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Organización Política de La República de Guatemala

Las 5 funciones de la administración son: planeación, organización, integración de personal, dirección y control. Estas funciones fueron identificadas por Henri Fayol en 1916 y siguen siendo relevantes hoy. La planeación implica establecer objetivos y planes de acción a corto y largo plazo. La organización requiere una estructura funcional con roles y responsabilidades claros. La integración de personal involucra contratar el personal adecuado. La dirección implica liderar al personal para alcanzar los objetivos. El control evalúa el desempe

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Organización Política de La República de Guatemala

Las 5 funciones de la administración son: planeación, organización, integración de personal, dirección y control. Estas funciones fueron identificadas por Henri Fayol en 1916 y siguen siendo relevantes hoy. La planeación implica establecer objetivos y planes de acción a corto y largo plazo. La organización requiere una estructura funcional con roles y responsabilidades claros. La integración de personal involucra contratar el personal adecuado. La dirección implica liderar al personal para alcanzar los objetivos. El control evalúa el desempe

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Organización política de la república de Guatemala (Organigrama)

Que funciones tiene una administración

Las 5 funciones de la administración fueron identificadas por el ingeniero francés


Henri Fayol en su libro "Administración Industrial y General" publicado en 1916 y
que le valió un gran reconocimiento mundial. A pesar de contar con más de 100
años, estas funciones continúan siendo de gran relevancia en la actualidad.

Las funciones de la administración son: Planeación, Organización, Integración de


Personal, Dirección y Control. Estas cinco funciones se enfocan en la relación
entre el personal y su administración, y proveen puntos de referencia para que los
problemas puedan ser resueltos de forma creativa.

¿A qué se refiere cada una de las funciones de la administración y por qué es


esencial que todo administrador las conozca y practique para obtener los mejores
resultados en su empresa?

Función de Planeación
Planificar es ver hacia el futuro. Es
decidir por adelantado qué se va a
hacer, cómo se va a hacer, cuando se
va a hacer y quién lo va a hacer. Es
trazar un mapa de dónde se encuentra
la organización y hacia donde
queremos llegar.

De acuerdo con Fayol, esbozar un


buen plan de acción es la parte más
difícil de las 5 funciones de la
administración.

Esto requiere la participación activa de toda la organización, estableciendo metas


a cumplir en un orden lógico.

En cuanto al tiempo e implementación, el administrador debe planificar a corto y


largo plazo, enlazando y controlando en diferentes niveles de la organización.
Para garantizar continuidad, debe tomar en
cuenta los recursos disponibles de la empresa
y la flexibilidad del personal.

Función de Organización
Una organización solamente puede funcionar bien si está bien organizada. Esto
significa que debe haber suficiente capital, personal e insumos para que la
organización se desarrolle correctamente y construya una estructura funcional.

La organización involucra la identificación de las responsabilidades a realizar,


agrupar las responsabilidades en
departamentos o divisiones, y especificar
las relaciones organizacionales. El objetivo
es lograr un esfuerzo coordinado entre
todos los elementos de la organización.

Una estructura organizacional con una


buena división de funciones y tareas es de
crucial importancia. Cuando la cantidad de
funciones aumenta, la organización se
expande tanto horizontal como
verticalmente, requiriendo un tipo distinto de liderazgo.

La organización debe tomar en cuenta la delegación de autoridad y


responsabilidades, así como la extensión del control entre las unidades
supervisoras.

Función de Integración de Personal

La integración de personal se refiere a


llenar los puestos de trabajo con la gente
idónea para cada puesto, en el momento
idóneo. Requiere determinar las
necesidades de personal, redactar
descripciones de puestos, reclutamiento y
selección del personal.

Al recibir órdenes e instrucciones de trabajo


claras, los empleados saben exactamente
lo que se requiere de ellos. El desempeño del personal será optimizado si se les
dan instrucciones concretas con respecto a las actividades que deben realizar.
Función de Dirección

Dirigir es liderar a los empleados de tal manera que se alcancen los objetivos de la
organización. Esto implica asignar adecuadamente los recursos y proveer un
sistema de soporte efectivo.

Cuando todas las actividades funcionan de


manera harmoniosa, la organización
funciona mejor. Los administradores
exitosos tienen integridad, excepcionales
destrezas interpersonales, comunican de
forma clara y basan sus decisiones en
auditorías regulares. Son capaces de
motivar a un equipo y de hacer que los
empleados tomen iniciativas.

Uno de los problemas cruciales en la dirección es conseguir el balance correcto


entre el énfasis en las necesidades de personal y el énfasis en la producción
económica.

Función de Control

El control permite evaluar la calidad en todas las áreas y detectar si la


organización se ha desviado del plan o corre el
peligro de desviarse. Así puede asegurarse un
rendimiento de alta calidad y resultados
satisfactorios, mientras se mantiene un ambiente
ordenado y a salvo de problemas.

El control se lleva a cabo en un proceso de 4 pasos:

 Establecimiento de estándares de rendimiento basados en los objetivos de


la organización
 Medición y reporte del rendimiento real
 Comparación de los resultados de la medición con los estándares
 Tomar las medidas de corrección o prevención necesarias
Valores biológicos
El valor biológico (denominado abreviadamente BV del inglés Biological Value
o VB) es la medida de la absorción y síntesis en el cuerpo de
la proteína procedente de la ingesta de alimentos. Las proteínas son la mayor
fuente de nitrógeno en el cuerpo. La metabolización de las proteínas forma parte
de un equilibrio: el cuerpo absorbe lo que necesita y el resto lo excreta de
múltiples formas. El valor biológico es la fracción de nitrógeno absorbido y retenido
por el organismo y representa la capacidad máxima de utilización de una proteína.
Se suele mencionar en la literatura a veces como calidad de una proteína: las de
mayor calidad poseen mayor valor biológico y por lo tanto son mejores para captar
proteína. Las proteínas poseen valores biológicos diferentes dependiendo de la
fuente, por ejemplo las proteínas de la soja poseen un valor biológico inferior al de
la carne roja. Los valores de las proteínas se pueden cambiar con combinaciones
especiales de alimentos. La proteína con mayor valor biológico probado es la del
huevo.

Determinación del VB
No existe una forma directa de medir el valor biológico de una proteína. Para una
determinación precisa del valor biológico de una proteína, es necesario mantener
bajo control las variables que afectan al metabolismo de las proteínas:1
1. El organismo a estudiar debe consumir la proteína o la mezcla de proteínas
a analizar (la dieta-test).
2. La dieta-test no debe contener otras fuentes de nitrógeno.
3. La dieta-test debe evitar que la proteína sea una fuente primaria de energía.
Las condiciones de prueba requieren que la dieta-test se mantenga bajo estricto
control al menos durante una semana. El ayuno previo al test ayuda a la
consistencia de los datos tomados entre los diferentes sujetos

Valores estéticos
Los valores estéticos son virtudes que sobresalen de una persona, animal, obra
de arte, moda, objeto, paisaje, evento, entre otros, y que generan reacciones o
apreciaciones positivas o negativas.
Como un tipo de valor, los valores estéticos son criterios y referencias positivas
generalmente compartidas por un grupo, que definen a una persona, cosa o
acción. Por otro lado, la estética se refiere a la percepción de los sentidos y a la
filosofía de lo que se considera bello.
En consecuencia los valores estéticos son también el resultado de las
apreciaciones o de los juicios de valor que realizan las personas, partiendo de un
conjunto de reflexiones filosóficas, estéticas y éticas sobre aquello que consideran
o no bello.
Subjetividad de los valores estéticos
Los valores estéticos dependen en gran medida de la percepción que tengan los
individuos acerca de algo en específico. Es decir, lo que se consideró
estéticamente bello o desagradable hace veinte años, quizás hoy en día no lo sea
tanto.
Valores sensibles
El valor de la sensibilidad reside en la capacidad que tenemos los seres humanos
para percibir y comprender el estado de ánimo, el modo de ser y de actuar de las
personas, así como la naturaleza de las circunstancias y los ambientes, para
actuar correctamente en beneficio de los demás. Además, debemos distinguir
sensibilidad de sensiblería, esta última siempre es sinónimo de superficialidad,
cursilería o debilidad.

Ser sensible implica permanecer en estado de alerta de todo lo que ocurre a


nuestro alrededor, va más allá de un estado de ánimo como reír o llorar, sintiendo
pena o alegría por todo.

¿Acaso ser sensible es signo de debilidad? No es débil el padre de familia que se


preocupa por la educación y formación que reciben sus hijos; el empresario que
vela por el bienestar y seguridad de sus empleados; quien escucha, conforta y
alienta a un amigo en los buenos y malos momentos. La sensibilidad es interés,
comprensión, preocupación, colaboración y entrega generosa hacia los demás.

Valores económicos

Los valores económicos son conceptos económicos que se relacionan con el


precio de los bienes y servicios en el mercado, así como con las valoraciones que
los individuos hacen respecto de esos bienes y servicios.

Estos conceptos son útiles para evaluar las elecciones económicas de un


individuo. Es decir, las medidas de valor económico se basan en lo que la gente
quiere, aun cuando no sea muy consciente de lo que desea realmente.
La teoría de la valoración económica se basa en preferencias y elecciones
individuales. La gente expresa sus preferencias a través de las elecciones que
hacen de acuerdo con sus ingresos o su tiempo disponible.
Josh Kaufman, autor del libro MBA personal, explica que esto implica que los
comerciantes deben averiguar lo que sus clientes potenciales valoran más que el
poder de compra del dinero que poseen. Identifica nueve valores económicos
comunes que la gente normalmente considera al evaluar una compra potencial:

 Eficacia
 Velocidad
 Fiabilidad
 Facilidad de uso
 Flexibilidad
 Estado
 Aesthetic Appeal
 Emoción
 Costo
Valores Intelectuales

Se denomina como valores intelectuales al conjunto de virtudes que hacen que el


ser humano aprecie la verdad, la razón y el conocimiento para establecer de
manera crítica aquello que se considera socialmente correcto como individuo,
actitud o situación.

Los valores intelectuales implican la creación de ideas a partir del conocimiento, el


intelecto y la sabiduría a fin de que las personas sean conscientes de lo que
ocurre, así como, de las decisiones y actitudes que toman, por ello, es importante
conocer la verdad.

A partir del conocimiento las personas pueden reflexionar y considerar todas las
opciones que se les presentan en un momento determinado, sea para enfrentar un
problema, influir de manera positiva en algo, ofrecer una solución o llevar a cabo
alguna actividad. Es decir, poner en práctica la creatividad intelectual.

El conocimiento, la sabiduría y la creatividad son valores intelectuales que


permiten criticar la realidad, apreciar la importancia de la verdad y de otros valores
como los sociales, morales, éticos o personales, que buscan hacer de cada
individuo una mejor persona.

Valores religiosos

Los valores religiosos son aquellos que representan los principios y las
conductas adoptadas por las personas según la religión o dogma que
profesan.
Son valores que aparecen descritos en libros religiosos o textos sagrados, y que
han sido transmitidos a través de la historia del hombre de una generación a otra.
No son valores impuestos por la sociedad.

Los valores religiosos se asemejan a los valores éticos y a todos aquellos que se
consideran socialmente correctos, como el respeto y la honestidad, que son
enseñados en el hogar, en la escuela y la sociedad en general.

Los valores religiosos son particulares porque procuran que las personas
modifiquen sus conductas ante sentimientos de rencor, maldad, envidia, egoísmo
u otros sentimientos negativos que no respalden la conciliación, la bondad, el
amor y el respeto.

Es decir, son valores que incitan a los individuos y a la sociedad en general a


actuar de manera correcta, sin hacer o provocar daños al prójimo.

Quienes predican una religión parten del origen del hombre y de las buenas
actitudes que unen a los seres humanos, a fin de actuar correctamente desde las
enseñanzas de la fe y de los impulsos que dictan la razón y el corazón.
Valores morales

Se entiende por valor moral todo aquello que lleve al hombre a defender y crecer
en su dignidad de persona. El valor moral conduce al bien moral.

El valor moral perfecciona al hombre en cuanto a ser hombre, en su voluntad, en


su libertad, en su razón. Se puede tener buena o mala salud, más o
menos cultura, por ejemplo, pero esto no afecta directamente al ser hombre. Sin
embargo vivir en la mentira, el hacer uso de la violencia o el cometer un fraude,
degradan a la persona, empeoran al ser humano, lo deshumanizan. Por el
contrario las acciones buenas, vivir la verdad, actuar con honestidad, el buscar
la justicia, le perfeccionan.

Depende exclusivamente de la elección libre, el sujeto decide alcanzar dichos


valores y esto sólo será posible a base de esfuerzo y perseverancia. El
hombre actúa como sujeto activo y no pasivo ante los valores morales, ya que se
obtienen a base de mérito.

El valor moral lleva a construirse como hombre, a hacerse más humano. Estos
valores perfeccionan al hombre de tal manera que lo hacen más humano, por
ejemplo, la justicia hace al hombre más noble, de mayor calidad como persona.

Los valores morales surgen primordialmente en el individuo por influjo y en el seno


de la familia, y son valores como el respeto, la tolerancia, la honestidad, la lealtad,
el trabajo, la responsabilidad, etc. Para que se dé esta transmisión de valores son
de vital importancia la calidad de las relaciones con las personas significativas en
su vida, sus padres, hermanos, parientes y posteriormente amigos y maestros.
Posteriormente estos valores morales adquiridos en el seno de la familia ayudarán
a insertarnos eficaz y fecundamente en la vida social. De este modo la familia
contribuye a lanzar personas valiosas para el bien de la sociedad.
El pastorcito mentiroso

El pastorcito mentiroso es una antigua fábula atribuida a Esopo y nuestra versión,


¡comienza ya!. Un pequeño pastorcito estaba al cargo de un rebaño de ovejas
pero su trabajo le aburría mucho y un buen día decidió gastar una broma a todos
los aldeanos de su pueblo y comenzó a dar voces gritando: ¡que viene el lobo, que
viene el lobo feroz!, ¡que viene el lobo y quiere robar las ovejas!…

No pasaron ni dos minutos y prácticamente todos los aldeanos acudieron a donde


estaba el pastorcito y éste comenzó a reír a carcajadas. Los aldeanos se dieron
cuenta de que era una broma de mal gusto y muy enfadados volvieron unos a sus
casas y otros a sus trabajos.

Pero, al día siguiente, a media tarde, el pastorcito volvió a aburrirse y repitió la


broma. Esta vez no pasó ni un minuto hasta que llega dos aldeanos, todos muy
preocupados por si el lobo se había comido alguna oveja. Esta vez todos gritaron
a pastorcito que la broma no tenía ninguna gracia, pero a él le daba igual, reía sin
parar. Y una vez más, todos volvieron a sus quehaceres.

Sin embargo, al día siguiente, si que apareció el lobo y, además, tenía mucha
hambre. El pastorcito gritó con todas sus fuerzas en auxilio porque el lobos estaba
llevando a todas las ovejas. Los aldeanos oyeron las voces pero hicieron caso
omiso, pues pensaron que era un mentiroso y que ya les había tomado el pelo dos
días seguidos.

Ante el lobo feroz poco tenía que hacer pastorcito, así que se escondió detrás de
un árbol y vio como el lobo le robaba todas las ovejas de su rebaño.
Aquel día el pastorcito perdió todas las ovejas pero aprendió una gran lección, a
los mentirosos nadie les cree.
El pastorcito tuvo que trabajar muy duro los siguientes meses, cortando leña del
bosque para poder pagar las ovejas robadas y, por supuesto, no volvió a decir
mentiras.

El problema de
sultán
Hacía días que el sultán estaba preocupado y al final decidió llamar a su consejero
más sabio. Su problema era que tras fallecer el recaudador no conocía a nadie
que pudiese ocupar su lugar. «¿No hay ningún hombre honesto en este país que
pueda cobrar los impuestos sin robar dinero?»,se lamentó ante su consejero,
quien, intentando tranquilizarlo, le sugirió: «Anunciad que buscáis un nuevo
recaudador y dejadme el resto a mí».
Aquella misma tarde la antecámara de palacio se llenó de gente. Muchos de
aquellos hombres vestían elegantes trajes, todos menos uno de humilde
apariencia. Los convocados se rieron de él y comentaron entre sí: «Pobre diablo,
con esa pinta el sultán jamás se fijará en él». El consejero entró en la sala y pidió
a todos que fueran pasando, uno a uno, por un estrecho y oscuro corredor que
comunicaba con los aposentos del sultán. Cuando estuvieron en la sala, el
consejero le susurró a su señor: «Pedidles que bailen». Todos actuaron con
torpeza, excepto el peor vestido. «Este hombre será vuestro nuevo recaudador.
Llené el corredor de monedas y él fue el único que no se las echó al
bolsillo», sentenció el consejero. Así fue como el sultán por fin encontró un hombre
honrado en su reino.
La Rana y la serpiente

Un bebé rana saltaba por el campo, feliz de haber dejado de ser renacuajo,
cuando se encontró con un ser muy raro que se arrastraba por el piso. Al principio
se asustó mucho, pues jamás en su corta vida terrestre había visto un gusano tan
largo y tan gordo. Además, el ruido que hacía al meter y sacar la lengua de su
boca era como para ponerle la piel de gallina a cualquier rana. Se trataba en
verdad de un bicho raro, pero tenía, eso sí, los colores más hermosos que el bebé
rana había visto jamás. Este vistoso colorido alegró inmensamente al bebé rana y
le hizo abandonar de un momento a otro sus temores. Fue así como se acercó y le
habló. –¡Hola! –dijo el bebé rana, con el tono de voz más natural y selvático que
encontró–. ¿Quién eres tú? ¿Qué haces arrastrándote por el piso? –Soy un bebé
serpiente –contestó el ser, con una voz llena de silbidos, como si el aire se le
escapara sin control por entre los dientes–. Las serpientes caminamos así. –
¿Quieres que te enseñe? –¡Sí, sí! –exclamó el bebé rana, impulsándose hacia
arriba con sus dos larguísimas patas traseras, en señal de alegría.

El bebé serpiente le dio entonces unas cuantas clases del secreto arte de
arrastrarse por el piso, en el que ninguna rana se había aventurado hasta
entonces. Luego de un par de horas de intentos fallidos, en los que el bebé rana
tragó tierra por montones y terminó con la cabeza clavada en el suelo y sus largas
patas agitándose en el aire, pudo por fin avanzar algunos metros, aunque de
forma bastante cómica. –Ahora yo quiero enseñarte a saltar. ¿Te gustaría? –le
preguntó el bebé rana a su nuevo amigo. –¡Encantado! –repuso el bebé serpiente,
haciendo remolinos en el suelo, de la emoción. Y el bebé rana le enseñó entonces
al bebé serpiente el difícil arte de caminar saltando, en el que ninguna serpiente se
había aventurado hasta entonces. Para el bebé serpiente fue tan difícil aprender a
saltar como para el bebé rana aprender a arrastrarse por el piso. Fueron precisas
más de dos horas para que el bebé serpiente pudiera despegar del suelo por
completo su larguísimo cuerpo. Al fin lo logró, pero se veía tan gracioso cuando se
elevaba, y chapoteaba tan fuertemente entre el barro después de cada salto, que
los dos amigos no podían menos que reírse a carcajadas. Así pasaron toda la
mañana, divirtiéndose como enanos y burlándose amistosamente el uno del otro.

Y hubieran seguido todo el día si sus respectivos estómagos no hubieran


empezado a crujir, recordándoles que era hora de comer. –¡Nos vemos mañana a
la misma hora! –dijeron al despedirse. –¡Hola mamá, mira lo que aprendí a hacer!
–gritó el bebé rana al entrar a su casa. Y de inmediato se puso a arrastrarse por el
piso, orgulloso de lo que había aprendido. –¿Quién te enseñó a hacer eso? –gritó
la mamá rana furiosa, tan furiosa que el bebé rana quedó paralizado del susto. –
Un bebé serpiente de colores que conocí esta mañana –contestó atemorizado el
bebé rana. –¿No sabes que la familia serpiente y la familia rana somos enemigas?
–siguió tronando mamá rana–.Te prohíbo terminantemente que te vuelvas a ver
con ese bebé serpiente. –¿Por qué? –Porque las serpientes no nos gustan, y
punto. Son venenosas y malvadas. Además, nos tienen odio. –Pero si el bebé
serpiente no me odia. Él es mi amigo –replicó el bebé rana, con lágrimas en los
ojos. –No sabes lo que dices. Y deja ya de quejarte, ¿está bien? El bebé rana no
probó ni una sola de las deliciosas moscas que su mamá le tenía para el
almuerzo. Se le había quitado el hambre y no entendía por qué. (Lo que pasaba
era que estaba triste y no lo sabía).

Cuando el bebé serpiente llegó a su casa, le ocurrió algo similar. –¿Quién te


enseñó a saltar de esa manera tan ridícula? –le preguntó su mamá, parándose en
la cola de la rabia. –Un bebé rana graciosísimo que conocí esta mañana. –¡Las
ranas y las serpientes no pueden andar juntas! ¡Qué vergüenza! ¡La próxima vez
que te encuentres con ese bebé rana, mátalo y cómetelo! –¿Por qué? –preguntó
el bebé serpiente, aterrado. –Porque las serpientes siempre han matado y se han
comido a las ranas. Así ha sido y tiene que seguir siendo siempre. Ni falta hace
decir cómo se sintió el bebé serpiente de sólo imaginarse matando a su amigo y
luego comiéndoselo como si nada. Al día siguiente, a la hora de la cita, el bebé
rana y el bebé serpiente no se saludaron. Se mantuvieron alejados el uno del otro,
mirándose con desconfianza y recelo, aunque con una profunda tristeza en el
corazón. Y así ha seguido siendo desde entonces.

La leyenda de Guillermo Tell


El lobo y el Perro
En un bosque se encuentra un lobo flaco y hambriento con un perro gordo y bien
cuidado. Después de saludarse, el lobo le pregunto al perro como era que estaba
tan gordo y lúcido, cuando él era más fuerte y valiente y se estaba muriendo de
hambre.
El perro le respondió que servía a un hombre que lo cuidaba mucho, me traen
comida sin que yo la pida, y su familia me deja siempre las sobras y me tira los
huesos, y con todo esta comida lleno mi barriga, el lobo le dijo seguramente era
muy feliz pues que nunca había visto un animal tan satisfecho.
El perro viendo que el lobo no tenía mucha suerte le dijo: si quieres tener la
misma suerte puse ven conmigo sirve a mi amo como yo le sirvo. Como le
pregunto este, el perro le respondió tengo que proteger la casa y defenderla de los
ladrones por la noche.
Entonces dijo el lobo les hago caso, pues ahora estoy bajo la nieve y la lluvia,
pasando una vida peligrosa bajo la selva, entonces pensó vivir bajo un techo y
poder hartarme de comida sin tener nada que hacer.

Entonces el perro le dijo que se vaya con él, pero cuando estaban caminando el
lobo vio que su compañero tenia pelado el cuello y le pregunto porque tenía el
cuello así y este le respondió: que no era nada que como era travieso lo ataban
durante el día para que descanse y cuando era de noche lo dejaban libre para que
vaya donde quiera, al escuchar esto el lobo le dijo pero si quieres salir de casa te
dan permiso, el perro le dijo que no.

Entonces el lobo le dijo que si no era libre que disfrute todo lo que tiene, ya que el,
no iba a sacrificar su libertad por todos los bienes que le den.

Moraleja de: el perro y el lobo


Esta fábula nos dice que muchas veces el pobre es mas feliz que el rico esclavo;
ya que la libertad es tan preciosa como la vida misma, y esta no se cambia ni por
todo el oro del mundo
La esclavitud

Si bien sus orígenes son poco conocidos, los documentos y las pruebas sobre
la esclavitud se pueden encontrar en casi todas las culturas y continentes. Los
indicios encontrados en los textos antiguos, como el Código de Hammurabi, de la
región de la Mesopotamia, fechado en el segundo milenio antes de Cristo, ya
contienen referencias a la esclavitud como una institución arraigada. El trabajo
forzado de las mujeres en algunas culturas antiguas y modernas se puede
identificar con formas de esclavitud. En este caso suele incluir servicios sexuales
forzados.
La historia de la esclavitud en el mundo antiguo está estrechamente vinculada a
la guerra. Las fuentes documentales del mundo antiguo, como las
de Mesopotamia y Egipto, los pueblos originarios de Israel, Grecia, Roma, Persia,
o civilizaciones como la maya, China la azteca y la India, están llenas de
referencias a la esclavitud vinculada a eventos bélicos. A menudo, los prisioneros
de guerra eran reducidos a la esclavitud por los vencedores, y obligados a trabajar
en tareas militares o civiles, como mano de obra para trabajos de construcción,
ingeniería o agricultura. También era común su utilización para el servicio
doméstico. Muchos hogares de la antigüedad, sobre todo de las clases altas,
requerían el trabajo de uno o más esclavos como mano de obra habitual.
Independientemente de los testimonios y documentos escritos, también se
encuentran pruebas de esclavitud como mano de obra y como ayuda doméstica
entre los pueblos que no poseían escritura, como los nómadas de Arabia, los
pueblos nativos de América, los cazadores y recolectores de África, Nueva
Guinea y Nueva Zelanda, y entre europeos del Norte, como los vikingos.
Existieron además otras formas de adopción de la esclavitud además de la guerra,
tales como la sanción penal o el pago de deudas. Así, entre algunos grupos
africanos, las mujeres y los niños eran entregados como rehenes de deudas u
otras obligaciones hasta su pago; y, si el pago no se realizaba, los rehenes
pasaban a ser considerados esclavos.
Muchas de las sociedades antiguas tenían mayor número de personas esclavas
que libres, gracias a la costumbre de reducir a la esclavitud a la población que
tenían bajo su control. Por lo general la esclavitud incluía el abuso y la crueldad
por parte de sus dueños, aunque a
menudo podían recibir un trato más
humanitario, si eran considerados bienes
valiosos.
Le león y el ratón
- Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te estaré
eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún día me
necesites –

- ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de qué
forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!.

Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su tamaño y
su valentía, le dejó marchar.

Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos terribles
rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.

Rápidamente corrió hacia lugar de donde provenía el sonido, y se encontró allí al


león, que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón, decidido a pagar
su deuda, le dijo:

- No te preocupes, yo te salvaré.

Y el león, sin pensarlo le contestó:

- Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.

El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado el


león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo:

- Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en


agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones somos
agradecidos y cumplidos.

El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día, los dos
fueron amigos para siempre.

MORALEJA:
- Ningún acto de bondad queda sin recompensa.
- No conviene desdeñar la amistad de los humildes.

Los enanos mágicos


Un zapatero se había vuelto tan pobre que una noche se encontró con que no
tenía sino el último corte de cuero para hacer el último par de zapatos. El hombre,
que era de corazón noble y valiente, preparó su material y se fue a dormir
tranquilo, sin proferir queja alguna.

Al otro día, cuando se disponía a coser los zapatos, se quedó bastante asombrado
de ver que ya estaban hechos. Esa misma tarde pasó por la zapatería un cliente al
que le gustaron mucho y los pagó a muy buen precio. Con ese dinero el zapatero
compró cuero para hacer dos pares de zapatos más, y lo cortó y se fue a dormir. Y
al día siguiente volvió a encontrar los zapatos terminados. Estos zapatos también
se vendieron muy bien. Con el dinero obtenido, el zapatero volvió a comprar más
cuero para hacer más zapatos. Y siguió encontrándolos hechos cada mañana.

Así paso un buen tiempo, durante el cual su negocio tomó fuerza y lo sacó de la
pobreza. La noche de navidad de ese año, la mujer del zapatero le propuso a su
marido que se escondiera en el armario y espiaran por las rendijas a ver si
descubrían quien les estaba ayudando. El zapatero estuvo de acuerdo y entraron
al armario y se pusieron a esperar. A eso de la media noche, entraron dos
simpáticos enanitos completamente desnudos que se pusieron inmediatamente a
trabajar en la mesa de taller, con una velocidad y una pericia tales que dejaron
pasmados al zapatero y a su mujer. Trabajaron sin descanso hasta terminar y
luego desaparecieron.

A la mañana siguiente, la mujer del zapatero le dijo a su marido que tanto ella
como él le debían mucho a esos enanitos y habían que demostrarse agradecidos
con ellos. Entonces decidieron que ella le haría a cada enanito su respectiva
camisa, chaleco, pantalón, medias y chaqueta para el frío, mientras que él se
encargaría de los zapatos.

Así lo hicieron, y a la noche siguiente, en lugar de los cortes de cuero, dejaron los
regalos en la mesa del taller. Los enanitos se mostraron al comienzo sorprendido,
pero en cuanto comprendieron que los vestidos y los zapatos eran para ellos, se
los pusieron a toda prisa y empezaron a cantar y saltar por todo el mobiliario del
taller. Al final se tomaron de la mano y se fueron bailando.

El zapatero y su mujer nunca más los volvieron a


ver, pero siguieron siendo felices y a él nunca le
volvió a ir mal en ninguna de las cosas que
emprendió.

Los hijos del labrador


Wang y el hongo
La limosina del niño
En las altas montañas del Tíbet, un grupo de niños se dedicaba a jugar en un puente
cercano al pueblo en que vivían. Todos habían conseguido su loncheras, menos el
más pequeño, que había salido corriendo feliz detrás de los otros sin dejar que su
madre pudiera alcanzarlo para darle la suya.

Mientras los otros niños hacían cometas, barriletes y figuras de animales en papel
utilizando las técnicas de origami, el pequeño amasaba un simpático pastelito de
barro.

A media mañana sintieron hambre y cada uno se acordó de su lonchera. Cuando se


disponían a comer, oyeron un ruido de algo que golpeaba contra las piedras del
puente. Asustados, voltearon a ver de qué se trataba y observaron la figura de un ser
enorme y muy grueso que se acercaba tanteando el piso con un palo. Los más
nerviosos, pensado que se trataba de un malvado ogro de las montañas, corrieron y
se escondieron debajo del puente. Los demás se quedaron esperando a ver qué
pasaba, paralizados por la extraña emoción, mezcla de miedo y curiosidad. Entre ellos
estaba el niño de los pastelitos de barro.

Luego de unos eternos segundos de tensión, el misterio se aclaró. El terrible ogro


resultó ser un pobre hombre ciego y hambriento que llevaba un día y una noche
perdido en los solitarios y escapados carros que rodeaba el pueblo, según les contó a
los primeros niños que se atrevieron a acercársele.

Los niños, que también eran muy pobres, sintieron compasión por el hombre y
separaron una parte de sus loncheras para dársela. Sólo el pequeño no tenía nada
que darle. “¡Yo también le daré de comer!” gritó, lleno de alegría. “¡Pero si tú no tienes
nada!” le contestaron los otros niños, mientras le entregaban un bocado de sus
respectivas meriendas al ciego.

Sin hace caso, el niño esperó su turno y, con una radiante sonrisa, puso en las manos
del mendigo uno de sus pastelitos de barro. Cuando el ciego abrió la mano, el
pastelito se había transformado en una
reluciente moneda de oro.

La vieja tetera
Esta historia trata de una antigua tetera de porcelana, muy costosa y elegante,
que encabezaba el juego de té en todas las celebraciones importantes de la
familia a la que pertenecía.
Tanta importancia la había vuelto vanidosa, y solía enorgullecerse de su alta
estatura y su largo estilizado pico ante los pequeños y tímidos pocillos y la
modesta jarrita de la leche . Aunque solía aburrirlos a todos con sus aires de
princesa, cada uno sabía que no era mala en el fondo y sospechaba que debía
sentirse triste y vacía, pues siempre la guardaban aparte, en una repisa de vidrio
para protegerla de los golpes.
Un día sucedió algo terrible: la señora contratada para servir el té en una elegante
recepción de la familia, tropezó y cayó al suelo aparatosamente justo cuando
llevaba la tetera en la mano. La tetera salió dando vueltas por el aire y cayó a
varios metros de distancia.
Cuando fueron a recogerla, notaron que se le había partido el pico y tenía una
ancha rajadura de un lado a otro.
La vida de la tetera cambió desde entonces, pues sus dueños desistieron de
repararla y se la regalaron a la misma señora que la había dejado caer. La señora,
agradecida, se la llevó para su casa, sin saber muy bien qué hacer con ella. No
podía utilizarla como tetera, pues el té se escapaba por las grietas del pico y la
barriga como si se tratara de una regadera; tampoco podía usarla como florero,
por la misma razón, y estaba demasiado desportillada para servir de adorno en la
modesta sala.
Ya la iba a tirar a la caneca, cuando se le ocurrió que podría servir como maceta
en el patio. La tetera sufrió lo indecible mientras era expulsada de todos lados,
como un ser estorboso e indeseable. Fueron tiempo muy duros para esta antigua
princesa que había vivido solo para ser bonita y lucir siempre bien presentada, sin
la menor idea de lo que significaba pasarla mal, como ahora que vivía a la
intemperie y nadie se fijaba de ella.
Luego de varias semanas de amargo y silencioso sufrimiento, algo totalmente
inesperado le empezó a suceder. La planta que estaba naciendo en su nueva
barriga de maceta le hacía deliciosas cosquillas que le hacían sentir extrañamente
emocionada. La tetera no atinaba a descifrar que le pasaba, pero no podía ocultar
la dicha que sentía cada vez que su nueva dueña se acercaba con la regadera y la
dejaba caer sobre ella una amorosa lluvia que la
llenaba de alegría y de ganas de vivir. Su
vanidad herida dejó de importarle y se dejó
invadir por completo por la indescriptible
sensación que la embargaba.
Un gran sentimiento de bondad llenó su corazón
de tetera, y decidió entregarle todo su amor a la
hermosa planta que asomaría sus ramas por su
pico roto.

El cuervo Vanidoso
Un día júpiter decidió elegir un rey entre las aves, y ordenó que comparecieran
todas ante él, para decidir cuál era la más bella. Un cuervo poco agraciado y
ciegamente vanidoso, se propuso alzarse con el título a como diera lugar. Lo
primero que pensó fue en sacar de la competencia a los candidatos más
opcionados, como el papagayo, el pavo real, el guacamayo y el ave del paraíso.
«Si les robo los huevos de sus nidos el día de la elección, los
mantendré ocupados buscándolos y no podrán asistir, eso es» pensó, riéndose
con su chillido característicos.

Pasó varios días acechando los nidos de sus rivales, mientras diseñaba su plan.
Cuando averiguó todo lo que necesitaba (las horas en las que salían a buscar de
comer, en las que dormía o jugaban en las ramas de los árboles), puso patas y
pico y a la obra. Lo que no calculó fue que los huevos de estos pájaros eran muy
grandes y ni siquiera podía levantarlos. «Que voy hacer ahora», graznó,
contrariado, mientras picoteaba con rabia un puñado de plumas de papagayo, en
cuyo nido se encontraba. «¡Ya se!» -exclamó con un chillido de júbilo- ¡Voy a
robarme las mejores plumas de todos los nidos y me las voy a poner entre las
mías! ¡Así no puedo perder!».

El día del concurso, Júpiter hizo desfilar a los pájaros, y al ver el espectacular
atavío del cuervo lo declaró rey.

Terriblemente enfadados al descubrir que el plumaje del ganador era robado, los
demás pájaros se lanzaron sobre él y le quitaron una a una las plumas con la que
había pretendido engañar a todos.

Júpiter, decepcionado, lo despojó de inmediato del título, no sin recalcarle que la


justicia se había impuesto y él mismo se había buscado lo que acababa de pasar.

La hormiga y el grano de trigo


Una hormiga se encontró un gramo de trigo en un campo recién segado. Diligente
y heroica como todas las hormigas, se lo hecho al hombro y cargó con él, a pesar
de que la triplicaba en tamaño.
Al cabo de un rato, la hormiga empezó a tambalearse por el peso.
Y entonces el gramo de trigo aprovechó para hablarle.
-Por qué no me dejas aquí- Soy mucho más grande que tú y no puedes cargarme.
-Si te dejo aquí llegare sin provisiones al hormiguero. Debes saber que somos
muchas y necesitamos cantidades enormes de alimentos.
Todas debemos llevar lo que podamos.
-Pero yo no estoy hecho para ser comido. Soy una semilla y mi destino es crecer
como una planta. Puedo ser más útil para el hormiguero si me dejas aquí.
-Lo siento, pero no puedo hacer eso. Estoy muy retrasada y también cansada. Mis
compañeros me están esperando y no quiero tener problemas de ninguna clase –
contestó la hormiga con impaciencia.
-Te propongo un trato –le dijo el grano de trigo, en tono jovial-. Presta atención y
verás que es una excelente propuesta.
-De que se trata- preguntó la hormiga, dejando al grano trigo en el suelo y
deteniéndose para descansar un poco.
-Si me dejas aquí, en este surco, y permites que la lluvia me integre a la tierra, en
la próxima cosecha tus compañeras podrán venir y encontrar cien granos de trigo
como yo.
La hormiga meditó un buen rato antes de contestar.
Está bien –dijo finalmente-, sería injusta contigo si no te diera la oportunidad de
demostrarme de cuanto eres capaz. Sólo me gustaría saber cómo lo harás.
-Es un misterio –respondió con solemnidad el grano de trigo.
-El misterio de la vida.
Cuando llegó el tiempo de la nueva cosecha, la hormiga y sus compañeras
volvieron al sitio donde había sido plantada la semilla de trigo y comprobaron con
júbilo que ésta había cumplido su promesa.
El león y los tres toros

Una vez tres toros hicieron un pacto de amigos y juraron no romperlo, pasara lo
que pasara. El pacto consistía en repartirse por partes iguales un pastizal que
habían descubierto en los alrededores de un bosque, de tal manera que todos
pudieran pasear y pastar a su antojo y ninguno invadiera la parte de terreno que
les correspondía a los otros dos.

Todo iba muy bien hasta que un día un león hambriento descubrió el pastizal con
los tres gordos y cebados animales.

La boca de le hizo agua de sólo verlos y se propuso darse tres suculentos


banquetes.

El problema era que nada podía hacer mientras los toros, que eran animales
fuertes y poderosos, se mantuvieran unidos. De modo que ideó un astuto plan
para enemistarlos entre sí.

Adoptando un aire de hipócrita y zalamero, atrajo la atención de cada uno de ellos


por separado y lo convenció de que los otros dos se habían aliado para quitarle su
parte del terreno y apoderarse de sus pastos antes de que llegara el invierno.

Los toros ingenuamente le creyeron y se llenaron de desconfianza y recelo entre


sí, hasta el punto de no moverse cada uno de su pastizal por temor a que los otros
dos se lo quitaran.

En cuanto lo vio separados, el león los atacó uno por uno y se dio los tres
suculentos banquetes con que había soñado.
El hojarasquin del monte

Se alimenta de flores y de bayas doradas de los bosques profundos. Tronco de


guayacán con cabeza de hombre, cubierta de chamizos y salvajina. El objetivo del
hojarasquín es cuidar el bosque y los animales selváticos. Atento al chillido de las
golondrinas en los farallones del río, sabe cuándo se acerca el depredador de la
flora y cuándo debe auxiliar al sabanero, anhelante víctima de los perros del
cazador.

Amante de los vuelos, el Hojarasquín algunas veces se cansa de ser árbol y


entonces disputa con los loros e intenta saltar con los venados en las tardes de
sol.

Los campesinos saben de estos movimientos por la algarabía de los arrendajos y


pájaros tijera, por la inmensa batahola de los samanes con el viento. Es amo de
las hojas y el rumor de las aves en las montañas.

El Hojaraquín muere cuando hay talas o destrucción de los montes. En forma de


tronco seco, permanece oculto hasta cuando resurge la floresta.
Valder el Hermoso

Entre los antiguos personajes de la mitología noruega. Balder el Hermoso es


especialmente es recordado por las gentes de su pueblo. Cuenta la leyenda que no
hubo un niño más añorado y querido por todos, empezando por sus padres, Odín el
rey de los dioses y su esposa la reina Frigg.

Era tal el amor que le tenían, que su madre se empeñó en hacer de él un ser inmortal,
fuerte e invulnerable como ninguno otro, a quien nada ni nadie pudiera causarle nunca
ningún mal. Para ello habló con todas las cosas que existen en el mundo y les hizo
prometer que no le harían jamás daño alguno a su hijo.

Tempestades y volcanes, animales feroces y selvas, abismos y océano, metales y


minerales dieron a Frigg su palabra de respetar ña juventud y la belleza de Balder y
no dirigir por ningún motivo sus inmensos poderes contra él. Sólo una planta no fue
tenida en cuenta por Frigg, la más común y modesta de cuantas crecen en Noruega,
un pequeño árbol silvestre sin nombre conocido que asomaba sus tímidas ramas por
entre el follaje del bosque, confundido por la maleza y despreciado por todos.

La noticia de que Balder el Hermoso era inmortal e indestructible causó gran


conmoción entre los dioses.

Movidos por la curiosidad, todos acudieron al palacio de Odín para comprobar por sí
mismo si en verdad Balder era indestructible. Lo atacaron con piedras, cuchillos y
flechas, lo encerraron con bestias feroces y hambrientas, lo abandonaron desnudo en
medio de las más aterradoras tespestades y nada le hizo el menor daño. Balder
resistió como si nada estas mortales agresiones, con una pícara sonrisa en la cara,
como si se tratara de un juego.

Embriagado por el triunfo y convencido de su inmortalidad, Balder el Hermoso salió


corriendo por el bosque que rodeaba el palacio de sus padres. En su loca carrera
tropezó y se hirió ligeramente un brazo con una de las ramas de la planta sin nombre.
Un sueño profundo lo invadió desde ese momento y lo hizo caer al suelo, totalmente
inconsciente. Cuando lo encontraron estaba a punto de moriri.

Frigg su madre, desesperada, le rogó al dios de la muerte que no se lo llevara. Había


comprendido, en medio de una tristeza, que todos
tenemos un punto débil y es imposible tener control
absoluto de todo. Cuando su hijo se recuperó,
milagrosamente, luego de varias semanas, lo
primero que hizó Frigg fue enseñarle esta lección.
La dama de cartas
Pausis y Filemón
El ciego de Esquipulas

Hace más de doscientos años, en la ciudad de Esquipulas, Guatemala, vivieron dos


personajes que hoy forman parte de las leyendas populares de ese país. Sus
nombres eran Juan y Blas.
Juan descendía de una familia muy rica de la región y había heredado una gran
fortuna, pero era ciego de nacimiento y no hacía más que quejarse de su desgracia.
Los habitantes del pueblo habían sentido mucha compasión por él desde pequeño,
pero en cuanto creció, Juan comenzó a tratarlos con desprecio y arrogancia, sobre
todo después que murieron sus padres y heredó todo su dinero.
No ayudaba a nadie, así se estuviera muriéndose, y su fama de avaro se extendió por
toda la región.
Blas, por su parte era un campesino pobre, conocido por su buen corazón, su
generosidad y su excelente sentido de humor. Apenas tenía que comer y con qué
vestirse, pero siempre se le veía satisfecho y contento, dándole gracias a la vida por
ofrecerle todo lo que necesitaba para mantenerse vivo y saludable. Era el único
habitante de Esquipulas por el que ciego Juan sentía cierto aprecio. Habían sido
compañeros de juego en la infancia y Blas, además de hacerlo reír mucho, nunca le
pedía dinero prestado. Por esta última razón, sobre todo, Juan lo consideraba su
amigo.
Un día la mujer de Blas se enfermó. Faltaba dos días para que el pobre hombre le
pagara su jornada en la plantación donde trabajaba, y necesitaba dinero para llevarla
al médico. No podía pedírselo a ninguno de sus compañeros de trabajo pues todos
eran tan pobres como él, ni tampoco a los dueños de la plantación, ya que estaban en
la ciudad y sólo regresarían el día de paga. Se lo pidió entonces a Juan, con la
promesa de que se lo devolvería a los dos días. Juan se indignó y empezó a
lloriquear, maldiciendo su mala suerte e insultando a Juan por atreverse a pedirle
dinero a un pobre hombre ciego como él, que no tenía más con que valerse en la vida.
Blas lo tranquilizó y le dijo que no se preocupara, que todavía le quedaba el Señor de
Esquipulas, y que allí se dirigiría a rezar.
Rezó con todas sus fuerzas, pidiéndole por la salud de su mujer y regresó cansado,
con una sonrisa de tranquilidad en la cara. Al día siguiente la mujer de Blas amaneció
curada, y la noticia del milagro se regó por toda la ciudad. El ciego Juan
entusiasmado, le pidió a Blas que lo llevará donde el Señor de Esquipulas para que lo
curara de su ceguera.
Blas lo llevó y le ayudo a rezar con fuerza y devoción. En
un momento del rezo, gracias a la generosidad entrega de
Blas, el ciego Juan recuperó la vista. Lo primero que hizo
en cuanto pudo ver fue lanzar una cadena de oro hacia el
lugar donde se encontraba la imagen sagrada.
La curación de Juan causó gran conmoción en la ciudad.
Todos quisieron saber como había sido el milagro. Juan
los reunió a todos en la plaza y les informó que tal milagro
no se habría producido si él no le hubiese regalado una cadena de oro al Señor de
Esquipulas.
No había acabado de decir esto, cuando quedo ciego otra vez.
Los tres cerditos

Había una vez 3 cerditos que eran hermanos y vivían en lo más profundo del
bosque. Siempre habían vivido felices y sin preocupaciones en aquel lugar, pero
ahora se encontraban temerosos de un lobo que merodeaba la zona. Fue así
como decidieron que lo mejor era construir cada uno su propia casa, que les
serviría de refugio si el lobo los atacaba.

El primer cerdito era el más perezoso de los hermanos, por lo que decidió hacer
una sencilla casita de paja, que terminó en muy poco tiempo. Luego del trabajo se
puso a recolectar manzanas y a molestar a sus hermanos que aún estaban en
plena faena.

El segundo cerdito decidió que su casa iba a ser de madera, era más fuerte que la
de su hermano pero tampoco tardó mucho tiempo en construirla. Al acabar se le
unió a su hermano en la celebración.

El tercer cerdito que era el más trabajador, decidió que lo mejor era construir una
casa de ladrillos. Le tomaría casi un día terminarla, pero estaría más protegido del
lobo. Incluso pensó en hacer una chimenea para azar las mazorcas de maíz que
tanto le gustaban.

Cuando finalmente las tres casitas estuvieron terminadas, los tres cerditos
celebraron satisfechos del trabajo realizado. Reían y cantaban sin preocupación -
“¡No nos comerá el lobo! ¡No puede entrar!”.
El lobo que pasaba cerca de allí se sintió insultado ante tanta insolencia y decidió
acabar con los cerditos de una vez. Los tomó por sorpresa y rugiendo fuertemente
les gritó: -“Cerditos, ¡me los voy a comer uno por uno!”.

Los 3 cerditos asustados corrieron hacia sus casas, pasaron los pestillos y
pensaron que estaban a salvo del lobo. Pero este no se había dado por vencido y
se dirigió a la casa de paja que había construido el primer cerdito.

– “¡Ábreme la puerta! ¡Ábreme o soplaré y la casa derribaré!”- dijo el lobo feroz.

Como el cerdito no le abrió, el lobo sopló con fuerza y derrumbó la casa de paja
sin mucho esfuerzo. El cerdito corrió todo lo rápido que pudo hasta la casa del
segundo hermano.

De nuevo el lobo más enfurecido y hambriento les advirtió:

-“¡Soplaré y soplaré y esta casa también derribaré!”

El lobo sopló con más fuerza que la vez anterior, hasta que las paredes de la
casita de madera no resistieron y cayeron. Los dos cerditos a duras penas
lograron escapar y llegar a la casa de ladrillos que había construido el tercer
hermano.

El lobo estaba realmente enfadado y decidido a comerse a los tres cerditos, así
que sin siquiera advertirles comenzó a soplar tan fuerte como pudo. Sopló y sopló
hasta quedarse sin fuerzas, pero la casita de ladrillos era muy resistente, por lo
que sus esfuerzos eran en vano.

Sin intención de rendirse, se le ocurrió trepar por las paredes y colarse por la
chimenea. -“Menuda sorpresa le daré a los cerditos”, – pensó.

Una vez en el techo se dejó caer por la chimenea, sin saber que los cerditos
habían colocado un caldero de agua hirviendo para cocinar un rico guiso de maíz.
El lobo lanzó un aullido de dolor que se oyó en todo el bosque, salió corriendo de
allí y nunca más regresó.

Los cerditos agradecieron a su hermano por el trabajo duro que había realizado.
Este los regañó por haber sido tan perezosos, pero ya habían aprendido la lección
así que se dedicaron a celebrar el triunfo. Y así fue como vivieron felices por
siempre, cada uno en su propia casita de ladrillos.
EL trabajo invisible
Esto le sucedió hace muchísimos años en Escandinavia a uno de esos hombres que
piensan que sus esposas o compañeras no hacen nada en casa. Una noche el hombre
llegó cansado del trabajo y se quejó porque no encontró la comida servida, el bebé lloraba
y la vaca no estaba en el establo.
-Me mato trabajando mientras tú te quedas en la casa, y cuando llego no siquiera la
comida está lista -farfullo- No es justo. Ojala mi trabajo fuera fácil como el tuyo.
-No te pongas así querido -le contestó su esposa-. Si quieres mañana yo te reemplazo en
el campo y tú te quedas cuidando la casa.

-Está bien -aceptó el hombre, satisfecho-. Un día de descanso no me vendría mal.


Al día siguiente la mujer se levantó temprano y se fue a cortar el heno en los potreros. El
hombre se levantó también y se dispuso a hacer las tareas caseras.
Lo primero era lavar la ropa. Estuvo restregando un buen rato, hasta que se acordó que
tenía que preparar la mantequilla. Se hallaba en esta tarea cuando cayó en cuenta que no
había puesto la ropa a secar. Fue entonces al patio, la exprimió, la colgó y de regreso en
la cocina encontró al marrano comiéndose la mantequilla. Furioso lo persiguió hasta que
consiguió sacarlo.

Al salir de nuevo al patio, vio con horror cómo la cabra estaba mordiendo un de las
camisas que acababa de colgar. La espantó, cerró la cerca, persiguió otra vez al cerdo
hasta que pudo al fin atraparlo y lo encerró en la marranera. Para entonces el reloj ya
había dado la una de la tarde, y él ni siquiera había terminado de hacer la mantequilla. Se
puso de nuevo en esta tarea, pero tuvo que interrumpirla cuando oyó los mugidos de la
cava en el corral.

No había tiempo de llevarla a pastar al potrero. Decidió subirla al techo de la casa -las
casas de los escandinavos son bajas y de techo cubierto de hierba- para que comiera y
así poder ocuparse del bebé, que acababa de despertarse y lloraba sin parar. Había que
preparar la sopa. En esas estaba cuando oyó la vaca resbalar del techo. Dejó lo que
estaba haciendo, subió al techo, le echó una soga al cuello a la vaca, metió la soga por la
chimenea y en cuanto estuvo de nuevo en la casa se ató el otro extremo de la soga a la
cintura. Así evitaría que la vaca resbalara mientras él terminaba con la sopa.
Pero la vaca resbaló y arrastró al pobre hombre hacía la chimenea, haciéndole caer de
cabeza en la olla. Así lo encontró su mujer cuando llegó del trabajo.
-Gracias al cielo llegaste -exclamó el hombre, al verla entrar-. Este trabajo no es para
cualquiera, no sé cómo nunca lo había visto. Perdóname, mi vida.
Y desde entonces nunca se volvió a quejar, y ayudaba a su mujer cada vez que podía.
La niña de las estrellas

Había una vez en una aldea inglesa una niña que, en cuanto comenzaba a caer la
noche, levantaba los ojos al cielo y se quedaba lela mirando las estrellas. Pasaba
así largos espacios de tiempo. Se olvidaba de todo, su mirada y sus pensamientos
se perdían en el firmamento, deseando tener una de esas lucecitas titilando en sus
manos.

Una cálida noche de verano, estando en su cuarto, cuando ya era hora de dormir,
se asomó a la ventana para ver las estrellas antes de irse a la cama. Esa noche la
Vía Láctea brillaba con más esplendor que nunca y su deseo de alcanzarlas se
volvió incontenible.

Entonces abrió la ventana, se deslizó sigilosamente hacía el jardín, abrió la


ventana sin hacer ruido y echó a andar. Caminó largamente por valles y montañas
hasta que encontró un riachuelo.

-Buenas noches riachuelo –lo saludó-.

¿Has visto alguna estrella por aquí?

Me encantan las estrellas, me muero de ganas de tocarlas y poder jugar con ellas.

-Claro que sí –respondió el riachuelo-

¿No ves que su brillo no me deja dormir?

Pasa todas las noches en mis aguas.

La niña se metió al riachuelo y chapoteó por todas partes pero no encontró estrella
alguna.

-Perdón , riachuelo –dijo la niña, mientras se secaba después de salir del agua-,
pero creo que tus aguas no hay no una sola estrella.

-Pero, ¿Qué dices, muchachita? –exclamo el riachuelo, disgustado-. Hay muchas


estrellas aquí. Todas las noches las veo.

¿No te digo que no me dejan dormir? ¡Tengo tantas estrellas que no sé qué hacer
con ellas!

Y el riachuelo, renegando, siguió su curso hasta olvidarse de la niña. Ella se alejó


sin hacer ruido y continuó su camino. Al cabo de un largo rato se sentó a
descansar a los pies de la colina. Cuando menos pensó, el prado estaba lleno de
cientos de pequeñas hadas que habían llegado a bailar.

-Buenas noches pequeñas hadas –dijo la niña-. ¿Han visto alguna estrella por
aquí? Me encantan las estrellas, me muero de ganas por tocarlas y poder jugar
con ellas.

-Por supuesto –cantaron las hadas-, brillan todas las noches entre las briznas de
la hierba. Ven a bailar con nosotras y encontrarás todas las que quieras.

De manera que la niña bailó y bailó durante horas, aprendió los secretos pasos de
baile de las pequeñas hadas, hasta que, rendida por el cansancio, se desplomó,
sin llegar a ver la primera estrella.

-Algo muy dentro de mí me dice que las pequeñas hadas son las únicas que me
pueden ayudar a alcanzar las estrellas –les dijo la niña mirándolas a todas, una
por una.

-Si estas realmente decidida, debes perseverar y seguir adelante –le dijo una de
las pequeñas hadas-, sólo tienes que buscar la escalera sin peldaños y ella te
conducirá a las estrellas.

La niña reanudó la marcha, subió montañas, bordeo abismos, atravesó desiertos y


transitó oscuros caminos indagando por la escalera sin peldaños. Al fin una
gaviota la condujo al arco iris y la niña comenzó a escalar, pero avanzaba muy con
lentitud porque continuamente se resbalaba y retrocedía. Al fin llegó arriba y pudo
ver las estrellas.

Maravillada, estiró sus manos para alcanzarlas, y cogió una estrella fugaz que la
haló con tantas fuerzas que la arrastró volando hacia el cielo. La niña no supo más
hasta el día siguiente cuando, al despertarse en su cama, descubrió un grano de
polvo de estrellas que centellaban sobre la palma de su mano.
El coraje de agatar
Esta historia ocurrió en Hungría, durante la ocupación de ese país por parte de las
tropas soviéticas de la segunda Guerra Mundial.

El toque de queda regía en Budapest, la capital, a partir de las cinco de la tarde.


Los soldados tenían orden de disparar sobre todo aquel que encontrarán en la
calle después de esa hora.

Una tarde llegó a la plaza central un camión con 1.600 panes. El camión llegó
después de las cinco, de modo que había que esperar al día siguiente para poder
descargarlo. Los habitantes, que no habían comido nada en todo el día, miraban
con dolor y con rabia el camión desde su casa. Entre ellos estaba Ágata, una
señora de casi 80 años.

No había pasado mucho tiempo desde la llegada del camión cuando Ágata salió
de pronto de su casa y bajó de él dos grandes panes, que repartió entre las
personas de su familia. Los soldados encargados de custodiar se quedaron
asombrados y sin saber qué hacer. A los pocos minutos, Ágata volvió y cargo más
panes, que dio a sus vecinos. A la tercera salida, un soldado disparó, su arma al
aire, en señal de advertencia, pero Ágata siguió con su trabajo.

Las balas le pasaban cada vez más cercas a medida que iba y venía del camión a
las casas de su barrio, repartiendo los panes entre la gente. El oficial que estaba
al mando de los soldados le advirtió que si seguía desobedeciendo el toque de
queda, ordenaría que le dispararan a matar. Ágata respondió que lo lamentaba
mucho, pero que tenía que seguir repartiendo los panes. El oficial se enfureció y
volvió donde estaban sus hombres, pero ninguno, ni siquiera el mismo, se atrevió
a dispararle a Ágata.

La mujer continuó descargando panes del camión durante las horas siguientes,
con una admirable decisión y perseverancia. A las nueve de la noche, cuando ya
había repartido más de la mitad del cargamento del camión, se desmayó en mitad
de la plaza. Luego de unos segundos de gran tensión, un soldado corrió por la
plaza hasta el sitio donde había caído Ágata, la alzó en sus brazos con ternura y la
llevó hasta la puerta de su casa, donde se la entregó a sus familiares. Luego
volvió corriendo a su tanque y se preparó a dispararle a todo aquel que se
atreviera a desobedecer el toque de queda.
El perdis vanidoso y la tortuga molesta.La caída del jícaro

La perdiz y la tortuga vivían en el mismo rincón de una inmensa llanura de África


pero casi nunca hablaban. Poco se encontraban frente a frente porque el ave,
vanidosa y arrogante, nunca se dignaba bajar de las ramas de los árboles o
interrumpir su vuelo para entablar una conversación con la tortuga. Ni siquiera la
saludaba desde arriba, solo la miraba despectivamente.

Un día la perdiz descendió al suelo a picotear unas semillas y justo en ese instante
la tortuga pasaba caminando lentamente por ahí.

-Hermana tortuga –le dijo la perdiz-, ¿No te da vergüenza ir siempre tan despacio?
¿No te da envidia verme a mí, tan bien dotada, mucho mejor que tú? ¿No te causa
celos ver cómo vuelo y cómo corro, cosas que tú no puedes hacer de ningún
modo?

-No- repuso lentamente la tortuga-.

Pienso que dichosa tú, que puedes acabar en una carrera un camino que me lleva
todo un día a mí. Pero no te envidio.

Mi lentitud también tiene sus ventajas.

-¡Bobadas! –contestó despreciativamente la perdiz-.

Eso lo dices por decir. ¿Qué ventajas puede tener ser lento y pesado? Eres
esclava de tu caparazón, estás condenada a andar siempre por lo bajo y ni
siquiera puedes correr. Yo mismo soy libre, todo me favorece.

Poco tiempo después, los cazadores de una lejana aldea prendieron fuego a la
vegetación de la llanura para hacer salir a los animales y así poder cazarlos
fácilmente. La llamas crecieron tan alto, se expandieron con rapidez y se acercaba
al rincón en donde vivían la perdiz y la tortuga.

La perdiz no hacía más que vanagloriarse de que podría salvarse de las llamas
volando a gran altura y se reía de la tortuga.

-Te vas a asar, el fuego correrá más rápido que tus cortas patas y te alcanzará –le
gritaba la perdiz a la tortuga desde lo alto.

Cuando las llamas llegaron, la tortuga para protegerse se escondió en un hoyo


que había dejado la pata de un hipopótamo en el suelo, y se metió dentro de su
caparazón, de manera que nada le ocurrió.
En cambio la perdiz quiso lucirse y hacer galas de su dote, y se preparó para
emprender vuelo, pero el humo era tan denso que tan pronto abrió sus alas se
asfixio y cayó en medio del fuego.

Cuando todo paso, la tortuga salió de su escondite sana y salva y preguntó por la
perdiz, extrañada de no verla haciendo alarde de cómo había logrado salvarse del
fuego gracias a su rapidez y agilidad.

Al enterarse de lo que había sucedido, lamento que esas dotes de que se sentía
tan orgullosa, no hubiera ayudado a la pobre perdiz a escapar del fuego.
LOS GUAJIROS QUE DEJARON SU TIERRA

Los indígenas de La Guajira, en el norte de Colombia, poseen una antigua y rica


mitología que les ha dejado muchas enseñanzas a lo largo de su historia. Una de
esas narraciones se refiere al viaje que emprendieron el joven cacique Guarapurú y
otros guerreros en busca de tierras mejores que las que habían heredado de Borunka,
la hija del gran dios Mareiwa.
Descontentos con estas tierras arenosas en las que la gente de su pueblo cultivaban
maíz, patillas y melones y pastoreaban el ganado. Guarapurú convenció a un grupo
de hombres de que lo acompañara a aventurarse por el desierto en dirección a un
gran lago, más allá de la cual estaba convencido de que hallaría tierras verdes e
inmensamente fértiles.
Entre estos hombres se encontraban Itojoro, Wososopo y el sabio anciano Worojoro.
Una vez terminados los preparativos para el viaje, los hombres se internaron por las
arenas del desierto guajiro, bajo un sol abrazador. Los más jóvenes, afanador por
llegar cuantos antes al gran lago, apresuraron el exceso la marcha hasta que
Worojoro, que era un hombre prudente, los contuvo y les dijo que tenían que reservar
energías, pues el desierto consumía con facilidad las fuerzas de cualquier ser
humano, por resistente que fuera.
El viaje se volvió interminable y varios días después Guarapurú y sus hombres
empezaron a sentir el cansancio debilitándoles las piernas y la sed quemándoles las
gargantas. Había muy pocos árboles para resguardarse del sol en el camino y la
arena les quemaba los pies cada vez más. El único descanso llegaba al atardecer,
cuando los rayos del sol dejaban de atormentarlos y podían acostarse a descansar en
el suelo.
Luego de varios días sin encontrar nada más que el sol y la arena, los hombres de
más edad empezaron a arrepentirse de haber abandonado de esa manera sus tierras,
sin tomar ninguna precaución. Pero Guarapurú estaba empeñado en seguir. Worojoro,
totalmente agotado, supo que no podía continuar y les pidió que lo dejaran en donde
estaba.
El grupo continuó su marcha y Worojoro se quedo atrás, sabiendo que pronto moriría.
Uno a uno los miembros de la expedición fueron cayendo por el camino, sin que sus
compañeros pudieran hacer nada por ellos. Los únicos en llegar al gran lago,
semanas después, fueron Guarapurú, Itojoro y Wososopo. Al tocar la orilla del lago,
Guarapurú dijo que quería descansar un poco y se echó a dormir.
Sus amigos lo imitaron. Mientras un sueño profundo los invadía, la diosa Borunka se
quejó ante su padre Mareiwa de lo que había pasado por causa del arrebato de
Guarapurú. El gran dios Mareiwa, entristecido, los convirtió a todos en cerros, cada
uno con el nombre del guajiro que había querido abandonar su tierra.
Héctor y alquiles
La guerra de Troya empezó porque Paris, hijo del rey Troya Príamo y hermano de
Héctor, se enamoró de la bella Helena, esposa de Menelao, rey de Esparta, y la
raptó y la llevo a vivir al reino de su padre.
Menelao, furioso, organizó un poderoso ejército para rescatarla, del cual hacía
parte el joven guerrero Aquiles, sin cuya participación la guerra sería imposible
ganar, según sentencia de los divinos.
Las primeras batallas fueron exitosas y los espartanos se alzaron con valiosos
botines, tanto en joyas y riquezas como prisioneros de guerra, a los que
convertían en esclavos. Uno de esos esclavos fue Briseida, una hermosa troyana
de la que Aquiles se enamoró perdidamente pero que le fue arrebatada por
Agamenón, hermano de Menelao y comandante del ejército espartano.
Profundamente dolido, Aquiles se retiró de la contienda, lo que causó gran
preocupación en el ejército espartano.
Patroclo, el mejor amigo de Aquiles, trató de convencerlo de que volviera a
combate, pero lo único que logró fue que Aquiles le prestara su armadura para
intimidar con ella a los troyanos, quienes sentían un gran temor por las
centelleantes vestiduras de guerra de este combatiente legendario. Cuando
Patroclo encabezó las filas espartanas vistiendo la armadura de Aquiles, los
soldados troyanos se apartaron, pensando que se trataba del mismo Aquiles en
persona. El único que se atrevió a hacerle frente fue el héroe troyano Héctor,
quien le dio muerte al infortunado Patroclo en un limpio combate.
En cuanto Aquiles supo de la muerte de su querido y entrañable Patroclo se llenó
de ira contra Héctor y lo enfrentó en una feroz pelea a muerte, de la que salió
vencedor.
Fue tan bárbaro el combate, que una vez muerto Héctor Aquiles ató el cadáver
del valeroso troyano a su carruaje y lo arrastró salvajemente por el suelo a la vista
de todos, a manera de escarmiento. El dolor de los troyanos fue grande, todos
miraban con lágrimas en los ojos la humillación a la que era sometido su héroe
derrotado. El que más sufrió fue el rey Príamo, su anciano padre, quien,
desafiando la muerte le rogó a Aquiles que le devolviera el cadáver de su hijo para
darle sepultura.
Aquiles, conmovido por el dolor del rey, por su valor y por su dignidad, le devolvió
el cadáver de Héctor en medio de un copioso llanto por tantas y tan terrible
tragedias.
Esta historia nos enseña que en las guerras todos, incluso los vencedores, salen
perdiendo.
El tigre y el jabalí

Un fuerte verano arreciaba en las planicies africanas y los animales


andaban de un lado a otro en busca de agua para calmar la sed.
Luego de varias horas de fatigosa marcha, un tigre y un jabalí llegaron
por distintos caminos a la misma fuente de agua.

En cuanto se vieron, se lanzaron rugidos de guerra, y olvidándose por


completo de la cortesía y los buenos modales, corrieron hacia la
fuente con la intención de beberse cada uno primero que el otro que el
otro todo el líquido que le cupiera. El jabalí llegó primero que el tigre,
pero en cuanto se disponía a beber el tigre lo alcanzó y lo derribó de
un zarpazo. Enfurecido, el cerdo salvaje se le enfrentó al felino y los
dos se trabaron en un feroz combate.

Luego de un buen rato de rasguñarse y morderse mutuamente,


causándose toda clase de heridas, ambas fieras se sintieron cansadas
y se separaron por un momento. Entonces descubrieron que una
bandada de aves rapaces hambrientas en unos árboles cercanos
aguardaba a que una de las dos cayera derrotada para lanzarse a
devorarla. Como no estaba seguro cuál de los dos iba a sobrevivir ya
que el combate estaba muy parejo, el tigre y el jabalí tomaron la
inteligente decisión de dejar de pelear para ir a beber juntos en la
fuente, pues al fin y al cabo había sitio para los dos.

Más vale acabar con las querellas, pues, muy a menudo, el resultado
es fatal para ambas partes.

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