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El Zorro de Arriba y Le Zorro de Abajo

es la sexta y última novela del escritor peruano José María Arguedas publicada póstumamente en 1971. Es una novela trunca, es decir, no culminada, y que se halla intercalada por unos diarios personales e intimistas donde el autor refiere los tormentos que le agobiaban mientras iba escribiendo la novela, para finalmente anunciar su inminente suicidio.

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El Zorro de Arriba y Le Zorro de Abajo

es la sexta y última novela del escritor peruano José María Arguedas publicada póstumamente en 1971. Es una novela trunca, es decir, no culminada, y que se halla intercalada por unos diarios personales e intimistas donde el autor refiere los tormentos que le agobiaban mientras iba escribiendo la novela, para finalmente anunciar su inminente suicidio.

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EL ZORRO DE ARRIBA Y EL ZORRO DE ABAJO:

UNA MARGINACION AL NIVEL DEL DISCURSO


POR

NAOMI LINDSTROM
University of Texas

I
El zorro de arriba y el zorro de abajo (1971), novela p6stuma de
Jos6 Maria Arguedas, es un documento excepcional y, en ciertos sen-
tidos, extraliterario. La elaboraci6n de la f bula narrativa se suspende
en cuatro ocasiones al ser desplazada por otra actividad de escritura mis
urgente: la autorrevelaci6n a trav6s del diario personal. Los diarios re-
sultantes son, en si, escritos extraordinarios. Al entrar en su lectura, uno
se convierte en testigo intimo de un conflicto entre las fuerzas que im-
pulsan al autor hacia el suicidio y las que buscan devolverlo a la con-
tinuaci6n de la vida y la novela. El texto carece notoriamente de clausura,
es decir, nunca se sefiala el cumplimiento de una tarea literaria. Su ter-
minaci6n responde a una circunstancia extraliteraria: la autodestrucci6n
del generador.
Estas caracteristicas de la obra explican en parte la poca atenci6n
critica que ha recibido hasta la fecha. Desde cierta perspectiva, puede
considerarse una novela trunca, dafiada, producto de los accidentes de
la vida y no de las necesidades del arte. Las palabras del autor en sus
numerosos autocomentarios tienden a proyectar esta imagen de un texto
que se escapa del control artistico; por ejemplo: <<Escribo estas paginas
porque se me ha dicho hasta la saciedad que si logro escribir recuperar6
la santidad. Pero como no he podido escribir sobre los temas elegidos,
elaborados, pequefios o muy ambiciosos, voy a escribir sobre el inico
que me atrae..., 1
SJos6 Maria Arguedas, El zorro de arriba y el zorro de abajo (Buenos Aires:
Losada, 1971), p. 12. Las siguientes citas de este texto indican la paginaci6n
correspondiente a esta edici6n.
212 NAOMI LINDSTROM

No obstante, los criticos que se han interesado per la materialidad


textual de los Zorros, y no s61o por su contenido humano, han descu-
bierto varies marcadores innegables de una ruptura profunda con el
discurso que suele considerarse <<literatura>>. Para Jean Franco, el Argue-
das de los Zorros abandona los principios que sustentan y organizan la
literatura social, tanto la tradicional como la innovada. La noci6n del
texto como reflejo fidedigno o distorsionado de una realidad social se
pone en tela de juicio. La meta realista de acercar la literatura al modelo
de un acto de comunicaci6n pragmatica queda desvirtuada y descartada
para siempre. Con tal reajuste, surge una nueva manera de conceptua-
lizar y de organizar el texto literario, esta vez con un mayor grado de
autoconciencia, critica y autocuestionamiento 2
Martin Lienhard percibe tambien un rechazo frontal de ciertas ideas
fundamentales acerca de la literatura y sus alcances. Segun su analisis,
toda la novela plantea la pregunta: <qFin de la literatura?> El agente
concreto de tal desaffo es el injerto de lenguaje oral y de estructuras
pertenecientes al discurso hablado del pueblo dentro del discurso de la
novela 3.
Los comentarios de Julio Ortega patentizan una vez mis La distancia
que mide entre los Zorros y el texto que -mediante varias estrategias
textuales- se define como literatura. Segin el analisis de Ortega, lo
que rompe con el esquema esperado es la manera de representar una
comunicaci6n degradada y deteriorada por un conflicto entre dos siste-
mas de ordenar la informaci6n. Ya no queda la opci6n de presentar este
dilema de la informaci6n <<desde
afuera>>, sin renunciar la unidad supe-
rior correspondiente al discurso literario. Arguedas crea un discurso que
no supera la confusi6n y conflictividad del habla desgarrada, desnive-
lada, sino que se presenta como una muestra de ella .
2 Jean Franco, <<From Modernization to Resistance: Latin American Literature

3Martin Lienhard, <<Tradici6n


1959-1976 , Latin American Perspectives, 5, 1 (1978), 80-81.
oral y novela: los 'zorros' en la tltima novela
de Jos6 Maria Arguedas , Revista Chilena de Literatura Latinoamericana, num. 6

Podemos preguntarnos si el <<truncamiento>


(1977), 91-92. Resume Lienhard su argumento:
relativo de la novela -fuera
de sus causas inmediatas, la neurosis y el suicidio de Jos6 Maria Argue-
das- significa un rechazo de la soluci6n mitica (y, por consiguiente, lite-
raria) de las contradicciones de la realidad concreta. Tal vez, frente a la
agudizaci6n de dstas, el escritor considera insuficiente o no operativo el me-
dio de la practica literaria; en este caso, la interrupci6n de la novela signi-
ficaria que Jose Maria Arguedas deseaba pasar la palabra a los verdaderos
protagonistas de la historia: al pueblo.
Julio Ortega,<<Crisis, identidad y cultura en el Peru , en Varios, Peru: Iden-
tidad nacional (Lima: CEDEP, 1979), pp. 191-234. Segun Ortega, en los Zorros
UNA MARGINACION AL NIVEL DEL DISCURSO 213

Es notable la congruencia entre los comentarios de los tres analistas.


Los tres sittian la excepcionalidad o extraliterariedad del texto en el
mismo dominio: el discurso. La escritura, es decir, el conjunto de prin-
cipios organizadores que rigen el ordenamiento del texto, y el lenguaje
mismo en el cual se ha elaborado, dan las claves de la ruptura funda-
mental. Es patente la relaci6n organica entre la realizaci6n an6mala del
texto y el sentimiento de disoluci6n, enajenaci6n y marginaci6n que
experimenta su generador. Es un <<estar
fuera>> cuyos marcadores textua-
les son ficiles de ver -el autor declara explicitamente su marginaci6n
y la de sus personajes-, pero cuya plasmaci6n en el discurso del escrito
necesita un examen critico.
Para realizar tal examen, el presente trabajo se vale de un modelo
ecl6ctico de analisis de discurso. Hay que dar cuenta de tres fendmenos
interrelacionados que se encuentran operantes en el texto: a) la orga-
nizaci6n global del texto y los principios rectores que la determinan;
b) la pluralidad conflictiva de standards lingiiisticos y de sistemas de
ordenar la informaci6n presentada en el texto; c) los comentarios, expli-
citos o implicitos, que hace el autor con respecto a la desintegraci6n y
distorsi6n que padece el discurso desgarrado entre sistemas irresoluble-
mente opuestos.

II

Las dos anomalias mas obvias son la intercalaci6n de diarios intimos


y la desintegraci6n y truncamiento del texto junto con la vida de su pro-
ductor. Hay que reconocer que ninguna de las dos constituye un caso
tinico en la literatura. No pocas obras han sido publicadas p6stuma-
mente. Tampoco es del todo nuevo el injerto de un discurso confesional
dentro de otro ficcional; por ejemplo, Cdmo se hace una novela (1944),
de Miguel de Unamuno; Abadddn el exterminador (1974), de Ernesto
Sabato. Lo que interesa, entonces, no son estas caracteristicas en si, sino
la manera en que llegan a testimoniar una crisis del discurso, de la orga-
nizaci6n de la comunicaci6n misma.

<la posibilidad de racionalizar el conflicto de la informaci6n se ha fracturado:


ahora s61o resta comunicar su desintegraci6n a trav6s del habla del 'loco', del
habla del 'borracho', del habla 'apocaliptica' de una informaci6n sin destino social,
desgarrada por la marginaci6n y la injusticia . Tambi6n interesa al respecto el
analisis de la situaci6n del discurso en el Perti en Ortega, La cultura peruana:
experiencia y conciencia (Mexico: Fondo de Cultura Econ6mica, 1978). Aquf Or-
tega sefiala el conflicto creado por la politica cultural y lingiiistica oficial con su
desvirtuaci6n y negaci6n del elemento indigena.
214 NAOMI LINDSTROM

En el <<primer diario>>, primer fragmento con el cual se enfrenta el


lector, ya empieza a plasmarse un discurso conflictivo. El diario sirve
para exponer las perturbaciones psiquicas y animicas de Arguedas y la
relaci6n entre su malestar y su producci6n textual. Para abordar esta
materia emplea procedimientos comunicadores de indole radicalmente
distinta. Los dos polos entre los cuales fluctiia la elaboraci6n del diario
se pueden caracterizar como <<hablar directo>> (es decir, directo para el
lector occidental) y <<hablar en mitos>>.
Las primeras piginas del <<primer diario>> parecen adherirse al esque-
ma de la escritura confesional. Arguedas proporciona datos intimos acer-
ca de sus episodios de malestar psiquico, sus miedos y sus dudas; su
estado de crisis actual; su programa de escribir <<por terap6utica>.
Aquf abundan los marcadores de una reproducci6n escrita del len-
guaje de la comunicaci6n oral, verbigracia, <<Bueno, ... > (p. 17), <algo
asi como (p. 17). Tambien es muy sugestivo del discurso hablado la
falta de nexos 16gicos explicitos. Como sefiala Walter J. Ong, la explici-
taci6n de las conexiones 16gicas es una caracteristica del texto escrito,
donde la imposibilidad de intercambio entre locutores la hace impres-
'.
cindible Asi, Arguedas nos informa, en el espacio de una sola frase:
Don Felipe tiene pequefia estatura -an vive-> (p. 16). La naturaleza
conversacional o seudoconversacional del texto aumenta al dirigirse el
autor a los interlocutores que figura su imaginaci6n: el amigo Pachequi-
to, Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Julio Cortazar. Aparecen, de esta ma-
nera, las formas vocativas, las preguntas dirigidas a un interlocutor
designado y los recuerdos compartidos entre amigos.
Al basarse asi en un paradigma del discurso entre hablantes, Argue-
das parece ofrecer un texto mas directo, mas relevador del productor.
Tal procedimiento pareciera ajustarse al proyecto de autorrevelaci6n
confesional. Lo reinfuerzan las repetidas declaraciones y aclaraciones del
autor: que no se define como literato, que s6lo recurre a la palabra
escrita <<por amor, por goce y por necesidad, no por oficio>; que sobre
todo ahora, en su estado de crisis, quiere evitar la literaturizaci6n de
su texto.
Apenas establecido como norma, este <<hablar directo>> se ve infil-
trado y desgarrado por otro discurso incompatible. El segundo procedi-
miento discursivo tambidn se aparta de o10
literario, pero su desviaci6n
es otra. Consiste en un injerto de lo antilineal, de lo mitico-anal6gico,

5 Walter S. Ong. S. J., <<Literacy and Orality in Our Times>>, en Richard


I. Brod and Jasper P. Nell, eds., Profession 79 (Nueva York: Modern Language As-
sociation, 1979), p. 3.
UNA MARGINACION AL NIVEL DEL DISCURSO 215

todo lo cual esti estrechamente relacionado con el elemento serrano-


indigena.
Un ejemplo de este <<hablar en mitos>> es la explicaci6n de la flor,
el huayronqo, vinculada con el concepto de la muerte. Arguedas intro-
duce el tema al aludir -ambiguamente- a un intento de autoenvenena-
miento. Un poco mis adelante, el lector se da cuenta de que se trata
de un envenenamiento metaf6rico. Para aclarar la relaci6n entre <<pensar
en el huayronrqo>> y <<tomar veneno>>, Arguedas se lanza a una descrip-
ci6n detallada de la flor, las moscas que se posan en ella, la p6lvora
amarilla que la cubre y otros pormenores dificiles de integrar al tema
central. Poco a poco, nos informa sobre la vinculaci6n -a trav6s de la
analogia- entre huayronqo y muerte. Al entrar en este c6digo poco
familiar, el lector llega a entender que pensar en el huayronqo es algo
contraindicado para Arguedas porque le Ilena de pensamientos morbo-
sos. Sin embargo, la traducci6n al pensamiento occidental es muy aproxi-
mada, reduccionista. Las relaciones miticas poseen una contextura que
no logra recrear el discurso lineal. Los terminos de la relaci6n anal6gica
siguen desarrollandose con una complejidad cada vez mis densa: <<Los
efectos del veneno continiian. Es como si los ojos estuvieran algo enlo-
dados en ese polvo que el huayronqo abraza con su cuerpo negro>>
(p. 27).
Arguedas emplea los dos modos sin diferenciar entre ellos. Pero para
el lector de orientaci6n occidental, el habla antilineal constituye un dis-
curso de interpretaci6n muy dificil. El Arguedas coloquial-directo es
transparente, accesible, mientras que el Arguedas mitico-metaf6rico exige
un esfuerzo consciente de descodificaci6n. Como nota Jonathan Culler,
al lector de Occidente le falta experiencia como receptor del discurso
mitico, cuyas reglas tiene que ir descubriendo mientras lee o escucha 6
El lector del discurso mitico de Arguedas se enfrenta con dos barreras:
la dificultad inherente del nuevo sistema y la fluctuaci6n desconcertante
entre dos mecanismos organizadores del discurso.
<<Hablar directo>> y <hablar en mito>> no agotan las variedades del
habla en el diario. Tambi6n figuran en 61 fragmentos de otra ret6rica
mas formal y elevada: <<Quizi...alguna vez el hombre elimine el sufri-
miento sin menoscabar su poder>> (p. 14); <las miriadas de estrellas que
desde San Miguel podemos contemplar con una serenidad feliz>> (p. 15).

6 Jonathan Culler, Structuralist Poetics (Ithaca: Cornell, 1975). Vease tambidn


Sail Sosnowski, Cortcizar: una basqueda mitica (Buenos Aires: Ediciones Noe,
1973), en donde se analiza la dificultad que experimenta el lector al entrar en un
discurso mitico sin experiencia en su descodificaci6n.
216 NAOMI LINDSTROM

Este lenguaje <<iterario>>, de un modo parad6jico, aparta el todo auin mas


de la literatura. El conflicto entre sistemas incompatibles de organizaci6n
textual queda sin resolver.

III

Esta misma situaci6n conflictiva sigue manifestindose a lo largo del


libro. Mientras que en el diario una sola voz emplea varios modos expre-
sivos, en los fragmentos novelisticos los personajes encarnan los diversos
procedimientos. Don Diego, por ejemplo, zorro-hombre de la leyenda
andina, intenta hacer de su discurso mitico un lenguaje subversivo, un
contrarremedio contra la comunicaci6n racionalista del mundo <<progre-
sista>. Don Angel, agente de la industrializaci6n y la modernizaci6n, se
caracteriza por una necesidad compulsiva de degradar, desprestigiar y
desvalorizar el discurso de los serranos con los valores culturales que
implica.
De alli el drama textual que se da al referirse la <lecci6n que don
Diego le suministra a don Angel. La supuesta situaci6n discursiva es
una sesi6n informativa acerca del funcionamiento de la fabrica que diri-
ge don Angel. Sin embargo, al hombre-zorro no le interesa una infor-
maci6n ordenada segin el esquema racionalista del ejecutivo. El gerente,
por su parte, rechaza el habla miticamente ordenada con la cual le con-
testa el zorro. Ademas, tiene menos inter6s en informar que en lucir su
dominio perfecto del discurso ejecutivo.
Asi se produce no tanto un dialogo como un desencuentro hablado.
El hombre-zorro insiste en explicar la fibrica mediante una serie de
analogias con el mundo natural. El elemento de magia y de mito inhe-
rente en tal procedimiento es repudiado por el jefe: <C6mo se ve que
no entiende...> (p. 143). Si no descarta las observaciones del zorro, las
degrada al convertirlos en los clis6s mas burdos del habla occidentali-
zada. Por ejemplo, el zorro comenta el brillo de la anchoveta que se
procesa: <<S6lo la vida produce un brillo como ese que est6 viendo mi
ojo. Y en esta poca luz, el mar nos manda su resplandor, que nosotros
apagamos y convertimos en otra vida; pero la muerte es como ese gu-
sano que esti en el vacio de cemento. Alguien lo dirige y 61 come aire;
el aire que le dan para comer, ino es cierto?>, a lo cual responde don
Angel: <<Cierto, don Diego. Pez grande se come al chico. Nada nuevo,
mi amigo...> (p. 143).
A pesar del caricter desgarrado de este intercambio, la comunicaci6n
se logra durante la visita del zorro a la fabrica. Es una comunicaci6n
UNA MARGINACION AL NIVEL DEL DISCURSO 217

que se escapa de las vias -ya bloqueadas y deterioradas- de transmi-


si6n por el habla. En una ocasi6n, el zorro conoce a un obrero mediante
las cualidades sonoras de su voz; el intercambio verbal es muy secunda-
rio a este conocimiento intuitivo-migico. La mirada del zorro, su manera
de cambiar de color y de emitir luz, su <<aura>>,
son los instrumentos del
vinculo comunicativo que logra establecer con los obreros y, a pesar de
la rigidez del jefe, con el mismo don Angel.
De todas las estrategias no verbales del zorro, la mis eficaz es el
baile. Con la misica y la danza de la sierra, supera el conflicto entre
los dos sistemas de percibir y de estructurar la experiencia. Su comunit
caci6n bailada an puede veneer la correcci6n <<estilo
ejecutivo>> que
rige la conducta de don Angel. Se describen los efectos: <<Ritmo
y baile
le encendieron toda la memoria y el cuerpo, la camrne humana viva que
tanto apetece estas melodias de compases dulces e imperiosas. El jefe
comenz6 a mover la cabeza...>>; dentro de poco le brota un canto confe-
sional. Con este episodio, se ofrece muy poca esperanza de remediar el
conflicto al nivel del discurso; la *nica resoluci6n parece ser la susti-
tuci6n de la palabra por otro modo comunicador menos conflictuado .

IV
Mientras que el zorro representa la transmisi6n y la recepci6n efi-
caces de informaci6n y conceptos, hay otros personajes que no ofrecen
mas que el especticulo deprimente de una comunicaci6n ya degradada
hasta el punto de la incoherencia total. Quiza el mas deteriorado en sus
procedimientos discursivos sea el negro Moncada, predicador de dispa-
rates apocalipticos. El modelo de su predica es el texto del profeta
Isafas, pero la atracci6n que ejerce este modelo poco tiene que ver con
sus contenidos religiosos. Moncada, como explicita el autor, se identi-
fica con <el lenguaje 'de ese Esaias'>. A pesar de su poco entendimiento
del profeta, siente en carne propia <<la ira, la fuerza que tenia e1... se
' En este episodio, el gerente verbaliza una denuncia de los procedimientos
explotadores de su compafia. Aunque esta confesi6n se formaliza en palabras,
tambien es un acto comunicativo bailado y cantado. La comunicaci6n verbal s61o
se produce cuando ya estin en pleno funcionamiento todos los elementos no ver-
bales de la situaci6n: los cambios de color de don Diego, su atracci6n mdgica,
la ritualizaci6n de la entrevista por la introducci6n del baile y del canto. Lien-
hard (88) comenta la naturaleza ritual de esta interacci6n. Sobre los procedimientos
de atracci6n y comunicaci6n migicas representados en los Zorros, vease Fergus
Mitchell, Jr.,
(1978), 46-56.
<<The Foxes in Jos6 Maria Arguedas' Last Novel , Hispania, 61, 1
218 NAOMI LINDSTROM

alimentaba mejor del tono, la 'tiniebla-lumbre', como 1 decia, de las


predicaciones del profeta>> (p. 169). Es el modelo, entonces, de un dis-
curso que se descarga en todas direcciones, sin destino, sin finalidad
social identificable.
La representaci6n de este personaje y su habla pseudoprof6tica se
integra al intento mis global de cuestionar la eficacia del discurso y,
sobre todo, del discurso literario, que pretende lograr una coherencia
mas sintitica. En primer lugar, desconcierta la descripci6n pormenori-
zada de la relaci6n anormal del loco con el discurso. El narrador insiste
en mostrarlo como representante paradigmitico de la perdida de fe en
la palabra como vehiculo de transmisi6n de informaci6n. Esta misma
insistencia sugiere que la <locura> discursiva del hombre tiene base en
la realidad social, que la palabra ya no puede aspirar a mas que la des-
carga de <la ira, la fuerza... 'la tiniebla-lumbre'.> Por otro lado, es inne-
gable el paralelismo entre la predica y los demis actos discursivos del
loco Moncada -extensamente transcritos- y la actuaci6n de Arguedas
al componer los Zorros. Aunque el discurso de Moncada demuestra una
desintegraci6n mas avanzada, en gran parte, los factores desintegradores
son los mismos que ocurren en los diarios: el choque de sistemas expre-
sivos, cada uno queriendo ordenar el mundo segin un esquema distinto.
El resultado, al parecer irremediable, es la imposibilidad efectiva de
cualquier ordenamiento adecuado.

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