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Mujer y Participación en La Celestina - García Yero

Revista Antenas No 10. Tercera época. Centro Provincial del Libro y la Literatura de Camagüey. Cuba. Mayo-Agosto 2003.

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ARTICULOS: MUJER Y PARTICIPACION EN LA CELESTINA A poco que se reflexione, La Celestina es una obra que se sostiene en un intenso entramado femenino. Sea esto debido, 0 no, al fuerte trastondo petrarquista, sobre el cual se levante el texto, lo cierto es que los caracteres femeninos (Celestina, Melibea, Alisa, Elicia, Lucrecia) se distribuyen tanto el escenario dramatico y moral de la obra, como la proyeccién de ideas, @ incluso ideologias. Ha habido demasiadas interpretaciones sobre la muy célebre Tragicomedia, para que no pueda yo a mi vez, en estas reflexiones deshilvanadas, permitirme libertades de interpretacién, maxime cuando se ejercen sobre una obra que tiene entre sus temas dominantes el de la libertad, en Particular el de la libertad interior y su vision voluntarista y, por tanto, condenada por ello a la disolucion por el encuentro de voluntades. La Celestina construye un grupo de personajes extremadamente fuerte, por contraste con la Violenta misoginia del Medioevo, donde la mujer habia sido vista como una polarizacion Paradéjica: era encarnacién de la pureza total, y, por eso mismo, Madre del Verbo, Virgen Sacratisima, Rosa Mistica, Torre de Marfil, enaltecida en una oracién exclusivamente suya, organizada en oracién de la rosas, en el rosario, fruto caracteristico de la piedad medieval y, también, en una linea semejante, pero ya mas mundana y destilada por el refinamiento lirico de ia Poesia provenzal trovadoresca, la mujer terrenal se constituia en Amor Imposible, Estrella Lejana, encarnacién de lo igualmente intangible, transfigurada en ave, joya, luminosidad, deber y compromiso irrenunciables a que se sometia gustoso el trovador, se llamara Guillermo de Poitiers, Bernard de Ventadorn o Raimbaut de Vaqueiras. Enfrente de esta vision traslicida de una mujer simbélica, signo de una cosmovisién teolégica del mundo, se perfilé una vision antipédica de !o femenino: la mujer demoniaca, es decir, no la Esposa de Cristo, sino la barragana del diablo, la bruja, tan distinta en su concepcién de la pitonisa 0 la sibila de la Antigdedad. En efecto, la hechicera greco-romana era cabalmente meditimnica, percibia el futuro, captaba el deber ser y el camino de quienes la consultaban, como Circe pudo indicar la ruta de Itaca a Odiseo; era capaz, incluso, como la Sibila de Cumas, de predecir la vida venidera no ya de un individuo, sino de todo un pueblo. La bruja medieval, por el contrario, es receptaculo de la mentira, hacedora del mal que es, en lo esencial, torcedura no solamente del bien, sino, sobre todo, de la verdad. La mujer, entonces, no encuentra imagen de medias tintas, ni de integracién realista: es Deipara o endemoniada Es bien conocido que e! Decamerén, andanada precoz de un primer y abortado Renacimiento, constituy6 sobre todo una reivindicacién de la mujer carnal. Boccaccio, por lo demas, aboceté alli una mujer distinta de la planimétrica polaridad medieval. Su imagen, no obstante, resulta por lo pronto excesivamente enfatica: la mujer boccacciana es, por tanto, basicamente hermosa y sensual, y raigalmente astuta, mucho mas que el hombre, por lo general, habil para imponerse con las armas de la inteligencia y la habilidad. Sobre esa base se organiza el sonriente, sensual e idealizado cosmos que pinta Boccaccio al borde de la peste. La Celestina’constituye, por el contrario, una toma de conciencia diferente en una serie de matices. Ante todo, se trata de un mundo brutalmente dividido en clases, y entre ellas fluye no solamente el Mal, como han comentado algunos criticos ("La Celestina es el libro del mal" i). pues se percibe un denso odio de clases, que halla quizés su culminacién en la rencorosa procacidad 10 erdtico entre Calisto y con que, en el acto XIX, Lucrecia se ve obligada a escuchar el dialog s brutales, en las propias Melibea. Por lo pronto, la Tragicomedia hace patente, en sus vaivene’ pro dudas e inseguridades que evidencia Celestina, y en particular en la violenta maduracion de dos de sus personajes principales, Melibea y Areusa, la interrelacion de las clases, las oscilaciones entre distintas esferas socioculturales, y, en particular, la orientacion desde el relativo estatismo medieval, hacia un acelerado encuadre de la cultura. La cuestion del lugar de la mujer en La Celestina es mucho mas compleja de lo que a primera vista pudiera parecer, y, naturalmente, excede por su abundancia de matices a lo que puede ser abarcado en estas rapidas refiexiones. Por tanto, me limitaré a una cuestin esencial, a partir de una sugerencia que el propio texto introduce. Hacia el final de la obra, ya asesinada Celestina, su Protegida Elicia esta fugazmente abrumada por la pena de la muerte sucesiva de Celestina y de Su propio amante Sempronio, a pesar de los consejos de Aretisa de abandonar el luto y continuar su vida, Pero la soledad en que se ve, sobre todo de clientes, la decide en el acto XVII, a acogerse a las Sugerencias de la otra prostituta a quien Celestina acogia bajo su techo, Asi pues, Elicia se dirige a casa de su colega, meditando ahora en el talento de Aretisa, quien obviamente va a sustituir a Celestina en su, por asi decirlo, liderazgo. Dice Elicia: "Quiero en todo seguir su consejo de Aretisa, que sabe mas del mundo que yo, y verla muchas veces y traer materia como viva. jOh qué participaci6n tan suave, qué conversacién tan gozosa y dulce! No en balde se dice que vale mas un dia del hombre discreto que toda la vida del necio y simple” ii El vocablo "participacién” tiene aqui la acepcién de “trato, comunicacién”; con idéntico sentiao aparece en el acto XIX, cuando el criado Sosia, al relatarle a su colega Tristén sobre su pasion por la propia Areusa, indica: "Asi por esto como porque tenia un poco ella de hacer, se quedé mi atrever para otro dia; y aun porque a la primera vista todas las cosas no son bien tratables, y cuanto mas se comunican mejor se entienden en su participacién'’ ili Si bien posiblemente Sosia utilice aqui el término “participaci6n” en un sentido menos intelectual que Elicia, y tangiblemente mas cercano de nuestro contemporaneo sentido de "modo de relacién", resulta de interés que sea aplicado dos veces en el segmento final de la obra, y precisamente a Aretisa, la mujer que no solamente sustituye a Celestina en el mandato, sino que es la propiciadora del desenlace catastréfico de la tragicomedia. La comunicacién, por lo demas, constituye un factor de extraordinaria importancia en la obra: ello queda subrayado cuando Parmeno declara, repitiendo una frase bien conocida en la época: “El placer no comunicado no es placer".iv Centrando el interés en la cuestién de la “participacién", entendida ésta como trato,comunicaci6n, la obra de Fernando de Rojas tiene muchos angulos que impulsan a la interpretacién de los personajes femeninos en el texto. Ante todo, porque la comunicacién constituye un amplio proceso humano que es la base esencial de la cultura: es innecesario recordar cémo diversos culturélogos, y en particular uri Lotman, padre de la semictica cultural, consideran que la cultura es esencialmente un macrosistema de comunicacién. ¢Cual es, por tanto, el sitio de la mujer en los procesos comunicativos reflejados por La Celestina? Aunque lo légico seria comenzar por el principio del texto, tengo el capricho de abordar precisamente el final. Como ya he comentado, Aretisa deviene la heredera cabal de Celestina, y dos personajes, uno femenino y uno masculino, se encargan de proclamarlo sutilmente. Sin embargo; es Aretisa misma la que subraya tanto el lugar y funcién que acaba de ocupar, como | una transformacién substancial: entre Celestina y ella media una especie de intensificacion oe célere, esa pasién contenida que transtae!terile universo de La Celestine, de manera iN propia Aretisa se encarga de participario al receptor. Acaba de iniciar su conjure para vengars = de Calisto y Melibea, ha entontecido a Sosia para arrancarie Ia informacion que necest Vez hecho esto, la prostituta dice a Elicla con hirvente sarcasmo: "Hermana, sal acé eQué te parece cual le envio? Asi sé yo tratar los tales, asi salen de mis manos: los asnoS, apaleados como éste; y los locos, corridos: y los dscretes, espantados: y los devotos, alterados: Y 10s casts, encendidos. Pues prima, aprende, que otra arte es ésta que la de Celestina, aunque ella me tenis por boba porque me queria yo serlo" Se trata, én efecto, de que se ha trascendido, en el minimo transcurso temporal de la obra, de un universo cultural a otro: de un ambito en que conviven, alin, medievalismo y Renacimiento, $° procede ya a.un escenario basicamente enclavado en una nueva cosmovision, donde [a comunicacién humana alcanza una intensidad mayor y una fuerza efectiva: los hechizos de la bruja, seran substituidos por un arte nuevo, dialéctica de la palabra y la intenciOn, nuevo lenguaje para una nueva cultura, en cuya base dialégica se establace la necesidad de la interrelacién de las hablas populares, esas a las cuales Antonio de Nebrije, en las Espafias, y otros humanistas en el resto de Europa, comenzaban a asignar sitio y funcién en sus teorizaciones sobre el lenguaje de la alta cultura y la politica, donde al imperio naciente bajo el centro de los Reyes Catélicos, debe corresponder, como apunta Nebrija en el prologo @ su Gramatica, una lengua digna de él. pueriles El arte distinto del de la Celestina, es un arte de la participacién en el mundo, arte a la vez aguerrido y rencoroso, que en Areusa tiene su primera salida al mundo, ya sin los disimulos que ella misma confiesa, este arte tuvo frente a la burda credulidad de la que, en el fondo, participaba la propia Celestina. Asi, esta joven prostituta cuyas gracias y, sobre todo, cuyo talento arrasador es cantado al final de la obra, resulta de algtin modo la triunfadora verdadera de esa dificil peripecia. Ella anuncia, sin lugar a dudas, un nuevo mundo donde la palabra, es decir, la teorizacién sobre las ideologias —con Erasmo de Rotterdam, Pomponazzi, Picé de la Mirandola, Tomas Moro, Martin Lutero y tantos otros, entre los que no se puede excluir los documentos finales del Concilio de Trento, que clausuran definitivamente el Renacimiento—, la ciencia emergente, donde la Cosmologia abre caminos fundamentales al transformar la distribucion del Ambito césmico, es decir, la superestructura de lo humano, sobre lo que Severo Sarduy indicaba: La destitucién copernicana [...] destruye la superestructura tolemaica, altera enérgicamente el modelo fijado por la tradicién platénica, aunque no su fundamento epistémico: descentra, instituye, a su modo, una relatividad de centros, pero respeta el area que los comprende; al considerar que la esfera exterior, la de las estrellas fijas, se encuentra a una distancia "inconmensurable’, ditata el andamiaje fundamental, pero respeta su constitucién primaria; modifica el sistema, no lo subvierte; no revoluciona, reforma.vi Asi, mientras el hombre europeo se proyecta hacia una nueva dimensién de la realidad exterior a ‘s{ mismo, a la vez terr&quea y cosmolégica, también el Renacimiento da cuenta de una diversa consideracién de s{ mismo, donde la palabra, como factor de participacién a la vez en la sociedad yen el mundo, adquiere una dignidad y una fuerza que, por lo demas, llegara incluso al fetichismo, como ha advertido Martin Lienhard al estudiar, en La voz y su huella, las consecuencias de esta nueva valoracién de a participacién comunicante en los primeros momentos —renacentistas— de la conquista de América.vii Se ha desplegado la ominosa

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