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El Ecologismo de Los Pobres Joan Martínez Alier 10feb17

El ecologismo de los pobres

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JOAN MARTINEZ ALIER EL ECOLOGISMO DE LOS POBRES CONFLICTOS AMBIENTALES Y LENGUAJES DE VALORACION Icaria $ Antrazyt ECOLOGISMO Este libra he sido impreso en papel 100% Amigo de los basques, praveniente de bosques sostentbles y con un praceso de preduccién de TCF (Total Clorin Free), pere colaborar en una gestion de los bosques respetuosa con el medio ambiente y econémicamente sostenible. Discfio de la coleccién: Josep Bags Foto de la cubierca: David Llistar ‘Ticulo original: The Environmentalism ofthe Poor. A Srudy of Ecological Conflicts and Valuation (Edward Elgar, Cheltenham, U. K., 2002). © Joan Martinez Alies, 2004 © Deesta edi Tcaria editorial, s.a. Arc de Sant Cristofol, 11-23 08003 Barcelona www. icariaeditorial, com Segunda edicién: noviernbre 2006 Tercera edicién: marzo 2009 ISBN: 84-7426-743-9 Depésito legal: B-8.148-2009 Impreso en Romany2/Valls,s.2. ‘Verdagues, 1, Capellades (Barcelona) Printed in Spain. Impreso en Espana. Probibida lareproduccié totale parcial PREFACIO Hay una nueva corriente del ecologismo o ambientalismo global que surge de los conflictos sociales en torno al derecho 0 a los titulos sobre el medio am- biente, a causa de los riesgos de la contaminacién y por la pérdida del acceso a los recursos naturales y servicios ambientales. Por ejemplo, hay un auge en Ia extraccién minera y petrolera en los paises tropicales: Se paga compensacién por los dafios reversibles ¢ irreversibles? :Es posible la restitucién de esos da- fios? Otro ejemplo, los manglares se sacrifican a causa de la produccién cama- ronera de exportacién: ¢Quién tiene titulo sobre los manglares? ;Quién gana y quién pierde como resultado de su destruccién? Muchos conflictos ecolégi- cos, tengan lugar dentro o fuera del mercado, sean locales 0 globales, ocurren porque el crecimiento econémico implica un incremento en el uso del medio ambiente. Las futuras generaciones humanas sentirén los impactos ambienta- les, como los experimentan plenamente otras especies. Algunos impactos ya caen de manera desproporcionada sobre ciertos grupos humanos. Esos im- pactos se notarfan aunque no hubiera crecimiento econémico pues el actual nivel de actividad econémica ya agota muchos recursos y sumideros. Por ejem- plo, los sumideros de carbono (océanos, nueva vegetacién) ya'estén llenos, ef resto de emisiones aumenta la concentracién de diéxido de carbono en la atmésfera. La pregunta es: ;quién tiene derecho a usar esos sumideros y en qué medida? zde quign es Ia atmésfera? La Ecologia Politica estudia tales conflictos ecoldgicos distributivos; es un campo cteado por gedgrafos, antropélogos ¥ socidlogos ambientales. El enfrentamiento constante entre medio ambiente y economia, con sus altiba- jos, sus nuevas fronteras, sus urgencias ¢ incertidumbres, es analizado por la Economia Ecolégica, otro nuevo campo de estudios creado por ecdlogos y economistas que intentan «tener en cuenta a la naturaleza>, no sélo en términos monetarios sino, sobre todo, en términos fisicos y sociales. La Eco- nomfa Ecolégica coloca en el centro de su andlisis la inconmensurabilidad de los valores. Ast pues, este libro explicitamente contribuye al establecimiento de estos dos nuevos campos de estudio, la Ecologia Politica y la Economia Ecoldgica, ¢ investiga la relaciones entre ambos. El contenido del libro es el siguiente: El primer capitulo explica las més importantes corrientes ambientalistas, poniendo el acento en el ecologismo de los pobres. Hoy en dfa, el movimiento ecologista o ambientalista global sigue dominado por dos corrientes principales, la del culto a Jo silvestre y (cada ver més) el credo de la ecoeficiencia. Sin embargo, una tercera cortien- te, Hamada «usticia ambiental», «ecologismo popular» 0 «ecologismo de los pobres» est creciendo, consciente de s{ misma. Los capitulos II y III conside- ran los origenes y el mbito de la Economia Ecolégica, abordando cuestiones como la asignacién de valores monetarios a las externalidades negativas y a los servicios ambientales positivos, los vinculos entre el crecimiento econémico y el uso de energia y materiales, el manejo de peligros inciertos a través de la ciencia posnormal, el debate sobre la «desmaterializacién» del consumo, los indicadores fisicos de la insustentabilidad, la aceleracién en el uso del tiempo ¥ Ia tasa de descuento, el equilibrio entre poblacién y recursos, y los debates sobre la capacidad de carga de la poblacién humana y el neomaithusianismo feminisca de los tltimos cien afios. Tras explicar algunos de los conflictos actuales ¢ histéricos en la mineria de cobre como ejemplos de conflictos ecolégicos causados por el crecimiento econémico, el cap{culo IV examina en sus tiltimas secciones el nacimiento de la Ecologfa Politica y su desarrollo desde la década de los ochenta. Estudia ademnés las relaciones entre formas de propiedad y gestién de recursos, discu- tiendo la idea errénea de la «tragedia de los comunes». Los capitulos V y VI constituyen el corazén empirico del libro, contienen detallados estudios de casos de ecologismo de los pobres en distintos pafses. No argumento que los pobres sean siempre y en todas partes ecologistas, serfa absurdo hacerlo. En cambio, planteo que en los conflictos ecolégicos distributivos los pobres mu- chas veces son partidarios de la conservacién de los recursos y de un ambiente limpio, aun cuando ellos mismos no pretendan ser ecologistas. En estos capi- tulos se consideran elementos tanto estructurales como culturales. Los pobres tienen mejores posibilidades de defender sus intereses en un terreno no eco- némico. A veces utilizan el lenguaje de la compensacién econémica pero a veces apelan a valores no econémicos que estin disponibles en sus repertorios culturales. Veremos en este libro que los conflictos ecolégicos se expresan en muchos lenguajes, y que la valoracién econémica de los daftos sdlo representa uno de ellos. ;Cudl es Ja interrelacién entre valores no materiales como lo 10 sagrado y el interés material de asegurarse el sustento? imponer lenguajes especificos de valoracién? El capitulo 7 trata de los conflictos sobre planificacién urbana y sobre contaminacién y tréfico urbanos. ;Producen las ciudades algo de valor con- mensurable 0 comparable con sus importaciones de energia y materiales, y con los desechos que excretan? gContribuyen de alguna manera a la creciente complejidad del sistema del cual forman parte? ;Debemos ver las ciudades como «parésitos», 0 mds bien (para utilizar otra mevéfora), como «cerebros» que, con su metabolismo més intenso, dominan y organizan todo el sistema? iEn qué escala geogréfica se debe evaluar la insustentabilidad de las ciudades? 3Son los indicadores de insustentabilidad urbana simulténeamente indicado- res de conflictos sociales a diversas escalas? Estados; Unidos y Sudéfrica son dos paises distintos pero con algunos elementos en comtin. El capftulo 8 analiza los movimientos organizados de «justicia ambiental» que luchan contra el «racismo ambiental» en am- bos paises (incluyendo las disputas en Estados Unidos sobre la localiza- cién de incineradoras urbanas y las querellas alrededor de la disposicién de desechos nucleares en cerritorios de nativos americanos, ¢ incluyendo el debate en Sudafrica sobre las necesidades vitales de agua y electricidad en contextos urbanos). El movimiento de Justicia Ambiental tuyo un gran éxito hace diez afios al lograr que el presidente Clinton firmara una Orden Ejecutiva (11 de febrero de 1994) por la cual todas las agencias federales de- bfan identificar y evitar los impactos desproporcionadamente grandes de sus politicas y actividades sobre el medio ambiente y la salud. La palabra «despro- potcionadamente» es crucial, pues se argumenta que los impactos no son iguales en dreas donde viven pobres y donde viven ricos, para minorias étnicas que para los blancos. El uso explicito de la «justicia ambiental» por parte de los activistas sudafricanos es un augurio de un movimiento internacional més amplio. Asi en Brasil existe ya una nueva red de justicia ambiental desde el afio 2001 El capitulo IX analizan los roles del estado y otros actores (empresas na- cionales 0 transnacionales, ONG, redes internacionales). Explico ademds los distintos papeles de diferentes érganos estatales en los distintos conflictos. {Qué recursos se movilizan, qué alianzas se forman, cuéles son los liderazgos que surgen? ;Cudndo y por qué se describen los conflicts ecoldgicos en el Ienguaje de los derechos humanos y de los derechos territoriales indigenas? Algunas alternativas sustentables a pequefia escala han surgido de los movi- mientos de resistencia, a veces con y a veces sin la ayuda del estado. Este capl- tulo también examina los planceamientos feministas respecto a los conflictos uitn tiene el poder de 11 ecoldgicos distributives, superando la oposicién entre el ecofeminismo esen- cialista y el ecofeminismo social. Fl capitulo X trata del comercio internacional y la politica del efecto in- vernadero, y de recientes conflictos por la exportacién de cultivos genética- mente modificados. En vez de analizar el Iamado «proteccionismo verde» (cuando las normas ambientales del norte son vistas como barreras al comer- cio), enfatizo la situacién opuesta explicando la teoria del intercambio ecolé- gicamente desigual. Este capfeulo desarrolla Iz idea de la Deuda Ecolégica que debe el Norte al Sur por el saqueo de recursos y la ocupacién desproporciona- da de espacio ambiental, y también introduce el lenguaje de la seguridad am- biental. El capitulo 11 hace un resumen de las relaciones entre conflictos ¢co- légicos distributivos, sustentabilidad y valoracién. Presenta una lista de conflictos ecolégicos distributivos, y explica por qué los fracasos de la valora- cién econémica abren un gran espacio para los movimientos ecoldgicos. Los precios dependen de los resultados de los conflictos ecolégicos distributivos tanto a nivel local como global; es imposible que conozcamos a priori cudles seran los precios «ecolégicamente correctos». Por lo tanto el propésito del li- bro es explicar cémo el enfrentamiento inevitable entre la economta y el medio ambiente (estudiado por la Economia Ecolégica) abre espacio para el «ecologismo de los pobres» (estudiado por la Ecologia Politica). Esta es potencialmente la corriente mds fuerte del ecologismo, y se estd convirtiendo en una fuerza pode- rosa a favor de la sustentabilidad (la sustentabilidad es un concepto discutido en los capitulos 2 y 3 ) ;Cudles son los lenguajes del ecologismo de los pobres? jQuién tiene el poder de imponer el lenguaje econémico como lenguaje su- premo en una discusién ambiental? Quién tiene la capacidad de simplificar la complejidad, descalificando otros puntos de vista? Elalcance geogrifico de este libro es més amplio que el de mis libros ante- riores, al presentar conflictos ecolégicos distributivos, tanto histéricos como actuales, de Japén a Nigeria, de Espafia a Sudéftica, de Tailandia y Paptia Nueva Guinea al Ecuador y Peri, de la India a Estados Unidos y Brasil. Aqui hay conflictos del Sur y del Norte, rurales y urbanos, de tierras altas y de humedales, tales como la preservacién de los manglares contra la depredacién de la industria camaronera, la resistencia contra las represas y las disputas por los acufferos, los movimientos contra la explotacién de gas y petréleo en Areas tropicales, las luchas contra la importacién de desechos téxicos, los conflictos contra la «biopiraterfa» 0 apropiacién de los recursos genéticos, la conserva- cidn de las pesquerias frente al uso abusivo externo, las quejas contra las plan- taciones forestales (sean de palma afticana o eucalipto), los conflictos labora- les por Ja salud y seguridad en minas, fabricas y plantaciones, y también los 12 conflictos ambientales urbanos por el uso del suelo, el acceso al agua, los siste- mas de transporte, el rechazo a ciertas formas de disposicién de desechos y a la contaminacién del aire. El tema de los pasivos ambientales de las empresas y su responsabilidad legal aparece a menudo en este libro, ya sea en los casos del Superfunden Estados Unidos o en los casos de Dow Chemical o de la Chevron- Texaco (en Ecuador) u otros casos internacionales bajo la Alien Tort Claims Act (ATCA). No cabe confusién sobre el tema central del libro: la resistencia (local y global), expresada en distintos lenguajes, contra el abuso de la naturaleza ¥ la pérdida de vidas humanas. Por lo tanto, este libro saca a la luz puiblica las debatidas percepciones sociales de los:dafios ambientales. Pero este libro no tiene un enfoque constructivista y-no puede entenderse sin la base sélida que proveen las ciencias ambientales. Se stipone que la lectora o lector tiene un conocimiento basico de conceptos cientificos introducidos por los humanos en el curso de la historia, como son‘*joules y calorias», «metales pesados, «efecto invernadero», «segunda ley dela termodindmica», «distancia genéti- car, 0 «diéxido de azufren, que no son faciles objetos de desconstruccién en seminarios de teorfa cultural. En mi libro de 1987 (escrito con Klaus Schliipmann), sobre la historia de las crfticas ecoldgicas contra la economia, mostré las contradicciones entre la contabilidad econémica y la contabilidad energética, ¢ introduje la cuestién de la inconmensurabilidad de valores, lo que ha sido tema principal del traba- jo posterior con Giuseppe Munda y John O’Neill, Mi investigacién sobre los vinculos entre los conflictos ecolégicos distributivos y los conflictos de siste- mas de valores se ha construido sobre ideas inicialmente planteadas de mane- ra clara por Martin O’Connor, compatidas y desarrolladas por un grupo co- herente de economistas ecolégicos incluyendo a Silvio Funtowicz y Jerry Ravetz, los tedricos de la ciencia posnormal.'Mi trabajo también le debe mucho a Ramachandra Guha, quien ha escrito varios libros y ensayos sobre los movi- mientos ecologistas del Norte y del Sur, y en cuya casa y biblioteca en Bangalore terminé este libro en agosto de 2001. También debo mucho a otros amigos, entre ellos, Bina Agarwal, Maite Cabeza, Arturo Escobar, Miren Erxezarteta, Enrique Leff, James O’Connor, Ariel Salleh y Victor Toledo. El primer borra- dor de este libro fue escrito en 1999 y 2000, en el Programa de Estudios Agrarios de la Universidad de Yale dirigido por Jim Scott, donde tuve la com- pafifa de Enrique Mayer, Richard Grove, Rohan D’Souza, Arun Agrawal y otros colegas. También recuerdo a varios estudiantes de doctorado de la Es- cuela de Foresteria y Estudios Ambientales de la Universidad de Yale. Agra- dezco al Grupo de Ecologia Social de Viena (proyecto sobre el Sudeste de 3 Asia) su ayuda econémica. Agradezco Ja traduccién al castellano de Gerard Coffey, Cecilia Chérrez y Ana Delgado que yo mismo he revisado de manera que esta version esté puesta al dia. He sido, durante los xiltimos veinte afios, una partera principal en los demorados nacimientos de la Economia Ecolégica y de la Ecologia Polftica. ‘Tengo un profundo interés en su rapida consolidacién, equipadas de revistas, cdtedras, programas de doctorado, institutos, fondos de investigacién y hasta libros de texto. Ms allé de las disputas territoriales universitarias, que tienen su importancia, y mirando hacia un futuro optimista y distante, me interesa también el activismo reflexivo y la investigacién participativa en los conflictos ecolégicos, sea que calcen o no en una disciplina cientifica consolidada. Esta- mos viendo de cerca el crecimiento de un movimiento global por la justicia ambiental que podria llevar a la economia al ajuste ecoldgico y a la justicia social. Me alegra ser parte de este movimiento. Este libro lo dedico con respe- to, con carifio y con agradecimiento a Accién Ecolégica de Ecuador. 14 I. CORRIENTES DEL ECOLOGISMO' Este libro trata del crecimiento del movimiento ecologista 0 ambientalista, una explosién de activismo que hace recordar el inicio del movimiento socia- lista y la Primera Internacional, hace casi un siglo y medio. Esta vez, en la sociedad de redes (como la Ilama Manuel Castells), aforcunadamente no hay un comité ejecutivo. (El ecologismo o ambientalismo crece como reaccién al crecimiento eco- némico.} No todos los ambientalistas se oponen al crecimiento econémico. Algunos hasta pueden apoyarlo por las promesas tecnolégicas que acarrea. De hecho, no todos los ecologistas picnsan y actian igual. Distingo entre tres corrientes principales que pertenecen todas al movimiento ambientalista y, de hecho, tienen mucho en comin: el «culto a Io silvestre», el «evangelio de la ecoeficiencia», y «el ecologismo de los pobres», que son como canales de un solo rfo, ramas de un gran 4rbol o variedades de una misma especie agricola (Guha y Martinez Alier, 1999, 2000). Los antiecologistas se oponen a esas tres ramas del ecologismo, las desprecian 0 desconocen e invisibilizan. Aqui daré una explicacién de esas tes corrientes del ambientalismo, subrayando las diferencias entre ellas. Una caracteristica distintiva de cada una, enfatizada aqui, es su relacién con las diferentes ciencias ambientales, tales como la Bio- logfa de la Conservacién, la Ecologia Industrial y otras. Sus relaciones con el feminismo, el poder del estado o la religién, los intereses empresariales, o con otros movimientos sociales, no son menos importantes como rasgos que las definen. 1. Las palabras ambientalismo y ecologismo se emplean aqui indistintamente. Los usos varian: en Colombia el ambientalismo es mds radical que el ecologismo, en Chile © Espasa cecurre lo contrario. 15 El culto de Ia vida silvestre En términos cronolégicos, de autoconciencia y de organizacién, la primera cortiente es la dela defensa de la naturaleza inmaculada, el amor a los bosques primarios y a los rios pristinos, el «ulto’a lo silvestrer que fue representado hace ya més de cien afios por John Muir y el Sierra Club de Estados Unidos. Hace unos cincuenta afios, La Etica de la Tierra de Aldo Leopold lamé la arencién no sélo hacia la belleza del medio ambiente sino también a la ciencia de la ecologfa. Leopold se formé como ingeniero forestal. Mas tarde, utilizé la biogeografia y la ecologta de sistemas, as{ como sus dones literarios y su aguda observacién de la vida silvestre, para mostrar que los bosques tenfan varias funciones: el uso econémico y la preservacién de la naturaleza (es decir, canto la produccién de madera como la vida silvestre) (Leopold, 1970) . El «culto a lo silvestren no ataca el crecimiento econémico como tal, ad- mite la derrota en la mayor parte del mundo industrializado pero pone en juego una . Aquf encontramos juntos el argu- mento de la preservacién de la naturaleza y la posicién pronuclear. No todos los ambientalistas estadounidenses estarian de acuerdo. Afios antes, en 1956, Lewis Mumford, quien se preocupaba més por la contaminacién industrial y la expansién urbana que por la preservaci6n de la naturaleza, ya habia alerta~ do sobre los usos de la energia nuclear en tiempos de paz: «apenas hemos empezado a resolver los problemas de la contaminacién industrial cotidiana. Pero, sin ni siquiera realizar un andlisis prudente, nuestros Iideres politicos y empresariales ahora proponen crear energia atémica en una vasta escala sin tener ni la mas minima nocién de cémo disponer de los desechos fisionados» (Mumford en Thomas e¢ al, 1956: 1.147). La justicia ambiental y el ecologismo de los pobres Como se ver a lo largo de este libro pues es éste su tema principal, tanto la primera como la segunda corrientes ecologistas son desafiadas hoy en dia por una tercera corriente, conocida como el ecologismo de los pobres, ecologismo popular, movimiento de la justicia ambiental. También ha sido Hamada el ecologismo de la livelihood, del sustento y supervivencia huma- nas (Garf, 2000), y hasta la ecologfa de la liberacién (Peet y Watts, 1996). 26 Esta vercera corriente sefiala que desgraciadamente el crecimiento econé- mico implica mayores inpactos en el medio ambiente, y llama ia atencién al desplazamiento geografico de fuentes de recursos y de sumideros de residuos, En este sentido vemos que los paises industrializados dependen de las impor- taciones provenientes del Sur para una parte creciente de sus demandas cada vez mayores de materias primas o de bienes de consumo. Estados Unidos im- porta la mitad del petrdleo que consume. La Unién Europea importa cas cuatro veces mds toncladas de materiales (incluidos energéticos) que las que exporta, mientras la América latina exporta seis veces mas toneladas de mate- Fiales (incluidos energéticos) que las que importa. El continente que es el prin~ cipal socio comercial de Espafia, no en dinero sino en el tonelaje que importa- mos, es Africa, El resultado a nivel global es que la frontera del petréleo y gas, la frontera del aluminio, la frontera del cobre, las fronteras del eucalipto y de la palma de aceite, la frontera del camarén, la frontera del oro, Ia frontera de la soja transgénica... avanzan hacia nuevos territorios. Esto crea impactos que no son resueltos por politicas econémicas o cambios en la tecnologfa, y Por tanto caen desproporcionadamente sobre algunos grupos sociales que muchas veces protestan y resisten (aunque tales grupos no suclen lamarse ecologistas). Algunos grupos amenazados apelan a los derechos tezritoriales indigenas y también a la sacralidad de la naturaleza para defender y asegurar su sustento, Efectivamente, existen largas tradiciones en algunos paises (docu- mentadas en la India por Madhav Gadgil) de dejar areas para conservacién, como arboledas o bosques sagrados. No obstante, el eje principal de esta ter- cera corriente no es una reverencia sagrada a la naturaleza sino un interés material por el medio ambiente como fuente y condicién para el sustento; no tanto una preocupacién por los derechos de las demas especies y las genera- ciones futuras humanas sino por los humanos pobres de hoy. No cuenta con Jos mismos fundamentos éticos (ni estéticos) del culto de lo silvestre. Su ética nace de una demanda de justicia social contemporinea entre humanos. Con- sidero esto a la vez como un factor positivo y como una debilidad. Esta tercera corriente sefiala que muchas veces los grupos indigenas y cam- Pesinos han coevolucionado sustentablemente con la naturaleza. Han asegu- tado la conservacién de Ia biodiversidad. Las organizaciones que representan grupos de campesinos muestran un creciente orgullo agroecolégico por sus complejos sistemas agricolas y variedades de semillas. No es un orgullo me- ramente retrospectivo, hoy en dfa existen muchos inyentores ¢ innovadores, como lo ha demostrado la Honey Bee Network en India (Gupta, 1996). El debate iniciado por la Organizacién de NN UU para la Alimentacién y la Agricultura (FAO) sobre los Ilamados «derechos de los agricultores» ayuda a 27 esta tendencia de defensa de los agricultores, hoy organizada en la Via Campesaina y apoyada por ONG globales como ETCGroup (anteriormente RAFI) y GRAIN (Genetic Resources Action International). Mientras las em- presas quimicas y de semillas exigen que se les pague por sus semillas mejora- das y sus plaguicidas y demandan que se respeten sus derechos de propiedad intelectual a través de los acuerdos comerciales, ocurre que él conocimiento tradicional sobre semillas, plaguicidas y hierbas medicinales ha sido explocado gratis sin reconocimiento. Esto se llama «biopirateria» (ver el capitulo VI para una discusién detallada). El movimiento en Estados Unidos por la Justicia Ambiencal es un movi- miento social organizado contra casos locales de «racismo ambiental» (ver ca- pitulo VID. Tiene fuertes vinculos con el movimiento de derechos civiles de Martin Luther King de los afios sesenta. Se puede decir que, aun ms que el culto a lo silvestre, este movimiento por la justicia ambiental es un producto de la mentalidad estadounidense, en cuanto ésta est obsesionada por el raci mo y antirracismo. Muchos proyectos sociales en los centros de las ciudades y reas industriales en varias partes del pafs han llamado la atencién sobre la contaminacién del aire, la pintura con plomo, las estaciones de transferéncia de la basura municipal, los desechos téxicos y otros peligros ambientales que se concentran en barrios pobres y de minorfas raciales (Purdy, 2000: 6). Hasta muy recientemente. la Justicia Ambiental como movimiento organizado ha estado limitado a su pais de origen, mientras el ecologismo popular 0 ecolo- gismo de los pobres son nombres aplicados a movimientos del Tercer Mundo que luchan contra los impactos ambientales que amenazan a los pobres, que conforman la mayorfa de la poblacién en muchos pafses. Estos incluyen mo- vimientos de campesinos cuyos campos 0 tierras de pastos han sido destruidos por minas o canteras, movimientos de pescadores artesanales contra los bar- cos de alta tecnologia u otras formas de pesca industrial (Kurien, 1992, McGrath e al, 1993) que destruyen su sustento al tiempo que agotan las pesquerias, y movimientos contra minas o fabricas por comunidades afecta- das por la contaminacién del aire o que viven rio abajo. Esta tercera corrien- te recibe apoyo de la Agroecologia, la Etnoccologéa, la Ecologia Politica, y en alguna medida de la Ecologia Urbana y la Economia Ecolégica. Tam- bién ha sido apoyada por algunos sociélogos ambientales. Esta tercera corriente est creciendo 2 nivel mundial por los inevitables conflictos ecoldgicos distributivos. Al incrementarse la escala de la economia, se producen més desechos, se dafian los sistemas naturales, se menoscaban los derechos de las futuras generaciones, se pierde el conocimiento de los recursos genéticos, algunos grupos de la generacién actual son privados del acceso a 28 recursos y servicios ambientales y sufren una cantidad desproporcionada de contaminacién. Las nuevas tecnologias pueden tal vez teducir la intensidad energética y material de la economia, pero sélo después de que se haya causa- do mucho dafio, y de hecho pueden desencadenar el «efecto Jevons». Ademés, las nuevas tecnologias muchas veces implican «sorpresas» (analizadas en el capitulo II bajo la nibrica de «ciencia posnormal»). Asf pues, las nuevas tecno- logfas no necesariamente representan una solucién al conflicto entre la econo- mia y el medio ambiente. Por el contrario, los peligros desconocidos de las nuevas tecnologias muchas veces incrementan los conflictos de justicia am- biental. Por ejemplo, sobre la ubicacién de incineradoras que pueden produ- cir dioxinas, la ubicaci6n de sitios para almacenar desechos nucleares, 0 ¢l uso de las semillas transgénicas. El movimiento por la justicia ambiental ha dado ejemplos de ciencia participativa, bajo el nombre de «epidemiologta popular. En el Tercer Mundo, la combinacién de la ciencia formal y la informal, la idea de «la ciencia con Ja gente» antes que «la ciencia sin la gente» 0 incluso «la ciencia para la gente», catacteriza a la defensa de la agroecologia tradicional de los grupos campesinos ¢ indigenas, de los cuales hay mucho que aprender en un verdadero diélogo de saberes. El movimiento por la justicia ambiental de Estados Unidos tomé con- ciencia de sf mismo a inicios de los afios ochenta. Su «historia oficial» coloca su primera aparicién en 1982, y los primeros discursos académicos a inicios de los afios noventa. La nocién de un ecologismo de los pobres también cuen- ta.con una historia de veinte afios. Ramachandra Guha identificé las dos prin- cipales corrientes ambientales como wilderness thinking (lo que ahora llama- mos «el culto de lo silvestre») y scientific industrialism, que ahora lamamos «el credo de la ecoeficiencia», «la modernizacién ecolégica», «el desarrollo soste- nible». La tercera corriente fue identificada a partir de 1985 como el «agraris- mo ecologista» (Guha y Martinez Alier, 1997: cap. IV), parecido al «narod- nismo ecolégico» (Martinez Alier y Schlupmann, 1987), implicando un vinculo entre los movimientos campesinos de resistencia y la critica eco- légica para enfrentarse tanto a la modernizacién agricola como a Ja silvicultu- ra «cientificay (véase la historia del movimiento Chipko: Guha, 1989, ed. rev. 2000). En 1988 mi amigo el historiador peruano Alberto Flores Galindo, quien renfa personalmente un gran interés por los Narodniki del siglo XIX y princi- pios del xx de Europa del Este y Rusia, se quejé de que la expresién . Herman Daly (un ex alumno de Georgescu-Roegen, el més conocido economista ecoldgico de hoy) propone que la palabra «desarrollo» debe significar cambios en la estruc- tura econémica y social, mientras «crecimiento» significa un incremento en la escala de la economia que probablemente no se puede sostener ecolégicamen- te. Por eso el «desarrollo sostenible» es aceptado por la mayorfa de los econo- mistas ecolégicos mientras el «crecimiento sostenible> no lo es (Daly y Cobb, 1994). Desde mi punto de vista, «desarrollo» es una palabra que tiene una fuerte connotacién de crecimiento econémico y de modernizacién uniforme. Es preferible dejarla de lado y hablar solamente de «sustentabilidad>. 38 En ese mismo afio de 1987 aparecié el primer libro titulado Economia Ecolégica (Martinez Alier y Schliipmann, 1987) y bajo el mismo titulo se publi- <6, a cargo de Daly y Costanza, un ntimero monogréfico de Ecological Modelling. El primer ntimero de la exitosa revista académica Ecological Eco- nomicsse publics en 1989, y fue dirigida desde esa fecha por el ecdlogo Robert Costanza, quien fue ademds el primer presidente de la ISEE. La ISEE cuenta con sociedades afiliadas en Argentina y Uruguay, Australia, Nueva Zelanda, Brasil, Canadé, la Unién Europea, India y Rusia. Fuera de Estados Unidos y Europa, la «escuela de entropia» japonesa, (Tamanoi et al, 1984) estudié los servicios ambientales proporcionados por el ciclo hidrico, y también el ecosis- tema urbano de Edo, el antiguo nombre de la capital de Japén. En India, varios economistas y biélogos (Madhav Gadgil) vienen realizando trabajos desde los afios setenta sobre la relacién entre el manejo forestal o del-agua y los derechos de propiedad comunitarios (Jodha, 1986, 2001), que es ahora un area importante de interés tanto para la Economia Ecolégica como para la Ecologia Politica (Berkes y Folke, 1998). Otros economistas ecolégicos euro- peos de los afios setenta y ochenta cuya obra principal no se publicé inicial- mente en inglés fueron, en Francia, René Passet (1979, 1996) e Ignacy Sachs, quien propuso a inicios de los afios setenta la idea del «ecodesarrollo»; Roefie Hueting (1980) en Holanda, Christian Leipere (1989) en Alemania; José- Manuel Naredo en Espafia. (Para una introduccién general: Costanza et al (eds.), 1997; Costanza et al, 1997; Common, 1995.) En la Economfa Ecolégica se considera que Ia economia esté metida 0 incrustada en el ecosistema (0, para decirlo en forma més precisa, en la hist6- ricamente cambiante percepcién social del ecosistema). La economia también esté incrustada en una estructura de derechos de propiedad sobre los recursos y los servicios ambientales, en una distribucién social del poder y los ingresos, en estructuras de género, de clase social o de casta, y esto vincula a la Econo- mfa Ecolégica con la economia politica y con la Ecologia Politica (figura 1). Para entender este punto sugiero el siguiente ejemplo. Fl crecimiento de una economia basada en el uso de combustibles fésiles puede (o no) encontrar un primer limite en la estructura de los derechos de propiedad sobre los sumide- ros y depésitos de carbono. Puede encontrar un segundo limite en la capaci- dad de absorcidn de la biosfera a través de la cual se recicla el didxido de carbono, en un cierto tiempo, sin cambiar el clima. Puede ser que las excesivas emisiones de carbono se reduzcan por un cambio en los derechos de propie- dad sobre los sumideros y depésitos de carbono, y/o por cambios en Ia estruc- tura de precios (por medio de ecoimpuestos o permisos de emisién). La polf- tica sobre el clima requiere una integracién del andlisis de los tres niveles. Por 39 Fig. 1. Los tres niveles de la Economfa Ecolégica. ZA BIOSFERA | LA SOCIEDAD | Derechos de propiedad, estructura aera ah Pee residuos | energia | ag de poder y de distribucién del ingreso tcoe even ce: }MERCADOS DE] [LA ECONOMIA otros) BIENESDE xy te CONSUMO energia ly tl ae FAMILIAS. EMPRESAS | biomasa y *k pacalor | combustibles MERCADOS DE disipado fsiles FACTORES DE LA PRODUCCION otros materiales otro lado, la ciencia econémica convencional ve el sistema econémico como un siotema autosuficiente en el cual se forman los precios de los bicnes y scrvicios de consumo y los precios de los servicios de los factores de produccién. Esta posicién preanalitica se refleja en la categoria de «externalidades». Los econo- mistas ecolégicos simpatizan con los intentos de «internalizar» las externalida- des en el sistema de precios, aceptan de buena gana las propuestas para corre- gir los precios a través de impuestos (como los impuestos sobre el agotamiento del capital natural o los impuestos sobre la contaminacién), pero niegan que exista un conjunto de «precios ecolégicamente correctosy. En fin, la Economfa Ecolégica es un nuevo campo transdisciplinario que desarrolla o introduce temas y métodos como los siguientes: + nuevos indicadores ¢ {ndices de (in)sustentabilidad de la economfa, + I aplicacién, en los ecosistemas humanos, de concepciones ecoldgicas como capacidad de carga y resiliencia, * Ia valoracién de los servicios ambientales en términos monetarios, pero también la discusién sobre Ja inconmensurabilidad de los valores, y la aplicacién de métodos de evaluacién multicriterial, + el andlisis del riesgo, la incertidumbre, la complejidad y la ciencia pos- normal, 40 + evaluacién ambiental integral, incluyendo la construccién de escena- rios, modelacién dindmica, y métodos participativos en la toma de deci- siones, + macroeconomfa ccolégica, Ja medida del «capital naturab», el debate entre as nociones de sustentabilidad «débil» y sustentabilidad «fuerte», + las relaciones entre Economia Ecolégica y economia feminista, * los conflictos ambientales distributivos, * las relaciones entre la asignacién de derechos de propiedad y el manejo de recursos, las viejas y nuevas insticuciones piiblicas para la gestién am- biental, * el comercio internacional y el medio ambiente, la «deuda ecolégicar, * las causas y consecuencias ambientales del cambio tecnolégico o del lock-in tecnolégico, las relaciones entre la Economfa Ecolégica y Ja econo- mia evolucionista, * las teorias del consumo (necesidades, «satisfactores»), y cémo el consu- mo se relaciona con los impactos ambientales, * el debate sobre la «desmaterializacién», las relaciones con la ecologia industrial, aplicaciones en la administracién de empresas, * Jos instrumentos de politica ambiental, muchas veces basados en el «prin- cipio de precaucién» (0 en los «standards minimos de seguridad», como fueron desarrollados por Ciriacy-Wantrup). Se tratardn en més detalle en este capitulo y en el capitulo III sélo algunos de los puntos arriba mencionados, que son particularmente relevantes para el tema principal de este libro, es decir, la relacién entre conflictos ambientales distributivos, sustentabilidad y valoracién. No hay produccién sin distribucién. Mientras en la teorfa econémica neoclisica el estudio de la asignacién de re- cursos para la produccién esté separado analiticamente de la distribucién de la produccién entre distintas categorfas sociales, en la Economia Ecolégica ambos aspectos deben tratarse juntos. Ademés, en la Economfa Ecolégica «dis- tribuciény significa no sélo la distribucién econémica sino ecolégica. Por lo tanto, en el presente libro las «consideraciones de equidad» no son introduci- das como suelen hacer los economistas, es decit, como un pensamiento carita- tivo de ultimo momento, sino que los aspectos distributivos son aqui centra- les para entender las valoraciones y asignaciones de los recursos naturales y servicios ambientales. 41 En la economia clasica, antes de Ia revolucién neoclésica de la década de 1870, no se separaban analfticamente la produccién econémica y la distribu- cidn. La teorfa de Ricardo sobre la renta de la tierra, es una teoria sobre la distribucién de la produccién, y también: a la vez una teorfa de la dindmica capitalista. Supongamos una estructura agraria tripartita compuesta de gran- des terratenientes y de agricultores capitalistas que alquilan la tierra de los. terratenientes, y contratan jornaletos agricolas. A medida que la agricultura avanza hacia terrenos menos fértiles (margen extensivo), 0 se utilicen més in- sumos en los campos (margen intensivo), se entrard en una fase de rendimien- tos decrecientes. Si los salarios son estables, a un nivel de subsistencia, los rendimientos decrecientes conjuntamente con la competencia entre agricul- tores capitalistas para alquilar las mejores tierras, hard subir las rentas que hay que pagar a los terratenientes. Si suponemos que los terratenientes gastan las rentas en consumos lujosos (en vez de invertitlas) entonces el hecho que las ganancias capitalistas disminuyan mientras las rentas de los terratenientes au- mentan, llevaré al estancamiento econémico. Son bien conocidas las objeciones a las predicciones de Ricardo. El mismo Ricardo argumenté a favor de las importaciones de trigo. Y los nuevos territo- rios agricolas, no en Gran Bretafia, sino en ultramar, fueron més fértiles, no menos. Ademés, las familias de los capitalistas y terratenientes de Gran Breta- fia se emparentaron. Analiticamente, quiero destacar aqui que el andlisis eco- némico de la produccién y de la distribucién se combiné en un solo mo- delo 0 esquema. Notemos también que la distribucién ecolégica no fue considerada. Consideraciones similares se aplican a la economfa marxista. Una mayor capacidad de produccién a causa de la acumulacién de capital, conjun- tamente con una deficiente capacidad de compra del proletariado explotado (y de los también explorados abastecedores de materias primas y mano de obra en los territorios coloniales, como luego afiadié Rosa Luxemburgo), pro- ducia una contradiccién inescapable del capitalismo, que lo llevaria a periédi- cas crisis. Social y politicamente, el proletariado estarfa cada vez mejor organi- zado y las crisis conducirian a la revoluciéa. La famosa frase de Henry Ford al proponer que los trabajadores fueran capaces de comprar los autos que pro- ductan (algo sin sentido al nivel de una sola Fabrica o empresa) dio su nombre (gracias al andlisis de Gramsci) al «fordismo» y ala escuela de «regulacién» de Ja economia politica, mientras la economia keynesiana se basé igualmente en Ia idea de que la demanda efectiva podi, en las economfas capitalistas, ser menor que que la oferta potencial a plena utilizacién de la capacidad produc- tiva y nivel maximo de empleo, y por lo tanto la politica estatal debia estar orientada a aumentar la demanda efectiva. Aqui, otra vez, el andlisis de la 42 distribucién econémica y de la produccién se unicron. No obstante, estas escuelas econémicas no incluyeron en sus andlisis el deterioro ambiental (aun- que existe una interesante discusién sobre el uso de «metabolismo socials en Ia obra de Marx) ‘A menos que existan de antemano unas normas o costumbres sobre la discribucién, no se tomard ninguna decisién productiva. Un terrateniente que utiliza aparceros no iniciaré la produccién a menos que llegue a un acuerdo 0 que exista una norma habitual sobre la porcién de la cosecha que le corres- pondera. Por ejemplo, si el 40% es para los aparceros, utilizaré la tierra para algodén, si los aparceros exigen el 70%, él tendré que cambiar el uso de la tierra hacia un cultivo mucho més productivo e intensivo en mano de obra, 0 echarles y usar la tierra como pastizales. La distribucién precede a las decisio- nes de produccién. Este es un punto obvio también para otras relaciones de produccién, como la esclavitud o el trabajo asalariado. En este sentido, el ple- no empleo de los afios sesenta en Europa Hlevé a una fuerte posicién negocia- dora de parte de los trabajadores, y a una presién sobre las ganancias empresa- riales (el profit squeeze) resuelta mas tarde a través de la recesién econdmica de mediados de los setenta y por las nuevas politicas neoliberales. ‘Al considerar ahora no la distribucidn econémica sino la distribucién eco- Iégica, uno puede decir que no se tomar4 ninguna decisién sobre la produc- cién mientras no exista un acuerdo o norma habitual sobre cémo acceder los recursos naturales 0 qué hacer con los desechos. Por ejemplo, una decision de producir energia nuclear requiere una decisién sobre el almacenamiento de los desechos radioactivos. ;Se guardarén en las plantas nucleares?, ;se traslada- rén aun lejano depésito final (como Yucca Mountain en Estados Unidos)? La ubicacién de las mismas plantas nucleares requiere una decisién sobre la dis- tribucién social y geogréfica de los peligros de la radiaci6n nuclear. Asimismo, una decisién de producir energfa eléctrica a partir del carbén requiere una decisién previa sobre la disposicién de los desechos mineros, el diéxido de azufre, los éxidos de nitrégeno y el didxido de carbono a distintas escalas geo- gréficas. ;Quién disfruta de los derechos de propiedad sobre esos lugares? En términos econdmicos, si las externalidades pueden quedar como tales, es decir fuera de la cuenta de resultados y del balance de Ia empresa, las decisiones seran diferentes que si esos pasivos ambientales se incluyen en las cuentas (con algiin valor econémico). Efectivamente, si obligaran a los productores de automéviles a que éstos no produzcan externalidades o incluirlas en el precio, me tefiero a todas las externalidades ineludibles alo largo de su ciclo-de-«vida» desde la cuna hasta la tumba, y luego desde fa tumba hasta la cuna al reciclarse los materiales, incluyendo las externalidades producidas por el diéxido de 43 carbono, entonces las decisiones de produccién en nuestra economia serfan otras, dependiendo en gran medida del precio asignado a esas externalidades. Poder tirar los coches (distribuirlos) en un vertedero de chatarra y poder emi tir (distribuir) a la atmésfera los contaminantes a bajo precio 0 gratis, tie- ne influencia decisiva a la hora de tomar decisiones sobre la produccién. Aho- ra bien: zexisten grupos sociales que se quejan de las externalidades producidas? ¢Argumentan en términos de dar valor crematistico a las externalidades o usan otros lenguajes de valoracién? Por ejemplo, si una fabrica de celulosa en Brasil puede plantar cucaliptos sin compensar por la pérdida de fertilidad y puede verter los efluentes ejer- ciendo de facto derechos de propiedad sobre el rio 0 el mar, sus decisiones de produccién son diferentes de lo que serian si tuviera que pagar por esas exter- nalidades o si se enfrenta con unas normas legales més estrictas y que se cum- plan efectivamente. La idea de una «segunda contradiccién» del capitalismo fuc introducida por James ©’Connor en 1988. La produccién no puede Ile- varse a cabo sin usar recursos naturales y sin producir desechos. Puede set que unos jornaleros o aparceros de algodén, mal pagados en términos econémi- cos, sufran también en su salud los efectos del malathién, junto con sus fami- lias y sus vecinos que no trabajan en las plantaciones. Aqui los aspectos distri- butivos ambientales no recaen tinicamente sobre los productores. Eso tiene influencia en las formas que adoptan los conflictos ecoldgicos distrihnrivas Los protagonistas no suelen ser trabajadores asalariados, aunque a veces sf lo son. Puede ser que una lucha contra los efluentes de Ja celulosa sea liderada pot un grupo de naturalistas o por un grupo local de mujeres, o (en Brasil) por un grupo indigena, todos ellos exigiendo compensacién (en el lenguaje de Jos economistas, la «internalizacién de las externalidades») o usando otros len- guajes (derechos territoriales indigenas, derechos humanos a [a salud...). Si tienen éxito, los costes seran diferentes para las empresas involucradas y las decisiones de produccién también seran diferentes. Los agentes de los conflictos ambientales distributivos no estin tan bien definidos como los agentes de los conflictos econdmicos de Ricardo o de Marx —terratenientes y agricultores capi- taliscas en el primer caso, capitalistas industriales y proletarios en el segundo. Disputas sobre sistemas de valoracién La distincién de los griegos (como en la Politica de Aristételes) entre «iko- nomia» (el arte del aprovisionamiento material de la casa familiar) y la «crematistica» (el estudio de la formacién de los precios de mercado, para ganar dinero), entre la verdadera riqueza y los valores de uso por un lado y los valores de cambio por otro lado, es una distincién que hoy parece irrelevante porque el aprovisionamiento material parece darse, sobre todo, a través de transacciones comerciales, y hay por tanto una fusién aparente entre la cre- matistica y la «oikonomiar. Asi, aparte de cosechar algunas frutas del bosque y hongos y un poco de lefia para sus residencias secundarias, la mayoria de los ciudadanos del mundo rico y urbanizado se aprovisiona en las tiendas. De ahi Ja respuesta proverbial de los nifios urbanos a Ja pregunta «de dénde provie- nen los huevos o Ja leche —del supermercado». Sin embargo, muchas activi- dades al interior de Jas familias y la sociedad (basta contar las horas de los cuidados domésticos) y muchos servicios de la naturaleza, quedan fuera del mercado. En la Economia Ecolégica la palabra economia» es utilizada en un sentido més cetcano a de los valores (O'Neill, 1993) y para introducir brevemente al lector al amplio campo de los métodos multi- criteriales para la toma de decisiones (Munda, 1995). No hace falta que, fren tea la variedad de criterios de valoracién, el proceso de toma de decisiones sea irracional (por ejemplo, por loterfa). Al contrario se puede alcanzar una deci- sién razonada por medio de las deliberaciones apropiadas. Ahora bien, quizés Ja autoridad politica opta por el «wordeno y mando» 0 tal vez, mds moderna, influida por los economistas, impondré un andlisis de coste y beneficio reduc- cionista, en términos monerarios, posiblemente complementado por una cos- mética evaluacién de impacto ambiental. La distincién entre la comparabilidad «débil» y «fuerte» de valores es util para clasificar los métodos de la Economia Ecolégica. En la evaluacién de proyectos, como en el ejemplo precedente, existe una comparabilidad fuerte de valores y hasta una fuerte conmensurabilidad, en el andlisis de coste y be- neficio, cuando los proyectos por evaluar son todos jerarquizados segiin una inica escala numérica monetaria (es decir, valor actualizado de los costes y beneficios, incluyendo por supuesto las externalidades y servicios ambientales monetarizados). En contraste, algunas formas de evaluacién multicriterial ad- miten la irreductibilidad entre los distintos tipos de valor y nos encontramos en una situacién de comparabilidad débil. En la microeconomfa existe una comparabilidad fuerte de valores, y de hecho una conmensurabilidad fuerte cuando se internalizan las externalidades en el sistema de precios. Asi, un impuesto pigouviano se define como el valor econdmico de la externa- lidad en el nivel éptimo de contaminacién. En la macro economia, las propuestas practicas de El Serafy para «verdear» cl PIB (Costanza, 1991) —cuyos valores monetarios dependerdn de la tasa de interés que se adopte— no van mas alld de la conmensurabilidad fuerte en términos monetarios. En efecto, dice El Serafy, no todos los ingresos de la venta de un recurso no reno- vable (capital natural) deben ser incluidos en el PIB, sino slo una parte, el 48 ingreso «verdadero», y el resto se debe contar como «descapitalizacién» el «coste al usuario» de tal «capital natural», el cual se debe invertir a interés compuesto hasta el agotamiento del recurso, para permitir que el pafs sosten- ga el mismo nivel de vida cuando haya agotado sus recursos. Esta propuesta, basada en la definicién de «ingreso» de Hicks, y relacionada con la regla de Hotelling (y, antes, con las reglas de Gray y de Faustmann) en la microecono- mia de los recursos naturales (Martinez Alier y Schltipmann, 1991, Martinez Alicr y Roca, 2000), propugna solamente una nocién «débil> de sustentabi- lidad. La sustentabilidad débil permite la sustitucién del llamado «capiral natural» por el capital manufacturado —«sembrar el petréleo», lo que impli- ca, por tanto, una unidad comtin de medicién— mientras la sustentabilidad «fuerte» se refiere al mantenimiento de los recursos y servicios naturales fisi- cos (Pearce y Turnery 1990), lo cual se debe evaluar a través de una bateria de. indicadores e indices fisicos. Por lo tanto, en resumen, en la macroeconomia ecolégica, * lasustentabilidad débil implica una comparabilidad fuerte de valores, * la sustentabilidad fuerte implica una comparabilidad débil de valores; yen la evaluacién de proyectos, * el andlisis coste-beneficio implica una comparabilidad fuerte de valo- res, * la evaluacién multicriterial implica una comparabilidad débil de valo- res. Se puede presentar la discusién sobre valoracién (O’Connor y Spash, 1999) en el marco de la «Curva Ambiental de Kuznets», una supuesta curva en forma de U invertida que, como hemos visto anteriormente, relaciona el ingreso con algunos impactos ambientales (Selden y Song, 1994; Arrow et al, 1995; De Bruyn y Opschoor, 1997). En situaciones urbanas, al crecer los ingresos, efectivamente las emisiones de diéxido de azufre primero se incre- mentan y luego disminuyen, pero las emisiones de diéxido de carbono de los paises se incrementan continuamente con los ingresos. Si algo mejora o algo se deteriora, una posible reaccién de un economista convencional podrfa ser asignar pesos o precios a tales efectos, buscando la contmensurabilidad de los valores. No obstante, la incertidumbre y complejidad de tales situa- ciones (puede ser que el diéxido de azufre contrarreste el efecto invernadero, por ejemplo) y el hecho de que el precio de las externalidades dependa de 49 relaciones sociales de poder, implica que las cueritas de los economistas sélo van a convencer a los feligreses de la misma escuela. Alentender que el patrén del uso de los recursos y sumideros ambientales depende de las cambiantes relaciones de poder y de la distribuci6n de los in- gresos, entramos en el campo de la Ecologia Politica, que tiene sus origenes en Ia geografia y antropologia, y que se define como el estudio de los conflictos ecoldgicos distributivos. El crecimiento econémico lleva a mayores impactos ambientales y a més conflictos (muchas veces fuera de la esfera del mercado). Abundan los ejemplos de Ia incapacidad del sistema de precios para indicar Jos impactos ambientales, o (segtin K. W. Kapp) abundan los ejemplos de exitosas transferencias de costes sociales. Asi, todo el mundo (salvo los escla- vos) es duefio de su propio cuerpo y salud. Sin embargo, los pobres venden barata sui salud cuando trabajan por un jornal en una mina o en una planta- cidn. Los pobres venden barato, no por eleccidn, sino por falta de poder. El uso gratuito de sumideros ha sido explicado en un marco neoricardiano por Charles Perrings, Martin O'Connor y otros autores, mostrando cémo el pa- tron de precios dentro de la economia seria diferente al suponer diferentes resultados de los conflictos ecolégicos distributivos. Como Martin O'Connor ha sefialado, es bien posible que un precio cero por extraer recursos o verter desechos no indique una ausencia de escasex sino una relacién histérica de poder. La cascada sin precio de Ludwig von Mises y la contabilidad in natura de Otto Neurath En la Economfa Ecolégica y en la ecologia humana, en la agroecologia, la ecologfa urbana y en el nuevo campo de la ecologia industrial, durante los tiltimos veinte afios se ha realizado mucho trabajo sobre el «metabolismo so- cial» (Fischer-Kowalski, 1998, Haberl, 2001), es decir, medir los insumos de energfa y materiales en la economfa, y también los desechos producidos. En los trabajos sobre metabolismo social se pretende crear una tipologia de sociedades caracterizadas por diferentes patrones de flujos de energfa y mate- riales. En la Economfa Ecoldgica y en Ja ecologia industrial, el estudio del «metabolismo social» estd relacionado con los actuales debates sobre la «des- materializacién» de la economia. Este campo de estudio fue iniciado (en mi opinidn) en la obra de 1912 de Josef Popper-Lynkeus (escrita en Viena), sobre el andlisis del flujo de energfa y materiales en la economfa. Como hemos visto, la Economia Ecolégica difiere de la econom{a or- todoxa en tanto que insiste en la incompztibilidad entre el crecimiento 50 econémico y el mantenimiento a largo plazo de los recursos y servicios ecolé- gicos. Los economistas ecolégicos abordan ciertamente el problema de la tra- duccién de los servicios y dafios ecolégicos a valores monetarios pero van més allé de lo meramente crematistico al proponer indicadores fisicos y sociales de Ia falta de sustentabilidad. Estamos frente a la inconmensurabilidad de valo- tes en un contexto de incertidumbres inevitables. Mas que buscar la internali zacién de las externalidades en el sistema de precios 0 de valorar ctematistica- mente los servicios ambientales en mercados reales o ficticios, los economistas ecoldgicos reconocemos el «fetichismo de las mercancfas», incluso el «fetichis- mo de las mercancias ficticias» de los métodos de valoracién contingente. Esto representa un posible nexo entre el marxismo y la Economia Ecolégica. Los marsistas analizan los conflictos entre clases sociales e ignoran o des~ cuidan los aspectos ambientales. Esto es un error. Engels rechazé el intento de Podolinsky en 1880, de introducir en la economia marxista el estudio de los flujos de energfa. Aunque Marx adopté la nocién de «metabolismo» (Stoff: wechsel) pata describir la circulacién de mercancias y también las relaciones humanas con la naturaleza (Martinez Alier y Schliipmann, 1987: 220-226, Foster, 2000), los marxistas no emprendieron el estudio de la ecologia hu- mana en términos de los flujos energéticos y materiales. Kautsky pudo haber discutido en detalle el uso de energia en la agricultura, pero no lo hizo. Rosa Luxemburgo, quien vefa las relaciones entre el mundo industrial y el ‘Tercer Mundo de manera similar al presente libro, no realizé un andlisis de los flujos de energia y materiales. Al fin y al cabo cran economistas, aunque eco- nomistas marxistas. Adem4s, como marxistas, quizds temieran que la intro- duccién de la ecologfa implicaba la «naturalizacién» de la historia humana, y de hecho ha habido intentos de hacer esto, desde el malthusianismo (tenden- cia «natural» al crecimiento exponencial de la poblacién humana) hasta la sociobiologfa. No obstante, la introduccién de la ecologfa en la historia hu- mana no naturaliza la historia, més bien historiza a la ecologia. El uso exoso- matico de la energfa y materiales por parte de los humanos depende de la tecnologia, la economia, la cultura y Ja politica. La démografia también esta relacionada con las estructuras y percepciones sociales cambiantes, y es un sistema reflexivo, en tanto que los patrones de migracién humana dependen dela economia, la politica, las leyesy la policia de fronteras, mds que de impe- rativos naturales. El estudio de 1912 por Popper-Lynkeus sobre los flujos energéticos y ma- teriales no est4, por tanto, dentro de la tradicién marxista. Se han propuesto muchos esquemas para garantizar la seguridad econémica bajo la forma de una renta bdsica o de una asignacién de bienes de subsistencia. Uno de los 51

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