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Carl Schmitt-Catolicismo Romano y Forma Política

Schmitt, Carl. Catolicismo romano y forma política, (Madrid: Tecnos, 2011).

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erences Coleccion Clisicos del Pensamiento fandada por Antonio Truyol y Serra Director: Eloy Garcia Carl Schmitt Catolicismo romano y forma politica Estudio preliminar de RAMON CAMPDERRICH BRAVO ‘Traduccién y notas de PEDRO MADRIGAL telGjos ‘Titulo original: Ramischer Katholizismus und politische Form Diseiio de cubierts: IX, Diseio grifico, SL. INDICE Estupto raexnanas. 7 Pag. big Caxtoicismo noMAKO Y FORMA POLITICA, a La vistpiLipap DE LA TcLESIA. UNA CONSIDERACION ESCO" TASTICA crane Reservados todas los derechos. El contenido de esta obra cath protegido por la Ley, que establece penas de prisién. Yio multae, ademse de Iss correspondientes indemniza- Tienes por datos y pexuicios para quienes reprodujeren, Dlagiaren, distrbuyeren o corunicaren piblicamente, en todo o en parte, una obra iteraria, atistica o cientifica, su transformacion, interpretacion o ejecucién artstica : jada on cualquier tipo de soporte o comunicada & tre~ ‘és de evalquier medio, sin la preceptiva autorizacién, © Klett-Cotta, 1923, 1925,1984 J. G. Gottasche Buch Tandlang Nadifolger GmbH, Stutgart ‘© Esnudio preliminar, Rein Casenzmrics Baavo, 2011 ‘© Treduceién y notas, Pepko MapnicaL, 2011 ‘@ EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA. $. A), 2011 ‘Juan Ignacio Luca de Tena, 15 - 28027 Madkid i ISBN: 978-£4-308-5204-5 Depésto Legal: M-62-2011 EHH He EEE Hee eee eee erate eee Printed in Spain. Impreso en Espaia por Cosas Oreoyen Existe un impulso anti-catélico romano. De él se nutre aquella lucha contra el papismo, el jesuitismo y el clericalismo que ha conmocionado con un descomunal conjunto de energias religiosas y politicas algunos si- glos de la historia europea. No s6lo los fanaticos secta- rios, sino generaciones enteras de devotos protestantes yy cristianos greco-ortodoxos, han visto en Roma al An- ticristo o a la ramera babilénica del Apocalipsis. Esta imagen operd, con su fuerza mistica, de un modo més ‘profundo y poderoso que cualquier cilculo de orden eco- némico. Sus efectos perduran durante mucho tiempo: hasta Gladstone o Bismarck (en sus Gedanken und Erin- ‘nerungen) muestran atin una nerviosa inquietad cuando aparecen jesuitas o prelados urdiendo intrigas clandesti- nas. Con todo, el arsenal emocional, y basta mitico, si se ‘me permite llamarlo asi, de la Kulturkampf' y de la lucha TEI Kudturkampf, o combate cultural, es el nombre que se ba dado al conflicto que opuso, por un lado, al canciller del Imperio alemén Otto vor Bismarck y, por otto, 2 la Iglesia catéica y all Zentrum, el partido de los catéicos alesnanes, entre 1871 y 1887 ‘El término empezé a usarse en 1873, cuando el estadista liberal 8 4 cea: scunarr contra el Vaticano, asf como la separacién francesa entre Iglesie y Estado, resulta algo inocuo en comparacién con Ia faria demoniaca de Cromwell. A partir del siglo xvm, 1: argumentacién se hace cada vez més raciona- lista o aumanitaria, utilitarista y superficial. Unicamente en el caso de un ortodexo ruso como Dostoievski se alza una vez més el horror anti-catélico romano, en su descripeién de la grandeza secular del Gran Inqui- sido * Perv lo cierto es que, con todos sus distintos mati- ces y gtadaciones, Io que sigue en pie es e! miedo ante ¢l incoacebible poder del catolicismo romano. Puedo imagin me muy bien a un anglosajén protestante sin- tiendo ‘ods las antipaties de que es capa ants la ona, 4quinari papab», cuando piensa en que alli hay toda una ‘monstr10sa administracién jerérquica que quiere con- trolar kc vida religiosa, y se encuentra dirigida por per- sonas cue rechazan, por principio, tener una familia. sea, una burocracia de célibes. Lo cual no podré por ‘menos We asustarlo a é1, con su sentido de la familia y su rechizo de todo control de indole burocritica. No obstanti, éste es, més bien, un sentimiento no expre- sado. L que més se oye es el reproche, repetido por activa y por pasiva durante todo el siglo xxx, parlamen- tario y democrético, de que la politica catdlica no es ora cos1 que un ilimitado oportunismo. Su elasticidad es, de h-cho, asombrosa. Se alia con corrientes y gru- Pos conirapuestos, y se le ha echado en cara mil veces la disparidad de gobiernos y partidos con los cuales ha Gi i ert qu ue cont es eatizesrnaton iguira «2 carter dota gan isha en atsee Sos Ran seed ee ices dol (CATOLICISMO ROMANOY FORMA PoLinica 5 pactado en distintos paises coaliciones; segim fuere la constelacién politica, tanto con absolutistas como con monarcémacos, Es, en la €poca de la Santa Alianza, a partir de 1815, un refugio de lo reacciouario y enemiga de todas las libertades de cuiio liberal, mientras que en otros paises reivindica, con una feroz oposicién, esas mismas libertades, sobre todo la libertad de prensa y de ensefianza; predica en las monarquias europeas, ia alianza entre el trono y el altar, mientras sabe mante- nerse, sin ningin titubeo, en las democracias de cam- ppesinos de los cantones suizos 0 en Norteamérica, del lado de una democracia convencida, Personalidades de gran importancia, como Montalerabert, Tocqueville o Lacordaire, defendian ya un catolicismo liberal cuan- do muchos de sus hermanos de fe seguian viendo en el liberalismo al Anticristo 0, al menos, al precursor del Anticristo; monarquicos y legitimistas catélicos apare- cen del brazo de custodios catélicos de la Reptiblica; hay cat6licos que son aliados tacticos de un socialisino que otros catdlicos tienen por cl diablo, pactando ya, de hecho, con los bolcheviques, al mismo tiempo que los representantes burgueses de la sacralidad de la pro- piedad privada seguian viendo en ellos una banda de malhechores hors 1a loi. Parece que 2 cada cambio en Ja situacién politica se cambian también todos los prin- cipios, salvo uno, el del poder del catolicismo. «Se re- claman de los adversarios todas las libertades en nom- bre de la libertad de oponerse, al mismo tiempo que se Jas niegan a aquéllos en nombre de los propios princi- pios catélicos.» Con qué frecuencia vemos la imagen de la Iglesia que nos presentan los pacifistas burgue- ses, socialistas y anarquistas: altos prelados de la Tele- sia bendicen los cafiones de todos los paises beligeran- 6 can scunarr tes. O bien hay literatos «neocatélicos» que, en parte, son m mrquicos y, en parte, comunistas.O, finalmen. te, por hablar de otro tipo de impresiones sociolégicas, ahi teremos, junto al cura mimado por las damas de ls Corte, al franciscano irlandés que anima a resistir a los eile huelga. No cesan de desfilar ante los ‘ojos de: uno fis iS Y conexiones ic : Sean y del catolicismo igual Bastante de esta versatilidad y ambigtiedad, su doble cara, $1 cabeza bifronte de Jano, su hermafroditismo (como Byron se expresara sobre Roma) puede explicar- se simlemente recuriendo a paalelsmos de caécter politice: 0 sociolégico. Todo partido que tenga una vi- sin del mundo firme e tees psa eae nes tic icas de la Iucha politica, evar a cabo eoalicio- ‘nes cor, agrupaciones de lo mas variopinto. ¥ esto no es menos valido, por mucho que defienda una serie de princip os radicales, para un socialismo convencido que para el catolicismo. Hasta un movimiento nacional ha ee aoe aes Pinte la situacién del vals, con Ja Monarquia legitima co con Ia Fiepublica democratica. Bajo el ae de vista de ‘una det:rminada visién del mundo, todas las formas y posibili Jades politicas se convierten en un mero instri- mento yara la idea que se ha de realizar. Aparte de que no poce de aquello que parece contradictorio no es sino luna cot secuencia y un fenémeno concomitante de un univers: lismo politico. Que la Iglesia catélica romana. contina:', como ‘conjunto histérico y como aparato ad- ministretivo, el universalismo del Imperio Yomano, ¢s un hech» rftendado, con curiosa unanimidad, desde to. dos tos ‘ados. Nacionalstas franceses, entre los cuales podemos nombrat, como a su representante més carac- CATOLICISMO ROMANOY FORMA POLITICA 7 teristico, a Charles Maurras, teéricos germénicos de la raza como H. St. Chamberlain, profesores alemanes de procedencia liberal como Max Weber, asi como un poe- ta y visionario paneslavo como Dostoievski, basan sus construcciones sobre ese hecho de la continuidad entre la Iglesia catélica y el Imperio romano. Ahora bien, a todo Imperio universal corresponde un cierto relativis- mo frente al conglomerado multicolor de posibles opi- niones, una desconsiderada superioridad sobre particu laridades de indole local y, simulténeamente, una tolerancia oportunista en cosas que no tengan una im- portancia central. Tanto el Imperio romano como el in- ¢glés presentan en este punto bastantes semejanzas. Todo imperialismo que sea mas que un simple clamor, entra- a en si mismo determinados antagonismos, como el conservadurismo y el liberalismo, la tradicién y el pro- greso, ¢ incluso el militarismo y el pacifisono. En la his- toria de la politica inglesa esto queda patente casi en cada generacién, desde la contraposicién entre Burke y Warren Hastings hasta la que media entre Lloyd George y Churchill o Lord Curzon. No obstante, de ningin ‘modo ha quedado definida la idea politica del catolicis- ‘mo mediante la referencia a las propicdades del univer- salismo. Ha de ser mencionada tinicamente porque el sentimiento de miedo ante ese aparato de administra ci6n universal es frecuentemente explicado como una reaccién justificada de movimientos nacionales y loca~ les. Especialmente en el sistema romano, fuertemente centralizado, més de uno, aferrado a su patriotismo na- cional, tiene que sentirse marginado y engaiiado. Lleva- do por el encono de su galesa conciencia nacional, un irlandés formulé la sentencia de que Irlanda no es sino a pinch of snuff in the Roman snuff box» (y le Bubiera 8 cons aaarr gustado decir: «a chicken the prelate would drop into the cald:on which he was boiling for the cosmopolitan ‘restaurai >). Pero, por otto lado, bay naciones catélicas —como as de los tiroleses, espafioles, polacos o irlan- deses— «tue deben precisamente una parte fundamental de su fue'za de resistencia l catolicismo, y esto no sélo, ciertameste, cuando el opresor era un enemigo de la Iglesia. Tanto el cardenal Mercier von Mecheln como el obispo Korum von Trier han representado la dignidad y 1a antoco..ciencia de lo nacional de una forma mas im- onente « impresionante que el comercio y la indus- ‘tia, y esto ante un adversario que no se conducfa, en absoluto, como un enemigo de la Iglesia, sino que bus- aba, més bien, una alianza con ella, Tales fenémenos no podré:1 clarificarse con explicaciones meramente Politicas > sociolégicas a partir de la naturaleza del universalism, como tampoco puede explicarse aquel sentimien‘o anti-romano como una reaccién nacional 0 local cont a el universalismo y el centralismo, si bien es verdad qu: en el curso de la historia universal parece se- guro que cualquier Imperio ha debido suscitar reaccio- nes semejantes, Yo creo que ese sentimiento se haria infinita- mente mas profundo si se comprendiera, en toda su hondura, rasta qué punto la Iglesia catélica es una complexic oppositorum. No parece que haya contra- diccién al puna que ella no sea capaz de englobar. Se precia, deide hace ya mucho tiempo, de coneiliar en ‘su seno todas las formas de Estado y de gobierno, de ser ella misma una monarquia autocratica cuya ca- beza es elegida por una aristocracia cardenalicia y en donde, sin embargo, hay tanta democracia que, sin ‘comsiderac én de clase y linae, el iltimo de los pastores CATOLICISMO ROMANO FORMA POLITICA 9 de los Abruzos,,segin lo formula Dupanloup, tiene la posibilidad de convertirse en ese soberano autocritico. Su historia conoce ejemplos que revelan una adaptacién asombrosa, pero también otros de una rigidez intran gente, de una capacidad de resistir de la forma més vi- rilo de una conducta de indulgencia femenina, con una extraiia mezcla de soberbia y humildad. Resulta a duras penas concebible que un filésofo riguroso de la dictadu- ‘a antoritaria como lo es el diplomatico espatiol Donoso Cortés y un rebelde como Padraic Pearse, vinculado a los sindicalistas y entregado con bondad franciscana al pueblo irlandés, fueran ambos devotos catélicos. Pero incluso en el plano teolégico domina en la Iglesia esa complexio oppositorum. Rigen tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, yuxtapuestos, replicéndose ast al 03-40 de Mareién con un tanto3-4como, En la doctrina de la Trinidad han sido afiadidos al monoteismo judfo y @ su transcendencia absoluta tantos elementos de ‘manencia divina que incluso aqui se pueden concebir multitud de mediaciones, y ateos franceses y metafisi- cos alemanes que volvian a descubriz, en el siglo xix, el politeismo, llegaron a elogiar a la Iglesia por su vene~ raciéa de los santos, al creer reconocer en ello un sano paganismo. La tesis fundamental a la cual pueden re- itirse todas las doctrinas de una filosofia del Estado y de la sociedad consecuentemente anarquista, esto es, el antagonismo entre el hombre «malo por naturaleza» y el «bueno por naturaleza, esta cuestion decisiva para la teoria politica no es contestada, en absoluto, en el dog ‘ma tridentino, con un simple si o no; mds bien, el dog- ‘ma sélo habla, a diferencia de la doctrina protestante, de ‘una total corupeién del hombre natural, de una herida, ‘una debilitacién o un enturbiamiento de Je naturaleza 10 car: sconerr humane, permitiendo, con ello, en la practica, algunas gtadaciomes y adaptaciones, La asociacién de antago- nismos se extiende hasta las tltimas raices psicolégicas ¥ sociales de determinadas motivaciones y representa Ciones fummanas. El Papa lleva el nombre de padre, y la Igles.a es ta madre de los creyentes y Ia esposa de Cristo, 1» cual constituye una admirable combinacién de Jo patricrcal con lo matriarcal, pudiendo dar a esas dos corrients de los complejos e instintos més elementales —el resveto al padre y el amor a la madze—un rembo que llews.a Roma, ¢Existe una rebelién contra la madre? Y¥ anotep0s, finalmente, lo més importante: esa ilimi- tada am)igiiedad viene asociada a su vez.con el dogma- tismo mis preciso y una firme voluntad de decision que ‘culmina en la doctrina de la infalibilidad papel. Considerada desde Ia idea politica del catolicismo, la esencia de esa complexio oppositorum catdlico-r0- mana se basaria en una supremacia especificamente formal sobre la materia de la vida humana como hasta ahora no ha conocido Imperio alguno. En ella se ha logrado una conformacién sustancial de la realidad histérica y social que, pese a su cardcter formal, pet- manece 2n el Ambito de la existencia concreta, llena de vida no obstante, en sumo grado racional. Esta caracter{stica formal del catolicismo romano descan- sa en la sstricta realizacién del principio de la repre- sentaciéit, En esta peculiaridad se puede poner clara- mente de relieve un modo de pensar que contrasta con el pensaraiento técnico y econémico actualmente do- minante. Pero antes hemos de disipar atin un malen- tendido. Partieado de una situacién de promiscuidad espiri- tual, que busca una confraternidad, roméntica hege- CATOLICISMO ROMANOY FORMA PoLtTICA LL liana, junto con muchas otras corrientes, también con la catélica, alguien podria hacer de la complexio opposi- Jorum caidlica una de sus muchas sfatesis, creyendo, de un modo precipitado, que asi ha reconstruido,}a esencia del catolicismo. A los metafisicos de la filosofia espe- culativa poskantiana les resultaba familiar la concep- cién de la vide orgénica e histérica como un proceso que se desarrolla en eternas antitesis y sintesis. Cuando Gorres presenta al catolicismo como el principio mas- cculino y al protestantismo como el principio femenino, ‘convierte al catolicismo en un eslabén de la cadena pu- ramente antitético y ve la sintesis en un «tercer término ‘mis alto». Cae de su peso que también puede ocurrir lo ‘contratio: que el catolicismo aparezca como lo femeni- no y el proiestantismo como lo masculino. Es asimis- ‘mo conccbible que los constructores especulativos con- sideren en ocasiones al catolicismo como ese «ercer ‘término mis alto». A los roménticos catolizantes esto Tes resulta de lo més natural, si bien también es verdad que no les gusta desistir de advertir a la Iglesia que tie- ne que liberarse del jesuitismo y la escolistica, a fin de lograr algo worgénicamente» superior a partir de la ex- terioridad esquemtica de lo formal del catolicismo y ia invisible interioridad del protestantismo. Ahi radica lo ‘que parece ser aquel tipico malentendido, Sin embargo, tales construcciones son algo mas que meras fantasias, castillos en el aire, Incluso —aungue parezca improba- le— son, en grado sumo, conformes a la época, pues su estructura espiritual esti en correspondencia con una realidad. Su punto de partida es, de hecho, una di- visin y una disociacién dada, una antitesis que necesi- ta una sintesis o una polaridad que tiene un «punto de indiferencia», un estado de desgarramiento probleméti- 12 cencscmarr coy de la mas honda indecisién para el que no hay nin- ‘gin otto sesarrollo que negarse a si mismo, para, ne- ‘gindose, ‘legar a posiciones afirmativas. La realidad es ‘que en torios los ambitos de Ta época actual domina un ualismo radical; en el curso de esta exposicién, éste saldré frecuentemente a relucir en sus distintas formas. Su fundainento general es un concepto de naturaleza que ha crcontrado su realizacién en la tierra actual, transform ida por la técnica y la industria. Hoy aparece la natural¢za como el polo opuesto al mundo mecanico de las grandes ciudades, que se alzan en la tierra como enormes estructuras ctibicas, de piedra, acero y cristal. ‘La antites s de este reino de la técnica es la naturaleza salvaje, er, estado de barbarie, no contaminada por nin- guna civiizacién, una reserva a donde «no llega el hombre cv su congojan. Tal escisién en un mundo del trabajo humano enteramente racionalizado y tecnifica- do y una r méntica naturaleza virgen es algo completa~ mente ajeno al concepto de naturaleza del catolicismo romano, Pzrece que los pueblos catdlicos tienen una re- Tacién con el suelo distinta de la que tienen los protes- tantes, quicis porque aquétlos son, en su mayor parte, a diferencia de los protestantes, pueblos de campesinos ‘que no conocen la gran industria. Esto se sostendria, en todo caso, on términos generales. ;Por qué no hay ningu- na emigracién catélica del tipo de la de los hugonotes o de los puri anos? Ha habido numerosos emigrantes cat6- licos, irlacdeses, polacos, italianos, croatas; incluso la mayor parte de los emigrantes podrian ser eat6licos, pues el purblo catdlico era, la mayoria de las veces, mas Pobre que el protestante. La pobreza, Ia necesidad y la persecucién han empujado fuera de su pais a los emi- ‘rantes cat6licos, pero no pierden nunca la nostalgia de ‘CATOLICISMO ROMANOY FORMA POLITICA 13 su tierra, En cambio el hugonote 0 ¢] puritano tiene, en ‘comparacién con estos pobres expulsados de su patria, ‘una fuerza y un orgullo que con frecuencia alcanzan cotas sobrehumanas. Puede vivir en-cvalquier suelo. Pero se transmitiria una imagen falsa si se dijera que echa raices en todos los suelos. Puede levantar su in~ dustria por doquier, convirtiendo cualquier terreno en ‘campo de su trabajo profesional y de su ascesis intra- ‘mundana, consteuyéndose, finalmente, en todos los si- tios un hogar confortables y todo esto al hacerse él mis- ‘mo sefior de la naturaleza y sometiéndola. Este tipo de dominio sigue siendo inaccesible para el concepto de naturaleza catélico-romano. Los pueblos catblico-ro- ‘manos parece que aman de otro modo el suelo de sus raices, la tierra materna; tienen todos ellos su terrisme. La naturaleza no significa para ellos lo contrapuesto & lo artificial y a la obra del hombre, como tampoco a lo racional o sentimental o al corazén, sino que el trabajo humano y el crecimiento orgénico, la naturaleza y le razén, son la misma cosa. El cultivo del vino es el sim- bolo mas hermoso de esta fusion, pero hasta las ciuda- des construidas a partir de ese tipo de espiritu parecen productos crecidos naturalmente del suelo, que se inte- gan al paisaje y permanecen fieles a su tierra, La esen- cia de su concepto de lo urbano entrafia una humanidad que sigue siendo perpetuamente inaccesible al meca- nismo de precisi6n tipico de una moderna ciudad in- dustrial. Asi como el dogma tridentino no conoce el romano una degeneracién y un abuso del cristianismo porque habria mecanizado la religién has- ta hacer dé ella una formalidad sin alma, mientras que, al mismo tiempo, es precisamente gente protestante la que retorn:, en una huida romantica, al seno de la Igle- sia catélica, buscando en ella la salvacién ante la falta de alma dt una época racionalista y mecanicista. Si la Iglesia cor sintiera ea no ser mas que el polo opuesto, con aima, i un estado de carencia de alma se habria ol vidado de si misma. Se habria convertido en el deseado compleme:to del capitalismo, una institucién sanitaria para los pedecimientos de la lucha competitiva, como Ia excursiéa dominical o el lugar de veraneo del urba- nita. Existe, naturalmente, una importante accién tera- Péutica de la Iglesia, sélo que en esto no puede consis- tir Ia esencia de tal institucién, El rousseanismo y el romanticisino pueden regodearse, como con muchas otras cosas también con el catolicismo—una ruina es- pléndida o una indudable antigtiedad—, convertirla in- cluso, «arrellanados en el silldn de los logros de 1789», CATOLICISHO ROMANOY FORMA PoLiTICA 15 en un articulo de consumo de una burguesia felativista, Parece que muchos catélicos, especialmente los alema- ‘nes, estdn orgullosos de ser descubiertos por los historia- dores del arte. Tal satisfaccién, de suyotirrelevante, no habria nocesitado sex mencionada aqui si un pensador politico tan original y rico en ideas como Georges Sorel xno hubiera buscado la crisis del pensamiento catdlico cen la nueva combinacién de la Iglesia con el irraciona- lismo. Segién su opinién, mientras que hasta el siglo xvi Ja argumentacién de la apologética de la Iglesia queria demostrar racionalmente la fe, en el siglo xxx se ‘muestra como son precisamente corrientes irracionalis- tas las que benefician 2 la Iglesia. De hecho, es muy ‘cierto que en el siglo xx todas las formas posibles de ‘oposicién a la Ilustracién y al racionalismo hacen revi- vir al catolicismo. Las tendencias tradicionalistas, mis- tificadoras y roménticas, han hecho muchos conversos. Incluso hoy dia, por lo que yo veo, domina ain entre los, catélicos un fuerte descontento con la apologética tra- dicional, sentida por no pocos como una pseudo-argu- ‘mentacién y un esquema vacio. Pero todo esto no con- ccierne a lo esencial, ya que identifica al racionalismo con el pensamiento de las ciencias naturales, pasando por alto que en Ja argumentacién catSlica subyace una forma de pensar interesada en la direccién normativa de Ia vida social humana, con una logica de demostra- cin especificamente juridica. Casi en cada conversacién se puede observar euin profundamente domina hoy dia el pensamiento el mé- todo de la teenologia y de las ciencias de la naturaleza; por ejemplo, en las pruebas tradicionales de la existen- ia de Dios, este Dios —que gobierna al mundo como elrey al Estado— es convertido, inconscientemente, en 16 cant scsmerr el motor que pone en movimiento la méquina césmi La fantasia del moderno habitante de la gran ciudad est lena, hasta su iltimo étomo, de representaciones \éenicas ¢ fadustiales, proyectindolas en Io cdsmico o en lo metafsico. En esta mitologia ingenuamente me- canicista y matemética se hace del mundo una gigan- tesca méqu na que genera corriente, Aqui no hay tam- poco diferencia de clases. La imagen del mundo del ‘mpresario industrial modermo se asemeja a la del pro- Ietario industrial como un mellizo al oto. Por ello se entienden tien entre si cuando luchan juntos por el Pensamiento econémico. El socialismo, en tanto que se ha convertico en la religion del proletariado industrial de las grand>s ciudades, contrapone al gran meeanismo que se dice representantes. El pensamiento econémico sélo conoce un tipo de forma, e:to es, Ia precisién técnica, cosa que esté lo ‘mis lejos: posible de la idea de lo representativo. Lo econémico, en su unién con lo téenico —la diversidad interna d2 estos dos ambitos la mencionaremos mas tarde— exige una presencia real de las cosas. Con ello se corresponden téminos como «reflejon, «irradia- ciém 0 «especulam, expresiones que hacen referencia un nexo material, a distintos estados o conglomerados ela mista materia. Con tales imégenes se explica uno a simism lo ideal, para incorporarlo a la propia cosei- dad. Por ejemplo, los puntos de vista politicos y religio- 05 son, segiin Ja famosa concepcién econémica de la historia, ¢1 «reflejo» ideolégico de relaciones de pro- duccién, 1o cual no significa otra cosa —si se nos per- mite trata: a esta doctrina segiin su propia vara de me- dir— que en su jerarquizacién social los productores econdmicos deben estar por encima de los «intelectua~ les»; y en explicaciones psicolégicas se deja oir con gusto un tirmino como el de «proyecciémy. Metiforas como preyeecién, reflejo, especular, irradiacién 0 transposic 6n buscan la base «inmanente» a la cosa, En cambio la idea de representacién est tan dominada por el pensam:ento de la autoridad personal que tanto el re- presentant> como ¢] representado han de mantener lo ue se llanca una dignidad personal. El concepto de ésta rno es un concepto de cosa. Representar, en un sentido eminente, :6lo lo puede hacer una persona, y, pot cierto 4 diferencia de la mera «sustituciém»—, una persona ‘con autoriclad, bien una idea que tan pronto como es representavla se personifica. Dios o, en la ideologia de- CATOLICISHO ROMANO Y FORMA PoLiTIcA 27 mocritica, el pueblo o ideas abstractas como libertad € igualdad son concebibles como el contenido de una re- presentacién, pero no se puede decir lo mismo de la produccién y del consumo. La representaciéxi confiere a la persona del representante su propia dignidad, ya gue el representante de un, alto valor no puede ser él mismo algo sin val Pero‘ Gnicamente el represen: cl representado exigen un valor, sino inclu tered el desintaroal que se drigen. Delante de a- tématas y de méquinas no puede representarse nada, como tampoco los autématas y las méquinas pueden ‘a sf mismos o ser representados por al- ‘guien, y si el Estado se ha convertido en el Leviatén, ha que de ningtin modo da expresién al mundo del prolet riado industrial. Uno puede ver, satiricamen- te, este exiblema como una alusién a que la propiedad privada de-los campesinos, que, en el plano econémico, soa reace’onarios, ha vencido al comunismo de los tra- bajadores industriales y la pequetia explotacién agraria ala gran ndustria mecanizada, tecnolégicamente mis perfecta. Pese a todo, este simbolismo primitivo tiene algo de lo quie carecen las méquinas altamente tecnifi- cadas: alg> humano, es decir, un lenguaje. No es de ex- ‘trafiar que a una época dominada por lo econémico lo primero qe le Llama la atencién son las exterioridades hermosa, pues todo eso es lo que a ella mas le falta. ‘Sin embar o, incluso en lo esiético ella se queda, por lo general, en la superficie. Pues la capacidad de creacion de una for-na, de lo que se trata aqui, tiene su néicleo en la capacid ad de acceder al lenguaje de una gran retori- ca. En este se ha de pensar aqui, no, por ejemplo, en las vestiment: s —que es esnob admirar— de los cardena- les o el fasto externo de una hermosa procesién, con toda la belieza poética que pueda haber en ello. Incluso las grandes obras arquitecténicas, la pintura y la musi- ca de la Ig esia 0 sus importantes obras poéticas no son el criterio del que hablamos aqui para evaluar la capa cidad de ciear una determinada forma. Hoy dia hay una separaciér, incuestionable, entre la Iglesia y la crea- cién artistica, Uno de los pocos grandes potas catéli- cos de las ltimas generaciones, Francis Thompson, lo hha expresado en su admirable ensayo sobre Shelley: la Iglesia, en otro tiempo madre tanto de los poetas como de los sants, no menos de Dante que de Santo Domin- 0, se reserva, hoy dia, para si misma tinicamente la gloria de In santidad y deja al arte en manos de otros. CATOLICISMO ROMANO Y FORMA POLITICA 29 «The separation has been ill for poetry; it has not been well for religion.» Eso es verdad, y nadie podria formu- Jarlo de un modo més hermoso y correcto: la situacién actual no es buena para la religién, pero para la,Iglesia no es una enfermedad letal. En cambio, la fuerza para la palabra y para el discur- so, para la retbrica en el sentido:mejor del término, es una sefial de vida humana. Acaso sea peligroso bablar actualmente asi. El no reconocimiento de lo retérico pertenece a los efectos de aquel dualismo polarizado de la época, que encuentra aqui expresién en el hecho de que, por un lado, haya una exuberante misica vocal y, por otro, una objetividad sin habla, tratando de hacer del arte «auténtico» algo romantico-musical-irracional. ‘Como se sabe, existe una estrecha relacion entre lo re~ torico y el «esprit classiquen; haberla reconocido y descrito sigue siendo uno de los grandes méritos de Taine. S6lo que él destruyé el concepto vivo de lo elé- sico mediante su antitesis con lo roméntico, y, sin creer lo propiamente él mismo, se esforz6 por presentar lo clisico como lo retérico y con ello, en su opinién, como artificiosidad, simetria vacia y abiosis almidonada. Todo un juego de bolos de antitesis! En la contraposi- ign entre racionalismo y alguna otra cosa «irracional», lo clisico le es asignado a lo racional y lo roméntico a Io irracional, quedando inoluido lo retérico en lo clisi co-racionalista, ¥, no obstante, lo decisivo seria preci samente el discurso que no argumenta ni razoaa, sino —si se nos permite llamarlo asi— el discurso represen tativo. Que se mueve en antitesis, pero no son Tos anta~ gonismos, sino los elementos diversos los que se confi- ‘guran en una complerio, a fin de que el discurso pueda ‘vivir. {Se puede captar lo que dice Bossuet con las ca- 30 carLscenarr tegorias de Taine? Aquél tiene més entendimiento que muchos racionalistas y mas fuerza intuitiva que todos los rorxnticos. Pero su discurso s6lo es posible con el trasfondo de una autoridad que se impone. Sin caer en un colcquio, en un dictado o en una dialéctica, se muc- ve en su propia arquitectura. Su gran diccién es més que miisica; se trata de una dignidad humana que se thace visible en la racionalidad de la formacién del ha- dla. Todo esto presupone una jerarguia, pues la reso- nancia espirital de la gran retérica proviene de la creencia en la representacién que el hablante reclama para si, En esto se pone de relieve que para la historia del mado el sacerdote comparte la condicién del sol- dado y Jel hombre de Estado. Puede ser colocado junto a éstos como una figura representativa porque también ellos scm figuras representativas, pero no se le puede poner! lado del hombre de negocios y de! técnico, con su men-alidad econémica, que a él tinicamente le dan limosn:s y confunden su representacién con una deco- racion, No

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