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Teorias de La Ccomunicacion 2

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Universidad Nacional de Córdoba

Facultad de Derecho y Ciencias Sociales


Escuela de Ciencias de la Información
Teorías de la Comunicación II

Teorías de la
Comunicación II
UNIDAD 1

Comunicación y cultura: definiendo el campo,


interacciones, relaciones

“Experiencia audiovisual y desorden cultural” Jesús Martín Barbero

Atmósferas culturales de fin de siglo

Poner en discurso la experiencia cultural de este fin de siglo y de milenio, nos


exige comenzar por una aproximación a lo que M. Hopenhayn ha llamado las atmósferas
culturales.
La primera, tecno-fascinación, alía la fascinación tecnológica al realismo de lo
inevitable. Se traduce, de un lado, en una “cultura del software que permite conectar la
razón instrumental a la pasión personal” y, de otro, a una multiplicidad de paradojas
densas y desconcertantes. En América Latina esta experiencia se halla atravesada por un
especial y profundo malestar: la desmitificación de las tradiciones y las costumbres desde
las que, hasta hace bien poco, nuestras sociedades elaboraban sus contextos de
confianza.A las crisis de los mapas ideológicas se agrega una fuerte erosión de los
mapas cognitivos que nos deja sin categorías de interpretación para captar el rumbo de
las vertiginosas transformaciones que vivimos.
La segunda atmósfera cultural es la de la secularización y el desencanto. Lechner,
sienta un importante concepto al que llama enfriamiento de la política, que define el
surgimiento de una nueva sensibilidad marcada por el abandono de las totalizaciones
ideológicas, la desacralización de los principios políticos y la re-significación de la utopía
en términos de negociación como forma de construcción colectiva del orden. He aquí la
paradoja: el desencantamiento de la política trasforma al espacio público en espacio
publicitario.
La tercera atmósfera recoge la desintegración del horizonte sociocultural común.
Los medios se transforman en voceros de la interpelación que desde el estado convertía
a las masas en pueblo y al pueblo en nación. La globalización económica y tecnológica
de los medios y las redes electrónicas vehiculan una multiculturalidad. Y al estallar el
sujeto social unificado que representaban las figuras del pueblo y de nación se desnuda
el carácter problemático que hoy adquieren las configuraciones de lo colectivo y lo
público.

Del malestar al des-orden cultural

El des-orden en la cultura introducido por la experiencia audiovisual atenta


hondamente contra la autoridad social del intelectual. Primero fue el cine, que –incluso
por medio de la reproducción – le gana terreno a lo irrepetible. Actualmente la televisión
es el medio que más radicalmente va a desordenar la ideal y los límites del campo de la
cultura. Más que buscar su nicho en la idea ilustrada de la cultura, la experiencia
audiovisual la replantea de raíz: desde la trasformación de nuestra precepción del
espacio y del tiempo. Del espacio, profundizando el desanclaje que produce nuestra
modernidad en relación con el lugar. Y –de manera paradójica- esa nueva espacialidad
emerge de la experiencia domestica convertida por la televisión y el computador al donde
“todo llega sin que haya que partir”. A nivel macro, al entrar en crisis el espacio de lo
nacional, debido a la globalización económica y tecnológica que redefine la capacidad de
decisión política de los estados nacionales y en que se inserta la desterritorialización
cultural que moviliza la industria audiovisual, los intelectuales encuentran serias
dificultades para reubicar su función. Pues desanclada del espacio nacional, la cultura
pierde su lazo orgánico con el territorio y con la lengua que es tejido propio del trabajo del
intelectual.
La percepción del tiempo en que se inserta/instaura el sensorium audiovisual está
marcada por las experiencias de la simultaneidad de la instantánea y del flujo. Una tarea
clave de los medios, para ejemplificar, es fabricar presente. La contemporaneidad que
producen los medios remite, por un lado, al debilitamiento del pasado; y del otro remite a
la ausencia de futuro que nos instala en un presente continuo. Hay proyecciones pero no
proyectos y los medios audiovisuales son a la vez el discurso por antonomasia del
bricolaje de los tiempos y el discurso que mejor expresa la comprensión del presente, al
transformar el tiempo extensivo de la historia en el intensivo de la instantánea. Hoy el
flujo televisivo e informático pone la metáfora más real del fin de los grandes relatos, por
la equivalencia de todos los discursos, la interpenetrabilidad de todos los géneros y la
trasformación de lo efímero en clave de producción y en propuesta de goce estético.

Objetos nómadas y fronteras borrosas del saber sobre lo social

En la nueva percepción del espacio y del tiempo se despliega un mapa de


síntomas y desafíos para las Ciencias Sociales, de objetos nuevos para la reflexión.
Pienso que en el rechazo de las ciencias sociales a hacerse cargo de la cultura
audiovisual hay algo más que el déficit de legitimidad académica que padece como
objeto. Parece más bien que sociólogos y antropólogos percibieran oscuramente el
estallido de las fronteras que ella entraña, incluidas las de sus campos de estudios, por la
configuración de objetos móviles, imposibles de enseñar en las mayas de un saber
positivo y rígidamente parcelado. La comunicación se convierte así en foco de renovación
de los modelos de análisis de la acción social y en clave de reformulación de la teoría
critica.
El desafío que la cultura audiovisual plantea a las ciencias sociales descubre su
verdadera envergadura cuando la crisis de legitimidad de las instituciones del Estado y de
la constitución de la ciudadanía se entrelaza con la crisis de autoridad del discurso
científico sobre lo social, evidenciando la crisis de representación que afecta al
investigador y al intelectual.
La esfera pública, cuya historia rastrea Habermas, se encontraba
indisolublemente ligada al espacio de lo nacional; y es ese vínculo el que está haciendo
rebasado por la emergencia de una macroesfera de opinión pública internacional a la
saga del flujo económico y por las microesferas constituidas por movimientos sociales,
que en algunos casos resisten a esos flujos y en otros son expresión del estallido
fragmentador de identidades tradicionales.
Emerge un descentramiento cultural que cuestiona de manera radical el carácter
monolíticamente trasmisible del conocimiento, revaloriza las prácticas y las experiencias y
alumbra un saber mosaico hecho de objetos móviles, fronteras difusas, intertextualidad y
bricolajes. Estamos ante la emergencia de “otra figura de la razón”, que resitúa la imagen
en una nueva configuración socio-técnica.
Más allá de la posmoderna muerte de los grandes relatos, a lo que la nueva
condición del saber remite es al fin de los relatos históricos que posibilitaban la
autoconciencia iluminista del progreso material y moral inevitables, y su sustitución por
relatos irónicos en las que se conjugue la reflexividad epistemológica con la imaginación
ética, y ambas con el espíritu de juego que relativiza nuestras seguridades al inscribirlas
en los juego del lenguaje.

“Modernidad liquida” Zigmunt Bauman

La fluidez es la cualidad de los líquidos y los gases. Los líquidos, una variedad de
fluidos, poseen estas notables cualidades hasta el punto de que sus moléculas son
preservadas en una disposición ordenada solamente en unos pocos diámetros
moleculares. En lenguaje simple, los líquidos no conservan fácilmente su forma y están
constantemente dispuestos a cambiarlas; por consiguiente para ellos lo que cuenta es el
flujo del tiempo más que el espacio que puedan ocupar. Los fluidos se desplazan con
facilidad, no es posible detenerlos. Emergen incólumes de sus encuentros con los
sólidos, en tanto que estos últimos sí sufren un cambio.
Ahora bien, sucede que los tiempos modernos encontraron a los sólidos pre-
modernos en un estado bastante avanzado de desintegración, y uno de los motivos más
poderosos que estimulaba su disolución era el deseo de descubrir o inventar sólidos cuya
solidez fuera duradera, una solidez en la que se pudiera confiar y que se pudiera
comprender volviendo al mundo predecible y controlable.
Para encara seriamente la tarea de construir un nuevo orden era necesario
deshacerse de todos los vínculos que condicionan la reciprocidad humana y la mutua
responsabilidad; conservar tan sólo el nexo del dinero. Esa fatal desaparición dejó el
campo libre a la invasión y al dominio de la racionalidad instrumental (Weber), o del rol
determinante de la economía (Marx). Ese orden llegó a dominar la totalidad de la vida
humana, volviendo irrelevante e inefectivo todo aspecto de la vida que no contribuyera a
su incesante y continua reproducción.
Por libres y volátiles que sean, los subsistemas de ese orden se encuentran
interrelacionados de manera rígida y fatal, y sin ninguna posibilidad de libre elección. La
rigidez del orden es el artefacto y el sedimento de la libertad de los agentes humanos. La
disolución de los sólidos (el rasgo permanente de la modernidad) ha adquirido un nuevo
significado: la disolución de las fuerzas que podrían mantener el tema del orden y del
sistema dentro de la agenda política.
Lo que se está produciendo hoy es una redistribución y una reasignación de los
poderes de resolución de la modernidad. Por cierto, todos los moldes que se rompieron
fueros reemplazados por otros, la gente fue liberada de sus viejas celdas sólo para ser
censurada y reprendida si no lograba situarse en los nichos confeccionados por el nuevo
orden: en las clases. Salimos de la época de los grupos de referencias pre-asignados
para desplazarnos hacia una era de la comparación universal. El poder de licuefacción ha
descendido del macro nivel al micro nivel de la cohabitación social.
Como resultado, el peso de la construcción de pautas y la responsabilidad del
fracaso caen primordialmente sobre los hombros del individuo.

La modernidad empieza cuando el tiempo y el espacio se separan de la práctica


vital y entre sí. En la modernidad, el tiempo tiene historia, la que adquiere cuando la
velocidad de movimiento a través del espacio se convierte en una cuestión de ingenio
imaginación y recursos humanos. Gracias a sus recientemente adquiridas flexibilidad y
capacidad de expansión, el tiempo moderno se ha convertido primordialmente en el arma
para la conquista del espacio.
Michael Foucault usó el diseño del Panóptico de Jeremy Bentham como
archimetáfora del poder moderno. En el panóptico, los internos estaban inmovilizados.
Pero existía cierta tensión en las relaciones de poder, puesto que los “rutinizadores” no
tenían una verdadera y plena libertad de movimiento; era imposible considerar la opción
de que pudiera haber “amos ausentes”. El panóptico tenía otras desventajas: era una
estrategia costosa que además significa administrar y responsabilizarse del bienestar
general del lugar; y la responsabilidad significa estar atado al lugar.
En las relaciones de poder pospanópticas, lo que importa es que la gente que
maneja el poder de las relaciones puede ponerse en cualquier momento fuera de alcance
y volverse absolutamente inaccesible. El fin del panóptico augura el fin de la era del
compromiso mutuo.
Durante toda la etapa sólida de la era moderna, los hábitos nómades fueron mal
considerados. En la etapa fluida de la modernidad la mayoría sedentaria es gobernada
por una elite nómade y extraterritorial. La elite global contemporánea sigue el esquema
de los antiguos “amos ausentes”, puede gobernar sin cargarse con las tareas
administrativas gerenciales, o bélicas. Aferrarse al suelo no es tan importante si ese suelo
puede ser alcanzado y abandonado a voluntad en poco o casi ningún tiempo. Hoy, lo que
da ganancias es la desenfrenada velocidad de circulación, reciclado, envejecimiento,
descarte y reemplazo.

Los poderes globales están abocados a una mayor y constante fluidez que es la
fuente principal de su fuerza y la garantía de su invencibilidad. Y el derrumbe, la
fragilidad, la vulgaridad, la transitoriedad y la precariedad de los vínculos y redes
humanas permiten que esos poderes puedan actuar.

¿Qué es la globalización? Ulrich Beck

Contribuyentes virtuales

El termino globalización no apunta precisamente al final de la política, sino


simplemente a una salida de lo político del marco categorial del Estado nacional y del
sistema de roles al uso de eso que se ha dado en llamar el quehacer político y nopolítico.
Todos los actores sociales deben reaccionar y dar una respuesta concreta en este
ámbito, donde curiosamente las respuestas no siguen ya el viejo esquema
derecha/izquierda de la práctica política.
¿Por qué la globalización significa politización? Porque posibilita esto que sin
duda estuvo siempre presente en el capitalismo pero que se mantuvo en estado larvado
durante la fase de su domesticación por la sociedad estatal y democrática: que los
empresarios, puedan desempeñar un papel clave en la configuración, no sólo de la
economía sino también de la sociedad en su conjunto.
Las paradojas políticas y sociales de una economía trasnacional, que con la
eliminación de las trabas a la inversión, debe ser mimada y premiada para que destruya
cada vez más trabajo y de este modo se incrementen cada vez más la producción y los
beneficios, deben quedar no obstante científicamente evidenciadas y políticamente
reforzadas. A nadie se le oculta que se ha producido una especie de toma de los centros
materiales vitales de las sociedades modernas que tienen Estados Nacionales, y ellos sin
revolución, sin cambio de leyes ni de constitución. Es decir, mediante el desenvolvimiento
simple y normal de la vida cotidiana o como, suele decirse, con el business as usual. El
paso de la política a la globalización se ha producido de manera suave y normal y con la
legitimación de algo que es inevitable: la modernización.
El Estado nacional es un Estado territorial; por su parte, la sociedad global se ha
ramificado en muchas dimensiones se entremezcla con –y al mismo tiempo relativiza- el
Estado nacional. Proceso que aparece en todos los pilares de la autoridad nacional-
estatal. Consecuencia: es preciso formular en nuevos términos teóricos y políticos la
cuestión transcendental de la justicia social en la era de la globalización.
También saltan a la vista las contradicciones del capitalismo sin trabajo. Los
directivos de las multinacionales ponen a salvo la gestión de sus negocios porque se
subvencionan; primero, optimizando la creación de infraestructuras; en segundo lugar,
recibiendo subvenciones; en tercer lugar, minimizando los impuestos y en cuarto lugar
externalizando los costes del desempleo.
Este círculo vicioso en el que cae el Estado asistencial no sólo es el resultado de
unos recursos decrecientes junto a gastos que crecen como la espuma, sino también de
la falta de medios de pacificación conforme al abismo entre pobres y ricos se va haciendo
cada vez más grande. Dado que el marco del Estado nacional ha perdido su fuerza
vinculante, los ganadores y los perdedores de la globalización dejan de sentarse en la
misma mesa. Los nuevos ricos ya no necesitan a los nuevos pobres. Entre ambos
colectivos resulta difícil llegar a un compromiso porque falta un marco común apropiado
en el que se puedan abordar y regular estos conflictos que traspasan las fronteras.
Así, resulta bastante cuestionable el modelo de la primera modernidad, que se
pensó y organizó sobre la base de la unidad de la identidad cultural.

Entre la economía mundial y la individualización, el Estado nacional pierde su


soberanía: ¿Qué hacer?

El proyecto de la modernidad parece haber fracasado, los filósofos de la


posmodernidad fueron los primeros en extender el certificado de defunción a la
pretensión de racionalidad por parte de la ciencia. Lo que se hace pasar por
universalismo occidental de la Ilustración y de los Derechos Humanos no es otra cosa
que la opinión de hombres blancos, muertos o viejos que oprimen los derechos de las
minorías étnicas, religiosas y sexuales mientras se impone de manera absoluta su meta
discurso partidista.
Mediante la tendencia secular a la individualización, se dice luego, se tornó poroso
el conglomerado social; la sociedad pierde conciencia colectiva y por ende su capacidad
de negociación política. La búsqueda de respuestas políticas a las grandes cuestiones
del futuro se ha quedado ya sin sujeto y sin lugar.
Según esta negrísima visión la globalización económica no hace sino consumar lo
que se alienta intelectualmente mediante la posmodernidad y políticamente mediante la
individualización, a saber, el colapso de la modernidad. Con esto se quiebra la alianza
histórica entre sociedad de mercado, Estado asistencial y democracia que hasta ahora ha
integrado y legitimado el modelo nacional.
Sin embargo, la decadencia empieza por el cerebro. En cualquier caso, ya es
difícil elevar la voz contra el poder mundial del mercado. Esto sólo es posible a condición
de acabar con la idea de un mercado mundial mundialmente poderoso que gobierna, en
nuestros cerebros y paraliza toda su actividad.

Por globalismo entiendo la concepción según la cual el mercado mundial


sustituye al quehacer político; es decir, la ideología del dominio del mercado mundial o la
ideología del liberalismo.
Resulta cuanto menos singular el hecho de que el así entendido globalismo
arrastra a su bando a sus mismos oponentes. Existe un globalismo afirmador pero
también otro negador, el cual se acoge a varias formas de proteccionismo:
Los proteccionistas negros que lamentan el hundimiento de los valores y la
pérdida de importancia de lo nacional pero, al mismo tiempo, llevan a cabo la destrucción
neoliberal del Estado nacional.
Los proteccionistas verdes descubren el Estado nacional como un biotipo político
amenazado de extinción que protege los valores medioambientales contra las presiones
del Estado internacional y (en tal sentido) merece ser protegido al igual que la misma
naturaleza.
Los proteccionista rojos siguen aireando en las cuestiones de las luchas de
clases; para ellos la globalización es un sinónimo más de “ya lo habíamos advertido”.
Están celebrando la fiesta de una resurrección marxista.
La globalidad significa lo siguiente: hace ya bastante tiempo que vivimos en una
sociedad mundial de manera que la tesis de los Estados cerrados es ficticia. No hay
ningún país o grupo que pueda vivir al margen de los demás. “Sociedad mundial” significa
la totalidad de las relaciones sociales que no están integradas en la política del Estado
nacional ni están determinadas a través de esta. La sociedad mundial se puede
comprender como una pluralidad sin unidad.
La globalización significa los procesos en virtud de los cuales los Estados
nacionales soberanos se entremezclan e imbrican mediante actores trasnacionales y sus
respectivas probabilidades de poder, orientaciones, identidades y entramados varios.
Un diferenciador esencial entre la primera y segunda modernidad es la
irrevisibilidad de la globalidad resultante. Existe una afinidad entre las distintas lógicas de
las globalizaciones ecológica, cultural, económica y social que no solo que no son
reducibles sino que deben resolverse y entenderse en sí mismas y en mutua
interdependencia.
¿Pero qué es lo que torna irrevisable la globalidad? He aquí ocho razones
1- El ensanchamiento del campo geográfico y la creciente realidad del
intercambio internacional, así como el carácter global de la red de mercados
financieros y del poder (cada vez) mayor de las multinacionales.
2- La revolución permanente en el terreno de la información y las tecnologías de
la comunicación
3- La exigencia de respetar los Derechos Humanos
4- Las corrientes icónicas de las industrias globales de la cultura
5- La política mundial pos internacional y poli céntrica: junto a los gobiernos hay
cada vez más actores trasnacionales con cada vez mayor poder
6- El problema de la pobreza global
7- El problema de los daños y atentados ecológicos globales
8- El problema de los conflictos transculturales en un lugar concreto
A partir de este concepto de globalidad, es donde se puede describir la
globalización como un proceso que crea vínculos y espacios sociales transnacionales,
revaloriza culturas locales y trae a un primer plano terceras culturas. En este marco de
relaciones se pueden reformular las preguntas tanto sobre las dimensiones como sobre
las fronteras de la globalización resultante, teniendo presente tres parámetros: un
mayorespacio; la estabilidadeneltiempo; la densidad de los entramados, las
interconexiones y las corrientes icónicas transnacionales.
La singularidad del proceso de globalización radica actualmente en la ramificación,
densidad y estabilidad de sus recíprocas redes de relaciones regionales-globales
empíricamente comprobables y de su autodefinición de los medios de comunicación, así
como de los espacios sociales y de las citadas corrientes icónicas en los planos cultural,
político, económico y militar. La sociedad mundial no es como, pues, de ninguna manera,
sociedad mundial que contenga todas las otras, sino un horizonte mundial caracterizado
por la multiplicidad y la ausencia de integralidad, y que sólo se abre cuando se produce y
conserva en actividad y comunicación. Nueva también, es la autopercepción de esta
trasnacionalidad.
Finalmente y en consecuencia, globalización significa también: ausencia de Estado
mundial.

“Conversaciones” Gilles Deleuze

Post-scriptum sobre las sociedades de control

Historia

Foucault situó las sociedadesdisciplinarias en los siglos XVII y XIX; éstas sin
embargo, alcanzan su apogeo a principios del XX. Operan mediante la organización de
grandes centrosdeencierro. Napoleón parece ser quien obra la conversión de una
sociedad en otra. Pero también las disciplinas entraron en crisis en provecho de nuevas
fuerzas que se iban produciendo lentamente, y que se precipitaron después de la
segunda guerra mundial: las sociedades disciplinarias son nuestro pasado inmediato, lo
que estamos dejando de ser.
Todos los centros de encierro atraviesan una crisis generalizada a un plazo más o
menos largo, estas instituciones están acabadas. Solamente se pretende gestionar su
agonía y mantener a la gente ocupada mientras se instalan esas nuevas fuerzas que ya
están llamando a nuestras puertas. Se trata de las Sociedades de Control.

Lógica

Los diferentes internados o centros de encierro por los que va pasando el individuo
son variables e independientes: se sobrentiende en cada ocasión un comienzo desde
cero y (aunque existe un lenguaje común a todos los centros de encierro) es un lenguaje
con variantes inseparables que constituyen un sistema de geometría variable cuyo
lenguaje es numérico. Los encierros son moldes, mientras que los controles constituyen
una modelación.
En las sociedades disciplinarias siempre había que volver a empezar, mientras que
en las sociedades de control nunca se termina nada. Las sociedades disciplinarias
presentan dos polos: la marca que identifica al individuo y al número o la matrícula que
indica posición en la masa. En cambio, en las sociedades de control, lo esencial es una
cifra: la cifra es una contraseña en tanto que las sociedades disciplinarias están reguladas
mediante consignas.
No es solamente una evolución tecnológica, es una profunda mutación del
capitalismo. El del siglo XIX es un capitalismo de concentración, tanto en la producción
como en la propiedad, pero en la actual situación, el capitalismo ya no se concentra en la
producción sino en la superproducción. Lo que intenta vender son servicios, lo que quiere
comprar son acciones. Por eso es especialmente disperso, por eso la empresa ha
ocupado el lugar de la fábrica. El hombre ya no está encerrado sino endeudado.

Programa
Nos hayamos en el inicio de algo. En el régimen carcelario la búsqueda de penas
sustitutorias. En el régimen escolar las formas de control continuo y la acción de
formación permanente, el correspondiente abandono de toda investigación en la
Universidad, la introducción de la empresa en todos los niveles. En el régimen hospitalario
la nueva medicina que localiza enfermos potenciales y grupos de riesgo, sin médicos ni
enfermeros. En el régimen empresarial los nuevos modos de tratar el dinero, de tratar los
productos y de tratar a los hombres. Son ejemplos mínimos pero que nos permiten
comprender mejor lo que hay que entender por crisis de las instituciones, es decir, la
instalación progresiva y dispersa de un nuevo régimen de dominación.

“Estudios culturales: dos paradigmas” Stuart Hall.

Los cambios en una problemática trasforman significativamente la naturaleza de


los interrogantes que son formulados, las formas en que son planteados y la manera en la
que pueden ser adecuadamente respondidos. Es esta compleja articulación entre el
pensamiento y la realidad histórica, reflejada en las categorías sociales del pensamiento
mismo, y la continua dialéctica entre conocimiento y poder, la que presta sentido al
registro de tales rupturas.
Los Estudios Culturales emergen en uno de tales momentos, ocurrido a mediados de los
años ‘50. Las obras “Uses of Literacy” de Hoggart y “Culture and Society” de Williams
constituyen (en adhesión a “Making of the English Working Class”, de Thompson) la
cesura de esta corriente.
Históricos o contemporáneos, sus enfoques estuvieron organizados a través de,
enfocados por y constituidos como respuestas a las presiones inmediatas del tiempo y la
sociedad en que fueron escritos. No sólo tomaron la cultura en serio, sino que fueron en sí
mismos, culturales.
La institucionalización de los Estudios Culturales, con sus características
ganancias y pérdidas, pertenece a los años ‘60. Lo cierto es que aquí no encontramos
una sola definición de cultura que no sea problemática y el concepto sigue siendo
complejo.

“El malestar de los estudios culturales” Néstor García Canclini

No encuentro un término mejor para caracterizar la situación actual de los


estudios culturales que <<estanflación>>. O sea, estancamiento con inflación. En los
últimos años se multiplican los congresos, libros y revistas dedicados a estudios
culturales, pero el torrente casi nunca ofrece más audacias que ejercicios de aplicación
de las preguntas habituales de un poeta del siglo XVII.
Hay, sin embargo, algunos productos que escapan a ese mercado. En algunos
casos, sobre todo en América Latina, al estudiarse conjuntamente la interacción de estos
campos disciplinarios con su contexto se viene produciendo una renovación de las
humanidades y de las ciencias sociales.
El otro aspecto crítico es que la enorme contribución realizada por los estudios
culturales para trabajar transdiciplinariamente y con procesos interculturales no va
acompañada por una reflexión teórica y epistemológica.

¿Cómo narramos los desencuentros?


Quiero situar estas preocupaciones en relación con proceso de fin de siglo que
por el momento voy a sintetizar como las estrategias de construcción, circulación y
consumo de estereotipos interculturales.
Desde que comenzó a gestionarse el Tratado de Libre Comercio, así como otros
posteriores entre países latinoamericanos, es evidente que estos acuerdos conceden
(aunque sea un pequeño lugar) a cuestiones culturales. Están cambiando las imágenes
que cada sociedad tiene de las otras y las influencias recíprocas en los estilos de vidas.
Sin embargo, los análisis del intercambio cultural no se apoyan en un paradigma
consistente, adecuado a la situación de fin de siglo, sino sobre la función de la cultura en
la interacción entre todas estas sociedades.
A falta de paradigma unificador, voy a referirme a dos narrativas que quizás sean
las más influyentes en el terreno actual de los estudios culturales:
a- La inconmensurabilidadideológica. La compatibilidad de los estudios
culturales de desarrollo es considerada un ingrediente básico para realizar cualquier
integración multinacional y para que se desenvuelva con éxito. Los mismos actores que
sostienen que quizás las mismas divergencias históricas no sean tan importantes entre
sí, piensan que el proceso de integración (iniciados a mediados de este siglo) favorece la
apertura de las sociedades y lleva a aceptar nuevos marcos conceptuales para
transformarlas.
El aumento de las relaciones, favorecido por la integración, está revelando la
escasa pertinencia de la narrativa sobre la inconmensurabilidad ideológica.
b- La “americanización” de América Latina y la latinización de EEUU. Tanto la
perspectiva transdisciplinaria de los estudios culturales como algunas investigaciones
empíricas y por supuesto la intensificación de intercambios entre EEUU y América Latina,
han mejorado el conocimiento recíproco entre estas sociedades se diferencian con más
cuidado sus diversas regiones y sectores y –por lo tanto- se van superando las
definiciones difusas de las identidades nacionales.
Pese a estos avances conceptuales y empíricos, no puede afirmarse que los
estudios culturales constituyan ya un paradigma coherente y consistente. Como parte de
esta problemática, este campo configura hoy un ámbito clave de interlocución entre los
especialistas de la cultura estadounidense y latinoamericana. Pero para que esta
elaboración avance con rigor es necesario trabajar sobre las divergencias teóricas y las
inconsistencias epistemológicas responsables de que no pueda hablarse de modelo sino
de narrativas. Precisamos desarrollar políticas cuidadas que se basen en una ética
transcultural sostenida por un saber que combina el reconocimiento de diferentes estilos
sociales con reglas racionales de convivencia.

Revisiones teóricas

A- Un primer requisito para trabajar es redefinir el objeto de los estudios


culturales: de la identidad a la heterogeneidad y la hibridación. En un mundo
tan interconectado las sedimentaciones identitarias se reestructuran en
medios de conjuntos interétnicos, transclasistas y transnacionales.
B- En segundo lugar, pensar los vínculos entre cultura, sociedad y saber requiere
ocuparse de la totalidad social. En este punto cabe señalar una diferencia
significativa, la discrepancia clave entre multiculturalidad estadounidense y lo
que en América Latina más bien se ha llamado pluralismo o heterogeneidad
cultural reside en que, como explican varios autores, en EEUU
“multiculturalismo significa separatismo”. Conviene distinguir entre un
multiculturalismo conservador,otro liberal y otro liberal de izquierda. Para
el primero el separatismo entre las etnias se halla subordinado a la hegemonía
de los WASP y su canon, que estipula lo que se debe leer y aprender para ser
“culturalmente correcto”. El liberal postula la igualdad natural y la equivalencia
cognitiva entre razas. En tanto el multiculturalismo de izquierda explica las
violaciones de esa igualdad por el acceso inequitativo de los bienes.
En América Latina las relaciones entre cultura hegemónica y heterogeneidad se
desenvolvieron de otro modo. Se encuentra en los especialistas en humanidades y
ciencias sociales una apropiación híbrida de los cánones metropolitanos y una utilización
critica en relación con variadas necesidades nacionales.
Aún para producir bloques históricos que promuevan políticas contra-
hegemónicas es conveniente distingue entre conocimiento, acción y actuación; osea,
entre ciencia, política y teatro. Los estudios culturales entendidos como estudios
científicos, pueden ser ese modo de renunciar a la parcialidad del propio punto de vista
para reivindicarlo como sujeto no delirante de la acción política.
Unidad 2
Antecedentes y la primera generación: metodología,
influencias y perspectivas

“La investigación de la comunicación de masas” Mauro Wolf

La perspectiva de los cultural studies

La multiplicidad de las perspectivas que a lo largo del tiempo se han ido


elaborando sobre la comunicación de masas ayudan a comprender un aspecto de fondo
de la investigación comunicativa, su estar fuertemente expuesto a discursos competitivos,
sectoriales y a veces corporativos. Sobre el mismo objeto.
El conjunto de conocimientos producido por la comunicationresearch se
encontraba (y se encuentra) enfrentado a las restantes corrientes. No hay que
sorprenderse si los conocimientos y las teorías en la investigación sobre los media son
atentamente valorado respecto a su utilidad y validez. La situación (de los estudiosos de
comunicación de masas) es la de exponer conocimientos sobre una institución arraizada,
auto-reflexiva, que goza de autoridad, que se encuentra en tensión con otras instituciones
que gozan de la misma autoridad.
Dentro de la tendencia general a ausentar la atención sobre las estructuras
sociales y el contexto histórico, un momento específico que ha marcado particularmente
dicha orientación está representado por los culturalstudies. Se perfila hacia mediados de
los ‘50 y los primeros años ‘60 en Inglaterra.
El interés de los cultural studies se centra sobre todo en analizar una forma
específica de proceso social, correspondiente a la atribución de sentido a la realidad, al
desarrollo de una cultura. En los términos de dicha tendencia, la cultura pasa a través
de todas las prácticas sociales y es la suma de sus interrelaciones. En el concepto
de cultura caben tanto los significados y los valores que surgen como las prácticas
efectivamente realizadas a través de las que se expresan valores y significados.
Respecto a dichas definiciones y formas de vida los mass media desarrollan una función
importante al actuar como elementos activos de estas elaboraciones.
Los cultural studies atribuyen al ámbito superestructural una especificidad y una
valencia constitutiva que van más allá de la oposición entre estructura y superestructura.
El comportamiento del público está orientado por factores estructurales y culturales que-
por otra parte- influencian el contenido de los media, precisamente por la capacidad de
adaptación y englobamiento de estos últimos.
Los estudios culturales tienden a especializarse en dos aplicaciones:
a- Los trabajos sobre la producción de los media en cuanto sistema complejo de
prácticas determinantes para la elaboración de la cultura y de la imagen de la
realidad social.
b- Los estudios sobre el consumo de la comunicación masiva en cuanto lugar de
negociación entre prácticas comunicativas extremadamente diferenciadas.
Al reafirmar la centralidad de los productos culturales colectivos como agentes de
la continuidad social, enfatizan la naturaleza compleja y elástica, dinámica y activa, no
puramente residual o mecánica. Ponen de manifiesto la continua dialéctica entre sistema
cultural, conflicto y control social.
Al soslayar el mecanicismo reductivo que puede caracterizar a veces al análisis
económico de los mass media, el problema fundamental de los productos culturales es el
de analizar ya sea la especificidad de las distintas prácticas de producción de cultural,
como las formas del sistema articulado y complejo al que dichas prácticas dan vida.

“Introducción a los estudios culturales” Armand Mattelart y Erik


Neveu

La noción de cultura es una de las que, dentro de las ciencias sociales, han
suscitado los trabajos más abundantes y también los más contradictorios. América latina
ha prestado mucha atención a las mediaciones entre culturas populares y producción
cultural de masas.

La metamorfosis de una corriente de investigación

En el siglo XIX la Inglaterra industrial pudo observar cómo se desarrollaba un


original debate sobre la cultura, entendida como instrumento de reorganización de una
sociedad trastornada por el maquinismo y la civilización de los grupos sociales
emergentes. Ese debate será el origen, al término de la Segunda Guerra Mundial, de una
empresa original. La aparición de los estudiosculturales puede calificarse entonces de
paradigma, de debate teórico coherente. Se trata de considerar a la cultura en sentido
amplio, antropológico. De pasar de una reflexión centrada en el vínculo cultura-nación a
un enfoque de la cultura de los grupos sociales. El meollo de la cuestión consiste
entonces en comprender de qué manera la cultura de un grupo funciona como rechazo
del orden social o como forma de adhesión a las relaciones de poder.
Los años ‘70 verán la expansión de esta temática. La EscueladeBirmingham
explota las culturas jóvenes y obreras, los contenidos y la recepción de los medios. A
partir de 1980, los trabajos se extienden gradualmente a los factores culturales relativos
al género, a la etnicidad y al conjunto de prácticas consumistas.
Impulsados por la dinámica del éxito alcanzado, sufrirán nuevas variaciones.
Éstas se traducen en la incesante expansión de su territorio, que abarca temas tratados
hasta entonces por diversas ciencias sociales y humanas.

Pensar en lo cultural

Se impone un enfoque cronológico por la propia naturaleza de un campo de


investigación caracterizado por sus mutaciones. Esto apunta hacia cuatro objetivos. El
primero es de restituir trabajos y debates, el segundo: recordar que un compromiso critico
de los investigadores puede constituir el motor de una comprensión de los hechos
sociales, el tercero: rescatar una lectura genealógica que no puede sino reintroducir
cuestiones esenciales. Esta deconstrucción de un legado de investigación abre un
camino hacia un último objetivo: comprender la metamorfosis de la noción de cultura en
el último medio siglo.

1. La crítica cultural de la sociedad burguesa

En el trascurso del siglo XIX, hace su aparición en Gran Bretaña una tradición de
pensamiento conocida con el nombre de CultureandSociety y difundida por las figuras
intelectuales del humanismo romántico. Hacia finales de siglo la creencia en el poder
purificador de la creación imaginaria para difundir los valores cívicos entre las clases
emergentes encuentra su campo de aplicación privilegiado en los EngllishStudies. Las
controversias sobre su contenido y el perfil de los públicos acompañarán la lenta
gestación de una concepción socio-histórico de la idea de cultura que desembocará en la
creación de los CulturalStudies.

CultureandSociety en la Inglaterra del siglo XIX

Carlyle: el hombre de letras como héroe e intelectual de la modernidad

El héroe como hombre de letras (señala en 1840 Thomas Carlyle) es íntegramente


un producto de los nuevos tiempos. Una nación de héroes es una nación que crece, que
está animada por una religión. Pero no una religión que anuncia el glorioso regreso de un
nuevo Cristo, sino un cuerpo de creencias cotidianas para los tiempos presentes. Los
escritores son la real Iglesia de un país moderno. La imprenta es el equivalente de la
democracia.

Patrimonio literario y romanticismo

Habrá que esperar al transcurso del siglo XIX para que el desarrollo de una masa
crítica de textos en lengua nacional le otorgue al término literatura su moderna acepción y
para asistir -al mismo tiempo- a una redefinición nacional de los universos literarios.
Indisolublemente unido al destino de la lengua, el capital literario se convierte en recurso
del espacio político.
Nacionalista, el siglo XIX es, simultáneamente, el de una internacional del
sentimiento y de la intensidad. El valor literario se convierte en el reto de los intercambios
y de las correlaciones de fuerzas entre las culturas.

Arnold: la cultura como servicio público

La concepción voluntarista de la salvación mediante la cultura, y más


concretamente el texto, se formaliza en la era victoriana con Matthew Arnold, inventor de
una filosofía de la educación. Este autor, razona en términos de anarquía, desorden y
desintegración de la totalidad orgánica. No por ello comparte Arnold la devoción de su
predecesor (Carlyle) por el idealismo alemán.

La cultura para civilizar

La antigua Inglaterra orgánica que Arnold pone por las nubes es la sociedad
isabelina y su principal figura, Shakespeare. Este referente refuerza su fe en el poder
humanizador de la alta literatura para instilar el espíritu de sociedad. Fascinados por la
maquinaria, los filisteos son los enemigos del universo de las ideas y del principio de la
intervención del estado -especialmente en lo que se refiere al sistema educativo-. La
prioridad debería consistir en cultivarlos.
La cultura, que es el estudio de la perfección, nos lleva a concebir la verdadera
perfección humana como una perfección armoniosa, que desarrollan todos los aspectos
de nuestra humanidad; y como una perfección general, que desarrollan todas las partes
de la sociedad.
Pacificar e integrar. Resulta significativo que la institucionalización de los
programas de enseñanza de esta literatura humanizadora comienza, a finales del siglo
XIX, por las escuelas técnicas, los centros de formación profesional y los cursos de
educación permanente para adultos impartidos por las universidades. Ignorados por las
altas instancias de la elite académica, el estudio de la literatura inglesa hace pues su
entrada por la puerta trasera.

La política de la <<anglitud>>

A partir de 1813 los estudios literarios ingleses estructuran una estrategia de


conteiment de los colonizados en una parte del imperio. A través de aquellos se construye
y se propaga la representación de un tipo de inglés-alemán. La política de la anglitud se
adelanta a la política del orientalismo.
Los editores, por su parte, no aguardaron la entrada en las aulas de los English
Studies para aventurarse por el mercado de la nacionalización de la literatura. De ello se
encargaron durante la segunda mitad del siglo XIX.
De estos característicos debates del siglo XIX inglés cabe destacar tres aspectos:
el primero hace referencia a la centralidad de una reflexión relativa al impacto de la
revolución industrial en la cultura nacional. El segundo se refiere a la responsabilidad que
los autores aquí evocados atribuyen a los intelectuales, despertadores y educadores de
una cultura nacional. Un tercer aspecto tiene que ver con las contradicciones de esta
referencia a lo cultural y a sus retos de poder.

La consagración académica de los EnglishStudies

Leavis o la soberanía del texto

La entonación de los estudios ingleses en el plano normal de enseñanza de las


universidades no se producirá realmente hasta el periodo de entreguerras. La lectura
metódica de los textos verdaderamente ingleses es el antídoto estético-moral para la
contaminación de la lengua ordinaria por la sociedad mercantil.

Scrutiny y la relación con la cultura de masas

El choque de la Primera Guerra Mundial subraya la necesidad de un cultualrevival


de la nación inglesa. En 1932, Leavis funda la revista Scrutiny. Este órgano del
movimiento leavisiano se convierte en la tribuna de una cruzada moral y cultural contra el
“embrutecimiento” practicado por los medios y la publicidad.
Más allá de las derivas elitistas y nacionalitarias de la ideología leavisiana de la
anglitud, una de las realizaciones más duraderas de los English Studies del período de
entre guerras es su enfoque de la crítica de los textos literarios. Es uno de los eslabones
que permiten establecer una continuidad teórica con los estudios culturales.

Entre la <<masa>> y la <<clase>> ¿Qué público hay que elegir?

¿Hay que privilegiar a la masa o a la clase? La primera opción tiene el apoyo de


los partidarios de una moda realización de la educación popular más estrechamente
vinculada al estilo universitario y centrada en las artes y las letras. La otra línea, valora las
tradiciones puritanas del movimiento obrero y milita a favor de un enfoque sociológico, en
sentido amplio, apoyándose en la economía, la filosofía y la política en intento de
movilizar a las personas más destacadas de la clase obrera y formar a sus vírgenes.
Más allá de sus contradicciones Carlyle, Arnold y Leavis comparten un interrogante
sobre el papel de la cultura como herramienta de reconstrucción de una comunidad, la
nación, frente a las fuerzas disolventes del desarrollo capitalista. Los estudios culturales
participan en este cuestionamiento pero, después de Morris, los sustituyen de forma
decisiva por un enfoque a través de las clases populares.

En los orígenes de los estudios culturales: los padres fundadores

Hoggart: la cotidianeidad de la working class

La etapa de cristalización que representa el reconocimiento institucional de los


estudios culturales durante la década de 1960 sería ininteligible sino se tuviese en cuenta
un trabajo de maduración que se inicia unos diez años antes y que puede simbolizarse
mediante las figuras de los tres padres fundadores.
En 1957, Richard Hoggart publica un libro que los investigadores de los estudios
culturales consideraran como la base de su campo de estudios: De uses of literacy:
aspects of working-class life with... El autor estudia la influencia de la cultura difundida
entre la clase obrera por los modernos medios de comunicación. La idea básica que
desarrolla es que se tiende la sobreestimar la influencia de estos productos de la industria
cultural en las clases populares.

Williams y Thompson: una historia material de la cultura

Raymond Williams y Eduard P. Thompson fueron dos pensadores vinculados


ambos a la formación de adultos de las clases populares y en estrecha relación con la
New Left(cuya aparición en los años ‘60 supone un renacimiento de los análisis
marxistas).
El trabajo de Thompson puede describirse como el prejuicio de una historia
centrada en la vida y en las prácticas de las resistencias populares. Su obra más conocida
es The Making of de English Work Class, clásico de la historia social y reflexión sobre la
socio-historia de un grupo particular. Cinco años antes, Raymond Williams había
publicado Culture and Society, una genealogía del concepto de cultura en la sociedad
industrial, que asienta la historia de las ideas sobre una historia del trabajo social de
producción ideológica.
Tanto en Williams como en Thompson se advierte una misma visión de la historia,
construida a partir de las luchas sociales y de la interacción entre cultura y economía y en
que la que la noción de resistencia a un orden impuesto por el capitalismo es
fundamental. La época, sigue dominada por los intelectuales de izquierda. El trio de los
padres fundadores se completara con la llegada de un cuarto hombre: Stuart Hall.

El anclaje de una empresa político-intelectual

1956 es el año de Budapest y el de Suez, el de una gran desilusión respecto de


los modelos comunistas y el de una agresión que relanza la movilización antiimperialista
entre los intelectuales ingleses. La pérdida de atractivo del laborismo y del comunismo, el
potencial movilizador de las luchas anticoloniales, la desconfianza ante las promesas de
un consenso social milagrosamente alcanzado gracias a la abundancia, suscitarán una
serie de movimientos de reacción en los medios intelectuales.
Ése es uno de los resortes del despegue y del impacto de los estudios culturales.
La conversión de las culturas populares o de los estudios de vida de las nuevas clases en
objetos dignos de una sabia inversión también puede leerse en su inversión de
acompañamiento de una movilidad social inconfortable para las nuevas generaciones
intelectuales o como cuestión de honor para continuar la lucha política en el terreno
académico. La New Left estaba en contacto con la gente que se movía entre las clases.
Marginalidades y solidaridades

En el ámbito académico, dos son las formas de marginalidad que caracterizan a


las figuras fundadoras de los estudios culturales. En el caso de Williams y Hoggart se
trata de su origen popular que los convierten en personajes que navegan a
contracorriente del mundo universitario británico. Por lo que se refiere a Hall y Thompson,
intervienen una dimensión cosmopolita, una experiencia de la diversidad de culturas que
diseña un perfil específico de intelectuales y suscita una forma de sensibilidad ante las
diferencias culturales.
Esta dinámica centrífuga podría haber supuesto un lastre para la consolidación de
un foco de estudios culturales. Pero otra característica atípica de los founding fathers, el
compromiso de la mayoría más allá de la izquierda laborista, representará un discurso
para evitar su total marginalización. Los herejes de finales de los ‘60 supieron apoyarse
en la política para proporcionarse los medios de coordinación y dotarse de redes de
aliados al valerse de su condición de bisagra entre el campo político y académico.

“Para leer a Raymond Williams” María Elisa Cevasco

Un plan de trabajo: “Culture is ordinary”

Es posible leer el plan de trabajo de Williams en el movimiento de


Cultureisordinary, su primer ensayo importante, publicado en 1958.
Cultura viene del latín, en el que “colere” significa habitar, adorar y también
cultivar en el sentido de cuidar, aplicado tanto al cultivo como a los animales. En nuestros
días, hay por lo menos tres categorías distintas de uso: la de un sustantivoabstracto que
nombra un proceso de desarrollo mental; la designación de un mododevida específico, y
finalmente, la palabra que describe los trabajosylasprácticasdelaactividadintelectualy
especialmente artística.
No fijar el sentido no significa relativismo. Williams consigue delimitar en su ensayo
la noción que le parece fundamental rescatar: la cultura es experiencia ordinaria. Esta es
la cualidad determinante del término “cultura”, la que define su función y torna su estudio
relevante para el entendimiento de la organización de una sociedad. Ahora bien… ¿Qué
es lo que valida esa función? El primer fundamento de validez proviene de la
experiencia personal. Sostener que la cultura es de todos es enfrentarse con el profundo
fatalismo de la cultura de clase británica, la cultura como la reserva donde sólo una
minoría hace lo que quiere. La definición más prosaica, de cultura como un modo de vida,
y la más elevada, no representan alternativas excluyentes: el valor de una obra de arte
individual reside en la integración particular de la experiencia que su forma plasma.
La definición de cultura se basa en esta interrelación: toda sociedad humana tiene
su propia forma, sus propios propósitos, sus propios significados. La formación de una
sociedad es el descubrimiento de significados y direcciones comunes. Una cultura tiene
dos aspectos: los significados y direcciones conocidos, en los que sus miembros son
entrenados, y las nuevas observaciones y significados, que son presentados y testeados;
una cultura es siempre tanto tradicional como creativa. Usamos la palabra cultura en esos
dos sentidos. Para designar todo modo de vida y para designar las artes y el aprendizaje.
La cultura es de todos, en todas las sociedades y en todos los modos de pensar.
Para Williams, la elaboración de la idea de cultura es un lento esfuerzo por
recuperar el control. Se trata de un intelectual, de un escritor, como él se define, con un
proyecto claro. Al repensar una teoría de la cultura, lo hará desde un punto de vista
materialista, mezclando su grandeza con el prosaísmo de la vida real. No es posible
comprender las transformaciones en que estamos envueltos si nos limitamos a pensar
(como nos incita a hacer la fragmentación de la vida bajo el capitalismo) las revoluciones
democráticas, industrial y cultural como procesos separados: la verdad respecto de un
sociedad se encuentra en las relaciones reales, siempre extremadamente complejas,
entre sistema de decisión, el de comunicación y el de aprendizaje, el sistema de
manutención y el de generación y creación. Esas relaciones están materializadas en la
producción cultural.
Designar como cultura solamente a las producciones de los grandes artistas
excluye todas las otras formas de expresión y de formación de significados y valores; ese
esfuerzo de especialización aísla también el arte en un dominio restringido que le hace
perder relevancia. Contraponerse a esa visión limitada también implica refutar uno de los
principios básicos de la separación del arte en un dominio separado de la vida, la noción
de creatividad como algo excepcional. Esta oposición acarrea entre sus consecuencias
sociales dos actitudes correlativas: de un lado la extrema valorización del arte como
acceso único a una realidad superior, con la contrapartida de desconectar el arte de las
preocupaciones comunes de la vida humana. Del otro lado, complementario, la misma
actitud pero con sentido contrario: desvalorizar el arte como futilidad falsa, una ilusión
inferior a la percepción realista de los seres humanos pragmáticos.
Williams desmonta esa visión dualista. No hay, enseña la biología, una forma
“natural” de ver. La percepción llamada natural tiene que ser aprendida. Solo “vemos” la
realidad cuando aprendemos a describirla a través de esquemas perceptivos que son
sociales, localizados en el tiempo y el espacio. Cuando hay cambios materiales, los
modos de ver entran en crisis y tienen que ser reformulados, esa reformulación es un
proceso continuo de creación que involucra todos.
Los cultural studies se establecen como la disciplina que parte del principio de que
la cultura es un concepto crucial que debe ser reapropiado para usos más democráticos.
No sólo interesan porque expanden el campo y los métodos de la literatura, o de la
sociología, o de la antropología. Interesan porque expresan una posición relevante para
entender la cultura.
Culture, publicado en Inglaterra en 1981, y en los Estados Unidos con el título de
Sociology of Culture, puede considerarse como el abordaje en detalle del tipo de
cuestiones implícitas en esa posición –el materialismo cultural- a partir de la cual se
intenta comprender la cultura. En estos libros resulta evidente lo que tal vez sea uno de
los impulsos más fuertes del trabajo teórico de Williams: el de imaginar un campo de
estudios que aún no existe.
Williams reconoce la contribución de dos tradiciones fundamentales para su
formación: “cuando llegue a Cambridge, dos fuertes influencias causaron una impresión
profunda en mi modo de pensar. La primera fue el marxismo; la segunda las enseñanzas
de Leavis”. Entre las décadas de 1930 y 1950, Leavis estaba produciendo la crítica
literaria mejor definida del momento, y monopolizando la posición de la crítica en la nueva
modalidad emergente de cultura de masas representada por la expansión de la prensa,
de la radio, del cine y de la publicidad; desde este ángulo se puede justificar el interés por
las formulaciones del leavismo.
Williams conoce y resalta el hecho de la exclusión de la clase obrera de los
productos y de las condiciones para acceder a la educación y al arte, pero, he ahí una
razón política para extender el significado de cultura, la cultura de la clase obrera,
expresión en su modo de vida, regido por un principio opuesto al de la clase dominante: la
solidaridad; se trata de una idea radicalmente distinta de la naturaleza de las relaciones
sociales. Solidaridad, no por caridad, sino determinada por las condiciones objetivas. Esa
posición por un lado descalifica una tendencia corriente de la época, de considerar cultura
a los productos artísticos de la alta cultura, y a quienes no la practican como “las masas
ignorantes”.
Contra la idea de una cultura de masas, Williams propone la de una cultura común,
la segunda consecuencia lógica de pensar la cultura como ordinaria; la construcción de
esa cultura común es vista como un problema central para la sociedad inglesa en la
segunda mitad del siglo XX. Contribuir a esa construcción es parte central del proyecto
intelectual de Williams. Es justamente, en esa formulación que se ha concentrado una
parte significativa de la crítica a su trabajo. Por su concepción de la “cultura común” fue
blanco de acusaciones de idealismo y de falta de conciencia de clase. Thompson tiene
razón cuando afirma que no ve de qué modo el hecho de crear una cultura común podría
desmantelar las barreras de clase, erigidas en nombre de intereses, y que: la aspiración
de una cultura común en le sentido de Williams (“significados y valores en común”) es
admirable; pero cuanto más se incrementa esa aspiración, más desagradables parecen
las divisiones reales de intereses y de poder en nuestra sociedad.
Williams no tiene una posición difusionista, que apunta simplemente a diseminar la
alta cultura y esperar que todos la aplaudan: debemos aceptar, que si propagamos
nuestra cultura la estaremos modificando, y es así como debe ser, pues nuestras artes
ahora no están en condiciones de continuar como irrefutables hasta la eternidad.
“Cultura” = “modo de vida” y “cultura” = “arte” no representan alternativas
antagónicas. No importa cuán difícil sea entender esto de forma detallada, el arte es parte
del modo de vida, y el artista individual tiene una parcela importante de experiencia social
sin la cual no puede ni siquiera comenzar. Esa posición es malinterpretada tanto desde la
izquierda como desde la derecha; de la izquierda proviene la crítica acerca de Eagleton
que condena la noción de cultura común como un síntoma del romanticismo populista de
Williams: creer que las personas comunes producen nuevos significados y valores es
dejar de ver cómo funciona efectivamente la ideología en el capitalismo avanzado.
Mas contemporáneamente, Williams es acusado de esencialismo: el esencialismo
depende de un concepto no diferenciado de “cultura común” como un sentidocomún que
pasa por encima de los conflictos entre prácticas culturales antagónicas. La propuesta de
aspiración de una cultura común es confundida con una defensa del sentido común,
categoría que Williams jamás adopta.

El tercer movimiento del ensayo “Culture is ordinary”, está planteada en términos


de tres deseos:
1. La educación sea considerada como ordinaria, su acceso debe ser abierto a
todos y sus contenidos deben ser repensados.
2. Política cultural: la sociedad debe financiar la producción artística y la
educación.
3. El cambio del carácter de la sociedad capitalista y su lógica cultural: la
audiencia de masas debe ver facilitado su acceso a la producción.

En palabras de Williams: “será muy difícil, pero no creo que seamos tan poco
inventivos como para tener delante solo dos alternativas malas, o la continuación de ese
mercado de vendedores en el que las noticias y las opiniones están inexplicablemente
ligadas con las permutas del mercado, que traen consigo la nueva esclavitud y la
prostitución de la venta de personalidades, o un sistema mezquino, monolítico y
controlado en el que las noticias y las opiniones son un regalo del partido al poder.
Deberíamos estar pensando ahora en modos de cargar con nuestro servicios en común
que garanticen una libertad adecuada a aquellos que son efectivamente proveedores
deservicios y al mismo tiempo, los protejan, y a nosotros también, de la dominación de
una minoría tanto financiera como política”.
“Las comunicaciones como ciencia cultural” Raymond Williams

Desde que existen registros del pensamiento organizado, la comunicación se ha


estudiado seria e intensivamente. Pero, el estudio de las comunicaciones es, por
contraste, al menos a primera vista, un fenómeno moderno.
Hay dos razones obvias, para explicar esta alterada definición. Primero, las
instituciones de las comunicaciones en las sociedades modernas son de magnitud e
importancia tales que, inevitablemente poseen una marcada trascendencia social y
política. En segundo lugar, existe la bien conocida serie de adelantos técnicos en la
comunicación. Debido a estos cambios, se ha alterado el carácter de nuestra atención y
estudio.
Entonces, necesariamente, el científico de la comunicación se materializa en
muchas formas especializadas. A su vez, suceden otras problemáticas. En Inglaterra, las
aguas de la educación superior están inusitadamente turbias. Se puede hacer, sin
ninguna oposición, cualquier cosa que ya se haya hecho; pero si se propone algo nuevo,
se tiene suerte si se evitan los azotes.

El método que deseo describir es el de los estudios cultuales, cuya traducción es


la de ciencia cultural. Aquí, la comunicación es una práctica fundamental, el estudio de la
comunicación está abierto a cualquier cosa que pueda aprenderse con esta práctica. El
estudio cultural concierne a la práctica. Toda una gama de prácticas culturales que se han
separado como artefactos para un estudio más específico, pero que también habrán de
verse como la comunicación práctica de una gente particular o de una clase de gente en
un sitio y momento particulares. Una práctica tiene que convertirse en artefacto y
(además) en un artefacto del tipo que convencionalmente encontramos en bibliotecas y
museos, para merecer la atención.
Hay además una resistencia, en nombre de las normas, a una gran cantidad de
prácticas culturales contemporáneas; pero debido a los ámbitos mentales así inducidos,
varios modos de análisis que dependen del reconcomiendo de la práctica se atenúan o
cesan de intentarse y la disciplina pierde su contacto con la vida.
Decimos estudios culturales porque nos preocupan la práctica y la relación entre
ellos. La importancia del surgimiento del significado moderno de la cultura es que las
prácticas individuales se consideraban partes interrelacionadas de un desarrollo y logros
generales. La cultura se convirtió en el –siglo XVIII- en una idea que expresaba un
sentido secular del desarrollo general humano, y es notable, en este aspecto, su adelanto
sobre las ideas metafísicas de la civilización providencial o aberrante.
Pero casi inmediatamente surge el problema central de todas las subsecuentes
teorías culturales: el de las relaciones entre prácticas. El primer aspecto de esta dificultad
fue el uso de la cultura para calificar todo desarrollo humano general y el uso alternativo y
casi contemporáneo del mismo término (“cultura”) para indicar el desarrollo específico de
un pueblo particular: una cultura nacional. Pero la siguiente fase del problema fue aún
más difícil. En el pensamiento idealista se había dado por supuesto que el elemento
conductor en este proceso cultural general era el espíritu o la conciencia. Marx refutó esto
al señalar como elemento guía a la producción material y las relaciones sociales que
implica.
Finalmente, de la discusión sobre las relaciones entre las prácticas surge el nuevo
concepto de ciencia cultural.
El estudio de las instituciones culturales no puede intentarse con propiedad por
medio del análisis estético proyectado. Sin embargo, durante una generación este
problema se disimuló con un concepto ampliamente compartido por aquellos que
vacaban las comunicaciones modernas desde lo que se llamaba “cultura superior”, y por
parte de científicos políticos y sociales ortodoxos. Este concepto fue el de una sociedad
de mases basado en profundas suposiciones y experiencias sociales y políticas.
Y así ocurrió que el estudio de las comunicaciones se deformó profunda y casi
desastrosamente al ser bautizado como el estudio de las “comunicaciones de masas”. La
metáfora de la masa nos arrebató, en su significado más débil, el de gran público final, y
después evitó el análisis de situaciones más específicas de la comunicación moderna y
de sus invenciones. Pero tuvo un efecto duradero; el resultado residual es que todavía es
más fácil obtener recursos para estudios de efectos en la televisión y otros medios.
Los estudios de las instituciones en (sentido amplio) tendrán que llevarse a cabo
mediante los procedimientos de las ciencias sociales, de cuyo resultado todos los
analistas culturales aprenderán mucho. Las preguntas sobre las formas en las
comunicaciones son también preguntas acerca de las instituciones y acerca de la
organización de las relaciones humanas.

En primer lugar, se necesita un enfoque a través de las ciencias políticas y


sociales. Aún las personas con educación superior saben relativamente poco. En
segundo lugar, es preciso analizar y distinguir modelos consientes e inconscientes.
También necesitamos alguien sensibilizado al análisis dramático: a la importancia de los
agrupamientos físicos. Finalmente necesitaríamos comprender bien los requisitos
positivos de la tecnología y de la sobrepuesta. No sólo estudiando los efectos e
influencias persistentes, sino registrándolos y discutiéndolos de modos más precisos, en
tanto que el proceso aún está vivo.

“Codificar y decodificar” Stuart Hall

Tradicionalmente la investigación en comunicación de masas ha conceptualizado


el proceso de comunicación en términos de circuito de circulación. Pero también es
posible pensar en términos de una estructura producida y sostenida a través de la
articulación de momentos relacionados pero distintivos.
El objeto de estas prácticas es el significado y los mensajes en la forma de
vehículos de signos de una clase específica, organizados como cualquier forma de
comunicación o lenguaje, a través de las operaciones de códigos dentro de la cadena
sintagmática de un discurso. Este proceso requiere sus instrumentos así como sus
propios equipos de relaciones sociales, pero es en la forma discursiva que la circulación
del producto tiene lugar, así como su distribución a las distintas audiencias. Si no hay
significado no puede haber consumo. Si no se articula el significado en la práctica, no
tiene efecto.
Así, debemos reconocer que la forma discursiva del mensaje tiente una posición
privilegiada en el intercambio comunicativo y que los momentos codificación y
decodificación son momentos determinados, (a través de una atonía relativa en relación
con el proceso de comunicación como un todo). La forma mensaje es un momento
determinado, aunque a otro nivel. Comprende los movimientos superficiales del sistema
de comunicaciones y requiere en, otro nivel, ser integrado dentro de las relaciones
sociales del proceso de comunicación como un todo, del cual él solo forma parte.
Desde esta perspectiva general, podemos caracterizar el proceso de
comunicación televisivo como sigue. Las estructuras institucionales de broadcasting se
requieren para producir un programa; en un sentido, el circuito comienza aquí. Más aun,
ellas no constituyen un sistema cerrado. Ellas reúnen temas, tratamientos, agendas, etc.,
dentro de estructuras políticas y socio-culturales más amplias.
El consumo y recepción del mensaje televisivo es también él mismo un
“momento” del proceso de producción en un sentido más amplio.
Las relaciones institucionales y sociales de producción deben pasar por las reglas
discursivas del lenguaje para que su producto se haga efectivo. Esto inicia un momento
diferenciado posterior, en el cual las reglas formales del discurso y de lenguaje están en
función dominante.
Los grados de simetría dependen de los grados de simetría/asimetría establecidos
entre las posiciones de personificaciones, codificación/producto y decodificador/receptor.
Pero esto a su vez depende de los grados de identidad/no identidad. Lo que se llama
distorsiones surge precisamente por la falta de equivalencia entre dos lados del
intercambio comunicativo.
La aplicación de este paradigma rudimentario ha comenzado a transformar ya
nuestra comprensión del viejo término “contenido” televisivo. En cualquiera de los
extremos de la cadena comunicativa el uso del paradigma semiótico promete disipar el
behavorismo que ha entorpecido la elaboración en medios masivos por tanto tiempo.
El signo televisivo es complejo. Está constituido por la combinación de dos tipos
de discurso, visual y auditivo. Más aun, es un signo icónico. En el naturalismo y
“realismo” la aparente fidelidad de la representación de la cosa o del concepto
representado, es el resultado, el efecto de una específica articulación del lenguaje sobre
lo real.
La teoría lingüística frecuentemente emplea la distinción entre denotación y
connotación. El término denotación se equipara con el sentido literal de un signo.
Connotación en cambio suele ser empleado simplemente para referirse a significados
menos fijados y por lo tanto más convencionalizados, asociativos, los cuales varían y
dependen de la intervención de códigos. En el discurso real la mayoría de los signos
combinan ambos aspectos.
Es en el nivel connotativo que las situaciones ideológicas alteran y transforman la
significación. Todo signo visual en publicidad connota una cualidad, situación, valor o
inferencia, que está presente como un significado de implicancia o implicación que
depende de su posición connotaciones. En este nivel claramente se contraen relaciones
del signo con un universo de ideologías en la sociedad.
El llamado nivel denotativo del signo televisivo está fijado por ciertos códigos muy
complejos pero limitados o cerrados. Su nivel connotativo aunque también esté limitado,
es más abierto, sujeto transformaciones más activas que explotan sus valores
polisémicos. Cualquier sociedad o cultura tiende -con diferentes grados de clausura- a
imponer sus clasificaciones del mundo político, social y cultural. Éstas constituyen el
ORDEN CULTURAL DOMINANTE aunque nunca sea unívoco o no contestado. La
cuestión de la estructura de discursos dominantes es un punto crucial. Las diferentes
áreas de la vida social están diseñadas a través de dominios discursivos jerárquicamente
organizados en significados dominantes o preferentes. Más aun, en tanto estos campos
estaba estructurados en dominantes pero no cerrados, el proceso comunicativo, consiste
no en una asignación aproblemática de cada ítem visual a su posición dada en un
conjuntos de códigos preasignados, sino que consiste en reglas performativas que
buscan activamente reforzar o proferir algún dominio semántico sobre otro.
Nuestra discusión aquí es con la noción de capacidad subjetiva como si el
referente de un discurso televisivo fuera un hecho objetivo pero el nivel interpretativo
fuera un asunto privado e individualizado. El caso parece ser el opuesto. La práctica
televisiva toma la responsabilidad “objetiva” precisamente por las relaciones que vinculan
los signos con otros en cualquier instancia discursiva, y así, continuamente reacomoda,
delimita y prescribe dentro de que “conciencia del entorno total de uno” se incluyen estos
ítems.
Los patrones exhiben a través de las variantes personales, confluencias. Y una
nueva aproximación a los estudios de audiencias debería comenzar con una crítica de la
teoría de la percepción selectiva.
UNIDAD 3
Segunda y tercera generación: cambios en las perspectivas

“Modelos culturales” Blanca Muñoz

La segunda generación. La cotidianidad como consumo y comunicación


masiva

La expansión de los Estudios Culturales, en las décadas de los años setenta y


ochenta, tiene que entenderse por su capacidad de ser un enfoque teórico sumamente
útil para la investigación discursiva de los universos del sentido de la cotidianidad. El
desplazamiento, pues, que las Ciencias Sociales experimentan hacia lo cotidiano señala
la estabilización del modelo de análisis de la Escuela de Birmingham.
La primacía del tema del consumo cultural por grupos de audiencias se impone
gradualmente en la Segunda Generación, formada por: Morley, Davies, McRobbie,
Hebdige, Walkerdine, Gilroy, Brundson y Kaplan. Pese a la gran variedad de autores, un
hilo conductor enlaza todo el conjunto de investigaciones: el papel activo de los
receptores de los medios en su cotidianidad diaria.
El padre, la madre, los hijos…y la televisión, conforma un nuevo modelo de familia
que sitúa al tiempo de ocio como el horario central de la actividad diaria. La vida cotidiana
se construye y pasa por los productos massmediáticos. Desde los programas televisivos
hasta las revistas femeninas ilustradas, la segunda generación interpreta lo real como la
competencia que la audiencia asimila de la acción de los medios. Pero al ser
fragmentada la audiencia -a partir de categorías como las de raza y género- cada
producto de la industria cultural-comunicativa es entendido desde formas de experiencia
a menudo antagónicas entre sí.
Paralelamente a los Estudios sobre la mujer, la etnicidad y el multiculturalismo han
tenido una centralidad en los continuadores de la Escuela que ha desplazado aspectos
sociológicos relevantes como los procedentes del área de la ideología.
En este amplio conjunto de investigaciones, la cotidianidad se revelaba bajo una
perspectiva magnificada en una tradición que puede entroncarse con algunos Estudios
de Goffman y de la Fenomenología Schütz. Un resumen global de las características
asignado a las “existencia habitual” se compendiaría en:
- El papel central de los medios de comunicación en la formación de las
clasificaciones de la realidad en las diferentes subculturas.
- Un concepto de audiencia activa según sea la supuesta posición del individuo
en su subcultura, así los analistas de la Segunda generación utilizan un
conjunto de estrategias textuales para interpretar la discursividad con la que
cada grupo y subgrupo establece sus mecanismos de construcción de la
realidad.
- Las comunidades de conciencia moldean a los grupos sociales, debilitándose
los vínculos de clase y la conciencia adherida a esta. Los “segundos”
culturalistas optan preferentemente por una posición intelectual posmoderna;
esto es, por el modelo epistemológico de la fragmentación y de la racionalidad
débil.
- Al elegirse el modelo parcial de cotidianidad que reivindica la identidad
fragmentada en múltiples grupos, los cultural studies recomponen la existencia
concreta de sus aspectos más banales. La cultura masiva desplaza no solo a
la “alta cultura”, cuanto especialmente a la cultura popular, la disolución de
otras formas culturales que no sean las subculturas grupales o la
massmediática, modifica el primer proyecto de la Escuela para la evolución
posindustrial de los procesos ideológicos.

Algunos críticos de la segunda generación han tachado a esta como teoría


prototípica del individualismo metodológico. Lo cierto es que los nuevos culturalistas no
recelan de la dinámica de la sociedad de consumo y de sus productos.
Un balance crítico entre las dos generaciones de Birmingham no puede dejar de
orientarse en relación al análisis de las modificaciones del concepto cultura. Los
fundadores de la Escuela pertenecen a una herencia intelectual formada en la cultura
clásica. El continuum, pues entre cultura popular y cultura clásica es inherente a los
procesos de emancipación social. En ambos modelos culturales perviven los ideales
ilustrados de civilización en su portentoso significado de perfeccionamiento y ampliación
de las facultades humanas.
La confianza en la conciencia cultural de las clases dominadas y su resistencia
cotidiana permitió a la primera generación hacer una reconstrucción teórica e
historiográfica de relaciones históricas que enmarcaron la existencia de clase como
acontecer por el cual una clase se descubre y define a sí misma. Mostraba la necesidad
de llevar a cabo una reflexión objetiva sobre valores nuevos en correspondencia con un
tiempo en la que la competitividad podía ser cambiada por cooperación; y la identidad
dañada por la alienación, debería ser redefinida en términos diferentes de los del
beneficio y la explotación. Sin embargo, la formación de la segunda generación de
estudios culturales apunta a una radical metamorfosis de perspectivas.
En efecto, el nexo de unión entre una generación y otra no deja de ser sino al
revisión del modelo de base y superestructura. Mientras que los fundadores se
complejizan, en los continuadores se simplifica el modelo de forma reduccionista. Se
desplaza el interés de la lucha cultural como defensa ante una cotidianidad en que
prevalece la falsa conciencia hacia unos estudios dispares que se dirigen a múltiples
prácticas culturales a menudo divergentes entre sí. En definitiva, en esta rápida
comparación entre generaciones, la cuestión más problemática a que conduce la Teoría
de la Cultura de la segunda generación se resume en la radical separación de la vida
cotidiana de las estructuras económicas, políticas y sociales. La autonomización de lo
cotidiano del resto de estructuras subjetiviza excesivamente las superestructuras de su
base infraestructural. La identidad no puede desvincularse de temas como por ejemplo la
opresión.

¿Hacia una reformulación de la cotidianidad reconstruida?

Eltema de lo cotidiano es el problema central de la sociedad de masas. La


cotidianidad entra en la Ciencia Social como la gran categoría ordenadora. En estas
condiciones determinados conceptos se vuelven tabúes, y de ellos ninguno tan
representativo como el estudio de lo social desde el concepto de clases y sus procesos
relacionales. Es en este punto en el que los propios principios epistemológicos y
metodológicos de los que parte la Escuela de Birmingham (y específicamente la Segunda
generación) revelan múltiples paradojas.
Las perspectivas teóricas marxistas sobre lo cotidiano nos conducen a las
relaciones entre ser social y conciencia. La esencial frase el ser social determina la
conciencia resulta la distinción desde la que reconstruir el campo de la conciencia
posindustrial desde sus procesos históricos. De acuerdo con esta concepción la Escuela
de Frankfurt enmarca los actores en las estructuras objetivas. La reconstrucción de lo
cotidiano –entonces- experimenta un proceso inverso en la Teoría Critica que en los
planteamientos de los estudios Culturales.
El desplazamiento de Neomarxismo hacia las dinámicas de la cotidianidad se debe
resituar entonces en una teorización de las nuevas características del control social
colectivo. La industria de la conciencia demuestra la trasformación de las formas de
dominio desde el modo de producción al modo de comunicación. Abordar entonces el
análisis histórico de la subjetividad ha sido la gran contribución de los fundadores de los
Estudios Culturales. Pero mientras que en los de Frankfurt la cotidianidad refleja el
desgarramiento de la sociedad capitalista y sus fenómenos de racionalización, la razón
cotidianade los autores de Birmingham desemboca en un simple esquema de acción
específicamente cerrado a observar la trayectoria de las culturas populares.
Hay –por tanto- una antropología de las costumbres pero se carece de una
reelaboración antropológica del ser social histórico. Por ello, una reestructuración
dialéctica del concepto de cotidianidad requiere volver al sentido fuerte de existencia. La
síntesis acción-estructura puede quedar aclarada a partir del análisis de la lógica de la
dominación que organiza la sintaxis de la cotidianidad. Bajo el impero de la tecnificación
manipulada, la cosificación de la vida diaria, se invierte en el hecho más característico de
la Sociedad de masas.
En suma, una reconstrucción dialéctica de la Teoría Cultural que no quiera ser pura
abstracción ni tampoco descriptivismo anecdótico, deberá articular una reconstrucción de
las nuevas formas de la racionalidad instrumental en el proceso de subjetivación
irracional del conocimiento colectivo. En esta mediación entre civilización, individuo y
sociedad estaría la concepción originaria y contemporánea del Materialismo cultural.

La evolución de la Segunda generación de la Escuela de Birmingham: las


trasformaciones de las teorías de los estudios culturales

La cotidianidad refleja mejor que ningún otro proceso la lógica de dominación en


las sociales del capitalismo tardío. El ocio domestico se muestra como el puente entre las
exigencias productivas macroestructurales y los vínculos intersubjetivos de índole
microestructural. En esta contradictoria relación se construyen los universos de sentido
del ciudadano posindustrial. Frente al paradigma lasswelliano, tanto la Escuela de
Frankfurt como la de Birmingham reformularon problemáticamente los elementos que
conformaban las prácticas objetivas del consumo cultural y comunicativo; será a partir de
finales de la década de los ‘70 cuando el papel del receptor empiece a interesar como
aspecto dinámico del análisis comunicativo. Este cambio proviene de unas causas muy
concretas:
a- La consolidación de un tipo de acumulación de capital en la que las de las
industrias del ocio ocupan un lugar determinante.
b- Un cambio radical en la industria del ocio, y que los gustos colectivos son –por
primera vez- impuestos por los consejos de administración de las
multinacionales.
c- La necesidad de conocer precisamente esos gustos colectivos requeriría de
unos especialistas en Ciencias Sociales que expliquen la organizacion y el
funcionamiento de la audiencia.
A la vista de estos procesos, la sociología de índole critica reacciona elaborando
un modelo de análisis macroestructural, un tercer modelo de cultura: la cultura
mediática, planteada como difusión de mensajes industrialmente fabricados con
procedimientos de socialización taylorísticamente sometidos a las leyes de oferta y
demanda del beneficio trasnacional.
La alteración del modelo cultural, por tanto, tenía ahora que dirigirse hacia los
universos de sentido que articulaban las nuevas y diferentes condiciones y estilos de vida.
Las diferencias entre lo macro y los micro, y las estructuras y los actores, abrirán una
radical brecha entre las “segundas generaciones” de las dos Escuelas.

Los tres ejes temáticos de la teoría de los Estudios Culturales

La evolución de la Sociedad de Masas va a reflejarse en la trayectoria no solo de


la segunda sino también de lo que se podía denominar como la tercera línea culturalista
contemporánea. Todos ellos van a dar primacía al estudio del consumo cultural
organizado por grupos de audiencia. De este modo, tres ejes problemáticos serán los
interesantes: la vida cotidiana, los medios de comunicación y la formación de identidades
en las sociedades de masas.

La cotidianidad se formula como la unidad y primer eje de los múltiples


fenómenos sociales, culturales, económicos y políticos. Las características que explican la
vida cotidiana en los Estudios Culturales serian:
o La cotidianidad se expresa como rutina conformada por la aceptación
profunda de las consignas y normas del neocapitalismo.
o El ciudadano se identifica como receptor-consumidor que interioriza los
esquemas cognitivos, las actitudes y actividades propuestos por la
sociedad globalizada.
o Las experiencias del receptor-consumidor están generadas por la sociedad
sistémica por sobre la socialización grupal; esto es, la adaptación sistémica
consistirá en la introyección del sistema normativo y simbólico de los
productos mediáticos transnacionales, evitándose los sistemas valorativos
provenientes de la educación y de la cultura de índole racional.
o La cotidianidad se construye en los Estudios Culturales casi como una
cortina de humo con la que se disuelven las contradicciones y conflictos del
sistema productivo.

Al considerar la cotidianidad en su relación comunicativa, el segundo eje


problemático de los Estudios Culturales queda delimitado: los medios de comunicación
de masas. Con ello, el modelo de sociedad queda reducido ya que de ciudadanos
pasaran los sujetos a audiencias, y de productores, a consumidores.
Los medios de comunicación de masas en las investigaciones contemporáneas de
los estudios culturales pueden describirse como:
o La construcción social de la realidad se enfoca como construcción
mediática de la vida social. Las restricciones con las que se interpretan los
discursos imaginarios y el consumo de imágenes, indican un planteamiento
teórico sumamente limitado.
o Cotidianidad y comunicación se hacen inseparables. La comunicación
tecnológica cotidiana se designa como el gran ritual colectivo.
o Frente a la Teoría Critica, la ideología apenas es considerada como
formación de la opinión pública.
o La audiencia no se conexiona con procesos organizativos ni institucionales.
Como resultado de esto, la integración y la adaptación de los ciudadanos
se realiza en un contexto desvinculado de las estructuras económicas y
políticas.
En definitiva este segundo eje esconde el reforzamiento ideológico que los medios
de comunicación de masas producen de una manera continuada.

No es posible tener una perspectiva completa de la dirección que han emprendido


los estudios de los continuadores de la Escuela de Birmingham sin competir el tercer eje:
la formación de la identidad en la Sociedad de Masas.
El tema de la identidad introduce un giro metodológico y epistemológico en los
estudios culturales, desplazando hacia el individualismo metodológico la complejidad de
los procesos sociales. En esa formación de identidades dos características resumirán a
posición neoculturalista:
o El papel de las mujeres y su asimilación de la cultura masiva.
o La etnia como comunidad de conciencia parcial con sus propias estructuras
valorativas y simbólicas.
El interés por reducir al subjetivismo al ciudadano de las sociedades
posindustriales, reemplaza los contextos sociales por un mundo de la vida entendido
como una audiencia fragmentada y aislada industrialmente. Es importante subrayar, pues,
que en esta hiperestimación de las características étnicas del sujeto se produce una
profunda distorsión de la esfera pública. La cultura étnica sustituye la cultura popular,
produciéndose una contraposición entre la cultura participativa, propia de la pertenencia
cívica, con la cultura racial de cada comunidad étnica. De este modo, la despolitización
toma un sesgo político.
El folklorismo con el que se trasmite un multiculturalismo “para turistas” en los
Estudios Culturales ignora los problemas de la globalización económica y de las casi
obligadas migraciones del subdesarrollo hacia los países de capitalismo tardío. Se
transforma en modelo cultural especifico de cada grupo por un modelo cultural mediático.
La posibilidad de que la población marginada pueda constituirse en audiencia
apunta hacia un efecto que no es valorado suficientemente por los culturalistas como una
falsa integración social. En definitiva, la agrupación de los ciudadanos en forma de
audiencia sustituye la esfera pública por el ámbito mediático como esfera única de la
existencia colectiva.

Las carencias de la “Segunda generación” culturalista y su teoría estético cultural

Los interrogantes que los estudios culturales de la Segunda Generación provocan,


se tienen que referir a las limitaciones e insuficiencias del hiperculturalismo. Las
mediaciones económicas son sustituidas por una especie de antropología de las
costumbres de la vida diaria en las diversas comunidades del posindustrialismo. Esta
modalidad enfoca hacia lo particular lo que no es sino un proceso global.
El “olvido” de la realidad transnacional y del papel fundamental de la economía de
la comunicación presupone un tratamiento aséptico de lo cultural. La carencia de un
microanálisis geoeconómico conlleva otras carencias que son notables.
Un tema que merece una atención especial es el “olvido” y el silencio que se hace
del empobrecimiento de la cotidianidad por acción de la lógica cultural del capitalismo
tardío. Al reducir el mundo de la vida a las relaciones intersubjetivas, el estado de las
conciencias se identifica con el universo de la comunicación difundida que iguala al
individuo con la ideología dominante. Y como resultado, la disolución del yo en la razón de
la sociedad instrumental, se reviste de una reconciliación con los aspectos más
vinculados a lo biológico, como la raza y el sexo.
En otras palabras, en el culturalismo no se analiza en ningún aspecto cómo “las
minorías” se ajustan a los valores de la dominación mediante una interiorización de un
multiculturalismo mediático que no cuestiona. Así, lo popular se confunde con un
populismo hollywoodense.

“Los ejes temáticos de la Segunda Generación de la Escuela de Birmingham: las


trampas de la subjetividad” Blanca Muñoz

Las transformaciones de la teoría cultural

El ocio domestico resulta el puente entre las exigencias productivas


macroestructurales de los medios y los vínculos intersubjetivos de índole
microestructurales.
En la Escuela de Frankfurt, como en la de Birmingham, las primeras generaciones
reformularon problemáticamente los elementos que conformaban las practicas objetivas
del consumo cultural y comunicativo, subrayando que sobre los medios masificados se
sustentaba el factor funcional del capitalismo transnacionalizado. A finales de la década
de los años ‘70, el papel del receptor empieza a interesar como aspecto dinámico del
análisis comunicativo.
El modelo de análisis macroestructural de la Escuela de Frankfurt, como el de la
Escuela de Birmingham se concentran en el tipo de cultura que se está conformando y
que afecta de forma directa sobre la cultura popular y la alta cultura.

“Introducción a los estudios culturales” Armand Mattelart y Érik Neveu

Los años de Birmingham (1964-1980): la primavera de los estudios


culturales

En la universidad de Birmingham es donde nace, en 1964, el Centre for


Contemporary Cultural Studies (CCCS). Desde el marxismo althusseriano hasta la
semiología, los miembros del centro han compartido una común atracción por lo que el
establishment universitario consideraba entonces –en el mejor de los casos- como un
pintoresco vanguardismo, o –en el peor de los casos- como el opio de los intelectuales.
Durante más de 15 años una extraña combinación de compromiso social y político y de
ambición intelectual produjo una impresionante masa de trabajos.

La invención de los estudios culturales

El CCCS

Expresado por Hoggart en una conferencia de 1964, el proyecto del Centro es


claro. Revindica explícitamente del legado de Leavis. Pese a estar asociado a una
universidad, el Centro quedará marcado desde sus comienzos por la marginalidad
institucional en que vivió la generación de los padres fundadores.
El reto también reside en lograr la aceptación de los escritores próximos a la
universidad. La creciente notoriedad científica del CCCS obedece concretamente, a la
difusión (a partir de 1972) de “Working Papers” (artículos multicopiados que conforman
una revista artesanal).

Reconsideración de las sociabilidades y de las culturas populares


El proyecto inicial de una etnografía comprensiva de la cultura de las clases
populares supone pues múltiples replanteamientos sobre el terreno. Aunque no llegan a
representar una faceta relevante de los estudios culturales, el urbanismo y la
arquitecturaentendidos como dispositivos organizadores de la sociabilidad y de la
cristalización de identidades colectivas, entran así a formar parte de su propuesta
temática.
La reconsideración de las formas de sociabilidad obrera también implica prestar
atención a una dimensión que Hoggart relegaría a un segundo término: la de las
relaciones entre generaciones, las formas de identidad y las subculturas específicas que
ponen en práctica los jóvenes del sector popular. Una primera fuerza procede de la
capacidad de estos textos para restituir auténticos trozos de vida alimentados por la
observación.

Expansión y coherencia de las problemáticas

La mancha de aceite de lo cultural

El cuestionamiento de la cultura en la vida cotidiana se extenderá


concéntricamente como una mancha de aceite. Una primera ampliación de las
investigaciones versará sobre la relación de los jóvenes de sectores populares con la
institución escolar.
El interés prestado a las prácticas culturales, obliga a los investigadores del Centro
a tener en cuenta la diversidad de productos culturales consumidos por las clases
populares. Birmingham será uno de los primeros equipos en atraer la atención de las
ciencias sociales sobre bienes tan profanos como la publicidad o la música rock. Pero son
los medios audiovisuales y sus programas de información y entretenimiento los que de a
poco serán objeto de estudio, mediante encuestas.

<Género y raza>: nuevas alteridades

El movimiento tendrá finalmente dos ampliaciones cuyas consecuencias a largo


plazo serán esenciales. La primera desemboca en las cuestiones de género, en la
variable masculina-femenina. La apreciación del género obedece al trabajo empírico que
pone de manifiesto las diferencias de consumo de valoración entre los hombres y mujeres
en materia de televisión o de bienes culturales. También se debe a la sensibilidad
feminista de las investigadoras. La otra alteridad, ocupará un lugar prominente gracias al
libro “The Empire Strikes Backs”. La atención se impone aquí por el terreno y la presencia
de poderosas comunidades de inmigrantes por las reacciones de atracción y de rechazo
racista que suscitan.

Los refractarios: pasado/presente

Aunque Birmingham represente la sede institucional motora de los estudios


culturales, el auge de estos enfoques no acaba aquí. Williams, tardíamente reclutado en
Cambridge desarrolla entonces allí sus investigaciones. Thompson, por otro lado, saca
provecho de la creación de una nueva universidad en Warwick.

Las circulaciones de la teoría

Dominaciones y resistencias
Desde el momento en que se piensa en el tema de cultura dentro de una
problemática del poder, resulta necesario un conjunto de interrogantes teóricos.
En primer lugar, la noción de ideología: forma parte del legado marxista en el que
bebe la mayoría de los investigadores de esta corriente. La referencia a la ideología
conduce a la temática de la hegemonía, formulada por Gramsci en los años ‘30.
La frecuente utilización del término <resistencia> conduce a una tercera referencia
conceptual y pone en entre dicho la especificidad del poder cultural que pueden ejercer
las clases populares. Por último, entre líneas se perfila la problemática de la identidad.

La teoría como objeto de importación

La atracción por las teorías continentales es una forma de reacción ante las
orientaciones dominantes de las ciencias sociales anglófonas. La investigación
administrativa no es nada propicia a enfoques cualitativos ni al sometimiento a prueba de
cuestionamientos críticos e innovadores. En cuanto al funcionalismo, las enormes
maquinarias teóricas de Parsons laminan los terrenos; disuelven –precisamente- la
cuestión del poder y de la dominación.
La búsqueda de nuevas herramientas teóricas también depende de los retos a los
que se enfrentan los investigadores. Pero el ámbito de las subculturas suscitará el interés
del grupo por la aportación de interaccionismo simbólico. Estas incursiones hacia las
iniciativas sociológicas más adecuadas para captar la trama de las experiencias vividas se
siguen identificando con el interés por el planteamiento biográfico.
La noción de <marxismo sociologizado> expresaría bastante bien las lógicas de
importación conceptual del CCCS.

Hipotecas y aciertos

Un distanciamiento costoso para la sociología

El hecho de poner de relieve las aportaciones del CCCS no impide señalar


algunas debilidades.
Su escasa consistencia, tiene explicaciones lógicas. Muchos de los investigadores
procedentes de las humanidades, más que las ciencias sociales, están escasamente
familiarizados con la sociología, incluida la de la cultura. El reto epistemológico planteado
por el estudio de las culturas populares es un buen ejemplo. No todas las investigaciones
de Birmingham han escapado a la doble trampa del miserabilismo y populismo.
Un punto de vista sociológico más elaborado permite considerar la creación
cultural como un espacio de competición e interdependencia entre productores; de lo que
da cuenta, en concreto, la noción de campo. En su defecto, tendemos a sobrevalorar la
visión de una producción cultural como respuesta explícita a las expectativas –claras por
su parte- de clases o de grupo de consumidores.

¿Ahorrarse la economía?

Fundamentalmente, el pecado original de los estudios culturales obedece a su


déficit de interés por la historia y por la economía. Ese descuido será objeto de una
confrontación intelectual entre los estudios culturales y de una corriente de investigadores
para quienes un enfoque interdisciplinar de la cultura no puede pasar por alto su
economía política.

Materialismo cultural y tropismo textual


Los textos de Marx historiador/sociólogo y los de Marx economista son objeto de
un uso poco intensivo. El Marx y el marxismo apreciados en el CCCS son más bien los
que miran a la filosofía, al análisis de las ideologías. La posterior invasión de los estudios
culturales por parte de una proliferación de textos que, en esta ocasión se extienden en
comentarios sobre la nadería conceptual del posmodernismo, sugiere que la postura aquí
objetada obedece más a un hábito intelectual (a una relación con la teoría) que a las
singularidades de la de Marx.
También hay una cierta tensión entre el proyecto declarado y las predisposiciones
de buena parte de sus promotores. Detrás de la idea de <materialismo cultural>, de la que
Williams fue el primer heraldo, se oculta la intención de una confrontación total con los
hechos culturales.

La ecuación de la fecundación

Destacar así las limitaciones del centro de Birmingham no significa devaluar un


radiante momento de fecundidad. Tres datos expresan el dinamismo de aquellos años.
El primero se refiere a la renovación del temario y de los planteamientos. La
cultura ya no era objeto de devoción o de erudición sino que era cuestionada por su
relación con el poder. El segundo nace de una singular combinación entre investigación y
compromiso. La última variable se refiere al rechazo de los patriotismos de disciplina; el
rechazo de las fronteras entre análisis literario, sociología de la desviación, etnografía y
análisis de los medios ha engendrado una fecunda interdisciplinaridad.

Las ambivalencias de los campos de estudio de la recepción

En la evolución de los estudios cultuales, los años ‘80 se asocian a la imagen del
giro etnográfico la expresión designa de forma cómoda un desplazamiento hacia el
estudio de las modalidades diferenciales de recepción de los medios por los distintos
públicos, concretamente en materias de programas televisados.

¿Giro o reescritura de la historia?

El hilo etnográfico de los estudios culturales

La mayoría de los textos elaborados durante los años ‘70, que se encuentran
reunidos en un Reader del CCCS, figuran, por cierto, en un apartado titulado
“Ethnography”.

Comprender la recepción de los medios

Si hubo un <giro> que marcara el comienzo de los años ‘80, ése es el inicio de un
campo de estudio sobre la recepción de los medios. A tal fin, algunos investigadores
desplegarán una gran inventiva, especialmente mediante técnicas etnográficas.
Este retorno crítico hacia el modelo codificación-descodificación lo llevará a acabo
David Morley mediante el estudio de la recepción de Nationwide. Será el primero en
introducir la tecina de los focus groups y en observar las relaciones ante la difusión de
episodios de aquella emisión.

Giro epistemológico, giro político


¿Hacia la sociedad posfordista?

El giro etnográfico es inseparable de otros giros que dejan huella en la Gran


Bretaña de los años ‘80. Giro político con la instalación de Margaret Teacher en el
gobierno por más de una década; giro conservador en general con las políticas que ésta
aplica; giro económico con los efectos crecientes de la globalización. A partir de 1984 se
inicia la liberalización del serviciopúblico de las telecomunicaciones.
Stuart Hall pone de manifiesto una muy precoz institución de estos cambios, en
Marxism Today. En esta revista, es donde desarrolla en caliente su reflexión sobre los
cambios en la Gran Bretaña teachereana, en la cultura y en el mundo. Para Hall, una de
las características de estos nuevos tiempos del posfodismo, que es ocasiona el
debilitamiento de las <solidaridades tradiciones> y dan origen a un nuevo tipo de
individualidad que se aparta de las líneas de continuidad que antes estabilizaban nuestras
identidades sociales. Tamaña renovación conceptual plantea problemas a la izquierda. Su
cultura convencional, nos ha incapacitado para enfrentarnos de forma coherente a lo
subjetivo en política.

La erosión de las identidades

Al poner el acento en los nuevos marcadores de la sociedad de consumo y en la


libertad de elección del individuo, se le reprocha su adhesión al mito del boom del
consumo orquestado por el gobierno neoliberal. Esta visión parece estar en contradicción
con su propia teorización sobre la construcción de la hegemonía de un grupo social como
discurso fluido. Los nuevos tiempos de Teacher también tienen como efecto la aceleración
de esta dislocación de las identidades sociales ligadas al mundo obrero de ayer. En este
contexto en el que unas formas, hasta entonces sumamente estructurantes de
identidades políticas, sociales o nacionales, se ven privadas de su herencia, la cuestión
de las recomposiciones identitarias se convierte en un reto político de la máxima
importancia. Los trabajos sobre los medios y el espacio público por un lado, y sobre las
identidades sociales, por otro, encontrarán entonces una estrecha articulación.
Hall explicaba en 1991 el replanteamiento de los estudios culturales e insistía en
algunos de los principales factores que obligaban a traspasar las fronteras. Entre otros:
1. La globalización de origen económico.
2. La fractura de los “paisajes sociales” que hace que el yo forme parte de un
proceso de construcción de las identidades sociales en que el individuo se
define por su situación en relación con distintas coordenadas y no puede
reducirse a una ni otra coordenada.
3. La fuerza de las migraciones.
4. El proceso de homogeneización y diferenciación.

Relevo y revisiones

Giros generacionales

Los nuevos tiempos y el giro etnográfico también obedecen a procesos


generacionales. Se trata en primer lugar de la llegada de la que podría denominarse
Tercera Generación de investigadores. Las sensibilidades ante la cultura y las relaciones
con los medios cambian y también exigen métodos de investigación más adecuados.
Mientras que la escuela de Birmingham ha estudiado de fondo las subculturas, en los
últimos años se aprecia una disminución de este tipo de estudio. En primer lugar,
durante la gran época del centro, las subculturas se enfocaron como entidades
realmente fijas. En segundo lugar, se daba por supuesto que cada subcultura causaba
su propia muerte cuando era aceptada por la mainstream culture.

Las derivas de la relación sin complejo con el medio

Resulta revelador el regresivo deslizamiento hacia la trivialización de la


televisión en su modalidad comercial. Se inició durante la primera mitad de los años ‘80.
Con este rasero, la idea de servicio público ajeno a los <deseos y preferencias
populares>, no era más que una coartada para colocar a los telespectadores en un
marco paternalista. Hacia finales de la década, este leitmotiv se trasformó en una
declaración de guerra contra la directiva “televisión sin fronteras” aprobada por los
países de la Comunidad Europea.
El retorno al placer ordinario se producía explícitamente en nombre de la
necesaria ruptura con la fuerte tradición de las teorías negativas inspiradas por la
Escuela de Frankfurt y la corriente estructuralista.
Detrás de la dimensión ordinaria del placer que se confunde con la dimensión
ordinaria de la televisión comercial se perfilaba la conformidad o cuando menos la
neutralidad de la investigación ante el proceso de privatización y regulación de los
paisajes audiovisuales, en el preciso momento en que los países de la Comunidad
Europea iniciaban un largo debate sobre la televisión sin fronteras y se inquietaban por
los escollos de una salvaje mercantilización a la italiana.

Convergencias

Tratados de paz

No puede negarse el mérito de las nuevas reflexiones sobre las audiencias que
no hacen sino insertarse en un movimiento epistemológico más general, <retorno del
sujeto>, y a los juegos de la intersubjetividad. Pero es necesario señalar su
ambivalencia. Existe un riesgo real de pasar de la clausura del texto soberano a la
reclusión en la recepción soberana.
Más de 15 años de evolución permite identificar unas de las paradojas a largo
plazo del giro etnográfico. El reto del giro de los años 80, que se ha vuelto más
transparente gracias a la perspectiva del tiempo, habría consistido en una ruptura con
las aporías de los estudios culturales anteriores mediante la utilización de las
herramientas sociológicas más rigurosas, mediante una adecuada puesta a prueba de
los modelos teóricos de análisis de la recepción y también mediante el replanteamiento
de una visión -a veces mitificada- de las resistencias.

Reajustar los balances autocomplacientes

La iniciativa de retorno reflexivo sobre las investigaciones inspiradas por los


usos y gratificaiones no es en sí ni censurable ni inútil. No hay que ocultar –sin embargo-
los fundamentos epistemológicos de estos trabajos. Aunque el interés por la recepción
llegó a representar un momento importante de rupturas con los dogmas del periodo
estructuralista; también ha llegado a ocultar importantes interrogantes y a suscitar una
forma de confusión que tiene los rasgos de recepcionistas, que elimina todos los
cuestionamientos acerca de los medios y se reconcilia con el viejo media centrismo.

Internacionalización y crisis de los estudios culturales


Apenas 50 años después de Uses of literacy, 30 años después de los primeros
textos significativos de Birmingham, la influencia de esta corriente de investigación se
extiende, sus focos se redistribuyen.

El Big-Bang

La revancha de los polytechnics

La institucionalización se observa en primer lugar en el Reino Unido, como un


cuasi accidente ocurrido por la pusilanimidad de las instituciones universitarias. A causa
precisamente de ilegitimidad académica, los estudios culturales –han sido básicamente-
confinados en los polytechnics. Estas instituciones, consideradas de segundo nivel han
constituido, a la vez, desde finales de los años 70, causes destinados a absorber gran
parte del creciente flujo de estudiantes y espacios de institucionalización de focos de
investigación sobre la cultura. Ahora bien, una de las políticas públicas desarrolladas por
los conservadores británicos a mediados de los años 80 consistirá en ir transformando
gradualmente las polytechnics en universidades de pleno derecho, para responder a la
presión demográfica estudiantil.

Las condiciones sociales de una difusión

Los años 80 son los de la institucionalización de los estudios culturales en


Gran Bretaña. La dificultad que existe para dar cuenta tanto de esta propagación como
de la existencia de zonas de impermeabilidad obedece a la diversidad de sus orígenes.
En el caso de los países capitalistas avanzados se aprecian tres factores de
forma recurrente. El primero obedece a la aparición en los años 60 de un nuevo público
de estudiantes que son los primeros de sus familias en poder acceder a esta institución.
Estas modificaciones desencadenan un segundo fenómeno: la puesta en entredicho de
las materias y jerarquías.
Y la tercera clave explicativa del auge de los estudios culturales. Las lógicas
sociales e intelectuales hallarán su equivalente en numerosos países.

La aceleración de los años 90

Lejos de quedarse en agua de borrajas, la expansión de los estudios culturales


se ha consolidado mucho durante los años 90. Puede aducirse 5 explicaciones:
1. Los desfases temporales en los procesos de democratización universitaria.
2. La acción de expatriados británicos.
3. El atractivo que ejerce sobre los departamentos de lengua y civilización
británica y anglosajona del mundo.
4. El lugar que ocupa la producción de bienes culturales dentro de las
actividades económicas.
5. El auge de las plazas y departamentos de estudios culturales o la
introducción de sus programas en formaciones muy diversas.

Las <excepciones culturales>

Asincrónicas

Esta expansión planetaria plantea por último la cuestión de sus disparidades.


Frente a su enorme éxito en América del Norte y en Australia, y a su influencia en el
sudeste de Asia; se opone, su no recepción en Francia y en Alemania o en
Centroeuropa.

Francia, alumna recalcitrante

Los estudios culturales permiten desarrollar una vez más el tema de la


excepción francesa. En los años 60, la lengua inglesa sigue constituyendo una barrera
para la recepción. Básicamente, el terreno ya está ocupado. El terreno permanece así
por el hecho de que las tradiciones intelectuales y las fronteras academias propias de la
universidad francesa no dejan el equivalente al barbecho en que se instalaron los
estudios culturales en las Islas Británicas. La sociología francesa le ha seguido
prestando atención a la socialización y a la cultura, y nunca ha sido una mera sucursal
del funcionalismo.

“Las guerras de la sala de estar. Nuevas tecnologías, índices de


audiencias y tácticas en el consumo de la televisión” Ien Ang

El problema de la audiencia

Los anuncios son una intrusión inoportuna en la experiencia fílmica. Lo que


evidencia el juego de los intereses corporativos representados aquí por dos clases de
consumo: un conflicto, por un lado, entre el consumo de medios de comunicación y, por
otro, el consumo de bienes materiales, que ha de aumentar en función de la exposición ha
anuncios publicitarios.
El verdadero fundamento corporativo de la televisión comercial se apoya en la idea
de entregar las audiencias a los anunciantes. Desde un punto de vista económico, la
programación es ante todo un vehículo para atraer a las audiencias a los mensajes reales
que trasmite la televisión. El negocio el principalmente una empresa de entrega del
consumidor.
Esta mezcla compleja de condiciones económicas y supuestos culturales, que
tiene lugar con respecto al consumo de televisión, constituye una condición previa
necesaria de la construcción de un acuerdo institucional que establezca el valor de
cambio de la <mercancía audiencia> que se compra y se vende. El problema es a la vez
estructural y cultural: tiene que ver con el hecho de que ver la televisión es por lo general,
un hábito de consumo doméstico y no responde al tipo de comportamiento unidimensional
que se presumía.
La práctica domestica cotidiana del consumo de televisión se acompañada del
fomento implícito y explícito de formas apropiadas o ideales de conducta del consumidor
impulsadas, por motivos económicos o ideológicos, e instigadas por las instituciones
sociales responsables de la producción y transmisión televisivas. Ver televisión es un
hábito cotidiano que tiene a menudo un carácter táctico, articulado en las innumerables
formas de uso que eluden y escapan a las estrategias que establece la industria para
conseguir que la gente vea la televisión de la forma correcta.
Pero es precisamente esta relativa libertad de las audiencias la que ha sido
convenientemente reprimida en las ideas que la industria tiene de los consumidores. “Ver
televisión” se define así como un acto aislable, unidimensional y puramente objetivo, para
crear un mapa aerodinámico de la audiencia televisiva en el que se puede localizar a los
individuos a partir de su parecido con un consumidor típico cuyo comportamiento puede
ser calificado de modo objetivo e inequívoco.
Tecnología y medición

En la industria cultural creció con el tiempo la convicción de que la posibilidad de


cambio de canal y zapping había convertido al diario en una herramienta obsoleta. Con lo
cual comenzaron a plantearse exigencias de un método mejor de obtención de datos, en
donde mejor significa, más objetivo y menos dependiente de la fiabilidad de los
espectadores de la muestra.
Con la evolución tecnológica y la llegada del video grabable, el cambio de tiempo y
el zipping amenazaban con desregular la cuidada programación de las redes, fenómeno
que se ha venido en llamar canibalizacion. Esta metáfora indica furtivamente la
percepción que se tiene en los núcleos dirigentes de las redes sobre las nuevas libertades
adquirida por los usuarios a través de los videos. Hay definitivamente algo panóptico en la
dispersión conceptual de esta intrincada tecnología de medición en el hecho de que tiene
como objetivo tener a los telespectadores bajo un constante escrutinio mediante su
permanente visibilidad.
Lo que parece que en la actualidad desea la industria de la televisión es una
tecnología de medición capaz de suprimir toda ambigüedad o incertidumbre sobre la
magnitud precisa de la audiencia existente en un momento determinado para cualquier
programa o anuncio publicitario. A medida que la mirada tecnológica macroscópica de la
medición de la audiencia se hace más microscópica, se presume que el objetivo a medir
se convierte en más esquivo. Cuanta más actividad de ver televisión se pone bajo el
escrutinio investigador de la nueva tecnología, menos inequívoco es su carácter.
Si es casi imposible establecer una distinción inequívoca entre espectadores y no
espectadores, y si –como resultado de ello- los límites de la audiencia televisiva son tan
borrosos, ¿Cómo se podría medir esta? La investigación que intenta dar respuesta a esta
pregunta es llamada de fuente única: se mide la misma muestra de familias no sólo en
cuanto a su actividad de ver televisión sino también respecto a su comportamiento ante la
compra de productos.

Finalmente, es importante subrayar que una práctica de investigación como la de


la medición de la audiencia está condicionada por presiones y límites institucionales
estrictos. Y que además, cabe destacar el papel estratégico, no analítico, desempeñada
por la investigación en la organización y el funcionamiento de las industrias culturales.

“Comunicación y contexto: la perspectiva etnográfica en los sondeos


de opinión” David Morley y Roger Silver Stone

La medición de audiencia no es la investigación de la audiencia. Y aunque las


túnicas estadísticas pueden establecer conexiones empíricas, no proporcionan una base
para la predicción o la teoría. La acción de mirar televisión ha de entenderse dentro del
entorno doméstico.

Televisión y vida cotidiana: el contexto de ver

Uno de los avances más importantes en el trabajo sobre audiencia ha sido el


creciente reconocimiento del contexto de recepción. En el caso de la televisión, el
contexto doméstico. Los medios de comunicación, en general, forman parte integrante de
la cotidianidad de modo que los procesos de ver y leer se extienden a un proceso más
largo de conversación y diálogo social a través del cual se dirigiere los materiales
mediáticos.
Si la actividad de ver televisión es un proceso regido por reglas, la preocupación
básica del etnógrafo es la de explicar las reglas que rigen y facilitan este proceso. Tal
como Anderson lo expresa: “el acto de verla en familia –por ejemplo- no es algo más
casual y espontáneo que la cena familiar. Se lleva a cabo por actores competentes con
una gran capacidad de improvisación. La perspectiva de las reglas nos devuelve al foco
sobre las prácticas de comunicación diarias. Siguiendo a Schütz sugerimos que “la
exploración de los principios generales según los cuales el hombre en la vida cotidiana
organiza sus experiencias…es el primer cometido de la metodología de las ciencias
sociales”. Las reglas de la conducta cotidiana situada tienen que estudiarse para
comprender el modo en que los diversos medios de comunicación se incorporan a los
mundos privados.
De esto se desprenden argumentos a favor de una antropología del público
televisivo y a favor de un compromiso con la etnografía como método empírico.

Enfoques etnográficos

Según Hammerslei y Atkinson, la etnografía se puede comprender como


“simplemente un método de investigación social, aunque insólito, basado en una amplia
gama de fuentes de información. El etnógrafo participa de la vida de las personas durante
un extenso periodo de tiempo”.
Los problemas de hacer etnografía son los de la investigación social como un todo.
El objetivo es producir descripciones detalladas de la experiencia concreta de la vida en el
interior de una cultura particular y de las reglas y modelos sociales que la constituyen.
La cuestión sobre qué elementos del contexto son necesarios para comprender
cualquier acción dada no es sólo pragmática. Se trata también de una cuestión teórica y
epistemológica de la relación entre lo particular y lo general, el ejemplo y la categoría.

El problema de la interpretación

“Buena parte de nuestra conducta de comunicación ordinaria exige una cierta


cantidad de a ambigüedad que además perjudica la habilidad del investigador para
afirmar qué ocurre y por qué. La vaguedad es esencial a las pautas diarias de la
interacción social” Lindlof y Meyer.
Por su propia naturaleza, la etnografía intenta explicar la lógica informal de la
comunicación y otras prácticas cotidianas. Como Geertz observó hace mucho tiempo,
“empezamos con nuestras propias interpretaciones de lo que nuestros informadores son
capaces –o piensan que son capaces- y entonces las sistematizamos”. La alternativa del
etnógrafo es intentar escoger su manera a través de las estructuras de inferencia e
implicación que constituyen el discurso del intercambio cotidiano. Ciertamente, nunca
describimos sencillamente un escenario social, pero necesariamente lo interpretamos.
Efectivamente, nuestro conocimiento sigue siendo parcial. En el caso de la
investigación sobre el consumo doméstico de televisión, el acceso a la esfera privada de
la vivienda siempre es una cuestión de grado: casi siempre habrá algunas áreas de la
casa que están prohibidas a un extraño.

Un estudio de casos en una metodología fundamentada

A fin de ilustrar el argumento sobre un enfoque etnográfico ofrecemos una breve


exposición de los métodos empleados en nuestro presente proyecto: La casa y el
consumo doméstico de tecnologías de la información y de la comunicación. La labor
consiste en comprender de qué modo la familias que habitan casas viven con estas
tecnologías y como las han incorporado a sus vidas domésticas.
En la primera etapa de la investigación, nuestro principal cometido fue que la
observación del participante fuera sostenida mediante dietarios de uso temporal. En
relación con esa observación del participante, concluíamos que no era una fuente
suficiente de datos. Finalmente, la observación del participante ofrecía una revisión de las
explicaciones de los propios miembros de la familia acerca de las relaciones domésticas y
el uso de la tecnología.
En el reconocimiento de estas limitaciones volvimos a diseñar nuestros métodos.
El dietario proporcionó un marco para la comprensión de la temporalidad doméstica. Sin
embargo, necesitábamos un método equivalente para enfocar las relaciones espaciales
del hogar. Introdujimos un ejercicio de “cartografía mental” en el que cada miembro de la
casa, era pedido de dibujar un mapa del espacio interno del hogar y las habitaciones. Este
ejercicio se complementó con el uso de dos diagramas en forma de red que se pidió que
cada casa completara, mostrando su distancia geográfica y afectiva de los parientes y
amigos, así como la modalidad de la cual se sostiene cada relación.

¿Etnografía posmoderna?

Los recientes debates acerca de la antropología y etnografía posmodernas se ha


centrado en torno a la relación entre el observador y lo observado, y la base de la
autoridad del etnógrafo para trasmitir las experiencias culturales de otros.
Reconocer el componente subjetivo de la etnografía es algo de sentido común, la
carga de la autoría es ineludible. Para nosotros el valor de los métodos etnográficos se
encuentra precisamente en su habilidad de ayudarnos a “descifrar las cosas” en el
contexto de su ocurrencia.

“Televisión, audiencias y estudios culturales” David Morley

Historia crítica de la investigación sobre las audiencias televisivas

Se podría decir que la investigación dominante estuvo gobernada por un


paradigma conceptual básico construido como respuesta a la tesis pesimista de la
sociedad elaborada por la Escuela de Frankfurt. La cultura de masas suprimía
“potencialidades”, y también la conciencia de las contradicciones del “mundo
unidimensional”.
En esta idea iba implícito un modelo hipodérmico de los medios.
La migración de los principales miembros de la Escuela de Frankfurt a los EEUU,
ocurrido durante la década de 1930, provocó en las décadas posteriores el desarrollo de
una escuela específicamente norteamericana de investigación. Como reacción a la
predilección manifestada por Frankfurt hacia la teoría social crítica y el análisis cualitativo-
filosófico, los investigadores norteamericanos elaboraron lo que comenzó siendo una
metodología cuantitativa y positivista para la investigación empírica de la audiencia de
radio dentro de la “sociología de la persuasión de masas”.
Los diferentes estilos y estrategias de investigación se pueden caracterizar como
una serie de oscilaciones entre dos puntos diferentes: por un lado, los estudios basados
en el mensaje que pasaron de un análisis del contenido al de los efectos que ejercían en
la audiencia; y, por el otro, los estudios basados en la audiencia que atendían a las
características sociales, al ambiente y a las necesidades que el mensaje creaba en la
audiencia.
El paradigma <normativo>

La investigación sobre las comunicaciones masivas realizada en los Estados


Unidos en el período de posguerra hizo una crítica tridimensional de la tesis pesimista de
la sociedad de masas: refutó los argumentos según los cuales la comunicación informal
desempeñaba solo un papel menor en la sociedad moderna, en tanto la audiencia era una
masa, en el sentido simple de una suma de individuos socialmente atomizados, así como
la idea de que se pudiera establecer un equivalencia directa entre el contenido y el efecto.
El <modelo hipodérmico> resultó decididamente descartado tras este
redescubrimiento del grupo primario y de su papel en la determinación de la respuesta del
individuo a la comunicación.

De los efecto a las funciones…y viceversa

La complejidad del estudio de Merton sobre Kate Smiths se eclipsó por completo
en trabajos posteriores. De manera similiar, el estudio de los efectos se hizo más
cuantitativo y también más rutinario. En este clima, Barelson y otros pronosticaron el fin
del camino emprendido por la indagación en las comunicaciones masivas.
Se propuso una variedad de nuevas perspectivas, pero las más prominentes se
basaron en el abordaje de los sistemas sociales y en su pariente cercano, el análisis
funcional. El abordaje de los usos supone que los valores de las personas modelan
selectivamente lo que ven y lo que oyen; esta rama resurgió -desde luego- en el trabajo
del abordaje británico de los usos y gratificaciones.
Estos diferentes enfoques funcionalistas se presentaron como una alternativa a la
orientación de los efectos; sin embargo, un interés por los mismos persistió. Esa
preocupación se expresó en un aluvión de estudios sociopisocologicos basados en
experiencias de laboratorio. Fue este, el enfoque que dominó la investigación de los
medios masivos durante la década de 1960.

El paradigma interpretativo

En el mismo periodo empezó a incursionar en la investigación de las


comunicaciones una perspectiva sociológica revisada. Siempre se había dado por
supuesta la existencia de un sistema estable de valores compartidos por todos los
miembros de la comunidad; el paradigma <interpretativo> cuestionó precisamente esto
con su acierto de que el sentido de una acción no se podía dar por descontado, sino que
se lo debía considerar problemático para los actores participantes. Los progresos
obtenidos con este paradigma se expresaron sobre todo en la atención que se prestó al
papel del lenguaje y de los símbolos, a la comunication cotidiana, a la interpretación de la
acción y al proceso de dar sentido en una interacción.

Usos, gratificaciones y sentidos

Halloran nos advirtió: “debemos abandonar el habito de pensar en lo que los


medios hacen a la gente y reemplazarlo por la idea de lo que la gente hace con los
medios”. Este enfoque destacó el importante hecho de que cada miembro de la audiencia
massmediática puede usar e interpretar cualquier programa de modo diferente.
Pero ese modelo de los usos y gratificaciones presenta fallas fundamentales en
por lo menos dos aspectos:
1- Como lo señala Hall, por sobrestimar la apertura del mensaje. No debe
confundirse polisemia con pluralismo.
2- La naturaleza insuficiente de la corriente desde el punto de vista
sociológico. La de usos y gratificaciones es una problemática esencialmente psicologista,
basado en estados mentales abstraídos de la situación social de los individuos.
Como sostiene Elliot, “los procesos intraindivduales abordados por usos y
gratificaciones pueden generalizarse y aplicarse a conjunto de individuos, pero no
trasformase válidamente en una estructura y un proceso social”. Siempre habrá lecturas
individuales, pero debemos investigar si estas se modelan en estructuras y
conglomerados culturales.

Clases, códigos y correspondencias

Una de las contribuciones más significativas al debate sobre el problema de la


determinación, o la relación entre estructura de clase e ideología; fue el trabajo
presentado por Hirst y colaboradores. Sostuvieron que el intento de especificar esa
determinación está condenado a la incoherencia. Pues se establece una polarización en
la cual ambos extremos son absurdos: tanto la determinación total como la autonomía
total.
Es interesante cotejar la contribución de Hirst con la de Rosen, que repudia el
argumento de que el código lingüístico pueda estar determinado simplemente por la
función ocupacional común y advierte sobre la necesidad de establecer diferencias dentro
de las categorías de clases. Bien, esta problemática se interesa por la forma en que la
estructura de clase determina las competencias, los códigos y las decodificaciones
culturales y deja de lado nociones mecanicistas.

Interpretar televisión: la audiencia de Nationwide

Cuando aquí considero el proceso por el cual se genera sentido en


comunicaciones, empleo dos modos diferentes de análisis a fin de examinar dos tipos
distintos de restricciones a la producción de sentido. Estos tipos son: a- las estructuras y
mecanismos internos del texto/mensaje/programa (aspecto que puede dilucidarse
mediante la semiótica) y b- los orígenes culturales del lector/receptor/espectador, que
deben estudiarse desde el punto de vista sociológico.
Esta investigación se centró en el análisis de un programa en particular
(Nationwide) que se incluía en un modo o género particular (magazine) y un medio
particular (la televisión).
En el acto de plantear la cuestión de la interpretación del lenguaje por parte de la
audiencia, ya rechazamos el supuesto de que los medios son instituciones cuyos
mensajes producen automáticamente un efecto sobre nosotros. Con frecuencia se supone
que es la familia junta la que mira televisión en el hogar. Si bien esta suposición es
bastante acertada, suele inducir otra más discutible: la de que “mirar televisión en familia”
es una actividad pasiva.
El modo en que respondamos a los mensajes que nos ofrecen los medios
depende precisamente del grado en que coincidan con otros mensajes que hayamos
encontrado en nuestra vida. Pecheux llamó interdiscurso a este fenómeno. Con ello quiso
decir que en el proceso de decodificación e interpretación de los mensajes de los medios
siempre participan otros mensajes.

El circuito de las comunicaciones masivas


Un examen cabal del proceso de las comunicaciones masivas incluirá al menos
tres elementos diferentes: primero, el estudio de la producción de artefactos mediáticos;
segundo, el estudio de los productos; y tercero, el proceso de decodificación o
interpretación de los signos, en el que la audiencia está activamente comprometida.
Se podría decir que la investigación de los medios estuvo dominada, durante un
periodo bastante considerable, por una especie de <efecto de péndulo>, se atendía
exclusivamente a la cuestión del mensaje. Este podría llamarse el modelo hipodérmico.
Al mismo tiempo, se comprobó que el nexo entre los medios y la audiencia era
complejo y mediato, no simple y directo. Se comprobó que los <efectos> solo podían
medirse tomando en consideración otros factores que intervenían entre los medios y cada
miembro de la audiencia. Entonces se pasó del concepto de “lo que hacen los medios a la
gente” a la idea de “lo que hace la gente con los medios”. Además se estimó que era
escaso el efecto directo de los medios sobre las audiencias más allá de reforzar actitudes
y opciones ya existentes. A partir de entonces, la investigación sobre las comunicaciones
comenzó a interesarse principalmente por la función que cumplen los medios como parte
del ritual de la vida cotidiana. Si bien una audiencia puede retener muy poca información
específica, quizá retenga definiciones del orden de las cosas.
Por lo tanto, consideraron que el influjo de los medios opera sobre los
marcosinterpretativos antes que directamente sobre las actitudes. Los medios, ya no
aparecen tanto como instrumentos para imponer mensajes a las audiencias, sino más
bien como proveedores de estímulos que la audiencia puede usar diversamente para
obtener diversos tipos de gratificaciones. No obstante, en la perspectiva de los usos y
gratificaciones, el principal interés recae en las diferencias individuales del modo de
interpretar los mensajes.

El análisis de los mensajes

Programas como Nationwide pueden desempeñar un papel ideológico


fundamental en el proceso de la comunicación. Estos programas explícitamente definidos
como no serios constituyen el marco donde deben situarse los mensajes implícitamente
más contrastivos. Ningún programa puede pretender que solo ofrece entretenimiento y
que no transmite ningún mensaje sobre la sociedad. Es el momento de preguntarse “¿qué
se da por supuesto en este programa?” esto pone de relieve la cuestión del tipo de
supuestos que se establecen, del tipo de preguntas que no pueden formularse en este
programa. Y esta es una forma de observar no ya lo que el programa presenta, sino
también la relación entre lo que se presenta y lo que está ausente. La dificultad está en
que podemos terminar inmersos en algo muy semejante a la busca de un objeto mítico: el
sentido <real> y <ultimo> del mensaje.
Debemos aceptar el principio fundamental según el cual el mensaje es
(inevitablemente) polisémico. No obstante, la situación es aún más compleja, porque
también debemos tomar en consideración el hecho de que los emisores no pueden dejar
simplemente que los mensajes queden abiertos; cumplidos como están por su deseo de
lograr una comunicación eficaz, se ven obligados a introducir una dirección, o ciertas
clausuras e la estructura del mensaje, en el intento de establecer una lectura preferencial
o dominante.
Tenemos que hacer explícitos los supuestos que se establecen, pues estos
constituyen las fases sobre las que se erige el programa, en el marco implícito en el que
se dice algo concreto. En definitiva, debemos formular claramente el marco teórico en el
interior del cual intentaremos conceptualizar la audiencia.

El mensaje: codificación y decodificación


Este abordaje se basa en las siguientes premisas:
a- El mismo suceso se puede codificar de más de una manera.
b- El mensaje siempre contiene más de una lectura potencial.
c- Los mensajes codificados de un modo siempre pueden leerse de
otro modo.
En este enfoque pues, el mensaje no se considera ni un signo unilateral (sin
<flujo> ideológico) ni (como en la teoría de los usos y gratificaciones) un signo dispar que
pueda ser leído de cualquier modo según la psicología del decodificador.
Antes de que los mensajes puedan producir efectos en la audiencia, deben ser
decodificados. Hablar de efectos es una manera abreviada, e inadecuada, de señalar el
momento en que las audiencias leen y dan sentido de manera diferente a los mensajes
transmitidos y operan según sus sentidos en el contexto de su propia expresión y
experiencia.
El sentido del texto se construirá de manera diferente según los discursos que el
lector aporte al texto.
El concepto de lectura preferencial tiene valor como un medio de explicar que en
ciertas condiciones, un texto tiende a ser leído de un modo particular por la audiencia.

Reconceptualización de la audiencia

Sería conveniente no concebir a la audiencia como una masa indiferenciada de


individuos sino como una compleja configuración de subculturas y subgrupos
superpuestos, en los que se sitúan los individuos. Los miembros de cierta subcultura
tenderán a compartir una orientación cultural, a decodificar mensajes de un modo
particular.
Parkin sostiene que en las sociedades occidentales es conveniente distinguir tres
sistemas principales de sentido:
 El sistema de valores dominantes (cuya fuente social es el orden
institucional principal; constituye un marco moral que se inclina a refundar
la desigualdad existente en términos de respeto).
 El sistema de valores subordinado (cuya fuente social o medio generador
es la comunidad local de la clase obrera; este marco promueve respuestas
de acomodación a los hechos de desigualdad de bajo status social).
 El sistema de valores radical (cuya fuente es el partido político que tiene
base de masa en la clase obrera; este marco promueve una interpretación
de oposición a las desigualdades sociales).

“La cultura en plural” Michael de Certeaeu

Las revoluciones de lo creíble

Contra la inconciencia

Las autoridades significan una realidad difícil de determinar, pero necesaria sin
embargo: el aire que hace respirable a una sociedad. También ellas se corrompen, pero
es cuando apestan que uno se da cuenta de que están viciadas.
Se acerca un tiempo donde las opciones fundamentales deberán ponerse de
manifiesto a través de actos, y estos serán un llamado a las responsabilidades que
tenemos. Esta exigencia puede medirse en descredito de la atención que prestamos a
nuestros cuadros de referencia oficiales, y atestigua una mutación de lo creíble.

Lo increíble

En bien de los países, las confianzas se desmoronan. No se cree más en ello.


Cuales quiera que sean esas modalidades o su extensión diversa, el descredito de las
autoridades es parte de nuestra experiencia. Justamente es entre los mismos que dicen y
repiten que es necesario tener las verdades o las instituciones de ayer que esta voluntad
provoca lo contrario de lo que se cree afirmar. Se apoya sobre una necesidad cuando
debería hacerlo sobre una realidad correspondiente a esa necesidad. ¡Extraña inversión!
Se expresa el apego a las expresiones y ya no más a lo que expresa; a los beneficios de
una adhesión antes que a su realidad. La ilusión no conducirá a la veracidad. De este
modo debemos ratificar lo que es.

La emigración

Estos militantes sin causa pertenecen a una generación de semi soldados privados
de sus campañas de antaño y capaces solamente de sumarse la molestia de un trabajo:
la evocación de las grandezas del pasado. La preocupación por el <espíritu> se pone al
resguardo de las viejas piedras en peligro y corona a los antiguos combatientes.
A decir verdad, el hecho característico es de otro tipo. Las instituciones actuales
producen en estos días más emigrados que semi soldados; lo que emigra es la adhesión,
el mismo espíritu que animaba las representaciones, las abandona. Esta situación
paradójica es peligrosa y anormal. Este sisma desgarra lentamente el tejido social. Es un
estado violento que hace proliferar la violencia: una sin razón colectiva multiplica los
hombres incapaces de soportar lo que hace creíbles a sus poderes, y los emigrados caen
en la trampa de un rechazo, sin embargo necesario. Los contrarios se desarrollan, se
afirman mutuamente en sus posiciones extremas.
Desmoraliza a los hombres que todavía adhieren con convicción a las
instituciones; tienen la impresión de gritar en vano en medio de las ruinas. No por ser un
hecho y una necesidad, la emigración espiritual es menos una enfermedad social cuyas
manifestaciones se multiplican. Una lógica de la ruptura desarrolla sus consecuencias,
ante las cuales intervienen las decisiones personales colectivas: revolución cultural
acelerada por la censura misma que pretende ocultar sus efectos.

El rechazo de la insignificancia

Sabemos hoy que, cuando una cultura se disgrega, quizás no sea necesario que
ya se nos aparezca precisamente su razón, y por ello haya que concluir una ausencia del
hombre en sí mismo, antes bien es necesario pensar en una falta de coordinación entre
esas referencias y el funcionamiento de las <autoridades> socio-culturales.
Cada vez más opaca, la vida marginalizada no tiene ya su origen en nuestro
sistema de representación, sus convicciones ya no son adhesiones. Sé que es siempre
fácil movilizar a los silenciosos y que, sin título para ello, los delegados creen
representarlos. Pero no se trata de prevenirlos o de restablecerlos en el rango de las
causas respetables.
Normalmente, este rechazo toma las formas más violentas. Es suficiente
escucharlo una vez para persuadirse de ello: la violencia nace en principio de una rebelión
contra las instituciones y representaciones que se han vuelto <increíbles>.
La violencia, nacida de categorías sociales a las cuales se les ha retirado
esmeradamente toda posibilidad antes de tratarlas como <irresponsables>, rechaza
indignada, desgarra el sistema que elimina los movimientos profundos y el proceso de
renovación de un país o de un grupo.

Revoluciones ocultas

El programa que elabora un grupo se traduce –ante todo- por una constelación de
referencias. Puede no existir más que para sus integrantes, no son por ello menos reales
e indispensables, dado que existe la comunicación.
Las representaciones recibidas inauguran una nueva credibilidad al mismo tiempo
que la expresan. Estas credibilidades nacientes testimonian lo que hay de más frágil, y
también de más mutable, pero que resulta más fundamental en la vida social. Pero, a
menudo, estas inauguraciones se hacen visibles sólo gracias a lo que se torna creíble o
deja de serlo. No declara sus desacuerdos de modo de poner de manifiesto aquello y sin
lo cual no se puede seguir viviendo. Las revoluciones de lo creíbleno son necesariamente
reivindicatorias, son a menudo más modestas en sus formas, y más temibles.
A la inversa, como lo muestran los movimientos de <liberación obrera> o de
<concientización> que asocian estrechamente al nacimiento de un grupo o a la toma de
conciencia personal el poder de expresarse, es necesaria una vida cerrada sobre sí
misma en puertas y ventanas: autoridades admisibles, señales que permitan un
<comercio socio-cultural>.

De las palabras y los representantes

Lo que otorga autoridad en una sociedad toma estas dos figuras. La de los
discursos o la de las personas.
Toda autoridad se asienta sobre una adhesión. Un acuerdo espiritual da solo,
finalmente, su legitimidad a un ejercicio de poder: es una convicción (que es un control)
proporcionado a una representación (que es un producto). Esta coordinación crea un
vínculo sin propietario y constituye un intercambio o un reparto; esta coordinación
<garantiza> la comunicación por una modesta y necesaria credibilidad.

Una <tarea infinita>

Una sociedad resulta finalmente de la respuesta que cada uno da a la cuestión de


su relación con la verdad y de su relación con los otros. Una verdad sin sociedad no es
más un engaño. Una sociedad sin verdad no es más que una tiranía. De este modo, la
doble relación mide el alcance filosófico del trabajo social. Toda acción, en la medida que
es política es también filosófica; retoma la tarea de fundar una sociedad sobre razones
para vivir propias de todos y de cada uno.

El imaginario de la ciudad

El lenguaje del imaginario es múltiple. Circula por todas partes en nuestras


ciudades. Habla a la muchedumbre y ella le habla. Las mitologías proliferan. En realidad,
por razones que sería demasiado extenso analizar, el desarrollo teórico que entraña el
descredito de las ideologías no diluye la necesidad a la cual respondían. Transforma las
creencias en leyendas, pero todavía cargadas de sentido. Una sociedad entera aprende
que el bienestar no es identificable al desarrollo. Sin embargo, el discurso imaginario que
circula por la ciudad no deja de hablar del bienestar.
La ficción dada a los ojos

La ficción está en todas partes. El lector encuentra en las imágenes y en las


“leyendas” una historia de lo que “nunca sucederá”, una historia ausente. De allí una
primera constatación: lo que entra en este lenguaje no es lo que sale de la vida cotidiana
y lo que la existencia ya no ofrece. Así, es necesario contentarse con soñar. El imaginario
está en el extremo de “ver”.
La actualidad combina el lujo de la información con la pasividad de los testigos. La
inacción parece ser el premio de la imagen. De este modo, uno puede preguntarse si,
recíprocamente, lo que más se ve no define lo que más falta. Las mitologías cuentan con
lo que se busca “en imagen” porque ya nadie se atreve a creerlo, y a menudo lo que solo
la ficción puede dar.

El discurso publicitario

Sería superficial creer que los mitos han desaparecido ante la racionalización.
Resurgen por todas partes, pero por razones distintas de las del pasado. Los mitos
invaden la publicidad, bajo la forma de ilusión chocante. Sin embargo, también distribuyen
su óbolo equivalente al de los paraísos antiguos. Los objetos desarrollan una utopía que,
provoca la metamorfosis del vocabulario del intercambio -es decir- del comercio.
Este discurso imaginario del comercio ocupa cada vez más los muros. La ciudad
contemporánea se convierte en un laberinto de imágenes. Oculta los edificios donde se
encierra el trabajo, cubre los universos cerrados de lo cotidiano; o instala los artificios que
siguen los trayectos del trabajador para yuxtaponerle los momentos sucesivos del placer.
Una ciudad que es un verdadero “museo imaginario” forma el contrapunto de la ciudad del
trabajo.

El cuerpo del bienestar

Se nota a menudo que esta infiltración universal del imaginario se caracteriza por
una erotización creciente. El erotismo viene inmediatamente detrás del producto
alimentario y antes de todos los demás. Por todas partes se anuncia, como una fiesta de
los sentidos, una fiesta del cuerpo. Pero un cuerpo fragmentado. Ahora bien, lo que
impresiona del discurso social del bienestar es la alternancia entre las declaraciones del
corazón y la desnudez de los cuerpos. Se lo puede interpretar como un exhibicionismo
sentimental o sexual. Pero este gesto tiene un sentido más fundamental: intenta mostrar
lo que se oculta.
Desde este punto de vista, tres rasgos caracterizan el retorno del cuerpo al
imaginario: el cuerpo expresa una transgresión, connota una comunicación, procura la
aprehensión de una realidad.
La vestimenta clasifica, distingue, jerarquiza, garantiza los contratos secretos de
los grupos, mantiene las “distinciones” sociales. No se puede quebrar este código o relajar
el pudor social sin transgredir el orden establecido. Pero, en sí mismo, el lenguaje del
cuerpo es igualitario. Levanta las defensas y las protecciones, ese lenguaje desnuda y
relativiza las seguridades, las patentes y los privilegios sociales.
Por otra parte, el cuerpo remite a una comunicación ligada a este riesgo de la
transgresión social. Un hombre o una mujer se juzgan en sus relaciones sexuales, y ya no
hay en ellas una seguridad para su posición social. Quizás, exhibiéndose en la imagen,
busca garantizarse a sí mismo, pero aun así el discurso del cuerpo habla de ellas
relaciones internas de la sociedad que circulan en torno del imaginario.
Del cuerpo exótico a la palabra critica

Como decía Freud “el bienestar no es un valor cultural”. Las ciencias del lenguaje
no son, más que un signo de más de aquello en lo que se han convertido las
representaciones. De este modo, la palabra, haciéndose crítica, confiesa a su manera lo
que denuncia. Ya, en el afiche, el nombre adjunto al objeto mostrado es la irónica mención
de su ausencia. El argumento de la imagen lo contradice.
Hablar se ha convertido en un acto que desnaturaliza. Es establecer culturalmente
una distancia en relación con la naturaleza. Las palabras –por lo tanto- no son todo. Lo
inverso también es cierto.

Hacer la fiesta

Se desarrolla un juego entre la palabra y el imaginario. Es preciso el enigma de


estos bienes prometidos por la imagen y negados por las palabras. Pero en este juego, la
regla tácita se indica por la discreta mención de un precio: es necesario pagar. Tal es la
“moral” que formulan estos lenguajes. Remiten mutuamente a un tercero que no puede
ser ni un dicho ni una imagen: el gesto. La alegoría de la imagen y de la palabra crítica
indican la salida hacia el lugar verdadero del bienestar: el acto de gastar.
De modo elemental, se podría decir que nuestros tiempos de massmedia han
convertido a la sociedad en un “público” que coloca el bienestar en los íconos de los
objetos que ofrece al consumo, y que moviliza el verbo del lado de la negación. Combina
la epifanía del objeto-rey y la sospecha respecto de todo lo representado. Coordina, al
mismo tiempo, el lenguaje de la figuración y el de la carencia. La relación de estos dos
lenguajes establece la ambigüedad del bienestar. Sin duda, ya se anuncia en ella la
realidad, pero sin que se pueda decir donde se la encuentra.
Este reempleo de bienes poseídos y bienes perdidos da sin duda su verdadero
alcance a la economía que liga la producción con el consumo. A este vínculo entre gastar
y conservar corresponden grandes opciones políticas y culturales.
UNIDAD 4
Internalización de los estudios culturales, su presencia en
Latinoamérica

“Introducción a los estudios culturales” Armand Mattelart y Ërik Neveu

Los estudios culturales: una contribución propia de Latinoamérica

En el mapa de los flujos mundiales de exportación e importación de


investigaciones sobre los procesos culturales, los países de Latinoamérica también
ocupan un lugar aparte. La investigación latinoamericana sobre culturas populares
contemporáneas también se ha institucionalizado durante los años ochenta, sin perder su
inventiva. Buena prueba de ello son las aportaciones de: Barbero, Canclini, Ortiz y
González. Los cuatro han construido –al principio- su propio marco conceptual
apropiándose de los teóricos de la cultura, a menudo procedentes de tradiciones
europeas distintas de la británica.
Fuera del cuarteto antes mencionado, ha florecido una corriente de investigaciones
sobre la recepción (especialmente de las telenovelas) así como sobre los imaginarios
urbanos y la antropología de las megalópolis. Pero, se han estructurado en una
Latinoamérica que estaba padeciendo aun los años de los regímenes autoritarios.

De los cultural studies a los estudios culturales latinoamericanos

Si bien durante los ’90, el mundo universitario de Estados Unidos ha logrado


constituirse en la segunda patria de los estudios culturales, la correlación con los trabajos
latinoamericanos es más desequilibrada. Los estudios culturales van a ser nacionalizados
con el marchamo de Latin American Cultural Studies y reconducidos al status de rama de
un saber anglófono por universitarios estadounidenses que trabajan sobre Latinoamérica.
El hecho dice mucho sobre la forma en que la mundialización, se ocupa de las
excepciones, intelectuales o culturales.
El papel clave que desempeñan las fundaciones educativas estadounidenses en el
reconocimiento de estos estudios obedece al hecho de que son las únicas en poder
ofrecer la posibilidad de hacer carrera a numerosos investigadores latinoamericanos y en
financiar proyectos de cooperación intercontinentales.

“Recepción, consumo y apropiación” Jesús Martin Barbero

Hablar de recepción es hablar de algo que necesitamos conocer, que necesitamos


estudiar para poder hablar realmente del proceso de comunicación. Es una moda, se
puede poner de moda el análisis de la recepción. La recepción nos obliga a repensar el
proceso entero de comunicación. El estudio de la recepción exige reubicar el problema de
la comunicación en el espacio de las dinámicas y de los conflictos culturales.
Por eso, estudiar la recepción nos exige romper con dos modos de pensar la
comunicación:
a. Aquél que tuvo como eje los medios. Si seguimos teniendo como centro al
medio, todo análisis de la recepción acabará en una teoría remozada de los
<efectos>.
b. La concepción informacional de la comunicación. De matriz profundamente
psicologista.
Es necesario ubicar la problemática de la recepción en las dinámicas del campo
cultural. ¿Qué significa esto?
1- Concebirla como espacio de conflictos entre lo hegemónico y lo subalterno. No
se trata, por tanto, de un análisis puntual de la acción del medio, sino del modo
como el medio se inserta en la vida cotidiana de la gente.
2- Reubicar la recepción en el campo cultural nos exige dar cuenta de la cuestión
de las anacronías. Frente a la visión hegeliana, yo diría que América Latina es
profundamente antidialéctica. Somos mucho más mestizos, en este sentido;
ninguna de las temporalidades de América Latina está superada del todo.
Hablar de recepción es hablar de esa complejidad de tiempos culturales que
sobreviven a nosotros.
3- Ubicar la recepción en el campo cultural es hablar de mestizaje. La cultura oral
sigue siendo matriz fundamental, ordenadora de la visión del mundo. Pero es
una oralidad híbrida y mestiza de otras oralidades producidas electrónica y
artificialmente, de otras visualidades, de iconografías distintas a las primarias.
Estamos hablando de un desplazamiento radical: de la semiótica, a la antropología
y etnografía y a la sociología de la cultura como ejes desde el punto de vista
metodológico. A partir de ahí, podemos hablar sobre qué es lo que teóricamente está hoy
configurando el estudio de la recepción.
En primer lugar, hay que incorporar el concepto de consumo, un concepto que
viene –en parte- de la sociología, especialmente, del concepto de habitus y de
apropiación de los productos y los usos que la gente hace de ese producto. El término de
hábito de apropiación nos plantea el modo de relación con el producto y este modo de
relación no puede ser pensado por fuera de ciertos hábitos de clase culturales, no a partir
de los medios, sino a partir de la tradición familiar, de la sustitución de clase y de la
formación escolar.
El segundo es un concepto semiótico de lectura. Es importante introducir tres
elementos clave: a. el concepto de simetría: la lectura no necesariamente responde
semióticamente a la intención del escritor o productor; b. la idea de negociación: toda
lectura implica una negociación entre la significación del texto y los modos de ver; c. el
placer: estamos hablando de un placer que pasa por ciertas gramáticas, pero también por
sus desviaciones, por sus aberraciones, por sus perversiones.
Para decir que en la recepción no está en juego sólo lo que hace el muchachito o
la señorita mirando televisión, sino que es la manera como la sociedad se mira en un
medio.

Y bien, llegando a este punto, deseo plantear los peligros y las trampas del estudio
de la recepción:
 En primer lugar, estudiar el espacio de la recepción como un espacio de
actividad, no significa que olvidemos que pueda haber evasión, pasividad,
alienación y reproducción de las desigualdades.
 En segundo lugar, no podemos desconocer que esa actividad del receptor
es motivada y es buscada por los propios productores como estrategia
comercial e ideológica. Pero esto no nos puede hacer pensar que todo lo
que el receptor hace ha sido programado.
 En tercer lugar, sería un error gravísimo pensar que desde el consumo y la
recepción podemos neutralizar la ofensiva consumista, homogeneizadora,
destructora, desintegradora que nos viene con y en los medios.
 Y termino planteando la relación de esto con la política. De alguna manera,
estudiar la recepción debería sacarnos del espacio académico.

“Introducción: antropología y estudios culturales” Néstor García


Canclini

Una motivación del desarrollo peculiar que los estudios culturales, se viene dando
a preocupaciones constitutivas de la antropología: la extensión del concepto de cultura
hastaabarcar la totalidad de los procesos simbólicos especializadosy cotidianos; la crítica
del saberacadémico y de los saberes ordinarios desde una reflexiónsobre la alteridad; el
tratamiento no antagónico de los vínculos entre tradiciones y modernización. Pero los
estudios culturalesrecolocan estas líneas “antropológicas” en los procesosmasivos de
multiculturalidad generados por la globalización.
En los últimos años los debates multiculturales y sobre globalización han
servidopara incorporar los aportes antropológicos y vincular a antropólogos y especialistas
en humanidades con la problemáticacomunicacional.
Mientras en los EstadosUnidos, los estudios culturales semantienen
preferentementedentro de las humanidades, enAmérica Latina se desarrollanen las
ciencias sociales y convocan a los especialistas humanísticos o literarios a dialogar con
estas ciencias. Se interpreta la mayor versatilidad de los estudios latinoamericanos y su
disposición a ocupar lasfronteras disciplinarias como una consecuencia delcarácter
endeble del sistema universitario en estospaíses y de sus bajos recursos económicos.
En mayo de 1993, se formóla Red Interamericana de Estudios Culturales.
Lassesiones se hicieron en la Universidad Autónoma Metropolitana, moderno y extraño
campus-isla en esavasta zona de la ciudad de México llamada Iztapalapa,que parece un
suburbio por su mezcla reciente defábricas y talleres, por su crecimiento
atropellado,marginal, y que al mismo tiempo es una de las áreasmás tradicionales de la
urbe.
A ratos en español, a ratos en inglés, en portuguésy en combinaciones de las
tres lenguas, unos 45 estudiosos de esta multiculturalidad experimentamos las
dificultades de vivir con ella, aunque sólofuera en la atemperada reelaboración de los
discursos.Habría que hacer una etnografía de las maneras enque estas reuniones, donde
tantas ritualizaciones delprograma buscan neutralizar las asimetrías.
Laradicalidad de los planteamientos surge de los dramas sociales de la
multiculturalidad en este fin desiglo, de la insatisfacción hacia las disciplinas quevienen
ocupándose de los campos simbólicos, pero engran medida, también, de conflictos por la
orientaciónde los estudios y la distribución del poder en las instituciones académicas.
Los artículos de los autores latinoamericanos seinterrogan, ante todo, por las
condiciones socioculturales en que se formó la modernidad y por las quecondujeron a sus
fracasos y transformaciones en estefin de milenio. Las preguntas se vuelven más
acuciantes en nuestras sociedades, donde los éxitos modernos son aún más dudosos. La
perspectiva crítica estánutrida en algunos textos por la problemática de América Latina:
megaciudades agobiantes, reorganizaciónmass mediática de la cotidianeidad, crisis de
nuestrasinsatisfactorias democracias. Pero la situación periférica puede generar también
planteamientos renovadores sobre los asuntos que los estudios culturalesvienen tratando
en las metrópolis.
Entender la modernidad es también tratarde volver inteligible lacoexistencia de
instituciones como la escuelay los medios masivos.¿Cómo se relacionan la alfabetización
y sucrisis con las destrezas adquiridas en losmedios audiovisualesy electrónicos?
Construir alternativasestéticas apropiadas a esta reestructuración de losmercados
simbólicos es mucho más que una cuestiónde artes y gustos; se trata de saber quiénes y
de quémodo pueden acceder hoy no sólo al consumo, sino alos trabajos calificados y a la
ciudadanía política.
Sedeben interrogar las nuevas imágenes de lo nacionalque surgen en las “culturas
sin memoria territorial” delos jóvenes; la desarticulación de lo público y de lasexperiencias
urbanas cuando agonizan los espaciostradicionales de encuentro colectivo; los intentos
de las culturas electrónicas de compensar esa desintegración con imaginarios de la
globalización. La crisis sociocultural de la modernidad tiene, además de lasalteraciones
suscitadaspor los medios, otra manifestación elocuente:la inadecuación de lasgrandes
ciudades alritmo de crecimiento ya las contradicciones económicas de la modernización.
Se necesitan, por eso, estrategias múltiplesde estudio, cuidadosas de la diversidad
empírica. Esaatención a la variedad de procesos exige a los estudiosculturales
latinoamericanos flexibilizar o replantearlos paradigmas de la investigación social para
hacersecargo de situaciones en que la gestión popular de los servicios parece más eficaz
que su planificación centralizada, y cuando, frente a la ingobernabilidad, es
laimprovisación lo que mantiene en funcionamiento elprecario orden urbano.
Esta disciplina debe repensar las condiciones de desarrollo y autonomía de cada
sociedad, los riesgos etnocéntricos dela re-etnización y otras reacciones
fundamentalistas.Seprecisa reconceptualizar las interacciones entre lasculturas locales y
las de amplia escala, dar a las técnicas etnográficas la capacidad de captar “lo
localglobalizado”, o dicho de otro modo, todo lo que hayde extranjero en “lo nuestro” y las
maneras en que lonuestro se las arregla para tener un lugar en elmundo.
En suma: así como la globalización no sustituye alas culturas locales ni clausura
los Estados-naciones,los estudios culturales no suprimen la variedad detradiciones
disciplinarias con que los hombres hemosvenido tratando de entender cómo
interactuamos conlos otros. Las condiciones multiculturales complejasdel desarrollo global
no llaman a las ciencias particulares ni a las humanidades a suicidarse; son másbien
estímulos para reconsiderar lo adquirido y renovarlo.

“Figuras del desencanto” Jesùs Martín Barbero

¿No habrá documentos de barbarie que constituyen documentos de cultura?

El lugar de la cultura en la sociedad cambia cuando la mediación tecnológica de la


comunicación deja de ser meramente instrumental para espesarse, densificarse y
convertirse en estructural, pues la tecnología remite hoy no sólo a la novedad de unos
aparatos sino a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y
escrituras. Lo que la trama comunicativa de la revolución tecnológica introduce en
nuestras sociedades no es tanto una cantidad inusitada de nuevas máquinas sino un
nuevo modo de relación entre los procesos simbólicos —que constituyen lo cultural— y
las formas de producción y distribución de los bienes y servicios.
Pero frente a esa constatación sociológica se acumulan los relatos del
desencanto, que ven en la cultura no el espacio de la producción y la creatividad sino el
escenario de la degradación más profunda de lo humano, erosionado justamente por
aquellas mutaciones tecnológicas que llevarían a su extremo el fracaso de la creencia
secular en el progreso moral y político, esto es, en el paso natural del cultivo de la
inteligencia a un comportamiento social constructivo.
¿No habrá documentos de barbarie que constituyen documentos de cultura, y en
un sentido bien preciso, documentos por los que atraviesan movimientos que minan y
subvierten, desde sus bajos fondos, la cultura con que nuestras sociedades se
resguardan del sinsentido? Así, más que al éxtasis, el aullido del rock remitiría a la rabia y
la desazón de unas generaciones que han encontrado en esa música el único idioma en
el cual expresar su rechazo a una sociedad hipócritamente empeñada en esconder sus
miedos y zozobras. Lo que habla —o mejor grita— en esos documentos es la profunda
desubicación que sufren actualmente los saberes escolar-letrados y la des-figuración de
las condiciones y el sentido del trabajo. Ahí remiten algunas de las figuras en que se
dibujan las más hondas razones del desencanto intelectual.

1.Desubicaciòn los saberes

La «crisis de identidad» del conocimiento en una sociedad de la información se halla


ligada estructuralmente a la sociedad de mercado, pues es de éste de donde proviene la
dinámica de fondo a la que responden el valor y el modo actual de producción y
circulación del conocimiento.

Descentramiento y diseminación

Desde una perspectiva histórica encontramos que el conocimiento está pasando a


ocupar el lugar que tuvieron, primero la fuerza muscular humana y después las máquinas.
Lo que introduce dos cambios estratégicos: el descentramiento y la deslocalización /
diseminación de los saberes. En el estrato más profundo de la actual revolución
tecnológica lo que encontramos es una mutación en los modos de circulación del saber,
que fue siempre una fuente clave de poder, y hasta hace poco había conservado el doble
carácter de ser a la vez centralizado territorialmente, controlado a través de determinados
dispositivos técnicos y asociado a muy especiales figuras sociales. De ahí que las
transformaciones en los modos como circula el saber constituyan una de las más
profundas mutaciones que una sociedad puede sufrir.
Examinemos esos dos cambios claves. Descentramiento significa que el saber se
sale de los libros y de la escuela, entendiendo por escuela cualquier sistema educativo
desde la primaria hasta la universidad. El saber se sale ante todo del que ha sido su eje
durante los últimos cinco siglos: el libro. Un proceso que no había tenido casi cambios
desde la invención de la imprenta sufre hoy una mutación de fondo, especialmente con la
aparición del texto electrónico. Que no viene a remplazar al libro sino a descentrar la
cultura occidental de su eje letrado, a relevar al libro de su centralidad ordenadora de los
saberes, centralidad impuesta no sólo a la escritura y la lectura sino al modelo entero del
aprendizaje por lineariedad y secuencialidad, implicadas en el movimiento de izquierda a
derecha y de arriba hacia abajo que aquéllas estatuyen.
Estamos ante un descentramiento culturalmente desconcertante, pero cuyo
desconcierto es disfrazado por buena parte del mundo escolar moralistamente, esto es,
echándole la culpa a la televisión de que los adolescentes no lean. Actitud que no nos
ayuda en nada a entender la complejidad de los cambios en los lenguajes, las escrituras y
las narrativas. Que es lo que verdaderamente está en la base de que los adolescentes no
lean en el sentido en que los profesores siguen entendiendo el leer, o sea únicamente
libros.
Segundo, deslocalización / destemporalización: los saberes escapan de los
lugares y los tiempos legitimados socialmente para la distribución y aprendizaje del saber.
Desde los faraones hasta los señores feudales, «la morada de los sabios» o estaba cerca
del palacio / castillo o se comunicaban entre ellos secretamente. Y también el tiempo de
aprender se hallaba acotado a una edad, lo que facilitaba su inscripción en un lugar y su
control vital.
La des-localización implica la diseminación del conocimiento, esto es, el
emborronamiento de las fronteras que lo separaban del saber común. No se trata sólo de
la intensa divulgación científica que ofrecen los medios masivos sino de la devaluación
creciente de la barrera que alzó el positivismo entre la ciencia y la información, pues
ciertamente no son lo mismo pero ya no son tampoco lo opuesto en todos los sentidos. La
diseminación nombra el movimiento de difuminación tanto de las fronteras entre las
disciplinas del saber académico como entre ese saber y los otros, que ni proceden
únicamente de la academia ni se imparten en ella ya exclusivamente.

Nuevas figuras de razón

Un segundo plano de cambios a los que estamos asistiendo es la aparición de


nuevas figuras de razón que replantea al racionalismo de la primera modernidad. No hay
una sola racionalidad desde la que sean pensables las dimensiones de la mutación
civilizatoria que atravesamos. Uno de los más claros avances apunta hoy a la creciente
conciencia de la complejidad, de la multiplicidad de razones que se entrecruzan cuando
hablamos hoy de conocimiento.
Es justamente en el cruce de los dos dispositivos señalados por Foucault —
economía discursiva y operatividad lógica— donde se sitúa la nueva discursividad
constitutiva de la visibilidad y la nueva identidad lógico-numérica de la imagen. Estamos
ante la emergencia de otra figura de la razón que exige pensar la imagen desde su nueva
configuración sociotécnica: el computador no es un instrumento con el que se producen
objetos, sino un nuevo tipo de tecnicidad que posibilita el procesamiento de
informaciones, cuya materia prima son abstracciones y símbolos, inaugurando una nueva
aleación de cerebro e información que sustituye a la del cuerpo con la máquina de la
modernidad industrial. Esta nueva figura de razón rehace las relaciones entre el orden de
lo discursivo (la lógica) y de lo visible (la forma), de la inteligibilidad y la sensibilidad. El
nuevo estatuto cognitivo de la imagen se produce a partir de su informatización —de su
inscripción en el orden de lo numerizable—, pero eso no borra ni las muy diferentes
figuraciones, ni los efectos estéticos o eróticos de la imagen.

2. Desfiguración de la condiciones del trabajo y la identidad del trabajador

El trabajo se identificó, durante la primera modernidad —la industrial—, con la


capacidad de ejecución de tareas fijadas de antemano y delimitadas de una vez para toda
la vida, esto es, con pocos cambios a lo largo del día y de la vida. En la tardomodernidad
que configuran la era de la información y la sociedad de mercado se ponen en marcha
profundos cambios en el sentido del trabajo y la identidad social del trabajador.

Una flexibilidad tramposa

as condiciones comienzan a erosionar el sentido moderno del trabajo17 y del


trabajador cuando a mediados de los años setenta se cierra el ciclo de los «30 gloriosos
años:1945-1975» que siguen al fin de la segunda guerra mundial y, con la crisis del
petróleo, hacen su aparición los primeros dos movimientos: el aumento en la
terciarización del empleo y de su precariedad. e una sociedad industrial, salarial, manual,
conflictual pero solidaria y negociadora se comienza a pasar a otra terciarizada,
informatizada y menos conflictual pero fracturada, dual, desregulada y excluyente. De
explotado pero incluido en el sistema, un buen sector de trabajadores pasa a ser
llanamente excluido.
La muy ambigua —o mejor, tramposa— palabra con la que, desde el ámbito de
la gestión empresarial, se denomina a estos cambios, la flexibilidad laboral, junta y
confunde dos aspectos radicalmente diferentes del cambio. Uno, eminentemente positivo
en principio aunque muy recortado en la práctica: el paso de un trabajo caracterizado por
la ejecución mecánica de tareas repetitivas al de un trabajo con un claro componente de
iniciativa de la parte del trabajador, que desplaza el ejercicio de la predominancia de la
mano a la del cerebro: nuevos modos del hacer que exigen un saber-hacer y el
despliegue de destrezas con un mayor componente mental. La flexibilidad se convierte así
en el dispositivo de enganche del trabajo en las nuevas figuras de empresa. Pues, de un
lado, al trabajador o empleado no se le permite la creatividad, no se le deja libre para que
haga lo que quiera y de veras invente, sino sólo para que tenga la posibilidad de competir
mejor con sus propios compañeros de trabajo; y de otro, la competitividad es elevada al
rango de condición primera de existencia de las propias empresas.
El resultado ya palpable de esos cambios es la mengua o desaparición del vínculo
societal —espacial y temporal— entre el trabajador y la empresa, afectando
profundamente la estabilidad psíquica del trabajador: se acabó la posibilidad de hacer
proyectos de vida. Al dejar de ser un ámbito clave de comunicación social, del
reconocimiento social de sí mismo, el trabajo pierde también su capacidad de ser un lugar
central de significación del vivir personal, del sentido de la vida.

Nuevas figuras de profesional

Cambian también las figuras del ejercicio profesional, cambio de formas en las
que lo desfigurado es el fondo, como lo atestiguan los grupos / proyecto, los «círculos de
calidad», en los que cada individuo es puesto a competir con otros individuos dentro de un
grupo-proyecto, y cada grupo compite con otros grupos, no sólo fuera sino aun dentro de
la misma empresa.
El nuevo capitalismo no puede funcionar con sindicatos fuertes, a los que vuelve
no solamente innecesarios sino imposibles. ¿Por qué? Porque la verdadera iniciativa
ahora otorgada al individuo consiste en responsabilizarlo en cuanto tal de las actividades
que antes asumía la empresa: desde la formación o adquisición de competencias y
destrezas hasta de la duración del contrato de trabajo. Al ser puesto a competir con sus
propios colegas y perder la seguridad del trabajo indefinido en la empresa, el sentimiento
de pertenencia a un gremio, de solidaridad colectiva, sufre una mengua inevitable.
En la actual sociedad de mercado la nueva empresa, organizada por las
competencias de los grupos-proyecto, hace imposible el largo tiempo, tanto el de la
pertenencia a una colectividad empresarial como el de la carrera profesional, dejando sin
sentido a la empresa como comunidad y a la carrera profesional como temporalidad
individual. El valor del trabajo se divorcia así también del largo plazo y el largo tiempo de
la solidaridad, para ligarse a una creatividad y una flexibilidad uncidas a la férrea lógica de
la competitividad.

“Introducción a los estudios culturales” Armand Mattelart y Erik Neveu

La expansión temática

¡Siempre más lejos!

La expansión de los estudios culturales no solo es espacial, también es temática.


La dinámica de la investigación pronto había engendrado la integración de nuevos temas.
La creciente sensibilidad ante esta diversidad de rasgos sociales de los individuos había
llevado –lógicamente- a cuestionamientos sobre las identidades, sobre la subjetividad.

¡Siempre más arriba!


La principal ambigüedad de esta exploración en todas las direcciones radica en
que se desarrolla en un discurso de alto vuelo. Más allá de un enfoque de todos los
hechos sociales a través de lo cultural, la evolución del sector también está marcada por
la creciente movilización de autores y de referencias que permiten reivindicar
planteamientos de altura y profundidad teórica y poner de relieve los talentos de exegeta
del lector instruido.

El desligamiento del compromiso de los investigadores

La política en levitación

La evolución de los estudios culturales desde el los años ‘80 no puede disociarse
de un proceso de despolitización, que incluye varias razones.
Las dificultades de estructuración de los factores integrantes de la izquierda
laborista se han conjugado para dejar reducidas a poca cosa.
Las facultades de restructuración de los factores integrantes de la izquierda
laborista se han conjugado para dejar reducidas a poca cosa las articulaciones entre
investigadores y movimientos sociales. Durante el mismo periodo, el sentimiento de
impotencia y de incomprensión ante los reiterados éxitos de los conservadores alimenta el
distanciamiento respecto de la política. La desaparición o la retirada de los padres
fundadores también contribuye convertir a los herederos de los estudios culturales en
huérfanos de compromiso.
La institucionalización de los departamentos británicos de estudios culturales
también hace su aporte a la evolución del proceso de despolitización. Se puede contrastar
este proceso con el estatus otorgado a partir de los años 80 al tercer mundo,
concretamente a Latinoamérica, para ilustrar la ambigüedad de una forma de
reconocimiento de teóricos latinoamericanos.
Entre los factores que han contribuido a la disminución del sentido político de los
estudios culturales en Latinoamérica, cabe destacar: la ausencia de visión histórica; el
desconocimiento de los análisis formulados por la economía política de las industrias
culturales y de las industrias de la información; la reticencia a interrogarse sobre las
lógicas de los sistemas técnicos; el creciente desfase respecto de las nuevas dinámicas
del movimiento social; por último, la falta de problematización del nuevo estatus del saber
y de los intelectuales dentro del capitalismo contemporáneo.

El teoricismo elegante e impactante como sucedáneo del compromiso

El desligamiento del compromiso de los investigadores no puede reducirse a una


opción. En estas condiciones, el éxito del teoricismo, la utilización de conceptos y autores
dotados de un impresionante poder para “relativizar” y “descontruirlo” todo, la fascinación
por los simulacros, la reducción del mundo social a un calidoscopio de textos y discursos
expresan un humor intelectual cuyo sentido es profundamente político.
Quienes cultivan de forma rigurosa los estudios culturales deberían tener más
curiosidad por lo que queda por explorar y cambiar en el mundo. Si lo que queremos es
hacer política, hagamos política. Pero no finjamos creer que nuestro trabajo como
universitarios ya consistirá en eso.

El crac rampante

Metadiscurso y deriva textualista


El desbocamiento de los mecanismos bursátiles desde los años ‘90 sugiere una
serie de analogías con las evoluciones simultáneas de los estudios culturales. Una de las
evoluciones más destacadas se inscribe dentro de la deriva exegética.
El vínculo entre internacionalización mal conceptualizada de los textos y teoricismo
está claro: por así decirlo brutalmente, pueden venderse de forma más extensiva niveles
más elevados de abstracción, y no solo en un marco nacional específico. Desde
entonces, tienden simultáneamente a unos niveles más elevados de rentabilidad para el
editor y a una reputación extendida para el teórico. En resumen, es la teoría que mejor
viaja.
Estas evoluciones no son privativas de los estudios culturales. Se inscriben dentro
de lo que se ha identificado como el linguistic turn de las ciencias sociales y de la filosofía.

El efecto babel

La crisis de los estudios culturales también es una consecuencia de su desarrollo


demográfico. Pasar de algunas decenas a centenares, incluso miles, de especialistas
diseminados por los países hace que simultáneamente sean posibles las lógicas de híper
fragmentación. Cada micro comunidad se encierra en un gueto universitario, restringe sus
intercambios con sus vecinas, constituye su propio corpus de textos.

Las condiciones de una renovación

El enorme y verboso flujo de emulación textualista no debería ocultar en


dinamismo real de investigaciones más inventivas. Algunos trabajos recientes, supieron
tomar buena nota de ello y establecer vínculos inéditos entre disciplinas.

¿Cuál ha sido el legado de los años de expansión?

Una década de <ciencia normal>

Thomas Kuhn propone la noción de ciencia normal. Esta descripción se aplica a


los estudios culturales de los años ‘90.
La investigación anglófona sobre lo cultural atraviesa periodos de estancamiento.
Pero aunque las grandes obras surgidas de una exitosa articulación de la encuesta con la
teorización se enrarecen, la aportación de los años de difusión no es inexistente.

La profundización de los estudios de recepción

Aunque no es exclusivamente obra de especialistas en especialistas culturales, el


trabajo sobre la recepción sigue siendo dinámico. Fruto de este es uno de los escasos
grandes libros del periodo: “Reading the Romance”, que la norteamericana Janice
Radway dedica a las lectoras de novelas rosa. Raras veces un trabajo sobre recepción ha
sabido restituir más delicadamente el contenido de la idea de competencia del lector. Aun
cuando la variable del gènero suele pasan por alto la consideración de las diferencias
sociales el estudio articula perfectamente las propiedades más formales del texto y las
modalidades de las recepciones.
El avance los trabajos sobre recepción también se ha materializo en la sensibilidad
de los análisis ante un creciente número de materiales y de parámetros gracias,
concretamente a los investigadores escandinavos.

Los estudios poscoloniales: cuestionar el logos occidental


Desde los años 80 se ha constituido un extenso campo de estudios en torno a las
llamadas culturas subalternas o poscoloniales. Desplazan la mirada de la racionalidad de
la razón hacia otro nivel de racionalidad, la de las acciones afectivas, las emociones y las
sensibilidades. Contribuyen a sustraer las visiones del mundo de la influencia del
universalismo del logos occidental.
Esta primacía de lo afectivo ha llevado a que los enfoques de la diversidad cultural
se interroguen sobre el vínculo entre identificación geocultural y pensamiento teórico,
entre producción y trasformación de conocimientos. Una nueva generación de
investigadores ha comenzado a cuestionar los imaginarios oficiales de las identidades y
las historias nacionales; a buscar identidades secretas negadas.
Estos trabajos reproducen los interrogantes sobre la plurización de las identidades,
la coherencia identitaria de los individuos y los grupos.

Cuestionar las mitologías de la era global

Lógicas de simplificación

Frente a un planeta cuya complejidad no es solo un cómodo slogan, los estudios


culturales han aceptado los desafíos de lo trasnacional valiéndose de una inflación de
metadiscursos en detrimento de la búsqueda de una teoría de dicha complejidad. El paso
de la internalización de los medios a la velocidad superior les ha proporcionado nuevos
objetos de investigación, al mismo tiempo que les ha permitido extender su imperio al
globo.
En la travesía de las fronteras efectuada por los estudios culturales, ha aparecido
un nuevo punto de encuentro: la <globalización>. El éxito de esta sociología se explica
en gran parte por el factor moda de sus objetos y por el hecho de que puede ser leída sin
necesidad de un gran bagaje sociológico.
Matriz de una serie de nociones fetiche, la globalización planta un decorado sin
profundidad sociológica.

El consumidor rey héroe de la posmodernidad

Una de las mayores paradojas de la evolución vanguardista de los estudios


culturales reside en la convergencia contranatural entre sus problemáticas y la de los
“evangelistas del mercado”. Estas instituciones han contribuido explícitamente al éxito de
la sociedad primitiva por la “revolución neoliberal”.
La fascinación de los estudios culturales por la figura del consumidor ha relegado
la del ciudadano a segundo término. El propio consumo se convierte en producción de
informaciones para el productor. El encerramiento del acto de resistencia en el acto de
consumo y enaltecimiento ingenuo de la sociedad de la información dejan en la penumbra
del análisis de los grupos económicos, profesiones y actores cuyas interacciones
configuran los usos y arquitecturas de la tecnología de la comunicación y de la
información.

Las pequeñas historias

El mejor conocimiento que surge del interés por los elementos más diversos del
mosaico de lo cultural, tiene como contrapartida la obsesión por el pequeño objeto. La
cultura también es objeto de políticas públicas.
El debate recurrente sobre democratización cultural dice bastante sobre lo que
está en juego en estas políticas. No obstante, aunque existen trabajos acerca de estas
cuestiones esenciales, se desarrollan en el ámbito de la ciencia política, pero no emanan
sino muy raras veces de los estudios culturales.
El proyecto de historia social también está olvidado. Reducida a un lenguaje, a una
“representación”, a la “narrativizaciòn” de la inmediatez del acontecimiento, la historia se
aplana en provecho de micro objetos, de pequeñas historias que nos negamos a
jerarquizar e integrar en un discurso de conjunto. Lo pequeño invita a dejar los
argumentos fuertes en manos del macro sujeto autoritario. Así, nos encontramos en un
planeta en el que las lógicas asimétricas hacen que coexistan y se interpenetren las
formas antiguas de la opresión, de la humillación y de la explotación y las nuevas formas
de hegemonía y de control social en la era digital.

Explorar nuevas interdisciplinaridades

Inmigraciones, diásporas, mixtos culturales

Las dimensiones culturales del desarraigo y de la movilidad espacial unidas a la


inmigración o a una creciente fragmentación de los espacios de vida constituyen
probablemente uno de los ámbitos de invención y progreso del conocimiento.
La cuestión de las diásporas, de las inmigraciones y de la movilidad espacial es
esencial toda vez que permite un enfoque concreto de las formas y efectos de la
mundialización y facilita a los investigadores el acceso a un campo que permite muchas
cosas y que no sean análisis de textos. También es un espacio de confrontación con
nuevas mitologías sociales.
Robins y Aksoy invitan a guardar las distancias respecto de nociones tales como
“comunidad lingüística” o “identidades” si suponen una forma de coherencia impuesta, con
una claro dominante cultural. Lo que se convierte en un reto es la exploración de espacios
mentales de refugios identitarios que oscilan entre uno y otro universo cultural, los
combinan, los compartimentan operaciones todas estas ajenas al monocultivo de la
identidad o de las inversiones culturales.

La geografía cultural como apertura

La invitación de Aksoy y Robins a considerar espaciosmentales es tomada al pie


de la letra en el auge de los intercambios entre geógrafos y especialistas de estudios
culturales. Los trabajos pueden versar sobre el modo de apropiación del espacio urbano y
su funcionamiento como recurso o como lastre para determinados grupos étnicos o
categorías de edad. La insistencia en la calidad de estos focos de renovación también
implica una confesión: aunque escribir en las revistas de estudios culturales, ¡la mayoría
de los autores mencionados aquí no reivindican o han dejado de reivindicar el estatuto de
miembro de la tribu! Se observa una paradójica falta de coincidencia, por un lado gran
parte de los investigadores que se reclaman de los estudios culturales se afanan de
descaras reescrituras de la historia en rechazar parte de la genealogía de la disciplina, en
revalorizar un elitismo teoricista y una orientación hacia los textos contra los que se había
manifestado este movimiento. Simétricamente, a otros les repugna identificarse con unos
estudios culturales cuyas evoluciones (desde entonces) convierte el patrocino en algo
enojoso.

“Memoria de la comunicación” Héctor Schmucler


La investigación 1996: lo que va de ayer a hoy

Una simulada ignorancia, revestida de anacrónicos descubrimientos ha ido


reemplazando las antiguas agitaciones que otorgaron un sesgo particular a los estudios
latinoamericanos en comunicación.
En primer lugar, merece destacarse el siguiente hecho: algunos debates teóricos
que en los países de origen solo multiplicaban páginas escritas, aquí inspiraron disputas
políticas, se hicieron acción. En América Latina se entrecruzaban el logos y el drama. No
se ignoraban los hechos que componían la realidad existente: era esa realidad el objeto
de la crítica; comprender la realidad no involucra aceptarla. Eso vino después: cuando las
cosas se alivianaron de sentido y todo versus fue suplantado por la copula y.

El gran salto de la política al mercado

Buena parte de la investigación latinoamericana en comunicación, fatigada de


entusiasmos libertarios, un día descubrió que había un camino despojado de ideologías
amenazantes. El mercado estaba allí, despojado de los atavíos diabólicos con el que las
ideologías lo habían arropado, para mostrarse como era, un lugar común para todos. Bajo
el signo de la globalización, se abrieron paso dos conceptos: aldea y mercado. El punto
de encuentro es la inmediatez con la que circula la información. Los académicos podían
abandonar el fastidioso ejercicio de la “denuncia”.
En América latina había comenzado a restablecerse las formas democráticas de
participación ciudadana. Consumidores y ciudadanos confundieron los lugares y el
consumo se trasformó en el espacio adecuado para que la ciudadanía se construya.

Telos 19: memoria, culminación y caídas

El número de la revista Telos correspondiente al último trimestre de 1989 fue,


voluntariamente, una acabada muestra de lo que preocupaba y de lo que hacían en ese
momento los investigadores de la comunicación en América latina. En la edición, Rafael
Rocangoglio destacaba el salto cualitativo que había experimentado la reflexión
latinoamericana sobre las comunicaciones.
En 1989 ya se habían desmoronado las construcciones de la década de 1970,
cuando fugazmente la especificidad latinoamericana del “problema de la comunicación”
brillo con luz propia en el firmamento internacional.

El poder de los consumidores

Junto con la creencia en la condición salvífica del mercado, una parte considerable
de la investigación latinoamericana en comunicación descubrió que el recetor posee un
poder antes insospechado para la crítica cultura. Lo verdaderamente nuevo no está –
pues- en las ideas sino en la exaltación con que algunos pensadores pasaron, sin
mediaciones del denuesto al panegírico.
La modernidad latinoamericana se distingue por su forma y su tardanza. La
tardanza le otorgó su forma. Esta modernidad sin desarrollo se despliega desde las
culturas a las masas y llega a ellas a través de la comunicación televisiva. En
consecuencia, indica Brunner, “en vez de fundar un espacio público de ciudadanos, como
lo hizo la escritura, la televisión organiza el espacio privado de los consumidores”.
Por eso juntamente se busca sustraer a la televisión de una plena integración al
mercado que a fin de cuentas no es mas que el lugar natural donde deberían encontrarse
la estructura económica y la cultura, a través del libre juego de las preferencias de los
públicos pertenecientes a distinto grupos sociales.

La soberanía del público receptor

Si el mercado es el espacio de libertad, si el consumir se transforma en el nuevo


modo de ser ciudadano, es explicable que al “publico” se le otorgue una autonomía frente
a las condiciones de producción de los valores simbólicos que los conforman y se
considere al receptor ejerciendo una soberanía no condicionada por el lugar sociocultural
que ocupa. “Ser publico” insiste María Matta, “no es una mera actividad; es una condición
que se funda en la aceptación de un rol genérico diseñado desde el mercado mediático
que abre sus escaparates para diversificadas elecciones y usos de sus productos, con
arreglo a normas y competencias que él mismo provee y que se entrecruzan con las
adquiridas por los sujetos en otros ámbitos de la actividad social”.

La opción por las acepciones

Las acepciones al conformismo que se extiende entre los investigadores


latinoamericanos, son numerosas. Tantas que pueden alentar la esperanza de que no
todo se haya perdido. Cualquier posibilidad pasa por reabrir el debate una vez más,
bruscamente, se plantea la pregunta sobre el sentido que los seres humanos damos a
nuestras vidas. Afortunadamente, no somos pocos los que pensamos que el mercado es
una pobre respuesta.

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