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Marcelino García - Estrategias de Análisis Del Discurso

Este documento presenta un índice de 5 capítulos sobre temas relacionados con la semiótica, el análisis del discurso y la comunicación. El primer capítulo incluye pre-textos que exponen algunas ideas y relaciones referidas a estas disciplinas, con la esperanza de provocar respuestas y reacciones que ayuden a transformar hábitos y creencias. Los capítulos siguientes exploran temas como la comunicación pública, los medios y el periodismo, el arte del tejido comunicativo y la investigación semiótica.
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Marcelino García - Estrategias de Análisis Del Discurso

Este documento presenta un índice de 5 capítulos sobre temas relacionados con la semiótica, el análisis del discurso y la comunicación. El primer capítulo incluye pre-textos que exponen algunas ideas y relaciones referidas a estas disciplinas, con la esperanza de provocar respuestas y reacciones que ayuden a transformar hábitos y creencias. Los capítulos siguientes exploran temas como la comunicación pública, los medios y el periodismo, el arte del tejido comunicativo y la investigación semiótica.
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Indice

Pre-textos. 3

De giros y (sus) re(la)tos. Fragmentos y digresiones. 17

De comunicacin, institucionalizacin, formacin. Algunos excursos. 45

Comunicacin pblica, periodismo, medios. Algunos oficios cartogrficos

y memoriosos de nuestro tiempo. 59

El arte del tejido (mnemosemitico y comunicativo). Algunos hilos y puntos. 77

Investigacin semitica. Algunas pro-posiciones y relaciones. 114


Pre-textos

o en buen criollo, una finta retrica.

Exponemos algunas ideas, no necesariamente originales (puesto que, en clave


bajtineana, la rueca y el telar de la dialoga y la memoria no paran de andar, la mamoria
discursiva no admite el mito del hablante-Adn sobre un determinado objeto ya entretejido
por otros discursos; y en clave peirceana, ambas articuladas en una llave maestra, la
urdimbre semitica de las ideas y los discursos hace posible e impulsa el desarrollo y
crecimiento permanentes del conocimiento, desde el pasado hacia el futuro); y (con) ciertas
relaciones, referidas a las disciplinas que nos pre-ocupan (Semitica, Anlisis del Discurso,
Comunicacin), que vamos re-elaborando ac y all, siguiendo el curso de nuestras tareas
de docencia, investigacin y extensin en la universidad.
Ensear en el campo de las ciencias sociales y las humanidades no es fcil; por el
contrario, cada da nos enfrentamos a un desafo que no sabemos muy bien cmo sortear,
por ms imaginacin y coraje que pongamos en la apuesta, los docentes que debemos
definir y dirigir la propuesta de formacin, y los estudiantes que no siempre comprenden el
tipo de propuesta que se les hace; y unos y otros vamos y venimos transitando umbrales,
no siempre con los debidos y mejores pertrechos. Y como estamos ms o menos habituados
a hacer de la necesidad virtud y a atar todo con alambre, nos vemos obligados a
agudizar el ingenio, experimentar, persistir, con tesn, conviccin, paciencia. Con la
responsabilidad que nos cabe (el problema tico y poltico de hacerse responsable por lo
que hacemos y decimos, y ante quienes nos escuchan y observan; la inexcusable actitud de
respuesta que se espera de nosotros), por el lugar que se ocupa y sus implicancias, para el
que se requiere bastante ms que un ttulo acadmico. Con la esperanza de que no todo es
prdica en el desierto y se logra(r) algo (de lo que nos habamos propuesto y nos parece lo
mejor para el futuro).
Esperamos que las ideas y relaciones apuntadas provoquen respuestas activas, re-
acciones significativas, otras ideas y relaciones mejores; y tiendan a re-mover una y otra
vez el proceso de trans/formacin, de hbitos y creencias (puesto que las ideas producen
efectos prcticos, repercusiones en la realidad; implican diferencias que producen
diferencias): tanto de docentes cuanto de estudiantes, investigadores y profesionales, que
se sientan interpelados e involucrados en la trama espesa de sentido y memoria en que
tenemos que vivir da a da y con la que tenemos que lidiar, crtica y polticamente, en
nuestro trajinar acadmico.
***
El prlogo y los cinco captulos del libro estn entrelazados en un proceso
discursivo-argumentativo espiralado (este sera el icono, como imagen mefrca-diagrama,
ms adecuado de su estructuracin y contenidos). Ahora bien, los ensayos re-unidos como
partes de un libro, y esto porque guardan cierta relacin y hasta se pueden hacer remisiones
entre ellos y cruce de referencias, pueden ser ledos en el orden en que estn o cualquier
otro; se pueden leer todos o slo algunos, y agrupados de otra manera (p. e., el primero y
el segundo, el segundo y el tercero, el primero y el quinto, el tercero y el cuarto, el quinto y
el cuarto); tambin se puede leer cualquiera de ellos en forma independiente de los otros.
Se entiende que esta pauta de composicin puede ser, en superficie, un guio de
contravencin al principio seguido por Peirce de no recurrir a un mtodo fcil y preferido
para hacer un libro, esto es aventar al azar artculos dentro de un volumen, que no
juzga como el ms apropiado para la exposicin de los principios de filosofa (Proemio:
el carcter arquitectnico de la filosofa <c. 1896>). Sin embargo, en cuanto a la cocina de
produccin y escritura, los cinco textos son parte del mismo y nico proceso de
investigacin y re-generacin de algunas ideas, escritos o reelaborados especialmente; de
modo que si bien no es un libro completamente nuevo, como si nunca antes hubiera
puesto la pluma sobre el papel respecto de las cuestiones tratadas, tampoco se trata
completamente de una coleccin de viejos artculos con adiciones (Idem).

En los dos primeros no nos propusimos un ejercicio arqueo-genealgico (a lo


Foucault, aunque en el horizonte reconocemos su presencia real y anhelada, lejos nos
quedan su talento y paciencia para emprender un studium de tal magnitud) del complejo
proceso de con-formacin y re-definicin de un extenso arco de pensamiento y
conocimiento, sus torsiones, tensiones, re-orientaciones y re-generaciones, prcticamente
imposible de llevar a cabo en pocas pginas y escritas a una mano (porque cabe sumarse a
los muchos que dudan con Peirce, en Amor evolutivo <1893>, acerca de si alguno de
los grandes descubrimientos debera considerarse, propiamente, como un logro del todo
individual), y del que en todo caso contamos con excelentes muestras generales y
particulares en distintos campos disciplinares. Slo practicamos un gesto al sesgo,
meramente indicativo, respecto del continuo (es slamente una serie discontinua con
posibilidades adicionales, dice Peirce en Falibilismo, continuidad y evolucin <c.
1897>) epistmico tardo-moderno: un proceso semitico complejo, azaroso, catico,
explosivo, que va intensificando y diversificando sus efectos e implicancias a medida que
se desarrolla (Reynoso 2006, Prigoggini 1997, Mc Nabb Costa 2004) o hace imposible
predecir las consecuencias de los acontecimientos (Lotman 2005 <1992>), cuyo
despliegue espiralado re-toma y re-ubica ms all, enriquecido, cada giro y movimiento de
trans-formacin, hilando en otras tramas las ltimas de las llamadas revoluciones
cientficas, re-articulando el mapa que se puede re-conocer con cierto color y sabor de
poca.
***
Suponiendo, va el ingenio de Peirce (1970) cuando explica la diferencia entre los
dos tipos de inferencia sinttica con el ejemplo de Napolen Bonaparte, que se estuvieran
registrando los acontecimientos <rupturas, giros, emergencias, de la historia
contempornea a los que nos referimos> de una manera ni soada actualmente, que una
criatura ingeniosa de un planeta vecino estuviese fotografiando la Tierra, y que esas
imgenes en escala suficientemente grande acaso lleguen un da a nuestra posesin, o que
un espejo en una estrella distante, cuando la luz lo alcance, refleje la historia entera de
nuevo a la tierra, es probable que el signo, el sentido, lo simblico, la comunicacin, sean
algunos de los rasgos sobresalientes que llamen la atencin de los observadores que
quieran re-conocernos y configurar esa historia.

La crtica de la comunicacin pblica, los medios y el periodismo, se ejercita en


funcin de un modelo ideal que nos lleva a actuar y pensar de una determinada manera al
respecto. Cuando es mucho e importante lo que est en juego, aunque pueda parecer un
poco ingenua e infructuosa la partida, no quedan muchas cartas para apostar ms que
insistir con fuerza en algunas lneas posibles de modificacin de las ideas, los
comportamientos, las actitudes, los gustos, los valores, esto es los blancos mviles de la
massmediacin en general. Las tramas y tramoyas tecno-lgicas (y todo el juego y la
infatigable argucia, con fuerte vocacin de xito, a que dan lugar todas las posibles
combinaciones y derivaciones, de legein y teukhein, decir y hacer) van ganando cada
vez ms terreno y estn para quedarse por un tiempo, y en ese ir re-haciendo camino van
fijando hbitos y creencias, dibujando huellas que indican un rumbo. Basta con pensar si el
devenir (cmo son los medios en un pas determinado y en el escenario mundial y global)
nos parece el nico posible, correcto, justo, bueno, el mejor para todos, y si el porvenir que
se avizora nos satisface (no pensando en m o en usted, sino en lo mejor para todos), para
poner en duda la idea de medios de comunicacin que domina y re-produce sus efectos
prcticos, puesto que:
por cualquier mecanismo con el que pueda realizarse, es cierto que de algn modo y en algn
sentido propio y verdadero, las ideas generales s producen efectos fsicos formidables. Por ello, sera
una logomaquia miserable negar que el propsito de un hombre de ir a su oficina le hace ir all; pues
bien, un propsito es una idea general, y el que vaya es un hecho fsico. Si se objeta que no son las
ideas generales, sino los hombres que creen en ellas los que causan los acontecimientos fsicos, la
respuesta es que son las ideas las que incitan a los hombres a defenderlas, las que inspiran a sus
defensores el coraje, las que desarrollan sus caracteres y ejercen una mgica influencia sobre otros
hombres. Es necesario insistir en ese punto porque las ideas no pueden comunicarse sino por medio
de sus efectos fsicos. Nuestras fotografas, telfonos y telgrafos, as como la suma total de todo el
trabajo que un motor de vapor haya hecho, son, segn puro sentido comn y verdad literal, el
resultado de las ideas generales que se expresan en el primer libro del Novum Organum. (Peirce,
Ideas, extraviadas o robadas, sobre la escritura cientfica)

De ah el arrojo experimental necesario, en la docencia, la investigacin y el


ejercicio profesional en el campo de la comunicacin, para concebir otras ideas, que puedo
hacer crecer querindolas y cuidndolas como hara con las flores de mi jardn (Peirce,
Amor evolutivo), y desear otros resultados posibles.

El texto es una de las herramientas fundamentales de nuestro propio trabajo. A lo


largo de nuestros propios recorridos acadmicos-disciplinares analizamos y elaboramos
textos en diferentes formas y soportes (literarios, mediticos, escolares, tericos,
didcticos, divulgativos). En nuestras propias investigaciones conformamos archivos y
construimos corpus discursivos textuales. Es probable que esta decisin terica y
metodolgica, que se justifica y sostiene con argumentos slidos y debidamente probados,
se deba a una relacin apasionada y placentera con tantos y tantos textos forjada a lo largo
de toda una vida. El sentido, el valor y el poder de esta experiencia son algunas de las
razones que nos mueven a ejercer la docencia. Hacerse tiempo para leer (y escribir) y
disfrutar de esa duracin irreemplazable y difcilmente recuperable. Otra vez la gimnasia
semitica, para llegar con el estudiante a otro concepto de lectura, que consistir en una
descripcin del hbito que se calcula que ese concepto producir (Peirce, Pragmatismo
<1907>); y despertar el deseo y adoptar el propsito de leer. Suelen ser insuficientes y
poco eficaces los recursos y las estrategias que implementamos en los procesos de
formacin universitaria (y ni hablar de otros niveles del sistema educativo) tendientes a la
re-apertura de espacios propicios para el proceso de adquisicin de ciertos hbitos,
como consecuencia del principio <> que multiplica la conducta reiterada de la misma clase;
<que> bajo combinaciones similares de percepciones y fantasas, produce una tendencia el hbito
a comportarse realmente de una forma similar bajo circunstancias similares en el futuro. Ms an
aqu est la cuestin cada hombre ejerce ms o menos control sobre s mismo modificando sus
propios hbitos, y la forma en la que trabaja para producir ese efecto en los casos en los que las
circunstancias no le permiten practicar en el mundo exterior repeticiones de la clase de conducta
deseada muestra que virtualmente conoce bien el importante principio de que las repeticiones en el
mundo interno repeticiones imaginadas, si son bien intensificadas por el esfuerzo directo,
producen hbitos, del mismo modo que lo hacen las repeticiones en el mundo externo; y esos hbitos
tendrn el poder de influir en el comportamiento real en el mundo externo, especialmente si cada
repeticin va acompaada de un fuerte esfuerzo peculiar que se compara normalmente a dar una
orden al propio yo futuro. (Pragmatismo, resaltado en el original)

Cmo promover y conducir la accin de los signos que d comienzo a lo nuevo


(re-apropindonos de la nocin de Arendt 2005, pp. 89-107). Cul es el camino ms
adecuado, porque no resulta muy creble que cualquiera nos lleve a Roma. Parece que para
impulsar el rememorar y recrear permanente, que es el pensamiento (y tambin la
comunidad), hace falta mucho trabajo diario de traduccin de nombres y predicados, y una
que otra traicin a algunos pre-supuestos sedimentados y un tanto esterilizados, as como a
ciertas (re)misiones consagradas. Imaginacin y empeo para disear lecciones semiticas
que alienten las prcticas de re-invencin incesante de las tradiciones, que re-in-auguren el
dilogo interminable, la conversacin, la reflexin, la indagacin, la crtica. Precisamente
esta parece ser la tarea de la filosofa que viene: redisear de principio a fin el dominio de
las categoras de la modalidad para pensar (Agamben 2007: 97).
El estudio y la investigacin no tienen sentido si no animan la pre-disposicin para
la odisea, la aventura semitica, el juego experimental de y con los signos, la actualizacin
de la potencia del pensamiento, la creatividad.
Slo quien no tenga familiaridad con las ambigedades y las satisfacciones del taller creativo podr
asombrarse de que un paradigma epistemolgico funcione, en realidad, como un paradigma
autnticamente potico, y que, viceversa, un problema poetolgico escribir una novela- pueda tener
un valor autnticamente epistmico (Agamben, p. 143).

Las canteras de Peirce y Bajtn ofrecen un filn de una riqueza inapreciable para
seguir explotando. No slo preservando, custodiando, invocando, con talante de feligrs.
As, como criterio para hacer las referencias a Peirce recurrimos en general a las ediciones
en espaol, en soporte papel y digital; sin ignorar, y esto es lo primero que advertimos a los
alumnos en nuestras clases, la arquitectnica peirceana, es decir el carcter sistemtico de
su obra, que implica la puesta en relacin de las diferentes piezas que la componen para
su comprensin, siguiendo la recomendacin especial de Peirce (en La arquitectura de
las teoras <1891>, a propsito de la mxima kantiana al respecto, cuya importancia
estima no suficientemente comprendida) de que se haga un estudio sistemtico de las
concepciones a partir de las cuales una teora filosfica puede ser construida, con el fin de
averiguar el lugar que cada concepcin debe ocupar exactamente en dicha teora, y a qu
usos est adaptada (cfr. Santaella Braga 1992). Pero con este principio no va de suyo
necesariamente y a cualquier efecto que haya que leer las ms de 90 mil pginas que se
conocen de las escritas por Peirce, que adems no se encuentran del todo sistematizadas y
disponibles pblicamente con cierta facilidad (s catalogadas), para ad-mirar su edificio y
recibir el certificado que acredite usos y menciones.
Buena parte de mi trabajo nunca ser publicado. Si antes de morir lograra hacer accesible mucho
de este trabajo, tan accesible como dificultoso es de descubrir para otros, me sentira excusado de
todo lo dems. Mi aversin a publicar cualquier cosa no se debe a la falta de inters en los otros,
sino al convencimiento de que, despus de todo, una filosofa slo puede transmitirse de boca en
boca, donde se da la oportunidad de objetar e intercambiar preguntas, y que imprimir no es publicar
salvo que el asunto sea muy frvolo. (Peirce, Carta a Lady Welby, 2 de dic. 1904)

Y en razn de la dialoga y la memoria es necesario re/leer muchas otras pginas,


de otros autores, de diferentes campos de saber (una buena y ejemplar gimnasia peirceana,
que ayudara a despejar algunas de las dificultades debidas a cierta re-particin disciplinar
y prctica especializada), no pocas de las cuales abonan la comprensin de Peirce y pueden
contribuir al desarrollo enriquecido de su proyecto, aun ms all de l mismo si es el caso;
aunque es cada vez ms difcil observar la pauta de trabajo preconizada por Peirce en
cuanto a los estudios previos a la construccin de una gran teora <que> deben ser, al
menos, tan deliberados y completos como aquellos que son previos a la construccin de
una casa para vivir:
toda persona que desee formarse una opinin acerca de los problemas fundamentales debera, antes
que nada, hacer una investigacin completa del conocimiento humano, debera tomar nota de todas
las ideas valiosas de cada rama de la ciencia, debera observar en qu aspecto precisamente ha sido
exitosa cada una y dnde ha fallado, con el fin de que, a la luz de una familiaridad completa, as
alcanzada, acerca de los materiales disponibles para una teora filosfica y de la naturaleza y fuerza
de cada uno, pueda proceder a estudiar en qu consiste el problema de la filosofa, y el modo
apropiado de resolverlo. (La arquitectura de las teoras)

El rizo se riza an ms con cierta reticencia de la industria editorial para editar


los textos que estn citados o analizados en su lengua original (Chartier 2010). Sera un
poco contradictorio para alguien que hace semitica y expone pblicamente su trabajo, y
hasta una pobre comprensin de la semiosis y el dilogo, seguir la autoridad del arkh al
pie de la letra; limitar el significado al idioma original del autor, por lo dems puesto en
uso en un contexto histrico determinado como toda lengua; y no re-actualizar las
posibilidades de sentido dadas por las traducciones y los inter-cambios, en que consiste el
proceso semitico (cfr. Merrell 1998). Flaco favor haramos a la memoria si persistiramos
en la lectura de Homero slo en la lengua de origen ?, y, de-mostracin por el absurdo, si
la Iglesia Catlica se empecinara en dar la misa en latn ?. Cabe dudar acerca de si esa
convencin seguida para la mencin bibliogrfica en el caso de Peirce contribuya mucho al
crecimiento de los signos, y de la comunidad de interpretacin, que tanto pre-ocupaba a
Peirce, en consonancia con el principio social pblico en el que est enraizada su
concepcin lgica semitica:
Podra parecer extrao que presentara tres sentimientos, a saber, el inters en una comunidad
indefinida, el reconocimiento de la posibilidad de que este inters se haga supremo y la esperanza en
la ilimitada continuidad de la actividad intelectual, como los requisitos indispensables de la lgica.
(La doctrina de las posibilidades <1878>)

Sera ms auspicioso y productivo en ese sentido continuar impulsando la edicin y


difusin de su profusa obra, por diversos medios y en distintos idiomas. En el caso de
Bajtin, en cambio, cuya produccin no es menor, no se estila las referencias a las obras
completas en ruso, y de la misma se cuenta con una parte importante en espaol y se sigue
traduciendo y re-editando; de donde la necesidad tambin de re-ordenar la lectura de este
autor al hilo de la publicacin de los textos que se van conociendo, restableciendo,
traduciendo (y quienes vivimos en enclaves de fronteras y nos ubicamos en regiones
liminares, en varios sentidos, nos reservamos el derecho de defender y practicar cierta
sensibilidad respecto de la cuestin lingstica, y tambin del conocimiento).

Los maestros hacen crecer, y a la hora de buscar buenas guas de accin, esto
hace la diferencia, que produce diferencias en la prctica (Rorty 1997: 54). Y si no,
para qu dedicarle tiempo a las ideas, propias y ajenas; o definir y desarrollar un
proyecto (de vida) intelectual?.
aunque he tenido diversas proposiciones universales respecto a los Signos bajo inquieta
deliberacin durante muchos aos, no he sido capaz de quedar satisfecho respecto a una sola de
ellas. (Ntese bien que habiendo hecho esta declaracin explcita no ser necesario que exprese mis
dudas otra vez). Esto no es a causa de alguna razn definida para la duda, sino que simplemente al
haber sido incapaz de recomendar mi argumento a alguna mente excepto a mi yo cauteloso, no puedo
evitar cuestionarme vagamente si una inteligencia fresca, no restringida por el insistir siempre en las
mismas cuestiones, no podra comenzar objeciones que han escapado a mi propio entendimiento
fatigado a causa de su misma obviedad <>. Considero muy probable que mis dudas acerca de
todas las predicaciones universales relativas a los signos sean en su mayor parte bastante gratuitas,
pero aun as el no tener una segunda persona a la que apelar respecto a la razonabilidad de mis
dudas impide que las deje descansar. (Peirce, Un esbozo de crtica lgica)

Un tema de todos los das y autntica preocupacin de los docentes es el problema


real de lectura de los estudiantes; y quienes dictamos asignaturas tericas y metodolgicas
en la universidad conocemos bien las dificultades de los alumnos para analizar,
problematizar, relacionar, articular teoras, construir objetos de estudio, elaborar proyectos
de investigacin (cmo reconocer y establecer relaciones de sentido si el equipaje es
liviano, sin una enciclopedia y un instrumental debidamente equipados; cmo pensar un
problema o un objeto, si a su vez no se puede dar cuenta del llamado estado del arte o los
antecedentes, y cmo resolver esto si no se conoce al menos el campo disciplinar
correspondiente esto es re-ver el trabajo de la memoria). Puesto que se conoce a partir
de lo conocido, y lo que se piensa y sabe ser interpretado en otro pensamiento signo, la
lectura supone la re-apertura del dilogo, el juego mnemosemitico, cuyas cartas son ms
lectura, ms juego, para desplegar incesantemente, cada vez ms rica y desarrollada, la
relacin constitutiva semiosis/memoria, que Peirce y Bajtn nos hacen pensar, entre otras
ideas que producen efectos prcticos en la realidad.

Entre las causas del lamentable estado de cosas en que se encontraba la ciencia de
la lgica (cuando escribe Peirce), carente de un desarrollo completamente satisfactorio,
Peirce menciona en segundo lugar que un hombre no puede cultivar una ciencia
puramente teortica a menos que sea rico o se halle en una posicin en la cual recibir
comida y atavo a cambio del tiempo que consuma en ese empeo. No importa cun devoto
pueda ser a ese estudio, descubrir como lo s yo, para mi desventaja que los
obstculos materiales son casi insuperables (El tratamiento apropiado de las hiptesis
-Captulo preliminar para un examen del argumento de Hume contra los milagros, en su
Lgica y en su Historia- <1901>). Una condicin que des/afortunadamente ni Peirce ni
Bajtn cumplan completamente. En la historia de vida de ambos no fueron pocas las
difciles pruebas y peripecias que debieron sortear los dos hroes. Genio y figura tallados
por cierta marginalidad, soledad, reclusin voluntaria o forzada, exilio, penuria,
enfermedad, incomprensin, eleccin de caminos nada sencillos y cmodos.
Como cuenta Peirce (1989) en una de sus cartas a Lady Welby (20 de mayo de
1911): Esta es literalmente nuestra situacin ahora. No podemos pagar una criada ni tener
en cuenta las solemnes advertencias del mdico sobre la salud de mi esposa. Lo nico que
puedo hacer es invertir mi energa en detalles domsticos. <> Yo, que sola estar
totalmente al tanto del estado actual de todos los principales problemas cientficos, no he
visto un nuevo libro o una resea bibliogrfica durante aos <los ltimos tres> (en la
carta menciona La evolucin creadora de Bergson, de 1907). Y en la posdata dice: tem
que en mi afn de expresar lo que acabo de decirle, hasta pudiera dar a entender que estoy
solicitando alguna ayuda. Probablemente la palabra penuria es una exageracin.
Actualmente estamos en condiciones de obtener lo que es comnmente indispensable para
mantener la vida sin incurrir en deudas. Pero no hay duda de que, teniendo en cuenta el
estado de salud de mi esposa, esta dura vida la est matando con rapidez. Por consiguiente,
mi primer deseo, as como mi primer deber, consiste en no trabajar en nada que no mejore
su situacin. Por ejemplo, evidentemente fue perverso que yo trabajara durante dos meses
por 50 dlares, dado que no es posible mantenerse con esa suma (se refiere a lo que le
pag el Hibbert Journal por Un argumento olvidado a favor de la realidad de dios).
Pero, a pesar de todo, cuenta en la carta, tengo en la cabeza un libro, con la confianza de
que causar una seria impresin.
Y, por su parte, segn refiere Bocharov, en la conversacin que mantuvo con Bajtn
en junio de 1970, surga la idea, a la luz de la fama cada vez ms difundida, de que
<Bajtn> vea su propia vida, en su totalidad, como un fracaso (en Zavala, coord., 1996:
113).
Varios proyectos de Peirce y Bajtn quedaron inconclusos o fueron abortados o
deshechados; y Bajtn se vio tempranamente en la necesidad de destruir (al menos por lo
que cuenta) algn trabajo (que tampoco termin) y estaba sujeto a control oficial y censura.
Fue apenas en 1911, tres aos antes de morir, cuando Peirce consigui el
reconocimiento pblico como lgico; no obstante, no fue sino despus de muerto cuando
Charles Sanders Peirce comenz a ser llamado filsofo (Santaella 1992: 62).
Segn los testimonios de la gente que lo rodeaba en los ltimos aos de su vida,
Bajtn se consideraba un filsofo: pero no marxista (Bubnova, en Zavala, coord., 1996:
14) y al final de su vida lament que en su momento no lograse terminar de filosofar a
gusto (Bocharov, p. 103). Para Bajtin la filosofa era una ciencia rigurosa (segn sus
propias palabras recogidas por Bocharov, p. 99), comienza all donde se acaba la
cientificidad exacta y donde se inicia otra cientificidad. La cual puede ser definida como el
metalenguaje de todas las ciencias (y de todos los tipos de conocimiento y de la
conciencia) (Bajtn, 1985, Hacia una metodologa de las ciencias humanas).
Refirindose al texto en las ciencias humanas, Bajtin define su anlisis:
como filosfico gracias a consideraciones de carcter negativo: no se trata aqu de un anlisis
lingstico, o filosfico-literario, o de algn otro tipo especializado. Las consideraciones positivas
son las siguientes: nuestra investigacin se desenvuelve en zonas fronterizas, es decir sobre los
lmites entre las disciplinas mencionadas, en sus empalmes y cruces. (Bajtin 1985, El problema del
texto, p. 294)

El edificio bajtiniano tambin es complejo (comprende filosofa, esttica,


epistemologa, teora, metodologa) y desde que comenz a proyectarlo y construirlo la
filosofa integraba el diseo, desarrollada tempranamente como una filosofa primera,
que tena que ser una filosofa moral, participativa, centrada en el acto tico y la
responsabilidad, que hay que tener muy en cuenta para re-leer su obra (Bajtn 1997).
Bajtn traspone la arquitectnica kantiana al mundo real, que incluye la realidad tica, la
esttica y la cognoscitiva en una unidad, en el que se dan y se vivencian las relaciones yo-
para- m, yo-para-otro, otro-para-m, y su articulacin en cada uno de los campos de la
actividad humana es una arquitectnica (Bubnova, en Zavala coord, 1996: 20, 23-24):
El principio arquitectnico supremo del mundo real del acto tico es la oposicin
concreta, arquitectnicamente vlida, entre el yo y el otro (Bajtn 1997: 79). En los textos
del crculo de Bajtn se presentan sendas teoras del signo ideolgico, el sujeto, el
lenguaje, la literatura y la creacin cultural en general, en dilogo con el marxismo, el
sicoanlisis y Freud, la lingstica y Saussure, el formalismo ruso (Voloshinov 1999
<1927>, 1992 <1929>, Bajtin/Medvedev 1994 <1928>); y de manera integral, se
establecen las bases para una extensa ciencia de las ideologas, que abarca, sobre la base
de un mismo principio de concepcin del objeto y de un mtodo nico de estudio, todas las
reas de la creacin ideolgica del hombre (Bajtn/Medvedev 1994: 41), que se entiende
como un programa de semitica, de fundamental importancia para el campo de estudios
humanos y sociales, sobremanera los de comunicacin. Pero la revolucin bajtiniana
(Ponzio 1998) pasa por varias piedras arrojadas a varios blancos (para nombrar algunas:
alteridad, dilogo, comprensin, exotopa extraposicin, profundidad, frontera, multi-
acentuacin ideolgica, lo dialgico/monolgico, polifona, plurilingismo, gnero
discursivo, cronotopo, palabra de la lengua ajena propia, discurso interior interiormente
persuasivo autoritario, triple orientacin del discurso, carnaval -risa).
Es bastante observado y discutido el carcter fragmentario de la obra de Peirce y de
Bajtn (cfr. Apel 1997, Santaella 1992, Bubnova, en Zavala coord. 1996, en Bajtn 1997,
2000, Zavala 1991, Bocharov, en Zavala coord. 1996). Ms que una marca de (estilo de)
pensamiento, la fragmentariedad (y habra que ver cmo se la entiende) podra ser un
efecto de superficie del discurso, que podra tener que ver con las condiciones de
produccin, conservacin, transmisin y re/edicin de la obra de ambos; adems de la
dinmica de trabajo y la escritura incesante, la revisin continua de borradores y apuntes,
la reelaboracin de los textos, la no concrecin o finalizacin de varios trabajos (aunque
ciertamente Peirce public mucho, es bastante ms el trabajo indito; y la vida difcil de
Bajtn no le facilitaba la conformacin y conservacin de su propio archivo). Como sea los
dos pensadores llevaban a cabo un work in progress, caracterizado en gran medida por la
inconclusividad. Segn Bocharov, en el caso de Bajtn Parecera que rehua atar los cabos
de su sistema, puesto que en el mismo objeto los cabos quedan sueltos, de modo que
existe una negacin de principio para terminar el edificio y coronarlo con una cpula, y a
su lado existe una simple falta de conclusin, un no acabar de decir (p. 111). Es que la re-
generacin del conocimiento y el establecimiento de la verdad re-quieren el dilogo,
inacabado y permanentemente renovado a lo largo del gran tiempo (y la co-operacin, la
libertad), y son de carcter eminentemente social e histrico. A propsito del dilogo
socrtico, una de las matrices de la vertiente dialgica de la novela (la literatura, el
discurso, la cultura), en la que se inscribe la novela de Dostoievski, dice Bajtn:
En la base del gnero est la nocin socrtica acerca de la naturaleza dialgica de la verdad y del
pensamiento humano acerca de sta. El mtodo dialgico de la bsqueda de la verdad se opone a un
monologismo oficial que pretende poseer una verdad ya hecha, se opone tambin a la ingenua
seguridad de los hombres que creen saber algo, es decir, que creen poseer algunas verdades. La
verdad no nace ni se encuentra en la cabeza de un solo hombre, sino que se origina entre los hombres
que la buscan conjuntamente, en el proceso de su comunicacin dialgica (Bajtn 1993: 155).

Esta perspectiva de pensamiento y esta actitud positiva hacia los procesos, sus
derivaciones, transformaciones, las revisiones, rectificaciones y correcciones que se
puedan desprender de ah, se corresponde con la importancia que Peirce y Bajtn dan a la
historia (y lo histrico-social) y a la comunidad; y en general al problema del tiempo y al
futuro. El mundo de la accin es el mundo de un futuro intrnsecamente anticipado. <>
Todo horizonte de la conciencia que acta se compenetra y se desintegra en su estabilidad
por la anticipacin de una futura realizacin (Bajtn 2000, Autor y hroe en la actividad
esttica, pp.62-63). En definitiva se trata del continuum comunicativo (del que todo
discurso no es ms que un momento), que a su vez no es ms que un momento del
continuo y multilateral proceso generativo de una comunidad cierta y determinada
(Voloshinov 1992, segunda parte, cap. 3):
La significacin no existe sino en la relacin de la comprensin, esto es, en la unin y en la
coordinacin recproca de la colectividad ante un signo determinado. La comunicacin es aquel
medio en el que un fenmeno ideolgico cobra por primera vez su ser especfico, su sentido
ideolgico, su carcter sgnico (Bajtn/Medvedev 1994: 48).

El transcurrir semitico, durante el cual se dirime el sentido y se miden las fuerzas


para imponer una valoracin y acentuacin ideolgica con pretensin de reconocimiento
social y legitimidad, explica el hecho de que Ni una sola corriente cientfica (que no sea
deliberadamente falsa) es totalizante, y ni una sola corriente se ha conservado en su forma
inicial e invariable. En la ciencia no hubo ni una sola poca en que existiese una sola
corriente (aunque casi siempre haya existido una corriente dominante) (Bajtin 1985, De
los apuntes de 1970-1971, p. 358).
Peirce se dedic mucho a la prctica de diferentes ciencias y a la historia de la
ciencia y las ideas; y Bajtn, a la historia de la literatura y la cultura (adems de la docencia
ejercida por ambos), y no har falta recordar que para l El problema de la memoria
adquiere uno de los lugares centrales en la filosofa (y en las ciencias humanas y en la
vida), con un papel fundamental en la eterna transfiguracin del pasado (Bajtn 2000,
Hacia los fundamentos filosficos de las ciencias humanas fundamentos para una
heterociencia-, p. 154; este texto de fines de los aos 30 o principios de los 40 es el
punto de partida de los apuntes Hacia una metodologa de las ciencias humanas).

Un texto vive nicamente si est en contacto con otro texto (contexto). Unicamente en el punto de
este contacto es donde aparece una luz que alumbra hacia atrs y hacia delante, que inicia el texto
dado en el dilogo (Bajtn 1985, Hacia una metodologa de las ciencias humanas, p. 384).

***
Por el tipo de gnero que es un prefacio, y el carcter y la finalidad de los textos
que siguen, no cabe aqu ocuparse in extenso del proyecto intelectual de Peirce y Bajtin ni
desarrollar exhaustivamente un contrapunto entre ambos. Basta con sealar la importancia
de sus aportes y el provecho que resulta de una puesta en relacin de dos autores de tal
talla, para re-plantear algunas preguntas y respuestas en torno de ciertas cuestiones que
siguen dando que pensar en las esferas de creatividad ideolgica que nos pre-ocupan y
ensayar algunas claves de trabajo.
El sentido es potencialmente infinito, pero slo puede actualizarse al tocar otro sentido (un sentido
ajeno), aunque slo se trate de una pregunta en el discurso interior del que comprende. Cada vez el
sentido ha de entrar en contacto con otro sentido para descubrir nuevos momentos de su infinitud
(Bajtin 1985, De los apuntes de 1970-1971, p. 368).

De todas maneras este es slo un breve turno y un momento de la larga, necesaria y


enriquecedora conversacin que puede mantenerse prolongadamente, ms o menos amable
y/o acaloradamente. Ese saludable ejercicio al que eran tan dados los dos pensadores, en
los encuentros del Club Metafsico, como nos llambamos a nosotros mismos de forma
medio irnica, medio desafiante un grupo de hombres jvenes, A comienzos de los
aos setenta, en el viejo Cambridge, a veces en mi estudio, a veces en el de William
James, en los que no tombamos nada excepto gachas, leche y azcar (Peirce,
Pragmatismo <1907>); y en las reuniones del crculo de Bajtin, iniciado en la ciudad de
Nevel, hacia 1918, como cuenta Bajtin en una carta <1921>: t cargadsimo y
conversaciones hasta el amanecer, y dice Voloshinov en unos versos: Aqu vivieron un
poeta <Voloshinov> y un filsofo <Bajtn>/ En los helados das invernales,/ Y trataban de
resolver/ Muchos problemas malditos (Bubnoba, en Zavala, coord. 1996: 63, 65).
La conversacin, las variaciones que se producen durante el devenir y las
narraciones que se re-generan a partir de y sobre el proceso viviente que es la ciencia, que
se ocupa de conjeturas, que o van a ser construidas o bien van a ser sometidas a prueba,
seran la sal de la vida de esa bsqueda de hombres vivos cuya caracterstica ms
marcada, cuando es genuina, es un incesante estado de metabolismo y crecimiento (Peirce,
Una clasificacin detallada de la ciencias <1902>).

Referencias

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preliminar para un examen del argumento de Hume contra los milagros, en su Lgica y en su Historia),
Una clasificacin detallada de la ciencias, Proemio: el carcter arquitectnico de la filosofia (en Charles
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ZAVALA, I. (Coord.) 1996. Bajtn y sus apcrifos. Barcelona, Anthropos.
De giros y (sus) re(la)tos.

Fragmentos y digresiones.1

Hace ya muchos aos2 que se viene registrando (la historia de) varios giros de
pensamiento, ideas, conocimientos, prcticas, movimientos (epistemolgicos,
filosficos, tericos, metodolgicos, polticos, econmicos, sociales, culturales), al
punto que pareciera que esto de girar nos est mareando, despistando, tirando de los pelos
de ac para all, nos deja tambaleando, medio desconcertados, sin saber muy bien, a
ciencia cierta, por dnde y cmo seguir andandodespus de dar tantas vueltas
Entre estos virajes, el semitico, el memorialista, el narrativo Es que al fin de
cuentas, la cuestin del sentido, la memoria y la narracin son cuestiones que dan-que
pensar, y no dejan de concitar considerable atencin e inters, en distintos campos, en los
que se disputa por lo/s que (se) cuenta/n3.

El giro narrativo
1
Una versin de este captulo, ahora con modificaciones y ampliado, en Razn y palabra 76, Mxico, agosto-
octubre, 2010: www.raznypalabra.org.mx.
2
Si pensamos en el efecto diferenciado de la percepcin del tiempo y de la aceleracin temporal. A partir de
las confesiones de San Agustn sobre los tiempos, que son tres (presente de las cosas pasadas, presente de
las cosas presentes y presente de las futuras, en correlacin con la memoria, la visin y la expectacin,
respectivamente), cabe confrontar la lgica de la triple mimesis elaborada por Ricoeur (1987, vol I), en los
trminos de desviacin creciente del tiempo histrico respecto del tiempo de la narracin y el tiempo vivido,
y el reenvo imborrable del tiempo histrico al de la accin a travs del tiempo de la narracin, con la tesis
de Koselleck (1993), acerca de la experiencia y la expectativa como categoras adecuadas para tematizar el
tiempo histrico por entrecruzar el pasado y el futuro. Y en tanto categoras metahistricas, como
condiciones de las historias posibles, cuya coordinacin se desplaza y modifica histricamente; el indicador
de cuya diferencia (que se conserva modificndose continuamente) es la aceleracin. La diferencia entre la
experiencia (un pasado presente, el recuerdo) y la expectativa (futuro hecho presente, esperanza; temor,
deseo y voluntad) aumenta cada vez ms en la modernidad; o, ms exactamente, la modernidad slo se
pudo concebir como tiempo nuevo desde que las expectativas aplazadas se alejaron de todas las experiencias
hechas anteriormente. Una diferencia calificada (valorada positivamente), i. e. en el concepto (moderno)
de progreso, en crisis, cada, tensiones, reorientaciones de sentido (direccin y significado), reenvos
significativos que operan la memoria discursiva (v. gr. desarrollo sustentable).
3
Reparamos en algunos momentos y fechas de enunciacin y (primera) publicacin. Por ejemplo, algunos
textos de los 60 y 70; y algunos de los 90 que incluyen en su ttulo el trmino giro. As, i. e., Jameson
publica en 1998 una serie de trabajos con el ttulo El giro cultural, que en opinin de Perry Anderson en el
Prlogo, despliega el cuaderno de bitcora del desarrollo de la teora del autor, tan penetrante o general de
las dimensiones culturales, socioeconmicas y geopolticas de lo posmoderno como no ha producido otro
autor. No es nuestro propsito adentrarnos en la larga y ardua discusin des-encadenada en torno de cada una
de las cuestiones planteadas oportunamente (rupturas epistemolgicas, transformaciones y emergencias
disciplinares, giros; semiosis, memoria, narracin), y por eso tambin tantas ausencias y omisiones; slo a-
notamos algunos gestos y empeos, de d(en)ominacin y certificacin de partidas (de nacimiento) echando
mano de relatos, entre otros recursos (de conversacin, polmica y legitimacin).
Pasaron ya treinta aos desde que Lyotard propusiera su Informe sobre el saber en
las sociedades ms desarrolladas al Conseil des Universits del gobierno de Qubec
(Lyotard 1993 <1979>). En su (re)visin (de cuentas) el saber cambia de estatuto al
mismo tiempo que las sociedades entran en la edad llamada postindustrial y las culturas en
la edad llamada postmoderna (p. 13). Defina el objeto de su estudio como la condicin
postmoderna del saber en ese contexto/en el mundo contemporneo, en el que el saber
constituye la principal fuerza de produccin (p. 16), cuya contracara es el poder, de
manera que la cuestin del saber en la edad de la informtica es ms que nunca la
cuestin del gobierno (p. 24). Lyotard situaba su descripcin de las transformaciones que
se estaban produciendo desde mediados del siglo XX en relacin con la crisis de los
(grandes) relatos, esto es la incredulidad en los metarrelatos _y ac entra a tallar el
problema de la memoria, las polticas de recuerdo y olvido, de candente actualidad en
varios pases, ligada a la historia ms o menos reciente, dictaduras, exterminios, erechos
humanos; la mirada des/orientada hacia el pasado y/o el futuro_. Si cabe, la deslegimitidad
del dispositivo metanarrativo de legitimacin, del conocimiento, de la ciencia y del poder.
Lo que experimenta una caida en desuso es, en todo caso, el gran relato (filosfico,
moderno) sobre el saber, la ciencia, la historia, la sociedad; o sea el modelo de
discursividad (moderna), que a la vez que describe, prescribe (la realidad) el modelo de
saber y hacer histrico-social (el modelo de saber-hacer, saber sobre el hacer y el saber
mismo; el hacer-saber y creer y hacer-hacer), sean sus claves de configuracin el consenso
o el conflicto, la especulacin o la emancipacin. La tardomodernidad se caracterizara por
la incredulidad en los grandes relatos cuyo aire de familia (Vittgenstein 1988) sera el
carcter fundacional, fundamental, y de fundamentacin ltima (Vattimo 1991).
Ms que la baja del poder de legitimacin del relato tout court, parece que se
produce una trasformacin de los (proto)tipos de historia y algunas matrices narrativas,
junto con el cambio de las reglas de este tipo de juego de lenguaje (Vittgenstein), cuyas
diversas formas de realizacin constituyen una de las mltiples fibras del lazo social
(Lyotard), y en interaccin con los otros tipos de juegos traman una cultura _al respecto,
hay que tener en cuenta las (recon)versiones narrativas de ncleo fundamentalista,
religioso, racista, nacionalista, imperialista, poscolonial, tecno/lgico, cientificista, de
gnero y otros, que se vienen re-produciendo y difundiendo con o ms o menos fuerza y
repercusin en los ltimos aos por diversos medios_. Las prcticas narrativas (y
discursivas en general, como la ciencia) son modos y medios fundamentales de re-
produccin de esa fuerza de produccin e ideologa que es el complejo tecno-cientfico
(vid. Habermas 1990, 1992 <1968>)4, a la vez que de reproduccin de los propios modos y
medios de produccin del saber, de los patrones de relaciones sociales y los marcos
normativos y axiolgicos propuestos o priorizados/favorecidos, y de los modelos de poder
que sustentan, y que los sostienen. Estas prcticas se definen por el saber que forman, y a
la inversa, no existe saber sin una prctica discursiva definida (Foucault 1996, p. 307);
estn atravesadas por territorios arqueolgicos y genealgicos, cuya exploracin debe
sortear a cada paso la dificultad de no contar de manera incondicional con todos los
pertrechos, mapas y cajas de herramientas necesarios y suficientes para esa travesa.
Pero la crisis de nuestro tiempo y nuestro tiempo de crisis comprenden ms que el
arco de tensin y (dis)torsin de algunos de los relatos directrices, y el despliegue de
algunos otros (como el de la comunicacin). Y el dominio (de saber-poder) narrativo es
prcticamente inconmensurable; abarca, adems del conocimiento y la ciencia, la
argamasa de sentido comn y filosofa prctica de vida que se atesora y vigila con
tanto celo, todo el aparejo con el que se re-elabora la experiencia, se re-estructura el
sistema de hbitos y creencias que se re-construye a lo largo de la vida, a medida que se
participa en las distintas partidas de los diversos juegos que conforman la compleja
red en la cual se desarrolla nuestra existencia. En la galaxia que conforman los distintos
campos de saber y poder pueden emerger o no las disciplinas y las ciencias (Foucault
1996, 1980), a la vez que estas ltimas pueden retroactuar en algunos de los campos de
saber, las esferas sociales, colonizar o emancipar el mundo de la vida5, o redefinir las
relaciones que se establecen entre ellos; de manera que se problematiza y re-delnea la
ecologa de saberes y poderes, disciplinas y ciencias, la economa de prcticas, y las
polticas de los juegos, las partidas y las apuestas.
Un poco paradjicamente, en ese devenir crtico una de las puntas del ovillo que se
viene tirando ltimamente para seguir re-haciendo caminos es (el giro) de cuo narrativo,
con diferentes texturas, colores y confecciones. Distintos hilos tendidos ac y all, en
prcticamente todo el campo de las ciencias humanas y sociales (entre otros, Mitchell,
edic. 1981, Bhabha, edc. 1995, Burke, edic. 1993, White 1992, Dant 1989, Ricoeur 1987,
Marcus y Fischer 2000, Van Dijk, comp. 2000, Chirico, comp. 1992, Locke 1997, McEwan
y Egan, comps. 1998, Bruner 1995, 1996, Mumby, comp. 1997, Jameson 1989), confluyen

4
Acerca de la gestin de la crisis del capitalismo de los 80 en gran parte por la industria de la informacin y
la comunicacin, junto con el desarrollo a gran escala del sector econmico terciario, Hamelink (1981),
Schiller (1986).
5
Referencia a Habermas (Bernstein 1988), por un lado; y a Giddens (1993), por otro, en cuanto a la auto-
reflexividad que caracteriza a la modernidad (los efectos de los sistemas expertos en la vida cotidiana, y la
presencia de sta en aquellos).
en la emergencia de lo que algunos llaman paradigma narrativo (Smorti, 2001), y sealan
as una orientacin narrativa como modelo cientfico (poco ms o menos hacia la
segunda mitad del siglo XIX). En su investigacin sobre lo que denomina el pensamiento
narrativo, Smorti se ocupa de la narracin como problema epistemolgico, como mtodo
de las ciencias sociales y como modo de organizacin del pensamiento (a partir de la
relacin entre narrativa y cognitivismo, desde una perspectiva sicolgica), especialmente
como un modo particular de organizar el pensamiento, diferente del otro modo ms
conocido como lgico-matemtico (p. 26). Sugiere que la narracin parece haberse
convertido en el tema central o, si se prefiere, en la metfora de la vida (p. 29), debido,
entre otras razones, a las transformaciones culturales sufridas en el seno de la sociedad de
masas (dada la centralidad de los medios y las tecnologas de la comunicacin y la
informacin); an ms, tambin en el panorama cientfico actual se reubica en un lugar
privilegiado en la agenda el tema de la narracin, al punto que se observa la presencia de la
metfora narrativa como metfora cientfica (tanto terica como epistemolgica, como
modelo cientfico y como campo de investigacin) (p. 31). Algunas de las conclusiones de
Smorti que se pueden re-tomar:
El pensamiento narrativo habla de la vida social no slo porque es un sistema de conocimientos que se
aplica a lo social, sino tambin porque se construye a partir de las relaciones sociales a las que por su
parte modifica de un modo fructfero. Asimismo, la interaccin social contribuye a conformar el
pensamiento narrativo no slo porque la vida social juega un papel decisivo en el desarrollo del
pensamiento, de la inteligencia y de la vida afectiva, sino tambin, y fundamentalmente, porque las
distintas formas de interaccin social pueden considerarse narraciones, al menos en un nivel operativo
(p. 227).

En el afn y la necesidad de la humanidad de contar (con) una concepcin para


mundear no dejamos de (des)tejer una y otra vez alguna tela de araa, y la narracin parece
el tipo de mentira (Nietzsche 1994a, 1994b) privilegiada para re-hacer el mundo e
imaginar otros mundos posibles. Esta gen-tica narrativa nos permite tantear puertas y
abrir algunas para salir a jugar; experimentar y comprender el sentido de historicidad,
como funcin comn a todos los hombres, como pertenencia, rememoracin (Vattimo),
vinculada directamente con la solidaridad _lo que justifica la oscura certeza de los
hombres en que son slo uno (Moraz, cit. en Le Goff 1991a) o la sospecha borgeana de
que nuestra humanidad consiste en sentir que somos voces de una misma penuria
(Jactancia de quietud, Luna de Enfrente)_, ese sentimiento infundado de vital
importancia para el proceso de construccin de la democracia (Rorty 1996), cuyos
principios (patmicos) primeros son el entusiasmo y el reconocimiento (segn la
arquitectnica de las pasiones de Parret 1995a, 1995b), por lo que llegamos al terreno
(peirceano de las ciencias normativas) de la aesthesis, la esttica que genera y fundamenta
lo ideal, lo admirable, una lgica-episteme, una tica y una poltica de vida.
Al fin y al cabo, para ajustar cuentas (incluidos los metarrelatos, los paradigmas),
hay que con-fabular; se re-requiere contar-se historias, inter-cambiar experiencias, re-
mover el suelo comn, de-limitar comunidades, accionar la rueca y el telar de la memoria 6,
aprender a hacerse cargo del cuidado del mundo.

Interludio I. Puntos: seguidos, finales, suspensivos espiralados.

El sentido del final (ttulo de Kermode 2000), que re-ordena el relato7, y el carcter
contemporneo de toda historia (como observ Croce) nos hace decir cada vez el pasado
en presente8, en cada una de las versiones posibles (de las mltiples virtualidades) del
pasado; nos permite re-editar siempre y de otra manera la historia (res gestae y rerum
gestarum)9. Seguir los pasos (del cortejo) de Clo es una ventaja comparativa y un motivo
de inquietud.

6
Tocamos, entre otras, las cuerdas benjamineanas sobre la narracin (1986).
7
En nuestro estudio sobre la narracin de la historia nacional en el texto escolar de Argentina mostramos
cmo este tipo de viaje textual (no slo narrativo) finaliza nuestra historia (nacional), cuyo final es cierre
(Lotman 1979), conclusividad-completud y marco de su finalidad, en cuanto investidura (por efecto
retrospectivo) del sentido del acontecer histrico (Uspenski 1993) configurado en y por el texto, cuya
estructuracin pone a cada acontecimiento en su sitio y pauta la significacin de cada uno de ellos, y de su
conjunto, en un concierto pre-organizado. Este es el sentido del final de la narracin histrica escolar, o el
sentido que adquiere la historia a partir de su fin (y de la finalidad que se postule), dado que el proceso de
produccin de la narracin parece inaugurarse en el momento en que termina el relato, cuyo punto final
inviste de sentido a la historia por efecto retrospectivo. De ah tambin la continua re-escritura de la historia,
dado que la instancia de enunciacin se ubica en el presente (el momento actual, el de la edicin, por ms
que algunos relatos se ubiquen tcticamente en un presente eterno, acrnico), un presente que siempre es
diferente, reactualizado cada vez y en cada una de las prcticas comunicativas en las que est en juego el
texto, y que da lugar a las distintas versiones re-construidas (Garca 1999). De todos modos, como en otras
esferas de creacin ideolgica, este tipo de diseo y partitura textual admiten ms de una ejecucin y
variaciones interpretativas, porque toda conclusin, todo final es condicional y superficial (Bajtin 1994).
An el texto escolar no puede ser sustancialmente concluido y exhaustivo; si bien es posible su conclusividad
(formal-composicional), no lo es su conclusin temtica.
En nuestra indagacin sobre relatos autobiogrficos y de viajes de ingresantes a la universidad observamos el
mismo principio del fin(al) del relato. El sujeto narra su vida, experiencia y vivencias comenzando por el
final, (en) el momento presente de escritura; cuenta los hitos ms significativos y relevantes que le permiten
des-hilvanar su relato a partir del sentido que les asigna retrospectivamente, de donde el sentido del final, por
lo dems una instancia y una estancia siempre provisoria, transitoria (Garca 2000, 2002, 2004a).
8
B. Sarlo (2005, p. 10) dice: el recuerdo necesita del presente porque <> el tiempo propio del recuerdo es
el presente: es decir el nico tiempo apropiado para recordar y, tambin, el tiempo del cual el recuerdo se
apodera, hacindolo propio (cursivas de la autora).
9
El estilo fragmentario, de edicin y montaje, es otro rasgo familiar (de poca). En su Leccin inaugural,
Barthes (1986) explicita que el mtodo a emplear no puede realmente referirse ms que a los medios
apropiados para desbaratar, desprenderse o por lo menos aligerar el poder del discurso, convencido de que al
escribir y al ensear la operacin fundamental de ese mtodo de desprendimiento consiste en la
fragmentacin si se escribe y en la digresin si se expone o, para decirlo con una palabra preciosamente
ambigua, en la excursin (p. 147). Lo propio hacemos nosotros ahora, p. ej. al cortar y pegar partes de
varios de nuestros trabajos para re-armar algunos trechos y pertrechos de este panorama. Vid. Calabrese
Se podra contar por tres el drama de la humanidad (tambin su escansin pica,
trgica, cmica; hasta la farsa de la segunda vez), en el cual el hombre (se) ha re-
presentado (por medio de) algunos gestos, como el ser que vive y quiere perseverar en su
ser, permanecer y transcurrir, y honrar la vida; que trabaja y (se) re-produce, por ese medio,
su vida social; que habla y hace su historia a su imagen y su palabra. As, por ejemplo, el
argumento del relato podra ser el relevo de los tres paradigmas proto-filosficos; o la tres
heridas (tambin las del amor, la vida y la muerte, como lo dice Miguel Hernndez) que el
hombre mismo se ha infligido a su narcisismo, la de Coprnico, la de Darwin y la de
Freud, que ocasionaron el triple descentramiento, y que emparejadas con el triplete de la
sospecha levantada por Marx, Nietzsche y Freud, propiciaron el des-fondamiento del
terreno, y el des-encanto del mundo, que a partir de entonces deber ser infinitamente
hecho e interpretado.

Al final de la dcimo octava de sus lecciones introductorias al Sicoanlisis, a


propsito de la importancia que concede a lo inconsciente en la vida squica, lo que ha
provocado las ms encarnizadas crticas, Freud sugiere las causas ms profundas de las
que procede la resistencia a sus teoras:
En el transcurso de los siglos ha infligido la ciencia a la nave autoestima de los hombres dos
graves mortificaciones. La primera fue cuando mostr que la Tierra, lejos de ser el centro del
Universo, no constitua sino una parte insignificante del sistema csmico, cuya magnitud apenas
podemos representarnos. Este primer descubrimiento se enlaza para nosotros al nombre de
Coprnico, aunque la ciencia alejandrina anunci ya antes algo muy semejante. La segunda
mortificacin fue infligida a la Humanidad por la investigacin biolgica, la cual ha reducido a su
ms mnima expresin las pretensiones del hombre a un puesto privilegiado en el orden de a
creacin, estableciendo su ascendencia zoolgica y demostrando la indestructibilidad de su
naturaleza animal. Esta ltima transmutacin de valores ha sido llevada a cabo en nuestros das bajo
la influencia de los trabajos de Carlos Darwin, Wallace y sus predecesores, y a pesar de la
encarnizada oposicin de la opinin contempornea. Pero todava espera a la megalomana humana
una tercera y ms grave mortificacin cuando la investigacin psicolgica moderna consiga
totalmente su propsito de demostrar al yo que ni siquiera es dueo y seor en su propia casa, sino
que se halla reducido a contentarse con escasas y fragmentarias informaciones sobre lo que sucede
fuera de su conciencia en su vida psquica. Los psicoanalistas no son ni los primeros ni los ltimos
que han lanzado esta llamada a la modestia y el recogimiento; pero es a ellos a los que parece
corresponder la misin de defender este punto de vista con mayor ardo. (Freud 1988, vol 12, pp.
2300-2301)

***

En su ponencia de 1964, en el marco del VII Coloquio Filosfico Internacional de


Royaumont dedicado a Nietzsche, Foucault (1995) observa que, puesto que cada cultura
ha tenido su sistema de interpretaciones, sus tcnicas, sus mtodos, sus formas de rastrear
el lenguaje que quiere decir otra cosa que lo que l dice, habra que inaugurar una
empresa para hacer el sistema o el cuadro, como se deca en el siglo XVII, de todos estos
sistemas de interpretacin (pp. 34-35); y seala que Nietzsche, Freud, Marx han
cambiado, en realidad, la naturaleza del signo, y modificado la manera como el signo en
general podra ser interpretado (p. 38), en un gesto fundacional y que de ah en ms ser
de des-fundamentacin y re-encantamiento ms o menos esperanzado, lcidamente
nihilista, y que abre vas para la prctica de cierta hermenutica, como interpretacin de los
signos y de las interpretaciones (Grner, Introduccin a Foucault 1995). Una prctica
impelida a renovarse continuamente, en el campo de combate donde se define e impone
una poltica interpretativa, para mantener su im-pulso trans-formador. Pregunta Foucault:
Marx, Freud y Nietzsche no han modificado profundamente el espacio de reparticin en
el cual los signos pueden ser signos?. Se dira en trminos de Lotman que Marx,
Nietzsche y Freud han franqueado algunas fronteras, re-acomodado ciertas esferas:
moldean tres llaves maestras de interpretacin, con respecto a la cronotopologa del sujeto,
la conciencia y el inconsciente, la vida material y social, y sus objetivaciones 10. Estos son
tres de los protagonistas de las rupturas epistemolgicas del siglo XIX, que in-auguran
discursividad de la (pos)modernidad y de las que emergieron cuatro grandes continentes
tericos: el materialismo histrico, el sicoanlisis, la semitica y la genealoga de la
moral, que permiten analizar, respectivamente, las inversiones de inters, las inversiones de
deseo, las materializaciones e inscripciones de intereses, deseos y valores, y la
contingencia de todas las inversiones e inscripciones (Ibez,1992, pp. 324-25).

Dos aos ms tarde Foucault publica su arqueologa de las ciencias humanas, un


libro que nace de un texto literario (el Idioma analtico de John Wilkins de Borges) y se
inaugura con el anlisis de un cuadro (Las meninas de Velsquez). Dado que
precisamente las descripciones histricas se ordenan necesariamente a la actualidad del
saber, se multiplican con sus transformaciones y no cesan a su vez de romper con ellas
mismas; y debido al desplazamiento de la atencin de las disciplinas llamadas historia de
las ideas, de las ciencias, de la filosofa, de la literatura, desde las vastas unidades que se
describen como pocas o siglos, hacia fenmenos de ruptura (segn puntualiza
Foucault en 1969, en su introduccin a la Arqueologa del saber, pp. 6, 5), Foucault ubica
las ciencias humanas con relacin a la redistribucin del dominio epistmico moderno,
visto como un espacio voluminoso y abierto de acuerdo con tres dimensiones, sobre las
10
Gadamer (1995 <1975>: 16) sostiene: Sin duda esto es lo que tienen en comn Marx, Nietzsche, Freud, el
que no se puedan tomar ingenuamente los hechos de la conciencia por hechos de la realidad. De aqu surge
tambin el nuevo papel que le corresponde ahora al concepto de representacin.
que se colocaran las ciencias matemticas y fsicas, las ciencias del lenguaje, la vida, la
produccin y distribucin de las riquezas, y la reflexin filosfica que se desarrolla como
pensamiento de lo Mismo (Foucault 1985, p. 336-337):
Las ciencias humanas se dirigen al hombre en la medida en que vive, en que habla y en que
produce. En cuanto ser vivo crece, tiene funciones y necesidades, ve abrirse un espacio en el que
anuda en s mismo las coordenadas mviles; de manera general, sus existencia corporal lo
entrecruza de un cabo a otro con lo vivo; al producir los objetos y los tiles, al cambiar aquello de lo
que necesita, al organizar toda una red de circulacin a lo largo de la cual corre aquello que puede
consumir y en la que l mismo est definido como un relevo, aparece en su existencia inmediatamente
enmaraado con otras; por ltimo, dado que tiene un lenguaje; puede constituirse todo un universo
simblico en el interior del cual tiene relaciones con su pasado, con las cosas, con otro, a partir del
cual pude construir tambin algo as como un saber (en forma singular, ese saber que tiene de s
mismo y del cual las ciencias humanas dibujan una de las formas posibles). As, pues, es posible fijar
el sitio de las ciencias del hombre en la vecindad, en las fronteras inmediatas y todo a lo largo de
esas ciencias en las que se trata de la vida, del trabajo y del lenguaje <> las ciencias humanas no
son un anlisis de lo que el hombre es por naturaleza; sino ms bien un anlisis que se extiende entre
aquello que el hombre es en su positividad (ser vivo, trabajador, parlante) y aquello que permite a
este mismo ser saber (o tratar de saber) lo que es la vida, en qu consiste la esencia del trabajo y sus
leyes y de qu manera puede hablar. (Foucault 1985, pp. 341, 343)

Otro posible acercamiento (para entender las encarnaduras, esto es las


textualizaciones que resulta de la operacin historio-grfica), es el rodeo por la re-
interpretacin de Foucault (1978, Nietzsche, la genealoga, la historia) de la genealoga
nietzscheana, que viene a re-convertir las tres modalidades de la historia, reconocidas y
consideradas intespestivamante por Nietzsche, a las cuales opone otras tres:
1- A la historia-reminiscencia y reconocimiento, contrapone la parodia y destruccin de
realidad. A la historia monumental, de restitucin y veneracin de las acciones, obras,
creaciones, la historia en tanto que carnaval concertado, en el que las mscaras no
dejaran de aparecer (Foucault 1978).
2- A la historia-continuidad y tradicin, opone la disociacin sistemtica y destruccin de
identidad. A la historia de anticuario (de reconstruccin de las races de nuestra identidad, y
las continuidades en las que se enraiza nuestro presente, suelo, lengua, leyes), contrapone
la pluralidad que nos constituye, pues distintos (tipos de) ojos ven diferentes verdades
(Nietzsche 1990), el sistema complejo y heterogneo de mscaras y discontinuidades que
no permiten la identidad o la inmutabilidad del carcter.
3- A la historia-conocimiento, responde con el uso sacrificial de la verdad y destruccin
sistemtica del sujeto de conocimiento, debido a la injusticia propia de la voluntad de
poder-saber. A la conciencia histrica (y sus valores de neutralidad, objetividad, des-
apasionamiento, aunque encarnizada con la verdad), contrapone el origen del conocimiento
ms primario y fundamental, la voluntad de verdad y las formas y transformaciones de la
voluntad de saber11.
***

El proyecto filosfico sobre el concepto de historia de Benjamn podra definirse


como la introduccin de la discontinuidad en la historia, a fin de validar la eficacia
absolutamente singular del pasado como tal (Oyarzn Robles, Introd. a Benjamn, c.
1995, p. 32); esto es reconocer la dbil fuerza (mesinica) por la que el pasado es
aceptado en cuanto pasado, de donde su simultnea debilidad y fuerza: acoger lo pasado
del pasado, recibirlo, y a su vez resistir su inversin (capitalizacin) en presente
_operacionalizada por una ontologa del presente, cuya dimensin poltica apunta al
dominio en el presente al afirmar la continuidad de una tradicin dominante_ (Oyarzn
Robles c.1995).
En sus fragmentos polmicos, sobre el concepto de historia, cuyos blancos son la
ideologa progresista, el historicismo, la socialdemocracia, el fachismo, Benjamn (1989)
preconiza el carcter destructivo en y para una historiografa materialista: su validacin se
da en hacer saltar la continuidad histrica; pues La historia es objeto de una construccin
cuyo lugar no est constituido por el tiempo homogneo y vaco <continuum>, sino por un
tiempo pleno, tiempo ahora12.
Benjamin se opone al procedimiento de empata _entre el historiador y los
vencedores, y dominadores, de siempre_ y advierte acerca de la necesidad, a la vez que
alienta el intento, de arrancar la tradicin al respectivo conformismo que est a punto de
subyugarla (sexta tesis). Es aqu donde pone el dedo en la llaga, cuando recuerda que el
botn (los bienes culturales), con el que se alzan los que marchan en el cortejo triunfal de
(Clo) los dominadores, tiene un origen que no puede considerarse sin horror, dado que
provienen del esfuerzo de sus creadores y de la servidumbre annima de sus
contemporneos. De ah el cometido del historiador (el materialista histrico) de pasarle a
la historia el cepillo a contrapelo (sptima tesis), y en relacin con ello tambin uno de

11
Nietzsche considera que la pasin del conocimiento puede proporcionar felicidad a la humanidad y tambin
puede aniquilarla. Al parecer de Oyarzn Robles (Introd. a Benjamn, c. 1995), las reflexiones de Benjamin
sobre la experiencia rompen con una idea fuerte de presencia y un sentido arraigado de identidad: frente a
la confiada acentuacin de la identidad del cognoscente, la dislocacin aguda del sujeto en virtud del
acceso de lo Otro, la conversin del sujeto, cierto de s y asentado en el dominio de su familiaridad, en otro,
sabedor de la caducidad, precario <...> (p. 15).
12
Decimocuarta tesis. La decimotercera: La representacin de un progreso del gnero humano en la historia
es inseparable de la representacin de la prosecucin de sta a lo largo de un tiempo homogneo y vaco. La
crtica a la representacin de dicha prosecucin deber constituir la base de la crtica a tal representacin del
progreso.
los aspectos del carcter apremiante, urgente, del conocimiento histrico, en lo que
respecta a la constitucin y determinacin del sujeto del conocimiento y la ndole del
conocimiento mismo, por cuanto la materia (de lo cognoscible, objeto de estudio) afecta
a la propia forma y a la intencionalidad del conocimiento, as como a la posicin y la
actitud de su sujeto (O. Robles). Esta prueba del cepillo supone postular el vnculo,
indisociable aunque frgil, entre verdad y justicia, cuya regla sera: si nuestro
conocimiento no hace justicia a lo conocido, no puede reclamar para s la verdad 13. Y en
armona con este principio, hay que entender con Benjamin que la historia no es
nicamnete una ciencia, sino, en grado no menor, una forma de la remembranza _un
pensar rememorante, central en el programa desarrollado por Vattimo_, que puede
modificar lo que la ciencia ha establecido (1995, Benjamin, La obra de los pasajes
-convoluto N).
Una tarea central comprendida en el programa de la filosofa venidera elaborado
por Benjamin consistira, en trminos de Oyarzn Robles, en unificar la exigencia de la
legitimacin ms pura del conocimiento con la demanda del concepto ms profundo de la
experiencia (Oyarzn Robles, p. 10). Una experiencia (que) nos cambia, y ms que
aportarnos el material para el conocimiento, constituye la condicin en la cual el
conocimiento mismo se cumple; la experiencia difiere de la empiria, y por lo dems
Benjamin prioriza la tarea crtica de resistir el hechizo de la facticidad (Oyarzn Robles).
El meollo de la cuestin redicara entonces en esa suerte de vrtigo alterador que
produce la experiencia, el asalto de la alteridad radical y la posibilidad de la auto-alteracin
_que Castoriadis pone en el centro de nuestro hacer histrico-social_. El riesgo siempre al
acecho es que lo experienciado no puede ser asimilado (digerido), estabilizado sin ms, su
carcter de shock, que nos remite a la experiencia esttica (siguiendo a Benjamin, y en la
re-apropiacin por parte de Vattimo de esta nocin y su similar en Heidegger), produce
esa especie de vuelco alucinatorio que es propio, no ya del centro mstico religioso, sino
de la experiencia puramente fronteriza del despertar (O. Robles, p. 18)14.
Benjamin entiende que la articulacin histrica de lo pretrito quiere decir
reconocer en l aquello que comparece en la constelacin de un nico y mismo instante,
por esa contraccin en el instante (en la imagen dialctica) el pretrito pasa a formar parte
del recuerdo involuntario de la humanidad; la imagen del pretrito que relampaguea en
13
Enunciada por O. Robles en su comentario del concepto de mtodo de Benjamin, en el que cobra relieve la
categora de redencin.
14
En la Obra de los pasajes, dice Benjamin: recuerdo y despertar estn emparentadas de la manera ms
estrecha. El despertar es, pues, el giro dialctico, copernicano de la remembranza, al hilo de la bsqueda y
relacin de la experiencia proustiana (cit. Oyarzn Robles, c. 1995).
el ahora de su congnoscibilidad es, con arreglo a su determinacin ulterior, una imagen del
recuerdo: La historia, en sentido estricto, es, pues, una imagen surgida de la
remembranza involuntaria <,> una imagen que le sobreviene sbitamente al sujeto de la
historia en el instante del peligro. El lugar en que se encuentra esa imagen (dialctica) es
el lenguaje (pasajes de Benjamin, seleccionados de Apuntes sobre el concepto de historia
y Sobre la obra de los pasajes, c. 1995, pp. 77, 92, 121); la cristalizacin de la
(intensidad de la) experiencia marca su lingisticidad; las palabras, que constituyen el
cristal, convergen en la lucidez de la imagen (segn Oyarzn Robles).
Un punto de inters y articulacin con lo que sigue estriba en que Benjamin refiera
el conocimiento al lenguaje15 (y la relacin por va del lenguaje entre experiencia y
narracin), lo que no constituye ciertamente un acto inaugural, sino ms bien uno de los
tantos hitos (hilos) que tensan el arco de pensamiento occidental, y que por entonces, en
uno de sus ltimos tramos, culminar en el llamado giro lingstico (que por otra parte
no se concretiz en un instante, sino que se fue sedimentando en un proceso que no es
del todo armonioso ni aprehensible).

El giro lingstico
Y como la historia se re-actualiza, Rorty hace lo propio en tres momentos, a
propsito de la revolucin filosfica ms reciente, la de la filosofa lingstica, entendida
sta como el punto de vista de que los problemas filosficos pueden ser resueltos (o
disueltos) reformulando el lenguaje o comprendiendo mejor el que usamos en el presente
(1990, p. 50). En el preliminar de lo que fue la Introduccin a su compilacin The
Linguistic Turn. Recent Esays in Fhilosophical Method de 1967, Rorty dice:
La historia de la filosofa est puntuada por revoluciones contra las prcticas de los filsofos
precedentes y por intentos de transformar la filosofa en una ciencia _una disciplina en la que
hubiera procedimientos de decisin reconocidos universalmente para probar tesis filosficas <>.
En todas estas revoluciones las aspiraciones del revolucionario de turno consiste en sustituir la
opinin por el conocimiento, y en proponer como significado propio de filosofa la realizacin de
una cierta tarea sutil mediante la aplicacin de un determinado conjunto de orientaciones metdicas.
En el pasado, cada una de estas revoluciones ha fracasado, y siempre por la misma razn. Los
revolucionarios se encontraban habiendo presupuesto la verdad de ciertas tesis filosficas sustantivas
pero controvertibles, tanto en las crticas a sus predecesores, cuanto en sus orientaciones para el
futuro <> tales revoluciones no son vanas. Las batallas libradas durante la revolucin hacen que
los combatientes de ambos bandos tengan que reparar sus armaduras, y estas reparaciones se
convierten eventualmente en un cambio completo de vestuario. (pp. 47-49).

15
Para Benjamin esto supone tambin tomar en cuenta crticamente la mera empiricidad del lenguaje, la
instrumentalidad y el carcter de valor de cambio de la palabra, en el contexto del mercantilismo (en general)
y el mecanicismo, lo que lo ubica en la misma lnea de preocupacin franckfurteana al respecto.
En su primera escansin de 1965 (por los aos de la ponencia y la arqueologa de
Foucault) sobre el giro lingstico, ste es una reaccin contra la visin de la filosofa
como una disciplina que busca la solucin de ciertos problemas tradicionales, generados
(aparentemente) por ciertas creencias de sentido comn (p. 93); y argumenta que lo ms
importante que ha ocurrido en filosofa durante los ltimos treinta aos no es el giro
lingstico mismo, sino el comienzo de una revisin a fondo de ciertas dificultades
epistemolgicas que han turbado a los filsofos desde Platn y Aristteles (p. 127). Y en
la ojeada retrospectiva que escribi Veinte aos despus expresamente para la edicin
espaola de 1990, la tercera escansin16, Rorty relee alarmado, desconcertado y divertido
el siguiente pasaje escrito en la primera ronda, como un simple intento de un filsofo de
treinta y tres aos de convencerse a s mismo de que haba tenido la fortuna de haber
nacido en los buenos tiempos (p. 159):
La filosofa lingstica, en los ltimos treinta aos ha conseguido poner a la defensiva a toda la
tradicin filosfica <>. Y lo ha hecho mediante un escrutinio cuidadoso y cabal de las formas en
que los filsofos tradicionales han usado el lenguaje en la formulacin de sus problemas. Este logro
es suficiente para colocar este perodo entre las ms grandes pocas de la historia de la filosofa. (p.
159).

En 1990, en esta tercera entrada, estima que el aporte del giro lingstico a la
filosofa consisti en haber contribuido a sustituir la referencia a la experiencia como
medio de representacin por la referencia al lenguaje como tal medio _un cambio que, en
la medida en que ocurri, hizo fcil el prescindir de la nocin misma de representacin_
(p. 164); y esto dado que El nico gnero natural que pudiera ser considerado con utilidad
por el trmino problema de filosofa es, pienso, el conjunto de problemas
interrelacionados planteados por las teoras representativistas del conocimiento (p. 160).

El giro de la memoria
Como no hay dos sin tres y ms

16
La segunda fue Diez aos despus que la primera, como recensin del libro de J. Hacking Por qu el
lenguaje importa a la filosofa?. La edicin espaola de 1990 comprende los tres trabajos.
Huyssen (2007) se refiere a la llamada cultura de la memoria 17, que se viene
dando con fuerza desde los 70, con intensificacin en los 80; y difundiendo globalmente, si
bien los discursos de la memoria en el fondo siguen ligados a las historias de naciones y
estados especficos (p. 20):
Uno de los fenmenos culturales y polticos ms sorprendentes de los ltimos aos es el surgimiento
de la memoria como una preocupacin central de la cultura y de la poltica de las sociedades
occidentales, un giro hacia el pasado que contrasta de manera notable con la tendencia a privilegiar
el futuro, tan caracterstica de las primeras dcadas de la modernidad del siglo XX. (p. 13)

Aunque se pueda acordar sin dificultad con el autor en que la globalizacin y la


fuerte revisin de los respectivos pasados nacionales, regionales o locales deben ser
pensados de manera conjunta (y re-tomando ac algunos aportes de Wallerstein para
abrir las ciencias sociales, pensando en el sistema-mundo), no responderamos con una
afirmacin clara y contundente a la pregunta de si las culturas de la memoria
contemporneas pueden ser ledas en general como formaciones reactivas a la
globalizacin econmica (p. 21) (y no slo por la impresin de accin-reaccin, causa-
efecto que esto puede dar); al menos no siempre es el caso, sino que son fenmenos
relacionados, que a su vez involucran otros problemas. Son muchas y diversas las
estrategias, las finalidades y las implicancias de la memorializacin, algunas de las cuales
se pueden identificar con slo echar un vistazo alrededor, o tomar algunos sonados casos
locales, nacionales e internacionales, que re-pican en la agenda meditica. Ac y all se
observa y pre-siente el furor de la conmemoracin, la musealizacin y monumentalidad, y
los emplazamientos de memoria en espacios pblicos, y no siempre o no slo para que se
constituyan en un baluarte que nos defienda del miedo a que las cosas devengan obsoletas
y desaparezcan, un baluarte que nos proteja de la profunda angustia que nos genera la
velocidad del cambio y los horizontes de tiempo y espacio cada vez ms estrechos
(Huyssen 2007: 31). Estos medios y estrategias de memoria (esto es recuerdo y olvido,
seleccin y exclusin, re-presentacin e interpretacin, resignificacin, re-
contextualizacin, re-organizacin) tambin son instrumentos polticos (un tanto a

17
Los ensayos reunidos en el libro de Huyssen fueron escritos en la dcada de 1990, en la que se asisti en
el mundo entero a una explosin sin precedentes de la cultura de la memoria (Huyssen 2007: 7). La Capra
(2009), a propsito del Holocausto, y revisando algunos conceptos de Freud, menciona dos conjuntos
urgentes de razones para el giro a la memoria y su relacin con la historia: a) la importancia del trauma,
incluyendo sobre todo la demora en el reconocimiento de la significacin de la serie traumtica de
acontecimientos de la historia reciente, acontecimientos que preferiramos olvidar; b) el inters en los
lugares de memoria, y a su vez no-lugares de memoria, pues un sitio de la memoria es generalmente
tambin un sitio de trauma y que en la medida en que permanezca investido con las marcas del trauma marca
hasta qu punto no ha logrado aceptar el trauma, sobre todo a travs del duelo (pp. 21-23). Cfr. Ricoeur
(2004).
secas), econmicos, de gestin y administracin (pblica y privada), tcticamente
polivalentes (Foucault 1986), puesto que la memoria es un campo de fuegos cruzados y
arma de poder (Le Goff 1991b).
En el despliegue de este giro memorialista tienen un rol preponderante la
industria cultural, el marketing, el turismo, aunque Por s misma la memoria meditica no
bastar, por ms que los medios ocupen espacios cada vez mayores en la percepcin social
y poltica del mundo, para hacer posibles formas consensuadas de la memoria colectiva
y la cohesin social y cultural sin esas formas (p. 23). Lo que s se puede observar es el
importante trabajo de mass-mediacin y su incidencia respecto de la memoria pblica, en
medio de los mltiples conflictos de polticas de memoria e identitarias (y ms si se tiene
en cuenta el avance de los medios, y las tecnologas de la informacin y comunicacin en
general, y por ejemplo, con relacin a la escuela)18.
Basta con prestar un poco de atencin a los medios de comunicacin e informacin,
en general (aunque sea slo a vuelo de pjaro y en un corte sincrnico, y ms an
revisando y analizando el archivo meditico) para a-notar que la constelacin semitico-
discursiva memoria historia es uno de los asuntos importantes que con-forman la
agenda meditica y una de las claves de tematizacin de los medios; y es uno de los
recursos retrico-discursivos empleados en la rutina productiva meditica y periodstica
(lxico, tpico, tropos, entimema y exempla). As por ejemplo, entre otras operaciones
massmediticas, se pueden observar las siguientes: -se habla y discute sobre la memoria y
la historia, de manera que esto se constituye en lo que est en cuestin como tal; -la
narrativa periodstica re-toma el pasado como asunto, lo reactualiza con ms informacin,
lo revisa y reinterpreta; -la construccin de la actualidad emplaza el acontecer en el arco de
la temporalidad, da cuenta del presente a partir del pasado, o slo articulndolo con lo
pasado, en un re-envo que da (otro) sentido a la realidad actual en cada acto de
enunciacin y resignifica el pasado a la vez; -el comn e indiscriminado etiquetado
periodstico de acontecimientos de toda ndola como algo histrico; -la proliferacin de
producciones mediticas y periodsticas que se ocupan de la memoria y la historia, en
diversos gneros, formatos, soportes, que integran los contenidos de secciones y programas
o son complementos y suplementos de los medios (i. e. colecciones de todo tipo).
En contrapunto, se da algo as como la re/produccin de una historia anticuaria del
presente, que se identifica plenamente con la sociedad del espectculo: La ciega furia
18
Algunos ncleos de nuestras propias pre-ocupaciones, desarrolladas en una serie de investigaciones y
trabajos en torno de los medios, los manuales, la historia, la actualidad y la memoria, la identidad (Garca
2006, 2007, 2008, 2009, 2010).
coleccionadora de nuestra poca entiende la actualidad como una exposicin universal,
en la que podemos ser actores y/o espectadores (Virno 2003: 63, citando las
Consideraciones intempestivas de Nietzsche)19. En esta suerte de promiscuidad de
nuestra vida contempornea, que conjuga diferentes re/cortes temporales (y espaciales),
que corta y pega discursos, textos, prcticas y estilos de otrora y ahora, de all y ac,
ajenos y propios, se ponen en tensin de manera ms visibles y decibles los mecanismos
semiticos de la cultura (Lotman y Uspenskij 1979, Sobre el mecanismo semitico de la
cultura): el recuerdo y el olvido articulan las representaciones e interpretaciones de lo que
(nos) pasa, co-operan ms o menos armoniosa o conflictivamente en el entramado de
signos que conforman la cultura como memoria colectiva (Lotman 1996), miden sus
fuerzas en los tironeos: -hacia un cierto culto al pasado, remembranza, nostalgia y
melancola, recuperaciones y reconstrucciones de un pasado que no fue o no quiere pasar;
-hacia una instalacin presentista, un vivir el instante con ms o menos intensidad, dejar/se
estar y pasar; -hacia un des/encanto del presente, un gradiente de im/paciencia generalizada
por la bancarrota de los fondos (en varios sentidos) pblicos (y privados), una
des/esperanza por el porvenir. Esta des/acomodacin dinmica de la estructuracin de la
temporalidad histrica, que re-acenta con ms o menos des/aliento el pasado, el presente
y el futuro, y vara sus conjugaciones, est en el ojo de la tormenta del mundo
contemporneo, con/movido por la explosin de la memoria. Los medios de
comunicacin no slo estructuran y organizan esa presencia del pasado en todos los
mbitos de la vida contempornea (Jelin 2002: 9), sino que la operacin mass-meditica
es cada vez ms importante en el trabajo y los das de la memoria (con poco que se vea la
reconfiguracin de los distintos escenarios locales, regionales, nacionales, mundiales y
globales que realiza la sinergia de medios industrias culturales turismo y otros rganos
del complejo socio-cultural).
En pases como la Argentina (y tantos otros) es difcil y urticante hablar de
memoria: la instancia enunciativa supone y exige una posicin discursiva, una propuesta
de relacin con el otro (destinatarios, predecesores, contemporneos y sucesores, los otros
discursos, el pasado y el presente a partir del cual se considera y evala lo pasado, y el
futuro deseado), una modalizacin discursiva (ontolgica, epistmica, veridictoria y
prctica), una pragmtica discursiva (qu fuerzas ilocucionarias y efectos perlocutivos; qu
19
Vid. la reflexin de Vattimo sobre la enfermedad histrica y la imposibilidad del olvido (citando a
Nietzsche y Heidegger). Sealamos una de las lneas de inters: en el arte contemporneo se puede ver en
ejercicio una creatividad que no tiene necesidad del olvido, que, por el contrario, se articula exactamente
como una funcin positiva del exceso de memoria (pp. 83-84). El campo artstico (al igual que el cientfico
y otros) de-muestra el desarrollo y el crecimiento de los signos, que define la memoria.
actos performativos y cmo ponderar la dimensin performativa del discurso en general),
una tica del discurso (sostener fundada y legtimamente a la vez una pretensin de sentido
y la triple pretensin de verdad, rectitud normativa y veracidad). As, por nuestra parte
ponemos en tensin y discutimos los discursos y las prcticas en torno de la memoria en
distintos campos y mbitos que ubican la cuestin en el contnuo memoria-historia-
dictadura militar-justicia-derechos humanos, que de-limitan un poco los alcances
inconmensurables del problema de la memoria (en general) a un pasado ms o menos
reciente, re-abierto con sus heridas a flor de piel (24 de marzo de 1976 es una fecha
investida de gran carga simblica, que dio lugar a la institucin del Da Nacional de la
Memoria, por la Verdad y la Justicia); no as la necesidad y legitimidad de las demandas y
polticas en curso y an por implementar al respecto en materia de leyes, juicios por la
verdad y la justicia, reparaciones Una vez re-conocidos los acontecimientos,
traumticos, horribles e imborrables, que se reviven da a da, se recuerdan y/u olvidan de
diferentes maneras, se re-elaboran con diversos medios y finalidades; una vez visto el
contexto de activacin de los resortes del pensamiento y la accin respecto de la memoria
en general y la memoria histrica en las ltimas dcadas, la gestin de la memoria, los
embates y combates que siguen generando esos momentos atroces de nuestro pasado ms o
menos reciente, el pensamiento debe volver sobre la cosa y sobre s mismo 20. Ah es
20
Uno de los pensadores argentinos que reflexiona sobre la memoria advierte sobre algunas confusiones,
ciertos deslizamientos, y la necesidad de tomar recaudos (y diramos el toro por las astas). Schmucler (2005)
dice: En nuestro presente asistimos a una curiosa contradiccin: tal vez pocos momentos como el nuestro
han visto dilatarse en tal magnitud la presencia de la discusin sobre la memoria y, paradjicamente, vivimos
una poca marcada sustancialmente por el olvido. La memoria misma hace una guiada al olvido cuando
pasa a ser museificada, una cristalizacin que hace menguar la pulsin mvil y perder la capacidad de
rehacer la memoria. La memoria, que es la condicin de posibilidad de nuestra vida en el mundo, es temible,
frgil, imprevisible, esquiva. La memoria es revisin, exige persistencia, voluntad de transmitir, duracin y
repliegue (para indagarse a s misma y mantenernos alertas, despiertos). La memoria es la prctica de una
tica: la idea de una tica constitutiva de la memoria radica en la seleccin de lo que se recuerda y se
olvida, que marca el proyecto de existencia de un pueblo. La memoria es un hecho moral y si es
considerada como instrumento para algo, si es solamente instrumental, su fuerza moral se debilita.
Esto quiere decir que no se puede esquivar las pugnas ideolgicas y polticas, los debates pblicos y
acadmicos, la responsabilidad y la libertad del mundear, la nada fcil convivencia con otros, la co-
pertenencia al mundo y su cuidado, a una comunidad, una ciudad, un pas. No podemos negar (sino todo lo
contrario, no cejamos en el empeo de propiciar la sensibilizacin social general, la toma de decisin frente a
la historia y la realidad presente, la discusin urgente sobre estos asuntos comunes) la magnitud de los
acontecimientos histricos, la importancia de los movimientos sociales, las organizaciones que participan
activamente en el proceso de re-solucin de estos problemas abiertos y candentes, la pre-ocupacin
ciudadana en general, las prcticas de intelectuales y acadmicos que abordan la temtica desde distintas
perspectivas, las distintas lneas de accin seguidas por varios sectores y gobiernos. Sin embargo
consideramos que una mirada ampliada de la memoria es de ms largo alcance y profundidad y re-ubica
estos captulos de nuestra historia de las ltimas dcadas (Dictadura militar, desaparecidos, delitos de lesa
humanidad, Guerra de Malvinas) en una narrativa ms compleja, polidrica, polifnica, que permita
comprender ms y mejor lo que va ocurriendo en relacin con lo que pas antes que (v. gr. el ciclo de los
golpes militares en Argentina, inaugurado en 1930, en relacin con los golpes de estado y gobiernos militares
en otros pases latinoamericanos; los exterminios de poblaciones indgenas, las varias represiones y
masacres). Queremos decir que eso que hace el trabajo acadmico en Historiografa y ciencias sociales
donde la problemtica de la memoria constituye un aspecto relevante de la condicin
moderna, y por ello uno de los factores importantes de la crisis de modernidad (y) en el
mundo contemporneo.
El desapego moderno al pasado es concomitante con la invencin de una forma de
vida inaudita fundada en la anticipacin del porvenir. Esto significa que vivimos en un
mundo que se futuriza cada vez ms (Sloterdijk 2011). Pero hoy el arte de hacer
promesas pierde crdito porque no se pueden saldar tantas deudas acumuladas (idem).
Con las ruinas del creditismo la catstrofe se agrava porque no todos ni siempre lo
tomamos en serio (Zizek 2011). Una moraleja es que la crisis es la nica instancia que
posee suficiente autoridad como para impulsarnos a cambiar nuestra vida (Sloterdijk).
Precisamente vivimos en un mundo de crisis que nos crispa los nervios (de la memoria),
por las des/articulaciones y los desen/frenos de todo tipo que experimentamos en todos los
rdenes de la vida, echando mano de algunos trechos y pertrechos de las andanzas de
Mnemosyne, mirando por momentos hacia atrs y hacia delante para re-acomodar(nos) (en)
el presente21. A propsito de la facultad de memoria y la gnesis del tiempo histrico, Virno
(2003) dice:

El exceso de memoria, que sin duda caracteriza a la situacin contempornea, tiene un nombre
propio: recuerdo del presente. <> cuya peculiar funcin es representar lo posible, se revela sin
recato porque la experiencia de lo posible ha venido asumiendo una importancia crucial en el
cumplimiento de las tareas vitales. <> El excedente de memoria no induce a la abulia y a la
resignacin sino que, por el contrario, garantiza la ms intensa actividad. La parlisis de la accin,
acompaada con frecuencia de un irnico desencanto, deriva sobre todo de la incapacidad de
soportar la experiencia de lo posible. (pp. 55-56)

Las trans-formaciones de la experiencia, el sentido y los cambios (ms o menos


in/controlables) de la realidad, la imaginacin y construccin de un mundo posible
(siempre incierto) se re/producen incesantemente por los juegos complejos de semiosis y
memoria (Garca 2004), que des-encadenan las relaciones constitutivas de la urdimbre de

tendra que impregnar ms la discursividad pblica, oficial y en general. Los alcances y la profundidad de la
memoria colectiva, la memoria histrica y la historia no pueden ser re-cortados en perodos de corta duracin
y de-marcados por algunas fechas ms o menos recientes (aunque esto es ciertamente necesario). El problema
no es, o no solamente, preservar y recuperar la memoria, sino ejercitar la facultad de memoria, re-elaborar
da a da una memoria que pro-sigue sus mltiples cursos y va sedimentando nuestras deriva(ciones) de
sentido, prcticas, relatos, re-creaciones
21
Bodei (1998) reflexiona sobre estos dos rasgos caractersticos de la modernidad: La restriccin del
espacio de la experiencia y una reduccin del horizonte de las expectativas. Dice: La orientacin hacia el
futuro obedece a dos tendencias simultneas y contradictorias: es estimulada, ya que la necesidad de prever
se acrecienta cuando la incertidumbre aumenta, y a la vez es desmotivada, en razn de la difundida sensacin
de no estar a la altura de las tareas de simulacin y control del porvenir. <> El horizonte de las expectativas
(aunque no el de las esperanzas) se reduce cuando el futuro se muestra ms como una amenaza
indeterminada que como una promesa plena de contenidos (pp. 11-12)
sentido(s) en que consiste la vida y la fuerza de la memoria, que a su vez es la vida, la
accin y la fuerza de los signos.

El giro semitico
En su reconstruccin crtica de la historia de la Filosofa, Apel (1985, dos vols.
<1972-1973>) afirma que la autntica y radical transformacin de la filosofa
trascendental, posible todava por el apriori gnoseo-antropolgico de la reflexin, se lleva a
cabo en la direccin semitica y hermenutica del apriori de la comunidad de
comunicacin (Vol I, p. 56, nota 90)22. El apriori de la comunidad real de comunicacin
presupone la anticipacin del punto de vista de la comunidad ideal de comunicacin que
todava tiene que construirse en la comunidad real (Apel 1985 vol I, p 56). Esta idea de
una comunidad ilimitada de interpretacin presupuesta por quien argumenta como
instancia de control, y que se realiza asimismo terica y prcticamente in the long run,
funciona como principio regulativo (Apel 1095 -vol. II, pp. 204-ss).
A partir de su anlisis crtico del linguistic-pragmatic-hermeneutic turn23, Apel
interpreta el giro de la filosofa actual en el sentido de una transformacin crtica de la
filosofa trascendental clsica (1994, cap. II). En esta direccin (y a partir de que la
estructura de la relacin sgnica es al mismo tiempo la del conocimiento de lo real
mediado por signos) deriva semitico-trascendentalmente los tres paradigmas principales
de la prima filosofa (Apel 1994), segn cul o cules de las posiciones de la relacin
sgnica tridica se tematice _ontologa: ente objetivado; filosofa trascendental clsica
<epistemologa>: relacin sujeto-objeto; semitica trascendental: relacin tridica del
conocimiento mediado por signos_.

22
Se puede compartir o no, como es el caso de Parret (1993) y el nuestro, la orientacin trascendentalista de
Apel.
23
Gadamer (2001 <1995>) rene varios trabajos con el ttulo El giro hermenutico, que re-enva otra vez a
los 60 y 70. En Gadamer (1993 <1975>) se sostiene el punto de vista universal de la hermenutica (como
filosofa). En el ltimo de los trabajos incluidos en la compilacin de 1995, dice Gadamer: El principio
supremo de toda hermenutica filosfica es, y as me la imagino (y por eso es una filosofa hermenutica),
que nunca podemos decir completamente lo que en realidad hemos querido decir. Y qu queramos en
realidad? Bueno, lo que al parecer pretendamos es que el otro nos comprendiese, y quiz algo ms.
Queramos reunirnos con el otro, obtener su aprobacin o, por lo menos, que se retomara lo dicho, aun
cuando fuese a modo de rplica u oposicin. En una palabra: queremos encontrar un lenguaje comn. A esto
se la llama conversacin. <> El arte de comprender consiste seguramente y ante todo en el arte de
escuchar. Sin embargo, a ello hay que aadir la posibilidad de que el otro pueda tener razn (p. 227). Otro
ttulo (con aires de familia) de (la misma) poca es El imperio retrico de Perelman de 1977, una cua de la
teora general de la argumentacin considerada como una nueva retrica, en el contexto de
renacimiento y rehabilitacin de la retrica en el pensamiento contemporneo, al cual asistimos hoy (p.
18).
Para Apel: En cuanto intrprete de signos, el sujeto de conocimiento tiene que
entenderse a priori como miembro de una comunidad de comunicacin (y de
interpretacin) real y de una ideal presupuesta por anticipacin contrafctica (Apel 1994).
Atiende as a la solucin del doble problema de la explicitacin de la verdad y de la
fundamentacin ltima: mediante la idea regulativa de un consenso ltimo <...> de la
ilimitada comunidad de investigadores acerca de la aceptabilidad de hiptesis falibles; y
de la idea de la irrebasabilidad de la argumentacin (cfr. Dussel, comp. 1994), a partir del
apriori del lenguaje, en cuanto mediacin del conocimiento. El giro de la crtica del
conocimiento qua anlisis del lenguaje apunta al problema del valor de verdad, cuya
solucin se indica en la direccin de una formacin intersubjetiva del consenso, en virtud
del acuerdo lingstico (argumentativo), cuyo principio regulativo y crtico es el ideal de
realizacin de la comunidad ideal de comunicacin (Apel 1985 -vol. II, pp. 292, 337-38;
cfr. Vattimo 1991, Rorty 1996, Habermas 1994).
El objeto de la Semitica como tercera Prima Philosophia es la semiosis (ad
infinitum), condicin de posibilidad, y realizacin efectiva, de las interpretaciones, y de la
validez intersubjetiva de las mismas. La Semitica, tal como la define Peirce
(Pragmatismo), es la doctrina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales
de toda semiosis posible; y la semiosis es la accin de los signos (Peirce, CP 5.488, 5.484,
en Nth 1998: 66)24.
La propia semiosis, que hace posible (a la vez que es posible por) la memoria,
puesto que no hay sentido sin pasado, presente y futuro (Garca 1999, 2004b, 2005,
2010)25, ofrece una solucin (si se quiere de compromiso) al problema de la sucesin
paradigmtica (cuyas tres categoras son ser, conocer, significar/comunicar), por cuanto el
proceso diacrnico puede ser traducido sincrnicamente a la relacin tridica (Apel) que
tanto pre-ocup a Peirce desde que comenz a poner los cimientos profundos y masivos
sobre los cuales se propuso levantar un edificio filosfico que sobreviviera a las
vicisitudes del tiempo (cit. por Pavn, Prlogo a Peirce 1978). La lgica relacional
tradica peirceana, (representamen, objeto, interpretante) no provoca el olvido de los
momentos anteriores (mondico y didico, ser/conocer, mundo/sujeto) que seran
24
Tambin en la presentacin de Sercovich a Peirce (1986, p. 9). En esta senda la semiosis es de carcter
universal. Peirce (1978) concibe el Universo como un argumento que ejecuta sus conclusiones en las
realidades vivas, y como tal es necesariamente una grandiosa obra de arte, un magno poema porque todo
argumento bien hecho es un poema y una sinfona-, al igual que todo verdadero poema es un argumento
slido. Seguidamente compara el universo con una pintura, un cuadro impresionista de una playa.
25
Como dice Peirce (1902, MS, 599, cit. en Nth, 1998, p. 140): La naturaleza del signo es como la de la
memoria, que recibe las transmisiones de la memoria pasada y transfiere parte de ella hacia la memoria
futura.
definitivamente trascendidos, sino que hace de los tres componentes elementos
constitutivos de la semiosis. La lgica semitica reconstruye la semiosis como
significancia/ comunicabilidad (Parret 1993) a partir de la comunalidad, cuya condicin
de posibilidad es la aesthesis26.
Pero hay que apuntar las protestas de Peirce por las confusiones, tergiversaciones y
mala-interpretaciones que provoca su discurso, a lo que deba salir al cruce con
aclaraciones y precisiones. Entre ellas, y no la de menor importancia, la intromisin del
(sujeto) intrprete en la trada, en lugar del interpretante (o identificado con l); la
dificultad en reconocer uno de los servicios que debera prestar el Pragmaticismo (o
cualquiera que sea la verdadera doctrina de la lgica de la Abduccin), cual es la de
adoptar una actitud satisfactoria hacia el elemento de terceridad (Perice 1978, Lecciones
VII), la categora de la mediacin, del hbito, de la memoria, de la continuidad, de la
sntesis, de la comunicacin, de la representacin, de la semiosis y de los signos (CP,
1.337-ss, cit. en Nth 1998: 64, Peirce 1989, Principios de filosofa), sin el cual el edificio
(pragmaticista) que Peirce habra proyectado y construido arquitectnicamente se
desmoronara27, y con el aporte del cual (entre otros) Peirce hizo posible la transformacin
de la filosofa qua Semitica como tercera Prima Philosophia.
Debe usted saber que, desde el da en que, a los doce o trece aos, encontr en la habitacin de mi
hermano mayor un ejemplar de la Lgica de Whately y le pregunt qu era la lgica, y, al obtener
una respuesta simple, me ech al suelo y me hund en el texto, nunca ms pude, a partir de ese da,
abordar el estudio de nada fuera matemticas, tica, metafsica, gravitacin, termodinmica, ptica,
qumica, anatoma comparada, astronoma, psicologa, fontica, economa, historia de las ciencia,
juegos de naipes, hombres y mujeres, vino, metrologa-, salvo como un estudio de semitica; y con
qu escasa frecuencia he podido interesarme con verdadera simpata en los estudios de otros hombres
de ciencia (y cmo han sido mucho ms escasos aun los hallazgos de alguien que comprendiera mis
propios estudios <>, no creo necesario detallarlo <>. (Peirce, Carta a Lady Welby, 28 de dic.
1908).

Peirce podra ser incluido en la pregunta de Foucault sobre Marx, Freud y


Nietzsche (formulada en 1964), en cuanto su obra sera un gozne de diferenciacin y
superacin en el proceso conflictivo e inconcluso de re-ordenamiento 28 del cuadro

26
Parret (1995b) sugiere la recuperacin semitica de la esttica, que ampla la senda cannica de la
ciencia, porque permite concebir la semiosis como una trama compleja de razones y pasiones, condicin del
ser como cognoscibilidad, de la inter-subjetividad, el conocimiento, la realidad y el mundo que inventamos y
hacemos, y (al parecer de Nietzsche, La voluntad de podero) el nico que podemos interpretar.
27
La Arquitectnica de Peirce: Ciencia Normativa (Lgica-Etica-Esttica) // Fenomenologa <Faneroscopa>
(Ciencia Positiva) // Ciencia Condicional o Hipottica de la Matemtica Pura (que debe leerse en sentido
descendente; cada piso se apoya en el que le sigue). (Peirce 1978 -Lecciones I-IV). Entre otras
indicaciones para seguir los pasos (del filosofar piecemeal and by fragments, en un prolongado work in
progess) de Peirce, Apel (1997), Deladalle (1996).
28
Siguiendo a Vattimo, como proceso de dis-continuidad, sucesin y relevo, culminacin, un re-memorar que
realiza, supera y tras-pasa la modernidad, la lleva ms all de s misma y en el espacio y el tiempo, la
convierte en otra.
epistmico pos-moderno, segn la conclusin de Deely (1996) acerca de la semitica como
armazn transdisciplinario que hace inteligible la idea de un desarrollo post-moderno,
habilitacin de un nuevo comienzo para las ciencias y apertura de un nuevo captulo en
la historia de las ideas (pp. 337-338)29.
La semitica es una perspectiva o un punto de vista que surge de un reconocimiento explcito de lo
que cada mtodo de pensamiento o cada mtodo de investigacin presupone. La semitica surge del
intento de tematizar esta base que es comn a todos los mtodos y los sustenta de manera
transparente en todo aspecto hasta el punto en que ellos son medios genuinos por los cuales la
investigacin avanza <> descansa sobre la verificacin de una nica forma de actividad en la
naturaleza <> para la cual <> Charles Sanders Peirce acu el trmino de semiosis <> la
accin de los signos, est de hecho presupuesta en la misma idea de mtodo. Es decir, los signos son
requeridos no slamente por cualquier mtodo en filosofa o en las ciencias naturales o humanas sino
por la misma posibilidad de que exista tal cosa como mtodo de investigacin de cualquier clase. La
semiosis es un proceso de revelacin <>. Cada mtodo revela algo <> y, en la medida que
revela, es un mtodo semitico, con lo cual simplemente quiero decir que es, como modalidad
comunicativa, signo-dependiente. (Deely, 1996, pp. 55-56)

El bosquejo siempre diferido de este croquis epistmico un tanto borroso,


inacabado, des-totalizante, tom un giro semitico30, en cuanto a la redistribucin, y
regimentacin de verdad, del orden mnemo-semitico, pensado en clave de relacin (entre
el repertorio de signos-representmenes, el dominio de objetos y el sistema de
interpretaciones; es decir, entre los medios y modos de representar y de interpretar la
realidad, en que consiste la semiosis, un proceso complejo, abierto, in-determinado,

29
Dice Deeley: En cualquier caso, si es cierto que las cosas son definidas y nombradas con propiedad por
sus resultados, el semitico est autorizado a considerar el universo en su misma esencia como
semiocntrico. La visin de dimensiones nuevas y sobrecogedoras de los aos sesenta que al comienzo
pareca demasiado grandiosa, resulta, despus de todo, no lo suficientemente grande (p. 256). En cuanto a
una matriz para todas las ciencias, Deeley considera que El punto principal en este sentido es que la
semitica concierne a una renovacin de los fundamentos de nuestro entendimiento del conocimiento y la
experiencia a lo largo del escenario, y por lo tanto a una transformacin de las superestructuras disciplinares
que distribuyen culturalmente ese entendimiento (las disciplinas tradicionales tal como han sido
corrientemente fundadas) (p. 206).
Acerca del paradigma general semiocentrista, dice Est: La era semiocentrista ha venido para
mostrar con mayor nfasis que nunca el modo como las cosas dependen para la experiencia de la mediacin
de cadenas sgnicas, stas, cada vez ms intrincadas y complejas (1997, p. 26); y comienza sus
consideraciones con una conviccin: las proliferacin sgnica (vista desde la indagacin semitica), el
aumento de complejidad y la flecha del tiempo son todas un mismo fenmeno (p. 17). Acerca de la
Semitica como metodologa de base de las ciencias sociales, Magarios de Morentin (1996).
30
Cfr. Fabbri (2000 <1998>), un ttulo que recordaba y anunciaba un giro ya producido pero actual con
respecto a la vulgata semitica en curso, que es la de los aos sesenta. Faltaba, en cambio, un desarrollo
adecuado del concepto de traduccin intersemitica, que a su parecer es un campo fecundo de
investigacin que prolonga lo ms esencial del gesto semitico: estudiar los recorridos de sentido a travs de
las sustancias de la expresin (p. 15). La idea bsica del giro semitico, tal como lo entiende Fabbri
(quien toma el trmino giro de Nietzsche, porque lo entiende en el mismo sentido), y que ubica en un
espacio y un tiempo ms cercanos a los suyos y su propia trayectoria, es contraria al intento de trocear la
complejidad del lenguaje, de las significaciones y del mundo, en unidades mnimas, y luego, mediante
combinaciones progresivas de elementos de significados y de rasgos de significantes, producir o reproducir el
sentido. Tambin Fabbri cree que hay una fuerte demanda de la semitica como organon para la ciencia,
como una especie de arte racional, no universal, para el funcionamiento de los conocimientos locales.
incompleto e infinito). Como sostiene Deely acerca de la semitica como matriz de este
cuadro-orden:
El punto de vista semitico es la perspectiva que resulta del continuo intento de vivir reflexivamente
con, y seguir las consecuencias de, una simple concepcin: la totalidad de nuestra experiencia, desde
sus ms primitivos orgenes en la sensacin hasta sus ms refinados logros del entendimiento, es una
red o trama de relaciones sgnicas. (pp. 60-61)

En la retrospectiva, sobre la teora y la historia de la semitica, afirma Deeley:

En una palabra, la teora de la semitica en el sentido bsico ser la explicacin de cmo la


totalidad del conocimiento y la experiencia depende de signos, o es un producto de la semiosis; la
historia de la semitica en el sentido bsico ser el trazado de las lneas que hacen posible y
necesaria tal explicacin, aunque esta historia en otro sentido permanezca asimismo abierta hacia un
futuro indefinido en virtud del pensamiento presente. (p. 268).

Una de las derivaciones de esta teora y esta historia va de la mano de Morris. En


sus Fundamentos de la teora de los signos de 193831 seala el doble vnculo de la
semitica con las ciencias, en cuanto se trata de una ciencia ms y de un instrumento de
las ciencias. En el primer caso, supone un avance en el camino de unificacin de la
ciencia, al aportar los fundamentos para cualquier ciencia especial de los signos; de modo
tal que el concepto de signo sera importante en ese proyecto de unificacin de las ciencias
(en general, los distintos tipos), y la semitica sera pertinente en un programa tal, aunque
la naturaleza exacta y el alcance de su pertinencia todava han de determinarse. En el
segundo caso, la semitica es el instrumento de todas las ciencias, ya que todas recurren a
los signos: Por consiguiente, la metaciencia (la ciencia de la ciencia) ha de usar la
semitica como organon (1985: 24-25). Morris piensa que la semitica ofrece una base
para la comprensin de las principales formas de actividad humana y para su
interrelacin, en tanto mediadas por signos, con lo cual cumplira una de las tareas
filosficas tradicionales (p. 112). Morris (1974 <1964>) seala el carcter
interdisciplinario de la semitica, dado el carcter semitico (simblico) de los respectivos
objetos de estudio de las diversas disciplinas.

En el mismo ao que Foucault lea su ponencia (1964), Barthes publicaba La


cocina del sentido en Le Nouvel Observateur (en Barthes 1997), donde seala que junto
a las diversas determinaciones (econmicas, histricas, sicolgicas) hay que prever ahora
una nueva cualidad del hecho: el sentido (p. 225). Y observa:

31
En el prefacio al libro (primera edicin espaola de 1985 <1971>), dice Morris que el mismo rene sus
principales escritos sobre la teora general de los signos de 1938, 1946, 1964.
Si las tareas de la semiologa crecen incesantemente es porque de hecho nosotros descubrimos cada
vez ms la importancia y la extensin de la significacin en el mundo; la significacin se convierte en
la manera de pensar el mundo moderno, un poco como el hecho constituy la unidad de reflexin
de la ciencia positiva. (Barthes 1997: 224-25).

En la introduccin a un volumen sobre los resultados alcanzados por la semitica


rusa aplicada a las ciencias humanas de 1973, Lotman y Uspenski (2007) dicen:
<> el punto de vista semitico es orgnicamente intrnseco a la conciencia humana y en este
sentido constituye un fenmeno no slo viejo, sino tambin conocido por todos. <>
El punto de vista semitico, implcitamente, siempre se presenta en las acciones y en la conciencia del
hombre. La peculiaridad de la ciencia es la de proceder a analizar lo que nunca haba sido analizado
precisamente porque pareca simple y evidente. Bajo este aspecto la semitica est unida a la ciencia
del siglo XX, que aspira no tanto a conocer algo nuevo con respecto al contenido, sino ms bien a
ampliar el propio conocimiento del conocimiento.
<> muchos problemas de semitica, que sorprenden por su novedad y se revisten de la moderna
metodologa cientfica, en sustancia objetivizan viejos problemas que ya desde hace tiempo son
intrnsecos a la cultura.
<> la ciencia, expresando la acumulacin de los conocimientos en el mbito concreto de su
investigacin, asume contemporneamente las formas comunes a toda la cultura de su tiempo, y el
hecho de que los sistemas de signos hayan llegado a ser, en la mitad del siglo XX, el objeto de una
investigacin especial no es nada casual. Es que precisamente desde el punto de vista cientfico de
nuestro tiempo es caracterstica la relevante atencin dirigida al procedimiento y al lenguaje de
descripcin. <>
La semitica, pues, es la orgnica continuacin de numerosas lneas del desarrollo cultural anterior
y, al mismo tiempo, depende precisamente de la fase actual de la cultura, y de esta fase manifiesta los
aspectos caractersticos.

Coda. Hilos, nudos incesante trans-curso.

El ciclo de las revoluciones filosficas y cientficas no se cierra (stas estn


imbricadas con otras clases de revoluciones y otros tipos de trans-formaciones).
El siglo XX es rico en revoluciones cientficas, y el resultado natural de este hecho es que nuestras
ideas han cambiado no slo acerca del mundo, sino tambin acerca de la propia ciencia. (Lotman y
Uspenski 2007)

Al mismo tiempo no se deja de proponer re-definiciones del tipo de sociedad y


cultura que con-formamos; de caracterizar el mundo que heredamos y legamos, que re-
hacemos da a da y re-quiere cada vez mejor cuidado; de buscar la clave (del espritu) de
nuestro tiempo; de re-inscribir la era que transitamos en el libro de arena de la historia; de
entonar algunas metforas32 re-creadas para comprender lo que sucede a nuestro alrededor
y nuestra propia existencia; de re-formular ensayos que procuran ad-mirar la complejidad
del diverso cristal de esa memoria, el Universo (Borges, Everness, El otro, el mismo);
y por supuesto no se ceja en el empeo de propiciar las (pen)ltimas in-auguraciones de la
dis/continuidad epistmica33
32
Entre esos iconos (imagen, metfora, diagrama), eidos (forma, idea): la esfera, la flecha (del tiempo).
33
Posmodernismo-posmodernidad, sociedad moderna lquida de consumo, sociedad de la comunicacin
generalizada, sociedad del espectculo, sociedad del la informacin, aldea global, era planetaria,
En fin, no tiene a-puesta final, ltima ni definitiva, el juego de contar(nos) historias;
la aventura incierta, continua y en permanente desarrollo-crecimiento, azarosa y amorosa,
de re-escritura del magno poema que es el universo (evocando y convocando a Peirce y
Barthes); la experimentacin con nuestro(s) ingenio(s); la prctica del difcil arte de la
meta-morfosis; la experiencia del viaje transformador34. Pero la telaraa que se des/teje una
y otra vez exhibe la mano tejedora, que adelantndose seala la mscara con el dedo; y no
deja (mucho) ms que asumir la responsabilidad, una actitud de respuesta activa,
comprensiva (Bajtin 1997), crtica y poltica (Castoriadis 1993, Foucault 2004).
En el transcurrir del Gran Tiempo-Dilogo (Bajtin 1985) no paramos de re-accionar
la rueca y el telar de los signos y la memoria, para re-producir sentido y tratar de
comprender su devenir, el nuestro, el del mundo, el de la rueca, el del dilogo y sus re-

globalizacin y mundializacin; complejidad, gentica, microbiologa, cognitivismo Pero esto sera motivo
de otra excursin. Como la memoria tiene sus propias leyes, ms parecidas a las del arte, ms o menos
diferenciadas en sus distintas semiosferas (Lotman 1996), no nos sorprende la proliferacin de
(con)fabulaciones, las idas y vueltas, contra/marchas, derivas y derivaciones, desviaciones y atajos, re-
visiones, revivals, exploraciones y nuevos rumbos, re-planteos, de todo tipo, que se dan en nuestra
modernidad singular.
A propsito, en el Prefacio de su libro que se titula as, dice Jameson (2004): En plena
posmodernidad, y hasta hace muy poco, pareca existir cierto acuerdo general, cierto consenso tcito, acerca
de los rasgos de lo moderno que ya no eran deseables. <> No obstante, en medio de todos estos saludables
movimientos de repugnancia y revulsin que nos lleva, en verdad, al extremo de escuchar el ruido de
ventanas rotas y viejos muebles arrojados a la calle, en los ltimos aos hemos comenzado a presenciar
fenmenos de un tipo muy diferente, que sugiere el retorno y rehabilitacin de toda clase de cosas del pasado,
y no su liquidacin al por mayor: la filosofa tradicional en todo el mundo, una economa poltica
anterior hace su tambaleante aparicin como una sombra y nos ofrece un nuevo y prodigioso acontecimiento,
a saber, la reinvencin del mercado, el renacimiento de la esttica. Advierte entonces que Lo que se
identifica (de manera igualmente tradicional) como la historia de las ideas est mal preparado para
enfrentarse a regresiones intelectuales de este tipo, que con frecuencia pueden explicarse con mayor certeza
en funcin de coyunturas polticas y dinmicas institucionales). Para Jameson cuesta pensar que esas
reinstitucionalizaciones y sus regresiones puedan incluirse entre las consecuencias de la posmodernidad. No
es acertado suponer que esto pensaba Lyotard (respecto del desplazamiento de los grandes relatos de la
historia por los mltiples juegos de lenguaje), y que la posmodernidad, de Lyotard o cualquier otra, seala
un repudio del pasado, su abandono generalizado en el olvido. De la turbacin de Lyotard, Jameson extrae
dos conclusiones tiles. La primera tiene que ver con una dependencia de lo posmoderno con respecto a lo
que siguen siendo las categoras esencialmente modernistas de lo nuevo; la segunda es que resulta ms
fcil denunciar los relatos histricos <> que prescindir de ellos. En el libro se ocupa del retorno o
reinvencin final de lo pasado de moda en plena posmodernidad, una reiteracin que es sin duda la ms
paradjica de todas, pues demuestra ser la del concepto mismo de modernidad propiamente dicha, que con
ingenuidad supusimos superado mucho tiempo atrs.
34
Ni determinismo ni vaticinio; ni orden sin resquicios, progreso indefinido, ni puro caos, fragmentacin y
dispersin total; sin la tranquilidad del conocimiento completo y absoluto, pero sin el desasosiego
permanente de la radicalidad relativista, tambin afincada en el emporio monolgico; sin garantas ni fianzas
abonadas por adelantado. Ya sea que Dios juegue o no a los dados, est en permanente vigilia o se distraiga,
El futuro no est dado. Vivimos el fin de las certidumbres, pero no el tiempo de una derrota del intelecto
humano, su capacidad de imaginar lo posible (Prigogini 1997, p. 213). Por el carcter de nuestra incursin
no prevemos adentrarnos ac en el enorme y sorprendente edificio de Peirce, en el que pueden recorrerse
largos caminos, visitar amplios lugares (la clasificacin de los signos, el triplete lgica -gramtica retrica,
las ciencias normativas, el triplete doctrinario tijismo sinejismo agapismo, los grafos, los tipos y la crtica
de argumentos, el falibilismo), para confrontar varias historias y re-orientar el dilogo.
construcciones, el de las mentiras que re-inventamos para vivir y sostener(nos) (en) el
mundo.
Para bien (de todos o de unos pocos) o para mal (de muchos que es consuelo de
tontos), los dominios de signos y medios de representacin, los repertorios de objetos
representados por esos signos y los sistemas de interpretaciones a que dan lugar, que
constituyen la semiosis; las instituciones en que cristalizan y las tradiciones que
conforman, no estn completos, fijos, ni definitivamente cerrados (Delladale 1996). Y lo
propio de la prctica semitica, como Praxis crtica y Crtica de la praxis (Kristeva), como
Crtica ideolgica y poltica (Barthes), como Ciencia de las ideologas (Bajtin,
Voloshinov), es re-abrir una y otra vez el retablo de las maravillas, re-inaugurar
ininterrumpidamente el (eslabonamiento semitico del) proceso, como actualizacin de la
capacidad de influir en la constitucin de toda institucin pblica (Peirce 1988, Las obras
de Berkeley).

REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS

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De comunicacin, institucionalizacin, formacin.

Algunos excursos.
En el mismo humus de la trans-formacin epistmica moderna y como parte del
mismo arco de los llamados giros que tuvieron lugar durante el siglo veinte 35, puede
inscribirse/ubicarse la emergencia y prominente desarrollo de la perspectiva
comunicacional. Si bien se data la conformacin del campo de estudios de comunicacin
(como campo disciplinar especfico, por lo dems muy complejo y diversificado) hacia la
primera mitad del siglo XX, al igual que el rediseo del cuadro epistmico, el
reordenamiento de los saberes y la institucionalizacin de las disciplinas, resulta ms
provechoso e iluminador adoptar un enfoque de larga duracin de estos procesos que se
dan a lo largo de la dis/continuidad histrica; y seguir el juego de re-generacin
permanente del sentido y las relaciones posibles, de dilogo/memoria (Bajtn 1985),
semiosis/memoria (Peirce 1989, 1991)36. Y hablar de comunicacin es hablar de(l)
sentido

Cada poca histrica y cada tipo de sociedad tienen la configuracin comunicacional que se
merecen. Esta configuracin, con sus distintos niveles, ya sean de carcter econmico, social, tcnico
o mental, y sus distintas escalas, local, nacional, regional o internacional, produce un concepto
hegemnico de comunicacin. En el paso de una configuracin a otra, interesa destacar las
continuidades y las rupturas.
Al hilo del tiempo estudiado, el concepto se habr reconvertido ms de una vez en una figura indita,
sin abstraerse por ello de los elementos presentes en el modo de comunicacin anterior. (Mattelart
1995: 12)

Pensar, estudiar, investigar, producir, gestionar comunicacin re-quiere un ejercicio


crtico y responsable de re-memoracin del enmaraado desarrollo de los saberes y las
prcticas, los paradigmas, las teoras, las metodologas, los modelos, las tcnicas, los
problemas. Cabe considerar ac, por un lado, la premisa que M. Wolf (1991) propone para
presentar y analizar las teoras que ms incidieron en la conformacin de una tradicin de
estudio de la comunicacin massmeditica, segn la cual dispone los modelos tericos a
partir de tres determinaciones, cuyos alcances ampliamos para nuestros propsitos, para
disear una investigacin o leer un estudio de comunicacin, en general, dado que la
participacin en un campo especializado y relativamente autnomo implica una serie de

35
Ver el trabajo anterior, De giros y (sus) re(la)tos. Fragmentos y digresiones. Estas notas integran una
serie de excursiones por estas comarcas (sobre la comunicacin pblica, los medios, el periodismo),
motivadas sobre todo por nuestra experiencia docente de veinte aos en el difcil arte de la (trans)formacin
de periodistas y comunicadores sociales.
36
Pinsese, por ejemplo, en la larga tradicin del pensamiento sobre el lenguaje y las prcticas sociales en las
que ste interviene, como la Potica y la Retrica de Aristteles, que suponen un punto de vista
comunicacional sobre la creatividad discursiva en contexto con ciertos fines.
compromisos e intereses (Bourdieu 1988), y por mor del carcter propiamente poltico de
la prctica social (Burdieu 1985), intelectual, docente, cientfica, profesional: -el contexto
de su aparicin, y de emergencia del problema; -la teora social implcita o explcitamente
declarada, la concepcin de la realidad y el conocimiento sustentada (a partir de las
coordenadas onto y gnoseolgica), y en general la posicin sobre el mundo adoptada; -el
modelo de comunicacin postulado. Y, por el otro, algunos principios resaltados por Martn
Barbero (1989, 1991): -el de transdiciplinariedad, como intento de hacer saltar los cercos
impuestos por los mltiples imperialismos que pugnan por imponer el modelo
hegemnico, tanto en el dominio de la teora cuanto en el de la prctica; -el de
contextualizacin (e historizacin) de los saberes y las prcticas, los temas y problemas,
los recortes, descartes, limitaciones, opciones que se fueron haciendo, los cuales deben ser
reintroducidos en la dinmica histrico-social para indagar acerca del trabajo en torno de
los mismos, las mltiples articulaciones entre saberes y poderes y prcticas, las diferentes
temporalidades y la pluralidad de matrices. Mapas y relatos, a sabiendas de que el arte de
la cartografa no alcanza tal grado de perfeccin como para que el mapa tenga el tamao
del universo (en cuestin) y coincida punto por punto con l (aludiendo a Borges, Del
rigor de las ciencias), y de que los relatos pueden co-variar y cambiar de color y sabor
segn la ocasin.
Un trabajo arqueo-genealgico que puede provocar una larga vacilacin e
inquietud y hasta hacer(nos) sacudir de risa no sin un malestar cierto y difcil de vencer
(Foucault 1985, a propsito de la clasificacin borgeana, que inspira su arqueologa de las
ciencias humanas)37, lo que tambin re-quiere, a la vez, la vocacin (de Arendt, Benjamn y
Bajtin) de objetividad, justicia y piedad, y profundidad, para comprender los debates y
combates que jalonan este intrincado proceso de constitucin de un lugar de
determinacin, aparicin y des-pliegue del conocimiento cientfico y los discursos que
acogen, reivindican, rechazan o re-formulan los modelos de cientificidad sobre la
comunicacin (y los medios)38.
37
Para Foucault (1986) es central la pregunta cmo se formaron dominios de saber a partir de ciertas
prcticas sociales?, as como el reconocimiento de las dos historias de la verdad (interior y exterior), y, a
partir de relaciones de fuerza y relaciones polticas. No son pocos los testimonios de las diversas injusticias
de las que surgieron y a partir de las cuales se siguen desarrollando conocimientos sobre comunicacin, como
para que se torne fascinante intentar una genealoga de los mismos, como anlisis y crtica de sus
emergencias en los diversos y sucesivos estados de fuerza (Foucault 1987, Nietzsche, la genealoga y la
historia).
38
Entre otros grupos y proyectos de ordenamiento, historizacin del pensamiento, la/s ciencia/s disciplina/s
campo de la comunicacin se destaca en Mxico el trabajo del Grupo hacia una Comunicologa posible,
coordinado por J. Galindo Cceres, que desarrolla desde 2001 el Programa de la Comunicologa posible.
Gestado en la Universidad Veracruzana, hoy el inters es la fundamentacin conceptual de una disciplina
acadmica de la comunicacin en general. Para ello se parti de una doble estrategia, por una parte, el
H. Arendt (1996) recuerda un sentido en que la objetividad vuelve a tener un valor
positivo y necesario (diramos en consonancia con la dialoga y la polifona propugnadas
por Bajtin): es la actitud hacia el objeto de los Padres fundadores de la Historia, y
antes, la de Homero, que se ocuparon de los unos y los otros, para que no se pierdan en
el olvido las grandes acciones heroicas que labraban la inmortalidad-perduracin en la
memoria de sus protagonistas. Benjamn (1995) propugna la justicia y la piedad para la
telescopizacin del pasado mediante el presente, toda vez que se trate de pasarle a la
historia el cepillo a contrapelo (sptima tesis sobre la historia), y no slo para hallar el
botin de la historia y desentraar las argucias de los vencedores. La prueba del algodn
(crtico), para detectar rastros y huellas (de suciedad y manchas) (Savater 1996), supone
postular el vnculo, indisociable aunque frgil, entre verdad y justicia.
En este campo de estudios parece pertinente el criterio de profundidad, que Bajtin
(1985) propone en cuanto al conocimiento en Ciencias Sociales, que tambin exige la
humildad y la piedad, no en el sentido en que Jameson advierte la crisis de la
profundidad, ni como sumergirse en busca del mensaje, algn contenido oculto que al
final emerger como el sentido ltimo y definitivo, o un adentrarse hacia el fundamento.
Profundizar (en trminos de Bajtin, no ampliar ni tomar altura, ni cavar) el micromundo
de la palabra, el enunciado, la obra, como una totalidad irrepetible, histricamente
individual, pero vinculada con los otros mediante relaciones dialgicas, significara,
grosso modo, para nosotros, explorar el espesor de la memoria de la palabra, el discurso, la
obra, el texto, las prcticas, en cuanto algunas de las formas objetivas de la propia cultura
en las cuales se conservan y viven las tradiciones culturales, las que por ser sociales no
perviven en la memoria individual y subjetiva de un hombre aislado (Bajtin 1988). Sobre
el mtodo de la comprensin, dice Bajtin (1985, Hacia una metodologa en Ciencias
Sociales): En el proceso real y concreto de la comprensin, estos actos <aislados en que
puede ser desmembrado> estn indisolublemente unidos, pero cada acto tiene una

estudio y la reflexin biblioteconmica e historiogrfica del pensamiento cientfico en comunicacin, y por


otra, la configuracin de un esquema bsico a priori de una ciencia general de la comunicacin con una
perspectiva sistmica y una base epistemolgica constructivista: Http://comunicologia-posible.iespana.es/.
Vid. J. Galindo Cceres, La epistemologa constructivista hacia una comunicologa posible. Bases para una
propuesta general de trabajo epistemolgico, Razn y palabra 61, ao 13, marzo-abril/2008; y los nmeros
monogrficos de la misma revista 61; 64, ao 13, set-oct./2008; 72 mayo-julio/2009. En Espaa, el proyecto
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la Comunicacin: http://www.ucm.es/info/mediars. Vid. Martn Serrano (2007), Prlogo para La Mediacin
Social en la era de la globalizacin, Mediaciones Sociales. N 1.
independencia ideal de sentido (de contenido) y puede aislarse del acto emprico concreto:
1. percepcin del signo; 2. reconocimiento (como algo conocido o desconocido); 3. la
comprensin de un significado repetible (general, de la lengua p.e.); 4. la comprensin de
su significado en un contexto dado (prximo o alejado); 5. la comprensin dialgica activa
(discusin, consentimiento). Esto supone la inclusin en el contexto dialgico y el
momento valorativo. Bajtin (1985) entiende la comprensin como una confrontacin con
otros textos y como una comprensin en un contexto nuevo (en el mo, en el
contemporneo, en el futuro); las etapas del movimiento dialgico de la comprensin son:
el punto de partida -el texto dado, el movimiento hacia atrs -los contextos pasados, el
movimiento hacia adelante -la anticipacin (y comienzo) de un contexto futuro.
Finalmente, para re-abrir esta inflexin (pertinente en cuanto a algunos principios
que podran guiar la docencia y la investigacin en comunicacin, y para las propias
prcticas comunicativas en cualquier dominio): la polifona, introducida por analoga por
Bajtin (1993), es la caracterstica principal de las novelas de Dostoievski: la pluralidad de
voces y conciencias independientes e inconfundibles, la autntica polifona de voces
autnomas (p. 16). La novela dialgica no se encuentra como la totalidad de una
conciencia que objetivamente abarque las otras, sino como la total interaccin de varias,
sin que entre ellas una llegue a ser el objeto de la otra (p. 33) (Garca 1999, 2004).

Algunas lneas de des-encuentros


Uno de los historiadores de la invencin de la comunicacin <que> es una
invitacin para recorrer un trazado distinto del que jalona la comunicacin en su modalidad
meditica de-muestra que una arqueologa de los saberes acerca de la comunicacin:
es todava ms crucial cuando la comunicacin est en trance de convertirse, en nuestras
sociedades, en un objeto fantasmal y fantasmagrico, a costa del que especulan demagogos y
demiurgos. Razn de ms para hacerla escapar de este universo amnsico, re-insuflndole un poco
de historia con el fin de imaginarla de otra forma. (Mattelart 1995: 365).

Comunicacin suele conjugarse, en clave moderna, con utopa (Breton 2000) (y en


el ruedo parece que tiene bastante que ver y qu hacer y decir la mass-mediacin, en
general, con la parafernalia tecno/lgica): uno de los smbolos ms sobresalientes del
siglo XX (Wolton 2007), figura emblemtica de las sociedades del tercer milenio
(Mattelart y Mattelart 1997). Lugar de re-encuentro entre diversos lugares comunes, que
mantienen un aire de familia, re-productores de otros tantos lugares/sentidos ms o menos
comunes (como democracia, diferencia, otredad, opinin pblica, crtica), algunas bsicas
ilusiones imprescindibles (Grner 1999). Y por el mismo lado de la re-configuracin
crono/u-tpica permanente, asoma el otro, <el tercero> en discordia, para re-inscribir y
circunscribir lo comn del sentido/lugar: la poltica (Rosanvallon 2004, Arendt 2005). Esta
suerte de panoplia (y habra que ver con qu sentido se inviste la accin y la situacin
correspondiente en el mundo contemporneo) re-activa una constelacin de significaciones
sociales imaginarias, que acarrean acuerdos, discordias, conformismos, impugnaciones,
prdicas, denuncias, proyectos, estrategias y tcticas a favor y en contra: la utopa de la
comunicacin, la sociedad de la comunicacin, la sociedad de la informacin, la sociedad
del conocimiento, entre otros nombres, significados y valores asignados a nuestro/s
tiempo/s, que nos (entre/re)tienen asaz desconcertados, perplejos y un poco desorientados,
sin saber muy bien qu trole hay que tomar para seguir (como se queja y lamenta, en
buen tono criollo, uno que anda por ah, que est solo y espera, un poco desesperanzado,
porque el tren del progreso ya pas o se descarril y la locomotora de la historia
parece que no tiene marcada esta estacin en su trayecto; para hacer un juego intertextual
con tangos y ensayos de ac y otros discursos de all, con cierto regusto a un estilo de
poca cambalache, problemtica y febril, y evocativo de algunos espectros del pro-me-
teico espritu de nuestro tiempo).

Son conocidos los varios des-encuentros, inter-cambios, tras-pasos, ms o menos


fructferos, de saberes en el intrincado proceso de re/com-posicin del cuadro epistmico
moderno, en uno de sus dominios, el de las ciencias del hombre, cuyo sitio a Foucault
(1985: 341, 343) le pareci posible fijar en las lindes y todo a lo largo de estas ciencias en
las que se trata de la vida, del trabajo y del lenguaje; y en una de las regiones emergentes
que har de la comunicacin una palabra clave del discurso de la modernidad (Wolton
2007).

El empeo de reunificar las ciencias no claudica y es reemprendido con otros


impulsos de tanto en tanto, porque la fragmentacin y parcelacin de saberes (y la
especializacin extrema) puede durar poco o mucho. Cada tanto se hacen propuestas de
reflexin sobre la articulacin de los distintos campos de saber, se piensa en la posibilidad
de trabajar en torno de un saber que opere como matriz paradigmtica y enlace de los
distintos tipos de conocimiento; emergen los intentos de reunificar, hacer converger los
saberes, refundar los conocimientos integradores -modelos paradigmticos comunes
(despus de abandonarse, p. e., el esfuerzo positivista puesto en la sistematizacin de un
conocimiento, esto es la filosofa positiva de Comte como saber universal; o la atencin
puesta por Marx en el mismo principio de produccin y reproduccin de la naturaleza y
la sociedad, y que operara tambin en los procesos de re-produccin del conocimiento).
En las ltimas oleadas de este tipo de intento se tratara de buscar un paradigma que d
cuenta de fenmenos de naturaleza informacional en distintos campos. De aqu que se
haya pensado en la comunicacin como lugar pretendido para encontrar lo que comparten
las ciencias. La herramienta heurstica (para ello y para hallar el modo de hacer ciencia en
diferentes campos) sera la comunicacin. Se tratara de un saber general sobre lo que
concierne a todas las ciencias: de saber integrador, macrosistema para la clasificacin,
organizacin y articulacin de saberes; o de aspectos generales, que apareceran en
cualquier tipo de fenmeno?. Ante este empeo, de los aos setenta, se puede interrogar:
Por qu las ciencias se vuelcan hacia la comunicacin como clave heurstica, como
aquello que permite elaborar un paradigma general para articular los conocimientos?
(Martn Serrano, Encuentro de las ciencias sociales en torno del concepto de
informacin, seminario dictado en el marco del Programa de Doctorado Formacin para
el anlisis de la comunicacin pblica, curso 1994-1995)39.
Poco ms o menos en el mismo horizonte epocal, de inter-cambios e
interdiscursividad, desde la semitica, Eco (1985 <1976-1974>) afirma que la cultura por
entero debera estudiarse como un fenmeno de comunicacin basado en sistemas de
significacin (p. 58), reformulando una hiptesis ms radical y otra ms moderada frente
a los tres fenmenos culturales elementales, si se toma el trmino cultura en un sentido
antropolgico, que son la produccin y el uso de objetos que transforman la relacin
hombre-naturaleza, las relaciones de parentesco como ncleo primario de relaciones
sociales institucionalizadas y el intercambio de bienes econmicos (p. 57). Y desde la
antropologa precisamente, E. Hall (1979 <1966>, p. 2) considera que la dimensin
39
Tras los pasos de Foucault, podra plantearse la viabilidad de pensar la comunicacin como magma
epistmico post-moderno; seguir algunas de las pistas de su modus operandi (en relacin con la clnica, la
locura, la reclusin, la prisin, la sexualidad), para probar si la comunicacin tiene fuerza y aliento suficiente
como criba del cuadro del mundo tardo-moderno. As, p. e. Vattimo (1996) define la sociedad en la que
vivimos como una sociedad de la comunicacin generalizada, la sociedad de los mass media (p. 73), los
cuales cumplen un rol determinante en el nacimiento de una sociedad posmoderna, ms compleja, catica
incluso, de donde la esperanza de emancipacin (p. 78) (que luego, en la re-dicin del texto, matiza). A la
vez que la crisis de la idea de historia y de progreso (ya no es posible pensar en la historia como algo
unitario) (pp. 76, 75), se desvanece el ideal de la transparencia, y la realidad se concibe como el resultado
del entrecruzarse, del contaminarse (en el sentido latino) de las mltiples imgenes, interpretaciones y
reconstrucciones que compiten entre s, o que, de cualquier manera, sin coordinacin central alguna,
distribuyen los media (p. 81). En el centro de este proceso se hallan comprometidas, y condicionadas, las
ciencias humanas, efecto y medio de un ulterior desarrollo de esta sociedad (p. 91). No obstante, y como
el mismo Foucault llevara a cabo su tarea arqueolgica y como el propio Vattimo trata de sostener la
reconversin del principio de realidad, se tratara de un orden semitico emergente (la relacin, siempre
por dilucidar, con el signo, los cdigos fundamentales de la cultura y el orden de pensamiento que se habran
conformado una vez pasado el umbral de la modernidad).
cultural es un vasto complejo de comunicaciones en muchos niveles. Tener en cuenta la
tradicin antropolgica al respecto, acerca de las reglas de parentesco, del lenguaje y de los
intercambios econmicos como modalidades o niveles de un fenmeno de comunicacin; y
la idea de Lvi-Strauss (1973) de una futura asociacin de algunas disciplinas para fundar
la ciencia de la comunicacin.

Aunque una arqueo-genealoga a lo Foucault del campo de estudios de


comunicacin puede provocar la irona crtica nietzscheana (1993), al considerar la
historia de la gnesis del pensamiento, de este mundo como representacin y del
origen de las cosas humanas (Humano, demasiado humano), slo a-notamos ahora
algunos gestos de convergencia y a-puestas en comn, en uno de los momentos
importantes de esa embrollada historia (Mattelart 1995, Mattelart y Mattelart 1997), como
fue la realizacin de tres encuentros cientficos, multidisciplinarios, realizados en los aos
sesenta (las intervenciones en estas reuniones fueron recogidas respectivamente en AAVV
1979 <1965>, Sebeok, Hayes y Bateson, comps. 1978 <1964>, E. Vern et al. 1984): -el
Coloquio de Royaumont, de 1962, sobre el concepto de informacin en la ciencia
contempornea; -el coloquio de la Indiana University, de 1964; -el simposio Teora de la
comunicacin y modelos lingsticos en ciencias sociales, de 1967, en el Centro de
Investigaciones Sociales del Instituo Di Tella, Buenos Aires, dirigido y coordinado por
Vern.
El primer encuentro reuni a cientficos, filsofos, tcnicos, de distintas disciplinas
(Historia, Sociologa, Teora de la informacin, Ciberntica, Informtica-Electrnica,
Biologa molecular, Sicologa de la percepcin, Economa-Planificacin, Pedagoga,
Filosofa), en un programa que se propuso, en los trminos de la inauguracin a cargo de
Guroult, Presidente de los Coloquios, elevarse poco a poco desde lo ms tcnico al plano
ms filosfico, pasando por la lgica, la axiomtica y la consideracin de los problemas
humanos, y fundamentado en la oportunidad del tema; y uno de cuyos objetivos (aunque
presente en el origen del congreso no fue explicitado sino durante el mismo) era percibir la
plurisignificacin de informacin (discusin ms o menos encaminada, no perimida y con
renovada vigencia, si se piensa en tantos discursos, emprendimientos, cumbres, sobre la
sociedad de la informacin, del conocimiento). En efecto es una de las conclusiones a
las que lleva la lectura de la apertura (en la que Guroult invita a recuperar en cierta
medida el pensamiento de Descartes y reflexionar sobre la problemtica de la Ciberntica,
como tcnica y doctrina filosfica, y las mquinas inteligentes, dobles del hombre), las
ponencias (Santillana, Goldmann, Mandelbrot, Wiener, Possel, Lwoff, Moles, Greiewski,
Zeman, Bonsack, Perez, Tondl, Granger), las respectivas introducciones y discusiones, el
resumen de la sesin de trabajo (a cargo de Simondon) y la relacin de la sesin de
sntesis (a cargo de Hyppolite).40
En el encuentro de la Universidad de Indiana se reunieron sesenta investigadores de
distintas disciplinas (Kinsica, Paralingstica, Siquiatra, Enseanza de las lenguas,
Antropologa cultural) para propiciar la discusin abierta, as como el intercambio entre las
mltiples teoras y metodologas, con vistas a desarrollar un enfoque complejo del objeto
de estudio en el que estaban pensando, con una perspectiva inter/multi-disciplinar. Se
concibe la comunicacin como un proceso complejo, integral, multidimensional (social,
antropolgico, lingstico, etc.), en el que es fundamental lo simblico, y respecto del cual
son importantes los procesos de enseanza y aprendizaje, de transmisin. All Margaret
Mead (Vicisitudes del estudio del proceso de comunicacin social, pp. 365-379) propone
la semitica como trmino y el marco de pensamiento global, disciplinar para fundar
el campo de estudio interdisciplinar de todas las modalidades de comunicacin y su
desarrollo cientfico; en aras de una nueva ciencia, interdisciplinaria en su gnesis, en
cuya fundacin estamos comprometidos (p. 376), que a su vez exige el compromiso en la
construccin del conocimiento cientfico del hombre en beneficio del hombre (p. 378).
En el encuentro del Instituto Di Tella se pone de manifiesto el enfoque complejo,
abarcativo de la comunicacin, con el inters de integrar las mltiples ciencias sociales y
ofrecer aportes parciales a esa ciencia general de la comunicacin (Vern, p. 27). En la
introduccin a la edicin de los cinco trabajos presentados (Prieto, Ekman, Friesen, Sluzki,
Masotta) y las discusiones (Canton, Garca-Bouza, Izaguirre, Klimovski, Liberman, Sigal),
Vern pasa revista al vasto proceso de investigacin y construccin de teora que culmina
actualmente en el inters generalizado por la comunicacin, un proceso complejo, una red
enmaraada (estructuralismo, semiologa, teora de la comunicacin, teora de la
informacin, lingstica, ciberntica, antropologa estructural, sociologa); y concluye:
A mi juicio, el impulso para el desarrollo fecundo de la ciencia de la comunicacin en el futuro ha
de provenir de una voluntad ms profunda de transformacin terica, por la cual los procesos
mismos de la personalidad, la sociedad y la cultura sean vistos como procesos de comunicacin (pp.
26-27).

40
Esa fue la ltima exposicin pblica de Norbert Wiener, en la que se identific como matemtico y
present sus ltimas investigaciones en relacin con el diseo de mquinas que aprenden, y expres ms que
nada un desideratum, adems de discutir la dimensin tica del trabajo: lograr una combinacin de lo mejor
de la mquina y del ser humano.
Por ac pasa cierta sintona con los planteos del congreso de Estados Unidos, y en
lnea directa con ste, la concepcin de la comunicacin como matriz en la que encajan
todas las actividades humanas (Ruesch y Bateson, cit. Winkin 1984, p. 37) que caracteriza
a la universidad invisible integrada, entre otros, por Bateson, Hall, Goffman,
Watzlawick, Birdwhistell, Jackson, con el desarrollo del llamado modelo orquestal de
comunicacin (Winkin); y ms all, el Interaccionismo simblico, con base en el
Pragmatismo (Blumer 1982, G.-H. Mead 1972).
***
No es nuestro cometido ahora re-construir estos largos y arduos itinerarios, ni
bosquejar la compleja trama de configuracin de un campo disciplinario tal, lo que por lo
dems demandara un ingente trabajo colectivo para hurgar en el vasto archivo. Slo
tiramos algunas puntas de conversacin, en trazos gruesos, pensando, entre otras
cuestiones, en los interesantes e interminables debates en torno de los planes de estudios de
las carreras de comunicacin y periodismo (y en esa direccin apuntamos). Esto nos pre-
ocupa entre otras razones por las que seala Martn Barbero:
exigirle a la universidad produccin terica no puede hacerse sin poner en crisis el estatuto que lo
cientfico posee en su interior <...> La cientificidad no es una propiedad de las frmulas o los textos
sino una relacin con ese irreductible exterior que es lo social. Porque producir ciencia es producir
conflictos, no hay ms que leer la historia. (Martn Barbero 1989: 37-38)

Se impone entonces retomar la utopa, un integrante fundamental de lo que


implica hacer teora (Martn Barbero 1989: 198); dimensin discursiva e impulso en
repliegue, que (un poco paradjicamente) no parece ir de la mano con algn que otro
ritornello (como el concepto de modernidad, el retorno ms paradjico, segn observa
Jameson 2004).
El proceso de formacin de comunicadores tendra que propiciar disciplinada y
rigurosamente una gimnasia que despliegue en todo momento y al mximo una
constelacin de actividades, capacidades, actitudes, valores: lectura y escritura, indagacin,
pensamiento, anlisis y reflexin, crtica, discusin, intercambio y colaboracin,
curiosidad, compromiso, pasin, creatividad y experimentacin. Esto se traducira en una
mirada compleja, bsicamente de cuo histrico, poltico, filosfico, cultural, artstico y
literario; y en una andadura curricular que comprenda trayectos especficos (tericos,
metodolgicos, tcnicos, prcticos) e incursiones importantes en el campo de las ciencias
sociales, las humanidades, las artes. Pensar sobre y desde la comunicacin exige echar
mano de una caja de herramientas muy bien equipada, cuyo dominio demanda un tiempo
bastante prolongado (al menos un poco ms que la duracin de una carrera universitaria),
mucho esfuerzo y dedicacin, en correspondencia con la complejidad y la importancia de
la cuestin. Pensar comunicacionalmente la (acuciante) realidad (que re-quiere respuesta
y responsabilidad, y cuidado), la urgencia del presente, la inquietante extraeza que nos
produce nuestro mundear, la posibilidad y la necesidad de imaginar otro futuro, lleva ms
all de algunas de-limitaciones disciplinares especficas (y ms all de los medios, que son
parte importante de esa realidad y de lo que hay que volver a pensar)41.

Sera alentador re-abrir en el campo de estudios de comunicacin un juego


discursivo con cierto cariz filosfico, pues como recapitula Martn Barbero (2002), a los
casi treinta aos de docencia e investigacin en el mbito de la cultura, y dentro de l
especialmente en el de la comunicacin (p. 30):
como en pocos otros campos en el de la comunicacin percibimos que el calibre de las preguntas
pertinentes y socialmente relevantes no encuentran respuestas en los casilleros del saber que
constituyen las ciencias, devolviendo una inusitada vigencia a la filosofa, nico saber capaz de
hacerse cargo de las preguntas por el sentido tanto poltico como tico de las transformaciones que
hoy media la tcnica. Nunca antes se haba hecho tan evidente que por el mundo de la
comunicacin pasa estructuralmente la puesta en comn del sentido o el sinsentido del vivir en
sociedad, ahora a escala del globo. (p. 31)

41
Cfr. M. Martn Serrano (2005), Para qu sirve estudiar Teora de la Comunicacin? (conferencia final
del Curso de Teora de la Comunicacin -Universidad Complutense de Madrid), con acento en teora, ciencia,
metodologa, crtica, tica: El enfoque aterico de la enseanza de la comunicacin empobrece la formacin
universitaria. Pero sobre todo puede degradar la docencia a un mero programa dedicado a las tcnicas de
control social. Porque en el mbito de la comunicacin los contenidos instrumentales fcilmente se
confunden con los conocimientos que instrumentan. <> la enseanza universitaria tiene que tomar en
cuenta las dimensiones tericas y las consecuencias sociales de las actividades comunicativas que se vayan a
llevar a cabo en estos mbitos.
Tambin es una pre-ocupacin de R. Fuentes Navarro (2000): El problema es que las Facultades de
Comunicaciones estn empezando a olvidar el sector de las humanidades y buscan la prctica sobre cosas
muy efmeras, que son las del ejercicio profesional. Entonces, los estudiantes optan por la centralidad de la
comunicacin que () no significa de ninguna forma que haya emergido o emerja una comunicologa.
Cuantos ms aos me dedico a estudiar la comunicacin <> ms me doy cuenta de que necesito un trabajo
muy creativo de carcter pluridisciplinar. <> la investigacin se revela, desde el punto de vista de los
investigadores, como un elemento central para la articulacin de los programas de formacin profesional.
Discute las estrategias de institucionalizacin del campo acadmico y sus opciones de disciplinarizacin,
probablemente una de las condiciones estructurales bsicas para explicar la desarticulacin congnita entre
investigacin, enseanza y profesiones de la comunicacin. Advierte que La experiencia, ms que la
historia de los centros de formacin en comunicacin en nuestros pases se resume en el reto nunca
superado de la anticipacin al desarrollo de la comunicacin social. Orienta su reflexin sobre la formacin
universitaria de profesionales de la comunicacin con un intento de reconceptualizacin de la educacin y la
comunicacin, hasta ahora campos disciplinarios separados y divergentes, y cuya rearticulacin en la prctica
universitaria es ineludible. A su modo de ver las cuatro capacidades o competencias anotadas como
centrales para la formacin universitaria de los profesionales de la comunicacin, exijan a su vez su empleo
como recursos reflexivos en la propia enseanza: dominar el lenguaje para ubicarse en el entorno
sociocultural; controlar la informacin, sus cdigos y canales de produccin y circulacin social; relacionar
los medios con los fines, en una perspectiva tica; y operar educativamente la comunicacin, como
mediacin constitutiva de un proyecto social en y mediante la produccin social de sentido.
Preguntando sobre el modo de presencia histrico de lo humano en la tierra, que
sera acaso la materia de la filosofa, Grner (2005: 15-19) cita el parecer de Vitiello,
despus de muchos otros, acerca de la maravilla, el estupor, incluso el terror, lo otro, lo
extrao, como origen de la filosofa; y considera la ventaja del modo histrico de la
pregunta, puesto que absorbe las contradicciones determinadas de la pregunta.
Preguntar(se) por los mirabilia y memoranda que se van re-creando por medio de las
prcticas y los procesos de comunicacin.
En Qu es la Ilustracin?, comenta Foucault algunas diferencias entre los
peridicos de nuestros das y los del siglo XVIII, cuando se prefera interrogar al pblico
precisamente sobre problemas para los que no se tena todava una respuesta, y fue as que
un diario alemn public en 1874 la respuesta de Kant a la pregunta Was ist Aufklrung?
(2004: 71). Foucault reconoce ah el inicio de lo que podra llamarse la actitud de
modernidad (p. 80), un modo de relacin con respecto a la actualidad (p. 81); le interesa
la reactivacin permanente de esa actitud experimental, ese ethos filosfico que
podra caracterizarse como crtica permanente de nuestro ser histrico (p. 86), propio de
la ontologa crtica de nosotros mismos como una prueba histrico-critica de los lmites
que podemos franquear (p. 93). En el Seminario sobre el texto de Kant, reflexiona
Foucault (2004: 56):
la filosofa como problematizacin de una actualidad, y como interrogacin por parte del filsofo de
esta actualidad de la que forma parte y en relacin con la cual tiene que situarse, podra muy bien
caracterizar a la filosofa como discurso de la modernidad y sobre la modernidad.

En el primero de los textos de Foucault mencionados, dice:

<la> actitud histrico-crtica debe ser tambin una actitud experimental. Quiero decir que este
trabajo hecho en los lmites de nosotros mismos debe, por un lado, abrir un dominio de
investigaciones histricas y, por el otro lado, someterse a la prueba de la realidad y de la actualidad,
para captar los puntos en los que el cambio es posible y deseable, y al mismo tiempo para determinar
la forma precisa que hay que dar a ese cambio. (2004: 92)

Para re-anudar estos lazos, entre otros ejercicios cartogrficos y memoriosos, el de


carcter filosfico de Pasquali (1985) para comprender la comunicacin, que es una
categora bsica <a partir de Kant> de la Relacin y como tal es un concepto que define
uno de los modos universales del estar-con-otro, esencialmente a nivel antropolgico (p.
45), en interdependencia con comunidad, convivencia y sociedad humana (p. 15).

La misma existencia (intrnseca y extrnseca) es una profunda comunicacin. Ser quiere decir
comunicarse. La muerte absoluta (el no ser) es permanencia sin ser escuchado, sin ser reconocido,
sin ser recordado Ser significa ser para otro y a travs del otro, para s mismo. El hombre no posee
un territorio soberano interno, sino que siempre y por completo se encuentra en la frontera; al mirar
en su interior, mira a los ojos del otro, o bien a travs de los ojos del otro. (Bajtin 2000: 163).

El proceso complejo y multidimensional de produccin de sentido que involucra la


comunicacin, en todos los niveles y mbitos, en sus diferentes tipos y modalidades,
supone la temporalidad, la historicidad, el devenir de la experiencia, la inter-accin y las
formaciones sociales y culturales y las instituciones a las que da lugar y la hacen posible, la
contextualizacin (de los procesos, las prcticas, las interacciones, las formaciones, las
instituciones), la relacin, la mediacin y la memoria, el cambio; y esto es un motivo
admirable y memorable para pensar y conversar, y seguir indagando. Hacen falta ms y
mejores encuentros orientados a poner en crisis los discursos y las prcticas acadmicos,
institucionalizados, y profesionales, de la enseanaza, la investigacin, la extensin, la
divulgacin, en comunicacin y periodismo, para dar respuestas a un mundo
contemporneo, complejo e incierto, no del todo explorado o slo re-conocido por trozos y
desde ciertas perspectivas, un tanto cercado y custodiado por diferentes medios y con
mltiples fines que no siempre favorecen a todos en todas partes.

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Comunicacin pblica, periodismo, medios.

Algunos oficios cartogrficos y memoriosos de nuestro tiempo.

Relato, memoria, mapa


Los medios, la comunicacin social, el periodismo, llevan a cabo algunos de los
oficios memoriosos y cartogrficos centrales en el mundo contemporneo, como medios y
modos de re-crear e instituir los memoranda y los mirabilia, lo memorable y lo admirable,
lo que es dable re-conocer, recordar e imaginar, y las maravillas (otro problema es quines
y cmo toman cartas en el asunto; qu lgicas, tramas y tramoyas operan). Practicando su
propia memoria, la de los medios en general, los formatos, discursos y gneros, los medios
tienen potencialidades para ser un portentoso caleidoscopio, un modo de experimentar y
permitir ver formas-ideas bellas (kalos-eidos-scopein).
Los medios realizan un trabajo de mitificacin y ritualizacin, al re-elaborar y
proponer modelos de representacin del mundo y modelos de comunicacin social (Martn
Serrano 1993). Disean mapas del mundo, ofrecen grillas de inteligibilidad de la realidad,
promueven ciertos significados y relegan otros, con lo que contribuyen al proceso de
construccin de la hegemona (Hall 1981, 1980). Participan, con un papel preponderante,
en la construccin de agendas y ofrecen pistas para orientarse en la enmaraada realidad
en que vivimos (Mc Combs 2006). Aunque ms no sea, que no es poco, slo por esto, con
todo lo que implica, sus repercusiones y efectos, la massmediacin reviste fundamental
importancia en las sociedades mediatizadas actuales (Vern 2004, Sodr 2006, Martn
Barbero 2006), en las que tiene bastante que ver con la gestin de lo social (Vern, p.
224), la cohesin social (Wolton 2007: 35) y la memoria del mundo (Moles, cit.
Moragas Sp 1990: 152-61, Mattelart 1996, Garca Gutirrez 2004, Huyssen 2007,
Maldonado 2007), de cuyos ingentes archivos son re-hacedores preponderantes, de donde
la necesidad apremiante de polticas democrticas de comunicacin y memoria.
Los medios son una de las agencias centrales de mediacin: del conocimiento
social, la realidad, la textura de la experiencia; el sentido de (la) realidad y de pertenencia
a una comunidad (local, regional, nacional, continental, i.e. latinoamericana) que
contribuyen sobremanera a imaginar; de la identidad y la memoria colectiva, pblica (Hall
1981, Silverstone 2004, Williams 2001, Anderson 1997, Hodge 1983, White 2007,
Schlesinger 2002).

El devenir de los medios de comunicacin tambin llama nuestra atencin en


cuanto a su operacin histrica (de Certeau 1978)42, si, como afirma Pierre Nora (1978),
les pertenece el monopolio de la historia. El acontecimiento, lo maravilloso de las

42
Extrapolamos (con los recaudos necesarios) a la massmediacin lo que Michel de Certeau desarrolla sobre
la historia. Si bien la realidad mediatizada existe, la actualidad como referente de la formacin discusiva
massmeditica es (re-)construida en y por los medios, fabricada, fabulada conforme un cierto orden de
discurso (Foucault 1980). Como tal operacin, la mediatizacin est, pues, sujeta a una serie de
restricciones, ligada a unos privilegios, arraigada a una particularidad (de Certeau 1978, pg. 17). La
instauracin del saber massmediado sera indisociable de una institucin social, que se inscribe en un
complejo que le permite slo un tipo de producciones y le prohbe otros: la actualidad queda configurada,
de parte a parte, por el sistema en el que se elabora (pp. 17, 31). Como el mundo histrico, la actualidad slo
se nos (re)presenta en cuanto mass-mediada; y en diferentes procesos massmediticos pueden co-variar el
objeto o los aspectos del objeto representado, los medios representativos y los significados, o el trabajo con
los mismos (Garca 1999).
sociedades democrticas, nos sorprende y no puede evitarnos mediante los medios y
mediante ellos solos43.
Los medios son (co) hacedores del mundo histrico-social, del (mundo comn de)
sentido comn, integran el tejido institucional que instituye el magma de significaciones
sociales e imaginario (Castoriadis 1993a). Tienen mucho que hacer y decir en el des-
concierto de los cuadros sociales de la memoria colectiva (Halbwachs 2004); en el arduo
trabajo de re-invencin de la tradicin (Hobsbawm y Ranger, eds. 2002), de autosostn
creativo y participativo de la vida social, el sensus communis (Shotter 2001), de
modelacin de las formas de vida y los respectivos juegos de lenguaje; y pueden
vehiculizar una poltica ms o menos plurilinge, dialgica, polifnica (Bajtin 1985, 1988,
1993), polglota (Lotman 1996). El dispositivo meditico, cumpliendo sus funciones de re-
generacin del sentido, de memoria y de comunicacin (Lotman 1996), regula la
potencialidad significativa y comunicativa, puede potenciar o limitar su ejercicio y
crecimiento, la gimnasia retrica y poltica para revisar crticamente los argumentos pro-
puestos ante el pblico. En esto radica parte de sus misiones y funciones de paideia
pblica (Castoriadis 1993b, Bettetini y Fumagalli 2001). La ritualidad y la cotidianeidad de
los mass media y de las prcticas (en las que intervienen los medios) operan con fuerza en
la re-organizacin y la re-produccin de la cultura como trama comunicativa y memoria
colectiva (Lotman 1996), cuya dinmica fija las reglas a la vez que las violaciones de las
mismas; la logstica semitica y mquina mitolgica meditica son partcipes del juego de
imposicin de la ley y de los mrgenes y maniobras de impugnacin de la misma. La
massmediacin toma cartas en este asunto de modelizacin y descripcin de la cultura y el
devenir histrico, segn lo que cuenten y cmo lo hagan, de donde el inters del anlisis de
los formatos, gneros y discursos mediticos.
La artefactualidad meditica es parte cada vez ms importante de la operacin
archivstica, de los mecanismos e instrumentos de transmisin (Debray 1997) y de
herencia (Derrida 1998). Los dispositivos, tcnicas y soportes de archivo no se limitan a
registrar, almacenar, conservar, sino que re-producen e institucionalizan el acontecimiento,
lo archivable. El trabajo de la memoria trans-forma la estructura, las formas y el

43
En la exposcin de los resultados de su investigacin sobre la idea de lector en los periodistas (de Clarn
y La Nacin), R. San Martn (2008) seala: los periodistas tienen una nocin clara del poder y la influencia
social que tienen. La verbalizacin como su posibilidad de intermediar entre la realidad y la gente, ayuda a
tomar dicisiones, contar lo que pasa, entrar en la vida de los lectores, aunque relativizan su influencia y
alcances. Uno de los entrevistados dice: Creo que somos una suerte de historiadores contemporneos,
ayudamos a que la gente vea o se entere de cosas que directamente por las suyas difcilmente podra saber.
Somos descriptores de lo que es la vida de la gente (pp. 50, 51).
significado de lo memorable, y su relacin con el futuro, a la vez que se va modelando
durante el proceso (Derrida 1997, Garca 2004). De ah su impronta poltica y la
importancia de la operacin archivstica.
Los medios forman parte importante del proceso comunicativo en que consiste la
historia (res gestae), el proceso de re-produccin semitica de la vida histrica, de las
mltiples maneras de percibir y valorar el pasado, el presente y el futuro (Uspenski 1993),
y de contarlas (incluida la historia rerum gestarum, la disciplina histrica). La narrativa
meditica es una forma clave de fabular el (destino del) mundo y (de la) comunidad, y de
resolver imaginariamente las contradicciones constitutivas de una formacin social, cuyo
trasfondo es la historia y cuyo horizonte interpretativo es lo poltico, de manera tal que su
cometido pasa por la allegoresis, de un orden cierto y determinado (Jameson 1989). La
discursividad meditica y periodstica re-hace mundos (reales, posibles, ficcionales); es un
modo de obrar y fabricar obras, configurar tramas, representar el mundo de la accin,
interpretar ese mundo, argumentar sobre l (Ricoeur 1997), una andadura de ciertas
polticas de las pasiones, prctica de una racionalidad determinada (que podra ser
narrativa, dialgica, comprensiva, simblica, ms que instrumental), de cierta manera de
co-operacin textual, la competencia necesaria para seguir y comprender una historia.

Dispositvo, sentido/memoria, actualidad, orden


El medio como dispositivo (Garca 1999, 2007a, 2007b, 2008) media el ingreso al
mundo de los significados (pblicos) y su importancia concierne al orden de sentido y
memoria que sustenta y al cual se engarza, en cuya vigilancia, control, reproduccin o
transformaciones tienen inters; entre otras razones porque los formatos se construyen a
partir de ciertas matrices semiticas-culturales, siguen ciertos y determinados principios
directrices, postulan unas mximas de accin dadas. El dispositivo regimenta las
relaciones semiticas, entre los medios y modos de representacin, los objetos
representados por esos medios y los sistemas de significaciones, que son la vida de la
memoria (Peirce 1991, Algunas categoras de la razn sinttica, Deladalle 1996, Garca
1999, 2004); la que a su vez es condicin de posibilidad del des-pliegue de sentido/s, lo
que supone la temporalidad, la alteridad y la diversidad, la historicidad y la comunidad;
pre-dispone el establecimiento de ciertas creencias y el ejercicio de determinados hbitos
(Peirce 1991, La fijacin de la creencia, Por qu estudiar lgica?, Algunas
consecuencias de cuatro incapacidades) que con-forman la trama social; contribuye al
proceso de regimentacin de verdad y poder (Foucault 1983).
Nuestra expectativa sobre los massmedia es que pueden re-abrir vigorosas vas que
propicien el pensamiento y la conversacin pblica, sobre los asuntos comunes, a los
muchos que conviven (Arendt 2005a, 2005b); pueden dar una mano valiosa a la
interminable obra de re-generacin de la esfera pblica (a veces un tanto rada) y una
ciudadana (necesitada de ms vigor), y sobremanera al proceso de democratizacin en
general. Respecto de la funcin central de los medios y periodistas de construccin y
sostenimiento firme y comprometido de la democracia, para White (2007, a propsito de
una tica de la comunicacin pblica) el papel de los medios pasara por: -abrir y
favorecer un foro nacional de debate y deliberacin; -fijar la/s agenda/s en torno de
problemas e intereses que ataen a toda la comunidad y contribuyan al bienestar general;
-controlar, investigar, vigilar, los servicios pblicos, la gestin de la cosa pblica (y
privada) y los actos de gobierno en general; -activar la conciencia de las personas respecto
a las grandes injusticias sociales (pp.31-35). Esto supone entre otros factores una cultura
(y vocacin) de servicio, una observacin estricta del principio de responsabilidad social y
una discusin seria sobre la tica y la calidad de los medios y el periodismo (Foro de
Periodismo Argentino 2007).
Como dice Wiazki (1995: 18), El periodismo es la informacin permanente pero
condensada de la cosa plica. Desde este punto de vista es siempre poltico en un sentido
amplio (Taufic 1985, Mattelart 1981), lo que lo inscribe en el agora pblica y lo enmarca
en la polmica, el debate, la agonstica, la lucha por el sentido; de ah tambin su dualidad
de registros (propagandstico, acrtico, pueril, superficial // reflexivo, y an literario y
filosfico); ambivalencia de potencialidades (autoritario, demaggico, encrtico // crtico,
emancipatorio). De ah tambin los tanteos, devaneos y tironeos en torno de la tan mentada
calidad del periodismo y la prensa (de la mano de la credibilidad, en baja en los ltimos
aos, como la venta de peridicos), medida en trminos de mercado // institucionalidad
democrtica, pensando en el pblico como consumidor // ciudadano

Estos (no tan) nuevos retablos de las maravillas nos en-cantan, cortejan,
entusiasman, entre-tienen (ms o menos cautivos), pre-ocupan, interesan (Bourdieu 1988:
108-109): con su diaria re-peticin del siempre in-concluso ensayo de re-presentacin e
interpretacin de la realidad, visibilidad y espectacularidad (Debord 1967, 1999) de la
actualidad. Precisamente con esta insistencia en el presente, re-afirmacin da a da de la
existencia, los medios cumplen con su oficio memorioso; pero pueden intervenir de otro
modo en la trans-formacin de la realidad, la actualidad, de nosotros mismos y los otros, y
en la imaginacin de una comunidad diferente44 (Anderson 1997). As podran cumplir de
otra manera su misin poltica, y pedaggica, si experimentan otros modos de re-producir
el des-orden imperante, por medio de las con-fabulaciones que (nos) sostienen (en) el
mundo, las mentiras (Nietzsche 1994) que hacen inteligible y deseable nuestro mundear,
con las que nos proporciona(mos) cierta tranquilidad y confianza frente a la complejidad,
la incertidumbre y la perplejidad que (nos) producen el mundo nuestro de cada da y
nuestra deriva.
Resulta perentorio entonces hurgar en los medios como reservorios de sentido de la
actualidad (un referencial de la formacin discursiva meditica, periodstica informativa)
y demandarles (al menos idealmente, y como modelo de profesionalidad y principio para la
formacin de comunicadores y periodistas) lo que Foucault (2004) a-nota sobre el texto de
Kant sobre la Aufklrung, publicado en un peridico: otro modo de relacin con respecto
a la actualidad (p. 81), su problematizacin, la reactivacin permanente de una suerte de
sucedaneo de esa actitud experimental, ese ethos filosfico que podra caracterizarse
como crtica permanente de nuestro ser histrico (p. 86), propio de la filosofa como
discurso de la modernidad y sobre la modernidad (p. 56)45.

44
Esto re-quiere un trabajo de y sobre la memoria pblica. Y nuestro derrotero histrico de-muestra el
esfuerzo y el ingenio puestos en esta direccin, abocados a la con-formacin del Estado-Nacin, por medio
de mltiples dispositivos, entre ellos la educacin, los recursos didcticos como los manuales escolares, las
polticas lingsticas, la literatura, los massmedia (Garca 1999, 2004, 2007a). Y en perodos de crisis y
des-concierto generalizado, como el presente, nos parece importante pararse a mirar estas cuestiones, en las
encrucijadas en las que nos pone continuamente la Historia, para pensar y decidir ms detenidamente el
rumbo a seguir (Lotman 1998, Clo en la encrucijada). Aqu son relevantes el carcter peregrino, veleidoso
y belicoso de la historia; la accin de los factores casuales, el desorden y el caos, las consecuencias
indeseables, no controlables, de tantos toqueteos, enredos y con-fabulaciones; pero tambin la
responsabilidad (dar respuesta a, responder por y ante), y el ejercicio de la comprensin dialgica (Bajtin
1997, 1985) por el mundo que re-hacemos, compartimos, heredamos y legamos; y claro est por el proyecto
de pas y regin continental, y de mundo, en el que participamos de una u otra manera.
45
En la clase del 5 de enero de 1983, Foucault (2009) observa que una nocin central del texto de Kant es la
de pblico: la relacin concreta, institucional -o instituida, en todo caso- entre el escritor <calificado> y
el lector, y la nocin de Aufklrung de Kant sera la explicacin de esa relacin. (Aqu cabe la historia y
crtica de la opinin pblica de Habermas). A su entender la cuestin que aparece por primera vez en los
textos de Kant es la del presente, la actualidad: qu pasa hoy? Qu pasa ahora? Qu es ese ahora dentro
del cual estamos unos y otros, y que es el lugar, el punto <desde el cual> escribo?, Cul es mi actualidad?
Cul es el sentido de esta actualidad? Y qu produce el hecho de que yo hable de ella? (pp. 24-25, 29, 31).
Recordemos que la opinin pblica y la crtica son algunas de las directrices de la modernidad. En ese
contexto surgi la expresin cuarto poder, en rigor cuarto estado, en analoga con el tercer estado, previo
a la Revolucin Francesa (Burns 1981). Segn H.-J. Martn (La imprenta, en Williams, ed. 1992) la
extensin e importancia de la imprenta desde su invencin fue tal que podemos ver aqu el inicio de la
opinin pblica. Al mismo tiempo la demanda de noticias financieras y polticas de actualidad, de parte
de un pblico sustancial, llev al surgimiento de los autnticos peridicos; El mpetu de este crecimiento
fue tal que el Parlamento se sinti obligado a aceptar la publicacin de sus debates en 1771, y en 1787
Edmund Burke pudo hablar por vez primera del cuarto estado.
Pero la actualidad no es posible sin el (eslabonamiento del) pasado y la re-apertura
permanente de las relaciones de sentido y memoria, de la historicidad, y de mundos
(posibles), de las virtualidades de lo pasado y del presente, y el juego de la memoria y la
imaginacin y el pensamiento para re-ver el devenir histrico y arriesgar (otras) conjeturas
sobre el pasado, el presente y el futuro. Aunque la artefactualidad internacional pueda
monopolizar el efecto de actualidad (Derrida 1998), y la noticia produzca efecto de
realidad e ilusin referencial (Barthes 1999, 1982, Rodrigo Alsina 1986), y lleven una
de las voces cantantes y sonantes en el foro pblico, dejan y quedan intersticios (a partir de
los propios medios y, a veces, a pesar de los mismos) para replantear el sentido en disputa,
ponerlo en cuestin, pro-poner de otra manera las cuestiones en la arena pblica, escenario
de las luchas por la acentuacin ideolgica (Voloshinov 1992) o hacer otras pro-
posiciones. Siempre es posible representar e interpretar de otras maneras la realidad;
reelaborar, discutir y criticar los argumentos pblicos, producidos y esgrimidos a partir de
y sobre la realidad, que es inabarcable por definicin y por fortuna, y no puede ser objeto
de conocimiento cierto, definitivo y absoluto (Peirce 1986, Carta a Lady Welby, 23-12-
1908, Daladalle 1996); y re-generar otros significados.
En este sentido los medios son centrales con respecto a la in-formacin, pero sera
deseable que sta sea entendida y producida de otra manera, como la actividad misma de
dar forma, que produce una diferencia en la prctica (Debrock 1991, Bateson 1992,
Rorty 1997); y que se lleve a cabo un proceso de massmediacin de la realidad que se
corresponda con el rol y el valor del archivo meditico.
Afortunadamente, y como uno de los grandes desafos, las relaciones de sentido y
memoria, que cristalizan en instituciones y con-forman tradiciones (Deladalle 1996),
reguladas por los dispositvos mediticos, no pueden ser fijas, completas, ni definitivamente
cerradas. Y lo deseable de la prctica comunicativa, crtica y poltica, es re-abrir una y otra
vez el retablo de las maravillas, re-inaugurar ininterrumpidamente el juego, como
actualizacin de la capacidad de influir en la constitucin de toda institucin pblica
(Peirce 1991, Las obras de Berkeley).

Perspectiva crtica y poltica

Si se re-conoce el carcter normativo de la comunicacin pblica, adems del


funcional-instrumental, a la sazn dominante (Wolton 2007), en cuanto ideal de
intercambiar, compartir, comprender/se, con el objetivo educativo, con vistas al ejercicio
de la ciudadana y la democracia, y socializador de brindar pertrechos para la inter-accin,
las relaciones con el otro, la integracin social y la coordinacin recta de planes de accin
(Habermas 1994, 2003), en suma el trabajo de institucin democrtica; y el importante
papel de vnculo social que cumple en la sociedad actual (Wolton 2007), es fcil admitir el
afn y la necesidad de crtica que se despierta o adormece en torno de estos oficios
memoriosos y cartogrficos, cada vez ms centrales en el mundo contemporneo, a los que
recurrimos en mayor o menor medida para hacer frente a la inquietante extraeza de la
realidad y responder a la urgencia del presente. Como dice Wolton (2006: 151): Si la
modernidad es la consagracin del presente, la comunicacin, con el reconocimiento del
otro y la organizacin de la convivencia, es reintoducir el tiempo que necesitamos; y
concluye Mattelart (2006: 159): los tres cultos, del presente, de la informacin y de la
cultura, nimbam la comprensin del vnculo que la problemtica de la diversidad cultural
mantiene con la democracia en el contexto de la mundializcin.

Esto pre-supone y fundamenta abordar la massmediacin desde una perspectiva


crtica y poltica (Garca, 1999, 2004, 2005, 2006a, 2006b, 2007a, 2007b), en virtud de la
relacin intrnseca entre sentido y memoria, el pasado como la condicin de posibilidad del
sentido y de la actualidad; y el sentido re-producido en y por el (gran) dalogo, desarrollado
durante el gran tiempo (Bajtin 1985).
a) La actitud crtica y poltica es aquella que (segn Castoriadis 1993b) debe
adoptar el ciudadano lcido y el pensador poltico (104), y el periodista, el docente, el
investigador, el intelectual, para reflexionar las pocas y los procesos histricos
crticamente (p. 106), que tambin interesan polticamente (p. 105). Filosofa, poltica y
democracia implican la puesta en tela de juicio explcita por parte de la colectividad, en su
hacer histrico-social efectivo, del orden instituido; y la pregunta emergente de este
proyecto de autonoma colectiva e individual es: qu debemos pensar?, qu debemos
hacer?, cmo debemos organizar nuestra comunidad? (105), qu leyes debemos
hacer? (p. 83). La poltica como proyecto de autonoma concierne a todo lo que, en la
sociedad, es participable y compartible (Castoriadis 1993b, Arendt 1996, 2005a, 2005b).
La crtica, segn Foucault en su Exposicin ante la Sociedad Francesa de Filosofa
en 1978, Qu es la crtica), pregunta cmo gobernar y cmo no ser gobernados. La
actitud crtica como virtud en general es el arte de no ser de tal modo gobernado.
La poltica pertenece al campo del hacer en el modo especfico que es la praxis, ese
hacer en el cual el otro, o los otros, son considerados como seres autnomos y como el
agente esencial del desarrollo de su propia autonoma (Castoriadis 1993a I: 129); se da
como objetivo la organizacin y la orientacin de la sociedad con miras a la autonoma de
todos y reconoce que sta presupone una transformacin radical de la sociedad que no ser,
a su vez posible sino por el despliegue de la actividad autnoma de los hombres (pp. 132-
133), y sta se realiza como empresa colectiva (pp. 172-185). Libertad, autonoma,
reflexin colectiva, debate, son condiciones de la democracia. Arendt (1996) considera que
la libertad es la causa de que los hombres vivan juntos en una organizacin poltica,
libertad (y su contraparte necesaria, la responsabilidad) y poltica coinciden y se
relacionan entre s como las dos caras de una misma moneda (pp. 158, 161).

Tanto la problemtica objeto de nuestra reflexin y este discurso, cuanto la


reflexin y el discurso, las prcticas y los procesos de comunicacin y su estudio,
constituyen una accin propiamente poltica, la cual es posible porque los agentes, que
forman parte del mundo social, tienen un conocimiento (ms o menos adecuado) de ese
mundo y saben que se puede actuar sobre l actuando sobre el conocimiento que de l se
tiene. (Bourdieu, 1985: 96).
Con Gramsci (1984: 11): la eleccin de la concepcin del mundo es tambin un
acto poltico. A una filosofa de la praxis, y como tal creativa (p. 28), slo le cabe una
actitud polmica y crtica (p. 14).
Es as que un discurso crtico, en tanto poltico, como sacudida de los signos, que
da entrada a una crisis (Barthes 1999), puede presentarse como paradoja, como texto de
impugnacin, contrapuesto a lo oficial (Barthes 1986), subversin hertica, ante la doxa, la
visin ordinaria que naturaliza el mundo social, lo mitifica; como denuncia del orden
establecido y del reconocimiento y adhesin a dicho orden (Bourdieu 1985). De ah
tambin el inters de una intervencin terica o prctica en el mbito de los asuntos
comunes, dirimidos en la esfera pblica, que no puede obviar una teora del efecto terico,
diramos la fuerza y eficacia ilocucionaria y la performatividad, de dicha intervencin.
Siguiendo el arco, la insistencia de Horkheimer (1974) en la dimensin (funcin)
diagnstico-explicativa de la ciencia, cuya meta es el conocimiento de procesos a los
cuales est necesariamente ligada la dimensin de futuro. Crtico es el comportamiaento
humano que tiene por objeto la sociedad misma, orientado a la emancipacin y la
transformacin, sin injusticia (p. 242).
b) Las formas, modos y maneras, de realizacin histrica de la regin de la
discursividad pblica que nos pero-ocupa muestran la posibilidad de una crtica, su
necesaria y legtima puesta en crisis y plantean la necesidad de una interpelacin de cuo
crtico y poltico (Grner, Introduccin a Jameson y Zizek 1998):

1. Este tipo de participacin en el espacio de gestin pblica del mundo comn


supone una pretensin de sentido y validez, as como su realizabilidad, en cuanto a
capacidad de consenso de la pro-posicin en cuestin (a partir de la propuesta, pero no al
pie de la letra, porque algunas letras producen disonancia, de Habermas 1989-1990, 1994,
2003, y de Apel 1995, Dussel, comp. 1994, Arriarn y Sanabria, comp. 1995).
(Con) la noticia (se) postula una grilla de inteligibilidad, y (se) formula cierta
pretensin de verdad, rectitud normativa y veracidad-sinceridad, a fin de lograr:
-un acuerdo sobre la versin de nuestro hacer histrico-social presentada
-un entendimiento intersubjetivamente vlido en los procesos de negociacin de los
marcos interpretativos de nuestro mundo, los principios que rigen la operacin
massmeditica, periodstica, las claves de lectura y escritura de la realidad.
Y claro est que esto re-quiere una poltica democrtica de debate pblico. En la
disputa argumentativa pblica habra que discriminar y evaluar las (pre)tensiones de
dominio de algunos tipos de discursos y de racionalidades (Horkheimer 2007); y calibrar
las (intro)misiones dominantes de la racionalidad instrumental, de la mercantilizacin y de
algunas formas de legitimacin del poder, en desmedro de una legtima y equitatia
regulacin normativa de la accin, la tica (Habermas 1990, 2003) y la justicia social.

2. Este tipo de configuraciones discursivas instituye cierto modo de interpelacin,


que puede oscilar entre dos patrones, o privilegiar uno de ellos:
2.1 reduccin a poiesis: relacin tecno-lgica y razn instrumental de la relacin
comunicativa, que debe entenderse, en cambio, como una de las dimensiones de la
praxis (relacin prctica, tica, poltica). Una apelacin que:
i. se inscribe en las coordenadas de lo establecido por obra y gracia (del monopolio)
de la violencia simblica, ejercido por las agencias de control social y los
dispositivos que articulan hegemnicamente el saber y el poder;
ii. excluye las razones del otro, no slo de los olvidados, rechazados, interdictos, o
cooptados, por la discursividad oficial-pblica, sino tambin de parte de los que
actualizan el proceso comunicativo e informativo instaurado por los medios (el
pblico, en la prctica ritual de uso y consumo mediticos);
iii. introduce un principio de control del potencial de significacin, y de la
potencialidad dialgica, polifnica, y de las navegaciones por las redes textuales y
discursivas.

2.2 re-habilitacin del dilogo como estructura fundamental, inscripto en una


racionalidad dialgica, crtica, poltica (Bajtin, 1985, Gadamer 1993, Perelman, 1997,
Habermas 1989-1990, Apel 1995, Vattimo 1995, Vatimo, comp. 1994, Dussel, comp.
1994). Otra matriz de generacin discursiva que no corte las alas de la imaginacin ni
obture la participacin activa, no coarte la discusin.

En cualquier caso, concibimos la crtica en los trminos de este segundo patrn, no


importa hacia cul de los dos polos se incline la prctia y el discurso en cuestin.

3. Frente a cierto didactismo, sesgo propagandstico propio del discurso


encrtico (Barthes 1986), la chchara (Heidegger 1997) y la simplificacin (Wolton 2007),
se propone el discurso, y el discurso crtico, como edificacin (Rorty 1996, cap. VIII), esto
quiere decir concebir la propia voz y la ajena como otros tantos participantes en una
conversacin (Rorty 1996, cap. VII), atajo que se podra tomar para re-significar nuestro
andar haciendo caminos.

Los medios y los mediadores profesionales realizan el misterio del ministerio


(Bourdieu 1988, La delegacin y el fetichismo poltico): el trabajo de delegacin por el
cual el mediador es autorizado a elaborar y difundir una visin del acontecer pblico, que
es obliterado, y el portavoz como causa de lo que produce su poder (de representcin del
mundo y de la audiencia) (p. 158-159). Una simple collectio personarum plurium existe
como persona moral, agente social, un grupo, por una fictio juris tpica de la magia
social (p. 161). El pblico se hace, existe y manifiesta por el portavoz, que cuenta con la
fides implcita de aquel. A partir de aqu los mediadores estn en condiciones de ejercer el
poder simblico (p. 163) y producir diversos tipos de efectos, adems de una suerte de
autoconsagracin del aparato (p. 171) comunicativo:
de orculo: en ejercicio de sus derechos y en cumplimiento de sus incumbencias,
hablar en nombre de (pp. 167)
de metonimia: universalizar los intereses particulares; atribuir a la audiencia los
intereses de los mediadores (p. 168)
de bur: apelar a la audiencia para manifestar la representatitivad y para ratificar
las decisiones tomadas (p. 170).

Con estas advertencias (un tanto extremas y que merecen ser matizadas; y si bien
no pueden generalizarse con tanta dureza, el sayo le cabe a gran parte de la cornucopia
meditica) se pretende desarticular algunos mitos funcionales a la centralidad de los
massmedia, que los propios medios, comunicadores y periodistas se empean en sostener:
de la representatividad: representan la opinin, los intereses pblicos/del
pbico
del universalismo: su prctica est condicionada por intereses generales; hay que
ver cul es el juego entre estos pretendidamente intereses generales y los
particulares de los propios medios, y los que sos promueven
del cuarto poder: un caballito de batalla (puesto en el campo en su momento, y
blanco de duras controversias) que puede transformarse en un caballo de Troya en
nuestra propia casa, minando la institucionalidad democrtica.

4. El complejo y misterioso entramado de saber(es) y poder(es), que integran los


medios, realiza su vocacin de orden (con razones y pasiones com/prometidas con alma y
vida), re-producido da a da, con el arte y el oficio de la gobernabilidad, que echa mano de
algunas tecnologas, guas de silogstica y cartillas de cosmtica mediticas. Tal vez, como
dice de Certeau (1993), a propsito de Foucault, entro-meterse en los instersticios de la
propia historia de la razn (informativa, comunicativa, de la opinin pblica) sea el mejor
intento de ponerla en cuestin (Sfz 1994, Lash 2005, Breton 2000). La actitud crtica se
enfrentara a(l magisterio de) la Escritura, al modo de relacin que postula, a la pretensin
inscrita en la enunciacin meditica (Charaudeau 2003) de que se acepte como verdadero,
objetivo, imparcial, de inters pblico, lo que se dice que es tal, en virtud de la autoridad
detentada como institucin socialmente reconocida para cumplir esa funcin (las tan
proclamadas y celosamente defendidas, de in/formar, entretener, educar, etc.), por la cual
re-clama legitimidad, credibilidad, confiabilidad. Sin embargo, tal y como van las cosas, se
entiende algunas limitaciones existentes para el ejercicio de prcticas y estrategias arqueo-
genealgicas (de parte de los medios y, en parte, del pblico), la apertura de espacios para
el ensayo y la experimentacin.
5. Con Norbert Lechner (1986) se preconiza un anlisis poltico de la
informacin. Lechner distingue la racionalidad informtica y la racionalidad poltica,
conforme la realidad social y los modos de abordar la complejidad de la realidad que
subyacen a una y otra (p. 111).
La racionalidad informtica implica reduccin de la complejidad (p. 111):
apropiarse de la realidad accionando los mecanismos de la estandarizacin,
homogeneizacin, la clasificacin, el almacenamiento de datos; informar es tambin
uniformar (dar forma, poner en horma); es una dinmica de clasificacin, reordenamiento
de la realidad como sistema de dominacin; la clasificacin funciona como mecanismo de
disciplinamiento; proyecta el futuro a partir del almacenamiento (memoria computacional)
que produce regularidades/probabilidades numricas (pp. 111-114); hablando en nombre
de lo real, la informtica ordena lo que hay que creer y lo que hay que hacer (p. 115).
La racionalidad poltica, en cambio, tiende a la produccin de la complejidad de lo
social: incrementando la red de mediaciones, pretende el despliegue de la realidad; el
anlisis poltico recurre a metforas, transfiriendo experiencias conocidas a nuevas
situaciones, el razonamiento metafrico no slo descubre sino que tambin crea en tanto
modifica las concepciones del mundo; es decir, responde a situaciones ambiguas, abiertas a
mltiples interpretaciones y distintas posibilidades de solucin; propugna la explicitacin
del conflicto sobre las normas clasificatorias del lugar de cada cual; a la memoria lineal
informtica opone el aprendizaje, el cual trabaja sobre mutaciones, produce cambios
cualitativos y significa una constante relectura del pasado y reprogramacin del futuro; la
poltica como prctica reflexiva es un aprendizaje de la realidad, que implica aceptar su
diversidad (p. 114).
Lechner advierte que los intereses inherentes a cada una de estas racionalidades
conviven y se entrecruzan en la prctica social; y matiza la distincin al hacer concordar la
racionalidad de la informacin con una concepcin instrumental de la poltica (p. 115).
Ambas suponen un significado unvoco de la realidad social y postulan la informacin
como elemento fundamental para el clculo tcnico-formal que orienta la accin
instrumental. Frente a sta, propone otra concepcin de poltica que concibe las relaciones
sociales como realidad abierta, por hacer; y la poltica como lucha por determinar el
sentido de la convivencia social, la lucha por transformar el mundo es, por tanto,
fundamentalmente una lucha por los cdigos interpretativos de este mundo (p. 118). Esto
supone una nocin de libertad vinculada a la indeterminacin de las relaciones sociales: la
libertad concierne a la construccin de acciones recprocas... Slo en tanto el otro es libre
puedo yo _por medio del otro_ reconocerme a m mismo como libre (p. 121).
Qu orden favorece la massmediacin, y cmo lo hace, a favor de y en perjuicio de
quines

Maravillas, historias, metforas, ideales

Seores, Emperadores y Reyes..., y todos aquellos que queris conocer las diferentes razas de
hombres y la variedad de las diversas regiones del mundo, e informaros de sus usos y costumbres:
tomad este libro y hacoslo leer; porque en l encontraris todas las grandsimas maravillas y
diversidades de Armenia Mayor y Menor..., y de muchas otras provincias del Asia Media y de una
parte de Europa..., no ha habido cristiano, sarraceno, pagano, trtaro, indio o cualquier otro hombre
de otra clase que haya visto, conocido o estudiado tantas cosas en las distintas partes del mundo, ni
tan grandes maravillas...; nadie hizo tantos viajes ni tuvo tantas ocasiones de ver y comprender...
sera gran desgracia no quedaran sentadas todas las grandes maravillas que vio o recibi por
verdaderas, para que las dems personas, que ni las vieron ni conocieron, las sepan gracias a este
libro. (Marco Polo, Libro de las maravillas)

Esta especie de quehacer sucedneo de la actitud filosfica (de modernidad,


respuesta y responsabilidad ante el presente, la actualidad), que es la discursividad
meditica, que forma parte del cortejo de la banalidad, como Pedro por su casa o
convidado de piedra, y que nos puede en-cantar con su barullo, podra hacerse cargo de la
demanda social de una propaladora responsable y confiable de conocimiento y de una
plataforma de debate pblico democrtico. Esta expectativa implica retacear el bombardeo
meditico de mera informacin, que cuanta ms circula, ms conocimientos se
necesitan para interpretarlas (Wolton 2006: 117) con la pirotecnia del directo, la
inmediatiez, la instanteneidad, que otorga una relevancia excesiva al suceso en desmedro
de la comprensin de la realidad, una tarea ardua que exige cierta toma de distancia para
re-interpretarla (Wolton 2007), re/com-poner el con-texto del acontecer y debatir
pblicamente en torno de los asuntos comunes sobre los que se ofrecen argumentos.
Empresa que requiere un leve giro del tipo de racionalidad dominante hacia una
racionalidad narrativa, dialgica, comprensiva, puesto que se trata de configurar tramas
complejas de relaciones, como grillas de inteligibilidad de la realidad; de elaborar otros
guiones para mundear. En definitiva, el reto pasa por re-inventar (otras, buenas) historias,
para des-enredar(nos) (unos con otros) (en) el complejo retculo de sentido, memoria y
comunicacin que es la cultura y cohabitar de otra manera en el mundo.
La mass-mediacin podra hacer re-sonar y re-ver otros sonidos y colores del
mundo de la vida y la vida cotidiana de la gente, con el ritmo y el tempo de las
enmaraadas rutinas diarias que re-producimos ac y all, nosotros y los otros, las que
vamos des/tejiendo permanentemente para permanecer y transcurrir, y celebramos
ordinariamente para re-memorar la vida compartida y tirar para adelante unos con otros. La
massmediacin podra experimentar ms y mejor con el juego de los signos que
estructuran la densa trama de ritualidades cotidianas (Maffesoli 2001: 107) que configuran
las complejas cronotopas (Bajtin 1988), locales, regionales, nacionales, latinoamericana y
mundial, como va para imaginar otros lazos con los otros, que bien pueden superar tanta
trivialidad, comodidad y mera ilustracin tendenciosa de relleno (pintoresquismo, lugares
comunes, clichs, frmulas trilladas, prejuicios, metforas gastadas, moldes,
esquematismos).

Hay pues razones para considerar que estos no tan nuevos orfebres de la palabra y
alquimistas de la realidad podran ser autores-productores de nuestro libro (atlas o
biblioteca) de los memoranda y las maravillas, esa ocurrencia semitica que re-aparece de
la mano de algunos de los incansables viajeros, para representar e interpretar el mundo que
fueron conociendo, en sus relaciones sobre los nuevos mundos descubiertos, y que
de tanto machacar circula como moneda gastada del gran banco de la estereotipia, cuyos
fondos incalculables sostienen aquel discurso y la opinin pblica46.

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46
Esta impronta (maravilla, grandeza, inmensidad, prodigalidad, abundancia, y otros atributos, como tierra
sin mal, paraso terrenal, etc., que reproducen los relatos de descubridores, conquistadores, adelantados,
exploradores, cientficos, novelistas y otros) constituye una marca de re-conocimiento y re-afirmacin de
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El arte del tejido (mnemosemitico y comunicativo).


Algunos hilos y puntos.

Por dnde empezar. Materialidades y objetos de estudio


En esta peculiar situacin (crtica, in-definida. liminar) fronteriza, disciplinar
(tambin geopoltica, v.gr. NE de Argentina, Mercosur), que nos enfrenta a la necesidad de
agudizar el ingenio para re-acomodar(nos) (en) los bordes (marcos) de los campos (ms o
menos slidamente constituidos o en trance de debilitamiento, y reordenamiento) de saber
y poder, y en la que tenemos que reposicionar(nos) (un poco sobre) los lmites de las
disciplinas, postulamos, con Bajtn (1985, El problema del texto en la lingstica, la
filologa y otras ciencias humanas), el texto como dato primario del tipo de estudio que
emprendemos, interdisiciplianrios (Semitica, Anlisis del Discurso y Comunicacin).
Ms all de las finalidades de la investigacin en ciencias sociales, que pueden ser
variadas, el punto de partida es el texto: la nica realidad inmediata (realidad del
pensamiento y de la vivencia), primaria para las disciplinas humanas, que estudian al
hombre en su especificidad, y no como cosa sin voz o fenmeno natural. Esto quiere decir
que el hombre siempre se est expresando, creando texto, que es la forma, cualquier
conjunto de signos coherente, en que se presentan al investigador los pensamientos,
sentidos, significados ajenos, y que, en tanto enunciado, est incluido en la
comunicacin discursiva (cadena textual) de una esfera dada, en la cual puede revestir el
carcter de una especie de mnada que refleja en s todos los textos posibles de la
misma.
A partir de esta realidad primaria, el objeto real, material, cada investigacin tomar
a su cargo una ntida delimitacin de su objeto (formal) de estudio (adems claro est
de que el propio texto en cuanto tal puede ser objeto de estudio) 47, y as tomar una
direccin u otra, recortar determinados trozos de la naturaleza, la vida social, la psiquis, la
historia, unindolos mediante relaciones de sentido o causales, mezclando evaluaciones
con constancia de los hechos; de manera tal que se convierte en interrogacin y pltica, o
sea en dilogo, una caucin terico-metodolgica (filosfica) que alerta ante la actitud
cosificante del texto, su objetualizacin, y apunta a la comprensin (siempre dialgica),
ms que, o ms all de, a la explicacin (en la que acta una sola conciencia y un solo
sujeto), y que en todo caso constituira un momento de la investigacin social (el de la
objetivizacin de aquello que se estudia, su concretizacin como objeto), pero que debe

47
Vid. Orlando (2001), sobre el texto como unidad de anlisis del discurso: Para el lector, es la unidad
emprica que tiene delante de s, hecha de sonido, letra, imagen, secuencia con una extensin,
(imaginariamente) con comienzo, medio y fin y que tiene un autor que se representa en su unidad, en el
origen del texto, dando-le coherencia, progresin y finalidad. Pero si se ve en el texto la contrapartida del
discurso efecto de sentido entre lectores- ya no ser una unidad cerrada en s misma, sino que se abrir, en
cuanto objeto simblico, hacia las diferentes posibilidades de lectura que muestran el proceso de
textualizacin del discurso, que siempre se hace con fallas, defectos. La materia discursiva que es la
textualidad permite varias posibilidades de lectura (p. 65). Segn la autora, la finalidad del analista del
discurso es comprender esto es explicitar- los procesos de significacin que trabajan el texto; comprender
cmo el texto produce sentidos a travs de sus mecanismos de funcionamiento <>. Intenta determinar qu
gestos de interpretacin trabajan la discursividad que es objeto de su comprensin (p. 27).
completarse, como en una cinta de Mebius, con el momento de la subjetivizacin, el
restablecimiento de la condicin de<l> sujeto48, que vive, trabaja, habla (Foucault 1985).
***
Ante los ojos (interdisciplinarios) de Barthes (1974), el texto se encuentra en la
encrucijada de algunas proposiciones que conciernen al mtodo, a los gneros, al signo, al
plural, a la filiacin, a la lectura, al placer. Como campo metodolgico, el texto se
demuestra, se habla segn ciertas reglas (o contra ciertas reglas), existe tomado en un
discurso, slo se experimenta en un trabajo, una produccin, su movimiento
constitutivo es la travesa (p. 73). Queda por discutir si el texto siempre es paradjico,
situado en el lmite de las reglas de la enunciacin (p. 74). El texto probado en relacin
con el signo, es radicalmente simblico, practica el engendramiento del significante
perpetuo (pp. 74-75). Comprender el proceso de re-generacin de sentido que es la
textualizacin requiere prestar atencin al juego desencadenante de (y desencadenado por)
la textualidad, el juego constitutivo de la extructuralidad de la estructura del texto, de
descentramiento, dislocacin, de diferencias, siempre por desconstuir, a partir de huellas
que reenvan a otras huellas anteriores y posteriores, en ese proceso de aplazamiento y
indecibilidad que es la textualidad, y la escritura (Derrida 1989, La estructura, el signo y
el juego en el discurso de las ciencias humanas). Ms an, ampliando la mirada semitca
(con Peirce), el juego textual, del/con el texto (Barthes 1974: 74), des-pliega la semiosis;
la productividad textual pasa por el re-eslabonamiento, abierto, incompleto, de las
relaciones complejas entre signos-representmenes, objetos, interpretantes.
La comprensin del (concepto de) texto _objeto fetiche y fetiche que me desea_
precisa recorrerlo, hurgar en l, ad-mirarlo como textura, como tejido, en el que resuena su
propia historia (etimolgica: texere), un plural irreductible que se apega a la
pluralidad estereogrfica de los significantes que lo tejen (Barthes 1974: 75):
pero si hasta aqu se ha tomado este tejido como un producto, un velo detrs del cual se encuentra
ms o menos oculto el sentido (la verdad), nosotros acentuamos ahora la idea generativa de que el
texto se hace, se trabaja a travs de un entrelazado perpetuo (Barthes 1986a: 46, 104).

Barthes (1986b) entiende el texto como red constituida por cdigos; trenzado de
voces (cuya concurrencia deviene escritura), espacio donde se cruzan las cinco voces de la
empiria, de la persona, de la ciencia, de la verdad, del smbolo. Como red, el texto puede
ser roto y leerse sin la garanta de su padre, puesto que la restitucin del intertexto
<lo intertextual en que est comprendido todo texto, dado que l mismo es es el entre-
48
En la lnea de reconversin (filosfica) que propone Apel (1985) para zanjar el abismo entre las ciencias
duras y blandas y recobrar la identidad (y la salud) de las ciencias sociales y humanas.
texto de otro texto> elimina, paradjicamente, la herencia (1974: 77, 76)49. Barthes
aboga por la idea de un libro (de un texto) donde sera trazada, tejida, de la manera ms
personal, la relacin de todos los goces: los de la vida y los del texto donde una misma
anamnesis recogera la lectura y la aventura, pues lo que el texto dice a travs de su
nombre es la ubicuidad del placer, la atopa del goce (1986a: 95, 1974: 80).

Aparejos para el entre-tejido


El texto como forma en que se re-presentan pensamientos, sentidos, significados
(Bajtin) y como forma simblica de intercambio de los significados que constituyen el
sistema social50, esto es una forma de inter-accin social, lo que lo inscribe, en su
especificidad, en los procesos de comunicacin, en el trans-curso de los cuales cobra (y
debe analizarse el) sentido.
La topologa textual es teatral: plantea un escenario en que se representa el yo, se multiplica, se
convierte en actor y exige en ese acto el espectador comprendido y representado (Kristeva 1981).

La realidad concreta del discurso, que se materializa/concretiza, cobra forma en


textos, es el acontecimiento social de interaccin discursiva, llevada a cabo mediante la
enunciacin y plasmada en enunciados; y el texto, actuacin discursiva, es tambin un
elemento de la comunicacin discursiva (Voloshinov 1992: 132). Esta actuacin est
triplemente orientada, hacia aquello a lo que se refiere, hacia lo que fue dicho sobre el
asunto en cuestin y hacia los sujetos que dicen (escriben) y escuchan o leen (Bajtin); es
as que participa en una discusin ideolgica a gran escala: responde a algo, rechaza o
confirma algo, anticipa posibles respuestas, busca apoyo. Como todo enunciado, es un
momento en la comunicacin discursiva continua; y adems, este intercambio discursivo
es un momento de un continuo y multilateral proceso generativo de un colectivo social
determinado (Voloshinov 1992: 132-33).

49
Sobre la lectura, observa Barthes (1986a: 58-59): Leyendo un texto mencionado por Stendhal <...>
reencuentro a Proust en un detalle minsculo. <...>. De la misma manera, en Flaubert, son los durazneros
normandos en flor que leo a partir de Proust. Saboreo el reino de las frmulas, el trastrueque de los orgenes,
la desenvoltura que hace prevenir el texto anterior del texto ulterior. <...> Proust es lo que me llega, no lo que
yo llamo; no es una autoridad, simplemente un recuerdo circular. Esto es precisamente el intertexto: la
imposibilidad de vivir fuera del texto infinito _no importa que ese texto sea Proust, o el diario, o la pantalla
televisiva: el libro hace el sentido, el sentido hace la vida (pp. 58-59). El palimpsesto es uno de los modos
genealgicos de ser y hacer el texto: la escritura borra los otros trazos, las huellas del otro, y a la vez las
reinscribe en el cuerpo (corpus), que se reengendra por la doble operacin del recuerdo y el olvido. La
constructividad textual no congela el pasado, no lo relega al desvn de los deshechos, sino que permite,
exige, un nuevo estatuto de lectura.
50
En la perspectiva sociosemitica de Halliday (1982). Vid. Lozano, Pea-Marn y Abril (1997).
El intercambio comunicativo social, en cualquiera de las esferas y variaciones
propias de cada una de ellas, se realiza efectivamente en una situacin dada, cuyos
aspectos son las condiciones espaciotemporales de la ejecucin discursiva, el objeto o tema
de la misma y la actitud de los sujetos frente a lo que ocurre, o sea la valoracin; de
manera que un cambio de situacin lleva aperajado un cambio del sentido de una misma
expresin, dado que sta no es un reflejo pasivo de la situacin sino su conclusin
valorativa y medio para su ulterior desarrollo (Voloshinov, La construccin de la
enunciacin <1929>, en Silvestri y Blanck 1993).
Todo discurso es destinado a alguien, provocado por algo y tiene alguna finalidad,
esto quiere decir que es un momento real en el eslabonamiento comunicativo dentro de una
esfera social determinada. En el drama discursivo actan con los mismos derechos el autor,
el pblico y todos aquellos cuyas voces (re)suenan en/con el discurso del autor. La
naturaleza triple del discurso consiste en su triple actitud hacia el objeto de su tratamiento,
hacia los sujetos que participan en la comunicacin (en las instancias de produccin y
recepcin), y hacia los discursos ajenos sobre el mismo objeto, en tanto que un discurso es
una respuesta a otros discursos, o una anticipacin de una respuesta a dicho discurso, o la
consecusin del dilogo siempre abierto sobre el mundo _que cuando se trata de discurso
cientfico no puede cerrarse con ninguna respuesta que admita un carcter ltimo y
definitivo_ (Bajtin 1985, El problema del texto en la lingstica, la filologa y otras
ciencias humanas <1959-61>, El problema de los gneros discursivos <1952-53>)51.
El discurso est socialmente estructurado y orientado siempre hacia otro, que puede
estar presente en la situacin, o ausente, conocido o ignorado, explcitamente mencionado,
presupuesto o simplemente aludido, tambin puede estar modelado discursivamente (Eco
1981, sobre el autor y el lector-destinatario modelos). La produccin discursiva es un
proceso de comunicacin, cuyos momentos constitutivos son la enunciacin y la
comprensin, la valoracin y la respuesta activa (de acuerdo o discrepancia,
consentimiento o disenso, obediencia, transgresin, solemne, irnica, pardica, crtica,
imitacin, re-creacin). Voloshinov (La construccin de la enunciacin) llama
orientacin social de la enunciacin a esta dependencia de la enunciacin del peso
sociojerrquico del auditorio, a una de las fuerzas organizadoras vivas que, junto con la

51
En este ltimo dice Bajtin: El hablante no es un Adn, por lo tanto el objeto mismo de su discurso se
convierte inevitablemente en un foro donde se encuentran opiniones de los interlocutores directos (en una
pltica o discusin acerca de cualquier suceso cotidiano) o puntos de vista, visiones del mundo, tendencias,
teoras, etc. (en la esfera de la comunicacin cultural).
situacin de la enunciacin, constituyen no slo la forma estilstica de sta, sino tambin su
estructura puramente gramatical, su entonacin, expresividad, ritmo.

En tren de dilogo, se re-actualiza as El aparato formal de la enunciacin descripto por


Benveniste (1989, tomo II). El texto es un producto del acto individual de utilizacin por el que se pone
a funcionar la lengua (p. 83), y otros sistemas semiticos; se introduce al que habla en su habla, un
dato constitutivo de la enunciacin; se expresa cierta relacin con el mundo, la referencia como parte
integrante de la enunciacin (p. 85); se postula un tipo y un modo de relacin con el otro. Algunas de las
formas especficas cuya funcin es poner al locutor en relacin constante y necesaria con su
enunciacin son los indicios (de persona, de ostensin), el paradigma de formas temporales. La
temporalidad es constitutiva de la enunciacin y constituida por ella (p. 86). Toda enunciacin es una
alocucin, postula un alocutario, el locutor implanta al otro delante de l, cualquiera que sea el grado
de presencia que atribuya a este otro (p. 85): Lo que en general caracteriza a la enunciacin es la
acentuacin de la relacin discursiva al interlocutor (p. 88, cursivas del autor). (En este proceso
discursivo-comunicativo se dan las condiciones necesarias para la determinacin de la triple orientacin
del discurso, hacia el objeto, los sujetos enunciador y destinatario, y los otros discursos sobre el objeto).
As, entre otras posibilidades: la interrogacin, las formas de intimacin, la asercin, la polmica, etc. De
tal manera que se plantea por necesidad lo que puede llamarse el cuadro figurativo de la enunciacin,
esto es la estructura del dilogo, dado necesariamente con la definicin de la enunciacin (p.88, cursiva
del autor).
Entre otros que prestan atencin al decir, Ducrot (La delocutividad. O como hacer cosas con
palabras, en Parret y Ducrot 1995; vid. Ducrot 1984) se ocupa de la enunciacin en tanto
acontecimiento <histrico, en una fecha y un lugar determinados> que se produce por la aparicin de un
enunciado. Respecto de la relacin entre el sentido (= valor semntico del enunciado /significacin =
valor semntico de la oracin) y la enunciacin, formula la siguiente hiptesis: el sentido de un
enunciado est constituido por una descripcin de su enunciacin, es la calificacin de la misma, al
brindar informacin sobre las causas (aquello que provoca la enunciacin), y al describir los efectos
jurdicos (que se siguen) y las intenciones argumentativas. Ducrot sostiene que todos los enunciados
hacen referencia a su enunciacin, ms all de los casos de autorreferencialidad (que segn Benveniste se
aplica a los enunciados con decticos). Ducrot intenta construir una teora polfnica que pone en duda
precisamente la idea de unicidad del sujeto hablante. Su tesis es que hay que distinguir tres nociones,
habitualmente confundidas en la de sujeto hablante: 1) sujeto emprico, 2) locutor, 3) enunciador. El
primero es el autor efectivo, sujeto responsable de la inter-accin discursiva, la mano tejedora. El
locutor es la persona presentada por el sentido mismo del enunciado como responsable de la
enunciacin (designada por el pronombre de la primera persona). El enunciador es la fuente de los
puntos de vista que pueden aparecer en un enunciado. El mismo Ducrot establece correlaciones con las
nociones y categoras que propone Genette (1996) en su teora de la narrativa: sujeto emprico-escritor,
locutor-narrador, enunciador-punto de vista, centro de perspectiva, punto de focalizacin. Pero, el
narrador puede recurrir a la primera persona, y/o a la segunda, y/o a la tercera, tanto en singular como en
plural (ms all de que se trate de un autor o de varios). Cfr. Maingueneau (2007), sobre escenas de
enunciacin (y en general sobre distintos aspectos de anlisis de textos).

Bajtin y su crculo formulan, entre otros principios 52: -el papel activo del otro en
el proceso de la comunicacin discursiva; -la comprensin dialgica del discurso (Bajtin
1985); -la triple orientacin del discurso (Bajtin 1988); -la doble orientacin del gnero
(Bajtin/Medvedev 1994)
La conciencia y la vida humana misma son de naturaleza dialgica (Bajtin 1985,
Para una reelaboracin del libro sobre Dostoievski <1961>). Es inadmisible la
cosificacin del mundo y de la palabra (dialgica por naturaleza): El dilogo incloncluso

52
Desarrollamos estos puntos y otros que siguen en Garca (1999, 2004), de donde re-cortamos, editamos y
modificamos algunos fragmentos.
es la nica forma adecuada de expresin verbal de una vida humana autntica; El
hombre como voz ntegra entabla un dilogo. Participa en l no slo con todos sus
pensamientos, sino con todo su destino, con toda su personalidad. El dilogo que se
entabla entre las visiones del mundo encarnadas en las voces dramatizadas en un texto,
entre textos, entre texto y contexto, entre los sujetos de la comunicacin, permanece por
fuerza inconcluso, abierto. Tampoco es permisible la cosificacin del hombre, de las
relaciones humanas y de los valores. No se puede convertir al hombre en un objeto sin voz,
y de conocimiento que lo concluya sin consultarlo, siempre hay en el hombre algo
irreductible a una definicin exteriorizante e indirecta, y slo l puede manifestar en un
acto de libre autoconciencia y de discurso (Bajtin 1993, pp. 87, 93).
Las relaciones dialgicas no se reducen a las relaciones lgicas (aunque sean
dialcticas), ni lingsticas, o de algn otro tipo natural; se establecen entre sentidos, entre
enunciados, tras de los cuales estn los sujetos, pero no coinciden con las relaciones que
tienen lugar entre las rplicas de un dilogo real, porque son ms abarcadoras,
heterogneas y complejas; tampoco se reducen a una controversia, lucha, discusin. A
propsito de la palabra en Dostoievski, Bajtin (1993, pp. 253-58) observa que las
relaciones dialgicas constitutivas del dominio discursivo suponen relaciones lgico-
temticas, autoriales (de autor individual, reconocido, annimo, colectivo); pueden darse
entre enunciados relativamente completos, con respecto a cualquiera de las partes del
mismo, una palabra aislada (percibida en su referencia a la posicin ajena, exraa);
tambin pueden penetrar en el interior del enunciado, dentro de una palabra (cuando en ella
se encuentran dos voces). Es posible que se produzcan relaciones dialgicas entre estilos
discursivos, dialectos sociales (cuando estos se perciben como posiciones de sentido); y
con respecto al propio enunciado de uno, en su totalidad, respecto de sus partes, de la
palabra aislada (cuando se realiza cierto distanciamiento de ellos). Desde una perspectiva
semitica (general, ms all de la palabra) es posible analizar relaciones dialgicas entre
fenmenos semiticos diferentes, de distinta materialidad y signicidad (entre discurso e
imagen, entre imgenes).
Discursos distantes uno del otro, y mutuamente desconocidos, pueden revelar
relaciones dialgicas si en su confrontacin muestran alguna convergencia de sentido (i. e.
el caso de los discursos cientficos que nunca tuvieron contacto entre ellos); incluso
discursos profundamente monolgicos pueden mantener relaciones dialgicas, adems del
dialogismo interno de la palabra (Bajtin 1985, El problema del texto <...>, 1993, p. 65).
El sentido, en cuanto respuesta a preguntas, es potencialmente infinito: slo puede
actualizarse al tocar otro sentido (un sentido ajeno), aunque slo se trate de una pregunta
en el discurso interior del que comprende. En cada encuentro de sentidos emerge uno
nuevo, como un momento de esa infinitud, que aguarda otros contactos, que prolonga,
renueva, regenera la cadena en la vida histrica (Bajtin 1985, De los apuntes de 1970-
1971)53.
El objeto de anlisis discursivo, desde esta perspectiva, es la imagen de la palabra
construida por el autor de un texto, la representacin del lenguaje (la palabra de la lengua,
ajena, propia, los discursos propios y de otros) y la dramatizacin de las voces y las
visiones que participan de una u otra manera en el dilogo que es todo texto (complejo
semitico). El diseo arquitectnico-orquestal del texto, puede responder a un modelo
dialgico-polifnico, o a un modelo ms o menos monolgico. El canon discursivo
-textual puede inscribirse en uno u otro de estos modelos, puede oscilar entre ambos,
combinar sendas caractersticas, privilegiar algunas o reacentuar cualquiera de ellas. O
bien puede dar cauce a la pluralidad de voces y conciencias independientes e
inconfundibles, autnomas y responsables, con los mismos derechos, organizadas
equitativamente (orquestadas en el texto, y a partir del texto), re-afirmadas como ajenas. O
bien puede estructurar desde el punto de vista de una conciencia las otras voces que
interactan, objetivadas por aquella; neutralizar la contraposicin de conciencias, y las
contradicciones que les subyacen, en una unidad homofnica; clausurar el des-encuentro
de interpretaciones divergentes, la polisemia fundamental, la incertidumbre; desconocer el
pensamiento ajeno y al otro en cuanto tal, la interaccin esencial de conciencias, la
diversidad y diferenciacin (Bajtin 1993)54.

53
Algunos de los principios, nociones y herramientas tericas y metodolgicas expuestos revisten gran
importancia para analizar la textualidad y la discursividad que se producen y circulan en el mundo
contemporneo de nuestros das, p. ej. en las redes y los massmedia (y en general, tambin en los campos
de las ciencias y de la educacn), para aproximarse a las lgicas, los patrones, las tendencias de los modos de
produccin del sentido, la construccin del conocimiento, las maneras de leer y escribir (las prcticas de
navegacin, a veces sin orden ni concierto; cortar y pegar; des y re/contextualizacin de los discursos y el
conocimiento; traducccin y transposicin de discursos, gneros, formatos, fuentes de lectura, estilos; el
pastiche, el patchwork, el montaje; la multimedialidad; la fragmentacin, la discontinuidad y discontigidad
que se observa en los discursos de los medios, los estudiantes, entre otros.
54
Bajtin (Para una reelaboracin del libro sobre Dostoievski) precisa: El monologismo en su lmite niega
la existencia fuera de s mismo de las conciencias equitativas y capaces de respuesta, de un otro yo (el t)
igualitario. Dentro de un enfoque monolgico (en un caso lmite puro), el otro sigue siendo totalmente objeto
de la conciencia y no representa una otra conciencia. No se le espera una respuesta que pudiera cambiarlo
todo en el mundo de mi conciencia. El monlogo est concluido y sordo <...> pretende ser la ltima
palabra (cursivas del autor). Las formas y modos de representacin, transmisin, examen, del discurso
ajeno y de cualquier otro sistema semitico son mltiples y variados, y diversos los procedimientos a los que
se puede recurrir en cualesquiera de las esferas discursivas, como el mismo Bajtin lo comprueba a lo largo de
su trabajo.
El acontecimiento discursivo (textual) tiene lugar sobre la frontera entre dos
conciencias, dos sujetos. Aun la reproduccin de un texto constituye un acontecimiento
nico, y nuevo en su vida, otro eslabn en la historia de la comunicacin. Un texto no
puede ser completamente traducido, pues no hay un texto de los textos, su estudio es una
transcripcin del dilogo especfico que comprende una compleja interrelacin entre el
texto, como objeto de estudio y reflexin, y el contexto como su marco creado (pregunta,
objecin, etc.) en que se realiza el pensamiento cognoscitivo y evaluador del sabio. El
encuentro de los dos textos, del que ya est dado y del que se est creando como reaccin
al primero, es, por consiguiente, un encuentro de dos sujetos, dos autores (Bajtin, El
problema del texto <...>)55. En consecuencia, la comprensin de un texto siempre es
dialgica, y las fronteras entre los diferentes tipos de comprensin no estn marcadas, sino
que hay transicin de uno a otro, del dominio de la lengua o el sistema de signos
correspondiente a la comprensin del sujeto, (en) su obra, aparte de que la comprensin
de una obra en una lengua conocida enriquece el conocimiento y la comprensin de esta
ltima, y a la inversa.
El discurso que no se objetualiza participa en el dilogo no concluido sobre un
tema dado, y la propia investigacin se realiza como dilogo, en el que se van ocupando
los distintos turnos para preguntar, responder, conjeturar, buscar, probar; interpretar su
sentido, apreciar su orientacin hacia la realidad y hacia los sujetos, valorar. Esto supone la
participacin activa del sujeto que analiza (en general, el que lee, escucha, mira), su
inclusin y posicionamiento en el dilogo, del que la comprensin es un momento
dialgico que puede producir cada vez un nuevo sentido (El problema del texto <...>).
La comprensin, que es activa y creativa, completa el texto y revela la
multiplicidad de sus sentidos; es as que puede ser mejor que la propia comprensin del
autor. La comprensin y la valoracin son inseparables, lo que tambin quiere decir que la
posicin del que comprende puede cambiar, y enriquecerse (asimismo el que es
comprendido), durante o despus del acto de comprensin que se realiza como una
lucha. El complejo acontecimiento del encuentro, la interaccin con (la palabra de) otros,
con lo nuevo, el re-conocimiento de lo repetible o des-conocido, es uno de los problemas a
estudiar en el campo de las ciencias del espritu (De los apuntes de 1970-1971)56. La
comprensin puede llegar hasta las fronteras de la comprensin del autor, o puede

55
El anlisis del texto puede oscilar entre dos polos, el de la lengua (del autor, del gnero, de una tradicin,
una poca, la lengua nacional) y el del acontecimiento irrepetible del texto.
56
En el mismo lugar dice Bajtin: El objeto, en el proceso de la comunicacin dialgica que se establece con
l, se convierte en sujeto (otro yo).
traspasarlas, esto es, aprovechar la extraposicin temporal y cultural del que comprende,
incluir el objeto de la comprensin en el contexto de ste ltimo (ajeno para el autor). El
autor y su lector deben ser otro, el uno para el otro, y esa otredad determinar el
excedente necesario para la comprensin, del texto, entre pueblos, naciones, culturas,
centurias, en cuanto la comprensin es factible por la compleja unidad de la humanidad
entera, de la unidad de la literatura, que aparece al nivel del gran tiempo, en el que se
produce la sucesin y el relevo, la complementariedad o conflicto, interaccin,
coexistencia, de y entre los contextos de creacin-comprensin, in-mediatos, cercanos o
alejados, de y entre los diferentes cronotopos y mundos (de sentido) del que pregunta y del
que contesta, del texto de partida y del texto re-creado (Bajtin 1985, Hacia una
metodologa de las ciencias humanas). Bajtin entiende la comprensin como una
confrontacin con otros textos y como una comprensin en un contexto nuevo (en el mo,
en el contemporneo, en el futuro); las etapas del movimiento dialgico de la
comprensin son: el punto de partida -el texto dado, el movimiento hacia atrs -los
contextos pasados, el movimiento hacia adelante -la anticipacin (y comienzo) de un
contexto futuro (Idem).

Re-orientaciones para las excursiones textuales


Voloshinov (1992) seala la conveniencia y necesidad de indagar acerca de las
formas y tipos de la comunicacin semitica (social, discursiva) y sus contenidos. Entiende
que las formas del signo estn determinadas, ante todo, tanto por la organizacin social de
los hombres como por las condiciones ms inmediatas de su interaccin. Establece algunas
exigencias metodolgicas:
1) No se debe disociar la ideologa de la realidad material del signo
2) No se puede separar el signo de las formas concretas de la comunicacin social
3) No se puede separar las formas de la comunicacin de sus bases materiales
(primera parte, cap. 2, cursivas del autor).

El texto, como constructo ideolgico, es (re)producido en y por procesos y prcticas


sociales en las que se apuesta por el sentido.
En cada momento histrico existe una constelacin de temas (contenidos)
expuestos a la atencin pblica en los que la sociedad deposita un acento valorativo, lo
cual alude al horizonte social de una poca y de un grupo dados: slo aquello que posea un
valor social puede entrar en el mundo de la ideologa, constituirse y consolidarse en l; por
lo que el signo llega a ser la arena de la lucha (de clases) por la imposicin de la valoracin
y acentuacin ideolgica que pretende el reconocimiento social y la legitimidad. Un
aspecto importante del signo es su carcter multiacentuado, lo que permite la
confrontacin de acentos sociales (Voloshino 1992)57.
Segn Bajtin/Medvedev (1994), al materialismo dialctico le cabe la tarea de unir
una sntesis amplia y una cosmovisin con el dominio de la pluralidad material y de la
generacin histrica de los fenmenos ideolgicos (p. 45); y ofrecer el fundamento para
el desarrollo de una extensa ciencia <marxista> de las ideologas, que comprende,
sobre la base de un mismo principio de concepcin del objeto y de un mtodo nico de
estudio, todas las reas de la creacin ideolgica del hombre (p. 41). Este programa de
estudio integra una doctrina sociolgica, en cuanto a la especificidad del material, la
forma y los objetivos de cada una de esas reas (p. 42), una historia y una crtica de la
cultura. Ms all del campo de los estudios literarios delimitado por los autores (en la obra
referida, donde discuten el mtodo formal en los estudios literarios), es posible y
conveniente (por mor de los mismos principios) ampliar los alcances de este programa para
desarrollar otras ramas de aquella ciencia y abarcar otras reas.
Una ciencia tal de las ideologas debe partir del principio de la materializacin y
objetividad total del producto ideolgico dado respecto de toda la creatividad ideolgica.
Todo producto ideolgico es plasmado materialmente y objetivamente accesible; y es as
que integra y constituye la realidad social y material, y representa un momento del
horizonte ideolgico materializado del hombre (p. 48). En el proceso comunicativo un
fenmeno ideolgico adquiere su especificidad semio-ideolgica, y cobra significacin, la
cual slo existe en la relacin social de la comprensin.
Asimismo, dicha ciencia debe afrontar dos problemas: el de las formas particulares
del material ideolgico organizado en cuanto material significante; y el de las formas
particulares de la comunicacin social que lleva a cabo esta significacin (ibidem) 58. Los
actos de re-creacin ideolgica constituyen momentos de la comunicacin en la que se
insertan, de la que resultan y la que hacen posible, y se articulan al proceso social ms
amplio, que les aporta el sentido de totalidad (p. 47). Las diversas formas de la
57
Vid. Krysinski (1986), Eagleton (1997), Vern, (1984, Semiosis de lo ideolgico y del poder, 1974,
1987), de Ipola (1984), Zizek (1992).
58
As p. e., para tomar una de las reas de estudio en que incursionamos, la narracin de la historia en los
manuales escolares, se trata de las formas (materiales) de la narracin y del texto en general; y de las formas
de la comunicacin educativa (escolar) y de mediacin pedaggica de la historia nacional (y de la
historiografa) (Garca 1999); en el caso de la retrica de la misioneridad, las representaciones e
interpretaciones de los pases limtrofes y la memoria pblica en la prensa, seran los relatos periodsticos,
el diario, la massmediacin, la comunicacin pblica y la esfera opinin pblica.
comunciacin concreta actualizan las significaciones sociales de mltiples maneras, puesto
que resultan distintas tambin las relaciones sociales que llevan a cabo el proceso de la
significacin, esto es, el conjunto de las acciones e interacciones que se producen y se
organizan en un entorno ideolgicamente significativo (p. 53).
Precisamente, el contacto de la conciencia con la existencia se realiza por la
mediacin del mundo ideolgico que rodea al hombre. El medio ideolgico es la
conciencia social de una colectividad dada, realizada, materializada, externamente
expresada, determinada por las condiciones y modos de la existencia y determinante de la
conciencia individual, que se manifiesta en algunas de las formas del medio a las que
accede. Este medio ideolgico vive en su devenir, y en l siempre se dan contradicciones,
que se superan y surgen nuevamente, aunque en cada momento del desarrollo histrico de
una comunidad determinada, representa una singular y unificada totalidad concreta. La
accin social est directamente orientada en el medio ideolgico, determinada por l, y al
que a su vez determina; aparte de que toda una serie de actos y proyectos sociales (como
los de una poltica educativa, o comunicativa -meditica) se emprenden con la finalidad de
re-elaborar este medio en su totalidad concreta (p. 55-56).
Las formas y estructuras propias de la historia escolar y el manual o la noticia y el
diario (algunos de los tipos de textos que analizamos) refractan, a su modo, la existencia en
su totalidad, la socioeconmica en su proceso generativo, y las refracciones de otras
esferas ideolgicas (ciencia, poltica, arte, religin, tica, etc.); o sea, refractan la totalidad
del horizonte ideolgico, del que ellas mismas son parte, y que se encuentra en un
continuo proceso de generacin (pp. 60, 64). El texto lleva a cabo un proceso de
refraccin ideolgica (cognitiva, tica, poltica, etc.) del mundo que integra (y determina la
concepcin de) el objeto de su representacin, como condicin previa necesaria de acceso
del mismo a la textualizacin (estructura y contenido) de la historia o la actualidad (p. 61, a
propsito de la literatura y la obra literaria). Ese mundo comprende el contexto
contemporneo del texto (del autor, productor y del lector) y el contexto pasado ms o
menos lejano de la realidad objeto de representacin; y en la textualizacin pueden
encontrarse con mayor o menor fuerza, grados de tensin, solapamiento, el horizonte de los
autores (productores, mediadores, lectores) y el del mundo representado. De este modo, es
posible identificar y analizar los diferentes ideologemas que componen un texto, y sus
relaciones con la unidad del horizonte ideolgico correspondiente (p. 65-68, siempre
respecto de la literatura )59. Al parecer de Bajtin, el mtodo dialctico proporciona una
herramienta adecuada y eficaz para construir definiciones dinmicas, que se ajusten a la
serie generativa del desarrollo de un determinado gnero, de una determinada forma, y
evitar tanto el normativismo y dogmatismo en las mismas, como la dispersin en la
heterogeneidad de hechos sin relaciones entre s (p. 78).
Los relatos y los formatos que integran (manuales, diarios) participan activamente
como tal en la vida social, en la que cobran sentido, y a veces su importancia radica ms en
su carcter propiamente narrativo, educativo, meditico, pblico, que en su contenido
(parafraseando lo que Bajtin dice de la novela). El relato y el formato (y el soporte) que lo
contiene, en cuanto producto enunciativo, es un acto social; como complejo material forma
parte a su vez de la realidad social, y se entreteje en el proceso comunicativo, al ofrecer
una respuesta a algo y a alguien, y al organizarse en funcin de una respuesta posible. Por
lo tanto, su propia existencia singular es histrica y socialmente significativa (Bajtin),
adquiere la categora de realidad histrica, en una poca y en unas condiciones
determinadas, portador y re-generador de ciertas y determinadas significaciones que pasan
a formar parte del horizonte ideolgico de los sujetos que acceden a l. En el
acontecimiento histrico-social que es el enunciado se fusionan la singularidad material
semitica y la comunidad y la extensin del sentido; a esta actualidad histrica que une
la existencia singular del enunciado con la plenitud y el carcter general de su sentido, y
que individualiza y concreta el sentido, Bajtin llama valoracin social, la cual determina
la seleccin del objeto, el discurso y la forma, tanto la forma como el contenido del
enunciado (e impregna todos sus aspectos), as como la relacin entre ambos (1994: 194-
96). La valoracin social, en la que se basa la unidad del sentido y de la realidad, introduce
incesantemente el enunciado (el relato, el texto) en el tejido general de la vida social, de
una poca histrica determinada y en un grupo social concreto (p. 200). La valoracin,
que es social en cuanto organiza la comunicacin, sobrepasa los lmites del enunciado, en
la direccin de otra realidad; en el dominio de la cognicin y del ethos, la valoracin
social viene a ser tan slo una preparacin para la accin. El objeto de conocimiento
cientfico forma parte del horizonte epistemolgico y de intereses y necesidades actuales

59
Es necesario tener en cuenta que, por un lado, en lo que se refiere a la historia p. e., se presentan varios
niveles de articulacin (la textualizacin, la narracin y las otras formas y tipos de comunicacin, semiticas-
discursivas; la mediacin pedaggica escolar de la historia, los distintos modos de intermediacin, de la
historiografa acadmica y del conocimiento histrico cientfico a la disciplina escolar; la escolarizacin). Y
por otro, que tanto el complejo de ideologemas como el horizonte ideolgico se hallan en un proceso de re-
generacin permanente, al que contribuyen, de una u otra manera y en mayor o menor grado, la Historia
(rerum gestarum), el texto y la escuela.
de un momento histrico y un grupo social dados; y la valoracin social organiza el
propio trabajo del conocimiento del objeto (pp. 202-03).

El entre-tejido que re-hacemos para significar y comunicarnos es una galaxia


constituida por mltiples constelaciones de sentido60, que media socialmente la realidad, el
pensamiento, el conocimiento, la comprensin (Bajtin 1985, 1994, sobre los gneros
discursivos), y postula modelos de representacin del mundo y modelos de comunicacin
(Martn Serrano 1993, sobre los relatos elaborados por las agencias sociales de mediacin,
como productos comunicativos)61.
El tipo de la totalidad textual (siguiendo a Bajtin, sobre el problema del gnero)
est determinado por las particularidades de la doble orientacin: hacia los sujetos y las
condiciones de la comunicacin (los receptores, las condiciones de percepcin y
ejecucin); y hacia la vida, mediante su contenido temtico. En la primera direccin
(inmediata desde el exterior), el texto se introduce en una situacin concreta; se escucha, se
mira, se lee; se relaciona con el templo, el teatro, la escuela, los medios, la casa; es parte de
la festividad, el ocio, la formacin (estudio), la vida cotidiana; supone cierto pblico y
determinados modos de percepcin y ejecucin, y de respuestas; produce unas
interrelaciones dadas entre el autor y el auditorio; ocupa cierto lugar en la vida
cotidiana, en relacin con alguna esfera ideolgica (1994: 209-10). En la segunda
direccin (temtica desde el interior), cada gnero es capaz de abarcar tan slo
determinados aspectos de la realidad, posee determinados principios de seleccin,
60
Una totalidad que permite comprender la importancia estructural de cada elemento (Bajtn 1994, pp. 207-
208, a propsito del gnero).
61
A partir del paradigma de la mediacin (Martn Serrano 1976), entendida sta como la actividad que
impone los lmites a lo que puede ser dicho, y a las maneras de decirlo, por medio de un sistema de orden
(p. 54): Se puede hablar de mediacin slamente cuando determinados significantes deben asumir
determinados significados, y cuando para atribuir los segundos a los primeros, existe un cdigo mediador
(p. 80). Desde el punto de vista semitico (en la lnea de Peirce), las polticas oficiales de control social
apuntaran a establecer cdigos que regularan la atribucin de ciertos y determinados interpretantes
(inmediatos, lgicos-finales/hbitos) a tales o cuales objetos (inmediatos/dinmicos), por los que estn los
signos; de modo que siempre queda un margen de indeterminacin en el trabajo de interpretacin, de
negociacin de los significados, dada la falta de garanta de una correspondencia exacta, biunvoca, entre los
interpretantes postulados por el productor y los atribuidos al objeto por el intrprete; lo que, por lo dems, se
complementa con el principio de asimetra entre ambos sujetos (momentos, instancias) del proceso de
comunicacin (S. Hall, Codificar/decodificar). El paradigma de la mediacin resulta adecuado, segn
Martn Serrano (1993: 21), para estudiar todas aquellas prcticas, sean o no comunicativas, en las que la
conciencia, las conductas y los bienes entran en procesos de interdependencia; de modo que aplicada en el
campo de las ciencias sociales, la teora de la mediacin contribuira a la comprensin del control social que
ejercen las instituciones, actuando sobre la interpretacin que hacen las personas de la realidad (idem). Esta
teora se ocupa de los procesos (produccin, transmisin, usos) y los modelos culturales. La familia, la
escuela, la iglesia, los massmedia, son agencias sociales de mediacin, por recurso a la informacin, con un
papel importante en lo que atae al control social. La Teora Social de la Comunicacin (Martn Serrano
1993) establece la produccin social de comunicacin como punto de partida para estudiar las relaciones
que existen entre la transformacin de la comunicacin pblica y el cambio de las sociedades (p. 14).
formas de visin y concepcin de la realidad, y grados en la capacidad de abarcarla y en
la profundidad de penetracin en ella (ibidem), accede a ciertos y determinados recursos y
modos de ver y concebir la realidad (p. 213). La orientacin temtica se da en el enunciado
completo como actuacin discursiva (y no en sus elementos lingsticos, lxicos,
gramaticales), y es inseparable de la totalidad del enunciado como tal y de la situacin de
la enunciacin (pp. 211-12). El mismo pensamiento y la comprensin se realizan mediante
enunciados (y no trminos, oraciones). Se aprende a ver la realidad a travs del prisma del
gnero, concebido como el conjunto de los modos de orientacin colectiva dentro de la
realidad, una orientacin que puede comprender nuevos aspectos de la realidad, la
concepcin de la cual se desarrolla, se genera, en el proceso de la comunicacin
ideolgica social (pp. 214-15)62.

La unidad temtico-composicional-estilstica (como sus tres momentos


indisolublemente vinculados y determinados por la especificidad de una esfera dada de
comunicacin) que constituye la totalidad del enunciado se realiza en una forma genrica
compleja ms o menos tpica y relativamente estable (Bajtin 1985, El problema de los
gneros discursivos). La forma genrica es la forma del contenido, realizada en un
material, ligada a l. De ah que es posible analizar la forma en dos direcciones: desde el
interior del objeto, como forma arquitectnica, axiolgicamente orientada hacia el
contenido, relativa l; desde el interior del todo composicional y material de la obra (lo que
constituye el estudio de la tcnica de la forma). En este caso, ms que tratarse de la forma
de un material, se trata de una forma realizada en un material y con su ayuda, determinada
por el objetivo en cuestin y tambin por la naturaleza del material (pinsese, p. e., en el
retrato en pintura y en literatura; o en el texto dramtico, de Hamlet, y su realizacin teatral
y cinematogrfica, o la poesa de Machado o Hernndez y la composicin musical e
interpretacin de Serrat; la novela de Eco, El nombre de la rosa, y la pelcula). En el
primer caso, la forma de un contenido con el que se relaciona axiolgicamente y realizada
en un material, se trata de analizar cmo la forma composicional (la organizacin del
material, los recursos y procedimientos semiticos discursivos, las formas, las estrategias)

62
En el esbozo de un libro que Bajtin no lleg a escribir (1985, El problema de los gneros discursivos
<1952-1953>), se ocupa de los gneros discursivos en general, ms all de los gneros literarios, o retricos
(Garca 2004). Con las cauciones del caso, advertidos de las transpolaciones e interpolaciones, y con ciertas
articulaciones tericas y metodolgicas, tiramos de esta lnea para acercarnos a las formas textuales en
general, como complejos mnemosemiticos y comunicativos.
realiza una forma arquitectnica (la unificacin y organizacin del complejo epistmico-
tico-axiolgico-prctico-esttico)63.
El problema consiste en ver cmo el ncleo del proyecto arquitectnico (siguiendo
con nuestros ejemplos, lo histrico y la actualidad) se realiza en una forma
composicional-estilstica, o sea una orquestacin textual compleja. Pero la materialidad
semitica a partir de la cual se plasma esta forma puede comprender la lengua y otros
sistemas semiticos, por lo que el anlisis de las formas genricas discursivas debe
integrarse en un anlisis semitico-comunicativo ms amplio de todas las formas del
contenido que constituyen el objeto de estudio64. Un instrumento de trabajo til y
conveniente puede resultar la nocin de formato (y para evitar confusiones con el concepto
de gnero en sentido lato), dado que la textura que se analiza puede estar constituida por
algo ms que la materia lingstica, puede comprender varias matrices genricas o
reelaborar complejamente un gnero en una situacin particular (una clase, un programa
televisivo, un peridico); y la factura textual involucra el problema de la mediacin en
general, y lo ubica (en el caso de nuestros ejemplos) en el campo global de la
massmediacin, las tecnologas, el diseo, la industria cultural.
En trminos generales, los procesos de enculturacin, de socializacin, de
modelacin de la persona, configuracin de la conciencia, estructuracin de la sique, del
complejo de hbitos, y habitus, y la conformacin de la identidad, comienzan bien pronto
en la vida del ser humano, precisamente por el recurso a los formatos (los constructos
semiticos complejos y las prctcas semiticas), en cualesquiera procesos comunicativos,
con base en los cuales debe concebirse el origen social de las funciones mentales
superiores, en relacin con lo que Vigotski (1985) llama la zona de desarrollo proximal65.
63
A partir de Bajtin (1988, El problema del contenido, del material y de la forma en la creacin literaria
<1924>).
64
Vid. Kress et al. (2000).
65
Interesa destacar el origen y significacin del concepto zona de desarrollo proximal, elaborado por
Vigotski, en cuyo trabajo, recordamos, sobresalen tres temas: la confianza en el anlisis gentico o
evolutivo; la afirmacin de que las funciones mentales superiores del individuo derivan de la vida social;
la idea de que la accin humana, tanto en el plano individual como en el social, est mediada por
herramientas y signos. Los tres se entretejen y presuponen mutuamente (Wertsch 1993: 36). Precisamente el
argumento de Vigotski respecto del segundo de estos ejes de trabajo se esclarece en relacin con la zona de
desarrollo proximal. Bruner valoriza el dilogo y la negociacin, que seran medulares en la concepcin
de Vigotski. Lotman (1998, Sobre la reduccin y el desenvolvimiento de los sistemas sgnicos, sobre el
problema freudismo y culturologa semitica, donde alude a los trabajos de Voloshinov sobre el freudismo)
analiza el contacto entre el mundo del nio, que ocupa una posicin subordinada en la jerarqua general de la
cultura, y el de los adultos, como un acto de traduccin de los textos complejos que recibe el nio al lenguaje
ms simple de las representaciones propiamente infantiles. No slo la lengua funciona como sistema
modelizante: en la conciencia del nio irrumpen las conversaciones de los adultos, que introducen todo un
mundo de modelos secundarios _ticos, polticos, religiosos, y as sucesivamente_. Los cuentos maravillosos
y otros textos artsticos introducen una enorme cantidad de signos _desde textos ntegros hasta palabras
sueltas (pero tambin signos figurativos)_ cuyo significado el nio todava tendr que establecer por la va de
Los formatos median el ingreso al mundo de los significados (Bruner 1995a, 1995b)66 y su
importancia concierne al orden semitico que sustentan y al cual se engarza, entre otras
razones porque los formatos se construyen a partir de ciertas matrices semiticas-
culturales, siguen ciertos y determinados principios directrices, postulan unas mximas
de accin dadas. El texto es un instrumento y un escenario de una interaccin regulada
(Bruner 1995b, sobre los formatos) en la que se re/producen, confrontan, negocian,
disputan, trasn-forman, saberes y poderes, normas, valores, gustos, razones y pasiones; y se
modula, punta, pauta, modeliza (y modaliza) la propia inter-accin, se re-define el curso
del proceso comunicativo, se metacomunica, se ensea y se aprende a comunicarse
(Bateson 1992)67.

La historia de los soportes y formatos (i. e. pedaggicos, mediticos) es la historia


de los modos de ver la realidad histrica(mente) determinados; y puede ofrecer tiles
indicaciones respecto del canon semitico-interpretativo-axiolgico y su vigencia
(dominante, central o perifrica), as como el carcter de repeticin o diferencia de sus
ejemplares realizados, que cobran sentido en el espesor de su propia historia, y sus
proyecciones, todo lo cual dinamiza el proceso de convencin, saturacin y re-creacin del
canon68. Estudios de este tipo daran cuenta del inters por aprehender los patrones
la identificacin con unidades del contenido de su mundo. Desde otra perspectiva, que re-anudamos con la
memoria cultural, la memoria del gnero y la memoria textual, Ginzburg (1994, Freud, el hombre de los
lobos y los lobizones) analiza el caso (clnico) del hombre de los lobos (analizado por Freud), en relacin
con el problema de la escena primaria (urszene). No se propone explicar la neurosis del hombre de los lobos
mediante el mito de los lobizones, pero seala que no se puede ignorar que en el sueo del hombre de los
lobos prorrumpe un contenido mtico mucho ms antiguo, rastreable tambin en los sueos (en los xtasis,
en los trances, en las visiones) de los benandanti, de los tltos, de los lobizones, de las brujas. Aunque no se
trate de un arquetipo (junguiano), s se trata de hechos histricos, identificables o conjeturables de manera
plausible: hombres, mujeres, libros y papeles de archivos que hablan de hombres y mujeres.
66
Bruner (1995b) desarrolla la idea de formato en el contexto de estudio de la adquisicin del lenguaje.
67
La corriente permanente de la comunicacin es para cada individuo una cadena de contextos de
aprendizajes, una serie ordenada de contextos de aprendizaje y aprendizaje del aprendizaje (Bateson 1984,
Comunicacin, pp. 120-150).
68
Respecto del canon, H. Bloon (1996): Originariamente, el canon significaba la eleccin de libros por parte
de nuestras instituciones de enseanza, y a pesar de las recientes ideas polticas de multiculturalismo, la
autntica cuestin del canon subsiste todava: Qu debe intentar leer el individuo que todava desea leer en
este momento de la historia?. Hay que recordar las deplorables listas negras interminables y la quema de
libros en la Argentina (y otros pases) durante muchos aos; y hay que ver la proliferacin de libros de
lectura horneados como el pan para su uso educativo, o la seleccin de textos y autores dentro de los libros
de textos (manuales); libros de autoayuda y otros masajes editoriales, promocionados por los medios; y
tambin las parrillas de programacin de los canales televisivos tanto generalistas como temticos (los
servicios de cable) y de las radios (segmentadas y especializadas y las generales), as como la diagramacin y
contenidos de los diarios de informacin general o especficas con sus mltiples suplementos. Bloom apunta
a una reconversin del sentido religioso del canon en un Arte de la Memoria literario. Con las
precauciones debidas, tambin en el campo periodstico y massmeditico, funciona la regimentacin
cannica, respecto de qu y cmo decir, re-producir y conservar, legitimar, qu promocionar como lo valioso
en primeros lugares y qu relegar al furgn de cola. Es remaida la pulseada entre el oficio (y el olfato) y
la formacin acdemica; e histrico el revuelo del nuevo periodismo y sus variaciones. Hay una memoria
compartidos-obedecidos que regulan los diferentes modos de produccin semitica y su
conjuncin en el patrn dominante (en el) que (se) moldea el texto, como totalidad
(material, formal-expresiva, significativo-interpretativa): un complejo artificio semitico,
sintctico-semntico-pragmtico cuya interpretacin est prevista en su propio proyecto
generativo (Eco 1981). El dispositivo textual prev el mecanismo co-operativo, para des-
andar el complejo haz de iso-cronotopas des-plegado, suspendido en la galaxia textual, lo
cual hace suponer, en un lugar importante para su consideracin, la cuestin del tacto
semitico (sentido y sensibilidad, las reglas de juego, dominio de la situacin, adecuacin a
y de los marcos operacionalizados, y los hbitos de lectura) ms apto o estimulado para
entablar el dilogo con (y sobre) el texto.
En este sentido, la textualidad es algo ms que expresividad, expresin de un estado
de cosas (su contenido), referencia (al mundo), una metfora epistemolgica (si se
entiende con esto que el texto con-tiene conocimientos, o valores); pone en juego la
estructuralidad de ese tipo de estructura (Derrida), que constituye el complejo textual (un
manual, un diario: mosaico, pastiche, caleidoscopio, patchwork), cuyas (h)ojeadas, ms o
menos habituales, no obturan la deriva y mltiples derivaciones del sentido; aunque ms no
sea por las caprichosas y re-creativas rutinas de manipulacin material, situaciones y
protocolos de lectura, entradas y recorridos, lo que hace prestar atencin a la
significacin de las formas y la larga historia de la lectura y la escritura (Chartier 1990,
Cavallo y Chartier, dir. 1998, Manguel 1999, Petrucci 2003). La textualizacin es una
propuesta arquitectnica de mltiples y diversos procesos de semiosis-hermeneusis, que
implica una prctica de re-construccin semitica-hermenutica, en cada una de las cuales
consiste, a su vez, la praxis (dialgica) de lectura-escritura, el trabajo que vehiculiza un
proyecto generativo-interpretativo (una combinacin-negociacin de intentio operis/
intentio lectoris)69.

cannica en lo que atae a las metas, los fines, los objetivos, los modelos y estilos, las prcticas y rutinas,
los gneros y formatos, etc. (puede observarse los manuales de estilo de algunos diarios); y es actual e
interesante la discusin de las nuevas formas de periodismo (2.0) a partir de las TIC y las redes. En la
Argentina y en el mundo, p. e. hay un podio de consagracin de diarios.
Un canon, dice Steiner (1991: 83-88), tamiza y separa y, al hacerlo, dirige nuestro tiempo y nuestros
recursos de sensibilidad hacia la excelencia certificada y plenamente iluminada. Los cnones no son
invariables, y resultan de un proceso dinmico; pero la fuerza de lo cannico es masiva. Funciona en forma
acumulativa en nuestra educacin primaria y secundaria. Genera el consenso de presentacin en los museos y
las salas de concierto del mundo, y en las aulas, libros y medios. Cabe la observacin de Steiner (sobre el
terreno esttico), en relacin con nuestra mirada semitica: Toda valoracin, toda canonizacin <...>
pertenece a la poltica del gusto. Estos hilvanes dejan pendientes algunos interrogantes que pueden ser
abordados en un posible estudio (otra entrada en la abundante bibliografa).
69
Sobre el problema de la interpretacin, dice Eco (1992): Entre la escritura y la lectura, la produccin y la
recepcin, el texto refuta una interpretacin insostenible (p. 133); y Entre la historia misteriosa de la
produccin de un texto y la deriva incontrolable de sus interpretaciones futuras, un texto en cuanto texto
Este complejo sistema mnemosemitico y comunicativo implica el funcionamiento
de las distintas relaciones tricotmicas de la semiosis. La lectura de un texto, por ejemplo,
consiste en el descubrimiento de sus interpretantes y su mundo de objetos a partir de un
topic inferido (Prez Carreo 1988; es ms o menos la tesis de Eco, en relacin con la
elaboracin de hiptesis de lectura, para las que cobran relevancia el reconocimiento de las
isotopas pertinentes). Se puede com-probar o no el ejercicio abductivo; re-establecer o no
las reglas de la co-operacin textual; seguir o no el juego (segn reglas supuestas o re-
planteadas); aprender a jugar pgina a pgina, o haciendo zapping (de salteado o de
seguido, como deca Macedonio Fernndez). Tampoco aqu est dicha la ltima palabra;
entre otros motivos sugeridos para pensar en torno de esta problemtica, Bajtin esclarece la
naturaleza triple del enunciado (como totalidad de sentido), que posee una actitud
inmediata hacia el objeto (la realidad), el sujeto (autor, hablante/oyente, lector) y los otros
enunciados en los lmites de una esfera de comunicacin dada. Se trata de des-tejer un
drama en el que participa un tro: Una actitud hacia los enunciados de otros no puede ser
separado de la actitud hacia el objeto (porque con respecto al objeto se discute, se pone de
acuerdo, se entra en contacto) y de la actitud hacia el hablante mismo (el sujeto que
propone, replica). En este juego tripartito no es de menor importancia la actitud hacia la
palabra ajena (sobre el objeto), precisamente porque el enunciado (el propio y el ajeno) es
un eslabn de la cadena comunicativa y no puede ser desgajado de los eslabones
precedentes (o contiguos), que lo determinan por dentro y por fuera generando en l
reacciones de respuesta y ecos dialgicos, ni de los eslabones posteriores, puesto que est
destinado -a alguien (Bajtin 1985, Voloshinov 1992)70.
representa an una presencia confortable, un paradigma al que atenernos (p. 141). Segn Eco (1995: 68-69):
La iniciativa del lector consiste bsicamente en hacer una conjetura sobre la intencin del texto. Un texto es
un dispositivo concebido con el fin de producir su lector modelo. <...> Puesto que la intencin del texto es
bsicamente producir un lector modelo capaz de hacer conjeturas sobre l, la iniciativa del lector modelo
consiste en imaginar un autor modelo que no es el emprico y que, en ltima instancia, coincide con la
intencin del texto. <...> Reconocer la intentio operis es reconcer una estrategia semitica. La nica manera
de demostrar una conjetura acerca de esta intencin es cotejarla con el texto como un todo coherente. Por otra
parte, a) que la interpretacin (constitutiva de la semiosis) sea potencialmente ilimitada no quiere decir que
no tenga objeto y que fluya slo por s misma; b) que un texto no tenga potencialmente fin no quiere decir
que todo acto interpretativo tenga un final feliz (p. 26).
70
Bajtin (1985, pp. 278-ss) aclara: Cualquier palabra existe para el hablante en sus tres aspectos: como
palabra neutra de la lengua, que no pertenece a nadie; como palabra ajena, llena de ecos de los enunciados de
otros, que pertenece a otras personas; y, finalmente, como palabra ma, porque, puesto que yo la uso en una
situacin determinada y con una intencin discursiva determinada, la palabra est compenetrada de mi
expresividad (p. 278). En los dos ltimos casos la expresividad de la palabra se debe a su relacin con la
situacin real, que se realiza en un enunciado individual, y la palabra se presenta como cifra de cierta
posicin valorativa del individuo. Mi experiencia discursiva individual se desarrolla en una constante
interaccin con los enunciados individuales ajenos, como proceso de asimilacin (ms o menos creativo) de
palabras ajenas (p. 279). El enunciado que emito ocupa una determinada posicin en la esfera dada de la
comunciacin discursiva; de modo que determino mi propia postura en correlacin con las de otros. Por
ello, la comprensin real y total de un enunciado tiene un carcter de respuesta activa, y de una u otra manera
La composicin y el estilo de un enunciado obedecen a la concepcin y previsin
del otro y sus papeles en el dilogo. La propia concepcin del destinatario y su rol, que
posee todo texto (gnero), lo determinan como tal (Bajtin 1985). Por este lado tambin es
ventajosa una buena performance del tacto semitico, porque no se puede hablar de todo ni
de cualquier cosa, de cualquier manera, con cualquiera (recurdese, con Foucault, el orden
de discurso y el rgimen de verdad).

El texto es una (forma de) disposicin del plurilingismo real (Bajtin 1988), el
medio y medium de las enunciaciones y los enunciados histricos concretos, cuya
orientacin ms o menos dialgica o monolgicas (se) marca (en) el texto: su
(re)estucturacin (temtico-composicional-estilstica) pro(me)teica refracta el
problema del plurilingismo ligado indisolublemente al de la diferenciacin inter e
intralingstica, el problema de la estratificacin de toda lengua nacional; y el
conflicto de las tendencias centralizadoras (unificadoras) y descentralizadoras
(estratificantes) de las lenguas, en un registro determinado (en el manual de
historia, p. e., pedaggico oficial, de divulgacin) cuya clave de ejecucin
(interpretacin-aplicacin) puede tener un acento y un tono dramticos ms o
menos autoritario y/o interiormente persuasivo.

En el proceso de formacin ideolgica del hombre y dialgica, mediado


semiticamente, el discurso ajeno, y cualquier constructo semitico, es altamente
significativo y relevante para definir las propias bases de nuestra actitud (ideolgica) hacia
el mundo y de nuestro comportamiento. La historia de la conciencia ideolgica individual
se retrotrae al desarrollo del conflicto y las interrelaciones dialgicas entre dos categoras
discursivas71:

la genera; el oyente se convierte en hablante y ste, a su vez, cuenta con la activa comprensin preada de
respuesta. Siempre puedo contestar un enunciado, tener una postura de respuesta activa en relacin con l;
puedo reacentuar un enunciado y obtener as algo nuevo. Al usar enuncidos ajenos puedo presentarlos con
diferentes grados de reevaluacin; la expresividad de mi enunciado contesta, esto es expresa mi actitud
hacia los enundiados ajenos y no nicamente hacia el objeto de mi propio enunciado; por ms monolgico
que sea mi enunciado manifiesta una respuesta a aquello que ya se dijo sobre el mismo objeto. Dado que
nuestro pensamiento se organiza y se forma en el proceso de interaccin y lucha con pensamientos ajenos, lo
cual se expresa verbalmente, es imposible comprender el estilo de un enunciado sin considerar sus matices
dialgicos.
71
Bajtin (1988). En cierto sentido, en esta direccin, si el objeto de representacin de la operacin
historiogrfica es el hombre que acta y habla, y (en) su espacio-temporalidad (y tmporo-espacialidad), el
problema (histrico, que nosotros re-traducimos o acercamos al lenguaje de Halliday con el trmino de
registro) es (el de la representacin del lenguaje -discurso) el problema de la imagen del lenguaje. El
cronotopo tiene carcter problemtico en cuanto es construido, como imagen representada; el mundo
representado no puede ser cronotpicamente idntico con el mundo real representante, y, ni ste ni aquel con
a) El discurso autoritario (religioso, poltico, moral, pedaggico, periodstico), que
encontramos unidos a la autoridad, nos exige reconocimiento y asimilacin,
independientemente del grado de su persuasin interna respecto de lo que nos dice;
ligado al pasado jerrquico, en el que fue reconocido, es el discurso de la tradicin,
encontrado de antemano. El autoritarismo exige distancia(miento), que puede tener una
coloracin positiva o negativa, y provoca una relacin fervorosa u hostil; as como un
aislamiento, compacto e inerte; y, sobre-relieve, su exaltacin. Este discurso puede
encarnar contenidos diferentes (autoritarismo como tal, autoridad, tradicionalismo,
universalismo, oficialismo, etc.). El discurso de la autoridad es aquel que no puede
tomarse en vano, (y) que puede ser objeto de profanacin; y se le puede oponer un
discurso hertico (Bourdieu 1985), un discurso para-dxico (Barthes 1986a), en
conflicto con lo oficial.

b) El discurso interiormente persuasivo, carece de autoridad, no se somete a cualquier


autoridad, con frecuencia es socialmente desconocido y privado de legalidad. El
discurso persuasivo (interior), en el proceso de su asimilacin positiva, se entrelaza
estrechamente con nuestra palabra, que se elabora gradual y lentamente a partir de
las palabras re-conocidas y asimiladas de los otros. La productividad creativa de este
discurso consiste en que despierta nuestro pensamiento y nuestro nuevo discurso
autnomo, en que organiza la masa de nuestro lenguaje, en vez de permanecer en una
situacin de aislamiento e inmovilidad. Adems este discurso se relaciona tensa y
conflictivamente con las otras palabras interiormente persuasivas: nuestra trans-
formacin ideolgica es justamente un conflicto tenso y dis-tendido en nuestro interior
por la supremaca de los diferentes puntos de vista ideolgicos verbales, tendencias,
valoraciones. La estructura de este tipo de discurso no es cerrada, permanece abierta y
es capaz de revelar su potencial significativo en cada uno de sus nuevos contextos
dialogizados72.

el mundo del lector.


72
Vid. Voloshinov, Qu es el lenguaje. Las reflexiones y conceptualizaciones de Bajtin en torno del
discurso interior concitan gran inters, y dan lugar a varias interpretaciones _y confusiones, por ejemplo
cuando no se observa el matiz que existe entre discurso interior, que tambin utiliza e investiga Vygotski, y
las correspondencias con Bajtin son considerables, en discusin con Piaget y su habla egocntrica, y
discurso interiormente persuasivo_. Cfr. Zavala (1991), Zavala coord. (1996), Silvestri y Blanck (1993),
Wertsch (1993), Vygotski (1985), Bruner (1995a, b).
La mono-tona y la mono-loga (que no pueden ser completas) de un complejo
textual (como el manual de historia) se hacen sentir, entre otros, respecto de los
siguientes aspectos:

a) La pretendida(mente) relativa neutralidad vocal _la lengua nacional -oficial en y por


la que nos imaginamos como comunidad_, que obtura el despliegue (explosin) de
nuestro plurilingismo socio-histrico-cultural, el que permitira re-conocer nuestras
diferentes formas de vida (que son los diferentes lenguajes) 73, y la multiplicidad de
lenguas que con-viven en una semiosfera (en la regin argentina del nordeste y zonas
de frontera con Paraguay y Brasil: espaol, guaran, portugus).
b La graduada unilateralidad, limitacin (en aras de la claridad, precisin, concisin,
coherencia, cohesin) de los distintos paquetes semiticos que tratan el objeto
(histrico), que pretende clausurar las (no obstante insuperables) ambigedad,
polisemia, y multiaspectualidad, inconclusividad, de aquellos y del objeto74.
73
Cfr. Bourdieu (1985), a propsito de la lengua nacional. Dice: Hablar es apropiarse de uno u otro de los
estilos expresivos ya constituidos en y por el uso, y objetivamente caracterizados por su posicin en una
jerarqua de estilos que expresa la jerarqua de los correspondientes grupos. Estos estilos, sistemas de
diferencias clasificados y clasificantes, jerarquizados y jerarquizantes, dejan su huella en quienes se los
apropian (p. 28). (Tambin, en cuanto al lenguaje que usamos los agentes empeados en lograr consenso
respecto del sentido del mundo social que postulamos, el poder de los agentes empeados en la lucha por la
imposicin del saber legtimo est en relacin directa con el capital simblico que posea, o sea el
reconocimiento del grupo. La eficacia de la palabra no radica en su sustancia propiamente lingstica, lo que
no permite olvidar la historicidad del conocimiento). En los manuales, se observa, por ejemplo, un uso
pendular del tuteo/voceo, con tendencia dominante, en los ltimos aos, al voceo, y a un registro ms
coloquial (de familiaridad y cercana) de parte de los autores cuando se dirigen a sus destinatarios. As
tambin, un informe cientfico, un texto pedaggico, al ingresar en un mercado lingstico especfico (un
campo de saber dado, una esfera de creatividad ideolgica o de comunicacin) no puede sustraerse a las
condiciones de una rivalidad objetiva en la cual y por la cual la competencia legtima puede funcionar como
capital legtimo que produce, en cada intercambio social, un beneficio de distincin (p. 29); dicha
competencia (como dominio lingstico) vale en relacin con las condiciones polticas y sociales de
produccin de los productores-consumidores, es decir el mercado. Otra cua para re-ver la institucin
cannica de los tipos, formas y modos textuales.
74
H. Arendt (1996) recuerda un sentido en que la objetividad vuelve a tener un valor positivo y necesario
(diramos en consonancia con la dialoga y la polifona propugnadas por Bajtin): es la actitud hacia el
objeto de los Padres fundadores de la Historia, y antes, la de Homero (que se ocuparon de los unos y los
otros, para que no se pierdan en el olvido las grandes acciones heroicas que labraban la inmortalidad-
perduracin en la memoria de sus protagonistas). Arendt (2005: 108-111) habla de la imparcialidad
(homrcia) para contar sobre los unos y los otros, para referirse a la multiplicidad infinita de objetos
aludidos, los cuales, al ser tratados por tantos en la presencia de otros muchos, son sacados a la luz de lo
pblico, donde estn obligados a mostrar todos sus lados. Lo fundamental es obtener la facultad de ver los
temas desde distintos lados, lo que polticamente significa que cada uno percibiera los muchos puntos de
vista posibles dados en el mundo real a partir de los cuales algo puede ser contemplado y mostrar, a pesar de
su mismidad, los aspectos ms variados. El desarrollo de esta capacidad favorece el intercambio de puntos
de vista, el recproco convencer y persuadir presupone y propicia la libertad inherente al espacio poltico.
En clave semitica (propuesta de uno y otro lado por Peirce y Bajtin), se trata de desplegar la semiosis,
experimentar las relaciones tridicas complejas, un juego de correlaciones que de-muestra: la incompletud
constitutiva del objeto de conocimiento y la inconclusividad del discurso (siempre es posible co-variar poco
ms o menos los tres componentes, sus relaciones y posiciones en el proceso, y lograr a la vez una semiosis y
una realidad ms desarrolladas); el carcter falible del conocimiento, a la vez que invita al dilogo, la co-
Estas dos coordenadas, de doble aspecto cada una, dicen bastante acerca de la
perspectiva adoptada para favorecer o no la comprensin del mundo y el tiempo histricos,
el carcter no acabado del presente y su apertura (hacia el futuro) en un movimiento que
afecta la supuesta inmutabilidad (semitica) del objeto, del sujeto y sus discursos (Bajtin
1988). Si bien es posible controlar de algn modo y hasta cierto punto la potencialidad
polifnica del texto (Bajtin 1993), no se puede cancelar el dilogo, por el que no se puede
agotar la realidad existente: porque una parte enorme de ella consiste en la palabra todava
implcita y no expresada (Dostoievski, cit. por Bajtin 1993).
Tampoco se puede acotar, sin serios reparos, el despliegue de la complejidad de la
realidad, cuya inteligibilidad y comprensin se des-prendera con mayores posibilidades de
una matriz de racionalidad diferente (de la que comanda habitualmente este tipo de textos y
discursos pblicos). La implementacin de la lgica semitica experimental para in-
augurar el laboratorio de observacin que es el texto promocionara el ensayo sobre la
hibridacin discursiva y semitica, la polifona, la carnavalizacin, la dialoga, y (que es) a
la vez el ensayo (isomorfo) sobre la complejidad de la realidad. En definitiva, se trata de
propiciar la metamorfosis esttica (Peirce 1991, Las ciencias normativas). Sentido
comn y sensibilidad a los que, al hilo de su propia historia, se les puede pre-fijar:
sinestsica o anestsicamente75.

Re-generacin textual, cultura y memoria: Bajtin


Una poltica textual as, para re-hacer textos, adoptara el criterio de profundidad,
que Bajtin (1985) propone en cuanto al conocimiento en Ciencias Sociales. Profundizar el
micromundo de la palabra, el enunciado, la obra, como una totalidad irrepetible,
histricamente individual, pero vinculada con los otros mediante relaciones dialgicas,
significara, explorar el espesor de la memoria de la palabra, el discurso, la obra, el texto,
en cuanto algunas de las formas objetivas de la propia cultura en las cuales se conservan y
viven las tradiciones culturales (comunicativas, discursivas), las que por ser sociales no

operacin y la solidaridad para pro-seguir tamaa empresa. As, el texto pedaggico (y el meditico) podra
ser formateado(r) con base en un principio (podramos decir, de ndole esttica) estereoscpico,
polidrico (que complementara el principio polifnico), para crear la zona de desarrollo proximal ptima
para aprender a aprender (a comprender la complejidad de la realidad y del devenir histrico).
75
Vid. Susan Buck-Mors (1993, Esttica y anestsica. Una revisin del ensayo de W. Benjamin sobre la obra
y el arte). El texto (se) moldea (sobre) un sensorium, al ritmo cada vez ms vertiginoso en/de una sociedad
de la comunicacin generalizada, cuyo tempo es la oscilacin continua entre la pertenencia y el
extraamiento, acorde con la explosin y multiplicacin generalizada de dimensiones del mundo (Vattimo
1996); y es una andadura de las polticas de las pasiones (Kaminsky).
perviven en la memoria individual y subjetiva de un hombre aislado (Bajtin 1988). Las
tramas (y las tramoyas) de la memoria se des-tejen en el telar de la dialoga: medio y modo
primigenios, y matriz de toda gnesis, y re-generacin semitica, a la vez que de toda re-
memoracin76. El dilogo nutre el texto; es condicin de posibilidad y realizacin del texto,
en todos los momentos (su produccin, circulacin y recepcin); marco y horizonte de su
productividad en cuanto su tenor de grilla de inteligibilidad y comprensin, a la vez que
clave de lectura y fruicin de su puesta en escena (textualizacin)77.
En la Respuesta a la pregunta hecha por la revista Novy Mir (<1970>), Bajtin
(1985) defiende el enfoque histrico y la perspectiva de profundidad como propios de los
estudios literarios, que no pueden prescindir de un anlisis profundo de la cultura y de su
historia, si el propsito es penetrar en la profundidad de las obras, descubrir y re-conocer
las profundas y poderosas corrientes de la cultura que las determinan de una manera
efectiva.
Si bien admite, en principio, la necesaria y til atencin que en su momento se le
prest a la especificidad de la literatura (por parte del Formalismo, por ejemplo), su parecer
es que estos programas descuidaron los problemas de relacin y dependencia mutua entre
diversas zonas de la cultura, olvidaron que las fronteras entre dichas zonas se trazan de
maneras diversas, no absoluta, en diferentes pocas, y que la vida ms intensa y
productiva de la cultura se da sobre los lmites entre diversas zonas suyas. No le parece
conveniente encerrar el fenmeno literario que se estudia en el contexto actual de su
creacin, del tiempo inmediato, lo que impide penetrar en las profundidades de su
sentido, y comprender su vida futura; y, aunque asuste, propone alejarse en el tiempo:
cada obra tiene sus races en un pasado lejano, germinan a travs de los siglos, del largo
y complejo proceso de maduracin; Las obras rompen los lmites de su tiempo, viven
durante siglos, es decir, en un gran tiempo78, pero no pueden entrar en el gran tiempo,
vivir en los siglos posteriores si no se impregnaron de alguna manera de los anteriores, no

76
Bajtin opone su dialoga, en los planos ontolgico, gnoseolgico, filosfico, semitico, a la dialctica
hegeliana, de la que rechazaba su monologismo: si se elimina las fronteras entre las voces, lo cual es posible
en un principio (la dialctica monolgica de Hegel), entonces el sentido profundo (infinito) desaparecer
(Hacia una metodologa de las ciencias humanas). Se suele citar esta sentencia de Bajtin del ao 1971: La
dialctica de tipo hegeliano es un engao. La tesis no sabe que ser cancelada por la anttesis, mientras que la
boba de la sntesis desconoce qu fue lo que le cancel a ella (cit. por S. G. Bocharov, en Zavala, coord.
1996).
77
Leer es poner a andar un dilogo (en varios niveles, a muchas puntas), cuya magnitud dice acerca de la
lectura que se realiza. Por otra parte, el dilogo as entendido hara posible indagar de otra manera la
lgica cultural, y social, habida cuenta que Bajtin lo pone en la base de la formacin (semitica) de la
conciencia (que es social), en lo que confluiran con Vygotski. Vid. Voloshinov (1992), Wertsch (1993),
Silvestri y Blanck (1993), Zavala (coord.) (1996), Zavala (1991).
78
Vid. Bajtin (1985, Hacia una metodologa de las ciencias humanas).
podra sobrevivir si no continuara el pasado. La paradoja, en que consiste la vida de las
grandes obras en el futuro, se trata de que en el proceso se enriquecen con significados
nuevos; los tesoros del sentido puestos en ellas fueron creados y recolectados durante
siglos y milenios (en este sentido se habla de las nuevas profundidades de sentido latentes
en las culturas de las pocas pasadas); todo artista construye sus obras no a partir de
elementos muertos, no de ladrillos, sino de las formas ya cargadas de sentido, plenas de
sentido. Por lo dems, tambin los ladrillos poseen una detrminada forma especial y, por
consiguiente, en las manos del constructor expresan algo.
Para Bajtin (y con esto concluye el artculo de 1970, una problemtica vigente y
candente hoy en da en nuestro mundo) es necesario complementar el momento de
compenetracin con la cultura ajena (al que reduce la comprensin la postura, unilateral,
que sostiene que para ello basta meterse en la cultura ajena, ver el mundo con sus ojos,
olvidndose de la propia), puesto que la comprensin creativa no se niega a s misma, a su
lugar en el tiempo, a su cultura, y no olvida nada. El instrumento ms poderoso de la
comprensin es la extraposicin: la cultura ajena se manifiesta ms completa y
profundamente slo a los ojos de otra cultura (pero an no en toda su plenitud, porque
aparecern otras culturas que vern y comprendern an ms), as como las otras
personas, en tanto otros, pueden ver y comprender el aspecto exterior, la apariencia de uno
mismo. En el encuentro dialgico, las dos culturas, que conservan su unidad y totalidad
abierta, se enriquecen mutuamente.

La vida del texto se desarrolla en el medio del dilogo, del contacto con otros
textos, y contextos. La precisin (y profundidad) en las ciencias humanas representa la
superacin de la otredad de lo ajeno sin convertirlo en puramente propio. En cada uno de
los nuevos contextos de comprensin se renuevan infinitamente los sentidos: ya se trate del
tiempo menor, el de la actualidad, el pasado reciente, el futuro previsto y deseado (ms o
menos inmediato); o del gran tiempo, ese dilogo infinito e inconcluso en el cual no
muere ni uno solo de los sentidos. Si el aspecto objetual del pasado no puede ser alterado
(por el que comprende), su aspecto expresivo y hablante (de sentido) s puede ser
cambiado. En esta dramatizacin la memoria juega su rol de eterna trasformacin del
pasado. Pero, y por ello mismo, el momento correspondiente, de la respuesta responsable,
el pathos de la participacin en la continuidad del devenir del mundo (y) del hombre, esa
morada de los signos, demanda la humildad del sujeto cognoscente; la piedad, la pre-
ocupacin por los muertos.
En esta muerte y transfiguracin del sentido consiste tambin la fiesta de la
memoria; la carnavalizacin de la palabra, el pensamiento y el mundo. Y el mundo re-
quiere un programa poltico, no-oficial, que sustente la justicia y la libertad, sobre la risa
festiva, con un profundo valor de cosmovisin, una de las formas fundamentales a travs
de las cuales se expresa el mundo, la historia y el hombre, un punto de vista particular y
universal sobre el mundo (Bajtin 1990: 65).

Re-generacin textual, cultura y memoria: Lotman


Una concepcin amplia(da) del texto se da en el marco de la Semitica de la
cultura desarrollada por Lotman y la Escuela de Tartu: cualquier comunicacin que se
haya registrado (dado) en un determinado sistema sgnico; as, un texto en lengua natural,
un cuadro, un ballet, un desfile militar (Lotman 1979)79.
Todos los niveles de la semiosfera (el hombre, un texto, una unidad global, etc.),
como si fueran semiosferas puestas una dentro de la otra, son tanto un participante del
dilogo como el espacio del mismo. La dinmica pendular de la semiosfera requiere, y
responde a, la presencia y actividad de otro con el cual entablar el dilogo instaurador de
sentido. El texto sera tratado como un complejo dispositivo que guarda variados
cdigos, que no slo realizara (soportara, hara circular) un mensaje ya existente, sino
que transformara los mensajes recibidos y generara otros nuevos (Lotman 1996, Acerca
de la semiosfera).
Todo texto complejo se forma por el juego interno de mltiples recursos semiticos,
que el texto cifra de manera heterognea; entre ellos, los recuerdos de profundidades
temporales diferentes, las distintas matrices histrico-culturales, y los constantes dilogos
intertextuales entre gneros y ordenamientos estructurales de diversa orientacin (Lotman
1996).
El texto es un fenmeno dinmico, internamente contradictorio, heterogneo y
heteroestructural. Cumple una triple funcin: de comunicacin, de generacin de sentido, y
de memorizacin cultural. Los textos constituyen programas mnemotcnicos, son
capaces de reconstruir capas enteras de cultura, de restaurar el recuerdo (Lotman 1996).
Y ms, la reconstruccin del carcter de la memoria comn indispensable para la
comprensin del texto, delineara la imagen del auditorio oculta o des-cubierta en el
79
En Detrs del texto: notas sobre el Fondo Filosfico de la Semitica de Tartu un artculo en el que el hijo
de Lotman expone no los postulados que fueron manifestados en diferentes publicaciones sobre el texto,
sino sobre los que quedaron sin enunciar o insuficientemente articulados, dice: Una particularidad de la
escuela estructural-semitica de Tartu es su textocentrismo: no es la lengua, ni el signo, ni la estructura, ni las
oposiciones binarias, ni las reglas gramaticales, sino el texto el que es el centro de su sistema conceptual.
texto oficial, el cual construye un interlocutor abstracto, portador exclusivamente de la
memoria comn, desprovisto de experiencia personal e individual, en cuanto puede
dirigirse a todos y a cada uno.
As, el texto complejo, como la cultura, es en principio polglota. Los textos de
esta ltima siempre se realizan en el espacio de por lo menos dos sistemas semiticos,
con lo que Lotman contina de alguna manera el desarrollo del principio de Bajtin referido
al plurilingismo, lingstico-discursivo-histricosocial y cultural; de ah tambin, al igual
que para Bajtin, la importancia que otorga a la frontera como mecanismo semitico
fundamental.
Al nivel de la cultura, Lotman intenta aproximarse a la elaboracin de un modelo
dialgico y dinmico (1996, La memoria a la luz de la culturologa):
La cultura es una inteligencia colectiva y una memoria colectiva: un mecanismo
supraindividual de conservacin y transmisin de ciertos comunicados (textos) y de
la elaboracin de otros nuevos.
Los nuevos textos se crean no slo en el presente corte de la cultura, sino tambin
en el pasado de sta. Toda cultura establece qu recordar y qu olvidar. Los
sentidos en la memoria de la cultura no se conservan, sino que crecen.
La productividad de la formacin de sentido en el proceso del choque entre los
textos que se conservan en la memoria de la cultura y de los cdigos
contemporneos, depende de la medida de desfase semitico.
Los textos que saturan la memoria de la cultura son heterogneos desde el punto de
vista del gnero. Se producen conflictos entre la naturaleza genrica de los textos
dominantes en la memoria y los cdigos determinantes en el presente estado de la
cultura.

El problema especfico de la cultura como memoria no hereditaria de la


colectividad, expresada en un sistema determinado de prohibiciones y prescripciones
(Lotman y Uspenskij 1979, Sobre el mecanismo semitico de la cultura) 80, como
mecanismo que tiende a organizar y a conservar la informacin es el de la longevidad de

80
La cultura es un sistema comunicativo, creada con base en el lenguaje natural (el sistema semitico
universal), el cual asume un papel dominante en la compleja compaginacin de los sistemas de codificacin.
Pero los sistemas de comunicacin son a la vez sistemas de modelizacin; de modo que la cultura, a la vez
que construye un modelo del mundo, construye un modelo de s misma (Lotman, El problema del signo y
del sistema sgnico en la tipologa de la cultura anterior al siglo XX).
los textos y del cdigo que conforman la memoria cultural. Los autores distinguen tres
maneras de darle un contenido a la cultura:
1- aumento cuantitativo del volumen de los conocimientos
2- redistribucin (reorganizacin) contnua del sistema codificante, reordenamiento
de los cdigos particulares
3- olvido: opera el mecanismo de seleccin, de los acontecimientos que sern
fijados en textos, de los textos que sern conservados, valorados, destruidos,
olvidados; todo texto contribuye a la memorizacin y tambin al olvido.

La constante autorrenovacin constituye uno de los mecanismos fundamentales del


trabajo de la cultura.
En el mismo lugar, entienden la cultura como mecanismo creador de un conjunto de
textos, y stos como realizacin de aquella:
en su totalidad puede ser considerada como un texto. Pero es extraordinariamente importante
subrayar que es un texto complejamente organizado que se descompone en una jerarqua de textos
en los textos y que forma complejas entretejeduras de textos (Lotman 1996: 109).

Tipolgicamente, caracterizan culturas que se representan como un conjunto de


textos regulados, orientadas predominantemente hacia la expresin; y culturas que lo
hacen como un sistema de reglas que condicionan la generacin de textos, orientadas hacia
el contenido. Estas dos modelizaciones culturales crean el ideal del Libro o del Manual.
Pero, cuando la cultura se centra en las reglas, el manual opera como mecanismo
generativo; cuando la cultura est centrada en el texto, adquiere la forma de la exposicin
catequstica, la antologa. El tab, por ejemplo, puede ser elemento del texto, que refleja la
experiencia colectiva, y un conjunto de reglas que prescriben un comportamiento dado.
Otro ejemplo es la querella de antiguos y modernos; el clasicismo, en arte, como sistema
orientado hacia las reglas. Adems de estas correlaciones, los autores precisan que la
cultura puede contraponerse a la no-cultura o a la anti-cultura. En el caso de las culturas
orientadas hacia la expresin, representada como un conjunto de textos, se da la
contraposicin correcto/errneo (que puede extenderse hasta la de verdadero/falso); en el
caso de las culturas orientadas hacia el contenido y representadas como un sistema de
reglas, la anttesis es ordenado/no ordenado (que tambin puede darse como la oposicin
cultura/naturaleza, cosmos/caos).
As como la conciencia individual ejercita su facultad de memoria por medio de
ciertos y determinados mecanismos, la conciencia colectiva ejercita la suya creando sus
propios mecanismos de memoria colectiva, como la escritura. Las distintas formas de
memoria colectiva se derivan de qu se considera que ha de ser recordado, y esto ltimo
depende de la estructura y orientacin de una civilizacin dada (Lotman 1998: 82). En el
mismo artculo, se vierten otras ideas sobre la tipologa de las culturas a partir del eje de la
memoria. Conforme la actitud hacia la memoria a la que estamos habituados, se recuerdan,
se registran los excesos y acontecimientos (los sucesos excepcionales, singulares,
irrepetibles, poco probables, o lo que no debi ocurrir); para ello la escritura es
indispensable (crnicas, anales, peridicos; el derecho y la jurisprudencia). Esta conciencia
ligada a la escritura focaliza los nexos de causa y efecto, la productividad de la accin; y
con ello se imbrica su aguda atencin al tiempo, y el surgimiento de la idea de historia.
Lotman imagina la posibilidad de otro tipo de memoria, orientada hacia la
reproduccin incesante de textos originarios, y no a la multiplicacin de textos, a la
conservacin de informaciones sobre el orden y sobre las leyes, y no sobre sus violaciones
y los excesos (las formas seran el calendario, la costumbre, el ritual). A diferencia del
anterior, en este caso la escritura no es indispensable, sino que su funcin la cumplen los
smbolos mnemotcnicos (naturales o creados por el hombre) y los rituales en los que
aquellos estn insertos. El complejo smbolo-ceremonia desempea un rol regulador y
rector, y de (sacralizacin de la) memoria. Por otra parte, si el primer tipo de cultura se
orienta hacia el pasado, este segundo tipo est orientado hacia el futuro, de donde la
importancia en estas ltimas culturas de las predicciones, adivinaciones y profecas. La
necesidad de aconsejarse (por los mayores, el mdico, el abogado, las videntes, los
manosantas) sera el vestigio de una tradicin segn la cual la eleccin se cumpla con la
ayuda del adivino, el hechicero, y no por el escrutinio racional individual, el libre examen,
la remisin a la historia, la ponderacin de la efectividad o el anlisis de la causalidad. La
posibilidad y la necesidad de elegir por s mismo, y renunciar a la costumbre y la
experiencia colectiva estatuida, ser respectivamente valorada positiva o negativamente
por uno u otro tipo de cultura.
Lotman concluye de esta manera: Para que la escritura se haga necesaria, se
requieren la inestabilidad de las condiciones histricas, el dinamismo y la impredicibilidad
de las circunstancias y la necesidad de las diversas traducciones semiticas que surgen en
los contactos frecuentes y prolongados con un medio alotnico (p. 91). Con todo, la
victoria de la cultura con escritura o de la cultura grafa parece un caso extremo. Dentro de
tal o cual cultura se trata de delimitaciones de las esferas oral (potica-sacra, el ritual, el
mito), y escrita (laboral-econmica), sus interconexiones y transformaciones, como las que
se estn produciendo actualmente por la irrupcin de medios de registro del discurso oral
en la cultura ya tradicionalmente escrita (p. 92) (la cultura audiovisual, el correo
electrnico, el chat, los mensajes de textos, la oralidad secundaria).

La semiosfera, el universo que hace posible y realidad toda semiosis, todo acto de
significacin y toda comunicacin, dotada de un complejo sistema de memoria, sin el
cual no puede funcionar (Lotman 1996, Acerca de la semiosfera), se distingue por
algunos rasgos:
1) La homogeneidad y la individualidad semiosfrica (aparte de que su definicin
depende del sistema de descripcin) suponen el carcter delimitado de la semiosfera
respecto del espacio extra o alosemitico que la rodea. La frontera es uno de los
conceptos fundamentales de este carcter: conjunto de traductores-filtros bilinges
pasando a travs de los cuales un texto se traduce a otro lenguaje. Una semiosfera
dada debe traducir a alguno de sus lenguajes los textos alosemiticos o semiotizar lo
no-textos, para que estos adquieran sentido. La linea fronteriza, cuyos puntos
pertenecen simultneamente al interior y al exterior (lo sabemos quienes vivimos en
zonas fronterizas, de culturas en contacto, geopolticamente estratgicas, de
integracin -de mercados-), se correlaciona con la individualidad semitica, su
carcter; pero la frontera depende del modo de codificacin. La frontera es un
mecanismo bilinge de traduccin de los mensajes externos al lenguaje interno de la
semiosfera y a la inversa, el que permite los contactos con los espacios no-semitico y
alosemitico. Su funcin (como la de todas las fronteras, la pelcula que cubre la clula
viva, la biosfera) consiste en limitar la penetracin de lo externo en lo interno, en
filtrarlo y elaborarlo adaptativamente, la que se cumple de varios modos en los
distintos niveles (por ejemplo, la separacin de lo propio y lo ajeno, la reconversin de
uno en otro, la re-semantizacin de lo que viene de afuera).
La frontera une, por un lado, dos esferas semiticas; y las separa, por otro, desde la
posicin de la autoconciencia, autodescripcin en un metanivel _la conciencia de s,
individual o colectiva, es la conciencia de la especificidad, las diferencias, las
contraposiciones respecto de las otras esferas_; y en distintos perodos histricos
puede dominar uno u otro aspecto.
La frontera es tambin un dominio de procesos semiticos acelerados que siempre
transcurren ms activamente en la periferia de la oikumena cultural, para de ah
dirigirse a las estructuras nucleares y desalojarlas (pareciera orse la propia voz de
Bajtin). La oposicin centro/periferia puede ser sustituida por el par ayer/hoy (Lotman
ejemplifica esta regularidad con la historia de la antigua Roma).
La frontera es un dispositivo semitico fundamental, indispensable, lo significativo es
el hecho mismo de la presencia de una frontera (cursivas del autor).

2) El trazado de la frontera de una cultura dada depende de la posicin del observador. Lo


mismo rige para la divisin en ncleo y periferia. El metalenguaje de descripcin
adoptado (se trate de una autodescripcin o de una descripcin realizada por un
observador externo en trminos categoriales de otro sistema) puede cubrir la
irregularidad del mapa semitico real y construir un nivel de unidad ideal del mismo.
La interaccin entre estos niveles as como los juegos complejos entre ncleo-periferia
conforman una de las fuentes de los procesos dinmicos semiosfricos. En el suelo
semitico no siempre se respeta la jerarqua de lenguajes y textos, stos chocan y se
mezclan de modos diversos. La no homogeneidad estructural de la/s semiosfera/s
constituye importantes reservas de esos procesos dinmicos y deviene uno de los
mecanismos de produccin de nueva informacin. La irregularidad estructural se debe
tambin a la diferente velocidad con que la semiosfera se desarrolla en sus distintos
sectores. Lo regular es la no sincronicidad en el tejido real de la cultura, lo que quiere
decir que fenmenos como el Barroco o el Romanticismo no se producen
sincrnicamente en todas las ramas del arte; y lo mismo puede observarse respecto de
los contactos culturales, entre Oriente y Occidente, entre centro y periferia, o entre
diferentes culturas locales dentro del espacio de una cultura nacional. En una
semiosfera operan fronteras internas que especializan semiticamente algunos de sus
sectores, y hacen posible mltiples relaciones e intercambios, y la generacin de
nuevos sentidos.
Por otra parte, la diversidad interna de la semiosfera presupone la integralidad de
sta. Las partes pueden ser isomorfas respecto del todo; el isomorfismo entre estructuras
jerrquicamente diferenciadas produce cierto aumento de mensajes. Pero, la generacin de
nuevos textos exige otro mecanismo: el interambio, entre participantes que manifiestan
cierta semejanza y cierta diferencia (como el que se da entre la semiosis verbal y la icnica
en un texto complejo, una historieta o un libro de texto, lo audio/visual en tv. o un
videoclip, lo multimedial; ambas semiosis son isomorfas respecto del mundo
representado, no una respecto de la otra, y esto hace posible el intercambio entre ambos
sistemas y la transformacin de los mensajes en los procesos de re-traduccin); pero que va
desde el intercambio entre los hemisferios cerebrales hasta el que se produce entre culturas.
Con esto se postula el dilogo como base de la formacin del sentido, que precede a
los lenguajes, los genera, y sin el cual la conciencia es imposible. La formacin semitica
es una condicin de existencia y funcionamiento del lenguaje aislado particuar; en la
semiosfera se lleva a cabo la interconexin de todos los elementos del espacio semitico, y
sin el complejo sistema de memoria del que ste est dotado (la profundidad diacrnica
que posee) no funcionara.
Estos son algunos de los enunciados de Lotman (1996, Para la construccin de una
teora de la interaccin de las culturas (el aspecto semitico) sobre dilogo y dinamismo:
La formacin de sentido no tiene lugar en un sistema esttico, es ncesario
introducir algn mensaje en el sistema comunicativo, o insertar el texto en una situacin de
comunicacin, donde se producir la traduccin interna e intercambio entre sus
subestructuras, y entre estas y las de otros textos, y el contexto.
El acto de la conciencia creadora es siempre un acto de comunicacin, es decir, de
intercambio, lo que es imposible en el caso de un sistema aislado, uniestructural y esttico
(no siempre el impulso para la interaccin es el parecido o el acercamiento, tambin
impulsa la diferencia).
El desarrollo inmanente de una cultura no puede realizarse sin la constante
afluencia de textos de afuera _de afuera puede indicar un gnero o una tradicin dentro
de una cultura dada; o el otro lado de la lnea trazada por el metalenguaje de descripcin
que divide los mensajes dento de una cultura en existentes e inexistentes, o valiosos y no-
valiosos, altos y bajos, etc.; y finalmente los textos que proceden de otra tradicin nacional,
cultural_.
Tanto el acto de creacin como el desarrollo de la cultura es un acto de
intercambio y supone constantemente a otro _la cultura crea esos otros, un ejemplo de lo
cual sera el otro etnogrfico; desarrolla una imagen interiorizada del otro; puede
incorporar estructuras de la cultura ajena_. Algo fundamental en los procesos de contacto,
es la denominacin del otro, su identificacin, definicin, codificacin, inclusin en el
propio mundo. Del otro lado, la redefinicin de s mismo en correspondencia con la
denominacin que me da un partenaire externo en la comunicacin (se puede pensar en la
polmica; en la comunicacin intercultural, los prejuicios -raciales-, las muchas
denominaciones en uso del otro que circulan diariamente, las re-visiones del interior de un
pas a partir de los designios del centro). No se pueden separar, ms que
especulativamente, la interaccin y el desarrollo de las personas, las culturas, tal o cual
semiosfera, el dinamismo de unas y otras, en todos sus niveles, exige la presencia de
otro. La dinamizacin puede producirse tambin, en determinados momentos, por
ejemplo cuando una de las tendencias estructurales de orientacin opuesta se inhibe, y
la otra se hipertrofia recprocamente81. Con el desarrollo de la cultura se incrementa su
valor informacional, y con ello su indefinicin interna, el repertorio de posibilidades
que en el curso de la realizacin de la misma quedan irrealizadas (con esto concluye el
artculo).
Justamente, en los sectores ms dinmicos de la cultura es ms relevante el papel de
los factores casuales: en los dominios fronterizos, los gneros marginales, ms jvenes; en
las zonas fronterizas, espaciales y cronolgicas, donde se debilita la rigidez de las
organizaciones estructurales, aumenta la variabilidad de las formas emergentes e irrumpen
formas ajenas, surge la posibilidad de combinaciones casuales en el terreno de las uniones
socioculturales y las agrupaciones ideolgicas, lo que hace de esas regiones poderosos
generadores culturales. La memoria semiosfrica funciona como un mecanismo de re-
generacin y de incremento de informacin. Este incremento aumenta el nmero de
alternativas y reduce el terreno de la redundancia; eleva el peso especfico de los factores
de fluctuacin histrica, es decir, de las situaciones en que el ulterior destino del sistema
depender de factores casuales y de la eleccin consciente. Esto quiere decir tambin que
la vida socio-histrica, cultural y poltica, que se desarrolla de alguna manera como el
mundo de la creacin, supone moralidad y responsabilidad personal y colectiva, frente a
las posibilidades que se avisoran, las ya realizadas o las no escogidas (Lotman 1996,
Sobre el papel de los factores casuales en la historia de la cultura <1992>, 1993).
El tacto (semitico) dar una u otra sensacin respecto de las tramas que se
pretendan describir. Como sea y en principio, y porque el discurso de descripcin incide
bastante en la clave de configuracin del universo de discurso descripto, es conveniente y
productivo postular el modelo dinmico de la cultura diseado por Lotman (1998, Un
modelo dinmico del sistema semitico; 1993, Sobre la dinmica de la cultura; 1999).

A modo de algunas in-conclusiones. Coloquio en clave de ars potica: texto,


lectura y escritura

81
Lotman (1996, Asimetra y dilogo). Ah dice: Los perodos estticos de la cultura se forman a cuenta
del equilibrio de transaccin entre esas tendencias.
El texto re-hace (su) historia, y la lectura re-hace textos e historias y del juego
complejo de signos y memoria resultan formas, formatos, soportes, ms o menos longevos,
legitimados, sacralizados, transformados
a) Pueden leerse partes y seguir algunos de los itinerarios de las andanzas del
ingenioso hidalgo:

En efecto, lo que yo alcanzo, seor bachiller, es que para componer historias y libros, de cualquier
suerte que sean, es menester un gran juicio y un maduro entendimiento _dijo don Quijote_. (II, 3)
No se escribe con las canas, sino con el entendimiento, el cual suele mejorarse con los aos _advierte
el autor. (Prlogo)
Los libros que estn impresos con licencia de los reyes y con aprobacin de aquellos a quienes se
remitieron, y que con gusto general son ledos y celebrados de los grandes y de los chicos, de los pobres
y de los ricos, de los letrados e ignorantes, de los plebeyos y caballeros, finalmente, de todo gnero de
personas de cualquier estado y condicin que sean, haban de ser mentira, y ms llevando tanto la
apariencia de verdad, pues nos cuenta el padre, la madre, la patria, los parientes, la edad, el lugar y las
hazaas, punto por punto y da por da, que el tal caballero hizo, o caballeros hicieron ? <_respondi
don Quijote al clrigo>_ (I, 50)
<...> el deleite que en el alma se concibe ha de ser de la hermosura y concordancia que vee o
contempla en las cosas que la vista o la imaginacin le ponen delante; y toda cosa que tiene en s fealdad
y descompostura no nos puede causar contento alguno. <...> que anden a un mismo paso la admiracin
y la alegra juntas; y todas estas cosas no podr hacer el que huyere de la verisimilitud y de la imitacin,
en quien consiste la perfeccin de lo que se escribe. <...> _Y siendo esto hecho con apacibilidad de estilo
y con ingeniosa invencin, que tire lo ms que fuere posible a la verdad, sin duda compondr una tela de
varios y hermosos lazos tejida, que despus de acabada, tal perfeccin y hermosura muestre, que consiga
el fin mejor que se pretende en los escritos, que es ensear y deleitar juntamente <...>. Porque la
escritura desatada destos libros da lugar a que el autor pueda mostrarse pico, lrico, trgico, cmico,
con todas aquellas partes que encierran en s las dulcsimas y agradables ciencias de la poesa y la
oratoria. (I, 48)

b) De la imaginacin potica borgeana se puede or, en tono de confesin:

S que una cosa no hay. Es el olvido;/ S que en la eternidad perdura y arde/ Lo mucho y lo precioso
que he perdido <...> (Ewigkeit, El otro, el mismo). No obstante, puesto que Nos aniquilara ver la
ingente/ Forma de nuestro ser; piadosamente/ Dios nos depara sucesin y olvido (Edipo y el
enigma, idem). Con todo, no como consuelo, ni con temor, sino como una dulzura, un regreso: De
las generaciones de textos que hay en la tierra/ slo habr ledo unos pocos,/ los que sigo leyendo en
la memoria,/ leyendo y transformando (Elogio de la sombra, Elogio de la sombra).

c) En la ronda de los dones, la invencin de Theuth como el legado de Prometeo,


est estrechamente ligada a la praxis, como medio y manera de impulsar determinados
intereses prcticos relacionados con el ejercicio del poder, la autoridad, la ley, la
posibilidad y consolidacin del conocimiento cientfico, el fortalecimiento de los sistemas
de dominacin, otras formas de organizacin social y poltica, de preservacin del pasado y
transmisin cultural (Lvi-Strauss 1976, Goody 1992, Olson y Torrance, comps. 1995,
Petrucci 2003): el arte de la escritura que hara ms sabios a los egipcios y aliviara su
memoria, un medio contra la dificultad de aprender y retener, segn el genio inventor; un
medio de despertar la reminiscencia y no de cultivar la memoria, que producir el olvido,
segn el Rey. Y concluye Scrates:
As, el que piensa transmitir un arte consignndolo en un libro, y el que cree a su vez
aprenderlo en l, como si los caracteres pudieran darle una instruccin clara y slida, son en verdad
harto inocentes, e ignoran sin duda el orculo de Ammn si piensan que un escrito puede ser otra
cosa que un medio de refrescar los recuerdos del que ya conoce el asunto que en l se trata (Platn,
Fedro).

La paradoja, suscitada por la emergencia y desarrollo de las tecnologas de la


palabra (subttulo de Ong 1987), que nos tiene a mal traer desde Platn, en torno de la
mengua de la facultad de narrar (al menos en su realizacin oral), que supone la memoria,
que se producira con la invencin de la escritura, a su vez uno de los ingenios ms
portentosos para el ejercicio de la memoria, podra despejarse si se distinguen aqu, por un
lado dos nociones-referentes de memoria: la memoria individual, de ndole sicolgica,
herramienta intelectual, y la memoria colectiva, eminentemente histrico-social (Middleton
y Edwards, comps. 1992); y se registra, por otro, ms que una merma o un
acrecentamiento, o desplazamiento, una trans-formacin tecnolgica, un cambio de las
formas de hacer y decir, y de las instituciones, aparejado con la emergencia de distintas
tecnologas, esto es la renovacin tcnica y lgica, de la lgica (de la) tcnica, del hacer y
el decir, las fluctuaciones del logos (discurso, razn, y orden), y el desenfreno tcnico
_todo lo cual no nos permite sustancializar una forma, un soporte, como el libro o la
narracin, y proponer una definicin esencialista, ahistrica, ltima y definitiva, calcada
sobre algunas de las posibles realizaciones histricas conocidas, y postular su valor
universal_.

d) En torno Del culto de los libros (1951) dice Borges: Para los antiguos la
palabra escrita no era otra cosa que un sucedneo de la palabra oral, quizs porque la
realidad puede ser demasiado compleja para la transmisin oral (Formas de una
leyenda). Ms tarde la lectura en voz baja origin la concepcin del libro como fin. Pero
ocurre que el hbito de la escritura hace que la gente descuide el ejercicio de la memoria
(Del culto de los libros). La escritura alfabtica se singulariza al distinguirse de la voz,
de otras formas de escritura no alfabtica. En nuestra cultura occidental alfabtica la letra
fija, por un lado, el discurso oral y, por otro, se independiza de l conduciendo a la
invencin de nuevas estrategias discursivas (Mignolo 1986). Paradjicamente, la
invencin, que en Borges ser literaria, pero bien podra ser Historia, Mitologa, Filosofa,
actualiza la memoria, al estructurar en formas discursivas diversos saberes transmitidos
oralmente y que mereceran el olvido si no los fijara la letra. Letra que se independiza de la
voz y configura un dominio de interacciones en el que el discurso es prisionero del objeto
en el que se transmiten los signos: El Libro (Mignolo): Un libro, cualquier libro, es para
nosotros un objeto sagrado (Borges, Del culto de los libros).

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Investigacin semitica.
Algunas pro-posiciones y relaciones

1. Re-aperturas
La ciencia consiste en disparar realmente el arco hacia la verdad con aplicacin en los ojos y Ciencia
energa en el brazo.
(Peirce, Una clasificacin detallada de las ciencias <1902>).

Cuando emprendemos un viaje de dilucidacin como es una investigacin,


Investigacin
esperamos que en algn momento, in-determinado, se nos d la chance de sentir la
necesidad que nos ha llevado a investigar, pensar, leer y escribir. En el transcurso
expectante de los primeros tanteos, forcejeos, devaneos y negociaciones en torno de la

Pensar
definicin del proyecto de investigacin, abrigamos la esperanza de que el destino nos
regale esa casualidad por medio de la cual irrumpe eso que nos da que pensar (Gargani,
La friccin del pensamiento). Andamos solos, un poco a la deriva, y aguardando ese
instante en que se produzca el encuentro con aquello que nos hace pensar; y entonces nos
alivia la posibilidad de hacer el gesto del reconocimiento y de la aceptacin de la
motivacin que nos llev a indagar. Acontece La friccin del pensamiento, algn roce
con la realidad (Marramao, Los idola de lo posmoderno), del que surge el
reconocimiento de aquello que hace pensar (Gargani).

Cuando uno se enfrenta con la necesidad de pensar un proyecto de investigacin Pensar/


disear un
(de tesis, por ejemplo) puede manifestarse, o no, muy apremiante la urgencia de dar proyecto de
tesis.
con aquello que constituyera el problema, el objeto; y puede llegar o no hasta el lmite Reto al
Entusiamo
Imaginacin
de lo intolerable, paralizante, frustrante. O puede ocurrir lo contrario, puesto que esa Libre juego
Imaginacin
circunstancia se presenta como un reto al entusiasmo y a la imaginacin; o mejor an, al Entendimientj
juicio
libre juego de las facultadades de imaginacin y entendimiento, y juicio, lo que equivale a Apuesta
esttica a la
decir: una apuesta esttica (a la experiencia) o una apuesta a la experiencia (esttica), un experiencia
Riesgo del
viaje
experienciar profundo, acaso inefable, que se siente como un shock, un abismarse. Pues de Transformaci
n de y por la
esto se trata, correr el riesgo de hacer un viaje, en cuanto figura metafrica, y tambin real, experiencia.

como una de las formas cabales de la experiencia y de transformacin de (y por) la


experiencia82.
... Luego viene el diseo, la ejecucin y el relato de la investigacin.

82
Vid. el comentario de Vattimo (1995: 108) respecto de la enseanza de Gadamer acerca de la experiencia
esttica como verdadera experiencia, que transforma a quien la tiene; y de la nocin hegeliana de
Erfahrung, en la que resuena la idea de fahren, viaje como experiencia que transforma. Un hilo que se re-
anuda con Benjamn (1995, 1989), acerca de esa suerte de vrtigo alterador que produce la experiencia
(que nos cambia), su carcter de shock, que nos remite a la experiencia esttica (en relacin con el recuerdo y
el despertar).Tambin Foucault, sobre la experiencia de indagar y escribir: Escribo pecisamente porque no
s todava qu pensar sobre un tema que atrae mi atencin. Al plantearlo as, el libro me transforma, cambia
mis puntos de vista; Cuando escribo, lo hago, por sobre todas las cosas, para cambiarme a m mismo y no
pensar lo mismo que antes. Foucault reconoce que de autores como Nietzsche, Bataille y Blanchot aprendi
la leccin fundamental de de-subjetivacin, la idea de una experiencia lmite que desgarra al sujeto de s
mismo, lo hace otro. Lo que intenta, declara, es experimentar por s mismo, experimentar lo que somos
actualmente, no slo lo que fuimos, e invita a otros a compartir esa experiencia: una experiencia de nuestra
modernidad que nos podra permitir emerger de ella transformados. Leer un libro-experiencia y como una
experiencia conlleva la posibilidad de que nos cambie, a nosotros mismos y nuestra relacin con el tema, con
las cosas y con los dems. Un procedimiento central en el trabajo de Foucault, segn l mismo: la
investigacin usa documentos, pero no slo para proporcionar evidencia, sino adems una experiencia que
posibilitara la transformacin de la relacin que tenemos con nosotros mismos y con nuestro universo
cultural (nuestro saber). Su inters, a partir de la experiencia, es allanar el camino para una transformacin,
una metamorfosis, que no es slo individual, sino que es de carcter accesible a los dems; o sea, debe ser
relacionada con una prctica colectiva y una manera de pensar (Cmo nace un libro-experiencia, entrevista
a Foucault por D. Trombadori en 1981, en Kamisnky, selec. 1996).
2. Hacer propuestas y apuestas

esperamos que cualquier investigacin que nos propongamos resulte en el establecimiento de una
Investigacin
opinin. No necesitamos abandonar nunca esa esperanza. La representacin de la realidad en tal establecimiento
opinin forzosa es la realidad. Se sigue que la tarea de la metodutica de la lgica es encontrar de una opinin
mtodos tales que aceleren el progreso de la opinin hacia su ltimo lmite.
(Peirce, La lgica considerada como semitica)
Informe pasa
al dominio
Cuando un informe pasa al dominio (del) pblico, se ocupa un turno en el dilogo del pblico
Se ocupa un
pblico en torno de lo que se trata, lo establece, lo rev, replantea, lo borra o retoma como turno en el
dilogo
tem de la agenda de discusin. Momento y oportunidad para poner algo como cuestin. pblico en
torno al que
Esto quiere decir: se trata
Poner en
cuestin, en establece,
Pro-poner una cuestin: poner-ante o a la consideracin de (algn consideracin rev,
algn asunto replantea
asunto). Hacer una propuesta en un campo de investigacin supone Hacer una borra
propuesta en retoma/ tem
una nueva argumentacin, tomar distancia, situarse en relacin con un campo de de la agenda
investigacin de discursin
el asunto a tratar y el tratamiento del asunto 83; observando la caucin supone una momento y
ARGUMEN oportunidad
metodolgica de Bourdieu (1976), objetivar al sujeto objetivador, TACIN para poner
algo como
posicionarse respecto del objeto, la propia posicin respecto del cuestin

mismo y en el campo respectivo. Poner en cuestin


Poner en cuestin: cuestionar, interrogar, preguntar y responder; Cuestionar, interrogar,
preguntar, responder,
entender la pregunta como momento primordial en el proceso entender la pregunta/
Experiencia
momento primordial en
esttica:co
dialgico de construccin de conocimiento84. el proceso dialgico
mo de
construccin del verdadera
conocimiento. experiencia
La pro-posicin que se presenta puede tener el carcter o bien de una asercin, por Transforma
Proposicin a quien la
mor de la cual se pretende que el pblico se vea impulsado a afirmar lo mismo que uno; Asercin
tiene
Apuesta ante
Hegel: viaje
el pblico.
o bien de una apuesta, por mor de la cual se espera que el pblico se haga igualmente como
Decir una
experiencia
proposicin y
responsable de la verdad de la proposicin contraria. En ambos casos nos exponemos que
hacer una
deliberadamene a sufrir graves consecuencias si la proposicin en cuestin no es transforma.
afirmacin es
una
Benajmin accin
retrica,
Vrtigo por el
verdadera (Peirce, Lecciones sobre pragmatismo). Decir una proposicin y hacer una cual un signo
alterador:ex
puede
afirmacin es una accin retrica, por la cual un signo puede determinar a un signo periencia
determinar a
que
un nos signo
interpretante de s mismo cambia
interpretante
Shock,
de s mismo.
experiencia
Razonamiento
proceso
esttica.
cambio de
pensamiento
83
Hacer una propuesta para Dussel implica ponerse como Otro ante los que siguen sosteniendo lo vlido
hasta ese momento (La razn del otro. La interpelacin como acto de habla, en Dussel, comp. 1994).
84
M. Meyer (1987) formula la siguiente ley general: dado que la unidad fundamental del lenguaje es el par
pregunta-respuesta, el uso del lenguaje est siempre situado en funcin suya (p. 152). La pregunta a la cual
remite la respuesta (problematolgicamente) difiere de aquella que resuelve (apocrticamente). La respuesta
define dos preguntas al menos, y es de ese modo que se funda la posibilidad dialgica del lenguaje al mismo
(Peirce, Ideas, extraviadas o robadas, sobre la escritura cientfica), se desarrolla
un razonamiento como proceso, o cambio, de pensamiento85. Quien formula una
proposicin y la afirma intenta:
a) que la imagen que se espera despierte en la mente del auditorio sea asimismo un Formulo una
proposicin
signo de la imagen similar que l mismo pudo evocar; este icono o signo por Intento
Que despierte
semejanza de la cualidad real de la cosa, es el predicado de la afirmacin, y puede una imagen en
el auditorio
ser tanto un nico icono o imagen familiar, como un complejo de tales iconos o Signo de
imagen similar
imagen compuesta cuya totalidad no es familiar, pero s pueden serlo las partes y su que l mismo
pudo evocar
modo de composicin; Icnico cono de la
cosa
b) imponer a la atencin del auditorio el objeto de la afirmacin, por medio de su predicado de
la afirmacin
indicacin; este objeto es el sujeto de la afirmacin, la cual puede tener una Imponer la
atencin del
multitud de sujetos; Indicial auditorio/
indicacin/
c) que el auditorio atribuya el predicado a los sujetos como un signo de los mismos objeto
Razonamiento
sujeto
Icnico
de la
tomado de una manera particular; esta compulsin que actuara cada vez que se afirmacion
Indicial
Simblico
presente la ocasin, es una fuerza condicional permanente o ley de que a los siempre en
relacin con el
objetos de los ndices les corresponde un icono como signo de los mismos, de una auditorio.
Lenguaje
determinada manera; este smbolo es la cpula de la afirmacin. Una afirmacin Pregunta
respuesta
se constituye por la conexin de una palabra indicativa con una palabra simblica,
y tiene su modalidad o grado de conviccin (Peirce 1989, 1988b; La lgica
considerada como semitica, La lgica regenerada).

Para esas ocasiones peliagudas pido a Peirce, Bajtin, y compaa, y otros que
pueden sumarse a la ronda de los que re-abren el juego discursivo y epistmico (a) , Postura
practicantes de la im-pertinencia transversal, y tiradores de piedras del escndalo, Garca.
trabajadas con im-paciencia, esfuerzo y pasin, que atestiguan responsablemente86 su
obrar poltico (b), que me auxilien y esclarezcan mi pobre mollera: para desenredar
(c)... conjeturar y hacer un gesto indiciario, sobre las tramas de la memoria (d)... practicar
la crtica genealgica (e), de las prcticas y los (con)textos... comprender, las meta-

tiempo que la autonomizacin de las respuestas en relacin a las preguntas que las han hecho nacer (p. 155).
El sentido no es ni la respuesta ni la pregunta, sino su vnculo (p. 163). Todo discurso es fuente de dilogo,
por su naturaleza problematolgica (p. 166). De ah la importancia de las estrategias dialcticas (retricas y
dialgicas).
85
Peirce (Un esbozo de crtica lgica), donde entiende por Razonamiento cualquier cambio en el
pensamiento que resulte en una peticin de alguna clase y cantidad de asentimiento a la verdad de una
proposicin llamada la Conclusin del razonamiento, que se considera Razonable por una cognicin ya
existente (normalmente compleja) cuya formulacin proposicional ser denominada la Premisa copulativa.
86
Vid. Ricoeur (1983), Bajtin (1997).
morfosis del mundo, la vida y el contar, el devenir y la deriva del sentido y la
comunicacin (f)...

a) La literatura est hecha para hacer que la protesta humana sobreviva al naufragio de los destinos Intelectual
individuales. Esta estupenda frase de Sartre <El idiota de la familia, vol I> define, entre otras cosas, la crtico
nica funcin a la que debera querer aspirar un intelectual crtico: la de generar un univrso discursivo
que se transforme en el horizonte de toda una poca, ms all de los avatares y las contingencias
inmediatas del nombre de autor que dibuj por primera vez esa lnea horizontal. Esto es lo que lograron,
para nuestra modernidad, Marx o Freud (Grner 1998, Introduccin, p. 25).

b) Como Macedonio Fernndez, que fue capaz de inventar una discursividad diferente <...> una retrica Macedonio
que, ahora, otros pueden usar. <...> las piedras paradjicas arrojadas por Macedonio a los soportes y Poltica
dispositivos del poder legitimado, y no tanto, han dado en los flancos ms vulnerables del orden Camblong
establecido y eso se llama... hacer poltica. (Camblong 2003: 436, cursivas de la autora).

c) Segn la traicin a la letra de Los crmenes de la calle Morgue de Poe que se tenga a mano: el
analista halla su placer en esa actividad del espritu consistente en desenredar (la versin de Alianza); el
analista cifra su gloria en esa actividad espiritual que le permite aclarar los misterios (la versin de
Claridad); es un hombre verdaderamente imaginativo, su poder analtico no debe confundirse con el
mero ingenio, su facultad de re-solucin puede vigorizarse con el estudio de las matemticas, el
clculo, la teora de las probabilidades; tiene que ejercitar la atencin, para l Observar con atencin
equivale a recordar con claridad. Esto son algunos notabilsimos rasgos del carcter mental de Dupin,
quien expone parte de su mtodo a propsito del misterio de Mara Roget: No es el ms pequeo de
los errores el que en estas clases de investigaciones limita la pesquisa a lo ms inmediato, sin hacer caso
absolutamente de los sucesos accesorios o accidentales, Hasta ahora hemos examinado slo el campo
de la investigacin; pero ser extrao, en verdad, que una atenta inspeccin, como la que intento de los
impresos pblicos, no nos suministre algunos pequeos puntos que den direcciones a la pesquisa. Y esto,
con el auxilio de la intuicin, la conviccin nacida de ciertas inducciones o deducciones, cuyo desarrollo
fue lo bastante secreto para pasar inadvertido a nuestra conciencia, eludir nuestra razn o desafiar nuestro
poder expresivo (Eureka o Ensayo sobre el universo, de interesante lectura en contrapunto con Peirce).

d) Al estilo de Holmes, Dupin, Morelli, Freud... Peirce. Ginzburg (1989, Morelli, Freud y Sherlock
Paradigma de
Holmes: indicios y mtodo cientfico) expone cmo a fines del siglo xix emergi silenciosamente, en el inferencias
mbito de las ciencias sociales, un modelo epistemolgico (o un paradigma), que se sigue usando sin indiciarias.
contar con una teora explcitamente formulada (v gr. la microhistoria practicada por el autor). Esboza una Conjetura
analoga entre los mtodos del especialista en arte Morelli (desarrollado para realizar una correcta
atribucin de las obras), del detective Holmes y de Freud: en los tres casos (curiosamente: Freud, mdico;
Doyle haba sido mdico; Morelli, licenciado en Medicina) unos detalles minsculos proporcionan la
clave para acceder a una realidad ms profunda, inaccesible por otros mtodos. Esos detalles son: para
Freud, sntomas; para Holmes, pistas, indicios; para Morelli, rasgos. Ginzburg considera legtimo hablar
de un paradigma indiciario, orientable hacia el pasado, o el presente, o el futuro, segn el tipo de
conocimiento invocado, en el que tiene importancia la conjetura; el saber del historiador es indirecto,
basado en signos y vestigios de indicios, conjetural. Relata el largo proceso en que se teji el paradigma,
desde el arte venatorio, adivinatorio, la semiologa mdica, la antigua fisiognmica rabe, lo que Huxley
llam el mtodo de Zadig (ver el captulo de la novela Zadig o el destino, historia oriental de Voltaire,
donde el joven resuelve el caso de la perra de la reina y el caballo del rey, extraviados, a partir de ciertos
indicios, sin haberlos visto siquiera ni saber que los reyes tuvieran estos animales; tambin puede leerse,
entre otras, El nombre de la rosa de Eco y El perfume de Sskind, dos best sellers por los mismos aos),
lo que Walpole design como serendipity, la novela policial, la crtica de arte, etc. Vid. Ginzburg (1994,
1995), Eco y Sebeok (1989), Sebeok y Sebeok (1987). Sobre detalles y fragmentos, cfr. Calabrese (1994).

e) Propuesta por Nietzsche, en el mismo humus de la hermenutica de la sospecha de Marx y Freud


(seguida, entre otros por Foucault), en su preocupacin por desmontar las mentiras que (nos) sostienen
(en) el mundo, y dejar la realidad al desnudo; frente a la manera normal de hacer ciencia, pro-poner como
cuestin y en cuestin una historia de la gnesis del pensamiento, la historia de la gnesis de este
mundo como representacin (Humano, demasiado humano) (Cfr. Varela y Alvarez Ura 1989). As, el
propio texto, analizado y producido, practica una memoria, cuyo mecanismo semitico puede contribuir
a, o evitar, la mitificacin del sentido social, que oculta el trabajo con el lenguaje y convierte la historia en
Naturalizacin
Del sentido.
naturaleza; porque las palabras y las cosas pueden perder el recuerdo de su construccin, el empleo de
una metfora puede olvidar su origen cultural (y las verdades son metforas cristalizadas). Mitificar el
sentido es olvidar que el sentido que se le d a la naturaleza y a la sociedad depender de lo que se
quiera hacer con ella (Gramsci, en Paoli 1984: 66); de ah que la desnaturalizacin exige una mirada
alerta y distanciada, capaz de evocar el olvido del hacer histrico social, el trabajo social que produce la
significacin (Castoriadis 1993, Barthes 1986a).

f) La existencia misma es una profunda comunicacin, cuyo principio generador es la frontera (con), el Frontera
umbral (entre) la(s) alteridad(es) (Bajtin 2000): Los hombres conclusos e indiferentes no se conciben a s Umbral
mismos en el umbral, de ah su venerabilidad autosuficiente, la autocomplacencia; La ciencia Alteridades
positiva construye la imagen del mundo in absentia (una imagen que da muerte) y desea cerrar en ella el Pensamiento
devenir de la vida y del sentido <...> no est la voz del mismo mundo, tampoco existe su cara parlante, participativo y
sino tan slo su espalda, su nuca; en cambio, el pensamiento participativo y responsable es responsable es
performativo, afirma la no coartada en el ser (fundamento del carcter forzosamente dado y planteado de performativo
la vida), que (des)coloca al sujeto en el tiempo largo de la gran experiencia, donde existe una
memoria sin fronteras (Bajtin 1997). Derrida (1992) seala que Lo que pone en crisis el capital cultural
como capital ideal, la universalidad de la que Europa responde, es la desaparicin de esos hombres
capaces tambin de repeticin y de memoria, preparados para responder, para responder ante, para
responder de y para responder a aquello que haban odo, visto, ledo, sabido una primera vez.

3. Emprender indagaciones Conocimeinto falible.

En general, pues, no podemos alcanzar por ningn camino ni certeza ni exactitud. Nunca podemos
estar absolutamente seguros de nada, ni podemos averiguar con alguna probabilidad el valor exacto
de cualquier medida de la ratio general. <> Creo poder decir que no hay una opinin sostenible
referente al conocimiento humano que no conduzca legtimamente a este corolario.
(Peirce, Falibilismo, Continuidad y evolucin) Estudiar la
realidad
Condicin de
El estudio de la realidad sub specie semioticae et communicationis desplegar
posibilidad
la
a semiosis
y realizacin
consiste en desplegar la semiosis, condicin de posibilidad y relizacin efectiva de
las
efectiva de las representaciones e interpretaciones y de la validez intersubjetiva de las representacio
nes e
mismas; esto es la definicin y la regulacin pblicas de la realidad y la verdad 87. Esta interpretacio
nes.
87
La comunidad, cristalizacin de lo colectivo, y lo virtualmente concebible constituyen la realidad como lo Validez
intersubjetiv
pblico, y, por tanto, la verdad. As, la Semitica sera una lgica de la configuracin de las significaciones,
a de las
de la vida de los signos, en tanto no slo expresivos sino constitutivos de la realidad concebida mismas
comunitariamente (Vericat, Introduccin a Peirce 1888a). En esta lnea Apel reconstruye crticamente la Definicin y
historia de la filosofa e interpreta el giro de la crtica del conocimiento qua anlisis del lenguaje (1985 I, p. regulacin
56, 1985 II, pp. 292, 337-338; 1994, cap. 2). La idea de una comunidad ilimitada de interpretacin pblicas de
presupuesta por quien argumenta como instancia de control, y que se realiza asimismo terica y la realidad y
prcticamente in the long run, funciona como principio regulativo (1985 II: 204 -ss). Respecto del
concepto epistmico de progreso del conocimiento, que se orienta hacia la verdad, Habermas (2002: 28-
29), en cierta cercana y tensin con Apel, explica que Peirce: Define el sentido de la verdad como una
anticipacin de aquel consenso al que, en condiciones ideales de conocimiento, todos los participantes en el
proceso autocorrectivo de investigacin deberan llegar. La comunidad de investigadores idealmente
ilimitada constituye el foro para el tribunal supremo de la razn. El reflejo epistmico de la
incondicionalidad <de las pretensiones de validez de los enunciados> es la revalorizacin ideal del pblico
crtico en una instancia ltima; la comunidad de investigadores ilimitada en el tiempo histrico y en el
espacio social impulsa permanentemente el proceso inclusivo de investigacin hasta el valor lmite de la
opinin final (p. 45). El proceso de argumentacin como tal debe permanecer abierto a toda las
objeciones relevantes y a todas las correcciones y mejoras de las circunstancias epistmicos. Este tipo de
prctica argumentativa mximamente inclusiva e ininterrumpida es tributaria de la idea de una progresiva
superacin de los lmites de las actuales formas de entendimiento, tanto en lo que se refiere a los espacios
sociales, los tiempos histricos y las competencias materiales. De esta forma se ampla el potencial de
refutacin en el que se acreditan las pretensiones de validez racionalmente aceptadas (p. 47). Vid. Habermas
(1994, 1996), Apel (1995, 1997); Dussel, comp. (1994). Cfr. Vattimo (1991), Rorty (1996).
concepcin pre-supone que la ciencia necesita la democratizacin de la investigacin
(Putnam 1999: 105)88, y en general de la democracia real; el carcter poltico, crtico,
utpico y normativo de la ciencia 89, y la necesidad de re-mover la andadura de las ciencias
normativas90.
Si tenemos que definir la ciencia, no en el sentido de empaquetarla dentro de una casilla artificial
donde pueda ser encontrada de nuevo por alguna marca insignificante, sino en el de caracterizarla
como una entidad histrica viviente, debemos concebirla como aquello acerca de lo cual los hombres Ciencia
que antes hemos descrito se ocupan a s mismos. Como tal, no consiste tanto en conocer, ni tampoco Peirce
en conocimiento organizado, cuanto en la investigacin diligente dentro de la verdad por causa de
la verdad, sin ningn tipo de inters, ni siquiera por el inters del deleite de contemplarla, sino por el

88
Putnam a-nota: Peirce, James Dewey habran afirmado que debemos confiar en la investigacin conducida
en forma democrtica; no porque sea infalible, sino porque el camino a lo largo del cual descubriremos dnde
Comunidad
y cmo deberemos modificar nuestros procedimientos, es el que pasa a travs de la investigacin misma (p. Cristalizaci
107). A la objecin de que no consideramos todos los puntos de vista cuando est en discusin una hiptesis n de lo
cientfica _las opiniones de los expertos son las que cuentan_, la opinin de Dewey (en su Lgica) es que, colectivo
por ms que esto sea verdad, existe una etapa en la cual la opinin del profano debe contar. La aplicacin de Constituye la
la ciencia es, tambin, una prueba de las hiptesis aplicadas, y es necesario que esta prueba sea sometida a un realdiad
control democrtico. (Si lo dudan, piensen en lo que sucede cuando los medicamentos y el instrumental como lo
mdico son controlados nicamente por las empresas que los fabrican!) (p. 117, cursivas del autor). pblico/
89
Vid. Putnam (1999), sobre la defensa de Dewey de la legitimidad de una nocin normativa de la ciencia verdad
SEMITIC
(p. 105). Rorty (1997) considera que Decir que uno debe reemplazar el conocimiento por la esperanza es
A
decir, ms o menos, la misma cosa: <> comenzar a preocuparse por si se ha sido lo suficientemente LGICA de
imaginativo como para pensar alternativas interesantes a las propias creencias actuales (p. 27); y que la pre- la
ocupacin pragmtica gira en torno de la tarea de hacer un futuro mejor: una sociedad utpica, democrtica configuraci
(p. 76). El pragmatista sostiene el ideal de hermandad como la culminacin de un proceso de ajuste que es n de las
tambin un proceso de renovacin de la especie humana; en este sentido, piensa en el progreso moral como significacion
un aumento de la sensibilidad, de la capacidad para responder a las necesidades de una variedad ms y ms es de la vida
extensa de personas y de cosas (p. 91); y en el progreso intelectual y moral como un incremento del poder de los signos,
de la imaginacin, entre otras cosas para buscar otras maneras de hablar, de entablar otra conversacin, que en tanto no
solo
redescriba el mundo en otros trminos, que ofrezca nuevas imgenes del universo (pp. 100-01). expresivos
Peirce piensa que debiera guiarnos el ideal de la comunidad que la compele a hacer ms razonable sino
(mejor, feliz) la vida de todos y cada uno, en un mundo an inacabado y cuya re-creacin incesante es nuestra constitutivos
responsabilidad. Dado que el pensamiento se aplica exclusivamente a la accin, concebida, consiste en el de la realidad
metabolismo inferencial viviente de los smbolos, cuya intencin reside en las resoluciones generales concebida
condicionales para actuar: es la reiteracin indefinida del autocontrol sobre el autocontrol lo que engendra comunitaria
el vir, generando por la accin, a travs del pensamiento, un ideal esttico, no meramente en provecho de su mente.
propia y pobre mollera, sino como la participacin que Dios le permite tener en la obra de la creacin. Este
ideal, al modificar las reglas del autocontrol, modifica la accin, y con ello tambin la experiencia, tanto la
propia como la de otro, con lo que este movimiento centrfugo redunda en un nuevo movimiento centrpeto, y
as sucesivamente (Peirce, Cmo esclarecer nuestras ideas). En Las obras de Berkeley, Peirce (1989) dice:
La cuestin de si el genus homo tiene alguna existencia excepto como individuos es la cuestin de si hay
algo de mayor dignidad, valor e importancia que la felicidad individual. El problema de si los hombres tienen
realmente algo en comn, de manera que la comunidad deba considerarse como un fin en s mismo, y, si es
as, cul es el valor relativo de los dos factores, es la cuestin prctica ms fundamental en relacin con toda
institucin pblica, en cuya constitucin tenemos la capacidad de influir. Peirce es taxativo respecto a
algunas condiciones que debe reunir el lgico cientfico: por un lado, nuestros intereses No deben pararse
en nuestro propio destino, sino que deben abarcar a la comunidad entera. Esta comunidad, de nuevo, no debe
ser limitada, sino que debe extenderse a todas las razas de seres con los que podemos entrar en una inmediata
o mediata relacin intelectual. Debe alcanzar, por muy impreciso que sea, ms all de esta era geolgica, ms
all de todas las fronteras. El que no sacrifique su propia alma para salvar el mundo entero es, as me parece,
ilgico en todas sus inferencias, colectivamente. La lgica est enraizada en el principio social. Para ser
lgicos los hombres no deberan ser egostas <> (La doctrina de las posibilidades <1878>); y por el otro,
Un cientfico debe ser alguien concentrado en un solo propsito y sincero consigo mismo. De otra manera,
su amor a la verdad se disipara de una vez. Por consiguiente, difcilmente puede ser otra cosa que un hombre
honesto y honrado. <> es completamente natural que un joven que quiera llegar a ser cientfico tenga que
ser una persona de buena conducta (Lecciones de la historia de la ciencia <c. 1896>).
impulso de penetrar en la razn de las cosas. <> Si un hombre se abrasa por conocer y se dispone
a comparar sus ideas con los resultados experimentales con la intencin de hacer correctas sus ideas,
cualquier cientfico lo reconocer como a un hermano, sin importar cun pequeo sea su
conocimiento (Peirce, Lecciones de la historia de la ciencia <c. 1896>).

El proceo indagatorio en que consiste la ciencia, no en producir doctrinas (1986, Ciencia


Proceso
Carta a lady Welby, 23-dic.-1908), est sometido, por un lado, a la reiteracin indefinida indagatorio
Autocontrola
del autocontrol sobre el autocontrol; y sujeto, por otro, al principio de la crtica racional do
Sujeto a
ulterior, sobre la base del postulado de la falibilidad: Vuelvo ahora a manifestar mi proceso de
crtica
aborrecimiento por la doctrina segn la cual una proposicin cualquiera es infaliblemente falible
verdadera. <...>. Es imposible que yo pueda saber infaliblemente que alguna verdad existe
efectivamente. (Carta, 23-dic.-1908).
Ninguna cognicin es absolutamente precisa (1989, Grafos existenciales), no es
posible alcanzar mediante el razonamiento la certeza absoluta, o absoluta exactitud, ni la
universalidad absoluta, ni establecer un conocimiento de manera ltima y definitiva 91:
todo lo humano es falible (Peirce 1988a, Por qu estudiar lgica)92. Y entre las tres
A lo largo de una vida dedicada al estudio de la lgica y los signos, Peirce reorienta la lgica como Comunidad
Semitica/Crtica (Un esbozo de lgica crtica, La lgica considerada como semitica, La lgica Entera/
regenerada, La crtica de argumentos). ilimitada
90
La morfologa del edificio de Peirce (1978) comprende tres ciencias normativas: la lgica o doctrina de Institucin
lo que debemos pensar, tiene que ser una aplicacin de la doctrina de lo que deliberadamente resolvemos pblica
hacer, la cual es la tica; Pero no podemos descubrir ninguna clave del secreto de la Etica <...> hasta que
Forma del
no hayamos elaborado nuestra frmula respecto a qu es lo que estamos dispuestos a admirar, que
edificio de
compete a la esttica, evidentemente, la ciencia normativa bsica. Peirce
91
En su participacin en el debate abierto sobre el pragmatismo, Putnam (1999) seala que ste se caracteriza Tres ciencias
por su antiescepticismo y su falibilismo: los pragmticos sostienen que la duda requiere una justificacin, normativas
exactamente igual que la creencia y que no existen garantas metafsicas merced a las cuales por lo menos Lgica: lo
nuestras creencias ms inmutables no requieran jams una reevaluacin. Que se pueda ser al mismo tiempo que debemos
falibilista y antiescptico es, tal vez, la intuicin fundamental del pragmatismo norteamericano (p. 36). A pensar
propsito de la respuesta pragmtica al escepticismo, dice: El conocimiento puede _y segn los pragmticos tica lo que
deliberadame
debera_ generar una saludable toma de conciencia sobre la falibilidad humana; pero no debera _y de hecho
nte
no puede_ provocar el escepticismo universal (p. 100). En nota afirma: Entre los principios aprendidos resolvemos
durante el transcurso de la investigacin est, hoy ya no cabe duda, el de la falibilidad, que establece que hacer
debemos estar preparados para corregir cualquier punto de vista si se nos ofrecen buenas razones para Esttica lo
hacerlo; o, dicho de forma ms dura, que carezca de garantas metafsicas en condiciones de proponer cierta que estamos
afirmacin al reparo de las correcciones. No existen garantas de este tipo <>. Este es el principio ms dispuestos a
importante de los que hemos aprendido, y est relacionado con toda la investigacin (p. 115; cursivas del admirar.
autor).
92
Dice Peirce: si la exactitud, la certeza y la universalidad no se pueden conseguir por el razonamiento, sin
duda no hay otros medios por los cuales puedan ser alcanzados. Peirce llama la atencin sobre la afinidad
natural entre la doctrina del falibilismo y el principio de la continuidad (el sinejismo, que junto con el tijismo
y el agapismo forman otro triplete peirceano), la idea del falibilismo objetivado: Pues falibilismo es la
doctrina de que nuestro conocimiento nunca es absoluto, sino que siempre oscila como si estuviera en un
continuum de incertidumbre e indeterminacin. Ahora bien, la doctrina de la continuidad es que todas las
cosas nadan, flotan, oscilan en continuos; Una vez que hayan ustedes abrazado el principio de la
continuidad, ningn tipo de explicacin les satisfar acerca de las cosas, excepto que ellas crecen
(Falibilismo, continuidad y evolucin). En sus conferencias acerca de la filosofa de la experiencia y la
concepcin pragmtica del universo pluralista (sinequista), en el Manchester College, en 1909, afirma James:
En el mismsimo medio de la continuidad nuestra experiencia llega como una alteracin (2009: 177). En
una nota Sobre la nocin de la realidad como cambiante, James (2009, apndice c), a propsito de la
novedad, hace referencia a los artculos de Peirce sobre tiquismo, sinequismo, agapismo (Monist, 1890-
Lo humano
es falible
caracterizaciones del pragmatismo, segn Rorty (1996, cap. 9): Rorty tres
conversacin categorizaci
la investigacin no tiene ningn otro lmite que el que impone ones del
pragmatism
la . o. Rorty
Investigaci
En las notas para una historia de la ciencia (que no concret), en el apartado sobre n: lmite la
La incertidumbre de los resultados cientficos, refirindose a la hiptesis abduccin, conversaci
n
dice Peirce:

el cientfico toma en consideracin hiptesis casi salvajemente increbles, y las trata con respeto por Hiptesis:
el momento. Por qu hace esto? Simplemente porque una proposicin cientfica cualquiera est Expuesta a ser
siempre expuesta a ser refutada. Una hiptesis es algo que parece ser verdad y que es capaz de refutada
verificacin o refutacin por comparacin con los hechos. abduccin
La mejor hiptesis, en el sentido de ser la que ms se recomienda a s misma ante el investigador, es
aquella que puede ser fcilmente refutada si resulta falsa. <> Pues, despus de todo, qu es una
hiptesis prometedora? Es la que est de acuerdo con nuestras ideas preconcebidas. Mas stas
pueden ser errneas. Sus errores son precisamente lo que el cientfico est empeado ms en cazar.
Pero si una hiptesis puede con facilidad y rapidez ser desembarazada o despejada para poder seguir
adelante y dejar el campo libre para el esfuerzo principal, es una inmensa ventaja.
La retroduccin procede segn la esperanza de que hay aqu suficiente afinidad entre la mente del
razonador y la naturaleza para hacer la conjetura no enteramente desesperanzada, con tal que cada
conjetura sea revisada comparndola con la observacin. Es verdad que la concordancia no
demuestra que la conjetura sea correcta; pero si es falsa, equivocada, debe en ltimo caso
descubrirlo. (Lecciones de la historia de la ciencia <c.1896>)

Lo que hay que leer en relacin con el pargrafo anterior a se, acerca de La
Pragmatismo
insuficiencia del conocimiento cientfico (articulando varios hilos del discurso de Peirce, Antiesceptici
smo
Semiosis ad
y respecto tambin de lo que sealamos ms abajo sobre semiosis/memoria): Falibilismo.
infinitum
Semiosis/ memoria

Las personas que conocen la ciencia principalmente por sus resultados -es decir, que no tienen
ninguna relacin con ella como bsqueda viva- son aptas para aceptar la nocin de que el universo Cienci
ya est totalmente explicado en sus rasgos principales y que slo aqu y all el edificio del a
conocimiento cientfico deja ver algunas grietas. Accin
Sinejismo:
Pero de hecho, no obstante todo lo que se ha descubierto desde la poca de Newton, aquel dicho de principio de
que somos nios pequeos que recogen hermosas piedrecillas en la playa mientras el ocano yace a Implica
continuidad/
relacin
falibilismo
sus espaldas inexplorado, sigue siendo sustancialmente tan verdadero como siempre y lo ser aunque
Conocimient
recojamos las piedrecillas con palas mecnicas y las transportemos en furgones. <> aun dentro de signo
o no es
los verdaderos lmites a los que nuestra ciencia ha sido confinada, es en conjunto superficial y absoluto/
fragmentaria. <> Nuestra ciencia es totalmente mediana y mediocre. No se puede exagerar su Objetode
continuum
insignificancia comparada con el universo. incertidumbre
interpretante
indeterminaci
n
La semiosis ad infinitum (universal), como accin que inplica la relacin entre proceso principio de de
crecimiento
continuidad:
signo -objeto interpretante93, que piensa Peirce, es un proceso de crecimiento, de los Dilogo de los signos
todas las
Peirce
ms
cosas nadan,
signos que siguen a otros signos ms desarrollados, del conocimiento de la realidad Bajtn desarrollado
flotan,
Gneros
del
oscilan en
mediado por signos y de la propia realidad; y como tal proceso es el despliegue de la discursivos conocimiento
continuos
de la
Siempre
Conclusivid
temporalidad, y todo proceso de desarrollo y crecimiento, evolucin y continuidad, supone ad realidad
crecen.
:
mediado por
posibilidad
signos
1893), que pone en relacin con Bergson, que en su opinin resultarn ser una mina de oro de ideas para los de ser
despliegue de
pensadores de la generacin venidera (p. 252). contestado.
la
Respondidio
temporalidad
esferas
proceso de
desarrollo y
crecimiento,
supone trans-
formaciones
precisamente trans-formaciones, cambios, diversidad y novedad, con la intervencin del
azar94. (Esta cosmo-visin de) la naturaleza propia de la semiosis no admite la clausura
ltima y definitiva del complejo proceso de relaciones tridicas, abierto, incompleto,
continuo, azaroso; sino que re/in-augura el dilogo regenerador de sentido y la relacin
Indagacin
semiosis/memoria, igualmente constitutiva, inherente, necesaria, genuina95. cientifca
proceso
autocorrectivo
/ cooperativo
Esta concepcin de la indagacin cientfica como un proceso autocorrectivo y co- Competencia
de la
operativo confa en la competencia de la comunidad indefinida de los investigadores para comunidad de
investigadores
decidir en ltima instancia acerca de la realidad (estudiada), esto es establecer la verdad. Dicidir sobre
la realidad
Este es el marco que hace del problema de la comunidad la cuestin prctica ms estudiada/
establecer la
fundamental, que Peirce (1988a) resuelve ligndolo a la problemtica de la realidad y la verdad
Comunidad:
verdad: realidad /
verdad.
El autntico origen del concepto de realidad muestra que el mismo implica esencialmente la nocin
de COMUNIDAD, sin lmites definidos, y susceptible de un crecimiento definido del conocimiento. Y,
as, aquellas dos series de cognicin _la real y la irreal_ constan de aquellas que la comunidad

93
Y por Semitica Peirce entiende la doctrina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de
posibles semiosis (Pragmatismo).
94
<> todo cambiar despus de un tiempo por azar <tijismo>, y entre estas circunstancias cambiables
estarn los efectos de los cambios en la probabilidad de cambio ulterior. Y de esto se sigue que el azar debe
actuar moviendo las cosas a la larga, desde un estado de homogeneidad a un estado de heterogeneidad
(Designio y azar).
95
Para entablar un dilogo posible, necesario y enriquecedor. En su teora de los gneros discursivos,
Bajtin (1985, El problema de los gneros discursivos) establece la conclusividad especfica, entendida
como la posibilidad de ser concluido, como uno de los rasgos que caracterizan el enunciado. El primer y ms
importante criterio de la conclusividad es la posibilidad de ser contestado, la posibilidad de adoptar una
postura de respuesta frente al mismo (contestar una pregunta, cumplir una orden); se trata de la totalidad de
sentido que constituye un enunciado. Tres momentos o factores relacionados entre s determinan el carcter
de la totalidad conclusa propia del enunciado: -el sentido de su objeto, agotado; -la intencionalidad o
voluntad discursiva del hablante; -las formas tpicas, genricas y estructurales, de conclusin. Con respecto
al primer momento, se realiza de muy diversas maneras en las distintas esferas comunicativas, que pueden ir
desde un agotamiento casi completo del objeto (en las esferas oficiales, p. e., dominadas por la
estandarizacin, el dogmatismo, y la tendencia al discurso monolgico) hasta un mnimo de conclusividad
(en las esferas de creacin, y especialmente en el campo cientfico, donde el objeto es inagotable, y slo
adquiere un carcter relativamente concluido cuando es tematizado, con un propsito dado, a partir de un
determinado enfoque). Aqu interviene la intencin del sujeto del discurso, que determina tambin la eleccin
del objeto, la forma, el estilo. En los distintos campos culturales (fuera del arte) toda conclusin, final, es
condicional y superficial: un trabajo cientfico, p. e., no concluye nunca, donde termina una investigacin
comienza otra. En las distintas reas de creacin ideolgica slo es posible una conclusin composicional,
nunca temtica; en el campo del conocimiento sera hasta ilcita la pretensin de agotar el -sentido del-
objeto; no as en el arte literario, donde es admisible la conclusin temtico-composicional (Bajtin 1994: 208,
214). Constituye un problema de inters apreciar el tipo de comprensin, ms o menos conclusiva, de la
realidad que (se) postula (en) un gnero en cada una de sus ejecuciones. Tambin en Bajtn la relacin
es la matriz semitica. Respecto de la comprensin (dialgica), dice: Un texto vive nicamente si est
en contacto con otro texto (contexto). Unicamente en el punto de este contacto es donde aparece una luz
que alumbra hacia atrs y hacia delante, que inicia el texto dado en el dilogo; y ms adelante: Una
cosificacin total y completa llevara inevitablemente a la desaparicin de la infinitud del sentido (de
cualquier sentido) y de su carcter carente de fondo. El pensamiento que, semejante a un pececito dentro de
un acuario, toca fondo y las paredes y no puede seguir ms profundamente. Las ideas dogmticas (1985,
Hacia una metodologa en ciencias sociales, el ltimo trabajo escrito por Bajtin, apuntes que parten de un
esbozo de fines de 1930 o principios de 1940, reducidos en el mismo lugar).)
seguir siempre reafirmando en un tiempo suficientemente futuro; y de aquellas que, bajo las mismas
condiciones, seguir siempre negando.
Finalmente, como lo que algo realmente es, es lo que puede finalmente llegar a conocerse que est
en el estado ideal de informacin completa, de modo que la realidad depende de la decisin ltima de
la comunidad; as el pensamiento es lo que es, slo en virtud de dirigirse a un pensamiento futuro que
en su valor como pensamiento es idntico a l, aunque ms desarrollado. De esta manera, la
existencia del pensamiento depende ahora de lo que va a ser despus; de manera que slo tiene una
existencia potencial, dependiente del pensamiento futuro de la comunidad. (Algunas consecuencias
de cuatro incapacidades)

Peirce (1988a, Cmo esclarecer nuestras ideas) seala que sera errneo suponer
Realidad
que la definicin de lo real como aquello cuyas caractersticas son independientes de lo Efectos
sensibles
que cualquiera puede pensar que son esclarece perfectamente la idea de realidad. Segn especficos
sus propias reglas la realidad, como cualquier cualidad, consiste en los efectos sensibles que producen
las cosas que
especficos que producen las cosas que participan de la misma. El nico efecto que tienen participan en
las mismas.
las cosas reales es el de causar creencia (aquello conforme lo cual estamos dispuestos a nico efecto
que tienen las
actuar). Peirce confiesa una enorme esperanza encarnada en el concepto de verdad y cosas reales
realidad: La opinin destinada <destino significa meramente aquello que con toda certeza es el de
causar
se realizar> a que todos los que investigan estn por ltimo de acuerdo en ella es lo que CREENCIA
S
significamos por verdad, y el objeto representado en esta opinin es lo real (Esta es la
Distincin
manera cmo explicara Peirce la realidad). Objeto
inmediato/
Con referencia a la distincin objetos inmediato/dinmico de Peirce y su semitica dinmico
Semiosis-
Comprensin
como filosofa de la esperanza lcida, Deladalle (1996: 90) aclara: inferencia-
Realidad que
proceso
la semiosis definida como inferencia es un proceso epistemolgico sin fronteras (no est de un se postula en
epistemolgic
lado el pensamiento y del otro el mundo): no existe ms que un objeto que se pueda calificar de gnero en
o sin
gnero en
inmediato o de dinmico segn el punto de vista en el cual uno se ubica, pero que es lo que es, y fronteras.
cada una de
cuya naturaleza propia se precisa a medida que la bsqueda o la indagacin o el proceso semitico No est de un
sus
avanza en el tiempo y en el espacio, no hacia una verdad que correspondera a una realidad lado el
ejecuciones
preestablecida, sino hacia la verdad de una realidad que se construye al mismo tiempo que ella < pensamiento
Relacin
y del otro el
> somos nosotros quienes producimos los interpretantes que se convierten en los signos que sern matriz
mundo. No
maana <...> la verdad-realidad provisional y falible por siempre. semitica
existe ms
Comprensin
que un objeto
dialgica.
Depende del
Con el supuesto de que la ciencia avanza por cooperacin, aprovechndose cada Contacto de
punto de
texto con
vista. Es lo
investigador de los logros de su predecesor, y uniendo la propia obra a lo ya hecho, en un otro texto.
que es. N
Ciencia
Contexto. En
existe una
todo continuo (Peirce, Por qu estudiar lgica), se postula tambin que cualquier avanza
dilogo.por
Cooperaci
evolucin lgica del pensamiento debe ser dialgica (Peirce 1989, Grafos existenciales): n
Cada
Es absolutamente cierto que el xito de la moderna ciencia depende ampliamente de una cierta investigador
solidaridad entre los investigadores. Confo en que no est muy lejos el tiempo en que la lgica entre se beneficia
por esta va. Todos mis esfuerzos, desde el principio de mi carrera, han estado dirigidos a este de los logros
deseable resultado <...> Pero tal armoniosa cooperacin presupone que se fijen los principios de sus
prececesor.
Une la
propia obra
a lo ya
hecho es un
continuo
Evolucin
lgica del
pensamiento
es dialgica
fundamentales. Hasta que as sea, la disputa ha de ser el mtodo por el que una ciencia dada recorra
su camino hacia la luz. (Peirce 1988a, Por qu estudiar lgica)96

En algunos lugares Peirce identifica tres formas de vida humanas y caracteriza a los
tres tipos de hombres representativos, respectivamente el artista, el prctico y el de
ciencia. Con alguna variante: el grupo de los devotos de la diversin; el de los que se
proponen lograr resultados, que constituye la civilizacin; y el de los hombres de
ciencia, que no pueden concebir en absoluto una vida para la diversin y desprecian una
vida de accin. Su propsito es adorar a Dios en el desarrollo de las ideas y de la verdad
(La naturaleza de la ciencia <1906>). Peirce reconoce el privilegio de haber pasado toda
su vida entre quienes dedican toda su vida a la bsqueda desinteresada de la verdad,
ninguno de los cuales espera hacer, l mismo, algn avance grande hacia la verdad
completa y perfecta, sino que contina los trabajos de sus predecesores y espera que sus
sucesores continen los suyos (Formas de vida <probablemente 1905-1906>:
No es lo que ya han descubierto lo que hace de su ocupacin una ciencia; sino el que estn
persiguiendo una rama de la verdad de acuerdo, no dir, con los mejores mtodos, sino con los
mejores mtodos que en su tiempo se conocen. No llamo ciencia a los estudios solitarios de un
hombre aislado. Slo cuando un grupo de hombres, ms o menos en intercomunicacin, se ayudan y
estimulan unos a otros al comprender un conjunto particular de estudios como ningn extrao podra
comprenderlos, <slo entonces> llamo a su vida ciencia (La naturaleza de la ciencia). Terminologa
cientfica
Smbolos
A propsito de la terminologa cientfica, para que se entienda el uso que hace de urdimbre y
trama de toda
los trminos, y articulando sintticamente los puntos anteriores, Peirce ofrece algunas investigacin
razones a cuya fuerza obedece, presumiendo que ellas ejerceran igual fuerza sobre los
dems:
<> en primer lugar, la consideracin de que los smbolos son la urdimbre y la trama de toda
investigacin y de todo pensamiento, y que la vida del pensamiento y de la ciencia es la vida
inherente a los smbolos <>. Seguidamente <> <el> valor creciente de la precisin del
pensamiento a medida que ste avanza. En tercer lugar, el progreso de la ciencia no puede ir muy
lejos si omite la colaboracin; o, para expresarlo con ms exactitud, ninguna mente puede avanzar
un solo paso sin ayuda de otras mentes. En cuarto trmino, la salud de la confraternidad cientfica
requiere la ms absoluta libertad mental <>. (1986, La tica de la terminologa)

En un texto breve (Religin y poltica <1895>, al parecer una carta para un


peridico), afirma Peirce: La verdad es el fruto de la libre investigacin y de tal
docilidad hacia los hechos que nos har estar siempre deseosos de reconocer que
estamos equivocados, y ansiosos de descubrir que lo hemos estado.

96
Para convocar algunas voces que re-suenan, la de Nietzsche en Aurora: Aunque furamos lo bastante
insensatos como para considerar verdaderas todas nuestras opiniones, sin embargo, no desearamos que
fueran las nicas. No veo la razn de que haya que desear la omnipotencia y la tirana de la verdad; basta
saber que la verdad posee una gran fuerza. Pero es preciso que pueda luchar, que tenga una oposicin, y que,
de cuando en cuando, podamos descansar de ella en lo que no es verdad.
4. Algunas guas de excursin

El conservadurismo en el sentido de tener miedo de las consecuencias- est fuera de lugar en la


ciencia la cual, por el contrario, ha sido siempre llevada adelante por radicales y el radicalismo en
el sentido de la vehemencia en el llevar las consecuencias hasta sus extremos. No el radicalismo, sin
embargo, que est absolutamente seguro, sino el radicalismo que realiza experimentos. En verdad,
entre los hombres animados por el espritu de la ciencia es donde la doctrina del falibilismo
encontrar sus seguidores.
(Peirce, Falibilismo, Continuidad y evolucin)

La excursin97 semitica por los interminables caminos de senderos que se bifurcan Excusin
semitica
del diverso cristal de esa memoria, el universo (Borges, Everness, El otro, el mismo), Memoria
Argumento
una grandiosa obra de arte y un argumento, en tanto ejecuta sus conclusiones en las Abordar
investigacin
realidades vivas (Peirce 1978), aborda el objeto de toda investigacin, cualquiera sea como
laboratorio
(Peirce, Un argumento olvidado en favor de la realidad de Dios <1911>) como de
observacin
laboratorio de observacin, para re-abrir el juego trans-formador (de lo que se estudia y de Reabrir el
juego
quien estudia) del ensayo. transformador
( de lo que se
En ese trajinar uno re-quiere una que otra autntica primera leccin, como la que estudia y de
quien estudia)
Peirce demanda a la lgica98: cmo esclarecer nuestras ideas. del ensayor.

Lgica
97
Barthes (1986b), en una leccin sobre el mtodo.
98
Peirce entiende que la direccin del razonamiento es el propsito ltimo del lgico, y por crtica
lgica, la teora de las clases y grados de confianza que pueden proporcionar las diferentes formas de Semitica
razonamiento, la clasificacin y crtica de argumentos (Un esbozo de crtica lgica, Lecciones sobre el
Pragmatismo). En sentido general, la lgica es slo otro nombre de la semitica, la doctrina cuasi-necesaria,
o formal, de los signos. En el manuscrito sin ttulo, Peirce aclara que con formal quiere decir la
observacin de los caracteres de los signos y a partir de la cual, por un proceso que llama Abstraccin (la
facultad de observacin abstractiva) se llega a aseveraciones, en extremo falibles, y por ende en cierto
sentido innecesarias, concernientes a lo que deben ser los caracteres de todos los signos usados por una
inteligencia cientfica, es decir, por una inteligencia capaz de aprender a travs de la experiencia. Del
hecho de que el signo (representamen) se inserte en relaciones tridicas (con el fundamento, el objeto, el
interpretante), se sigue que la semitica abarca tres ramas: -la gramtica especulativa (pura), se ocupa de
determinar qu es lo que debe ser cierto del representamen usado por toda inteligencia cientfica para que
pueda encarnar algn significado; -la lgica propiamente dicha, la ciencia de lo que es cuasi-
necesariamente verdadero de los representmenes de cualquier inteligencia cientfica para que puedan ser
vlidos para algn objeto, esto es, para que puedan ser ciertos, se ocupa de las condiciones de verdad de las
representaciones; -la retrica pura, se ocupa de determinar las leyes mediante las cuales, en cualquier
inteligencia cientfica, un signo da nacimiento a otro signo y, especialmente, un pensamiento da nacimiento a
otro pensamiento (CP, 2. 229, 1986, 1989). Peirce (1988a, De una nueva lista de categoras) muestra cmo
la triple referencia de un signo a un fundamento, un objeto y un representamen, constituye la estructura
conceptual fundamental de la lgica (ciencia universal), que integra un trivium compuesto por la gramtica
formal (estudia la referencia de los smbolos en general a sus fundamentos), la lgica (estudia las condiciones
formales de la verdad de los smbolos) y la retrica formal (estudia las condiciones formales de la fuerza de
los smbolos, o de su capacidad de apelar a la mente, la referencia a los interpretantes). En La lgica
regenerada, Peirce (1988b) define lgica como la ciencia de las leyes del establecimiento estable de
creencias, y en su sentido ms amplio comprende: -la gramtica especulativa estudia aquellas
propiedades de las creencias que les pertenecen como tales; -la lgica considera qu condiciones ha de
satisfacer una afirmacin para poder corresponder a la realidad, esto es para que la creencia que exprese
pueda ser estable; -la retrica especulativa estudia aquellas condiciones generales bajo las cuales un
problema se presenta para su solucin y de aquellas bajo las que un problema lleva a otro.
En una de sus cartas a Lady Welby (14-12-1908), en respuesta a la pregunta si
cuando afirmo que la religin est probada, quiero decir experimentada o probada
lgicamente, Peirce sostiene que al ser la cuestin de la verdad de la religin una Experimentaci
n
cuestin de lo que es verdadero, de lo que sera verdadero bajo una hiptesis arbitraria,
como las de la matemtica pura, la nica prueba lgica posible es el experimento: la
experimentacin es la nica prueba lgica de cualquier cuestin relativa de los objetos
Reales. En las Lecciones sobre el Pragmatismo Peirce explica que un experimento99:
es una pregunta que se hace a la naturaleza. Como cualquier interrogatorio, se basa en una
suposicin <...> <que si> es correcta, es de esperar cierto resultado sensible bajo ciertas
circunstancias, que pueden ser creadas o, en todo caso, han de prestarse.

En una carta al editor de 1907 (The Nation y Atlantic Monthly, que rechazaron el
artculo, en cuyo manuscrito constan varias versiones), para explicar qu es realmente el
pragmatismo, ante las discusiones en torno de este nuevo ingrediente del pensamiento de
nuestro tiempo, la ms interesante de algunas de las grandes ideas del siglo
diecinueve, dice Peirce100: Pragmatista
todos los pragmatistas estarn de acuerdo en que su mtodo de averiguar el significado de las Mtodo de
palabras y los conceptos no es otro que el mtodo experimental por el que todas las ciencias exitosas averiguar el
Lgica
<> han alcanzado los grados de certeza que les son respectivamente propios hoy da no siendo significado de
Retrica=
este mtodo experimental nada ms que una aplicacin particular de una vieja regla lgica, por sus las
estudia fuerzay de
palabras
frutos los conoceris (Pragmatismo). los
losconceptos:
smbolos
Mtodo
Bajo
experimental
condiciones
A propsito de las tareas del Pragmatismo, Peirce (Lecciones) ejemplifica el tipo dadas, el
intrprete habr
de experimentalista (maneras de pensar de laboratorio) y como tal formul la teora de formado un
hbito de actuar
que: de una forma
dada.
una concepcin, es decir, la intencin racional de una palabra u otra expresin reside
exclusivamente en sus repercusiones concebibles en la conducta de la vida; de manera, que, dado que
obviamente nada que no pueda resultar del experimento puede tener repercusin directa alguna en la
conducta, si uno puede definir con exactitud todos los fenmenos experimentales concebibles que
pudiera implicar la afirmacin o negacin de un concepto, uno tendra ah una definicin completa Carcter
del concepto, no habiendo en l absolutamente nada ms.101 cientfico del
viaje
99
Ah mismo aclara: Cuando digo que el razonamiento inductivo <asunto del pasaje> consiste en el curso de Proceso de
una investigacin experimental, el trmino experimento no lo entiendo en el sentido estricto de una cognicin:
operacin en virtud de la cual vara uno las condiciones de un fenmeno casi a su antojo. Es una de las proceso de
inferencia
indicaciones del propio Peirce para evitar rpidas asociaciones directas con la estricta lgica experimental vivida=
en investigacin. equivalente
100
Un ejemplo de experimento que da Peirce (en el mismo lugar) es el problema del mapa de los colores, Epistemolgico
para cuya resolucin, despus de algunos preliminares, la actividad <del investigador> toma la forma de de la semiosis
experimentacin en el mundo interior, y la conclusin (si llega a una conclusin definida) es que bajo es
condiciones dadas, el intrprete habr formado el hbito de actuar de una forma dada, siempre que desee una esperimental.
clase dada de resultado. La conclusin real, lgica y viva es ese hbito.
101
Tener presente la mxima pragmtica (Peirce 1978): Considera qu efectos, que pueden tener
concebiblemente repercusiones prcticas, concibes que tienen los efectos de tu concepcin. As, tu
concepcin de aquellos afectos es el todo de tu concepcin del objeto. Lo mismo reenunciado en modo
indicativo: Toda la intencin intelectual de un smbolo consiste en el total de todos los modos generales de
conducta racional que, condicionados a todas las diferentes circunstancias y deseos posibles, se seguirn de la
El carcter cientfico del viaje se dara con el desarrollo del proceso de cognicin,
en tanto proceso de inferencia vlida (Peirce 1988a, Algunas consecuencias de cuatro
incapacidades)102. La inferencia, como equivalente epistemolgico de la semiosis, es
experimental, que segn Deladalle (1996: 124) habra que entender en todos los sentidos
de la palabra, tanto experimentacin de laboratorio cuanto experimentacin mental
de la fsica matemtica, que es tambin, por lo dems, la puesta a prueba de una hiptesis o
Puesta a
idea, lo que implica su concepcin de signo-accin. prueba de
una
Apel (1985 II: 185-186) seala que para Peirce La comprensin del sentido no Mxima
hiptesis o
pragmtica
idea implica
se constituye por la observacin de datos experimentales, sino que se relaciona con la Abduccin
concepcin
Creencia/
de signo
conducta
posible experiencia experimental por medio de un experimento mental. accin
Significado
Por su parte, Sini (1985: 42) advierte que el carcter formal o cuasi necesario de la propstios
prcticos.
Semitica se debe al mtodo que le es propio, es dcir, la observacin abstracta. Este Pragmatismo

mtodo, propio de la Fenomenologa o Faneroscopa de Peirce, consiste simplemente Mtodo


Filosofa:
en abrir nuestros ojos mentales y mirar bien al fenmeno, tarea que requiere la mantener a l
avista el
ejercitacin de tres facultades: 1) la de observacin (del artista), de ver lo que salta a los propsito de
las ideas que
ojos, tal como se presenta, sin reemplazarlo por ninguna interpretacin, sin adulterio con se analiza.
James.
ninguna concepcin respecto a esta o aquella circunstacia supuestamente modificadora;
2) de una resuelta discriminacin, que se agarra como un perro de presa al rasgo
particular que estamos estudiando; 3) de generalizacin (del matemtico), quien crea la

aceptacin del smbolo (<1877-1878>). A propsito de la abduccin, dice Peirce que toda creencia es
creencia con vistas a la conducta. Nada tiene ningn significado aparte de los propsitos prcticos (La
lgica considerada como semitica). El pragmatismo es un mtodo de filosofa, de reflexin cuya gua
estriba en mantener constantemente a la vista su propsito y el propsito de las ideas que analiza, ya posean
estos fines la naturaleza y usos de la accin o del pensamiento (Pragmtico y pragmatismo <1902>, nota,
como Prefacio a Lecciones sobe el pragmatismo; vid. Pragmatismo <1907>). En su discurso como presidente
de la American Psychological Association en 1904, dice James: El mtodo pragmtico parte del postulado
de que no hay diferencia de verdad que no haga una diferencia de hecho en alguna parte; y busca
determinar el significado de todas las diferencias de opinin haciendo que la discusin gire tan pronto
como sea posible sobre algn asunto prctico o particular (2009: 229). En las conferencias en el Lowell
Institute y la Columbia University (1906-1907), poco despus que Peirce, el mismo fundador del
pragmatismo, dictara las suyas, James (1999) expone que el mtodo pragmtico sirve, en primer lugar,
para apaciguar las disputas metafsicas que de otro modo seran interminables: en tales casos trata de
interpretar cada nocin, trazando sus respectivas consecuencias prcticas. Qu diferencia de orden prctico
supondra para cualquiera que fuera cierta tal nocin en vez de su contraria? Si no puede trazarse cualquier
diferencia prctica, entonces las alternativas significan prcticamente la misma cosa y toda disputa es vana.
Cuando la discusin sea seria, debemos ser capaces de mostrar la diferencia prctica que implica el que tenga
razn una u otra parte (p. 46).
102
En el mismo lugar: Tenemos que reducir, en la medida en que podamos, toda accin mental a la frmula
de un razonamiento vlido sin ningn otro supuesto que el de que la mente razona. El hbito particular de
la mente que gobierna esta o aquella inferencia puede formularse en una proposicin cuya verdad depende de
la validez de las inferencias que el hbito determina; y a esta frmula se la llama un principio directriz de la
inferencia, Lo que nos determina a extraer, a partir de premisas dadas, una inferencia ms bien que otra es
un cierto hbito de la mente, sea constitucional o adquirido (1988a, La fijacin de la creencia).
frmula abstracta que engloba la esencia misma del rasgo sometido a examen, purificada
de toda mezcla de accesorios extraos e irrelevantes (Lecciones -II). Precisamente, parte
del inters de Peirce radica en gran medida en la fuerza de su pensamiento y su mtodo
icnico-diagramtico.

Entre otras proposiciones-guas del filosofar piecemeal and by fragments de


Peirce103, para investigar/pensar: los hechos que se encuentran ante nuestra cara y ojos,
dndonos como en las narices, no son ni mucho menos en todos los casos los ms
fcilmente discernibles (1988a, La ley de la mente); sea, porque, contrario sensu de la
naturaleza pragmatista de Peirce, no sentimos esa especie de atraccin instintiva por los
hechos vivos, sea porque a casi todos nos parece resultarnos difcil reconocer la grandeza
y la maravilla de las cosas que nos son familiares (Lecciones -II). Para ejercitar el
extraamiento, entonces, ms que ocuparnos de recopilar hechos podramos intentar
aprender lo que puede aprenderse de esa experiencia que nos apremia a cada uno de
nosotros todos los das y a todas horas (lo que Peirce entiende por Filosofa, Lecciones).

Idea nueva de la ciencia


Abduccin: estudiar los
hechos e inventar una
4.1 Procesos argumentativos espiralados teora que los explique.

Todas las ideas nuevas de la ciencia advienen a sta por el camino de la abduccin. <> consiste
en estudiar los hechos e inventar una teora que los explique. Su nica justificacin estriba en que, si
por ventura queremos entender las cosas, ha de ser por esta va. (Peirce, Lecciones V)

Embarcarse en una odisea es a) dar una respuesta activa y apasionada a la Embarcars


e en una
motivacin de una inquietud y una curiosidad; b) estar dispuesto a aceptar el desafo de lo odisea:
Dar una
concebible, imaginable, pensable, conocible, opinable, discutible; lo nuevo, diferente, lo respuesta
activa y
otro, la diversidad, la alteridad y (auto)alteracin; c) provoca por momentos el desasosiego, apasionad
a a una
por el puerto que se deja y a los que se pueda llegar, por lo que pueda pasar/nos en el inquietud/
itinerario el futuro: la significacin intelectual de todo pensamiento reside finalmente curiosidad

en su efecto sobre nuestras acciones, el carcter intelectual de la conducta consiste en


el hecho de que la mente, contemplndola, encuentre una armona de propsitos en ella,
De esta manera, el pensamiento slo es racional en la medida que se propone para un
posible pensamiento futuro. O, en otras palabras, la racionalidad del pensamiento reside en
Creencia:de
Proceso
103
Vid. Apel (1997). conexin
indagacin:
habitual de
iritacin de
ideas.
la duda
Funcin
motiva la
delpensamie
lucha por
nto producir
alcanzar
hbitos. la
creencia.
su referencia a un futuro posible (Que la significacin del pensamiento reside en su
referencia al futuro, cap. V del gran e incompleto Logic Book de Peirce <1873>, MS 392);
d) produce incertidumbre, que no es mero defecto de la mente, sino por el contrario
pertenece a su esencia, necesaria junto con cierta cantidad de espontaneidad arbitraria en la
accin para formar nuevos hbitos (La ley de la mente).
El proceso de indagacin se desencadena por la irritacin de la duda que motiva la
lucha por alcanzar la creencia104: la investigacin no puede comenzar mientras no se haya
presentado un estado de duda real, y cesa tan pronto como se haya alcanzado la
creencia105. La fijacin de una creencia o, en otros trminos, un estado de satisfaccin es
todo aquello en lo cual consiste la verdad o la meta de la investigacin: ARGUMENTO
si la verdad consiste en la satisfaccin, no puede tratarse de una satisfaccin actual, sino que debe
ser una satisfaccin que, en ltima instancia, se alcanzara si la investigacin fuera conducida a su
Resolucin de
conclusin ltima e irrevocable (Un argumento olvidado en favor de la realidad de dios).
la tesis:
reelaboracin
de
La resolucin del proyecto, el proceso y el informe de investigacin 106 consiste en argumentos.
la re-elaboracin de argumentos107. Un argumento (en la clasificacin de Peirce, uno de Tipo de
signos que
los tipos de signos que resultan de la relacin con el interpretante) es todo proceso de resulta de la
relacin con
pensamiento que tiende razonablemente a producir una creencia definida (Un argumento el
interpretante
olvidado). Peirce sostiene que el propsito declarado de un argumento es el de determinar Todo proceso
de
la aceptacin de su conclusin, y ello concuerda plenamente con la costumbre general de pensamiento
que tiende
llamar a la conclusin de un argumento su significado (Lecciones)108. En Grafos y signos razonablemen
te a producir
dice que un argumento es un signo que tiene la Forma de tender a actuar sobre el un creencia.
Determinar
104
La disposicin deliberada a adoptar la frmula creda como gua para la accin, de manera que la aceptacin de
proposicin creda no puede ser sino una mxima de conducta (Lecciones -I). En el mismo captulo V del una
libro sobre Lgica afirma Peirce: En toda mente lgica debe haber, primero, ideas; segundo, reglas conclusin.
generales de acuerdo a las cuales una idea determina otra, o hbitos de la mente que conectan ideas; y
tercero, procesos por los cuales se establezcan estas conexiones habituales. Una creencia es una conexin
habitual de ideas, la cual Parece probable que pueda producir un efecto as <se refiere al ejemplo del
cido> sobre la voluntad. La creencia tiene tres propiedades: es algo de lo que nos percatamos; mitiga la Movimientos
irritacin de la duda; asienta un hbito; las diferentes creencias se distinguen por los diferentes modos de Argumentativos
Constitutivos
accin a los que dan lugar (La fijacin de la creencia). Toda la funcin del pensamiento es producir hbitos del proceso
de accin, entre ellos la creencia, un hbito con el que est satisfecho deliberadamente el que cree. Esto inferencial
implica que es consciente de l, y puede ser adquirida, imaginando la situacin (La lgica considerada tridico
como semitica). abduccin
105 induccin
Segn Peirce (La lgica considerada como semitica), la duda provoca una reaccin que no cesa hasta deduccin
que la irritacin desaparece, pero la duda no es la negacin directa o contraria a la creencia; su carcter observacin
ms importante es que tan pronto el que cree aprende que otro hombre bien informado e igualmente principio de toda
investigacin
competente duda lo que l ha credo, l empieza a dudarlo por s mismo, si bien no es necesario ese
encuentro real, porque se puede imaginar que otro duda y darse el mismo resultado. Tambin hay que
distinguir entre cuestionarse una proposicin y dudarla: Podemos poner cualquier proposicin en modo
interrogativo a voluntad; pero no podemos traer la duda a voluntad. De donde la actitud crtica del
proceso que lleva a la aceptacin de las ideas, el cual puede ser corregido. A propsito, algunos aforismos
de Wittgenstein (1991): Quien quisiera dudar de todo, ni siquiera llegara a dudar: El mismo juego de la
duda presupone ya la certeza (p. 115); La duda viene despus de la creencia (p. 160). Vid. Putnam
(1999).
Intrprete por medio de su autocontrol, representando un proceso de cambio en
pensamientos o signos, como para inducir este cambio en el Intrprete. Cuando se nos
presenta un argumento, nos llama la atencin <...> un proceso por el cual las premisas
originan la conclusin, no informando al intrprete de su verdad, sino apelando al mismo
para que le d su asentimiento.
Los movimientos argumentativos constitutivos del proceso inferencial tridico son
la abduccin, la induccin y la deduccin.
Peirce (Un argumento olvidado) indica que el origen de una investigacin es la
observacin en alguno de los tres Universos de la experiencia (primeridad,
segundidad, terceridad; sentimiento, sabor, cualidad, posibilidad -reaccin,
existencia, actualidad -representacin, mediacin) de algn fenmeno
sorprendente. Abduccin
Primera etapa de
La abduccin (razonamiento de consecuente a antecedente) es el silogismo la tesis:
presentacin de
correspondiente a la primera etapa. Se reflexiona sobre estos fenmenos bajo todos sus conjetura que
brinde una
aspectos, en la bsqueda de un punto de vista a partir del cual se disipe la sorpresa; para explicacin
posible. Se
somete a
despus presentar una conjetura que brinde una Explicacin posible, en virtud de la cual examen
PRESENTACI
el investigador considera su conjetura provisionalmente como plausible, y se la somete a N
Significado se
un examen minucioso para estimar finalmente su Plausibilidad. atribuye a los
representmene
Deduccin
Explicar la hiptesis mediante el anlisis La forma caracterstica de s
Segunda etapa
Argumento
Puesta a prueba
razonamiento propio de la nico
de la hiptesis
representamen
que sea
segunda etapa es la deduccin. Hay que poner a prueba la hiptesis para que sea que tiene un
lgicamente
propsito
vlida se la
definido.1 era
examina.
lgicamente vlida: se examina la hiptesis y un conjunto de toda suerte de consecuencias operacin
explicar la
experimentales condicionales que se desprendern de su verdad. La primera operacin hiptesis
mediante
consiste en , de modo que aquella, en la medida en que se desarrolla correctamente, debe anlisis.

llegar a una conclusin verdadera; y luego se procede a la Demostracin


Demostracino oArgumentacin
argumentacin deductiva

deductiva.
106
A propsito del informe, como un posible lazo de la espiral que conforman los captulos del presente
libro (genealoga y trans-formacin de las ideas, produccin de sentido en y por las prcticas de
comunicacin y rol de los profesionales, la mediacin, la textualizacin, la investigacin), Latrour (2008)
identifica como quinta y ltima incertidumbre propias de los estudios sociales una respecto de la
investigacin misma, esto es poner en primer plano la produccin de informes (p. 178). El problema pasa
por escribir buenos textos que lleven a cabo la mediacin, rastreen una red: ningn cientfico social puede
llamarse a s mismo cientfico y abandonar el riesgo de escribir un informe verdadero y completo sobre el
tema que est estudiando (p. 185, cursivas en el original).
107
En virtud de lo cual debe aplicarse lo que Peirce dice acerca de las ciencias normativas a aquello sobre lo
que se investiga, a quien investiga y al producto de la investigacin, respecto del acto de inferencia que se
realice y apruebe, los fines de accin que se adopten, el ideal admirable.
108
Para Peirce la idea de significado es tal que entraa cierta referencia a un propsito. Pero el
significado se atribuye slamente a los representmenes, y el nico tipo de representamen que tiene un
propsito definido declarado es el argumento (Lecciones VI).
El razonamiento correspondiente a la tercera etapa es la induccin. Es necesario
asegurarse el modo en que esos consecuentes concuerdan con la Experiencia, y juzgar
luego si la hiptesis es sensiblemente correcta o bien requiere alguna modificacin esencial
o bien debe ser rechazada en su totalidad. Esta etapa comprende la Clasificacin, las
Probaciones y la Sentencia, que, mediante razonamientos inductivos, evala las diferentes
Probaciones una por una, luego sus combinaciones, luego es necesaria una autoevaluacin
de estas mismas evaluaciones y formular un juicio final sobre el resultado total (Un
argumento olvidado).

La nica forma y va que aporta algo nuevo en el curso de sus peregrinaciones es


la abduccin: Abduccin
aporta algo
es el proceso de formar una hiptesis explicativa. Es la nica operacin lgica que introduce alguna
nuevo:
idea nueva; pues la induccin no hace ms que probar el valor, y la deduccin desarrolla
formar una
nuevamente las consecuencias necesarias de una pura hiptesis. La deduccin prueba que algo tiene
hiptesis
que ser; la induccin muestra que algo es actualmente operativo; la abduccin sugiere meramente
explicativa.
que algo puede ser. Su nica justificacin es la de que a partir de su sugerencia la deduccin puede
extraer una prediccin que puede comprobarse mediante induccin, y que, si podemos llegar a Induccin
aprender algo o a entender en absoluto los fenmenos, esto tiene que conseguirse mediante la deduccin
abduccin (1988a, Algunas categoras de la razn sinttica).

La abduccin es un mtodo para formar una prediccin general sin ninguna Abduccin
Mtodo no
seguridad positiva de que tendr xito, tanto en el caso especial como de manera asegura
xito
usual, y su justificacin es que es la nica esperanza posible de regular nuestra
conducta futura de manera racional (1989, Elementos de lgica).
En La lgica considerada como semitica dice: la completa sustancia de la ciencia
debe venir a nosotros por abduccin, que slo concluye interrogativamente, comienza
una hiptesis cientfica, comienza una pregunta, o hiptesis problemticamente
propuesta, que explique una observacin sorprendente.109
Pragmatism
Recapitula Peirce (1978) en la ltima Leccin de 1903: Si consideran ustedes o lgica de
cuidadosamente la cuestin del pragmatismo, vern que no es otra cosa que la cuestin de la
abduccin.
la lgica de la abduccin.
CLAVE RELACIONAL Relacin
4.2 Clave relacional Clave de
bveda de
Empezar el trabajo con esta conjetura. Las uniformidades de los modos de accin de las cosas la galaxia
han acaecido por su ir formando hbitos. <> hay tres elementos activos en el mundo: primero, semitica
azar; segundo, ley; tercero, formacin de hbitos. en
(Peirce, Una conjetura para el acertijo) expansin.
Semiosis
109 Lugar
Vid. Peirce (1970, 1978, Lecciones VI-VII, 1986, pp.39-40, 1989, pp. 236-240, 258-259). Un inventario central del
de las definiciones, en el Archivo virtual de Semitica, dir. Magarios de Morentin. firme y
slido
edificio
diseado y
erigido por
Peirce.
A partir de la relacin, como clave de bveda de la galaxia semitica (peirceana) en
expansin (Eco 1999: 8), se puede tomar la nocin de semiosis como uno de los lugares
centrales del firme y slido edificio diseado y erigido por Peirce, y como gua para
recorrer gran parte de sus arduos corredores y poco ms o menos in/cmodas estancias.
El estudio semitico es el anlisis del funcionamiento de la semiosis como proceso
y el propio anlisis es un proceso semitico (Deladalle 1996). Se trata de desplegar dicho
Estudio
proceso de remisin tridica permanente de signos a otros signos 110 en algunos de los semitico es
el anlisis del
trozos del tejido semitico en cuyo interior se re-hace el mundo (Vern 1987)111, no pocos funcionamien
to de la
semiosis
de los cuales se deslizan muchas veces sin que lo sepamos. De modo que no siempre es trata de
desplegar
fcil no dejarse arrullar por el ronroneo de la mquina semitica (Deladalle 1996: 105), dicho proceso
de remisin
cuyo sonido y furia resultan tanto ms patentes o importantes por cuanto las semiosis tridica
permanente
histrico-sociales y culturales de las que nos ocupamos en el campo de estudio sociales re- de signos a
otros signos.
En algunos
generan y regimentan continuamente sus relaciones constitutivas y re-producen repertorios de los trozo
del tejido
de representmenes, dominios de objetos y sistemas de interpretantes, que cristalizan en semitico en
cuyo interior
instituciones y con-forman tradiciones, en cuyos desarrollo, ordenamiento y cambios se re-hace el
mundo.
intervenimos. Esto es, ocuparse de los procesos de mediacin, en funcin de la matriz
110
Cualquier cosa que determina a otra (su interpretante) a referirse a un objeto al que ella misma se Signo
refiere (su objeto) del mismo modo, transformndose a su vez el interpretante en signo semiosis
<representamen>, y as sucesivamente ad infinitum. (Algunas categoras de la razn sinttica). La
relacin tridica es genuina, es decir, sus tres miembros estn unidos por ella de manera que no
consista en ningn complejo de relaciones didicas, lo que hace posible la semiosis infinita. A partir de
esta trada elemental, de signo representamen que representa un objeto en algn aspecto o carcter y signo
creado interpretante, equivalente o ms desarrollado, se da el triplete gramtica -lgica -retrica, que se
ocupan respectivamente de las condiciones (de verdad) de los representmenes para que encarnen algn
significado, de las representaciones respecto de los objetos y de los interpretantes para que den nacimiento a
otros signos y otros pensamientos (vid. supra).
111
El hombre mismo es un signo (1988a, Algunas consecuencias de cuatro incapacidades) y la vida mental
es organizacin sgnica, es como una inmensa cadena sgnica que va desde los primeros interpretantes
lgicos (conjeturas elementales) hasta los interpretantes lgicos finales: los hbitos, las disposiciones a la
accin, y por lo tanto a la intervencin en las cosas, a que tiende toda semiosis. Peirce afirma que nuestro
mundo, _ste que podemos comprender_ es un mundo de representaciones. Nadie puede negar que hay
representaciones pues todo pensamiento es una (1988a, el apartado Algunas categoras de la razn sinttica,
que rene varios trabajos de distintas fechas). El modo de representacin primordial es el pensamiento.
Pensamos en signos, y todo pensamiento-signo se traduce o interpreta por uno subsiguiente: el mundo
pensado es un mundo de signos. Cada signo es a la vez interpretante e interpretado: interpretante del que le
antecede, e interpretado por el que sigue (Deladalle 1996: 26). Segn Eco (1973, La vida social como un
sistema de signos), en el continuo movimiento por el que el mundo de la semiosis procede de signo en
signo in infinitum regressum, la semiosis transforma en signo cualquier cosa con la que se topa; as
comunicarse es usar el mundo entero como un aparato semitico, y cree, efectivamente, que la cultura no
es ms que esto. Eco (1994) afirma que la cultura se constituye como sistema de sistemas de signos,
conocer las reglas de los mismos es conocer la sociedad (p. 166). Observa: ms all del signo definido
tericamnte, existe el ciclo de la semiosis, la vida de la comunicacin, y el uso y la interpretacin que se
hace de los signos; est la sociedad que utiliza los signos, para comunicar, para informar, para mentir,
engaar, dominar y liberar (p. 20). Y la misma prctica social no puede expresarse ms que en forma de
semiosis. Por ello, los signos son una fuerza social, y no simples instrumentos que reflejan las fuerzas
sociales; de ah que la semitica sea una teora y una prctica continua, en cuanto el anlisis semitico
modifica el sistema que pone de manifiesto (pp. 190-91). Vid. Eco (1985, 1995). Cfr. Kristeva (1981),
acerca de la semitica como praxis crtica y crtica de la praxis.
Semiosis
Histricos
sociales y
culturales
Regeneran
Regimentan
continuamente
sus relaciones
semitica (y) de la memoria, que corresponden al orden de la terceridad, la categora de constitutivas y
re-producen
la mediacin, del hbito, de la memoria, de la continuidad, de la sntesis, de la repertorios de
representamen
comunicacin, de la representacin, de la semiosis y de los signos (CP, 1.337-ss, cit. es , dominios
de objetos,
en Nth 1998: 64, Peirce 1989, Principios de filosofa), un sinnimo de la sistemas
interpretantes
de

en instituciones
Representacin (Lecciones -IV), es decir la operacin de un signo: y conforman
tradiciones, en
no es otra cosa que el carcter de un objeto que encarna la Intermediedad o Mediacin en su forma cuyos
ms simple y rudimentaria; y la empleo como un nombre de ese elemento del fenmeno que es desarrollos,
predominante dondequiera que es predominante la Mediacin, y que alcanza su plenitud en la ordenamiento y
cambios
Representacin. (Lecciones).
MEDIACIN/REPRESENTACIN intervenimos.

Ocuparse de
Las prcticas sociales se realizan bajo el imperio de la ley (orden, legislacin, proceso
Prcticas de
mediacin en
socialesde
funcin se la
regularidad), que nunca puede encarnarse en su carcter de ley, excepto determinando un realizan bajo
matriz
orden, leyes
semitica y de
hbito. <...>. Una ley es como un futuro sin fin, tiene que continuar siendo (Algunas laregulaciones.
memoria/
En/Por el
terceridad
categoras de la razn sinttica)112. dominio de la
terceridad
donde cooperan
Es en (y por) el dominio de la terceridad donde co-operan imbricados y producen imbricados y
producen
sus efectos los regmenes icnico, indicial y simblico, alguno/s de los cuales puede/n Representacin
efectos los
regmenes
Pensamiento
predominar en la semiosis que se analiza. En algunos complejos mnemosemiticos- icnico, indicial
y simblico,
Pesamos en
comunicativos (en) que (se) re-elaboran hbitos y creencias (entre otros formatos, el algunos de los
signos.
cuales pueden
predominar en
manual escolar, el peridico, el videoclip, el reality show, el aviso publicitario, el Mundo
la un
pensado
semiosis
es mundoque
de
se analiza
documental), as como para su anlisis, es fundamental el funcionamiento de la iconicidad signos.
Diario
Vida social:
y la indicialidad (Garca 1999, 2007, 2009, 2010; Andacht 2001, 2003). As por ejemplo, la formato
sistema de
Complejo
signos.
mnemosemitico
lectura del texto de historia o del diario supone atender y seguir el curso de indicios, comunicativos
Cultura
en el quesistema
se
revelador de la trama, para su comprensin y para hacer una conjetura de trabajo, de signos.
reelaboran
hbitos y
acerca del texto, el relato, la realidad representada e interpretada. Semiosis
creencias
transforma en
signo cualquier
En cuanto a la indicialidad, tanto de los diarios, p. e., respecto de la realidad LECTURA
cosa.
DEL TEXTO
semiotizada (mass-mediada) cuanto instrumento de anlisis de los mismos113, el peridico DEL DIARIO:
Atender y
seguir el curso
proporciona indicios, pistas, huellas, sntomas, para leer el contexto (del que forma parte y de indicios,
revelador de la
al que contribuye a tejer) y el propio diario, a partir de los cuales se pueden formular trama, para su
comprensin y
abducciones y proponer aportes que pueden enriquecer la comunicacin y la educacin para hacer una
conjetura de
pblicas, y el campo de estudios sociales y culturales. La prctica semitica de los trabajo, acerca
del texto, el
relato la
massmedia, activada por la realidad, como objeto dinmico, (re)elabora versiones realidad
representada o
interpretada.
112
La ley es la razonabilidad eficiente y sta es la terceridad en cuanto tal ( Lecciones V); la terceridad
no slo supone y envuelve las ideas de Segundidad y Primeridad, sino que nunca ser posible encontrar una
Segundidad o una Primeridad que no vaya acompaada de la Terceridad (Lecciones). No pocas veces Peirce
tuvo que aclarar y precisar sus ideas frente a algunas confusiones o interpretaciones, p. e. la dificultad en
reconocer uno de los servicios que debera prestar el Pragmatismo _o cualquiera que sea la verdadera
ME SIRVE PARA EL ANLISIS
doctrina de la lgica de la Abduccin_, cual es la de adoptar una actitud satisfactoria hacia el elemento de
DE LOS DIARIOS
terceridad (Lecciones -VII), sin el cual su edificio se desmoronara.
narrativas de algunas posibles parcelas, trozos, recortes (acontecimientos), en virtud de
algunos posibles aspectos, como objetos inmediatos, que conforman la actualidad,
representada e interpretada as por esos medios. De ah la indicialidad preponderante de la
mass-mediacin:
establece conexin (contigidad) con el acontecer
orienta la atencin hacia esa realidad
exhibe sus huellas y las marcas del trabajo de construccin social de la realidad
pblica.
NOTICIA: carcter indiciario
Es as que la noticia reviste carcter y valor indiciario, para: para re-veer aquella realidad.
re-ver aquella realidad
(de)mostrar su existencia
re-articular otros posibles aspectos no considerados
descubrir rastros ms o menos visibles y enunciables ac y all
percibir detalles reveladores
identificar sntomas sociales y culturales
conjeturar acerca (del sentido) de la realidad, el significado y la orientacin del
Pensar
proceso de produccin discursiva. Saber
Hacer
Implica
ejercitacin
de ciertos y
semitico en las que participamos y/o analizamos, y los que conforman la propia determinados
hbitos.
Formacin
andadura conectada con
la atencin y
Y ver, pensar, saber y hacer esto implica la ejercitacin de ciertos y determinados las
sensaciones
que dan lugar
hbitos, cuya formacin est conectada con la atencin y las sensaciones que dan lugar a a las acciones.
Pensamos y
las acciones (Algunas consecuencias de cuatro incapacidades). Pensamos y actuamos actuamos
habitualmente
habitualmente, de una u otra manera, y la funcin y el efecto del pensamiento y los Funcin y el
efecto del
procesos semiticos y comunicativos es producir hbitos, o sea el asentamiento de una pensamiento
y los procesos
semiticos y
regla de accin: una ley general de la accin, tal que, en un cierto tipo general de accin, comunicativo
s es producir
un hombre estar ms o menos inclinado a actuar de un cierto modo general; un hbitos/
asentamiento
principio general que acta en la naturaleza de un hombre para determinar cmo actuar de una regla
de accin.
(Por qu estudiar lgica). Resulta relevante analizar qu habitos y cmo se forman, como Re-
articulacin
de la mxima
interpretantes lgicos y finales de la cadena de signos, en las distintas parcelas del retculo Iconismo
pragmtica
Imaginacin
Entre el
de anlisis. Dado que Lo que el hbito es depende de cundo y cmo nos mueve a Lmites del
iconismo, lo
equipamiento
indiciario y la
actuar. Por lo que respecta al cundo, todo estmulo a la accin se deriva de la semitico
abductivo, a
significan los
partir de la
lmites de mi
capacidad de
mundo, el cual
imaginar algo
113
Cfr. Arnoux (2006), sobre anlisis del discurso, para abordar materiales de archivo. puede ser
posible ,
ampliado, en
diagramar ,
primer lugar
metaforizar,
como objeto de
concebir,
una
experimentar
representacin
Conjeturar.
icnica
Abrir mundos.
percepcin; por lo que respecta al cmo, todo propsito de la accin es el de producir un
cierto resultado sensible; y Nuestra idea de algo es nuestra idea de sus efectos sensibles
(Cmo esclarecer nuestras ideas), se da una relacin directa (otra re-articulacin de la
mxima pragmtica) entre el iconismo, lo indiciario y lo abductivo, a partir de la capacidad
de imaginar (algo posible), diagramar, metaforizar, concebir y re-elaborar ideas,
experimentar, conjeturar, re-abir mundos114. ENTRAMADOS DIALGICOS
4.3 Entramados dialgicos

La naturaleza del signo es como la de la memoria, que recibe las transmisiones de la memoria SIGNO
pasada y transfiere parte de ella hacia la memoria futura. MEMORIA
(Peirce <1902> MS 599, en Nth 1998: 140). PASADA
FUTURA

Para los estudios sociales y culturales reviste gran inters la accin de los signos a
lo largo del Gran Dilogo-Tiempo (Bajtin 1985): Accin de los
signos: gran
No existe ni la primera ni la ltima palabra, y no existen fronteras para un contexto dialgico dilogo
(asciende a un pasado infinito y tiende a un futuro igualmente infinito). Incluso los sentidos pasados, Tiempo.
es decir generados en el dilogo de los siglos anteriores, nunca pueden ser estables (concluidos de Resurreccin
una vez para siempre, terminados); siempre van a cambiar renovndose en el proceso del desarrollo del sentido.
posterior del dilogo <...>. No existe nada muerto de una manera absoluta: cada sentido tendr su
fiesta de resurreccin. (Bajtin, Hacia una metodologa en Ciencias Sociales).

Entre las cuestiones que siempre dan que pensar y hacer cuenta el trabajo incesante
de la rueca y el telar del sentido, que supone el pasado como condicin de posibilidad, la
re-actualizacin y re-creacin incesante en el presente, hacia el futuro como horizonte de
expectativa y deseabilidad; la relacin siempre por dilucidar semiosis/memoria, cualquiera
sea el laboratorio de observacin experimentacin (Garca 2004). La ndole propia de la

114
Sobre iconismo, y una interrogacin sobre la semiosis, Eco (1999), deSignis 4; sobre la imaginacin en
Smbolo crecen
Peirce, Andacht (1996). Parafraseando el aforismo de Wittgenstein, los lmites de mi equipamiento semitico
Llegan a ser por
significan los lmites de mi mundo, el cual puede ser ampliado, en primer lugar, como objeto de una
desarrollos de
representacin icnica (posibilidad, cualidad, idea): Si los lmites del mundo son ampliados mediante
otros signos
nuevas representaciones, los iconos son el modo fundamental de ampliacin del conocimiento de lo real,
Pensamos por
porque constituyen el momento germinal de la semiosis, de la invencin de un representamen, cuyo
signos
interpretante no est dado, sino que se infiere; y porque construye un objeto que no es accesible desde otos
modos de representacin (Prez Carreo 1987: 71). En Garca (2004) discutimos la curiosa lectura que hace
Habermas (1996: 54, cursiva del autor) acerca de la funcin abridora de mundo que tienen los signos
<que> fue algo que Peirce pas por alto y de otros aportes de Peirce. Precisamente, uno de los aportes de la
semitica en la senda peirceana apunta hacia la apertura de mundos (posibles), la incursin en cada uno de
los universos del discurso, nocin introducida por De Morgan en 1846 (Peirce 1988b, Sobre el lgebra de la
lgica) hasta el lmite mismo de lo in-concebible. La propia dinmica semitica compleja (adems de la
clasificacin de signos, la diferenciacin de objetos, interpretantes) es el motor de re-creacin de nuevos
universos de discurso -mundos posibles-. Tambin la definicin de diagrama de Peirce (un icono como
medio de conocimiento, para establecer y analizar relaciones, para el control de las inferencias), cuya
aplicacin hara posible una mejor comprensin de los estados de cosas, se los perciba, lea o imagine. En la
introduccin al lector en el tema de los relativos (1988b), se expide Peirce: La diferencia entre registrar
lugares en un diagrama para representar objetos conocidos y construir nuevos lugares para las creaciones del
pensamiento lgico es abismal. Considerar a sta como una de las operaciones normales del lgebra lgica
equivale a introducir un cambio intrnseco en dicha lgebra.
memoria es semitica, su con-formacin y re-generacin es posible por la semiosis, y sta
se des y re-encadena por la memoria.
Los smbolos crecen. Llegan a ser por desarrollo a partir de otros signos <...>. Pensamos slo por
signos <> Cuando un hombre hace un nuevo smbolo lo hace mediante pensamientos que
involucran conceptos. Por lo tanto, un nuevo smbolo puede surgir de smbolos <...> Un smbolo,
una vez surgido, se difunde entre las gentes. Su significacin crece con el uso y la experiencia.
(Peirce, Algunas categoras de la razn sinttica).

Remisin
La remisin tridica permanente de signos a otros signos tiene su condicin de tridica
permanente de
signos a otros
posibilidad en la memoria del signo, una memoria que se constituye y funciona por los signos/
condicin de
signos. O como dice Eco a propsito del imposible arte del olvido, slo es posible posibilidad en la
memoria del
desarrollar, multiplicar y expandir la semiosis (cit. en Rossi 2003: 193). Tanto el constructo signo:
La escritura
semitico analizado cuanto el proceso de re-construccin llevado a cabo durante la reactualiza los
procesos
relacionales
investigacin y la escritura re-actualizan los procesos relacionales tridicos de tridicos de
identificacin y
identificacin y de atribucin de determinados representmenes a determinados objetos, y de atribucin de
deteminados
la definicin de esos objetos de esa manera y por esos medios; y de identificacin y de representmenes
a determinados
atribucin de unos interpretantes dados correspondientes a dichos representmenes y objetos
Atribucin
objetos. Esto es el juego complejo, abierto, inconcluso, diverso, ms o menos in- de
interpretant
determinando y cambiante a lo largo de la historia, y en las distintas semiosferas, entre es dados a
correspondi
repertorios de signos, dominios de objetos y sistemas de interpretantes, en el que consiste entes y
objetos
la vida de los signos y de la memoria.
Magarios de Morentin (1996) considera la Semitica como un proceso
cognitivo riguroso y eficaz para estudiar los procesos y las prcticas de semiotizacin en
cualesquiera de las esferas que se constituyan en campos de los Estudios Sociales (p. 7)115. Qu
estudia la
La Semitica permite estudiar el proceso de (re)creacin de los fenmenos sociales, en semitica?
tanto interviene y es eficaz para reconstruir el proceso de atribucin de significado que
dio existencia social a un fenmeno, as como para proponer la construccin del
significado que, caso de ser aceptado, dar a determinado fenmeno la existencia social
deseada por el productor del discurso (pp. 11-12). De modo que la semitica como
prctica cientfica y profesional ofrece elementos de anlisis y produccin (intervencin en
el universo social correspondiente) de los procesos y prcticas semioticos, incluida la
propia prctica semitica (disciplinar), porque hace posible explicar: cmo, en
determinado momento de determinada comunidad, se construyen los conceptos posibles en
ese momento de esa comunidad (y cules sean stos), cmo, en determinado momento
115
Acerca de una Teora de la discursividad social, como conjunto de hiptesis sobre los modos de
funcionamiento de la semiosis social, vid. Vern (1987). Cfr. Mancuso (1999), sobre investigacin en
ciencias sociales desde una perspectiva semitica
de determinada comunidad, adquiere significado determinado fenmeno (y cul sea este
significado), y cmo cambia, en determinada sociedad, la vigencia de determinados
significados (y cul sea ese cambio), a la vez que permite dar cuenta de las mltiples
interpretaciones sociales aplicables a cualquier fenmeno, el cual es ya social e histrico
(pp. 12-13, cursivas del autor), as como la existencia de conflictos de interpretaciones, las
transformaciones que experimentan stas a lo largo de la vida de un fenmeno dado, y la
(posible) superacin de los conflictos y de las interpretaciones vigentes o que
histricamente se consideraban adecuadas.
Esto supone mantener actualizada la memoria semitica acerca de las operaciones
y relaciones eficazmente productivas que van quedando integradas en otras operaciones y
relaciones ms complejas, conforme progresa el anlisis (disciplinar) (p. 28) y todas las
prcticas histrico-sociales correspondientes a las distintas semiosferas. Ms precisamente,
concluye Magarios, a partir de una re-articulacin dialctica (de la)-semitica:
el tema fundamental y crtico de la Teora Semitica est constituido por la recuperacin de la
memoria semitica; es decir, por la recuperacin de las relaciones de contradiccin que subyacen en
los enunciados vigentes en determinada sociedad y por la deteccin, en esos mismos actuales
enunciados, de las relaciones de contradiccin que conducirn a posteriores superaciones, o sea, al
establecimiento de nuevas significaciones que habrn de ser atribuidas a un determinado fenmeno
en estudio (p. 55).

El mismo autor observa ms adelante:


El estudio de las semiosis disponibles en cada sociedad y en cada momento de la historia de cada
sociedad muestra su diversidad, tanto en cuanto instrumentos productores de significacin, como en
cuanto objetos (provisionalmente) significados <...>. Porque la significacin es, sincrnicamente,
mltiple, la estructura social es compleja, competitiva e, incluso, contradictoria. Pero, tambin,
porque la significacin es, diacrnicamente, mltiple, la estructura social tiene historia, en cuanto
proceso de superacin de tales contradicciones (p. 244).

Y, pensamos nosotros, en esta vida histrico-social de los signos, lo que equivale a


decir en la memoria semitica y en la semiosis de la memoria, estn contenidas todas las
chances de los cambios esperados, las transformaciones deseadas. Y las posibilidades y
vas del pensamiento y el conocimiento, puesto que todo signo-pensamiento se dirige a
otro y todo aquello sobre lo cual pensamos tiene un pasado y ser interpretado en el futuro:
todas las facultades cognoscitivas que conocemos son relativas y, en consecuencia, sus
productos son relaciones. Pero la cognicin de una relacin es determinada por Bajtin
Objeto del
cogniciones anteriores (Cuestiones relativas a ciertas facultades atribuidas al hombre discurso foro
donde se
<1868>)116. La memoria dramatiza un papel protagnico en la eterna transformacin del encuentran
opioniones
116
Esta conclusin (que ampliamos a la vida social, con respecto al conocimiento y la semiosis cientfica) es de los
una de las que reproduce Peirce en Algunas consecuencias de cuatro incapacidades, que extrae de las interlocutores
cuatro proposiciones (refutaciones) en las que result el criticismo de ciertas facultades en oposicin al Drama
cartesianismo. En carta al editor de The Sun (Pragmatismo hecho fcil <c. 1907>, comenta Peirce: Existe discursivo
acta autor,
pblico
consecucin
del dilogo
siempre
abierto sobre
el mundo
Semiosis
cultural
sentido (Bajtin 1985), y la semiosis cultural sigue las leyes de la memoria, bajo las cuales sigue las
lo que pas no es aniquilado ni pasa a la inexistencia sino que, sufriendo una seleccin y leyes de la
memoria
una compleja codificacin pasa a ser conservado, para, en determinadas condiciones, de Seleccin
Lotman
nuevo manifestarse (Lotman 1998, La memoria de la cultura, cursiva del autor); aunque memoria de
la cultura
es posible hablar de atraso cuando no estn disponibles ni se usan los nuevos inventos
tcnicos y los nuevos conocimientos.117

5. Lazos, caminos y crecimiento

<> la cognicin es la conciencia de un signo, y es una triple conciencia: del signo, del objeto real
conocido y del significado o interpretacin del signo que la cognicin conecta con ese objeto.
(Peirce, Pragmatismo hecho fcil)

La investigacin/semitica hurga crticamente, con mucha dedicacin, paciente y Investigacin


Semitica
demoradamente en los complejos e interminables entramados de relaciones que re-generan Hurga
crticamente
el sentido en cualesquiera de las semiosferas. Tambin revisa poltica y en los
complejos
responsablemente, con firmeza y cuidadosamente las intrincadas tramoyas en que se entramados
de relaciones
dirime el sentido. Estas telaraas se tejen y destejen, se re-cortan, trocean y remiendan, se que re-
una regla bien asentada entre los cientficos segn la cual, cada paso dado en la ciencia, cada nuevo generan el
sentido en
resultado, debe ser atribuido a aquel que lo publica primero. <> Al mismo tiempo, cuando un paso en la
cualquiera de
ciencia implica alguna idea nueva o ampliada, como, por ejemplo, la idea de Energa, que estaba implicada las
en la doctrina conocida al principio como correlacin de fuerzas o conservacin de fuerza <> es casi semiosferas.
auto-evidente que asignar la idea a un individuo apenas puede dar cuenta del proceso que realmente tuvo Revisa las
lugar. La (verdadera) historia es ms compleja, larga, enredada, polifnica, que la versin de las memorias tramas y
cientficas. En referencia a la trada importante en filosofa (que historiza y pone en dilogo), dice Perice tramoyas a
que La originalidad es la ltima de las recomendaciones cuando se trata de concepciones fundamentales travs de las
(Una conjetura para el acertijo). cuales se
Como sostiene Bajtin (1985, El problema de los gneros discursivos): El hablante no es un Adn, por lo lucha y
dirme el
tanto el objeto mismo de su discurso se convierte inevitablemente en un foro donde se encuentran opiniones sentido
de los interlocutores directos (en una pltica o discusin acerca de cualquier suceso cotidiano) o puntos de Estas
vista, visiones del mundo, tendencias, teoras, etc. (en la esfera de la comunicacin cultural). En el drama telaraas se
discursivo actan con los mismos derechos el autor, el pblico y todos aquellos cuyas voces (re)suenan tejen y
en/con el discurso del autor; y es la consecucin del dilogo siempre abierto sobre el mundo, que cuando se destejen, se
trata de discurso cientfico no puede cerrarse con ninguna respuesta que admita un carcter ltimo y re-cortan y
definitivo. remiendan ,
En la conferencia V sobre Pragmatismo (y el sentido comn), dice James: nuestro conocimiento crece a se renuevan
en el gran
trozos, nunca se da completo, sino que siempre queda algo de lo que era el antiguo. En el proceso de
obraje del
recepcin de otros conocimientos o ideas, las mentes (se refiere al pblico con respecto al tema de las dilogo y la
conferencias) se sentiran sacudidas, y a veces dolorosamente, entre las antiguas creencias y las novedades memoria; y
que la experiencia aporta. La mente, pues, crece y se extiende como manchas: Pero las dejamos extenderse su estudio
lo menos posible; conservando inalterados tanto nuestro antiguo conocimiento como muchos de nuestros demanda
prejuicios y creencias. Ms que renovar, lo que hacemos es zurcir y remendar. La novedad reblandece y tie tanto trabajo
la antigua masa que es a su vez teida por lo que absorbe. Nuestro pasado se asimila y coopera a la masa de como
ideas; y, en el nuevo equilibrio en que termina cada paso en el proceso de conocimiento, pocas veces sucede concebirlas,
que el nuevo hecho se aada crudo. Con ms frecuencia queda cocinado <> o estofado en la salsa del imaginarlas,
desearlas y
pasado. Las nuevas verdades son, pues, resultante de nuevas experiencias y de viejas verdades combinadas
re-hacerlas.
que se modifican mutuamente (1999: 112-113; sigue la tesis sobre la fase del sentido comn). Work in
117
Esto no cabe cuando se lee El Quijote o se mira Las meninas. Para no estar atrasado en cultura no es progress
necesario dar la espalda a las obras del pasado: Las ruedas de la cultura giran con diferente velocidad
(Idem).
renuevan en el gran obraje del dilogo y la memoria; y su estudio demanda tanto trabajo
como concebirlas, imaginarlas, desearlas y re-hacerlas. Un oficio que requiere algunas
cualidades que se pueden aprender merodeando el taller del maestro, donde pas gran parte
de su vida dedicado a su work in progress, ejercitando su mente de inventor, realizando
las investigaciones que Son la obra de mi vida, eso para lo que parece que he sido puesto
en el mundo, con una aplicacin incesante y una inclinacin demasiado fuerte, una
pre-ocupacin que Me ha mantenido pobre; pero mi experiencia es que slo hay una
pequea proporcin de la humanidad que es capaz de hacer del ganar o incrementar el
dinero su motivo conductor. En todo caso, estoy seguro de que yo no soy de esa clase; un
lugar donde fue acumulando, revisando, re-ordenando, cajas llenas de Manuscritos sin
publicar, re-escribiendo varias veces los borradores de un artculo, libro o memoria 118.
Tiempo prolongado, paciencia, esmero, esfuerzo, rigor, seriedad, responsabilidad, que
puede ser doloroso, ejercicio continuo y disciplinado, pasin, No es exagerar el decir
que, inmediatamente detrs de la pasin de aprender, no hay cualidad tan
indispensable para el avance exitoso de la ciencia que la imaginacin (Peirce,
Lecciones de la historia de la ciencia), conviccin, honestidad y tica, debida preparacin,
buena predisposicin para los in-esperados embates y combates, actitud favorable ante los
aciertos, errores y fracasos, y ante la conveniencia y oportunidad de corregir el rumbo
sentir la necesidad y las ganas y correr el riesgo de pensar. Puesto que el hombre no tiene
la fortuna de disponer de un gran repertorio de instintos para afrontar todas las ocasiones
que se presentan,
encontrndose lanzado as a la aventurada tarea de razonar, ah donde los ms naufragan, y los
menos encuentran, no una felicidad a la antigua usanza, sino su esplndido sustitutivo, el xito.
Cuando el objetivo de uno se encuentra en la lnea de la novedad, de la invencin, de la
generalizacin, de la teora -en una palabra, de la mejora de la situacin- a cuyo lado la felicidad
aparece como un rodo harapo, el instinto y la experiencia dejan claramente de ser aplicables.
(Peirce, Por qu estudiar lgica).

Ms que como profesor, dedicado a ensear, Peirce se define como alguien que
aprende y siempre est corrigiendo sus propias doctrinas (y sabe que es criticado por ello).
Posiciones, creencias y actitudes consecuentes con algunos de los principios formulados y
sostenidos en su obra respecto de la razn, el razonamiento, el conocimiento, la

118
Ver, entre otros, La lgica considerada como semitica de 1902 (de donde proceden las citas), una
solicitud de ayuda de la Institucin Carnegie para desarrollar cierto trabajo cientfico, sobre lgica, cuyo
plan comprendera unos cinco aos, para escribir ms de 30 memorias de 20 mil a 100 mil palabras cada una.
Un panorama sinttico de algunas de sus lneas de trabajo, puesta en escena (enunciativa -retrica) de su
modus operandi, razones y pasiones, principios y finalidades.
investigacin. La propiedad de la investigacin (y del razonamiento) es tal que realizada
completamente supone la potencia vital de la auto-correccin y del crecimiento:
Sobre esta primera, y en cierto modo nica, regla de la razn, de que para aprender deben desear
aprender y en ese desear no estar satisfechos con lo que ya se inclinan a pensar, se sigue un corolario
que en s mismo merece ser inscrito sobre cada muro de la ciudad de la filosofa,
No bloqueen el camino de la investigacin.
(La primera regla de la lgica <1898>).

Peirce pensaba que la universidad debiera ser un lugar de aprendizaje, en el que se Peirce
Universidad
re-quiere el deseo de aprender, de saber tambin puede ser un espacio propicio para lugar de
alentar y encauzar ptimamente la pasin terica y el placer de estudiar, de conocer, si aprendizaje
es cierto que aprender agrada mucho no slo a los filsofos, sino tambin a los dems
hombres (Aristteles, Potica).
Por eso la nica ofensa imperdonable en el razonamiento es establecer una
filosofa que cierre con barricadas la carretera de un avance posterior hacia la verdad (una
filosofa, una teora, una metodologa, una disciplina, un paradigma, una escuela,
curricula de formacin universitaria). Peirce llama la atencin (en esta cuarta de las
Conferencias de Cambridge; y lo mismo en La primera regla de la razn <c.1899>) sobre
cuatro formas familiares en las que este error venenoso ataca nuestro conocimiento:
a. la afirmacin absoluta, puesto que en ciencia no podemos estar seguros de
nada;
b. mantener que esto, eso y aquello nunca pueden ser conocidos;
c. mantener que este, ese o aquel elemento de la ciencia es bsico, fundamental,
independiente de algo ms, y completamente inexplicable, -no tanto por algn
defecto en nuestro conocimiento como porque no hay nada debajo por conocer;
d. sostener que esta o esa ley o verdad ha encontrado su formulacin ltima y
perfecta, y especialmente, que el curso habitual y acostumbrado de la naturaleza
no puede romperse.
Con lo cual se enuncian y afirman algunas de las Cuestiones relativas a ciertas
facultades atribuidas al hombre <1868> y Algunas consecuencias de cuatro
incapacidades <1868>; el falibilismo, la continuidad (y el azar), el crecimiento; el anti-
fundacionalismo

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