje’ Es cierto que en un sistema del tipo few
dal, por ejemplo, la nobleza se confunde con la aristocracia. ¥ en este
caso particular, el ingreso a esa aristocracia tipica de un determinado
sistema socio politico se produce por el simple hecho del nacimiento,
Een este sentido, Mosca, Pareto y Michels, cuando utilizan el térmi-
no ‘atistocracia’ lo hacen adscribicndose a su significado etimologico
‘Aristocracia’ significa, enconces, ‘los mejores. Por eso, al utilizar este
concepto se estin refiriendo, como el mismo Pareto precisa, “al grupo
que ocupa Ia posicién més elevada en una jerarquia social!"® 0, como
sostiene Mosea:
Es opornano revordar que, entee los griegos de la época clisica (no
se puede decis lo misino de los romanor), el concepto de aristocracia no
se une de modo inseparable al de la hereditariedad del poder y de los
cargos pablicos en las mismas familias, sino que queria decie simple
mente que los cargos eran confiados, exclusivamence o con preferen
cia, 4 quienes por sus riquezas © sus méritos excepeionales se desta
aban entre los demis ciudadunos, descendiesen © no de antepasados
itustes"*
La posibilidad de distinguir entre ambos conceptos abre un espa-
cio de reflexién interesante. Fl grado de movilidad en la composicidn
de la clase politica es distinto si pensimos en uno o en otro término. La
mas
nobleza, al estar signada por cl nacimicnto, implica una concep\
estitica de la clase dirigente, ya que, en principio, son siempre las
mas familias las que gozan en la sociedad de una situacién de poder. In-
cluso, tal como Io demuestran numerosos ejemplos histéricos, y tal co-
‘mo Mosca y Pareto se encargaron de mostrar, este principio hereditario
que presupone la nobleza constituye, en general, uno de los elementos
que més fécilmente promueven la tendencia a la decadencia de la clase
dirigente. Si el lugar de poder esta garantizado por el hecho azaroso del
nnacimiento, nada asegura a la sociedad que en aquella clase nazean real-
‘mente los mejor capacitados para la funcién dirigente que les toca de-
sempefar'?
En cambio, si pensamos en el término aristocracia ~tal como lo
definen Pareto 0 Mosca, retomando su sentido etimoldgico—, nos asc-
guramos de captar los mejores elementos para cada momento histérico,
teniendo en cuenta una media social. De esta forma, la composicidn de
esta fraceidn de li sociedad se hace, entonces, mis movible, La perte-
nencia a él no se adscribe, asf, en forma exclusiva a determinadas fami-
lias que teaspasan esa condicién a partir de la herencia, sino a cualidades
especiales que la sociedad valoriza por encima de otras en un momento
dado. Si aceptamos esta meciniea, v sino aparecen trabas que dificul
fen su funcionamiento, podemos concluir que cn ella misma radia la
posibitidad de renovacién de toda aristocractaSin embargo, esta iddea de ‘poseer las mejores cualidades para go:
emnar’ debe ser delimitada con mayor precisién. Como explicitamente
clara Mosca, esto “no significa que sean los elementos mis elevados in
telectual y, sobre todo, moralmente’””. Esta iltima observacion consti
uyé la razon manificsta por la cual Mosca, hasta casi el final de su vida
rechazarfa el término ‘élite’ milizado por Pareto, como sindnimo de cla
se politica, Para Mosea ~por lo menos durante el tiempo en que la polé
mica fue ms acérrima—, el término élite conllevarfa la designacién de
cualidades intelectuales y morales superiores con respecto al comin de
la sociedad. ¥ tales eualidades —como resulta f4cilmente observable en
mumerosos ejemplos, no son necesariamente inherentes a la condicién
de minoria dirigente
‘Tras una lectura de Pareto podemos apreciar que, si bien Mosca ha
bfa. comprendido el sentido general del término élite, le a ‘conno:
taciones que Pareto en ningiin momento habia concebido como propias
a esta fracei6n de la sociedad. En ningiin momento Parcto atribuyé a su
concepto de élite, por su misma condicién de tal, la posesién de cualida-
des érica o intelectualmente buenas, como de alguna manera pretendi
atribuirle Mosca. Ya en Los sistemas socialistas Pareto dice explicita:
mente:
“Mientras que et equilibria sociales estab, la mayoria de ls indiv
{duos que la componen aparccen dotados principalmente de ciertas cua
Fidades, por ot lado buevas o malas, que aseguran el poster”
Qué significa esto? En realidad, la discusién debe centrarse, no
tanto en la idea de ‘los mejores’, sino en el aleance que debe tener ct
término ‘cualidades'. Si la éite consigue mantenerse en el poder, es por:
que, como sostiene Pareto, tiene cualidades para gobernar. Y'en este
sentido, debemos entender la expresiOn en un sentido mas maquiavelia
no, Esto significa que las ‘buenas cualidades para gobernar’ son indepen:
diemtes de una posible valoraci6n positiva. Puede ocurrir —cosa que
nunca niega Pareto— que una determinada sociedad en un determinado
‘momento adscriba al saber gobernar buenas cualidades éticas o intelec
tuales, Pero esto, en realidad, no define el concepto. Cuando Mosca re-
chaza el término élite como afin a su expresién clase politica, lo hace
argumentando, en definitiva, lo mismo que Pareto utiliza para definir
su élite
Por eso, si quisiéramos afinar aiin mas nuestro andlisis, mas que re-
ferirnos al hecho de que el término élite constituye un concepto socio
Tégico —interpretacién correcta si nos atenemos exclusivamente a la de
finicién amplia de élite—, mientras que la expresi6n clase politica cons:
tituye un concepto eminentemente politico ~interpretacion que, en tl
tima instancia, deja de lado Ia intencién politica del andlisis de Pareto,
ya que se aboca fundamentalmente a analizar la élite gubemamental. es
decir, la Alite politica, pareee mas interesante retomar la interpreta~
cién de Sartori. Aunque en el anélisis mosqueano esto queda implicito,
Pareto introduce dos variables dentro del concepto élite. Por Un lado,
el término incluye un elemento cualitativo, al pensar Ia élite en el sen”
Lido de ‘aristos’, es decir, los mejores, y, por el otro, hay un elemento
altimétrico, quizés més implicito, que da la pauta que, a mayor canti-
dad de cualidades, se tendré un lugar mds alto en la pirdmide espirala-
da que grafica la organizacién de toda sociedad'* . Como describe el
mismo Pareto,
“os hombces pueden estar digpucstos segin que posean més o menos
dde un bien o de una cuslidad deseads la riquezs, In inteligencia, el
valor moral, el talento politico en pirdmides de distribucién desigua
Jes, que hasta cierto punto adoptan la forma de trompos. Los indi
‘duos no ocupan los mismos lugares en las mismas figuras sino por obra
4e Ia hipécesis que acabamos de formular. En efecto, evidentemente
serfa absurdo afirmar que los individvos que ocupan las eapas superio-
res, en la figura que representa la distribucién del genio matemstico a
politico, son los mismos que ocupan las capas superiores en la figura
gue establece Ia distribucién de Is riquers... Pero si se dispone a los
hombres con su grado de influencia y de poder politico o social, en este
caso, en la mayorfe de las soviedades, pot lo menos en parte lor mismos
hombres ocuparin el mismo lugar en esta figura y en la que correspon:
de a la distibuciOn de la riqueza. Las clases denominadas superiores
son también generalmente rieas. Estas clases representan au
‘dive’ una aristocracia”"*
ML, - Superioridad de la élite
Tanto Pareto como Mosca sefalan, como indicéramos en el pun
to anterior, que la dlite se distingue de la no-élite a partir de ciertas
‘cualidades que le son propias.
I'"Pero ademés de la enorme ventaja que proviene de la organizacién,
las minorias gobernances ordinariamente estén constituidas de mane”
‘2 que los individuos que la componen ze distingan de la mase de los
gobernados por ciertas cualidades que les da una clevta superioridad
‘material € incelectual 0 incluso moral, 0 bien son los herederos de
aquéllos que posefan estas cualidades: en otras palabras deben tener
algin requisto, verdaderamente apreciado 'y que se baga valer mucho
ema sociedad en ls cual viven”™?,
Esto significa que una situacién real de poder se construye, segiin
Mosca, sobre dos pilares fundamentales: Ia organizacién —tema que ana~
lizaremos particularmente més adelante, sin la cual, la conquista del
Poder se hace materialmente imposible, y la posesién de cualidades, porparte de los miembros de Ia ite que ls dstingn del resto de la sacie
Gad. £Qué significa esto iltimo? Significa que, quienes componen la
Sie ditgenrt envan determinedo momento, deben mostrar, de alguna
manera, ser ‘los mejores’. Sin ello, la organizacién por s{ misma no ga
rantiza la conservacién del poder. —
Pero, el hecho de adscribir ‘cualidades superiores' ala élite, écons-
tituye un paso previo al desarrollo de una teorfa racista? La misma rea~
teorfas. El hecho mismo de que las élites entren en decadencia, sefiala
Pareto, prueba que no existen razas elegidas.
“MEI fenbmene muy poderoso de la decadencia de las dlites, ¢.) ha
ce que todas las razas elegidas desaparezcan més 0 menos répidamen:
Por su parte, como explicaba Mosca, las élites hist6ricamente han
desarrollado un ciclo vital, como cualquier organismo viviente, que in-
troduce la nocién de corrupcién dentro de una misma raza,
“Gi verdadcramente Ia clase politien perteneciese a una raza diferen-
te 0 si sus cualidades dominantes se transmitiesen principalmente por
medio de heeencia oniniea, no se comprenderia por qué, und vee
formada esta clase, ella vendrfa que declinar y perder el poder™
Esto ubica los trabajos de estos autores en la problemitica concre-
tm de su €poca. La aplicacién de la teorfa de la evolucién de Darwin al
estudio de Ins sociedades, es decir, lo que se conoce como darwinismo
social, trajo aparejado, como consecuencia extrema, el desarrollo de
teorfas racistas que cobraron gran peso a fines del siglo pasado y prin-
cipios del presente ; ‘
“Tanto Pareto como Mosca, partiendo de una concepcién cientifies
positivista, muestran cémo estas teorias racistas no dejan de ser meras
construcciones ideolégicas, cuya funcién es a eliminacion de posibles
competidores por el poder y que, al mismo tiempo, encierran una voca-
tion expansiva de dominacién. En esto, Mosca y Pareto coinciden ple-
namente. Las élites no se distinguen del resto de la sociedad por cuali-
dades raciales tenidas por superiores. Incluso, cuando Mosca se refiere
al factor hgreditario, no adscribe tales cualidades a alguna raza en par
ticular, Concretamente, no existen razas superiores.
Incluso en el caso de los llamados ‘pueblos inferiores’, como, en
general, la ‘civilizada Europa’ consideraba 2 los pueblos colonizados de
‘Africa, Mosca tenfa una visidn distinta, En este sentido, Mosca consi-
deraba a los blancos como responsables de la inferioridad relativa de
aquéllos, ya que, permanentemente, los habfan castigado de forma tal
de impedir su desarrollo intelectual. Gon esto descartaba el principio
de Ia selecci6n natural tendiente al mejoramiento de la especie, cuya
consecuencia extrema era suponer la conformacién de una raza supe-
rior
Pero, descartada esta iltima premisa, debemos ahora preguntar-
ros si, en cambio, ¢s una determinada clase social la poscedora de tales
cualidades, Si bien el tema en parte ya fue analizado al tratar las impli-
cancias de los conceptos de ‘clase politica’ y ‘élite’. cabe profundizar
tun poco més el estudio. Como ya dijimos, ambos conceptos tienen un
caricter particularmente dindmico, La composicién de la clase politica
es siempre cambiante, particularmente en las sociedades presentes. En
la sociedad capitalista, la condicién social no determina la condicién
politica. Por eso es posible pensar, tanto teérica como pricticamente,
que en la clase gobernada se pueda gestar una nueva clase politica. En
este sentido, Mosca tiene una concepcidn similar a la de Pareto. Lo
que determina la posibilidad real de aspirar al poder son condiciones
que podemos denominar subjetioas, en el sentido de que dependen del
sujeto, més que de condiciones ajenas al,
éCules serfan esas cualidades y cbmo se determinarfan? Cada so-
ciedad, cada momento histérico determinan aquellas cualidades tenidas
por relevantes y necesarias para sus dirigentes.
“A eso se podria agregar la voluncad de dominio y la c
oseer las cualidades adecuadas, que suften continuos car
‘micas y militares de cada pueblo, lo que hace que también sus ordena-
micntos politicos y administrtives deban paralelamente modifica
Las cualidades, entonces, se determinan en cada caso particular
segiin una media social. Aunque particularmente en Mosca'se puede
apreciar un deber ser al cual deberfa tender toda sociedad —deber set
que se hace més evidente al analizar elementos de la prictica polftica
concrcta—, en realidad, del anilisis més te6rico se percibe la intencién
de Mosca de dar una valoracién neutra al término.
Qué significa esto? Que las cualidades accptadas por una soci
dad como las necesarias para gobernar, no necesariamente serin cua-
lidades que, desde un punto de vista personal, puedan ser considera-
das como ética e intelectualmente superiores. En muchos casos se tra-
ta de cualidades que caen fuera de toda valoracién ética o intelectual
posible, Pero, al mismo tiempo, y como contracara de una misma mo-
heda, las cualdades que en realidad posea una clase gobernante en com
ereto, serd, a su vez, indicativo del tipo de sociedad que ditige.
No se trata exactamente de que los miembros de la clase gober-
hante posean efectivamente esas cualidades. KI punto fundamental, en
realidad, es que los gobernados crean que los miembros de la élite son
poscedores de cualidades aceptadas como superiores Por eso pueden
Ser. como Mosca sostenia en los Elementi, herederos de aquéllos querealmente las. poseyeron. Fn este caso, esta segunda generacion de go
bernantes se legitimaria a sf misma a partir de una prolongacién, que
se reconoce en el plano de la creencia, de la legitimidad ganada por la
generacién originacia
En este sentido, Mosca parece poner el acento no tanto en la
existencia real de tales cualidades, como en la creencia de que cllas
realmente existen. En realidad, esta aseveracién debe entenderse con
ciertos limites, particularmente en este autor. A lo largo de la lectura de
los trabajos de Mosca podemos apreciar que siempre hay una constante
tensién entre ser y deber ser. Mosca describe cl comportamiento politi-
co ‘rea!" entremezclado con una apreciacién étiea de dicho comporta-
miento,
‘Aunque sabe que, en la realidad, la clase politica no siempre retine
a lo que él mismo entiende como los mejores elementos en la sociedad,
siempre estarfa en mejores condiciones que la clase gobernada para dilu=
cidar los criterios adecuados para un ‘buen gobierno’. Aunque este
pensamiento forma parte de la primera etapa de su vida, siempre la clase
politica, por definicién, incluye a los mejores elementos. De lo contra
rio, perderfa su misma’ condicién de tal. Sin embargo, que exista esa
crcencia en Jas masas es fundamental, porque el poder se sustenta, ast,
en el consenso, y no se construye como simple dominacién
Pero, la existencia de dicha creencia no es Gnicamente.privativa
de los gobernados. Como contrapartida necesaria, en toda élite debe
existir un autoconvencimiento de que su propuesta es la correcta y la
mejor. Segiin Michels,
“Una clase convencida, aun contra su propia voluntad, de que el
ideal de su adversario se basa sobre mejores razones que las suyas pro
pias y esté inspirado por abjetivas morales mis elevados, vendré me
hos fuerza para continuar la lucha; hubr perdido esa fe en sus pro
‘ios derechos que puede dar justificacion moral ata resistencia"
Esta fe, este autoconvencimiento, al que también se referia Mos
ca, ¢s el que da la fuerza necesaria para que una élite determinada aspi-
re’al poder. En tiltima instancia, esto es lo que permite convocar a las
masas. En este contexto, Michels todavia entiende que una élite, al me-
nos en ascenso, pretende conquistar de alguna maneta el poder para po:
ner en prictice una propuesta mejor y més elevada que la existente. El
poder, en esta etapa, se concibe, entonces, como un medio y no como
un fin en sf mismo,
En este sentido, Mosca, si bien reconoce que en la politica actéan
simples especuladores que buscan su propio beneticio, ocultando sus in
tereses particulares tras un discurso altruista, considera que los hombres
también ingresan a la élite con la firme conviecién de que sus esfuerzos
pueden redundar en beneficio de toda la sociedad. Incluso, podemos de-
Cir que este iiltimo sector es, para Mosca, preponderante, en general. en
la composicién de la clase politica, La existencia de una creencia de este
tipo es la que en realidad moviliza a ciertos hombres a participar en la
contienda politica. Por el contrario, carecer de ella conduce a la nega-
ci6n misma del grupo como élite.
Este autoconvencimiento se retroalimenta con el apoyo popular
que la clase gobernante pueda llegar a conquistar. En tltima instancia,
‘se reconocimiento no haria més que corroborar, por la via de los he=
cchos, la ‘objetiva justicia’ de sus propuestas. De’ esta manera, Ia clase
politica también legitima su propia presencia en el poder. Se genera asf
tn espacio de intercambio entre gobernantes y gobernados que se ubica
en el plano de las subjetividades. Esto implica, como analizaremos en
profundidad més adelante, revalorizar en la politica el etimulo de ereen-
cias y mitos que abonan las practicas sociales en general.
Es cierto que, en Michels, ya en Los partidos politicos encontra-
‘mos elementos para pensar en ¢l poder como un fin en sf mismo. Peto
Gtos se refieren, todavia, mAs a la élite en el poder que ala que se en-
‘cuentra en ascenso. Sin embargo, a lo largo de su evolucién intelectual,
serd esta faceta la que cobre més peso en su pensamiento. En sti caso,
sta instancia de intereambio que retroalimenta a la élite, va cobrando
cada vez un eardcter més unidiceccional. En tiltima instancia, tiende mas
‘ser utilizada como forma de clausurar a la clase gobernante, que de
esta manera aparece sin fisura alguna frente a la sociedad
“Al confae en él (entusiasmo popular, el partido de dite no pier
de casi maa de su pureza tdria, porque una dite, teéricamente se
11 como lo estt de su voctcion como de su poder, ser autosuficiente
por definicidn”™
‘Mantener el poder constituye, para Michels el objetivo fundamen-
tal para toda clase politica, opinién que comparte, cn este sentido, Pa-
reto, La diferencia con el perisamiento de Mosca estriba en que, tanto
para Pareto, como para, incluso, Michels, mantener el poder se convier-
te, en definitiva, en un fin en si mismo, ya que, a través de él, la élite se
gatantiza Ia consecucién, fundamentalmente, de goces particulares, En
cambio, en Mosca, el autoconvencimiento en la superioridad de la pro:
puesta, transforma a la instancia de poder en un medio y no en un fin
en si mismo. Es el medio, a partir del cual, la clase poiftica lleva a la
préetica su propia propuesta de vida en sociedad.
IV .- La divisién dicotomica de la sociedad: alcances y limites
Para estos autores, la sociedad se divide, en principio, en dos gran~
des clases: los gobernantes y los gobernados, siendo la primera, por [b=
ica, la clase menos numerosaLa primera (la clase gobernante), que ¢s siempre Ia menos nome
rosa, cumple todas las fanciones politicas, monopoliza el poder ¥ go
‘ade las ventajas que a él van unidas; mientras que a segunda (la clase
fgobernad), mas numeross, es dirigida y regulada por la primera, de ma
hhera mis o menos legal, o bien mas o menos arbitrariay violenta, y pro:
een a aguélla, por lo menos apareatemente, los meiios materiales de
Subsistencia y 10 que es necesucio a la vitalidad del organismo politi:
Por un lado encontramos, entonces, a las masas, ¢s decir, aquéllos
que no gobiernan. Por el otro, estan las élites, que son, en gencral, los
fobernantes y, ademds, los responsables potenciales de todo posible
fambio en la sociedad. En este sentido, si nos adscribimos a la termi-
nologia positivista —situacién particularmente legftima en Mosca po-
demos decir que existe una ley, en sentido fuerte, que inexorablemente
se cumple: no importan e6mo se legitimen, la realidad es que en toda
‘rganizacin socictal siempre gobiernan las minorfas, ya que ellas son
las que tienen condiciones adecvadas para monopolizar el poder
‘Aunque su posicién de predominio generalmente se funda en el
reconocimiento en sus miembros de cuabidades consideradas superio-
res por la sociedad, esa minorfa puede, indistintamente, apelar a me-
dios consensuados 6 correitivos, con toda la gama de posibilidades que
estos dos extremos reconocen, Pero en ningtin momento esta divisién
implica una estratificacién social inamovible, Ni siquiera haciendo un
corte vertical dela sociedad en un momento dado podemos hablar de
compartimentos estancos. Como plantea Mosea, la clase politica o mi
horis dirigente mantiene claramente una situacién de interdependen
cia con los gobernados, ya que son éstos los que, en principio, proveen
los medios de subsistencia a la élite
Si tenemos en cuenta Ia permanente eritica a la concepcién socia~
lista —que en ninguno de los tres autores, por cierto, es idéntica—, pen-
2 Ce peter eee peeereregr
en dos clases que hace el marxismo, nos levaria a una cierta confusi6n
Es cierto que sicmpre gobiernan las élites, pero su composicién social
cambia permanentemente a lo largo del tiempo. Fl término élite, en es-
te sentido, bajo ningiin punto de vista debe ser entendido como sinéni-
‘mo de ‘clase social’. Aunque pueda ocurrir que en un momento
0 determinado se entable una relacién de este tipo, en realidad,
‘elase social’ no son conceptos intercambiables. Por eso, en cada caso
particular se debe anabizar la composicion social de la élite
En el caso conereto de Pareto, que, en diltima instancia, es el que
mis se aproxima a la concepeién marxista, las diferencias hacen, en rea
lidad, a la sustancia misma del concepto. $i bien podemos encontrar
en términos paretianos una élite econdmica, no solamente serfa una
entre otras lites, sino que, ademds, sus limites no estarian perfecta
mente definidos.
a misma forma que en una sociedad se distingue 4 fos ricos de
los pobres, aunque los ingresos erecen insensiblemente deste los mis
Ulcbies hasta los mis poderosos, se puede distinguir en una sociedad
a la élite la parte aristocniica en el sentido etimoldgieo (arstos = me-
0 y una parte wulgars pero hay que recordar siempre que se pasa
insensiblemente de una ala otra"™
Pero si nos referimos a las élites en general, vemos que la inclusién
de un individuo en esta categoria no tiene que ver con su propia inser-
cién en las relaciones de produccidn. Si bien es cierto que en el capita-
lismo podemos sefalar una élite —la burguesia— coincidente con la con-
cepcién marxista, también es cierto que ésa no seria la Gnica élite exis-
tente en la sociedad. No solamente se podrfan encontrar élites de otro
tipo, sino que, ademés, también es Kieito, dentro de la concepeién élitis-
ta, referirse alo que podrfamos llamar una ‘élite proletaria’. Y es este fe
‘némeno el que, en Ultima instancia, analiza més detalladamente Mi-
chels
En el caso de Mosca, la diferencia es todavia més clara, ya que la
clase politica reconoce una conformacién distinta. Si analizamos la ex-
presion cn su calidad de concepto operativo, es cierto que el primer tér-
mino de la expresiOn estarfa indicando la existencia de intereses comu-
nes, compartidos de alguna manera por todos sus miembros, mds alli
de las posibles diferencias que los pudieran separar. Pero la inclusién
© no de algin individuo en esta categoria implica fundamentalmente
tun ctiterio politico, Esto significa que la clase politica puede incluir
© rechazar elementos nuevos, porque su condicion de Mderes esti le
gitimada 0 no por Ia sociedad conereta en la que se desenvuelven.
Como ya indicéramos anteriormente, se trata de categor{as analf-
ticas que pretenden estructurar una realidad que presenta constantes
modificaciones. Esto quiere decit que hay una permanente movilidad
que se pierde en la exposicién, ya que, cuando describimos un momen-
to determinado, estamos haciendo un corte vertical cn la sociedad que,
por mis que intentemos reflejar el movimiento, siempre lo mucstra es
tético, Es como si tomdramos una fotografia de un objeto en movimien-
to. Por mas sensible que sea Ia cimara, siempre el resultado serd una
actitud estitica, Y esta dificultad se hace particularmente notoria en al-
unos pasajes de la obra de estos autores.
De todas formas, debemos tener en claro que, desde esa amorfa
categoria de ‘inasas’ se pueden conformar nucvas élites que tiendan a
desticuir a la ya existence en el poder. Esto significa que, en el mismo
momento en que analizamos verticalmente una sociedad, con una es-
tuucturacién determinada, se puede estar conformando una nueva él
te entre la no-élite. Por 50, y aunque parezca un juego de palabras, lo
que es masa para una élite determinada en un momento deverminado,
puede ser, en ese mismo instante, nueva élite emergenteps decir, que In nueva dlite recluta a sus adherentes alli donde
tos puede encontrar, allf donde el resto habia reclatado la que acababa
de llegar al poder"™
En toda sociedad, entonees, hay un proceso de permanente con
formacién de élites, algunos cxitésos y otros no. Por eso, si bien en una
primera aproximacién podemos distinguir los extremos a los que se
Apunta con los conceptos de élite 0 de clase polftica, en realidad no se
produce jamds una Ifnea divisoria clara y nitida que marque los lfmites
Ue cada parte, Por consiguiente, esta divisién dicotémica responde, fun-
damentalmente, a una necesidad analitica, como el mismo Pareto se en-
carga de aclarar.
‘srratamos de reducir en lo posible «! nGimero de grupos y los mo-
dos de citculacion, ponienda bajo wn mismo encabezamiento los fené:
menos que de un modo general y hasta cieeto punto son similares"
Con esta division en élite-no-lite, estos autores no hacen més que
tomar la dicotomia politica fundamental de dominantes-dominados, Si
bien a los efectos analiticos se plantean la existencia de dos clases, debe-
‘mos tener presente que la relacién entre dominantes y dominados reco-
hhoce la existencia de una serie de mediaciones que, de alguna mancra, ta
modifican, Entre esas mediaciones encontramos un espacio que Hamare~
mos de interseccién, en donde sectores de Ia clase gobernada son coop-
tados ~entendido ei rérmino en su acepci6n mds genérica~ para desem
pefiar funciones que contribuyen a consolidar a la élice en el poder.
sividvos de
“La clase gobernante utiliza para mantener su poder
la clase gobernada, que se pueden distinguic en dos eatcgoria, corres:
pondientes a los medioe principales con los cuales tal poder se ssegura
Cy) una categoria usa la fuerza, como serfan los soldados, los agentes
de poliefas, los valientes del siglo pasados la otra usa el atificio y, de
fa clientela de los polticos romanos,s¢ llega hasta la de nuestros poi
‘eos contempordneos”™.
En base al tipo de funciones que desempefian, Pareto divide en
dos grandes grupos a este sector: aquéllos que tienen a su cargo las fun-
ciones coercitivas, represivas, y aguéllos que buscan las adhesiones a tra~
vés del consenso. Los primeros tienen que ver con el aparato represivo
de todo estado, mientras que los segundos apuntan a mostrar la necesi
dad intrinseca ‘del poder de desarrollar un entramado de relaciones
clientelares de distinto tipo, para lo cual se implementa la préctica del
favor, entendida en sentido amplio.
Si a esto le agregamos la distincién que sefiala Mosca dentro de la
clase gobernante entre un primer y un segundo estrato, vemos que no es
tan exacto que estos autores visualicen la sociedad conformada exclusi-
xamente por dos grandes grupos, Probablemente se puede aducir una in-
suficiencia en Ia conceptvalizacién teériea, mis que una observacién
maniquea de la realidad, Esto es mis fcilmente apreciable en Mosca
que en Pareto, ya que Michels pareciera no tener un interés especial en
Producir una clasificacién tedrico-conceptual mis precisa
Quizds debido a esta dificultad que hemos sefalado, vemos que, al
resaltar la existencia de una minoria dirigente, por oposicién a una masa.
que no gobierna, van apareciendo a continuacion, con distincos matices,
huevas subdivisiones que intentan reflejar In complejdad del todo 50!
al. En este sentido, Pareto es el que consigue un grado de complejiza-
jon mayor. Frente a la divisign que destaca Mosca dentro de la clase
politica, al sealar la existencia de un primer y un segundo estrato, s-
gin las funciones primarias o secundarias que cada uno desempeita en
fa funcién politica, Pareto no solamente distingue tna élite guberna-
mental de otra no gubernamental, sino que, incluso, uilizando un ex
terio psicol6gico, produce una nueva divisin de la primera
Dentro de la clase gubernamental encontramos, entonces: A) aque
Hlos hombres que miran resueltamente los fines ideales y que siguen rigi-
damente sus reglas de conducta, y B) aquellos otros que tienen por fina
Hida ogra el propio bin el de ss clients. ¥ este grupo, ae vet,e
“Ba Los hombres que se concentan con los goces del poder y de los
honores; 8) Los hombres que buscan para si y para sus elientes as
utilidades materiales, generalmente las monetariae
Segiin Parcto, dentro de esta clasificacién, el grupo Bet constitu
Ye “una mercaderfa no muy abundante aunque apreciadima en los
partidos
cAPrTULO
(CITAS BIBLIOGRAFICAS
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que pro flanentalment nes el plo pad hecho qu cote em acento
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GAETANO MOSCA: Fae cx FORE A ALBERTON sacra dent patie
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‘cong po paren RAFAEL ERE MIRANDNy ETTORE A ALBERTON,
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10. VIED PARE: Cour ttonone pllge por IAMS MEISEL, de. pct,
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11. BREAN MOSCA: Elmont ont pl. 30; La cre pli op 252
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TE VIEINEDO PARETO: orca sal ope
TLGAETANO MOSCA ocn op p36 atic op cl 10 Lo dens
1a MEEDO PARETO: Mona demo police, Aas Bucs Ais, 1S, 30.
15 GAETANO MOSCA: mc opis tae ti op ce i128
BBLGMETANO MOSCA: stone dele ie 300 Saar as,
BL-GMETANO Mose: Bom op lp
22 ROOERT MCL Lopresti op le.
2B.ROMERT MICHELS: reat tsopcicpe 1
BL OMETANO MOSCA Bonen pg 9 le poi. op. 108
25 Vendo PARETO: Man sss ln, Nba A, A,
26: VLINEDO PARETO: Yor semi Po 90
27 VLEREDO PARENO, Tans op cc 820%,
3 lon #25)
Bilem #0
een
CAPITULO IIL
EL DEBATE POLITICO DE LA EPOCA.
1.- La critica al socialism
La reflexién de Mosea, Pareto y Michels se inserta en una época de
grandes transformaciones en el pensamiento politico europeo. El ereci-
miento de la social-democracia, a partir del fenémeno novedoso de la
ampliacién det sufragio, trastocd la practica politica existente hasta en-
tonces. La estructura del estado liberal entrd en un proceso de crisis a
partir de la irrupcién de las masas en la sociedad politica que lev6 2
‘uestionar muchos principios propios del tluminismo. La Razén no apa-
recfa ya como elemento liberador del hombre y, ademas, el comporta-
miento de politicos que se habia generado parecia contradecir que los,
hombres basaran sus practicas en conductas racionales
Fs en este marco que se inserta la obra de nuestros autores. Su
principal adversario politico cra, en este sentido, cl socialismo en sus
Versiones concretas. La prictica de los socialistas resumia para Mosca,
Pareto y Michels los dos peligtos fundamentales que aquejaban al mun-
do politico moderno: por un lado, la creencia demoerdtica y, por el
otro, el socialismo, como forma de superacién del capitalismo. Aunque
hemos intentado separar ambas criticas ~en el fondo, ambas cuestiones
cencierran aspectos diferentes—, muchas veces se confunden en la refle-
xi6n de los élitistas.
La social-democracia —vista en general sin matices por estos auto-
res era la expresién de una tendencia social que pretendia transfor-
‘mar la sociedad a partir de la eliminacién del capitalismo, generando
otra nueva en la que, supuestamente, cobrarfa vida una democracia de
tipo rousseauneana, No solamente se construirfa una sociedad justa ~es
decir, sin explotacin—, sino que, ademds, el hombre se liberaria de sus
propias cadenas, al hacer efectivamente suyo el derecho a decidir.
Pero, a pesar del discurso, la realidad mostraba un camino total-
mente diferente. La socializacién de los medios de produecién —enten-
dida como estatizacién por Ia concepcién socialista predominante en
a época —se constituyd, asf, en uno de los puntos mds duramente
atacados por los élitistas.
“No es posible hacerse lusiones sobre las eonsecueneias pricticas de
tun régimen en el cual la direccién de la produecién econ6mica, su dit
tribucidn y' el poder politico se encuentran indisolublemente unidos y
‘concenttados en las mismas personas"Adelantindose a Weber, Mosca sefalaba el peligro que encerraba
para la sociedad In concentracién de poder politico y econémico en el
estado, Si el socialismo pensaba superar la explotacién capitalista de esa
manera, lo tinico que conseguirfa serfa generar un sistema de sojuzga
miento tal, que dejarta a la sociedad totalmente desguarnecida frente al
estado. Dicho en otros términos, Ia clase politica no encontrarfa limite
alguno, adquiriendo, asf, un poder omn/modo?
Se tratarfa, entonces, de una élite que facilmente se enguistarfa en
el poder, generando, al menos en los hechos, formas hereditarias de su-
cesién.
“Si la propiedad de estos instrumentos (de produccién) viene atr:
uid aguéllos que administran el Estado, los que son siem
pre una minoria, acumulando el poder econdmico y el politico dispor
then de amplisimos medios para faciitar la cartera de sus propios hijos
€ incluso de las personas por ellos protegidos"™
El triunfo del colectivismo, lejos de promover ta verdadera libera-
cién del hombre, permitiria institucionalizar en el conjunto de la socie-
dad la tiranfa mds absoluta hasta entonces conocida* . Esa élite origina-
tia, que tendrfa, por definicién, la funcién de repartir recompensas y
castigos, tetminarfa implementando sistemas de cooptacién que garan-
tizaran 3u propia situacion de poder. De esta forma la sociedad entera
quedarfa marginada de la decisién politica, perdiendo cualquier mini
mo espacio de libertad. Una élite institucionalizada de esta forma no
encuentra limites a su accionar.
En Giltima instancia, para Pareto, Mosca y Michels, la euestién del
socialismo en las sociedades modernas debe entenderse como un enfien-
tamiento entre élites. En realidad, todo cambio de sistema politico, y
toda transformacién de la organizacién social es el resultado de una i
cha entre élites. Mientras la eritica precedente apuntaba a sefialar a
contradiccién existente en el mismo planteo socialista, explicar esta
corriente politica como el germen de una nueva élite nos ubica nueva~
mente en el corpus tedrico fundamental de estos autores.
Pensar el socialismo como una eleccién de las masas es, por del
nicién, antitético ala concepcin étilista, Esto no significa negar la exis-
tencia de movimientos masivos. Una élite puede apelar —y generalmente
Jo hace— a las masas, es decir al niimero, como forma de reforzar su po-
der incipiente. Pero nunca son aquéllas las verdaderas protagonistas. De
cir que el poder, la decisin, son exclusivos de las masas es, como anali
zaremos con detenimiento mAs adelante, nada més que una forma de
encubrir la existencia de una nueva élite con vocacién de poder
1a historia no es, como sostiene el marxismo el desenvolvimiento
de la lucha de clases, sino, como més lapidariamente sostiene Pareto, ef
cementerio de las aristocracias. Y el socialismo no escapa a esta regla ge
~~
neral. No ¢s la clase proletaria el sujeto histérico transtormador, sino
tuna minorfa que, en todo caso, se apoya en cl proletariado para destituit
a Ia élite burguesa en el poder. Esto no solamente cuestiona al socialis-
‘mo como hecho fundamentalmente de masas, sino que, al mismo tiem-
po, lleva a discutir la caracterizacién del concepto ‘clase social’
éCémo detimitar, en el plano de lo concreto, esto que el marxismo
denomina ‘clase’? Si 1a situacidn de clase hace que elementos en princi:
pio dis/miles generen un mismo interés que, en diltima instancia, los
identifica, al pasar de lo abstracto a lo concreto se hace muy dif (cil de
precisar
“Hs diffi! establecer una disinci6n ineguivoca entre el interés de los
gobernances y a de los gobernados"™
No hay posibilidad de distinguir intereses propios de la burguesfa
de intereses propios del proletariado, En todo caso, si existe un interés
comtin en la clase politica, es su propia vocacién de poder. Y esto tras-
ciende la simple pertenencia a una clase social. Los socialistas, al igual
que cualquier élite, ansian el poder, para lo cual erean las instancias or-
ganizativas necesarias. Es particularmente Michels el que va a desarrollar
con mis profundidad esta euestion,
Tenicndo cn cuenta este objetivo que se propone el socialismo, el
partido obrero se origina con el propdsito explicito de triunfar sobre la
‘organizacién estatal. Por ese motivo, la lucha por acceder al estado se
reduce a una lucha entre organizaciones.
“Genetado para destrvir el poder cenuializado del Estado, a partir
de la idea de que la clase trabajadora necesita solamente lograt una
organizacion lo bastante vasta y sélida para triunfar sobre Ia organiza
cién, basado sobre los mismos principios cardinales de autoridad y dis-
ciplina que caracteriza la organizacion del Estado"
Si el objeto de su creacién es, destruir Ia institucién cstatal y, con
ella, la existencia de un poder centralizado escindido de la sociedad, ge-
nerando, a su vez, un nuevo tipo de relacién que devuelva a los indi
duos un rol protagénico en la historia, el partido obrero esté muy lejos
de poder cumplimentarlo, Al marcar la importancia de ln organizacion
como instrumento necesario para la toma del poder, termina reprodu-
ciendo, en pequefio, ef mismo tipo de relacién que entabla el estado.
s decir que, en principio, podemos decir que la propuesta social
1a tiene dos limites importantes que impiden que sea puesta en préctica
con éxito, En primer lugar, el hecho que, al adoprar las concepeiones
=en este aso del poder y de la organizacién— que son propias de la so-
cicdad capitalista en la cual se insertan, no hacen mas que reproducir el
rmismo tipo de relacién social que dicha sociedad genera De alguna ma-nera, este tipo de reflexién aproxima a Michels @ a nocién soreliana de
utopia
En segundo lugar, y como derivado de lo anterior, al ponerse el
acento en Ia cuestin organizativa, como instrumento necesatio para la
toma exitosa del poder, se niega desde el inicio la participacién real de
las masas en el proceso revolucionario. En realidad la cuestién se reduce
un problema especfficamente militar?
Son dos aparatos que se enfrentan, desartollando un juego de téc-
ticas y estrategias, que requiere de un estado mayor que centralice la
d
isién. Entendida la lucha por el poder, particularmente en el socia-
ismo, en estos términos, Ia concentracién de un poder casi absoluto
en la minorfa que dirige el partido es casi inevitable.
“La concentuaci6n de poder en los partidos que pregonan la doctri-
ina marxisia ce més notoria que la concentracién prevista por Marx en
1a vida econémica”
Adelantindose también Weber, Michels entiende. que la ongani-
zacién socialista, que en getmen ya aparece en el partido, implica la
cereacién de un poder casi omnimodo que supera en gran medida los
efectos de la concentracién de capital que se produce en la economia
capitalista. En este sentido, Michels retoma la critica que Mosca ya ini-
ciara en los Elementi. Pareto, por el contrario, apunta més a seftalar la
imposibilidad de que el socialismo signifique la desaparicién de la lucha
politica.
El advenimiento del socialismo, es decir, la superacién del capita-
lismo, no es, como los socialistas sostienen, la muerte de la conflictivi-
dad. Las contradicciones, lejos de desaparecer, aflorarin de manera di-
ferente, teniendo en cuenta otros aspectos distintos a los especificos de
Ja lucha en una sociedad capitalist
““Supongamos que se establece el colectivismo y que ya no existe el
‘capitaliemo', En tal caso, s6lo bubrd deseparecido una forma particular
de le tucha de clases y surgi otras que la reemplazarin. Aparceerin
‘nuevos conflctos entre los diferentes tipos de obreros y el Estado socia-
lista, entre ls politicos y aquéllos a quienes administran, entre Ios inno
vadores y los conservadores, ete. Hay en realidad quién piense se
‘mente que con el advenimienta del socialismo se secarén las fuentes de
1 innowacién social? 2Que los hombres ya no imaginarén nuevos pro:
yectos y que los intereses no levardn a algunos a adoptar estos proyec
tos con la esperanza de adquirir un lugar dominante en la sociedad?"
La existencia misma de sociedades complejas es la que impide la
desaparicién de-la politica. Le conflictividad ~elemento co-constitutivo
de aquélla— no puede desaparecer sin mis como pretende la utopfa so-
cialista. Cuanto més, podrfamos agregar nosotros, sc. distorsiona, ¢s de-
cir, no se presenta ante nuestros ojos como especificamente politica
Pero la innovacién, producto del método de accién y reaccién a partir
del cual avanza la humanidad, no puede morir. La utopia socialista des-
cribe, en realidad, una sociedad muerta. ¥ es0, sostiene Pareto, es im:
posible
IL Desmitificacion de In democracia
Como hemos indicado ya, estos tres autores coinciden en un mi
‘mo interés: desmitificar la concepcién, existente en su época particu-
larmente, de democracia. Este sistem, entendido en un sentido radical,
es visualizado como un mito que, en lugar de promover la participacién
teal de todos los ciudadanos en la instancia de gobierno, constituye un
velo que oculta el verdadero predominio de una minorfa en el poder.
En este contexto, los sistemas democtiticos esconden, en realidad, las
verdaderas cualidades del liderazgo, es decir, de la direccién,
‘Al ser el manejo de las sociedades democriticas esencialmente ar-
gumentativo, se tiene la impresién que la tinica cualidad requerida en
todo Iider 5 su capacidad oratoria, habilidad que todos reconocemos
‘como no universal y que favorece la entronizacién de unos en dettimen-
(o de ottos. Sin embargo, esto no es mas que una faceta —Ia mas visible
quizas— que esconde una relacién mas compleja. La posibilidad de ‘ha-
blar a otros’, al quedar reconocida como elemento distintivo del lider,
muestra Ia existencia de una relacién desigual entre aquél y las masas.
Ellas acatan la voluntad del Iider sin dejar oft su voz, salvo que, excep
cionalmente, se trastoque Ia relacién existente, Pero esto ocutre sola~
mente cuando una nueva élice empieza a emerger, lo que nunca niega
la existencia de masas carentes de voz.
Tan sélo en este hecho ya encontramos un elemento sustancial
negatorio de la democracia. Sin posibilidad de nombrar, no hay posibi
lidad de desempefar un rol protagénico en la toma de decisin. La am:
pliacidn del sufragio introdujo en la sociedad politica a una masa amor-
fa que se integra sin voz real, salvo por la mediacién de sus lideres. Pero
esto requiere de la estructuracién de una organizacién ~el partido po-
Iitico— ‘como medio indispensable para participar exitosamente en Ia
contienda electoral, Esto coloca al partido frente a una encrucijada que,
muchas veces inconscientemente, sc resuelve distorsionando el diseurso
Fnfrentados en ef mercado politico ante la necesidad de ganar vo"
tantes —ya no solamence quienes adhieren plenamente eon la propuesta
organizativa de la sociedad, sino una franja mas vasta, que puede plan-
tear adhesiones nada més'que de tipo circunstancial—, los partidos,
abandonando sus principios constitutivos, buscan definir a su favor las
élecciones vendiendo sus favores a cambio de votos, La l6gica del co-
metciante se introduce, asi, en la politica, convirtiéndose ésta en una
29instancia de distribucién de prebendas y beneficios cuyo tinico objeto
es asegurar el poder a la minoria
[a tt Ire conrad moms, po he
anegado de si princpion past al soclsme, y promcte, sale wet
Ge feted va ok pote oi ep are br rote pe
tido conservador, que esté en el poder, puede no solamente prom
ter, sno prometer'y hacer aprobar por fa Cima de les Camunes
tna ley en virud ela cal as unionct obras no tendtfan mis cspon
‘bled en ls helges que hubcranprovocado los mlgusas poe
den imponemente perspuea los buy se de entender que esto
foes mis que un prime favor pero que habréouos mis ample
Los principios consticutivos que originaron la orgonizacién prime
tener poder para poder ewrloga a prctc, Los de ser objetivo con
cretos a instrumentarse en un futuro cercano, se convierten en un “de
ber ser’ al que una realidad contundente relega sin remedio al plano de
lo imaginario. Ya no son, entonces, esos principios constitutivos los que
determinan las acciones concretas de los politicos, sino que,en realidad,
es €l simple niimero el que gobierna la prictica politica
La democracia de masas se convierte, asi, en el clemento distorsi
nador por exeelencis, Ganar votos implica, necesariamente, gobernar
para la fraccign més numerosa de la sociedad, y, adems, para la fraccion
fads dewteleeuciaada: Yu no hay, entonecs, construction de un inte
rés general, sino la exacerbacién del interés de un sector de la sociedad
que se mueve, fundamentalmente, por la premura de lo inmediato, Esta
forma de demagogia, sostiene Michels, hace que la democracia, en dit
‘ma instancia, sea un régimen particularmente inestable
La democracia radical, es decir, aquélla en la que todos gobiernan
sin mediacién alguna, sosticne, es imposible. Pero aunque Michels es un
acérrimo critico de lt concepeién rousseauneana, él mismo no concibe
a la democracia de otra forma que no sea la directa, Pero, épor qué es
un ségimen partiularmenteinetable? La democracia,sostene Michels
encierra en si misma dos grandes riesgos, rieygos que, en definitiva, ubi
ca al autor de Los partidos politicos en la reflexién eldsica de las formas
de gobierno.
ci cia ~entendida en su sents
AL igual que el ciclo elisico, la democracia —emt
do etimolégica, es decir, como ei gobierno en favor de un dems, el de
‘mos mis pobre aguciza sus propias contradicciones hasta caer en la
30
nsgacidn de toda politica, es decir, la anarquia. Y de ella se sale ~por
Go gencralmente ¢s “el fruto’’— con la negacién de todo principio de
moctitico, es decir, la tirania, Plantear la democracia en sentido radical
implica, por definicin, negar toda diceccién, es decir, negar el rol de lag
minorias en la politica, Desde la éptica de Michels, ia superacién de la
dicecién por parte de las masas cs una posibilidad real que en cualquicr
‘momento puede conerctarse sin més
Por todo esto, el principio rousseauneano de la ‘soberania populat’
nunca puede constituir un principio permanente de organizacion social
Teniendo en cuenta esto, vemos que la critica a la democracia se bifurea,
x dos argumentos fundamentales. En primer lugar, este planteo impor
{a una critica a la nocién de ‘epresentacién’, concepto fundamental en
{a construccién de una democracia en sentido modemo. En el caso de
areto, la ‘representacién popular’ no pasa de ser una mera ficcin'* cs
decir, algo imaginario, ireal, que ni siquiera merece ser considerado, sal,
vo, nos dice, como derivacién
El concepto de ‘tepresentaci6n popular’, entonces, ¢s la forma en
que una determinada minorfa legitima, ance la sociedad, su situacion de
Poder o, al menos, su pretension al poder. Pero, al mismo tiempo que lo
{esitima, encubre con esa derivacion, sus verdaderas intenciones, Lt lege
timacion democritica carece de sentido porque siempre, salvo alguna
excepcién de corta duracién, la clase gobetnante es una minori cos ee
cacién de poder.
""Veamos cudl es la sustancia que se encuentra bajo las varias formas
del poder de Ia clase gobernante, Sacando las exceptiones, que som de
«seaso niimero y que duran poco, se tiene en todas partes una clase go.
bernante poco numeross, que se mantiene en el poder, parte com le
fuerea y parce con el consenso de Ia clase gobernada, que es muche mic
“Todo gobierno se mantiene por una combinacién de coercion y
Consenso que desmiente la ideologia democratic. Incluso esa minoria,
ue surge legitimada por el principio de la ‘soberania popular” posce,
fn realidad, aquellos atributos de poder que, objetivamente, constitis
zen una neyacién de la democracia misma, Pot eso mismo, la expresién,
taciada en la préctica concreta de todo contenido sustancial, se const,
‘wye en un mero recurso de legitimacién de una minorfa en particular
Pero la eritica a la democracia transita acd hacia el segundo argu:
mento, al cual aludfamos anteriormente. El enfrentamiento que, a ve.
«€s, se produce en una sociedad entre aristocracia y democrasia no ee
Tris gue una lucha entre minorias: la primera en el poder y la segunda
Unzada a su conquista, Por eso, sefiala Mosca acercdndose al concepto
de derivacién de Pareto, democracia es una formula politica que escon
‘de la apetencia de poder de una minorfa en ascenso’ Fn este contexte,‘cuando en una sociedad se plantea como lucha conereta la ampliacién
democritica, se esconde —sostienen estos autores~, una lucha inter
lites.
Toda élite en ascenso recurre al discurso democratico con el ob:
jeto de granjearse el apoyo de las masas. La posibilidad que la nueva
Eee ene pre enzo a exc 0, lice, par
tegrarse a ella, radica, fundamentalmente, en esta apelacion a las ma-
far, For eso, los petfodos en los queen tuna sociedad a produce a vasa
difusién de la creencia demoeritica, son perfodos que preanuncian un
posible cambio de la clase gobernante. EI mito democratico aparece,
asf, exclusivamente, en los momentos en que una minorfa en ascenso
pretende ser eficaz en el cuestionamiento la minorfa. gobernante, a
los efectos, no de corregir sus précticas, sino de acceder tan sélo al
poder.
Mosca, por su parte, introduce, a su vez, un nuevo aspecto. Ya
Gi tus pritetas obras, cabot na’ cutis. al metodo. ssemble(stico,
que esta basado en el principio de Ia igualdad. Este principio, sostic-
ne, promueve el desarrollo de la mediocridad. La igualacién total no
contribuye al desarrollo intelectual, sino que, por el contratio, uni
forma la sociedad teniendo en cuenta a los sectores menos capaces.
En Iugat de incentivar la superacién individual, reseatando para la so
ciedad las potencialidades que cada hombre pueda tener, favorece el
anquilosamiento, al no premiar los esfuerzos que, en Gitima instancia,
rmostrarfan a los hombres como desiguales.
La introduccién en el mundo moderno de este principio de la
igualdad principio que es tomado como sinénimo de uniformidad~ da
tuna nueva apariencia, sostiene en este caso Pareto, a la dominaci
a diversidad de la naturaleza de Jos hombres, junto a la necesidad
de dar satisfacci6n de alguna manera al sencrniento que los quiere igua
les, ha hecho que se esfuercen en las democracias en dar apariencia de
poder al pucblo y realidad de poder a una cite
En este sentido, Pareto va mas allé que Mosca en la erftica al prin-
ipio de igualdad. EI sentimiento que lo envuelve, superpuesto a la rea-
lidad de una naturaleza humana diversa, al ser Hevado hasta sus dltimas
‘consecuencias, esconde la verdad del poder. Frente a lo real, que ¢s el
gobierno de la élite, la apariencia del poder popular cobra vida. Al ser
vista la igualdad ‘inicamente como uniformidad, necesariamente debe
entenderse que existe una anulacién de las diferencias. Fn este contex
to, diversidad y democracia son conceptos que se repelen. De acuerdo
ala concepeién élitista, democracia serfa, entonces, una sociedad ficti-
ciamente uniformada que esconde la consolidacién de una élite que,
gracias a la apariencia de ‘poder popular’, se erige en representante de
tun todo abstracto,
Combinando el razonamiento de Pareto y de Mosca, vemos que, al
tomarse la apatiencia por realidad, se conforma una sociedad que vela la
verdadera relacién de mando-obediencia, por lo que entoniza a una éli-
te sin ser consciente de ello y, por lo tanto, sin poderle poner limites a
su vocacién de poder. Las masas, en su ignorancia, siempre se dejan lle
var més por las lisonjas que reciben, ya que, desde el poder se promueve
st incapacidad para reconocer las verdaderas cualidades superiores. Por
¢s0 mismo, tienden a legitimar a los que buscan explotarlas antes que
a aquéllos que pueden tener las condiciones para liberarlas.
Retomando la problemdtica tocquevillana, Pareto scfala el poder
despético que, por definicién, genera la democracia. En toda sociedad
regida por el principio de la mayorfa se produce una articulacién con-
tradictoria entre el poder en manos de aquélla, y la existencia de
tas libertades, hecho que resulta incompatible “‘con los prejuicios, sen-
timientos, intereses, etc,, de esta mayorfa’'*. Al equipararse democra-
cia a anulacién de diferencias, esta dtima solamente puede producicse
imponiéndola autoritariamente y cercenando las libertades, que serfan
un indice claro de la diversidad existente en toda sociedad. Teniendo
en cuenta esto, podemos concluir que es mucho més facil que se instale
la perversién en ct juego democratico que en un sistema de otto tipo
Por eso, el principio de Ia igualdad al totalizarse no pasa de ser una
abstraccién del entendimiento, sin anclaje valido en la realidad concre-
ta, Como sostiene Mosca, “en la sociedad humana, la igualdad absoluta
no ha existido nunca’. La dnica forma de llevar a la practica una abs-
traccién de este tipo es, entonces, mediante el terror. Por eso, democra-
cia y libertad son contradictorias, Peto no solamente una niega a la otra,
sino que, la primera, al tener que apelar a la fuerza como recurso pre~
ponderante, termina corrompiendo a las personas.
Las diferencias son innegables y, en todo caso, afloran en forma
distorsionada. Es en este sentido que, sobre todo en Pareto, aparece este
concepto de corrupcién. Ya no son las ‘mejores cualidades' sino los fa-
\oritismos los que, en los hechos, distinguen por sobre la uniformidad,
En Mosca, en cierto sentido, también esti implicita esta idea de corrup-
ci6n, pero aparece mAs ligada a la deformacidn del método de progreso
en el hombre. A través de a igualacién total se anula el motor del de-
senvolvimiento humano, es decir, lo que Mosca designa como la lucha
por la preeminencia,
‘Al plantear, por su parte, Parcto que, en lugar de las diferencias
reales, esta igualaci6n forzada utiliza los favores como forma de salir del
anonimato, describe la politica en el marco de este juego democritico
como una actividad reducida a una especie de compra-venta, En este
sentido, la corrupcién, en el caso de Pareto, implica la penetracin de
la logiea dineraria en ias précticas politicas. Por eso equipara las prdc-
ticas politicas de la ‘plutocracia demagégica contempordnea’ —expre-
sién que utiliza constantemente para designar a la burguesia— con lasgue los emperadores romanos se daban para comprar el favor de la guar
dia pretoriana o de las legioncs.
Las relaciones clientelares —particularmente incentivadas en una
sociedad regida por el principio de la mayorfa~, articuladas, en dltima
instancia, por una ldgica de compraventa, determina, en realidad, el
movimiento dentro de la sociedad politica. De esa manera los empera
dorcs romanos garantizaron su poder, y del mismo modo la plutocracia
demagégica compra a los electores para que la proyecten al poder’?
Esa es, en resumen, la realidad de la demoeracia, que esconde, tras un
velo de igualdad y de distribucién equitativa del ‘poder, las formas mis
perversas de demagogia.
IIL. La relacién con el fascismo
El advenimiento del fascismo marcé un punto de inflexién impor
tante en la vida intelectual de estos autores, A pesar de que muchas ve
ees se les ha puesto el rétulo de pro-ascistas, particularmente por su
critica antiiluminista, no podemos ignorar que Pareto, Mosca y Michels
nunca renegaron de lt concepcién liberal, Esto constituy® un punto in
portante de erftica hacia el fascismo, aun incluso en el caso de Michels,
quien puede ser sospechado de tna mayor identificacién con el nuevo
‘movimiento politico. Ya durante el gobierno de Mussolini, por ejemplo,
Michels sostenfa, al deseribir los dos tipos ms importantes de élites:
“zn Jos sistemas democriticos aecéan diferentes dives politicas, to
das Tae cuales se hallan ditigidas por ‘Estados mayores’ especilizados
‘en su lucha por el poder. La tenencia del poder es breve para cualquie
2 de ells, mientras las demés aguardan con esperanzas s0 oportunidad
de gobernar. Por el contrario, en los regimenes fascists, si bien pueden
notarse ciertas‘rotaciones en el cargo” 0, mejor dicho, cambios de guar:
dia dentro de las filas del propio partido, su estabilidad y totalicarismo
lo revisten de un earicter definitivamente exelusivo, y no permiten a los
disidentes ninguna esperanza de volver al poder"™®
Demostrado, entonces, por Pareto y Mosca que siempre gober
ron las élites, y demostrado, incluso, por el mismo Michels, que las de-
mocracias también generan élites, la diferencia entre un régimen politi-
co y otto estarfa dada por la posibitidad de circulacién de las distintas
lites que se conforman en una sociedad. En los sistemas democriticos,
Jas élites se alternan y no pueden, por las mismas caracterfsticas del sis
tema, enquistarse en el poder. A pesar, incluso, de que aun en las for
mas democciticas la élite exitosa es In que puede desarrollar la lucha
adecvada por cl poder, la posibilidad de renovacién termina aremperan
sr
ee |
do siempre esta situacién Por el contrario, la vocacién totalitaria del
fascismo leva a mostrar jinicamente cambios de guardia en sus filas,
mienteas que los grupos realmente disidentes quedan excluidos de la
politica
Pero Michels, al menos en los textos que nos son conocidos, no
Hcga a sacar las conclusiones l6gicas de este andlisis. Tanto Mosca como
Pareto brindaban elementos necesarios para poder hacerlo. éCudles
‘eran, por cjemplo, los alcances, en cl régimen fascista, de ese dejar a los
disidentes sin “ninguna esperanza de volver al poder”? Porque ias élites
exeluidas —cosa que Michels no podia ignorar— tenderian a llegar al po-
der, por lo que, o se producfa una eliminacién total y real del disenso,
, de lo contrario, se itfan acumnulando tensiones en la sociedad que Gni-
camente podefan resolverse de una manera violenta. Este serfa, en reali-
dad, el riesgo que quedar‘a practicamente anulado en la democracia,
Probablemente las condiciones polfticas de la época incidieran
para_que Michels no Hlevara hasta el final su razonamiento. Pero eso
queda, al menos para nosotros, en el terreno de las suposiciones. Lo
cierto ‘es, como destaca Bobbio, que Michels tampoco habia llegado a
cextraer las consecuencias légicas de st primer gran trabajo Los partidos
politicos
No obstante esta actitud intelectual, la descripeién que Michels ha-
ce del fascismo es correcta. En este régimen se produce una apropiacién
del poder, con eliminacién de todo disenso. Ese no seria el caso de la
democracia. Con un estilo frio y desapasionado, Michels deja en manos
del lector una eleccién cuyo resultado nos parece obvio
En el caso de Mosca el més fuerte critico de los tres—, su expe
riencia conereta como senador en un perfodo de cierre de las libertades
y de anulacién de la politica, lo Hlevé a evolucionar hacia un pensamien-
to democratico conservador. Sin sostener que la democracia era el siste-
ma ideal, reconoce que es el mejor que existe para garantizar en forma
pacifica la renovacidn de la élite. Durante su vida como senador, Mosca,
junto con Benedetto Croce, aprovecharfan su propia investidura para
erigirse en eriticos del fascismo.
Pareto, en cambio, sobrevivié tan s6lo un afio a Ia asuncién de
Mussolini, Sin embargo, todo su wabajo intelectual anterior ha le
vado a muchos autores, entre ellos a Borkenau®, a leerlo en clave
fascista. En realidad, la relacion de Pareto con el fascismo no es tan
simple. Para Pareto, eficacia y verdad no iban necesariamente de la
mano. Y esto significaba que lo que un cientifico podia descubrir no
era, por eso mismo, lo que gencraba grandes franjas de apoyo en la
sociedad.
Para Pareto, en 1918, la disoluciOn de la élite burguesa estaba
legando ya a su punto cuiminante, raz6n por la cual se abria el es
pacio para pronosticar una renovacién casi inmediata de la élite di-
rigente“Quizis una mean dite, que surgira de las clases populares salvara
nuestra cvilizacion. Serfa otro ejemplo de los hechas bien conocides
de In cireulacion de las lites”
Cuando escribié este artfculo, Pareto se sentfa en presencia de un
ciclo que declinaba. Esa renovaciéa que habja pronosticado cobrarfa vi
da, pocos aiios después, con el advenimiento del fascismo. Se trataba
como Pareto habfa sugerido que ocurrirfa— de una nueva élite, surgida
de las clases populares, es decir, de la no-lite, que destrabarfa, segin
tuna légica paretiana, la historia, permitiendo que apareciera un nuevo
ciclo de progreso.
Frente al fascismo, més que la satisfaccién por encontrar en el po-
der a una élite ideolégicamente afin, Pareto tiene la actitud det cientifi
co que ve probada su prediccién y, con ello, la validez misma de la teo-
rfa que habia elaborado. La aplicacién del método légico-experimental,
como él lo llama, en el estudio de la sociedad, le habia permitido ha-
cer un anilisis correcto que encontraba su yerificacién
Yaeen el Trattato Pareto habia establecido que ¢l poder deba estar
‘en manos de una élite dispuesta a utilizar la fuerza*®. Y es0 se corrobo-
raba, un afio antes de morir, en los hechos. El fascismo era esa revolu
cién interna que habfa pronosticado en su obra cumbre, como instan
cia necesaria para frenar la decadencia de la élite gobernante
“La historia no se repite nunca, y no es para nada probable, a me
nos que se crea en el ‘peligro amarillo’, que el periodo futuro y nuevo
de prosperidad se origine en alguna otra invasion birbara; menos in
probable seria que sucediera por una revolucin interna que diese el
poder a los individuos que tienen abundancia de residuos de la clase
My que saben, pueden, quieren usar la fuerza”
‘CAPITULO iN
CITAS BIBLIOGRAFICAS
1 GAETANO MOSCA: Flement op. cit, pig. 11; Lease poten opp, 200
2. Element pig 132; Le clae politi py 20/2 Enunanotn ata rcers edie, Moseacsribe: “EL
omunisao ex precise cl rgimen polio em call abivaiedad de fos pcos que cae
Tene stm el por, psa psa soe lok qe vive semeids aes: pose” (alse pull
flips. 20172, 0)
GAETANO MOSCA: tri dle donrine. pct pi. 308
INORBERTO HOWBIO: “rurxtarcin”sen GAETANOMIOSCA, Lalas alta up vt pie 10
GAETANO MOSCA’ Siri dele dorine op. 8. 270
ROBERT MICHELS: Ls parts olen, Tope. pg. 158
+ Michels tienen cuenta ads esos sonia que redven lacvestin alo meramente ie
ee eh puta nedicinngisade 1913 alan’ Alben Schiff crequee socialist neces sla
iat dounsrangenertenel momento conetopraherdarel pode Ja rganizacin aaron
ini (ROBERT NHCHELS. Pylical Parties, Dover Pubiations, Inc, W: Yor, 1959, pa 367
ROBERT MICHELS: Loe partes pts, cept A. 166.
2) MILEREDO PARETO: Lassen nial, cit por IRVING. ZEITLIN, Ideotogyeorkaso
Miaigen, Amorort, Buenos Nes 1979, pigs 17. Lo deste e nes
{0. VILFREDO PARETO: Manu, op. it, pg 354
UE ROMERT MICHELS: Loy parton oltre T.1Lap cls pi. 199 Lo destacado es nuesta
[2 VILFREDO PARETO: Tra pit 82204
1h dem
1M VILFREDO PARETO: anua,op. tpg 15.
IS. VILFREDO PARETO: Tatas, op 298.
[GAETANO MOSCA: Element opt. pig. 90.
19 VILFREDO PARETO: Trt ep cit 2953 0.
TE ROBERT MICHELS: Cord Soctolopa Poca 8A Elise Scenic, Milano, 1927,
Fin 88 furduccimal op et pag 109, alas, mae adelante enel mem aril agregt: "Una
ast chtc ones de tendon onitdemocrtin,(.) evn carter as estab.) pore.) Po
Tongan lstsaleapectatvasine de exclye deco ala plualidad eax its del poder Care,
pie 91 lntrdacdn 12.
19.Comoexplica Bobbi ici debi ter conluido que las ranizasiones paisa, eneli-
‘Tal pres formadorasde lites, A psa queso etdimpicto ens abajo, Michele muncallegs,
Sipcnario NORBERTO BODBIG, Pel oli del silo XX en alla, Pond de Calta Bo
fnimen, Méseo, 1989, pi, 188
29, FRANZ BORKENAU: Parea, CE, México 1978
31 VILEREDO PARETO. “Apts qua anes de gues” en Fat eeone,Valech Editor, Frenze,
Bat pi I, decades mets
23. em Lo destacad e estCAPITULO IV.
EL COMPORTAMIENTO POLITICO
L- Irracionalismo
Hacia fines del siglo pasado, y merced a la insercién de las masas en
cl estado, la politica comenzé a mostrarse como un tipo de comporta-
miento no del todo previsible. Lo que hasta entonees habia sido tenido
por ‘racional’ parecfa no ser lo elegido por las masas en su préctica po-
Iitica concreta. Esta es una cuestidn que constituyé un clirna de época
y que, de alguna manera, estuvo presente en las reflexiones de distintos
autores curopeos en un periodo que podemos delimitar entre los aiios
1890 y 1930. Un Weber al analizar los tipos de dominacién, un Freud
descubriendo el inconsciente 0 un Sorel elaborando su teor/a del mito
politico, participan, al igual que Mosca, Pareto y Michels, de la misma
preocupacién.
Utilizando la terminologia de Pareto, podemos decir que existen
acciones légicas, formuladas segin razén y, por lo tanto, predccibles,
y existen ouas, a las que él denomina no-égicas, que no pueden ser
comprendidas a partir de un razonamiento logico-experimental, La
politica, sostiene, se nutre fundamentalmente de estas tltimas. Por
50 estos autores tienden a criticar la concepeién optimista del Humi-
nismo en torno a la Razén.
“Base de las rodecnas doctrinas masénicas es la ereencia en que el
hombre tiende a volverse Fisica, intelectual y moralmente siempre mas
sano y elevado, y que sélo la ignorancia y la supersticin, que han gene-
rado las eligiones dogmitica, lo han alejado y lo alejan de seguic eta
via, que seria pata él Ia mis nacural, y lo han empujado a las persecucio:
nes, alas masacres, alas luchas frateci
No es, entonces, como sostenia el Iluminismo, que el hombre,
a partic de la razén, producirfa siempre acciones légicas que le permi
rfan elevarse y desterrar su faceta agresiva, que lo aproximaba a su pri-
mitiva condicién animal. En este sentido, el progreso no recorre, para
los éltiscas, una Itnea horizontal en permanente ascenso. Por el contra~
tio, la bistoria transcurre en ciclos alternados de alta y baja, en el trans~
cutso de los cuales hay elementos que se renuevan y otros que conti-
nian, Y la concepcién iluminista, en tltima instancia, no es mds que un
ejemplo de esos ciclos.
Las viejas religiones metaffsicas que explicaban las relaciones terre-
nas a partir de Dios, dieron paso a una nueva religién, que saeralizaba
esta vez.a la Ciencia. Se renovaba, asi, el dogma, pero no el comporta~
|miento humano, que continuaba, como antes, produciendo aeciones
no-l6gicas. Sin embargo, éstas eran negadas desde la nueva creencia,
que aseguraba Ia existencia de una total renovacibn del hombre
“Pareve enconces que toda la civlizacin se renovase material ¢ in
telectualmente; en ef pasado habia miscria, gnorancia, prejuiciossen el
fururo, prosperidad, saber, obras racionales; una nueva teligin fescina
boa tas mentes, y Ta santa Ciencia techazaba los abismos infernales de las
acciones no-logicas, dejando s6lo la sede en el Olimpo a la lopica y ala
santisima Razin"
EL hombre, que, para el Iuminismo, habia Iegado al estadio de
adultez, es decir, a la Razén, sabria actuar, para esta concepcién, se-
‘gin una l6gica causal que harfa que su condueta fuera totalmente pre-
decible para los demas. De esa forma, una sociedad podria estructurar-
se, entonces, segin reglas de juego predeterminadas que, en definitiva,
serian seguidas por todos, ya que todos, mediante la educacién, po.
drian acceder, supuestamente, a ese estadio de madurez,
Es este niicleo interpretativo el que comicnza a cuestionarse a fir
nes del siglo pasado. El desenvolvimiento concreto de las distintas so.
ciedades habja demostrado que el hombre no siempre produce accio-
nies l6gicas. Al igual que otrora, los hombres decidfan sus aeciones co.
‘mo sefiala Pareto— a partir de sus propios sentimitentos ¢ instintos, mis
que a partir de la razén, En este sentido, Mosca, Pareto y Michels con.
tibuyen a desarrollar una temétiea que, hasta entonces, habia sido de
jada de lado, por itrelevante, por el estudio cientifico.
Al resaltar estos aspectos no-racionales de la conducta humana, es
tos autores destacan que, en la consideracién de la politica concreta, la
fe, las creencias y los mitos ocupan un lugar preponderante en la deter.
‘minacién de toda accibn politica, Aunque estos elementos no-racionales
Iuego se racionalicen, no tenerlos presentes es desconocer lo que el
hombre es en realidad, y es quedarnos, ademés, con la mera apariencia
En este sentido, la concepcién iluminista y el cristianismo del Me-
diceyo quedan en un mismo plano de igualdad. Ambas cumplen la mi
‘ma funcién, y ninguna, en definitiva, es poseedora de la Verdad. Son
ficciones a partir de las cuales se han ereado formas determinadas de
cconvivencia social, Ese es, en realidad, su verdadero valor. La fuerte
ereencia en la igualdad de los hombres “propia del mundo moderno-
Ys pot consiguiente, en la posibilidad de llegar todos a producir accio.
Res tacionales, produjo consecuencias précticas sustanciales, que lleva
ron a la transformacién del sistema politico. La insercién de fas masas
cen el estado se funda, en Gitima instancia, en esa coneepeién,
La quicbra del estado liberal, como producto de la ampliacién de
'a sociedad politica, condujo a estos autores a distinguir entre una élite.
¢s decir, una minorfa que, en principio, podia obrar con cierta raciona
40
lidad, y una no-lite, ¢s decir, la masa, que decerminaba su comporta-
miento fundamentalmente en base a sus sentimientos. Lo que parecta
set un incremento de la racionalidad, no dejaba de ser, en realidad, una
mera apariencia. Como sostenfa Pareto, la elaboracién tedrica —o,in-
cluso, pseudo-cientifica—, tinicamente puede ser seguida por la masa,
‘en la medida en que se produzca la exacerbacién de una ercencia fuer.
te, pero nunca por una comprensidn verdaderamente racional,
‘De parte de los obreros, ¢ produce wna difusion de teortas sues
producto de los ‘intelectuales'y aeeptadas por los obreros, com fe ciega,
sin entenderlas bien?”
La fe, entonces, es el verdadero motor que produce la accién de
las masas, Aunque a partir de la sacralizacion de la Ciencia, el discurso
politico se ve impregnado por razonamientos que mantienen los requi-
sitos de logicidad, nunca es la Raz6n la que determina la accién, En es-
te sentido, Parcto tiene, en relacién a Mosca y Michels, una posicion
mas extrema, Para él, en la vida politica concreta prevalece sin més lo
nortacional, es decir, las acciones no-l6gicas, por sobre lo racional 0 ac-
ciones légicas. La politica, en altima instancia, es pasional, y el verda~
dero conocimiento cientitico, como diria Pareto, puede estudiatla, pe-
ro no modificarla
Esto se debe a que, en el campo especificamente politico, la vali-
ez. de un enunciado nunca se determina por el grado de verdad que
ccontenga, sino por el grado de credibilidad que goce quien lo emite.
“Ahora se divisa que la fuerza del reeonamiento depende més de la
talents del autor que del poder de los bechos y de lo gies, 5
tun signo de interrogacin donde primeramente estaba un punto final
Desde su posicién de cientifico, el plano de la politica parece, asi,
itvemediablemente perdido. Verdad y eficacia se disocian en él frente al
peso de las acciones no-dgicas. Aunque més adelante volveremos més
explicitamente sobre esta cuestién, 10 cierto es que Pareto destaca un
aspecto sustancial de la politica, Buscar consenso es, en realidad, hacer-
se creible y no necesariamente decir la verdad. Se podrén generat argu-
tmentos mds o menos logicos« partic de ello, pero esto, en realidad, ao
marca el momento fundante de todo hecho politico: la ereencia, ex las
masas, de que lo que se dice es cierto.
En este sentido, Mosca aborda la cuestién desde otro dngulo, Su
objetivo es buscar los puntos de conexién que permitan articular estos
aspectos no-racionales por los cuales se determina el comportamiento
politico, y cl conocimiento cientifico, Refiriéndose a un caso conereto,
‘Mosea dice‘La ultima gran guerra europea ha demostrade que la solidandad de
los eereitas «debe en buena parte a la fuera de Tos seatamientos pa
trucos inculcades por ana larga esmerada educacion sotelectual »
‘moral en los animos de las clases dirigentes de las masis populares”
AL igual que Pareto, Mosea reconoce en los sentinuentos el soporte
fundamental de la cohesién social. Sin embargo, la educacién conserva
para Mosca un rol importante en el fortalecimiento y racionalizacién de
505 sentimientos. Para que el sistema funcione sin fisuras, tanto la cla
se politica como los gobcrnados dcben ser formados como ciudadanos,
afianzando los valores constitutivos de la organizacién social.
TL La funcién social de
0s y ereencins
Siguiendo el razonamiento de los élitistas, podemos decir que un
régimen politico puede consolidarse en la medida que consiga justificar
su presencia apoydndose en las grandes creencias de la época. En este
sentido, el consenso tiene una base subjetiva que lo determina, Como
explica Mosca,
“1 consenso de la mayoria de un pueblo en wna forma dada de égimen
politico depende tnicrmente del hecho de que este rogimen esté funda
do sobre la creencia religioss 0 filoxifien wnvversalmente aceptata, 0,
para hablar en el lenguaje nuestro, depende de la difusién y del ardor
{de la fe que la clase gobernada tiene en la férmula politica con la cual
Ia clase gohernante justifica su poder"®
Esto signifiea que, en politica, no existen criterios objetivos que
determinen la adhesion o no a un determinado régimen, salvo este re
4quisito de responder a los valores contenidos por los grandes sistemas
religiosos 0 filos6ficos imperantes en una época determinada. FI con.
senso, en este sentido, forma parte, entonces, del terreno de la ideolo-
gia, cntendido este término en el sentido de Weltanschaunng. En este
igidn y filosoffa cumplen Ia misma funcién, porque desde
ellas se construyen las grandes concepciones que atribuyen un sentido
particular a la vida tanto individual como social, a partir de las cuales se
sientan las bases para organizar Ia vida en sociedad
Con discursos mas 0 menos intelectualizades, ambas tealizan entre
los distintos sectores sociales una labor formativa, que sienta las bases
de aceptacion 0 rechazo de las propuestas coneretas de organizacion po-
Iitica, Pero la adhesién masiva a un determinado sistema filosofico es,
sostiene Mosca, una cuestién de fe, al jgual que en el caso de la religion
No es el ser racionales lo que nos lleva a aceptar una determinada con
cepcién es decir no la aceptamos porque sea la snterpretacion verda
deta de la realidad sino el hecho de ercer que ¢s la forma adecuada de
organizar la vida en sociedad
Aunque en algunos casos concretos esto pueda parecer una dife
rencia irelevante, lo cierto es que introduce un clemento, en la consi-
deracién de la politica, que muy pocos autores antes haban tenido en
consideracién. La politica tiene un rasgo particular, por el cual combi-
hha argumentacién racional y un nivel anterior y mas subjetivo, que es
el de las creencias. En este sentido, Mosca destaca Ia necesidad de esta
instancia previa a partir de la cual Se puede argumentar con mas o me:
nos logicidad,
‘Al considerar este aspecto, Mosca lo trata como una forma propia
el comportamiento politico, sobre la cual no cabe enunciar juicio de
valor alguno. El nivel de las excencias debe, entonces, ser tenido en
euenta como elemento co-constitutivo de la politica, y trabajar sobre él
aceptindolo como un dato de la realidad, Pareto, por el contrario, si
bien da cuenta del mismo hecho, lo incorpora desde una ptica que des-
valoriza este tipo de comportamiento,
“Bajo el aspecto exclusivamente logico-experimenral, quien cree en
‘el dogma del suftagio universal puede tambign creer en el oxigen divino
Xe los hévoes, ya que no €5 muy diferente el esfuerzo intelectual que es
nneeesario para tener esta 0 aquella fe”
También religién y filosoffa quedan igualadas en la reflexion de
Pareto, pero quedan igualadas como productoras de conocimiento no-
cientifico, Bien conocido es su rechazo por la filosoffa, rechazo que, a
To largo del Trattato, se traduce permanentemente en una oposicién en-
tre este tipo particular de conocimiento y el especificamente cientifico.
Al descartar de esta manera 2 la filosoffa y, por ende, a la religién, Ia
politica misma adquiere un matiz de negatividad dnicamente disimula
Uo por la actitud de cientifico —en el sentido més positivista del térmi-
‘no— con la que aborda la temitica
De todas formas, a pesar de la diferente actitud con la que analizan
la cucstion, tanto Mosca como Pareto, y cl mismo Michels entienden
que, en iiltima instancia, es la pasién 1a que determina la adhesion 2
Una propuesta politica conereta, Esto responde a una necesidad det
hombre de buscar una explicacién a la relacién de mando-obedien-
cia en que se ve sumergido en el orden politico.
“Gn cada sociedad humana llegeda a un cierto grado de cultura
se pueden distinguir dos dedenes de fuerza que aseguran la cohesibn
tina de naturaleza intelectual y moral, la otra material. ¢ .) La cotli-
bad de Ta yerarguia que material y moralmente dlrigen forma lo que
hoy. al menos en Malia, comienea a ser cominmente definido €omo
Tr cine politica y la doctrina y Ia ereeneia que dan una base moral
a poder de los cinigentes corresponde a esto que ahora +> Hamada por
{aris fo-inude patie *
43sas et ftimula politica, en este contexto, seria a rcionalizacion de
las creencias preponderantes en una sociedad en particular Es en lla
donde se produce el nexo entre Weltanscbnuang v préctica politica eon
ereta, nexo que implica siempre una relacién compleja y nunca de tipo
lineal, Los hombres dan sentido a Ia realidad que tos rodea a partir de
concepciones previas que les permiten dar cuenta de los hechos que se
les presentan. Teniendo en cuenta esto, podemos concluir que se hace
necesatio conocer la mentalidad que predomina en una sociedad en par
ticular, para poder deducir qué férmula politica puede resultar exitosa
El estudio de la politica implica penetrar, también, en este campo,
porque es a partir de conocer la mentalidad de una época que podremos
explicar determinados hechos. DS an
nesta nucea mentalidd, sin esta ners vin del via politi,
tan prfundamene pence en Is concenci de sce inlet
tes de entonces, nose explicra cl ripido Cito del Contato Sil de
Juan Jacobo Roustens, En efecto, cn est obra el esclor gnchrino
partendo dela hipSesis del extado de natualera que les hombres he
brim tndnad egy de un cont ne Qu ton ass
{ox pave del age inlet! del Sit XVI gaa" cone
ibs ol nice paste 8 ptecse Reine sag
jor Iveta que
ta ley foeae expresion de la volumtad de la mayorfa numetien de os
dudadanes y que contiaba la ejecucion de la ey 2 aquellos intcgran
tes de esa mayorla gue haba reibido de ells un mando por tn
tiempo determinado
No es, entonces, en la interpretacién de Mosca, la obra de Rou
sseau la que moviliza los espiritus de su época, sino. que cl éxito del
Contrato Social sc explica, en realidad, por la preexistencia de creencias
ampliamente difundidas, incluso en el mundo intelectual, En este sentt
do, ese libro vino a sistematizar lo que, hasta entonces, permanecia en
lun estadio difuso en la conciencia de la sociedad.
Si bien este tipo de elaboraciones son de neto corte ideoldgico, no
pueden ser descartadas si pretendemos conocer las caracteristicas pro:
pias de la dindmica politica. Que sus contenidos pucdan ser descartados
or no ser verdaderos, no constituye una cucstién relevante a la hora de
fonsiderar la prictca politica conereta. Lo que le interesa destacar aun
observador objetivo de la politica es la utilidad social que este tipo de
construcciones ideoldgicas tiene 4 ea
der nate sentido, Pareto también destaca el eardeter uiiario de tay
lerivaciones que aparecen en el plano de la politica, A pesar de su con
Sideracion ncgativt de a ilosofa, su erica no pasa por negate una
funcién social que puede scr reconocida, incluso, como necesaria Co
mo veremos en este mismo capitulo, no se puede prescindir de estas
derivaiones porgue las mass aetdan movvdas fundanentamente por
pasion y no por la razén. Sin embargo, se podrian lumtar sus efectos st
AI menos la élite intelectual, que tendria los elementos para distinguir
entre verdadero y dil, no ereyera también en tales deriwvaciones,
“Seria posible que tuviese fin (el accionar no-logieo al menos para
tuna parte de la clase electa intelectual, si sus componentes se qusieran
ppersuadi que una fe puede ser della la sociedad, mientras es fala ein
‘cluso absurd experimentalmente™"®
Esta utilidad se traduce en el poder de cohesidn social que tienen
los mitos y creencias, y en la capacidad que tienen para movilizar a los
hombres en aras de un fin determinado, En este sentido, no hay dife-
rencias entre los mitos antiguos y los modernos. Hoy han cambiado su
contenido y los criterios en torno a los cuales se organizan porque las
fereencias fundamentales han sufrido una transformacién, Sin embargo,
la estructura sobre la que se basa la accién politica sigue siendo la mis-
ma, Como sostiene Michels, si antes se crefa en el milagro de la licue-
faccién de ta sangre de San Genaro, hoy se erce en el ‘milagro del po-
der sobrehumano de Enrico Perri’
‘Aunque se prescinda de una explicacién de upo metafisico, la
nacién de milagro sigue incorporada como determinante de la accién
politica de las masas. Por es las creencias, en general, deben ser enten
idas como co-constitutivas de la politica, ya que cs a partir de ellas
que se determina la accién conereta de los hombres. Incluso, mitos y
ereencias contienen ya en su enunciacién al menos las formas basicas
de organizar la vida en sociedad. Por ello, el cambio de mentalidad de
luna ¢poca preanuncia inexorablemente el cambio en la organizacién
politica y social
“La Revolucién Francesa se produjo cuando la gran mayoria de
los franceses no excfan més en el derecho divino del rey y la Revolu-
ciém rusa estallo cuando la easi cotalidad de los imtelectwaes, y_ qui
También la mayorla de los obreros y de los campesinos rusos, no
Creian més que el Zar hubiese recibide de Dios la mision de gober-
pnar autocrdticamente Ia Sana Rusia"
Es Mosca, en realidad, el que entabla una relacién tan directa en~
tre cambio de creencias y revolucién. Sin embargo, 1 pensamos este
{iltimo término como transformacién de la organizacién de la vida en
sociedad, sin entrar a considerar los modos como aquélla puede reali-
zatse, vemos que también Pareto y Michels plantean una relacién simi-
lar, La modificacién de las ereencias abre el espacio para ordenar la so-
cicdad de otra manera
ero si hay algo a lo que no responde Mosca es cémo se produce
ese cambio de mentalidad. En ese sentido, es Pareto el que se plantea
la cuestién de manera més explicita ¢ intenta dar una respuesta, AL
_discinguit entre derivaciones —construceiones idcoldgicas residuos
—instintos y sentimientos—, Pareto intenta mostrar la existencta de un
estadio previo, més ligado a la naturaleza humana, que conduciria-a la
adopcién de ciertos mitos y ereencias,
Partiendo de la base de que los hombres son desiguales, Pareto
coneluye que cada hombre trae inseripto en su misma naturaleza las
tendencias que determinardn sus afinidades y rechazos. La preponde-
rancia de ciertos residuos sobre otros hecho en cierto sentido aza
roso~ favorecerd o no el desarrollo de ciertas derivaciones. Es cierto
que en toda sociedad nacen siempre individuos que manifiestan una
pluralidad de sentimicntos e instintos que, incluso, resultan contra
dictorios entre sf. Por es0 mismo, el cambio de detivaciones no nece-
sariamente es la consecuencia exclusiva de una revolucién en sentido
estricto,
En este sentido, Mosca en realidad trata de destacar otro aspecto
de la cuestion. Sin entrar a considerar por que se difunde un nuevo ti
po de mentalidad en un momento determinado, plantea el hecho sim-
ple por el cual una creencia decae y otra nucva se impone. Esto signi
fica que el orden de significados hasta entances predominante se torna
nsuficiente para dar cuenta de la realidad. Bs la necesidad que todo
hombre tiene de darle sentido a las ensas, Ia que lo lleva a buscar otro
nuevo, Desde un punto de vista estrictamente politico, esto implica, por
consiguiente, la disolucién de un determinado orden politico y su rem.
plazo por otto.
“Debilitado fuertemente et sentimiento religioso, que sdlo podia
suministear una base moral al Hamad ‘derecho divinode los princes
caidas en completo descrédito, como reliquias de una época birbura,
todas las reminiscencias y supervivencias del antiguo xégimen feudal
destruida toda soberania intermedia entre el Fstado y el indviduo, en
cl siglo XVII los intelectos se nutcieon mds que nunca con las doc
twinas politicaselisicas de Greeia y Roma, y més que nunca fueron re
valorizados los antiguos coneepros de libertad, de igualdad, de sober
nia popular, que fos escrtoreselisicos formularon en su tiempo tenien
do ante sus ojos el modelo de Ja antigua ciudad griega y romana"
EL nuevo orden de significados que aparece, y que implica, enton
es, un nuevo orden politico, trae aparejado, a su vez, una mucva simbo
ogia y nuevos mitos que contienen las pautas organizativas bsieas de
1 sociedad. En otros términos, aparece una nueva forma de concebir la
olitica y ia vida misma en sociedad, La nueva minorfa que acceda al
oder Io haré rescribiendo la historia en su propia clave interpretativa
's desde el mito, entonces, que se reconstruiré la realidad desde un nue
0 cbaigo de inteligibilidad. Es esto lo que hace decir a Meise! que
weinte anos ances de que Sorcl acufaga el txmino "mito para hacer re
fevencia «las tmdgenes vagas pero vigorosas que pueden anspirar a Tos
Gabernados, Gaetan Mosca formulé ef mito de tos Gohernantes"™
tin realidad, Mosca entiende que la politica misma se sustenta so-
bre mitos y ereencias. Pareto, aunque reconoce que la élite también
produce acciones no-logieas, adscribe este tipo de comportamiento
que se basa en la fe y no en la razén fundamentalmente a\a8 masas. Son
dllas las que le dan un cardeter concreto y real alo que no son mds que
abstracciones carentes de verdad.
“sei sso cet ge os etn contempornes se
imaginaban In diosa Atenens pero, para nvcstro algo, la Solidaridad,
qT Pogrse, a Hemnided, la Democtaca, no perteneeen a misma ex.
fequrle qu ls simples abstacelones, como por ejemplo, wn plano geo
tederco Tuna afinidad quimica yo) eer lominoto, par ll, aque
Aociones penenecen aura efea mucho mis clevads, 200 entiades
protons que pueden drramar I (liad sobe el gener humano™®
Aungue Pareto reconoce que la élite intelectual también puede
caer bajo el influjo negativo de estas abstracciones , tal como mostré~
ramos anteriormente, la diferencia entre élite y no-lite es que la prime-
ta tendria los medios adecuados para reconocer la utilidad que tienen, y
no ereerlas como verdaderas. Quienes no tienen alternativa para Parcto,
tal como analizaremos en este mismo capitulo, son las masas. Debido a
que cllas estén incorporadas a la politica ~aunque mas no sea reclamin-
doles nada més que obediencia—, las derivaciones deben tender a movil
zar sus sentimientos f
oincidiendo con Mosca y Michels, Parcto sefiala Ia caracter(stica
que distingue al comportamiento politico: los hombres participan “
empresas viriles por fuerza de los sentimientos y de los mitos
ste sentido que el terreno de la politica deja de ser predecible, y se
converte en tiesgoso, €Cémo se pueden evitar ~en el caso de exist tal
posibilidad— la aparicién de mitos que, prometiendo la liberaci6n del
hombre, lo terminen encadenando a la peor de las dominaciones?
En este sentido, Michels, retomando a Spencer, analiza los ricsgos
{que implica la aparicién de mitos en los que se atribuye al gobernante
tina total omnipotencia, Mas si hien reconoce que se trata de mites fuct-
temente cohesionadores, Michels todavia guarda la esperanza de poder
destruirlos desde el conocimiento cientifico, Refiriéndose al duce con-
cluye que
ta fe colectiva se derrumbé can pronto como cualquier aconteeimien
to natural desmintié la supuesta omnipotenciMichels, en realidad, todavia est imbuido d é
singh en realidad, tv nbuido de una concepeidn ill
minis, La creenciaexagérada en cl mito de a omnipotenciade wn hom
bre concteto —en este caso el gobernante— es cierto que aparece cues
tionada desde lo que podrfamos llamar la ‘realidad objetiva’. Sin embar
Bo, esto no significa que dicho mito se derrumbe estrepitosamente. Pa
gue desig, fe hace necro que otas condiciones se produzcan, ya
que no es desde una determinada racionalidad que se destruye un mit
6 se trastocan las ereencias ‘Se hime .
En este sentido, Parcto pudo apreciar mejor la euestion,
contra a foi Ta fo contra la experenciz, de manera que cada un tie
ine su propio dominio" ® :
Se tata, entonces, de dos émbi able
cuenta est, ia posicin de Michels no deje de ser ingen, al mismo
senpo gue’ cle st problems cena de eta evs’ is pile
ombatir aquellos mitae que tienden a encrar sistemas de sojuzgamien
tos que encidenan alos hombres? La pregunta adquiere un sgnfieado
muy" expecia, si tenemos en cuenta que Michels, evando esribe el Cor
wo, estaba présenciando la experiencia fascist, ¢Se resolv a cuestion
por el simple hecho de que Ia cienca, en agin lugar, sostuver a fale:
dad del mito? Estas son las cuestiones que
tude stiones que Michels ni siquiera parece
IIL- La valoracién negativa de las masas
Los eambias que se habian producido en el orden polit
roducido en el orden politico gencra-
ban resistencias, en parte por los temores que desataba'y en parte por
no aleanzar a comprenderlo. Se habia trastocado la concepcion misma
de Ia politica. Sila relaci6n estado-sociedad se habia pensado como una
tlaion esa sudadano, a utupein delat mass eas enn pct
ca, nuevas mediaciones que, hasta entonees, si bien no habian sido ex-
chiidas de la reflexién, no habfan merecido tn tratamiento especial
Nes formas de lgimiad y mucne formes de articular con
senso obligaban a reform i
n a reformular concepciones hasta entonces predominan
tes, La adhesion al Ider —forma que, fandamentalmente, adquitta a
préctica politica debia ser analizada desde la teoria, porque, lejos de
profundicar los eomportamientos democraticos, acentwaba, cn realidad
las précticas autoritarias. En este sentido, las masas, como tales, no
Bea ite rca aia eR ese
Hay
ra razbn, a un empo psicolégica e histOriea, pars que lax
Ima aspen sn roesta cet graded una por pede in ae
' electivas. la masa se somete con mis faciidad 4 la dominacion cuan
do cada wna de sus unidades comparte la posibilidad de aproximarse al
poder. y aun de adquieir certo poder para si.)
‘el mismo modo. en el c4s0 de los partides politicos. el peso de wna
cligarquta ata vee se went cuando los derechos de las masas estan dos
wy cuando cada micmbra puede participar del poder en abstrac
fica
La creencia en el ejercicio ditecto del poder facilita la entroniza.
cién de formas autoritarias, porque vela en el plano de lo imaginario la
Stacién real de poder. En este sentido, las masas adquieren con faci-
Talad eve tipo de creencia. Teniendo en cuenta el rol que juega en este
Lontexto la ideologia, podemos decir que se produce una inversién. Las
sorcas se vistalizan a sf mismas como reales autores de la decisién, cuan-
Uo en cealidad lo son los dirigentes polfticos que refuerzan su situacién
de poder con el apoyo popular.
‘al considerarse como verdaderos autores, no hay posibilidad de
poncr limites a los dirigentes, por el simple hecho de que se pictde toda
pocion de autonomia de aquéllos con respecto a las bases. En este senti~
dJo, las masas nunca han podido comprender realmente, sostiene Mi-
chels, la problemdtica del poder.
vest incompetencia de las masas es casi universil em ef terreno de la vile
politica, y constituye el fundamento mas slido del poder de ls lidsres”™
En diltima instancia, podemos decir que dicha incompetencia de
las masas es una cualidad que las define, Sin embargo, los requerimien-
tos de la vida politica moderna, tras la quiebra del estado liberal las ha
ineluido en la sociedad politica, Aunque sca limitadamente, lo cierto es
Gue, al menos en el momento de la decisién, son clas ls que tienen el
fieso de la decision, Pero nunca se traarfa, en realidad, de una decision
independiente
‘Como dirfa Parero, estin expuestas a Ia accién de las més diversas
derivaciones, cuyos contenidos no alcanzan a comprender. Pero, no obs:
ante sus limites intelectuales, juegan un rol preponderante en el mun-
{io politico, por consttuirse en fundamento mismo del poder de la di
ce. Pero la transformacién que ha sufrido {a vida politica no es solamen-
fe cuantitativa, Se ha producido, fundamentalmente, un cambio cualita-
tivo, producto de la masifeacidn de la relacién estado-sociedad.
Pa insereidn de las masas en la politica, y, por ende, en el campo
de un debate intelectual que no aleanza. a comprender por sus mismas
limitaciones, generalmente genera en ellas, sostiene Michels, una acti-
tud que “no es ciertamente apta para contribuir a la libertad de espi-
Hew!" La evolucin que ha seguido el sistema politico parece mos~
iar, entonces, que en forma velada se esti produciendo el enqui
Iniento de una tendencia autocritica, en detriment de una que Ila
rmaremos liberal‘Aunque de pronto el texto de Michels no lo explicite en estos tér
minos, si tenemos en cuenta que en su obra Los partidos politicuste
{ivos que no poseen mis que un escaso valor ligico””
Como vemos, para Pareto el interés general es una mera ficcién
en el sentido de falso~, que permite legitimar las acciones concretas
individuales o grupales, ttayendo tranguilidad a las conciencias. De esta
forma, los hiombres se perciben a si mismos como menos egofstas, como
respondiendo a fines altruistas, cuando en realidad esto no es asf. La po-
litica permanentemente se mueve en este terreno. Las leyes, por ejem=
plo, al fundamentarlas, apelan a principios generales que, en realidad,
son construcciones humanas sin mayor valor légico Se trata de declara™
‘cones de principias que esconden el verdadero deseo de poder dea élite
1En este sentido Mosca percibe més claramente la utilidad social de
a fSrmula polftiea. Aunque podamos criticar el contenido especitico de
una dererminada férmula politica, lla siempre responde a nucstra nece:
idad de dar una explicacién racional a la pregunta clave de la teoria po=
ftica de por qué obedecemos. Y cada formula politica en particular en:
‘erra, al menos de manera general, las Formas institucionales bisicas en
jue esa forma de sociedad va a organizar la convivencia,
V.- El criterio moderno de legitimidad
La inrupcién de las masas en la sociedad politica, fenémeno parti-
lar que sc desarrollara durante parte del siglo XIX y principios del
X, ha determinado un cambio en el criterio de legitimacidn de la obe-
iencia politica.
“ahora, con ef despertar de las masas eras y campesinas, que
‘con posterionidad se desarollé durance esti un siglo y medio, la fe-
nomenologin de los hechos que continuamente se desenvuelven an
te nuestros of demuestra que hoy la dite ya no puede conserva su
poder sin el consenimiento explieito oricito de las masas, sobre el cua
Alepende de muchas formas"
Como claramente sostiene Michels, una élite en el mundo actual
ecesariamente debe legitimar su poder en el consenso popular. Esto no
ignifica que tal consenso se mida exclusivamente por el sufragio. Este
er(a, en realidad, una de las tantas formas en que el conscnso puede
florar explicitamente en la sociedad. Pero, ademds de esto, quevemos
oner un énfasis mayor en lo que la cita nos sugiere: en nuestras socie~
ades presentes, la instancia de lo popular se constituye en momento
ecesario de todo poder que busque consolidarse.
En este contexto, la critica de estos autores a la democracia cobra,
ntonees, un significado distinto. La democracia es analizada como mi
2, es decir, como formula politica, como dirfa Mosca, o como deriva-
ién, en términos de Pareto. Por eso mismo, lejos de encontrarnos an-
€ un gobierno cjercido por todos los ciudadanos, como enuncia cl plai
co democritico, lo que se esconde es un proceso de consolidacién de
lites en el poder:
La ‘voluntad popular’, entonces, es el eriterio de legitimidad pro-
io de las sociedades modetnas, que permite que sus miembros siemtan
jue son ellos mismos los que gobiernan. Pero, si tenemos en cuenta que
ara Mosca la fSrmula politica no constituia exactamente una forma de
nigafiar a las masas, ya que la clase politica también se identificaba y se
cconocia en ella, el criterio de ‘soberania popular’ constituye una for
na de limitar ~al menos en algunas de sus facetas— el poder omnimodo
fe la elite,
-
De esto iltimo, particularmente en el caso de la democracia, Mos-
ca cobraria conciencia recién frente a la realidad del fascismo De todas
formas, aun incluso en la primera parte de los Elementt, periodo en el
que Mosca todavia est imbuido de un pensamiento antidemocratico
hhay elementos en su er(tica que no necesariamente dcben ser conside
rados con ese contenido, ¢Hasta qué punto el gobierno real y efectivo
es el de todos los ciudadanos 0, al menos, el de la mayoria? Existe una
transmisién real de poderes desde el pueblo al representante?
‘Se cree en efecto muy cominmente que el gobierno lire, igualca
rio, legitimo, estaria exchusivarente basado en la voluncad de la mayo
fa la que on su sufragio transmit por un tempo dado sus poeses al
propio mandatano"™*
Explicar la legitimidad del poder como una transmisién a partir
del hecho de la eleccién, en la que se producitfa una delegacién del po-
det del pucblo al representante, es tan slo, sostiene Mosca, una cons-
truccién intelectual. A partir de ella se justifica, entonees, la obedien-
cia politica. Pero no constituye, en realidad, una descripcién real del
poder, sino que es un tipo de explicacién ficcional que se inscribe en
€l plano de las ereencias. Como sostiene Bobbio, la teorfa de la demo:
cracia, para Mosca, “no ticne base cicntifiea”. Es solamente “un prin-
cipio ‘de justificacién, no un procedimiento de explicacién del po-
der™*
La teoria del origen popular del poder y Ia teorfa del origen divi-
no, se encuentran, en este sentido, en un mismo plano de igualdad. Sin
embargo —y esto Michels lo explicita con més claridad—, plantear la le-
gitimidad en cérminos de la teorfa democritiea introduce un principio
ide racionalidad garantizado por el respeto a la ley
“La delegaci6n y la abdicacin del pueblo del ejrcicio directo del
poder, se cumplen en concordancia estricta con codas las leyes de un
eto deliberado de In voluntad popular, y sin esa intervencién divina
‘que pregona en su propio beneficio la detestada monarquia heredita
fia y legitima"™”
El poder se convierte, asf, en una cuestion de los hombres y no
en un asunto divino. En este sentido, si desde ta funci6n que cumplen,
ambos criterios pueden ser considerados como equivalentes, Michels re-
conoce que el principio de la soberanfa popular introduce wn elemento
distinto que permite que los hombres recuperen un rol més protagénico
cen Ia historia. A partir del advenimiento del mundo modemno, a la pre-
gunta clave de por qué obedecemos, respondemos, entonces, “porque
asi lo consentimos”
E] elemento voliuvo cumple, asi, un rol sustancial en esta cesion
del gjereicio directo de la soberania Y en las sociedades modernas, este
-—hecho yolitivo se enmarea, como posteriormente desattollaria en espe-
cial Weber, cn una leyalidad que le delimita y que establece ta forma le
gitima, al mismo tiempo que legal, de producir la cesion
Peto, una vez en el poder, este clemento democritico se desdibuja
No solamente no hay un ejercieio directo del poder, como plantea la de
‘moeracia, tampoco hay ‘representacién’, En este sentido, Michels oscila
‘entre una revalorizacién de la demoeracia como criterio més racional de
organizar la vida en sociedad, y la imposibilidad originaria de aquélla
de realizarse, debido al eardcter corruptor del poder, que promueve la
conformacion de oligarquias.
En este sentido, Michels nos sugiere con esto un espacio interes
te de reflexi6n, Si tratamos de unir todos los elementos enunciados por
este autor, en primer lugar vemos que cualquier tipo de propuesta poli-
tica en una sociedad de masas necesita scr legitimada popularmente
“Los ecién Ilegados comienzan por separar a las masas del poder de
los antiguos lideres y empiezan a predicar wn nucva evangelio que la
‘multiud acepta con entusiasmo delirante”™*
Nadie puede consolidarse en el poder si no es a pattir del apoyo de
las masas. Esto significa que, a partir de la irrupeidn de tas masas en In
sociedad politica, todos los ‘movimientos, aun incluso los de derecha,
deben ser populares si pretenden ser exitosos. Las masas deben ser in.
corporadas en el discurso legitimador que, mis que a la razén, debe
apelar a los sentimientos.
Esa nueva fe, 0, como dice Michels, ese ‘nuevo evangelio’, tiene
por funcién cohesionar y movilizar a los seguidores. Invocando los ‘jus-
tos derechos del pueblo’, la nueva élite se entroniza en el poder. Pero,
una vez derrocada Ia “odiosa tirania de sus predecesores”, la nueva él
te lleva a efecto su verdadera condicién, que la termina igualando a los
“tiranos destronados"”®, En este sentido, toda renovacidn de una élite
por otra presupone la confomacién de un mito democritico que lleve a
las masas a cuestionar a la clase gobernante. A esto se reducen, sostiene
Michels, los momentos democrdticos.
La funcién de ocultamiento, que ocupa un lugar destacado en la
concepcion de Michels, aproxima mas a este autor a Pareto.
“Hoy se dice que la ley debe estar ‘viva, flexible’, que debe adaptarse
4 Ja “conciencia popular’, y son todos eufemisnios pars intica ef eapr
cho de aquéllos que tienen el poder’?
Para Pareto, el discurso legitimatorio moderno esconde, tan sélo,
os intereses particulares de ta élite. Por eso, la invocacién det pueblo
20 resulta mas que un canto de sirena en los ofddos de los ignorantes
Pero, al igual que Michels, Pareto también entiende que, en el mundo
7
modemno, existe una forma especifica de legitimidad que siempre de
be ser contemplada, sila derivacion pretende ser exitosa
“Hoy est en auge la teoria de Rousseau, porque wvimos en un tem
po Je democracia; manana puede prevaleer la teoria de Hobbes, si vol
viese un tiempo favorable al podetabsoluto, y cuando venga un tiempo
favorable a otro ordenamiento social cualquiera, se estarfa listo a en
contrar la deivacibn que, siempre partienda de la hipotess del conn
10 social, legase a conelusiones que se adapten a tl ordenamiento'™,
Cada petfodo histérico, cada sociedad en particular, marca el ti
po de concepcién que resulta preponderante, pero toda legitimacién
debe basarse, de alguna manera, en el origen popular del poder. La fic-
ci6n del pacto, en definitiva, no es mas que eso. La religion, entendida
como elemento cohesionador de Ia sociedad y como justificacién del
poder, ha retrocedido, asf, dando paso a una nueva forma que coloca
a los hombres en un plano de igualdad, Como Mosea planteara, ningu-
na sociedad puede perdurar sin encontrar alguna forma de cohesion
{que apele a los elementos no racionales del hombre*?
En este contexto, religién ¢ ideologia se igualan en ta funcién. Co-
mo el mismo Rousseau planteara ya en el Contrato Social, ante la pér-
didla de credibilidad de las explicaciones metafisicas tradicionales, se im-
ponia construir una nueva ‘teligidn’, esta ver ‘civil’, que ascgurara la
cohesién social y la aceptacion consensual de las nuevas transformacio-
nes politicas. De lo contratio, seria imposible pensar en la estabilidad
de un régimen
carrrutov
CITAS BIBLIOGRAFICAS
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20 ROBERT MICHELS: Lo parts pola i 10
31 GAETANO MOSCA: Hemenf pci, p38, La cise pion i. pe 258
22 VILEREDO PARETO: Tran, a. 220,
3, VILEREDO PARED: "Lon sisae sit pi, pg 05
4, VILEREDO PARETO: Maul de economia op. ty pgs M23
28 ROMER MICHELS: Pas partrpoio op vit, Tp. 208,
6, NORBERTO BOBIO,“irodaccn” cn GAETANO MOSCA, Lalas polit pi i. 23.
27, GAETANO MOSCA: Storia delle deliv. op. i 296
2h GAETANO MOSCA: Elena p73 La hve poten, pi. 18
9 NORNERTO HONIIO: “Inreductin” en GAETANO MOSCA, i clase poli, pg 24
10 VILEREDO PARETO. Trt p. lf, #2192
M.GAETANO MOSCA: Elem pi. pg. 65; Lele pica, pct pig. 21. Le destacadoes
2. Bement pg. 74; La clase pica, p13, Lo dexinead os mato
17 VILFREUO PARETO. "Lot sits salinity pa. 132
M4 ROBERT MICHELS: Ptnatcin a ope. 1
1S GAETANO MOSCA: Font ot
16 NORBERTO BONED. “invoducui en GAETANO MOSCA: La tse pica, p24
VF ROBERT MICHELS: Las partidos lift ope. TH. pe. 2
Mom, Tp. 115
9 dem Tip. 212
() VILFREDO PARETO: Tra op. it, 466.
Aden 1507
2. NORWERTO HOBBIO: Py eget 3.
-
CAPITULO VI
PODER ¥ ORGANIZACION
1 La cuestién de Ia organizacion
AL inicio de este trabajo hemos visto que la minoria dirigente se
caracteriza por poseer una serie de cualidades reconocidas como supe-
riores en una sociedad determinada. Este era un punto nodal que expli-
caba por qué ciertos hombres se distinguian del resto Pero, para que
una élite realmente cobre cuerpo, necesita constituirse en un poder or-
ganizado. Mediante €l dmicamente puede luchar eficazmente para conse-
{guir y mantener el poder.
La otganizacién, entonces, constituye un componente sustancial
de todo poder efectivo. Como el mismo Mosca destaca, si las minorfas
gobiernan, es porque, al estar organizadas, consiguen imponerse més
Ficilmente a una mayoria desorganizada. En este sentido, de los tres
autores estudiados, Mosca y Michels son los que intentan desmitificar
con mayor énfasis Ia concepcién rousseauneana de soberania popular.
Y para ello, ponen ef acento en el rol que la organizacién jucga en el
enquistamiento de minorias en el poder. Como sostiene Mosca,
n Is realidad el dominio de una minorfa organizada que obedece a
tun solo smpulso sobre la mayoria desorganizada es mevitable El poder
dela minoria organtzada contra todo individua de la mayoria que se en
‘cventra rola ante ella es iresistible
‘Al mismo tiempo la minoriaesta wygonreada por lo sso gue es mi
novia, Gien que actian concertados, con una comprensién comin,
triunfarin sobre mil hombres que no logren ponerse de acuerdo y que,
por lo tanto, pueden ser dominados uno por otro. Sera mis fil para el
primer grupo actuar obedeciendo a un acuerdo mutuo, por Ia sencilla
sazén de que estd compuesto por cien individuos y no por mil. De esto
se desprende que cuimso més grande es la comunidad politica, santo
‘mas veducia sera ta proporcin de la minorin gobernante con respecte,
la mayocia gobernada, y tanto mas dificil Je resultara 4 la mayori
“orgamiaarse para reaccionar conta Ia minotia"™™
La primera conclusién a la que arribamos después de esta extensa
cita es que no hay poder sin organizacién, aunque no podemos decir
que esta dltima sea el exclusivo sustento de aquel. La posibilidad de do-
minar a la masa gobernada radica en eso, Toda minorfa que pretenda el
poder deberd necesariamente organizarse, ya que siempre es una mrino-
ria organizada la que gobierna, Pero, como el mismo Mosca destaca,
frente al poder organizado de Ia minoria no es cierto que se oponga una
mayorfa numérica real La ausencia de organizacion hace que los opo-
_nentes sean nada mis que individuos aislados frente al todo que repre
senta esa minorfa
Esto tiltimo constituye uno de los aspectos mas importantes en ta
critica a la concepeién rousseauneana de democracia imperante en la
época, Con esto Mosca, y mas adelante Michels, al analizar el partido so-
ciakdemécrata alemén, intentardn mostrar la imposibilidad de una de-
‘mocracia en sentido radical. Es decir, de una democracia sin mediacio-
nes, en la que todos en general y ninguno en particular gobierne. Al
plantearse Ia relacién estado-ciudadano en forma dirceta, sin reconocer
la necesidad de estadios organizativos intermedios, lo tinico que se hace
cs esconder el enquistamiento que se produce, en toda lucha politica,
de minorfas organizadas,
Al estar desorganizada la mayorfa, en el mejor de los cas0s se con-
vierte en una suma de individualidades con problematicas particulares
distintas. E] ‘divide y reinards’ encuentra aqui su condicién més bptima
de posibilidad. Es la organizacién la que multiplica el poder. Y hay or
‘ginizacion en la medida, inicamente, en que quicnes se organicen sean
pocos.
‘Aunque Pareto no aborda el tema en forma particular, el hecho de
la organizacién constituye un presupuesto que encontramos a lo largo
de sus reflexiones.
“Al no estar simplemente yuxtapuestos los hombres en la sociedad,
la imporcancia y el poder de una de sus partes no esti en ningiin modo
en proporcidn con el nimero de hombres que la componen, Los preto
Fianos ino eran més que una infima minoria en el Imperio romano, y
poscian el poder"
EI hecho que la situacién de poder no mantenga una relacién pro-
porcionalmente directa con el niimero abre el espacio para pensar cémo
hace un grupo minoritatio para hacer efectiva esa relacion. Teniendo en
cuenta que Pareto sostiene que en las cuestiones de la sociedad son, en
general, una multiplicidad de factores los que coinciden en dar forma a
un hecho, la posibilidad de imponerse, por parte de la élite, no puede
ser reducida exclusivamente a la cuestién organizativa.
“La utilidad de determinadasinsiuciones, los semtimientos que és
tas inspran, preparan au establecimiento, pero pana que se conierton
fen un hecho consnmado es esidente que re necesita que aquéllos que
desean estas instiruciones tengan el poder de inponera a agulos que
rola quieren"™
Aunque las condiciones de posibilidad para el establecimiento de
tuna determinada institucién social se inscribe en el plano de la utilidad
y de los sentimientos, el punto nodal para su real efectivizacién radica
én la posibilidad de imposicién. Esto abre el espacio para la cuestién de
aaa
la organizacién Ya en el Trattato, vemos que, cuando compara el poder
real que puede tener un gobierno libre en relacidn al de un déspota,
coneluye que et del primero es mayor. Esta diferencia cualitativa estd
dada por el hecho que, tras el gobierno libre existe un partido -es decir,
tuna organizacién— encargado de ejecutar las medidas adoptadas por ef
gobierno. Por el contrario, el déspota,
‘puede bien en algunos casos particulates, con enorme gasto de activi
dad y energla, imponer su volumtad, pero no puede hacerlo en casos
emasiados numerosos, porque es obra que supera largamente la fuer
za de un hombre solo; por lo tanto en come a él la gente dabla la
beza, pero no obedece, y sus prescripciones quedn como letra muer
Ademés de que Pareto parece entender que, en el caso del déspo-
ta, sc producirfa el gobierno de uno solo, lo que trata de destacar es la
necesidad de una estructura organizativa que medie entre gobernante y
‘masa. Contrariamente a fo que la simple apariencia muestra, cl poder
del déspota es menor. Las decisiones de un gobierno libre son decisio-
nes, en realidad, de un colectivo —el partido~ que por el hecho organi-
zativo consigue incrementar su poder real. Lo que si Pareto resalta, en-
tonces, es Ia importancia de la mediacién como cotrea de wansmision
de las decisiones adoptadas en la ciipula, y como instancia de concte-
mn de las mismas. En este sentido, el gobierno libre “tiene muchos se-
guidores que se ocupan de la ejecucién”®
La cuestién es sumamente relevante si pensamos en la construc:
cién de un espacio politico democratico. Aunque luego volveremos mis
especificamente sobre el tema, cabe en este punto iniciar una reflexién
en este sentido. La cuestién dé la organizacion va directamente ligada a
la de la eficacia Pero, como anteriormente ya destaciramos, no sc tra~
ta de la eficacia para gobcrnar —es decir, para satisfacer los intereses de
la sociedad. sino de la eficacia para conquistar y mantener el poder.
Esto significa que esa minorfa organizada va gencrando intereses pro-
ppios que no necesariamente coinciden con lo que podrfamos llamar el
interés general
En este sentido, la preocupacién de Michels a lo largo de su obra
Los partidos politicos son los riesgos que comporta la organizacién pa~
ra la construccién de un ordenamiento democritico, entendiendo éste
como Ia existencia de un reparto mas o menos equitativo del poder, En
tal sentido, seiiala Michels que
a acumulacion de poder en las manos de un nimero restringido de
personas, tal como ocurte hoy en el movimiento laborista, da luger, por
Tueraa. a muchos abusos'™
amAunque en estos autores cl desarrollo del tema es todavia incipien:
te, Mosca y, fundamentalmente, Michels apuntan a marcar la relacién
gue existe entre organizacién y burocratizacion, Al tratarse de un grupo
organizado, esa minorfa genera intereses propios tendientes a mantencr-
los en la situacién de privilegio que significa el poder. Tal como Michels
mostrari a lo largo de su obra Los partidos politicos, cn, realidad se va
produciendo, a medida que la organizacién se perfecciona, una escisién
entre grupo dirigente y masa de seguidores, La existencia de esta ten=
dencia, que poco tiempo después desarrollaria mAs acabadamente We-
ber, cuestiona la posibilidad misma de un funcionamiento democritico.
Si la organizacién es un requerimiento ineludible para lograr un
poder efectivo, ées posible trastocar esta tendencia autocrética que lle-
vva inscripta en’su seno? Tras una lectura de Mosca, vemos qu es précti-
‘camente imposible incluso pensar en la organizacién de la mayorta. Pe
ro cuuando Mosca intenta explicar esto, cae en una tautologia. El hecho
mismo de ser mayorfa ¢s 10 que impide a la mayoria organizarse. De
mas esta decir que la pretensién de Mosca es pricticamente absurda
Pensar que esa masa de gobernados debe organizarse como un todo tini-
0, serfa desconocer la existencia de clivajes de distinto tipo, propios
de'la complejidad de las sociedades modernas. Incluso es negat que
‘¢508 mismos clivajes son los que permitieron que un grupo minoritario
se orgenizara y sc diferenciara del resto de la sociedad.
Para Mosca, Ia pequefia cantidad parece ser un punto fundamental
en el tema de la organizacién. Retomando a Mosea, Michels plantea
también esa relacién proporcionalmente inversa. A menor\niimero, ma-
yor poder efectivo. ¥ esto ocurre, también, en la democracia, es decir,
gn el sistema que se regodcaasegurando que el gobierno es jecido por
todos
“EL poder efeetivo esté aqui (en la democracia) en razbn inversa del
siamero de quienes lo ejercen"””.
En este sentido, el Ifder ¢s el primer interesado en hacer que sus
seguidores abandonen sus principios. Y a situacién se agrava todavia
més en lo que podrfamos Hamar ‘situaciones extraordinarias’, es decir
en situaciones como las de guerra o de aplicacién de la ley marcial, en
Jas que se requiere més que nunca decisiones firmes y répidas. En estos
casos, el Ifder encuentra las justificaciones necesarias para evitar ser
‘cuestionado en sw accionar ®. De esta forma se cierran los posibles espa-
ios democriticos que pudieran haber dentro de la organizacién,
El presupuesto que sustenta toda esta concepcién esti desarrollado
més detalladamente en Mosca. Como ya indiearamos, se parte de la base
de que a mayor nimero resulta més diffcil conciliar intereses, v, por en
wa
de, mas fécilmente se atomiza la mayorfa. Peto lo que esté implicito en
este razonamiento es el presupuesto de wnivocidad de la minoria, Hay
efectividad, es decir, no hay disolucién, en la medida en que el grupo
aettia como si se tratara de una sola vor. En este sentido, Mosca s¢ apro-
xima 2 Hobbes. El poder puede instrumentarse eficazmente en la medi-
da en que todos actiien como si fueran uno solo
Llevar a la préctica una coneepcién de este tipo tiende a cerrar ca~
4a vez. més los espacios democriticos en la sociedad, Consecuentemente
con su razonamiento, Mosca plantea que nuestras sociedades modernas,
es decir, las sociedades de masas, dado su vasto niimero de ciudadanos,
tienden’a ser gobernadas por minorfas cada vez mas pequefias en rela~
cidn a la masa de gobernados. La observacién no deja de ser real, ya
que marca la tendencia en todo estado capitalista de concentrar et po-
der en un nimero cada vez menor de personas.
‘Aunque Mosca a lo largo de su obra reconoce que el poder no se
impone sinicamente de abajo hacia arriba, al analizar puntualmente el
tema de la organizacién no consigue dar complejidad a su exposicién
Frente a una clase politica proporcionalmente menor en nimero no
encuentra otro poder que pueda resistic sus imposiciones, ya que la re-
duccién de la minoria dirigente acrecienta las dificultades para unifi-
En este sentido, Mosca deja de lado toda una serie de porenciali
dades que se dan en este juego de mayorfa y minoria. Si bien es cierto
que desde el punto de vista del acceso al poder del estado se requiere
una organizacion, también es cierto que en un sistema como él llama
parlamentario, al’ menos en el momento de las elecciones ese gran ni-
mero incide en la conformacién de la clase politica. Serd recién, como
indicaramos, en su madurez que revalorizari la democracia, no tanto
por ser un sistema perfecto, sino, fundamentalmente, por el hecho de
Constituir una forma politica que, a través de las elecciones periddicas,
evita el enquistamiento de una misma fraccién.
Este capitulo donde se entabla la relacién entre organizacién y po-
der corresponde, en realidad, a la primera parte de los Elementi, es de~
cir, cuando Mosca estaba imbuido de un pensamiento antidemocritico
fuerte. No obstante ello, y a pesar de que el texto originacio se comple-
tara en 1923 con una segunda parte, el capitulo nunca fue corregido
dando indicios de algiin cambio en su forma de pensar. Quizas en un
intente por hacer més gréfica la descripcién, el mismo Mosca termind
simplificando, en este capitulo, su propio anilisis, ya que en él ni si~
quiera contempla la conformacién de distintas minorfas en una misma
sociedad. Por eso, si nos atenemos exclusivamente a una lectura de ¢5-
te capitulo, tenemos la impresién que la minor‘a dirigente, entendida
como iinica y sola, se enfrenta a un conjunto social totalmente desor-
ganizadoI1.- Organizacién y tendencia oligéequica
Como sefala Pareto, se debe tener en cuenta que coda élite que
se instala en el poder busea los medios, en principio aceptados, aun
que no exclusivamente, para climinar 0, al menos, neutralizar, a aque
los opositores que pueden cuestionar su lugar de poder* 0, como Mi
chels plantea:
“Nadie que se haya ocupado seriamente en extudies historicos pu:
de dejar de percibir que todas las clases que, en cualquier circunstancia,
alesnzaron cl poder se han esforzado ardorosamente por cransmitir
sus descendientes este dominio politico que lograron adquiie. Lt trans
risién bereditaria del poder politico fue siempre el medio més effers de
perpetuar un gobierna clasista”™®
Esto significa que existe siempre una tendencia fuerte a que la élite
gobernante se cristalice en el poder, evitando, asf, todo tipo de renova
Gién, Y aqui se incluye, ademas, la’ posibilidad misma de que ingresen
elementos nuevos a la clase politica. En este sentido, Mosca comparte,
en principio, la misma concepcién, aunque abre el analisis, al incor
lacutagorie le canflita, = ae
‘Mosca considera que la historia puede resumirse en una lucha que
nunca se resuelve totalmente entre la tendencia a perpetuarse en el po-
der, por un lado, y las nuevas fuerzas que tienden a destituir a la clase
politica existente. En este sentido, en la segunda parte de los Flementi
distingue estas dos tendencias incluso en el seno de toda clase gobernan-
te, distinci6n que, posteriormente, le permitiré conformar un cuadro
clasificatorio de las clases politicas. Por un lado, encontramos la tenden-
cia aristocrdtica, es decir, una tendencia a clausurar el ingreso a la clase,
clausura que, generalmente, implica la tendencia de toda elase politica a
hacerse hereditaria, ya sea en los hechos o en el derecho. Por el otro la-
do, tenemos una tendencia democratica que, contrariamente a la ante
rior, favorece la apertura y la renovacién
“Se puede decit mds bien que toa I historia de I human civ
ada se resume en la uch entre la tenenciv que tienen los elementos
dominantes « monopolizar en forms estable ls fucraes politicos ya
tnansmiile su posesion a 549 bijos en fori hereditary latent
cin, no menos fuerte, baca ef velev y cambio de ests fuera yl fir
Imacién de fuera wueves, lo que pioduce un continuo trabyo de en
dlosmosis y exésmosinentee ls clases alta y algunas fraccones de las
baja
En este sentido, como decfamos antes, Mosea incorpora la nocién
de conflictividad, enriqueciendo de esta manera las posibilidades de and
lis. Al planteario en estos términos, destaca que la lucha entre estas
dos tendencias se produce, incluso, dentro de una misma clase gober
ante. Es cierto que la tendencia democratica necesita apoyarse al me
nos en fracciones de la clase gobernada, ¥ e> cierto también que de
acuerdo al momento predominari una u otra tendencia. Como sefala
Meisel, para Mosea, cuando la clase politica se cetraba y excluia, incluso
viotentamente, a parte de sus propios miembros, gencraba una feaccién
que reclamaba por una justicia impersonal, es decir, por la aparicién de
tun tercero legal, y por una igualdad jerdquica'?
De esta forma, la misma clase politica ~particularmente la frac:
cién que va siendo excluida— busca generar un movimiento de apertura
que lleve a la incorporacién de elementos y de practicas nuevas. Aunque
este tipo de movimiento no tiene por qué apoyarse, necesariamente, en
sectores populares, tampoco lo descarta abiertamente, Es decir que,
dentro de la reflexién mosqueana hay espacio para que la apertura de la
lite se presione apoyiindose en las masas. Como veremos més adelante
fen este mismo item, va a ser Michels el que, fundamentalmente, analiza
cesta posibilidad.
‘Teniendo en cuenta estos ciclos de clausura y apertura que, en tér-
rminos generales, se suceden en toda clase politica, se podria plantear,
entonces, que toda sociedad politica se dirime entre una tendencia a la
cstabilidad y otra al cambio. Fsta caracterizacién no deja de ser relevan-
te, si tenemos presente Ja preacupacién que atraviesa toda la obra de
Mosca, y que consiste en desarrollar una politica cientifica que logre
evitar ef hecho violento de la revolucién. Si bien el tema es materia de
tun andlisis més profundo a lo largo del presente trabajo, eabe aqui ha
cet algunas reflexiones iniciales.
La alternancia ciclica entre estabilidad y cambio no es ajena a la
teorfa paretiana. La clase politica, atravesada pot estas dos tendencias,
sufre, en principio, continuas modificaciones en su composicién, po-
higndose en cada momento cl acento en una u otra tendencia, indistin~
tamente. Pero can esto Mosca consigue destacar la existencia, en la s0-
ciedad politica, de continuos movimientos intra-¢ interTambién podría gustarte
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