2018
RELIGIÓN
TELÚRICA Y
MEGALÍTICA
DIVERSIDAD HUMANA Y CULTURAL
LUCÍA ENTRECANALES Y JOSÉ ALBERTO ROSAS
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Índice
Religiosidad telúrica .................................................................................................................................... 3
Arte y Revolución ................................................................................................................................... 3
¿Una, dos, o cuántas? ............................................................................................................................. 3
La madre que nos parió.......................................................................................................................... 4
El hombre y la tierra ............................................................................................................................... 4
¿Cómo se representaba? ......................................................................................................................... 5
La coexistencia entre lo divino con lo animal ..................................................................................... 6
Religión Megalítica ...................................................................................................................................... 7
Origen de El Megalitismo ...................................................................................................................... 7
Monumentos megalíticos ....................................................................................................................... 7
¿Cuándo aparece? .................................................................................................................................... 8
¿Dónde se desarrolla? ............................................................................................................................. 8
Características principales de la religiosidad........................................................................................ 8
La siguiente revolución y el cambio de paradigma............................................................................. 9
Bibliografía ................................................................................................................................................. 10
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Religiosidad telúrica
Arte y Revolución
Estamos hablando de hace muchos miles de años. Los primeros indicios de la posible
religiosidad del ser humano, ser ven reflejados en paredes, objetos y en el suelo. Nos referimos a
las pinturas rupestres, los elementos mobiliares (puntas de lanza, flautas, herramientas...), y a las
tumbas y huesos de animales encontrados.
Estos indicios tienen algo en común: las cuevas. Las cuevas aparecen como elemento de refugio,
de vivienda y de manifestación religiosa/artística. Sin embargo, no todos los hallazgos pertenecen
al mismo periodo de tiempo. Algunos son del paleolítico y otros del neolítico. Este fenómeno
refuerza la idea de la existencia de las religiones telúricas.
El paleolítico es el periodo período prehistórico más antiguo (desde hace unos 2,85 millones de
años (en África) hasta hace unos 12 000 años), es anterior al mesolítico, y se caracterizó por la
fabricación y utilización de herramientas de piedra tallada, la práctica de la depredación (caza,
pesca y recolección), el nomadismo y la aparición de las primeras manifestaciones artísticas,
como son las pinturas rupestres y las esculturas de piedra o hueso. En este periodo las
temperaturas eran bajas, pues tuvieron lugar varias glaciaciones. Esto convertía a las cuevas en
sitios idóneos para el desarrollo de la actividad humana.
Sin embargo, hace aproximadamente unos 10500, un grupo de humanos cambió sus costumbres
de cazadores-recolectores en otras de productores en Oriente Próximo. Es decir, ocurrió la
segunda gran revolución de la humanidad: la práctica de la agricultura y la ganadería. Esto fue
posible gracias a que el clima fue mejorando poco a poco, dando la posibilidad de mayor
vegetación y posibilidad de que la vida del hombre se desarrollara, cada vez más, en el exterior.
¿Una, dos, o cuántas?
No existe una sola religión telúrica. Más bien existieron numerosas religiones que compartían
rasgos telúricos. Unas que solamente contaban con estas características, otras que las
combinaban junto con otras. Como había que hacer una presentación para cada una, solamente
se exponen los rasgos comunes.
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La madre que nos parió
La principal característica de estas religiones es que identifica a la divinidad suprema con la tierra,
dándole la característica de madre. Madre porque da vida a la vida de la tierra. Madre porque
acoge en sus entrañas a los hombres.
Cuando hablamos de tierra, no nos referimos al “polvo” o al “barro”, sino a ese “ser” que da
vida a las plantas y que es capaz de acoger al ser humano en su interior (cuevas).
Las lenguas antiguas, que son herederas de otras lenguas ancestrales, nos dan pistas de esta
diferenciación, entre tierra como algo que no es sagrado (profano) y la tierra como divina. En
latín a la tierra profana se le denomina terra y en cuanto sagrada tellus, de ahí la palabra telúrico.
La tierra es vista como aquello de lo que provienen los bienes y la supervivencia.
La religión telúrica carece pues de libros religiosos. De ella nos quedan las pinturas rupestres, los
monumentos megalíticos, los restos neolíticos etc…
Pero, con esas evidencias, podemos afirmar que el ser humano veneró a la tierra en cuanto divina
y muy pronto se extasió ante el inesperado resurgimiento anual y repetido de la vegetación en las
primaveras de todas las regiones templadas. Identificaba la primavera con la vida, nacimiento y el
invierno con la muerte.
La madre tierra ha recibido numerosos nombres a lo largo de la historia y según cada cultura y
religión: Deméter, Cibeles, Isis, Atargatis, Semele, Bona Dea, Tellus, Ba-Belona, Ki, Aruru y
Ninhursaga (Mesopotamia), Astarté (acadios), Isthar (semitas), Durga o Kali (India), Kwan-yi
(China), Pachamana (incas, ahora quichuas/Ecuador y quechuas/Perú, mayas), Teteoinnán,
Xochiquetzal (aztecas), Cihuacóatl, Kannon (Japón), Nerthus (teutones)...
El hombre y la tierra
En este punto, podemos llegar a comprender cómo es que el ser humano deificó lo que le daba
la vida: la tierra. De hecho, esta idea de que la tierra es madre de todos, prospera en la etimología
de la palabra humano. En latín humus significa tierra, derivando la palabra humanus (humano en
español), queriendo decir que es un ser que surge de la tierra.
Esto coloca al hombre en una posición de gratitud. Ahora, el ser humano está en deuda con
aquella que le ha dado la existencia. Por ello, en los ritos se ofrecerán diversos tipos de ofrendas.
Siempre se ofrecerá algo vivo, es decir, algo que ha surgido de la tierra. Sobre todo, será una
forma de mostrarse agradecidos y de mostrar su respeto hacia la divinidad.
Por otra parte, es curioso cómo desde esta concepción, el ser humano cuenta con un espíritu que
sobrevive a la muerte. De esta manera, se entiende la vida del hombre en torno a la tierra. De ella
nace, sobre ella vive y a ella volverá, tanto en cuerpo como en espíritu, pues la morada de los
muertos se posicionaba en el interior de la tierra.
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¿Cómo se representaba?
Como ya se ha dicho, no hay una sola religión telúrica, por lo que no existe solamente una clase
de representación de la tierra como divinidad. Por lo general se la representa como animales, y
como vegetación en forma humana.
En cuanto a su representación animal: las dos figuraciones principales de la diosa madre tierra
son la serpiente y el toro.
La serpiente: es el animal ligado a la tierra, llamada incluso «hija de la tierra» por los autores
greco-latinos. Esto deriva de sus características principales: inverna (como muerta) dentro de la
tierra durante el frío, y en primavera revive, cambiando de piel, y sale de la tierra. Esta asociación
de la divinidad con la serpiente se ha encontrado muy extendida, tanto en la cuenca indo
mediterránea, es decir, desde el Occidente europeo atlántico hasta el valle del Indo, como en
torno al mar Caribe, y en no pocas zonas tropicales y subtropicales, en todos los lugares
europeos, asiáticos, africanos, americanos y australianos en los que la cultura y religiosidad
telúrica tuvo o conserva su vigor.
Pero esta identificación no solamente nace de las peculiaridades del animal, sino que su
significado a más allá. Se relaciona estrechamente con:
-La fertilidad agraria: por ser símbolo de la vegetación, que surge de la tierra.
-La fecundidad humana: se refiere sobre todo al fenómeno de la transmisión y nacimiento
de la vida, expresada en la generación y la esterilidad, la sexualidad y la virginidad.
-La salud: Se comenzó a asociar la serpiente con la salud por el rito de la incubación (acto
de dormir sobre el suelo en lugar sagrado) que se realizaba en templos de deidades
telúricas. El más claro ejemplo fue Asclepio. Mientras dormía, soñaba que una de las
serpientes del santuario le lamía la herida, y finalmente quedaba curado. Posteriormente
fue coronado rey de Atenas, representado por una serpiente. Como para el mundo griego,
Asclepio era el patrono de la medicina, la serpiente a día de hoy es el símbolo de la
farmacia.
-La subsistencia tras la muerte: Puesto que se ha relacionado a la serpiente con el origen de
la vida, con la vida misma, con la salud y con la tierra, es de esperar que también se
relacione con el alma que vive tras la muerte.
-La mántica o adivinación: “madre de los sueños” y «la primera en ejercer funciones
mánticas» en el oráculo de Delfos, así le nombran a la Tierra algunos escritores antiguos.
Al principio, los ritos adivinatorios no eran por «inspiración» o por trance extático, sino
por deducción tras observar los comportamientos de la serpiente.
El toro: este animal se relaciona, al igual que la serpiente, con la fecundidad, con la potencia
genésica, con la fertilidad, con la mujer, etc.
Estas representaciones del toro, la serpiente y del triángulo invertido, sobreviven desde el
paleolítico hasta los primeros años de nuestra era, atravesando varias culturas y en distintas
formas.
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La representación antropomórfica de la vegetación: La figura femenina de la tierra madre, a
menudo iba complementada con una figura masculina. Se refieren al prototipo del joven dios que
muere y resurge, así como sucede con la vegetación. A demás de este, existen varios ejemplos de
cómo estas divinidades han ido adoptando formas humanas. Algunas de estas manifestaciones
son:
-Aparición de serpientes junto a las deidades telúricas; cuando son representadas ya en
forma humana (jóvenes, esbeltos, fuertes...) Por ejemplo: las estatuas de Asclepio.
-Cuando se convierte en objeto de temor religioso: entre los argivos cuando no se atrevían
a matar a ninguna serpiente.
-El símbolo de la serpiente, no obstante, ha sufrido una desacralización total, antes era
considerada como “sagrada, bienhechora”, y a día de hoy provoca temor, considerándola
peligrosa e incluso mortal, a raíz de la tradición judeo-cristiana.
La coexistencia entre lo divino con lo animal
En la religiosidad telúrica, es común que se asocie al animal como tal o a distintos seres con la
divinidad. Convirtiéndolos animales y vegetales sagrados en los que reside y coexiste el dios. El
toro, la serpiente, el trigo, el pino... se transforman en moradas de lo sobrenatural.
Esto no quiere decir que se adore a los toros o a los pinos, sino que se adora a la divinidad que
representan, o que reside en ellos.
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Religión Megalítica
El megalitismo es un fenómeno cultural que se extiende por toda Europa y el resto del mundo.
Al igual que ocurre en la religiosidad telúrica, no podemos hablar de “cultura megalítica” ni de
religión megalítica. Pues el megalitismo se da en todas las religiones del mundo, y es compatible
con distintas culturas y religiones.
Origen de El Megalitismo
Según su etimología, “megalitismo” se refiere a la construcción de monumentos o espacios de
carácter religioso caracterizada por “grandes” (en griego, megas) “piedras” (en griego, lithos).
Monumentos megalíticos
1. EL menhir: es el tipo de monumento más simple (en bretón, men, significa “piedra”, hir
“largo”). Es una piedra alargada de 20 hasta 50 metros clavada en el suelo. Ejemplos: las de
Carnac (Francia), compuesta por 2.935 menhires colocados en un terreno de 3.900 metros de
longitud. La verdadera función del menhir se desconoce, la más aceptada es que servían para
marcar un territorio o delimitar campos de cultivo. También se relacionan con el culto a la
fertilidad o con creencias en la vida de ultratumba.
2. El dolmen: (dol “mesa, men “piedra”): construcciones más complejas: consta de varias losas
clavadas en la tierra en posición vertical y una o más losas, a modo de cubierta, apoyadas
sobre ellas en posición horizontal. El conjunto forma una cámara y está rodeado en muchos
casos por un montón de tierra de sujeción o piedras que cubren en parte las losas verticales,
formando una colina artificial. Existen dólmenes de grandes proporciones como el del Soto
en Sevilla, cuya piedra principal pesa 21 toneladas. Dos tipos de dólmenes: dolmen simple y
dolmen de corredor: Se construían como monumentos funerarios, normalmente estaban por
lo general orientadas hacia el Este. Los cuerpos eran enterrados en forma fetal con las cabezas
mirando al Este, mirando al amanecer. Señal de renovación de la vida.
3. Túmlo: (Del latín tumulus, “elevación”), es el nombre que recibe el montón de tierra y
piedras normalmente levantado sobre un dolmen o una tumba. Consistía en una pila de rocas
cubiertas por tierra hasta formar colinas artificiales. Solían ser cámaras funerarias en las que
reposaban una persona o varias, sus armas y sus principales pertenencias. La aparición de los
túmulos está habitualmente relacionada como una forma de marcar el terreno.
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4. El cromlech: (crom “curva, círculo” lech “lugar): son varios menhires colocados en círculo o
semicírculo. El de Stonehenge (Salisbury, Inglaterra) es el más famoso. Está formado por 3
círculos de piedra, rodeado por un foso circular de 104 metros de diámetro. Poco se sabe de
la finalidad de este monumento. En el solsticio de verano, el sol salía justo atravesando el eje
de la construcción, lo que hace suponer que los constructores tenían conocimientos de
astronomía. El mismo día, el sol se ocultaba atravesando el eje del Woodhenge, donde se han
encontrado multitud de huesos de animales y objetos que evidencian que se celebraban
grandes fiestas, probablemente al anochecer. Aquí vemos cómo creencias telúricas,
megalíticas y celestes convivían durante el mismo tiempo y espacio.
Hay que sumar a estos y otros monumentos megalíticos, como el talayot y la naveta propios de
las Islas Baleares, las pirámides de Egipto y las americanas (mayas, aztecas…).
¿Cuándo aparece?
Está demostrado que la mayoría de estos monumentos (dólmenes, menhires…) existían ya en
torno al 4600 a.C. en cambio las pirámides de Egipto datan del 2700 a.C. El megalitismo
transcurre en su mayoría en el Neolítico, y durante la Edad de Bronce.
¿Dónde se desarrolla?
Los megalitos prehistóricos ocupan una gran extensión; desde Occidente (la península Ibérica,
Gran Bretaña, países nórdicos…) hasta Corea, pasando por el Magreb, Israel, Sri Lanka, La
India… No hay evidencia del origen del Megalitismo, ya que es un fenómeno muy complejo, no
obstante, es en España y en Portugal donde se puede establecer y seguir la evolución tipológica.
Características principales de la religiosidad
El contexto y las pautas de la religiosidad megalítica siguen el hilo telúrico. Es decir, la idea de la
tierra como principio y fin se mantiene. Podremos deducir las características de esta religiosidad
desde las construcciones y todo lo hallado con respecto a ellas.
-Monumentos funerarios: la subsistencia tras la muerte. Del megalítico no se conservan ni templos ni
palacios, parece una especie de “civilización de muertos”. Los dólmenes son siempre sepulturas
individuales o colectivas, de los menhires unos están relacionados con enterramientos, pero de
otros no es posible saber su utilidad. Sin embargo, lo que llama la atención es que los dólmenes
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están perfectamente ajustados, es decir, queda herméticamente cerrado, no existe ninguna
abertura, excepto el llamado “orificio de las almas”, interpretado como la salida del alma. Estos
monumentos quieren significar la permanencia e inmutabilidad en el tiempo, y por ello entierran
ahí al hombre, pues es un ser mortal, cambiante, corruptible. De esta manera quieren garantizar
su supervivencia más allá de la muerte.
Así, detrás de este tipo de construcciones existe un especial pensamiento y un modo de entender
la muerte. Puesto que en su mayoría se trata de tumbas con varios cuerpos, la muerte no se
considera como algo aislado e individual, sino como un acontecimiento social.
Dentro de estos monumentos encontramos distintos símbolos:
a. Agua: el agua es reconocida como la que ayuda a dar inicio y continuidad a la vida. Por
ello, es normal que fuese considerada sagrada o fuente de vida. Por ello, es comprensible
que los monumentos se localicen cerca de manantiales, ríos y lagos, además de distintos
signos y pilas de agua excavadas en la roca, en los monumentos.
b. El color rojo o la sangre: algunos monumentos lo utilizan, porque parece significar la
sangre y la vida.
c. Las ofrendas: Ofrendas de viandas: se sacrificaban animales enteros, o trozos, o a veces
se ofrecían de modo figurativo, pintándolos o en figuras de arcilla. Ofrendas de
instrumentos: hachas, cuchillos, vasijas de cerámica… Parece como si los muertos
necesitarán de alimentos e instrumentos para la vida del más allá.
-La diosa madre Tierra y las piedras megalíticas: La piedra se relaciona con la tierra, de donde sale y al
mismo tiempo simboliza perennidad, frente a la caducidad de lo vivo (plantas, animales,
hombre). La piedra es, permanece, no está sometida al cambio continuo, ni al fluir continuo del
agua. Además, la piedra tiene otra dimensión: la antropogónica u origen del hombre, pues se
identifica con la tierra.
La siguiente revolución y el cambio de paradigma
Los metales trabajados, aparecen en torno al año 3500 a.C. en Mesopotamia. Pero la sustitución
de la piedra por el metal, fue un proceso más largo, en torno al año 2000 a.C.
La metalúrgica supuso una revolución de la agricultura (el arado, la rueda de metal, el hacha…).
La elaboración del cobre tuvo connotaciones religiosas y también mágicas.
El Dios de la fragua se puede encontrar en casi todos los pueblos indoeuropeos: Hefesto
(Grecia), Vulcano (Roma).
A partir de ahora, se va a sustituir la contemplación de la tierra por la contemplación del cielo.
Poco a poco irán cobrando mayor importancia las deidades celestes. De esta forma lo telúrico
queda a un lado, hasta unos siglos antes del comienzo de nuestra era, cuando rebrota en forma
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de misterios o religiones mistéricas. Sin embargo, durante los miles de años de este proceso,
creencias telúricas, megalíticas y celestes se mezclaban entre sí.
Bibliografía
Díaz, C. (1997). Manual de historia de las religiones. Bilbao: Descleé de Brouwer.
Gómez, M. G. (1999). Historia de las religiones. Madrid: BAC.
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