UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
Gonzalo vial C orre a
EL AFRICANO
EN EL
REINO DE CHILE
Ensayo histórico -
jurídico
'
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS
BIBLIOTECA NACIONAL
0031759
BIBLIOTECA NACIONAL DE CHILE
Sección ^?--v^c/l
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Registro Seaco....,4J.u..-^.J^O.Z/.
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UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS Y SOCIALES
Gonzalo vial C orre a
EL AFRICANO
EN EL
REINO DE CHILE
Ensayo histórico jurídico
-
Donación de
i| Antonio Doddis Miranda, p
Catedrático de
Literatura Clásica y
Medieval de la
Universidad de Chile, {
a ¡a Biblioteca Nacional.
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS
195 7
Memoria de Prueba, para optar
alGrado deLicenciado en De
recho, de la Universidad Cató
lica de Chile. Aprobada por el
Profesor Informante, don Jaime
Eyzaguirre Gutiérrez, y por el
Seminario de Derecho Público,
Director Profesor don Hernán
Larraín Ríos, y Profesor Infor
mante, don Jaime Ross Bravo,
con nota Siete.
(C) 1957. Gonzalo Vial Correa. Tocios
los derechos reservados por el autor.
Inscripción Nf> .19.-721
"Porque como quiera que
Dios no es aceptador de per
sonas ni de colores, cierto es,
que no estima en menos las
buenas obras de un esclavo
negro, que las de un rey
blanco".
Alonso González de Nájera
"Dios tiene a su cargo la tu
tela de lospequeñitos; que
no dijo de balde el Redentor,
que los ángeles custodios de
los pobres, están viendo siem
pre la cara de Su Padre; antes
quiso que entendiésemos, que
era muy para temer el lasti
mar a los pobres, teniendo
en la Corte de Dios unos
procuradores tales. . ."
Obispo Villarroel
INTRODUCCIÓN
El Reino de Chile abarca los Siglos XVI, XVII y XVIII,
es decir, la dominación española; el período que va desde
la Conquista hasta la Independencia; la llamada Colonia.
Este sector de nuestra Historia es el más ignorado.
Las causas de tal desconocimiento son múltiples:
I) Por una parte, hay la inmensa extensión temporal
del Reino de Chile, que hace de su estudio una empresa
difícil de abordar.
II) En seguida, tenemos que es imposible comprender
la existencia de aquellos años, sin profundizar la Historia
de España y el carácter de los españoles en la misma época,
factores cuyo reflejo americano es importantísimo. El pen
samiento y la política de los Austria, v. gr., o de los Borbón,
sen tan fundamentales para la Madre Patria como para el
Reino de Chile.
III) En tercer término, el análisis detallado de nuestra
"Colonia" exige acceso a archivos situados fuera del país
y, en lo que se refiere a los documentos originales del
Si
glo XVI y comienzos del XVII, técnica paleográfica que
es, en sí misma, una ciencia aparte.
IV) Pero los motivos citados son, creo, secundarios.
El fundamento de la obscuridad que envuelve a los siglos
denominados coloniales es la animadversión que por ellos
abrigaron, salvo contadas excepciones, los historiadores
decimonónicos.
Animadversión que los llevó, simultáneamente, a mi
rar con prejuicio todo lo que sabían de esos años, y a no
buscar saber más a su respecto.
7
Gonzalo Vial Correa
Ojeriza que venía, sin duda, de las guerras de la In
dependencia, pero que también era un poco (o un mucho)
causa de la misma Independencia.
España, en efecto, aparecía desde el Siglo XVIII co
mo baluarte de las "bétes noires" favoritas del tiempo: el
absolutismo y la religión católica. Por ello, España era
objeto de abominación: todo lo que ella tocaba se enne
grecía.
¿A qué fin, luego, estudiar la "Colonia" española?
De antemano, se sabía que era época de superstición,
de tiranía, de ignorancia, de fanatismo, de intolerancia, de
codicia, de crueldad y de atraso.
Así lo declamaba, por ejemplo, Lastarria, desprecian
do el prudente consejo de don Andrés Bello. A saber: in
vestigar antes de disertar; conocer la "historia" antes
de formular su "filosofía". Nunca, en lo que toca al Reino
de Chile, hubo enfoque menos positivo y científico de la
Historia que el del siglo de la ciencia y del positivismo.
Desde entonces, mucha agua ha corrido bajo los puen
tes. Incontables "tabús" y fetiches del pensamiento hu
mano, que parecían inamovibles, se han derrumbado.
A partir de Medina, y durante el transcurso de esta
centuria, la "Colonia" ha ido emergiendo de la obscuridad.
Investigadores incansables han publicado sus documentos;
historiadores de fuste han escrito valiosas monografías
sobre aspectos parciales suyos, o calado con hondura en
su espíritu. Gracias a ello, el Reino de Chile ha perdido
el carácter simplista, monolítico, que "a priori" le asignó
el autor decimonónico. Nos presenta ahora aquel Reino,
ángulos y contrastes, luces y sombras. . .
Particularmente sombras.
Porque, a pesar del inmenso, enorgullecedor trabajo
realizado, continuamos ignorando mucho, muchísimo, de
la llamada Colonia.
Sigue habiendo, en nuestro conocimiento del sector
más extenso de la Historia nacional, lagunas que impiden
una debida visión de conjunto.
8
El africano en el Reino de Chile
El Reino de Chile no es hoy, como en el Siglo XIX,
terreno virgen. Ya no se puede encerrarlo en el marco,
vago y pomposo, de discursos retóricos a favor de la liber
tad y en contra de la opresión. Pero tampoco es terreno
por completo explorado. La aplicación en su torno sólo ha
descortezado el misterio de la "Colonia", acentuando la
urgencia de una investigación minuciosa y completa.
Mientras ella no se haga, no será factible una Histo
ria General del Reino de Chile.
En otras palabras, la tarea de síntesis que dicha His
toria significa, exige perentoriamente otra labor analítica,
más opaca, de vuelo restringido, menos valiosa. .
pero
.
previa: la del monografista que, tomando un tema "co
lonial", concreto y limitado, lo desmenuce y agote
al exponerlo.
Cuando tengamos tales monografías para cada uno
de los aspectos principales del Reino de Chile, pensemos
en una Historia de conjunto. Antes no.
No estimo exagerar si digo que hay instituciones "co
loniales" que son para nosotros impenetrable arcano. Las
encomiendas, por ejemplo: ¿qué fueron?, ¿cómo funcio
naron?, ¿cuál era su trascendencia económica, política,
religiosa, social, militar? El Archivo de la Capitanía Ge
neral guarda centenares de expedientes sobre el tema:
¿Quién los ha estudiado? ¿Y quién podría hablar de la
"Colonia", sin hablar de la encomienda?
He escrito este trabajo buscando, en la medida de
mis posibilidades, coadyuvar en la tarea monográfica se
ñalada; la cual, repito, estimo indispensable para una fu
tura Historia General del Reino de Chile.
He escogido una institución (la esclavitud africana)
de modesta importancia en el todo "colonial". Pero es tan
to el desconocimiento de la época; tal la montaña de do
cumentos y antecedentes vírgenes que esperan al inves
tigador del Reino de Chile que, para abarcar toda la institu
ción elegida, me fué menester renunciar al agotamiento del
tema. Este hurgar en lo poco sabido, ha arrojado, pienso,
9
Gonzalo Vial Correa
luz sobre algunos rincones curiosos de la llamada Colo
nia..
pero también (y ello no es malo, sino beneficioso)
.
ha planteado, o actualizado, fascinantes problemas: ha
abierto atractivos caminos cuyas desembocaduras se ig
noran. Me han faltado las fuerzas para iluminar esos pro
blemas y seguir, hasta el final, estos caminos: quedan
para futuras investigaciones, propias o ajenas.
Quedan también como señal del largo trecho que ha
bremos de andar para decir sinceramente que sabemos
la Historia del Reino de Chile.
El que leyere, irá encontrando los problemas aludidos.
Mas, por vía de ilustración, enumero de inmediato algunos:
—
Influencia de la sangre negra en la raza chilena. La
estirpe africana. .
¿pereció o fué absorbida por el
.,
mestizo?
—
Temores de una conspiración indo-morena contra los
españoles, durante el Siglo XVII (primeros indicios de lu
cha social en el país).
La trata de esclavos en Chile; las oscilaciones de
—
los precios; la política comercial, teórica y práctica, de la
Corona en tales materias.
El reemplazo del trabajo esclavo y negro por el
—
libre y mestizo.
La aplicación al esclavo, de las normas sobre siervos
—
que contienen las Siete Partidas.
La protección de la libertad por los jueces "co
—
loniales".
Los esclavos jesuítas.
—
.y así sucesivamente.
. .
* * *
Termino con algunas anotaciones sobre la forma en
que he hecho este trabajo.
Sus fuentes se indican con detalle al final; las refe
rencias, a continuación de cada parte de la obra y han sido
10
El africano en el Reino de Chile
reducidas al mínimo: se indican sólo las de aquellos docu
mentos citados extensa y textualmente.
importantes,
Dos otros ángulos podrían extrañar al lector.
El primero, la dispersión, a lo largo de la obra, de los
varios aspectos jurídicos de la esclavitud.
Dicha dispersión es deliberada. Porque la esclavitud
de los africanos fué, en la "Colonia", una institución de
estudio jurídico se confunde con el histórico: las normas
derecho, pero más consuetudinaria que escrita. Por eso, su
positivas o legales aparecen mezcladas, de manera estre
cha, con la realidad viva, con el imperio de la costumbre,
formando un solo todo inseparable.
He querido presentar una visión conjunta de ese todo,
pues únicamente así, a mi juicio, trazaba un cuadro com
pleto de la institución de derecho. El precio de los escla
vos, su población, sus menesteres habituales, etc., vienen,
de tal modo, a ser datos de trascendencia jurídica.
El segundo ángulo, poco usual, en el problema de los
cautivos africanos del Reino de Chile, es la ceguera com
pleta de aquella sociedad y época, en cuanto a la injusti
cia absoluta de la institución analizada, injusticia que
hoy se nos presenta tan clara.
El tema requiere estudio más acabado, pero creo
que la esclavitud del africano siguió la regla invariable
de las grandes injusticias históricas, de ayer o de hoy.
A saber: el tiempo, la costumbre, la ley y la rutina, la
barnizaron de aparente respetabilidad. El mundo "colo
nial", por ver esta maldad todos los días, dejó de verla.
Sólo los espíritus selectos (v. gr., don Manuel de Salas)
se sobrepusieron a tal inercia, que confunde lo bueno con
lo antiguo. Pero el Obispo convencido de que todos los
esclavos habían perpetrado delitos comunes en Angola
o Guinea, y que a ello debían su cautiverio; el Capitán Ne
grero que apostrofaba de "cruel" y "bárbara" a su "mer
cancía", porque se amotinaba y el Poderoso Señor indig
nado con la insolencia de su esclava, la cual llamaba
"injusto" el que la separasen de su familia para enviarla
11
Gonzalo Vial Correa
a vender a Lima (curiosos personajes que topará el que
leyere). . . no eran, como pudiera creerse, cínicos ni per
versos. Simplemente, no veían la monstruosidad esencial
de la esclavitud.
¿Por qué? Porque la tenían continuamente delante. No
los execremos, entonces, pues quizá también nosotros, los
libres hijos del Siglo XX, adoramos alguna inmensa y ve
nerable injusticia y no la vemos precisamente por ser
inmensa y venerable.
12
PRIMERA PARTE
NUMERO, VALOR Y TRABAJOS DE LOS AFRICANOS
EN CHILE
". . .
y vino a esta tierra bien ade
rezado. . . de armas y caballos y
esclavos y yeguas y ganados. ." .
"Pondrá negro que esté todos los
días del año para atender en el di
cho despacho, y a ello obligó su
persona y bienes, dio poder. . a .
las justicias para que lo apremien".
"Juan Antonio, mulato de más
de cuarenta años, de color blanco
y oficio calesero. . . 275 pesos. Mer
cedes, negra de 30 años y color
alovado, preñada, para todo servi
cio. . . 300 pesos".
Capítulo Primero
EL NEGRO EN EL SIGLO XVI
I POBLACIÓN
Los primeros africanos que vieron nuestra tierra, venían
en la flota de Hernando de Magallanes. El mismo Almi
rante traía consigo un cautivo morisco de paje. Otros
expedicionarios tenían también esclavos morenos; y no
faltaba —
finalmente— uno que otro negro libre. De to
dos estos infelices nos han llegado sólo los nombres de
pila: Juan, Antón, Jorge. . .
Los africanos salpicaban, de igual modo, las tropas
de Almagro, en el viaje a Chile. Puede que entre ellos
hubiere horros (conocemos, por lo menos, uno: Juan Va
liente, del cual se hablará más adelante ) ; pero, en su
mayor parte, eran esclavos de los conquistadores. Her
nando Solano marchaba con cuatro negros suyos (entre
ellos una mujer), y Diego de Pantojas, con uno. Al pro
pio Almagro (que dejó, al morir poco después, seis es
clavos indios y cuatro de color) lo acompañaba la negra
Margarita, o Malgarida, notable figura histórica, que ve
remos en mejor lugar. Probablemente llevaba además
— —
africanos Diego de Encinas, y consta que Jerónimo Costilla
aportó esclavos a la aventura, sin que sepamos si eran és
tos indígenas o negros. . En total
.
según F. A. Encina
— —
los africanos que formaban parte de la marcha serían unos
ciento cincuenta, contra doscientos cuarenta españoles y
15
Gonzalo Vial Correa
mil quinientos indios. O sea, casi el 13 [< de quienes vinie
ron a Chile con Almagro, tenía sangre africana.
Las huellas raciales de los contingentes africanos que
hemos analizado fueron despreciables, si existieron. Las
primeras inyecciones estables de sangre morena llegaron
a Chile con Valdivia y sus continuadores.
¿Cuántos negros acompañaban a don Pedro de Val
divia? Imposible es precisarlo exactamente. Los documen
tos tratan el punto en muy raras oportunidades, y sólo de
refilón. Por otra parte, no distinguen en el género
—
"esclavos" -el indio del moreno; y, al hablar de "criados",
—
se refieren algunas veces a cautivos negros o americanos,
y otras a españoles. Encina supone que, en el
escuderos
campamento extremeño, los negros serían quince o veinte,
contra ciento cincuenta peninsulares, pero no explica los
fundamentos de su cálculo.
Si abandonamos la idea de dar cifras, nos queda el
camino de ordenar los pocos y dispersos datos que posee
mos sobre la materia. Son en el período que va desde
—
el comienzo de la conquista hasta la muerte del primer
Gobernador (1540-1553) los que siguen:
—
a)Juan Valiente, negro libre que estuvo junto a
Almagro, vino asimismo con Pedro de Valdivia.
b) El propio conquistador poseía esclavos africanos.
Probablemente le pertenecía Juana de Valdivia, mujer
de Juan Valiente y quizá negra o mulata. Una carta que
describe la muerte del extremeño, dice: "...De manera
que le mataron a él y a otros cincuenta hombres. por . .
manera que quedó él y todo su servicio, así blancos como
negros e indios, ahí muerto: plega a Dios que El los per
done, a él y a todos". Años después, los Oficiales Reales
escribían a la Corte: "En lo que toca a los cien mil pesos
que el Gobernador Valdivia debía, se le tomaron todos los
bienes que tenía, así esclavos como ganados, casas, here
dades. .".
.
c) Inés Suárez poseyó una esclava mulata, por nom
bre Catalina, de vida bastante azarosa: siendo niña, a los
18
El africano en el Reino de Chile .
ocho onueve años, la forzaron a casar con Gonzalo de los
Ríos. Disuelto aquel matrimonio escandaloso, fué legíti
ma mujer de Juan Dávalos Jufré,
que hubo en ella una
hija. Finalmente anulado también el segundo matrimo
—
nio—
la encontramos casada con Bernardino de Mella,
quien le dio unos cinco vástagos(l).
d) Bartolomé Flores trajo a Chile dos negros, los cua
les fueron asesinados por los indígenas, en el asalto a la
nave que construía Valdivia en Concón.
e) Andrés de Pereda, que acompañó a Valdivia cuando
el extremeño fundó Concepción, y en el cerco de la ciu
dad y batalla de Andalién, marchaba con uno o dos afri
canos.
f) Giraldo Gil imuerto el año 1555
—
era casado —
con Juana de Lezcano, morisca horra, esclava liberta, he
rrada en la cara. Atendida la fecha del fallecimiento de
. .
Gil y teniendo en cuenta asimismo —
que dejó dos hijos
—-
legítimos, concluímos que la morena Juana debía estar en
Chile el año 1553, si no antes.
g) Juan Negrete arrendó, en 1541, su esclavo Do
mingo a la ciudad de Santiago, como pregonero.
h) Francisco Pérez que murió el año 1541 dejó,
— —
parece, un hijo mulato.
i) Entre los que vinieron a Chile con Francisco de
Villagra, en 1531, Lorenzo Bernal del Mercado y Miguel de
Avendaño Velasco —por lo menos traían esclavos, sin
—
que los documentos especifiquen si aquellos eran indí
genas o morenos.
j) Juan Beltrán de Magaña tuvo, hacia 1550, un hijo
mulato de su mismo nombre.
k) Alonso Galiano, en 1553, era ya marido de la mo
risca Leonor Galiano, de seguro esclava suya, que le dio
descendencia.
1) Cristóbal Martín de Escobar y su hijo Alonso vi
nieron desde el Cuzco a Chile a socorrer al Gobernador
Valdivia, "bien aderezados. de armas, y caballos y escla
. .
vos". Es, sin embargo, dudoso que éstos fuesen africanos:
17
Gonzalo Vial Correa
al llegar don García a nuestra tierra, años después, dicen
los documentos que Alonso de Escobar salió a su encuen
tro, partiendo de Santiago, "con recaudo de esclavos
indios".
m) Jerónimo Núñez arribó a Chile pasado el año 1548,
trayendo "armas y caballos y esclavos y yeguas y
ganados". Ignoramos si los cautivos que figuran en
esta enumeración, un poco heterogénea, eran negros o
indígenas.
n ) El licenciado Julián Gutiérrez Altamirano vino a
Chile hacia 1551 con esclavos, no sabemos si indios o
morenos.
Talesinformaciones, indudablemente fragmentarias,
nos indican, sin embargo, que la gente de color era bas
tante numerosa al comienzo de la conquista; sobre todo
si se considera que el negro o mulato no fueron, por lo gene
ral, personas cuyos hechos consignaran crónicas y documen
tos, excepto en forma incidental.
Confirma lo anterior un acuerdo del Cabildo de San
tiago (año 1551), que empieza así: "Por cuanto en esta
dicha ciudad y en sus términos hay cantidad de negros,
y de cada día vienen a esta tierra. ."; palabras que su
.
gieren una población morena abultada y en continuo cre
cimiento.
Y efectivamente: hasta finales del siglo continúan lle
gando africanos a Chile, no por grandes partidas, sino de
a dos o tres.
Arriban en las naves provenientes del Perú. Dos ejem
plos, tomados al azar: El año 1555, Pedro de Malta trae
siete esclavos, de los cuales compran tres los coquimbanos
y el resto sigue hacia la capital. El año 1563, el "Nuestra
Señora de lo Remedios" lleva cuatro morenos: uno es
muerto por los indios en la isla de Santa María.
También llegan africanos salidos directamente de Es
paña como servidores domésticos. Los archivos guardan
numerosas licencias reales para pasar esclavos, en esa ca
lidad, al Perú o Chile. Entre los amos beneficiados, figuran
18
El africano en el Reino de Chile
los Oidores Bravo de Saravia y Hernando de Santillán
(1548), Alonso de Córdoba (1553 ó 1554), los clérigos
Francisco de Paredes (1558), Juan Fernández de Villa-
lón (1559), Andrés de Carvajal (1561) y Tello Rodríguez
(1562) y otros.
Finalmente, la guerra con los indígenas aumenta la
población africana: los morenos son introducidos al país
por los conquistadores como soldados o bien como escu
deros. Así, cada movimiento bélico importante significa
un nuevo contingente racial de color.
V. gr. : muerto Valdivia, se dirigen a Arauco los si
guientes militares:
a) Juan Gómez, quien allí "mete caballos, y un
esclavo y armas y otros buenos aderezos";
b) Juan Alvarez de Luna, que viene del Perú, apor
tando un galeón y cautivos, no sabemos si indios o afri
canos;
c) El mulato Cristóbal Várela, cuya historia reserva
mos para más adelante, y
d) Francisco de Aguirre, el cual, al saber que Valdi
via ha perecido, cruza la Cordillera desde Santiago del
Estero y acude al socorro de Chile, trayendo en su comiti
va varios negros.
Un segundo caso: cuando Hurtado de Mendoza desem
barca en Chile, avanzan a su encuentro, por el interior,
Diego García Altamirano y Juan de Alvarado, ambos con
esclavos, ignoramos si morenos o indígenas. El joven Go
bernador mismo tenía cautivos africanos. De su séquito,
lo imitaban —
al menos —
Francisco de Niebla y Lorenzo
Vaca de Silva. También acompañaban esclavos, cuya raza
no se indica, a Pedro Lisperguer.
Y un último ejemplo: entre los que escoltaban a Fran
cisco de Villagra cuando éste, nombrado Gobernador, volvió
del Perú (1561), Juan de la Reinaga Salazar y Diego Ruiz
de Oliver poseían cautivos de color no especificado.
De los morenos que habitaban Chile, la mayoría la
componían —
en el Siglo XVI—
esclavos. Sin embargo, no
19
Gonzalo Vial Correa
faltaban horroso que pasaban por tales. Ya hemos visto
—
y
pronto volveremos a ver los casos de Juan Valiente, Cris
—
tóbal Várela, Leonor Galiano, Juana de Valdivia, Catalina
de Mella, Juana Lezcano y demás. Sin contar dichos casos,
los dudosos y la descendencia de los matrimonios mixtos,
conocemos aún otros africanos libres de aquella épo
ca; v. gr. :
a) En Santiago, una no-identificada "negra del Obis
po" (1558); el negro Tomé Vásquez (1559) y los mulatos
Francisco Moreno (1559), Ampuero (1562), cuyo nombre
de pila ignoramos, y Pedro Moreno (1565);
b) En Concepción, el negro Felipe (1554);
c) El mulato Antón de Guzmán (1571), y
d) En Tucapel, Gómez de León, "lacayo y soldado en
comendero", quizá mulato (1561) (2).
Con todo lo expuesto, no extrañará tanto saber que,
hacia 1558, el número de negros, mulatos y zambos bor
deaba en Chile los cinco mil, contra dos mil cuatrocientos
españoles, diecisiete mil mestizos y cuatrocientos ochenta
mil indígenas. O sea que, de la población chilena no pu
ramente india, al terminar el Siglo XVI, casi un 20% lle
vaba en la sangre estigmas africanos (3).
II PRECIO
El número de morenos en esta tierra, durante la cen
turia que nos ocupa, hubiera alcanzado una cifra aún más
elevada, de no ser por el alto precio que tuvieron.
Oviedo dice que, al viajar Almagro a Chile, un negro
costaba 2.000 pesos oro. Si por tales el historiador referido
entiende castellanos —
la moneda de los conquistadores —
la afirmación es disparatada. Si entiende patacones o pesos
fuertes, habría siempre —
creemos —
una pequeña exage
ración. Efectivamente, Diego Pantoja que acompañó a
—
Almagro levantó,
—
el año 1561, una infcrmación sobre sus
méritos y servicios; en la cual leemos qt e "el dicho Diego
Pantoja fué al dicho descubrimiento. . con dos caballos,
.
20
El africano en el Reino de Chile
que a la sazón valían cuatro mil pesos, y un negro que va
lía quinientos". Considerando que las informaciones, desti
nadas a arrancar gracias y recompensas al Soberano podían
abultar los gastos y hazañas del interesado; pero, por su
puesto, nunca los disminuían, concluímos que un esclavo
africano costaba, por aquel tiempo, máximo 500 castella
nos; es decir, algo más de 1.500 pesos fuertes o patacones.
Las noticias que poseemos, para los años posteriores,
son muy incompletas ( sin contar que el valor de un cautivo
se alteraba mucho según sus cualidades o defectos), pero
permiten aseverar que los precios bajaron en forma apre-
ciable. Sin embargo, el esclavo moreno continuó siendo
un lujo.
Las cuentas presentadas por Pedro de Malta y por
su albacea Antón Niza, fijan el costo medio de un varón
negro hacia 1555, en 270 castellanos (más de 810 pa
tacones).
En 1564, el valor de un esclavo africano macho osci
laba entre los 200 castellanos (más de 600 pesos fuertes)
—
pagados por un negro enfermo, ladrón y bebedor y
—
los 400 castellanos (más de 1.200 pesos fuertes) cance—
lados por un negro sin tacha de 40 años.
Una Real Cédula de 1556, ensayó fijar el precio del
negro, estableciendo un tope de 180 ducados (moneda pe
ninsular no correspondiente con la nuestra) por "pieza",
excepto la de Guinea, más estimada, cuyo costo máximo
eran los 200 ducados. Estos precios fueron los más altos
para América Española entre los estatuidos por dicha Real
Cédula. Ello sugiere el aislamiento de Chile en aquella
época. Cinco años después, otra Real Cédula derogó la
medida expresada (4).
El flete (pese a que, para los esclavos varones, había
un medio de evitarlo, según se verá) y la alimentación de
los cautivos durante el viaje, recargaban los precios. El
año 1552 el pasaje de una negra entre el Callao y Valpa
raíso, incluyendo, a fin de que subsistiera, un quintal de
bizcocho, ascendía a más de 45 patacones.
21
Gonzalo Vial Correa
Al parecer, el valor deuna esclava era inferior con —
siderablemente el que conseguía el varón. Ello no sería
—
extraño, ya que los menesteres que necesitaban esclavos, en
Chile, nada tenían de femeninos. Así, en 1558, una negra
María del Corro y sus dos hijas se avaluaban en 500
— —
patacones. Ese mismo año, en una lista de las personas a
las cuales Francisco de Villagra pagó subsidios, con ocasión
del socorro a la Imperial y Valdivia, se leía: "Un negro
para el Mariscal. . . llamado Diego. . . 700 (pesos fuertes)".
"A Hernando de Huelva, por una negra.., 450 (pesos
fuertes)".
Como es aventurado dar equivalencias, en nuestra
actual moneda, de la usada por esos remotos años, nos li
mitaremos a algunas comparaciones: cuando un negro
valía 270 castellanos, término medio, costaban en idén —
tica unidad la arroba de vino, casi 3; una cota 40 y un
—
ancla lo mismo; un quintal de bizcocho, 10; una camisa de
holanda, más de 12.5, y un ataúd, 7. Razón tenía, pues, don
Francisco Gálvez, contador de real hacienda, al escribir que
en Chile los esclavos no se venderían sino escasamente,
"a causa de ser la gente de él tan pobre" (5).
III OCUPACIONES Y OFICIOS
Ya hemos anotado la dureza de los menesteres que re
querían esclavos africanos en nuestra patria y durante
esta centuria. Detallaremos ahora los más importantes de
tales oficios y ocupaciones:
a) El Transporte: Se hacía, hasta finales del siglo, casi
únicamente a brazos de indígenas y morenos. Las muías y
carretas de bueyes vinieron luego a liberar a los esclavos
de dicha pesada labor.
b) La Navegación: Los africanos integraron, en parte
muy respetable, la marinería de la época. Ello se debió a
dos razones principales:
1?) El moreno fué un hombre de mar mucho más ba
rato que lo corriente. Hacia 1563, pongamos por caso, mien-
22
El africano en el Reino de Chile
tras el tripulante común recibía una "soldada", un negro
era dado en arriendo por su dueño, como marinero, en
media "soldada". Los oficiales y armadores solían, por
esta razón, poseer esclavos de color: en la ya citada nave
"Nuestra Señora de Los Remedios", el maestro y co
propietario Francisco de Huete llevaba dos y el contrama
estre y despensero, Juan Fernández (¿el célebre pilo
to?), uno.
2?) El mercader peruano que deseaba vender cautivos
en Chile, los arrendaba en calidad de tripulantes, y por
—
el viajede ida algún barco que viniese a nuestras cos
—
a
tas. Conseguía así
doble ventaja: ahorrar fletes y alimenta
ción y embolsarse las remuneraciones que a los esclavos
correspondían. Además, generalmente, el dueño también
se contrataba como hombre de mar de la misma nave, elu
diendo pagar pasaje y cobrando por sus servicios una o
varias "soldadas". Este es el medio al cual nos refería
—
mos arriba que
—
utilizaban los amos y comerciantes para:
que sus africanos, siendo varones claro está, no les signifi
casen gastos de transporte; y ello explica que el negro
costara aquí, aproximadamente, lo que valía en el
Perú (6).
Lo visto ilumina el hecho de que, en casi todas las
efemérides de nuestra navegación marítima, a lo largo
del Siglo XVI, la Historia recuerde algún moreno.
Pues africanos vinieron en la flota de don García; y
Vicuña Mackenna nos dice que el famoso Ladrillero, una
vez reconocido el Estrecho, volvió a Valparaíso con sólo un
español y un negro: los otros tripulantes habían perecido.
Cuatro esclavos negros marineros, pertenecientes al dueño
de la nave, acompañaban quizá
—
a Juan
—
Fernández;
y la expedición de Hernando Lamero al Estrecho también
contaba tres africanos.
c) La Minería: Siempre la Corona Española mostró
vivo interés en que se surtiera a esta provincia de negros
esclavos, a fin de hacer prosperar las minas. Juan Vásquez,
funcionario de la Corte, redactó un memorial, el año 1550,
23
Gonzalo Vial Correa
resumiendo las noticias que poseía sobre los yacimientos
de oro y plata existentes en Chile. En una parte de dicho
apunte expresaba que habíase de ver la conveniencia de
laborar con negros estas minas, avisando en seguida el
resultado a la metrópoli, "porque —agregaba si fuese
—
provechoso llevarlos, se tendrá cuidado de proveerlo". Más
adelante, tocando el nudo del problema, escribía: "Asimis
mo se debe mirar y platicarsi los indios querrán, de su
voluntad, ocuparse en beneficiar dichas minas, dándoles
jornales por ello, con alguna parte del metal que sacaren;
y si será más provechoso que comprarse negros" (7).
He aquí, repetimos, las líneas esenciales del problema.
Lo único que el natural quería, "de su voluntad", era no
hacer absolutamente nada; descontando que su frágil físi
co no se avenía con la agotadora faena del minero. Y, por
otra parte, el negro era para los chilenos, vista la relativa
pequenez de los yacimientos, caro en exceso. Dificultad
insoluole, por mucho que se "mirara y platicase". .Así.
lo creyó un segundo funcionario, nuestro ya conocido Fran
cisco de Gálvez, contador de real hacienda. No obstante,
propuso establecer dos colonias cada una de cien afri
—
canos, "con algunas negras" en
—
Chile: la primera en el
avalle de Limarí, la segunda en el de Choapa. Los esclavos
estarían divididos en secciones de a cincuenta, habiendo
un cuidador por sección. Algunos negros buscarían comi
da,para que los demás "sacasen oro todo el año"; debiendo
remitirse a Chile, amén de los esclavos, utensilios mineros
y agrícolas. Al parecer, se trataría de una empresa estatal:
el por lo que sabemos, no cuajó.
proyecto,
A pesar de todo, hay rastros de mano de obra africana
en los yacimientos chilenos, hasta que termina el siglo.
Conviene anotar que sólo desde 1559, más o menos, y gra
cias a una disposición promulgada por Hernando de San-
tillán, pudieron "cualesquier españoles. .tomar minas
.
(auríferas) y labrarlas con cuadrillas de negros" (8), cosa
antes reservada a los encomenderos. Luego, el Consejo de
24
El africano en el Reino de Chile
Indias prescribió que únicamente se utilizasen negros en
el trabajo de los lavaderos, pero ello quedó en el papel.
En las "Ordenanzas" para minas dictadas por Pedro
de Valdivia (1546), se dice: "que ningún cautivo pueda
traer cuadrilla, ni. defender mina, ni estacarla, ni pedir
. .
estaca"; norma enderezada es probable
—
a evitar que
—
los esclavos que explotasen los yacimientos, se adueñasen
de ellos.
Aún mayor número de reglas relativas a morenos hay
en las "Ordenanzas sobre minas de plata", de Antonio
Núñez (1550). Sugestiva es la siguiente: "Que sea obli
gado el que tuviera minas de plata, o estacas de otro, a
tenerla poblada con cuatro yanaconas, o cinco indios de
repartimiento, o con un negro y dos yanaconas. ." Por .
donde se aprecia que el africano equivalía, en capacidad
de trabajo, mínimo a dos yanaconas, o a dos y medio in
dígenas chilenos. (Es curioso anotar que una Real Cédula
de 1511, estimaba el trabajo de un negro "más útil que el
de cuatro indios" cubanos).
Continúan las disposiciones de "Ordenanzas":
estas
que si algún natural, yanacona o moreno, "se hallare en
la mina ajena hurtando metal", se le castigue la primera
vez con cien
azotes; la segunda, cortándole las orejas; y
la tercera, "sea ahorcado por ello hasta que muera natu
ralmente". "Entiéndase que no se ejecute como se con
tiene agrega Núñez a renglón seguido, quizá estupefacto
—
al releer sus propias leyes sino que el juez lo castigue
—
a su albedrío. .".
. En cuanto a la mina descubierta por
el negro, natural o yanacona, "sea el descubridor de ella
el dueño de tal pieza". Y "que ningún yanacona, ni ne
de hurtar escorias de la fundición
gro ni indio sea osado
ni relaves en los lavaderos, sin licencia de su dueño (sic)
so la dicha pena" (9).
A pesar de tan sensatas normas, y del entusiasmo
algo teórico, es cierto de la Corona, a fines de esta
—
centuria las faenas mineras se hallaban paralizadas, o muy
reducidas, debido a la insuperable dificultad que hemos
25
Gonzalo Vial Correa
explicado: el natural no servía en tales labores, y el afri
cano estaba fuera de alcance económico para Chile.
d) Capataces: Fueron los negros, durante el Siglo XVI
y después, excelentes desde el punto de vista español,
—
es claro
capataces o "sayapayas" de los indígenas, sea en
—
los penosos viajes del descubrimiento y la conquista, sea
en minas y labores agrícolas. Tan excesivamente buenos,
que ya a partir de 1563 Pedro de Villagra se vio obligado
a prohibir su empleo, según veremos.
e) La Guerra: Por los datos que consignamos sobre
la población morena de Chile, en el siglo que se analiza,
el lector habrá notado la importancia que tuvo el negro
en la guerra de Arauco.
Completaremos la idea con nuevos antecedentes.
Los esclavos africanos servían de escuderos y auxilia
res. Los negros de Bartolomé Flores, dirigidos por Gonzalo
de Los Ríos, cortaban tablas, destinadas al Barco que Val
divia construía "a la boca del río de Chile". Los esclavos
de Pedro de Lisperguer ayudaron a don García a levantar
el fuerte de Arauco. Estos trabajos acarreaban, como se
comprenderá, muchos y crueles peligros a aquellos infeli
ces: los naturales asesinaron a los referidos negros de
Concón y Hurtado de Mendoza escribía al Rey, hacia
1558: "... Cada día (los indios) nos están dando arma,
matándonos yanaconas, y negros y caballos" (10).
Los españoles conocían perfectamente la gran ayuda
que, en la contienda, les prestaban sus esclavos morenos.
Así lo comunicó al Rey v. gr. Rodrigo de Quiroga, el
— —
año 1577; y aún antes en 1554— Jerónimo de Alderete
—
se había dirigido al Monarca en los siguientes términos:
"Suplico a V. M. que, porque en el servicio de S. M. y
bien y sustentación de aquella provincia, conviene que los
que en ella residen tengan armas y caballos y esclavos ne
gros, para la guerra que de continuo tienen con los indios
rebeldes. sea servido mandar
. .
que, por deudas que de
ban los vecinos de aquella provincia, no les puedan hacer
26
El africano en el Reino de Chile
ejecución en armas, ni caballos ni esclavos ni en las cosas
de su vivir".
Idéntica petición enderezó Alderete al Consejo de In
dias (1554), el cual repuso sobriamente: "Véase lo que en
esto se ha hecho en otras partes". La diligencia debió ser
favorable, pues una Real Cédula de 18 de febrero de 1554
(pregonada en ¿Santiago cinco años más tarde) ordenó
que, para el futuro, no se ejecutase a los "vecinos y mora
dores" de Chile en "sus personas, armas y caballos, ni
en sus casas ni camas en
que durmiesen, ni entre esclavos
de su servicio" (11).
Pero no sólo africanos esclavos llegaban a la guerra
de Arauco. También mulatos libres, chilenos o bien enro
lados en el Perú, formaban parte de los tercios hispanos.
Fueron siempre soldados de gran valor y con ciertas rudi
mentarias aptitudes estratégicas. Ya han aparecido algunos
en estas páginas: Cristóbal Várela, por ejemplo, y quizá
Gómez de León. Casi todos los que componían la guarni
ción de Cañete, hacia 1569, eran mestizos o mulatos; entre
los últimos se recuerda a Juan Fernández, que sabía firmar.
Lo único malo de los militares mulatos, era cierta
deplorable tendencia a pasarse al enemigo.
Uno de ellos, llamado Ampuero (más informaciones
no tenemos), fué ahorcado en Santiago, el año 1562, por
desertor.
Otro comandaba una partida de indios rebeldes, que
tuvo en apuros a don Alonso García Ramón. Llegó el afri
cano hasta asaltar (1584) el campamento español, mas
allí terminaron definitivamente sus hazañas, por obra y
gracia de un arcabuzazo.
Pero sin duda el caso más notable, a este respecto,
fué el de dos hermanos: los mulatos Dionisio y Sebastián
del Castillo, hijos que hubo Elena, nesra esclava de Mar
tín de Algaraya, con "un fulano del Castillo"; al cual los
desdichados "no. conocieron de vista".
. .
27
Gonzalo Vial Correa
Ambos africanos vivíanen Angol, hacia 1590. El ma
yor, Dionisio, era soldado en el fuerte de Longo-
libre,
y
toma; el menor, esclavo de Hernando Ortiz de Algaraya.
Dionisio empeñó su arcabuz al angolino Juan de León,
"por dos botijas de vino". Muy dulce sería, pero corrió
el tiempo, y el Corregidor de la ciudad, el capitán Andrés
Valiente, apercibió al mulato para una "maloca" contra los
"coyuncos". Estos eran indios belicosos, los cuales dice —
un cronista de la época "hacían notable daño en la ciu
—
dad Imperial y en los Confines", pues—- agrega otro "a —
dar asaltos a la gente de paz venían". Dionisio reclamó su
arma al prestamista, quien repuso haberla "deshecho y
hecho clavos" .
Súpolo el Corregidor y se enfureció:
. .
amenazaba "quitar (al mulato) una india que tenía en su
servicio, del repartimiento de Gregorio de Oña, llamada
Elvira".
¡Sin vino, sin arcabuz. y ahora sin india! Era de
. .
masiado. Dionisio cogió a Elvira y a una hija de su her
mano Sebastián y, lisa y llanamente, se pasó a los "co
yuncos".
Transcurrido un par de años Sebastián lo imitaba. . .
¿Por qué? Hernando Ortiz había vendido el mulato a un
capitalino. Sebastián abandonó la casa del nuevo amo, en
Santiago, y regresó Angol, suplicando
a ex-dueño que a su
lo admitiera consigo. Ortiz no opuso reparos, pero al poco —
tiempo —
contrajo las viruelas y murió: ordenando, por
testamento, fuese devuelto Sebastián al comprador burla
do. Ante lo cual y ante los recados de su hermano, que
—
continuaba viviendo entre los "coyuncos" con su sobrina
y la india Elvira el esclavo mulato hurtó en casa de
—
Hernando Ortiz dos caballos, una cota y una espada, y fué
a reunirse con Dionisio.
Los caciques recibieron a ambos fugitivos "como hi
jos". Dionisio, desertor desde más antiguo, tenía Voz y
voto en los parlamentos indígenas; Sebastián, recién arriba
do, "más ejecutaba lo acordado por otros que por sí. .". .
Pero los dos y un mestizo, asimismo tránsfuga, por nombre
23
El africano en el Reino de Chile
Diego Núñez, se convirtieron en jefes militares de los in
dios, participando en un frustrado asalto a Longotoma y
en otras acciones de guerrilla.
Un año alcanzaron a estar juntos los hermanos. A fines
del año 1593, en una expedición contra los "coyuncos", en la
cual formaban el capitán Pedro Gutiérrez y el maestre de
campo Pedro Cortés, el Gobernador Martín García Oñiz de
Loyola, de trágica memoria, aprehendió a los mulatos. Fue
ron sometidos a un minucioso interrogatorio, que ha llega
do hasta nuestros días, y que registró pormenores muy
interesantes sobre la vida y costumbres de los indios. Lue
go, expresa crípticamente un hombre de esos años, "hízose
en ellos ejemplar castigo"; he aquí el epitafio de Dionisio
y Sebastián del Castillo.
f ) Servidumbre y Artesanado. Durante el Siglo XVI,
también jugaron los morenos en especial las mujeres-
—
papel de domésticos, aunque creemos no obtuvo esta ocu
pación la importancia que tendría en centurias posteriores;
debido, otra vez, a la pobreza chilena y al costo elevado
de los cautivos. Quien poseía un africano, lo destinaba a
oficios más remunerativos que el indicado.
Sin embargo, casi todos los esclavos provenientes de
España —
ya hemos examinado ejemplos eran "para el
—
servicio de la casa y persona" del amo, circunstancia que
éste afirmaba bajo juramento, como condición de la real
licencia.
El dueño solía arrendar el criado moreno a las auto
ridades, quienes lo utilizaban en pequeños o poco agrada
bles menesteres administrativos.
Juan Negrete, vecino de Santiago, cedió su negro
Domingo "por oficial de pregonero público de esta dicha
ciudad"; a cambio es claro
—
de percibir los derechos co
—
rrespondientes al cargo. El Cabildo aceptó, pues Domingo
"era muy ladino, y tenía y tiene buena expresiva para usar
del dicho oficio". "Y le tomaron juramento en forma de
derecho. .
que bien y fielmente usaría del dicho oficio. A
.
la solución del cual dijo: así juro, y amén, y prometió de
29
Gonzalo Vial Correa
lo así hacer" (1541). Quizá fué Domingo, ampliando sus
atribuciones, quien degolló a Pero Sancho de Hoz (1547).
Antes de 1557 ya actuaba como pregonero y verdugo
de el negro Francisco de Figueroa
Santiago propiedad,
—
seguramente, del Cabildo. Figueroa dio tormento a Her
—
nando de Ibarra, por orden del Licenciado Santillán. Con
las entradas que producía el pregón, el Municipio pagaba
al escribano. El oficio parece haber sentado muy bien a
nuestro moreno, pues murió sólo al finalizar 1580.
Vino a reemplazarlo otro Francisco, "negro de San
Juan de Functuosa". El amo, ausente de Santiago, era lla
mado por el Cabildo "hombre muy útil a esta ciudad y
reino". En cambio, su esclavo se hallaba preso a menudo,
y perpetuamente discutiendo con el Municipio sobre a
quién tocaban las ganancias del pregón; si al moreno o al
escribano Alonso Zapata. La corporación resolvió que lo
percibido por el negro, hasta la fecha, enterase el salario
de Zapata; y lo que ingresara en adelante, se partiera así:
la mitad para el escribano, y la mitad para el dicho negro
y su amo, atento a que. (Francisco) "debe muchas cos
. .
tas y no tiene con qué pagarlas, y no es justo molestar" al
dueño. El acuerdo transcrito no dio resultados: meses des
pués, el Cabildo clamaba que Francisco "da muchos prego
nes y vende muchos bienes de vivos y muertos, sin dar
noticias de lo que cae en dicho oficio"; y ordenaba, en lo
sucesivo, pagar los derechos al escribano, y no al escurridi
zomoreno, bajo multa (12).
En provincias, citaremos al pregonero de la Imperial,
hacia 1563: Antón Sánchez, quizá mulato.
Por último, también constituyeron los africanos el es
queleto del tosco e incipiente artesanado del Siglo XVI.
Hemos formado, al respecto, una lista: la cual no aspira
—
innecesario es decirlo a ser completa,
—
pero que prueba
lo que aseveramos:
al Antón Guzmán, mulato, sillero (1571);
b) Pedro Gutiérrez de Altamirano, mulato, en Valdi
via y Santiago, sastre (1565);
30
El africano en el Reino de Chile
c) Diego de Altamirano, mulato, hijo del anterior,
carpintero ( 1591 ) ;
d) Dominguillo, mulato menor de edad, en Santiago,
aprendiz de sastre (1565);
e) Felipe, negro horro de Concepción, quizá soldado
en Marihueño, herrero (1554);
f) Juan Beltrán, mulato, sastre (1550) en Valdivia;
g) Lucía, negra de Coquimbo, panadera (1555);
h) Francisca Figueroa, negra de Santiago, panadera
(1555);
i) Francisco Pérez, mulato, en Santiago, arriero
(1564); y
j) Diego, negro de Concepción, herrero (1570).
Con lo visto, pensamos haber proporcionado al lector
un cuadro suficiente de la población, valor y trabajo afri
canos en el Reino de Chile, durante el Siglo que termina
mos de estudiar.
31
Capítulo Segundo
EL NEGRO EN EL SIGLO XVII
I POBLACIÓN
El número de morenos continúa aumentando en Chile,
a lo largo del Siglo XVII. Tal fenómeno tiene raíces varia
das y complejas. Señalaremos las principales:
a) El precio del esclavo africano se hace menos one
roso, con respecto a la centuria anterior; según apreciare
mos luego.
b) Prospera la economía nacional: el cautivo es ahora
asequible a los chilenos. Se difunde el lujo del negro como
sirviente y hay personas que poseen lotes considerables
de morenos.
Ya antes de 1607 cuenta Alonso González de Nájera
que un comerciante santiaguino no muy rico, llamado Mar
tín García, llevaba a las grandes ocasiones una escolta for
mada por hasta diez negros con librea. La dote de don
Alonso Campofrío Carvajal a doña Catalina de los Ríos y
Lisperguer ("La Quintrala"), su legítima esposa, incluía
10 morenos (hombres y mujeres por igual), que costaban
cerca de $ 4.000 pesos en conjunto, (1628). En su chacra
de Tobalaba únicamente, doña Catalina guardaba ocho ne
gros hacia 1662.
En 1630 el capitán don Tomás de Toro era dueño de
una casa en Santiago, una estancia en Peumo y veinticuatro
negros esclavos. El año 1635 doña Lucía Pastene y Estrada
32
El africano en el Reino de Chile
poseía cómoda residencia en la capital, y a mayor abun—
damiento tierras quillotanas ("San Nicolás de Purutún")
—
y veintiséis africanos. Doña Isabel Osorio de Cáceres, viu
da de Ramiriáñez de Saravia, dejó al morir (1620) nueve
cautivos morenos, amén de 6.000 cabras, 2.000 ovejas, 1.300
vacas y 300 yeguas; y don Jerónimo, hijo de doña Isabel,
falleció (1646) amo de setenta y ocho esclavos africanos,
cifra que representa un capital formidable. El arcediano
don Francisco Machado poseía (1660) treinta y cinco cau
tivos de color.
) La agricultura cobra preponderancia y exige brazos.
c
d) Las vedas reales de esclavizar al indio empujan a
los españoles a utilizar morenos.
e) Simultáneamente, la guerra incesante y las pestes
(sarampión, viruela, tifus), disminuyen, de manera verti
ginosa, la cantidad de indígenas, agudizando la crisis de
mano de obra. Por 1614 González de Nájera profetizaba:
".. Se ve en aquel Reino (Chile), que, sin haber llegado
.
el tiempo que constriña a los nuestros extrema falta
de indios. se ve que comienzan a irse apercibiendo de
.
.,
negros muchos. pronósticos del futuro descarte.
.
.,
de los . .
sospechosos esclavos indios".
El vaticinio se cumplió. Durante todo el siglo co —
mo se verá corriendo estas páginas un solo clamor, pi
—
diendo la internación de negros, partía hacia la Corte desde
Santiago. Justificando tal medida, ya el año 1620 el
Gobernador Lope de Ulloa Lemus alegaba, en carta al Rey,
la "continua guerra y disminución en que han venido los
indios", y llamaba a la introducción urgida "cosa de gran
importancia". En 1659 la Audiencia de Chile, a solicitud
del Procurador de Santiago, representaba al Monarca la
escasez de brazos originada por el terremoto de 1647, el
"alzamiento del doméstico" y "la peste que sobre
general
vino" o tabardillo, que mató 2.000 per
(tifus, chavalongo
sonas). Esta escasez afectaba a "los géneros de la tierra
de trigo, jarcia, sebo, cordobanes y otros". Acto seguido,
33
Gonzalo Vial Correa
la ilustre corporación sugería un método para acelerar
la entrada de morenos a Chile (13).
f) Según se estudiará, el trabajo africano era preferi
do al indígena.
Las razones expuestas produjeron,por consiguiente,
el aumento de la raza morenaque hemos señalado; el cual
tuvo su mayor auge entre 1605 ó 1610, y 1630. Sabemos que
antes de 1606 el Gobernador Alonso de Ribera impuso, a
beneficio de Santiago, una contribución por "pieza" afri
cana internada; lo cual indica, ya por esos años, un volu
men respetable en la introducción de esclavos.
Ahora, calcular el número de los morenos que habi
taban Chile es, en este siglo como en todos, difícil; y el
resultado sólo aproximativo.
Desde luego, los documentos a veces distinguen los ne
gros de los mulatos o zambos, y a veces no. Hay también
que prescindir de dos informes manifiestamente absurdos:
el primero, de Hernando Machado (reproducido por el
cosmógrafo virreinal don Cosme Bueno), da apenas tres
cientos negros en el Reino entero, al comenzar el siglo; el
segundo, del Gobernador y la Audiencia, arroja doscien
tos negros esclavos en Chile hacia 1639 (14).
Los restantes datos nos permiten formar un concepto
de la situación. Advirtamos que son cálculos hechos a vue
la pluma, y no científicamente ni cosa parecida. El Cabildo
asegura que habitan Santiago unos 2.000 (1631) ó 2.500
(1630) "negros de servicio", englobando, es casi seguro, en
estos términos, africanos puros, zambos y mulatos; y refi
riéndose sólo a adultos del sexo fuerte. Esta última deduc
ción también es lícita, ya que la corporación arguye, al
suministrar el dato que comentamos, la posibilidad de
que los esclavos se subleven. Corrigiendo su estimación
anterior, la Audiencia habla asimismo (1639) de más de
2.000 negros esclavos —
palabras que a nuestro juicio, lo
repetimos, incluj^en a pardos y mulatos en—
el Reino
(incluso Cu3ro). Los africanos puros en Santiago, hacia
1640, serían unos 400, de creer al Padre Ovalle. Una Real
34
El africano en el Reino de Chile
Cédula (1638) que sube la cifra de esclavos de Chile
a 4.000, indudablementeexagera. Continuamos pensan
do que las
cantidades anotadas corresponden a varones
adultos, o sea a "esclavos de trabajo", la unidad habitual
de cálculo en esta materia.
Unos 2.000 a 2.500 machos africanos negros, zambos
—
o mulatos de edad mediana, significan entre 10.000 y
—
12.500 personas de raza morena. El Cabildo de Santiago
apuntaba que, en la ciudad, los africanos eran más que
los indios (1630/1631) y, al año siguiente, el Gobernador
Lazo de Vega y el Obispo Salcedo escribían al Rey: "en
las estancias y distritos de los pueblos de indios, la mayor
parte de la gente que hay son negros, mulatos y zambaigos,
en mayor cantidad que los dichos indios". El Cabildo ha
blaba del gremio de los "pardos" en 1659.
Si bien la acelerada introducción de los negros dismi
nuyó de 1630 adelante pronto analizaremos por qué
—
y
—
las pestes mermaron los africanos puros, las razas mixtas
continuaron manteniendo, y aún aumentando levemente,
el nivel general de personas de color que hemos indicado.
Por ello es aceptable la estimación de F. A. Encina
—
a pesar de incurrir este historiador en algunas obscuri
dades y contradicciones (15) que fija la población del
—-
teritorio chileno ocupado por los hispanos, a fines del Si
glo XVII, de la manera que sigue:
Españoles y mestizos 110.000
Indios (incluso los de Chiloé y los mestizos
"cargados de sangre aborigen") 27.000
Negros, mulatos y zambos 15.000
Total 152.000
O sea que, de los chilenos no puramente indígenas, al
terminar el Siglo XVII, casi un 12% (15.000 en 125.000)
llevaba sangre negra.
35
Gonzalo Vial Correa
II PRECIO
En este el valor del africano se halla ligado,
siglo
íntimamente, dos factores:
a
a) Una intensa demanda, cuyas causas fundamentales
expusimos en el N9 I del presente Capítulo, y
b) Una muy pequeña oferta. Cuando analicemos el co
mercio esclavista correspondiente a la misma centuria, vere
mos cómo la guerra hispano-lusitana estranguló el suminis
tro de africanos a América española.
Hasta mediados del siglo el "hambre de negros" ex —
presión canibalesca, pero precisa hizo subir los precios,
—
en el mercado chileno de cautivos, sostenida pero gradual
mente. A comienzos del XVIII dice González de Nájera
— —
el esclavo se vendía aquí de 250 a 300 pesos. En 1628 (recor
demos que el auge de la internación cesó hacia 1630) las
cosas habían variado. Consultemos la carta-dote de doña
Catalina de los Ríos, ("La Quintrala"). Figuran los escla
vos y tasaciones que siguen:
Cardoso, mulato 500 pesos
Francisco, negro 400
Juan, negro criollo 500
Antonio, negro 450
Miguel, negro 300
"Dos negras, llamadas cada una Gracia" 500
Ana, negra 450
Polonia, negra 450
y Rufina, negra, 12 años 300
Es decir, término medio 385 pesos por cautivo. Siem
pre la mujer algo más barata que el hombre (340 pesos
contra 430 pesos, promedio) : a lo largo del Siglo se pedía
al negro en especial para las labores agrícolas y la morena
continuaba siendo una superfluidad, un embeleco. Sin . .
embargo, unanegra podía alcanzar perfectamente el pre
cio de 500 pesos.
36
-
El africano en el Reino de Chile
Claro está que los casos copiados son sólo ejemplos y
las cualidades personales de la "pieza" alzaban o depri
mían su costo. Lo dicho vale para la edad del esclavo, dato
que ignoramos en lo que se refiere a "La Quintrala". Así,
una negra criolla era estimada, el año 1635, en 650 pesos. . .
pero se trataba de una "bolillera conservera" ( o sea, hacía
dulces), lo que explica la sobretasa. Los demás esclavos
que contiene el inventario del cual tomamos la informa
ción anterior, confirman los precios medios que hemos
establecido, aproximadamente.
A mitad del siglo, de manera simultánea, recrudece la
demanda (debido a la escasez de brazos originada por el
terremoto y el tifus sobreviniente ) y la guerra con Por
tugal anula la oferta. "Y los esclavos
. . escribe el Go —
bernador Martín de Mujica al Monarca (1647) .valían —
. .
los que antes costaban doscientos pesos, seiscientos y sete
cientos". El esclavo indio elevó asimismo su precio (16).
Corriendo la centuria, encontramos la situación más
normalizada (los negreros lusitanos han hallado reempla
zantes), pero los costos siguen siendo altos, superiores a
los de 1600 a 1630. He aquí otra carta-dote: la de Doña
María de Torres, hija de don Pedro de Torres, Tesorero
General de la Santa Cruzada. Aparecen los esclavos y pre
cios que van a continuación (1686):
Antonia, negra, 45 años ... 450 pesos
"
Tomasa, negra, 11 años 400
"
María Egipcíaca, negra, 7 años ... 250
"
Sebastiana, mulata, 12 años 400
"
Josefa, mulata, 7 años 250
"
Ana, negra, casada, 40 años 600
"
Melchor, negro, casado, 24 años 600
"
José, negro, 18 años 600
"
Matías, mulato, 14 años 400
"
Juan, negro, 20 años 600
"
José, negro, 18 años ... 600
"
y Domingo, negro, casado, 36 años 600
37
Gonzalo Vial Correa
Es decir, promedio casi 480 pesos por esclavo. La mu
jer, inferior en precio al hombre, aún habida consideración
de las edades; y la casada más cara que la soltera, por los
hijos probables.
Por 1670-1700, el servicio de una mulata se estimaba
en 24 y hasta 36 pesos anuales, la alimentación (muy ba
rata en aquella época) excluida.
Nos abstendremos, como en el siglo precedente, de
reducir a moneda actual la del período que recorremos,
procedimiento superficial y engañoso. De unas cuentas
posteriores a 1665, anotamos que, al paso que seis esclavos
negros se liquidaban a 1.866 pesos, una vaca de vientre va
lía 2 pesos, una ternera de un año, 4 reales ( medio peso ) ;
una "muía de la Ligua" 3 pesos, chucara y 5 pesos mansa. . .
y así sucesivamente. Finalicemos observando que, durante
todo el Siglo XVII, se usó el peso o patacón de plata, y no
el de oro que conoció el XVI ( 17 ) .
III OCUPACIONES Y OFICIOS
Adelantamos arriba que, en el Siglo XVII, el trabajo
africano era preferido al indígena.
Cosa que ya señala González de Nájera, al escribir
"'Desengaño y Reparo de la Guerra de Chile". Indica la
superioridad del negro sobre el natural, en toda clase de
faenas, y agrega que los españoles "tienen (a los morenos)
como propios y a los indios como prestados, por su poca
seguridad". Si hay negros en casa continúa
— —
los penin
sulares "duermen sin .
recelo"; y los hombres de color
.
son "más humildes, más tímidos, más bien mandados",
"más capaces de razón", "de mejor humor", "menos crue
les" y de mayor inclinación al cristianismo, que los abo
rígenes.
La preferencia explicada origina el precio menor del
cautivo indio: hacia 1664, pongamos por caso, una mulata
de 15 años se tasaba en 350 pesos y una mestiza de 16 años,
en sólo 300. Durante la misma época, arrendar una mulata
38
El africano en el Reino de Chile
costaba (ya lo dijimos) hasta 36 pesos; arrendar una indí
gena, la mitad.
Al terminar este siglo y comenzar el siguiente, el tra
bajo negro cede el paso a la mano de obra mestiza, más
barata y aunque inferior a la africana
—
holgadamente —
mejor que la india.
Especificaremos, en seguida, las labores del moreno
a lo largo de la presente centuria:
a) La Navegación. El transporte de esclavos desde
Lima, en calidad de marineros, ahorrando al mercader
flete y subsistencias y ganando la remuneración de sus
"piezas" tal como lo—
hemos expresado —
continúa en.
práctica Siglo XVII. Oficiales y tripulantes se
durante el
hacen acompañar, para venderlos en Chile, de hasta cin
co negros cada uno. Este comercio cesa al iniciarse en el
Perú la carestía de cautivos.
b) La Guerra. El africano no pierde toda importan
cia en Arauco, pero aparecen dos factores nuevos:
1"? Da la impresión de que los soldados morenos no
son ya, principalmente, negros esclavos, sino mulatos li
bres. .Las súplicas de internación de esclavos, dirigidas
.
a la Corona, no acentúan —como los petitorios del Siglo
XVI: recuérdese a Alderete el aspecto militar, sino el
—
económico.
agudiza cierta desconfianza
29 Se fruto de la amar
—
ga experiencia en cuanto a la lealtad de los mulatos.
—
. .
De los fugitivos que se pasan a los indios, expone Gonzá
lez de Nájera, "algunos son mestizos y parte mulatos y
otros legítimos españoles".
Al propio Marqués de Montes Claros, Virrey del Perú,
que abogaba por la remisión
de negros a Chile (1613),
jamás le agradaron los militares mulatos; así lo manifestó
a su continuador en el cargo, el Príncipe de Esquilache
(1615). No permitía que estos elementos formasen com
pañías o milicias como en otras partes las tenían
—
ni —
aún contra los piratas.
39
Gonzalo Vial Correa
Los Monarcas aprobaban tal desconfianza y lo hicieron
saber —
-por sendas Reales Cédulas a los Virreyes del
—
Perú, Juan de Mendoza y Luna (el citado Marqués) y
Luis de Velazco. . En 1643, una nueva disposición de la
.
Corona prohibió a los mulatos sentar plaza en los ejérci
tos americanos. La veda fué derogada o simplemente des
obedecida, pues el año 1662 una cuarta orden del Monar
ca —
enderezada al Conde de Satistevan, Virrey del Pe
rú—
mandó suspender el enganche de mulatos para la
guerra de Chile, que se hacía en Buenos Aires: como
pretexto dio su escaso éxito.
Menos suspicacias inspiraban los morenos en las ac
ciones contra los bucaneros: por ello, figuran con bastan
te frecuencia en estos episodios.
c ) La Minería. Los chilenos, en el período
que estudia
mos, no dejaron de abrigar la esperanza de hacer prosperar
sus yacimientos con trabajo negro. .
y., candida ilusión
— —
a costa de la Corona. Las ciudades del reino, el año 1601,
comisionaron al provincial de San Agustín, fray Juan de
Vascones para que hiciese presente al Monarca un extenso
memorial sobre las necesidades del país. La octava de
. .
dichas necesidades la constituyen "mil negros angolas, los
más robustos y mozos que sea posible", destinados a las mi
nas y pagados por Su Majestad.
A fin de que Su Majestad mirase con ojos más bene
volentes la idea, se proponía dividir a los mil angolas en
tres lotes: uno, que trabajase los yacimientos serenenses, a
beneficio real exclusivo; y los restantes, para ser distri
buidos por los Cabildos a los mineros; quienes irían pa
gando sus respectivas "piezas", con lo que obtuviesen del
laboreo.
El proyecto ¿es necesario decirlo? quedó en nada,
— —
y no hemoshallado, por lo que a este siglo toca, indicios
de contingentes africanos en las minas nacionales; excep
ción hecha de un rastro leve y bastante dudoso (18).
d) Agricultura e industria. Son las grandes ocupa
ciones del moreno en la centuria que recorremos; compa-
40
El africano en el Reino de Chile
rabies a la que, para él, significó la guerra durante el
Siglo XVI.
Así lo a cada paso, los documentos contem
afirman,
poráneos. Los cautivos morenos "cultivan la tierra, por
. .
falta de indios de servicio" (1638); su escasez acarrea "la
total destrucción de labranzas y crianzas" (1648), afecta a
éstas, al "sustento de la República" (1648) y "a los géne
ros de la tierra de trigo,
jarcias, sebo, cordobanes y otros"
(1659)..., claman, al unísono, la Audiencia, los Gober
nadores y las Reales Cédulas.
El africano explota la tierra. No son únicamente . .
peones; sino también según se ha expresado
—
magnífi —
cos "sayapayas" de los indolentes naturales; derogadas
por el olvido las leyes que les prohiben tal oficio. "Algunos
españoles dan a (los indios) por capataz un solo negro,
. . .
para que los gobierne a todos y les reparta las tareas", dice
Alonso González de Nájera, agregando que, es lógico, no
cualquier moreno presta utilidad en tan delicada faena. . .
Leemos en el testamento del capitán Melchor Jufré del
Águila (1631): "Un negro ladino, llamado Jacinto..., ca
sado. ., que, por esta circunstancia, y ser de razón, puede
.
ser mayordomo de una hacienda. ." Los jesuítas son los
.
grandes propulsores del trabajo negro en los campos; el
cultivo científico que dan a la tierra exige mano de obra
eficaz; los ingentes capitales de la Orden permiten ad
quirir africanos en número respetable.
Una Real Cédula de 1660 vedó emplear indígenas en
fábricas de paño, lana, seda o algodón, y en ingenios y
trapiches de azúcar. Esta norma reiteración de leyes
. .
—
anteriores hizo que los decadentes telares e ingenios de
—
azúcar chilenos funcionaran, durante el Siglo XVII, a
base de negros. Por un documento citado arriba (1659), se
apreciará que la mano de obra africana se aplicaba, asi
mismo, a las prósperas factorías de jarcias, y a la produc
ción de cuero y sebos. La Compañía de Jesús puso aquí
en práctica, como en el campo, la explotación intensiva
del moreno.
41
Gonzalo Vial Correa
Consta, por último, que
—
hacia 1696 —
cierta cantidad
de africanos libres dedicaba a la agricultura y ganadería;
se
suponemos que la escala de tales actividades independien
tes, sería muy reducida (19).
e) Servidumbre y artesanado. El servicio doméstico
moreno cobra vuelo durante estos años. Aparecen per
sonajes como el "negro calesero" y "la sirviente de razón"
("una esclava de ingenio, despejada y locuaz"), magistral-
mente pintados por Vicuña Mackenna. González de Ná
jera alaba a los negros como cocineros. Claro que sólo
residencias lujosas pueden permitirse africanos: "Y tam
bién se mande a los dichos Oidores pide el cáustico Obis
—
po Salcedo al Rey (1630) que en—
sus casas no tengan
indios ni indias para su servicio, pues todos los de esta
Audiencia están muy descansados. Y es cosa cierta que,
con tres mil pesos ensayados que tienen de salario, eñ esta
tierra donde hacen tan poco gasto, pueden tener los escla
vos que han menester".
No faltan tampoco los morenos "pregoneros" que vio
el Siglo XVI. El año 1653 Jacinto Andrea arrendó el ofi
cio por un año, al Cabildo de Santiago, en 30 pesos: "y
pondrá negro que esté todos los días del año para atender
en el dicho despacho, y a ello obligó su persona y bienes
y dio poder. a las justicias para que lo apremien". El
. .
año 1646 desempeñaba el oficio indicado Mateo, negro.
En 1672 leemos que un bando del Cabildo fué publicado
"por voz de Gabriel, negro, pregonero".
Pero este cargo no lleva anexo, ahora, el de verdugo.
Los años 1676 y 1680 la Audiencia insta al Cabildo para
que llene puesto tan fundamental: responde la ilustre cor
poración, que, a falta de aspirantes al oficio, "se aplique
algún delincuente de la pena capital que lo sirva, como es
uso y costumbre, conmutándole la pena" (20).
Hay, en último término, una gran variedad de ocupa
ciones manuales, que llaman "bajas" o "serviles", desem
peñadas por los morenos y que hemos englobado, inexac
ta pero cómodamente, en la palabra "artesanía". Véanse
ejemplos:
El africano en el Reino de Chile
a) Un armero y un albañil mulato, durante el Gobier
no de Juan Henríquez, levantan la pila de bronce de San
tiago.
b) El zapatero de los porteños, hacia 1666, era el mu
lato Francisco Ampuero.
c) Otros africanos, en Valparaíso, trabajaban de
pescadores, o cargando naves.
d) En la capital, los morenos libres regentaban tien
das y pulperías.
e) Recuérdese a la negra "bolillera conservera" .
f ) Entre los dieciséis esclavos del capitán Melchor Ju-
fré del Águila, figuran un albañil, una lavandera y costu
rera, un remendón y varios carreteros.
g) La primera "Comadre de parir" (matrona) santia-
guina, fué una mulata: Elena Rolón (hija de Juan Rolón
y de Elena de Zúñiga, negra), muerta en 1635, aproxi
madamente.
Con lo cual, cerramos, al mismo tiempo, el estudio de
actividad africana en el Siglo XVII y el presente Capítulo.
43
Capítulo Tercero
EL NEGRO EN EL SIGLO XVIII
I POBLACIÓN
A fin de apreciarla, es preciso partir de dos censos co
loniales: el del Obispado de Santiago (Atacama al río
Maule), realizado por don Agustín de Jáuregui, el año
1778; y el eclesiástico de Concepción, que se verificó
en 1812.
El primero arrojó 25.508 negros y mulatos. Mas es
preciso descontar 3.925, pertenecientes al Corregimiento de
Mendoza-Cuyo, lo que reduce la suma primitiva a 21.583;
aumentar esta cifra siguiendo a Lastarria y Encina
—
—
y
en un 15%, para compensar los no empadronados por dis
persión o dificultades viales. Lo cual fija el total de afri
canos —
al concluir el Siglo XVIII y en el Obispado
referido— en 24.820.
El segundo censo citado, consignó 7.917 "mestizos, ne
gros, mulatos y zambaigos"; pero debemos advertir que
el número de morenos, al sur del Maule, fué siempre muy
reducido.
Tales datos nos llevan a aceptar, como mínimas, las
conclusiones de Amunátegui y Encina, que aprecian la po
blación africana, al producirse la Independencia, en 20.000
a 25.000 almas; y a rechazar lo afirmado por Barros Arana,
quien rebaja la cantidad a 10.000 ó 12.000. De éstas, unas
44
El africano en el Reino de Chile
5.000 ó 6.000 pertenecerían a esclavos antes de la expul
sión de los jesuítas (21) .
Hemos visto que en Chile no se conocieron las inmen
sas masas de cautivos propiedad de un solo amo, que
caracterizaron a otros países americanos. Los lotes de
. .
morenos eran relativamente pequeños; aún los potentados
santiaguinos tenían pocos africanos. Don Juan de la Cerda
Contreras dejó 25 esclavos en su residencia de la capital, y
12 en la Hacienda Polpaico (1713). Al morir don Pedro de
Torres, sus bienes incluían 25 cautivos, según expresa el
testamento respectivo (1721). Don Santiago de Larraín y
Vicuña pasó a mejor vida poseyendo 26 esclavos (1748).
Don Martín José de Larraín tenía, al morir, hacia 1770,
17 africanos; y el primer Conde de Quinta Alegre, don
Juan Alcalde, 7 (1780).
En provincias los lotes de esclavos fueron todavía
menores. El año 1734 un incendio destruyó el Palacio
Real de Madrid. Su Majestad Católica se apresuró a im
la
poner, a los fieles vasallos de Indias, un donativo para
reedificación. Al efecto, levantaron las autoridades empa
dronamiento general de personas y haberes. Estudiemos el
que corresponde a "Copiapó, Coquimbo y lugares vecinos".
En Coquimbo, de 70 —
número aproximado vecinos —
"prominentes", 25 declaran poseer 89 esclavos, y el que
tiene más, alcanza los 8. En el Valle de Guana, de 40 a
43 vecinos, también "de peso", 10 empadronan 41 esclavos;
y el que más detenta, hace constar 12 (22).
Los únicos que verdaderamente acumularon negros,
fueron los jesuítas. ¿Qué cifra? Barros Arana dice que
—
más de 1.200. Encina arguye que los funcionarios de tem
poralidades mismos no lo sabían debido a la confusión
—
de cuentas —
hacia 1789. "Pero agrega
—
si el cálculo
—
las mujeres los niños, es decir, si se refi
comprendiera y
riere a almas, y no a esclavos de trabajo, posiblemente no
se aleje (don Diego) mucho de la verdad. ." Estas pa
.
—
labras parecen insinuar que la cantidad anotada por Barros
Arana, es una simple apreciación, casi una adivinanza, del
45
Gonzalo Vial Correa
historiador decimonónico. Y no hay tal: 1.200 es el núme
ro de cautivos de la Orden apuntado por los documentos
oficiales:. .notas del Presidente Francisco Javier de Mo
.
rales (1771), representaciones de la Audiencia al Monar
ca (1768)
y demás. Llegamos, por otra parte, a idéntica
suma, relacionando dos informaciones que poseemos: una
lista nominada de los esclavos de la Compañía vendidos a
Lima, que totaliza alrededor de 650 "piezas" (1768); y una
representación firmada por don Juan Balmaceda, fechada
en Diciembre del mismo año, que asegura haber en Chile
por esos días, aún sin ser subastados, 600 cautivos de la
Orden. Eran, pues, 1.200 o poco más los esclavos jesuítas:
recuérdese, no obstante, que la suma incluye negros trans-
cordilleranos. Sólo de San Juan vinieron al menos 90 a 100.
Pero Encina no se equivoca al expresar que 1.200 fue
ron las almas esclavas de la Compañía, mas no sus africanos
de trabajo. Tomemos el caso de la estancia jesuíta en Bu-
calemu: hacia 1774 se mantenían allí, todavía, 86 cautivos
africanos, descompuestos así:
Hombres de 15 años
menores 25
Mujeres de 15 años
menores 13
Hombres entre los 15 y los 65 años 25
Mujeres entre los 15 y los 65 años 16
Hombres mayores de 65 años 5
y Mujeres mayores de 65 años 2
Total 86
O sea, entre mujeres, niños y ancianos, casi un total
de 71%. Si lo cual hallamos más acertado
—
consideramos
—
esclavos de trabajo, a varones y hembras entre los 15 y los
65 años de edad, llegarían a un 47,5% de la cifra global; el
otro 52,5%- sería de simples almas esclavas.
Con aparente fundamento se podría decir que, en
1774, sólo quedarían en Chile —
sin haber sido despacha
dos al Perú —
los esclavos menos aprovechables; lo que
falsearía los porcentajes que dimos.
46
El africano en el Reino de Chile
Veamos, entonces, otra lista: la de 270 cautivos de los
jesuítas chilenos llegados al Perú desde 1768 a 1776. Es
de suponer que enviaría al Virreinato
se donde los em —
pleaban en pesadas labores agrícolas únicamente a —
esclavos selectos y a sus familias. Pues bien, de los men
cionados 270, un tercio lo componían niños menores de 15
años. No había ancianos.
Comparando ambos extremos, concluímos que de un
35% a un 45% de los esclavos de la Orden en nuestra tie
rra no era de trabajo; el resto —
vale decir, entre 650 y
800 "piezas"' —
sí.
La mayor parte de los 1.200 esclavos de la Compañía
pasó a Lima. En efecto, dice Medina que el producto remi
tido al Perú, de los remates de cautivos jesuítas, totalizó
unos 57.000 pesos. Si asignamos a cada esclavo el precio
medio de 200 pesos, (ya veremos por qué) resulta que sólo
permanecieron en Chile, más o menos, 300 cautivos de la
Orden: el resto fué a la Ciudad de Los Reyes. Ello signi
ficó, para la raza morena en Chile, una sangría de pro
porciones.
Por último diremos que, durante el Siglo XVIII, el
africano puro es inexorablemente absorbido por las castas
o razas mixtas. En tiempos de don Luis Manuel de Zañartu,
una estadística levantada en las "doctrinas de la campa
ña", (Renca, Rosario, Tango y Colina) que tenía el "co
rregimiento de Chile", anotaba 3.863 españoles, 1.632
indios, 1,562 mestizos, 769 mulatos y 225 negros. O sea, . .
los mulatos triplicaban a los africanos propiamente tales.
Aunque el método de clasificación es obscuro, los bautizos
de nuestro primer puerto confirman lo anterior. Obser
vémoslo :
1) Período 1729-1738 (faltando 1737)
Bautizos de negros 86
y Bautizos de mixtos 31 (mulatos, pardos, etc.)
47
Gonzalo Vial Correa
En cambio:
2) Período 1798-1810
Bautizos de negros 69
y Bautizos de Mixtos 133
El cuadro habla por sí solo, y no precisa mayores co
mentarios. La raza nacional consume a la africana. Al ex
tinguirse el Siglo XVIII apenas un 3,25%) de los chilenos
(25.000 sobre 800.000, descontados los indios puros), aproxi
madamente, tiene cercana ascendencia negra.
II PRECIO
Comenzando el siglo que recorremos, el "asiento"
francés (cuyas "piezas", según se verá, resultaban dema
siado caras) y las restricciones del comercio con Buenos
Aires mantenían muy alto el costo del africano. El
año 1705 el Procurador de Santiago, Andrés López de
Gamboa, hizo saber a la Audiencia un acuerdo municipal a
este respecto. Decía el Cabildo como siempre que no
— —
había indios; que consiguientemente, se necesitaban ne
Aires. "Y aun
gros, los cuales no llegaban por Buenos
. .
que continuaba
— —
pudieran pasar a estas provincias
negros de los que entran por la vía de Portobelo,
como es
tan larga distancia y tan dilatadas las navegaciones y los
costos tan abultados, cuando algunas arriban a esta ciudad,
tienen precios tan excesivos, que se venden por setecientos
y ochocientos pesos, y no hay caudal para poderlos
com
Claro el Cabildo mentía piadosamente al ase
prar". que
gurar que no venían esclavos desde el Plata: llegaban,
pero de contrabando; o sea, pocos y muy caros (hasta
600 pesos la "pieza" masculina y algo menos la femenina).
De todas maneras, no obstante, eran más baratos que los
de Portobelo-Lima ( 23 ) .
El monopolio inglés de la trata, y el "ilícito comer
cio". .asimismo inglés, redujeron los precios. Unos escla-
.
48
El africano en el Reino de Chile
vos que subastó Francisco Suero, tratante, el año 1739,
alcanzaron un valor medio de 290 a 310 pesos, cada varón;
y 330 a 360 pesos, cada hembra. También por aquella
época (1736-1737), los cautivos que vendía el esclavista
Francisco García Huidobro, acusaban un precio de 270 a
315 pesos, el macho, y de 330 a 375 pesos, la mujer.
Estas cifras revelan un detalle curioso, y que se man
tiene a lo largo del período analizado: la africana equipara
y aún sobrepasa en costo al varón. ¿La causa? Es doble:
1$ La demanda de morenos se origina principalmente, aho
ra, en el servicio doméstico, el cual ajusta mejor con la
esclava que con el macho. Las habilidades femeninas alzan
el precio:ellas son la excusa favorita de los amos cuando
se les acusa de dar a sus cautivos "papel de venta" por va
lores excesivos. Es cierto que Candelaria, mulata, rebasó
. .
ya los sesenta años y está "toda llena de dolores y enfer
medades"; pero alega María Lozano, la dueña
—
¿cómo —
va a ser exagerado el "papel de venta" por 200 pesos, si
la infeliz sabe cocinar, lavar y almidonar? (1776). Y el
—
precio de 500 pesos por la esclava María del Carmen Gu
tiérrez. .
¿puede ser tachado de muy alto, si
.,
dice su —
ama, María Mercedes de los Ríos la morena
—
es joven
y robusta y cose, plancha, lava y cocina? (1797); y 2? La
maternidad potencial de la africana, también sube su valor.
Tenemos la impresión de que, a fines del siglo, el
precio del esclavo era aún levemente inferior al prome
dio arriba
señalado. Estudíese la tasación que sigue
. .
(siervos que dejó don Juan Agustín Alcalde, el año 1780) :
Juan Antonio, mulato, de más de 40 años,
de color blanco y oficio calesero 275 pesos
Manuel, mulato, de 26 años, de color pardo,
"
para el servicio de la mano 300
Pedro José, mulato, de 4 a 5 años, de color
"
blanco, enfermo 80
María Mercedes, negra, de más de 40 años,
"
cocinera y lavandera 240
49
Gonzalo Vial Correa
Francisca, negra de 23 años y color achina
do, para el servicio ordinario 280 pesos
Mercedes, negra, de 30 años y color alovado,
preñada, para todo servicio
300
y Ana Josefa, hija de la anterior, 1 año, del
mismo color 100
El año 1784, hallamos precios todavía más bajos. Los
esclavos del Corregidor Zañartu se tasaron así:
Uno de 48 años (José Antonio) 200 pesos
Uno de 30 años (Buenaventura), enfermo 229
"
"Un negro viejo" 50
"
y Una mulata joven 200
Claro que ignoramos las cualidades y defectos del lote.
Pero estos y otros datos nos autorizan para afirmar la
pequeña depresión del valor de los cautivos que hemos
señalado. Quizá ella se debió a la expulsión de la Compa
ñía de Jesús: el remate en Chile de muchos africanos
suyos, combinado con una demanda de esclavos bastan
te escasa, pudieron hacer bajar los precios. 117 morenos de
la Orden, provenientes de La Calera, vendidos en pública
almoneda, dieron 19.045 pesos. Aún suponiendo un 40 (í
de niños, y asignando a dichos menores la mitad del valor
de un adulto, éste apenas sobrepasaría los 200 pesos, costo
medio: un índice muy inferior al de 1736-1739.
Don Domingo Amunátegui asevera que, en provincias,
un esclavo valía considerablemente menos que en San
tiago. Desconocemos la causa de tal fenómeno.
Para terminar, algunas equivalencias: según Encina,
el peso del Siglo XVIII (1798) era como $ 840 moneda
nacional 1945-1946. No sabemos el alcance de la aprecia
ción transcrita, y continuamos prefiriendo las comparacio
nes. Un caballo costaba 6 a 10 pesos. Por "ejemplares ex
cepcionales" —
cuenta el jesuíta Olivares —
se pagaban 100
y 200 pesos. El año 1805, una mulatilla se enajenó en
50
El africano en el Reino de Chile
200 pesos; o bien dice la escritura
—
50 vacas de matan
—
za. Y entre los bienes inventariados al emanciparse don Mi
guel Irarrázaval Bravo de Saravia (1728), se enumeraban:
Luis, negro, bozal, 16 años 320 pesos
Agustina, negra, enferma, 46 a
48 años 250
"
300 terneras recién nacidas •,.... 1 cada una;
"
1.500 vacunos 2 por cabeza;
"
80 bueyes 5 cada uno;
4.500 ovejas 2,5 reales cada una; y
1.600 corderos recién nacidos .
1,5 real cada uno; y
35 caballos "mancos y mata
dos" 1,5 pesos cada uno,
(pesos de a 8 reales).
El jornal de una esclava era, hacia 1748, de 1,5 a
2 pesos mensuales. La subsistencia seguía siendo muy ba
rata: menos de 1 peso al mes, en 1791 (24).
III OCUPACIONES Y OFICIOS
Con nimias variantes son los mismos de la centuria
precedente.
Normalizado el comercio negrero del Perú, reaparecen
en las naves que llegan a Chile
los tripulantes africanos
desde el Callao. Cuando naufragó el "Nuestra Señora de
la Ermita", en las playas porteñas, sólo fueron rescatados
de las olas algo de sebo, cocos y dos negros: uno ya vie
jo Enrique y otro llamado Roque (1769).
— —
La Corona y sus subditos chilenos continúan aumen
tando la esperanza de que el trabajo negro reviva la mi-
51
Gonzalo Vial Correa
nería. Escribe el Gobernador Francisco Ibáñez : se ha
. .
suspendido la explotación de "San Lorenzo" y "San Nolas-
co" (yacimientos de plata cordilleranos), porque los indios
no resisten la faena. Convendría importar africanos de Bue
nos Aires (1702). Escribe el Rey al Gobernador Antonio
Guill y Gonzaga : que despache negros a las minas de plata
situadas Kempu ("distante diez o doce leguas de San
en
tiago") Uspallata (Cuyo).
y (1768). Pero estos morenos
. .
son morenos de papel: no arriban nunca. Madrid no los
no tiene con qué y, para los chilenos, no resulta ne
paga:
gocio invertir capital tan considerable en pobres yacimien
tos. Sin embargo, en el Norte se utilizan esclavos africanos
en trapiches de metales (Coquimbo, 1738).
Los militares africanos forman ahora, en Santiago, el
"Cuerpo de Pardos". Lo integran esclavos y artesanos
libres: en 1777, por ejemplo, pertenecían al "Cuerpo" los
carpinteros Diego Montealegre y Bautista de León.
Ya al levantarse los indios el año 1723, el Goberna
dor Cano de Aponte constituyó en la capital un par de com
pañías (doscientas cincuenta piezas) de mulatos horros, cu
yo equipo militar, a cargo de don Juan de la Cerda, costó dos
mil pesos. En octubre del año indicado, los morenos se
hallaban combatiendo en Yumbel. El enrolamiento fué
obligatorio: muchos, para evitarlo, se refugiaban en las
iglesias o embarcaban al Perú, aunque la Audiencia ha
bía prohibido ambas cosas. De esta semilla nació el "Ba
tallón de Pardos", dentro de las milicias santiaguinas, to
talizando trescientas plazas sobre dos mil quinientos mi
licianos (1755). Cuatro años después el "Batallón" era
reorganizado por el Gobernador Amat y Junient: lo divi
dió en dos compañías, destinadas especialmente al mane
jo de los cañones. Una nueva reforma por Agustín de
Jáuregui (1778 aproximadamente), disminuyó los doscien
tos puestos asignados por Amat y Junient al "Cuerpo", a
ciento cincuenta. Por aquellos años había en Santiago más
o menos dos mil trescientos cincuenta milicianos.
52
El africano en el Reino de Chile
El año 1791
el "Cuerpo de Pardos" era técnicamen —
te —
batallón, compuesto por cuatro compañías (una
un
de artillería y tres de infantes, según don Juan José de
Santa Cruz). Los oficiales sumaban catorce (4 capitanes,
5 tenientes y 5 subtenientes ) ; los suboficiales veinticuatro
(8 sargentos y 16 cabos); y los soldados ciento veinte. To
tal : ciento cincuenta y ocho hombres.
Dice Barros Arana que la plana superior del "Cuerpo",
fué casi siempre blanca, pero en las milicias porteñas
conocemos un "pardo libre", zapatero y capitán: Juan
Tobar (1774).
El año 1722 era asimismo alférez de las milicias de
Santiago otro moreno: Javier Escobar, mulato. A conse
cuencias de un monumental incidente en la Plaza de Ar
mas, en el curso del cual hirió a don José de Perochea,
Alcalde de Santiago, Escobar fué degradado y se le con
denó pesadas sanciones: por ejemplo, servir cinco años
a
en Arauco a Su Majestad, sin sueldo y con un grillete
al pie.
El "Batallón de Pardos" desempeñaba tareas policiales
(v. gr., de serenos o bien custodia de presos) y decoraba,
con sus cajas y banderas, las solemnidades religiosas y
profanas: "Prestan útiles servicios en las funciones pú
blicas", expresa don Juan José de Santa Cruz. Sin embar
go, en ocasiones su actividad tenía mayor peso: durante
los asaltos bucaneros y alzamientos indígenas solían los
"Pardos" reemplazar a la guarnición regular de Santiago,
que marchaba al lugar amenazado. Al parecer, la descon
fianza hacia el militar moreno, que vimos en el Siglo XVII,
habíase extinguido. Rebautizado "Infantes de la Patria",
el "Cuerpo" se batió con valor en Maipú contra los realis
tas. Los patriotas lo estimulaban al combate, diciendo que
la vuelta del español significaría, para los africanos, recaer
en la esclavitud.
Existían milicias morenas en otros puntos del país.
Valparaíso mantuvo una compañía artillera de diez mu-
53
Gonzalo Vial Correa
latos; San Felipe, una de setenta y nueve y La Serena, una
tercera de veintisiete... (1774). De la última nombrada,
decía don Francisco de Madriaga: "Ayudan a centinelas
cuando se ofrece en esta ciudad y sus cercanías, y están
agregados al manejo de la artillería cuando se precisa
algún ejercicio o la necesidad lo pidiere". Casi todos es
tos mulatos eran horros (25).
El negro como campesino pierde importancia. El año
1705, refiriéndose a los morenos, se quejaba el Cabildo
a la Audiencia: ". Es urgentísima necesidad que los ten
. .
gan en estas provincias de Chile, porque falta la labor de
los campos y la crianza de los ganados, y se han encarecido
grandemente los mantenimientos por no haber trabajado
res que asistan a estos beneficios, habiéndose extenuado
los indios que se ocupaban en ellos con las repetidas pes
tes y otros accidentes. Con la que de próximo se ha expe
rimentado este año, se han muerto en la mayor parte los
pocos indios que habían. .". Aún en 1708 la ilustre cor
.
poración dice: "todas las Haciendas del campo van, cada
día, a menos. por falta de gente de servicio. ., porque los
. . .
indios del Reino, con la libertad que gozan, son más ami
gos del ocio que. de servir"; y añade: si hubiese negros,
. .
"vecinos y cosecheros tendrían el alivio de los salarios
para las faenas de campaña" (26). Los lamentos copiados
no se repiten en los años posteriores: el asalariado mes
tizo substituye, en forma gradual, a los cautivos africa
nos. En 1791 los jornales de un peón agrícola sumaban al
año 69 pesos. Luego más de cuatro años de salarios de un
trabajador libre compraban un esclavo. Aparte de que
el amo no tenía, con el mestizo, las obligaciones que lo
ataban a su cautivo moreno.
La gran del africano durante el Siglo XVIII
tarea
—
comparable a la guerra en el XVI, y al agro en el XVII —
es el trabajo doméstico. "Sirven de criados en las casas, y
de cocheros y lacayos", dice un contemporáneo. Y el pseu-
do-Haenke: "En Chile, como en otras partes de la América,
54
El africano en el Reino de Chile
se verodeada la mesa de un caballero, de siete a ocho es
clavos o mulatos". Observaciones similares hallamos en el
jesuíta Molina, y hasta en Lafond de Lucy.
La lista de siervos que poseía el Conde de Quinta Ale
gre revela la estima de que gozaban un "buen negro ca
lesero" o una competente "sirvienta de razón". Una "mu-
latilla de servicio" alcanzaba los 300 pesos (1797). Y los
africanos formaban en las comitivas de los poderosos co
mo índice de riqueza: el Oidor Márquez de la Plata traía
consigo (1798) seis u ocho parientes, dos "dependientes de
honor", un soldado, un barbero y cuatro o seis esclavos.
Aquí Manuel de Salas: "Saliendo más caro un esclavo, ya
no los hay para el trabajo, pues, como en Asia, sólo se
miran como objeto de lucimiento y ostentación" (27).
El moreno pasa, de esta manera, a ser un elemento
decorativo. Así, en las corridas de toros, había "la suerte
del negro": desde un tonel, dos chiquillos de color pro
vocaban al animal.
En las postrimerías del Gobierno de Muñoz de Guz-
mán se consultó a diversos organismos sobre las posibles
fuentes de ingresos para la defensa contra los ingleses: la
Junta de Militares propuso gravar los comestibles y los
"negros de servicio" : ello indica lo crecido de su número.
La raza de los "negros pregoneros" todavía no ha
muerto: Valparaíso conoce uno, apodado galantemente:
"Come-queso" (1776).
Para terminar, los morenos siguen controlando la ar
tesanía. "Y los negros y mulatos libres llevan el peso de las
artes mecánicas, en que también se emplean algunos
europeos" (Carvallo y Goyeneche). "Hay infinitamente
mayor actividad en los caballeros que en las demás clases del
pueblo. Entre éstas es despreciada la de los artesanos, y
sus útiles profesiones se ejercen por mulatos y gentes de
behetría" ( pseudo Haenke). Los esclavos de don Fran
cisco García de Huidobro acuñan el dinero nacional en
la Casa de la Moneda: cuando la Corona se apropia del
establecimiento, el patricio cede gratis sus esclavos, por
55
Gonzalo Vial Correa
seis meses, a fin de que instruyan a los nuevos operarios.
La construcción del Puente de Cal y Canto estaba dividi
da en tres secciones: canteros, herreros y albañiles. Los
segundos a cargo de un mayordomo negro: el esclavo
Francisco Cortés. Tales ejemplos subrayan el virtual mo
nopolio de los oficios manuales por el africano; en los ex
pedientes del Siglo tropezamos con morenos carpinteros,
pescadores, fabricantes de ollas, zapateros, sastres, opera
rios en trapiches de moler metales. .
y otras variantes del
.
artesanado.
Al concluir este Capítulo, y la Primera Parte del tra
bajo, creemos haber dado una idea general de la población,
valor y actividad de los africanos en Chile.
56
REFERENCIAS DE LA PRIMERA PARTE
(1) Suponemos que Catalina de Mella era esclava de Inés de
Suárez, pues se hace difícil creer que la acompañase libre
mente a una aventura tan peligrosa como la conquista de
Chile. Es indudable que la mulata se encontraba en nues
tro país desde comienzos de la dominación española, ya
que el año 1556 estaba en su tercer y último matrimonio.
También es seguro que contrajo todos los enlaces, o al me
nos los dos postreros, siendo liberta. La cita de la letra
b) se puede ver en Medina, J. T. : "Colección de Docu
mentos Inéditos para la Historia de Chile", V. XIII,
N'-> XXXVI.
(2) Letra 1): Medina, op. cit., V. XI, Ny IV. Letra m) : Me
dina, op. cit., V. XIX, N° 1. El acuerdo del Cabildo, en sus
"Actas" (Medina, op. cit.) de 27-XI-1551. Juan Gómez (le
tra a) en Medina, op. cit., V. XIV, N« I.
(3) Desconocemos el fundamento del cálculo de Encina, pero
no nos parece erróneo, dados los antecedentes demográfi
cos de principios del Siglo XVII.
(4) Pantoja en Medina, op. cit., V. VII, N<? XXII.
(5) La lista de Villagra y el informe de Gálvez en Medina,
op. cit., respectivamente V. XX, p. 124 y V. XXVIII,
N'» LXXIII.
(6) Esta costumbre de llevar los tripulantes esclavos consigo,
cobrando aquéllos los sueldos de éstos, se practicaba ya en
tiempos de Magallanes, como se puede ver en Medina, op.
cit., V. I. N.os XXIII y XXIV.
(7) Vásquez eii Medina, op. cit., V. XXVIII, N? VI.
(8) Santillán en Medina, op. cit., V. XXVIIII, N" L.
(9) Las "Ordenanzas" de Valdivia en las "Actas del Cabildo
de Santiago" de 9-1-1546; las de Núñez, en las mismas "Ac
tas" de 9-VIII-1550 y la R. C. sobre indígenas cubanos en
Saco, J. A.: "Historia de la Esclavitud", C. XVIII.
(10) "A la boca..." es expresión que encontramos en una in
formación de servicios de B. Flores (Medina, op. cit., V.
57
Gonzalo Vial Correa
IX, N-' II). Don García en Gav. C: "Documentos sobre 13
Historia de Chile", V. I, N" XVIII.
Se estimaban tan graves los 'peligros que, en la guerra de
Arauco, acechaban a los africanos auxiliares, que el Virrey
Toledo del Perú ordenó se levantase una información jurada
de testigos que acreditara no haberse enviado, con la ex
pedición despachada al socorro de Chile al mando de
Miguel de Velasco, ningún "esclavo de Su Majestad" (DDII,
V. 99, N» 1552).
(11) "Actas del Cabildo de Santiago", de 28-VII-1559.
Medina, op. cit., V. XIII, N.os XVIII y XLIV.
(12) El proceso de los hermanos del Castillo, en DDII, V. 95,
N'-> 1443. Además Medina, op. cit., V. XXIV, N9 V y Pedro
de Córdoba y Figueroa (el autor del "epitafio"), L. II,
C. III. Los "pregoneros", en las "Actas del Cabildo de
Santiago" de 10-IV-1541, 16-XII-1580, 9-II-1581, etc.
(13) Todas las citas de González de Nájera que se hacen en el
presente trabajo, son de su obra "Desengaño y Reparo de
la Guerra de Chile", L. II, Punto IV y Ejecución IP del
L. V. La carta de Ulloa y Lemus en DDII, V. 272, N» 7886;
el informe de la Audiencia de fecha 1659, en DDII, V. 145,
N1? 2752.
(14) Bueno, Corme: "Descripción de las Provincias...", p. 293.
El dato del Oidor Machado es erróneo si, como Bueno da
a entender, se refiere al país, o al Obispado de Santiago:
si alude sólo a la capital, coincidiría, aproximadamente, con
la cifra de Ovalle. En 1639 el Gobernador de Chile era
Laso de la Vega: ese mismo año, lo sucedió el Marqués
de Baides.
(15) V. gr. : dice que el número de mulatos creció mucho entre
1630 y 1700 (V. IV, p. 116 de su "Historia de Chile") y
refiriéndose siempre al Siglo XVII expresa a renglón
—
—
seguido que era muy corto el número de mestizos de ne
gro y blanco ( p. 118) .
.¿de dónde, entonces, aquellos mis
.
teriosos mulatos?
Carta del Gobernador y del Obispo al Rey, citada en la
Historia de Chile", de Encina, V. III, p. IV C. IV.
(16) La carta de Mujica en Amunátegui, M. L.: "Precursores
de la Independencia", V. II, P. IP, C. VI.
No tomamos en cuenta los valores que, en su testamento
(reproducido por D. Amunátegui: "La trata de negros en
Chile"), asigna a sus esclavos el capitán don Melchor Ju-
fré del Águila (1631), pues creemos que dicho justiprecio,
algo vanidoso, no es fidedigno.
(17) G. de Nájera subraya la baratura de las subsistencias en
Chile. A su juicio, por ella no habrá fugas de esclavos.
58
El africano en el Reino de Chile
El lote de esclavos a 1.866 pesos, resulta excesivamente
módico: no sabemos por qué, ignorando las tasaciones in
dividuales. Pero los valores medios dados para esta época,
se confirman en otras fuentes, sobre todo en Amunátegui,
D.: op. cit.
(18) Los angolas robustos y mozos, en el "Archivo Vicuña
Mackenna", V. 278, fs. 199.
El rastro a que el texto alude se halla en una R. C
de 17-11-1609, que se puede leer en el V. II, N? 196, de los
"Documentos Históricos del Arzobispado de Santiago".
(19) Amunátegui, M. L.: op. cit., V. II. P. IP. C. V. y C. VI.
Respecto a la cita de 1659, ver arriba Referencia N9 13.
(20) "Documentos Arzobispado...", V. I, N9 59. "Actas del Ca
bildo de Santiago", de 8-X-1653, 9-IV-1672, 5-XII-1676,
5-X-1680 y 19-X-1646.
(21) Ver Carvallo y Goneyeche: "Descripción Histórico-Geo-
gráfica. ." P. II*, C. XV, sobre la escasa cantidad de mo
.
renos en Concepción. Don Luis Thayer Ojeda ("Elementos
Étnicos que han intervenido. .", X), llega a resultados nu
.
méricos diametralmente distintos de los nuestros: 15.917
morenos, sobre 877.148 habitantes, en Chile y al finalizar
el Siglo XVIII. Nótese que Encina aplicando el mismo
método de Thayer, no llega a la estimación de éste, sino a la
que formulamos en el texto.
(22) R. A., V. 666.
(23) Amunátegui, M. L.: op. cit., V. III, p. IIP, C. VI.
(24) En un juicio entre la mulata María Antonia y su amo don
Miguel Briceño, se estimaba el jornal de una esclava en la
cifra que el texto apunta (1744. R. A., V. 1014., Pieza 2»).
(25) DDII, V. 260, N° 7.495. Amunátegui, D.: "Personajes da
la Colonia ("Don Juan José de Santa Cruz").
(26) Fuentes de Referencia N9 23 y, además, "Actas del Ca
bildo de Santiago", de 17-11-1708.
(27) Salas, citado por Encina, op. cit.. V. V, P. V*, C. XVIII.
El contemporáneo es Carvallo y Goyeneche, 2* P., C. IV
de op. cit.
Las demás citas del texto son fácilmente ubicables en las
obras del autor respectivo, identificado entre paréntesis.
59
SEGUNDA PARTE
LA TRATA DE ESCLAVOS
". . . Merced y Licencia para que
pueda meter en esta gobernación
l;asta el número de dos mil negros,
de España y de las Islas de Cabo
Verde, y de otras partes, libres de
todos derechos reales; y que nadie
pueda meter arriba de dos esclavos
en esta. . .
gobernación, sin mi li
cencia, hasta tanto que tenga cum
plida la suma dicha. .". .
". . . unos a puñal. . .
y los otros
arrojándolos vivos con a la mar. . .
la mayor inhumanidad, y bárbara
y cruel y sangrienta mano. .". .
". . .La introducción de negros es
clavos en aquellos dominios, como
únicos brazos, en la mayor parte
de ellos, para la Agricultura y tra
bajo de las Minas, que son los ra
mos de que depende el Comercio,
y la felicidad de estos y aquellos
Reinos. . .".
INTRODUCCIÓN
I LOS TRATANTES
¿Quiénes explotaban el comercio negrero? ¿Quiénes
proveían de esclavos a Hispanoamérica durante los Siglos
XVI a XVIII?
Podemos decir con orgullo. o alivio, que no fueron,
. .
salvo excepciones contadas, españoles. Por una parte, éstos
carecían de dos elementos esenciales en la trata: marina
mercante y posesiones africanas; por otra, se nos permitirá
señalar cierta ineptitud hispana, al menos en aquellos si
glos, sea para el comercio esclavista, sea para cualquier
comercio. . . Cuando se creó la Compañía Real de Filipinas
—
intentona negrera efectuada el año 1787 una Real Cé
—
dula le otorgó las autorizaciones que se enumeran: a) com
prar, armar y despachar el buque tratante en Inglaterra;
b) hacerlo navegar bajo bandera británica "hasta la en
trada de los mares de la América Meridional" y c) con
tratar oficialidad, tripulación y capitán insulares; yendo
españoles a bordo, sólo un factor o comisionado, un pilo
to y cuatro a seis marineros. Una segunda Real Cédula,
fechada en 1793 (y que tenía por objeto vigorizar el trá
fico esclavista entre peninsulares y criollos), se vio, sin
embargo, forzada a permitir que la mitad de la dotación
del navio negrero fuese extranjera: "debiendo ser la otra
mitad, y el capitán, precisamente españoles" (1).
63
Gonzalo Vial Correa
Su Majestad Católica
encontró, pues, obligada a
se
otorgar la trata de africanos
elementos foráneos: portu
a
gueses, alemanes, ingleses, holandeses, italianos, france
ses. . . El "asentista" español fué un comerciante en peque
ña escala; o bien unsimple intermediario, cuando no lo
que el yankee denomina "contact-man" y nosotros, menos
disimuladamente, "gestor administrativo". Además, el ne
grero hispano solía sufrir ruidosos descalabros económicos;
quizá porque no podía dedicarse con libertad, como los
extranjeros, al contrabando.
II LA CAPTURA
Larga, y cruel, era la ruta seguida por el -esclavo que
América empleaba.
Casi siempre había nacido en el Oeste africano. Allí
en la zona costera comprendida entre los ríos
Senegal y
—
Kunene se ejercía vigorosamente el comercio de escla
—
vos, bajo la protección de numerosos fuertes; los cuales
servían, asimismo, como bodegas o depósitos de la mercan
cía viviente.
¿En qué forma los negreros se procuraban sus vícti
mas? Juan Bautista Labat que visitó
dominico francés
—
nuestra América al finalizar el Siglo XVII nos ha des —
crito los procedimientos utilizados con tal propósito. Al
gunos esclavos eran criminales comunes que los reyezuelos
respectivos condenaban a muerte; y a los cuales se conmu
taba la pena capital por la de ser vendidos al blanco, presu
mida menos rigurosa. Además, los jefes nativos tenían
también esclavos y solían trocarlos por los productos que
el tratante ofrecía. Pero generalmente
—
el ganado hu —
mano había sido, o aprehendido en
guerras o emboscadas
entre las mismas tribus; o bien raptado. Bandidos negros
64
El africano en el Reino de Chile
ejecutaban tan triste faena y proveían a los mercaderes
europeos.
Todos estos conductos vaciaban sobre las playas afri
canas esclavos a miles. Llegaban a las factorías formando
largas cuerdas de a cuatro en fondo; o asidos al cepo; o
amordazados, las manos sujetas a la espalda y trabados
con lazos y horquillas de madera. Los infelices se desespe
raban, suponiendo que los blancos les infligirían torturas
ingenuamente crueles: teñir banderas con su sangre, v. gr.,
o extraerles la manteca
para carenar las naves; o devo
rarlos (2).
Seequivocaban: sufrirían bárbaras torturas, pero no
ingenuas sino utilitarias. El mundo moderno es, por exce
lencia, práctico.
III EL VIAJE
El esclavo sólo abandonaba la prisión cuando lo ad
quiría un nuevo el
capitán negrero. Este
personaje:
compraba su "cargamento" a precio ínfimo;
pagando co
rrientemente en especies (pólvora, hierro, aguardiente,
algodón, baratijas. .) y cierto de obtener, por cada infeliz,
.
hasta diez lo que había costado (3).
veces
Convenido el negocio, los negros eran marcados a
fuego y subidos a la nave. Ahí, la cala los aguardaba:
atados por parejas; comprimidos en estrechos pisos super
puestos; durmiendo de costado, "como cucharas". .; res .
pirando un aire escaso e infecto por el hedor de los
excrementos, debían soportar la travesía y conjeturar la
destinación final. . . A veces, ascendían a cubierta; para
que
—
danzando y practicando ejercicios —
mantuvieran la
agilidad. . .
y, consecuentemente, el valor comercial. Algu
nos mercaderes, con idénticos propósitos, trataban mejor
a sus cautivos; pero tales excepciones aparte
—
el viaje —
65
Gonzalo Vial Correa
era un infierno
y las "piezas" perecían por millares. Un
ejemplo: entre 1680 y 1688 la Compañía Inglesa de África
recogió, en el Continente Negro, 60.783 esclavos. Pues
bien, 14.387 vale decir, casi un 24%
—
no llegaron a la
—
meta; el océano les dio sepultura. Durante el Siglo XVIII
moría término medio anual
—
un 16% de los
transpor
—
tados, sin ver siquiera tierra americana. Las Leyes indianas
tratan especialmente el pavoroso fenómeno, lo cual indica
su importancia. Estas frías y detalladas instrucciones
. .
sobre los africanos "muertos en el mar" (Real Cédula de
28 de julio de 1771), fueron la necrología del moreno (4).
IV LA VENTA
Llegado a su destino el barco, los esclavos permane
cían a bordo hasta el día mismo de la venta. Mientras,
reinaba gran actividad: oigamos cómo la pinta J. B. Mo
retón, plantador
un inglés, citado por Salvador
azucarero
de Madariaga: ". el patrón, el sobrecargo y el doctor
. .
(pues hay en cada navio de éstos un matasanos) ponen en
juego todas las artes que pueden para presentar al esclavo
bajo el aspecto más favorable: se corta y afeita el pelo
gris de barbas y cabello de los viejos y las viejas, y se les
frota la piel, y la de todo el cargamento humano, con aceite
de palma y otros, de modo que los poco entendidos se lle
van algún esclavo viejo, tomándolo por joven: o algún
adolescente enfermo, tomándolo por sano y fuerte".
Finalizados tales preparativos, los botes transportan
a tierra al africano. Ocupa éste inmensos e inhóspitos co
rrales, hasta que encuentra amo. En Haití, el interesado
palpa al cautivo, detenida y meticulosamente. Luego, para
alejar toda inclinación a la familiaridad, le escupe la
cara. . Cuando el negro no va a la feria, permanece ence-
.
66
El africano en el Reino de Chile
rrado; tendido junto a compañeros, sobre un largo
sus
mostrador; y sujeto a él firmes ataduras. En Jamaica,
con
las ventas se denominan "scrambles" (rebatiñas): a una
señal dada, los compradores corren hacia los despavoridos
esclavos, luchando por asir, o rodear con una cuerda, al
que les parece mejor. Es frecuente, entonces, ver a mu
jeres y niños africanos morir de espanto, ante la confusión
y el griterío. Sólo en un puerto americano un humilde
sacerdote recibe a los cautivos, vomitados por los barcos
infames, con fresca fruta: mangos y naranjas mandarinas.
El puerto se llama Cartagena de Indias y el sacerdote, Pe
dro Claver.
Mas, perfeccionada la subasta, el negro comienza una
nueva vida: lo esperan las minas, las plantaciones, el tra
piche. . . El látigo ha cambiado de manos.
67
Capítulo Primero
LA ERA PORTUGUESA
No es nuestra intención hacer
una historia de la trata
americana, comprenderá.
como se Durante los Siglos XVI
y XVII se disputan los permisos para introducir esclavos
a Indias comerciantes de las más diversas nacionalidades:
alemanes (Ehinger y Sayller), flamencos (Chievres, Gou-
venot), españoles (Barroso del Pozo y Porcio, los cuales
quebraron), holandeses (Coimans) y hasta venezolanos
( Marín de Guzmán ) ; pero sobre todo
—
portugueses —
(Gomes Ángel, Mendes de Sossa, los Coutinho, Fernández
Deivas ) .
Talespermisos asumen dos formas: o son simples "li
cencias" para llevar africanos a América, pagando un de
recho por unidad internada; o son "asientos", es decir, pri
vilegios exclusivos, por un cierto tiempo y adquiridos por
una suma alzada (la cual no suple la cancelación de "licen
cia"). Los lusitanos Cristóbal Mendes de Sossa y Melchor
Gomes Ángel pongamos por caso
—
tuvieron ocho años
—
el "asiento"... (1631). Obligaciones: cancelar 95.000
ducados y exportar a Indias 2.500 esclavos, al año. En . .
1600 contrató el privilegio, por nueve años, Juan Rodrí
guez Coutinho, portugués y Gobernador de Angola; debía
pagar 162.000 ducados y despachar 4.250 negros, ambas co
sas anualmente (5).
En Chile, hasta mediados del Siglo XVII, se conocían
tres caminos para traer morenos al país: dos legales, muy
68
El africano en el Reino de Chile
poco frecuentados, y el tercero y más común teórica
— —
mente ilícito.
a) Las personas de posición que salían de España
—
clérigos, nobles, burócratas conseguían licencias pa
—
ra internar algunos esclavos sin cancelar derechos; jurando
previamente, en la Casa de Contratación, que el destino de
los esclavos "el servicio de la persona y residencia" del
era
solicitante. el conquistador Alonso de Córdoba pidió
Así,
en Madrid, por intermedio de Iñigo López de Mondragón,
se le permitiese "llevar (a Chile), dos negros y dos negras,
para el servicio de su persona, y mujer e hijos" (1548).
Ello le fué concedido, según anotamos antes. También, más
arriba, vimos otros nombres de beneficiados con autoriza
ciones parecidas.
Los derechos perdonados eran el de licencia propiamen
te tal y el almojarifazgo. Pero había que pagar ambos, caso
de venderse los esclavos en Indias.
"Y mandamos decían siempre las disposiciones reales
—
que otorgaban la gracia que los Oficiales de la provin
—
. . .
cia del Perú, tomen en su poder esta cédula original, y la
pongan en el arca de las tres llaves, para que por virtud
de ella no se puedan pasar más de una vez los dichos. es . .
clavos" (6).
A veces, las licencias en cuestión eran falsificadas.
Hacia 1593 se dedicaba a ello, en Madrid, una verdadera
oficina: compuesta por Beltrán Hurtado el jefe —
Fran —
cisco Fajardo el técnico adulterador de sellos y firmas
—
—
y Francisco Figueroa, quien tramitaba los negocios comu
nes. No se limitaba la organización a emitir licencias: ex
tendía sus actividades a falsificar cédulas, provisiones y
nombramientos (de administración de indios, tesoreros y
regidores del Cabildo de Tucumán y otros). Los pillos ope
raban de preferencia en Portugal: inocentemente, y por
inexperiencia, cayó en sus redes, durante breve tiempo, un
joven chileno de diecisiete años: don Francisco Irarrázaval
y Andía. El comprador de una cédula por 60 esclavos
se
alarmó al no hallarla registrada : Hurtado persuadió a nues-
69
Gonzalo Vial Correa
tro compatriota de presentarse como dueño del documento
vendido, y contrahizo una carta del Secretario del Con
sejo al estafado, diciendo que la cédula era "extraordinaria
y de venta secreta".
b) La segunda ruta oficial para traer africanos a Chi
le, era por Lima y desde Angola y Guinea. Los siervos
. .
llegados en esta forma, venían de los puertos habilitados;
o sea, de los puertos que podían comerciar lícitamente con
España. Dichos morenos presentaban dos inconvenientes
notorios: su escaso número la insaciable demanda perua
—
na los absorbía antes que pisaran tierra chilena y su
—
elevado costo; debido a los fletes por un muy largo viaje,
y a los derechos de toda especie pagados. Ya hemos des
crito la manera cómo arribaban tales africanos en calidad
de marineros. Añadiremos que solían ser de malos ante
cedentes: negros "inquietos" o aún criminales. El año
1614 el Cabildo, visto lo anterior y que, por esos días, en
un buque surto en Valparaíso se hallaban uno o dos afri
canos delincuentes, hizo pregonar "que ningún maestre,
dueño ni señor de navio, ni otra persona, traiga a su cargo
en sus navios negro alguno sin testimonio auténtico y
licencia de la real justicia, de como no viene por delito,
ni le ha cometido"; so pena de 100 pesos oro "para la cá
mara de Su Majestad", a costa del infractor (7).
c) Pero la gran mayoría de los negros esclavos, llega
ba a Chile en aquellos años
—
desde Buenos Aires, atra
—
vesando la cordillera : se trataba de morenos comprados por
los argentinos a los portugueses del Brasil; y que alcanza
ban precios más racionales que los africanos limeños.
Reales Cédulas de 1584, 1595 y 1625 vedaron pasar
siervos de Buenos Aires, Tucumán y Paraguay al Perú,
con apercibimiento comiso; aunque los esclavos fueran
de
"con sus amos, o. para su servicio", o se afianzara "vol
. .
verlos a las provincias de donde salieron". Se exceptuaba
a los vecinos de Río de la Plata, quienes quedaban autori
zados, si iban al Perú, para llevar un africano y una afri-
70
El africano en el Reino de Chile
cana cada uno, garantizando el regreso. La prohibición
expuesta se incorporó a las Leyes de Indias.
Pero. . .
¿regía ella en Chile, o sólo en Lima? Nos —
otros sosteníamos que únicamente el Virreinato y que en
era lícito importar negros de Buenos Aires, si
permane
cían en nuestro país y no continuaban al Perú.
De hecho, la introducción se practicaba sin tapujos ni
cortapisas, por todos los boquetes cordilleranos; y no ex
clusivamente Santiago, sino también a otras ciudades:
a
Villarrica, por ejemplo. González de Nájera cuenta que, ha
cia 1600, un funcionario de categoría el alguacil mayor de —
la capital, Alonso del Campo y Lantadilla compraba afri —
canos en el Plata. A mayor abundamiento, los tributos con
los cuales, en forma periódica, se gravaba a los esclavos
bonaerenses, demuestran la cuantía de la internación y que
ésta había adquirido una legalidad consuetudinaria.
La misma Corona solía reconocer tácitamente di — —
cha legalidad: cuando Alonso de Ribera impuso a los ne
gros que transmontaban la cordillera un derecho por
"pieza" importada, una Real Cédula solicitó, a la Audiencia
de Chile, informe sobre la conveniencia de la medida; olvi
dando que, en teoría, ningún africano cruzaba los Andes
sin infringir la Ley y ser decomisado (año 1606).
Pues ésta era la tesis oficial. . . Porter y Casanate, por
auto de buen gobierno, quiso legitimar la internación desde
Buenos Aires, haciendo pagar derechos a los esclavistas al
atravesar la cordillera: el Fiscal de la Audiencia de Chile
y el Virrey de Lima invalidaron la disposición, observando
que estaba prohibido pasar negros por los Andes. El año
1659 los chilenos pretendieron reactualizar el bando de
Porter: ruego del Procurador de Santiago, la Audiencia
a
pidió al Rey que permitiese llevar a Chile, al menos, los
siervos decomisados en Buenos Aires. Ignoramos el final
de la gestión, pero suponemos fué adverso; porque el am
biente, en el Consejo de Indias, era polar: el año 1663 el
Fiscal solicitaba se hiciesen respetar las Cédulas que ve-
71
Gonzalo Vial Correa
comerciarlos
daban negros del Plata y Tucumán y
sacar en
Chile.
parece, existía también contrabando muy
acti
Según
vo de morenos bonaerenses al Perú. En
. 1623
. el Oidor
Cristóbal de la Cerda y Sotomayor denunció el ilícito
transporte, a dicho Virreinato, de "siete carretadas" de es
clavos transcordilleranos, vía Valparaíso. Se hallaba compli
cado —
si creemos a de la Cerda— Diego Hurtado de Men
doza, hijo del Oficial Real Jerónimo Hurtado de Mendoza:
don Diego, reincidente en estos azares, traía ciento cin
cuenta de los setecientos siervos internados. Añadía el
Oidor que los contrabandistas tenían concentrados sus es
clavos "en el valle de Concagua"; y que la mayor parte
de los negros la componían "desorejados". Siguieron algu
nos embargos y prisiones. Una acusación semejante formu
ló al Rey el Obispo Salcedo el año 1633, responsabilizando
al Oidor de Lima Alonso Pérez Salazar y a "un Licenciado
Garavito, que dicen ha de venir por Oidor a esta Audien
cia", de haber tolerado un contrabando de arriba de 6.000
"piezas" a Lima y Chile, desde Buenos Aires. El mecanis
mo era muy complicado: se basaba en una autorización
para pasar al Perú y a nuestra patria los negros decomisa
dos en el Plata, cancelando un pequeño derecho: 12 a
14 pesos. Termina ingenuamente el prelado: "Parece que
he metido hoz en mies ajena. ." (8). .
La Corona luchaba como podía contra estos excesos.
En 1635 v. gr.
—
La Audiencia comunicaba al Cabildo
—
una Cédula, "dando por perdidos todos los negros que vi
nieren, de cualesquier partes, sin licencia del Señor Prin
cipe Cardenal" (9).
El auge esclavistacesó, bruscamente, hacia 1640: ese
año Portugal independizó de la Madre Patria, inicián
se
dose, entre ambos países, una guerra agotadora que sólo
vino a terminar en 1668. Por otra parte, los holandeses
aprovecharon el conflicto para usurpar algunas posesiones
lusitanas, vitales en el comercio negrero: Angola, por
ejemplo (recuperada en 1648), y el mismo Brasil, del cual
72
El africano en el Reino de Chile
Holanda fué expulsada apenas en 1654. Luego, durante tres
décadas no hubo comercio regular hispano-portugués; re
anudado en el último tercio del Siglo XVII no se equiparó
—
es natural al que existía cuando aquellas naciones se
—
encontraban bajo la misma corona.
Calcúlese el efecto que produjo, en Chile, la súbita
asfixia de la trata. .Ya hemos dicho que coincidió con la
.
mayor demanda negrera de nuestra historia, y que hizo
tambalearse la incipiente agricultura nacional. Los docu
mentos de la época, arriba citados, registran el impacto:
"como. .no entran negros
.
por Buenos Aires con la rebe
lión de Portugal afirma uno
—
además de lo sensible de
—
la pérdida (de los indios), se hace irreparable". "La alte
ración del rei»o de Portugal expresa otro
—
cerró el—
. . .
puerto de Buenos Aires y les faltó (a los chilenos) la co
modidad que tenían de comprar la ropa a muy moderado
precio, y los esclavos, que eran la cosa más sensible. pues . .
no se hallaban" ( 10 ) .
El Perú sufría idéntico problema, y su necesidad de
africanos era aún más apremiante. Los limeños venían
. .
a nuestro país a buscar morenos,
y los compraban a precios
siderales; hasta llevaban consigo esclavos indios chilenos,
arbitrio que el Virrey propuso formalmente, hacia 1662, en
calidad de medida general. Ante la succión, por nuestros
vecinos, de los esclavos negros, la exportación de éstos
fué prohibida. La primera veda partió del Gobernador
Martín de Mujica (1646), y excluía a los africanos
que acompañaban a sus amos, para el "servicio ordinario,
constando que no se compran a fin de llevarlos. y te . .
niendo licencia", la cual anotaría nombre y edad. Pena a
los infractores: pérdida de la "pieza", y 500 pesos de multa
por cada esclavo decomisado; sin perjuicio de la misma
sanción a los "maestres de las naves" que embarcaren
ilícitamente a los morenos, "cuyos registros han de tener
por cabeza este auto a la letra". El Gobernador de Nava-
morquende reiteró la prohibición (1668), extendiéndola
a los mulatos e indios, libres o esclavos (11).
73
Gonzalo Vial Correa
La explicada crisis del comercio negrero impidió que
nos transformásemos en un pueblo con fuerte porcentaje
racial de color.
Efectivamente: durante el Siglo XVI los esfuerzos por
introducir Chile grandes contingentes africanos eran
en
algo utópicos. Las capitulaciones entre Almagro y la Co
rona, por ejemplo, permitían al conquistador transportar,
"de estos nuestros Reinos y del Reino de Portugal e Isla de
Cabo Verde" o de otros lugares a nuestra tierra, cien escla
vos negros, sin pagar derechos; pero quedando las "piezas"
a beneficio fiscal, si se llevaban a parte distinta de la
autorizada. La licencia no se materializó. También Pedro
de Valdivia solicitó, varias veces, se le concediera "meter
en esta gobernación hasta el número de dos.mil negros. . .
libres de todos derechos; y que nadie pueda meter de dos
esclavos arriba en esta gobernación sin mi licencia, hasta
tanto que tenga cumplida la dicha suma": no le fué otor
gado. Jerónimo Alderete, finalmente, pidió lo dejaran lle
var a Chile quinientos negros sin cancelar tributos: no hay
rastros de que obtuviese tal gracia (12).
En el Siglo XVII varía la situación: los esclavos se
precisan urgencia, y existen agricultores e industria
con
les que quieren y pueden pagar por ellos. Se elaboran
. .
toda clase de proyectos para surtir de morenos al país. El
Gobernador Lope de Ulloa y Lemus propone que la Co
rona despache cuatro mil africanos a la Capitanía, y que
ellos se den a los vecinos "por el costo y costas que tuvie
sen". Respuesta: "Comunicaréis como se envíe el dinero
necesario para ello, y entonces se dará orden en remitir
los, porque el estado de mi hacienda no permite otro
arbitrio" (13). Total: nada. (1621). En 1626, la Audien
. .
cia y el Cabildo ajustaron convenio con un capitán Ruy
de Sosa: éste se comprometía a obtener determinadas li
cencias de importación de negros, y en cambio —
se le —
cedía la décima parte del precio de los esclavos que traje
se. Vimos asimismo que las ciudades del Reino pidie
— —
ron al Monarca, el año 1601, mil angolas destinados a las
74
El africano en el Reino de Chile
minas y que no los consiguieron. Muchas personas de peso,
visando proteger a los indios, recomendaban reemplazarlos
por africanos: el General Pedro Lisperguer guardaba, al
respecto, un plan muy detallado; y don Juan de la Fuente
de Loarte, Administrador del Obispado de Santiago, ase
guraba que esa medida "asentaría una paz estable y ge
neral, y con ella la predicación del Santo Evangelio, y la
libre administración de la justicia" (1625)... Otros ecle
siásticos propugnaban también la internación de inóre
nos: el jesuíta Torres Bollo y el Obispo Salcedo, v. gr.
(14). Hasta un Virrey del Perú, el Marqués de Montes
Claros, abogaba por el envío a Chile, a lo largo de tres o
cuatro años, de esclavos negros en vez de situado, a fin de
suplir a los indígenas, cuyo servicio personal el Rey había
vedado (1613).
El proyecto más curioso sobre la materia es el de
Alonso González de Nájera, nuestro antiguo conocido: arri
ba a Chile en 1601, pelea con los araucanos cinco años, y
después se retira a Santiago nombrado Sargento Mayor
por García Ramón. Este lo comisiona luego a Europa a
exponer al Rey las miserias del "Flandes Indiano": cum
pliendo tal misión, escribe "Desengaño y Reparo de la Gue
rra de Chile"; libro que, podemos suponer, refleja también
la opinión de su mandante, el Gobernador.
Alonso González de Nájera sugiere esclavizar, única
mente, indígenas menores de dieciséis años, a fin de aclima
tarlos por completo a la vida civilizada. Pero. ¿qué hacer
. .
con los esclavos naturales adultos, existentes en la actuali
dad? Muy sencillo: cambiarlos por cautivos negros. Estos
últimos serán traídos por la Corona a su costa, y ganando
ingentes sumas; pues el africano en Guinea cuesta 40 a
50 pesos, y en Chile se vende por 250 a 300. Base del . .
trueque: dos o tres indios por negro. Se comenzará por
Santiago, pasando luego a otras ciudades y el sistema ten
drá carácter obligatorio, ya que la gente de Chile es "va
riable y poco constante". En cuanto a los indígenas subs
. .
tituidos, irán "en colleras", precisa amablemente el
—
75
Gonzalo Vial Correa
proyectista —
a los
ingenios azucareros del Brasil, vía Bue
nos Aires y Río de la Plata. Nájera complementaba el
esquema con una importación en masa de negros, vendi
dos por la Corona a los vecinos de Chile al contado, o bien
a plazos, mediando fianza, y distribuidos por la Audiencia.
Un problema: ¿cómo impedir que los funcionarios que
conduzcan negros de Buenos Aires a Santiago, e indios
de Santiago a Buenos Aires, los declaren muertos en la
pampa, y los lleven a enajenar al Perú, donde son más ca
ros. . .? La dificultad no arredra a González de Nájera: que
prueben el fallecimiento de la "pieza" exhibiendo su ma
no derecha .
apreciará que, durante el Siglo XVII, la rebelión
Se
portuguesa, providencialmente, evitó que algunos de los
planes esbozados tuviese éxito, inyectándonos un problema
racial de proporciones.
Terminaremos el Capítulo con algunos nombres de
tratantes de la época: es tradición que el primero fué Gas
par de Peralta (1586). En Santiago, operaba Bartolomé
Rojas y Puebla (1612).
,}. Literatura C'ásíca y
1
S¡ Medieval os la.
éj Universidad de Chite, fi
fi a la P!b!:o<cc2 Nacional. ¡7
76
Capítulo Segundo
LA ERA INGLESA
I LOS PERIODOS DEL SIGLO XVIII
En este Siglo, Albión prácticamente acaparó la trata,
por medio de la "Compañía Inglesa de África", cuyas haza
ñas estudiaremos. . El período 1680-1688, vio abandonar
.
Gran Bretaña, rumbo al África, 249 barcos negreros. En
cambio, el solo año 1771, 58 de tales navios dejaron Lon
dres; 23, Bristol y 107, Liverpool. transportando en con
. .
junto 50.000 esclavos. En 1790, Inglaterra extrajo del Con
tinente Negro 38.000 infelices; Francia, 20.000; Holanda,
4.000; Dinamarca, 2.000 y Portugal, 10.000; o sea, el total
fué 74.000, del cual los británicos controlaban la mitad y
más. Existía una íntima relación entre la poderosa indus
tria algodonera inglesa (Lancashire), y la esclavitud: los
tratantes llevaban productos manufacturados de la citada
fibra a las costas africanas; los trocaban por cautivos; aca
rreaban éstos a las Colonias de América y volvían con las
sentinas rebosando algodón en rama. He aquí un aspec
. .
to, incidental entre muchos, de las conexiones que unen
la esclavitud y el capitalismo histórico.
Las naciones europeas en la centuria que recorre
—
mos —
se disputaban el "asiento" hispanoamericano y Es
paña lo concedía, alternativamente, a una u otra, según
los vaivenes de su irresoluta y mediatizada política inter
nacional. Así, distinguimos tres períodos en el Siglo XVIII:
77
Gonzalo Vial Correa
A) La "Compañía Real de Guinea". Muerto el último
Austria —
Carlos II el Hechizado junto con el Siglo XVII
—
escala el trono peninsular un galo : el Borbón Felipe V y la
Madre Patria sigue la conducta exterior e interior que
Francia señala. Tal sumisión hace variar el privilegio ne
grero: el "asiento" que detentaba la "Real Compañía de
Guinea" desde 1696 y que recién 1701 había sido con
— —
firmado a la misma empresa, pasa el año 1702 a otra "Com
pañía Real de Guinea". ahora francesa. Dos lustros de
. .
berá durar la concesión, permitiéndose importar 48.000
esclavos.
B) La "Compañía Inglesa de África". Expirados los
diez años, no se renovó el "asiento" galo. Por una parte,
los esclavos franceses resultaban demasiado caros; por la
otra, Su Majestad Católica miraba con malos ojos el con
trabando que, a pretexto de vender africanos, ejercían los
"asentistas". A mayor abundamiento, la guerra con Gran
Bretaña terminaba y —
en las conversaciones de
paz
—
los
ingleses pedían el codiciado privilegio.
Efectivamente, éste pasó por la Paz de Utrecht, en
—
1713 —
a Inglaterra, bajo las mismas condiciones
aplicadas
antes a Francia, pero siendo el plazo más largo: seis lus
tros (15).
La "Compañía Inglesa de África" tomó el monopolio
concedido a los insulares. Era casi un repartición pública
británica: usufructuaba la exclusividad del tráfico negrero
con Norteamérica y cuando 1721 a 1722—
bordeó la in
—
solvencia y la liquidación, el Parlamento la sacó a flote.
La empresa estaba facultada, al igual que los france
ses, para internar 4.800 esclavos anuales. Pero Utrecht
otorgó a Inglaterra dos granjerias más:
a) La corta del llamado "palo brasil" (Honduras); y
b) El "navio de permiso" ¿Qué encerraba tal título?
Pues, apenas el derecho a remitir una vez al año un buque
cargado con mercancías directamente desde Inglaterra a
América; a vender en ésta lo traído y a devolver el barco
por donde había venido. .todo ello, sin vigilancia española
.
ninguna.
78
El africano en el Reino de Chile
Pero el "navio" sólo fué pretexto y disfraz para un
vigoroso contrabando. De tal modo que los beneficios re
portados por el tráfico propiamente esclavista, se eclip
saban —
con ser fabulosos—
ante el lucro que el "ilícito
comercio" producía a los ingleses. Pronto, no sólo el bu
que "de permiso" sino todas las embarcaciones y factorías
inglesas estaban consagradas sin el menor escrúpulo
— —■
al contrabando.
Vino —
inevitable
—
la guerra. Entre 1738 y 1748,
los británicos no ejercieron el "asiento". Las hostilidades
terminaron con el Tratado de Aquisgrán, el cual dispuso
lo siguiente: como el privilegio inglés debía haberse ex
tendido hasta 1743 y —
en el hecho —
se había interrum
pido el año 1738, era justo que España concediese de
nuevo, por cuatro años, el "asiento" y el "navio" a la
Compañía insular. Pero el efímero monopolio no duró si
quiera el plazo estipulado: la Corona Hispana logró invali
darlo en 1750, pagando a los británicos una cuantiosa
indemnización: 100.000 libras.
C) La libertad de trata. El monopolio inglés fué el
último. Mientras la Compañía británica detentaba el pri
vilegio, ella acaparaba el comercio negrero. y asimismo
. .
el contrabando; cuando perdió la exclusividad, sobrevino
—
en la práctica —
una completa libertad: todo el mundo
internaba esclavos; todo el mundo ejercía el contrabando.
Al respecto, la posición adoptada por su Majestad Ca
tólica fracasó enteramente. .
Vigentes los monopolios, la
.
política española estribaba en respetarlos y ampararlos, con
absoluta seriedad y franqueza como se aprecia hojeando
—
las leyes indianas —
pero impidiendo sin contemplaciones
el contrabando (16). Y esto fué imposible. Imposible por
dos razones: una inmediata y otra de fondo.
La inmediata: los "asentistas" jamás tuvieron la na
cionalidad española, según hemos indicado. La de fondo:
el fulminante progreso económico del Siglo XVIII; el in
sospechado auge capitalista, incompatible con los exclu
sivismos o privilegios político-comerciales.
79
Gonzalo Vial Correa
Tal situación vino a legalizarse cuando la centuria
terminaba: España cedió entonces a los hechos; y busco
destruir el contrabando negrero usando dos nuevos méto
dos: a) fomentar el comercio esclavista, dando un espalda
razo jurídico a la libertad de trata; y b) concentrar dicho
comercio enmanos españolas y criollas, concediendo
franquicias los
a esclavistas hispanos y haciendo más fácil
y expedita la internación de negros.
A estos objetivos se encaminaron numerosas Reales
Cédulas u Ordenes: se otorgó la libre importación escla
vista para hispanos y extranjeros, primeramente a Puerto
Rico, Santo Domingo, la provincia de Caracas y Cuba,
en 1789; por dos anualidades, prorrogadas después otras dos.
Luego, idéntica gracia se extendió a Santa Fe, en 1791;
el mismo año a Buenos Aires; en 1795 al Perú y en 1804
a Chile (donde empezó a regir en 1806), Ecuador y Pa
namá. . .
Cada una de estas zonas tenía "puertos habilitados",
por los cuales podían introducir africanos, sea españoles
y extranjeros, como en Cartagena (Santa Fe); Montevideo
( Buenos Aires ) ; Puerto Cabello, Guayra, Maracaibo, Cu-
maná y Nueva Barcelona (Caracas); Santo Domingo (La
Española); San Juan (Puerto Rico) y La Habana (Cuba);
sea únicamente españoles, como en Nevistas, Batabanó,
Santiago, Trinidad y Bayamo (Cuba); Payta y el Callao
(Perú); Valparaíso (Chile); Guayaquil (Ecuador); Pana
má y "el Río de la Provincia de Hacha en dicho virreina
to de Santa Fe".
Tales concesiones, teóricamente temporales, se hicie
ron permanentes
por sucesivas prórrogas, una de las cuales
regía al producirse la emancipación: a saber, la que conte
nía la Real Cédula promulgada el 22 de abril de 1804 que
prolongaba el libre comercio negrero por otros dos años
a los hispanos, y por seis, a los esclavistas foráneos.
La "libertad de trata" quedó prolijamente reglamen
tada con una Real Cédula, que se dictó el 24 de noviembre
de 1791. Tendía ella a facilitar la importación de esclavos
80
El africano en el Reino de Chile
y, complementando las anteriores leyes indianas (17), re
primía el contrabando, siguiendo una ilusión que la Corona
Española jamás abandonó. Resumiremos las principales
cláusulas que contiene la citada Real Cédula, de la cual se
dirá algo más en el próximo Capítulo (18).
Los vasallos hispanos pueden para cancelar los ne
—
gros que quieran introducir exportar metales preciosos
—•
(dinero) y frutos naturales (excepto cacao venezolano).
También les está permitido internar, junto con los africanos,
las herramientas, máquinas y utensilios que emplean los "in
dirá una nueva Real Orden
incluso cuchillos
—
genios";
—
y arcos y duelas para barrilería expresará otra, y tablas
—
para cajas de azúcar, agregará una tercera. Y una cuarta . .
revocará el permiso otorgado a la importación de cuchillos,
pero levantando la prohibición de pagar negros con
cacao. .Como se ve, Su Majestad Católica solía ser
.
minuciosa.
Continúa nuestra Real Cédula : los barcos tratantes pe
sarán —
a lo más 500 toneladas; permanecerán sólo ocho
—-
días cuarenta, en La Habana
—
bajando a tierra su "mer
—
cancía" y si, siendo españoles, buscaran el ganado humano
en "Colonias Extranjeras", la travesía no rebasará los cua
tro meses. Previo al desembarco de la cargazón, las naves
el cual "tendrá
negreras serán revisadas por un Comisario,
cuidado de que se derramen las aguadas, poniendo en un
lanchón la vacía, y
pipería sobre cubierta las barricas de
menestras y carne, y repuestos de aparejos y velas, para
todo a satisfacción".
que se reconozca
. .
Broche final: ninguna futura concesión significará
monopolio y será libre la proporción en sexo, edad o raza
de cada cargamento. Andando los años se permitió in
. .
troducir, exclusivamente, esclavos "bozales".
Las gracias anotadas unidas a las que el Rey otorga
—
ba a empresarios o particulares y a concesiones tributarias
en el Capítulo siguiente aumentaron bas
—
que veremos
tante la trata al terminar el Siglo XVIII y empezar el XIX.
año 1791 llegaron a Cuba 8.498 esclavos; al siguiente,
El
81
Gonzalo Vial Correa
8.528; entre 1789 y 1799 —según Humboldt— 41.500, y en
1802, 13.832. .
Después de abiertas las Antillas Españo
.
las al libre comercio negrero, arribaban, se calcula, 20.000
africanos anuales. La corriente esclavista se especializaba :
disminuía en Méjico y Colombia para concentrarse en el
Istmo, las Islas, Venezuela y el Brasil (que "atraía" africa
nos a millares, con sus piedras preciosas —Minas Geraes —
y su oro) ; dejaba las minas y engrosaba el trabajo del café
y el algodón; crecía la demanda angloamericana y francesa
mientras la hispánica —
Brasil aparte se mantenía es
—
tacionaria.
Séanos perdonada esta extensa digresión, que hemos
juzgado indispensable para dar el debido relieve a las
próximas páginas.
II LA TRATA DE NEGROS EN CHILE
Ya el "asiento" con Francia permitía desembarcar, en
Buenos Aires, 500 a 600 "piezas", pero no llevarlas a Chile;
cosa
que el Cabildo de Santiago solicitó, en varias oportu
nidades, al Rey. Alegaba la corporación que de ello depen
día el "mayor lucimiento y alivio de los vasallos de Su
Majestad", pues "cuanto había descaecido este Reino por
falta de servicio, tanta tendría de aumento con el libre co
mercio de los negros", por ser abusivamente caros los
esclavos limeños (1705, 1707 y 1708) (19).
Al pasar el monopolio a Inglaterra el año 1713
—
se —
dio oído a las peticiones anteriores, elevando la cifra de
africanos destinados al Plata a 1.200; y autorizando se
condujeran 400 a Chile. Así lo disponía, en el artículo 9",
La Paz de Utrecht.
Una Real Cédula explicó los alcances atribuidos a di
cho artículo. Los "asentistas" ingleses tendrían, en Buenos
Aires, "algunas porciones de tierra que Su Majestad habrá
de señalar"; en ellas, poseerían los ganados y plantaciones
que el sustento les exigiese y sus casas de madera ("no
82
El africano en el Reino de Chile
de otro material"). Se les prohibía levantar mapas o forti
ficaciones y oficial español los vigilaría permanente
un
mente. Más adelante fueron autorizados
para internarse
por el Virreinato si no hallaban compradores, pero sin de
tenerse ni fundar factorías (20).
Los ingleses traían los morenos al Plata en seis barcos
anuales. La capital albergaba a los cautivos en un vasto e
incomunicado depósito, o corralón, el cual quedaba entre
las antiguas calles Arenales, Barracas y Suipacha; al norte
del lugar llamado entonces Plaza Retiro. AHÍ iban a com
prarlos comerciantes esclavistas. Cerrado el negocio, se
exigía escritura, la cual debía contener señales precisas que
individualizaran a la "pieza". "Y todos
los negros que no
se vendieran con disponían varias Reales
estas calidades —
Cédulas (1685, 1692) puedan reclamar libertad" (21).
—
También desde 1625 la ley declaraba libre al africano in
troducido en Buenos Aires de contrabando.
Extendida la escritura, el Gobernador controlado, a
—
su vez, por el Cabildo
otorgaba "guía
—
(o partida de re
gistro) y despacho" vale decir: pase
• —
al adquirerrte y
—
a los adquiridos,
quienes, previa una visita bastante dolo-
rosa a la Real Aduana, partían hacia Chile. Durante el
viaje se tomaba razón de los instrumentos emitidos por el
Gobernador en tres puntos intermedios: la Guardia de
la Villa de Lujan, la Contaduría de Mendoza y la Guardia
de Cordillera. Entre nuestra tierra y el Plata se desarrolla
ba, en esta forma, un vasto tráfico negrero.
Argentinos y chilenos ejercían tal actividad. El mismo
General Las Heras, según confesaba, vino a Chile arreando
una partida de africanos (1800). Los bonaerenses Fran
cisco de Suero y Francisco de Vieyra tenían, con idéntico
fin, una sociedad, hacia 1740. El segundo, meramente capi
talista, proporcionaba el dinero "para la compra de. ne . .
gros, fletes y avíos hasta Mendoza"; el primero transpor
taba las "piezas" a Chile y las subastaba. El 19 de
noviembre de 173$ los señores Henrique Faure y Rodulfo
Fooke ( así deformaban los escribanos virreinales la sacro-
83
Gonzalo Vial Correa
santa ortografía inglesa) que representaban al "asiento"
británico en Buenos Aires, vendieron a Suero 284 esclavos,
cifra que se descomponía como sigue:
a) 84 hombres y 57 mujeres, marcados en el brazo
derecho (navio "El Asiento");
b) 3 hombres marcados en el pecho derecho (navio
"Ana Galera");
c) 89 hombres y 49 mujeres, marcados en el brazo
derecho (navio "Asia"); y
d) 1 hombre marcado en la espalda derecha (navio
"Galera de Genova") y 1 hombre marcado en el mismo
lugar anterior (navio. ¡"Princesa Amalia"!. .).
. . .
Suero trajo a Chile 276 de estos desgraciados, los ven
dió y ganó 72.000 pesos (22).
Otro argentino, don Antonio de la Quintana, compró
en Córdoba 419 esclavos, de los robados a los jesuítas por
la Corona, e internó en Chile 196 a cargo de Domingo de
la Caxiga, cuyo apoderado era don Ramón del Pedregal.
Al parecer, remató algunos en nuestro país. Los restantes,
los remitió a Lima.
Ya hemos dicho que no faltaban residentes en Chile
entre los tratantes: en 1736 y 1737 practicaban el comer
cio negrero don José Montes García y don Francisco Gar
cía Huidobro (que fundara la Casa de La Moneda). El
segundo aprovechaba, al efecto, la Villa que poseía en Bue
nos Aires. Se conserva la escritura de una enajenación suya,
ascendente a 55 "piezas": 34 varones y 21 hembras. Las
ventas en Chile y Perú le produjeron una suma total supe
rior a los 20.000 pesos.
Paralelo a este activo comercio esclavista del cual —
nos hemos limitado a dar algunos ejemplos ilustrativos
tomados al azar —
corre un contrabando igualmente activo
de morenos; facilitado dice el Gobernador Amat ( 1758)
—
—
por "la vastedad del país, sus muchas entradas. la con . .
fusión de despachos. .
y la falta de guardias y de fondos".
.
Los mercaderes chilenos y argentinos que transmontan los
Andes, del Virreinato a la Capitanía General, suelen traer
84
El africano en el Reino de Chile
o
ropa u oíros artículos europeos internados ilegalmente,
o bien esclavos sin "guía y despacho": es decir, sustraídos,
fugados o llegados a Buenos Aires en forma clandestina.
El jesuíta Molina escribe que, en Chile, los negros "sólo
se han introducido
por vía de contrabando" (23).
Respecto al primer tipo de "ilícito comercio", recor
demos que los comienzos del "asiento" inglés lo atizaron
sobremanera: el gobernador bonaerense, general Zavala,
persiguió tales irregularidades con implacable severidad.
Nuestro gobernador, el interino don Manuel de Salamanca,
se distinguió, asimismo, por su estrictez. La ejercía por
intermedio del Fiscal de la Audiencia, Martín Gregorio de
Jáuregui, quien practicó varios comisos. Claro está que la
estrictez era relativa y—
digamos discriminada.
—
. .
pues
el propio interino Salamanca se dedicaba a los abusos.
descritos. ;
El contrabando de esclavos adoptaba los más distin
tos disfraces. A veces se facilitaba a negros huidos el cruce
de la cordillera como hombres libres; y ya en Chile
—
el¡ —
contrabandista los vendía tranquilamente, seguro de que
no protestarían, temiendo verse castigados por la fuga. . .
Esta acusación se hizo contra José Matus el año 1762: el
expresado señor atravesó los Andes con dos africanos fu
gitivos: Cristóbal, zapatero (rebautizado Rafael) y Juan,
herrero (rebautizado Manuel); cuyos dueños eran, respec
tivamente, don Juan Navas y don Ricardo Ferrer, ambos
bonaerenses. Detenidos y procesados Matus y Juan, en San
tiago, el primero afirmó que los dos esclavos le habían ase
gurado ser libertos, y prometido pagarle la travesía,
constituyéndose esclavos suyos. "a fin de trabajar con
. .
sosiego". Juan por su parte
— —
dijo que Matus sabía muy
bien que conducía negros "cimarrones" y que la mentada
promesa era falsa. Acusaba a Matus de maltratarlo y de
intentar, repetidamente, venderlo a escondidas. La jus . .
ticia absolvió al criollo.
Otro sistema usado por los contrabandistas consistía
en "introducir los trajineros que vienen de Buenos Aires
85
Gonzalo Vial Cobrea
y Mendoza, una o dos piezas de esclavos, afectando ser
los de su servicio, las que después se venden en esta ciu
dad (Santiago), completándose con ellas una partida con
siderable que se conduce a Lima con igual pretexto". Así
pintaba el Gobernador Manuel Amat y Junient este pro
cedimiento, el año 1761: amenazando a quienes lo usaran
con comiso fulminante (24).
Delatado un contrabando de esclavos, caían sobre el
lugar denunciado el Prevoste General y tropa de Drago
nes; apresaban a los sospechosos y confiscaban la "mer
cancía". Si la sentencia judicial resultaba condenatoria
. .
(los Oficiales de Real Hacienda, en ocasiones, demoraban
interminablemente estas causas), los negros decomisados
se vendían y el producto se repartía así: a) se restaban
alcalbala y almojarifazgo; b) se deducían, también, las
costas procesales; c) del saldo, los jueces de Comercio re
tiraban un sexto; y d) del residuo, un tercio revertía el
denunciante (pudiendo el tribunal moderar la suma) y
dos tercios ingresaban al haber fiscal.
Valga un ejemplo: Antonio Corrales, Francisco Ortiz
Santiago Pinero (el cual, preso, aseguraba padecer "do
lores artríticos,, especialmente en los movimientos luna
res" ) y otros internaron, en forma ilegal, dieciséis esclavos,
hacia 1764. Aprehendidos y convictos, tres "piezas" que
les habían sido decomisadas se subastaron en 760 pesos.
He aquí la división del dinero :
I---Alcabala y Almojarifazgo 68 pesos, 3 reales, 1/5
"
IL—Costas procesales 162 7
" "
III— Jueces de Comercio 88 1
" "
IV— Denunciante 146 6
" "
V— Real Haber 293 6 4/5
Muchas veces no se
llegaba —
siquiera —
a saber quién
era el dueño de los africanos confiscados.
Las particiones explicadas no se hacían arbitraria
mente. Una disposición de la Corona, fechada el 26 de
86
El africano en el Reino de Chile
junio de
1752, las reglamentaba: y existen varias Reales
Cédulas aprueban comisos particulares. Desde 1758
que
por sugerencia del Gobernador Amat, respaldada por
—
la Audiencia no se aguardaba el visto bueno
regio para
—
distribuir el fruto del comiso (en especial, lo que tocaba
al denunciante), siempre que no hubiese recursos
pendien
tes de los afectados.
Cabe ahora preguntarse. ¿por qué tan intenso co
. .
mercio esclavista, lícito e ilícito, en un país de poca
demanda negrera como Chile en la centuria analizada?
La razón es sencilla : gran parte de los cautivos iba
al Perú : Chile era apenas una etapa, una paradilla, un cen
tro intermedio.
El "hambre de esclavos" limeña, que vimos en el Si
glo XVII, subsiste en el Siglo XVIII, atenuada, pero aún
viva. .Cuando el Virrey del Perú supo que en Chile esta
.
ban rematando los esclavos jesuítas, puso el grito en el
cielo, anuló las subastas ya verificadas y suspendió las por
realizarse. Invocaba obscuras razones legales, pero el ver
dadero motivo era que el Perú necesitaba aquellos negros
para sus trabajos agrícolas costeros. El Ingenio de Guanra,
las Haciendas San Jacinto y Belén, la Macacona, Huaca,
Humaya. : he ahí algunas destinaciones de los esclavos
. .
de la Orden que pasaron al Virreinato del Norte.
Estudiamos que, desde el Siglo XVI, estaba prohibi
do llevar africanos al país de los Incas, vía Chile. El "asien
to" con Inglaterra actualizó la veda: ella fué recordada a
los nacionales, los años 1727 y 1735.
La interdicción se basaba, ya lo sabemos, en que los
esclavos debían llegar al Virreinato por Panamá. Mas, . .
al parecer, se cumplió muy escasamente antes de 1740,
y después de esta fecha al suspenderse el "asiento" bri
—
tánico —
se hundió en el olvido. Vayan
. .
unos pocos
ejemplos.
Don Francisco García Huidobro enviaba africanos, con
frecuencia,a Lima.
87
Gonzalo Vial Correa
El mismo año 1740, don Pablo de Ardis, alegando que
la guerra anglo-hispana había derogado la veda, solicito
y obtuvo "licencia" para embarcar en Valparaíso proa
—
al Callao —
125 negros.
Indicamos que, de los siervos jesuítas, al menos unos
900 pasaron a Lima y puertos intermedios: sea a cargo
de los oficiales de los buques que hacían el recorrido, sea
conducidos por mercaderes que los habían rematado en
Chile. Antonio de la Quintana —
v. gr.—
que comprara
Jos esclavos cordobeses de la Orden, remitió 196 a nues
tra Capitanía y —
de ellos —
despachó varias partidas al
Callao: 44 africanos el año 1772; 9, el siguiente. Entre
1769 y 1771, mínimo 144 africanos de la Orden zarparon
al Perú.
Ramón Diego Nogueira, contramaestre de un guarda
costas de Montevideo, llevó a Lima 54 negros "y porción de
sacos de pimienta", en 1785: denunciado como contraban
dista, fué disuelto.
La Compañía Real de Filipinas (25), operaba con repre
sentantes en Buenos Aires, don Martín de Sarratea, y en
Santiago: don Bernardo Yanetti.
Este último señor era, en Chile, el zar de los escla
vistas: desde 1783 a 1790 envió al Perú 1.114 esclavos.
Para el mismo lapso disponemos de una interesante lista,
en la cual figuran los principales exportadores de escla
vos al Norte: son casi setenta. Algunos nombres: Miguel de
Terán, Domingo Díaz Muñoz, Manuel Pérez Cotapos, Juan
Antonio Chanique, José Ramírez, Manuel Alonso, el Mar
qués de Villapalma, Manuel Palacios, Antonio de Fresno y
Francisco Bezanilla. Conocemos también la denominación
de los barcos infames: "Rosario" (en un solo viaje, el año
1783, llevó 459 esclavos), "Belencito", "San Miguel", "So
corro", "Caldas", "San Antonio" (alias "El Bolero")...
nombres, como se ve, muy piadosos.
Prescindiendo de lo anterior, la misma Corona acos
tumbraba otorgar, a comerciantes portugueses, autoriza
ción para importar negros a la Plata, Chile y Perú. Así
83
El africano en el Reino de Chile
sucedió en 1783 con Baltasar de Aranda (500 "piezas") y
en 1790 con Tomás Antonio Romero (1.000 "piezas").
Con ello España perseguía, entre otros fines, combatir el
contrabando de esclavos brasileños.
El comercio negrero tenía, pues, bastante intensidad
y la "libertad de trata" lo impulsó considerablemente; ya
expresamos que Payta y el Callao se abrieron al tráfico
esclavista directo el año 1795 y Valparaíso, en 1804.
Hemos confeccionado, finalmente, una estadística de
los esclavos salidos de nuestro primer puerto a lo largo
de veinte años. Ella corrobora los datos anteriores:
1769 65
1770 225
1771 91
1772 113
1773 68
1774 95
1775 219
1776 132
1777 71
1778 71
1779 77
1780 —
(faltan datos)
1781 99
1782 117 y
1783-90 3.664
Total 5.107
Dos anotaciones: py-imera, que las cifras copiadas son
mínimas, pues hemos
no hallado algunas partidas y
segunda: que casi todos estos infelices fueron al Callao.
El año 1783 —
v. gr. zarparon de Valparaíso 2.180 afri
—
canos: de ellos, 2.177 destinados al Perú y sólo 3 a puntos
intermedios. En 1788 los negros aportaban el 10 % del
89
Gonzalo Vial Correa
valor global de nuestras exportaciones a Lima (35.010 pe
sos sobre 351.992.5 pesos), sin contar los esclavos de trán
sito, o sea, la inmensa mayoría.
Ocupémonos, ahora, del viaje Valparaíso-Callao. Nues
tro primer puerto recibía a los africanos una vez que
—
pasaban por la Real Aduana en barracas a la intempe
—
rie (sólo
en 1805 el Gobernador Muñoz de Guzmán les
construyó un galpón cubierto) que las epidemias acostum
braban visitar. La viruela arruinó a algunos tratantes:
por ejemplo, don Nicolás de Chopitea, que trajo una recua
de negros desde Argentina, vio morir dos y enfermar
treinta de la temida peste. Los restantes estaban "llenos
de escabia, que vulgarmente llaman sarna o caracha"
-
(1803) (26). Apenas conocida la virtud de la vacuna, los
esclavistas se apresuraron a inocular, con gran solicitud,
a los negros. Es curioso el papel que, en América entera,
éstos jugaron en la introducción del fluido: siete niños
africanos lo llevaron del Portugal a Brasil: una morena,
de Montevideo a Buenos Aires (en recompensa, fué manu
mitida)... En Perú, la vacuna se ensayó en un negro
(1804-1805). Humboldt (citado por Barros Arana) señala
los estragos que la viruela causaba entre los africanos, y
lo atribuye a su "constitución física. contraria a las
. .
erupciones cutáneas". No haber sufrido la peste antes—
que se generalizara su prevención
—•
constituía en Chile
un riesgo que rebajaba el precio del negro (27).
En general, los historiadores ponderan la crueldad del
itinerario Chile-Perú. . Nos parece no haber sido tanta.
.
Ciertamente no era aquel viaje un crucero de reposo para
los esclavos, pero tampoco un infierno, por lo menos a fines
del Siglo XVIII. Los "siervos sin amo" típicos aquellos
—
robados a los jesuítas —
recibieron en Lima o el Callao
cuidados que revelan preocupación humanitaria: atención
médica, de hospital y religiosa, suministros de ropa, etc.
Leemos, por ejemplo, en cuentas de los funcionarios encar
gados de las "temporalidades", items. como el que sigue:
"abril 30 (1772). Pesos 8, 4 reales a Bonifacio López, Vee-
90
El africano en el Reino de Chile
dor del Hospital de San Bartolomé, por 17 días de euración
y asistencia al negro Policarpo Morando" (28). Dichos
cuidados son creemos
—
incompatibles con una sevicia
—
brutal. No cabe comparación entre estos recorridos y los
dantescos a través del Atlántico.
Las sublevaciones de negros, en el trayecto Valpa
raíso-Callao, confirman paradójicamente
—
lo antes es —
crito. Conocemos dos: una en el "San Nepomuceno", la
segunda en la fragata "Prueba". La "Prueba" era, el año
1802, un ballenero norteamericano llamado "Trial": se le
acusó de contrabando y cayó en comiso.
Destinado al comercio con el Perú vemos al ex-balle-
nero salir hacia el Callao en diciembre de 1804: lleva a
bordo "efectos y frutos del país". y 63 esclavos negros
. .
(15 varones adultos; el resto, mujeres y niños). Los acom
paña su amo, el comerciante mendocino Alejandro Aranda.
Tripulación y pasajeros suman 36, incluidos Aranda y dos
parientes suyos. El capitán es don Benito Cerreño.
Después de una semana de viaje revienta, un amane
cer, la desesperada insubordinación. Los cautivos caen so
bre la dormida tripulación de la nave, matan a trece
españoles ".
—
. . unos a puñal. . . los otros arrojándolos
vivos a la mar. con la mayor inhumanidad, y bárbara,
. .
cruel y sangrienta mano" (relata Cerreño) y se apode
—
ran del barco. Exigen que Cerreño los conduzca al Sene-
gal, o a la vecina Isla de San Nicolás, o a alguna "tierra
de negros" que existiera en el Pacífico. Acosado, el capi
tán firma un papel comprometiéndose a hacerlo: por los
esclavos, suscriben el extraño documento Babo el ca —
becilla y Atufal, obligándose
—
a restituir el buque con
su carga en las costas africanas.
Cerreño pone proa al Sur e intenta, con diversos pre
textos, acercarse a las playas chilenas. Pero los negros
vigilan todos los días celebran juntas en cubierta— y
—
no prosperan las argucias del capitán. Mientras, los asesi
natos continúan. Cinco heridos que quedaban de la revuel
ta, son atados por los africanos y arrojados al océano: uno,
91
Gonzalo Vial Correa
antes de hundirse compañeros
para siempre, grita a sus
que si escapan de la
—
pesadilla le —
manden decir una
misa a la Virgen del Socorro. . .
También perecieron el dueño, Aranda, y sus fami
liares. El negro Mori ordenó el asesinato del comerciante:
cumpliendo el mandato, los morenos Matangui y Liché des
cendieron al camarote del mendocino y lo apuñalearon.
Agonizante, fué arrastrado a cubierta y precipitado al
mar. .El primer escribano de la "Prueba", cuyo dormi
.
torio enfrentaba al de Aranda, "despertando a los gritos
de éste, sorprendido con ellos, y con la vista de los dos
negros que tenían los cuchillos ensangrentados", saltó al
mar por una ventana, ahogándose.
Mas los víveres y el agua fallan. Los africanos se
. .
ven forzados a permitir que Cerreño recale en la isla Santa
María. Y allí se encuentra fondeado el buque bostoniano
"Perseverance", cuyo capitán es Amassa Délano (los do
cumentos españoles contemporáneos lo llaman, alternati
vamente, "Masadeleno" y "Amasa de Eleno". Cierto que él
se venga, conocido libro, presentando al comandante
en su
de la "Prueba" como "don Bonito Sereno").
El yankee pasa a bordo de la nave cautiva. "Don Boni
to", obligado por los negros, dice venir de Buenos Aires
y refiere supuestas desgracias. El generoso extranjero, sin
sospechar nada, le proporciona agua, pan y azúcar y le
ofrece velas y pipería. Délano permanece en la "Prueba"
todo el día, de 8 de la mañana a 5 de la tarde. Nota va
rias incongruencias: un negrillo hiere en la cabeza a un
niño blanco y no es castigado. "Están jugando" explica —
el desdichado Cerreño. "I told him it appeared to me to be
a rather serious sport", relataría después el americano.
("Le dije que me parecía un deporte bastante serio"). Asi
mismo, choca a Délano la actitud de Mori el asesino de —
Aranda e hijo del gerifalte Babo que no deja un instante
—
a solas al yankee con "don Bonito"; "haciendo el oficio de
un sirviente oficioso, con todas apariencias y sumisiones
del más humilde esclavo". Mas, a pesar de tales incidentes,
92
El africano en el Reino de Chile
Délano se despide de Cerreño sin imaginar el drama. . .
"... Pero al desatracar el falucho (del norteamerica
no), el capitán don Benito se arrojó a él de golpe desde
la borda, y gritó a los suyos que los que fuesen nadadores,
se botasen a la mar y los que no, se subiesen a las
jarcias".
Impuesto de los hechos, el yankee cañoneó a la "Prue
ba", para evitar la fuga de los esclavos; luego, abordó la
nave sublevada, desde dos embarcaciones menores, tras
una hora de fusilería.
"Mataron a cinco negros, hirieron
a cuatro muygravemente y los rindieron a todos". También
perecieron dos españoles y quedaron heridos cuatro ameri
canos. Narra Délano
que tuvo que prohibir a los sobrevi
vientes hispanos que apuñalearan a los dominados revol
tosos.
De los treinta y seis pasajeros y tripulantes de la
"Prueba" murieron, pues, veinticuatro: los dos tercios
justos.
Aquel navio fantasma, escoltado por la "Perseveran-
ce", arribó a Talcahuano a fines de febrero de 1805, menos
de una semana después del combate. Se instruyó un proceso
relámpago por el diputado asesor y Licenciado en derecho
de la Intendencia de Concepción: nuestro procer Juan
Martínez de Rozas. La sentencia: nueve negros condenados
a muerte —
entre ellos, Matangui y Mori (Babo había pe
recido en la refriega) y cuatro a trabajos forzados en
—
Valdivia, encadenados, sin paga y por diez años, y a pre
senciar la ejecución de los primeros. Esta ejecución tenía
sus bemoles: las cabezas de los ahorcados serían colocadas
sobre estacas en la Plaza de Talcahuano, y los cuerpos, re
ducidos a cenizas. .
Contemplarían todo el acto "las ne
.
gras y los negritos de la misma partida". El fallo fué con
firmado por la Audiencia, lo cual se comunicó a Rozas por
un oficio que firmaba don José de Santiago Concha. Don
José felicitaba al juez por "la exactitud, el celo y la rapidez
de la causa"; le encargaba ponerse en contacto "con el
Ilustrísimo señor Obispo, en cuanto a suministrar los auxi
lios espirituales a esos miserables seres" (los negros) y le
93
Gonzalo Vial Correa
transmitía expresivas felicitaciones para Amassa Délano. . .
(1805). Como el yankee deseaba algo más sustancial que
felieitacioínes, se siguió un largo y pintoresco juicio con don
Benito Cerreño. No viene al relatarlo aquí; mas, en
caso
sustancia, el americano alegaba que, al momento del sal
vamento, Cerreño le habría prometido la mitad del carga
mento de la "Prueba" en recompensa; respondiendo el es
pañol que no valía promesa dada en tales aprietos, y que
no podía dar lo que no era suyo.
Estudiando los papeles de la sublevación referida nos
aíirmamos en la conclusión de que el viaje Chile-Perú era
notoriamente menos duro que la travesía del Atlántico. . .
Los esclavos no iban encerrados en las entrañas del barco,
sino sobre cubierta, y muchas veces en la "Prueba", por
—
de pronto —
sin amarras ni cadenas. Algunos negros hasta
portaban armas (índice de lo relajada que se hallaba la
vigilancia) y siempre el número de africanos excedía, en
mucho, al de españoles.
En 1805 el Gobernador Muñoz de Guzmán pregunta
al Consulado qué precauciones conviene adoptar en las na
ves negreras. La corporación recomienda las que siguen:
a) que cada guardia de día o nocturna
—
se monte —
con la mitad de los marineros;
b) que los negros "belicosos o díscolos" o "ladinos"
("la experiencia ha enseñado que los principales cabezas
de motín han sido los ladinos"), se despachen a Lima se
paradamente; salvo los intérpretes indispensables;
c) que los esclavos no lleven armas, y que se prohiba
"con pena vigorosa a la gente de mar vender arma alguna
a los negros"; y
d) que el resguardo de Valparaíso determine la pro
porción permisible entre la cantidad de tripulantes y la
de africanos conducidos.
Terminaba el Consulado previniendo que dichas me
didas no debían embarazar "la cómoda internación de los
negros, tan recomendada por nuestro Soberano". Es una
buena frase para cerrar este Capítulo ( 29 ) .
94
Capítulo Tercero
LOS TRIBUTOS DEL NEGRO
Tan pingüe negocio fueron el comercio esclavista y
el contrabando anexo, que la Corona española aplastó al
primero con abrumadores impuestos, sin que los tratan
tes levantasen la voz.
Vimos que los "asentistas" cancelaban, por el privi
legio, sumas fabulosas, y anotamos algunos casos. Com
pletemos el cuadro.
Los franceses pagaban a España, por "pieza" internada,
33 1/3 escudos de plata como precio del "asiento". Enci
ma, pagaban los galos un fuerte anticipo: al principio:
600.000 libras; luego 750.000. Y —finalmente— las Adua
nas de América volvían a arrancarles 33 1/3 escudos por
negro importado ("derecho de entrada" o "lieencia").
Pero todos están satisfechos. La "Compañía Real de
Guinea", que verá su blasón cuyo soporte lo forman.
—
. .
dos africanos —
lucir en los de Indias y sus arcas
puertos
repletarse con oro español. La Corte Híspana, que aplica
rá los escudos franceses a cubrir gastos urgentes: la guar
dia personal de Felipe V; los encargos reales a París (unos
50.000 pesos anuales); la nodriza y los maestros de música
y canto indispensables al Rey; las 32.000 libras que cuesta
una joya, engastada en piedras preciosas, para el abate
D'Estrées y hasta la pensión de Alberoni. No cabe duda:
. .
los negros son provechosos.
95
Gonzalo Vial Correa
Los británicos reciben el monopolio en
"asentistas"
idénticas condiciones, desembolsando las mismas sumas
que antaño los franceses por todo negro "de la medida
regular de siete cuartas, no siendo viejo ni con defectos ".
El anticipo inglés se fija en 200.000 pesos pagaderos en dos
cuotas iguales. Majestad Católica llevará, además, un
Su
cuarto en permiso", rindiendo
los beneficios del "navio de
cuenta los armadores quinquenalmente.
Hablando ahora en términos generales, quien sacaba
un africano de España y lo llevaba a Indias, cancelaba dos
tributos: al abandonar la península, "almojarifazgo" o "sa
lida"; al llegar a América, "licencia" o "entrada". El pri
mero no nos interesa mucho: los negros casi nunca venían,
propiamente, de España y por lo tanto
—
no pagaban "al
—
mojarifazgo".
La cuantía de la "entrada" varió anárquicamente
— —
con los siglos: en el XVI era dos ducados por "pieza". En
1784, "desvelado siempre el paternal amor del Rey Nuestro
Señor en proporcionar a sus amados vasallos de América
todos los medios que conduzcan a su mayor prosperidad y
riqueza" expresaba una Real Cédula y buscando "fa
— —
cilitarles la introducción de negros esclavos en aquellos do
minios, como únicos brazos, en la mayor parte de ellos,
para la Agricultura y trabajo de las minas, que son los
ramos de que depende el comercio y la felicidad de estos
y aquellos Reinos" (un exordio impresionante); se orde
nó pagar, como sola "entrada", por cada africano el 6%
de su valor. Este fué fijado, desde luego, en 150 pesos,
"aunque tenga mayor precio, y sin diferencia de edad,
sexo ni clase". Resumiendo, todo negro internado niño—
o viejo, hombre o mujer venía
—
a cancelar una tasa de
9 pesos (30). En 1789
se anuló aún el modesto tributo
explicado. Desde
1635 hasta su abolición, la "entrada"
fué percibida directamente por la Corona, y no arrendada.
Complicaban el panorama de impuestos dos factores
más:
96
El africano en el Reino de Chile
a) La fijación de precios topes a los africanos. Así, el
monopolista Uriarte (Siglo XVIII) sólo podía cobrar has
ta 290 pesos por una "pieza" (18 a 30 años); 260 pesos por
un "mulecón" (12 a 18 años)
y 230 pesos por un "muleque"
(10 a 12 años). Apuntamos atrás una medida semejante en
el Siglo XVI. La Real Cédula que reglamentó la "libertad de
trata" (1791) suprimió asimismo el control de precio pa
ra el esclavo.
b) La selva de pequeños impuestos suplementarios
que afligía al comercio de cautivos; fueran estas contribu
ciones generales v. gr. "la alcabala de primera venta"
—■
—
o locales, como el impuesto "para la linterna del morro",
en La Habana (abrogado expresamente
por una Real Or
den); los 2 pesos que, en el Callao, se pagaban a la Santa
Hermandad y los 6 reales con que, en Cartagena de Indias,
se contribuía a mantener las cuadrillas que cazaban negros
"cimarrones". . La "alcabala de primera venta" y otras de
.
las pequeñas cargas descritas fueron derogadas en 1789.
Se apreciará que, al concluir el Siglo XVIII Su Ma
jestad Católica hizo llover franquicias sobre los tratantes;
pues
—
decía—
la nación española era "una de las que más
frecuentaban las costas de África en solicitud de negros,
antes que se celebrase el primer asiento con los ingleses
(involuntaria autocalumnia ) y había que promover tan
importante objeto" (31).
* * *
En Chile. ¿qué contribuciones cancelaba la trata?
. .
Todo negro que cruzaba la cordillera, desde el Virrei
nato, o abandonaba la Capitanía General rumbo al Perú,
incurría en los impuestos de "entrada" y "salida", respec
tivamente. Era asunto muy controvertido si cancelaban
el último los cautivos que un mismo dueño traía de Argen
tina a Chile y embarcaba, en nuestro país, para el Callao.
Es de notar que los esclavos que atravesaban los Andes
97
Gonzalo Vial Correa
ya habían cancelado en Buenos Aires las mismas cargas
citadas, sin contar la "alcabala" .
También se discute, durante largos años, si los siervos
que zarpan al Perú deben ser considerados "personas" y
pagar el derecho que, para éstas, cuando dejan el Reino,
establece el Arancel de 1764. Lo sostiene así don Juan
. .
Jerónimo de Ugarte, Escribano Mayor de Santiago; lo im
pugna
—
en representación de los negreros Manuel Martí —
nez de Mata, Juez del Consulado.
La justicia criolla dio la razón a Ugarte, pero los autos
fueron en definitiva
— —
al Rey. El cual dispuso (1790)
. .
que los esclavos, al llegar a Chile y al salir del país, can
celaran dos pesos por cabeza, hasta tres: es decir, una
"partida" de negros jamás pagaba arriba de seis pesos. Y,
"siendo marido, mujer, padre, madre y sus hijos solteros,
y todos los que componen un cuerpo o familia. paguen . .
dos pesos. reputándose todas una sola persona": norma
. .
notable que tendía a interesar la voracidad esclavista en
mantener unida a la familia negra. Se excluía de tributos
a los arrieros y trajineros que conducían a los cautivos.
Recuérdese que, desde 1789, la trata ya no pagaba "en
trada".
La contribución señalada exige aún por los escla
se
vos de "servicio personal";
pues se queja el Adminis —
trador General de Aduanas con
—
el pretexto de ser
criados de los pasajeros, "destinados al uso de su propio
servicio", pasan negros al Perú sin pagar el impuesto y
se venden "haciendo granjerias". Cuando es evidente no
existir tal intención, no se cancela el tributo (32).
Finalmente, como cualquier "mueble", el esclavo
transferido paga "alcabala". Salvo acuerdo expreso en con
trario, ésta y los gastos de escritura corresponden al ven
dedor.
A las normas comunes transcritas habría que agregar:
a) Las gracias y concesiones especiales. La Compañía
Real de las Filipinas, por ejemplo, no cancelaba impuesto
alguno. Los esclavos jesuítas rematados en Chile y lleva-
98
El africano en el Reino de Chile
dos al Perú no pagaron "alcabala" por la subasta ni
"salida" por el viaje.
b) Los pequeños tributos a beneficio local. Alonso
de Ribera creó uno 2 reales (1/4 de peso) a la "pieza"
—
que cruzase la cordillera para el Cabildo. Pidió al Rey
—
que lo aprobara y prorrogase por diez años. Encina, ba
sándose en un informe de la Audiencia (1613), dice que
la tasa no se aplicó. Sin embargo, la Real Cédula que
solicita el mismo informe, da a entender que ya el im
puesto se hallaba en vigencia y censura al Gobernador por
ello (1606).
El año 1616 el Cabildo volvió a las andadas: en be
neficio del tajamar, el y la "fuente
puente sobre el Maipo
de Ramón", estableció "sisa": "cuatro patacones" por
una
cautivo que atravesara los Andes. En 1622 "vista la cos—
tumbre de Lima" la corporación impuso un tributo de
—
"tres patacones" a cada negro que arribase a Chile, por
mar o tierra, suplicando a la Audiencia
que lo confirmara.
Sean bastantes estos ejemplos, y algunos más narrados
en páginas anteriores. Se notará que los impuestos a bene
ficio local no duraron mucho; apareciendo principalmen —
te
—
en la época del auge esclavista (1600 ó 1605 a 163D).
Hablemos, por último, de los tributos que cancelaban
los morenos negros, mulatos y zambos libres.
— —
Ello estaba ordenado desde 1564. Respondiendo al
mandato, el Gobernador Rodrigo de Quiroga escribía al
Rey (1577): "En esta tierra hay muy pocos (africanos),
y sirven muchas veces en cosas necesarias para la guerra,
por cuya causa, y ser tierra que aún no está bien asentada,
me ha parecido no ponerlo, por ahora, en ejecución" (33).
La Corona insistió. Cédulas de 1572 y 1573 extendieron
el impuesto primitivamente sólo aplicable a negros y
—
mulatos horros a los zambos de igual condición. En 1577
—
se dispuso que todos los antes expresados vivieran "con
99
Gonzalo Vial Correa
amos conocidos" a fin de facilitar el cobro del tributo.
El cual se fijó los años 1574, 1577 y 1592
—
en un marco —
de plata anual, por cabeza, pero con una notable modali
dad: la obligación pesaba sobre la colectividad de morenos
libres entera: mas cada cual pagaba según sus haberes,
excluidos "los pobres. los viejos, niños y mujeres que
. .
no tengan casa ni hacienda". Vale decir: si los africanos
horros de una zona suben a cien, cancelan, al año y en
conjunto, cien marcos de plata; pero. esta suma se dis
. .
tribuye, entre el centenar de morenos libres, en proporción
a los respectivos caudales.
Tales normas pasaron a la Recopilación (34).
Aplicándola (como el Cabildo pedía desde 1690) la
Audiencia ordenó, en 1696, el empadronamiento de los ne
gros, mulatos y zambos horros, para que pagasen el tributo;
rebajado por el Tribunal a 1,5 pesos "a los que tu
— — —
viesen oficios, tiendas o pulperías, o se ejercitasen en la
labor de algunas tierras o crianzas de ganados u otras
granjerias" y a 1 peso a los restantes. Explicaba la Au
—
diencia al Monarca, que no alzó el impuesto, "para que no
se les hiciese muy gravoso a los principios" (a los afecta
dos), y "por haber tenido presente la suma desdicha y
miseria de este Reino, atendiendo a que lo que hubiesen
( los morenos ) de tributar no les hiciese considerable falta
para mantenerse y vestirse". Añadía que los africanos ha
bían suplicado la orden, pero que ella se encontraba en
ejecución.
La Corona aprobó las medidas. Escribía Su Majestad
Católica a la Audiencia
que el tributo era "de mucha utili
dad para el común, pues por pagar. (el impuesto) se
. .
aplican (los morenos) a servir, lo que no hicieran si no
tuvieran la dicha obligación, por ser de natural ocioso y
poco aplicado al trabajo, y haber en ese Reino falta de
sirvientes. .".
.
La Audiencia se entusiasmó, y dio un paso en falso.
Dispuso (en 1699) que el tributo se pagara de los 18 a los
50 años —
lo cual estaba muy bien —
"y que fuesen apre-
100
El africano en el Reino de Chile
miados que trabajasen en sus oficios (los morenos horros),
o sirviesen a sus amos, asentándolos a la voluntad de
quien
quisiese servirse de ellos, y que no pudiesen dejar el asiento
por todo el tiempo de él, ni mudarse, sin voluntad de sus
dueños, sino por malos tratamientos", bajo pena; lo que
significaba, simplemente, reducir a la esclavitud a los
africanos libres. El Rey oído el Consejo de Indias
— —
des
aprobó lo anterior, "pues decía
—
se les debe tratar como
—
libres", y limitó el "asiento" (triste palabra) propuesto por
la Audiencia, a los horros "que no tuviesen oficio y fuesen
vagabundos"; quedando al arbitrio del moreno elegir amo
y determinar el tiempo del contrato (35).
Réstanos agregar que los milicianos de color estaban
exonerados del impuesto. Santiago dice un documen
—
to—
(36) "no tiene gente tributaria, porque los mulatos,
negros, zambaigos e indios libres son todos milicianos"
(1744). Otras exenciones particulares v. gr. : la de los~
—
mestizos, mulatos y ciertos indígenas, en Copiapó, (1747) —
mermaban el rendimiento de la tasa; ésta produjo, en el
Obispado de Santiago y a fines del Siglo XVIII, 1.285 pesos
(incluyendo las capitaciones de los naturales libres): me
nos del 1,5% de las rentas totales.
* * *
Hemos concluido las Partes Primera y Segunda del
trabajo, cuyo objeto era esbozar la importancia del africano
en la vida económica, externa e interna, del Reino de Chile.
101
REFERENCIAS DE LA SEGUNDA PARTE
(1) R. C. de 24-1-1795, en C. G., V. 742, N* 11.143.
(2) El cepo ("barre") y la horquilla de palo que impedía al
esclavo fugado adentrarse en los bosques ("carean"), eran
comunes en las Antillas francesas, muy adelantado el Si
glo XIX.
El terror al canibalismo blanco subsistía entre los negros
aún hacia 1789, según se puede ver en las "Letters on Shi-
very" de W. Dickson, citado por Salvador de Madariaga.
(3) Por 120 a 130 pesetas de mercaderías se adquiría un escla
vo capaz de valer, en la reventa, 1.000 a 1.200, dice la "En
ciclopedia Espasa". González de Nájera afirma ("Desen
gaño y Reparo de la Guerra de Chile", L. V., Ejecución
II* ), que en Chile, el negro comprado en Guinea por 40 a
50 pesos, se vende por 250, 500 o más.
(4) Pasó a la Recopilación: Título XVIII, L. VIII, Ley XV.
La proporción que damos en el texto es discutible.
(5) Mayores informaciones sobre la trata en Sulle, Georges:
"Histoire politique de la traite negriére aux Indes de Cas-
tille" (París, 1906) y en las obras de Fcrguson, Saco y
Márquez de la Plata, que detalla la bibliografía de este
trabajo.
(6) Alonso de Córdoba en Medina, op. cit., V. VIII. N(l
LXXXVIII. La fórmula transcrita se lee, por ejemplo, en
autor, obra y volumen recién citados, N9 LV.
(7) "Actas del Cabildo de Santiago...", de 17-11-1614.
(8) Amunátegui, D., "Personajes de la Colonia" (Don Cristó
bal de la Cerda y Sotomayor"); Salcedo en "Documentos
Históricos Arzobispado de Santiago". V. I. N'-' 70.
(9) "Actas del Cabildo de Santiago..." de 8-YM635.
(10) M. L. Amunátegui: "Precursoras de la Independencia".
V. II. P. IP, C. VI.
(11) La veda de Mujica, en "Actas del Cabildo de Santiago. ." .
de 19-X-1646.
102
El africano en el Reino de Chile
(12) Las peticiones de Almagro y Valdivia, en Medina, op. cit.,
Vs. IV. ((N9 XXVIII), IX, (N.os III y IV) y XIII (N.os
XX y XXIV). Además, Valdivia: "Cartas...", IIF.
(13) Esta respuesta en DDII, V. 272. N9 7866.
(14) Don Juan de la Fuente de Loarte, en "Documentos Histó
ricos Arzobispado de Santiago", V. I. N9 46.
(15) El encarecimiento aludido se debía a los elevados seguros
que pagaban los barcos esclavistas franceses. El "asiento"
se convino 26-111-1713.
en
(16) Por ejemplo: Recopilación, Título XVIII, L. VIII, Leyes I,
II y V (RR. CC. de 21-VI-1595, 17-111-1557 y 14-IV-1598).
(17) V. gr., la ya citada R. C. de 17-111-1557: Se pena con pri
sión y pérdida de la barca al barquero que saque del bu
que tratante negros sin licencia de autoridad competente.
Ver además las normas para evitar el contrabando conte
nidas en la R. C. de 2-VI-1787 (permiso de trata a la Cía.
Real de Filipinas), en C. G., V. 185, N9 3.082.
(18) La R. C. de "libertad de trata" (24-XI-1791), se puede ver
en C. G, V. 740, N9 11.254.
(19) "Actas del Cabildo de Santiago..." de 6-V-1707 y
17-11-1708.
(20) R. C. de 26-111-1713, en C. G., V. N9 148, N9 2.539.
(21) C. G., V. 718, N" 8.683.
(22) Id. Referencia N9 20 (sobre Suero).
(23) Molina, Ábate: "Historia de Chile", P. IP. L. IV. C. XI.
El bando de Amat en R. A., V. 675, pieza 6*.
(24) En C. G., V. 131, N9 2.258.
(25) El itinerario de la Cía. Real de Filipinas era: Montevideo-
Valparaíso-Callao.
(26) V. Mackenna, B.: "Historia de Valparaíso", V. II, C. XIV.
(27) V. gr. : Ana Cabrera, mulata esclava del difunto Antonio
Cabrera, pide rebaja de tasación, invocando, como antece
dente favor de tal rebaja, el no haberle dado la viruela
en
(R. A., V. 864, pieza 3»).
(28) "Archivo de los Antiguos Jesuítas de Chile. .", V. 366. .
(29) El episodio ha sido narrado por Délano en sus memorias.
V. Mackenna ("Historia de Valparaíso") y Barros Arana
("Historia General de Chile") han utilizado principalmen
te la obra de Délano al describir la sublevación. Nosotros
hemos aprovechado la misma fuente y además: a) el plei
to entre Cerreño y Délano, que incuye cartas originales del
americano (C. G., V. 668, N9 7.833) y b) un expediente,
seguido en Santiago, sobre la sublevación, en el cual se
hallan la
consulta del Presidente al Consulado y la res-
presta de éste (DDII, V. 303, N9 519).
103
Gonzalo Vial Correa
(30) R. C. de 4-XI-1784, en C. G., V. 733, N" 10.399.
(31) Id. Referencia N" 1.
(32) C. G., V. 17, N" 358.
(33) Gay, C: "Documentos...", V. II, p. 118.
(34) Ver Ots: "Manual...", V.
(35) La orden de la Audiencia, de fecha 1696, en DDII, V. 16.;),
N" 3.515. Las RR. CC. son de 23-IX-1700 y 26-IV-1703, y se
pueden ver en Amunátegui, M. L.: "Precursores de la In
dependencia. .", V. III. P. IIP, C. I.
.
(36) DDII, V. 260, N" 7.495.
104
TERCERA PARTE
CONDICIÓN JURÍDICA Y SOCIAL DEL AFRICANO
EN EL REINO DE CHILE
. . .
alegres, risueños, placenteros,
chocarreros y decidores. . . man
sos, pacíficos, tratables, dóciles. . .
ingeniosos, aseados. no dados a . .
la embriaguez. más templados . .
que glotones. leales, fieles y . .
agradecidos. .". .
"
. 200 azotes, a 50 en cada es
. .
quina de la plaza, y de la una a
la otra se le irá efectivamente ate
naceando con unas tenazas hechas
ascuas, sinpermitir que los sacer
dotes que lo auxiliaren, se alle
guen para impedir este castigo. .". .
"... con esta mano conté la plata
por vosotras; y así, discurráis, no
que no os he de dejar libres. .". .
'
Capítulo Primero
TIPOS DE AFRICANOS
Hay que distinguir cuatro: negros propiamente tales,
mulatos, zambos o zambaigos
—
y moriscos.
—
Los negros, a su vez, se clasificaban según hubiesen o
no nacido en Chile. Los primeros eran más estimados. Los
segundos, volvían a dividirse: en "ladinos" (ya interiori
zados en la lengua y forma de vida españolas) y "bozales"
("de Angola, Guinea, Congo define el Padre Ovalle
— —
. .cortados inmediatamente de las selvas de su gentilis
.
mo"). El "ladino" gozaba de escasa confianza: vimos que
se le indicaba como cabecilla de motines en el Siglo XVIII.
Una Real Cédula incorporada a la Recopilación
— —
prohi
bió su
paso a América:
estimaba "ladino" a todo negro
"que en estos nuestros Reinos, o en el de Portugal, haya
estado dos años" (1532).
El mulato era el producto del cruce negro-español, o
por extensión mestizo-mulato. "Son sumamente pro
— —
pensos por la nación española. de regular estatura, de
. .
membratura débil y de bellas dotes en su ánimo, quitada
la soberbia a que ellos se inclinan" (Gómez de Vidaurre).
Se apreciaba más, en general, al negro o mulato que a
los otros tipos de moreno; pues aquéllos, según Molina, se
aficionaban mayormente a la familia de la cual dependían.
La combinación negro-mestiza o negro-india, daba ori
gen al zambo, denominado asimismo pardo (se solía, sin
embargo, llamar pardo a cualquier africano). El zambo
107
Gonzalo Vial Correa
era mirado con malos ojos. Es dice Gómez de Vidau
—
rre color "de cobre, su corporatura grande, robusta,
—
membruda, el pelo poco, largo, pero no tan crespo: las do
tes de alma, de ordinario, malas, nada fieles, sumamente
iracundos, crueles, traidores, y en suma gente cuyo trato
debe rehuirse". Como se ve, nada muy halagüeño. Una Cé
dula (1543), comprendida en la Recopilación, ordenó se
expulsara a los zambos de América.
El morisco de la raza que su nombre sugiere
—
venía —
sea de África, sea de España. Tuvo parece mayor ran
— —
go social que los restantes morenos; pero en cambio se
— —
le consideraba un peligro religioso por el atavismo maho
metano: su destierro de Indias se hallaba prescrito desde
1543 y en la Recopilación.
Existían para concluir
—
algunos calificativos secun
—
darios menos usados. Cuarterón era el hijo de español y
mulata. El vastago de blanco y cuarterona, o aquel que
tenía en la sangre lejanos estigmas negros, fué llamado
requinterón.
He aquí, por tanto, la complicada nomenclatura de los
africanos ( 1 ) .
108
Capítulo Segundo
LA VIDA RELIGIOSA, LA IGLESIA Y LOS NEGROS
Dentro de la Iglesia, hubo siempre enemigos declara
dos de la esclavitud africana: sólo en el Siglo XVI pode
mos citar a Fray Alonso de Montúfar, Arzobispo de Mé
jico, al Padre Las Casas, a San Pedro Cía ver y a Fray
Tomás de Mercado. Mas el clero, en general, aceptó ple
namente la licitud de la institución y supo aprovecharla.
El mismo Las Casas detentaba cuatro cautivos de color y
San Toribio de Mogrovejo compró uno, en 82 ducados.
Igualmente sucede en Chile. Muchos obispos de los
Siglos XVI y XVII tuvieron esclavos. González Marmole-
jo poseyó africanos, y don Gaspar de Villarroel, varios cau
tivos, muy útiles en el terremoto de mayo. El Obispo
Salcedo no sólo tenía negros, sino que recomendaba su
internación por Buenos Aires, como estudiamos. El buen
don Francisco es un ejemplo de la forma en que la inte
ligencia, casi automáticamente, acepta las instituciones más
repulsivas cuando un barniz de respeto y antigüedad las
cubre. En efecto, ponderando al Monarca la cuantía de un
contrabando de negros, al cual nos hemos referido ya, dice
el Obispo: "Y ha llegado a tanto la corrupción, que me
aseguran que han hecho manifestaciones en la audiencia
de la Plata..
( de africanos ) que estaban en Angola y Con
.
go libres, sin rastro de guerra o esclavitud" (2). O sea,
el prelado creía, sinceramente, que los morenos arribados
a América de manera legal eran, en África, esclavos y se
limitaban a cambiar de amo. . .
109
Gonzalo Vial Correa
Dejaron asimismo cautivos los Obispos del Siglo
XVIII. Don Alonso del Pozo y Silva tenía cuatro negros:
Agustín (35 años), Buenaventura (19 años), María (17
años), mujer del anterior, y Pedro (16 años). Don Ma
nuel de Alday tuvo seis esclavos; los enumera en un co-
dicilo de su testamento: Alejo, Serafina, "el mulatillo
chico", Bernardo, Tomás y Antonio. Toro y Zambrano.
Obispo de Concepción, detentaba diez esclavos.
Los simples clérigos no se quedaban atrás. Vimos las
licencias que se les otorgaban para pasar esclavos de Es
paña a Indias. Vimos, además, al Arcediano Machado, prós
pero dueño de treinta y cinco cautivos (1660).
Pero donde mayor cantidad de negros se hallaba era
en los conventos y órdenes religiosas. En 1662 habita
. .
ban San Agustín veinticuatro personas: diez frailes (ocho
sacerdotes y dos hermanos) y catorce esclavos. El año
1748 el Hospital de San Juan de Dios poseía nueve cau
tivos. Naturalmente, si un religioso quería un esclavo pa
ra su uso privado, era menester autorización previa del
superior. Hallamos una licencia a Fray Carvajal "para
que pueda comprar a don Pedro Bordalí una negra llamada
María Josefa del Tránsito, la cual dice que necesita para su
servicio, por hallarse falto de criada que le asista y sirva
aún en lo necesario y preciso" ( 3 ) Firma Fray José Go-
.
doy (1571). Los regulares se dedicaban hasta al comercio
de africanos con la Plata ("tienen dinero y crédito para ir
por negros a Buenos Aires", decía en 1632 el Obispo Sal
cedo).
Hemos hablado de los cautivos jesuítas. Añadiremos
algunos datos.
La Orden adquirió sus cautivos por donación, venta o
reproducción. Así, José de Lazo obsequió a la Compañía
}a Hacienda del Noviciado, incluyendo catorce esclavos.
Cristóbal Fernández de Lorca donó a San Ignacio otra es
tancia con nebros "para el cultivo de esta grande heredad"
(Olivares). También fué donante de negros, Ana Flores de
Gándara y gran comprador de africanos era el padre Ti-
110
El africano en el Reino de Chile
moteo Vinales, superior jesuíta de San Juan durante el
Siglo XVIII. De Argentina al Perú, pasando por nuestra
tierra, la Orden mantenía, perfectamente organizado, el
comercio de cautivos necesario a los trabajos de la Compa
ñía, ejerciéndolo en cada provincia a través del respectivo
Procurador General.
Los edificios de los Padres poseían departamentos es
peciales destinados a los africanos. Al ser expulsados los
jesuítas, se hallaron esclavos en casi todas sus casas y tie
rras de importancia: Barros Arana
agrega, dulcemente, que
también se encontraron "cepos, cadenas y otros instrumen
tos para el castigo de los esclavos; pero se hace preciso ad
vertir —
continúa —
que, en este punto, los jesuítas no
hacían sino seguir las costumbres corrientes, y que, segura
mente. eran mucho más humanos con sus esclavos
. .
que
la generalidad de los propietarios". En resumen: los
...
Padres torturaban a sus esclavos, pero tal actitud era muy
común en esos años, y —además ios jesuítas quizá no
—
eran tan brutales. La verdad es menos truculenta: las
. .
grandes haciendas poseían cepos y cadenas, pero no en
orden a atormentar esclavos, sino para hacer justicia a
todo el mundo, libres y cautivos. Los terratenientes de
bían ser magistrados, en aquellas vastas extensiones, a las
cuales la autoridad no llegaba (4).
En realidad, consta que los jesuítas trataban, no sólo
sin sevicia, sino con gran humanidad a sus esclavos. Estos,
por ejemplo, gozaban de una ventaja que muchos trabaja
dores libres contemporáneos mirarían con envidia. En efec
to, por disposición del general de la Orden, no podían ser
vendidos a causa de ancianidad o dolencia. El "Papa Ne
gro" se negó invariablemente a permitir excepciones a tal
regla. "Ellos —
decía os han servido mientras eran
—
jó
venes y robustos. Servidles ahora vosotros a ellos, puesto
que son viejos y achacosos" (Enrich).
Desterrada la Orden, sus negros no se mantuvieron
bajo inventario en las haciendas como dice Encina
—
sino —
que más bien se les repartió, afianzados, entre los vecinos
111
Gonzalo Vial Correa
pudientes. .El sistema no resultó : los depositarios devol
.
vían sus africanos, o éstos se fugaban. Por lo cual, don Jo
sé Clemente Traslaviña, Oidor y Alcalde de Corte —
encar
gado de los cautivos de la Orden —
pidió a la Audiencia el
remate. Así fué decretado el 16 de enero de 1768, habida
consideración del artículo 10 del suplemento a la "Real
Instrucción para el Extrañamiento de los Jesuítas". Las su
bastas se iniciaron nueve días después: se hacían por pre
gonero, en las puertas de la Audiencia que daban a la Plaza
de Armas. Asistían Traslaviña ("Juez Comisionado" y "Su
perintendente General" del remate), el Fiscal de la Audien
cia y los Oficiales Reales. Desde 1772 también presenciaba
el acto un segundo "Juez Comisionado": don Melchor de la
Concha. Actuaban como tasadores Jorge Lanz, Lorenzo de
Arrechea, Ignacio de los Olivos y Domingo Bilbao. Las pri
meras vendidas fueron dos niñas, en 225 pesos cada una: las
mulatas Catalina (9 años) y Domitila (7 años), hijas del
negro Mariano, de La Calera, y compradas por don Manuel
Izarra.
Ya analizamos las peripecias de esta subasta, y el des
tino de los esclavos jesuítas.
Si bien, según lo explicado, la Iglesia Chilena aceptó
la esclavitud; su actuación hizo más tolerable la vida del
africano en dos formas distintas.
A) Por medio de la evangelización del negro; y
B) combatiendo el maltrato a los esclavos.
Estudiaremos, sucesivamente, ambos aspectos.
Los jesuítas fueron los campeones de la enseñanza re
ligiosa para el cautivo moreno. Donde llegaban, acometían
tal empresa: San Juan, La Serena, Bucalemu y otros mu
chos lugares vieron las "doctrinas" negras de San Ignacio.
En Santiago —
cuenta Diego de Rosales —
el Padre
Ovalle organizó la "doctrina". Con un hermano, salía el
buen sacerdote todos los domingos, al atardecer, seguido
por sus fieles morenos y llevando cruces. Recorrían las ca
lles de la capital y la multitud africana iba en aumento.
Por fin, partían cantando hacia la Plaza de Armas: un "la-
112
El africano en el Reino de Chile
diño" encabezaba la marcha, el santo madero a cuestas. . .
En la Plaza, el Padre Alonso les explicaba el Catecismo,
"y un ejemplo con su moral". "Causó para aquellos pobres
miserables, este ejercicio, gran provecho. escribe Oli . .
—
vares porque aprendían a confesarse, y muchos lo hacen
—
entre año".
De tal manera, a la sombra de San Ignacio, apareció
la "cofradía" de negros llamada "de Nuestra Señora de
Belén". Su fuerte eran las procesiones, en especial la de
Epifanía, origen de nuestra "Pascua de Negros"; durante
ella pasaban los africanos "con muchos pendones y más
de tres andas. en unas, el pesebre con la gloria.
. .
y por . .
remate, los tres grandes Magos que se guían por la luz de
una grande estrella, que iba delante, de mucho lucimien
to". .
(Rosales). Impresionante era un anda mecánica,
.
descrita así por O valle: "Viniendo la Santísima Virgen
sentada en su taburete, con su precioso hijo a los pechos,
le encuentra una nube, la cual, abriéndose de repente, des
cubre una multitud de ángeles que vienen cada uno con
su instrumento de la Pasión en las manos. El niño, dejando
el pecho, se abalanza con grandes ansias, extendiendo los
bracitos para recibir aquellos instrumentos de su amor; y
la Virgen, con admiración, abre los suyos, levantando la
cabeza. con tanta viveza
. .
que no parece artificio sino
cosa natural". Añade el jesuíta ingenuamente orgulloso:
—
"Son las imágenes principales todas de estatura natural, y
algunas muy perfectas".
También por Epifanía los negros eligen Rey, en vo
tación y por una sola jornada. Al efecto, se juntan los afri
canos, vestidos unos a la española "muy galanos y
—
lucidos"— y otros a la usanza de la patria perdida, con ar
cos y flechas : hacen simulacros de combate y rinden pleito
homenaje al efímero monarca, hincando la rodilla y levan
tando "una vocería que pone espanto". Siguen actos reli
giosos, bailes, rezos y hasta representaciones.
El martes de Semana Santa la "cofradía" despliega
"todos los pasos de que padeció Cristo. desde el pese-. .
113
Gonzalo Vial Correa
bre...
(a) la cruz". Los negros desfilan con linternas,
hachas de cera blanca y hermosas imágenes. Ellos mismos
costean la cera (que vale 1,5 pesos la libra): "tienen
puesta en esto su honra".
Mas la "cofradía" no se dedica, únicamente, a proce
siones. Al año paga una comida a los pobres de la cárcel.
En correcta formación antorchas, crucifijos y pendones
—
al viento acompaña a los condenados "hasta el lugar
—
del suplicio. donde les ayuda y asiste con sus oraciones".
. .
Dice misas por sus difuntos; se disciplina las noches de Cua
resma y comulga con frecuencia (los mayordomos y oficia
les, más a menudo). Su patrona, ya dijimos, es Nuestra
Señora de Belén.
En la capital existen otras "cofradías" semejantes: el
Martes Santo desfila la agustina, cuya patrona es la Can
delaria y que data de 1610. La integran negros y mulatos
libres. "Van todos con sus túnicas negras, y sacan muchos
y muy devotos pasos de la pasión, acompañados con mu
cha cera; y la música es de las mejores del lugar". El Jue
ves Santo una tercera "cofradía" la dominica
—
hace noc
—
turna "procesión de sangre", de morenos disciplinantes.
La misma entidad marcha jubilosamente en Pascua "con
muy grande aparato de luces, insignias, danzas, músicas,
cajas y clarines. .". En Concepción actúa, también, un or
.
ganismo similar a los descritos.
Los jesuítas mantuvieron la "cofradía" largos años.
Pero en 1688
—
la Orden decidió que tal organización no
—
cuadraba con su ministerio; y como encima—
la "cofra
—
día" se hubiese reducido "más a fiesta exterior de comidas
y bebidas, con pretexto de la celebridad, que a la utili
dad. . de sus almas, se les dijo (a los negros) que la pa
.
sasen a otra iglesia". Así lo hicieron, llevándose las "imá
genes y alhajas" de la asociación a la "cofradía" de Santo
Domingo.
La Compañía también se dedicó por intermedio del
—
infatigable Ovalle al rebautizo "sub-conditione" de los
—
africanos. El primer motor de esta práctica fué el jesuíta
114
El africano en el Reino de Chile
Alonso de Sandoval, nacido en Sevilla y educado en Lima,
a quien tocayo chileno conoció en Cartagena. Sandoval
su
escribió "De instauranda aethiopum salute" ( 1646 ) : soste
nía allí la necesidad del rebautizo, por ser incierto que los
negros hubieran recibido válidamente el sacramento.
— —
Ovalle siguió la recomendación, y narra varios casos mila
grosos en los cuales descubrió que morenos, al borde de la
muerte, parecían bautizados sin estarlo. Por aquellos años
hacía lo mismo en Córdoba el jesuíta Diego de Torres
Bollo.
Ovalle tenía gran ascendiente sobre los morenos. Con
fesaba a aquellos que iban a ser ejecutados y en gene —
ral —
a los negros presos. Vivamente nos pinta el Padre
. .
Alonso la conversión de un africano, condenado a la ho
guera por bestialidad, que se mostró insensible a los ex
hortas religiosos del sacerdote hasta la víspera del supli
cio.
.
Mas, la noche anterior a la muerte, bajó Dios al
.
pecho misterioso de aquel hombre, el cual permaneció "en
vela, con grandes sollozos, llorando amargamente sus
culpas, y puesto de rodillas, y dándose con una piedra
grandes golpes en el pecho. (pedía) misericordia con
. .
tan gran fervor, que los enternecía a todos. .". .
Terrible era la catequización de los "bozales": el Pa
dre Ovalle la ha descrito. Ningún jesuíta se eximía de ella:
desde el superior al último hermano se sentaban "a lidiar"
con estos negros, "una, dos y tres horas". Aumentaba la . .
incomodidad el que Dios hubiese dado a los africanos, "una
complexión tal, que es insufrible el mal olor que echan de
sí, y encalabria las cabezas y obliga, muchas veces, a de
tener el resuello". Peor cuando están enfermos, "porque se
añade a la mortificación ordinaria de su mal olor, el que
de suyo trae consigo la enfermedad, y la poca comodidad
que por su pobreza pasan. (lo cual) acrecienta no poco
. .
la asquerosidad, que por Dios sólo se puede pasar, y más
cuando hay alguna peste". Entonces "es menester decirles
las cosas veinte veces. y por no exasperarlos, o afligirlos
. .
más de lo que están con el accidente, es necesario doblar
115
Gonzalo Vial Correa
el confesor la paciencia, el sufrimiento y el fervor de la
caridad. .".
.
Barros Arana, que escribió un folleto demostrando que
los jesuítas sólo buscaban en aquella época riqueza y po
der, nada dice de las narradas actividades de la Orden,
a pesar de conocerlas perfectamente. .
¿Por qué?
.
En 1640 el Obispo Villarroel escribía al Rey: "Y
son necesarios de padres (jesuítas) por lo menos otros seis,
por los muchos ministerios que en este colegio hay de
sermones y confesiones de todo género de gente, españoles,
indios y negros, que a todas horas nos llaman en sus enfer
medades. ." Ello nos muestra al conjunto de la Iglesia
.
luchando codo a codo con los jesuítas en la evangelización
del africano.
Los sacerdotes seculares no atienden a los negros en
"doctrinas" especiales, sino en las indígenas. Villarroel nos
habla del Cura que debe ". confesar, olear, bautizar y
. .
desposar. . a doscientas
. o trescientas personas, negros,
mulatos, mestizos y españoles de estancias", por 60 pesos
anuales. El Obispo Humanzoro describe la "doctrina" de
Salto: tiene quince leguas de contorno "y se compone de
chacras con indios y negros..." (5). En esas dilatadas
extensiones, demográficamente muy densas, el Cura pre
cisa multiplicarse: Villarroel relata la historia del Padre
Morales, que cruzó a nado un río para absolver a un negro.
(Siglo XVII).
Los "Sínodos" (6) encierran numerosas disposiciones
tendientes a catequizar al moreno. Alday, visto que "en
muchas haciendas de españoles suele haber indios o ne
gros esclavos que sirven para su cultivo y carecen de
instrucción", ordena a los Curas designar "en dichas ha
—
ciendas" un fiscal bien instruido, el cual
—
"junte a los
indios o negros, por la mañana, antes del trabajo, o después
que se concluya, a la tarde", y les enseñe oraciones y ca
tecismo, "en la Iglesia u otro lugar decente"; "renovando
—
concluye el "Sínodo" la facultad a los Curas para que
—
procedan con censuras contra los dueños o mayordomos
116
El africano en el Reino de Chile
que impidiesen este ejercicio tan de obligación". Los Cu
ras deben, asimismo, explicar la doctrina en la Iglesia los
domingos al atardecer; y los vecinos enviar a sus sirvientes
a tal explicación, cayendo bajo censura si no lo hacen. Para
"descargo de sus conciencias" añade el "Sínodo de Ca
—
rrasco" —
los vecinos mandarán a sus cautivos, también, a
las prédicas dominicales de Cuaresma y Adviento; y no los
pondrán a trabajar sin que antes "juntándolos a toque
—
de campana" —
hayan rezado "las Oraciones de la Iglesia,
Pater Noster, Ave María, Credo y Mandamientos de la Ley
de Dios y de la Santa Madre Iglesia, y el Catecismo de los
Misterios de nuestra Santa Fe".
Continúan los "Sínodos": los Curas llevarán un libro
especial "de Bautismos. .de .los Indios, Negros y demás
castas". Los africanos gozarán de un tiempo de comunión
pascual propio: donde no hay "falta de confesores" (San
tiago, La Serena, Mendoza, San Juan y Villas de San
Martín de la Concha, Talca y San Felipe), de Miércoles de
Ceniza a Cuasimodo: en el resto de Obispado, seguirán
aprovechando el privilegio que les otorgó Urbano VIII
(1639), o sea, podrán dilatar el sacramento hasta la octa
va de Corpus Christi. Los ayunos de los "bozales" ver —
daderos neófitos, observa Alday serán los de los indios
—
y que los mulatos continúen ayunando como lo hace el
español. Anotemos que el natural debía cumplir la indi
cada obligación en Viernes de Cuaresma, Sábado Santo y
vigilia de Navidad. En los africanos exceptuados los
—
"cuarterones"—
son indispensables los impedimentos de
afinidad o consanguinidad en el matrimonio, menos el de
primer grado (concesión de Pío V, aprobado por Clemen
te XIV. Breve de Paulo II). Finalmente, los Curas cobra
rán —
por entierros o velaciones más al español que al
—
mulato libre, y menos que a éste, al mulato o negro escla
vo. V. gr. : un funeral con cruz alta, cura y sacristán en
la parroquia, le cuesta al blanco ocho pesos, al africano no
horro, seis y al esclavo, tres.
117
Gonzalo Vial Correa
Se apreciará por consiguiente
—
que la legislación
—
eclesiástica tendía a impulsar la catequesis del moreno, y
a hacerle menos
pesados los deberes religiosos.
Al efecto, la Iglesia sacó partido de las aptitudes y
aficiones artísticas —
musicales, coreográficas y plásticas —
de la raza negra. Los africanos dice González de Náje
—
ra—
son "inclinados a cantar, y entre ellos se hallan muy
buenos tonos bajos, y a tocar instrumentos alegres, como
sonajas, tamboriles y flautas, y aficionadísimos a guita
rras, pues aún en sus tierras las hacen, aunque de extra
ña forma y manera de tocarlas". Son añade Ovalle — —
magníficos bailarines; en ello, "hacen ventaja a los indios,
porque tienen más alegría y regocijo". Todavía el año
1786 operaban en Santiago dos cuadrillas de pardos libres
que por 8 reales danzaban para Corpus Christi al
— —
son de un violín y vestidos de turcos. "en celebración de
. .
nuestro Amo: Jesús Sacramentado". La Iglesia, a través
de ías "cofradías" subsistentes al concluir el Siglo
—
XVIII —
vació en lo religioso estas inquietudes. Alonso
González de Nájera recomendaba dichas instituciones, a
fin de evitar las fugas.
Los contemporáneos (por ejemplo, Olivares y Gon
zález de Nájera) acuerdan en que los morenos aún los —
embrutecidos "bozales" eran más aptos para el cristia
—
nismo que los indígenas. El Padre Ovalle, hablando del
rebautizo, asegura: "Se afrentan (los africanos) que es
tán reputados por cristianos antiguos, de que les toquen
esta tecla, porque es tratarlos como "bozales", de que
ellos se corren mucho".
Pero el ancestro africano aporta, a la fe del moreno,
elementos de hechicería y superstición que el Santo Oficio
debe reprimir inexorablemente. Abundan los procesos de
tal tipo. Citaremos algunos:
a) La zamba Juana de Castañeda, valdiviana, residen
te en el Callao, de 32 años, salió en un "auto de fe" hacia
1600, y fué azotada por brujerías con una imagen de Santa
Marta y amuletos.
118
El africano en el Reino de Chile
b) María Martínez, mulata horra, de origen portu
gués, de 36 años, acusada de prácticas hechícenles con
Santa Marta, San Traco ( ! ) Belcebú y Barrabás y de oler
,
a azufre, fué arrastrada a la Inquisición: ignoramos su
suerte (1625).
c) Cristóbal González, esclavo del Convento de la
Merced en Chimbarongo, hombre casado y de unos 60
años, murió en 1740 mientras se le procesaba por "dar
yerbas para hacerse querer".
d) La zamba santiaguina María de Silva, alias "Ma
reta de Cuadros", esclava, cocinera, casada y de 50 años,
figuró en un "auto de fe" en 1737, condenada a penas
espirituales y a otras que no lo eran tanto: azotes, confis
cación de bienes y destierro a Valdivia durante diez años.
Su delito: prodigar "sortilegios amorosos".
e) Hernando Maravilla, negro limeño, esclavo, tuvo
a bien declarar en Santiago que no creía en Dios ni era
cristiano, sino discípulo del diablo, su señor, con quien so
lía cenar en el infierno; que tampoco creía en el matrimo
nio ni en la confesión y "que el Obispo no era nada y. . .
cagazón para el Obispo". El Santo Oficio lo sacó amorda
zado en Lima y Santiago, propinándole, en cada ciudad,
doscientos azotes (1581) (7).
Cerraremos lo relativo a la religión del moreno, seña
lando que el amo de africanos se negó siempre a pagar, por
ellos, "derecho de doctrina" a la Iglesia; lo cual debió difi
cultar bastante la labor evangelizadora. En 1638. .el
Obispo y el Gobernador dispusieron que "negros, mulatos
y zambaigos" cancelaran "doctrina" en Santiago. El Ca
bildo y la Audiencia se opusieron, y la medida murió al
nacer. Hacia 1646 fué reiterada por don Martín de Mu-
jica y el Obispo Gaspar de Villarroel: el Municipio, por
intermedio del Procurador de la Ciudad, apeló a la Au
diencia: ésta, en discordia de votos, pasó los autos al Li
cenciado Juan del Pozo y Silva (1647), quien fué recusado
por el Cabildo. Desconocemos el final del asunto.
119
Gonzalo Vial Correa
Veamos, ahora, el segundo aspecto de la lucha librada
por la Iglesia en favor del moreno.
Las Reales Cédulas encargaban a la Jerarquía Ecle
siástica "Arzobispos y Obispos de las Iglesias Metropo
—
litanas, y Catedrales de las dichas Indias, Islas y Tierra
Firme del Mar Océano" vigilar el tratamiento de los
—
africanos. Leyendo papeles y expedientes veremos, —
v.
el caso del mulato Armas se comprueba la gran tarea
gr.,
—
que el clero curas
—
párrocos y religiosos desempeño
—
en aliviar la carga del esclavo: a cada hoja saltan sacer
dotes protegiendo a negros; ofreciendo comprarlos al amo
despiadado; actuando como "amigables componedores" en
tre el cautivo y su dueño enfurecido. .
., etc.
La comprobación se transforma en certeza con sólo
revisar los "Sínodos" ya mencionados.
Las "castas" pongamos por caso
—
tenían idénticas
—
"fiestas de guardar" que los españoles; pero, en cambio,
los "bozales" estaban eximidos de respetar algunas. De
todas maneras, el "bozal" descansaba los domingos y por
—
añadidura en Pascua de Navidad y Pascua de Resurrec
—
ción, Pentecostés, la Circuncisión, Epifanía, Corpus Christi,
la Ascensión y la Asunción, San Pedro y San Pablo y la
Natividad, Purificación y Asunción de la Virgen; debien
do —
en aquellas fechas oír misa y abstenerse de obras
—
serviles.
Como los amos obligasen a los esclavos a trabajar en
las demás fiestas que los infelices como neófitos
—
es —
taban dispensados de observar; "siendo de tal manera
—
—
el privilegio de mayor carga y gravamen (para los africa
nos), que de alivio", se prohibió ese abuso. En dichos días
los esclavos sólo podrían laborar voluntariamente en caso
de urgencia —
previa autorización del Cura o Juez Ecle
siástico y se les pagaría jornal.
—
El amo que violaba las normas expuestas incurría en
excomunión mayor, reservada al Obispo. Siempre se consi
deró grave pecado hacer que los negros infringiesen las
120
El africano en el Reino de Chile
festividades: fué una de las acusaciones que llevaron ante
el Santo Oficio a María de Encío (1581).
Otra norma sinodal: por cuanto "la codicia, vicio fa
miliar en los hombres", impele a algunos dueños a estor
bar el matrimonio de sus esclavos, "o bien negándoles del
todo la licencia, o violentándoles para que se casen con
otros, o amedrentándoles con amenazas, castigos y pri
siones; prefiriendo, aún, que vivan amancebados por
no perderlos", se dispone que "todos los Curas. donde . .
quiera que supieren y entendieren de este delito, hagan
exacta averiguación, y constando de él. denuncien (a
. .
los amos) por públicos excomulgados", de absolución re
servada al Obispo.
Se veda, asimismo, que las criadas de ciudad o cam
po hagan de noche la labor diaria, pues "la noche es para
el descanso de los criados, e instruirlos en buena cris
tiandad".
Por último leemos: "... Suele suceder que algunos
amos vendan a esclavos casados en partes distintas, que
dando el otro cónyuge en el lugar, con que se les imposi
bilita para el uso del matrimonio, (lo cual). está prohi. .
bido por los Concilios Límense y Mexicano". Manda, al
respecto, el Obispo Alday que, "aún cuando haya motivo
justo para la venta, y no pueda hacerse en el propio lugar,
debe justificarse todo ante el Juez Eclesiástico, y obte
nerse licencia para aquella separación que ocasiona la
venta"; y el dueño infractor agrega
—
"será obligado
—
a que. . vuelva a traer (el cautivo) a su costa".
.
El copiado decreto no era sino reiteración del auto
dictado por el mismo Obispo el 7 de marzo de 1757, ratifi
cado por el Gobernador Amat cinco días después; impo
niendo pena de excomunión, "ipso facto incurrencia", y
multa de 200 pesos "por mitad a obras pías y a la Santa
—
Cruzada" al negrero o capitán de buque que llevara a
—
Lima un cautivo casado, separándolo de su consorte, sin
licencia del Obispo, o de su Provisor y Vicario General. . .
Además ordenaba Alday al Cura y Vicario de Valparaíso
121
Gonzalo Vial Correa
embarazar tales despachos ilegítimos con todas sus armas,
espiritualesy profanas; es decir, "valiéndose de las cen
suras y del auxilio de la. justicia". Por su parte Amat
. .
mandó al Gobernador de Valparaíso desembarcar a los
esclavos remitidos a Lima sin las señaladas licencias (8).
Hemos tenido a la vista un caso de aplicación de estas
normas. Manuel Pérez García, esclavo de don Manuel de
la Puente, se presentó —
con su esposa al Vicario General
—
de Santiago, acusando a su amo de haberlo vendido al mer
cader limeño don Luis Loyson, quien pretendía enviarlo al
virreinato y por tanto
— —
distanciarlo de su legítima mu
jer.. Ardiendo
. en santa cólera el Vicario remitió con el
propio negro una carta al Cura de Valparaíso ordenándole
impedir el zarpe y añadiendo a manera de advertencia
—
general "que cualquier Juez secular será responsable,
—
si se entromete en determinar en materias que no le tocan".
El tribunal entendió la indirecta, y se plegó a las instruc
ciones eclesiásticas. Hasta que compareció de la Puente, y
probó que la mujer que acompañaba al esclavo no era su
esposa; la cual, en cambio, aguardaba a Pérez García en el
buque de Loyson, pues don Manuel los había vendido a
ambos al limeño... (1760).
Así, las nobles intenciones, las hermosas ideas, se da
ban de bruces con la dura y prosaica realidad (9).
122
Capítulo Tercero
LA VIDA FÍSICA. EL CLIMA Y LAS ENFERMEDADES.
EL ALCOHOLISMO
Los negros
—
dice González de Nájera —
"siendo. . .
frioloíigos, no dejarán el
por los desabrigados
poblado,
montes de tierra fría". los hielos hacen sufrir
Y, en efecto,
horriblemente al africano. Cruzar los Andes significa. .
para él Un martirio. Escribe un compañero de Almagro:
"Perecieron en la jornada. cantidad de negros y muchos
. .
caballos que se helaron, las riendas en la
y los negros con
mano, y en asentándose.". "De frío
se añade helaban. .
—
otro—
.
perdieron ( los morenos )
. . dedos y uñas de las . . .
manos y de los pies". Al volver don Diego halla en Copia-
pó a don Rodrigo Orgóñez proveniente del Cuzco, y a
quien el hielo y los indios habían muerto "seis españoles,
muchos negros y veinte caballos". Cuando Francisco de
Aguirre pasó a Chile desde Santiago del Estero (1554),
atravesó "la sierra y cordilleras nevadas en medio del in
vierno. (pereciendo) veintidós caballos y negros y otras
. .
piezas de servicio, y al fin pasó sin perder un español, por
el buen recado, maña y diligencia que se dio" (10).
El clima de Chile (descontando la cordillera) .¿con . .
venía al moreno? Thayer Ojeda (don Tomás) y Encina di
cen que no, pues señala el segundo—
la transición —
brusca, directa del África a Chile, "sin pasar por un clima
intermedio como el Sur de los Estados Unidos", provoca
ba enfermedades mortales a los negros: neumonía y tu-
123
Gonzalo Vial Correa
berculosis, por ejemplo. La tesis nos parece aceptable.
Claro que hay exageración en afirmar: "Los negros. mo . .
rían en Chile tuberculosos. Casi siempre, después de dos
o tres años de residencia,
ya estaban macilentos y enfer
mos" (Encina). Además, debemos apuntar que los contem
poráneos sostienen que Chile no era nocivo para la salud
del africano. González deNájera v. gr. declara que los
— —
negros se mantienen perfectamente en el país. Las ciuda
des del Reino, al pedir importación de "Angolas" (1601),
dicen que los valles chilenos son "comarcas sanas y de
buen temple". Pero se trata de puntos de vista interesados
( por ende, no muy de fiar ) y es indudable, en general, que
el moreno no se avino con el clima de la Capitanía: en Cu-
ricó, hasta es tradición que la vida en la ciudad esteriliza
ba a los negros, de modo que habrían dejado sólo contadísi-
sima descendencia. Poco han servido los esclavos donados
a la Compañía por Ana Flores de Gándara se queja Oli —
vares pues "con las enfermedades se destruyen".
—
Agravan la hostilidad del clima tres factores :
A) El alcoholismo. Recorriendo las Actas del Cabildo se
aprecia la invencible inclinación del africano a la ebriedad.
Las "pulperías" declara el Municipio (Siglo XVII) "son
—
de mucho inconveniente y daño. porque con ellas se han
. .
hecho viciosos los negros. y demás servicio de la ciudad, y
. .
de fuera de ella", "respecto agrega, en otra oportunidad
— —
de que los mayores inconvenientes y daños resultan de
ocurrir. . este género de naciones" a las tabernas. Hay
.
en la ciudad añade el Cabildo
—
"más de dos mil qui
—
nientos esclavos negros, angola, borrachos como los in
dios". Para prevenir estos desórdenes se adoptan variadas
e ingenuas medidas. Lazo de la
Vega prohibe a los "pulpe
ros" vender vino a negros y mulatos, pena de 30 pesos. El
Municipio establece la queda en pardos, negros e indios
a las 9H P. M., y el cierre de las
"pulperías" a las 10 P. M.
Veda también vender alcohol a africanos, bajo duras san
ciones, que llegan hasta los doscientos azotes, "que les sean
dados (a los taberneros) irremisiblemente, por las calles
124
El africano en el Reino de Chile
de la ciudad, en las espaldas desnudas"; manda cerrar las
"pulperías" regentadas por morenos. y así sucesivamente.
. .
Todavía en 1763 hostilizaba a las tabernas de zambas,
se
indígenas y mulatas, consideradas lugares de "poca moral
y temor de Dios".
El alcoholismo activa la tuberculosis. Sus efectos, en
naturales y africanos, parecen haber sido devastadores.
"Con la gran peste que hay, los indios que beben vino nue
vo y aguapié, les da con más rigor, y mueren miserable
mente", anota el Cabildo (1653). Y: "En esta ciudad,
cuadras de ella y viñas, se vende a los indios y negros vino
nuevo, de que resultan morirse cada día" (1628) (11).
B) Las pestes. Los africanos, como toda raza tras
—
plantada, eran muy susceptibles a las epidemias. Ellas
"enderezaban sus baterías" frase de un contemporáneo
— —
contra las clases serviles. Algo dijimos al respecto, hablan
do —
páginas atrás de la viruela y corroboran el aserto
—
escritores de la época (v. gr. : Olivares y Ovalle) y los do
cumentos oficiales. La Real Audiencia informa al Rey, el
año 1639, que la peste señalada y el sarampión hacen
grandes estragos entre los negros. "En nuestra casa dice —
Olivares refiriéndose a las viruelas de San Juan (1729),
—
hubo dieciocho criados enfermos. murieron dos esclavos,
. .
un indio y una india". El tifus, asimismo, diezma a los
morenos.
C) La intemperancia sexual. —
Creemos que este as
pecto de la vida del negro contribuyó a debilitar su re
sistencia física. En los expedientes judiciales delSi
glo XVIII es muy común hallar morenos enfermos de
"gálico" (sífilis). Confirman lo anterior, el caso que ve
—
remos —
de Catalina de Mella, y unas conocidas declaracio
nes de María de Encío, interpretadas por Thayer (don
Tomás) y Encina en forma, nos parece, un tanto rebuscada.
Apreciada debidamente la importancia del clima y
—
de los factores suplementarios que indicamos en la des —
aparición en la raza chilena del tipo africano; estimamos,
sin embargo, que no fueron dichos elementos la causa úni-
125
Gonzalo Vial Correa
ca, ni la preponderante, de tal desaparición. Pen
siquiera
samos que el negro chileno, más que morir aniquilado
por un clima adverso, fué absorbido por la inmensa mu
chedumbre mestiza. Del Maule al Norte, apunta don Luis
Thayer, en el proletariado con mayor proporción de san
gre indígena reaparecen, con cierta frecuencia, los
rasgos africanoides. Es sugestivo que, a fines del Si
glo XVIII, hubiera, en las casas de Santiago, muchos escla
vos africanos blancos, (reléase, por ejemplo la lista de
cautivos de don Juan Agustín Alcalde), productos de pro
longados cruzamientos. Lafond de Lucy formula idéntica
observación, adelantado ya el Siglo XIX. Nuestra raza tie
ne, pues, algo de negro.
126
Capítulo Cuarto
LA VIDA AFECTIVA. INDIOS Y NEGROS
Gente "muy humilde y pacífica" es la negra, dicen
las ciudades de Chile al Monarca (1601). Y Alonso Gonzá
lez de Nájera, experto en pinturas idílicas, después de com
parar, en los términos ya vistos, indios con negros, atribuye
a éstos las cualidades que siguen: "alegres, risueños, pla
centeros, chocarreros y decidores. aplícanse a nuestras
. .
costumbres. mansos, pacíficos, tratables.
. .
dóciles, in . .
geniosos. . aseados.
. no dados
. .a la embriaguez (!)... más
templados que glotones. leales, fieles
. .
y agradecidos".
El africano ama el lujo y los colores vivos: se deleita
usando libreas azules (como las de Martín García) o ver
des (las de "La Quintrala") y pendones de "cofradía" de
raso azul, con relieves amarillos. Una Real Cédula de
. .
1571 —
ingresada a la Recopilación prohibía a negras y —•
mulatas horras "traer oro, seda, mantos ni perlas". La pin
toresca "Ordenanza sobre reforma de trajes" ratificada —
por el Cabildo, en 1631 dispone: ningún africano puede
—
vestirse "más que a su uso de ropa de la tierra, o cuando
mucho de paño de la tierra, jergueta, perpetúan o añascóte
solo, y el vestido llano, sin guarnición ni vuelta alguna
de seda y de color o resto, ni traer faldellín sino de paño
de la tierra o bayeta y de color honesto y sin guarnición
ni vuelta de seda ninguna", bajo severas penas: perder la
ropa incriminada, cárcel "y ser trasquilados en la plaza
pública de esta ciudad".
127
Gonzalo Vial Correa
Los defectos del negro: es borracho, diga lo que diga
Alonso González de Nájera, jugador y ladrón. Don Am . .
brosio O'Higgins vedó a los "dueños de cancha de bolas
y bochas, y de mesas de billares, trucos y otros sitios de
diversión pública, donde acostumbraba juntarse mucha
gente", consentir en ellos esclavos, "que apostasen dinero,
ropas u otros efectos" (12). En cuanto a los hurtos del afri
cano, copiaremos un largo párrafo del pseudo-Haenke :
". .El vicio del latrocinio es propio de esta proscrita
.
e infeliz gente dice nuestro viajero que ni tiene pro
— —
piedad, ni espera tenerla, ni otra mejoría en su suerte que
el goce pasajero de aquellas cosas, cuya posesión puede
facilitarse aunque sea quebrantando las leyes de un ho
nor que no conocen, ni en nada los lisonjea. ¿Quién ex
. .
trañará que el esclavo se apropie, siempre que la ocasión
se le proporcione, una parte de las cosas a que se considera
con cierto derecho? Su trabajo no tiene precio, sus servi
cios ninguna recompensa, y así no se cree obligado a guar
dar derecho con quien a él no se lo observa, haciendo a la
naturaleza la mayor violencia posible.
Los esclavos, según dice Plauto, robaban en su tiem
po las cavas, las despensas y todas las provisiones de sus
dueños; los modernos esclavos los imitan de la misma ma
nera. Las madres de familia tienen igual cuidado con sus
respectivas criadas, y siempre en el estrado tienen junto a
sí una arquita con sus preciosidades, que casi siempre está
a la vista. La desconfianza. . las tiene casi siempre en
.
casa, salen raras veces a la calle, y casi sólo por esta causa
pasan las damas un vida sedentaria con jaquecas, obstruc
ciones y colores pálidos, que ordinariamente acompañan a
muchas de ellas".
¡Infeliz dueña de casa chilena en el Siglo XVIII! ¿La
imaginaría Plauto, sentada junto al cofre de las joyas, so
portando estoicamente
—
las "jaquecas y obstrucciones"?
—
Pero antes del pseudo-Haenke, ya el Gobernador Amat
se quejaba (1760) de que "indios, mulatos, negros y mes
tizos hacían todas las noches, en las veredas de la Plaza
128
El africano en el Reino de Chile
(de Armas) ...baratillo de lo propio y de lo ajeno". Y
en 1682 se prohibió que naturales, africanos o mestizos
anduviesen, en Santiago, a caballo o muía, pues causaban
"muchas rapiñas por las calles, quitando capas, sombreros,
mantillas y paños de cabeza a las personas que, descuida
das, andaban. en sus negocios". Por infractores, la Ronda
. .
detuvo los negros Juan y Francisco Javier (éste, cautivo
a
jesuíta) y a los mulatos José y Tomás: fueron condenados,
por don Pedro de Amasa, Corregidor y Justicia Mayor de
la capital, a cien azotes cada uno. La veda regía sólo de
noche (13).
El gran problema que motivaron los morenos, a saber:
sus relaciones con raza indígena presenta dos facetas cu
riosamente opuestas al historiador. Por una parte, es evi
dente que existió antipatía, profunda e invencible,
una
entre naturales especial araucanos
en y negros. Por la
— —
otra, los españoles temieron siempre una confabulación de
ambas razas en su contra.
La antipatía a la cual nos referimos se halla bastante
probada. Gómez de Vidaurre escribe: "La nación araucana
ha tenido, desde el principio de la conquista, particular
odio a los negros". Los indios afirman las ciudades del
—
Reino (1601) "menosprecian y aborrecen" a los africa
—
nos". "Los aborrecen suplementa el Virrey del Perú,
—
Marqués de Montes Claros (1613) más que a nosotros, —
y en ninguna manera consienten entre sí negros, antes los
matan topándolos..." (14). A su vez los morenos retri
buían tales sentimientos a los indios cordialmente, según
dice Alonso González de Nájera.
Sólo podemos conjeturar las causas de esta aversión.
¿Desprecio del libre hacia el esclavo? ¿Odio a las bruta
lidades sobre todo sexuales
—
del africano? ¿O algo—
racial, más profundo y más obscuro? Cuenta Marino de
Lobera (citado por Errázuriz) cómo dieron muerte los
indígenas a un moreno. "Estaba entre aquellos españoles
un negro esclavo. con cuyo aspecto
. .se espantaron mu
cho los bárbaros, por no haber visto jamás gesto de hom-
129
Gonzalo Vial Correa
bre de aquel color, y para probar si era postizo lo lavaron
con agua muy caliente, refregándole con corazones de ma
zorcas de maíz, y haciendo otras diligencias para tornarlo
blanco". Luego, le asesinaron en forma "muy cruel". El
episodio es sugestivo (1554).
La desconfianza española al zambo y al cruce indo-
moreno se explica mejor a la luz de algunos documentos
extranjeros publicados por Felipe Barreda. En una Real
Cédula de 1781 el Monarca aduce, contra los matrimonios
"de indios con negros, mulatos, coyotes e individuos de cas
tas y razas semejantes", que los africanos "no sólo vician
(a los indígenas) con sus malas costumbres... y con el
mal ejemplo. sino que los avasallan y procuran hacerse
. .
dueños de su trabajo, de sus bienes y aún de los del común,
y aún siembran discordias entre los mismos indios, sus Pá
rrocos y Jueces, mezclándolos en interminables pleitos, de
que ellos se aprovechan echándoles contribuciones, a que
fácilmente sujetan a los indios su rusticidad e inclinación
a litigios". Por razones similares don Joaquín Alós, Go
bernador del Paraguay en 1793, reclamaba enérgicas me
didas que pusiesen término a tales enlaces; añadiendo
que
los amos presionaban indios a que casaran con escla
a sus
vas morenas, a fin de que la prole fuese también esclava.
Los españoles lucharon para impedir los abusos del
africano, más fuerte y astuto, con el indio. Cédulas de los
Siglos XVI y XVII vedaron a los africanos residir en pue
blos de naturales, aunque hubiesen comprado tierras en
ellos. Disposición escasamente cumplida en Chile, pese a
los esfuerzos de los Gobernadores v. gr. : Oñiz de Lo-
—
yola —
y la Audiencia. Otra Real Cédula, prohibió el con
tacto de negros e indios encomendados, porque les
ayudaban a embriagueces, vicios y malas costumbres
amén de hurtar sus haciendas. Los morenos que maltra
taran indígenas —
se ordenó en 1536 —
recibirían, fuera de
las sanciones ordinarias, cien azotes; y el amo del delin
cuente indemnizaría al indígena, vendiendo para ello, en
130
El africano en el Reino de Chile
caso necesario, al esclavo responsable. Las normas ante
riores pasaron la Recopilación.
a
En Chile, las "Ordenanzas de Policía" vedaron to
do comercio en los "franges" entre indios y negros (excep
to que éstos fuesen a comprar de comer para sus amos)
bajo apercibimiento de azotes en el mismo "trange", o
en la Plaza de Armas (1569). El año 1563 Pedro de Vi
llagra prohibió a los vecinos usar negros como "sayapa-
yas" en los repartimientos. Penas al infractor: primera
vez, cien pesos de multa, a beneficio de los indios; segun
da, el doble y cien azotes al africano; tercera, pérdida del
negro y del repartimiento por tres años, "... y sean los
tributos de dichos naturales, por el dicho tiempo, para
su aprovechamiento. .". .
El abuso del negro con la indígena parece haber
sido frecuente: ello confirma las apreciaciones que ha
cíamos, en el Capítulo recién pasado, sobre la intemperan
cia genésica del moreno. Las mencionadas "Ordenanzas
de Policía" prohibieron al negro, cautivo u horro, usar
indias en su servicio, pues "muchos de ellos las tienen de
mancebas, las tratan mal y las tienen opresas". La veda
fué hecha general, y extendida a los mulatos, por una Cé
dula de 1589, que figura en la Recopilación. Villagra, asi
mismo, acusaba a los africanos de tomar mujeres e hijas
a los indígenas (1563) (15).
Para proteger a las indias el Cabildo adoptó, el 22 de
noviembre de 1551, un acuerdo sobradamente conocido. . .
y sobradamente cruel. "Por cuanto así conviene al servi
cio de Dios nuestro Señor, de Su Majestad y del bien, utili
dad y naturales de esta tierra", el Municipio, vista la cos
tumbre de Lima, condenó a castración a los esclavos
fugados por más de ocho días que forzaran a una indígena,
quedando al arbitrio del Juez aplicar o no la espanta
ble pena.
El acuerdo en cuestión, ha suscitado los más curiosos
comentarios. .El demuestra, asegura Encina, que se mira
.
ba con antipatía la unión indo-morena. Es efectivo ya lo
—
131
Gonzalo Vial Correa
vimos —
que los blancos desconfiaban del zambo, pero el
bando de 1551 no lo prueba: prueba sólo "antipatía" a que
los negros violasen a las indígenas, cosa muy distinta.
A su vez, Vicuña Mackenna confunde los hechos las
timosamente: afirma que el Cabildo, en el acuerdo de
1551, mandó ejecutar la terrible pena en un moreno de
terminado, lo cual es falso (no existen huellas de que
fuese aplicada, nunca, la sanción) y añade que el Padre
Ovalle vio quemar dos negros por el mismo delito, siendo
el caso que el jesuíta jamás ha dicho nada por el estilo.
Pero el disparate más estupendo pertenece al señor
Fuenzalida Grandón. En su libro acerca de la sociedad
chilena, habla del bando referido bajo este título: "Los
negros : medios conque se detuvo su perpetuación" Y ...
dice que el castigo a los africanos que forzasen in
dias ". condenaba a perpetua irrepr aducción" a los mo
. .
renos. Los comentarios sobran.
Quizá el abuso sexual de los negros con las indias
fué la causa más importante del odio de razas que hemos
indicado. Sin embargo, no faltó cruzamiento: el mulato
Pedro Moreno casó con Bartola González, india, y el mu
lato Pedro Gutiérrez de Altamirano desposó con la indí
gena María (Siglo XVI). Son los ejemplos de mayor
antigüedad que recordamos. En una oportunidad, al me
nos, hubo cruce indo-moreno intensivo: al caer Villarrica
en poder de los naturales se originó dice Córdoba y
—
Figueroa "una generación
—
de zambos, que al día de hoy
permanecen, más juntos que dispersos, manifestando en
el y color su progenie" (Siglo XVI).
pelo
En cuanto a las aprensiones de un "complot" negro-
indio, para sacudir el dominio español, algo adelantamos
al hablar de los soldados morenos. Dichos temores al
. .
canzaron suclimax en los dos primeros tercios del Siglo
XVII; estimamos que en el XVIII habían desaparecido
completamente.
Según expresamos, la Corona y los Virreyes del Perú
compartían tales ansiedades. Decía el Marqués de Montes
132
El africano en el Reino de Chile
Claros (1615): "No es de menor cuidado el que pondrán
los mestizos, mulatos e indios, si intentan algún alzamiento
general, porque el número excede mucho al de españo
les. Lo más substancial es traer a la vista sus juntas y
. .
sus sea en partes públicas, y conservar
bailes, que todo
la separación de naciones que ellos guardan".
En Chile ocurrió el año 1624 —
un episodio que—
demuestra hasta qué punto llegaba el temor indicado.
Un mulato, "desde los altos cerros de la costa de La Li
gua", avistó "once bajeles", que correspondían a una
flota de piratas holandeses. Dio la alarma, pero "no sola
mente se le negó el crédito, sino que con pública autoridad
lo ahorcaron, acriminándole que con falsas noticias pertur
baba el común sosiego, y maquinaba sediciones de los indios
y gente plebeyay de servicio" (16).
En de 1630, alzados los araucanos, el Goberna
marzo
dor Lazo de la Vega se halla en la frontera y su teniente
—
en previsión de un ataque indígena a la ciudad junto —
al Cachapoal. La Audiencia recoge sospechosos rumores
—
susurrados en La Ligua, Quillota, Colina. de una re . .
—
belión de las clases serviles, y manda con la oposición —
del Oidor Machado que vuelva a Santiago la tropa del
—
Cachapoal, dejando en Rancagua sólo unos pocos soldados.
De acuerdo con los Superiores y el Obispo, se reparten,
además, arcabuces y municiones a los religiosos.
Regresa Lazo de la Vega (noviembre de 1630) y pi
de que los vecinos de la capital lo acompañen al Sur. Re
plica la Audiencia: "Se ha advertido al señor Presidente
que. (no había) gente que darle, ni la tenía esta ciudad
. .
para la defensa de sus muchos enemigos domésticos, indios
y negros, de cuyos malos intentos se podría recelar algún
alzamiento, si se sacaba gente de la ciudad. ., y que. . . .
antes se debía traer gente de fuera, para defenderla de
dichos indios y negros".
Una Real Cédula de 1638, enderezada al Gobernador
Marqués de Baides, ratificó lo alegado por los vecinos, or
denando no llevarlos a Arauco, por hallarse la capital "ex-
133
Gonzalo Vial Correa
puesta a un alzamiento" indo-moreno. En 1639, la
Audiencia, —
carta
en al Rey repetía
—
sus temores de su
blevación, y de abandonar "las mujeres, niños, eclesiásti
cos e impedidos, en poder y al albedrío de indios y de
negros, gente poco segura y mal contenta".
Al producirse el terremoto de 1647 se rumoreó —
una
vez más —
la conspiración indo-morena, "con algunos fun
damentos, aunque leves", dice la Audiencia. "Se hicieron
—
añade —
cuantas diligencias secretas pudieron alcanzar
se para prevenir el daño"; por ejemplo, ahorcar a un
negro, el cual llamándose "hijo del Rey de Guinea"
— —
había acometido a su amo con una lanza.
Paulatinamente, van disipándose las anotadas ansie
dades. Pero ellas vuelven el año 1655 al levantarse los
araucanos, y subsistían aún en 1661. El año 1658 se pro
cesó a una negra a quien hallaron en una bolsa
— —
púas
de flecha (17).
Baste lo expuesto, en lo que respecta a las relacio
nes de naturales con africanos.
134
Capítulo Quinto
EL TRATAMIENTO DE LOS ESCLAVOS
Se admite hoy, sin mucha discusión, que los españoles
trataban mejor al negro que ingleses y franceses. Según
d'Auberteil, los plantadores galos de Haití compraron en—
tre 1680 y 1776— 800.000 negros, y el año 1776 quedaban
apenas 290.000. En cambio, a Cuba llegaron de 1518 a
—
1820— 318.000 "piezas", y en 1820 había 200.000 negros
esclavos y 120.000 libres. .Esclavos ingleses se fugaban,
.
frecuentemente, a posesiones hispanas. El Gobernador de
Trinidad daba cuenta al Rey, por cartas fechadas en 1771
y 1772, que siete negros, propiedad británica, tripulando
una canoa, acababan de ampararse en esa colonia espa
ñola, huyendo de la Isla Tabaco (que distaba escasas le
guas ) donde sus amos los castigaban cruelmente. A poco,
,
se repitió el caso con seis esclavos británicos fugados de la
Isla Esquivo. El gobernador repartió a los africanos "entre
los vecinos, para que les den de comer y vestir, ocupándoles
en sus obrajes", y consultó a Su Majestad Católica sobre
el destino de aquellos desdichados. Una Real Cédula año
—
1773 —
trajo la respuesta: "No entreguéis los referidos ne
gros a los que los reclaman como sus señores y dueños,
pues no lo son según el derecho de gentes desde que llega
ron al territorio mío, y. .
(haced) entender a todos los
.
negros fugitivos, no sólo la libertad que gozan con el hecho
de su llegada a mis dominios, sino la misma clemencia con
que me digno admitirlos bajo mi real protección y amparo".
135
Gonzalo Vial Correa
Idéntica situación se produjo en 1784. El Goberna
dor de Trinidad consultó el siguiente caso: en 1778 de la
Isla Granada ("sujeta entonces a la dominación inglesa")
arribaron huyendo la negra Teresa y sus seis hijos, "escla
vos todos del inglés Monsieur Yozly". El artículo 13 de la
Real Instrucción Reservada de 8 de diciembre de 1783 or
denaba devolver los negros de extranjeros a éstos, "siem
pre que los reclamasen con justificación"; ante lo cual el
Gobernador dispuso se restituyesen a "Monsieur Yozly"
sus desgraciados cautivos. "De lo que noticiosa otra hija
suya (de Teresa), llamada Margarita Marizo, mulata libre
y nueva colona de aquella Isla ( Trinidad ) le represen . . .
tó. .los inhumanos castigos y dureza conque en estos
.
casos trataban los ingleses a sus esclavos", y que "su ma
dre y hermanos sólo hicieron fuga con el único objeto de
conseguir su natural libertad, y contando con el buen aco
gimiento que, a consecuencia de la mencionada Real Cé
dula, habían tenido otros esclavos fugitivos". Ofreció, asi
mismo, depositar en las Reales
Cajas, a la orden del enig
mático "Monsieur Yozly" y el término de tres años, el
en
precio de tasación que se diere a los huidos. El Gobernador
aceptó la tasa, y pidió según dijimos
—
instrucciones al
—
Monarca. Nuevamente una Real Cédula resolvió el pro
blema (1789) ordenando reintegrar a Margarita lo que
hubiese consignado; no admitir el "generoso ofrecimien
to"; no entregar al amo los esclavos fugados, ni su precio
y "declarar (como declaro por punto general) no se resti
tuyan los negros fugitivos que por estos legítimos medios
adquieren libertad".
su
1789 llegó a Chile el mismo año. La
La Cédula de
Audiencia dispuso que el documento fuese transcrito a los
Gobernadores de Valparaíso, Concepción y Coquimbo, "pa
ra que cada uno, en los casos de refugiarse a estos Reinos
algún negro de las colonias extranjeras, le declare por libre,
y horro de toda esclavitud y servidumbre, siendo por los
medios que indica la citada Cédula Real" (18).
136
El africano en el Reino de Chile
Advertiremos que, por mandato de Fernando VI
(1750), si la fuga del moreno en situaciones como las an
teriores, se debía a deseos de abrazar la fe católica, era
horro de pleno derecho con sólo entrar a posesiones his
panas.
Tales normas fueron de aplicación común. Aquí, en
Chile, determinaron la libertad de unos esclavos portugue
ses y determinaron —también— la libertad de Gervasio
Armas.
El año 1767, cuando el rico vecino de Buenos Aires,
don Domingo Armas se dirigía a su estancia el "Pago de —
la Matanza", nombre que resultó profético una "malo —•
ca" huilliche cayó sobre él y le dio muerte. Apenas una
mulato esclavo de
persona salvó la vida: Gervasio Armas,
donDomingo, el cual pasó a la propiedad del jefe asal
: el cacique Paillaguín, de Toltén Alto, en cuyo poder
tante
permaneció siete años. Muerto Paillaguín, su hijo Paillalef
heredó el mando. y el esclavo.
. .
Transcurrido que fueron tres nuevos y largos años de
cautiverio, "siendo tan natural el deseo de salir de tan pe
nosa servidumbre cuenta Gervasio
—
como es servir de —
esclavo a indios bárbaros; usando del derecho natural y
con las ansias de volver a la cristiandad, y vivir como ver
dadero cristiano, cumpliendo con los preceptos de Nuestra
Santa Madre Iglesia, de que he estado privado todo el
tiempo del cautiverio; (y) deseando también dar algún
consuelo a mis pobres padres". se fugó a Valdivia, ponién
. .
dose bajo la protección del Cura, don José Ignacio de Ro
cha, y de los Padres Misioneros.
Él Gobernador de la Plaza, don Joaquín Espinoza, se
desabonó mucho con el incidente, pues era época 1777 — —
"de recelos de la quietud de los indios". Intentó que Pailla
lef recibiera el equivalente del mulato en dinero, pero el
cacique se negó. Mientras, Gervasio alegándose falsamen—
te libre —
solicitaba permiso para trasladarse, por el navio
del situado, a Concepción, rumbo a Buenos Aires, a ver a sus
El Cura Rocha lo apoyaba, escribiendo al Gober-
padres.
137
Gonzalo Vial Correa
nador: "Tengo presente haber oído a US. que ciertos escla
vos
portugueses, que se pasaron entre nosotros, quedaron
libres, y si esto sucede con los que son legítimamente escla
vos. .
¿qué será con los que no lo son? Ni me parece bas
.
tará decir, que el indio que lo tomó cautivo lo compró a
otro, pues aunque fuese así, compró ajena, y es
una cosa
derecho de gentes que la cosa esta (dondequiera que esté)
clama por su dueño, y como éste fuese siempre libre, lo ha
de ser hasta la muerte". Iguales instancias hacían los Mi
sioneros, "que sólo rezongaba Espinoza
—
promueven
—
su como religiosos, sin atender más
libertad ( la del mulato )
que a indiscreta".
una piedad
Finalmente, descubrió don Joaquín lo que ya sabemos:
que Gervasio no era libre sino cautivo antes de su captura;
y proponiendo que se le rematara en Valdivia, y se entre
gara al amenazante Paillalef lo que produjese la subasta,
elevó los autos al Gobernador Jáuregui.
Santiago, el Fiscal Protector General de Natura
En
les secundó a Espinoza: las Partidas prohibían enajenar
"esclavos cristianos a hombres de otra ley"; mas, a fin de
impedir la guerra con los indios, podía Espinoza vender a
Gervasio y pagar el precio conseguido al cacique. El Fis
cal de Su Majestad invocando una formidable batería
—
de normas jurídicas contradijo la opinión anterior. El
—
mulato aseguró —
es libre, pues el único derecho que
—
sobre él tendría Paillalef la posesión—
deriva de la "ma
—
loca" de 1767; vale decir, de "una cruel, execrable maldad".
... Si Gervasio es libre, no procede la subasta: por consi
guiente, satisfágase a Paillalef en otra forma. La Audien
cia y Jáuregui acogieron la segunda tesis, dejando a salvo
los derechos que cabrían a los herederos de don Domingo
Armas, y ordenando aplacar al cacique con un "obsequio
moderado". Las Cédulas de 1750 y 1773 deben haber in
fluido, considerablemente, en este noble resultado.
Mas, es de subrayar que, en casos como el expuesto, la
nobleza llegaba hasta impedir que el moreno volviese a
manos de los indios; pero no hasta darle libertad respecto
138
El africano en el Reino de Chile
a sus amos blancos, o a los herederos de éstos. Ello se con
firmó el problema de Domingo, negro esclavo de don
en
Agustín de Mota. Agustín fué asaltado y muerto por los
indios al vadear el Bío-Bío; el sirviente escapó con vida,
pero cayó prisionero de los naturales. "Y habiéndolo esta
do mucho tiempo, por su industria salió de cautiverio". Pe
leó Domingo, en Santiago, su libertad con los herederos
de don Agustín. y perdió la batalla jurídica. La Audien
. .
cia lo declaró esclavo (1665) (19).
La Recopilación de 1680 no contenía muchas disposi
ciones referentes al tratamiento del esclavo. Sin embargo
y junto a duras penas para los cautivos: azotes, corta
—
de una mano, o de las orejas, muerte hallamos rudimen
—
tos de unalegislación más liberal. Por ejemplo: "Algunos
españoles tienen hijos en esclavas, y voluntad de comprar
los para darles libertad: mandamos que habiéndose de
vender, se prefieran los padres que los quisieren comprar,
para ese efecto". (Ley VI, Título V, Libro VII): "Or
denamos a nuestras Reales Audiencias, que si algún negro
o negra, u otros cualesquiera tenidos por esclavos, procla
man la libertad, los oigan, y hagan justicia y provean que
por esto no sean maltratados de sus amos" (Ley VIII, Tí
tulo V, Libro VII). Se vedó, asimismo, el castigo de cas
tración al cautivo fugado.
Sobre estos débiles cimientos va surgiendo un nuevo
orden. Ya en 1672, considerando que "la total desnudez
(especialmente de las mujeres). (es) muy contra la pu-
. .
dicia y honestidad cristiana", el Rey dispuso que Virreyes,
Presidentes y Gobernadores, vigilasen que negros y ne
gras anduvieran "vestidos, o por lo menos cubiertos, de
forma que puedan parecer con decencia"; haciéndoles de
dicha obligación "capítulo de residencia, que se castigará
con pena grave". A los africanos libres que infringieran la
Real Cédula, se les escarmentaba, la primera vez, con multa,
la segunda, cárcel y la tercera, azotes. A los esclavos, la
primera vez, multa al amo, a beneficio del Hospital; la
segunda, cárcel al amo si tuviera la culpa y si fuera
— —
139
Gonzalo Vial Correa
del esclavo, azotes, y la tercera, pierda el dueño su cautivo,
siempre a favor del Hospital de la ciudad o provincia.
El mismo año 1672, habiendo el Consejo de Indias
oído, "con el horror y escándalo que se deja considerar, el
grave abuso" de "los dueños de esclavas, de enviarlas a
vender cosas y géneros. y si no traen de retorno aquellas
.
.,
ganancias que presuponen podrían producir, que salgan
de noche, a que con torpeza y deshonestidad las consigan";
truena contra "abuso tan escandaloso. pecados tan feos
. .
e indignos de la pureza cristiana" y los castiga severa
mente.
En 1683, "por ser materia de tanto escrúpulo el que
los pobres esclavos sean maltratados y vejados", ordena
Su Majestad Católica se les vista y eduque religiosamente
("sean doctrinados e instruidos
en los misterios de nuestra
Santa Fe"), y que si el dueño tuviera "exceso de
prescribe
sevicia", "se a venderlos, y a más se lo casti
le obligue
gue". En 1710 reitera la Corona las anteriores disposicio
nes, sin que ello signifique, claro está, que "dejen de con
tinuar los esclavos en la debida servidumbre y sujeción
a sus dueños, ni tomen aliento para las fugas que acostum
bran ejecutar, y emanan muchas veces del imprudente
vigor del castigo". El año 1784 "el piadoso real ánimo de
Su Majestad, movido de los sentimientos de su grande hu
manidad, innata beneficencia", abolió, "enteramente y
e
para siempre", la costumbre de marcar a fuego a los escla
vos introducidos en los puertos americanos; pues había
"otros medios, de que se usará por los Ministros de Real
Hacienda, para impedir la internación fraudulenta de los
esclavos". En consecuencia, recójanse "de las Cajas Rea
les. .las marcas, llamadas de Carimbar y se remitan al
.
ministerio de Indias. para inutilizarlas, y que nunca
. .
pueda usarse de ellas".
Todas las leyes resumidas, culminan con la Real Cédula
del 31 de mayo de 1789, cuya estricta observancia reclama
una Cédula posterior ( 1804), que agrega la siguiente orden:
"En los Ingenios y Hacienda donde sólo hay negros varo-
140
El africano en el Reino de Chile
nes, sepongan negras, limitando el permiso de introduc
ción en tales establecimientos a sólo esta clase o sexo,
hasta que estén casados todos los que desean este estado";
subrayando que, "sobre ser ésta una obligación de justicia
y de conciencia, les resultará (a los plantadores) la utili
dad, y aumentar el número de sus esclavos". Fomentar el
matrimonio de los morenos fué noble y constante preocu
pación de la Corona: el Rey don Fernando ya en 1514 así
lo expresaba en carta a Esteban Pasamonti. El año 1551,
al autorizar a Almagro para que llevase, a Chile, cien afri
canos, Su Majestad Católica añadía: "el tercio de hem
bras". La Recopilación vedaba pasasen cautivos casados a
Indias sin la mujer e hijos; y mandaba: "que se procure
que los negros casen con negras". Los enlaces indo-morenos
eran temidos, porque los amos por interés solían for
— —
zarlos, aún prematuramente. En .1671 la
. Audiencia da
ba al Oidor Juan de la Peña y Salazar las instrucciones
secretas para una "visita de la tierra". Entre ellas, pre
guntar a los indios si "los casa (el encomendero) antes
de tiempo con sus esclavos y esclavas".
Resumiremos, ahora, el contenido de la citada Real
Cédula de 1789. Comienza por ordenar que los esclavos
no trabajen domingos ni festivos: en tales días, un sacer
dote —
remunerado por el amo les dirá la misa, explica
—
rá la doctrina cristiana y administrará los sacramentos. . .
"para que puedan ser bautizados dentro de un año de re
sidencia en los dominios de S. M.". "Todos los demás días
de la semana recen el Rosario. concluido el trabajo.
. . con . .
la mayor compostura y devoción". (Título I).
Los amos deben alimentar y vestir a sus esclavos, mu
jeres e hijos ("aunque éstos sean libres"); proporcionán
doles, en los expresados rubros, "los alimentos y vestuarios
que comúnmente usan los jornaleros y trabajadores libres"
(Título II).
El esclavo trabajará "de sol sol", en labores "pro
a
porcionadas a su edad, sexo y robustez" y restándole
—
dentro del tiempo indicado —
dos horas para sus "ocu-
141
Gonzalo Vial Correa
paciones personales"; "sin que. puedan (los amos) obli
. .
gar a trabajar por tarea a los mayores de sesenta años ni
menores de dicisiete"; ni destinar a las esclavas "a traba
jos no conforme con su sexo, o en que tengan que mezclarse
con los varones" (Título III).
Se prescriben "los días de fiesta entera"
—
"diver —
siones sencillas", "con separación de sexos", para los cauti
vos "de cada hacienda"; "evitando los excesos de bebidas"
y concluyendo "antes de anochecer" (Título IV).
El amo costeará al esclavo medicinas, hospital y entie
rro y le dará también habitaciones cada sexo aparte
— —
"camas en alto, mantas y ropas necesarias". Y, "siendo . .
casados, vivan. .cuando más dos en un cuarto" (Títu
.
lo V).
Los viejos y niños esclavos serán alimentados por el
dueño, quien no los manumitirá "sin asignarles. alimen . .
tos perpetuos, a satisfacción del Síndico Procurador" (Tí
tulo VI ) Este vigilará
. visitando las estancias tres veces
—
al año —
el cumplimiento de la Real Cédula; por sí, o por
las "justicias respectivas" (Título XIII); administrará
—
junto con otros funcionarios los fondos que originen
—
las multas (Título XIV) e intervendrá en las causas crimi
nales interpuestas contra o por los cautivos (Títulos IX, X
y XI). El Síndico Procurador se transforma así en una es
pecie de Protector General deNegros.
"Los dueños nunca podrán impedir que se casen sus
esclavos, o bien dentro de su hacienda, o bien con los de
otra, en cuyo caso seguirá la mujer al marido, comprándole
el dueño de éste, o viceversa" (Título VII).
"Siendo correlativos el amor paternal del dueño con
el respeto filial del esclavo", el amo puede castigar "co-
rreccionalmente" al negro; pero sólo con prisión, grillete,
cadena, maza, cepo ("pero no de cabeza en él") y azotes
(no más de veinticinco, dados por "instrumento suave, que
no pueda causar contusión grave o efusión desangre") (Tí
tulo VIII).
142
El africano en el Reino de Chile
Se castiga el delito del esclavo como el del hombre
libre, y los daños civiles los paga el amo (Título IX). Las
infracciones a la Real Cédula, por dueños o mayordomos,
se penan: la primera vez, multa de 50 pesos; la segunda,
100 y la tercera, 200. "Y si se excedieren en las penas co
rreccionales, causando a los esclavos contusión grave, efu
sión de sangre o mutilación de miembro, se procederá. . .
criminalmente. .
imponiéndose la pena correspondiente al
.
delito, como si se hubiese cometido contra otro hombre
libre"; amén de confiscar al castigado y venderlo a otro
dueño. "Pero si quedase inhábil, será mantenido toda su
vida por el dueño o mayordomo" (Título X). El delito con
tra el cautivo, recibe igual pena que el cometido "con per
sonas de estado libre", y el amo llevará un lista "firmada y
jurada" de sus esclavos, "so pena de la obligación de justi
ficar plenamente la ausencia o muerte natural del escla
vo" (Títulos XI y XIII) (20).
Vamos ahora a la práctica.
Respecto a los Siglos XVII y XVIII, son numerosos los
testimonios de que se trataba a los africanos humanamen
te. "Aunque la esclavitud está abolida relata Lafond
—
de Lucy (1822) muchos (cautivos) se han quedado vo
—
luntariamente en las casas patricias, donde han sido educa
dos con tanto cuidado, que llegaba a mirárseles como
pertenecientes a la familia" (21).
El comerciante Byron, expresa que las damas tienen a
sus esclavas mulatas muy elegantemente vestidas, "como
ellas mismas, bajo todos aspectos, menos en las joyas"
(1741, citado por Encina). Don Manuel de Salas tam
bién afirma que, por lo común, se da suave trato a los mo
renos. Igual dato hallamos en el jesuíta Molina: asegura
don Juan Ignacio que la servidumbre del cautivo, en Chi
le es tolerable, "comparada con la de otros puntos de Amé
rica"; y que el amo no se libra a sevicias con el esclavo,
"por su reputación" y porque el africano toma cariño a la
casa donde trabaja, de manera que aún los manumitidos
en testamento suelen no aprovechar la libertad. Añade Mo-
143
Gonzalo Vial Correa
lina que los dueños ejercen, sobre los esclavos, derechos de
"pater familias": corrigen sus faltas, y hasta castigan los
delitos por ellos perpetrados, excepto con la muerte. "La
sociedad concluye el jesuíta
—
saca de ello
—
grandes ven
tajas. Las familias no son expuestas a la inestabilidad de
las personas de servicio, las cuales, reputándose siempre. . .
extranjeros, jamás aficionan a vuestra casa, y revelan
se
todos los secretos de ella".
González de Nájera como don Juan Ignacio Molina
—
—
destaca la relativa benignidad de las labores del negro, en
Chile. Y el Obispo Humanzoro, dice que los cautivos more
nos están mejor que los indios, pues. "siendo esclavos, el
. .
dueño mirará y cuidará de ellos como de su hacienda, según
lo hacen con sus negros, a quienes visten, sustentan y en-
tierran cuando se mueren" (1662). Hasta Barros Arana, en
un momento de descuido, confiesa que el español prefería
emplear trabajadores libres antes que esclavos, pues a éstos
"era preciso mantenerlos y vestirlos toda la vida, aun cuan
do por sus enfermedades o por su edad se hubieran hecho
inútiles para el servicio" (22).
Casos aislados —
el de "La por ejemplo
Quintrala", —
no prueban un general de los cautivos. Entre las
maltrato
víctimas más torturadas por doña Catalina de los Ríos, fi
gura, no negra, ni siquiera una indígena.
una sino una
. .
niña española, de corta edad, llamada Francisca Díaz, la
cual, extenuada por los azotes, las cadenas y el hambre, mu
rió en la siniestra estancia de La Ligua, hacia 1655. Ello,
creemos, establece que los excesos de "La Quintrala" no
tuvieron causa en las facultades omnímodas del amo
su
sobre sus esclavos.
En cuanto al Siglo XVI, suponemos que el tratamiento
del africano sería mucho menos benigno: los castigos para
los negros, que disponen v.
gr.
—
las "Ordenanzas sobre
—
minas de plata", de Núñez y el acuerdo municipal de
1551, al cual ya nos hemos referido, confirman dicha im
presión.
144
El africano en el Reino de Chile
Don Diego Barros Arana ha publicado una "Orde
nanza" de 1577, pregonada en Santiago por el Teniente
Gobernador Calderón, y que aplica a los morenos las san
ciones más terribles: azotes, amputación de uno o varios
dedos del pie, muerte y a los esclavos huidos castra —
—
ción, a los hombres, y ablación de los pechos a las mujeres.
Barros Arana añade que esta "Ordenanza" ."podría . .
llamarse el Código Penal de los esclavos de la Colonia".
Semejante afirmación constituye una ligereza inacepta
ble. En efecto:
a) Don Diego halló su "Ordenanza" en Madrid: "No
ha sido publicada nunca expresa
—
ni creo que exista
—
en los archivos de Chile". ¿Un "Código Penal" de Chile,
. .
vigente durante tres siglos, y que no existe en los archi
vos nacionales?
b) Don Diego dice que el citado cuerpo legal, fué
dictado "de autoridad propia (del Teniente Calderón), sin
consultar a nadie, y sin esperar aprobación de ningún po
der superior". .
¿Un "Código Penal" de Chile, vigente
.
durante tres siglos, promulgado por un funcionario su
balterno, sin que el Gobernador, ni el Cabildo, ni aún el
Rey supieran nada?
c) No hemos encontrado una solitaria huella de apli
cación de la famosa "Ordenanza". ¿Un "Código Penal"
. .
de Chile, vigente durante tres siglos, puede no dejar el
más mínimo rastro de tal vigencia?
d) La castración del cautivo fugado fué prohibida por
una Real Cédula de 1540, y la veda pasó a la Recopilación.
¿Un "Código Penal" de Chile, vigente durante tres siglos,
contradiciendo sin disimulos la voluntad del Monarca y
las Leyes de Indias?
e) Por último, señalemos que el Licenciado Calderón,
Teniente de Gobernador, no era un personaje común y co
rriente; de modo que fuese lícito inducir de sus ideas las
de la época en que vivía. El mismo año 1577 de la "Or
. .
denanza", el Obispo Diego de Medellín afirma que dicho
Teniente "es hombre fiero y sin razón, porque cierra, como
145
Gonzalo Vial Correa
toro, a cuanto quiere. Gran merced haría
Vuestra Majestad
a este Reino darle otro Teniente más cuerdo y más
en
asentado, que éste no tiene término en sus cosas. En un
día cometió cuatro sacrilegios y proceder contra él judi
cialmente y por razón es tomarse con un toro o fiera bra
va. Y así no hay notario ni letrado que ose ayudarme, a
todos los espanta, y aún cuatro o cinco veces me ha queri
do espantar. y dice palabras malas y feas con voz aira
. .
da" (23).
En los Siglos XVI y XVII el único proceso por mal
trato de negros que conocemos se siguió contra el clérigo
Francisco de Paredes acusado ignoramos si fundada
- —
mente de asesinar a dos africanos, un negro y una negra,
—
"que es notorio mató en muchas penas", por lo cual
habría sido condenado (1585). También el Oidor de la
Audiencia, don Manuel de León Escobar, se vio envuelto
en un largo juicio (1676-1685) : le imputaban haber come
tido el "pecado nefando" con indios, negros y mulatos,
algunos propiedad suya.
Revisando los expedientes del Siglo XVIII, se afirma
la impresión de que los maltratos corporales al esclavo,
durante esa centuria, fueron cosa excepcional, rarísima. . .
La expresada conclusión se desprende, principalmente, de
observar el formidable escándalo despertado por cada uno
de dichos casos, que son, a mayor abundamiento, muy po
cos. Vayan ejemplos:
negro de ochenta años
I) Mateo Ramos, o más to — —
mó, mañana
una de 1791, su tambor y se marchó a la Igle
sia de Santo Domingo, en la Villa de San Felipe, donde
desempeñaba la augusta tarea de acompañar, con el cita
do instrumento, la ceremonia religiosa. Era gran fiesta . .
aquel día: se celebraba al patriarca del templo y la socie
dad local llenaba las naves: se podía ver a doña Antonia
Balmaceda, ama de Mateo, y a sus hijos Pedro Alguacil —
Mayor de San Felipe Juan José y María Olivares Bal
—
maceda. Esta última, como Mateo le estorbara la visión,
. .
le ordenó se retirara a la puerta a redoblar su tambor. El
146
El africano en el Reino de Chile
negro se indignó y metiéndole a la empingorotada dama
"los palos del instrumento que sonaba, por entre la man
tilla", repücó: "No me quitaré. No hay mejor lugar, y
estoy celebrando a alguien superior a Ud., domingueja
engreída. ." "Mi hermana
. contaría después Pedro Oli
—
vares, tembloroso de ira nada contestó, sino que cu
—
briéndose el rostro, avergonzada de tan atroz e injusta
injuria, se movió a llanto". Apenas terminada la misa, don
Pedro y don Juan José cogieron a Mateo y, sin mayores
trámites, lo ataron a la reja de la cárcel y le dieron una
tanda de azotes: ¿cuántos? Siete, según Olivares; veinti
cinco, de creer a testigos del negro.
los
Mateo huyó a Santiago y se querelló ante el Gober
nador O'Higgins. Al momento, y pese a que los golpes
ni siquiera excedían del máximo estipulado por la reciente,
y avanzada Cédula de 1789, se levantó una tempestad des
comunal. .Llovieron los escritos, declararon los testigos,
.
creció el expediente. Y, lo más significativo, durante tres
. .
meses Pedro Olivarespermaneció arrestado, suspendido en
su cargo y sueldo, pasando mil penurias y defendiéndose
en Santiago. Probablemente, sólo el abandono del juicio
por Mateo (debido a razones que los papeles no consig
nan) salvó al impulsivo Alguacil Mayor de peores cala
midades (24).
II) El mismo año 1791 hallamos un caso semejante:
maltratos del General don Francisco Javier Ossa, a la mu
lata Nicolasa Mercado. Esta era esclava de don Francisco
Subercaseaux, dueño de la Hacienda Nantoco ( San Francis
co de la Selva-Copiapó ) y Ossa acusándola de propalar
—
contra él ciertos rumores, que no viene a cuento relatar
aquí —
la hizo azotar. No rebasó el castigo los veinte gol
pes: sin embargo, la conmoción superó la causada por la
paliza a Mateo; aunque, finalmente, el General obtuvo
la victoria.
III) Fecha de 1776 lleva un tercer expediente, en el
cual Tadea Aránguiz, mulata esclava perteneciente al Ma
estre de Campo don Antonio del Águila, Regidor Perpetuo
147
Gonzalo Vial Correa
por Santiago, denuncia la sevicia de doña Rosa Rojas, mu
jer de su amo. La noble señora apenas recordaba haber
propinado a Tadea dispersos "puñetes, repelones y chine-
lazos", por faltas como las siguientes: lavar juntas la
ropa de sus amos y la utilizada por su marido, el cual "se
hallaba cubierto de llagas"; agredir a otra esclava; intro
ducir en la casa gente extraña. etc. Es notable leer las
.
.,
declaraciones favorables a Tadea, y atacando a los pode
—
rosos Águila prestadas por infelices esclavos de casas ve
—
cinas; lo que demuestra que existía, en aquella época, ma
yor libertad y respeto a la justicia que lo que generalmente
se supone; y eso que, también ahora, la sentencia final otor
gó la razón al amo.
IV) Nicolasa, mulata esclava del capitán don Francisco
Gómez, denunció a sus dueños a la Audiencia, por mal tra
tamiento, el año 1709. Vista la acusación y las relacio
—
. .
nes ilícitas de Gómez con la africana el Tribunal ordenó
—
el depósito de Nicolasa donde una vecina. Corrieron los . .
días y llegó el Jueves Santo: Nicolasa y su guardiana se
guían devotamente las estaciones; esperando, en la calle
del Mercado, la procesión cuando caída ya la noche —
—
toparon con Gómez. Este se abalanzó sobre ellas, y quiso
llevar consigo a Nicolasa, asida de una trenza. El impul . .
sivo caballero terminó en la cárcel, con todos sus bienes
embargados.
V) En1795 don Agustín Arguelles fué acusado de
torturar a una esclava suya, María de los Angeles, menor
de edad, imputándole un hurto. Las sevicias: azotes, gri
. .
llos, hacerle vestir un saco y hasta cerotearla con velas en
cendidas (en el pleito se vio que el último capítulo de la
denuncia era falso). Don Agustín admitió los azotes "sin —
haber pasado jamás el número de catorce. como lo juro . .
a Dios Nuestro Señor y una señal de la cruz" las cade —
nas y el saco, pero dijo estaban destinados a que María
confesase sus cómplices en unos robos. Añadió que la escla
va se había fugado en varias ocasiones.
148
El africano en el Reino de Chile
Según era usual, hubo peritajes médicos: dos, hechos
por don José Pino, cirujano autorizado. Copiamos: ". cer
. .
tifico que hoy, día de la fecha, fui a la cárcel de esta ciudad,
a reconocer a una esclava llamada María de los Angeles. . .
En la certificación antecedente, hice mención de varias
manchas de un color más obscuro que lo restante de su
cuerpo, que parecían como cicatrices de quemaduras, y
que estaban dispersas por las nalgas, muslos, hasta las
corvas. Dichas manchas hoy día se observan lo mismo,
pero están sanas. Lo mismo se conocen aquellas manchas,
que parecían amoratadas en las nalgas, pero sa
como
nas". . Han desaparecido los rasguños y la pequeña fiebre,
.
pero hay unos nocturnos dolores de espalda, "que. no . .
pienso que tengan conexión con el castigo que sufrió, sino
que de algún vicio venéreo".
La sentencia: "Junio 16 de 1796. Vista esta causa con
la que corre agregada, seguida contra José González y
cómplices por el robo de dinero que le hicieron a don Agus
tín Arguelles, se condena al susodicho a que, precediendo
la tasación de su esclava María de los Angeles que practi
cará don José Antonio Lazo, con consideración de sus ta
chas de ladrona y cimarrona, la venda para afuera de esta
ciudad, y veinte leguas en contorno, sin que pueda volver
a ella por el término de seis años, con apercibimiento
que, de encontrarse en este tiempo en contravención de
lo mandado, se (la) despachará a la Isla de Juan Fernán
dez, en calidad de pobladora, y en el ínterin se verificará
la venta, se mantendrá donde se halla (depositada en una
"casa de seguridad"). Y se prevenga a don Agustín, que
en lo sucesivo sea más moderado en la corrección de sus
esclavos, y que sólo podrá castigarlos con veinticinco
azotes, conforme lo dispuesto en la Real Cédula de 31 de
marzo de 1789 (sic), y que cuando el delito que cometie
ran exija mayor castigo, deberá dar cuenta a las Justicias
Ordinarias o a esta Real Audiencia, para que, según su
calidad y circunstancias, se provea lo que se estime más
conveniente".
149
Gonzalo Vial Correa
El tasador apreció a María de los Angeles "mulata
—
de color moreno, pelo liso entre rubio, de edad de veinte
años, poco más o menos, de poca instrucción" en —
225 pesos. Arguelles objetó el avalúo, por bajo, y. allí . .
termina el expediente (25).
En toda causa por crueldad, el negro perseguía cam
biar de propietario: o sea, que su actual verdugo le exten
diese "papel de venta", invocándose al efecto la partida
4^, Título 21, Ley 6?, y le diera plazo para buscar nuevo
dueño. . Se discutía si el amo, en el "papel", estaba obli
.
gado a asignar al esclavo su precio corriente, o podía es
timarlo en lo que le viniese en gana. Los Procuradores de
Pobres lamentaban que dichos juicios no tuvieran casi nun
ca éxito. Uno expresaba: "El Abogado de Pobres, hasta lo
presente no ha entablado semejantes acciones (solicitudes
de papel de venta), sin embargo de que todos los días tie
ne repetidas quejas de los miserables esclavos de diferentes
dueños; lo uno, porque a éstos les es dificultosísima la
prueba contra los poderosos, y lo segundo, porque siempre
ha reconocido el mal éxito de estas causas" (26). Ello era
regla general, pero no faltaban las excepciones. María
Victoria, mulata esclava de Francisco Guilabet por ejem
—
plo—
no sólo logró el codiciado documento y plazo de
ocho días para hallar amo, sino que consiguió se rebajase,
judicialmente, el precio que el "papel" consignaba. A su
vez, los dueños replicaban a los Procuradores, que soli
citar "papel de venta" por sevicia era "común efugio" de
los esclavos.
Mas, si bien judicialmente el referido instrumento fué
difícil, la posibilidad de un pleito es seguro que retenía la
mano del amo en el castigo debido a las siguientes razones :
a) El temor al escándalo, y a las complicaciones y
gastos anexos a un juicio: abogados, costas procesales, etc.
b) El evento de que no fuera rechazada la petición de
"papel de venta".
c) Generalmente, durante la causa, el esclavo perma
necía asilado en la Cárcel Pública, sin producir un centavo
150
El africano en el Reino de Chile
a su dueño, quien —
aún más —
pagaba el costo del asilo. . .
Todavía el año 1814 protestaba el Cabildo de que el amo
debiese acudir a los gastos carcelarios del cautivo, no ha
biendo sido éste preso por voluntad de su dueño. ,
d) La Audiencia, sin acceder al "papel", podía adoptar
resoluciones favorables al esclavo y onerosas para el amo.
V. gr. : depósito de la esclava en una casa segura, a costi
llas del dueño; hospitalización del cautivo, también pagando
el amo. .
y así sucesivamente.
.
e) Por último, terminado el proceso y denegado el "pa
pel", el reclamante era devuelto a su dueño. pero siempre . .
con orden de no maltratarlo, ni apremiarlo en manera al
guna, por el recurso deducido, bajo apercibimiento de seve
ras penas (por eiemplo: 100 pesos de multa).
Se comprenderá que no resultaba negocio torturar a
un esclavo.
Una carta del siglo XVIII, publicada por Silva Castro,
y que firma don José Santiago Bravo de Saravia, Marqués
de la Pica, demuestra la desorganización y penurias que
causaba, aún en casa adinerada, la petición de "papel de
venta" hecha por una cautiva.
A objeto de evitarse las molestias antedichas, los capi
talinos que querían castigar a sus negros, o bien mantener
los seguros mientras les buscaban nuevo dueño, tenían
dos caminos abiertos:
I) Despacharlos a la "Cadena de Puentes", es decir,
a los grupos de penados que trabajaban en las obras públi
cas. Allí, los sobrestantes aplicaban el escarmiento. El . .
año 1774 Francisco, negro de Gaspar Herrera, acusó a su
amo de haberlo arrastrado a la "Cadena" y hecho azotar,
sin motivo alguno. El Tribunal pidió informes al Corregi
dor Zañartu, quien contó una historia diversa: Francisco
había hurtado a Herrera 20 pesos, que se le hallaron ocultos
en el cuerpo, por cuya razón el Corregidor le propinó
50 azotes. Defendiendo a unos esclavos de don Pedro del
. .
Villar, inculpados de robo y que purgaban sus faltas en la
"Cadena", el Procurador de Pobres reprochó a Zañartu que
151
Gonzalo Vial Correa
los presos de éste se hallaban subalimentados. El Corregi
dor repuso que, mientras los penados de la Cárcel recibían
"un pan y un pedazo de carne", diariamente, los de la "Ca
dena" se hartaban, al día, con "tres panes y una libra de
charqui". . .
(1782).
II) Asentarlos en la Cárcel Pública. Una "instrucción"
de 1778 prohibía hacerlo, "sin mandato previo de la Justi
cia", pero fué práctica común, ratificada por un Auto de la
Audiencia el año 1805. Dicho Auto permitía, además, que el
Oidor Semanero del Tribunal, a petición del amo respectivo
y previas las investigaciones que estimase convenientes,
ordenara por escrito al Alcaide "se corrija al esclavo por
una sola vez, en lo interior de la Cárcel y por mano de
verdugo, con la pena de azotes, sin poder pasar de veinte
o veinticinco los casos más graves". El Auto
en usando
—
un lenguaje muy erudito— consideraba "ofensivo a la po
testad dominica y eversivo de los derechos de señorío, co
hibir. .
(a los amos) el poder de corregir, sujetando los
.
excesos o delitos domésticos a la pública administración,
con perjuicio de la causa común".
Los dueños solían olvidar a sus cautivos, y dejarlos
en la Cárcel semanas y meses con "que están (los escla
vos) en una suma miseria y vergonzosa desnudez" (ex
presaba la Audiencia). Ello motivó periódicos e irritados
acuerdos del más alto Tribunal, vedando tener preso al
cautivo arriba de dos meses (1789) u ocho días (1791), y
mandando al amo proporcionarle vestuario y alimentación,
bajo diversos apercibimientos (27).
En cuanto a la aplicación de la Real Cédula de 1789, se
dispuso que cada Cabildo dictase al respecto un Reglamen
to. El de San Francisco de la Selva (Copiapó), que data de
1793, contiene curiosas informaciones. Así "según el tem
—
peramento de este lugar" el vestuario del esclavo incluye,
—
al año, "dos cotones y dos pares de calzoncillos de bayeta
de la tierra" y para la cama, pellones de carnero, manta, etc.
La alimentación era igual a "la de costumbre que hay en
esta Villa, para con los peones libres", a saber: almuerzo,
152
El africano en el Reino de Chile
comida y cena, "y a los esclavos que hubieran el vicio de
pitar, medio real de tabaco y medio de papel a la sema
na" (28).
No se penaba con excesiva severidad —pese a lo dis
puesto por la Recopilación al negro que golpeaba a un
—
blanco. En 1789 don Tomás Ramírez, circulando "por la
calle de la Catedral, casi a la esquina de la casa de don
Juan José Concha", fué asaltado por Marcelo, mulato za
patero, esclavo de doña Mónica Peña, quien totalmente —
borracho— intentó arrebatarle el sombrero, lo que "no
pudo verificar, a causa de llevarlo sostenido de fiada"; y lo
derribó luego con un golpe en el ojo. Más tarde, cuando
don Tomás se presentó a reclamar donde doña Mónica, salió
Marcelo provisto de un cuchillo y, si no lo desarma otro
negro, mata a Ramírez. El mulato declaró, con sobrio
. .
fatalismo, que "estaba malo de la cabeza, por haber estado
tomando" y la justicia lo condenó a 50 azotes, dados, "de
mano del verdugo, en la reja de la cárcel", por ebriedad.
Pena sin duda moderada. En 1756, ocurrió otro caso pinto
resco en Valparaíso: un negro quiso matar a un sacerdote,
llamado Félix Pareja, corriéndolo con un puñal. Fué . .
sentenciado a 200 azotes, mas el religioso considerando —
leve la pena- apeló, sin que sepamos el final del asunto.
—
Sabernos, sí, que don Benjamín Vicuña Mackenna, rela
tando el episodio, lo titula "Rigores del Padre Pareja con un
negro". ¿No habría sido más exacto: "Rigores de un negro
con el Padre Pareja"?
Claro que el africano asesino de su dueño lo pasaba
muy mal. Antonio Lecaros se convenció de ello, a sus
expensas.
Antonio, de 25 años, oriundo de Guinea, soltero, era es
clavo de don Alonso Lecaros Ovalle, el año 1766. Alcohó
lico, presentaba rasgos de locura manifiesta: "en una oca
sión —
dice una testigo me siguió con un cuchillo, para
—
herirme, y no habiendo logrado su fin, hirió, con dicho
cuchillo, a un perro. . .
e, inmediatamente, me solicitó, ar
mado de una espada". Don Alonso se disgustaba, a menudo,
153
Gonzalo Vial Correa
con él ("hasta quererle dar su "papel de venta". "). An
. .
tonio, asimismo, deseaba el "papel", y sin más
—
motivo
que obtenerlo —
golpeó una noche al semidormido don
Alonso en la frente, con una llave. A la mañana siguiente,
el desdichado caballero no recordaba, ni atinaba a explicar
se, cómo se había herido: los restantes criados la esclava
—
zamba Tadea, que curó a don Alonso; su marido, el español
libre Juan Corvalán y la esclava negra Juana —
bien lo
sabían, pero nada dijeron.
Llegó la noche del 23 de septiembre de 1766. El amo
dormía plácidamente en una habitación; Tadea, Corvalán
y Juana ocupaban la continua. Antonio penetró en la pieza
de don Alonso y, para robarle, lo asesinó. "A la una de la
noche narra—
—
.
ejecuté la muerte de mi amo.
. . Intenté. .
primeramente ahogarlo, a cuyo fin subí a la cama y le tape
la boca con las dos manos; por lo que, moviéndose el
cuerpo, exclamaba: "Jesús... qué es esto... misericor
dia" —
Y para mayor seguridad de mi hecho, le apliqué
dos golpes en el rostro, con un mazo de espino con que
partían azúcar, hasta que, envuelto en su propia ropa, con
las agonías de la muerte cayó en el suelo difunto, a cuyo
tiempo le encendí la vela del buen morir, con otras dos,
por acto de cristiandad. Y el hecho me causó dolor, después
de ejecutado". Antonio acusó a Juana de complicidad. La
negra Tadea y su marido permanecieron en la pieza que
habitaban, hasta el amanecer, sin dar la alarma; al paso
que el asesino velaba en la estancia del crimen. Al des
. .
puntar el sol, se supo el hecho y todos fueron prendidos.
El 27 de junio de 1767 el Corregidor Zañartu pronun
ció contra Antonio la sentencia que se va a leer, y que aún
hoy día eriza el cabello: "Sea sacado de la Cárcel Pú
blica de esta ciudad, y puesto en un carro, será llevado
alrededor de la plaza, hasta venir a la horca, y en el tre
cho del paseo se le darán, por mano del verdugo, doscien
tos azotes, a cincuenta en cada esquina de la plaza, y de la
una a la otra se le irá efectivamente atenaceando con unas
tenazas hechas ascuas, sin permitir que los sacerdotes que
154
El africano en el Reino de Chile
lo auxiliaren, se alleguen para impedir este castigo, como
se les prevendrá de antemano, con recado a su Superior,
lo que ejecutará el verdugo sin embargo de cualesquiera
que pretenda estorbarlo, bajo las penas que en mí reservo.
Y llegado al pie de dicha horca, será suspendido y ahorcado
hasta que naturalmente muera, dejándose su cuerpo, así
colgado, y desnudo hasta la cintura, hasta la tarde del
mismo día del suplicio, en que, bajado de dicha horca por
el mismo verdugo, le cortará las dos manos y cabeza, de las
que una, será puesta un poco más abajo del Colegio de
San Miguel, la otra afuera de la calle de las Matadas, y la
cabeza en la Alameda, sin que persona alguna sea osada de
quitarlas, bajo las penas que fuesen de mi arbitrio. Y por
que al cuerpo de quien fué tan atroz parricida, no le favo
rezca elemento alguno, desde el pie de la horca, amarrado
a un asno, será arrastrado hasta salir al lugar que llaman
el Conventillo, donde, estando preparada una hoguera, se
echará el cuerpo por el mismo verdugo, fomentándolo has
ta que todo se reduzca a cenizas".
La Audiencia confirmó el fallo, variando, únicamente,
la ubicación de la triste cabeza. .
( "se fije a lo último de
.
la caña de la Alameda, en el camino público, en una estaca
clavada en el suelo"). Un año después del crimen, por con
siguiente, Antonio era un montón de cenizas (29).
Crueldad más sutil era castigar a un esclavo levantis
co, remitiéndolo a Lima para su venta: un verdadero des
tierro. Como vimos no se podía separar así a marido y
mujer; pero, frecuentemente, se distanciaba al padre o
madre de los hijos pequeños. Hay que distinguir dos casos:
I) Una persona compraba en Santiago un esclavo, y
lo enviaba a Lima, pero no a venderse allá. Tal operación,
jurídicamente, era inatacable. Manuela Erazo, mulata es
clava de don Jacinto Rebolledo, tenía una hija —
7 a 8
años—■
llamada María de los Angeles. Rebolledo vendió
la niña a doña Nicolasa Mesías, quien la quería despa
char al Callao para servir de compañera y criada a una
hija del Conde de Sierra Bella, y sobrina de la señora Me-
155
Gonzalo Vial Correa
sías. Ni recurriendo a la Real Audiencia, logró Manuela
evitar la desgarradora separación (Siglo XVIII).
II) Una persona mandaba algún esclavo suyo a re
matarse a Lima; sea por castigarlo, sea por no encontrar
aquí subastadores. Al comienzo, se concedía al cautivo
. .
un plazo
prudencial, durante el cual podía con el res —
pectivo "papel" —
buscar amo en Chile. Pero el dueño
otorgaba el "papel" por una cantidad excesiva, con lo que
el infeliz negro no hallaba nadie que lo comprase. Y co
mo el Tribunal no concedía rebaja, y ni aún permitía la
tasación, triunfaba el propietario y expatriaba al esclavo. . .
Tal sucedió a Rosa Villalón, negra bozal, esclava del Maes
tre de Campo don Francisco Cortés y Cantano, el cual
—
valiendo la cautiva 350 pesos le entregó el "papel" por
—
450 pesos; queriendo enviarla al vecino Virreinato, "y
ganar y aumentar su caudal con mi venta, a costa de ex
traerme de mi propia patria, y de mis padres se quejaba —
la desdichada condenándome a una muerte civil, y a
—
un perpetuo destierro". A lo que respondía el Maestre, que
llamar cruel su actitud, "era. ignorancia, pues si fuese
. .
crueldad. . no la permitieran los superiores, y las leyes
.
no sólo la permiten, sino que la aconsejan y mandan". Esto
sucedía el año 1757: andando el tiempo, se hizo casi impo
sible la remisión a la forma indicada: el tribunal,
Lima en
antes de le daba al negro repetidos plazos
expedir licencia,
hasta tres o cuatro consecutivos para buscar amo en
— —
Chile; ordenaba que al efecto se lo pusiese en libertad, y
fuera traído de Valparaíso a Santiago (corriendo el térmi
no desde su llegada a la capital), a costa del amo; dispo
nía se extendiera "papel" previa tasación. etc. Numerosos . .
procesos comprueban lo afirmado; en especial, uno datado
de 1796, en que comparece María del Rosario Cofre, esclava
de don José Bonnax (30).
En toda causa entre amo y esclavo, intervenía el Pro
curador de Pobres, defendiendo al cautivo con una energía,
una constancia y un valor admirables; sin temer suscitar
el odio de los poderosos. Esta actuación del Procurador,
. .
156
El africano en el Reino de Chile
interesantísima y no estudiada, constituye, en la historia de
nuestra justicia, un capítulo ejemplar.
Las comparaciones son odiosas, pero también instruc
tivas. Los años 1845-1846, la justicia francesa de la Isla
Guadalupe instruyó por delitos comprobados
—
las cau —
sas se indican:
criminales que
1. Contra Borés, Comisario de Policía, por azotar a
una esclava encinta;
2. Contra Gigon, por hacer golpear a una negra, des
nuda y sujeta por su propio hijo; y
3. Contra los hermanos Jaham, por azotar a una es
clava embarazada, Hortensia ( que abortó ) , y a los esclavos
Gustavo (muerto), Juan Bautista (12 años, hijo de Hor
tensia, muerto) y Vicente (6 años, asimismo hijo de
Hortensia, baldado ) ; echándoles pimienta y vinagre en las
heridas.
Ninguno de losculpables fué penado.
Concluiremos observando que la atención médica del
cautivo era buena por motivos de interés,
probablemente
—
y no humanitarios pero,
—
fin de
a cuentas, viene a ser lo
mismo, cualquiera que fuese la causa. En las entradas
. .
del Hospital San Juan de Dios, hay un ítem: "Curaciones
de esclavos", que totaliza 41 pesos el año 1750, aproxima
damente; y 695 pesos entre 1787 y 1791. En un pleito por
sevicia, que siguió la negra Rosa Elias con Diego Muñoz,
su amo, la demandante reconoció que éste le había hecho
atender "un gravísimo accidente a los pechos", "a médico
y cirujano diario", y un "chavalongo" que tuvo después,
con "cuarto, una enfermera, médico, medicinas y toda
asistencia abundante" (31).
157
Capítulo Sexto
EL CAUTIVO, SUJETO Y OBJETO DEL DERECHO.
LA LIBERTAD Y LA IGUALDAD
I. EL ESCLAVO, SUJETO Y OBJETO DE DERECHO
En otras partes de nuestro apunte nos hemos referi
do los diversos aspectos jurídicos de la esclavitud hispa
a
noamericana y chilena. Así ponemos por caso
—
habla
—
mos ya del cautivo como objeto de impuestos y contribu
ciones; de las leyes que regían la "trata" nacional y conti
nental; de la fijación de precios al esclavo; de las normas
relativas a su tratamiento; de las que regulaban sus rela
ciones con los indígenas. . etc.
.
Este Capítulo aspira únicamente a completar el cuadro,
suministrando algunas nociones generales, y a hacer hin
capié en la libertad del africano y en el problema de si se le
tenía o no por "esencialmente igual" a su dominador, el
hombre blanco. Tales conceptos libertad e igualdad del
—
moreno son
—
claves para acabar de comprender cómo
aquella época apreciaba la esclavitud, institución jurídica
más consuetudinaria que de derecho escrito.
La condición legal del esclavo se halla muy ilumi
nada por un pleito seguido entre don Manuel Martínez de
Mata en representación de los mercaderes que embarca
—
ban cautivos al Perú —
por una parte, y por la otra el Es
cribano Mayor de Gobierno, don Juan Jerónimo de Ugar-
158
El africano en el Reino de Chile
te; pleito a cuya substancia ya nos hemos referido (1738-
1790).
Usando las palabras del señor Martínez, diremos que
los esclavos eran personas u hombres, pero sólo en cuanto
todos éstos "o son libres, o son siervos"; o sea, sólo en "la
suma y generalísima división de las personas". Por consi
guiente, la indicada calidad de los cautivos "no hace que. . .
absolutamente pertenezcan ellos al primer objeto del dere
cho"; vale decir, "ad personas".
Porque los esclavos, en términos amplios, son perso
nas, "son hombres, iguales a nosotros, por el derecho de
la naturaleza, y se contemplan como ( tales ) en cuanto . . .
pueden ser libres, instituirse herederos y para otros efectos
de derecho".
Porque los esclavos, en términos restringidos, no son
personas, "se hallan sujetos a nuestro dominio, se numeran
entre los bienes y cosas de nuestro comercio. son inhá . .
biles para contratar, no pueden tener bienes propios ni obli
garse civilmente a favor de cualesquiera particular" (32).
A) El esclavo "cosa" o "efecto de comercio". En cuan
to tal, se consideraba "mueble". Pero existía, en los mue
bles, una sutil distinción: las especies "insensibles" y las
"racionales cristianas". No necesitamos explicar cuáles eran
estas últimas.
El esclavo "cosa" fué objeto de toda suerte de actos pa
trimoniales. Por vía de ejemplo, mencionaremos algunos.
1. Desde luego, se le compraba y vendía, pagando
"alcabala". El adquirente gozaba de "acción redhibitoria"
por los vicios ocultos de la "pieza"; mas, con frecuencia,
lo vemos renunciar, en la escritura, a tal garantía. "ex . .
cepto sólo los achaques de. ( aquí se enunciaban ) verifi
. .
,
cados de la fecha en sesenta días, según uso establecido".
2. También el cautivo era empeñado. Uno de los
cargos de Arnao Zegarra Ponce de León contra Francisco
de Villagra: "Dio mandamiento para que no ejecutasen
al Licenciado Pacheco en un negro y una negra, no obs
tante estaban hipotecados, y procedía la deuda de ellos". . .
159
Gonzalo Vial Correa
(1562) (33). Recuérdese, sin embargo, que una Real Ce-
dula de 1554, vigente en Chile desde 1559 y dictada a ins
tancias de Quiroga y Alderete, prohibía embargar sus ne
gros a los Conquistadores.
3. Figuran cautivos en las dotes, como se ha
expresado. Otros ejemplos: los bienes aportados por doña
Mónica de la Cerda a su matrimonio con don Santiago de
Larraín, incluyen esclavos, plata labrada, joyas, vestidos
e imágenes de santos ( 1669 ) La única dote de doña Ignacia
.
Hidalgo, casada con don Andrés de Toro Hidalgo, fueron
seis esclavos (Siglo XVIII). La de doña María Antonia Cal
vo Encalada y Recabarren, mujer de don Fernando Már
quez de la Plata, comprendía una cautiva, por nombre Te
resa, "y un relicario de oro, con perlas y diamantes" ( 1786 ) .
Asimismo, había esclavos en las dotes de doña Margarita
de Fuentes y Solar, casada con don Jerónimo de Rosales
(1748) y de doña Francisca de Soto, casada con don Fran
cisco Cortés y Riberos (1641).
4. Los cautivos eran dados en pago. El capitán don
Francisco Peraza, al comprar la segunda mitad de la Ha
cienda "Catapilco" (1644), canceló el precio parte en di
nero efectivo y parte en joyas de oro, brillantes, perlas,
objetos de plata, un esclavo y "otras mercaderías".
5. También existen donaciones de esclavos. "Y han
dado dice el Padre Ovalle
—
en hacer ricos presentes a
—
las novias, a las primeras vistas después de hechas las ca
pitulaciones, y yo los he visto hacer de mucho valor, como
ser esclavos, vestidos, estrados y escritorios llenos de
de
preseas, y joyas de oro y piedras preciosas. .". .
6. Se constituían los africanos. Doña
usufructos en
Magdalena Lisperguer Flores estableció testamentaria
mente, y favoreciendo por vida a su marido, tal gravamen
sobre una chacra "y. todo lo plantado y edificado en ella
. .
y. .el servicio
. de Pedro Cataldo, negro, y Cristina su mu
jer e Isabel su hija. todos tres.
.
., esclavos de la dicha
. .
doña Magdalena" (1648).
160
El africano en el Reino de Chile
7. Figuran esclavos vinculados a los mayorazgos: v.
gr. ocho africanos y una africana en el de Aguirre (1744).
8. Por último, llegaban los cautivos a ser jugados.
"Y así se pierden (en las carreras de caballos) las talegas
de moneda, las vajillas de plata, las manadas enteras de
ganados mayores y aún esclavos" (Olivares).
B) El cautivo "persona". Los puntos anotados sub
de
rayan la calidad de "cosa" atribuida al esclavo en el
recho patrimonial .
En cuanto "persona" el esclavo se encontraba someti
do a su dueño, como el hijo de familia al padre. Vimos que
se consideraba atentatorio contra las prerrogativas del amo
quitarle el poder de castigar al cautivo. Mas las Reales
Cédulas, según ya reseñamos, limitaban este poder con
bastante energía y, en general, el tratamiento del esclavo
por su dueño debía ajustarse a las normas de las relacio
nes "siervo-señor feudal", contenidas en las Siete Parti
das. El estudio de los expedientes judiciales de la época
demuestra, sin dejar lugar a dudas, que dichas normas se
aplicaban como supletorias de la legislación expresa (Re
copilación de Indios y Reales Cédulas) en materia de
esclavos.
Naturalmente, los amos intentaban imponer un con
cepto más autoritario. En 1748 la Audiencia rechazó la
doctrina del Alcalde Ordinario de Santiago, don Manuel
Martínez de Aldunate, quien afirmaba que no pudiendo
"haber ni subsistir obligación" entre cautivo y señor, los
compromisos contraídos por éste con aquél dependían, en
su cumplimiento, del simple arbitrio del amo. Se ve que el
señor Aldunate pretendía ampliar la idea del "esclavo-
cosa", llevándola del campo puramente pecuniario al
extra-patrimonial. La importante jurisprudencia que co
mentamos no lo permitió.
El cautivo. .
¿podía tener bienes? En derecho estricto
.
no, ya que los bienes los adquiría con su trabajo, y el tra
bajo del esclavo era propiedad del amo (era un "fruto"
o "accesión" del cautivo). Así, esclavo
Miguel Cornejo —
161
Gonzalo Vial Correa
huido y recapturado cuando, fingiéndose Ubre, ejercía el
oficio de pescador tuvo que entregar a sus amos todos
—
los productos de ese oficio, a saber: "Una corbata de vi
cuña. un poncho colorado, pehuenche, y un freno.
. .
cua . .
tro caballos. cincuenta pesos en plata.
. . cuatro castella . .
nos en oro. . .
y un papelito en que consta deberme don
Pedro Ibáñez doce o catorce pesos. .." (1761) (34). Pero,
en cambio, el africano podía reunir a título
un patrimonio
gratuito (herencias, donaciones, legados...), o a base de
trabajo extra horas de reposo, y
en sus
por eso la — —
legislación loautorizaba para comprar al amo su libertad,
lo cual supone una cierta suma de dinero, legítimamente
ganada, en manos del esclavo.
Los cautivos, para demandar en juicio, requerían per
miso del amo; y éste los representaba si eran demandados.
Pero no precisaban venia ni intermediario algunos para las
causas en que:
1. Defendían su libertad, o
2. Solicitaban "papel de venta", alegando sevicia del
dueño.
Si, cuando se la necesitaba, era denegada injustamente
la autorización del amo, los Tribunales poseían facultades
para suplirla.
Concluyamos con unas palabras sobre el nombre en
los africanos. El señor Fuenzalida Grandón dice que los
negros no tenían apellidos, y que eran "designados por
meros nombres", muchas veces "con las marcas que lle
vaban en los cuerpos". La frase final es un dislate; lo
demás tampoco es muy exacto: frecuentemente, el cauti
vo tomaba el apellido de su dueño, y el liberto el de su
manumisor. Recuérdese a Antonio Lecaros, el negro escla
vo asesino de su amo, Alonso Lecaros Ovalle.
II. LA LIBERTAD.
A) A título gratuito. La idea de abolir la esclavitud
sólo pasaba en esos por la mente de uno que otro
años
— —
idealista un tanto desconectado del medio ambiente: don
162
El africano en el Reino de Chile
Manuel de Salas, v. gr., o el conspirador Berney (cuyo "pro
yecto de constitución" consultaba dicha medida). Pero,
general,se creía que los cautivos para nada
en
precisaban
una libertad teórica, aparejada de perjuicios positivos, como
el de perder la protección señorial. El año 1758 vaya en
—
calidad de ejemplo— murió doña Francisca de Paula
Toro y Zambrano, dejando a la voluntad de su hermano
don José, Obispo de Concepción, manumitir o no a dos
esclavas de la difunta que le habían servido con "amor y
fidelidad": la mulata Floriana y la negra María Isabel. Pues
bien, el prelado escribía a su sobrino, el Conde de la Con
quista: "Hallo que no es beneficioso darles libertad, por
que su amo las cuida, cura y entierra y siendo Ubres están
expuestas a mil trabajos, sin tener quién las defienda" ( 35 ) .
Se indicaba recuérdese a Molina y a Lafond de Lucy
— —
que los horros solían rechazar, o voluntariamente no usu
fructuar de la libertad que se les concedía.
Sin embargo, abundaron las manumisiones, tanto testa
mentarias como entre vivos, llevando adjuntos muchas
veces pequeños
legados y donaciones. Leemos en Vicuña
Mackenna que doña Ignacia Hidalgo, viuda de don An
drés de Toro, no sólo liberó esclavos sino que los años —
1769 y 1778 —
les adjudicó tierras. La señora carecía de
descendencia y era dueña de inmensas extensiones en
Aconcagua (Valle de Putaendo, haciendas de Quilpué,
Llay-Llay, Panquehue, Catapilco, etc.).
Eran frecuentes las manumisiones con un gravamen, o
bien averificarse cumplido cierto plazo. Por ejemplo:
"que. .María Josefa.
.
hija de la mulata Mercedes, sirva
. .
al dicho mi marido por el tiempo de catorce
años, y que. . .
( extinguidos éstos ) sea libre de toda esclavitud, servidum
bre y sujeción, y pueda tratar y contratar, mudar de un
lugar a otro, otorgar su testamento y codicilo, y usar de
los demás actos que usan las personas libres" (1757). O:
"ítem es mi voluntad que el mulatillo Mateo, mi esclavo,
se sujete a la voluntad del
Muy Reverendo Padre Maestro
Fray Manuel de Acuña. hasta la edad de dieciocho años,
. .
163
Gonzalo Vial Correa
para que Su Paternidad Reverenda le haga enseñar el ofi
cio a que tuviese aplicación y él quisiere, y cumplidos los
dieciocho años de edad goce de su libertad" (1765). Hay
condiciones pintorescas: el Obispo Salcedo libera por testa
mento a sus esclavos. con cargo de que limpien, por vida,
. .
unas acequias de la Plaza de Armas (1634). Doña María
del Carmen Erazo deja a su marido una esclava. . . mien
tras aquel no contraiga nuevas nupcias ( 1797 ) El párroco.
de Vichuquén, don José Maturana, manumite por testa
mento a sus esclavos, siempre "que no caigan en estos dos
vicios: fumar o embriagarse" (1777).
Otra cláusula testamentaria común era la que orde
naba al asignatario de un cautivo no venderlo: "ítem, man
do que una esclava que tengo llamada María, con dos hijas
suyas sirvan a mis hijas toda su vida, y no las vendan,
por haber nacido y criádose en mi casa". (Testamento de
Águeda Flores, 1595).
Entre las últimas
disposiciones se encuentran, para
terminar, legados a cautivos. Al morir doña
numerosos
Isabel Osorio Cáceres (1630), deja a sus indios y esclavos
50 misas y las casas, viñas y ganados de su Hacienda en
Curimón, prohibiendo expresamente que, en dicho legado,
"se entrometan la Justicia y los Protectores de Indios. .". .
Las manumisiones testamentarias provocaban pleitos
formidables, pues los herederos, menos generosos que el
difunto, intentaban anularlas. En ocasiones, los sucesores
alegaban la falsedad del intrumento. Así, hacia 1784, los
herederos de doña Juana Vásquez de Poyanco tacharon
de inautenticidad la manumisión por esa señora firmada el
año 1782. Argüían que, poco antes de morir doña Juana,
ya muy enferma e importunada por sus esclavas, había sa
cado una mano descolorida por entre las sábanas de su
cama y dicho: "Con esta mano conté la plata por vosotras;
y así, no discurráis, que no os he de dejar libres. .". .
Otras veces, los sucesores afirmaban la revocación
posterior de la libertad. El año 1798 los herederos de don
Antonio Carvajal impugnaron la libertad de los siete hijos
164
El africano en el Reino de Chile
de María del Tránsito, esclava manumitida veinticinco
años atrás, junto con su prole, por el citado don Antonio.
Alegaban que la liberación de los niños había sido de
jada sin efecto por Carvajal en su testamento. Pero la
"carta de libertad" de 1774 contenía una cláusula "non
revocando" (renuncia a la facultad de revocar), y ello per
dió a los herederos: tras un proceso que se arrastró cinco
años, María del Tránsito y sus hijos eran declarados defini
tivamente libres, pese a que en el ínterin
—
los sucesores
—
de Carvajal habían enajenado a los niños.
En estos juicios los instrumentos jugaban un rol de
cisivo: las libertades que no se apoyaban en ellos, por mu
chos testigos que se presentasen, se desvanecían.
Las manumisiones que más peligraban eran las que
perjudicaban las "legítimas" de los hijos, y las hechas "en
fraude de los acreedores". Dicho fraude debía ser:
I. "In re" (que no bastaren los bienes del manumisor,
a la época de la libertad, para cubrir sus deudas ) ; y
II. "In concilio manumitensis" (con ánimo de defrau
dar, presumido en quien conociere su insuficiencia de ha
beres ) .
Gobernador Rodrigo de Quiroga, al fallecer,
El
encargó a su sobrino Antonio que librase a una negra,
sirvienta de Rodrigo durante treinta años y que el Go
bernador no podía manumitir "por dejar más deudas que
hacienda" (1590).
El año 1795 se declaró que no existía fraude en la
manumisión de Andrea, esclava del finado Bruno del
Canto, por superar en la tasación el activo al pasivo, y ser
inciertas e ilíquidas las deudas hereditarias, ordenándose al
albacea extender "carta de libertad".
En cambio, el año 1787, Bernarda negra esclava
—
del difunto don Pedro José de Cañas y sus hijos Pedro
—
y Antonio, vieron anulada su libertad porque los bienes
dejados por don Pedro sumaban 40.000 pesos, y las deudas
rebasaban los 60.000.
165
Gonzalo Vial Correa
B) A título oneroso. Descontando las liberaciones, di
remos con don Juan Ignacio Molina
—
que los cautivos
—
que "mediante su industria... han juntado... (la) can
tidad que se requiere para comprar un esclavo, pueden
presentarse entregando el valor al amo"; el cual, añade el
jesuíta, "es obligado a recibirlo, y a darles la libertad", pero
no hemos verificado este último aserto y nos parece in
exacto. "Se encuentran muchos libres de. . .
(tal) manera,
en todo elpaís", concluye Molina, y lo hemos comproba
do. Algunos ejemplos: el 3 de junio de 1791 don Pedro
Abaytua libera a su esclavo Felipe, por ser éste viejo, ha
bérselo rogado. y contra pago de 150 pesos. El 29 de mar
. .
zo de 1770doña María Josefa Fuentes manumite al mula
to Sebastián, "porque un hermano de dicho mulatillo,
Diego, le ha ofrecido dar, por la libertad de dicho Sebas
tián, la cantidad de 150 pesos". Agrega la señora que ha
aceptado por favorecer a Sebastián y, además, por cariño
a Diego; de quien alaba "la arreglada vida y cristianos
procederes" y dice que "se ha portado con la otorgante
con toda honradez y pundonor". El 24 de octubre de 1770
doña Josefa Díaz de Guzmán vende, en 150 pesos, la liber
tad de la mulatilla Luisa Villegas, de 4 años, a su padre,
Toribio Villegas (36).
El año 1789 el Alcalde Ordinario de Lorica (Santa
Fe), consultó al Gobernador de Cartagena "si se debe o
no exigir el derecho de alcabala en el contrato que hacen
el esclavo y su dueño, cuando aquél se redime por pre
cio". El Gobernador, a su vez, consultó al Virrey y éste
envió la pregunta a Su Majestad, quien contestó con una
Real Cédula. Interesante es el problema, decía la Corona,
y de obscura solución; pues, por una parte, "se trata de la
libertad, tan favorecida por las leyes" y, por otra, a cual
lado el impuesto, "el amo se las in
quier que se cargue
geniará para que revierta sobre el negro"; luego, siempre
"lo padecerá el infeliz esclavo, y le será más difícil salir
de servidumbre". Decide, pues, el Rey eximir de derechos
la redención del esclavo, sea ésta por precio, o sea pura li
beralidad. La Cédula referida llegó a Chile en 1791 (37).
166
El africano en el Reino de Chile
Antes de ella, si el amo no se avenía a vender al escla
vo su libertad, el negro debía pagar:
I. Precio;
II. Alcabala;
III. Escritura, y
IV. Caso de haber existido juicio, los jornales (o
sea, el trabajo perdido por el dueño), desde su iniciación
hasta. ¿cuándo? Según los amos, hasta la clausura de la
. .
causa; según los esclavos, sólo hasta el momento en que se
consignaba el precio, tesis refrendada por los Tribunales.
La libertad no se perfeccionaba con la cancelación del
precio, sino con la escritura. El liberto conservaba, respec
to de su ex-amo, ciertas obligaciones, v. gr., no podía que
rellarse contra él.
III. LAS FUGAS.
Hablemos ahora de las fugas de cautivos. González de
Nájera explica las cuatro "causas (que) hay para que,
en Chile no se huyan los negros al monte, como en otras
partes". Pese a ello, el Cabildo se quejaba de las evasio
nes, ya en el año 1551. En 1555 Gonzalo de los Ríos, Pro
curador de Santiago, pide "que se castiguen los negros y
negras que se huyen, y las casas donde estuvieren encu
biertos". Hacia 1605 cazar negros fugados era un verdade
ro oficio y el Cabildo reglaba sus aranceles:
Derechos del aprehensor
1. Captura de esclavo evadido
menos de 20 días 5 pesos oro
2. Captura de esclavo evadido
más de 20 días, pero menos
de un año 10 pesos oro
3. Captura de esclavo evadido
más de un año 20 pesos oro
167
Gonzalo Vial Correa
La tasa copiada varió en 1632, disminuyendo las re
compensas :
Derechos del aprehensor
1. Captura de esclavo evadido
menos de un mes 4 patacones
2. Captura de esclavo evadido
más de un mes 8 patacones
Generalmente el captor era un "alguacil cuadrillero".
El "cimarrón" cazado mandaba el Cabildo
—
"se ha de —
traer a la cárcel pública de esta ciudad para que sea cas
tigado conforme a sus delitos". En 1637 el Municipio
ordenó a su escribano levantar censo o padrón de los es
clavos fugados.
Vimos que Gonzalo de los Ríos, Procurador de la Ciu
dad, denunciaba a los "encubridores" de huidos. Tales per
sonajes operaban, a menudo, en los "pueblos de indios" y
su interés era servirse de los fugitivos: el Cabildo los con
denó, el año 1637, a 20 pesos de multa; "para la cámara de
Su Majestad, y gastos de obras públicas", "más los intereses
de la parte, que se moderan en cuatro reales por cada día
(de ausencia)". Esto, si se trataba de españoles; si eran
naturales o morenos los "encubridores", la pena cambia
ba: doscientos azotes. En 1645 el Cabildo comisionó a los
alcaldes de la Santa Hermandad a fin de que persiguiesen
a los "receptadores" (38).
Los esclavos confiscados a la Compañía, y repartidos
en custodia a los vecinos pudientes, protagonizaron nume
rosas fugas. El año 1786, por ejemplo, los cautivos jesuí
. .
tas Tadeo, Juan, Santos, Cosme, Hermenegildo e Ignacio, de
Mendoza, se concertaron secretamente y huyeron hacia San
Juan. El Juez Comisionado para la expulsión de la Or
. .
den, don Juan Martínez de Rozas, al momento avisó al
Lugarteniente de Justicia Mayor de San Juan, quien des
pachó tras los fugitivos dieciocho soldados, comandados
por el Alférez José Chagaray. La tropa alcanzó a los negros
168
El africano en el Reino de Chile
en LaRioja, los capturó gracias a la traición de cierto
—
Molina, al cual habían pedido caballos y los devolvió a
—
Mendoza. Los gastos de la expedición sumaron 174 pesos,
que Rozas salomónicamente
—
prorrateó entre los veci
—
nos custodiadores : don José Rodríguez (116 pesos), don
Francisco Villasana ( 29 pesos ) y don Marcos Vargas ( otros
29 pesos). Los esclavos, con sus mujeres e hijos, fueron re
mitidos a Santiago bajo escolta, para ser juzgados. Ignora
mos su suerte.
En 1764 el subalterno del Gobernador de Chile, Ge
neral Luis Manuel de Zañartu el terrible Corregidor
—
—
haciendo un hueco en la urgente ocupación de impedir que
la ciudad se inundara instruyó proceso de oficio contra
—
ocho negros esclavos cuando se disponían a huir a Buenos
Aires. Benito, Salvador,
. . Manuel y Mateo ( esclavos a la
venta en casa de don Juan Antonio Díaz ) ; Teodoro ( negro
de don Juan García ) ; Ventura ( negro del Maestre de Cam
po Diego de Armida ) ; Juan Godoy ( mulato esclavo de don
Pedro Aranda) y Valentín (esclavo de don Juan Romero)
se habían concentrado en una viña, propiedad de doña Ma
ría del Carmen Daniel, cuando cayeron sobre ellos los Dra
gones: no prestaron resistencia y se les encarceló al ins
tante. Agravó el proceso el que les hallaran armas: un
cuchillo, pistola quebrada
una "amarrada con una so-
—
guita" y una bolsa de pólvora. El juicio duró cuatro
—
meses: el Agente del Real Fisco pidió severa pena, para
escarmiento de los numerosos negros de la capital. La
sentencia: cada africano condenado a doscientos azotes,
"por las calles acostumbradas, puesto en un burro sobre
albarda, a voz de pregonero que publique sus delitos"; in
cluso en esta pena el menor de edad Valentín, por ser el
instigador y exceptuado el menor de edad 15 a 18 años —
—
Teodoro, quien recibió cincuenta azotes, dados en la reja
de la cárcel. Se absolvió a Benito, el delator.
La Recopilación de Indias castigaba la fuga siguiendo
una escala: más de 4 días huido, 50 azotes en el rollo "y
que esté allí atado hasta que se ponga el sol, desde la
169
Gonzalo Vial Correa
ejecución"; más de 8 días, pero menos de 4 meses: 100
azotes y "puesta una calza de hierro al pie, con un ramal,
que todo pese doce libras, y descubiertamente la traiga
por tiempo de dos meses". Si se la quita el penado, la pri-
.mera vez, 100 azotes; la segunda, 200 y no deje la calza
durante 4 meses; y si se la quita el amo, 50 pesos de multa.
Mas de cuatro meses de fugado: 200 azotes, a la primera;
y a la destierro perpetuo y
segunda, encima 100 azo
— —
tes sihubiera unido a negros alzados. Y si hubiese hecho
se
lo mismo arriba de 6 meses, o cometido otros delitos graves,
la horca. El "Code Noir", francés, era más simple y claro:
primera fuga, las orejas cortadas y una marca en el hom
bro; segunda, las corvas cortadas y marca en el otro
hombro; tercera, la muerte. . .
Invariablemente, la justicia española protegió y es
timuló la libertad, según ya se ha dicho. En 1666 com . .
parecen ante la Audiencia las negras Melchora y Antonia,
esclavas que fueron de doña Cecilia de León. Manumiti
das por ésta, las africanas exhiben ahora sus instrumentos
de libertad y alegan que la desconoce el General don Juan
de Covarrubias. Sin siquiera dar traslado al poderoso ca
ballero el Tribunal ordena que se "ampare en su libertad"
a las morenas y se notifique al General no las "inquiete
y deje vivir en la parte que quisieren, y si tuviere que
pedir, lo haga en... (la) Audiencia".
En 1694 el Sargento Mayor Julián de Avila fué deste
rrado dos años de Santiago por haber pretendido esclavi-
sar a zambo libre: Juan de la Cruz (39).
un
Al el Siglo XVIII el pardo Vicente quería
comenzar
ser horro. Para comprar a su amo la libertad necesitaba
150 pesos. Se los prestó el capitán don Laureano de los Ríos,
y el moreno, como prenda, le empeñó a su hija: la cuarte-
rona María, habida legítimamente en la india horra Úrsula
por ende también libre. La prenda se solemnizó en
—
y
—
escritura pública, extendida por el escribano de Santiago
Juan de Morales Melgarejo, y luego de los Ríos la cedió
al Maestre de Campo Esteban Apablaza. La cuarterona
170
El africano en el Reino de Chile
sirvió a don Esteban varios años: en seguida se presentó
a la Audiencia reclamando sus derechos. Apablaza no negó
la libertad de María, pero sostuvo que mientras Vicen
—
te no pagase —
la cuarterona seguía empeñada y a dispo
sición del acreedor: o sea, del mismo Apablaza. "Ya que
el padre —
decía
—
puede empeñar a los hijos por causa
de su libertad".
En 1720 la Audiencia cayó como una tonelada de
—
ladrillos
—
sobre esta forma encubierta de esclavizar per
sonas libres. Declaró "nula de ningún valor ni efecto, con
tra derecho, la referida escritura de empeño" y horra a
María. Multó a don Esteban, condenándolo a pagar los
150 pesos prestados a Vicente, y a abonar a la cuartero
na 75 pesos, "con los cuales se compensa el trabajo perso
nal de la susodicha, del tiempo que ha estado en poder del
dicho don Esteban". Finalmente, por idéntica causa, de los
Ríos fué sentenciado a pagar a María otros 75 pesos. Ni el
Notario de la escritura escapó al granizo: la Audiencia lo
multó en 50 pesos (40).
En 1787 Francisco Semiriagoitía se presentó al Sub
delegado de La Serena, denunciando que, a bordo de la
fragata "Águila", surta en el puerto, viajaba como esclavo
destinado a Lima un negro libre: José Agustín González.
Este declaró haber caído en una trampa; no ser esclavo,
sino manumitido; estar casado con española ("sin hijos,
pero preñada") y poseer bienes en Longotoma: 50 muías
("dieciséis aparejadas"), 10 caballos mansos, "sin contar
los potros", 2 yuntas de bueyes, 30 yeguas, 17 vacas leche
ras, 30 ovejas y 50 cabras. . El Subdelegado, al instante,
.
ordenó que el negro no siguiese viaje, en los hermosos
términos siguientes: "El Administrador de Reales Dere
chos cancelará en forma la partida de registro, relativa
a la remesa de dicho González, sin embargo a la orde
nanza que lo prohibe, pues ésta no rige en los casos en
que se interesa el derecho natural de gentes y el divino,
sobre que están fundadas las mismas ordenanzas, como
dictadas a la Religiosa Piedad de Nuestros Católicos Reyes".
171
Gonzalo Vial Correa
Nobles palabras: lástima grande que la libertad, la tram
pa, la mujer española y los bienes fueran fábulas trama
das —
al parecer por Semiriagoitía,
—
a quien el negro
habría prometido si lo sacaba del "Águila" "una rica
—
mina" (41).
IV. LA IGUALDAD.
"El sentimiento místico de la hermandad de los hom
bres, tan vivo respecto del indígena, no cubrió. al negro.
. .
Espiritual y biológicamente, se le conceptuaba de distin
ta naturaleza". (Feo. A. Encina).
El párrafo copiado nos parece inexacto.
Es probable que los rudos conquistadores mirasen a
los esclavos como simples bestias de carga. Leemos, en una
"información de servicios" que un testigo depone: "No
me acuerdo si al dicho (Diego de) Encinas, se le murió
(en Copiapó) caballo o esclavo". (Siglo XVI) (42).
Es probable, también, que en toda época—
existie
—
ra cierto desprecio hacia los cautivos; desprecio originado
en su evidente inferioridad de condición y muy propio
de la vanidad humana. Un auto, ya citado, de la Audien
. .
cia (1805) afirma que a los esclavos los mueve "más el
ins
temor que el honor de que carecen". Tal menosprecio,
pira algunas de las prohibiciones que afectan a los negros:
pertenecer a determinados gremios (los plateros, por ejem
plo), suceder en mayorazgos, etc.; vedas, se observará, muy
teóricas. Otras restricciones impuestas a los africanos
. .
—
no traer pongamos por caso, u horas de queda
armas,
especiales, desempeñar cargos públicos como los de
o no
escribano o inquisidor se fundan en una plausible des
—
confianza. Por añadidura, al concluir el Siglo XVIII, tales
cortapisas eran sólo letra muerta.
Hay que ser prudentes en cuanto a asignar a "des
precio" por el moreno determinadas leyes o costumbres.
Suelen tener explicación muy distinta. Recuérdese un caso :
172
El africano en el Reino de Chile
la prohibición de cabalgar impuesta al africano (P. IIP.
"
C IV). ± , ,
La igualdad esencial de dueño y cautivo jamas fue
negada, ni aún controvertida. Nadie sostuvo la "distinta
naturaleza", espiritual y biológica, del esclavo. Al revés, . .
vimos que la igualdad era doctrina corriente, aceptada has
ta por aquellos a quienes perjudicaba (el caso de los tra
ficantes de esclavos al Perú, en el juicio entre Martínez
áe Mata y Ugarte). La inteligencia del africano es idén
tica a la del blanco, dice Ovalle. Y Olivares agrega que
"es necesario andar solícitos en que estos miserables ne
gros, no mueran sin haber sido blanqueados con la sangre
del Cordero Cristo. .". "Y sabe Dios cuántos santos hay
.
de ellos, que conocidos entre tantos como vemos.
no son . .
porque como quiera que Dios no es aceptador
de personas
ni de colores, cierto es, que no estima en menos las buenas
obras de un esclavo negro que las de un rey blanco" (Gon
zález de Nájera). En el terremoto de 1647 se contaba haber
perecido un militar, don Lorenzo de Moraga, emplazado
ofen
para morir esa noche por un mulato, al cual había
dido. El Obispo Villarroel comenta: "Dios tiene a su cargo
la tutela de los pequeñitos; que no nos dijo de balde el
Redentor que los ángeles custodios de los pobres están
viendo siempre la cara de Su Padre: antes quiso que en
tendiésemos, que era muy para temer el lastimar a los po
bres, teniendo en la Corte de Dios unos procuradores
tales" (43).
Tampoco se consideraba más al indio que al africano.
Las "Ordenanzas de Policía" de Santiago (1569), en la
probanza de un delito daños a los maizales
—
exigen el —
testimonio de un español, dos negros, o tres indíge
nas. . .
(43).
Es cierto que observa la tendencia de castigar, por
se
iguales culpas, mayor rudeza al moreno que al na
con
tural. Pero ello en nada se relaciona con una presunta
superioridad de éste sobre aquél, sino con la permanente
inclinación de la ley española a proteger al indio.
173
Gonzalo Vial Correa
No hubo repugnancia al cruce blanco-moreno. Una
mulata Catalina de Mella
—
casó con españoles de cate
—
goría. En efecto, fueron sucesivamente—
—
maridos su
yos: 1) Gonzalo de los Ríos, encomendero de Santiago, Pro
curador de la Ciudad; 2) Juan Dávalos Jufré, hidalgo,
titulado por Su Majestad, Alcalde de la Capital, que le
dio una hija: la cuarterona Inés que fué mujer del enco
mendero, vecino y escribano de Osorno, Rodrigo de los
Ríos y 3) Bernardino de Mella, hijo del doctor Beltrán,
del Consejo del Rey. Mella, uno de los primeros poblado
res de Concepción, hubo en Catalina según adelanta
—
mos —
al menos cinco hijos, inclusos un sacerdote y un mi
litar. Otros dos encomenderos desposaron moriscas: Giral-
do Gil se unió a Juana Lezcano, la cual, muerto Gil, casó
con el conquistador Iñigo Balsa; y Alonso Galiano hizo su
esposa a Leonor anular el matrimo
Galiano; luego quiso
nio, mas se declaró que éste válido. Leonor dio a su
era
marido numerosa prole; entre ella, Luisa de Cárdenas, mu
jer del conquistador Domingo Oñate y después del enco
mendero Juan Caro. La propia Leonor, a la muerte de su
marido, gozó la encomienda de éste.
Diremos, por último, que los morenos libertos no esta
ban en situación inferior a la de los blancos de humilde
origen, aún podían alcanzar posición espectable. Se les
. .
concedían solares en Santiago desde comienzos de la con
quista y en 1681
—
el señorial Cabildo veía usurpado, por
—
unos africanos libres y otros cautivos, cierto terreno muni
cipal (Plazuela San Saturnino), sin que se hallare a su
alcance expulsarlos "ipso-facto", ni siquiera exigirles ca
non, sino recurriendo a la justicia; pues los morenos daban
a entender "que
querían hacer defensa de los dichos sitios".
Pedro Valiente, hijo de Juan Valiente —
de quien,
después de muerto, se supo era esclavo huido —
gozó, a
pesar de ello, de la encomienda paterna (Toquigua) : dos
veces se la arrebataron y otras tantas la recuperó por vía
judicial. El primer usurpador fué un mercedario apóstata,
"Fray Níspero", que vino con Hurtado de Mendoza; el
segundo, Diego de Aranda.
174
El africano en el Reino de Chile
Algunoshorros han dejado traza en nuestra historia:
Cristóbal Várela, Juan Valiente y Malgarida, esclava que
fué del Adelantado Almagro.
Várela, militar famoso, era mulato. Peleó en Jaqui-
bamba, en Concepción —
al tiempo del despueble y para el
cerco de 1564
—
y en la Imperial con Villagra (1554). Fué
vecino de Osorno, Concepción, la capital y Valdivia, enco
mendero e industrial (compró el año 1565 el molino de
Juan Jofré, en Santiago).
Juan Valiente era un negro, esclavo de Alonso Valien
te, Méjico. Después de una reyerta con su amo, se fugó
en
al Perú. Fingía ser libre. En el vecino Virreinato debió
adquirir cierta riqueza, pues poseía un "caballo rucio", y
en varias expediciones sirvió "a su costa y misión".
Lo vimos acompañando a Almagro y Valdivia. En
1541 él y Gonzalo de los Ríos se salvan a mata caba
—
llos —
del asalto indio al barco de Concón. El año 1546
el Cabildo le otorga una chacra en Santiago, de aproxima
damente 56 cuadras (40 por 300 varas), sita en el rugar
conocido antes como "Lo Bravo", con frente a la Cañada.
En 1550, por "ser casado y haber mantenido su casa,
mujer y persona con toda honra", Valdivia le encomendó
"el cacique llamado Gavipillanga, con todos sus indios y
sujetos que tienen su asiento entre los ríos de Maule y
Nuble". Fué vecino de Santiago y luego de Concepción,
donde "daba de comer a muchos soldados". Señalamos
ya que se unió a Juana de Valdivia, a la cual se supone
negra esclava del primer Gobernador. Tuvo de ella al me
nos un hijo: Pedro Valiente, antes mencionado, nacido
hacia 1548. También —
probablemente —
fueron hijos su
yos Juan Valiente (en Quillota, el año 1557) y el Ca
pitán Andrés Valiente (Corregidor de Angol, 1590).
El infeliz cautivo, elevado a la categoría de encomen
dero, quiso legalizar su buena fortuna: encargó a Esteban
de Sosa, que viajaba a España, le consiguiese escritura
de libertad, entregándole el dinero necesario. De Sosa no
cumplió, y poco más tarde llegaba a Chile un emisario de
Alonso Valiente, Francisco Vásquez, a reclamar al esclavo
fugitivo y a incautarse de sus bienes: pero Juan Valiente
175
Gonzalo Vial Correa
estaba muerto. Había caído junto a Valdivia, en Tuca-
pel (1553).
La negra Malgarida nace en 1498, más o menos. Al
magro la adquiere, probablemente, en Panamá: acompaña
al Adelantado, primero al Perú y luego a Chile. En un
codicilo de su testamento don Diego la deja en libertad. En
1553 es dueña de dos tiendas en la plaza del Cuzco: sobre
ellas establece el mismo año una capellanía, en memo
ria del Adelantado, de su hijo y de los que fueron a Chile.
Tampoco se compadecen con las afirmaciones de Enci
na las loas de los esclavos cantadas por innúmeras manumi
siones entre vivos y testamentarias. "Me ha servido con
fidelidad.. me ha prestado leales servicios, con grande
.
honra y legalidad. . con mucho amor.
. .". Estas expresio
.
nes indican un frecuente vínculo de caridad uniendo amo
y esclavo.
Por fin, en la Recopilación se reconoce y ordena res
petar el honor, la dignidad de los morenos libres: v. gr.,
Leyes N? 10 y 11. Título 5. Libro 7 (Reales Cédulas de 21
de julio de 1623 y 19 de marzo de 1625).
Visto todo lo anterior. ¿dónde queda la "distinta na
. .
turaleza"? ¿cómo conciliar —por añadidura la creencia
—
en ella, con la evangelización del moreno, y con las leyes
que castigaban su maltrato?
En verdad, "el sentimiento místico de la hermandad
de los hombres" se extendió al africano, y de dicho sen
timiento germinó la abolición de la esclavitud.
Donación tic
Antonia Doddis Miranda,
Catedrático de
Literatura Clásica y
Medieval de la
Universidad de Chile,
a la Biblioteca Nacional.
176
REFERENCIAS DE LA TERCERA PARTE
(1) Las citas de Ovalle ("Histórica Relación..."), Gómez de
Vidaurre ("Historia de Chile"), Olivares ("Historia de la
Cía. de Jesús. ."), Molina ("Compendio de la Historia Ci
.
vil. .."), González de Nájera ("Desengaño y Reparo..."),
Rosales ("Historia General. .") y Haenke ("Descrip
.
ción. .") que se hacen en esta Parte, son fácilmente ubi-
.
cables en las obras respectivas.
(2) Salcedo en "Documentos Históricos del Arzobispado de
Santiago", V. I, N» 70.
(3) DDII, V. 305, N.os 15 y 59. V. 334, N9 711. Se ven aquí
ejemplos de la perfecta sincronización con que actuaban los
jesuítas de Chile, Argentina y Perú, en la compra y venta
de sus esclavos.
(4) La afirmación de Barros Arana, en su "Historia General",
V. VI. Nota a la p. 250. Haenke confirma la observación
que hacemos en el texto ("Descripción. .", p. 195).
.
(5) "Documentos Históricos del Arzobispado de Santiago", V. I,
N.os 79, 81 y 98.
(6) Sínodos de Alday y Carrasco: ver bibliografía al final del
trabajo.
(7) Medina, J. T.: "Historia del Santo Oficio...", trae todos
estos procesos.
(8) El auto de Alday en DDIII, V. 277, N? 8.165.
(9) Este proceso en C. G-, V- 132J N9 2.277.
(10) Las citas relativas a Almagró y Aguirre, en Medina, op. cit.,
V. VII (N.os XV, XVIII y XXIII) y X (N° 1), respectiva
mente. .-■■-■
(11) "Actas del Cabildo de .Santiago. .", del 30-IV-1604, 7-V-
.
1604, 5-XI-1604, 27-VI-1625, 28-IV-1628, 20-VI-1631, 1?-II-
1936, 6-V-1653, 9-IV-1672, etc.
(12) La "Ordenanza", en "Actas del Cabildo de Santiago...",
de 23-X-1631.
La veda de O'Higgins, en Pereira, E.: "Juegos y Alegrías
Coloniales. .". C. X.
.
La R. C. de 11-II-1571, en la Recopilación, Título V, L. VII.
Ley XXVIII.
177
Gonzalo Vial Correa
(13) El bando de Amat en V. Mackenna, "Historia de Santiago".
V. II. C. VIII. La prohibición de cabalgar de noche, en R. A.,
V. 1.608, Pieza 2;l.
(14) Montes Claros en DDII, V. 231, N* 6.054.
(15) La disposición de Pedro Villagra, en Medina, op. cit., V.
XXIX, N? XL. Las "Ordenanzas de Policía...", en Gay:
op. cit., V. I, N'^ XIX.
(16) Rosales, op. cit., L. I, C. XIII.
(17) Hemos tomado todos estos datos sobre conspiraciones indo-
morenas, de las "Actas del Cabildo de Santiago. .", de 25-1
.
y 8-II-1661, y de Amunátegui, M. L. : "Precursores...",
V. II, P. H», ce. V y VII y V. II, C. I.
(18) RR. CC. de 20-11-1773 y 14-IV-1789, en C. C, V. 738, N-'
10.873.
(19) El proceso de Armas, en C. G, V. 697, N? 8.156.
Ver además, R. A., V. 669, Pieza 2*.
El proceso de Domingo en R. A., V. 1.727, Pieza 9'.
(20) Las RR. CC. que se citan se pueden hallar en C. G., V. 716,
N.os 8.443 y 8.444; V. 720, N'-> 8.895; V. 751, N° 12.857; V.
753, N'-' 10.400; en Bayle, C: "España en Indias", p. 344 y
en DDII, V. 294, N" 8.994.
La autorización de Almagro, en Medina, op. cit., V. XXVIII,
pp. 227-228.
La "instrucción reservada", en Feliú, G.: "Encomiendas. .". .
ApéndiceII.
La R. C. de 1789 se halla en la C. G., pero más a mano en
Bayle, op. cit., C. XIII.
(21) Lafond de Lucy en Encina, op. cit., V. V, P. V», C. XVIII.
Haenke contradice estos testimonios ("Descripción. .", p. .
100), aunque en forma poco precisa.
(22) Humanzoro en "Documentos Históricos del Arzobispado
de Santiago", V. II, N" 102.
(23) Medellín en "Documentos Históricos del Arzobispado de
Santiago", V. I, p. 7.
(24) C. G., V. 103, N? 1.827.
(25) R. A., V. 1593, Pieza 3'.
(26) R. A., V. 1.843, Pieza 9».
(27) Estos Autos, en Corvalán y Castillo: "Derecho Procesal In
diano", Apéndices X a XIII y XV.
(28) R. A., V. 2.108, Pieza 8».
(29) R. A., V. 1.737, Pieza 2?.
(30) C. G., V. 99, N? 1.786 (proceso Cortés-Villalón).
(31) R. A., V. 1.593, Pieza 2-\
(32) R. A., V. 410, Pieza única.
(33) Medina, "Colección de Documentos Inéditos. .
.", V. XXIX,
N-1 XXVI.
(34) C. G., V. 10, N? 187.
178
El africano en el Reino de Chile
En R. A., V. 1014, Pieza 2?, el pleito en que se halla la
doctrina de Martínez de Aldunate.
(35) Toro y Zambrano en Eyzaguirre, J. : "El Conde de la Con
quista", C. III.
(36) Omitimos, para evitar detalles excesivos, las fuentes de los
ejemplos de escrituras y testamentos que el texto cita.
(37) C. G, V. 739, W 11.079.
(38) "Actas del Cabildo de Santiago...", de 26-1-1555; 27-XI-
1551; 18-11-1605; 3-II-1637 y 2-III-1645.
(39) R. A., V. 1.441, Pieza 15». En la revista "Finis Terrae", 2<>
trimestre de 1956, he analizado con más detalle el proceso
de Juan de la Cruz ("Un juicio sobre la libertad personal
en el Reino de Chile").
(40) R. A., V. 1.441, Pieza 14».
(41) C. G., V. 177, N? 2.951.
(42) Medina, op. cit., V. VII, N" XIII.
(43) Eyzaguirre, J. : "Historia Política...". Documento 15, con
signa la relación de Villarroel. Restricciones al sacerdocio
de los mulatos, se pueden ver en "Documentos Históricos
del Arzobispado de Santiago. .", V. I, N9 155.
.
179
TABLA DE ABREVIATURAS
CH. Colección de Historiadores de Chile.
C. Capítulo.
CC. Capítulos.
C. G. Archivo de la Capitanía General.
fs. foja.
L. Libro.
ob. cit. Obra citada.
P. Parte.
P- página.
PP. páginas.
R. C. Real Cédula.
RR. CC. Reales Cédulas.
R. O. Real Orden.
RR. OO. Reales Ordenes.
R. A. Archivo de la Real Audiencia.
ss. siguientes.
V. Volumen.
Vs. Volúmenes.
NOTA 1: El número que sigue a toda cita de la
Capitanía Ge
neral. (Por ejemplo: "C. G., V. 742, N' 11.248"), corresponde
al que lleva el documento aludido, en el Catálogo General de ese
Archivo.
NOTA 2: La sección Manuscrita de los Documentos Inéditos de
don José Toribio Medina, se abrevia DDII. El número que com
prende toda cita de dicha Sección. (Por ejemplo: "DDII, V. 289,
N? 6.173"), corresponde al que lleva el documento aludido, en los
Catálogos de Manuscritos de la Biblioteca Medina.
NOTA 3: Se suele abreviar las fechas, (por ejemplo: "12 de
enero de 1573", se escribe "12-1-1573").
180
FUENTES
1. EDITADAS
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188
El africano en el Reino de Chile
2. INÉDITAS
a) Indirectas:
Pérez, Javier: Catapilco.
b) Directas:
ARCHIVO DE LA CAPITANÍA GENERAL
V. 10, N9 187. Sobre fuga del esclavo Miguel Cornejo, 1761.
V. 17, N9 358. Bartolomé Salamanca, Gobernador de Arequipa,
sobre no pagar alcalaba por dos negros.
V. 28, N9 538. Sobre fuga de un esclavo de María de Ossa.
V. 28, N9 539. Mateo Simón, negro, con Juan José de Medina,
sobre su libertad, 1771.
V. 30, N9 592. Juan de la Cruz contra Julián de Avila, por ha
berlo querido hacer esclavo.
V. 54, N" 979. El Procurador de pobres, por la defensa de ua
negro de Gaspar Herrera.
V. 59, N9 1.064. Rosalía Jofré, con José Bonnax, su amo, sobre
que le dé algún término para buscar una nueva enagenación.
V. 62, N9 1.109. Juan de Dios Ovalle, sobre que se le ponga
en libertad para buscar amo a su satisfacción.
V. 65, N9 1.140. Escritura de venta de un esclavo. Bernardo Ro
dríguez a José de Larrañeta, 1757.
V. 73, N9 1.327. Candelaria, esclava, con María Lozanp, su ama,
sobre "papel de venta", 1775.
V. 87, N9 1.549. María, esclava de los herederos de don Tomás
Chabarrúa, con éstos, sobre "papel de venta".
V. 88, N9 1.563. Antonio de la Quintana, sobre licencia para
embarcar esclavos.
V. 97, N9 1.733. El Procurador de pobres con Francisco Guila-
bet, sobre una esclava.
189
Gonzalo Vial Correa
V. 99, N9 1.786. La esclava Rosa Villalón con el Maestre de
Campo, Francisco Cortés y Cantano sobre su libertad.
V. 103, N9 1.827. Miguel Varas, sobre eximirse del servicio mi
litar.
V. 106, N9 1.882. Sumario contra el general Francisco Javier
de Ossa, por haber maltratado a una esclava de Francisco
Caseaux.
V. 111, N9 1.963. Sobre fugas de esclavos que pertenecieron a
los jesuítas, 1768.
V. 121, N9 2.130. María Nicolasa Mesías con la mulata Manuela
Erazo, sobre su libertad.
V. 129, N9 2.230. Tomasa Duarte con el Maestre de Campo
Francisco Diez de Arteaga, sobre la libertad de un mulato.
V. 131, N9 2.258. Pablo de Ardis sobre que se le conceda licen
cia para transportar ciertos negros.
V. 132, N9 2.277. El esclavo Manuel Pérez García con Manuela
de la Fuente, sobre que le dé papel de venta.
V. 148, N9 2.539. Francisco de Suero, sobre que se le dé licen
cia para transportar ciertos negros.
V. 177, N9 2.947. Juan Chavarrúa, esclavo, con su amo Pedro
de Necochea, sobre papel de venta, 1786.
V. 177, N9 2.951. Juan Agustín González con Manuela Zañartu,
sobre derecho a su libertad.
V. 185, N9 3.082. Bernardo Yaneti, sobre la exacción de dere
chos de salida por los negros embarcados o que se embar
caren en Valparaíso de cuenta de la Real Compañía de
Filipinas.
V. 216, N9 3.493. Andrea del Canto con Bruno del Canto, sobre
que se le dé carta de libertad.
V. 217, N9 3.496. María Mercedes Plaza con Rosalía Herrera,
sobre su libertad, 1791.
V. 297, N9 4.483. Causa criminal contra ciertos negros que se
encontraron en una viña de María del Carmen Daniel.
V. 297, N9 4.486. Contra José Matus, por robo y contrabando
de esclavos, 1762.
V. 312, N9 4.732. Tomás Ramírez contra el esclavo Marcelo
Peña, por descomedimiento.
190
El africano en el Reino de Chile
V. 316, N9 4.781. Contra el soldado Diego Noguera, por condu
cir negros a Lima sin licencia.
V. 316, N9 4.789. Contra el soldado Diego Noguera, por condu
cir negros a Lima sin licencia.
V. 416, N9 5.845. Sobre inventario de esclavos de los Jesuítas
envarios lugares del Reino.
V. 429, N" 5.946. Razón individual sacada del libro de remate
de Temporalidades, en que consta los esclavos vendidos y
remitidos a Lima.
V. 572, N9 6.982. Ramón del Pedregal, solicitando licencia para
introducir negros.
V. 640, N9 7.602. María Josefa Erazo, esclava, sobre su libertad.
V. 660, N9 7.760. Juliana Mesías con Valentín Hermida, sobre la
venta de Antonia Guzmán, su mujer.
V. 661, N9 7.771. Comiso de Negros a Manuel Rodríguez de Zo
rrilla, 1762.
V. 668, N9 7.833. Amasa Délano, capitán de la fragata "Perse
verancia", con el dueño de la "Trial", sobre el compensativo
de haberle librado de los negros alzados a su bordo.
V. 671, N9 7.856. María del Carmen Gutiérrez con María Mer
cedes Río, su ama, sobre su apreciamiento y nueva venta.
V. 697, N9 8.156. Sobre un mulato fugitivo de Buenos Aires.
V. 716, N9 8.443. 1672. Diciembre 2. Real Cédula para que se
guarde lo que en ésta cédula se ordena sobre que los negros
y negras anden vestidos.
V. 716, N9 8.444. 1672. Diciembre 2. Real Cédula sobre que no
se permita que salgan de noche, negras esclavas, ni libres.
V. 718, N9 8.683. 1692. Marzo 24. Real Cédula para que se vean
las cédulas en ésta insertas tocantes a los negros de mala
entrada y se hagan publicar, ejecutando lo que se ordena.
V. 720, N9 8.895. 1710. Abril 19. Real Cédula para que los Go
bernadores Justicias del Perú y Nueva España,
y no con
sientan que con los esclavos ejecuten sus dueños excesos
ni crueldades, ni que las esclavas anden desnudas.
V. 724, N9 9.352. 1759. Noviembre 21. Real Orden avisando
quedar S. M. enterado de la distribución del comiso de cinco
191
Gonzalo Vial Correa
negros, y haber sido de su real aprobación, y que para lo
sucesivo, regle lo mandado en éste asunto.
V. 724. N9 9.360. 1759. Diciembre 22. Real orden avisando que
dar S. M. enterado de haberse sustanciado el expediente del
comiso de los cuarenta y cuatro negros y demás géneros
aprehendidos de ilícito comercio, y de que se hubiese hecho
almoneda y satisfechos los derechos y costas y de haberse
repartido el residuo conforme a las leyes.
V. 733, N9 10.399. 1784. Noviembre 4. Real Orden que sólo se
cobre un seis por ciento en la introducción de cada negro
etc. . .
V. 733, N9 10.400. 1784. Octubre 4. Real Orden para que se re
cojan y remitan al Ministerio de Indias las marcas de Carim
bar, etc.
V. 735, N9 10.688. 1787. Junio 2. Real Cédula sobre Comercio
de negros por la Cía. Real de Filipinas.
V. 738, N9 10.873. 1789. Abril 14. Real Cédula sobre libertad
de esclavos fugados de posesiones extranjeras.
V. 739, N9 11.079. 1790. Octubre 27. Real Cédula sobre no co
'
brarse alcabala. . . etc.
V. 739, N9 11.091. 1790. Noviembre 22. Real Cédula pasada en
testimonio por esta R. Audiencia, aprobando la sentencia
que niega al escribano de esta gobernación, etc. . .
V. 740, N9 11.254. 1791. Noviembre 25. Real orden que acom
paña dos ejemplares de la Real Cédula del 24 del mismo,
relativa al comercio libre de negros, etc. . .
V. 742, N9 11.413. 1793. Enero 24. Real Orden que concede a
los españoles el comercio de negros en las costas del Áfri
ca, etc.
V. 751, N9 12.858. 1804. Marzo 22. Real Cédula. Previene su
Majestad la continuación del comercio de negros y prórroga
de su introducción en la forma que se expresa.
V. 751, N9 12.857. 1804. Marzo 22. Real Cédula ordenando que
en las haciendas donde sólo hay negros varones se limite el
permiso de introducción en tales establecimientos a sólo esta
clase de sexo, hasta que estén casados todos los que deseen
este estado.
192
El africano en el Reino de Chile
V. 906, N° 16.692. Contra Antonio Corrales y oíros, por introi-
ducción de negros de ilícito comercio.
II
ARCHIVO VICUÑA MACKENNA
V. 278 (1601) Presentación de las ciudades de Chile al Rey,
sobre las necesidades del país.
III
COLECCIÓN DE DOCUMENTOS INÉDITOS DE DON JOSÉ
TORIBIO MEDINA
V. 84, N9 1.076. Pedro Valiente, hijo de Juan, con Diego de
Aranda sobre derecho al pueblo de Tapigüe. 24 de Julio
de 1568.
V. 95, N" 1.443. Declaración de ciertos mulatos que vivían en
tre los indios rebelados, acerca de la guerra y costumbres de
éstos. Fechas en Coyuncos a 27 de Diciembre de 1593.
V. 99, N9 1.552. Testimonio de que el Virrey del Perú, don
Francisco de Toledo, no envió ningún esclavo de los de S. M.
al socorro de Chile, ni dio otro socorro a ninguno de sus
criados, que fueron a aquella guerra que el que dio a los
demás soldados, fecho en la ciudad de la Plata a 26 de No
viembre de 1573.
V. 145, N9 2.752. Carta de la R. A. de Chile a S. M. el Rey,
fecha en Santiago, Junio de 1659.
V. 163, N9 3.317. Carta de D. Juan Henríquez a S. M. el Rey,
fecha en Santiago a 10 de Octubre de 1674.
V. 165, N.os 3.341 y 3.348. Presentación del oidor Don Manuel
de León Escobar al Virrey del Perú, Fecha a 21 de Fe
brero de 1676, quejándose del Gobernador de Chile D. Juan
Henríquez. Constancia de haberse remitido al Perú, a dispo-
193
Gonzalo Vial Correa
sición del Virrey, al doctor D. Manuel de León Escobar con
la causa criminal que se le fulminó. Santiago de Chile, 30
de Octubre de 1676.
V. 167, Carta de D. Manuel de León Esco
N.os 3.461 y 3.469.
bar S. M. el Rey. Lima, 26 Octubre 1685. Carta de la Au
a
diencia de Lima a S. M. el Rey, fecha en Lima, 28 de Abril,
1685.
V. 169, N9 3.515. Carta de la R. A. de Chile a S. M. el Rey,
fecha en Santiago, a 29 de Marzo de 1696.
V. 289, N9 8.472. R. C, fecha en Ventosilla, a 28 de Octubre
de 1606, dirigida a la R. A. de Chile.
V. 292, N9 8.833. Real Cédula, fecha en San Ildefonso, a 7 de
Septiembre de 1768, dirigida a Don Antonio Guill y Gon-
zaga, Gobernador de Chile y Presidente de la Real Audien
cia de Santiago, en que se le encarga adopte diversas me
didas para el fomento de los minerales de Uspallata y
Kempu; envíe negros para el trabajo de dichas minas y pon
ga a disposición del Teniente de Oficiales Reales de Uspa
llata, la cantidad de azogues que parezca suficiente para el
pronto beneficio de las minas y rescate de las pinas de plata.
V. 294, N9 8.994. Oficio del Ministro José de Gálvez, dirigido
al Presidente de la Audiencia en Chile, fecha en San Lo
renzo, a 11 de Octubre de 1784.
V. 303, N9 15. Escritura de venta de un negro esclavo de D.
Juan Caballero a D. Tomás Guerra de Salazar; en Santiago
de Chile, a 12 de Junio de 1636.
V. 303, N9 16. Cuentas de la remisión y venta en el Perú,
de algunos esclavos pertenecientes a las Temporalidades de
Chile.
V. 303, N9 18. Nómina y destinaciones de doscientos setenta ne
gros esclavos, pertenecientes a las Temporalidades de Chile
y remitidos al Perú en los años 1768 a 1772.
V. 231, N9 6.054. Fragmento de la carta del Marqués de Mon
tes Claros, virrey del Perú a S. M. el Rey, fecha en el Ca
llao, a 17 de Abril de 1613.
V. 242, N.os 6.611, 6.618, 6.617, 6.615 y 6.623. Licencias para
pasar negros a Indias (Siglo XVI).
194
El africano en el Reino de Chile
V. 257, N.os 7.448, 7.449 y 7.450. Empadronamientos en Quillo-
ta, Chillan y Colchagua (S. XVIII).
V. 257, N9 7.451. Corregimiento de Chile. Contiene: D. Luis
Zañartu: Renca, Colina, Doctrina del Rosario, Tango.
V. 272, N9 7.886. R. C, fecha en Madrid, a 17 de Diciembre
de 1621, dirigida al Gobernador de Chile.
V. 276, N9 8.123 y 8.131. Inventario de los bienes del Iltmo. Se
ñor Obispo Don Alonso del Pozo y Silva. Codicilo del mis
mo. Testamento del Iltmo. Sr. Obispo Doctor Don Manuel
Alday y Aspee, Octubre 7, 1771.
V. 277, N9 8.165. Edicto del mismo Obispo (Alday), sobre el
tratamiento que debe darse a los esclavos. 7-marzo-1757.
V. 288, N9 8.430. R. C. fecha en S. Lorenzo a 5-Septiembre-1584,
dirigida a D. Alonso de Sotomayor, Gobernador de Chile.
V. 305, N9 59. Sustitución de poder, hecha por el Padre Juan
de Aguilar en el P. Lorenzo del Castillo, residente en Lima,
del que tenía del P. Nicolás de Salas para vender un es
clavo. 12-febrero-1704.
V. 331, N9 519. Expediente sobre el alzamiento de los negros que
iban en la fragata "Trial".
V. 334, N9 711. Autorización que el ex-provincial de los Domi
nicos, Fray José Godoy, concede a fray Tomás Carvajal para
comprar una negra. 19-abril-1751.
IV. ESCRIBANOS DE SANTIAGO
Juan de la Peña. 1564.
José Briceño. 1791.
Luis Luque. 1770.
Nicolás Herrera. 1777-1779.
Miguel Gómez. 1756-1765.
V. ARCHIVO DE LOS ANTIGUOS JESUÍTAS DE CHILE
V. 9. Libro de fianzas para el remate de esclavos, llevado por el
escribano don Justo del Águila. 1768.
195
Gonzalo Vial Correa
V. 366. Libro de remates de esclavos (tomo 39) de los ex-jesuí-
tas de Chile. 1768-1776.
V. 62. Nota de la Real Audiencia de Chile al Conde de Aranda,
sobre la venta de esclavos. 1771.
V. 63. Nota del Conde de Aranda, participando lo resuelto por
el Consejo sobre la venta y envío de los esclavos de los
jesuítas en Chile. 1771.
V. 62. Nota del Presidente Morales sobre continuar la venta de
esclavos. 1771.
VI. ARCHIVO DE LA REAL AUDIENCIA
V. 410. Pieza única. Martínez de Mata, Manuel. Juicio seguido
con el escribano mayor de Gobierno don Juan Jerónimo de
Ugarte, sobre el derecho de dos pesos que éste cobra por
cada pieza de esclavo cuyo transporte al extranjero auto
riza. 1788-1790.
V. 487. Pieza 4*. Juicio seguido por el Fiscal con los oficiales de
la Real Hacienda, para que éstos resuelvan brevemente las
causas de comisos de negros y géneros de contrabando. 1660.
V. 531. Pieza 3*. Chávez, Vicente. Juicio contra Gadea Ventura
y otro, por malos tratos e injurias a él y Úrsula Chaparro,
su mujer. 1703.
V. 573. Pieza única. Castañeda, M. Josefa. Juicio seguido con
Mendizával, Josefa de, sobre nulidad de una escritura de
transacción y convenio entre ambas partes por la venta
de unos esclavos. 1709-1711.
V. 602. Pieza 5». Se manda publicar una R. C. dada en Aran-
juez a 22 de abril de 1804, que prorroga por el término de
doce años elpermiso antes concedido para introducir negros
por lospuertos para este efecto. 1806.
V. 663. Pieza 10». Se manda dar cumplimiento a una R. C. dada
en S. Lorenzo a 27 de octubre de 1790.
V. 666. Pieza 2*. Empadronamiento de todos los vecinos de Co-
piapó, Coquimbo y lugares vecinos, levantado para el pago
del tributo destinado a reedificar el palacio real de Madrid.
1738.
196
El africano en el Reino de Chile
V. 669. Pieza 2». Expediente formado sobre el cumplimiento de
una R. O. dada en Madrid —
14 de abril de 1789
que ordena —
no restituidos los negros fugitivos de las colonias ex
sean
tranjeras que se acogen a los dominios de Su Majestad en
Indias. 1789.
V. 675. Pieza 6». Manuel Amat consulta a la R. A. sobre la dis
tribución de dos comisos de negros esclavos en 1758.
V. 824. Pieza 2». Aranjuez Tadea. Juicio seguido con Águila An
tonio del, su amo, sobre que le dé papel de venta. 1776.
V. 843. Pieza 2». Cañas, Bernarda. Juicio que sigue con los al-
baceas de don Pedro José de Cañas Trujillo, sobre que se le
otorgue libertad a ella y a sus hijos. 1785-1787.
V. 864. Pieza 3*. Ana Manuela Cabrera. Juicio que sigue con
Fontecilla, M. Ignacia, sobre que le otorgue su libertad.
1782-1784.
V. 902. Pieza 2». María del Tránsito Carvajal. Juicio que sigue
con los herederos de Carvajal (Juan Antonio), sobre su li
bertad y la de sus hijos. 1798-1303.
V. 947. Pieza 3». Juicio contra Margarita Carvajal, sobre la
libertad de unos esclavos quedados por la muerte de doña
Juana Vásquez de Poyancos. 1782-1784.
V. 1.014. Pieza 2». Juicio seguido entre María Antonia, mulata,
y D. Miguel Briceño, su amo. 1744.
V. 1.160. Pieza 1». Libro Copiador de Sentencias de la Real
Audiencia. 1670-1678.
V. 1.362. Pieza
3». Agustina Rosa. Juicio que sigue con Calde-
villa, Miguel de, su amo, sobre su libertad. 1790-1791.
V. 1.441. Pieza 14». María (esclava). Juicio que sigue con Apa
blaza, Esteban de, sobre su libertad.
V. 1.441. Pieza 15». León Antonia. Juicio que sigue esta esclava
con Covarrubias, Juan, sobre su libertad. 1666.
V. 1.593. Pieza 2». Elias Rosa. Juicio que sigue esta esclava con
Muñoz, Diego, su amo, sobre que le dé papel de venta (1776-
1777).
V. 1.593. Pieza 3». Torres, Anastasia. Juicio que sigue en repre
sentación de su hija, María de los Angeles, esclava de Don
Agustín Arguelles, sobre malos tratamientos. 1795-1796.
V. 1.608. Pieza 2».
Expediente seguido por la contravención de
197
Gonzalo Vial Correa
un bando de policía que prohibe andar a caballo, dentro
de la ciudad, después de las oraciones, a negros, indios y
mulatos. 1682.
V. 1.727. Pieza 9». Sobre libertad de Domingo, esclavo del ex
tinto don Agustín de Mota.
V. 1.834. Pieza 9». María, esclava de don Juan Jiménez, con éste
sobre "papel de venta".
V. 1.737. Pieza 2». Lecaros Antonio, proceso por el homicidio
que perpetró la persona de
en su amo don Alonso Lecaros
Ovalle. 1777-1778.
V. 1.014. Pieza 2». Briceño, M. Antonia. Juicio que sigue esta
esclava con Miguel Briceño, sobre que éste le otorgue es
critura de venta de su persona, a favor de D. Manuel Díaz
Montero. 1748.
V. 2.108. Pieza 8». Expediente sobre cumplimiento de la Real
Cédula de 1789, relativa al tratamiento de los esclavos. 1793.
Donación de
e¿
f| Antonia Doddis Miranda, g
Catedrático de
Literatura Clásica y
Medieval de la
Universidad de Chile,
^
a ia Biblioteca Nacional, l
198
índice general
Págs.
Introducción 7
PRIMERA PARTE
NUMERO, VALOR Y TRABAJOS DE LOS AFRICANOS
EN CHILE
Capítulo Primero
EL NEGRO EN EL SIGLO XVI
I. Población ••:.■• 15
II. Precio 20
III. Ocupaciones oficios 22
y
Capituló Segundo
EL NEGRO EN EL SIGLO XVII
I. Población 32
II. Precio 36
III. Ocupaciones y oficios 38
199
Gonzalo Vial Correa
Capítulo Tercero
EL NEGRO EN EL SIGLO XVIII
Págs.
I. Población 44
II. Precio 48
III. Ocupaciones y oficios 51
Referencias de la primera parte 57
SEGUNDA PARTE
LA TRATA DE ESCLAVOS
Introducción 63
I. Los tratantes 63
II. La captura 64
III. El viaje 65
IV. La venta 66
Capítulo Primero
La era portuguesa 68
Capítulo Segundo
LA ERA INGLESA
I. Los períodos del siglo XVIII 77
II. La trata de negros en Chile 82
Capítulo Tercero
Los tributos del negro 95
Referencias de la segunda parte 102
200
El africano en el Reino de Chile
TERCERA PARTE
CONDICIÓN JURÍDICA Y SOCIAL DEL AFRICANO EN EL
REINO DE CHILE
Capítulo Primero
Págs.
Tipos de africanos 107
Capítulo Segundo
La vida religiosa, la iglesia y los negros 109
Capítulo Tercero
La vida física. El clima y las enfermedades. El alcoholismo 123
Capítulo Cuarto
La vida afectiva. Indios y negros 127
Capítulo Quinto
El tratamiento de los esclavos 135
201
Gonzalo Vial Correa
Capítulo Sexto
EL CAUTIVO, SUJETO Y OBJETO DEL DERECHO
LA LIBERTAD Y LA IGUALDAD
Págs.
I. El esclavo, sujeto y objeto de derecho 158
II. La libertad 162
III. Las fugas 167
IV. La igualdad 172
Referencias de la tercera parte 177
Tabla de abreviaturas 180
FUENTES
1. EDITADAS
a) Indirectas 181
b) Directas 185
Cabildo de Santiago, Actas del: en Ch 186
1^ Serie 187
2? Serie 188
2. INÉDITAS
a) Indirectas 189
b) Directas 189
I. Archivo de la Capitanía General 189
II. Archivo Vicuña Mackenna 193
III. Colección de documentos inéditos de don José Toribio
Medina 193
IV. Escribanos de Santiago 195
V. Archivo de los antiguos jesuítas de Chile 195
VI. Archivo___de_Ja^Re_allAucüencia-. ^—-r-~,^n — 196
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