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Aulagnier - Las Entrevistas Preliminares y Los Movimientos de Apertura PDF

El documento discute los movimientos de apertura más adecuados en el análisis para poder escuchar las primeras entrevistas y utilizar la información de manera prudente. Explica que las entrevistas preliminares deben proporcionar al analista suficiente información y tiempo para evaluar su capacidad de establecer una relación de transferencia con el paciente, más allá de cualquier diagnóstico. También debe permitirle definir su concepción del objetivo del análisis.
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Aulagnier - Las Entrevistas Preliminares y Los Movimientos de Apertura PDF

El documento discute los movimientos de apertura más adecuados en el análisis para poder escuchar las primeras entrevistas y utilizar la información de manera prudente. Explica que las entrevistas preliminares deben proporcionar al analista suficiente información y tiempo para evaluar su capacidad de establecer una relación de transferencia con el paciente, más allá de cualquier diagnóstico. También debe permitirle definir su concepción del objetivo del análisis.
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3. Las entrevistas preliminares y mientos temporales -esperamos al menos que así sea....

:, tene-
mos la obligación de reservar una libertad muy grande al tiem-
los movimientos de apertura po de la interpretación. No podemos prever cuándo esta se

1·/ifr:;,~{# ~¡¡Lflr;Nr&; ApJwJ:r ¿¿ ll~ cARJ hará posible, ni qué trabajo de preparación, de elaboración
hará falta para que el sujeto pueda apropiarse de ella y utili-
. . ' zarla en provecho de su organización psíquica.
A la inversa, el tiempo de que disponernos para hacer una
indicación de análisis, para decidir (no es lo mismo) si acepta-
A. Las entrevistas preliminares mos ocupar el puesto de analista con este sujeto y, por fin,
para elegir nuestros movimientos de apertura; a este tiempo,
digo, lo tenemos contado. No podemos acrecentar demasiado
Antes de cerrar estas historias llenas de silencio y de furor la cantidad de las entrevistas preliminares sin correr el riesgo
para abordar algunos párrafos de una historia llena de interro- de que nuestra negati','.a se produzca demasiado tarde, con
gantes, propondré estas consideraciones generales y, por eso menoscabo de la economía psíquica del sujeto. Si la posibilidad
mismo, parciales sobre los movimientos de apertura 'más ade- de establecer una relación trasferencia! es una condición ne-
cuados para que podamos oír las primeras y utilizar con discer- cesaria para el desenvolvimiento de una experiencia analíti-
nimiento la segunda. · ca, lo inverso no es cierto. La problemática psíquica de un su-
En mi lectura de las sesiones de Philippe he insistido en la jeto puede escapar de nuestro método, y aun puede este estar
necesidad de preservar una relación de intercambio. Como contraindicado, cuando sin embargo ese mismo sujeto está dis-
creo haberlo mostrado con mi «exposición», es imposible en el p11esto a hacer muy rápido, demasiado rápido, de nuestra per-
curso de las reuniones separar los efectos de sentido de su car- sona el soporte de sus proyecciones con mayor carga afectiva.
ga afectiva, que decide tanto sobre su formulación como sobre Una vez instalado ese mecanismo proyeétivo, la ruptura
la suerte que les reservará su destinatario. Querer jerarquizar -por nosotros decidida~· de la relación se vivirá, con toda
su influjo respectivo sería un error; en nuestra práctica, senti- probabilidad, corno la repetición de un rechazo, la confirmación
do y afecto, o sentido y fuerza, para retornar una expresión de de la existencia de un perseguidor, la reapertura de una h~ri­
Viderman, son con igual fundamento responsables de la orga- da ... reacciones que pueden tener un efecto desestructuran-
nización del espaciotiempo que encuadra nuestros encuentros. te, provocar Ja descompensación de un frágil equilibrio.
Intercambio de conocimientos, intercambio de afectos: es Cuando se consigue discutir con libertad y seriamente, entre
este doble movimiento el que está en la base y es el soporte de colegas que sin embargo comparten en lo esencial una misma
la relación analítica porque está en la base y es el soporte de la concepción teórica, los criterios en que cada uno se basa para
relación trasferencia]. Pero ¿qué decir acerca de esos encuen- concluir esas entrevistas, se comprueba cuán difícil es explicar
tros que preceden al surgimiento de la trasferencia, aun si claramente la singularidad de las opciones· de cada quien. En-
unos signos precursores muestran que ya está en gestación? tre nuestros indicadores teórico-clínicos, esos criterios han
Uno de los constreñimientos del análisis es el tiempo que experimentado muchas modificaciones de Freud a nuestros
exige. Por eso se ha podido decir que no es una terapéutica de días: explican y justiñcan esas modificaciones ciertos adelantos
la urgencia, aunque la urgencia ocupa su sitio en el registro teóricos que debemos a los sucesores de Freud, el lugar que se
psíquico lo mismo que en el registro somático. Saber si en ese ha asignado a la psicosis en la práctica analítica, la prosecución
caso podernos hacer algo o si debernos recurrir a otros es una de experiencias clínicas que han mostrado que un juicio de
cuestión que no he de considerar, salvo para recordar que en «analizabilidad» no coincide con una etiqueta nosográfica, aun
todo análisis se pueden presentar situaciones a las que tendre- aplicada con buen discernimiento, y también la frecuencia de
mos que responder,"con urgencia, y es falso creer q\le se trata problemáticas que no entraban en los cuadros clínicos con que
de un problema que uno podría silenciar o resolver por medio hasta ese momento estábamos familiarizados. Esta situación
del silencio. Si en nuestra práctica no ignoramos los c.onstreñi- ha movido a muchos analistas a privilegiar otros criterios para

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diferenciar lo analizable y lo no analizable, si se quiere alcanzar diagnóstico» sobre su capacidad de investir y de preservar una
una clasificación generalizable de las problemáticas a que se relación trasferencia! no con un neurótico, un psicótico, un
aplican esos términos. La psicosis nos proporciona un notable fronterizo, sino con lo que llegado el caso entrevea, más aUá
testimonio de esto que venimos diciendo: la negativa o la reti- del síntoma, acerca de la singularidad del sujeto a quien se
cencia a darle derecho de ciudadanía en nuestra práctica cedie- enfrenta.
ron la plaza a una apertura y, a veces, a un entusiasmo que Las entrevistas preliminares deberán entonces proporcio-
tampoco deja de plantear interrogantes. narle los elementos y el tiempo necesarios para llevar a buen
No obstante esos cambios en la elección de nuestros indica- puerto ese trabajo de autointerrogación, para lo cual es preciso
dores cuando se trata de pronunciarse sobre la analizabilidad que extraiga de ellas unas conclusiones que nadie más ni texto
o la ~o analizabilidad .de un sujeto «abstracto,,, quiero decir alguno le procurarían.
cuando sólo se toma en cuenta su pertenencia a tal o cual con- Entre aquellos criterios primeros, deducidos en lo esencial
junto de nuestra psicopatología -neur?sis, psicosis, p~r~er­ de la teoría, y estos segundos deducidos del trabajo de autoin-
sión, caso fronterizcr-, es posible recurrir a conceptos teor1cos terrogación o de autoanálisis, un tercero, que participa de am-
y generales sobre los que se. puede llegar a un acuerdo. Pero bos registros, está destinado a desempeñar un importante
cuando dejamos al sujeto abstracto para encontrarnos con un papel en la respuesta del analista: es e] corolario de su concep-
sujeto viviente, las cosas se complican: la experiencia analítica, ción del objetivo que asigna a la experiencia analítica. Las di-
mucho más que la experiencia psiquiátrica, enseña por sí mis- ferentes concepciones que uno privilegia dependen de factores
ma cuán difícil es formarse una idea sobre lo que puede escon- 'tan diversos como complejos: influyen en esto opciones teóri-
der el cuadro sintomático·que ocupa el primer plano, y los ries- cas, posiciones ideológicas, la problemática inconciente del
gos que eso no visto y eso no. oído pueden traer para ~l sujeto propio analista, su econorrúa narcisista ...
qu~ se empeña en un itinerario analítico, y ello tanto mas cuan- Su análisis no cabe en estas páginas. Me limitaré a proponer
to que es siempre difícil y aun peligroso en nuestra clínica mi definición del calificativo «analizable•. Contrariamente a lo
«cambiar de tratamiento» (ya se trate de interrumpir el análi- que un profano pudiera creer, la significación que se atribuye a
sis o de modificar su settingJ este calificativo deja de ser unívoca tan pronto se abandona el
De ahí la importancia que la mayoría de los analistas conce- campo de Ja teoría pura para abordar el de la clínica.
den, con razón, a esas entrevistas preliminares en las que es-
peran encontrar los elementos que les permitan estab~ec~r un
«diagnóstico»; término que cobra, en este caso, una s1gmfica-
ción muy particular: ¿se debe o no se debe proponer al sujeto El calificativo de analizable
iniciar una relación analítica?
Los hechos prueban qne, por más experiencia que tenga- U na primera definición será aceptada por todo analista: juz-
mos, siempre nos podemos equivocar, pero sería ~na falta ~u­ gar a un sujeto analizable es creer o esperar que la experiencia
cho más grave despreciar esta pesquisa o negarle importancia. analítica ha de permitir traer a la luz el conflicto inconciente
Sin embargo, una vez que el analista se ha dado una respuesta, que está en 'la fuente del sufrimiento psíquico y de los síntomas
y si ella es positiva, todavía tendrá que decidir si tiene o no que señalan el fracaso de las soluciones que él había elegido y
interés en proponer-se ·a este sujeto como su eventual analista. creído eficaces. Condición necesaria para que propongamos a
Esta segunda opción es siempre en parte independiente de la un sujeto comprometerse en una relación analítica, pero, por lo
etiqueta nosográfica. Apelará a lo que el analista, y sólo él, que a mí toca, no me parece suficiente sin la presencia de una
conoce sobre su problemática psíquica, sobre su posibilidad de segunda: es preciso que las deducciones que se puedan extraer
transigir con la de su compañero, sobre sus propios puntos de de las entrevistas preliminares hagan esperar que el sujeto sea
resistencía o de alergia, sobre lo que puede prever de sus pro- capaz de poner aquella iluminación al servicio de modificacio-
pias resistencias en respuesta a las que encontrará en el des- nes orientadas de su funcionamiento psíquico.
arrollo de la partida. Aquí el analista deberá hacer un «auto- «Orientadas" es un calificativo del que ya me he valido en

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otros textos y que he defendido con las razones que ahora re- y es evidente que una vez iniciada ella, no pu~do-iíaéerotra--· ·
produzco: si de mi posición de analista procur0, por la expe- cosa que respetar esa libertad; por otra parte, no advierto
riencia que comparto con mi partenaire, una modificación de cómo me podría oponer. Pero me considero dueña de igual li-
su funcionamiento psiquico, empero no busco una modificación bertad para no aceptar comprometerlo en ella, y comprome-
en sí o una modificación por la modificación; y una vez que terme yo, si tengo la sensación de que los resultados pueden
estoy en el ejercicio de mi función, exactamente 1o mismo he de contrariar lo que él y yo esperamos.
sostener en lo que atañe al conocimiento. Mi propósito o mi . Toda demanda de análisis, salvo error de destinatario, res-
esperanza son que el sujeto, terminado su itinerario analítico, ponde a una motivación al servicio de un deseo de vida, o de un
pueda poner lo que adquirió en la experiencia vivida, al servi- deseo de deseo: ella es la que lleva al sujeto ante el analista.
cio de objetivos elegidos siempre en función de la singularidad Las más de las veces sería mejor hablar de una motivación al
de su problemática, de su. alquimia psíquica, de su historia, servicio de lo que el sujeto pudo preservar de. ese deseo, por
desde luego, pero de objetivos que, por diferentes que sean de frágil y conflictual que sea. En ninguna experiencia analítica se
los míos, respondan a la misma finalidad: reforzar la acción de podrá evitar que el trabajo de desinvestimiento propio de la
Eros a expensas de Tánatos, hacer más fácil el acceso al dere- pulsión de muerte.se ejerza por momentos contra lo que se ela-
cho y al placer de pensar, de disfrutar, de existir, en caso ne- bora y se construye dentro del espacio analítico. No sólo no se
cesario habilitar a la psique para que movilice ciertos mecanis- lo podrá evitar.: hace falta que Tánatos encuentre en el seno de
mos de elucidación, de puesta a distancia, de interpretación, la experiencia algunos blancos que lo obliguen a desenmasca-
frente a las pruebas que puedan sobrevenir en la posterioridad rarse para que el análisis de sus movimientos pulsionales haga
del análisis, facilitar un trabajo de sublimación que permita al posible un trabajo de reintrincación. Pero de igual modo puede
sujeto renunciar, sin pagarlo demasiado caro, a ciertas satis- suceder que la fuerza de la pulsión de muerte sea tanta que
faccione·s pulsionales. consiga utilizar todo movimiento de desinvestimiento, produ-
Si creo en el poder de modificación de todo conocimiento que cido en la intención de un cambio de objetoal servicio de Eros,
llegüe a revelar algo de la verdad; si entiendo la interpretación para Teforzar SU p~opfo imP€riO, "para-realizar ciemanera más
como un acto, fórmula que por lo demás retomo de Lacan; si acabada sus propósitos. Si esta hipótesis se impone a mi es-
sigo confiando en el poder de invención que todo descubrimien- píritu, no puedo menos que rehusar una alianza con un yo
to fundamental vehiculiza, también he dado en pensar que una a quién, aunque involuntariamente, por fuerza traicionarla.
verdad aceptada, y sin que para ello tenga que ser falsificada Nadie puede certificar que el análisis ha de resguardar al sujé-
ni olvidada, puede servir por igual a finalidades antinómicas. to de una descompensación psicótica o de un suicidio; sin em-
Verdad y conocimiento se pueden poner bajo el estandarte de bargo, si tenemos derecho a seguir defendiendo nuestro méto-
Eros o de Tánatos, del placer o del sufrimiento, pueden liberar do es porque esos accidentes, como consecuencias directas de
a ciertos deseos hasta entonces amordazados o reforzar a ese la experiencia analítica, son por fortuna relativru:iente raros.
deseo de no deseo que desemboca en el desinvestimiento de Raros, pero no inexistentes: la presencia de esos riesgos cobra
toda busca. para mí las más de las veces el ·valor de una contraindicación,
De ahí la importancia que en el curso de las entrevistas pre- salvo si tengo la impresión de que el sujeto ios correrá de todos
liminares tiendo a dar' a todo elemento que parezca idóneo para modos y que el análisis le puede permitir organizar una defen-
permitirme responder a esta pregunta, por mas que la expe- sa antes que sea demasiado tarde.
riencia me ha enseñado cuán difícil es anticiparla: ¿me puedo Llego entonces al tercer y último aporte esperado de las en-
formar una idea del destino que este sujeto reservará, en el trevistas, que a veces es el de decodificación más dificil: ayudar
curso de la experiencia y posteriormente, a los descubrimien- al analista a elegir, con buen discernimiento, esos movimientos
tos , develamientos , construcciones que ha de aportarle el aná- de apertura de los que nunca se dirá bastante, que tienen so-
lisis? bre el desarrollo de ·1a partida una acción mucho más determi-
Se podría replicar que el sujeto tiene total libertad para uti- nante que Jo que se suele creer. Si nadie, y desde luego que no
lizar como mejor le parezca los resultados de esta experiencia. , el analista , está libre de 'error, no es verdad que todo error se .

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podría reparar merced a la duración que es propia del trayecto . Empezaré por considerar nuestros movimientos de inicia-
·--·~-··--anañficó:1Je1gtfá1m:oao;-ño sepuedé extrapolar ·a1 añalisisla-· ···-:Cioñdepartiaafiieradél··:registr6delapsicosis.-··~··-·-·······~·-······
que se suele decir de ciertas prescripciones médicas: ·Si no Si el puesto que se ofrece al sujeto -cara a cara o en diván-,
hacen bien, tampoco ·son nocivas". la frecuencia de las sesiones y la fijación de los honorarios for-
Antes he mencionado el riesgo que la prolongación de las man parte de la apertura, también te.nemas, que in~luir en ,ella
reuniones trae consigo: permitir que el sujeto haga en dema- la manera en que el analista entablara el dialogo. S1 no esta en
sía, prematuramente, de nuestra persona el soporte de algu- su poder decidir el momento de la interpretación, en cambio
nos de sus investimientos y de sus proyecciones, que empiece puede elegir una actitud más o menos silenciosa,_ más o menos
ya a hacer un papel en un drama en que seríamos sus coacto- alentadora favorecer la palabra o, por el contrario, soportar el
res, cuando por nuestra parte de buena fe habíamos creído que silencio d~r signo"s de su interés o mantenerse muy vigilante
sabía y aceptaba que nos reducíamos al papel de espectador hacia c~alquier manifestación que pudiera ser acogida e inter-
atento. Reconocer ese riesgo e insistir en la importancia que pretada por el sujeto como un movimiento positivo, :in~ manio·
en ciertos casos tiene la prolongación de las entrevistas preli- bra de seducción, una invitación a acelerar su mov1mrnnto de
minares no son posiciones antinómicas. Es que puede llegar a investimiento hacia nosotros ...
ser todavía más grande el peligro .de la apresurada decisión de Cuando a.sí obra, el analista persigue un objetivo bien preci-
iniciar una relación analitica, de fijar la frecuencia de las sesio- so: elegir la apertura más idónea para reducir, en la tms'.eren- ·
nes, de proponer.al sujeto que se tienda en el diván, de deman- cia que se habrá de establecer, los efectos de los mov1mrnntos
darle ser el cofirmante de un contrato cuyas cláusulas, según de resistencia, de huida, de precipitación en una relación pa-
descubrirá después, no puede respetar. Peligro tanto para el sional que aquella siempre tiene la posibilidad de provocar.
analista como para el analizado, porque los dos por igual que- Freud decía que los movimientos de apertura, como los ·de
dán prisioneros de una relación trasferencia! que hace que el final de partida, son los únicos codificabl_es. ~i;rsonalmente,
primero se hunda en la repetición sin salida de algo ya vivido agregaría: «a condición de saber que la cod1ficac10n debe tomar
(vivencia de pasión, de odio, de rabia, de aflicción) y que pone en cuenta caracteres que especifiquen la problemática de los
· al segundo(el analista) frent"e·a unas reacciones trasférenciales sujetos con los que uno juega, así como sus con.secuencias s~­
y contratrasferenciales sobre las cuales la interpretación care- bre Ja forma que habrá de cobrar su trasferencia». Los mov1-
ce de poder: en 'buen número de casos la consecuencia será la riiientos de apertura son función de lo que el analista prevé y
instalación de un vivenciar persecutorio o depresivo comparti- anticipa sobre la relación trasferencia! futura.
do por ambos, y para ambos inanalizable. Dentro de lo que oímos y percibimos en el curso de esas
Estas consideraciones sobre la importancia de las entrevis- entrevistas, ¿qué elementos son susceptibles, para el. caso, de
tas preliminares valen para la totalidad de nuestros encuen- sugerirnos esta previsión anticipada de la trasferencia?
tros, cualquiera que sea la problemática del sujeto. Cuando el Todo analista convendrá en que tiene que privilegiar lo que
final de las entrevistas desemboca en la propuesta de una con- ha podido aprehender de la intensidad y la cualidad de los afec-
tinuación, también es lo que nno ha podido o creído oír en ellas tos movilizados en los dos partenaires en el curso de esos en-
lo que nos ayuda a elegir nuestros movimientos de.apertura. cuentros y lo que de ahí él deduce acerca de la relación del
sujeto c;n esta demanda (de análisis) que cristaliza su relación
con la demanda: la desafección de.que hacen gala ciertos dis'
Los movimientos de apertura cursos es en no menor grado informativa. Esta captación .acer-
ca del afecto es el primer signo que «pre-anuncia,, las manifes-
Para reflexionar sobre .el abanico de opciones posibles, es taciones trasferenciales que ocuparán el primer plano de la
preciso que primero distingamos los movimientos que nos pa- escena en el curso de la experiencia. De igual modo, el viven-
rezcan más fundados, que en ocasiones son los únicos de que en ciar afectivo del propio analista en el curso del encuentro le
efecto disponemos, según estemos frente a manifestaciones proporcionará una primera indicación sobre sus reacciones fu-
psicóticas o tratemos una problemática que ha podido evitarlas. turas- a esa trasferencia. ¿Hay que conformarse con esto, o

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-~------<leñtrodelccíiiteriido del discurso es posible "!~lar informado- · · ····· ., ············ curso A esta relaeión,
de la relacióndesde luego,losólo
analítica;· quelaa podremos conocermucho
menudo sucede en el -...
nes que pudieran ayudarnos, en mayor medida _que otras, a después de su comienzo.
elegir nuestros movimientos de apertura, Y por lo.tantoª ele- Retomo mi pregunta: ¿es posible aislar dentro del discurso
gir el cuadro más apto para el desarrollo de la _p_artida? Cuadro del sujeto, durante las entrevistas, elementos que en mayor
elegido con la esperanza de no trabar la movihdad de la r~l~- medida que otros permitieran entrever el despliegue futuro de
ción trasferencia! de favorecer la movilización Yla reactivaCJon la trasferencia? Diré que en ciertos casos obtendremos un fugi-
de la forma infan'ti! del conflicto psíquico que desgarra a este tivo vislumbramiento por el lugar y la importancia que el suje-
sujeto que ya no es un riiño. Pero antes de.responderª esta to acuerda o no a su historia infantil, por su relación con ese
cuestión yo quisiera recordar que la presencia Y el respe~o del tiempo pasado, por la interpretación que espontáneamente·
cuadro tienen también otra función:. ser garantes de la distan- proporciona sobre sucesos responsables; a juicio de él, de los
cia que separa a realidad psíquica Y realida_d,. imponer a ~os callejones sín salida que lo llevaron ante e_! analista. Una escu-
comportamientos de los dos jugadores los límites _nece~anos cha ideal, por eso misi:no inexistente, descubriría en las prime-
para que la realidad psíquica no sea obliga;ia a un 1 il~ncw que
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ras entrevistas informaciones preciosas acerca de la relación
udiera forzar al sujeto a actuar en la reahdad exter1or? ~en- del sujeto con la realidad y, por ese desvío, acerca del núcleo
fro de su realidad corporal las tensiones res".ltantes. Limites más duro de resistencias con que corremos el riesgo de trope-
indispensables, igualmente, para que la reahdad no llegue a zar. Me ha sucedido recuperar, mucho después del comienzo
imponer al sujeto exigencias inaceptables Y que llega~o el cas.o de un análisis, eierta información o deducción obtenida desde
lo obligaran a recurrir, para re-investirla, a la ?ª~sahdad deh- la primera entrevista, y percatarme de que, puesto que la rec-
rante. Si lo propio del cuadro es constru.U: Y delimitar un esp~- cordaba, por fuerza se debía concluir que había tomado noticia
cio relacional que permita poner al servicio del proyecto a;ialí- de ella, pero que me había apresurado a olvidarla enseguida.
tico Ja relación trasferencial, también le ~ompete dar testimo- Olvido activo, si así puedo decir, que me había permitido no oír
nio" de la presencia de una realidad que qmer~ ser y se muestra un interrogante que esas entrevistas me habían planteado, sin
~an a Ja experiencia analítica. Esta función d~l
·ndependiente de los movimientos trasferenciales que ª?ompa-
cua:Jro tiene su
duda con el designio de no cuestionarme yo una respuesta posi-
ti va ya presente en mi espíritu.
aliado en la duplicación del personaje del analista, siempre ase- La relación del sujeto con su historia infantil y, sobre todo,

~:·duplicación encontr~r
uible al neurótico salvo particulares momentos de su trayec- el investimiento o desinvestimiento que sobre ese pasado re"
que Je permite en nuestra persona el cae son, a mi pareéer, las manifestaciones más de superficie, y
soporte de las proyecciones trasferencmle~ Y el agente de un_a hasta más directamente perceptibles, respecto de otras tres
función al servicio de un objetivo compartido por ambos parti- relaciones que sólo un prolongado trabajo analítico permite
cipantes. Es también la presencia Y el resp~to de este cuadro traer· a la luz: la relación del yo con su propio ello, la relación
¡0 que garantiza la distancia entre, la caus.ahdad de des~o'. se- del yo con ese «antes" de él mismo que lo ha precedido, su re-
gún funciona en el análisis y s~gun funciona e~, la act1V1d,ad !ación con su tiempo presente y con los objetos de sus deman-
delirante. Por eso quiero enunciar que la relacwn del SUJoto das actuales.
con el cuadro es el calco de la forma ~ue cobra
1 dentro del espa- Percibir desde el comienzo mismo esas manifestaciones, lo
cio analítico su relación con la realtdad. que no siempre es posible, habilitará al analista a sacar el me-
1 Acerca de la relación tra:sferencial, yo había señalado los ri~sgos que ~l
jor partido de Ja cuota de libertad, limitada pero existente, que
analista uede hacer correr al sujeto induciendo~~ s~ comportanuento r:iani- es compatible con su función. Cuota de libertad que le permite
fiesto un~ fantasmatización forzada. Esta inducc10~ .s1empr~ :orre pareJa con elegir entre diferentes aperturas del diálogo.
mam.pulación del cuadro un olvido de las cond1c1ones nummas a respetar' Nada me parece más falso que la concepción que en ocasio-
una d n testimonio
. ' , del ana
de una relacion · ¡ista
· con una re alidad v~ con una ley
·~~: p:.,.ece existir sólo para ser trasgredida: término más 7legante t•." b';[~ nes se tiene de las exigencias que todo analista está obligado a
respetar en su encuentro con su nuevo partenaire: un compor-
lada»' al que equivocadamente remplaza. (Cf. Piera Aulagn1er, Les estins
plaisir, PUF, 1979.) tamiento, una presencia que se suponen inmutables, cualquie-
ra que sea el analista, y con qui~~quiera qu_e se ~ncuentre; el con nosotros ha dejado de creer que en el juego de su vida
analista trasformado en robot, dma con razon Ph1lippe. Sobre pudiera encontrar jugadores diferentes de los ya conocidos.
esto cabría preguntarse qué dioscteórico ha decidido imponer a Están primero los representantes que su propia psique se ha
los analistas semejante robotización. Sostener, como l? han formado de los padres; y después, esos mismos representan-
sugerido algunos, que el análisis literalmente desde la primera tes, según el exterior se los envía en la forma de esas voces de
entrevista nos permitiría descubrir ya una muestra de la tota- esas fuerzas, de esos perseguidores que le advierten que' la
lidad de los elementos que especifican la problemática de un partida está trampeada o perdida de antemano. No se puede
sujeto es ir demasiado lejos. Pero .creo que es~ P:"Ólogo, º.esos evitar que el sujeto, en el curso de la partida, nos haga ocupar
prólogos., nos aportan siempre mas datos, mas mformac10nes uno de esos lugares. Uno no puede ni debe oponerse a ese me-
que los que podemos retener. Es ver?ad que el .entrevera- canismo proyectivo, pero tenemos que intentar, con variables
miento de la información a veces el estilo estenografico, otras perspectivas de éxito, probarle al sujeto que en ciertos mo-
veces la falsa claridad d~ ciertas añrmaciones, hacen difícil su mentos, más o menos fugaces, podemos también estar •en otro
decodificación. Agregaré que la primera entrevista suele cum-
plir un papel privilegiado por su carácter espontáneo, sob;-e el
»
1
lugar». A veces --esto ocurrió con Philippe-- desde la primera
entrevista la posición de escuchante que te adjudica el sujeto
cual nuestra manera de escuchar, las palabras que pud:mos no coincide con la ocupada por los .padres. Pero otras veces
pronunciar, y aun nuestro silencio, no han obrado todavia; Y esta no coincidencia se tiene que conquistar, sin falta, a brazo
tampoco han movilizado, ni siquiera rrúnimamente, las. defen- partido, tras pactar primero con una proyección masiva. que
sas, las maniobras de seducción, el movimiento de retirada o aprisiona a los dos sujetos dentro de una relación que repite la
de huida hacia adelante que provocan mucho antes de lo que ya vivida por uno de ellos. En estos casos, la partida será mu-
creemos. A menos de hacer seguir estas pocas consideraciones cho más dificil. Se hace imposible cuando la proyección nos
. generales por las que uno pudiera extraer .del ~náli~is d.el en- asigna el papel exclusivo. del perseguidor, antes· de habernos
cuentro con determinado sujeto, no es posible ir mas leJoS. dado la posibilidad de ocupar otras posiciones relacionales que
permitieran utilizar el caudal de lo ya tejido entre nosotros y el
a11a]iz¡¡do, gara: que este pueda re-percibir lo que acaso separa
al personaje proyectado del personaje que lo escucha. Uno
B. La apertura de la partida en la psicosis puede a veces «aprovechar» la proyección inmediata de una
imagen de objeto omnipotente, protector, idealizado, para fa-
vorecer el investimiento del conüenzo de la relación, pero si
La historia de la relación terapéutica con Philippe corrige lo uno quiere que esta prosiga será preciso, con prontitud, conse-
que el término •opción» pudiera conten~r ?e.abusivo. N~ sólo gui,r que la cuestione o la relativice. Si en la neurosis podemos
el abanico de las aperturas posibles esta hm1tado por exigen- tener interés en favorecer el mecanismo proyectivo, en apo-
cias metodológicas que sólo parcialmente son modificables, si- yarnos en él para permitir al sujeto la.reactualización de sus
no que siempre nos veremos precisados a elegir una aperü1ra conflictos infantiles, su confrontación con un deseo incestuoso
compatible con la singularidad del otro jugador, con la particu- nunca realizado pero nunca .disuelto., ¡en el registro de la
laridad de sus propios movinüentos de apertura. psicosis toda facilitación es superflua! La apertura se tiene que
Así en la neurosis como en la psicosis, desde luego, la «buena dirigir a la exigencia inversa: hacer sensible al sujeto lo que
apertura» siempre será la que más garantías me ,ºfr'.'zca de que dentro de esta relación no se repite, lo diferente que ella ofre-
el lugar que inicialmente he ocupado no quedaraIIJado d~ una ce, lo no experimentado todavía.
vez para siempre, ni por' mis movinüentos de ªP':'i:tura m ·por Muy pocos analistas, o al menos es lo que supongo, siguen
los de mi compañero. Pero nüentras que la movilidad trasfe- decretando nü' analizable toda forma de psicosis y creyendo en
rencia], del mismo modo como la movilidad de la demanda, re- la imposi~ilidad de producir, el psicótico, un investimiento
ducen en mucho el riesgo de esta «fijación" en el caso del neu- trasferencia!. Por el contrario, es indudable que si podemos
rótico, el psicótico, por su parte, mucho antes. de encontrarse hablar de neurosis de trasferencia, el término «psicosis de

178 179
torios que han permitido al niño, como al sujeto que de él nos
trasferencia» es un contrasentido. No tengo la intención de habla, garantizarse un puesto, cualquiera que sea el precio
abordar el concepto de trasferencia o de neuro¡ns de trasfer~n: pagado, en el registro del ser, y situar en el registro del tener
cia: ni uno ni otro se pueden resumir en unas frases. Me ~educi;re de lo perdido, de lo demandado las causas de su sufrimiento'.
a señalar que el concepto de «neurosis de trasferen~ia» solo Cuando nos encuentra nos ofrece convertirnos en ese nuevo
tiene sentido porque define un mecanismo bien partlc1;1lar: la «contador,,, «supuesto-saber» llevar cuenta de lo ya pagado
removilización, merced a la trasferencia, de la forma mfan.til de las deudas que te reclaman injustamente y también absol~
de una neurosis, que permitirá al sujeto recuperar el enuncia- verte de :as irregularidades y los fraudes qu~ uno se reprocha.
do de ·demandas, la expresión de deseos, que el adulto en que .Muy difere':1tes son las cosas en la psicosis: desde su surgi-
ha devenido había ya reelaborado y disfrazado en la forma de rrnento impusieron al yo que diera su acuerdo anticipado a un
síntomas. libro de cuentas llevado y cerrado por btro. Le han prohibido
Las «demandas» trasferenciales, por importante que sea en toda pregunta sobre las razones de los déficit, sobre los inte-
ellas la participación de lo infantil, que recuperan y preservan, reses por pagar, sobre el escalonamiento de los pagos ... Este
llevan la marca del tiempo que separa al d~mand~dor actual «Cont~~or:progenitor•, exclusivo tenedor del libro, ·no le ha
del niño que fue. La neuros_is, a ?'.'~ar de'.ª mtensidad de sus P.~nmt;do.mterponer la menor distancia entre la representa-
conflictos mantiene a su disposicion medws de defens~, me- c10n ps1qmca que de él se había dado y ese padre real que cuen-
dios de ~ensar, de reinterpret':'".su historia, qu'.' el nmo no: ta las r:iamadas, como después contará las deposiciones, los
tenía. Por eso Freud pudo escnbir que la neurosis de t~asfe­ pensanuentos, las respuestas malas y las buenas. Ahora bien
. rencia, como consecuencia de Ja relación analítica, permite ~l e~ta representación psíquica, como toda representación e~
analista dar una significación trasferencia]. nueva a los ':'º:i- s1emp~': una ~epresentación relacional; y es contra esta re~re­
mientos afectivos de que es escenario, sustituir la neurosis m- sentac10n de el.mismo como sujeto totalmente dependiente de
fantil por una neurosis de trasferencia que puede «Ser curada las cuent~s q1'.e lleva el deseo del otro, como esclavo de una ley
por el trabajo tet:apéutic<J~ Jlo§ té_r:Ir1i!lc;_s son:.de ~_i:f)\l~'.~~--- . cuya ar~it;':'"1edad sio le hace patente: cóntra eso, precisamen-
sueño del neurótico no es retornar a Ja mfancia, smo reco?~­ te, el psicotico, superada la infancia, librará su combate con la
trurr una historia de ese pasado conforme a Jos deseos del nmo esperar;iza de r;cusar toda relación de filiación entre él mismo
que supuestamente Jo ha vivido; Jo mu.:ve el p~~pósito de aca- y esta imagen ~asumible de un niño responsable de una •es~
bar Jos primeros capítulos de su.histon.a y- habilitarse para m- clavitud consentida>:. ~omo lo prueba Philippe, por terrorífico
vestir Jos siguientes. En ese doble movimiento de retorno Y de que. sea el poder atr1.bmdo a las voces, todo es mejor que correr
dausura del p¡isado infantil, justamente, no~ apoyar;ios para el riesgo ~e descubrir que es en uno mismo y contra uno mismo
ofrecerle vivir una nueva historia trasfet:encial cuya mterpre- como ~~ t1en: ~se deseo de muerte, ese od~o, ese movimiento
tación le permitirá modificar l~ versión que hasta entoI!ces se de desmvest1.r;iiento. Y no hay que olvidar (Philippe nos lo re-
daba de Ja historia de su infancia, Cualquiera que sea la impor- cuerda tam?!en) lo que significa en el registro de la psicosis
tancia de los pasajes censurados y reprimidos, de los recuerdos esta acusac10n tan a menudo presente en el discurso de lo
falsos que se hayan interpuesto como pantalla de otr?s, de los padres: el hijo como falta, las faltas, las enfermedades del hij~
perdidos para siempre, esta .historia de una mfancia que. ;1 como causa del sufrimiento de ellos, de su fracaso, y particu-
neurótico nos aporta como objeto de nuestra inter?retacion larmente de to.do el «mal» que le pueda sobrevenir; siendo así,
nos es contada por un autor que sabe que no es ese hiJo, m esa no hay que ol;idar que el campo social y su discurso explicarán
madre ni ese padre de que trata la historia, pero que en camb10 a .su vez al sujeto las causas de su «mal», remitiéndolo a· su pro-
no ha renunciado a hacer de ellos lo que deseaba que fueran, a pia lo~ura. Por tanto,. poco importa que la causa de esta locura
obtener lo que habría querido que dieran o que recibie~~n. se atnbuya al dem@10. que ha t?mado posesión de su cuerpo 0
Lacan tenía toda la razón cuando escribía que no hay regres1on, a u~ error de trasrrns10n en el codigo genético. Hasta me incli-
si no es la que se expresa por el retorno de demand~s. pret~­ nana a creer que esta segunda causalidad es más desestructu-
ridas. Si el neurótico no ha podido superar la problen_iatic~ ed1- rante que la primera.
pica, en cambio ha podido adquirir esos indicadores identifica-

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Para el psicótico, si el pasado es responsa~le.de s~ presente, ¿Cómo se presentan las cosas en el registro del investimien-
¡0 es en la medida en que su presente ya ha sido de.c1d1do po~ su to? También aquí el lugar ya está ocupado. En muchos casos,
pasado; todo ha sido ya anunciado, pr~visto, predicho, esc~to. el psicótico preserva una relación de investimiento masivo por
Philippe nos ha mostrado cómo, apoyandose en es~s causa.1da- conflictual que Sea, con esos representantes encarnados d~l po-
des delirantes, el sujeto puede tratar de constrmr. u':1 pasado der que son sus padres; es. con ellos, y a veces con su sustituto,
del que le habían prohibido interpretar los acontecimientos,' Y con quienes prosigue y repite su diálogo. Sus interlocutores,
que hasta le habían prohibido rememorar. Veremos por que la como lo prueban los padres de Philippe, saben mucho mejor
«elección,, de lo reprimido2 en la psicosis respo:ru1-e a una de- que nosotros qué réplicas es. preciso dar para que nada ni nadie
cisión arbitraria enunciada e impuesta par el discurso paren- pueda poner fin a este diálogo o modificarlo.
tal· a la historia no escrita de su infancia, el sujeto la constru- Pero nos queda una posibilidad. La descomposición psicótica
ye: deconstruye, reconstruye en función de los post:ulados de signa el fracaso de ese falso diálogo, El recurso al delirio es en
su delirio. Tomará prestado de las voces el contemdo de los efecto la consecuencia del rehusamiento o de la imposibilidad
capítulos pasados, presentes y futuros, inclui?o el_ que supues- en que está el sujeto de seguir creyendo en la presencia de la
tamente trata de un encuentro y de una «histona trasf~ren­ escucha del otro. O acaso la consecuencia de lo que él descubre:
ciah, de la que a menudo afirmará fue. prédi~ha y ;antic1~ada los conflictos que pudieron oponerlos, o el aparente entendi-
por las voces 0 por sueños soñado~ ~n la mfancia (~qw me viene miento, o la sedicente concordancia de opiniones, nunca signifi-
a la memoria una joven esquizofremca que no podía expresar el caron la presencia de dos locutores, de dos discutidores. Una
menor sentimiento hacia mí, la menor vivencia m~viliza?a por extraña sordera aquejaba la escucha de cada locutor, cada vez
la sesión, sin asegurarme que un sueño que babia temdo .de que el otro tomaba la palabra. Por eso mismo, en ciertos casos,
niña o unas voces oídas hacía mucho tiempo ya se lo hab1an que por desdicha no son la regla, aunque tampoco son excep-
anunciado). cionale~, el psicótico puede producir ese investimiento inme-
diato de una relación en que el «encontrado,, (el analista) ocupa
la posición del oído del que habla. Merced a lo cual, como Phi-
-Concluiré estas_considey-acionessobrel;a apertura de la par- . . lippe me lo permitió, el analista, en el tiempo de la apertura,
tida en la p~icosis con algunas puntuaiiZaCiones generalizables - - · ~--·pu·erj¡:·trasformarun pensamiento sín destinatario en un disc
que de ellas se pueden extraer: . , . , . curso que uno puede y que él puede oír. Es otro, indetermina-
Al «Sujeto-supuesto-saber,,, el ps1cot1co lo encont;o prun~ro do todavía, quien escucha un discurso cuyo destinatario legíti-
en Ja persona de los padres que le prohibieron -y el acepto la mo es .sin duda el progenitor, el perseguidor, dios o el diablo,
prohibición, pues de lo contrario no ~ería psicótico- creer que pero la presencia de una escucha nueva pasa a garantizar al
otro pensamiento que el de ellos pu?iera sabe; lo-qu~ se re.fiere sujeto que esto que dice forma de nuevo parte de lo oíble in-
al deseo, la ley, el bien, el mal. 81 trascurnda la mfanc1a no vestible por otro. El neurótico no nos demanda esta seguridad,
pudo seguir negando lo que la realidad le mostraba."obr~ las puesto que nunca la ha perdido; en cambio, es ella la que funda
debilidades, Jos abusos, las falencias parentales, atn?mr_a ese la posibilidad de una relación de investimiento en el registro de
omni-saber al perseguidor exterior que «muestra» (a el mismo, la psicosis. Está claro que el sujeto ya había dicho ese discurso
a los padres, al mundo) a qué precio él ha pagado lo que ha a sus padres, a las personas que encontró en el hospital o afue-
osado ver, aunque fuera fugitivamente. Por. e.~º dentro del, re- ra, pero ser delirante nunca ha significado no percibir el rehu-
gistro del saber no podremos ocupar la pos1c10n que_ tan fac1l- samient<;> de oír que a uno le oponen; hasta diría que más deli-
mente nos ofrece el neurótico, salv.o si no hemos podido evitar ra uno, más lo percibe; y más lo percibe, más delira. La rela-
la trampa de una proyección sin fisuras que dotará, a ese saber ción trasferencia!, que acompaña al encuentro entre dos suje-
proyectado sobre nosotros de idéntico poder mortifero para el tos que retoman un diálogo que ya se había sostenido y en e'l
pensamiento del sujeto. que cada uno había esperado -¡y cuánto!- las réplicas del
otro, aunque fuera para recusarlas, mostrar su error, es rem-
2 Cf. mi "Conclusión'" plazada en el registro de la psicosis por una relación de investí-

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miento en favor, primero, de un «escuchante•. Cuai:d.~ dije mentos,
. . el cuidado de sostener afectivamente la relación ' en la
•, " '

que el analista parece ocupar en ciei:os casos .la poslClon de psicosis. ?-Uestro aporte de investimiento es necesario para que
oído del sujeto que habla, no era una sunple metáfora; cr~o que la relac10n se preserve. Desconectarse es dejar que el edificio
cualesquiera· que fueren las proyeéci?nes q;ie.por el cammo se ~e hu:ida. por falta de uno de los dos sustentos que le son por
produzcan sobre nuestra persona, él mvestllnlento del enc~??­ igual md1spensables. Ahora bien, las posibilidades de investi-
tro y de Ja relación por parte del psicótico tiene como cond1c1on miento del analista obedecen a los mismos requisitos que rigen
primera (en el orden temporal y en el jerárquico) su en"";-;ntro la economía psíquica de cada quien: para que se preserve, pa-
con una función de él mismo, recuperada, que ?s su funcion de rece necesario que no nos veamos enfrentados duraderamente
escuchante de su propio discurso. El pensamiento forzoso, el al fracas.o del propósito perseguido. De ahí un segundo rasgo
robo del pensamiento, esos crímenes de que tan a menudo se que a ro.' p~ecer especifica la relación analítica en el registro
queja no Je han dejado más pensamientos expresables en su de la ps1Cos1s, pero esta vez del lado del analista exclusivamen-
propi~ nombre que Jos que narran los efectos de ese ro~o, de te: la prima de placer que se demanda a la teoría. Frente a la
esa expropiación; ahora bien, lo que los otros rec;i~an es ¡usta- espera prolongada de una modificación, aunque fuera mínima
mente y ante todo Ja verdad .de estos pensar~nent.os. Desd~ nos queda el recurso de tratar de comprender las razones de u;
Juego que Je queda la solución ~e pensados e': s~lenc~o, pero, ~1 duración· de esa espera. Quiero volver un momento sobre mi
obra así, Je resulta cada vez mas traba¡oso distmgm; lo que el i~orme de las sesiones de Philippe: los fragmentos escogidos
piensa sobre Ja acción del pe":eguidor, y los pensamien;os que deJan en la sombra a otras muchas sesiones que no eran más
de esa acción resultan. De ahí su tentativa, fracasada siempr". que la repetición de las mismas quejas, del mismo deseo de
mientras vive, de dejar por completo de pensar. P.ero de. ahí ponerles fin, y también a sesiones que seguramente fui incapaz
también Jo que puede representar su encuentro con el. an'.'1ista: de resumir una vez terminada la entrevista por no haber sabi-
una escuch.a que le permite separar de nuevo lo q;i~ el piensa, do seguir el hilo del pensamiento y de las asociaciones de Phi-
-· +'de'To't¡ue.Jofüerzan a pensar. ~ encuentro .conPhihppe 1~ustra Iippe, J<;sto se co_mp!'ende, pm:que se sabe qué una delas.conse-
bien este aspecto característico: como ya di¡e, desde la primera cuencias de la psicosis es la reducción máxima, si no Ja aboli-
entrevista tuve la sensación de que Philippe hablaba desde la ción, de la distancia que debiera separar la realidad y la reali-
posición de un sujeto que iJ)tentaba hacerme comprender la dad psíquica, las exigencias de la primera y las de la segunda.
experiencia vivida, y me otorgaba el papel de un «escuchai:te• Cada vez que un fenómeno presente en una de estas dos e~ce­
dispuesto a investir su discurso. Pero a~~que yo estuviera nas es fuente de un afecto que jaquea sus defensas, el sújeto no
equivocada en esto, sin embargo en esa posic10n.de escu~hant~­ puede limitar los riesgos que amenazan a la operación de su
invistiente me mantuve durante toda la entrevista. El mtere~ pensamiento, como no sea recurriendo a una única causalidad
«espontáneo» que experimenté; con igual esponta?eida~ t~ate siempre la misma. Por eso no conseguiremos nada si no logra'. ·
de hacerlo sensible para Philippe .. Esta prueba de m~est=en­ mos primero convencer al sujeto de que este lugar del espacio
to por el «escuchante» es esencial para que el s;iJeto. pueda y este fragmento de tiempo que Je proponemos no están sig-
tener, no diré la prueba, q;ie sería ir den:~siado le¡o~, smo una nados por esa mismidad que caracteriza a su relación con la
sospecha sobre Ja existencia de una relac10n q~e pudie:a no se: categoría del tiempo y del espacio. Tarea dificil pero insoslaya-
la repetición idéntica de la ya vivida. Nada mas .extrano al psi- ble para que la relación que se abre púeda devenir analítica.
cótico que los conceptos· de «nuevo», de -1<camb10»; por eso no
hay que hacerse demasiada.s ilusiones ~obre .lo que podemos
esperar de ese primer moVJmiento de mv~stJdura de la rela- ~am_bién en este punto tendríamos que abandonar las gene-
ción: la continuación siempre nos hace sentir la fuerza de repe- rahzacwnes y evocar casos particulares para ir más lejos en Ja
tición, tan operante en la problem~tica P.sicótica, Y ento~ces reflexión. Una comprobación, no obstante, se impone, se trate
córremos el riesgo de que nuestra mvestidur~ flaquee mas Y de lo «general» o de lo particular: si Ja apertura de nuestras
más. Ahora bien, si en el registro de la neurosis podemos per- partidas nos plantea hartos problemas, su desarrollo y su final
mitirnos dejar al sujeto, es verdad que por muy breves mo- no los plantean menores; verdaderamente no.

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