El Carnaval es la fiesta popular de mayor tradición de República Dominicana.
Se produce desde
la colonia, en víspera de la cuaresma cristiana, cuando los habitantes de Santo Domingo se
disfrazaban como un remedo de las carnestolendas europeas.
La celebración del Carnaval tiene su origen probable en fiestas paganas, como las que se
realizaban en honor a Baco, el Dios del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que se
realizaban en honor del buey Apis en Egipto.
Según algunos historiadores, los orígenes de las fiestas de Carnaval se remontan a las antiguas
Sumeria y Egipto, hace más de 5,000 años, con celebraciones similares en la época del Imperio
Romano, desde donde se difundió la costumbre por Europa, siendo traído a América por los
navegantes españoles y portugueses que nos colonizaron a partir del siglo XV.
El Carnaval Dominicano es una de las tradiciones más coloridas y celebraciones más alegres de
la República Dominicana. En el mismo participa todo el pueblo, que se lanza a las calles a
disfrutar, compartir y celebrar con alegría.
Su mayor intensidad ocurre a finales del mes de febrero en su último fin de semana, aunque
dependiendo de la región, se celebra todos los fines de semana del mes de febrero e incluso hasta
inicios de marzo.
Carnaval de La Vega
El carnaval de la ciudad de La Vega es posiblemente el más antiguo de los carnavales
dominicanos. Se remonta al siglo XVI, según documentan las crónicas de Fray Bartolomé
de las Casas. Se le considera el más organizado y vistoso de todos, por la creatividad de
sus máscaras, sus atuendos y la diversidad de los grupos, comparsas, y las numerosas
presentaciones artísticas y culturales que atraen anualmente a miles de nacionales y
extranjeros.
Sus personajes emblemáticos son los “diablos cojuelos”, de tradición española, demonios
amantes del bullicio y la travesura. En su versión moderna, los diablos mascarados calzan
tenis, guantillas y vejigas de vaca con las que golpean a los espectadores si bajan de las
aceras.
Los tradicionales trajes de capa cubiertos de espejos, cascabeles y lentejuelas, a la usanza
española, y las máscaras de dos cachos han evolucionado en una explosión abigarrada de
colores, con caretas de ojos protuberantes, plumas sintéticas, una profusión de cuernos,
colmillos, y de imágenes de fantasía foráneas, algunas “dominicanizadas” con barbas de
chivo.
¿Sabías que? Las comparsas o agrupaciones de dominicanos y dominicanas que se
disfrazan con un mismo tema o bien de diablos cojuelos son clásicas en los carnavales.
Cada una pasa meses coordinando y planificando sus coreografías y vestuarios y
creando máscaras y, durante el carnaval, es una dedicación casi espiritual a su
agrupación.
Las máscaras de diablos y animales siguen cambiando en cada versión del carnaval,
conforme a las febriles imaginaciones de los expertos “careteros” veganos.
Cada año, cerca de dos mil diablos cojuelos y más de ochenta comparsas entretienen a la
multitud, desde la calle Padre Adolfo hasta el parque Miraflores, donde el último día del
desfile, siguiendo una vieja tradición, los demonios se quitan sus caretas.
Carnaval de Santo Domingo
Del parque Enriquillo, en el sector capitaleño de Villa Francisca, sale el carnaval de los
barrios con sus clásicos diablos cojuelos, acompañados de “La muerte en jeep”, una
calavera enmascarada; el popular “Califé”, personaje vestido de frac que compone versos
jocosos criticando a figuras de la vida política y social, seguido por un coro; la graciosa
“Roba la gallina”, representada por un hombre disfrazado de mujer de busto y trasero
descomunales, que, con un paraguas en la mano, pide en los colmados “comida” para sus
“pollitos”, los cuales son muchachos de la barriada que esperan una lluvia de golosinas.
El ingenio barrial humoriza el dolor en “Se me muere Rebeca”, la historia de una madre
inconsolable que recorre las calles llorando por la enfermedad de su hija, y pidiendo dulces
para la “niña”, que suele ser una muñeca de trapo.
Por la avenida George Washington, área principal de las celebraciones oficiales, desfilan
las comparsas de “Los Indios”, niños y adultos con la cara y el cuerpo pintados, exhibiendo
vistosos plumajes, arcos y flechas, rememorando a los antepasados aborígenes de la isla
Hispaniola.
¿Sabías que? Como muestra de teatro callejero en el carnaval dominicano, la
comparsa de San Carlos, un barrio de la ciudad de Santo Domingo, escenifica la
conquista española y el exterminio de los indígenas taínos.
“Los Africanos” es una comparsa en recuerdo a los negros esclavizados por los españoles
en la época de la colonia. Sus personajes se tiznan el cuerpo con carbón y aceite
quemado.
En Guerra, municipio de la provincia Santo Domingo, el ingenio popular se agiganta con el
personaje central “El Negro de la Joya”, y el uso de máscaras hechas de latas, cartón,
papel y algodón.
El Carnaval contiene, por igual, representaciones de los inmigrantes árabes, personificados
por la comparsa de los “Alí Babá”, quienes visten trajes étnicos y desfilan con movimientos
coreografiados.
Tras la división política de la capital, el municipio Santo Domingo Este comenzó a montar
su propio carnaval los domingos de febrero en la avenida España. En su IX edición (2016)
contó con decenas de comparsas típicas, merengue, salsa, y premios para estimular la
participación ciudadana. La celebración anterior (2015) se inspiró en el reciclaje y la
protección del medio ambiente.
Carnaval de Santiago
En Santiago, la diversión se desarrolla durante los domingos de febrero en el Monumento a
los Héroes de la Restauración, donde se congregan los lechones, como llaman los
santiagueros a los diablos cojuelos.
Los lechones o “macaraos” – corrupción de la palabra enmascarados que se emplea en el
Cibao – lucen disfraces con capuchones que evocan el estilo español, particularmente los
de capas anchas que llegan hasta la rodilla. De tres y cuatro colores, son decorados con
cintas, espejos, cascabeles y rabos que cuelgan o se enrollan.
¿Sabías que? Los diablos se diferencian por sus caretas. Tres tipos identifican a
los barrios de más arraigada tradición carnavalesca: Los Pepines, La Joya y Pueblo
Nuevo.
Las máscaras tradicionales de los pepineros tienen cuernos lisos puntiagudos y una boca
de pato, ancha en la base y de punta redonda; los joyeros les ponen a las suyas cuernos
erizados de puyas o espinas lisas y boca encorvada. Las de Pueblo Nuevo llevan cuernos
con flores y vejigas en sus puntas.
Con el crecimiento urbano y la expansión de las barriadas, surgen nuevos grupos que
enriquecen las fiestas con máscaras de temas libres, de seres fantasiosos, animales y
personas, en su mayoría confeccionadas como las otras, en moldes de barro y papel
maché.
Otros personajes destacados son “Nicolás Den-Den”, un oso danzarín, deleite de los niños,
encadenado y conducido por un domador. Y “El Hombre del Papelón”, quien, disfrazado de
mujer, mueve el trasero provocativamente, incitando a otro personaje al que le grita
repetidamente: “¡A que no me quemas el Papelón!
Santiago tiene también su grupo de Los Indios, La Muerte en Jeep y el Baile del Muñeco.
Su tradición carnavalesca data de 1795, ligada a las festividades religiosas, y se afianza
tras la Restauración de la República en1865.
Al igual que en otras provincias, el carnaval santiaguero de siglos pasados estaba
socialmente estratificado, con celebraciones de la clase alta en clubes privados, mientras
los pobres hacían su fiesta en las barriadas populares.
Carnaval de Bonao
Los pitos, los cascabeles y las vejigas anuncian en los domingos de carnaval la llegada de
más de 75 grupos de “Macaraos”, que desfilan al compás de diversos ritmos musicales por
las calles céntricas de la ciudad, vistiendo el tradicional traje en satín, lamé, lentejuelas y
cintas, con caretas que simulan rostros de animales.
Desde 1990 Bonao ha creado su propia identidad carnavalesca, con los llamados
Macaraos, que le han valido premios por la creatividad de los disfraces y las carrozas de
más de 60 grupos y comparsas. Entre los más populares están los Guacamayos, los
Malos, los Poderosos, las Hienas, los Pingüinos, los Bellacos, los Payasos, los Kikos.
La celebración comienza en las calles a partir del último domingo de enero hasta el
segundo domingo de marzo. El espíritu carnavalesco de esta ciudad, según recuerdan los
mayores, se mantuvo hasta en los tiempos de precariedad económica de los años 30,
cuando la gente confeccionaba sus disfraces con telas de cortinas viejas, decoradas con
cintas de colores, pitos y espejitos.
Con máscaras imaginativas improvisadas por la necesidad, recorrían desde temprano las
calles del pueblo, mientras en el club privado Casino del Yuna los pudientes celebraban
concursos de comparsas.
¿Sabías que? El Comité Organizador del Carnaval de Bonao (COCABO) se ocupa de
mantener la tradición carnavalesca como patrimonio de todos los sectores de la
provincia.
Carnaval de Puerto Plata
La fiesta de máscaras de la ciudad de Puerto Plata ha sido transformada en los últimos
diez años por una nueva generación de jóvenes creativos que han estampado al carnaval
los símbolos de las tres culturas que contribuyeron a forjar la identidad nacional.
El tradicional diablo cojuelo ha reencarnado como “Taimácaro”, personaje central del
carnaval. Cientos de taimácaros toman las calles por asalto los días de carnaval,
disfrazados con caretas de los cemíes, deidades a las que rendían culto los aborígenes
taínos. El traje, en cambio, es típicamente español – pantalones, blusas y capas –
, mientras los pañuelos y cintas que atan a las mangas aluden en su diversidad de colores
a los misterios religiosos de la cultura africana. Los caracoles, de significación importante
en la mitología taína, adornan los pantalones y simbolizan la relación de los lugareños con
el mar.
Otros grupos y comparsas que han participado en los últimos carnavales son Dominicano
Soy, Homenaje a la música, Los africanos, Los Espanta-pájaros, La Abanderada y su
Batón Ballet, Cazadores de Cuatreros, y los clásicos diablos cojuelos y Roba la Gallina.
Carnaval de Cotuí
El carnaval de la ciudad de Cotuí, en la provincia Sánchez Ramírez, se considera uno de
los más singulares, por la creatividad de sus disfraces. Los personajes que caracterizan y
sintetizan la originalidad de la fiesta popular son los Platanuses y los Papeluses,
reconocidos y premiados en numerosas ocasiones.
Los platanuses visten trajes confeccionados con hojas secas de plátanos amarradas con
soga que se abren como un paraguas cuando el personaje da vueltas al compás del baile.
Sus máscaras son de higüero seco, algunas lisas, mientras otras tienen paneles de
comején y pintura, y más recientemente se le añaden cuernos de chivo y vaca. La adición
de color a los disfraces, en años recientes, ha aumentado su vistosidad. El historiador
Francisco Rincón recuerda que en su infancia, a principios de los años 50, los cotuisanos
se disfrazaban con papel de periódicos, pero del platanú hay referencias más antiguas:
bisabuelos de su familia se disfrazaban, entre 1880 y 1890, con hojas de plátano y una
careta de higüero con un panal de comején (Listín Diario/Cultura, 17 de febrero de 2016).
¿Sabías que? Los Papeluses -posibles derivados de los platanuses- se disfrazan con
tiras de papel periódico, y también usan máscaras de higüero, las cuales tienen la boca
y los ojos deformados. Una particularidad de Los Papeluses es que se colocan dos
caretas, una en la cara y otra en la nuca. Se cree que la llegada del papel de estraza a
los colmados del pueblo dio lugar al disfraz de los papeluses, que siguieron
transformándose con el uso de papel de periódico, de vejiga, crepé y plástico.
Los funduses son otros personajes surgidos de la creatividad popular que emplean fundas
de colmado para hacer toda suerte de figuras combinadas con caretas.
Las nuevas generaciones han creado grupos como Los Vikingos, Los Payasos, La Tribu,
que se agregan a La Culebra y los Siete Pecados, la Litera de la Muerte, y el
Mediodía. Cotuí también tiene sus diablos, que usan caretas de pico de cotorra y nariz de
cerdo, y visten pantalón y camisa larga, con adornos rojos brillosos y pequeños espejos. En
imitación a los murciélagos, llevan alas cocidas desde el ruedo del pantalón que suben
hasta la punta de las mangas y se abren cuando los diablos levantan los brazos.
Siguiendo los modelos del Platanú y el Papelús, los grupos confeccionan sus disfraces con
materiales de desecho al alcance de todos los bolsillos. La creatividad dimensiona plumas
de gallinas, el aserrín, las hojas de papel, las fundas plásticas, las crines de caballo, las
tiras de telas y los flecos de sacos.
Carnaval de Cabral
Las fiestas carnavalescas de este municipio de Barahona, en el Sur, se consideran un
ejemplo de la mascarada cimarrona. Los orígenes de este poblado se rastrean a los
esclavos que poblaron en el siglo XVIII el Bahoruco y zonas como El Rincón, actualmente
Cabral.
Sus figuras principales son Los Cachúas, que visten disfraces de tela verdes y rojos con
cruces negras y alas que semejan murciélagos. Las caretas llevan una cabellera de papel
crepé de distintos colores, y tienen cachos. De ahí viene el nombre de Cachúas. Los
adornos incluyen cascabeles y espejos pequeños, cuyo propósito es alejar las energías
negativas y atraer las positivas. Llevan látigos de fibras de sisal, maguey y cabuya, con los
que golpean a los espectadores y esparcen el miedo a su alrededor.
El carnaval de Cabral se celebra en Semana Santa. Los sábados santos, Los Cachúas se
pelean a fuetazos, y el lunes que sigue a la Resurrección queman un muñeco que
representa al personaje bíblico de Judas. Terminan sus celebraciones en el cementerio,
alrededor de las tumbas de Cachúas fallecidos.
Cabral también rememora a los aborígenes, con el grupo de Los Pirulíes, niños disfrazados
de “indios” que bailan en la vía pública luciendo un vestuario hecho con flecos de cáscara
de coco.
Además de Los Cachúas, la provincia de Barahona tiene la comparsa de Los Pintaos,
cuyos integrantes se dibujan el cuerpo y la cara con pintura acrílica en tonos intensos y
diseños creativos. Esta creación de Francisco Antonio Suero, de 1997, ha debutado en el
Desfile Nacional de Carnaval que se celebra en la capital dominicana.
Carnaval de San Pedro de Macorís
Los Guloyas o Buloyas, de San Pedro de Macorís, son los personajes más destacados del
carnaval de esta provincia, con un original vestuario, capas de colores vivos, pedrerías y
espejos y máscaras de diablos hechas con largas barbas de plumas de pavo real.
¿Sabías que? Los cocolos (como se les llama a los descendientes de los inmigrantes
de las Antillas Menores) llenan de música, bebidas y comida las calles de San Pedro.
Sus bailes están llenos de contenido, sátira, humor, sueños y nostalgia. Recrean sus
orígenes en sus capas y disfraces cargados de espejos y lentejuelas. Realizan variadas
representaciones, como la historia de David y Goliat, acompañadas de música de
tambor, redoblantes, cencerro, flauta y triángulo. Al compás de pegajosos ritmos de
origen africano, tejen cintas, caminan y bailan sobre zancos.
Los Guloyas, declarados Patrimonio Oral Intangible de la Humanidad por la UNESCO,
representan la cultura de los inmigrantes negros de las Antillas inglesas, quienes realizan
sus presentaciones durante las Navidades y en el Desfile Nacional del Carnaval. Sus
celebraciones transpiran mensajes sociales positivos, resaltan el triunfo del Bien sobre el
Mal, de los oprimidos sobre los opresores.
Carnaval de San Cristóbal
Exponente de las raíces étnicas dominicanas, y de temáticas pedagógicas, el carnaval de
la provincia de San Cristóbal se afianzó con el trabajo de grupos de teatro y musicales en
1980, validando los esfuerzos de Julio Heredia de los Santos, quien trató de mantener viva
la celebración en décadas anteriores.
De este modo se recuperó la esencia del carnaval, con sus comparsas de diablos cojuelos,
Los africanos, adornados con trajes multicolores; Los Indios, Los Galleros, Las 21
Divisiones, el Califé, los Roba la gallina, y una Muerte risueña, adornada de cintas y
cascabeles.
Carnaval de Salcedo
Con los años, el carnaval de la provincia de Salcedo ha desarrollado una identidad propia
con nuevos personajes y grupos. Sus diablos “macaraos” lucen disfraces vistosos, hechos
en papel crepé de intenso colorido, probablemente los colores de tonos más fuertes del
carnaval nacional.
Sus máscaras variadas simulan animales de la región, como toros, cerdos, cabras y
caballos. Dos grupos se alejan de los tradicionales: el de Las Cebras, integrado por
mujeres, y El Veterinario y sus Animalitos, que son niños de entre dos y doce años
disfrazados con caretas de los “pacientes” que trata.
Enriquecen el carnaval comparsas que salen de lo que los salcedenses llaman “Cuevas”,
como Los Cabros, Los Montro, Casa Grande, Los Duendes, las Gárgolas, Los
Escorpiones, Los Hechiceros, El Viejo y la Vieja, y el Loco de la Amargura.
Más de 33 grupos se inscriben anualmente en la Unión Carnavalesca de Salcedo
(UCASAL) para participar en el evento, que comienza el primer domingo de febrero y se
extiende hasta el primer domingo de marzo.
La celebración concluye con un ritual escenificado por los espectadores, quienes se
abalanzan sobre los macaraos para destruir los disfraces y esparcir por las calles los
coloridos papeles, un acto de despojo que ha sido interpretado como un deseo de poner fin
a lo viejo y propiciar lo nuevo en celebraciones venideras.
Carnaval de Elías Piña
El alzamiento de los negros esclavos se conmemora en el carnaval cimarrón de Elías Piña,
con representaciones de comparsas, cuyos temas aluden a la libertad y a la identidad por
la que lucharon los africanos sometidos a la esclavitud.
Otra manifestación de carnaval cimarrón es la presencia de los bailes de Gagá, que
combinan lo festivo y lo religioso. En comunidades de la provincia, como El Llano, se han
desarrollado expresiones singulares de carnaval, como las Máscaras del Diablo, que se
colocan en los patios de las viviendas, como centinelas, al atardecer del Jueves Santo.
Hechas de cartón corrugado, cachos de chivo, desechos vegetales y plumas de gallinas,
las caretas ocultan los rostros de hombres que se enmascaran desde el Viernes Santo
vestidos de mujeres, y salen a las calles a aterrorizar con los golpes de sus fuetes.
En el pasado, estos personajes concluían su carnaval con un rito de fertilidad, quemando
las máscaras en el monte y regando las cenizas entre los cultivos, a ritmo de tambores.
Carnaval de San Juan de la Maguana
El carnaval de San Juan de la Maguana recuerda los orígenes del pueblo dominicano con
comparsas aborígenes, españolas y africanas.
El perfil aborigen se escenifica con accesorios, plumas, areítos o danzas, mientras que el
español se retrata con representaciones del descubrimiento y la fundación de la villa de
San Juan. La cultura africana está presente en la música, los bailes y en manifestaciones
tradicionales, como los palos, el olivorismo y la cofradía del Espíritu Santo.
Organizado por el Ayuntamiento y la sociedad civil, la celebración se inicia en febrero y
concluye en marzo. Un gran desfile parte de la Plaza Anacaona hasta el parque Duarte, en
el centro de la ciudad, con una variedad de disfraces y máscaras, entre los que destacan
Las Tifúas, de tela adornada de asfalto y crin de caballo, y la de Los Cocorícamos, que
tienen la osamenta de una cabeza entera de caballo o de burro.
Carnaval de Río San Juan
Este pequeño municipio de 15,000 habitantes de la provincia María Trinidad Sánchez, tiene
un carnaval marino único en su clase, inspirado en las especies del mar. No hay nada igual
en toda la República Dominicana.
Su montaje data de 1997, y se realiza en una tarima colocada sobre las aguas de la
Laguna Grí Grí. Las comparsas, llamadas “Carnamares”, desfilan por los alrededores al
son de música, con caretas coloridas decoradas con aletas, corales, conchas, en trajes
de ballenas, cangrejos, pulpos, medusas, langostas y monstruos marinos imaginarios.
Artistas locales confeccionan los disfraces usando moldes de barro que reproducen en
corcho y papel, y a estos se les adhieren conchas, escamas de peces, corales y dientes de
tiburón.
En años recientes, la corona de la reina del carnaval se hizo con corales negros y rosados,
larimar, agua marina, y una base de oro y plata, un diseño del arquitecto Persio Checo,
realizado por el joyero Daniel Sánchez.
El “Carnavarengue”, de Río San Juan, atrae a turistas nacionales y extranjeros que
disfrutan las aguas entre peces, iguanas, manglares y aves acuáticas. Cada noche es un
encuentro con el mar, y también con la ganadería y la agricultura, porque la celebración
hace gala de una gastronomía distintiva, con platos de gallina criolla, chambre campesino,
pollo asado, pescado con coco y chivo al vino.