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El Patrimonio Cultural de La Comunidad Aim Mokoilek

El libro cuenta la experiencia de trabajo del proyecto “Nelovek q̈obo’ Mokoit” (Se despertó el Pueblo Mocoví) que surgió de la iniciativa de la Comunidad Aim Mokoilek, dando origen a un programa de rescate del patrimonio cultural del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores. El programa de investigación y extensión se comenzó a implementar en forma conjunta en el año 2008 entre la comunidad y el equipo de Investigación del Museo Florentino y Carlos Ameghino de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario

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El Patrimonio Cultural de La Comunidad Aim Mokoilek

El libro cuenta la experiencia de trabajo del proyecto “Nelovek q̈obo’ Mokoit” (Se despertó el Pueblo Mocoví) que surgió de la iniciativa de la Comunidad Aim Mokoilek, dando origen a un programa de rescate del patrimonio cultural del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores. El programa de investigación y extensión se comenzó a implementar en forma conjunta en el año 2008 entre la comunidad y el equipo de Investigación del Museo Florentino y Carlos Ameghino de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario

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1

2
EL PATRIMONIO CULTURAL DE LA
COMUNIDAD MOCOVÍ AIM MOKOILEK
COLONIA DOLORES

3
4
MINISTERIO DE EDUCACIÓN
PRESIDENCIA DE LA NACIÓN
SECRETARÍA DE POLÍTICAS UNIVERSITARIAS
Mar�n Gill

DIRECCIÓN NACIONAL DE DESARROLLO UNIVERSITARIO


Y VOLUNTARIADO
PROGRAMA NACIONAL DE VOLUNTARIADO UNIVERISTARIO

UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

RECTOR
Prof. Darío Maiorana

ÁREA DE VOLUNTARIADO UNIVERSITARIO


Dr. Carlos Silva

FACULTAD DE CIENCIAS EXACTAS, INGENIERÍA Y AGRIMENSURA

DECANO
Ing. Oscar Peire

SECRETARÍA DE EXTENSIÓN
C.P.N. Daniel Adme

MUSEO FLORENTINO Y CARLOS AMEGHINO


Dra. Silvia Cornero

5
El patrimonio cultural de la comunidad Mocoví Aim Mokoilek Colonia
Dolores / Paula del Rio ... [et al.] ; compilado por Paula del Rio. 1a.
ed. Rosario: UNR Editora. Editorial de la Universidad Nacional
de Rosario, 2013.
224 p. : il.; 23x16 cm.

ISBN 978-987-702-016-8

1. Antropología. 2. Patrimonio Cultural. I. del Rio, Paula. II. del Rio,


Paula, comp.

CDD 363.69

Diseño interior y de tapa UNR Editora

Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio visual, gráfico o sonoro sin
la expresa autorización de los autores y/o editorial.

ISBN 978-987-702-016

© Paula del Rio - 2013

REUN EDITORIALES
RED DE EDITORIALES DE LA A.U.G.M.
DE UNIVERSIDADES
ASOCIACIÓN DE UNIVERSIDADES
NACIONALES
GRUPO MONTEVIDEO

IMPRESO EN LA ARGENTINA / PRINTED IN ARGENTINA


UNR EDITORA - EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
SECRETARÍA DE EXTENSIÓN UNIVERSITARIA

6
Este libro ha sido subvencionado por la Secretaría de Polí�cas
Universitarias en el marco del Programa Nacional de Voluntariado
Universitario, Proyecto “Nelovek q ö bo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo
Mocoví). Nuevos Recursos Culturales en Colonia Dolores” y por la
Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y
Agrimensura de la Universidad Nacional de Rosario.

7
A la memoria de Tito y Lorenzo

8
“El Consejo de Ancianos en este momento encenderá la fogata,
una fogata que acompañará, un fuego. Un fuego que reavivará el es-
píritu, fuego que nos traerá paz, fuego que convoca a hablar, hablar
con humildad, con sabiduría, fuego que invita a escuchar, a entender y
aceptar al otro tal cual es”.

24 de abril de 2011 / Delfino Naci�quí

9
CURADORÍA
Andrea Fernández
V. Sebas�án Fernández
Lucrecia Repe�o

10
ÍNDICE

PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
PRESENTACIÓN. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
CAPÍTULO I . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
INVESTIGACIÓN Y EXTENSIÓN EN LA COMUNIDAD
MOCOVÍ DE COLONIA DOLORES: UNA PROPUESTA
PARTICIPATIVA PARA EL ESTUDIO Y LA VALORIZACIÓN
DEL PATRIMONIO CULTURAL
CAPÍTULO II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41
EL PROYECTO NELOVEK Q � OBO’ MOKOIT
(Se despertó el Pueblo Mocoví)
CAPÍTULO III . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
TIERRA, FUEGO Y TIEMPO: LOS HORNOS DEL ESPINAL
CAPÍTULO IV . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN EL CHACO SANTAFESINO:
UN ESTUDIO HACIA A LOS ORÍGENES DEL PUEBLO
MOCOVÍ DE COLONIA DOLORES.
CAPÍTULO V . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL SITIO NAKAMBLAISAT
CAPÍTULO VI . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
LA CONSTRUCCIÓN COLECTIVA DEL CONOCIMIENTO
CAPÍTULO VII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173
UNA EXPERIENCIA DE TRABAJO CON LA COMUNIDAD
MOCOVÍ. A VECES LO QUE LEEMOS LO ESCRIBE OTRA
GENTE Y A VECES LO CONSTRUIMOS JUNTOS.
CAPÍTULO VIII . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
EL MUSEO NELOVEK Q � OBO’ MOKOIT

11
12
PRÓLOGO

“El (…) fuego que convoca a hablar, hablar con humildad, con sabi-
duría, fuego que invita a escuchar, a entender y aceptar al otro”.

Cuando nuestros más remotos antepasados, los primeros que


podemos llamar hombres, salieron de Africa para expandirse por el
mundo, llevaban consigo algunos elementos que desde entonces y
hasta ahora los hicieron dis�ntos a cualquier ser viviente del planeta:
la capacidad de hablar, fruto de una feliz mutación producida en su
laringe, la capacidad de pensar y razonar sobre sí mismos, y el dominio
del fuego.
El fuego, que había sido terror cuando salía de los volcanes o
cuando el rayo incendiaba las sabanas resecas por el calor del vera-
no, se había conver�do en amigo. El fuego proporcionaba luz y calor
en el frío de la noche, permi�a cocinar los alimentos haciéndolos más
digeribles, endurecía los palos des�nados a servir de armas, alteraba
el sílex permi�endo su lascado, y, sobre todo, alejaba a las fieras que
habían hecho presa en los protohombres indefensos, anidados en los
árboles como hoy lo hacen los chimpancés o los gorilas.
Da escalofríos pensar que debemos casi todo lo que somos y
tenemos –lo bueno y lo malo, lo sublime y lo estúpido, nuestra propia
existencia– a ese o esa ignorada criatura que en lugar de escapar del
incendio, tuvo el valor de recoger una rama encendida y conservar la
llamita, esa flor rojiza, incomprensible, que saltaba y jugueteaba y que-
maba los dedos que pretendían asirla.
Sin fuego no habríamos tenido canoas, ni cerámica, ni hornos
y cocinas, ni cuchillo y tenedor, ni hebillas de cinto, ni computadoras

13
ni cámaras fotográficas, que usamos diariamente sin pensar siquiera
cómo se originan. Tampoco tendríamos –preciso es decirlo– espadas,
pistolas, armaduras, tanques de guerra, ametralladoras y bombas de
fragmentación, y tantos y tantos otros instrumentos u�lizados para da-
ñar al prójimo y apropiarse indebidamente de lo que es ajeno.
Pero, sobre todo, sin fuego no habríamos tenido fogones, que
“(…) invitan a hablar (…) y a escuchar (…) a entender y aceptar al otro”.
El fogón, al aire libre o bajo cualquier cubierta (de paja, de piedra o de
ladrillo) es el ámbito por excelencia para intercambiar experiencias,
para que los abuelos narren historias, para recordar a los muertos –�-
sicamente muertos, pero vivos en el recuerdo– para reírse en grupo o
para sufrir con las apariciones extrañas (los “asombros”) que hacen
correr gotas de hielo por la espalda. El fuego cambia las caras y las co-
sas: los ojos brillan dis�nto y las voces suenan de otro modo. Es el fue-
go el que anuda historias y sella las alianzas, recogidas por la memoria
oral y conservada por aquellos jóvenes ahora devenidos ancianos, po-
seedores del conocimiento y el saber. Y también esa otra alianza, la del
hombre con su perro, el lobo domes�cado, traído al con�nente cuan-
do todavía exis�an los gliptodontes y megaterios, e infaltable desde
entonces en el fogón.
A medida que las sociedades humanas se hicieron más comple-
jas y ya no alcanzaron los 10 dedos –base de nuestro sistema deci-
mal– para contar propiedades, comensales a una mesa o realizar cen-
sos de población, se inventaron los ábacos y los sistemas numerales. Y
cuando la memoria oral no fue suficiente para recordar los sucesos o
describir el mundo, surgió la escritura, y con ella la crónica, la historia
y la literatura escritas. Tan importante fue este paso que algunos pen-
saron que Historia y Literatura sólo eran las escritas, olvidando que
especialistas como los Amautas Incas fueron capaces de retener en la
memoria por 300 o más años los hechos ocurridos en el Tahuan�nsuyo
(e incluso alterarlos por “orden superior”, conformando una “historia
oficial”) y que los primeros libros de que tenemos no�cia (la Biblia o
las obras de Homero, por ejemplo), fueron transmi�das de memoria
durante siglos antes de ser recopiladas por escrito. Casi en nuestros
días, para el estudio del pasado surgió la Arqueología, una tercera for-
ma de conocimiento que u�liza como fuente los restos materiales de
las sociedades, en su relación mutua con el medio y con la matriz sedi-
mentaria en que fueron depositados.
Memoria oral, memoria escrita y memoria de los elementos

14
materiales son dis�ntas vías de acceso a los an�guos abuelos, a su
modo de vida, a sus creencias y conocimientos, a sus desplazamientos
azarosos o planificados, a su alimentación y su ac�tud ante la muer-
te. Reunidos en torno al fogón, tenemos la oportunidad de compar�r
nuestra vida actual y la otra vida, la de los an�guos, que parece brillar
en el fuego y ascender por las llamas, recordando que el conocimiento
no �ene dueño, que es de todos, que se comparte y se construye en un
abrazo, con el esfuerzo unido de los originarios y los hijos de extranje-
ros nacidos en este suelo.
Los antecedentes que dan origen a las inves�gaciones en Colo-
nia Dolores, al Museo de Cultura Mocoví “Nelovek q̈obo’ Mokoit” y al
relato contenido en este libro, se remontan al año 2006. Con anterio-
ridad, desde 1996, el equipo dirigido por la Dra. Silvia Cornero (Museo
“Floren�no y Carlos Ameghino”, UNR) con par�cipación de alumnos
de la Escuela de Antropología de Rosario y convenio con la comuna
de Alejandra, había prospectado la zona e iniciado excavaciones en el
si�o “La Lechuza”, datado en 1800 años antes del presente (Proyecto
“Arqueología regional de la costa Centro Norte santafesina”) y en si�os
con hornos para cocción de alimentos, fechados entre 2000 y 1000
años atrás.
A principios de 2006 se planificó la regionalización de las inves�-
gaciones, ampliando el área de trabajo así como el marco disciplinario y
el grado de par�cipación de las poblaciones locales y las comunidades
de pueblos originarios. El nuevo proyecto, �tulado “Arqueología Regio-
nal: Comunas y Comunidades en inves�gación par�cipa�va”, dirigido
por la Dra. Cornero y codirigido por la Dra. Ana María Rocchie� (Escuela
de Antropología, UNR), contemplaba la u�lización de las tres grandes
herramientas disponibles para la recuperación del conocimiento histó-
rico regional: la inves�gación arqueológica, la compulsa de documentos
escritos, y el tes�monio aportado por la memoria oral y las costumbres
tradicionales conservadas hasta nuestros días. Es decir, abarcaba por
igual el patrimonio tangible e intangible, integrando en unidad de acción
a especialistas, pobladores y comunidades originarias.
El Proyecto fue presentado con éxito en el Encuentro Regional
de Museos, organizado ese año en la localidad de Alejandra. Los Direc-
tores de Museos y Delegados asistentes asumieron la tarea de ampliar
el radio del compromiso, destacándose la acción desarrollada por el
Dr. Guido Tourn, entonces Presidente comunal de Alejandra y Director
del Museo anfitrión, y del Lic. Gerardo Fabricius, que contactaron a las

15
Comunas de Marcelino Escalada, Villa Saralegui, Gobernador Crespo,
Cacique Ariacaiquín, La Criolla, La Brava, La Gallareta, Colonia Silva,
San Mar�n Norte, Marcelino Escalada, La Penca, Caraguatá y las Muni-
cipalidades de San Justo, Las Toscas y San Javier. Mención aparte me-
rece la incorporación al grupo de la Comuna y Comunidad Mocoví de
Colonia Dolores, que ya había transitado un camino de interacción con
la Universidad Nacional del Litoral en el proceso de detección, elimina-
ción y monitoreo del Mal de Chagas.
Como resultado de los acuerdos entre autoridades universitarias
y comunales, docentes y directores de museos, se resolvió trasladar a
las restantes localidades la experiencia de inves�gación copar�cipada
realizada en Alejandra, y llevar a cabo durante ese año dos Jornadas de
Trabajo bajo la modalidad de Taller. La primera se realizó en junio en
Alejandra: el Taller Par�cipa�vo se desarrolló a par�r de una charla del
suscripto sobre poblamiento prehispánico regional y una exposición
sobre organización y montaje de museos, complementada con una
visita al museo local. Los principales temas tratados fueron: Proyec-
tos de Inves�gación; actualización, creación y montaje de los Museos
Comunales; necesidad de realizar convenios de colaboración mutua y
conformación de los mismos; formas de difusión de las inves�gaciones
a nivel escolar, periodís�co, turís�co, barrial y comunal; e inventario
georreferenciado de si�os arqueológicos, para establecer el patrimo-
nio comunal y provincial del subsuelo arqueológico.
El taller se completó con una visita al si�o “La Lechuza”, donde se
estaba realizando una Escuela de Campo de la que par�ciparon alum-
nos de los centros de enseñanza secundaria de la zona. Como sede
para el próximo Taller, programado para el mes de noviembre, fue ele-
gida por unanimidad la Comuna y Comunidad “Aim Mokoilek” de Co-
lonia Dolores, que inmediatamente comenzó los prepara�vos y realizó
una serie de ac�vidades complementarias tendientes a revitalizar la
iden�dad étnica. Entre éstas, cabe destacar la presentación del trabajo
“¿Es posi�vo exponer restos humanos de aborígenes en Museos?” en
el Segundo Congreso de la Crea�vidad Juvenil en Ciencia y Tecnología
(San Cristóbal, agosto de 2006), a cargo de Gerardo Fabricius y con
la destacada presencia de miembros de la Comunidad Mocoví, entre
ellos el abuelo Delfino Naciqui�.
El Taller de noviembre, del que se habla en el Capítulo II de este
libro, fue una fiesta. Fiesta para la inves�gación, ya que se cumplieron
los obje�vos propuestos para el taller, en el que se puso de relieve

16
–para decirlo con palabras de Paula del Rio– “(…) la importancia de
los dis�ntos saberes, el respeto por las diferencias, el compromiso y la
responsabilidad social”. Fiesta cultural, con la actuación del conjunto
de baile de la Comunidad Mocoví, y fiesta recrea�va, en que los pre-
sentes nos vimos envueltos en un clima de solidaridad, amabilidad y
confraternidad inolvidables. Lo restante, está escrito en el libro. Queda
espacio todavía para una reflexión final: volviendo a las palabras que
encabezan este Prólogo, creo que “las chicas”, como las llaman cariño-
samente Dorita Salteño y César Coria, se han asomado al fogón y se
llevan una experiencia que las va a marcar de por vida, orientando en
el futuro su vida profesional. Y la Comunidad Mocoví, que retoma con
orgullo y dignidad la recuperación de sus costumbres, su lengua y su
cultura, buscando en “El Ombusal” o Nakamblaisat los fuegos de Va-
len�n Teo� y Mariano Salteño, encontró otros fuegos –los “hornitos”–
que marcan el camino de originarios que, en �empos que superan la
memoria y aún la leyenda, iniciaron el poblamiento del territorio que
hoy, en lengua de “blancos”, llamamos Provincia de Santa Fe.

Y esto, es solamente el principio.

Carlos N. Ceru�

17
18
PRESENTACIÓN

EL LIBRO

Este libro es el resultado del trabajo de inves�gación y extensión


realizado desde el año 2009 en Colonia Dolores por el Equipo de inves-
�gación de la Universidad Nacional de Rosario y la Comisión Aborigen
Aim Mokoilek. La presente publicación se realiza en el marco del Pro-
yecto: “Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví). Nuevos
Recursos Culturales en Colonia Dolores” correspondiente al Programa
de Voluntariado Universitario de la Secretaría de Polí�cas Universita-
rias (SPU), Ministerio de Educación de la Nación.
Está organizado en ocho capítulos:
La primera parte, dedicada a la presentación,esta compuesta de
los dos primeros capítulos. La segunda, aborda los estudios arqueoló-
gicos que se han realizado en la zona de influencia de Colonia Dolores
(capítulos III a V). En la tercer parte del libro se presenta el trabajo
realizado con la Comunidad y el Museo Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se des-
pertó el Pueblo Mocoví).
El primer capítulo presenta el trabajo de inves�gación y exten-
sión que se está llevando a cabo en Colonia Dolores entre el equipo de
inves�gación de la Universidad Nacional de Rosario y la Comisión Abo-
rigen Aim Mokoilek, en el marco de una inves�gación par�cipa�va.
El segundo capítulo está des�nado a la presentación del Proyec-
to Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví) sus antece-
dentes y diseño.
En el tercer capítulo se presentan los estudios de arqueología
prehispánica realizados en los si�os registrados en la zona.

19
En el cuarto capítulo se desarrolla la propuesta de inves�ga-
ción, en el marco de la arqueología histórica del si�o Nakamblaisat (El
Ombusal), correspondiente al primer asentamiento de la “Reducción
Nuestra Señora de los Dolores” y al “Cantón Militar San Mar�n”.
El quinto capítulo presenta los avances en la inves�gación de
campo y gabinete del si�o Nakamblaisat.
En el sexto capítulo se detalla el trabajo realizado en los dife-
rentes talleres sobre la historia y la iden�dad del pueblo de Colonia
Dolores con: el Consejo de Ancianos, el grupo de adultos, de jóvenes y
los niños de la escuela primaria.
En el capítulo siete se describe la experiencia de traducción a
la lengua mocoví, de los paneles que forman parte de la muestra del
Museo.
A modo de cierre, el úl�mo capítulo, cons�tuye una mirada so-
bre la experiencia de creación del museo Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se
despertó el Pueblo Mocoví) y describe sus principales caracterís�cas.

LOS AUTORES
De acuerdo al orden de aparición en el libro:

Lic. Carlos Ceru�


Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional de La
Plata. Inves�gador del CONICET. Inves�gador Adscripto “Ad Honorem”
y Ex Inves�gador y Director del Museo de Ciencias Naturales y Antro-
pológicas “Prof. Antonio Serrano” de Paraná. Miembro de Número del
Centro de Estudios Hispanoamericanos y de la Junta de Estudios His-
tóricos de Santa Fe.

Dra. Paula del Rio


Docente Inves�gadora de la Universidad Nacional de Rosario
(UNR). Docente y Secretaria Académica de la Escuela de Posgrado y
Educación Con�nua, Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agri-
mensura (FCEIA-UNR). Directora e Integrante de Proyectos de Inves�-
gación y Extensión del Museo Floren�no y Carlos Ameghino, FCEIA.

Dra. Silvia Cornero


Docente Inves�gadora de la Universidad Nacional de Rosario. Di-
rectora del Museo Universitario Floren�no y Carlos Ameghino, FCEIA.

20
Docente de la Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y
Artes (FHyA-UNR).

Comisión Aborigen Aim Mokoilek


Representante de la Comunidad Mocoví de Colonia Dolores.

Barbara Magnabosco
Integrante de Proyectos de Inves�gación y Extensión del Museo
Universitario Floren�no y Carlos Ameghino, FCEIA. Estudiante de la Es-
cuela de Antropología, FHyA, UNR.

Lucía Rangone
Integrante de Proyectos de Inves�gación y Extensión del Museo
Universitario Floren�no y Carlos Ameghino, FCEIA. Estudiante de la Es-
cuela de Antropología, FHyA, UNR.

Lic. Irene Dosztal


Becaria CONICET del Museo Universitario Floren�no y Carlos
Ameghino, FCEIA. Docente de la Escuela de Antropología, FHyA, UNR.

Lic. Paula Cure�


Becaria CONICET del Centro de Estudios Interdisciplinarios,
UNR. Docente de la Escuela de Posgrado y Educación Con�nua
(FCEIA-UNR).

María Soledad Goros�aga


Integrante de Proyectos de Inves�gación y Extensión del Museo
Universitario Floren�no y Carlos Ameghino, FCEIA. Estudiante de la Es-
cuela de Antropología, FHyA. UNR.

EL EQUIPO DE TRABAJO
Dirección del Proyecto:
Dra. Paula del Rio

Docentes inves�gadores de la Universidad Nacional de Rosario


Dra. Silvia Cornero - Lic. Irene Dosztal

Miembros del Proyecto


María Soledad Goros�aga, Barbara Magnabosco, Lucía Rangone,
Carolina Bruno, Paula Cure�, Paola Albornoz, Sergio Acuña, Andrea

21
Fernández, Lisandro Arelovich y Hugo Ma�ozzi, de la Universidad Na-
cional de Rosario; Mauricio Sandoval de la Universidad Nacional del
Litoral; Violeta del Rio y Mar�n Maggioni.

Comunidad Aborigen Aim Mokoilek


César Coria, Alfredo Salteño, Dora Salteño, Dora Palacios, Elsa
Guanca, Rubén Matolí, Danival Chocorí, Camila Nasinquin, Salvador
Salteño, Rosa Gómez, Silverio Salteño, Ramona Matolí, Juan Guanca,
Patricio Gómez, María Eufemia López, Delfino Naci�quí, Lorenzo Ca-
torí, Mirian Gómez, Floren�na Naciqui�, Alejandro Malaquía, Hernán
Gómez, Javier Catorí, Ernesto Gómez, Juan Carlos So�ni, Eliana Ve-
lázquez, Gloria Villalba, Laura Villalba, Nicolás Cuatrin, Clara López,
Dominga Villalba, Raquel Matolí, Norma Villalba, Norma Hels, Nicolás
Naci�quí, Paula Catorí, Nelly Coria, Soraya Lugo, Alejandra Catorí, Ma-
ría Angélica Lugo, Ayelén Ponte, Silvana Costa, Brisa Salteño, Viviana
Salteño, Oscar Avalo, Mauro Salteño, alumnos del sép�mo grado de la
Escuela Nro. 430, año 2011.

Par�cipantes de otras ins�tuciones


Regional Norte B de la Asociación de Museos de la Provincia de Santa Fe
Gerardo Fabricius y Valeria Zampichia�.

Escuela Nro. 430 “José de San Mar�n”


Directora: María Fernanda Gonzáles de Bortulè
Docentes: Paola Finó y Verónica Catorí

Universidad Nacional de San Luis


David Aguilera y Aldo Giacardi

Universidad Nacional de Río Cuarto


Guillermo Sagripan�

Colaboradores del Proyecto


Pepe y Pirucha Perusini y su familia (Propietarios del campo
donde se ubica el Si�o Nakamblaisat en el distrito Silva).
Carlos Urbina (propietario del campo donde se ubica el Si�o
Salteño).
Sr. Roberto Drue�o (Propietario del campo donde se ubica el
Si�o Nakamblaisat en el distrito Colonia Dolores).

22
Dra. Sandra Meriggiola (Directora del Centro de Salud de Colo-
nia Dolores).
Gloria Dayer (Historiadora Regional - Vera y Pintado).
Museo de Historia Regional de Gobernador Crespo.

Avalaron el proyecto
Comuna de Colonia Dolores
Presidente Dora Salteño
Comuna La Criolla
Presidente Roberto Tion
Comuna Colonia Silva
Presidente Hugo Sarnio�
Comuna San Mar�n Norte
Presidente Adrián Scozzina
Vice Director del Anexo de la Escuela Secundaria Nº 2359
dependiente de la Escuela de Enseñanza Media 359, ubicada
en la localidad de Escalada.
Prof. Darío Rosset

23
24
CAPÍTULO I

INVESTIGACIÓN Y EXTENSIÓN EN LA COMUNIDAD MOCOVÍ DE


COLONIA DOLORES: UNA PROPUESTA PARTICIPATIVA PARA EL
ESTUDIO Y LA VALORIZACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL

Paula del Rio

Pedimos permiso al Consejo de Ancianos por intermedio de Delfino para comenzar a trabajar.

25
26
Introducción

El proyecto Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mo-


coví), forma parte de un Programa de Inves�gación y Extensión orien-
tado al estudio del patrimonio cultural del Pueblo Mocoví de Colonia
Dolores y hacia la generación de propuestas de producción de recursos
culturales, desde una perspec�va social del desarrollo sustentable y
sostenible; par�endo del rescate de las tradiciones, el saber popular y
la cultura material.
El proyecto se inscribe en el eje “Promoción y Preservación del
Patrimonio Histórico y Cultural de la Comunidad Aim Mokoilek de Co-
lonia Dolores”. Surgió a par�r de una demanda de la propia comunidad
y se orientó hacia la creación de un museo local1.
En esta instancia nos proponemos realizar una presentación
general de las líneas de trabajo que se vienen desarrollando entre el
equipo de inves�gación de la UNR y la Comunidad Aim Mokoilek. Para
ello es importante realizar previamente una presentación de Colonia
Dolores, de la Comunidad Aborigen Aim Mokoilek y del equipo de tra-
bajo de la Universidad.
Luego describiremos brevemente los proyectos que estamos de-
sarrollando en forma conjunta, como así como también la dinámica de
trabajo u�lizada para llevarlos adelante.

El Pueblo de Colonia Dolores

Colonia Dolores es una localidad ubicada en el centro de la pro-


vincia de Santa Fe, a una distancia de 8 km de Gobernador Crespo y de

1. El proyecto se presenta en el siguiente capítulo.

27
160 km de la ciudad de la capital provincial. Pertenece al departamen-
to San Justo.
Se trata de un pequeño pueblo que en el año 2001 tenía 636
habitantes de acuerdo al Censo Nacional del 2001, siendo la mayoría
descendiente del Pueblo Mocoví. Sus principales ac�vidades econó-
micas se vinculan al sector rural y a la construcción. La mayoría de las
viviendas son de material, sin embargo el 48% de las mismas fueron
clasificadas en el censo 2001 como Casas de �po B, es decir que pre-
sentan al menos una de las siguientes condiciones: posee piso de �erra
o ladrillo suelto u otro material (no �ene piso de cerámica, baldosa,
mosaico, mármol, madera, alfombra, cemento o ladrillo fijo); o no �e-
ne provisión de agua por cañería dentro de la vivienda o no dispone
de inodoro con descarga de agua. El 29,1% de los Hogares presentaba
en el 2001 Necesidades Básicas Insa�sfechas, éstos representaban al
37,9% de la población (Censo, 2001). Las cifras expuestas datan de más
de diez años, dado que aún no se encuentran disponibles los datos
del úl�mo Censo Nacional. No obstante, en líneas generales, pudimos
observar que representan la actual situación del pueblo.
En cuanto a los servicios asistenciales, en la zona urbana encon-
tramos un Dispensario de Salud dependiente del Servicio para la Aten-
ción Médica de la Comunidad (SAMCO Nro. 3).
En la localidad se encuentra la Escuela Rural N° 430 “José de San
Mar�n” de nivel primario y el Anexo Nº 2359 de la Escuela de Enseñan-
za Media Nº 359, ubicada en la localidad de Escalada.
Sobre la historia de su fundación nos explayaremos más ade-
lante, aunque es necesario decir aquí que el Pueblo de Dolores surge
hacia fines del siglo XIX con la creación de la Reducción Franciscana
“Nuestra Señora de los Dolores” en 1870, luego de que las parciali-
dades de los caciques Mariano Salteño, Valen�n Teo� y José Manuel
realizaran un pacto con el gobierno en 1869 y se redujeran en el Can-
tón San Mar�n. Durante veinte años la Comunidad vivió en el lugar de
la primera fundación hasta su traslado a la actual localización. Colonia
Dolores, hasta finales del siglo XX, formó parte de San Mar�n Norte;
luego se cons�tuyó en comuna independiente.

La Comunidad Aborigen Aim Mokoilek

La comunidad Mocoví de Colonia Dolores se encuentra ac-


tualmente organizada y representada por la Comisión Aborigen Aim

28
Mokoilek. Consideramos importante introducir nuestro trabajo descri-
biendo, con unas pocas palabras, el contexto histórico-polí�co en el
que surge la Comisión Aborigen.
En las primeras décadas del siglo XX el gobierno y la sociedad oc-
cidental sostenían la postura de que había que “civilizar” a los indígenas
y que la mejor manera de lograrlo era a través de un régimen de �po tu-
torial, paternalista, que fuera ejercido por el Poder Ejecu�vo y estuviese
orientado a su integración a la sociedad nacional hegemónica.
Tomando en consideración un contexto más general, el proceso
de conformación y consolidación de los Estados en los países la�noa-
mericanos estuvo centrado en la cons�tución de una única naciona-
lidad, lo cual significó la construcción de una iden�dad común y en
consecuencia, el desconocimiento de otras iden�dades. Estas fueron
objeto de polí�cas de some�miento, bajo una cultura oficial y hege-
mónica que buscaba la integración y asimilación. Es así que se inició
en las primeras décadas del siglo XX un proceso de invisibilización ét-
nica y durante mucho �empo, se creyó en el éxito de estas polí�cas.
Sin embargo hacia finales del siglo, en La�noamérica, comenzaron
a surgir movimientos reivindicatorios de las iden�dades étnicas. La
fuerza que tomaron los movimientos indígenas, los cons�tuyó en ac-
tores polí�cos nacionales y trasnacionales que lograron llevar hasta el
debate público sus reclamos, en tanto colec�vos diferenciados y suje-
tos de derechos. Sumado a ello, se produjo el reconocimiento de los
pueblos indígenas en el derecho internacional consuetudinario hacia
finales del siglo pasado, a través de normas posi�vas, doctrina y juris-
prudencia, siempre basados en el principio de la libre determinación
(Toledo Llancaqueo, 2005).
No obstante los avances en las úl�mas décadas, el proceso de
invisibilización étnica ha afectado significa�vamente a los Pueblos Ori-
ginarios en gran parte del siglo XX. Recién en la década de 1980 co-
mienza a producirse un cambio, que en el caso del Pueblo Mocoví en
Santa Fe, se evidencia con el surgimiento de un movimiento social en
pos de la recuperación de su iden�dad. En ese contexto, en la década
de 1990, los vecinos de Colonia Dolores elevan a la legislatura de San-
ta Fe un proyecto para independizarse de San Mar�n Norte. El 24 de
noviembre de 1994, con la sanción de la ley Nº 11.215, se crea la co-
muna de Colonia Dolores. Pocos años después la Comunidad comienza
a organizarse y crea la Comisión Aborigen, que en el año 2004 toma
el nombre de Comisión Aborigen Aim Mokoilek. En el 2007 inician el

29
trámite para la obtención de la personería jurídica, que es aprobada el
17 de octubre de 2008.
Su Estatuto �ene como principales obje�vos la revalorización y
el desarrollo de la comunidad, como medio de afianzar su autonomía
en la recuperación y defensa de sus derechos; rescatar y valorar el ser
indígena y su memoria histórica, fortaleciendo su iden�dad en la socie-
dad y dentro de la comunidad; impulsar el mejoramiento de vida de la
comunidad y sus miembros en el plano social y económico; ges�onar
el �tulo de propiedad de la �erra que la comunidad ocupa a favor de la
misma como Propiedad Comunitaria, para el bien de todos sus miem-
bros; procurar el acceso defini�vo a otras �erras aptas y suficientes
para el desarrollo de la comunidad de acuerdo a la garan�a cons�tu-
cional y demás leyes concordantes; ges�onar programas sociales que
el Estado desarrolla a través de la Secretaría de Desarrollo Social para
la atención de la población en situación de pobreza y vulnerabilidad;
par�cipar en los proyectos legisla�vos polí�cos que desde la esfera
oficial o privada, directa o indirectamente, afecten a la comunidad y
reglamentar la posesión de parcelas de propiedad comunitaria para su
distribución entre las familias de la comunidad (Estatuto de la Comi-
sión Aborigen Aim Mokoilek).
Desde su creación, la comisión, funciona de acuerdo a estas pau-
tas y obje�vos, vinculados principalmente a la revalorización y rescate
de la cultura del pueblo Mocoví. En este contexto se creó la Bandera y
el Himno Mocoví como símbolos iden�tarios de la cultura aborigen.
Consideramos que el trabajo que realizamos, cons�tuye un va-
lioso aporte en el proceso de visibilización étnica.

El equipo de Inves�gación de la Universidad Nacional de Rosario

Hacia finales del 2009, llegamos a Colonia Dolores a presentar el


primer proyecto que había sido seleccionado en el Programa de Volun-
tariado Universitario con el obje�vo de crear el Museo Local. Lo hicimos
a par�r de los trabajos que en los úl�mos quince años se han desarro-
llado, desde el Museo Universitario Floren�no y Carlos Ameghino, en la
región del centro norte de Santa Fe.
Todo empezó en 1996 cuando la Directora del Museo Universi-
tario Floren�no y Carlos Ameghino de la FCEIA, la Dra. Silvia Cornero,
ges�onó un convenio entre la Comuna de Alejandra y la Facultad de
Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura (FCEIA), mediante el cual se

30
creó el Museo de Arqueología Regional. Este se montó con los materia-
les recuperados en las excavaciones arqueológicas de los proyectos de
inves�gación y con piezas que acercaron los vecinos. Ese mismo año se
creó con el Dr. Guido Tourn, entonces Presidente Comunal, un espacio
cultural conocido como Cripta del Templo, ubicado en el edificio de la
an�gua Iglesia Metodista, Monumento Histórico Provincial.
En el año 1999 presentamos un proyecto sobre el rescate de
Las An�guas Ruinas de San Francisco Xavier para el desarrollo turís�-
co y la conservación del patrimonio cultural. El mismo fue declarado
de Interés Provincial por el Gobierno de Santa Fe. Un año más tarde
realizamos una inves�gación en el marco de las Becas de la Secreta-
ria de Cultura de la Provincia2 sobre la “Revalorización del Patrimonio
Cultural como Recurso Sustentable en la Inicia�va Turís�ca en la Costa
Centro-Norte Santafesina”. Durante el primer decenio del presente si-
glo desarrollamos varios proyectos dirigidos por la Dra. Silvia Cornero
en la localidad de Cayastá.
Entre los años 2008 y 2010, desde el Museo Universitario de
Rosario, se firmaron convenios con las Comunas de Cayastá, Romang
y Colonia Dolores y con el Municipio de San Javier, con el objeto de
formalizar y consolidar acciones de inves�gación y extensión median-
te proyectos radicados en la Universidad Nacional de Rosario. Desde
el 2009 y hasta la actualidad estamos trabajando en Colonia Dolores,
Alejandra y San Javier principalmente.
El equipo de inves�gación de este proyecto se encuentra confor-
mado por docentes inves�gadores de la UNR, asesores externos, estu-
diantes de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), colaboradores
de la FCEIA y otros actores externos a la UNR.

El programa de inves�gación y extensión en Colonia Dolores

En el año 2009 comenzamos a trabajar diseñando en forma con-


junta, entre la Comunidad y la Universidad, un programa marco que
diera lugar a la generación de propuestas de inves�gación y extensión
orientadas al estudio del patrimonio cultural del Pueblo Mocoví de
Colonia Dolores. Un año más tarde obtuvimos la acreditación de un
Proyecto de Inves�gación en la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la
Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura de la Universi-
dad Nacional de Rosario. El proyecto denominado “Desarrollo Susten-
2. La beca fue otorgada a la Dra. Silvia Cornero.

31
table con Iden�dad. El Patrimonio Histórico Cultural de la Comunidad
Aim Mokoilek”3 �ene por finalidad la inves�gación del patrimonio cul-
tural, tanto material como intangible, y se enmarca en una propuesta
de inves�gación par�cipa�va que, desde una visión de desarrollo sus-
tentable y sostenible, �ene como meta la inves�gación y la transfe-
rencia a la comunidad a par�r de acciones de extensión, que han sido
materializadas a par�r de convocatorias de voluntariado y extensión
universitaria.
Este proyecto de Inves�gación forma parte de un Programa de
Desarrollo Regional por Inves�gación Par�cipa�va en el Centro Nor-
deste de Santa Fe4, también acreditado en la UNR, dando con�nuidad
y consolidando los trabajos que el equipo viene desarrollando en la
región. El programa integra proyectos de inves�gación en Arqueología
Originaria y Arqueología Histórica del centro norte de la provincia de
Santa Fe5.
Dado que nos situamos en un quehacer cien�fico-tecnológico
con responsabilidad social, concebimos que la inves�gación está pro-
fundamente vinculada a la extensión. Desde esta postura, la trans-
ferencia a la comunidad se torna un aspecto clave al interrogarnos
sobre qué inves�gar, para qué y para quienes. En este sen�do nos
posicionamos en la Inves�gación Aplicada y Par�cipa�va en varias
direcciones.
En este marco, la finalidad del proyecto es implementar un pro-
grama de inves�gación par�cipa�va orientado al rescate de la iden-
�dad de la Comunidad Aim Mokoilek de Colonia Dolores, y hacia la
generación de propuestas de desarrollo local en el marco de la sus-
tentabilidad social, cultural y ambiental. Varios obje�vos convergen
aquí: rescatar la iden�dad del pueblo de Colonia Dolores a par�r del
relevamiento de la historia, la memoria oral y las tradiciones cultura-
les; construir la historia social del pueblo de Colonia Dolores desde las
representaciones de la propia comunidad, desde la historia y el regis-
tro arqueológico, a través del relevamiento de los si�os en la zona de
influencia y el estudio de las fuentes documentales; y diseñar líneas de

3. Dirección: Dra. Paula del Rio.


4. Dirección: Dra. Silvia Cornero, Co-Responsables del Programa: Dra. Paula del Rio y Lic. Irene
Dosztal.
5. Proyecto Arqueología Regional del Centro Nordeste de Santa Fe, dirigido por la Dra. Silvia
Cornero y Proyecto Arqueología Histórica de La Casa de La Administración 1873, Asenta-
miento Sede del Proyecto Geopolí�co Alexandra’s Colony, Alejandra, Santa Fe, dirigido por la
Lic. Irene Dosztal.

32
desarrollo sustentable basadas en la iden�dad y orientadas a mejorar
la calidad de vida de la comunidad Aim Mokoilek.
Las tareas de extensión se han instrumentado a través del Pro-
grama Nacional de Voluntariado Universitario de la Secretaría de Polí-
�cas Universitarias (SPU), Ministerio de Educación de la Nación, y del
Programa de Extensión de la Universidad Nacional de Rosario: “La Uni-
versidad y su Compromiso con la Sociedad”.
En el Programa de Voluntariado fueron presentados y seleccio-
nados los siguientes proyectos6:
1. “Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví)”. El
cual nos ocuparemos de presentar en detalle en el siguiente capítulo.
2. “Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví). Nuevos
Recursos Culturales en Colonia Dolores” que surge como con�nuidad
del anterior y �ene como obje�vo profundizar algunos aspectos del
trabajo realizado, a fin de fortalecer la nueva ins�tución surgida como
producto del primero: el Museo. Por otra parte se propone compar�r
la experiencia vivida a través de la presente publicación.
3. “Etnobotánica en el Chaco Santafesino: rescate y revalorización
del conocimiento tradicional del Pueblo Mocoví, Colonia Dolores”. Este
proyecto surge de propuestas de la comunidad y �ene como obje�vo
principal la iden�ficación de los sistemas tradicionales de conocimien-
to, uso y manejo de recursos botánicos locales en la comunidad abori-
gen de Colonia Dolores, con la finalidad de su rescate y revalorización.
De manera paralela hemos trabajado en el Programa de Exten-
sión de la UNR con los siguientes proyectos7 :
1. “Fortalecimiento de las capacidades locales para la ges�ón
cultural del Museo de Historia y Arqueología Originaria de Colonia Do-
lores, Provincia de Santa Fe”. Este se planteó como complementario
del Proyecto “Nelovek q̈obo’ Mokoit”, logrando generar una interesan-
te sinergia en pos de un obje�vo común: la creación del Museo.
2. “Rescate y revalorización del conocimiento botánico tradicio-
nal del Chaco Santafesino del Pueblo Mocoví, Colonia Dolores”. Nueva-
mente se plantea la complementariedad entre los proyectos, siendo el
obje�vo de éste úl�mo la diagramación y difusión de un catálogo de
etnobotánica.

6. Los proyectos han sido presentados en las convocatorias del 2009, 2010 y 2011 del progra-
ma. Dirección: Paula del Rio.
7. Los proyectos corresponden a las convocatorias de los años 2009, 2010 y 2011. Dirección:
Paula del Rio.

33
3. “Etnogra�a de la Fiesta del 30 de Agosto en Colonia Dolores,
Año Nuevo Mocoví”. Surge a par�r del trabajo realizado en años ante-
riores, en relación al relevamiento de la Fiesta del 30 de Agosto, en el
2010 y 2011, con el obje�vo de materializar el trabajo en una muestra
fotográfica para el Museo.
Con la escritura de este libro estamos finalizando el proyecto
“Nelovek q̈obo’ Mokoit (Se despertó el Pueblo Mocoví). Nuevos Recur-
sos Culturales en Colonia Dolores”. Están en plena ejecución los pro-
yectos sobre etnobotánica y el de etnogra�a del 30 de agosto.
Por otra parte, hemos presentado “Inves�gaciones Arqueológi-
cas de la Frontera Norte Santafesina: El Cantón San Mar�n Viejo 1869”
al Programa 2: “Fortalecimiento de las Capacidades del Sistema de In-
ves�gación y Desarrollo en la Provincia de Santa Fe”; Instrumento 2.1.
“Apoyo a Proyectos de Inves�gación sobre Temas de Interés Provincial
Desarrollados por Grupos de Inves�gación pertenecientes al sistema
de Ciencia, Tecnología e Innovación, con Ins�tución Adoptante”, que
también ha sido seleccionado por la Secretaria de Estado de Ciencia,
Tecnología e Innovación para su desarrollo entre el 2012 y 2013. El
mismo �ene como finalidad aportar al conocimiento de la historia de
Santa Fe, a través de la inves�gación del registro arqueológico de la
frontera norte de la provincia hacia fines del siglo XIX, con el estudio
del Si�o Arqueológico Nakamblaisat que presentaremos en los capítu-
los IV y V de este libro.
Por otro lado, estamos trabajando en la asistencia técnica
como contraparte del proyecto “Rescate y Revalorización de la Cul-
tura Mocoví de la Comunidad Aim Mokoilek” que fue presentado por
la Comisión Aborigen Aim Mokoilek al Programa de Subsidios para
el Desarrollo Sociocultural de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Este proyecto, ges�onado por la Comisión Aborigen, �ene como ob-
je�vos: la creación de una sala de usos múl�ples para la promoción
de la cultura Mocoví a par�r de un espacio para la difusión, rescate
y revalorización de las tradiciones, costumbres, lengua y artesanato;
la implementación de acciones para la difusión y revalorización de la
lengua Mocoví; el rescate y difusión de las técnicas tradicionales de
elaboración de cestería, y la elaboración y publicación de un libro para
la difusión y promoción de la historia y la iden�dad del Pueblo Mocoví
de Colonia Dolores.

34
Consideraciones generales para una inves�gación par�cipa�va: la
propuesta metodológica

En el marco de una inves�gación aplicada se plantea una meto-


dología basada en ac�vidades par�cipa�vas en donde la comunidad
aborigen cobra protagonismo, atendiendo de esta manera a la Cons�-
tución Nacional que en el ar�culo 75, inciso 17 expresa:

“Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indí-


genas argen�nos.
Garan�zar el respeto a su iden�dad y el derecho a una educación
bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus co-
munidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las �erras
que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas
y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será ena-
jenable, transmisible, ni suscep�ble de gravámenes o embargos.
Asegurar su par�cipación en la ges�ón referida a sus recursos
naturales y a los demás intereses que los afectan. Las provincias
pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones.”

La inves�gación par�cipa�va surge como respuesta a condicio-


nes obje�vas de determinado momento histórico en América La�na
y se inscribe en el devenir histórico de la metodología de las ciencias
sociales, específicamente de los métodos cualita�vos. Proponemos un
trabajo de campo basado en la realización de talleres: espacios conce-
bidos a par�r de la metodología de relevamiento de datos cualita�vos
del grupo focal, es decir, a través de entrevistas colec�vas y semies-
tructuradas. Los espacios de trabajo se organizan por grupos diferen-
ciados en dónde las dinámicas propuestas se formulan atendiendo a
los intereses y par�cularidades de cada grupo y en función de los ob-
je�vos de los proyectos.
Las instancias del trabajo par�cipa�vo y colabora�vo no se aca-
ban en la inves�gación antropológica de ver�ente social, sino que in-
cluyen a la inves�gación arqueológica en todas sus etapas. El trabajo
de campo y gabinete se realiza en forma conjunta y los resultados son
interpretados en el marco de la inves�gación par�cipa�va, con la fi-
nalidad de construir una historia social que dé cuenta de las voces de
los propios involucrados y del diseño de propuestas para un desarrollo
con iden�dad, tal cual ha sido la experiencia de la creación del Museo
que estamos presentando.

35
La metodología de inves�gación u�lizada se basa en que la cultu-
ra es un elemento fundamental para el desarrollo humano sostenible.
Además, el acceso a la información cons�tuye un derecho de la comu-
nidad y una responsabilidad de las ins�tuciones públicas y la sociedad
civil, de la misma forma resulta una vía para evitar la exclusión social.
El Informe de Desarrollo Humano del PNUD (2004) “La libertad cultu-
ral en el mundo diverso de hoy” y la Convención de la UNESCO (2005)
sobre la protección y promoción de la diversidad de las expresiones
culturales, se adoptan como referentes internacionales. A nivel local el
derecho a la par�cipación en los asuntos que interesen y afecten a las
comunidades indígenas, desde 1994, es reconocido como un derecho
cons�tucional. En concordancia con estas perspec�vas, es que plan-
teamos la par�cipación ac�va de la comunidad.
La inves�gación par�cipa�va cons�tuye en este caso una mo-
dalidad de construcción de conocimiento compar�do, mediante la
prác�ca de una antropología integrada entre inves�gación y sociedad
(Cornero y Rocchie�, 2008). Las polí�cas culturales para el desarro-
llo, deben fomentar la par�cipación de los dis�ntos sectores sociales
para garan�zar el respeto a la diversidad. Además, la metodología
propuesta consolida el compromiso social y comunitario entre Uni-
versidad y Comunidad, apostando al desarrollo de la región (Cornero
et al., 2009).
Veremos a lo largo del libro cómo se fue implementando y desa-
rrollando esta propuesta metodológica y cómo se ar�cularon los obje-
�vos y las ac�vidades del proyecto, para lograr las metas establecidas.
En primer lugar presentaremos el proyecto para luego ir describien-
do –en los sucesivos capítulos– el trabajo realizado durante todo el
ciclo del proyecto, que culmina con la inauguración del Museo. Pre-
viamente haremos una reflexión sobre esta experiencia compar�da,
que llamamos inves�gación par�cipa�va y que refiere a un complejo
entramado de relaciones.

Una experiencia compar�da entre la comunidad universitaria y la


comunidad aborigen

Consideramos que las dis�ntas propuestas de trabajo tuvieron


una buena aceptación en la Comunidad. Desde el comienzo trabaja-
mos en conjunto en todas las ac�vidades programadas, desde la plani-
ficación hasta el desarrollo de las mismas. Nos trasladamos a Colonia

36
Dolores una vez por mes para ponerlas en prác�ca, a través de talleres
grupales y de trabajo de campo. La Comunidad organizó en cada ins-
tancia los dis�ntos espacios de trabajo para realizar estas acciones. El
proyecto fue tomado por ellos como propio, tanto por su par�cipación
en la toma de decisiones como en las acciones emprendidas. Cabe des-
tacar que, en algunos casos, las decisiones se tomaron una vez realiza-
da la consulta al Consejo de Ancianos.
En los inicios del proyecto uno de los miembros del Consejo de
Ancianos, Alfredo Salteño, nos habló de una historia de desacuerdos,
atropellos y some�mientos por parte de “los blancos”–como ellos lla-
man a la sociedad occidental– hacia los Pueblos Originarios. Nos habló
sobre las malas experiencias que ellos mismos habían tenido como
Comunidad, con algunos de los inves�gadores y documentalistas que
llegaron a Colonia Dolores en busca de materiales para sus trabajos,
dejando, al par�r, sus manos vacías. Pero también remarcó el espíritu
comunitario de convivir en paz, como dice el himno mocoví. Fue así
como nos abrieron condicionalmente las puertas y con el transcurrir
del �empo fuimos consolidando una relación de confianza que fue po-
sible debido a la valorización que la comunidad otorgó al proyecto y
sobre todo, a la forma en que se desarrolló. En cada nueva visita pre-
sentamos lo que llamamos las Memorias del Proyecto: un informe de
las ac�vidades realizadas en la visita previa. Esto fue muy bien recibido
por ellos.
En todo momento la Comunidad valorizó los saberes propios y
en este sen�do, destacó la importancia de la construcción conjunta de
conocimientos, y de la creación de un museo donde transmi�rlos. En
palabras de Elsa Guanca, en el primer taller con los adultos:

“(…) cada uno de nosotros tenemos historia y nosotros hoy lo po-


demos contar. Cada uno �ene su historia que nos contaron, nos
pidieron el europeo. Si no, nosotros mismos hoy podemos contar
la historia, si tenemos una historia rica. Si por eso la creación
del museo de Colonia Dolores para nosotros es importan�simo,
porque Colonia Dolores se reconoce a nivel internacional.” (Elsa
Guanca, Colonia Dolores, marzo de 2010).

En octubre del 2010, trabajamos en Rosario con algunos inte-


grantes de la comunidad. En esa ocasión realizamos, junto a la Comi-
sión Aborigen Aim Mokoilek, una presentación del proyecto a alumnos

37
de la Carrera de Antropología (FHyA, UNR). Estas son algunas de las
palabras de Dora Salteño:

“(…) el trabajo que estamos haciendo con las chicas de buscar


a través de la arqueología y de todo, las cosas que están ahí,
nuestra historia, nuestro pasado, descubrir las cosas que están
allí enterradas. Que es la historia que nuestros abuelos nos con-
taron, que están en la tradición oral desde siempre. No tenemos
nada escrito, no tenemos nada. De hacer un museo y tratar de
contar en un libro nuestra historia a través de nuestros propios
pensamientos. Y también ayudados por ellos, por... por el tema
de la arqueología, por hacer algo fundamentado, así surge este
convenio. Yo le agradezco a las chicas que están trabajando allá,
todo lo que están haciendo por nosotros y la calidez humana
que �enen ellos… el trato, nos da la posibilidad de compar�r las
cosas nuestras, las cosas sagradas, nuestras ceremonias, que es-
tamos haciendo, que las hacemos y no las hacemos delante de
cualquiera, sino que hay un �empo donde tenemos la confianza
de saber que el otro nos en�ende… que damos a conocer nuestro
sen�miento y nuestras ceremonias y nuestras cosas sagradas
que tenemos”(Dora Salteño, Rosario 18 de octubre de 2010).

César Coria expresó:

“(…) estoy muy contento de estar con las chicas, porque así
como nos ayudan ellas en esta lucha, las chicas nos han ense-
ñado un montón y un poco están aprendiendo con nosotros. Y
aparte tenemos la tranquilidad de saber que lo han tomado con
tanta seriedad, con tanta responsabilidad, eso nos entusiasma
a nosotros y nos obliga a acompañar, a tratar de apoyarlas y a
poner el hombro como lo ponen ellas, porque una cosa es decir
están haciendo y otra cosa es verlas trabajar, porque hemos
visto cómo se sacrifican, cómo se rayan con las ramas, cómo se
pinchan con los cardos (risas). Tenemos una convivencia muy
linda, es como si estuviéramos en familia, nos sen�mos muy
cómodos con ellas y yo creo que ellas también con nosotros
porque se divierten todo el día, (…) nosotros vivimos la vida con
alegría a pesar de algunos sinsabores” (César Coria, Rosario 18
de octubre de 2010).

38
De los discursos presentados, queremos destacar algunos con-
ceptos claves que surgen a par�r de su lectura y que nos sirven para
reflexionar sobre la puesta en prác�ca de la inves�gación par�cipa�va:
la importancia de los dis�ntos saberes, el respeto por las diferencias,
el compromiso y la responsabilidad social.

Bibliogra�a

CORNERO S. y A. M. ROCCHIETTI, (2008). “Arqueología Regional


en Inves�gación Par�cipa�va en el Centro Norte Santafesino”. Cap. XI.
Arqueología y Educación. Perspec�vas Contemporáneas. Comps. Veró-
nica Pernicone y Ana M. Rocchie�. Ed. Terceroendiscordia. Bs. As. pp.
181-193.
CORNERO S., DEL RIO P. y R. BIASATTI (2009). “Integración de
recursos patrimoniales, culturales y naturales, para el desarrollo del
Turismo sustentable en Cayastá, Santa Fe”. En actas del III Congreso
Nacional de Extensión Universitaria.
PNUD (2004). La libertad cultural en el mundo diverso de hoy.
UNESCO (2005). Convención sobre la protección y promoción de
la diversidad de las expresiones culturales.

39
40
CAPÍTULO II


EL PROYECTO NELOVEK QOBO’ MOKOIT
(Se despertó el Pueblo Mocoví)

Paula del Rio, Silvia Cornero y Comisión Aborigen Aim Mokoilek

30 de agosto de 2010. Reunión con la comunidad.


Avances del proyecto.

41
42
Introducción

El Proyecto Nelovek q̈obo’ Mokoit (se despertó el Pueblo Mo-


coví), como ya adelantamos, consiste en una propuesta de extensión
universitaria y de inves�gación par�cipa�va entre la Comunidad Aim
Mokoilek y el equipo de inves�gación del Museo Floren�no y Carlos
Ameghino. La idea de este trabajo conjunto entre la Universidad y la
Comunidad Mocoví de Colonia Dolores surgió en el año 2006 en el
marco de un taller par�cipa�vo sobre arqueología regional. Este ante-
cedente forma parte de la historia del proyecto, aunque el diseño del
mismo es del año 2008.

La Historia del Proyecto

En el año 2006 se realizó en la localidad de Colonia Dolores el


“II Taller de Arqueología Regional” basado en una propuesta de in-
ves�gación par�cipa�va. El taller –declarado de Interés Cultural por
la Secretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe8– se desarrolló el
18 de noviembre en la escuela local. Estuvo organizado y coordinado
por las Doctoras Silvia Cornero y Ana María Rocchie�. Par�ciparon re-
presentantes de Museos, Ins�tuciones y Escuelas de las localidades de
Gobernador Crespo, Colonia Dolores, La Criolla, Marcelino Escalada,
San Justo, Vera y Pintado, Villa Saralegui, Calchaquí, La Gallareta, Ale-
jandra, Reconquista y Romang.
El taller tuvo como obje�vo generar la discusión sobre proble-
mas de historia regional y problemas sociales, ambientales y educa�-

8. Disposición Nro. 500, Santa Fe, 17 de Noviembre de 2006, Ministerio de Educación de la


Provincia de Santa Fe.

43
vos. En ese marco, el equipo de inves�gadores compuesto por Carlos
Ceru� (CONICET), Carlos Echegoy (Ins�tuto Provincial de Reconquista),
Ana María Rocchietti y Silvia Cornero (Universidad Nacional de Ro-
sario), expuso sobre la situación de la arqueología del centro-norte de
la provincia de Santa Fe.
De las discusiones desarrolladas en el Taller de Inves�gación Par�-
cipa�va con la comunidad local y regional, a modo de diagnós�co par�-
cipa�vo, surgieron los siguientes ejes de trabajo y temas de interés:

“Situación actual de la arqueología regional. La Región en su


dimensión histórico-social. La construcción de la historia y los
derechos humanos. Consenso para elaborar un proyecto de ar-
queología regional. Gran preocupación generalizada por el dete-
rioro ambiental. Construcción social de la Historia Regional. Pro-
tección del Patrimonio Arqueológico. Rescate de si�os en riesgo
de desaparición. Consenso a la Inves�gación Par�cipa�va. Soli-
citud de no exposición de restos humanos en los Museos. ¿Qué
debiera contener la historia regional?” (Cornero y Rocchie�,
2008:184).

En este sen�do se propuso desarrollar una arqueología compar-


�da, orientada a intensificar el estudio de las sociedades originarias
en sus dimensiones ecológica, económica, cronológica, bioantropoló-
gica y es�lís�ca, estableciendo su dimensión territorial y la secuencia
cronológica de los pueblos an�guos. La propuesta se enmarcó en el
contexto de una inves�gación par�cipa�va con la finalidad de generar
conocimiento sobre la arqueología de la región, donde la comunidad
ejerciera protagonismo en la construcción de un saber compar�do.
Como resultado del taller surgió la necesidad de establecer vínculos
con la comunidad universitaria para el desarrollo de acciones educa�-
vas, museológicas y culturales a par�r de cinco ejes de trabajo: 1. la ac-
tualización museológica y renovación museográfica de los museos lo-
cales; 2. la integración a los proyectos de las escuelas medias locales;
3. la transferencia en capacitación a equipos docentes y de museos,
orientada a la preservación de patrimonio arqueológico regional; 4. la
creación de un Museo Virtual –online– de alcance nacional e internacio-
nal, a par�r de la creación de un catálogo documental de imágenes y;
5. la publicación de libros que contengan los resultados de las inves�-
gaciones arqueológicas. Se propuso que la par�cipación de la comu-

44
nidad local se realizara sobre la base de acciones convergentes entre
autoridades locales, Escuela Media (docentes y alumnos), Universidad
(equipos de inves�gación) y Museos. Esta forma de trabajo cons�tuye
una posibilidad para ampliar las expecta�vas aportando nuevos con-
tenidos orientados a fortalecer la polí�ca de desarrollo cultural de la
región, donde algunos sectores de la comunidad ejerzan protagonismo
en el desarrollo de polí�cas sociales (Cornero y Rocchie�, 2008).
La comunidad aborigen de Colonia Dolores expresó sus deseos
de comenzar a trabajar siguiendo los lineamientos expuestos. Fue así
como en el año 2008 comenzamos a trabajar en el diseño de propues-
tas tendientes a materializar aquellas intenciones: en la formulación
de un programa marco, que diera lugar a la elaboración de proyectos
que tuvieran por finalidad alcanzar las metas anheladas por la comu-
nidad, como así también otras dimensiones antropológicas que no
fueron objetos de discusión en aquel encuentro del 2006. A la inves-
�gación y rescate del patrimonio material a través de la inves�gación
arqueológica, se sumó el rescate del patrimonio intangible como parte
integral de la iden�dad local. Se incorporaron el estudio de las tradicio-
nes culturales y del conocimiento popular en pos de la consolidación
de la iden�dad local.
Comenzamos a ges�onar subsidios para la concreción de los
proyectos y pese a la falta de financiamiento, en el 2009 se iniciaron
las primeras tareas de inves�gación. Hacia finales de ese año recibimos
los recursos económicos para comenzar a trabajar.
Este trabajo es el resultado del diseño de un programa de de-
sarrollo sociocultural en el cual se proyectó la cons�tución de nuevas
ins�tuciones: un Centro de Desarrollo Cultural donde funcione La Casa
del Artesano, el Museo de Historia Regional y Arqueología Originaria
y una Sala de Usos Múl�ples. El programa incluye la inves�gación ar-
queológica, histórica y antropológica en el contexto de la extensión
universitaria.
Entre los anhelos de la comunidad Aim Mokoilek surgió como
prioritaria la creación del museo local. Comenzamos el trabajo en esta
dirección.

El Proyecto Nelovek q̈obo’ Mokoit

“Nelovek q̈obo’ Mokoit” (Se despertó el Pueblo Mocoví) fue el


nombre que la Comunidad eligió para este proyecto, que se inscribe en

45
el contexto de polí�cas de promoción y preservación del patrimonio
histórico y cultural de la Comunidad Aim Mokoilek. La propuesta está
basada en la producción de recursos culturales desde una perspec�va
social del desarrollo sustentable y sostenible, desde el rescate de las
tradiciones, el saber popular y la cultura material, hacia la promoción
para las generaciones futuras del pueblo mocoví y el desarrollo del
turismo regional. La inves�gación par�cipa�va se consolidó a través
de vínculos interins�tucionales entre la escuela local, la Universidad
Nacional de Rosario y la Comunidad Aim Mokoilek.
Nos propusimos como meta dejar instalado un nuevo producto
cultural, resultado de la acción del proyecto, a través de la creación de
un Museo local de Arqueología e Historia. Un museo que, a través de
su montaje, transmita la historia del pueblo mocoví en general, y de
Colonia Dolores en par�cular, a través de su acervo cultural: el conoci-
miento popular como ofrecimiento a las próximas generaciones moco-
víes y a la comunidad global, preocupada por la cultura silenciada y la
reconciliación con el pasado regional.
La concepción de museo es la de un Museo Comunitario, es de-
cir autoges�onado por la misma comunidad, quien define el discurso
museológico que da contenido a la exposición.
En el proyecto se plantearon como obje�vos específicos: a) Re-
levar, a par�r de la historia y la memoria oral, las tradiciones culturales;
b) Relevar los si�os arqueológicos en la zona de influencia de Colonia
Dolores y c) Ges�onar los medios necesarios para la adquisición de
objetos des�nados al museo.
Se inició una inves�gación par�cipa�va interins�tucional entre
la escuela local, la Universidad Nacional de Rosario y la Comunidad
Aim Mokoilek en función de aunar esfuerzos para concretar acciones
orientadas hacia la consolidación de la iden�dad, a par�r de la cons-
trucción social de una historia que no está escrita. Las principales ta-
reas propuestas en el proyecto fueron:

1. Comunicación del Proyecto a toda la comunidad de Colonia


Dolores.
2. Inves�gación Par�cipa�va: incluyendo el trabajo de campo
arqueológico y el trabajo en talleres par�cipa�vos.
3. Rescate, a par�r de la historia y la memoria oral, de las
tradiciones culturales y del conocimiento popular. Los ejes
propuestos fueron: historia regional, medicina tradicional,

46
mitos, cocina étnica, entre otros. Entrevistas grupales e in-
dividuales.
4. Inves�gación historiográfica.
5. Relevamiento de si�os arqueológicos en la zona de influen-
cia de Colonia Dolores.
6. Ges�ón para la adquisición de objetos para el museo.
7. Diseño de un guión museográfico que trasmita la historia
que el propio pueblo mocoví de Colonia Dolores quiere
contar.
8. Diseño del montaje museográfico.
9. Instalación de la Sala del Museo de Arqueología e Historia.
10. Inauguración del Museo.
11. Transferencia de resultados.

La metodología de trabajo u�lizada, fundamentalmente para el


estudio del patrimonio intangible, fue la del taller par�cipa�vo con dis-
�ntos sectores de la comunidad, orientado hacia la construcción social
del conocimiento, además de la realización de entrevistas. En las ins-
tancias de los talleres se consolidaron las propuestas, por parte de los
par�cipantes locales, de incorporar otros ejes de trabajo. Se propuso
realizar una inves�gación historiográfica, mediante el trabajo con ar-
chivos y documentos referidos a la historia de la comunidad de Colonia
Dolores y de antecedentes arqueológicos en la región del centro norte
de la provincia de Santa Fe.
En cuanto al relevamiento de si�os arqueológicos, su finalidad
fue la de aportar al conocimiento de la historia profunda, desde �em-
pos inmemoriales, y elaborar un mapa arqueológico.
La ges�ón para adquisición de objetos para el museo se pensó
a par�r de un trabajo de concien�zación sobre la preservación del pa-
trimonio cultural tangible y la importancia del uso social del mismo. La
idea fue generar una mejor aceptación frente a la invitación a donar
y/o prestar objetos representa�vos de la historia social del pueblo.
Las ac�vidades que propusimos tuvieron como fin cons�tuirse
en el soporte para el diseño de un guión museográfico –que trasmita
la historia que el propio pueblo mocoví de Colonia Dolores quería con-
tar– y para la realización del diseño del montaje museográfico.
Este libro es el resultado de las acciones de inves�gación y ex-
tensión realizadas en el marco de este proyecto.

47
48
CAPÍTULO III

TIERRA, FUEGO Y TIEMPO: LOS HORNOS DEL ESPINAL

Silvia Cornero

Ilustración: Oscar Pavane�o.

49
50
Desde finales del siglo XIX asombraba a los arqueólogos, lugare-
ños, naturalistas y caminantes, la presencia de redondeadas estructu-
ras de �erra cocida que afloraban entre cárcavas y cavas, al borde de
caminos, o en las orillas y playas de lagunas.
Estas estructuras, aún hoy se presentan como círculos dibujados
sobre la superficie del terreno, con terrones de �erra roja-amarillenta
o vistos de perfil como anchos cilindros compactos comparables a la-
drillos agrietados, cuyos fragmentos se esparcen a su alrededor, gene-
ralmente acompañados de restos de carbón vegetal. Las figuras circu-
lares corresponden a cortes o a perfiles transversales, que se destacan
en el terreno por el contraste de color rojizo del terrón de �erra cocida
y los depósitos de suelos claros, conocidos como gredas blancas, don-
de generalmente se suelen encontrar estos si�os.
Los hornos fueron comunicados a la comunidad cien�fica a
comienzos del siglo XX a través de publicaciones que exponían des-
cripciones, dibujos, fotogra�as y variados esfuerzos interpreta�vos
por explicar su funcionalidad, coincidiendo cien�ficos y lugareños en
que dichas estructuras eran el resto material de hornos subterráneos
de combus�ón a leña. Aún se busca una explicación a estos hornos
que evidentemente fueron excavados y que en su mayoría no dejaron
restos en su interior, a excepción de sedimento y carbón. Se conocen
pocos casos en los cuales se hallaron restos de huesos de ciervos y un
esqueleto de un niño en una sola ocasión.
Las hipótesis que se plantean sobre el uso de estos hornitos os-
cila entre cocción de cerámicas, crematorios, cocción de alimentos, se-
cadero o almacenaje de granos y conservación del fuego.
De acuerdo a los autores y/o lugareños estos si�os recibieron
diferentes denominaciones tales como hornos, hornitos, hornillos, �-
najas y bo�jas.

51
En rasgos generales, los hornos se presentan como unidades
simples o bien en conjuntos de hasta seis estructuras con�guas. Inter-
namente suelen presentar una estra�gra�a en que alternan depósitos
de sedimentos y carbón.
Los hornos componen el molde externo de una excavación en la
que se efectuó una combus�ón de alta temperatura, que compactó,
calcinó y en algunos casos agrietó el terreno circundante, en un espe-
sor de 3 a 7 cm.
En ciertas ocasiones se observan improntas o marcas realizadas
con algún instrumento como una vara de rama, durante la excavación
original, que debió hacerse sobre el suelo humedecido para facilitar la
cavidad del pozo.
Los hornos cons�tuyen si�os arqueológicos que dan cuenta de
una habitación humana en el lugar, con asentamiento temporario o
bien con un establecimiento prolongado, que será deducido de los re-
sultados del proceso de inves�gación. Este �po de si�os se caracteriza
por presentar un registro de restos de hornos dispersos por amplias
extensiones de terreno.
Los hornos afloran en la superficie, asociados a escasos frag-
mentos de cerámica y de restos de carbón desprendidos del interior
de la cavidad, pero en el sustrato subterráneo existen más hornos que
no son visibles hasta tanto la erosión del agua y el viento desgasten el
suelo y puedan observarse, o hasta cuando se realizan excavaciones
para la construcción de caminos, por ejemplo, quedando expuestos en
los bordes de las cavas o de las banquinas, como podemos observar en
la imagen siguiente. Se trata de dos hornos o una unidad de dos bocas
hallados a pocos metros de la banquina de la ruta 36, que une las loca-
lidades de Calchaquí y Alejandra.

Hornos de Alejandra Calchaquí.

52
Si�os de similares caracterís�cas fueron detectados en las pro-
vincias de Santa Fe, San Luis, Mendoza, San�ago del Estero, La Rioja,
Córdoba, Jujuy, Formosa y Chaco. Pueden consultarse los trabajos de
Carlos Ceru�, quien ha realizado interesantes aportes a la arqueología
de los hornos, par�cularmente en Santa Fe, asignando caracterizacio-
nes a las diferentes formaciones arqueológicas y culturales del litoral
(Ceru�, 1993, 1994 y 1998).
Los restos de hornos y su contexto arqueológico han sido asig-
nados por Ceru� a una en�dad cultural que denominó Esperanza y que
define de la siguiente manera:

“Entre 3.000 y 1.000 años atrás las condiciones climá�cas eran


muy dis�ntas a las actuales. En el Nordeste predominaba un
clima árido a semiárido, similar al que hoy podemos encontrar
en San Luis o en algunos sectores de la Provincia de La Pampa.
El suelo estaba cubierto de montes achaparrados y pajonales,
quedando amplias superficies desnudas de vegetación. (…) Estos
primeros santafesinos se desplazan a pie, agrupados en unida-
des familiares o en bandas de pocos individuos. La disposición de
las estructuras de cocción que suelen formar conjuntos de cinco
o seis fogones, permite es�mar una cifra de 25 a 30 individuos
por banda, can�dad que parece aceptable teniendo en cuenta
lo conocido para grupos etnográficos con caracterís�cas simila-
res. Estas bandas recorrían la llanura central argen�na, entre las
costas del Saladillo Amargo y el pie de serranía cordobesa o el
pedemonte cuyano, aprovechando los recursos de los dis�ntos
ecosistemas” (Ceru�, 1993:568).

En la provincia de Santa Fe son numerosos los hallazgos de es-


tos si�os en el espinal de la llanura central, ubicados mayormente entre
los ríos San Javier y Salado y en las proximidades de lagunas (Cornero
y Ceru�, 2009; Ceru� 1993 y 1998; Cocco et al., 2004; Echegoy, 1994 y
1996; Cornero, 1996; Cornero y Arelovich, 2011; Ruggeroni, 1997). Esta
llanura presenta uniformidad topográfica en la que sólo se dis�ngue una
planicie más elevada al sur, separada por el río Salado. En la provincia de
Santa Fe el espinal está representado en los departamentos Castellanos,
Garay, La Capital, Las Colonias, San Cristóbal, San Javier y San Justo, coin-
cidentemente con la presencia y distribución de si�os.
En el mapa se observa la frecuencia y distribución de si�os en el
centro norte del territorio provincial, que hasta el momento han sido

53
comunicados por diferentes autores a través de publicaciones acadé-
micas o medios de difusión.
El hallazgo de nuevos si�os en la región de Colonia Dolores enri-
quece el mapa, incrementando la densidad de si�os que implican una
mayor ac�vidad y distribución de poblaciones humanas en el lugar,
hasta ahora no conocidos.
Como resultado del conocimiento social aplicado a la inves-
�gación par�cipa�va, y de prospecciones realizadas en el marco de
los proyectos “Arqueología del Centro Norte de Santa Fe” y “Nelovek
q̈obo’ Mokoit” de la Universidad Nacional de Rosario, se localizaron
tres si�os próximos a la desembocadura del Arroyo Saladillo Amargo y
Cayastá y a la localidad rural de Colonia Dolores.
Los si�os presentan similaridades en el afloramiento de estruc-
turas subterráneas, se trata de estructuras de forma cilíndrica y ovoide,
con base en la formación San Guillermo, tal como describiera Ceru� en
textos citados. Los diámetros de sus bocas o aberturas varían entre 30
y 60 cm. La altura promedio desde la base a la boca es de unos 70 cm.

Referencias de si�os y autores:

1. Lag. San Pedro (Cocco et al.)


2. Esperanza (Castellanos, Ceru�)
3 y 4. Lag. Del Plata I y II (Ceru�)
5. Col. Dolores (Cornero)
6. San Cristóbal (Ceru�)
7. La Pelada (Ceru�)
8. Lag. El Cristal (Moreira, Ceru�)
9. Arroyo El Toba (Ruggeroni)
10. Arroyo El Toba y RN 11 (Ruggeroni)
11. Kee (Cornero y Arelovich)
12 y 13. El Garabato (Ruggeroni)
14. N. Molina (Echegoy)
15. Lanteri (Ruggeroni, Cornero)
16. Alejandra Calchaquí (Cornero, Ceru�,
Arelovich)
17. Primi (Cornero)
18. Ramseyer (Cornero)

54
Restos de cerámica hallados en la superficie del terreno.

Los hornos de estos si�os son de �erra cocida y con�enen restos


de carbón vegetal en su interior. Diseminados a su alrededor junto con
fragmentos de �erra cocida, se hallan escasos fragmentos cerámicos
o �estos. La cerámica es sencilla, se observa una pasta compuesta por
arcilla y �estos molidos, conocida como an�plás�co. Los �estos encon-
trados no presentan ornamentaciones complejas, en su mayoría son
restos de vasijas simples con lineales incisiones decora�vas.
Los hornos exponen estados de deterioro por intemperismo y
erosión hídrica, que los presenta como dibujos circulares de �erra co-
cida y carbón sobre el terreno. Quedaron expuestos por remoción de
suelos en la construcción de obras públicas y por la erosión natural del
agua y la pendiente. Las estructuras se observan simples o agrupadas.
Se reconocen tres si�os cuyas denominaciones corresponden a
sus descubridores.

55
El si�o Salteño

El si�o Salteño recibe su nombre por sus descubridores Salvador


y Alfredo Salteño, lugareños de la comunidad Mocoví Aim Mokoilek. Se
ubica a 3 km al este de Colonia Dolores, en un campo propiedad de la
familia Urbina, entre las coordenadas S 30º 23’ 23,6’’ W 60º 17’ 46,3’’
y S 30º 23’16’’ W 60º 17’41’’. La superficie se halla a 34 m de al�tud
sobre el nivel del mar.
El si�o se ex�ende en un amplio territorio y se visualiza próxi-
mo al camino, en torno a una cava rectangular de préstamo de suelo,
de 335 m dirección N-S por 37 m dirección O-E, excavada por la Di-
rección Provincial de Vialidad sobre la vieja ruta, a 510 m de la ruta
provincial Nº 39.

Si�o Salteño. Borde de la cava en cuya orilla afloran los restos de hornos.

Hasta el momento se registraron, por observación, 14 unidades


que distan linealmente 524 m del primero al úl�mo. Los hornos pre-
sentan diferentes estados de conservación, con �estos en superficie.
A unos 500 m en dirección norte se hallaron 4 unidades más en expo-
sición superficial.

56
Si�o Salteño. Horno doble 1.

En las paredes interiores se observan, en algunos casos, im-


prontas de marcas paralelas como surcos de unos 4 cm que indican
la dirección y el modo en que se realizó la excavación original para su
confección. Estas marcas se realizaron sobre suelo intencionalmente
húmedo o mojado y se secaron con las altas temperaturas, conservan-
do el molde nega�vo del instrumento empleado en la excavación. Para
conocer la an�güedad en que los pueblos del monte daban uso a estos
hornos, realizamos un análisis de carbón por Carbono 14 y obtuvimos
como resultado una an�güedad de 990 ± 70 años (LP-2628), antes del
presente, es decir que hace alrededor de mil años estos hornos esta-
ban en uso.

57
Si�o Salteño. Horno doble 01 -Surcos de confección en la cara interna.

El gráfico ilustra la distribución de los 14 hornos en el si�o Salteño


registrados por GPS

58
El si�o presenta una distribución de hornos en dos sectores, dis-
tantes entre sí por 334 m. Este espacio no significa que haya habido
ausencia de hornos, posiblemente se deterioraron hasta desaparecer,
o aún se hallan bajo la superficie, o bien se combinaron ambas posibi-
lidades.
El primer sector nuclea 9 hornos cuyos extremos distan 140 m
y en el segundo sector la distancia entre el primer y el úl�mo horno
es de 77 m. La distancia mínima entre hornos es de 3 m, seguida por
5 y 8 m.

El si�o Dora

El si�o Dora recibe su nombre por su descubridora Dora Salteño,


de la comunidad Mocoví Aim Mokoilek, de Colonia Dolores.
El si�o se observa en un área comprendida entre las coorde-
nadas Suroeste: S 30º 24’ 25.8’’ W 60º 18’ 31.3’’, Noroeste: S 30º 24’
21.4’’ W 60º 18’ 33.3’’ y Este: S 30º 24’ 25.6’’ W 60º 18’ 23.3’’, propie-
dad de la familia Marin. Se halla a 34 m sobre el nivel del mar.
Los hornos quedaron expuestos como consecuencia de arreglos
de un camino comunal, perpendicular a la ruta 39 y 1500 m distante
de ésta.
El si�o Dora dista del si�o Salteño 2,5 km dirección NE y unos
5 km NO del si�o Coria.
Relevamos 6 hornos en estado crí�co con pocos �estos asocia-
dos y carbón en superficie. No se hallaron restos de carbón in situ para
realizar un fechado de Carbono 14.

El si�o Coria

Recibe su nombre por César Coria, su descubridor y se halla en


un campo, propiedad de la familia Manassero, de Gobernador Crespo.
Se ubica en las coordenadas: S 30º 22’ 47.1’’ W 60º 20’ 52’’, paralelo
al canal colector Nº 8.
En este si�o sólo hallamos parte de 2 hornos asociados, en
corte transversal, expuestos por erosión del agua de escurrimiento
superficial. Prospectamos en el área circundante sin observar otros
hornos, que posiblemente se encuentren en el subsuelo. El si�o Co-
ria dista 5 km SE del si�o Salteño y se ubica perpendicular a la ruta 39
a unos 600 m dirección Sur.

59
Hornos Coria: Entorno ambiental.

Hornos Coria: lugar del hallazgo de carbón.

60
Realizamos un fechado con el método de Carbono 14 en el La-
boratorio de la Universidad de La Plata (LATyR), sobre una muestra de
carbón que resultó de una an�güedad de 900 ± 90 años antes del pre-
sente (LP-2353).

Ubicación de los si�os.

De acuerdo a los fechados, la ocupación de los si�os Coria y Sal-


teño ha sido simultánea y es esperable que el si�o Dora también, pero
aún no lo hemos comprobado.
Posiblemente los si�os hayan cons�tuido un único espacio de
ocupación, o bien instalaciones temporarias sucesivas de grupos me-
nores, debido a la cercanía entre los registros y a la proximidad tempo-
ral en torno a los úl�mos 1000 años. Desde entonces muchos hornos
se han perdido a causa de los procesos naturales y de las transforma-
ciones humanas del paisaje, otros tantos con�núan bajo el subsuelo,
y lo que hoy observamos es sólo una parte de ellos o de los si�os que
presentamos.
Estos si�os no cons�tuyen un registro aislado. Como hemos
visto más arriba, en la cuenca del río Salado, otros si�os de similares
caracterís�cas se han ubicado, hasta el momento, en un rango crono-
lógico de entre 500 y 2000 años antes del presente.

61
Tabla de si�os por cronologías

Si�o Ubicación Fechado en años Autores


antes del
presente

Laguna del Plata II Saladillo Amargo 2000 INGEIS Ceru� 1993, 1994, 1999
San Cristóbal San Cristóbal 1980 LATyR Ceru� 1993, 1994, 1999

NM - Nicanor
Molina Arroyo Malabrigo 1530 ± 80 LATyR Echegoy 1994

Hornitos-Alej. Cornero 1996, Nóbile,


/Calchaquí I Ruta Prov. 38 500 ± 50 LATyR Ceru� y Cornero 1999

Hornitos-Alej.
/Calchaquí II Ruta Prov. 38 1480 ± 80 LATyR Cornero y Ceru� 2009
Hornitos-Alej.
/Calchaquí III Ruta Prov. 38 1460 ± 90 LATyR Cornero 2010
Kees-Romang Arroyo El Gusano 1290 ± 80 LATyR Cornero y Arelovich 2010
Salteño Colonia Dolores 990 ± 70 LATyR Cornero 2011
Coria Colonia Dolores 900 ± 90 LATyR Cornero 2011

Los hornos del monte han dejado un rasgo caracterís�co en el


paisaje del espinal. Cons�tuyen tes�monios de un milenario y par�-
cular desarrollo regional, cuyas estructuras pudieron haber sido em-
pleadas para el acopio de energía calórica como resultado de un saber
sustentable y económico (Cornero y Arelovich, 2011).
Los hornos que afloran en estos si�os y su contexto arqueoló-
gico indican que el espinal cons�tuyó un ambiente recurrente de ha-
bitabilidad humana de los pueblos cazadores y recolectores del chaco
santafesino.

Agradecimientos:
A las familias Urbina, Manassero y Salteño, a Gerardo Fabricius,
Lucía Rangone, Barbara Magnabosco, Carolina Bruno y a Oscar
Pavanetto por la ilustración del asentamiento.

62
Modelo de la distribución de los hornos en un asentamiento.

Bibliogra�a

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vincia de Santa Fe. Tomo IV. Ed. Sudamericana, Santa Fe.
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minar del Proyecto Arqueología Regional de Alejandra. Museo de Ale-
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RUGGERONI, D. (1997). “Los Primitivos Habitantes”. Cien
Años de Historia. Malabrigo 1897-1997. Cap. 1. Municipalidad de
Malabrigo.

64
CAPÍTULO IV

ARQUEOLOGÍA HISTÓRICA EN EL CHACO SANTAFESINO: UN ESTUDIO


HACIA A LOS ORÍGENES DEL PUEBLO MOCOVÍ DE COLONIA DOLORES

Paula del Rio

65
66
Introducción

La Arqueología, la Historia y la Antropología Social se tornan


en una relación de complementariedad que busca desentrañar una
historia silenciada durante décadas: la de los pueblos originarios y
una historia poco conocida o difundida, la historia social de fines
de siglo XIX en los confines de la frontera norte santafesina. Estas
disciplinas confluyen en el objetivo de conocer y esclarecer las rela-
ciones sociales entre criollos, aborígenes e inmigrantes: relaciones
interétnicas en un contexto de guerra, de lucha por el dominio del
territorio.
Desde allí abordamos el estudio de los orígenes del Pueblo de
Colonia Dolores que surge en la época de la Organización Nacional, a
finales del siglo XIX, en el marco de la úl�ma etapa de las guerras fron-
terizas con la consolidación de la Línea de Fronteras de 1869.
En este capítulo presentaremos el contexto histórico de surgi-
miento del Pueblo de Dolores e intentaremos un acercamiento teórico
para el estudio arqueológico del Si�o Nakamblaisat, a través de un pri-
mer modelo de registro arqueológico esperado.

El Pueblo Mocoví en el contexto de la conformación del Estado


Nación

Desde �empos ancestrales el pueblo mocoví se extendió en un


amplio hábitat que iba desde el norte de la provincia de Santa Fe hasta
el Paraguay y desde la línea formada por los ríos Paraguay y Paraná has-
ta los primeros contrafuertes de la precordillera salteña. Este ambiente
corresponde a la región conocida como Gran Chaco donde tradicional-

67
mente habitaron pueblos correspondientes a seis familias lingüís�cas:
Mataco-Mataguayo; Guaycurú9; Maskoy; Zamuco; Lule-Vilela y Tupi-
Guaraní, de acuerdo a la clasificación de Miller (1999). Actualmente la
región chaquense se encuentra representada en la Argen�na por las
provincias de Chaco, Formosa, norte de Santa Fe, noroeste de San�ago
del Estero y región oriental de la provincia de Salta.
Los pueblos originarios del Gran Chaco se han caracterizado por
cons�tuirse en grupos con alto grado de movilidad espacial, con pau-
tas migratorias relacionadas a la búsqueda de ambientes ricos para la
caza y la pesca. Esta movilidad, propia de una búsqueda constante de
ambientes propicios para la subsistencia –inherente a los grupos que
basan su economía en la caza, pesca y recolección– en el momento del
contacto con el europeo, se evidenció que además estaba relacionada
a la presión ejercida por los desplazamientos precolombinos en la pe-
riferia del Gran Chaco (Susnik, 1972). Más adelante estos patrones se
ven afectados también por el avance territorial sobre el Chaco por par-
te del gobierno argen�no, especialmente hacia la segunda mitad del
siglo XIX. Para entonces, en términos generales, las mejores �erras del
Chaco comenzaron a ser ocupadas por inmigrantes europeos y los gru-
pos aborígenes fueron forzados a asentarse en comunidades o reser-
vas. Sólo en las zonas más aisladas e inhóspitas fue posible para ellos
con�nuar con su es�lo de vida cazador recolector (Bartolomé, 1972).
Los patrones de movilidad, que en �empos precolombinos respondían
principalmente al modelo cazador-recolector, a par�r de la llegada del
hombre blanco comienzan a modificarse: los desplazamientos se ven
guiados por otros mo�vos como la guerra y el trabajo a destajo en
chacras, ingenios o quebrachales, y también por el hambre que a veces
guiaba a los grupos hasta las misiones o reducciones.
Parcialidades del pueblo mocoví habituadas a los recursos del
monte debieron desplazarse hacia el sur, impulsados por las presiones
de un modelo polí�co económico que imponía la dominación de las
comunidades indígenas. La creación del Pueblo de Colonia Dolores se
enmarca en este contexto. Veremos más adelante algunos detalles.
La Conquista del Gran Chaco fue una empresa di�cil desde los
primeros años de la conquista, pudo concretarse y consolidarse en
�empos republicanos. Sin embargo, en los territorios de la actual pro-
vincia de Santa Fe, las relaciones interétnicas se remontan a épocas

9. Entre los grupos guaycurúes se encuentra el Pueblo Mocoví.

68
de la colonia española. Desde la fundación de Santa Fe La Vieja hasta
finales del siglo XIX este territorio se cons�tuyó en un espacio de gue-
rra. En el contexto colonial tuvo especial importancia la presencia de
la Compañía de Jesús. La Reducción Jesuí�ca Mocoví de San Francisco
Javier, fundada en 1743, fue la más importante de la región, asentada
sobre la actual ciudad de San Javier. Aunque después de la expulsión
de la orden tomaron su lugar el clero secular y los mercedarios, quie-
nes protagonizaron la conquista religiosa en el siglo XIX fueron los mi-
sioneros franciscanos.
Los mocovíes, que en �empos coloniales habían adoptado el ca-
ballo, fueron transformándose en guerreros ecuestres, extendiéndose
por vastos territorios. Ya en el siglo XIX en contexto de la conforma-
ción del Estado-Nación Argen�no, el es�lo de vida estuvo fuertemente
marcado por enfrentamientos armados y acuerdos incumplidos entre
las autoridades de la República y los grupos guaycurúes. La región cha-
queña en los inicios de la República era una zona poco poblada por
blancos. La habitaban entonces Wichis, Tobas, Mocovíes, Chiriguanos,
Tapis y Choro�s, principalmente. Las �erras poseían escaso valor eco-
nómico y por esto no resultaban atrac�vas para los blancos que esta-
ban además compenetrados en las luchas por la independencia y la
guerra civil entre el Litoral y Buenos Aires. En este marco el problema
de las fronteras empezaba a ser visible. A finales del siglo XVIII se ha-
bía establecido una línea de fortalezas que iba desde los Unchales has-
ta el Saladillo Amargo y funcionaban cuatro importantes reducciones
de abipones y mocovíes: San Gerónimo, San Javier, San Pedro e Inspín.
Este avance sobre el territorio de los pueblos del Chaco se disolvió en
�empos de la guerra independen�sta (Aleman, 1970). La lucha por el
dominio de los territorios de los pueblos originarios llegaría hasta fines
del siglo XIX.
En el caso del pueblo mocoví, en Santa Fe, desde la tercera déca-
da del siglo XIX los gobiernos llevaron adelante acciones para controlar
a la población y los territorios ocupados. En el marco del proceso de
unificación nacional, ya en la segunda mitad del siglo XIX, se ex�enden
los avances hacia la frontera norte santafesina y el Chaco (Gualdieri,
2004). Este proceso se caracterizó por la fundación de reducciones en
manos de religiosos franciscanos, con el fin de concentrar a los indí-
genas en pueblos y “civilizarlos”, y por la instalación de for�nes que
fomentaron la colonización de los territorios y la expulsión de los habi-
tantes originarios de sus �erras.

69
El Pueblo Mocoví de Colonia Dolores: Primera Fundación

1. Avance de la Frontera Norte Santafesina

La conquista y colonización del territorio ha sido un punto clave


en la etapa de formación y consolidación del Estado Nacional Argen�no.
Sin embargo esta problemá�ca, como ya mencionáramos, se remonta a
�empos de la colonia. Tanto en una como en otra etapa, podemos plan-
tearlo como un problema que es necesario analizar en el marco de las
relaciones sociales, especialmente en el de las relaciones interétnicas, y
a la luz de la economía polí�ca en un contexto local y global.
Desde los inicios de la formación del Estado Nación la relación
Estado-Pueblos Originarios ha sido conflic�va. La presencia de las po-
blaciones na�vas cons�tuía un obstáculo al progreso que la emergente
elite argen�na anhelaba. Así como la ocupación de las �erras por parte
de inmigrantes y criollos, cons�tuían una “invasión” y amenaza para
los pueblos originarios.
Desde su visión del mundo, los “blancos” plantearon dos cami-
nos como solución a este problema en el siglo XIX: o las poblaciones de
los pueblos originarios se integraban a la sociedad nacional o desapa-
recían. En defini�va en ambos casos se hablaba de su desaparición. Si
consideramos la integración a la sociedad nacional con todas las con-
notaciones que esta expresión posee, se deja en evidencia la intención
de borrar las diferencias culturales.
Aunque en los primeros años, luego de la revolución de mayo,
en el marco de las luchas por la independencia y las guerras civiles se
descuidaron las fronteras ya cons�tuidas, la expansión de las mismas y
la incorporación de más territorios al sistema de producción capitalista
fue una de las principales preocupaciones de los criollos.
En los primeros años posteriores a la declaración de la inde-
pendencia, las fuerzas militares pasaron a integrar los Ejércitos Li-
bertadores, descuidando las líneas de defensa. Como consecuencia
se despoblaron los fuertes, los fortines y las reducciones. Hacia la
década de 1830 el gobernador Estanislao López tendió una línea de
fortines que comenzaba en San Pedro Chico y continuaba pasando
por los fuertes o fortines de Narvaja, Iriondo, Corrales, Ramada, Ca-
brera y Paéz. Casi sin cambios la línea de avanzada establecida por
López, se mantendría hasta la época de la Organización Nacional
(Aleman, 1970).

70
En la cons�tución de 1853 se evidencia cómo el impera�vo de
avanzar sobre las fronteras se relaciona con las poblaciones na�vas. En
efecto, estas �erras codiciadas estaban en manos de sus moradores
originarios. En el ar�culo 64, inciso 15, se manifiesta que es atribución
del Congreso “(…) proveer a la seguridad de las fronteras; conservar el
trato pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al cato-
licismo.” Aparece aquí además el intento de una integración que iba
de la mano con la conversión al Cris�anismo, lo cual desde esta visión
etnocéntrica era la única manera de enseñarles cómo ser civilizados,
condición necesaria para toda humanidad y para asegurar el progreso
de la economía. En los próximos treinta años toda la legislación relacio-
nada estará orientada a regular las acciones emprendidas para efec�-
vizar el avance territorial, su defensa y ocupación, es decir, la extensión
de las fronteras:

“Avanzar y ocupar fronteras internas hasta conver�rlas en ex-


ternas (internacionales) implica que territorios adquiridos por
conquista o por cesión se conviertan en propiedad y jurisdicción
de la administración nacional, y eventualmente, de las adminis-
traciones provinciales” (Carrasco y Briones, 1996:14).

En 1855 por decreto del Gobierno Nacional se nacionalizan las


fuerzas militares que guarnecían los fuertes y for�nes. En el decreto
se mencionan los cantones San Pedro, Iriondo, Narvaja, Páez y Sauce;
poco después se crea el cantón Romero. Durante el gobierno de Juan
Pablo López varios for�nes cambian de denominación: Corrales a Li-
bertad, Ramada a General López, Cabrera a Campos Álvarez y Páez a
9 de Julio.
Hasta aquí dos eran las estrategias que el Gobierno Provincial
venía desarrollando respecto a la relación con el aborigen, por un
lado el establecimiento de una línea de for�nes que custodiaba la
frontera norte de Santa Fe, por otro el poblamiento en reducciones
(Ockstat, 2007).
Poco después, en 1858, un nuevo decreto del presidente de la
Confederación, General Urquiza, unifica las fronteras de Santa Fe, Cór-
doba y San�ago del Estero y designa “Comandante General de la Fron-
tera sobre el Chaco” al Coronel Alfredo Du Graty. El decreto establecía
que la nueva línea comenzara al este, a la altura de San Javier, sobre el
río Paraná siguiendo en dirección a Esquina Grande sobre el río Sala-
do, remontando su margen derecha hasta Tostado. El proyecto no sólo

71
consis�a en avanzar la línea de fronteras sino que además buscaba
establecer vías de comunicación con Tucumán, mediante la rehabilita-
ción del camino directo de Santa Fe a San�ago del Estero, de acuerdo
al decreto Nº 63 del 25 de sep�embre de 1858.
Con esto cambia sustancialmente la estructura militar de la Fron-
tera Norte, pasando a depender del Ministerio de Guerra de la Confe-
deración y dejando sin injerencia en estos asuntos a las provincias. El
coronel concentró las fuerzas en el fuerte El Garabato de la provincia
de Córdoba, debilitando de esta manera el territorio de Santa Fe (Ale-
man, 1997). El proyecto del gobierno nacional se vio frustrado en poco
�empo, dado que el avance se intentaría sin la necesaria conquista del
territorio intermedio. Como resultado quedaron desmantelados los
for�nes e indefensa la ciudad de Santa Fe y sus alrededores (Aleman,
1970). El gobierno de Santa Fe decidió intervenir ante tal escenario a
fin de rever�r la situación: recuperó la Frontera Norte al mando del
Tte. Coronel Telmo López.
En 1860 el coronel Du Graty dejó el mando de la frontera y cuatro
años después, con Leopoldo Nelson, la frontera se llevó hasta San Javier
bajando por los for�nes Saladillo Dulce, Almagro, Naré y Cayastacito.
Luego hacia el oeste pasó por los for�nes Los Leones, Indio Muerto,
Laguna Larga, Ramada, terminando en Los Corrales. En 1865 avanzaron
los for�nes entre Cayastacito y Los Corrales ocupando Esquina Grande,
Soledad, Los Ejes y Sunchales. Esta línea de fronteras coincidía con la
instalada a principios de siglo, antes de las guerras de la independencia
y las luchas civiles. En 1867 se proyectó un nuevo avance hacia el Norte
que terminó de ejecutarse en 1869. Fueron dos etapas, la primera en-
tre San Javier y el Salado, pasaba por la an�gua reducción de Cayastá
Grande o Cayastá Viejo. Esta línea estaba cons�tuida por los cantones
San Javier, Palo Labrado, Cayastá o San Mar�n, Morteros y el Fuerte-
Belgrano. En la segunda etapa se avanzó al oeste del río Salado por los
cantones Lincoln, Vizcacheras, Ñanducita, Capivara, Monigotes y Alga-
rrobo o General Paz. La comandancia se estableció en el fuerte General
Belgrano al mando del Coronel Juan P. Jobson (Aleman, 1970).
Para 1869 ya se había establecido esta frontera. Coincide este
año con la fecha en la cual el Cacique Mariano Salteño acuerda con el
Gobierno la reducción de su pueblo. Con ello la fracción más agresiva
de la frontera norte logra neutralizarse y de allí en más los avances
fronterizos se efectúan con menos inconvenientes y entre lapsos de
�empo más cortos.

72
El Comandante Jobson una vez consolidada la Línea de Fronteras
de 1869 cambia la denominación de los fuertes y for�nes: la coman-
dancia en Rincón Grande se denominó Gral. Belgrano; el Cantón Mor-
teros, 1º de Mayo; Cayastá Viejo, San Mar�n; hacia el oeste del Salado,
el Cantón Cerrito se denominó Lincon; Vizcacheras, Juárez; Ñanducita,
Bolivar y Capivara, Rivadavia. También cambiaron de denominación
los fuertes y for�nes de la provincia de Córdoba: Monigotes, 11 de
Sep�embre y el Fuerte Algarrobo Grande que fue la comandancia, se
denominó General Paz (Aleman, 1997).
Para 1870 vuelven a unificarse las guarniciones de la Frontera
Norte bajo un único mando, y se hace cargo de la jefatura de la línea
de fronteras del Chaco el Coronel Obligado. En 1872 comienza la expe-
dición al Chaco y para 1884 se la llevaría al actual límite de la provincia
de Santa Fe con la del Chaco.

2. El cacicazgo de Mariano Salteño

La comunidad mocoví de Colonia Dolores �ene sus orígenes en


el gran cacicazgo de Mariano Salteño, conocido hasta nuestros días
como el úl�mo Gran Cacique, recordado y respetado como tal por sus
descendientes que, a través de la memoria oral, perpetúan su lide-
razgo. La historia cuenta que las úl�mas tolderías o campamento del
cacique, antes de su incorporación a la vida reduccional, se ubicaron
en las cercanías de la laguna La Blanca. Su dominio se extendía desde
Los Sunchales hasta el río Bermejo (Iturralde, 1930).
“Cacique de Caciques” con gran poderío hacia finales del siglo
XIX, Mariano Salteño aparece en los documentos históricos como un
personaje temido, un enemigo peligroso:

“Se había hecho de renombre comandando una importante frac-


ción de montaraces, con quienes incursionaba por las poblacio-
nes cris�anas en son de guerra” (Alemán, 1997:124).

“(…) cacique audaz y valiente de una indiada aguerrida, era te-


mible por sus incursiones imprevistas (…) Pocos eran los pobla-
dores que se aventuraban a enfrentar el peligro de caer en sus
manos” (Iturralde, 1930:11).

73
También en la memoria de los actuales moradores de las �erras
antes dominadas por el cacique, persiste una fuerte imagen de Mariano
Salteño:

“Cuenta mi padre, que mi bisabuelo Don Nicolás Dayer, llegado


al país en 1853, era dueño de grandes extensiones, sus campos
abarcaban desde el arroyo Calchaquí al norte, hasta la altura
de la laguna `La Blanca´ (`Campo Vizcachera´) al sur, compren-
diendo más adelante hasta las cercanías del pueblo de Elisa con
el nombre de `La media luna de Dayer´. Había hecho construir
a lo largo de sus campos siete estancias, éstas eran atacadas
asiduamente por la indómita tribu del cacique Mariano” (Dayer
de Vane�, 1989).

El dominio territorial del Cacique era indudable y se erigía como


un verdadero obstáculo para el Gobierno que pretendía llevar adelante
las polí�cas de avance hacia el Norte y por supuesto de poblamiento.
Varios son los encuentros y enfrentamientos ocurridos antes que am-
bos llegaran a un acuerdo. En 1865 el Teniente Coronel Nelson envía
una comisión a las Tolderías de Mariano, las que llamaba “Tolderías
del Norte”. El teniente manifestó los deseos del Gobierno de que se re-
dujesen. Mariano, que estaba acompañado por los Caciques José San-
tos y José Calchiquí, aseguró que si ellos accedían al pedido los demás
también lo harían, el teniente prome�ó su reducción en Cayastacito.
En aquel encuentro convinieron en el rescate de los cau�vos que tenía
el Cacique a cambio de ropas para ves�r. También quedaron compro-
me�dos en enviar una comisión a Cayastacito con el fin de informar el
número de caciques, tropa y familias que llegarían al lugar a reducirse.
Sin embargo, estas negociaciones nunca llegaron a concretarse.
Hacia fines del mismo año los Caciques Mariano Salteño, José
Rojas, José María Araya y Juan de la Cruz Cacitoquí, acompañados
de cerca de cien indígenas más, atacan el For�n Almagro. Fueron los
Lanceros de San Pedro, que se encontraban en servicio en este punto,
quienes reconocieron a los Caciques. Este ataque provocó bajas entre
los defensores del For�n, a la vez que el Cacique Mariano se re�rara
con cau�vos, caballada, reses y bueyes. De esta forma, sin sufrir bajas
entre los suyos, vuelve a imponerse demostrando su poderío. En res-
puesta a esta ofensiva, en enero de 1866 el Gobierno envía una expedi-
ción a cargo del Teniente Coronel Olmedo, que arroja como resultado
la muerte de 64 indios de pelea –como los llamaban entonces– entre

74
ellos cinco Caciques: Ponciano Morcona, Antonio Aichaiguihancale,
Juan de la Cruz Cacitoquí, Cruz Pobladera y Nicolás Amaquin. Por su
parte, los militares recuperaron cau�vos y gran número de caballada,
aunque sufrieron no obstante algunas bajas entre los soldados. Expre-
saron en el informe:

“Los indios han hecho una defensa tan tenaz que aún son dig-
nos de la mejor causa que no se ha podido hacer rendir uno
sólo con la garan�a de sus vidas” (citado en Aleman, 1997:182,
Doc. Nº 858 del E.M.G.E. Servicio Histórico del Ejército).

En diciembre de 1866 se produce otro ataque de Mariano, cuya


respuesta fue que las tropas de Olmedo asaltaran sus tolderías en el
momento en que se encontraba acompañado de otros Caciques a su
mando: José Espinero, Lucas y Valen�n Teo�, Miguel Antonio, Roque,
Dorado y Saturnino. Murieron en la con�enda siete indígenas, resca-
taron los guardias del ejército tres cau�vas y 115 caballos y murieron
cuatro guardias nacionales. Aunque el lugar quedó en manos del ejér-
cito, muchos lograron escapar hacia el monte llevando consigo a los
heridos (Aleman, 1997).
En palabras de Aleman (1997), para el año 1869:

“(…) el Cacique Mariano Salteño, conductor de una federación


de tribus mocovíes, tenía en jaque a las guarniciones que co-
mandaba el Tte. Coronel Ma�as Olmedo, a la vez que alarmado
al Gobierno provincial y toda la población aledaña de la frontera
norte” (Aleman, 1997:191).

En este contexto, para el gobierno fue necesario lograr una alian-


za con Mariano en pos de lograr los obje�vos de avance y la conquista
territorial. El Padre Hermete Constanzi fue quien tomó este desa�o y
salió en busca de las tolderías. Se reunieron durante varios días en el
campamento de Mariano, luego de largas conversaciones llegaron a
un acuerdo. Transcurrido este primer encuentro, el Padre Constanzi en
una carta enviada al P. Prefecto Pezzini se expresaba diciendo:

“La misión que me confió desempeñar entre los montaraces si


no fue del todo una realidad halagadora, presenta a lo menos
una feliz esperanza.

75
En efecto, luego que me apersoné a las tolderías, me recibieron
los indígenas con muestras de cariño y aprecio. Y habiéndoles
hablado de reducción me hicieron conocer que estaban bastante
animados, y que en prueba de esto me presentaba sus hijos para
que los bau�zara.
El famoso Cacique Mariano Salteño promete reducirse y �ene
muchas esperanzas de que lo seguirán los demás caciques” (en
Aleman, 1997:124).

El Padre se dirigió entonces a Santa Fe a cumplir con los pedidos


de �erras en un si�o conveniente y de elementos de trabajo para esta-
blecer la misión. Al poco �empo volvió al campamento para informar
al Cacique el estado de las ges�ones. Cuando el gobierno ya tenía de-
terminado el si�o para la nueva reducción el P. Prefecto Pezzini decidió
enviar a otro misionero al campamento de Mariano a fin de realizar el
traslado. En mayo de 1868 el Fray Marino Macaño se dirigió a las tol-
derías de Mariano Salteño que se encontraban en un lugar conocido
como “Donde desertó el Carpincho”. A par�r de los datos que el padre
registró en su informe pudo establecerse la ubicación de este si�o al
noroeste de la Laguna La Blanca, al norte del arroyo San Pedro y en las
cercanías del Saladillo Amargo.
Aunque el padre fue muy bien recibido y los Caciques expresa-
ron estar conformes y de acuerdo con la propuesta de la reducción el P.
Macaño no logró concretar su come�do. En su informe se expresa:

“El cacique y los demás indios manifestaron estar conformes con


tales proposiciones. Enseguida armé una especie de capilla entre
los quebrachos, recé con los indios el San�simo Rosario y al fin
les predique la divina palabra, explicándoles el Capitán Francisco
Salteño en lengua mocoví; la que atendían con profundo silencio
y par�cular devoción” (en Aleman, 1997:127).

Al parecer fue un problema que el padre no hablara el idioma


mocoví y es así que finalmente el Cacique Mariano Salteño no aceptó
otro interlocutor que no fuera Hermete Constanzi. Ésta no sólo había
iniciado las negociaciones sino que además contaba con la ventaja de
hablar el idioma mocoví, lo cual había sido muy bien valorado.
Fue así como el Padre Constanzi realizó una tercera visita a las
tolderías y es entonces cuando Mariano junto a su pueblo dejan el
campamento para fundar un nuevo pueblo (Iturralde, 1930).

76
En el año 1869 el Cacique Mariano Salteño concreta el pacto
con el Gobierno. Al parecer en marzo de ese año Mariano se encon-
traba en Rincón Grande del Salado donde el Teniente Coronel Jobson
había establecido la Comandancia; ese mismo año el For�n tomaría
el nombre de General Belgrano. Fue entonces cuando el Comandante
Jobson comisionó al Cacique para que buscara otras tribus del Chaco.
En su primera intervención para el ejército, Mariano regresó con 142
indígenas al mando de cuatro caciques (Aleman, 1997).
Al año siguiente, Mariano Salteño integró las expediciones del
General Obligado: el 16 de julio emprendió junto a éste y los Tenientes
Jobson y Rasero una expedición hacia la Frontera Este de Córdoba que
luego se dirigió nuevamente hacia el norte santafesino. A pedido del
Cacique Mariano lograron que el Cacique Pedro Antonio Guampa, a car-
go de la resistencia al avance hacia el norte, accediera a una reunión con
el Coronel Obligado. Se firmó a par�r de ese encuentro un tratado de
paz, que no sólo comprendía su reducción y la del Cacique Roque sino
que establecía la obligatoriedad de cooperar en defensa de la frontera.
No obstante esto, el tratado no fue cumplido y �empo después en un
enfrentamiento en el Fuerte Unión, el Ejército Argen�no dio muerte al
Cacique Guampa (Aleman, 1997).
El General Obligado, con la colaboración de Mariano Salteño
y del Cacique José Domingo Crespo actuaron para persuadir a otras
parcialidades mocovíes y tobas que se establecieran en pueblos e
hicieran las paces con el gobierno. En 1884 lograron que mocovíes
y tobas se establezcan en San Antonio de Obligado, al sur del fuerte
de Las Toscas.

3. Pueblo Dolores

El Cacique Mariano Salteño, junto a más de 500 aborígenes, se


instaló en 1869 en las inmediaciones del cantón conocido como Cayas-
tá o San Mar�n. Fueron ellos quienes cons�tuyeron el núcleo principal
de la Misión que se fundaría un año más tarde: Reducción de Nuestra
Señora de los Dolores (Archivo General de la Provincia de Santa Fe,
1992) a cargo de los Padres Fray Bernardo Arana y Gerónimo Marche�
(Aleman, 1997), también conocida como Pueblo Dolores.
Los sacerdotes que se hicieron cargo de esta nueva reducción
pertenecían a la Misión Franciscana del Colegio Apostólico de la Pro-
paganda Fide que, desde épocas de la Colonia, ya se había establecido

77
en el Convento San Carlos de San Lorenzo fundado en 1796. Esta orden
religiosa tenía como principal obje�vo la conversión de fieles e infieles.
Para 1812 las reducciones del norte santafesino dependían del Colegio
de San Carlos, aunque se re�raron por falta de recursos en 1825 para
restablecerse recién 30 años después (Aleman, 1997).
La reducción surge para dar respuesta al pacto que el Cacique
Mocoví realiza con el Gobierno a través de Hermete Constanzi. Oficial-
mente se funda el 23 de junio de 1870 con los padres antes menciona-
dos (Cervera, 1970). Al poco �empo se une el Fray Bernardo Trippini
quien logra que el Cacique Valen�n Teo�, del cacicazgo de Mariano
Salteño, también se establezca en este pueblo junto a 474 aborígenes
(Aleman, 1997).
En el lugar original, rodeada de agua por el Sudeste y Oeste, la
reducción perdura hasta 1889 cuando se acuerda con el Gobierno dar
nueva forma a esa población. Según las palabras del Fray Vicente Caloni

“(…) se delineó un nuevo pueblo de mejores condiciones higiéni-


cas, y de mayor porvenir” (Caloni, 1897:71).

El asentamiento original de la reducción se ubicaba sobre las


confluencias de los arroyos Cayastá y Saladillo Amargo. Tras periódicos
desbordes del segundo, se resuelve trasladar la población a terrenos
más altos. El nuevo emplazamiento se ubica al norte del primero, el
traslado oficial data del 6 de sep�embre de 1889.
Nos centraremos aquí en el asentamiento correspondiente a la
fundación original, que permaneció durante veinte años sobre la costa
del arroyo Cayastá. Las fuentes mencionan que se trata del mismo si�o
donde se fundó la reducción franciscana de indios Charrúas llamada
Concepción (Iturralde, 1930), y que funcionó sobre las orillas del Arro-
yo Cayastá entre los años 1750 y 1783, hasta su traslado a Cayastá
Chico por órdenes del Teniente de Gobernador Melchor de Echagüe y
Andía (Cervera, 1970).
Para 1869, el primer Censo Nacional genera en el Cantón Cayas-
tá Grande de la Frontera Norte dos libretos. Uno registra 19 caseríos de
paja; 26 familias y un total de 228 individuos. De los caseríos se espe-
cifica que dos de ellos se conformaban de tres cuerpos y pertenecían
a los cuarteles; uno de dos cuerpos sin especificar y los 16 restantes
correspondían a caseríos de un solo cuerpo. El segundo libreto registra
8 caseríos de paja de un cuerpo, con un total de 19 familias y 91 indivi-

78
duos. El padrón de ambos libretos fue completado el 15 de sep�embre
de 1869. En ellos se destacan los siguientes registros: Salteño Mariano
de 32 años, nacido en el Chaco, de ocupación Capitán de Caballería y
Tio� Valen�n de 40 años, nacido en el Chaco, teniente de Caballería,
correspondiendo estos datos a los caciques de este pueblo (Censo Na-
cional Argen�no de 1869).
No obstante los registros del primer Censo Nacional, el libro
de bau�smos de 1870 a 1890 registra la realización de un censo el 14
de mayo de 1870. En este documento, se hace referencia al mismo
como el primer censo. Se en�ende que es el primer censo realizado
por la Orden Franciscana. Según sus datos, el total de la población
se componía de 338 individuos entre “cris�anos, infieles, grandes y
chicos” y se clasificaron de la siguiente forma: 231 bau�zados, 107
infieles, 4 en duda, 5 matrimonios y 54 amancebados (Libro de Bau-
�smos, 1870:3).
El día 23 de junio de 1870 se conoce como la fecha fundacional
de la reducción. Ese mismo día en los libros de registros de los padres
misioneros, se registra el primer bau�smo. Los padres Arana y Mar-
che� comienzan a realizar los bau�smos tanto de grandes como de
chicos. En las actas, el nombre de la Iglesia aparece como Nuestra Se-
ñora de la Soledad de Dolores (Libro de Bau�smos, 1870: 4). La primer
niña bau�zada de apenas dos días de vida llevó el nombre de Dolores.
El libro registra 1456 bau�smos en los cuales están incluidos los 231
que se realizaron antes de la fundación de la reducción, en Santa Fe,
en Cayastacito, en Sauce, en Estancia Grande, en San Javier y en los
montes, según declararon los mocovíes a la llegada de los padres. No
obstante, consta en la biogra�a del Padre Hermete Constanzi que en
su primer encuentro con el Cacique Mariano bau�zó la mayor parte
de los niños, contando para ello con el consen�miento de sus padres
(Iturralde, 1930).
En 1870 comienza la organización del pueblo en el lugar que fue-
ra conocido como Cayastá Grande. En octubre, en forma conjunta con
los padres misioneros, los Caciques Mariano Salteño, Valen�n Tio� y
José Manuel, envían una solicitud al Gobierno de Santa Fe demandan-
do el �tulo de propiedad de las �erras del lugar llamado Cayastá Gran-
de que expresa lo siguiente:

“Los padres misioneros Fr. Bernardo Arana y Fr. Gerónimo Mar-


che�, los caciques Mariano Salteño, Balen�n Tio� y José, y de-

79
más indígenas, deseando formar un nuevo Pueblo, en el lugar
llamado Cayastá Grande, cuasi centro del Chaco, en donde al
presente vivimos y tenemos algunos ranchos, y no teniendo has-
ta el presente �tulo de propiedad para que podamos trabajar
con más seguridad y confianza.
Suplicamos a N. E. se digne concedernos el �tulo de propiedad
de una legua de terreno de frente, comenzando desde los baña-
dos del Saladillo Amargo al poniente; y cuatro leguas de fondo,
comenzando por la parte del Sud, para el norte, por los bañados
del mismo Saladillo Amargo.
Esto pedimos señor porque este lugar está rodeado de bañados
y cañadas, y por tener suficiente terreno para dar a cada familia
vein�cinco varas de frente, con cincuenta de fondo para pobla-
ción, y una suerte de chacra con cuatrocientas varas de frente y
quinientos de fondo, a los Padres Misioneros cien varas de frente
comenzando por el lado norte de la media plaza para el Sud, calle
de Santa Fe y doscientas de fondo, comenzando desde esta calle
misma para el poniente, para edificios de iglesia, casa, huerta y
arboleda, y una suerte de chacra con quinientas varas de frente y
mil de fondo; y a los caciques Mariano, Balen�n y José, cincuen-
ta varas de frente con cincuenta de fondo para población a cada
uno; y una suerte de chacra con quinientas varas de frente y mil de
fondo, también para cada uno y al mismo �empo para que poda-
mos tener un pedazo de monte para cortar madera, postes y leña:
todo el restante terreno quedara a beneficio del pueblo en común;
y creemos que con un solo �tulo de propiedad tenemos suficiente,
nombrando en el a los interesados: como se expresan en la súpli-
ca, y que sea todo de gra�s porque somos muy pobres.
Es la gracia que esperamos de V. E. y que nos concederá lo que
pedimos por los ardientes deseos de que V. E. �ene para que
progrese la provincia y sean comunicadas las que se hubieran
dictado, a fin de que este cuerpo pueda expedirse con el acierto
que corresponda” (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).

Para entonces el asentamiento se describe como una toldería,


con esta denominación aparece en los registros del expediente. La so-
licitud pasa en noviembre del mismo año al Departamento Topográfico
para que organice la mensura y asigne a la Colonia Indígena una super-
ficie de cien manzanas:

80
“(…) debiendo ser de veinte cuadras cuadradas cada suerte de
chacra, ordenándose amojonen desde ya un número igual al de las fa-
milias que actualmente existen, y reservando para terreno comunal las
porciones del terreno” (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).

El 11 de noviembre de 1870 se designa al agrimensor Carlos Cha-


peaurouge para que realice los trabajos de mensura en el terreno, los cuales
comienzan el 2 de noviembre de 1871 y terminan para enero de 1872.

Mapa 1: Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).

81
El agrimensor debía entregar, de acuerdo a lo solicitado, cuatro
leguas de frente al Saladillo con una legua de fondo al Oeste. Sin em-
bargo al realizar su trabajo de campo encuentra que ello no era posible
por encontrarse, antes de completar esta distancia, el arroyo de Las
Ovejas.
Resultó pues que en el área comprendida entre los arroyos Ca-
yastá, Saladillo Amargo y La Ovejas, sumado a un espacio de terreno
que va desde el inicio de este arroyo hacia el Oeste un poco más de
3600 m, y tomando como límite este punto, bajando hacia el Sur hasta
encontrar el arroyo Cayastá, el lugar asignado para el pueblo quedaba
muy chico considerando que estaba rodeado de bañados. En conse-
cuencia los padres misioneros y los caciques solicitaron al agrimensor
se extendiera la mensura cruzando el arroyo Cayastá hacia el sur so-
bre el terreno de los oficiales (ver mapa 2); donde se hallaba ubicado
el cantón, en el único albardón donde podía extenderse el pueblo. El
agrimensor en su informe detalla:

“Como de la teoría a la prác�ca en el terreno hay mucha dife-


rencia me he visto en la forzosa necesidad de obrar en la men-
sura del pueblo en alguna desconformidad con lo mandado por
el Departamento Topográfico, pero como las modificaciones
que he hecho son fundadas en la conveniencia de aquel pue-
blo creo que V. E. no tendrá inconveniente en aprobarlas. Para
la traza del Pueblo procedí del modo siguiente: 1º después de
estudiar minuciosamente el paraje donde se halla la toldería
y debía hacerse el pueblo observé que toda la área donde se
hallaba estaba rodeada de bañados, prac�qué pues una traza
de modo que quedara circunvalada por los bañados y resultán-
dome muy pequeño tuve que acceder al pedido de los P. P. y los
caciques, pasado al Sud y Oeste del arroyo Cayastá para apro-
vechar unas doscientas varas de albardón que costean el río.
Esta pequeña fracción que tomo al campo que no pertenece a
la Colonia puede servir más tarde a la formación de un nuevo
pueblo y sobre todo en nada perjudica, pues si aún el gobierno
la quisiera dar a la Colonia tomaría más valor.” (Archivo Gene-
ral de la Provincia de Santa Fe).

82
Mapa 2: Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).

Luego de terminada la mensura, el agrimensor entregó algunas


concesiones y dejó en manos del Padre Fray Bernardo Arana la tarea
de distribuir los solares y las chacras. Aclaró a los padres y caciques
que no se encontraba dentro de sus atribuciones hacerles entrega de
la mensura al sur del arroyo Cayastá por lo cual ellos debían solicitarlas
directamente al Gobierno de la Provincia.
Entregó Chapeaurouge el informe y los planos correspondientes
al Departamento Topográfico. Consta en el expediente que:

83
“El agrimensor refiere la pretensión manifestada por los Misio-
neros y por los Caciques de la Colonia de anexar al terreno medido una
fracción del terreno inmediato siguiente al sudeste, sobre la costa del
arroyo Cayastá, constante de trece millones setecientos cuarenta mil
varas cuadradas, fracción que forma parte del terreno designado y me-
dido para los oficiales” (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).

En febrero de 1872 se solicita al agrimensor que amplíe y detalle


el informe incluyendo el trabajo de mensura que había realizado en el
si�o en 1869. Para el 22 de julio Chapeaurouge había completado las
exigencias del Departamento Topográfico.
Asimismo los padres y los caciques procedieron a realizar la so-
licitud del terreno al sur del arroyo Cayastá con fecha 23 de julio de
1872, donde expresan:

“Los abajo firmados y avecindados en el Pueblo Nuevo de Dolo-


res, situado en el Chaco y llamado Cayastá Grande, dentro del
mismo terreno que concedió el gobierno para esa Colonia, y me-
dido por el agrimensor Dr. Carlos Chapeaurouge para beneficio
del mismo pueblo con frente al este sobre el río Saladillo Amargo
con fondo al Oeste donde linda con el Sr. Cabal y lindando por el
Norte con este mismo Sr. y el Arroyo de las Ovejas y por el Sud
con el arroyo Cayastá, se presentan ante S. E. y piden que se
anexe a la área medida de cuatro leguas la fracción que men-
ciona el agrimensor, tal cual él la ha amojonado, por ser esta de
muchísima necesidad para este pueblo que no puede extenderse
más que en esa dirección y por muchas otras razones par�cula-
res al desarrollo de esta población.” (Archivo General de la Pro-
vincia de Santa Fe).

El 5 de agosto de ese año se agrega el pedido al expediente y


pasa nuevamente al Departamento Topográfico.

84
Mapa 3: Terrenos solicitados para el Pueblo y las Chacras.
Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).

Frente a esta nueva solicitud, el Departamento Topográfico acon-


seja deses�mar el pedido. Argumentó que los terrenos estaban ocu-
pados por el ganado de establecimientos de pastoreo cercanos al si-
�o, que este ganado, por no ser apto el consumo del agua del Saladillo
Amargo en todas las épocas del año, no �ene otro lugar que las costas
del arroyo Cayastá para pastar y tomar agua. En el informe se agrega:

“V. E. comprenderá fácilmente los inconvenientes y peligros a


que estarían expuestos los estancieros vecinos, cuando en cir-
cunstancias dadas, sus ganados tengan que ir a pastar y tomar
agua en el arroyo Cayastá ocupado en su parte principal por un
pueblo cuya existencia es muy inverosímil por los elementos con
que se cuenta para su formación pero cuya propiedad se solici-
ta.” (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).

85
Finalmente y atendiendo a lo aconsejado por el Departamento
Topográfico, en 1872 –por decreto provincial del 25 de sep�embre,
firmado por el gobernador Don Simón de Iriondo– se crea el Pueblo
de Dolores y la Colonia Indígena de San Mar�n Norte, de acuerdo a los
siguientes ar�culos:

“Ar�culo 1º - Apruébese la mensura prac�cada por el agrimensor


Chapeaurouge, sin la anexión que ha hecho ad referéndum de una
fracción al Norte del Arroyo que se le mandó tener por límite.
Ar�culo 2º - Adjudícanse en propiedad a las familias pobladoras
de la citada Colonia, las suertes para chacras y solares para pue-
blo, de que se les ha dado posesión, según la relación que obra
en el expediente.
Ar�culo 3º - Procédase a su escrituración, nombrando en comi-
sión al efecto al Coronel D. Leopoldo Nelson y al cura del lugar,
R. P. Fr. Bernardo Arana.
Ar�culo 4º - En los �tulos de propiedad otorgados se expresará
que los terrenos donados no pueden enajenarse, so pena de vol-
ver al dominio del fisco, sino después de cinco años de posesión,
sin que en ningún �empo puedan adquirirse por una sola perso-
na más de cuatro concesiones.
Ar�culo 5º - Comuníquese, archívese”. (Archivo General de la
Provincia de Santa Fe).

Ya para finales del siglo XVIII el avance de las fronteras por parte
del Estado Nacional era inminente. Los territorios libres de los Pueblos
Originarios, aunque en conflicto, iban incorporándose a la Nación Ar-
gen�na y los dis�ntos pueblos comenzaban así un proceso de “inte-
gración” que tendría por finalidad el etnocidio. Ya una batalla estaba
perdida, comenzaba otro �po de con�enda en el marco de las leyes
que gobernaban las �erras que desde antaño les pertenecían y ahora
tenían que solicitar al gobierno. En este nuevo marco ins�tucional se
registraba para la Comunidad Aborigen de la naciente Colonia Dolo-
res la primera derrota en la lucha por las �erras, que perdura hasta
nuestros días y se expresa como una de las principales reivindicaciones
de los Pueblos Originarios. Volvamos ahora al siglo XIX, a la incipiente
Colonia Indígena.
En el año 1872 se incorpora al Pueblo de Dolores la población
proveniente de la reducción San Pedro Chico. Esta reducción estaba
ubicada en el cantón que tuvo primero el nombre de Ascochingas y

86
pasó luego a llamarse San Pedro. Se había conformado con la pobla-
ción aborigen de la Reducción de San Pedro de 1765. El nuevo si�o no
prosperó y al disolverse sus pobladores se dirigieron hacia San Mar�n.
Los hombres de este pueblo fueron los que conformaron el cuerpo de
caballería “Lanceros de San Pedro” que actuaron en dis�ntas ocasio-
nes junto al gobierno provincial y nacional. Tal como como los habi-
tantes de la Reducción Nuestra Señora de los Dolores, pertenecían al
pueblo mocoví.
En 1873 una epidemia de viruela negra diezmó a la población,
en dos meses se registraron más de 250 defunciones. El padre Trippini
asis�ó a los enfermos hasta que tuvo que trasladarse a una nueva re-
ducción en la Frontera Norte, que llegaba entonces hasta Reconquista,
el nuevo pueblo se llamó Purísima Concepción de María San�sima. En
sus informes de viajes se refiere a la Reducción Nuestra Señora de los
Dolores como Reducción Nuestra Señora de la Soledad. Luego de su
par�da, el Padre Arana quedó a cargo del cuidado de los enfermos
(Aleman, 1997). Al parecer el Cacique Mariano no resultó afectado por
la epidemia, dado que hay una referencia del Padre Trippini en la cual
señala que le prestó un caballo para su viaje hacia el Norte. Sin embar-
go, el 20 de mayo de 1873 se registra la muerte de la esposa de Maria-
no, María Antonia Naconaé, y el 1º de junio del mismo año muere de
viruela su hija Micaila de siete años de edad. Las muertes por viruela se
registran entre el 27 de abril de 1873 y el 26 de sep�embre del mismo
año (Libro de Defunciones 1870-1877). No obstante algunos autores
ubican a la epidemia entre los años 1872 y 1873 (Cervera, 1970).
Mariano Salteño el 9 de junio de 1874 vuelve a casarse con doña
Aniceta Lanchez.
Respecto del nombre de la Reducción, en el libro de bau�smos
que reúne los registros desde 1870 a 1890, el Prefecto Fray Antonio
Rossi hace referencia a la Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad de
la Reducción de San Mar�n. No obstante, enseguida refiere a la Iglesia
Parroquial Nuestra Señora de los Dolores en San Mar�n.
Para 1880, según Caloni, la reducción contaba con 800 aborí-
genes, de los cuales quedaron menos de 300 por los traslados que
el Gobierno realizó a Santa Fe para distribuir entre las familias de
esta ciudad, los traslados de familias a la Reducción de Santa Rosa y
la incorporación de una porción importante de la población mascu-
lina al servicio militar. Mientras que algunos decidieron abandonar
el pueblo frente a este desmantelamiento, que se producía por ór-

87
denes del gobierno provincial, otros decidieron quedarse en el lugar
(Caloni, 1897).
En 1882 el Padre Caloni levanta un censo de las reducciones que
arroja un total de 3050 aborígenes viviendo en estos pueblos. En la
reducción de San Mar�n Norte el número total de aborígenes entre
hombres, mujeres y niños fue de 285.

Estudios Arqueológicos en el Si�o Nakamblaisat

En la comunidad Mocoví de Colonia Dolores se destaca la im-


portancia de un período en su historia, el que refiere a su primera
fundación. Como ya hemos referido, se relaciona con: la rendición del
Cacique Mariano Salteño –de quienes hoy sus descendientes forman
parte del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores– la reducción del pue-
blo en el Cantón San Mar�n Viejo –donde luego se fundaría la Reduc-
ción Franciscana Nuestra Señora de los Dolores– el abandono de este
lugar a pocos años y el traslado al emplazamiento del actual Pueblo
de Colonia Dolores. Actualmente el lugar del primer asentamiento es
considerado como un lugar sagrado, conocido y denominado por la
Comunidad Mocoví de Colonia Dolores como El Ombusal en castellano
y Nakamblaisat en mocoví, denominación que hemos adoptado para
el Si�o Arqueológico.
A par�r de la memoria oral, hemos localizado el lugar a pocos
kilómetros al sur del pueblo:

“(…) en Cayastá, Cayastacito y Cayastá grande… según lo que


yo sé, es muy probable que ahí donde era el Cantón San Mar-
�n Viejo, o el Ombusal como nosotros lo llamamos… que haya
sido un asentamiento antes del pueblo de San Mar�n, antes del
Cantón San Mar�n (…) porque al cacique Mariano Salteño y los
otros dos caciques vienen a vivir allí, pero quizá la eligieron por-
que allí (…) la unión de los dos arroyos, el Cayastá y el Saladillo
era el lugar ideal, que quizá estuvo habitado, que haya habido
un asentamiento allí” (César Coria, Presidente de la Comisión
Aborigen Aim Mokoilek).

Comenzamos el trabajo arqueológico con la hipótesis de que el Si�o


Nakamblaisat se corresponde con la an�gua reducción y el cantón militar,
hipótesis sobre la cual se centra la inves�gación. En el mapa 4 se dis�ngue
el área de estudio con el cuadro que enmarca la leyenda “Pueblo”.

88
Mapa 4: Pueblo y Cantón. Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).

La comunidad �ene sus propias construcciones acerca de su histo-


ria, transmi�da por los mayores, a través del relato de la tradición oral y
bajo la forma de mitos. Tal como el relatado por Delfino Naci�quí, quien
no sólo es miembro del Consejo de Ancianos sino el más anciano de la
comunidad y además es quien lleva adelante los rituales:

89
“como me contaba la finada de mi abuela, eran cuando había
dos, un viejo y una vieja que estaban en contra los dos, los dos
eran brujos, aha, se �raban en contra, bueno la vieja esa, la que
trabajó con la serpiente, ese era el poder de ella, aha, y �ro un
carretel en la orilla del pueblo, en el agua, el carretel que estaba
embardunado con sangre, todo alrededor del pueblo, porque en
el pueblo estaba el arroyo, si, aha, y bueno la serpiente ha ido
cortando la �erra por dónde va el hilo y el agua iba lejos por
detrás de él, aha, y bueno, el brujo ese el otro cuando sin�ó que
la... la bruja esa lo despertó bastante, aha, y salvó unos cuantos,
sacó unos cuantos, pero unos cuantos quedaron abajo, cuando
llegó, la serpiente llegó en el agua y bueno, los hundió en la �e-
rra, así contaba mi abuela” (Delfino Naci�quí).
Este relato refiere al abandono del an�guo Pueblo de Dolores.
Adver�mos como ha señalado Giménez Benítez, López y Granada
(2002) que el �empo mí�co se superpone a un �empo histórico que,
según estos autores, se extendería hasta la primera mitad del siglo XX.
De acuerdo con la inves�gaciones de este equipo, se sitúa a los even-
tos mí�cos en un pasado cercano que consideran como el �empo de
los an�guos o la época de los abuelos, sin que sea posible dis�nguir
claramente entre los an�guos, cuáles son antepasados mí�cos y cuá-
les son antepasados históricos de los Mocovíes (Giménez Benítez, et
al., 2002). Aquí presentamos la primer versión del relato, sin embargo
en el marco del trabajo de campo arqueológico donde tuvieron par-
�cipación varios integrantes de la Comunidad, Delfino volvió a hacer
referencia al mismo, agregando algunos datos referidos a los brujos,
la serpiente y la inundación que dejó bajo �erra al pueblo an�guo. El
mito es referido también por otros miembros del grupo.
En la memoria oral, el período del primer asentamiento en el
Pueblo Dolores representa un hito muy importante en la historia lo-
cal, presente fuertemente en los ancianos pero también en el resto
de la comunidad. Devenido en esta instancia de inves�gación en Si�o
Arqueológico, la tarea es obje�varlo y plantear, a par�r de la informa-
ción que hasta el momento conocemos, un modelo esperado para el
registro arqueológico. Par�mos para ello ubicándonos en un espacio
de frontera.
Los procesos socio-históricos y culturales referidos a la compleja
situación de la frontera norte santafesina en la segunda mitad del siglo
XIX, aluden a relaciones interétnicas entre pueblos originarios, criollos,

90
misioneros y militares que han quedado representadas en el registro
arqueológico, en una diversidad de si�os que aún no han sido estudia-
dos en profundidad. En este contexto, los obje�vos de la inves�gación
arqueológica son varios, sin embargo, en el marco de la primera etapa
resulta relevante el obje�vo de contrastación arqueológica de la hipó-
tesis mediante la localización del asentamiento de la Reducción Nues-
tra Señora de los Dolores, la localización del Cantón Militar San Mar�n,
la observación de la visibilidad arqueológica de los mismos y el estudio
de su potencialidad.
Nos encontramos frente a una Arqueología de Fronteras que
como espacio se caracteriza por su complejidad, en tanto refiere a re-
laciones sociales altamente conflic�vas, a un proceso socio-histórico
mul�étnico de luchas, enfrentamientos y opresiones que ha sido si-
lenciado desde la Etnogra�a, la Historia y también desde los sujetos
(Tamagnini et al., 2008). La Arqueología de Fronteras �ene un desa-
rrollo que se ha orientado principalmente al estudio de la Frontera
Sur. Respecto del proceso de avance de la Frontera Norte en Santa Fe,
las inves�gaciones arqueológicas de fuertes y for�nes son incipientes:
podemos mencionar el trabajo de arqueología histórica en el For�n
Aguará (Ceru� y Cocco, 1998). Por tanto la importancia de este tra-
bajo radica en la visibilidad que se dará a este proceso histórico en el
contexto de la consolidación del Estado Nación. Aun cuando lo más
frecuente en la Arqueología de Fronteras es encontrar estudios foca-
lizados en fuertes y for�nes, en este si�o tenemos que pensar tam-
bién en el pueblo fronterizo materializado por la reducción-toldería.
Encontramos, al referirnos al estudio arqueológico de las misiones y
reducciones en la región centro norte de la provincia, un desarrollo
también incipiente. Podemos en este sen�do mencionar al estudio de
las ruinas de la Reducción Jesuita Mocoví San Francisco Javier (Ceru�,
1983; Cornero, del Rio y Pighin, 2010).
Comenzamos a pensar el registro arqueológico del si�o alu-
diendo a la descripción del paisaje, conformado por sus componentes
ambientales y sociales, en su interrelación dinámica y compleja. Estas
relaciones se vinculan con la forma en que la sociedad resuelve la ma-
nera en que u�lizará y significará los recursos de su medioambiente.
El ser humano, al igual que todas las especies vivientes, se encuentra
inmerso en un ecosistema, el cual se define como “(…) el conjunto de
especies que viven en un ambiente �sico abió�co y las relaciones fun-
cionales y estructurales que existen en ese conjunto” (Moran, 1993:22)

91
incluyendo tanto las relaciones sociales como de la especie biológica,
media�zadas por la cultura.
Dentro del Gran Chaco Sudamericano nos encontramos en el
área conocida como El Chaco Santafesino. Esta porción del Gran Chaco
abarca un área triangular formada por el extremo sudeste de la gran
llanura chaqueña; abarca completamente los departamentos de 9 de
Julio, Vera, General Obligado, San Justo, San Javier, Garay, casi todo el
departamento Capital y parcialmente, los departamentos San Cristó-
bal, Castellanos y Las Colonias, llegando hasta la ciudad de Santa Fe
(Iriondo, 2007).
Hacia el siglo XIX El Gran Chaco era representado como un di-
latado espacio geográfico de confusos contornos, contenido boscoso
y �erras ocupadas por grupos indígenas: “los montaraces”. En el ima-
ginario polí�co y cultural era considerado “desierto” tanto en sen�do
demográfico como civilizatorio. En estas �erras dominadas por “in-
dios” sólo algunos arriesgados pobladores se instalaron atraídos prin-
cipalmente por la riqueza forestal, ya que este extenso territorio no
tenía atrac�vos agrícolas (Kollmann, 2005).
Como en el caso del sur el Chaco era visto como un desierto,
contradictoriamente también fue conocido como el impenetrable por
sus densos bosques. Aunque repleto de vegetación y poblado por los
pueblos na�vos, se llamaba al Gran Chaco “desierto”, no porque estu-
viera “vacío” sino porque la ausencia de civilización era para Occidente
sinónimo de vacío

“(…) que el hombre así colonice las �erras vacantes de América,


un territorio que puede considerarse jurídicamente vacío porque
no está poblado de individuos que respondan a los requerimien-
tos de la propia concepción, a una forma de ocupación y explo-
tación de la �erra que produzca ante todo derechos, y derechos
antes que nada individuales.” (Bartolomé Clavero, 1994:2; en
Lander, 2000:17).
Al igual que en la Pampa y la Patagonia, este desierto debía ser
llenado, civilizado, explotado. En otras palabras, en el contexto del im-
perialismo europeo y el auge del posi�vismo, los desiertos “debían”
ser colonizados, apropiados y cartografiados (Lois, 1999).
Tras las campañas militares, la región fue llamada en lugar de
desierto, territorio argen�no. En estas campañas, poblar el desierto no
significaba hacerlo del mismo modo que en la Campaña del General

92
Roca, que exterminó cuanto pudo a los pobladores del Desierto del
Sur. A diferencia de ello y aunque los “indios” eran considerados como
obstáculos al avance del territorio y el progreso, eran valorados como
mano de obra, como sucedió en la época colonial. No sólo se perseguía
la apropiación del espacio �sico-natural sino que como obje�vo de esta
conquista estaba la transformación de la “barbarie” en “civilización”, la
transformación del indio libre en sujeto de explotación. Dónde fue ne-
cesario contar con mano de obra barata, la polí�ca de exterminio fue
reemplazada por la de la pacificación y ésta estuvo orientada por las
órdenes religiosas y forzada por la milicia cuando así fue necesario.
En los úl�mos años del siglo XIX la cultura occidental se encon-
traba en un proceso de ampliación de sus fronteras en función de la
expansión del capitalismo mundial. Este proceso requirió que los terri-
torios improduc�vos se incorporen al sistema brindando sus recursos,
incluso de mano de obra. En este contexto, la frontera se conforma
como un espacio social complejo donde convivieron gauchos, milita-
res, estancieros, campesinos, extranjeros, indios amigos y enemigos,
cau�vos y exiliados (Yuln, 2010). En la frontera norte santafesina fue
importante además el componente religioso.
A par�r de 1875 la legislación que trataba sobre las comunida-
des indígenas y se focalizaba en el avance sobre las fronteras, pasó a
ocuparse de las formas de radicación de los pueblos indígenas, o me-
jor expresado, de los mecanismos de reducción de las Comunidades.
En 1903 la ley de �erras Nº 4167, en su ar�culo 17, fomentaba la re-
ducción de las “tribus indígenas” con la finalidad de incorporarlas a la
civilización y al trabajo. Se implementó la radicación de dos formas,
una pacífica y otra por la fuerza: “(…) la radicación se convendrá con
los individuos, la familia o las tribus más aptas, o se realizará por com-
pulsión militar, en caso de ser necesario.” (Dirección de Información
Parlamentaria, 1991:241). El Estado impuso a los pueblos originarios
formas nuevas de vivir, su cultura occidental, siendo esta polí�ca otra
forma de hacer desaparecer a las comunidades.
Las conquistas de los desiertos nacionales, a la vez que tuvieron
caracterís�cas comunes, se desarrollaron sobre situaciones socio-de-
mográficas, económicas y culturales diferentes:
“Mientras que en la Pampa y la Patagonia el problema central
pareció estar configurado por la cues�ón limítrofe (con Chile) y
el control territorial, en el Chaco, los requerimientos de mano de
obra barata para los dis�ntos emprendimientos agro-industria-

93
les generados por la expansión de las agro-industrias del azúcar,
la producción del tanino y del algodón provocaron que el control
y el disciplinamiento social cons�tuyeran la cues�ón central”
(Trinchero, 2007:193).

Es así como hacia fines del siglo XIX, el norte de Santa Fe cons-
�tuía un espacio donde convergían conflictos por el dominio de las
�erras. Este territorio concebido como espacio social, donde las rela-
ciones sociales de poder lo organizan (Sack, 1986), se conforma en es-
pacio de guerras fronterizas y tras los for�nes surgen nuevos pueblos.
En este contexto se funda el Pueblo de Dolores, primer asentamiento,
objeto de esta inves�gación.
La materialidad fue construida por sujetos inmersos en relacio-
nes sociales de poder, desiguales y en tensión, en un contexto de gue-
rra, de con�nuos avances y retrocesos. El avance del Estado Nación
hacia el Norte suponía la incorporación no sólo de las �erras sino tam-
bién de los grupos originarios, suponía la apropiación de un espacio a
par�r de acciones claramente deliberadas en pos de la creación de un
nuevo territorio polí�co, ideológico, económico y simbólico. Las herra-
mientas para lograrlo no fueron siempre suficientes o eficientes y en
tal sen�do es necesario considerar este juego dialéc�co entre avances
y retrocesos materiales y simbólicos, para pensar el escenario en que
surgió el Pueblo de Dolores.
La línea de fronteras estaba conformada por Fuertes y For�nes.
En los fuertes se instalaba la Comandancia de Frontera. Se trataba de
un establecimiento más importante que sobresalía por sus construc�-
vos y/o por sus guarniciones. Los for�nes o cantones refieren a esta-
blecimientos militares más pequeños:

“El for�n era una instalación pequeña, circular, de veinte metros


de diámetro, rodeada de un foso y a su vez con un contrafoso
cuadrado de cien metros, que permi�a proteger el corral de los
caballos. Dentro del recinto circular se levantaba un mangrullo,
u observatorio elevado, de troncos, con una plataforma alta y
techo de paja. Solía haber un rancho para el jefe del for�n, otro
para la tropa y un tercero para la cocina, depósito, etcétera” (Ar-
chivo General de la Nación, citado en García Enciso, 1979:37).

Una nueva línea de fronteras –con el avance de los for�nes o


la creación de nuevos for�nes o cantones– se instalaba más allá de

94
límites que no siempre estaban consolidados, por lo cual, gobernaba
la incer�dumbre. Por otra parte, los recursos para el momento de la
creación del Cantón San Mar�n o Cayastá Viejo estaban concentrados
en la Guerra del Paraguay. Esta situación se refleja en la materialidad:

“Los for�nes, también llamados cantones, fueron en general


construcciones bastantes rudimentarias y precarias. Rodeadas
de un foso exterior, una estacada de palo a pique, unos ranchos
de chorizo para guardia de prevención, comandancia y cuadra
de soldados y el caracterís�co mangrullo o atalaya para el vigía.
Este estaba construido generalmente con troncos de palma para
darle más altura. Muchas veces el mangrullo fue reemplazado
por un simple árbol (algarrobo, guaraniná u otro) que se dejaba
de exprofeso en el centro del reducto. El corral para la caballada,
reses y algunos bueyes, y a veces un puente levadizo hecho con
palos para salvar el foso, completaban lo esencial en un for�n”
(Alemán, 1970:42-43).

En muchos de los casos, el espacio que se ocupaba para instalar


los for�nes parecía ser apenas transformado. El mangrullo, importante
símbolo de la fortaleza era reemplazado en ocasiones por un árbol de
altura. Las guarniciones de soldados fueron, en muchos de los for�nes,
bastante limitadas en número y a veces estuvieron hasta desprovistas
de caballos. Para el censo de 1869 se registraron dos caseríos u�liza-
dos por la milicia en el Cantón San Mar�n, eran de barro y paja y se
componían de tres cuerpos. Este �po de construcción dominaba los
espacios que funcionaban como for�ficaciones, aunque en los fuertes
que funcionaron como comandancia se levantaron construcciones de
mayor solidez. La materialidad de las construcciones de barro y paja
no se representan en el registro arqueológico con gran potencial, en
cuanto a visibilidad para brindar evidencia inmediata de una marca
territorial, sobre todo si pensamos en un emplazamiento militar. Los
for�nes se representaban con una arquitectura que poco sobresalía
en el espacio recién colonizado/apropiado; muchos tenían un carácter
temporario/transitorio, se trasladaban con el trazado de una nueva lí-
nea de frontera.
El es�lo de vida en los for�nes se describe –en los documentos
consultados– evidenciando di�ciles condiciones de vida, que no sólo
estuvieron relacionadas a la situación defensiva/ofensiva del estado de
guerra, sino que estuvieron marcadas por los escasos recursos disponi-

95
bles. Las comunicaciones y/o la logís�ca de distribución de los recursos
en la línea de for�nes no estuvieron siempre aseguradas:

“El alimento principal y único de la tropa lo cons�tuía la carne,


para lo cual se contrataban los servicios de un proveedor encar-
gado de distribuir las reses periódicamente por toda la línea de
for�nes. Cuando el proveedor no llegaba a �empo, cosa bastan-
te corriente, la guarnición recurría a los bichos que abundaban
en el campo: ñandúes, venados, mulitas, mar�netas, tatúes, pe-
ludos, nutrias, etc.” (Alemán, 1970:43).

Esta situación daría cuenta de que la subsistencia dependía casi


en forma exclusiva de las provisiones que se enviaban a los estableci-
mientos militares. Pensamos que en muchos casos no se realizaron ac-
�vidades produc�vas organizadas, recurriendo a la caza en momentos
de desabastecimiento.
Expusimos un marco general para representarnos el registro
arqueológico esperado de un si�o de ocupación militar: el for�n. No
obstante el espacio que configura el Si�o Nakamblaisat se conforma a
par�r de otro componente importante: la Reducción Franciscana de
Indígenas Mocovíes. Los documentos consultados dan cuenta de una
vida reduccional caracterizada por la falta de recursos. La reducción
franciscana en San Javier aparece en los escritos como un importante
asentamiento, sin embargo en cuanto a su materialidad expresa el Pa-
dre Iturralde:

“La iglesia es una capilla an�gua de tapia y muy pequeña; la


escuela un rancho pajizo, lo mismo que su habitación y las ofi-
cinas parroquiales. Todo es pobre y deficiente y no responde al
progreso alcanzado. ¿Pero cómo emprender la construcción de
tales edificios, si se carece de recursos y la población indígena no
puede contribuir, sino con su trabajo manual, limitado y deficien-
te y, por otra parte los pobladores cris�anos son pobres y apenas
pueden proveer a su propia subsistencia?” (Iturralde, 1930:13).

La iglesia de San Javier que se terminó de construir en 1878 se


presenta como la más importante en el Chaco Santafesino para enton-
ces. Se menciona que las únicas iglesias eran ésta y la de Santa Rosa
de Calchines; en cuanto a las demás eran pobres capillas pajizas (Itu-
rralde, 1930).

96
Al iniciarse una nueva reducción, el espacio se conformaba ge-
neralmente de toldos de rama y paja propios de los asentamientos
indígenas, mientras que los curas moraban en carpas de lienzo. A la
espera de los recursos provenientes del Gobierno, comenzaban a cons-
truir las casas con el material disponible en el entorno: madera, paja y
barro (Iturralde, 1930).
En las reducciones franciscanas el espacio se organizaba siguien-
do un modelo esquemá�co en torno a una plaza central, cuadrada o
rectangular, a su alrededor la capilla, la vivienda para el misionero, las
viviendas de indios y los talleres; desarrollando el modelo urbanís�co
de las ciudades castellanas (García Jordán, 2001). Entre los edificios
en torno a la plaza también se cuenta el espacio que funcionaba como
establecimiento educa�vo. Fuera del área propia del poblado se ubi-
can parcelas que estaban dedicadas a la chacra. En esta organización
del espacio, la construcción del templo era prioritaria y respondía a los
valores de la orden, “Debemos tener en cuenta que los franciscanos
son una Orden de pobreza y en el terreno desplegaron esta concepción
por lo que la iglesia se conver�rá en el edificio construido con mayor
solidez.” (De Grandis y Rocchie�, 1996:156).
En los planos del Agrimensor Chapeaurouge, la Reducción Nues-
tra Señora de los Dolores aparece referida como Toldería. La mensura,
además de formalizar la cesión de las �erras, tuvo por obje�vo la orga-
nización del espacio de acuerdo a los cánones occidentales. La planta
que se presenta en los planos está organizada en torno a dos espacios
importantes: la plaza central y los edificios religiosos, dónde se destaca
la Iglesia (ver figura 1).
Cada manzana fue amojonada por el agrimensor, un total de 99,
de las cuales 18 resultaron enteras y otras 10 situadas al sur del arroyo,
fraccionadas. Las manzanas tuvieron cien varas10 por costado y cada
dos concesiones se trazaron calles de veinte varas resultando una di-
visión en solares regulares. Del total de manzanas, 21 fueron dividas
en solares de cincuenta varas de frente por cincuenta varas de fondo.
La plaza tuvo 100 varas de frente al Este por 220 de fondo al Oeste y la
iglesia situada al costado sur, se conformó por dos manzanas. Así que-
dó demarcado el pueblo que debía construirse allí donde se ubicaba la
toldería (Archivo General de la Provincia de Santa Fe).
Esta disposición del espacio al parecer es común a las reduccio-
nes franciscanas (ver plano): los edificios principales se ubican sobre

10. 1 vara = 0,866 m.

97
un mismo frente que da a la plaza, estos son generalmente la Iglesia,
la casa de los Padres y las escuelas, una para niños y otra para niñas,
a veces situadas sobre la parte posterior a las primeras edificaciones,
sirviendo de cerco a un pa�o. En ocasiones se ubicaron allí también los
talleres de oficios.
En la plaza, espacio público por excelencia, generalmente se ob-
servaba la presencia de una cruz (García Jordán, 2001). De acuerdo
a la mensura el espacio estaría planificado dentro del marco de este
esquema.

Plano: Organización de la planta de la reducción. Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).

98
Figura 1: Detalles del sector de la Plaza y la Iglesia. Adaptado de Carlos Chapeaurouge (AGP).

Registro arqueológico esperado en el Si�o Nakamblaisat

Consideramos la construcción de este nuevo espacio de fron-


tera, su materialidad, como resultado de una compleja red de rela-
ciones. Luego de consolidada la frontera de 1869, donde se ubica el
Cantón San Mar�n levantado allí en 1867, el espacio en ese punto
se conformó principalmente a par�r de tres componentes: el militar,
el religioso y el indígena. No obstante, este enclave se situaría sobre
un espacio colonizado desde �empos prehispánicos, en época de la
colonia española y de las luchas independen�stas. La cultura material
sería el resultado de la interacción de estos grupos a través de los dis-
�ntos períodos de ocupación.

Componente indígena:
- Ocupación prehispánica: en el contexto mediato del si�o, el
registro arqueológico ha arrojado evidencias de ocupaciones que da-
tan de al menos 900 ± 90 años de an�güedad en estas �erras.
- 1834: el General Estanislao López derrota en Cayastá Viejo a
un grupo de “indios montaraces”, mocovíes que luego se reducirían en

99
San Pedro Chico y más tarde formarían el Cuerpo de Caballería Lance-
ros de San Pedro (Cervera, 1970).
Componente Reduccional/indígena:
- 1750-1783: Reducción Franciscana Charrúa “Concepción de
Cayastá”.
- 1870-1889: Reducción Franciscana Mocoví “Nuestra Señora
de los Dolores”.
Componente Militar:
- 1867: se levanta el Cantón Cayastá Viejo que en 1869 pasa a
denominarse, por órdenes del Comandante Jobson, San Mar�n. El es-
tablecimiento perduró al menos hasta 1871 ya que es mencionado por
el Agrimensor Chapeaurouge.

La cultura material que compone el registro arqueológico espe-


rado puede sistema�zarse de la siguiente forma:

Cultura material indígena local

Es la referida al período de ocupación indígena en �empos pre-


hispánicos. El registro esperado se compone principalmente de mate-
rial cerámico local, restos y artefactos arqueofaunís�cos, si�os de ce-
menterios con enterratorios primarios y secundarios, si�os de hornos
y en menor medida, presencia de material lí�co.

Cultura material indígena con influencias de la época de contacto

Es la referida al período de ocupación indígena a par�r del con-


tacto europeo y a si�os de ocupación de componente indígena. Como
en el período prehispánico el registro esperado se compone principal-
mente de material cerámico local, restos y artefactos arqueofaunís�-
cos, si�os de cementerios con enterratorios primarios y secundarios,
si�os de hornos, en menor medida presencia de material lí�co. Se suma
a ello, materiales de origen europeo, obtenidos a par�r del comercio
o producto de bo�nes de guerra, entre ellos: metales, vidrio, loza. El
registro arqueofaunís�co integra animales como el caballo principal-
mente, además de vacas y ovejas.
Tanto en el primero como en el segundo caso, referimos a si�os
de grupos de alta movilidad espacial con base en la subsistencia de
caza-pesca-recolección.

100
Cultura material de contacto indígena-europeo en situación
de reducción

Corresponde a si�os de ocupación estable: el pueblo de reduc-


ción. Aunque a veces rela�vamente estables, aquellas reducciones que
por diversas razones no han perdurado, se disolvieron o trasladaron
para conformar un nuevo poblado o para integrarse a otro ya existen-
te. La cultura material es producida in situ o ingresa por circulación.
Se evidencia presencia de cultura material representa�va de ambas
culturas. Dependiendo de las caracterís�cas del asentamiento cambia-
ría la proporción en cuanto a la presencia de uno u otro �po. Entre los
materiales se halla la cerámica indígena, hispano-indígena y europea;
el vidrio, el metal. Los diferentes artefactos son tanto de procedencia
europea como local. Se espera hallar evidencia de construc�vos de di-
ferente envergadura y materiales, el edificio des�nado al templo sería
el más sobresaliente. Podrían hallarse elementos religiosos.

Cultura material militar

La expecta�va de registro depende del �po de establecimiento


militar, siendo mayor en casos de Fuertes y Comandancias de Fronteras
y mucho menor para establecimientos de Cantones y For�nes. Debido
a ello, aunque es esperable la evidencia de construc�vos, es menor la
expecta�va en pequeños for�nes y/o for�nes transitorios, cuyos cons-
truc�vos se han levantado con materiales poco perdurables. En ambos
casos se espera la presencia de elementos militares como artefactos
de armas y uniformes del ejército.

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104
CAPÍTULO V

ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL SITIO NAKAMBLAISAT

Paula del Rio, Lucía Rangone, Barbara Magnabosco,


Paula Cure� e Irene Dosztal

105
106
Introducción

Comenzamos a estudiar el si�o Nakamblaisat con las primeras


prospecciones de reconocimiento hacia finales del año 2009. Hemos
realizados varias visitas en las cuales se efectuaron prospecciones, son-
deos y dos campañas. En este capítulo presentaremos un avance de
los estudios que aún estamos llevando a cabo con los materiales recu-
perados en los trabajos de campo. Dado que nos encontramos en una
etapa inicial de los estudios de gabinete, las conclusiones se presentan
de manera preliminar.

Presentación del Si�o

El Si�o Nakamblaisat se localiza en un ecotono, un espacio en


donde los componentes ecológicos están en tensión, dado que se trata
de una zona de transición entre dos o más comunidades ecológicas o
ecosistemas dis�ntos. En este caso el sistema transicional está ubicado
entre el ambiente chaqueño y el pampeano. Este ecotono se ex�ende
a lo largo de las llanuras, las depresiones y los médanos del centro-nor-
te santafesino. Su clima es cálido y húmedo, siendo la temperatura me-
dia anual de 15 Cº a 20 Cº. Las precipitaciones varían entre 340 mm a
1170 mm, imperando en primavera y en verano. Se caracteriza por ser
un ambiente dinámico y complejo, cuyas variaciones principales están
marcadas por los períodos de lluvias y de sequías. La irregularidad de
estos períodos afecta la distribución y la disponibilidad de la flora y de
la fauna; los ecosistemas de lagunas, esteros y cañadas dependen del
régimen de lluvias. En las temporadas de lluvias, los ríos y los arroyos
se salen de su cauce favoreciendo la salinización y alcalinización de los
suelos, conformados por arcillas, limos y arenas (Cabrera, 1971).

107
La condición de sistema ecotonal entre los ambientes chaqueño
y pampeano provoca la convergencia de numerosas especies vegetales
y faunís�cas que pertenecen a dis�ntos biótopos. Esta par�cularidad
genera un mosaico de comunidades bió�cas, cuya distribución es irre-
gular y heterogénea (Lewis, 1981).
El bosque xerófilo cons�tuye el �po de vegetación predominan-
te, prevaleciendo las especies arbóreas del género Prosopis como el
Ñandubay y el Algarrobo. Además, son abundantes el Ombú, el Timbó,
el Timbó Blanco, el Ceibo, el Aromo o Espinillo Negro, el Chañar, el La-
pacho, el Incienso, el Tala, el Quebracho Blanco, el Molle, el Totoratay
y el Caranday. Se presentan varias clases de arbustos: Granadillo; Ca-
sia; Sapirangui, Horquetero o Palo Víbora; Arachichú o Arancú; Ñanga-
piry y Chilca y diversas cactáceas entre las que se dis�nguen las Tunas
(Cabrera, 1971; Lewis, 1981 y De la Peña, 1994).
En los suelos arenosos, con subsuelo rocoso a escasa profundi-
dad, se registran algunos palmares y sobre los médanos se presentan
las estepas de herbáceas. Se encuentran amplias extensiones de pa-
jonales en suelos arenosos húmedos y de praderas de gramíneas en
suelos húmedos de escasa acidez (Cabrera, 1971 y Lewis, 1981).
Los suelos del ecotono no están bien drenados, por lo que al
disminuir el escurrimiento superficial se producen los encharcamien-
tos. De esta manera se conforman los esteros, cuya superficie terrestre
se man�ene inundada por largos períodos debido a las vías de ave-
namiento mal definidas o envejecidas. Estos cuentan con numerosas
comunidades hidrófilas que se ubican de acuerdo a la profundidad del
agua (Lewis, 1981).
La fauna caracterís�ca de este ecotono está cons�tuida por gru-
pos de preferencias ambientales palustres y climá�cas húmedas como:
el yacaré overo, la tortuga de río, la curiyú, la ñacaniná, el sapo, las ranas,
las garzas, la cigüeña, la bandurria, el caracolero, el chajá, el ciervo de los
pantanos, el carpincho, la nutria y la mulita. También se encuentran gru-
pos faunís�cos que integran hábitats de �po estepario con climas más
secos, como: la víbora de cascabel, la falsa coral, el aguilucho colorado,
el halcón colorado, la lechuza, el búho cornudo, el venado de las pam-
pas, la vizcacha, los cuises, el zorrino, los felinos y el zorro. Además, se
presentan especies que se desenvuelven por un amplio rango ambiental
y climá�co: la yarará grande, el lagarto overo, el águila negra, el chiman-
go, el carancho, el ñandú, la corzuela parda, el tucu-tucu, el quirquincho
y la comadreja (De la Peña, 1994 y Cure�, 2009).

108
En cuanto a la localización (mapa 1 y 2), el si�o se encuentra
próximo a la confluencia de los arroyos Cayastá y Saladillo Amargo,
entre las localidades de Colonia Dolores y Colonia Silva, a 11 km de
Gobernador Crespo, Departamento San Justo, Provincia de Santa Fe.

Mapa 1: Ubicación del si�o.

El si�o se emplaza en la llanura de inundación del arroyo, tribu-


tario del Saladillo Amargo y está dividido por el arroyo Cayastá.
Hemos podido localizarlo debido a que su ubicación permaneció
en la memoria social de la Comunidad Mocoví de Colonia Dolores: se
ubica en “(…) la unión de los dos arroyos, el Cayastá y el Saladillo, era
el lugar ideal, que quizá estuvo habitado, que haya habido un asen-

109
tamiento allí” (César Coria, Presidente de la Comisión Aborigen Aim
Mokoilek).
El lugar donde se emplaza es reconocido por la comunidad
como El Ombusal, en lengua Mocoví “Nakamblaisat”, que es la deno-
minación que hemos adoptado a par�r de la realización de la primera
campaña. Para la comunidad se trata de un si�o sagrado. En el lugar se
encuentran varios ejemplares de ombú de an�gua plantación: el vie-
jo ombú simboliza la sabiduría de sus ancestros, representada por las
raíces, que hoy se encuentra latente dentro de ellos y brotando de los
nuevos retoños. Dado que aún no se han determinado los límites del
si�o, consideramos como punto de referencia la ubicación del “Viejo
Ombú”, cuyas coordenadas son S 30º 26’ 42.7’’ W 60º 19’ 26.5’’.

Mapa 2: Detalles de la ubicación del si�o.

Debido a que el si�o se encuentra divido por el arroyo Cayastá y


el acceso a cada una de sus márgenes se realiza por caminos diferen-
tes, correspondientes a diferentes propietarios y jurisdicciones, hemos
dis�nguido dos grandes sectores: Sector Perusini (margen oeste) y Sec-
tor Drueto (margen este) (mapa 3).

Sector Perusini (EOSP)

Sobre la margen oeste del arroyo se encuentran los ombúes que


dieron origen al nombre del si�o. En este sector, el si�o se encuentra
perturbado por la presencia de vizcacheras de prolongada instalación
en la zona. Las mismas han actuado en la afectación del registro duran-
te años. Otros agentes de perturbación son los cazadores de vizcachas

110
que realizan campamentos y fogones, la presencia del ganado y fac-
tores ambientales, principalmente la lluvia, por tratarse de una zona
inundable.

Sector Drueto (EOSD)

Sobre la margen este del arroyo Cayastá, frente a los ombúes, se


encuentra un área que se dis�ngue por su elevación sobre el terreno. El
uso de la �erra corresponde a una explotación agrícola, por lo que este
sector se encuentra principalmente perturbado por el uso del arado.

Mapa 3: Detalle de la ubicación de los sectores de estudio.

¿Cómo estudiamos el si�o arqueológico?

El diseño de la inves�gación arqueológica incluye una serie de


tareas y estrategias metodológicas que, en esta primera etapa, se plan-
tean con el fin de obtener datos que permitan la contrastación arqueo-
lógica de la hipótesis, mediante:
- La localización del asentamiento de la Reducción Nuestra Se-
ñora de los Dolores.
- La localización del Cantón Militar San Mar�n.
- La observación de la visibilidad arqueológica de los mismos y el
estudio de su potencialidad.
Para el desarrollo de este proyecto consideramos la realización
de cinco ac�vidades principales:
1. Prospección geoeléctrica, cartogra�a y topogra�a del si�o.
2. Recolección de material superficial.

111
3. Sondeos Exploratorios.
4. Excavación.
5. Análisis de los materiales.
La prospección geoeléctrica es una técnica que ha demostrado
gran u�lidad en estudios de estructuras, especialmente en si�os que
no presentan estructuras visibles en superficie. La prospección geo�si-
ca se orienta hacia el reconocimiento del subsuelo, iden�ficando posi-
bles contextos arqueológicos a través de la aplicación de tomogra�as
eléctricas a lo largo de un perfil.
Las estrategias metodológicas para el relevamiento y recolec-
ción sistemá�ca de hallazgos se basan en la propuesta de Tapia (2005)
para el si�o For�n La Perra: atendiendo a la iden�ficación de áreas de
dispersión espacial y densidad de material arqueológico. Para ello con-
sideramos los siguientes criterios:
1. la ubicación topográfica de acuerdo a las líneas de pendientes
y sobre los sectores altos, medios y bajos,
2. la densidad en la dispersión espacial de los materiales y
3. la dispersión espacial según �po de material.
Dado que se han iden�ficado periodos de inundación, con la
finalidad de iden�ficar el impacto del lavado y arrastre de materia-
les, se registrará información sobre la ubicación de los hallazgos de
acuerdo a los siguientes criterios: sobre superficie plana, inclinado,
semienterrado, clavado oblicuo y clavado ver�cal. Se considera re-
gistrar el estado de los materiales en cuanto a la intemperización,
rodamiento y calcinación (Tapia, 2005).
Los sondeos exploratorios se plantean en relación a los resul-
tados de los estudios mencionados y considerando los siguientes
criterios:
1. Sectores altos y medios.
2. Sectores con alta densidad de materiales arqueológicos.
3. Sectores con iden�ficación de materiales propios de �empos
coloniales y poscoloniales.
4. Sectores iden�ficados con anomalías en el subsuelo.
Las excavaciones se plantean en los lugares en los cuales los
resultados de los sondeos exploratorios indiquen un alto potencial
arqueológico; en cuadrículas de 2 m x 2 m y técnica de decapage
con cucharín y pincel. El registro de datos –mediciones, dibujos, fo-
togra�as, descripciones de los hallazgos– se plantea por niveles de
10 cen�metros.

112
La etapa de organización de los materiales y de la información
incluye iden�ficación, descripción y análisis cuali-cuan�ta�vo de los
hallazgos, procesamiento de la información y contrastación de las hi-
pótesis de trabajo. Los materiales se resguardan en el depósito del
Museo de Colonia Dolores.

El trabajo de campo: una experiencia compar�da

El trabajo de campo arqueológico se enmarca en el espíritu ge-


neral del proyecto: la inves�gación par�cipa�va. Las tareas de campo,
jornadas de estudios para la prospección general del si�o o estadías
en campañas de varios días, se han realizado en forma conjunta en-
tre el equipo de la UNR y la Comunidad Mocoví de Colonia Dolores.
También par�ciparon docentes y direc�vos de las escuelas locales y
vecinos de la zona.
El trabajo de campo es planteado como una experiencia donde
todos par�cipan compar�endo sus saberes y enriqueciendo el apren-
dizaje conjunto. Aprendimos sobre el cuidado del medio ambiente, el
respeto a la naturaleza, la vida en comunidad, sobre el paisaje: su flora
y fauna, sobre la historia local, costumbres, leyendas, ritos. También
funcionamos como Escuela de Campo trasmi�endo el conocimiento
cien�fico-técnico. Las tareas propias del campamento y las específica-
mente arqueológicas se realizaron en forma conjunta.
Conformamos un equipo que con el pasar del �empo se ha for-
talecido y consolidado. Lo hemos logrado basando el trabajo sobre
valores principalmente de respeto hacia las diferencias y desde una
concepción del conocimiento en la cual éste es construido socialmente
a par�r de saberes que, aunque diferentes, son considerados en un
mismo nivel epistémico.

El significado del patrimonio arqueológico: ¿para qué estudiamos los


materiales?

1. El material cerámico

Uno de los desarrollos tecnológicos más an�guos de la historia


de la humanidad es la alfarería. Aunque se desconoce dónde y cuándo
se fabricó el primer artefacto de cerámica cocida, podemos ubicar el
descubrimiento en la etapa conocida como la prehistoria y probable-
mente este desarrollo fue independiente en muchas regiones.

113
En la fabricación de la cerámica, la principal y más importante
materia prima es la arcilla que, por su propiedad de ser moldeable, po-
sibilita, al mezclarse con agua y amasar, la creación de formas. La arcilla
es un mineral que, en función de la humedad que contenga, puede ser
moldeado. Al perder humedad o secarse adquiere dureza que aumen-
ta si es quemada o cocinada y así se torna más perdurable.
La arcilla es un producto secundario de la corteza terrestre, está
compuesta de pequeños cristales consistentes en materiales plás�cos
como el caolín y en materiales no plás�cos o an�plás�cos, es decir,
fragmentos de piedras como la arena y el cuarzo que actúan en el pro-
ceso de cocción como fundentes. También con�ene materia orgánica
que es eliminada en la cocción. Con diferentes caracterís�cas es posi-
ble encontrar arcilla en casi toda la superficie de la �erra. En algunos
lugares se encuentra en un estado natural apto para ser u�lizada en
la fabricación de cerámica. En otros casos es necesario mejorarla para
lograr obtener una pasta moldeable. Las arcillas pueden ser primarias
o secundarias. Las arcillas primarias son aquellas que se encuentran
en el lugar original donde se formaron. Éstas, al ser muy puras y poco
plás�cas, no son muy ú�les al alfarero. Las secundarias son las que,
separadas de las rocas de origen, han sido transportadas, mayormente
se trata de arcillas arrastradas por el agua, aunque también se forman
por la acción del viento. Las arcillas secundarias son muy plás�cas y
por ello son fáciles para trabajar. El Padre Jesuita Florian Paucke descri-
be la arcilla que se encuentra en el Gran Chaco Argen�no:
“La arcilla es muy fuerte y en sí misma no sirve para vasijas de
barro pues también dentro de la �erra es tan seca que se la ex-
cava en pedazos cual los pequeños trozos de piedra de las can-
teras de Bohemia; por esto las indias buscan y excavan la arcilla
a orillas de los ríos donde tampoco toda arcilla sirve para vasijas
sino algunas veces y luego deben trabajarla bien y mezclarla con
carbón molido y polvo de cachos viejos de ollas triturados. Con
toda esta preparación ellos tenían que dejar secar únicamente
a la sombra las vasijas fabricadas sino se resquebraja todo. La
arcilla es de color de ceniza; no he visto allá arcilla amarilla o
azul veteada; ni sirve para fabricar ladrillos la excavada en el
campo. La que sirve aún en algo para ladrillos se excava en lagos
y lagunas secas pero debe ser mezclada con es�ércol de caballo
molido, �erra negra y algo de arena.” (Paucke, 2010:550).

114
El proceso de fabricación de cerámica incluye varias etapas: la
búsqueda y recolección de la materia prima, la preparación de la pasta,
la manufactura y la cocción de los objetos moldeados.
Luego de recoger la arcilla, el alfarero la prepara hasta alcanzar
una pasta con la consistencia necesaria para dar forma a la cerámica.
A veces se hace necesario moler la arcilla y en el proceso de amasado
se adiciona agua hasta lograr la humedad necesaria. Generalmente a
la pasta se le agregan otros materiales que cumplen la función de ele-
mentos an�plás�cos o desgrasantes y pueden ser de origen vegetal
(raíces, semillas), animal (huesos o caracoles molidos) o mineral (are-
na, cuarzo, otras piedras); también se u�liza la cerámica molida. El Pa-
dre Paucke describe este proceso realizado por los mocovíes en San
Francisco Javier en el siglo XVIII:

“Las indias mismas hacen todas estas vasijas y de un modo es-


pecial. Ellas buscan el barro a orilla de un río, lo mezclan con el
polvo de los pedazos viejos machacados de jarros de agua; lue-
go machacan también carbones y mezclan todo con esta mahsa
[masa], que ellas amasijan bien y elaboran.” (Pauke, 2010:275).

Una vez obtenida una pasta adecuada se pasa a la manufactura


de las piezas. Se han reconocido preferentemente dos técnicas de
manufactura en �empos prehispánicos conocidas como el ahuecado
y la técnica de rollo (Santos Varela, 2003) o como técnica de la pella
o bola y técnica de los rollos, macarrones o churros (Romero Luengo,
2003) o modelado y enrollamiento respec�vamente (González y Pe-
dro�a, 2006).
La primera consiste en la elaboración de la pieza a par�r de una
sola bola de arcilla, la cual se hace girar en la mano, mientras se le hace
un hueco con los pulgares y se van presionando con los dedos las pa-
redes formadas, para darles un espesor uniforme y la forma deseada.
Esta técnica es adecuada para piezas de tamaño pequeños.
Para la segunda se u�lizan rollos de arcilla de grosor variable que
se ob�enen presionando una porción de pasta contra una superficie
de apoyo, usando los dedos extendidos y la palma de la mano hasta
lograr es�rar la pasta con la longitud y el grosor deseados. Obtenidos
los rollos se colocan unos sobre otros en una base circular (que tam-
bién puede haber sido construida a par�r de estos cilindros) para ir
construyendo las paredes. Una vez definida la estructura, los rollos se
unen ejerciendo presión con los dedos y u�lizando barbo�na como

115
pegamento (pasta usada para pegar, fabricada de arcilla del mismo
�po que la que se quiere unir a par�r del agregado de agua). Una
vez formadas las paredes, se alisan con las manos o dis�ntos �pos de
herramientas: madera, hueso, piedra u otros. Esta técnica se conoce
con el nombre de “paleteado”. El Padre Paucke observó el proceso y
lo describió así:

“Para la fabricación no �enen otra herramienta que sus manos,


una concha, una piedra pulidora y un harapo mediante los cua-
les forman un chorizo unido a la redonda sobre el cual fabrican
primero el fondo de la vasija. Pero es de notar que ellos jamás
forman plano el fondo de la olla o vasija de agua sino redondo y
algo pun�agudo por cuya causa antes de colocar la olla al fue-
go cavan primero un hoyo en el cual la olla puede estar parada
sin peligro de tumbarse. Pero ellos fabrican estas vasijas en este
modo: después de haber preparado el fondo, hacen de esta ma-
hsa puros choricitos de un largo de un cuarto de vara, pegan a
la redonda uno después del otro y por encima entre sí, meten
la concha en el agua, alisan adentro y afuera los choricitos de
modo que no se puede notar ningún resalto del uno al otro. Es-
tos choricitos los emplean para la figura que quisieren [hacer] y
construyen figuras muy especiales” (Paucke, 2010:275).

Una vez acabada la forma es posible aplicar color a la pieza a par-


�r de la aplicación de engobe. El mismo consiste en una fina pasta lí-
quida de arcilla a la que se le ha agregado óxidos minerales, tales como
manganeso, óxido de fierro, etc. y también caolines y arcillas ocres. La
aplicación se realiza cuando la pieza está en estado semihúmedo o esta-
do de cuero y se aplica con brocha o pincel (Santos Varela, 2003):

“Después dejan secar al aire bajo la sombra la vasija húmeda;


tras esto �enen una pintura roja [y] pintan la vasija por el lado
de afuera. Después que ella está seca, toman la piedra pulidora
y la dejan reluciente.” (Paucke, 2010:275).

Luego de todo este proceso la cerámica está lista para la cocción


previo secado de la pieza a la sombra para que no se resquebraje. A
par�r del proceso de cocción a altas temperaturas, las arcillas adquie-
ren una dureza que hace perdurables los objetos fabricados. Se ha do-

116
cumentado el uso de hornos abiertos dónde es posible cocer sobre la
superficie del suelo:

“A más en el campo encienden un fuego y colocan esta vasija en


proximidad del fuego para que se calienten más pronto cuan-
do se colocan en el mismo fuego. Después que hay bastantes
carbones, encienden un gran fuego en derredor de los carbones
enrojecidos, ponen al mismo medio la vasija hecha hasta que
esté bastante cocida. Luego preparan para cada una un montón
de ceniza caliente sobre la cual colocan la vasija para que ésta
enfríe poco a poco y no se raje tan pronto al aire. También �enen
una cierta resina de árbol con la cual pegan las rasgaduras ocu-
rridas en las jarras de agua para que no pueda escurrirse ni una
gota de agua.” (Paucke, 2010:275).

Se denomina atmósfera de cocción a la mezcla gaseosa que ro-


dea a las piezas durante la cocción. Se dis�nguen dos �pos: la oxidante
y la reductora. La primera coincide con la que describe el Padre Paucke,
se trata una atmosfera de cocción que permite la circulación de oxí-
geno y favorece la oxidación de la pasta y los compuestos ferrosos. A
diferencia de este método, la reducción no permite la circulación libre
de oxígeno por lo que la combus�ón de las materias orgánicas se pro-
duce lentamente y los compuestos ferrosos no se oxidan (González y
Pedro�a, 2006).
La fabricación de objetos cerámicos requiere del conocimien-
to de diferentes técnicas de manufactura, de las propiedades de las
arcillas, de los �empos de cocción y temperaturas empleadas para
conseguir buenas cerámicas. Éstas fueron u�lizadas para diversas ac-
�vidades domés�cas principalmente, aunque también para rituales e
intercambio. Entre los Mocovíes, según los documentos, era una tarea
exclusiva de las mujeres, quienes perpetuaron sus conocimientos por
transmisión oral. En la actualidad encontramos que los hombres tam-
bién se dedican a la alfarería.

1.1 La cerámica en contextos arqueológicos

Los materiales cerámicos, por su gran perdurabilidad y la am-


plia variedad de objetos manufacturados y asociados a la tecnología
cerámica, se encuentran altamente representados en los contextos ar-

117
queológicos. Su estudio posee un alto potencial para la inves�gación
de múl�ples aspectos de la vida social en relación a su producción,
u�lización y circulación (González y Pedro�a, 2006).
Cada objeto de cerámica se fabricó en un lugar determinado y se
u�lizó para un propósito o propósitos determinados.
A par�r del estudio de los diferentes aspectos de la cerámica:
la pasta, la forma, la tecnología y la decoración; podemos conocer el
proceso de trabajo que tuvo lugar en su fabricación, la materia prima
de que estaban hechas, para qué fueron u�lizadas, dónde fueron fabri-
cadas y por quienes fueron producidas.
La forma y caracterís�cas de las vasijas nos pueden brindar in-
formación sobre su función. Conocer la forma de una pieza de cerámi-
ca nos brinda ideas acerca de para qué fue u�lizada, aunque debemos
considerar que no es posible establecer con certeza que un objeto fue-
ra u�lizado con la finalidad aparentemente más apropiada. Si conoce-
mos las funciones de las cerámicas halladas en un si�o arqueológico,
podemos pensar también en las funciones que tuvieron lugar en el
si�o o parte de éste.
El estudio de la tecnología empleada para la fabricación de cerá-
mica también nos puede aportar información importante. Puede ayu-
dar a situar la producción de la cerámica en su contexto social. Pode-
mos aprender sobre los �pos de hornos y herramientas empleados en
su proceso produc�vo. También es posible obtener información sobre
si la producción es a �empo parcial o completo, estacional o a lo largo
de todo el año, individual o comunitaria, con división del trabajo, etc.
(Orton, et al., 1997).
Al abordar el estudio de la cerámica resulta importante conside-
rar los estudios etnoarqueológicos y las fuentes documentales. Estos
aportan importante información sobre gran variedad de aspectos rela-
cionados con quién, cómo, cuándo y por qué se fabrica la cerámica, y
también cuánto �empo y trabajo se invierte en la confección de los dis-
�ntos �pos de recipientes. Además, nos pueden brindar información
sobre las circunstancias y frecuencia con que se rompen y qué sucede
con los fragmentos, es decir, con los patrones de uso, abandono y lim-
pieza (González y Pedro�a, 2006).
En los si�os generalmente encontramos fragmentos de piezas
cerámicas. La forma en que se rompe y se mueve la cerámica puede
llegar a aportar información valiosa. Durante el transcurso del �empo
pueden haberse dispersado fragmentos procedentes de una misma

118
vasija, a veces a distancias increíblemente grandes, siendo recuperados
en contextos diferentes. La dispersión de fragmentos en un si�o arqueo-
lógico nos puede informar sobre la forma en que se desplazaron los de-
pósitos, es decir, sobre el movimiento del suelo (Orton et al., 1997).

2. El material faunís�co

Los animales desempeñaron un papel importante en el desa-


rrollo de las sociedades humanas. No sólo garan�zaron la subsistencia
de los grupos –proporcionando una fuente sustancial de alimento y
materia prima– sino que llegaron también a cons�tuirse en una parte
significa�va del plano organiza�vo e ideológico, permeando la vida co-
�diana con representaciones y creencias.
Disciplinas procedentes de diversos campos han estudiado los
restos de fauna y su relación con el hombre. Paleontólogos, biólogos,
veterinarios y arqueólogos, entre otros, han enfocado diferencialmen-
te sus obje�vos e intereses. Así, por ejemplo, la paleontología orientó
su análisis a la evolución de las especies, su distribución en el �empo
o en el espacio y su aporte para la reconstrucción de los ambientes
prehistóricos (Estévez, 1984).
La zooarqueología es la disciplina encargada del estudio de los
materiales faunís�cos hallados en contextos arqueológicos. Permite
entender la interacción del hombre con los recursos animales disponi-
bles en el medio y determinar la manera en que estos eran u�lizados.
La información que se ob�ene de estos restos, presentes en los
si�os arqueológicos de carácter histórico, cuenta con la ventaja de po-
der complementarse con otros �pos de registro, como puede ser el
contenido en documentos escritos, pictográficos o aquel conservado
en la memoria social. El aporte conjunto de las diferentes fuentes de
información permite generar cierta expecta�va de registro y contex-
tualizar la interpretación del material faunís�co.
La obra del Padre Paucke proporciona un buen ejemplo cuando
describe la forma en que se organizaba la faena en la reducción de San
Francisco Javier durante siglo XVIII.

“(…) todo el ganado para la alimentación de la gente se car-


neaba al lado de sus casas donde siempre quedaban �rados los
huesos, las entrañas y la cabeza con el cogote del ganado pues
los indios no consumían otra cosa de un buey fuera de las cuatro

119
postas principales, junto con el pecho; lo demás queda �rado
para los perros y las aves de rapiña.” (Paucke, 2010:146).

Si bien los restos de fauna presentes en los contextos arqueológi-


cos son básicamente el producto de la ac�vidad humana, también pue-
den ser resultado de la acción de procesos naturales o producto de la ac-
�vidad de otros animales, como es el caso de carnívoros o carroñeros.
Por lo tanto, en el estudio de los restos faunís�cos, como en el
de cualquier otro resto arqueológico, es indispensable el estudio de
los procesos que intervinieron en la formación del registro tal como lo
encontramos al momento de la excavación (Estévez, 1991).
Los estudios tafonómicos permiten iden�ficar las transfor-
maciones del conjunto arqueológico y determinar los factores que
contribuyeron a la acumulación, conservación o destrucción de los
restos óseos.
La iden�ficación anatómica y taxonómica de las especies pre-
sentes en el conjunto faunís�co representa un primer acercamiento a
la información; la misma se realiza mediante atlas de anatomía compa-
rada y colecciones de referencia.
La información contenida en el conjunto faunís�co se procesa
mediante índices estadís�cos. La es�mación del número mínimo de
elementos (NME), el número mínimo de individuos (NMI) o el núme-
ro de especímenes iden�ficados (NISP) permite una aproximación a
la abundancia rela�va del material y al �po de control que los grupos
tenían sobre los recursos animales.
Mediante la observación micro y macroscópica del hueso es
posible diferenciar las alteraciones culturales de aquellas producto de
agentes biológicos o medioambientales. Entre las del primer �po es
frecuente hallar alteraciones térmicas producto del uso del fuego para
la cocción de los alimentos y marcas de corte resultado del procesa-
miento de los animales, la extracción de la piel, el faenamiento o su
u�lización para la fabricación de instrumentos óseos.
La fabricación de instrumentos mediante el aprovechamiento
del esqueleto del animal ha sido descrita en la obra del Jesuita Florián
Paucke:
“Los indios usan las puntas de los cuernos de ciervo también
para puntas de sus dardos arrojadizos. Ellos cortan con el cu-
chillo la mejor punta en una longitud de algo más de un dedo,
abajo lo resquebrajan para que quede cual un trapito; aguje-

120
rean éste para que el cuerno o la punta pueda ser asegurada
con una gruesa correíta contra este trapito. Abajo ahuecan la
punta para que pueda ser pegado en la punta de la vara; atan
en el dardo la correíta que pasa a través del trapito y aseguran
la punta afirmada en la lanza que �ran con mucha seguridad
a distancia de veinte o treinta pasos contra el ser humano o al
vientre de la caza montesa.” (Paucke, 2010:696).

También escribió sobre la u�lización de las partes blandas del


animal para la confección de ves�menta, refugio u otros elementos
funcionales:

“El restante ajuar casero consiste en dos o tres pares de costa-


les de carga bien sea de cueros de puercos monteses o de car-
pinchos. Estos [costales] les sirven para traer a la aldea la leña
desde los bosques o las frutas que ellos buscan en los bosques.”
(Paucke, 2010:276).

Entre las alteraciones producidas por agentes biológicos o


medioambientales es habitual encontrar trazas, es decir, marcas pro-
ducto de la acción de carnívoros o carroñeros, roedores y raíces, como
también modificaciones producto del proceso de meteorización, esto
es, la desintegración �sica o química del hueso debido a la acción de
agentes naturales (Becker Álvarez, 2004).
El material óseo es portador de valiosa información siempre que
podamos interpretar su significado en el plano del comportamiento
humano. Puede informarnos qué �po de animales componía la dieta
de una población, cuán importante alguno de ellos era en su alimenta-
ción, en qué momento capturaban dicha especie, cómo lo hacían y su
u�lización (Becker Álvarez, 2004): si era fuente de materia prima para
la fabricación de herramientas u ornamentos, fuerza de trabajo u�liza-
da para alguna ac�vidad, por ejemplo relacionada con la agricultura.
La presencia diferencial de animales salvajes o domésticos
en el registro proveerá datos sobre el tipo de actividad económi-
ca predominante; nos informará, por ejemplo, si las actividades de
subsistencia estaban basadas en la caza, la pesca, la ganadería, o
en caso de coexistir, el tipo de relación dada entre las mismas (Co-
lomer, 1992). En este sentido también los documentos históricos
pueden proporcionar información complementaria al momento de
las interpretaciones:

121
“Desde que mis mocovíes ya están acostumbrados a carne va-
cuna y otro alimento [y] �enen también abundancia de otra
caza montesa quieren ya despreciar la carne de zorro aunque la
habían comido de buen agrado en su �erra silvestre.” (Paucke,
2010:682).

De esta manera, interpretando la información que aporta el ma-


terial faunís�co, conjuntamente con otros datos del registro arqueo-
lógico y los documentos históricos disponibles, es posible conocer as-
pectos importantes del comportamiento de los grupos humanos.

3. El material de contacto

Cuando hablamos de materiales de contacto en un si�o arqueo-


lógico nos estamos refiriendo a los hallazgos que indican el encuentro
entre las poblaciones originarias y las culturas que llegaron a América,
desde el viejo con�nente, hacia finales del siglo XV. Se trata de ma-
teriales de origen europeo, principalmente, que ingresan al registro
arqueológico a par�r de diferentes �pos de relaciones sociales.
La presencia de materiales de origen europeo posibilita en algu-
nos casos conocer la cronología de si�os arqueológicos. Como toda pro-
ducción humana, estos materiales fueron evolucionando y modificando
la composición de sus pastas, coloración, decoración y formas; así como
el modo de producción. Con la revolución industrial producida en Ingla-
terra entre la segunda mitad del siglo XVIII y principios de siglo XIX, se
reemplaza la economía basada en el trabajo manual por una economía
mecanizada que permi�ó el trabajo en serie. Se pasó del trabajo en talle-
res familiares y oficios heredados al trabajo en fábricas y se incorporaron
nuevas fuentes de energía como el carbón y el vapor. Todo ello impactó
no sólo en la producción de diferentes �pos de mercancías, sino tam-
bién en su circulación. Es por ello que los materiales provenientes de
Europa resultan significa�vos para establecer cronologías.
Nos referiremos a los materiales que hemos iden�ficado, hasta
el momento, en el si�o: cerámica no indígena, vidrio y metal.

3.1 Cerámica no indígena

Entre la cerámica no indígena encontramos alfarería, mayólica,


loza, gres y porcelana.
La alfarería no indígena, como la indígena, posee una composi-

122
ción simple a base de arcillas impuras y arena. Se cocinan a baja tem-
peratura y como resultado se ob�enen piezas blandas, de porosidad
media a alta y permeables al agua. Además de las técnicas u�lizadas
en la confección de la cerámica indígena se registra la u�lización del
torno y en algunos casos de un baño de esmalte compuesto de sulfu-
ros de estaño, plomo y sílice que logra una terminación vidriada. Estas
pastas fueron u�lizadas no sólo para la confección de utensilios de uso
domés�co sino para la fabricación de ladrillos, tejas y baldosas para
la construcción. Se encuentran tanto elementos importados como de
fabricación local (González y Pedro�a, 2006).
Las mayólicas son las cerámicas españolas más abundantes y re-
presentadas en América y comprenden una gran diversidad de �pos.
Se caracterizan por estar realizadas con pastas blandas, poco compac-
tas, de porosidad media a alta, compuestas por arcilla calcárea, are-
na y cal, en ocasiones también hueso y sílex molido. La confección se
realizaba con torno y la cocción a altas temperaturas: entre 1100ºC y
1200ºC. Las piezas son de coloración blanquecina o rosada, blandas y
poco resistentes a las temperaturas. Por esta razón se u�lizaban ma-
yormente en elementos ornamentales y de construcción (González y
Pedro�a, 2006).
La loza también es un �po de cerámica y es un claro indicador de
costumbres culinarias, es�los decora�vos y tecnología.
Las lozas son originarias de China y en el Cercano Oriente co-
menzaron a producirlas hacia el siglo X. En Europa se conoce su pro-
ducción en el siglo XII, aunque a gran escala comienza en el siglo XVIII
con la industrialización. Para entonces en Inglaterra y Francia varias
fábricas consiguieron importantes avances técnicos. La incorporación
de grandes can�dades de caolín permi�ó obtener una pasta de gran
dureza, blanca, sin poros, rígida, resistente y fácil de lavar. La combina-
ción de arcilla con hueso calcinado y sílice o pedernal calcinado, per-
mi�ó obtener una loza liviana y transparente. La técnica de torneado
fue reemplazada por la u�lización de moldes. Se introdujo el uso de
esmaltes líquidos de plomo y nuevas técnicas de impresión que re-
emplazaron el acabado manual de las piezas. Estos avances hicieron
posible la manufactura a menores costos, logrando piezas más baratas
(González y Pedro�a, 2006).
El rasgo dis�n�vo para clasificar y periodificar la loza es la colo-
ración tanto de la pasta como del vidriado. Teniendo en cuenta estas
dos variables es posible encontrar lozas �po: Creamware (1765-1820),

123
Pearlware (1780-1835) y Whiteware (1820-1900) (Schávelzon, 1991).
La clasificación dada a estas mercancías en el siglo XIX –por alfare-
ros, comerciantes y personas que los u�lizaban– se regía por el �po
de decoración: borde decorado, mo�vos impresos, decoración anular,
pintadas a mano, pintura estampada, borde con relieve, blanco no de-
corado, modelado, etc.; y son estas denominaciones las que tomaron
los arqueólogos para diferenciar los fragmentos hallados en las exca-
vaciones. U�lizando una clasificación basada en la decoración, se con-
siguen dos cosas: la capacidad de integrar los datos arqueológicos con
los datos históricos y el establecimiento de un sistema de clasificación
para determinar los �pos de consumo (Miller, 1980).
Su bajo costo permi�ó que las clases menos adineradas puedan
adquirirlas, a diferencia de las orientales o de las europeas de centros
como Meissen en Alemania y Limoges en Francia, donde las familias
aristócratas encargaban vajillas con sus escudos nobiliarios y formaban
parte de la herencia familiar.
En los pueblos y ciudades del Río de la Plata la incorporación
de la loza inglesa, además de ser un indicador cronológico y de clase
social, significó un cambio en las costumbres de mesa:

“ (…) de la antigua mesa española servida con apenas algunas


piezas de vajilla, generalmente de barro, mayólica o platería
se pasa a la mesa inglesa, básicamente compuesta de vajilla
de loza donde cada elemento cumplía una función específica:
saleros, platos, teteras, ensaladeras, salsera, fuentes, etc.”
(Schávelzon, 1992).

A diferencia de las anteriores, entre las cerámicas, el gres se en-


cuentra entre las pastas compactas. Se trata de una pasta compuesta
principalmente de minerales arcillosos, minerales fundentes y arenas
silíceas, que cocida a elevadas temperaturas permite fabricar objetos
con alta compacidad, gran dureza y mejores propiedades mecánicas
que otras pastas cerámicas más convencionales. Su u�lización puede
rastrearse hasta el siglo XVI en los países del norte y centro de Europa.
Daniel Schávelzon destaca el valor posi�vo de su presencia en el regis-
tro arqueológico de si�os argen�nos, ya que su repen�na aparición y
desaparición en el mercado local permite diferenciar momentos claves
de la historia de la cultura material en la región.

124
“(…) el consumo de cerveza y de ginebra en el siglo XIX superaba
ampliamente el consumo del vino, por lo que se introdujeron al
país millones de botellas que aún son habituales en contextos ru-
rales. Su alta calidad ha hecho, que pese al �empo transcurrido,
aún con�núen en uso o se conserven en excelente estado. El gres
se diferencia de la cerámica roja y de la loza por la alta tempera-
tura de cocción, el color de su pasta, su composición y el �po de
productos a que está des�nado” (Schávelzon, 2001:249).

Debido a su resistencia tuvo y �ene una amplia gama de usos:


recipientes para cerveza, ginebra, �nta, �nturas, barnices, agua mine-
ral, aceites, utensilios para cocina, electricidad, etc. Por lo general el
registro arqueológico más abundante está dado por botellas de cer-
veza y de ginebra. En las primeras fue variando la ubicación del sello
de fábrica, la marca del envasador y el �po de pico; las segundas, de
forma cilíndrica con cuello corto y pico pequeño, comúnmente �enen
un baño de engobe marrón de diferentes tonalidades.

3.2 Los vidrios

Comúnmente no se asocia al vidrio con los materiales anteriormen-


te descriptos, pero el vidrio es un material cerámico, ya que se ob�ene al
fundir, a altas temperaturas, materiales inorgánicos:

“(…) se dis�ngue de otros materiales cerámicos en que sus cons-


�tuyentes son calentados hasta el punto de fusión o ablanda-
miento y después son enfriados hasta un estado rígido pero sin
cristalización” (Traversa et al., 2000:607).

Desde el siglo II a.C. hasta la actualidad, la fabricación del


vidrio atravesó diferentes procesos técnicos. No obstante, los ele-
mentos diagnósticos por excelencia son las botellas y frascos, debi-
do a su especificidad en la tecnología empleada en su manufactura
(Schávelzon, 1991).
Aunque hay muchas variaciones en la técnica, una botella �e-
ne un modo básico: una can�dad suficiente de vidrio se recoge en el
extremo de un soplete. Se le da una forma preliminar, por inflexión
sobre una piedra plana o losa de metal y por insuflación preliminar. A
esta masa de vidrio sin forma, es decir, antes que se moldee a su forma

125
final, se la denomina parisón, término de origen francés. El parisón
generalmente se inserta en un molde que puede formar solamente el
cuerpo o casi toda la botella. Luego la botella parcialmente formada
se re�ra del molde y si la base no ha sido creada, se forma empujando
hacia arriba el extremo de la botella con una barra de hierro. A con�-
nuación, se man�ene la botella desde la base mientras que el soplete
se separa y se añade más vidrio para formar el pico, dando lugar a que
el fabricante le dé la forma final. Una vez terminada la botella se lleva
a un horno de recocido, donde se enfría lentamente para eliminar las
tensiones (Jones, 1971).
Tal como los rastros que deja el modo de fabricación, el color del
vidrio es un factor importante para tener en cuenta. El verde no es un
color en sí mismo sino el resultado de su composición, por lo que en
defini�va todos son verdes y se decoloran para hacerlos transparentes
(incorporando manganeso, arsénico o magnesio) o virarlos hacia otros
tonos:
“Otros colores ar�ficiales son el rojo, patentado por primera vez
de 1755, el azul de cobalto patentado un poco antes (en 1744)
y el amarillo, que recién fue descubierto en 1830 (derivado del
coque o la antracita pulverizada); los frascos de medicamentos
de color se hicieron comunes solo después de 1870” (Schávelzon,
1991:105).

Otros objetos o fragmentos posibles de hallar en si�os arqueo-


lógicos de la segunda mitad del siglo XIX, son vasos y copas. Los vasos
según su decoración superficial, eran conocidos como de ondas o lisos.
La diferencia con los vasos del siglo XVIII es el espesor del vidrio. Pa-
saron de ser finos a tener un grosor tan significa�vo que los llamaron
culones o de pulpería. Al igual que las botellas, presentan marcas en su
base. Las copas �enen el mismo proceso de producción.
La alta fragilidad de todo objeto de vidrio lleva a que, la cultura
material que compone el registro arqueológico, esté representada, en
su mayor proporción, por fragmentos; siendo esporádicos los hallaz-
gos de piezas enteras.

3.3 Los metales

El metal ha acompañado al hombre desde �empos prehistóri-


cos. Al descubrir el bronce tras la aleación de cobre y estaño 3500 años

126
a.C., el hombre produjo una revolución que es conocida como la Edad
de Bronce. A través del �empo, se trabajó el hierro pero no es hasta
el siglo XV d.C. cuando se empezaron a u�lizar los hornos provistos de
fuelle, que permi�eron alcanzar la temperatura de fusión del hierro:
unos 1535ºC. Durante siglos el hombre tuvo dos maneras para obtener
una pieza de aleación ferrosa: fundiéndola o forjándola. En el primer
caso el elevado contenido de carbono la hacía dura y frágil, y en el se-
gundo, los sucesivos calentamientos en la fragua hacían que se fuera
decarburando, con lo que se obtenía el hierro o acero dulce con muy
poco carbono, deformable pero poco resistente.
La producción de acero, tal como lo conocemos en la actuali-
dad, fue posible debido al desarrollo tecnológico de los hornos en el
siglo XIX.
En cuanto a las propiedades principales de los metales, éstos se
caracterizan por ser conductores de electricidad, por su maleabilidad
o capacidad de producirse en láminas al ser some�dos a esfuerzos de
compresión, por su duc�lidad o capacidad de moldearse en alambre e
hilos al ser some�dos a esfuerzos de tracción, por su tenacidad o resis-
tencia a romperse al recibir fuerzas bruscas y su resistencia mecánica
o capacidad para resis�r esfuerzo de tracción, comprensión, torsión y
flexión sin deformarse ni romperse.
Dada la an�güedad de esta tecnología, los objetos metálicos son
de un gran interés arqueológico, pero suelen encontrarse muy rara-
mente en su estado original. Dentro de los contextos arqueológicos es
uno de los elementos que más sufre las acciones del medio ambiente,
la presencia de oxígeno y agua es la causa fundamental del deterioro
provocado por el proceso de corrosión del metal. Los metales son afec-
tados además por la presencia de sales, de ciertas sustancias oxidan-
tes, de bacterias y por la acción de la luz entre otros factores (España
Guisolphe y Mon�el Leguey, 1985).
Como sucedió con el resto de los materiales de contacto, se pro-
dujo un mayor ingreso desde las primeras décadas del siglo XIX. Pero
una diferencia, no menor, es que en este caso ingresaba la materia
prima: el hierro, que desde 1835 fue trabajado por una industria local
en crecimiento (Schávelzon, 1991).
En la arqueología el estudio de metales �ene una especialidad
denominada arqueometalurgia, que pone a disposición una serie de
métodos que, mediante el estudio de un variado elenco de materiales,
permite acercarse al conocimiento de las diversas facetas implicadas

127
en la ac�vidad metalúrgica y desarrollar interpretaciones sobre el pa-
pel y el significado del metal en la sociedad y en la economía de las
comunidades del pasado. Tres son los ejes centrales de esta especiali-
zación: la �pología o descripción formal de los objetos, la historia de la
tecnología y el estudio de la procedencia de materias primas y metales
como explicación de mecanismos de intercambio y relaciones cultura-
les (Perea et al., 2008).

Los primeros estudios y los hallazgos arqueológicos en el si�o


Nakamblaisat

El trabajo de campo en el si�o se encuentra en una etapa inci-


piente, hemos llevado a cabo varias jornadas de prospección del terre-
no y tres campañas arqueológicas. Los materiales recuperados están
actualmente siendo analizados en gabinete. No obstante, en esta ins-
tancia podemos exponer los primeros resultados provisorios.
Es importante destacar que se ha avanzado con el estudio del sec-
tor de la margen oeste del Arroyo Cayastá (Sector Perusini). En cuanto a
la margen este, sólo se han concretado dos jornadas de trabajo.
Las tareas arqueológicas realizadas sobre la margen oeste del
Arroyo Cayastá, Sector Perusini (EOSP) consis�eron en:
- Caminatas de reconocimiento del terreno.
- Fotogra�as del paisaje en dis�ntas estaciones.
- Recolecciones superficiales.
- Perfil de suelo sobre la barranca.
- Perfil de suelo sobre la zona de la loma.
- Perfil topográfico sobre la zona del Viejo Ombú.
- Sondeos exploratorios.
- Transectas con detector de metales.
- Excavaciones de cuadrículas.
En cuanto a las tareas arqueológicas realizadas sobre la margen
este del Arroyo Cayastá, Sector Drueto (EOSD) fueron las siguientes:
- Caminatas de reconocimiento del terreno.
- Fotogra�as del paisaje.
- Recolecciones superficiales.
- Perfil topográfico sobre la zona de la loma.
- Sondeos exploratorios.

El material está siendo estudiado; hasta el momento hemos avan-


zado en el análisis preliminar de gran parte del material de los sondeos

128
realizados en EOSP, del material correspondiente a las primeras cuadrí-
culas excavadas y del material recuperado en las prospecciones en EOSD.
Describiremos los avances logrados a modo de informe preliminar.

Sondeos en el Sector Perusini

Describiremos aquí los primeros 27 sondeos (mapa 4) realizados


en este sector. Contamos con un total de 813 elementos, de los cuales la
mayoría corresponden a cerámica y fauna, 42% y 50% respec�vamente,
El resto, representado en menor can�dad y no en todos los sondeos,
corresponde a loza, vidrio, metal, ladrillo, lí�co, tosca y �erra cocida.
Los sondeos 3, 4 y 18 han sido los más significa�vos en cuanto
a la información recabada. Sin embargo cabe mencionar el sondeo 2,
ya que corresponde a la recolección superficial de una importante can-
�dad de fragmentos cerámicos que conforman parcialmente la forma
de una vasija (Foto 1).

Mapa 4: Distribución de los sondeos.

El Sondeo 3 se planteó sobre un sector elevado del terreno que


hemos denominado sector de La Loma. Se comenzó a excavar en un
área de 1 m por 1 m, no obstante a los 0,20 m de profundidad se ha-
lló material óseo humano, cerámica asociada al enterratorio y restos
faunís�cos; el pozo exploratorio no se con�nuó. Con la excepción de
los enterratorios, se recolectó el material y el registro cerámico cons-
�tuye el 94,8% del total recuperado. El sondeo se tapó y se registró su
ubicación. En el marco de la campaña realizada a posteriori, se planteó
la excavación de cuadrículas en este sector.

129
Foto 1: Vasija - Hallazgo de Recolección superficial.

El pozo de sondeo 4 resulta significa�vo, no sólo por su potencial


en cuanto a la can�dad de material recuperado, sino por la variabilidad
del mismo. El material corresponde a cerámica, fauna, vidrio y metal.
La mayoría de los elementos estuvo representada por los fragmentos
óseos: el 79,2%, los cuales además presentaron evidencia de exposi-
ción al fuego. Entre ellos se pudieron iden�ficar restos de vacuno, tan-
to hembras como machos. Entre el material metálico se destacó un
clavo. Este fue el único sondeo que registró a la vez vidrio y metal.
El sondeo 18 se destaca por haberse hallado a 0,20 m del nivel
del suelo las paredes de un hornito, razón por la cual el sondeo se ex-
tendió en sus dimensiones respecto del resto: se constató la presencia
de un horno de dos bocas, posiblemente de 3. La par�cularidad de
este registro, a diferencia de los hornos registrados en la región, en
los si�os Dora, Coria, Salteño y El Platero, que se ubican en un paisaje
seco, de suelos claros, propio de los afloramientos de la Formación San
Guillermo (Cornero y Ceru�, 2009) –es que se halló en un suelo de co-
loración oscura concordante con un horizonte de iluviación de arcillas,
con presencia de materia orgánica y carbonatos. En cuanto al material,
aunque el registro no ha sido muy abundante en lo que respecta a
número de elementos hallados, la variabilidad es alta. Se registraron
fragmentos de cerámica, fauna, metal y lí�co. El material lí�co estuvo
representado por una punta de flecha.

130
Como ya hemos señalado luego del material cerámico y faunís-
�co, siguieron en importancia el vidrio y el metal, que sólo se hallaron
en el mismo contexto en el sondeo 4. El vidrio se registró en siete son-
deos y el metal en tres.

Excavaciones en el Sector Perusini - Primeras cuadrículas

En el sector que hemos denominado La Loma, por ser el área


más alta en la margen oeste del arroyo, se han excavado dos cuadrícu-
las de 2 m por 2 m y una de 1 m por 2 m (Figura 1). El lugar de la excava-
ción corresponde al sondeo número 3 donde se hallaron enterratorios.
Las cuadrículas se excavaron con cucharín, espátulas y pincel en capas
de diez cen�metros registrando la ubicación de cada hallazgo.
En la Cuadrícula 1 el total de hallazgos asciende a 196 elementos
correspondientes a fauna (n=37) y cerámica (n=159), potencial de la
cuadrícula 0,38 m.

Figura 1: Esquema del sector de excavación - Primera Campaña.

En la Cuadrícula 2 el total de hallazgos asciende a 375 elementos


correspondientes a fauna (n=137), cerámica (n=232) y �erra cocida, el
potencial de la cuadrícula fue de 0,61 m. En esta cuadrícula se halló
el enterratorio. Se trata de un en�erro secundario múl�ple (6 indivi-
duos). Los restos humanos fueron excavados y estudiados en el si�o, al
finalizar la excavación de las cuadrículas la Comunidad Mocoví realizó
una ceremonia de re-en�erro en el mismo lugar dónde fueron hallados
los huesos.

131
En la Cuadrícula 3, el total de hallazgos asciende a 119 elemen-
tos correspondientes a fauna (n=62), cerámica (n=55), �erra cocida y
carbón, el potencial de la cuadrícula fue de 0,40 m.
El total de elementos recuperados en esta primer excavación as-
ciende a 690, con predominancia de fragmentos cerámicos (65%).
Todos los hallazgos de elementos cerámicos en el si�o corres-
ponden a fragmentos, no se han encontrados piezas completas.
En general, en la pasta que conforman el �po cerámico encon-
trado predomina la matriz por sobre las inclusiones; éstas están com-
puestas de sedimentos naturales y de agregados de �estos molidos. En
los fragmentos más grandes hemos podidos determinar que la técnica
u�lizada fue el enrollamiento.
Los espesores de los cuerpos y bordes varían entre 3 y 13 mm.
Se han hallado fragmentos con pintura roja, tanto en su cara interna
como externa y en algunos casos en ambas caras.
En lo que respecta al componente faunís�co, el registro zooar-
queológico recuperado en el sector consta de 236 fragmentos y ele-
mentos óseos.
El registro faunís�co no se presenta ar�culado, ni asociado, sino
que mayoritariamente los elementos se encuentran fragmentados,
pero en buen estado de conservación.
Hasta el momento han podido ser anatómicamente iden�fica-
dos por taxón 150 fragmentos y elementos óseos.
El componente zooarqueológico se encuentra integrado de la
siguiente manera: cérvidos 73,33%, roedores 16,67%, aves 6,67% y
peces 3,33%.
En el análisis preliminar para la determinación de géneros, se
iden�ficaron los siguientes taxones: cérvidos: Ciervo de los Pantanos,
Venado de las Pampas y Guazuncho; roedores: Nutria y Vizcacha y en-
tre las aves, el Ñandú.
Observamos, entre los materiales determinados por taxón, que
el registro por especie expone una importante variación en relación a
las partes esqueletales iden�ficadas.
Del total de los materiales iden�ficados por grupos faunís�cos,
como vimos, prevalecen los ciervos. Entre ellos, el mayor porcentaje
corresponde al Ciervo de los Pantanos, que se encuentra representa-
do por la mayoría de las partes esqueletales, predominando los restos
óseos de adultos.
Los atributos de origen tafonómico y antrópico presentes en el

132
registro, como ser: fracturas, huellas, grados de meteorización y alte-
raciones térmicas, aún se encuentran en procesamiento. Sin embargo,
en el caso de los restos óseos correspondientes a Ciervo de los Pan-
tanos encontramos evidencias de procesamiento humano (marcas de
corte, trozamiento, percusión, descarne y cocción) vinculadas a estra-
tegias de subsistencia. El potencial del área no se ha agotado con esta
superficie excavada, por lo que se seguirá trabajando en el sector.

Recolección superficial en el Sector Drueto

En el caso de este sector del si�o, donde la inves�gación se en-


cuentra en una etapa muy incipiente; aunque la recolección de mate-
rial no es abundante sin embargo es diagnós�ca. Hasta el momento
el material ha sido clasificado por �po y se ha realizado una primera
descripción que expondremos aquí. La variabilidad de material es sig-
nifica�va. Se hallaron entre los materiales cerámicos: cerámica indí-
gena, cerámica hispano-indígena, loza y gres; además fragmentos de
metales, de vidrios y restos óseos faunís�cos.
La muestra resulta diagnós�ca por la presencia de material de
contacto en mayor can�dad, en términos rela�vos, en relación al regis-
tro arqueológico correspondiente a la cultura material indígena com-
parado con el sector Perusini.
También resulta diagnós�co por su variabilidad dentro de cada
�po de material clasificado.
Entre la cerámica indígena, la mayor parte de la muestra co-
rresponde a fragmentos muy pequeños (menor a 1 cm) y muy pocos
presentan alguna caracterís�ca diagnós�ca. Sólo cuatro fragmentos
pueden atribuirse a asas o apéndices. Se hallaron 23 bordes, dos frag-
mentos con incisiones y 24 presentan pintura. El total de la muestra
asciende a 411 fragmentos.
Entre el material cerámico de contacto se hallaron algunos frag-
mentos de teja y ladrillo, también contamos con elementos de gres y
loza. Entre la loza, tres fragmentos presentan decoración, predominan
los correspondientes al cuerpo de la pieza y se han iden�ficado tres
que representan las bases de los mismos.
Entre los fragmentos de vidrio pudieron iden�ficarse: un pico
manufacturado a par�r de un molde, de color verde, posiblemente
de una damajuana; una base cuadrada atribuible a una botella de gi-
nebra, tres de botellas de vino y tres de damajuana. Los fragmentos

133
más representados corresponden a cuerpos y a diferentes �pos de vi-
drios: verdes, transparentes, esmerilados y marrones. Cuatro de los
fragmentos poseen inscripciones que no han sido iden�ficadas pero
posiblemente corresponderían a botellas de ginebra.
Se hallaron varios fragmentos de metales entre los cuales po-
drían ser iden�ficados cinco. Queremos destacar un hallazgo entre los
metales que, si bien no se realizó en una recolección superficial sino
en uno de los sondeos de este sector, resulta uno de los elementos de
mayor relevancia diagnós�ca, se trata de un botón correspondiente a
un uniforme militar (Fotos 2 y 3).

Fotos 2 y 3: Botón de uniforme militar - Sondeo EOSD.

Perspec�vas para el análisis del material

Se han presentado los avances realizados respecto al estudio de


los materiales. No obstante, son preliminares y no representan al total
de los materiales que han sido recuperados en el trabajo de campo. Se
avanzó en la excavación del sector de La Loma (EOSP) con la apertura
de tres cuadrículas más, dos de ellas de 2 m por 2 m y una de 2 m por
1 m. Además hemos comenzado con la excavación en cuadrículas en el
sector del sondeo 18 (EOSP) y se realizaron nuevos sondeos. Todo este
material se encuentra en estudio de laboratorio y consideramos, por
las primeras observaciones realizadas en campo, que aportarán nueva
información a la inves�gación.
Si bien nos encontramos en una etapa exploratoria, podemos
pensar el si�o con un alto potencial arqueológico, relacionado a dife-
rentes momentos de ocupación. El registro que estamos estudiando
abarca un período que claramente comienza antes de la conquista y se

134
ex�ende hasta los momentos de consolidación del Estado Provincial,
hacia fines del siglo XIX (del Rio et al., 2011).

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136
CAPÍTULO VI

LA CONSTRUCCIÓN COLECTIVA DEL CONOCIMIENTO

Ma. Soledad Goros�aga y Paula del Rio

137
138
Introducción

Este capítulo �ene por finalidad describir el trabajo realizado en


los diferentes talleres par�cipa�vos y compar�r algunas de sus pro-
ducciones. Retomando la propuesta del proyecto, esta instancia de
trabajo de campo se vincula con el obje�vo de: “Relevar, a par�r de la
historia y la memoria oral, las tradiciones culturales”. En la formulación
del mismo se planteó como parte de los obje�vos específicos. No obs-
tante, en la etapa operacional del proyecto, se reformuló a fin de lograr
un diseño metodológico de las dinámicas de trabajo grupal ajustado y
adecuado al contexto.
Se propusieron dos ejes de trabajo: la historia y la iden�dad. De
manera transversal en todos los talleres, estos estuvieron relacionados
a la construcción colec�va de un guión para el museo. El trabajo se
orientó al relevamiento del Patrimonio Histórico Cultural de la Comu-
nidad y su puesta en valor a través del museo. La historia y la iden�dad
de la Comunidad Mocoví de Colonia Dolores fueron abordadas invo-
cando a la memoria oral.
Como en toda inves�gación la teoría resulta el punto de par�-
da, las definiciones de los conceptos impregnan la totalidad del estu-
dio, desde la formulación de los obje�vos hasta el análisis de los datos
(Sautu, 2009). Siendo así, aunque no forma parte de la finalidad de
esta presentación desarrollar estos aspectos, aludiremos a las princi-
pales categorías que definen el marco conceptual y el abordaje meto-
dológico.
El concepto de “patrimonio cultural” cruza transversalmente el
trabajo realizado en varios sen�dos.
Una de las maneras de preservar el patrimonio histórico cultural
es mediante la memoria compar�da, que trasvasa el �empo a través

139
de las diferentes generaciones por medio de la transmisión oral, y que
como parte del legado cultural se resignifica y se transmite conformando
la memoria cultural. En algunos pueblos perdura mediante la tradición
oral; se conserva en la memoria par�cular de los sujetos, especialmen-
te en la de los ancianos; y de esta manera, la historia colec�va se hace
presente y permite contar las experiencias vividas por los grupos (Victori
Ramos, 2004:17). En el rescate y revalorización de la iden�dad del Pue-
blo Mocoví de Colonia Dolores, que emprendimos conjuntamente con
la Comunidad Aim Mokoilek, nos orientamos hacia la recuperación de
la historia colec�va a través de las voces de los niños, los jóvenes, los
adultos y los ancianos que integran y representan a esta Comunidad.
Para ello apelamos a la memoria oral, dado que desde �empos ances-
trales la Comunidad se reconoce como un pueblo de tradición oral.
Consideramos que la iden�dad y la memoria se encuentran in-
disolublemente ligadas, la memoria se presenta como un elemento
esencial de la iden�dad individual y colec�va (Candau, 2008). Acorda-
mos en que “la memoria es menos una res�tución fiel del pasado que
una reconstrucción con�nuamente actualizada del mismo” (Candau,
2008:9) y es, en este sen�do dinámica, al igual que la iden�dad. Ac-
tualmente en Colonia Dolores la memoria evocada desde el discurso
oral –en especial en el de los ancianos– se valoriza por su capacidad
de transmi�r los valores propios de la cultura Mocoví: el patrimonio
cultural intangible.
Pensamos a la cultura como una forma de vivir construida social-
mente a través de las generaciones, dada por la capacidad del hombre
de significar y resignificar su entorno ambiental. Con esta concepción
de cultura se otorga un gran reconocimiento a las acciones de las co-
lec�vidades, las producciones culturales se inscriben, de esta manera,
en la significación que le da la vida colec�va (Moreno Macías, 2000).
En este proceso de significación y de resignificación de los componen-
tes del mundo circundante, el hombre social produce los elementos
que integran el patrimonio cultural, intangible y tangible.
La dimensión simbólica de nuestra co�dianeidad, da sen�do a
nuestras prác�cas y permite construir nuestro mundo y nuestros va-
lores, que hacen a cómo concebimos y percibimos las cosas, a cómo
establecemos un orden que es colec�vo. El orden que se establece
socialmente, se construye, y para dar cuenta de este proceso es nece-
sario historizar las relaciones y los contextos. Esto quiere decir recono-
cerse atravesado histórica y culturalmente.

140
Estas conceptualizaciones estuvieron presentes en la planifica-
ción de las dinámicas de los talleres grupales. Fundamentadas en una
gran preocupación, en la Comunidad, por la construcción de la historia
del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores, de una historia social que mar-
ca profundamente el presente y los procesos actuales de conforma-
ción de la iden�dad.
Hacer visibles y contextualizar las prác�cas co�dianas nos per-
mi�eron trabajar los ejes planteados en torno a los talleres. En el con-
texto del trabajo colec�vo, se habilitó un espacio para profundizar y
hacer visible el reconocimiento desde la Comunidad como un “otro
colec�vo culturalmente diferente” (Bianchi, 2008), histórico, con con-
sensos compar�dos, portadores de una determinada manera de ver
el mundo.
La comunidad mocoví de Colonia Dolores se reconoce como un
“otro”, los valores son concebidos de esta manera, se referencian des-
de lo colec�vo, se enuncian desde sus vínculos, desde sus creencias,
con un sen�do de pertenencia, con una historia en común, que los
trasciende y cons�tuye como sujetos.
La emergencia de hitos y señas iden�tarias surgió en los espacios
de trabajo, haciendo referencia al proceso histórico del Pueblo Mocoví
y de Colonia Dolores en par�cular. Este proceso alude a un �empo pro-
fundo, anterior a la conquista, y se ex�ende hasta el presente.
Nos propusimos trabajar, a par�r de la memoria colec�va, los
procesos históricos atravesados por la Comunidad; entendiendo que
los mismos son cons�tu�vos de la iden�dad del grupo. Se par�ó del
rescate del patrimonio cultural intangible y la memoria oral como una
de las instancias para la construcción del guión museográfico.
Elegimos como estrategia antropológica, desde la inves�ga-
ción-acción par�cipa�va, la metodología de taller; concebido como
un espacio de construcción colec�va de conocimiento, que permite la
acción-reflexión por parte de todos los sujetos par�cipantes. El taller
se cons�tuyó en un medio para habilitar la palabra, permi�endo que
cada sujeto asuma su realidad y se reconozca en ella desde lo inme-
diato, individual, parcial y co�diano. A través de este proceso y en el
intercambio con los otros, es donde emerge en cada uno lo colec�vo,
social e histórico, posibilitando así la resignificación de las iden�dades
sociales.
El trabajo de campo basado en la realización de talleres permi-
�ó que fueran los par�cipantes quienes ar�cularan la construcción de

141
su historia social a través de su propia subje�vidad, entendiendo que
cada discurso es representa�vo y parte de una misma historia. La ne-
cesidad de validar la propia historia, darle sen�do, permite ubicar el
sen�do que �ene esa historia en el otro y cómo ésta lo atraviesa y
cons�tuye. El taller se transformó entonces en un espacio simbólico de
producción de conocimiento en donde todos los sujetos que lo compo-
nen fueron y son protagonistas.
Los ejes propuestos para la ar�culación de los talleres fueron
la historia, la iden�dad y el museo. No obstante, las dinámicas pro-
puestas fueron presentadas atendiendo a las par�cularidades de cada
grupo. Los talleres fueron registrados con grabación de voz, fotogra�as
y video.

1. Talleres en la escuela primaria

El trabajo se realizó en el marco de la Escuela Primaria N° 430


“José de San Mar�n”. Contamos con el apoyo de la directora, María
Fernanda Gonzales de Bortulè, quien nos acompañó y habilitó los dis-
�ntos espacios de trabajo con los alumnos. Colaboraron además las
maestras de la escuela.
Comenzamos a trabajar en el año 2009 realizando una ac�vidad
de taller con los niños de sexto grado, se le dio con�nuidad a las tareas
en el marco del sép�mo grado al año siguiente. Se desarrollaron tres
talleres.

Primer Taller: El Museo como una caja de recuerdos

El primer taller se realizó el 6 de noviembre del 2009 con los


alumnos de sexto grado en el comedor de la escuela. Par�ciparon del
proyecto: Paula del Rio, Ma. Soledad Goros�aga, Irene Dosztal, Lucía
Rangone, Barbara Magnabosco y César Coria. Se desarrollaron dos ac-
�vidades: la primera consis�ó en presentar el proyecto y la segunda,
que tenía como obje�vo dar cuenta de qué cosas, para ellos, �enen
valor y son representa�vas de su comunidad. La consigna de la misma
fue: “¿Qué recuerdos pondría en el museo: míos, de mi familia, de
la comunidad?” Para esta ac�vidad se trabajó con tres tarjetas “mis
recuerdos”, “recuerdos familiares” y “recuerdos de la comunidad” y se
construyó una caja que simbolizaba al museo que se estaba diseñan-
do. La propuesta se orientaba a que los niños se pregunten cuáles se-

142
rían los recuerdos que guardarían en la caja para que se conserven en
el futuro y para las próximas generaciones. En cada tarjeta escribieron
sus recuerdos:

Tarjetas Blancas - Mis recuerdos

• Yo cuando era chica mi abuela me enseñó a caminar y me en-


señó a guardar sola mis cosas y me dijo que yo cuando sea grande las
cuide mucho y se la empreste a mis hermanos.
• Bandera colores de arriba abajo verde-rojo-blanco (Ariel Coria)
• Ídem, bandera (Bruno).
• La muñeca, la bici, la receta de guiso de arroz, fotos de mi fami-
lia, las cartas de la loba, una cuna de cuando era chiquita.
• La foto de mi abuelo, las fotos de mi familia, cuando voy de
viaje muy largo, la boleadora que me dio mi abuelo cuando era chico,
cuando niño Dios me dio mi primer juguete y lo valoré mucho, el re-
cuerdo de cuando mi abuela hacía torta asada.
• Los collares que cuando compré cuando vinieron las mujeres
indígenas, las fotos donde me saqué con mi familia, el moisés cuando
yo dormía.
• Fotos de mi mamá.
• Las fotos son recuerdos, los cuadernos cuando iba a primero.
• Club La Plaza, donde juego a las bochas con mis hermanos y mi �o.
• Lo que podemos guardar en la caja del recuerdo: una flauta,
una pelota, la bici que me enseñó a andar mi mamá, un collar, mis
fotos con mi familia, las monedas an�guas que me encontré, piedras
an�guas que encontramos.
• Mi bicicleta de cuando era chiquita, una receta, mis aros que
me regaló mi mamá, un moisés de cuando era chiquita.
• Lo que quiero dejar es fotos, juguetes, piedras que encontra-
mos, moneda an�gua, dibujos.
• Una foto con mi abuelo Rubén Matolí, mi primer gomera,
mi único y primer recuerdo que yo quisiera que nunca se me olvide
que mi bisabuelo cuando me enseñó a caminar, las fotos cuando me
bau�zaron.
• Cuando murió mi abuela, recuerdo cuando me sacaron mi pri-
mer foto, cuando gané un torneo de bocha.
• Yo cuando era muy chica, mi mamá me enseñó a cocinar locro,
también me enseñó a cocinar un guiso de arroz y de fideos, mi abuela

143
�ene fotos muy viejas de nosotros, ayer mi hermano encontró en el
campo un pedazo de cacharro, lo guardamos de recuerdo.
• Licha.
• Yoha.

Tarjetas Rosas - Recuerdos familiares

• Las fotos de mi familia y de mis amigos (Lalo).


• La fiesta del 30 de agosto que fuimos en familia (Yohana).
• Las cadenas (dibujo).
• Los juguetes de mi hermano, las recetas de mis padres.
• Los recuerdos del hacha que me dio mi abuelo, mi papá, re-
cuerdo los bailes que hacia mi abuela bailando con mi abuelo, recuer-
do la bandera Mocoví, antes cuando comíamos choclos con mis her-
manos y mis padres.
• Los recuerdos de mi familia son mis fotos, la canción de la can-
ción Mocoví.
• Mi mamá �ene fotos de mis hermanos, de mis abuelos; mi
abuela �ene tenedores, cuchara y platos de cuando era muy chica.
• Las fotos de mis hermanos y mis viejos cuando voy de viaje
(José).
• El anillo de cuando se casó mi bisabuelo y bisabuela, la camisa
de mi �o Camilo, cuando me cortaron el pelo cortecito de taza, la plan-
ta de mora, las cañas que planta mi abuelo.
• La casa de mi familia (Ariel Coria).
• Recordar el hacha que tenía mi padre, la gorra que me regaló
mi padre, la primer silla que compró mi padre.
• Una receta, una canción, las fotos, juguetes.
• Fotos con toda la familia, los juguetes.
• Mi �o teje sillas y teje cualquier cosa, lo que le traen (Bruno).
• Los dibujos, los cuadernos de cuando era chiquita, una receta,
una canción, fotos juguetes.
• La ropa de mis hermanos, las fotos donde me saqué con mi fa-
milia, los juguetes donde yo jugaba que ahora los usan mis hermanos,
la casa donde vivía mi familia.
• Mi recuerdo preferido es juntar las monedas que me da mi
abuela, siempre me decía que yo cuando crezca junte todas las mone-
das que me den y me compre las cosas que yo quería para mi sola.

144
Tarjetas azules - Recuerdos de la comunidad

• En la escuela nos enseñan Mocoví acá en Colonia Dolores,


cuando vivía mi abuela siempre guardaba las cosas que ellos mismos
lo hacían con sus manos.
• El recuerdo del Ombusal, el Ombusal era más que todo, por-
que ahí vivían los abuelos del antepasado, las plantas que se sembra-
ron hace mucho �empo, la escuela donde se inauguró hace mucho
�empo, el río Salado, la iglesia.
• Recuerdo que me contaron que allá en San Mar�n Viejo había
una iglesia, se hundió por la arena, también se hundió una virgen de
los Dolores, antes los abuelos comían pororó, le decían así, letras en
¨
Mocoví: maqaite= ¨
cállese / maqa�ni = Gracias.
• El idioma, las plantas, los animales, el río Salado donde iban a
pescar con los abuelos.
• Recuerdo del quincho, bar.
• El idioma, los frutos de las plantas, el río San Javier donde fui-
mos de viaje en 4to grado.
• César toca el tambor cuando mi abuelo canta el himno Mocoví.
• El idioma, plantas, el río Salado, los animales, la iglesia.
• (es un dibujo de un edificio que �ene un cartel que dice ar-
queología) firma Ariel Coria.
• Recuerdo cuando iba a la escuela a catequesis y también las
canciones y la plaza y los bailes que íbamos a la vecinal y también jugá-
bamos a la pelota con mis amigos.
• Recuerdo el quincho cuando hacían bailes.
• La iglesia.
• GRG.
• El río Salado cuando iban a pescar, las plantas que usaban para
remedio y el idioma Mocoví.
• Quiero recordar la escuela, el campamento de mi padre, la igle-
sia y la plaza, los bailes que se hacían en la vecinal y también el fútbol.
• Mi primer día en la escuela, el tanque que está en la plaza, las
vecinas, los bailes, cuando jugaba al futbol cuando era arquero.
• El idioma Mocoví, los restos de los pobladores antepasados, el
burro �ene una función medicinal, la vizcacha, los animales que mata-
ban y comían, el río Salado donde iban a pescar los abuelos, la iglesia,
las cosas de barro.

145
Cuando los chicos terminaron de escribir sus tarjetas todas se
colocaron dentro de la caja. Quedaron guardadas hasta el próximo en-
cuentro y se dio por finalizado el taller.

Segundo Taller

El segundo taller se realizó el 16 de abril del 2010 con el mismo


grupo de niños. En esta oportunidad trabajamos en el aula y par�ci-
paron las maestras de la escuela Estela Sandoval Esquivel, Verónica
Catorí y del proyecto, Paula del Rio, Ma. Soledad Goros�aga y Lucía
Rangone.
En una primera instancia se retomó el trabajo realizado en el
primer taller con el obje�vo de recordar lo que habían expresado en
esa ocasión. Para esto presentamos a los alumnos un afiche –se expu-
so en el pizarrón del aula– que contenía las tarjetas que habían escrito,
divididas en los tres ejes: “mis recuerdos”, “recuerdos familiares” y “re-
cuerdos de la comunidad”.
Para este nuevo taller modificamos la disposición de los bancos
del aula: nos sentamos en ronda y ubicamos en el centro una serie
de tarjetas que llevamos. Estas nuevas tarjetas contenían palabras re-
presenta�vas de las frases que ellos mismos habían producido el año
anterior. Cada uno debía elegir dos tarjetas y contarle al resto “quién
soy, dónde nací, qué palabras elegí y por qué”.
Con el fin de dar significado a la propia producción a través de un
trabajo grupal, solicitamos a cada alumno que seleccionara una de las
tarjetas que había elegido anteriormente y luego que se organizaran
en tres grupos. A par�r de la consigna “¿Qué significa ser mocoví?” les
propusimos construir un afiche con textos, dibujos, cuadros y signifi-
cados que ar�cularan una historia a par�r de las palabras elegidas por
cada integrante del grupo. Espontáneamente se organizaron grupos;
algunos trabajaron juntando las mesas y otros en el piso. Para llevar a
cabo el taller u�lizamos papel afiche, fibras, fibrones, ceritas, �jeras,
plas�colas, lápices de colores, lápices de grafito y gomas de borrar.

Producción del taller

El grupo en el que trabajaron Lara, Javier, Alexis, Ariel, Leonel y


Soledad tomaron las palabras: bandera mocoví; himno; tambor; om-
busal y frutos. Decidieron construir una frase:

146
“En nuestro pueblo hay Bandera Mocoví también �ene un himno
mocoví que se recita con un tambor y una flauta. Yendo para el sur
de nuestro pueblo hay un ombusal, donde hay plantas con frutos”.

(Afiche 1)

El grupo en el que trabajaron Damián, Jorge, Brian, Franco y Lu-


cía; las palabras elegidas fueron: río San Javier; pescar; idioma; anima-
les y plantas. Este grupo decidió hacer un dibujo alusivo a cada una de
las palabras de la siguiente manera:

A par�r de la palabra plantas dibujaron un árbol e indicaron


que se trataba de un sauce.

147
Con la palabra idioma decidieron compar�r el saludo en lengua
mocoví. Escribieron la palabra q̈ami de la cual sacaron dos fle-
chas, la de arriba señalaba: La’ contesta el hombre, la de abajo
decía: Laim contestan las mujeres. Asociaron la bandera mocoví
que dibujaron y pintaron de colores. Al lado de cada color expli-
caron su significado: rojo sangre derramada; verde la naturaleza
y blanco la paz.
Dibujaron el río San Javier como una laguna con gente pescando
y navegando en botes. Además, dentro de la misma, representa-
ron animales de la zona.
Para la palabra pescar dibujaron el Saladillo con gente pescando
y animales de la zona en el agua.
Al lado de la palabra animales escribieron: elegí esta palabra
porque antes vivían de ellos.

(Afiche 2)

El grupo en el que trabajaron Glenda, María, Diana, Bruno, De-


nise, Agus�na y Paula; las palabras elegidas fueron: bandera moco-
ví; idioma; himno; herramientas; bailes y plantas. Este grupo decidió
construir un cuadro sinóp�co distribuyendo las tarjetas en el afiche y
sacando flechas con diferentes referencias, algunas con textos y otras
con dibujos y textos.

148
Para la palabra idioma referenciaron rescatar y recordar nues-
tros antepasados.
Debajo de la palabra bandera mocoví escribieron: �ene colores
que representan algo, luego la dibujaron y al lado de cada color
explicaron: rojo sangre derramada; verde naturaleza y blanco
paz.
Bajo la palabra himno escribieron: representa nuestros pueblos
Para la palabra bailes relacionaron el 30 de agosto.
Decidieron para la palabra herramientas escribir: “se usaban
antes” y dibujaron una boleadora, un arco y dos flechas.
Junto a la palabra plantas se leía el siguiente texto: las plantas
nos brindan frutos, sombra, remedios, la salvia sirve para el do-
lor de estómago, la menta para el vómito.

(Afiche 3)

Cuando terminaron los afiches les dimos la siguiente consigna:


“cuenten lo que quieran del afiche, qué palabras eligieron y qué hicie-
ron con esas palabras”. Cada grupo leyó su panel y contó al resto lo
que había hecho. A par�r de la socialización se agregaron datos a los
afiches, como por ejemplo qué peces hay en la zona; información so-
bre otros usos de las plantas que se mencionaron. También par�cipó
la maestra del grado.

149
A lo largo del trabajo percibimos que necesitábamos explicar
cómo estos talleres se vinculaban al proyecto. Les contamos que es-
tábamos trabajando en otros espacios, también con talleres, y que
las propuestas de trabajo tenían que ver con Colonia Dolores y con la
construcción del Museo. Explicamos que queríamos trabajar con lo que
ellos sabían, con lo que traían, porque siempre uno sabe algo chiqui�-
to que contaron sus papas o abuelos, que nosotros no sabíamos esas
cosas y que ellos sí. Hicimos hincapié en que lo que cada uno sabe es
válido y que con el aporte de todos se iba a construir el Museo; que el
trabajo era de ellos y para su comunidad y que en este contexto era de
gran importancia lo que sabían, lo que conocían y lo que pensaban.

Tercer Taller

El tercer taller se realizó el 17 de sep�embre del 2010. Se trabajó


con el mismo grupo de niños en un aula de la escuela; par�ciparon las
maestras Paola Finó y Verónica Catorí y par�ciparon del proyecto Paula
del Rio, Ma. Soledad Goros�aga, Barbara Magnabosco.
Tuvo como obje�vo enriquecer el trabajo grupal que se venía
realizando. Para comenzar pedimos que se organizaran en los mismos
grupos en que venían trabajando y les propusimos diseñar un nuevo
afiche. Para ello se tomó como punto de par�da la producción del taller
anterior. Cada grupo a par�r del afiche elaborado por otro equipo cons-
truyó uno nuevo; la consigna fue retrabajar los discursos, las tarjetas y
los dibujos. Debían elegir dos de las cinco tarjetas que contenía el afiche
y la producción en torno a ellas. Par�eron de la elaboración que apa-
recía en el mismo y agregaron información que no estaba. En general
tomaron las tarjetas del afiche y las u�lizaron como ejes para construir
los nuevos.

Producción del taller

Trabajaron en este grupo Leonel, Alexis, Nicolás, Ariel, Lara y So-


ledad y par�eron del afiche número 2. Este equipo tomó algunas de las
tarjetas que estaban dibujadas y les asignó un contenido discursivo:

Escribieron la palabra animales y abajo: guazuncho, nutria, ya-


caré, carpincho, chajá, iguana, comadreja, vizcacha, zorro, lie-
bre, cuis, perro, tatú, peludo, pato, teyú, mar�neta.

150
Abajo, con el �tulo plantas de uso medicinal escribieron: ce-
bolla del monte para la piel, sauce para los nervios, salvia para
el dolor de panza, ruda para el parásito, pezuña de vaca para la
diabetes, cedrón para el mate, laurel para la comida, aloe vera,
raíz de quebracho para la tos, palo azul para la diabetes, chuza
de la raya para la muela, grasa de iguana para la piel.
Al lado de la palabra pesca entre paréntesis: línea y fija (duran-
te la lectura oral explicitaron que “Para la pesca se usaba línea
o fija”). Debajo escribieron: sábalo, surubí, dorado, moncholo,
cascarudo, palometa, víbora del agua (cuando lo leyeron dijeron
que esto era lo que se pescaba).

Trabajaron en este grupo: Glenda, Denise, Agus�na, Marianela,


Bruno, Daiana, Paula y Verónica y tomaron como referencia el afiche
número 1. Este grupo dividió el afiche en tres y tomó tres palabras que
desarrolló de la siguiente manera:

Primero colocaron Bandera mocoví y debajo escribieron: “Tiene


tres colores que significan algo. Rojo: la sangre derramada, los
españoles le querían quitar el lugar a los aborígenes, también
porque hubo mucha sangre derramada de nuestro lado; verde:
representa la naturaleza, la relación entre ambos y blanco: re-
presenta la paz, la palabra paz para nosotros significa: tranqui-
lidad, llevarse bien con los demás.”
Luego, en el medio, escribieron Himno y abajo: “En este pueblo
tenemos un himno mocoví que hace un resumen de lo que pasó,
también pide que podamos convivir en paz. Cuando se recita el
himno la flauta y el tambor están presentes porque son instru-
mentos más usados tradicionalmente”
La úl�ma palabra fue Ombusal y abajo escribieron: “A la entrada
hay una montaña donde se ve un paisaje muy lindo. En el ombu-
sal vivían nuestros antepasados. Los antepasados fundaron Co-
lonia Dolores. El ombusal antes era San Mar�n viejo y también
un cementerio, una iglesia. Vivían en el ombusal porque tenían
plantas con frutos y corría agua.”

Trabajaron en este grupo: Javier, Jorge, Mili, Brian, Franco y


Bárbara y tomaron el afiche número 3. Decidieron hacer un cuadro
sinóp�co y se basaron en algunas de las tarjetas y en el contenido dis-

151
cursivo que el afiche tenía. Organizaron el esquema en torno a nuevas
palabras, de ellas sacaron flechas para referenciar nuevos contenidos:

Colocaron en la esquina superior izquierda la palabra idioma a la


cual relacionaron con la frase: “es recordar nuestros antepasa-
dos”. Debajo ubicaron la palabra himno explicando: “es impor-
tante para el pueblo indígena”. En la misma columna vincularon
la frase Saludo a los cuatro vientos a las palabras: naturaleza,
aire, viento, �erra, río. Explicaron: “se le da gracias por todo lo
que nos da”. En la columna central del afiche escribieron la pa-
labra Ombusal y debajo: “es donde vivían nuestros abuelos, que
ahora van a cazar, pescar, igual que antes. Hay muchos frutos,
tasi, tunas, michiqui, chañar. Le llaman San Mar�n Viejo”. En la
esquina superior derecha aparece la palabra Bandera Mocoví.
Abajo la dibujaron y pintaron, sacaron flechas de los colores y
pusieron, para el verde: “representa la naturaleza”; para el rojo:
“sangre derramada” y para el blanco; “la paz”. Sacaron una fle-
cha más de la bandera hacia la frase: “Representa el pueblo mo-
coví”. Por úl�mo, debajo del dibujo, colocaron la frase Elemen-
tos que usaban y junto a ella enumeraron “flechas, arco, fija,
boleadoras, para cazar y defensas.”

Al finalizar la confección de los afiches se expuso la nueva pro-


ducción. Cada grupo primero leyó el contenido con el cual había tra-
bajado y luego explicó el nuevo afiche. Luego de las exposiciones se
agregaron comentarios sobre las plantas, su descripción y mayor infor-
mación sobre sus usos. Las maestras aportaron información y contaron
a los niños sobre plantas que ya no se encuentran en Colonia Dolores
como la hoja blanca.
Desde el primer taller comenzaron a surgir, en el discurso indi-
vidual y colec�vo, varias señas iden�tarias que fueron trabajando y
profundizando en sus significados a lo largo del trabajo. Muchas de
ellas se encuentran representadas en el Museo: la bandera mocoví, las
fotos de los abuelos, fotos viejas, las herramientas como las boleado-
ras, el tambor, el Ombusal, San Mar�n Viejo, el idioma.
Otros elementos cobraron gran relevancia en el trabajo colec�-
vo, relacionados con el entorno ambiental y el uso que sus antepasa-
dos hicieron del mismo.

152
2. Taller con los jóvenes

Este taller se realizó el 16 de abril del 2010 y se llevó a cabo en


la Casa Mocoví. Par�ciparon Paula Catorí, Nelly Coria, Soraya Lugo, Ale-
jandra Catorí, María Angélica Lugo, Ayelén Ponte, Camila Nasinquin,
Silvana Costa y Karla Daniela Lugo. Además par�cipó de la comunidad
Elsa Guanca y del equipo del proyecto Lucía Rangone. El taller fue coor-
dinado por Ma. Soledad Goros�aga y Paula del Rio.
El taller comenzó con la exposición del proyecto, les contamos
cómo había surgido, que la meta era la creación del museo y cómo
pensábamos llevar adelante las ac�vidades para lograrlo.
Luego se propuso una primera dinámica de presentación: “¿quién
soy?” a par�r de la cual expusimos quiénes somos, dónde nacimos, si
alguna vez fuimos a vivir a otro lugar y qué hacemos actualmente. Esta
dinámica nos permi�ó empezar a conocernos. Resultó un disparador
para que las par�cipantes de la Comunidad contaran sobre sus pa-
dres, sobre las cosas que hacían cuando eran chicas, la vinculación
con los ancianos, que hablaran de lugares importantes en la memoria
colec�va como por ejemplo El Ombusal, qué significa para ellos, los
usos que le dan.

153
Luego se les propuso realizar una producción escrita individual
a par�r de la consigna “¿qué recuerdos suyos pondrían en el museo?
y ¿qué recuerdos de la comunidad?” con el obje�vo de dar cuenta de
las cosas que para ellas �enen valor y son representa�vas de su comu-
nidad. Se definió un �empo de trabajo individual, tarea para la cual el
equipo llevo hojas y fibras.
Al finalizar se realizó una puesta en común de lo producido, es-
tos fueron los discursos escritos:
• “Para mí representar las costumbres de mi pueblo sería algo
di�cil ya que para mí todo lo que nos iden�fica fue la educación de
nuestros abuelos o padres. Y para representar cosas lo más bello de
nosotros puede ser las artesanías que nuestros ancianos (del pueblo)
construyeron con sus propias manos. Para mí es algo di�cil xq’ lo más
lindo que podemos mostrar es nuestra forma de vida: el aprecio hacia
la naturaleza de los ancianos; las leyendas que escuchamos de ellos;
las anécdotas de sobre lo que vivieron y poder escuchar aún presente
su idioma”.
• “Yo pondría: ´Mis recuerdos´; ´Historias´; ´Fotos´; ´Leyendas´
Cosas materiales como cacharros, boleadoras, lanzas. Grabaciones,
Filmaciones”.
• “En el museo como algo representa�vo de mi comunidad pon-
dría la bandera del Pueblo Mocoví, la letra del Himno Mocoví, el tam-
bor, la flauta. Algunos de los elementos que se habían u�lizado para
la caza, la pesca. Con lo que jugaban nuestros abuelos cuando eran
pequeños. Fotos an�guas, cuentos, leyendas, diccionario Mocoví”.
• “En mis recuerdos pondría mi historia y la de mi familia. Los re-
cuerdos de la comunidad los materiales de los descendientes Mocoví”.
• “Yo pondría: mis recuerdos: fotos, filmaciones. Recuerdos de
mi pueblo: materiales que usaban en esa época, fotos, mitos, contar
las costumbres, rescatar y exponer cosas, un libro”.
• “Bueno yo para el museo pondría fotos de nuestros abuelos
y de cualquier familia de Colonia Dolores. También salir a recorrer y
buscar, rescatar información y con eso poder armar cada palabra o pe-
dacito de una historia. Salir y poder grabar lo que nos cuentan”.
• “¿Mis recuerdos? Los recuerdos de la comunidad. A mí en rea-
lidad no me cuentan esas historias. Lo único que me dijo mi mamá que
cuando era chica, que ella vivía en el campo jugaban con su hermano a
cantar arriba de las plantas y bueno es lo único que sé”.
• “Los recuerdos que yo pondría serían: cacharros, flechas, hue-

154
sos de restos humanos aborígenes, restos materiales, etc. O sea todo
lo que represente a una comunidad aborigen”.
• “Mi recuerdo: yo pondría para el museo plancha que se usa-
ba antes con carbón adentro. También podría poner foto vieja para
mostrar y recordar las cosas que nosotros no podíamos saber. Tam-
bién pondría plato de porcelana, pero eso hay en El Ombusal, eso se
consigue allí”.

Al finalizar la puesta en común –de la que no todas las chicas


quisieron par�cipar– surgieron diferentes propuestas de trabajo: bus-
car información sobre juegos; hacer entrevistas a la comunidad; buscar
fotos viejas y actuales ya que todas forman parte de la historia común;
armar un diccionario; recopilar las historias de la gente de Colonia Do-
lores; armar un libro con toda la información. Se propuso el uso de
diferentes soportes: la grabación; la filmación y la fotogra�a.
En este taller surgieron cues�ones en común con los talleres de
los niños, la presencia de los abuelos, el respeto por la naturaleza, la
bandera mocoví, el himno, el tambor, la flauta, la caza y la pesca, las
herramientas que se u�lizaron en otros �empos, El Ombusal. Muchas
de ellas representadas en el Museo.

3. Talleres con los adultos

Primer taller

Este taller se realizó el 15 de abril del 2010 y se llevó a cabo en


la Casa Mocoví, el mismo estaba dirigido al grupo de adultos. Par�ci-
paron: Silverio Salteño; Elsa Guanca; César Coria; Dora Palacios, Dora
Salteño y Alfredo Salteño y del equipo del proyecto Lucía Rangone. El
taller fue coordinado por Ma. Soledad Goros�aga y Paula del Rio.
Comenzamos con la exposición del proyecto: cómo había surgido,
cuál era la propuesta y cómo nos habíamos organizado para trabajar.
Se propuso una primera dinámica de presentación: “¿quién
soy?” la cual permi�ó que nos conociéramos un poco más a par�r de
los relatos que cada uno hizo sobre sí mismo. Luego trabajamos con la
consigna: “¿dónde nací?, ¿dónde nacieron mis padres?” la dinámica
incluyó la construcción de un mapa, con el obje�vo de dar cuenta de la
espacialidad y la temporalidad.
La propuesta se basó en la idea de historizar las iden�dades pro-
pias y colec�vas. A par�r de las construcciones de sen�do que fueron

155
surgiendo en el discurso, se destacan dis�ntas referencias temporo-es-
paciales que conforman hitos en la historia de la Comunidad, un �em-
po que es el de los abuelos, allá por la úl�ma rebelión:

“Bueno, este…, yo soy César Coria eh… en este momento estoy


presidiendo la Comisión Mocoví de acá de mi pueblo, nací acá,
me crié acá y estoy viviendo actualmente acá, mi madre es de
raza Mocoví y es pura y mi padre �ene una serie de mezcla de
razas, de sangre. Lo que yo llevo adentro, lo que valoro y por
la cual lucho es por la sangre Mocoví que corre en mis venas y
desde hace más de 20 años nos iniciamos en el rescate, en la
lucha por el reconocimiento de nuestras comunidades ¿no? de
los pueblos originarios (…) mis abuelos, mi abuelo es de acá de
Colonia Dolores, mi abuela vino de Helvecia, mi abuelo estuvo
en el úl�mo, en la úl�ma rebelión de San Javier y de ahí trajo
a mi abuela, la secuestró digamos en esa (risas), en medio de
esa rebelión que hubo y bueno la trajo para acá y vinieron las
hermanas, mi abuela y una hermana más y de allí venimos no-
sotros.” (César Coria).

“(…) también, la abuela nuestra, la mamá de nuestro papá En-


carnación Salteño y Miguel Salteño, los dos, y después de parte
de la abuela, nuestra mamá, la abuela Cruz Villalba y… Si�qui, mi
abuelo (Murmullos) y bueno ellos siempre fueron de acá, nunca
han abandonado o han ido a otro lado (…) y el abuelo fue allá
del malón, la úl�ma rebelión de San Javier” (Dora Salteño).

Este momento que es referenciado a par�r de la úl�ma rebelión


sitúa al Pueblo de Colonia Dolores ya en su actual localización. Los re-
latos aluden a un movimiento migratorio que se ubica principalmente
en el Chaco Santafesino desde �empos anteriores al de los abuelos,
veamos cómo surge en el siguiente diálogo que se retoma de la pre-
sentación de Dora Salteño:

Paula: ¿Y Mariano Salteño?


Dorita: Él era el papá de Miguel.
Alfredo: Miguel era el hijo de Mariano.
Paula: ¿Sería tu tatarabuelo?
Dorita: Tatarabuelo, aha.

156
Alfredo: O sea que ella es descendiente directo del cacique
Mariano, así que es la cacica ahora.
Paula: Si ustedes pudieran pensar en el tatarabuelo y ubicarlo en
el mapa ¿dónde lo ubicarían?
Dorita: … La laguna La Blanca, y más allá en el Chaco también
Alfredo: Si, iban recorriendo toda esta zona, hacían este recorrido.
César: En el Chaco… desde Florencia hasta…
Soledad: ¿iban y venían?
César: Hasta el límite con el Chaco.

A nivel del análisis espacial aparece la Laguna La Blanca como


uno de los lugares significa�vos, allí estuvo el campamento de Maria-
no Salteño, es así que se vincula a Colonia Dolores:

Paula: Y Colonia Dolores ¿de dónde viene?


César: De la Laguna La Blanca (risas).
Alfredo: De la Laguna La Blanca.
Soledad: ¿De la laguna?
Paula: ¿De la Laguna La Blanca? … ¿Directamente? ¿No hicieron
parada en ningún lado?

157
César: Sabes lo que pasa, que cómo es, cómo era todo movi-
miento, eh...
Dorita: Eran nómades entonces (…)
César: Eran dis�ntos asentamientos que estaban bajo las órde-
nes del mismo cacique, o sea, el cacique general era Mariano
Salteño (…) por ahí nos ponemos a charlar mucho sobre eso
analizando un poco la historia del mocoví y José Manuel �ene
que haber sido uno de los caciques bajo las órdenes del cacique
máximo que era Mariano Salteño.
Alfredo: Eran tres los que se habían entregado.
César: Claro.
Paula: ¿José Manuel es uno?
Alfredo: Valen�n Teo� y con Mariano Salteño estaban los tres
ahí en la Laguna La Blanca.

La Laguna La Blanca marca un antes y un después en la historia,


es el lugar del úl�mo campamento, cuando vivían en libertad, allí se
realiza el pacto con el gobierno y las parcialidades mocovíes al man-
do de Mariano Salteño se reducen luego en el Cantón San Mar�n. En
los discursos aparecen referencias al momento en que los caciques se
reducen o se entregan como dijo Alfredo Salteño. También surgen las
primeras referencias al Cantón, relacionadas además al momento del
traslado al actual asentamiento:

César: Entonces eh... Colonia Dolores �ene que haber sido una
de las, digamos, tribus que estaban asentadas acá, porque cuan-
do se traslada de San Mar�n para allá, un poco más para allá, y
otros creo que se suman a los que habían asentados acá, que no
quisieron seguir para allá y se quedaron acá porque yo creo que
esto ya estaba cuando San Mar�n Viejo, cuando ya el Cantón
se... eh.
Dorita: Se trasladó.
Referenciar la propia historia permi�ó la puesta en común de
relatos sobre personas y situaciones representa�vas de la comunidad.
Ubicamos en un mapa dónde cada uno había nacido, dónde habían
nacido y vivido sus papás y abuelos; los movimientos que había tenido
el Pueblo Mocoví; cómo habían llegado a Colonia Dolores y las diferen-
tes migraciones. Surgieron en el discurso importantes referencias a la
historia de la Comunidad.

158
Segundo taller

Este taller se realizó en la Casa Mocoví el 30 de julio del 2010.


Par�ciparon Silverio Salteño, Elsa Guanca, César Coria, Dora Salteño,
Miriam Gómez, Alfredo Salteño y Patricio Gómez de la comunidad y
del equipo del proyecto Paola Albornoz e Irene Dosztal. El taller fue
coordinado por Ma. Soledad Goros�aga y Paula del Rio.
El taller comenzó con la exposición de lo que habíamos realizado
en el encuentro anterior, sobre qué cosas habíamos trabajado. Luego
presentaron las personas que no habían estado en el primer taller.
Se propuso como consigna del taller: “¿Cómo se vivía antes y
cómo se vive ahora?” con el obje�vo de encontrar un nexo entre el
pasado y el presente a par�r de aquello que los iden�fica.
En este espacio, vuelve a surgir la úl�ma rebelión –referenciada
como úl�mo malón– en el contexto de las presentaciones, al con�nuar
con la dinámica “¿Quién soy?” Luego en los relatos comienza a apare-
cer el tema de los orígenes, silenciados durante décadas y que en los
úl�mos años se trata de rescatar:

“yo soy Miriam, este.., soy nacida acá, mi papá también era co-
rren�no mi mamá era descendiente mocoví este... mi abuelo era
Santos Migraní que falleció en el, lo mataron en el primer malón
allá en San Javier y vivía allá en el campo, donde anduvimos ayer
caminando, a 5 o 6 km de acá vivían ellos, tenían su rancho, uno
en una esquina y otro en un montecito así, vivían, eran todas fa-
milias vivían ahí así que y después de ahí, hasta que conocieron
a mi papá vinimos a vivir acá en el pueblo, no, se fueron a Penca
ellos después a Colonia Silva y de Colonia Silva vinieron a Colonia
Dolores y después yo nací acá (…) allá en la úl�ma casita de la
salida, ¿detrás de Dorita? Por donde se sale para, bueno ahí, ahí
ya nací yo ahí, así que.., y somos 13 hermanos y hay todos dis-
persos por todos lados (se ríe) y voy a quedar siempre acá, si yo
nunca me fui (…) en mi casa no se hablaba de que mi mamá era
descendiente mocoví, será porque eran discriminados digo yo,
pienso, porque, ella, ella nunca jamás ella nos dijo, después yo
de grande encontré un libro y encontré la historia y de ahí que mi
bisabuelo era, este.., bien mocoví porque él estuvo en el úl�mo
malón y después yo de grande me enteré ya recién por el apellido
y todo eso de ella sí, que es Migraní, con acento en la úl�ma i, todo

159
eso de ahí nos enteramos que, que este mocoví es descendiente
de mocoví y la mamá de ella si era, ya ahí después era cruzada el
padre de ella no era mocoví, pero después tengo algunos �os si,
si eran bien, se les notaba todo que eran descendientes de mocoví
por las facciones de la cara todo” (Miriam Gómez).

Dora hace referencia a que por un �empo no se dio importan-


cia a la historia de la comunidad, a lo que contaban los abuelos, un
�empo en el que no se hablaba acerca de los orígenes, como tam-
bién dice César:

“(…) porque decíamos que antes no nos llamaba la atención lo


del pasado, de escribir las cosas que nos contaban los abuelos,
nadie viste, a par�r de esto de querer rescatar lo que fue y cómo
fue como parte de la historia entonces (...) sino nada, a lo mejor
veíamos un pedazo de cacharro por ahí, alguna cosa del pasa-
do que alguien traía, no, no le dábamos importancia o el valor”
(Dora Salteño).

“(…) mi abuela vino del úl�mo malón porque vino de la zona de


Helvecia con otra hermana pero ellas jamás hablaron de eso,
por ahí hablaban con sus hijos sobre la matanza, decían pero
uno entendía, yo siempre supe entender el idioma mocoví y bue-
no escuchaba de la matanza que ellos se referían pero de ahí no
daban detalles tampoco, era como que” (César Coria).

En el taller se habló sobre la vida, cuando ellos eran chicos:

“ En la escuela había dos turnos, en la escuela había de mañana


y de tarde los más grandes, a lo mejor de cuarto a sexto iban
de tarde, digo de mañana y los más chiquitos de primer grado
a tercero a la tarde, entonces nosotros cuando éramos chicos,
cuando salíamos de la escuela a la tardecita, llegábamos a casa
y ya empezábamos a buscar la bolsa esa de arpillera, que era la
bolsa de semillas de lino, abierta así ya estaba preparada ya y
salíamos, yo y Feliciano salíamos de aquella punta, de allá ve-
níamos, lo buscábamos a los hijos de Cornelio que eran dos...
después para allá estaban este... Cipriano y el otro... que vive
todavía y de ahí para más abajo allá... seis o siete nos juntába-
mos, íbamos con dos perros cada familia, nos íbamos al bajo allá

160
donde �ene la ladrillería este... y había unos carquejales altos
así, viejos y nuevos, entonces la carqueja vieja, cuando ya esta
vieja se seca y deja un tallo así grueso y queda todo ahí, este..., y
se expande y después el otro brota así el carquejal así, sabía es-
tar lleno de cuis, entonces nosotros con unas ganas de llegar allá
con los perros y empezaban a correr entre los pastos y nosotros
a reírnos y cazar, a lo mejor agarrábamos 4 o 5 cada uno y des-
pués juntábamos la leña, el mazo así y lo traíamos en la cabeza
y 4 o 5 cuis cada uno y cuando llegábamos al pa�o de casa ya
estaba el fuego hecho ya, calentando agua la mamá o el papá o
el �o si estaba, calentando agua para pelar los cuis y los pelaban
y hacían alguna comida con eso y a la noche nos acostábamos a
dormir tranquilamente, como dice Miriam sin lavarnos la cara ni
las manos” (Alfredo Salteño).

“(…) el cuaderno nuestro era la hoja para envolver azúcar, ese


papel blanco viste, tres hojitas, al salir de la escuela viste, salía-
mos así contentos con el cuaderno (risas)” (Patricio Gómez).

Y con el recuerdo de cómo se vivía se remontaron más atrás, al


�empo de los abuelos y bisabuelos y surgió en el discurso la presencia
de los franciscanos y los militares, allá en el Cantón. Y también cómo
era antes de todo esto, cuando eran libres:

“(...) todo eso si siempre digo es parte de nuestra cultura de


nuestra forma de vida, pero yo siempre digo cuando recién los
tomaron que los empezaron y les dijeron que los iban a civilizar
le prome�eron un montón de cosas, ¿no? los franciscanos y los
militares que estaban, este…, dijeron que los iban a civilizar que
iban a dar campo, lecheras, herramientas y que se yo para que
la gente trabaje pero resulta que el indígena era libre, tenía esa
libertad, ya lo traía quien sabe desde antaño desde �empos in-
memoriales, este.., lo traían eso adentro en la sangre que eran
libres, tenían las frutas de los montes tenían el pescado en los
ríos, tenían en los montes todo lo que, eh, los bichos para cazar
para comer, entonces ellos, no había comisaría, no había alma-
cén, no había nada y no había papeles, no había nada, entonces
ellos vivían en libertad” (Alfredo Salteño).
“(…) y bueno ahora yo creo que nos acostumbramos, porque no-

161
sotros vemos nuestros antecesores y si era cierto y te digo más,
hablábamos hoy del asentamiento charrúa que hubo acá en,
¿cómo es? En el Cantón, y hay una parte de los Charrúas que eran
los Minuanes, ellos murieron libres, no quedó ni uno pero jamás
los pudieron someter, murieron libres, murieron todos, los mata-
ron, los exterminaron pero eran libres, siempre fueron libres, no
tuvieron some�miento o sea que, y bueno el Mocoví, lo que yo
hoy te mostraba, cuando hablaba del cantón Belgrano, que eran
nuestros propios hermanos los que estaban uniformados para ir
a cazar a otros y eso pasó siempre, el Mocoví es di�cil de contro-
lar, de dominar, por el hecho de que fue el creador del ataque en
guerrilla, el ataque sorpresivo (...) desaparecer y cuando todo se
tranquilizaba y los soldados militares seguían marchando, volvía
otro ataque y así, entonces ellos conocían todos los secretos del
monte pero qué pasaba, siempre había uno que les iba enseñan-
do a los otros, ojo que la estrategia es ésta, se hace así, se hace
así, se hace así, cuando llegan a un lugar (...) va a pasar así y así.
Entonces siempre hubo ese, digamos esa manera, esa manera de
llevarse a uno para que le enseñe, con engaños, con promesas.
Pero si no era di�cil, fue di�cil…” (César Coria).

En el taller se escucharon relatos sobre la infancia; las cosas que


hacían; a qué jugaban; cómo era la vida antes; qué recordaban de sus
abuelos. Qué implica para ellos ser mocoví, qué cosas son diferentes
ahora, qué cosas cambiaron. Tal como en los talleres con los niños y los
jóvenes se habló sobre los recuerdos que son importantes para ellos
y para la comunidad, aquellas cosas que forman parte de su legado
cultural y que hoy se proponen rescatar para ellos, los jóvenes y las
próximas generaciones y para toda la sociedad.

Talleres del Consejo de Ancianos

Primer taller

Este taller se realizó el 16 de abril del 2010 y en la Casa Mocoví.


Par�ciparon del Consejo de Ancianos: Alfredo Salteño, Ramona Matolí,
Juan Guanca, Patricio Gómez, María Eufemia López, Delfino Naci�quí,
Lorenzo Catorí. Además participó de la comunidad Dora Salteño y
César Coria y del equipo del proyecto Lucía Rangone y Gerardo Fabricius.
El taller fue coordinado por Ma. Soledad Goros�aga y Paula del Rio.

162
Comenzó con la exposición del proyecto, como en todos los es-
pacios de taller contamos sobre la propuesta de trabajo. Luego se rea-
lizó la dinámica de presentación “¿quién soy?”.
Se propuso una segunda consigna para el taller: “¿dónde nací?,
¿dónde nacieron mis padres?”, con el obje�vo de historizar el origen.
Los abuelos contaron sus historias, contaron sobre los que ya
no están más y sobre los que migraron a otros pueblos y ciudades. Ha-
blaron de su lengua, ellos la hablan pero en general la generación que
sigue sólo la en�ende.

“Eh… tengo muchos hermanos pero están afuera, están Rosa-


rio, están Bombal, Venado Tuerto están todos desparramados.
Yo estoy acá solo con una hermana mía y… nací acá, papá y mi
mamá murieron, todos… todos murieron, quedamos los herma-
nos nomás, nosotros nos quedamos… y siempre, siempre vengo
acá. Yo estaba Buenos Aires, me fui de acá cuando era chico,
volví casi treinta años volví. Hace poco que vivo y siempre me
acuerdo, (…) murió mi señora allá y me vine, vendí la casa allá y
estoy acá. Y ahora hablamos entre nosotros acá, paisanos mo-
coví (…) pero yo estaba olvidando todo el idioma de nosotros y
ahora volví a hablar de golpe” (Juan Guanca).

“(…) hay que contar la familia. Yo me llamo Delfino Naci�quí, mi


madre Aurelia, Aurelia Naci�quí, y la abuela Griselda Naci�quí.
Y después todos los demás, las �as son Fermina, Josefa y Ma-
cedonio Naci�quí. Después está Fernando, Mauricio; Bernardino
y Edelino. Quedamos los primos hermanos Mauricio, la Fermina
después la Delfina. Hay un primo hermano que está acá todavía
que vive Emilio Naci�quí. Nos estamos quedando los dos no más,
toda la familia ya se fue, todo, nos dejaron solos. Y hay una prima
hermana que está en Buenos Aires. Todos mocoví eran, en cas�lla
no hablaban, no, todo en idioma de ellos. Tengo hijos grandes no
hablan pero comprenden lo que digo” (Delfino Naci�quí).

“(…) y la mayoría dejamos de hablar cuando empezamos a ir a la


escuela, ahí dejamos de hablar” (Patricio Gómez).

“(…) tengo unos cuantos hermanos, no los puedo nombrar son


muchos, se fueron de acá por falta de trabajo” (Lorenzo Catorí).

163
También hablaron sobre sus abuelos y sobre el legado cultural
que ellos les dejaron. Hoy son ellos quienes lo transmiten oralmente,
como lo hace Delfino al referir a la historia del traslado, cuando de-
jaron El Ombusal y se asentaron a unos kilómetros al Norte, actual
emplazamiento del Pueblo de Colonia Dolores.

“(…) como me contaba la finada de mi abuela, eran cuando ha-


bía dos, un viejo y una vieja que estaban en contra los dos, los
dos eran brujos, aha, se �raban en contra, bueno la vieja esa, la
que trabajó con la serpiente, ese era el poder de ella, aha, y �ro
un carretel en la orilla del pueblo, en el agua, el carretel que es-
taba embardunado con sangre, todo alrededor del pueblo, por-
que en el pueblo estaba el arroyo, si, aha, y bueno la serpiente
ha ido cortando la �erra por dónde va el hilo y el agua iba lejos
por detrás de él, aha, y bueno el brujo ese el otro cuando sin-
�ó que la… la bruja esa lo despertó bastante, aha, y salvó unos
cuantos, sacó unos cuantos, pero unos cuantos quedaron abajo,
cuando llegó, la serpiente llegó en el agua y bueno los hundió en
la �erra, así contaba mi abuela.” (Delfino Naci�quí).

Este relato representa al momento del abandono del lugar de la


primera fundación, sobre las orillas del arroyo Cayastá, dónde se levan-
tó el Cantón San Mar�n. Cons�tuye un hito fundamental de la historia
de esta comunidad. Pero también se cuentan otras historias que han
quedado fuertemente marcadas en la memoria.

“(…) yo nunca le quise escuchar a la finada cuando contaba, y


ahora me hace falta para contar, aha. No le quería hacer caso
cuando contaba así, aha, si. Y un poco de historia de San Javier,
me han contado, que se mataban los aborígenes. Muchos dis-
pararon para el norte otros se vinieron para este lado, aha. Mi
abuela Griselda Naci�quí y la madre Anita Naci�quí, y Aurelia
Malaquía y doña Amalia Matolí y doña Petronita Coria, eso, esas
viejitas dispararon de allá cuando se mataban. Cruzaron mon-
tes, cañadas con agua, vinieron las pa�tas de espinas cruzaban
montes, vinieron disparando de allá, se salvaron porque vinieron
para este lado, sí. (…) había wichí, había toba, había mocoví,
había cuatro o cinco clases de personas. Ahí llegó el ejército y se
mataban, muchos mataron ellos y mucho ejército. Yo fui a ver
las cruces de los caciques, cuatro caciques murieron ahí. (…) muy

164
triste la historia, nos han matado nuestras familias (…) cortan
ese árbol, no es cierto, que era el tronco. Queda el brote, des-
pués somos nosotros. Cuando cortan ese… retoña esa, cortan el
tronco ese y brota, somos nosotros.” (Delfino Naci�quí).

Historias como ésta que cuentan sobre la guerra, la muerte, la


lucha y también la supervivencia, no sólo material sino de aquella que
es cultural y que refiere a la iden�dad, la iden�dad como pueblos ori-
ginarios, que ha sido golpeada y silenciada pero como el viejo Ombú,
surge y brota, no se pierde. Contaron la historia de su Comunidad y
también compar�eron historias de vida.

“(…) del ombusal hasta el norte, de ahí vivían los aborígenes,


eran los campamentos que hacen la cerámica con hornos, debe
ser que buscaban la orilla de los ríos. El alimento lo tenía ahí el
pescado, el carpincho, las nutrias, vivían de eso” (Juan Guanca).

“(…) ella contaba yo no le hacía caso, era chica quería jugar, las
chicas venían a buscarme y me iba a jugar. Mi abuela contaba y
yo no le hacía caso” (María Eufemia López).

“(…) mi abuela y mi abuelo eran de allá. Como decíamos hoy Ma-


riano Salteño y Valen�n Teo�, José, este.., los apellidos están por-
que ellos entraron por allá, claro murieron acá. Mariano Salteño
murió acá, pero él fue bau�zado acá en el for�n Belgrano, por ahí
cuando bajaron de la laguna La Blanca, bajaron para el sur, así
esto hasta for�n Belgrano. Los for�nes estaban todos en línea,
hasta el Cantón San Mar�n, entonces de ahí los venían trayendo
para acá así que… Y esto fue en el año 1869. Vivieron en San
Mar�n Viejo y de ahí pasaron para acá. Y los apellidos también
que están en los planos están en San Mar�n Viejo, dueños de los
terrenos de allá, algunos están acá también” (Alfredo Salteño).

“(…) cuando salíamos de acá de Colonia Dolores, yo digo salía-


mos porque yo andaba, salían a la cosecha del maíz a veces iban
al monte primero después de ahí los venían a buscar los patro-
nes de más lejos, en una chata o �rado por caballos y los lleva-
ban por ejemplo a Pencas, a Moras iban mucho a La Blanca iban
mucha gente para allá y después Silva. (…) la cosecha tardaba

165
hasta tres meses porque... maíz todo, porque también se corta-
ba el girasol a mano” (Juan Guanca).

“(…) tenía nueve años hice el año completo. Después segundo


año, pase a segundo grado. (…) tres meses fui, el úl�mo año fui
20 días, pasé a tercero a mí me dieron el abecedario y ahí apren-
día a agarrar viaje, y todo lo que aprendí lo aprendí leyendo,
ese es el mejor estudio la lectura y conversar con gente grande”
(Patricio Gómez).

“(…) se cortó todo el trabajo, fuimos para hacheros en estos �em-


pos, en los tres cuatro meses de cortar el maíz, algunos están
más, vio. Yo una vez empecé 15 de febrero en Barrancas terminé
para el lado de Bombal, vine de vuelta el 3 de sep�embre recién
terminábamos la cosecha. Junté en cuatro partes, en Barrancas,
Alvarez, Reinal y después úl�mo fui a parar a Bombal. Cosecha
larga se hacía” (Patricio Gómez).

“(…) más o menos como seis meses estuvimos haciendo postes


de quebracho colorado, una vida dura, salimos de Gallareta a
las cinco de la mañana llegamos a las 9 de la noche al obraje,
cuantas horas de viaje en un carro, todo el día. Un hambre llega-
mos al bolichito consiguieron fiambre y no tenían pan (risas) no
había pan. En medio de los montes, no tenía pan, todas esas las
pasé. Había tábanos, ahí había de todo, víboras, (…) vivíamos en
esos obrajes de noche tendíamos esas lonas, uno no tenía miedo
de las víboras. (…) ponchos teníamos, mantas, donde trabajá-
bamos, yo sacaba tala viste, las víboras donde limpiás estaba
enroscada, siempre tuve suerte que no me picaran viste. (…) yo
estuve muchos años en Pérez, ahí al lado de Rosario. Estuve 15
años trabajando en los hornos de ladrillo. (…) es lindo contar la
historia de uno y escuchar la historia de otro también. Antes que
manera de andar, pero a ellos no les va a pasar porque es una
vida más fácil” (Patricio Gómez).

Los par�cipantes contaron como estaban conformadas sus fa-


milias; sobre las migraciones del pueblo mocoví; qué hacían cuando
eran chicos. Hablaron del Ombusal y la historia de los ancianos; de su
juventud y los trabajos que habían realizado.

166
Segundo taller

Este taller se realizó el 8 de junio del 2010 en la Casa Mocoví.


Par�ciparon Patricio Gómez, Lorenzo Catorí y Alfredo Salteño. Además
par�cipó de la comunidad Dora Palacios, César Coria y Elsa Guanca, y
del equipo del proyecto Barbara Magnabosco y María Soledad Goros-
�aga. El taller fue coordinado por Paula del Rio.

Se les propuso como consiga del taller: contar sobre la Fiesta del
30 de Agosto. Las preguntas disparadoras fueron: qué significado �ene

167
la fiesta, cómo se organiza, qué significan los rituales, desde cuándo
se realiza, quiénes par�cipan, cómo era antes y cómo es ahora, entre
otros detalles.

Construcciones de sen�do del taller

Sobre el significado de la fiesta:

“(…) como estaba explicando César, escrito y dicho en castella-


no, dice en las celebraciones realizadas acorde a la religión tra-
dicional mocoví esta fecha tenía un significado especial, dado
que marcaba el comienzo y fin de una etapa y en el interminable
círculo de la vida. Y la creación guiada por Q̈ota’a, Q̈ota’a es el
padre, el Dios padre poderoso ¿no? Y eso, no, como dice César
nosotros con el �empo fuimos inves�gando, este…, escuchando
a los mayores que es lo que decían, qué pensaban, lo que decían
ellos y en un principio parecía que estaba todo bien, porque lle-
gaba la fiesta y estábamos todos a la expecta�va de que eso iba
a empezar. Pero nunca nos pusimos a pensar el por qué del en-
cuentro, de la fiesta, del baile. Todo eso y había un mo�vo ¿no?
era lo que decía César el comienzo del año nuevo, el fin de un ci-
clo y el comienzo de otro, y que cuando uno se pone a pensar ese
mes de agosto cuando ya empieza a subir la savia de los árboles
y a brotar, a nacer los brotes ¿no?” (Alfredo Salteño).

La fiesta se remonta a �empos en los que el Pueblo Mocoví era


una nación libre y luego, con la incorporación a la nación Argen�na fue
sufriendo cambios, adaptándose a los nuevos contextos, rigiéndose
por el calendario occidental y las fiestas religiosas cris�anas.

“(…) el tema de la fiesta eso eran así, tenían la religiosidad mo-


coví y de otras razas, cada lugar festejaba a lo mejor no en la
misma fecha. Pero Colonia Dolores tenía, o a lo mejor la región
ésta tenía una fecha, así que (…) que eso era al principio del mo-
coví, principio tradicional desde que arrancaron ellos quien sabe
de qué �empo, que también tenían eso de que tenían que di-
ver�rse, que tenían una religiosidad que tenían. Que es lo que
dijo César también de que eso era una fiesta pagana, pero por
qué decían que era una fiesta pagana porque no les convenía

168
a los cris�anos que nosotros siguiéramos con eso. A veces yo
cues�ono un poco eso porque creo que hay muchas cosas que
están relacionadas con lo que dice la biblia por ejemplo cuando
te enseñan el cris�anismo como fue, como �ene que ser hoy. Y
el mocoví vivía también, vivía a su manera pero bien. Yo creo
que no estaba haciendo guerra con nadie, en el momento que
vinieron hicieron todo lo que quisieron. Entonces por eso ellos se
diver�an a lo mejor por ahí discu�an también pero no estaban
en guerra ni nada. Tenían una ley, un principio y estaban, como
dijo César, como parte de la naturaleza. Ellos se iban guiando,
este…, de acuerdo a como iba la naturaleza. Hablaban, cami-
naban, cazaban, hacían todo lo que corresponde hacer un ser
humano. Tenían que comer y para comer tenían que ir a cazar,
todas esas cosas así cuando tenían que diver�rse se diver�a. Yo
creo que eso los curas y los no curas también trataron de tapar
lo que era el aborigen para poder dominarlo, era una manera de
dominarlos.” (Alfredo Salteño).

Es así que el año Nuevo Mocoví es La Fiesta del 30 de Agosto y


Fiesta de Santa Rosa. Se celebra en esta comunidad con invitados de
otros lugares, muchos de ellos son miembros de la comunidad que
migraron por diversos mo�vos pero que man�enen sus vínculos en
Colonia Dolores. Esta concurrencia se man�ene desde que ellos �enen
memoria.

“(…) el 30 de agosto cuando empezaba ese día, acá un día antes


sacaban la Santa Rosa con el fuego y los tambores y otro. Y la
paseaban, pero después se iban a Crespo, y la llevaban. El día 30
a la tarde llegaban y ahí empezaban todo la fiesta y venía gente
de afuera, muchísima gente venía y cuando iban a Crespo tam-
bién toda la gente de acá se iba (…) abuelas, abuelos todos. Si
tenían su edad pero ellas iban siempre a acompañar a la virgen.
Y ahí empezaban, a las doce empezaban, el fes�val y bailaban
también, bailaban ese baile mocoví” (Lorenzo Catorí).

“(…) la can�dad de gente que había, de allá de aquella cuadra


estaba lleno de gente, carros y caballos en ese �empo no había
coches” (Patricio Gómez).

169
Entre los rituales que se realizan se destacan el Saludo a los Cua-
tro Vientos y el encendido del fuego.

“(…) uno es el saludo a los cuatro vientos y el otro es el encen-


dido del fuego que es el vínculo que hay entre una generación
y la otra, ¿no es cierto?, la relación que hay sería más o menos
lo mismo que entre él y los jóvenes. Nosotros tendríamos que
tener un fuego acá que es lo habitual, lo natural, lo normal en
el mocoví. Lo que ellos enseñan a los nietos siempre fue a la
noche, después de terminar la jornada, mientras tomábamos
mate, los chicos escuchando allí las conversaciones de la gente
mayor. Ahí van aprendiendo y se iban transmi�endo los hechos
que tal vez el papá del él o el abuelo de él le había contado,
esa es la transmisión oral que va quedando. Pero no hay nada
escrito.” (César Coria).

Una gran parte del taller consis�ó en relatar sobre cómo había
surgido la fiesta; cómo ellos se propusieron rescatar la ritualidad pro-
pia de la comunidad mocoví para esta fecha. Además la temá�ca de las
fiestas de la comunidad sirvió de disparador para habilitar que habla-
ran de ellos; de la historia de su comunidad; las “cosas borradas por el
blanco” y el vínculo co�diano con ellos.
La fiesta del 30 de agosto es uno de los acontecimientos más im-
portantes en esta comunidad, no obstante no formó parte de la mues-
tra inaugural del museo. Se prevé diseñar una exposición fotográfica
para la actualización de la muestra del museo, actualmente estamos
trabajando en ello.

A modo de conclusión

Intentamos transmi�r la experiencia de trabajo en talleres par-


�cipa�vos y exponer parte de las producciones y construcciones de
sen�do que surgieron en los discursos de los par�cipantes. En conjun-
to cons�tuyeron el punto de par�da para el diseño del guión museo-
gráfico, junto a los resultados de la inves�gación arqueológica y de las
fuentes documentales. En el recorrido por el museo se pueden apre-
ciar cómo muchos de los elementos que presentamos aquí se reflejan
de alguna manera en la muestra.

170
Por otra parte, de los talleres surgieron los ejes de trabajo con
los cuáles seguimos trabajando en los proyectos presentados en el ca-
pítulo 1 de este libro.

Bibliogra�a

BIANCHI, SILVIA. (2008). “El pozo” Un centro clandes�no de de-


tención, desaparición, tortura y muerte de personas de la ciudad de
Rosario, Argen�na. Antropología polí�ca del pasado reciente. Editorial
Prohistoria. Argen�na.
CANDAU, J. (2008). Memoria e iden�dad. Serie Antropológicas.
Ediciones del Sol, Buenos Aires.
LÉVI-STRAUSS, C. (1972). El Pensamiento Salvaje. Fondo de Cul-
tura Económica, México.
MORENO MACÍAS, M. (2000). “Acción social para la conserva-
ción del Patrimonio Cultural”. En Publicaciones El Correo del Restaura-
dor, nro. 6, España.
SAUTU, R. (2009) La construcción del marco teórico en la inves-
�gación cualita�va. En Inves�gación cualita�va en Ciencias Sociales,
Aldo Merlino (coord.). Cengage Learning, pp: 85-110, Buenos Aires.
VICTORI RAMOS, M. del C. (2004). “Lo oral en la encrucijada”.
En La oralidad: ¿ciencia o sabiduría popular? Compilación de Ana Vera
Estrada. Editorial Cátedra de Inves�gación y Desarrollo de la Cultura
Cubana Juan Marinello. Cuba.

Fuentes

DOCUMENTOS DE TRABAJO: Registro de audio de los Talleres


con la Comunidad de Colonia Dolores.

171
172
CAPÍTULO VII

UNA EXPERIENCIA DE TRABAJO CON LA COMUNIDAD MOCOVÍ.


A VECES LO QUE LEEMOS LO ESCRIBE OTRA GENTE Y A VECES LO
CONSTRUIMOS JUNTOS

María Soledad Goros�aga

173
174
“(…) ya somos parte de lo que está escrito, somos protagonistas
y esa es la idea, de tener un protagonismo, ser nosotros protago-
nistas ya que nosotros somos la historia ¿no? (…) poder ser noso-
tros quienes digamos lo que aprendimos, lo que nos pasaron de
boca a boca y poderlo contar, ya que siempre lo que leemos está
escrito por otra gente y esto lo estábamos escribiendo nosotros”.
(César Coria).

Introducción

Presentamos aquí el trabajo de traducción de los paneles del


museo de Colonia Dolores. No es la intención de este capítulo rea-
lizar un análisis teórico respecto de la traducción en sí misma, sino
hacer especial hincapié en el resultado del trabajo de campo llevado
a cabo.
Nos centraremos en los textos desde los cuales se par�ó y en los
que se construyeron colec�vamente a par�r de los talleres.

Un acercamiento a las diferencias. “Ser nosotros protagonistas ya


que nosotros somos la historia, ¿no?”

Es en y por el lenguaje que el hombre se cons�tuye como sujeto.


El lenguaje está en la naturaleza del hombre, es una facultad propia e
inmutable. Tiene como caracterís�cas ser inmaterial; ar�culado y su
funcionamiento simbólico. Es a través del lenguaje que el pensamiento
existe, y esto implica que el conocimiento del mundo está determina-
do por la expresión que el mismo recibe a través del lenguaje. Este,
entonces, reproduce el mundo some�éndolo a su propia organización

175
y es a través de las lenguas, que son par�culares y variables, que lo ve-
mos plasmado (Benveniste, 1977).
La lengua reproduce la realidad, la misma no es está�ca e igual
para todos. Los sujetos la perciben a par�r de su propia subje�vidad,
enunciando a través del discurso un conjunto de valores que los cons-
�tuyen como tales, que los vinculan con el resto del grupo y los dife-
rencia de otros.
Cada lengua �ene entonces una forma de manifestarse, expre-
sando así la cosmovisión que �ene el grupo al que pertenece. En lo
profundo, evidencia la forma de ver el mundo, las nociones de bien-
mal y vida-muerte, entendidas como conceptos fundantes. No todas
las comunidades lingüís�cas �enen las mismas ideas. La realidad se
percibe, se organiza y se conceptualiza de manera diferente en cada
una de ellas.
Conversación entre Alfredo Salteño y Soledad:

“(…) yo también leía eh… todo lo que estaba escrito en castella-


no, y que desde ahí yo también decía eh… nuestro pensamiento
como sea pensamiento indígena, ¿no es cierto? originario, no sé
cómo quieras llamarle, que como el castellano lo va acomodan-
do, ar�culando, ¿no es cierto? las cosas a su manera (…) no como
piensa, o como te enseñan a veces. Porque no �enen en cuenta
de que yo estoy pensando de otra manera y tomo las cosas así,
¿verdad? Uno las piensa, se da cuenta que son así pero no es,
no es todo, porque en mocoví a veces salen cosas que parece
que fueran más profundas (…) más profundas que salen de muy
adentro desde la �erra, ¿no es cierto? desde todo el ambiente,
desde todo a donde uno vive.” (Alfredo Salteño).

Dice Benveniste, el que habla hace renacer por su discurso el


acontecimiento y su experiencia del mismo, el que oye capta el discur-
so y a través de éste el acontecimiento. En el ejercicio del lenguaje, in-
tercambio y diálogo, el acto de discurso �ene una doble función: para
el hablante representa la realidad y para el oyente la recrea. Esto hace
del lenguaje el instrumento mismo de la comunicación intersubje�va.

“El lenguaje representa la facultad de simbolizar. (…) la facultad


de representar lo real por un ´signo´ y de comprender el ´signo´
como representante de lo real” (Benveniste, 1977:27).

176
El signo �ene existencia en el uso de la lengua, ésta se trans-
forma entonces en un sistema de signos. Estos �enen dos funciones
lingüís�cas fundamentales: la de significar, para la semió�ca, y la de
comunicar, para la semán�ca.
Significar es poseer sen�do. El signo es recibido como dotado
de significación en la comunidad de aquellos que prac�can una misma
lengua, y la totalidad de estos signos forma la totalidad de la misma.
La expresión semán�ca por excelencia es la frase, cuyo sen�do
es la idea que se quiere expresar. La frase es percibida y comprendida
globalmente, su forma se ob�ene disociando el enunciado, lo cual nos
permite encontrar las unidades semán�cas: las palabras. Las palabras
cons�tuyen los instrumentos de la expresión semán�ca y son, mate-
rialmente, los signos. El mensaje que se transmite a través de la frase
es definido, delimitado y organizado por mediación de las palabras; y
el sen�do de estas úl�mas es determinado por relación con el contex-
to de situación (Benveniste, 1977).

El significado como eje de la traducción. “Ya somos parte de lo que


está escrito”

En la traducción, el significado del texto �ene prioridad por so-


bre la manera o forma en que esté escrito. Traducir se trata entonces
de generar un nuevo texto en otra lengua, en este caso del castellano
al mocoví, respetando el significado que el mismo tenía en la lengua
original (castellano) pero expresándolo de la forma que naturalmente
tendría en la otra lengua (mocoví).
Cada lengua �ene una manera par�cular de comunicar y está
enmarcada en un contexto cultural. Se trata entonces de traducir el
sen�do del texto, tomando las formas grama�cales y las palabras que
u�lizaría naturalmente la lengua en que se traduce, y respetando el
modo par�cular de expresión de la misma (Larson, 1989):

“La traducción consiste en trasladar sin distorsiones el significa-


do de la lengua de origen a la lengua de recepción. Eso se logra
pasando de la forma de una lengua a la de una segunda por vía
de la estructura semán�ca. Lo que se transmite es el significado,
que debe mantenerse sin distorsiones.” (Larson, 1989:3).

Lo que cambia entonces en el acto de la traducción es la for-


ma de decir. No se reemplazan palabras de una lengua de origen por

177
otras de una lengua receptora, la traducción no es literal, no es palabra
por palabra (Larson, 1989). Lo que se transmite en este proceso es el
significado, la idea que se quiere contar. Se debe entonces analizar el
texto para poder comprender qué es lo que se quiere transmi�r en la
lengua de origen y buscar la manera en que naturalmente lo haría la
lengua receptora, tratando de mantener la dinámica del texto original
y teniendo en cuenta hacia quiénes está dirigido.
Las palabras de una lengua, a veces, pueden parecer que guar-
dan coincidencia con las de otra, pero no necesariamente evocan lo
mismo en la mente de sus hablantes debido a la diferencia de los obje-
tos culturales a que refieren. Una palabra no �ene el mismo significado
que su palabra equivalente en otra lengua. En cada lengua, un área
determinada de la realidad o de la experiencia se segmenta y se rotula
de manera diferente, y es necesario encontrar la palabra o frase que
mejor represente el término de la lengua original (Larson, 1989).
En los paneles del museo de Colonia Dolores hay palabras que
se escribieron solamente en castellano, ya que la idea a que refieren
no �ene traducción por no ser parte de la lengua mocoví.
Conversación entre Cesar y Soledad referida a la palabra mapa:

“(…) claro no, no, no marca un límite ya que nunca, como diría,
fue dividido o vivió en territorio dividido eh… en sus principios
siempre fueron libres, el territorio era de todos y este es el men-
saje que nosotros también damos, que es de todos, por ahí sí
ustedes son los dueños de la �erra no nosotros, pertenecemos a
la �erra por eso decimos que no, no somos dueños ni de esto ni
siquiera sabemos cuando estemos en el cementerio si vamos a
tener un lugar, que se yo. Entonces por eso para nosotros mapa
no �ene nombre, o sea no, nunca tuvo sen�do para nosotros
tampoco, o sea no, no tenía significado por el hecho que nues-
tros ancestros eran de toda la �erra no de un sector, no de un
pedazo de �erra, de acá para allá es otra nación, no. Tenía su
sector por supuesto, como nación mocoví estaban un poco más
al norte, en fin todas las dis�ntas tribus pero el territorio era de
todos” (César Coria).

La falta de coincidencia entre los significados de las palabras de


cada una de las lenguas trabajadas puede cons�tuir el mayor reto a la
hora de traducir. Es necesario encontrar la forma de transmi�r el signi-

178
ficado de la lengua original a la lengua receptora. Sin embargo, es una
posibilidad que las dos lenguas tengan diferentes maneras de agrupar
y clasificar su inventario léxico (Larson, 1989):

“Los hablantes de una lengua saben el sen�do de una palabra


debido a su interacción con la COSA, el EVENTO o el ATRIBUTO a
que se refiere la palabra” (Larson, 1989:119).

El trabajo de traducción implica la comprensión de que, si bien


en la concepción del mundo de ambas lenguas pueden exis�r las mis-
mas cosas, no necesariamente existe correspondencia entre los sis-
temas de referencia en cada una de ellas. En el acto de traducir hay
que seleccionar cuidadosamente los términos a u�lizar, respetando los
componentes de significado a los que refiere el texto. Es importante no
perder de vista que la lengua recrea una manera de ver el mundo, que
es expresada a través de prác�cas culturales que refieren a la cosmovi-
sión propia de cada grupo.

Propuesta y metodología de trabajo. “Poder ser nosotros quienes


digamos lo que aprendimos”

Para el museo de Colonia Dolores se crearon nueve paneles cu-


yos textos están escritos en castellano y en mocoví, respondiendo a la
propuesta surgida en el equipo de trabajo. Para ello se trabajó en la
traducción durante tres días, u�lizando la dinámica de talleres, ya que
entendemos que el proceso de construcción de conocimiento debe ser
colec�vo. El grupo de trabajo estuvo conformado por integrantes del
proyecto: María Soledad Goros�aga y parte de la comunidad: Alfredo
Salteño, César Coria, Dora Palacios. Se sumaron en algunas instancias:
Patricio Gómez, Silverio Salteño, Verónica Catorí, Dora Salteño y Paula
del Rio.
Se trabajó a par�r de la lectura colec�va de los textos con el
fin de comprender la información que el texto original contenía. En
primer lugar se leyó cada párrafo con la intención de comprender la
idea global y se discu�ó respecto de qué era lo que quería comunicar.
Luego se analizaron las frases y palabras de cada uno de ellos, tratando
de iden�ficar el sen�do que tenían en ese texto.
Después de haber traducido cada párrafo al Mocoví se hizo el
ejercicio inverso, es decir se tradujo el párrafo que estaba en mocoví

179
nuevamente al castellano. Pudimos observar que la nueva traducción
generaba un texto diferente al original.
A con�nuación haremos una descripción de los paneles. Deta-
llaremos los �tulos generales y sub�tulos de cada parte, los textos en
castellano de los que se par�ó y los textos que se construyeron en mo-
coví, a par�r del proceso de traducción. Incluiremos además, la traduc-
ción generada posteriormente desde el texto en mocoví al castellano.

Traducción de los paneles


Panel nº 1
Título general: “El Gran Chaco” en mocoví se traduce “Na laa’ late’güé
Chaco”.
Primer Sub�tulo: “Pueblos originarios” en mocoví se traduce “Q � obo’
ni’ík abajq̈a”

Texto en castellano:

Desde �empos inmemoriales la �erra del con�nente americano


ha estado poblada por numerosas naciones, algunas agriculto-
ras pero la mayoría eran pueblos de cazadores, recolectores y
pescadores.

A par�r de este texto se generó en mocoví el siguiente:

Nallaq̈a ca q̈obo’ quenáǰo netalec ca g̈oikipi a’vie kuá danag̈anak,


qam paguec cuantaré, neparag̈ana repalag̈antapé na o� alá q̈oen
na nainag̈anak.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“Tiempos pasados Nallaq̈a ca, viste..., este…, parecido a este


�empos inmemoriales, porque decía uno Nallaq̈a ca (hace la mímica
de mucho �empo atrás con la mano) cuando estaba hablando así.
� obo’ ni’ík, nuestros antepasados, sería nuestras familias, que habi-
Q
taban acá netalec, que dice estaba sobre este lugar. Ca g̈oikipi que
eran muchos, ca g̈oikipi estamos hablando de un �empo pasado (...)
a’vie había, a’vie kuá danag̈anak había sembradores, qam paguec eh
o sea que…, pero, qam sería pero, paguec pero eran más, paguec pero
eran más aquellos, que este… neparag̈ana que cazaban, ¿no es cier-

180
to?, cuantaré, neparag̈ana dice aquellos que cazaban eran más, y los
que también dice repalag̈antapé na o� alá quiere decir que juntaban
los frutos del monte, eh…, y q̈oen también sería, los que fijaban, bah,
los pescadores, los que fijaban, ¿no es cierto? eran los pescadores.

Quedando por resultado final este texto:


Tiempos pasados, nuestras familias que habitaban acá sobre
este lugar, que eran muchos. Había sembradores, pero eran más aque-
llos que cazaban, juntaban los frutos del monte. También estaban los
que pescaban.

Segundo Sub�tulo: “Habitantes del Gran Chaco” en mocoví se traduce:


“La˘a’tekén lategüe’ chaco”.

Texto en castellano:

Habitaban esta región los Guaycurúes, entre los que encontra-


mos al pueblo Mocoví. Eran cazadores, recolectores y pescado-
res que se trasladaban a través de un amplio territorio. Vivían en
pequeños grupos familiares vinculados por una cultura ancestral
de tradición oral.

Cuando se realiza el trabajo de traducción el grupo que confor-


ma el taller, decide no repe�r que eran cazadores, recolectores y pes-
cadores porque considera que ya está indicado en el primer texto. Se
generó lo siguiente:

La˘a’tekén nantaré ’laba, cuantare’ Guaicurú kidí ialekesabó


Moq̈oit lase’. Iokota’m goik lecalek la˘ate’ kesaleikén di lomate’,
se naponta’ta’ na’güé ca nii’k ioq̈ololkekén kuá ni iarete’ kesalek
na ’laba iabat ladenag̈anag̈a �ojq̈aní.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“La˘a’tekén nantaré ’laba, cuantare’ Guaicurú kidí ialekesabó


Moq̈oit lase’. Habitaban estas �erras aquellos guaycurúes y entre
ellos, ialekesabó dicen Moq̈oit lase’, y entre ellos estaban los Mocoví.
Moq̈oit lase’ le decimos nosotros, de raza mocoví. Iokotam goik
lecalek dice cuándo yo estoy contando algo, Iokotam goik lecalek

181
la˘ate’ kesaleikén di lomaté dice porque era muy grande su lugar, su
territorio, este…, y ellos corrían o caminaban, lo caminaban al territorio
¿no es cierto?, este… lomate’ dice el lugar dice, kesaleikén que recorrían
ese lugar, esa región, abarca todo no es cierto. Y bueno después dice
allá se trasladaban, se naponta’ta’ na’güé ca nii’k quiere decir que
no estaban todos juntos, y ioq̈ololkekén que eran poquitos, kuá ni
iarete’ los que andaban juntos eran poquitos, ¿no es cierto?, kesalek
na ’laba iabat ladenag̈anag̈a �ojq̈aní, los que recorrían el territorio
tenían el mismo pensamiento, claro porque tenían… tenían el mismo
pensamiento, o sea que eran del mismo saber, de la misma sabiduría
que viene de lejos, de �empos inmemoriales, ancestral”.

Quedando por resultado final este texto:


Habitaban estas �erras aquellos Guaycurúes y entre ellos dicen
estaban los Mocoví. Le decimos nosotros, de raza mocoví. Era muy
grande su lugar, su territorio, y ellos corrían o caminaban, lo camina-
ban al territorio. El lugar que recorrían, esa región, abarca todo. Allá
se trasladaban, no estaban todos juntos, los que andaban juntos eran
poquitos. Los que recorrían el territorio tenían el mismo pensamiento,
eran del mismo saber, de la misma sabiduría que viene de lejos, de
�empos inmemoriales, es ancestral.

Panel nº 2
Título general “Los Hornitos” en mocoví se traduce “Katalag̈anaǰkoki”

Primera parte
Texto en castellano:

Los hornos son estructuras de �erra cocida caracterís�cas de la


cuenca del Río Salado y del paleo cauce del Paraná. Son cono-
cidos popularmente como “los hornitos”. Fueron cavados a par-
�r de la superficie del suelo hasta la profundidad que se puede
alcanzar con el brazo extendido. Tienen forma de vasija con un
pequeño cuello. Generalmente se presentan aislados aunque se
han registrado casos en que se encuentran agrupados más de
diez. La coloración de las paredes es rojiza y contrasta levemen-
te con el color gris claro o blanquecino del suelo.

182
A par�r de éste, se generó en mocoví el siguiente texto:

Katalag̈anaǰkí iabatken lo’gueteguet nounatag̈ak ’laba abiagaik


besa’ni da lemanag̈á lachegüé lo�biag̈aik iabateta dua besanï da
q̈og̈oik letaa’ lachegüé, lenag̈até katalag̈anaǰkoki.
Nouenatag̈agué, tomo’li’ lishiguiniken laduag̈a labá ka q̈om.
Ve quen cua q̈adata kam vieken. Cha’lónapontatá tog̈en lashik
na lavel asö iavat ka laleg̈agaiken lashik na la’ba.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“Katalag̈anaǰkíel hornito y iabatken parecido, lo’gueteguet


al mate, el hornito parecido al mate. Nounatag̈ak ’laba abiagaik
tierra quemada, sería hecha con barro, besa’ni da lemanag̈á,
eh, se encuentran sería, están, besa’ni allá en las costas, ¿no es
cierto?, lachegüé del río sería. Lotibiag̈aik río Salado, besa’ni da
lemanag̈á lachegüé, están ahí, están allá sobre el río sería, la costa
del río Salado. Iabateta dua besanï da q̈og̈oik son, iabateta pa-
recido, dua besanï (...), q̈og̈oik viejo, letaa’ lachegüé padre del
río, sería el Paraná. Lenag̈até katalag̈anaǰkoki llamados hornitos.
Nouenatag̈agué, tomo’li’ hecho un pocito, lishiguiniken la profun-
didad, laduag̈a el largo, labá el brazo, ka q̈om el brazo de la perso-
na sería, lishiguiniken es la profundidad, ¿no es cierto?, y el largo
laduag̈a labá ka q̈om, el largo del brazo de una persona. Ve quen
cua q̈adata a veces están solos, ¿no es cierto?, kam vieken pero
también, Cha’lónapontatá, que Cha’lónapontatá quiere decir que
hay muchos agrupados, tog̈en lashik na lavel asö iavat ka, no son
iguales al color de la tierra, laleg̈agaiken lashik na la’ba que no se
parece al color blanco de la tierra”.

Quedando por resultado final este texto:


El hornito parecido al mate, �erra quemada, hecha con barro.
Se encuentran, están allá en las costas del río Salado, y en el río viejo,
el padre del río. Los hornitos, se hace un pocito, de la profundidad el
largo del brazo de una persona. A veces están solos pero también hay
muchos agrupados, no son iguales al color de la �erra, no se parece al
color blanco de la �erra.

183
Segunda parte
Texto en castellano:

Los hornitos pudieron haber sido u�lizados para cocinar, man-


tener el fuego, hornear cerámica, etc. Cons�tuyen el molde ex-
terno de una excavación en la cual se produjo una combus�ón
de alta temperatura que compactó, calcinó y en algunos casos
agrietó el terreno circundante. Ocasionalmente se observan
marcas realizadas con algún instrumento durante la excavación
original y restos de carbón en el interior o en superficie. Se ma-
nifiestan como estructuras ovoidales de �erra cocida con altura
y diámetro máximo de 60 a 75 cm y una boca en la parte supe-
rior, de contorno circular de 30 a 70 cm.

A par�r de éste se generó en mocoví el siguiente texto:

Nagta’ken nua talag̈anaǰkokí labiǰq̈atag̈anaguie lai’ken nanaq̈e’


norek, nanaq̈e’ pa’íag̈á iabiag̈at. Beken ropoq̈ó na ’laba. A’bekén
req̈ote’ken ligue’ palaq̈ate’, li’iaganag̈ate’, q̈oen beken poq̈o lail,
kená. Label beken q̈oen betashim kenúa lail, nanaq̈e’ label netá
na logueteguet, na lishiǰshimá, na labá q̈om iabatetá lekaik label,
lekalek alap laduag̈a q̈o’gue iubirag̈ué loló palaq̈ate’.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:


“Nagta´ken dicen, ellos serían o decían, nua talag̈anaǰkokí
decían que los hornitos, labiǰq̈atag̈anaguie que eran para cocinar, o
quemar, o calcinar, eh… lai’ken nanaq̈e’ norek que era para el fuego
eso, lai’ken nanaq̈e’ norek era el lugar donde hacían el fuego, eso era.
Nanaq̈e’ pa’íag̈á o sea que el calor, iabiag̈at quemaba, el calor que-
maba. Beken ropoq̈ó na la’ba a veces se quemaba la �erra. A’bekén
req̈ote’ken, beken ropoq̈ó na la’ba a veces cuando quemaban se par�a
la �erra o se agrietaba la �erra. A’bekén a veces, req̈ote’ken a veces se
ven, ligue’ el paso sería de los dedos cuando…, dedo o li’iaganag̈ate’ el
instrumento que tenían para excavar li’iaganag̈ate’, q̈oen beken poq̈o
lail también había carbón, lail quiere decir que eran pedacitos, pedazo
de carbón, Label beken q̈oen betashim kenúa de la parte de aden-
tro, a veces arriba también sería kenúa lail, Label beken q̈oen a veces
también, betashim kenúa lail estaba sobre, afuera, alrededor, nanaq̈e’

184
label sería la parte de adentro, netá parecido, na logueteguet pareci-
do al mate, na lishiǰshimá la altura, na labá q̈om, na labá es el brazo,
iabatetá parecido, lekaik label es igual que la parte de adentro, label
es el interior, na labá q̈om iabatetá lekaik label la parte de adentro es
parecido o �ene la misma dimensión sería del brazo, la profundidad
sería, o también el ancho del lado de adentro, lekalek sería el ancho,
lekalek alap eso quiere decir el tamaño de la boca sería, laduag̈a es
el largo, pero laduag̈a q̈o’gue iubirag̈ué loló palaq̈ate’ desde el codo
hasta la punta de los dedos sería la boca, el ancho de la boca es del
largo del codo a la punta de los dedos”.

Quedando por resultado final este texto:


Ellos decían que los hornitos eran para cocinar o quemar, o cal-
cinar, que era para hacer el fuego. Era el lugar donde hacían el fuego,
que el calor quemaba, a veces se quemaba la �erra. A veces cuando
quemaban se par�a la �erra o se agrietaba. A veces se ve el paso de
los dedos, el instrumento que tenían para excavar. También había car-
bón, eran pedacitos en la parte de adentro, a veces arriba o afuera. Es
parecido al mate, la parte de adentro �ene la misma dimensión, sería,
del brazo, la profundidad también sería el largo del brazo, el ancho de
la boca es del largo del codo a la punta de los dedos.

Panel nº 3
Título general “Registro arqueológico asociado a si�os de hor-
nos” en mocoví se traduce “Najo velec lomaté kena raa’ nuantá
katalag̈anǰki”

Primera parte
Texto en castellano:

Aunque generalmente en el contexto de los hornos no se ha ha-


llado otro material arqueológico, en algunos casos se han encon-
trado restos de cerámica, fauna y lí�co alrededor de los mismos.
No obstante se ha excavado material al interior de los mismos.
En el si�o de hornitos “Laguna La Blanca” se registraron frag-
mentos de cerámica, entre ellos bordes con diferentes �pos de
decoración y pintura roja.

A par�r de éste se generó en Mocoví el siguiente texto:

185
Kená lomate’ nua katalag̈anaǰki abeken secá nanatag̈at abeken
a’vie iseguiak pe’nek, tag̈kí lail, q̈aril q̈oen.
Na loma’ katalag̈anaǰkokí “latogot lalea’gai” nanatq̈ate’ tag̈kí lail
na’menetá toc lashik.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:


“Kená lomate’ en el lugar, nua el lugar, nua katalag̈anaǰki en
el lugar de los hornitos, de los hornos, abeken se encuentran, o hay,
están, secá nanatag̈at que no se encuentra nada, pero abeken a’viea
veces sí, ¿no es cierto? y iseguiak pe’nek sería el resto de huesos de
fauna, iseguiak es el bicho salvaje, pe’nek es el hueso, iseguiak es el
bicho. Entonces, tag̈kí lail resto de cacharro, pedacito de cacharro, lail
es pedacito, tag̈kí viene a ser… nosotros le decimos tag̈kí también a un
jarrito para tomar agua, es un recipiente, q̈aril q̈oen piedras también.
Na loma’ katalag̈anaǰkokiel lugar de los hornitos latogot lalea’gai
es laguna Blanca, laguna La Blanca sería, nanatq̈ate’ tag̈kí lail se encuen-
tran restos de cacharros, tag̈kí ya sabemos que es recipiente y lail son peda-
citos. Na’menetá toc lashik pintado de rojo sería, o na’menetá decorado”.

Quedando por resultado final este texto:


En el lugar de los hornitos, a veces no se encuentra nada, pero a
veces sí, sería restos de huesos del bicho salvaje, pedacito de cacharro,
piedras también.
El lugar de los hornitos es Laguna Blanca, se encuentran pedaci-
tos de cacharros, pintados de rojo, decorados.

Segunda parte
Texto en castellano:

Entre el material lí�co asociado a si�os de hornos, en todo el


territorio argen�no, se han hallado mayormente hachas, bolas
de boleadoras, elementos de molienda y puntas de proyec�l.
En la provincia de Santa Fe los hallazgos de estos materiales son poco
frecuentes por la ausencia de canteras de piedra y generalmente
los fragmentos encontrados no evidencian procesos de transforma-
ción. Sin embargo en el contexto de un conjunto de tres hornos
hallados en el si�o “El Ombusal” se encontró una punta de flecha.

186
A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Nua lómate’ katalag̈anaǰki kená recoiag̈ala’ ’laba nanatq̈até,


q̈a’pé, q̈aril abiol, lo’gosó
Na raa’ nua nanatq̈ate seq̈og̈okipi ioq̈otaam, secá �mog̈osé.
Nua nanatq̈ate se iachag̈ane’, no’uenatagué q̈om di nakamblaisat
a’vie kidi lail duá katalag̈anaǰki nanatag̈at loló lo’gosó.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“Nua lómate’ katalag̈anaǰki acá en el lugar de los hornos,


kená recoiag̈ala’ ’laba donde nosotros pisamos, el territorio que pi-
samos kená recoiag̈ala’ ’laba el lugar a donde pisamos, ’laba �erra,
recoiag̈ala’ donde estamos pisando, kená acá, nanatq̈ate se encontra-
ron, q̈a’pé hacha, q̈aril piedra, abiol morteros.
Na raa’ nua nanatq̈ate en el territorio, en nuestro territorio se-
ría, lo que se encontró sería nanatq̈ate, seq̈og̈okipi no son muchos,
ioq̈otaam, secá �mog̈osé porque no hay ioq̈otaam, a causa de que no
hay montañas.
Nua nanatq̈ate lo que se encontraron, se iachag̈ane’ no mues-
tran como fueron, no’uenatagué trabajados, q̈om di nakamblaisat
a’vie kidi sin embargo en el ombusal había allí pedazos, kidi lail duá
katalag̈anaǰki nanatag̈at loló ahí se encontraron, al lado de los hor-
nos, lail dice cerca, alrededor, o cerca.”

Quedando por resultado final este texto:


Acá en el lugar de los hornos, donde nosotros pisamos, el terri-
torio que pisamos. Se encontraron hacha, piedra, morteros. En nues-
tro territorio lo que se encontró no son muchos, porque no hay monta-
ñas. Lo que se encontraron no muestran como fueron trabajados. Sin
embargo en El Ombusal había allí pedazos, ahí se encontraron, al lado
de los hornos, alrededor, o cerca.

Panel nº 4
Título general “Período Colonial” en mocoví se traduce “Kenaa’
nonite’ docoshí”

187
Primera parte
Texto en castellano:

Desde la llegada de los españoles al territorio americano se ini-


ció un proceso de colonización caracterizado por la conquista y
el exterminio de los pueblos originarios. Los pueblos del Gran
Chaco ofrecieron una fuerte resistencia por sus grandes dotes
guerreras lo cual impidió la penetración total del territorio.
La conquista laica fue acompañada por la evangelización de la
Iglesia católica que mayormente fue llevada a cabo por órdenes
jesuitas y franciscanas.

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Keka lubirag̈a na doq̈oshí kená late’güé recoiag̈ala’ ’laba kerelek


kena a’ shim iadalag̈ate na releag̈a, da ladenatagué naluaǰní
na’güé na nii’k la ate’ na ’laba, na q̈obo’ nii’k rapiguimsek kená
lodeagat Chaco nañog̈ote’ ioq̈otaam g̈oik ladenag̈anag̈a nku’a
secá q̈olonag̈a, bi�guiñó se ishite’ inogonró nouenralek na raa’.
Keka lubirag̈á ca doq̈oshi niareté cua pagyolq̈a’.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

Keka lubirag̈a la llegada, desde la llegada, na doq̈oshí es los que


vinieron de afuera, kená late’güé recoiag̈ala’ es el lugar donde pisamos
nosotros, el gran, acá late’güé es el grande, es todo el territorio,
recoiag̈ala’ ’laba donde nosotros pisamos, donde estamos, ’laba es la
�erra, kerelek quiere decir que empezaron, que arrancaron, kena a’
shim cuando quisieron, iadalag̈ate cambiar, nuestra vida nuestra forma
de ser, todo abarca todo. Da ladenatagué qué vinieron pensando ellos,
naluaǰní na’güé na nii’k con esa idea venían, la ate’ na ’laba, na q̈obo’
nii’k rapiguimsek kená estamos diciendo los que… nuestra gente, las
que vivían allá en el norte, lodeagat Chaco Gran Chaco, nañog̈ote’
hicieron fuerza, se levantaron en guerra, ioq̈otaam g̈oik ladenag̈anag̈a
nku’a y eran corajudos, secá q̈olonag̈a �enen miedo, bi�guiñó se
ishite’ inogonró nouenralek na raa’ como no pudieron entrar ellos se
quedaron, siguen todavía.
Keka lubirag̈á cuando llegaron, ca doq̈oshi los extranjeros,
niareté cua junto con ellos, pagyolq̈a’ los curas.

188
Quedando por resultado final este texto:
Desde la llegada, de los que vinieron de afuera, al lugar donde pisa-
mos nosotros, todo el territorio, la �erra. Empezaron, arrancaron cuando
quisieron cambiar nuestra vida, nuestra forma de ser, con esa idea venían.
Nuestra gente, las que vivían allá en el norte en el Gran Chaco, hicieron
fuerza, se levantaron en guerra. Y eran corajudos, y les tenían miedo.
Como no pudieron entrar ellos se quedaron, siguen todavía.
Cuando llegaron los extranjeros junto con ellos llegaron los curas.

Segunda parte
Texto en castellano:

En 1743, sobre las orillas del río San Javier, se fundó la reducción
jesuí�ca-mocoví y pocos años después llega el padre Florian
Pauke. Hacia 1767 momento de la expulsión de los jesuitas, la
reducción de San Francisco Javier contaba con una población de
alrededor de 1900 personas, una iglesia, una casa parroquial y
numerosas viviendas.

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Kenaa’ 1743 kidí lemanag̈á lachegüé “San Javier” kena a’ nouiǰni


na raa’ rapoitá, q̈obo’ jesuí�co-Moq̈oit. Kena a’ iapagrec ñagri
nubi’ pagyolek Florian Pauke. Kena a’ 1767 kená ioderabek
cuá pagyolq̈a’, ka nii’k labó “San Francisco Xavier” a’vé nii’k
nepetag̈anag̈á 1900 q̈ombripí, tamblaǰkí labó pagyolek, q̈oén
g̈oikipí labote’ Moq̈oit.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“Kenaa’ dice en 1743, kidí lemanag̈á allí en la orilla, lachegüé


dice del río San Javier, kena a’ nouiǰni cuando se pobló, cuando se
fundó kena a’ nouiǰni na raa’ rapoitá cuando se fundó y en el momento
que se… rapoitá es se juntaron, q̈obo’ dice nuestra gente, jesuí�co-
Moq̈oit como se dice que estaban unidos los jesuitas con los Moq̈oit
entonces al fundarse el pueblo eran todos una sola cosa los jesuitas y la
comunidad mocoví. Kena a’ iapagrec ñagri cuando pasaron los años,
o unos años sería lo mismo, ñagri es los años, iapagrec pasaron, nubi’
llegó, pagyolek el cura Florian Pauke. Kena a’ 1767 kená ioderabek

189
cuando en 1767, cuando lo echaron, ioderabek cuá pagyolq̈a’
cuando los expulsaron a los curas, ka nii’k labó “San Francisco Xavier”
aquí dice momento de expulsión de los jesuitas la reducción de San
Francisco Xavier, labó “San Francisco Xavier” a’vé nii’k nepetag̈anag̈á
no era justamente 1900 personas, alrededor dice nii’k nepetag̈anag̈á,
q̈ombripí aproximadamente, alrededor, tamblaǰkí labó pagyolek, q̈oén
g̈oikipí labote’ Moq̈oit una iglesia, una casa parroquial y numerosas
viviendas”.
Quedando por resultado final este texto:
En 1743 allí en la orilla del río San Javier, cuando se pobló, cuan-
do se fundó, y en el momento que se juntaron. Al fundarse el pueblo
eran todos una sola cosa, los jesuitas y la comunidad mocoví. Cuando
pasaron los años llegó el cura Florian Pauke. Los años pasaron llegó
1767 cuando los expulsaron, en el momento de expulsión de los jesui-
tas la reducción de San Francisco Xavier era justamente 1900 personas,
alrededor aproximadamente, y una iglesia, una casa parroquial y nu-
merosas viviendas.

Panel nº 5
Título general “For�nes y reducciones” en mocoví se traduce “La a’
nobataganaq̈ ieeq̈ q̈obo’ rhapo’ ”.

Primera parte

Texto en castellano:

Hacia finales del siglo XIX la frontera norte santafesina se pre-


sentaba como un espacio de conflicto entre el Estado-Nación y
los Pueblos Originarios que aún mantenían su libertad.
Los montes cercanos a la Laguna La Blanca fueron las �erras
donde se asentó el úl�mo campamento del Cacique Mariano
Salteño y su pueblo, antes de su some�miento.
Fue en 1869 cuando el cacique, frente a la solicitud del Padre
Hermete Constanzi, acepta rendirse al gobierno.

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

190
Kena a’ imeta’pe ñagrí 1800 kená rapiguim raa’ quetá nebel,
se nandentá, ka nesallag̈anek koen q̈obo’ nii’k ioq̈otam kanaq̈e
q̈obo’ nii’k se ialat leleag̈a.
Cua o�’ lesecalek latogot laleag̈ai kidí ’laba betalek ca lashi’ Ma-
riano Salteño ieq̈e ca’güe q̈obo’ nii’k, kena a’ saq̈alé na’denta’ ke
ka nesallag̈anek.
Kena’ 1869 ka lashi’ ka lashilag̈anat pagyolek Hermete Constanzi
asat lashi’ nadenerta’ ke ka nesallag̈anek.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“Kena a’ imeta’pe ñagrí cuando terminaban los años 1800, kená


rapiguim acá en el norte, raa’ nuestro lugar sería, quetá nebel seguía
el conflicto, para nosotros seguía un poco nebel la bronca, pero tam-
bién se en�ende que era el conflicto entre el gobierno y las comunida-
des. Se nandentá no se entendían, ka nesallag̈anek koen q̈obo’ nii’k el
gobierno y nuestra comunidad, ioq̈otam kanaq̈e porque…, q̈obo’ nii’k
nuestra gente nuestra familia nuestra comunidad, q̈obo’ nii’k se ialat
no dejaba su libertad, seguían con su forma de vida, leleag̈a no que-
rían perder sus costumbres, seguían siendo libres.
Cua o�’ los montes, lesecalek cercanos sería, latogot laleag̈ai
la laguna La Blanca, kidí ’laba betalek en ese lugar en esa �erra,
ca lashi’ estaba viviendo, betalek asentado, lashi’ el cacique Maria-
no Salteño, ieq̈e ca’güe q̈obo’ nii’k y toda su gente, kena a’ saq̈alé
na’denta’ cuando todavía no se entendían, o cuando todavía aún no
se habían entendido, ke ka nesallag̈anek con el Gobierno.
Kena’ 1869 ka lashi’ en el año 1869 el cacique, ka lashilag̈anat
por el pedido, pagyolek del cura Hermete Constanzi, asat acepta,
lashi’ nadenerta’ ke ka nesallag̈anek o sea que se entendió y acordó
con el gobierno”.

Quedando por resultado final este texto:

Cuando terminaban los años 1800, acá en el norte, en nuestro


lugar, seguía la bronca (se en�ende que era el conflicto entre el Go-
bierno y las Comunidades). No se entendían el gobierno y nuestra co-
munidad porque nuestra gente, nuestra familia, nuestra comunidad no
dejaba su libertad. Seguían con su forma de vida no querían perder sus
costumbres, querían la libertad, seguían siendo libres.

191
En los montes cercanos a la laguna La Blanca, en ese lugar en esa
�erra estaba viviendo, estaba asentado, el Cacique Mariano Salteño
y toda su gente. Cuando todavía aún no se habían entendido con el
gobierno.
En el año 1869 el Cacique por el pedido del cura Hermete
Constanzi acepta, o sea que se entendió y acordó con el gobierno.

Segunda parte

Texto en castellano:

El pueblo Mocoví, al mando del cacique Mariano Salteño, se


traslada una vez reducido al For�n fundado en 1867 con el nom-
bre de “Cayastá Viejo” y llamado a par�r de 1869 “Cantón San
Mar�n”. Más de quinientas personas llegan con Mariano Salteño,
además de las parcialidades de los caciques Valen�n Teo� y José
Manuel. Un año más tarde, en 1870, se crea la Misión Francis-
cana “Nuestra Señora de los Dolores” a cargo de los Padres
Bernardo Arana y Gerónimo Marche�.

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Ka q̈obo’ Moq̈oit kena nandenta ke ka nesallag̈anek kaa’güé ka


nii’k. Ka ká lashi’ q̈o’en, tare’güé de nobatag̈anaq̈ la a’ nouité kidí
ka ñag̈a 1867 lenag̈at “Cayastá q̈og̈oik”. Nadalag̈at lenag̈at kenaa’
1869 “Cantón San Mar�n”. Paguek 500 ka nii’k niiarete’ ke ka lashi’
Mariano, q̈o’en napontá ka liá q̈obo’ liaresak líia’ lashi’ Valen�n
Teo� ieq̈ José Manuel. Kena’a iapaguek ka ñag̈a 1870 nashim
Misión Franciscana “Nuestra Señora de los Dolores” kidí betalek
lenag̈ate’ cua pagyolq̈a Bernardo Arana ieq̈ Gerónimo Marche�.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:


“Ka q̈obo’ Moq̈oit acá estamos diciendo nuestro pueblo mocoví,
kena nandenta cuando se entendieron, ke ka nesallag̈anek con el Go-
bierno, kaa’güé ka nii’k toda su gente, o toda la gente, o toda la comu-
nidad en general. Ka ká lashi’ q̈o’en junto con el Cacique sería, kaa’güé
ka nii’k Ke ká lashi’ q̈o’en toda la comunidad junto con el Cacique,
tare’güé de nobatag̈anaq̈ la a’ se fueron al lugar a donde estaba… el
Cantón sería, nobatag̈anaq̈ era el ejército, nobatag̈anaq̈ la a’ el lugar

192
dónde estaba el Cantón, nouité kidí ka ñag̈a 1867, que habían llegado
en el año 1867 a ese lugar, lenag̈at “Cayastá q̈og̈oik” su nombre era
Cayastá. Nadalag̈at cambiaron, lenag̈at el nombre, kenaa’ 1869, en
el año 1869 “Cantón San Mar�n”. Paguek 500 ka nii’k eran más de
500, la can�dad de gente que andaban, niiarete’ juntos, ke ka lashi’
con el Cacique sería, Mariano, q̈o’ en napontá también se juntaron se
engancharon, ka liá q̈obo’ sería la otra parte, liaresak líia’ lashi’ dice
que andaban juntos, que eran que estaban bajo el mando también de
este Cacique que era lashi’ Valen�n Teo� ieq̈ y José Manuel. Kena’a
iapaguek ka ñag̈a pasó el año, o un año, 1870, nashim surgió, se creó
Misión Franciscana “Nuestra Señora de los Dolores”, kidí ahí, betalek
estaba, lenag̈ate’ a nombre, cua pagyolq̈a de los curas Bernardo Ara-
na ieq̈ y Gerónimo Marche�.

Quedando por resultado final este texto:


Nuestro pueblo mocoví, cuando se entendieron con el gobierno,
toda su gente junto con el Cacique se fueron al lugar a donde estaba
el Cantón. Habían llegado en el año 1867 a ese lugar, su nombre era
“Cayastá”. Se cambió el nombre en el año 1869 “Cantón San Mar�n”.
Eran más de 500 la can�dad de gente que andaban juntos con el Ca-
cique Mariano, también se juntaron la otra parte que estaban bajo el
mando de los Caciques Valen�n Teo� y José Manuel. Pasó el año 1870,
o un año, y surgió, se creó, la Misión Franciscana “Nuestra Señora de
los Dolores”. Ahí estaban a nombre de los curas Bernardo Arana y Ge-
rónimo Marche�.
Panel nº 6
Título general “El Ombusal” que en mocoví se traduce “Nakamblaisat”

Primera parte
Texto en castellano:
La memoria oral trasmi�da de generación en generación por los
descendientes del Pueblo Mocoví de Mariano Salteño ubica el
si�o del Cantón San Mar�n en un lugar conocido popularmente
como El Ombusal.
El si�o Histórico-Arqueológico “El Ombusal” se ubica en los dis-
tritos de Colonia Dolores y Colonia Silva sobre la confluencia de
los Arroyos Cayastá y Saladillo Amargo.

193
A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Cua laq̈atag̈anague cua rapiril ke ka reta’al ia q̈oq̈om Moq̈oit


labo� Mariano Salteño, nalek di loma’ de Cantón San Mar�n
lenag̈atken nakamblaisat.
Di loma’ ka q̈obo’ nanatq̈ate’ Nakamblaisat beta’ní labirní Colo-
nia Dolores ieq̈ Colonia Silva beta’gué lemanag̈a kidí natenerta’
lachegüé �mag̈araik ieq̈ lachegüé Cayastá.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:


“Cua laq̈atag̈anague lo que nos contaron, cua rapiril nuestros
abuelos, ke ka reta’al a nuestros padres, ia q̈oq̈om Moq̈oit y ellos a no-
sotros, nulabo� Mariano Salteño era la familia, o la generación, o la tri-
bu, nalekdi loma’ en un lugar conocido ubica el si�o poblaron ahí Cantón
San Mar�n, lenag̈atken nakamblaisat con el nombre de El Ombusal.
Di loma’ ka q̈obo’ el lugar donde estaban, nanatq̈ate’ que se
encontraban, Nakamblaisat el lugar era El Ombusal, beta’ní labirní
estaba en el medio de Colonia Dolores, ieq̈ y, Colonia Silva. Beta’gué
lemanag̈a estaban sobre la costa, kidí natenerta’ en la orilla. Y ahí se
encuentra lachegüé �mag̈araik con el arroyo Saladillo Amargo, ieq̈
y, lachegüé el Cayastá”.
Quedando por resultado final este texto:
Lo que nos contaron nuestros abuelos a nuestros padres y ellos
a nosotros. Mariano Salteño era la familia, o la generación, o la tribu,
en un lugar conocido, ubica el si�o, poblaron ahí Cantón San Mar�n
con el nombre de El Ombusal.
El lugar donde estaban, se encontraban, era el Ombusal. Estaba
en el medio de Colonia Dolores y Colonia Silva, estaban sobre la costa en
la orilla y ahí se encuentra con el arroyo Saladillo Amargo, y el Cayastá.

Segunda parte

Texto en castellano:

Los trabajos arqueológicos en el si�o “El Ombusal” comenzaron


en el 2009 en el marco de una inves�gación par�cipa�va entre
la Comunidad Aborigen Aim Mokoilek y la Universidad Nacional
de Rosario.

194
Se realizaron prospecciones y excavaciones, se han hallado ma-
teriales que dan cuenta de diferentes momentos de ocupación:
una punta de flecha asociada a tres hornitos; cerámica indígena;
restos de fauna que muestran marcas de cortes y cocción, un ce-
menterio indígena; lozas, vidrios y metales. Se ha encontrado un
botón correspondiente a un uniforme del ejército del momento
de avance de la línea de for�nes hacia la década de 1860, posi-
blemente del Cantón San Mar�n.

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Louenategue’ nimitag̈ana’ kidí lomá nakamblaisat kerelek kena’a


2009, notantata’na q̈obo’ Moq̈oilek. Aim Moq̈oilek ieq̈ Universi-
dad Nacional de Rosario.
Na nouenatq̈a iachag̈ané que kidí bio’ cuallá neraniken, lanatag̈ate’,
lo’ló lo’gosó. Bera’ni kidí q̈o’en a’bie katalanaǰki taǰkí lail louenatek
q̈obo’, iseguiak pe’naq̈a q̈akete’ nishinanq̈a na q̈obo’, loza, vidrio
ieq̈ metales. Nanatagt ka moté, lamo’ ka la�má ka nouatag̈anaq̈
besani kidí kenaa’ 1860.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“Louenategue’ nimitag̈ana’ el trabajo de los arqueólogos,


nimitag̈ana’ que buscan, kidí lomá nakamblaisat en el lugar de El Ombu-
sal, kerelek kena’a 2009 que empezaron, notantata’na q̈obo’ Moq̈oilek
junto con nuestra gente mocoví, Aim Moq̈oilek la comisión, ieq̈ y, Uni-
versidad Nacional de Rosario.
Na nouenatq̈a lo que se encontró hecho, iachag̈ané mostraron,
kidí allí, bio’ hubo, cuallá otros, neraniken que vivieron ahí, lanatag̈ate’
encontraron, lo’ló lo’gosó punta de flecha. Bera’ni kidí q̈o’en estuvie-
ron allí también, a’bie katalanaǰki hubo hornos, taǰkí el barro, taǰkí
lail pedazo de cacharro, louenatek q̈obo’ hecho por nuestra gente,
nuestra comunidad, iseguiak bichos, fauna, pe’naq̈a huesos, q̈akete’
quebrados, nishinanq̈a enterratorio, na q̈obo’ de nuestra gente, loza,
vidrio, ieq̈ y, metales. Nanatagt se encontró, ka moté un botón, lamo’
ka la�má sería de un saco, ka nouatag̈anaq̈ de los militares, besani
kidí kenaa’ que estuvieron allí en 1860”.

Quedando por resultado final este texto:

195
El trabajo de los arqueólogos que buscan en el lugar de El Om-
busal. En el 2009 empezaron junto con nuestra gente mocoví, La Comi-
sión y Universidad Nacional de Rosario.
Lo que se encontró muestra que allí hubo otros que vivieron ahí,
encontraron punta de flecha, hubo hornos de barro, pedazo de cacha-
rro hecho por nuestra comunidad, bichos, huesos quebrados, enterra-
torio de nuestra gente, loza, vidrio y metales. Se encontró un botón,
sería de un saco de los militares que estuvieron allí en 1860.

Panel nº 7
Título general “El traslado” en mocoví se traduce “Kena’ q̈o’ne’ ”

Primera parte
Texto en castellano:

“como me contaba la finada de mi abuela, eran cuando había


dos, un viejo y una vieja que estaban en contra los dos, los dos
eran brujos, aha, se �raban en contra, bueno la vieja esa, la que
trabajó con la serpiente, ese era el poder de ella, aha, y �ro un
carretel en la orilla del pueblo, en el agua, el carretel que estaba
embadurnado con sangre, todo alrededor del pueblo, porque
en el pueblo estaba el arroyo, si, aha, y bueno la serpiente ha
ido cortando la �erra por dónde va el hilo y el agua iba lejos por
detrás de él, aha, y bueno el brujo ese el otro cuando sin�ó que
la… la bruja esa lo despertó bastante, aha, y salvó unos cuantos,
sacó unos cuantos, pero unos cuantos quedaron abajo, cuando
llegó, la serpiente llegó en el agua y bueno los hundió en la �e-
rra, así contaba mi abuela” (Delfino Naci�quí).

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

“Laq̈atag̈anakiken ka ikomená shi’gué ilibí, kena’ a’vie dos, q̈og̈oik


ieq̈ q̈og̈oi a’so’ nadenerta’, kua dos piegona’, aha, nokiata’ta’,
ka q̈og̈oi labanek ka nanaik aló, aha, inag̈abek iauglenta ka
nebarag̈anag̈at keto’ot lai di laa’, kidí bag̈˘iaq̈, inag̈asóm ka lepaté
napio’tá ke a’ló lebo’, lachegüé lesake’ta, kidí laa’te’, aha, ka
nanaik aló, nenog̈oshim, ketagué kanaq̈e lik, ka nebarag̈anag̈at
ropoq̈otagué ka lik, koiaretabó ka bag̈raq̈, aha, kanaliá pieg̈onak
paguenag̈bá nelobek, aha, kenaa’ q̈a’tá ka q̈og̈oi, a’vie kua ianite

196
naq̈aǰrek kua lia’ nouenraní kena iubi kanaq̈e nanaik aló, kidí
lachegüé apolek di laa’ kea’ l’aba, laq̈atag̈anag̈ak ka ikomená”.
(Delfino Naci�quí).

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:


“Laq̈atag̈anakiken contaba, ka ikomená mi abuela, shi’gué
ilibí que ya está muerta, kena’ a’vie cuando había, dos q̈og̈oik ieq̈
q̈og̈oi un viejo y una vieja, a’so’ nadenerta’ no se entendían, kua dos,
piegona’ brujos, aha, nokiata’ta’ no se querían, se tenían bronca,
ka q̈og̈oi era ella la vieja, labanek ka el poder de ella era, nanaik
aló la gran serpiente, aha, inag̈abek �ró, iauglenta arrastrando, ka
nebarag̈anag̈at iba �rando un hilo, keto’ot lai di laa’ iba por la orilla
del pueblo, kidí bag̈˘iaq̈, inag̈asóm y en el agua lo �ró, ka lepaté
napio’tá el carretel estaba sucio, embadurnado, ke a’ló lebo’ con
sangre femenina, lachegüé lesake’ta el río estaba cerca, kidí laa’te’ del
pueblo donde estaban asentados, aha, ka nanaik aló nenog̈oshim la
serpiente como que se había enojado y entonces se asomó salió afuera,
ketagué kanaq̈e lik iba por la marca del hilo, ka nebarag̈anag̈at es el
hilo, ropoq̈otagué cuando se iba agrietando la �erra, ka lik koiaretabó
mientras iba par�éndose la �erra, koiaretabó lo iba siguiendo el agua,
ka bag̈raq̈ venía por detrás el agua, aha, kanaliá pieg̈onak el otro
brujo, paguenag̈bá el contrario, el enemigo, nelobek se despertó, aha,
kenaa’ q̈a’tá cuando escuchó, ka q̈og̈oi, a’vie kua ianite que lo salvó
él, naq̈aǰrek los sacó, kua lia’ nouenranílos demás quedaron ahí, kena
iubi kanaq̈e nanaik aló cuando llegó la gran serpiente, kidí lachegüé en
el arroyo, apolek se tapó, di laa’ kea’ l’aba el pueblo el lugar con �erra,
laq̈atag̈anag̈ak ka ikomená historias leyendas” (Delfino Naci�quí).

Quedando por resultado final este texto:


“Contaba mi abuela que ya está muerta, cuando había dos, un
viejo y una vieja, no se entendían, los dos brujos, no se querían se te-
nían bronca. Era ella la vieja, el poder de ella era la gran serpiente. Tiró,
arrastrando, iba �rando un hilo, iba por la orilla del pueblo y en el agua
lo �ró. El carretel estaba sucio, embadurnado con sangre femenina. El
río estaba cerca del pueblo donde estaban asentados. La serpiente se
había enojado y entonces se asomó, salió afuera e iba por la marca del
hilo. Se iba agrietando la �erra, mientras iba par�éndose la �erra iba
siguiendo el agua, venía por detrás el agua. El otro brujo, el contrario,

197
el enemigo, se despertó cuando escuchó. Lo salvó él, los sacó, los de-
más quedaron ahí cuando llegó la gran serpiente, en el arroyo, se tapó
el pueblo, el lugar, con �erra. Historias leyendas” (Delfino Naci�qui).

Segunda parte
Texto en castellano:

El traslado desde el Cantón San Mar�n hacia San Mar�n Norte


fue en 1889, luego de 19 años de asentamiento en el lugar co-
nocido como Cayastá Grande. El pueblo Mocoví que dio origen a
la actual Colonia Dolores se detuvo kilómetros antes de llegar al
si�o trazado por el gobierno provincial.

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Kena’a nadalág̈at loma’ ka q̈obo’ kidí Cantón San Mar�n keda


San Mar�n rapigüim kenaa’ 1889, kenaa’ iapagrek 19 ñagri
besaní di Cayastá Komakaik. Na q̈obo’ Moq̈oit nouenaní na raa’
naguí lenag̈at Colonia Dolores.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:

“Kena’a nadalág̈at cuando cambiaron, loma’ ka q̈obo’ el lugar


de nuestro pueblo, nuestra comunidad, kidí desde allí, en el Cantón
San Mar�n, keda hacia, rapigüim norte allá, kenaa’ 1889 pasó en
1889, kenaa’ iapagrek 19 ñagri cuando pasaron, después de 19 años
de estar en el lugar. Besaní di que estaba Cayastá, komakaik que es
grande. Na q̈obo’ Moq̈oit nouenaní na raa’ nuestro pueblo se que-
daron aquí, en este lugar ahora, naguí lenag̈at que ahora se llama
Colonia Dolores”.

Quedando por resultado final este texto:

Cuando cambiaron el lugar de nuestro pueblo, nuestra comu-


nidad, desde allí en el Cantón San Mar�n hacia San Mar�n Norte allá,
pasó en 1889. Cuando pasaron después de 19 años de estar en el lugar,
que estaba Cayastá Grande nuestro pueblo se quedaron aquí en este
lugar que ahora se llama Colonia Dolores.

198
Panel nº 8
Título general Colonia Dolores

Texto en castellano:

Desde 1907, luego de que el gobierno dispone una nueva mensura


y delineación, Colonia Dolores queda dentro de San Mar�n Norte.
Más de 80 años después, los vecinos de Colonia Dolores elevan a
la Legislatura de Santa Fe un proyecto para independizarse y el 24
de noviembre de 1994 se crea la comuna de Colonia Dolores.
Pocos años después, la comunidad comienza a organizarse y
crea la Comisión Aborigen que en el año 2004 adquiere el nom-
bre de “Comisión Aborigen Aim Mokoilek”. En el año 2007 se
inicia el trámite para la obtención de la personería jurídica que
es aprobada el 17 de octubre de 2008.

A par�r de la traducción se generó en mocoví el siguiente texto:

Kenaa’ 1907 kenaa’ ka nesallag̈anek naloq̈on, ia’magneraní


Colonia Dolores nouenabo que San Mar�n rapiguim.
Lapagrek 80 ñagrí na q̈obo’ de Colonia Dolores rashilagane ke
ka nesallang̈a kidí Santa Fe shime nanoikentak ka 24 de no-
viembre de 1994 nashim na lesallq̈a’ Colonia Dolores iapagree
cua ñag̈rolq̈e na q̈obo’ rapoitá. Kidí nashim Aim Mokoilek ke-
naa’ 2004. Kenaa’ ñaga 2007 sashilag̈anaq̈ romalate, na’iane ka
rashilag̈anag̈at kenaa’ 17 de octubre del 2008.

La traducción del mismo al castellano dice lo siguiente:


Kenaa’ 1907 kenaa’ ka nesallag̈anek desde el año 1907 luego
de que el gobierno, naloq̈on mensuró, ia’magneraní para arreglar,
Colonia Dolores, nouenabo que San Mar�n, rapiguim Colonia Dolores
quedó dentro de San Mar�n Norte.
Lapagrek pasaron, 80 ñagrí años, na q̈obo’ nuestra comuni-
dad, de Colonia Dolores. Rashilagane pidieron, ke ka nesallang̈a a los
gobiernos, kidí Santa Fe shime nanoikentak se querían independizar,
ka en, 24 de noviembre de 1994 nashim lesallq̈a’ se creó la Comuna,
Colonia Dolores. Iapagree cua ñag̈rolq̈e pasaron algunos añitos, na
q̈obo’rapoitá nuestra comunidad se organizó, se juntaron. Kidí nashim
desde ahí nació, Aim Mokoilek, kenaa’ en el año 2004. Kenaa’ ñaga

199
2007 en el año 2007, sashilag̈anaq̈ pedimos, romalate nuestro do-
cumento, na’iane ka rashilag̈anag̈at aceptaron y nos dieron nuestro
pedido, kenaa’ en, 17 de octubre del 2008.

Quedando por resultado final este texto:


Desde el año 1907 luego de que el gobierno mensuró para arre-
glar Colonia Dolores, esta quedó dentro de San Mar�n Norte.
Pasaron 80 años, nuestra comunidad de Colonia Dolores pidie-
ron a los gobiernos, de Santa Fe, que se querían independizar. El 24
de noviembre de 1994 se creó la comuna Colonia Dolores. Pasaron al-
gunos añitos, nuestra comunidad se organizó, se juntaron y desde ahí
nació Aim Mokoilek en el año 2004. En el año 2007 pedimos nuestro
documento, aceptaron y nos dieron nuestro pedido el 17 de octubre
del 2008.

Reflexiones de la Comunidad respecto del taller de traducción

Nos pareció importante cerrar el proceso con una reflexión de


los par�cipantes del taller respecto de qué les pareció la propuesta de
trabajo, cómo les había resultado la experiencia, si les había gustado.

Dora:
“Sí, a mí me gustó muchísimo pero no me fue fácil, eh porque yo
algunas palabras en�endo y me cuesta hablarlo, un montón me
cuesta hablarlo y… pero sí me gustaría seguirlo, seguirlo y tratar
de que se… como es… que se integren más, más mujeres, más
varones, los adolescentes, todos”.
“(…) para mí fue maravilloso me gustó muchísimo, muchísimo
aunque llegaba cansada a la casa me gustaba, muchísimo me
gustó, buenísimo”.

Alfredo:
“(…) claro, si, y bueno yo lo vengo diciendo de un principio al
grupo que creo, yo tengo casi una seguridad, de que lo que yo
digo lo pienso y lo siento, ¿no es cierto?, que es un paso que di-
mos al frente. Porque el trabajo que ustedes están haciendo con
nosotros creo que todo, cien por cien de todos los que estuvie-
ron, y van a seguir estando, están completamente de acuerdo de
todo lo que estamos haciendo. Porque eso nos sirve a nosotros

200
porque estamos como reafirmando nuestra iden�dad junto con
ustedes.”
“(…) a mí me sirvió de mucho porque como dije siempre apren-
do de ustedes también, por ejemplo, como yo siempre dije yo
no tengo escuela, no es cierto, no tengo una preparación pero
con la buena voluntad que uno �ene, no es cierto, de escuchar
al otro entonces desde ahí aprendemos también, sin tener… sin
haber ido a una universidad, ¿no es cierto?.”
“Vos fijate que nosotros por ahí aún, me parece a mí, que por ahí
nosotros fuimos perdiendo un poco ese eh… esa agilidad viste
de… de pensamiento. Porque yo creo que cuando éramos más
chicos más jóvenes eh (…) lo pensábamos más rápido, en Mocoví
te quiero decir (…) pero ahora medio que se nos mezcló con el
castellano entonces como que a uno le cuesta un poco, porque
uno fue perdiendo esa esencia de la palabra ¿no?, este… que
son palabras justas, ¿no es cierto?, que, que uno lo hace por-
que como era en idioma, para nosotros era un idioma que nacía
quién sabe de qué �empo, ¿ no es cierto?”.
“(…) por eso la lucha es esa, de que nosotros como aborígenes,
como indígenas, como quieras llamarlo, nosotros tenemos que
tratar de encontrar las raíces y desde ahí arrancar hacia ade-
lante siendo nosotros mismos y que no sean los demás los que
tengan que venir y presionarte, esclavizarte o tenerte, como que
si uno fuera menos, ¿no es cierto?”

César:
“Este bueno, si… en realidad este para mí fue algo muy lindo, muy
lindo porque fui aprendiendo juntamente, o sea fui aprendiendo
de una persona mayor como Alfredo y bueno también yo creo que
yo tenía… fui dándome cuenta que yo tenía también un montón
de conocimiento de esto sobre la lengua, la palabra que Alfredo
por ahí las tenía olvidadas o… o por ahí algunas no las conocía
eh… bueno para mí fue algo lindo porque era como vos decías de
darle forma a un mensaje escrito en castellano, hacerlo en Mocoví
nos costó mucho sí pero te digo fue lindo por el hecho de que, por
el hecho de que logramos, logramos hacernos entender a pesar
de que venimos con nuestra lengua atrasada, sobre todo acá en
la zona de Colonia Dolores, venimos atrasada o sea no fuimos per-
feccionando nuestra lengua de más de cien años (…)”

201
“(…) después de la úl�ma rebelión de San Javier nuestros mayo-
res no, no nos quisieron enseñar lo que era su lengua, y bueno,
tratar de mantener lo que ellos tenían, y bueno, por lo menos yo
en mi memoria de chico, desde chico, tenía montones de pala-
bras, conocía prác�camente todo el lenguaje pero de algunas
palabras me he olvidado, y yo creo que Alfredo más o menos le
pasaba lo mismo, tal es así que algunas palabras que yo por ahí
este… yo decía él no las conocía y yo de él aprendí un montón
por el hecho de que yo daba una punta por ejemplo una idea y
enseguida nomás con�nuaba la frase. Y sí, escribirlo es costoso
pero muy lindo, muy lindo porque fueron tres días donde termi-
namos agotados pero contentos, contentos de algo que nosotros
queremos, nosotros queríamos empezar a escribir esto, bueno
estamos escribiendo a nuestra manera pero allí de todos mo-
dos se en�ende, nosotros podemos explicarlo, podemos leerlo,
y bueno, porque sabemos lo que escribimos y bueno yo también
porque yo creo que hemos aprendido nosotros y de vos aprendi-
mos un montón porque nos facilitabas el camino, nos dabas una
idea y nosotros redondeamos lo que vos nos decías. Y bueno, le
buscamos y tratamos de darle otro, ya que nombre nos tenía
que dar a entender lo que queríamos decir, eso para mí fue ma-
ravilloso, muy lindo, yo pienso que para todos porque los cuatro
que escribimos allí salimos muy enriquecidos, muy enriquecidos,
muy contentos, y aparte somos parte, ya somos parte de lo que
está escrito, somos protagonistas y esa es la idea. De tener un
protagonismo, ser nosotros protagonistas ya que nosotros so-
mos la historia ¿no?, y bueno el hecho de ser la historia y poder
por ahí escribirla nosotros es una cosa maravillosa, es el sueño
que siempre tuvimos, poder ser nosotros quienes digamos lo que
aprendimos, lo que nos pasaron de boca a boca y poderlo contar,
ya que siempre lo que leemos está escrito por otra gente y esto
lo estábamos escribiendo nosotros, por ahí si hay cosas que no
recordamos y quizás nos contaron o quizás otras que no nos qui-
sieron contar pero bueno, fue muy lindo, muy lindo.”
“(…) cuando vimos todo esto acá en el museo tantas cosas, cuan-
to mensaje en tan poco �empo, eh… me emocionaba por ahí
algunas palabras, algunas frases hechas ahí, dichas, escritas ahí
y eso salió de nosotros, en el momento no nos dimos cuenta pero
después si cuando vimos todo eso plasmado, escrito allí, esto hi-

202
cimos nosotros, esto dijimos nosotros. Que lindas cosas porque
no fue pensado sino que es algo que sen�mos y bueno entonces
te digo es… nos costó, nos costó mucho porque nunca lo había-
mos hecho (…)”
Cesar se refiere a cuando vio el trabajo plasmado en los paneles
del museo:
“(…) es algo que nos emociona, a mí me emocionó mucho al ver-
lo allí porque es algo que uno lo siente, lo lleva adentro, eh… y
bueno y poderlo hacer a pesar de que nos cansamos, nos agota-
mos (risas) y era preferible agarrar, trabajar todo un día en un
trabajo rudo y no estar sentado allí con la mente concentrada y
a su vez aprendiendo, porque digo aprendiendo, porque sincera-
mente a hacer lo que los otros saben, lo que los otros saben, los
mayores saben, por eso te digo, muy lindo, muy bueno, y bueno
con ganas de seguir trabajando en eso.”

Bibliogra�a

BENVENISTE, E. (1977). Problemas de Lingüís�ca General I. Edi-


torial Siglo XXI, México.
LARSON, M. (1989). La traducción basada en el significado. Ver-
sión española: Burns, D. y Moltke, R. Eudeba.

Fuentes
Documento de Trabajo: Registro de audio del Taller de traducción.

203
204
CAPÍTULO VIII

EL MUSEO NELOVEK Q
� OBO’ MOKOIT

Paula del Rio

205
206
El museo era un anhelo y un sueño de la comunidad y siguió
siendo así durante el transcurso de las ac�vidades del proyecto. Re-
cién cuando emprendimos el montaje de la muestra comenzamos a
ver como ese sueño se materializaba y se hizo realidad el 24 de abril
de 2011. Queremos destacar aquí las palabras que expresaron los re-
presentantes de la Comunidad en el marco de la inauguración. El acto
comenzó con una convocatoria a armar un círculo:

“La finalidad de formar un círculo es para tener actitud de


igualdad entre todos nosotros, es una manera de mostrar ante
� ota’iolek que todos estamos ante él de la misma manera. Tra-
Q
ten de cerrar el círculo. Hoy este círculo nos convoca para ser
par�cipes de un gran momento, un momento soñado, ansiado,
esperado, que por momentos parecía tan lejano pero … hoy em-
pieza a caminar este sueño, a tomar vida, a volar; felicidades
a todos y a disfrutar este momento” (Verónica Catorí, Colonia
Dolores 24 de abril de 2011).

En representación del Consejo de Ancianos habló Alfredo Salte-


ño y estas son algunas de sus palabras:

“(…) yo traigo cosas que empezaron de un principio y que lo han


dicho otros ¿no es cierto? Yo me considero hijo de esta �erra y
con mucho orgullo, no quiero decir con esto que uno quiere ser
más, somos todos iguales, estoy viendo, estoy viendo caras de
muchos lugares, y gente que no me conoce y otras que me co-
nocen bien… esto �ene un significado para nosotros muy impor-
tante y es un día maravilloso que Dios nos ha dado, el Q
� ota’iolek

207
yo digo en este día que yo tengo mucha alegría, hoy mi cora-
zón está demasiado contento (…) El árbol cortado mantuvo sus
raíces, el retoño creció y tomó forma de un árbol gigante, dio
sus frutos y se mul�plicó sobre la faz de la �erra, bendita �erra;
¡madre! Por esta razón, por esta razón... decidimos, por esta ra-
zón, decidimos rescatar y revalorizar nuestra lengua y nuestra
cultura” (Alfredo Salteño, Colonia Dolores, 24 de abril de 2011).

Por úl�mo, queremos compar�r algunas palabras del discurso


del Presidente de la Comisión Aborigen Aim Mokoilek, César Coria:
“ (…) estamos aquí y estamos festejando esta semana, la cual
surgió como reconocimiento y también hoy tenemos un día
de fiesta, la comunidad de Colonia Dolores, la comunidad Aim
Mokoilek a la cual me toca presidir, tenemos la inauguración de
nuestro museo, un museo que recuerda la memoria, el pensa-
miento de aquel árbol caído del cual nosotros somos el retoño,
van a ver luego el por qué decimos esto, hay una postal por allí
en donde van a ver un árbol caído pero a su vez desde el tron-
co estamos naciendo nosotros que somos el brote, el brote que
quiere y espera perdurar en el �empo; si sobrevivimos 500 años
creo que unos años más vamos a poder vivir, siempre que haya
alguien que levante la bandera, que levante la lanza y siga ade-
lante en esta lucha que nosotros decimos debe ser en paz y bue-
no, vemos cristalizado nuestro museo después de tantos sueños
de tanto pensar por allí que parecía imposible (…) pero ya digo es
un sueño que viene desde hace mucho �empo, que se reafirma
con la lucha de la no exposición de restos óseos autóctonos en
los museos, que nosotros fuimos por ahí a poner el grito, desde
Colonia Dolores nació esa lucha (…) hoy es un día de fiesta y no
vamos a hablar de eso, simplemente es un día de fiesta porque
vamos a inaugurar nuestro pequeño museo, aún pequeño, pero
va a seguir creciendo, va a seguir creciendo y vamos a seguir
acompañando, trabajando para que eso sea así. Queremos mos-
trar desde allí el mensaje, el mensaje que nosotros estamos res-
catando de nuestros antecesores entonces por pequeño que sea,
ya estamos mostrando una historia, algo que ha pasado y que
nosotros queremos revivir, no para volver al pasado y atrasar-
nos, porque por ahí decían que aprender la lengua, eso los hace
más ignorantes, nosotros tenemos nuestra lengua, queremos

208
mantener nuestra cultura y cada vez sabemos más de nosotros
mismos, cada vez enriquecemos nuestro saber, nuestra experien-
cia, somos cada vez más ricos en cultura, somos cada vez más
ricos en sabiduría porque respetamos a nuestros ancianos que
son los que nos enseñan, porque respetamos a nuestros antece-
sores y porque respetamos al ser que hoy convive con nosotros,
y no nos sen�mos tan ignorantes, creo que vamos aprendiendo
todos juntos y yo creo que todos también están aprendiendo con
nosotros.” (César Coria, 24 de abril de 2011).

No hacen falta muchas más palabras para pensar en retrospec-


�va y evaluar el proyecto. La meta era la creación del museo y si bien,
en el recorrido del libro compar�mos la experiencia, en este úl�mo ca-
pítulo, vamos a presentar al museo. Por un lado, como parte del movi-
miento de la nueva museología iden�ficándolo como un museo comu-
nitario; y por otra parte, con una breve e insuficiente descripción del
espacio que invitamos al lector a conocer y disfrutar personalmente.

El Museo como Museo Comunitario

En los úl�mos años en América La�na se han desarrollado


interesantes experiencias de creación de museos comunitarios. Se
trata de espacios autoges�onados desde las propias comunidades.
Estos lugares de producción de la cultura resultan de un proceso
par�cipa�vo y comunitario de construcción simbólica. Aunque el
desarrollo más fuerte de esta museología puede verse en México, así
como también la mayor producción teórica sobre este tema en ciencias
sociales; en Argen�na, encontramos unas pocas y no muy conocidas
experiencias de museos comunitarios. Consideramos que en algunos
casos los museos que podrían catalogarse como tales no se han
iden�ficado de esta manera por la poca difusión que el movimiento
ha tenido en nuestro país. Es así que en este espacio nos proponemos
presentar al Museo Nelovek q̈obo’ Mokoit como museo comunitario y
resaltar la función del mismo en el proceso de rescate y consolidación
de la iden�dad de la comunidad a la cual representa: la Comunidad
Aborigen Aim Mokoilek de Colonia Dolores.
En América La�na los primeros museos se crean en el siglo XIX,
en el contexto polí�co de surgimiento y consolidación de los Estados
Nacionales y se instauran a par�r de un modelo, cuya mirada se enfoca

209
hacia los países hegemónicos europeos. Así surgen los grandes museos
nacionales basados en una concentración patrimonial que responde a
intereses polí�cos orientados a la consolidación de una nueva iden�-
dad nacional:

“Es a través de los Museos Nacionales (y provinciales), verdade-


ros aparatos ideológicos de los jóvenes Estados, donde se legi�-
ma la historia oficial y se establece esta iden�dad nacional. De
la una y de la otra están excluidas gran parte de las ver�entes
socio-culturales que conformaron nuestros patrimonios y nues-
tras iden�dades.” (De Carli, 2004:4).

Este modelo museológico tradicional permanece con fuerza


hasta mediados del siglo XX. Sin embargo no será hasta las últi-
mas décadas de este siglo en que se evidencie un cambio a nivel
conceptual.
Hacia finales del siglo XX comienza un nuevo movimiento lla-
mado “Nueva Museología” que �ene dos importantes antecedentes.
Por un lado, la reunión realizada en Francia en 1971, en la cual el
Consejo Internacional de Museos (ICOM) adopta por primera vez el
concepto de “Ecomuseo”, aunque recién una década más tarde se
reconocen estos con el mismo estatus que los museos tradicionales.
Por otra parte, la reunión en San�ago de Chile en 1972, donde se
propone el concepto de “Museo Integral”, que conlleva un cambio
en la concepción de los mismos, en el cual, entre otras cues�ones,
se abandona la mirada hacia los países hegemónicos para orientarse
hacia los contextos regionales:

“La Mesa Redonda considera que uno de sus logros más impor-
tantes ha sido definir e iniciar un nuevo enfoque en la acción
de los museos: el museo integral, des�nado a dar a la comuni-
dad una visión integral de su medio ambiente natural y cultural”
(Mesa Redonda de San�ago, 1972).

Desde esta propuesta, el museo es visto como una ins�tución


al servicio de la sociedad, capaz de par�cipar en la formación de con-
ciencia de las comunidades y por tanto se cons�tuye en un espacio
ins�tucional que debe atender a la problemá�ca de la actualidad de
manera comprome�da.

210
Se comienza a plantear una relación dis�nta a la que dominó en
el siglo XIX: de un museo productor de símbolos nacionales –preocu-
pado por la construcción de una iden�dad nacional única y hegemóni-
ca– se pasa a un museo preocupado por las problemá�cas económicas
y culturales del mundo contemporáneo.
En cuanto al concepto de “Ecomuseo”, el cual representa una
parte importante en el surgimiento de la nueva museología, aparece
en Francia con dos propuestas: el Ecomuseo del Medio Ambiente y el
Ecomuseo del Desarrollo Comunitario.
El Ecomuseo del Medio Ambiente nace como parte de una pe-
dagogía del medio ambiente y se orienta hacia la u�lización del es-
pacio natural, el hábitat tradicional y los problemas actuales en una
perspec�va global. Este movimiento se dirige a un sector preocupado
por la reconciliación con su medio ambiente. Las poblaciones locales
son consideradas a la vez como parte del medio ambiente y como pú-
blico. En este museo la inves�gación, las polí�cas de preservación y la
comunicación tanto en lo que respecta al patrimonio cultural como al
natural, giran en torno de un ordenador común: el medio ambiente,
que es evocado desde diferentes disciplinas.
Aunque el Ecomuseo del Desarrollo Comunitario sigue el mismo
lineamiento que el precedente, se dis�ngue de aquel por emanar de
la propia comunidad. En esta concepción de Museo, la población local
no sólo forma parte del objeto de estudio y del público, sino que pasa
a tener un rol ac�vo, pasa a transformarse en actor de la acción y la
animación (De Carli, 2004).
Este nuevo papel de las comunidades es resaltada años más
tarde en la Declaración de Quebec: Principios básicos de una Nueva
Museología.

“En el mundo contemporáneo, que �ende a integrar todas las


formas de desarrollo, la museología debe ampliar sus obje�vos,
más allá de su papel y funciones tradicionales de iden�ficación,
conservación y educación, para que su acción pueda incidir me-
jor en el entorno humano y �sico. Para conseguir este obje�vo e
integrar a la población en su acción, la museología recurre cada
vez más a la interdisciplinariedad, a los nuevos métodos de co-
municación, comunes a todo �po de acción cultural, y a nuevos
métodos de ges�ón capaces de integrar a los usuarios. Preser-
vando los hallazgos materiales de civilizaciones pasadas, prote-

211
giendo aquellos que son tes�monio de las aspiraciones y de la
tecnología actual, la nueva museología –eco-museología, mu-
seología comunitaria y otras formas de museología ac�va– se
interesa, en primer lugar, por el desarrollo de los pueblos, refle-
jando los principios de su evolución y asociándolos a los proyec-
tos de futuro.” (Declaración de Quebec, 1984).

En el contexto internacional, el papel de los museos comenzó a


discu�rse y reformularse en la década de 1970. A par�r de entonces
las propuestas se enmarcarían dentro de una nueva corriente o movi-
miento conocido como “Nueva Museología”. Como expresión la�noa-
mericana de este movimiento, aparece la figura del Museo Comuni-
tario que pone énfasis en el papel central de las comunidades como
sujetos ac�vos en el proceso museológico, en pos de un compromiso
de transformación del presente (Vázquez Olvera, 2008).
En los museos comunitarios la par�cipación de la población lo-
cal orientada a una museología ac�va es de trascendental importancia,
en tanto se propone no sólo contribuir al desarrollo de las comunida-
des, sino también revalorizar y transmi�r la iden�dad cultural de estos
pueblos. En este sen�do la par�cipación comunitaria cons�tuye el ras-
go fundamental que caracteriza a los museos comunitarios (González
Cirimele, 2008).
El Museo Comunitario como el Ecomuseo, son productos de
una reflexión teórica respecto a las debilidades y limitaciones del
museo tradicional, en esta nueva propuesta se discute sobre la per-
�nencia social del museo tradicional. Algunas categorías y conceptos
pueden vincularse a la Nueva Museología en el marco de esta discu-
sión: las bases teóricas metodológicas de la educación no formal; el
concepto de cultura popular o subalterna; la inves�gación par�cipa�-
va; un planteo museográfico basado en criterios de sustentabilidad y
uso racional de los recursos en el marco regional en el cual encuentra
su contexto económico, polí�co, social, cultural y ecológico (Reyes
Venegas y Vázquez, 2009).
Tal como lo señala su denominación, Museo Comunitario, lo
que los define y les otorga iden�dad propia es su carácter comuni-
tario, dado que el museo gira en torno a la comunidad que lo ha
creado: el museo es creado en y para la comunidad. Parece haber
consenso en cuanto a una serie de par�cularidades que definen a
este �po de museo:

212
“(…) la inicia�va nace en la comunidad, el museo responde a
necesidades y derechos de la comunidad, el museo es creado y
desarrollado con par�cipación comunitaria, una instancia orga-
nizada de la comunidad dirige y administra el museo, el museo
aprovecha los recursos de la misma comunidad, el museo for-
talece la organización y la acción comunitaria, la comunidad es
dueña del museo” (De Carli, 2004:15).

La idea de crear el museo es producto de un sector de la comu-


nidad, de un grupo de vecinos, de los maestros, de un grupo de per-
sonas preocupadas por el patrimonio, etc. Aunque en algunos casos el
museo es propuesto desde las autoridades locales, no se trata de un
museo gestado desde el Estado, sino que la noción de la par�cipación
de la comunidad se presenta, como expresa González Cirimele (2008),
como una experiencia cultural local en la cual las comunidades resigni-
fican su patrimonio, en el proceso de construcción de su iden�dad. El
museo responde a una necesidad social, comunitaria, de apropiación
del patrimonio, cualquiera sea éste, en un proceso en el cual entran en
juego las significaciones y resignificaciones sobre los valores que giran
en torno al mismo.
El museo responde a múl�ples necesidades, la comunidad en-
cuentra en él un lugar donde está permi�do preguntarse acerca del
contenido del patrimonio con el que se iden�fican sus tradiciones, su
historia, sus valores, sus bienes culturales. En este sen�do, el museo
responde al derecho a la propia determinación, la comunidad confir-
ma que �ene el derecho de posesión sobre su patrimonio y la decisión
sobre el uso que podrá darle, educa�vo, de difusión, etc.
La comunidad es generadora de su creación, desarrolla sus
ideas y pone en marcha el proceso de construcción del museo (Mo-
rales et al., 1994). No obstante, en muchos casos, en este proceso
de construcción intervienen otros sectores sociales, por ejemplo el
sector científico académico proveniente de diversas disciplinas. Es
importante destacar que en el contexto de la Nueva Museología,
y atendiendo a la propuesta que surge en Chile con la forma de
Museo Integral, se da lugar a la participación interdisciplinar pro-
veniente de diferentes campos del conocimiento. Más allá de que
distintas disciplinas puedan intervenir en el proceso de formación
del museo, es clara la presencia de dos grupos bien diferenciados.
Por un lado, los que representan a la propia comunidad; sea del

213
sector social que fuera, se trata de un grupo que por pertenecer a la
comunidad �ene el derecho de hablar de ella:

“… los miembros de las comunidades �enen el derecho de decir


y mostrar visualmente cosas de su misma cultura, de su pasado,
de sus experiencias presentes, de su co�dianidad, de su singula-
ridad colec�va, expresar su iden�dad cultural, siempre respon-
diendo a sus propias normas de interpretación y valoración. En
esto consisten los conocimientos de las comunidades, el saber
co�diano, el saber de la vida, de lo que ha estado por mucho
�empo “enterrado” y que reaparece para plasmarse en los dis-
cursos/textos museográficos.” (González Cirimele, 2008:155).

Por otro lado encontramos al sector cien�fico-académico, avala-


do por el conocimiento técnico, el saber académico y la experiencia en
el manejo del patrimonio, orientado ya sea al rescate, a la preservación
y conservación, a la inves�gación o a la exposición y difusión con fines
educa�vos.
Los primeros, avalados por el saber vivencial y los segundos por
el saber cien�fico técnico, interactúan con un propósito: la producción
“semió�co-discursivo museográfico comunitario” en la cual se eviden-
cia un juego dialéc�co de unión y separación simultánea de discursos
cien�ficos y discursos locales (González Cirimele, 2008).
La comunidad no solo está presente en el momento de la crea-
ción del museo, producto de una inicia�va que emana desde su inte-
rior, luego es también quien se encuentra a cargo de su administración
y ges�ón. Ya con sus puertas abiertas, el Museo se cons�tuye en un
logro de la comunidad y puede cons�tuirse en un elemento que aporte
al fortalecimiento de la acción comunitaria en varios sen�dos:

“El museo comunitario difunde las singulares expresiones y có-


digos de comunicación de la comunidad, con el fin de preservar
y conservar el área social y territorial; fortalece el sen�miento
de pertenencia a un grupo al integrar y acercar a sus miembros
individuales. Impulsa la revaloración de su idioma, costumbres,
condiciones geográficas, formas de producción y promueve ade-
más, una relación más afortunada entre las comunidades, favo-
reciendo así el intercambio cultural… educa, da la posibilidad de
conocer y plantear alterna�vas a problemas co�dianos, presen-

214
ta el pasado en función del presente. Man�ene un dinamismo
constante, cambia la exposición y sus ac�vidades complemen-
tarias de acuerdo a las sugerencias de la colec�vidad” (INAH,
1984:8-9).

El museo comunitario se brinda a su comunidad y se encuentra


al servicio de ésta. El elemento comunitario se cons�tuye en una seña
de iden�dad de estos museos siendo su caracterís�ca dis�n�va. En
este sen�do, aunque generalmente los museos se clasifican en función
de las �pologías del patrimonio de sus colecciones, si consideramos
las caracterís�cas del Museo Comunitario, se evidencia la importancia
que cobran otros elementos además de sus colecciones: el �po de ad-
ministración, el sector al cual representan y el �po par�cular de pro-
ducción semió�co-discursiva (González Cirimele, 2008).
Hasta aquí presentamos brevemente los antecedentes y carac-
terís�cas más destacadas de los museos comunitarios, con el obje�vo
de exponer las herramientas básicas para presentar al Museo Nelovek
q̈obo’ Mokoit como tal.

El Museo Nelovek q̈obo’ Mokoit… la inicia�va nace en la comunidad

En el año 2006 se llevó a cabo en la localidad de Colonia Dolores


el II Taller de Arqueología Regional, basado en una propuesta de in-
ves�gación par�cipa�va11. En este contexto, la comunidad de Colonia
Dolores planteó la intención de establecer vínculos con la comunidad
universitaria para el desarrollo de acciones educa�vas, museológicas
y culturales.
En las úl�mas décadas, la comunidad mocoví de Colonia Dolores
ha estado trabajando por el reconocimiento de su iden�dad y por el
rescate y revalorización de sus señas iden�tarias. Crearon una comi-
sión que logra obtener personería jurídica como Comunidad Aborigen
Aim Mokoilek. En tanto pueblo originario, entre sus obje�vos se pro-
pone la revalorización y el desarrollo de la comunidad, como medio de
afianzar su autonomía en la recuperación y defensa de sus derechos;
rescatar y valorar el ser indígena y su memoria histórica, fortaleciendo
su iden�dad en la sociedad y dentro de la comunidad (Estatuto de la
Comunidad Aborigen Aim Mokoilek). En oportunidad del taller men-

11. Sobre cómo surgió la propuesta a par�r de esta ac�vidad en el capítulo II.

215
cionado plantearon su deseo de crear en Colonia Dolores un Museo
local e invitaron a par�cipar, para su diseño y puesta en marcha, al
equipo de inves�gación de la Universidad Nacional de Rosario. Dos
años después, en 2008, nos reunimos para delinear los obje�vos, las
metas y caracterís�cas del proyecto dirigido a la creación del Museo.
El nombre del proyecto Nelovek q̈obo’ Mokoit fue propuesto por la
comunidad.

El museo responde a necesidades y derechos de la comunidad

La inicia�va de crear el museo surge de la comunidad y es tam-


bién la comunidad quien le otorga significados y contenidos. En el año
2008, siguiendo los lineamientos propuestos, se comenzó a trabajar en
el diseño de proyectos tendientes a materializar lo que para entonces
se presentaba como un anhelo. Se trabajó en forma conjunta, entre la
Comunidad Aborigen de Colonia Dolores y el equipo de inves�gación del
Museo Floren�no y Carlos Ameghino, en el diseño del proyecto marco,
dónde la inves�gación arqueológica, antropológica e histórica se planteó
como un elemento necesario para la concreción del museo.
En términos generales, la propuesta tuvo como pilares dos cues-
�ones principales: la historia y la iden�dad que, si bien no pueden pen-
sarse de manera escindida, fueron los ejes que atravesaron el proyecto
de creación del museo. Por un lado la necesidad de rescatar la historia
del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores, que es conocida a través de la
tradición oral y de unos pocos documentos que hacen referencia a ella.
El rescate de la historia desde la concepción de la Comunidad se vincu-
la de manera directa a la inves�gación arqueológica en dos dimensio-
nes: el estudio de las sociedades originarias con presencia en la región
desde �empos anteriores a la llegada de los europeos y segundo, el es-
tudio del primer asentamiento, luego de su reducción, del Cacique Ma-
riano Salteño, de quien hoy son descendientes los actuales pobladores
de Colonia Dolores. La historia de la rendición de su úl�mo cacique, su
reducción e instalación en el Pueblo de Dolores –como entonces se co-
noció a aquel asentamiento– marca un hito de gran importancia para
la historia de la comunidad aborigen de Colonia Dolores y fue uno de
los ejes principales en cuanto a los contenidos que se propusieron para
el museo, en respuesta a la necesidad de contar ellos mismos su propia
historia. Por otro lado la necesidad de rescatar, reafirmar y revalorizar
su iden�dad como parte de los Pueblos Originarios marcó otro de los

216
ejes de trabajo, todo ello orientado a dar contenido a un museo que en
ese entonces sólo se presentaba como una idea.
Como dijimos anteriormente, Colonia Dolores es una pequeña
comuna que cuenta con escasos recursos, durante la ges�ón de Dora
Salteño estaban dirigidos principalmente a la atención de la salud.
Dada la ausencia de recursos económicos, acordamos en la necesidad
de buscar financiamiento para comenzar a trabajar en el proyecto del
museo. Es así que presentamos propuestas de trabajo en la convoca-
toria de Voluntariado Universitario de la Secretaría de Polí�cas Uni-
versitarias del Ministerio de Educación de la Nación y más tarde en
el Programa “La Universidad y su Compromiso con la Sociedad” de la
Secretaria de Extensión de la Universidad Nacional de Rosario12.

El museo es creado y desarrollado con par�cipación comunitaria

Comenzamos a trabajar hacia finales del 2009. Junto a la Co-


misión Aborigen Aim Mokoilek presentamos el proyecto a toda la co-
munidad de Colonia Dolores, en el galpón de la comuna. Previo a ello-
solicitamos permiso al Consejo de Ancianos: nos dirigimos a Delfino
Naci�quí, que es el abuelo de mayor edad, quien nos recibió y nos con-
cedió el espacio para presentar el proyecto y comenzar a trabajar. En
la instancia de la presentación, se invitó a par�cipar de todos aquellos
que tuvieran ganas de trabajar de manera ac�va en el desarrollo del
proyecto; se hizo hincapié en la modalidad de trabajo en inves�gación
par�cipa�va.
La puesta en marcha del proyecto comenzó en marzo de 2010
con las primeras reuniones para consensuar la metodología de trabajo.
El proyecto fue coordinado en conjunto con la Comisión Aborigen Aim
Mokoilek, que actualmente preside el Sr. César Coria.
El trabajo que realizamos tenía como principal obje�vo construir
el museo, por tanto nos preguntamos ¿Qué es lo que la comunidad
mocoví de Colonia Dolores quiere contar a través del museo? Acorda-
mos en que para encontrar las respuestas tendríamos que trabajar en
la recuperación del patrimonio cultural material e inmaterial.
Comenzamos con una inves�gación arqueológica13 en conjunto
con miembros de la comunidad y orientada al origen del Pueblo Mo-

12. Ver capítulo I.


13. Para el estudio de las sociedades originarias ver capítulo III, la inves�gación del si�o Nakam-
blaisat se presentó en los capítulos IV y V.

217
coví de Colonia Dolores; historia que se remonta a �empos inmemo-
riales. Contamos con los permisos de las Comunas y los propietarios
de los campos donde se realizaron los estudios: distritos de Colonia
Dolores, Colonia Silva y La Criolla. Trabajamos en la prospección de si-
�os arqueológicos precolombinos: Si�o Dora, Si�o Coria, Si�o Salteño
y Si�o Laguna La Blanca; todos ellos caracterizados por la presencia de
hornitos y fragmentos de cerámica. El si�o Salteño se encontraba en
riesgo, por lo cual se decidió aplicar arqueología de rescate y recupe-
rar el horno que se encontraba expuesto a factores ambientales que
pudieron afectar su preservación. El si�o Laguna La Blanca se presentó
como un hito en la historia de la Comunidad ya que allí se ubicó el úl-
�mo campamento del cacique Mariano Salteño. También trabajamos
en Arqueología de �empos históricos; se realizaron prospecciones y
excavaciones en el Si�o Nakamblaisat, donde se levantó el Cantón San
Mar�n y la Reducción Franciscana Nuestra Señora de los Dolores que
fue el asentamiento que dio origen a la actual Colonia Dolores.
De la inves�gación arqueológica, obtuvimos importante informa-
ción y materiales para la muestra del Museo. Todos los materiales rele-
vados y excavados se encuentran hoy en depósito en el Museo Local.
Además de la inves�gación arqueológica, trabajamos en la in-
ves�gación de archivos y documentos: desde los archivos personales
de historiadores locales14 hasta archivos públicos como el Archivo Ge-
neral de la Provincia y el Archivo Nacional.
Trabajamos en la inves�gación del patrimonio cultural intangi-
ble a través de la recuperación de la memoria oral, las tradiciones y
los saberes ancestrales. Este rescate y puesta en valor del patrimonio
cultural se realizó a par�r de talleres par�cipa�vos15.
Se realizó el relevamiento y registro de las fiestas, ritos y mitos
tradicionales: la Fiesta del 30 de Agosto que representa el Año Nuevo
Mocoví, el Saludo a los Cuatro Vientos, el encendido del Fuego por el
Consejo de Ancianos, la Danza Tradicional, el Himno Mocoví y el Mito
Fundacional.
A par�r de este trabajo, la comunidad de Colonia Dolores, a través
de sus saberes ancestrales, fue dando forma y contenido al museo, ex-
presando cual era la historia que querían contar, cual era el mensaje que
querían transmi�r a través de los objetos, las imágenes y el discurso.

14. Gloria Dayer gen�lmente nos permi�ó consultar su archivo personal.


15. El trabajo en talleres se presentó en el capítulo VI.

218
Hacia finales del 2010 comenzamos a trabajar en la recuperación
del espacio donde funcionaría el museo. La casa contaba con techo
de chapa, paredes de ladrillos, piso de portland y aberturas precarias.
Compramos nuevos materiales y fueron principalmente los miembros
de la comunidad quienes acondicionaron el espacio: cambio de aber-
turas, colocación del piso, revoque de paredes; aunque pudimos cola-
borar en la etapa de pintura de paredes y aberturas y en la colocación
de una membrana aislante debajo de la chapa, con la finalidad mi�gar
los cambios de temperatura.
En esta instancia realizamos nuevos talleres con la Comunidad,
a fin de discu�r sobre los resultados del relevamiento arqueológico de
los talleres realizados anteriormente, de las entrevistas y de la inves�-
gación documental. Acordamos el guión de la muestra museográfica,
la cual estaría estructurada de acuerdo a los siguientes períodos: Pe-
ríodo Prehispánico, que reafirma la presencia de los Pueblos Origina-
rios en la región antes de la llegada de los españoles; Período Colonial:
la Reducción Jesuita-Mocoví San Francisco Xavier y la labor del Padre
Florián Paucke; Período de Conformación del Estado Nacional: Reduc-
ciones y For�nes, la Reducción Franciscana Nuestra Señora de los Do-
lores y el Cantón San Mar�n; Fundación de la actual Colonia Dolores;
independización de Colonia Dolores de San Mar�n Norte, creación de
la comuna reconocida hoy como Primer Municipio Mocoví de la Pro-
vincia de Santa Fe; y por úl�mo, La Comunidad Mocoví de Colonia Do-
lores en la actualidad: la organización de la Comisión Aborigen, el lugar
de los Ancianos y las Artesanías.
Así, llegamos al momento del diseño de la muestra, trabajamos en
la selección del material arqueológico, que incluyó el montaje de una vasi-
ja que fue la primer pieza hallada en El Ombusal; seleccionamos las imáge-
nes para los paneles y se realizó la traducción de los textos al Mocoví16.
Montamos el museo, la comunidad decidió darle el nombre del
proyecto: Museo Nelovek q̈obo’ Mokoit, Museo de Historia y Arqueo-
logía Originaria.

El Museo abre sus puertas

Luego de un año y medio de trabajo, el Museo abrió sus puertas


en el marco de la semana de los Pueblos Originarios, el 24 de abril de
2011. Nos acompañaron más de trescientas personas.

16. Sobre el trabajo de traducción ver el capítulo VII.

219
Como ya dijimos, la Comunidad decidió darle al museo el mis-
mo nombre que al proyecto: Nelovek q̈obo’ Mokoit que significa “Se
despertó el Pueblo Mocoví” o “El despertar del Pueblo Mocoví”. Esta
denominación estuvo inspirada en el significado que �enen las accio-
nes emprendidas hacia el rescate y revalorización de la iden�dad y de
la historia del Pueblo Mocoví de Colonia Dolores. El museo se presenta
con un ícono muy significa�vo: un Ombú. Pero no es cualquier ombú,
sino el más viejos de todos los ombúes de El Ombusal, allí donde se
encuentran descansando “los an�guos”, sus antepasados. El ombú re-
presenta, por un lado, un espacio sagrado al referenciar al si�o donde
se emplaza el viejo Pueblo de Dolores; por otro lado, la cultura de los
antepasados que con el despertar del pueblo mocoví hoy resurge tal
como lo expresan sus palabras: sabiduría de nuestros ancestros latente
en nosotros17.
El soporte museográfico a nivel estructural está dado por una
pequeña casa conformada por una entrada frontal que da a un pasillo,
el cual comunica a dos pequeñas salas. Si bien las fronteras externas,
como expresa González Cirimele (2008) están dadas por la estructura
arquitectónica que separa lo interno, donde se encuentra contenida la
museogra�a, de lo externo; podemos plantear que en el caso de este
museo las fronteras externas se tornan difusas. El museo está conteni-
do dentro del predio de la Casa Mocoví. A nivel espacial, forma parte
de un conjunto de estructuras ubicadas en un espacio abierto, en tor-
no a un centro que se conforma como tal en momentos ceremoniales.
El predio de la Casa Mocoví es dónde se celebran las fiestas tradicio-
nales, donde se realizan los rituales y se llevan a cabo las ac�vidades
culturales.
El contenido temá�co se orienta hacia la iden�dad cultural a
par�r de la puesta en escena de la historia local. El desarrollo temá�-
co, en sus dimensiones espaciales y temporales, se encuentra guiado
por un orden cronológico definido por períodos y un ordenamiento
territorial definido por el mapa arqueológico. Las fronteras internas
están vagamente delimitadas por los dis�ntos temas representados en
el pasillo y las dos salas. Prima el orden cronológico, que comienza en
�empos inmemoriales dejándonos una marca, un mensaje clave: aquí
estaban antes de que llegáramos nosotros de Occidente. Desde el co-
mienzo del recorrido por la muestra, es claro que el sujeto que enuncia

17. Fotogra�a de la tapa del libro.

220
el discurso es la Comunidad Aborigen, los textos son presentados en
Mocoví, luego en castellano; cada período se presenta a par�r de hitos
que representa la historia de los pueblos originarios y en especial, del
pueblo mocoví de Colonia Dolores.

Bibliogra�a

DE CARLI, G. (2004). “Vigencia de la Nueva Museología en Amé-


rica La�na: conceptos y modelos”. En Revista ABRA, Facultad de Cien-
cias Sociales de la Universidad Nacional, Editorial EUNA, Costa Rica,
julio - diciembre, pp. 1-23.
GONZÁLEZ CIRIMELE, L. (2008). Funcionamiento del poder y del
saber en el discurso/texto museográfico comunitario. Cuicuilco, 15(44):
135-159, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.
INSTITUTO NACIONAL DE ANTROPOLOGÍA E HISTORIA (1984).
Programa para el desarrollo de la función educa�va de los museos del
INAH, México.
MORALES, T., CAMARENA, C. y VALERIANO, C. (1994). “Pasos
para Crear Museos Comunitarios”, México, Dirección General de Cul-
turas Populares, México.
REYES VENEGAS, G. y B. VÁZQUEZ (2009). “Construir ciudada-
nías desde el museo comunitario”. En 1er Foro Virtual de Arqueología
y Patrimonio. El patrimonio cultural en América La�na. Disponible en
h�p://www.cubaarqueologica.org/document/foro09-3-4.pdf.

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VÁZQUEZ OLVERA, C. (2008). Estudio introductorio. Revisiones
y reflexiones en torno a la función social de los museos. En Cuicuilco,
15(44): 5-14, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México.

Fuentes
Declaración de Quebec, 1984.
Documentos de la Reunión del Consejo Internacional de Museos
(ICOM) 1971, Francia.
Documentos de la Reunión del Consejo Internacional de Museos
(ICOM) 1972, San�ago de Chile.
Estatuto de la Comisión Aborigen Aim Mokoilek.

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EL PATRIMONIO CULTURAL DE LA COMUNIDAD MOCOVÍ
AIM MOKOILEK, COLONIA DOLORES

Procesado gráfico integral


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EDITORIAL DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO
Secretaría de Extensión Universitaria
Urquiza 2050 - S2000AOB / Rosario - República Argen�na
www.unreditora.unr.edu.ar / [email protected]
1000 ejemplares
Agosto de 2013

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