El Patrimonio Cultural de La Comunidad Aim Mokoilek
El Patrimonio Cultural de La Comunidad Aim Mokoilek
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EL PATRIMONIO CULTURAL DE LA
COMUNIDAD MOCOVÍ AIM MOKOILEK
COLONIA DOLORES
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MINISTERIO DE EDUCACIÓN
PRESIDENCIA DE LA NACIÓN
SECRETARÍA DE POLÍTICAS UNIVERSITARIAS
Mar�n Gill
RECTOR
Prof. Darío Maiorana
DECANO
Ing. Oscar Peire
SECRETARÍA DE EXTENSIÓN
C.P.N. Daniel Adme
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El patrimonio cultural de la comunidad Mocoví Aim Mokoilek Colonia
Dolores / Paula del Rio ... [et al.] ; compilado por Paula del Rio. 1a.
ed. Rosario: UNR Editora. Editorial de la Universidad Nacional
de Rosario, 2013.
224 p. : il.; 23x16 cm.
ISBN 978-987-702-016-8
CDD 363.69
Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio visual, gráfico o sonoro sin
la expresa autorización de los autores y/o editorial.
ISBN 978-987-702-016
REUN EDITORIALES
RED DE EDITORIALES DE LA A.U.G.M.
DE UNIVERSIDADES
ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES
NACIONALES
GRUPO MONTEVIDEO
6
Este libro ha sido subvencionado por la Secretaría de Polí�cas
Universitarias en el marco del Programa Nacional de Voluntariado
Universitario, Proyecto “Nelovek q ö bo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo
Mocoví). Nuevos Recursos Culturales en Colonia Dolores” y por la
Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y
Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario.
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A la memoria de Tito y Lorenzo
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“El Consejo de Ancianos en este momento encenderá la fogata,
una fogata que acompañará, un fuego. Un fuego que reavivará el es-
píritu, fuego que nos traerá paz, fuego que convoca a hablar, hablar
con humildad, con sabiduría, fuego que invita a escuchar, a entender y
aceptar al otro tal cual es”.
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CURADORÍA
Andrea Fernández
V. Sebas�án Fernández
Lucrecia Repe�o
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ÍNDICE
PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
PRESENTACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
CAPÍTULO I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
INVESTIGACIÓN Y EXTENSIÓN EN LA COMUNIDAD
MOCOVÍ DE COLONIA DOLORES: UNA PROPUESTA
PARTICIPATIVA PARA EL ESTUDIO Y LA VALORIZACIÓN
DEL PATRIMONIO CULTURAL
CAPÍTULO II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
EL PROYECTO NELOVEK Q � OBO’ MOKOIT
(Se despertó el Pueblo Mocoví)
CAPÍTULO III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
TIERRA, FUEGO Y TIEMPO: LOS HORNOS DEL ESPINAL
CAPÍTULO IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN EL CHACO SANTAFESINO:
UN ESTUDIO HACIA A LOS ORÍGENES DEL PUEBLO
MOCOVÍ DE COLONIA DOLORES.
CAPÍTULO V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL SITIO NAKAMBLAISAT
CAPÍTULO VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
LA CONSTRUCCIÓN COLECTIVA DEL CONOCIMIENTO
CAPÍTULO VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
UNA EXPERIENCIA DE TRABAJO CON LA COMUNIDAD
MOCOVÍ. A VECES LO QUE LEEMOS LO ESCRIBE OTRA
GENTE Y A VECES LO CONSTRUIMOS JUNTOS.
CAPÍTULO VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
EL MUSEO NELOVEK Q � OBO’ MOKOIT
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PRÓLOGO
“El (…) fuego que convoca a hablar, hablar con humildad, con sabi-
duría, fuego que invita a escuchar, a entender y aceptar al otro”.
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ni cámaras fotográficas, que usamos diariamente sin pensar siquiera
cómo se originan. Tampoco tendríamos –preciso es decirlo– espadas,
pistolas, armaduras, tanques de guerra, ametralladoras y bombas de
fragmentación, y tantos y tantos otros instrumentos u�lizados para da-
ñar al prójimo y apropiarse indebidamente de lo que es ajeno.
Pero, sobre todo, sin fuego no habríamos tenido fogones, que
“(…) invitan a hablar (…) y a escuchar (…) a entender y aceptar al otro”.
El fogón, al aire libre o bajo cualquier cubierta (de paja, de piedra o de
ladrillo) es el ámbito por excelencia para intercambiar experiencias,
para que los abuelos narren historias, para recordar a los muertos –�-
sicamente muertos, pero vivos en el recuerdo– para reírse en grupo o
para sufrir con las apariciones extrañas (los “asombros”) que hacen
correr gotas de hielo por la espalda. El fuego cambia las caras y las co-
sas: los ojos brillan dis�nto y las voces suenan de otro modo. Es el fue-
go el que anuda historias y sella las alianzas, recogidas por la memoria
oral y conservada por aquellos jóvenes ahora devenidos ancianos, po-
seedores del conocimiento y el saber. Y también esa otra alianza, la del
hombre con su perro, el lobo domes�cado, traído al con�nente cuan-
do todavía exis�an los gliptodontes y megaterios, e infaltable desde
entonces en el fogón.
A medida que las sociedades humanas se hicieron más comple-
jas y ya no alcanzaron los 10 dedos –base de nuestro sistema deci-
mal– para contar propiedades, comensales a una mesa o realizar cen-
sos de población, se inventaron los ábacos y los sistemas numerales. Y
cuando la memoria oral no fue suficiente para recordar los sucesos o
describir el mundo, surgió la escritura, y con ella la crónica, la historia
y la literatura escritas. Tan importante fue este paso que algunos pen-
saron que Historia y Literatura sólo eran las escritas, olvidando que
especialistas como los Amautas Incas fueron capaces de retener en la
memoria por 300 o más años los hechos ocurridos en el Tahuan�nsuyo
(e incluso alterarlos por “orden superior”, conformando una “historia
oficial”) y que los primeros libros de que tenemos no�cia (la Biblia o
las obras de Homero, por ejemplo), fueron transmi�das de memoria
durante siglos antes de ser recopiladas por escrito. Casi en nuestros
días, para el estudio del pasado surgió la Arqueología, una tercera for-
ma de conocimiento que u�liza como fuente los restos materiales de
las sociedades, en su relación mutua con el medio y con la matriz sedi-
mentaria en que fueron depositados.
Memoria oral, memoria escrita y memoria de los elementos
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materiales son dis�ntas vías de acceso a los an�guos abuelos, a su
modo de vida, a sus creencias y conocimientos, a sus desplazamientos
azarosos o planificados, a su alimentación y su ac�tud ante la muer-
te. Reunidos en torno al fogón, tenemos la oportunidad de compar�r
nuestra vida actual y la otra vida, la de los an�guos, que parece brillar
en el fuego y ascender por las llamas, recordando que el conocimiento
no �ene dueño, que es de todos, que se comparte y se construye en un
abrazo, con el esfuerzo unido de los originarios y los hijos de extranje-
ros nacidos en este suelo.
Los antecedentes que dan origen a las inves�gaciones en Colo-
nia Dolores, al Museo de Cultura Mocoví “Nelovek q̈obo’ Mokoit” y al
relato contenido en este libro, se remontan al año 2006. Con anterio-
ridad, desde 1996, el equipo dirigido por la Dra. Silvia Cornero (Museo
“Floren�no y Carlos Ameghino”, UNR) con par�cipación de alumnos
de la Escuela de Antropología de Rosario y convenio con la comuna
de Alejandra, había prospectado la zona e iniciado excavaciones en el
si�o “La Lechuza”, datado en 1800 años antes del presente (Proyecto
“Arqueología regional de la costa Centro Norte santafesina”) y en si�os
con hornos para cocción de alimentos, fechados entre 2000 y 1000
años atrás.
A principios de 2006 se planificó la regionalización de las inves�-
gaciones, ampliando el área de trabajo así como el marco disciplinario y
el grado de par�cipación de las poblaciones locales y las comunidades
de pueblos originarios. El nuevo proyecto, �tulado “Arqueología Regio-
nal: Comunas y Comunidades en inves�gación par�cipa�va”, dirigido
por la Dra. Cornero y codirigido por la Dra. Ana María Rocchie� (Escuela
de Antropología, UNR), contemplaba la u�lización de las tres grandes
herramientas disponibles para la recuperación del conocimiento histó-
rico regional: la inves�gación arqueológica, la compulsa de documentos
escritos, y el tes�monio aportado por la memoria oral y las costumbres
tradicionales conservadas hasta nuestros días. Es decir, abarcaba por
igual el patrimonio tangible e intangible, integrando en unidad de acción
a especialistas, pobladores y comunidades originarias.
El Proyecto fue presentado con éxito en el Encuentro Regional
de Museos, organizado ese año en la localidad de Alejandra. Los Direc-
tores de Museos y Delegados asistentes asumieron la tarea de ampliar
el radio del compromiso, destacándose la acción desarrollada por el
Dr. Guido Tourn, entonces Presidente comunal de Alejandra y Director
del Museo anfitrión, y del Lic. Gerardo Fabricius, que contactaron a las
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Comunas de Marcelino Escalada, Villa Saralegui, Gobernador Crespo,
Cacique Ariacaiquín, La Criolla, La Brava, La Gallareta, Colonia Silva,
San Mar�n Norte, Marcelino Escalada, La Penca, Caraguatá y las Muni-
cipalidades de San Justo, Las Toscas y San Javier. Mención aparte me-
rece la incorporación al grupo de la Comuna y Comunidad Mocoví de
Colonia Dolores, que ya había transitado un camino de interacción con
la Universidad Nacional del Litoral en el proceso de detección, elimina-
ción y monitoreo del Mal de Chagas.
Como resultado de los acuerdos entre autoridades universitarias
y comunales, docentes y directores de museos, se resolvió trasladar a
las restantes localidades la experiencia de inves�gación copar�cipada
realizada en Alejandra, y llevar a cabo durante ese año dos Jornadas de
Trabajo bajo la modalidad de Taller. La primera se realizó en junio en
Alejandra: el Taller Par�cipa�vo se desarrolló a par�r de una charla del
suscripto sobre poblamiento prehispánico regional y una exposición
sobre organización y montaje de museos, complementada con una
visita al museo local. Los principales temas tratados fueron: Proyec-
tos de Inves�gación; actualización, creación y montaje de los Museos
Comunales; necesidad de realizar convenios de colaboración mutua y
conformación de los mismos; formas de difusión de las inves�gaciones
a nivel escolar, periodís�co, turís�co, barrial y comunal; e inventario
georreferenciado de si�os arqueológicos, para establecer el patrimo-
nio comunal y provincial del subsuelo arqueológico.
El taller se completó con una visita al si�o “La Lechuza”, donde se
estaba realizando una Escuela de Campo de la que par�ciparon alum-
nos de los centros de enseñanza secundaria de la zona. Como sede
para el próximo Taller, programado para el mes de noviembre, fue ele-
gida por unanimidad la Comuna y Comunidad “Aim Mokoilek” de Co-
lonia Dolores, que inmediatamente comenzó los prepara�vos y realizó
una serie de ac�vidades complementarias tendientes a revitalizar la
iden�dad étnica. Entre éstas, cabe destacar la presentación del trabajo
“¿Es posi�vo exponer restos humanos de aborígenes en Museos?” en
el Segundo Congreso de la Crea�vidad Juvenil en Ciencia y Tecnología
(San Cristóbal, agosto de 2006), a cargo de Gerardo Fabricius y con
la destacada presencia de miembros de la Comunidad Mocoví, entre
ellos el abuelo Delfino Naciqui�.
El Taller de noviembre, del que se habla en el Capítulo II de este
libro, fue una fiesta. Fiesta para la inves�gación, ya que se cumplieron
los obje�vos propuestos para el taller, en el que se puso de relieve
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–para decirlo con palabras de Paula del Rio– “(…) la importancia de
los dis�ntos saberes, el respeto por las diferencias, el compromiso y la
responsabilidad social”. Fiesta cultural, con la actuación del conjunto
de baile de la Comunidad Mocoví, y fiesta recrea�va, en que los pre-
sentes nos vimos envueltos en un clima de solidaridad, amabilidad y
confraternidad inolvidables. Lo restante, está escrito en el libro. Queda
espacio todavía para una reflexión final: volviendo a las palabras que
encabezan este Prólogo, creo que “las chicas”, como las llaman cariño-
samente Dorita Salteño y César Coria, se han asomado al fogón y se
llevan una experiencia que las va a marcar de por vida, orientando en
el futuro su vida profesional. Y la Comunidad Mocoví, que retoma con
orgullo y dignidad la recuperación de sus costumbres, su lengua y su
cultura, buscando en “El Ombusal” o Nakamblaisat los fuegos de Va-
len�n Teo� y Mariano Salteño, encontró otros fuegos –los “hornitos”–
que marcan el camino de originarios que, en �empos que superan la
memoria y aún la leyenda, iniciaron el poblamiento del territorio que
hoy, en lengua de “blancos”, llamamos Provincia de Santa Fe.
Carlos N. Ceru�
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PRESENTACIÓN
EL LIBRO
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En el cuarto capítulo se desarrolla la propuesta de inves�ga-
ción, en el marco de la arqueología histórica del si�o Nakamblaisat (El
Ombusal), correspondiente al primer asentamiento de la “Reducción
Nuestra Señora de los Dolores” y al “Cantón Militar San Mar�n”.
El quinto capítulo presenta los avances en la inves�gación de
campo y gabinete del si�o Nakamblaisat.
En el sexto capítulo se detalla el trabajo realizado en los dife-
rentes talleres sobre la historia y la iden�dad del pueblo de Colonia
Dolores con: el Consejo de Ancianos, el grupo de adultos, de jóvenes y
los niños de la escuela primaria.
En el capítulo siete se describe la experiencia de traducción a
la lengua mocoví, de los paneles que forman parte de la muestra del
Museo.
A modo de cierre, el úl�mo capítulo, cons�tuye una mirada so-
bre la experiencia de creación del museo Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se
despertó el Pueblo Mocoví) y describe sus principales caracterís�cas.
LOS AUTORES
De acuerdo al orden de aparición en el libro:
20
Docente de la Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y
Artes (FHyA-UNR).
Barbara Magnabosco
Integrante de Proyectos de Inves�gación y Extensión del Museo
Universitario Floren�no y Carlos Ameghino, FCEIA. Estudiante de la Es-
cuela de Antropología, FHyA, UNR.
Lucía Rangone
Integrante de Proyectos de Inves�gación y Extensión del Museo
Universitario Floren�no y Carlos Ameghino, FCEIA. Estudiante de la Es-
cuela de Antropología, FHyA, UNR.
EL EQUIPO DE TRABAJO
Dirección del Proyecto:
Dra. Paula del Rio
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Fernández, Lisandro Arelovich y Hugo Ma�ozzi, de la Universidad Na-
cional de Rosario; Mauricio Sandoval de la Universidad Nacional del
Litoral; Violeta del Rio y Mar�n Maggioni.
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Dra. Sandra Meriggiola (Directora del Centro de Salud de Colo-
nia Dolores).
Gloria Dayer (Historiadora Regional - Vera y Pintado).
Museo de Historia Regional de Gobernador Crespo.
Avalaron el proyecto
Comuna de Colonia Dolores
Presidente Dora Salteño
Comuna La Criolla
Presidente Roberto Tion
Comuna Colonia Silva
Presidente Hugo Sarnio�
Comuna San Mar�n Norte
Presidente Adrián Scozzina
Vice Director del Anexo de la Escuela Secundaria Nº 2359
dependiente de la Escuela de Enseñanza Media 359, ubicada
en la localidad de Escalada.
Prof. Darío Rosset
23
24
CAPÍTULO I
Pedimos permiso al Consejo de Ancianos por intermedio de Delfino para comenzar a trabajar.
25
26
Introducción
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160 km de la ciudad de la capital provincial. Pertenece al departamen-
to San Justo.
Se trata de un pequeño pueblo que en el año 2001 tenía 636
habitantes de acuerdo al Censo Nacional del 2001, siendo la mayoría
descendiente del Pueblo Mocoví. Sus principales ac�vidades econó-
micas se vinculan al sector rural y a la construcción. La mayoría de las
viviendas son de material, sin embargo el 48% de las mismas fueron
clasificadas en el censo 2001 como Casas de �po B, es decir que pre-
sentan al menos una de las siguientes condiciones: posee piso de �erra
o ladrillo suelto u otro material (no �ene piso de cerámica, baldosa,
mosaico, mármol, madera, alfombra, cemento o ladrillo fijo); o no �e-
ne provisión de agua por cañería dentro de la vivienda o no dispone
de inodoro con descarga de agua. El 29,1% de los Hogares presentaba
en el 2001 Necesidades Básicas Insa�sfechas, éstos representaban al
37,9% de la población (Censo, 2001). Las cifras expuestas datan de más
de diez años, dado que aún no se encuentran disponibles los datos
del úl�mo Censo Nacional. No obstante, en líneas generales, pudimos
observar que representan la actual situación del pueblo.
En cuanto a los servicios asistenciales, en la zona urbana encon-
tramos un Dispensario de Salud dependiente del Servicio para la Aten-
ción Médica de la Comunidad (SAMCO Nro. 3).
En la localidad se encuentra la Escuela Rural N° 430 “José de San
Mar�n” de nivel primario y el Anexo Nº 2359 de la Escuela de Enseñan-
za Media Nº 359, ubicada en la localidad de Escalada.
Sobre la historia de su fundación nos explayaremos más ade-
lante, aunque es necesario decir aquí que el Pueblo de Dolores surge
hacia fines del siglo XIX con la creación de la Reducción Franciscana
“Nuestra Señora de los Dolores” en 1870, luego de que las parciali-
dades de los caciques Mariano Salteño, Valen�n Teo� y José Manuel
realizaran un pacto con el gobierno en 1869 y se redujeran en el Can-
tón San Mar�n. Durante veinte años la Comunidad vivió en el lugar de
la primera fundación hasta su traslado a la actual localización. Colonia
Dolores, hasta finales del siglo XX, formó parte de San Mar�n Norte;
luego se cons�tuyó en comuna independiente.
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Mokoilek. Consideramos importante introducir nuestro trabajo descri-
biendo, con unas pocas palabras, el contexto histórico-polí�co en el
que surge la Comisión Aborigen.
En las primeras décadas del siglo XX el gobierno y la sociedad oc-
cidental sostenían la postura de que había que “civilizar” a los indígenas
y que la mejor manera de lograrlo era a través de un régimen de �po tu-
torial, paternalista, que fuera ejercido por el Poder Ejecu�vo y estuviese
orientado a su integración a la sociedad nacional hegemónica.
Tomando en consideración un contexto más general, el proceso
de conformación y consolidación de los Estados en los países la�noa-
mericanos estuvo centrado en la cons�tución de una única naciona-
lidad, lo cual significó la construcción de una iden�dad común y en
consecuencia, el desconocimiento de otras iden�dades. Estas fueron
objeto de polí�cas de some�miento, bajo una cultura oficial y hege-
mónica que buscaba la integración y asimilación. Es así que se inició
en las primeras décadas del siglo XX un proceso de invisibilización ét-
nica y durante mucho �empo, se creyó en el éxito de estas polí�cas.
Sin embargo hacia finales del siglo, en La�noamérica, comenzaron
a surgir movimientos reivindicatorios de las iden�dades étnicas. La
fuerza que tomaron los movimientos indígenas, los cons�tuyó en ac-
tores polí�cos nacionales y trasnacionales que lograron llevar hasta el
debate público sus reclamos, en tanto colec�vos diferenciados y suje-
tos de derechos. Sumado a ello, se produjo el reconocimiento de los
pueblos indígenas en el derecho internacional consuetudinario hacia
finales del siglo pasado, a través de normas posi�vas, doctrina y juris-
prudencia, siempre basados en el principio de la libre determinación
(Toledo Llancaqueo, 2005).
No obstante los avances en las úl�mas décadas, el proceso de
invisibilización étnica ha afectado significa�vamente a los Pueblos Ori-
ginarios en gran parte del siglo XX. Recién en la década de 1980 co-
mienza a producirse un cambio, que en el caso del Pueblo Mocoví en
Santa Fe, se evidencia con el surgimiento de un movimiento social en
pos de la recuperación de su iden�dad. En ese contexto, en la década
de 1990, los vecinos de Colonia Dolores elevan a la legislatura de San-
ta Fe un proyecto para independizarse de San Mar�n Norte. El 24 de
noviembre de 1994, con la sanción de la ley Nº 11.215, se crea la co-
muna de Colonia Dolores. Pocos años después la Comunidad comienza
a organizarse y crea la Comisión Aborigen, que en el año 2004 toma
el nombre de Comisión Aborigen Aim Mokoilek. En el 2007 inician el
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trámite para la obtención de la personería jurídica, que es aprobada el
17 de octubre de 2008.
Su Estatuto �ene como principales obje�vos la revalorización y
el desarrollo de la comunidad, como medio de afianzar su autonomía
en la recuperación y defensa de sus derechos; rescatar y valorar el ser
indígena y su memoria histórica, fortaleciendo su iden�dad en la socie-
dad y dentro de la comunidad; impulsar el mejoramiento de vida de la
comunidad y sus miembros en el plano social y económico; ges�onar
el �tulo de propiedad de la �erra que la comunidad ocupa a favor de la
misma como Propiedad Comunitaria, para el bien de todos sus miem-
bros; procurar el acceso defini�vo a otras �erras aptas y suficientes
para el desarrollo de la comunidad de acuerdo a la garan�a cons�tu-
cional y demás leyes concordantes; ges�onar programas sociales que
el Estado desarrolla a través de la Secretaría de Desarrollo Social para
la atención de la población en situación de pobreza y vulnerabilidad;
par�cipar en los proyectos legisla�vos polí�cos que desde la esfera
oficial o privada, directa o indirectamente, afecten a la comunidad y
reglamentar la posesión de parcelas de propiedad comunitaria para su
distribución entre las familias de la comunidad (Estatuto de la Comi-
sión Aborigen Aim Mokoilek).
Desde su creación, la comisión, funciona de acuerdo a estas pau-
tas y obje�vos, vinculados principalmente a la revalorización y rescate
de la cultura del pueblo Mocoví. En este contexto se creó la Bandera y
el Himno Mocoví como símbolos iden�tarios de la cultura aborigen.
Consideramos que el trabajo que realizamos, cons�tuye un va-
lioso aporte en el proceso de visibilización étnica.
30
creó el Museo de Arqueología Regional. Este se montó con los materia-
les recuperados en las excavaciones arqueológicas de los proyectos de
inves�gación y con piezas que acercaron los vecinos. Ese mismo año se
creó con el Dr. Guido Tourn, entonces Presidente Comunal, un espacio
cultural conocido como Cripta del Templo, ubicado en el edificio de la
an�gua Iglesia Metodista, Monumento Histórico Provincial.
En el año 1999 presentamos un proyecto sobre el rescate de
Las An�guas Ruinas de San Francisco Xavier para el desarrollo turís�-
co y la conservación del patrimonio cultural. El mismo fue declarado
de Interés Provincial por el Gobierno de Santa Fe. Un año más tarde
realizamos una inves�gación en el marco de las Becas de la Secreta-
ria de Cultura de la Provincia2 sobre la “Revalorización del Patrimonio
Cultural como Recurso Sustentable en la Inicia�va Turís�ca en la Costa
Centro-Norte Santafesina”. Durante el primer decenio del presente si-
glo desarrollamos varios proyectos dirigidos por la Dra. Silvia Cornero
en la localidad de Cayastá.
Entre los años 2008 y 2010, desde el Museo Universitario de
Rosario, se firmaron convenios con las Comunas de Cayastá, Romang
y Colonia Dolores y con el Municipio de San Javier, con el objeto de
formalizar y consolidar acciones de inves�gación y extensión median-
te proyectos radicados en la Universidad Nacional de Rosario. Desde
el 2009 y hasta la actualidad estamos trabajando en Colonia Dolores,
Alejandra y San Javier principalmente.
El equipo de inves�gación de este proyecto se encuentra confor-
mado por docentes inves�gadores de la UNR, asesores externos, estu-
diantes de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), colaboradores
de la FCEIA y otros actores externos a la UNR.
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table con Iden�dad. El Patrimonio Histórico Cultural de la Comunidad
Aim Mokoilek”3 �ene por finalidad la inves�gación del patrimonio cul-
tural, tanto material como intangible, y se enmarca en una propuesta
de inves�gación par�cipa�va que, desde una visión de desarrollo sus-
tentable y sostenible, �ene como meta la inves�gación y la transfe-
rencia a la comunidad a par�r de acciones de extensión, que han sido
materializadas a par�r de convocatorias de voluntariado y extensión
universitaria.
Este proyecto de Inves�gación forma parte de un Programa de
Desarrollo Regional por Inves�gación Par�cipa�va en el Centro Nor-
deste de Santa Fe4, también acreditado en la UNR, dando con�nuidad
y consolidando los trabajos que el equipo viene desarrollando en la
región. El programa integra proyectos de inves�gación en Arqueología
Originaria y Arqueología Histórica del centro norte de la provincia de
Santa Fe5.
Dado que nos situamos en un quehacer cien�fico-tecnológico
con responsabilidad social, concebimos que la inves�gación está pro-
fundamente vinculada a la extensión. Desde esta postura, la trans-
ferencia a la comunidad se torna un aspecto clave al interrogarnos
sobre qué inves�gar, para qué y para quienes. En este sen�do nos
posicionamos en la Inves�gación Aplicada y Par�cipa�va en varias
direcciones.
En este marco, la finalidad del proyecto es implementar un pro-
grama de inves�gación par�cipa�va orientado al rescate de la iden-
�dad de la Comunidad Aim Mokoilek de Colonia Dolores, y hacia la
generación de propuestas de desarrollo local en el marco de la sus-
tentabilidad social, cultural y ambiental. Varios obje�vos convergen
aquí: rescatar la iden�dad del pueblo de Colonia Dolores a par�r del
relevamiento de la historia, la memoria oral y las tradiciones cultura-
les; construir la historia social del pueblo de Colonia Dolores desde las
representaciones de la propia comunidad, desde la historia y el regis-
tro arqueológico, a través del relevamiento de los si�os en la zona de
influencia y el estudio de las fuentes documentales; y diseñar líneas de
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desarrollo sustentable basadas en la iden�dad y orientadas a mejorar
la calidad de vida de la comunidad Aim Mokoilek.
Las tareas de extensión se han instrumentado a través del Pro-
grama Nacional de Voluntariado Universitario de la Secretaría de Polí-
�cas Universitarias (SPU), Ministerio de Educación de la Nación, y del
Programa de Extensión de la Universidad Nacional de Rosario: “La Uni-
versidad y su Compromiso con la Sociedad”.
En el Programa de Voluntariado fueron presentados y seleccio-
nados los siguientes proyectos6:
1. “Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví)”. El
cual nos ocuparemos de presentar en detalle en el siguiente capítulo.
2. “Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví). Nuevos
Recursos Culturales en Colonia Dolores” que surge como con�nuidad
del anterior y �ene como obje�vo profundizar algunos aspectos del
trabajo realizado, a fin de fortalecer la nueva ins�tución surgida como
producto del primero: el Museo. Por otra parte se propone compar�r
la experiencia vivida a través de la presente publicación.
3. “Etnobotánica en el Chaco Santafesino: rescate y revalorización
del conocimiento tradicional del Pueblo Mocoví, Colonia Dolores”. Este
proyecto surge de propuestas de la comunidad y �ene como obje�vo
principal la iden�ficación de los sistemas tradicionales de conocimien-
to, uso y manejo de recursos botánicos locales en la comunidad abori-
gen de Colonia Dolores, con la finalidad de su rescate y revalorización.
De manera paralela hemos trabajado en el Programa de Exten-
sión de la UNR con los siguientes proyectos7 :
1. “Fortalecimiento de las capacidades locales para la ges�ón
cultural del Museo de Historia y Arqueología Originaria de Colonia Do-
lores, Provincia de Santa Fe”. Este se planteó como complementario
del Proyecto “Nelovek q̈obo’ Mokoit”, logrando generar una interesan-
te sinergia en pos de un obje�vo común: la creación del Museo.
2. “Rescate y revalorización del conocimiento botánico tradicio-
nal del Chaco Santafesino del Pueblo Mocoví, Colonia Dolores”. Nueva-
mente se plantea la complementariedad entre los proyectos, siendo el
obje�vo de éste úl�mo la diagramación y difusión de un catálogo de
etnobotánica.
6. Los proyectos han sido presentados en las convocatorias del 2009, 2010 y 2011 del progra-
ma. Dirección: Paula del Rio.
7. Los proyectos corresponden a las convocatorias de los años 2009, 2010 y 2011. Dirección:
Paula del Rio.
33
3. “Etnogra�a de la Fiesta del 30 de Agosto en Colonia Dolores,
Año Nuevo Mocoví”. Surge a par�r del trabajo realizado en años ante-
riores, en relación al relevamiento de la Fiesta del 30 de Agosto, en el
2010 y 2011, con el obje�vo de materializar el trabajo en una muestra
fotográfica para el Museo.
Con la escritura de este libro estamos finalizando el proyecto
“Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví). Nuevos Recur-
sos Culturales en Colonia Dolores”. Están en plena ejecución los pro-
yectos sobre etnobotánica y el de etnogra�a del 30 de agosto.
Por otra parte, hemos presentado “Inves�gaciones Arqueológi-
cas de la Frontera Norte Santafesina: El Cantón San Mar�n Viejo 1869”
al Programa 2: “Fortalecimiento de las Capacidades del Sistema de In-
ves�gación y Desarrollo en la Provincia de Santa Fe”; Instrumento 2.1.
“Apoyo a Proyectos de Inves�gación sobre Temas de Interés Provincial
Desarrollados por Grupos de Inves�gación pertenecientes al sistema
de Ciencia, Tecnología e Innovación, con Ins�tución Adoptante”, que
también ha sido seleccionado por la Secretaria de Estado de Ciencia,
Tecnología e Innovación para su desarrollo entre el 2012 y 2013. El
mismo �ene como finalidad aportar al conocimiento de la historia de
Santa Fe, a través de la inves�gación del registro arqueológico de la
frontera norte de la provincia hacia fines del siglo XIX, con el estudio
del Si�o Arqueológico Nakamblaisat que presentaremos en los capítu-
los IV y V de este libro.
Por otro lado, estamos trabajando en la asistencia técnica
como contraparte del proyecto “Rescate y Revalorización de la Cul-
tura Mocoví de la Comunidad Aim Mokoilek” que fue presentado por
la Comisión Aborigen Aim Mokoilek al Programa de Subsidios para
el Desarrollo Sociocultural de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Este proyecto, ges�onado por la Comisión Aborigen, �ene como ob-
je�vos: la creación de una sala de usos múl�ples para la promoción
de la cultura Mocoví a par�r de un espacio para la difusión, rescate
y revalorización de las tradiciones, costumbres, lengua y artesanato;
la implementación de acciones para la difusión y revalorización de la
lengua Mocoví; el rescate y difusión de las técnicas tradicionales de
elaboración de cestería, y la elaboración y publicación de un libro para
la difusión y promoción de la historia y la iden�dad del Pueblo Mocoví
de Colonia Dolores.
34
Consideraciones generales para una inves�gación par�cipa�va: la
propuesta metodológica
35
La metodología de inves�gación u�lizada se basa en que la cultu-
ra es un elemento fundamental para el desarrollo humano sostenible.
Además, el acceso a la información cons�tuye un derecho de la comu-
nidad y una responsabilidad de las ins�tuciones públicas y la sociedad
civil, de la misma forma resulta una vía para evitar la exclusión social.
El Informe de Desarrollo Humano del PNUD (2004) “La libertad cultu-
ral en el mundo diverso de hoy” y la Convención de la UNESCO (2005)
sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones
culturales, se adoptan como referentes internacionales. A nivel local el
derecho a la par�cipación en los asuntos que interesen y afecten a las
comunidades indígenas, desde 1994, es reconocido como un derecho
cons�tucional. En concordancia con estas perspec�vas, es que plan-
teamos la par�cipación ac�va de la comunidad.
La inves�gación par�cipa�va cons�tuye en este caso una mo-
dalidad de construcción de conocimiento compar�do, mediante la
prác�ca de una antropología integrada entre inves�gación y sociedad
(Cornero y Rocchie�, 2008). Las polí�cas culturales para el desarro-
llo, deben fomentar la par�cipación de los dis�ntos sectores sociales
para garan�zar el respeto a la diversidad. Además, la metodología
propuesta consolida el compromiso social y comunitario entre Uni-
versidad y Comunidad, apostando al desarrollo de la región (Cornero
et al., 2009).
Veremos a lo largo del libro cómo se fue implementando y desa-
rrollando esta propuesta metodológica y cómo se ar�cularon los obje-
�vos y las ac�vidades del proyecto, para lograr las metas establecidas.
En primer lugar presentaremos el proyecto para luego ir describien-
do –en los sucesivos capítulos– el trabajo realizado durante todo el
ciclo del proyecto, que culmina con la inauguración del Museo. Pre-
viamente haremos una reflexión sobre esta experiencia compar�da,
que llamamos inves�gación par�cipa�va y que refiere a un complejo
entramado de relaciones.
36
Dolores una vez por mes para ponerlas en prác�ca, a través de talleres
grupales y de trabajo de campo. La Comunidad organizó en cada ins-
tancia los dis�ntos espacios de trabajo para realizar estas acciones. El
proyecto fue tomado por ellos como propio, tanto por su par�cipación
en la toma de decisiones como en las acciones emprendidas. Cabe des-
tacar que, en algunos casos, las decisiones se tomaron una vez realiza-
da la consulta al Consejo de Ancianos.
En los inicios del proyecto uno de los miembros del Consejo de
Ancianos, Alfredo Salteño, nos habló de una historia de desacuerdos,
atropellos y some�mientos por parte de “los blancos”–como ellos lla-
man a la sociedad occidental– hacia los Pueblos Originarios. Nos habló
sobre las malas experiencias que ellos mismos habían tenido como
Comunidad, con algunos de los inves�gadores y documentalistas que
llegaron a Colonia Dolores en busca de materiales para sus trabajos,
dejando, al par�r, sus manos vacías. Pero también remarcó el espíritu
comunitario de convivir en paz, como dice el himno mocoví. Fue así
como nos abrieron condicionalmente las puertas y con el transcurrir
del �empo fuimos consolidando una relación de confianza que fue po-
sible debido a la valorización que la comunidad otorgó al proyecto y
sobre todo, a la forma en que se desarrolló. En cada nueva visita pre-
sentamos lo que llamamos las Memorias del Proyecto: un informe de
las ac�vidades realizadas en la visita previa. Esto fue muy bien recibido
por ellos.
En todo momento la Comunidad valorizó los saberes propios y
en este sen�do, destacó la importancia de la construcción conjunta de
conocimientos, y de la creación de un museo donde transmi�rlos. En
palabras de Elsa Guanca, en el primer taller con los adultos:
37
de la Carrera de Antropología (FHyA, UNR). Estas son algunas de las
palabras de Dora Salteño:
“(…) estoy muy contento de estar con las chicas, porque así
como nos ayudan ellas en esta lucha, las chicas nos han ense-
ñado un montón y un poco están aprendiendo con nosotros. Y
aparte tenemos la tranquilidad de saber que lo han tomado con
tanta seriedad, con tanta responsabilidad, eso nos entusiasma
a nosotros y nos obliga a acompañar, a tratar de apoyarlas y a
poner el hombro como lo ponen ellas, porque una cosa es decir
están haciendo y otra cosa es verlas trabajar, porque hemos
visto cómo se sacrifican, cómo se rayan con las ramas, cómo se
pinchan con los cardos (risas). Tenemos una convivencia muy
linda, es como si estuviéramos en familia, nos sen�mos muy
cómodos con ellas y yo creo que ellas también con nosotros
porque se divierten todo el día, (…) nosotros vivimos la vida con
alegría a pesar de algunos sinsabores” (César Coria, Rosario 18
de octubre de 2010).
38
De los discursos presentados, queremos destacar algunos con-
ceptos claves que surgen a par�r de su lectura y que nos sirven para
reflexionar sobre la puesta en prác�ca de la inves�gación par�cipa�va:
la importancia de los dis�ntos saberes, el respeto por las diferencias,
el compromiso y la responsabilidad social.
Bibliogra�a
39
40
CAPÍTULO II
�
EL PROYECTO NELOVEK QOBO’ MOKOIT
(Se despertó el Pueblo Mocoví)
41
42
Introducción
43
vos. En ese marco, el equipo de inves�gadores compuesto por Carlos
Ceru� (CONICET), Carlos Echegoy (Ins�tuto Provincial de Reconquista),
Ana María Rocchietti y Silvia Cornero (Universidad Nacional de Ro-
sario), expuso sobre la situación de la arqueología del centro-norte de
la provincia de Santa Fe.
De las discusiones desarrolladas en el Taller de Inves�gación Par�-
cipa�va con la comunidad local y regional, a modo de diagnós�co par�-
cipa�vo, surgieron los siguientes ejes de trabajo y temas de interés:
44
nidad local se realizara sobre la base de acciones convergentes entre
autoridades locales, Escuela Media (docentes y alumnos), Universidad
(equipos de inves�gación) y Museos. Esta forma de trabajo cons�tuye
una posibilidad para ampliar las expecta�vas aportando nuevos con-
tenidos orientados a fortalecer la polí�ca de desarrollo cultural de la
región, donde algunos sectores de la comunidad ejerzan protagonismo
en el desarrollo de polí�cas sociales (Cornero y Rocchie�, 2008).
La comunidad aborigen de Colonia Dolores expresó sus deseos
de comenzar a trabajar siguiendo los lineamientos expuestos. Fue así
como en el año 2008 comenzamos a trabajar en el diseño de propues-
tas tendientes a materializar aquellas intenciones: en la formulación
de un programa marco, que diera lugar a la elaboración de proyectos
que tuvieran por finalidad alcanzar las metas anheladas por la comu-
nidad, como así también otras dimensiones antropológicas que no
fueron objetos de discusión en aquel encuentro del 2006. A la inves-
�gación y rescate del patrimonio material a través de la inves�gación
arqueológica, se sumó el rescate del patrimonio intangible como parte
integral de la iden�dad local. Se incorporaron el estudio de las tradicio-
nes culturales y del conocimiento popular en pos de la consolidación
de la iden�dad local.
Comenzamos a ges�onar subsidios para la concreción de los
proyectos y pese a la falta de financiamiento, en el 2009 se iniciaron
las primeras tareas de inves�gación. Hacia finales de ese año recibimos
los recursos económicos para comenzar a trabajar.
Este trabajo es el resultado del diseño de un programa de de-
sarrollo sociocultural en el cual se proyectó la cons�tución de nuevas
ins�tuciones: un Centro de Desarrollo Cultural donde funcione La Casa
del Artesano, el Museo de Historia Regional y Arqueología Originaria
y una Sala de Usos Múl�ples. El programa incluye la inves�gación ar-
queológica, histórica y antropológica en el contexto de la extensión
universitaria.
Entre los anhelos de la comunidad Aim Mokoilek surgió como
prioritaria la creación del museo local. Comenzamos el trabajo en esta
dirección.
45
el contexto de polí�cas de promoción y preservación del patrimonio
histórico y cultural de la Comunidad Aim Mokoilek. La propuesta está
basada en la producción de recursos culturales desde una perspec�va
social del desarrollo sustentable y sostenible, desde el rescate de las
tradiciones, el saber popular y la cultura material, hacia la promoción
para las generaciones futuras del pueblo mocoví y el desarrollo del
turismo regional. La inves�gación par�cipa�va se consolidó a través
de vínculos interins�tucionales entre la escuela local, la Universidad
Nacional de Rosario y la Comunidad Aim Mokoilek.
Nos propusimos como meta dejar instalado un nuevo producto
cultural, resultado de la acción del proyecto, a través de la creación de
un Museo local de Arqueología e Historia. Un museo que, a través de
su montaje, transmita la historia del pueblo mocoví en general, y de
Colonia Dolores en par�cular, a través de su acervo cultural: el conoci-
miento popular como ofrecimiento a las próximas generaciones moco-
víes y a la comunidad global, preocupada por la cultura silenciada y la
reconciliación con el pasado regional.
La concepción de museo es la de un Museo Comunitario, es de-
cir autoges�onado por la misma comunidad, quien define el discurso
museológico que da contenido a la exposición.
En el proyecto se plantearon como obje�vos específicos: a) Re-
levar, a par�r de la historia y la memoria oral, las tradiciones culturales;
b) Relevar los si�os arqueológicos en la zona de influencia de Colonia
Dolores y c) Ges�onar los medios necesarios para la adquisición de
objetos des�nados al museo.
Se inició una inves�gación par�cipa�va interins�tucional entre
la escuela local, la Universidad Nacional de Rosario y la Comunidad
Aim Mokoilek en función de aunar esfuerzos para concretar acciones
orientadas hacia la consolidación de la iden�dad, a par�r de la cons-
trucción social de una historia que no está escrita. Las principales ta-
reas propuestas en el proyecto fueron:
46
mitos, cocina étnica, entre otros. Entrevistas grupales e in-
dividuales.
4. Inves�gación historiográfica.
5. Relevamiento de si�os arqueológicos en la zona de influen-
cia de Colonia Dolores.
6. Ges�ón para la adquisición de objetos para el museo.
7. Diseño de un guión museográfico que trasmita la historia
que el propio pueblo mocoví de Colonia Dolores quiere
contar.
8. Diseño del montaje museográfico.
9. Instalación de la Sala del Museo de Arqueología e Historia.
10. Inauguración del Museo.
11. Transferencia de resultados.
47
48
CAPÍTULO III
Silvia Cornero
49
50
Desde finales del siglo XIX asombraba a los arqueólogos, lugare-
ños, naturalistas y caminantes, la presencia de redondeadas estructu-
ras de �erra cocida que afloraban entre cárcavas y cavas, al borde de
caminos, o en las orillas y playas de lagunas.
Estas estructuras, aún hoy se presentan como círculos dibujados
sobre la superficie del terreno, con terrones de �erra roja-amarillenta
o vistos de perfil como anchos cilindros compactos comparables a la-
drillos agrietados, cuyos fragmentos se esparcen a su alrededor, gene-
ralmente acompañados de restos de carbón vegetal. Las figuras circu-
lares corresponden a cortes o a perfiles transversales, que se destacan
en el terreno por el contraste de color rojizo del terrón de �erra cocida
y los depósitos de suelos claros, conocidos como gredas blancas, don-
de generalmente se suelen encontrar estos si�os.
Los hornos fueron comunicados a la comunidad cien�fica a
comienzos del siglo XX a través de publicaciones que exponían des-
cripciones, dibujos, fotogra�as y variados esfuerzos interpreta�vos
por explicar su funcionalidad, coincidiendo cien�ficos y lugareños en
que dichas estructuras eran el resto material de hornos subterráneos
de combus�ón a leña. Aún se busca una explicación a estos hornos
que evidentemente fueron excavados y que en su mayoría no dejaron
restos en su interior, a excepción de sedimento y carbón. Se conocen
pocos casos en los cuales se hallaron restos de huesos de ciervos y un
esqueleto de un niño en una sola ocasión.
Las hipótesis que se plantean sobre el uso de estos hornitos os-
cila entre cocción de cerámicas, crematorios, cocción de alimentos, se-
cadero o almacenaje de granos y conservación del fuego.
De acuerdo a los autores y/o lugareños estos si�os recibieron
diferentes denominaciones tales como hornos, hornitos, hornillos, �-
najas y bo�jas.
51
En rasgos generales, los hornos se presentan como unidades
simples o bien en conjuntos de hasta seis estructuras con�guas. Inter-
namente suelen presentar una estra�gra�a en que alternan depósitos
de sedimentos y carbón.
Los hornos componen el molde externo de una excavación en la
que se efectuó una combus�ón de alta temperatura, que compactó,
calcinó y en algunos casos agrietó el terreno circundante, en un espe-
sor de 3 a 7 cm.
En ciertas ocasiones se observan improntas o marcas realizadas
con algún instrumento como una vara de rama, durante la excavación
original, que debió hacerse sobre el suelo humedecido para facilitar la
cavidad del pozo.
Los hornos cons�tuyen si�os arqueológicos que dan cuenta de
una habitación humana en el lugar, con asentamiento temporario o
bien con un establecimiento prolongado, que será deducido de los re-
sultados del proceso de inves�gación. Este �po de si�os se caracteriza
por presentar un registro de restos de hornos dispersos por amplias
extensiones de terreno.
Los hornos afloran en la superficie, asociados a escasos frag-
mentos de cerámica y de restos de carbón desprendidos del interior
de la cavidad, pero en el sustrato subterráneo existen más hornos que
no son visibles hasta tanto la erosión del agua y el viento desgasten el
suelo y puedan observarse, o hasta cuando se realizan excavaciones
para la construcción de caminos, por ejemplo, quedando expuestos en
los bordes de las cavas o de las banquinas, como podemos observar en
la imagen siguiente. Se trata de dos hornos o una unidad de dos bocas
hallados a pocos metros de la banquina de la ruta 36, que une las loca-
lidades de Calchaquí y Alejandra.
52
Si�os de similares caracterís�cas fueron detectados en las pro-
vincias de Santa Fe, San Luis, Mendoza, San�ago del Estero, La Rioja,
Córdoba, Jujuy, Formosa y Chaco. Pueden consultarse los trabajos de
Carlos Ceru�, quien ha realizado interesantes aportes a la arqueología
de los hornos, par�cularmente en Santa Fe, asignando caracterizacio-
nes a las diferentes formaciones arqueológicas y culturales del litoral
(Ceru�, 1993, 1994 y 1998).
Los restos de hornos y su contexto arqueológico han sido asig-
nados por Ceru� a una en�dad cultural que denominó Esperanza y que
define de la siguiente manera:
53
comunicados por diferentes autores a través de publicaciones acadé-
micas o medios de difusión.
El hallazgo de nuevos si�os en la región de Colonia Dolores enri-
quece el mapa, incrementando la densidad de si�os que implican una
mayor ac�vidad y distribución de poblaciones humanas en el lugar,
hasta ahora no conocidos.
Como resultado del conocimiento social aplicado a la inves-
�gación par�cipa�va, y de prospecciones realizadas en el marco de
los proyectos “Arqueología del Centro Norte de Santa Fe” y “Nelovek
q̈obo’ Mokoit” de la Universidad Nacional de Rosario, se localizaron
tres si�os próximos a la desembocadura del Arroyo Saladillo Amargo y
Cayastá y a la localidad rural de Colonia Dolores.
Los si�os presentan similaridades en el afloramiento de estruc-
turas subterráneas, se trata de estructuras de forma cilíndrica y ovoide,
con base en la formación San Guillermo, tal como describiera Ceru� en
textos citados. Los diámetros de sus bocas o aberturas varían entre 30
y 60 cm. La altura promedio desde la base a la boca es de unos 70 cm.
54
Restos de cerámica hallados en la superficie del terreno.
55
El si�o Salteño
Si�o Salteño. Borde de la cava en cuya orilla afloran los restos de hornos.
56
Si�o Salteño. Horno doble 1.
57
Si�o Salteño. Horno doble 01 -Surcos de confección en la cara interna.
58
El si�o presenta una distribución de hornos en dos sectores, dis-
tantes entre sí por 334 m. Este espacio no significa que haya habido
ausencia de hornos, posiblemente se deterioraron hasta desaparecer,
o aún se hallan bajo la superficie, o bien se combinaron ambas posibi-
lidades.
El primer sector nuclea 9 hornos cuyos extremos distan 140 m
y en el segundo sector la distancia entre el primer y el úl�mo horno
es de 77 m. La distancia mínima entre hornos es de 3 m, seguida por
5 y 8 m.
El si�o Dora
El si�o Coria
59
Hornos Coria: Entorno ambiental.
60
Realizamos un fechado con el método de Carbono 14 en el La-
boratorio de la Universidad de La Plata (LATyR), sobre una muestra de
carbón que resultó de una an�güedad de 900 ± 90 años antes del pre-
sente (LP-2353).
61
Tabla de si�os por cronologías
Laguna del Plata II Saladillo Amargo 2000 INGEIS Ceru� 1993, 1994, 1999
San Cristóbal San Cristóbal 1980 LATyR Ceru� 1993, 1994, 1999
NM - Nicanor
Molina Arroyo Malabrigo 1530 ± 80 LATyR Echegoy 1994
Hornitos-Alej.
/Calchaquí II Ruta Prov. 38 1480 ± 80 LATyR Cornero y Ceru� 2009
Hornitos-Alej.
/Calchaquí III Ruta Prov. 38 1460 ± 90 LATyR Cornero 2010
Kees-Romang Arroyo El Gusano 1290 ± 80 LATyR Cornero y Arelovich 2010
Salteño Colonia Dolores 990 ± 70 LATyR Cornero 2011
Coria Colonia Dolores 900 ± 90 LATyR Cornero 2011
Agradecimientos:
A las familias Urbina, Manassero y Salteño, a Gerardo Fabricius,
Lucía Rangone, Barbara Magnabosco, Carolina Bruno y a Oscar
Pavanetto por la ilustración del asentamiento.
62
Modelo de la distribución de los hornos en un asentamiento.
Bibliogra�a
63
CORNERO, S. y C. CERUTI (2009). “El camino de los hornos: 1500
años de arqueología en el Chaco Santafesino”. Anuario del Departa-
mento de Arqueología. FHUMyAR, U.N.R.
ECHEGOY, C. (1994). Si�o Nicanor Molina, Informe de Avance.
Museo de Reconquista.
ECHEGOY, C. (1996). Arqueología de La Criolla, los Hornos de La-
guna Blanca. (Inédito).
LEWIS, J.P. (1981). “La Vegetación de la Provincia de Santa Fe, El
Chaco Santafesino” en Estudios de la Geogra�a de la Provincia de San-
ta Fe. GAEA, Sociedad Argen�na de Estudios Geográficos. pp 121-148.
RUGGERONI, D. (1997). “Los Primitivos Habitantes”. Cien
Años de Historia. Malabrigo 1897-1997. Cap. 1. Municipalidad de
Malabrigo.
64
CAPÍTULO IV
65
66
Introducción
67
mente habitaron pueblos correspondientes a seis familias lingüís�cas:
Mataco-Mataguayo; Guaycurú9; Maskoy; Zamuco; Lule-Vilela y Tupi-
Guaraní, de acuerdo a la clasificación de Miller (1999). Actualmente la
región chaquense se encuentra representada en la Argen�na por las
provincias de Chaco, Formosa, norte de Santa Fe, noroeste de San�ago
del Estero y región oriental de la provincia de Salta.
Los pueblos originarios del Gran Chaco se han caracterizado por
cons�tuirse en grupos con alto grado de movilidad espacial, con pau-
tas migratorias relacionadas a la búsqueda de ambientes ricos para la
caza y la pesca. Esta movilidad, propia de una búsqueda constante de
ambientes propicios para la subsistencia –inherente a los grupos que
basan su economía en la caza, pesca y recolección– en el momento del
contacto con el europeo, se evidenció que además estaba relacionada
a la presión ejercida por los desplazamientos precolombinos en la pe-
riferia del Gran Chaco (Susnik, 1972). Más adelante estos patrones se
ven afectados también por el avance territorial sobre el Chaco por par-
te del gobierno argen�no, especialmente hacia la segunda mitad del
siglo XIX. Para entonces, en términos generales, las mejores �erras del
Chaco comenzaron a ser ocupadas por inmigrantes europeos y los gru-
pos aborígenes fueron forzados a asentarse en comunidades o reser-
vas. Sólo en las zonas más aisladas e inhóspitas fue posible para ellos
con�nuar con su es�lo de vida cazador recolector (Bartolomé, 1972).
Los patrones de movilidad, que en �empos precolombinos respondían
principalmente al modelo cazador-recolector, a par�r de la llegada del
hombre blanco comienzan a modificarse: los desplazamientos se ven
guiados por otros mo�vos como la guerra y el trabajo a destajo en
chacras, ingenios o quebrachales, y también por el hambre que a veces
guiaba a los grupos hasta las misiones o reducciones.
Parcialidades del pueblo mocoví habituadas a los recursos del
monte debieron desplazarse hacia el sur, impulsados por las presiones
de un modelo polí�co económico que imponía la dominación de las
comunidades indígenas. La creación del Pueblo de Colonia Dolores se
enmarca en este contexto. Veremos más adelante algunos detalles.
La Conquista del Gran Chaco fue una empresa di�cil desde los
primeros años de la conquista, pudo concretarse y consolidarse en
�empos republicanos. Sin embargo, en los territorios de la actual pro-
vincia de Santa Fe, las relaciones interétnicas se remontan a épocas
68
de la colonia española. Desde la fundación de Santa Fe La Vieja hasta
finales del siglo XIX este territorio se cons�tuyó en un espacio de gue-
rra. En el contexto colonial tuvo especial importancia la presencia de
la Compañía de Jesús. La Reducción Jesuí�ca Mocoví de San Francisco
Javier, fundada en 1743, fue la más importante de la región, asentada
sobre la actual ciudad de San Javier. Aunque después de la expulsión
de la orden tomaron su lugar el clero secular y los mercedarios, quie-
nes protagonizaron la conquista religiosa en el siglo XIX fueron los mi-
sioneros franciscanos.
Los mocovíes, que en �empos coloniales habían adoptado el ca-
ballo, fueron transformándose en guerreros ecuestres, extendiéndose
por vastos territorios. Ya en el siglo XIX en contexto de la conforma-
ción del Estado-Nación Argen�no, el es�lo de vida estuvo fuertemente
marcado por enfrentamientos armados y acuerdos incumplidos entre
las autoridades de la República y los grupos guaycurúes. La región cha-
queña en los inicios de la República era una zona poco poblada por
blancos. La habitaban entonces Wichis, Tobas, Mocovíes, Chiriguanos,
Tapis y Choro�s, principalmente. Las �erras poseían escaso valor eco-
nómico y por esto no resultaban atrac�vas para los blancos que esta-
ban además compenetrados en las luchas por la independencia y la
guerra civil entre el Litoral y Buenos Aires. En este marco el problema
de las fronteras empezaba a ser visible. A finales del siglo XVIII se ha-
bía establecido una línea de fortalezas que iba desde los Unchales has-
ta el Saladillo Amargo y funcionaban cuatro importantes reducciones
de abipones y mocovíes: San Gerónimo, San Javier, San Pedro e Inspín.
Este avance sobre el territorio de los pueblos del Chaco se disolvió en
�empos de la guerra independen�sta (Aleman, 1970). La lucha por el
dominio de los territorios de los pueblos originarios llegaría hasta fines
del siglo XIX.
En el caso del pueblo mocoví, en Santa Fe, desde la tercera déca-
da del siglo XIX los gobiernos llevaron adelante acciones para controlar
a la población y los territorios ocupados. En el marco del proceso de
unificación nacional, ya en la segunda mitad del siglo XIX, se ex�enden
los avances hacia la frontera norte santafesina y el Chaco (Gualdieri,
2004). Este proceso se caracterizó por la fundación de reducciones en
manos de religiosos franciscanos, con el fin de concentrar a los indí-
genas en pueblos y “civilizarlos”, y por la instalación de for�nes que
fomentaron la colonización de los territorios y la expulsión de los habi-
tantes originarios de sus �erras.
69
El Pueblo Mocoví de Colonia Dolores: Primera Fundación
70
En la cons�tución de 1853 se evidencia cómo el impera�vo de
avanzar sobre las fronteras se relaciona con las poblaciones na�vas. En
efecto, estas �erras codiciadas estaban en manos de sus moradores
originarios. En el ar�culo 64, inciso 15, se manifiesta que es atribución
del Congreso “(…) proveer a la seguridad de las fronteras; conservar el
trato pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al cato-
licismo.” Aparece aquí además el intento de una integración que iba
de la mano con la conversión al Cris�anismo, lo cual desde esta visión
etnocéntrica era la única manera de enseñarles cómo ser civilizados,
condición necesaria para toda humanidad y para asegurar el progreso
de la economía. En los próximos treinta años toda la legislación relacio-
nada estará orientada a regular las acciones emprendidas para efec�-
vizar el avance territorial, su defensa y ocupación, es decir, la extensión
de las fronteras:
71
consis�a en avanzar la línea de fronteras sino que además buscaba
establecer vías de comunicación con Tucumán, mediante la rehabilita-
ción del camino directo de Santa Fe a San�ago del Estero, de acuerdo
al decreto Nº 63 del 25 de sep�embre de 1858.
Con esto cambia sustancialmente la estructura militar de la Fron-
tera Norte, pasando a depender del Ministerio de Guerra de la Confe-
deración y dejando sin injerencia en estos asuntos a las provincias. El
coronel concentró las fuerzas en el fuerte El Garabato de la provincia
de Córdoba, debilitando de esta manera el territorio de Santa Fe (Ale-
man, 1997). El proyecto del gobierno nacional se vio frustrado en poco
�empo, dado que el avance se intentaría sin la necesaria conquista del
territorio intermedio. Como resultado quedaron desmantelados los
for�nes e indefensa la ciudad de Santa Fe y sus alrededores (Aleman,
1970). El gobierno de Santa Fe decidió intervenir ante tal escenario a
fin de rever�r la situación: recuperó la Frontera Norte al mando del
Tte. Coronel Telmo López.
En 1860 el coronel Du Graty dejó el mando de la frontera y cuatro
años después, con Leopoldo Nelson, la frontera se llevó hasta San Javier
bajando por los for�nes Saladillo Dulce, Almagro, Naré y Cayastacito.
Luego hacia el oeste pasó por los for�nes Los Leones, Indio Muerto,
Laguna Larga, Ramada, terminando en Los Corrales. En 1865 avanzaron
los for�nes entre Cayastacito y Los Corrales ocupando Esquina Grande,
Soledad, Los Ejes y Sunchales. Esta línea de fronteras coincidía con la
instalada a principios de siglo, antes de las guerras de la independencia
y las luchas civiles. En 1867 se proyectó un nuevo avance hacia el Norte
que terminó de ejecutarse en 1869. Fueron dos etapas, la primera en-
tre San Javier y el Salado, pasaba por la an�gua reducción de Cayastá
Grande o Cayastá Viejo. Esta línea estaba cons�tuida por los cantones
San Javier, Palo Labrado, Cayastá o San Mar�n, Morteros y el Fuerte-
Belgrano. En la segunda etapa se avanzó al oeste del río Salado por los
cantones Lincoln, Vizcacheras, Ñanducita, Capivara, Monigotes y Alga-
rrobo o General Paz. La comandancia se estableció en el fuerte General
Belgrano al mando del Coronel Juan P. Jobson (Aleman, 1970).
Para 1869 ya se había establecido esta frontera. Coincide este
año con la fecha en la cual el Cacique Mariano Salteño acuerda con el
Gobierno la reducción de su pueblo. Con ello la fracción más agresiva
de la frontera norte logra neutralizarse y de allí en más los avances
fronterizos se efectúan con menos inconvenientes y entre lapsos de
�empo más cortos.
72
El Comandante Jobson una vez consolidada la Línea de Fronteras
de 1869 cambia la denominación de los fuertes y for�nes: la coman-
dancia en Rincón Grande se denominó Gral. Belgrano; el Cantón Mor-
teros, 1º de Mayo; Cayastá Viejo, San Mar�n; hacia el oeste del Salado,
el Cantón Cerrito se denominó Lincon; Vizcacheras, Juárez; Ñanducita,
Bolivar y Capivara, Rivadavia. También cambiaron de denominación
los fuertes y for�nes de la provincia de Córdoba: Monigotes, 11 de
Sep�embre y el Fuerte Algarrobo Grande que fue la comandancia, se
denominó General Paz (Aleman, 1997).
Para 1870 vuelven a unificarse las guarniciones de la Frontera
Norte bajo un único mando, y se hace cargo de la jefatura de la línea
de fronteras del Chaco el Coronel Obligado. En 1872 comienza la expe-
dición al Chaco y para 1884 se la llevaría al actual límite de la provincia
de Santa Fe con la del Chaco.
73
También en la memoria de los actuales moradores de las �erras
antes dominadas por el cacique, persiste una fuerte imagen de Mariano
Salteño:
74
ellos cinco Caciques: Ponciano Morcona, Antonio Aichaiguihancale,
Juan de la Cruz Cacitoquí, Cruz Pobladera y Nicolás Amaquin. Por su
parte, los militares recuperaron cau�vos y gran número de caballada,
aunque sufrieron no obstante algunas bajas entre los soldados. Expre-
saron en el informe:
“Los indios han hecho una defensa tan tenaz que aún son dig-
nos de la mejor causa que no se ha podido hacer rendir uno
sólo con la garan�a de sus vidas” (citado en Aleman, 1997:182,
Doc. Nº 858 del E.M.G.E. Servicio Histórico del Ejército).
75
En efecto, luego que me apersoné a las tolderías, me recibieron
los indígenas con muestras de cariño y aprecio. Y habiéndoles
hablado de reducción me hicieron conocer que estaban bastante
animados, y que en prueba de esto me presentaba sus hijos para
que los bau�zara.
El famoso Cacique Mariano Salteño promete reducirse y �ene
muchas esperanzas de que lo seguirán los demás caciques” (en
Aleman, 1997:124).
76
En el año 1869 el Cacique Mariano Salteño concreta el pacto
con el Gobierno. Al parecer en marzo de ese año Mariano se encon-
traba en Rincón Grande del Salado donde el Teniente Coronel Jobson
había establecido la Comandancia; ese mismo año el For�n tomaría
el nombre de General Belgrano. Fue entonces cuando el Comandante
Jobson comisionó al Cacique para que buscara otras tribus del Chaco.
En su primera intervención para el ejército, Mariano regresó con 142
indígenas al mando de cuatro caciques (Aleman, 1997).
Al año siguiente, Mariano Salteño integró las expediciones del
General Obligado: el 16 de julio emprendió junto a éste y los Tenientes
Jobson y Rasero una expedición hacia la Frontera Este de Córdoba que
luego se dirigió nuevamente hacia el norte santafesino. A pedido del
Cacique Mariano lograron que el Cacique Pedro Antonio Guampa, a car-
go de la resistencia al avance hacia el norte, accediera a una reunión con
el Coronel Obligado. Se firmó a par�r de ese encuentro un tratado de
paz, que no sólo comprendía su reducción y la del Cacique Roque sino
que establecía la obligatoriedad de cooperar en defensa de la frontera.
No obstante esto, el tratado no fue cumplido y �empo después en un
enfrentamiento en el Fuerte Unión, el Ejército Argen�no dio muerte al
Cacique Guampa (Aleman, 1997).
El General Obligado, con la colaboración de Mariano Salteño
y del Cacique José Domingo Crespo actuaron para persuadir a otras
parcialidades mocovíes y tobas que se establecieran en pueblos e
hicieran las paces con el gobierno. En 1884 lograron que mocovíes
y tobas se establezcan en San Antonio de Obligado, al sur del fuerte
de Las Toscas.
3. Pueblo Dolores
77
en el Convento San Carlos de San Lorenzo fundado en 1796. Esta orden
religiosa tenía como principal obje�vo la conversión de fieles e infieles.
Para 1812 las reducciones del norte santafesino dependían del Colegio
de San Carlos, aunque se re�raron por falta de recursos en 1825 para
restablecerse recién 30 años después (Aleman, 1997).
La reducción surge para dar respuesta al pacto que el Cacique
Mocoví realiza con el Gobierno a través de Hermete Constanzi. Oficial-
mente se funda el 23 de junio de 1870 con los padres antes menciona-
dos (Cervera, 1970). Al poco �empo se une el Fray Bernardo Trippini
quien logra que el Cacique Valen�n Teo�, del cacicazgo de Mariano
Salteño, también se establezca en este pueblo junto a 474 aborígenes
(Aleman, 1997).
En el lugar original, rodeada de agua por el Sudeste y Oeste, la
reducción perdura hasta 1889 cuando se acuerda con el Gobierno dar
nueva forma a esa población. Según las palabras del Fray Vicente Caloni
78
duos. El padrón de ambos libretos fue completado el 15 de sep�embre
de 1869. En ellos se destacan los siguientes registros: Salteño Mariano
de 32 años, nacido en el Chaco, de ocupación Capitán de Caballería y
Tio� Valen�n de 40 años, nacido en el Chaco, teniente de Caballería,
correspondiendo estos datos a los caciques de este pueblo (Censo Na-
cional Argen�no de 1869).
No obstante los registros del primer Censo Nacional, el libro
de bau�smos de 1870 a 1890 registra la realización de un censo el 14
de mayo de 1870. En este documento, se hace referencia al mismo
como el primer censo. Se en�ende que es el primer censo realizado
por la Orden Franciscana. Según sus datos, el total de la población
se componía de 338 individuos entre “cris�anos, infieles, grandes y
chicos” y se clasificaron de la siguiente forma: 231 bau�zados, 107
infieles, 4 en duda, 5 matrimonios y 54 amancebados (Libro de Bau-
�smos, 1870:3).
El día 23 de junio de 1870 se conoce como la fecha fundacional
de la reducción. Ese mismo día en los libros de registros de los padres
misioneros, se registra el primer bau�smo. Los padres Arana y Mar-
che� comienzan a realizar los bau�smos tanto de grandes como de
chicos. En las actas, el nombre de la Iglesia aparece como Nuestra Se-
ñora de la Soledad de Dolores (Libro de Bau�smos, 1870: 4). La primer
niña bau�zada de apenas dos días de vida llevó el nombre de Dolores.
El libro registra 1456 bau�smos en los cuales están incluidos los 231
que se realizaron antes de la fundación de la reducción, en Santa Fe,
en Cayastacito, en Sauce, en Estancia Grande, en San Javier y en los
montes, según declararon los mocovíes a la llegada de los padres. No
obstante, consta en la biogra�a del Padre Hermete Constanzi que en
su primer encuentro con el Cacique Mariano bau�zó la mayor parte
de los niños, contando para ello con el consen�miento de sus padres
(Iturralde, 1930).
En 1870 comienza la organización del pueblo en el lugar que fue-
ra conocido como Cayastá Grande. En octubre, en forma conjunta con
los padres misioneros, los Caciques Mariano Salteño, Valen�n Tio� y
José Manuel, envían una solicitud al Gobierno de Santa Fe demandan-
do el �tulo de propiedad de las �erras del lugar llamado Cayastá Gran-
de que expresa lo siguiente:
79
más indígenas, deseando formar un nuevo Pueblo, en el lugar
llamado Cayastá Grande, cuasi centro del Chaco, en donde al
presente vivimos y tenemos algunos ranchos, y no teniendo has-
ta el presente �tulo de propiedad para que podamos trabajar
con más seguridad y confianza.
Suplicamos a N. E. se digne concedernos el �tulo de propiedad
de una legua de terreno de frente, comenzando desde los baña-
dos del Saladillo Amargo al poniente; y cuatro leguas de fondo,
comenzando por la parte del Sud, para el norte, por los bañados
del mismo Saladillo Amargo.
Esto pedimos señor porque este lugar está rodeado de bañados
y cañadas, y por tener suficiente terreno para dar a cada familia
vein�cinco varas de frente, con cincuenta de fondo para pobla-
ción, y una suerte de chacra con cuatrocientas varas de frente y
quinientos de fondo, a los Padres Misioneros cien varas de frente
comenzando por el lado norte de la media plaza para el Sud, calle
de Santa Fe y doscientas de fondo, comenzando desde esta calle
misma para el poniente, para edificios de iglesia, casa, huerta y
arboleda, y una suerte de chacra con quinientas varas de frente y
mil de fondo; y a los caciques Mariano, Balen�n y José, cincuen-
ta varas de frente con cincuenta de fondo para población a cada
uno; y una suerte de chacra con quinientas varas de frente y mil de
fondo, también para cada uno y al mismo �empo para que poda-
mos tener un pedazo de monte para cortar madera, postes y leña:
todo el restante terreno quedara a beneficio del pueblo en común;
y creemos que con un solo �tulo de propiedad tenemos suficiente,
nombrando en el a los interesados: como se expresan en la súpli-
ca, y que sea todo de gra�s porque somos muy pobres.
Es la gracia que esperamos de V. E. y que nos concederá lo que
pedimos por los ardientes deseos de que V. E. �ene para que
progrese la provincia y sean comunicadas las que se hubieran
dictado, a fin de que este cuerpo pueda expedirse con el acierto
que corresponda” (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).
80
“(…) debiendo ser de veinte cuadras cuadradas cada suerte de
chacra, ordenándose amojonen desde ya un número igual al de las fa-
milias que actualmente existen, y reservando para terreno comunal las
porciones del terreno” (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).
81
El agrimensor debía entregar, de acuerdo a lo solicitado, cuatro
leguas de frente al Saladillo con una legua de fondo al Oeste. Sin em-
bargo al realizar su trabajo de campo encuentra que ello no era posible
por encontrarse, antes de completar esta distancia, el arroyo de Las
Ovejas.
Resultó pues que en el área comprendida entre los arroyos Ca-
yastá, Saladillo Amargo y La Ovejas, sumado a un espacio de terreno
que va desde el inicio de este arroyo hacia el Oeste un poco más de
3600 m, y tomando como límite este punto, bajando hacia el Sur hasta
encontrar el arroyo Cayastá, el lugar asignado para el pueblo quedaba
muy chico considerando que estaba rodeado de bañados. En conse-
cuencia los padres misioneros y los caciques solicitaron al agrimensor
se extendiera la mensura cruzando el arroyo Cayastá hacia el sur so-
bre el terreno de los oficiales (ver mapa 2); donde se hallaba ubicado
el cantón, en el único albardón donde podía extenderse el pueblo. El
agrimensor en su informe detalla:
82
Mapa 2: Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).
83
“El agrimensor refiere la pretensión manifestada por los Misio-
neros y por los Caciques de la Colonia de anexar al terreno medido una
fracción del terreno inmediato siguiente al sudeste, sobre la costa del
arroyo Cayastá, constante de trece millones setecientos cuarenta mil
varas cuadradas, fracción que forma parte del terreno designado y me-
dido para los oficiales” (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).
84
Mapa 3: Terrenos solicitados para el Pueblo y las Chacras.
Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).
85
Finalmente y atendiendo a lo aconsejado por el Departamento
Topográfico, en 1872 –por decreto provincial del 25 de sep�embre,
firmado por el gobernador Don Simón de Iriondo– se crea el Pueblo
de Dolores y la Colonia Indígena de San Mar�n Norte, de acuerdo a los
siguientes ar�culos:
Ya para finales del siglo XVIII el avance de las fronteras por parte
del Estado Nacional era inminente. Los territorios libres de los Pueblos
Originarios, aunque en conflicto, iban incorporándose a la Nación Ar-
gen�na y los dis�ntos pueblos comenzaban así un proceso de “inte-
gración” que tendría por finalidad el etnocidio. Ya una batalla estaba
perdida, comenzaba otro �po de con�enda en el marco de las leyes
que gobernaban las �erras que desde antaño les pertenecían y ahora
tenían que solicitar al gobierno. En este nuevo marco ins�tucional se
registraba para la Comunidad Aborigen de la naciente Colonia Dolo-
res la primera derrota en la lucha por las �erras, que perdura hasta
nuestros días y se expresa como una de las principales reivindicaciones
de los Pueblos Originarios. Volvamos ahora al siglo XIX, a la incipiente
Colonia Indígena.
En el año 1872 se incorpora al Pueblo de Dolores la población
proveniente de la reducción San Pedro Chico. Esta reducción estaba
ubicada en el cantón que tuvo primero el nombre de Ascochingas y
86
pasó luego a llamarse San Pedro. Se había conformado con la pobla-
ción aborigen de la Reducción de San Pedro de 1765. El nuevo si�o no
prosperó y al disolverse sus pobladores se dirigieron hacia San Mar�n.
Los hombres de este pueblo fueron los que conformaron el cuerpo de
caballería “Lanceros de San Pedro” que actuaron en dis�ntas ocasio-
nes junto al gobierno provincial y nacional. Tal como como los habi-
tantes de la Reducción Nuestra Señora de los Dolores, pertenecían al
pueblo mocoví.
En 1873 una epidemia de viruela negra diezmó a la población,
en dos meses se registraron más de 250 defunciones. El padre Trippini
asis�ó a los enfermos hasta que tuvo que trasladarse a una nueva re-
ducción en la Frontera Norte, que llegaba entonces hasta Reconquista,
el nuevo pueblo se llamó Purísima Concepción de María San�sima. En
sus informes de viajes se refiere a la Reducción Nuestra Señora de los
Dolores como Reducción Nuestra Señora de la Soledad. Luego de su
par�da, el Padre Arana quedó a cargo del cuidado de los enfermos
(Aleman, 1997). Al parecer el Cacique Mariano no resultó afectado por
la epidemia, dado que hay una referencia del Padre Trippini en la cual
señala que le prestó un caballo para su viaje hacia el Norte. Sin embar-
go, el 20 de mayo de 1873 se registra la muerte de la esposa de Maria-
no, María Antonia Naconaé, y el 1º de junio del mismo año muere de
viruela su hija Micaila de siete años de edad. Las muertes por viruela se
registran entre el 27 de abril de 1873 y el 26 de sep�embre del mismo
año (Libro de Defunciones 1870-1877). No obstante algunos autores
ubican a la epidemia entre los años 1872 y 1873 (Cervera, 1970).
Mariano Salteño el 9 de junio de 1874 vuelve a casarse con doña
Aniceta Lanchez.
Respecto del nombre de la Reducción, en el libro de bau�smos
que reúne los registros desde 1870 a 1890, el Prefecto Fray Antonio
Rossi hace referencia a la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad de
la Reducción de San Mar�n. No obstante, enseguida refiere a la Iglesia
Parroquial Nuestra Señora de los Dolores en San Mar�n.
Para 1880, según Caloni, la reducción contaba con 800 aborí-
genes, de los cuales quedaron menos de 300 por los traslados que
el Gobierno realizó a Santa Fe para distribuir entre las familias de
esta ciudad, los traslados de familias a la Reducción de Santa Rosa y
la incorporación de una porción importante de la población mascu-
lina al servicio militar. Mientras que algunos decidieron abandonar
el pueblo frente a este desmantelamiento, que se producía por ór-
87
denes del gobierno provincial, otros decidieron quedarse en el lugar
(Caloni, 1897).
En 1882 el Padre Caloni levanta un censo de las reducciones que
arroja un total de 3050 aborígenes viviendo en estos pueblos. En la
reducción de San Mar�n Norte el número total de aborígenes entre
hombres, mujeres y niños fue de 285.
88
Mapa 4: Pueblo y Cantón. Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).
89
“como me contaba la finada de mi abuela, eran cuando había
dos, un viejo y una vieja que estaban en contra los dos, los dos
eran brujos, aha, se �raban en contra, bueno la vieja esa, la que
trabajó con la serpiente, ese era el poder de ella, aha, y �ro un
carretel en la orilla del pueblo, en el agua, el carretel que estaba
embardunado con sangre, todo alrededor del pueblo, porque en
el pueblo estaba el arroyo, si, aha, y bueno la serpiente ha ido
cortando la �erra por dónde va el hilo y el agua iba lejos por
detrás de él, aha, y bueno, el brujo ese el otro cuando sin�ó que
la... la bruja esa lo despertó bastante, aha, y salvó unos cuantos,
sacó unos cuantos, pero unos cuantos quedaron abajo, cuando
llegó, la serpiente llegó en el agua y bueno, los hundió en la �e-
rra, así contaba mi abuela” (Delfino Naci�quí).
Este relato refiere al abandono del an�guo Pueblo de Dolores.
Adver�mos como ha señalado Giménez Benítez, López y Granada
(2002) que el �empo mí�co se superpone a un �empo histórico que,
según estos autores, se extendería hasta la primera mitad del siglo XX.
De acuerdo con la inves�gaciones de este equipo, se sitúa a los even-
tos mí�cos en un pasado cercano que consideran como el �empo de
los an�guos o la época de los abuelos, sin que sea posible dis�nguir
claramente entre los an�guos, cuáles son antepasados mí�cos y cuá-
les son antepasados históricos de los Mocovíes (Giménez Benítez, et
al., 2002). Aquí presentamos la primer versión del relato, sin embargo
en el marco del trabajo de campo arqueológico donde tuvieron par-
�cipación varios integrantes de la Comunidad, Delfino volvió a hacer
referencia al mismo, agregando algunos datos referidos a los brujos,
la serpiente y la inundación que dejó bajo �erra al pueblo an�guo. El
mito es referido también por otros miembros del grupo.
En la memoria oral, el período del primer asentamiento en el
Pueblo Dolores representa un hito muy importante en la historia lo-
cal, presente fuertemente en los ancianos pero también en el resto
de la comunidad. Devenido en esta instancia de inves�gación en Si�o
Arqueológico, la tarea es obje�varlo y plantear, a par�r de la informa-
ción que hasta el momento conocemos, un modelo esperado para el
registro arqueológico. Par�mos para ello ubicándonos en un espacio
de frontera.
Los procesos socio-históricos y culturales referidos a la compleja
situación de la frontera norte santafesina en la segunda mitad del siglo
XIX, aluden a relaciones interétnicas entre pueblos originarios, criollos,
90
misioneros y militares que han quedado representadas en el registro
arqueológico, en una diversidad de si�os que aún no han sido estudia-
dos en profundidad. En este contexto, los obje�vos de la inves�gación
arqueológica son varios, sin embargo, en el marco de la primera etapa
resulta relevante el obje�vo de contrastación arqueológica de la hipó-
tesis mediante la localización del asentamiento de la Reducción Nues-
tra Señora de los Dolores, la localización del Cantón Militar San Mar�n,
la observación de la visibilidad arqueológica de los mismos y el estudio
de su potencialidad.
Nos encontramos frente a una Arqueología de Fronteras que
como espacio se caracteriza por su complejidad, en tanto refiere a re-
laciones sociales altamente conflic�vas, a un proceso socio-histórico
mul�étnico de luchas, enfrentamientos y opresiones que ha sido si-
lenciado desde la Etnogra�a, la Historia y también desde los sujetos
(Tamagnini et al., 2008). La Arqueología de Fronteras �ene un desa-
rrollo que se ha orientado principalmente al estudio de la Frontera
Sur. Respecto del proceso de avance de la Frontera Norte en Santa Fe,
las inves�gaciones arqueológicas de fuertes y for�nes son incipientes:
podemos mencionar el trabajo de arqueología histórica en el For�n
Aguará (Ceru� y Cocco, 1998). Por tanto la importancia de este tra-
bajo radica en la visibilidad que se dará a este proceso histórico en el
contexto de la consolidación del Estado Nación. Aun cuando lo más
frecuente en la Arqueología de Fronteras es encontrar estudios foca-
lizados en fuertes y for�nes, en este si�o tenemos que pensar tam-
bién en el pueblo fronterizo materializado por la reducción-toldería.
Encontramos, al referirnos al estudio arqueológico de las misiones y
reducciones en la región centro norte de la provincia, un desarrollo
también incipiente. Podemos en este sen�do mencionar al estudio de
las ruinas de la Reducción Jesuita Mocoví San Francisco Javier (Ceru�,
1983; Cornero, del Rio y Pighin, 2010).
Comenzamos a pensar el registro arqueológico del si�o alu-
diendo a la descripción del paisaje, conformado por sus componentes
ambientales y sociales, en su interrelación dinámica y compleja. Estas
relaciones se vinculan con la forma en que la sociedad resuelve la ma-
nera en que u�lizará y significará los recursos de su medioambiente.
El ser humano, al igual que todas las especies vivientes, se encuentra
inmerso en un ecosistema, el cual se define como “(…) el conjunto de
especies que viven en un ambiente �sico abió�co y las relaciones fun-
cionales y estructurales que existen en ese conjunto” (Moran, 1993:22)
91
incluyendo tanto las relaciones sociales como de la especie biológica,
media�zadas por la cultura.
Dentro del Gran Chaco Sudamericano nos encontramos en el
área conocida como El Chaco Santafesino. Esta porción del Gran Chaco
abarca un área triangular formada por el extremo sudeste de la gran
llanura chaqueña; abarca completamente los departamentos de 9 de
Julio, Vera, General Obligado, San Justo, San Javier, Garay, casi todo el
departamento Capital y parcialmente, los departamentos San Cristó-
bal, Castellanos y Las Colonias, llegando hasta la ciudad de Santa Fe
(Iriondo, 2007).
Hacia el siglo XIX El Gran Chaco era representado como un di-
latado espacio geográfico de confusos contornos, contenido boscoso
y �erras ocupadas por grupos indígenas: “los montaraces”. En el ima-
ginario polí�co y cultural era considerado “desierto” tanto en sen�do
demográfico como civilizatorio. En estas �erras dominadas por “in-
dios” sólo algunos arriesgados pobladores se instalaron atraídos prin-
cipalmente por la riqueza forestal, ya que este extenso territorio no
tenía atrac�vos agrícolas (Kollmann, 2005).
Como en el caso del sur el Chaco era visto como un desierto,
contradictoriamente también fue conocido como el impenetrable por
sus densos bosques. Aunque repleto de vegetación y poblado por los
pueblos na�vos, se llamaba al Gran Chaco “desierto”, no porque estu-
viera “vacío” sino porque la ausencia de civilización era para Occidente
sinónimo de vacío
92
Roca, que exterminó cuanto pudo a los pobladores del Desierto del
Sur. A diferencia de ello y aunque los “indios” eran considerados como
obstáculos al avance del territorio y el progreso, eran valorados como
mano de obra, como sucedió en la época colonial. No sólo se perseguía
la apropiación del espacio �sico-natural sino que como obje�vo de esta
conquista estaba la transformación de la “barbarie” en “civilización”, la
transformación del indio libre en sujeto de explotación. Dónde fue ne-
cesario contar con mano de obra barata, la polí�ca de exterminio fue
reemplazada por la de la pacificación y ésta estuvo orientada por las
órdenes religiosas y forzada por la milicia cuando así fue necesario.
En los úl�mos años del siglo XIX la cultura occidental se encon-
traba en un proceso de ampliación de sus fronteras en función de la
expansión del capitalismo mundial. Este proceso requirió que los terri-
torios improduc�vos se incorporen al sistema brindando sus recursos,
incluso de mano de obra. En este contexto, la frontera se conforma
como un espacio social complejo donde convivieron gauchos, milita-
res, estancieros, campesinos, extranjeros, indios amigos y enemigos,
cau�vos y exiliados (Yuln, 2010). En la frontera norte santafesina fue
importante además el componente religioso.
A par�r de 1875 la legislación que trataba sobre las comunida-
des indígenas y se focalizaba en el avance sobre las fronteras, pasó a
ocuparse de las formas de radicación de los pueblos indígenas, o me-
jor expresado, de los mecanismos de reducción de las Comunidades.
En 1903 la ley de �erras Nº 4167, en su ar�culo 17, fomentaba la re-
ducción de las “tribus indígenas” con la finalidad de incorporarlas a la
civilización y al trabajo. Se implementó la radicación de dos formas,
una pacífica y otra por la fuerza: “(…) la radicación se convendrá con
los individuos, la familia o las tribus más aptas, o se realizará por com-
pulsión militar, en caso de ser necesario.” (Dirección de Información
Parlamentaria, 1991:241). El Estado impuso a los pueblos originarios
formas nuevas de vivir, su cultura occidental, siendo esta polí�ca otra
forma de hacer desaparecer a las comunidades.
Las conquistas de los desiertos nacionales, a la vez que tuvieron
caracterís�cas comunes, se desarrollaron sobre situaciones socio-de-
mográficas, económicas y culturales diferentes:
“Mientras que en la Pampa y la Patagonia el problema central
pareció estar configurado por la cues�ón limítrofe (con Chile) y
el control territorial, en el Chaco, los requerimientos de mano de
obra barata para los dis�ntos emprendimientos agro-industria-
93
les generados por la expansión de las agro-industrias del azúcar,
la producción del tanino y del algodón provocaron que el control
y el disciplinamiento social cons�tuyeran la cues�ón central”
(Trinchero, 2007:193).
Es así como hacia fines del siglo XIX, el norte de Santa Fe cons-
�tuía un espacio donde convergían conflictos por el dominio de las
�erras. Este territorio concebido como espacio social, donde las rela-
ciones sociales de poder lo organizan (Sack, 1986), se conforma en es-
pacio de guerras fronterizas y tras los for�nes surgen nuevos pueblos.
En este contexto se funda el Pueblo de Dolores, primer asentamiento,
objeto de esta inves�gación.
La materialidad fue construida por sujetos inmersos en relacio-
nes sociales de poder, desiguales y en tensión, en un contexto de gue-
rra, de con�nuos avances y retrocesos. El avance del Estado Nación
hacia el Norte suponía la incorporación no sólo de las �erras sino tam-
bién de los grupos originarios, suponía la apropiación de un espacio a
par�r de acciones claramente deliberadas en pos de la creación de un
nuevo territorio polí�co, ideológico, económico y simbólico. Las herra-
mientas para lograrlo no fueron siempre suficientes o eficientes y en
tal sen�do es necesario considerar este juego dialéc�co entre avances
y retrocesos materiales y simbólicos, para pensar el escenario en que
surgió el Pueblo de Dolores.
La línea de fronteras estaba conformada por Fuertes y For�nes.
En los fuertes se instalaba la Comandancia de Frontera. Se trataba de
un establecimiento más importante que sobresalía por sus construc�-
vos y/o por sus guarniciones. Los for�nes o cantones refieren a esta-
blecimientos militares más pequeños:
94
límites que no siempre estaban consolidados, por lo cual, gobernaba
la incer�dumbre. Por otra parte, los recursos para el momento de la
creación del Cantón San Mar�n o Cayastá Viejo estaban concentrados
en la Guerra del Paraguay. Esta situación se refleja en la materialidad:
95
bles. Las comunicaciones y/o la logís�ca de distribución de los recursos
en la línea de for�nes no estuvieron siempre aseguradas:
96
Al iniciarse una nueva reducción, el espacio se conformaba ge-
neralmente de toldos de rama y paja propios de los asentamientos
indígenas, mientras que los curas moraban en carpas de lienzo. A la
espera de los recursos provenientes del Gobierno, comenzaban a cons-
truir las casas con el material disponible en el entorno: madera, paja y
barro (Iturralde, 1930).
En las reducciones franciscanas el espacio se organizaba siguien-
do un modelo esquemá�co en torno a una plaza central, cuadrada o
rectangular, a su alrededor la capilla, la vivienda para el misionero, las
viviendas de indios y los talleres; desarrollando el modelo urbanís�co
de las ciudades castellanas (García Jordán, 2001). Entre los edificios
en torno a la plaza también se cuenta el espacio que funcionaba como
establecimiento educa�vo. Fuera del área propia del poblado se ubi-
can parcelas que estaban dedicadas a la chacra. En esta organización
del espacio, la construcción del templo era prioritaria y respondía a los
valores de la orden, “Debemos tener en cuenta que los franciscanos
son una Orden de pobreza y en el terreno desplegaron esta concepción
por lo que la iglesia se conver�rá en el edificio construido con mayor
solidez.” (De Grandis y Rocchie�, 1996:156).
En los planos del Agrimensor Chapeaurouge, la Reducción Nues-
tra Señora de los Dolores aparece referida como Toldería. La mensura,
además de formalizar la cesión de las �erras, tuvo por obje�vo la orga-
nización del espacio de acuerdo a los cánones occidentales. La planta
que se presenta en los planos está organizada en torno a dos espacios
importantes: la plaza central y los edificios religiosos, dónde se destaca
la Iglesia (ver figura 1).
Cada manzana fue amojonada por el agrimensor, un total de 99,
de las cuales 18 resultaron enteras y otras 10 situadas al sur del arroyo,
fraccionadas. Las manzanas tuvieron cien varas10 por costado y cada
dos concesiones se trazaron calles de veinte varas resultando una di-
visión en solares regulares. Del total de manzanas, 21 fueron dividas
en solares de cincuenta varas de frente por cincuenta varas de fondo.
La plaza tuvo 100 varas de frente al Este por 220 de fondo al Oeste y la
iglesia situada al costado sur, se conformó por dos manzanas. Así que-
dó demarcado el pueblo que debía construirse allí donde se ubicaba la
toldería (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).
Esta disposición del espacio al parecer es común a las reduccio-
nes franciscanas (ver plano): los edificios principales se ubican sobre
97
un mismo frente que da a la plaza, estos son generalmente la Iglesia,
la casa de los Padres y las escuelas, una para niños y otra para niñas,
a veces situadas sobre la parte posterior a las primeras edificaciones,
sirviendo de cerco a un pa�o. En ocasiones se ubicaron allí también los
talleres de oficios.
En la plaza, espacio público por excelencia, generalmente se ob-
servaba la presencia de una cruz (García Jordán, 2001). De acuerdo
a la mensura el espacio estaría planificado dentro del marco de este
esquema.
98
Figura 1: Detalles del sector de la Plaza y la Iglesia. Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).
Componente indígena:
- Ocupación prehispánica: en el contexto mediato del si�o, el
registro arqueológico ha arrojado evidencias de ocupaciones que da-
tan de al menos 900 ± 90 años de an�güedad en estas �erras.
- 1834: el General Estanislao López derrota en Cayastá Viejo a
un grupo de “indios montaraces”, mocovíes que luego se reducirían en
99
San Pedro Chico y más tarde formarían el Cuerpo de Caballería Lance-
ros de San Pedro (Cervera, 1970).
Componente Reduccional/indígena:
- 1750-1783: Reducción Franciscana Charrúa “Concepción de
Cayastá”.
- 1870-1889: Reducción Franciscana Mocoví “Nuestra Señora
de los Dolores”.
Componente Militar:
- 1867: se levanta el Cantón Cayastá Viejo que en 1869 pasa a
denominarse, por órdenes del Comandante Jobson, San Mar�n. El es-
tablecimiento perduró al menos hasta 1871 ya que es mencionado por
el Agrimensor Chapeaurouge.
100
Cultura material de contacto indígena-europeo en situación
de reducción
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101
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103
Fuentes
104
CAPÍTULO V
105
106
Introducción
107
La condición de sistema ecotonal entre los ambientes chaqueño
y pampeano provoca la convergencia de numerosas especies vegetales
y faunís�cas que pertenecen a dis�ntos biótopos. Esta par�cularidad
genera un mosaico de comunidades bió�cas, cuya distribución es irre-
gular y heterogénea (Lewis, 1981).
El bosque xerófilo cons�tuye el �po de vegetación predominan-
te, prevaleciendo las especies arbóreas del género Prosopis como el
Ñandubay y el Algarrobo. Además, son abundantes el Ombú, el Timbó,
el Timbó Blanco, el Ceibo, el Aromo o Espinillo Negro, el Chañar, el La-
pacho, el Incienso, el Tala, el Quebracho Blanco, el Molle, el Totoratay
y el Caranday. Se presentan varias clases de arbustos: Granadillo; Ca-
sia; Sapirangui, Horquetero o Palo Víbora; Arachichú o Arancú; Ñanga-
piry y Chilca y diversas cactáceas entre las que se dis�nguen las Tunas
(Cabrera, 1971; Lewis, 1981 y De la Peña, 1994).
En los suelos arenosos, con subsuelo rocoso a escasa profundi-
dad, se registran algunos palmares y sobre los médanos se presentan
las estepas de herbáceas. Se encuentran amplias extensiones de pa-
jonales en suelos arenosos húmedos y de praderas de gramíneas en
suelos húmedos de escasa acidez (Cabrera, 1971 y Lewis, 1981).
Los suelos del ecotono no están bien drenados, por lo que al
disminuir el escurrimiento superficial se producen los encharcamien-
tos. De esta manera se conforman los esteros, cuya superficie terrestre
se man�ene inundada por largos períodos debido a las vías de ave-
namiento mal definidas o envejecidas. Estos cuentan con numerosas
comunidades hidrófilas que se ubican de acuerdo a la profundidad del
agua (Lewis, 1981).
La fauna caracterís�ca de este ecotono está cons�tuida por gru-
pos de preferencias ambientales palustres y climá�cas húmedas como:
el yacaré overo, la tortuga de río, la curiyú, la ñacaniná, el sapo, las ranas,
las garzas, la cigüeña, la bandurria, el caracolero, el chajá, el ciervo de los
pantanos, el carpincho, la nutria y la mulita. También se encuentran gru-
pos faunís�cos que integran hábitats de �po estepario con climas más
secos, como: la víbora de cascabel, la falsa coral, el aguilucho colorado,
el halcón colorado, la lechuza, el búho cornudo, el venado de las pam-
pas, la vizcacha, los cuises, el zorrino, los felinos y el zorro. Además, se
presentan especies que se desenvuelven por un amplio rango ambiental
y climá�co: la yarará grande, el lagarto overo, el águila negra, el chiman-
go, el carancho, el ñandú, la corzuela parda, el tucu-tucu, el quirquincho
y la comadreja (De la Peña, 1994 y Cure�, 2009).
108
En cuanto a la localización (mapa 1 y 2), el si�o se encuentra
próximo a la confluencia de los arroyos Cayastá y Saladillo Amargo,
entre las localidades de Colonia Dolores y Colonia Silva, a 11 km de
Gobernador Crespo, Departamento San Justo, Provincia de Santa Fe.
109
tamiento allí” (César Coria, Presidente de la Comisión Aborigen Aim
Mokoilek).
El lugar donde se emplaza es reconocido por la comunidad
como El Ombusal, en lengua Mocoví “Nakamblaisat”, que es la deno-
minación que hemos adoptado a par�r de la realización de la primera
campaña. Para la comunidad se trata de un si�o sagrado. En el lugar se
encuentran varios ejemplares de ombú de an�gua plantación: el vie-
jo ombú simboliza la sabiduría de sus ancestros, representada por las
raíces, que hoy se encuentra latente dentro de ellos y brotando de los
nuevos retoños. Dado que aún no se han determinado los límites del
si�o, consideramos como punto de referencia la ubicación del “Viejo
Ombú”, cuyas coordenadas son S 30º 26’ 42.7’’ W 60º 19’ 26.5’’.
110
que realizan campamentos y fogones, la presencia del ganado y fac-
tores ambientales, principalmente la lluvia, por tratarse de una zona
inundable.
111
3. Sondeos Exploratorios.
4. Excavación.
5. Análisis de los materiales.
La prospección geoeléctrica es una técnica que ha demostrado
gran u�lidad en estudios de estructuras, especialmente en si�os que
no presentan estructuras visibles en superficie. La prospección geo�si-
ca se orienta hacia el reconocimiento del subsuelo, iden�ficando posi-
bles contextos arqueológicos a través de la aplicación de tomogra�as
eléctricas a lo largo de un perfil.
Las estrategias metodológicas para el relevamiento y recolec-
ción sistemá�ca de hallazgos se basan en la propuesta de Tapia (2005)
para el si�o For�n La Perra: atendiendo a la iden�ficación de áreas de
dispersión espacial y densidad de material arqueológico. Para ello con-
sideramos los siguientes criterios:
1. la ubicación topográfica de acuerdo a las líneas de pendientes
y sobre los sectores altos, medios y bajos,
2. la densidad en la dispersión espacial de los materiales y
3. la dispersión espacial según �po de material.
Dado que se han iden�ficado periodos de inundación, con la
finalidad de iden�ficar el impacto del lavado y arrastre de materia-
les, se registrará información sobre la ubicación de los hallazgos de
acuerdo a los siguientes criterios: sobre superficie plana, inclinado,
semienterrado, clavado oblicuo y clavado ver�cal. Se considera re-
gistrar el estado de los materiales en cuanto a la intemperización,
rodamiento y calcinación (Tapia, 2005).
Los sondeos exploratorios se plantean en relación a los resul-
tados de los estudios mencionados y considerando los siguientes
criterios:
1. Sectores altos y medios.
2. Sectores con alta densidad de materiales arqueológicos.
3. Sectores con iden�ficación de materiales propios de �empos
coloniales y poscoloniales.
4. Sectores iden�ficados con anomalías en el subsuelo.
Las excavaciones se plantean en los lugares en los cuales los
resultados de los sondeos exploratorios indiquen un alto potencial
arqueológico; en cuadrículas de 2 m x 2 m y técnica de decapage
con cucharín y pincel. El registro de datos –mediciones, dibujos, fo-
togra�as, descripciones de los hallazgos– se plantea por niveles de
10 cen�metros.
112
La etapa de organización de los materiales y de la información
incluye iden�ficación, descripción y análisis cuali-cuan�ta�vo de los
hallazgos, procesamiento de la información y contrastación de las hi-
pótesis de trabajo. Los materiales se resguardan en el depósito del
Museo de Colonia Dolores.
1. El material cerámico
113
En la fabricación de la cerámica, la principal y más importante
materia prima es la arcilla que, por su propiedad de ser moldeable, po-
sibilita, al mezclarse con agua y amasar, la creación de formas. La arcilla
es un mineral que, en función de la humedad que contenga, puede ser
moldeado. Al perder humedad o secarse adquiere dureza que aumen-
ta si es quemada o cocinada y así se torna más perdurable.
La arcilla es un producto secundario de la corteza terrestre, está
compuesta de pequeños cristales consistentes en materiales plás�cos
como el caolín y en materiales no plás�cos o an�plás�cos, es decir,
fragmentos de piedras como la arena y el cuarzo que actúan en el pro-
ceso de cocción como fundentes. También con�ene materia orgánica
que es eliminada en la cocción. Con diferentes caracterís�cas es posi-
ble encontrar arcilla en casi toda la superficie de la �erra. En algunos
lugares se encuentra en un estado natural apto para ser u�lizada en
la fabricación de cerámica. En otros casos es necesario mejorarla para
lograr obtener una pasta moldeable. Las arcillas pueden ser primarias
o secundarias. Las arcillas primarias son aquellas que se encuentran
en el lugar original donde se formaron. Éstas, al ser muy puras y poco
plás�cas, no son muy ú�les al alfarero. Las secundarias son las que,
separadas de las rocas de origen, han sido transportadas, mayormente
se trata de arcillas arrastradas por el agua, aunque también se forman
por la acción del viento. Las arcillas secundarias son muy plás�cas y
por ello son fáciles para trabajar. El Padre Jesuita Florian Paucke descri-
be la arcilla que se encuentra en el Gran Chaco Argen�no:
“La arcilla es muy fuerte y en sí misma no sirve para vasijas de
barro pues también dentro de la �erra es tan seca que se la ex-
cava en pedazos cual los pequeños trozos de piedra de las can-
teras de Bohemia; por esto las indias buscan y excavan la arcilla
a orillas de los ríos donde tampoco toda arcilla sirve para vasijas
sino algunas veces y luego deben trabajarla bien y mezclarla con
carbón molido y polvo de cachos viejos de ollas triturados. Con
toda esta preparación ellos tenían que dejar secar únicamente
a la sombra las vasijas fabricadas sino se resquebraja todo. La
arcilla es de color de ceniza; no he visto allá arcilla amarilla o
azul veteada; ni sirve para fabricar ladrillos la excavada en el
campo. La que sirve aún en algo para ladrillos se excava en lagos
y lagunas secas pero debe ser mezclada con es�ércol de caballo
molido, �erra negra y algo de arena.” (Paucke, 2010:550).
114
El proceso de fabricación de cerámica incluye varias etapas: la
búsqueda y recolección de la materia prima, la preparación de la pasta,
la manufactura y la cocción de los objetos moldeados.
Luego de recoger la arcilla, el alfarero la prepara hasta alcanzar
una pasta con la consistencia necesaria para dar forma a la cerámica.
A veces se hace necesario moler la arcilla y en el proceso de amasado
se adiciona agua hasta lograr la humedad necesaria. Generalmente a
la pasta se le agregan otros materiales que cumplen la función de ele-
mentos an�plás�cos o desgrasantes y pueden ser de origen vegetal
(raíces, semillas), animal (huesos o caracoles molidos) o mineral (are-
na, cuarzo, otras piedras); también se u�liza la cerámica molida. El Pa-
dre Paucke describe este proceso realizado por los mocovíes en San
Francisco Javier en el siglo XVIII:
115
pegamento (pasta usada para pegar, fabricada de arcilla del mismo
�po que la que se quiere unir a par�r del agregado de agua). Una
vez formadas las paredes, se alisan con las manos o dis�ntos �pos de
herramientas: madera, hueso, piedra u otros. Esta técnica se conoce
con el nombre de “paleteado”. El Padre Paucke observó el proceso y
lo describió así:
116
cumentado el uso de hornos abiertos dónde es posible cocer sobre la
superficie del suelo:
117
queológicos. Su estudio posee un alto potencial para la inves�gación
de múl�ples aspectos de la vida social en relación a su producción,
u�lización y circulación (González y Pedro�a, 2006).
Cada objeto de cerámica se fabricó en un lugar determinado y se
u�lizó para un propósito o propósitos determinados.
A par�r del estudio de los diferentes aspectos de la cerámica:
la pasta, la forma, la tecnología y la decoración; podemos conocer el
proceso de trabajo que tuvo lugar en su fabricación, la materia prima
de que estaban hechas, para qué fueron u�lizadas, dónde fueron fabri-
cadas y por quienes fueron producidas.
La forma y caracterís�cas de las vasijas nos pueden brindar in-
formación sobre su función. Conocer la forma de una pieza de cerámi-
ca nos brinda ideas acerca de para qué fue u�lizada, aunque debemos
considerar que no es posible establecer con certeza que un objeto fue-
ra u�lizado con la finalidad aparentemente más apropiada. Si conoce-
mos las funciones de las cerámicas halladas en un si�o arqueológico,
podemos pensar también en las funciones que tuvieron lugar en el
si�o o parte de éste.
El estudio de la tecnología empleada para la fabricación de cerá-
mica también nos puede aportar información importante. Puede ayu-
dar a situar la producción de la cerámica en su contexto social. Pode-
mos aprender sobre los �pos de hornos y herramientas empleados en
su proceso produc�vo. También es posible obtener información sobre
si la producción es a �empo parcial o completo, estacional o a lo largo
de todo el año, individual o comunitaria, con división del trabajo, etc.
(Orton, et al., 1997).
Al abordar el estudio de la cerámica resulta importante conside-
rar los estudios etnoarqueológicos y las fuentes documentales. Estos
aportan importante información sobre gran variedad de aspectos rela-
cionados con quién, cómo, cuándo y por qué se fabrica la cerámica, y
también cuánto �empo y trabajo se invierte en la confección de los dis-
�ntos �pos de recipientes. Además, nos pueden brindar información
sobre las circunstancias y frecuencia con que se rompen y qué sucede
con los fragmentos, es decir, con los patrones de uso, abandono y lim-
pieza (González y Pedro�a, 2006).
En los si�os generalmente encontramos fragmentos de piezas
cerámicas. La forma en que se rompe y se mueve la cerámica puede
llegar a aportar información valiosa. Durante el transcurso del �empo
pueden haberse dispersado fragmentos procedentes de una misma
118
vasija, a veces a distancias increíblemente grandes, siendo recuperados
en contextos diferentes. La dispersión de fragmentos en un si�o arqueo-
lógico nos puede informar sobre la forma en que se desplazaron los de-
pósitos, es decir, sobre el movimiento del suelo (Orton et al., 1997).
2. El material faunís�co
119
postas principales, junto con el pecho; lo demás queda �rado
para los perros y las aves de rapiña.” (Paucke, 2010:146).
120
rean éste para que el cuerno o la punta pueda ser asegurada
con una gruesa correíta contra este trapito. Abajo ahuecan la
punta para que pueda ser pegado en la punta de la vara; atan
en el dardo la correíta que pasa a través del trapito y aseguran
la punta afirmada en la lanza que �ran con mucha seguridad
a distancia de veinte o treinta pasos contra el ser humano o al
vientre de la caza montesa.” (Paucke, 2010:696).
121
“Desde que mis mocovíes ya están acostumbrados a carne va-
cuna y otro alimento [y] �enen también abundancia de otra
caza montesa quieren ya despreciar la carne de zorro aunque la
habían comido de buen agrado en su �erra silvestre.” (Paucke,
2010:682).
3. El material de contacto
122
ción simple a base de arcillas impuras y arena. Se cocinan a baja tem-
peratura y como resultado se ob�enen piezas blandas, de porosidad
media a alta y permeables al agua. Además de las técnicas u�lizadas
en la confección de la cerámica indígena se registra la u�lización del
torno y en algunos casos de un baño de esmalte compuesto de sulfu-
ros de estaño, plomo y sílice que logra una terminación vidriada. Estas
pastas fueron u�lizadas no sólo para la confección de utensilios de uso
domés�co sino para la fabricación de ladrillos, tejas y baldosas para
la construcción. Se encuentran tanto elementos importados como de
fabricación local (González y Pedro�a, 2006).
Las mayólicas son las cerámicas españolas más abundantes y re-
presentadas en América y comprenden una gran diversidad de �pos.
Se caracterizan por estar realizadas con pastas blandas, poco compac-
tas, de porosidad media a alta, compuestas por arcilla calcárea, are-
na y cal, en ocasiones también hueso y sílex molido. La confección se
realizaba con torno y la cocción a altas temperaturas: entre 1100ºC y
1200ºC. Las piezas son de coloración blanquecina o rosada, blandas y
poco resistentes a las temperaturas. Por esta razón se u�lizaban ma-
yormente en elementos ornamentales y de construcción (González y
Pedro�a, 2006).
La loza también es un �po de cerámica y es un claro indicador de
costumbres culinarias, es�los decora�vos y tecnología.
Las lozas son originarias de China y en el Cercano Oriente co-
menzaron a producirlas hacia el siglo X. En Europa se conoce su pro-
ducción en el siglo XII, aunque a gran escala comienza en el siglo XVIII
con la industrialización. Para entonces en Inglaterra y Francia varias
fábricas consiguieron importantes avances técnicos. La incorporación
de grandes can�dades de caolín permi�ó obtener una pasta de gran
dureza, blanca, sin poros, rígida, resistente y fácil de lavar. La combina-
ción de arcilla con hueso calcinado y sílice o pedernal calcinado, per-
mi�ó obtener una loza liviana y transparente. La técnica de torneado
fue reemplazada por la u�lización de moldes. Se introdujo el uso de
esmaltes líquidos de plomo y nuevas técnicas de impresión que re-
emplazaron el acabado manual de las piezas. Estos avances hicieron
posible la manufactura a menores costos, logrando piezas más baratas
(González y Pedro�a, 2006).
El rasgo dis�n�vo para clasificar y periodificar la loza es la colo-
ración tanto de la pasta como del vidriado. Teniendo en cuenta estas
dos variables es posible encontrar lozas �po: Creamware (1765-1820),
123
Pearlware (1780-1835) y Whiteware (1820-1900) (Schávelzon, 1991).
La clasificación dada a estas mercancías en el siglo XIX –por alfare-
ros, comerciantes y personas que los u�lizaban– se regía por el �po
de decoración: borde decorado, mo�vos impresos, decoración anular,
pintadas a mano, pintura estampada, borde con relieve, blanco no de-
corado, modelado, etc.; y son estas denominaciones las que tomaron
los arqueólogos para diferenciar los fragmentos hallados en las exca-
vaciones. U�lizando una clasificación basada en la decoración, se con-
siguen dos cosas: la capacidad de integrar los datos arqueológicos con
los datos históricos y el establecimiento de un sistema de clasificación
para determinar los �pos de consumo (Miller, 1980).
Su bajo costo permi�ó que las clases menos adineradas puedan
adquirirlas, a diferencia de las orientales o de las europeas de centros
como Meissen en Alemania y Limoges en Francia, donde las familias
aristócratas encargaban vajillas con sus escudos nobiliarios y formaban
parte de la herencia familiar.
En los pueblos y ciudades del Río de la Plata la incorporación
de la loza inglesa, además de ser un indicador cronológico y de clase
social, significó un cambio en las costumbres de mesa:
124
“(…) el consumo de cerveza y de ginebra en el siglo XIX superaba
ampliamente el consumo del vino, por lo que se introdujeron al
país millones de botellas que aún son habituales en contextos ru-
rales. Su alta calidad ha hecho, que pese al �empo transcurrido,
aún con�núen en uso o se conserven en excelente estado. El gres
se diferencia de la cerámica roja y de la loza por la alta tempera-
tura de cocción, el color de su pasta, su composición y el �po de
productos a que está des�nado” (Schávelzon, 2001:249).
125
final, se la denomina parisón, término de origen francés. El parisón
generalmente se inserta en un molde que puede formar solamente el
cuerpo o casi toda la botella. Luego la botella parcialmente formada
se re�ra del molde y si la base no ha sido creada, se forma empujando
hacia arriba el extremo de la botella con una barra de hierro. A con�-
nuación, se man�ene la botella desde la base mientras que el soplete
se separa y se añade más vidrio para formar el pico, dando lugar a que
el fabricante le dé la forma final. Una vez terminada la botella se lleva
a un horno de recocido, donde se enfría lentamente para eliminar las
tensiones (Jones, 1971).
Tal como los rastros que deja el modo de fabricación, el color del
vidrio es un factor importante para tener en cuenta. El verde no es un
color en sí mismo sino el resultado de su composición, por lo que en
defini�va todos son verdes y se decoloran para hacerlos transparentes
(incorporando manganeso, arsénico o magnesio) o virarlos hacia otros
tonos:
“Otros colores ar�ficiales son el rojo, patentado por primera vez
de 1755, el azul de cobalto patentado un poco antes (en 1744)
y el amarillo, que recién fue descubierto en 1830 (derivado del
coque o la antracita pulverizada); los frascos de medicamentos
de color se hicieron comunes solo después de 1870” (Schávelzon,
1991:105).
126
a.C., el hombre produjo una revolución que es conocida como la Edad
de Bronce. A través del �empo, se trabajó el hierro pero no es hasta
el siglo XV d.C. cuando se empezaron a u�lizar los hornos provistos de
fuelle, que permi�eron alcanzar la temperatura de fusión del hierro:
unos 1535ºC. Durante siglos el hombre tuvo dos maneras para obtener
una pieza de aleación ferrosa: fundiéndola o forjándola. En el primer
caso el elevado contenido de carbono la hacía dura y frágil, y en el se-
gundo, los sucesivos calentamientos en la fragua hacían que se fuera
decarburando, con lo que se obtenía el hierro o acero dulce con muy
poco carbono, deformable pero poco resistente.
La producción de acero, tal como lo conocemos en la actuali-
dad, fue posible debido al desarrollo tecnológico de los hornos en el
siglo XIX.
En cuanto a las propiedades principales de los metales, éstos se
caracterizan por ser conductores de electricidad, por su maleabilidad
o capacidad de producirse en láminas al ser some�dos a esfuerzos de
compresión, por su duc�lidad o capacidad de moldearse en alambre e
hilos al ser some�dos a esfuerzos de tracción, por su tenacidad o resis-
tencia a romperse al recibir fuerzas bruscas y su resistencia mecánica
o capacidad para resis�r esfuerzo de tracción, comprensión, torsión y
flexión sin deformarse ni romperse.
Dada la an�güedad de esta tecnología, los objetos metálicos son
de un gran interés arqueológico, pero suelen encontrarse muy rara-
mente en su estado original. Dentro de los contextos arqueológicos es
uno de los elementos que más sufre las acciones del medio ambiente,
la presencia de oxígeno y agua es la causa fundamental del deterioro
provocado por el proceso de corrosión del metal. Los metales son afec-
tados además por la presencia de sales, de ciertas sustancias oxidan-
tes, de bacterias y por la acción de la luz entre otros factores (España
Guisolphe y Mon�el Leguey, 1985).
Como sucedió con el resto de los materiales de contacto, se pro-
dujo un mayor ingreso desde las primeras décadas del siglo XIX. Pero
una diferencia, no menor, es que en este caso ingresaba la materia
prima: el hierro, que desde 1835 fue trabajado por una industria local
en crecimiento (Schávelzon, 1991).
En la arqueología el estudio de metales �ene una especialidad
denominada arqueometalurgia, que pone a disposición una serie de
métodos que, mediante el estudio de un variado elenco de materiales,
permite acercarse al conocimiento de las diversas facetas implicadas
127
en la ac�vidad metalúrgica y desarrollar interpretaciones sobre el pa-
pel y el significado del metal en la sociedad y en la economía de las
comunidades del pasado. Tres son los ejes centrales de esta especiali-
zación: la �pología o descripción formal de los objetos, la historia de la
tecnología y el estudio de la procedencia de materias primas y metales
como explicación de mecanismos de intercambio y relaciones cultura-
les (Perea et al., 2008).
128
realizados en EOSP, del material correspondiente a las primeras cuadrí-
culas excavadas y del material recuperado en las prospecciones en EOSD.
Describiremos los avances logrados a modo de informe preliminar.
129
Foto 1: Vasija - Hallazgo de Recolección superficial.
130
Como ya hemos señalado luego del material cerámico y faunís-
�co, siguieron en importancia el vidrio y el metal, que sólo se hallaron
en el mismo contexto en el sondeo 4. El vidrio se registró en siete son-
deos y el metal en tres.
131
En la Cuadrícula 3, el total de hallazgos asciende a 119 elemen-
tos correspondientes a fauna (n=62), cerámica (n=55), �erra cocida y
carbón, el potencial de la cuadrícula fue de 0,40 m.
El total de elementos recuperados en esta primer excavación as-
ciende a 690, con predominancia de fragmentos cerámicos (65%).
Todos los hallazgos de elementos cerámicos en el si�o corres-
ponden a fragmentos, no se han encontrados piezas completas.
En general, en la pasta que conforman el �po cerámico encon-
trado predomina la matriz por sobre las inclusiones; éstas están com-
puestas de sedimentos naturales y de agregados de �estos molidos. En
los fragmentos más grandes hemos podidos determinar que la técnica
u�lizada fue el enrollamiento.
Los espesores de los cuerpos y bordes varían entre 3 y 13 mm.
Se han hallado fragmentos con pintura roja, tanto en su cara interna
como externa y en algunos casos en ambas caras.
En lo que respecta al componente faunís�co, el registro zooar-
queológico recuperado en el sector consta de 236 fragmentos y ele-
mentos óseos.
El registro faunís�co no se presenta ar�culado, ni asociado, sino
que mayoritariamente los elementos se encuentran fragmentados,
pero en buen estado de conservación.
Hasta el momento han podido ser anatómicamente iden�fica-
dos por taxón 150 fragmentos y elementos óseos.
El componente zooarqueológico se encuentra integrado de la
siguiente manera: cérvidos 73,33%, roedores 16,67%, aves 6,67% y
peces 3,33%.
En el análisis preliminar para la determinación de géneros, se
iden�ficaron los siguientes taxones: cérvidos: Ciervo de los Pantanos,
Venado de las Pampas y Guazuncho; roedores: Nutria y Vizcacha y en-
tre las aves, el Ñandú.
Observamos, entre los materiales determinados por taxón, que
el registro por especie expone una importante variación en relación a
las partes esqueletales iden�ficadas.
Del total de los materiales iden�ficados por grupos faunís�cos,
como vimos, prevalecen los ciervos. Entre ellos, el mayor porcentaje
corresponde al Ciervo de los Pantanos, que se encuentra representa-
do por la mayoría de las partes esqueletales, predominando los restos
óseos de adultos.
Los atributos de origen tafonómico y antrópico presentes en el
132
registro, como ser: fracturas, huellas, grados de meteorización y alte-
raciones térmicas, aún se encuentran en procesamiento. Sin embargo,
en el caso de los restos óseos correspondientes a Ciervo de los Pan-
tanos encontramos evidencias de procesamiento humano (marcas de
corte, trozamiento, percusión, descarne y cocción) vinculadas a estra-
tegias de subsistencia. El potencial del área no se ha agotado con esta
superficie excavada, por lo que se seguirá trabajando en el sector.
133
más representados corresponden a cuerpos y a diferentes �pos de vi-
drios: verdes, transparentes, esmerilados y marrones. Cuatro de los
fragmentos poseen inscripciones que no han sido iden�ficadas pero
posiblemente corresponderían a botellas de ginebra.
Se hallaron varios fragmentos de metales entre los cuales po-
drían ser iden�ficados cinco. Queremos destacar un hallazgo entre los
metales que, si bien no se realizó en una recolección superficial sino
en uno de los sondeos de este sector, resulta uno de los elementos de
mayor relevancia diagnós�ca, se trata de un botón correspondiente a
un uniforme militar (Fotos 2 y 3).
134
ex�ende hasta los momentos de consolidación del Estado Provincial,
hacia fines del siglo XIX (del Rio et al., 2011).
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135
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136
CAPÍTULO VI
137
138
Introducción
139
de las diferentes generaciones por medio de la transmisión oral, y que
como parte del legado cultural se resignifica y se transmite conformando
la memoria cultural. En algunos pueblos perdura mediante la tradición
oral; se conserva en la memoria par�cular de los sujetos, especialmen-
te en la de los ancianos; y de esta manera, la historia colec�va se hace
presente y permite contar las experiencias vividas por los grupos (Victori
Ramos, 2004:17). En el rescate y revalorización de la iden�dad del Pue-
blo Mocoví de Colonia Dolores, que emprendimos conjuntamente con
la Comunidad Aim Mokoilek, nos orientamos hacia la recuperación de
la historia colec�va a través de las voces de los niños, los jóvenes, los
adultos y los ancianos que integran y representan a esta Comunidad.
Para ello apelamos a la memoria oral, dado que desde �empos ances-
trales la Comunidad se reconoce como un pueblo de tradición oral.
Consideramos que la iden�dad y la memoria se encuentran in-
disolublemente ligadas, la memoria se presenta como un elemento
esencial de la iden�dad individual y colec�va (Candau, 2008). Acorda-
mos en que “la memoria es menos una res�tución fiel del pasado que
una reconstrucción con�nuamente actualizada del mismo” (Candau,
2008:9) y es, en este sen�do dinámica, al igual que la iden�dad. Ac-
tualmente en Colonia Dolores la memoria evocada desde el discurso
oral –en especial en el de los ancianos– se valoriza por su capacidad
de transmi�r los valores propios de la cultura Mocoví: el patrimonio
cultural intangible.
Pensamos a la cultura como una forma de vivir construida social-
mente a través de las generaciones, dada por la capacidad del hombre
de significar y resignificar su entorno ambiental. Con esta concepción
de cultura se otorga un gran reconocimiento a las acciones de las co-
lec�vidades, las producciones culturales se inscriben, de esta manera,
en la significación que le da la vida colec�va (Moreno Macías, 2000).
En este proceso de significación y de resignificación de los componen-
tes del mundo circundante, el hombre social produce los elementos
que integran el patrimonio cultural, intangible y tangible.
La dimensión simbólica de nuestra co�dianeidad, da sen�do a
nuestras prác�cas y permite construir nuestro mundo y nuestros va-
lores, que hacen a cómo concebimos y percibimos las cosas, a cómo
establecemos un orden que es colec�vo. El orden que se establece
socialmente, se construye, y para dar cuenta de este proceso es nece-
sario historizar las relaciones y los contextos. Esto quiere decir recono-
cerse atravesado histórica y culturalmente.
140
Estas conceptualizaciones estuvieron presentes en la planifica-
ción de las dinámicas de los talleres grupales. Fundamentadas en una
gran preocupación, en la Comunidad, por la construcción de la historia
del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores, de una historia social que mar-
ca profundamente el presente y los procesos actuales de conforma-
ción de la iden�dad.
Hacer visibles y contextualizar las prác�cas co�dianas nos per-
mi�eron trabajar los ejes planteados en torno a los talleres. En el con-
texto del trabajo colec�vo, se habilitó un espacio para profundizar y
hacer visible el reconocimiento desde la Comunidad como un “otro
colec�vo culturalmente diferente” (Bianchi, 2008), histórico, con con-
sensos compar�dos, portadores de una determinada manera de ver
el mundo.
La comunidad mocoví de Colonia Dolores se reconoce como un
“otro”, los valores son concebidos de esta manera, se referencian des-
de lo colec�vo, se enuncian desde sus vínculos, desde sus creencias,
con un sen�do de pertenencia, con una historia en común, que los
trasciende y cons�tuye como sujetos.
La emergencia de hitos y señas iden�tarias surgió en los espacios
de trabajo, haciendo referencia al proceso histórico del Pueblo Mocoví
y de Colonia Dolores en par�cular. Este proceso alude a un �empo pro-
fundo, anterior a la conquista, y se ex�ende hasta el presente.
Nos propusimos trabajar, a par�r de la memoria colec�va, los
procesos históricos atravesados por la Comunidad; entendiendo que
los mismos son cons�tu�vos de la iden�dad del grupo. Se par�ó del
rescate del patrimonio cultural intangible y la memoria oral como una
de las instancias para la construcción del guión museográfico.
Elegimos como estrategia antropológica, desde la inves�ga-
ción-acción par�cipa�va, la metodología de taller; concebido como
un espacio de construcción colec�va de conocimiento, que permite la
acción-reflexión por parte de todos los sujetos par�cipantes. El taller
se cons�tuyó en un medio para habilitar la palabra, permi�endo que
cada sujeto asuma su realidad y se reconozca en ella desde lo inme-
diato, individual, parcial y co�diano. A través de este proceso y en el
intercambio con los otros, es donde emerge en cada uno lo colec�vo,
social e histórico, posibilitando así la resignificación de las iden�dades
sociales.
El trabajo de campo basado en la realización de talleres permi-
�ó que fueran los par�cipantes quienes ar�cularan la construcción de
141
su historia social a través de su propia subje�vidad, entendiendo que
cada discurso es representa�vo y parte de una misma historia. La ne-
cesidad de validar la propia historia, darle sen�do, permite ubicar el
sen�do que �ene esa historia en el otro y cómo ésta lo atraviesa y
cons�tuye. El taller se transformó entonces en un espacio simbólico de
producción de conocimiento en donde todos los sujetos que lo compo-
nen fueron y son protagonistas.
Los ejes propuestos para la ar�culación de los talleres fueron
la historia, la iden�dad y el museo. No obstante, las dinámicas pro-
puestas fueron presentadas atendiendo a las par�cularidades de cada
grupo. Los talleres fueron registrados con grabación de voz, fotogra�as
y video.
142
rían los recuerdos que guardarían en la caja para que se conserven en
el futuro y para las próximas generaciones. En cada tarjeta escribieron
sus recuerdos:
143
�ene fotos muy viejas de nosotros, ayer mi hermano encontró en el
campo un pedazo de cacharro, lo guardamos de recuerdo.
• Licha.
• Yoha.
144
Tarjetas azules - Recuerdos de la comunidad
145
Cuando los chicos terminaron de escribir sus tarjetas todas se
colocaron dentro de la caja. Quedaron guardadas hasta el próximo en-
cuentro y se dio por finalizado el taller.
Segundo Taller
146
“En nuestro pueblo hay Bandera Mocoví también �ene un himno
mocoví que se recita con un tambor y una flauta. Yendo para el sur
de nuestro pueblo hay un ombusal, donde hay plantas con frutos”.
(Afiche 1)
147
Con la palabra idioma decidieron compar�r el saludo en lengua
mocoví. Escribieron la palabra q̈ami de la cual sacaron dos fle-
chas, la de arriba señalaba: La’ contesta el hombre, la de abajo
decía: Laim contestan las mujeres. Asociaron la bandera mocoví
que dibujaron y pintaron de colores. Al lado de cada color expli-
caron su significado: rojo sangre derramada; verde la naturaleza
y blanco la paz.
Dibujaron el río San Javier como una laguna con gente pescando
y navegando en botes. Además, dentro de la misma, representa-
ron animales de la zona.
Para la palabra pescar dibujaron el Saladillo con gente pescando
y animales de la zona en el agua.
Al lado de la palabra animales escribieron: elegí esta palabra
porque antes vivían de ellos.
(Afiche 2)
148
Para la palabra idioma referenciaron rescatar y recordar nues-
tros antepasados.
Debajo de la palabra bandera mocoví escribieron: �ene colores
que representan algo, luego la dibujaron y al lado de cada color
explicaron: rojo sangre derramada; verde naturaleza y blanco
paz.
Bajo la palabra himno escribieron: representa nuestros pueblos
Para la palabra bailes relacionaron el 30 de agosto.
Decidieron para la palabra herramientas escribir: “se usaban
antes” y dibujaron una boleadora, un arco y dos flechas.
Junto a la palabra plantas se leía el siguiente texto: las plantas
nos brindan frutos, sombra, remedios, la salvia sirve para el do-
lor de estómago, la menta para el vómito.
(Afiche 3)
149
A lo largo del trabajo percibimos que necesitábamos explicar
cómo estos talleres se vinculaban al proyecto. Les contamos que es-
tábamos trabajando en otros espacios, también con talleres, y que
las propuestas de trabajo tenían que ver con Colonia Dolores y con la
construcción del Museo. Explicamos que queríamos trabajar con lo que
ellos sabían, con lo que traían, porque siempre uno sabe algo chiqui�-
to que contaron sus papas o abuelos, que nosotros no sabíamos esas
cosas y que ellos sí. Hicimos hincapié en que lo que cada uno sabe es
válido y que con el aporte de todos se iba a construir el Museo; que el
trabajo era de ellos y para su comunidad y que en este contexto era de
gran importancia lo que sabían, lo que conocían y lo que pensaban.
Tercer Taller
150
Abajo, con el �tulo plantas de uso medicinal escribieron: ce-
bolla del monte para la piel, sauce para los nervios, salvia para
el dolor de panza, ruda para el parásito, pezuña de vaca para la
diabetes, cedrón para el mate, laurel para la comida, aloe vera,
raíz de quebracho para la tos, palo azul para la diabetes, chuza
de la raya para la muela, grasa de iguana para la piel.
Al lado de la palabra pesca entre paréntesis: línea y fija (duran-
te la lectura oral explicitaron que “Para la pesca se usaba línea
o fija”). Debajo escribieron: sábalo, surubí, dorado, moncholo,
cascarudo, palometa, víbora del agua (cuando lo leyeron dijeron
que esto era lo que se pescaba).
151
cursivo que el afiche tenía. Organizaron el esquema en torno a nuevas
palabras, de ellas sacaron flechas para referenciar nuevos contenidos:
152
2. Taller con los jóvenes
153
Luego se les propuso realizar una producción escrita individual
a par�r de la consigna “¿qué recuerdos suyos pondrían en el museo?
y ¿qué recuerdos de la comunidad?” con el obje�vo de dar cuenta de
las cosas que para ellas �enen valor y son representa�vas de su comu-
nidad. Se definió un �empo de trabajo individual, tarea para la cual el
equipo llevo hojas y fibras.
Al finalizar se realizó una puesta en común de lo producido, es-
tos fueron los discursos escritos:
• “Para mí representar las costumbres de mi pueblo sería algo
di�cil ya que para mí todo lo que nos iden�fica fue la educación de
nuestros abuelos o padres. Y para representar cosas lo más bello de
nosotros puede ser las artesanías que nuestros ancianos (del pueblo)
construyeron con sus propias manos. Para mí es algo di�cil xq’ lo más
lindo que podemos mostrar es nuestra forma de vida: el aprecio hacia
la naturaleza de los ancianos; las leyendas que escuchamos de ellos;
las anécdotas de sobre lo que vivieron y poder escuchar aún presente
su idioma”.
• “Yo pondría: ´Mis recuerdos´; ´Historias´; ´Fotos´; ´Leyendas´
Cosas materiales como cacharros, boleadoras, lanzas. Grabaciones,
Filmaciones”.
• “En el museo como algo representa�vo de mi comunidad pon-
dría la bandera del Pueblo Mocoví, la letra del Himno Mocoví, el tam-
bor, la flauta. Algunos de los elementos que se habían u�lizado para
la caza, la pesca. Con lo que jugaban nuestros abuelos cuando eran
pequeños. Fotos an�guas, cuentos, leyendas, diccionario Mocoví”.
• “En mis recuerdos pondría mi historia y la de mi familia. Los re-
cuerdos de la comunidad los materiales de los descendientes Mocoví”.
• “Yo pondría: mis recuerdos: fotos, filmaciones. Recuerdos de
mi pueblo: materiales que usaban en esa época, fotos, mitos, contar
las costumbres, rescatar y exponer cosas, un libro”.
• “Bueno yo para el museo pondría fotos de nuestros abuelos
y de cualquier familia de Colonia Dolores. También salir a recorrer y
buscar, rescatar información y con eso poder armar cada palabra o pe-
dacito de una historia. Salir y poder grabar lo que nos cuentan”.
• “¿Mis recuerdos? Los recuerdos de la comunidad. A mí en rea-
lidad no me cuentan esas historias. Lo único que me dijo mi mamá que
cuando era chica, que ella vivía en el campo jugaban con su hermano a
cantar arriba de las plantas y bueno es lo único que sé”.
• “Los recuerdos que yo pondría serían: cacharros, flechas, hue-
154
sos de restos humanos aborígenes, restos materiales, etc. O sea todo
lo que represente a una comunidad aborigen”.
• “Mi recuerdo: yo pondría para el museo plancha que se usa-
ba antes con carbón adentro. También podría poner foto vieja para
mostrar y recordar las cosas que nosotros no podíamos saber. Tam-
bién pondría plato de porcelana, pero eso hay en El Ombusal, eso se
consigue allí”.
Primer taller
155
surgiendo en el discurso, se destacan dis�ntas referencias temporo-es-
paciales que conforman hitos en la historia de la Comunidad, un �em-
po que es el de los abuelos, allá por la úl�ma rebelión:
156
Alfredo: O sea que ella es descendiente directo del cacique
Mariano, así que es la cacica ahora.
Paula: Si ustedes pudieran pensar en el tatarabuelo y ubicarlo en
el mapa ¿dónde lo ubicarían?
Dorita: … La laguna La Blanca, y más allá en el Chaco también
Alfredo: Si, iban recorriendo toda esta zona, hacían este recorrido.
César: En el Chaco… desde Florencia hasta…
Soledad: ¿iban y venían?
César: Hasta el límite con el Chaco.
157
César: Sabes lo que pasa, que cómo es, cómo era todo movi-
miento, eh...
Dorita: Eran nómades entonces (…)
César: Eran dis�ntos asentamientos que estaban bajo las órde-
nes del mismo cacique, o sea, el cacique general era Mariano
Salteño (…) por ahí nos ponemos a charlar mucho sobre eso
analizando un poco la historia del mocoví y José Manuel �ene
que haber sido uno de los caciques bajo las órdenes del cacique
máximo que era Mariano Salteño.
Alfredo: Eran tres los que se habían entregado.
César: Claro.
Paula: ¿José Manuel es uno?
Alfredo: Valen�n Teo� y con Mariano Salteño estaban los tres
ahí en la Laguna La Blanca.
César: Entonces eh... Colonia Dolores �ene que haber sido una
de las, digamos, tribus que estaban asentadas acá, porque cuan-
do se traslada de San Mar�n para allá, un poco más para allá, y
otros creo que se suman a los que habían asentados acá, que no
quisieron seguir para allá y se quedaron acá porque yo creo que
esto ya estaba cuando San Mar�n Viejo, cuando ya el Cantón
se... eh.
Dorita: Se trasladó.
Referenciar la propia historia permi�ó la puesta en común de
relatos sobre personas y situaciones representa�vas de la comunidad.
Ubicamos en un mapa dónde cada uno había nacido, dónde habían
nacido y vivido sus papás y abuelos; los movimientos que había tenido
el Pueblo Mocoví; cómo habían llegado a Colonia Dolores y las diferen-
tes migraciones. Surgieron en el discurso importantes referencias a la
historia de la Comunidad.
158
Segundo taller
“yo soy Miriam, este.., soy nacida acá, mi papá también era co-
rren�no mi mamá era descendiente mocoví este... mi abuelo era
Santos Migraní que falleció en el, lo mataron en el primer malón
allá en San Javier y vivía allá en el campo, donde anduvimos ayer
caminando, a 5 o 6 km de acá vivían ellos, tenían su rancho, uno
en una esquina y otro en un montecito así, vivían, eran todas fa-
milias vivían ahí así que y después de ahí, hasta que conocieron
a mi papá vinimos a vivir acá en el pueblo, no, se fueron a Penca
ellos después a Colonia Silva y de Colonia Silva vinieron a Colonia
Dolores y después yo nací acá (…) allá en la úl�ma casita de la
salida, ¿detrás de Dorita? Por donde se sale para, bueno ahí, ahí
ya nací yo ahí, así que.., y somos 13 hermanos y hay todos dis-
persos por todos lados (se ríe) y voy a quedar siempre acá, si yo
nunca me fui (…) en mi casa no se hablaba de que mi mamá era
descendiente mocoví, será porque eran discriminados digo yo,
pienso, porque, ella, ella nunca jamás ella nos dijo, después yo
de grande encontré un libro y encontré la historia y de ahí que mi
bisabuelo era, este.., bien mocoví porque él estuvo en el úl�mo
malón y después yo de grande me enteré ya recién por el apellido
y todo eso de ella sí, que es Migraní, con acento en la úl�ma i, todo
159
eso de ahí nos enteramos que, que este mocoví es descendiente
de mocoví y la mamá de ella si era, ya ahí después era cruzada el
padre de ella no era mocoví, pero después tengo algunos �os si,
si eran bien, se les notaba todo que eran descendientes de mocoví
por las facciones de la cara todo” (Miriam Gómez).
160
donde �ene la ladrillería este... y había unos carquejales altos
así, viejos y nuevos, entonces la carqueja vieja, cuando ya esta
vieja se seca y deja un tallo así grueso y queda todo ahí, este..., y
se expande y después el otro brota así el carquejal así, sabía es-
tar lleno de cuis, entonces nosotros con unas ganas de llegar allá
con los perros y empezaban a correr entre los pastos y nosotros
a reírnos y cazar, a lo mejor agarrábamos 4 o 5 cada uno y des-
pués juntábamos la leña, el mazo así y lo traíamos en la cabeza
y 4 o 5 cuis cada uno y cuando llegábamos al pa�o de casa ya
estaba el fuego hecho ya, calentando agua la mamá o el papá o
el �o si estaba, calentando agua para pelar los cuis y los pelaban
y hacían alguna comida con eso y a la noche nos acostábamos a
dormir tranquilamente, como dice Miriam sin lavarnos la cara ni
las manos” (Alfredo Salteño).
161
sotros vemos nuestros antecesores y si era cierto y te digo más,
hablábamos hoy del asentamiento charrúa que hubo acá en,
¿cómo es? En el Cantón, y hay una parte de los Charrúas que eran
los Minuanes, ellos murieron libres, no quedó ni uno pero jamás
los pudieron someter, murieron libres, murieron todos, los mata-
ron, los exterminaron pero eran libres, siempre fueron libres, no
tuvieron some�miento o sea que, y bueno el Mocoví, lo que yo
hoy te mostraba, cuando hablaba del cantón Belgrano, que eran
nuestros propios hermanos los que estaban uniformados para ir
a cazar a otros y eso pasó siempre, el Mocoví es di�cil de contro-
lar, de dominar, por el hecho de que fue el creador del ataque en
guerrilla, el ataque sorpresivo (...) desaparecer y cuando todo se
tranquilizaba y los soldados militares seguían marchando, volvía
otro ataque y así, entonces ellos conocían todos los secretos del
monte pero qué pasaba, siempre había uno que les iba enseñan-
do a los otros, ojo que la estrategia es ésta, se hace así, se hace
así, se hace así, cuando llegan a un lugar (...) va a pasar así y así.
Entonces siempre hubo ese, digamos esa manera, esa manera de
llevarse a uno para que le enseñe, con engaños, con promesas.
Pero si no era di�cil, fue di�cil…” (César Coria).
Primer taller
162
Comenzó con la exposición del proyecto, como en todos los es-
pacios de taller contamos sobre la propuesta de trabajo. Luego se rea-
lizó la dinámica de presentación “¿quién soy?”.
Se propuso una segunda consigna para el taller: “¿dónde nací?,
¿dónde nacieron mis padres?”, con el obje�vo de historizar el origen.
Los abuelos contaron sus historias, contaron sobre los que ya
no están más y sobre los que migraron a otros pueblos y ciudades. Ha-
blaron de su lengua, ellos la hablan pero en general la generación que
sigue sólo la en�ende.
163
También hablaron sobre sus abuelos y sobre el legado cultural
que ellos les dejaron. Hoy son ellos quienes lo transmiten oralmente,
como lo hace Delfino al referir a la historia del traslado, cuando de-
jaron El Ombusal y se asentaron a unos kilómetros al Norte, actual
emplazamiento del Pueblo de Colonia Dolores.
164
triste la historia, nos han matado nuestras familias (…) cortan
ese árbol, no es cierto, que era el tronco. Queda el brote, des-
pués somos nosotros. Cuando cortan ese… retoña esa, cortan el
tronco ese y brota, somos nosotros.” (Delfino Naci�quí).
“(…) ella contaba yo no le hacía caso, era chica quería jugar, las
chicas venían a buscarme y me iba a jugar. Mi abuela contaba y
yo no le hacía caso” (María Eufemia López).
165
hasta tres meses porque... maíz todo, porque también se corta-
ba el girasol a mano” (Juan Guanca).
166
Segundo taller
Se les propuso como consiga del taller: contar sobre la Fiesta del
30 de Agosto. Las preguntas disparadoras fueron: qué significado �ene
167
la fiesta, cómo se organiza, qué significan los rituales, desde cuándo
se realiza, quiénes par�cipan, cómo era antes y cómo es ahora, entre
otros detalles.
168
a los cris�anos que nosotros siguiéramos con eso. A veces yo
cues�ono un poco eso porque creo que hay muchas cosas que
están relacionadas con lo que dice la biblia por ejemplo cuando
te enseñan el cris�anismo como fue, como �ene que ser hoy. Y
el mocoví vivía también, vivía a su manera pero bien. Yo creo
que no estaba haciendo guerra con nadie, en el momento que
vinieron hicieron todo lo que quisieron. Entonces por eso ellos se
diver�an a lo mejor por ahí discu�an también pero no estaban
en guerra ni nada. Tenían una ley, un principio y estaban, como
dijo César, como parte de la naturaleza. Ellos se iban guiando,
este…, de acuerdo a como iba la naturaleza. Hablaban, cami-
naban, cazaban, hacían todo lo que corresponde hacer un ser
humano. Tenían que comer y para comer tenían que ir a cazar,
todas esas cosas así cuando tenían que diver�rse se diver�a. Yo
creo que eso los curas y los no curas también trataron de tapar
lo que era el aborigen para poder dominarlo, era una manera de
dominarlos.” (Alfredo Salteño).
169
Entre los rituales que se realizan se destacan el Saludo a los Cua-
tro Vientos y el encendido del fuego.
Una gran parte del taller consis�ó en relatar sobre cómo había
surgido la fiesta; cómo ellos se propusieron rescatar la ritualidad pro-
pia de la comunidad mocoví para esta fecha. Además la temá�ca de las
fiestas de la comunidad sirvió de disparador para habilitar que habla-
ran de ellos; de la historia de su comunidad; las “cosas borradas por el
blanco” y el vínculo co�diano con ellos.
La fiesta del 30 de agosto es uno de los acontecimientos más im-
portantes en esta comunidad, no obstante no formó parte de la mues-
tra inaugural del museo. Se prevé diseñar una exposición fotográfica
para la actualización de la muestra del museo, actualmente estamos
trabajando en ello.
A modo de conclusión
170
Por otra parte, de los talleres surgieron los ejes de trabajo con
los cuáles seguimos trabajando en los proyectos presentados en el ca-
pítulo 1 de este libro.
Bibliogra�a
Fuentes
171
172
CAPÍTULO VII
173
174
“(…) ya somos parte de lo que está escrito, somos protagonistas
y esa es la idea, de tener un protagonismo, ser nosotros protago-
nistas ya que nosotros somos la historia ¿no? (…) poder ser noso-
tros quienes digamos lo que aprendimos, lo que nos pasaron de
boca a boca y poderlo contar, ya que siempre lo que leemos está
escrito por otra gente y esto lo estábamos escribiendo nosotros”.
(César Coria).
Introducción
175
y es a través de las lenguas, que son par�culares y variables, que lo ve-
mos plasmado (Benveniste, 1977).
La lengua reproduce la realidad, la misma no es está�ca e igual
para todos. Los sujetos la perciben a par�r de su propia subje�vidad,
enunciando a través del discurso un conjunto de valores que los cons-
�tuyen como tales, que los vinculan con el resto del grupo y los dife-
rencia de otros.
Cada lengua �ene entonces una forma de manifestarse, expre-
sando así la cosmovisión que �ene el grupo al que pertenece. En lo
profundo, evidencia la forma de ver el mundo, las nociones de bien-
mal y vida-muerte, entendidas como conceptos fundantes. No todas
las comunidades lingüís�cas �enen las mismas ideas. La realidad se
percibe, se organiza y se conceptualiza de manera diferente en cada
una de ellas.
Conversación entre Alfredo Salteño y Soledad:
176
El signo �ene existencia en el uso de la lengua, ésta se trans-
forma entonces en un sistema de signos. Estos �enen dos funciones
lingüís�cas fundamentales: la de significar, para la semió�ca, y la de
comunicar, para la semán�ca.
Significar es poseer sen�do. El signo es recibido como dotado
de significación en la comunidad de aquellos que prac�can una misma
lengua, y la totalidad de estos signos forma la totalidad de la misma.
La expresión semán�ca por excelencia es la frase, cuyo sen�do
es la idea que se quiere expresar. La frase es percibida y comprendida
globalmente, su forma se ob�ene disociando el enunciado, lo cual nos
permite encontrar las unidades semán�cas: las palabras. Las palabras
cons�tuyen los instrumentos de la expresión semán�ca y son, mate-
rialmente, los signos. El mensaje que se transmite a través de la frase
es definido, delimitado y organizado por mediación de las palabras; y
el sen�do de estas úl�mas es determinado por relación con el contex-
to de situación (Benveniste, 1977).
177
otras de una lengua receptora, la traducción no es literal, no es palabra
por palabra (Larson, 1989). Lo que se transmite en este proceso es el
significado, la idea que se quiere contar. Se debe entonces analizar el
texto para poder comprender qué es lo que se quiere transmi�r en la
lengua de origen y buscar la manera en que naturalmente lo haría la
lengua receptora, tratando de mantener la dinámica del texto original
y teniendo en cuenta hacia quiénes está dirigido.
Las palabras de una lengua, a veces, pueden parecer que guar-
dan coincidencia con las de otra, pero no necesariamente evocan lo
mismo en la mente de sus hablantes debido a la diferencia de los obje-
tos culturales a que refieren. Una palabra no �ene el mismo significado
que su palabra equivalente en otra lengua. En cada lengua, un área
determinada de la realidad o de la experiencia se segmenta y se rotula
de manera diferente, y es necesario encontrar la palabra o frase que
mejor represente el término de la lengua original (Larson, 1989).
En los paneles del museo de Colonia Dolores hay palabras que
se escribieron solamente en castellano, ya que la idea a que refieren
no �ene traducción por no ser parte de la lengua mocoví.
Conversación entre Cesar y Soledad referida a la palabra mapa:
“(…) claro no, no, no marca un límite ya que nunca, como diría,
fue dividido o vivió en territorio dividido eh… en sus principios
siempre fueron libres, el territorio era de todos y este es el men-
saje que nosotros también damos, que es de todos, por ahí sí
ustedes son los dueños de la �erra no nosotros, pertenecemos a
la �erra por eso decimos que no, no somos dueños ni de esto ni
siquiera sabemos cuando estemos en el cementerio si vamos a
tener un lugar, que se yo. Entonces por eso para nosotros mapa
no �ene nombre, o sea no, nunca tuvo sen�do para nosotros
tampoco, o sea no, no tenía significado por el hecho que nues-
tros ancestros eran de toda la �erra no de un sector, no de un
pedazo de �erra, de acá para allá es otra nación, no. Tenía su
sector por supuesto, como nación mocoví estaban un poco más
al norte, en fin todas las dis�ntas tribus pero el territorio era de
todos” (César Coria).
178
ficado de la lengua original a la lengua receptora. Sin embargo, es una
posibilidad que las dos lenguas tengan diferentes maneras de agrupar
y clasificar su inventario léxico (Larson, 1989):
179
nuevamente al castellano. Pudimos observar que la nueva traducción
generaba un texto diferente al original.
A con�nuación haremos una descripción de los paneles. Deta-
llaremos los �tulos generales y sub�tulos de cada parte, los textos en
castellano de los que se par�ó y los textos que se construyeron en mo-
coví, a par�r del proceso de traducción. Incluiremos además, la traduc-
ción generada posteriormente desde el texto en mocoví al castellano.
Texto en castellano:
180
to?, cuantaré, neparag̈ana dice aquellos que cazaban eran más, y los
que también dice repalag̈antapé na o� alá quiere decir que juntaban
los frutos del monte, eh…, y q̈oen también sería, los que fijaban, bah,
los pescadores, los que fijaban, ¿no es cierto? eran los pescadores.
Texto en castellano:
181
la˘ate’ kesaleikén di lomaté dice porque era muy grande su lugar, su
territorio, este…, y ellos corrían o caminaban, lo caminaban al territorio
¿no es cierto?, este… lomate’ dice el lugar dice, kesaleikén que recorrían
ese lugar, esa región, abarca todo no es cierto. Y bueno después dice
allá se trasladaban, se naponta’ta’ na’güé ca nii’k quiere decir que
no estaban todos juntos, y ioq̈ololkekén que eran poquitos, kuá ni
iarete’ los que andaban juntos eran poquitos, ¿no es cierto?, kesalek
na ’laba iabat ladenag̈anag̈a �ojq̈aní, los que recorrían el territorio
tenían el mismo pensamiento, claro porque tenían… tenían el mismo
pensamiento, o sea que eran del mismo saber, de la misma sabiduría
que viene de lejos, de �empos inmemoriales, ancestral”.
Panel nº 2
Título general “Los Hornitos” en mocoví se traduce “Katalag̈anaǰkoki”
Primera parte
Texto en castellano:
182
A par�r de éste, se generó en mocoví el siguiente texto:
183
Segunda parte
Texto en castellano:
184
label sería la parte de adentro, netá parecido, na logueteguet pareci-
do al mate, na lishiǰshimá la altura, na labá q̈om, na labá es el brazo,
iabatetá parecido, lekaik label es igual que la parte de adentro, label
es el interior, na labá q̈om iabatetá lekaik label la parte de adentro es
parecido o �ene la misma dimensión sería del brazo, la profundidad
sería, o también el ancho del lado de adentro, lekalek sería el ancho,
lekalek alap eso quiere decir el tamaño de la boca sería, laduag̈a es
el largo, pero laduag̈a q̈o’gue iubirag̈ué loló palaq̈ate’ desde el codo
hasta la punta de los dedos sería la boca, el ancho de la boca es del
largo del codo a la punta de los dedos”.
Panel nº 3
Título general “Registro arqueológico asociado a si�os de hor-
nos” en mocoví se traduce “Najo velec lomaté kena raa’ nuantá
katalag̈anǰki”
Primera parte
Texto en castellano:
185
Kená lomate’ nua katalag̈anaǰki abeken secá nanatag̈at abeken
a’vie iseguiak pe’nek, tag̈kí lail, q̈aril q̈oen.
Na loma’ katalag̈anaǰkokí “latogot lalea’gai” nanatq̈ate’ tag̈kí lail
na’menetá toc lashik.
Segunda parte
Texto en castellano:
186
A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:
Panel nº 4
Título general “Período Colonial” en mocoví se traduce “Kenaa’
nonite’ docoshí”
187
Primera parte
Texto en castellano:
188
Quedando por resultado final este texto:
Desde la llegada, de los que vinieron de afuera, al lugar donde pisa-
mos nosotros, todo el territorio, la �erra. Empezaron, arrancaron cuando
quisieron cambiar nuestra vida, nuestra forma de ser, con esa idea venían.
Nuestra gente, las que vivían allá en el norte en el Gran Chaco, hicieron
fuerza, se levantaron en guerra. Y eran corajudos, y les tenían miedo.
Como no pudieron entrar ellos se quedaron, siguen todavía.
Cuando llegaron los extranjeros junto con ellos llegaron los curas.
Segunda parte
Texto en castellano:
En 1743, sobre las orillas del río San Javier, se fundó la reducción
jesuí�ca-mocoví y pocos años después llega el padre Florian
Pauke. Hacia 1767 momento de la expulsión de los jesuitas, la
reducción de San Francisco Javier contaba con una población de
alrededor de 1900 personas, una iglesia, una casa parroquial y
numerosas viviendas.
189
cuando en 1767, cuando lo echaron, ioderabek cuá pagyolq̈a’
cuando los expulsaron a los curas, ka nii’k labó “San Francisco Xavier”
aquí dice momento de expulsión de los jesuitas la reducción de San
Francisco Xavier, labó “San Francisco Xavier” a’vé nii’k nepetag̈anag̈á
no era justamente 1900 personas, alrededor dice nii’k nepetag̈anag̈á,
q̈ombripí aproximadamente, alrededor, tamblaǰkí labó pagyolek, q̈oén
g̈oikipí labote’ Moq̈oit una iglesia, una casa parroquial y numerosas
viviendas”.
Quedando por resultado final este texto:
En 1743 allí en la orilla del río San Javier, cuando se pobló, cuan-
do se fundó, y en el momento que se juntaron. Al fundarse el pueblo
eran todos una sola cosa, los jesuitas y la comunidad mocoví. Cuando
pasaron los años llegó el cura Florian Pauke. Los años pasaron llegó
1767 cuando los expulsaron, en el momento de expulsión de los jesui-
tas la reducción de San Francisco Xavier era justamente 1900 personas,
alrededor aproximadamente, y una iglesia, una casa parroquial y nu-
merosas viviendas.
Panel nº 5
Título general “For�nes y reducciones” en mocoví se traduce “La a’
nobataganaq̈ ieeq̈ q̈obo’ rhapo’ ”.
Primera parte
Texto en castellano:
190
Kena a’ imeta’pe ñagrí 1800 kená rapiguim raa’ quetá nebel,
se nandentá, ka nesallag̈anek koen q̈obo’ nii’k ioq̈otam kanaq̈e
q̈obo’ nii’k se ialat leleag̈a.
Cua o�’ lesecalek latogot laleag̈ai kidí ’laba betalek ca lashi’ Ma-
riano Salteño ieq̈e ca’güe q̈obo’ nii’k, kena a’ saq̈alé na’denta’ ke
ka nesallag̈anek.
Kena’ 1869 ka lashi’ ka lashilag̈anat pagyolek Hermete Constanzi
asat lashi’ nadenerta’ ke ka nesallag̈anek.
191
En los montes cercanos a la laguna La Blanca, en ese lugar en esa
�erra estaba viviendo, estaba asentado, el Cacique Mariano Salteño
y toda su gente. Cuando todavía aún no se habían entendido con el
gobierno.
En el año 1869 el Cacique por el pedido del cura Hermete
Constanzi acepta, o sea que se entendió y acordó con el gobierno.
Segunda parte
Texto en castellano:
192
dónde estaba el Cantón, nouité kidí ka ñag̈a 1867, que habían llegado
en el año 1867 a ese lugar, lenag̈at “Cayastá q̈og̈oik” su nombre era
Cayastá. Nadalag̈at cambiaron, lenag̈at el nombre, kenaa’ 1869, en
el año 1869 “Cantón San Mar�n”. Paguek 500 ka nii’k eran más de
500, la can�dad de gente que andaban, niiarete’ juntos, ke ka lashi’
con el Cacique sería, Mariano, q̈o’ en napontá también se juntaron se
engancharon, ka liá q̈obo’ sería la otra parte, liaresak líia’ lashi’ dice
que andaban juntos, que eran que estaban bajo el mando también de
este Cacique que era lashi’ Valen�n Teo� ieq̈ y José Manuel. Kena’a
iapaguek ka ñag̈a pasó el año, o un año, 1870, nashim surgió, se creó
Misión Franciscana “Nuestra Señora de los Dolores”, kidí ahí, betalek
estaba, lenag̈ate’ a nombre, cua pagyolq̈a de los curas Bernardo Ara-
na ieq̈ y Gerónimo Marche�.
Primera parte
Texto en castellano:
La memoria oral trasmi�da de generación en generación por los
descendientes del Pueblo Mocoví de Mariano Salteño ubica el
si�o del Cantón San Mar�n en un lugar conocido popularmente
como El Ombusal.
El si�o Histórico-Arqueológico “El Ombusal” se ubica en los dis-
tritos de Colonia Dolores y Colonia Silva sobre la confluencia de
los Arroyos Cayastá y Saladillo Amargo.
193
A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:
Segunda parte
Texto en castellano:
194
Se realizaron prospecciones y excavaciones, se han hallado ma-
teriales que dan cuenta de diferentes momentos de ocupación:
una punta de flecha asociada a tres hornitos; cerámica indígena;
restos de fauna que muestran marcas de cortes y cocción, un ce-
menterio indígena; lozas, vidrios y metales. Se ha encontrado un
botón correspondiente a un uniforme del ejército del momento
de avance de la línea de for�nes hacia la década de 1860, posi-
blemente del Cantón San Mar�n.
195
El trabajo de los arqueólogos que buscan en el lugar de El Om-
busal. En el 2009 empezaron junto con nuestra gente mocoví, La Comi-
sión y Universidad Nacional de Rosario.
Lo que se encontró muestra que allí hubo otros que vivieron ahí,
encontraron punta de flecha, hubo hornos de barro, pedazo de cacha-
rro hecho por nuestra comunidad, bichos, huesos quebrados, enterra-
torio de nuestra gente, loza, vidrio y metales. Se encontró un botón,
sería de un saco de los militares que estuvieron allí en 1860.
Panel nº 7
Título general “El traslado” en mocoví se traduce “Kena’ q̈o’ne’ ”
Primera parte
Texto en castellano:
196
naq̈aǰrek kua lia’ nouenraní kena iubi kanaq̈e nanaik aló, kidí
lachegüé apolek di laa’ kea’ l’aba, laq̈atag̈anag̈ak ka ikomená”.
(Delfino Naci�quí).
197
el enemigo, se despertó cuando escuchó. Lo salvó él, los sacó, los de-
más quedaron ahí cuando llegó la gran serpiente, en el arroyo, se tapó
el pueblo, el lugar, con �erra. Historias leyendas” (Delfino Naci�qui).
Segunda parte
Texto en castellano:
198
Panel nº 8
Título general Colonia Dolores
Texto en castellano:
199
2007 en el año 2007, sashilag̈anaq̈ pedimos, romalate nuestro do-
cumento, na’iane ka rashilag̈anag̈at aceptaron y nos dieron nuestro
pedido, kenaa’ en, 17 de octubre del 2008.
Dora:
“Sí, a mí me gustó muchísimo pero no me fue fácil, eh porque yo
algunas palabras en�endo y me cuesta hablarlo, un montón me
cuesta hablarlo y… pero sí me gustaría seguirlo, seguirlo y tratar
de que se… como es… que se integren más, más mujeres, más
varones, los adolescentes, todos”.
“(…) para mí fue maravilloso me gustó muchísimo, muchísimo
aunque llegaba cansada a la casa me gustaba, muchísimo me
gustó, buenísimo”.
Alfredo:
“(…) claro, si, y bueno yo lo vengo diciendo de un principio al
grupo que creo, yo tengo casi una seguridad, de que lo que yo
digo lo pienso y lo siento, ¿no es cierto?, que es un paso que di-
mos al frente. Porque el trabajo que ustedes están haciendo con
nosotros creo que todo, cien por cien de todos los que estuvie-
ron, y van a seguir estando, están completamente de acuerdo de
todo lo que estamos haciendo. Porque eso nos sirve a nosotros
200
porque estamos como reafirmando nuestra iden�dad junto con
ustedes.”
“(…) a mí me sirvió de mucho porque como dije siempre apren-
do de ustedes también, por ejemplo, como yo siempre dije yo
no tengo escuela, no es cierto, no tengo una preparación pero
con la buena voluntad que uno �ene, no es cierto, de escuchar
al otro entonces desde ahí aprendemos también, sin tener… sin
haber ido a una universidad, ¿no es cierto?.”
“Vos fijate que nosotros por ahí aún, me parece a mí, que por ahí
nosotros fuimos perdiendo un poco ese eh… esa agilidad viste
de… de pensamiento. Porque yo creo que cuando éramos más
chicos más jóvenes eh (…) lo pensábamos más rápido, en Mocoví
te quiero decir (…) pero ahora medio que se nos mezcló con el
castellano entonces como que a uno le cuesta un poco, porque
uno fue perdiendo esa esencia de la palabra ¿no?, este… que
son palabras justas, ¿no es cierto?, que, que uno lo hace por-
que como era en idioma, para nosotros era un idioma que nacía
quién sabe de qué �empo, ¿ no es cierto?”.
“(…) por eso la lucha es esa, de que nosotros como aborígenes,
como indígenas, como quieras llamarlo, nosotros tenemos que
tratar de encontrar las raíces y desde ahí arrancar hacia ade-
lante siendo nosotros mismos y que no sean los demás los que
tengan que venir y presionarte, esclavizarte o tenerte, como que
si uno fuera menos, ¿no es cierto?”
César:
“Este bueno, si… en realidad este para mí fue algo muy lindo, muy
lindo porque fui aprendiendo juntamente, o sea fui aprendiendo
de una persona mayor como Alfredo y bueno también yo creo que
yo tenía… fui dándome cuenta que yo tenía también un montón
de conocimiento de esto sobre la lengua, la palabra que Alfredo
por ahí las tenía olvidadas o… o por ahí algunas no las conocía
eh… bueno para mí fue algo lindo porque era como vos decías de
darle forma a un mensaje escrito en castellano, hacerlo en Mocoví
nos costó mucho sí pero te digo fue lindo por el hecho de que, por
el hecho de que logramos, logramos hacernos entender a pesar
de que venimos con nuestra lengua atrasada, sobre todo acá en
la zona de Colonia Dolores, venimos atrasada o sea no fuimos per-
feccionando nuestra lengua de más de cien años (…)”
201
“(…) después de la úl�ma rebelión de San Javier nuestros mayo-
res no, no nos quisieron enseñar lo que era su lengua, y bueno,
tratar de mantener lo que ellos tenían, y bueno, por lo menos yo
en mi memoria de chico, desde chico, tenía montones de pala-
bras, conocía prác�camente todo el lenguaje pero de algunas
palabras me he olvidado, y yo creo que Alfredo más o menos le
pasaba lo mismo, tal es así que algunas palabras que yo por ahí
este… yo decía él no las conocía y yo de él aprendí un montón
por el hecho de que yo daba una punta por ejemplo una idea y
enseguida nomás con�nuaba la frase. Y sí, escribirlo es costoso
pero muy lindo, muy lindo porque fueron tres días donde termi-
namos agotados pero contentos, contentos de algo que nosotros
queremos, nosotros queríamos empezar a escribir esto, bueno
estamos escribiendo a nuestra manera pero allí de todos mo-
dos se en�ende, nosotros podemos explicarlo, podemos leerlo,
y bueno, porque sabemos lo que escribimos y bueno yo también
porque yo creo que hemos aprendido nosotros y de vos aprendi-
mos un montón porque nos facilitabas el camino, nos dabas una
idea y nosotros redondeamos lo que vos nos decías. Y bueno, le
buscamos y tratamos de darle otro, ya que nombre nos tenía
que dar a entender lo que queríamos decir, eso para mí fue ma-
ravilloso, muy lindo, yo pienso que para todos porque los cuatro
que escribimos allí salimos muy enriquecidos, muy enriquecidos,
muy contentos, y aparte somos parte, ya somos parte de lo que
está escrito, somos protagonistas y esa es la idea. De tener un
protagonismo, ser nosotros protagonistas ya que nosotros so-
mos la historia ¿no?, y bueno el hecho de ser la historia y poder
por ahí escribirla nosotros es una cosa maravillosa, es el sueño
que siempre tuvimos, poder ser nosotros quienes digamos lo que
aprendimos, lo que nos pasaron de boca a boca y poderlo contar,
ya que siempre lo que leemos está escrito por otra gente y esto
lo estábamos escribiendo nosotros, por ahí si hay cosas que no
recordamos y quizás nos contaron o quizás otras que no nos qui-
sieron contar pero bueno, fue muy lindo, muy lindo.”
“(…) cuando vimos todo esto acá en el museo tantas cosas, cuan-
to mensaje en tan poco �empo, eh… me emocionaba por ahí
algunas palabras, algunas frases hechas ahí, dichas, escritas ahí
y eso salió de nosotros, en el momento no nos dimos cuenta pero
después si cuando vimos todo eso plasmado, escrito allí, esto hi-
202
cimos nosotros, esto dijimos nosotros. Que lindas cosas porque
no fue pensado sino que es algo que sen�mos y bueno entonces
te digo es… nos costó, nos costó mucho porque nunca lo había-
mos hecho (…)”
Cesar se refiere a cuando vio el trabajo plasmado en los paneles
del museo:
“(…) es algo que nos emociona, a mí me emocionó mucho al ver-
lo allí porque es algo que uno lo siente, lo lleva adentro, eh… y
bueno y poderlo hacer a pesar de que nos cansamos, nos agota-
mos (risas) y era preferible agarrar, trabajar todo un día en un
trabajo rudo y no estar sentado allí con la mente concentrada y
a su vez aprendiendo, porque digo aprendiendo, porque sincera-
mente a hacer lo que los otros saben, lo que los otros saben, los
mayores saben, por eso te digo, muy lindo, muy bueno, y bueno
con ganas de seguir trabajando en eso.”
Bibliogra�a
Fuentes
Documento de Trabajo: Registro de audio del Taller de traducción.
203
204
CAPÍTULO VIII
EL MUSEO NELOVEK Q
� OBO’ MOKOIT
205
206
El museo era un anhelo y un sueño de la comunidad y siguió
siendo así durante el transcurso de las ac�vidades del proyecto. Re-
cién cuando emprendimos el montaje de la muestra comenzamos a
ver como ese sueño se materializaba y se hizo realidad el 24 de abril
de 2011. Queremos destacar aquí las palabras que expresaron los re-
presentantes de la Comunidad en el marco de la inauguración. El acto
comenzó con una convocatoria a armar un círculo:
207
yo digo en este día que yo tengo mucha alegría, hoy mi cora-
zón está demasiado contento (…) El árbol cortado mantuvo sus
raíces, el retoño creció y tomó forma de un árbol gigante, dio
sus frutos y se mul�plicó sobre la faz de la �erra, bendita �erra;
¡madre! Por esta razón, por esta razón... decidimos, por esta ra-
zón, decidimos rescatar y revalorizar nuestra lengua y nuestra
cultura” (Alfredo Salteño, Colonia Dolores, 24 de abril de 2011).
208
mantener nuestra cultura y cada vez sabemos más de nosotros
mismos, cada vez enriquecemos nuestro saber, nuestra experien-
cia, somos cada vez más ricos en cultura, somos cada vez más
ricos en sabiduría porque respetamos a nuestros ancianos que
son los que nos enseñan, porque respetamos a nuestros antece-
sores y porque respetamos al ser que hoy convive con nosotros,
y no nos sen�mos tan ignorantes, creo que vamos aprendiendo
todos juntos y yo creo que todos también están aprendiendo con
nosotros.” (César Coria, 24 de abril de 2011).
209
hacia los países hegemónicos europeos. Así surgen los grandes museos
nacionales basados en una concentración patrimonial que responde a
intereses polí�cos orientados a la consolidación de una nueva iden�-
dad nacional:
“La Mesa Redonda considera que uno de sus logros más impor-
tantes ha sido definir e iniciar un nuevo enfoque en la acción
de los museos: el museo integral, des�nado a dar a la comuni-
dad una visión integral de su medio ambiente natural y cultural”
(Mesa Redonda de San�ago, 1972).
210
Se comienza a plantear una relación dis�nta a la que dominó en
el siglo XIX: de un museo productor de símbolos nacionales –preocu-
pado por la construcción de una iden�dad nacional única y hegemóni-
ca– se pasa a un museo preocupado por las problemá�cas económicas
y culturales del mundo contemporáneo.
En cuanto al concepto de “Ecomuseo”, el cual representa una
parte importante en el surgimiento de la nueva museología, aparece
en Francia con dos propuestas: el Ecomuseo del Medio Ambiente y el
Ecomuseo del Desarrollo Comunitario.
El Ecomuseo del Medio Ambiente nace como parte de una pe-
dagogía del medio ambiente y se orienta hacia la u�lización del es-
pacio natural, el hábitat tradicional y los problemas actuales en una
perspec�va global. Este movimiento se dirige a un sector preocupado
por la reconciliación con su medio ambiente. Las poblaciones locales
son consideradas a la vez como parte del medio ambiente y como pú-
blico. En este museo la inves�gación, las polí�cas de preservación y la
comunicación tanto en lo que respecta al patrimonio cultural como al
natural, giran en torno de un ordenador común: el medio ambiente,
que es evocado desde diferentes disciplinas.
Aunque el Ecomuseo del Desarrollo Comunitario sigue el mismo
lineamiento que el precedente, se dis�ngue de aquel por emanar de
la propia comunidad. En esta concepción de Museo, la población local
no sólo forma parte del objeto de estudio y del público, sino que pasa
a tener un rol ac�vo, pasa a transformarse en actor de la acción y la
animación (De Carli, 2004).
Este nuevo papel de las comunidades es resaltada años más
tarde en la Declaración de Quebec: Principios básicos de una Nueva
Museología.
211
giendo aquellos que son tes�monio de las aspiraciones y de la
tecnología actual, la nueva museología –eco-museología, mu-
seología comunitaria y otras formas de museología ac�va– se
interesa, en primer lugar, por el desarrollo de los pueblos, refle-
jando los principios de su evolución y asociándolos a los proyec-
tos de futuro.” (Declaración de Quebec, 1984).
212
“(…) la inicia�va nace en la comunidad, el museo responde a
necesidades y derechos de la comunidad, el museo es creado y
desarrollado con par�cipación comunitaria, una instancia orga-
nizada de la comunidad dirige y administra el museo, el museo
aprovecha los recursos de la misma comunidad, el museo for-
talece la organización y la acción comunitaria, la comunidad es
dueña del museo” (De Carli, 2004:15).
213
sector social que fuera, se trata de un grupo que por pertenecer a la
comunidad �ene el derecho de hablar de ella:
214
ta el pasado en función del presente. Man�ene un dinamismo
constante, cambia la exposición y sus ac�vidades complemen-
tarias de acuerdo a las sugerencias de la colec�vidad” (INAH,
1984:8-9).
11. Sobre cómo surgió la propuesta a par�r de esta ac�vidad en el capítulo II.
215
cionado plantearon su deseo de crear en Colonia Dolores un Museo
local e invitaron a par�cipar, para su diseño y puesta en marcha, al
equipo de inves�gación de la Universidad Nacional de Rosario. Dos
años después, en 2008, nos reunimos para delinear los obje�vos, las
metas y caracterís�cas del proyecto dirigido a la creación del Museo.
El nombre del proyecto Nelovek q̈obo’ Mokoit fue propuesto por la
comunidad.
216
ejes de trabajo, todo ello orientado a dar contenido a un museo que en
ese entonces sólo se presentaba como una idea.
Como dijimos anteriormente, Colonia Dolores es una pequeña
comuna que cuenta con escasos recursos, durante la ges�ón de Dora
Salteño estaban dirigidos principalmente a la atención de la salud.
Dada la ausencia de recursos económicos, acordamos en la necesidad
de buscar financiamiento para comenzar a trabajar en el proyecto del
museo. Es así que presentamos propuestas de trabajo en la convoca-
toria de Voluntariado Universitario de la Secretaría de Polí�cas Uni-
versitarias del Ministerio de Educación de la Nación y más tarde en
el Programa “La Universidad y su Compromiso con la Sociedad” de la
Secretaria de Extensión de la Universidad Nacional de Rosario12.
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coví de Colonia Dolores; historia que se remonta a �empos inmemo-
riales. Contamos con los permisos de las Comunas y los propietarios
de los campos donde se realizaron los estudios: distritos de Colonia
Dolores, Colonia Silva y La Criolla. Trabajamos en la prospección de si-
�os arqueológicos precolombinos: Si�o Dora, Si�o Coria, Si�o Salteño
y Si�o Laguna La Blanca; todos ellos caracterizados por la presencia de
hornitos y fragmentos de cerámica. El si�o Salteño se encontraba en
riesgo, por lo cual se decidió aplicar arqueología de rescate y recupe-
rar el horno que se encontraba expuesto a factores ambientales que
pudieron afectar su preservación. El si�o Laguna La Blanca se presentó
como un hito en la historia de la Comunidad ya que allí se ubicó el úl-
�mo campamento del cacique Mariano Salteño. También trabajamos
en Arqueología de �empos históricos; se realizaron prospecciones y
excavaciones en el Si�o Nakamblaisat, donde se levantó el Cantón San
Mar�n y la Reducción Franciscana Nuestra Señora de los Dolores que
fue el asentamiento que dio origen a la actual Colonia Dolores.
De la inves�gación arqueológica, obtuvimos importante informa-
ción y materiales para la muestra del Museo. Todos los materiales rele-
vados y excavados se encuentran hoy en depósito en el Museo Local.
Además de la inves�gación arqueológica, trabajamos en la in-
ves�gación de archivos y documentos: desde los archivos personales
de historiadores locales14 hasta archivos públicos como el Archivo Ge-
neral de la Provincia y el Archivo Nacional.
Trabajamos en la inves�gación del patrimonio cultural intangi-
ble a través de la recuperación de la memoria oral, las tradiciones y
los saberes ancestrales. Este rescate y puesta en valor del patrimonio
cultural se realizó a par�r de talleres par�cipa�vos15.
Se realizó el relevamiento y registro de las fiestas, ritos y mitos
tradicionales: la Fiesta del 30 de Agosto que representa el Año Nuevo
Mocoví, el Saludo a los Cuatro Vientos, el encendido del Fuego por el
Consejo de Ancianos, la Danza Tradicional, el Himno Mocoví y el Mito
Fundacional.
A par�r de este trabajo, la comunidad de Colonia Dolores, a través
de sus saberes ancestrales, fue dando forma y contenido al museo, ex-
presando cual era la historia que querían contar, cual era el mensaje que
querían transmi�r a través de los objetos, las imágenes y el discurso.
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Hacia finales del 2010 comenzamos a trabajar en la recuperación
del espacio donde funcionaría el museo. La casa contaba con techo
de chapa, paredes de ladrillos, piso de portland y aberturas precarias.
Compramos nuevos materiales y fueron principalmente los miembros
de la comunidad quienes acondicionaron el espacio: cambio de aber-
turas, colocación del piso, revoque de paredes; aunque pudimos cola-
borar en la etapa de pintura de paredes y aberturas y en la colocación
de una membrana aislante debajo de la chapa, con la finalidad mi�gar
los cambios de temperatura.
En esta instancia realizamos nuevos talleres con la Comunidad,
a fin de discu�r sobre los resultados del relevamiento arqueológico de
los talleres realizados anteriormente, de las entrevistas y de la inves�-
gación documental. Acordamos el guión de la muestra museográfica,
la cual estaría estructurada de acuerdo a los siguientes períodos: Pe-
ríodo Prehispánico, que reafirma la presencia de los Pueblos Origina-
rios en la región antes de la llegada de los españoles; Período Colonial:
la Reducción Jesuita-Mocoví San Francisco Xavier y la labor del Padre
Florián Paucke; Período de Conformación del Estado Nacional: Reduc-
ciones y For�nes, la Reducción Franciscana Nuestra Señora de los Do-
lores y el Cantón San Mar�n; Fundación de la actual Colonia Dolores;
independización de Colonia Dolores de San Mar�n Norte, creación de
la comuna reconocida hoy como Primer Municipio Mocoví de la Pro-
vincia de Santa Fe; y por úl�mo, La Comunidad Mocoví de Colonia Do-
lores en la actualidad: la organización de la Comisión Aborigen, el lugar
de los Ancianos y las Artesanías.
Así, llegamos al momento del diseño de la muestra, trabajamos en
la selección del material arqueológico, que incluyó el montaje de una vasi-
ja que fue la primer pieza hallada en El Ombusal; seleccionamos las imáge-
nes para los paneles y se realizó la traducción de los textos al Mocoví16.
Montamos el museo, la comunidad decidió darle el nombre del
proyecto: Museo Nelovek q̈obo’ Mokoit, Museo de Historia y Arqueo-
logía Originaria.
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Como ya dijimos, la Comunidad decidió darle al museo el mis-
mo nombre que al proyecto: Nelovek q̈obo’ Mokoit que significa “Se
despertó el Pueblo Mocoví” o “El despertar del Pueblo Mocoví”. Esta
denominación estuvo inspirada en el significado que �enen las accio-
nes emprendidas hacia el rescate y revalorización de la iden�dad y de
la historia del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores. El museo se presenta
con un ícono muy significa�vo: un Ombú. Pero no es cualquier ombú,
sino el más viejos de todos los ombúes de El Ombusal, allí donde se
encuentran descansando “los an�guos”, sus antepasados. El ombú re-
presenta, por un lado, un espacio sagrado al referenciar al si�o donde
se emplaza el viejo Pueblo de Dolores; por otro lado, la cultura de los
antepasados que con el despertar del pueblo mocoví hoy resurge tal
como lo expresan sus palabras: sabiduría de nuestros ancestros latente
en nosotros17.
El soporte museográfico a nivel estructural está dado por una
pequeña casa conformada por una entrada frontal que da a un pasillo,
el cual comunica a dos pequeñas salas. Si bien las fronteras externas,
como expresa González Cirimele (2008) están dadas por la estructura
arquitectónica que separa lo interno, donde se encuentra contenida la
museogra�a, de lo externo; podemos plantear que en el caso de este
museo las fronteras externas se tornan difusas. El museo está conteni-
do dentro del predio de la Casa Mocoví. A nivel espacial, forma parte
de un conjunto de estructuras ubicadas en un espacio abierto, en tor-
no a un centro que se conforma como tal en momentos ceremoniales.
El predio de la Casa Mocoví es dónde se celebran las fiestas tradicio-
nales, donde se realizan los rituales y se llevan a cabo las ac�vidades
culturales.
El contenido temá�co se orienta hacia la iden�dad cultural a
par�r de la puesta en escena de la historia local. El desarrollo temá�-
co, en sus dimensiones espaciales y temporales, se encuentra guiado
por un orden cronológico definido por períodos y un ordenamiento
territorial definido por el mapa arqueológico. Las fronteras internas
están vagamente delimitadas por los dis�ntos temas representados en
el pasillo y las dos salas. Prima el orden cronológico, que comienza en
�empos inmemoriales dejándonos una marca, un mensaje clave: aquí
estaban antes de que llegáramos nosotros de Occidente. Desde el co-
mienzo del recorrido por la muestra, es claro que el sujeto que enuncia
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el discurso es la Comunidad Aborigen, los textos son presentados en
Mocoví, luego en castellano; cada período se presenta a par�r de hitos
que representa la historia de los pueblos originarios y en especial, del
pueblo mocoví de Colonia Dolores.
Bibliogra�a
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VÁZQUEZ OLVERA, C. (2008). Estudio introductorio. Revisiones
y reflexiones en torno a la función social de los museos. En Cuicuilco,
15(44): 5-14, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.
Fuentes
Declaración de Quebec, 1984.
Documentos de la Reunión del Consejo Internacional de Museos
(ICOM) 1971, Francia.
Documentos de la Reunión del Consejo Internacional de Museos
(ICOM) 1972, San�ago de Chile.
Estatuto de la Comisión Aborigen Aim Mokoilek.
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EL PATRIMONIO CULTURAL DE LA COMUNIDAD MOCOVÍ
AIM MOKOILEK, COLONIA DOLORES
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