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ede2015
G RACIAS
Esta investigación debe mucho a las vidas de personas que han apostado con
generosidad y conanza por nuestro trabajo explícita o implícitamente. Esta tesis fue
una de las determinaciones de esta mi vida.
La ayuda, apoyo y colaboración ha sido tan diversa como pueda ser la vida de las
personas en su vivir mismo. Me siento tremendamente afortunado por haber
contado con el aliento declarado de tantos. En esto no me reero sólo a gentes del
“mundo de la losofía” —si es que cabe delimitar tal mundo—, que también. Me
reero además a personas que han hecho de su vida losóca Vida, asimismo a
personas que no siendo estudiosas de la losofía se han dejado y se dejan la piel día
a día en las migas de las vidas propias como el menos deshonesto de los lósofos
que deberíamos ser, si es que en esas migas queremos advertir bienes, verdades,
gracias y belleza.
¿Cómo no sentirse agradecido con tantos en medio de apuros, trabajos,
conversaciones, silencios, y en denitiva sentido de hermandad? ¿Cómo no ver en
estas vidas en tiempos propios ese haberse volcado en cuidados y gestos, tan
decididos como casi imperceptibles al ojo de las prisas cotidianas?
Antes que los nombres ahora veo pasar en mi memoria una de sus sonrisas, una de
sus palabras, alguno de sus cruces de mirada, algún tipo de ceño contraído tratando
de desenmarañar esa intuición losóca, a alguno pensando una palabra de cara a
una publicación o a una conferencia, o a otro en uno de esos correos de
agradecimiento, aliento, o de “trámite”.
Para explicar un poco esta cara del agradecimiento, que en mi caso me presento
como gracias, regalos, casi irremediablemente me veo obligado a traer un ejemplo
sencillo y tan mío: el de los tantos y tantos besos de uno de mis abuelos, Elí, fallecido
dos días después de mi boda.
No había en Medellín, hace más de treinta años, un niño más feliz que yo cuando el
abuelo le regalaba pelotas de plástico con olor a heces, recogidas de una quebrada
que pasaba al lado de su casa. Esas pelotas de plástico y esos besos manifestaban
3
nuestro enamoramiento en un fondo afectivo de estupor, gozo, y futuro advertido
mutuamente, esto nos halaba en la esperanza. En mi caso se trataba de una
esperanza por el amor del abuelo, yo me veía como en un espejo en el fulgor de su
sonrisa y sus besos; ya este niño veía con desconcierto el paso del tiempo, sentía que
solo el abuelo le estaba enseñando a vivir con eso.
Esta licencia personal que me acabo de permitir la he traído para expresar el sentido
de insuciencia, y más de deuda que tiene este agradecer ahora a María Jesús,
Mercedes, y Patricia, en Comillas; asimismo a Loli, Alfonso, Maruja, Iván, Gabriela,
Pepi, Olga, Fernando, Paula, Rafael, Claudia, Sandra, Cristina, Karina, Antonio,
Diana, Juan, Sergio, Agustín, Juan Martín, Graciela, Ignacio, María Victoria, Nekane,
Alicia, Yoshimi, Sayo, Shigenobu, Mónica, Raúl, Roland, Toshihiro, Shogo, Kimiyo,
Yoko, Wakako, Reiko, Bernardo, Víctor, Arturo, Carlos, Kakazu, Yanai, Nuria, Rosa,
Natalia, Gonzalo, Sigifredo, Hiroko, Miyuki, Eizo, Shiori, Fumihiko, Kazuo,
Tomoko, Ami, Kugi, Yui, Kikuyo. Gracias, Sera, amor a mí.
Gracias también a las personas de la biblioteca de la Universidad Ponticia Comillas
de Madrid, a los profesores Departamento de losofía de la Universidad, y a los
empleados de la reprografía y del STIC. A los participantes de los seminarios
sabatinos y de las clases con el profesor García-Baró por recibirme siempre como un
participante y oyente más, también a los participantes del curso de fenomenología
de la corporalidad con los profesores Serrano de Haro, y Fainstein, en el CSIC.
También le agradezco a los responsables de los congresos de la OPO (Organización
de Organizaciones de Fenomenología) y a los editores de la publicación posterior a
estos, por permitirme participar de sus trabajos. Gracias, a los traductores de varias
de las obras que he trabajado y a quienes he visto “pelearse” con cada palabra, o
sentido losóco, ofreciendo claves para abrir el castellano a nuevos decires, o a los
mismos de otro modo. Muchas gracias, a los empleados de la sala de profesores de
la Universidad de Meiji, y de su biblioteca.
Principalmente estaré siempre en deuda vital contigo Miguel querido, abuelo ya
más que en ciernes, por tu amistad, por ese paseo a pecho descubierto en el Parque
del Retiro ¡Vaya si se las traía esa Maruja! Gracias a Mercedes, a tu familia toda.
Gracias por tantas conversaciones, por tantos guiños losócos, precisiones,
explicaciones, y respeto. Gracias por tu aliento, por promover traducciones que
abrían nuestros estudios, por arriesgar, gracias por tu paciencia, por tanta paciencia.
4
ÍNDICE
G RACIAS ......................................................................................................3
ÍNDICE..............................................................................................................5
A BREVIATURAS ..........................................................................................9
INTRODUCCIÓN.........................................................................................13
1. Sobre Michel Henry.......................................................................17
2. Sobre el método de trabajo..........................................................17
I. EL CUERPO................................................................................................21
1. C ORPORALIDAD ....................................................................................23
1.1. Aproximación...............................................................................23
1.2. La vía de Henry a Descartes....................................................24
1.3. Subjetividad antes que yo como alma y cuerpo.................34
1.4. La inmanencia de la corporalidad..........................................41
2. D ATOS DE LA VIDA SUBJETIVA ...........................................................50
2.1. La reLexión...................................................................................50
2.2. Las categorías...............................................................................56
2.3. El movimiento..............................................................................63
2.4. El continuo resistente................................................................78
2.5. El hábito........................................................................................87
3. A PUNTE FINAL AL CAPÍTULO PRIMERO ............................................99
II. LA CARNE..............................................................................................101
1. La manifestación originaria de nuestro cuerpo...................103
1.1. El sentido íntimo.......................................................................103
1.2. La causalidad.............................................................................111
5
2. L A PASIVIDAD COMO REIVINDICACIÓN Y RADICALIZACIÓN
ORIGINARIA ......................................................................................127
2.1. Aproximación............................................................................127
2.2. La pasividad como experiencia originaria.........................133
2.3. La pasividad ante la doble condición de sustancia.........139
3. L OGOS DE MI CARNE VIVA ...............................................................152
3.1. Aproximación............................................................................152
3.2. La fenomenicidad.....................................................................156
3.3. Tanto aparecer, tanto ser.........................................................159
3.4. Logos............................................................................................163
3.5. Afección y carne........................................................................166
3.6. Carne y vida...............................................................................170
3.7. Logos de la carne......................................................................174
4. A PUNTE FINAL AL CAPÍTULO SEGUNDO .........................................178
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA.....................................................179
1. C ORPORALIDAD Y LENGUAJE ...........................................................181
1.1. Aproximación............................................................................181
1.2. Del cuerpo exterior a la subjetividad..................................183
1.3. Mi subjetividad es corporalidad...........................................187
1.4. La unidad corporal y el lenguaje..........................................191
1.5. El lenguaje natural....................................................................193
1.6. El lenguaje de la reLexión......................................................197
1.7. El lenguaje y los otros..............................................................199
2. L A AFECCIÓN Y EL TIEMPO ...............................................................200
2.1. Aproximación............................................................................200
2.2. Las distancias.............................................................................201
2.3. La manifestación de mí mismo.............................................206
2.4. La impresión..............................................................................208
2.5. El Lujo temporal.......................................................................210
2.6. La afección en tiempo..............................................................215
2.7. Los albores de la libertad........................................................218
6
3. S OBRE EL LUGAR .................................................................................222
4. A PUNTE FINAL AL CAPÍTULO TERCERO ..........................................228
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA......................................................229
1. E L GOZO Y EL DOLOR EN SU VENIDA AL SINGULAR ....................230
1.1. Sobre la duda y el sentimiento..............................................230
1.2. La vida nita..............................................................................235
2. A PECHUGAR CON EL MUNDO ...........................................................247
2. 1. Sobre El hombre y la gente...................................................247
2.2. La situación fenomenológica de la razón vital.................250
2.3. Mi vida.........................................................................................252
2.4. El mundo vivido.......................................................................253
2.5. Del otro al tú y a la sociedad.................................................255
2.6. El carácter precursor de Ortega............................................259
2.7. La afección inmanente.............................................................260
2.8. La condición de resistente......................................................263
2.9. El viviente...................................................................................264
3. E L LENGUAJE DADO POR EL OTRO ..................................................269
3.1. Aproximación............................................................................269
3.2. Del Hay al Deseo.......................................................................271
3.3. El rostro del otro.......................................................................275
3.4. Ante el lenguaje del ser y la totalidad.................................278
3.5. El cara a cara original del lenguaje......................................279
4. I NQUIETUD ...........................................................................................287
4.1. Filosofía.......................................................................................287
4.2. Inquietud y Vida.......................................................................290
CONCLUSIONES.......................................................................................295
BIBLIOGRAFÍA..........................................................................................299
Obras de Michel Henry...................................................................300
Obras sobre Michel Henry.............................................................311
Otra bibliografía...............................................................................314
7
A BREVIATURAS
Edmund Husserl
VPIZ: Vorlesungen zur Phänomenologie des inneren Zeitbewusstseins
L: Lecciones de la conciencia interna del tiempo
Emmanuel Levinas
DE: De la evasión
TI: Totalidad e innito
Jan Patočka
MEH: El movimiento de la existencia humana
José Ortega y Gasset
HG: El hombre y la gente
Maine de Biran
NE: Nuevos ensayos de antropología
C: Sobre la causalidad
Miguel de Unamuno
STV: Del sentimiento trágico de la vida
9
Miguel García-Baró
TFV: Teoría fenomenológica de la verdad
Michel Henry
E: Encarnación. Una losofía de la carne
FFC: Filosofía y fenomenología del cuerpo
FM: Fenomenología material
GP: Genealogía del psicoanálisis. El comienzo perdido
Søren Kierkegaard
JC: Johannes Climacus, o De todo hay que dudar
PS: Post Scriptum
Yean-Ives Lacoste
EA: Experiencia y absoluto
10
El juicio terreno no se da cuenta de que el
amor de ningún modo es una tercera cosa para
sí mismo, sino que se trata de una
determinación intermedia: sin amor no hay
esperanza para uno mismo, con amor hay
esperanza para todos los demás.
Søren Kierkegaard
Las obras del amor, p. 313 (segunda parte, III)
INTRODUCCIÓN
Nuestra tesis doctoral, La inquietud maniesta. Entre la Vida
absoluta y las vidas nitas a partir de Michel Henry, es un estudio
fenomenológico en su ejercicio, y programático en sus alcances, de
tres fases de la vida, que no son ni consecutivas, ni ascendentes, o
descendentes, y que en caso de tener que gurárnoslas serían
paralelas de cara a la reducción fenomenológica. A través de ellas se
está de lleno en estas líneas, y en ellas se va y vuelve según el
cuerpo, la carne, el tiempo y la inquietud. Una vez el lector nos
acompañe en el recorrido fenomenológico con pasos propios,
podríamos representarnos lo visto así: se trata de la situación
dentro y en los bordes mismos de un anillo que soy yo, el/un
singular, y del que digo es vida sobre el movimiento en su nitud
vivida de sí y de mundo, advirtiéndonos, en una tercera fase de esa
vida, una situación de materialmente suspendido y requerido en los
acontecimientos del mundo, que a la par y en otra esfera son los
suyos, y cuyo alcance tan sólo roza como Secreto en los bordes de
su Vida y de las vidas nitas en inquietud maniesta.
Los desarrollos de los estudios aquí presentes no han sido, ni
son a nuestro parecer un avance homogéneo y regular en una epojé
exclusiva. A la par que estábamos de lleno en ellos se abrían cada
13
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
vez más y más “aristas” que no tenía sentido intentar integrar con
el ánimo de sujetarlas a un sistema o a una coherencia temática o
investigativa. Eso fue un descubrimiento vital, es decir lo que
ocurría era que el lenguaje entraba en fuga de sí en la aparente
dispersión de las afecciones.
Por otra parte desde las primeras lecturas que hemos hecho
de Michel Henry ocurría el efecto bucle que señalaremos en la
situación intermedia: de a más vida en gozo-dolor más de vuelta en
la dispersión de afecciones, se advertían más “colores” y tonos en
los acontecimientos, parecía que los rincones más inadvertidos de
nuestra vida nita empezaban a serlo menos.
Asimismo resultó que esto no era un exclusivo contenido
hylético de afecciones, sino que a la par se daba como suras de ese
vivir nito, inquietud maniesta en todo, y además con un
componente casi esencial de inquietud que nunca podía ser asida,
porque en ello le iba su aparente “esencia”. En esas mismas “aguas”
nos hemos hallado en el punto de distancia hylética, de despierto en
inquietud, en el lo de la conciencia interna del tiempo, en un
aparente desajuste hylético en el tiempo propio y presente en las
afecciones. Allí estas no están originariamente sujetas a él, y sí sin
embargo siempre invocadas en él en multiformes manifestaciones, y
tonalidades de la vida afectiva que se nitiza. Así nos “vemos”
nitos, antes que en la muerte de otros, el ese preguntarnos
“desatendido” de ¿Cómo es posible que yo viva, que esté en vilo?
14
INTRODUCCIÓN
Aquí es donde entramos a considerar propiamente esa
situación intermedia en posible fuga, y que en nuestro caso no será
fuga a secas, porque en ella la inquietud hace las veces de un vigía
de sí continuo y no invitado; como aquel delante de quien todos
pasamos y hacemos como que no le vemos, y que entra en nuestra
aparente desatención como lateralidad de nuestro campo de
atención, sabiéndonos nosotros con él en una hermandad en la
nitud mayor de la que en dicha lateralidad estaríamos dispuestos
a reconocer.
Decimos entonces que esa primera esfera de la vida, de un
modo muy precario casi a trompicones forzando los límites
relativos del sentido íntimo con Maine de Biran, y de a pocos se fue
abriendo en una manifestación de bucles superpuestos que
atravesaban toda nuestra nitud, casi reconvirtiéndola en nuevas
manifestaciones que lo eran a su vez del complejo de las migas
todavía no recogidas.
De ahí se da que, de eso denominado Situación intermedia,
hayan salido en nuestros análisis más preliminares no pocos
esquemas, deniciones, presentaciones y representaciones
espaciales y afectivas, y también trasgresiones al lenguaje natural, y
al reLexivo incluso. Esto se presentaba con un decir que cuando lo
traía me veía más en su sombra que en el decir mismo.
Ahora, por otra parte nada del vivir propio indicaba un
15
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
vaciamiento de la vida nita en intentar aquellos decires, sino que
se acercaban más a un posponerlos y atarlos a un papelito en una
línea para traerlo a comparecer cuando los acontecimientos dieran
motivo de su dotación.
Esto último resultó cada vez más evidente como un continuo
de inquietud hylética en hetero-auto-afecciones, indicando que sólo
se podía “atender” fenomenológicamente hablando en una relativa
capa de desatención de la auto-afección, y más en la aparente
dispersión que inicialmente hemos mencionado como migas de lo
qué pasa con mi vida, con las vidas nitas.
Pues solo estas nuestras vidas expanden el abanico de la vida
ya en hetero-afecciones, a veces traducidas en papeles y papelitos
sueltos, que decíamos, de esos que quieren encerrar en una línea el
abismo. Sin embargo en denitiva se trataba justo de todo lo
contrario, de una aparente dispersión resistiéndose a ser atada, un
casi aplazar el decir, y no querer llamarle a rendir cuentas ante esa
auto-afección, que en un comienzo se nos mostró como esperanza
en un abrazo de sí, y que si bien contenía la pena, casi más que el
dolor, por momento nos helaba el sólo pensar, o atisbar, que
consistía en un gozarse en vida que a cada paso de sí se hacia
pathos de índole ajena a una vida sin mí, menos absoluta porque
menos nita.
16
INTRODUCCIÓN
1. Sobre Michel Henry
Al estudiar varias de las obras del fenomenólogo francés
Michel Henry he reconocido en él una búsqueda losóca sincera,
decidida y estimulante. A continuación menciono tres aspectos que
considero de valor y que me alientan en el estudio de este lósofo:
en primer lugar lleva en su ejercicio especulativo una apuesta que
con nuevas tesis no retrocede ante posibles encrucijadas y aporías
que están al acecho cuando cabe preguntarse por algunos asuntos
originarios que atañen a la verdad, al conocimiento, a la
subjetividad, al mundo y al conjunto de la losofía; en segundo
lugar, se deja ver en Henry una convicción clara por dilucidar el
origen verdadero y evidente de todo lo concerniente al ser, al
conocer, al ver, a la manifestación y al aparecer, haciendo
planteamientos propios, en los que toma y revisa puntos claves de
la fenomenología; en tercer lugar, en cuanto al método, es un autor
reiterativo al presentar los problemas losócos que aborda, va y
vuelve sobre ellos, ofreciendo nuevas perspectivas sobre un mismo
asunto, favoreciendo así su comprensión a quien lo estudia.
2. Sobre el método de trabajo
No todas las intuiciones o hipótesis que han surgido de los
presentes estudios y las incontables conversaciones en diferentes
espacios de discusión losóca son desarrollados aquí, algunas
quedarán indicadas de soslayo. Claramente hago una apuesta de
17
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
investigación y de análisis con miras a La inquietud maniesta: entre
la vida absoluta y las vidas nitas, que ha sido la intuición principal.
De ahí que toda nueva vía investigativa que aunque importante no
apunte a la apuesta en mención será sólo mencionada en el cuerpo
del trabajo o en alguna nota de pie de página. La intención es no
distraer la comprensión de la tesis propuesta. Algunos asuntos
serán reiterativos según los énfasis que les demos o el
“revestimiento” que vayan tomando en nuestra particular epojé.
Considero que una vez se está dentro del pensamiento de
Michel Henry se pueden corroborar, delimitar, o tensar algunas de
sus tesis, abriendo así a nuevas vías de investigación, o incluso
llegando favorecer aproximaciones puntuales de otros lósofos en
asuntos particularmente problemáticos. También pienso que al
señalar límites y alcances de las apuestas fenomenológicas fuertes,
o radicales, de Michel Henry, se abren mundos de pensamiento que
sugieren nuevas lecturas losócas.
Me centraré especialmente en aquellos puntos que atañen a
las bases mismas del pensamiento de Henry, en lo que se reere a
una losofía de los comienzos fenomenológicos, y que permite
referencias a la hora de abordar puntos de inLexión desde Henry o
como posibilidades desde otro autor.
Las menciones directas a lo que dice literalmente Michel
Henry, tendrán dos referencias en la redacción, una donde
18
INTRODUCCIÓN
mencionaré en qué contexto Henry dice lo que dice sobre algo, y
otra donde menciono la pertinencia de dicha mención respecto al
asunto que yo esté exponiendo o analizando por mi mismo o
trayendo a otro autor.
En las notas reseñaré las traducciones y utilizaré abreviaturas.
Sólo en las reseñas a las Lecciones de la conciencia interna del tiempo
mantendré el original alemán, con el texto alemán en la nota cuando
sea pertinente, y en el cuerpo la traducción de Serrano de Haro; esta
licencia me la permito por lo central, especializado y contenido de
lo que allí estudiamos con Husserl, y por la relevancia que tiene
para Henry y para nuestra tesis central una vez en la Situación
intermedia. También por el modo como he abordado el estudio del
Unamuno del Sentimiento trágico de la vida, seguidamente a la
página y entre paréntesis indicaré el capítulo correspondiente de la
cita.
19
I. EL CUERPO
A continuación estudiaremos el cuerpo a partir de algunas
distinciones y apuestas de Michel Henry en Philosophie et
phénoménologie du corps 1 , una obra que consideramos capital para el
máximo provecho fenomenológico de toda la obra de Michel Henry.
En primer lugar lo haremos en el diálogo de Henry con Descartes y
Biran, en La corporalidad, y en segundo en lo que hemos denominado
Datos de la vida subjetiva.
Sobre Filosofía y fenomenología del cuerpo 2 decir que es uno de
los primeros escritos de Henry, redactado durante los años 1948-
1949 como un capítulo de su tesis dedicado a estudios sobre el ego y
la subjetividad. En ambas obras Henry tuvo en Maine de Biran a
uno de sus compañeros de viaje. Había un germen importante en la
búsqueda común, y es a partir de ahí que Henry pretende
responder a intuiciones comunes que atañen al problema del
1 Michel Henry, Philosophie et phénoménologie du corps. Essai sur l'ontologie biranienne, 5ª
édition, Paris: Presses Universitaires de France, 2003.
2Michel Henry, Filosofía y fenomenología del cuerpo: ensayo sobre la ontología de
Maine de Biran, Salamanca: Sígueme, 2007. Traducción que seguiremos en adelante con la
abreviatura “FFC”. También decir que respecto al uso de los términos aparecer y
manifestación en castellano he tenido presente las precisiones señaladas por Miguel
García-Baró en el numeral 3 del texto "Las palabras de Cristo que dijo Michel Henry", de
Phenomenology 2010.
21
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
conocimiento según el cuerpo y la subjetividad. La lectura que hace
Michel Henry del pensamiento de Maine de Biran en FFC pretende
armar como tesis primera y última el logro de Biran al “situar la
fenomenología como fundamento mismo de la ontología” 3 .
Esto considerando que “nuestra exposición dogmática de la
teoría ontológica del cuerpo fue realizada a partir de las tesis
contenidas en la Mémoire sur la décomposition de la pensée y en el
Essai sur les fondements de la psychologie” 4 , dirá Henry. Así entonces
tenemos el propósito de ver algunos matices que le permitirán a
Henry el paso del cuerpo a la corporeidad según la auto-afección,
estudiadas en ese primer Biran.
3 FFC, 248.
4 FFC, 245.
22
I. EL CUERPO
1. CORPORALIDAD
1.1. Aproximación
Michel Henry en una buena parte de FFC se ocupa en poner a
la vista la ausencias e imprecisiones ontológicas que distorsionaron
el sentido y el estudio de la corporalidad; esas ausencias o
imprecisiones también condujeron al ocultamiento de la
subjetividad. Por eso parte del trabajo de Henry será el de
establecer distinciones que correspondan más al aparecer de la
unidad subjetiva. Casi paralelamente a los vacíos ontológicos,
Henry va proponiendo el nuevo estatuto de la subjetividad y
planteando una inmanencia de la corporalidad respecto al yo y al
aparecer del mundo.
Para ese ejercicio, de señalar omisiones o distorsiones
ontológicas, Henry se referirá una y otra vez a Descartes, en lo que
llamaré la vía de distanciamiento de Henry en su crítica a
Descartes. Es decir, en FFC el acento, cuando se toma postura
respecto a Descartes, está puesto en distinguir los errores en la
concepción cartesiana del cuerpo, así como en señalar un doble
dualismo: el del cuerpo y el alma, y el del ego y el mundo. En este
doble dualismo Henry intenta desenmarañar las confusiones que
han impedido ver, no sólo el lugar y sentido de la corporalidad y la
subjetividad, sino además los alcances de la losofía de Maine de
Biran.
23
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Henry presenta, valiéndose de Biran, sus aproximaciones al
cuerpo, al alma, al yo y al mundo. Siempre tiene como punto de
partida y regreso la subjetividad absoluta. En FFC Henry se
comprende dentro de un perfeccionamiento del proyecto de Biran,
quien a su vez estuvo empeñado en proponer una base ontológica
según la subjetividad, hasta el punto de plantear para su proyecto
losóco la necesidad de una ideología subjetiva. Así Henry
permite hacer, en FFC, una nueva lectura crítica de los trabajos de
Biran. De ahí que en las distinciones sobre la corporalidad, a partir
de Biran, indique insistentemente que están atadas a la vida
subjetiva; de modo que la corporalidad y la subjetividad serán
anteriores a todo posible empirismo o sensualismo, y al margen de
cualquier idealismo; rearmando que no cabría, en ningún sentido,
un afuera de la vida subjetiva.
Así entonces, a continuación, quedamos en el umbral de
pensar a partir de un Henry, animado por Biran: una vía de
distanciamiento en su crítica a Descartes; La subjetividad anterior a
cualquier composición del individuo como alma y cuerpo; y la
inmanencia de la corporalidad, respecto al cuerpo como extensión
del mundo.
1.2. La vía de Henry a Descartes
En la obra posterior de Henry se verá su insistencia en criticar
una aproximación al conocimiento según una relación entre el
24
I. EL CUERPO
sujeto y el objeto; exponiendo una y otra vez el problema del
conocimiento en la modernidad. El asunto para Henry consiste en
revisar en quién se da y cómo se da, el conocimiento del yo y del
mundo –del sujeto mismo y del mundo de las cosas, de los objetos–.
Conrmando así sus apuestas ontológicas y fenomenológicas.
Básicamente Henry considera que no tiene sentido plantear el
problema del conocimiento a partir de una relación sujeto-objeto,
que responda a modelos representacionistas, idealistas,
materialistas, o que en todo caso proponga el aparecer del mundo,
por ejemplo, según aquello que un sujeto pueda conocer, o no, en el
afuera del mundo.
Al explicar este asunto y otros pertinentes Henry va a
Descartes. Arma las consecuencias de plantear el conocimiento
según el afuera del mundo como extenso. Es decir, el mundo, las
cosas extensas están respecto al yo, aquí, ahí, o allí; están distantes
de mí, trascienden mi yo y mi conciencia. En la crítica de FFC, el yo
cartesiano es más yo verdadero hacia dentro del sujeto, haciendo
posible un conocimiento del mundo extenso según el pensamiento y
la conciencia; y también es menos yo verdadero en su distancia
respecto al mundo y a las cosas en su materialidad.
Para llegar a esto Henry partirá de un estudio sobre la
corporalidad en el que sitúa la concepción cartesiana del cuerpo. Ve
en Descartes una tendencia a poner ontológicamente el cuerpo a la
altura de las cosas extensas del mundo, de la materia física, del
25
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
afuera, del mundo-objeto. Ante lo extenso está el sujeto pensante,
ya establecido, que se propone el conocimiento. Este sujeto que
puede conocerse, y conocer mundo, en realidad es un ego con alma
y cuerpo. En ese marco Henry armará un primer dualismo
cartesiano: el dualismo alma-cuerpo.
Este primer dualismo constatado por Henry en Descartes,
consiste en conrmar que el cuerpo aparece prácticamente como un
añadido al alma. Algo así como decir: “es evidente que tengo
cuerpo y en comparación con el mundo es lo más parecido que
tengo a lo que veo, y me pregunto, a lo que pretendo conocer de ese
afuera”. El cuerpo termina por ser una consecuencia en mi
pensamiento del conocimiento extenso que tengo de él. Descartes
pondrá, ontológicamente, el cuerpo a la altura de las cosas extensas,
las del mundo; y antepondrá las posibilidades del cogito, para
explicar y describir lo extenso –incluido el cuerpo–.
En ese sentido Henry señala la evidente preferencia de
Descartes por el yo pensante y con ello del alma, a diferencia del
cuerpo que aunque haga parte de mi condición de sujeto
difícilmente podrá ser fuente de verdad, de claridad y distinción. La
claridad en el conocimiento sólo se hace posible por el cogito, en
este caso, reLexivo hacia el mundo y las cosas, y del cual la noticia
más inmediata que tengo viene de mi cuerpo. En denitiva mi
cuerpo al modo cartesiano hace parte de ese afuera de los cuerpos
extensos, de la materia, del mundo que conozco y me represento.
26
I. EL CUERPO
Como podemos ver, y según se anota en FFC, este dualismo
no está explicitado en la relación yo-mundo, o sujeto-objeto, sino
propiamente en el sujeto, al interior del sujeto, del yo; en una
pretendida unidad de cuerpo y alma al interior de la vida del
sujeto. Enfatizamos esto porque mostrará que en realidad es el
cogito, al modo cartesiano y en sentido fuerte, la condición para el
conocimiento del yo (sujeto) en su inmanencia, hacia dentro de sí.
En ningún sentido esa condición la tendrá de modo paralela, o
análoga, el cuerpo. Es aquí donde, a mi parecer, se sitúa el
nacimiento de las dos vías críticas –una de corroboración y otra
distanciamiento– de Henry a partir de Descartes.
En FFC se expone la vía crítica de distanciamiento de Henry
respecto a la losofía cartesiana. Henry dejará ver una triple
distorsión ontológica, en Descartes, de la corporalidad respecto a la
vida subjetiva. La primera se reere a que el cuerpo tendrá un
carácter prácticamente funcional y de valor agregado en el sujeto en
lo que tiene que ver con la experiencia propia. La segunda compete
a la situación ontológica del cuerpo respecto al alma, donde para
efectos de conocimiento el cuerpo secunda al alma, o es un medio
de supeditado al cogito. Una tercera distorsión ontológica se ve al
plantear que el cuerpo es el que nos permite el contacto material
con el mundo, sin intervenir necesariamente en el conocimiento
cierto que podemos tener de sí mismo y del mundo; porque en
realidad esta conanza estará depositada, a través del alma, en el
27
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
cogito. Prevalecerá lo que Henry denomina como prejuicio
cartesiano e intelectualista, según el cual el pensamiento no es
afectividad.
Así, al interior del sujeto, del yo, a partir de Descartes, se dan
dos tipos de descripciones para situar ontológicamente el cuerpo
respecto al alma: un tipo de ellas propone una suerte de afectividad
más atada al alma, supeditada al cedazo del cogito; y el otro tipo
presentan el cuerpo, explícitamente, en el marco comprensivo de lo
extenso, en lo que cabe por ejemplo una representación mecánica de
la materia y del cuerpo. En ambos tipos de descripciones se ha de
comparecer ante el cogito ya sea para aclarar lo oscuro de una
sensación, o de una experiencia; o para formalizar, matemática-
mente por ejemplo, una descripción física o corporal.
Vayamos a un par de ejemplos. En el primer tipo podríamos
decir “siento miedo” y hacer con ello consideraciones que hacen
parte de una afectividad indeterminada, todavía oscura para mí,
que incluso me la represento como algo extraño. Ante esta
extrañeza, desconocimiento y duda en mi experiencia, Descartes
propone una búsqueda de claridad que sólo puede venir por el
cogito. Aquí el cogito viene en auxilio de mis experiencias, y de
aquello que afectivamente considero que es mi miedo. En el
segundo tipo, puedo decir que tengo un corazón y que en su
funcionamiento habitual tiene un número de latidos por minuto, y
que late más aprisa cuando digo tener miedo. En este caso se trata
28
I. EL CUERPO
de una descripción siológica de una parte de mi cuerpo que tiene
más latidos por minuto, que claramente desarrolla las funciones que
le corresponden como sistema físico y material; cuyo
comportamiento excepcional no tendrá credibilidad o conexión
alguna, si se intenta comprender según la inmediatez de mi
experiencia de miedo.
Aunque el mismo Henry reconoce el intento de Descartes por
situar y dar cabida a las experiencias (Erlebnisse, según las llama
Henry) y afecciones en una tercera naturaleza simple primitiva, la
unión del cuerpo y el alma, eso no signicará que las tesis
cartesianas dejen de tener su centro gravitatorio en el cogito; y
menos aún que los esfuerzos por situar el cuerpo en conexión
inmediata con el alma, gracias a la condición de la conciencia del
yo, libren al cuerpo de una consideración más que segunda en la
tarea del conocimiento. Para Henry, en Descartes, la comprensión
del cuerpo se tratará precisamente de eso, de una comprensión
extensiva del cuerpo máquina a modo de partes y extra partes, en
un esfuerzo explicativo de las pasiones del alma. Detengámonos un
poco más en este punto.
Henry explicará que Descartes tendrá como base tres
naturalezas simples: la extensión, el pensamiento, y la unión del
cuerpo y el alma. La tercera, la unión del cuerpo y el alma, sale al
paso del dualismo cartesiano entre el pensamiento y la extensión,
abordando la condición del hombre. Descartes reconoce unos
29
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
hechos en el hombre, que vendrían a ser las experiencias. De estas
Erlebnisse, ahora reconocidas por Descartes, Henry dirá:
En efecto, los hechos que Descartes reere a la tercera naturaleza
primitiva no son sino Erlebnisse de un carácter particular: denen
dentro del cogito una zona de existencia sui géneris que parece
ser el reino de la afectividad y que netamente se distingue del
pensamiento puro del matemático que se ocupa, por ejemplo, de
resolver una ecuación5
Esto sólo podrá ser pensado, porque el cuerpo termina
compareciendo ante el alma. Una vez el cuerpo ya ha entrado al
ámbito del pensamiento puro, el alma, como expresión más
inmediata del cogito en el hombre, se encuentra dando razón de
determinadas experiencias y afecciones. Estas Erlebnisse se
estudiarán comprendidas bajo el lente del pensamiento puro y con
una versión reducida de la corporalidad, entendida desde la
extensión del mundo. Henry señalará que Descartes ve
prácticamente las afecciones como algo traído por una suerte de
invasión del cuerpo en el ámbito del pensamiento puro. En palabras
de Henry, Descartes armará estas Erlebnisse como “una confusión
resultante de la intervención del cuerpo en el dominio del
pensamiento puro, intervención que consiste en una acción del
cuerpo sobre el alma, y que presupone a su vez la unión como
condición de toda posibilidad” 6 .
5 FFC, 199.
6 Ídem .
30
I. EL CUERPO
Efectivamente habrá distinciones al interior del yo donde a
través del cuerpo, Descartes, dará pie para pensar que hay una
unidad entre el cuerpo y el alma, en concreto cuando reconoce y se
propone estudiar algunas afecciones especícas. Supuestamente
ellas nos permitirían hablar de algunas sensaciones de la vida
afectiva, por ejemplo, en relación con la corporalidad. Aún así
Henry precisa que esas descripciones fueron presentadas por
Descartes según un orden axiológico, pero en ningún sentido son o
pueden ser la explicación de partida para proponer el estatuto
ontológico del cuerpo en la vida del yo, en la vida subjetiva. En este
punto Henry dirá que:
Si bien todas nuestras Erlebnisse son iguales en su estatuto
fenomenológico y ontológico…el cartesianismo establece entre
ellas una jerarquía que no puede basarse sino en consideraciones
de otro orden, a saber, de orden axiológico. A pesar de la
identidad de sus respectivos estatutos fenomenológicos, la
concepción matemática se considera superior a la pasión7
Es evidente que en el caso cartesiano no cabría esa solicitud
de Henry. Ya Descartes ha introducido la tercera naturaleza y con
ella a conrmado sus apuestas: la primacía del cogito en cuanto al
aparecer primero del fenómeno, en orden al conocimiento; en el
mismo sentido una primacía del cogito, en orden al estatuto
ontológico; y como tercera apuesta, la introducción de una
permixtio, mezcla, de la extensión y el pensamiento, en el hombre,
7 FFC, 203.
31
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
que tendrán su correlato de unidad, a través de la pretendida unión
entre cuerpo y alma.
Esa tercera apuesta, la permixtio, expuesta insistentemente
por Henry, será particularmente problemática porque ya de
antemano rompe con la unidad subjetiva y ontológica que ofrece la
corporalidad. Esto se debe a que las experiencias no aparecerán
según el hecho y el fenómeno en la inmediatez del cogito; sino que
ellas tendrán una determinación segunda en el suelo del
pensamiento puro, a consecuencia de la injerencia del cuerpo en el
pensamiento. De ese modo las afecciones, por ejemplo, llegan a ser
determinaciones especícas del cogito, pero no en cuanto a las
posibilidades que da el cogito para estudiarlas sino ante todo como
afecciones supeditadas al cogito; en ese sentido cualquier
consideración ontológica de las afecciones tendrá que pasar por
armar la intromisión de lo extenso, en este caso mi cuerpo, en el
pensamiento puro. De ahí que Henry haya armado que nuestras
Erlebnisse, en Descartes, son consideraciones de orden axiológico.
Henry no objetará en Descartes las descripciones especícas
que se puedan hacer de las afecciones a partir del cuerpo y de las
experiencias propias; más bien la crítica de Henry consiste en
mostrar que el estatus ontológico del cuerpo se presenta
prácticamente como un añadido, tanto en la intromisión del cuerpo
en el pensamiento puro como en lo que atañe a la pretendida unión
del cuerpo con el alma. En realidad el cuestionamiento fundamental,
32
I. EL CUERPO
que hace Henry a Descartes, nace de ver que no hay una base
fenomenológica para establecer una ontología que presente al
hombre como unión de cuerpo y alma. Así en Descartes, la
afectividad, por ejemplo, es una consecuencia de la intromisión del
cuerpo en el pensamiento puro; por eso la afección es inferior al
pensamiento y “no puede pertenecer a la esencia del pensamiento” 8.
Es decir, claramente para Henry, el hombre no es, en su
manifestación corporal, una consecuencia de la unión del cuerpo y el
alma; tal unidad no es un dato inmanente dado por la propia
corporalidad, por la subjetividad. Henry quiere llevar hasta las
últimas consecuencias este dualismo de cuerpo y alma; un dualismo
que de cabo a rabo dejará ver el dualismo anterior entre pensamiento
y extensión. Es en ese sentido que mencionábamos el doble dualismo
que evidencia Henry en Descartes. También este será un punto que le
permite a Henry situar, aún más, el cuerpo subjetivo de Biran para
proponer una unidad ontológica que tenga asidero en la inmanencia
de una corporalidad radicalmente subjetiva, que esté a su vez en
inmediata unidad con la vida absoluta. En este último aspecto de la
inmanencia de la corporalidad me detendré más adelante.
Quiero señalar que el método seguido por Henry para
abordar la unidad subjetiva en esta crítica a Descartes no consiste
en tratar de llevarse a Descartes a su terreno para evidenciar los
8 FFC, 201.
33
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
vacíos cartesianos. La pretensión de Henry en FFC es llevar al límite
las posibilidades de una ontología cartesiana a partir de la tercera
naturaleza simple y de la comprensión que en ella se tiene del
cuerpo. En esta vía crítica de distanciamiento respecto a Descartes,
Henry se propuso mostrar varias contradicciones en el contenido y
en el método de los dobles dualismos, los cuales al parecer tendían
a una búsqueda de cierta unidad ontológica. El énfasis de Henry
estará en esa tercera naturaleza porque es en ella en la que se
aborda una pretendida unidad del hombre, tomando en
consideración el cuerpo.
Ese es el vacío fundamental que encontrará Henry en
Descartes, es decir, la ausencia de unidad de la subjetividad, de la
corporalidad. Incluso la unidad de cuerpo y alma en Descartes es
planteada como algo prácticamente articial, tanto al interior de su
pensamiento como en la manifestación de las pasiones en la
subjetividad. Considero que será este mismo vacío de unidad
subjetiva el que le permitirá proponer a Henry –como alternativa al
dualismo ontológico, derivado de los dualismos cartesianos– “la
teoría del cuerpo subjetivo, tomada en su conjunto” 9 .
1.3. Subjetividad antes que yo como alma y cuerpo
La alternativa que está detrás de esta vía crítica que venimos
9 FFC, 216.
34
I. EL CUERPO
señalando, y será indicada desde el principio de FFC, consiste en
plantear cuál es la situación del alma en la subjetividad, a partir de
los estudios sobre el ego y el cogito según Biran. En la presentación
de Henry sobre este asunto está incluida la vía crítica de
distanciamiento que acabamos de exponer, asimismo se anuncia
una de las apuestas más fuertes de Henry, una nueva lectura del
cogito cartesiano explícitamente tomado del proyecto biraniano.
En las primeras líneas de nuestro trabajo decía que hay dos
vías críticas de Henry respecto a Descartes: una de corroboración y
otra de distanciamiento. En la de distanciamiento, como hemos
visto, Henry se mete a hacer distinciones que despejen el camino
para que luego aparezca mejor la transparencia del fenómeno
original y primero en el conocimiento, el aparecer, el ver; en ese
contexto arremete contra todo lo que pueda hacer naufragar la
unidad de la vida subjetiva, que en el caso de FFC incluye: el asunto
de alma según la tercera naturaleza cartesiana; la extensión
cartesiana, como anticipo, a medio camino, de las siguientes
negaciones de la subjetivad en clave de exterioridad; y el tema de la
alienación ontológica que tomará directamente de Biran, y que le
facilitará las distinciones ontológicas.
En cuanto a esa vía crítica de corroboración respecto a
Descartes, en FFC, Henry se detendrá en el ego y en el cogito
cartesiano, y en las lecturas que de estos hace Biran para situar
ontológicamente la subjetividad. Esto se debe a que si bien la
35
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
pretensión de FFC es detenerse en la corporalidad, esta no se puede
comprender sin la subjetividad “dado que este cuerpo, en su
naturaleza originaria, pertenece a una esfera de existencia que es el
de la subjetividad misma” 10 . A la vista de Henry está la pretensión
de una losofía primera que hable de un “ser real y encarnado” 11 . A
continuación pensemos un poco de qué se trata esta vía, contando
en este caso, además de Descartes, con las explicaciones que Henry
hace de Biran.
Esta vía crítica de corroboración pasa por la experiencia
inmediata y primera del cogito, en la que armo mi existencia:
“pienso”, “yo pienso”. Este cogito, dirá Biran, es un poder, pues
más que de un “yo pienso” se trata de un “yo puedo”. Esto se verá
más claramente cuando las posibilidades de este cogito originario le
sean concedidas a la subjetividad, al cuerpo subjetivo; que
estudiaremos más adelante. La armación-experiencia de este
“poder” está situada al interior de mi subjetividad, como también lo
están las posibilidades explicativas que contiene, en una posible
ontología de la subjetividad. Es en ese sentido Henry arma que
para Biran la vida de la conciencia sólo puede dársenos “en una
experiencia interna trascendental” 12 . Digamos que es de ese tronco,
de la experiencia interna trascendental, y del despliegue explicativo
10 FFC, 31.
11 Ídem.
12 FFC, 41.
36
I. EL CUERPO
de dicha experiencia, inmediata e inmanente, del que deviene la
diferencia ontológica; así como lo que abordaremos a continuación
sobre el alma.
El alma, decíamos antes, tiene un carácter problemático y
prácticamente articial respecto al yo, al ego, cuando está
comprendida en una dialéctica con el cuerpo extenso; debido a ese
reclamo explicativo, que surge, una vez se arma la intromisión del
cuerpo en el pensamiento. En Biran el alma será reconocida como el
ser del ego, en su corrección cartesiana, es decir, el alma estará al
interior de la subjetividad, en ningún sentido será algo trascendente
al ego, ni en su situación ontológica, ni en su posible tematización.
Detengámonos un poco en esto.
Al explicar el ego, Henry enfatiza en Biran:
el término absoluto no se aplica a la esfera de inmanencia que
nosotros denominamos absoluta, sino que designa lo que ya no
pertenece a esta esfera, lo que está fuera de ella y ocupa su lugar
en el ser trascendente13
En lo que atañe al alma, eso querrá decir que el ser del ego, en
el caso cartesiano, es un término trascendente, es decir fuera del
ego. Aunque se establezca luego la relación del alma con el
pensamiento, esta apunta más a una correspondencia según la
permixtio, mezcla según la cual el alma tiende al pensamiento y el
cuerpo a la extensión; ambas situaciones son trascendentes a la
13 FFC, 77.
37
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
experiencia del yo o del cogito originario. Prácticamente el alma
encuentra su explicación primera, en Descartes, como
determinación de un absoluto, no inmanente al ego en un
trascendente “x”, Dios; al que estarán también referidas las tres
naturalezas cartesianas.
Asimismo Henry explica que una vez se busca el fundamento
del ego en algo trascendente a este, el trascendente por nombrar
dependerá del carácter del lósofo, ya que el trascendente “x” hará
parte de la alienación ontológica, y no de una fenomenología que
abre a una ontología de la subjetividad, o a una ideología de la
subjetividad ya anticipada por Biran; y que es concebida en toda
regla como un conocimiento individual. De ese modo el monismo
ontológico, por ejemplo, sería una expresión más de la formulación
de un trascendente “x”, que estará más dotado de la signicación
que el lósofo le dé a una sustancia primera, por ejemplo, que de
una ontología con contenido. La ontología será tal en su contenido
solo si parte de la inmanencia de un ego sin distancia de sí. Aquí no
se trata de un ego constituido por algo previo a él, por ejemplo, sino
de un ego transparente a sí en su aparecer, en su experiencia
propia. Para Biran, dice Henry, el ser del ego, tiene una
identicación con el ser del conocimiento ontológico, sólo si esta
identicación es “formulada dentro de una problemática de la
subjetividad” 14 .
14 FFC, 74.
38
I. EL CUERPO
Lo anterior quiere decir que cualquier desarrollo ontológico
que prescinda de la mencionada inmanencia del ego, en tanto
experiencia propia e individual, termina por ser una ontología
vacía, requiriendo algún trascendente “x”. Hasta aquí podría
pensarse que la crítica fundamental de Biran haría parte de una
crítica más al sustancialismo que según dice Henry muchos han
visto en Descartes. Sin embargo la crítica fundamental de Biran al
cartesianismo, dirá Henry, “se inicia en el momento que interviene
el alma…para designar el ser del yo identicado con el
pensamiento” 15 . Para Henry, Descartes no será objetado por Biran
en la identicación del yo con el pensamiento. En realidad la vía de
corroboración a Descartes, por parte de Henry y de Biran, está
presente en la experiencia de esta identicación del yo con el
pensamiento por el cogito. Es una armación del ser del yo, de mi
subjetividad según mi experiencia interna trascendental, inmanente;
sin atisbo de trascendente “x” alguno.
El punto de distanciamiento de Biran respecto a Descartes,
también suscrito por Henry, consiste en ese paso en falso que da
Descartes desde la subjetividad a la consideración de un alma que
como parte de la tercera naturaleza sitúa al ego distante de sí,
contraviniendo esa identicación del yo con el pensamiento,
lograda en la inmanencia subjetiva de la experiencia interna
15 FFC, 75.
39
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
trascendental. Ahora el alma es un trascendente “x” respecto al ego,
el alma no podrá ser explicada en Descartes a partir de una posible
ontología del ego, como ser del ego, por ejemplo; pues se ha situado
fuera de la experiencia interna trascendental, está fuera del ego
originario, de la subjetividad. Recordemos que el alma se encuentra
en esta situación, en el caso cartesiano, desde la formulación de la
tercera naturaleza, al tener como propia la tarea del pensamiento en
su esfuerzo por explicar las Erlebnisse. Las experiencias y
afecciones fueron consideradas, como vimos, desde la óptica de la
extensión, a partir de la intromisión del cuerpo en el ámbito del
pensamiento puro. Así el ego termina alejado de sus posibilidades
ontológicas propias, y aparentemente dotado de ser por dos
trascendentes “x”: la sustancia y el alma. Así dirá Henry de este
ego:
…ya no es, según Biran, aquel que el cartesianismo, en su
profundidad innita, había reconocido primitivamente: un ser
determinado fenomenológicamente según un aparecer, cuya
originariedad absoluta exigía que una ontología fenomenológica
circunscribiese un ser dotado de originariedad absoluta, a saber,
el ser del ego16
Es entonces, la objeción a favor del aparecer originario y de la
inmanencia radical del ego, lo que se presenta aquí en el horizonte
de la búsqueda losóca. El ego en su manifestación primera de sí.
No requiere de trascendente alguno en su originariedad. Las
16 FFC, 76.
40
I. EL CUERPO
condiciones están dadas para continuar su indagación radical en el
aparecer primero: el alma, trascendente al yo, no es ni ego, ni alma;
el cuerpo, extenso respecto al ego e instrumentalizado por el alma
para ser comprendido, no es mi cuerpo, y es ajeno al ego.
1.4. La inmanencia de la corporalidad
Una de las razones que aduce Henry para explicar el motivo
de estos estudios sobre la corporalidad parte de su interés por
conocer la realidad del hombre, en quien el cuerpo esta implicado
directamente en cuanto al conocimiento, según su situación real,
encarnada y de sentido. Para Henry no se tratará del hombre del
idealismo, según dice, o de aquel que hace parte de un análisis
especíco, desde el empirismo, sino del hombre que soy yo, de mi
cuerpo. Enfatizará que el ego, estudiado en la subjetividad, no
puede ser algo exclusivo de las ideas en su formulación, sino que
estas deben atender a la realidad encarnada y existencial del
hombre.
No hacer esto trae consigo no abordar al hombre en su
totalidad; sería una comprensión exclusiva del pensamiento y
excluyente del cuerpo en su aparecer originario; es poner al ego a
pensar el cuerpo, pero sin cuerpo. Por otro lado, al abordar a este
hombre que soy, corporalidad, según mi existencia y mi sentir,
permite presentar al hombre, en su manifestación primera, como
subjetividad, como mi subjetividad corporal. Esto implicará que
41
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
este cuerpo mío deba armarse en el plano ontológico,
expresándose en ello su aparecer primero como subjetividad,
porque “este cuerpo, en su naturaleza originaria, pertenece a una
esfera de la existencia que es la subjetividad misma” 17 .
Henry muestra como el cuerpo, tradicionalmente, ha sido
situado losócamente como extensión o como objeto, pero en
ningún sentido en su condición originaria según el aparecer de la
vida subjetiva. Centra su crítica en un cuerpo que no es subjetivo, es
un cuerpo como el que se presenta objetivado por la biología o
como el cuerpo cartesiano, expuesto hace algunas líneas. Como se
verá, en esta problemática del cuerpo es comprensible que se asocie
el conocimiento de mi cuerpo, con el afuera de mí. Parece que mi
cuerpo es la parte de mí que está situada más afuera de mí, situado
espacialmente con el mundo, y con las cosas, con lo trascendente.
Incluso, cuando lo pienso como algo inmanente, es como si fuese
necesario que lo trajera a mis pensamientos y sentimientos
interiores para poder conocerlo, como si fuese casi ajeno a mí.
Hablo de mi cuerpo como aquello que me pone en contacto
con el afuera, con lo que está fuera de mí. Al nombrar mi cuerpo
digo de él según una dinámica del conocimiento que tiene su
certeza puesta en el objeto puesto, objetivado. De ahí que pueda
llegar a comprender el cuerpo desde esa perspectiva que deposita
su conanza, para este asunto, en la objetividad descriptiva de mi
17 FFC, 31.
42
I. EL CUERPO
cuerpo, como si en ella estuviese lo originario de mi corporalidad.
Esta conanza se establece porque he podido poner el cuerpo como
otro objeto de estudio según el ámbito de las ciencias de la biología,
por ejemplo. El cuerpo está aquí situado en el afuera de mi
conciencia, como algo pensado por ella o reconocido por ella en un
segundo movimiento que no incluye la apercepción inmediata del
ego en su inmanencia. El cuerpo está excluido de en su origen de la
vida del ego, termina por ser un añadido del ego, el cuerpo estará
por ser comprendido, o es un instrumento para comprendernos en
nuestra relación con el mundo. Mi conciencia conoce del mismo
modo y con las mismas facultades el cuerpo propio, el de otros, y el
mundo. Mi ego incluso en su inmanencia más radical, como dijimos,
en un segundo acto de presentación al entendimiento y a la
conciencia reconoce el cuerpo como algo que estará en condiciones
de ser objetivado por mí.
Esto que describimos es la omisión que entraña un estudio del
ego y la subjetividad cuando no termina de considerar en el primer
plano del conocimiento, al cuerpo. Es claro que en el uso del
lenguaje escrito, u oral especialmente, por ejemplo, establecemos
una distancia respecto a la propia experiencia interna
transcendental. Esta “distancia” es establecida por mi propio
pensamiento que está en condiciones de explicar articuladamente,
lógicamente, mi propia experiencia trascendental. Por esto resulta
razonable el desplazamiento del cuerpo en el orden ontológico. A
43
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
continuación mencionaré un par de ejemplos, para señalar más
concretamente lo que se cuece tras esta omisión; y para ver un poco
la necesidad del carácter fundador e inmediato del cuerpo en el
ámbito del conocimiento.
Yo, ahora, siento hambre, ya en mi armación “siento
hambre”, parece que contengo la inmediatez de mi experiencia de
hambre en un día de verano en Tokio, aquí, en una biblioteca de la
ciudad de Chofu, al lado de esta ventana. Sin embargo la primacía
de la experiencia no se la debo a la posibilidad que tengo ahora de
decir de ella, a través del lenguaje, en este caso escrito. Esta
experiencia mía, de hambre, se debe a sí misma. Aún así, hay que
prestar atención a que la experiencia del hambre no es algo ajeno a
mí sino que precisamente es todo lo contrario. Esta hambre que
siento no se debe al juicio: “siento hambre”; más bien dicho juicio se
debe a mi sentir hambre ahora, contando con que está a punto de
caer una tormenta de verano, y caigo en la cuenta de haber olvidado
ayer mi paraguas en un restaurante, y que además hoy no he traído
otro, y mis alternativas ahora son: seguir escribiendo; ir a comer
antes de la tormenta; ir a comer cuando me plazca, conando que
no habrá tal tormenta; o mojarme, si cae la tormenta una vez
termine de escribir un par de páginas más.
Todas las armaciones que he hecho entorno o a partir del
hambre que siento se fundan en mi sentir hambre, y primariamente
en mi experiencia interna subjetiva de mi hambre. Estas
44
I. EL CUERPO
armaciones sobre el hambre que siento están anticipadas respecto
a las armaciones mismas, y a su expresión lingüística, por el
aparecer de ellas en mi subjetividad como armaciones, juicios y
alternativas, entorno al hambre.
Un segundo ejemplo. Si digo: “tengo sueño”, estaría
mintiendo, porque ahora no tengo sueño, no siento sueño. Aunque
sí es cierto que sé perfectamente a qué me reero cuando digo tener
sueño. En este ejemplo estoy seguro de dos cosas, en orden al
conocimiento y a la manifestación del fenómeno del sueño: estoy
seguro de recordar, de saber, por mi memoria subjetiva corporal, de
qué quiero decir cuando digo que siento sueño; y eso me permite
armarlo cuando lo tengo, e incluso mentir, respecto a tener sueño,
o no, a sabiendas de que no es cierto que tenga sueño; aún así, sí sé
a qué me reero en mí al hablar sobre mi tener sueño. La segunda
cosa de la que estoy seguro es de la experiencia que se está dando
en mí en este momento, que intento poner este ejemplo; incluso
pensando si alguna vez he mentido diciendo que tenía sueño, aún
cuando no lo tuviese.
En el primer caso, del segundo ejemplo, en cuanto a la certeza
propia de saber en carne propia qué es el sueño, Henry tomará las
explicaciones sobre el cuerpo, que hace Biran, en respecto a la
memoria y el hábito. En el segundo caso del mismo ejemplo, se trata
de mí, inmerso, de lleno, poniendo un ejemplo, emitiendo juicios a
la inmediatez de dicho aparecer. En el primer caso, para Biran,
45
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
leído por Henry, mis armaciones son juicios intuitivos, cuya
expresión, que reposan sobre algo anterior a ellos y más primitivo.
En el segundo caso, aquello primitivo sobre lo cual reposan mis
armaciones, juicios intuitivos, es, según Biran: “la intuición
inmediata”, o la “apercepción inmediata”; para Henry, es “la
experiencia interna trascendental”; y según mi ejemplo, se trata del
aparecer de mi experiencia interna e inmediata poniendo un
ejemplo sobre la corporalidad en la inmanencia del ego.
Así, retomando lo que decíamos antes de los dos ejemplos, mi
cuerpo en ningún sentido me es extraño, o es algo fuera de mí,
respecto al aparecer primero e inmediato de mi subjetividad. La
confusión viene cuando yo propongo el juicio, la armación, como
aquello que hace posible el hambre que siento. Así, la verdad sobre
mi hambre, tal cual la siento, a veces intenta establecerse por el
juicio emitido sobre ella, o incluso sin contar con mi experiencia de
hambre, y según mi “estar sintiendo hambre”.
Asimismo se antepone el juicio, la armación, a la inmediatez
del aparecer de mi experiencia en lo que toca al conocimiento, a las
consideraciones ontológicas, y lógicas. En primer lugar se margina
el aparecer primero de todo, según mi experiencia interna
trascendental. Ya de golpe, se ha prescindido del carácter real del
hombre encarnado; de ese ego que soy: yo sintiendo, comiendo,
hambriento, soñoliento, cansado, riendo, bailando, enfadado. En
denitiva al anteponer el mero juicio al aparecer del fenómeno y de
46
I. EL CUERPO
la experiencia interna trascendental, aquel no sólo no contiene una
presentación de la realidad del hombre, por ejemplo, sino que
además, en su formulación, es ajeno a la vida subjetiva, a mi
corporalidad, es un juicio vacío respecto al aparecer primero y a la
manifestación de los fenómenos. El fracaso está anunciado, pues el
juicio es incapaz de fundar originariamente, por sí mismo, algo que
no puede contener en modo alguno en su formulación: el aparecer
primero de los fenómenos.
El vacío señalado respecto al conocimiento del cuerpo,
muestra cómo se prescinde de la corporalidad en su condición
originaria en la vida del ego; también indica cómo se intenta hablar
del cuerpo propio como algo supeditado a presentaciones segundas
que hace el mismo ego sobre el cuerpo; en tercer lugar, se considera
conable en el conocimiento de mi cuerpo armar que tengo cuerpo
porque puedo proponerlo en juicios que anticipan su aparecer
trascendente y su aparecer originario.
El modo como Henry sitúa ontológicamente el cuerpo, a
partir de Biran, tiene como presupuesto las dos vías de críticas
cartesianas que estudiamos antes. Henry encontrará muchas
razones desde Biran para proponer el carácter originario del
cuerpo, y para identicar el cuerpo con el ego; esto se verá cuando
se detiene a exponer datos que le permiten, desde Biran, proponer
una ontología de la subjetividad –estos datos los estudiaremos en el
siguiente numeral–. Por otra parte para Henry, en Descartes el
47
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
cuerpo no es realmente conocido, por todos los motivos que hemos
visto: el cuerpo es concebido como un instrumento para aclarar en
el alma, las solicitudes del pensamiento, del ego. La situación de
extensión prácticamente al nivel de la exterioridad del mundo hace
del cuerpo un componente de compuestos, parte de la maquinaria
del mundo; y como tercer motivo, la insuciencia de un cuerpo que
pretende unirse a un alma que es un trascendente “x”. El alma no
aparece originariamente en la vida del ego, en la inmediatez de la
experiencia interna trascendental y originaria, en la apercepción
inmediata. Cabe anotar que esta apercepción es el es punto de
partida común para Descartes, Biran y Henry –lo que he llamado la
vía crítica de corroboración en Descartes, a partir de Henry– en sus
respectivos proyectos losócos.
Es claro que la puesta en escena fenomenológica que se
corresponde con la condición ontológica ego tiene su fortín en el
aparecer primero del ego, en la experiencia primera de saberme
siendo como agente y dador de esa certeza, apercibiéndome de que
soy. Este “darse cuenta de sí” no es propiamente un haber sido
noticado de algo por alguien, sino que se trata de mi condición de
agente y testigo protagonista de mi propio aparecer. En ese sentido
se explica la apercepción inmediata del “yo pienso” cartesiano, es la
identicación del yo con mi estar viviendo mi yo como
pensamiento. Las críticas anteriores de Biran y Henry al
cartesianismo vinieron precisamente de las distancias que se fueron
48
I. EL CUERPO
estableciendo en el conocimiento del ego respecto a sí y al mundo a
partir del propio ego; de esto se trataban los dobles dualismos
señalados: al interior del ego, y entre el ego y el mundo.
Las objeciones vienen a Descartes por la ausencia de una
radicalización de dicha experiencia primera del yo, en lo que se
reere al yo como poder, en el caso de Biran, y en el sentido de la
auto-afección en el caso de Henry; ambos anuncian en el “yo
puedo” y en “la auto-afección”, respectivamente, el carácter
originario de la corporalidad en la experiencia privilegiada del
aparecer del ego (Biran), o por mi apercepción inmediata, o por mi
experiencia interna trascendental (Henry).
En ese sentido, a continuación, vamos a detenernos en los
datos fenomenológicos que Henry tomo de Biran en FFC. Estos
aportes ofrecen nuevas posibilidades a al yo, a la subjetividad, a la
corporalidad según: la re:exión, la categorías, el movimiento, el
continuo resistente y el hábito; al desplegar en todo ellos una parte
importante de los alcances de la apercepción inmediata; que Henry
llamará experiencia interna trascendental.
49
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
2. DATOS DE LA VIDA SUBJETIVA
2.1. La reD exión
Las aclaraciones terminológicas en FFC favorecen la
comprensión de Biran y las futuras tesis de Henry. Uno de los
términos que aparece como clave en FFC es el de reLexión que
desde su planteamiento inicial expresa la decisión de Biran,
compartida por Henry, por sentar las bases para una ontología de la
subjetividad y para una ideología subjetiva. Hasta ahora nos hemos
aproximado al problema del conocimiento más desde la perspectiva
de Henry y Descartes sugiriendo las tesis de Biran. Sin embargo en
el fondo de lo que he explicado está Biran, teniendo como punto de
partida fenomenológico la vía crítica de corroboración cartesiana
que sostiene Henry. Esta vía es sencillamente la respuesta a la
pregunta sobre si existe una apercepción interna inmediata. Como
vengo anticipando, la respuesta es sí, para Descartes, Biran y
Henry, existe una apercepción interna inmediata; y además porque
esta experiencia existe como propia y primera en mí, y en orden al
conocimiento, puedo decir en ella, y sobre ella, de un modo cierto.
Así, la reLexión será presentada en Biran como la fuerza de esta
experiencia interior inmediata. Por esta experiencia interior se me
presenta con certeza mi yo y se me abre el conocimiento cierto del
mundo según mi subjetividad y las facultades que le son inmanentes.
50
I. EL CUERPO
Según Henry, en Biran hay un perfecto dualismo ontológico.
Biran propone respecto a los seres dos ámbitos de manifestación,
que lo son a su vez de conocimiento: el exterior y el interior. El ser
que se me presenta como exterior, me es dado con distancia
fenomenológica, exterior a mí, trascendente; y el ser que me es dado
sin distancia de mí, al interior de mí, en mi inmediatez, es
inmanente. Así, respecto al conocimiento, habla de un conocimiento
trascendente y uno inmanente.
Este asunto de la distancia fenomenológica será fundamental
para comprender todas las condiciones del yo como corporalidad.
En esto de la distancia se plantean las posibles distinciones
ontológicas y fenomenológicas entre el yo y el mundo; entre el yo y
el yo mismo; y la del yo como aparecer originario, que viene a ser
de no-distancia. En cuanto a la primera es evidente que hay una
distancia fenomenológica respecto a las cosas. A decir de Biran las
cosas se presentan como un afuera, el mundo me es distante, es
trascendente a mí; sin embargo, esto por sí mismo, no implicará una
imposibilidad de conocer las cosas, el mundo. La segunda
distinción entre el yo y el yo mismo se puede reconocer, por
ejemplo, al pensar el hecho reLexivo en el siguiente sentido: “la
reLexión es una interiorización de mi situación del yo, un volver
sobre mí para pensarme”; este modo precisamente contraviene el
sentido que encuentra Biran en la reLexión, o reLexión simple,
según la apercepción inmediata, en sus consecuencias para el yo y
51
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
el mundo. En este ejemplo del hecho reLexivo se pone mi yo en un
afuera respecto a mi experiencia, en este caso la distancia la
establezco exclusivamente por una determinación de mi
pensamiento, según la cual pongo distante de mí al yo para
representármelo y para reLexionar sobre él, por ejemplo. La tercera
distinción, se presenta como no-distancia entre el yo y el yo mismo,
mi yo se me da en una experiencia interna inmediata, el yo es
trasparente a sí en su manifestación primera; aquí es donde la
reLexión, o reLexión simple, tiene el sentido originario que le da
Biran; para él, dirá Henry de Biran, “la reLexión es la profundidad
misma de la subjetividad, su vida íntima” 18 .
El método por el que menciono estas distinciones, va de
afuera hacia adentro, del mundo al yo, desde lo exterior a lo
interior, según los términos de Biran. Saltan a la vista las
dicultades para hacer estas distinciones, esto se vio en aquella vía
crítica de distanciamiento de Henry respecto a Descartes. Estas
dicultades parece que llevan a presentar seres independientes con
estatutos ontológicos ajenos u opuestos, o a buscar algún
trascendente “x” que haga las veces de fundamento y dé cierta
unidad y correspondencia ontológica entre los seres. Por un lado
están las cosas, el mundo, llamadas por Biran “imágenes”. Luego
están las puestas en escena del yo, las presentaciones intencionales
y las ideas, que exigen al “yo puedo” estudiar el sentido interior de
18 FFC, 39.
52
I. EL CUERPO
dichas ideas, como las facultades que las hacen posible desde mi
subjetividad; esto haría parte del proyecto de Biran, de una
ideología subjetiva. Finalmente está mi yo apercibido en mi
inmediatez que, en el caso de no contar con un estudio de todo “lo
demás”(que no es poco), ontológicamente hablando, estaría más
que incompleto; sería un yo en el que según esa condición
excluyente cabría una simplicación del conocimiento de todo, es
decir, de aquello que escape a dicha apercepción interna inmediata.
Pero precisamente el método propuesto en FFC, respecto al
aparecer de los fenómenos, y a las posibilidades del conocimiento,
es el contrario al que acabo de explicar. Estudiar la subjetividad, la
corporalidad, sólo es posible si se va del yo al mundo; en FFC, se
muestra que hay que ir de adentro a afuera, de lo interior a lo
exterior. Aunque cabe anticipar desde ahora que este afuera del
mundo en los términos iniciales que venimos señalando no tendrá
cabida al modo de lo extenso en Descartes o del afuera como
realidad fundadora, donde se da la verdad primera del
conocimiento de los seres en menoscabo de la subjetividad. Como
mencionaba, ya para Biran este afuera será “imagen” y en Henry
hará parte del mundo-objeto en cuya oscuridad fue ocultada la luz
de la vida subjetiva. Es decir, tanto el aparecer de los fenómenos
como las posibilidades del conocimiento se dan en el interior
subjetivo. Esto último, en términos fenomenológicos respecto a la
inmanencia del aparecer del yo, haría parte de una fenomenología
53
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
genética; y en cuanto a mi conocimiento de todo lo que sugiere una
distancia fenomenológica, trascendental, según el despliegue de mi
vida subjetiva, se comprendería en una fenomenología
trascendental. En FFC en el proyecto de Biran esto último se reere
a una ontología de la subjetividad y a una ideología subjetiva,
respectivamente, es decir, a una ontología fenomenológica.
En esta experiencia primera del yo en su apercepción
inmediata tiene lugar la reLexión. Desde el comienzo en la
experiencia particular del aparecer del yo, en Biran, este se me da
como poder. La reLexión se presenta como expresión primera del
“yo puedo” en su inmediatez. Esto quiere decir que la reLexión es
la experiencia en la cual me apercibo interiormente de mi poder
subjetivo, por ese mismo poder propio, en mi inmediatez, la
inmediatez de mi yo. A su vez la reLexión, tiene todo el carácter
expansivo de rendimiento del cogito como poder reLexivo, porque
la reLexión “se identica con la fuente originaria de toda evidencia
que es el cogito tal como lo entiende Biran, es decir, no un acto
reLexivo e intelectual, sino una acción, un esfuerzo, un
movimiento” 19 , de ahí que la reLexión no sea una idea, sino un
agente de la apercepción interna inmediata.
Biran expone las posibilidades del conocimiento en la
realidad interior que le es propia a mi subjetividad, y la exterior la
19 FFC, 37.
54
I. EL CUERPO
reere al mundo. La reLexión, se plantea en mi interior subjetivo,
pues el yo se apercibe en su interior de sí en su inmediatez, sin
distancia respecto a sí, como inmanencia radical. También en mi
interior algunas ideas del yo son positivas, y expresan operaciones
como la de reLexionar o percibir, por ejemplo, de ahí la necesidad
de ver cómo puede haber una correspondencia entre dichas ideas
reales, con el sentido interior del conocimiento dado por mi
subjetividad. En este contexto propone Biran, interpretado por
Henry, el estudio de las facultades de la subjetividad. El propósito
de Biran es presentar una ideología subjetiva que permita expresar
el sentido interior de las facultades subjetivas. De ahí que pueda
decir que el yo da, rinde, las posibilidades de conocer, respecto a sí
mismo, en la apercepción inmediata e interior de sí; y que también
mi subjetividad se encuentra en condiciones de cultivar el arte de la
experiencia interior, el conocimiento interior. Por eso la reLexión
corresponde a esa primera línea de apercepción de la experiencia
interior, según la cual mi reLexión no es un cogito, sino un
esfuerzo, una acción, un movimiento, según citamos, por la cual
armo mi yo como un poder.
Al darse esta experiencia subjetiva interior que alumbra el
conocimiento y es luz de sí, se comprende el por qué de la
necesidad de una ontología de la subjetividad para explicar los
hechos interiores. También la necesidad de una ideología de la
subjetividad con la que doy razón de lo que conozco, es decir una
55
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
fenomenología trascendental, a decir de Henry. Por la primera,
ontología de la subjetividad, estudio los hechos subjetivos; y por la
segunda, la ideología de la subjetividad, el sentido y las
intencionalidades dadas por mi subjetividad en mi experiencia de
mundo. Esta distinción es más bien formal en lo que concierne a la
experiencia del conocimiento de los hechos interiores y de su
despliegue trascendental, pues, como se verá, ambos están dados
por mi subjetividad en la experiencia inmediata que tengo de cada
hecho o de cada intencionalidad, en el uso de mis facultades y en el
marco de mi unidad subjetiva.
2.2. Las categorías
Hablar exclusivamente desde la subjetividad, según esta
experiencia privilegiada de apercepción inmediata de nuestra
subjetividad, exige comenzar a explicar lo demás ya inmersos en la
reducción y en la abstención que me he convertido para situarme en
el origen posible de todo conocimiento. Mi subjetividad, en su
inmanencia radical, aspira a rendir las consideraciones propias de
mi vida subjetiva, de las facultades que le permiten decir de todo
como propio. Para Biran el yo no es un ente, de ahí que toda
oposición de una contraparte dialéctica como la del no-yo, por
ejemplo, es imposible. El yo no está constituido ni por constituirse,
está ya dado y apareciendo en mi inmanencia. Esta subjetividad
rinde todo, da todo de mí, es un poder como decíamos.
56
I. EL CUERPO
En todo esto Henry viene a exponer que las categorías en
Biran corresponden a las facultades inmediatas de mi subjetividad,
y que en unidad con mi subjetividad me permiten hacer una
fenomenología trascendental. Es decir, las categorías en Biran harán
las veces de esas facultades propias del yo, de mi subjetividad, por
las cuales yo digo de todo aquello que se me maniesta, de todo lo
que aparece. Cada categoría tiene su origen, y sus posibilidades de
despliegue por la vida del yo, por la subjetividad. Sin esta unidad
las categorías serían sólo ideas sin cabida a conocimiento alguno de
su verdadero estatuto dado en la esfera de la subjetividad, y no en
un a priori que no pueda fundar las categorías en esa experiencia
inmediata de apercepción de mi subjetividad. De ahí que “la
categoría no es en absoluto una idea, sino una manera de vivir el
mundo, una estructura de la vida natural” 20 . En ese sentido Henry
citará una referencia a la presentación a priori de las categorías al
entendimiento, y menciona que la objeción a las categorías
kantianas, por ejemplo, no se hace a la formulación de las categorías
mismas, más bien lo que se objeta es la ausencia de un origen que
permita armar en las categorías su condición verdadera, de ser
apercibidas y estudiadas según mi experiencia subjetiva e
inmediata. Es decir, si las categorías no están fundadas, como un a
priori en la inmediatez de la experiencia subjetiva, están vacías;
cada una de ellas sería un trascendente “x”.
20 FFC, 62.
57
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Una vez más la apuesta que subraya Henry es la misma de
Biran por una inmanencia absoluta de la subjetividad. Hasta aquí,
no hay terreno cedido a una comprensión que implique un afuera.
Las categorías se podrán expresar con miras a una ideología
subjetiva, a una fenomenología trascendental. Esto es así porque las
categorías favorecen la explicación y la comprensión de mi mundo,
el único que realmente se conoce. Es decir, el mundo como
trascendente, como afuera, no tiene cabida, todo el mundo que
propiamente conozco, es mi mundo o las ideas que de él me hago.
El mundo que se presenta al yo es un rendimiento, es dado, según
la vida del yo. La unidad del mundo es una unidad que está ya
dada por la unidad de la subjetivad, es por ejemplo, en este último
contexto que se aborda la categoría de unidad. En esta categoría de
unidad en mi experiencia digo que el mundo es el mismo porque yo
soy el mismo. Es decir la unidad respectiva de cada categoría a mi
subjetividad, y de la inmanencia a la que queda sujeta el mundo por
esa causalidad originaria que es mi yo, es lo que me permite un
aparecer del mundo como unidad. De ese modo el mundo, más que
traído a mi subjetividad desde su afuera, es dado por mi vida. Así,
por ejemplo, la categoría de causalidad se presenta en mi
experiencia por la fuerza del yo, por mi fuerza, por mi poder de
experiencia de mundo. La causalidad, en ningún sentido, implica
distancia alguna respecto al ego. El ser del mundo y el mío propio,
no son consecuencia de una causalidad “x”, o de un afuera respecto
a mi subjetividad.
58
I. EL CUERPO
La causalidad y las demás categorías no han de ser deducidas,
es decir, no requieren ser pensadas para ser tales; más bien lo que
requieren de mí, como en un acto segundo de mi subjetividad, para
ser explicadas, es que las lea. Leerlas quiere decir que ellas, las
categorías, mis facultades, las puedo ver en mi inmediatez, pues son
fundadoras de la verdad subjetiva; sin ellas en esta inmanencia
subjetiva tampoco podría conocer el mundo. Para proponerlas mi
subjetividad hace una abstención, una reducción de ellas y de su
aparecer en mí, así hago presente el ser de cada categoría, que está
unido a mi subjetividad. Por eso Henry preere hablar de reducción
más que de deducción, porque en una deducción el estudio de las
categorías parte, si es el caso, de la observación externa o
representada, para seguidamente armar así unas categorías que
tendrán puntos lógicos universales atribuidos al entendimiento o
advenidos al ente humano. Pienso que aquí el método y el
contenido para presentar las categorías, exigen la coherencia entre
las categorías en su aparecer en la inmanencia subjetiva y en el
esfuerzo de la abstención por ir a su ser en la esfera subjetiva.
Henry explicará este punto de la reducción y la deducción para el
conocimiento de las categorías, una vez más, comparando entre un
método que parte del afuera, como pueden ser las categorías
deducidas de la idea, y otro que parte la reducción de las categorías
una vez me veo inmerso en la experiencia subjetiva.
Aquí quiero señalar que, para considerar las categorías, se
59
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
sugiere un método realmente difícil, aunque ineludible debido al
carácter de este estudio. La tarea es diferenciar las categorías y
poder explicarlas en su correlación con mi vida subjetiva, en la
inmediatez de su despliegue; porque si fuese de otro modo no
podría decir verdaderamente de ellas.
Para ver un poco esto, tomo como ejemplo la libertad. Para
Biran la libertad no es una idea, sino un sentimiento que me es dado
en la inmediatez de la experiencia interna. Sólo puedo decir sobre
ella, si he contado con que la siento y la vivo ahora; o si por lo
menos me he planteado explícitamente verla, en su aparecer, en mi
experiencia subjetiva. A continuación propongo entrar a un ejemplo
muy sencillo en mi experiencia, hoy 12 de agosto, solo en casa, en la
ciudad de Chofu en Tokio, en un día menos caluroso que los
anteriores, así: voy a intentar hablar de la libertad. Ahora me
planteo pensar la libertad. Veo que ya empecé mal, porque de
entrada estoy distanciándola de su origen y de la experiencia
inmediata que tengo de ella. A ver empiezo de nuevo: ahora estoy
diciendo soy libre porque me siento así, realmente me siento libre
mientras escribo estas líneas y no me voy a nadar o a celebrar mi
aniversario de boda, realmente me siento libre aunque no esté
haciendo otras cosas que también me gustaría hacer.
En lo que acabo de decir he asociado directamente mi libertad
con lo que estoy haciendo, con aquello que también me gustaría
hacer y con la posibilidad de elegir lo que quiero hacer. Es decir,
60
I. EL CUERPO
casi como un acto reLejo, he remitido mi libertad al esfuerzo de mi
condición subjetiva que he considerado como hacer, armando en
mi subjetividad las posibilidades de mi hacer, de esfuerzo, ya sea
nadando o celebrando mi aniversario. Un segundo aspecto al que
sigo asistiendo en mi inmediatez, atendiendo a mi sentimiento de
libertad, es que efectivamente ahora la libertad se me presenta como
sentimiento, me siento libre no sólo en mi esfuerzo trascendental,
sino en mi contención, ahora la libertad se me da como un esfuerzo
contenido, en tensión, tanto en mi interior, en mi despliegue
subjetivo intentando pensar estas cosas, como en la tensión propia
que lleva mi determinación de continuar sentado aquí en vez de ir a
nadar, a celebrar mi aniversario o a la nevera por un vaso de agua
(pues ya me dio sed). Claramente asisto al aparecer de este
sentimiento intentando hacer una abstención de mundo y de otras
experiencias para explicarlo. La libertad está lejos de ser llevada a
otro terreno para ser comprendida, cualquier consideración que yo
haga, posterior a esta inmediatez del sentimiento, es segunda, en
cuanto descripción, respecto a la particular experiencia en la que
me ha sido posible atender a mi libertad.
Aunque también es cierto que mis consideraciones son igual
de inmediatas en la experiencia, como en el caso de la alternativa
que mi subjetividad me presenta. Así, en el caso de la alternativa, al
encontrarme en ella entre posibilidades de acción, veo que estas
posibilidades se me ofrecen en la experiencia por la que atendí la
61
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
categoría de libertad; en el ejemplo se trataría de: seguir
escribiendo, irme a nadar o irme a celebrar mi aniversario. Así la
alternativa se debe a este primer aparecer de la libertad como
facultad propia. En este aparecer también puedo ver ante las
posibilidades “el hacer” mismo de mi libertad, mi esfuerzo según la
tensión de mi vida que actúa como causa o motivo de mis
movimientos; a su vez atiendo al aparecer del mundo, que es el
mundo en mi inmediatez. Asimismo cabe pensar en las
consecuencias de mis actos, en las posibilidades y alcances de mi
libertad; estos tienen su momento más verdadero en el movimiento
mismo que expresa mi libertad como parte propia e inmediata de
mi vida, de mi subjetividad en mi ahora. Aún así, siempre la
libertad en cuanto sentimiento está circunscrita a mi inmanencia, a
la esfera de la subjetividad; de ahí que prescindir de esta fundación
de la libertad por mi subjetividad, es terminar hablando de una
cosa que podrán ser ideas de la libertad, o un “deber ser” de la
libertad pero no de ella según su rendimiento originario.
Así, las categorías tienen una descripción que se desmarca
explícitamente del racionalismo y del empirismo. En ningún sentido
son ideas o la consecuencia de la reLexión, entendida esta última
como una puesta en escena de mi pensamiento para explicar el
marco lógico, o comprensivo de mi entendimiento, por ejemplo. Las
categorías son inexplicables e incomprensibles en su alcance, si no
son armadas y descritas en, y desde, la inmanencia de mis
62
I. EL CUERPO
experiencias subjetivas. Cualquier otro intento sólo es un palidísimo
reLejo de lo que estas son. Así por ejemplo se hacen observaciones
externas de experiencias, y se deducen de estas algunas categorías
que a su vez son favorables a la comprensión de la experiencia que
se intenta describir; sin embargo, una vez circunscritas a esa
experiencia las categorías están sin estatuto ontológico porque nunca
lo han tenido; nada las funda con la verdad de una experiencia
originaria. Por eso dirá Henry:
Maine de Biran rechazaba toda identicación de las
categorías como reglas del pensamiento reLexivo que sólo
interviniesen, por ejemplo, en la constitución de la ciencia,
del lenguaje racional, o de la lógica 21
En FFC las categorías tienen sus posibilidades comprensivas,
en una ideología subjetiva que tiene su base ontológica en la esfera
de la subjetividad. Precisamente, según dice Henry desde Biran, es
de eso de lo que carecen las ciencias: de una ontología de la
subjetividad, de aquello que puede expresar con verdad el estatuto
propio de las categorías, en una región donde se da la presentación
de los entes originariamente, es decir, las ciencias carecen de la
esfera de la subjetividad, donde propiamente se dan las categorías.
2.3. El movimiento
Ya se empieza a entender por qué Henry ha ido a Biran para
21 FFC, 61.
63
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
abordar lo concerniente al cuerpo. Decimos que en esa experiencia
interna trascendental, apercepción inmediata, coinciden el yo
pienso cartesiano y el yo puedo de Biran. También sabemos ahora
que esta coincidencia se debe a la inmanencia de dicha experiencia
y en el modo reLexivo que se da en ambos. Que en ambos casos
maniestan un esfuerzo natural del yo, al asistir al aparecer de la
propia subjetividad. Así el cogito en su ejercicio trascendental, en
su esfuerzo, es visto en su alcance subjetivo y de conocimiento.
Hasta aquí parece que los puntos comunes prevalecen en la base
losóca de Descartes, de Biran, y del Henry de la Genealogía del
psicoanálisis 22 . Como si dijese que el punto de partida para la carrera
es prácticamente el mismo en la coincidencia de la experiencia
interna trascendental, en la apuesta por la inmanencia propia para
plantear el conocimiento de todo, y en la reLexión como clave de la
experiencia originaria del aparecer del yo como subjetividad.
He visto las críticas a la concepción cartesiana del cuerpo
como extensión e instrumento del alma, armo la reLexión es su
condición de fuerza y esfuerzo que me maniesta el aparecer de mi
subjetividad, y en tercer lugar considero las categorías como
facultades dadas por mi propia condición subjetiva –protagonistas
en la fundación de una fenomenología trascendental–. Contando
con esto, el horizonte losóco del conocimiento nos pone en el
22Michel Henry, Généalogie de la psychanalyse. Le Commencement perdu, Paris: PUF, 1985
(Genealogía del psicoanálisis. El comienzo perdido, trad. J. Teira R. Ranz, prólogo a la edición
española por M. García-Baró. Madrid: Síntesis, 2002). En adelante con la abreviatura “GP”.
64
I. EL CUERPO
umbral de pensar cómo especícamente puedo conocer todo y abrir
en mi experiencia subjetiva todas las posibilidades de conocer el
mundo y todo aquello que me sea dado en mi experiencia
inmediata. Para esto Biran, a decir de Henry, consideró que la
interpretación del cogito dado por el mismo Descartes, en el marco
de su pensamiento, fue estático al remitir este cogito directamente
al pensamiento, como una “sustancia cerrada sobre sí...que no le
permiten, en consecuencia, ninguna superación hacia otra cosa,
ninguna acción sobre otra cosa” 23 . Así mis posibilidades de conocer
algo son llevadas a la idea de esto o de aquello, y no al rendimiento
subjetivo inmediato de cada ente. La acción del cogito, parece ser el
punto de quiebre aquí, de esa “estática del pensamiento” cartesiano
a un movimiento del pensamiento como acción que según
señalábamos se mostraba como fuerza, como reLexión, y con
facultades que le eran inmanentes. Es importante señalar que la
acción no es constituida por actos segundos de la voluntad, o cosa
parecida, sino que se trata del esfuerzo subjetivo y reLexivo
inmanente por el que rindo, doy, fundo, mi subjetividad y el mundo.
En segundo lugar, como se vio, Henry cargará la tinta en FFC
a la instrumentalización que hace Descartes del cuerpo, porque
pondrá el cuerpo como un medio ajeno al aparecer primero de mi
subjetividad y del conocimiento inmediato que lo supedita a la
interpretación que de él haga el alma –que ya es un trascendente
23 FFC, 88.
65
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
“x”–. Así Henry dice que a diferencia de Biran, “Descartes...hace
caso omiso de las estructuras de la región privilegiada que el cogito
acaba de revelar, se entrega, en su tratamiento del cuerpo, a unos
constructos trascendentes que no pueden superar la reducción que
opera toda losofía auténtica” 24 . Una vez más vemos como todo
apunta a señalar ese cuerpo extenso según Descartes que, además
de trascendente, es sólo un recurso del cogito, sin ningún sentido
originario en orden al conocimiento, ni en orden a la manifestación
primera de todo. Además, esos “constructos trascendentes”, en
realidad se reeren, por ejemplo, a las descripciones corporales
como partes y extra partes que aparecen como superando la
reducción, es decir, son constructos que pretenden ir más allá de
algo que no es dado, al pretender superar la abstención por la cual
aparecen los fenómenos originariamente, y en particular la
subjetividad toda. A partir de aquí es claro hacia dónde continúa la
objeción de Henry, precisamente a constructos equívocos del
movimiento que en Descartes estarían ya situados en lo
trascendente como extenso, en un cuerpo que realiza funciones.
Este cuerpo mío, lo presento distante de mí, como si
fenomenológicamente se me diese así; y en el mejor de los casos,
encontrará un alivio en consideraciones siológicas que explican
sus movimientos extensos, desconociendo el origen del movimiento
en mi subjetividad.
24 FFC, 93.
66
I. EL CUERPO
En ambos casos, en Henry y en Biran, las objeciones se dirigen
a las distancias establecidas respecto a la subjetividad para poder
conocer. Como se ve, aquellas distancias no tienen una base
fenomenológica que soporten las ideas o las distinciones
ontológicas, sino que son distancias consecuencia de suponer cosas
o de la representación losóca del pensamiento, pero no del
aparecer fenomenológico y su consecuente presentación. El nuevo
punto de convergencia ya desmarcado de Descartes es una
superación a otra cosa, y atendiendo las estructuras de la
subjetividad –región privilegiada que el cogito acaba de revelar– es
el cuerpo, mi cuerpo. Esta convergencia se da especícamente en el
movimiento del cuerpo subjetivo, pues Henry conrma en las
críticas a Descartes lo ya expuesto en su presentación del cuerpo
subjetivo en Biran.
El movimiento, como se veía venir, no es una idea del cogito
al pensar mi cuerpo. Es una evidencia inmediata de mi subjetividad
sentida y en su acción corporal –ambas cosas en su inmediatez–. La
apercepción inmediata o experiencia interna trascendental me da
noticia inmediata de mi poder, el origen de este poder no me lo
represento sino que es un poder real en tanto que sentido y vivido,
un poder que me permite verme en mi subjetividad en esa
experiencia interna inmediata, dejándome en condiciones de
armar mis facultades y su rendimiento subjetivo.
Decía anteriormente que la reLexión es una fuerza, un poder
67
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
propio que me abre en la reducción a esta experiencia de
apercepción inmediata de mi yo como subjetividad y al mundo.
Asimismo en mi movimiento se presenta, antes que todo, mi
subjetividad, mi cuerpo en su propio aparecer, teniendo como
estructura propia mi experiencia interna trascendental. Esto mismo
ocurre con las categorías o facultades como la reLexión que tienen
su ser según un rendimiento primero y directo de mi subjetividad.
Esto está presente a la par con las demás determinaciones subjetivas
en esa experiencia primigenia en la que presencio como único actor
mi unidad subjetiva y sus determinaciones. Es decir, en primer
lugar ninguna determinación inmediata de la subjetividad es
fundadora de otra; y en segundo lugar la estructura de mi
conciencia, de mi subjetividad, es “siempre la misma, es siempre
una experiencia interna trascendental” 25 .
El cuerpo se nos da según esa estructura permanente de la
subjetividad, es decir, por una experiencia interna trascendental. En
esta experiencia originaria mi cuerpo nunca es, ni puede ser, algo
distante de mí. No se trata de mirarme ante un espejo, por ejemplo,
y luego decir del cuerpo: “estoy viendo lo que es mi cuerpo en el
espejo”, deduciendo al mismo tiempo que ese es realmente mi
cuerpo. No cabe asociar el carácter originario de mi cuerpo con el
afuera del mundo, asemejándolo así a las características que le he
25 FFC, 91.
68
I. EL CUERPO
atribuido a los demás cuerpos que establezco como objetos, como
afuera, extensos; a partir de aquí es absurdo creer que “ya sé cómo
es mi cuerpo”. Yo, por ejemplo, que ahora escribo y una vez más
estoy ante la ventana de esta biblioteca, no considero este cuerpo
como mío porque esté ocupando un espacio en la biblioteca de
Chofu, o porque esté viendo una picadura de mosquito en mi brazo;
sino porque tengo experiencia propia en mí y de mí: mi acción, mi
experiencia inmediata de espacialidad, mis sentimientos, mis
representaciones, mis distracciones, mi sudor, mi picor.
Ahora siento un picor en mi brazo, tal vez me picó un bicho,
veo una roncha en mi cuerpo biológico –esto nombrado con las
distinciones introductorias del cuerpo que se hacen en FFC–. Sé que
habitualmente mi cuerpo recuerda un picor así. También he visto, y
reconocido en mi experiencia, este picor, también lo he asociado con
la aparición en mi piel de una pequeña protuberancia, roncha. Así
se trata de un bicho que me picó, porque los bichos, en
determinadas condiciones y disposiciones de mi corporalidad, me
pican; aunque lo central aquí, es lo originario de mi experiencia
interna trascendental rindiendo determinaciones especícas en mi
corporalidad, sin distancia fenomenológica respecto a mi
subjetividad, a mi corporalidad. En esta inmanencia armo el picor
y mi picadura porque tengo experiencia inmediata de ello, incluso
se me presenta como memoria, como un despliegue que mi
corporalidad está en condiciones de vivir cuantas veces se presente
69
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
la posibilidad de sentir dicho picor. Mi corporalidad siempre está a
abierta y dispuesta a repetir, en su especicidad, la antigua y nueva
experiencia del picor y de la picadura.
Todo esto me permite decir en este caso y como acto segundo
de presentación que me picó algo, un bicho. Ahora, porque siento
ese picor particular y sale esa particular protuberancia yo digo que
son bichos que me pican y que de esos bichos concretos que me
pican tengo experiencias dadas por mi corporalidad. Aquí los
bichos son constituidos como bichos en mi experiencia inmediata de
mundo; son bichos tan reales como la experiencia del rendimiento
de mi corporalidad, en la experiencia inmediata que tiene de ellos, y
en su aparecer en mi subjetividad. No se trata aquí de bichos de
determinado tipo estudiados en los libros. Hay un rendimiento
trascendental que se me presenta como picor, realmente tengo
experiencia subjetiva de ello; también tengo experiencia interna de
mi conocimiento propio de los bichos, o del que está referenciado
en investigaciones de biólogos que estudian los bichos que pican.
Este conocimiento del mundo de los bichos que pican, tiene
su origen en la unidad subjetiva de mi cuerpo que en su aparecer
originario es esfuerzo y movimiento interior, unidad que ahora
estudia, piensa, siente picor, y trata de agotar este ejemplo. Es decir
el cuerpo es cuerpo interior, es mi cuerpo sentido, no es una idea, o
una representación, dada por un movimiento corporal supuesto,
sino que mi cuerpo aparece inmediatamente en mi experiencia
70
I. EL CUERPO
interna trascendental, conocido ya en mi subjetividad, porque es mi
corporalidad misma. De ahí que el mundo es expresión en la
inmediatez de cada instante de mundo vivido por mi corporalidad.
Por eso el movimiento es mi movimiento corporal y su ser es
subjetivo y real, “...de una realidad tan absoluta como la de la
subjetividad” 26 .
Henry para explicar el movimiento del cuerpo, y el
conocimiento inmediato que tengo de él, en la inmediatez de la
experiencia interna trascendental, menciona tres aspectos: que el
movimiento es conocido por mí; que el movimiento me pertenece; y
que el movimiento no es un intermediario entre el ego y el mundo,
no es un instrumento. Esto quiere decir en cuanto al movimiento
conocido por mí que, en palabras de Henry, “los niños y los seres
humanos en general realizan sus movimientos sin pensarlos, pero
nunca sin conocerlos” 27 , es decir, yo no tengo que mirarme como en
un espejo para conocer mi cuerpo. Mi cuerpo real es inmediatez y
expresión inmediata de sí, del “yo puedo” biraniano, cuyo poder,
fuerza y reLexión son originados por mi cuerpo, y en él mismo
aparece su poder y sus posibilidades. Así, para que un bebé bostece
no necesita saber que bosteza, o para yo dormir no necesito saber
que duermo; en ese sentido no necesito pensar mi movimiento para
que este sea mi movimiento. Aunque quepa que por la reducción
26 FFC, 99.
27 FFC, 90.
71
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
pueda asistir a su aparecer, como aparecer mío, y explicarlo según
mi experiencia interna trascendental. Esto como veremos más
adelante estará bien diferenciado Maine de Biran en sus
refutaciones a Hume.
El segundo aspecto, la pertenencia de mis movimientos, es
complementario en la explicación con el tercero en mención, donde
el movimiento no es un instrumento, un intermediario entre el ego
y el mundo. Así, mis movimientos no están separados de mí, se dan
por mí, no se trata de que yo tengo movimientos, como si fuesen un
añadido a mi cuerpo, para decir que gracias a ellos me muevo, sino
que precisamente todos mis movimientos están dados en el esfuerzo
interior de mi corporalidad. La causalidad, el motivo de mi
movimiento en su originariedad, no tiene intencionalidades que lo
constituyan, sino que él mismo aparece en mi subjetividad como
condición directa dada, motivada en mi corporalidad. En dos
sentidos el movimiento no es instrumento: no lo es al interior de la
subjetividad, porque le pertenece a la corporalidad misma en su
inmediatez, es decir, el movimiento es mío; y en segundo lugar
según dice Henry, no es instrumento porque “el movimiento
mediante el cual un ser humano realiza cualquier acción no plantea
para él problema alguno” 28 , es decir, respecto a la corporalidad y sus
condiciones, mi acción no tiene una dicultad extra, más allá de la
particularidad con la que aparece mi mundo vivido en cada instante.
28 FFC, 97.
72
I. EL CUERPO
Si yo estoy digitando ahora en mi ordenador no se debe
originalmente a que me esté proponiendo especialmente mover mis
dedos encima del teclado de determinada manera, o a que tenga
que atender a unos impulsos eléctricos de mi cerebro para que los
dedos escriban; sencillamente se debe a estoy escribiendo, quiero
escribir, y de ahí que escriba, digite. Si no pudiese escribir con mis
dedos, igualmente me diría “voy a escribir”, en cuyo caso lo haría
con mi boca, con mis pies, o con impulsos eléctricos de mi cerebro a
un ordenador –al ser dadas y habituales de mi corporalidad alguna
de esas especicidades de mi poder escribir–; por otro lado,
simplemente no escribo porque no se puede dar según mi
corporalidad esta posibilidad, si estoy en estado de coma profundo.
Tanto en el segundo como en el tercer aspecto mencionado por
Henry, en cuanto al movimiento, conrman la pertenencia
inmediata e inmanente del movimiento a la corporalidad. Porque
mi movimiento es mío y dado por mi corporalidad en ningún
sentido es un instrumento al interior de sí, sino un rendimiento
inmediato de mí mismo; y a su vez, al estar situado
ontológicamente al interior del cuerpo, su origen no es intermedio
ni constituido por las exigencias de un afuera del mundo, sino que
una vez más es dado por la corporalidad según su unidad subjetiva
de cuerpo que conoce mundo. Así el movimiento es inmanente, no
es, ni puede ser, trascendente porque la esfera ontológica en donde
se produce el movimiento es la del cuerpo.
73
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Este carácter de inmediatez y de inmanencia del movimiento
en mi cuerpo, en ningún sentido signica el desconocimiento en
nuestra experiencia trascendental de aquello que aparece
inicialmente como el término trascendente de mi movimiento, el
mundo. En esta experiencia en la que se da mi movimiento, para
comprender los alcances del movimiento, en la esfera de la
subjetividad consigo y en su rendimiento de mundo, me detendré
en el fenómeno de la acción teniendo como base el movimiento que
es subjetivo.
En primer lugar, mi movimiento deviene en acción en mi
aparecer subjetivo, en el marco de la reducción trascendental, en la
apercepción inmediata originaria. Aquí se maniesta primeramente
en su condición de poder, en el despliegue de su acción, ya dado,
sin constituciones previas ni a la espera de ellas para ser tal. El
movimiento se me presenta inmanente al aparecer de mi
corporalidad en esa experiencia interna trascendental. Así mi
movimiento maniesta mi acción, dada en la reducción, en ese
poder reLexivo y originario de mi experiencia interna
trascendental. En segundo lugar mi movimiento lo reconozco en las
posibilidades de mis acciones; y en tercer lugar mi movimiento se
expresa en la acción según el trascendente que se le resiste, mi
mundo.
En cuanto al aparecer de mi movimiento en la apercepción
inmediata, ya lo he venido ejemplicando en su carácter de
74
I. EL CUERPO
inmanente, sin distancia del cuerpo subjetivo, de su poder, de mi
corporalidad. En segundo lugar, al ser mi movimiento un
rendimiento propio, me pregunto si el bicho que me picó no ha
requerido de mi subjetividad acciones para yo presentarme y
reconocerme picado por un bicho. La respuesta inmediata es sí,
pero mi acción no es un acto que ha venido originariamente de
fuera, sino que el acto que explico como: “rascarme”, viene como
acción de mi subjetividad, como una determinación de mi
movimiento. En esa situación (estado) subjetiva, también hubo una
determinación de mi movimiento, acción, en unidad subjetiva con
mis facultades y posibilidades explicativas e intencionales,
permitiéndome hacer un reducción por la que digo con certeza en
qué puede consistir aquello de que algo lo pica a uno; esto último
vendría a ser otro rendimiento de una fenomenología trascendental.
En ese sentido, de mí se han dado acciones no solo para la
comprensión de la picadura y el picor sino a su vez acciones que
tuvieron un aparecer en mi cuerpo orgánico –por llamarlo al modo
del Henry más cerca de Biran–, es decir, me rasqué y fueron
evidentes otras consecuencias de mi picor, la roncha, por ejemplo.
Sin embargo mi acción sólo se da en la experiencia trascendental
que maniesta mi continua certeza en la resistencia respecto al
término trascendente, el mundo que a su vez es mi mundo. No se
trata del movimiento de mi mano o de las intencionalidades que en
síntesis con otras me permiten comprender acciones de este tipo,
75
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
“acciones del tipo rascar” –como la de dirigir mis uñas a la roncha
para acometer una acción de alivio corporal–. Pues mi movimiento
propiamente no es una intencionalidad en su aparecer originario, ni
en las posibilidades que abre por la acción subjetiva en mi cuerpo
orgánico y en el mundo. Tampoco la acción se me presenta como la
consecuencia de mis condiciones musculares, o fuerza física; una
vez más mi acción se maniesta en la acción misma y en la
determinación en el movimiento, en la propia experiencia
trascendental, en la que siempre se está dando toda mi corporalidad
como unidad subjetiva.
En esto de la acción quiero mencionar una de las
concepciones que, según Henry, “carecen en realidad de todo
fundamento losóco” 29 , para terminar de referirse a este fenómeno
en FFC. Consiste en la comprensión de la acción según los medios y
los nes, ante la cual dirá Henry:
...que en la acción, y para empezar en la acción corporal, los
medios no son el objeto de un conocimiento intelectual, y que el
n mismo nunca es algo representado, sino el término
trascendente hacia el que el movimiento subjetivo (y no una
intencionalidad teórica) se trasciende de forma inmediata 30
Es decir en la acción Henry indica de nuevo el asunto de la no
distancia ontológica al interior de la subjetividad. Mi acción que se
29 FFC, 273.
30 Ídem.
76
I. EL CUERPO
debe a la determinación de mi movimiento no halla un término de
trascendencia fuera de la subjetividad, como si fuese una acción en
el afuera del mundo, sino que el término de la acción se da al
interior mismo del movimiento, en el término en el que se
trasciende mi acción. Es decir, el término en el que se trasciende mi
acción no escapa a mi subjetividad ni a mi particular experiencia
inmediata de mundo, mi acción se topa con el mundo, que es mi
mundo; y en su resistencia de mundo se dan sus posibilidades de
acción, según el poder de mi corporalidad para rendir mundo. De
ahí que la acción no es un saber que yo presente o me represente en
función de medios y nes, como si dijese: “según lo que pienso, esta
será la acción adecuada para lo que quiero, y una vez la lleve a cabo
mi acción deberá corresponderse con la representación que me he
hecho de ella”.
Ante esto, el hecho de representármelo o proponerme una
acción así y ahora, no signica que eso realmente explique el
sentido del aparecer y el rendimiento del fenómeno acción,
maniesto en la experiencia inmediata subjetiva y dado por mi
corporalidad en la inmediatez de mi movimiento. Dicha suposición,
exigiría un conocimiento de todos los términos de la acción para
realizarla, y alcanzar así una correspondencia real entre la acción y
el pensamiento. Precisamente lo que Henry propone es que “no
existe un desajuste entre nuestro saber y nuestra acción, pues esa
77
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
acción misma es ya, en su propia esencia, un saber” 31 . Yo no me
distancio en la inmediatez de mi experiencia subjetiva para saber de
ella de un modo distinto a como se me presenta, ni la supongo en
un término o nalidad que se escapa a las certezas que me ofrece la
reducción en la experiencia interna trascendental.
En tercer lugar, según lo que propuse para estudiar la acción
y detenerme en el fenómeno de la acción teniendo como base el
movimiento, abordaré mi movimiento expresado en la acción según
el trascendente que se le resiste. Esto lo expongo a continuación en
el siguiente numeral, en las precisiones que haremos de uno de los
datos o certezas subjetivas fenomenológicas más relevantes de FFC
y que aparece en la experiencia trascendental en el contexto de mi
movimiento subjetivo –inmediato a mi corporalidad– y referido a
mi conocimiento del mundo.
2.4. El continuo resistente
El continuo resistente es un certeza dada por mi corporalidad
en la experiencia interna trascendental, en lo que se reere al
conocimiento del mundo. Tomaré las siguientes palabras de Henry
al respecto para luego precisar cómo se concibe esto del continuo
resistente. En el marco de lo que venía exponiendo del movimiento
y la acción, dirá Henry:
31 Ídem.
78
I. EL CUERPO
Es obvio que una idea no puede nacer de un hecho, pero si
decimos que el continuo resistente, escapando a la representación
y al conocimiento teórico, se nos maniesta en cambio en el
medio del ser trascendente, es porque la trascendencia del
movimiento hacia él es una experiencia interna trascendental... 32
Michel Henry al exponer el continuo resistente tiene dos
aproximaciones, una está en la misma línea de lo señalado sobre el
movimiento y de la certeza ofrecida en la experiencia interna
trascendental, cuya aproximación está más cerca a Biran, y otra
aproximación partirá de una interpretación que hace inicialmente
refutando a Lagneau, sobre la explicación que este último hizo del
continuo resistente a partir de la sensación muscular. En esta
segunda aproximación que señalo, Henry recurre a explicar el
continuo resistente desde la relación entre intencionalidad y
movimiento; será en esta segunda aproximación en la que me
detendré ahora para exponer el continuo resistente.
Henry está diciendo que el movimiento no es una
intencionalidad más entre otras, ni es comparable “a cualquier otro
contenido trascendente alcanzado mediante una intencionalidad
que comportase una tesis dóxica” 33 . Aquí Henry quiere ir más allá
de los términos en que se venía expresando de Lagneau haciendo
una crítica, y ha situado la acción como fenómeno que expresa lo
que es en y por su acción misma. De ahí resulta que todas las ideas
32 FFC, 115.
33 FFC, 112.
79
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
que de la deducción trascendental lleven a la idea de la acción
tienen su asidero o base fenomenológica en la acción; a su vez la
acción encuentra la explicación a las ideas que a ella hacen
referencia en el movimiento.
Señalo esto porque Henry continuará estas explicaciones
hasta llegar al continuo resistente. En el camino propuso que debía
hacerse una teoría del movimiento que tuviese “al movimiento
como la intencionalidad más profunda de la vida del ego” 34 . Con
esto conrma el por qué de las consideraciones iniciales que lo han
llevado a terminar hablando de intencionalidades de la
subjetividad. Básicamente se trata de mostrar un argumento del
sentido de unidad del aparecer y de explicar mejor el estatuto
ontológico del continuo resistente.
Así, según Henry, si llego a mostrar que el movimiento es la
intencionalidad más profunda del yo, puedo decir que el ser
trascendente “lleva en sí el principio de unidad que comprende
todas las formas que puede adoptar para nosotros” 35 . Es decir,
primero he de mostrar la certeza de que el movimiento es la
intencionalidad más profunda del ego; y ello nos permitiría
comprender las formas que el ser trascendente, el mundo, adopta
para nosotros. Pero claramente si Henry está hablando de
34 FFC, 113.
35 FFC, 115.
80
I. EL CUERPO
intencionalidades –y de las posibles síntesis trascendentales que
hago– en el sentido de la fenomenología trascendental, y si lo que él
dice es cierto, estas intencionalidades se deben a una
intencionalidad primera que sería el movimiento originario del yo.
De ahí que este movimiento es el que rinde mis intencionalidades
sobre el mundo, término trascendente de mis intencionalidades.
Pero no se trata de eso, sino de ser la más profunda de todos los
rendimientos intencionales que puede dar la corporalidad, porque
en realidad las posibilidades intencionales de conocimiento estarían
ofrecidas en la experiencia interna trascendental, una vez asisto a
esa inmediatez del aparecer de mi movimiento.
Así el movimiento se presenta como la intencionalidad más
profunda y en este caso primordial. En el movimiento, siempre
inmediato al rendimiento de mi corporalidad, se despliegan mis
facultades que son las de mi subjetividad, y mis acciones que son
determinaciones al interior de mi corporalidad –como en el caso
señalado de la reLexión como poder–. Ahora, el movimiento
también aparece en la certeza continua del término trascendente,
del resistente, según su situación originaria en el aparecer de mi
corporalidad, de mi subjetividad. En ambas referencias al
movimiento, tanto en la inmediatez en mi corporalidad como en el
aparecer de la certeza del término trascendente, la experiencia
interna trascendental es la estructura base de su rendimiento
explicativo y de su aparecer primero.
81
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Contando con esto, el motivo de mi certeza sobre un término
trascendente que me resiste, de mi mundo, no se debe a la idea
misma de dicha certeza, tampoco se debe a un hecho como la
sensación 36 de la que hago una deducción, en el sentido de decir
que siento la resistencia del mundo en su venida a mi subjetividad;
o menos aún, es algo extenso, como si dijese que siento la
resistencia de un coche que quiero empujar. Distinto a esto, dicha
certeza se da en mi experiencia interna trascendental, por mi
movimiento. Esa determinación eidética, es decir, la certeza
continua del resistente en mi experiencia interna trascendental, es el
punto donde el aparecer del término trascendente y la experiencia
de mi movimiento encuentran su correlato. Aquí será clave la
consideración del movimiento como la intencionalidad más
profunda del yo, porque ahí el movimiento aparece dando mundo;
pero ese mundo –dado y vivido por mí– se da en el despliegue del
movimiento como intencionalidad, como anticipando el aparecer
del término trascendente, del resistente.
La verdad de lo que digo ahora no está en la representación
que me esté haciendo del movimiento como intencional sino que se
funda en la certeza ganada a prueba de vivir el mundo, mi mundo.
Puedo en mi experiencia interna trascendental armar un término
36 A diferencia de Maine de Biran que sí concibe distinciones respecto a la motricidad,
permitiendo valorar las sensaciones y su motricidad a partir del hábito y la memoria
corporal en paralelo al esfuerzo y la voluntad como causalidad, como veremos más
adelante.
82
I. EL CUERPO
que resiste, y que está presente, por ejemplo, en la experiencia que
contiene las armaciones: “a mi me picó un bicho” y “siento picor”.
En mi experiencia interna trascendental el bicho no es un afuera
representado por mí, o la consecuencia de la representación que me
hago de un insecto que hace algo que llamamos pinchar, o picar.
Más bien, en mi corporalidad –que en su absoluta inmediatez da el
mundo, porque lo vive, porque es mi mundo– se presenta a mi
movimiento un término que le resiste y me arma aún más en mi
inmanencia permitiéndome proponer una fenomenología
trascendental. Esto último también me permite decir en mi
experiencia trascendental que un bicho me pico, además sé
realmente a qué me reero cuando digo que un bicho me pico.
Asimismo en la experiencia interna en mi movimiento he visto y he
asistido el aparecer del mundo, mi mundo, en mi experiencia de
picor o de estar viendo mi roncha, ambos casos devienen como
conocimiento segundo respecto al saber primero del conjunto de
mis facultades en su despliegue en la inmediatez de mi experiencia,
donde sé da mundo, y se da su aparecer como rendimiento de mi
corporalidad –cuerpo trascendental–.
De ahí que el término que me resiste y me permite saber
originariamente de la experiencia de la picadura no es el bicho, sino la
resistencia, maniesta en mí según la inmediatez de la experiencia
interna trascendental, como término trascendente de mi
intencionalidad originaria. En correlato con esta resistencia, mi
83
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
movimiento se presenta como la intencionalidad más profunda que
encuentra su término en la particular experiencia de mi mundo, del
mundo vivido como “mi picadura en un brazo”, por la que haciendo
mis propias síntesis segundas, según el despliegue inmediato de mis
facultades y mis intencionalidades, según mi experiencia interna
trascendental, puedo hablar de la experiencia de un bicho que me pico
en el brazo, de mi saber de los bichos que pican, y del picor que
siento. Ahora, es aquí donde se comprenden las categorías como
facultades, fundadas en la realidad subjetiva. Es decir, las categorías
son dadas por mi corporalidad en mis experiencias inmediatas y se
presentan en todo mi movimiento armando en su acción, la del
cuerpo subjetivo, un término que le resiste.
El continuo se da como certeza de que el mundo, el mundo
vivido por mí, aparece resistiendo permanentemente según mi
corporalidad como experiencia habitual de mundo, y, según ese
movimiento de intencionalidad originaria que recae en un término
resistente. Ese término es el mundo que se maniesta como mi
mundo, mi mundo vivido. Así, en el contexto de la certeza del
término resistente como continuo y como determinación a priori de
lo real, dirá Henry que el resistente “se apoya a su vez no sobre una
exigencia de nuestra razón, sino sobre la naturaleza misma de
nuestra experiencia real, sobre el hecho de que el movimiento es la
84
I. EL CUERPO
intencionalidad originaria” 37 ; o lo que es lo mismo, mi experiencia
de la realidad del resistente se debe a que el movimiento es la
intencionalidad originaria, y asimismo, dada en mi experiencia
interna trascendental. Releyendo la cita introductoria, en este
numeral del continuo resistente, podemos decir que: la
trascendencia del movimiento hacia el medio trascendente –donde
se maniesta el continuo resistente– es una experiencia interna
trascendental. Por eso Henry ha presentado el movimiento como la
intencionalidad originaria; de ese modo puede explicar dicha
trascendencia del movimiento hacia el medio trascendente. El
motivo de esta presentación del movimiento como intencionalidad
originaria, y que acabo de indicar, es explicado así por Henry:
Hemos intentado mostrar lo que debe entenderse por este
término que resiste y cómo la originalidad de Biran consistió en
mostrar que dicho término podía existir para el hombre dentro de
su experiencia más concreta sin constituir el tema de un
conocimiento teórico o intelectual38
Así, la crítica a un conocimiento teórico o intelectual,
atribuido a Lagneau, y Kant, a quienes venía citando para
replantear las categorías desde la corporalidad y el movimiento, fue
el punto de partida para abordar el continuo resistente con el
siguiente itinerario: de las sensaciones corporales a las ideas; una
vez en la crítica de las ideas y de las categorías desprovistas de
37 FFC, 116.
38 FFC, 115.
85
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
subjetividad, a la corporalidad, a las intencionalidades; y de las
múltiples intencionalidades a la intencionalidad más profunda y
originaria, el movimiento. Ya en el movimiento como
intencionalidad originaria, como se ha visto, este tiene su correlato
intencional en el resistente. De ahí ambos, movimiento y resistente,
son una evidencia de la respectiva unidad trascendental de la
subjetividad y de sus rendimientos de mundo. Todo esto, porque
del movimiento, como intencionalidad originaria dando mundo, se
me presenta mi certeza del resistente en cuanto término
trascendente de mi intencionalidad primera, dada en mi experiencia
interna trascendental. Todo esto precisará que el carácter originario
de todo aparecer deviene de la subjetividad, ya identicada como
corporalidad.
La otra aproximación de Henry que mencionábamos al
comienzo de este numeral, para explicar lo mismo, el continuo
resistente, se puede ver mejor, en la exposición que hace de la
corporalidad, de mi cuerpo subjetivo como memoria. Allí propone
mi corporalidad habitando el mundo, porque el mundo es hábito de
mi corporalidad. Aquí Henry está más cerca de Biran porque parte
del mismo Biran para explicar la memoria y el hábito, dejando ver
los alcances del continuo resistente. Esto lo trataré en el siguiente
numeral.
86
I. EL CUERPO
2.5. El hábito
En esta aproximación al continuo resistente que me lleva a
armar la situación habitual de mi subjetividad, hay cuatro
consideraciones que estarán en la siguiente explicación: el esfuerzo,
el movimiento, el aparecer de la sensación y la memoria. Las dos
primeras, ya las he venido explicando y verán parte de su alcance
en las dos siguientes: el aparecer de la sensación y el fenómeno de
la memoria; en estas dos últimas me detendré ahora. A partir de ahí
puedo ver mejor la relación del hábito y el continuo resistente.
Se menciona insistentemente la subjetividad como poder, está
explicado tanto en su condición de esfuerzo en el carácter reLexivo
en la experiencia interna trascendental –de apercepción inmediata
de mi subjetividad–, como en el despliegue inmediato e inmanente
a cada experiencia trascendental en el movimiento, movimiento
subjetivo que lo es del movimiento de mi cuerpo subjetivo, de mi
corporalidad. También en las categorías tenemos “una manera de
vivir el mundo, una estructura de la vida natural” 39 ; no son ideas.
Con esto lo que puedo decir, para efectos de este análisis, es
que todas las condiciones están dadas para proponerme ver en mi
experiencia interna trascendental a qué me reero cuando hablo de
mundo, y además por qué hablo de mundo como si fuese algo tan
mío e inmediato como mi subjetividad misma. Esto se comprenderá
39 FFC, 62.
87
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
mejor en el marco de la diferencia ontológica que propone Henry.
Algo de esto lo anticipaba al ver que las categorías no tienen
un carácter intimista o que se agote en la armación inmanente de
la corporalidad. Por el contrario tanto las categorías como mi
armación del movimiento parecen delimitadas por algo que les
ofrece el resistente en condición de receptor, límite del alcance de
su despliegue. Es decir, si bien el movimiento se me presenta en la
inmediatez de mi experiencia interna trascendental, inmediato a mi
corporalidad y visto en el esfuerzo originario del aparecer en la
reLexión, eso no signica que necesariamente sus posibilidades de
despliegue, o rendimientos, en y desde mi subjetividad estén, ni
mucho menos, agotados o circunscritos a una subjetividad corporal
cerrada sobre sí. Porque si fuese de este modo podría hablar de una
idea, de un absoluto que me proponga o de un trascendente “x”,
pero no de mi corporalidad.
Como se vio, la acción se presenta como un rendimiento
primero e inmediato del movimiento. A su vez en este movimiento
según los rendimientos de mi corporalidad las categorías aparecen
como determinaciones que se dejan ver como el tejido de mis
facultades corporales. Así conrmo en las categorías –en mi
presentación trascendental de ellas, por ejemplo– su unidad en
cuanto rendimiento de mi corporalidad, su condición verdadera y
ontológica al aparecer en mi experiencia interna trascendental, su
realidad en el despliegue de mi movimiento al interior del yo, y su
88
I. EL CUERPO
estatuto en lo que compete al término trascendente. Todo esto para
decir que la corporalidad comporta en sí, una vez dada la
experiencia trascendental, un estado fenomenológico que
necesariamente anuncia un rendimiento suyo en orden al
conocimiento que no se agota sólo en su propio aparecer. La
experiencia trascendental así lo indica: rindo mundo, doy mundo,
mi corporalidad siente y vive, el mundo aparece como mi mundo,
hasta el punto de pretender distanciar mi cuerpo de mí y
comprenderlo como un cuerpo más del mundo entre otros cuerpos,
en una alienación ontológica 40 , al modo de la crítica que se hacía a
Descartes.
Yo mismo, y cualquiera, nos encontramos según su picor, las
sensaciones y percepciones de su roncha, o respecto a un bicho, en
condiciones de armar que un bicho nos picó. Mi cuerpo se siente y
rinde sensaciones que continuamente se topan con un término
trascendente que les resiste; y esto lo puedo armar porque es dado
en mi experiencia interna trascendental como hábito corporal.
Las sensaciones, por ejemplo, en ningún sentido tienen su
aparecer originario, o primero como reacción a un término
trascendente, como si dijese siento la sensación como consecuencia
del mundo que me resiste; precisamente de ahí partió la crítica ya
mencionada de Henry a Lagneau. Más bien, porque estoy en
40 De la que parte Henry en su reducción de los entes al cómo originario del aparecer
en La esencia de la manifestación.
89
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
condiciones de tener sensaciones según mi unidad corporal y su
despliegue (según mi movimiento, como acción, categorías,
facultades corporales, y demás posibilidades de mi corporalidad),
puedo armar, en la inmediatez de la experiencia interna
trascendental que hay un continuo resistente; aunque, corrigiendo
en directo esta reducción, es más propio decir: porque de mi
experiencia interna trascendental aparecen las sensaciones y todas
mis demás condiciones y rendimientos de mi corporalidad, por eso,
puedo armar que hay un continuo resistente, pues siempre asisto a
su aparecer inmediato. Esto es así porque, antes de que yo diga:
“aparece un continuo resistente en mi experiencia interna
trascendental”, este resistente ya es un hábito de mi corporalidad.
En este sentido se comprende mejor esa certeza continua de mi
corporalidad y del resistente –de esto hablaba Henry, según el
numeral anterior, en el marco del aparecer del continuo como
certeza en la experiencia interna trascendental–.
Así, en mi experiencia inmediata trascendental de mundo, mi
corporalidad rinde sensaciones olfativas, de tactilidad, y de todo el
cúmulo de sensaciones, como unidad de sensaciones. Las
sensaciones en su aparecer a cada momento se ofrecen como unidad
inmediata corporal, como corporalidad. Es decir antes de que yo
diga tengo esta sensación o tuve la sensación parece que asisto a su
ocaso, porque en realidad el todo de esa sensación se está dando
con el todo de todas y cada una de mis sensaciones, que aunque
90
I. EL CUERPO
diferencie para efectos del análisis siempre están anticipadas por su
aparecer como rendimiento inmediato de mi corporalidad. Por eso
dice Henry que “la sensación es conocida por el cuerpo, no
representada, sino precisamente dada al movimiento en el
desarrollo del proceso subjetivo de su esfuerzo en el sentir” 41 , ver la
sensación, y también digo que la sensación es ya sabida en su
poder, según el movimiento, en el aparecer en la experiencia interna
trascendental.
Otro aspecto para considerar es el de la unidad de las
sensaciones. Ahora bebo té de un botellín, puedo decir que “en mi
beber” hay un cúmulo de sensaciones, y para efectos del análisis
diré que unas las asocio más propiamente con mi cuerpo orgánico y
otras con mi cuerpo subjetivo. Asgo la botella con mi mano, quito la
tapa de la botella, abro mi boca, mantengo la inclinación adecuada
de la botella, cierro un poco mis labios, cambio los ritmos de mi
respiración, controlo el ritmo de la entrada del líquido; así,
menciono todo aquello que describo como si se tratase de acciones,
perfectamente diferenciadas, de mi cuerpo orgánico que me
permiten beber. Por otro lado puedo decir que “siento sed, me
gusta el té, sé a qué sabe el té, aunque antes no me gustaba el té
ahora me gusta especialmente frío, lo estoy bebiendo y siento alivio
en mi garganta, parece que me sienta muy bien el té en verano, me
da la sensación de frescura, cuando llevaba el té hacia mi boca ya
41 FFC, 120.
91
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
empecé a sentir su gusto”; es más, ahora que terminé de beberlo
tengo memoria de “mi estar bebiendo té” como si lo estuviese
haciendo, además tengo la certeza de que si bebo de nuevo sentiré
la misma sensación que hace un momento; así puedo seguir
describiendo mis sensaciones según mi cuerpo subjetivo.
Aún así lo cierto en primer lugar, como se ha visto, es que no
tengo dos cuerpos y que me tengo en mi cuerpo, o más bien me
contengo siendo en mi corporalidad. De ello da fe mi experiencia
interna trascendental que al comienzo de la reducción se ofrece
como esfuerzo, reLexión, movimiento. El aparecer originario de mi
cuerpo no es dual, es inmanente a sí, es mío e inmediato, dado con
todos sus posibles rendimientos internos y trascendentales.
Asimismo, aunque en la reducción apuntemos a diferenciar cada
aparecer de mi corporalidad y del mundo –mi mundo vivido–, a
partir de la experiencia interna trascendental y de la experiencia
trascendental al interior de la primera –del aparecer de mi
corporalidad–, la realidad propia de la manifestación de mi
corporalidad siempre se da originariamente como rendimiento
subjetivo no constituido por algo, ni a la espera de serlo. Dicha
manifestación siempre se da inmediatamente y sin mediación como
corporalidad, rindiendo incluso las posibilidades de asistir a su
aparecer primero en mi experiencia interna trascendental, y en mi
experiencia trascendental. Henry, al referirse a la naturaleza de ese
“poder puro” en Biran, determinado como subjetividad,
92
I. EL CUERPO
corporalidad, y que es la raíz de mis sentidos, dirá:
Esta determinación subjetiva del origen de nuestro poder de
sentir es lo que hace que los movimientos mediante los cuales
tenemos conciencia de ejercer tal poder no sean en absoluto
determinaciones siológicas de nuestros órganos, sino que nos
sean dados en cambio como movimientos originarios que están
inmediatamente en nuestra posesión42
Así, y en segundo lugar, no cabe a partir de Biran y Henry
proponer originariamente las sensaciones según la representación
que yo haga de mis miembros –por eso la importancia de la crítica a
Descartes en lo referente al cuerpo como parte y extra partes–, sino
que precisamente esto que parcialmente denominamos sensaciones
del cuerpo subjetivo y del cuerpo orgánico se reeren a un mismo
tejido, esta vez de sensaciones, según el cual mi movimiento se las
ve con un término resistente que es el mundo como mundo vivido y
da la unidad del mundo sensorial. En ese sentido si yo bebo té no lo
hace mi boca, con labios, inducida por impulsos eléctricos de mi
cerebro, gracias a una mano que me llevó la botella a la boca; sino
que precisamente todo esto que me represento como acciones
externas de la parte que parece más externa de mí, mi cuerpo, es en
realidad una apariencia respecto a la unidad de sensaciones
especícas e interrelacionadas ya constituidas respectivamente por
el poder que las constituye respectivamente: el movimiento, mi
movimiento.
42 FFC, 120.
93
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Ahora bebo té, y todas las presentaciones que haga de ello en
mi experiencia bebiendo té, tienen su causalidad constituyente en
mi poder de estar bebiendo. Mi beber está constituido por mi
movimiento, siempre inmediato a mi corporalidad, en unidad con el
resto de las facultades y sensaciones de mi experiencia de beber.
Por eso las sensaciones, la del sabor a té por ejemplo, no son una
consecuencia de mis determinaciones siológicas o de la
representación que me haga de ellas, sino que se presentan en mi
experiencia trascendental, en el término trascendente del
movimiento como “saboreado”, o “saboreando”, y en el poder
mismo del movimiento como “saborear”. Aunque diferencie así el
movimiento, respecto a la sensación, “tales movimientos no son en
realidad sino un único y mismo movimiento, y sobre la identidad
de tal movimiento reposa la unidad del mundo sensorial” 43 .
Así el movimiento se nos da en la experiencia interna
trascendental como poder, en el esfuerzo originario, en la reLexión
misma; también se me presenta en la experiencia trascendental
como movimiento constituyente. Se trata del mismo movimiento
con distintos rendimientos que se sigue en el aparecer del mundo;
toda vez que me hallo haciendo presentaciones en la reducción al
interior de la experiencia interna trascendental. Contando con esto
y con que mis sensaciones son constituidas por mi movimiento –
porque en él les va su constitución–, se nos presenta el asunto de la
repetición de las sensaciones y de las percepciones.
43 FFC, 122.
94
I. EL CUERPO
Me planteo esto porque aunque cada experiencia que vivo
tiene la particularidad de la inmediatez de la experiencia
trascendental, me pregunto: “¿Por qué puedo recordar que tales
sensaciones constituidas por mi movimiento y que me permitieron
tomar la botella de té podrán darse otra vez, cuando regrese a casa
y quiera asir un botellín de agua que tengo en la nevera?” Las
respuestas no se hacen esperar, la primera de ellas está en la certeza
continua que tengo de la resistencia, de mundo; es una certeza que
no me abandona, como si pudiese ver en el resistente algo así como
“la parte interior de mi piel que en mi movimiento me muestra
mundo”. Es una certeza tan cierta como el aparecer de este
resistente en mi experiencia interna trascendental que ofrece un
rendimiento de mi corporalidad en mi experiencia interna
trascendental del mundo.
Sin embargo esta certeza aparece como vacía y su verdad sería
como un añadido al resistente si yo no pudiese tener memoria de la
resistencia y de las constituciones de mi movimiento. Aún así,
teniendo este requerimiento, tampoco se ve claro que para estudiar
el aparecer de dicha memoria presente en el movimiento –en la
repetición de sus constituciones primeras, por ejemplo– y en su
condición de hacia el término resistente, deba armarse mi
movimiento como intencionalidad originaria. Pues el contenido
intencional originante del movimiento, como intencionalidad
originaria, está ya dado en la inmediatez y en el aparecer de mi
95
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
corporalidad como mi movimiento, a secas.
De ahí que el carácter de ser intencionalidad originaria, es el
mismo que el de ser movimiento hacia el término trascendente. Eso
signica que el resistente como término trascendente del
movimiento es dado por mi corporalidad como movimiento mismo
en la especicidad de “hacia el término trascendente”. Por eso, tal
vez se puede repensar si es realmente necesario, respecto al término
trascendente, dotar el movimiento de un carácter intencional para
responder a esa condición de “hacia” que ya se presenta en la
corporalidad, en el aparecer del término trascendente y dado a su
vez en la experiencia interna trascendental. En ese sentido puede
ser mejor mantener exclusivamente esa apuesta de Henry al decir
que “es el movimiento quien lleva en sí la certeza que tenemos de la
realidad del mundo” 44 y siendo esto así no es necesario presentarlo
como intencionalidad originaria, porque originariamente no
aparece así en la experiencia interna trascendental.
Quiero dejar abiertas, en esa presentación que hizo Henry del
continuo resistente según el movimiento como intencionalidad, tres
consideraciones más. La primera: en el momento que el continuo
resistente aparece en la experiencia interna trascendental se echó
mano de la intencionalidad para explicarlo como término
trascendental del movimiento, así se tiene una intencionalidad
44 FFC, 118.
96
I. EL CUERPO
dotada de una corporalidad, pero dicho recurso parece que aún está
circunscrito a un conocimiento teórico o intelectual. Por eso el
mismo Henry considera que la idea se da en la experiencia interna
trascendental, pero “la idea no es el fundamento de lo real, sino que
lo contrario es lo verdadero” 45 . Es decir, porque tengo experiencia
interna trascendental de la resistencia de un término trascendente,
tengo la idea del continuo resistente. Según esto, menciono la
segunda consideración que dejo abierta: la dicultad que indico
viene cuando Henry toma las intencionalidades para explicar la
idea y de ahí quiso explicar la idea de resistencia, por ejemplo,
según las intencionalidades, intentando así encontrar asidero a la
experiencia interna trascendental del aparecer del continuo
resistente en una idea de movimiento y en una idea de
intencionalidad.
Ambas ideas no se explicaron a partir del rendimiento
inmediato del movimiento en su relación con el continuo resistente.
Por eso tal vez la explicación de la intencionalidad y el movimiento
en ese contexto pueda prestarse a equívocos, respecto a la misma
experiencia interna trascendental, o incluso desvíe del sentido más
ajustado a la intuición fundamental de FFC a partir de Biran. Ya se
muestra el umbral de situar todo el movimiento en la pasividad
originaria, al mencionar que el continuo resistente se debe a que el
movimiento hacia él es una experiencia interna trascendental –lo
45 FFC, 115.
97
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
cual es cierto, pero no lo es exclusivamente del continuo resistente
en su aparecer–. Dice Henry:
Es obvio que una idea no puede nacer de un hecho, pero si
decimos que el continuo resistente, escapando a la representación
y al conocimiento teórico, se nos maniesta en cambio en el
medio del ser trascendente, es porque la trascendencia del
movimiento hacia él es una experiencia interna trascendental... 46
En el mismo sentido y como tercera consideración si ya
previamente se ha visto el carácter no constituido del movimiento –
debido a la inmediatez con que aparece en mi subjetividad en la
experiencia interna trascendental– queda por ver cómo puedo
pretender mostrar que el movimiento es la intencionalidad más
profunda del ego, si esta intencionalidad la estoy explicando según
un movimiento que aparece en su inmediatez.
Terminando este numeral del hábito, señalo que este es
presentado por Henry según dos aproximaciones en FFC, la primera
es la que he mencionado, propuesta a partir del movimiento y su
acción, y expuesta aquí en el marco de los análisis sobre el
movimiento como intencionalidad originaria; exceptuando las
dicultades de las últimas consideraciones. La segunda aproximación
para abordar el hábito, que dejaré ver en el siguiente capítulo, en el
apartado dos, al estudiar La pasividad como revindicación y radicalización
originaria.
46 FFC, 115.
98
I. EL CUERPO
3. APUNTE FINAL AL CAPÍTULO PRIMERO
Queremos enfatizar aquí la especial atención que ponemos en
esta investigación en mantener hasta donde sea posible la diferencia
que existe entre esa intencionalidad en la que soy impresionado por
un elemento sensible que sé que emana de mi voluntad, y aquella
otra en la que soy impresionado independientemente de mi
voluntad, y no es sin embargo una diferencia ontológica: es una
diferencia entre dos modos de existencia –según la parte que más
concede Henry en este punto 47 –. Por otra parte también salvar,
hasta donde la manifestación inmediata originaria más lo permita,
la posibilidad causal del poder de apercepción inmediata con la del
esfuerzo causal de acción motriz de mi cuerpo orgánico en una
relación inmediata y diferenciada –en la parte que Henry menos le
concede a Maine de Biran–.
Esto lo mencionamos porque de ese modo se mantiene la
evidencia en la manifestación del cuerpo propio, su situación de
cuerpo vivo manifestándose en esferas paralelas de la vida nita,
sin necesidad de buscar un continuo corporal al interior del cuerpo
vivo, ni a precio de subsumir la vida toda en una esfera de la
corporalidad, cosa justicada contrariamente quizás en la intención
de no ceder a la disolución del ego-cuerpo en el mundo, o de
enajenarme de sí a causa del cuerpo propio mismo.
47 FFC, 239.
99
II. LA CARNE
En el capítulo anterior hemos tratado casi sin especiales
distinciones eso que llamamos cuerpo, alma, y ahora carne. Incluso
nos referimos ahora a todo esto que soy yo con un todavía
inexplicado término de singular despierto. Lo invocamos casi como
vigía de toda manifestación originaria del cuerpo por el sentido
íntimo –o interno según el énfasis que se le dé–. Estos términos de
momento aparecen sin posibilidad de una mirada retrospectiva que
esperamos sí permitan las últimas líneas de este estudio de la vida,
que es nuestro trabajo.
En este segundo capítulo contando con Nouveax essais
d’anthropologie, Note sur l’idée de existence y Derniers fragments 48 ,
también con Sur la causalité. Discours lu à une société philosophique 49
más desde Biran mismo que desde Henry, haremos algunas
consideraciones en lo que llamaremos La manifestación originaria de
nuestro cuerpo, abordaremos allí el sentido íntimo, y la causalidad,
contando con esos textos del último Maine de Biran, pese a haber
48Maine de Biran, Oeuvres de Maine de Biran, Tome X-2, ed. F. Azouvi, Paris: Vrin, 1989
(Trad. Nuevos ensayos de antropología, Seguidos de Nota sobre la idea de existencia y Últimos
fragmentos. Salamanca: Sígueme, 2014). En adelante nos referiremos a esta obra con la
abreviatura “NE”, y las citas seguirán la versión castellana.
49 Maine de Biran, Oeuvres de Maine de Biran, Tome XI-2: Commentaires et marginalia,
Dix-septiF me siF cle, ed. Baertsch, Paris: Vrin, 1993 (Trad. Sobre la causalidad. Madrid:
Ediciones Encuentro, 2006) En adelante nos referiremos a esta obra con la abreviatura “C”,
y las citas seguirán la versión castellana.
101
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
sido tomado con reservas por Henry –aunque salvadas por él
mismo– en algunas distinciones terminológicas propias de esa
fenomenología tan cerca todavía al lenguaje de la modernidad.
Asimismo enunciaremos aquí, lateralmente todavía, la Situación
intermedia, que será central para comprender mejor La inquietud
maniesta.
Se verá cómo desde “el poder de sí” me doy apercibido y en
acción por el esfuerzo mío, que también será el del cuerpo mío, de
mí –como en una segunda esfera de este mi cuerpo–, y dotado según
mi movimiento voluntario con sentido motriz, o involuntario, o por
hábito, es decir cuerpo activo-motriz-orgánico. De ahí iremos a un
Henry según la inversión de ese poder desde una pasividad en
auto-afección, carne en auto-afección.
Así quedará señalado otro sentido y nivel del problema en un
punto de inLexión por el que o se mantiene la actividad que deviene
del poder corporal (Biran), o por el contrario se espera y suspende
parcialmente ese poder para invocarlo a la inversa en pasividad
originaria (Henry); así vamos a considerar La pasividad como
reivindicación y radicalización originaria de Henry lector de Biran.
En un tercer apartado nos detendremos en lo que
consideramos una vuelta de Henry a Maine de Biran en Incarnation.
Une philosophie de la chair 50 , ahora relativamente revestida de un
logos de mi carne viva.
50 Michel Henry, Incarnation. Une philosophie de la chair, Paris: Seuil, 2000. (Trad.
Encarnación. Una losofía de la carne, Salamanca: Sígueme, 2001). En adelante nos
referiremos a esta obra con la abreviatura “E”, y las citas seguirán la versión castellana.
102
II. LA CARNE
1. LA MANIFESTACIÓN ORIGINARIA DE NUESTRO CUERPO
1.1. El sentido íntimo
“Actúo, quiero o pienso en mí la acción, luego me sé causa,
luego soy o existo realmente como causa o fuerza” 51 , será la
reformulación de la que hemos venido hablando planteada por
Biran de ese “pienso luego soy –substancia o cosa pensante–” 52 de
Descartes, y de tanto provecho luego en Michel Henry.
En Maine de Biran toda posibilidad de la manifestación se
presenta a través del “sentido íntimo”, ese sentido que me permite
decir de todo de mí desde sí, esto estará supeditado inicialmente, en
su discurrir antropológico, a ganar poco a poco el punto de
aparente quiebre o lance de la vida animal y activa a la espontánea,
y seguramente –a nuestro parecer y de otro modo– a la moral.
Antes de llegar al “sentido íntimo” Biran ve un requerimiento
que le lleva a preguntarse por un posible “sentido intermedio” 53 ,
punto de hiato en el abismo de esos dos mundos: el externo y el
interno. “Nunca veremos ciertamente dentro con los ojos hechos
para fuera” 54 esto en “el paso de movimientos imaginados en un
51 “J’ agis, je veux, ou je pense en moi l’action, donc je me sais cause, donc je suis ou
j’existe réellement à titre de cause ou de forcé”.
52 NE, 74.
53 NE, 43.
54 NE, 42.
103
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
lugar orgánico a los hechos puramente interiores que no pueden de
ninguna manera representarse ni localizarse”. Se trata de la
limitación que nos encontramos cuando tratamos de razonar
manteniendo la unidad siológica y del espíritu.
Si leemos en Biran este primer asalto a un decir
originariamente del cuerpo, vemos que está mediado por una
distinción puesta en los términos de externo e interno, asimismo
contiene la diferencia y unidad entre cuerpo afectivo y cuerpo
siológico, de momento problemática en el requerimiento de
unidad racional y analítica. Sin embargo estará cierto en la
manifestación de estos dos mundos, en esos dos niveles, en el orden
de la manifestación del cuerpo, y en el del mundo a este. Cosa que
mantendrá de momento tanto para las vidas animal y activa,
presentes en el animal y en el humano enfáticamente.
Por otra parte y ya distanciándonos parcialmente de Biran, y
como en una tercera esfera del cuerpo, a la vuelta de estos “pasos”
más primarios, y una vez lograda la causalidad, podemos nosotros
armar un bucle en la vida humana en una segunda libertad ya
dotada y con otros alcances, donde el impulso primero afectivo y
activo de la espontaneidad ya se maniesta revestido por
acontecimientos y nuevo mundo vivido o inesperado. Pero eso de
momento no lo tenemos a la vista, y debe pasar por la criba del
tiempo y de la situación intermedia.
104
II. LA CARNE
Lo que se pueda llamar en adelante una reducción de la
manifestación del cuerpo, desde Biran, no habrá partido de las
distinciones alma-cuerpo, espíritu-materia. Más bien inicialmente es
expuesto como negatividad que va descubriendo el ramillete de lo
dado en la vida animal, en la vida humana, y su tremenda
multiplicidad llena de matices, en medio de una aparente
imposibilidad de hiato, decíamos, entre dos ámbitos de mismas
realidades, la exterior y la interior.
Aquí es importante señalar que ya Biran está situado del
“lado de acá” de la manifestación, es decir que eso que llama
externo e interno está ahora convocado desde un lenguaje que no
puede ser propiamente el de los siólogos, o que en todo caso
cuando ha pretendido serlo por estos es porque ya han recurrido a
un lenguaje que no puede sostenerse por sí en el ámbito de las
causas siológicas u orgánicas. Casi más bien por el contrario
quedan al descubierto cuando de imprevisto se dan cuenta a través
del lenguaje que le deben a otra “luz” su condición originaria, a
otra fuerza que parece del orden interior de la manifestación,
inicialmente la del yo en otro ámbito.
Digamos que desde aquí se está en deuda con el esfuerzo, el
hacer, el poder de sí, y que en un aparente segundo e inmediato
movimiento de mi conciencia semi-adormecida, y ahora sin distancia
casi en mi materia afectiva, hylética, despierto a lo que llamaremos
un primer anillo de la vida nita, el más en bruto digamos.
105
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Atender esto a la inversa le hace Laco favor a la descripción
siológica y orgánica, y a la de quien dice de sí no solo con relación
a sus “sensaciones” musculares por ejemplo, sino también al poder
decir de mi mundo interior y las posibilidades que contiene en el
decir de todo. Esta inversión ocurre al invocar la condición
originaria del decir de lo interior desde lo exterior, y situarlos
originariamente según un orden y situación ajena a los dos mundos,
y últimamente en el uso ya inadvertido del lenguaje.
Desatender esto sin tener un sentido que permita decir de lo
interior y exterior ciertamente sería considerar la condición
originaria de la manifestación como: 1.° anterior a lo interior y
exterior de mí; o 2.° posterior a lo interior o exterior de mí.
Una vez aquí Biran ya ni siquiera continuará la posibilidad de
esta reLexión en términos de “sentido intermedio”, vemos ya que
no se trata de un ponerse ante los dos mundos, sino de la
armación reLexiva y llena de la apercepción inmediata según un
sentido que no es ni anterior, ni posterior, ni interno ni externo, es
un ver de sí, es “el sentido íntimo” de otra índole, hiato de otro
modo de cara a mi decir de los dos mundos, al que ni mucho menos
le es ajeno lo siológico, ni los movimientos del alma, claro.
Por nuestra parte digamos que esa índole de mi “sentido
íntimo”, de este sentido de mi cuerpo-alma, lo es de continuas
advertencias en distancia de tres verdades: del tiempo vivido; de
106
II. LA CARNE
aquello que hago, es decir, el cómo me las arreglo con lo que me
acontece y acontece a otros; y de un fondo, que más adelante
llamaremos fondo hylético originario. En este último, fondo material
de la vida nita se advierten los límites de la nitud más nitizada
–si cabe la palabra– cuando trato de hacer algo con lo que tengo que
vivir o viene a mí como vitalmente inesperado, invocando como
“un segundo casi-no-fondo por asir, o asido a mí de otro modo que el
de ese hylético originario”, casi una suspensión de suspensiones,
que viene a mí con nuevo lenguaje en un casi no tiempo en el que
puedo empezar a entender y a decir “yo” de otro modo, dotado
como estoy de este mar de mundo vivido, de acontecimientos, de
cosas que pasan, de vida que es vida en tanto que inesperada, des-
medida, y a veces como sin tregua, en fuga.
Digamos que todo esto se abre no por acción propia, ni lo
abre menos aún el sentido íntimo, tampoco es intencionalidad de
este sentido. Se trata mejor de una apertura por un aparente no-
esfuerzo intendido, traído a sí no por mí en la determinación de mi
esfuerzo. Esto será de múltiples modos en cada vida humana y a
cada vida humana, singular, así: 1.° al verme como de golpe
asaltado, casi sacado radicalmente de ese primer anillo de
apercepción y primera conciencia de sí y de mundo; esto ocurrirá
quizá si he vivido excesivamente como ajeno de todo o casi todo,
aunque tal cosa sea en realidad casi imposible, o 2.° como un
relativo “viéndolo venir” en el mundo de lo posible por vivencias
107
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
análogas o por relativas anticipaciones en el innito mar de
fenómenos y acontecimientos posibles.
En este último ya soy expectante, no sólo esperando a que las
cosas pasen sino casi deseando traerlas para que ocurra algo, algo
que yo tenga por mejor bien, porque siempre algo ocurre y de ello
varias veces sabemos: el qué –en los hábitos, por ejemplo– y no el
cómo; también otras veces del mundo innito de fenómenos vamos
sabiendo, con dedicación en los métodos, algo del qué y del cómo;
otras, nosotros expectantes como viéndolo venir, de
acontecimientos que no sabemos ni el qué ni el cómo; y también a
veces creemos saber el qué y no el cómo, o mejor sospechamos el
cómo. El punto es que en todo en denitiva siempre sí sabemos que
vendrán, ya sea porque estamos ciertos en ello por hábito moral o
por aparente desafección intencional sobre lo que acontece. Aquí
nos hallamos casi en la pasividad que el despierto y el vigía
atraviesa en lo que llamamos situación intermedia: mi tiempo entre
los acontecimientos y el segundo fondo revestido que
mencionábamos como un “casi-no-fondo” inicialmente advertido.
Por otra parte que mencionamos en términos de sentido
íntimo es una vuelta a la formulación explícita de la abstención de
Husserl, aunque lanzada en otros términos, tomando a Biran, y en
la cara anterior de la declaración de “¡(ir) A las cosas mismas!” de
Husserl, y que conLuyen de principio en la determinación vital, de
conciencia, y fenomenológica. Está claro que Biran apostó por
108
II. LA CARNE
explicar aquello que vemos, que se maniesta, por sí mismo con
miras a la causalidad y la vida subjetiva. Aunque propiamente no
hay epojé, abstención, con los términos puestos en bruto de
causalidad y vida subjetiva, incluso dudamos que pueda plantearse
inicialmente pregunta alguna, en cuanto a manifestación originaria
de sí. Precisamente es ese atender de Biran como “actúo, quiero o
pienso en mí la acción” que me sitúo advirtiéndome como causa,
sabiéndome causa en ese “me sé causa”.
Si atiendo la manifestación de mi cuerpo, me encuentro
inmediatamente en la aparente disyuntiva de objetivarlo como este
mi cuerpo, análogo al cuerpo de “otros como yo”, hombres, y a
otros “de algún modo como yo”, animales. También puedo
subjetivarlo hasta el punto de casi no poder decir de él porque “soy
mi cuerpo” y lo mejor que puedo es casi no decir. Ya en mi
“sentirme ahora” sé de mi cuerpo por hábito continuo, o porque lo
atiendo con una mirada lateral en la que siempre se me escapa la
manifestación viva. En un casi sin distancia alguna de mí mismo
conrmo “sentir calor”, o la sensación de “pinchazo” que determino
casi de inmediato como “un tirón”, o “desgarre muscular en mi
gemelo izquierdo” al lesionarme en una carrera en un día de
invierno sin haber calentado bien mi organismo antes de empezar
un partido de fútbol, por ejemplo.
Asimismo una vez entro a estudiar el cuerpo, mi cuerpo, me
encuentro con la primera limitación y posibilidad: no poder hablar
109
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
de él sin mí. “Tratar de objetivar el yo o aprehenderlo desde fuera
es como querer asomarse a una ventana para verse pasar” 55 . Este
fuera, que tomamos de Biran, no es sólo el de verme como otro
cuerpo objetivado, del que digo sin verdad porque me es ajeno y no
es el mío vivido, sentido, sino otro en otras condiciones de
presentado, representado. También es un fuera que principalmente
se reere al punto desde el que me paro a hablar del cuerpo, de mí,
de “yo”. Si hablo de mí sin mí digo “algo de mí”, me veo pasar por
la ventana.
Nos acabamos de tomar una licencia que parece omitir
distinciones necesarias. Hemos identicado “mi cuerpo” con “yo“,
armándolo como un “de mí” en esta apertura del sentido íntimo.
Lo paradójico es que si ahora consideráramos estas no distinciones
como omisión es porque de entrada ya habremos concebido –puesto
como acto segundo– la manifestación originaria de este mi cuerpo
en términos de “yo con alma y cuerpo”. Esto no excusa de momento
que no sean necesarias distinciones en lo que sería el abanico que se
abre en la apercepción inmediata y el esfuerzo.
Sin embargo no partir de distinción alguna es una declaración
de una primera verdad de la manifestación, en una evidencia grave,
primigenia y simple: si digo “mi cuerpo actúa”, o “me siento en el
esfuerzo de mi cuerpo”, estoy diciendo de mí, dando de mí sí
55 NE, 86.
110
II. LA CARNE
mismo, “moi”, siendo ya en los albores de mi singularidad; cuyos
últimos alcances hemos dejado como puntos de perturbación a esta
losofía primera. Ciertamente en este primer momento soy mi
cuerpo diciendo de mí, al modo análogo como soy todo aquello “de
mí” antes que todo decir. En palabras de Biran:
No se trata aquí de explicar, sino de poner de relieve la diferencia:
un hecho del sentido íntimo, como es el poder ecaz de los
movimientos del cuerpo, no se explica, pues él es lo primitivo en
el orden del conocimiento y él mismo es lo que sirve de
explicación de todos los demás hechos de nuestra naturaleza
intelectual y moral, así como de todas las nociones de las que es
principio56
Terminando este apartado señalemos una la crítica que hace
Michel Henry a la confusión reconocida por Biran de nuestro
sentido íntimo con el fondo de la sustancia alma 57 , sin embargo
como se puede ver en nuestra exposición no ha tenido ese cariz, ni
será excusa para distraer el punto de distanciamiento de Henry
respecto a Maine de Biran, que se verá más adelante con la
pasividad originaria en el numeral dos.
1.2. La causalidad
“Actúo… luego me sé causa…” 58
56 C, 25.
57 FFC, 246.
58 NE, 74.
111
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Si mantenemos en el sentido íntimo esta atención-tensión de
la manifestación de mi cuerpo sentido como poder –que siempre
será mío, dándose “de mí, yo”, en su verdad más primigenia de
apercepción y de materialidad–, vemos que este “saberse causa” es
a su vez y ante todo un hallarse siendo causalidad como poder de
mí, fuerza que actúa, quiere y piensa en la acción. Es decir, una
inversión de la armación cartesiana reformulada por Maine de
Biran.
Esto es tal porque precisamente se da una no-distancia en la
manifestación de sí y mi causalidad como poder inmediato del que
digo por un sentido íntimo. Este sentido ahora está a cada instante
dotado de la misma materia afectiva que la causalidad, y de la
inmediatez de la conciencia íntima en su apercepción que le lanza
en una distancia de sí relativa por la que quedo más que advertido
en la manifestación causal.
La causalidad es entonces poder en materia originaria y no se
halla en dialéctica inmanente con un efecto. Esto que llamamos
efecto en este aparecer primigenio parece darse como un segundo
movimiento en el que presento mi poder causal –atendiendo el
sentido íntimo–. Sin embargo este efecto es principalmente un pasar
sobre sí, un darse del poder propio causal “efectuándose”; en ese
sentido no cabría un movimiento a modo de volverse sobre sí con
distancia, ni como causa-efecto a imagen de una objetivación
orgánica. Hasta aquí estamos todavía muy cerca del Biran que ha
112
II. LA CARNE
sido de tanto provecho en Henry, el de este apercibirse en sí,
sentirse en su poder causal.
Henry, como se verá cuando nos reramos a la auto-afección,
aprieta tanto la abstención como lo permita el nudo de este poder
causal. No será un “apretarlo” articialmente sino que pone el foco
de la reducción –según mencionamos en el apartado del continuo
resistente– en el movimiento originario como intencionalidad más
profunda del ego. Aquí ya advertimos una relativa omisión
declarada de las distancias que supone poner el foco en la
causalidad lanzada, digamos, en la acción al modo de Biran.
Estudiemos ahora con Biran este punto de inLexión en la
causalidad con alcances importantes en las tesis de Henry. Veamos
a Biran poniendo de relieve este poder en vez de explicarlo –por
aquello de que en esto de la causalidad no consiste en explicar–. Por
nuestra parte intentemos atenderlo tratando de no evadirnos del
sentido íntimo invocado en esta causalidad, o hecho primitivo.
Biran plantea dos diferencias acerca de la relación de las
voliciones con los órganos corporales en su primer argumento de
refutación a Hume. En primer lugar dirá que “un hecho de la
experiencia interna no es conocido de igual forma que un hecho de
la experiencia externa, [pues la] apercepción interna del acto… es
un sentimiento original” 59 , y corresponde a una verdad inmediata
59 C, 18.
113
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
donde ser y aparecer son idénticos. En segundo lugar dirá que es en
los hechos de experiencia interna que la repetición de los hechos
“no añade nada a la persuasión o creencia de una unión real e
infalible de la causa con el efecto” 60 , a diferencia del hábito.
Aquí vemos como mantiene la distinción en la manifestación
de hechos externos e internos y arma la apercepción interna del
acto; también señala la unión originaria de la causa con el efecto.
Enfatizamos esto de la apercepción interna del acto, porque si bien
lo es en inmediatez, lo es en movimiento, y además lo es de mi
cuerpo apercibido actuando, claro. De momento estamos en la cara
interna de los hechos como ámbito de lo originario, que podemos
llamar sencillamente cuerpo interno, o propio dando de sí en su
poder causal y apercibido en el acto. Asimismo esta unión de causa
y efecto nos permite atender el carácter originario de la causalidad.
En tercer término conrma que este hecho primitivo de la
experiencia interna no está sujeta a la repetición de los hechos como
en el caso del hábito. Indicamos en este punto que aunque inmersos
en el hecho primitivo maniesto en nuestro poder de actuar,
contamos con hechos no primitivos, involuntarios, que sí son de
otra índole, perceptiva por ejemplo, aunque ligada a la
manifestación del hecho primitivo en el sentir y el movimiento del
poder causal en dicha percepción por el sentido íntimo; esto como
60 C, 19.
114
II. LA CARNE
el caso del pinchazo que he sentido en mi gemelo –por no haber
calentado en invierno–, de los hábitos, o de la memoria corporal.
Ante la consideración del “escéptico Hume” 61 , quien dice que
“no se ha podido jamás prever el hecho primitivo en la energía de la
causa” 62 en la unión misma causa y efecto; el segundo argumento de
refutación de Biran consiste en armar que “sentimos el efecto al
mismo tiempo que percibimos la causa, y el primer acto de
conciencia nos enseña inmediatamente a prever en la energía misma
de su causa, que es el yo” 63 .
Aquí Biran arma una ganancia en la vía del aparecer sentido
e inmediato del efecto con la causa. Eso que al comienzo de este
apartado veíamos como un darse del poder propio causal
“efectuándose”, y que lo podemos prever aprendiéndolo del primer
acto de conciencia, es lo que nosotros llamábamos despertar en un
primer anillo de la vida nita. Es decir, aquí no hay propiamente un
pre-ver causal objetivo, es un ver primigenio que en cualquier caso
tiene de “prever” lo que este mi cuerpo vivo, despierto causal en los
actos de conciencia.
El centro de su tercer argumento será está pregunta:
¿Qué tiene que ver la representación de los instrumentos o la
61 C, 13.
62 C, 19.
63 C, 20.
115
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
manera en que una operación se ejecuta, con el hecho del sentido
íntimo o conciencia de la operación de sí misma?64
A decir de Hume “estamos condenados a ignorar los medios
por los que nuestra voluntad comunica movimiento a nuestro
cuerpo” 65 . La pregunta de Biran apunta a señalar una no-relación en
la misma esfera de manifestación según lo propone Hume: su
formulación es “heterogénea” 66 . Pondrá el acento en que no saber
los medios en los términos de Hume no inLuye en nada en el poder
causal originario de nuestra voluntad, ni en las posibilidades
orgánicas de nuestro cuerpo. Lo que cuenta es que el poder del
movimiento dado es apercibido causalmente del cuerpo mismo, yo,
y que desde ahí se debe pesar la ignorancia o no en los medios del
cómo originario, que en denitiva es según el sentido íntimo que no
tiene que ver con la representación, pues aquel corresponde a la
apercepción interna.
Aquí hacemos un breve alto, o indicación en paralelo, para
traer de nuevo a ese Henry que estudiábamos en El movimiento y su
condición originaria y pasiva según el conjunto corporal de nuestro
cuerpo. Vemos como Maine de Biran resta importancia al
cuestionamiento de cómo se da movimiento orgánico y motriz, esto
porque pone el énfasis en que simplemente se da, y si bien se da
64 C, 21.
65 Ídem.
66 Ídem.
116
II. LA CARNE
orgánicamente se da por un poder causal de la voluntad, es decir
activo que no necesitamos explicar parcial o totalmente para ser
realizado. Del mismo modo aquí Henry, como hemos visto,
mantiene ese punto evidente de manifestación de la fuerza en la
apercepción, incluso de la evidencia del no necesitar saber los
mecanismos orgánicos habituales –según los que muevo la mano–
para moverla voluntariamente. Sin embargo la diferencia estriba en
que para Henry sí tendrá importancia explicar el cómo corporal de
la manifestación corporal de cara a la resistencia de mundo, y lo
hará según el movimiento corporal de materia auto-afectiva.
Aunque de momento Henry mantenga la relación cuerpo-continuo
resistente manifestando mundo, llevará la abstención de la acción
corporal orgánica a la mayor pasividad posible según un
movimiento que unica la corporalidad en corporeidad y termina
por tenerse como única posibilidad de manifestación. Cuerpo
orgánico que exclusivamente ya no deviene como tal de ese complejo
corporal de movimiento originario, porque la epojé a la carne, luego
por ese mismo movimiento, lo dará originariamente de sí.
Asimismo las posibilidades de decir de sustancias maniestas
en la resistencia continua no cabrán de ninguna manera –según
veremos en el siguiente numeral–, porque “la nada del mundo” será
eso, la nada que no resiste en un cuerpo orgánico motriz. Aún
siendo este mi mismo cuerpo vivo, y diciendo en él según la
pasividad originaria es innegable que es a la vez, y en diferentes
117
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
puestas de relieve, orgánico, afectivo, inquieto y moral. Sin
embargo esta traída sustancial a la carne en un mismo relieve, o
mejor, ya sin relieve en la epojé, lleva a que lo que tenga de
orgánico y motriz este mi cuerpo quede subsumido en la afección
originaria, carne –que veremos en el numeral tres de este capítulo–.
De ahí que estemos como cubriendo un reLector de la
manifestación.
ReLector no cubierto por Biran porque parcialmente dará
razón de ello a través del paso de la vida animal a la humana en la
espontaneidad, aunque sin mantener esta manifestación corporal en
sentido originario según la vida humana nita, por ejemplo,
encontrando más bien “pasos” empáticos de identicación relativa
de la vida animal con la humana. Otro motivo es que concede que
hay quienes en su saber siológico, por ejemplo, pudieran ocuparse
de ello, al modo de la descripción muscular motriz, sin detrimento
de la fuerza originaria. En el caso de Henry quedará extrapolado el
cuerpo orgánico al de la pasividad en auto-afección, solo que en
este último la corporeidad nos abre ya no sólo a la manifestación
originaria de nuestro cuerpo sino que contiene la esencia de la
manifestación de mundo todo vivido. Incluida por supuesto la
manifestación motriz de nuestro cuerpo subsumida en las
posibilidades del conjunto corporal. Sólo cabe entonces en Henry
un resistente que manieste mundo según la vía del cuerpo
originario –en su conjunto corporal de movimiento más pasivo
118
II. LA CARNE
posible–, y de la esencia de la manifestación por la carne.
Por otra parte, volviendo a Biran luego de este “alto” que
hicimos, no hay una negación de la condición orgánica del cuerpo
ni mucho menos, solo que el centro del problema no viene siendo el
cómo interior de una relación alma-cuerpo orgánico, cosa que no tiene
sentido en esta esfera de manifestación, una vez ya he ganado ese
poder del acto del yo en la apercepción interna. El punto está,
según el sexto argumento en “saber si en todo acto o movimiento
voluntario tenemos el sentimiento del poder, de la energía o de la
fuerza que hace comenzar el movimiento, lo suspende o lo detiene;
o si no tenemos tal sentimiento” 67 ; y ya hemos visto que sí tenemos
tal sentimiento.
En ese sentido podemos decir que Biran explica en el sexto
argumento tres evidencias: la primera es que si no tuviésemos tal
sentimiento de poder y fuerza no podríamos distinguir entre un
acto voluntario creado, emprendido por nosotros y un movimiento
involuntario, uno que es a pesar nuestro. La segunda evidencia es
por la “conciencia o sentimiento íntimo de un esfuerzo libre” 68 ,
donde actúo en acción inmediata al sentimiento de esfuerzo libre
mismo, estando seguros de esa “fuerza motriz que somos nosotros
mismos” 69 , aquí decimos de ellos por el sentido íntimo; y una tercera
67 C, 27.
68 C, 28.
69 Ídem.
119
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
evidencia unida a la segunda es que ya ciertos en esta esfera de la
manifestación esa fuerza motriz puede decirse con “las nociones de
fuerza que se deriven de ella” 70 .
Veamos ahora en que punto estamos del análisis propuesto de
un Henry desde Biran en estos poner de relieve de Biran que
venimos estudiando en su refutación a Hume.
Decimos en verdad de nuestro yo en su manifestación por
apercepción inmediata en su fuerza maniesta. No por abstracción,
ni por un pensamiento de sí, o por un movimiento de presentación
de sí, tampoco de representación, sino como “una evidencia
inmediata perfecta” 71 . Esta apercepción de sí en mi poder… se da en
el pensar mismo, en el actuar mismo, en el sentir mismo de mí, como
dado de mí. Por otra parte esta apercepción lo es de mí, y no de mi
alma o de mi cuerpo diferenciados. No se parte de una distinción
alma y cuerpo para decir de la apercepción, sino que deviene y
vuelve de mi apercibirme: sintiendo, pensando en el acto mismo, en
conciencia íntima, etc.; de ahí que nosotros cuando hemos dicho
cuerpo partiendo de Biran nos referimos al yo todo, al sí mismo, al
singular. Aquí decimos todavía de un singular en este primer anillo
de la vida nita, de hecho primitivo decíamos con Biran.
Luego este apercibirme lo es en mi movimiento propio, y de
70 Ídem.
71 Ídem.
120
II. LA CARNE
él digo según mi sentido íntimo no sujeto a lo interior o exterior –
siguiendo el lenguaje de Biran–, sino dado de esta conciencia íntima
del poder y la fuerza, es una fuerza operante en mi voluntad, causal
efectiva. En un segundo movimiento del sentido íntimo apercibido
de un acto por ejemplo, yo decido mover mi mano y efectivamente
la muevo, estoy apercibido ya en mi sentido íntimo de mi acción en
ese poder y fuerza causal, realizando un movimiento libre, sentido,
vivido como dado de mí, motivado. Aquí estoy cierto en la acción
misma sobre el cómo posible de mi motricidad en la voluntad de
una causalidad enteramente subjetiva.
Este “cómo” no será lo que cuenta aquí, veíamos con Biran,
sino que la acción se da efectiva y voluntariamente –muevo mi
mano–, no originariamente por mis impulsos eléctricos cerebrales
según las representaciones o el estudio objetivo que aduzca, sino
porque efectivamente tengo el poder de un cómo libre y apercibido
de mí yo (cuerpo), de moverla o no, sujeto originariamente en mi
voluntad a conexiones cerebrales, por ejemplo.
Esto que mencionamos a su vez se da en la motricidad de mi
cuerpo, es decir: me muevo de mi cuerpo, según mi cuerpo y no que
muevo a mi cuerpo. Aunque sí aparezca como evidencia cierta que
de mi poder corporal “muevo mi mano”, “esta mano de este modo”,
“con estas sensaciones que se van como mostrando”, estas advienen
como diferenciadas voluntarias en mi motricidad misma, o
involuntarias, o habituales en mi memoria corporal ahora atendida
121
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
de mí en mi motricidad corporal según el sentido íntimo. Es
entonces cuando cabe hablar de cuerpo orgánico puesto de relieve y
antes que diferenciado en esta esfera del hecho primitivo, que
insistimos es mi cuerpo mismo pero en otra índole de la misma
manifestación originaria en la actividad.
Siendo yo, cuerpo, moviéndome en mi motricidad, esta
motricidad debe esa condición originaria de su acción a un poder
que no es el de un cuerpo extenso que yo maneje, sino que es de mí
apercibido y activo. Para la distinción entre Biran y Henry
mantenemos aquí que dicha motricidad es asimismo mi cuerpo,
atendido por el sentido íntimo en su motricidad como cuerpo
orgánico. Es mi cuerpo, mismo y único cuerpo que soy yo, del que
digo en mi causalidad: como poder dando de sí en su aparecer
originario; como mi conciencia hylética apercibida; y como
consecuente de sí en la motricidad. Todo ello siempre atendido en
este sentido de las evidencias que es en Biran el sentido íntimo
despierto en el hecho primitivo.
Finalmente en este apartado traemos unas líneas del Quinto
argumento que a nuestro parecer expresa este punto de inLexión
que señalábamos en el cuerpo mismo a través de Los datos de la vida
subjetiva –del capítulo anterior– y de La manifestación originaria de
nuestro cuerpo en este primer numeral, en estas “puestas de relieve”:
…Ahora bien, tenemos la percepción interna de nuestro poder de
actuar, percepción inseparable de la de nuestra misma existencia.
122
II. LA CARNE
En el esfuerzo tenemos el sentimiento de una unión íntima
inmediata entre la causa o la fuerza “yo” que efectúa el
movimiento, y el efecto producido o la sensación muscular, y no
tenemos ningún conocimiento representativo del alma en sí, ni de
su unión con el cuerpo. Por consiguiente, el sentimiento íntimo de
poder es independiente de todo conocimiento objetivo de la
sustancia espiritual y de la corporal en su unión recíproca.72
Ponemos el énfasis en dos puntos de esta larga cita. Primero
en lo que se reere el sentimiento de una unión íntima inmediata
entre la causa… y “el efecto producido o la sensación muscular…”,
que Maine de Biran da por evidente y activa en el cuerpo orgánico
manteniendo la sensación muscular advertida, sentida en mi
condición motriz, y que Henry la llevará a la radicalización de la
manifestación según la carne.
Y segundo en lo de no tener “ningún conocimiento
representativo del alma en sí, ni de su unión con el cuerpo”, que en
Biran conduce a una conrmación del sentido íntimo en la esfera
del hecho primario, pero sin detrimento de una diferenciación en el
cuerpo propio de la sensación muscular atendida en el sentido
íntimo, o dada en el hábito corporal, y la memoria corporal; a
diferencia de ese Henry luego de vuelta a Maine de Biran en
Encarnación lleva la memoria de mi vivir el mundo –y su
manifestación sustancial en mi cuerpo–, y mi decir por el sentido
íntimo activo, a una “carne a la que nada separa de sí, siempre
72 C, 26.
123
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
presente a sí en su memoria sin diferimientos, sin pensamiento, sin
pasado, sin memoria –en su memoria inmemorial–. Mi carne es
inquebrantable” 73 , dirá Henry.
Así Henry en su radicalización fenomenológica en una auto-
afección, y en la que de un modo u otro estará Biran por armación,
crítica o distanciamiento. Esto atañe a tesis fundamentales para
Biran acerca del cuerpo orgánico, y por otra parte a la crítica de
Henry a Heidegger sobre lo que reiteradamente señala como ek-
stasis del mundo y su nada, a la que por exclusión quedará remitida
el cuerpo orgánico; se trata entonces de la carne en pasividad por la
auto-afección, y los pasos de vida nita a vida absoluta y a Vida.
Por el lado de Biran entre esta vida nita y vida absoluta,
volviendo al tercer argumento, se trata de un poder por sí mismo
que es la conciencia del sentido íntimo, eso que hemos llamado
poder despierto, que aquí es cuerpo causal en inmediatez
moviéndose, sin negar la posibilidad de actos segundos de la
conciencia íntima, de presentaciones o de representaciones, ni
menos todavía de la consideración de un cuerpo orgánico; aunque
claramente todo ello se manieste en otras esferas posibles en la
acción continua del sentido íntimo.
Insistimos aquí por vía negativa en la lectura que hacemos de
este tercer argumento donde Biran –incluso en estos escritos de
73 E, 190.
124
II. LA CARNE
madurez losóca refutando decididamente a Hume– mantiene
diferenciados:
1˚. El poder mío, poder originario, causal, de conciencia
íntima material, en dos puntos de relieve: El de la apercepción
causal de sí; y de la conciencia íntima de sí ya despierta en el
sentido íntimo. Ambos en el hecho primitivo.
2˚. El de “una operación que se ejecuta”, por ejemplo, cuerpo
si la vemos maniesta en nuestro cuerpo orgánico, en nuestro
hábito corporal, o en una memoria corporal no tan inmemorial, por
ejemplo.
Finalmente del cuarto argumento ya hemos visto como “el
sentido íntimo es lo primitivo en el orden del conocimiento” en esa
larga cita al nal del apartado anterior sobre El sentido íntimo. Sin
embargo detengámonos un momento en esto que también pone de
relieve Biran para diferenciar, aquí como negatividad, ya no según
el sentido íntimo, y que se reere a experimentar (sentir) la
resistencia, y que nos permite matizar ahora desde Biran –y no a
través de Henry estudiando a Biran acerca del continuo resistente–.
Para Biran no cabe una armonía preestablecida entre los deseos
y los movimientos que producimos, o armonía preestablecida entre
estos deseos y movimientos, y los acontecimientos. Esto se puede ver
en una nota al pie con un texto complementario de Biran –apuntada
por el editor de la traducción castellana– y que completa un párrafo
del cuarto argumento, leemos con Biran:
125
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
...pues semejante armonía preestablecida entre nuestros
simples deseos y los acontecimientos, contraria a nuestra
experiencia, choca también con todas las leyes naturales de
nuestra razón y del entendimiento. Por consiguiente digo
con seguridad que, si el sentimiento de poder o de energía
no fuese inherente a los movimientos y actos voluntarios, no
se nos podría ni siquiera por el acuerdo más constante y
regular entre un simple deseo y el acontecimiento o
modicación pasiva que fuese el objeto de ese deseo74
Respecto a esto ya hemos mencionado la apuesta de Henry, que
tampoco da por sentada una armonía preestablecida, ni mucho
menos, pero tampoco –originariamente hablando– esa inherencia de
los movimientos y actos voluntarios. Sera según esto que vaya de la
acción y el esfuerzo activo a la angustia, y de ahí a una primera
valoración de Kierkegaard, en Encarnación 75.
74 C, 23.
75 E, 246.
126
II. LA CARNE
2. LA PASIVIDAD COMO REIVINDICACIÓN Y RADICALIZACIÓN
ORIGINARIA
2.1. Aproximación
El ejercicio fenomenológico tiene su base en la apuesta que
hace una persona por proponerse abordar de manera radical todas
sus preguntas sobre todo, sobre el mundo que vive y sobre sí
mismo. En ese sentido esto exige de sí, del lósofo puesto en
escena, responsabilidad tanto en la búsqueda como en las
implicaciones vitales la indagación contiene. Es decir, se trata de
estar lo sucientemente dispuesto a reconocer la situación de
conocimiento en que nos encontramos, y de estar lo sucientemente
abiertos para proponernos el conocimiento con un espíritu decidido
y en condiciones de ajustar o replantear, hasta el extremo que fuese
necesario, cada descubrimiento propio, vivido.
Contando con esto podemos decir que Henry tiene en sus
apuestas fenomenológicas la determinación de habérselas con una
fenomenología genética, con una losofía que fuese condición cierta
de todo conocimiento hasta sus últimas consecuencias. En FFC está
clara esa determinación por proponer el estatuto ontológico del
cuerpo en la inmediatez de la vida subjetiva. También estará en su
losofía la permanente constatación propia y la rearmación de la
diferencia ontológica, a partir de la manifestación y de lo que se
maniesta. Así FFC está en el marco del esfuerzo de Henry por ver
127
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
cuál es y cómo se da esa manifestación primigenia. Hacia allí tiende
toda la búsqueda henryniana, hacia un absoluto originario en la
vida subjetiva, que en el caso de FFC estará insistentemente
buscado a través de la corporalidad, partiendo de Biran y Descartes,
como hemos visto; en ese texto todo apunta a encontrar una base
fenomenológica de la subjetividad en la pasividad originaria, y a su
vez en la inmanencia de la afección, en la auto-afección.
El método de la investigación en FFC tiene tres matices,
expuestos en este orden aproximado: en primer lugar Henry valora
particularmente la intuición primordial, haciendo algunas críticas
puntuales a sus interlocutores losócos, en segundo lugar toma
postura crítica respecto a Biran y Descartes, y en tercer lugar indica
las consecuencias de dichas críticas que permiten comprender la
pasividad y la afección. Ese es a grandes rasgos el modo expositivo
en FFC. Aún así hay un método al interior de las tesis mismas de
FFC que anticipa su modo de concebir la fenomenología.
Michel Henry presenta su pensamiento en el ámbito
fenomenológico, y en la condición de fenomenicidad más radical
posible, de ahí que su exposición de FFC no se inscribe
originariamente en las posibilidades del yo que se constituye y
constituye el mundo, mundo de la vida. Su propuesta partirá del
esfuerzo por llevar al extremo las posibilidades de comprensión del
yo desde, y en, la experiencia inmanente. Esto signica que hace de
su losofía una respuesta a su búsqueda propia, a su vida. Vemos
128
II. LA CARNE
como Henry, se inscribe en aquella apuesta por armar el cogito en
el sentido primigenio también concebido en Biran; mi cogito como
actor primero y privilegiado del ser del conocimiento. Esto ya
tendrá la armación del yo en la inmediatez, en una experiencia de
inmanencia radical, o experiencia interna trascendental según lo
desarrolla Henry.
Una vez allí Henry propone todo posible afuera del
conocimiento como trascendente, en contraste con la inmanencia.
Este trascendente, cuando se aborda en el reconocimiento exterior
que hacemos de un elemento de nuestra acción corporal sentida
–cuando armo que corto un papel con mi mano, usando las tijeras,
por ejemplo–, es presentado en la esfera del ser trascendente, en la
que dicho elemento fuera de la experiencia interna trascendental es
como la “estela del ser originario del cuerpo subjetivo”. Así, dice la
cita completa, en el contexto de su crítica a las cinestesias:
El fenómeno marginal de la constitución de las impresiones
cinestésicas, no obstante, es a su manera un fenómeno decisivo,
pues con él comienza el ser del movimiento constituido y se nos
maniesta además nuestro propio cuerpo en el elemento del ser
trascendente, donde aparece como la estela del ser originario del
cuerpo subjetivo76
En realidad lo trascendente será identicado, por Henry
lector de Biran, con el afuera de las losofías del objeto; es decir,
76 FFC, 135.
129
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
aquellas que plantean la tarea del conocimiento teniendo como
origen y destino, del mismo, el objeto a conocer. Teniendo el objeto
como criterio primero del conocimiento, a la manera del empirismo,
o del idealismo y el representacionismo –que hacen del sujeto un
objeto, un afuera–. En medio de esos desarrollos losócos Henry
introduce dos constataciones primeras: la subjetividad y la
experiencia interna trascendental, que serán a su vez como la columna
vertebral de FFC.
Sobre esa dos constataciones van y vuelven sus explicaciones
sobre el ego, el cuerpo, el alma, el sentir, las categorías, el
movimiento, las experiencias, las afecciones, la actividad, la
pasividad, el continuo resistente, la unidad subjetiva y la auto-
afección –ya estudiadas aquí–. Señalemos que Henry en FFC
fenomenológicamente se aferra, si arriesgar distanciamiento alguno,
a la inmanencia subjetiva. La vida del yo, por decirlo más
genéricamente, es el deber del texto. La relación yo (subjetividad) y
mundo es indicada con el término trascendental, pero siempre
contenida en la expresión experiencia interna trascendental. Es decir,
toda consideración trascendental como correlato intencional de la
conciencia, por ejemplo, está aquí más que puesta entre paréntesis.
Aunque, en otro sentido también es cierto, que en las explicaciones
más próximas a Biran siempre deja la puerta más abierta a eso que
él mismo Henry propone como una ontología de la subjetividad. Esta
ontología, sólo puede ser tal al interior de la subjetividad, de la
130
II. LA CARNE
unidad ontológica, al interior de sí, desde la inmediatez de la
experiencia subjetiva y del movimiento interior subjetivo, que es
una interioridad absoluta. Esto no tendrá que ver con la “interioridad
relativa”, de la cual dirá:
…la interioridad del cuerpo constituido…es una interioridad
asimismo constituida, que no tiene en absoluto carácter
ontológico, es decir que no puede servir en modo alguno para
denir una región del ser, puesto que precisamente se sitúa, como
todo lo que está “fuera de nosotros”, en la esfera del ser
trascendente en general77
En Henry la vida del mundo es radicalmente mi vida, con la
salvedad importante de haber encontrado en el “continuo
resistente”, del cuerpo subjetivo, una situación que le permitirá
proponer posteriormente la auto-afección en el marco de una
diferencia ontológica, sin que dejemos de advertir algunas
dicultades que expondré más adelante en la relación pasividad,
sustancia y continuo resistente. Ese continuo resistente
fenomenológico de mi corporalidad es como hemos visto lo que nos
permite hablar de subjetividad y de mundo; asimismo de la
manifestación y de lo que se maniesta. También esa certeza continua
del resistente impide que haya ontológica y fenomenológicamente
una disolución del mundo en la subjetividad.
Esto obviamente permite hacer fenomenología de la
subjetividad y del mundo, y en un segundo relieve de la vida nita
77 FFC, 136.
131
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
y los acontecimientos. Sin ese continuo resistente sería imposible
que en mi inmanencia más radical pudiese hablar de mundo como
algo que conozco. No armar esto en la propia experiencia de
mundo, según mi corporalidad, mi subjetividad, me llevaría
irremediablemente a un solipsismo, a un idealismo, a un nihilismo
o a algún panteísmo. Esto, a su vez, corrobora que mi experiencia
interna es trascendental, y experiencia del mundo en mi inmediatez.
Esta experiencia por la que aparece este continuo resistente me deja
abierta la posibilidad de estudiar la diferencia ontológica, un
ontología de la subjetividad y también permite proponer ontologías
regionales.
Para Henry todo fenómeno tiene sus posibilidades primeras
de mostrarse prescindiendo de toda distancia entre la subjetividad
y cualquier manifestación de esa misma vida subjetiva. En cuanto al
mundo, sólo hay mundo en la medida en que es mundo vivido por
mí en la ya reiterada inmanencia subjetiva. Es decir, la luz del
mundo, lo que lo hace comprensible es su manifestación, no su
afuera, sino mi situación fenomenológica de pasividad originaria,
según Henry, en mi unidad subjetiva. Con esto en el horizonte, está
claro que no hay resquicio alguno que deba presentarse como
alternativa o contraparte al conocimiento que ofrece sus
posibilidades ontológicas. Tengo como ser primero y originario: mi
subjetividad, mi corporalidad, según las condiciones que ofrece mi
experiencia interna trascendental y el continuo resistente.
132
II. LA CARNE
2.2. La pasividad como experiencia originaria
En este contexto estudiemos ahora la experiencia de la
pasividad, reservada por Henry para las antepenúltimas páginas
de FFC. Detengámonos en ella a partir de la segunda apuesta de
Henry, dejando abierta esta pregunta: ¿La pasividad originaria
evidencia la unidad subjetiva del cuerpo? Como veremos esta
puesta en interrogación se deberá a una relativa indeterminación de
la categoría de sustancia entre una situación anterior en la
pasividad y una situación primera en su manifestación en el
resistente continuo, como manifestación del mundo. Aquí entran en
juego algunas de las posibilidades o no de una ontología de la
subjetividad y de una fenomenología trascendental. Vamos a ello.
Será a través de esta experiencia que Henry radicaliza el
carácter inmanente, no sólo de la subjetividad, sino de los
rendimientos de mi corporalidad. Para llegar aquí, previamente
Henry se ha detenido en el dualismo cartesiano, dualismo que en
algunos aspectos hará extensivo a Biran, en lo que atañe a la acción,
y de donde luego Henry tomará por contraste un punto de partida
para proponer el problema de la pasividad. Así, decíamos,
propondrá la unidad ontológica de la subjetividad contrastada con
el Descartes de los dos dobles dualismos. Luego Henry, vuelve de
otro modo a las primeras páginas de FFC pronunciando más esa
apercepción inmediata, como reLexión y esfuerzo originario,
apareciendo en mi inmediatez como corporalidad. De nuevo aquí,
133
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
luego de haber pasado por todos los aportes tomados de Biran para
una ontología de la subjetividad, hará hincapié y profundizará al
límite la reducción, en la línea de una inmanencia pura, para
prácticamente identicar dicho esfuerzo con la pasividad
originaria.
De esta pasividad, y de mi experiencia interna trascendental
de ella, prácticamente se tensa al máximo la cuerda en la reducción
hasta terminar ofreciendo mi pasividad como el ámbito del la
manifestación fenoménica y fenomenológica, que se dará en la base
misma de la corporalidad, de la experiencia interna trascendental y
de mis rendimientos de mundo. Viene a ser, la experiencia de la
pasividad, esa evidencia primera del posible despliegue sobre las
sensaciones, la acción, las facultades, el movimiento, las categorías,
el continuo resistente y el hábito. Mi pasividad originaria es el
esfuerzo que contiene y mantiene más apretado aún, ese aparecer
inmediato de todo, de mi unidad corporal y del mundo; anticipando
cualquier posible distancia que se pueda introducir como un
aparecer de mi corporalidad, o en el aparecer del mundo a mi
corporalidad, y según mi corporalidad misma. La nueva
manifestación de la pasividad, como una experiencia originaria,
encontrará en la condición de la auto-afección todo su alcance en la
tensión interior y de permanencia que parece ofrecer.
Un primer itinerario de los puntos para explicar la
experiencia de la pasividad parte de una consideración inicial de la
134
II. LA CARNE
actividad como acción. De ahí, conrma el sentido de su crítica a la
acción, no ya sólo en el contexto de la acción objetivada, en la que
recae toda mi acción y mi movimiento corporal, sino precisamente
armando el carácter de pasividad originaria que esta requiere,
porque incluso en las síntesis pasivas primigenias ya están
intencionalmente dándose. Es decir, Henry insiste en afecciones,
Erlebnisse, como las de la impresión o la percepción, cuya acción se
maniesta como si fuese una ausencia de acción, es decir pasiva; lo
cual no signica que no sea movimiento, sino que su acción está ya
dada en su condición originaria desde mi afección misma. En ese
sentido no se tratará sólo de afecciones que me indican una actitud
de apertura en la manifestación originaria, y que en esa medida
sean pasivas. Más bien la pasividad se presentará como
radicalización de experiencia de la apercepción inmediata, en cuanto
esfuerzo en el sentido reLexivo, según lo trató Maine de Biran.
En esa experiencia interna trascendental mi ego, mi
corporalidad, está como permaneciendo porque ese es su modo
particular de habitarse: habitando el mundo en tensión pasiva. Esto
signica que mi cuerpo se anticipa a todo dualismo al interior de su
experiencia interna trascendental en la existencia propia de “una
tensión latente...que constituye a la vez la esencia de toda síntesis
pasiva y la forma originaria de la vida de nuestro cuerpo” 78 . Habrá
78 FFC, 235.
135
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
así una primacía de esta tensión latente, respecto a mi corporalidad
en tanto que esfuerzo, en el sentido de la acción por la cual en mi
experiencia trascendental trato de distinguir el despliegue del
movimiento, para explicar sensaciones que recaen en el mundo, con
posibles correlatos siológicos –a riesgo de cometer los errores
cartesianos sobre el cuerpo–.
Aquí se verán dos pasos que da Henry paulatinamente al
volver sobre la apercepción inmediata, en su rendimiento
originario, de la experiencia de la pasividad en cuanto tensión
latente. El primer paso lo dará contando con la ganancia que tiene
desde Biran, en la reducción de las sensaciones como rendimientos
de la corporalidad, como expresión de mi esfuerzo en tanto que
acción (actividad), partiendo de sensaciones que parecen abocadas a
la acción fugaz, en el sentido de que mi mirada se me escapa, por
ejemplo, una vez originada mi sensación mirando. De ese modo
Henry objeta que, en Biran, las sensaciones una vez dejan de darse
tienden a diluirse difusamente en todo el entramado del
movimiento.
De ahí se comprende que, en segundo lugar, la memoria de
las sensaciones sólo puede darse en el hábito en su situación de
pasividad, porque en realidad es en la pasividad originaria en la
tensión propia como corporalidad donde se maniestan todas las
síntesis y las intencionalidades de mi corporalidad. Aquí da igual
que se trate de impresiones o de sensaciones –que tengan su
136
II. LA CARNE
correlato en la acción objetivada del mundo–. En este paso salva un
posible dualismo que puede presentarse en mi corporalidad, en las
distinciones de mis Erlebnisse, si digo que unas responden a mi
esfuerzo voluntario hacia el mundo, y otras son dadas en la
pasividad de mi vida sensible y afectiva. Ante el hipotético
dualismo, una vez en la experiencia interna trascendental y según
los rendimientos desde esa misma condición –de tensión pasiva en
dicha apercepción inmediata– asisto, doy, la manifestación del
mundo con la claridad de mi corporalidad en su transparencia,
según el horizonte constituyente y de síntesis pasivas que ofrece
esta experiencia de la pasividad originaria.
En esta pasividad, que es tensión, es donde Henry establece la
auto-afección. Será esta auto-afección la condición más primigenia
de los rendimientos propios, y de mundo, de mi corporalidad.
Dicha auto-afección, viene a ser el sentido interior –en términos de
Biran– inmediato a mi corporalidad en el que me hallo y rindo
mundo, aquí se trataría más de ese sentido interior que tiende a ser
identicado por alma en Biran. Desde ese sentido de auto-afectado,
expreso el modo originario de mis afecciones, manifestando la
respuesta a un tercer dualismo que estaba latente, el dualismo de
las afecciones voluntarias, y las afecciones pasivas. Este posible
dualismo, en el marco de las afecciones, aparece sólo como una
distinción del análisis, porque en realidad se trata en su carácter
originario, pasivo y en tensión, del correlato inmanente –de unidad
137
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
ontológica– a mi corporalidad, según mis posibilidades de
conocimiento de mi corporalidad, y del mundo dado por ella.
Yo sé de mi corporalidad, ya esté atento o desprevenido, en el
despliegue de mi acción y en la aparente ausencia de ella, sé del
mundo y lo vivo, porque ya es en mí un hábito propio. La base
memorial de mis movimientos está dada en mi corporalidad: en las
síntesis pasivas que se dan en mi experiencia cotidiana, son
maniestas en la inmediatez de la experiencia interna trascendental.
Ahora asisto, en mi experiencia trascendental, no sólo al estado de
“habituado de mi corporalidad y a mis movimientos”, sino también
aparezco como habitante continuo del mundo. Es por eso que el
mundo, siempre vivido según mi corporalidad, me lo presento tan
familiar como el aparecer mismo de mi corporalidad. El esfuerzo
por el que habito el mundo es el mismo por el que mis afecciones son
habituales, es decir, por el esfuerzo se dan originariamente como
pasividad, como abriendo el telón del mundo, que es mi mundo.
En cuanto al continuo resistente, si lo presento en el marco de
la pasividad y la auto-afección, este se intenta armar en una
inmediatez mayor, si cabe, respecto a las afecciones, que
originariamente tienen su dotación intencional y sus rendimientos
en la tensión pasiva misma. Esta última se ofrece también como
originaria de los modos activos del movimiento, porque siempre
está rindiendo originariamente incluso cuando yo que antes miraba
el mar, por ejemplo, me distraje, y ahora distraído parece que miro
138
II. LA CARNE
sin mirar. El término de mi mirada tiene más el carácter de un
permanecer pasivo en tensión. Ese modo de permanecer en mi
corporalidad y en el mundo de sus síntesis, pretende explicar que
no necesariamente estoy atendiendo con una sensación activamente.
Esto último será una evidencia más para Henry en la armación
pasiva de mi situación de tensión originaria y de la memoria
corporal, que expondré a continuación.
2.3. La pasividad ante la doble condición de sustancia
La memoria corporal y una fenomenología de la memoria,
tienen asidero en el movimiento, como rendimiento suyo y
permiten a su vez ver la situación del hábito. Según Henry
–tomando el lenguaje de Biran– la memoria tiene un doble sentido,
partiendo de la unidad corporal y subjetiva ya mencionada habla de
reminiscencia personal y reminiscencia modal 79 . Esto según la
manifestación de mi movimiento que inmediato a mi corporalidad
en la experiencia interna trascendental se me presenta como
movimiento subjetivo. La explicación que expone Henry al respecto
la hará a partir de sensaciones como la de la escucha y el habla,
sencillamente para explicar cómo mi corporalidad está en capacidad
de recordar cualquier sensación. Muestra de ello es que puedo
volver a tener la misma sensación que he tenido al hablar y al
escuchar música.
79 FFC, 123-24.
139
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
En un segundo sentido, reminiscencia modal, puedo asistir en
presente, como si fuese conciente de la sensación en el momento
que esta se da, en el mismo momento que estoy escuchando música,
o hablando. Como si dijese en el primer sentido, reminiscencia
personal: estoy digitando pero antes de que yo lo armase eso ya lo
estaba haciendo. En el segundo sentido se da la sensación de
digitar, y mientras digito en este momento estoy asistiendo en mi
experiencia trascendental al despliegue de mi sensación de digitar.
En el primer sentido digito porque mi corporalidad en la
experiencia inmediata está siempre en condiciones de rendir
sensaciones, según mi movimiento mismo, como ya se indica en la
inmediatez de este en la experiencia interna trascendental. En el
segundo sentido mi movimiento en mi experiencia trascendental,
por la que estoy repitiendo las condiciones que me permiten
escribir, me permite decir que asisto al acontecer del despliegue de
mi movimiento y del término trascendente de mi acción, al interior
de mi digitar.
De ahí que en ambos sentidos tengo noticia de este
movimiento, lo recuerdo y sé que lo repito en mi ahora. Así cuando
hablo de mi reminiscencia en el sentido de la manifestación
inmanente de la repetición de mi sensación según mi experiencia
interna trascendental, se trataría de la reminiscencia en el sentido
personal. El segundo caso cuando asisto al despliegue trascendental
y a su manifestación en la contención del resistente que se presenta
140
II. LA CARNE
en el movimiento, y me maniesta la sensación, se considera modal.
En el primer sentido digo que se trata de mi memoria corporal, que
repite mi sensación en la inmediatez misma de mi movimiento, y en
el segundo se trata de mi experiencia trascendental sobre mi
memoria corporal en la manifestación de la sensación por el
movimiento y el resistente. De aquí, una vía que anima a Henry a ir
de la memoria al hábito, y a armarlo como dado en la pasividad
originaria:
La ausencia de una teoría positiva de la pasividad provoca otras
dicultades en el biranismo. Su admirable fenomenología de la
memoria se ve afectada si consideramos la memoria de los modos
pasivos de nuestra existencia. La memoria reposa, como hemos
visto, sobre la estructura ontológica del ser del ego, sobre la
unidad que posee en cuanto poder originario. Dondequiera que
hay yo, hay hábito, y, por consiguiente posibilidad ontológica de
efectuar actos de memoración. Pero donde quiera que el ego está
ausente, no puede haber ni hábito ni memoria80
Aclaremos algunos términos. Una teoría positiva de la
pasividad será para Henry encontrar en la esencia de la experiencia
de pasividad todas las condiciones que permitan la manifestación
originaria de los modos pasivos de nuestra existencia, que se reere
a las afecciones, a la percepción y a la imaginación, y a la
impresión, por ejemplo. Pero dirá que sin ellas no hay yo, sin yo no
hay hábito y de ahí hay una imposibilidad ontológica de efectuar
hábitos de memoración. Sin embargo esto no acierta a justicar
80 FFC, 240.
141
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
totalmente la crítica de Henry a Biran, porque el esfuerzo,
diferenciado para efecto de las sensaciones, ya sea en los modos
pasivos o activos de mi existencia, no necesariamente exige que la
unidad ontológica de mi corporalidad se resitúe a partir de la
manifestación de mi experiencia de pasividad. Como bien ha dicho
el mismo Henry, hay unidad en la manifestación al interior de la
experiencia interna trascendental, de ahí que las distinciones que
hago de mi corporalidad en su manifestación y en la manifestación
del mundo, según mi movimiento y el continuo resistente, no
contravienen el carácter transparente de la manifestación misma,
tampoco establecen un dualismo al interior de la corporalidad,
simplemente son constituciones explicitadas por una ontología de la
subjetividad y por una fenomenología trascendental en mi
experiencia trascendental.
De aquí vendrá un punto que ya anuncia la pretensión de
Henry por radicalizar más esa inmanencia del aparecer de la
corporalidad, al decir que “la reminiscencia modal se funda en
realidad sobre la reminiscencia personal o, más bien, coincide con
ella” 81 . Esto querrá decir que todo en Henry apunta a una
abstención extrema de la corporalidad y de sus rendimientos en el
análisis, porque ahora en realidad la memoria se trata sólo de mi
memoria corporal en la que ya está dado todo en mi movimiento.
81 FFC, 124.
142
II. LA CARNE
Si bien es así en mi experiencia interna trascendental no
necesariamente ha de serlo en los rendimientos trascendentales que
de ello devengan. Es decir, aquí denitivamente se ofrece, según
Henry, el punto de unidad del ego respecto a la manifestación de
las sensaciones en la inmediatez de la experiencia interna
trascendental, pero sobre todo por la permanencia del ego que se
ofrece. Ahora, como todas las posibilidades del ego ya están dadas
en esa manifestación primera como corporalidad, Henry dará un
paso más, que veremos más adelante, una vez situada la categoría
de sustancia en la inmanencia misma de la corporalidad y
deviniendo ésta como segunda en el continuo resistente al ser
deducida de este. Antes de dar el paso en mención veamos cómo se
reere Henry a la sustancia, en medio de la crítica a un Biran, que a
decir del mismo Henry ha ido hasta la interpretación de la verdad
originaria como existencia:
No resulta fácil, dicho lo anterior, comprender la deducción que
Maine de Biran ofrece de las categorías de sustancia y necesidad,
pues les asigna un fundamento que ya no es el ser originario del
ego subjetivo, sino el ser trascendente, más aún, el fundamento de
todo ser trascendente en general. En efecto, la idea de sustancia
parece en un primer momento deducida de un modo concreto de
la existencia del ego, a saber, el esfuerzo, y su origen es, pues, el
mismo que el de la idea de fuerza. Pero se advierte de que el
origen de la idea de sustancia es “mixto”, que puede hallarse
también no ya en el esfuerzo, sino en el término que resiste al
esfuerzo, y se muestra cada vez con mayor claridad que la idea de
sustancia no se deduce de la unidad del ego, sino de ese
“sustrato” que es el “el continuo resistente”...Sustancia y cogito
143
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
más bien se oponen del mismo modo que se oponen el ser del
mundo y el ser del ego. El origen de la idea de sustancia es la
alteridad del mundo, o mejor dicho el fundamento de tal
alteridad, el término resistente sobre el que se apoya todo lo que
habitará el mundo.82
Esta larga cita no tiene desperdicio. Henry está hablando de
la aproximación de Biran a la sustancia; y cuando habla de ella,
como idea, en realidad se trata de una categoría, de una facultad.
De ahí que el carácter “mixto” –que luego objetará Henry– le es
dado a la sustancia tanto por la manifestación del movimiento en
mi experiencia interna trascendental, como por la manifestación del
término trascendente ya al interior de la experiencia trascendental.
Biran no le dará a la sustancia el carácter exclusivo, ni primero, ni
inmanente en la manifestación inmediata de la sustancia en el
continuo resistente, como es el caso de Henry, quien luego
radicalizará la reducción en FFC hasta una manifestación originaria
de una experiencia originaria denominada pasividad, según la
manifestación de la manifestación en la experiencia interna
trascendental. La base de esta pasividad son las síntesis pasivas que
rinde al interior de sí dicha experiencia pasiva, y que tendrá su
expresión primera, en una reducción extrema de las sensaciones, en
la auto-afección.
Según la cita en mención, ya Henry venía objetando a Biran
que no hubiese presentado la sustancia en la manifestación
82 FFC, 64-65.
144
II. LA CARNE
inmediata e inmanente, en el rendimiento primero del movimiento
originario, en la experiencia interna trascendental, pues se trataría,
en el caso de Biran, de una sustancia derivada de la manifestación
del continuo resistente en mi acción. Esta claro que para Biran la
categoría de sustancia está dotada de realidad, en todo el sentido de
la palabra, dada en la parte más externa del continuo resistente, en
la que se maniesta mundo. Esto contrasta con la mayoría de las
categorías, como la de causalidad por ejemplo, que se maniestan
en los rendimientos primeros, dadas directamente del entramado
inmediato del movimiento, en la acción del movimiento subjetivo y
en las sensaciones que devienen en la inmediatez del movimiento,
en la manifestación del resistente, como certeza continua de que
estoy dando mundo, rindiendo mundo.
Ya de antemano hemos visto que la tarea de Henry es propuesta
como una armación de la unidad ontológica al interior de la
subjetividad, como corporalidad. A su vez habla de una diferencia
ontológica, en la relación corporalidad y mundo que se nutre de la
experiencia interna trascendental en toda su radicalidad. Henry dirá
que el empirismo tiene posibilidades siempre y cuando esté siempre
dado desde la manifestación originaria de la subjetividad, pues en
realidad así tiende más a una ontología de la subjetividad que a
términos de la corporalidad como exterioridad, o como trascendentes
“x”. Sin embargo, en la apuesta por aanzar esa corporalidad y la
unidad originaria de las sensaciones, sobre todo las que aparecen
145
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
según el sentido interno, como la percepción, la imaginación, la
impresión, Henry empieza a objetar a Biran las descripciones que
tienden más al orden siológico. Por aquí va el comienzo de ese paso
dado por Henry, advertido líneas atrás, pues considera que Biran está
más inclinado a exponer sensaciones con un correlato en el cuerpo
orgánico que a detenerse en aquellas que parecen diluirse en una
cierta oscuridad en mi corporalidad. A estas sensaciones ausentes de
acción Henry las llama, inicialmente, pasivas.
De este tipo de Erlebnisse Henry pasará a profundizar la
apercepción inmediata para, una vez allí, en la experiencia
originaria de la pasividad, armar la manifestación de las síntesis
intencionales pasivas de todas las sensaciones, donde a su vez
coincidirá con el carácter unitario de la memoria corporal, que ya
no es modal y personal, sino que en realidad, en cuanto memoria
corporal, es un hábito maniesto en la permanencia de las síntesis
pasivas. Estas síntesis siempre se dan en mi experiencia de la
pasividad, inmediatas a la experiencia interna trascendental, y su
situación en mi subjetividad es de hábito permanente. Esto se debe
a que siempre me maniesto como corporalidad y porque según mi
memoria corporal, en el ámbito originario de la pasividad, mi auto-
afección es un hábito primero en los rendimientos de mi
corporalidad. Ya se anticipaban estos términos cuando Henry se
refería al cuerpo como experiencia trascendente en el capítulo
dedicado al movimiento y el sentir:
146
II. LA CARNE
Ahora bien, el conocimiento del mundo por el cuerpo y el
conocimiento originario del cuerpo por sí mismo no son dos
conocimientos diferentes, dado que el segundo es la sustancia
misma del primero. La experiencia trascendente es, en sí misma,
una experiencia interna trascendental; la experiencia originaria es
una experiencia en la que nos son presentes el ser del mundo y el
ser del cuerpo, aunque el modo en que efectúa esta presencia sea
radicalmente diferente en cada caso: el cuerpo, en la inmanencia
absoluta de la subjetividad; el mundo, en el elemento del ser
trascendente83
Según dice Henry, el conocimiento originario del cuerpo por
sí mismo es la sustancia del conocimiento del mundo por el cuerpo.
Es decir, según mi experiencia interna trascendental se da la
armación de la manifestación primera de mi corporalidad, y en
este despliegue del movimiento que le es inmanente mi
corporalidad rinde mundo. En ese sentido entendemos las
posibilidades de la experiencia trascendental. Hasta aquí no hay
nada nuevo. El asunto es que, y aquí señalamos el tan anunciado
paso, ya Henry está proponiendo la categoría de sustancia para referirse
a los rendimientos más inmediatos del movimiento, y hallándola como la
”intencionalidad más profunda de la vida del ego, y por
consiguiente, una intencionalidad que reaparece en todas las demás
determinaciones de la subjetividad trascendental” 84 , en lo que atañe
a la manifestación del mundo.
83 FFC, 140 (el subrayado es mío).
84 FFC, 113.
147
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
De ahí se sigue que la categoría sustancia, aquí, está incluso
en condición más anterior que las demás categorías en su
manifestación, es decir más del lado de los rendimientos inmediatos
de la manifestación del movimiento. Esta sustancia Henry la quiere
sustraer a todo idealismo, pero al parecer ahora está más que
desprovista para dicha tarea, porque su situación se acerca más a la
sustancia de un idealismo desprovisto de mundo que al término
resistente, en la manifestación del mundo. También hay que decir
que Henry seguidamente explicará las sensaciones táctiles y se
referirá a los objetos. De estos dirá que no son representados a
partir de mi sensación sino que son vividos. De esto último no cabe
duda, pero esto no necesariamente soporta por qué la facultad
sustancia se maniesta como constituyente en el movimiento y no a
partir de la manifestación del término trascendente, como en este
último sentido ya lo había hecho Henry a partir de la valoración
crítica de la resistencia respecto a Biran y la consecuente explicación
del continuo resistente.
Si bien inicialmente la sustancia se comprende desde la
unidad corporal, y en esa medida se puede considerar al interior mi
movimiento que da mundo, ello no signica que en cuanto facultad,
o categoría, dicha sustancia no me sea también maniesta como
sustancia de mundo, es decir, manifestándose en la resistencia como
mundo. Esto signica que no sólo yo doy la manifestación del
mundo, sino que la alteridad del mundo será sustancia maniesta de
148
II. LA CARNE
sí como mundo, aunque no originariamente en el cómo y el sentido
de su manifestación, es decir, como base primera de la verdad
originaria de la existencia en su manifestación.
De ahí que la sustancia aparecería, mejor, atada al mundo en
la resistencia continua por la que se maniesta como mundo en la
parte más extrema de mi movimiento corporal-subjetivo en cuanto
alteridad de algo que no yo –algo que una y otra vez determino en su
inmediatez con mi unidad corporal, a través de mis síntesis pasivas,
y en su manifestación por mi resistente–. Digamos que a esta
alteridad del mundo me he habituado en su resistencia maniesta, y
no, de otra manera, según un ek-stasis originario del mundo-ente, o
de su carácter originario como mundo trascendente, o como
trascendente x.
Si la sustancia está en condición de decir desde nosotros
mismos según el movimiento, se debe a que es ingrediente
constitutivo de la inmediatez de la manifestación del mundo, en el
resistente continuo. Esto último es así incluso contando con que el
movimiento por el que inicialmente asisto a la resistencia continua
partió de mí en el método y en la experiencia interna trascendental.
La permanencia de la sustancia en la resistencia no sólo se da por el
presente vivo de la manifestación y de mi memoria corporal,
sostenida en el hábito dando mundo, sino también porque en la
facultad sustancia se me revela la condición de mundo como mundo
sustancial y no sólo como mi mundo –que según veíamos también
149
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
lo es–.
Así entonces, cualquier mínimo intento de exclusión de esta
doble condición de la sustancia, ya sea remitiendo su situación
originaria como sólo ser del mundo por sí o, en la otra dirección,
llevada casi exclusivamente como intencionalidad más profunda del
movimiento, al interior del movimiento subjetivo en el ámbito de la
pasividad originaria, implicaría dar un alcance a dicha facultad
(sustancia) que su propia manifestación en ningún sentido indica.
De ser así, en el caso de esta otra dirección, cabe respecto a la
corporalidad una posible abstención que la llegue a asimilar como
Vida, efectuándose asimismo una sustancialización en el
movimiento, más aun si ya contábamos con que la manifestación
originaria de la corporalidad no es constituida ni constituyente.
Así se entiende que las experiencias originarias de gozo, por
ejemplo, exijan de mí en mi auto-afección un ámbito propio o
paralelo respecto a la corporalidad, y a su vez casi anterior a la
manifestación misma, remitiendo entonces a una pasividad originaria
que ya estaría desprovista de cualquier posible expresión de síntesis
pasivas, según mi subjetividad-corporalidad en mi vivir mundo y
decir mundo. Esta pasividad estará así anteriormente subsumida
por el poder vital del pathos de la Vida –no de mi vida nita
nitizándose– que en cuanto Vida da toda manifestación en su
inmediatez. En esta nueva situación de la pasividad, subsumida por
la Vida, se exige al sí mismo una casi segura identicación de dicha
150
II. LA CARNE
la pasividad con el propio hábito corporal. De este modo nos
encontramos con una dicultad signicativa, pues es precisamente
por mi hábito que asisto a cualquier despliegue de síntesis pasivas
por las que digo mundo, y como se puede ver ahora me hallo
desprovisto de decir alguno según la resistencia continua en la
manifestación del mundo. Todo mundo posible está ausente si una
pasividad subsumida en la Vida ha sido identicada con mi hábito
corporal.
Como ya anunciábamos, se ltrara así una cierta
sustancialización de mi vida nita. Según estos términos nos
planteamos si cabía que, como bien parece sugerir Henry, la auto-
afección respecto a la inmediatez de sus posibles rendimientos
corporales-subjetivos –dados como mi vida nita–, deba encontrar
un asidero sustancial coherente con su condición de afección-vital
en un salto, a nuestro parecer apresurado, al campo de absoluto de
mi vida, donde la auto-afección y mi vida nita serán requeridas en
el método y luego dadas como manifestación, en una especie de
sustancialización radical en la Vida absoluta.
En esta última instancia, en la que se contraería toda
manifestación al Sí mismo, parecería haber una suerte de dilución
de las posibilidades de los rendimientos corporales y
fenomenológicos. Todo esto a riesgo de no responder a las vías de
manifestación más importantes, tan juiciosamente abiertas por
Michel Henry a partir de Maine de Biran.
151
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
3. LOGOS DE MI CARNE VIVA
3.1. Aproximación
En las obras de Michel Henry encontramos una variedad
importante de asuntos que desde la losofía y la fenomenología son
abordados de una manera decidida. En ese sentido podrían
señalarse por ejemplo los estudios que apuntan a la estética, a la
política, o a la teología. Pero está claro que en el fondo de todos sus
desarrollos subyace lo que García-Baró, en su ensayo preliminar a la
traducción española de Phénoménologie matérielle 85 , ha denominado
en Henry “su teoría de la verdad”.
Es decir, buena parte de las múltiples tesis de Henry tienen su
86
andamiaje en textos como los de L'essence de la manifestation , y
FFC, sus dos tomos del Marx 87 , Fenomenología material, y en la obra
que trataremos a continuación: Encarnación. Una losofía de la carne,
cuya publicación trae consigo aclaraciones de Michel Henry a
algunas críticas que le hicieron a su obra C'est moi la vérité. Pour une
philosophie du christianisme 88 .
85Michel Henry, Phénoménologie matérielle, Paris: PUF, 1990. (Trad. Fenomenología
material; Ensayo preliminar de Miguel García Baró, Madrid : Ediciones Encuentro, 2009 ). En
adelante reseñaremos la versión castellana con la abreviatura “FM”.
86 Michel Henry, L'essence de la manifestation, 2 volumes, Paris: PUF, 1963. (Trad. La
esencia de la manifestación, Salamanca: Sígueme, 2015).
87 Michel Henry, Marx. Tome I: Une Philosophie de la réalité , Tome II : Une Philosophie de
l'économie, Paris: Galliniard, 1976.
88 Michel Henry. C'est moi la vérité. Pour une philosophie du christianisme , Paris: Seuil,
152
II. LA CARNE
De ahí que las dos apuestas losócas presentes en el Henry
de Encarnación sean explícitas: abordar el cómo de la manifestación
–origen del conocimiento– y en segundo término, a través de la
carne, exponer la situación teológica originaria de dicha
manifestación. Aquí nos detendremos en el primero, en el cómo de
la manifestación, o aparecer, pensando al interior de ésta el
lenguaje. Al nal de la introducción de Encarnación dirá Henry que
su análisis irá así:
1. La inversión de la fenomenología.
2. La fenomenología de la carne.
3. La fenomenología de la Encarnación: la salvación en sentido
cristiano.89
Ciertamente Michel Henry en Encarnación no se propone como
tema central un desarrollo minucioso sobre la relación vida-lenguaje.
Aún así es un asunto que explícitamente Henry considera de
particular importancia, esto se ve desde sus primeras páginas al
ubicar la situación problemática del lenguaje en el marco de lo que él
llama “La paradoja del mundo como poder de desrealización” 90,
hasta las últimas páginas donde, una vez expuestas sus tesis
centrales y al noticar la primacía de la Vida, dice que “…la cuestión
del lenguaje resultó totalmente renovada cuando el basamento
fenomenológico del aparecer del mundo, que se le asigna desde
1996 (Trad. Yo soy la verdad. Para una losofía del cristianismo , Salamanca: Sígueme, 2001).
89 E, 31.
90 E, 62.
153
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Grecia, dejó su puesto al Logos de la Vida” 91. De la primera cita que
señalo acerca de la paradoja del mundo a la segunda sobre el
lenguaje hay muchas precisiones, revisiones, sugerencias y giros
losócos, tanto de tesis fundamentales ya vistas por él mismo La
Esencia de la manifestación, como ahora de otro modo sobre el Maine
de Biran en Fenomenología y losofía del cuerpo.
Nos detendremos particularmente en los puntos 1 y 2, de los
tres señalados anteriormente en el programa de Encarnación,
referidos más al asunto del conocimiento y de la carne; conciente de
que el punto 3, sobre el sentido cristiano, requeriría precisiones que
nos distraerían del aprovechamiento que propongo respecto
algunas tesis centrales de Henry para estudiar el lenguaje, siendo
esto último lo que nos ocupa. Más aún, la apuesta que hago por 1 y
2 se debe a que es allí donde encuentro más bases fenomenológicas
que ofrecen no sólo la aproximación de un modo primero al
lenguaje, sino incluso la posibilidad de proponer algunas
alternativas, a la manifestación del lenguaje como Logos de la Vida,
según la relación logos-vida.
Así el mismo Henry advierte estos dos aspectos de la
investigación. Los menciona en el contexto de sus explicaciones
sobre de la inversión del principio de conocimiento de “Tanto
aparecer, tanto ser”, dirá:
91 E, 309.
154
II. LA CARNE
El lenguaje no es sólo uno de los temas recurrentes del
pensamiento del siglo XX; tiene una importancia decisiva en
nuestra investigación. Lo encontraremos en varios momentos, y
allí donde menos se lo espera: a propósito del cuerpo y de la
carne -y más aún de la Encarnación-. ¿Puede olvidarse que, en el
cristianismo, el lenguaje es el hecho del Verbo y que el Verbo es
una palabra?
Otra razón por la que la cuestión del lenguaje se convierte en
decisiva a nuestros ojos es que dicha cuestión ha recibido una
aclaración completamente nueva por parte de la fenomenología.
Desde ese momento el lenguaje no puede ser patrimonio
exclusivo de la “losofía del lenguaje”, ni tampoco de disciplinas
diversas y cada vez más numerosas que, directa o indirectamente,
hacen de él su objeto de reLexión, como la lingüística, la crítica
literaria, el psicoanálisis, etc. (pero, se podría igualmente citar la
totalidad de las ciencias humanas)92
Es a partir de esta “otra razón”, de esta aclaración del
lenguaje, “completamente nueva por parte de la fenomenología”,
donde centro la atención en este apartado, mencionando luego
algunas consideraciones propias. Así advertidos, propongo
entonces una aproximación a la relación vida-lenguaje desde
Encarnación. Una losofía de la carne, de Michel Henry, a través de
cinco puntos temáticos: la fenomenicidad, la consideración de tanto
aparecer tanto ser, logos, afección y carne, carne y vida y logos de
la carne.
92 E, 58.
155
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
3.2. La fenomenicidad
El aporte losóco de Michel Henry se irá dando en la
revisión del ejercicio fenomenológico desde Grecia hasta nuestros
días. Para ello en Encarnación considera particularmente lo que él
llama el poder de desrealización del mundo 93 , tan presente en
Heidegger y de quien armará que dio la primacía del aparecer al
mundo, en clave de ente o ser, dotando a este de un poder que en
realidad no contiene, ni lleva a cabo, ni puede hacer posible el
conocimiento.
Para comprender mejor esto, detengámonos en algunos
términos que el mismo Henry irá desarrollando. Cuando hablamos
inicialmente de fenomenología en la primera mitad del siglo XX
normalmente la asociamos directamente con un método losóco,
es decir con un modo de hacer losofía, de plantearse el asunto del
conocimiento. Es decir, se tratará de un esfuerzo losóco según el
cual propongo la posibilidad de un conocimiento del mundo, de
todo lo que se nos maniesta en nuestra vida, en nuestra
subjetividad en nuestra relación con el mundo y consigo mismos, en
denitiva un conocimiento de los fenómenos, de ahí que se hable de
fenomeno-logía. La tarea es concebida por Husserl como un “ir a las
cosas mismas” porque sólo viéndolas, en su aparecer (en su
manifestación, en su mostrarse) a nuestra conciencia 94 , es que
93 E, 62.
94 Conciencia según la comprensión moderna ya presente en Kant, por ejemplo.
156
II. LA CARNE
podemos conocerlas. Esto contrasta con la imposibilidad del
conocimiento de las cosas en sí mismas que el mismo Husserl le objetó
a Kant, en lo que se reere a la relación noúmeno y fenómeno,
donde no podemos, en sentido propio, conocer los fenómenos.
En el caso de Husserl este ir a las cosas mismas será
comprendido en el ámbito trascendental 95 . Este ¡(ir ) A las cosas
mismas! Consiste en poder llevar a ideas la comprensión que nos
permite hablar sobre los fenómenos mismos, partiendo de nuestra
experiencia de mundo. Dichos análisis fenomenológicos a partir del
acto intencional y de la epojé (reducción, eliminación) de mundo, en
ningún sentido agotan los fenómenos; al contrario, este ir a las cosas
requiere asistir a su manifestación, y proponerme su estudio según el
complejo de su manifestación, esto será el carcter trascendental de
la fenomenología, y su posibilidad losóca innita a partir de
Husserl.
Por otra parte dirá Henry en su crítica a Heidegger que la
fenomenología sería, en este último, una concreción del ejercicio
losóco que viene desde la antigua Grecia en la línea del
fenómeno (phainómenon) comprendido como lo que se muestra, lo
que aparece. Sin embargo de lo que realmente se ha de ocupar la
fenomenología, en relación al fenómeno, es del acto de aparecer, de
95 Trascendental no ha de confundirse con trascendente, ni con el más allá de algo
propuesto como anterior a la manifestación de los fenómenos, tampoco con alguna causa
supratemporal o cosa parecida.
157
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
manifestación del fenómeno(phainesthai) 96 . Se trata entonces no de
preguntar acerca de qué se maniesta sino de cómo se maniesta.
Hasta aquí podríamos decir que Henry va con Husserl en su
apuesta fenomenológica principal. Sin embargo, vamos un peldaño
más, la apuesta Henry está en radicalizar la fenomenología al
proponer el carácter anterior de ese aparecer, o manifestación, del
fenómeno según su condición de ”objeto en el cómo”, pues dicho
ejercicio fenomenológico radical consiste en preguntarse por cómo
aparece el cómo del aparecer.
Por ejemplo, cuando armo el aparecer del ”fenómeno
mundo” (si cabe decir tal cosa) me pregunto por cómo puede
aparecer este como mundo, a lo cual puedo responder diciendo que
a partir de la percepción por ejemplo, pero a su vez me pregunto
cómo aparece o se maniesta desde mí ese ”fenómeno percepción”,
y claramente no se trata de un juego intelectivo al innito en la
pregunta, sino del estudio de cada fenómeno y su situación de
manifestación; aún así en nuestro caso Henry apuesta por ceñirse a
la tarea misma de la fenomenología, es decir al preguntarse por el
cómo originario de donde todo deviene visible y maniesto. Esto
último conrma en Encarnación aquello, de lo que da cuenta en su
primeras obras, de la propia apercepción inmediata, tomada de
Descartes y Maine de Biran, denominada luego por Henry:
96 E, 61.
158
II. LA CARNE
experiencia interna trascendental, en la que doy toda manifestación
desde mi vida. En denitiva se trata de abordar el Cómo originario
de toda manifestación, de ver cómo se muestra originariamente lo
que se muestra, haciendo posible el aparecer de todo fenómeno.
Esto último, se distingue de la comprensión de Heidegger en
lo relativo al aparecer (manifestación) del mundo, asiento de la
verdad originaria, aparecer primero del “fenómeno aparecer”; lo
cual a decir de Henry no es ser, como se pretende, sino nada (esto
en términos fenómeno originario). Esto signicará que en
Heidegger los fenómenos se muestran como cosas que en cuanto
mundo aparecen o se nos ocultan en nuestro acto de conocimiento.
De ahí que buena parte del estudio del conocimiento ha consistido
en armar el origen de la manifestación a partir del mundo, de las
cosas, en clave de ser y de entes, según el aparecer del fenómeno en
el mundo, o su ocultamiento a nuestra mirada. La conanza del
conocimiento y su posible certeza, en este caso, se deberá entonces
al objeto, al ek-stasis, tan recurrente en los análisis críticos de
Henry sobre Heidegger.
3.3. Tanto aparecer, tanto ser
A esta altura, Henry ya ha propuesto una revisión de la
fenomenología misma y del ejercicio losóco. Respecto a Husserl
valora su ejercicio fenomenológico según esa apuesta por conocerlo
todo según la manifestación de todo, según su aparecer, partiendo
159
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
de la intencionalidad y de la evidencia de cada manifestación; sin
embargo Henry objetará que muy buena parte de su fenomenología
no se detiene en el asunto capital, que el mismo Husserl advirtió,
según una radicalización del cómo aparece el fenómeno en cuanto
phainesthai. Según veíamos más que averiguar qué funda el aparecer
o la manifestación del mundo, la tarea es ver lo originario de mi ver
(videor) 97 , tanto de mí mismo como de todo. Se trata de la
inmanencia más radical que quepa, sin distancia fenomenológica,
por eso cabe hablar de fenomenicidad. Es irrenunciable entonces en
Encarnación mantener en vilo la pregunta por lo más originario y
primero, es decir preguntarse: ¿Cómo, literalmente, aparece lo que
aparece? ¿cómo se da la manifestación primera y originaria del
conocimiento y de toda manifestación del mundo? dicho con el
título de su tesis doctoral: ¿Cuál es la Esencia de la manifestación?
Con este trasfondo Henry hace una crítica al ser que
propiamente y por sí no es nada. Dirá que cabe más bien una
inversión de la fórmula ”tanto ser, tanto aparecer” por la fórmula
”tanto aparecer tanto ser”. Así respecto a la primera, por ejemplo,
cuando digo ”esa silla es” no se trata de que esta sea porque dé a sí
misma su ser, sino que en realidad ella es deudora en su
manifestación como silla, pues no debe a sí misma su condición de
aparecer, de manifestarse como silla; ahora, Henry va más lejos,
97 Para ver mejor este asunto a partir de la relación videor-videre se puede revisar el
Ensayo preliminar de Miguel García Baró en GP.
160
II. LA CARNE
pues no se trata sólo de que yo arme la "cosa" silla en cuanto un
objeto, ek-stático, fuera de mí, como la cosa puesta dando así su
manifestación o su aparecer como silla. Esto último nos sugeriría,
por ejemplo, la posibilidad de volver al fenómeno para decir de él,
sin embargo de ese modo no tengo en sentido alguno la realidad de
silla sino más bien mi idea de ella, un presentación segunda de la
misma, o una representación, pero no el aparecer o manifestación
de la silla.
La inversión de la fórmula propone: ”tanto aparecer, tanto
ser”. La realidad silla sólo es tal en la inmediatez de su
manifestación, es decir, en el presente mismo de la manifestación
como silla. Aquí cabe precisar que al decir presente me reero a mi
presente, a mi ahora, pues precisamente una buena parte de las
distinciones de Encarnación para proponer esta inversión se
concentra en el estudio del tiempo. Henry hará una crítica en
Heidegger a la situación de afuera en la que se sitúa el tiempo en
ese ek-stasis del mundo, pues no da de sí la manifestación, y es
situado según la nada de las cosas en su aparente mostrar
originario. También hará una revisión de las Vorlesungen zur
Phänomenologie des inneren Zeitbewusstseins 98 –Lecciones de
fenomenología de la conciencia interna del tiempo 99 – de Husserl, en lo
98Edmund Husserl, Vorlesungen zur Phänomenologie des inneren Zeitbewusstseins , hrsg.
von Martin Heidegger, Halle: Niemeyer,1928. En adelante con la abreviatura “VPIZ”.
99 Edmund Husserl, Lecciones de fenomenología de la conciencia interna del tiempo,
trad. Serrano de Haro, Madrid: Trob a, 2002. En adelante con la abreviatura “L”.
161
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
que atañe a las retenciones y protenciones por ejemplo, de donde
partirá para armar la inmanencia radical de la manifestación,
donde ya no hemos de remitirnos a la pasividad originaria
contando con síntesis pasivas para decir originariamente de la
manifestación. Aquí vendrá a su vez una revisión crítica en Husserl
armando la insuciencia del carácter impresivo y originiario de la
conciencia interna, de la percepción y de la impresión misma,
respecto a lo cual más bien ha de armarse: la no-distancia
fenomenológica radical de toda manifestación en el presente vivo.
Este presente vivo tendrá su condición de vivo según mi
condición de viviente, es decir de mi realidad viviendo silla, y en
ese sentido la silla es ahora silla, yo doy su manifestación como
silla, y continuamente doy toda manifestación como un Lujo
permanente de mi vida, la silla siempre es algo u otra cosa dado en
mi presente vivo, en cuanto viviente que vivo ahora en una situación
inmediata de sentado en esta silla, o como una idea de silla, o según
un ejemplo con una silla para explicar la manifestación en Henry,
etc. Aunque, insisto, el asunto de interés para Henry consiste
especialmente en ver el cómo aparece lo que aparece, cómo aparece o
se maniesta silla, mundo, yo y todo. Para eso hay un recorrido
paralelo con el que responde a ello, a través de sus obras, partiendo
del ”yo soy” cartesiano, pasando por el ”yo puedo” de Maine de
Biran, la conciencia, el tiempo, la percepción, y la impresión en
Husserl, y situando, en clave de nitud, la auto-afección, el pathos
162
II. LA CARNE
(pasión), la carne, la vida y dando el difícil paso a la Vida absoluta.
Para volver sobre esta explicación que atañe a la manifestación de la
manifestación, fenomenicidad, como dadora de la manifestación de
mundo, Michel Henry recurrirá a través de Encarnación a un poema
de del austriaco Georg Trakl 100 (1887-1914), y de ahí sitúa el papel
del lenguaje como revelador de este problema de la manifestación y
el ser. Adentrémonos un poco más en este asunto de la
fenomenicidad de la mano del lenguaje.
3.4. Logos
En la acepción inicial de fenomeno-logía, expuesta
críticamente por Henry, logos indica inicialmente el método, es decir
el método (logos) por el cual digo del fenómeno (pahinómenon). En el
logos digo de lo que se muestra, del fenómeno. Ahora, recordemos
que la tarea fenomenológica según las aclaraciones de nuestro
autor, se funda en el cómo de la manifestación del phainesthai (acto
de aparecer). En ese sentido también asistimos a una revisión de
logos como método, este tendrá una doble nueva situación:
revelador de dicha indigencia originaria del mundo, de la que el
lenguaje mismo se hace portador, no por ser logos sino por el decir
del mundo al que se da, y la otra situación, en la revisión de Henry,
donde logos tiende a identicarse con los requerimientos de
fenomenicidad según la manifestación originaria. Veamos un poco
100 E, 61, 201.
163
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
más en detalle este primer sentido, dejando para la última parte de
estos análisis un mayor aprovechamiento del segundo, una vez
hallamos pasado por la auto-afección y la carne.
En el primer sentido, logos deviene en lenguaje diciendo de
mundo. Si tenemos los fenómenos como punto de partida diciendo
de sí mismos, al considerar que ellos deben a sí su manifestación
originaria como fenómenos, tendremos ese ek-stasis del mundo, ya
mencionado. Ahora, a esto llega Henry en Encarnación por tres vías:
una que va de la insuciencia de fenomenicidad en medio del
preguntarse en el cómo al innito sin soporte de las intelecciones;
una segunda que consiste en ir de la manifestación originaria en la
apercepción inmediata hacia la manifestación de todo, a través de la
carne; y una tercera vía que ahora mencionamos donde se detiene
en la labor que hace del lenguaje como revelador de esa situación
de imposibilidad de manifestación originaria del mundo.
Así por ejemplo cuando digo: “el perro me muerde”, la
manifestación fenoménica “del perro mordiendo” no se está dando
por el lenguaje, pues en ese sentido el lenguaje señala que la
manifestación se da en el perro y en la mordedura que está
acometiendo ahora al morderme, pero a su vez cuando vuelvo sobre
la armación de “perro mordiendo” a partir del fenómeno “perro
mordiendo” veo que el origen de la armación de “perro
mordiendo” no contiene la situación de ”perro mordiendo”, aunque
aparentemente sí deba su armación a la descripción del hecho de
164
II. LA CARNE
modo segundo; pero más aún cuando hablo de ello a mis amigos, de
“un perro que me mordió”, mi decir contiene menos aún al perro
que me estaba mordiendo, sus dientes rabiosos o juguetones,
tampoco está el perro, ni el ahora de su estar mordiéndome.
La actitud natural de decir por el lenguaje acerca de lo que
vemos, del afuera, de lo que está ahí y pasa, puede llevar al
equívoco de identicar aquello que decimos que pasa, con nuestra
condición de ver el cómo primero de la manifestación de lo que pasa : del
perro mordiéndome, por ejemplo. Yo puedo “decir” que el perro me
está mordiendo porque “no me conoce y yo le he provocado
imitando su gruñido”, eso sería una descripción segunda que hago
de lo que veo o me parece del fenómeno, pero ello no contiene la
explicación de por qué yo puedo decir “este perro me está
mordiendo”. “Perro mordiéndome” –mundo– no da de sí la
experiencia de mundo, ni si quiera se da a sí en cuanto ”realidad de
perro mordiendo”. Es en ese sentido que el lenguaje se presenta
como un revelador de dicha imposibilidad de fenomenicidad del
mundo.
En ese sentido el lenguaje que dice del mundo es, a su vez,
con el mundo presentado, revelador de la imposibilidad originaria
de dicho ek-stasis del mundo. Es decir, que yo diga “el perro me
está mordiendo”, y en ello yo pretenda contener el cómo originario
de la manifestación del “fenómeno perro mordiendo” no es posible,
porque el origen de la manifestación del complejo del fenómeno
165
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
mundo no depende de causas puestas sino de la manifestación que
maniesta el fenómeno, y esta es dada por mí en tanto que “ahora
un perro me muerde”, diciéndolo o no, o siendo mudo, o sin
experiencia previa de un perro mordiendo.
Tanto la “la realidad de perro mordiéndome” ahora, como la
idea que me haga de ello, o la representación en una escena tal, o
incluso lo mismo pero inmerso en un sueño, son manifestaciones de
mi vida dadas por mí en la inmediatez de mi presente vivo, incluso
también las ideas, presentaciones, o representaciones son dadas de
mí, quien siente y vive ahora. Como vemos esto no se reere sólo a
lo que pueda llamar mundo externo como afuera, sino a todo lo que
sea mundo y mi vida, no como “algo” sentido por mí, viniendo a
mí, sino, insisto, como manifestación dada por mi afección en cada
ahora como fenómeno, que como veremos, tendrá su condición
originaria en clave de inmanencia radical de mi vida sentida, vivida
desde mí, sin distancia fenomenológica y en permanente condición
de auto-afectada, dada en mi carne, según la condición de pathos
(pasión) de mi vida.
3.5. Afección y carne
En el conocimiento natural normalmente se asocia a afección
con una consecuencia en mí de algo que me ha llevado a
reconocerme afectado, queriendo decir que las cosas me afectan, el
mundo me afecta, no sólo respecto a mis afecciones en cuanto
166
II. LA CARNE
sentimientos sino según el conjunto de mi vida a cada momento. Se
trata entonces de un venir trascendental de todo a mi vida
subjetiva, reconociendo en ello mis afecciones.
Como hemos visto Henry, en su ejercicio crítico del mundo,
va primero con una crítica a posturas que pretenden fundar la
manifestación en el afuera del mundo, luego hace algunas
valoraciones del mundo, mi mundo, en cuanto trascendental –casi
inmediato y dado en su manifestación anunciando el carácter
anticipador de mi manifestación como subjetividad–, de ahí Henry
va a “mi propia subjetividad” asociando a ella toda manifestación
primera, incluyendo las revisiones ya señaladas.
Sin embargo este viaje que parece ir de afuera hacia adentro,
usando la terminología de Maine Biran 101 , aunque en realidad tiene
como horizonte establecer, más bien, poner a la vista según el
sentido contrario en toda su radicalidad: ir como de adentro hacia
afuera, incluso casi arriesgando que ese afuera, mundo, no llegue a
tal. No se parte de la manifestación del de dicho mundo, sino de
“yo”, de “mí”, porque de otro modo no se entendería cómo “mí
mismo y mundo” pueden ser tales. Así nos encontramos en
Encarnación a un Henry que por una parte va como desgajando toda
101 Maine de Biran partía en sus distinciones sobre sobre el conocimiento en la relación
hombre-mundo de armar dos ámbitos respecto a la subjetividad: un afuera que refería a
lo trascendente, y un adentro que se a lo inmanente. Aunque como se puede ver en los
expuesto hasta ahora, este lenguaje ha sido reconvertido según los usos de la
fenomenología del último siglo, cosa que es particularmente evidente en FFC.
167
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
manifestación para favorecer el ver central de toda manifestación,
antepenúltimamente dada y dándose como ”mi vida”; pero a su vez
constatamos como ello no nos permite asistir a la manifestación de
la mencionada esencia de la manifestación. A las posibles verdades
en su carácter originario, contenidas en ese ejercicio de eliminación
–como desgajar, decíamos– teórica, sólo se puede asistir en una
tarea fenomenológica que, siguiendo con el lenguaje aún
descriptivo de Biran, va de dentro hacia afuera.
En ese contexto en Encarnación también se busca sentar según
mi subjetividad el propio dar subjetivo como auto-afección, en un
viaje, en situación intermedia, del adentro inmanente e inmediato
de la manifestación subjetiva a la manifestación de todo. Para esto
Henry dedicará varias páginas a explicar la no-distancia
fenomenológica de la auto-afección según la manifestación del dolor
–con varias puntualizaciones acerca del sufrimiento–, en sentido
análogo también armará el gozo, que en la exposición de Henry
abre el telón de la auto-afección como pathos (pasión) de mi vida,
aunque claramente no se trata sólo del gozo, sino se de la
permanente relación dolor-gozo gozo-dolor en cuanto pathos.
Decíamos que inicialmente comprendemos la afección como
algo que viene a nosotros, de ahí que algo nos afecta y se presenta
como origen de nuestro afección, armando seguidamente nuestra
condición de afectados por. Sin embargo, en la inversión de la
manifestación que venimos presentando aquí, en realidad en mi
168
II. LA CARNE
vida el dolor sentido, por ejemplo, digo de sí sólo y únicamente de
modo primigenio en mi dolor vivido. Así cuando yo digo: “¡sufro!”,
desde el momento mismo que ínmamente empiezo a
representármelo, o a pronunciarlo en cualquier lenguaje, este “decir
de mi sufrir” (dotado por mí incluso con fuerza expresiva) ya no es
en el sentido más primero y originario mi sufrimiento, sino que es
segundo respecto al sufrimiento que vivo. De ahí que se trate más
bien del sufrimiento en mi condición de auto-afectado, en la
afección de sí y desde sí que soy yo: este yo sufriendo.
En este dentro de sí radical, inmanencia radical, nos hemos
referido a sí mismos con los términos yo y subjetividad, es momento
de un paso más. Al mencionar la experiencia interna trascendental 102
podemos decir ahora que consiste en esa experiencia según la cual
me veo viéndome en mi carne como auto-afección que doy toda
auto-afección de mí, y que abre mundo vivido. Tenemos entonces
una carne que siente antes que un yo, o subjetividad, consecuencia
de presentaciones segundas. La carne, mi carne, es el desarrollo más
último de Henry en la armación de mi condición material en
cuanto yo, subjetividad y corporalidad en ese apercibirme en vivo
de mí mismo y en la cual mi vida da mundo. Para estudiar en
Encarnación esto de la carne Henry va a volver, aunque de modo
menos pormenorizado, a sus distinciones sobre el cuerpo, ya
102 Recordemos que se trata inicialmente de la apercepción inmediata en Descartes y en
Maine de Biran, posteriormente armada por Henry como experiencia interna
trascendental.
169
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
cuidadosamente estudiadas en FFC, reiterando el carácter invisible
de la carne, no signicando esto una condición de idea o
representación, tampoco se trata del cuerpo del que digo cuando me
veo en el espejo a modo de partes de mí, o paralelo a una
comprensión del mundo como extenso al modo cartesiano. La carne
es dada por mi vida manifestándose como el ámbito de mí, donde a
su vez doy todo el complejo de la manifestación de mí y de mi
mundo vivido 103 .
3.6. Carne y vida
Mi carne sólo es comprensible según mi vida, esto se debe a
que la carne es maniesta en mi condición de viviente, siempre
situado originariamente en mi inmanencia radical. Como veíamos,
Henry presenta la carne como el ámbito propio por el que yo digo
en mi auto-afección y desde la auto-afección. Ahora bien, mi carne
en denitiva es un rendimiento continuo, inmediato e inmanente
dado por mi vida. De ahí que esta última, mi vida, sea dada
–inicialmente en Henry– por mi condición de viviente y no al
contrario. Mi vida originariamente tiene ese carácter revelador en
su auto-revelación. De mi vida y en ella soy maniesto a sí mismo
como viviente a cada instante en mi presente vivo, ya no se trataría
de la apercepción inmediata por ejemplo, sino de ser luz de sí y
103 También estaría comprendida la relación carne-mundo trascendental, a partir del
continuo resistente en el que se pone de maniesto el carácter del mundo como sustancia,
que hemos expuesto en el primer capítulo.
170
II. LA CARNE
desde sí dando la manifestación de todo. Es en esta auto-revelación
de la vida que se maniesta la carne como tal.
Sin embargo también veíamos como el método de
presentación en Encarnación contaba con la eliminación
fenomenológica que del sí mismo, en la apercepción inmediata, nos
lleva a las afecciones, y en ellas a la auto-afección que nos abre a la
carne como pasión; y en último término, esta pasión lo es de mi
auto-afección siempre dada según el horizonte de la carne. El
método que señalo da para abordar la manifestación primigenia
como mi vida, abriendo a dos constataciones: la conrmación de
que mi vida es punto de llegada en el método, según mi condición
de auto-afectado primigeniamente en ella a través de mi carne; la
otra constatación está en mi situación de viviente (inicialmente
estudiado con los términos de subjetividad, yo, mí mismo y
corporalidad) siempre maniesta sólo en mi vivir en cuanto sí
mismo de carne y en auto-afección continua, también como viviente
que da mundo en la continua resistencia de éste, manifestando el
mundo como sustancia devenida de mi carne.
Hay en Henry, cuando atreve el paso a mi vida (la vida) y a la
Vida absoluta, una tendencia a considerar el carácter fundador y
primigenio de la vida viniendo de sí y manifestando la carne. Pero
si atendemos a lo que acabo de valorar de la vida, en el párrafo
171
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
anterior, vemos que si establezco la vida como prius 104 de toda
manifestación, que en su auto-revelación da la carne y lo demás, no
sólo se invierte el método del estudio sino de la manifestación y sus
posibles verdades. Es decir se establece una distancia en el ejercicio
fenomenológico que de ningún modo atiende a la manifestación en
su darse de sí y de sus posibilidades, sino que aparece la vida como
algo que de repente, y casi como idea, antecediendo a la carne y a la
experiencia fenomenológica, y, por otra parte, prácticamente el lado
más inmanente del ejercicio fenomenológico queda sujeto, en lo
referido a la auto-afección por ejemplo, a una pasión de sí que se
puede seguir fenomenológicamente en la experiencia interna
trascendental. Aún así queda suspendida su determinación por la
multiplicidad de experiencias inmediatas de la subjetividad. Se
atisba también la avanzada de un epicureísmo pasado por la
omisión de fenómenos fuertemente atados al despliegue y las
exigencias permanentes e inmediatas de mi vida en las que, como
veremos, está en juego el cómo de la relación de mi vida y el lenguaje,
según vida-logos. Incluso se presenta como una exigencia en la
manifestación contar con las síntesis pasivas y las condiciones
intencionales a las que, en Encarnación, Michel Henry ha renunciado.
A partir de los itinerarios señalados en el estudio del cuerpo
como carne y auto-afección, en los que se tiende a invertir el mismo
método Henryniano que maniesta inmediatamente el pathos de la
104 Un antes de...
172
II. LA CARNE
vida, del sí mismo, quedan algunas cuestiones que requieren una
revisión más cuidadosa y detallada. En el centro mismo de la auto-
afección, si damos por cierta su situación fenomenológica, se
presentan requerimientos que parecen decir, por ejemplo: “no
vayamos tan rápido a la identicación de toda la vida subjetiva (y
de mi condición de auto-afectado) con una Vida absoluta, por
ejemplo, anterior al tiempo, a todo acto intencional, al tiempo
interno distendido, al no mal…”
Aunque no cabe duda alguna del genio de un Henry que nos
trae de nuevo en Encarnación a planteamientos primeros de ese
“Comienzo perdido” 105 del conocimiento, de la subjetividad, de la
corporalidad y de la vida, cabe plantearse, en ese precioso umbral
de la auto-afección abriendo al pathos de la vida como gozo y dolor
los siguientes requerimientos vistos como posibilidades:
・ Quizás en la manifestación de la auto-afección quepa un
antes que no se auto-goza-duele en la inmediatez de la vida en su
gozo y dolor, pues incluso la auto-afección dada originariamente es
anticipada por otras experiencias, o manifestaciones subjetivas.
・ Revisar en detalle el dolor como sufrimiento en la auto-
afección, pena, en su particular relación con el mal. En cuyo caso el
dolor se da como permanente inquietud según un posible mal
cometido o a punto de ser acometido.
105 Se puede ver en GP.
173
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Advertidos de estos dos requerimientos, enunciemos ahora
uno más, se trata del que nos estamos ocupando: las posibilidades
de relación entre la vida, propuesta por Henry, con la manifestación
del lenguaje que hemos tratado como logos. Este sentido, lo veremos
a continuación dado por las relaciones mi vida-logos y mi carne-logos.
3.7. Logos de la carne
En el segundo sentido sobre el lenguaje, indicábamos que
logos tiende a una identicación con las posibilidades de la
inmediatez de la esencia de la manifestación en cuanto logos de mi
vida. Cabe además tener aquí en consideración la posibilidad del
lenguaje, anunciado en la manifestación originaria del logos,
teniendo la estatura de la vida, y no al modo de Henry donde el
lenguaje se enmarca en actos segundos de explicación a partir del
poder de desrealización del mundo, y donde en su versión más
fenoménica la Vida absoluta es el prius del Logos. Quizás se tenga
que contar primero con la condición subjetiva propia, la
manifestación de los otros, y con el mundo sentido y de sentido.
Mi auto-afección continua ya me sumerge en la dinámica de
inmanencia radical, en realidad se trata de la condición más propia
que me abre un espacio para ese ver del que deviene incluso la
vida, una vez en la eliminación fenomenológica. Mi sentir sin
distancia fenomenológica dice de sí y de mí en el siempre ahora de mi
vida, presente vivo decíamos. Aunque, como digo, toda
174
II. LA CARNE
manifestación de mí se esté dando en mi inmanencia radical ello no
necesariamente signica que cierre o encoja el conjunto de mi
manifestación.
El método que lleva a mi vida en la experiencia interna
trascendental, más que método es una casi y práctica identicación
(no disolución) de ésta con mi logos. No es un añadido a la
experiencia primigenia de la manifestación sino que, diciéndolo de
golpe, a mi vida le va la vida en su manifestación, y ésta ya a su vez
no plantea una distancia fenomenológica en la experiencia
inmediata. En ese sentido el “método” por el que accedo a ella es
más bien es mi mismo logos dando vida y dándose en vida. De ahí
que encontremos una apuesta de Henry por armar al logos como
Logos de la vida encarnado, en la parte más próxima al cristianismo
de Encarnación, aunque como dijimos teniendo a la vida como prius
de toda manifestación.
Pero como decíamos: quizás es ir muy de prisa, porque si la
revelación del logos no está dada en la inmanencia radical de mi
vida en su inmanencia y nitud más extrema, difícilmente se
pueden atrever las consideraciones que se hagan acerca de la
Encarnación y la Vida absoluta. De ahí que no atrever este último
paso paradójicamente me permite, de otro modo, una proximidad
menos incierta respecto a las manifestaciones de índole más
originarias. Lo contrario a esto último signicaría que a precio de
ganar un suelo, aparentemente más rme y estable, dejo esas
175
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
“migas de la subjetividad” a la buena de su transformaciones en el
Lujo de cada nuevo presente vivo, no advirtiendo que tal vez, y
como suele ocurrir en los asuntos de verdades originarias, esté
perdiendo en el descuido a las “migas” las posibilidades originarias
de la manifestación. Según esto no sólo quedo en el umbral de
hacerme parcialmente ajeno a sí mismo, sino a las manifestaciones
que me sitúan en deuda de realidad según mi nitud. Pesar esto
siempre invoca de mi parte la donación de quien en su vida nita
siempre se halla en deuda. Más aún, podemos decir que nos
podríamos perder del verdadero punto de carne, que es esta mi
carne, si omitimos el cuidado de los continuos quiebres subjetivos,
en los cuales mi vida se maniesta en condición de llamada,
invocada, desde logos con distancia fenomenológica en la
experiencia y en mi inmanencia más radical. Aquí el carácter
maniesto de logos, no es método, ni fulgor de la vida, sino quiebre,
exigencia y llamada a mi vida.
Así, mi logos es logos de mi vida: logos de mi carne viva. Mi
carne es quiebre de sí en mi vida nita siempre deudora y exigida
en toda manifestación, siempre abriendo, aunque en sentido alguno
alcanzando la condición de manifestación envolvente, permitiendo
así una posible y renovada aproximación a lo absoluto en clave de
nitud. A su vez mi vida es continua llamada de logos (más aún en
las síntesis pasivas) que siempre anuncia la carne propia de la vida
como quiebre de sí. En ese ese sentido mi carne no sería
176
II. LA CARNE
principalmente tal sólo en su condición material de manifestación,
auto-afección y pathos vital. Se trata, más aun, de mi carne dando
cada nuevo sentir y manifestación, en situación de carne exigida de sí
por logos de mí, que da y es exigido por mundo, otros y sí mismo (en cada
caso según su situación de manifestación). De ahí que mi logos
siempre está exigido por cada manifestación, sobre las cuales no
tiene el poder de quien impera sobre algo conteniendo su verdad, ni
ocultándola, sino como deudor del deudor que soy yo, esta carne
viva nita, que da y asiste a toda manifestación posible.
177
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
4. APUNTE FINAL AL CAPÍTULO SEGUNDO
Acerca de la lectura que hemos hecho a partir de Maine de
Biran señalamos la importancia que tiene para nuestro trabajo no
excluir de la reducción ese punto de sentido íntimo activo en la vida
nita de esfera material inmanente.
En lo que se reere a a la pasividad originaria hemos quedado
advertidos de esta posible sustacialización de mi vida y del mundo
de la vida, y de las implicaciones losócas que quizá ello contiene,
de cara a estudiar la Situación intermedia desde el tiempo, en el
siguiente capítulo.
Sobre la relación logos-carne queda abierta la puerta de la
relación vida-lenguaje, donde podemos decir que ha quedado
situada según el correlato originario vida nita-logos. Según esto el
lenguaje, en su relación con la vida quedó maniesto en un devenir del
logos mismo, en condición de expectación y revelación desde sí,
sobre todo el mar de manifestaciones que es dado en vida-logos.
Esto quiere decir que el lenguaje, de la índole y subdivisión que de
él se quiera hacer (si caben), puede decir de sí de un modo cada vez
menos incierto en cuanto más deudor se halle de ese, que hemos
llamado aquí, logos de mi carne viva.
178
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
Una vez en la nitud maniesta, como logos de mi carne en
un decir originario, en esa como segunda esfera de carne viva me
veo invocado en un nuevo lenguaje de mi vida nita. Aquí se
maniesta a su vez un logos que lanza a la multiplicidad de decires.
Abiertos en estos decires de logos carnal distendiéndose, de
sentido vivido y nitizándose, vemos dos vías de lenguaje: una que
va del sentido que dice de sí, de mundo, de otros como yo; y otra
que adviene como mundo-acontecimientos, y como Otro(s). Ambas
vías siempre advertidas en en un fondo hylético trascendental.
Asimismo cuando siguiendo a Michel Henry retrocedemos en
una epojé hacia el “cómo” originario de toda manifestación
(videor), tropezamos una y otra vez con la situación
fenomenológica del cuerpo. El cuerpo es, pues, esta bisagra
originaria a través de la cual yo maniesto el mundo en continua
resistencia. También es en el propio cuerpo donde seré siempre
autoconsciente, de acuerdo con la propia afección –auto-afección,
no constituida previamente–. Por eso, la condición material del
cuerpo será la de mi cuerpo interior o cuerpo subjetivo, de acuerdo
con la lectura inicial que Henry hace de Maine de Biran; o de mi
179
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
carne, como dirá el mismo Henry más tarde. Teniendo en cuenta
todo ello, la situación intermedia, situación de la afección propia y
la de mi cuerpo en relación con el mundo y el videor resulta
apropiada para emprender un estudio preliminar de la
problemática situación del tiempo interno de la afección. Para ello,
revisaremos el análisis que Michel Henry ofrece en Phénoménologie
matérielle y en Incarnation, indicando las posibles aporías, así como
posibles alternativas. Asimismo la lectura que hace de Vorlesungen
zur Phänomenologie des inneren Zeitbewusstseins, de Husserl.
Esto que denominamos situación intermedia lo proponemos en
el contexto de esa pregunta que deja García-Baró en su Teoría
fenomenológica de la verdad 106 : “Si no reLexiono, veo una situación; si
reLexiono, veo al n una verdad (y, primero de todo, un caso de
verdad). La situación ¿no es entonces la verdad misma, solo que no
objetivada como tal?” 107 . Y en nuestro caso será intermedia no sólo
por la situación intermedia del singular despierto, sino porque se
da en el punto donde conLuye la condición material-carnal, el
cuerpo, el lenguaje, la manifestación de mundo, la advertencia de
los acontecimientos y el tiempo.
106Miguel García-Baró, Teoría fenomenológica de la verdad. Comentario continuo a la
primera edición de Investigaciones Lógicas de Edmund Husser l, Madrid: Universidad Ponticia
de Comillas, 2008. En adelante con la abreviatura “TFV”.
107 TFV, 119.
180
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
1. CORPORALIDAD Y LENGUAJE
1.1. Aproximación
Michel Henry se propone en sus obras de distintos modos
hacer una losofía hasta las últimas consecuencias. Hará una
apuesta por estudiar y ver fenomenológicamente las bases y el
origen mismo del conocimiento, del aparecer de todo, del mundo y
de sí mismo, según mi conocimiento y mi vida subjetiva. Vemos
como en mi subjetividad deviene todo aquello que me pregunto
cuando quiero conocer, por ejemplo. Esto quiere decir que su
losofía no es sólo una invitación al pensamiento sino además una
respuesta propia a la tarea del conocimiento, más aún, a una
irrenunciable teoría de la verdad 108 .
Una vez se está inmerso en su pensamiento, en Henry se
pueden encontrar varias posibilidades para hacer losofía, algunas
particularmente estimulantes cuando se llevan al límite varias de
sus tesis fundamentales que parecen requerir nuevas lecturas y
losofías como las de Sócrates-Platón, Franz Rosenzweig en una
inversión más radical, o más matizada de Emmanuel Levinas, o más
todavía desde el mismo Gabriel Marcel, en lo que se reere al bien y
a la alteridad, o incluso en aspectos que atañen a la pasividad
originaria. En otro sentido ese ejercicio también parece requerir
108En ese sentido se puede ver: Miguel García-Baró, “Introducción a la teoría de la
verdad de Michel Henry”, Diálogo Filosó co, (38,1997), 189-202.
181
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
algunas descripciones de fenómenos de la subjetividad no solo
supeditados al gozo-dolor. Considero que hay un segundo
aprovechamiento, también importante en los trabajos de Henry si se
hace un ejercicio losóco en sus obras que permita ver las
condiciones primeras de su fenomenología, atendiendo aquello que
puede parecer la calderilla, la letra pequeña que está entre líneas,
tipo lo que en parte hemos hecho y seguimos haciendo en lo
referido a Maine de Biran.
Henry se inscribió en esa tradición losóca de quienes
tienen la convicción de no temer a la aventura de abordar los
problemas losócos primeros como una urgencia propia de
conocimiento y verdad 109 . Asimismo en esa convergencia inicial de
Henry con Biran, y con el Descartes que parte del propio yo, y de la
subjetividad, que hemos estudiado en el primer capítulo, cabe
preguntarse por todo con cierta conanza losóca, siempre y
cuando sostenga este aparecer primero de apercibido en mi
condición subjetiva y abierto desde esa constatación primera,
intentando saber con pasos propios cómo conozco y qué conozco
verdaderamente.
Según lo que vengo señalando me detendré a estudiar las
bases del lenguaje, desde la óptica de la corporalidad, de nuevo de
109El carácter expositivo y la claridad de Las cinco lecciones de Husserl, favorecen una
primera y valiosa aproximación al problema del conocimiento y la verdad. Edmund
Husserl, La idea de la fenomenología: cinco lecciones , Trad., Madrid: Fondo de Cultura
Económica, 1982.
182
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
FFC, pero ya en retrospectiva de Encarnación. Pues si bien FFC no
ofrece un desarrollo de las bases del lenguaje, es claro que al
presentar un estudio del origen del conocimiento desde la
subjetividad comprendida como corporalidad deja sugerido a
medio camino algunas condiciones para pensar las bases del
lenguaje. Así entonces, desde la corporalidad en su aparecer
primero y teniendo en miras el lenguaje natural y reLexivo,
estudiaré a continuación las bases del lenguaje deduciéndolas de
FFC, suspendiendo parcialmente los alcances del lenguaje en la vía
del logos de mi carne viva, más en clave de inmanencia de sí respecto
al capítulo anterior.
El análisis irá por tanto del siguiente modo: Del cuerpo
exterior a la subjetividad; Mi subjetividad es corporalidad; La
unidad corporal y el lenguaje; y nalmente sobre los lenguajes
natural, reLexivo, y de los otros.
1.2. Del cuerpo exterior a la subjetividad
Mi cuerpo es mi cuerpo porque está ahí, porque es extenso, lo
relaciono directamente con las cosas, es decir, con el mundo. Más
aún, no sólo está a la vista sino que es un objeto, es cosa, ente, como
todo lo que hay en el mundo, y como el mundo mismo hace parte
de un conjunto de masas y materia que es lo que aparece ante mí
como exterior y extenso. En ese sentido parece que mi cuerpo es la
parte de mí más semejante al mundo, pues por él puedo entrar en
183
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
relación con el mundo, puedo asir una botella, o ver otros cuerpos,
por ejemplo. Aquello parece lo natural: proponerme el cuerpo como
un componente atado a las condiciones del mundo y supeditado a
la comprensión que yo pueda hacer de él desde mí mismo.
Ese es precisamente el punto que señala la crítica de Henry a
una concepción del cuerpo como exterior a mi subjetividad en FFC.
El cuerpo no es una parte más propia del estado de objeto del
mundo como extenso, fuera de mí, trascendente, decíamos. Para
poner en evidencia los vacíos que sitúan al cuerpo como un ente,
cosa, exterior a mi subjetividad y comprendido en su condición
según sus semejanzas con el mundo, Henry se detiene en dos
dualismos cartesianos como hemos visto: alma-cuerpo y yo-mundo.
En adelante abordemos las dicultades que contienen dichos
dualismos al considerar el cuerpo como exterior a la subjetividad,
según la relación cuerpo-mundo.
Lo aparente o natural, como decía, es la tendencia que
tenemos a plantear nuestras posibilidades de conocimiento según
un objeto o algo que intentamos conocer. Es decir, si yo me
propongo conocer los árboles, delimito el objeto árbol hasta el
punto de reconocer qué quiero conocer de los árboles y hasta dónde
pueden ir mis intereses de los árboles, e incluso me propongo un
método para hacerlo, en ese sentido algo que ya he armado
previamente como árbol en mi experiencia propia y por el lenguaje
es puesto como objeto de conocimiento. Este modo de proceder en
184
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
la esfera del conocimiento tiene su radicalización una vez se ha
pretendido en muchos campos que la mayor verdad posible de lo
que conozco este dada por ese afuera del objeto que nos
propongamos conocer. A esto se ha denominado tradicionalmente
teoría del conocimiento. El sujeto que se propone conocer un objeto,
y la fuente cierta del conocimiento está en el objeto que es objetivo,
o de ar, a diferencia, de quien propone el objeto de estudio y es a
su vez deudor de este: el sujeto que está a merced de lo que pueda
encontrar de cierto en el mundo; en ese sentido el sujeto en su
comprensión del objeto ha de ser lo más objetivo posible, pues en lo
subjetivo propiamente no reposa el objeto, por tanto no es de ar ni
favorece la verdad de aquello pretendo conocer.
Acabo de exponer este asunto en clave de la distancia sujeto-
objeto respecto al conocimiento, con su correlato inmediato de
subjetividad y objetividad, o mi vida y el mundo. Sin embargo ya
está más que visto en el ejercicio fenomenológico que se ha de
poner como punto de partida, para conocer con verdad, la
condición de mi subjetividad como aquella que en su experiencia
asiste al aparecer del mundo como mundo de la vida, mi mundo
vivido. Así está en condiciones de decir a través de la ideas todo
aquello que vivo, y ese decir es verdadero porque le es propio y
tiene unidad en el aparecer a la subjetividad, es inmediato, y
además le permite establecer asociaciones del mundo de la vida, y
de su subjetivad en un casi innito complejo de descripciones,
185
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
rendimientos intencionales, reducciones y demás. En ese sentido ya
el sujeto y el objeto no son cosas que partan de representaciones
que yo me haga de algo y de ahí proponerme conocerlo, sino que
hay una armación inmediata del mundo que aparece a mi
subjetividad. Será desde ella y según sus condiciones de conocer
que me lanzo a explicarlo y conocerlo todo, en un conocimiento que
nunca podrá ser agotado, pero que podrá decir de un modo cierto.
Todo ese entramado de partes y todo en la relación yo
(subjetividad) y mundo de la vida, proponiendo el conocimiento
como búsqueda cierta, se comprende como mereología 110 .
Así el cuerpo inicialmente, en esa crítica de distanciamiento
de Henry de Descartes ya mencionada, estaba puesto como objeto
por conocer fuera del sujeto, y aunque en el caso cartesiano hay una
armación primera y clave para la tradición losóca sobre el
carácter primordial del yo y de la subjetividad, el cuerpo será un
añadido en los esfuerzos de Descartes por meter el cuerpo en el
ámbito de la subjetividad, incorporarlo, esto será algo articial a
decir de Henry, porque en denitiva esos esfuerzos han partido de
esa evidencia que tengo de que el cuerpo es mi cuerpo pero que una
vez lo he establecido como extenso, trascendente, es imposible
situarlo ontológicamente como inmanente a la subjetividad, así el
cuerpo es algo que tiene más las características del mundo que las
110 Para hacer aproximación a conceptos básicos e introductorios a la fenomenología
puede revisarse: Miguel García-Baró, Edmund Husserl (1859-1938), Madrid: Ediciones del
Orto, 1997.
186
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
mías propias, de mi subjetividad. De ahí que sea más que equívoco
armar la subjetividad en clave de cuerpo y alma, yendo de lo
trascendente a lo inmanente, del cuerpo como exterior al alma como
interior, esencia del yo, de la subjetividad.
Ya en este punto Henry da un paso más que consiste en
proponer una fenomenología, un estudio del aparecer del cuerpo,
que no sitúe el cuerpo como algo por conocer, o como algo que veo,
o pienso, o me planteo, como lo hacíamos en el caso del árbol,
porque precisamente aunque pueda establecer comparaciones
extensas, o inmediatas a mi subjetividad, con otros cuerpos
orgánicos, ello no signica que mi cuerpo sea aquello que
represento de él. Está claro para Henry que el modo y el aparecer
primero del conocimiento de mi cuerpo tiene un carácter originario
en las posibilidades que este ofrece –en su aparecer primero– de
explicar mi subjetividad y de armar el mundo, no ya como extenso
en el marco fenomenológico del aparecer del mundo que siempre es
mundo de la vida, mundo vivido.
1.3. Mi subjetividad es corporalidad
El método para estudiar el cuerpo tiene como punto de
partida la armación de la propia inmanencia subjetiva, para
constatar que en realidad se trata más bien de la situación
originaria y originante de la corporalidad. En FFC se asiste a un
proceso de radicalización de la subjetividad quedando identicada
187
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
con la corporalidad, fuente no constituida por nada, primera, y
originaria de todo aparecer y manifestación del mundo.
Así, no es el afuera el punto de partida sino la subjetividad.
Para esto Henry suscribirá, como vía de corroboración en Descartes,
decíamos, aquello que Maine de Biran también profundizó: la
apercepción inmediata. Esta consiste en conrmar que cuando digo
“yo pienso”: “pienso”, no sólo diciendo algo con distancia respecto a
mi pensamiento, sino que hay una armación inmediata e inmanente
de mi yo, de un modo trasparente, sin mediación alguna, y no solo
de un darme cuenta de que estoy pensando y por eso digo “soy yo”.
Se trata propiamente de verme a mí en mi aparecer primero
armando que pienso. Sólo que en el caso de Biran este “yo pienso”
consiste en un “yo puedo” 111 , porque según explica Henry, desde
Biran, en ello se ven todas las condiciones de la reLexión como
movimiento primero y no como acto de presentación, de poner
delante, o de representación, tampoco es un acto independiente de
mi subjetividad, se trata de una apercepción inmediata que es
movimiento de toda la subjetividad. Será a partir de esto que la
subjetividad se arma en unidad propia e inmanente. Mi
subjetividad para ser tal no necesita de actos segundos que digan lo
que ella es, sino que su sentido propio aparece en su despliegue
inmediato como movimiento, y de ahí se hace posible que conozca
mundo, o más bien dé mundo, rinda mundo; es como si el mundo
estuviese haciéndose visible porque mi subjetividad es la luz misma
111 FFC, 88-91.
188
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
que en movimiento lo va abriendo, lo muestra. En ese sentido la
subjetividad no es una receptora del mundo incubando sospechas
sobre la verdad de los objetos, sino radicalmente todo lo contrario:
de ella deviene toda verdad y conocimiento posible de sí misma, del
mundo, de todo.
Precisamente ese poder es un poder originario en su aparecer
como subjetividad, y a su vez originante que da las posibilidades de
conocer el mundo. Asimismo poco a poco Henry, con Biran, dará el
paso por el que resitúa ontológicamente la corporalidad en la
subjetividad, pero no como intento de situar el cuerpo al interior
del yo, como parte de mí, sino tan primero e inmediato como mi
subjetividad misma, hasta presentar que en denitiva la
subjetividad es mi corporalidad. Porque la manifestación de mi
cuerpo no es segunda en mi conocimiento de sí y del mundo. Al
tiempo que estoy armando mi ser subjetivo como poder, veo que
sus poderes no son un añadido que se deba sólo a mi
entendimiento, o a mis condiciones afectivas, o a partes de mi
cuerpo (mis manos, mis ojos, mis pies, etc.), se debe
originariamente al conjunto inmediato del aparecer de mí mismo
como poder, reLexión en movimiento, es decir como unidad
corporal, corporalidad. Yo no asgo un vaso por ser vaso y por tener
una mano, sino porque se da en mí un poder de unidad corporal
que inicialmente arma la condición de mi movimiento 112 y su
posibilidad de asir. Esta condición se da en unidad con mis
112 FFC, 95-98.
189
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
facultades, mi acción y con ese poder originario desplegado en un
conjunto de facultades en cuanto acción subjetiva, mía, que da
mundo.
Esto último lo expone Henry contando con las distinciones
biranianas sobre el cuerpo subjetivo y que luego, hemos visto,
llamará corporalidad. A esta altura no se requiere ya de una
distinción del cuerpo subjetivo respecto al cuerpo orgánico, porque
este último en el más mínimo sentido insinuará una explicación del
cuerpo que no deba su explicación primera al sí mismo en la
manifestación de su poder. Por eso Henry se toma el trabajo de
analizar en detalle los equívocos que contenían un cuerpo explicado
desde las partes y extra partes cartesianas, donde el cuerpo es
extenso, compuesto de partes al modo de una máquina de la que se
ha de explicar su funcionamiento. De ahí aquello que con Descartes
y Biran llamábamos apercepción inmediata, al referirnos a aquella
experiencia primera por la que armo las condiciones originarias de
mi subjetividad, y llamado por Henry experiencia interna
trascendental. Esto querrá decir que en la experiencia interna
(apercepción inmediata), ya se anticipa el conocimiento del mundo,
no representado fuera de la subjetividad (trascendente). Esto es
evidente cuando atiendo fenomenológicamente al aparecer del
mundo en la esfera de los rendimientos subjetivos de conocimiento
y de sentido, es decir, como posibilidad trascendental.
190
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
1.4. La unidad corporal y el lenguaje
Esta unidad corporal implica una no distancia en el
conocimiento de la subjetividad (corporalidad) respecto a sí, y un
aparecer del mundo como término que resiste en el despliegue de
mi movimiento. Así armo mundo a partir su resistencia continua
al despliegue de ese poder corporal. Esto que vimos se expone en
FFC como continuo resistente 113 . Aún así, y sin volver ahora sobre el
continuo resistente, está claro que el fortín losóco encontrado por
Henry en FFC es el de la inmanencia de la corporalidad apareciendo
en la experiencia interna trascendental.
Por ello una clave para comprender la unidad corporal
consiste en conrmar que en Henry aquello llamado trascendente
(hace parte del mundo-objeto) no ofrece verdad originaria del
cuerpo, pues está más del lado de la extensión cartesiana. La
tensión interior hacia el mundo se considera trascendental, según el
continuo resistente (término de mi corporalidad en la sustancia
trascendental del mundo, en el cual recae la acción inmediata de mi
movimiento), pues originariamente aparece como mundo que sólo
puedo armar porque se da en el curso del despliegue de mi
corporalidad, esto es, como experiencia trascendental siempre en
unidad con el carácter originario del aparecer de la corporalidad, ya
señalado.
113 FFC, 115-18.
191
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
De ahí que toda mi acción corporal sea descrita por Henry
haciendo distinciones entre el ser originario del cuerpo subjetivo, el
cuerpo orgánico, y el cuerpo objetivo. Donde el primero es el que
vengo describiendo, cuerpo subjetivo, el que aparece en la
apercepción inmediata (experiencia interna trascendental), el
segundo maniesta el despliegue de nuestros órganos (mis manos,
ojos, pies, etc.), dados en la inmanencia y en unidad con el primero,
y del tercero, cuerpo objetivo, dirá que es el único que ha conocido
la ciencia, que es en realidad aquél que presentamos ante nosotros
para conocerlo al modo de la ciencia como cuerpo representado, no
vivo. Será a estas delimitaciones, pretendiendo armar la unidad
subjetiva y preparando el terreno para detenerse luego en los
dualismos cartesianos, a las que se referirá Henry para esclarecer lo
que en uno de sus capítulos enuncia como doble empleo de
signos 114 , expresión tomada de Biran. Es en ese contexto que Michel
Henry hará algunas menciones en tres páginas 115 sobre el lenguaje
como signo, para luego hacer las tres distinciones del cuerpo que
acabé de indicar.
A partir de las tesis fundamentales de FFC, de lo expuesto
aquí hasta el momento, y ampliando el análisis sobre las
sugerencias de Herny acerca del lenguaje, propongo las unas
consideraciones para comprender las bases del lenguaje según la
114 FFC, 159.
115 FFC, 160-63.
192
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
corporalidad. Así, en una mención reriéndose a la palabra “ver”
como “signo” de la experiencia de la visión, dice Henry respecto al
lenguaje:
Cuál sea la relación de este signo con la experiencia interna de la
visión, cómo de forma general, esté fundado el lenguaje sobre la
vida de la subjetividad absoluta que este lenguaje expresa, es algo
que no puede ser aquí elucidado. Diremos tan sólo que esta obra
de fundamentación del lenguaje se realiza de dos maneras muy
diferentes que dan lugar, por una parte, al lenguaje natural, que
expresa inmediatamente la vida de la subjetividad y por, la otra,
al lenguaje de la reLexión que se apoya en una operación
mediata116
Como es evidente Henry dice que hay dos maneras de
fundamentación del lenguaje que dan lugar al lenguaje natural y al
lenguaje de la reLexión. No iré más allá del mismo Henry en la obra
de fundamentación que él mismo no desarrolló en FFC, más sí me
detendré a estudiar estos dos lenguajes que permitirán conrmar
que las bases del lenguaje son una posibilidad de la corporalidad en
Michel Henry, y nalmente señalaremos un requerimiento sobre el
lenguaje y los otros.
1.5. El lenguaje natural
Si seguimos con la indicación de Henry, el lenguaje natural
deberá encontrar su base explicativa en la vida de la subjetividad,
en su sentido más propio. Como se ha visto, dicho sentido se reere
116 FFC, 162.
193
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
al aparecer primero de la subjetividad como corporalidad,
movimiento y poder que despliego en el conjunto de facultades
–que podrían a ser las categorías al modo kantiano pero con la
sustancial diferencia de estar dotadas de contenido fenomenológico
en el movimiento–, sensaciones y acciones que conrman la
resistencia del mundo y por tanto el carácter ontológico de este. Sin
embargo cabe señalar que se trata más bien de la trasparencia
fenomenológica de mi apercepción inmediata –experiencia interna
trascendental– con mi condición de inmanencia radical en la que
siempre estoy y según la cual puedo armar que no hay una
proposición discursiva, o reLexiva que me lleve a pensar en que
tengo cuerpo, o me lleve armar el mundo como radicalmente ajeno
a mí. Se trata del ego inmediato según el cual asisto sin distancia a
mi poder subjetivo y a su unidad que es unidad corporal, subjetiva.
Esta no distancia fenomenológica signica que no hay resquicio
alguno para decir de algo como presentación, aquí, en esta
experiencia interna trascendental. No se trata de alguien que asiste
al aparecer, a la manifestación de su subjetividad, más bien soy yo,
subjetividad, corporalidad, quien me estoy abriendo en el aparecer
de todo en la amplitud del movimiento propio y apareciendo a mi
mismo; dando a su vez las posibilidades del despliegue de mi
unidad corporal. Al tiempo estoy armando una vez más que la
resistencia (continua) es condición de mi unidad, y me abre al
aparecer del mundo.
194
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
De ahí que para considerar el lenguaje natural, sólo puede
estudiarse en su base primera que rinde todas las posibilidades, es
decir, en el aparecer originario de la subjetividad, en la experiencia
interna trascendental y en la inmediatez de las experiencias
trascendentales. En ese sentido el lenguaje natural no se reere sólo
al origen de la palabra, sino más aún a la manifestación primera de
mi corporalidad en mi experiencia interna trascendental. Parece que
aquí la no distancia de la experiencia es a su vez una no distancia
del aparecer de mi corporalidad y del aparecer del lenguaje. Pues
aquí el lenguaje se anuncia originariamente con la vida subjetiva en
total trasparencia. La experiencia del “yo puedo primigenio”,
mencionado hace algunas líneas, tomado de Biran, antes que yo la
enuncie está siendo experiencia propia e inmediata, en ese sentido
se puede decir que es ahora presente absoluto, y posibilidad
anticipada. Sin embargo esto no quiere decir que haya cortes de
tiempo según los cuales yo asisto a mi aparecer primero de un
modo descriptivo o segundo, más bien se trata de la inmediatez, la
inmanencia radical en la que una vez apercibido como poder,
corporalidad, ya estoy anticipando y desplegando el conjunto de
mis movimientos y de mi unidad corporal.
Con esto se pueden atrever algunas proposiciones sobre este
carácter natural del lenguaje, sin pretender decir todo aquello de su
condición originaria, más sí intentando dilucidar cuál es la
situación primordial del lenguaje, lenguaje natural. Es decir
195
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
claramente el lenguaje aquí no es mediación respecto a algo, ni
respecto a alguien, ni siquiera respecto al reconocimiento y a la
armación de mi corporalidad. Según esto el lenguaje aparece
trasparente al aparecer subjetivo, corporal, primigenio. Es como si
el lenguaje no tuviese unos primeros balbuceos que lo trajesen a la
existencia, sino que al modo del aparecer de la corporalidad no está
constituido por nada previo sino dado en ese poder.
Tomando prestadas algunas de las novedades que presenta
Henry en FFC, en lo que atañe a la pasividad originaria y a la auto-
afección, se puede decir que el lenguaje está anunciado pasivamente
como abierto en la afección propia de sí, auto-afección, como si
estuviese en los hilos ya tejidos según los cuales yo armo mi
condición de corporalidad primigenia. Pues el lenguaje no sería
poder en la apercepción, al modo de Biran, sino ante todo poder
pasivo en auto-afección –en una situación de pasividad que expone
el campo de la propia subjetividad– y vivido en la experiencia
primigenia como si fuese un silencio lleno, no nada, o vacío, sino
silencio presente en todo y anticipando todo, pasividad expectante,
e incluso presente en la transparencia del aparecer de mi pathos
(pasión) subjetiva como corporalidad, auto-afectado, sin distancia
con mi corporalidad y ofreciéndose en el conjunto del movimiento
de mi corporalidad.
196
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
1.6. El lenguaje de la reD exión
Según acabamos de ver el lenguaje natural se presenta en la
transparencia del aparecer de la corporalidad, de la experiencia
interna trascendental, y también en la experiencia trascendental
según la cual vivo mundo y armo su resistencia continua.
Decíamos que la base primera del aparecer del lenguaje puede ser
considerada, en ese aparecer primero, a la par con la auto-afección
en el ámbito de la pasividad originaria como silencio. También
decimos que ese silencio muy seguramente está en todo lenguaje
presente en el conjunto subjetivo de la corporalidad y en su
movimiento; anunciando toda forma de lenguaje.
En cuanto al lenguaje de la reLexión Henry dirá –según la
última cita– que este lenguaje se apoya en una operación mediata.
En el lenguaje natural no cabe mediación alguna, es decir es una no
distancia, trasparencia decíamos, en su aparecer fenomenológico en
la experiencia interna trascendental, esto en contraste con el
lenguaje de la reLexión que no se referirá sólo a un acto intelectivo
sino a toda distancia ofrecida por la subjetividad para presentarse a
sí y presentar el mundo. Esto querrá decir que todo despliegue de la
corporalidad que implique un acto segundo de mi movimiento –en
mi sentir dolor de cabeza ahora, o pena, en el conjunto de
sensaciones, facultades, acciones y demás, por ejemplo– donde lo
presento como dolor de cabeza o tristeza, ya contiene una
presentación mediada, reLexiva como lenguaje. Tanto en el
momento que digo darme cuenta que siento pena, o al armar
197
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
subjetivamente, sin decirlo en voz alta, que siento dolor de cabeza,
o incluso si fuese un niño que aún no hablo, y me llevo las manos a
la cabeza segundos después de atisbar mis sensaciones en un golpe
contra una pared, o sencillamente siendo el niño que miro a mi
madre luego del golpe como queriendo conrmar eso que ya sé que
me ha pasado, que me golpeé y que me duele la cabeza.
También aquí tienen asidero los modos de presentación de los
rendimientos subjetivos y de su aparecer primigenio a través de
gestos, interpretaciones, expresiones corporales, y un sinfín de
posibilidades que son asociados como actos exteriores a la
subjetividad incluso como si fuesen más reales que el aparecer
primero del que hablábamos. Esto último, en el caso de Henry
lector de Biran en FFC, dio para hacer distinciones del uso del
lenguaje como signo y su doble empleo (doble empleo de signos), lo
cual era también expresión del dualismo cuerpo-alma cartesiano, ya
mencionado, por el cual el cuerpo aparecía como algo extenso, fuera
de mi yo, y más verdadero en tanto que más parecido a la realidad
del mundo como afuera, como cuerpo objetivo.
En tercer término en el lenguaje reLexivo se puede hablar
incluso de presentación de la vida subjetiva y del mundo en el
lenguaje musical, o pasando por representaciones donde caben las
artes y los saberes con sus ontologías regionales, desde el teatro y
la literatura, hasta toda clasicación posible del lenguaje, como
también lo es el de las matemáticas.
198
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
1.7. El lenguaje y los otros
Finalmente cabe mencionar como un requerimiento del
aparecer originario de la subjetividad (corporalidad), no presente
en FFC, el aparecer de los otros, su manifestación. Otros que con su
sola presencia nos hablan, nos llaman, nos gritan, e incluso al modo
de decir de Emmanuel Levinas nos hacen sus rehenes. Se trata del
otro exigiendo de mi vida una responsabilidad porque siempre
estoy en deuda de su manifestación, excediendo toda nuestra
comprensión posible de él en tanto que alteridad.
Eso en el marco del silencio ya inquietado en la base del
lenguaje parece tomar toda su vigencia en clave de requerimiento
del bien, según la manifestación su rostro, como alguien a quien no
puedo totalizar y determinar sólo por mi auto-afección o por mi
poder subjetivo, pues parece que escapa a mí. Aunque llegue
incluso a considerar que el otro es otro de mí, siempre se hace
clamor que en su aparente silencio aturde. Pero como digo esto no
lo desarrollaremos aquí, sin embargo queda anunciado en el marco
de nuevas y más amplias consideraciones necesarias para
comprender las bases del lenguaje desde la venida de los otros.
199
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
2. LA AFECCIÓN Y EL TIEMPO
2.1. Aproximación
A través de las lecturas que venimos haciendo de Michel
Henry, y al seguir su epojé, que va del mundo a la esencia de la
manifestación, encontramos en su aproximación al tiempo un punto
crítico que nos pone en la disyuntiva de acompañarle
inmediatamente hasta el nal, en sus consideraciones sobre la Vida
absoluta, o, y por otra parte, atender mejor a la miga que el tiempo
pueda entrañar en mi vida. Aquí consideramos que esto segundo es
posible si lo abordamos a la par con la auto-afección.
Las posibilidades serían: acompañar la epojé hasta armar el
fondo originario de toda manifestación en la Vida absoluta, o por
otra parte tratar de suspender dicho paso y urgar en la situación de
tensión subjetiva del tiempo propio como afección de sí. De
momento nosotros, aquí, intentaremos mantener la segunda parte
de dicha disyuntiva. Más que nada porque consideramos que esto
permitiría explícitamente proponer vías que atisban y advierten
otro modo de la manifestación de mi vida, esto es, el de un sentido
advenido. De ahí que no se trate de una representación de sentidos
vacíos puestos por una subjetividad ajena a sí según el ek-stasis del
mundo, ni de conceder al solo ek-stasis la fundación de la
manifestación originaria, como podría observar el mismo Henry,
200
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
aunque quizá, y por otra parte, no sea necesaria una exclusión
absoluta del objeto como ek-stasis presentado por la conciencia,
pues quedará por estudiar con más detenimiento la situación de la
manifestación de la duración de objetos temporales en la conciencia
del tiempo a través de la materia intencional. Hablaremos así de
una situación intermedia, bisagra, de la subjetividad: mi vida nita,
nitizándose –si se me permite la expresión– a cada momento en mi
acción nita, según el conjunto subjetivo corporal, que es mi cuerpo
interno, subjetivo (Biran), mi carne (Henry).
2.2. Las distancias
Vamos directo al nudo de la cuestión. Para ello atendamos a la
reiterada pregunta de Michel Henry por el cómo de todo lo que
aparece o se maniesta. A través de esa pregunta intenta evitar
cualquier vía que le aleje del origen de toda manifestación. En el
cómo afectivo de la pregunta misma se maniesta la esencia de la
manifestación, es decir, el cómo de ese cómo de la manifestación,
que será últimamente la Vida absoluta. A dicha Vida, esencia de la
manifestación ha llegado Henry, previa epojé, por la auto-afección.
La auto-afección inicialmente será afección (sentir) de sí, sentirse,
para luego en ello ser pathos de mi vida, y a su vez materia vital de
la Vida que la maniesta primigeniamente como gozo-dolor.
Señalemos que será precisamente ese pathos el que asegurará que
no sucumbamos en un preguntar innito del cómo, pues se trata de
201
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
una pregunta con contenido material sujeta en la inmediatez
afectiva, no de una presentación intencional de sentido, y menos de
una representación.
Extendamos un poco más el párrafo anterior. Si nos
preguntamos ¿Qué se maniesta? diríamos que fenómenos
(adelantemos: mundo vivido y mi vida), veamos por qué. Si
atendemos al método, vemos que el foco de la pregunta está en el
qué de lo que se maniesta. Este qué está necesariamente
relacionado con un movimiento requerido como A (hacia), pues un
qué maniesto en la pregunta hecha contiene un algo intencional,
incluso en el caso de preguntarnos “¿Qué es un qué que se
maniesta?”, pues se trata de un movimiento que permite dirigir la
pregunta a un qué posible. Pero no se trata de una pregunta en
vacío pues ya ésta implica que doy por maniesto algo que se
maniesta: un o unos qué posibles, unos fenómenos evidentes, de
los que quedaría muchísimo por decir respecto a su manifestación.
Ahora, esa condición intencional de “al qué de los
fenómenos” es tal porque puedo de decir de ella, en ella misma con
evidencia. De otra manera estaría absolutamente ciego respecto a la
pregunta misma, pues una vez puesta la pregunta, y considerada la
posibilidad que contiene, tal ceguera no cabría. Así entonces, si
hablamos de la posibilidad de responder acerca de un algo
maniesto –un esto de aquí, un eso de ahí, un aquello de allá, unos
estos de aquí, etc.–, signica que ya tengo cierta determinación del
202
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
mismo. Dicha determinación se da tanto si se trata de la indagación
por algo que ya tengo parcialmente determinado, del tipo “un algo
maniesto”; o también si se trata de la pregunta misma de “¿Qué se
maniesta?”, en ambos casos nos referimos a fenómenos a la espera
de especicar su índole.
En un primer momento parece que proponer la pregunta
“¿Qué se maniesta?” sólo es posible porque hay cosas que son,
entes: todo lo afuera que está ante mí, incluido yo y los otros como
yo, todo y todos, estando en algo así como espacio de mundo. Sin
embargo, si realmente soy coherente con lo que parece que se
maniesta, tengo que atender a la duda inmediata y primera, doxa,
por la que adviene ese mundo-afuera como pregunta, por ejemplo.
Por esta doxa reparo reLexivamente en el mundo al que parezco
dirigir mis preguntas, pero a su vez veo que la duda misma ya
estaba alojada en mí, anterior a ese afuera tan afuera, exterior a mí,
que a la vez parece tan mío. De ahí que mi decir natural, que es el
decir de los muchos, acerca de todo este afuera, ya estaba como
anteriormente herido de muerte: ya desde el momento inicial del
nacimiento de la pregunta sobre ese afuera del conocimiento, que
considero natural, no tengo vuelta atrás, porque aquello que
creíamos natural y que parece real está ya abocado a la irrealidad
en los términos iniciales de entes entre entes. De ahí que el
fenómeno mismo exija la profundización de su manifestación en
cuanto fenómenos maniestos.
203
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Ahora también vemos que aunque intentemos introducir
desde el comienzo términos como fenómeno y manifestación estos
parecen rebelarse a ser comprendidos en clave de ser y ente. Esto
se debe a que, junto a la armación del fenómeno –en cuanto
primera respuesta al “¿Qué se maniesta?”–, estamos inmersos en
un dudar propio, de apercepción inmediata, de reLexión
–estudiábamos con Maine de Biran–. En esta duda asisto a la vez al
espectáculo de la manifestación de un mundo exterior a mí,
trascendente, con una duración que no parece ser la mía, también se
maniestan apareceres atendidos, supuestos, sentidos, evocados,
imaginados, soñados, etc., en una duración que parece ser la mía.
En esto nos preguntamos: “¿Cómo es posible todo esto?” o
mejor: “¿Cómo es posible que se manieste todo del modo en que
parece que se maniesta?”. Aquí estamos en el comienzo de una
apuesta: partir de una epojé, eliminación, del afuera más afuera del
mundo, aplazando asimismo para el camino de vuelta la respuesta
al “¿Qué se maniesta?”, donde la posible respuesta: “se
maniestan fenómenos” estaría ya dotada de los alcances que trae
la respuesta a ¿Cómo se maniestan? 117 . Tal vez quepa aquí, de
momento, mantener esta abstención, pues parte del naufragio de la
verdad del mundo, y de la manifestación de los fenómenos, está
paradójicamente en conar a un mundo supuesto, no vivido, la
exclusividad de toda verdad posible, diría Henry.
117
A propósito del objeto de la fenomenología como "el objeto en el Cómo" se puede
ver FM, 55.
204
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
Hasta aquí hemos puesto el acento en lo que se podría
manifestar, y en la pregunta posible por un aparecer de algo que
denominamos fenómeno, no tratándose de un mundo físico en el
sentido de lo exterior a mí en una exterioridad que no sólo no es
respecto a mí, sino que parece ajena a mí en un espacio suyo
fundado por las cosas mismas, anterior a todo aparecer posible
como fenómeno: el mundo de las meras cosas.
Por otra parte, si atendemos al modo de la manifestación,
inmediatamente nos vemos remitidos a un aparecer a mí del
fenómeno. Como vemos la vía que hemos seguido hasta este
momento va del mundo-fenómeno al ego. Sin embargo decir ego en
cuanto mí quiere decir ego vivido (mí) viviendo mundo
(fenómenos). Es decir, los fenómenos se maniestan como vividos
por mí, porque de otro modo no podría decir de ellos, ni podrían
manifestarse a mí como fenómenos, no podríamos proponer un
posible juicio predicativo, que dijese de ellos, por ejemplo, y menos
todavía comunicar dicho juicio con mínimo de distancia respecto a
la manifestación misma del fenómeno. En este último caso, de la
distancia fenomenológica, ya estaríamos en la proposición de un
juicio mismo en una nueva vivencia ahora presentada por mi ego
vivido, a partir de la primera vivencia, la del fenómeno vivido en la
inmediatez de su manifestación.
205
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
2.3. La manifestación de mí mismo
Detengámonos en el mismo asunto según esta otra vía: ego
vivido-viviendo mundo, que profundiza o incluso funda la relación
propuesta inicialmente en términos de ego-mundo, y que será
propiamente una situación, como veremos al nal.
La manifestación de mí mismo se da en mi más radical
inmanencia y en apercepción individual inmediata a mí y de mí.
Dicha manifestación se da singularmente 118 , y al parecer, por mí. El
modo como se maniesta este ego viviéndose es posible al interior
de la reLexión como poder de mi ego: la reLexión poder de mi
subjetividad, que hemos venido estudiando en FFC. Estaríamos
hablando entonces de mi ego viviéndose y a su vez conciente de
ello, presente a sí mismo y presente desde sí mismo. Esta reLexión,
que aparece ella misma y que maniesta mi subjetividad en la
apercepción inmediata, está ya dotada de un movimiento propio
(poder), y primero, en el complejo de mi cuerpo subjetivo –ya
explicado como experiencia interna trascendental–.
Al volver sobre la apercepción inmediata ésta se maniesta,
aparentemente, como percepción dirigida a sí: un darse cuenta de sí
viviendo, siendo, percibiéndose. Pero en su aparecer mismo dicha
118Aquí se puede ver la discusión en “Kierkegaard vivo” acerca de la traducción del
término danés que no signica sujeto o sólo individuo, sino que se acerca más a
“Singular”. Jacques Derrida, Miguel García-Baró, Karl Jaspers, Emmanuel Levinas,
Gabriel Marcel, Enzo Paci, Jean-Paul Sartre, Kierkegaard vivo. Una reconsideración, Madrid:
Ediciones Encuentro, 2005.
206
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
apercepción se maniesta como conciencia inmediata que asiste en
vivo o da originariamente la manifestación de todo aparecer, sólo
que ahora diciendo de sí, y de la apercepción misma, según la vivo
en el Lujo temporal de sí (de la conciencia). Es decir, ahora la
situación originaria de la apercepción se da en la conciencia de
vivirme en el continuo de vivencias, es decir en la “conciencia de
tiempo”, diría Husserl, o de otro modo “en el presente vivo”, diría
Henry.
En ese sentido la conciencia de Husserl, por ejemplo, en
cuanto impresión, sería inicialmente, auto-impresión luego no
seguida consecuentemente hasta sus rendimientos trascendentales
originarios en la línea material (hylé) de la apercepción; esto, si
mantenemos la crítica de Henry. Pues para este último, en Husserl
pesó más, respecto a la impresión de la conciencia 119 , la
intencionalidad referida a la cualidad del objeto de la intención,
dada noemáticamente, que las posibilidades de la impresión
originaria 120 . Sin embargo aquí, como veremos luego, la dicultad
119 Comenta Henry en E, 68., apropósito de Ideen, 339: “En ese todo, el aparecer del
color no es el hecho del color, la experiencia del sonido no es el sonido mismo, su
sonoridad, la revelación de la impresión no es obra de ésta. La materia –visual, sonora...–,
la materia impresiva pura no es más que una materia para una forma encargada de hacerla
maniesta –la forma ek-stática del "fuera de sí"– ... el poder de aparecer abandona la
impresión por la intencionalidad... la impresión no se revela en sí misma, allí donde se
impresiona a sí misma. Es arrancada de su emplazamiento original para ser lanzada sobre
el objeto; en lo sucesivo se muestra sobre él como uno de sus momentos, una de sus
cualidades, una cualidad del objeto, al n y al cabo explicable por él, visible en tanto que
participa de su objetividad –"una cualidad sensible del objeto"–“.
120Sin embargo también quedaría por volver sobre la situación hylética de la
intencionalidad y el objeto material, contando con la primera edición de Logische
207
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
no está exclusivamente en las relaciones de la conciencia, la
percepción, la impresión y el distanciamiento, o no, sobre las
sensaciones, sino que toda esta problemática ha de dirimirse a una
con el tiempo vivido en su manifestación, o conciencia del tiempo,
pues es por ahí por dónde la respuesta al “¿Cómo originario de la
manifestación?”, tan sinceramente exigida por Henry, podría ver su
posible fondo u horizonte.
2.4. La impresión
Una vez situados en el sí mismo a través de la apercepción
inmediata, este aparece constituyéndose en la impresión, afectado
en la experiencia inmediata. Es decir, el sí mismo antes que sujeto
de sí, es sí mismo vivido en su inmediatez asistiendo a su propia
manifestación en el paso (en la duración) de la apercepción
impresiva. Michel Henry ve en la centralidad de la impresión
respecto al cómo de la manifestación de sí, y del mundo, un punto
de encuentro con Husserl. Sin embargo, luego, al parecer de Henry,
se desplazará dicha centralidad, por parte de Husserl,
concediéndola a la distancia fenomenológica puesta por la
conciencia intencional, al interior de la conciencia del tiempo en las
retenciones y protenciones, donde verá Henry el ek-stasis del
tiempo en el que decae la archi-impresión.
Untersuchungen, y la lectura que propone de la investigación quinta García-Baró, donde
explica que el correlato fenomenológico del sentido ideal se denomina materia intencional
del acto, en TFV, 118.
208
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
Volvamos sobre esto último. En la distancia de la conciencia
intencional respecto a su fondo intencional se revelará la situación
del Lujo de la manifestación de la conciencia del tiempo. Esta
distancia, del Lujo temporal en su condición de antes retenido en
ahora (retención), y ahora abriendo lo que ya viene (protención),
será en Henry el punto de quiebre donde se instaura el ek-stasis de
la manifestación, que es en denitiva la del mundo y su nada. Es
decir, el componente material de la manifestación, la impresión
originaria, queda como puesto por la conciencia y exiliado en un
Lujo temporal que no la contiene. Aquí la impresión no profundiza
la manifestación en el presente vivo sino que cede al Lujo temporal
de puntos temporales en el curso de la conciencia del tiempo.
Ahora podemos ver que aquello que llamábamos sí mismo no
presenta una condición tan constituida o maniesta como parece.
Pues si nos mantenemos en la conrmación de la manifestación de
sí como sí mismo tendríamos dos requerimientos a considerar: 1˚. la
afección de sí en la apercepción inmediata como impresión de sí; y
2˚. el curso temporal de la manifestación de sí como afección. Es en
medio de estos dos requerimientos que se dirime la apuesta por la
radicalización de la afección como pathos de la vida, o no. También
estamos ante la difícil situación de considerar si el curso temporal
ek-stático de un objeto está siempre vaciado materialmente, o no.
209
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
2.5. El D ujo temporal
Para Husserl, hablando de cada fase del Lujo temporal, “la
forma constante esta siempre de nuevo llena de ”contenido”, y el
contenido no es nada que venga a encajar en la forma desde
fuera” 121 . Así, el hecho de que la forma se llene de nuevo de un
contenido no signica que en algún momento la forma del Lujo esté
vacía de contenido alguno. Aunque en una objetivación del Lujo, al
modo de la geometría 122 , dicha objetivación pueda manifestar
abismos de nada entre fase y fase temporal, como por ejemplo del
ahora respecto a la fase retenida; tal cosa no es así en la impresión.
121 Aquí los textos que venimos comentando: "La forma constante esta siempre de
nuevo llena de "contenido”, y el contenido no es nada que venga a encajar en la forma
desde fuera, sino que viene determinado por la forma de la legalidad: sólo que esta
legalidad no determina por sí sola el concreto. La forma consiste en que un ahora se
constituye por medio de una impresión y a esta se agrega una cola de retenciones y un
horizonte de protenciones" L, 114. "...el tiempo subjetivo se constituye en la conciencia
absoluta atemporal, que no es objeto" L, 112. "...tengo la conciencia de objeto sin que ella
misma sea a su vez objeto" L, 113. "...En el L ujo originario no hay ninguna duración" L,
113. VPIZ, 467: "Verbleibend ift vor allem die formale Struktur des Flud es, die Form des
Flud es. D. h. das Fließen ift nicht nur überhaupt Fließen, fondern jede Phafe ift von einer
und derfelben Form, die beftändige Form ift immer neu von »Inhalt« erfüllt, aber der
Inhalt ift eben nichts äußerlich in die Form Hineingebrachtes, fondern durch die Form der
Gefeßmäßigkeit beftimmt: nur fo, daß diefe Gefeßmäßigkeit nicht allein das Konkretum
beftimmt. Die Form befteht darin, daß ein jebt d)( konftituiert durch eine Imprei on und
daß an diefe ein Schwanz von Retentionen d) angliedert und ein Horizont der
Protentionen.".
122A propósito de esto, y del tiempo como continuo, dice García-Baró "El tiempo debe
quedar libre de toda atadura con la interpretación en términos de continuo, cuando por tal
se está entendiendo, como era evidentemente el caso en Brentano y en el joven Husserl,
tan discípulo suyo, el tipo de ser que pertenece al espacio idealizado de la geometría. Esa
interpretación espacializante e idealizadora puede muy bien ser la que abre, en el fondo,
la puerta a todo empirismo, porque permite ensayar a entender el presente de la vida de la
conciencia como un punto o límite, en el que luego puede uno pensar que cruzan sus
fuerzas, estáticamente, una interpretación y un reducido o grande acervo de contenidos
representantes de las cosas externas. No tiene, sin embargo, por qué haber nada de esto en
la conciencia". Miguel García-Baró, Vida y mundo. La práctica de la fenomenología , Valladolid:
Editorial Trob a, 1999, 274.
210
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
La forma temporal de la impresión en la inmanencia de su
manifestación es el “continuo”, si se quiere, o mejor decir
“corriente” de un conjunto: un “a la vez” de la manifestación del
tiempo como Lujo.
Situados en el tiempo subjetivo, la retención y la protención
son “contenidos materiales” que llenan la corriente del Lujo, a su
vez, de otro modo que el del sólo ahora: la protención es un venir al
ahora, no es sólo un va a venir, es gerundio de expectativa (un
viendo venir) lleno en la impresión, defraudando o cumpliendo en
la apercepción inmediata; la retención es el ahora yéndose en la
archi-impresión. En cuanto al paso, es decir, lo vivido como ya
pasando, está atado a un ahora que es impresional y afectivo. A esto
podemos llamarlo memoria afectiva que tendría una doble
condición: a) la de nuevo contenido llenando mi ahora y
“modicándolo”; b) y la de ser posibilidad de un nuevo ahora
maniesto por la evocación de lo vivido.
A la forma temporal llegó Husserl, en Las lecciones, a la par
con el estudio de los objetos temporales en los que explica la forma
originaria del Lujo, pues a estos les va su materia (hylé), en su
forma temporal. No están sujetos, en su manifestación, a una forma
temporal dada por la conciencia intencional:
El fenómeno es aquí el sonido inmanente o el movimiento sonoro
inmanente, abstracción hecha de su “signicado”. Lo cual no es,
sin embargo la conciencia última. El sonido inmanente “se
211
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
constituye”, a saber: continuamente junto con el sonido-ahora del
caso tenemos también los sonidos escorzos, y en ellos se expone
justamente el trecho de sonidos-pasados que pertenecen a este
ahora.123
Esta forma temporal no será luego llenada materialmente por
la impresión como fenómeno-sonido, por ejemplo. Más bien el
sonido 124 en su manifestación permite armar la diferencia
ontológica 125 y la temporalidad de esta –para la diferencia contemos
aquí con la formulación que analiza García-Baró como videre videor
mundum, me parece que veo el mundo–. Así, al seguir en vivo
(Conciencia) el Lujo temporal de la impresión –que sería el “lado”
videor de la diferencia– sobre el sonido, se da “a la vez” la
manifestación del sonido como sonido mismo en su forma-materia
de Lujo temporal –que sería el “lado” videre mundum de la
diferencia–. Asimismo el Lujo temporal de la archi-impresión que
será inicialmente, en palabras de Husserl: “la conciencia de objeto
123 L, 112. VPIZ, 464: "lch kann auf irgend eine Phafe diefer Erfcheinung achten:
Erfcheinung ift hier der immanente Ton oder die immanente Tonbewegung, abgefehen
von feiner »Bedeutung«. Das ift aber nicht das lete Bewußtfein. Diefer immanente Ton
»konftituiert« L eh, nämlich kontinuierlich mit dem jeweiligen Tonjßet haben wir auch die
Tonerfchab ungen, und zwar ftellt ch in diefen die Strecke der Tonvergangenheiten, die
zu diefem Jeßt gehören, dar."
124 Una vez determinada la forma del Lujo por la impresión, las protenciones y las
retenciones como forma permanente, y la mudanza del protohecho que es "la conciencia
de la mudanza de la impresión en retención, mientras continuamente vuelva a haber
impresión", dice Husserl, llega "a la pregunta por la conciencia del tiempo en que se
constituye el tiempo de la conciencia del tiempo de los fenómenos-sonido" L, 114.("Wir
kommen bei diefer Fiud ad ung alfo - wie fchon früher angedeutet - auf die Frage nach dem
Zeitbewußtfein, in dem Leh die Zeit des Zeitbewußtfeins der Tonerfcbeinungen
konftituiert." VPIZ, 467.)
125Contando aquí con la formulación de García-Baró de la diferencia ontológica en
términos de Videre video mundum (veo -parece- que veo mundo) , en su estudio preliminar a la
traducción castellana de Phénoménologie matérielle, en FM, 23.
212
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
sin que ella [la conciencia] misma sea a su vez objeto” queda
anunciada como afección de sí vivida en el Lujo temporal:
“impresión originaria” 126 , por una parte; y por otra queda la
pregunta acerca de cómo está dado eso que hace posible la reLexión
por la que puedo ir a cada punto continuo continuo, es decir, a la
corriente del Lujo de la manifestación del sonido 127 .
Esto contrasta con la crítica capital de Henry a Husserl que
será precisamente a propósito de la manifestación de la impresión a
expensas de la forma intencional del Lujo temporal, que será en
denitiva ek-stasis del mundo 128 . Esto último lo considera así
Henry porque ve en la retención y en la protención puntos vaciados
de presente, sin impresión, sin fondo material. La distancia es
126En L, 100., acerca de la impresión originaria y luego a su relación con la conciencia.
VPIZ, 451: "Die Urimprei on ift der abfolute Anfang diefer Erzeugung, der Urquell, das,
woraus alles andere ftetig Leh erzeugt. Sie felber aber wird nicht erzeugt, e entfteht
nicht als Erzeugtes, fondern durch genesis spontanea, Re ift Urzeugung. Sie etwrieft nicht
(e hat keinen Keim), e ift Urfchöpfung. Heißt es: ftetig bildet ch an das Jeßt, das ch
zum Nicht- Jeßt modiziert, ein neues Jekt an, oder es erzeugt, es entfpringt urplötlich
eine Quelle, fo nd das Bilder. Es kann nur gefagt werden: Bewußtfein ift nichts ohne
Imprei on."
127 La cuestión queda puesta por Husserl en el Apéndice VI 8 de L., 115. Asimismo creo
que permite ver el alcance de este asunto en el apartado 36 sobre "El : ujo constituyente de
tiempo como subjetividad absoluta" L, 75. Beilage VI de VPIZ, 469: "Wir haben alio ein
ftetiges Bewußtfein, von dem jeder Punkt ein ftetiges Kontinuum ift. Das ift aber wieder
eine Zeitreihe, auf die wir achten können. Alfo geht das Spiel von neuem los. Fixieren wir
irgendeinen Punkt diefer Reihe, fo fcheint dazu ein Vergangenheitsbewußtfein gehören zu
müden, das ch auf die Serie der vergangenen Reihen bezieht ufw". VPIZ §36. Der
zeitkonftituierende Fluß als abfolute Subjektivität.
128En FM, 109, Henry situará el problema del ek-stasis en la cogitatio, la vida, y la
respectiva ausencia de ésta al ser situada en el pasado –esto siguiendo la crítica que hacía
a Husserl–. Identicando así la situación de la vida, o mejor la ausencia de ésta, con la del
mundo y su nada ek-stática (al pender extraviadamente de aquí el origen de la
manifestación).
213
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
establecida por la conciencia intencional en sus síntesis pasivas, que
por muy pasivas que sean, fenomenológicamente hablando, tienen
ese componente que podríamos llamar respectivo, donde lo que esta
viniendo a presente no es todavía presente vivo, y lo que está
pasando a un punto ya vivido no es tampoco presente vivo, no se
tiene en ningún caso el ahora lleno de la impresión.
Tampoco habría modo de preguntar aquí por la manifestación
originaria (el cómo) de la impresión, porque en cualquier caso ésta,
la impresión, entraría en fuga de sí a través de la forma del Lujo
temporal, sólo quedando, dirá Henry, “la fase denominada
presente, que sólo es un límite ideal entre dos abismos de nada” 129 .
Haciendo justicia a esta última cita, luego Henry dirá que Husserl,
de esta fase intencional de presente pasa a un ahora que se
constituye por la impresión, pero matizando que dicho ahora estará,
en Husserl, desprovisto para responder al cómo originario de la
impresión, porque la impresión originaria está abocada al Lujo
temporal intencional, ya mencionado.
De este modo se prescinde de la fuerza propia del presente
vivo en la impresión como impresión originaria, que luego será
para Henry impresión de sí maniesta como carne subjetiva, y
corporeidad que da mundo en resistencia continua.
Incluso aunque “en el Lujo no puede entrar por principio
129 E, 74.
214
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
ningún fragmento que no sea no-Lujo” 130 y de ese modo podamos
decir que las distancias fenomenológicas del Lujo están más que
acortadas, sin quedar totalizadas como presente, ni por otra parte
ajenas a la impresión originaria, para Henry ese no sería el
problema capital –según esto hemos situado en un primer momento
el comienzo del nudo de la disyuntiva inicial–. El asunto que le
ocupará a Henry es de dónde viene la impresión y cómo se hace
cargo de nosotros.
2.6. La afección en tiempo
Así entonces la situación deriva en una apuesta de afección
propia, mi sentirme, que está asegurada por el ajuste de la
inmanencia y la inmediatez de la manifestación como afección
presente vivida a cada ahora, sin cabida a distancia alguna, sin
fuga, sin intencionalidad, se trataría de la vía, sin vuelta atrás, del
Aparecer del aparecer: fondo hylético trascendental al que debe
apuntar la respuesta a ese cómo de la manifestación, a ese cómo de
la impresión, al cómo originario fundador, fondo que en el caso de
Henry es además prius del tiempo.
Así lo que llamamos impresión originaria tendrá su asidero
en lo que Henry estudia como cuerpo subjetivo en Maine de Biran.
Será el cuerpo propio quien dé el horizonte primero de la impresión
130 L, 114. VPIZ, 466.
215
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
como afección de sí, se trata del sentirme, inmediato e inmanente,
donde se podrían leer dos sentidos de la manifestación
manteniendo a su vez la diferencia ontológica:
1˚. El del conjunto corporal subjetivo, corporeidad, que revela
mundo al vivirlo en continua resistencia. Esta resistencia es dada
por el cuerpo y su complejo de sensaciones, categorías (facultades),
movimiento, memoria, hábito, etc. Esto es así tanto si me reero al
propio picor sentido, como al bicho que en mí y de mí (de mi
cuerpo) se hace maniesto como bicho en la resistencia, en cuyo
caso su manifestación sería del tipo “mi mundo vivido de bicho que
me pica”, o también si se tratara de “mundo vivido del
conocimiento de los bichos que pican”, decíamos. Digamos que ésta
última es la situación más “ek-stática”, o de distancia, en la
manifestación que podemos encontrar en Henry: la que iría sobre el
“mundo trascendente” y su manifestación, donde la realidad
material-sustancial aparece en la corporeidad como resistencia
continua según el complejo corporal ya mencionado, y ya al
margen, claro, de lo noemático constituido intencionalmente.
2˚. El otro sentido consiste en el mismo complejo corporal,
pero ahora, según lo que estudiamos en el apartado anterior –del
Lujo temporal– acerca de la impresión, prescindiendo de
constitución alguna y de las síntesis pasivas de la conciencia del
tiempo en la manifestación originaria de la vida subjetiva.
Hablábamos de ello al abordar el Lujo de “impresión originaria”, y
216
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
Husserl también referirá el problema de lo originario al
“protohecho de la mudanza de la conciencia del tiempo”, ya el foco
parece que estará puesto en la radicalización de esta impresión en
su inmanencia corporal subjetiva. Radicalización hasta ver viviendo
el fondo más pasivo y único posible. Fondo al que Husserl apunta
en el Lujo constituyente, denominándolo desde el Lujo mismo como
”río”, y que aunque nos reramos a él “según lo constituido” “no es
nada 'objetivo' en el tiempo”, se trata de “la subjetividad absoluta”,
de la que dice Husserl:
Es la subjetividad absoluta y tiene propiedades absolutas de lo
que en imagen denominamos como ”Lujo”, ”río”, como algo que
brota ”ahora” en un punto de actualidad, punto que es fuente
primigenia, etc. En la vivencia de actualidad tenemos el punto
que es fuente primigenia y una continuidad de momentos de eco.
Para todo esto nos faltan los nombres131
Como mencionábamos antes, este Lujo no tendrá cabida en el
horizonte primigenio de Vida absoluta que fundará anteriormente
la manifestación de todo en la investigación de Henry. La Vida será
asimismo prius del Lujo en el que no caben momentos de no-Lujo,
incluso en el caso de que el Lujo pueda abrir a la profundización de
éste mismo Lujo en clave de subjetividad absoluta en la vivencia de
actualidad. Sin embargo el presente vivo, en Henry, referido a la
131 L, 75. VPIZ, 429: "Es ift die abfolute Subjektivität und hat die abfoluten
Eigenfchaften eines im Bilde als »Fluß« zu Bezeichnenden, in einem Aktualitätspunkt,
Urquellpunkt, »Jeb « Entfpringenden ufw. Im Aktualitätserlebnis haben wir den
Urquellpunkt und eine Kontinuität von Nachhallmomenten. Für all das fehlen uns die
Namen."
217
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
auto-afección, en contraste con el Lujo que hemos expuesto a partir
de Husserl, tienen dos puntos de encuentro a medio camino de
ambos –aunque sea casi exclusivamente en este momento de la
epojé sobre el tiempo interno–: 1˚. el presente de la afección de sí
del lado de Henry, y el ahora de la vivencia de actualidad en
Husserl; 2˚. y también en ambos casos cuentan con el ”componente”
material inmanente que es la impresión, aunque, como advertimos
con alcances distintos respecto al fondo hylético trascendental.
2.7. Los albores de la libertad
Tenemos entonces un presente, un cada ahora, que podemos
llamar lleno en la impresión originaria. Su condición de presente se
maniesta en mi subjetividad y desde mi subjetividad, aquí
estaríamos en el lado del videor respecto a la manifestación
originaria, y entrando en la parte más anterior de la diferencia
ontológica, de aquello que inicialmente llamábamos, con cierta
impropiedad, ego maniesto. Así, si mantenemos la apuesta inicial
henryniana por el poder del cuerpo subjetivo como movimiento
reLexivo, no tendríamos una distancia vacía de sí presentando al sí
mismo la subjetividad. Más bien se mantiene una “cuasi-distancia
intencional-material” que llena como afección de sí la subjetividad,
revelándola a su vez como vida nita y cuerpo subjetivo.
Esto es así si mantenemos la manifestación de la subjetividad
según el cuerpo subjetivo en afección de sí, dando en conjunto (a la
218
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
vez), en la inmediatez afectiva, las categorías (facultades).
Asimismo según el movimiento de la inmanencia reLexiva que no
alcanza a sustancializar la vida subjetiva en Vida absoluta, ni
encuentra el poder que se lo permita. De ahí que quepa hablar de
pasividad originaria abierta desde la nitud. Esta indigencia vivida
en pasividad originaria, y anunciando un fondo desde mi nitud, se
debe precisamente a la nitud de la afección de sí, vivida en mi
ahora, en mi presente vivo.
Aunque el pathos pudiera contener este mi vivir en afección
de sí, su poder vital inmanente no es ni de lejos suciente para
atreverme a extender la situación de indigencia, vivida
primigeniamente como gozo-dolor de mi vida nita (maniesta en
un fondo inicial de vivencia actual absoluta) a un fondo Absoluto
que es prius del tiempo y llamado, a consecuencia del pathos vital
nito, Vida que lo baña todo.
Esta situación de la manifestación que acabamos de señalar,
en la vía del Aparecer del aparecer, es La situación intermedia,
indicada al comienzo. Ella se maniesta como los albores de mi
libertad. Casi cabría decir que en dicha situación siempre se
maniesta mi libertad, ante el fondo originario de la
fenomenicidad, como problemática inicialmente así: “haré esto o lo
otro”, o mejor “tendré que hacer esto o lo otro” o aquello que me
presento como lo que será “esto u otro”. Allí quedo advertido, o
asisto inmediatamente, a nes en los motivos (movimientos
219
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
causales) declarados, o no, de mi vida subjetiva. Así, del lado de la
experiencia losóca en la situación intermedia se maniesta ese
sentido advenido de lo absoluto de mí, que inicialmente podemos
llamar –aunque en nuestra situación en una esfera todavía arcaica
halada por la epojé– con García-Baró,“más yo que yo mismo” 132 .
Dicho advenimiento es parcialmente dado por mí en cuanto
expectante, pero no está puesto por mí. Ya no se trataría
principalmente de mi vida gozosa-dolorosa, sin distancia
fenomenológica, sino que nos encontramos halados, en la situación
intermedia, por el sentido. El sentido establece distancia
fenomenológica sobre algo, sobre la manifestación de todo lo otro
de mí y de Lo absoluto. Pero incluso más que sólo sentido, esta
situación es de orden teleológico. Esto es: verme avocado en ese
”halarme” del Enigma, en la extrema indigencia de mi vida nita,
en distancia necesaria con el fondo teleológico. La distancia parece
ser dada por un vaciamiento de la innitud en nitud, halando mi
vida nita a sí; redimiéndome en su fondo teleológico, a expensas
de esta libertad problemática.
Todo lo otro de mí hala mi libertad: el mundo de los otros, la
aparente neutralidad del mundo, y mi propia situación de siempre
libertad problemática. Parece que el fondo de este tejido de
132 Expresión usada frecuentemente por García-Baró en sus textos y exposiciones.
También se referirá a ello como “Mas tú que tu mismo” como acción eterna de la trinidad
en el fondo increado, asimismo en su obra se puede estudiar acerca de El enigma. García-
Baró, De estética y mística, Salamanca: Sígueme, 2007, 60.
220
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
sentidos, o fondo teleológico de la manifestación, me corresponde
únicamente a mí tejerlo, incluso jugándome la vida en su bien. Esto
se debe a que ese Bien de los otros y su mundo, que es también el
mío, claro, es ante todo expectativa dada en mí, como bien de mí 133 ,
esperado por mí, esperanza mía, expectativa que no debo defraudar
porque literalmente en ella me va la vida, que es mi vida. Pues
quizá de ello, y como si fuera sólo de ello, en mi nitud, se teja ese
fondo material de bien que pueda soportar el sentido de todo lo
otro de mí. La otra posibilidad sería defraudar la expectativa de ese
más yo que yo mí mismo, absoluto de mí, y conceder al descuido, o
a ese estado de aparente indiferencia respecto a la libertad
problemática, el sentido primero del bien sobre todo lo otro de mí.
133Usamos aquí "bien de mí", y no "bien mío", para enfatizar que nos referimos a algo
que me pertenece, pero que a su vez yo no lo contengo totalmente como bien.
221
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
3. SOBRE EL LUGAR
Ya en el vientre el espacio nos resulta lleno, pegado a nosotros
sin ser nosotros. Sujeto por el mundo afectivo-carnal-alimenticio de
la madre somos ya una determinación moral de la madre, de su
mundo corpóreo y afectivo. El nacimiento es un acontecimiento
traumático en el sentido más literal, lo es a los ojos de los aparentes
espectadores –que somos todos en este mundo–, de la madre misma
que rompe su cuerpo, y del nacido, prota-gonista pasivo. No-
espectador de sí, ya arrancado, cortado, de su mundo-espacio
proveedor.
Aun así el parto-nacimiento mismo es un continuo del mundo
ya vivido en el espacio-tiempo madre-hijo, todo ello ligado, no
mezclado, donde la madre se cansa, el hijo come en el vientre, se
chupa un dedo, padece y goza del mundo vivido de la madre, y a
su vez la madre lo hace del hijo sentido.
La relación en carnes madre-hijo convoca luego en el
nacimiento la visibilidad de los otros, irrumpe en el ver en carne
distante de los otros, de esos que en su vida propia están ya
advertidos de la habitación en vientre de uno de los “como yo” –de
uno de los “sí mismo”, un “mí mismo” en ciernes–. Viene como “sí
mismo” otro que será inicialmente visto con perplejidad, extrañeza,
gozo, incertidumbre, nostalgia, etc., extremadamente dependiente
222
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
de su madre, y de mí, de los otros. Ya en el vientre está habitando el
mundo de la vida, ha sido un “invasor” o una “bendición”
concebida al mundo, no sólo al mundo materno, sino al mundo de
los que con la madre hemos de ocuparnos de él, arriesgándonos en
realidad a que suceda, y de modo radicalmente distinto, lo
irremediable: el “indefenso-demandante”, concebido-nacido, no
sólo nos ocupará afectiva-espacialmente, sino que a su vez en su
pasividad demandante, casi basada en reLejos afectivos primarios y
de subsistencia, casi inesperadamente, redime.
En este apunte de la relación tiempo-carne-espacio sobre el
nacimiento y la “relación” de vidas nitas y acontecimientos, hemos
presentado la relatividad y distinción de las tres esferas de la vida
nita y los acontecimientos. Estos últimos siempre requieren una
atención a las distancias, al espacio, al mundo vivido, y al orden
teleológico se los aconteceres mismos. Si bien aquí no haremos un
estudio detallado al respecto dejamos propuesto en este apunte su
alcance en el contexto de la inquietud. Asimismo a continuación
hagamos una breve e imprescindible delimitación que permita al
lector luego atender en retrospectiva este apunte que acabamos de
hacer sobre la multiplicidad maniesta en el nacimiento, por
ejemplo. El espacio como lugar tomando lo visto acerca del
resistente y del tiempo en la situación intermedia.
Mi vivir mundo se trata de una resistencia carnal-afectiva,
que aparece inicialmente como contrayendo todo mi mundo vivido
223
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
en el complejo de la corporeidad. Sin embargo, a su vez el mundo se
maniesta sustancialmente en la resistencia continua de estar
viviéndolo a cada instante como mundo en mi cansancio; lejano “de
mí”, en su belleza viniendo a mis ojos como conjunto de sentido,
según la “conciencia de horizonte” 134 , por ejemplo, según la cual “el
mundo siempre abarca más de lo que una perspectiva puede
atrapar de él” 135 o asimismo como absurdo dañino en el que me
quiebro un diente masticando una aceituna con hueso.
Este vivir mundo es siempre mundo vivido por mí y por
otros. Cuando hacemos abstracción de él lo llamamos espacio, hasta
ser espacialidad que abarca o comprende el conjunto de sentido
sensorial, cinestésico y afectivo, propio y de los otros. Lacoste, por
ejemplo, verá en este espacio todavía el de la geometría.
Si seguimos la corporeidad en Henry con miras a la
espacialidad, encontramos que éste nos dejará en el umbral del
resistente sustantivo –mundo–. Henry será coherente con la crítica,
sin apenas concesiones, que hace a la condición del mundo en
Heidegger, en quien el hombre aparecerá halado originariamente
por el mundo y su lógica. La preminencia de esta lógica conrma la
situación de un hombre en medio de los dominios del ser, un
hombre de quien diríamos, inicialmente, se halla anclado en una
134 Jan Patočka, El movimiento de la existencia humana , Madrid: Ediciones Encuentro,
2004. Con la abreviatura “MEH”.
135 MEH, 31.
224
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
nitud sin vida. Esta nitud sin vida se debe a que Heidegger
habría concedido al mundo la respuesta a la pregunta por la esencia
de la manifestación. Dicha respuesta se concentra principalmente en
dar razones del hombre en el mundo haciéndose al mundo. Visto
así, el mundo sería un todo en el que me hallo y del que me hago.
Esto último sería una imposibilidad, pues ya se habrá dimitido de
principio del viviente carnal de quien se revela el cómo de toda
manifestación; el mundo que aparecería sería un mundo ek-stático
originario en su nada. Henry querrá ganar ese mundo como mundo
de la vida en la nitud corpórea, como hemos visto hasta la mayor
pasividad posible según la carne: pathos afectivo en continua
resistencia de mundo.
No cederá entonces a la condición ek-stática parte de la
respuesta a la pregunta por la manifestación en su cómo originiario,
es decir, al cómo maniesta toda manifestación. La respuesta hemos
visto que requiere fundante y sin dualismos, presentaciones
segundas, o representaciones, también ha de abrir a la verdad del
hombre y del mundo de modo primigenio, y digamos que
concentrado. Henry no apunta a la manifestación y su sentido, ni al
ser o a su idea.
Lacoste en su Expérience et absolu 136 encontrará un punto de
136 Yean-Ives Lacoste, Expérience et absolu: Questions disputées sur l'humanité de l'homme ,
Paris: PUF, 1994. (Trad. Experiencia y absoluto, Salamanca: Sígueme, 2010). En adelante con
la abreviatura “EA”.
225
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
anclaje inicial precisamente en ese ek-stasis del mundo con
delimitaciones en Heidegger partiendo del “sistema cuaternario” 137 ,
anticipando fenomenológicamente hablando la crítica principal de
Henry a este último. Vemos que Henry nos sitúa en un umbral que
abre mundo, aunque digamos que más del lado de la corporeidad, y
sin cabida alguna a un ek-stasis del mundo, que ya ha dejado atrás
en el camino de la epojé hacia la Vida absoluta, a través del yo
reLexivo, la auto-afección y la carne.
Antes de lanzarse a dicho punto de anclaje, Lacoste sitúa ya
en la primera página de Experiencia y absoluto –como si fuera
declaración de intenciones– esta centralidad de cuerpo según Maine
de Biran, y que hemos visto como fundamental en las tesis más
importantes de Henry:
...no en vano, desde la reescritura del cogito llevada a cabo por
Maine de Biran sabemos que el sí mismo, la ipseidad, no cae bajo
la jurisdicción exclusiva de lo incorporal. El problema del cuerpo
consiste en que es un yo138
Será en este umbral que empieza la propuesta de Lacoste que
recoge lo ek-stático distendido en una lógica de la vida que lo es
viviendo mundo/lugar. De ahí que ulteriormente se pueda llegar a
hablar de dos fases respecto al lugar, si se lleva a cabo la epojé, que
iría de la carne al lugar, de modo análogo a como hemos hecho con el
137 EA, 28.
138 EA, 15
226
III. LA SITUACIÓN INTERMEDIA
tiempo en la situación intermedia, sólo que aquí yendo de Henry a
Lacoste a través de Maine de Biran 139 . En la segunda esfera de la
vida nita abriéndose a la tercera y, en una cuarta, del lugar a la
liturgia, teniendo en ambos la inquietud advertida según qué
esfera. Por nuestra parte ante la carne como localidad también
cabría estudiar y atender una tenencia de sí como lugar de mí y en
afección de “telos”, en hetero-auto-afecciones distendiéndose,
traídas en Misterio: vividas en cobijo en El secreto de la vida nita
nitizándose.
Pero como decíamos esto es tan sólo una delimitación
necesaria para ver la reconversión requerida en la manifestación ya
del lado del espacio-lugar-acontecimientos según la epojé indicada
para próximas investigaciones, y advertida también ahora en la
inquietud maniesta.
139 En ese sentido se puede leer: §8 La liturgia como lugar en EA, 34-37.
227
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
4. APUNTE FINAL AL CAPÍTULO TERCERO
En esta Situación que es intermedia, del singular y en el
singular, nos hallamos luego de habernos detenido de nuevo en el
lenguaje aunque ya de regreso, dotado de logos de carne viva, en un
ejercicio de suspensión y de camino a la esfera más material y
primaria de la subjetividad con el tiempo y la afección en el núcleo del
problema. Advirtiendo esta situación en una corporalidad que
siempre lo es de mi vida nita.
Vemos que el lenguaje se halla reiteradamente en desajuste
cuando se trata de una exclusiva armación en su manifestación de la
inmediatez aperceptiva, o en la sola vía de la experiencia interna
trascendental, o más aún de prominente presentación del singular, de
la subjetividad y el mundo.
Por otra parte hemos indagado en puntos hyléticos en la
conciencia del tiempo con Henry y Husserl, que de momento nos han
permitido suspender la radicalización última del tiempo o de la Vida
absoluta como posibles prius de la manifestación originaria de la vida
nita. Consideramos que esta inLexión es clave para desatar las
posibilidades de vidas nitas maniestas y manifestándose. De ahí
que en la multiplicidad de hetero-auto-afecciones de estas nuestras
vidas tengamos indicios de invocar por negatividad la inquietud
maniesta. Finalmente hemos dejado como apunte y delimitación lo
que ha de ser otra investigación, la del lugar en esta Situación
intermedia del mundo; lugar, horizonte y acontecimientos
advirtiendo la inquietud.
228
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
En este último capítulo nos acercamos desde diferentes
“focos” a la inquietud maniesta. Esto será viendo puntos de
acercamiento y distancia respecto a la inquietud maniesta, desde
ella, y en ella. Para ello iremos de El gozo-dolor en su venida al
singular con Unamuno en el “Sentimiento trágico de la vida”, a
Apechugar con el mundo con Ortega en “El hombre y la gente”, y de
ahí a El lenguaje dado por otro con Levinas, y en un último apartado
terminando nuestro trabajo con La inquietud por vía negativa según
la fuga en Filosofía, y a modo de conclusión con Inquietud y Vida.
229
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
1. EL GOZO Y EL DOLOR EN SU VENIDA AL SINGULAR
1.1. Sobre la duda y el sentimiento
En El sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los
pueblos 140 Miguel de Unamuno se ocupa y dirige al “hombre de
carne y hueso, el que nace, sufre y muere –sobre todo muere–, el
que come y bebe y juega y duerme y piensa y quiere, el hombre que
se ve y a quien se oye, el hermano, el verdadero hermano” 141 , en un
texto editado ya avanzado en su cincuentas, llevando ya varios de
su primera rectoría de Salamanca, y en plena producción
ensayística, poética y literaria. En esa obra hablará también por
momentos con el joven Søren Aabye. 142
A aquel Søren Kierkegaard en el ensayo VI invitará Miguel de
Unamuno en el corazón mismo de su STV a ese “hermano” 143 , como
le llamaba, en el sentimiento trágico de la vida, y a quién también
nombrará entre “esos que tienen el sentimiento trágico de la
vida” 144 . Unamuno tratará en danés con ese Søren de 31 años en un
140
Miguel de Unamuno, Del sentimiento trágico de la vida , Madrid: SARPE, 1988. En
adelante con la abreviatura “STV”.
141 STV, 25(I).
142
Kierkegaard vivió del 5 de mayo de 1913 a 11 de noviembre de 1855, fue hijo de un
hombre quien al parecer llevaba como culpa cristiana redentora el asistir con resignación
al entierro de la mayoría de sus siete hijos, por haber dejado embarazada a su mujer antes
de contraer matrimonio.
143 STV, 128 (VI).
144 STV, 40 (I).
230
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
Post Scriptum 145 comentando a unas Migajas losócas suyas,
publicadas y editadas por él mismo dos años antes bajo el mismo
seudónimo de Johannes Climacus.
Este comenzar “chapuzarse” de Unamuno en Kierkegaard
ocurrirá a partir de los primeros años del siglo pasado, a nales de
1901, y lo hará de lleno en lo que se reere al Post Scriptum, muy
seguramente entre 1905 y 1914, esto, 50 años después de haber
fallecido “el hermano Kierkegaard” a sus 42 años, todavía
enamorado y seguramente contrariado en su amor a Regina, esa
mujer de quien en su momento declinó casarse.
El STV se publica en 1913 pero en realidad diríamos que es
una obra trabajada ya desde nales del siglo que acababa de
terminar, al calor de la atención y los sentires en el cuidado de su
hijo Raimundín (1896-1902) “quien sufría de una meningitis que le
produjo una hidrocefalia que resultó fatal. Don Miguel sufrió cada
momento de los seis años que vivió su hijo junto a él y no le
abandonó nunca, incluso tenía su cuna instalada en su despacho
mientras trabajaba” 146 . De ahí que esta obra consista en el trabajo
sobre varios “ensayos” 147 escritos en varios momentos y no de una
obra de un único esfuerzo temporal de cara a la publicación. A mi
145Søren Kierkegaard, Post Scriptum no cientí co y de nitivo a las “migajas losó cas” ,
Salamanca: Sígueme, 2010. En adelante con la abreviatura “PS”
146 Izaskun Martinez, Biografía de Miguel de Unamuno, 2007.
(hb p://www.unav.es/gep/UnamunoPerlBiograco.html)
147 STV, 298(XI).
231
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
parecer si se le quiere quitar el alma a la obra, para solo ver su
“estructura”, pueden leerse los dos últimos párrafos de cada
ensayo, y ahí queda a la vista cómo decide ligar cada ensayo don
Miguel y lo que en resumen quiere decir.
Pero nosotros lejos de eso vemos la fuerza del STV
precisamente en la determinación y el sincerarse del autor, en su no
rendirse a sabiendas de su posible pesadez y repetición:
[Ya sé que] me pongo pesado, molesto, tal vez tedioso; pero todo
es menester. Y he de repetir una vez más que no se trata ni de
policía trascendente, ni de hacer de Dios un gran juez o guardia
civil; es decir no se trata de cielo y de inerno para apuntalar
nuestra pobre moral mundana, ni se trata de nada egoísta y
personal. No soy yo, es el linaje humano todo el que entra en
juego; es la nalidad última de nuestra cultura toda. Yo soy uno,
pero todos son yos”148
Ese escritor que advierte su posible pesadez o tedio mientras
mantiene el diálogo directo con su lector, como lo hacía
Kierkegaard mismo 149 , nos ha dejado líneas antes situados en los
límites de la duda. La duda es en el STV, a nuestro parecer, esa
bisagra que nos permite ver el límite y posibilidad en su crítica sin
cuartel a la ciencia, o mejor al cienticismo, al racionalismo, al
materialismo, incluso al vitalismo, y “a la fe estúpida del
carbonero” a la que tan unida está la “incredulidad absurda del
148 STV, 141(VI).
149 Søren Kierkegaard, Johannes Climacus, o De todo hay que dudar, Barcelona: Alba
Editorial, 2008. En adelante con la abreviatura “JC”.
232
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
intelectual” 150 , dirá líneas adelante.
Es el yo que duda, y que en realidad soy yo dudando, al
modo común del Michel Henry lector de Maine de Biran –y
también, aunque en una fase ulterior de la duda en la vida nita, la
del estudiante Johannes Climacus–. Maine de Biran como hemos
visto comenzará sus Nuevos ensayos de antropología situando en el
sentido íntimo, “interior”, de la vida propia la posibilidad de decir
en “verdad” de sí y del mundo, dirá Biran:
La fuerza, la causalidad interna, la actividad libre (así como la
existencia personal que constituye) no es sino una apercepción
primera, inmediata, un hecho de sentimiento, poner esto en
cuestión o pretender deducirlo de algún principio anterior buscar
su cómo, es preguntar por lo que se sabe y no saber lo que se
pregunta151
Hasta aquí este Biran apurando esta ya más que trabajada
última publicación. Se trata como hemos visto en capítulos
anteriores de una profundización del yo cartesiano en su fuerza
reLexiva, en la inmediatez de la apercepción, es decir, más que de
un yo conciente como desdoblado reLexivamente armando una
existencia consecuencia de mi apercepción, se trata de una no-
distancia afectiva, de un sentirme, a secas, sintiéndome vivir, o con
Henry diríamos un viviente en su pathos, carne propia auto-
impresionada.
150 STV, 136(VI).
151 NEA, 74.
233
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
La causalidad aquí es segunda en la manifestación porque la
atiendo en su dar con mi sentido interior, íntimo, con Biran. Me es
expuesta en mi estar atendiendo en inmediatez mi sentir-pensando,
fuerza reLexiva. Decimos “segunda” porque cuando hablo de ella
establezco una distancia, que si bien es hylética, no la tengo cuando
la vivo de mí en el sentimiento, en mi inmediatez afectiva, sentida.
Sin embargo a diferencia de este punto común en Biran y
Henry, Unamuno prescinde directamente de una lectura de
Descartes en este sentido primigenio de una duda dotada de fuerza
en su reLexividad inmediata, afectiva, o de “causalidad interna”. En
cualquier caso señalamos este punto porque don Miguel sí arma
de modo análogo una “duda de pasión”, más cerca de lo que se
presenta en las hetero-auto-afecciones como de salida en la
inquietud maniesta, en Unamuno no es pathos en el sentido
henryniano. Por otra parte Unamuno exige ese sentimiento trágico
propio, y la hermandad de quienes lo atienden como propio hasta el
punto de dejarnos a elección acompañarle o no en esa
“irracionalidad”, o nueva índole de racionalidad, o “meta-
racionalidad” como algunos la llaman. Nos convoca de pleno a un
vida moral en la nitud de la vida misma y su sentido, en una
suerte de máxima moral kantiana con carne –si se me permite tan
disímil y grosera comparación–:
¿Cuál es nuestra verdad cordial y antirracional? La inmortalidad
del alma humana, la de la persistencia sin término alguno de
234
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
nuestra conciencia, la de la nalidad humana del Universo. ¿Y
cuál su prueba moral? Podemos formularla así: obra de modo que
merezcas a tu propio juicio y a juicio de los demás la eternidad,
que te hagas insustituible, que no merezcas morir. O tal vez así:
obra como si hubieses de morirte mañana, pero para sobrevivir y
eternizarte. El n de la moral es dar nalidad humana, personal,
al Universo; descubrir la que tenga –si es que la tiene– y
descubrirla obrando152
Por nuestra parte estaremos con Unamuno hasta esta tercera
esfera de racionalidad en verdades que lo son en tanto hetero-auto-
afecciones maniestas e inquietadas en la multiplicidad de la vida
nita obrando –sin atender directamente en este estudio “nuestra
verdad cordial y racional”– en orden a la nalidad de sentido
último, o no, ya sea por armación, negación, o absurdo. Ello nos
llevaría irremediablemente a problemas ulteriores en la vidas moral
y de gracia, que preferimos atender con especial cuidado en otra
ocasión. Nuestra epojé apunta a “ganar”, o mejor, a “no dejar
perder o diluir” la inquietud maniesta en este particular foco
invertido que ella es en la Situación intermedia de la vida nita. Así
entonces, profundicemos a continuación los términos que hemos
propuesto con Henry, Maine de Biran y luego, de vuelta, en un
último apunte con Unamuno.
1.2. La vida H nita
Acabamos de nombrar una causalidad en bucle de
152 STV, 270(XI).
235
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
desdoblamiento afectivo hylético, atendida en mi sentido íntimo,
más del lado de mi mundo afectivo-carnal. Sin embargo a la par que
este mi sentido íntimo advertido en bucle atiende la fuerza originaria,
su poder, y su relación con la motricidad, por ejemplo, deja de estar
circunscrito exclusivamente a la apercepción inmediata y su fuerza
activa o que deviene de la pasividad de la auto-afección.
Esto ocurre porque es exigido en una fase paralela por “duda
en mi sí mismo”. Si bien se trata de una duda llena en la auto-
afección, dicha fase se me descubre abriéndose en ese bucle causal
que es el del tiempo escindiéndose en el presente más vivo y auto-
afectado posible, y en el desajuste intendido del sentir de los
acontecimientos –de lo que pasa y que siempre pasa a mí, en mí, y
ya parcialmente de mí– trayendo a la vista una situación de aparente
no-estar-hylético –a modo de negatividad de manifestación de mi
nitud–: inquietud.
El sentido íntimo se quiere aquí arrancado de sí, y se advierte
en una fase propia y nueva, la de quien escindido de sí dice de sí en
la cara más anterior y ulterior de sentido íntimo: el espíritu de nura.
Este espíritu de sí dice lejos de contraste alguno con un espíritu de
geometría, por ejemplo. Lo advierto en esta esfera de la vida nita
que solo puede decir de sí en ese “advertirme escindiéndome” a la
vista del mismo sentido íntimo en mi carne, no sólo auto-afectada
sino ahora revelando la casi innita multiplicidad de hetero-auto-
afecciones y sus tonalidades.
236
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
Fenomenológicamente se trata de la manifestación de un
aparente no-estado de sí apareciendo en la radicalización de mi
nitud vivida. Se trata de vida nitizándose en fuga del abrazo de
La Vida absoluta. Fuga en la radicalización de la nitización, la de
mi vida despertando de sí viviéndose en acontecimientos y
haciendo de su vida más vida nita, vidas nitas. El abrazo de la
Vida absoluta en su cumplimiento fundante sin suras en el gozo-
dolor no acaricia desde dentro, ni en sentido metafórico, ni
hyléticamente. A veces incluso más bien cubre o pone como una
capa que distrae o abstrae la vida nita de la innita multiplicidad
con la que se tiene que haber. Muchísimo menos dicha Vida
contiene o recoge la Situación intermedia de mi vida nita, ya en esta
“descubierta” y “misma” esfera de hetero-auto-afección en esta fase
de cuasi-no-tiempo adviniendo a cada ahora.
De este “advenir a cada ahora” digamos que no se trata de un
vértigo de vivir, o del cómo se viva mundo, tampoco nace
primigeniamente en el ek-stasis de mundo y su temporalidad –que
lo es relativamente en mis afecciones también–. Más bien se
maniesta en esta tercera esfera de la vida nita como si fuera un
nuevo tiempo, o cuasi-no-tiempo que acabamos de llamar.
Este tiempo no es ante-tiempo, ni pre o pos-tiempo. Es tiempo
de la inquietud manifestándose por vía negativa en la multiplicidad
de las hetero-auto-afecciones de la vidas nitas, tantas y tan
singulares como la mía, o la mía tan singular como las suyas, en
237
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
paralelos mutuos en lo que se reere al vivir propio, y en énfasis
propios de la propias esferas de nitud vital, de vivir mundo, de
otros, y de acontecimientos.
Ya de vuelta a Unamuno recordemos que incluso hallándose
como halado por el afán de inmortalidad o no, en Dios, y en
denitiva de fe, que también, no renuncia –por el contrario– a esa
racionalidad por él descrita en los cinco primeros ensayos. Haberlo
hecho hubiera sido dimitir para reposar los brazos en una no-
tensión, no-lucha, no-contradicción, tan propia de los pensadores
abstractos que no dejan al descubierto el sentimiento trágico en el
lenguaje mismo, diríamos con Unamuno. Sentimiento que es tan
mío como de cada quien, y nos pide siempre mejores decires, en su
aparente indigencia e incorrección losóca, un decir del
sentimiento trágico de mi vida –si acompañamos en ese
hermanamiento a Unamuno– y de mi pueblo en el que más que
consistir se viva la congoja 153 . Y en tercer término no verse allí, en
ese sentimiento, sería en Unamuno una negación que traicionaría de
raíz toda verdad posible, y más todavía esa esperanza siempre dada
en el sentimiento trágico. Sería como si le pidiésemos a Sócrates en
plena defensa que desoyera a su daimon y esperar a que lo hiciese –
daimon ahora callando cuando a ojos de los muchos lo que más
convendría era que hubiese hablado–, o pedirle al Kierkegaard de
153 Sobre la congoja se puede ver: García-Baró, Sentir y pensar la vida, Madrid: Trob a,
2012.
238
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
Las migajas de losofía, Sócrates, que luego no hiciera gala de apenas
haber despertado interés académico con su obra en las gentes de su
tiempo.
A diferencia de Unamuno, hemos visto como Biran dice de sí
mismo y del mundo en una racionalidad según el sentido íntimo, o
el mismo Michel Henry lo hará radicalizando la epojé, la
abstención, hasta la auto-afección y las donaciones primeras de
fenómenos en el gozo-dolor.
A todas estas también se puede decir con Unamuno:
Esta duda cartesiana, metódica o teórica, esta duda losóca de
estufa, no es la duda, no es el escepticismo, no es la incertidumbre
de que aquí os hablo, ¡no! Esta otra duda es una duda de pasión,
es el eterno conLicto entre la razón y el sentimiento, la ciencia y la
vida, la lógica y la biótica. Porque la ciencia destruye el concepto
de personalidad, reduciéndolo a un complejo en continuo Lujo de
momento, es decir, destruye la base misma sentimental de la vida
del espíritu, que, sin rendirse, se resuelve contra la razón154
Con todo vemos otro motivo por el cual Unamuno requiere
otro lenguaje, un “decir”, que le permita hablar de ese de otro modo
que ser –esto poniéndolo en palabras del judío Levinas– para no
resignar la “vida del espíritu”. En Unamuno es motivo no advertido
teóricamente, quizá, pero sí vivido con determinación, el que mi
vida sentida si bien está dándose en mi sentir propio está halada de
modo principal por los acontecimientos que quiebran esa
154 STV, 126(VI).
239
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
“redondez” materialista o abstracta de cualquier imposible sentir o
pensar puro.
Estos asuntos serán los que abrirán la cita principal que trae a
Johannes Climacus, ese Johannes que duda, ese Kierkegaard “no
creyente” en el seudónimo de el Post Scriptum no cientíco y
denitivo a sus Migajas losócas, en el capítulo tercero de la
Subjetividad real, subjetividad ética; el pensador subjetivo 155 .
Oigamos al hermano Kierkegaard, que nos dice:
Donde precisamente se muestra el riesgo de la abstracción,
es respecto al problema de la existencia cuya dicultad
resuelve soslayándola, jactándose luego de haberlo
explicado todo. Explica la inmortalidad en general, y lo hace
egregiamente, identicándola con la eternidad; con la
eternidad, que es esencialmente el medio del pensamiento.
Pero que cada hombre singularmente existente sea inmortal,
que es precisamente la dicultad, de esto no se preocupa la
abstracción, no le interesa; pero la dicultad de la existencia
es el interés de lo existente: al que existe le interesa
innitamente existir. El pensamiento abstracto no le sirve a
mi inmortalidad sino para matarme en cuanto individuo
singularmente existente, y así hacerme inmortal, poco más o
menos a la manera de aquel doctor de Holberg, que con su
medicina quitaba la vida al paciente, pero le quitaba también
la ebre. Cuando se considera un pensador abstracto que no
quiere poner en claro y confesar la relación que hay entre su
pensamiento abstracto y el hecho de que él sea existente, nos
155 PS, 290.
240
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
produce, por excelente y distinguido que sea, una impresión
cómica, porque corre el riesgo de dejar de ser hombre.
Mientras un hombre efectivo, compuesto de innidad y de
nitud, tiene su efectividad precisamente en mantener juntas
esas dos y se interesa innitamente en existir, un semejante
pensador abstracto es un ser doble, un ser fantástico que
vive en el puro ser de la abstracción, y a las veces la triste
gura de un profesor que deja a un lado aquella esencia
abstracta como deja el bastón. Cuando se lee la vida de un
pensador así –cuyos escritos pueden ser excelentes–, tiembla
uno ante la idea de lo que es ser hombre. Y cuando se lee en
sus escritos que el pensar y el ser son una misma cosa, se
piensa, pensando en su vida, que ese ser que es idéntico al
pensar, no es precisamente ser hombre156
Hasta aquí con un par de años más Climacus, el antes más
joven aún estudiante inmerso en la duda, de comienzo programática
como de omnibus dubitandum est 157 –de todo hay que dudar– y luego
ante ella como apuesta en la que le iba la vida. Duda de la que a
punto de zambullirse, como pez con su presa, en el convencimiento
de seguir el enunciado dirá: “ya que el enunciado fue traído un día a
mi conciencia yo me esforzaré en meditarlo con todas mis fuerzas,
haré lo que dice con toda mi pasión. Pasará lo que tenga que
pasar…” 158 . Es el joven lleno de arrojo losóco que a los ojos de los
156 STV, 128(VI). Hemos copiado la traducción de Unamuno que se puede cotejar con la
reciente traducción castellana en PS, 300.
157 JC, 67.
158 JC, 90.
241
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
muchos “evitaba todo contacto continuado con la gente” 159 , y que a
decir de quienes le conocían un poco más íntimamente “se
encontraba melancólico o estaba enamorado” 160 , pero que en
denitiva era uno dispuesto a quitar las capas que fueran necesarias
siendo consecuente con su pasión losóca siguiendo la duda hasta
llegar a querer “herir la losofía” 161 desde sí misma.
Decíamos antes de la larga cita, y ahora de nuevo con ella en
mente, que había otro motivo sentido que mantenía la contención
de Unamuno en la vida respecto a la racionalidad, o al pensador
abstracto. Se trataba de un quiebre en la vida misma, del mismo
mundo en otra esfera de la nitud que vivimos en la seriedad de la
vida, no sólo biológicamente vivido, que también, sino además
como este acontece al Unamuno al cuidado de su Raimundo, por
ejemplo. Quiebres asimismo advertidos no siempre en
acontecimientos tan a la vista, en esas cosas que se dan tantas veces
como inesperadas, o semi-anticipadas, por ejemplo, no tan a la vista
de todos, pero que a sus vez en un primer aturdimiento nos pueden
situar en el desconcierto o en anticipación afectiva de futuro
inminente en la incertidumbre. En nuestro caso estamos hablando
de una “conrmación, re-paso, en carnes” de verdad inquieta en
una vida nita. Dicho “re-paso” expone la cara de la inquietud
159 JC, 31.
160 Ídem.
161 JC, 109.
242
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
manifestando en contracción afectiva, en expectación, en
resoluciones, e incluso en reacciones casi tan aparentemente
primarias como, por ejemplo, la de quien empuja con su cuerpo en
un tren a reventar, haciéndose un espacio, menos todavía un lugar
como explica Lacoste, al sentir que le falta el aire.
Acontecimientos que resitúan el sí mismo y conrman en el
sentimiento –trágico en Unamuno– de la vida nita. Lo de “trágico”
aquí, traído de Unamuno, es un énfasis originario de la donación de
su afección advertida en la nitización de la vida nita obrando.
Ese sentimiento trágico está al “alcance” de cualquier vida porque ya
al leerlo de otro, por ejemplo, lo advierto según una tonalidad
análoga y propia; y casi sin proponerlo temáticamente lo veo y
materialmente puedo decir de él. De ahí ese sentido de ser
“hermano” en Unamuno lo es entre lo empático y lo solidario, sin
ser principalmente empático, ni todavía solidario.
En cuestión del método de lo que venimos armando digamos
que Kierkegaard escribió migajas de losofía a partir de Filosofía
–Sócrates–, Unamuno trajo a su STV unas líneas de unos
comentarios a unas migajas, las de Kierkegaard, y aquí lo que
intentamos es casi un atisbo de empatía en una hermandad de
indigencia, que maniesta por vía negativa la inquietud, pues es la
condición de su manifestación. La inquietud no tiene un poder
propio originario, ni una afección de sí exclusiva y delimitada, sino
que sólo se advierte en su atravesar tonalidades de hetero-auto-
243
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
afecciones de mi vida nita, de las vidas nitas, en acontecimientos
como las de un Sócrates en la defensa, y un Unamuno en su
sentimiento trágico. O casi sin acontecimientos a la vista o
parcialmente advertidos en la tensión contenida, mejor que pasiva,
de vivir; se trata de la vida, la de cualquiera de nosotros que
sencillamente vivimos, y nos vemos traídos o abiertos en una
Situación intermedia ahora en una tercera esfera de la vida nita.
Sigamos con Unamuno en ese VI ensayo:
No es, en rigor, que la razón nos lleve al escepticismo absoluto,
¡no! La razón no me lleva ni puede llevarme a dudar de que
exista; adonde la razón me lleva es al escepticismo vital; mejor
aún, a la negación vital; no ya a dudar, sino a negar que mi
conciencia sobreviva a mi muerte. El escepticismo vital viene del
choque entre la razón y el deseo. Y de este choque, de este abrazo
entre la desesperación y el escepticismo, nace la santa, la dulce, la
salvadora incertidumbre, nuestro supremo consuelo162
Ya no es la duda, ni la pasión en la duda, es la incertidumbre,
donde la congoja nos asalta y el mundo que nos parecía tan natural
tan familiar nos resulta revelador de la Vida, está sí Vida nita,
absoluta en tanto nitizada, sintiéndonos inmersos no solo en el
dolor afectivo en re-paso no auto-afectado, aquí la dicha retrata su
fugacidad y el amor se maniesta como el resistente que dota al
dolor de esperanza. Se trata de una esperanza que advierte eternidad
en el fugaz alcance de un suspiro del instante-eterno de mi acción.
162 STV, 136(VI).
244
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
Como si nosotros fuéramos una especie de Anti-Climacus que atisba
por vez primera a un Kierkegaard en las Obras del amor 163.
Eso último es ya es por nuestra parte sugerir mucho más de lo
que nuestra acotada investigación promete. Digamos que nuestro
aprovechamiento aquí en los bordes de la vida nita en esta tercera
esfera ha de ser la inquietud que “arañamos” por espíritu de nura en
vía negativa a través del tiempo, las afecciones y los acontecimientos,
sin mermar en ello su materialidad. Los bordes de Unamuno en la
vida nita para pasar a un nuevo decir los deja así puestos:
He traído aquí al lector que ha tenido la paciencia de leerme al
través de una serie de dolorosas reLexiones, y procurando
siempre dar a la razón su parte y dar también su parte al
sentimiento. No he querido callar lo que callan otros; he querido
poner al desnudo, no ya mi alma, sino el alma humana, sea ella lo
que fuere y esté o no destinada a desaparecer. Y hemos llegado al
fondo del abismo, al irreconciliable conLicto entre la razón y el
sentimiento vital. Y llegado aquí os he dicho que hay que aceptar
el conLicto como tal y vivir de él164
Claramente los términos que usa Unamuno no se reeren a
los de una losofía abstracta, pero tampoco a una en los términos
en que nos hemos referido al cuerpo, al alma, a la carne, al mundo,
y a los sentimientos en los capítulos anteriores. Unamuno ha
empezado, casi nacido, de lleno en la que por momentos se advierte
como escisión, o en perspectiva como desfase entre el sentimiento y
163 Søren Kierkegaard, Las obras del amor, Salamanca: Sígueme, 2006.
164 STV, 142(VI).
245
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
la razón; esto al interior mismo de su alma, que si forzamos su decir
sería nuestra carne llamada por la desnudez, y en nuestra epojé de
desanudar es carne viva. Esta última, en todas las esferas de
manifestación de vida nita y de corporalidad, con la que
comenzábamos y ahora cerramos este apartado dedicado a
Unamuno, la del “hombre de carne y hueso, el que nace, sufre y
muere –sobre todo muere–, el que come y bebe y juega y duerme y
piensa y quiere, el hombre que se ve y a quien se oye, el hermano, el
verdadero hermano” 165 , y que en esta tercera esfera sería yo, este
singular despertando, que inquieto vive –sobre todo vive–, y vive con
todo de todo y no a costa de todo.
Vive hasta extremos impensados como los de verse haciendo
lo que puede, o cree mejor, en la nitización de su vida nita
maniesta a la par y a cada instante con un mundo suyo, que
también mundo atopadizo, apechugando con todo. Como veremos
con Ortega a continuación.
165 STV, 25(I).
246
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
2. APECHUGAR CON EL MUNDO
2. 1. Sobre El hombre y la gente
Para el ejercicio losóco es una fortuna poder contar con la
obra de Ortega y Gasset a través de su variedad de escritos,
artículos para periódicos, cursillos y conferencias. Esta variedad en
nada mermó su rigor losóco, sino que contrariamente da fe de
sus apuestas losócas más decisivas, sustento de su pensamiento y
su vida. Su obra es el a ese darse en perspectiva del mundo, es un
ejercicio de trabajo y pensamiento vital, no vitalista, dado en sus
circunstancias.
El hombre y la gente ha sido publicada como la primera obra
póstuma de Ortega, siendo esta una publicación querida por él
mismo, pues la muerte le alcanzó trabajando en ella. Desde 1934 en
una conferencia en Valladolid, ya titulada El hombre y la gente, se
detuvo a explicar lo referente a los “usos”, que serán parte
importante de lo que él consideraría su doctrina sociológica. Luego
en 1935 se referirá a estos trabajos en una nota del estudio Historia
como sistema. A dicha referencia le seguirán más conferencias,
cursos y cursillos sobre asuntos concernientes. Es pertinente señalar
así la relevancia de las lecciones y cursos dados en Buenos Aires y
después de la guerra, en Madrid, en el Instituto de Humanidades
creado en 1948 por él y por su discípulo Julián Marías. Según este
247
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
marco los compiladores de la obra de Ortega, presentando El
hombre y la gente, dicen que él “...t enía preparada la edición del
presente volumen, con vistas a su versión y edición simultánea en
Alemania, Holanda y Estados Unidos. En líneas generales el autor
ha conservado el texto que preparó para el curso profesado en 1949-
1950 en el Instituto de Humanidades, incluyendo nuevos
desarrollos en algunas cuestiones” 166 .
Como ya anticipábamos parcialmente, las lecciones sobre El
hombre y la gente son presentadas, según dice Ortega, contando con
el “estado deplorable de la teoría sociológica” 167 , y en el contexto de
la insuciencia ante la que nos encontramos para orientarnos en
asuntos que atañen a lo social y a las cosas de las que más se habla
desde hace cuarenta años: ”la política, el Estado, el derecho, la
colectividad y su relación con el individuo, la nación, la revolución,
la guerra, la justicia, etc.” 168 . Ahora, a nuestro parecer, la
particularidad de estos trabajos consiste en la radicalidad y
novedosa manera como Ortega anticipa lo social según su losofía,
con una maniesta intención de ir a las bases del asunto mismo. En
realidad aquí Ortega losofa explicando en directo las bases de la
sociedad según las condiciones de la fenomenología. Así,
166 José Ortega y Gasset, El hombre y la gente, en Obras completas, volumen VII, Madrid:
Alianza Editorial y Revista de Occidente, 1983.
167 José Ortega y Gasset, El hombre y la gente, Madrid: Revista de Occidente en Alianza
Editorial, 2006. En adelante citado con la abreviatura “HG”.
168 HG, 12.
248
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
continuando con la nota anterior, dice que esa insuciencia
doctrinal de la sociología para orientarnos en aquellos asuntos de
los que más se habla hace cuarenta años ”estriba en que los
sociólogos mismos no han analizado sucientemente en serio,
radicalmente, esto es, yendo a la raíz, los fenómenos sociales
elementales” 169 , de ahí la importancia de poner primero en claro qué
es sociedad, dirá.
En medio de ese trabajo Ortega dejará ver algunas de sus
apuestas fenomenológicas que nos permiten armar el carácter
precursor de la razón vital de Ortega, esto lo abordaremos en el
numeral dos: La situación fenomenológica de la razón vital. A partir de
dichas apuestas consideraremos su aproximación y anticipación a
una posible fenomenología de la vida.
En segundo lugar, estableceremos algunas distinciones y
acercamientos a Michel Henry, quien claramente fue posterior a
Ortega, y quien radicalizó el ejercicio fenomenológico como auto-
afección hasta, y desde, la vida misma. Veremos entonces que el
carácter precursor de la razón vital de Ortega se da en el contexto
de una posible fenomenología de la vida; esto será en el apartado
tres sobre El carácter precursor de Ortega.
169 Ídem.
249
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
2.2. La situación fenomenológica de la razón vital
En El hombre y la gente, reconocemos a un Ortega que va con
un lenguaje claro y pedagógico estudiando asuntos capitales de la
fenomenología 170 . Estos le van permitiendo extender su sentido en
la comprensión de lo social según el Otro, la vida inter-individual,
el Yo, la Gente, el uso y el decir. Es en este sentido que propongo
ahora una revisión losóca que nos permita valorar algunas de las
propuestas fenomenológicas de Ortega en aquellas lecciones.
Digamos inicialmente que Ortega es precursor de losofías
que resituarán el problema de la verdad y de la vida. Así, resulta de
particular interés entender, ante la disyuntiva entre idealismo y
realismo, tan señalada por el mismo Ortega en su tiempo, las
revisiones que él hace desde la fenomenología, de la relación
cogito(pensamiento)-mundo, y ego(yo)-mundo de la vida. Asimismo
señalará en sus propios términos dicha relación como mi vida-mundo
de la vida, en correlación inmediata y sin tregua. En ese sentido
Ortega se sitúa ante antiguos problemas losócos que para él
terminaban en un dogmatismo según los universales (idealismo) o
en una relativización denitiva de lo que conocemos y de la
subjetividad (realismo), o también, en último término, en una
renuncia a mi vida a razón del ser que se establece como mundo.
170 Para estudios de fenomenología sobre Ortega, entre tantos que hay merece la pena
contar con la publicación Ortega y la fenomenología: actas de la I Semana Española de
fenomenología; y del mismo Ortega ¿Qué es losofía?, también con el ya citado Sentir y
pensar la vida de García-Baró.
250
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
En ese marco El hombre y la gente paulatinamente propone una
relación que se da en mi vida, la vida que vivo yo (de la que estoy
más que advertido una vez ensimismado, por ejemplo), en
perspectiva, según las circunstancias, es decir, según el mundo y mi
entorno, mi rededor, mi mundo vivido. De ahí que diga Ortega:
No, la vida no es existir sólo mi mente, mis ideas: es todo lo
contrario. Desde Descartes el hombre occidental se había quedado
sin mundo. Pero vivir signica tener que ser fuera de mí, en
absoluto fuera que es la circunstancia o mundo: es tener, quiera o
no, que enfrentarme y chocar constante, incesantemente con
cuanto integra ese mundo: minerales, plantas, animales, los otros
hombres. No hay remedio. Tengo que apechugar con todo eso171
Así en la relación mi vida-circunstancias se explica la razón
vital, que dice de sí como razón histórica. Es decir, mi vida en
ningún sentido está determinada en su origen, ni hecha, contiene mi
esfuerzo permanente de habérmelas con todo, yo me voy haciendo
en perspectiva, en mis circunstancias, en las resistencias del mundo
y en su horizonte –fondo, com-presente, según lo llama Ortega–.
De ahí que mi razón propiamente sea razón de vida, de mi
vida que apechuga con el mundo y que me permite explicar por qué
y cómo se da lo social, por ejemplo. Así, el ámbito de la gente sólo
puede ser visto en perspectiva según la vida dándose en su razón
vital. Volvamos sobre esto precisando algunos trazos de Ortega que
nos permiten situar la razón vital, según venimos diciendo, en tres
171 HG, 54.
251
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
consideraciones: mi vida, el mundo vivido, y el paso del otro al tú y
a la sociedad.
2.3. Mi vida
Para llegar a armar mi vida como ese lado de acá de mí
mismo, en mi relación con el mundo, el itinerario de Ortega ha
partido de la revisión de un punto común al idealismo. Se trata del
problema del yo en cuanto manifestación como sí mismo, es decir,
del cómo armo yo mi condición de ser sí mismo.
Sin entrar a juego en este problema con distinciones sobre el
alma, el cuerpo, el espíritu y demás asuntos tratados como
subjetividad en el idealismo, nuestro autor va directo sobre el
ahora, sobre mi ahora que es mi vida, donde armo mi soledad
radical. Dicha soledad radical en la que me he convertido, me es
particularmente evidente en mi situación de “en-sí-mismado”, es
decir en “El poder que el hombre tiene de retirarse virtual y
provisionalmente del mundo, y meterse dentro de sí, o dicho con un
estupendo vocablo que sólo existe en nuestro idioma: que el hombre
puede ensimismarse.” 172
Esto no quiere decir que quepa una suerte de aislamiento
respecto a todo, o que en algún sentido mi vida deje de vivir
mundo, al contrario ese ensimismamiento patentiza, me muestra,
ese apechugar con el mundo que citábamos al principio: poner el
172 HG, 26.
252
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
pecho a todo en circunstancia. Dirá Ortega sobre esta soledad y el
mundo:
La soledad radical de la vida humana, el ser del hombre, no
consiste pues en que no haya realmente más que él. Todo lo
contrario: hay nada menos que el universo con todo su contenido.
Hay, pues, innitas cosas, pero -¡ahí está!- en medio de ellas el
Hombre, en su realidad radical, está solo -solo con ellas, y, como
entre esas cosas están los otros seres humanos, está solo con ellos173
Según esto, siempre vivo en cuanto mí mismo y a la vez
nunca fuera del mundo –no soy un yo sino un viviente–. No hay
entonces un fuera donde pueda escapar de sí mismo, de mi vida,
pues vivo mundo y este es mi mundo de la vida.
2.4. El mundo vivido
Este consiste en las circunstancias de cada quien, es decir el
mundo siempre es mundo vivido por mí. Así Ortega considera que
inicialmente cada viviente actúa, juzga y estima el mundo según le
sirve. Señala así la condición de servicialidad que este mundo tiene
respecto a mí, este mundo aparece a mí como ser para, “para algo a
mí”. De esto en el capítulo VII dice Ortega: “A este ser para de las
cosas llamábamos servicialidad que las hacía consistir en pura
referencia a mí y a los demás...” 174 .
173 HG, 55.
174 HG, 148.
253
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Sin embargo en este mundo también vivimos como
extranjeros y el mundo no es un mero ser para. Aunque me parezcan
patentes los servicios que el mundo me presta, dirá Ortega que
“este demonio de mundo que es el universo no me es patente sino
presunto, y por ello, preconjetural...” continúa diciendo: “por eso el
Hombre, gústele o no, quiéralo o no, es constitutivamente y sin
remedio descifrador de enigmas...” 175 .
En estas referencias vemos como se presenta la condición del
mundo según su servicialidad, la manifestación del mundo se da a
mi favor para servirme de él, y a su vez se me presenta como
enigmático, presunto, preconjetural. En ambos sentidos se mantiene
esa condición que hemos indicado de choque permanente con el
mundo, más propiamente de distancia fenomenológica entre mi
vida y mi mundo (circunstancias).
Aquí respecto al método, en la relación vida-mundo, Ortega
conrma la exigencia que signica no vivir en actitud natural
(haciendo que se hace algo). Se arma así la situación problemática
de un posible despertar a lo originario. Del mundo ajeno, llamado
natural, se pasa a la consideración de éste como mundo posible y
dado, sobre todo, desde mi chocar subjetivo con él, ya sea en su
servicialidad o en su extrañeza. Es en ese punto donde armamos
“este demonio de mundo...”, y precisamente es aquí donde
175 Ídem.
254
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
debemos enfatizar que sólo puedo decir de “este mundo” porque es
mi mundo, mundo que me sirve porque mis condiciones hacen
posible que me sirva, y mundo que me es extraño o ajeno porque es
la situación en la que me hallo para decir de él: chocando con él,
desde mi mismo, como algo extraño o ajeno.
Quedamos situados como descifradores de enigmas respecto
al mundo, “querámoslo o no”, dirá Ortega. Los enigmas por
descifrar aquí son acerca del mundo, pero no son enigmas del
mundo intentando descifrarse por sí mismos, se trata de mi mismo
descifrando enigmas dados por mi vida que choca con el mundo y
que según mi mundo vivido trata de descifrar “el mundo que es el
universo...presunto”. Según esto somos “constitutivamente y sin
remedio descifradores de enigmas”.
2.5. Del otro al tú y a la sociedad
Decimos del mundo como circunstancia, donde ocurren las
cosas y donde digo de ellas. El mundo, las cosas, están aquí, allí,
allá, etc. Me las arreglo con él, y en su resistencia a mí, en
perspectiva. Es decir, mi vida de mundo siempre la vivo en el
mundo como perspectiva. Ahora bien, esta perspectiva no sólo me
la da la distancia espacial o los ángulos que veo o que me son
ocultos respecto a las cosas, sino más aun anteriormente en lo que
Ortega llama, dando un giro decisivo en El hombre y la gente,
255
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
“aparición del 'otro'” 176 . Aquí es donde se introduce el asunto que
animaba estas lecciones sobre la sociedad. De esta
“aparición”(manifestación) del otro se va acometiendo una
inversión de los términos originarios de la manifestación de todo
conocimiento a partir de mi vida (como punto de partida). Será de
mi vida en cuanto razón vital que voy abriendo el conocimiento del
mundo en mi chocar con él.
El avance de esta inversión analítica que venimos haciendo va
de la relación mundo-vida a vida-mundo y de ahí a mi vida-mundo
vivido. Esta última relación consiste en la manifestación originaria
de mi vida en circunstancia, en mí aquí y en mi soledad radical;
también consiste a su vez en la manifestación (“aparición”) del otro,
de quien me apercibo inicialmente en extrañeza.
Ese otro tendrá luego un carácter análogo al de la sociedad en
cuanto otros, es decir, cuando veo a otro en perspectiva y en un allí
que considero podría ser el mío, también me encuentro cierto en
que ese no podrá ser mi allí, porque cada perspectiva es distinta y
cambiante. De ese modo me hallo ante otro que no es mi vida, ante
un no-yo, un no-mi vida, que luego es también social. Esta
perspectiva sobre el otro es todavía precaria en la práctica extrañeza
que ahora signica para mí ese otro, y es atendida cuando una vez
ensimismados decimos de sí en nuestra soledad radical. De ahí que
176 HG, 79.
256
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
la soledad consiste 177 en este en contexto, donde mi vida viene del
otro y de la sociedad, según la distancia fenomenológica respecto a
mi mundo vivido, en cuanto ahora de mis circunstancias. Aquí mi
vida en retiro de sí se ve a sí en su desnudez respecto al mundo, la
sociedad y los otros.
Habrá una distinción importante entre ese otro que puede ser
un transeúnte o alguien a quien saludaré por primera vez, y el TÚ
como próximo, con quien tengo intimidad. En el primero, en cuanto
otro, se establecen las consideraciones acerca de la sociedad, y los
usos; y en el segundo, en cuanto intimidad, TÚ y mi vida se dibujan
como un nosotros. En el capítulo V ya en el contexto de la vida
inter-individual reriéndose a los otros y a la sociedad Ortega
arma que “En la soledad el hombre es su verdad (y que) en la
sociedad tiende a ser su mera convencionalidad o falsicación” 178 .
Seguidamente, según una consideración que hace de la losofía,
dirá acerca del otro y la desnudez:
La losofía es retirada, anábasis, arreglo de cuentas de uno consigo
mismo, en la pavorosa desnudez de sí mismo ante sí mismo.
Delante de otro no estamos, no podemos estar integralmente
desnudos: si el otro nos mira, con su mirada, ya, más o menos,
177 El vocablo “consistir” lo utilizamos según la acepción en desuso que señala la RAE:
“Se decía de lo que está y se cría encerrado en otra cosa”. De modo análogo en nuestro
texto querrá decir que la soledad consiste (“est á y se cría encerrada...”) en un contexto
(“en otra cosa”). Esa otra cosa o contexto, como hemos señalado, es la extrañeza inicial
que signica el otro, extrañeza particularmente atendida una vez ensimismado en mi
soledad radical.
178 HG, 105.
257
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
nos cubre ante nuestros propios ojos179
Esto no contiene una negación o marginación respecto al
mundo y los otros, sino que precisamente maniesta esa relación de
mi vida con los otros, más aun al ser “retirada de mí” (que siempre
es retirada respecto “de” o “en” mundo) es arreglo, apechugar
cuentas consigo. En denitiva, veo mi vida en su desnudez, en mis
circunstancias y en la perspectiva que es siempre el mundo de la vida.
Por otra parte Ortega no opone la sociedad a la vida, lo social
vs. mi vida, más bien ve que lo social contrasta con la vida inter-
individual, esto es, porque no sólo vivimos como TÚ y yo, o como
individuos, o como nosotros ajenos a lo demás de mi vida en
circunstancias, sino que siempre se dan los usos, donde Ortega dará
el giro denitivo en El hombre y la gente en lo que atañe a lo social.
Esto lo abordará especialmente a partir del saludo. Luego también
en un paralelo entre el habla y el decir donde hace algunas
consideraciones sobre la lingüística, hasta llegar a una armación
de la etimología como razón histórica, es decir, la etimología como
razón que dice de mi vida. Así dice Ortega: “Es el permanente
choque del individuo, la persona que quiere decir lo nuevo que en
su intimidad ha surgido y los otros no ven, y la lengua ya hecha –el
choque fecundo del decir con el habla” 180 ; continúa diciendo en el
mismo contexto que “la lengua materna socializa lo más íntimo de
179 HG, 106.
180 HG, 251.
258
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
nuestro ser y merced a ello todo individuo pertenece, en el sentido
más fuerte del término, a una sociedad” 181 .
2.6. El carácter precursor de Ortega
Hasta aquí nos hemos abstenido de referirnos a otros autores,
tratando de centrar la atención en las apuestas fenomenológicas que
subyacen en Ortega, según la razón vital en El hombre y la gente.
Atrevamos ahora la segunda valoración proponiendo de la razón
vital de Ortega, contrastada con algunas líneas ya estudiadas de la
fenomenología de la vida en Michel Henry.
La tensión losóca de Ortega ha considerado explícitamente
no dejar inclinar la balanza de la manifestación (“aparecer”) de lo
que conocemos y vivimos ni del lado de mi vida ni del lado del
mundo. Claramente la tesis central de Ortega, ya vista en el ensayo
El tema de nuestro tiempo 182 , por ejemplo, arma que dicho tema es
pensar anudadamente la vida y el mundo de la vida, aquélla en su
subjetividad y fragilidad, este en su riqueza insondable; pero ambos
en relación.
La relación mi vida-circunstancias de Ortega radica en la
posibilidad de la razón vital, que es mi vida arreglándoselas con
todo lo que hemos llamado mundo, y en ello van las circunstancias,
181 HG, 252.
182 José Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo, Madrid: Revista de Occidente en
Alianza Editorial, 1981.
259
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
el aquí y el ahora de mi vida.
Ortega ha anticipado parcialmente varios datos
fenomenológicos y otros prácticamente los situó según la
manifestación del mundo, de la subjetividad, y fundamentalmente
según las posibilidades de la razón vital. Estos datos
fenomenológicos han sido abordados después de Ortega, no a partir
de él, en una fenomenología de la vida, como la de Henry. En ese
sentido contrastemos, contando con Henry, tres datos
fenomenológicos presentes en El hombre y la gente: la afección
inmanente, la condición de resistente, y el viviente.
2.7. La afección inmanente
La afección es presentada por Henry, en sentido primigenio,
reiteradamente como auto-afección. En el caso de Ortega está
anticipada como “este mi dolor”, por ejemplo, también al abordar
algunos asuntos del lenguaje y considerando la situación del decir
que, según se vio, no se suscribe sólo al habla, o a las palabras, sino
también a los gestos que dicen de sí y de los otros, pues “El hombre
nos aparece sobre todo en su gesticulación” 183 , dirá Ortega. Se trata
de vida que dice de mí en mi vivir mundo, en circunstancias. Aquí
la vida es la razón vital dotándose de una condición que le permite
ver de sí en ese apechugar con todo, en la acción (que es inter-
acción), en la desnudez respecto a otros, en la intimidad con el tú, y
183 HG, 121.
260
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
en el nosotros; también en el habérmelas con las propias creencias,
los usos, el decir, el habla y la sociedad. En el caso de la sociedad
mi vida se las ve además, en cuanto razón vital, con las difíciles
concreciones donde trato de identicar su acción de lo social, o
poder, sobre mí. Entre esta afección inmanente –mi vida, mi razón
vital dotándose– y el resistente, que indicaré como segundo dato, se
puede situar esto que dice Ortega:
Porque el mundo propio, el de mi vida en su realidad radical
-aunque me resiste, me estorba, me niega en muchos de sus
puntos y contenidos- es, al n y al cabo, mío; y lo es porque me es
patente, tanto por lo menos como mi vida y yo mismo. En este
sentido me pertenece, me es íntimo y mi relación con él es cálida,
como acontece con lo doméstico. A la vez me comprime y me
abriga... Mi mundo es atopadizo, incluso lo que de él me es
doloroso184
Cabe anotar que Ortega mantiene inequívocamente la
distancia fenomenológica entre vida y mundo, y a su vez sitúa el
mundo como propio y en perspectiva, trayéndolo hasta la afección
por la que puede decir que el mundo le comprime, abriga y le es
doloroso. Para referirse a “mi mundo” utiliza el regionalismo
asturiano “atopadizo” que, según la RAE, se dice de un lugar
cómodo, agradable, donde se está a gusto. Vemos entonces que mi
relación con el mundo no es aquí una sensación supuesta o
presentada en distancia respecto a mi vivir mundo, sino que
precisamente se da en un ámbito primordial: el de mi vida en su
184 HG, 147.
261
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
inmediatez e inmanencia apechugando con el mundo. Es decir, este
mundo que me resiste me es en la afección tan mío como mi vida
misma, sin que ello signique una disolución del mundo en mi
vida, en cada viviente.
Volviendo sobre la nota anterior, dice Ortega que este mundo
nos es íntimo, y nuestra relación con él es cálida, lo cual, como bien
sabemos, no equivale a una relación cómoda, más bien se acerca a
aquello que es íntimamente familiar, “como acontece con lo
doméstico”. Reiteramos esto para conrmar que la afección en cuanto
afección sobre el mundo, es afección primigenia dada por mi vida en
mi sentir carnal-afectivo de mundo, maniesta en mi cuerpo (carne),
en mi mundo vivido. Maticemos que en el caso de Ortega sería
inexplicable dicha afección si no es dada en mis circunstancias, en el
habérmelas con todo, aunque quepa luego un volver sobre lo
acontecido como ensimismado o vivido en mi soledad radical, en
cuyos casos también estaría dada mi afección, advertida en mi razón
vital, en perspectiva, aunque de otro modo, claro.
Una vez en el análisis fenomenológico es necesario señalar
que estas afecciones antes que cualidades de mi vivir mundo,
consisten como bases, o dicho metafóricamente, entrañas en mi
razón vital respecto a la resistencia maniesta en mis
circunstancias. De ese modo la razón vital se da en la resistencia del
mundo en mi propia vida en cuanto afección inmanente y radical.
262
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
2.8. La condición de resistente
En el caso de Michel Henry se trata de un resistente continuo
dado por mi carne –ya identicada por Ortega como cuerpo– desde
mí, según estudiábamos. En Henry soy yo, el viviente, en cuanto
conjunto de mi vida subjetiva como corporalidad quien doy mundo
en la manifestación de una resistencia continua que a su vez, en ella
misma, maniesta la sustancia, mundo –según estudiábamos en
nuestros anteriores capítulos–. Recordemos que la resistencia en
Michel Henry es un dato fenomenológico que aparece a cada
instante dado por la corporalidad. Es aquello en lo que se me
maniesta el mundo como sustancia. El mundo será el término
resistente y se presenta en todo el despliegue de mi complejo
corporal de sensaciones, categorías, movimiento, memoria y
afecciones. Se trata menos del mundo que me resiste, y más de la
resistencia manifestada en mi vivir mundo. Es importante señalar
que la novedad Henryniana, con Maine de Biran, al respecto está en
que la armación del mundo no parte del mundo como algo
presentado por mi mente, o por la consideración del mundo-objeto
como fuera de mí, sino que el mundo se constituye como “el
mundo” en mi mundo vivido a cada instante, una y otra vez, es
decir en continuo, de ahí que Henry hable del continuo resistente.
Por otra parte en Ortega es reiterativo el acento en el carácter
de resistencia que tiene el mundo. Ya antes de los desarrollos de
Henry en FFC, Ortega cuenta con ese dato fenomenológico. Sitúa la
263
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
resistencia en lo que llamaríamos un término intermedio de la
manifestación: el apechugar de mi vida con todo (mundo). Aunque
no desarrolló la resistencia como término de resistente que da
mundo, al modo de Henry, sí la ejemplica una y otra vez con
distinciones por las que armo mi vida, por ejemplo, respecto a los
animales, las plantas, la reacción que espero del otro o el otro de mí,
y últimamente desde la misma vida interindividual y la sociedad.
Por el resistente en Ortega veo que mi vida da razón de
mundo porque choco, me limita y al tiempo maniesta las
posibilidades o no de mi libertad. Mi relación con los otros son
presentadas en Ortega especialmente con miras al TÚ íntimo como
lucha, a diferencia de los usos sociales que son por ejemplo una
mediación, ”barrera de contención”, que favorece un primer
acercamiento conado aun sin determinar, donde el paso al TÚ está
más que en sus albores, como cuando se es presentado a alguien, o
cuando saludo por primera vez.
2.9. El viviente
La palabra misma, viviente, fue introducida por Ortega al
castellano a través de las traducciones alemanas y francesas, y de
sus propios trabajos. Cabe señalar también, en otro sentido, la
introducción del uso losóco del término aparecer, usado
evidentemente en El hombre y la gente. El uso de ambos términos se
mantiene por ejemplo en varias traducciones de textos
264
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
fenomenológicos del alemán al castellano, asimismo en algunas
traducciones del francés al castellano, como en el caso de varias de
las obras de Michel Henry.
El viviente más que un dato fenomenológico es propiamente,
en Michel Henry, quien da toda posibilidad de la manifestación
desde sí, y en cuanto viviente abre el espectáculo de mundo que
hace posible la misma manifestación del resistente de modo
continuo, por el cual se maniesta mundo, mi mundo vivido. En el
caso de Ortega el viviente no tiene la radicalización que tendrá en
Henry respecto al Sí mismo (con mayúscula), ni devenido de la
Vida absoluta. Sin embargo el viviente, en el caso de Ortega, este
que soy yo viviendo ahora en mis circunstancias con mundo dado
en perspectiva, mundo que viene a mi y choca, y al que voy y me
resiste, tiene en la razón vital el carácter propio de una
fenomenología de la vida, porque no cede en ningún sentido a una
disolución de mi vida en el mundo objetualizado y su nada, diría
Henry.
De esto último entendemos “por mundo objetualizado” una
de las críticas de Henry a Heidegger y luego al método de las
llamadas ciencias duras. Estas últimas parten del mundo como
objeto, pretendiendo con ello corroborar la objetividad contenida en
dicho mundo. Lo problemático estará en considerar que la
objetividad, así concebida, es la clave de interpretación de todo
ámbito de conocimiento posible. Según esta crítica de Henry, el
265
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
objeto no debe a sí su manifestación. De ese modo estaríamos ante
la imposibilidad de sostener el conocimiento cierto del mundo en
ese fuera de sí del mundo mismo, o ek-stasis.
En ese sentido el mundo es deudor de su manifestación y
desde sí no puede dar verdad alguna, sería una especie de nada, de
ahí que nos reramos a ello como la nada del mundo; aquí no se
entiende la nada en sentido dialéctico respecto al ser. Se trata de la
no presencia de fenómenos maniestos, debido a la imposibilidad
del mundo de darlos desde sí y por sí mismo. Sobre el ek-stasis del
mundo nosotros hemos hecho una abstención parcial en lo referido
al tiempo y las hetero-auto-afecciones que lo son a su vez de, y en
acontecimientos, por ejemplo, de cara a un fondo hylético
trascendental de la vida nita.
Por otra parte Ortega no tiende a una sustancialización de la
vida, mi vida, en una radicalización de la vida de Sí como Vida
absoluta, o como aquella que da toda posible manifestación de
mundo sin casi distancia fenomenológica, como en algunos casos,
muy de paso todavía, se le objeta al mismo Michel Henry. Es decir,
el viviente en Ortega ofrece la situación intermedia de segundo
orden, quien está en todas las posibilidades de verse en gozo de sí o
de dolor de sí, apechugando con todo, sin cabida a marginación
alguna de mi mundo de la vida.
De ese modo, en un primer sentido, queda abierto un
horizonte que permitiría atrever una fenomenología del dolor –
266
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
luego parcialmente planteada por Henry a la par con el gozo como
auto-afección en el pathos de la vida–. Se podría considerar,
contando con Ortega, una fenomenología del dolor que diga de
este, en mi vida, desde mi razón vital en inmanencia y nitud. Así
enuncia Ortega su anticipación al respecto:
Yo no puedo ahora detenerme en una rigorosa fenomenología del
dolor –que, entre paréntesis, nadie ha intentado– pero ella
mostraría cómo nuestros dolores, que son una de las cosas que se
encuentran en el mundo de cada cual o subjetivo, tienen una
dimensión positiva en virtud de la cual sentimos por ellos algo así
como afecto –al mismo tiempo que nos están exasperando–, esa
como difusa pero cálida actitud que sentimos hacia todo lo
auténticamente nuestro185
En un segundo sentido, desde Ortega se muestran algunas
descripciones fenomenológicas más advenidas desde el mundo de
la vida en sentido más fuerte y sin renuncia a la razón vital, como
en el caso ya visto de la sociedad.
Finalmente en este Ortega, precursor de la razón vital, más del
lado del mundo mi habérmelas con él y en él invita a mantenernos
en la necesaria vigilia, y tensión losóca, la del despierto asido en
hetero-auto-afecciones por una verdades que no descansan en la
totalización o en la simplicación, sino quizá en sentidos in-
advertidos en ese apechugar permanente con todo aquello dado a mi
vida y, desde ella, en perspectiva y circunstancias.
De ahí que a continuación estudiemos ya en otro sentido, y de
185 HG, 147.
267
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
otro modo, una “miga” que ciertamente puede escapar a un análisis
exclusivo de las circunstancias según la vida en ellas. Será la trama
del mundo de los otros, cada otro mismo, que me es maniesto en su
“otredad”(concreta) más inasible, que profundiza no sólo el
“desajuste” –patente en las hetero-auto-afecciones de mi vida nita en
inquietud maniesta– de mi carne viva y mi mundo-circunstancias, en
dicha venida del Otro. A a su vez atraviesa circunstancias,
prácticamente a costa de hacer de mis circunstancias una deuda
continua, y contención de sí diciéndome –forzando el lenguaje de
Ortega–: “he apechugado con toda mi fuerza vital expectante, sin
embargo he debido haber atendido antes no solo la multiplicidad de
mis afecciones sino a su vez ese decir de Otro siempre
insucientemente visto, y con el que una vez más he quedado a la
zaga en lo dicho”. Advirtiendo esto último en otra fase de la
inquietud, esta sigue atravesando los apartados de este capítulo.
Ahora lo haremos desde ese lenguaje que viene de los otros y es un
anverso fenomenológico del logos de mi carne viva, del capítulo
segundo.
268
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
3. EL LENGUAJE DADO POR EL OTRO
3.1. Aproximación
El aporte de la obra de Emmanuel Levinas a la losofía en su
método es una invitación a la paciencia y a la escucha, en denitiva,
a una práctica de ese otro modo que ser de la losofía misma.
Señalemos algunos puntos que nos permitan situar el asunto del
que nos ocuparemos: El lenguaje dado por el otro.
De entrada hay que decir que Levinas es un judío en el que
difícilmente tendría sentido delimitar hasta dónde es judío-teólogo
y hasta dónde lósofo. Digamos simplemente que Levinas contó
con una importante formación judía desde su infancia,
especialmente en lo que se reere al ejercicio talmúdico, también
señalemos su cercanía a la literatura rusa –Tolstoi, Pushkin,
Dostoievski, entre otros– que tanto incidieron en varias de sus
descripciones de la subjetividad; y en tercer lugar digamos que tuvo
acceso de primera mano a la fenomenología a través de las lecciones
de un Husserl prejubilado, estudiando la intersubjetividad en las
lecciones 1928-29. Levinas también estudió por aquellos años las
Investigaciones lógicas 186 , y asistió a las clases de un joven Heidegger
que, en relevo de su maestro, exponía sus vías fenomenológicas
críticas respecto a Husserl, en clave de ser y de nueva ontología.
186 Edmund Husserl, Logische Untersuchungen, Tübingen: M.Nimeyer, 1913.
269
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Heidegger proponía llevar la metafísica de Grecia a un nuevo punto
de partida desde el ente y el sentido del ser, asuntos tratados en
Sein und Zeit 187 . Obra de la que claramente Levinas años después se
distanciará, aunque no si antes abordar críticamente algunas de las
tesis que él consideraba principales, como en el asunto de la
muerte, el tiempo y del es gib, por ejemplo, presente en la ruptura
de Levinas respecto a Heidegger y referido, en el caso del es gib, al
Il y a (hay), que veremos luego.
Levinas también participará luego, en su paso por la Sorbona,
de las largas veladas sabatinas con Gabriel Marcel, y sus estudios
sobre el otro. Por otra parte señalemos la valoración de la tradición
losóca judía, en la que cabe resaltar sus estudios sobre
Maimónides, Cohen, Bergson, y Franz Rosenzweig, principalmente
de La estrella de la redención 188 . De esta obra, a propósito, cabe
recordar que fue escrita por Rosenzweig a través de cartas enviadas
a su casa paterna, durante su servicio a los alemanes en la cruz roja,
en la primera guerra mundial; señalemos que esta situación es
análoga a la de Levinas, que en medio de su cautiverio durante la
segunda guerra mundial, mientras servía como traductor del ruso y
del alemán, y en su condición de judío militar francés, escribió De
187 Martin Heidegger, Sein und Zeit, Tübingen: M.Nimeyer, 1926.
188 Franz Rosenzweig, Der Mensch und sein Werk. Gesammelte Schriften. Part II. Der Stern
der Erlösung, Kluwer Academic Publishers B.V., 1976. (Trad. La estrella de la redención,
Salamanca: Sígueme, 1997).
270
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
l´existence à la existant 189 y los últimamente publicados y traducidos
al castellano Carnets de captivité et autres inédits 190 .
En el ejercicio losóco de Levinas hay que señalar un punto
importante de quiebre que se presenta cuando le conrman en 1933
que Heidegger, a quien Levinas profesaba una profunda admiración
losóca, respalda el nacionalsocialismo y la llegada de Hitler al
poder, tanto con sus aparentes omisiones respecto al antisemitismo,
como con su propia losofía y su rectoría en Friburgo. Por aquel
tiempo Levinas publicará De la evasión 191 , un texto que será clave
para comprender sus futuros trabajos. Entremos ahora en nuestro
asunto a modo de distinciones fenomenológicas a partir de Totalité
192
et inni , obra central y muy posterior a De la evasión.
3.2. Del Hay al Deseo
Levinas radicalizará sus estudios de la subjetividad en clave
de exterioridad, inicialmente como evasión del ser y luego como
innitización del otro. Para ver esto un poco mejor señalemos el
asunto de la distancia fenomenológica en la relación inicial
189 Emmanuel Levinas, De l´existence à la existant, Paris: Ed. de la Revue Fontaine, 1947.
190Emmanuel Levinas, Oeuvres complFtes 1, Carnets de captivité et autres inédits , Paris:
Éditions Grasset/IMEC, 2009.
191Emmanuel Levinas, “De l’évasion“, Recherches Philosophiques, (V 1935-36), pp.373-
392. (Trad. De la evasión, Madrid: Arena libros, 2011). En adelante con la abreviatura
“DE”.
192 Emmanuel Levinas, Totalité et In ni. Essai sur l'extériorité, La Haya: Nijhod . (Trad.
Totalidad e in nito. Ensayo sobre la exterioridad, trad. 2ª ed, Miguel García-Baró, Sígueme,
Salamanca, 2013). En adelante con la abreviatura “TI”.
271
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
yo(mismo)-entes(mundo), y de modo más primigenio en la relación
mismo-otro. En la primera relación de entes, “yo-ente”, Levinas
mostrará como toda relación con los útiles, y cosas de disfrute, son
gozo de sí, de egoitas (egoismo), aquí consiste mi vivir el mundo
como mundo de sí: libertad.
Paralelo a esto se puede ver una crítica al “yo puedo”, donde
el mismo asiste con horror a la anterioridad del hay. El mundo y su
violencia se extiende como faro en el poder del yo y en el,
aparentemente menos inofensivo de los casos, sentido del ser. En la
violencia del mundo y su situación de hay no cabe siquiera el
desamparo, o la nada o el ser como oposición, sino más bien el
Neutro, la terrible neutralidad de hay. Aquí el yo ha quedado
dotado de poder según la violencia del mundo. En este punto ya
nos vemos advertidos con Levinas en la necesidad de la evasión del
ser en cuanto hay. Así por ejemplo, respecto a los entes y al Neutro
de la idea dice que ”los entes remiten al Neutro de la idea, del ser,
del concepto” .
El mundo, en ese sentido de hay anterior a todo, está cerrado a
la revelación del otro. Asimismo será de ese otro de quien penda, en
Levinas, a cada instante todo posible sentido de mundo y de acción
propia sobre este último. Lo primigenio de la manifestación es
entonces el rostro del otro y su decir continuo, esto es, ética primera
en el ahora del otro haciéndome su rehén, siempre desdiciendo lo
dicho en su decir de indigencia. Ahora, si se omite esto último sólo
272
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
se solaparía la tarea del conocimiento en una aparente exclusión
relativa de los otros, intentando así una marginación imposible del
otro y su decir, de la vía principal que me da acceso a todo con
sentido y con posible verdad de mundo. Es por eso que cualquier
posibilidad ontológica ya está sujeta primigeniamente a la exigencia
ética, maniesta e irrenunciable, del rostro del otro.
Por otra parte, del lado de Mismo, vemos como se va abriendo
paso al ámbito del Deseo que no es deseo de sí, sino Deseo a otro.
Dirá Levinas:
En él [en el Deseo], el ser se vuelve bondad; en el apogeo de su
ser, esponjado de felicidad, en el egoísmo poniéndose como ego,
miradlo batir propio récord: preocupado por otro ser193
En este punto, creación, no se trata de Mismo que se dirige a
todo lo otro de mí, sino que se trata de mí como halado por otro que
ser exterior a mí mismo, absoluto a mí, aunque ego todavía en gozo
ateo, no cabe aquí ni por asomo la totalización del ser en conceptos,
por ejemplo, en historia que contenga los hechos que estudia (lo
dicho). Ya se está en la vía del otro que viene a sí, sólo que de
momento sin advertir tal cosa. Asimismo se trata aún de “yo dotado
de vida personal” 194 , existiendo “en sentido eminente” 195 en el
apogeo del ser por el gozar (felicidad) y por el desear (verdad).
193 TI, 63.
194 TI, 62.
195 TI, 63.
273
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Se trata del envés del gozo Henryniano en la segunda esfera
de la vida nita. Todavía no me hallo escindido de cara al
“cobijo” 196 originario de la pasividad, de mi pasividad, que consiste
anteriormente a una posible situación de alternancia entre
actividad-pasividad. Estamos hablando de Mismo anterior a sí, que
no es ser y menos aun totalidad en clave de yo, ni idea de sí
pensándose, ni cogito pre-reLexivo al modo cartesiano. Se trata de
ese estado siempre atendido en la inmediatez de la exterioridad
más tremenda, la más exterior posible, innita: la que viene del otro
a mí.
Acabamos de declarar una abstención de cierta gravedad
fenomenológica. Nos hemos referido a lo originario de la pasividad
en “cobijo”, en el uso de Reinach. Mantenemos esta palabra porque
que en parte, a nuestro parecer, indica todavía un decir de Logos en
carne viva, más del lado de lo que venimos exponiendo acerca de la
inquietud maniesta en las hetero-auto-afecciones, y que sería ya
una cuarta esfera de la manifestación de cara a gracias y Misterio
–tan sólo en mención este trabajo–. Según nuestra intuición
fundamental señalar que por “cobijo” decimos como atención
efectiva de las gracias deviniendo de y en los acontecimientos y en la
nitización, según la anterioridad o mayor ultimidad
fenomenológica respecto al fondo hylético trascendental, esto más del
196 Adolf Reinach, Anotaciones sobre losofía de la religión , Madrid: Ediciones Encuentro,
2007.
274
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
lado del Misterio en la acción. Entendiendo Misterio según la
presentación que de este hizo Juan Martín Velasco:
Por nuestra parte preferimos denominar «Misterio» a esa
realidad ulteriormente –no en sentido cronológico–
congurada como potencia, dioses, lo divino, el dios único,
Yavé, Alá, etc. Con este término designamos el conjunto de
elementos comunes a la mayor parte de las representaciones
de la divinidad que conguran una realidad manifestada al
hombre como escondida, revelada como inefable, a la que
representa con los símbolos, invoca con los nombres y
describe con los conceptos propios de cada tradición
religiosa y teológica197
3.3. El rostro del otro
Así entonces la revelación –distinta del término
desvelamiento– será el otro en su rostro, es la concreción exterior a
mí más verdadera que cualquier verdad posible, porque no se
tratará de los demás, o de un hay como el del ser, o de la gente como
diría Ortega, o de “minna”(皆, todo el mundo, todos nosotros) según el
frecuente uso de los japoneses –que a nuestro parecer recubre y
supedita a este “minna” una fase de la solidaridad y del sentido de
grupo, aunque contenga (de con-tensión) una suerte de cuidado del
“nuestro” respecto al resto–. Se trata propiamente de la viuda, del
huérfano, del extranjero, en denitiva del rostro, del visage no del
197 Juan Martin Velasco, El hombre y la religión, Madrid: Editorial Agastia, 2002.
275
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
vissé. Señalemos que el otro en Levinas en ningún sentido se reere
a un alter ego, o a otro como yo, sino que el otro siempre es más
que yo; no es una relación de yo-tú, o de iguales, sino de excedencia
radical del otro. Según esto dice Levinas respecto al lenguaje:
El lenguaje, como presencia del rostro, no invita a la complicidad
con el ser preferido, al «yo-tú» que se basta a sí mismo y que se
olvida del universo; en su franqueza se niega a la clandestinidad
del amor en la que pierde su franqueza y su sentido y se trasmuta
en risa o arrullo. risa o arrullo. El tercero me mira en los ojos del
otro: el lenguaje es justicia198
Aquí el tercero sería en realidad todo tercero que me mira en
el otro, y me advierte con su presencia que mi respuesta
responsable al decir del otro ha de ser justa, tan justa como ha de
ser con todo tercero una vez es otro es su manifestación como
rostro. Cabe mencionar que en algunos apartes de Totalidad e
innito, todavía la justicia está establecida en clave de relativa
igualdad, y en ello se maniesta la tensión de mi “respuesta” que
desdice lo dicho, mirando a su vez, como de reojo, al tercero que
mira al otro, y en éste mi posible desdecir justo. Esto último, casi
contrasta con textos posteriores donde la primacía que sujeta todo
es la del otro en acusativo sobre el mismo, sin concesión alguna, y
donde ese “mirar de reojo” al tercero está más que disminuido. Así
entonces, se da toda posibilidad de lenguaje y justicia desde y
según la exigencia ética siempre acometida por el otro.
198 TI, 238.
276
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
En este sentido Levinas llevará a más la exigencia del otro en
su revelación. El lenguaje del otro es decir que nunca termina de
decirlo todo en mi escucha de este rostro. Habrán también varias
consideraciones y matices de el decir expuesto por Levinas,
mencionemos por ejemplo el de ese decir que me viene como
mandato anterior del otro a modo de ¡No me mates!, o el decir del
rostro que siempre se me presenta como una exigencia ética venida
como lenguaje del rostro que me habla.
Ahora, en lo que nos ocupa, hemos de señalar que el lenguaje
no sólo no alcanza a aprehender y salvar la distancia de Otro sino
que además todo posible lenguaje puede ser tal porque
primigeniamente es justicia en esa distancia, en la exigencia de Otro
a mí. Ya en la manifestación del rostro del otro el lenguaje es
excedencia “contenida” a una con la situación primera de Otro. En
el lenguaje que dice exigencia de rostro a mí veo la invocación
inexcusable por la que soy su rehén. De ahí que toda concreción
segunda del lenguaje o de cualquier ontología posible ya está más
que anunciada en esa innitización de la distancia en la excedencia
del otro, por la que paradójicamente parece que me acerco más a
Otro. Esto se deberá a ese otro modo que ser que es siempre innitud
revelando nitud. A su vez en cuanto más respondo responsable con
la exigencia del otro me hallo más distante y rehén de ese otro.
277
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
3.4. Ante el lenguaje del ser y la totalidad
Ahora tenemos una condición de el mismo, o más bien de un
me–no un ”yo”, un me en acusativo exigido por Otro– siempre
requerido en pasividad originaria. Al tiempo dicha pasividad es tal
en la voz del rostro del otro que siempre me habla. No no se trata
de una cara, o sólo de gestos, sino de este otro que me dice y revela
en su revelación. En su distancia anterior a mí este rostro siempre
habla, su voz manda sin mandar, este me es su rehén. De ese rostro
que es revelación, no desvelamiento, dirá Levinas:
El rostro es una presencia viva, es expresión. La vida de la
expresión consiste en ir deshaciendo la forma que el ente, al
exponerse como como tema, por ello mismo se disimula. El rostro
habla. La manifestación del otro ya es discurso199
Aquí, como quizá ya se puede ver, nos vamos topando con
varias dicultades de lenguaje, sin embargo cabe indicar que esta
dicultad expresiva en el lenguaje hablado y escrito se da porque
precisamente Levinas ha sacudido las bases mismas del
pensamiento que subyace en nuestras palabras. Esto se debe a que
quizá nuestro decir del otro y del mundo–al que el primero da
sentido– no ha sido desdecir lo ya dicho en clave de ser. De ahí que
“hablar supone una posibilidad de romper y empezar” 200 .
Vemos como Levinas apuesta por una ruptura con el ser de la
199 TI, 66.
200 TI, 92.
278
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
metafísica y de la ontología, según otro modo que ser. Aquella
ruptura se entiende en el contexto de una apuesta que haga posible
la ontología en sentido propio, es decir, de una ontología que en
realidad se deberá a la ética como losofía primera 201 . Así Levinas,
respondiendo a las objeciones de Derrida a Totalidad e innito, sobre
una advertida contradicción allí al utilizar el lenguaje del ser para
desdecir de él, sin prescindir de él, publicará ese Autrement qu'être,
202
ou au-delà de l'essence prescindiendo del ”es”, mostrando más
denitivamente esa venida del otro que nunca (es) ser, ni respecto a
ser, tampoco nada alguna. Tal nada sólo ”sería” por negación
respecto a la totalidad y el ser, inmersa en el lenguaje del ser que se
extiende en el hay de la violencia al mundo.
3.5. El cara a cara original del lenguaje
“El sentido es el rostro del otro, y todo recurso a la palabra se
sitúa ya en el interior del cara a cara original del lenguaje” 203 . La
posibilidad de la ontología requiere una separación que permita
decir de los entes. La otra cara sería continuar con la armación de
una totalidad contenida en el hay, dejada al Neutro de las ideas por
ejemplo, cerrando así todo posible horizonte de trabajo ontológico.
201 Sobre la ética como losofía primera, a partir de Levinas, se puede revisar la tesis
doctoral publicada: Juan Haidar, La santidad inútil. La relación entre la ontología y la ética en
el pensamiento de Emmanuel Levinas, Córdoba:Educc, 2008.
202 Emmanuel Levinas, Autrement qu'être, ou au-delà de l'essence, La Haya: Nijhod , 1974.
203 TI, 230.
279
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Como venimos anticipando, la separación fundamental se reere a
la separación Mismo-Otro.
Respecto a Mismo cabe entender que se trata de la continua
armación de mí mismo como ego, ego, ego... sin vuelta reLexiva
alguna sino como una especie de condición que se llena de mundo
pero no como necesidad material de mundo sino como gozo de sí,
es un un llenarse de ”mundo” (gozo de la vida), no por necesidad
sino por una armación de felicidad propia y de dar de la propia
libertad, como trabajo, transformación de las cosas, etc. Luego
desde el otro, acerca del Mismo, dirá Levinas:
La signicación o la inteligibilidad no tiene que ver con la
identidad de Mismo que permanece en sí, sino en el rostro del
Otro, que llama en ella a Mismo204
Por otra parte se comprende lo que en Levinas sería algo así
como Mismizar 205 (hipóstasis), la armación de sí a cada presente
desde el primer ahora. Según eso el tiempo es mío, y el espacio está
por ser alcanzado, y lo gano por la transformación del mundo en la
distancia. En este contexto es que se entiende lo que ya
mencionamos como Deseo. Asimismo es una excedencia de sí a
otro, y no una ida al otro por necesidad. Así, continuando más
adelante con la cita anterior dirá Levinas:
204 TI, 103.
205Acerca del sentido de este vocablo para explicar a Levinas, y sobre estudios en torno
a su obra, es más que recomendable revisar el último numeral de: García-Baró, La
compasión y la catástrofe. Ensayos de pensamiento judío , Salamanca: Sígueme, 2007.
280
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
La signicación no surge porque Mismo tiene necesidades,
porque le falta algo y todo lo que es susceptible de llenar esa
carencia toma por ello sentido. La signicación está en el plus de
absoluto de Otro respecto de Mismo que lo desea: que desea lo
que no le falta206
Inicialmente mencionábamos mundo, cosas, pero a su vez
vemos que se da la manifestación de Otro, también distante, que no
se debe a mi poder, ni a mi acción, ni a mi gozo de sí ateo.
Precisamente ese ateísmo me ha permitido armar una condición de
felicidad, de separación y distancia de los entes, del mundo, para
poder decir de él, y vivirlo como gozo. En ese sentido, insisto, la vía
que de yo (Mismo) va a Otro, no es por ausencia de Otro, sino por
excedencia de sí, quizá tenga algo de ansia halada por la revelación
del rostro. Luego ese paso en la venida de Otro a Mismo será en su
retorno hospitalidad.
Sin embargo esta aparente ida hacia el otro, de mi yo ateo
(mismo) a otro, en realidad se trata de la venida de Otro a mí, de
Otro que viene a mí sin ser llamado por mí, manifestándose como
rostro, y que a su vez no consiste, ni viene, propiamente con la
gura tradicional de luz sino más propiamente como voz, pues el
rostro del otro siempre me habla, decíamos.
Tenemos entonces la distancia ontológica dada por la
manifestación del otro, y por la mismidad en su inmanencia, gozo
206 TI, 103.
281
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
de sí que ya se ve anticipado y anunciado como pasividad
originaria siempre abierta en innitud. Este carácter de innitud
que ahora traemos es precisamente la “situación” abierto en la
manifestación del rostro del otro, porque la distancia fenoménica
entre Mismo y Otro no lo es entre iguales, sino que lo es en
excedencia en dos sentidos.
El primer sentido se propone en ese tirar de sí, ya
mencionado, una vez en la armación egoísta y atea de sí y del
mundo que transformo, por ejemplo. Aquí ya se anuncia mi
separación en la hipóstasis (Mismizar) sin diluirse en el fruto de la
obra, cuando esta última, una vez realizada tiende al anonimato y a
la totalización.
El segundo sentido de esa distancia entre Mismo y Otro
anuncia el carácter de excedencia Otro y maniesta la innitud en
dicha distancia ontológica. Esto no sólo se da en la excedencia de sí
que también es el otro de sí mismo, sino más aún en su condición
de decir como exigencia de responsabilidad a mí.
No se trata ahora de uno como yo, o de otro entre otros, sino de
Otro que es más que yo: el rostro Otro y que últimamente será Ello.
Esto se debe precisamente a que su decir como rostro me excede
cada vez más en cuanto más se arma mi responsabilidad exigida
en su rostro como Bien. Esto signica que ”mi acercarme a Otro”,
por ejemplo, es ya una venida de él (de Ello) a mí como
282
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
requerimiento. Es una distancia insalvable que paradójicamente
entre más trato de salvar más claramente asisto a su innitización
maniesta en el tiempo del otro.
Será aquí donde esa innitización tendrá su condición más
extrema y de contraste con todo lo que hemos llamado
anteriormente como Neutro, ser, hay, concepto, en denitiva
Totalidad. Esta tremenda distinción entre Totalidad e Innito a favor
de las posibilidades de la ontología, se da en la innitización de
Otro traída en la inmediatez de su manifestación en su rostro.
A su vez en esta innitización, siempre a más, se presenta la
clave que nos permite armar el lenguaje dado por Otro. El rostro es
exigencia concreta de Otros –el huérfano, la viuda, el extranjero, el
desposeído, quien está al límite de desesperar...– y se nos presenta
como una exigencia de algo de otro modo que ser que no soy yo
mismo (sí mismo), sino otro más que sí mismo, y que exige de mí
responsabilidad más que exponencial haciéndome su rehén.
Esa exigencia en su modo más arcaico, como mencionamos,
me dice: ¡No me mates!, es el mandato del ¡No matarás!, y en ello
van algunas de las primeras posibilidades de armación de Bien,
pues Otro en denitiva en esa innitización cada vez a más llama y
exige Bien en la distancia que a cada momento maniesta el no mal
exigido por Otro. Ahora, no se trata del bien acometido por el “yo
puedo” sobre el otro, pues aquí el bien todavía se pretende
283
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
identicado con el ser, o segundo respecto a éste. Distinto a esto
Bien precede ya en su de otro modo que ser originario de Otro al Ser. El
Bien habla como rostro vivo innitizado y requiriendo
responsabilidad concreta en mi respuesta. A su vez en el extremo
inicial que viene de Otro como rostro el Bien es exigencia primera
del no mal.
Finalmente, en este contexto el lenguaje siempre es dado por
Otro en su condición más primigenia como rostro, y tiene su
despliegue primero en cuanto decir en una posible vía de dos
direcciones: una sería según el lado de Mismo como extrañando un
decir en el deseo de bien, atreviendo luego, quizás, un decir que
desdice lo dicho, y que dirá también de mundo y del otro según
Ello. Aquí el rostro y su discurso es revelador e innito
requerimiento de Bien. En este decir “hablar supone una
posibilidad de romper y comenzar” 207 , decíamos.
La otra dirección está referida desde lo originario, esto es,
desde el Bien exigido del otro, y maniesto en la exigencia del
rostro que me habla, rompiendo a cada instante mi posible
totalización en lo dicho, en el concepto, o en la primacía de la
palabra respecto al lenguaje como rostro. De ahí que toda la esencia
del lenguaje es “este auxilio que siempre se da a la palabra que
207 TI, 92.
284
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
pone las cosas” 208 . En último término se trataría del lenguaje dado
por el otro como rostro que se maniesta como “constituyendo”, en
ese decir primero del otro, la losofía primera.
Habrá una segunda vía respecto al ser ya abierto y quebrado
de su objetivación conceptual. Ésta vía parte del de otro modo que ser
en la primacía del Bien. Por esta vía se advierte el ser en su
manifestación, y posible decir, sólo y a través de la apertura y la
innitud de la revelación del rostro. Así, “este quedar desprendido
de toda objetividad signica para el ser positivamente su
presentación en el rostro, su expresión, su lenguaje” 209 .
En esta última parte nuestra investigación parece moverse en
nuevas aguas, y eso se debe a la radical inversión fenomenológica
que acomete Levinas, a nuestro parecer en vía de acercamiento al
punto de inLexión de la inquietud en el tiempo entre una tercera y
cuarta esfera de la vida nita. Aun así fenomenológicamente
hablando está distante según el origen mismo de la epojé de
Levinas, pues epojé va como en un camino de vuelta de Der Stern
der Erlösung de Rosenzweig.
Contando con esto nos hemos detenido en ello porque nos
deja señalada la Situación intermedia de otro modo en el lenguaje y
la manifestación del singular en otra índole de la pasividad, y de un
208 TI, 103.
209 TI, 72.
285
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
logos redimensionado por la nitización de sí según manifestación
de Otro, y que en su excedencia permite advertir, ya en nuestra vida
nita – esto en los términos de nuestro trabajo–, en mis hetero-auto-
afecciones las consecuencias y exigencias en carnes de dicha
manifestación, revelando ahora la inquietud inmersa en otra fase de
vida nita halada en medio de hetero-auto-afecciones por otro
requiriendo acción efectiva.
De ahí que nosotros mantengamos y volvamos ahora a
nuestros causes distanciándonos de la vía de Levinas, por asunto de
método y de la investigación acotada, pero no sin antes traer una
penúltima cita en el siguiente apartado que nos sitúa mucho antes
de las de Totalidad e innito, y más cerca de la situación de la nitud
en los bordes últimos de esa segunda esfera de la vida nita en la
Situación intermedia, y en los comienzos de la tercera.
286
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
4. INQUIETUD
4.1. Filosofía
La evasión cuestiona precisamente esta pretendida paz consigo,
puesto que aspira a romper el encadenamiento del yo consigo
mismo. Ella huye del ser mismo, del “sí mismo”, y no de su
limitación. En la evasión el yo se fuga no en cuanto opuesto a lo
innito de lo que no es y de lo que no llegará a ser. Sus
preocupaciones van más allá de la distinción de lo nito y de lo
innito, nociones que por lo demás no podrían aplicarse al hecho
mismo de ser, sino únicamente a sus poderes y propiedades. Sólo
tiene sus miras puestas en la brutalidad de su existencia que no
plantea la cuestión de lo innito210
Nuestra apuesta decidida viene siendo por la mayor
inmanencia posible, por la mayor materialidad afectiva que
podamos advertir, por mi sentir mi vida hasta sus últimas
consecuencias quizá con la candidez del joven Climacus entregado
al enunciado de la duda.
¿Acaso se puede comenzar de otro modo la entrada a la
losofía que sea no cejando en el empeño de pasar en carne,
conciencia y vida propia lo que se escribe y se piensa como verdad?
Quizás sí quepa otro modo de entrar, o ¿Acaso no lo es la
brutalidad del advertirse en la nitud más nita actuando y con
consecuencias que hielan el espíritu y que otros han callado en
210 DE, 60.
287
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
complicidad de vergüenza o hipocresía?
Esa fuga por la que nacemos a la losofía la nombramos o
callamos con innidad de nombres y silencios: vida de tantísimas
vidas nitas, o ¿no lo son acaso –por lo menos parcialmente en cada
vida– estas?
• La fuga de no vivir en el ser, en el logos puesto, en el sentir
exclusivo de sí, en las consecuencias del antisemitismo de su
maestro, en Levinas.
• La fuga de una vida en un gozo-dolor que aparentemente
nunca acaba de cerrarse, o de llenarse, ni de romperse y de
donde quizá una Vida absoluta vuelta en mi vida se hallé
recibiendo un sentido no requerido, en Henry.
• Fuga en los bordes, congoja, quizá advertida por Unamuno
ante la aparente sin salida trágica de mi acción moral.
• Fuga por armación del ímpetu sobre el ímpetu vital de
Ortega en mis circunstancias.
• Fuga mía quizá por atender esta inquietud maniesta que me
permita habérmelas mejor con los acontecimientos y con esta
tan difícil descifrable existencia y su sentido.
Quizá sí lo sean parcialmente, o lo sean de otro modo por los
equívocos que contengan estas “fugas” formuladas por mi parte con
288
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
desparpajo sobre muertos, a quienes no puedo preguntarles esto en
un paseo en tiempos de paz con el espíritu de nura tensado y las
mutuas vidas nitas abiertas, sabiéndome yo el más ignorante de
sus losofías; o más crudamente todavía como quien recibe un
sopapo sin motivo aparente en palabras de quien en el último
segundo de vida se apresta angustiosamente a decir verdades de sí.
En ese sentido los ejemplos de fuga enunciados solo serían una
sarta de injusticias.
Efectivamente aquí no se ha tratado ni por atisbo el bello
umbral de nitud en el amor que abre otro modo de la acción, o de
la pena, o de la vergüenza, por ejemplo, en el desnudo afectivo
desde otro, o a otro, que en vuelta de sí y a la vista del amado se
hace llanto, perdón, resolución, esperanza y redención; pues todo
ello hace parte de lo acotado en este trabajo.
Lo cierto es que ahora hemos traído la fuga de Levinas. Esta, a
nuestro parecer, es el punto de inLexión de su losofía que roza –al
darla por contenida– la inquietud maniesta en el momento del
paso a la evasión. Esta evasión en realidad ya está abierta según el
lado anverso de lo que llamábamos cuasi-no-tiempo del lado de la
fase de tiempo intendido en la Situación intermedia entre la
segunda y tercera esfera de la vida nita nitizándose. La evasión
es ya en parte bucle de venida al sí mismo de Otro, en venida a mí y
en mi sura advertida.
289
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Este rozar la inquietud lo es en afecciones contenidas-lanzadas de
pleno en un continuo de la inquietud en hetero-auto-afecciones. La
inquietud lo es en vilo de la vida nita toda viviéndose y viviendo
mundo, en ese sentido no se evade en la evasión, y a su vez se
advierte en las hetero-auto-afecciones en la tensión de fuga, y de
sentidos. Por otra parte, y en otro sentido dicha inquietud está
asimismo en la cuarta esfera de la vida nita, que hemos llamado
cobijo de gracias en las vidas nitas, que es “ante” y⁄o “telos” de
fondo hylético trascendental: cuarta esfera de mi vida nita, que en
su cara más interior sería en Levinas punto de lance como evasión.
4.2. Inquietud y Vida
Es nuevo decir según la inquietud intermedia en el tiempo, en
presente vivo que no acaba de difuminarse en un pathos absoluto
por en el logos. Esto porque siempre me hallo advertido de la carne
en mí, en una suerte de venida a mí de mundo de lo que pasa, y de
mundo de lo que hago con lo que pasa, de acontecimientos; en un
relativo y no consecutivo, en la esfera segunda de mi vida nita, de
relieve en mi sentido íntimo, y que hemos mencionado como albores
de la libertad, al comienzo de la vigilia.
Aquí ya no son solo los hábitos que conrman mi cuerpo-yo
ocupándose en afecciones de mundo vivido, sino más todavía de
extrañeza distendida en sí mismo en multiplicidad de acciones
requeridas de sí. De cara a estos requerimientos no soy propiamente
290
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
un singular sólo de mí, en exclusivo dar resistente de mí en mundo
vivido y en continua manifestación de mis movimientos habituales,
por ejemplo; tampoco lo soy desde otros principalmente en esta
aparente esfera egoica. Se trata en el sentido más grave posible,
pesado de sí, material, afectivo y nito, de carne escindida en su
logos: inquietud, inquietud maniesta.
El tiempo ha sido arrebatado de su presente vivo, aquí el
pathos de la vida en su fulgor de gozo-dolor se vive como parcialmente
no tenido, digamos que se trata de un gozo-dolor reventado desde
dentro por una vida tan suya como aparentemente ajena. No es una
caída o un decaimiento de la auto-afección en multiplicidad de
afecciones, sino que son hetero-auto-afecciones despiertas a un
espíritu de verdad de sí, siéndolo en ello de mundo vivido.
Despiertos en espíritu de nura y sentido íntimo, en lo que
sería una tercera esfera de mi vida nita. Aquí las hetero-auto-
afecciones son determinaciones del espíritu nito en lo que ocurre, y
lo que hago con lo que ocurre. Me hallo en un punto de no-lanzado en
los acontecimientos, no aturdido de ellos como de rebote de mí,
tampoco dándome todavía a otro como Mismo rehén de su rostro, por
ejemplo.
En este nuevo presente vivo sólo posible en paralelo de futuro
protenido de acontecimientos viniendo a mí, vivo ahora en y de mí
mi cuerpo como vida nitizada, sin una armonía presente, o
291
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
advenida, de índole alguna. A la par vivo en hetero-auto-afección
que atraviesa todo este ahora de presente vivo, ahora re-
presenticado (bucle en y de presente vivo) en el mismo, y ahora
nuevo, Singular por acontecimientos. Esta nueva situación es
propiamente la intermedia, que asomaba en La afección y el tiempo
–en el capítulo tercero– y nombrábamos también como situación
intermedia aunque allí con un alcance suscrito todavía a la
impresión y afección de sí en el tiempo propio. Aquí, ésta es el lo
más delgado y materialmente más no entre mi vida nita y mi
mundo vivido, es la situación de ser apelación cierta de mí en
inquietud nombrando: logos de la vida, en un sentido; y en otro
nombrado como de mí: Logos de mi carne y acontecimientos.
No se trata aquí principalmente del gozo-dolor lleno de sí y
de mundo vivido en auto-afección pasiva, ni de la hetero-auto-
afección maniesta y ganada a golpe de acontecimientos, por
ejemplo, tampoco estoy suspendido –fenomenológicamente
hablando– en una abstracción o presentación de mí.
Nos encontramos ahora y halados en un ¿por qué no…? ¿y si...?
donde estas interrogativas son unas de las tantísimas posibles, en
un logos de carne y en una carne de Logos; donde asimismo los puntos
suspensivos que hemos escrito antes de cerrar los signos de
interrogación signican lo que se diga luego como expresión de
vida propia, en este sentido de: “la innita posibilidad de la
multiplicidad de las vidas (viviéndose y por vivir ), nitizándose-
292
IV. LA INQUIETUD MANIFIESTA
abriéndose en, y ante, acontecimientos dotados en el Secreto de las tantas
vidas nitizándose”. Este “contenido” de puntos suspensivos lo es de
todas y cada una de las vidas en inquietud maniesta. Eso que
manifestamos y se maniesta en toda las interrogativas según sea la
vida nita de alguien, es la índole de La inquietud maniesta.
Estas y otras interrogativas abiertas en esta situación
intermedia no se tratan aquí, por una parte, como dudas, opiniones,
o de reLexiones –ni siquiera al modo de Maine de Biran–; o de
presentación, o de representación, por otra parte. Estamos en un
umbral de carne inquieta, donde el logos no es neutro, el tiempo no
es únicamente presente vivo, pues ya está trayendo un futuro
inmediato que es el mismo de mi inquietud manifestándose.
Tampoco es aquí futuro escatológico en sentido fuerte, o ansia de
pre-mundo.
Hablamos de un no-absoluto Vida arrebatado del presente vivo,
donde un no-casi-tiempo se deja rozar en hetero-auto-afecciones
que han sido parcialmente arrancadas del gozo-dolor más
originario posible, aquí soy todo inquietud en multiplicidad
hylética. Este despierto singular, vigía, que incluso se hallaba pasivo-
expectante en su afección originaria ha sido como arrancado y
escindido de sí en inquietud continua, llevado a vigilia de hacer
algo con la vida que ya no es totalmente la suya, sí suya, pero no la
preminente de la acción –La suya– sino su vida nitizada siendo
halada de sí por un fondo invocado por acontecimientos, que hemos
293
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
acabado de mencionar como el Secreto, y que lo es de la Vida más
prominente en manifestación posible: las vidas nitas viniendo a
ella, la Vida más revelada en los umbrales de mi nitud más vivida,
en ese sentido absoluta, Vida absoluta.
294
CONCLUSIONES
CONCLUSIONES
1. La inquietud maniesta sólo empieza a abrirse en su
manifestación en la epojé. Una vez en la condición hylética
temporal de la impresión se advierte el desajuste afectivo en el
presente advenido en la la radicalización de mi vida nita en bucle
de vida de otros a sí, y de vida de sí en regreso de su gozo-dolor
originario permitiendo atender la multiplicidad nueva de afecciones
llenas de un nuevo sentido que si bien hylético se ven de pleno en el
tiempo propio de otro modo, cuasi-no-tiempo, decíamos.
2. Es necesario contar con la multiplicidad de toda la
manifestación, que sin prescindir de la inmanencia más decidida no
sólo se ve revertida en inmanencia-multiplicidad de mundo y vida,
vidas vividas, en medio de una inquietud tan intermedia como el
bucle indicado, sino que además se encuentra relativamente
excedida en mundo vivido, de ahí que mantiene las distancias
fenomenológicas, sin prescindir de la condición vital que se
redimensiona según cada vida y acontecimientos.
3. Es evidente que las distinciones de cuerpo orgánico, y
cuerpo afectivo tradicionales en Maine de Biran y comunes en los
sentidos señalados a Henry por ejemplo, han permitido abrir la
295
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
situación intermedia de modo hylético, y luego a modo de
presentaciones de la misma vida nita que se pueden ofrecer desde
las contenciones, ires y vueltas de sí de cada quien en y de su
nitud. Esto a su vez nos ha permitido ver como lo que en principio
planteábamos como una vida de “mí, Singular a modo de anillo” en
la introducción, poco a poco se ha visto inmerso de otro modo en
diversas fases de su propio vivir.
4. La vida nita se va reabriendo en su fondo hylético
trascendental como nueva vida nita, o mejor, misma vida nita en
índoles nuevas, en las situaciones intermedias manifestadas en
inquietud. Esto según qué esfera de mi vida abierta o contraída,
permitiéndonos armar ya no sólo un anillo de vida singular en
vigilia, o despierto, inquieto expectante entre una segunda y tercera
esfera de mi nitud –o de exclusiva apercepción inmediata en una
primera esfera de la manifestación–, sino que incluso lo hago
inmerso en esferas de mi vida nita de lo que va y viene en mi
cuerpo órganico, y mi misma carne en afecciones con tonalidades de
vivir propio y nito de acontecimientos. Aquí atendiendo todo, y
mi evasión más radical es justamente la inmersión más decidida en
atender ese ver posible, en espíritu de nura, en sentido íntimo
despierto –también viendo el paso vital si lo atiendo–, en la
inquietud continua.
296
CONCLUSIONES
Ahora en una inquietud no determinada y menos todavía
indeterminada, y más bien sí de pleno en lo que hemos llamado las
hetero-auto-afecciones. Inquietud, en estas últimas materialmente
denida en ese roce del paso de fuga, de cuasi-no tiempo que según
qué esfera de mi vida nita me advierte de fondo hylético
trascendental, o de gracias, por ejemplo en una suerte de pre-fondo
hylético trascendental donde inhabita de mí la trama del Secreto
que es a su vez la mía y la de todos, o mejor, ya la de cada quién y
en ello también la mía.
297
BIBLIOGRAFÍA
Se puede contar con una bibliografía exhaustiva de Michel
Henry, como pocas sobre lósofo alguno en nuestros tiempo, a
través del acceso en modo de solo lectura –no copia– del Fonds
Michel Henry, de momento son 150 páginas con la bibliografía en
varios idiomas, respaldada por colaboradores estudiosos de su
obra, quienes compartimos todo lo que sobre Henry se va
publicando (su próxima actualización será en marzo de 2016).
Asimismo contamos por nuestra parte con una actualización y
difusión continua de nuevas publicaciones y eventos académicos,
que permite estar al día en lo que Michel Henry se reere. Esto a
través de la página de la Asociación de fenomenología y losofía
primera, llevada con el profesor García-Baró, donde gracias a la
oportuna y diligente comunicación del Sr. Roland Vaschalde de La
Gazece D`Aliahova, una publicación periódica que recoge todas las
novedades sobre la obra de Michel Henry, esta es una “Publication
d’information henryenne à périodicité opportune rédigée sur les
presses des Hauts Plateaux par Roland Vaschalde”. En nuestra página
se puede acceder tanto a La Gazece como a la Bibliografía del Fonds
Michel Henry en hcp://www.fenomenologiaylosoaprimera.com/p/m-
henry.html
299
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
OBRAS DE MICHEL HENRY
Obras fundamentales (edición original)
• L'Essence de la manifestation. 2 vól. Paris: PUF, 1963 (réédition en vol. en
1990).
• Philosophie et phénoménologie du corps. Essai sur l'ontologie biranienne. Paris:
PUF, 1965 (réédition, 1997, avec un avertissement à la seconde édition).
• Marx. Tome I: Une Philosophie de la réalité. Tome II: Une Philosophie de
l'économie. Paris: Galliniard, 1976 (réédition, 1991).
• Généalogie de la psychanalyse. Le Commencement perdu. Paris: PUF, 1985.
• La Barbarie. Paris: Grasset, 1987 (réédition, Paris: PUF, 2001 avec une préface
inédite).
• Voir l'invisible. Sur Kandinsky. Paris: François Bourin, 1988.
• Phénoménologie matérielle. Paris: PUF, 1990.
• Du communisme au capitalisme. Théorie d'une catastrophe. Paris: Odile Jacob,
1990.
• C'est moi la vérité. Pour une philosophie du christianisme. Paris: Seuil, 1996.
• Incarnation. Une philosophie de la chair. Paris: Seuil, 2000.
• Paroles du Christ. Paris: Seuil, 2002.
300
BIBLIOGRAFÍA
Obras traducidas al castellano
• La barbarie. (trad. T. Domingo Moratalla) Madrid: Caparrós Editores, 1997.
• Encarnación. Una losofía de la carne. (trad. J. Teira; G. Fernández; R. Ranz)
Salamanca: Sígueme, 2001.
• Yo soy la verdad. (trad. J. Teira Lafuente) Salamanca: Sígueme, 2001.
• Genealogía del psicoanálisis. El comienzo perdido. (trad. J. Teira; R. Ranz)
Madrid: Editorial Síntesis, 2002.
• Palabras de Cristo. (trad. J. Teira; R. Ranz) Salamanca: Sígueme, 2004.
• Filosofía y fenomenología del cuerpo. Ensayo sobre la ontología de Maine de Biran.
(trad. J. Gallo Reyzábal) Salamanca: Sígueme, 2007.
• Ver lo invisible. Acerca de Kandinsky. (trad. M. Tabuyo; A. López) Madrid:
Ediciones Siruela, 2008.
• La felicidad de Spinoza. (trad. A. Cherniavsky) Buenos Aires: Ediciones La
Cebra, 2008.
• Fenomenología material. (trad. J. Teira; R. Ranz) Madrid: Ediciones Encuentro,
2009.
• Fenomenología de la Vida. (trad. M. Lipsik) Buenos Aires: UNGS-Prometeo
Libros, 2010.
• Marx. vol. 1. Una losofía de la realidad. (trad. N. Gómez) Buenos Aires:
Ediciones La Cebra, 2011.
• La fenomenología radical, la cuestión de Dios y el problema del mal. (trad. E.
Cazzanelli) Madrid: Ediciones Encuentro 2013.
• La esencia de la manifestación. (trad. M. García-Baró; M. Huarte) Salamanca:
Sígueme, 2015.
301
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
Obras póstumas
• Auto-donation. Entretiens et conférences. Paris/Montpellier: Prétentaine, 2002.
• Le Bonheur de Spinoza. Paris: PUF, 2003.
• Phénoménologie et christianisme chez Michel Henry: les derniers écrits de Michel
Henry en débat. Paris: Cerf, 2004.
• Entretiens. Cabris: Sulliver, 2005.
• Le socialisme selon Marx. Cabris: Sulliver, 2008.
• Phénoménologie de la vie. Tome I: De la phénoménologie. Paris: PUF, 2003.
—. Tome II: De la subjectivité. Paris: PUF, 2003.
—. Tome III: De l'art et du politique. Paris: PUF, 2003.
—. Tome IV: Ethique et religion. Paris: PUF, 2003-2004.
—. Tome V. Paris: PUF, 2015.
• Revue internationale Michel Henry, 1 (“Lectures du "Marx" de Michel Henry”),
2010.
—. 2 (“Michel Henry. Textes inédits sur l'expérience d'autrui”), 2011.
—. 3 (“Notes préparatoires
3 (“Notes à "L'essence
préparatoires de la manifestation":
à "L'essence la
de la manifestation": la
subjectivité”), 2012.
—. 4 (“Michel Henry Notes sur le phénomène érotique”), 2013.
—. 5 (“Michel Henry – Notes préparatoires à Paroles du Christ”), 2015.
—. 6 (“La phénoménologie française au Japon”), 2015.
302
BIBLIOGRAFÍA
Artículos y contribuciones de Michel Henry
• "Le bonheur chez Spinoza", en Revue d'Histoire de la Philosophie et d'histoire
générale de la Civilisation, 39, 41, julio-diciembre 1944, pp. 67-100, enero-
marzo 1946, pp. 187-225.
• "Le concept d'âme a-t-il un sens?", en Revue philosophique de Louvain, 64, 1966,
pp. 5-33.
• "Introduction à la pensée de Mark" , en Revue philosophique de Louvain, 67,
1969, pp. 241-266.
• "De Hegel à Marx. Essai sur la critique de la philosophie de l'Etat de Hegel et
de Marx", en Hommage à Jean Hyppolite. Paris: PUF, 1971, pp. 81-143.
• "La critique de la religion et le concept de genre dans l'essence du
Christianisme", en Revue internalionale de philosophie, 101, 1972, pp. 386-404.
• "Forces productives et subjectivité: le socialisme selon Marx", en DiogFne, 88,
1974, pp. 95-118.
• "Le concept de l'être comme production", en Revue philosophique de Louvain,
73, 1975, pp. 79-107.
• "Phénoménologie de La conscience et phénoménologie de La vie", en Sens et
existence: En hommage à Paul Ricoeur. Paris: Seuil, 1975, pp. 128-151.
• "Un nouveau regard sur Marx", entrevista con Y. Fumat, en Sud, mayo 1976, p. 13.
• "Entretien avec M. Arcens", en Midi Libre, 9 noviembre 1976.
• "KarI Marx: un philosophe de la vie?", en Le Monde, 16 abril 1976.
• "La métamorphose de Daphné", en Les Etudes philosophiques, 3, 1977, pp. 319-
332.
• "Qu'est-ce que cela que nous appelons la vie?", en Philosophiques, 5, no. 1,
1978, pp. 133-150.
303
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
• "La rationalité selon Marx", en Philosophica, 13, 1979, pp. 116-129.
• "L'évolution du concept de la lube des classes dans la pensée de Marx", en
Phénoménologies hégétienne et husserlienne. Les classes sociales selon Marx. Paris:
CNRS, 1981, pp. 66-77.
• "Préalables philosophiques à une Lecture de Marx", en Bulletin de la Société
Française de Philosophie, 4, octubre-diciembre 1983, pp. 117-151.
• "Sur l'ego du cogito", en La Passion de la raison. Hommage à Ferdinand Alquié.
Paris: PUF, 1983, pp. 97-112.
• "Le cogito et l'idée de phénoménologie", en Cartesiana 3, Osaka, 1984, pp. 1-
15.
• "La vie, la mort. Marx et le marxisme", en DiogFne, 125, enero-marzo 1984,
pp. 122-139.
• "La Question de la vie et de la culture dans la perspective d'une
phénoménologie radicale", en Symposium Hannah Arendt. New York: New
School for Social Research, 1985.
• "Dessiner la musique. Théorie pour L'art de Briesen", en Le Nouveau
Commerce, 61, 1985, pp. 49-106.
• "L'éthique et la crise de la culture contemporaine", en Urgence de la
philosophie. Québec: Les Presses de l' Université de Laval, 1986.
• "Le monde de la technique", Le Figaro, 1987.
• "Phénoménologie hylétique et phénoménologie matérielle", Philosophie, 15,
1987, pp. 55-96.
• "Le monde moderne: un savoir sans culture" (entrevista), en Aurore, febrero
1987.
• "Représentation et auto-adection", en Revue catholique intrernationale
Communio, 3, mayo-junio 1988, pp. 77-96.
304
BIBLIOGRAFÍA
• "Théodicée dans la perspective d'une phénoménologie radicale", en Archivio
di Filosoa, 1-3, 1988, pp. 383-393.
• "Vers la barbarie", Krisis, 1, 1988, pp. 40-49.
• "Descartes et la question de la technique", en Le Discours et sa méthode.
Colloque pour le 350Fme Anniversaire du Discours de la méthode. Paris: PUF,
1988, pp. 285-301.
• "Schopenhauer et l'inconscient", en Schopenhauer et la force du pessimisme.
Monaco: Le Rocher, 1988, pp. 85-96.
• "Schopenhauer. Le philosophe de la grande rupture", en Le Figaro LicFraire,
2, febrero 1988, p. 9.
• "Schopenhauer, une philosophie première", en Schopenhauer. New Essays in
Honor of his 200th Birthday, Lewinston, N.Y.: Edwin Mellen Press, 1988, pp.
216-231.
• "Une pensée de la vie", entrevista con R. Vaschalde, Impressions du Sud, 17,
1988, pp. 82-83.
• "Pierre Magré: peindre l'invisible", Poitiers, Diane Grimaldi, 1989.
• "La peinture abstraite et le cosmos", en Le Nouveau Commerce, 73-74, 1989, pp.
37-52.
• "La vie et la république", en Revue de l'Enseignement philosophique, 3, 1989, pp.
148-160.
• "Ce que la Science ne sait pas", en La Recherche, 208, 1989, pp. 422-426.
• "Philosophie et subjectivité", en Encyclopédie Philosophique Universelle. Vol. I:
L'Univers Philosophique. Paris: PUF, 1989, pp. 46-56.
• "La question du refoulement", en Présences de Schopenhauer. Paris: Grasset,
1989, pp. 296-315.
305
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
• "La critique du sujet", en Cahiers confrontation, 20, 1989, pp. 141-152.
• "Sur la parole de Nieksche. Nous les bons, les beaux, les heureux...", en The
Graduate Philosophy Journal. New York: New School, 1989.
• "Acheminement vers la question de Dieu: preuve de l'être ou épreuve de la
vie", en Archivio di Filosoa, 1-3, 1990, pp. 521-530.
• "RéLexions sur la Cinquième méditation cartésienne", en Husserl-Ausgabe
und Husserl-Forschung. Dordrecht, Boston, London: Kluwer Academic
Publishers, 1990, pp. 107-123.
• "Ricoeur et Freud: entre psychanalyse et phénoménologie", en Paul Ricoeur.
Les métamorphoses de la raison herméneutique. Paris: Cerf, 1991, pp. 127-143.
• "Quatre principes de la phènoménologie", en Revue de Métaphysique et de
Morale, 1, enero-marzo 1991, pp. 3-26.
• "Phénoménologie et psychanalyse", en Psychiatrie et existence. Grenoble:
Jérôme Millon, 1991, pp. 101-115.
• "Narrer le pathos", entrevista con M. Gruber, Revue des sciences humaines, 1,
1991, pp. 49-65.
• "Le cogito et l'idée de phénoménologie", en Autour de Descartes. Le problFme
de l'âme et du dualisme. Paris: Vrin, 1991, pp. 239-254.
• "Un philosophe de la vie", entrevista con R. Vaschalde, en Ulysses
International, 4, 1991.
• "La représentation du travail vivant", en Le Monde, 14 diciembre 1991, p. 2.
• "Ethique et Expression", entrevista con O. Salazar-Ferrer, Agone, 2-3, 1991,
pp. 47-69.
• "Penser philosophiquement l'argent", en Comment penser l'argent? (textos
reunidos y presentados por R.-P. Droit) Paris: Le Monde Editions, 1992, pp.
73-80.
306
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• "La parole de Dieu. Une approche phénoménologique", en Archivio di
Filosoa, 60, 1992, pp. 157-163.
• "Parole et Religion la Parole de Dieu", en Phénoménologie et théologie. Paris:
Criterion, 1992, pp. 129-160.
• "Une philosophie de la vie", entrevista con Th. Dermy, en Lecres
philosophiques, 6, 1992, pp. 43-54.
• "L'invisible et la révélation", entrevista con S. Labrusse, La curiosité. Paris:
Autrement, 1993, pp. 79-97.
• "La Vie", en Actes du XXIVFme Conçrés International de l'Association des Sociétés
de Philosophie de Langue française, Poitiers, 1992, pp. 45-51.
• "Réinventer la culture", en Le Monde des débats, septiembre 1993.
• "Economie: un savoir irréel", en Le Monde des débats, diciembre 1993.
• "Le mystère des dernières oeuvres", en J. Hahl-Koch, W Kandinsky.
Bruxelles: Volkar, 1993.
• "La signication ontologique de la critique de la connaissance chez Maître
Eckhart", en Voici Maître Eckhart. Grenoble: Jérôme Millon, 1994, pp. 175-186.
• "Phénoménologie de la naissance", en Alter, no. 2, 1994, pp. 295-312.
• "Qu'est-ce qu'une révélation?", en Archivio di Filosoa, 62, 1-3, 1994, pp. 51-57.
• "Le corps vivant", en Cahiers de l' Ecole des sciences philosophiques et religieuses.
Le corps: sujet ou objet?, 18, 1995, pp. 71-97.
• "Le Berger et ses brebis", en Le Nouveau Commerce, 94-95, 1995, pp. 13-31.
• "Phénoménologie non-intentionnelle: une tâche de la phénoménologie à
venir", en L'Intentionnalité en question. Entre phénoménologie et recherches
307
J. D. Barrientos Rodríguez – LA INQUIETUD MANIFIESTA
cognitives. Paris: Vrin, 1995, pp. 383-397.
• "Seul un Dieu vivant peut encore nous sauver", en Splendeur du Carmel, 8,
1995, pp. 1-2.
• "Ethique et religion dans une phénoménologie de La vie", en Archivio di
Filosoa, 64, 1996, pp. 89-97.
• "L'ontologie de Kierkegaard", con K. E. Logstrup, en Annales de Philosophie,
17, 1996, pp. 1-13.
• "Art et phénoménologie de la vie", entrevista con M. Uhl; J.-M. Brohm, en
Prétentaine, 6, 1996, pp. 27-43.
• "Kandinsky et la signication de l'oeuvre d'art", en Prétentaine, 6 , 1996, pp.
129- 141.
• "Archi-christologie", en Revue carholique internationale Communio, 22, 1997.
• "Le commencement cartésien et l'idée de la phénoménologie", en Lire
Descartes aujourd'hui. Louvain: Peeters, 1997, pp. 199-212.
• "Une approchê phénoménologique du Christianisme", en Études, octubre
1997, pp. 349-357.
• "Le Christianisme: une approche phénoménologique?", en Annales de
Philosophie, 18, 1997, pp. 3-17.
• "Marx", en S. Critchley; W. Schroeder, A Companion to Continental Philosophy.
Oxford: Blackwell, 1998, pp. 118-127.
• "Préface à la traduction italienne de Généalogie de la psychanalyse", en
Annales de Philosophie, 19, 1998, pp. 7-13.
• "La Crise du monde actuel comme oubli de la vie", en Philagora,
hcp:/ /www.philagora.net, 1998.
• "Philosophie et phénoménologie", en Encyclopédie Philosophique Universelle.
308
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• "L'incarnation dans une phenoménologie radicale", en Archivio di Filosoa, 19,
1999, 19-26.
• "Ethique et religion dans une phénoménologie de la vie", en Archivio di
Filosophia, 19, 1999.
• "Le corps vivant", en Prétenlaine 12-13, 2000, pp. 13-35.
• "L'expérience d'autrui: phénoménologie et théologie", en Archivio di Filosoa,
19, 1999.
• "Incarnation", en Revue catholique internationale Communio, 25-6, 2000, pp. 81-96.
• "Entretien avec Michel Henry”, entrevista con V. Caruana, en Philosophique,
3, 2000, pp. 69-80.
• "La vérité de la gnose", en La Gnose, une question philosophique. Pour une
phénoménologie de l'invisible. Paris: Cerf, 2000, pp. 19-29.
• "Entretien avec Thierry Galibert", en Autre Sud, 11, 2000.
• "Phénoménologie matérielle et langage (ou Pathos et langage)", en Michel
Henry, l'épreuve de la vie. Paris: Cerf, 2001, pp. 15-37.
• "Diicile démocratie", en Michel Henry, L'épreuve de la vie. Paris: Cerf, 2001,
pp. 39-54.
• "Une philosophie de la vie, une philosophie pour les vivants", entrevista con
R. Vaschalde, en Septimanie, 6, 2001.
• "La vie se révèle dans l'immanence radicale de son pur pathos", en Magazine
licéraire, 403, 2001, p. 53.
• "Réponses", en Annales de philosophie, 22, 2001, pp. 1-36.
• "Phénoménologie de La vie", en Prétentaine, 14-15, 2001, pp. 11-27.
309
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• "Pour une phénoménologie de la vie", en Le Journal des Grandes Ecoles, junio-
julio-agosto 2001, pp. 46-47.
• "La vérité du Christianisme", en Christianisme: héritages et destins. Paris: LGF,
2002, pp. 293-302.
• "Réponses à Jean Greisch, Yves-Marie Blanchard, Emmanuel Falque et Jean-
Louis Souletie", en Transversalités, 81, enero-marzo 2002.
• "Les sciences et l'éthique", en Conférence de Nice, diciembre 2002, publiée à
l'occasion du Colloque International de Montpellier ("Michel Henry:
phénoménologie de la vie et culture contemporaine", Publications de
Montpellier III, 2003).
• "Phénoménologie de la chair. Philosophie, théologie, exégèse", en P. Capelle
(dir.), Philosophie & Théologie. "Phénoménologie et christianisme chez Michel
Henry", Paris: Cerf, 2003, pp. 143-190.
• "Signication du concept d'inconscient pour la connaissance de l'homme" en
Auto-donation. Entretiens et conférences, M.Uhl (dir.), 2ème édition, Paris:
Beauchesne, 2004, pp. 87-109.
Obras literarias
• Le jeune olcier. Paris: Gallimard, 1954.
• L'Amour les yeux fermés. Paris: Gallimard, 1976.
• Le Fils du roi. Paris: Gallimard, 1981.
• Le Cadavre indiscret. Paris: Albin Michel, 1996.
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Paris: PUF, 2001.
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—. El origen del conocimiento moral. (trad. M. García Morente) Madrid: Tecnos,
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—. Las razones del desaliento en la losofía. Seguido de el provenir de la losofía.
(trad. X. Zubiri) Madrid: Ediciones Encuentro, 2010.
—. Sobre el concepto de verdad. (trad. J.J. García Norro; S. López-Palao) Madrid:
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