HISTORIA MILITAR Y POLITICA DE LA ANTIGUEDAD Y EL MEDIEVO
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Arqueclogiatde Numancia
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Ejereitos yeounoplia celtibericos
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Editorial
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Capua y Corinto, en
ncia, asi como en riqueza fue inferior a Cartago,
suvalor y dignidad fu
oda. y por lo que res
spania. Pues, ella sol aba junto a un
eécito de cuarenta mil, y no sololo contuvo, sino que lo golpes con no:
ble dureza y le impuso infamantes tratados. Por ttimo, una vex que ya
hubo constancia de que era invencible sat que habia
destruido Cartago. (Floro,134.1-2; trad 80 e 1. Moreno)
Ciertamente, la resistencia de los numantinos a las armas de Roma fue
cextraordinaria y la -a un tiempo épica y espantosa~ epopeya de su caida la
convirtié en un mito, pero lo cierto es que no fe una excepcién sino un caso
especialmente enconado de entre muchos otros de la violentisima conquista
de la peninsula ibérica. Sin embargo, la lentitud de la guerra contra Numancia fue tanto una de-
mostracidn de la valentia de sus habitantes como, asimismo, de los inconvenientes del earicter de
predador del Estado romano: la guerra en Celtiberia implicaba gran peligro y escasa posibilidad
de lucro, por lo que apenas habia ineentivo para su conguista. Esta combinacién de molicie ron
y audacia cetibérica condujo a una sucesién de desastres para los primeros que convirtié a Nu
‘mancia en un insulto para la opinién pablica romana, La situacion legé a tal extremo que el Senado
hubo de recurrir a su mejor general: el reciente conquistador de Cartago, Escipién Emiliano, En
Jas proximas paginas estudiaremos las razones que hicieron del pueblo celtibérico un adversario
tan temible, la fiscinante historia de su asombrosa resistencia y,finalmente, la muerte
sica~ pero
inmortalizacién ~en el imaginario colectivo~ de la urbe numantina,
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Indice
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hasta la Paz de Gren por Gabriel Sopera ak
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Celtibérica por Fernando Quesada
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Ha. 6. por Alberts Loria
Resefas de libros
Y ademas, introduciand en 4: Un
castellano en cart de Tamerin por
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«en solemnes bodas,y pretendicndo dos a una, hermosa,
padre dela doncella a condicién de que se desposaria con
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(Conner mn eee)
Este episodio sesitiaen 137 . C,, momento en queeeleénsul C.
Hostilio Mancino se puso al frente de las operaciones contra Nu-
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vemos a un orgulloso guerrero numantino, la faria y tensién del
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‘easco de tipo hispano-caleidico, cuya escasez.en el registro arqueo-
permite suponer que solo estaria al alcance de algunos com
batientes. Llevava su espalda un escudo, una eaetra circular como
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atrofiadas, con una vaina de hierro decorada con niglado en hilo de
Pees
pero que aparece también en otras onas de la Peninsula, como esl
este un tipo de arma caracterstico de la Celtiberia,
‘aso de los vetones. Sostene un gladiushispaniensis con el que ha
amputado la diestraa su anterior duefio, un infortunado romano.
Lamano derecha era entretosceltberos, como entre muchas otras
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‘Como encargida de sostener el arma, era simbolo dela capacidad mi
eee ee een aS)
indiea que, cuando"(los numantinos] recibieron laorden de deponer
las armas como condicién para un tratado, los birbaros recibieron
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PO ee mae tea
culo que existia entre un hombre y sus armas, como simbolos de su
Virtud, expresada esta en términos fundamentalmente marciales. As,
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‘argen izquienta del Ebro, que se desarmasen, “estehecho les result
tan intolerable que muchos se quitaron a vida ellos mismos, pues
aquel pueblo indémito estaba convencido de quela vida sin armas no
REMI haaiaro neni ett Eonar a
ppatan las manos derechas de los cautivosy las consagran als dioses;
yencl ambit ibrice encontramos representacionesiconogrificas de
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de Litera, Huesca) yen la del Palao en Aleaiiz (Teruel), monumentos
tano. Antelasdimensiones del conflict,
elSenado envisen el 195a.C,juntoalos We
‘ordinarios pretores, al ejército consular
de Marco Porcio Cat8n, quien logré yu-
gular este flujo de efverzos. En su ofen-
siva, Roma se asoma ya, por primera ee
vez, alos bordes mismos del pais celi- cELTICOS
bérico con acciones punitivas en ciuda- 3
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des como Segontia (sSigienza, Carbula
Gnaeus bole stn vo Lee
luntad de ocupacién territorial, Tales Munda,
acontecimientos supondrin un aldabo- = iy 2 ee TA Nog
nazo decisive en la toma de conciencia
de los nuevos tiempos por parte de
ambos bandos, Para el Senado, se hace
evidente la necesidad de afianzar, como A Nabrisga Garisa B A
primera medida, el dominio de Carpe-
tania, Por lo que respecta a las ciudades
celtibéricas, la amenaza de la progresion.
romana es ya tangible. A modo de res-
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CINETES| if Roma y la Celtiberia
220-179 a. C.
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Trulcg ” Srdgoa j 87 2 C.Acidnaderota alos coberos cerca de Calagurris
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‘Tay si 8. ~ Qi81..C.Flaco derrota a los celiberos cerca de Aebure
oatnll ood ? 4 181 a. C. Flaco toma Contrebia Carbica
ic Contebia Cura ray 10. Flaco lucha contro lsones
UOLCADES? Ongar 180 a. C. Batalla del saltus Maniianus
Capen Eaglata Koj 1794 Posi vee pol val l Doral
oCérima “ 18a. C Greet Mund, Cértins, Aloe Erotica
YO 1792.c. Graco vencea los eliberos en el Mons Chaunus.
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puesta, los celtiberos ponen en marcha dos iniciativas inteli-
{gentes: primero, incentivar la cooperacién con otros pueblos
peninsulares ~carpetanos, vacceos, vetones- para generar
alianzas defensivas (iruto de previas experiencias en a resis-
tencia antipiinica) y, segundo, establecer lineas de defensa
avanzada, una “periferia estratégica” (como se la ha denomi-
nado} que se apoya por el suren el valle del Tajo y por el este
cen la cuenca baja del Ebro, Tales estrategias no lograrin impe-
dir, sin embargo, a progresién romana en Carpetania, coro-
nada con el sometimiento de Toletum (Toledo) por M. Fulvio
Nobilior en 193 0 192. C. (pues las dos referencias de Livioa
los combates en la zona -XXXVz7.8 y XXXV.22.7-8- podrian
corresponder a un tinico suceso narrado a partir de distintas
fuentes, como ya plantearon Gatzfried en 1907 y De Sanctis
en 1923), con jidad en la linea hasta, al menos, el
185 a. C, Para empeorar més les cosas, de manera sinmulténea,
las fuerzas romsanas avanzan lenta pero inexorablemente re-
rmontando el valle del Ebro por su ribera izquierda, para alcan-
var ya en la primera mitad de la década su cuenca alta
(acciones de Lucio Manlio Acidino en las proximidades de Ca-
lagurris en 187 a, C.). Elintento celtibérico de cerrar este co-
rredor vial mediante fortificaciones en un cierto ager
Auselames (que se encontraba no lejos del Ebro, comto pr
Livio) se veria también frustrado al ser asaltados sus oppida
por Aulo Terencio Varrén en 183 a. C, Desde la perspective
romana, el terrtorio celtibérico comenzaba a perfilarse como
tuna peligrosa y anacrénica cua fuera de control que amena-
aba, tanto al norte como al su, Jos flancos de las nuevas dveas
deexpansicn
Junto a fos motivos de naturaleza geoestratégica, el avance
romano hacia el interior peninsular debe explicarse,quiza prio-
itariamente,considerando las dinamicas socioeconémicas de
un Estado que, tras la agénica resolucin de la Segunda Gueera
Piinica y ahora crecido con las victorias sobre la Macedonia de
Filipo V (Cinoscéfalos, 197 a. C.) y el reino seleticida de
Antioco III (Magnesia, diciembre de 190 0 enero de 189 a. C.),
estaba emprendiendo en esos mismos anos una decidida politica
cde expansion en Italia, con la fandacién, entre otras, de colonias
ciudadanas como Puteoliy Pisaurum, y numerosas colonias ka-
tinas, caso de Placentia, Cremona, Aquileia, Luca o Luna. Las
fuertes presiones de los sectores ecuestres porla apertura de nue~
‘as oportunidades de explotacién mineraimplantacién comer-
cialalo largo del Mediterrineo, se anadian entoncesal interés de
Jas dltes senatoriales, que rvalizan entre si poros réitos polit
cos y econémicos de las operaciones militares. Para lograr estos
objetivos nose escatimaron medios, entre ellos a deportacin de
pueblos enteros como os ligures, que coincide en el tiempo
(180 a. C}, precisamente, con Ia Primera Guerra Celtibérica.
inestal
‘Mas al de estos factores, las circunstancias concretas del
estallido de la gran conflagracion hispans (magna bellum
en palabras de Livio) del 181 a. C. aparecen muy poco defi-
nidas en los autores antiguos. Apiano de Alejandra (histo
riador en lengua griega que escribe en el siglo Il d. C.a partir
de diferentes fuentes, entre ella Polibio,y ofrece una vers
‘muy esquematica de los sucesos) apunta como detonante la
revuelta de los lusones, que ubica entonces junto al Ebro
(ber. 42). Por su parte, Tito Livio nos proporciona el relato
‘ms completo en latin (afortunadamtente se conserva el Libro
XL, donde se narran los acontecimientos, aunque se ha per
dido el principio del Libro XXXIX correspondiente a los
acuerdos gracanos), basado en eseritores a los que refiere a
veces de forma inespecifica (quidant auctores), si bien men:
ciona en ocasiones a los analistas Valerio Antias y Claudio
(Cuadrigari, del siglo Ia, C. Pore Livio, el inicio dela guerra
se relaciona con la organizacién de una gran alianzs celtibé-
rica (que cifra en 35 000 hombres}, vista como una amenaza
contra los intereses romanos. Ambas fuentes coinciden, pues,
en sefalar a los hispanos como responsables del conflicto,
pero esta imputacién debe matizarse considerando todos los
elementos que hemos ido planteando parrafos atras. De
hecho, Apiano refiere que el problema inicial se debig al ma-
lestar de los celtiberos por la fata de tierras, y debemos pre-
guntarnos -igual que sucederd en otras ocasiones en el
Ambito celtibérico y lusitano, como viene planteando E, Sin-
chez Moreno- si tal escasez no era producto dela presién co-
onizadora de Roma que, lenta pero inexorablemente, iba
privando a las comunidades indigenas de sus vegas mis fér-
tiles y de sus mejores prados, obligando a la poblacién origi
naria a reubicarse en nuevas ciudades de aluvién, como
Complega, en las que convergian grupos heterogéneos de
desarraigados que generaban, a su vez, nuevos puntos de ten:
sién e inestabilidad regional.
in
LA PRIMERA GUERRA CELTIBERICA
AA diferencia de los previos encuentros armados con los cel
tiberos, las campatias de los pretores Quinto Fulvio Flaco (bi-
sicamente en el 181 a, C., con algunas acciones menores el
aio precedente y un peligroso combate el posterior) y Tiberio
Sempronio Graco (sobre todo el 179 a. C., ya que llega tarde
a su demarcacién: iniciativas de reorganizacién hasta los p
‘meros meses del 178 a. C.} supondrin ya una verdadera in
‘vasi6n del territorio celtibérico, El staque romano se produjo
desde el sur. Partiendo de sus cuartelesinvernales, las legio
nes V y VII, las érdenes de Pulvio Flaco, consolidaron po.
siciones en torno a Aebura, ciudad con diversas propuestas
de localizacion (Talavera, Consuegra, entre otras} en el éreatoledana, adonde, una vex mis, acudieron los celtiberos como
primera linea de defensa avanzada, Tras la derrota de estos y
el saqueo e incendio de su eampamento, Flaco dej6 all una
guarnicién y a sus heridos y cruzé Carpetania para golpear
yadirectamente las puertas del terrtorio celtibérico mediante
st aproximacién a Contrebia (probablemente Carbica, que
suele ubicarse, a partir de evidencias numismaticas,en el op-
idum de Fosos de Bayona, Villas Viejas, Cuence). Rendida
Ja ciudad sin lucha, Flaco introdujo las tropas en el interior
para atacar por sorpresa a los refuerzos cetibéricos que, ig-
norantes de lo sucedio, acudieron tarde en misién de soco-
ro, Desde esta base realizé acciones punitivas diversas,
saqueando asentamientos rurales y tomando algunos pobla-
dos fortificados hasta que, segin manifestaron sus propios
enviados ante el Senado, obtuvo la deditio (rendicién incon-
dicional) de la maxima pars Celitberorum.
La percepcién de su sucesor en el mando de Hispania Ci-
terior no era, desde huego, tan optimista. Graco, designado
ya para el cargo, se opuso en Roma @ la retirada del ejreito
de Flaco (requisito para a realizacién del desfile trun) ale-
¢gando que solo los cetiberos citeriores,es decir los mas pré~
xximos alos campamentos romanos, habian sido sometidos,
en tanto que los més slejados (uiteriores) permanecian en
armas. EI Senado opté por la decisién saloménica de licenciar
parcialmente alos veteranos de Flaco y enviar, acambio, sup-
‘plementa. Con estas fuerzas reorganizadas en dos legiones se
dirigié Graco ala zona de combate, drea ala que llegarfa tarde
‘a causa dela peste en Talia y de problemas para la realizacién
de levas. En los meses de espera del 180 aC, todavia en fun-
Giblogafa completa en www despertlersm-edcines com
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Ejército —
e instituciones
celtibéricos
por Alberto Pérez Rubio
Universidad Auténoma de Madrid
AUNQUE TODAVIA PERSISTE EN EL IMAGINARIO
COLECTIVO LOS MITOS SON DIFICILES DE MATAR~ LA
IDEA DE UNOS CELTIBEROS PRIMITIVOS, QUE COMBATIRIAN EN
LA SEMPITERNA E HISPANICA GUERRILLA, LA INVESTIGACION
RECIENTE DIBUJA UN CUADRO MUCHO MAS MATIZADO Y COMPLEJO
DE LAS COMUNIDADES QUE LAS FUENTES DENOMINARON CELTIBEROS
Y DE SU ORGANIZACION SOCIAL, POLITICA Y MILITAR.
a desde el siglo VI.a. C. la arqueologia detecta en las
Y tierrasaltas dela meseta oriental y del Sistema Ibérico,
alrededor de los cursos altos del ‘Tajo, Jalin y Duero ~
Ja Celtiberia nuclear-, una serie de grupos humanos con deter-
minados patrones comunes, como son los pequeitos
asentamientos de tipo castrefio,a menudo dotados de murallas,
‘cementerios de cremacidn -algunos de ellos en uso hasta in-
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cn wn esquema que conocemos para otros ligares del Medite-
rrineo antiguo cuando despunta el estado y se exacerba la dia-
Igctica entre o pablicoylo privado. Ls tensiones entre los grupos
dlirigentesy otras capas dela poblacién entre seniors ieventus,
yeenel seno de ls propias Altes, que debieron intensficarse ante
la incesante presin bélica,a veces afloran en los textos, como
cuandoen93.. C, en Belgeda el pueblo quemé el consejo (App.
{ber 100) 0 cuando las mujeres de Meobriga empujeron a sus
hombres ala guerra mientras los maiores aconsejaban mantener
la paz (Salust. His, IL82). Bl ejemplo més palmario lo tenemos
en Latia, donde los dirigentesentregaron a Escipin 2400 iuvenes
que querian auxiliar a Numancia (App. Iber 94).
LOS EJERCITOS CELTIBERICOS
Lainvestgacin recente ha permit superar ls viejosesquemas
noventayochistas que vefan en cltiberosy Iusitanos alos antepa~
sados directos de los guernilleros de la Guerra dela Independencia;
actualmente sabemos que podian poner en pie eéritos muy nu-
‘merosos, spaces de coordinar contingentes de varias comunida-
des, de combinar diferentes tipos de tropa y de plantar batalla
campala laslegiones. Como ha sfialado Quesada la panopliacel-
tiberica delossighos I yI1a.C, como bérica, es funcionalmente
idéntica ela de otros guerreros dl ambito mediterinen, como los
‘turcophoroihelenisticos los legionarios mesorepublicanos,apta
tanto para el combate en formacion cerada como para a escara-
muza. Elequipo basico delos nfantescetfbera combinaba ast un
arma arrojadiza pesada -pltun solierrewn~con una espada capaz
tanto de tajar como de punzar, fiando paral proteccién en un es-
coco cireukarde entre $0 y 70 cm dedirnetro~cnett—que, a partic
de finales del siglo TT. C, también altemard con eseudos ovales
scutemo thureos-
Las fuentesindican quelos contingents cetibéricescontaban
tanto con infunteria igera como con infanteria de linea y caballe-
sa, esta lima en unos porcentajes considerable, icticamente,
{os ejécitos celtibéricos no rehnian la batalla campal, sino que
ibana ofrecer, como cuando en 181 .C, en Aebura, Carpetania,
2 ojército de una coalicién celtbérica, ue segtin Livi (XL30-
432) eontaba con 35 000 hombres, se desplegé en linea ~acie de-
recta~ durante varios dias consecutivos, ala espera de que el
propretor Fulvio Haco recogiese el guante, La narracin de este
encuentro nos indica que lo cetberosfortfcaban sus campa-
_mentos de marcha -Livio habla de un castrum dotad de vallun—
‘ycomo,ante una prevocacién romana, saleron del misma orde-
‘naclamente, primero la caballeria, que servira como pantalla al
espliegue dela infanteria, que avan teas recibir una seal. Los
Bbiogralie completa en www despetaferro-diimes camse alo que una historiografa tradicional hareiterado de
‘manera incesante, el ritmo y el progreso de la conquista,
romana de Iberia -ahora Hispania no estuvo determi-
nado por la ferocidad dela resistencia de los pueblos hispanos
0, Sobre todo, por las cizcunstancias dela politica interior ro-
mana y por otros “compromisos" exteriores, especialmente las
guerras contra Cartago y Macedonia, Probablementeesasicomo
podamos entenderla reanudacién,en 154a, C, delasguerrasen
Ja provincia Citerior de Hispania, dado que Roma habia asegu-
tad yadefintivamente los Balcanes ys islas del Mediterrineo,
dems dela cosa ligu: Solo Cartago, que renacié de sus centzas,
se perilaba como una amenaza, Pero, para aplastala definitiva-
‘mente, Roma esperariaasolucionarlos asuntos de Celtiberia. No
es casual que la Sey érica (154-152 a, Cen
adelante TIGC) se enmarque entre la Tercera Macedénica (171-
168 a. C.) ya Tercera Pinica (149-146a.C).
Alo largo de todo el sigh Ila C. Roma solo mantuvo (salvo
episodios pantuales} doslegiones en Hispania al mando de sen-
dos pretores, uno en la Citerior (para controlar Cetiberia y la
‘Meseta Occidental) y otro en la Ulterior (Lusitania) cuandoen
total solia mantener siete en activo, con picos de hasta dace
{rece en momentos comola Guerta de Siria contra Antioco (ba-
talla de Magnesia, 190 a. C), la IM Macedénica (Pidna, 168
a, C}o lal Pinica (Cartago, 146. C.), Bn momentos ee crisis
en Hispania, como la [IGC que tratamos, solo seafadi una le-
‘gin a la Citerios, que pas6 a tener un ejército consolar (para
tn total de tes en Hispania) contra un total de cinco o seis en
activo en todo el Estado. Es cierto que, de acuerdo con los cil-
culos ya antiguos de A. Alzelius, las Hispanias habrian alber-
‘gad dos eérctos consulares, cuatro legiones en total, entre 188
y 168 a. C, pero recientemente F. Cadiou ha mostrado de ma-
neta bastante convincente que en el siglo Ia, C. el nimero de
«estas se redujo a solo ds, salvo en momentos puntuales como
In gran rebelidn del 195, C. (3 en la Citerior y1 en la Ulterior
); en la lIGC (2 Citerior més 1 Ulterior = 3), en la guerra
la Guerra Ci
La Segunda Guerra Celtibérica
por Fernando Quesada Sanz ~ Universidad Auténoma de Madrid
EL PRETEXTO ADUCIDO POR ROMA PARA INICIAR LA GUERRA EN CELTIBERIA
EN EL 154 A. C. ES PRUEBA DE QUE EL CUARTO DE SIGLO DE PAZ, DESDE LOS
‘TRATADOS ACORDADOS POR EL PROPRETOR TIBERIO SEMPRONIO GRACO EN.
179 A. Cy SOLO FUE UN RESPIRO, PROLONGADO, ESO Si, EN EL PROCESO
NATURAL DE EXPANSIONISMO ROMANO, DISCONTINUO E IRREGULAR,
PERO IMPARABLE. EN ESAS DECADAS ROMA TUVO LAS MANOS LIBRES
PARA LIBRAR OTRAS GUERRAS CONTRA PUEBLOS BARBAROS, COMO
ILIRIOS E ISTRIOS EN EL MISMO 179 A. C., 0 SARDOS, CORSOS, LIGU!
DALMATAS, PERO SOBRE TODO PARA LIQUIDAR DE UNA VEZ POR TODAS EL
REINO DE MACEDONIA, DECADENTE SUCESOR DEL IMPERIO DE ALEJANDRO,
EN LA TERCERA GUERRA MACEDONICA DE 171-168 A. C.
de Numancia (2+1/2) La prioridad otorgada a Hispania no es
comparable pues con la de otras grandes guerras que Roma
‘mantuvo en la misma centuria,
‘Como fuentes para esta guerra, y por orden cronolégico de
autor, contamos con algin fragmento miso menos corrompido
1 casi itil del libro XXXV de Polibio, el escritor mas antiguo y
‘mejor informado de todos, ya que vivid a mediados dels, Ha.C.
Pero esta parte de sus Historiasesti casi perdida y solo conserva-
_mos parrafos dispersos en un manuscritobizantino, la Suda (ci-
tado también como obra de un lexicdgrafo lamado Suidas). El
siguiente autor es Diodoro de Sicitia (quien escribi, flora, en
tomo al 40-30 a. C.), de quien tenemos también pocos parralos
desordenados (XXXI. 39-41), quizé tomados de Poibio ajuzgar
ppor algunas coincidencias como el uso de la frase “guerra de
fuego” para describirla. Tito Livo vivi6 bajo Augusto, hacia el
cambio deera,y yaa mis de un siglo delosacontecimientos, pero
esta parte de su obra esti tambin perdida (en la prctica desde
cl libro XLVI de su Ab Urbe Condita) lo que nos impide contar
con su detallada narracidn de acontecimientos. Solo conserva-
‘mos de él algunos escuetisimos restimenes en el Epitome de Fioro
(oruit c. 110-120 4.) y en las lamadas Periocas (Perioche.
Por tanto, nuestra mejor y tinica fuente de cierta extension es el
retrato de Apiano (fort ca. 150 4.C.), quien en su Iberia (Iter
44.47) pudo seguir la obra perdida de Polibio y a Posidonio,
ambas fuentes fiables. ¥ esto es casi todo.
EL ORIGEN DE LA GUERRA
Las fuentes son bastante sobrias a la hora de presentar las
‘causas de la guerra
Segeda es una ciudad perteneciente a una tribu celtibera
Mamada belos, grande y poderosa, y estaba inscrita en los
tratados de Sempronio Graco [mencionads al princi
pio]. Esta ciudad forzé a oteas ms pequetias a estable-
cerse junto a ella; se rode de unos muros de“Soa par de paca de Grace de 79128 a Calms Gules ibis emer 2 aafar mone pobalsneto pane gag de rs 2
fora con pr ser de iran ens eras comers qu aoa ine ly coo demesta pens de eens el
NSPE RRO
Samia gy de ras en Sage per empl han apace nos vis ects Las primes anos cia con ee A de tone de
SEGEDASENATA arr 215 Cun el model da avacns de bce Hse (arg) y uma mero omar La idea pola y aero
el ei nad de ged que puta ce aio en qu jedan su bre en sii ince ye as sinbobs ue adaman ano bu
essing, ui acide aun ive oda, ws ra ea eer ~se aeedne con un esadare en fama par
aproximadamente cuarenta estadios de circunferencia
{unos 7,2 km] y obligé también a unise a los ttos, otra
tribu limitrofe, Al enterarse de ello, el Senado prohibio
que fuera levantada la maralla, Jes reclamé los tributes
estipulados en tiempos de Graco, y les ordené que pro-
porcionaran ciertos contingentes de tropasa los omanes
{J replicaron que Graco habia prohibido fundar nuevas
ciudades, pero no fortifica las ya existentes. Acerca del
tributo y las tropas auxiliares, manifestaron que habian
sido eximidos por los propios romanos después de
Graco. La realidad era que estaban exentos, pero el Se-
nado concede siempre estos privilegios afadiendo que
tendran vigor en tanto lo decidan el Senado y el pueblo
romano (Apiano, Iber 44% trad. A, Sancho Royo).
Diodoro (XXX1.39) hace un relato muy similar pero, sig-
nificativamente, habla de que los segedenses votaron ampliar
su ciudad, no que forzaran a otzos a integrarse en ella, Pese a
la afirmacién de Apiano, es plausible que no fuera esta una
ampliacién impuesta, sino un proceso de concentracién ur-
bana frecuente en Hispania ya desde antes de la legade de
Roma. En todo caso, parece que, por un lado, Roma se agarré
a cualquier pretexto para reemprender la anexién de la Celti-
beris ¥; por otro, tras mas de dos décadas de paz -una gene-
racién-, quizd los belos habfan perdido la perspectiva de la
agresividad que Roma podia demostrar ante cualquier accién
«que remotamente pudiera dafar sus intereses, como podia ser
_mejorar la capacidad defensiva de su prineipal ciudad.
Sea como fuere, aunque Apiano salta ditectamente de
este pirrafo al comienzo de la guerra, Diodoro, en cambio,
habla ademés del discurso conciliador de un anciano sege-
dense, Caciro, y del intenta de los belos de aplacar al Senado
de Roma, que sin duda habia ya decidido atacar en cual-
quiet caso, como Jo habia hecho tantas veces y lo harfa en
el futuro, Por cierto que son una suerte de Consejos y
Asambleas urbanas, y no la voluntad de los lideres indi
duales, los que deciden la guerra en el mundo celtibérico,
Uno de los acontecimientos més llamativos de esta gue-
ra fe que le distancia ala que se realizaban las operaciones
for26 alos romanos, en el aio 598 desde la fundacién de la
ciudad (154/153 a. C.), a cambiar Ia fecha de los comicios
cen los que se elegian los cbnsules. La razdn, como ya advir-
tiera A. Schulten en 1937, era que estos pudieran entrar en
fanciones en las calendas de enero (primer dia del mes) en
lugar de en marzo, de modo que pudieran legar al teatto
de operaciones al comienzo de la primavera y no en julio,
para contar asi con mas meses ities de campaiia antes del
invierno, Livio lo dice escuetamente: “La razén de cambiar
Ja fecha de los comicios fue la insurreceién de Tos hispanos”
(Per. XLVIL13-14), lo que no deja de ser un eufemismo.
SEGEDA Y LA ARQUEOLOGIA
Los trabajos de campo de F. Burillo han permitido identficar
arqueol6gicamente la SekaizalSegeda de la numismética y las
fuentes litearias con un gran yacimiento en Poyo de Mara, Za~
ragoza, a un centenar de kilémetros al este/sudeste de Numan-
ia, més lejos de lo que da la sensacién por ls fuentes literarias,
«que parecen ubicarla 2 menos dias de marcha. Incluso parece
{que un proceso de sinecismo, es decit, de agrupacién de aldeas
ex1.un centro urbano amptiado, es visible arqueoligicamnente,
Confirmando en parte una propuesta de Schulten de 1937
{quien identificé el dtea, pero no el yacimiento concreto, porque
cl de Schulten es Segeda II-Durén de Belmonte, yacimiento ad-
yacente pero que es posterior la guerra), F Burillo y su equipo
hhan podido recientementeidentificar y excavar en parte en Se-
geda Tun gran recinto amurllado con un muro de més de4'm
de grosor-, que abarca unas 17 ha (casi el triple que Numancia,
con 7.2 ha) y sin apenas construcciones al interiot, datable, en
efecto, hacia mediados dels. Il a, Cs se trataria pues de la am-
pliacin citada, La cerdmica importada, bastante bien fechada,
permite sugerir un abandono en torno al 153 a, C. Eltamatio de
Segece, muy grande en comparacién con ls ciudades celtibéricas
(que rara vez legan alas 10 ha), valida la cita de Apiano segtin ka
cual era ciudad grande y poderosa dels belas (ibe. 44), aunque
por su parte Diodoro de Sicilia la considerara “pequene”
(OCXXI.39), Algunas de las cass de Segeda son muy sofisticadas
ycontienen materiales, como un estrigilo griego (instrumento
uusado para el asco tras el ejercicio en la palestra), que muestran
‘un urbanismo yun nivel de vida elevedo, por lo quelos segeden-
ses que al final dela guerra marcharon como erbajadores a
‘Rom no se sentirian apabullados por una ciudad que por en
tonces no era, ni remotamente la gran wrbs de mérmol y estas
que llegara a ser bajo Augusto, siglo y medio después.
MANDOS Y ALIANZAS
Segedenses y numnantinos eligieron como general a un sege-
dense llamado Caro (Apiano, ber. 45), quizd segiin Schalten
el mismo Caciro de Diodoro, Pero este tiltimo es descrito
como un anciano (presbitero). Por su parte Ploro, en una apre=
tadisina sintesis que comprime la IIGC, menciona que los
‘mumantinos eligieron como jefe aun tal Megarivico, que no
aparece en Apiano, y en un contexto (Epit. .34.4) que puede
referral abo 153 a. C. Tanto Schulten como los editoresre-
cientes de Floro piensan que este Megaravico pudiera ser un
sobrenombre de Caro, Otra posibilidad, ya conacida y revi-
vida por a investigacion més reciente, es que hubiera en rea~
lidad dos jefes, una suerte de generalato dual colegiado similar
alde los dos cénsules o los dos pretores romanos. Hay indicios
de una institucién de guerra de este tipo tanto en el mutdo
ibérico (Indibil y Mandonio) como en el de los celtas del in-
terior (Istolacio e Indortes} y en el mismo caso de la IIGC. En
a