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Gentrificación Monterrey Jurado Moreno Revisado Junio-2018

Este artículo analiza los antecedentes y algunas manifestaciones del proceso de gentrificación que están ocurriendo en el centro de Monterrey, como expresión de las políticas neoliberales implementadas a escala planetaria.

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Gentrificación Monterrey Jurado Moreno Revisado Junio-2018

Este artículo analiza los antecedentes y algunas manifestaciones del proceso de gentrificación que están ocurriendo en el centro de Monterrey, como expresión de las políticas neoliberales implementadas a escala planetaria.

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Expresiones del proceso de gentrificación en el centro de Monterrey

Mario Alberto Jurado Montelongo1

Rebeca Moreno Zúñiga2

Resumen

Este artículo analiza los antecedentes y algunas manifestaciones del proceso de gentrificación

que están ocurriendo en el centro de Monterrey, como expresión de las políticas neoliberales

implementadas a escala planetaria. Actualmente, éste tiene dos rostros. Uno basado en la

inversión inmobiliaria e impulsada por las autoridades gubernamentales, en proyectos de uso

mixto y otro, relacionado con una manifestación más espontánea y no determinada por las

políticas de reurbanización de los gobiernos municipal y estatal, la de los activistas, artistas,

promotores, profesionistas, y se materializa en proyectos culturales, y servicios al

consumidor (restaurantes, bares, pequeños comercios, barberías, cafés, galerías, entre otros

tipos de establecimientos y talleres). No obstante, son fenómenos que recién se están

delineando y que hasta el momento lo que ha predominado en unos sectores del centro es una

gentrificación que ha impulsado cambios en el tipo de consumidores y usuarios. Se ha

producido un proceso de desplazamiento histórico de la población, mientras que el de

sustitución residencial ha sido menos significativo.

Abstract

This article analyzes the background and some manifestations of the gentrification process

that is taking place in the center of Monterrey, as an expression of the neoliberal policies

1
Doctor en Ciencias Sociales; Colegio de la Frontera Norte-Región Noreste; sociología urbana, precariedad
laboral, trayectorias laborales; e-mail: [email protected]
2
Doctora en Sociología; Universidad Autónoma de Nuevo León-Instituto de Investigaciones Sociales (IINSO);
sociología urbana, ciudades del conocimiento y migración indígena urbana; e-mails:
[email protected]; [email protected]
implemented on a planetary scale. This process is manifested, on the one hand, by the

destruction and construction of something new for people of high and middle income; real

estate and commercial investments, such as large buildings and commercial plazas. A second

manifestation of the process is more spontaneous and not determined by the redevelopment

policies of the municipal and state governments, this is that of the activists, cultural promoters

and neighbors of several generations and materializes in cultural projects, and consumer

services (restaurants, bars, small shops, etc.).

Introducción

Durante el siglo veinte y la primera década del XXI, los cambios en el centro de la ciudad

han llevado a que este espacio fortalezca las actividades comerciales y de servicios en

detrimento de las residenciales. En términos habitacionales, en un primer momento, fue la

zona de la clase media y alta y después solamente de la clase media, posteriormente, se da

un proceso de sustitución del uso del suelo residencial por un comercial, combinado con un

abandono habitacional que permitió el acceso de población de bajos recursos en viviendas de

renta baja. Cuando se completa el “éxodo” de la población de altos ingresos como residentes,

pero no siempre como propietarios, y la emigración parcial de la clase media, éste se

transformó en el espacio comercial y de entretenimiento de los grupos de bajos ingresos, que

se consolida cuando los suburbios se constituyen en subcentros comerciales y educativos que

atienden a las necesidades de la clase media y alta radicados en las periferias de las ciudades

de la zona metropolitana.

La transformación del sector sur del centro de la ciudad, mediante las grandes obras,

en un contexto de un mercado laboral flexible y de bajos salarios y un crecimiento

metropolitano extensivo, con enclaves de alta densidad, y de altos costos urbanos,


económicos y sociales, ha planteado un nuevo escenario que ya va perfilando ciertos cambios

y tendencias en el centro de la ciudad.

La Gentrificación

Es en la década de los sesenta del siglo XX, que Ruth Glass elabora el primer concepto de

gentrificación (gentrification) para mostrar el desplazamiento de la clase obrera por

miembros de la clase media en Londres (Olivera, 2015). Los estudios emprendidos por Glass

se dan en el contexto del Estado de Bienestar. El caso que nos ocupa se enmarca en el

neoliberalismo y en Latinoamérica. Es desde la crítica al neoliberalismo y la acumulación

por desposesión que abordamos el estudio de la gentrificación.

“La gentrificación es uno de los principales mecanismos de gestión urbana del

urbanismo neoliberal, que, como veremos, se oculta bajo conceptos tan ambiguos como

regeneración, revitalización o renacimiento” (Sequera, 2015, p.3). Este urbanismo

denominado neoliberal opera a escala planetaria y se asocia con la acumulación por

desposesión que implica usar métodos propios de la acumulación originaria comercializando

sectores antes cerrados al capital privado (Harvey, 2004).

La crisis del capitalismo de la década de los setenta del siglo pasado, posibilitó que la

iniciativa privada empezara a invertir en áreas que antes eran exclusivas del Estado. María

Carla Rodríguez (2015) apunta a que las ciudades han sido el escenario de la reestructuración

urbana y las políticas neoliberales y lo urbano se volvió objeto de especulación y por lo tanto

de acumulación capitalista. La ciudad es entonces atractiva al capital y apropiada

mercantilmente (Díaz, 2015). Bajo esta lógica el papel del Estado ha sido estratégico para la

entrada de los inversionistas inmobiliarios en las ciudades.


La gentrificación refleja varios procesos: una zona deteriorada, vieja y habitada por

sectores de bajos ingresos con una ubicación central; un proceso de expulsión o

desplazamiento de estos grupos; una destrucción, remodelación y/o renovación de los bienes

o zonas urbanas3; un cambio en el uso del suelo ya sea como política urbana o como parte

del mercado de bienes o desarrollo urbano.

Todos esos procesos o algunos de ellos serán la antesala para que esas zonas o áreas

urbanas adquieran un dinamismo económico que permitirán que una nueva población de

mayores ingresos sustituya o conviva con la anterior ya residente de la zona o la aledaña. Los

cambios mencionados se reflejan en precios de la tierra urbana más altos.

Sin embargo, los nuevos pobladores llegarán, primero, cuando los precios de los

terrenos sean relativamente baratos. Con sus acciones y con la ayuda de otros actores

sociales, se revalorizarán y/o aumentarán, lo que hará que los posteriores habitantes tengan

que pagar rentas más altas y que los residentes antiguos y recientes que compran o pagaban

rentas más baratas se sientan obligados o presionados para irse a vivir en zonas aledañas o

en los suburbios. Lo que Marcuse denomina desplazamiento de cadena directa (Rojo, 2016)

No obstante, si las zonas aledañas están siendo gentrificadas también, entonces, es

probable que no les convenga vender o cambiar de lugar debido a que con el dinero obtenido

no les alcanzará a vivir mejor en otra área urbana. Por eso es que hay áreas donde se da la

3
Estas estrategias tienen diferentes significados, por ejemplo la remodelación urbana es una “transformación
de un área o parte de la ciudad más o menos grande que afecta el trazado viario y las construcciones existentes.
Implica el derribo de las edificaciones anteriores, un nuevo diseño de trazado viario y una nueva trama
parcelaria sobre la que se levantan edificios de nueva planta”. Mientras que la renovación urbana se considera
cuando no existe cambio en el trazado viario y cuando el derribo de la construcción y lo nuevo creado puede
ser de igual o diferente uso del suelo. Así existe una renovación residencial o industrial o una renovación de
residencial a comercial, entre diferentes tipos (Zoido y otros, 2000). En este escrito, no obstante las analizamos
como partes de los procesos de gentrificación.
mezcla social (Sabatini, Sarella y Vázquez, 2009). Lo cual ocurre mayormente en el mundo

anglosajón y europeo (Sequera, 2015).

También, se consideran zonas gentrificadas, aquellas que no han expulsado grupos de

bajos ingresos, pero que con las obras de intervención han impedido la llegada de ellos,

debido a la especulación y los altos precios de los predios, viviendas, departamentos o rentas.

Que, en la terminología de Marcuse, se conoce como desplazamiento por exclusión (Rojo,

2016).

Esto es en relación a la figura del residente, pero las áreas gentrificadas también tienen

que ver con el individuo como consumidor o usuario de la zona. Ésta puede segregar y

seleccionar. Los procesos de intervención pueden atraer clientes con un mayor nivel

económico o con un patrón de consumo diferente, como aquellos que acostumbran a

seleccionar alimentos orgánicos frente a los que desplazan y acostumbraban a comer en esa

zona, comida rápida. Existen estudios que consideran como indicadores de gentrificación a

los cambios de colores, olores y dietas alimenticias en un área urbana (Hiernaux y González,

2014).

Una de las razones que puede detener la gentrificación o solamente dejarla en una

parte del proceso, es la falta de lo que llaman disciplina (Díaz, 2015). Si en la zona se siente

un nivel de inseguridad alto; una lucha no definida por el espacio, por ejemplo, una falta de

estacionamientos, mucha basura; ruido, contaminación, entonces, podrá existir un cambio de

tipo de consumidores o usuarios, pero no de residentes.

Por eso, en un texto sobre las renovaciones urbanas en un centro histórico lleva a sus

autores a comentar que “los procesos no son homogéneos ni siguen un modelo rígido, las

diferencias, tiempos y estrategias, y niveles de transformación dependen de diversos factores,


por lo que cada caso es especial y merece ser analizado con cuidado” (De Urbina y Lulle,

2015).

Pacioni, citado en el mismo texto, analizando a las ciudades norteamericanas dice que

existen tres etapas: “un primer momento de abandono de clases medias y altas del sector, un

segundo momento de llegada masiva de clases populares y un tercer momento de

revitalización económica, donde se produce el proceso de sustitución social” (De Urbina y

Lulle, 2015).

Parte de las dos etapas se han dado en el centro de Monterrey en el transcurso de 50

años, pero no con la llegada masiva de clases populares en todas las zonas del centro, porque

el abandono de la clase alta y parcialmente de la clase media fue sustituido en la mayoría de

los casos por los sectores comerciales y de servicios. La tercera etapa es la que no se ha

completado.

En nuestro caso el análisis de la gentrificación tiene que separar históricamente el

desplazamiento de población y el arribo de aquella de altos ingresos. Ya sea como un regreso

de las clases altas o como un nuevo arribo de población de altos ingresos con un específico

perfil sociodemográfico. Uno de los efectos finales de este proceso de gentrificación y que

no será analizado aquí, es el debilitamiento de las raíces identitarias, de los símbolos o

referentes de los grupos sociales que habitan y habitaron el centro.

Así, a diferencia de las primeras expresiones de la gentrificación estudiadas por Ruth

Glass en el contexto del Estado de Bienestar, la gentrificación latinoamericana se enmarca

en el neoliberalismo (Rodríguez, 2015; Brenner, Peck, Theodore, 2015). Díaz (2015)

identifica cuatro aspectos claves de este proceso en la región latinoamericana: 1) la primacía

de las políticas públicas en dicho proceso; 2) la relevancia de los centros o lugares históricos;

3) el patrimonio y su uso turístico y comercial y 4) la movilización de las clases populares


para dificultar los procesos y la vulnerabilidad que como consumidores en este proceso tienen

las clases medias.

Antecedentes:

En este trabajo nos estaremos refiriendo al centro de Monterrey, como el llamado “el

primer cuadro” de la ciudad. El cual está delimitado al norte por la avenida Colón, al sur por

la avenida Constitución (antes de que existiera esta avenida, por el río Santa Catarina), al

oriente por la avenida Félix U. Gómez y al poniente por la calle Venustiano Carranza. Tiene

una extensión de 742 hectáreas si excluimos de este cuadro a dos zonas exclusivamente

residenciales: los condominios Constitución y la colonia Mirador que surgen como proyectos

habitacionales ya en el siglo XX (Casas, 2010).

Es históricamente la parte más antigua y junto con el asentamiento ubicado en la parte

sur del río Santa Catarina, llamada el Repueble del sur y de Verea, constituían a finales del

siglo XIX las zonas urbanas y semiurbanas de Monterrey (Casas, 2010). Dentro de esta

limitación del centro no se considera la zona del obispado, a pesar de su importancia histórica,

porque en términos urbanos no se encontraba originalmente en el centro de la ciudad.

Posteriormente se construyó un área exclusiva residencial para los sectores de altos ingresos,

pero actualmente predomina el uso del suelo de servicios y comercial. (Tamez, 2009; Prieto,

2016).

El crecimiento urbano de la ciudad se empieza a gestionar con cierta importancia a

mediados del siglo XIX (Espinosa, 2015), cuando después de la guerra contra Estados

Unidos, la frontera sur de este país se extiende y se acerca a una distancia de 200 kilómetros

de la ciudad de Monterrey y favorece a grupos de comerciantes asentados en esta ciudad.

Después, con la guerra de secesión norteamericana se potencializa la importancia de este


grupo que se traduce en una acumulación previa de capital que finalmente a principios del

siglo XX será canalizada a la inversión industrial (García, 1988).

Al igual que los centros históricos en el país, el centro de Monterrey, tenía los diferentes usos

del suelo, habitacional, comercial, servicios, industrial (Coulomb, 2009). En él se

desarrollaban todas las actividades propias de la ciudad4 y en términos de clase social, en un

primer momento, la distribución de la población de bajos ingresos estaba a más larga

distancia de la plaza central. Se dispersaban hacia el lado sur del río Santa Catarina y al norte

de la calle Aramberri (García, 1988).

En un segundo momento, con la industrialización llegaron en forma espontánea en

algunos casos, los barrios obreros, que se distribuyeron principalmente alrededor de las

fábricas, ubicadas la mayoría en la parte de la periferia norte del centro de la ciudad, que en

el siglo XIX era llamado el repueble del norte, y al oriente, hacia donde estaba la Fundidora

de Monterrey.

La consolidación del centro, entendiendo ésta como una estable conformación urbana

arquitectónica y social, se desarrolló a la par que los primeros signos de abandono y deterioro

de este espacio.

Casas (2007) menciona que la ciudad de la primera industrialización hizo cuanto pudo

por borrar la vieja ciudad vernácula. Para este autor en términos del patrimonio cultural, esta

etapa significó la primera ola destructiva de tres que han existido. También Cavazos (2007)

resalta esta historia de destrucción de la vivienda tradicional e histórica que habían dejado

4
Cuando el centro de la ciudad era el principal asentamiento, a mediados del siglo XIX, no todas las actividades
económicas se desarrollaban en este espacio. Para los años setenta de ese siglo, parte de la industria textil y
alimenticia tenían sus instalaciones en los poblados próximos. Por nombrar tres: Fábrica de Hilados y Tejidos
La Fama en Santa Catarina; “El Porvenir” en Villa de Santiago y La Leona en San Pedro. No obstante, la
principal actividad de la ciudad era la comercial (Guajardo, 2003).
los pobladores que residían en el centro a principios del siglo XX. Él menciona que con esta

destrucción sistemática también se resquebrajan las bases de la identidad histórica y cultural

de la ciudad (Cavazos, 2007).

La canalización del río Santa Catarina en 1951 fue uno de los acontecimientos que

permitieron transformar al centro al liberar terrenos para diferentes obras en beneficio de la

ciudad5.

Los cambios continuaron en “el primer cuadro” para mejorar su conectividad con el

sistema urbano de la ciudad que crecía aceleradamente, en el contexto de una

industrialización ubicada en la etapa del crecimiento económico por sustitución de

importaciones (Ortega, 2007). También, al interior del centro se buscó fortalecer su papel

comercial y de paseo.

En la década de los setenta los informes municipales revisados todavía reflejan

acciones que van destinadas a fortalecer la convivencia de los residentes del centro de la

ciudad. (Informe Municipal 1974-1976).

El actual período de transformación del centro se enmarca en los cambios económicos

nacionales y urbanos. Una crisis industrial, una apertura económica que se va a consolidar

cuando se firma el Tratado de Libre Comercio en 1994. Esto se refleja en la primacía del

sector servicios y comercial sobre el industrial. Además de esta reconfiguración sectorial, ya

en el siglo XXI, la existencia de una economía digital influyó en la distribución de los lugares

de trabajo en la ciudad. La vieja industria empezó a cerrar sus instalaciones, abandonando

grandes espacios con posibilidades de renovación urbana; la industria digital y la financiera

se instalaron en zonas bien comunicadas, como el centro de la ciudad y avenidas principales

5
Se liberaron 850 mil metros cuadrados de terreno. De la superficie ganada, se destinaron 110 mil metros
cuadrados a jardines, 420 mil a avenidas y calles y el resto (320 mil) se vendió a particulares (Melé, 2006).
y la zona oriente de San Pedro. Las nuevas plantas industriales se construyeron más hacia el

norte y en dirección al aeropuerto de la ciudad. Los centros comerciales se volvieron

multifuncionales y proliferaron en las periferias de la zona metropolitana.

Para cuantificar el despoblamiento tomamos en cuenta la información censal y

notamos que la población en el centro de la ciudad ha disminuido en las últimas décadas en

un 52% de 1990 al 2010. Pero con una tendencia hacia un repoblamiento ya que la

disminución fue más alta de 1990 al 2000 (20 mil habitantes) y ya del 2000 al 2010 el saldo

negativo solamente fue de 6,000 habitantes (Salgado, 2006; INEGI, 2010)6.

“Macroplaza”

Desde finales de los setenta se empieza a construir el discurso del deterioro y abandono del

centro (Martínez, 1996). En 1979, durante su presentación como alcalde, el Dr. Quintanilla

diagnosticaba un centro deteriorado que necesitaba de renovaciones. Esta era ya la imagen

que la prensa y el gobierno tenían del centro de la ciudad, como un lugar abandonado, sucio,

decadente, viejo y peligroso y fue el pretexto suficiente para que el gobierno estatal de

Martínez Domínguez, planteara la Gran Plaza, que inicia en 1981 y se termina en 1984, con

el fin de modernizar esta parte sur del centro de la ciudad.

Con ello, se comienza una etapa previa en las políticas de renovación donde se hará

énfasis en las grandes obras (Garza, Filion y Sands, 2003). La gran Plaza, llamada

popularmente “La Macroplaza”, fue concebida originalmente como un intento de

modernizar el centro de la ciudad mediante grandes edificios con funciones financieras y al

mismo tiempo como la posibilidad de mejorar la imagen urbana de esta zona, fortaleciendo

6
Ya en los años ochenta la ZMM contaba con nueve municipios y el municipio de Monterrey por primera
ocasión tuvo crecimiento negativo de 0.2%, pero principalmente la zona central de la ciudad (Garza, Filion y
Sands, 2003). Fue hasta los finales de los noventa cuando Monterrey dentro del área metropolitana tuvo
crecimiento positivo de 0.5%. La zona metropolitana en el año 2000 tenía 3 millones 200 mil habitantes.
las actividades propias de los poderes municipales y estatales (Melé, 2006). Se buscaba

también responder al antiguo anhelo de unir mediante un espacio abierto los dos palacios de

gobierno, tanto el nuevo palacio municipal como el estatal, creando un gran zócalo, como un

lugar para las manifestaciones públicas y las actividades cívicas. Así, la pretensión era la de

construir el centro de negocios muy propio de las ciudades norteamericanas, al mismo tiempo

que fortalecer las actividades públicas al estilo de las ciudades coloniales, como la ciudad de

México.

Este era un proyecto público que no fue concebido conjuntamente con la iniciativa

privada, la cual ya tenía planes para construir su propio centro de negocios en la zona oriente

del municipio de San Pedro Garza García y que actualmente se llama “Valle Oriente”. En

realidad esta propuesta de la gran plaza no podía competir con la de los empresarios, debido

a que los precios en los terrenos eran más altos en el centro de la ciudad (Fitch, Iga y Murguía,

2007) y tenía más posibilidades inmobiliarias futuras la zona oriente de San Pedro, donde

actualmente se ha constituido como un distrito de múltiples usos del suelo, para sectores de

altos ingresos (existen grandes complejos residenciales; clubes deportivos; áreas verdes;

centros comerciales; hoteles de lujo; oficinas financieras; etc).

Pero más allá de estas pretensiones, el impacto gentrificador en el centro de la ciudad

fue considerable, en ciertos aspectos. Primero, el organismo creado especialmente para

desarrollar todas las actividades necesarias para lograr construir la Gran Plaza (PROURBE),

adquirió 730 propiedades y reubicó o desplazó a 340 familias que en su mayoría vivía

pagando renta en vecindades (Melé, 2006)7. La obra, se buscaba que fuera autofinanciable,

7
Ver el relato sobre la famosa “Base Hidalgo” una de las vecindades ubicadas a una cuadra de la zona
directamente intervenida. En esta crónica nos damos cuenta de algunas de las formas de organización de una
comunidad que pertenecía al Frente de Inquilinos de Tierra y Libertad (Vázquez, 2018), la cual fue una de las
pero no pudo ser así debido a que los empresarios no invirtieron en una edificación de los

pocos predios que compraron. De tal manera que, el estado tuvo que construir más edificios

financiados con recursos públicos, aunque no de la altura pensada. Quedaron algunos

terrenos no comercializados, disponibles y el gobierno que siguió a Martínez Domínguez, el

de Jorge Treviño, decidió congelarlos y convertirlos en áreas verdes. Esto permitió fortalecer

la vocación de paseo turístico que tuvo posteriormente la “Macroplaza”.

Otra de las razones que permitieron un desplazamiento de población fue el cobro a

los propietarios de una mejoría futura en el precio de sus propiedades aledañas a la

Macroplaza. El cobro de este impuesto antes de terminar la obra y además, el aumento en el

impuesto predial hizo que un gran número de habitantes que vivían en los alrededores

decidieran vender sus propiedades (Melé, 2006). Los nuevos propietarios congelaron sus

planes y especularon con estas propiedades, contribuyendo así con el deterioro y abandono

que se observó posteriormente en las zonas aledañas con la terminación de la obra.

Paseo Santa Lucía:

Durante los siguientes años a la construcción de la Macroplaza, los gobiernos estatales y

municipales seguían teniendo la percepción del centro de la ciudad abandonado y deteriorado

y plantearon nuevas propuestas. En marzo de 1992, se formó el Consejo Estatal de

rehabilitación Urbana (CERU) con el fin de supervisar, coordinar, controlar y ejecutar este

tipo de obras. Se crearon dos fideicomisos, uno para el Barrio Antiguo y otro para La

creación del Paseo Santa Lucía. El segundo se llamaba Fideicomiso de Rehabilitación Urbana

(FIRME) y fue por medio de éste que se realizó la primera parte del proyecto y que tuvo que

ser más modesto de lo que se planeaba. El presupuesto para la obra fue del gobierno federal

organizaciones que tuvo que negociar los desplazamientos de un número considerable de inquilinos (El Norte,
10 de junio 1981).
(67%) y el 37% se obtuvo de un préstamo bancario. El gobierno del estado puso los terrenos

y después, para poder pagar la deuda, tuvo que deshacerse de varios terrenos que fueron a

dar con sus acreedores (Garza, Filion y Sands, 2003).

La primera parte se terminó en 1996 para conmemorar los 400 años de historia de la

ciudad. En esta primera parte se construyeron el Museo de Historia Mexicana; la Plaza 400,

que conectó al museo con la Macroplaza, y la parte inicial del canal Santa Lucía. Se había

planeado construir 650 metros de canal, pero la crisis de 1995 recortó los planes. Además, el

desinterés del capital privado en apoyar esta obra también dejó sin posibilidad de construir

un “River walk” como el que existe en San Antonio, Texas, con un río artificial rodeado de

un equipamiento comercial y financiero.

La segunda parte del proyecto se continuó en el 2005, también al amparo de otro

pretexto: la Ciudad del Conocimiento y dentro de este planteamiento, el Forum Universal de

las Culturas del 2007. El canal de Santa Lucía iba a seguir la misma trayectoria del río que

alguna vez estuvo en esa zona de la ciudad y que en los años sesenta se ocultó y se le conoció

posteriormente como el canalón. Ahora, bajo una idea muy vinculada a embellecer el centro

de la ciudad y promover el turismo, se decidió en la primera década del siglo XXI que se

uniera la “Macroplaza” con el parque Fundidora. El canal de Santa Lucía, sería la conexión

adecuada (Moreno, 2016). Se buscaba que la iniciativa privada contribuyera comprando

terrenos aledaños para impulsar comercialmente a la zona y tener un impacto económico en

el centro de la ciudad. En el discurso, esta obra por si misma se justificaba, aunque no había

ningún plan para la población residente de la zona. Como lo evaluó Moreno (2016),

concebida así, a pesar de basarse en una referencia histórica, esta extensión de 2.5 kilómetros
del canal Santa Lucía, no tendía a conectarse con las necesidades de su entorno y por lo tanto

se convertía en un enclave urbano8.

Para el Fórum Universal de las Culturas Monterrey 2007, se tenía pensado desarrollar

cinco proyectos estratégicos, entre los que se encontraban la renovación de la calle Juan

Ignacio Ramón para conectarla urbanísticamente desde el obelisco hasta la Macroplaza; la

comercialización y rehabilitación de los terrenos “baldíos” de la Macroplaza; la ampliación

del Barrio Antiguo hasta la calle Madero al norte; al poniente hasta Dr. Coss y al oriente

hasta Félix U Gómez; la conclusión de la ampliación de la avenida Venustiano Carranza y la

extensión del Paseo de Santa Lucía (Garza, 2004). De estas cinco, sólo las últimas dos se

llevaron a cabo. En el caso de la extensión del Paseo de Santa Lucía, quedó pendiente la

inversión privada. Hasta varios años después se empieza a notar esta inversión que se

buscaba. En el año 2012, se terminó de construir el edificio de departamentos, llamado La

Capital y, enseguida del museo del Noreste, se construyó un edificio de oficinas que duró

algunos años posterior a su finalización sin encontrar inquilinos para sus oficinas y locales

en renta. Actualmente, ya tiene algunos locales rentados donde en la planta baja se encuentran

algunos restaurantes y bares que responden a una demanda de clase media; mientras que a lo

largo del canal se encuentran locales de comida rápida y antojitos que atienden a clientes de

menor nivel de ingresos y a turistas que abundan recorriendo este canal artificial.

El Barrio Antiguo.

Durante la construcción de la Gran plaza, el alcalde de Monterrey, en 1981 lanzó una

propuesta de renovación del barrio de la catedral (El Norte, 1981a) donde se propone

prolongar la calle peatonal y comercial Morelos, hacia el lado oriente de la plaza Zaragoza.

8
Según notas del periódico El Norte, de 1100 familias de la zona, se afectaron a 338 (García, 2005).
Sería como una extensión de la Gran Plaza y buscaría la rehabilitación de las fachadas de las

viviendas antiguas; se adoquinarían las calles y el alumbrado daría una imagen del Monterrey

antiguo. El alcance de este proyecto sería desde Zuazua hasta Mina y entre Padre Mier y

Abasolo. El alcalde le llamó “Mística de Barrio”. Las calles serían peatonales y de tránsito

ligero. No obstante, el proyecto no se inició de inmediato, sino que hasta 1992 se formó el

Fideicomiso del Barrio Antiguo (Martínez, 1996). Hubo cambios en el proyecto original: se

consideró como Barrio Antiguo a 16 cuadras al oriente de la calle Zuazua hasta Naranjo; y

se considera a la avenida Constitución como el límite al sur del centro y al norte el límite fue

la calle Padre Mier. Originalmente se desechó la idea de peatonalizar el barrio, pero los

servicios se renovaron (agua, luz, gas) y todo el sistema de electricidad y telefonía fueron

subterráneos. Por lo demás, se consideraron la rehabilitación de fachadas y renovación de

banquetas. Se financiaron los cambios sin costo para los propietarios y se dieron permisos

para ubicar en el barrio, centros de entretenimiento, locales de restaurantes y bares para

beneficios de los turistas y jóvenes (Salgado, 2006). Esto generó un crecimiento desmedido

de lugares de entretenimiento nocturnos, de tal manera que para fines del 2000, el uso del

suelo residencial era en la zona, solamente del 27%; mientras que el comercial y de servicios,

de 38% (Salgado, 2006).

Habrá que mencionar que desde principios de los años ochenta, en este barrio ya se

habían instalado peñas musicales, lugares de entretenimiento para jóvenes universitarios de

clase media. Estos lugares eran fomentados inicialmente por promotores culturales y artistas

de la cultura local, no obstante, debido al éxito económico logrado, se volvió atractivo el

mercado para empresarios locales que fueron atrayendo a jóvenes de mayores ingresos y

desplazando a los emprendedores y consumidores originales.


En este contexto, se implementó esta rehabilitación y renovación. Con el tiempo, el

ruido de los bares y las discotecas; la asistencia y permanencia de turistas y jóvenes los fines

de semana divirtiéndose, durante las noches y hasta al amanecer, dejando basura a su

alrededor, provocó que residentes emigraran hacia otras zonas de la ciudad.

El desplazamiento no trajo consigo más residentes, sino más población flotante, tanto

trabajadores como consumidores, usuarios de la infraestructura y de los servicios. El

gobierno municipal y estatal dejó que el mercado ajustara el tipo de actividades

predominantes y éstas estaban más destinadas a los visitantes y turistas que a los locales.

Desde 1990 hasta el 2010 la población residente del barrio disminuyó de 996 habitantes en

1990 a 267 en el 2010 (Salgado, 2006; INEGI, 2010). A diferencia de otras zonas del centro

de la ciudad, en el Barrio Antiguo la población residente disminuyó en un 45% durante la

década del 2000 al 2010. Mientras que en promedio en el centro la disminución fue del 28%

en este mismo período.

Después, el Barrio Antiguo entró en crisis durante el apogeo de la violencia provocada

por la “delincuencia organizada” ya que en los bares y discotecas se vendía droga y había

competencia entre grupos rivales por este mercado. Así que durante varios años,

aproximadamente, desde el 2009 hasta el 2013, la mayoría de los lugares de entretenimiento

nocturno cerraron, debido a la falta de clientes que abandonaron este espacio de diversión

ante el crecimiento del número de asesinatos en la zona. Las rentas de algunos locales

disminuyeron en más del 50%. Durante este período de rentas bajas algunas instituciones

educativas se instalaron; predominaron las actividades económicas no vinculadas con bares

y con los llamados “antros”, se fortalecieron, sobre todo, las que tenían que ver con

actividades diurnas, como los cafés, galerías, hostales, restaurantes veganos, venta de

antigüedades, entre otras. Estos locales empezaron a atraer turismo y visitantes de otras
características, aunque seguían predominando jóvenes. Se fortalece un mercado callejero

dedicado a la venta de antigüedades y demás amenidades. Cuando la percepción de

inseguridad disminuye, poco a poco, la vida nocturna ha empezado a regresar y a aumentar

las rentas nuevamente. Pero, el mercado se topó con un contexto diferente. Algunos locales

se mantuvieron cerrados y a partir del 2015 empezaron los propietarios a reabrirlos, pero con

horarios restrictivos y con una clientela diferente, más diversa. Se instalaron locales de

comida gourmet, locales de venta de cerveza artesanal y aumentaron los que requerían no

solamente de consumidores juveniles, sino de otros grupos de edad.

No obstante, en relación a las construcciones antiguas y norestenses, se siguieron

derrumbando y construyendo sobre de ellas edificaciones con otros materiales y bajo nuevas

ideas sobre lo antiguo. Así, un mercado gourmet, se construyó después del derribo de una

vivienda tradicional y en su construcción utilizó materiales modernos y sillar de otras

regiones. Otros locales respondían a una arquitectura artificial que daba la apariencia de

antiguo, pero con un estilo ecléctico de principios del siglo XX, no vinculado con las

construcciones de esa época en la región. Este nuevo devenir del Barrio Antiguo

“postviolencia” tuvo un nuevo impulso con un proyecto del municipio en el 2015 que

remodeló la calle Morelos desde la calle Dr. Coss hasta Naranjo. Se ampliaron las banquetas,

se quitó el cordón de la banqueta y se redujo el ancho de la calle, además de instalar unos

bolardos que invitaron a reducir el tráfico vehicular y mejorar las condiciones del peatón.

Esto ayudó a la intensificación del turismo en la zona para la clase media y para

sectores de la población con ciertas características sociodemográficas y culturales.

Actualmente existe una segmentación del usuario de los espacios en el centro: en el corredor

peatonal y comercial de la calle Morelos al poniente de la Macroplaza, predominan

actividades, como los shows callejeros de los payasos, destinadas a la población en general
y los paseantes de este corredor comercial. Mientras que al oriente de la Macroplaza, por la

misma calle Morelos, predominan establecimientos y shows para otro tipo de consumidor de

mayores niveles de ingreso y con un perfil cultural distinto. Los “performance” que se

observan los domingos en la calle Morelos al oriente son de bailes de diversos estilos;

cantantes de rock y música pop, entre otros. En este sentido, el Barrio Antiguo siguió

especializándose como un lugar para el usuario de cierta capacidad económica y no para el

residente.

Esto no quiere decir que en esta zona esté subutilizada la infraestructura de servicios

como la electricidad, el agua, el drenaje, la basura. Nos parece que es necesario evaluar si

existe una mayor intensificación en los servicios en una zona donde la densidad poblacional

es menor pero la vocación del espacio permite un alto número de población flotante. Se

menciona esto porque uno de los argumentos que anteponen quienes están a favor de la

vivienda vertical en el centro metropolitano es la gran disponibilidad de infraestructura en

esta zona que está subutilizada dado los niveles tan bajos de densificación poblacional.

Los nuevos intentos de gentrificación.

Actualmente, las transformaciones en el centro de la ciudad están siendo impulsadas por una

política municipal y estatal basada en cambios en los reglamentos de permisos de

construcción, uso del suelo y usos de los espacios públicos. Es una liberación de trabas a la

inversión. Ya no es una intervención directa y tampoco existe una inversión estatal

solamente, como anteriormente se había hecho con la Macroplaza; el Barrio Antiguo y

Fundidora (Garza, 2003; Moreno, 2016). Lo que se hacía antes, era fortalecer las

renovaciones con una inversión pública; mediante una transformación radical del paisaje

urbano en el centro y después, motivando a la empresa privada para que invirtiera; comprara

terrenos e impulsara económicamente las zonas intervenidas por el gobierno.


Inclusive, los gobiernos estuvieron permitiendo dejar los espacios públicos a

disposición de la empresa privada para que detonara económicamente las zonas mencionadas

aquí. El ejemplo más claro de esto fue el nuevo estadio de futbol del club Rayados que está

construido sobre un espacio del parque público llamado “La Pastora” en Guadalupe, Nuevo

León. También, basta observar el número de negocios en el parque fundidora considerado un

parque público ecológico, el cual ha destinado, en concesión principalmente, el 30% de su

superficie a negocios privados (hoteles, centros de espectáculos, Plaza Sésamo; Pista de

Hielo; estacionamientos), asimismo, los espacios verdes del parque se rentan para bodas,

reuniones privadas; espectáculos masivos, entre otras actividades.

Mientras tanto, en las periferias del centro de la ciudad, se han presentado más

proyectos de gentrificación, pero no relacionados con espacios públicos sino privados. Han

sido las transformaciones de propiedades relacionadas con la industria de principios del siglo

XX, que cerraron sus plantas y bodegas, dejaron libre grandes terrenos para usos mixtos,

residenciales y comerciales. Se destruyeron los edificios de las plantas industriales y se

dejaron algunos símbolos que sirven de adorno para los nuevos fraccionamientos. Un

ejemplo de esto es “Céntrika” que es un desarrollo residencial horizontal y vertical que ocupa

el espacio de lo que anteriormente fue American Smelting and Refining Company (Asarco).

En este complejo habitacional, quedó una chimenea y una casa que servía de albergue para

los ingenieros que llegaban del extranjero a la ciudad para trabajar en la minera. Tanto las

chimeneas como la casa quedaron como adorno y como recuerdo de lo que era Asarco. Pero

también lo que quedó son dos grandes lomas que contienen los residuos peligrosos que la

compañía se negó a llevar a un basurero tóxico, que está en el municipio de Mina Nuevo

León, a 85 kilómetros de esta zona residencial. Se presentaron protestas de los vecinos de la


colonia Victoria pero, finalmente no impidieron la construcción de este almacén de residuos

(Valadez, 2008).

Otro de los espacios gentrificados es el “Nuevo Sur” que ahora ocupa los terrenos de

lo que era “Ladrillera Monterrey”, otra empresa privada donde quedó solamente una

chimenea como señal de la existencia de la planta industrial.

Pero, estos procesos no expulsan población, sino que ocupan espacios que tienen

importancia en la historia industrial y obrera de la ciudad. Digamos que con estas acciones

tenemos una gentrificación agresiva con el patrimonio obrero industrial.

En el caso del centro de la ciudad, una de las nuevas propuestas municipales y

estatales es “redensificarlo” mediante la construcción de proyectos verticales con usos mixtos

principalmente. En este caso, ya no existe inversión pública, sino cambio en las

reglamentaciones del uso del suelo para motivar al capital inmobiliario a invertir en estos

proyectos. Actualmente se han estado desarrollando principalmente en la parte sur del centro,

que es la menos deteriorada: El Semillero, en la zona de la purísima; el Pabellón M en

Ocampo y Juárez; Urbania en la zona peatonal de Morelos; Koi Midtown, en Ocampo y

Aldama; Torre América, en la calle América entre Matamoros y Padre Mier; Proyecto

Cuauhtémoc, en la cuadra entre Ocampo, Cuauhtémoc, Pino Suárez e Hidalgo; Torre Vita en

Francisco Naranjo entre Matamoros y Platón Sánchez. En la zona de la Alameda también

existe otro proyecto. En la parte norte del centro se construyen dos proyectos en terrenos de

establecimientos económicos que eran muy importantes a mediados del siglo XX: en la

maderería la Victoria y en Casa Holck.

La construcción de multifamiliares y de uso mixto, está más presente en la parte de

la Zona Metropolitana de Monterrey (ZMM) donde viven los habitantes de altos ingresos,

como en San Pedro Garza García y en la zona sur del municipio de Monterrey. Mientras que
los proyectos que se están desarrollando en el centro de la ciudad representan el 24% del total

de la ZMM. (De la Rosa, 2017).

El directivo de la inmobiliaria que realiza el proyecto de Koi Midtown, Díaz Name,

explicó que el inmueble, que tendrá 17 pisos, va dirigido al mercado de jóvenes recién

casados con ingresos de 35 mil pesos y que operará bajo un esquema de asignación de

propiedad, lo que le permitirá al comprador no pagar ISAI. "Se le asigna la propiedad no le

vendo nada para que no pague ISAI", ver en

http://m.milenio.com/monterrey/vivienda_vertical-edificacion_vertical-

construccion_edificios_0_468553156.html

En una entrevista en el año 2007 a un empresario inmobiliario, este dijo “la tendencia

en cuanto a lo que prefieren los compradores de vivienda sigue siendo la casa y el terreno

propio”. Sin embargo, no hay duda de que crece la necesidad e interés, y con ello la demanda,

de vivir en condominios. “Esto último se debe, principalmente, a que allí hay mayor

seguridad, vigilancia las 24 horas, accesos restringidos, menor costo de mantenimiento,

derecho a servicios, como gimnasio, alberca, salones para fiestas, guarderías,

estacionamiento techado, jardines, y muchos otros más”, aseguró Martínez Garza. Ver

https://www.realestatemarket.com.mx/articulos/mercado-inmobiliario/urbanismo/12429-

monterrey-la-ciudad-mas-moderna-del-pais

Son espacios que resuelven las necesidades del consumidor sin necesidad de traslado,

Así disminuye la importancia de lo que rodea al edificio. Los barrios vecinos, los espacios

públicos y los servicios que se ofrecen en la cercanía a los departamentos no están

relacionados con los condóminos. La vida comunitaria en el espacio donde se vive no se ve

beneficiada por el crecimiento de esta población que prefiere vivir en un espacio cerrado,
controlado y seguro y si no se tiene lugar para estacionar los autos9 se intensifica la pelea

por el uso del espacio. Esto hace que la vivienda sea, no solamente el lugar para vivir, sino

también para ejercitarse, divertirse y consumir, sin necesidad de ver a otras personas que no

vivan dentro de este edificio de departamentos. “Todo en uno” se podría decir. Es como vivir

en un centro comercial. Entonces, frente a la vista del habitante de la metrópoli se presenta

el edificio como un enclave comercial-habitacional, donde alrededor de éste se puede

encontrar un escenario de deterioro urbano evidente. A pesar de las intenciones de lograr que

los habitantes de estos edificios no usen sus vehículos particulares con la misma intensidad

que quienes viven en zonas residenciales exclusivas y que están ubicadas en la periferia, no

puede ser cierto debido a que el entorno no responde a sus intereses personales de consumo

y convivencia y requieren moverse hacia afuera.

Otro elemento que hace de los edificios de departamentos como elementos de enclave

tiene que ver con el perfil del colono. Dado que existe una renuencia en Monterrey de vivir

en departamentos, regularmente quien compra uno de ellos, piensa en rentarlos, no lo

perciben como un lugar para vivir. Inclusive, la propaganda de estos proyectos se inclina a

buscar un perfil de comprador que piense que puede ser una buena inversión tener un

departamento, en vez de ahorrar su dinero en el banco. Muchas veces estos proyectos no

buscan residentes sino inversionistas. Entrevistamos a dos residentes de este tipo de

proyectos y ellos comentaron que la mitad de los compradores de los departamentos lo habían

9
El municipio de Monterrey está considerando dar facilidades a los constructores que edifiquen departamentos
a cierta distancia de las estaciones del metro o de rutas de camiones en el centro. Les posibilitarán reducir el
número de cajones de estacionamiento, para así impulsar el uso del transporte público y también los traslados
a pie. Esto se le llama modelo de desarrollo basado en un transporte (DOT). Por los costos de los departamentos
que seleccionan a personas de altos ingresos con autos, es difícil que se interesen por vivir en este tipo de
proyectos multifamiliares si no pueden disponer del auto para el traslado al trabajo, que no siempre va a estar
en camino de las rutas camioneras o de las líneas del metro. En estos casos la lucha por el espacio con los
vecinos será cotidiana y reducirá las posibilidades de mejorar el tejido social.
hecho con el fin de rentar su departamento. Inclusive, una parte del complejo habitacional

está destinado exclusivamente para renta. En La Capital que está a las orillas del canal de

Santa Lucía tiene una sección de renta. Urbania, el proyecto que recicla un edifico de los

años cincuenta y que agregaron cuatro pisos para departamentos en el corredor peatonal de

Morelos, son departamentos exclusivos para renta. Quienes son propietarios residentes en

estas construcciones verticales son matrimonios jóvenes sin hijos; o matrimonios con hijos

pequeños en espera de lograr tener una vivienda unifamiliar y después rentar el departamento.

También existen grupos específicos como los mayores de 60 años; ejecutivos; extranjeros,

entre otros.

Los que llegan a pagar renta son residentes temporales que están de visita a

Monterrey y que aprovechan que los propietarios utilizan plataformas digitales como Airbnb

o Booking, y se quedan varios días ya sea porque vienen a un evento y evitan los altos costos

de los hoteles. También abundan los profesionistas que llegan a trabajar temporalmente en la

ciudad10. Dado que estos departamentos tienen como perfil a personas de altos ingresos. Lo

que en términos de solución a la redensificación genera un sesgo social de segmentación. En

estas propuestas de “volver al centro” debido a los altos costos de traslado en la periferia, se

selecciona a un grupo minoritario de la población. Por eso la base de posibles clientes que

buscan vivir en el centro es muy baja y no es raro ver grupos de edificios con pocos

departamentos habitados.

10
Actualmente el número de visitantes y trabajadores temporales que llegan a la ciudad va en aumento. Según
la Secretaría de Turismo en el primer trimestre de 2018 llegaron a Nuevo León 659,683 turistas que representan
en relación al mismo trimestre del 2017, un aumento de 9.8%. El aumento de las actividades turísticas se nota
más si tomamos en cuenta a un período más largo. Por ejemplo, en el 2004 el número de visitantes era de 274
mil (Garza, 2018).
Lo que ha predominado ahora es la producción y proliferación de proyectos sin

consideración de si responden a una demanda habitacional, los desarrolladores tienen en claro

esto y deciden buscar a propietarios no residentes. Parte del problema es que una gran

cantidad de proyectos está siendo financiada por fideicomisos privados, como los llamados

Fideicomisos de Inversión en Bienes Raíces (Fibras)11, que buscan inversionistas y que les

prometen grandes dividendos anuales de dos dígitos, más altos que la tasa de interés

predominante. Es un gran atractivo para personas, instituciones, empresas y fondo de

pensiones, que tienen dinero y que quieren un buen rendimiento de su inversión. Por lo tanto,

estos fideicomisos tienen siempre una gran disposición de efectivo para invertir. A tal grado

que comúnmente vemos anuncios en el periódico de agentes inmobiliarios que están en

búsqueda de terrenos en el centro para ofrecerlos a desarrolladores. En este sentido, este

sistema impulsado por el municipio, no está basado en la demanda de vivienda vertical, sino

en la posibilidad de invertir y producir proyectos de todo tipo, siempre contando con esta

jerarquía de inversionistas, no importando qué tipo de residente predomine. Lo que menciona

uno de los grandes promotores de las Fibras “En este país hay terrenos, plazas, naves

industriales y oficinas con potencial para valer millones. Lo que se demanda son empresarios

e inversionistas de visión que aporten al desarrollo de este negocio; que lo

entiendan”.https://www.elcontribuyente.mx/2017/07/que-son-los-fideicomisos-de-

inversion-y-bienes-raices-fibras-y-por-que-son-un-negocio/

Mientras tanto, el municipio para atender las necesidades de redensificación del

centro ha recurrido a un enfoque territorial. Una de las propuestas es impulsar una movilidad

11
Un Fibra es un fideicomiso de inversión que compra, construye y arrienda toda clase de bienes raíces que no
pueden ser vendidos en un lapso de cuatro años. Prácticamente cualquier persona física con activos físicos o
capital puede hacer negocio con un Fibra ya establecido, o puede crear uno propio (Serrano García, et. al.,
2016).
sustentable que se apoye en medios de transporte públicos y no motorizados. No se habla de

disminuir el número de traslados pero si las distancias, por eso se busca una mezcla de usos

del suelo en el entorno inmediato delimitado por polígonos. Esto permite promover que, la

satisfacción de la mayoría de necesidades urbanas, sea a cortas distancias, combinándolas

con el menor uso del automóvil. En términos de tiempo se habla de trasladarse

cotidianamente a espacios urbanos (parques públicos, centros comerciales, escuelas, centros

de entretenimiento, etc.) en menos de 15 minutos. La propuesta también pasa por fortalecer

la conexión del centro metropolitano con sus periferias, para así hacer crecer el deseo de vivir

en el centro de la metrópoli.

En este sentido se plantea el “Programa Parcial de Desarrollo Urbano Distrito

Purísima-Alameda” que busca principalmente intervenir bajo ciertos principios que se

retoman de las estrategias y líneas de acción de “El Programa Nacional de Desarrollo

Urbano” Destacan algunas como “fomentar ciudades compactas”; “aprovechamiento de

predios baldíos y subutilizados”; “Impulsar la sustentabilidad social, promoviendo una

cultura de convivencia y participación ciudadana y fortaleciendo el tejido social de las

comunidades”, “Promover una cultura de la movilidad urbana sustentable”, entre otras

estrategias.

El distrito Purísima-Alameda abarca las partes sur poniente y centro poniente del

primer cuadro. Es el perímetro delimitado al sur por la avenida Morones Prieto; al norte por

la calle Tapia; al oriente la calle Venustiano Carranza y al poniente la calle Guerrero. Es un

polígono del centro que tiene 7400 habitantes en un área de 359.09 hectáreas y con una

población flotante de 60 mil personas, sin tomar en cuenta a quienes visitan esta zonas para

comprar mercancías en los diferentes establecimientos (Municipio de Monterrey, 2015).


Este tipo de programa ya se ha estado desarrollando en el zona sur del municipio

donde se encuentra instalado el Tecnológico de Monterrey y también se está planteando en

la colonia Independencia. En los dos casos se han presentado protestas por los habitantes de

estos distritos, debido a las presiones de desalojos, compras agresivas de propiedades, usos

privados de espacios públicos y una densificación residencial que provoca conflictos en el

uso de los espacios.

En el caso de este primer distrito que se propone en el centro de Monterrey, ha estado

en consulta ciudadana y aún no se pone en marcha, pero se presenta como una alternativa

para impedir que los proyectos multifamiliares queden solamente como una propuesta

incompleta y como enclaves que no fortalecen el tejido social. Esperemos que esta propuesta

no sirva para pretexto y legitimación de proyectos relacionados con la comercialización de

espacios públicos como en este caso pueden ser las partes aledañas del cauce del río Santa

Catarina que se encuentran dentro del polígono. O como una plataforma legitimadora de

negocios privados que desplazan al comercio destinado a los habitantes y visitantes de este

polígono y que tienen menor capacidad de ingreso.

Conclusiones:

El texto aquí desarrollado es un esfuerzo por entender las transformaciones que ha sufrido el

centro metropolitano de Monterrey. Éstas, como hemos visto, son de larga data y tienen sus

antecedentes más inmediatos en espacios físicos como la Macroplaza, el Paseo Santa Lucía

y el Barrio Antiguo, sin embargo, creemos que van más allá y que constituyen un largo

proceso que involucra aspectos económicos, políticos y culturales. En particular abordamos

el proceso de lo que entendemos como gentrificación.

No obstante, es importante hacer énfasis, no en la etiqueta, sino en el fenómeno social

de trasfondo, tal como lo menciona Harvey en una entrevista: “El concepto de gentrificación,
en términos generales, puede ser definido como el poder de cualquier grupo con recursos

superiores que logra expulsar y destruir comunidades locales de un determinado lugar. Si se

lo llama gentrificación, colonialismo o colonialismo urbano, da igual; la importancia radica

en el conocimiento y la comprensión de la problemática detrás del concepto. Realmente

importa poco cómo se lo llame, siempre y cuando la preocupación se mantenga por los temas

centrales a tratar como lo son la vivienda asequible y la calidad de vida de poblaciones que

han sido marginadas y empobrecidas a lo largo del tiempo” (Marti y Salazar, 2016).

En este sentido, las nuevas formas de gentrificación que están predominando en el

centro de la ciudad están fincadas en dos aspectos: una crisis de la política pública de apoyo

a la población de bajos ingresos, basada en los desarrollos periféricos de alta densidad, altos

niveles de inseguridad y altos costos de traslado con el consiguiente abandono de viviendas.

El otro elemento es una gran disposición de capital inmobiliario que se está reorientando

hacia los sectores de altos ingresos y a la población flotante de los grandes centros

metropolitanos. Las facilidades legales permitidas por los gobiernos locales hacia el capital

inmobiliario, han posibilitado a estos capitales reorientar su oferta en la vivienda vertical para

aprovechar la infraestructura ya establecida. Al mismo tiempo, un grupo de nuevos residentes

en el centro con una cultura basada en la sustentabilidad urbana, pero con menos capacidad

económica están aprovechando esta coyuntura, que permite todavía encontrar zonas del

centro de baja renta y de precios de propiedades menores a los sectores gentrificados como

el Barrio Antiguo (Moreno y Jurado, 2017).

En términos concretos las manifestaciones de la gentrificación en el centro

metropolitano de Monterrey son:


Cambios en los reglamentos de permisos de construcción y uso del suelo, así como

en el uso de los espacios públicos, que bajo la lógica del neoliberalismo se interpreta como

una liberación de las trabas a la inversión.

Asimismo, presenciamos la inversión privada en la periferia aledaña al centro de la

ciudad de Monterrey, la que se ha desarrollado en antiguos predios industriales, pequeñas

fábricas y bodegas. Para el primer caso puede tomarse como ejemplo el caso del coto cerrado

de Céntrika, desarrollado en antiguos terrenos de ASARCO y Nuevo Sur en lo que fue la

Ladrillera. Para el segundo, la construcción de lofts en la Colonia Del Prado.

Bajo el pretexto de la redensificación del centro se han construido torres de

departamentos y de usos múltiples bajo un esquema de inversión privada. Lo que ha derivado

en enclaves con un entorno urbano deteriorado y que han privilegiado más la renta de

departamentos y la inversión inmobiliaria de particulares que la efectiva respuesta a una

demanda real de viviendas en el centro de Monterrey.

El proceso apenas inicia, y este texto da cuenta de ello. Lo interesante es que tanto el

concepto de gentrificación (de hechura anglosajona y en el contexto de estado de bienestar)

como sus expresiones tiene que ser discutido y entendido en el contexto latinoamericano y

bajo el esquema neoliberal del capitalismo.

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