0% encontró este documento útil (0 votos)
110 vistas5 páginas

Echeverría, Bolívar (2010) - Definición de La Modernidad

1) Bolívar Echeverría define la modernidad como un conjunto de comportamientos y hechos que se oponen a lo tradicional y pretenden sustituirlo, imponiendo el progreso, la secularización política y el individualismo. 2) Ubica históricamente la aparición de la modernidad en la "fase neotécnica" del siglo X, cuando nuevos instrumentos permitieron una interacción distinta entre lo humano y natural. 3) Argumenta que la modernidad es un proceso histórico largo y contradictorio, ya que la ver
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
110 vistas5 páginas

Echeverría, Bolívar (2010) - Definición de La Modernidad

1) Bolívar Echeverría define la modernidad como un conjunto de comportamientos y hechos que se oponen a lo tradicional y pretenden sustituirlo, imponiendo el progreso, la secularización política y el individualismo. 2) Ubica históricamente la aparición de la modernidad en la "fase neotécnica" del siglo X, cuando nuevos instrumentos permitieron una interacción distinta entre lo humano y natural. 3) Argumenta que la modernidad es un proceso histórico largo y contradictorio, ya que la ver
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 5

Descripción:

Echeverría, Bolívar (2010). Definición de la modernidad. En Echeverría, Bolívar,


Modernidad y blanquitud (pp.13-33). México, Editorial Era.

Síntesis:

En este ensayo Bolíva Echeverría discute los sentidos principales de la idea de


modernidad; la define como un conjunto de comportamientos –pero también hechos- que se
definen por contraposición a lo tradicional, una forma premoderna de estar en el mundo,
cuyas diferencias estriban en tres actitudes principales que impone lo moderno: el progreso,
la secularización de lo político; y la atomización de la vida humana en el individuo y no en
el colectivo. Ubica históricamente la aparición de la modernidad con la fase neotécnica, un
momento histórico en el que los instrumentos técnicos crearon y desarrollaron nuevos
modos de producción que llevaron a replantearse la relación con lo natural. De allí surgen
las promesas de abundancia y emancipación que la modernidad va a ir actualizando en un
largo proceso histórico que es además, contradictorio. La modernidad existente surge de la
versión capitalista europea que con la transformación del proceso del trabajo humano,
separa la creación y acumulación de valor de los aspectos cualitativos que dan concreción a
la comunidad concreta, para colocarlos en la valorización del valor en sí, es decir, la
acumulación del capital. La modernidad –según Echeverría- es un proyecto inacabado,
porque en su versión capitalista, no ha sido capaz de alcanzar las potencialidades delineadas
por el proyecto civilizatorio de la fase neotécnica.

Perspectiva:

Bolívar Echeverría se sitúa frente a la modernidad desde la filosofía y la teoría


crítica alemanas; retomando ideas de corte marxista, a Benjamin y otros teóricos de la
escuela de Frankfurt, da respuesta al problema de la modernidad discutiendo por un lado
los hechos históricos que le dan origen, y por otro los aspectos filosóficos que se derivan de
sus fundamentos. Siguiendo a Braudel, la modernidad queda caracterizada por el autor
como un proceso histórico de larga duración y lleno de contradicciones: totalizante, pero no
totalizador; en marcha, pero inacabado siempre. Incapaz por un lado de anular a la tradición
o el mundo premoderno que pretende sustituir; incapaz por el otro, de realizarse a sí misma
en las potencialidades que le dan origen.

Conceptos:

Modernidad, proyecto civilizatorio, tradición, fase neotécnica, esencia de la


modernidad, modernidad realmente existente
Índice:
Presentación
La confianza humanista: pasado, presente y futuro; identidad tradicional y nueva
Blanquitud: proyecto totalizador de la identidad en la modernidad
1. Definición de la modernidad
Definición de modernidad: conjunto de comportamientos que sustituyen la tradición
El progreso: elemento central de la actitud moderna con respecto de la naturaleza
La secularización de lo político: supremacía de lo económico; ascenso de la burguesía
Individualismo: el átomo humano es singular, no colectivo
La modernidad como principio estructurador de la vida: domina pero no anula la tradición
Ambigüedad de la modernidad: ganancias en cantidad; pérdidas en calidad
La modernidad y el “desafío” de la “neotécnica”
Fase neotécnica: la naturaleza como colaboradora
La modernidad: proceso histórico contradictorio de muy larga duración
La modernidad, el capitalismo y Europa
Europa como centro de irradiación de la modernidad capitalista
La esencia de la modernidad y la modernidad “realmente existente”
La valorización del valor: acumulación de capital como principio de organización
Separación entre neotecnia y capitalismo: producción artificial de la escasez
Libertad y enajenación: la libertad prometida se convierte en restricción totalitaria
Autosabotaje de la modernidad: modernidad real, modernidad potencial
Resumen:

Presentación

Para Echeverría lo humano existe solo en la pluralidad, y anular esa diversidad sería
equivalente a la muerte de lo humano. Afortunadamente –reconoce- una homogeneización
así es imposible y apunta enseguida a dos garantías en las que se funda la confianza
humanista: la permanencia activa del pasado en el presente; y la idea de un futuro que se
esboza en el presente. Respecto a estas dos garantías surgen dos fenómenos. Por un lado
está la transformación de la identidad tradicional. Como efecto de la modernidad ésta es
transformada pero nunca suprimida, pues reaparece haciendo burla de todo intento de
subsumirla en una identidad global. Por otro lado está la emergencia y proliferación de
nuevas identidades colectivas desconocidas que ofrecerían una resistencia al totalitarismo
de la uniformación identitaria.
No obstante, a Echeverría le interesa problematizar la confianza humanista,
averiguar los mecanismos del impulso homogeneizador e integrar las resistencias que
presentan las identidades –tanto tradicionales como desconocidas- a este impulso. Llamará
blanquitud al proyecto uniformizador de las identidades en la modernidad. Dirá que no se
trata de una identidad de orden racial, tanto como la concreción de un homo capitalisticus
en la coyuntura histórica. Se compone de ciertos rasgos étnicos de la blancura, pero solo en
tanto que encarnan rasgos de orden ético: un tipo de comportamiento, una estrategia de vida
o sobrevivencia, la del “hombre blanco”.

1. Definición de la modernidad

Para Echeverría, la modernidad es la característica determinante de un conjunto de


comportamientos que se reconocen como discontinuos o contrapuestos a la constitución
tradicional de la vida y que estarían en proceso de sustituirla, poniéndola en evidencia
como obsoleta. También puede ser vista como un conjunto de hechos objetivos que resultan
incompatibles con la configuración establecida del mundo de la vida y que se afirman como
innovaciones llamadas a satisfacer una necesidad de transformación surgida de ese mismo
mundo. En resumen: una nueva lógica que estaría en proceso de sustituir al principio
organizador ancestral, al que ella designa “tradicional”.
Lo central en el fenómeno moderno –dice el autor- es la confianza cotidiana “en la
capacidad del ser humano de aproximarse o enfrentarse a la naturaleza en términos
puramente mundanos y de alcanzar, mediante una acción programada y calculada a partir
del conocimiento matematizado de la misma, efectos más favorables para él que los que
podía garantizar la aproximación tradicional a lo otro, que era una aproximación de orden
mágico” (Echeverría, 2010, pág. 14). Esto sucedería siguiendo una línea recta y ascendente
que es la línea del progreso. Echeverría señala además, la “determinación citadina del lugar
propio de lo humano” como una versión geográfico espacial de este progresismo.
Un segundo fenómeno propio de lo moderno sería lo que el autor llama
“secularización de lo político” o “materialismo político”, que consistiría en la supremacía
de los asuntos de política económica por encima de otro tipo de política; que es también
equivalente a la supremacía de la burguesía en los asuntos del Estado. En este contexto, el
aspecto comunitario, cultural y relacionado con la reproducción de la identidad colectiva,
pasa a segundo plano.
En tercer lugar está el individualismo, comportamiento práctico moderno que
presupone que el átomo de la realidad humana es el individuo singular. Un fenómeno que
se impone al comunitarismo tradicional, que presupone que el átomo no es el individuo
sino el conjunto de individuos: un individuo colectivo, la comunidad.
Así, la modernidad como principio estructurador de la vida humana es una
modalidad civilizatoria que domina sobre los principios estructuradores premodernos, pero
que al mismo tiempo está lejos de anularlos. Se presenta así como un intento inacabado –
dice Echeverría- en el sentido de que es incompleto, como si algo la incapacitara para ser lo
que pretende ser.
Otro aspecto que menciona el autor es su ambigüedad: pues la modernidad que se
ha alcanzado de hecho, se presenta siempre como algo positivo –mayor disposición de
satisfactores, mayor libertad para el individuo, pero también como algo negativo, pues
implica siempre una pérdida con respecto a la calidad de los satisfactores y de la libertad,
con respecto de lo ancestral y tradicional.

La modernidad y el “desafío” de la “neotécnica”

Echeverría sitúa históricamente la aparición de la modernidad en la “fase


neotécnica” esbozada por Lewis Mumford en Técnica y civilización. Se trataría de la
invención de instrumentos nuevos aplicados a las nuevas técnicas de producción alrededor
del siglo X; ya sobre una base por completo diferente de interacción entre lo humano y lo
natural. Lo natural –dice Echeverría, lo extrahumano- no es visto más como un enemigo a
vencer, sino como un contrincante/colaborador, con el que se puede lo humano
comprometer para un enriquecimiento mutuo. Es un intento para crear dentro de lo otro
formas hasta entonces inexistentes.
Pero para Echeverría, la modernidad no es un proyecto civilizatorio ya reconstituido
en concordancia con la revolución tecnológica, sino que está comprometida en un
contradictorio proceso histórico de “muy larga duración” en el sentido de Braudel. El
malestar de esta contradicción se expresa en la vida práctica en la que una estructura
institucional que se reproduce tradicionalmente sigue siendo indispensable para la vida;
pero su contenido se enrarece, convirtiéndose en un simulacro o imitación de lo que fue en
el pasado. Por otra parte, la modernidad efectiva o realmente existente, no acaba de aceptar
su propia base: es incapaz de integrar la neotécnica con los efectos de abundancia y
emancipación que ello traería consigo; y es de esta inconsistencia de la modernidad
realmente existente que se deriva la capacidad de supervivencia que tienen las formas
sociales tradicionales.

La modernidad, el capitalismo y Europa

Echeverría ubica esta inconsistencia en el punto de encuentro de la modernidad con


el capitalismo. Más aún, dirá que es la experiencia occidental con la neotécnica –entre todas
las otras civilizaciones- la que al concentrarse en el aspecto cuantitativo de la nueva
productividad que trajo consigo, transformando el proceso de trabajo humano, se volverá
más abstracta y universalista. Por eso es que Europa –la Europa romana y cristiana- se
volvió el centro de irradiación de la modernidad capitalista; sin olvidar el rastro de otras
Europas “perdedoras” y minoritarias, dispuestas a intentar otras actualizaciones de lo
moderno. Puede decirse que esta versión capitalista de la modernidad –proveniente de
Europa- se ha impuesto por su carácter universalista y abstracto en todo el planeta. Pero
dice el autor- que “la modernidad, esto es, la revolución civilizatoria en la que se encuentra
empeñada la humanidad durante esta ya larga historia, sigue una vía que pareciera haberla
instalado en un regodeo perverso en lo contraproducente, en un juego absurdo que, de no
ser por la profusión de sangre y lágrimas que ha costado, la llevaría, como en una película
de Chaplin, a subir por una escalera mecánica que funciona en modo de descenso (y que es
más rápida que ella)” (págs. 30-31).

La esencia de la modernidad y la modernidad “realmente existente”

Ahora bien, frente al modo de reproducción del mundo de la vida –tradicional- en el


que la producción y el consumo se subordinan a principios cualitativos que organizan la
realización de una comunidad concreta, según Echeverría, “el modo capitalista de
reproducción de la vida social implica un estado de subordinación o subsunción del
principio de la “forma natural” de esa reproducción bajo el principio de la autovalorización
mercantil capitalista” (pág. 31). Esto quiere decir que nada se produce ni se consume en la
sociedad capitalista si no se encuentra en función de la valorización del valor, es decir de la
acumulación de capital.
Y es aquí en donde la modernidad capitalista genera justo lo contrario de lo que
proclamaban los valores de la neotécnica; a saber; la naturaleza como colaboradora, el
enriquecimiento mutuo. La acumulación capitalista se sirve de técnica y naturaleza no para
establecer la abundancia o la escasez relativas, “sino para reproducir artificialmente la
escasez absoluta, la condición de esa “ley de la acumulación capitalista” según la cual el
crecimiento de la masa de explotados y marginados es conditio sine qua non de la creación
de la riqueza y de los deslumbrantes logros del progreso” (págs. 31-32).
En el rubro de las libertades prometidas, la realización de la modernidad capitalista
culmina con el “fenómeno de la enajenación”. La promesa de la libertad individual que
surgía de la neotécnica se ha convertido en su contrario: en el uso de la libertad como
instrumento de restricciones totalitarias del horizonte de vida para todos los seres humanos.
De manera que “la modernidad capitalista es una actualización de la tendencia de la
modernidad a la abundancia y la emancipación, pero es al mismo tiempo un “autosabotaje”
de esa actualización” (pág. 32). Entonces, la realización de la modernidad se ha quedado
corta con respecto de sus potencialidades, pues no ha sido capaz de agotar su esencia como
respuesta civilizatoria: como realización de la posibilidad de abundancia y emancipación;
planteándose así “una discordancia y un conflicto entre ambos niveles de la modernidad, el
potencial, virtual o esencial y el efectivo, empírico o real; el primero, siempre insatisfecho,
acosando al segundo desde los horizontes más amplios o los detalles más nimios de la vida;
el segundo, intentando siempre demostrar la inexistencia del primero. Se abre también así,
en la vida cotidiana, un resquicio por el que se vislumbra la utopía, es decir, la
reivindicación de todo aquello de la modernidad que no está siendo actualizado en su
actualización moderna capitalista” (pág. 33)

También podría gustarte