EL CASO DE LA MUERTE DEL FISCAL NATALIO ALBERTO NISMAN,
A SIETE MESES DEL HECHO
Buenos Aires, 18 de agosto de 2015.
Por Horacio Calderón (*)
“En cualquier investigación de hechos presuntamente criminales
no debe descartarse ninguna hipótesis
hasta que la real quede fehacientemente probada”
(Del autor)
Proemio
El presente informe es una actualización del publicado en la Revista Mente Jurídica Digital,
número 1, el día 29 de junio del corriente año.
A más de siete meses del hecho violento que terminó con la vida de del fiscal federal a cargo
de la investigación de la voladura de la AMIA, Dr. Natalio Alberto Nisman, no se observan por
el momento avances contundentes en el desarrollo judicial de la investigación que permitan
cambiar la carátula actual de la causa, la cual, hasta el día de la fecha, continúa siendo “muerte
dudosa”.
Quien escribe el presente análisis aplica el mismo principio aplicado en otros casos
conmocionantes en diversos escenarios mundiales sobre los que tuvo la oportunidad de
analizar públicamente durante los últimos años: “En cualquier investigación de hechos
presuntamente criminales no debe descartarse ninguna hipótesis hasta que la real quede
fehacientemente probada”.
No cabe duda alguna que la muerte del fiscal es el último eslabón trágico de una cadena de
acontecimientos que conmovieron a la Argentina y al mundo, en su momento y en el presente:
los ataques terroristas contra la embajada de Israel y el edificio de la AMIA en 1992 y 1994,
respectivamente; las nefastas investigaciones de ambos casos, plagadas de maniobras de
obstrucción, distracción, ignorancia supina, impericia investigativa y judicial, y operaciones de
actores estatales y no estatales del país y del exterior durante las diferentes etapas e
instancias desarrolladas en los estrados judiciales. Hechos estos que culminaron con el
“Memorándum de Entendimiento con Irán” y la denuncia del Dr. Nisman por encubrimiento
contra la Presidente de la Nación Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Denuncia burda y
vacía de toda substancia jurídica, más allá de los cuestionamientos éticos que puedan hacerse
en torno a dicho acuerdo con Irán, basado en una ley del Congreso Nacional que, si mereciera
un juicio, debería ser ante Dios y ante la Historia, pero jamás ante estrados judiciales.
Con respecto a la muerte del fiscal Nisman y luego de los informes de las juntas médica y
criminalística entregados a la fiscalía interviniente a cargo de la Dra. Viviana Fein, deberían
quedar ya descartadas algunas de las hipótesis planteadas fundamentalmente por la querella
representada por la exmujer del occiso, jueza federal Sandra Arroyo Salgado. También, todas
las teorías conspirativas y operaciones obstructivas que sólo lograron demorar la resolución de
uno de los casos judiciales más resonantes y conflictivos de los últimos tiempos.
En cuanto a los reiterados intentos de obstrucción, son válidos los argumentos de quienes
afirman que en última instancia la fiscal Viviana Fein o la jueza Fabiana Palmaghini son quienes
tienen la responsabilidad de poner límites a cualquier maniobra dilatoria. No obstante, es
dable preguntarse qué ser humano en el poder judicial de la Argentina estaría en condiciones
de desarrollar “normalmente” una investigación de la envergadura del caso Nisman,
enfrentando presiones insoportables de todo orden como las que se abatieron sobre estas
magistradas.
Un fiscal casi inerme y reacio a su protección
Tal vez por un pésimo asesoramiento o simplemente por su inexistencia, el Gobierno Nacional
incurrió en numerosos errores aún antes de la muerte del fiscal Nisman. El principal de ellos
fue no extremar de manera pública la protección del fiscal, aunque fuera contra su voluntad,
hasta que estuviera en condiciones de presentarse a la audiencia prevista en el Congreso
Nacional. Y también posteriormente, durante toda la tramitación judicial de la misma, dado
que se trataba del autor de una estruendosa denuncia contra la Presidente de la Nación. Tal
vez estas medidas no habrían cambiado el curso de los acontecimientos en caso de un suicidio
del fiscal, pero la existencia de controles férreos sobre la entrada y salida de personas a la
torre Le Parc habría posibilitado las condiciones para una dilucidación más rápida y segura del
hecho. Por ejemplo, una vigilancia perimetral en torno al edificio situado en Puerto Madero y
otras operaciones vinculadas a inteligencia, contrainteligencia y seguridad, que hubieran
restringido la capacidad de maniobra de un potencial asesino o un equipo de ellos, evitando
también que pudiera hablarse luego de “zonas liberadas”. Además, la cadena de responsables
de la custodia del fiscal muerto debió prever la posibilidad de un ataque, haber respondido
rápidamente a la primera señal de peligro, y no dilapidar horas cruciales que hubieran
permitido determina tal vez rápidamente qué fue lo sucedido en el departamento del hecho.
En cuanto al fiscal Nisman, este no aceptó el refuerzo de su custodia, viajó numerosas veces
sin ella, y hasta abandonó a su hija mayor en el aeropuerto internacional de Madrid para
apresurar su regreso a Buenos Aires. Asimismo, llevaba una vida privada sobre la que no se
hace aquí juicio de valor, pero que presentaba debilidades existentes en su seguridad frente a
amenazas vinculadas a sus funciones al frente de la causa AMIA.
El trágico deceso de Nisman y los errores observados en torno a su seguridad son un claro
ejemplo del estado de indefensión en que vivía, tanto por decisión propia como por la
ausencia de técnicas de custodia avanzada para blancos potenciales de alto valor, que
permitieran confirmar un desempeño de sus funciones con total idoneidad. Esto incluye tiro,
conducción defensiva y ofensiva, emergentología médica, prevención de ataques con
explosivos, como además técnicas para evitar ataques de francotiradores. Y, sobre todo, no
abandonar sus puestos para realizar tareas ajenas a la debida protección del blanco, oficiando
de mandaderos del protegido, tal como ocurrió en torno a la seguridad del fiscal Nisman.
Desarrollo del caso y situación actual
La inesperada noticia de la muerte del fiscal Nisman fue recibida con gran estupor y sobresalto,
no sólo a nivel doméstico sino de toda la comunidad internacional, en razón de que se trataba
nada más y nada menos que del fiscal federal a cargo de la sensible causa AMIA. Y, además,
quien había lanzado pocos días antes de su deceso una denuncia por encubrimiento a favor de
Irán contra la Presidente Kirchner y el canciller Héctor Timerman.
A medida que transcurrían las primeras horas luego de conocida la muerte del fiscal y a pesar
de una escena que invitaba a pensar en un suicidio, aunque nadie podía asegurar que fuera la
causa real del deceso, comenzaron a brotar las versiones de un homicidio perpetrado por una
especie de “chacal” altamente sofisticado, como los que inmortalizaron en su momento los
actores Edward Fox y Bruce Willis, sin que contaran siquiera con un mínimo indicio que
apuntara a tal hipótesis.
Lo importante a remarcar es que ciertos medios de comunicación de la Argentina y el exterior,
incluyendo las cadenas de noticias más importantes del mundo, compitieron entre sí sobre
cómo imponer la hipótesis de un homicidio, potenciada a pocas horas del suceso por
declaraciones de importantes figuras de casi todo el espectro político y del más alto nivel de
los tres poderes constitucionales. Se citan a continuación dos de los ejemplos más
emblemáticos:
Primero, la presidente Cristina Kirchner, quien giró súbitamente de preguntarse si la muerte
del fiscal se debió a un suicidio, a sumarse poco tiempo después hacia la figura del homicidio.
Hubo diferentes análisis y especulaciones sobre las causas de dicho cambio. Lo más probable,
siempre en el terreno especulativo, es que la presidente Kirchner haya realizado tal giro por
razones políticas, a efectos de diluir el tremendo impacto mediático desatado por la denuncia
de encubrimiento en el caso AMIA; al menos temporalmente y hasta que amainara la crisis. La
presidente Kirchner tiene sin duda todo el derecho a opinar, tanto institucionalmente como en
su carácter de ciudadana, ya que así lo hacen en otros países, incluyendo a los EE.UU. No
obstante, debió cuidar ciertos aspectos de sus declaraciones, aunque dadas las incursiones en
el caso y los ataques ideológicamente sesgados de la oposición sobre el caso Nisman sería
injusto criticar que lo haya hecho y muy poco probable que no continúe opinando en un
futuro.
Segundo, la legisladora Elisa Carrió, quien ha desarrollado la hipótesis del homicidio con mayor
exposición pública y continuidad en el tiempo. Luego de una serie de estentóreas acusaciones,
la legisladora declaró finalmente por ante la fiscal Viviana Fein, sin aportar prueba alguna
sobre sus estruendosas denuncias, que abonaban la hipótesis de una conspiración exterior, en
conexión con actores domésticos. El “contexto internacional” esgrimido por Carrió no prueba
absolutamente nada en el caso de la muerte de Nisman. Fundamentalmente, porque la
legisladora no explicó en su declaración testimonial cómo entró y salió el supuesto "comando
iraní‐venezolano" del departamento y más especialmente del baño del fiscal Nisman. Además,
no se encontró un solo sospechoso que pudiera estar vinculado a la militancia política o
religiosa extremista, ni a la criminalidad organizada transnacional, ni a delito alguno aunque
fuera de poca monta durante el viaje de una conocida empresa naviera mencionada
públicamente por Carrió.
“Mucho ruido y pocas nueces” o Much adoe about Nothing, como diría en lengua inglesa el
título original de la obra de William Shakespeare. Pero sucede que denuncias sin solución de
continuidad ni pruebas son “nueces” tóxicas que demoran la investigación y/o desvían su
rumbo, ex professo o no, en lugar de propiciar la búsqueda de la verdad más allá de cuáles
fueran sus efectos.
En cuanto a la posición de figuras del Gobierno argentino, les cabe la misma crítica, en la
medida en que con sus especulaciones carentes de bases, como en el caso de la diputada
Carrió, también entorpecieron en un principio y posteriormente el curso de la investigación
llevada a cabo por la Justicia.
Pasados ya siete meses del hecho, han disminuido sensiblemente tanto la fuerte conmoción
inicial, como el impacto negativo sobre la imagen del Gobierno y especialmente de la
presidente Cristina Kirchner. Aunque resulte desagradable plantearlo, una de las causas más
relevantes que han conducido a este cambio fue sin duda el nivel de trascendencia de hechos
de la vida privada del fiscal Nisman, sumados a otros que conectaban su condición de
magistrado a actos de corrupción, como cobrar un porcentaje del sueldo del personal
contratado de su plantel; tal el caso de Diego Lagomarsino, su empleado, íntimo amigo y muy
probablemente testaferro en al menos una cuenta bancaria en el exterior. Poco después y casi
simultáneamente, se agregó a dicha irregularidad la denuncia de la expareja de Nisman,
Sandra Arroyo Salgado, acerca de la existencia de una cuenta en los Estados Unidos en la que
figuraban el citado empleado y único imputado en la causa, como también la madre y hermana
del fiscal. Una cuenta que la expareja del fiscal ni siquiera conocía, lo cual detonó una “guerra”
mediática y judicial de esta con el citado Lagomarsino, a quien Arroyo Salgado intenta colocar
en la escena del hecho al momento de la muerte de Nisman.
El desarrollo de las investigaciones fue interrumpido en numerosas oportunidades por Arroyo
Salgado, quien actúa en nombre y representación de las dos hijas menores de edad, nacidas de
esa unión matrimonial. También y hasta el presente, en el de la madre y hermana del fiscal,
Sara Garfunkel y Sandra Ruth Nisman, respectivamente. Las principales controversias
continúan girando en torno a graves divergencias entre Arroyo Salgado y la fiscal Viviana Fein,
magistrada que es permanentemente recusada por la primera con el objeto de separarla de la
instrucción de la causa. Los esfuerzos de Arroyo Salgado para desplazar a Fein fueron
rechazados en todas las instancias judiciales a las que acudió, hasta el momento. El único foro
en el que pueda tal vez continuar sus acciones Arroyo Salgado no sea el judicial, sino el de
aquellos medios de comunicación que jugaron todas sus cartas a favor de una sola hipótesis: la
del homicidio. Empero, dichos medios y algunos de sus escribas podrían quedarse sin
capacidad de maniobra para defender la hipótesis del homicidio que, en ciertos casos, daban
hasta vergüenza ajena.
Otra de las instancias conflictivas más conflictivas fue la trifulca judicial y mediática, aún no
agotada, entre Arroyo Salgado y la defensa de Diego Lagomarsino, a quien la primera intenta
colocar en la escena de la muerte del fiscal en la etapa perimortem, o sea alrededor del
momento mismo en que ocurrió el controvertido hecho. Aunque Arroyo Salgado maniobre sin
salirse del marco de la ley procesal de la Argentina, varias de sus presentaciones obstructivas
fueron calificadas duramente por la fiscal Fein, la jueza de instrucción Fabiana Palmaghini a
cargo de la causa, como también por el abogado Maximiliano Rusconi, defensor de Diego
Lagomarsino.
Las hipótesis esgrimidas por Arroyo Salgado no dejan de ser confusas, a la vez que
contradictorias cual planteo profesional esquizoide, poco común e incluso inaceptable en
alguien que es jueza federal. Primero denunció la muerte del fiscal como un “magnicidio de
proporciones desconocidas" mientras que poco tiempo después implantó paralelamente la de
un supuesto complot para asesinarlo basado en un “móvil económico”, intentando situar a
Lagomarsino en la escena y hora del supuesto crimen sin contar con un mínimo indicio.
Indudablemente, no resulta compatible un crimen tipificado por ella como “magnicidio”, con
un “ajuste de cuentas” entre Nisman y Lagomarsino por el reparto de dinero y otro tipo de
activos de origen presuntamente ilegal. Es un insulto al sano razonamiento pensar que alguien
necesite testaferros, a no ser que desee realizar algún tipo de actividad ilegal o de
ocultamiento y designe a una persona o un grupo de estas para que lo suplanten.
Las diferencias mencionadas entre las principales partes intervinientes, para nada menores,
resultaron además amplificadas por posiciones contrapuestas en torno a las causas de la
muerte por parte de figuras del Gobierno Nacional, de la oposición, e intervenciones de
actores estatales y no estatales del exterior.
¿Suicidio u homicidio?
Existen aún dos versiones netamente contrapuestas. Una de ellas, la del homicidio, a la fecha
extremadamente debilitada, se encuentra aún respaldada por fuertes presiones políticas
domésticas y del exterior, sin que haya existido o exista un mínimo indicio de que esa haya
sido la causa de la muerte del fiscal Nisman.
Es en dicho marco brumoso que resulta necesario diferenciar las formas que adoptan la
relación y relatos del mismo suceso, de lo que realmente existe en el expediente.
Las hipótesis principales planteadas son las siguientes:
Homicidio
Esta hipótesis tan promocionada inicialmente y que causó una gran conmoción política no sólo
a nivel doméstico sino también global, estuvo y continúa aun estando basada, sin indicio
alguno, en una operación criminal supuestamente perpetrada por un equipo de sicarios
contratados por actores foráneos y/o en combinación con agentes de inteligencia locales.
Hasta el momento y al margen de todas las versiones que han tomado estado público tanto a
nivel doméstico como internacional, no existe una sola prueba o aunque fuera un mínimo
indicio sobre la presencia de una o más personas en el departamento del Fiscal Nisman en la
etapa perimortem. Tampoco, como se planteó, que alguien pudiera introducirse a la unidad
funcional donde ocurrió el hecho por un conducto de aire acondicionado, o alquilar u ocupar
por la fuerza un departamento vecino para asesinar a Nisman.
Como si las investigaciones hubieran sido poco engorrosas desde el inicio, la querella
representada por Arroyo Salgado intenta anticipar la fecha de la muerte de Nisman al día
previo al hallazgo del cadáver, girando en torno al objetivo ya mencionado de “plantar” en la
escena del hecho a Diego Lagomarsino. Vale decir, como un posible homicida del fiscal,
teniendo como causa del hecho criminal un “móvil económico”, Arroyo salgado dixit. O, como
hipótesis alternativa también planteada, que Lagomarsino lo habría inducido al suicidio, quien
sabe por qué razones. Esta línea argumental, en cualquiera de sus variantes, carece de
sustento a meses del suceso, frente a las investigaciones y pericias médicas y criminalísticas
realizadas hasta el presente, aunque reste finalizar aún la pericia informática y una aún morosa
e imprescindible autopsia psicológica.
La querella insiste en que el deceso se produjo el día anterior al momento en que fue
descubierto el cadáver de Nisman, que fue el 18 de enero de 2015. No obstante, sus
argumentos carecen también de bases sólidas desde el punto de vista médico como para
sostener su posición más allá de las explosivas exposiciones mediáticas de Arroyo Salgado. Por
otra parte, los peritos de la parte querellante ‐uno de los cuales hasta fue acusado por
prestigiosos colegas de intentar introducir un “absurdo”‐, operan en absoluta soledad y no sin
una alta dosis de voluntarismo carente de sustento científico frente a puntos clave que han
quedado probados de manera irrefutable en la presente instancia judicial.
La junta médica, tal cual se esperaba, emitió finalmente dos dictámenes contrapuestos: el
oficial y el de la querella. No obstante, si algo quedó en claro es que no se encontró ningún
indicio que permita sostener con rigor científico que la causa de la muerte de Nisman fue un
homicidio. Este punto fue aseverado en el informe de dicha junta, presentado a la fiscal Fein
por 13 de los 15 peritos que participaron del estudio: diez especialistas del Cuerpo Médico
Forense, dependientes de la Corte Suprema de Justicia; dos de la Policía Federal, y Mariano
Castex, designado por la defensa de Diego Lagomarsino a cargo del Dr. Maximiliano Rusconi.
En cuanto al momento exacto de su muerte, la fecha de 18 de enero de 2015 en que
supuestamente falleció Nisman, no debería sostenerse como firme hasta que la Justicia dé su
último veredicto al respecto. Con respecto a este punto, los peritos de la Dra. Arroyo Salgado
sólo vieron el cuerpo por imágenes, a diferencia de los expertos oficiales, quienes tuvieron la
posibilidad de “palpar” el cadáver durante la autopsia y determinar con mayor precisión el
rango horario de la muerte al haber tenido contacto directo con el cadáver. No así los expertos
de la querella, que no estuvieron presentes durante la única autopsia efectuada y tampoco
sugirieron efectuar una segunda necropsia porque afirmaron que bastaba con los vídeos e
imágenes tomadas durante la ya realizada. El dictamen de mayoría, firmado por 13 peritos
oficiales, estableció que la muerte ocurrió el domingo 18 de enero entre las 12 y las 16 horas.
Esto dejaría a Lagomarsino fuera de la escena del hecho al momento de la muerte del fiscal, ya
que cuenta con numerosos testigos que acreditan actividades suyas muy lejos del complejo Le
Parc en la totalidad de ese fatídico día domingo. Al margen de estos testimonios y otras
investigaciones y verificaciones realizadas, resulta cuanto menos extraño que Lagomarsino
pudiera asesinar al fiscal, o inducirlo a que se mate, entregándole un arma registrada a su
nombre y luego dejarla cerca del cadáver.
Un punto aparte son los hechos que ha producido Arroyo Salgado desde el comienzo mismo
de sus intervenciones en la esfera judicial y mediática; más estruendosos en lo último que con
base de pruebas en lo anterior. El objetivo más inmediato, analizando las acciones de esta
magistrada, sería evitar cualquier posibilidad de cambio de carátula de “muerte dudosa” a
“suicidio”, e intentar bajo todos los medios a su alcance que el hecho sea declarado
“homicidio”. Si sus acciones tuvieran éxito, el caso pasaría a la Justicia federal y recaería muy
probablemente en el juzgado a cargo del Dr. Luis Rodríguez, lo cual según múltiples fuentes
abiertas consultadas permitiría a Arroyo Salgado ganar un mayor margen de maniobra, vaya a
saber con cuáles objetivos en mente.
Si bien se han realizado “simulados” fuera de la instancia judicial para demostrar cómo podría
haberse perpetrado el homicidio de Nisman, acomodando la escena del hecho para que
parezca un suicidio, la conclusión es que esta hipótesis no cuenta a la fecha con sustento
alguno en el marco del expediente, en razón de que no existe el menor indicio de presencia de
terceros en la vivienda del fiscal, ni mucho menos en el baño donde se produjo el deceso. La
junta de criminalistas que analizó la dinámica de la muerte de Nisman, excepto el
representante de la querella, produjo un dictamen contundente al respecto, aseverando que
no se encontró rastro alguno que indique el “desplazamiento de personas por el interior” del
espacio en que fue encontrado su cadáver. Por otra parte, la escena del hecho es un ámbito no
demasiado amplio para albergar demasiadas personas y no se observaron señales de lucha ni
tampoco un mínimo indicio de defensa por parte del muerto. El fiscal era un hombre alto y se
encontraba en muy buen estado físico. Debe en consecuencia suponerse, aunque con un alto
grado de posibilidad de ocurrencia, que Nisman podría haber defendido su vida dentro de su
cuarto de baño frente a un intento de suicidio fraguado o peligro de muerte.
Por último y nuevamente, no existen siquiera indicios de presencias extrañas en el
departamento del fiscal al momento del disparo que terminó con su vida o en una franja
horaria muy próxima al trágico hecho.
En una recreación del hecho, acerca de lo que podría haber sucedido, de acuerdo a la opinión
de los peritos de la Policía Federal volcada en un documento de 97 páginas entregado a la
fiscal Fein, se presenta por ejemplo un hombre frente a un espejo que toma una pistola con
dos manos y se la lleva a la cabeza. Luego expresa su dictamen derivado del estudio
criminalístico de las manchas de sangre encontradas en el lugar del hecho: “Todo ello
considerado en forma conjunta indica que la hipótesis más probable es que el Dr. Nisman
habría estado parado junto a la bañera, frente al vanitory, sobre la alfombra, de cara al espejo
y con el lateral del dorso levemente perfilado hacia la puerta al momento de producirse el
disparo”. Y dice más adelante: "se observaron escurrimientos y salpicaduras hemáticas sobre
ambas manos del occiso, estas últimas compatibles con retroproyección generada por disparo
de arma de fuego efectuado a corta distancia, lo que indica proximidad de ambas manos a la
herida". Y en cuanto a la mano izquierda, afirma que cubrió a la derecha "en apoyo o sobre
empuñamiento". Esta aseveración, vinculada a las manchas de sangre en ambas manos, que
fue motivo de sospecha sobre que alguien pudo sostenerle la pistola al fiscal, confirmaría al
menos aproximadamente la hipótesis presentada por el exlegislador Mario Cafiero a la fiscal
Fein acerca de cómo pudo haberse producido el suicidio de Nisman. Cafiero acompañó su
presentación con una foto trucada del fiscal, empuñando el arma con su mano derecha
mientras esta era sostenida con la izquierda.
Las manchas de sangre observadas son compatibles con retrosalpicaduras, que se estudian en
las pericias para establecer trayectorias de proyectiles. El informe confirma además que “no
existen manchas de sangre lavadas o erradicadas en grifería y/o bacha”. La querella disiente
con este punto, insistiendo en que si Nisman estaba parado no podría haber manchas de
sangre en la bacha. Sin embargo, muchos medios de comunicación reflejaron sospechas de
que podría haberse lavado dichas manchas de manera no casual sino dolosa; es decir, para
borrar huellas, algo que en definitiva nunca sucedió.
En mérito a lo expuesto, no debería quedar duda alguna sobre la veracidad de los hallazgos
previamente expuestos, a pesar de los “relatos” más propios de la ciencia ficción que de las
ciencias jurídicas, de la criminalística y de la medicina forense. Es que algunos peritos parecen
olvidar que su deber es auxiliar como luz y guía a fiscales y jueces en la búsqueda de la verdad
real. Verdad histórica y científica, y en consecuencia la jurídica y hasta filosófica del hecho
violento que en este caso se investiga. Principios que deberían honrar renunciando a la
introducción de absurdos o a respaldar hipótesis que poco o nada tienen que ver con la
“verdad real” a la cual se hizo referencia. Máxime, tratándose de personalidades de prestigio
en los campos criminalístico y de medicina forense.
Hasta el día de la fecha, faltando aún resolver muchas incógnitas, como también diferencias
muy probablemente insalvables entre las partes, no existen siquiera indicios de presencias
extrañas en el departamento del fiscal Nisman al momento del disparo que terminó con su
vida, o en una franja horaria muy próxima al trágico hecho.
Suicidio
Esta hipótesis, aun no judicialmente probada, podría haberse producido por propia decisión o
“inducida”. Debería tenerse en cuenta en cualquier investigación y análisis, que el suicidio es
un fenómeno multicausal y complejo, casi imposible de dilucidar sin una autopsia psicológica,
deuda importante en la investigación del caso Nisman. Se trata de una técnica pericial que
define la etiología médico‐legal en casos de muertes dudosas. Mediante la retrospectiva,
podría reconstruirse el perfil psicológico y el estado mental del fiscal antes de su fallecimiento.
La casuística enseña que el derecho penal solicita con frecuencia la realización de autopsias
psicológicas, que incluyen sospechas de suicidio inducido, por ejemplo. Es también requerida
en el ámbito civil con el objeto de determinar estados mentales en casos de muertes dudosas,
sin descartar tampoco en este fuero una acción inducida.
Hay a la fecha numerosos indicios que respaldan la hipótesis del suicidio, más allá de sus
posibles causas. Sin embargo, están impugnados por la querella de Arroyo Salgado, y será la
Justicia quien tenga la última palabra en la presente etapa de instrucción y otras sucesivas.
La querella deberá realizar una tarea ciclópea para refutar hechos concretos en torno al caso
del fiscal muerto, como por ejemplo que este se encontraba solo al momento de su muerte.
No existen pruebas de lo contrario, como afirma la junta de criminalistas con abrumadora
mayoría. Pero además, la misma junta médica determinó que no había pruebas de un posible
homicidio, según la autopsia realizada al cuerpo de Nisman, opinión que ni siquiera pudieron
refutar los peritos de la querella.
Además, Nisman había solicitado muy insistentemente un arma de fuego a Diego Lagomarsino,
según testimonio de este último. Esto hubiera sido fácilmente refutable, de no ser porque
también la requirió al jefe de su custodia, aludiendo la necesidad de “defender a sus hijas”,
quienes ni siquiera se encontraban en el país. El jefe de su custodia no quiso entregarle un
arma, mientras que Lagomarsino sí lo hizo, dándole al fiscal una pistola Bersa calibre 22mm
fabricada hace décadas, pero que contaba con balas modernas de alta velocidad y puntas
huecas. Por otra parte, resulta extraña la urgencia del fiscal que, en caso de sentirse
amenazado, pudo solicitar él mismo una protección adecuada para prevenir ataques contra su
integridad física.
Con respecto al argumento de que el arma se “autodisparó” (como si al gatillo lo hubiera
accionado un fantasma), esto sólo podría haber sucedido si el fiscal hubiera estado jugando
con el arma simulando un suicidio, o tal vez ensayándolo y que esta se disparó contra su
voluntad, como acaba de sugerir Lagomarsino en un reportaje a un medio extranjero, La
declaración del técnico informático, aunque dada a nivel especulativo, podría agregar la
posibilidad de un accidente al necesario diagnóstico diferencial entre homicidio y suicidio.
El dictamen de los peritos oficiales resulta terminante cuando agrega: “es importante destacar
que las máculas emplazadas sobre el fondo de la bacha indican que las mismas fueron
lanzadas desde una alzada superior al vanitory, pues si la fuente productora (herida en cabeza)
se hubiera ubicado a una altura próxima a la mesada, dichas proyecciones no habrían podido
adoptar parábola suficiente para aterrizar en esa profundidad... La dispersión derecha de la
retroproyección sumada a las máculas emplazadas en la profundidad de la bacha indican que
el disparo se produjo desde la posición de pie de la víctima frente al espejo". Con referencia al
escurrimiento de sangre en la cara interna del tobillo izquierdo explica que se "inicia del
goteado estático caído desde arriba de la extremidad". La agonía habría durado escasos
minutos, pero los mismos especialistas manifestaron que, de cualquier manera, eso no definía
si fue suicidio u homicidio. Según algunos de ellos, la explosión interna del cráneo como
consecuencia de la bala con punta hueca y el plano inclinado de la cabeza del fiscal podría
haber causado la hemorragia masiva que aparece a simple vista en las fotos filtradas a los
medios de comunicación. Así, como este autor especuló en un tuit publicado hace meses, el
"lago de sangre" encontrado en el piso del baño se debió según los peritos a la acción de la
gravedad. Y en cuanto a la posición del arma, el dictamen criminalístico informa, utilizando el
condicional: "Podría corresponderse con la caída de la misma desde la posición que habría
adoptado la víctima al momento del disparo o durante el desplome del cuerpo hacia la
puerta."
Según las primeras personas que accedieron a verlo, comenzando por su madre, Sara
Garfunkel, la puerta del baño estaba apenas abierta, con el cuerpo del fiscal apoyado sobre la
puerta, lo cual impedía ingresar al baño sin forzar la posición del cadáver y especialmente para
no “torcer su cabeza”, según el testimonio de la primera médica que puedo visualizar la escena
del hecho.
Lagomarsino entregó la pistola al fiscal envuelta en un paño verde, como pudo visualizarse en
una imagen tomada post‐mortem en el cuarto de baño, lo cual permite deducir que el arma
envuelta en ese género fue llevada por Nisman hasta el lugar del disparo fatal. Esto permitiría
inferir que, contrariamente a versiones presentadas mediáticamente como algo
fehacientemente probado, el fiscal no fue conducido bajo amenaza directa hasta el lugar de su
muerte.
La explicación de la querella sobre una “ejecución” del fiscal mientras se encontraba de rodillas
era muy difícil sino imposible de demostrar, ya que según expertos consultados no existían
retrosalpicaduras o back spatters, en correcto lenguaje forénsico en inglés. Por otra parte, los
rastros levantados por los peritos son compatibles con el tipo de disparo, posición del cuerpo y
caída del mismo, además de los estertores previos a su paralización definitiva.
En cuanto al homicidio, el informe de 200 páginas entregado a la fiscal Fein por la Junta
Médica afirma: "Ninguna de las observaciones contenidas en los aspectos médico‐legales del
informe técnico elaborado por la querella, en forma individual o en conjunto, indican con
certeza pericial médico legal que se haya tratado de un hecho homicida".
Desde el punto de vista psicológico muy poco podría aseverarse hasta que se realice una
autopsia en esta especialidad, como fue mencionado anteriormente. Existirían sí evidencias de
que el fiscal sufría desórdenes de pánico y ansiedad de tipo crónico y que aparentemente
había discontinuado o abandonado el tratamiento. Según profusa casuística de psiquiatría
clínica consultada para el presente análisis, existen factores de riesgo de suicidio en los
trastornos de pánico, e incluso señalan casos de sujetos con desorden de pánico y ansiedad
que tenían más ideación e intentos de suicidio comparados con otros desórdenes
psiquiátricos. A título exclusivamente especulativo, dicho desorden de orden psicológico
podría haber sido una de las múltiples causas de su suicidio, desde ya si se probara que eso
sucedió en el caso de Nisman. Podría tal vez haber detonado una decisión tan extrema,
teniendo como una de las causas al escenario de la gravísima situación institucional desatada
por su denuncia contra la Presidente de la Nación y el ministro de Relaciones Exteriores por
encubrimiento en el caso AMIA. Denuncia que debía presentar en la audiencia agendada para
el día lunes 19 de enero de 2015 en el Congreso Nacional. Pero, nuevamente, sin autopsia
psicológica resultará imposible dictaminar con seriedad una parte o la totalidad del fenómeno
multicausal que pudo inclinar a Nisman a tomar la decisión de quitarse la vida.
Finalizadas las pericias médica y criminalística ya mencionadas, resta aún que la fiscal Fein
reciba el informe de los peritos en informática y otras diligencias ulteriores como la más que
necesaria autopsia psicológica, si es que se realiza, antes que la magistrada se encuentre en
condiciones de decidirse por algunas de las principales hipótesis: suicidio u homicidio, sin
descartar la posibilidad de mantener el carácter de duda actual y que el caso siga sin
resolución, sine die.
Intereses y actores comprometidos en intentos de desviar la causa
Las versiones falsas sobre la muerte del fiscal Nisman que circulan fuera de lo que realmente
existe en el expediente esconden intereses de actores domésticos y foráneos. Unos y otros
actores, interconectados de manera directa o tácita y que presionan por un fallo de homicidio
sin contar con pruebas, apuntan muy probablemente a acusar a sus respectivos enemigos en
las arenas doméstica e internacional como responsables de un crimen que muy
probablemente jamás existió.
Nisman fue, sin duda alguna, un opositor a la firma del citado Memorándum con Irán,
coincidiendo y actuando de manera directa e indirecta con actores estatales y no estatales del
país y del exterior que repudiaban esa decisión del Gobierno Argentino respaldada por una ley
del Congreso Nacional. Algunas de sus acciones durante el desarrollo del caso AMIA hasta su
muerte fueron muy controvertidas, como lo demostró por ejemplo el número de publicaciones
de WikiLeaks que certificaron su presencia en la misma Embajada de los Estados Unidos para
asesorarse en espíritu y letra, sobre cómo desarrollar su actividad en ciertas instancias de la
causa y consultar hasta detalles de sus escritos y providencias.
Asimismo, no caben dudas de las conexiones estrechas del fiscal con servicios de inteligencia y
otras reparticiones de los EE.UU., Israel y otros países en torno al caso AMIA, desarrolladas
fuera de los canales institucionales que se requieren en este tipo de casos. Acciones que
fueron desarrolladas sin que se activaran, y muy probablemente ex professo, los mecanismos
necesarios para supervisar y controlar ese tipo de actividades, que por ley correspondía a la
entonces Secretaría de Inteligencia, con su jefe de operaciones Ing. Horacio Antonio Stiuso y
sus superiores a la cabeza.
Por un lado, se dirige la mira hacia un supuesto sicario venezolano o de otra nacionalidad
pagado por Irán. Por el otro, a una conspiración de EE.UU. y/o Israel, crimen que según dicha
teoría conspirativa podrían haber cometido con el objeto de sacarse de encima a alguien que
ya no les era útil. Además, se arguye, arrojar un muerto “magno” al campo de un gobierno al
que Israel considera enemigo luego de la firma del “Memorándum de Entendimiento” con Irán
por el Caso AMIA. Cabe sin embargo señalar una diferencia: la posición pública y reservada del
Gobierno de los EE.UU. sobre la firma de tal memorándum entre la Argentina e Irán fue muy
diferente a la de Israel, debido a que el caso AMIA era un “carbón encendido” en las manos de
Barack Obama y de la diplomacia estadounidense, cuando promediaban las negociaciones
secretas con Irán sobre su desarrollo nuclear. De hecho, ni el presidente Obama ni su entonces
Secretaria de Estado, Hillary Clinton, criticaron al Gobierno argentino por la firma de dicho
instrumento; lo cual hubiera sido un acto público de hipocresía, dado el prolongado “romance”
en curso entre viejos enemigos como EE.UU. e Irán…
Sin embargo, los tres principales actores nombrados: EE.UU., Israel e Irán inclinaron sigilosa
y/o estruendosamente su balanza hacia el homicidio, accionando con argumentos acordes a
los intereses y agendas geopolíticas de cada uno de ellos.
La presión de Israel en el caso Nisman fue insoportable por momentos, y ha ido más allá de los
reclamos por el atentado contra la AMIA, y su repudio a la firma del Memorándum de
Entendimiento entre Irán y la Argentina, jamás cumplido; a lo cual se suma su disgusto frente a
la posición del Gobierno de Cristina Kirchner de apoyar la condición de Estado de los
Territorios Palestinos. Específica y objetivamente, Israel “compró” o bien intentó “vender” la
versión de “magnicidio”, conectándola con la denuncia del fiscal contra la Presidente de la
Nación. Es decir, sin rajatablas, la versión de un asesinato supuestamente “decretado” desde
los más oscuros rincones del poder político oficial de nuestro país, incluyendo la Secretaría de
Inteligencia, en combinación con sicarios extranjeros conectados con Irán y Venezuela.
En cuanto a Irán, las recientes declaraciones del excanciller Ali Akbar Velayati ‐prófugo de la
justicia argentina‐ al periodista Mauro Federico del canal C5N, enviado especialmente a
Teherán para entrevistar a algunos de los acusados por el Caso AMIA, prueba la nula
disposición del país mesoriental a ajustarse al acuerdo con la Argentina. El mencionado
prófugo llegó incluso a comparar la gravedad del caso AMIA con la decisión por parte de la
Argentina de interrumpir las exportaciones de uranio enriquecido a Irán. No obstante y
sinceramente, debería afirmarse que a pesar de la aversión de este país extremista hacia el
fiscal muerto, no podría tener responsabilidad alguna en un homicidio que cuenta con una
bajísima probabilidad de haber sido perpetrado.
El impacto del caso en los medios de comunicación argentinos e
internacionales
Varios medios de comunicación Internacionales de primer orden estuvieron desde un
momento plagados de entrevistas con “opinólogos”, o vendedores de “baratijas” mediáticas
por algunos minutos de “fama”. No faltaron quienes plantearon de manera taxativa la
hipótesis de un homicidio perpetrado por un sicario, tratando incluso de “asesina” a la
presidente de la Nación, Cristina Kirchner.
Sin embargo, una importante publicación que no se caracteriza por su simpatía hacia la
Argentina, y mucho menos a la Administración Kirchner, demostró su sorpresa por la hipótesis
del homicidio. Se trata nada menos que de la renombrada revista “Jane´s” de Gran Bretaña,
que publicó el día 1º de mayo de 2015 un severo artículo dedicado a nuestro país en su sección
“Jane's Sentinel Security Assessment ‐ South America”, en el marco de un informe sobre la
seguridad en Suramérica. El artículo afirma lo siguiente sobre el caso Nisman:
“The 1992 and 1994 bombings of the Israeli embassy in Buenos Aires and a Jewish association
headquarters remain unsolved, with Hizbullah suspected of involvement, but there is no
indication that further such attacks are likely. The latter case moved back to the centre of the
political stage in early 2015, when Alberto Nisman, the prosecuting investigator in the case,
was found dead in his apartment in Buenos Aires. Although the circumstances of that event
remained unclear by April 2015, his death sparked a range of unsubstantiated allegations
linking the Argentine government and security services with various foreign actors, including
Iran, the United States, and Israel”. (Sic, subrayado de este autor). En castellano liso y llano, la
publicación británica considera que la muerte de Nisman “provocó una serie de acusaciones
infundadas que vinculan a los servicios gubernamentales y de seguridad argentinos con
diversos actores extranjeros, entre ellos Irán, los Estados Unidos e Israel".
La hipótesis del homicidio, en definitiva, incluye a numerosos actores enfrentados unos a
otros, a sus respectivos aliados, como también a importantes medios de comunicación, tanto
nacionales como extranjeros, que se hicieron eco de esa supuesta causa de la muerte de
Nisman, descartando a rajatabla la del suicidio, incluso cuando no se habían apagado los ecos
del disparo.
Finalmente y restando poco tiempo para completarse la etapa investigativa, la fiscal Viviana
Fein enfrenta la decisión más importante del final de su larga carrera judicial: dictaminar cuál
de las principales hipótesis: homicidio, o suicidio, inducido o no, es la que acumula las pruebas
necesarias para declarar de manera fehaciente, en esta instancia, qué fue lo sucedido con la
muerte violenta del controvertido fiscal Alberto Natalio Nisman.
(*)(*) Experto en Asuntos del Medio Oriente, especialista en terrorismo global y analista de
inteligencia estratégica en conflictos internacionales; testigo en el Caso AMIA y, además, quien
advirtió al entonces presidente Carlos S. Menem por escrito que habría un segundo ataque
terrorista si no era resuelto el ataque contra la Embajada de Israel.
Entrevistas exclusivas del autor a medios internacionales en el caso Nisman:
1) “El impacto global de la muerte del fiscal Alberto Nisman”. Reportaje de Guillermo Arduino,
"Mirador Mundial", CNN en Español, 24 de enero de 2015. En Internet: https://youtu.be/QbO‐
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“El impacto nacional de la muerte del fiscal Alberto Nisman”, Reportaje de Guillermo Arduino,
"Mirador Mundial", CNN en Español, 25 de enero de 2015. En Internet:
https://youtu.be/kYHPbrQx8gw