0% encontró este documento útil (0 votos)
219 vistas13 páginas

El Caso de La Muerte DL Fiscal Natalio Alberto Nisman1

Este documento resume los principales puntos de la investigación sobre la muerte del fiscal Nisman 7 meses después del hecho. Aún no hay avances concluyentes y la causa sigue caratulada como "muerte dudosa". Se descartan algunas hipótesis de la querella pero no todas las teorías conspirativas. También critica la falta de protección a Nisman y errores en su custodia que dejaron zonas vulnerables. Finalmente, destaca la competencia de los medios en imponer la hipótesis de homicidio sin evidencia y las declaraciones
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
219 vistas13 páginas

El Caso de La Muerte DL Fiscal Natalio Alberto Nisman1

Este documento resume los principales puntos de la investigación sobre la muerte del fiscal Nisman 7 meses después del hecho. Aún no hay avances concluyentes y la causa sigue caratulada como "muerte dudosa". Se descartan algunas hipótesis de la querella pero no todas las teorías conspirativas. También critica la falta de protección a Nisman y errores en su custodia que dejaron zonas vulnerables. Finalmente, destaca la competencia de los medios en imponer la hipótesis de homicidio sin evidencia y las declaraciones
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 13

EL CASO DE LA MUERTE DEL FISCAL NATALIO ALBERTO NISMAN,

A SIETE MESES DEL HECHO

Buenos Aires, 18 de agosto de 2015.

Por Horacio Calderón (*)

 
“En cualquier investigación de hechos presuntamente criminales  
no debe descartarse ninguna hipótesis  
hasta que la real quede fehacientemente probada” 

(Del autor) 

Proemio 

El  presente  informe  es  una  actualización  del  publicado  en  la  Revista  Mente  Jurídica  Digital, 
número 1, el día 29 de junio del corriente año. 

A más de siete meses del hecho violento que terminó con la vida de del fiscal federal a cargo 
de la investigación de la voladura de la AMIA, Dr. Natalio Alberto Nisman, no se observan por 
el  momento  avances  contundentes  en  el  desarrollo  judicial  de  la  investigación  que  permitan 
cambiar la carátula actual de la causa, la cual, hasta el día de la fecha, continúa siendo “muerte 
dudosa”. 

Quien  escribe  el  presente  análisis  aplica  el  mismo  principio  aplicado  en  otros  casos 
conmocionantes  en  diversos  escenarios  mundiales  sobre  los  que  tuvo  la  oportunidad  de 
analizar  públicamente  durante  los  últimos  años:  “En  cualquier  investigación  de  hechos 
presuntamente  criminales  no  debe  descartarse  ninguna  hipótesis  hasta  que  la  real  quede 
fehacientemente probada”.  

No cabe duda  alguna  que la muerte del fiscal  es el último eslabón trágico de una cadena de 


acontecimientos que conmovieron a la Argentina y al mundo, en su momento y en el presente: 
los  ataques  terroristas contra la  embajada  de Israel  y el  edificio de la AMIA  en  1992 y  1994, 
respectivamente;  las  nefastas  investigaciones  de  ambos  casos,  plagadas  de  maniobras  de 
obstrucción, distracción, ignorancia supina, impericia investigativa y judicial, y operaciones de 
actores  estatales  y  no  estatales  del  país  y  del  exterior  durante  las  diferentes  etapas  e 
instancias  desarrolladas  en  los  estrados  judiciales.  Hechos  estos  que  culminaron  con  el 
“Memorándum  de  Entendimiento  con  Irán”  y  la  denuncia  del  Dr.  Nisman  por  encubrimiento 
contra la Presidente de la Nación Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Denuncia burda y 
vacía de toda substancia jurídica, más allá de los cuestionamientos éticos que puedan hacerse 
en torno a dicho acuerdo con Irán, basado en una ley del Congreso Nacional que, si mereciera 
un juicio, debería ser ante Dios y ante la Historia, pero jamás ante estrados judiciales.    

Con  respecto  a  la  muerte  del  fiscal  Nisman  y  luego  de  los  informes  de  las  juntas  médica  y 
criminalística  entregados  a  la  fiscalía  interviniente  a  cargo  de  la  Dra.  Viviana  Fein,  deberían 
quedar ya descartadas algunas de las hipótesis planteadas fundamentalmente por la querella 
representada  por la exmujer del occiso, jueza federal Sandra Arroyo Salgado. También, todas 
las teorías conspirativas y operaciones obstructivas que sólo lograron demorar la resolución de 
uno de los casos judiciales más resonantes y conflictivos de los últimos tiempos.  

En  cuanto  a  los  reiterados  intentos  de  obstrucción,  son  válidos  los  argumentos  de  quienes 
afirman que en última instancia la fiscal Viviana Fein o la jueza Fabiana Palmaghini son quienes 
tienen  la  responsabilidad  de  poner  límites  a  cualquier  maniobra  dilatoria.  No  obstante,  es 
dable preguntarse qué ser humano en el poder judicial de la Argentina estaría en condiciones 
de  desarrollar  “normalmente”  una  investigación  de  la  envergadura  del  caso  Nisman, 
enfrentando  presiones  insoportables  de  todo  orden  como  las  que  se  abatieron  sobre  estas 
magistradas. 

Un fiscal casi inerme y reacio a su protección 

Tal vez por un pésimo asesoramiento o simplemente por su inexistencia, el Gobierno Nacional 
incurrió en numerosos errores aún antes de la muerte del fiscal Nisman. El principal de ellos 
fue no extremar de manera pública la protección del fiscal, aunque fuera contra su voluntad, 
hasta  que  estuviera  en  condiciones  de  presentarse  a  la  audiencia  prevista  en  el  Congreso 
Nacional.  Y  también  posteriormente,  durante  toda  la  tramitación  judicial  de  la  misma,  dado 
que se trataba del autor de una estruendosa denuncia contra  la Presidente de la Nación. Tal 
vez estas medidas no habrían cambiado el curso de los acontecimientos en caso de un suicidio 
del  fiscal,  pero  la  existencia  de  controles  férreos  sobre  la  entrada  y  salida  de  personas  a  la 
torre Le Parc habría posibilitado las condiciones para una dilucidación más rápida y segura del 
hecho. Por ejemplo, una vigilancia perimetral en torno al edificio situado en Puerto Madero y 
otras  operaciones  vinculadas  a  inteligencia,  contrainteligencia  y  seguridad,  que  hubieran 
restringido  la capacidad de maniobra de un potencial asesino o un equipo de ellos, evitando 
también que pudiera hablarse luego de “zonas liberadas”. Además, la cadena de responsables 
de  la  custodia  del  fiscal  muerto  debió  prever  la  posibilidad  de  un  ataque,  haber  respondido 
rápidamente  a  la  primera  señal  de  peligro,  y  no  dilapidar  horas  cruciales  que  hubieran 
permitido determina tal vez rápidamente qué fue lo sucedido en el departamento del hecho.  

En cuanto al fiscal Nisman, este no aceptó el refuerzo de su custodia, viajó numerosas veces 
sin  ella,  y  hasta  abandonó  a  su  hija  mayor  en  el  aeropuerto  internacional  de  Madrid  para 
apresurar  su  regreso  a  Buenos  Aires.  Asimismo,  llevaba  una  vida  privada  sobre  la  que  no  se 
hace aquí juicio de valor, pero que presentaba debilidades existentes en su seguridad frente a 
amenazas vinculadas a sus funciones al frente de la causa AMIA.  

El  trágico  deceso  de  Nisman  y  los  errores  observados  en  torno  a  su  seguridad  son  un  claro 
ejemplo  del  estado  de  indefensión  en  que  vivía,  tanto  por  decisión  propia  como  por  la 
ausencia  de  técnicas  de  custodia  avanzada  para  blancos  potenciales  de  alto  valor,  que 
permitieran confirmar un desempeño de sus funciones con total idoneidad. Esto incluye tiro,  
conducción  defensiva  y  ofensiva,  emergentología  médica,  prevención  de    ataques  con 
explosivos,  como  además  técnicas  para  evitar  ataques  de  francotiradores.  Y,  sobre  todo,  no 
abandonar sus puestos para realizar tareas ajenas a la debida protección del blanco, oficiando 
de mandaderos del protegido, tal como ocurrió en torno a la seguridad del fiscal Nisman. 

 
Desarrollo del caso y situación actual 

La inesperada noticia de la muerte del fiscal Nisman fue recibida con gran estupor y sobresalto, 
no sólo a nivel doméstico sino de toda la comunidad internacional, en razón de que se trataba 
nada más y nada menos que del fiscal federal a cargo de la sensible causa AMIA. Y, además, 
quien había lanzado pocos días antes de su deceso una denuncia por encubrimiento a favor de 
Irán contra la Presidente Kirchner y el canciller Héctor Timerman.  

A medida que transcurrían las primeras horas luego de conocida la muerte del fiscal y a pesar 
de una escena que invitaba a pensar en un suicidio, aunque nadie podía asegurar que fuera la 
causa real del deceso, comenzaron a brotar las versiones de un homicidio perpetrado por una 
especie  de  “chacal”  altamente  sofisticado,  como  los  que  inmortalizaron  en  su  momento  los 
actores  Edward  Fox  y  Bruce  Willis,  sin  que  contaran  siquiera  con  un  mínimo  indicio  que 
apuntara a tal hipótesis. 

Lo importante a remarcar es que ciertos medios de comunicación de la Argentina y el exterior, 
incluyendo  las  cadenas  de  noticias  más  importantes  del  mundo,  compitieron  entre  sí  sobre 
cómo  imponer  la  hipótesis  de  un  homicidio,  potenciada  a  pocas  horas  del  suceso  por 
declaraciones de importantes figuras de casi todo el espectro político y del más alto nivel de 
los  tres  poderes  constitucionales.  Se  citan  a  continuación  dos  de  los  ejemplos  más 
emblemáticos: 

Primero,  la  presidente  Cristina  Kirchner,  quien  giró  súbitamente  de  preguntarse  si  la  muerte 
del fiscal se debió a un suicidio, a sumarse poco tiempo después hacia la figura del homicidio. 
Hubo diferentes análisis y especulaciones sobre las causas de dicho cambio. Lo más probable, 
siempre en el terreno especulativo, es  que  la  presidente  Kirchner  haya realizado  tal  giro  por 
razones políticas, a efectos de diluir el tremendo impacto mediático desatado por la denuncia 
de encubrimiento en el caso AMIA; al menos temporalmente y hasta que amainara la crisis. La 
presidente Kirchner tiene sin duda todo el derecho a opinar, tanto institucionalmente como en 
su  carácter  de  ciudadana,  ya  que  así  lo  hacen  en  otros  países,  incluyendo  a  los  EE.UU.  No 
obstante, debió cuidar ciertos aspectos de sus declaraciones, aunque dadas las incursiones en 
el  caso  y  los  ataques  ideológicamente  sesgados  de  la  oposición  sobre  el  caso  Nisman  sería 
injusto  criticar  que  lo  haya  hecho  y  muy  poco  probable  que  no  continúe  opinando  en  un 
futuro. 

Segundo, la legisladora Elisa Carrió, quien ha desarrollado la hipótesis del homicidio con mayor 
exposición pública y continuidad en el tiempo. Luego de una serie de estentóreas acusaciones, 
la  legisladora  declaró  finalmente  por  ante  la  fiscal  Viviana  Fein,  sin  aportar  prueba  alguna 
sobre sus estruendosas denuncias, que abonaban la hipótesis de una conspiración exterior, en 
conexión con actores domésticos. El “contexto internacional” esgrimido por Carrió no prueba 
absolutamente  nada  en  el  caso  de  la  muerte  de  Nisman.  Fundamentalmente,  porque  la 
legisladora no explicó en su declaración testimonial cómo entró y salió el supuesto "comando 
iraní‐venezolano" del departamento y más especialmente del baño del fiscal Nisman. Además, 
no  se  encontró  un  solo  sospechoso  que  pudiera  estar  vinculado  a  la  militancia  política  o 
religiosa  extremista,  ni  a  la  criminalidad  organizada  transnacional,  ni  a  delito  alguno  aunque 
fuera  de  poca  monta  durante  el  viaje  de  una  conocida  empresa  naviera  mencionada 
públicamente por Carrió.  
“Mucho  ruido  y  pocas  nueces”  o  Much  adoe  about  Nothing,  como  diría  en  lengua  inglesa  el 
título original de la obra de William Shakespeare. Pero sucede que denuncias sin solución de 
continuidad  ni  pruebas  son  “nueces”  tóxicas  que  demoran  la  investigación  y/o  desvían  su 
rumbo,  ex  professo  o  no,  en  lugar  de  propiciar  la  búsqueda  de  la  verdad  más  allá  de  cuáles 
fueran sus efectos.  

En  cuanto  a  la  posición  de  figuras  del  Gobierno  argentino,  les  cabe  la  misma  crítica,  en  la 
medida  en  que  con  sus  especulaciones  carentes  de  bases,  como  en  el  caso  de  la  diputada 
Carrió,  también  entorpecieron  en  un  principio  y  posteriormente  el  curso  de  la  investigación 
llevada a cabo por la Justicia. 

Pasados  ya  siete  meses  del  hecho,  han  disminuido  sensiblemente  tanto  la  fuerte  conmoción 
inicial,  como  el  impacto  negativo  sobre  la  imagen  del  Gobierno  y  especialmente  de  la 
presidente  Cristina  Kirchner.  Aunque  resulte  desagradable  plantearlo,  una  de  las  causas  más 
relevantes que han conducido a este cambio fue sin duda el nivel de trascendencia de hechos 
de  la  vida  privada  del  fiscal  Nisman,  sumados  a  otros  que  conectaban  su  condición  de 
magistrado  a  actos  de  corrupción,  como  cobrar  un  porcentaje  del  sueldo  del  personal 
contratado de su plantel; tal el caso de Diego Lagomarsino, su empleado, íntimo amigo y muy 
probablemente testaferro en al menos una cuenta bancaria en el exterior. Poco después y casi 
simultáneamente,  se  agregó  a  dicha  irregularidad  la  denuncia  de  la  expareja  de  Nisman, 
Sandra Arroyo Salgado, acerca de la existencia de una cuenta en los Estados Unidos en la que 
figuraban el citado empleado y único imputado en la causa, como también la madre y hermana 
del fiscal. Una cuenta que la expareja del fiscal ni siquiera conocía, lo cual detonó una “guerra” 
mediática y judicial de esta con el citado Lagomarsino, a quien Arroyo Salgado intenta colocar 
en la escena del hecho al momento de la muerte de Nisman. 

El desarrollo de las investigaciones fue interrumpido en numerosas oportunidades por Arroyo 
Salgado, quien actúa en nombre y representación de las dos hijas menores de edad, nacidas de 
esa unión matrimonial. También  y hasta el presente, en el de  la madre y hermana del fiscal, 
Sara  Garfunkel  y  Sandra  Ruth  Nisman,  respectivamente.  Las  principales  controversias 
continúan girando en torno a graves divergencias entre Arroyo Salgado y la fiscal Viviana Fein, 
magistrada que es permanentemente recusada por la primera con el objeto de separarla de la 
instrucción  de  la  causa.  Los  esfuerzos  de  Arroyo  Salgado  para  desplazar  a  Fein  fueron 
rechazados en todas las instancias judiciales a las que acudió, hasta el momento. El único foro 
en  el  que  pueda  tal  vez  continuar  sus  acciones  Arroyo  Salgado  no  sea  el  judicial,  sino  el  de 
aquellos medios de comunicación que jugaron todas sus cartas a favor de una sola hipótesis: la 
del  homicidio.  Empero,  dichos  medios  y  algunos  de  sus  escribas  podrían  quedarse  sin 
capacidad de maniobra para defender la hipótesis del homicidio que, en ciertos casos, daban 
hasta vergüenza ajena. 

Otra  de  las  instancias  conflictivas  más  conflictivas  fue  la  trifulca  judicial  y  mediática,  aún  no 
agotada, entre Arroyo Salgado y la defensa de Diego Lagomarsino, a quien la primera intenta 
colocar  en  la  escena  de  la  muerte  del  fiscal  en  la  etapa  perimortem,  o  sea  alrededor  del 
momento mismo en que ocurrió el controvertido hecho. Aunque Arroyo Salgado maniobre sin 
salirse del marco de la ley procesal de la Argentina, varias de sus presentaciones obstructivas  
fueron  calificadas  duramente  por  la  fiscal  Fein,  la  jueza  de  instrucción  Fabiana  Palmaghini  a 
cargo  de  la  causa,  como  también  por  el  abogado  Maximiliano  Rusconi,  defensor  de  Diego 
Lagomarsino.  

Las  hipótesis  esgrimidas  por  Arroyo  Salgado  no  dejan  de  ser  confusas,  a  la  vez  que 
contradictorias  cual  planteo  profesional  esquizoide,  poco  común  e  incluso  inaceptable  en 
alguien  que  es  jueza  federal.  Primero  denunció  la  muerte  del  fiscal  como  un  “magnicidio  de 
proporciones desconocidas" mientras que poco tiempo después implantó paralelamente la de 
un  supuesto  complot  para  asesinarlo  basado  en  un  “móvil  económico”,  intentando  situar  a 
Lagomarsino  en  la  escena  y  hora  del  supuesto  crimen  sin  contar  con  un  mínimo  indicio. 
Indudablemente, no resulta compatible un crimen tipificado por ella como “magnicidio”, con 
un  “ajuste  de  cuentas”  entre  Nisman  y  Lagomarsino  por  el  reparto  de  dinero  y  otro  tipo  de 
activos de origen presuntamente ilegal. Es un insulto al sano razonamiento pensar que alguien 
necesite  testaferros,  a  no  ser  que  desee  realizar  algún  tipo  de  actividad  ilegal  o  de 
ocultamiento y designe a una persona o un grupo de estas para que lo suplanten. 

Las  diferencias  mencionadas  entre  las  principales  partes  intervinientes,  para  nada  menores, 
resultaron  además  amplificadas  por  posiciones  contrapuestas  en  torno  a  las  causas  de  la 
muerte  por  parte  de  figuras  del  Gobierno  Nacional,  de  la  oposición,  e  intervenciones  de 
actores estatales y no estatales del exterior. 

¿Suicidio u homicidio?  

Existen aún dos versiones netamente contrapuestas. Una de ellas, la del homicidio, a la fecha 
extremadamente  debilitada,  se  encuentra  aún  respaldada  por  fuertes  presiones  políticas 
domésticas  y  del  exterior,  sin  que  haya  existido  o  exista  un  mínimo  indicio  de  que  esa  haya 
sido la causa de la muerte del fiscal Nisman. 

Es  en  dicho  marco  brumoso  que  resulta  necesario  diferenciar  las  formas  que  adoptan  la 
relación y relatos del mismo suceso, de lo que realmente existe en el expediente.  

Las hipótesis principales planteadas son las siguientes: 

Homicidio 

Esta hipótesis tan promocionada inicialmente y que causó una gran conmoción política no sólo 
a  nivel  doméstico  sino  también  global,  estuvo  y  continúa  aun  estando  basada,  sin  indicio 
alguno,  en  una  operación  criminal  supuestamente  perpetrada  por  un  equipo  de  sicarios 
contratados por actores foráneos y/o en combinación con agentes de inteligencia locales. 

Hasta el momento y al margen de todas las versiones que han tomado estado público tanto a 
nivel  doméstico  como  internacional,  no  existe  una  sola  prueba  o  aunque  fuera  un  mínimo 
indicio sobre la presencia de una o más personas en el departamento del Fiscal Nisman en la 
etapa  perimortem.  Tampoco,  como  se  planteó,  que  alguien  pudiera  introducirse  a  la  unidad 
funcional donde ocurrió el hecho por un conducto de aire acondicionado, o alquilar u ocupar 
por la fuerza un departamento vecino para asesinar a Nisman. 

Como  si  las  investigaciones  hubieran  sido  poco  engorrosas  desde  el  inicio,  la  querella 
representada  por  Arroyo  Salgado  intenta  anticipar  la  fecha  de  la  muerte  de  Nisman  al  día 
previo al hallazgo del cadáver, girando en torno al objetivo ya mencionado de “plantar” en la 
escena  del  hecho  a  Diego  Lagomarsino.  Vale  decir,  como  un  posible  homicida  del  fiscal, 
teniendo como causa del hecho criminal un “móvil económico”, Arroyo salgado dixit. O, como 
hipótesis alternativa también planteada, que Lagomarsino lo habría inducido al suicidio, quien 
sabe  por  qué  razones.  Esta  línea  argumental,  en  cualquiera  de  sus  variantes,  carece  de 
sustento  a  meses  del  suceso,  frente  a  las  investigaciones  y  pericias  médicas  y  criminalísticas 
realizadas hasta el presente, aunque reste finalizar aún la pericia informática y una aún morosa 
e imprescindible autopsia psicológica. 

La  querella  insiste  en  que  el  deceso  se  produjo  el  día  anterior  al  momento  en  que  fue 
descubierto  el  cadáver  de  Nisman,  que  fue  el  18  de  enero  de  2015.  No  obstante,  sus 
argumentos  carecen  también  de  bases  sólidas  desde  el  punto  de  vista  médico  como  para 
sostener su posición más allá de las explosivas exposiciones mediáticas de Arroyo Salgado. Por 
otra  parte,  los  peritos  de  la  parte  querellante  ‐uno  de  los  cuales  hasta  fue  acusado  por 
prestigiosos colegas de intentar introducir un “absurdo”‐, operan en absoluta soledad y no sin 
una  alta  dosis  de  voluntarismo  carente  de  sustento  científico  frente  a  puntos  clave  que  han 
quedado probados de manera irrefutable en la presente instancia judicial. 

La  junta  médica,  tal  cual  se  esperaba,  emitió  finalmente  dos  dictámenes  contrapuestos:  el 
oficial y  el  de  la  querella. No obstante,  si algo quedó  en  claro  es  que no se  encontró ningún 
indicio que permita sostener con rigor científico que la causa de la muerte de Nisman fue un 
homicidio. Este punto fue aseverado en el informe de dicha junta, presentado a la fiscal Fein 
por  13  de  los  15  peritos  que  participaron  del  estudio:  diez  especialistas  del  Cuerpo  Médico 
Forense,  dependientes  de  la  Corte  Suprema  de  Justicia;  dos  de  la  Policía  Federal,  y  Mariano 
Castex, designado por la defensa de Diego Lagomarsino a cargo del Dr. Maximiliano Rusconi. 

En  cuanto  al  momento  exacto  de  su  muerte,  la  fecha  de  18  de  enero  de  2015  en  que 
supuestamente falleció Nisman, no debería sostenerse como firme hasta que la Justicia dé su 
último veredicto al respecto. Con respecto a este punto, los peritos  de la Dra. Arroyo Salgado 
sólo vieron el cuerpo por imágenes, a diferencia de los expertos oficiales, quienes tuvieron la 
posibilidad  de  “palpar”  el  cadáver  durante  la  autopsia  y  determinar  con  mayor  precisión  el 
rango horario de la muerte al haber tenido contacto directo con el cadáver. No así los expertos 
de  la  querella,  que  no  estuvieron  presentes  durante  la  única  autopsia  efectuada  y  tampoco 
sugirieron  efectuar  una  segunda  necropsia  porque  afirmaron  que  bastaba  con  los  vídeos  e 
imágenes  tomadas  durante  la  ya  realizada.  El  dictamen  de  mayoría,  firmado  por  13  peritos 
oficiales, estableció que la muerte ocurrió el domingo 18 de enero entre las 12 y las 16 horas. 
Esto dejaría a Lagomarsino fuera de la escena del hecho al momento de la muerte del fiscal, ya 
que cuenta con numerosos testigos que acreditan actividades suyas muy lejos del complejo Le 
Parc  en  la  totalidad  de  ese  fatídico  día  domingo.  Al  margen  de  estos  testimonios  y  otras 
investigaciones  y  verificaciones  realizadas,  resulta  cuanto  menos  extraño  que  Lagomarsino 
pudiera  asesinar  al  fiscal,  o  inducirlo  a  que  se  mate,  entregándole  un    arma  registrada  a  su 
nombre y luego dejarla cerca del cadáver. 

Un punto aparte son los hechos que ha producido Arroyo Salgado desde el comienzo mismo 
de sus intervenciones en la esfera judicial y mediática; más estruendosos en lo último que con 
base  de  pruebas  en  lo  anterior.  El  objetivo  más  inmediato,  analizando  las  acciones  de  esta 
magistrada,  sería  evitar  cualquier  posibilidad  de  cambio  de  carátula  de  “muerte  dudosa”  a 
“suicidio”,  e  intentar  bajo  todos  los  medios  a  su  alcance  que  el  hecho  sea  declarado 
“homicidio”. Si sus acciones tuvieran éxito, el caso pasaría a la Justicia federal y recaería muy 
probablemente  en  el  juzgado  a  cargo  del  Dr.  Luis  Rodríguez,  lo  cual  según  múltiples  fuentes 
abiertas consultadas permitiría a Arroyo Salgado ganar un mayor margen de maniobra, vaya a 
saber con cuáles objetivos en mente. 

Si bien se han realizado “simulados” fuera de la instancia judicial para demostrar cómo podría 
haberse  perpetrado  el  homicidio  de  Nisman,  acomodando  la  escena  del  hecho  para  que 
parezca  un  suicidio,  la    conclusión  es  que  esta  hipótesis  no  cuenta  a  la  fecha  con  sustento 
alguno en el marco del expediente, en razón de que no existe el menor indicio de presencia de 
terceros en la vivienda del fiscal, ni mucho menos en el baño donde se produjo el deceso. La 
junta  de  criminalistas  que  analizó  la  dinámica  de  la  muerte  de  Nisman,  excepto  el 
representante de la querella, produjo un dictamen contundente al respecto, aseverando que 
no se encontró rastro alguno que indique el “desplazamiento de personas por el interior” del 
espacio en que fue encontrado su cadáver. Por otra parte, la escena del hecho es un ámbito no 
demasiado amplio para albergar demasiadas personas y no se observaron señales de lucha ni 
tampoco un mínimo indicio de defensa por parte del muerto. El fiscal era un hombre alto y se 
encontraba en muy buen estado físico. Debe en consecuencia suponerse, aunque con un alto 
grado de posibilidad de ocurrencia, que Nisman podría haber defendido su vida dentro de su 
cuarto de baño frente a un intento de suicidio fraguado o peligro de muerte. 

Por  último  y  nuevamente,  no  existen  siquiera  indicios  de  presencias  extrañas  en  el 
departamento  del  fiscal  al  momento  del  disparo  que  terminó  con  su  vida  o  en  una  franja 
horaria muy próxima al trágico hecho. 

En una recreación del hecho, acerca de lo que podría haber sucedido, de acuerdo a la opinión 
de  los  peritos  de  la  Policía  Federal  volcada  en  un  documento  de  97  páginas  entregado  a  la 
fiscal Fein, se presenta por ejemplo un hombre frente a un espejo que toma una pistola con 
dos  manos  y  se  la  lleva  a  la  cabeza.  Luego  expresa  su  dictamen  derivado  del  estudio 
criminalístico  de  las  manchas  de  sangre  encontradas  en  el  lugar  del  hecho:  “Todo  ello 
considerado  en  forma  conjunta  indica  que  la  hipótesis  más  probable  es  que  el  Dr.  Nisman 
habría estado parado junto a la bañera, frente al vanitory, sobre la alfombra, de cara al espejo 
y  con  el  lateral  del  dorso  levemente  perfilado  hacia  la  puerta  al  momento  de  producirse  el 
disparo”.  Y dice más  adelante: "se observaron escurrimientos y  salpicaduras hemáticas sobre 
ambas manos del occiso, estas últimas compatibles con retroproyección generada por disparo 
de arma de fuego efectuado a corta distancia, lo que indica proximidad de ambas manos a la 
herida".  Y  en  cuanto  a  la  mano  izquierda,  afirma  que  cubrió  a  la  derecha  "en  apoyo  o  sobre 
empuñamiento".  Esta  aseveración,  vinculada  a  las  manchas  de  sangre  en  ambas  manos,  que 
fue  motivo  de  sospecha  sobre  que  alguien  pudo  sostenerle  la  pistola  al  fiscal,  confirmaría  al 
menos aproximadamente la hipótesis presentada por el exlegislador Mario Cafiero a la fiscal 
Fein  acerca  de  cómo  pudo  haberse  producido  el  suicidio  de  Nisman.  Cafiero  acompañó  su 
presentación  con  una  foto  trucada  del  fiscal,  empuñando  el  arma  con  su  mano  derecha 
mientras esta era sostenida con la izquierda.  
Las manchas de sangre observadas son compatibles con retrosalpicaduras, que se estudian en 
las  pericias  para  establecer  trayectorias  de  proyectiles.  El  informe  confirma  además  que  “no 
existen manchas de sangre lavadas o erradicadas en grifería y/o bacha”. La querella disiente 
con  este  punto,  insistiendo  en  que  si  Nisman  estaba  parado  no  podría  haber  manchas  de 
sangre  en  la  bacha.  Sin  embargo,  muchos  medios  de  comunicación  reflejaron  sospechas  de 
que  podría  haberse  lavado  dichas  manchas  de  manera  no  casual  sino  dolosa;  es  decir,  para 
borrar huellas, algo que en definitiva nunca sucedió. 

En  mérito  a  lo  expuesto,  no  debería  quedar  duda  alguna  sobre  la  veracidad  de  los  hallazgos 
previamente expuestos, a pesar de  los “relatos” más propios de la ciencia ficción que de las 
ciencias jurídicas, de la criminalística y de la medicina forense. Es que algunos peritos parecen 
olvidar que su deber es auxiliar como luz y guía a fiscales y jueces en la búsqueda de la verdad 
real.  Verdad  histórica  y  científica,  y  en  consecuencia  la  jurídica  y  hasta  filosófica  del  hecho 
violento  que  en  este  caso  se  investiga.  Principios  que  deberían  honrar  renunciando  a  la 
introducción  de  absurdos  o  a  respaldar  hipótesis  que  poco  o  nada  tienen  que  ver  con  la 
“verdad real” a la cual se hizo referencia. Máxime, tratándose de personalidades de prestigio 
en los campos criminalístico y de medicina forense. 

Hasta  el  día  de  la  fecha,  faltando  aún  resolver  muchas  incógnitas,  como  también  diferencias 
muy  probablemente  insalvables  entre  las  partes,  no  existen  siquiera  indicios  de  presencias 
extrañas  en  el  departamento  del  fiscal  Nisman  al  momento  del  disparo  que  terminó  con  su 
vida, o en una franja horaria muy próxima al trágico hecho. 

Suicidio 

Esta hipótesis, aun no judicialmente probada, podría haberse producido por propia decisión o 
“inducida”. Debería tenerse en cuenta en cualquier investigación y análisis, que el suicidio es 
un fenómeno multicausal y complejo, casi imposible de dilucidar sin una autopsia psicológica, 
deuda  importante  en  la  investigación  del  caso  Nisman.  Se  trata  de  una  técnica  pericial  que 
define  la  etiología  médico‐legal  en  casos  de  muertes  dudosas.  Mediante  la  retrospectiva, 
podría  reconstruirse el perfil psicológico y el estado mental del fiscal antes de su fallecimiento. 
La  casuística  enseña  que  el  derecho  penal  solicita  con  frecuencia  la  realización  de  autopsias 
psicológicas, que incluyen sospechas de suicidio inducido, por ejemplo. Es también requerida 
en el ámbito civil con el objeto de determinar estados mentales en casos de muertes dudosas, 
sin descartar tampoco en este fuero una acción inducida. 

Hay  a  la  fecha  numerosos  indicios  que  respaldan  la  hipótesis  del  suicidio,  más  allá  de  sus 
posibles causas. Sin embargo, están impugnados por la querella  de Arroyo Salgado, y  será la 
Justicia quien tenga la última palabra en la presente etapa de instrucción y otras sucesivas.  

La querella deberá realizar una tarea ciclópea para refutar hechos concretos en torno al caso 
del fiscal muerto, como por ejemplo que este se encontraba solo al momento de su muerte. 
No  existen  pruebas  de  lo  contrario,  como  afirma  la  junta  de  criminalistas  con  abrumadora 
mayoría. Pero además, la misma junta médica determinó que no había pruebas de un posible 
homicidio, según la autopsia realizada al cuerpo de Nisman, opinión que ni siquiera pudieron 
refutar los peritos de la querella. 
Además, Nisman había solicitado muy insistentemente un arma de fuego a Diego Lagomarsino, 
según  testimonio  de  este  último.  Esto  hubiera  sido  fácilmente  refutable,  de  no  ser  porque 
también  la  requirió  al  jefe  de  su  custodia,  aludiendo  la  necesidad  de  “defender  a  sus  hijas”, 
quienes  ni  siquiera  se  encontraban  en  el  país.  El  jefe  de  su  custodia  no  quiso  entregarle  un 
arma,  mientras  que  Lagomarsino  sí  lo  hizo,  dándole  al  fiscal  una  pistola  Bersa  calibre  22mm 
fabricada  hace  décadas,  pero  que  contaba  con  balas  modernas  de  alta  velocidad  y  puntas 
huecas.  Por  otra  parte,  resulta  extraña  la  urgencia  del  fiscal  que,  en  caso  de  sentirse 
amenazado, pudo solicitar él mismo una protección adecuada para prevenir ataques contra su 
integridad física. 

Con  respecto  al  argumento  de  que  el  arma  se  “autodisparó”  (como  si  al  gatillo  lo  hubiera 
accionado  un  fantasma),  esto  sólo  podría  haber  sucedido  si  el  fiscal  hubiera  estado  jugando 
con  el  arma  simulando  un  suicidio,  o  tal  vez  ensayándolo  y  que  esta  se  disparó  contra  su 
voluntad,  como  acaba  de  sugerir  Lagomarsino  en  un  reportaje  a  un  medio  extranjero,  La 
declaración  del  técnico  informático,  aunque  dada  a  nivel  especulativo,  podría  agregar  la 
posibilidad de un accidente al necesario diagnóstico diferencial entre homicidio y suicidio. 

El dictamen de los peritos oficiales resulta terminante cuando agrega: “es importante destacar 
que  las  máculas  emplazadas  sobre  el  fondo  de  la  bacha  indican  que  las  mismas  fueron 
lanzadas desde una alzada superior al vanitory, pues si la fuente productora (herida en cabeza) 
se hubiera ubicado a una altura próxima a la mesada, dichas proyecciones no habrían podido 
adoptar  parábola  suficiente  para  aterrizar  en  esa  profundidad...  La  dispersión  derecha  de  la 
retroproyección sumada a las máculas emplazadas en la profundidad de la bacha indican que 
el disparo se produjo desde la posición de pie de la víctima frente al espejo". Con referencia al 
escurrimiento  de  sangre  en  la  cara  interna  del  tobillo  izquierdo  explica  que  se  "inicia  del 
goteado  estático  caído  desde  arriba  de  la  extremidad".  La  agonía  habría  durado  escasos 
minutos, pero los mismos especialistas manifestaron que, de cualquier manera, eso no definía 
si  fue  suicidio  u  homicidio.  Según  algunos  de  ellos,  la  explosión  interna  del  cráneo  como 
consecuencia  de  la  bala  con  punta  hueca    y  el  plano  inclinado  de  la  cabeza  del  fiscal  podría 
haber  causado  la  hemorragia  masiva  que  aparece  a  simple  vista  en  las  fotos  filtradas  a  los 
medios de comunicación. Así, como este autor especuló en un tuit publicado hace meses, el 
"lago de sangre"  encontrado en el piso del baño se debió según los peritos  a la acción de  la 
gravedad. Y en cuanto a la posición del arma, el dictamen criminalístico informa, utilizando el 
condicional:  "Podría  corresponderse  con  la  caída  de  la  misma  desde  la  posición  que  habría 
adoptado  la  víctima  al  momento  del  disparo  o  durante  el  desplome  del  cuerpo  hacia  la 
puerta." 

Según  las  primeras  personas  que  accedieron  a  verlo,  comenzando  por  su  madre,  Sara 
Garfunkel, la puerta del baño estaba apenas abierta, con el cuerpo del fiscal apoyado sobre la 
puerta, lo cual impedía ingresar al baño sin forzar la posición del cadáver y especialmente para 
no “torcer su cabeza”, según el testimonio de la primera médica que puedo visualizar la escena 
del hecho. 

Lagomarsino entregó la pistola al fiscal envuelta en un paño verde, como pudo visualizarse en 
una imagen tomada post‐mortem en el cuarto de baño, lo cual permite deducir que el arma 
envuelta en ese género fue llevada por Nisman hasta el lugar del disparo fatal. Esto permitiría 
inferir  que,  contrariamente  a  versiones  presentadas  mediáticamente  como  algo 
fehacientemente probado, el fiscal no fue conducido bajo amenaza directa hasta el lugar de su 
muerte. 

La explicación de la querella sobre una “ejecución” del fiscal mientras se encontraba de rodillas 
era  muy  difícil  sino  imposible  de  demostrar,  ya  que  según  expertos  consultados  no  existían 
retrosalpicaduras o back spatters, en correcto lenguaje forénsico en inglés. Por otra parte, los 
rastros levantados por los peritos son compatibles con el tipo de disparo, posición del cuerpo y 
caída del mismo, además de los estertores previos a su paralización definitiva.  

En  cuanto  al  homicidio,  el  informe  de  200  páginas  entregado  a  la  fiscal  Fein  por  la  Junta 
Médica  afirma:  "Ninguna  de  las  observaciones  contenidas  en  los  aspectos  médico‐legales  del 
informe  técnico  elaborado  por  la  querella,  en  forma  individual  o  en  conjunto,  indican  con 
certeza pericial médico legal que se haya tratado de un hecho homicida". 

Desde  el  punto  de  vista  psicológico  muy  poco  podría  aseverarse  hasta  que  se  realice  una 
autopsia en esta especialidad, como fue mencionado anteriormente. Existirían  sí evidencias de 
que  el  fiscal  sufría  desórdenes  de  pánico  y  ansiedad  de  tipo  crónico  y  que  aparentemente 
había  discontinuado  o  abandonado  el  tratamiento.  Según  profusa  casuística  de  psiquiatría 
clínica  consultada  para  el  presente  análisis,  existen  factores  de  riesgo  de  suicidio  en  los 
trastornos  de  pánico,  e  incluso  señalan  casos  de  sujetos  con  desorden  de  pánico  y  ansiedad 
que  tenían  más  ideación  e  intentos  de  suicidio  comparados  con  otros  desórdenes 
psiquiátricos.  A  título  exclusivamente  especulativo,  dicho  desorden  de  orden  psicológico 
podría haber  sido una de  las  múltiples  causas  de su  suicidio, desde ya  si se probara  que eso 
sucedió  en  el  caso  de  Nisman.  Podría  tal  vez  haber  detonado  una  decisión  tan  extrema, 
teniendo como una de las causas al escenario de la gravísima situación institucional desatada 
por su denuncia contra  la  Presidente  de la  Nación  y el  ministro de  Relaciones Exteriores  por 
encubrimiento en el caso AMIA. Denuncia que debía presentar en la audiencia agendada para 
el  día  lunes  19  de  enero  de  2015  en  el  Congreso  Nacional.  Pero,  nuevamente,  sin  autopsia 
psicológica resultará imposible dictaminar con seriedad una parte o la totalidad del fenómeno 
multicausal que pudo inclinar a Nisman a tomar la decisión de quitarse la vida. 

Finalizadas  las  pericias  médica  y  criminalística  ya  mencionadas,  resta  aún  que  la  fiscal  Fein 
reciba el informe de los peritos en informática y otras diligencias ulteriores como la más que 
necesaria  autopsia  psicológica,  si  es  que  se  realiza,  antes  que  la  magistrada  se  encuentre  en 
condiciones  de  decidirse  por  algunas  de  las  principales  hipótesis:  suicidio  u  homicidio,  sin 
descartar  la  posibilidad  de  mantener  el  carácter  de  duda  actual  y  que  el  caso  siga  sin 
resolución, sine die.    

Intereses y actores comprometidos en intentos de desviar la causa 

Las versiones falsas sobre la muerte del fiscal Nisman que circulan fuera de lo que realmente 
existe  en  el  expediente  esconden  intereses  de  actores  domésticos  y  foráneos.  Unos  y  otros 
actores, interconectados de manera directa o tácita y que presionan por un fallo de homicidio 
sin contar con pruebas, apuntan muy probablemente a acusar a sus respectivos enemigos en 
las  arenas  doméstica  e  internacional  como  responsables  de  un  crimen  que  muy 
probablemente jamás existió.  
Nisman  fue,  sin  duda  alguna,  un  opositor  a  la  firma  del  citado  Memorándum  con  Irán, 
coincidiendo y actuando de manera directa e indirecta con actores estatales y no estatales del 
país y del exterior que repudiaban esa decisión del Gobierno Argentino respaldada por una ley 
del Congreso Nacional. Algunas de sus acciones durante el desarrollo del caso AMIA hasta su 
muerte fueron muy controvertidas, como lo demostró por ejemplo el número de publicaciones 
de WikiLeaks que certificaron su presencia en la misma Embajada de los Estados Unidos para 
asesorarse en  espíritu  y  letra,  sobre cómo desarrollar  su actividad  en ciertas instancias de  la 
causa y consultar hasta detalles de sus escritos y providencias.  

Asimismo, no caben dudas de las conexiones estrechas del fiscal con servicios de inteligencia y 
otras  reparticiones  de  los  EE.UU.,  Israel  y  otros  países  en  torno  al  caso  AMIA,  desarrolladas 
fuera  de  los  canales  institucionales  que  se  requieren  en  este  tipo  de  casos.  Acciones  que 
fueron desarrolladas sin que se activaran, y muy probablemente ex professo, los mecanismos 
necesarios  para  supervisar  y  controlar  ese  tipo  de  actividades,  que  por  ley  correspondía  a  la 
entonces Secretaría de Inteligencia, con su jefe de operaciones Ing. Horacio Antonio Stiuso y 
sus superiores a la cabeza.  

Por  un  lado,  se  dirige  la  mira  hacia  un  supuesto  sicario  venezolano  o  de  otra  nacionalidad 
pagado por Irán. Por el otro, a una conspiración de EE.UU. y/o Israel, crimen que según dicha 
teoría conspirativa podrían haber cometido con el objeto de sacarse de encima a alguien que 
ya no les era útil. Además, se arguye, arrojar un muerto “magno” al campo de un gobierno al 
que Israel considera enemigo luego de la firma del “Memorándum de Entendimiento” con Irán 
por el Caso AMIA. Cabe sin embargo señalar una diferencia: la posición pública y reservada del 
Gobierno de los EE.UU. sobre la firma de tal memorándum entre la Argentina e Irán fue muy 
diferente a la de Israel, debido a que el caso AMIA era un “carbón encendido” en las manos de 
Barack  Obama  y  de  la  diplomacia  estadounidense,  cuando  promediaban  las  negociaciones 
secretas con Irán sobre su desarrollo nuclear. De hecho, ni el presidente Obama ni su entonces 
Secretaria  de  Estado,  Hillary  Clinton,  criticaron  al  Gobierno  argentino  por  la  firma  de  dicho 
instrumento; lo cual hubiera sido un acto público de hipocresía, dado el prolongado “romance” 
en curso entre viejos enemigos como EE.UU. e Irán…    

Sin  embargo,  los  tres  principales  actores  nombrados:  EE.UU.,  Israel  e  Irán  inclinaron  sigilosa 
y/o  estruendosamente  su  balanza  hacia  el  homicidio,  accionando  con  argumentos  acordes  a 
los intereses y agendas geopolíticas de cada uno de ellos. 

La presión de Israel en el caso Nisman fue insoportable por momentos, y ha ido más allá de los 
reclamos  por  el  atentado  contra  la  AMIA,  y  su  repudio  a  la  firma  del  Memorándum  de 
Entendimiento entre Irán y la Argentina, jamás cumplido; a lo cual se suma su disgusto frente a 
la  posición  del  Gobierno  de  Cristina  Kirchner  de  apoyar  la  condición  de  Estado  de  los 
Territorios Palestinos. Específica y objetivamente, Israel “compró” o bien intentó “vender” la 
versión  de  “magnicidio”,  conectándola  con  la  denuncia  del  fiscal  contra  la  Presidente  de  la 
Nación. Es decir, sin rajatablas, la versión de un asesinato supuestamente “decretado” desde 
los más oscuros rincones del poder político oficial de nuestro país, incluyendo la Secretaría de 
Inteligencia, en combinación con sicarios extranjeros conectados con Irán y Venezuela. 

En cuanto  a Irán, las recientes declaraciones  del excanciller Ali Akbar Velayati ‐prófugo de  la 


justicia  argentina‐  al  periodista  Mauro  Federico  del  canal  C5N,  enviado  especialmente  a 
Teherán  para  entrevistar  a  algunos  de  los  acusados  por  el  Caso  AMIA,  prueba  la  nula 
disposición  del  país  mesoriental  a  ajustarse  al  acuerdo  con  la  Argentina.  El  mencionado 
prófugo  llegó  incluso  a  comparar  la  gravedad  del  caso  AMIA  con  la  decisión  por  parte  de  la 
Argentina  de  interrumpir  las  exportaciones  de  uranio  enriquecido  a  Irán.  No  obstante  y 
sinceramente,  debería  afirmarse  que  a  pesar  de  la  aversión  de  este  país  extremista  hacia  el 
fiscal  muerto,  no  podría  tener  responsabilidad  alguna  en  un  homicidio  que  cuenta  con  una 
bajísima probabilidad de haber sido perpetrado.  

El impacto del caso en los medios de comunicación argentinos e 
internacionales 

Varios  medios  de  comunicación  Internacionales  de  primer  orden  estuvieron  desde  un 
momento  plagados  de  entrevistas  con  “opinólogos”,  o  vendedores  de  “baratijas”  mediáticas 
por  algunos  minutos  de  “fama”.  No  faltaron  quienes  plantearon  de  manera  taxativa  la 
hipótesis  de  un  homicidio  perpetrado  por  un  sicario,  tratando  incluso  de  “asesina”  a  la 
presidente de la Nación, Cristina Kirchner.  

Sin  embargo,  una  importante  publicación  que  no  se  caracteriza  por  su  simpatía  hacia  la 
Argentina, y mucho menos a la Administración Kirchner, demostró su sorpresa por la hipótesis 
del homicidio. Se trata nada menos  que de  la renombrada revista  “Jane´s” de Gran Bretaña, 
que publicó el día 1º de mayo de 2015 un severo artículo dedicado a nuestro país en su sección 
“Jane's  Sentinel  Security  Assessment  ‐  South  America”,  en  el  marco  de  un  informe  sobre  la 
seguridad en Suramérica. El artículo afirma lo siguiente sobre el caso Nisman: 

“The 1992 and 1994 bombings of the Israeli embassy in Buenos Aires and a Jewish association 
headquarters  remain  unsolved,  with  Hizbullah  suspected  of  involvement,  but  there  is  no 
indication that further such attacks are likely. The latter case moved back to the centre of the 
political  stage  in  early  2015,  when  Alberto  Nisman,  the  prosecuting  investigator  in  the  case, 
was  found  dead  in  his  apartment  in  Buenos  Aires.  Although  the  circumstances  of  that  event 
remained  unclear  by  April  2015,  his  death  sparked  a  range  of  unsubstantiated  allegations 
linking  the  Argentine  government  and  security  services  with  various  foreign  actors,  including 
Iran, the United States, and Israel”. (Sic, subrayado de este autor). En castellano liso y llano, la 
publicación  británica  considera  que  la  muerte  de  Nisman  “provocó  una  serie  de  acusaciones 
infundadas  que  vinculan  a  los  servicios  gubernamentales  y  de  seguridad  argentinos  con 
diversos actores extranjeros, entre ellos Irán, los Estados Unidos e Israel". 

La  hipótesis  del  homicidio,  en  definitiva,  incluye  a  numerosos  actores  enfrentados  unos  a 
otros, a sus respectivos aliados, como también a importantes medios de comunicación, tanto 
nacionales  como  extranjeros,  que  se  hicieron  eco  de  esa  supuesta  causa  de  la  muerte  de 
Nisman, descartando a rajatabla la del suicidio, incluso cuando no se habían apagado los ecos 
del disparo.  

Finalmente  y  restando  poco  tiempo  para  completarse  la  etapa  investigativa,  la  fiscal  Viviana 
Fein enfrenta la decisión más importante del final de su larga carrera judicial: dictaminar cuál 
de las principales hipótesis: homicidio, o suicidio, inducido o no, es la que acumula las pruebas 
necesarias para declarar de manera fehaciente, en esta instancia, qué fue lo sucedido con la 
muerte violenta del controvertido fiscal Alberto Natalio Nisman.   
(*)(*)  Experto  en  Asuntos  del  Medio  Oriente,  especialista  en  terrorismo  global  y  analista  de 
inteligencia estratégica en conflictos internacionales; testigo en el Caso AMIA y, además, quien 
advirtió  al  entonces  presidente  Carlos  S.  Menem  por  escrito  que  habría  un  segundo  ataque 
terrorista si no era resuelto el ataque contra la Embajada de Israel. 

Entrevistas exclusivas del autor a medios internacionales en el caso Nisman:  
 
1) “El impacto global de la muerte del fiscal Alberto Nisman”. Reportaje de Guillermo Arduino, 
"Mirador Mundial", CNN en Español, 24 de enero de 2015. En Internet: https://youtu.be/QbO‐
kRKza88  

“El impacto nacional de la muerte del fiscal Alberto Nisman”, Reportaje de Guillermo Arduino, 
"Mirador Mundial", CNN en Español, 25 de enero de 2015. En Internet: 
https://youtu.be/kYHPbrQx8gw  

También podría gustarte