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Aladino y La Lampara Maravillosa

Aladino ayuda a un misterioso extranjero a recuperar una lámpara de aceite de una cueva, descubriendo un tesoro escondido. Al tocar un anillo mágico, invoca a un genio que le permite escapar. Más tarde, Aladino se enamora de la hija del sultán pero su palacio y esposa son secuestrados por el brujo. Aladino logra rescatarlos con la ayuda del genio del anillo y viven felices para siempre.

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Aladino y La Lampara Maravillosa

Aladino ayuda a un misterioso extranjero a recuperar una lámpara de aceite de una cueva, descubriendo un tesoro escondido. Al tocar un anillo mágico, invoca a un genio que le permite escapar. Más tarde, Aladino se enamora de la hija del sultán pero su palacio y esposa son secuestrados por el brujo. Aladino logra rescatarlos con la ayuda del genio del anillo y viven felices para siempre.

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Aladino y la lampara maravillosa

Autor: De Las mil y una noche

Érase una vez una viuda que vivía con su hijo, Aladino.
Un día, un misterioso extranjero ofreció al muchacho
una moneda de plata a cambio de un pequeño favor y
como eran muy pobres aceptó.
¿Qué tengo que hacer? -preguntó.
Sígueme - respondió el misterioso extranjero.
El extranjero y Aladino se alejaron de la aldea en dirección al bosque, donde este último iba
con frecuencia a jugar. Poco tiempo después se detuvieron delante de una estrecha entrada
que conducía a una cueva que Aladino nunca antes había visto.
¡No recuerdo haber visto esta cueva! -exclamó el joven- ¿Siempre a estado ahí?
El extranjero sin responder a su pregunta, le dijo:
-Quiero que entres por esta abertura y me traigas mi vieja lampara de aceite. Lo haría yo
mismo si la entrada no fuera demasiado estrecha para mí.
De acuerdo- dijo Aladino-, iré a buscarla.
Algo más- agrego el extranjero-.
No toques nada más, ¿me has entendido? Quiero únicamente que me traigas mi lampara
de aceite.
El tono de voz con que el extranjero le dijo esto último, alarmó a Aladino. Por un momento
pensó huir, pero cambio de idea al recordar la moneda de plata y toda la comida que su madre
podía comprar con ella.
No se preocupe, le traeré su lampara, - dijo Aladino mientras se deslizaba por la estrecha
abertura.
Una vez en el interior, Aladino vio una vieja lampara de aceite que alumbraba débilmente la
cueva.
Cuál no sería su sorpresa al descubrir un recinto cubierto de monedas de oro y piedras
preciosas.
"Si el extranjero solo quiere su vieja lampara -pensó Aladino-, o está loco o es un brujo. Mmm,
¡tengo la impresión de que no está loco! ¡Entonces es un ... !" -¡La lampara! ¡Tráemela
inmediatamente! - grito el brujo impaciente.
-De acuerdo, pero primero déjeme salir -repuso Aladino mientras comenzaba a deslizarse por
la abertura.
¡No! ¡Primero dame la lampara! -exigió el brujo cerrándole el paso
-¡No! Grito Aladino.
- ¡Peor para ti! Exclamo el brujo empujándolo nuevamente dentro de la cueva. Pero al hacerlo
perdió el anillo que llevaba en el dedo el cual rodó hasta los pies de Aladino.
En ese momento se oyó un fuerte ruido. Era el brujo que hacía rodar una roca para bloquear la
entrada de la cueva.
Una oscuridad profunda invadió el lugar, Aladino tuvo miedo. ¿Se quedaría atrapado allí para
siempre? Sin pensarlo, recogió el anillo y se lo puso en el dedo. Mientras pensaba en la forma
de escaparse, distraídamente le daba vueltas y vueltas.
De repente, la cueva se llenó de una intensa luz rosada y un genio sonriente apareció.
-Soy el genio del anillo. ¿Que deseas mi señor? Aladino aturdido ante la aparición, solo acertó
a balbucear:
-Quiero regresar a casa.
Instantáneamente Aladino se encontró en su casa con la vieja lampara de aceite entre las
manos.
Emocionado el joven narro a su madre lo sucedido y le entregó la lampara.
-Bueno no es una moneda de plata, pero voy a limpiarla y podremos usarla.
La está frotando, cuando de improviso otro genio aún más grande que el primero apareció.
-Soy el genio de la lampara. ¿Que deseas? La madre de Aladino contemplando aquella
extraña aparición sin atreverse a pronunciar una sola palabra.
Aladino sonriendo murmuró:
-¿Porque no una deliciosa comida acompañada de un gran postre?
Inmediatamente, aparecieron delante de ellos fuentes llenas de exquisitos manjares.
Aladino y su madre comieron muy bien ese día y a partir de entonces, todos los días durante
muchos años.
Aladino creció y se convirtió en un joven apuesto, y su madre no tuvo necesidad de trabajar
para otros. Se contentaban con muy poco y el genio se encargaba de suplir todas sus
necesidades. Un día cuando Aladino se dirigía al mercado, vio a la hija del Sultán que se
paseaba en su litera. Una sola mirada le bastó para quedar locamente enamorado de ella.
Inmediatamente corrió a su casa para contárselo a su madre:
-¡Madre, este es el día más feliz de mi vida! Acabo de ver a la mujer con la que quiero casarme.
-Iré a ver al Sultán y le pediré para ti la mano de su hija Halima dijo ella.
Como era costumbre llevar un presente al Sultán, pidieron al genio un cofre de hermosas joyas.
Aunque muy impresionado por el presente el Sultán preguntó:
-¿Cómo puedo saber si tu hijo es lo suficientemente rico como para velar por el
bienestar de mi hija? Dile a Aladino que, para demostrar su riqueza debe enviarme
cuarenta caballos de pura sangre cargados con cuarenta cofres llenos de piedras
preciosas y cuarenta guerreros para escoltarlos.
La madre desconsolada, regreso a casa con el mensaje. -¿Dónde podemos encontrar
todo lo que exige el Sultán? -preguntó a su hijo.
Tal vez el genio de la lampara pueda ayudarnos -contestó Aladino. Como de costumbre,
el genio sonrió e inmediatamente obedeció las ordenes de Aladino.
Instantáneamente, aparecieron cuarenta briosos caballos cargados con cofres llenos de zafiros
y esmeraldas. Esperando impacientes las ordenes de Aladino, cuarenta Jinetes ataviados con
blancos turbantes y anchas cimitarras, montaban a caballo.
-¡Al palacio del Sultán!- ordenó Aladino.
El Sultán muy complacido con tan magnifico regalo, se dio cuenta de que el joven estaba
determinado a obtener la mano de su hija. Poco tiempo después, Aladino y Halima se casaron
y el joven hizo construir un hermoso palacio al lado de el del Sultán (con la ayuda del genio
claro está).
El Sultán se sentía orgulloso de su yerno y Halima estaba muy enamorada de su esposo que era
atento y generoso.
Pero la felicidad de la pareja fue interrumpida el día en que el malvado brujo regreso a la
ciudad disfrazado de mercader.
-¡Cambio lamparas viejas por nuevas! -pregonaba. Las mujeres cambiaban felices sus lamparas
viejas.
-¡Aquí! -llamó Halima-. Tome la mía también entregándole la lampara del genio.
Aladino nunca había confiado a Halima el secreto de la lampara y ahora era demasiado
tarde.
El brujo froto la lampara y dio una orden al genio. En una fracción de segundos, Halima y el
palacio subieron muy alto por el aire y fueron llevados a la tierra lejana del brujo.
-¡Ahora serás mi mujer! -le dijo el brujo con una estruendosa carcajada. La pobre Halima,
viéndose a la merced del brujo, lloraba amargamente.
Cuando Aladino regreso, vio que su palacio y todo lo que amaba habían desaparecido.
Entonces acordándose del anillo le dio tres vueltas. -Gran genio del anillo, ¿dime que sucedió
con mi esposa y mi palacio? -preguntó.
-El brujo que te empujo al interior de la cueva hace algunos años regresó mi amo, y se llevó
con él, tu palacio y esposa y la lampara -respondió el genio.
Tráemelos de regreso inmediatamente -pidió Aladino.
-Lo siento, amo, mi poder no es suficiente para traerlos. Pero puedo llevarte hasta donde se
encuentran. Poco después, Aladino se encontraba entre los muros del palacio del brujo.
Atravesó silenciosamente las habitaciones hasta encontrar a Halima. Al verla la estrechó entre
sus brazos mientras ella trataba de explicarle todo lo que le había sucedido.
-¡Shhh! No digas una palabra hasta que encontremos una forma de escapar -susurró Aladino.
Juntos trazaron un plan. Halima debía encontrar la manera de envenenar al brujo. El genio del
anillo les proporciono el veneno.
Esa noche, Halima sirvió la cena y sirvió el veneno en una copa de vino que le ofreció al brujo.
Sin quitarle los ojos de encima, espero a que se tomara hasta la última gota. Casi
inmediatamente este se desplomo inerte.
Aladino entró presuroso a la habitación, tomó la lampara que se encontraba en el
bolsillo del brujo y la froto con fuerza.
-¡Cómo me alegro de verte, mi buen Amo! -dijo sonriendo-.
¿Podemos regresar ahora?
- ¡Al instante! - respondió Aladino y el palacio se elevó por el aire y floto suavemente hasta el
reino del Sultán.
El Sultán y la madre de Aladino estaban felices de ver de nuevo a sus hijos. Una gran fiesta fue
organizada a la cual fueron invitados todos los súbditos del reino para festejar el regreso de la
joven pareja.
Aladino y Halima vivieron felices y sus sonrisas aún se pueden ver cada vez que alguien brilla
una vieja lampara de aceite.
FIN

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