Gaztañaga - La Antropología Política y Los Procesos Políticos
Gaztañaga - La Antropología Política y Los Procesos Políticos
Cátedra B
FFyL-UBA
Introducción
1. De la estructura al proceso
1
la década de 1930 muchos discípulos de Malinowski que habían comenzado a seguir a
Radcliffe-Brown en su distinción conceptual entre sociedad y cultura, comenzaban a publicar
una serie de trabajos dedicados al estudio de la estructura social con la concepción subyacente
de que las sociedades están en equilibrio más o menos estable, y que la moral, la ley, la
etiqueta, la religión, el gobierno y la educación son partes del complejo mecanismo por el que
una estructura social existe y persiste (e.g. Evans-Pritchard en Los Nuer). La creación de un
corpus teórico sistemático cuyo trabajo de campo etnográfico residía principalmente en África
-escenario del imperialismo británico y la política colonial del sistema de gobierno indirecto-
signó el surgimiento de la antropología política y del hoy devenido ‘clásico’ Sistemas
Políticos Africanos, que se convirtió en el producto más acabado de la perspectiva de estos
antropólogos africanistas. La perspectiva ‘sistémica’ lideró por varios años a la antropología
social, y particularmente en el estudio de temáticas y fenómenos políticos contribuyó a
moldear los intereses y las formas de abordaje.
Sin embargo, los discípulos de los antropólogos ‘clásicos’ fueron poniendo de
manifiesto las limitaciones de esta perspectiva. Estos antropólogos trabajaban en sociedades
occidentales y occidentalizadas (que adoptaban la forma Estado y se integraban a la forma de
producción capitalista) y demostraban un creciente interés por el contexto colonial. Según
ellos, las limitaciones tenían que ver especialmente con un excesivo interés por el orden y la
integración (en desmedro de otros aspectos igualmente importantes y constitutivos de lo
social), y con la incapacidad teórica y metodológica de introducir la dimensión del cambio
social en los análisis. Tales observaciones críticas estaban fuertemente vinculadas a la
ampliación del terreno de observación y examen hacia escenarios tradicionalmente reservados
a otras disciplinas (los antropólogos habían comenzado a trabajar en todo tipo de sociedades)
desarrollando análisis heterodoxos de procesos políticos locales. Pero también tenían que ver
con el hecho de que los antropólogos comenzaban a participar en debates con los
profesionales de otras ciencias sociales como la ciencia política (cf. Balandier, 1962; Epstein,
1958; Fallers, 1956; Gluckman, 1968 y 1987), algo que promovió una apertura heurística y
conceptual hacia universos teóricos con los cuales anteriormente la comunicación era escasa o
inexistente.2 Una característica relevante de los análisis antropológicos producidos desde
mediados de los años ’50 fue la tendencia a desarrollar perspectivas teóricas y metodológicas
basadas en la noción de proceso. 3 Como veremos, los “procesualistas” centraban sus análisis
en las interacciones concretas de los actores sociales, alejándose de la mera identificación de
las instituciones en base a funciones; comenzaron a debatir la perspectiva del poder y la
política en un sentido comparativo, y buscaron formas de entender el cambio social y el
conflicto enriqueciendo el bagaje conceptual y analítico de la -ya consolidada- antropología
política. Algunos de estos académicos, inclusive, comenzaron a reflexionar sobre la propia
gnoseología de la materia, es decir, los alcances del estudio antropológico de la política (cf.:
Colson, 1979; Swartz, Turner y Tuden, 1994).
Cabe señalar que las modificaciones mencionadas en las perspectivas del estudio
antropológico de la política no se dieron de un momento para el otro. En los ‘40 ya estaba
presente cierta atención hacia temas como el conflicto y el arreglo de disputas. No obstante,
eran cuestiones abordadas desde el énfasis en la resolución estructural de los conflictos,
2
Un hecho que influyó al estudio antropológico de fenómenos políticos fueron las guerras de liberación
ocurridas entre 1950/60 en los escenarios donde los antropólogos venían llevando a cabo trabajo de campo. Las
violentas situaciones que siguieron a la conferencia de Yalta (1945) pusieron en evidencia que era imposible
seguir ignorando esos procesos de cambio y resistencia de cara a la producción académica.
3
En el contexto de las ideologías de la modernización económica y política posteriores a la segunda guerra
mundial se fueron consolidando nuevos ámbitos de interés e indagación etnográfica (como la antropología del
clientelismo y el patronazgo, especificada como área temática en torno al problema de las “subculturas morales y
políticas incrustadas en el Estado”). También se fueron reapropiando de viejos temas de la sociología clásica
(procesos de racionalización, proletarización, etc.), dando lugar al abordaje antropológico de áreas temáticas
como centro y periferia, sociedad nacional y comunidad local, lo folk y lo urbano (cf.: Boivin, 2001).
2
considerados como expresión de valores compartidos y la posibilidad de su resolución (cf.:
Evans-Pritchard, 1977 [1940]). Respecto del tema de las transformaciones sociales, aparecían
en las etnografías funcionalistas y estructural-funcionalistas pero su abordaje era marginal y
fuera del análisis propiamente dicho. Evans Pritchard (1962) expresaría más tarde su
preocupación por la fuerte orientación sincrónica de los estudios antropológicos e insistiría en
que la antropología considerara a la historia. Otros autores también plantearon ecuaciones
similares para analizar la organización social (Firth, 1959; Goody, 1958). Sin embargo, en la
medida en que se producía un cambio de orientación y la consiguiente apertura hacia otras
posibilidades de pensar el estudio antropológico de la política, fue tornándose cada vez más
fuerte la crítica hacia los análisis que privilegiaban el estudio de los aspectos ‘sistémicos’ y
que, por ende, tendían a soslayar la dinámica política. La limitación a un esquema ‘formal’
era vista como una consecuencia de ciertas ‘falencias’ analíticas de la teoría antropológica. De
aquí la creciente apreciación de que la comprensión antropológica debía tomar en cuenta
elementos como el proceso de legitimación de las instituciones políticas, el sistema político
más amplio y el peso de las acciones de los individuos (cf.: Swartz, Turner, Tuden op.cit.;
Vincent, 1990).
Uno de los autores que tempranamente puso de relevancia las dificultades de la
antropología para explicar el cambio social fue Edmund Leach. Su objeción principal se
dirigía al supuesto estado de equilibrio de los sistemas sociales, y optando por otro punto de
partida, buscó elaborar una perspectiva que salvase este dilema antropológico. En su trabajo
sobre los kachin, Leach desarrolló la idea de “cambio cíclico” y el concepto de “estructura
social en situaciones prácticas”, que luego lo llevarían a elaborar su teoría respecto de los ritos
y de los mitos (Leach, 1954; cf.: Sigaud, 1996). Sin embargo, quien llegaría a plantear una
crítica más sustanciosa al modelo de los sistemas sociales como un conjunto de componentes
interconectados funcionalmente fue Max Gluckman. Más allá de las vehementes disputas
intelectuales y personales entre Leach y Gluckman, fue el segundo quien desarrollaría un
enfoque y una escuela de pensamiento particular, centrados en la preocupación por la
dinámica social, donde los conflictos y la discrepancia en reglas, normas y valores eran
tenidos como parte normal y necesaria de la vida social. 4
La “Escuela de Pensamiento de Manchester” (más concretamente, un esfuerzo
conjunto entre el departamento de Antropología Social de la Universidad de Manchester y el
Rhodes-Livingstone Institute) hunde sus raíces en el medio académico intelectual estructural
funcionalista, pero la originalidad de las investigaciones desarrolladas en su seno le valieron
la obtención de un lugar desatacado dentro de la antropología de su época. El desarrollo de
este ‘momento’ de la antropología política implicó retoma algunas preocupaciones clásicas
para comprender el funcionamiento de lo social, como la relación entre el constreñimiento
institucional y la elección individual en los sistemas social, aunando así las preocupaciones
estructurales de Radcliffe Brown y los desarrollos de Malinowski acerca de los individuos
que manipulan las normas persiguiendo sus intereses.
4
Vale la pena señalar Leach compartía la preocupación de Gluckman por criticar la teoría del equilibrio orgánico
postulada por el estructural funcionalismo y sostenían la necesidad de análisis orientados a la práctica. Ambos
partieron del problema del conflicto de las normas y cómo los individuos manipulan las reglas, y abogaban por
una pespectiva histórica. Como señala Kuper (1983) el mensaje era que la dinámica central de los sistemas
sociales la proporciona la actividad política; los hombres compiten ente sí por engrandecer sus medios y sus
estatus dentro del marco creado por reglas frecuentemente conflictivas o ambiguas. Sin embargo, amén de su
noción de cultura como ideologías en competencia y contradictorias en un ambiente político inestable y de
ciertas orientaciones generales respecto de la centralidad de la acción, Leach nunca se consideró parte de
ninguna escuela de pensamiento o tradición, listando entre sus mentores a autores tan variados como
Malinowski, Firth, Roman Jakobson y Giambattisto Vico (cf.: Macintyre, 1991).
3
2. Gluckman y la Escuela de Manchester
Gluckman hizo trabajo de campo en Zululandia entre los años 1936 y 1938. Estas
estas investigaciones se cristalizaron en The Kingdom of the Zulu of South Africa y en
Analysis of a Social Situation in Modern Zululand. Allí comenzó a desarrollar sus principales
preocupaciones teóricas relacionadas con la coexistencia de la cooperación y la oposición y el
conflicto, planteando la idea de que el equilibrio se expresa a través del conflicto, a través de
las múltiples lealtades en juego de los actores pertenecientes a grupos opuestos. Luego de su
trabajo con los zulúes, Gluckman viaja a Rodesia del Norte en el año 1939como investigador
del Rhodes-Livingstone Institute para hacer trabajo de campo entre los Lozi de Barotseland,
pero suspende ese trabajo en 1941 para hacerse cargo de la dirección del Instituto (tiempo
después volvería a Barotseland para abocarse al estudios de los procesos judiciales en las
cortes tribales). A partir de esa experiencia de campo publicará algunos de sus libros más
importantes: The Judicial Process among the Barotse of Northern Rhodesia (1955) y The
Ideas in Barotse Jurisprudence (1965). Estos trabajos convirtieron a Gluckman en un pionero
de la antropología legal. En estas descripciones y análisis muestra sus puntos de vista sobre
las cortes y su rol de agentes morales, y desarrolló su concepto de “hombre razonable” (cf.:
Colson, 1979:244). Otras obras donde Gluckman continuó desarrollando estas temáticas
fueron Custom and Conflict in Africa (1955), Order and Rebelion in Tribal Africa (1963) y
Politics Law and Ritual in Tribal Society (1965). Allí desarrolló su análisis de ciertas
ceremonias entre los bantúes en tanto que “rituales de rebelión”, que expresaban los clivajes
5
No obstante, Gluckman fue decididamente heteróclito en sus intereses. Por ejemplo, en sus tempranos
desarrollos intelectuales, se adentró en la obra de Karl Marx (sobre todo en el modo de concebir el arco de la
historia) y también se interesó por la obra de Sigmund Freud, cuya lectura participó de sus posteriores planteos
sobre la concurrencia del conflicto entre individuo y persona (cf.: Colson, 1979 y 1979a, Kapferer 1987, Kuper
1983).
4
sociales y las tensiones sociales de manera abierta, que le valieron su famosa reflexión acerca
de los procesos sociales: “Estos nunca están perfectamente ajustados” (Gluckman, 1963:39).
Además de los conceptos privilegiados para dar cuenta de la dinámica que acontecía en
África central y en Sudáfrica (cambio y continuidad, conflicto y cohesión social, oposición y
cooperación, facciones, grupos, roles ínter-jerárquicos, vínculos cruzados, puntos de clivaje.
etc.), Gluckman abordó una diversa gama de temáticas bajo esta visión dialéctica de lo social,
tales como la relación entre el Estado colonial y las formas de organización social tribales, los
procesos de transformación-modernización, los efectos de la industrialización, las
migraciones laborales, el apartheid, la malnutrición, la agricultura erosionada en las reservas y
los dilemas del caudillismo.
i) Problemas sociales
6
Por ejemplo, los trabajos de Colson (Profesora de Antropología en Brandeis University), J. A. Barnes (Profesor
en la Australian National University), Holleman (Director del Social Studies Research Unit at the University of
Natal), y Mitchell (Profesor de estudios Africanos en la University College de Rhodesias and Nyasaland).
5
desde el punto de vista de Wilson, los actores sociales estaban compelidos a adoptar un
sistema en detrimento del otro, Gluckman objetaba que migrantes y trabajadores tendían a
seleccionar comportamientos particulares desde ambos sistemas para aplicarlos a situaciones
sociales específicas. Así, en Analysis of a Social Situation in Modern Zululand (1940),
Economy of the central Barotse plain (1941) y Some processes of social change (1942),
Gluckman configuró un enfoque para estudiar los problemas sociales desde el punto de vista
del proceso de cambio social. Su modelo podía dar cuenta de la selección situacional de los
comportamientos observados en el contexto colonial: las acciones de actores específicos con
sus propios motivos e intereses eran tomados en cuenta para analizar macroprocesos.
El enfoque teórico y los métodos desarrollados por Gluckman en su temprana
investigación formarían el conjunto central de conceptos de la escuela de Manchester. Se
trataba de una versión que difería del estructuralismo de Oxford ya que sus intereses de
investigación radicaban en problemas sociales específicos tales como el apartheid, la
industrialización y las migraciones laborales. En este contexto, Gluckman formuló su idea de
cambio social en términos dialécticos, de sistemas repetitivos y cambiantes. Esto era
coherente con su diferenciación entre transformación, cambio de sistema y cambio repetitivo:
"cada sistema social es un campo de tensión lleno de ambivalencia, de cooperación y de
lucha. Esto es así en sistemas sociales de relativa estacionalidad (fijos, repetitivos) tanto
como en sistemas que están en cambio. En los primeros los conflictos no son alteraciones en
los cargos sino cambios en las personas que los ocupan. El pasaje del tiempo, el crecimiento
y cambio de población, produce re-alineamientos pero no cambios radicales de patrones”
(Gluckman 1963:128). En este sentido, el conflicto mantenía la estabilidad del sistema a
través del establecimiento y re-establecimiento de ‘vínculos transversales’7 entre los actores
sociales, y el conflicto mantenía la permanente destrucción y recreación de esos vínculos –
resultantes, en última instancia, de una situación de cohesión social.
Gluckman también fue el responsable de desarrollar la idea de “campo social” para
abordar los límites conceptuales de una antropología que impedía a los investigadores
comprender las dimensiones fundamentales de los procesos sociales y culturales de cambio y
transformación (Kapferer, 1987). Desde este punto de vista, la estructura del campo social no
solo consistía en relaciones espaciales y el “marco de relaciones persistentes” que los
antropólogos llaman “estructural”, sino también en las “entidades dirigidas” (las actividades
orientadas a metas empleadas por individuos y/o grupos persiguiendo sus intereses, en
términos de Victor Turner (1968:138). Estas preocupaciones representaban un cambio de
énfasis antes que un completo abandono del estructural funcionalismo, pero la particular
forma de resolverlas implicó una novedosa impronta teórica y metodológica.
Gluckman insistía en considerar el campo social total comprendido por dos esferas, la
urbana, industrial, y la rural, tribal. Sugería que ambas esferas adquirían un grado de
estabilidad o equilibrio, ya que mantenían una relación funcionalmente coordinada a través
del proceso de migración laboral. Es decir, si bajo las circunstancias coloniales el control de
la tierra estaba limitado por las autoridades tribales, para los habitantes urbanos en épocas de
desempleo ser miembro de la tribu proporcionaba cierta seguridad, a través de los derechos y
las obligaciones del parentesco. Este enfoque permitía dar cuenta de cómo las personas
encontraban ventajoso migrar a las áreas urbanas y retornar a sus comunidades, y cómo al
mismo tiempo la esfera urbana se beneficiaba al no cargar con los costos de reproducir a los
trabajadores in situ. Asimismo, el modelo de las esferas duales de Gluckman permitía
discutir, a partir de la investigación empírica, el hecho de que en la situación colonial, la
7
Los vínculos imtransversales establecen una situación en la que las personas formaban alianzas variables que
suelen transcender los diferentes clivajes, formando un sistema de clivajes pequeños.
6
industrialización y migración laboral reforzaban la política tribal y los sistemas de parentesco.
El paradigma estructural de fit and contradiction describía un tipo de procesos sociales en
áreas donde se articulaban esferas dispares. Se trataba de procesos observables en relaciones
entre la organización del pueblo y el Estado, entre esferas industriales y tribales, o las
conexiones entre la organización del trabajo y el sistema de las relaciones urbanas
industriales. Esto explica por qué en su búsqueda de una posición teórica para abordar los
problemas sociales, los antropólogos de Manchester enfatizaron la presencia de encaje y
contradicción entre diferentes sistemas y dominios de relaciones sociales dispares (Werbner,
1984:166).
Los antropólogos de la escuela de Manchester describieron y analizaron la actividad
que rodeaba a las realidades del poder político y las alianzas en el contexto de la cambiante
economía de los sistemas coloniales. Estos estudios proveyeron grandes hallazgos al nivel de
la naturaleza del proceso administrativo local (cf.: Swartz, Turner y Tuden, 1966) ya que un
punto de articulación con la jerarquía política de la África colonial podía ser comprendida
mirando los “roles inter-jerárquicos” (inter-hierarchical roles). El ejemplo clásico del rol
inter-jerárquico es el jefe de aldea, quien se encuentra atrapado entre las demandas del Estado
colonial y las de la comunidad; quien sirve como mediador subordinado al Estado al mismo
tiempo que representa a las necesidades de su aldea (i.e. un individuo políticamente
consciente de su rol negociando los diferentes niveles en la jerarquía o reclutando apoyo de
fuera de la jerarquía). Tal como lo demostraron los análisis de Manchester, los roles inter-
jerárquicos proveen conexiones intermedias entre dos conjuntos de conexiones políticas bajo
circunstancias de normas ajenas o extranjeras: por una parte, el rol puede representar al
Estado (caracterizado por hábitos burocráticos y dogma entretejidos en relaciones
impersonales), y al mismo tiempo, el rol está profundamente envuelto en las relaciones tejidas
con la comunidad política local.
7
inconsistencia podía comprenderse mejor a través del concepto de “selección situacional”: el
hecho de que los actores sociales eligen las creencias que les parecen apropiadas para cada
esfera en la que estén operando. Esta forma de análisis, también llamado análisis centrado en
eventos o análisis situacional (porque involucraba la descripción de eventos y prácticas de
actores sociales) significaba asumir que “In similar situations similar processes operate, but
each has its variants” (Gluckman 1963:223). En la selección situacional el actor elige de
entre una selección de creencias una para una situación particular y otra posiblemente
contradictoria en una situación diferente. Tal selección se basa en los diferentes roles del actor
en ambas situaciones y las ‘inconsistencias’ observadas en las creencias pueden ser entonces
resueltas a través de este principio.
8
trabajaban era el de que no existe un sistema de normas abstractas coherente. Siempre se trata
de sistemas conflictivos y ni siquiera habría un sistema de normas propiamente dicho. Cuasi
malinowskianamente, esto implica que sólo hay diferentes normas o pequeños sistemas de
normas (nunca corpus jurídicos totales) que rigen diferentes aspectos de la vida social de la
gente, y que, en la vida real, estos sistemas se entrecruzan y las normas se contradicen en la
práctica al exigir al individuo acciones contradictorias.
De acuerdo con el tipo de relaciones sociales, Gluckman distinguía sociedades simples
o “multiplex” y sociedades complejas o “simplex”. Las sociedades con relaciones sociales
multipropósito eran concebidas así por ser entramados densos de relaciones, donde los
dilemas morales eran complejos dado que cada individuo debía representar varios roles
simultáneamente y se encontraba, así, con diferentes expectativas de los demás miembros de
la sociedad. Gluckman observaba que en las diferentes esferas de relaciones, una persona
tendría vínculos con la misma persona en varios de estas diferentes esferas, mientras que en
una sociedad más compleja tendrá pocas relaciones superpuestas entre esferas. En este
sentido, sugería que la ritualización del comportamiento era menor en las sociedades
modernas que en las sociedades multiplex, donde el ritual funciona mejor porque está
simultáneamente marcando roles y convenciendo a la gente de que comparten valores pese a
sus conflictos. En todo caso, el problema era decidir qué rol social analizar en cada caso
puesto que, por ejemplo, hay rituales que llevan a abandonar roles específicos y a eliminar
los conflictos relacionados con ellos (e.g. los ritos de pasaje). Con todo, además de los rituales
que separan a los individuos en la vida cotidiana, la ritualización del comportamiento permitía
ordenarlo (operando una especie de institucionalización que marcaría qué rol actuar en cada
momento).
Los antropólogos de Manchester consideraban que las relaciones sociales implicadas
en los rituales eran de crucial importancia, de modo que su análisis requería examinar el
trasfondo social de la celebración, la matriz social del proceso ritual (i.e. sus oficiantes, los
vínculos y puntos de ruptura existentes entre los grupos y subgrupos, etc). Al examinar los
perfiles estructurales del campo social en que se hacía el ritual se ponía en evidencia el hecho
de que siempre hay lealtades en conflicto, y que, por lo tanto, lo que no aparecía como
conflictivo en cierto nivel de la organización social, se convertía en conflicto en otro, o bien
que lo que era conflicto en un nivel, en otro, podía convertirse en cohesión social.
2.2. Metodología
Así como Gluckman seguía los preceptos clásicos del trabajo de campo (por ejemplo,
incentivando a sus estudiantes a que aprendiesen el lenguaje nativo como una de las
habilidades analíticas necesarias para asir la complejidad del dato de campo etnográfico), una
de sus preocupaciones principales era elaborar un conocimiento detallado que vaya más allá
de la propia experiencia de campo. Así, esta impronta “regional” fue un sello distintivo de
Manchester. Gluckman enviaba a sus estudiantes a trabajar en África central con la idea de
conducir su trabajo de campo en puntos “estratégicos” de la región. El “Plan de 7 años”
(1945) desarrollado para el Rhodes-Livingstone Institute fue una estrategia para estudiar el
medioambiente cambiante del África central británica. Gluckman sugería que el ‘área’ estaba
dividida en partes representativas donde ciudades planificadas y áreas rurales eran clasificadas
en una tipología donde las segundas se dividían según lo que producían, si el trabajo era
importado o exportado y si la ciudad estaba cerca de una línea de ferrocarril. El propósito de
la tipología era coordinar los esfuerzos de investigación en pos de producir un modelo de los
efectos diferenciales de la migración laboral y la industrialización en la organización
doméstica y el parentesco, la vida económica, los valores políticos y las creencias religiosas o
mágicas en la región. El objetivo de promover una mirada regional era escapar al problema de
‘una sociedad por etnógrafo’ y, justamente, el método de la muestra de área permitía una
9
perspectiva comparativa capaz de describir una diversidad de respuestas a las fuerzas
generales del cambio social. Gluckman buscaba una comprensión más general de la región y
pretendía construir algún tipo de teoría general ilustrativa de los procesos sociales. Así, al
mismo tiempo que los investigadores perseguían y mantenían intereses propios en sus
respectivas investigaciones (bajo orientaciones teóricas y metodológicas comunes), el foco
regional les permitía analizar y comparar sus hallazgos. En definitiva, con estos programas de
investigación regional sistemática mostraban la utilidad de coordinar las tareas de
investigadores regionalmente situados que podían desarrollar cooperativamente sus ideas en
un discurso mutuamente crítico.
Otro de los grandes aportes metodológicos de Gluckman y la escuela de Manchester
fue su énfasis en la importancia de atender a la acción social (incluyendo los roles sociales en
un sistema social) dentro de eventos o casos concretos. Consideraban que la estructura del
sistema se podía comprender mejor a través de las formas en que los actores sociales las
ponían en uso en la vida real; este enfoque permitía analizar las inconsistencias inherentes al
sistema, como las contradicciones con el sistema. El método empírico característico de la
antropología de Manchester era recolectar datos de las observaciones de las acciones sociales
de actores operando en esferas sociales específicas en el marco del sistema social. Esta
postura metodológica suele ser llamada el action-oriented approach, y supone que, en lugar
de mera descripción de la estructura del sistema o de la función de sus elementos, se
describen las formas en que el sistema funciona con todas sus contradicciones, regularidades e
inconsistencias, introduciendo un elemento temporal y de la ‘vida real’ en el análisis. Bajo
este enfoque, las reglas de un sistema social podían ser discutidas en función de observar
cómo eran manipuladas, rotas, contradichas, o bien, seguidas.
La escuela de Manchester promovió diversas formas de exposición y análisis de los
datos etnográficos. Tal como plantea Clyde Mitchell (2006:28-30), Gluckman distinguió tres
tipos de estudios de caso, según el modo en que podían ser utilizados en el análisis teórico.
Esta distinción supone un camino de menor a mayor complejidad en el grado de los eventos
descriptos y en función de su duración en el tiempo. El primer tipo era la “ilustración
apropiada” (the apt ilustration). Se trataba de la descripción de un evento en el que resultaba
ilustrada la operación de algún principio general. Aquí el uso del material de caso era
meramente ilustrativo.
El segundo tipo era el análisis de una situación social (the analysis of a social
situation) que se trataba del análisis de un conjunto limitado de eventos durante un lapso de
tiempo relativamente restricto. La escuela de Manchester desarrolló el “análisis situacional”
para escapar de los inconvenientes del estructural funcionalismo británico, cuyos análisis
morfológicos de la estructura de relaciones políticas dejaban interrogantes teóricos sin
resolver o eran incapaces de producir teoría (cf.: Fortes, 1937; Gluckman, 1958; Mitchell,
1956a y 1956b). Representaba la búsqueda de un tipo de comprensión que no era ni
completamente deductiva ni completamente inductiva, sino que le permitía al analista
conectar los acontecimientos observados para, en última instancia, llegar a producir teoría
(Handelman, 2006). Es decir, el análisis de un evento o situación social era concebido como
“una relación activa, antes que pasiva, para la producción de comprensión etnográfica y la
construcción de teoría” (Kapferer 2006:125, mi traducción). Así Gluckman subrayaba la
importancia de pensar en términos de series de procesos sociales que nunca están
perfectamente ajustados: “the openness of social fields” (Gluckman, 1958). 10
10
Un ejemplo paradigmático es Analysis of a social situation (1958) donde Gluckman describe la inauguración
de un puente en Zululandia de una manera secuencial (quiénes llegan, cómo llegan, dónde se ubican, qué dicen,
los discursos de cada grupo, qué pasa cuando termina la ceremonia), ofreciendo las categorías sociales para
construir su seguimiento más allá de la situación específica. Lejos de utilizar la situación social como si fuera un
microcosmos de la Sudáfrica colonial, el análisis del evento permitía mostrar que el comportamiento de los
diferentes actores y grupos durante y después de la ceremonia estaba reflejando la estructura de la sociedad
sudafricana de ese momento, con sus alianzas y puntos de clivaje, y que la dominación de los blancos sobre los
10
El tercer tipo de estudio de caso -cuyos discípulos terminarían de sistematizar- era el
denominado método de caso extendido o del caso ampliado (extended case methody). Este era
el más complejo y representaba la elaboración del estudio básico del material de caso dentro
de una secuencia de eventos por un período de tiempo prolongado. Requería seguir a los
mismos actores en las diversas situaciones y re-especificar continuamente las posiciones y el
flujo de actores en ellas. Aquí, a diferencia de los dos primeros, el aspecto procesual recibía
un énfasis particular ya que al analista debía mostrar cómo los eventos estaban ligados a
través del tiempo. También tenía gran importancia teórica ya que, a través del caso ampliado,
el orden social (y moral) se volvía más complejo, menos rígido, menos integrado, más
contradictorio y más indeterminado (Gluckman, 1961:10; cf.: Frankenberg, 2002; Garbett,
1970; Mitchell, 1983; van Velsen, 1967). Esta técnica era una suerte de variante diacrónica
del estructural funcionalismo, ya que combinaba la descripción estructural con la de la
interacción entre un conjunto de actores a largo plazo. En otras palabras, no negaba el análisis
estructural funcional sino le anteponía la dinámica. 11
zulúes -basada en última instancia en la fuerza y la represión- era más poderosa y de mayor alcance que los
intercambios que los unían (cf.: Handelman, 2005:38-39 y 2006).
11
Mitchell plantea que el caso extendido es similar a los “dramas sociales” de Victor Turner en sus análisis de la
vida social Ndembu (en el carácter procesual, no el aspecto dramático).
11
organización) ponían atención al marco duradero que constriñe al comportamiento individual,
mientras que los que adoptaban un enfoque centrado en el actor abstraían en términos de
“red” (Barnes, 1954; Mayer, 1980) y atendían al individuo manipulador e innovador muchas
veces despegado del contexto de sus prácticas. La oscilación entre ambas perspectivas se
debía a cómo resolver el problema de la abstracción. Parafraseando a Garbett (1970: 215), al
trabajar en niveles bajos de abstracción el investigador sólo se involucra en el flujo y los
cambios de la vida diaria, en los procesos y regularidades que pueden ser discernidos en este
nivel; mientras que los procesos de gran escala solo pueden ser discernidos en un nivel mucho
más alto de abstracción.
Aun cuando los estudios de caso no recibían un tratamiento ilustrativo sino que eran
abordados en función de su potencial teórico, otro problema de peso en el estudio de las
situaciones sociales era el de cómo establecer las conexiones significativas entre los eventos.
En otras palabras, se trataba de hasta dónde debían ser tomados en cuenta los eventos externos
a la situación social específica, a fin de comprender el comportamiento de los actores en ella
(cf.: Garbett, 1970). También resultaba problemático aislar áreas de estudio (por ejemplo,
para estudiar un grupo, un conjunto de relaciones o un dominio en particular) ya que siempre
eran parte de un campo social mayor o más complejo. Finalmente, también estaba el problema
de cómo abordar sistemáticamente la cuestión de que los actores que ocupan ciertos roles en
las relaciones sociales pueden ocupar otros en una serie total de relaciones. “¿Debían
estudiarse todas las relaciones para entender una? ¿Cómo decidir cortar la exploración del
pasado?” (Gluckman, 1964:15; mi traducción). La solución que proponía Gluckman se
sintetizaba en la expresión “closed systems and open minds”; esto es, el investigador debía
“cerrar su sistema pero al mismo tiempo mantener su mente abierta a la posibilidad de haber
excluido eventos, y relaciones entre eventos, que fuesen significativos” (op. cit.: 185). La
intuición antropológica era integral para la buena investigación y las percepciones del
antropólogo se entrelazaban con las trayectorias de los actores sociales y las situaciones que el
investigador de campo iba relevando. Epistemológicamente, al enfatizar la práctica de los
actores sociales, su enfoque estaba abierto a la sorpresa en un sentido “abductivo”, ya que la
situación social no sólo abría una ‘ventana’ para la imaginación teórica -como en el uso
geertziano- sino también ejes de prácticas en contextos particulares (Handelman, 2006). La
propuesta de Gluckman acerca de observar las prácticas de los actores como “tipos de
personas” en situaciones sociales, era inseparable de considerar el carácter procesual,
indeterminado, de la vida social (1961:9-10 y cf.: Kapferer, 2006; Evens y Handelman,
2006:217). Así, el enfoque del estudio del caso ampliado abrió tiempo y espacio (descriptiva
y analíticamente) a la práctica del proceso, al reconocimiento de que nuevos fenómenos
sociales y culturales eran continuamente practicados e interpretados (Handelman 2005:40-41).
En ese sentido, el análisis situacional hizo necesario un cambio radical en la presentación de
los datos, dado que el investigador debía disponer de situaciones conectadas con el mismo
conjunto de actores de una forma extensiva. Además de la “gran habilidad operativa” que
requería del analista también significaba “hacer grandes demandas al lector” (Reader,
1964:28; Garbett, 1970:219; van Velsen, 1967:140).
El enfoque de Manchester también fue cuestionado porque si bien era exhaustivo en
sus intereses teóricos generales, al mismo tiempo padecía de ciertas limitaciones ligadas a las
microhistorias de la vida de las comunidades, sobre todo a las micropolíticas (Werbner,
1987:159). Finalmente, otros aspectos problemáticos eran las dificultades etnográficas ligadas
a las orientaciones políticas de sus investigadores. El temprano trabajo de Manchester
mostraba una postura marxista, y algunos de los investigadores eran socialistas y de
movimientos políticos liberales, lo cual les dificultaba mantener abiertamente sus posiciones
intermedias en el contexto colonial.
12
Quienes recuperan esta perspectiva del análisis de procesos señalan que ha habido una
tendencia a considerarla de manera reduccionista. Es decir, se habrían soslayado las ventajas
del análisis situacional para seguir la emergencia y el desarrollo -revelado, reproductivo,
casual, caótico- de las prácticas sociales, al considerado solamente como un método, sin
teorizar su importancia en relación con la formación del orden social. Así lo plantea Don
Handelman (2006), quien además sostiene que Gluckman desarrolló una perspectiva para el
estudio de la práctica social en tiempo real que puede considerarse la base de una
“antropología microhistórica de la práctica social” (2005: 30-38). Si bien los manchesterianos
no definieron su trabajo en estos términos, al estudiar procesos a través de una serie de
eventos emergentes, observables o situaciones sociales estarían haciendo una forma de
“microhistoria prospectiva” donde, en comparación con el historiador, el “tiempo de la
experiencia” del etnógrafo se asocia con el “tiempo de conocimiento”, el período durante el
cual analiza los materiales de campo (op.cit., 2005:41-45).
Otro aspecto que suele recuperarse de las investigaciones de Manchester es que estos
antropólogos tomaban a la ‘práctica’ como integral. En este tema, Bruce Kapferer (1987)
sugiere ciertas afinidades entre el enfoque de Gluckman y el de Bourdieu pese a que la
Escuela de Manchester no usó el lenguaje de la práctica –si bien posteriores elaboraciones
estuvieron orientadas al actor y a la elección individual (cf.: Kapferer, 1972; Handelman,
2005:40).
En cuanto a la dinámica social, la obra de la escuela de Manchester fue crucial para
llegar a pensar nuevas herramientas conceptuales que siguen teniendo fuerza en la actualidad.
Por ejemplo, George Garbett (1970) rastreó un desplazamiento desde conceptuar las
situaciones sociales como si ocurriesen en alguna unidad social definida estructuralmente (i.e.
una tribu) hacia tratarlas como parte de un “campo” o un continuo de relaciones (Gluckman,
1964, 1961:14). En el enfoque procesualista, los eventos abstraídos se asumían en sus
interconexiones significativas y se analizaban dentro un “campo” de relaciones, instituciones,
recursos y eventos -e.g. Epstein en Politics in an urban African community (1958) y Turner
(1968) en el análisis de los aspectos políticos del ritual ndembu. El campo era definido en
términos de los intereses y acciones de los participantes en el proceso estudiado, e incluía
“valores, significados, recursos y relaciones empleados por los participantes en ese proceso”
(Swartz, 1968:9). Las ventajas que proporcionaba ese enfoque eran que podía ser aplicado en
todo tipo de contextos sociales.
A modo de cierre
13
advertencias tenía que ver con su propia experiencia de trabajo de campo en África (e.g. la
relación entre el Estado colonial y las formas de organización social preexistentes, los
procesos de transformación-modernización, etc.). Para Gluckman, el equilibrio social no era
la resultante de una integración de los grupos, ni de las normas a las cuales adhieren, sino que
emergía de un proceso dialéctico, a través del equilibrio de los contrarios. Inclusive a nivel
del ritual, en lugar de ver la manifestación de algún tipo de unidad trascendente sino la
manifestación de los conflictos. En Order and Rebelion in Tribal Africa (1963), sostuvo que
el ritual puede constituirse en una exageración de los conflictos reales de las normas sociales
y una afirmación de la existencia de la unidad a pesar de estos conflictos. Su sistematización
de la idea del conflicto, al mismo tiempo estructural y diacrónico, terminaría realizando así,
una síntesis novedosa del planteo de Radcliffe-Brown respecto de que en las relaciones
sociales se da al mismo tiempo asociación y disociación, generalizándola a toda la sociedad.
Es posible sostener que la Escuela de Manchester adaptó las doctrinas funcionalistas
dominantes en la antropología social bajo las influencias de Bronislaw Malinowski y
Radcliffe-Brown, pero las utilizaron para formular sus concepciones sobre las interrelaciones
entre otro tipo de proceso y factores sociales. En este sentido, tal vez la historia de la teoría
antropológica no haya podido o sabido darle un lugar concreto a Max Gluckman, justamente
porque sus desarrollos teóricos fueron una bisagra entre el paradigma hegemónico de la
antropología social británica (el estructural funcionalismo) y los primeros pasos para una
nueva escuela (el procesualismo). Su escuela extendió el enfoque dominante de la
antropología social británica aplicándolo al indagar cómo ocurrían las situaciones en los
eventos presentes, con sus inconsistencias normativas y contradicciones. En cierta medida, la
antropología de Manchester extendió la vida teórica del estructural-funcionalismo
desarrollando una versión empíricamente aplicable y prolongando su interés.
Sin embargo, además de que las perspectivas procesualistas enriquecieron el debate
analítico y conceptual de la antropología política, también presentaron algunos problemas
como un relativa ‘banalización’ del concepto de política (vgr.: Swartz, 1968; Cohen, 1969,
1981). Por más que había diferencias de énfasis entre los autores, ciertos discípulos de
Gluckman llegaron a tratar a la política como una dimensión omnipresente en las relaciones
sociales y algunas investigaciones plantearon que el comportamiento político revelaba
regularidades estructurales: por ejemplo, una estructura política podía ser un conjunto de
reglas para regular la competencia (cf.: Bailey, 1960 y 1980). En la obra de Victor Turner
(1968; cf.: 1957) es posible advertir una ampliación de las tesis de Gluckman cuando en su
análisis de los aspectos políticos del ritual ndembu plantea que en una sociedad el “sistema”
surge o de un proyecto a largo plazo, o bien de los intereses inmediatos. Algunos trabajos de
estos discípulos luego plantearían definiciones de lo político enmarcadas en la idea de poder,
determinación y realización de objetivos colectivos, planteando la existencia de una esfera de
acción política (Swartz, Turner y Tuden, 1966:7). Esos trabajos han sido cuestionados por
dejar fuera al aspecto territorial (cf.: Abélès, 1997) y por tratar a la política de manera
instrumental (cf.: Spencer, 2007). Finalmente, además del problema implicado en tratar a la
política como algo omnipresente en las relaciones sociales, otro aspecto problemático era la
tendencia a limitar sus análisis a los aspectos ‘micro’ de la política, identificándolos como
espacios “intersticiales” de la dimensión estatal (cf.: Wolf, 1980; también la bibliografía sobre
relaciones de patrón-cliente, faccionalismo, redes, etc.). En este sentido, seguía
reproduciéndose una conocida división del trabajo intelectual: el estudio de la ‘periferia’ y los
aspectos tradicionales de la política eran terreno de los antropólogos, mientras que su acceso
al ‘centro’, al estudio de la política nacional y al Estado parecían estar vedados
epistemológicamente.
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