ANDEMOS COMO ES DIGNO DEL EVANGELIO
Cuando una persona se une a alguna organización, se obliga por voluntad propia a vivir y
actuar de conformidad con las normas del grupo.
Por ejemplo, un ciudadano está obligado a regirse por las leyes de su país, y un empleado
está obligado a trabajar de acuerdo con las reglas, parámetros y propósitos de su compañía.
Como seres humanos tenemos el deseo natural de ser aceptados y adquirir un sentido de
pertenencia, y muchas personas están dispuestas a hacer todo lo que sea necesario para
ganarse la aceptación en una orden fraternal, un club social, un equipo atlético u otro grupo.
Muchas personas también están dispuestas a pagar cualquier precio con tal de evitar ser
rechazadas por un grupo.
Los padres del hombre que nació ciego tenían miedo de contar a los líderes judíos que Jesús
había sanado a su hijo, porque temían ser expulsados de la sinagoga (Jn. 9:22). Porque
amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios” (Jn. 12:42-43).
Hay demasiados cristianos que se alegran de poder contar con la seguridad espiritual, las
bendiciones y las promesas del evangelio, pero que tienen muy poco sentido de
responsabilidad con respecto a vivir de conformidad con sus normas y obedeciendo sus
mandatos.
En los primeros tres capítulos de Efesios, Pablo ha expuesto la posición que gozan los
creyentes con todas las bendiciones, honores y privilegios de ser un hijo de Dios. En los
siguientes tres capítulos presenta las obligaciones y requisitos consecuentes de ser sus
hijos, a fin de vivir en la práctica nuestra salvación de acuerdo con la voluntad del Padre y
para su gloria.
Al recibir a Cristo como Salvador nos convertimos en ciudadanos de su reino y miembros de
su familia. Junto con esas bendiciones y privilegios también recibimos obligaciones.
Él espera que sus normas se conviertan en nuestras normas, sus propósitos en nuestros
propósitos, sus deseos en nuestros deseos, su naturaleza en nuestra naturaleza. La vida
cristiana es el proceso de convertirnos en lo que somos.
Dios espera conformidad dentro de la Iglesia, el cuerpo de Cristo. No se trata de una
conformidad legalista y forzosa a reglas y regulaciones externas, sino una conformidad
interna y voluntaria a la santidad, el amor y la voluntad de nuestro Padre celestial, quien
quiere que sus hijos le honren como su Padre.
La doctrina correcta es esencial para el vivir correcto. Es imposible vivir una vida cristiana
fiel sin conocer la doctrina bíblica. Quienes dejan de lado la teología bíblica también dejan
de lado la vida cristiana saludable.