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Los Shuar de Zamora y La Mision Franciscana PDF

1) Los incas extendieron su dominio hasta la región del río Paute, pero no lograron someter a los pueblos de la selva como los Shuar. 2) La conquista española se realizó rápidamente en la zona, fundándose ciudades como Loja y Zamora. 3) En 1558, el capitán Juan de Salinas exploró el río Amazonas y sus afluentes como el Ucayali, siendo el primer europeo en navegar esos ríos.

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1) Los incas extendieron su dominio hasta la región del río Paute, pero no lograron someter a los pueblos de la selva como los Shuar. 2) La conquista española se realizó rápidamente en la zona, fundándose ciudades como Loja y Zamora. 3) En 1558, el capitán Juan de Salinas exploró el río Amazonas y sus afluentes como el Ucayali, siendo el primer europeo en navegar esos ríos.

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LOS SHUAR DE ZAMORA Y

LA MISIÓN FRANCISCANA

Mundo Shuar

Bernardino Izaguirre
BERNABDINO IZAGTIIRRE O.F.M.

CINIRO D[ D0Cir;.::,,,i],:..
.,
ABYA . YAI :

LOS SHUAR DE ZAMORA Y


LA Mtsl0l,t FRAI{C|SCAI{A
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77ó
PRESENTACION

El Padre Bernardino lzaguirre O.F.M. no ne-


cqtta presentaciones: los doce tomos de su
HISTORIA DE LAS MISIONES FRANCISCANAS
son conocidos y apreciados por un público mucho
más amplio que el de los expertos en historia
americana

EI tomo undécimo que aparece ahora en la


serie de etnohistoria de "Mundo Shuar" contiene
noticias de valor indiscutible para reconstruir el
pasado de la etnia iíbara, conocer stu costumbres
a travb de distintas épocas y los contoctos con
la sociedad nacional.

Al presentarlo quiero deiar constancia de mi


agradecimiento a los PP. Franciscanos de Perú,
por haber permitüo la reedición de este tomo.

Et hecho que se hable de Zamora en uru


historia de las misiones de Perú, depende sólo de
circunstancias momentáneas de la organización
franciscana.

Juan Bottwso
Agosto. 1978.

5
,Además de mantenerse la ntisma distribuciótt
de la nuteria del original, se consen'a también
el ntismo sistenta tipográfico de -los títulos.
Autorizo al p. Juan Bottasso, director de Publícaciones de "Mundo
Shuar" para editar el tomo Xl de la obra "Historia de las Misiones
Franciscanas del Oriente Peruano" del R.P. Fr. Bernardino lzaguirre.

En la nueva edición hará constar la autorizaci<ín concedida por


la Provincia Misionera de San Francisco Solano.

Fr. José Angel Rojo O.F.M.


Ministro Provincial

Lima, I de Agosto de 1978.

7
PRIMERA PARTE

ANTECEDBNTES HISTORICOS

I
PRIMERA PARTE ,J

Antecedentes Históricos

I.- Inrervención incáica en la zona del Santiago.

Las referencias que vamos a consignar en estos párrafos introduc-


torios se refieren a la cornarca, que teniendo por centro la desaparecida
población de Logroño, que estuvo sito en la confluencia del paute con el
zamora, tiene como circunferencia occidental las poblaciones de paute,
Loja, Huancabamba y Jaén: comarca vastísima que se extiende desde el
segundo grado de latitud sur hasta el sexto grado del mismo hemisferio.

El sistema hidrográfico que domina en esta región es el del Mara-


ñón con sus primeros contribuyentes del norte, señalándose el santiago y
el chinchipe: el santiago toma este nombre desde la confluencia del pau-
te con el Zamora.

una reseña meritoria de esta.comarca escribió en l9l3 el señor


Luis ulloa, premiada por la sociedad Geográfica de Lima y publicada en
el Boletín de la misma, tomo XXIX: es trabajo de copiosa erudición,
acompañada de criterio histórico robusto. En él se basa la parte más sus-
tancial del extracto que ofrecemos a los lectores.

Y entrando a tratar la primera materia propuesta, decimos que la


intervención ar¡nada de los incas se extendió en algún grado hasta diclia
región, conro lo comprueban varios nombres quechuas con que se desig-
nan algunos de sus ríos ( I ).

Más conveniente observar que en todas las zonas orientates las con-

( I ). En*e los ejemplos aducidos por er señor uiloa se heila paca - murus ( perabra
de donde se ha originado Bracamoros ), que segun él significa hombres pinta-
dos de rojo; pcro en quechua el coror rojo se significa con la prrabra pucd y
no paca.

11
quistasde los incas ni tuvieron mucha extensién ni quedaron afratu,adas
en condiciones durables; y al tenor de la descripción del cronista Cieza de
fuón, prfncipe de los narradores españoles de la conquista del Peru,
Huainacapac, padre de Atahualpa, pretendió adueñarse de los Pagamurus,
pero quedó derrotado de los mismos y hubo de emprender la fuga. De
suerte, que no Uegó al rlo Zamora ni al Chinchipe, donde más tarde se
fundó Valladolid, ni llevó la victoria a la cuenca de Santiago.

Es verdd que Huainacapac agreg| a srs numerosas conguistas


la
de los Cañaris, donde fundó luego Tomebamba y dominÓ en la región del
Pauté. Es verdad también que no tardó en extendetse su imperio a co'
marcas inmensas, desde Quito hasta Chile, desde Chimtl hasta Moyobam-
ba, desde Arica hasta Cochabamba- Pero aún en esta época de su meyor
grandeza y de verdadero esplendor del imperio, no fue posible alargar la
dominación incáica a las llanuras orienteles; y con acierto escrib€ Se.bas-
tián Lorente: "En realidad los Incas no fueron felices en la reducción de
los salvqis de le montaña, más amantes de su independencia y en mejor
situación para defenderla que los habitantes de la región descubierta ( 2 ).

II. - I¡ conquista coloni¡I.

Todas las conquistas españolas de América, se realizaron con tanta


premura como ftrmeza, y el hecho se verificó en el Peru con esos mismos
caracteres, aún en las comarcas lejanas a la costa.

Por lo que hace a la zona a que nos referimos en nuestra reseña,


Alonso de Alvarado, el fundador de Chachapoyas, con acuerdo de Fran-
cisco Pizarro, avanzó en 1535 hasta el Paute. En 1538 Pedro de Vergara
aseguraba la conquista de Jaén de Bracamoros, cuyos términos extendió
más tarde a las regiones del Chinchipe y Santiago, subiendo hasta el Za-
mora y el Paute. Juan Porcel funda en 1546 en el Bajo Chinchipe la Nue'
va Jerez de l¡ Frontcra. En 1549 Diego Palomino funda San lrandro de
Jaén.

(2 ). Hi¡torir dcl Pcrú. Ctp. III' ¡Érefo IV.

t2
Por este tiempo el capitán Hernando de Benavente explora el Bom-
boisa o Bajo - Zamora y da las primeras noticias históricas de los Jfbaros.

En 1546 el capitiin Alonso de Mercadillo funda la ciudad de Loja.


En 1550 Benavente y Mercadillo de común acuerdo fundan la villa de za-
mora en las márgenes del rfo de su nombre.

Por mandado de Me¡cadillo, en 1553, el capitán Pedro de Ibarra


explora de nuevo el Bajo - zamora y la cuenca del santiago, organizando
la región conquistada, conocida más tarde con el nombre histórico de go-
bernación de Yaguarzongo.

En 1556 el capitán Juan de Salinas Inyola pacifica toda la zona


del chinchipe y santiago; y én 1557 funda en las cabeceras'der chinchipe
la ciudad de valladolid; y atravesando'luego un ramal de la cordillera en
dirección al río santiago, establece en 1558, en uno de sús afuentes lla-
mado Jibarra y habitado por jfbaros, la ciudad de santiago de las Monta-
ñas. Más tarde trasladó la mencionada ciudad a orilr¿s del Santiago mis-
mo, a distancia de disz leguas de su encuentro con el l{arañón.
.

IIt.- Dcsut*imfonto y priracra exploración del Uceyali

Hecha la fundación de santiago de las Montañas, emprendió sali-


nas en agosto de aquel año de 1558, un viaje de exploración, siguiendo
las aguas del santiago; llegó al afamado Pongo de Manseriche, punto en el
cual las corrientes que vienen del sur en el río Marañón saludan con es-
trépito a las aguas que se le agregañ del Norte; Io atravesó valerosamente
el explorador, siendo el primero de los conquistadores que lo realizaba.
siguiendo las corrientes del caudaloso Marañón, que ruego se agiganta
con el Morona y el Pastaza, llegó a las bocas del Huallaga, y continuando
su denodada marcha, avanzí hasta el encuentro con el ucayali. Recorre
sin trepidar lás aguas de este río hasta las bocas del pachitea y urubamba;
siendo suya la gloria de haber navegado, antes que ningún otro civilizado,
los más podero*os contribuyentes del Amazonas. Dejó salinas áe esta ex-
ploración descripciones muy estimables, mereciendo bien de la ciencia
geográfica.

13
El intrépido explorador empleÓ en este viaje un año largo. después
del cual volvió a Santiago y Valladolid. y de allí a Lima. donde obtuvo en
1560, del virrey marqués de cañete, la concesión de la conquista de Ya-
g1t¿r¿ongo y Pacamoros, y por cinco años el gobierno de las ciudades de
Piura, Jaén, Loja y Cuenca; con cuyas franquicias repobló en 1564 Valla-
dolid y Sántiago, que habían quedado yerrnos' y fundó la ciudad de Lo-
yola en el valle de cumbinama, y santa María de Nieva en el río de su
nombre.

En 1576 hizo fundar Loyola por el capitán Juan Villanueva Maldo-


Bernar-
nado la ciudad de sevilla de oro, hoy Macas. Después el capitán
do de Loyola, su sobrino, estableció cerca de la confluencia del zamo¡a
Ana
con el Paute, en la margen izquierda de este río, la ciudad de santa
de Logroño, donominada comunmente la Ciudad del Oro'

Todo este movimiento de exploraciones, conquistas, fundaciones


algún
de ciudades, y o¡ganismos de gobernaciones procedía de Lima, con
apoyo que prestó la Audiencia de Quito'
y
I-a región a que nos referimos era eminentemente aurlfera, dió
lugar al establecimiinto de reales de minas, con numsrosas reducciones
de indígenas que suministraban la mayor parte de los braceros.

I-a prosperidad en materia de riqueza minera, obtenidad de aluvio-


nes, depósitos y filones auríferos, llegó por aquellos años en Yaguarzon-
go , ,u más alto punto, y el nombre de Salinas Loyola a la cumbre de la
gloria, así ante el rey de España como ante las autoridades coloniales.

IV.- Levantamiento de los Jlbrros y desmrcción de Logroño

Ios indígenas de las comarcas del Chinchipe y Satiago a que nos


referimos en estos apuntes, tienen puntos de contacto y semejanza
con
y
los Araucanos de la región chilena; los unos los otros se ostentaron de
vida'
espíritu alzado, de arrojado caracter, fornidos, despreciadores de la
tanto como amantes de su libertad e independencia, diestros en las ar-
gran re-
mas, sagaces y calculadores en los estratagemas y asechanzas. de

14
solución en los ataques y vengadores'sangrientos después de obtenida la
victoria.

Estas caracterlsticas se hallaron más hondamente formadas en los


Jíbaros propiamente dichos.

Las asonadas de levantanliento fueron no interrumpidas desde la


conquista, en valladolid, Loyola y Logroño, teniendo estas ciudades para
su defensa y manutención el grave inconveniente de la gran distancia que
las separaba

Y por lo que hace a Logroño, fesueltos ros Jrbafos en 1599 aex-


terminar a los españoles de aquel centro minero se confederaron con los
indios de las comarcas circunvecinas hasta el Morona, atacaron a la ciu-
dad, mataron a los varones que no pudiéíon fugarse, robaron las mujeres
e incendiaron la población, convirtiéndola en montón de ruínas.

Fué infructuoso el intento der capitán Francisco pérez de vivero


dé restaura¡la en el mismo año, con el apoyo de los vecinos de santiago
de las Montañas; pues en aquella soledad no tuvo elementos suficienós
de defensa contra el ingente núméro de Jfbaros que le hostilizaron sin
darle tregua, obligándole a retirarse: con esto quedó la ciudad de Logro-
ño perdida del todo.-con la ruina de aquella población llamada por anto-
nomasia la ciudad de oro, se alejó también indefinidamente la
civiliza_
ción de la confluencia del paute y zamora, quedando cortadas las comu-
nicaciones de santiago con Loja y cuenca. io mismo que el
medio más
inrnediato de comunicación oriental entre el peru y el Ecuador.

Los moradores de ra marograda ciudad que pudieron huir se


refu-
giaron en Loja, Cuenca, Macas, Jaén, piura y otros puntos.

con la pérdida de Logroño ra gobernación de pacamoros y yaguár-


zongo quedaba reducida a las ciudades de Vailadolid, Loyola, Niwa
y
Santiago.

Logroño se había convertido en poco tiempo en centro vitar


de las

15
poblaciones limítrofes. como emporio de la riqueza
aurífera: las cuales.
con el desastre mencionado. no tardaron en llevar una existencia lángui-
da y decadente.

El no haberse reconquistado logroño no se debe a incuria de los


hombres del coloniaje, sino a la diñcultad de la empresa. Pretendió su re-
conquista en 16ll don Alvaro Enríquez del Casillo: lo mismo que en
1618 don Diego Vaca de Vega, por concesión en Lima del Príncipe de
Esquilache: y aunque Enrlquez del Castillo no dejaba de ser hombre de
ganntla para el intento, como fundador de Borja cerca del Pongo de
Manseriche, como explorador del Pastaza y Huallaga, como creador de la
gobernación de Mainasi mfo, no hizo cosa de provecho para la reconquis-
ta intentada. Los mismos fracasos se experimentaron en años posteriores.

V.- Les misiones entre Jíbaros

Los primeros misioneros que figuran entre los Jíbaros pertenecen


a la Compañía de Jesús. Hacen su aparición en ló31 con el padre Rugi; y
err lrstarnente la época en que nuestros misioneros franciscanos empren-
dfa¡ sr¡ ayaace al O¡iente p€ruano desde los orígenes del Huallaga, esto
es. desde Santa tlarfa del Valle de Huánuco.

El padre Rugi exploró minuciosamente la cuenca del Zamon,


acompañando al capitán Pedro de Lara.

Al padre Rugi siguen en años posteriores los misioneros jesuitas


Cugía uno de los fundadores de las misiones de Mainas, Raimundo de
Santa Cruz y Francisco de Figueroa, asociados a la célebre expedición
de don Martín de la Rivera Herrera, Juan Lorenzo Lucero, que empren-
dió la catequización de los JÍbaros, y otros de cuyos hechos corre natra-
cién minuciosa en la obra El Mararión Español, del padre Chantre y He-
rrera.

De la misma narración se deduce que los Jlbaros de la antigua Lo-


groño siguieron indómitos e indomables, a pesar de la influencia que ejer-
cía sobre ellos las misiones circunvecinas.

16
17
Reproducción de una foto de la edición original {19241 con la dida¡calia: "J¡'varos
aprand iendo catecismo".

18
l,o que da justa idea de ta dificultad de reducir a aquellos indios.
es la expedición del padre jesuita viva con don Jerónim o vaca, capitán
generaf de Mainas, que en 1692 avanza con grandes provisiones y eon nu-
merosa gente entre la cual se hallaban hasta cunibos traídos de muy lejos
formando un total de 900 indios y cerca de 100 españoles armados: en
cinco, meses que duró la jornada, no lograron sino cautivar cierto número
de Jíbaros, sin hacer nada estable y benéfico en la región visitada, exacta-
fiente corno había acontecido en la expedición de Riva - Herrera ( I ).

Desde la fecha mencionada no se intentó establecimiento alguno


de misiones en la zona Paute - zamora;hasta que en er año de 1779,por
gestiones de don Francisco Requena residente en euito. hubo una real
cédula que recomendaba al presidente de Quito y at gobierno de cuenca
la apertura de una comunicación entre cuenca y Mainas por el santiago.
El obispo don José carrión y Marfil se valió en l Tgg de algunos párro-
cos, dada la supresión de los jesuítas, para llevar a cabo dos expediciones
por el zamora, ninguna de las cuales llegó a la confluencia con el paute.

como bien se ve, problema muy diflcil ha sido durante algunos si-
glos el establecer la civilización de los Jfbaros, cosa que volvió a intentar
nuevamente el celoso Francisco Requena, siendo gobernador de Mainas,
pero sin lograr lo que deseaba.

Agrégase que las sub - tribus jíbaras, especialmente los Aguarunas,


han ido entrando también progresivamente en una actividad febril contra
los invasores de su territorio, cerrando al tráfico oriental toda la sLrenca
del Santiago y aniquilando la antigua población de este nombre. por allf
ha perdido la vida en nuestrosdías, en 1903. el benemérito agustino. mi-
sionero y explorador, padre Bernardo Calle.

No dejarernos de apuntar que en er último período colonial tuvie-


ron las regiones del chinchipe y Marañón la visita de viajeros ilustres. La
condamine y Humboldt, de cuyas relaciones se deduce que aún existían,
si bien en estado decadente, las antiguas poblaciones de Valladolid. Lo-
yola. Santiago de las Montañas y Borja.

19

€..

VI.- Lo que han sido y son losJfbrros

De la sucinta narración que precede, se colige que los indios Jfba-


ros no fueron conquistados por las huestes de Huainacapac;que estos Jl-
baros die¡on un golpe mortal a la dominación española con la destruc-
ción de Logroño, hecho que cerraba el camino a la cuenca del Santiago y
dejaba en ancha libertad a los Jíbaros en una amplia comarca;que dichos
Jlbaros frustraron también la intervención de los misioneros jesuftas, las
veces que procedieron con el apoyo de fuerza armada.

Por lo demás, la conducta de los mencionados indios con los misio'


neros, asf durante el coloniaje como después, con los jesuítas, francisca-
nos y demás sacerdotes que allí han intervenido, no ha sido de mayor
hostilidad y mucho menos exterminadora; pero tampoco han mostrado
los Jlbaros materia apta para abnzar el evangelio y conformar su conduc-
ta con las enseñanzas de Jesucristo.

Las condiciones de topografía y etnografla que han favorecido a


los Jívaros y que explican su fortuna en materia de hechos de armas, han
sido consignadas con viveza de colorido por los exploradores, misioneros
y viajantes, y forman las páginas más típicas que en la materia se puede
leer.

Creemos ventajoso transcribir aquí la descripción elaborada hábil-


mente por don Luis Ulloa, apoyándose, como decimos, en las narraciones
de explotadores y misioneros y es como sigue:

"No es necesario un esfuerzo de imaginación para darse cuenta de


que, estando cruzado por tantos ramales de la cordillera que dan origen a
los tan conocidos pongos y ntalos pasos del Alto Marañón, el territorio
del antfguo Yaguarzongo es muy accidentado, sobre todo en su parte al-
ta".

"He aquí como el misionero jesuita P. Lucero describe la sección


de aquel territorio más propiamente llamado de los Jíbaros, es decir, la
comprendida entre la parte alta del río Santiago ( a partir de la quebrada

20
de Auriza ) y las partes bajas del Zamora y del Paute ( a partir del rfo
Bomboiza )".

"En altísimas cumbres, soberbios riscos y encumbrados picachos


" llenos de variedad de arcabucos, fragosos, como en laberinto murado
" de muóhoe l¡berintos, buscó sitio l¡ barbaridad de los jlbaros, inexpug-
" nable por eso a tanto capitán como la ha acometido con intentos evan-
" gélicos".

"El ceño del horizonte, ordinariamente encopado con negras nu-


" bes; lo mortificante del sol, que en lugar de calentar.toca a fuego; la
" acrimonia de los rod¡torcs ( los rod¡ton$ son una especie de mosqui-
" tos ), que en contínuos enjambres hieren sin resistencia a los hombres;
" las contlnuas rebeliones de los hermanos rlos Paute y Zamora;el tem¡-
" ño tan húmedo, que arln debajo de techo y humedad virte agua, y los
" temblores de tierra tocan alarma, y como de reseña general, responden
" a un tiempo truenos, relámpagos, aguaceros, rayos y caja de Jlbaros..."

"En las bocas de cada quebrada..... tienen los Jfbaros sus estancias,
" no solo de recreación, sino también de sementer¡rs para poder vivir;
" poryue absolutamente aunque su ordinaria habitación es la cordillera,
" no les hace asistir en ella la comodidad, que no es posible tengan en tie-
" rra tan áspera y fragosa, donde apenas tienen qué comer, por ser de su
" naturaleza estéril, y ser más piedra que tierra; pero como la fragosidad
" y eminencia es tan grande, les sine de común refugio, asl contra el es-
" pañol como contra otras parciaüdades: y por eso las quebradas sirven
" de caminos reales para quien las habita, subiendo por ellas sin tocar a
" tierra, donde sin duda hicieran rast¡o hasta dar en la cordillera, madre
" general de dichas quebradas y refugio de pecadores".

"Estas palabras, repito, se refieren a la región alta de Santiago, del


Suririza para arriba, y fueron escritas cuando ( 1682 ), los Jíbaros no
habían aún arrojado de Maquisinango a los pobladores de Santiago de las
Montañas ni apoderándose de la parte bajo del río".

"Los habitantes de todo el territorio que dejamos ligeramente des-

21
más ha llamado
crito, los famosos Jíbaros, son el grupo amazónico que
hasta ahora la atención de los antropólogos. Es que los Jíbaros exceden
en inteügencia y valor a todas las tribus que habitan en la cuenca del gran
f lo".
..Lo que caractenza sobre todo al Jlbaro, de cualquiera tribu que
sea'essusoberbia'quesolocorreparejaconsuastuciaysudesconfian-
za. Hernando de Benavente escribía en 1550 a la Audiencia de
Lima,al
que viesen un cami-
referir su jornada a Macas: "Envié a ciertos soldados
" no, en il cual toparon con unos indios desnudos cada y uno con un
.. dardo e con una rodela, de los cuales no pudieron tomar sino un indio
.. e una india, los cuales me trajeron e traidos hablé con una lengua al
.. indio que me dijese de la tierra e donde estaba su cacique, el cual me
.. respondió: que para qué lo quería saber ? e que su cacique era muy
¿
.. gtande qró si me tomaba a mí e a los demás nos había de matar e be-
.. ber con"nuestras cabezas e que de nuestros huesos habfa de sembrar los
.. caminos, de manera que nunca me quiso confiar la verdad de cosa algu-
" na. Digo verdad a Vuesua Altez¿ que es la gentg más-dewergotuxda
las Indi¿s e sus
" qte hJ visto en todo el tiempo..'qué yo he 1!alo enque preguntaba,
,, c'onquistas. E visto el no querór confesar ni decir de lo
.. le afremié para ver si con miedo me lo decía, e tampoco aprovechó co-
" mo de antes".
..ciento diez años después ( en 1682 ) escribía el padre Lucero:
.. Los Xfbaros ( los de Alto - santiago y Bajo Paute ) se hacen formida-
" bles a las primeras vistas, por que lo membrudo, alto y bien repartido
.. del cuerpo hace muchas ventajas a muchas naciones del gran rÍo de las
., Amazonas; la pica y rodela no de hombres ordinarios sino de gigantes;
" el vestido muy alto y tan largo que llegara a-los pies a no ceñirle una
con que
".. pretina de un palmo de ancho, muy bien teiida de cabellos'
con ligereza
extirada la camiseta de lugar a la rodilla para trepar sus
.. cumbres, llevando en todo lo que le sobra de cintura muchas piedras
" para cualquier acontecimiento".

,,La cabeza tienen ceñida de una faja carmesí en forma de guirnal-


..da. toda bordada de lentejuelas de concha que hacen vistosa labor y

22
" agradable a la vista. Mucha armonía causa ver muchos Xíbaros juntos,
" no desconveniendo a lo referido, antes simbolizando con todo, su arro-
" gante modo de hablar, que aunque no tuviera otro arreo, su fiereza bas-
" taba a darse a conocer por hijo de tan soberbia cordillera.... Las cuchi-
" llas afiladas con que dan muerte a sus picas, son de huesos sacados de
" los hombres que mata su asechanza, presa entre ellos de inestimable va-
" lor porque quien la trae da a la providencia testimonio auténtico de
" matador, o Ayumbq que es lo mismo. Sus casas son grandes y todas en
" desierto, porque cada familia vive aparte, siendo la causa de vivir asl el
" ser todos traidores y matarse sin remedio por las mujeres, cuyo número
" aumenta solo la fuerza; y así no guardan más ley que la que dice: viva
" quien vence, y por eso nadie fía de otro que la experiencia, con tanto
" suceso fatal, les ha enseñado que el que fía de su mejor amigo muere
" sin remedio, y ya se da por hecho que las mujeres del difunto son sin
" duda alguna del homicida, sin que para su posesión necesite de más ins-
" trumento que mostrar la sangre en la lanza y bailarle la cabeza en con-
" curso festivo de Ayumbas; en que el gasto corre por cuenta de la yuca
" revuelta en fortísimo vino, de que embriagados hacen nuevas expedi-
" ciones de matar a otros; y como semejantes excesos se suceden unos a
" otros y se continúa sin temor ni a príncipe ni a cacique, ( que no lo tie-
" nen ) viven tan armados y con tal centinela que se tiene a milagro haga
" el español presa alguna en sus casas; porque como viven en tan levanta-
" dos picachos, quien sube a ellos, como es por gradas y con trabajo, p8-
" dece forzados registros de quien los mira trepar, estando, como he di-
" cho, de centinelas sobre todos en tan elevadas estancias. Nace de lo di-
" cho que al primer rumor de español corre el bramo casi a un tiempo en
" toda la provincia, y entonces hay perdón general de Xíbaro a xíbaro,
" teniendo por mayor enemigo al cristiano, contra quien mancomunados
" y unidos en lo más fragoso de sus caminos espgran de asechanza, que
" quien no conoce su malicia muere sin remedio."

" En lo más angosto de la serrania y en lo más alto, tienen piedras


" de buen porte sobre barbacoas de palo fiadas de unos bejucos, que cor-
" tados los principales caen como galgas por la bajada que tienen limpia y
" hacen sin resistencia añicos a los que cogen: entonces los Xíbaros sin
" temor de hacene pedazos o de caer en manos de sus enemigos, bajan

a
" tras las piedras, de forma que parecen hiios de una madre en la carrera.
" Bajan, pues, de apuesta sobre quien vuelve a ganar su cumbre cargado
" de más cabezas: pero cuando los lados del callejón tienen troncos gnre-
" sos, ha sucedido guarecerse de ellos los cristianos, quedando tan libres
" que los Xíbaros que bajaban ciegos, ansiosos de cabezas, se hallaron en
" manos de los que juzgaban muertos. y cuando caen en manos de indios
" cristianos, no solo se hallan presos sino también hechos pedazos, siendo
" cuidado del español defenderlos de nuestros indios amigos, lo cual tie-
" ne el indio tan conocido, que cae en manos de españoles tiene por cier-
" ta la vida, y al contrario, cuando cae en manos de indios amigos;y por
" eso el que puede apela a voces del indio al español; diciendo repetidas
" veces: Apache, que quiere decir español. ¿ euién no admira que, sin
" embargo de esto, aborrezca tan mortalmente el Xíbaro al español ? pa-
" rece puede proceder tan radicada malicia de tres causas: sea la primera
" su gran capacidad, tan constante a todos los vaquianos que no hay
" quien la niegue.... Por esta parte, mucha capacidad tiene esta gente, en
" que sin comparación la debe exceder a todas las demás naciones del río
" Amazonas... La experiencia alcanzada del contfnuo ejercicio de guerre-
" arse unas parcialidades con otras, matándose los unos a los otros, puede
" ser la segunda de que dimana, como de fuente. la radicada malicia del
" Xlbaro".
"Más de tres siglos y medio después de la expedición de Benaven-
te, en nuestros días ( l9l3 ), escribe un misionero italiano que ha visita_
do los jíbaros del rfo Gualaquiza: "Todos ros jíbaros te dirán que son el
" pueblo más fuerte y más indómito de la tierra; que ignoran si de las
" montañas de Kassci, donde duerme el sol, desciende sus padres, o del
" gran Kamasa, o del Ascigumiyumi ( mar ), donde el sol se despierta; pe-
" ro que todos eran fuertes como los árboles seculares de la floresta. fu-
" rioso e invencibles como los abismos del Pongo, terribles como los hu-
" racanes que arrancan los troncos del bosque. Ellos te dirán: nuestros
" padres, al triste son del tundú, reunían todas sus tribus desde el caque:
" tá al Amazonas, sus bosques se llenaban de fuertes gueneros como las
" hormigas llenan sus hormigueros, y para nadie faltaba yuca, banano y
" chicha. Te jurarán después, sacudiendo sus largas y bien peinadas cabe.
" lleras. que nunca en los tiempos pasados que ni siquiera uno de ellos

?A
" doblegó su frente al yugo extranjero; que los Sciris o señores de Quito
" no pudieron dominarlos, aunque ellos quizá por comunidad de orfgen
" se llaman Scfvora; que los Incas, dueños de todo el Occidente, debieron
" retroceder a su presencia. Con los ojos chispeantes de cólera, golpeando
" la tierra con pié, y blandiendo la terrible lanza, te señalarán el lugar
" donde se levantaron antiguas ciudades...

"Nosotros no tenemos a nadie, te dirán al fin, porque la venganza


" del jlbaro es cierta y terrible y nuestros bosques son una fortaleza inex-
" pugnable".

"... Después del asalto y saqueo de Nazareth y Huavico por los


Aguarunas en 1903, el Superior de las misiones de San León del Amazo-
nas manifestó a nuestro Ministro de Justicia, con fecha 2O de junio de
1905, lo que sigue: "La impunided absoluta en que han quedado los
'o atroces desmanes cometidos por los Aguarunas, ha hecho llegar hasta el
" delirio su ridícula pretensión de creerse invencibles, y de ser la raza más
" intrépida y esforzada del mundo, consklerándos€ muy superior a los
" blancos, cuya civilización y costumbres miran con ollmpico desprecio.
" Los Agpan¡nas del Alto Marañón constituye, sin embargo, con los'jiba-
" ros de las misirones ecuatorianas de Gualaquiza, las tribus más dulcifica-
" das de la familia jlbara".

" No se acabarla nunca si se quisiese citar aqul cuanto se ha escrito


sobre el singular caracter y costumbres de la mencionada raza: por más
que este hecho parezca sorprendente, puede decirse que la sicología del
jíbaro es uno de los problemas de la etnología americana que más ha
preocupado a los exploradores como también a ciertos antropólogos".

"Y jíbaro porque, entre todos los salvajes, es el que


es temible el
mejor ha sat*do irse adaptando a las necesidades frente al hombre blan-
co, transformando sus medios de lucha sin variar en sus ideas ni en sus
instintos. El gobernador de Mainas, don Jerónimo Vaca de Vega, admirá-
base ya en 1693 de la precisión y la habilidad con qu€ los jíbaros, alec-
cionados en sus peleas contra don Martín de la Riva Herrera y otros ex-
pedicionarios españoles; habían perfeccionado sus arrnas, yendo hasta

25
poner, a la noticia de una nueva expediciÓn, puntas de hieno a sus lan-
ias, hierro cogido acaso, segirn Vaca de Vega, entre las ruinas de Logro-
ño, y el que empleaban en lugar de los antiguos huesoe de hombre: ha-
blan también acortado sus lanzas para manejarlas como espadas o arrojar-
grandes escudos
las como dardos, según los casos, así como trocado sus
y y guarnecido sus cabezas con
antiguos por broqueles ligeros manejables
.rp""i., de morriones o celedas fortísimas tejidas de pitas y nervios' Pasa-
de fue-
dos dos siglos vemos nosotros que el Jlbaro ha adoptado el arma
go la misma que maneja admirablemente, sin renunciar por eso a todos
sus antiguos medios de guerra, los cuales, dentro de su abrupto
territorio,
le prestan ventajas sobre el civilizado"'

..En la cuenca del Santiago, donde su dominio d¿ta de tiempo in-


memorial y donde él precediÓ al blanco, el jíbaro se siente dueño.y
señor
Los tres siglos del Colo'
del suelo y no está diipuesto a cederlo a nadie.
tenaz de los jí-
niaje en sus regiones no han sido otra cosa que la rebeldía
Lo que
baros, quienes han tenido también su ePoP€ya de la reconquista.
años,lo ellos en
hicieron Mercadillo y Juan de salinas en 30 deshicieron
Logroño y su comar-
tres centurias es cierto, pero lo deshicieron. Primero
ca, después Paracasa y la suya,, después Cangaza, después Zamora'
des-
el
pués santiago de las Montañas; después el río de Turumbaza, después
primer tercio del siglo pasado' el jíbaro ha-
iongo, lo cierto es que, en el
bla iecobrado todo .l t"rr.no de que fue desposeído en el siglo XVI.
Su
Barran-
veÍganza no estaba, sin embargo, satisfecha: Borja, Santa Teresa'
.u. L peca, Copallín, saqueadas y aniquiladas hace 70 años, son testimo-
nio evidente del rencor secular'de esa extraña Í&za" '
..Tales,agrandesr¿sgos'eljíbaro,amoabsolutoenlaregiónClrin.
chipe Santiago, donde hoy, como en tiempo'del Padre Lucero' su
más
alta gloria ornar
hondo anhelo es vencer y humillar al civilizado; su más
vencidos o
su cuello con un collar de sh¿chzas o cabezas reducidas de sus
sus víctimas".

vII.- Hidrografía del Zamore por don Luis ullo¡, apoyado en wolf.

..He aquí, como wilf describe el nacimiento del zamora:'iDe las

26
" faldas de ambas cordilleras ( occidental y oriental en el nudo de Caja-
" numa ) y de los nudos ( de Calamarca y Huangranu¡na ) bajan riachue-
" los; estos constituyen en la parte septentrional el rfo de San Lucas o de
" Juntas, que vive de norte a sur. En la parte meridional más ancha, nace
" el rfo Malacatos sobre el rfo de Cajanuma y el rfo deZamonsobrela
" cordillera'oriental; ambos se reunen cerca de l¡ja y llevan de allí el
" nombre del último. En la hoya entra todavía del lado este el riachuelo
" de Jipira y del oeste el de Salapa. " En segui{a corre el Zamora, siem-
" pr€ con rumbo S. N., en una quebrada honda y angosta hasta encon-
" trarse con el rfo Juntas. Unitlo con él se dirije en ángulo recto al este, y
" rompe el dique de la cordillera oriental, para virar luego al SE. Al otro
" lado de la cordillera oriental el Zamo¡a recibe varios tributarios de am-
" bos lados: del derecho entra el Huancapanto, los rfos de San Antonio y
" San Francisco, el de Sabanilla y el de Bombuscasa. Los ríos nombrados
" bajan de aquella parte de la cordillera oriental que he llamado cordille-
" ra del Zamota, mientras que los siguientes que entran del mismo lado
" der€cho, traen su origen de la co¡dillera del Cóndor ( Chumbinama ) y
" son el Jamboé ( Jambosé ), Jumbara, Cumbaraga, Nambija y otros que
" ya pertenecen a la baja región oriental. Entre los muchos rfos que en-
" gruesan el Zamora del lado izquierdo, nombraremos el Tumbana, unido
" con el Río Negro cuyas cabeceras se hallan en el nudo de Acayana
" ( Huagra Uma ) y en la montaña de Imbana. De un ramal largo de la
" cordillera bajan el rlo Zurumbel, el rlo Janeiro, y muy abajo el río Ya-
" nazambi, que parece ser uno de los tributarios más poderosos del rfo
" Zamotg".
"En cuanto al curso bajo de aquel rlo y de sus principales afuentes
hasta su confluencia con el Paute, continú¡a Wolf: "El cuno de este últi-
" mo ( del Zamora ) se dirige desde la cordilleraal S. E., al entrar en los
" llanos al E., y más luego por un buen trecho, al norte, hasta encont¡ar-
" se con el rfo Gualaquiza, de cuya boca vira otra vez al SE.. para unirse
otra vez con el Paute".

"Iás aguas que bajan de la cordillera alta, entre los sistemas de los
" rfos Paute y Zamota, forman el del Gualaquiza, que es el tributario más
l' grande del Zamora. Sus cabeceras se hallan en las faldas orientales del

27
" N¿tanga de la cordillera del Sigsip y son conocidos con el nombre de
" río de San Doinbio, Río Blanco, Tigrepungo y otros. La hoya superior
" es sumamente escarpada y encajonada entre cerros altos. El rumbo ge-
" neral que sigue el rlo y el valle es de N. O. a SE. Pas¿do el pueblo de
" Rosario recibe el rfo, que en su curso superior se llama cornunmente
" del Rosa¡io, un afluente considerable del lado occidental, el rÍo de San
" Isidro, y más luego del Este el de San José. A la distancia de unas diez
" leguas de la cordillera comienza el valle a esplayarse en la hoya de
" Guaaquiza, que se puede considerar como el principio de las gtandes
" llanuras orientales. I¿ altura del hoy ( l89l ) destrufdo pueblo de Gua-
" laquiza, sobre el mar, no puede ser considerable, Según los productos
" tropicales que se encuentran y segrln su temperatura, que varia de 20o
" a 264 c. Unas dos leguas más abajo de Gualaquiza, el río de este nom-
" bre se junta con el Bomboisa, que tal vez por su largura y por su caudal
" deberla ser considerado como el rlo madre de este sistema. Tiene su o-
" rfgen en la cordillera alta al este de Nabón, y creo que su fuente rnás le-
" jana es el río Shingata. Desde la boca del Bomboisa habrá unas cinco le-
" guas hasta la confluencia del rfo con el Zamora y en este trayecto lo
" engruesa todavía el Copiambiza, procedente tarnbién de la cordillera
" oriental de los Andes".

"En fin, rfo Zamora hasta su conflu-


acerca del resto del curso del
encia con el Paute y formación del Santiago ( así como sobre el curso de
este último ), Wolf confiesa que nada sabe de cierto por la careRcia de ex-
ploraciones modernas ( él escribía en 1892 ), y porque los mapas anti-
guos de que disponía, diferirían mucho de esos puntos".

"Voy pues, gracias a los documentos de los siglos XVI y XVII, a


hacer las siguientes correcciones y adiciones al texto del explorador y
geólogo alemás".

"Dire, ante todo, que dividiendo el curso del Zamora en dos sec-
ciones, podemos llamar Alto - Zamora ( término que ya empleé ) a la sec-
ción que recibe afluentes nacidos directamente del macizo de la cordille-
ra oriental ( cordillera de Zamora y cordillera de Acayana ) y Bajo - Za-
mora a la sección que recibe sus afluentes occidentales de los tramos de

28
cordillera de Cóndor de {umbinama, y s¡s afluentes orientales de los
tramos de cordillera que siguen de Acayama. Es decir, que el Bqio - Zs
mora determina el principio de las llanuras'orientales y comienzr en las
bocas del rfo Jamboé".

"El actual pueblecito de Zamora, situado un poco antes de la de-


sembocadura del Bombuscara, pues, está en el Alto - Zamon y cs muy
distinto de la antigua villa del rnismo nombre, fundada por Benavente y
Mercadillo, la cual estuvo en la parte baja del rfo, en su margen izquierda,
cerca e la desembocadura del Yrnrzgrrbi y no fué trasladada a otro lugar
sino en 1663".

Pero lo que toca a este filtimo rlo, el Bomboisa, Wolf padece.un e-


rror de concepto, originado en la censurable multiplicación de nombres
con que en Sud América es costumbre designar a un misno rfo".

"El Gualaqui,z,ay el Bomboisa fo¡man un rlo frnico, llamado anti-


guamente solo Bomboisa, y al que no se ha denominado Gualequiza sino
a partir de Villavicencio y otros escritores ecuatorianos. Gualaquiza sra y
debe ser la población fo¡mada junto a una quebrada de ese nombre, cen
ca de la confluencia del Bomboisa con el rfo Rosario, cuyo nomb¡e antF
guo ( el de Rosario ) era Sangurima. Concurre a forrnar el Bomboisa los
rlos de Bereniza y de Sicohaza, y los importantes confluentes del Ros¡-
rio, son el rlo de los Cuyes y el Cuchipampa, omitidos por t\folf. El San
José que ll¡olf cita es el propiamente llamado en otro tiempo rlo de los
Jfbaros".

"Todos estos tributarios del Bomboisa tienen n¡s fuentes en las


mesetas de Matang. Afluente muy oriental del sistema es todavla el
Yeou ( sdado ) donde se proveen de sal Jfvaros del Paute y del Zamora".

"LJnas scis leguas abajo de su confluencia con el Bomboisa es en-


grosado el Zamon del lado derecho por el úo Zipiza. En seguida, recibe
por la izquierda, a pocas leguas uno de otro, el río Colagros o Colagrosa y
el Tundanzas separados por el bajo cordón o ramal de Manch¡, que se
desprende de h cordillera-oriental cerca de los cprros del P¡n ( norte del

29
tramo de Matanga ). Entre todos estos ríos corren algunas quebradas se-
cundarias, hasta que a unas cinco leguas de la boca del Tudanza se reune
el Zamora con el Paute".

..En todo este territorio, a más de la villa de Zamora, y bajo su ju-


de Loja ) habfa
risdiccion, ( que correspondió siempre al oorregimiento
o reducciones de indígenas en-
en el siglo XVI las siguientes poblaciones y
españoles: Concogoroza' Yatiza',Tontonaza
comendados a los
"tairrot
Ap*g-"enlosalrededoresdelaciudad;Turocapi'Yunchique'Gonza-
( y otros se-
val y campolanga a s. o. entre los,ríos Yambose teimbara )
cundarios; Chinoraza, Quirato, Nandoya, Ayurusa y Jimbamba en la co-
marcadeNambija;y'Chungata,Patamaza,Jingajapan'ChimatoySurina
al N. E., sobre el rlo Shungta y hacia el Bomboisa"'

..EnlapequeñacuencadelBomboisanoexistieronpoblaciones
en el siguiente que
verdaderamente estables en el siglo XVL Es más bien
Rosario, a orillas
se consiguió dar cierta seguridad a las reducciones de
tramo de Ma-
del rfo de este nombre, todavla en las faldas orientales del
y a la de Gualaqui-
t^ngu, a la de san Jose a orillas del río de los Jíbaros
za,lunto a la confluencia de la quebrada de este nombre el Rosario"'
en

..Arrasadas a menudo estas poblaciones por Jfbarosvolvieron a le-


ya se vió, es una mi-
vantarse en divenas épocas. Hoy Gualaquiza, según
pues está ubi'
sión salesiana que ,"ro torrrrponde a la primitiva reducción'
e[ Bomboisa"'
cada en la confluencia del Rosario ( falso Gualaquiza ) con

Prieto'
VII.- Descripción de los Jívaros por el padrl fray Antonio Joú
misionero de Ocopa y cura de C¿nelos'

El padre fray Antonio José Prieto, at'to' de.un Expedknte sobre


la antigua ciu-
tentativas que hizo para descubrir por la vla de Gualaquiza
dad de Logroño ( 1816 a 1820 ) y autor-asi mismo del Diario correspon-
que aqul
diente. haóe de los jívaros una descripción en armonía con lo
vamos diciendo-

..Los Jfvaros, dice, no tienen ReligiÓn alguna; no obstante' cofro'

30
cen que hay un Señor Supremo, dándole a Dios el nombre de Cumb¡m-
mt y otfas vec€s el nombre de Nechc, p€ro no le dan culto alguno ni es-
pecie de veneración, Conocen que hay un espíritu malo, que es el demo-
nio, pero dicen que lo quieren, lo tienen siempre por amigo para que les
sea propicio en $¡s gueras. Creen en la inmortalidad de las almas opinan-
do de elks, como algunos malos filósofos,.la trasmigración, diciendo que
si el Jfvaro que muere ha sido hombre de espíritu y valor y que dió muer-
te a muchos de sus enanigos, su alma se convierte en algún animal valien-
te, como en león, tigfe, oso, u otro de esta clase; pero si el Jlvaro que
murió ha sido cobarde, de poco espíritu y que no ha hecho hazaña algu-
na, su alma se convierte en culebra, araña, sapo o en otro animal inmun-
do. Presciendiendo de esto, no dan culto a deidad alguna ni adoran a ído.
los ni tienen otra especie de creencia más que la dicha.

"En sus tradiciones son muy exactos comunicando de padres a hi-


jos todas las guerras, hazañas y acciones gloriosas de sus abuelos y proge-
nitores, como se deja ver por las relaciones circunstanciadas de la perdida
ciudad de logroño y de la ciudad de la antigua Zamon. Para prueba de
ello y para convencer ser sus tradiciones ciertas, se demuestra por la opi-
nión que tienen del diluvio universal. Dicen, que una nuve cayó del cielo,
y quc se inundó la tierra de agua;que murieron todos los animales y que
un Jfvaro y una Jlvara se huyeron a un g¡an cerro, en donde hallaron una
cBeva en la qge s€ encerrgron con todos los animales, y pasando las aguas,
¡alieron todos, y principiaron a procrear en el mundo. Tienen asl mismo
tradioión confusa de la maldición que Noé dió a su hijo Cam. Dicen, que
había un hombre rico que tenía algunos hijos buenos y uno muy malo,
que separó de los otros, maldiciéndolo primero. De los hlios buenos des-
ciende todos los apaches y blancos cristianos, por cuya causa tienen todo
lo necesario para pasar la vida con mucha comodidad y abundancia de ri-
quezas; pe¡o que los Jfvaros descienden del hijo malo, y por esta raz6n
no tienen ellos hachas, macüetes, que padecen innumerables necesidades,
y por esta causa tienen una vida sumamente miserable".

"Se debe reputar a los Jfvaros por los más crueles infieles de esta
parte de Arnérica, aunque no por los mrás bá¡baros idiotas; como son
otras varias naciones de las montañas confinantes con la provincia de

3f
Mainas. Son sumarnente vivos, in{eligentes para todo, aprenden con faci-
lidad todo.cuanto se les enseña y aún cuanto ven. En llegando a tener sa-
tisfacción de la persone que tratan, son sumamente amables y obsequiso-
sos, desprendiéndose, por esta ¡azbn de cualquier cosa que poseen. En
ellos no se conoce la mentira, y mucho menos el robo, y si alguna vez
( que es bien rara ), acontece, es reputado el ladrón por un perverso, abo-
rrecido de todos y cubierto de una eterna infamia. Tampoco son los Jíva-
ros borrachos, y miran con desprecio al ebrio;propiedad muy particular
entre todos los indios de la América".
;

"No obstante estas virtudes morales, la inclinación que tienen a ha-


cer una guefra cruel y fetoz a sus semejantes los pervierte u oscurece to-
das sus buenas cualidades en tanto grado que los Jlvaros pueden ser repu-
tados por los más crueles enemigos del género humano. El andar de mon-
te en monte, de selva en selva, de rfo en río, buscando otros infieles co.
mo ellos para quitarles las vidas y bailar con las cabezas de los muertos es
lo que más les divierte, enajena y encanta. Para satisfacer esta feroz cos-
tumbre no perdonan trabajos, desnudez, caminos largos, hambre y cuan-
to se puede imaginar, como que no aspiran a otra gloria y a mayor ferici-
dad que a merecer el nombre de cocaram¿ ( I ), como lo demuestran las
contfnuas guerras de que yo mismo tengo noticia; y aún ha sucedido en
mi tiempo cuando estuve cura - Doctrinero del pueblo y misión de cane-
los, en los años anteriores que yo hubiese llegado a este curato, habfa si-
do degollado el pueblo de copataza, y consecutivamente el ptreblo de la
Palma en tiempo del M. Rdo. P. santiago Riofrio del orden de Predica-
dores, mi antecesor en canelos. En mi tiempo estos mismos Jívaros de
Gualaquiza, Bomboisa y Zamora, unidos con los Jívaros que habitan en
el río Paute a las inmediaciones de Macas, hicieron varias correrías a la
otra banda del río Pastazan en donde cometieron atrocidades, trayendo
las cabezas de muchos infieles para bailar con ellas, lo que se hace de est¡
suerte; luego que han nrr¡erto al infeliz, le separan la cabeza de los horn-
bros, y le quitan lo interior, quedando solo el cuero, el cabello, narices y
orejas; luego introducen piedras calientes, y así lo guardanreinte,. treinta

( f ). los f ívrror ll¡¡nm C.oc¡rcmr ¡ loc vdicnter y e lor guc h¡¡r d¡ds mre¡t¡¡ &
¡u vrl,or hric.ndo much¡¡ mucrte¡.

a,
y más años en unas ollas, de donde quitan anualmente muchas cabezas
para bailar con ellas y celebrar en quince días el aniversario de sus victo-
rias, previniéndose antes con muchas comidas y chichas".

"Sus bailes son una horrorosa abominación, y causa temor el ver-


los, aún a los de mucho valor y espíritu. Flace pocos años que para este
fin perveno sacrificaron a todos los cristianos de la nueva Zamota cerca
de toja. Entre ellos corrió igual suerte Don Juüán Eguigure, natural de
España, que se hallaba en el pueblo de Zamora cuando fue a la revolu-
ción de los Jfvaros. Dos meses antes que yo entrase a esta conquista se
dió una horrorosa batalla entre los Jlvaros Nantipas, qué están en uno de
los rfos coloterales de zamon, y otros que habitan en las inmediaciones
del pongo de Manseriche; igualmente otra entre estos y los Pafocamas,
que están a las cabeceras del rfo Marañón, cerca de Jaén. En la actualidad
los Jívaros de Mayalico y Sunde se están previniendo para hacer una cruel
guerra a los Jlvaros del Gran Achual, cerca de Canelos".

" .... El tigre es el animal más feroz que se conoce, pero los Jfvaros
los persiguen de un modo asombrooo. Conociendo ellos que hay tigre en
las inmediaciones, lo peniguen con lsnza en mano, y no descansan dlas
enteros hasta que le den muerte. Es cosa celebre ver esta especie de cace-
ría" ( I ).

( 1 ). Prdrc Cornpre. V¡¡one¡ iluÍrcl, T. R, píg. ó3.

3j3
g
SEGUNDA PARTE

VIAJE
DE EXPLORACION
Desde Cuenca a Gualaquiza

DEt ILMO. OBISPO Df, LA DIOCESIS

P. FR. MANUEL PLAZA


Año de lB52

35
De nueYo el P¡drc Fray Manuel Plaza

En el tomo noveno hablamos del padre Plaza y de su actuación sin-


gularmente gloriosa en el rlo Ucayali, donde quedó solo en los angustio-
sos momentos en que las misiones orientales del Peru se vieron casi aban-
donadas por efecto de los hechos realizados al consumarse la independen-
cia americana. En la narración inclulda en aquel tomo nos contentamos
con seguir de preferencia el hilo de los hechos, no otorgado sino escasos
encomios personales a los venerables ministros del Evangelio, aunque
ellos se ostentaban en el escenario de las misiones dignos de toda alaban-
za, activos, emprendedores, valerosos, incansables, llevdndo no pocas ve-
ces el valo¡ hasta los términos de la audacia, casi rayana en temeridad.

Esta misma norna guardamos alll, más que con otros, con el padre
Plaza, y las palabras de elogio consagradas al egregio misionero en aquel
lugar no dan la medida de los grandes méritos contraldos por él ante la
historia de la civilización de nuestro globo.

Visitado cl padre Plaza en $¡ solitr¡ia mansión de Sarayaeu por dos


comisiones form¿des por pen¡onaE de preparación cientlñca otécnica, co.
mo frleron&s dcl ton&nte &nidth crr 1834 y del conde de Castelnau en
1843 merecierúo bien el preclrro ¡eligioso de los ilustres visitantes, no
pudo ocultarse I las rniradas del rm¡ndo civilizado el renombre del abne'
gado misionero, cuyos mcr€cimbntos eran indiscutibles, puesto que per-
manecfa medio siglo entre sus neéfitos y había recorrido personalmente
casi todos nuestros rfos orientalcs. Por los escritos que publicaron aque-
llos exploradorts, tuvo resonancia la f¿ma del padre Plaza, no sólo en el
Perú, Ect¡¿dor, Chile y demás repúblicas americanas, sino también en Eu-
ropa, y especialmente en Francia, Inglaterra y España.

Elevado luego el padre Plaze t la silla episcopal de Cuenca, contán-


dose entre los príncipes de la lglesia del Ecuador, los encomios se hicie-
ron más inevitables; y asf durante su vida como despues de su muerte
contamos con una respetable serie de panegiristas del eximio prelado.

Merecidas dabanz¡s ¡l lltmo. Padre Plaza..

37
ElPresidentedelEcuadordonVicenteRocafuerte,queprestÓal
padre Plaza para obispo de cuenca, en el discurso pronunciado en el con-
de los Desiertos'
ireso de la nación, llámó al venerable misionero Angel

El padre franciscano fray vicente Solano contemporáneo del pa-


dre Plaza, calificado por Borrero como el " más sabio de todos los docto-
res y de todos los maestros que ha habido en el Ecuador ", dedicó un
ex-
traño elogio fúnebre a la memoria del celebrado misionero' cuyos hechos
y virtudes analiza Y ensalza'

El señor Lorenzo de saint - cricq, agregado a la expedición de cas-


telnau, pasó algún tiempo en compañía del padre Plaza en sarayacu, dis-
frutando de algunos desahogos del práctico misionero. Saint - Cricq es-
tampó aquellas intimidades con el seudónimo de Paul Marcoy, en su ex-
tensa obra de Viaies por Sud ' América, el Oce¿no Pacífico ¡t el Atlántico'
( I ). De su relato só colige que las misiones administradas por el padre
por
Plaza se hallaban en estado excelente de moralidad, admirada un día
el visitador de las misiones, el padre Luis Colomer, como fruto sozanado
de los afanes de un joven e incipiente misionero'

..cincuenta y un años después de la visita del padre colomer. dice


saint - cricq, en la época que conocimos al Rdo. P. Plaza, ya no hacla un
misterio del medio puesto en planta por él para pacificar los infieles del
Ucayali, y obtener de los neófitos una obediencia pasiva""' "'
..Cuando vine a establecerme en Sarayacu. nos decía, la poligamia
estaba aún de moda entre los neófitos. Entre ellos, algunos tenían hasta
cinco mujeres. Por esta relajación de costumbres, ya puede iuzgar cómo
irfa lo demás. Para remediarlo, al punto recurrlal látigo hecho de la vaca
mis-
marina, a las manillas y grillos..... Al cabo de un añO de este regimen,
indios se habÍan vuelto mansos conrc ovejas".
..Siempre que nuestra conversación recaía sobre este argumento

( I ). P¡rís, 18ó9. Don Antonio Raimondi llm¡ fantáscico a este escritor francés
( Histori¡ de te Gcognffu T. tll P¡S. 4l )'

38
( y a menudo, sin que lo notara, la tragimos a ello ), los ojos del anciano
despedían rayos, un generoso ardor inflamaba su rostro, y, agitándose so
bre su silla, hacía sonar sus dedos como castañuelas, en recuerdo del tiem-
popasado( I )".

Raimondi escribe de nuestro religioso: "Uno de los más célebres


misioneros y a quien debe el Perú no sólo la conservación de los pueblos
del ucayali sino también el descubrimiento de regiones desconocidas,la
fundación de nuevos pueblos, la apertura de caminos y la exploración del
rfo Tambo, es el eminente P. Plaza, que fué más tarde Obispo de Cuenca.
Pocos hombres por cierto han poseído como el P.Plaza cualidades perso-
nales tan favorables para su ministerio entre los infieles: inteligencia, ab-
negación, afabilidad; y a la vez energia, actividad y fnmeza, todo se reu-
nió en este distinguido misionero".

"Nació en Riobamba el primero de Enero de 1772, bajó al peru


por el río Napo a principios de este siglo ( 2 ) haciéndose cargo de las mi-
siones del Ucayali que hizo florecer en muy poco tiempo. En 1806 recF
bió y auxilió al P. Fr. Ramón Bousquet, que habla bajado al Ucayali por
el rfo de santa Ana desde las misiones de cocabambilla del departamento
del cuzco. En l8l I y l8l2 hizo varias exploraciones: entre ellas una al
oriente del rlo ucayali hacia el s. E. de sarayacu en la que descubrió a
los infieles sensis y el orígen del río Huanacha o de San Francisco; y otra
hacia el Norte, en la isla formada por el Ucayali, el Marañón y los caños
de Pucati y zapote, donde hallaron otra tribu de infieles enteramente
desconocidos y muy sucios, a los que dieron el nombre de Hotentotes".

El señor Raimondi describe luego por extenso la exploración que


hizo el P. Plaza del río Tambo, combinando sus esfuerzos con los de los
padres Carballo y Ruiz ( 3 ).

El Presbítero don José lgnacio Víctor Eyzaguirre, que de los acon-

( f ). Tomo II, p¡S. 3.


(2r. En1976.
( 3 ). Histori¡ de 1r Geogrefíe. T. III. C¡p. 3.

39
tecimientos históricos ha deducido en sus numerosas obras muy hermo-
sas consecuenci¿ls en pro de la causa católica, hace un elogio muy certero
del padre Plaza, al consignar los siguientes párrafos: "Cuando la crónica
moderna del Peru aparezca escrita por hombres imparciales, entonces una
de sus más bellas páginas será la que contenga las proezas de aquellos cé-
lebres campeones de la civilización cristiana. ¿ Cuiáles rasgos hay más her-
mosos ni más herócios que los del venerable P. Plaza, prefecto civil y mi-
sionero a un tiempo del distrito de Amazonas ? El sólo civilizó mayor nú-
mero de indlgenas que cuantos conocieron los jefes militares en aquellos
mismos sitios: él penetró en.lugares donde ningún otro hombre civilizado
había llegado hasta entonces, y él solo conoció tribus,'comarcas y dialec-
tos desconocidos hasta aquella época a los españoles y a sus descendien-
tes y sucesores en el gobierno del Peru. El fue instituído prefecto civil del
territorio del Marañón y juntó de esa manera el poder político al religio-
so que le correspondía como prefecto de las misiones.... Conoció las vas-
tas regiones que baña el Marañón en los territorios del Ecuador y del Pe-
rú oon tanta exactitud como pudiera conocer un señor las porciones de
su pequela propiedad. Viajaba solo y a pie por entre las selvas espesfsi-
mas y las rocas escarpadas de aquellos fragosos montes. Ni los rfosr ni los
aluviones, ni las distancias, ni los precipicios le arredraron jamás en sus
penosos y contínuos viajes. La enfermedad de un cristiano, el bautismo
de un niño, los negocios de una tribu eran para el P. Plaza objetos sagra-
dos que no demoraba por grandes que fuesen las dificultades que le estor-
basen moverse con prontitud".

"En uno de esos viajes apostélicos que por lo regular hacla solo,
pero otras veces acompañado de alguno de sus neófitos, fué arrestado por
una partida de soldados que corrla la campaña en persecución de los res-
tos dispersos del ejército español.- Párese Ud., dijo el sargento al misio-
nero.- ¿Qué cosa manda ? Contestó el padre sin immutar$e.- Vengn
conmigo donde está el capitán.- ¿Qué hacía Ud., le dijo éste, en la mon-
taña ? Es Ud. acaso un capellán del ejército español?.- Soy rnisionero en
el territorio del Marañón; hace quince días que camino y aún demoraré
algunos más para llegar a Trujillo.- ¿Por qué no toma Ud. un caballo?.-
No le tengo, y poco me aprovecharía aún cuando le tuviese porque las
selvas y las cordilleras por donde necesito transitar no permiten andar si-

¿lo
no a pie. - I¡ daré a Ud. una orden para que no le molesten las partidas
distribuidas por el camino, on caso de que le encuentren.- Agradezco in-
finitamente la atención que Ud. me dispensa, pero la orden que me ofrece
es inútil, porque tomaré un camino por donde estoy seguro de no encon-
trar partida alguno".

"Asl fue, en efecto; el P. Plaza elligado por las instancias del jefe a
aceptar un caballo, montó en él y se retiró; pero lo devolvió un indígena
a las pocas horas en nombre del misionero que, acostumbrado a anda¡ a
pie, no quiso aprovechar la cabalgadura que le proporcionó el jefe mili-
taftt.

"El P. Plaza fue algunos años después instituído obispo de Cuenca


en la república del Ecuador, cuando ya había permanecido casi medio si-
glo entre los indios del Marañón. Los hechos singulares de su vida que re-
fieren aquellos, su incansable laboriosidad, su caridad a toda prueba gran-
de, su celo siempre benéfico, y su genio fecundo para encontra¡ recursog
al¡n en las necesidades más urgentes, le grangearon entre los salvajes el re-
nombre de Santo, que afin recuerdan en medio del entusiasmo m¡ls inten-
sott.

"Algunos hombres emprendedores, impertérritos, celosos e infati-


gables, como éste, bastarlan para convertir a la fe cristiana a todos los in-
fieles del Marañón. ¡Quiera la Provincia concederlos en beneficio de a-
quella numerosa porción del género humano! " ( I ).

Cerraremos estos elogios con algunos que contiene la bula de su


insütución como obispo de Cuenca, dada en 1848, que dicen asf : "Des-
pués de una deliberación atenta que hemos tenido con nuestros venera-
bles hermanos los Cardenales de la Santa lglesia Romana, para encomen-
dar el cuidado de dicha iglesia a persona útil y de provecho, hemos dirigi-
do nuestra consideración a tí, de edad septuagenaria, que habiendo naci-
do de legftimos católicos y honrados padres en la diócesis de Quito, sien-
do llamado desde joven a la herencia del Señor, y acogido en el convento

( f ). Lo¡ intcre¡es C¡tólicos en Américe, C¡p. XLI. pág. 495 y ss.

41
máximo de San Francisco entre los religrosos novictos de la Orden Seráfi-
ca, fuiste alll instruído en todo género en vrrtudes y en las facultades teo.
lógicas. Después, emitida la profesión solemne y elevado legltimamente
al sacerdocio, ejerciste tu ministerio con honor en oir las sagradas confe-
siones de los cristianos de uno y otro sexo, y en la predicación del santo
Evangelio, con fruto y provecho de las almas. Pasado algún tiempo e in-
flamado en el celo apostólico te encargaste de las sagadas misiones de
Mainas con tanta felicidad, que menospreciado grandes y prolongados
trabajos y peligros, llevaste la fé católica casi hasta las extremidades del
Perú, y perseverando por muchos años en esta misión evangélica, ganaste
para el Señor un muy crecido número de almas infieles. Esta piedad, doc-
trina, prudencia, buenas costumbres, singular celo. caridad, experiencia y
dedicación a las funciones eclesiásticas, se apoyan en testimonios fidedig-
nos.... "
El padre fray Manuel Plaza nació en la simpática ciudad de Rio-
bamba, como se ha dicho, el primero de enero de 1772, Tal vez el pano-
rama incomparable de esta ciudad haya influldo para c¡ear en su alma
anhelos y aspiraciones no vulgares y propios de un esplritu superior.

De esta ciudad ha dicho Teodoro Wolf: "La mesera de Riobamba


es l¡ única región en esta gran hoya que merece el nombre de llanura o
altiplanicie; se halla entre el rlo Chambo y los ríos Chibunga y de Guano,
y podemos calcular su área en unas cuatro leguas cuadradas, sino somos
demasiado rigurosos con el concepto de llanura. La situación de la ciudad
es libre y despejada y p¡esent¿ quizá el diorama más singular del globo,
como dice Mr. Boussingault. Desde ninguna otra ciudad del interior se di-
visa tantos y tan imponentes cerros y volcanes: al occidente se destacan
el Chimborazo ( 6.310 m. ) y el Carihuirazo,.al oriente el Tunguragua
( 5.087 m. ) el Altar ( 5.404 m. ) La obra mecstra de la crcación volcáni-
ca" el Cubilin y otros. El vasto anfiteatro de nieve que circunscribe por
donde quiera el horizonte de Riobamba, ofrece de continuo c¿rmpo para
las observaciones más variadas" ( I ).

(1 ). El Ecurdor: Crp.Il, prry.65.

42
El panorama de los contornos nevados de Riobamba excede en
magnificencia y sublimidad a los paisajes similares que yo he llegado a co-
nocer en sud - América: al de Arequipa en el peru, al pie del Misti (5.640
m. ), bellfsimo; al de r.aPaz en Bolivia, de donde se alcanza a ver la eleva-
da cumbre del Illimani ( más de 6.400 M. ); y es comparable al espectácu-
lo a¡robador que ofrece el Huascarán ( 6.72r m. ) enyungay, acompaña-
do de las relucientes cumbres de la Cordillera Blanca.

otra circunstancia acompaña a las ciudades ecuatorianas de euito,


Riobamba, cuenca y Loia, que son respectivamente la región donde se
forman las primeras vertientes de los grandes y hermosos ríos, tributarios
septentrionales del Marañón y Amazonas, como el Napo, el rigre, el Mo-
rona, el Pastaza y el Santiago, ( asf como su parte navegable se halla adju-
dicada al Peru ). circunstancia que fácilmente hace pensar en las regiones
a donde se dirigen aquellas cristalinas aguas, originadas en blancas y nl-
veas cumbres.

La juventud del padre Plaza se desrizó tranquila y serena, siguiendo


la carrera y vocación religiosa y sacerdotal; pues en lzgg tomó el hábito
franciscano, en 1795 fue ordenado de sacerdote y el año siguiente, en
1796 tomó las corrientes del Napo y se trasladó a las misiones orientales
que en parte se hallaban confiadas a la provincia seráfica del Ecuador.
por la supresión de los jesuftas.

El padre Plaza tenía entonces 24 años.

cuando poco después, en 1802, se agregaban por Real cédula al vi-


rreinato del Peru los territorios de Mainas y sus zonas adyacentes, y las
misiones ubicadas allf se encargaban a ra comunidad de ocopa; el padre
Plaza no trepidó en pernanecer en dichas misiones, procediendo en esta
coyuntura y después durante su larga ca¡rera de misionero con laudable
armonía con los padres de ocopa, quienes ciertamente, sabían distinguir
el mérito de los hombres y utilizar sus buenas cualidades.

continuó sus labores en nuestro oriente por el espacio de 5l años,


hasta su promoción al obispado de cuenca, dignidad que aceptó en mayo

¿t3
de 184?

Sulargapernanenciaenlosbosqugsorientalesledi!ocasiÓnpara
reüzunume¡ososviajes,contantaabnegacióncomoprudenciaycaute.
la.

VimoseneltomonovenoqueenlS28'hallándoseachacoso,esca-
y un viaje a Quito; tomó las
so de recursos y aislado, emprendió rearizó
hasta las bacas del Napo;
corrientes ¿et ucavaii, tuego las del Amazonas
anduvo cua¡enta oias'aguis aniba de este
rro para negar a santa Rosa;
l¿so de la Vega, con el li-
llegó a euito, hablJ con-el obispo de la capital
Plaza su hermano; y
¡áaaoi simón Bollvar, con el canónigo Bernardo de ahl a canelos, na-
habiendo obtenido 1.50'0 pesos, pasó a Riobamba,
por el Marañón y el
vegó el Bombonasa y el Pastasa-,n1 a Yurimaguas
y sehanó de nuevo con
rtüu"gu, anduvo el ihipurana y el santacatalina,
sus neófitos de saraya.u. Ari, con esta presteza y habilidad' recorrla los
bosques orientales el padre Plaza'

CuandonuestromisioneroseviÓconlamitradeCuenca,nopof
el sue-
eso olvidó a los moradores de las selvas; más
bien acogió con ardor
de Gualaquiza, el res-
ño dorado de tantos otros, es decir, la colonización
de los Caballeros'
tablecimiento de la pingúe y próspera Logroño
sin resultados
La forma en que llevó a término su empresa' aunque
beneficiosos,consta.porlosdocumentosqueinsertamosacontinuaciÓn.

tu

#
Niños achuar de Wichim'
VIAJE DE EXPI,ORACION

DE CUENCA A GUALAQVTZA

Novbmbre 25 de1852

lN[9RME
DEL

ILTMO. SR. FR. MAI{UELPLAZA

OBIÍIPO DE CUENCA

4!;
INFORME

República del Ecuador. - Gobierno eclesiástico. -


Cuenca, 9 de abril de 1853.

Al H. Sr. Ministro de Estado en el Despacho del Interior.

Mucho me he complacido al imponerme por la apreciable de US.


de 19 del mes pasado, del decidido interés que toma el Supremo Gobier-
no por el fomento de las misiones orientales, que ofrecen muy señaladas
ventajas a la provincia de l-oja y a esta, cuya situación rentística es la-
mentable. Desde que ingresé a esta Diócesis, me propuse el objeto de co-
lonizar Gualaquiza, convencido no sólo de que sería esto úitl, por los fru-
tos ricos y abundantes que podrían estraerse de estas montañas vírgenes;
sino principalmente porque me proponla con esfuerzos extraordinarios y
personales abrir comunicaciones para el comercio con el Brasil por Taba-
tinga, navegando el rfo Santiago, uno de los grandes tributarios del Ama-
zonas.

Causas que creo inútiles expresar retardaron Ia realización de mis


votos hasta el25 de Noviembre próximo pasado. En esta fecha compren-
df que la Divina Providencia me encargaba la grande empresa de la civili-
zación religiosa y social de las tribus nómadas del Oriente; y en el mo-
mento en que of la voz de Dios que me llamaba desde las selvas, empuñé
el báculo del peregrino, y sin que me sirviera de obstáculo mi edad octo'
genaria, caminé con paso hrme por sendas difícilmente transitables, hasta
que vi con placer coronados mis deseos.

He comido y dormido con el infiel, tipo de su raza primitiva, fiera


de su independencia, y que se presenta como el'soberano del desierto. He
examinado su carácter, su vida, sus costumbres y su religión;he observa-
do sus rfos, sus montañas y sus playas. Convencido de que con el trans-
curso del tiempo pudiera mejorarse, con el roce y las necesidades, la ln-
dole de esas tribus salvajes, he procurado abrir vías de comunicación y
comercio; y con este objeto he dirigido, desde el centro de las jivarfas,
cuatro comisiones, la una a Loja y otras tres a Mainas, Macas y a la Barra-

¡16
ca junto al Pongo. El señor Gobemador de Loja correspondió a mis de-
s€os con el celo digno de.un magistrado que tiene interés en la ventura de
su país. funoro hasta hoy el resultado de las otras tres misiones.

Habrla hecho alguna cosa de muy señalada, utilidad, si, oprimido


por el invierno, no me hubiese visto en la necesidad de abandonar esos
delicosos lugares para ml; pero resuelto a reglesar en el verano, he distri-
buldo bastante herr¿mienta de labranza entre los jlvaros, quienes se me
prestaron gustosos a cultivar los campos. US. H. no ignora que las misio.
nes son una carga que pesa no solamente sobre la conciencia de los Obis-
pos, sino también sobre la de los Gobiernos. Por mi parte he principiado
ya mi tarea, segrln lo verá US. H. por la relación que sigue:

Desde el pueblo d.e Sigsig, que sirve de escala, emprendí mi marcha


siguiendo la ruta, cuyo mapa tengo ei honor de acompañar a US. H., en
el cual van delineadas las vistas que sucesivarnente se presentaban hasta el
punto del embarcadero en el actual Zamon. Desde mi arribo a Granadi-
llas, bajando la dilatada cuesta de la Port¡da, comencé a observar la im-
ponderable fecundidad de esos terenos, la vigorosa vegetación de estos
bosques de tanta multitud de sustacias ultillsimas. siendo la canela una
de las primeras que llamó mi atención. IJegando a Chigüinda, admiré su
feracidad en lo poquísimo que estaba desmontado. La falta de playas, la
humedad del aire por las much¡s lluvias, lo penoso del camino y, sobre
todo, el torrentoso y diflcil rlo, han concurrido sin duda a destruir algu-
nos establecimientos en el punto llamado Rosario, en el cualcxistían más
de cien habitantes, que al presente se han reducido a tres familias disper-
sas. Este rlo presenta algunas partículas de oro desprendidas, sin duda, de
las alturas y arrastrados por las aguas. La misma observación se ofrecla en
los demás ríos y sus ramificaciones. Talvez un trabajoprolijo podrla ha-
ce¡ útiles aquellos lavaderos.

Después de una travesía fragoslsima, llegué a Gualaquiza, cuyos


bosques encierran tantas riquezas de los reinos vegetal y animal, que su
enumeración serla importuna. Bástame decir a Us. H. que s€ hallan casi
silvestres, magnífica toquills" buen algodón, tabaco sin beneficio, csña es-
quista de azúcar, cacro, café, sahumerio ¡lmerdrucado, vainilla olorosa,

47
varias especies de palmeras para distintos usos, gotnas, rrsfri8s, diversos
bálsamos, cera de abeja, yerbas y palos medicinales, entre otros, el fame
so palo de cruz, maderas muy finas para ebanisterla; aves singulares y
muy raras, ya por su canto, ya por su vistoso plumajes, ya por lo delicado
y suculento de sus carnes. Los ríos tienen en abundancia diferentes pes-
cados. Es de notar que, a pesar de las lluvias frecuentes y muchas veces
fuertes, no s€ vea sino casuelmente alguna culebra, sin duda por ra mucha
hierba del huano que se encuentra a cada paso. una multitud de puercos
zainos, osos y otros animales, que sinen de alimento a los indios que &
traviesan esos bosques. Los indios donominados jlvaroa habitan en chu-
quipamba y principalmente en las orillas del Zamon hasta más allá de
Chicani, punto que sirve de embarcadero viniendo de Loja, y que dista
cinco jornadas de Gualaquiza, subiendo, y solas dos bajando. Los jívaros
viven en aquella completa libertad natural, tan funesta al cuerpo como al
alma, pues de ella proviene la poligamia, sin que la vigilancia y afanes de
los Párrocos puedan bastar a contenerla, resultando de aqul la repugnar.
cra a abr¿za¡ la Religión cristiana, y por consiguiente, el estado de esclavi-
tud y abyección de las mujeres, vlctimas del ocio, inconstancia y livian-
dad de los varones; pudiéndose afirmar que estas tres pasiones forman el
carácter distintivo de estos infieles.

I¿ habitación, que varlan a lo más cada seis años, es exactamente


elfptica, contiene diversas familias y cada una ocupa una especie de ca-
marote hecho de guadua, en que se dejan ver una cervatana, una lanza;
una rodela, algunos adornos de plumas, granos negros y cuatro a seis pe-
rros atraillados. Al rededor de esta casa hay un plantfo de yucas, pláta-
nos, algodón, toquilla y guayuza. La abandonan af¡n antes de los seis
años, si muere un jívaro, cuyo cadáver sentado, con una lanzay rodela a
sus lados y rodeado de viandas y bebidas, queda encerrado, sin que nadie
vuelva jamás a habitarlo; lo que prueba, según elloc lo confiesan, la in-
mortalidad del alma y existencia de un ser divino, Juez de las buenas ac-
ciones y de las malas, que castiga por medio de un genio rnalo que llaman
Ihu¡ndri. su idioma es pobre y suplido con muchas palabrasdelQuichua;
su numeración solo alc,anza hasta cuatro, y para exp¡esar mayor cantidad
se valen de los dedos de las manos y de los pies. Como descendientes de
los antiguos sublevados de Logroño, etc., conservan la máxima de no pe-
lear en cuerpo de nación sino dispersos entre los bosques, reduciéndose
¿t8
su táctica al asesinato. El vestido es un pedazo de manta que cubre desde
el vientre hasta el muslo. Hay como cuarenta cuadras desmontadas entre
Gualaquiza y Yumasa" cultivadas por doce personas entre hombres y mu-
jeres que han quedado no obstante el temor que los infieles les inspiran.
Han existido bastantes familias; pero como no tenían seguridad en sus
personas y bienes, a causa de no hallarse establecido el orden, de modo
que pudiera ofrecerles una garantfa positiva, abandonaron, con pesar esos
lugares que les suministraban recursos abundantes.para la vida. Toca al
Gobierno remediar este mal del modo que considere conveniente.

Deseoso de aprovechar de estos terrenos por otrá vía, dirigí un co-


misionado hacia el Norte, y él informe que me dió a su reg.reso, me sumi-
nistró fundadas esperanzas de un buen éxito. Me he puesto de acuerdo,
sobre este nuevo camino, con el señor doctor Francisco Dávila, cuya fi-
lantropía y consagración al bien de esta provincia son laudables, y cuaF
quiera que sea el resultado lo pondré en conocimiento del Supremo Go'
bierno.

Dados los pasos que llevo indicados, regresé a esta ciudad a media-
dos de Enero del presente año, con la resolución de trabajar lo posible en
favor de estas tribus errantes, esperando la cooperación y apoyo del Go-
bierno.

Quiero aprovechar de esta oportunidad para llamar la atención del


Gobierno sobre un acontecimiento que tiene relación con nuestras Misio-
nes, y que lo considero de grave trascendencia. He leído un tratado de
comercio y navegación fluvial, celebrado entre el Brasil y el Peru el día
23 de Octubre de 1851, y aprobado y ratificado por el Emperador del
Brasil en l9 de Marzo de 1852; y con sorpresa he visto que en el art. sép-
timo se ha estipulado que queden en favor del primero los terrenos que
yacen al oriente de una lfnea tirada desde el Tabatinga hasta la emboca-
dura del río Apáporis, en su confuencia con el Yapura. Por este tratado,
Señor Ministro, se arrebata al Ecuador un territorio de casi dos mil leguas
cuadradas cedidas al Brasil; y aún se da a entender que el territorio queda
al occidente de la lÍnea, entre Tabatinga y el Apóporis, pertenecerá al Pe-
rú, lo que causaría al Ecuador una pérdida incalculable, porque no se sa-

¿fg
be hasta donde se extenderán las pretensiones de esa República.

El principio que se ha invocado para arreglar los lfmites de las Re-


públicas Sudamericanas ha sido el Uti possidettis del año l0;y observará
US. H. que en los tratados de que hablo, se invoca el principio sin fijar la
fecha. Esta reticencia prueba de un modo muy claro, que los Gobiernos
del Brasil y el Perú no se consideran con un derecho perfecto sobre el te-
rritorio, materia de sus convenios; y quieren únicamente hacer valedera
su actual posesión, aún más allá de los puntos que ambos Gobiemos nos
han usurpado.

Hablo, Sr. Ministro, con conocimiento perfecto de causa, y quisie-


ra que por honor del Gobierno Ecuatoriano, de quien es un deber consti-
tucional conservar la integridad de la República, y por los futuros desti-
nos del pueblo en cuyos intereses está retener esta parte de la más bella
de estas tienas baldfas, destinadas para el pago de la inmensa deuda ex-
tranjera, se tomarán las medidas necesarias para que se impida con tiem-
po un mal, que de realizarse, nos perjudicaría en extremo.

No soy yo quien debe trazar al Supremo Gobierno la conducta que


le toca observar en la presente cuestión. Si he hecho las observaciones
que preceden, es únicamente porque considero que nadie en el Ecuador
posee un conocimiento práctico de esos terrenos mejor que yo, que he
permanecido cincuenta años por allá. Hago hoy lo que en el año 29 hice
con el Presidente de Colombia, General Simón Bolívar, y estoy cierto de
que, si entonces se hubieran fijado los lfmites de las dos Repúblicas del
Peru y Colombia, como se estipuló en los tratados que se celebraron des-
pués de la batalla de Tarqui, habrían sido muy útiles los diversos datos
que suministré al Libertador en aquella época.

He tocado esta cuestión muy de paso, para que S. E. el Presidente


de la República, los hombres de Estado que le rodean, y generalmente to-
do ciudadano, en cuyo corazón no haya muerto el sentimiento nacional,
la estudien y la ilustren, a fin de que se reconozcan cuanto antes los lí-
mites territoriales de nuestra República, tomando por base el Uti posside-
ttis del año 10. Si esto se consigue, verá US. H. asegurado el porvenir de

50
una g¡an parte del Ecuador, porque yo no veo la salvación de esos pue-
blos del interior del terrible pauperismo que les amenaza, sino en nuestra
parte oriental, y principalmente en la navegación del Amazonas. Preciso
es que el Gobierno, depositario de los futuros destinos del pueblo, consa-
gre su patriotismo ilustrado a esta grande obra, que entraña la regenera-
ción del pals.- Fray José Manuel, Obispo de Cuenca ( I ).

Información del señor canónfo Bernardo Plaza, sobre la expedición


de su lltmo. Herm¡no

El lltmo. Sr. Obispo de esta Diócesis, habiendo perdido la esperan-


za que tenía para arreglar las misiones de Gualaquiza con la expulsión de
los RR. PP. Jesuftas, se determinó, sin embargo de su avanza.da edad
( pues estaba al cumplir los 80 años ), a ir a Gualaquiza venciendo cuanto
obstáculo se le presentaba: no le arredró ni la pintura infernal que le ha-
cían del camino, ni la falta de recursos;y deseoso de buscar a esos bárba-
ros, salió para la montaña el 25 de Noviembre del año pasado ( 1852 ).
Logró internarse felizmente y llegó a Gualaquiza el día 7 de Diciembre,
habiendo demorado en el pueblo de Sigsig, cuatro días por esperar se
concluyera la herramienta que de antemano se había mandado trabajar, y
también por adelantar gente que compusiera el camino.

A su llegada logró reunirjívaros de Cuchi - pamba, Bomboisa


a los
y Zamora, atrayéndolos por medio de halago de las dádivas. y pudo redu-
cirlos a que se preocurasen la comunicación con la provincia de Loja,
Santiago, Macas y la Barranca, haciéndoles ver las ventajas que les repor-
taríay de este modo consiguió arreglar las expediciones.

( I ). Asi procedía y así escribíe l¿mentándose el padre.Plaza en 1853, muy celoso


de los intercsec ecuatorianos, como buen hijo de su petrie. Pero parece que no
podle ignorar que e lr cazón el Ecu¡do¡ no dejaba de ¡f¡¡ra¡se por tomar pose.
¡ión dc hecho de elgunos pueblos pertenecientes ¡l Perú, enumerados en el
Cmso de la prooincia de lgbinas, form¡do por su Obispo el lltmo. Rangel y
Fayas cn 1814, y por tsnto legítimamente egregodos al virreynato de Lima
desdc el año de 1802. Véase el documento correspondicnte en el rpéndice de
este tomo con las juicioser pdrbres dc don Antonio Raimondi.
El 27 de Diciembre se presentaron dos canoas en el rfo de Zamora
y mandó en ellas cuatro jívaros con un intérprete, llamado Diego Vuela,
para Loja, llevando comunicaciones para el Señor Gobernador de aquella
provincia, Sr. Cura y otros individuos, recomendando muy particular-
mente a los de la expedición, y dando orden al sr. Manuel carrión para
que diese a Diego Vuela 25 pesos de gratificación para estimular más a
que acompañara a los jívaros, y que a estos se les diese vestuarios comple-
tos, a más de la paga que habfan recibido. con la misma fecha se equipa-
ron otras dos canoas más con dirección a la Baranca al mando del jfvaro
práctico, llamado Yo, con cartas para Moyobamba, todo costeado por Su
Señoría Ilustrfsima.

I-a expedición sobre Loja llegó con felicidad según la contestación


del sr. Gobernador, que lo fué entonces el sr. Miguel carrión, a quien su
Ilustrísima había invitado mandase con los expresados jívaros algunos
hombres para que conociesen el camino: en efecto, mandó dicho Sr. Go-
bernador a1............. Sr. Cavero y cuatro hombres más con Diego Vuela y
los Jívaros que condujeron las contestaciones de loja.

Esto no es casuaüdad, ni ha sido ob¡a del que aparece como descu-


bridor espontáneo: por tanto, le he acompañado en dicha expedición, y
corrido con los gastos de ella, no puedo menos que hacer ver al prlblico
la verdad del caso.- Bernardo Plaza ( I ).

El Padre Plaza murió al año siguiente de haber iniciado esta expe-


dición, en 1853, hallándose verificando la visita pastoral en la población
de Deleg.

Su santa muerte acaeció el día l8 de septiembre.


( f ). Vé¡se l¡ obr¡ del P. Compte, Varones itusfies,T. II, pógr 293 y 3?6.
No e¡ de ¡dmir¡r que cl prdrc Plazr frac¡s¡¡e en su mhclo de poncr en movi-
miento y r su scrvicio, a los jírnroc ha¡t¡ el rfo Surtirgo y pueblo de Barr¡n-
ce, y quisiero cont¡r con el epoyo dc las ¡¡¡torid¡des dc Moyob¡¡rba por
grrndc que fuerr su influcnc¡¡ equcl, verto plrn exccdír ¡ los límitcs de lo
rcdiz¡bles en equcllr coyuntur¡, egregóndose quc como obirpo cc¡¡storiano,
no poseíe detccho¡ pere comunicer v¡lor ofici¡l ni opomrnided r nrs gestio-
' nes en tcrritorio dc M¡in¡¡.

52
TERCERA PARTE

DESCRIPCION EPISTOLAR DE LOS MISIONEROS

PADRE FR. JOSE VIDAL


Y

?ADRE FR. LUIS TOBRA

r89s . 1897

st
ACLARACION
I.- El Ecrrador de Garcla Moreno ( I )

I¿ madre España de los siglos diez y seis, diez y siete y diezy ocho,
dió a sus hüas de América una civilización estrechamente vinculada con
la Religión católica; de suerte que la herencia propiamente monumental
que América recibió de España, forma un solo cuerpo y una sola alma
con la Religión, tal como se entendfa y practicaba en aquellos siglos de fe
esplendorosa en España. Esta unidad y compenetración existe en la legis-
lación de Indias y en las instituciones públicas provenientes de aquella le-
gislación; existe en el mecanismo orgánico de las universidades en el tra-
bajo profesional de los misioneros que son agentes de la Religión y del
Estado, predicadores, teológos y geógrafos; existe en las obras de mérito
artlstico: en la pintura, escultura y arquitectura, encerradas generalmente
en templos grandiosos y en claustros de conventos y catedrales. Otro tan-
to sucede en todo lo demás que merezca la mirada y estimación del ob-
servador inteligente.

Pero, en la independencia de la América espat-rola, en ese aconteci-


miento que debe llamarse con el nombre de epopeya o con otro nombre
que indique su magnitud y sus consecuencias mundiales, no sucedió lo
mismo: en ese hecho tuvo mucha parte el espíritu de secta, en la forma
caracte¡ística en que actuaba a principios del siglo diezy nueve.

De estos dos hechos resulta en algunos Estados de la América española


independiente, en materia religiosa y arln en la vida polftica, en estado de
cosas por demas incoherentes, a veces de una mezcla y enlazamiento anti-
pático y repugnante.

No puede revocarse a dtda que en las rteciones a que ahldimos, se


han hecho senür y aún se sienten corrientes defrritivamente masónicas,

,( I ). Vé¡n¡e en rcl¡ción con este prólogo varios cepítulos de l¿ Biogrefíe del lltmo.
Padre Frry Joé Marfa Mesíe, Obirpo dc Loja, por el prdre Frry Bernerdino
lzrguinc, 1904.

55
que han dimanado y dimanan todavía de las altas esferas del poder, con
persistencia más o menos prolongada.

Este hecho ha dado margen a una lucha honda, que ha llegado a


actuar en la sustancia misma de la vida social y religiosa, dando lugar al
encuentro de las corrientes católicas tradicionales y de las corrientes ma-
sónicas artificialmente creadas.

Y desde luego, la victoria aparente, la victorfa inmediata que ob-


tiene la fuetza mayor, ha sido en este caso del sectarismo intemperante.
Y de un modo señalado existe un punto.en que el espíritu sectario no ha
querido dormir ni descuidarse; este punto es el de la enseñanza, en cuyo
predominio se ha ostentado indefectiblemente audaz e inexorable. Ha
querido que el ramo de enseñanza se desvinculara de las llamadas trabas
religiosas, para entrar en ciertos cauces doctrinarios estrechos, quedando
más aherrojado en manos de la nueva secta, que lo estaba a la sombra de
la reügión. siguiéndose de ahí, que las universidades americanas aunque
de antigua fundación católica y española, no han formado de suyo una
sola mentalidad netamente católica, después de su independencia de la
madre España.

Más, las victorias brutas del sectarismo dominante y la enseñanza


laica de las universidades no han podido destruir ni desarraigar la fe del
pueblo, esa fe de antigua procedencia, que dice tan bien con la sinceridad
y nobleza de la sangre española. Presentándose en consecuencia esa situa-
ción antitética de la sociedad americana española en algunas repúblicas:
esto es, gobernantes sin fe dirigiendo a un pueblo creyente; maestros a-
teos, a tontas y a locas, ante una sociedad que vive del dogrna; una Iglesia
de Jesucristo con vida robusta a toda prueba y un sistema gubernativo in-
diferente y pagano.

Las lfneas generales que trazamos hablando de la América Latina,


son aplicables sin atenuante alguno a la república del Ecuador: allí se en-
cuentra una herencia monumental, recibida de España, suficiente para
enorguüecer a cualquier r nación; allí se rcahza la independencia nacional
en diversas etapas con los caracteres tfpicos de todas las independencias

56
5?
Sud - Americanas, alllse palpan las corrientes masÓnicas de un modo in-
confundible; allf se ha hecho todo esfuerzo para reducir a condiciÓn laica
la alta enseñanza universitaria; allf la fuerza mayor va en derechura al lo'
g¡o de sus intentos allf empero subsiste una sociedad y un pueblo cre-
yente, que no cede ante la imposición bruta, y que al atento observador
le hace el efecto de la humillada roca de la ribera, que va resistiendo al
rudo combatir de las soberbias olas de un mar embravecido.

l,o que establecemos de la América Latina, en general y de la reprl-


blica del Ecuador en particular, !¡€ ha realizado y se realizara así en los
tiempos anteriores a Garcla Mofeno, como en la época que ha seguido a
su muerte. En los precisos momentos en que aquel hombre superior ac-
tuó sobre su nación, podemos :rsegur¡ü que el Ecuador se colocó en una
situación lisonjera: cuando Garcfa Moreno pudo arrancar la tupida venda
con que la univenidad poco católica de Quito su poderosa inteligencia;
cuando García Moreno, con un estudio profundo de la Religión y de la
Iglesia Católica, pudo trazar un plan de gobierno perfectamente concor-
dado con la Religión de Jesucristo; cuando logró encadenar las energlas
liberticidas y sectarias, para otorgar libertad a los buenos para el bien: en
esos momentos especiales el Ecuador se hallaba en una situación que era
fruto exclusivo de aquel genio creador, que pudo dar a su noble y generc'
so pueblo un nueyo ser y una vida nueva.

Manifestación del rejuvenecimiento que la nueva constitución ca-


tólica y concordando con el derecho eclesiástico , en vez de la anterior li-
beral, cismática y regalista, produjo en el Ecuador, fue el reflorecimiento
del clero,la integridad en la administración de justicia, el buen empleo de
las rentas públicas, la severidad de la discipüna militar, el funcionamiento
de la escuela politécnica con un hermoso desfile de ingenieros, agrimen-
sores, arquitectos, mecánicos, fabricantes, químicos, etc. Manifestaciones
de aquella vida fueron los colegios de enseñanza organizados en todas las
poblaciones de la nación, dentro de la más estricta moralidad. Manifesta-
ción de aquella vida, el observatorio, los gabinetes, las clfnicas,las obras
de beneficencia, el embellecimiento de las ciudades, la mejora de los puer-
toc, la apertura de caminos, la extensión de la industria, de la agricultura
y del comercio, y como consecuencia, el levantamiento del crédito nacio-

58
nal.

La situación especial en que colocó al Ecuador la mano fuerte y


poderosa inteligencia de García Moreno, prueba muy a las claras que es
realizable el progreso de las naciones dentro del marco religioso y católi-
co, y que dicho prog¡eso no es herencia primitiva de laicismo incrédulo o
indiferente; más aún, que aquel progreso, en el profundo sentido de la
palabra, no es realizable sino bajo la sombra de la Religión y siguiendo
sus prescripciones justas y santificadoras.

II.- El Ecrrador de Flores

El Ecuador de García Moreno decayó después de su muerte, pues


no hubo allí un hombre político que recibiese y_conservase la herencia de
aquel gran gobernante y legislador legada a su pueblo.

Con Borrero se fueron marchitando todas las glorias ecuatorianas;


con Veinti¡nilla aquellas glorias macizas y acrisoladas se hundieron en un
fangal ignominioso.

Sin embargo de ellos, hombres hubo en el Ecuador, como Caama-


ño, Cordero y Flores que pudieron haber rehecho la lrerencia de Garcla
Moreno y dar a su nación dias de ventura y gloria: pero, por desgracia,
no se empeñaron en conseguirlo con verdadero tesón y firmeza: y por lo
que hace a Don Antonio Flores, el Cánovas ecuatoriano, contentóse rhás
de las buenas formas que de la sustancia de las @sas.

En la guarda de las formas fue político intachable: y para entrar


en la materia que nos corresponde., daremos de ello una muestra, en la re-
lación con las misiones del Oriente ecuatoriano, én oficio ehvedo ¡ la
Santa Sede, a lo que agrega¡emos la respuesta dada por su Santidad el
Papa I*ón XIII.

"A le Srntid¿d dd Scñor I¡ón PP. XI[- Antonio Florcs, Pnesi.


dente de h R€pública del Ecuador.

59
Santfsimo Padre:

uno de los cuidados principales que siempre han preocupado al


Gobierno del Ecuador, ha sido el de atendet alaevangelización y cultura
de las numerosas tribus salvajes que habitan los apartados y extensos bos-
ques del territorio amazónico, parte,'por desgracia, todavla inculta de la
Repfiblica. Para lograr este fin tan benéfico como cristiano, nuestro esca-
,o i"roro público no ha ahorrado gasto en el establecimiento de los Reve-
rendos Padres Domínicos y Jesuitas y de las Hermanas del Buen Pastor
en aquella región. Fruto de tan saludables esfuerzos son las misiones flG
recientes del Napo, Canelos y Macas, donde, merced a la predicación
constante de los obreros de Cristo, y a las escuelas de niños de ambos se-
xos, va asentándose la civilizaciÓn evangélica alll donde ahora han reinado
la ignominia y la barbarie. La presente AdministraciÓn desea, por su par-
te, contribuif con todas fuetzas y de la manera más eficaz a la pronta y
univenal difusión de nuestra santa fe católica en aquellas apartadas regior.'
nes. Y con este fin recurro a la benignidad de la Sede Pontiñcia, para que
derrame una parte de sus apostólicas riquezas en aquellos hijos deshere-
dados de la América, que esperamos serán en breve, srlbditos dociles de la
cruz. Ruego pues a V. Santidad, que confofrne a la adjunta ley expedida
por el rlltimo Congreso de nuestra República, se digne otorgarme las si-
guientes gtracias: I a. Que todo el territorio oriental del Ecuador se divida
en los cuatro siguientes Vicariatos Apostólicos: lo. del Napo, 2o. de Ca-
nelos y Macas,3o. de Méndez y Gualaquizay 4o. dezarnota: 2a.: Que
conünuando los dos primeros a c¡ugo de los RR. PP' Jesuitas y Domfni-
cos como lo están al presente, el 3er. Vicariato de Mendez y Gualaquiza
sea confiado a los Padres de la Pfa Sociedad Salesiana de D. Bosco de fe-
liz memoria, y el de Z¡mon a los Religiosos Franciscanos, establecidos
últimamente en la ciudad de Loja: 3a.: QUe a excepción del Napo, encar-
gado a la Compañía de Jesús, las tres Vicarlas restantes queden inmedia-
tamente dependientes de la Sagrada CongregaciÓn de hopaganda Fide
y
sujetas, en iodo, a las benéficas y sabias leyes eclesiásticas que rigen las
Misiones sujetas a tan alta protección: 4a. Por último, que el cargo de Vi-
earios Apostóüqos de aquellas regiones, recaigan siempre en Misioneros
investidod del carácter episcopal, que, inóudáblemente, por la plenitud de
las gracias sacerdotales que goza, comuñicá al apostolado poder y ascen-

@
diente irresistible. Espero, sin vacilación, que Vuestra Santidad se digna-
rá conceder en toda su amplitud las gracias solicitadas, pues de seguro no
se negará la Sede Apostólica a extender al Ecuador esa incesante caridad
con que en todos tiempos, y muy especialmente en los nuestros, abraza a
todos en los esplendores de la fe y de la civilización".

"Con esta oportunidad, tengo la honrosa satisfacciÓn de presentar


a Vuestra Santidad el respetuoso homenaje de mi veneraciÓn y afectos
personales y la seguridad de que, como Magistrado católico de un pueblo
que lo es sinceramente, no omitiré medio algUno para atestiguar mi filial
adhesión, a la Santa Iglesia Católica, y de la devoción coir que, Santfsimo
Padre, tengo a honra y dicha ser de Vuestra Santidad muy obediente hijo
A Flores. - Francisco J. Salazar.- Palacio de Gobierno en Quito, a 6 de
Octubre de 1888".

"Al Amado Hijo, noble e ilustre Varón Antonio Flores, Presidente


de la República del Ecuador.

LEON P. P. XIII

Amado Hijo: Noble e Ilustro Varón, salud y Apostólica BendiciÓn.


La eximia piedad Vuestra y el vivo deseo eri que ardéis por que la saluda-
ble eficacia de la Religión se extienda sobre aquellos que habitan esa re-
gión que Gobernáis, maravillosamente resplándecfan en la carta que a
Nos dirigfsteis con fecha 6 de Octubre. Ciertamente esa carta causónos
suma complacencia y agado tanto mayor, cuanto por ella entendimos
que los sentimientos del añimo y las peticiones en ella contenidas, partfa-
mos solamente de Vos, sino también de entrambas respetables Cámarás
en actual ejercicio del Poder Legislativo. Pbr lo cual Nos no podíamos
menos de estar seguros de que en esa carta se expresaban los sentimien-
tos, la voluntad y los votos de toda la Nación. Este común propósito de
amplificar el reino de Cristo en la tierra, mediante el establecimiento de
Vicariatos Apostólicos en las regiones Amazónicas, no es menos consola-
dor para Nos, que para Vosotros honroso y laudable. Por que él descu-
bre y patentiza la viva fé que florece en el pueblo, al mismo tiempo que
manifiesta en vos y en los demás que tiene parte en el gobierno de la cosa

61
pfiblica, la piedad religiosa unida a la prudencia que demanda la gravedad
de westro cargo y grado excelso del honor que habéis alcanzado. Nada
en efecto más digno de varones cristianos y de sabios gobemantes de la
sociedad, nada igualmente más útil para todas las Repúblicas, que elcons-
tante empeño en procurar que esa multitud ingente de hombres que vi-
ven próximos a vuestras ciudades y pueblos, disipadas las tinieblas de la
ignorancia y depuesta la bárbara aspereza de costumbres, sean ilustrados
con la luz de la doctrina evangélica, al mismo tiempo que atraídos a la
humana civilización y cultura. Por esto no debéis dudar, Amado Hijo,
ilustre Varón, de que Nos estimamos en muy alto grado, cual debemos,
ese vuestro deseo; y de que las peticiones que nos hacéis han llamado en
su favor nuestro particular interés y cuidado. Al efecto hemos ya ordena-
do que prudentes y escogidos varones, de cuya cooperación y consejo
nos servimos en negocios de esta naturaleza, consagren su atención al
examen del asunto, a fin de excogitar la mejor manera de proveer útil y
convenientemente. Aliéntenos pues, la halagüeña esperanza de ver con fe-
liz éxito coronados vuestros deseos y de que la empresa próspera y pru-
dentemente dirigida, redundará en frutos copiosísimos de salvación. Y
aún más, creemos que ni a Vos ni al pueblo que gobernais faltará el pre-
mio correspondiente al beneficio por vosotros hecho. Por que cuando
esas tribus salvajes y su prosp€ridad hayan despuesto la antigua barbarie
y ftereza, y recibido con la religión todas lasartes de la hulnana cultura:
ellos no podrán menos de dar gracias inmortales y de pedir a Dios, sumo
Dispensador de los bienes, y alcanzar para vosotros la recompensa debicla
a tan grande beneficio. Nos, entretanto, Os felicitamos a Vos, Amado Hi-
jo, Noble e Ilustre Varón, por que favoreciendo a la religión habéis toma-
do el camino que conduce a la verdadera sólida gloria; y Nos confirma-
mos en la confianza cierta de que Vos nunca Os desmenti¡éis a Vos mis-
mo y de que Os mostraréis constantemente no menos hijo rendido de la
Iglesia, que pronto auxiliar suyo en el cumplimiento de sus sagrados de-
beres. Por fin, como prenda de amor paterno, os damos de todo corazón
la Bendición Apostólica a Vos, a las dos Cámaras del Congreso y a todo
el pueblo que gobernais.- Dado en Roma, en San Pedro, el día 30 de
Enero de 1889, undécimo de Nuestro Pontificado.-León PP. XIII.

III.- El lltmo. Padre Masiá y el Ecuador

62
Si por desgracia algunos gobiemos del Ecuador qus siguieron al de
García Moreno con caracter católico, tuvieron un criterio sobradamente
acomodaticio y multifacial, cuyo supremo ideal no era sino guardar las
formas y evitar conflictos; no sucedía lo mismo con el clero ecuatoriano,
retemplado bajo la inspiración del presidente mártir, que supo sellar con
su sangre su alta misión de restaurar el Ecuador por Jesucristo y por su
Iglesia. Quien recogió la herencia de García Moreno en este sentido fue el
clero del Ecuador; aquel clero que contó en sus filas hombres cuyo dis-
tintivo era la fortaleza apostóüca y que en varios casos por premio y co.
rona el destierro y la muerte.

En aquel clero figuraba desde el 2l de Septiembre de 1876, el


Iltmo. Padre Fray José Marfa Masiá, Obispo de Loja por obra de García
Moreno. Era el obispo del todo y en todo opuesto a los hombres forma-
dos en la escuela del liberalismo: estos afectan benevolencia, y el P. Masiá
amaba la verdad; éstos cifran toda su virtud en la urbanidad política, el
padre Masiá en la sincera caridad evangélica; éstos esperan todos sus éxi-
tos del arte de engañar, el padre Masiá encomendaba sus asuntos a la divi-
na Providencia que penetra lo recóndito de los corazones; éstos creen ha-
berlo obtenido todo cuando se han salvado las apariencias, el padre Masiá
no sosegaba hasta haber conseguido el bien en su meollo y sustancia.

Ya obispo de Loja nuestro Padre Masiá, no solo empleó su solici-


tud pastoral en bien de sus fieles, en el territorio civilizado;sino que ex-
tendió sus cuidados a las vecinas selvas de infieles, a donde quiso llevarse
también la antorcha del Evangelio.

Felizmente sus miras fueron secundadas por el gobierno conserva-


dor del Dr. Antonio Flores y del congreso nacional, como se colige de los
documentos que acabamos de insertar; y sus herinanos en religión, que
en la fecha se hallaban gobernados por un mismo comisario general en el
Perú y el Ecuador, pudiendo hacer efectivos los deseos del Obispo de Lo-
ja, los planes del gobierno y los designios de la Santa Sede.

IV.- Los padres Vidal y Torra y la misión de Zamora

A la sazón se hallaba al frente de los misioneros franciscanos del Perú v

63
Ecuador un religioso caracterizado por uia prudencia consumada, sin de-
trimento del espíritu de empresa: era el padre fray José Vidal, nacido en
Anglesola de Unda, principado de Cataluña, el 8 de Mayo de 1848 y que
ingresó en la Orden en el convento de Santa Marfa de los Angeles de Li-
ma en Septiembre de 1871.

El activo comisario general abrió la misión de Zamora y la puso en


condiciones favorables, para que los misioneros pudieran dedicarse a la
convenación de los Jíbanos de aquella zona.

Entre sus cooperadores para llevar a buen término esta empresa de-
be contarse el padre fray Luis Torra, también del principado de Cataluña,
nacido en Manresa el 20 de noviembre de 1851, y que se contabaentre
los misioneros de Lima desde el22 de Octubre de 1868.

Nombrado prefecto de las misiones de Zamora a principios de a-


gosto de 1892, desplegó el más ardoroso celo en bien de los infieles, co-
mo era de esperar de su acendrada piedad religiosa.

Deben contarse asf mismo entre los buenos colaboradores de aque-


lla misión los beneméritos religiosos padres fray Francisco Solano Pascual
fray Antonio Larrea, fray Antonio González, fray Pedro Echeverrla, fray
Francisco Cheesman, el hermano lego fray Martín Porras y otros.

El padre superior de la Misión fray Luis Torra, con la serenidad


que formaba su carácter, describe la vida que llevaban los misioneros en
la residencia de Zamora, dedicándose a la piedad durante las horas que
no empleaban en la conversión de los infieles.

He aquí algunas llneas de una carta suya: "Verdaderamente vida


monástica ha sido la nuestra todo el tiempo que en la Misión hemos per-
manecido".

"No vivíamos en la Montaña a nuestro antojo y libertad, sino que


estábamos sujetos a un Reglamento que poco se diferencia del que rige
en el claustro, siempre lo hemos procurado observar. De cinco a siete de-

64
cíamos las misas, y después del desayuno, casi siempre sin pan, nos ocu-
pábamos quién en el estudio, quién en hacer escuela a los chicos, quién
en el trabajo material, como yo que por la,necesidad de construir nues-
tras viviendas en Zamora y Yacuambi, casi siempre me he visto precisado
a las rudas tareas de los oficios mecánicos. A las I I a. m., hemos rezado
siempre las horas en Comunidad, lo mismo que el resto del Divino Oficio
de 4 a 5 de la tarde. De 7 a 8 de la noche siempre hemos estado en la Ca-
pilla, rezdndo el Rosario y haciendo la lectura y meditación. Además, du-
rante el curso del año hacíamos diferentes Novenas, el mes de María, una
pequeña misión a los colonos, los ejercicios de ocho días en comunidad,
los oficios solemnes de la Semana Santa y Navidad, etc.;vísperasy misa
cantada en las principales festividades del año. Agruéguese a esto, que ca-
si siempre por las contínuas lluvias de Zamora a veces se nos pasaban me-
ses enteros sin poder sacar un pie fuera de casa, y cuando el tiempo mejo-
raba el ámbito de nuestros esparcimientos no era de mucho tan extenso
como el que tiene el convento de los Descalzos y otros de la Comisana.."

Las dificultades y vicisitudes de esta misión, que duró tan pocos


años, se irán viendo en la serie de cartas que en este volumen publicare-
mos expresión fiel de lo acontecido.

65
66
o

MISION DE ZAMORA

DESCRIrcION T NARRACION WISTOLAR

DEL P. ER. JOSE VIDAL

Comisario General en elPetú


y Ecuador

1892 - 1897

67
ECOS

De las Misiones Frencisc¡n¡s ( Ecrrador )


Mi¡ión de Zamora
Rdo. P. Dircctor del "Eco Francfucano"

Loja,26 de Junio de 1892 ( I )

Carfsima P.: - En cumplimiento del compromiso que he contraf-


do con V. R., voy a dar principio a una serie de cartas en las que manifes-
taré nuestros trabajos al inaugurar las misiones de Zamora, que el Supre-
mo Gobierno de la República, de acuerdo con la Santa Sede, ha conñado
a nuestra Seráfica Orden. En ellas le expondré, a más de los trabajos de
instalación, las creencias, costumbres y modo de ser de los Jíbaros, que
asf se llaman los salvajes de Zamora.

De Loja tZamort
La distancia de Loja hasta donde se encuentran los primeros salva-
jes será de unas trece leguas. Dos son los pasos que ofrece la cordillera pa-
ra internarse en la región de Oriente: la vía llamada del Cóndor y la del
rlo San Francisco. Esta, si bien es más laiga, ofrece la ventaja de ser más
segura y cómodo para poderse viajar por ella todo el año, y no porla otra,
en la cual el viajero compromete su vida en tiempo de páramos. Como yo
deseaba hacer un minucioso estudio de los accidentes del terreno, a fin
de abrir un camino por la vía de San Francisco, hice mi entrada en las re-
giones de Oriente por esta vía.

Día 19 de enero de 1892

El l9 de Enero, después de fortalecidos con unos ejercicios espiri-


tuales de nueve días emprendimos el viaje. La pequeña caravana se com-
ponía de los PP. Fr. Antonio Larrea, Fr. Francisco Pascual, Fr. Antonio

( I ). Esta correspondencia fue dirigida al P. Director de "El Eco Francisc¡¡to" y


publicada en v¡rios números de l¡ mism¡ revist¡.

68
González, el lego Fr. Francisco Carrera, ( I ) un hermano donado y el
que suscribe; cinco mulas que cargaban lo indispensable para la travesfa y
diez peones que debían sustituir a las bestias, cuando éstas no pudieran
seguir adelante. Se reunió con nosotros unjoven español y dos naturales
de l¡ja con el objeto de establecerse en aquella región. A lasnueve de la
mañana del referido día, recibida la bendición de lltmo. Fr. José María
Masiá, obispo de loja que vive en nuestro Colegio, despedidos de todos
los religiosos de la Comunidad, que nos auguraba un feliz éxito en nues.
tra empresa emprendimos nuestro deseado viaje. lnja está sobre el nivel
del mar a 2,15Q metros, y en este día escalando la vertiente occidental
del ramal de los Andes, nos elevamos sobre el plano de l'a ciudad 900 me-
tros. A la una de la tarde nos hallamos en la arista de la cordillera, que
doblamos en media hora, descendiendo la vertiente oriental que arroja
sus aguas al AtLántico. Habíamos recorrido dos leguas, las que hicimos
montados en buenas cabalgaduras, y aquí fue preciso apearnos y conti-
nuar a pie toda la travesía. A las cinco y media llegamos a un lugar llama-
do la Lcgu¡, a causa de un charco de agua que se forma en él en tiempo
de lluvias, de modo que para haeer estas tres leguas de camino emplea-
mos ocho horag, incluyerdo una que desün¿mos al descanso, al doblar la
cordillera Tan pronto cofiro llegamos a la LagUno registramos el Charco.
Este contenía una pequeña cantidad de agua de un color morado, prove-
niente de la putrefacción de los despojos dé los árboles que la lluvia acu-
mula en su fondo. Al ver la mala calidad del agua consulté a los peones, si
antes que oscureciese podíamos llegar a las orillas del río San Francisco,
en donde no faltarla buena agua. ta contestación fué que era imposible
pasar más adelante sin exponernos nosotros y las bestias. Fué pues, precF
so pernoctar allf y tomar el agua tal como era.

Mientras los peones preparaban lo necesario para dormir y cenar


los PP. rezanx)s nuestro Breviario.

( r ). En t¡ fech¡ cr¡ qB€ pes¡¡nos revi¡ta t est¡s páginrs ( meyo de l92l )' h¡n Pes¿-
do e meior yids ¡¡¡ el pedre Vidal, siendo Comisario Generd de ls Provincis
de Colombir, corrx, t¡mbién el pdre.Frencisco Sol¡no Psscud y Er. Francir-
co C¡tr¡gi y robrwiven los prdrec Corren y Gonzálcz.

69
Dta2O

Amanecimos envueltos en una densa niebla, la que se disipó a las


nueve y media, hora en que tomábamos un ligero almuerzo: mientras és-
te se preparaba discutimos con los peones y arrieros sobre la posibilidad
y conveniencia de llevar las bestias unas dos leguas y media más adelante.
Aunque yo habfa contratado dichas bestias hasta el río San Francisco,
distante de la Laguna una legua escasa, se resolvió que las cargas llegarían
hasta Camiüón, que dista del S. Francisco poco menos de dos leguas. I-a
jornada de éste día fué sumamente pesada. Salimos de la Laguna a las
diez y media y llegamos a las orillas del s. Francisco cerca de las doce:
descendimos por una rápida pendiente en que las caídas, tanto de los
hombres como de las bestias fueron frecuentes, especialmente el joven
español, que poco acostumbrado a descender por semejantes desfilade-
ros, no sólo cafa, sino que a veces rodaba, y para desahogane, ( a más de
español era catalán ) promrmpía en una Batr¡ a Reus, que provocaba la
hilaridad de nuestra gente. Del s. Francisco a camillón empleamos toda
la tarde. La marcha era muy lenta a causa de lo escabroso der camino y
tener que tronzar algunos árboles cafdos que interceptaban el paso de las
bestias. Llegamos a camillón a la puesta del sol;nos hallábamos en pleno
bosque, y a una altura sobre el océano de 1.750 metros.

Dta2l
El día amaneció con la encantadora belleza propia de esta ratitud.
Después de almorzar se dispuso la marcha. Nuestra caravana se dividió en
dos secciones. Los arrieros con las bestias se regresaron a Loja, los peones
cargados con los víveres y equipajes, y proseguimos el viaje por la espesu-
ra del bosque, haciendo con frecuencia uso del nnachete para abrirnos pa-
so. En este día, sin otro accidente, llegamos al caer la tarde al borde de
una quebrada ( I ) profunda, cuyas laderas son casi perpendiculares; para
descender fué preciso sostener con los árbores, arbustos y raíces, y lo

( f ). T¡mbiár el padrc Vidal, a ult¡rüz¡ dc e¡t¡s regioncs srd¡¡rcric¡¡r¡s, da a la pa-


lobre qucbrda el rignificado dc cuenc¡ dc río, mayormcnte cu¡r¡do es en es-
ücchur¡ y con profundidad.

?o
mismo para subir por el lado opuesto, y a pesar de todas las precauciones
no pudimos evitar algunos resbalones.

Nuestro catalán, más resuelto y ejecutivo, juzgó más fácil dejane


rodar hasta el fondo, y sin darse cuenta se hallÓ sentado en medio del
¿uroyo. Este nuevo género de locomoción excitÓ la risa general, la que se
avivó el verle salir del arroyo chorreando agua por todos lados. Tan pron-
to como ascendimos a la ladera opuesta, prepar¿rmos lo necesario para pa-
sar la noche; se encendió una gran fogata para que nuestro hombres seca-
ra su ropa.

Día22

Esta noche no llovió; empero como el termórnetro marcaba l9o


centígrados, no temimos el aguacero, que por otra parte duró poco. A la
hora de costumbre proseguimos la marcha, esperando llegar cerca del lu-
gar en que el Sabanill¿ junta sus aguas con elZamora a la una de la tarde,
y descansar lo restante del día, pues sólo nos faltaba recorrer dos leguas
escasas. Nuestro proyecto no tuvo efecto. Algunos de los nuestros se ha-
llaban cansados y necesitaban tomar aliento; de aquí que la caravana se
dividiera en varios gfupos, según las fuerzas de los individuos;al acercar-
nos a la quebrada llamada el Destrozo, los que íbamos delante nos derno-
ramos dos horas para esperar que se reuniera toda la gente: una vez reuni-
da fué preciso concederles media hora de descanso. Todos nos sentíamos
desfallecidos por el cansancio, calor y falta de alimento, pues no había-
mos comido nada desde la mañana, y eran ya las dos y media de la tarde.
Para reparar las fuerzas tomamos un buen vaso de Máchica, que se com-
pone de agua, 4zúcar y harina de cebada tostada. Esta bebida tiene la
ventaja de ser fresca y alünenticia. Al continuar.la marcha procuramos
llegar juntos hasta el Destrozo para prestarnos auxilios en caso necesario.
El Destrozo es una quebrada de un regular caudal de agua que se precipi-
ta con furor desde la altura de la cordillera. Para vadearla era preciso des-
cender por un acantilado de unos 30 metros, sin más apoyo que las raíces
que salen por las grietas y alguna arista o piedra saliente: el descanso de-
bía hacerse lentamente tomando todas las precauciones, pues un peque-
ño descuido podría semos fatal. Los que habíamos descendido primero

7T
contemplábamos el descenso de los demás entre temores y zozobra. Una
vez vadeada la corriente, prcseguimos con cierta satisfacción el viojo, con
la esperanza de llegar sln nuevos peligÍbs aliugar indicado para pernoctar.
Sólo tenÍamos que reco¡Ter media legua y por un terreno relativamente
llano. Más, quiso Dios que para ejercicio de nuestra paciencia y constan-
cia, nos perdiésemos por dos veces; si bien pronto notamos el error, no
era fácil orientarse con precisión en donde [a espesura del monte no deja
penetrar el más débil rayo de sol. Esto ocasionaba idas y venidas que au-
mentaban el cansancio y la fatiga, y obligaba a algunos a descansar para
tomar nuevos bríos. De aqul que la caravana se dividiese ottavez en gru-
pos. El empleo del machete era contínuo, y para ahorrar tiempo, sólo
cortábamos lo necesario para pasar, aunque fuese medio enconados. Por
fin, poco antes de las seis de la tarde llegamos cerca de la confluencia del
Sabanilla. Ya tiempo hacía que el sol se habia ocultado tras la cordillera.
Poco a poco fueron llegando los rezagados y al cerr¡u plenamente la no.
che notamos con pena que tres de los compañeros no podían reunirse
con nosotros. Estos eran el paisano y los dos lojanos. Ir por ellos también
era imposible a causa de la densfsimas tinieblas que reinaba dentro de la
espesura ( I ).

Si bien el cansancio del día y lo benigno de la temperatura nos in-


vitaba a su apacible descanso, éste no fué tan tranquilo como deseábamos,
ya por la mortiñcación que nos causaba un enjambre de mosquitos mi-
croscópicos llamados manta blanca, ya por la ausencia de los tres compa-
fleros a quienes había sorprendido la noche en el bosque. Nuestra conver-
sación versó sobre lo que podía sucederles: la visita importuna del oso, u
otra fiera cuyas huellas vimos en nuestro tránsito, la mordedura de algu-
na culeb¡a venenosa tan frecuente en estos lugares, la carencia de alimen-
tos después del cansancio del día, la dificultad de encender lumbre por
ser muy diffcil halla¡ combustible en la oscuridad, etc., todo esto nos lle-
naba la imaginación de funestos presagios.

Al tratar de enviar dos peones en busca de los tres compañeros, se

( I ). Sc ruprime l¡ d¿t¡ de la correryondenci¡ consen¡ando l¡ fcch¡ del suceso cnl¿-


z¡do con l¡ n¡¡ractón ¡ntcrior.

72
discutían las probabilidades de un éxito favorable, probabilidades que r€-
sultaban nulas y por no exponernos a aumentar el número de los ausen-
tes, y quizá con mayores peligros, se resolvié que nadie se separase del si-
tio en que nos hallábamos.

Dla23

Este dla amaneció con buen tiempo, y después de desayunarnos


con una taza de café, se dispuso que dos peones permaneciesen alll espe'
rando los ausentes, con el encargo de ir por ellos si tardaban en llegar, y
los demás descendimos 210 metros hasta la orilla del Sibanilla para dis-
poner lo necesario, a fin de pasar a la orilla opuesta. El Sabanilla es un
rlo de rápida corriente e imposible de ser vadeado aírn por los mejores
nadadores. Para pasarlo es necesario descender por medio de una escale-
ra a un sitio, en donde utilizando enornes peñascos, es factible tender un
puente de palos. Mientras unos cortaban árboles para el puente y otros
preparaban la comida, nosotros recitábamos nuestro Breviario. Serían co-
mo las ocho de la mañana cuando llegaron nuestros compañeros rezaga-
dos. Preguntados en donde habfan pernoctado, nos dijeron que habién-
doles sorprendido la noche en una ladera pendiente, les fué imposible, sin
exponerse a nuevos peligros, ir adelante ni atrás y resolvieron pasar la no'
che sentados. Aunque trataron de encender lurnbre no pudieron conse-
guirlo, por no hallar a la mano combustible. Como el fuego es el mejor
medio de defensa, especialmente de noche, para librarse de las visitas po-
co agradables de ñeras y culebras, y este no pudieron obtenerlo; de aqul
que pasa¡on la noche medio desvelados y con zozobras y temores. Por to-
do alimento tomaron un poco de harina de cebada tostada con azrlcar.
La satisfacción fué común al ver que habían llegldo sin mayores desgra-
cias.

Tan pronto como los palos estuvieron preparados, todos prestaron


su contingente para tenderlos sobre las rocas. [,a operación era peligrosa
por ser las rocas resbaladizas; por lo mismo a más de cierta intrepidez y
audacia, se necesitaba ser fuerte de cabeza para no matearse al trabajar
casi junto y por encima de la vertiginosa corriente. Una vez colocado el
puente nos llamaron a comer, y cominos con buen apetito. Después nos

73
descalzamos para pasar el río por el puente recién construído: algunos
pasamos a pie y sin apoyo, otros necesitaban que alguien les tomara de la
mano y unos cinco no fiándose de este medio de seguridad, prefirieron
arrastrarse por encima de los palos. Serían las once cuando ya reunidos
en la orilla opuesta, proseguimos la jornada.

El terreno que deblamos recorrer, siguiendo la orilla derecha del


Zauror¡ era relativamente llano, si bien no faltaba algunas subidas y baja-
das que obligaban a no pocos a descansar. De aquí que la caravana se di-
vidiera en tres o más grupos: empero como esta sección del camino, por
ser el que conduce a Loja por la vía del cóndor, era bastante trillado, y
por otra parte no ofrecía peligros, los que iban delante procuraban llegar
pronto al ca¡r¡ren de Zamora, término de nuestro viaje. Los primeros lle-
ga¡on a las cuatro de la ta¡de, los últimos a las seis. La distancia de la
confluencia del s¡b¡nilla al carmen es de unas tres leguas. Grande fué la
salisfacción al vernos todos reunidos en una pequeña casa, sin otros ac-
didentes que pequeños rasguños y algunas contusiones.

El Carmen ( hoy Santa Ana ) es un pequeño caserío de ocho cho-


zas. algo diseminadas, habitadas por familias cristianas naturales de Loja,
que hace algún tiempo se establecieron allf para atender a su subsistencia.
se halla situado en la margen derecha del Z¿mora y cercade la confluen-
cia del Bombuscaro ( I ). El lugar es pintoresco, beilo, sano y fértil con
una temperatura sumamente deliciosa. Durante mi permanencia allí ( y
era el invierno ), el termómetro fluctuaba entre l7o y 260 centígrados.
La altitud es cerca de 1.000 metros, latitud sur 40 30;y a pocos minutos
al occidente del meridiano de Quito.

El día siguiente,tque era domingo celebré-en un altar que improvi-


samos, el Santo sacrificio de la misa al que asistieron a más de nuestros
peones todos los cristianos del Carmen.

Grande fue su alegría al ver que nosotros nos estabrecíamos allf co-
mo centro y punto de partida para procurar la redención y conversión de

( I ). Estos puntos se hdl¡n consignedos en el plano.

74
los Jfbrros, que asl se llaman los salvajes de Z¡n¡ora,los que sólo distan
una legua de este lugar.

Después de la Santa Misa nuestros peones se diseminaron para ha-


cer provisiones de un exquisito fruto de los naturales llaman guaba; y co'
mo para escoger los mejores y más sazonados algunos subieron a los árbo-
les, uno de los peones, quizás poco diestro, tuvo la desgracia de caerse y
como consecuencia del golpe, se dislocó un muslo, sufriendo al mismo
tiempo una fuerte contracción de nenios que a todos nos puso en bas-
tante cuidado. Se le curó lo mejor que pudimos; y si bien conseguimos
mitigar sus dolores, no nos fué posible por falta de medios y conocimien-
tos, curarlo en debida forma. De resultas de esta cafda ha quedado inuti
lizado para dedicarse a los trabajos del campo. Esta desgracia nos contris-
tó a todos, y particularmente a mí, pues dicho peón me había acompaña-
do en algunas excursiones que había hecho para estudiar el lugar de la
cordillera que ofrecfa fácil acceso por la región de oriente. Tenfa en él
mucha confianza y me habrla de prestar grandes servicios en lo futuro.

Dla24

El domingo después de almorzar y acomodar al enfermo lo mejor


que las circunstancias permitían, y mientras algunos peones fueron a ca-
zar y otros recorrían las chozas, visitando a sus moradores, nosotros aten-
díamos a las visitas de los cristianosy de los jÓvenes franceses. Estosdos
hijos de la república de Francia hacía algunos días que se hallaban en este
lugar, esperando a un compañero que debla venir de Loja. Advertidos
por nosotros de que el compañero no vendría, regresaron este mismo día
a Loja. Et objeto que se proponfan estos extranjeros, como luego mani-
festaré, parece era cruel y salvaje; y si hubiesen lleyado a cabo su plan fu-
nesto, habría comprometido la misión en sus principios. En este dla tra-
tamos de lo que convendrá hacer al día siguiente. Lo más urgente era ins-
talarnos y ponernos en relación con los salvajes.

Dla25

El lunes se dió principio a la obra e instalación. Era preciso cons-

75
truir una casa y capilla, y también prepaiar una huerta;empero, para to-
do esto era necesario despejar el terreno del bosque que lo cubrla: lo que
se llevó a cabo con suma rapidez, porque tenfamos buenas herramientas.
Mientras los peones se ocupaban en esta faena, se nombró una comisión
para que en canoa fuesen a dar aviso de nuestra llegada a los Jlbaros. Para
el efecto partieron del Carmen el P. Antonio González y Angel Ordonez,
muy peritos en el manejo de la canoa, y otros cristianos, con órden de
avistarse con los salvajes de la primera choza,, que dista del Carmen una
legua. Los salvajes recibieron al Padre y compañeios, y después de pro'
meterles que darían aviso de su llegada a los demás jíbarog los comisio-
nados regresaron al Carmen. En un sólo día los peones hicieron el roce
para el objeto que dejo indicado. Se señalo el lugar para la construcción
de la choza y capilla, y después poco a poco se despejó de los árboles cor-
tados lo que debía servir de huerta.

Los cristianos tomaron a su cargo la construcción de la casa y capi-


lla, mientras yo con los peones me ocupaba en abrir la trocha para el ca-
mino que debía ponernos en fácil comunicación con Loja. Trazar la ali-
neación de su camino por lugares despejados, en que pueden tomarse los
puntos de vista a grandes distancias y observarlos menores accidentes del
terreno, es cosa muy fácil; pero trazarlos en medio de bosques espesísi-
mos, en que no puede extenderse la vista a dos pasos de distancia, y sin
poder examinar los accidentes del terreno, sino cuando uno se halla en
ellos, y sin poder apreciar toda su amplitud sin recorrerlos poco a poco,
es cosa muy diflcil y laboriosa. Si bien en el viaje que dejo consignado
anoté en mis apuntes los accidentes topográficos más notables, con dife-
rencia del nivel, según me permitfa el cansancio y peripecias de tan difícil
travesfa, para dar al camino un promedio de 7 por ciento de declive; esto
no obstante, al empezar la obra, ví que exigiría de mí sacrificio a que no
estaba acostumbrado. Era necesario una resolución, y me resolvf a hacer
frente a todo.

Dla 26

El martes, con sólo trece peones, empezamos la trocha para el ca-


mino, mientras los cristianos del Carmen internados en el bosque escogían

?6
los árboles de madera incomrptible que deblan servir de sustentáculos de
la casa. En pocos dfas se abrió una trocha de un largo de cinco kilóme-
tros, por un ancho de seis a siete metros; en uno de estos dlas un acciden-
te desgraciado vino a turba¡nos. Al medio dfa, al retirarnos con los traba-
jadores para ir a comer, observé que cuatro se quedaban algo atrás, co.
miendo g¡¡bas de las que hablan hecho gran provisión. Mientras los de-
más estábamos almorzando, se nos dió la noticia de que uno de los peo-
n€s que cayó en la primera chota del Carmen, se morfa. Al instante fué
un Padre para asistirle. Al poco rato se nos avisa que no era uno sino cua-
tro los que morlan y que los otros tres se hallaban tendidos en el camino.
Esta noticia nos consternó a todos. ü Qué habfa sucedidb ? Se hablan en-
venenado. Por la mañana, al ir al trabajo, uno de ellos halló al pié del ca-
mino escondida en un arbusto una botella cuyo rótulo decfa: Puro de
Málaga; el contenido parecfa aguardiente anisado, pero estaba envenena-
do; pues en el mismo rótulo estaba escrito con let¡a de mano la palabra
Poison.

Estas palabra nos reveló la causa que tan funestos efectos produ-
clan. Era lrgente un movimiento, se les suministró a cada uno,I falta de
otra co¡a, un¡ bucn¿ dósis de aceite y agur, y asl conseguimos orrancar-
los dc una"muerte inminente. Por los sfntomas se dedujo que el envene-
namionto habfa eido por estricnina. ¿ De dénde procedía la fatal botella?
¿ Quién h hsbh ocultado ? Sin duda los dos jóvenes franceses de que he
hablado al principio de esta carta; pues uno de los cristianos del Cermen
en cr¡ya ca¡a estuviercn alojados, la vio en poder de ellos. ¿ Con qué fin
habían preparadoscmejante castigo? Segrln dijo el mismo cristiano que les
sorprerdió en una conversacién, el fin que se proponlan era ponerse de
acuerdo con algún salvaje que tuviera enemigos, propinar a éstos una dG
sis del veneno que los infieles no habrían réhusado; y una vez muertos,
cortarlo ls¡ cob€ces p¡ra ¡educirlas por medio de loc enemigos de la¡ vfc-
timas, al volumcn de una naranja, y después verderlas en los mercados de
Europa, que según tengo entendido se compran a buen precio ¡ Qué dife-
rencia, Padre Director, de la misión de estos infelices hijos de la gran na-
cién, que se gloría de llevar la civilización a todos los puntos más remotos
y la misión de unos pobres religiosos despreciados y perseguidos por los
malos hiios de Francia ! Aquellos se proponían matar a inocentes salvajes,

T7
mientras nosotros fbamos a salvarlos; aquellos impulsados de un negocio
que la sóla razón reprueba, se proponlan despertar odios amortiguados,
para excitar yenganzas sangrientas; y nosotros llevábamos una misión de
paz y carídad; aquellos querían enseñar a los pobres salvajes el modo de
deshacerse de un enemigo, y nosotros el de perdonarlos.

Felizmente para los salvajes y la misión llegamos a tiempo; pues


nuestra presencia contrarió el proyecto de dichosjóvenes y al día siguien-
te de nuestro arribo, regresaron para no volver. Si llegan a efectuar su fu-
nesto plan, se habrla verificado una especie de revolución entre los salva-
jes, que no dudo habrfa envuelto a sus promotores y quizá a nosotros,
ahogando la misión en su cultura.

Los cuatro peones que habían bebido el fatal tósigo en pocos d,ías
se restablecieron; pero uno de ellos con tanta lentitud, que es probable
que los efectos del veneno le duren toda la vida.

Repuestos de este contratiempo, proseguimos nuestro trabajo. Al


construir el camino sobre la trocha, tuve que ratificarlo dos o tres veces
para conservar el declive medio del siete por ciento. Confiando en la pro-
mesa que hiciera el gobierno de Quito, y que él mismo había anunciado
por la prensa, dí principio a esta empresa con los escasos recursos de la
misión. Tenía ya una sección de seis kilómetros de trocha y sobre ella
más de cuatro kilómetros de camino, de un ancho.de cerca de dos me-
tros. Se construyó un puente y al preparar los estribos de otro, me ví en
la dolorosa necesidad de despedir a los trabajadores por falta de recursos.
pues el gobierno, ocupado en las elecciones para la suprema magistratura
de la República, no pudo cumplir con el compromiso contraído.

Si el gobierno me hubie ra garantizado la permanencia constante de


sesenta trabajadores, en los tres meses que permanecí en las misiones, hu-
biese llevado el camino hasta la cumbre de la cordillera, y el viaje de Loja
a Zarnora se podrla hacer en un día, sin peligro y con comodidad. Esta
empres¿r que es el ideal de los lojanos, se habría llevado a térrnino con
muy poco gasto; pues sólo exigía que el gobierno diera las herramientas y
pagara el jornal de los trabajadores. Lo demás, como el cargo de ingenie-

78
ro, sobreestante, etc.. corrla de nuestra cuenta; los trabajos, bajo nuestra
di¡ección e inspección, se habrlan rcalizado rápidamente, puesto que
nuestro interés consistla en terminarlos pronto, ya que, por toda recom-
pensa deblamos sufrir las incomodidades y privaciones consiguientes a es-
ta clase de trabajos, en un pafs de bosques espesfsimos, despoblados y
hrlmedo.

Las ventajas de esta obra eran incalculables. Con un buen camino,


muchos de los naturales de Loja, que no disponen de una hectárea de te'
rreno para atender a la subsistencia, podrían conseguir en Zamora el te-
rreno que la ley concede a los nuevos colonos de la región de Oriente.
Pronto se habría verificado una inmigración, de los hijos de la Provincia
para explotar terrenos vírgenes y de una fecundidad prodigiosa en toda
clase de producciones, especialmente de exportación, como el café, ca-
cao, coca, etc., de que tanto consumo se hace en el Viejo Mundo.

Los hijos de la provincia de Loja son gente sencilla y naturalmen-


te muy religiosa, y por lo mismo muy adicta a los Misioneros. Y una vez
establecidos en el territorio de la misión, serlan poderosos auxiliares a los
Padres para la reducción de las tribus salvajes.

A los cuatro días de nuestro arribo al Carmen, vinieron los salvajes


con sus mujeres e hijos. Uno de ellos llamado Chiura que habla algo de
castellano y ya conocido mío, me manifestó que estaba muy contento.
[.o primero que hicieron fué darnos la mano, diciendo al mismo tiempo:
Bon días. Luego, después de este saludo me dijo:- P¡dre, aquí mucho
bueno. Padre, mucho jíbaro querendo. Jlbaro mucho Padre, querendo.
Al ver tan buena disposición, le manifesté que deseaba que los jíbaros
nos ayudaran a construir la casa y capilla para que los Padres pudieran
perrnanecer entre ellos. Sl me dijo, yo jíbaro decudo, Jíbero verrendo,
jfvaro ayudrndo. Después de darles de comer, obsequié a los dos hom-
bres con una camisa y un sombrero de paja, que luego se lo pusieron. Las
mujeres al ver a sus maridos vestidos con camisa y sombrero, rieron a más
no poder. Fué para nosotros un rato muy divertido. Luego se regaló a to-
dos espejos, tljeras, y otras cositas de que ellos gustan y nos obsequiaron
con yuc¡r y plátanos.

79
Dos horas estuvieron con nosotros, y al despedirse me prometieron
que volverfan con otros jíbaros, para ayudarnos a la construcción de la
casa y capilla.

Los cristianos habían ya preparado las vigas y troncos que debfan


servir de sustentáculos de la casa. como las vigas eran largas, gruesas y pe-
sadas, se necesitaban muchos hombres para trasladarlas, y los cristianos
aptos para estos trabajos sólo eran cinco; era pues necesario el auxilio de
los salvajes. A los seis días de nuestra primera entrevista, llegaron doce jf-
baros jóvenes y robustos, con algunas mujeres e hijos. lrs propuse que
me trasladaran las vigas cortadas, a lo que se prestaron sin repugnancia.
uno de los cristianos los dirigla por entre la espezura, para indicarles el
lugar donde se hallaban cortando. Tan luego como tenían colocada la vi-
ga sobre los hombros,la mitad gritaba: o........!!! y la otra mitad: u......!!!
con tanta rapidez que apenas terminaba él grito de una vocal ya se ofa la
otra, y con un timbre de voz tan fuerte y tan salvaje, que causaba pavor a
los que los ofamos de lejos. Quien hubiese ignorado de qué se trataba, ha-
brla crefdo que se libraba un combate feroz. Tal es la costumbre de estos
pobres salvajes, que no hacen trabajo alguno en silencio. Habían ya trans-
portado algunas vigas cuando yo fuf para animarles. Al verrne chiura me
dijo: - Padre, mucho pesado, pkdra gravejo. euería decir que pesaba co-
mo piedra. Yo le dije: -Jfbaro, mucho valiente. se echaron a reir y prosi-
guieron su trabajo hasta el anochecer. Cada viaje que hacfan, al cargar las
vigas, las mujeres les daban un mate ( I ) lleno de masato. Todos bebfan
con el mismo mete, y si se concluía el contenido, la mujer volvla a llenar-
lo, del repuesto que quedaba en una olla grande de barro. Er masato es
tan necesario al salvaje como el pan al europeo.

Estos jíbaros sufrirán uno o más días la abstinencia de toda comi-


da, pero no pasan un día sin el masato. cuando describa las costunbres
de estos salvajes , tendré ocasión de manifestar el modo cómo confeccio-
naban esta asquerosa bebida, que tiene la doble ventaje de ser fresca y
nutritiva, y como todo licor fermentado. emborracha si se toma con ex-
ceso.

( 1) Escudilla llena rutumo o calabaza pequeña.

80
Al día siguiente llegaron unos doce jlbaros miás, quienes prestaron
los mismos servicios que los anteriores. Antes que reg¡es¡[an a sn¡s cho-
zas, les manifesté por medio de Chiura" que era el intérprete, el objeto
que se proponían los Padre al ir a vivir entre ellos. Chiura parece que ex-
pücó con bastairte precisión mi pensamiento, pues todos estaban atentos
a lo que él decla, y en general quedaron satisfechos. Luego les supüqué
que se reunieran para cortar las hojas de palma para el techo de la casa y
capilla, y también para abrir la trocha hasta el Sabanilla. Me prometieron
avisar a los jlbaros que viven en las orillas de Navigariza, afluente de Zt
mor&, y a los jlbaros, Logroños, que viven cerca dol Marañón, y que den-
tro de media luna vendrían todos, para trabajar en el cámino. Los obse'
quié con algunas cositas, y contentos regiresaron a sus chozas.

En este momento y escrito ya la anterior, acabo de recibir un


ejemplar del Mensaje que el Excmo. Sr, D. Antonio Flores, hesidente de
la República, dirige al Congreso. En dicho Mensaje se lee el párrafo si-
guiente:- "La Misión de Zamora, confiada a los PP. Franciscanos, pros-
perarfa con diez mil pesos para el camino de herradura que el R. P. Vidal,
Visit¿dor de la Hisién, teputa indispensable; gasto que debéis autoriza/'.

Por carta particular se me comunica que el Congreso ha votado la


cantidad de diez mil sucres ( duros ) para fa construcción del camino de
loja a Zamon. Si esta disposición legislativa no queda en letra muerta,
pronto será un hecho lo que tanto me preocupa. Sólo falta ahora, una ley
de colonización sabia y prudente. Las bases de esa ley las habfa yo pro-
puesto y dicutido con los Representantes de la Provincia de Loja, para
que presentaran al Congreso un proyecto de ley de colonización en el
sentido que habíamos convenido, y ellos me prometieron hacerlo; pero
parece que todo quedó en promesas y buenas palabras.

Poco a poco se acumularon los materiales para la fábrica del Con-


vento y Capilla; pues los cristianos, que eran los únicos que noa ayuda-
ban a esta tarea, no podfan desatender el cultivo de sus chacras, y para
atender a ambas cosas se convino en destinar una semana a cada objeto.
Como sólo se trataba de que ambos edificios fuesen provisionales, por ser
urgentes. procuramos un techo en donde cobijarnos. y un lugar para ce-

81
lebrar con decencia: la construcción debía ser rudimentaria y primitiva.
I-a semana destinada a la conducción de materiales fue animada y diver-
tida; por cuanto todos los cristianos, hombres, mujeres y niños concu-
rrfan a esta labor, y remendando a los salvajes, imprimían al trabajo un
carácter festivo y alegre, que no permitía sentir el cansancio. Lo más la-
borioso era la colección y conducción de la hojas de palma que debía sus-
tituir a las tejas. Aún cuando la flora de esta región tiene una gran varie-
dad de palmas, no todas reunen las condiciones de solidez y duración;y
de aquí el trabajo de penetrar machete en mano por el bosque, para esco-
ger las que fuesen a propósito al objeto a que se las destinaba. Los salva-
jes se prestaron a esta labor, y en breve tiempo se pudieron reunir y pre-
parar las hojas necesarias para tachar ambos edificios.

Al terminar un mes después de nuestro ingreso, ya pudimos insta-


lamos en nuestro domicilio. I¿ casa convento tiene la forma de una gran
jaula, con dos pisos; el aire y el sol penetran por todos lados, pues lo que
podrlamos llamar paredes del edificio estan hechas de troncos perpendi-
culares sin labrar, y los dos pisos de troncos de palma rajados longitude-
nalmente. El conjunto se sostiene por medio de bejucos y lianas que sus-
tituyen perfectamente a las cuerdas y clavos. Esto no obstante nos halla-
mos muy satisfechos por disfrutar de una comodidad relativa. La capilla,
de la misma forma de construcción, quedó terminada a mediados de la
Cuaresma. La dedicamos a la Bienaventurada Santa Ana. Este es el nom-
bre que he sustituído al del Carmen, con que era conocido el pequeño
caserfo. Esperamos que pronto se formará un pueblo que se llamará
Sant¿ Ane de Zsrrrora.

Tan pronto como se terminó la capilla, dimos una misión de quin-


ce días para preparar los cristianos al cumplimiento del precepto pascual.
Estos, que desde que se establecieron en esta región carecía de todo auxi-
lio espiritual, asistlan a l¡s distribuciones ( I ) con gran satisfacción y ale-
grla;y como son de un carácter sencillo y dócil y por otrapartetenían
hambre de enseñanzas divinas, de aquí que todos correspondieran a los
deseos de los Misioneros.

(1 ). l,a palabrr dist¡ibución se toma en el Peru en el scntido de ft¡nción religiosa.

82
El Jueves Santo se hizo la comunión general, con aquella pobre y
devota solemnidad que permitlan las circunstancias.

Llegada de los salvajes

A los pocos dlas de nuestro arribo, nos encontramos con los salva-
jes para que ayudasen al roce del camino, conviniéndonos que mientras
los peones harlan el camino en la trocha hecha, aquellos debfan conti-
nuarla hasta el sabanilla; para el efecto, prometieron reunirse a mediados
de Febrero. Al üegar esta fecha ningún salvaje se dejó ver. Esperaron
ocho días más, con el mismo resultado. Esto nos infundió algunos rece-
los, por no poder explicarnos el motivo de esta ausencia, tanto más no-
table cuanto que antes casi todos los días teníamos salvajes entre noso-
tros que venían a visitarnos. Para saber a que atenernos enviamos una co-
misión presidida por un Padre a la misma choza, a fin de tomar las noti-
cias que podían interesarnos. Allí se supo que todos los jíbaros se habían
reunido en la casa de uno de los que viven en las orillas del Yacuambi pa-
ra ceb.brar sus fiestas. Estas, como diré después, son motivadas por pre-
textos superticiosos y salvajes; y como en ellas se comunican sus impre-
siones, sospechamos en esa reunión se trataría de sus relaciones con noso-
tros. ¿ El resultado sería adverso o favorable ? Atendido el caracter des-
confiado y receloso. cuatro días pasamos con esta ansiedad, al cabo de
los cuales, vino Chiura, salvaje que nos trataba con más frecuencia, y nos
servía de intérprete. Este nos dijo que los jíbaros vendrían después de
una luna, o sea a mediados de Marzo, y fué preciso esperar un mes más,
en la confianza de que no faltarían a su palabra según las indicaciones de
Chiura.

En la vlspera de san José llegaron unos treiqta jíbaros, algunos con


sus mujeres e hijos. venían animosos y alegres. En.la noche, acompaña-
dos de los cristianos, encendieron una gran fogata en torno de la cual se
hizo bastante bulla, dando ¡ vivas ! al superior de la Misión. casi todos
durmieron en nuestra casa, y los que no cupieron se acomodaron en las
de los cristianos.

Al día siguiente, fiesta de San José, llegaron algunos salvajes más, y

8Íl
en hora competente se preparó al altar portátil para celebrar la Santa Mi-
sa. Para llamar a los cristianos, a falta de campana, colgamos dos barretas
en los extremos de una cuerda, y con un3 tercera golpeamos a las dos,
produciendo un timbre bastante sonoro. Pronto se reunieron los cristia-
nos, y también los salvajes que formaban un gupo aparte. Los más, o
casi todos. no hablan visto celebrar el Santo Sacrificio, y todo lo que
veían les admiraba. A medida que me ponía los sagrados ornamentos au-
mentaba su admiración. Durante la Santa Misa era tal su atención a las
ceremonias que, no perdfan de vista ninguna de ellas. Cuando llegó el
momento de la consagración, y alguien les d[io que como los cristianos,
se arrodillasen obedecieron unos pocos, otros se levantaron y quedaron
en pié, y cuatro permanecieron sentados.

Conctulda la misa rompieron el silencio, conversando entre sf y ha-


blando de lo que tanto les llamó la atención. Curioso habrla sido com-
prender lo que decían, si para el Misionero no hubiese sido un motivo de
pena el ver que criaturas capaces de las luces de la fé y a pocas leguas de
países civilizados, vivan en una ignorancia absoluta de la Religión cristia-
na, y que al hablar del sugpsto Misterio de nuestros altares habría de oir
graserís ea rmonfa con l¡ ignorancia y bnrtales costumbres de estos po'
bres salvajes. Para que Vuestra Reverencia se forme una idea de lo que di-
go, voy a referirle el hecho siguiente:

Después de celebrar, dar gracias y desayunarme, salf a la huerta pa-


ra gozar de los encantos de la naturaleza. Un joven salvaje, con quien ha-
bla conversado otra vez, vino a hacerme compañía, y sentándose a mi
lado con bastante naturalidad, me preguntó:

- Tu bonito ponbndo d qué haciendo ?

- llb¡ clcb¡¡ndo, le conterté.


ltb t qré ccndo
*- l{i¡¡ mucho bueno, repliqué.
?

- No me diior mucho bueno, mucho comendo; poco buenor poco


conrendo; ar poco comendo, poco bebendo.

Ante esta grosera materialidad con que había interpretado el gran

84
Misterio det altar, me quedé asombrado, pues al parecer no le habfa lla-
mado la atención la majestad de la ceremonia ni la devoción y r€cogi-
miento con que los Padres y cristianos asistlan, para siquiera sospechar
que algo más se hacfa que comer y beber. ¿ Cómo explicarle lo que la Mi-
sa es y significa, cuando la idea que tiene de Dios es tan vaga, que casi se
acerca al ateísmo ? Empero como no me efa deconrso ni conveniente de-
jar de contestarle, acomodándome a su modo de hablar le repliqué: Jíba-
ro mucl¡o tonto; ctistiano mucüo sobiendo; P¡dre rnás sabiendo; Padre
Jfbaro enseriando; ilbaro aprendiendo; miss mucho bueno, mnrcho gran-
de.

Bueno, bueno, me dijo; jlbaro Padre enseliendo, mucho sabiendo,


misa mucho bueno, mucho grande.

Por la tarde de este mismo 'dfa quisieron ir a dormir en el lugar en


donde al día siguiente debían empezar el roce. Era un espectáculo pinto-
resco a la par que triste, el contemplar, cómo cuarenta salvajes, hombres,
mujeres y niños, desfilaban en silencio por el nuevo camino, cargados de
plátanos y yuc¿ts, llevando los hombres además sus larozas o cerratanas y
las mujeres sus pequeños, todos casi desnudos, si se exceptúan los varo-
nes de menos de doce años que lo estaban completamente. El P. Antonio
González y el que suscribe, los acompañanios hasta el sitio que escogie-
ron para levantar sus tiendas de campaña, las que como muy prácticos y
peritos, levantaron en brcve tiempo, sin¡iéndose para ello de las hojas de
palmera. En cuatro días rozaron las dos leguas que se les habla señalado.

Durante el trabajo no perdieron la ocasión de matar las aves y mo-


nos que se presentaban en las inmediaciones;asf no les faltó carne, espe-
cialmente de mono. Como los monos casi nunca van solos, sino en grupos
más o menog numerosos, pocos son los que escapan al certero tiro de sus
ceryatanas. Atendidas las condiciones venatorias de estos lugares, en los
que es muy diflcil perseguir la caza, a causa de la espesura del bosque,la
cervatana ofrece algunas ventajas sobre el arma de fuego. Si bien ésta lan-
za el ptoyectil a mayor distancia, tiene el inconveniente de que, con la
detonación ahuyenta la caza. No asl la cervatana; el animal, sea volátil o
cuadrúpedo, se siente herido sin saber de donde le viene el proyectil. Este

85
consiste en una flecha en forma de aguja, de unos doce centfmetros de
largo por tres milímitros de dirámetro en el centro. Cuando se trata de ca-
za mayor, como son los monos y aves grandes, envenenan la punta y el
yeneno es tan activo que en menos de tres minutos muere el que ha sido
herido. De este modo un solo salvaje puede matar varios cuadrumanos
sin que estos salgan del mismo árbol.

Terminada la tarde del roce volvieron al Convento. Se dió a cada


uno un machete a más de otro objeto, que cada cual pidió libremente,
según su necesidad, y al día siguiente regresaron a sus chezas.

Poco antes del regreso de los salvajes a sus chozas se les manifestó
la conveniencia de que se reunieran para formar un pueblo, en donde se-
rían atendidos con más facilidad por los Padres. Se les explicó por medio
de Chiura, nuestro intérprete, las ventajas de la vida civilizada y cristiana,
y de que los Padres se harfan cargo de los jibaritos, que se les vestirfa y se
les vestiría y se les enseñaría a leer y escribir, cosa que al parecer todos
desean. Chiura después de escuchar con atención todo lo concerniente a
este asunto, tomó la palabra y en su idioma explicó a los suyos todo lo
que nosotros le propusimos.

Este acto que revestía alguna solemnidad tenía un no sé qué de


cómico y grotesco. Los más de los salvajes se hallaban sentados, pocos de
pié. Chiura, que también estaba sentado, empezó su relación gritando co-
mo si tuviera que hacerse oir de miles de personas, alguna vez se levanta-
ba y volvía a sentarse y toda su gesticulación se reducía a extender el bra-
zo derecho y arrimar los dedos a los labios. Al principio todos escucha-
ban en silencio y con mucha atención; luego alguno tomó la palabra, sin
que Chiura dejara de hablar; poco a popo, y.quizá sin advertirlo ellos
mismos, todos tomaron parte del debate, todos hablaban o por mejor de-
cir todos gritaba, formando una grotesca algarabía.

Parecía que uno se hallaba en medio de una reunión de energúme-


dos. Nosotros nada enténdiamos de lo que s,e decía, ni creo que hubiera-
mos comprendido aun cuando hubiesen hablado en castellano; pues la
griterla era tal, que al parecer cada uno quería hacene oir de los demás,

86
sin atender a lo que los demás decían. Al presenciar semejante espectácu-
lo recordé lo que con escándalosa frecuencia se verifteaen los Congresos
de los hombres que se llaman civilizados, y con la pretensión muy poco
modesta de civilizadores. I¿ ignominiosa Convención de Parls, en la que
se trataba de la vida o muerte del infortunado Luis XVI, ¿no imitó con
circunstancias mil veces más salvajes a estos moradores de los bosques ?
Nuestros Congresos modernos repetidas veces, ¿no reproducen el salva-
jistt o de la famosa Convensión de París ? Se grita con furor y rabia, a im-
pulsos de odio sectario, se insultan gfoseramente, y no pocas veces termi-
nan sus satvajadas con el florete o el revólver; ¡ y se llaman regeneradores
de la sociedad ! Si estos moradores de las selvas presenciaran algunas de
esas escenas del salvajismo civilizado, creerían sin duda que los papeles
estaban trocados, y que los Congresos civilizados tendrían mucho que a-
prender en las asambleas de los moradores de los bosques; pues si estos
gritan lo hacen con una naturalidad admirable, sin ninguna alteración en
el semblante; ninguna pasión les impulsa; es simplemente su moda incul-
ta y salvaje, es cierto, pero que reviste cierta dignidad y naturalidad de
que carecen muchas sesiones de nuestras civilizadas asambleas. Al ver que
la discusión se prolongaba demasiado, intervine yo y al tomar la palabra,
todos caltaron. Pregunté a chiura qué era lo que decían y resolvían. Este
me hizo comprender que los más deseaban reunirse para fundar un pue-
blo y que nos confiarían a sus hijos para que los vistiéramos, instruyéra-
mos y los bautizáramos. Preguntando el lugar en donde querían fundar el
pueblo, me dijo que yo lo indicara, porque entre ellos había dos o tres
pareceres y que se someterian a lo que yo resolviese: admite con gusto el
arbitraje, y para resolver con acierto, necesitaba hacer una excursión para
reconocer el terreno y elegir el lugar que reuniera las mejores condiciones
que para el caso se requieren. Para el efecto fijamos el día, y se convino
que chiura se asociaria a nosotros al pasar por frente de su choza.

ESCURSION PARA FI.'NDAR UN PUEBLO

En el día prefijado, después de celebrada la santa Misa, preparamos


lo necesario para la excursión. Los preparativos pronto se arreglaron. En
estas soledades, en que sólo abunda la escasez de recursos no se requiere
mucho tiempo para disponer para un viaje. las provisiones consistían en

87
una pequeña cantidad de café y azúcar y unos plátanos, algunas libras de
harina de cebada tostada, a más de un lienzo que debía servirnos de tol-
do, y dos escopetas que se utilizaran para,la caza. Me acompañaban tres
cristianos de santa Ana, conocedores del terreno que fbamos a explorar.
Arreglando lo necesario nos dirigimosal rlo paraembarcarnos en la única
canoa que había, propiedad de uno de los excursionistas, e instalados en
ella la desamarramos y empezó a deslieane suavemente, arrastrada por la
corriente. Los Padres y demás cristianos que habían venido a presenciar
nuestra salida, quedaban en tierra angustiados por el temor de que nos
sucediese algún accidente desagradable. Los que nos hallábamos en la ca-
noa, íbamos animosos, sin querer ver peligros; a pesar de que dos años
antes en que hice el primer reconocimiento, con dos de los que ahora es-
taban conmigo por descuido de los misnos, sufrimos un naufragio, del
que nos salvamos milagrosamente. Este mismo recuerdo nos inspiró más
confianza por el cuidado que ahora pondrfan, siquiera hasta la choza de
Chiura, para no lamentar algún percance.

Conviene advertir, para que se comprenda qué es navegar por esta


sección del rlo, que el lugar en que nos embarcamos se halla sobre eL
océano a unos 1.000 metros de altura y anlz de la vertiente oriental de
los Andes. El río presenta a trechos algunos desniveles en los que el agua
se precipita con suma rapidez, formando'olas que hacen saltar a la canoa
con peligro de zozobnr; pero la dirigen con una mano diestra y segura;
además hay que conocer por el movimiento de las aguas las rocas o pe-
ñascos que se hallan en el fondo, a fin de evitar que la canoa se estrelle
.con el choque. Hay sitios en que existen fuertes remolinos, que se necesi-
ta destreza y práctica para pasarlos impunemente. Todos conocíamos es-
tos peligros; empero confiados en la bondad de Dios y en la destreza de
Chiura, cuya casa se halla antes de los sitibs más peligrosos, esperábamos
salir bien de nuestra empresa. Desde que me instalé en la canoa me dedi-
que a un doble objeto: a observar los accidentes topográficos, para esco.
ger el lugar en donde debía fundarse el pueblo; y a estudiar todos los ac-
cidentes del rlo: la brujula me indicaba no sólo la dirección general sino
sus principales curvaturas: el barómetro la diferencia de altura, el termG
metro la diferencia de temperatura; y aproximadamente por las diversas
velocidades de la corriente calculaba la distancia recorrida en relación

88
con el tiempo que se empleaba, para lo que me servía el reloj. Todo lo
anotaba en el croquis, junto con las islas que el río tiene en sucauce ce
mo también el lugar e importancia de sus afluentes. Este estudio, suma-
mente útil para los misioneros, hubiera querido practicarlo hasta la con-
fluencia del Paute, casi tan caudaloso como el Zamo¡a. Desde esta con-
fluencia el Zamora toma el nombre de Santiago que conserva hasta desa-
guar en el M¡ra¡ién, poco antes del pongo de Ma¡rseriche; empero el poco
tiempo de que podía disponer no me permitió recorer ese trayecto. No
pierdo la esperanza de recorrerlo en tiempo no lejano, no sÓlo hasta el
Paute sino hasta el Marañón. Esta empresa que naturalmente impone por
los muchos sufrimientos, privaciones, sacrificios y aún ileligros; se com-
pensa por las ventajas que de ella reportarán los Misioneros que en breve,
Dios mediante, se verán precisados a recorrer para civilizar a las tribus
que viven en las orillas det Zamor¡ - Santiago y sus g¡andes afluentes. Si
Dios me concede el poder realizar este asunto, tendré nueva oportuni-
dad para poder escribir otra serie de cartas más interesantes para los lec-
tores de El Eco que las presentes.

Un¿ hora despés de nuestra salitla de Santa Ana llegamos frente


¡ la droza de CIriur¡; paremos la canoa en la playa y fuimos a invitarle
para que nos aaompaitase. Después de hacerse rogar un poco, accedió y
la canoa el impulso de su mano surcaba admirablemente la corriente. Du-
rante el trayecto a indicación de Chiura, observamos los sitios que se juz-
gaban aptos para la fr¡ndación del pueblo, reservando la elección hasta
que hutúéremos recorrido toda la sección desde Santa Ana hasta más allá
del Yacunmbi. En e¡ta vfa matamos sin salir del río una yamala y una pa-
va, que nos proporcionaron carne para dos días. Sólo visitamos una cho-
za de salvajes en la que se habían reunido varios jlbaros para celebrar la
cura de un enfe¡¡no, que habían traído de lejos para que lo curase el bru-
jo de Zaüorq. Yo ciité d enferrno, b tomé el pulso, y por meüo del in-
térprete tiioe que me cnseñase la lengua. Todos estaban atentos a mi diag-
nóstico, más al decirle que sacara un poco más la lengua, se provocó una
risa general que hizo reir al mismo enfermo.

La diagnósis me reveló que el pobre diablo era víctima de una fuer-


te indigestión. Le prometf curarlo si lo conducían cerca de nuestra resi-

89
dencia; pues por haber curado a una jfbara de la fiebre, con tres dósis de
sulfato de quiquina, y el esposo de la misma de una tos convulsiva con
unas cuantas pastillas del Dr. Andreu, adquirf fama de orrandero; esto no
obstante, se resistiefon a llevar al enfermo a donde les indiqué,
por no
perder la costumbre de presenciar un sainete, y vivir unos días a costa
Me prometieron, sin embargo, verificar lo que les exigía, si no cu-
,"uu oespués que el bruio hubiese extraído la enfermedad. Al tratar
"¡"rr". de
las costumbres de estos infeüces, manifestaré el sistema original de curar
preocupa-
las enfermedades, y la rureza de los tres objetos que según sus
ciones siempre las Producen.

Nuestro chiura, quería pernoctar en esta choza pof ser un herma-


no sr¡yo el brujo que curaba al enfermo. Empero al ver mi insistencia en
prosegUir el viaje, se resolvió, si bien de mala gana' a seguir adelante' Se'
if. ..r." de las seis de la tarde cuando hallamos un sitio bellísimo para
pasar la noche. En este sitio y cerca de nuestro campamento' llamÓ mi
átención un iírbol por el modo raro de dar su fruto. Este no se halla en
las ramas sino en el tronco y antes de la bifurcación de aquellas, en forma
y
de racimo, cuyos granos guardan el parecido de pequeñas manzanas' a
escasa distancia unos de otros cubren gran parte del tronco; según
los
peones es comestible. aunque por no estar en sazón, no me fué dado pro-
barlo.

Esta noche apenas pudimos conciliar el sueño a causa de la lluvia,


y sobre todo por el mortificante aleteo Ce vampiros que penetraban en el
toldo. Tan luego como amaneciÓ, proseguimos el viaje, aprovechando el
frescodela madrugada y prolongamos la exploración algo más allá de la
confluencia del Yacuambi. Visitamos la única choza que allí existe, en la
que vive una jfbara viuda con su hijo de dos años. Ambos estaban ausen-
tes, y para llamarlos nuestro conductor dió un grito especial que repitiÓ
CuAtfo veces; al ver que no era correspondido, determinó entrar en la
choza, a donde le seguimos. Sólo hallamos una gallina y dos belllsimos
guacamayos, ave hermosa con que deseaba hacerme' más como la dueña
se hallaba ausente, no pude llevarlos; chiura me prometió conseguirlos
después de hablar con la viuda, que era parients suya. Descansamos una
hora en la choza, y viendo que la dueña no regresaba para pedirle una ca-

.90
o

beza o racimo de plátanos, nos permitimos la libertad de tomarlos, con la


intención de pagarle, por medio de Chiura; luego regresamos para reco-
rrer el perímetro de la gran isla verdadero delta que el Yacrrambi forma al
unir sus aguas con el Zamora.

En esta confluencia, el paisaje es variado y muy pintoresco, y no


habrfa desagradado a los jfbaros el que el nuevo pueblo se fundase en es-
te lugar. Aquí comparamos los lugares anotados en el viaje,las condicio-
nes de ventilación, salubridad, extensión, etc., y de común acuerdo resol-
vimos retroceder, para estudiar con las detención una gran vega que los
naturales llaman Cumbarasa

Serlan las cuatro de la tarde cuando emprendimos el viaje de regre-


so, pernoctando en el mismo sitio que en la noche anterior.

Al amanecer se presentaron frente a nuestra tienda dos canoas tri-


puladas por salvajes de los que viven en las márgenes del Yacuambi, quie-
nes nos obsequiaron con dos enoÍnes yucas y plátanos. Les manifesta-
mos por medio de Chiura nuestra resolución de fundar un pueblo en
Cumbarasa. Aprobando nuestro proyecto, y después de tomar juntos una
taza de café nos despedimos; regresando ellos al Yacuambi, y nosotros
navegamos lentamente contra la corriente, llegamos al caer de la tarde al
sitio, objeto de nuestro preferente estudio. Tendimos el toldo a pocos pa-
sos de una choza de salvajes. Apenas amaneció, reuní a los hombres de la
choza para ir a explorar la vega. Un peón se quedó para preparar el al-
muerzo, otros dos, tres salvajes y yo nos embarcamos para recorrer la
margen de la vega que confina con el río. Luego penetramos en la espesu-
ra, con mucho trabajo y abriéndonos paso con el machete; recorrimos
una gran extensión, y de acuerdo con los mismos salvajes fijamos el sitio.
Se trazó una línea paralela al río, de 80 met¡os de largo por dos de ancho
cortando sólo la maleza y pequeños arbustos. Está línea será uno de los
lados de la plaza del nuevo pueblo, en el que se señaló el lugar para la ca-
pilla, escuela y convento. Toda la sección de terreno comprendida entre
la lfnea mencionada y el río, que será de dos hectáreas, se destina para las
necesidades de la misión.

91
Resuelto el problema de esta expedición proseguimos el viaje de
regreso; y si bien deseábamos llegar a Santa Ana este mismo dla, no fue
posible, por ser muy difícil navegar conJra la corriente. Pernoctamos,
pues, a hora y media de dicho punto, notando durante la noche una gfan
tempestad en las alturas de la cordilleraque nos hizo temer una creciente
del rlo. En efecto, amanecimos envueltos por grandes lluvia; observar el
rfo fué nuestro primer cuidado, y con pena vimos que la fuerte creciente,
nos imposibilitaba para utilizar la canoa. Esto nos puso en una alternativa
angustiosa; o esperar que el rlo descendiera a su nivel ordinario, o ir a
pié por entre la espesura y con una lluvia que no daba indicios de termi-
nar. La primera idea fué rcchazada por todos, a causa de escasear los vf-
veres, y por temor de que la creciente durase algunos días;lo segundo era
sumamente penoso, pues andar por entre la espesura medio encorvado.
apartando ramas con las manos o cortándolas con el machete para abrir-
nos paso, c¡rnsa y fatiga en tiempo bueno; con la lluvia, y lluvia torren-
cial, nos colocaba en una situación fatigosa y desesperante. Esto no obs-
tante, optamos por este extremo.

Dejamos encomendada a Chiura la canoa con todo lo que pudimos


llevar, para que tan pronto como el rfo permitiera naveg¡u contra la co.
rriente, la condujera al fondeadero de Santa Ana, y convenidos en ellos
emprendimos el viaje a pié, serlan las siete de la mañana. Después de una
hora de penos¿r travesfa, empapados en agua y barro, llegamos a la con-
fluencia del Tamboa que creímos vadeable; empero estaba tan crecido
que nos cortó el paso. ¿ Qué hacer ? Regresar después de una hora de su-
frimientos nos parecía temerario. Felizmente el otro lado del Zamoraha-
bía una choza de salvajes; sentaditos, pues, a la orilla del rfo, recibiendo
directamente la lluvia, gritamos cuanto pudimos para llamar a los mora-
dores de la choza, a fin de que con la canoa que ellos tenían nos pasaran
a la orilla opuesta;más el ruido del rfo y de la lluvia impidió que nuestros
gritos fuesen oídos. Así estuvieron hora y media, saliendo al fin l¿ mujer
para desalojar de la canoa el agua que había recibido. Mientras se dedica-
ba a esta tarea gritamos con más fuerza, sin que se apercibiera de noso-
tros. Intentamos disparar las escopetas para llamar su atención; ¡ vano in-
tento ! la pólvora y fulminantes estaban humedecidos. Dios quizo que al
terminar, cuando iba a retirarse, se fijara en nosotros: le hicimos señas a

92
que ella correspondió haciendo un signo con la mano, que dió eonsuelo y
trajo la esperanza al co¡azón. Pasados veinte y cinco minutos, aparecie-
ron la mujer y su esposo desamarrando la canoa para venir en nuestro au-
xilio.

En esta confluencia el rfo presenta un notable desnivel por el que


la canoa, habilmente dirigida se precipitó con suma npidez. Nos embar-
camos un peón y yo. Los cuatro era imposible a causa de la fuerte co-
rriente. [¡s dos salvajes hicieron esfuerzos heróicos para hacer subir la
canoa, y cuando crefmos haber salido del mal paso o desnivel, uno de
ellos flanqueó y la canoa fué arrastrada con vertiginosa tapidez por la co-
rriente, siendo envuelta por el choque de las aguas del Yamboa. Si puedo
narrar este percance lo debo a la protección de Dios y a la serenidad y
sangre frfa de los salvajes. Con mucho trabajo pudimos llegar al punto de
partida, pues la canoa había sido arrastrada más abajo. El peón que se ha-
bía embarcado conmigo fué sustituído por otro que conocía el manejo
de la canoa. Este con los dos salvajes, después de muchos esñrerzos, con-
siguieron pasar a la orilla opuesta. Luego la canoa regreso para pasar a los
otros dos, que con much¿ dificultad consiguieron reunirse a nosotros.

Fuimos a descrnsar en la choza de nuestros hombres y esperar que


el ciel,o se despejase, rnientras comlamos lá yuca que nos suministraron
los dueñoa. Reforzados un poco con este alimento, y habiendo cesado un
rato la lluvia, proseguimos a pié nuestro viaje, llegando a las dos de la ma-
ñana frente de Santa Ana. Como nos hallábamos en la orilla opuesta fué
preciso gritar para ser auxiliados. Ofdos apenas corrieron a la orilla los
Padres y demás moradores del pueblo, una mala y casi inservible canoa
era el rlnico medio de transporte que tenían a la mano;con ella, y uno a
uno, pues su ruindad y la crecida del rfo nó permitfan otra cosa, conse-
guimos reunir a los nuestros.

Eran las tres cuando llegamos al convento rendidos de fatiga;mien-


tras se preparaba la comida para todos, cada cual se fué a su choza para
cambiarse de ropa.

Después de dos días de descanso partí para Loja con el objeto de

st
tiempo la Semana
adquirir algunas cosas para la misiÓn y pasar al misÍio
dije al principio
Santa. Este viaje lo hice por la vía del Cóndor, gue como
de páramos.
de mi correspondencia, es muy diflcil y peligrosa en tiempo
y altipla-
En este país entienden por páramos no tanto las mesetas
y que en el Peru lla-
nicies de los Andes en donde ia vógetaciÓn es nula'
una lluvia
;;; p""" y en el Ecuador Puna o páramo, sino principalmente
de granizo muy dimi-
menuda, fina y frla que müchas veces cae en forma
nuto. Ei modo vulgar de expresarse es: " en la cordillera cae
el páramo'
muy movidas y agitadas por el viento, se
*.¡,,| ". Si las nib"r se hallan
de la
dice: "la cordillera esta brava, el páramo es furioso"' Tratándose
arrastra por la cum-
cordillera y nudo del Cóndor, .,r"rido el páramo se
uno de los peo-
bre, es como he dicho, sumamente peligroso el tránsito..
nes que me acompañaba me indicaba los sitios en
donde se hallaban se-
pultadoslosquehabíanmuertosorprendidosporelpáramo.Elúnico
,-n"¿io p"ru la muerte, cuando uno se halla envuelto por este meté-
""itu, hacer, como vulgarmente se dice' de tripas corazón;
oro, es no pararse;
y porque el pa-
andar, andar siempre, no obstante el cansancio la fatiga'
pues el
ra¡ o descansar, si uno se sienta o se echa es para no levantarse,
los naturales se en'
sistema nervioso se contrae, se paraliza, o como dicen
ganotai el valor decae, el espíritu rinde y el sujero
perece' Fenómeno es
Lt" qu" no me he podido eiplicar satisfactoriamente. ¿Es el frío lo que
llega a ce-
mata ? El termómeiro centígrado, en medio del páramo nunqa
ro¿Serálaalturaquemide3.400m€tros?YohecruzadolosAndesa
de páramo,
."io,. latitud y . un" altura de 5.000 en iguales condicionescuál es pue.s
sin peligro alguno y con una temperatura de 30 bajo cero. ¿
que hi-
la verdadera causa ie este fenómeno ? En una de las excursiones
másseguridad, me
ce para estudiar el paso de la cordillera que ofreciera
que el Cón-
fué preciso ascendei a un sitio algo más al sur y más elevado
dor. Había sólo movimiento de nubes lluvia
y y iro obstante la fuerza de
mía' no pudimos re-
voluntad, tanto de los que me acompañaban como
abrigo de
sistir por cinco minutos al choque de la nube sin ampararnos al
nos hubie-
un @rro. El centfgrado marcaba 60 . si el arrojo y temeridad
metéoro, probablemente habríamos su-
sen impulsado a luchar contra el
repito, que no sé
cumbido, y sucumbido de frlo. En vista de lo expuesto,
meteorologistas
como explicar los fatales resultados del fenómeno. Los

94
cuando lo estudien se encargarán de hacerlo (I ).

Si al viajar por esta vía puede evitarse el páramo, emprendiendo el


viaje en tiempo sereno, no se puede evitar el cansancio y la fatiga, por ser
las vertientes de la cordillera largas y empinadas. Al partir de Santa Ana
para Loja se halla la famosa cuesta de Mátala que, como su nombre indi-
ca, rinde al más intrépido. Empieza en el Sabanilla, y desde el plano de

( 1 ). Tal vez cl padre Vidal omite en cste lugar la mención de un eleme¡to quc en-
tra sin duda como el más e¡encial en los fenómenos del páramo de las dtur¿s
del Ecuador: Estc elemento es el viento, el cierzo frío y la brisa húmeda; y no
parece que tengú lugar los fenómenos mencionados sin este elemento.
Entrando el viajero en la atmósfera de puna, setur¡d¿ de vapores en movimien-
to, más o menos rápido, que penetr:r en el ap.r¡to rcspiratorio como un hues-
ped impornrno, el funcionüniento de este aparsto es forzado, inegular y de-
fectuoso; y por ende, queda también comprometido el corazón, cuya normali-
dad depende del buen estado de los organismos que le sin'en de ¿uxiliares.
Los viajctor coloc¡dos en est¿ situ¡ción desagradable, atcntos a eüt¿r cuanro
pueden la penalided propia, casi no pueden penser en lor compañeros de viaje:
todoc s€ arrcüujan se cubrbn, ¡e deñende¡ de l¡ llovizn¡, y le carrrrana ve re-
vistiendo, grrdo por grado, un sembla¡lte musdo y casi funerario.
Si enre los c¡minantes ce halla alguna persona hec{r¡ ¡ ta vid¿ de salón que
nunca pudo soñar con esta penalidad poco imaginable, es fácil que decaige de
rínimo y dé lugar a un¡ escena dolorosa y tr'ígica.
Hay páremos en el Ecrrador que duran tres y custro horas de cabalgata, como
sucede entre Loja y Cuenc¿: cspacio de tiempo suñciente para rendir el ánimo
mÁ¡ varonil.
El P¡drc Vidal, en efecto, no halló este fenómeno que se realiza en las alturas
del Ecrrador, con l¡s mismas csracteÍfstic¡s, en ningrln otro punto de los que
reqlrrio e¡r Colos¡bie y en el Pcni, en docc ¡¡toc qúe hrbo de r{dü, prirtero
como eecret¡rio dcl P¡dre I¡onrdo Conér, comis¡rio gencrd y viritador cn
l¡s repúblicrs, y luego como sucesor de dicho padre en el mismo ilto cargo de
comis¡rio: eee fenómeno en nr conjunto es propio del Ecu¿dor. Sin embargo,
las andadas, por l,r zona del Ceno dc Pasco, cuendo sopla el viento frfo, no ce.
den en penalidad a los páramos ecuatori¡nos y con dificult¡d se resisten por
tres horas a c¡b¿llo en un día entol¡do o tempestuoso.

95
este rlo hasta el punto culminante, al que es necesario ascender, forma
un ángulo qu€ se apróxima a los 50o, y con una altura sobre el referido
plano de 1.610 metros. El camino, si aslpuede llamane la senda por la
que se viaja, es una serie de precipicios y derrumbaderos. Ya en la cum-
bre del Mátrlo, es preciso subir y bajar nuevos cerros que se levantan en
la cordillera y que por su órden, partiendo de Santa Ana, denominan:
Puca¡:í, Cóndor, Huagra y San Francisco. Desde Mátala hasta descender
la vertiente occidental del San Francisco hay la distancia de 5 leguas, y es
el trayecto mas peligroso en tiempo de páramos; y como éstos en ciertas
épocas del año son muy frecuentes y duran algunos dlas, y por otra par-
te, aún cuando se emprenda el viaje en tiempo sereno, hasta media hora
para hallarse envuelto por el metéoro de que estoy hablando, como me
ha sucedido a ml en dos de los tres viajes que hice porestavía;deaquí
la urgente necesidad de hallar un camino o paso más factible y seguro, y
ese, como he dicho, es por el río San Francisco; pues si bien un poco más
largo, se podrá, no obstante, viajar con seguridad todo el año.

Después de tres días de penosa marcha llegué a Loja. Era el Martes


Santo, y el l¡nes de Pa¡cua ¡esolví regresar a la nisión para dar la última
anno a la obra iniciada. Me acompañó el ?adre Guardirín del Colegio, Fr-
Francisco Ercilla, qrre deseaba cono€er el territorio de la Misión. Pernoc-
ta¡roc cerca de la faHa del Cóndor, y como lloviera por la noche, el P.
Ercilla fué atacado de un fuerte reumatismo en la pierna derecha que le
impedía todo movimiento en la articulación de la rodilla. Asl, con esta
molcstla, fue necesario proseguir el viaje, si bien con alguna lentitud, lle-
gando a Santa Ana a los tres días de nuestra salida de Loja.

Terminadas algunas obras y restablecido el P. Ercilla del reurnatis-


mo, por la benignidad del clima, volvf a Cumbarasa, para ver si los salva-
je¡ habfan erperrdo bs trabajos para la nueva fundación. Sólo fuimos
el P¡dre Crua¡di¡n y yo, Chirua y un peón; h csroa dirigida por estos úF
timos, ¡e dedizó con mucha seepddad por el Zanroran y llegamoo a Cum'
bar¡¡e sin accidente alguno. Tuve la satisfacción de ver que los jfbaros ha-
bían rozado el ámbito de la plaza y preparaban el lugar para construir la
casa y capilla para los Padres. Los salvajes me advirtieron que, para prac-
ticar el roce esperase hasta el verano, en que ÍaÍa vez llueve, porque en-

96
tonces en pocos días el roce se seca y puede quemarse; mientras que aho.
ra es muy laborioso, a causa de las frecuentes lluvias, y aunque quiera no
pueden dejar el terreno limpio. Accediendo a observación tan justa y. fun-
dada, les expliqué, sin embargo que a lo menos cortaran los árboles más
corpulentos, y después el roce les serfa más fácil; prometieron practicarlo
asf, y permanecimos un día entre ellos.

A las cuatro de la mañana del día siguiente vino Chiura a desper-


tarnos con una sequedad poco acostumbrada en é1. Sin preámbulo alguno
nos dijo: leiranando, comendo, endando, y se retiró. Nos levantamos, to-
mamos una taza de café, y reservando otra para Chiura que la tomó de
muy mala gana, prepar¿rmos el equipaje en la canoa, y serfan las seis cuan-
do emprendimos el viaje de regreso. Al poco rato vimos una pava; ordené
a Chiura hacer alto para matarla, y me contestó: no a¡rdando. Nuestro
hombre estaba de mal humor. A las diez le dije que parase pa¡a comer;
tampoco quiso y me contestó: andando, andando. Pasamos frente de su
choza, y salieron a la orilla dos de sus mujeres con sus hijos, que lo llama-
ban; nuestro hombre ni siquiera se dignó mirarlos. Entonces le dije: tú
mucho incomodado, mucho rn¡lo.- C Co¡no conociendo, nre replicó ?
Le manifesté que estando en la orilla sus rnujeres e hijos no les decía na-
da y no quería parar para comer. - Yo mucho sabiendo, me replicó: tú
no sabendo, andando.

No pudimos conocer la causa de tan extraño proceder, nos deja-


mos a su voluntad. El trabajaba como un desesperado, y esto nos quitó el
temor de alguna celada. A las 4 llegamos al fondeadero de Santa Ana, y
nuestro hombre recuperó su jovialidad habitual. Le reconvine por que
nos había tratado con tanta dureza, sin permitimos comer. El, creyéndo-
se en esta ocasión superior a nosotros nos dijo:- Yo mucho sabendo; mi-
ra¡ y me señaló el río, cuyas aguas se hinchaban por una fuerte avenida;
en la noche él había observado una tempestad en la cumbre de la cordi-
llera, y calculó con bastante precisión la hora en que debía engrosar el
río, y de aquí el no querer perder un minuto para llegar a Santa Ana, an-
tes que la creciente lo impidiera. Así son estos pobres salvajes: no pierden
la ocasión, si se les presenta, de manifestar superioridad sobre los demás.
A nosotros pertenece el aprovechar esta especie de orgullo para estimu-

97
larlos a la adquisición de nuevos conocimientos'

DespuésdeultimaralgunosasuntosconlosPadresquedebfanque,
darenlaMisiÓnydedarlasúltimasdesposiciones,llegóelmomento
pena' la separación:
muy fatal para ml; momento que veía acercarse con
,"p",".-"detosPadresquehabíancompartidoconmigolostrabajos'su.au-
abnegación nos
friLientos y privacion.r; á" los colonos que con tanta
los lu- de
xiliaron; de los salvajes qu" .*n el objet-o de nuestros
desvelos;
para ml sumamente doloroso; y
gares testigos de tanias fenalidades' era
por más tiempo ya que
era preciso este paso que no podía demorarse
otros asuntos me llamaban a otra parte'

AcompañadodelP.Guardián,delhermanoZenónDelgadoydeal-
de suponer' me
gunos p"onrr, salí de Santa Ane, y con la pena que es
despedldelosquequedaban.Despuésdetresdíasdefatigosamarchalle.
después para mi
g"rno, a Loja, ¿-on¿á permanecimós ocho días, partiendo
residencia habitual ( I ).

Tales son R' P. los trabajos y sufrimientos


por los que he pasado
y
jinto con mis compañeros, al implantar la nueva misión para reducir
tantos esfuer-
convertir a los salvajes de Zamora. Quiera el cielo bendecir
que allí quedan. De_nuestro cole-
zos y proteger el ceio de los Misioneros
giodeLimafuémandadoelP.LuisTorraconelcargodeSuperiordela
misión,quien,atendidassusbuenasdotes,esperollevaráabuentérmino
la obra que se le ha encomendado'

Comocomplementodeloreferidohastaaquívoyatranscribiral-
gunospárrafosdeunacartaqueelP'Fr.FranciscoSolanoPascualmere-
salida. Dice así:
mite, dándome razón de lo que se ha hecho $esde mi

Cart¿ del P. Fr' Francisco Solano P¡scual

..Muy respetable y amado Padre: Acabo de recibir Su muy aprecia.

de sus viajes, en est¡ últi.


( 1 ). Es scnsible que el pedre Vid¡l no consigrre las fech¡s
m¡Parte.I.¡c¿rtaenquecnunci¡suvenidaaLimaestáfech¡deen[ojaen
marzo de 1893.

98
del 30 de Enero y su lectura me ha llenado de gozo y entusiasmo para
continuar trabajando en la misión que V. P. en feliz hora fundara, para
gloria de Dios y bien de nuest¡os queridos jíbaritos, los cuales saltan de
júbilo cuantas veces les hacemos menciÓn de su tan querido P. Ved¿I, co'
mo ellos dicen. Apenas saliÓ de Santa Ana vuestra P. todo nuestro afán
fué poner en práctica cuanto nos deiara ordenado".

Aquí la carta trata del aseo del pueblo y plantíos indispensables


para atender a las subsistencias, no sólo de los Misioneros, sino también
de los colonos y salvqies, que no siempre tienen lo necesario para la vida;
y de otras obras importantes llevadas a cabo.
..Aprovechando unos días bonancibles hicimos un viaje de recreo
haSta la casa del jíbaro Cónda, el cual llegó en una canoa en compañla de
otros jíbaros. Invitamos a Cónda y su hijo ( que parecía un fraile con el
cerquillo que le habían hecho ) a que subiera a Santa Ana, pero nos con-
testó: Mucha vergüenza tenendo: ¿Y por qué ? - le dijimos: - Nada te-
nendo, quedando Padres.- No más mano dando.- Otro dfa preguntán-
doles si tinía dos para vender, me contestÓ que no tenía sino dos mujeres
y dirlz much¡chos: llamando mujeres a las cerdas y muchachosa sus crías.
Les suplicamos que nos vendiese una muier y algUnos muchachos' y con
mucho candor nos contestó: que él engordando muchachos para comen-
do, mujeres para más muchachos y más comendo muchachos. Este modo
de hablar nos divierte mucho.

..Durante el tiempo en que las lluvias eran más frecuentes venÍan al


Convento de vez en cuando, con algunas mentirillas acerca de Cumbara-
sa, diciéndonos que estaban rozando, haciendo la casa, etc., todo con el
fin de sacamos alguna cosa; nosotros, aunque deseábamos, que fuese ver-
dad, poco crédito les dábamos, si bien nos portába¡ros como si lo creyé-
r¿rmos. Apenas escampó nos resolvimos con el P. Larrea para ver la reali-
dad. I¿ única dificultad estaba en la canoa que era muy estrecha y larga,
más a propósito para un museo que para navegar, sobre todo en esta sec-
cipn del río, que como V. P. muy bien sabe, puede decirse de ella lo que
un francés dijo del Huallaga: "que era navegable contra la voluntad de
Dios".

99
"Emprendimos el viaje, y apenas empezó a moverse el c¡ballito
cuando principió a corcobear, y tanto que llegó a poner miedo en el co-
tazbn de Angel, que es mucho decir, por quanto Angel Otdoñez nada tie'
ne de cobarde, y por otra parte es muy práctico en el manejo de la canoa.
En esta ocasión hubiéramos naufragado varias veces si la bondad de Dios
no se hubiese compadecido, especialmente de ml que sé nadar como el
plomo".

"A las seis de la tarde tomamos piso sólido cerca de la casa de Cuii-
Grande fué la alegrla de este y de su familia cuando le manifestamos el
objeto de nuestra llegada. Al punto nos dió cuanto tenla para cenar. Qué
sentimientos tan buenos tiene el tal Cuji. Ojalá tuviera tan bueno y her-
rnoso el cuerpo como tiene el alma. El pobre parece un leproso a causa
de la sarna. Es el que más interés tiene para que bajemos a vivir en Cum-
blrasa, y el que más ha trabajado allf. Creo que él sená el primero escogi-
do por Dios para hacer de él un excelente cristiano. Para conseguir esto
de buena gana llevaría yo la sarna".

"Aquf fuí con el jlbaro Ojeata, Angel y Camilo, a ver loa tabajos
que tanto nos habían ponderado. i Qué encontramos ? Ñgunos perros
en la casa de Chlrimbo, muchas grandes hormigas en el roce, que a cada
paso nos hacían dar un grito de dolor; por lo demás, poco hablan adelan-
tado desde que V. P. lo dejó. Impuesto de todo después de contemplar
a mi gusto aquella tierra de promisión, de admirar la lozanía de la huerta
de Chirimbo, sembrada toda de yuca, ver el hermoso fondeadero junto a
nuestro roce, regresamos al toldo donde nos esperaba el P. Larrea, que
no había podido acompañarnos por tener un pie muy hinchado. Le im-
pusimos de todo y convenimos en que sin pérdida de tiempo era preciso
invitar a los jíbaros para abrir un caminb por tierra desde Cumbarasa a
Santa Ana¡ de lo contrario nos expondríamos a peligros que a nada con-
ducfan, sino a retardar el progreso de la Misión. Ya que al día siguiente
debían reunirse en la confluencia del Jambue para la pesca con barbaso,
y era preciso aprovechar esta circunstancia favorable, nos dirigimos a di-
cho lugar".

Pernoctamos en la orilla del río en frente de la casa Amibucha. Es-

100
G
ta estaba llena de jíbaros que se habían reunido con ocasión de la pesca y
también de visitar a un enfermo que habfa caído con fiebre. Apenas su-
pieron nuestra llegada, bajaron a saludarnog y todos nos dieron la mano
con su célebre icómo $tsndo ! Al amanecer les devolvimos la visita, y
nos encontfamos con Chiura" que había pasado allí la noche pafa sacar
al enfermo la aruiao, por mejor decir algún cerdo o gallina. Luego toma-
mos la canoa y nos dirigimos a la choza de Conda, que nos recibió con su
acostumbrada amabilidad. Despues de almorzar el.P. l¿rrea regresó a
Sana Anq dej¿indome con Camilo y Angel para presenciar la pesca con
barbasco, e invitar a los jfbaros para el trabajo del nuevo camino proyec-
tado".

"Al día siguiente apenas amaneciÓ parecía el rlo un puesto de mu-


cho tráfico y animación. Los gritos de los salvajes, sus carcajadas, los gol-
pes que daban para mqiar el barbasco, junto con el nrido de las canoas, y
la detonación de las escopetas, producía en esta tierra de silencio y sole-
dad un efecto muy extraño. El rlo estaba lleno de canoas y las orillas de
jibaritos que saltaban de gozo al ver que se acercaba la hora de la pesca.
Apenas divise a mis queridos Zamoranos, les hice seña para que pasasen
a mi toldo, y con este fin les envié la canoa- Tan pronto como llegaron a
mi lado, el gozo de unos y otros fué completo. I¿s mujeres prepararon
un buen almuerzo con los patos y carne de'cecina, y los hombres fuimos
todos a ayudar a los jíbaros a moler el barbasco, a f,tn de que ganando
su voluntad, nos hicieran participantes de la pesca".

La pesca debía hacerse en las aguas del Yambue. En los dos brazos
que forman en la confluencia se colocó una especie de parapeto o enra-
mada, para detener a los peces que narcotizados por el zumo del barbas-
co, flotaban en la superficie. Apenas estos empezaron a brillar en ella, to-
dos los jibaritos de tres años arriba se arrojaron al río con grande alegría
y tlgazan. [,r.rego llegaron los hombres y auxiliaron a sus hijos. El tiempo
que duró la pesca fué de lo más divertido y alegre. Me obsequiaron algu-
nos peces de los mayores con muy buena voluntad".

"Después les propuse la conveniencia de abrir una trocha a fin de


ir por tierra de Sant¡ Ana a Cumbarasa, Y s€ ofrecieron gustosos a este

101
trabajo. Conseguido esto ya me parecía que la Misión tomaba un nuevo
sesgo: con tan halagüeñas esperanzas nos encaminamos por tierra a nues-
tro convento, con los cristianos de Sant¿ Ana, que participaban de la mis-
ma alegría: el entusiamo en unos y otros era grande. La satisfacción de
todos se completó con la noticia de que ya estaba en Loja el Superior de
la Misión.

Al día siguiente fueron llegando los jíbaros para abrir la trocha


hasta Cumbarasa El P. Antonio Gonzílez y Angel se encargaron de diri-
gir el trabajo. El entusiamo de los jíbaros fué tal que hasta las mujeres
tomaron parte en la obra: Chiura me dijo con mucho entusiasmo que
quería ir a la jibaría de Logroño e invitar a sus parientes y decirles:
iQué hacendo así, que hacendo ! C no venendo donde Padres ? Vevendo
-
sajino parejo. Ver¡endo con P¡dres, sabemos leer, escribir, todo tenendo.
Y como le dijese que si trabajaban en Cumbarasa harlamos um Loia pare-
jo; le caía la baba de gusto, y me preguntó si d catedral tamben haccndo?
"Mejor que la de Loja" le contesté".

" Ya pues tenemos el camino de Cumbarasa a Sant¿ Ana y se pue-


de viajar sin parar por los peligros del río. Poco a poco lo iremos mejo-
rando: ya han construído en Cumbarasa una casa convento más grande
que la de Santa Ana".

"El terreno que vuestra Paternidad señaló para huerta de la Misión,


tiene un roce de 140 metros de largo por ll0 de ancho; y actualmente
estan plantándolo de plátanos, yuca, etc. Confiamos que la fundación de
un pueblo de jíbaros en Cumbarasa pronto será un hecho".

Segun los párrafos transcritos parece quola Misión de Zamora pre-


senta un aspecto consolador, y que el Misionero puede esperar que el fru-
to corresponderá a sus trabajos y desvelos, y que Ia semilla divina Ro cae-
rá en tierra mala. Sin embargo, el canícter altivo e independiente de los
jíbaros será siempre un obstáculo pata la rápida propagación del Evange-
lio. No pocas veces el Misionero tendrá que deplorar decepciones que
pondrán a prueba su celo y constancia. Está previsto; y por lo mismo no
se¡á esto un motivo para que el Misionero desista, plegue velas y se retire.

102
Es cuestión de tiempo, paciencia y sagacidad. Hasta ahora los jíbaros han
manifestado bastante respeto a los Padres. Casi todos han ofrecido con-
ñar sus hijos al Misionero para que los instruya y les enseñe a leer y escri-
bir, cosa que muchos de los grandes desean con ansia aprender.

El jlbaro es naturalmente de inteligencia despejada y conoce la in-


ferioridad de su modo de ser de los cristianos; ambiciona colocarse al ni-
vel de estos, y se siente humillado al ver que no puede escribir para co-
municar por cartas sus pensamientos. Quizá esto sea un factor poderoso
que contribuya a su redención y conversión. Nuestros Misioneros que
atentos observan estos nuevos sentimientos del jíbaro, tratan de fomen-
tarlos exponiendo a su inteligencia nuevos horizontes que exciten en él la
curiosidad y el estímulo para salir del estado de barbarie en que yace. Es-
te método hasta ahora ha producida excelentes resultados mediante el
auxilio divino es de esperar que poco a poco irán deponiendo sus brutales
costumbres, para abrazar las nobles, pacíficas y santas prácticas de la Re-
ligión.

Religión y cosnrmbres de los Jívaros

Antes de terminar la serie de Correspondencias relativas a la funda-


ción de nuestras misiones entre los jlbaros de Zamora, daré algunas noti-
cias sobre el carácter, religión y costumbres etc., de los salvajes, cuya re-
ducción y convenión el Gobierno del Ecuador, de acuerdo con la Santa
Sede, ha encargado a tres Ordenes Religiosas. Los RR. PP. Domínicos se
hallan establecidos entre los jíbaros de Macas;y los ilustres hijos de Don
Bosco en la jibaría de Gualaquiza.

Noción General de los Jíbaros

La familia jíbara es una de las más numerosas y dilatadas de infie-


les que existen en los bosques orientales del Ecuador. Ocupan la sección
de terreno comprendida desde el río Chinchipe al sur de Loja; la orilla
izquierda del Marañón hasta el Pastasa, que nace en las vertientes de los
volcanes Tunguragua y Cotopaxi, y las faldas orientales de los Andes
comprendidas entre los orígenes del Chinchipe y Pastasa. La nación f íba-

1G¡
ra estó dividida en distintas tribus, que toman la denominación del río en
cuy¡ts orillas habitan. Las distancias que median entre las tribus son más
o menos considerables, y para viSitarlas necesitan emplear diez, veinte, y
aún más días. Todos hablan el mismo idioma, que según he podido com-
prender es bastante expresivo, y sobre todo enérgico por fazón, sin duda
de su carácter independiente y beücoso. Si los jfbaros estuviesen todos
bqio un sólo jefe, compondrlan una naciÓn temible y tenible para los de-
más salvajes sus vecinos; empero como de tribu a tribu de la misma na-
ción se hacen con frecuencia ggerras de exterminio que engendra enemis-
tades irreconciliables, de aquí gue cuando se unen dos o más tribus para
hacer la gger¡a a otra nación de salvajes, no causÍlf toda la carnicerla gue
intentaron por los recelos y rivalidades que existen entre ellos; pues mien-
tras baten al enemigo debe cada uno estar alerta para no sef vfctima de la
vengafi¿a personal de alguno de los suyos. Si bien cada tribu jíbara tiene
su cacique, hacen muy poco caso de su autoridad, sólo le obedecen en
tiempo de peligro.

Las tribus no están agfupadas en pueblos, sino que cada familia


particular se establece donde quiere y siempre distante de las chozas de
las demás. Este modo de vivir es común a todos los salvajes de la Améri-
ca del Sur. Si entre los individuos de una misma tribu conservan ciertas
rel¡ciones indispensables para la común 'conservaciÓn' esta no obsta para
que entre ellos se tomen sangrientas venganzas que siempre se ejecutan a
traición. Cuando se hace la guerra de tribu a tribu, o contra una nación
vecina, se convierten en fieras luchando cuerpo a cuerpo, si por medio de
alguna celada el enemigo no ha sido sorprendido descuidado. Empero
cuando se trata de una venganza particular, esta reviste lo¡ caracteres de
la felonía. Es frecuente invitar a la víctima a comer a una partida de caza,
a una visita; y cuando se halla más descuidada es atravesada por la lanza.
A veces repite estas invitaciones son que por el momento intente nada;
sino al contrafio, la obsequia y le manifiesta con hipocresía una deferen-
cia que hace suponer una reconciliación, cuando sÓlo es para asegpraf
mejor el golpe y evadir las sospechas y responsabilidades. Otras veces, sin
tantos cumplimientos aprovechan la primera oportunidad, cuidando de
no ser visto Por la misma víctima.

104
El espíritu de venganza está tan anaigado entre los jíbaros, que
aunque se pasen años sin que lo puedan saciar por no presentarse la oca-
sión; siempre lo ejecutan por sf o por sus hijos. La primera lección que
dan a estos es indicarles la víctima: ful¡no m¿tó a nr abuelo, hermmo,
tío, ctc., y les imponen como un deber el vengarlos. No pierden la oca-
sión, cuando se ofrece, de iniciar a sus hijos de poca edad a no horrori-
zarse de la sangre y sufrimiento de la víctima. El padre procura hallar a
esta desarmada o herirla a mansalva para desarmarla; y una vez con la lan-
za ensaye a matarla. Si el pequeño no acostumbrado a ese espectáculo y
ante la sangf,e y lamentos de la vfctima se conmueve, el padre es bastante
feroz para colocar la lanza en manos de su hijo, tomarlé las manos y ha-
cer que la hiera y le dé muerte. Con estas lecciones tan feroces, es raro
hallar un jíbaro que teniendo 20 años de edad no sea homicida. Por esto
el jlbaro nunca vá desarmado. [¿ lanza es su alhaja favorita e inseparable.

Es jíbaro es en general de constitución robusta y proporcionada,


su mirada viva y penetrante, la expresión de su sembl¿nte humilde o fe-
rozmente siniestra, según las circunstancias; es inteligente y aprende con
faciliúad cuando se propone aprender, combina y prepara admiieblemen-
te su¡ celadas y plancc de combate contra los demós salvajes de quienes
son muy temidos. Es naturalmente ocioso, altivo, soberbio y muy aman-
te de su independencia y esto será un gran bbstáculo para su civilización
y conversión, especialmente tratándose de adultos. Si bien se consideran
humillados al tratar con los cristianos y personas civilizadas, por el ma-
yor.caudal de conocimientos y habilidades que estos poseen, empero no
pierden la oportunidad de manifestar en alguna cosa su mayor conoci-
miento y destreza, cuando se presenta la ocasión; como por ejemplo en la
presición con que predicen la creciente del rfo, si observan alguna tem-
pestad en las alturas de.los Andes; en el maúejo de la carloa, en el uso de
la cervatana y lanza ete. En estas y semejantes ocasiones se complacen en
hacer alarde de su superioridad.

Los jíbaros, como los demás salvajes de América, abandonados a


su propia suerte, no aspiran más que a satisfacer sus necesidades anima-
les, sin preocuparse de lo demás; de modo que pasarlan siglos sin que a-
delantaran un paso en el camino de su perfeccionamiento intelectual,

105
moral y social.

II.- RELIGION

Tiene una idea muy vaga y oscura de Dios, y creen que ninguna in-
tervención tiene con los sucesos del mundo. si se les pregunta ¿quien ha
hecho la tierra; sol, luna y estrellas ? quedan sorprendidos y no saben
qué contestar. Limitando todas sus aspiraciones a un positivismo sensual,
cr€o que nunca se les ha ocurrido la idea de si la tierra, sol, etc., tiene o
no principio. sospechan la supervivencia del alma, sin poder explicar en
qué consiste, ni cual es su destino. cuando se les habla de Dios. de su
Omnipotencia, Providencia de los premios y castigos de la vida futura, y
sobre todo de la resurrección, escuchan con asombro; si bien no com-
prenden por de pronto toda la importancia y trascendencia de estas ver-
dades. La imagen del crucifijo les llama la atención, y algunos por lo que
han oído a los Padres cristianos, saben algo de Dios. una vez estaba yo
explicando los principios de la Religión a cuatro jíbaros, insistiendo de
un modo particular sobre la Providencia. Los cuatro entendían regular-
mente el castellano: chiura que era uno de los cuatro, señalando la ima-
gen del Crucificado, me preguntó:

¿ Cómo Dios sendo ? Les expliqué lo mejor que pude, acomodán-


dome a sus groseras concepciones, la creación del mundo, del hombre, la
redención, la necesidad de bautismo para ser cristiano y salvarse: y que
los que no eran cristianos iban al infierno. Algo comprendieron; pues
Chiura volvió a preguntarme:

- d Jíbaro, infierno ?

- Sí, jíbaro mucho malo; jíbaro matandq" jíbaro infierno.


- Cristiano m¡lo sendo, cristiano rcbando.
- Cristi¡no malo infierno, cristiano bueno cielo.
- Jfbaro bueno cielo.
- Nq, jfbaro bueno, no bautizaso cielo no yendo.
- Mío muchacho ( hijo ) no marando, C cómo infierno ?

- i Soldado infierno yendo,


- Soldado malo infierno, soldado bueno cielo.

106
En otra ocasión en que el Padre Antonio Gonzéiez visitó a Bomba-
chi, que se hallaba postrado en el lecho a causa de una fuerte fiebre, y es
naturalmente sencillo y de buenos sentimientos, expresó con su candoro-
sa sencillez el modo grosero como conciben sus relaciones con Dios, a pe-
sar de lo que con frecuencia oyen de los Padres y cristianos. Durante
la conversación Bombachi dijo: Padre yo no monendo, mlo corazén pie-
dra parejo. C Acaso piedra grande morcndo? No. Yo t¿mpoco morendo.
{Acaso t¿it¿ Dio¡ mío sangre dando para quitando? Como el Padre le
ddese que Dios no querla que los hombres viviesen siempre en este mun-
do, le contestó: Yo infierno no yendo: yo arriba cielo;yo bueno sendo'
jfbaro no mat¡urdo.

Lo cierto es que la idea del cielo e infierno va haciendo mella en


sus duros corazones y ha despertado en algunos el remordimiento.

Muchos de los jfbaros que moran en la falda de la cordillera y en


las márgenes del Marañón, han sido bautizados en su infancia por algún
Sacerdote o cristiano; empero como los más no han recibido instrucción
han quedado salvajes bautizados, sin distinguirse de los no bautizados,
rnás qUe por el nombre, de manera que, al nombre de bautismo añaden
como apellido el primitivo de jíbaro. Entre ellos usan siempre este nom-
bre; cuando hablan con los Padres o cristianos emplean ambos nombres
como por ejemplo: Antonio Chiura, Agustln Cuiji, RamÓn Catipi, José
Cririmbo, etc.

Sí, como he dicho, tienen de Dios una idea muy vaga y oscura y
creen que ninguna intervenciÓn tiene en los sucesos de este mundo; no
así del diablo a quien llaman lguanchi. A este temen y obedecen, y por
lo mismo están persuadidos que interviene en algr¡nas cosas. No he podi-
do averiguar de un modo cierto, si realmente le dan culto externo y cere-
monioso. Lo cierto es que le reconocen como un ser superior y le consul-
tan cuando desean saber algo de importancia. Al ser invitado el jíbaro a
la guerra, para saber como le irá, esto es, si morirá o no, consulta al lguan'
chi. El jíbaro es muy superticioso; siempre que sufre algún daño lo atri-
buye a otro, y para conocer quién se lo ha causado, consulta al lguanchi;
para el efecto prepara su natema y se dirige a una colina, donde forma su

107
soñadero, esto es, una pequeña choza suficiente para poner el cuerpo al
abrigo de la intemperie y de la lluvia; luego coloca delante y junto a la
choza, tres pequeños palos ig¡rales clavados en el suelo y señalando los
ángulos de un triángulo equilátero, una de cuyas bases está al pie de la
choza. Hecho esto toma el n¡tcm¡, narcótico que le priva completamen-
te del uso de los sentidos por tres dfas; se tiende de espaldas tocando con
sus pies en la base del triángulo. Tan pronto como el natema ha produci-
do su efecto, dicen ellos que tienen sueños muy fantásticos, placenteros
o terribles y se aparece el Iguanchi en distintas formas, aunque la más or-
dinaria es la de un gran huachi, mono. Si el motivo de la consulta es el
éxito que tendrá la guerra, y el diablo le predice que si vá a la pelea, mo'
rirá; el jíbaro que consulta, jamás acepta la invitación, y finge mil pretex-
tos para excusarse. Pero si le anuncia que matará uno o más enemigos,
acepta y con gran resolución vá al combate. No siempre el lguanchi, le
predice el éxito que tendrá en el combate de un modo tan expllcito, sino
con ciertas vaguedades que dejan al iluso en duda; en este caso para de-
terminarse se funda en los sueños que ha tenido en los tres días que ha vi-
vido privado de los sentidos.

Si al consultar al diabto desea saber quien ha matado a un miem-


bro de la familia, o ha causado daño en las sementeras o animales domés-
ticos; en este caso el fuuanchi siempre determina un individuo que más o
menos tarde es víctima del odio y venganza que ha hecho concebir la re-
velación del diablo. Como se comprenderá, en este y semejantes casbs se
sacrifica a inocentes que no han tenido la menor participación, en el he-
cho que la revelación diabólica les imputa.

Felizmente estas consultas son raras, porque el diablo, y esto no


demuestra mucha astucia, les exige que antes de consultarse, estén tres
dlas sin comer ni beber. Este riguroso, ayuno no tes es muy agradable,
y por no sujetarse a é1, no hacen las consultas sino cuando el asunto es
para el jíbaro de mucha trascendencia.

III.- Motivos de las fiest¿s

Tres son los motivos principales de las fiestas de los jíbaros y los

108
tres muy originales, superticiosos y salvajes; el de las Shanjas, tabaco y
mujeres.

Shanjas

Cuando desean concluir con un enemigo terrible y de importancia


o matar algún bnrjo de mala catadura, se confabulan y conciertan seis o
más jfbaros, y fijan el día en que deben ejecutarlo, Antes de esa fecha se
someten los conjurados I un ayuno de algunos dfas, pues creen que no se
puede asesinar a un enemigo temible son que preceda el ayuno. Uegado
el día prefijado, se reunen y van en busca de la víctima, que procuran,
como siempre asaltar a traición, Si las circunstancias lo permiten atan los
pies y brazos del infeliz, que hace esfuerzos desesperados para defendene
y escapar; pues no ignora lo que le va a suceder. Amarrada la vlctima, la
tienden en el suelo, y cada verdugo la biere con la lanza sin darle la muer-
te. Parece que gozan al contemplar como la vfctima se retuerce a impul-
sos de la rabia y desesperacióh. Satisfechos su instinto feroz, el filtimo de
los conjurados, le clava la lanza en el corazón;golpe de gxacia, que pone
fin a las horribles convulsiones de la vfctima. He dicho si las circunstan-
cias lo permiten, porque alguna vez el infeliz se apercibe del asalto, y en-
tonces con su lanza se defiende como una fiera; empero siempre sucumbe
ante el número. Luego le cortan la cabeza'que han cuidado de no herir;
inmediatamente la disecan, reduciéndola al volumen de una namnja.

Para el efecto, parece que ¿urancan con mucho cuidado, toda la


piel de su cabeza junto con el cabello, al modo con que lo verifican cort
los pájaros que les sirven para sus adornos; extienden la piel sobre una
piedra incandecente del volúmen referido hasta que se seque y contraiga.
No he podido averiguar los demás procedimientos que emplean en esta
operación. [o cierto es que la ejecutan con tanto primor y delicadeza,
que la cabeza así reducida conserva las facciones y fisonomía primitiva y
se conoce a quien perteneció.

A esta cabeza humana reducida a tan pequeño volumen, la llaman


shanja ( I ).
( f ). Véase en el Apéndice una fotogrefíe al c¡so y su explicación.

f09
Fiesta de la Shanja

Es la principal y a la que dan más solemnidad que a las demás; es


lo que podríamos llamar su fiesta mayor. Si han sido seis los ejecutores
de la víctima, celebran seis fiestas, si bien alguna vez las reducen a una;
en este caso los seis contribuyen a los gastos de la misma. Desde el día
que han hecho shanja, los que han tomado parte se someten a una rigu-
rosa abstinencia y ayuno, que dura hasta que termina la ñesta. Para que
ésta sea lucida y a satisfacción de todos, es preciso e indispensable hacer
gran acopio de vlveres y masato, y como para esto se requiere tiempo, de
aquí que la abstinencia y ayuno se prolonguen algunos meses, y a veces
hasta un año, pues no siempre tienen en la chacra o huerta bastante can-
tidad de yu€ y plátano en sazón, como para el caso se requiere.

Tan luego como juzgan poder acopiar los víveres necesarios para
el convite, se avisa a todas las familias de la misma tribu y a los parientes
de otras tribus, indicríndoles el día del festln. Empero como el jíbaro se
pinta como él sólo para comer y divertirse a expensas de otro, concurren
a más de los invitados otros que se convidan por sl mismos. El que debe
hacer la fiesta, unos siete días antes llama a los parientes más allegados, y
se ocupan en la caza de cuadrupedos, monos y aves y el último día en la
pesca. Entre tanto las mujeres se dedican a la recolección de la yuca y
plátano y a la confección del masato.

El Mas¿ro

El masato es obra exclusiva de las mújeres, a quienes afguna vez


ayudan también los niños. Para la confección de esta asquerosa bebida
cuecen la yuca, luego la mascan hasta formar con la saliva una masa bas-
tante disuelta que depositan en grandes ollas dó barro destinadas ad hoc,
que llenan hasta sus tres cuartas partes. La yuca así triturada y mezclada
con la saliva, al poco tiempo fermenta y se produce una espuma, muy se-
mejante a la de la ceweza. Esta es la bebida tan apetecible para los jíba-
ros como repugnante para los que no lo somos. Al tratane de una fiesta,
preparan de cincuenta a cien vasijas, según la importancia de la fiesta y
número de los convidados.

110
Desde la víspera del día señalado van llegando los invitados. con
sus respectivas familias, y se reunen alrededor de la casa sin que ninguno
penetre hasta ser llamado. Llegado el dfa y dispuesto todo, sale el dueño,
y con un silbato, si lo tiene, o con gritos que todos comprenden, llama a
los comensales, e inmediatamente una avalancha de salvajes se precipita
en la sala del festln. El dueño señala el lugar que cada uno debe ocupar
durante la fiesta.

La Shanja pintada y adornada se halla en el centro de la choza col-


gada de un palo engalanado con ramos y flores: una vez reunidos y cada
uno en su lugar; empieza lo que podríamos llamar el servicio religioso.
Todos están en silencio; el dueño pintado con rayas neg¡as y coloradas
en todas las partes desnudas del cuerpo, y puesto sus mejores aderezos,
se coloca frente de la Shanja: la increpa, insulta, y le dice todos los dispa-
rates que se le ocurre. Cansado de gritai y gesticular, se retira, y luego le
sustituye en la ceremonia el más anciano, quien después de insultar a la
Shanja, relata con gran entusiasmo las costumbres y tradiciones patrias.

Terminado el oficio, empieza el convite, distribuyendo la yuca,


plátanos, carne y pescado, según la indicación del ¿nciano que reemplazó
al dueño de la casa en la dirección de la fiesta, y por delicadeza reserva
para sf la mayor y mejor ración. Los hombres sentados en las barbacoas
o sobre trozos de madera, son servidos por sus respectivas mujeres. Du-
rante la comida hay mucha charla y gritería. La pobre mujer es la víctima
en estas orgfas. Mientras los hombres conversan, comen y beben, la mujer
sigue cocinando y machacando yuca para la fermentación; luego se pre-
senta delante de su marido con un plato de comida en una mano y un
mate de maseto en la otra; empero como la naturaleza no permite estar
siempre comiendo y bebiendo, es muy frecuente que la pobre mujer está
parada delante de su esposo, ofreciéndole la comida y bebida, sin que es-
te, teniendo el estómago repleto, haga ningún caso de su mujer que, por
otra parte no puede retirarse sin que el marido tome algo; de aquf que la
infeliz esté en pié dos o más horas. La pobre mujer, al ver a su marido
harto y muy ocupado en conversar, para que no se le haga tan dura ra si-
tuación, deja el plato de comida en el suelo o en la barbacoa y se entre-
tiene en revolver con la mano el mas¿to, lamiéndose de cuando en cuan-

111
do losdedos. Tan pronto como el marido ha tomado algo de lo que la mu-
ier le ofrece, ésta se retira paÍa tomaf Otfa vez y pefsevera asf hasta la
noche.

A medida que el día adelanta, el mssato va produciendo su efecto,


y bajo los vapores de la bebida, los comensales so mueven, agitan y gri-
tan; lo que da por resultado la rotura de platos y ollas, que por ser de ba-
rro mal cocido fácilmente se quiebra.

Baile

Al llegar la noche se formaliza el baile. El dueño de casa toma del


palo la Shanja y la coloca sobre su espalda; luego da la mano al anciano
director de lá fiesta; y si antes se ha nombrado una mujer para que cuide
de las de su sexo, durante la fiesta tiene la dicha mujer el privilegio de co-
locarse entre los dos.

Todos los hombres enlazados de las manos forman un gran círculo


y así colocados, el círculo va dando vueltas al rededor del palo de que
pendía la Shania entre convulsiones, visajes y gritos, formando una bata-
hola capaz de estremecer al mismo lguanchi. Si las mujeres totnan parte,
en el baile, que es casi siempre, estas foiman un círculo interior y con-
céntrico. Dejo a la consideración del lector lo que será este género de bai-
le entre salvajes medio borrachos. Algunos por el exceso de la bebida,
caen arrastrando a otros, lo que motiva gran gritería, risotadas y confu-
sión; los que pueden se levantan, retorando al que ya no puede estaf en
pié, y sigUe la danza. Rendidos por tanto holgorio, coloc¿n la Shanja en
el palo y se hechan en las barbacoas para dormir. Las infelices mqieres si-
guin cocinando y haciendo mcsato el resio de la noche, y apenas se les
permite dormir un rato.

siguiente se repite el mismo orden de ceremonia; y así los


Al día
demás días que dura la orgía, que son de tres a cinco, según la provisión
de víveres. El último dla el director de la fiesta distribuye a cada familia
un pedazo de carne cruda, reservando para sf el triple. Con esto se da por
terminada la ñesta y cada uno se retira a su choza.

112
Si los que han contribuído a la consecución de la Shanja han con-
venido en celebrar por turno sus fiestas, los que faltan vuelven a observar
con rigor l¡ abstinencia y ayuno; y el que pof turno le toca, debe respetar
la fiesta pasada de una luna o más tiempo, haciendo el acopio de vfveres
para el caso; y asl sucesivamente los demás, por lo que el f¡ltimo debe
guardar la absünenci¡ y ayuno por lo menos seis meses, si han sido seis
los que han asesinado al infeliz que por su cabeza ha dado ocasión para
que los demás se diviertan. La Shenja pasa de uno a otro, según el orden
en que deben fesetejarla. Terminada la fiesta o fiestas se le abandona a
un rincón para diversión de los muchachos o la venden si hallan quien la
compre. Desgraciadamente no falta quien se dedica a este infame comer-
cio; lo que da ocasión a que algunas tribus se ocupen en la confección de
Shanjas, matando para el efecto a enemigos verdaderos o supuestos. La
tribu que no está en relación con los comerciantes la vende a la tribu que
lo esté por un iqipit¡nchi,lanza o cervatana.

Los misioneros ponen todo su empeño, no solo en desterrar sefne-


jante tráfico, sino en impedir que se persiga a los enemigos para mata¡los
y hacer Shanjas.

Fie$as del T¡bcco

Los preparativos para esta extravagante fiesta se reducen, como en


las de las Shanjas a hacer provisiones de víveres y m¿sisto, aun que no en
tanta cantidad, por ser menos el número de invitados. Ordinariamente
concurren los parientes y vecinos m¡ás inmediatos. Como en la anterior
el más anciano es el que dirige la fiesta. Se come, se bebe, y baila como
dejo referido en las de las Shanjas. {Por qué se ll¿rna fiesta del tab¡co?
Por el modo r¡uo y asqueroso y brutal de tbmar el zumo de esta sol¡ná-
cG8, y por la virtud que le átribuye. Conocidas son las maneras de usar
las hojas de esta phnta; tanto por los aficionados como por los que no lo
son. Los jíbaros la emplean de un modo tan original, que no creo haya
entre los lectores del Eeo quien se atreva a imitarlos, aún cuando entre
ellos se hallara el más excéntrico de los yankees.

El uso que los jlbaros hacen del tabaco, en la fiesta que describi-

113
mos, es el siguiente: El más anciano, director de la fiesta. toma una pe-
qgeña vasija, en cuyo fondo, hasta la mitad, coloca fragmentos de hojas
de tabaco; poco a poco va llenando la vasija de saliva, mientras con los
dedos y la mano revuelven aquel tonrm, formando un lfquido asqueroso
y fepugnante. lnterin nuestro hombre se ocupa en tan útil tarea, los de-
más observan atentos la manipulacién. Los adultos con ciefta gravedad. y
los niños con una de ¡¡res deus, como dicen los catalanes; no hallo una ex-
presión más apropiada para manifestar el desagrado con que los niños
iontemplan los preparativos del forzoso tormento que les espera. Tan
luego como el director de la fiesta, a fuerza de comprimir y estrujar las
hojas del tabaco, ha formado el misterioso preparativo' toma un tubito
que llena del repugnante líquido, pof medio de una suave absorción he-
cha con la boca; otro salvaje trae un niño mayor de siete años, que sostie-
ne por la espalda, mientras que con fuerte soplo le introduce por la nariz
el líquido contenido en el tubo. El pobre niño llora. patalea, estofnuda;
pero nuestro hombre impasible, repite la operaciÓn varias veces- Algunos
niños llegan a sufrir vértigo, y entonces el que los sostiene muy satisfecho
del éxito, exclama: mucho bueno: y luego toma otro. Terminados los ni-
ños, se verifica la misma operación con los adultos; si bien estos no dan
muestras de debilidad como los niños, no pueden evitar ciertos estreme-
cimientos y lágrimas involuntarias. Este brutal modo de tomar el tabaco
se repite los tres días que tlura esta fiesta.

Este raro uso del tabaco tiene. según ellos, grandes virtudes; una de
las cuales motiva esta fiesta. y es la creencia o preocupación de que así
no les morderá el macanchi, nombre común a toda culebra venenosa. Si
esto no obstante, el macanchi, irrespetuoso a las virtudes de la nicotina'
muerde al jíbaro nicotizado, se atribuye, no a la falta de virtud del taba-
co, sino a la malevolencia de algún enemigo, que tarde o temprano su-
cumbirá a la venganza del paciente o de sus deudos.

Fiestas de las mujeres

cuando el joven j íbaro desea por primera vez casarse y formar nueva
familia, prepara o cultiva una huerta o chacra' al llegar los plantíos a cier-
to desarrollo toma la mujer, quien le ayuda en el cultivo de la huerta has-

114
ta la sazón de los frutos. Luego se hace la fiesta que tiene por objeto al-
canzaÍ el que la esposa sea trabajadora, en virtud del zumo del tabaco. A
esta fiesta concuren de ordinario los parientes de ambos esposos. En to-
do es igual a la anterior, con la diferencia de que la mayor porción del
misterioso líquido proveniente de la trituración del tabaco, se reserva pa-
ra la esposa, a quien el director de la fiesta hace un largo sermón, que se
reduce a manifestarle sus nuevas obligaciones, y como éstas colocan a la
infeliz en un estado de verdadera escravitud, escucha resignada lo que se
le dice, que pr,rede reducirse a lo siguiente: "eue ha de cuidar a su esposo
de manera que nada le falte; que siempre ha de tener comida y bebida
preparadas, y se la ha de ofrecer aún cuando no la pida: que no ha de
permitir que la yerba crezca en la huerta: que los animales domésticos
estén gordos, etc., Esta es la única fiesta en que acostumbran bailar por
parejas de hombres y mujeres, separado uno de otro.

Tales son, las fiestas clásicas, y el modo de celebrarlas que tienen


los jíbaros. Esto no impide que alguna vez hagan otras con motivos espe-
ciales, como por ejemplo; cuando un jíbaro tiene abundancia de vfveres;
cuando desea conseguir que sus chacras sean fértiles; que los animales
domésticos se multipliquen y no enfermen, etc.

En el breve tiempo que he vivido entre ellos no he podido averi-


guar de un modo satisfactorio de quien solicitan la laboriosidad
de la mu-
jer, la multiplicación y sanidad de ios animales domésticos, la fertilidad
de la chacra, etc., pues en todas estas fiestas no se les ve ningún ídolo que
represente alguna divinidad o poder superior. si invocan la protección
de
algún ser superior, será sin duda, el diablo, con quien .or.rrri""; pues co-
mo he dicho, de Dios tienen una idea muy vaga y oscura, y creen que no
interviene en los asuntos de este mundo.

Ayunos

sorprende y choca hallar entre los jfbaros la práctica del ayuno,


que observan con una fidelidad y escrupulosidad tal, que sería
de desear
en muchos cristianos que, por la fé, no ignoran lo que importa este
acto
de rnortificación. Estos infelices hijos de las selvas ayunan sin saber tal

115
vez poÍ qué, y dan tanta importancia al ayuno gue no se dispensan de él
por ningún motivo.

Ya he manifestado al describir sus creencias que se sometena un


ayuno absoluto de tres días cuando desean ponerse en comunicación Con
el lgUrnchi ( diablo ) para colsultarle algún asunto de trascendencia" Qui
zá de aquí han inferido que cuando desean conseguir algo que les intere-
sa, debenimpetrarlopormedio del ayuno, como un medio suplicatorio;
quizá sólo sea una práctica suplicatoria y rutinaria que han aprendido de
sus mayores; en todo caso existe entre ellos una poderosa y viva preocu-
pación que da mucha importancia a ésta práctica.

El único ayuno de una privación absoluta ¿e ü¿o alimento es el


que dejo referido, que precede a las fiestas de las shanjas. Los demás son
de dos clases: uno, en que sÓlo comen frutas y pescado;y otro, en que se
permiten comer carne de animal que no sea muerto a saeta olanza canti-
dad de viandas cocidas y sin condimento; y si durante el resto del dla
sienten mucha debilidad, se penniten tomar un fragmento de yuca o plá-
tano.

A más de los motivos referidos se sirven del ayuno para conseguir


que el hijo sea sano y robusto; que los ahimales no enfermen;que el pe-
rro sea buen cazador , etc. Se vé que en el fondo consideran el ayuno co-
rno un acto suplicatorio, y quizátambién expiatorio, ya que a todo asesi-
nato precede y sigue el ayuno. Se conoce al que ayuna por ciertas rayas
negras con que se pintan algunas paftes del cuerpo, y principalmente por
una que pasando por el labio superior termina a taíz de ambas orejas. L,os
más fervorosos y confiados durante el ayuno andan sin lanza, y si bien no
todos observan esto, los que la llevan es tan sólo como arma defensiva.

Nacimientos y Defunciones

Al nacer un jívaro no practican ceremonia alguna, ni siquiera una


fiesta de familia. Les parece tan natural que no dan importancia a éste su-
ceso. El recién nacido viene a este mundo en estado salvaje;asl crecerá y
se desarrollará sin conocer apenas las caricias maternales, y mucho menos

116
las paternales: tienen los padres solicitud para su hijo, lo cuidan para que
viva, prodigándole aquellas atenciones que pide la infancia, ni más ni me-
nos que los animales prestan a sus hijos, mientras no pueden valerse por
sí mismos. El recién nacido queda tan al cuidado de la madre que es rarÍ-
simo que el padre tome en sus brazos al pequeño, para hacerle una oaricia
o aliviar a su esposa.

Tan pronto oomo la madre ha convalecido, continúa sus tareas do-


mésticas como antes, sin que los nuevos cuidados de la maternidad la dis-
pensen en nada; con el hijo irá a la huerta para la provisión de víveres. pa-
ra arancar la maleza; acompañará a su esposo, cargando junto con el ni-
ño los comestibles. Si al estar la madre en sus quehaceres domésticos el
niño le estorba, lo deja en el suelo o en una barbacoa; y si el hijo llora,
callará cuando se canse. He notado varias veces esa desatendencia de par-
te de los padres, que no se procupan de las lágrimas y llanto de sus hiios;
también he observado que ha medida que el hijo crece, manifiesta menos
amor a sus padres, y he visto niño de seis a siete años que pegaba a su ma-
dre como pudiera hacerlo a su hermanito; esto de pegar no se repite cuan-
do llegan a los diez o doce años de edad. Mvertiré aquf de paso, que los
jíbaros, aún cuando existen entre ellos rivaüdades, odios y rencores, nun-
ca llegan a las manos, de modo que el pujilato es desconocido entre ellos.

Si el nacimiento fija poco la atención del jíbaro, casi pasa lo mis-


mo con la muerte. De lo que dejo referido en otro lugar, se desprende
que pocos llegan a viejos, por cuanto el modo más ordinario de morir es
de muerte violenta; en este caso los asesinos se encargan de sepultar bajo
tierra a la víctima y hacer desaparecer la huella del asesinato; empero,
cuando la muerte es natural consecuencia de una enfermedad o por ún
accidente cualquiera, y muere el jfbaro en el seno de la familia, entonces
se le da sepulurra en conformidad a sus costumbres. Luego que ha falleci-
do un adulto envuelve el cadáver con una estera de hojas de palma, lo
atan sentado o en pié al palo principal que sostiene la techumbre de la
choza, colocan a su lado víveres y masato, cierran la puerta y emigran a
otra parte. A otros los atan al tronco de un árbol en la huerta o en el bos'
que; en este caso rodean el cadáver de una fuerte empalizada para defen-
derlo de las fieras: un pequeño cubierto de hojas de palma lo pone al a-

117
t18
brigo de la lluvia, y así permanece hasta que la acción del tiempo y de los
agentes atmosféricos lo destruyen y descomponen, quedando un montón
de huesos al pié del árbol. Tal es el modo de sepultar a los adultos; si el
que ha fallecido es un niño de poca edad, mientras el cuerpecito está ca-
liente lo doblan, para meterlo en una vasija de barro que entierran en el
suelo cerca de la casa. Si no tienen vasija, o el cuerpo está tan desarrolla-
do que no quepa en ella, lo enwelven con hojas de palma de plátano, y
lo entierran en el suelo; ignoro el motivo de esa diferencia en sepultar a
los pequeños y grandes.

La ceremonia del sepelio se reduce a algunos lloriqueos verdaderos


o finjidos de las mujeres, esposa, madre o hermanas del difunto. Estos
llantos no son la expresión natural del dolor, sino una canción lúgubre y
llorosa que es de rubrica. Se repite algunos días, durante los cuales en se-
ñal de luto las mujeres se despojan de sus adornos y se obstienen de pin-
tarse el rostro y las demás partes del cuerpo.

Matrimonio

Entre los jíbaros el matrimonio no reviste carácter ni ceremonia re-


ligiosa. Es un contrato natural que se verifica por la simple entrega de la
mujer a su pretendiente, mayormente si se trata de primeras nupcias en
ambos esposos, especialmente de la mujer. Esta no es libre en elegir com-
pañero, no se consulta su voluntad, sino que el padre de la niña dispone
a su arbitrio de la suerte de su hija, la que resignada acepta el marido que
el padre le impone.

Cuando son las primeras nupcias para ambos esposos, el joven pide
con mucha anticipación la muchacha al padre de la niña. Este exige al no-
vio que, para el día de la boda, tenga una chacra o huerta con todos los
plantíos necesarios para sostener a la nueva familia. Interin el joven pro-
cura llenar las exigencias del padre de la novia, ésta cada vez que su pro-
metido la visita debe servirle la comida y bebida, y el joven la obsequia
con algunos d[jes o bujerlas que las mujeres acostumbran para sus ador-
nos.

119
Tan luego como el pretendiente puede presentar a su futuro suegro
una huerta en sazón, entonces se le hace entrega de la joven, y por éste
sólo hecho queda constitulda en esposa. ps -rry frecuente que la joven
sea una niña de ocho a nueve años. En este caso el marido la trata como a
una hija o hermana; es decir que es una infeliz que está al cuidado de un
hombre a quien debe servir como una esclava sirve a su señor; y sólo
cuando llega a la pubertad se celebra la boda. Que se reduce a la que he
dicho al referir la fiesta de la mujer. Si al hacer la entrega la niña tiene la
edad competente, en ese mismo dla se celebra la fiesta.

Es muy raro entre los jíbaros hallar una joven soltera de siete años
de edad; y es frecuente el que una niña de menos de catorce años pase a
ser esposa de un hombre de más de treinta. En este caso la infeliz pasa a
ser un mueble en la casa del esposo, que ya tiene otra u otras mujeres. La
poligamia es muy común entre los jíbaros. En algunos casos no proviene
tanto de la sensualidad del varón, eomo de las exigencias de la mujer, que
por tener quien la ayude a llevar la carga que le impone su estado, no v¿-
cila en compartir con otras el amor de su esposo. Pocas veces es el amor
el principal factor del matrimonio, ya que no consideran a la mujer como
compañera, sino como a una esclava sujeta a todos los caprichos del mari-
do; empero cuando el amor es el que lo motiva, el varón solo tiene una
mujer a quien considera, porque le ama y'la mujer por su parte se dewela
para tener siempre contento a su esposo. He observado que los jfbaros
más formales y juiciosos son los que se conforman con tener una sóla
mujer.

Si lajoven soltera no es libre de casarse cuando quiere, y con quien


quiere no sucede otro tanto a la viuda.. Esta dispone a su voluntad de su
suerte; puede pernanecer en este estado, y si quiere contraer nuevas nup-
cia lo bace lbrenrnte y con el qre ella elija entre los pretendientes. Si
thnc p¡dre, erte respeta sus derechos y libertad.

Si como he dicho, entre los jfbaros es muy común la poligamía, en


cambio la fidelidad conyugal en ambos esposos es tan respetada, que el
adulterio es casi desconocido. El marido se ausentará de su choza por
unos días y hasta meses, con la seguridad de que la mujer o mujeres que

lm
deja en ella no comprometerán la dienidad de esposa. euizá esto no pro-
venga tanto del pudor como de la severidad con que se castiga el adulte-
rio, que es siempre con l¡ pena de muerte.

Enfermeddes.- Modo de cur¡rlas

Ert general la salud de los jfbaros es excelente, debido a la sobriedad y al


sistema de vida que llevan. Trabajan poco, madrug;an mucho, se acuestan
temprano, y duermen con los pies al calor de la lumbre. comen las vian-
das sin más condimento que la sal. si se exceptúan los días de orgfa en
las fiestas de que he hablado, ratavez abusan de la co¡riida y bebida; por
otra parte ayudan con frecuencia, y de aquí que Íaravez enfermen. Em-
pero cuando alguno cae gravemente enfermo y con los remedios caseros
no obtiene la salud, entonces se recurre al bnrjo. Toda enfermedad grave
creen los jfbaros que proviene de una piedra, espina o araña que dicen
tener en el estómago, y el oficio del nuevo galeno se reduce a extraer es,
tos extraños objetos. cuando llega, pues, el caso, tratándose de adultos,
en que deba recu¡rirse a la ciencia del brujo, se reunen varios salvajes con
el pretexto de visitar al enfermo, pasan con él unos días, a fín de comer
a expensas de la familia y al mismo üempo asistir a un sainete tan salva-
je como su auto¡. Para el efecto s€ espera la noche, pues la luz es hóstil a
las farsas, aun cuando éstas sean entre salv4ies. uegada la noche se colo-
ca al enfermo en una tarima o camita en un extremo de la choza, retinin-
dose todos los demás al extremo opuesto. Luego se apagan las luces y se
procura toda la obscuridad posible, y empieza el sainete.

El Medico

El médico toma una bebida especial'que le pone bastante alegre:


luego grita, recita palabras que sólo él entiende, agrta ros brazos y hace
mil contorsiones dando vueltas en torno del lecho. Todos los asistentes
pernanecen en profundo silencio. Después de algún tiempo que la panto-
mina ha entretenido a los espectadores el brujo chupa el pecho y el estG
mago del pobre diablo, que tendido en el lecho sufre todas las m4iaderfas
del curandero. Estas absorciones en el pecho y estómago se repiten mu-
chas veces, seguidas de visajes, contorsiones y palabras misteriosas. cuan-

7n
que pfesurosos acu-
do se halla cansado finge nauseas, llama a los demás
que el brujo vo-
den con luz, y uno le presenta una pequeña vasija en la
mita una piedra del tamaño de una nuez, que dice ha extraldo del estÓ-
mago del enfermo. Este persuadido de la realidad de la operación cree en
una mejoría que sÓlo reside en su imaginación.

se halla el enfermo con la misma dolencia, o


si al día siguiente
peor por haber pasado la noche sin dormir, y la enfermedad no urge, se le
deja descansar una noche. Después se repite el mismo sainete para extraer
una espina de chonta, de unos cinco centímetros de longitud'

Si no obstante, la enfermedad sigue su curso, se repite por tercera


y
vez lo mismo, pero de un modo más cómico y solemne. En esta tercera
y
última farsa et brujo ya no grita, sino que aulla ruge; los visajes y con-
torsiones indican una sobre excitación enérgica. Este sainete feroz se
pro-
longa hasta muy avanzada la noche. Los asistentes se llenan de una espe-
cie de vapor . Las absorciones sobre el estómago del paciente son tuertes
y ruidosas; ya no se trata de extraer un cuerpo insensible sino un animal
vivo que resiste a ta chupadas del brujo. cuando nuestro hombre, rendido
de cansancio, cree llegado el momento del desenlace, dá un rujido espe-
cial que todos comprenden; y como en las noches anteriores rodean al
urujo, que ante laestupefacta concurrencia saca de la boca una araña de
regular tamaño e inofensiva, que luego deposita en la vasija que uno de
los circunstantes Presenta.

Tan luego conlo amanece, todos se informan del estado del enfer-
mo, y le mortifican con preguntas. comunmente dice que se halla mejor,
aún cuando en realidad sea lo contrario. Si el enfermo mejora y cura. de-
be entregar al brujo el precio convenido, que es un animal doméstico, o
herramienta,lanza, etc. Al contrario, si empeora y muere, la familia cul-
pa al médico; este culpa a un jfbaro ausente, enemigo suyo o de la fanli-
lia.

Esta fácilmente acepta las explicaciones que nuestro hombre da,


pues se trata de un enemigo. Ante el cadáver todavía caliente se declara
sacrificar al que siendo inocente se cree, por el dicho del brujo. ser el cau-

1n
sante de la enfermedad y muerte, por haber introducido en el estómago
del deudo los tres objetos que nuestro farsante fingió haber extraído.
Tal
es el modo singular y raro de curar a los adultos
de ambos sexos.

otras extravagantes costumbres de estos pobres salvajes deseaba


describir con los apuntes que conservo. Empero, para dar lugar
a las rela_
ciones que me comunica er p. Luis Torra, superi,or de la
Misión, suspen-
do mi correspondencia, Los benévolos lectores del ..Eco F.ranciscano,,
que hubiesen leído mis correspondencias y tengan
interés y curiosidad de
saber lo que omito, lo hallarán en las relaciones del padrá
Torra y verán
confirmadas algunas de las cosas por mí referidas.

Expedicion A Gualaquiza realizada


l,deccrita por el padre fray
Luis Torra" superior de ra Misién inctuída en la rpondencia
del padre Vidal "on

Ya he manifestado que atendidas ras costumbres, carácter, y


modo
de ser de los jíbaros, el Misionero tendrá que luchar
con obstácuros que
pondrián a prueba su celo y constancia,
como se verá en las corresponden_
cias que voy transcribiendo. Ante las ingratitudes,
decepciones y sinsabo-
res que el Misionero tendrá que soportar, re queda,
como único estfmulo,
el consuelo de que el gran padre de r'amilia no mide ra recompensa
por el
fruto, sino por el trabajo. sin extenderme a otras consideraciones,
trans-
cribo que me comunica el p. Torra.

Dice asf:

"Muy amado Padre: comienzo a poner en práctica mi buen propó-


sito' dándole cuenta según se ro ofrecí y es mi deber
de la expedición al
Gualaquiza y de su resultado.para dar expediente
a la comisión y encar-
go que me hizo vuestra Paternidad en
el último y reciente viaje a Lima,
sall de santa Ana er 5 de octubre, acompañado
der R. p. Antonio Gonzá-
lez, cinco peones y d9r jíbaros; sin nin!ún accidente
digno de mención,
llegamos el día 7 porJa tardea Nanguipa,
en cuyas inmediaciones tiene su
choza el jfbaro chirriapo. Ar día siguiente domingo.
después de ra santa
Misa y desayuno y acompañados de chirriapo jiuaro,
v otio pros"guimos

18
la marcha. Durante este día y todo el viaje, de ida y parte de la welta, se
redujo elnúmero de los expedicionarios al siguiente personal: En una de
jfbaro Conda con su
las CanOaS iba el P. González, D. lvilgel O¡doñez, el
hijo;yenlaotraibanconmigounpeóncristiano,Chirriapoysucuñado
jíbaros, por esto los
santos. como V. P. conoce penonalmente a éstos
con tales
determino con sus nombres, pues me consta que se complace
que nuestros jíbaros
reminiscencias. Durante la marcha parábamos para
que en'
pudieran conyersar con los tripulantes de las diferentes canoas
contrábamos a nuestro p"*. u tono indescriptible de
sus conversacie
y lo referiré en mejor
nes, el objeto de las mismas otras circunstancias
ocasión.

DespuésdelaconfluenciadelChic¡riaycefcadelaquebradaMu-
presenta desde Bom-
chiguin, ," fr"n" el paso más pelig¡oso que el Zamon
ter-
bui:aro al Bomboisa. En esti lugar forma el río una corva o recodo,
se han despren-
minando por la parte sur por un alto acantilado, del cual
precipitan las aguas con
dido enormes piedras, sobre y entre las cuales se
paso tan diflcil y peligroso,
estrépito y violencia vertiginosa. Para salvar
a tierra toda la gente;
es rtecesario aligerar las canoas, lo posible, saltando
haeen desli-
y entonces los jfbaros con una destreza y valor admirable,las
evitar choques para que
zar y serpentear entre los peñascos, cuidando de
no se estrellen.

Pasado el peligro nos embarcamos de nuevo' y a poco rato llega-


un hermoso lugar
mos a la casa del jíbáro Vishu. Esta se halla situada en
forman las aguas: para lle-
a la derecha del rlo y frente a una isla que allí
estos salva-
gar a ella es preciso n"u.g", por el brazo más pequeño' Como
jes no saben pasar pof ninguna choza de los suyos sin entrar a visitarlos'
paso. El objeto de
nos es preciso pararnos en todas las que se hallan en el
estas visitas es cambiar noticias unos con otros
y llenar sus insaciables es-
tómagosconsendasvasijasdemasatoyconcuantascomidasselespre-
sentan.

Losjlbarosapesardesunaturalsalvaje,sonbastanteceremonio-
sus largas cabelleras'
sos en sus visitas. nntes de entrar en la casa arreglan
que llevan, que consiste en un trapo que'
sus itipis o sea el único vestido

1:iA
dando vuelta al cuerpo, ceñido en la cintura, les llega desde ésta hasta las
rodillas, luego componen y arreglan las sartas de granos de todoc colores,
que llevan pendientes y cruzadas por el pecho y espalda: arreglada la toi-
llettc, desfilan unos tras otros, lanza en ristre, y con paso marcial pene.
tran en la casa, en donde sin decir palabra, ni pedir permiso toman asien-
to.

Así sentados pasan un rato, más o menos largo en actitud seria y


meditabunda preocupados en lo que han de decir. Sin que preceda ningu-
na indicación, uno de la casa se levanta, y tomando un pequeño taburete
se sienta cerca y enfrente de uno de los recien llegadosque ha escogido;
los demás uno tras otro hacen lo mismo; y allf es Troya: s€ arma una pe-
lotera de gritos y gesticulaciones del todo indescriptibles, pues parece en
verdad, que van a tragarse unos a otros; sin embargo, el tema de sus con-
versaciones, es el más natural del mundo, ya que se reduce a preguntar
cómo están por arriba, cómo van por abajo, qué novedad hay en las fami-
lias, si hay algún enfermo, si ha muerto alguno, a dónde van, con qué fin,
etc., etc. Repito que todo eso lo dicen con un tono tal, con tales gestos y
ademanes, y con una precipitación tan vertiginosa, que son capaces de
asustar al más valiente que no estuviera al corriente de etiquetas tan ex-
trañas. Después de media hora de gritar, las mujeres de la casa les sirven
la comida y bebida.

Otra de las ceremonias extrañas que tienen estos salvajes, y que la


primera vez que la presenciamos no dejó de sorprendernos, y aún de azc-
rarnos algo al principio, es la que emplean cuando por primera vez se dán
a conocer a los forasteros. Todavla estaban nuestros oídos at¡onados con
la confusa gritería de los interlocutores referidos, cuando uno de las cir-
cunstantes, salvaje de Méndez, se levanta de su sitio, enristra tra lanza, y
comienza como a provocar un desaffo; se colocan en medio de la casa, y
dando un paso hacia adelante y otro hacia atrás, golpeando cada vez el
suelo con el pié derecho y blandiendo la lanza a cada paso, y pronuncian-
do una expresión al parecer provocativa, a cada movimiento del cuerpo
y de la lanza; siguió en ésta arrogante postura por un buen rato, sin que
nadie le chistase. Es ésto levántase derrepente uno de nuestrosjlbaros, y
lanza en mano colócase en frente del que a todos provocaba y le contesta

125
en el mismo tono, con los mismos ademanes y ceremonias' en esta acti'
tud dan un paso atrás y otro adelante, gritando como desaforados; y si-
guen asf por algún tiempo, hasta que bajando la voz y conyersando en un
tono menos salvaje, queda hecha la presentación y la alianza ofensiva y
defensiva. Luego siguen los demás salvajes, uno por uno, con las mismas
cefemonias hasta que todos se han dado a conocer y han concertado la
amistad.

volviendo ya al intemrmpido itinerario, digo que habiendo trans-


currido algún tiempo después de nuestra llegada a la casa de vishu, y ha-
biéndonos enterado por una carta de un colono de Gualaquizt de que los
Padres salesianos llegarían pronto a cuenca, para reconocer -el lugar de
su misión; aunque era algo tarde, seguimos adelante en nuestra marcha
y
llegamos a un lugar cachaira, donde pasamos la noche. siempre que efa
poriUlu preferlamos dormir en medio del bosque o a la orilla del río, y no
en las chozas de los salvajes. En éstas todo es gritería y confusión: el uno
habla, el otro grita, cuando no hacen ambas cosas y todos a la vez; este
canta, aquel silva, quién...... hace cosas peores, sin guardar consideración
pzz:
a nadie. Con esta baraunda no nos dejan reZar, comer ni dormir en
mientras que en el bosque o soledad, estamos más tranquilos y hasta po-
que hici-
demos celibrar el Santo Sacrificio en nuestro altar portátil, cosa
mos todos los días.

Amaneció el día 9 de octubre y a las siete proseguimos la marcha.


Aún no hacía dos horas que las canoas se deslizaban por el Zamora, cuan-
do se desató una tempestad de agua que nos hizo detener la marcha, des-
pués de habernos empapado como esponjas. Eran ya cerca de las tres,
cuando abandonamos la guarida que nos suministró un corpulento
y gi-
gantesco árbol: pero como estábamos destilando agua por los cuatro cos-
tados, estimamos prudente quedarnos en casa de un salvaje llamado Sa-
marcño, a donde llegamos a la una y media de la tarde. Esta choza se ha-
lla sita a dos kilómetros de distancia del Zamora y cerca de la quebrada
Pechiorsa. Es la casa más grande y mejor construída que hemos conocido
en toda la jibaría, aunque todas ellas son de tanta sencillez, que no pasan
de la categorfa de espaciosas cabañas. como v. P. no ignora, todas las
chozas o casas tienen la forma oval, cubierta con un elevado techo de ho-

126
jas de palma, circuídas de una pared de palos perpendiculares y clavados
en el suelo, con una puerta en cada uno de los extremos del radio mayor.
En el interior y arrimada a la pared hay las tarimas o camas de caña, guadúq
y al pié de cada uno lo necesario para la lumbre. [,o largo de estas camas
no co¡responden al cuerpo de una persona adulta, por lo que frente de
las mismas hay a la misma altura de ellas un palo que descansa sobre dos
horquillas clavadas en el suelo: el objeto de este apéndice de la cama es
colocar los pies a fin de calentarlos al amor de la lumbre, que siempre tie-
nen encendida, especialmente de noche. I¡s de las mujeres están separa-
dasunasdeotras, por un tabique hecho de la misma caña. En la casa de
que estoy hablando había unas veinte camas, y aún eran escasas pata la
numerosas familia que tiene el jíbaro samareño, quien semeja a un pa-
triarca. Aquí como en todas partes donde llegábamos, se repitieron los
furiosos diálogos ya referidos. Terminados los cuales, sirvieron la comida
a los recien llegados.

Al dla siguiente emprendimos la última jornada que por algunas


restaban para llegar a Gualaquiza. salimos de la casa de samareño a las g
y media de la mañana.

Tanto en éste como en los días anteriores dejamos una porción de


quebradas a uno y otro lado del zamora, algunas de las cuales bien mere-
cen ser colocadas en la categorla de rlos por el caudal de sus aguas que a
porffa van aumentando las del referido zamora. Este hermoso río, en el
lugar de que voy hablando, es bastante ancho y caudaloso, digno por lo
mismo, de ser contado entre los grandes tributarios del Marañón o Ama-
zonas.

A las dos horas de marcha aportamos en casa de Tucupi, y a pesar


de ser temprano nos quedamos alll para descansar y emprender al día si-
guiente la marcha a pié. Tucuprl es un jfbaro alto, fornido, moreno, ruer-
to, y por lo mismo, de mala catadura, cuya casa es bastante espaciosa, y
habitada por numerosa familia. como la poligamia es general entre los
jíbaros, no es extraño encontrar en sus guaridas, un batallón de personas
grandes y chicas entre hijos, hijas, yernos, etc.; amén de una numerosa
jauría de perros.

1n
Por las inmediaciones de la casa de Tucupí corre el río Chuchum-
blezt, en cuy¡rs orillas viven unos pocos jlbaros; nosotros abandonamos
dicho lugar a las ocho del día siguiente, que era I I de octubre, y a las
nueve menos cuarto dejamos las canoas amarradas en un pequeño rfo lla-
mado Samuiquín y proseguimos la marcha a pié.

Estos salvajes son muy ágiles, y diestros para andar por la espesura,
y aunque jadeando y derritiéndose en sudor, tuvimos que seguirles so pe-
na de pernoctar en medio del bosque, privados de todo socorro, pues ya
no llevábamos ñambre; y haciendo las indispensables paradas para tomar
aliento, llegamos a las tres de la tarde al Bomboisa que vadeando en una
mala canoa, y cerca de laS cuatro, a la casa del indio Ramón, en las inme-
diaciones del Gualaquiza.

Si bien deséabamos llegar a Gualaquiza, término de nuostra expedi-


ción, en este mismo día, pues sólo distaba una legua; empefo como tanto
R¡srón como su hermano Nuninga, se empeñasen en que Ros quedáse-
mos. tuvimos a bien acceder a su demanda- No vaya a creer V. P. que el
empeño de los salvajes en detenernos naciese todo de sentimientos de
hospitalidad. Como tan astutos, pensafon, y pensafon bien, que si nos
alojaban en Eu casa, podrla más fácilmente obtener algunos regalos, y aún
esconder lo que dejásemos malguardado; En efecto, no solo obsequié a
todos los individuos de aquella numerosa familia con algunos anzuelo$,
zarcillos, sortijas, etc., sino que el taimado Ramón no paró hasta que ob-
tuvo un buen machete, y de noche nos ocultaron un cuchillo y la mitad
de un tarro de pólvora, de cuya ratería no pudo sincerarse el -bueno del
jfbaro, por más protestas que hacla de probidad y honradez. Viendo
nuestra generosidad, Nuninga se atrevió a pedir le obsequiásemos un rifle
que llevábamos para defenderse de las fieras o al menos nuestra escopeta
de caza;y como no le diésemos ni el uno ni la otra, nos amenazó con que
al regreso no prestaría la canoa para pasaf el Bomboisa. iQué tal galante-
rfa la de éstos pobres jlbaros ! A pesar de todo, notamos en ello algo más
de civilización que en los que viven en las márgenes del Zamora, debido
sin duda, al mayor y más frecuente trato que tienen con los cristianos. Al
llegar a la casa de uno de ellos nos düo con mucho garbo: P¡dre, descan-
sen, sientarse. En la casa de Ramón como fuese yo a comer un pedazo de

Ía
yuca asada, me dijo: espcm, espera, y saco en seguida una botella de
aguardiente de caña, y nos convidó con un traguito, que aceptamos por
no hacer un desaire a tal galanterfa.

Al día siguiente, co¡no me ofreciera Ramón que guardarfan silen-


y
cio compostura, nos enimamos a celebrar en su casa el santo sacrificio,
terminado el cual y después de tomar el desayuno, proseguimos la mar-
cha hacia 6'u¡l¡quiza. Tuvo Ramón el buen acuerdo de anticipar un pro-
pio, dando aviso de nuestra llegada; asl que, al poco rato nos encontra-
mos con algunos cristianos que salieron a recibirnos con dos cabalgadu-
ras; y en ellas seguimos montados hasta la casa de la h¿cienda de un se-
ñor Vega" en donde quedamos alojados.

A los dos días de nuestra llegada arribarori también un Padre Sale-


siano con un hermans, quienes por órden de sus superiores iban a reco-
nocer la Misión a ellos confiada, y a explorar el terreno, a fin de pasar el
correspondiente informe. Nos dijeron que sóIo permanecerla allí un mes,
y que después regresarían a cuenca, y que según el resultado del informe,
volverían al lugar de la misión con el personal suficiente y las demás co-
sas necesarias para establecer allí un Patronato o colonia agrícola. Dios
les bendiga y haga prosperar sus trabajos. Tal vez sea este medio más
apropósito para la reducción de los pocos ialvajes que moran en Gu¡h-
quiza. Al ver estos infelices el ejemplo de los cristianos, y al palpar prácti-
camente las ventajas de la vida social y civilizada, tall vez, digo dejen su
vida nómada y salv4ie y abracen el suave yugo del Evangelio y de ra civili-
zación cristiana. Diflcil cosa es por cierto, atendido el carácter esencial-
mente altivo, libre e independiente de estos pobres salvajes infieles;pero
para Dios no hay imposibles.

Pasamos unos días alegres y contentos con la amable compañía de


los salesianos y de los buenos cristianos de Guahquiza, quienes celebra-
ron grandemente la visita de los sacerdotes de que hablan carecido du-
rante largos años. Bien hubiéramos querido acceder a las reiteradas ins-
tancias que a porfía nos hacian para que nos quedásemos algunos dlas
más entre ellos; pero nuestro regreso a santa Ana urgfa por varios moti-
vos; así que el dla l8 resolvimos definitivamente emprender nuestro via-

129
je. A media noche del indicado día abandonamos la casa del señor vega,
y emprendimos la caminata acompañados del hermano salesiano y de los
tr.r ótirtiunos del lugar, que guardaron con nosotros esta deferencia.
Ya casi al anochecer, llegamos a la orilla del Bombiosa' pero en lu-
gar distinto de donde lo habíamos vadeado a la ida, y como lo encontrá-
,r¡¡o, muy crecido a causa de la incesante lluvia de los días anteriores.
no tuvimos otro recurso que improvisar a la ligera una pequeña choza de
follaje y quedarnos alll a pernoctar. Antes, empero, de tomar esta última
resolución,quecontrariaba nuestros planes, tratamos de llamar la aten-
ción de los jíbaros residentes en la orilla opuesta; pero todo fue inútil'
y
Oyeron nuestros desaforados gritos, más se hicieron los sordos, con fa-
,ón, pua. era más que temeridad vadear el río torrentoso como estaba, y
jíbaros en su
a tales horas; al otro día sí, bien temprano, aparecieron dos
pasando uno a
@noa, y c:on glan destrezay no menor peligro, nos fueron
uno, toda vez que las diminutas dimensiones de la canoa no permitían
mayor número de Pasajeros.

Despedidos del hermano salesiano y de los tres cristianos de Guala-


quiza, seguimos a los jfbaros que nos pasaron' en cuya casa descansatnos
la
i comimós, y luego nos trasladamos a otra casa también de salvajes, en
cual el mal tiempo nos detuvo dos días prisioneros. Por fin el domingo
22 mejor' algo el temporal y salimos de nuestra forzada prisión. pero
con tal mala fortuna que después de haber andado todo el día entre ma-
leza de tupido monte y metidos en aguas pantanosas hasta la rodilla,
ad-
perdidos' No nos que-
vertimos con penB que estábamos completamente
daba otro recurso que volver sobre nuestros pasos; pero como la noche
se nos venía encima y estábamos etnpapados en agua y casi extenuados'
pernoctamos en pleno monte. El peón que fué causa inconsciente de
nuestro extravío, satisfizó plenamente su falta, pues al amanecer' no sÓlo
halló el camino perdido sino que consiguió una canoa tripulada por tres
jlbaros, quienes nos ofrecieron bajarnos hasta el Zamora por el río Chu-
chumbleza. A las cinco horas de surcar este peligrosísimo rlo llegamos
a
repasar los pantanos'
la choza del consabido tuerto Tucupí. Asf evitamos
lodazales y zarzas que tanto nos iastimaron el día anterior. ¡Dios
sea

bendito pár todo! En la casa del Tucupí, pasaron dos días. pues así lo re-

130
requerían el cansancio y la falta de víveres para seguir adelante. Al salir
de crualaquiza creíamos llevar suficie¡rtes vituallas, y con lo que cazáse-
mos en la orilla del río y con algunos plátanos y yucas que nos obsequia-
sen o vendiesen los jíbaros del tránsito, bien podríamos úegar hasta Santa
Ana. Más como las forzosas paradas y contra marchas referidas no esta-
ban precisas, resultó que nos hallamos sin víveres casi a principios del via-
je. En casa de Tucupi hicimos provisiones para el resto de Ia trayesía.

No puedo pasar en silencio lo que en casa de Tucupi presenciamos,


un nieto de éste jlbaro, c¡iatura de pechos, estaba enfermo, y al llegar
nos pidieron remedios. Como éstos no produjesen instant¡íneamente el
efecto que esperaban, se dispusieron a curar al enfermito, con los medios
y remedios superticiosos y ridículos que ellos acostumbran. para el efec-
to el mismo padre del chiquilro se togó. Adornó su cabeza con una coro-
na de hermosas plumas, las partes desnudas del cuerpo con sartas de pepi-
tas de distintos colores, de pajaritos disecados, caicabeles, etc., etc. Al
anochecer comenzó la operación en esta forma: Sentóse en un taburete
cerca de su cama, y allf apoyados los codos sobre las rodillas y la cabeza
entre las manos, se puso a cantar con tono melancólico llamando a todos
los diablos y fieras para que vinieran a curar a su hijo. como nadie le hi-
ciera caso, se lamentaba con frecuencia, y tambaléandose borracho por el
exceso de zumo de tabaco que a cada paso aspiraba y bebía, dirigíase a la
puerta de la casa, y exhalando lastilneros gernidos y gritos, invocaba
ntl
sé a qué duendes; y después de haber arrojado cuanto en su estómago te-
nía, volvíase a su asiento y seguía sin interrupción el lúgubre canto. Así
pasó largo rato y, ya muy de noche, llamó a su mujer para que le
trajera
el hijo enfermo que puso sobre sus rodillas. primero boca arriba y des-
pués boca abajo, y dando mil vueltas al infeliz niño, le fué chupando
con
fuerza uno por uno todos los miembros y articulagiones por todos los la-
dos, desde la coronilla de la cabeza hasta las extremidatles de los pies. y
de paso, con un tubito que tomaba aplicaba a la infeliz criatura lavativas
de zumo de tabaco- Es de advertir que cada vez que el brujo chupaba al
pequeño enfermo, rezaba una como jaculatoria que siempre
era la mis-
ma. cansados nosotros de oÍr y ver tanta necedad, al fin nos quedanros
dormidos en el suelo a dos pasos de donde se hacía la operación. que se-
gún presumo duró toda la noche, pues al tlespertarno,, alnlo
a las cuatro

r3l
de la madrugada, les encontramos en la misma tarea Ctando el hombre
se cansaba, le sustituía la mujer, repitiendo exactamente lo mismo. Figú-
rese como estarlan al amanecer tanto los-médicos, como la zarandeada
criatu¡a. Antes de amanecer, y sin má's luz que el pálido reflejo de tizones
casi apagados, el padre del chico fué llamando por órden de parentesco y
de edad a todos los jlbaros que allf habían, y cada uno tomando una pe-
queña vasija con zumo de tabaco, echaban con precaución algunas gotas
contadas sobre el ombligo del paciente, que luego, después de las pala-
bras de rito, chupaban alternándose el padre y la madre. Con esto acabó-
se la cura sin que el niño mejorara. Como yo no lo juzgase de gravedad lo
dejé sin el bautismo, que en estos casos sólo administramos a los que ve-
mos en el artlculo o peligro de muerte.

El 22 salirnos de la casa de Tucupi, prosiguiendo nuestra marcha


sin otra cosa digna de mención, fuera del excesivo trab4io que requerfa el
navegar contra la corriente, por estar el rfo crecido y las palancas con di-
ficultades hallaban fondo donde afianzarse.

El 27 por la tarde fuimos sorprendidos por unos alaridos como


llantos de mujer, que al poco rato divisamos una canoa que bajaba a todo
remo. Cuando estuvímos al habla, y- llamados por nuestros jíbaros, se
acercaron. [¿ canoa tripulada por dos salvajes conducía una mujer con
un niño en los brazos. Preguntados dónde iba, y por qué lloraba la mujer;
nos contestaron: que el chico estaba enfermo embrujado, y que iban
donde estaba Tucupi, para que el brujo lo curase. Yo les afeé su necia in-
credulidad y les penuadimos, no sin trabajo, a que se quedasen con noso-
tros aquella noche y veríamos modo de curarle. Le dimos, en efecto, al-
gún remedio; pero como al dfa siguiente les pareció lo mismo, lo llevaron
a casa de aquel pobre diablo.

Por la tarde del día siguiente llegamos a casa de Chirriape, compa-


ñero de viaje: en cuyo sitio, Dios mediante, pienso establecer una resi-
dencia. Sucedió aquí que, como no hubiesen ofrecido algunas yucas y me
dispusiese, para asar una de ellas, los jíbaros quedaron como escandaliza-
dos; y una mujer con precipitación me arrebató la yuca de la mano y me
la paso y restrejó con fuerza por la espalda, sin da¡me tiempo para impe-

r32
dírselo. hegunté el motivo de tan extraña ceremonia; con mucha serie-
dad me contestaron que el yucal estaba tierno, y que si por desgracia se
asaba alguna yuca tierna sin frotarla primerc por la espalda, sucedía que
el yucal ya no crecla más, sino que todas quedaban chicas y delgadas. En
vano tratamos de desvanecer tan torpe creencia, pues replicaron que te-
nlan experiencia del caso.

El 29 salimos de la casa de chirriape, y después de haber descansa-


do en la confluencia del Yacuambi y en la residencia de cumbarasa, arri-
bamos a santa Ana el 31, dando fin a la expedición que se nos encomen-
dara; que gracias a la bondad divina, resultó sin más accidentes que los re-
feridos, no obstante los grandes peligros y muchos trabajos que ofrecen
estas excursiones entre gentes y países.tan salvajes.

Reservó para adelante el referirle lo acaecido después de nuestro


regreso de Gualaquiza, entte cuyos sucesos ha de satisfacerle el modo
inesperado como hemos conseguido nos dejaran algunos jibaritos.

Reasume la narración el padre Vidal

[¿ comisión llevada a efecto por el P. Torra, tenía por objeto, a


más de visitar a los salvajes, que todavía nob eran desconocidos. hacer un
reconocimiento de la topografía del territorio y de la orientación del
Bomboisa, para demarcar los lfmites de las misiones del zamota y Guala-
quiza.

El 20 ( I ) del pasado Diciembre ( 1893 ) en compañía del p. pre-


fecto Fray Luis Tor¡a, tres peones y dos jíbaros salimos de esta ciudad a
las once de la mañana, tomando la vía del cóndor, que como no ignoran

( I ). El padre Vid¿l recibiií en Lima, la narracién epistol¡r del padre Torra¡ pera fi-
nes del año 1894 hubo de ir el padre Vidal a presidir el capítulo guardianal
del colegio Apostólico dc Misioneros de Loja, en el que fué electo en superior
el padre fray Francisco sol¡r¡o Pascual; terminado este acto de su oficio de
comisario visitardor, el Padre vidal emprendió viaje a ztmora,, cuyas circuns-
tancias empicza a narrar.

133
sumamente difícil
los que han leído mis anteriores correspondencias' es
parte
y p.iigroru. El camino hasta la cumbre de la cordillera lo hicimos
montadosyparteapié,sinmásnovedadqueelcansancioyfatiga,muy
San del cerro de
natural al trepar por iales alturas. Pernoctamos a la falda
mar' Pasamos la noche
Francisco, u uno, 3.200 metros sobre el nivel del
del toldo, que
sin dormir, a causa del frío viento y por la incomodidad
Al siguiente' muy de
no podía convenientemente abrigar tantas personas'
maárugada proseguimos la marcha con el fin de
arribar cerca del Sabani
como el día an-
lla, en donde la temperatura es cálida. El trayecto se hizo
teriorhastalafamosapendientedeMátala.Apenasempezamoseldescen-
socuandoprincipiÓallover,ycomonosvimosprecisadosporlopeligro- yo' que
so del a hacerlo a pié, sufrimos mucho, especialmente
"u.irroextraído de la planta de ros pies dos niguas
po. trau.rme
( I ) y habérse-
piedras y agua las sandalias, tuve que andar
me inutilizado con el barro,
enteramentedescalzo.Comolaextraccióndelaniguadejaunaherida
muydelicadaysensible,cadapisadaquedabaespecialmenteenlugares
p.dregosos,mehacíaverlasestrellascomovulgarmentesedice'Estomo-
tivóalgunascaídasquehacíanreiraunjovenjíbaroqueibacercademí.

Yacerradalanochemehabríasidoimposiblellegaralapascana'
que restaba del camino y
si no me hubiera utilizado de una bestia en lo
en donde se podía cabalgar sin evidente
peligro'

LanochelapasamosmuymortificadosporlalluviaquenocesÓ
ya deteriorado'
casi en toda ella, y penetraba el lienzo del toldo

Alasochodelamañanaproseguimoslajornada,yalllegaralSa-
banillaquedégratamentesorprendidoalverelhermosopuentequelos
Padres habían construído. Este puente facilita
el viaje a zamora y vice-
el tener que de-
versa. Antes que se construyera, ocurrla con frecuencia
morarseenlaorillaalgunosdías,esperandoqueelcaudaldelasaguasdis.
y tender sobre ellas
minuyeraa fin de utiliiar algunos peñascos del cauce
algunospalosparapasaralaorillaopuesta:lasbestiaspasabananado,y
( pulex pmetrazs )' penetra
( 1 ). tr nigua, que en el Peru ll¡m¿n t¡¡¡bién pique
h¡st¿ la piel y pasa hasta la c¿rne donde anida y
reproduce'

1g
no pocas veces se perdían, arrastradas por la corriente; inconvenientes
que desaparecen por el puente, que por el lugar en que se halla desafía a
las más fuertes y altas avenidas. con esto se ha dado ya un gran paso para
facilitar Ia colonización de estas expléndidas regiones. El camino de Loja
a zamora que tanto ha preocupado a los Padres y a ml, espero que pron-
to será un hecho, pues el supremo Gobierno ha destinado fondos para su
construcción, y antes que termine este año no dudo que se podrá ir a za-
mora en un día y con comodidad, y sin los peligros que ofrece la vfa ind!
cada arriba.

unos cuantos kilómetros antes de llegar a santa Ana se divisa el


pueblo que ocupa un lugar pintoresco y ofrece un golpe de vista agrada-
ble. El contraste es bello: después de pasear por tanto tiempo bosques
sombríos y caminos fragosos, el espíritu se dilata al contemplar la gran
extensión del roce, la amenidad de los campos, y en medio el pueblo con
su capilla y casa - misión, al lado de una espaciosa plaza circuÍda de las
casas de los colonos. Tan pronto como el camino esté arreglado, el incre-
mento de la colonización será rápido y lo que ahora no pasa de la modes-
ta condición de un caserío, pronto adquirirá mayor categoría en la po-
blación del Ecuador. Nuestro arribo a santa Ana fué simpático;salieron a
recibirnos los Padres y hermanos, acompañados de algunos jíbaros, y por
medio de vistosos arcos, y al son del repique de las dos campanas que po-
see la Misión, llegamos al convento a la hora de comer. La casa misión ba-
jo la diligente y hábil dirección del P. prefecto ha sido construída con la
elegancia y comodidad que permiten las circunstancias. En el primer pla-
no se halla la escuela, a la que asisten los hijos de los colonos, junto con
algunos niños salvajes. Estos últimos de o¡dinario son inconstantes por
Ios motivos que después diré. La capila, si bien se halla con sencille z está
siempre muy aseada; el altar mayor presenta un golpe de vista severo y
elegante. Para decirlo, en una palabra, todo lo que'el p. Torra hahecho
en mejorar lo que yo había llevado a cabo de un modo provisional, ha su-
perado a mis esperanzas.

Permanecí en santa Ana, hasta el ocho del presente. La festividad


de Navidad, circuncisión y Epifania las celebramos casi con la misma so-
lemnidad acostumbrada en los coregios. La capilla posee un regular ar-

t35
monium que toca el P. Torre y con este instrumento se amenizan las dis-
tribuciones ( I ) ordinarias y extraordinarias, a las que asisten todos los
colonos y con frecuencia muchos jíbaros.'Todos los días por la noche se
reza con el pueblo el Santo Rosario con la Letanía cantada, si el P. Torra
se halla en el lugar: los domingos y días festivos se canta además el Smo.
Trisagio. Para la exposición en las grandes festividades y en los retiros
mensuales de la Venerable Orden Tercera he traído de Lima una hermosa
custodía, del valor de 55 duros. Poco a poco se han conseguido los obje-
tos necesarios para el culto, de modo que actualmente en Santa Ana po-
co o nada falta de lo que puede exigirse en una nueva Misión, para solem-
nizar las distribuciones religiosas. Los Padres, secundándo el espíritu de
nuestra orden, los deseos del sumo Pontífice León XIII y del Rmo. Mi-
nistro General, han establecido entre los colonos la V. O. Tercera, la Pía
Unión de San Antonio y el Ví¿ Crusis PerPetuo.

Durante mi permanencia en Santa Ana procuré enterarme de las


disposiciones de los salvajes, de las relaoiones que mantenían con los Pa-
dres y de las dificultades que oponían para entregar sus hijos a fin de que
los Padres los educaran e instruyesen. Si bien la Misión había conseguido
reunir algunos niños salvajes, estos no perrnanecían mucho tiempo; ya
por un motivo ya por otro, conseguían volver a sus chozas. Algunos re-
gresaban a la misión y aún pennanecían algunos meses; después, o sus pa-
dres los llamaban a ellos fingían cualquie motivo, para regresar al seno de
la familia.

A más del carácter independiente e inconstante de los jíbaros, in-


fluye en ésta volubilidad la distancia en que está situado el pueblo de
Santa Ana al centro de la jibaría, que dije en otra ocasión, dista una legua
esCasa de la choza más inmediata. Para obviar estos inconvenientes discu-
timos con los Padres el medio que podría adoptarse para que la misión
consiguiera su objeto.

El resultado fue establecer una residencia permanente en lugar cen-


tral, arrastrando los trabajos y peligros que el aislamiento ofrece a los mi-

(I ) Funciones.

f36
sioneros. Resuelto este punto, y mientras esperamos el ocho de enero pa-
ra emprender la excursión, llegaron algunos jíbaros con malas noticias.
Nos hicieron comprender que en Gualaquizahablan pasado sucesos poco
tranquilizadores.

un joven jlbaro residente en el territorio de la misión de Gualaqui-


y
za brujo de profesión, había recibido una enferma para curarla. confor-
me se ha indicado en otra correspondencia, la diagnosis entre los brujos
jíbaros es siempre a prior, por cuanto toda enfermedad proviene, según
ellos, de la introducción de cuerpos extraños en las vísceras del doliente,
ocasionada por la acción o malicia de otro brujo: estos cuerpos son siem-
pre o una piedra o una espina de chonta, o una araña o las tres cosasjun-
tamente; de aquí que la terapéutica jfbara sea siempre la misma, esto es
gesticulaciones más o menos violentas o ridículas, cánticos tétricos, mo-
nótonos misteriosos, y absorciones hechas con la boca en distintas par-
,y
tes del cuerpo del paciente. Como la enfermedad en cuestión adolecla de
una enfermedad que nada tenía que ver con la diagnosis de nuestro bru-
jo, el resultado fué que la mujer murió. I-a explicación que el supuesto
Galeno dió a los deudos de la difunta no debió satisfacerlos, y resolvieron
matarlo.

En una noche de los primeros días de diciembre del año pasado los
parientes de la difunta penetraron en la choza del brujo, a quien mataron
a lanzadas; no contentos con esto, quisieron también matar al padre de la
víctirná, el que recibió dos heridas no mortales, y aprovechándose del al-
boroto producido por los gritos y lamentos de las mujeres y niños logró,
a favor de la oscuridad, salir de la choza y ocultarse en la espesura del
bosque.

Hasta aquí nada hay de extraordinario y que -sea capaz de infun-


dirnos recelos. Lo que sf nos impresionó fueron las consecuencias de es-
tos sucesos tales como nos las referían los jlbaros que venían a nuestra
casa - misión. Todos estaban acordes en manifestarnos que
el salvaje he-
rido fue a pedir protección y ayuda a los padres salesianos con el fin de
matar a los matadores de su hijo, y que los padres salesianos se negaron
a prestarles el auxilio que pedían. Indignado el jíbaro por esta negativa,

137
po-
concibió el criminal proyecto de quemarles la casa - misión que hacía
co habían terminado. El incendio se verificÓ el l7 del mismodiciembre
( I ), sin que nada pudiera salvarse de cuanto la casa contenía'

Estas noticias que caso todos los días nos llegaban, y en vísperas
de emprender nosotros una excufsión para fundar una residencia en me-
dio de la jibarfa, no dejaron de aflijirnos. A ser verdad todo cuanto nos
referlan, se presentaba para la nueva residencia un porvenir preñado de
peligros; por cuanto por este u otro pretexto debíamos temer iguales
acontecimientos.

Esto no obstante, nuestra resolución siguió adelante. dejando a


Dios el éxito del Porvenir.

A primeros de enero, leíamos en un períodico de la República la


relación del incendio referido, anunciando que había sido de un modo
casual; esta noticia si bien nos tranquilizó algo, no pudo del todo deste-
rrar la mala impresiÓn que el testimonio unánime de los jíbaros nos cau-
só, al afirmar que había sido intencional.

Resueltos a todo el 8 de enero ( 2 ), acompañados del Padre Pre-


fecto, tres peones y dos salvajes dimos principio a la excursién por el
zamora, a fin de hallar un lugar competente que fuese como el centro
de la misión de la tribu que reside en el referido río y sus afluentes' re-
servando para más tarde atender a los que residen a las orillas del Mara-
ñón: este día llegamos a Cumbaza, en donde pernoctamos' Aquí tuve
ocasión de inspeccionar la huerta de yuca y plátanos que los padres ha-
bían hecho plantar;y la casa que los jíbaros construyeron para la residen-
cia eventual de los misioneros. De la casa sólo quedaban un montón de
cenizas, pues habiéndose derrumbado por razón de los agentes atmosféri-
cos, el jíbaro que vivía en las inmediaciones puso fuego a las ruinas, evi-
tando por este medio el que fuese una guarida de culebras'

( I ). Dc 1894.

(21 De 1895.

138
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malezas, apenas se distinguía del resto
cueva llena de arbustos
del bosque. Pena causó el ver que la indolencia de los jíbaros había deja-
do perder lo que con tanto trabajo y gastosse había hecho. Será necesa-
rio construir en este sitio una casa más sólida y con mayores garantfas,
que serviría de escala para los viajes que ya serán más frecuentes entre
Santa Ana y la nueva residencia.

A las doce del siguiente día llegamos a la confluencia del Yacuam-


bi, ríocasi tan caudaloso como el Zamora, y no habiendo en la confluen-
cia un sitio apropósito para el establecimiento de un pueblo, surcamos el
Yacuambi hasta la casa del jíbaro Tibi, distante una lefua escasa delZa-
mora. Aquí hicimos alto, y al amanecer del día l0 practicamos un reco-
nocimiento para inspeccionar la topografía del lugar. Depués de cercio-
rados de la aptitud y buenas condiciones del sitio parala fundación de un
pueblo y cultivos en grande escala, resolvimos no pasar adelante, por dos
motivos; primero, porque el lugar reunía las condiciones de una buena
fundación; y segundo, porque al internarnos más nos separábamos dema-
siado de los j íbaros que residen en las márgenes del Zamoru.

Ung vez elegido el lugar debíamos principiar por construir una


choza provisional, rozar el terreno para el plantío de la yuca y plátano,
víveres indispensables en estas regiones, y tlespués construir la Casa - mi-
sión, capilla etc. En la construcción de la choza provisional, roce del te-
rreno y plantlo, deblan invertirse a lo menos dos meses, y unos seis has-
ta que los -Padres y trabajadores pudieran utilizar los productos de la
huerta necesarios para la subsistencia.

Estos trabajos preliminares, a más del tiempo referido, nos habrfán


sujetado a grandes gastos y privaciones, mayormente si, como sucede con
frecuencia, las lluvias y crecientes de los ríos hubiesen impedido la comu-
nicación con Santa Ana, y por la incomunicación carecer de los recursos
necesarios, toda vez que no podíamos fiar demasiado de la generosidad
de los jíbaros que, atendido su carácter y egoísmo, no habrían dejado de
explotar una situación extrema.

Pensando y discurriendo sobre estas eventualidades resolvimos

140
arfl¡stlarlas confiando en la bondad de Dios y en la protección de San
Antonio, cuya imagen llevábamos, y o quien pensamos consagrar la nue-
va fundación. Por el jfbaro que nos acompañaba llamado conda, supimos
que Tibi poseía tres chacras o huertas en estado de sazón, y que en una
había una choza abandonada, y como esta se hallaba en el lugar por don-
de debíamos empezar nuestros trabajos, fuimos a inspeccionada para ver
si nos convendría hacernos con ella. Habiendo sido favorable el resulta-
do de nuestra inspección, propusimos a Tibi la compra de la huerta y
choza.

El buen jfbaro, que nada tenía de tonto, comprendió nuestra nece-


sidad y no dejó perder la ocasión. pidió cuanto quiso, no en dinero que
para nada le sirve, sino en especies o útiles de los que necesitan. Empero,
antes de hacer el pedido, celebró consejo con su familia, y luegornuy
for-
mal y como hombre que entiende en el negocio, dió principio a una larga
letanía de los objetos que sabía podíamos darle. Nosotros le ofrecimos
más de lo que pidió, quedando con esto cerrado el contrato a satisfacción
de ambas partes.

Ya en posesión de la huerta y choza, nuestro corazón se dilató.


pues teníamos lo que de pronto más necesitábamos, alojamiento y víve-
res en abundancia. sin pérdida de tiempo. cúando la habíamos asegurado
con una solidez que nunca había tenido, nos viene conda con la noticia
de que Tibi rescinde el contrato, porque la mujer que tenfa parte en la
huerta no la querla vender. Esta noticiá nos desconclrtó.
euisimos ir a la
casa de Tibi para reconvenir por su informalidad y conda nos hizo com-
prender que no se h¿llaba en casa por haberse ido a cazar. Temiendo
no-
sotros que la ausencia era premeditada y que.no mi¡aba bien nuestra pre-
sencia en aquel sitio resolvimos y de hecho preparar nuestro equipo para
ir en busca de otro lugar.

Al ver conda que nuestra resolución no eran simpres parabras, de-


sapareció,y al poco rato vuelve en compañía de Tibi. Este que ignoraba
lo que pasaba, al contemplar los preparativos de nuestro viaje, se conmo-
vió, y con mucha instancia nos suplicó que no nos fuéramos, que allí es-
taríamos bien; protestaba que yo padre mucho queriendo, que llamaría
a

141
sus parientes para ayudarnos y nos confiarían sus hijos, como él prome-
tió hacerlo.

Para manifestar que sus promesas no eran en vano, inmediatamen-


te mandó a sus hijos, mujeres a Conda y otros salvajes presentes, que pu-
sieran sieran manos a la obra para ayudar a los Padres. La actividad que
desplegaron fue tan asombrosa que en un día y medio quedó la ruinosa
choza transformada en capilla, taller de carpintería, hospedeúa y con al
tos para los Padres: todo separado por tabiques al estil'o jíbaro.

Habiendo conseguido en tres días aquello en que con mucho traba-


jo, sufrimientos y privaciones debíamos invertir a lo menos seis meses, es-
to es, una gran extensión de roce, casa provisional y víveres en abundan-
cia, ya nada nos quedaba que hacer sino regresar a Santa Ana, para con-
tratar el personal con los útiles necesarios para la construcción formal de
los edificios indispensables para la residencia.

El domingo 13, después de la Santa Misa, nos despedimos de los jl-


baros que en número de veinte habían venido a visitarnos, a quienes ob-
sequiamos con algunas niñerías, y dejándonos llevar por las suaves aguas
del Yacuambi, en breve llegamos al Zamora, que surcamos contra co-
rriente, arribando al anochecer a Cumbaraza. Al que comprendíamos lo
difícil de navegar en tal condición, lo intentamos; aún no habíamos anda-
do un kilómetro, cuando nuestra canoa fue arrastrada con vertiginosa ra-
pidez con peligro de zozobrar y ser envuelta por la corriente; comprendi-
mos el peligro a que nos exponÍamos si insistíamos en luchar con un pe-
queño esquife contra la impetuosidad del río. Nos vimos pues en la dura
necesidad de amarrar la canoa a un árbol de la orilla, llevar sobre las es-
paldas el equipaje y andar a pie por entre la espesura del monte, las cinco
leguas que restaban hasta Santa Ana.

A poca distancia del lugar donde habíamos dejado la canoa se ha-


lla el sepulcro del jíbaro, Cuji, de algunos meses difunto.

Teníamos curiosidad de ver el modo como sepultaban al jefe de


familia, pues Cují lo era. Para el efecto había que pasar la huerta, que ha-

A2
ce unos tres años habÍa visto yo en estado floreciente y limpia como
acostumbran a tenerlas los jíbaros. Desde la muerte de cuji estaba aban-
donada, y los arbustos y malezas habían crecido hasta el extremo
de te-
ner que hacer uso del machete para cortar las ramas que, a fin de abrir-
nos paso, no cedían a la presión de la mano. Al dirigirnos a satisfacer
nuestra curiosidad, conda parece que se indignó, pues con un tono de
voz que indicaba cierta cólera imponente nos gritó:
-cdónde yendo?
cazar mariposas, le contesté ( yo hacía una colección de esta clase de-A
in-
sectos ).

Empero al observar que nos dirigíamos al sepulcro: idónde yendo?


no yendo, nos gritó, con cierto furor. Nosotros sin hacer caso de sus gri-
tos y lamentos, seguimos adelante y en breve llegamos ar sitio, objeto de
nuestra curiosidad.

Ya dije en otra ocasión que las chozas de los jÍvaros son espaciosas
y de forma oval. Antes que cuji muriese, faltaba cerrar uno de los
dos ex-
tremos. Al "'orir cuji amarraron el cadáver de pie al palo principal que
sostiene la techumbre, luego lo envolvieron en hojas de palma y plátano,
sobre todo colocaron las cañasdeguadúaqueleservían dL cama, cerraron
el extremo del óvalo que faltaba, y la familia fué a vivir a otro lugar dis-
tante. La choza ' sepulcro era impenetrable a los hombres y a las fieras;
para poder penetrar hubiera sido necesario arrancar las fajas
de palmeras
de que estaba construída, lo que en sentido de los jíbaros habría
sido una
verdadera profanación: nos limitamos pues a observar el interior por
las
rendijas. La observación produjo en nosotros un sentimiento repulsivo
mezclado de lástima. En el interior todo estaba en desórden: una
semios-
curidad, parecida a los últimos destellos del crepúsculo, iluminaba la
es-
tancia; en el centro y en torno del palo principal, ul hacinamiento
de ho-
jas y cañas que abrigaban un cadáver en putrefacción, y
en torno de la
choza un monte crecido que aumentaba, si cabe, el sentimiento
tétrico y
repulsivo.

satisfecha nuestra curiosidad. regresamos al lugar donde estaba la


canoa con el equipaje, y alll se hailaba conda con un humor
insoporta-
ble. Para tranquilizarlo le manifestanros la costu¡nbre de los cristianos
en

14il
visitar a los muertos, y procuramos hacerle comprender que eso no era
malo. Algo al parecer se tranquilizó, pero rehusó acompañamos y llevar
un pequeño equipo que s€ le confiaba. Ngsotros empleamos los medios
de persuación, para que nos acompañara y ayudase a llevar la carga, pero
fue inútil. Uno de nuestros peones, al ver que los medios de persuasión
no producía efecto, se le impuso con gritos y amenazas, y Conda cedió;
nosotros con algún obsequio tratamos de halagarle y consolarle en la
brusca arremetida de nuestro peón. Asi que empezamos la marcha, Con-
da tomaba la delantera, y el mismo peón le ordenó con un tono que no
admitfa réplica, que siguiese atrás, y Conda obedeció. Este mandato me
llamó la atención, e investigando el por qué, me manifestó Angel Ordo-
ñez, que así se llamaba el peón, que si permitíamos que Conda se adelan-
tara se vengaría de nosotros, quitando la única canoa que había cerca del
Bombuscaro, sin la cual no era posible pasar a la orilla opuesta para ir a
Santa Ana.

Proseguimos el viaje por entre la espesura del bosque, con las pena-
lidades inherentes a esta clase de excursiones. Durante la travesía nuestro
mal humorado conda se manifestaba algo esquivo. Algunas veces se que-
daba solo con el pretexto de descansar, y porque no se desviara y tomase
la delantera, procurabamos no perderlo de vista, pues temíamos que ade-
lantándose quitara la canoa que debíamos utilizar. Yo cuidaba de ir con
é1, le daba conversación para entretenerlo; él no rehusaba conversar con-
migo, y aún me manifestaba cierta amabilidad; pero no siempre era facti-
ble ir juntos, ni conversar a causa de la escabrosidad del camino.

Con estas zozobras de que Conda, nos jugara una mala pasada, lle-
gamos a su choza, en la que no encontramos a nadie, y dista una legua es-
casa de santa Ana. En la choza descansambs un rato, mientras Angel or-
doñez fué al fondeadero en donde se hallaba la canoa; al poco rato se le
unió Conda, y ambos subieron contra corriente hasta el sitio en que de-
bíamos pasar a la otra banda del rlo. Los demás íbamos a pié, yendo yo
adelante. Como a dos kilómetros de la casa de conda quedé sorprendido
por ciertos golpes y risas que se oÍan dentro del bosque; penetré por la
espesura para ver de donde provenían, y hallé a la mujer de Conda con su
hija de poca edad, muy afanada en rajar con una hacha un viejo tronco

14
de palmera medio podrido, del que extraía gruesos gusanos blancos, que
ellas devoraban con cierta fruición. Tan luego como la mujer me vio, co-
gió uno, el más grande, y con admirable naturalidad me lo ofreció para
que lo comiese, manifestándome al mismo tiempo que era comida sabro-
sa. Y rehusandole lo rehusé, y lo dió a su hija, que al instante lo devoró.
Me despedí de la buena mujer dejándola en su útil tarea.

Llegamos al término de nuestro viaje a pie, pasamos con la canoa


uno a uno a la orilla opuesta. Dos tiros de escopeta indicaron a los padres
y moradores de santa Ana nuestro arribo, los que pronto vinieron a reci-
birnos; y juntos nos dirigimos a la casa - misión, a donde arribarnos a las
tres y media de la tarde. Luego procuramos desenojar con obsequios y
regalos todo el mal humor que conda había reunido en su corazón. cosa
fácil de conseguir por medio de dádivas y obsequios.

Permanecí dos días en Santa Ana, durante los cuales se formuló


un reglamento para los misioneros y el plan que debía seguirse en la nue-
va residencia de Yacuambi. Respecto a este último resolvimos construir
inmediatamente una capilla y casa - misión para los religiosos, una casa -
colegio que sirva de dormitorio, escuela y comedor para los niños salvajes
que concurran a ella; y además una hospedería para los transeuntes.

Respecto a la educación e instrucción de los niños salvajes, consul-


tando su carácter, hemos convenido en adoptar el siguiente método: por
la mañana asistirán a Misa, durante la cual un Religioso les hará rczar en
altavoz las oraciones del catecismo, terminando con algún cántico;por la
noche asistirán al rosario y a alguna otra distribución que se hiciere. por
de pronto, se les dará una hora de clase por la mañana y otra por la tar-
de. El resto del tiempo se les ocupará en algún arte u oficio, en juegos
que, en cuanto sea posible, al par que los entretenga, los instruyan. La
misión se encarga de alimentarlos, vestirlos, y proporcionarles todo lo
que necesiten. si algún niño perrnanece en la misión hasta la edad núbil,
los Padres cuidarán de casarlo, y como dote se les construirá en la nueva
Residencia casa, se les proporcionará y arreglará el terreno y se les ayuda-
rá a sembrarlo de los productos del país; se les procurará algunos anima-
les domésticos. herramientas, etc., etc., a cuenta de la misión. Todo esto

14{t
de
impondrá a los Padres gastos y sacrificios que, no obstante la escasez
,""u.*r, la misión no vacilirá en hacer, con tal de conseguir que eStOS in-
felices hijos de las selvas se acostumbren a vivir en población y dejar su
vida nómada para abrazar los beneficios de la Religión cristiana. ¡Ojalá
que tan bellos propósitos y halagüeñas perspectivas pasen a ser una reali-
dad consoladora!

cuando haya que administrar a los neófitos el Bautismo, confir-


mación, primera Comunión o el Matrimonio, se procurará dar a la cere-
monia todo el esplendor y atractivo que permitan las circunstancias. La
imaginación de los jíbaros es naturalmente viva e impresionable, y es pre-
ciso utilizar esta buena cualidad para hacerles comprender de algún modo
la importancia y trascendencia del acto o ceremonia que con ellos se ha-
ce.

con la educación e instrucciÓn de los niños solo conseguirfamos


dar un impulso parcial a la obra de su civilización, y el Misionero no debe
olvidar la importancia que tienen para este objeto la instrucción y educa-
ción de la mujer. Las jíbaras son naturalmente sumisas de un y carácter
dócil y afable, que el despotismo de los jlbaros reduce a una verdadera
esclavitud: circunstancias que, atendidas las precauciones que dominan
en las tribus, hará difícil la educación e instrucción del sexo débil. Sin
embargo, no por eso el Misionero desistirá de su empresa;para el efecto,
tan luego como el edificio en construcción en Santa Ana, esté terminado,
pasarán allí dos Hermanas Terciarias, quienes se harán cargo de educar e
instruir a las niñas de los colonos, y se harán todos los esfuerzos que la
pfudencia y el celo inspire, para que los jíbaros entreguen a sus hijas a la
solicitud maternal de las dichas Hermanas, corriendo a cargo de la Misión
todos los gastos de comida, vestido, etc.

si conseguimos que algunas niñas salvajes, sean entregadas al cui-


dado de las Hermanas, no dudamos que el éxito de la misión compensará
las privaciones, fatigas y desvelos de los Misioneros. Mientras las Herma-
nas tengan su colegio en Santa Ana, se temen los mismos inconvenientes
que la experiencia ha enseñado respecto de los niños, como queda referi-
do. La prudencia no pennite por ahora llevar las Hermanas a la nueva re-

t¿16
sidencia de san Antonio de yacuambi, hasta que se establezcan allí con
los Padres algunos colonos que impongan respeto a los jíbaros y
sirvan de
garantía y apoyo en el caso, no improbable, de algún asalto
a la Misión
por los jíbaros de las tribus vecinas.

como se desprende de lo dicho, todo nuestro plan se reduce a for-


mar el corazín de los niños como quiera que de los adultos, habitados en
su vida nómada, y en costumbres recalcitrantes, poco o nada podremos
conseguir en orden a su verdadera conversión a la fe. Mucho les
debere-
mos si no oponen resistencia a los clesvelos de los Misioneros. Los
niños
hasta el presente se han manifestado adictos y benévolos con los padres;
condición feliz que si fuera folnentada por sus progenitores; creo que
dentro de poco conseguiría el tin que con tanto trabajos, sudores y fati-
gas el Misionero persigue.

Pero desgraciadamente el mayor obstáculo con que se tropezará


serán las preocupaciones, costumbres bárbaras e instintos feroces, que
los
adultos imprimen en el tierno y brando corazón de sus hijos.

si no podemos conseguir ra rearización compreta del idear que im-


pulsa al Misionero a la obra de ra regeneración social de los
infieles jíba-
ros, no desconfianlos mediante el auxilio divino, de conseguirlo al menos
en parte.

Llenado ya el objeto de mi excursión a zamtera,y no siéndome p()-


sible dernorar por más tiempo en un lugar que para mi tiene tantos
atrac-
tivos, me vi en el doloroso e imprescindible deber de regresar a esta
ciu-
dad, y de aquí seguir para mi habitual residencia de Lima. a fin
de aten_
der otros asuntos.

Actualmente se hallan e. Zamora para evangerizar a los jíbaros,


a
más del Padre Prefecto Fr. Luis Torra, los pp. Fr. A'tonio Gonzárez,
Fr.
Luis vega y Fr. Pedro EcheverrÍa, con cuatro her.¡ra'os do'ados. Tan
luego conro las exigencias de la Misión lo requieran se ma'dará
nuevos
operarios.

A7
Dios quiera que la revolución que al parecer amenazaal Ecuador. no ven-
ga a trastornar los buenos deseos de los actuales mandatarios e inutilice
tantos gastos, sacrificios y trabajos como-se han hecho en las cuatro mi-
siones para la civilización de las cuatro regiones de la Reprlblica ( I ).

(I ). Aquf tcrminr le amena y juiciosa na¡ración del padre Vidal, resultrndo ciertos
sul tcmo¡es de rwolución en la rcpúblic¿ ccrr¡toriana, prcvista desde los pri-
mcnos mcres del año 1895.

1¡t8
MISION DE ZAII,IORA

DESCRIPCION Y NARRACION EPISTOLAR

DEL P. FR. LUIS TORRA

PREFECTO DEMISIONES

CONCLUSIONES DE ESTE TOMO

1892 - 1897
Misiones de Zamoru ( Loja Ecuador )

Muy R. P. Director de la "Revista Franciscana"'

Barcelona.

El 6 de agosto de 1892 fui nombrado Prefecto Apostólico de la


Misión de zamon por el M. R. P. Fr. José Vidal. comisario General de
los colegios de Propaganda Fide del Peru, Ecuador y Colombia. Acababa
de salir entonces de una grave enfermedad, y pafa convalecer de ella me
dirigí a Guayaquil en el vapor Maipo, que nos desembarcÓ en aquel puer-
to el día l3 del mismo mes de Agosto. Allí permanecí hasta el l0 de sep-
tiembre, día en que me embarqué en el "Olmedo" para el puerto de San-
ta Rosa. Aquí busqué cabalgadura y acompañado de un hermano lego,
llegamos a Loja el 17 del referido Septiembre, a las l0 de la mañana.
Mientras descansaba de las fatigas del viaje, y me iba enterando de los
pormenores de la Misión me comprometieron para una célebre expedi-
ción.

Sí. tal puede irónicamente llamarse la que hicimos por un lugar de


la cordillera llamado Cajamuna, dos leguas al Sur de esta ciudad de Loja.
en busca de un camino que con más facilidad y menos riesgo nos condu-
jese al lugar de nuestra misión. Dos son las rutas que a ella encaminan: la
de San Fracisco. que puede llamane de la montaña. y la del Cóndor o de
la cordillera. Ambas por ahora ofrecen serias dificultades y peligros. pues
ninguna de ellas está abierta, ni merece por tanto el nombre de camino.
Los que no conocen la América y sólo están acostumbrados a viajar por
ferro - carn'les. hermosas carreteras y buenos caminos de herradura, difi
cilmente podrán fonnarse una idea cabal de lofragoso y quebrado de es-
tos lugares. especialmente en la provinciade Loja. y por tanto de cuan te-
rribles son aquí las vías de comunicaciÓn, aún los llamados caminos rea-
les. Basta decir que en tiempos de aguas son estos completamente intran-
sitables. Si esto pasa con los canlinos reales ¡figúrese V. R.. qué sucederá
con las sendas abiertas. por decirlo así. por las dantas. osos y leones. y ca-
si sólo por estas fieras trilladas I

150
La vía del Cóndor, fuera de ser sumamente escarpada. pues a una
legua de Loja ya comienza la cuesta que tiene más de un día de camino,
siempre por la cuchilla de los cerros, y en muchos trayectos con escalo-
nes de más de una vara de alto; ofrece otro gran inconveniente, y es, que
una gran parte del año se halla cubierta de páramos y azotada de tan re-
cios y tan glaciales vientos que ponen en inminente riesgo la vida de los
pasajeros que por ella transitan ( I ). Lavía de San Francisco, si bien es-
tá casi libre de frlos, vientos y páramos, pues en su mayor parte sigue por
la montaña o terreno caliente, como aquí le llaman, sin embargo es más
larga, se encuentra en ella más quebradas o ríos que vadear, y se halla cu-
bierta de espeso monte, sembrada de troncos y árboles caídos y malezas
que interceptan el paso a los transeuntes, y hacen no poco incómodo su
viaje. Por este motivo no pueden pasar por alll bestias ni de silla ni de
c¿uga, mientras que por el Cóndor sf, aunque con mucho trabajo y expo-
niéndose a los susodichos peligros.

Ambos caminos convergen a un río llamado Sabanilla, cuyo vado,


dista unas tres leguas del pueblo de Zamora, centro de nuestra misión,
ofrece tal vez el mayor riesgo de todo el trayecto. Fuera de que no pocas
veces se halla el rlo tan crecido que es invadeable, y el pasajero tiene que
parar allí hasta que mennen las aguas, expuesto a morirse de hambre por
lo menos. Como no hay alll puente ninguno, es preciso colocar cada vez
unos cuantos palos o vigas largas y delgadas, que lleguen de una a la otra
parte, para pasar sobre ellas con precaución suma, pues el menos descui-
do bastarla para caer uno al agua y ser arrastrado por la impetuosa co-
rriente y perecer ahogado. Alas bestias de silla y carga y a otros animales
los lacean, amarrándoles una soga bien larga al cuello y tirando de ella
desde la parte opuesta, y así pasan a nado. Las monturas, cargas y demás
se trasladan a hombros de una a otra orilla. Desde el Sabanilla al pueblo
referido ya no se tropieza con mayor dificultad.

Por los motivos expuestos y con el propósito de encontrar un ca-

( 1 ). Y¡ cn le narr¿ción del padre vidd se h¡bló de los páranos del Ecu¡dor: en es-
te paseje, el pedre Torr¡ h¡ce mención, en debida forma, de los vientos que
los acompañan.

151
mino mejor para entrar y salir de la miSiÓn y conducir los víveres y de-
más cosas necesarias. organicé la célebrc expedición. advertiré de paso
que la conducción de las Cargas. hasta aquí las hacemos comunmente va-
liéndonos de los Colombianos ( naturales de Colombia ), quienes llevan
sobre sus robustas espaldas dos, cuatro y hasta seis y más arrobas de pe-
so. Por cada arroba nos cobran un sucre ( duro ) y hasta sucre y medio
( I ), fuera del fiambre para el camino; y lo peor es que nos exponemos
muchas veces a perder la carga, pues saben robarla y hasta dejarla botada
en el camino. Volviendo pues a seguir el hilo de la narración digo, que
admitiendo como veríd,icos los datos que nos suministró un chacarero
( labrador ) de cajamuna, asegurándonos que conocía un sendero que
bien podrfa ser el camino que antiguamente conducía a la famosa ciudad
de Zamoru, destruída con otras varias ahora 20 años por los Jíbaros; y
corroborados dichos datos con otras noticias que parecían ser sugeridas
de buena fé, resolví marchar acompañado del siguiente personal: tres'ca-
balleros se dignan horarme con su amistad. cuatro picadores que machete
en mano abriria la trocha, cortando las ramas, y cuatro Colombianos pa-
ra cargar el fiambre, las toldas o tiendas de campaña y demás necesario.

El día de difuntos 2 de Noviembre, nos pusimos en marcha salien-


do de Loja todos los mencionados, a las 4 de la tarde, de no haber podi-
do consegUir las bestias de montar hasta'dicha hora. Al anochecer llega-
mos a la falda de Cajamuna y pernoctamos en casa de un tal Valverde.
cuñado del que nos compfometió para la exploración del nuevo camino.
Comimos nuestra pobfe cena y después de ¡ezat el rosario a la Santísima
Virgen, nos eChamos a desC¿nsar en el santo suelo, el cual en adelante ya
había de ser nuestro rinico lecho, mientras durase la campaña.

Extrañarán. tal vez los lectores de la Revista, que alojándonos en


una casa y estando ella no muy distante de Loja, no tuviésemos siquiera
una miserable camita donde dormir. Han de saber empero que las casas
de estos países, fuera de las poblaciones se entiende, no pasan en su ma-

( I ). El sucrc ecuatori¡no y el sol P€ruano ¡on moned¡s equivalentcs al duro espa'


ñOl, pero su tipo de valor est¿ reducido a medio duro, sicndo dkz srcres equi-
v¿lente a una libra esterlina o 25 pesetas españolas.

152
yor parte de la categoría de miserables ranchitos o mal forjadas cabañas,
construídas de palos sin labrar, cubiertos, a veces, de barro sin enlucir ni
blanquear. En dichas chozas no hay que buscar la menor comodidad ni
aseo; allÍ todo está revuelto y barajado, hombres y mujeres, grandes y
chicos, perros y gatos, gallinas y cuyes ( especie de rata - conejo ) útiles
de cocina, víveres, trapos, etc., etc. Para pasar la noche cada cual busca
su rincón, lo barre con las manos a falta de mejor escoba, tiende su pe-
llón y demás apero de montar, y se echa; pero para poder dormir un ra-
to se necesita o estar muy cansado o falto de sueño, pues la dureza de la
cama, las muchas pulgas, el chillido incesante de los cuyes, el contlnuo
pasar y repasar de estos y otros bichos, se encargan de tenerle a uno en
completa vigilia.

Al día siguiente, después de tomar nestro café, proseguimos la


marcha; y aún no habíamos andado unas dos horas por una muy pen-
diente y escabrosa cuesta, en medio de espeso monte, cuando una cafda
que de su mula se fió uno de los de la comitiva, felizmente sin otras con-
secuencias que el respectivo susto, nos hizo comprender que ya no era
posible seguir montado. Seguimos pues a pié, y casi todo el día se nos pa-
só en andar poco más de dos leguas, tan malo era el camino;y serían las
tres de la tarde cuando hicimos alto, y templanos las toldas -en una pe-
queña meseta que se encuentra como a la'mitad de la cuesta. Desde este
día nos costó gran trabajo el preparar la comida;ya porque casi siempre
nos llovía y no podíamos prender fuego, ya por la falta de agua, apesar
de la que caÍa. Alguna vez recogimos ésta de la que por la tolda escurrla;
pero lo ordinario era cabar en tierra un hoyo y recoger la que se filtraba;
la:que luego colábamos en un roñoso sombrero de paja. Trabajo cuesta al
principio acostumbrarse a tanto desaseo; pero como el hambre apremia,
no hay más remedio que dejarse de melindres y tomar las cosas como se
presentan.

A las ocho de la mañana del día siguiente los cuatro macheteros


prosiguieron la pica del camino, y les faltaría aún una tercera parte de la
cuesta para llegar a la cima de la cordillera, cuando desde nuestro campa-
mento observamos con disgusto que volvían atrás. Aguardamos con im-
paciencia saber el motivo de su regreso, y, al llegar donde nosotros, nos

153
dijeron era imposible seguir aderante, sin banquear antes con pico o ba-
rreta, un mal paso que ofrecía riesgo de despeñarse algún expedicionario.
No hubo pues más remedio que mandar aLojaen busca de la herramien-
ta que faltaba, y esperar mientras tanto en el mismo campamento sin mo-
ver las tiendas. Resultado, que perdimos un dra en completa inacción. Al
otro dia, 5 de Noviembre, nos pusimos todos en movimiento, y arreglado
un poco el mal paso, llegamos por fin a la cumbre de la cordillera; pero
he aquí que todas nuestras fatigas y trabajos sólo sirvieron para recibir
el más solemne y cruel desengaño. El tiempo seguía lluvioso, la cordillera
emparamada y de consiguiente el horizonte invisible, por la densa niebla
que lo cubría. Aprovechamos un momento en que despejó algo para
echar la visual miramos con el anteojo, y todos a una resolvieron que el
camino por aquel lado era impracticable, pues se divisaba infinidad de
quebradas y cordilleras cruzándose en todas direcciones, que hacían poco
menos que imposible el seguir por aquel laberinto. euedó por tanto ple-
namente comprobado que nuestra incredulidad había sido víctima de un
torpe engaño, ya que los mismos que se habian comprometido para la ex-
pedición fueron los primeros en desanimarse y desanimarnos.

Aunque algunos de los que me acompañaban querían probar fortu-


na, buscando por otra ruta el camino deseado, no juzgué prudente acce-
der a sus deseos, ya porque el mal tiempo seguía persiguiéndonos, ya por-
que iban escaseando los víveres, y también alguno de la comitiva habla
comenzado a enfermane.

Pasamos aquella noche en la plena cordillera, y el día 6, siguiendo


un senderito trillado solo por las dantas, aportamos como a las dos de la
tarde a una cuchilla por cuyo rápido descenso podíamos dirigirnos a Lo-
ja. comenzamos a bajar, mas como la noche se iba aproximando y el cie-
lo seguía bastante lluvioso, muertos de fatiga y necesidad, pernoctamos
en una faldita, al pié de una laguna que nos proporcionó agua para refri-
gerarnos y cocinar. Al amanecer del día 7 alzamos por última vez las tol-
das y siguiendo el descenso de la loma referida, cayendo y levantando, lle-
gamos a la primera casita que por aquel lado se encuentra, cuyo caritati-
vo dueño nos brindó con algunos vasos de blanca leche recién ordeñada.
con tal refrigerio recorrimos con menos fatiga. aunque no sin trabajo. la

1S
última legua de camino, cubierta de ciénegas, que para llegar a Loja nos
faltaba.

Tal fué el último descenlace de la que he llamado célebre expedi'


ción, fecunda en trabajos, como se ha visto, pero, como se ha visto, com-
pletamente estéril en resultado de utilidad práctica, si se exceptfia el de-
sengaño adquirido de que el camino a Zamora por Cajamuna es imprac-
ticable, y que no nos queda otro remedio por ahora, que entrar en la mi-
sión por el Cóndor o San Francisco, hasta tanto que la Provincia nos de-
pare mejor y menos peligroso sendero. También puede deducirse de lo di-
cho, para tapar la boca de la impiedad y de los eternos y gratuitos detrac-
tores de las Ordenes Religiosas, lo regalada que es la vida del misionero.
quien por buscar almas o salvar, come mal, duerme peor, y ningunos sa-
crificios ni trabajos perdona por perseguir tan noble ideal, a imitación del
Divino Maestro y Redentor del humano linaje, de quien sólo espera el
premio y galardón. Me despido de V. R. hasta la siguiente en la que Dios
mediante le reseñaré mi difinitiva entrada aZamora y el estado en que se
halla la misión. De V. P. afectlsimo S. S. y hermano en Cristo p. s. m. b.
Fray Luis Torra, Noviembre -10 de 1892.

155
CARTA 2a.

Zamota, Diciembre 4 de 1892.

Muy Rdo. Padre: Fracasada la célebre expedición por Cajamuna,


según le dije en mi anterior, viendo ser poco menos que imposible la en-
trada a Zamora por aquella dirección, y viendo también que el tiempo
favorable para viajar iba pasando, decidí entrar por fin por el temible
Cóndor. Apronté el efecto lo necesario de vlveres y cargadores y el l0 de
Noviembre a las 4 p.m., y a los cuatro dlas cabales de mi llegada de Caja-
muna, emprendí el viaje.

Debíamos haber salido más temprano para adelantar algo, pero no


pude V. R. figurarse las grandes dificultades con que se encuentra uno
siempre que intenta moverse: la gente no se presenta a la hora convenida
y cuando viene no es raro el que lo hagan en un estado de beodez repug-
nante e insufrible. Sin embargo no es posible prescindir de esas pobres
gentes.

Casi al anochecer pues, y habiendo vadeado como unas 20 veces


las orillas de dicho rfo. Cenamos parcamente y nos dispusimos para to-
mar el descanso necesario después de haber rezado el santo Rosario. Co-
mo la choza constaba de una sola habitación, fuera de la cocina, y en ella
tenía que dormir un matrimonio con tres hijos, por más que me convida-
ron y aún me instaron para que me acomodara dentro de la revuelta pie-
za no quise y preferl dormir caso al sereno bajo el alár de la.casa. Como
el cielo amaneció brumoso esperamos que serenase un poco,.y ya bien
tarde proseguimos nuestra marcha, hasta que viendo que nos xnentnaba
por instantes la lluvia resolví quedarme en la mitad de una empinada lo-
ma y en el lugar llamado Garrapatas. Hicimos allf un pequeño cobertizo
o rancho de troncos y follaje, templé la insuficiente tolda que llevábamos
soplamos candela, cenamos algo, rezamos el S¿nto Rosario y nos tendi-
mos a descansar sobre el húmedo y desnivelado suelo. Sopló toda la no-
che un viento fuerte y tan frfo que nos acongojó bastante, no tanto por
lo que nos mortificaba cuanto porque temíamos fuese causa de que se
nos empararnase la cordillera y nos interrumpiera el viaje, como asl des-

156
graciadamente sucedió. ¡cuántas veces, tanto en aquellas como en otras
varias ocasiones he pensado en mi interior: si comprendisen los Jíbaros
los costosos cuanto desinteresados sacrificios que hacemos por su bien,
cómo podrían dejar de corresponder a nuestros tan ardientes deseos de
convertirlos y salvarlos! Sin embargo, cuantos alientos nos infunde el
pensamiento de lo mal correspondidos que fueron también por los judfos
y son aún hay día por la generalidad de los cristianos, los infinitos sacri-
ficios del amorfsimo salvador de los hombres. No puede el discípulo ser
de mejor condición que el Maestro: y si a El le desatendieron ¿cómo po-
drenos quejarnos de que hagan otro tanto con nosotros ?

Al día siguiente, fiesta del humilde S. Diego, no obstante de que el


temporal seguía nos animamos a pasar adelante; pero no nos fué posible
pasar de una pequeña meseta llamada Hornillos, algún tanto resguardada
y situada al pié del elevado cerro san Fra¡rcisco. como de costumbre pa-
ramos la tolda. cenamos y nos acostamos; pero nos fué imposible conci-
liar el sueño. porque el huracán fué tan violento que nos arrancó la tolda
y parecía que iba a arrastrar con todos nosotros.

En vano esperamos todo el domingo y parte del lunes, dla 14, que
se compusiera el tiempo para poder atravesar el cóndor. viendo en fin
que el temporal arreciaba más y más por niomentos, y que era suma im-
prudencia arriesgarse a tan peligrosa travesía, volvimos atrás, desandando
aquel mismo día lo andado en los tres anteriores y al anochecer estába-
mos nuevamente en Loja. ¡Cuántos sufrimientos estériles y trabajos per-
didos a los ojos del mundo! Pero nosotros sabemos que premia Dios, no
tanto el buen resultado de las empresas cuanto la buena voluntad y recta
intención con que se emprenden y principian. verdaderamente que al ver
fracasadas mis dos primeras tentativas para entrar a la misión de zamora,
llegué a sospechar fuese tal vez voluntad del Señor que desistiese de mi
intento, y en consecuencia hasta llegué a escribir mi renuncia del cargo
de Superior de las misiones. con todo aconsejado después, y recapacitan-
do que las obras de Dios tienen que pasar indefectiblemente por el crisol
de repetidas pruebas y contradicciones, resolvl por tercera vez emprender
la marcha.

157
En efecto a los 4 días del fracaso, algún tanto repuesto de fatigas
tantas; salí de Loja el l7 de Noviembre, a los dos meses cabales de haber
llegado de Guayaquil. En la primera jornada sólo avanzamos hasta la refe-
rida chocita de Zamora - Guaycu. En la segunda, almorzamos en Horni-
llos y fuimos a pernoctar al pié del cerro. Huagra a este costado del Cón-
dor. La tercera fué más difícil y larga que las anteriores; pero a pesar de
que la tarde nos llovió, y que tuvimos que descender por la intermina-
ble cuesta llamada lv[átala, con todo llegamos felizmente y a buena hora
al costado izquierdo del torrentoso Sabanilla donde pasamos una noche
placentera.

Al día siguiente, domingo, nos pusimos en movimiento bien tem-


prano; y aunque procuré conservarne en ayunas para poder celebrar la
santa Misa a nuestra llegada al pueblo, sin embargo para santificar de al-
gún modo la fiesta rezamos el Rosario antes de amanecer. Desayunó la
gente y descendimos la media legua que nos faltaba para llegar a la playa.
bajada, por cierto, bastante difícil y peligrosa. Acto contínuo emprendi-
mos la entretenida tarea de colocar el puente sobre el rlo para pasar la
gente y las cargas. Para el efecto se tienen guardados ocho o diez palos
largos y delgados en ambas orillas del río, se colocan de una parte a otra
unas piedras que sobresalen, se amarran con bejucos y comienza el vadeo.
Los que no tienen la cabeza muy segura, como un servidor, pasan a gatas,
para no verse en el gran peligro de caer y verse arrastrados por la corrien-
te que es allí muy impetuosa. Pasadas las personas y cargas se lacean las
bestias de silla y carga, atándolas con una soga al cuello, del cual tiran
dos ltombres, uno desde el puente y otro desde la ribera opuesta y así
pasan las bestias a nado. Esta pesada operación tenemos que repetirla en
todos los viajes, y no hay más remedio que seguir con ella hasta que nos
sea posible construir un puente formal, trab4io difícil y muy costoso.

Vadeando el río cargados nuevamente los cabestrillos, y demás


bestias y tomado pinol para refrescar, proseguimos la marcha sin perder
el tiempo. Cabestillo llaman aquí al toro o novillo amansado para llevar
carga a lomo, o para poder montar sobre é1, cual si fuese caballo o mula
de silla. En lugar de freno, le ponen moquillo, esto es, le taladran las nari-
ces y le pasan una correa por el agujero. así se deja dirigir fácilmente. Es

158
el cabestrillo una excelente y muy segura cabalgadura para estos fragosos
caminos. El pinol se prepara desliyendo en un jarro o plato unas cuchara-
das de harina de cebada tostada: se le endulza con un poco de azúcar o
raspadura (chancaca ) y forma una bebida sumamente refrescante, con-
fortable y grata al paladar. Seguimos como decía, nuestra ruta y cami-
nando por ciénegas y lodazales, subiendo, bajando y a veces rodando
cuestas, vadeando quebradas y riachuelos, llegamos por fin a una altura
pasada la quebrada de Limón, desde donde se divisan las pocas casitas o
chozas de palos y paja que forman el pequeño pueblo de Santa Ana de
Zamora. Disparamos algunos tiros de rifle para llamar la atención de los
Padres y gente del pueblo, a fin de que saliesen a recibirnos. Oyeron efec-
tivamente los disparos y los PP. Antonio Larrea y Francisco Solano Pas-
cual salieron a mi encuentro a la distancia de una milla, por el trozo de
excelente camino que el año pasado abrió el M. R. P. Comisario Fray Jo-
sé Vidal. El P. Antonio González no salió por hallarse ausente en Cumba-
faza y Fray Francisco Carreras se qttedó para repicar la única esquilla que
tenemos y hacer algunas salvas.

Después de los saludos y abrazos de costumbre entre hermanos


que por primera vez conocía, nos dirigimos al pueblo donde llegamos a
las l2 y media p.m. Acto contínuo celebré la SantaMisa, dígraciasbre-
vemente y comimos juntos celebrando con la parquedad aquí i¡dispensa-
ble la felicidad de vernos por fin juntos, los pocos religiosos que forman
actualmente el personal de esta Misión. Por las noches los pocos vecinos
del lugar, en unión de los peones que conmigo llegaron, y unos cuantos
jíbaros que casualmente llegaron, festejaron con fogatas. descargas de es-
copetas, y atronadores vivas mi feliz arribo a Zamora y mi cumpleaños.
Efectivamente dió la coincidencia que el l9 de Noviembre cumplí mis
cuarenta y uno de edad. Sírvase el Señor danne algunos años más de vi-
da, si han de aprovechar para su gloria, mi santificación y la conversión
de estos pobres salvajes,

Bastará por hoy. Con el favor de Dios. espero en la siguiente hacer-


le la relación de mi expedición a Cutnbarasa y Yacuambi. Concluyo esta
repitiéndome siem¡rre suyo afnro. S.S. y hennano en Jesucristo q. s. m. b.
Fray Luis Torra.

159
CARTA 3a.

Santá Rosa. Diciembre 2O de 1892.

M. R. P. Director de la "Revista Franciscana".


Respetado y querido hermano:

Me hallo de paso en este pueblo, esperando el vapor que debe con-


ducirme a Guayaquil, a donde me dirijo para ver modos de tratar con el
Gobierno algunos asuntos relativos a la Misión de Zamon. Aquí llegué el
domingo bien temprano bajo la creencia de que en dicho día habla de lle-
gar el vapor y que saldría el lunes inmediato. Resulta empero que como
el sábado no pudieron embarcar toda la carga que en Guayaquil había,
y como el domingo no pueden trabajar porque prohibe que se profanen
las fiestas, probablemente ayer cargarían, llegará hoy y mañana saldre-
mos.

De Zamora, donde apenas permanecí dos semanas, salf el mismo


dla de -la Purísima Concepción, o sea el día ocho del presente: después
de haber celebrado el Santo -Sacrificio de la Misa y almorzado, me despe-
dí de mis dos compañeros que allí quedaban y emprendí la marcha. Ex-
trañará tú vez alguno que en días de fiesta y sobre todo en -fiestas tan
solemnes, se emprendan viajes por quienes deben dar buen ejemplo de
obediencia y piedad, como son los Misioneros. Para desvanecer empero
tan justo escrúpulo, deben saber y advertir que en estos veleidosos climas
se ha de viajar no cuando uno quiera, sino cuando se puede. Como llueve
tanto, y se emparama la cordillera con tanta frecuencia, cuando urge un
viaje hay que estar esperando que abonance y salir sin pérdida de tiempo
al primer rato que escampe. Decía pues que salí el 8, y llevé un mucha-
cho de guía o peón, y se asociaron a nuestro viaje unjoven que habfa en-
trado a aquella región, en busca de lavaderos de oro que abundan bastan-
te, y otros dos hermanos, entre sí, que entraron por otros asuntos. Todos
juntos caminamos a pié por falta de cabalgadura, y serlan las cinco de la
ta¡de cuando llegamos al Sabanilla y lo vadeamos del modo original y pe-
ligroso que los lectores de la Revista ya conocen. Volvimos a cargar dos
cabestrillos y un viejo caballo que en nuestra caravana venfan, y casi al

160
oscurecer hicimos alto en el Tambo denominado Cuayabo en donde ce-
namos y pasamos la noche.

AI dfa siguiente con el afán de caminar pronto y salir cuanto an-


tes de la terrible cuesta de Mátala, antes que nos cogiese el sol o el agua.
nos pusimos en marcha tomando una taza de café. Subimos los innume-
rables escalones de la referida cuesta; y cuando nos disponíamos a tre-
par la del Pucará, me sentí desfallecer, y nos fué preciso hacer alto y to-
mar un bocado de nuestro fiambre. Con tal refrigerio nos fué llevadero lo
que de subida nos faltaba y así subiendo y bajando cerros avanzamos has-
ta el Santa Biírbara a donde llegamos a la caída de la tarde. Nos surtimos
de agua en una cenagosa laguna que allf existe, templamos nuestra toldi-
ta, tendimos un pellón sobre el pantanoso suelo y habiéndonos encomen-
dado a Dios, y cenado, probamos si nos dejaría dormir el viento glacial
que en aquellas alturas soplaba: felizmente calmó el temporal y queda-
mos adormecidos al rigor del cansancio. Despertamos, sin embargo, muy
temprano, soplamos candela, desayunamos, bajamos la interminable
cuesta del San Francisco, y a las dos de la tarde del sábado, hacíamos
nuestra entrada en Loja. Sin pensarlo tuve la dicha de asistir a una Misa
nueva que en aquel convento nuestro celebró al día siguiente uno de los
tres coristas que pocos dias antes había ordenado de sacerdote nuestro
ilustre obispo F. José María Masiá.

Parael martes, dfa 13 conseguí fletar un par de malas bestias de


carga y montados en ellas yo y el mencionado compañero que me servía
de guía ycocinero, proseguimos nuestra marcha en dirección a Guaya-
quil. Pernoctamos sucesivamente en La Toma, hacienda del valle Catama-
yo, en el Cisne, pueblo donde se venera una celebrada imágen de María
que lleva el mismo nombre del pueblo, en Zamor4 capital de Cantón
muy rica en minas de oro, y en La Avanzada, en donde por la noche nos
despellejaron unos mosquitos llamados Manta blanca. El domingo bien
temprano pude llegar hasta puerto y celebrar el Santo Sacrificio, y como
dejo apuntado aquí estoy aguardando impaciente el vapor. Retrocedien-
do ahora en la narración paso a darle cuenta de mi expedición por los
rlos Zamora, Cumbaraza, y Yacuambi, expedición que motivó mi actual
viaje a Guayaquil.

161
Le dije en mi anterior que llegué a Zamota por primera vez en 2O
de Noviembre del corriente año. se denomina zamo:'a la unión o con-
fluencia de dos rlos el sabanilla y otro que viene de Loja con dicho nom-
bre que conserva. Más abajo de dicha confluencia y un poco antes de lle-
gar al sitio donde el Bombuscaro rinde sus aguas al zamora,está situado
el lugar donde N. M. R. P. comisario estableció nuestra residencia, pue-
blecitollamadodesde entonces santa Ana de zamora. Los Jfbaros se ha-
llan establecidos a derecha e izquierda der referido zamora y de sus a-
fluentes encontrándose la primera casa de los mismo como a una legua
del lugar donde moramos. Me reservo para otra correspondencia y para
cuando conozca mejor a estos salvajes, el hacerle una relación detallada
de sus usos y costumbres, de sus fiestas, ritos y ceremonias, lenguaje y re-
ligión, caso de que tengan alguna sombra de ella, etc.. etc.

como superior de la Misión me interesaba y aún estaba obligado a


conocer personalmente los jlbaros, e intentar todos los medios posibles
pam su pronta reducción. En consecuencia y también para escoger difi-
nitivamente el sitio más a propósito para la fundación del nuevo pueblo
,que se proyecta, emprendÍ la indicada expedición al yacuambi.
El refe-
rido P. comisario al fundar la Misión señaló para la nueva población fu-
tura un lugar llamado cumbaraza, nombre de una pequeña quebrada
que alll tributa sus aguas al zamora. Pero como los padres mis compañe-
ros y otras personas del lugar me asegurasen que dicho sitio no es el más
aparente a la fundación. y que mejor fuera hacerla en la confluencia del
Yacuambi, antes de resolver la cuestión quise enterarme bien de la mis-
ma- Los jfbaros por su parte habían empezado ya la construcción del
convgntillo en Cumba¡asa y el rozo para la huerta: razón por la cual me
costó mucho trabajo persuadir a chiura, indio llamado cepitón de aque-
ll,os infieles, que me acompañase en el viaje. Después de müchos ruegos y
va¡ias ra:¿ones y sobre todo habiéndole ofrecido alguna herramienta y ro-
pitas, que es esta la taz6n, más convincente para gente tan m¿terial y gro-
sera' sG decidió por fin a entrar en la canoa y remar en unión de la Mama-
ta, una ce las tros mujeres que tiene prra su servicio. Además, de los dos
salv4ies, vinieron conmigo el R. P. Antonio González y un colono del lu-
gar.

16¿
llabíamos concertado con Chiura que vendría por nosotros el día
27, pero no se presentó hasta el medio día del 29. Averiguada la causa de
su tardanza resultó que habiendo venido a visitarle tres salvajes de laju-
risdicción de Méndez se enfermó de la garganta uno de ellos antes de lle-
gar a la casa del mencionado Chiura; y como este tiene fama de médico o
brujo, le llamaron para que bajase a curarlo. Es escusado decir que el in-
feliz Mendeño murió el mismo día que le visitó el famoso facultativo,
gracias tal vez a la eficacia de las pócimas que propinaría y a la virtud de
sus diabólicas supercherlas. En efecto estas infelices gentes atribuyen a
brujerÍas cuantas enfermedades padecen, y en consecuencia las pretende
curar con remedios análogos, es decir, con brujerías, mediante las cuales
aseguran los mismos que extraen del cuerpo y miembro enfermo las ara-
ñas y espinas que el brujo maléfico les introdujera. Ya se ofrecerá ocasión
de hablar más por estenso de semejantes necedades. El 29 pues, como di-
je, entramos en la qrnoa antes del medio dia, y como llegásemos algo tar-
de a Timbara, arroyo que baña el solar y huerta de Chiura, hicimos alto
para pasar allf la noche. Nos señalaron una de las asquerosas e incómodas
ba¡bacoas que a los salvajes les sirven de cama, y de mesa y de todo, y
allí nos sirvieron una pininga ( plato ) de c¿motes ( amoniatos ) cocidos.
Antes de acostamos cantó una perdiz muy cerca de nuestra morada y
uno de los salvajes me pidió la escopeta para matarla. En efecto, al poco
rato la trajo muerta y no pudo excusarse de convidarnos una presa de la
misma que nos sirvió para el puchero del día siguiente.

Al amanecer seguimos río abajo apeándonos en las casas de jíbaros


que encontramos en el tránsito, y caída ya la tarde llegamos al Yacuam-
bi, lugar de nuestra exploración. Desde luego ya no nos pareció aquel lu-
gar a propósito para la fundación: no se veía en todo el contorno ningu-
na vega o planicie favorable para un pueblo, sino-más bien cerros y más
cerros, lomas y lomas que aunque de poca elevación se sucedían indefini-
damente, sin solución de continuidad, quién sabe hasta dónde. Como era
ya tarde, dejamos para el día siguiente el inspeccionar más detenidamen-
te aquellos lugares y nos apresuramos a construir antes que cerrase la no-
che, una choza de ramas y follaje, donde poder pasar la noche en aquella
pintoresca y deliciosa ribera. Rezamos, cenamos con apetencia y dormi-
mos tranquilos. Nos despertó el fuerte rocío que semeja a un pequeño

163
aguacero en estas montañas. y también llamÓ nuestra atenciÓn el canto
de una hermosa pava rnontés. que providencialmente se sentó en un árbol
sobre nuestra mfsera choza. l¡vantóse el P. González, y con un certero
disparo de escopeta la hizo rodar a nuestros pies, pagando asl la incauta
ave el saludo que nos hiciera. Gracias a Dios nos suministró la pava un ál-
muerzo espléndido.

Ya nos pareció inútil detenernos por más tiempo en explorar un


terreno que por muchas causas no creíamos ser conveniente para formar
pueblo, y por tanto resolvimos regresar a tomar este partido la repugnan-
cia de Chiura en quedarse en Yacuambi, por estar demasiado distante de
su casa y de la de los otros Jfbaros, y por tener ya comenzada en Cumba-
rasa, como dije, la casita y huerta para nosotros. Tangana o palanca en
mano comenzamos a surcar de regreso el Zatnora, trabajando todos como
los antfguos condenados o galeras, y aún más, sobre todo en las difeien-
tes correntadas que a menudo se encuentran y que requieren un gran es-
fuerzo de palanca y remo para poderlas vencer y hacer subi¡ la canoa.
Rendidos de cansancio, sofocados por el calor y devorados por millares
de moscos y tábanos que mortifican sobre manera, arribamos a Cumbara-
sa, en donde nos pareció bien descansar y pasar aquella noche. A poco
rato de nue¡tra llegada aportaron tafnbién allf varias embarcaciones de
hijos, peros, aves, pescado, yuca, camotes y otros víveres que tralan del
Yacuambi, para tener bastimentos mientras durase alll el trabajo del con-
ventillo, para el cual Chiura les había convidado.

Como la principal operación del salvqie, por no decir la única, con-


siste en corner, pues según ellos mismos dicen, comen antes de salir el sol,
y después de haber salido, y durante toda su carrera y después de su oca-
so y aún cuando muy entrada la noche; mmenzaron pues a devorar de
cuanto hablan trafdo. Algo nos convidaron y algo también comimos no
sotros. Después convoqué a una porción de muchaqhos jibaritos, y co-
menco con ollos a cantar y rcza\ pero como se resistiesen algunos a mi
llamamiento s indicacion€, slrs padres les h¿blaron e hicieron fue¡ua a
que obedeciesen, cosa bien diflcil entre salvqies, pues como he observa-
do, los hijos desconocen completamente el respoto y obediencia que de-
ben a sil¡s mayo¡ex¡. No es esto extraño, dado el completo estado de salva-

164
jismo en que se hallan, y que les hace desconocer según parece aún los
más obvios principios de la ley natural. Me han asegurado, y lo creo, que
entre los adultos apefias se hallará uno que no sea asesino y no deba al-
gunas muertes, y que si urs padres les riñen, les amenazan de pasarlos con
la lanza. Para que vea, Padre mío, entre qué calse de gentes nos irallamos
metidos. ¡icr¡t oves in medio lupomm, y cuanto nos ha de costar el triun-
fo sobre tan refinada barbarie: Dios nos ayude a ellos y a nosotros tam-
bién.

Pasamos pues un rato divertido con aquellos infelices chicuelos y


después nos acostamos en el duro suelo, rodeados de salvajes de toda cla-
se. A media noche comenzó a llover con tanta violencia, que el agua co-
rría por todas partes, y el sitio donde descansábamos se convirtié en una
laguna, y no nos quedó más remedio que esperar sentados a que amane-
ciese. Apenas lo permitió el día, proseguimos la marcha, andando como
una hora a pié entre barrales inmensos, hasta encontrar la canoa que el
descomedido Chiura nos había llevado sin avisarnos, siquiera. Nos embar-
camos de nuevo y por fin el mismo dfa,2 de Diciembre, llegamosaZa-
mora, ya muy entrada la noche. Los que quedaron en Cumbarasa se com-
prometieron, a los jíbaros se entiende, no solo a terminar la casa sino a
mandar los chicos a la escuelo. Pero como para ello hay que pagarles, y
además de eso vestir a todos estos hijos de Adán y Eva, que andan como
aquellos nuestros padres, de aquí mi viaje a Guayaquil para proveerme de
todo lo necesario, y para tratar también con el gobierno de algunos asun-
tos, relativos a la Misión. El resultado de mis gestiones dará materia para
la siguiente, que Dios mediante le escribirá su afmo. S. S. y hermano en
Jesucristo.- Fray Luis To¡ra.

CARTA 4a.

Zamora, Febrero 20 de 1893.

M. R. P. Director de la Revista Ftanciscana.


Muy amado P. y hermano en Jesucristo.

En mi anterior le ofrecí hacer una relación del resultado de mi via-

165
je a Guayaquil, y cumplo ahora con mi compromiso. Ya dejo descrita la
expedición que a fines de Noviembre último hice hasta el Yacuambi, o
sea hasta la confluencia de este con el Zamora, con el objeto de cerciorar-
me por mí mismo cual sería el lugar mejor para una nueva residencia . Di-
je también que el resultado del viaje fué escoger definitivamente para es-
tablecernos una vega o llanura bañada por el pequeño Cumbarasa. Con-
tentos los jíbaros con nuestra resolución proseguieron con fervor la cons-
trucción de la casa - choza que ya había comenzado, y abrigo la esperan-
za de que no solo la habrán concluído ya, sino que tal vez habrán rozado
también el terreno suficiente para labrar nuestras huertas, y quizás les ha-
brá inspirado Dios que dén principio al trabajo de la capilla.

Sólo doce fueron las familias que encontramos radicadas en ambas


orillas del Zamora, desde el Bombuscaro hasta las juntas o confluencias
del Zamora con el Yacuambi, compuesta las doce familias jíbaras de un
total de ciento y un individuos entre hombres y mujeres, grandes y chi-
cos. Más, enterado por los mismos salvajes de que río abajo y en una re-
gión distante, habitan numerosos indios llamados Nangarizas, Logroños o
Patucumas, concebí el proyecto de visitarlas, para conocer personalmen-
te aquellas pobres ovejas sujetas a la jurisdicción de nuestra Misión. Obli-
gación sagrada del Buen Pastor es conocer a sus ovejas para poder luego
apacentarlas con pastos saludables y guiarlas por los rectos senderos que
conducen a la eterna felicidad. Antes empero de emprender tal expedi-
ción era indispensable hacer provisiones de varias cosas indispesables de
que la Misión carecía, y tratar con el Gobierno algunos asuntos referentes
a la misma misión. Marché pues de Loja a Santa Rosa y habiendo espera-
do algunos días en este puerto la llegada del vapor fluvial, llegué en fin y
nos condujo sin novedad al puerto y ciudad de Guayaquil a donde de-
sembarcamos la antevíspera de la Natividad del $eñor.

Sin perdida de tiempo fuí a avistarrne con el Sr. Gobernador de


aquella ciudad y provincia, que lo es actualmente el dignísimo Dr. D. Jo.
sé María Plácido Caamaño, ex - Presidente de la República: le expuse el
objeto de mi viaje, y no obstante ser dicho señor como el segundo Jefe
de la Nación ya por el importante puesto que ocupara, el primero des-
pués de la Presidencia, ya por la gran aceptación que disfruta ante el ac-

166
tual Presidente, sin embargo juzgó sería mejor que pasara yo a la capital
para entenderme directamente con el Supremo Gobierno.

El mismo señor Caamaño con una amabilidad que le honra se en-


cargó de recabarme por el cable la autorización de mi Superior, residente
en Lima, y los recursos necesarios para trasladarme a Quito. No tuve pues
otroremedioque sacrificarme en aras del santo fin que me animaba, no
obstante la repugnancia que sentía en emprender solo un camino para mf
desconocido, con el temor además de que mi regreso a Zamira se harfa
muy difícil, pues el invierno con sus páramos contínuos y sus lluvias to-
rrenciales se me venía encima.

Celebré la Noche Buena en la elegante capilla de los Hermanos de


las Escuelas Cristianas de Guayaquil y al día siguiente de la Natividad de
Nuestro Señor Jesucristo me embaryué para Babahoyos, alias Bodegas.
Busqué en aquel puerto una pobre cabalgadura y sin otra compañía que
la de mi Santo Angel de Guarda, seguí mi ruta hacía Quito, y al poco ra-
to se me fueron desvaneciendo los temores que al principio concibiera,
creyendo tendrfa que hacer largas jornadas en la más espantosa soledad.
No fué asl ciertamente, pues hallé que aquel camino no solo es bastante
poblado, sino que también es alegre y acompañado por el continuo flu-
jo y reflujo del sin número de arrieros que van y vienen de la Capital.
Una cosa me llamó la atención y me consternó bastante apesar de ser
muy común en estas Américas; esto es el abandono en que se hallan los
cristianos diseminados en el trayecto, pues casi se hallan totalmente pri-
vados de los auxilios de la Religión. Nacen, viven y mueren, no pocos de
ellos, sin ver jamás un sacerdote que los consuele y reconcilie con Dios,
como por una parte los Misioneros del Señor son muy escasos, y por otra
las parroquias muy extensas y diseminados los feligreses por lugares muy
remotos, resulta que es casi física y moralmente imposible que sean debi-
damente atendidos. ¡Ojalá inspirase el Señor alguna alma priviligiada la
fundación de una Sociedad de Sacerdotes ambulantes que se dedicasen a
socorrer y ayudar a esas pobres ovejas por doquier diseminadas!

Mis jornadas desde Bodegas a Quito'fueron por el órden siguiente:


la.- A Balsapampa:2a.- A San Miguel de Chimbo, a este lado del Chim-

167
pues tuve que
borazo; 3a.- Avané sólo media jornada hasta Huaramba,
remudar bestia por haberme cansado la primera;4a.- A Mocha y allende
el chimbor azo; 5a.- Anduve media jornada hasta Ambato, donde esperé
y 7 a'
unos dlas el coche diligencia que vá hasta Quito ; 6a'- A Latacunga ;
a Quito. Las jornada. d" t gr"to fueron casi por el mismo orden hasta
Guiyaquil, Lója V Ztmora,y t*to a la ida como a la vuelta me alojé casi
los
siempre en casa de los Srs- Curas, menos Huaranda, que lo hice donde
los
Hnos. Cristianos, y Ambato y Latacunga donde nuestros Hermanos
y
Religiosos y Domínicos, quienes, como acostumbran, me recibieron
panora-
trataron con verdadero cariño y caridad fraternal. Qué hermoso
Latacunga en la hermosa ex-
ma el que s€ desplega a la vista a la salida de
planadá sembrada de enormes pedrones que con torrentes de lava ha vo-
mitado el cotopaxi en distintas épocas y sobre todo en 1877, iy rodeada
que se-
de inaccesibles montañas o cerros, coronados de nieves perpetuas,
mejan gigantescas tumbas o mausoleos de un inmenso panteón! El chim-
golpe de vis-
borazo, el Tunguragua, el Sangay, el Cotopaxi, presentan un
ta el más sorprendente.

Pero sigamos adelante. uegué a Quito, célebre capital del Ecuador,


si-
la antevíspera de la festividad de los Reyes. Aquellos orientales Reyes
y
guieron lá estrella que los condujo a conocer y adorar el Niño de Belén;
yoibaenposdeotraestrella,siaslpuedoexpresaffne'concuyosbenéfi-
ios influjos pudiera hacer también conocer y adorar al mismo Niño, ver-
y
dadero óior-y Salvador de todo los hombres, a los pobres desgtaciados
salvajes que siguen sumidos en las más densas tinieblas
y sombras de
*u"itr. Esto es, iba a negociar con el Gobierno protección, auxilio y re-
cursos pafa poder ilevar a cabo la grande obra que nos han confiado;
la
civilización de los infieles de Zamora. Al día siguiente de mi llegada a

Quito solicité y obtuve fácilmente una éntrevista


y conferencia con el
y
Excelentlsimo señor Presidente señores Ministros de Estado, ante
quienes expuse el objeto de mi largo y penoso viaje. Presenté la minuta
á. un proyecto de ley para las regiones de Zamora y sus colonias: leyóle
y de
el primer iidagistrado ¿e la NaciOn, el Dr. D. Luis Cordero, después
por artículo, me lo devolvió para que lo presen-
haberle objetado artículo
tase pafa su examen y aprobación al prÓximo congreso de
la República'
la Mi-
Entonces fuí indicanáo un. por una las principales necesidades de

168
sión y después de largo y pacífico debate conseguÍ der Gobierno la si-
guientes ofertas: la.- Que se instituyera una pequeña Guardia de policía
parc Zamora, compuesta de un Comisario y doce Vigilantes, con su co-
rrespondiente sueldo de los fondos públicos, quienes sujetándose a las ór-
denanzas generales y a las particulares que en breve se dictarían por me-
dio de un Reglamento para zamora, sirviesen no tanto de salvo conducto
a los Misioneros y cristianos, cuanto de brazos auxiliares en los trabajos
de utilidad pública de la expresada misión, como construcción de cami-
nos, capillas, conventillos, escuelas, etc., etc. 2a.- Que se pagasen men-
sualmente a la misión'cien sucres ( Duros ) de la Tesorería de Guayaquil
para el trabajo y conservación del camino desde Loja a Zamora;3a.-eue
se compraran a cuenta del Estado para servicio de los Misioneros, cuatro
bestias, dos de silla y dos de carga con sus correspondientes monturas y
aparejos; 4a.- Que se me faciliten algunos cables y poleas para la coloca-
ción de puentes colgantes o t¿ravitsn en los principales ríos que tenemos
que atravesar en la montaña.

Esto es lo que he conseguido del Supremo Gobierno de la Nación


y espero fundadamente, dada la honorabilidad de los Magistrados que
nos gobiernan, que no se quedarán sus promesas en meras palabras, sino
que muy pronto serán una realidad. Mezquinas podrían parecer algunas
de estas ofertas de todo un Gobiemo y gobierno tal como el de una Re-
pública Americana, que tan ricos los hace la fama: pero es preciso tener
en cuenta la pobreza de esta Nación y lo exhausto que actualmente se ha-
lla el tesoro. Sea de esto lo que fuese, consignaré con gusto en honor de
la verdad que quedé sumamente complacido de mi referencia con el Go-
bierno, tanto por la importancia de los socorros recabados, que han sido
relativamente grandes, cuanto por las buenas palabras que escuché y las
atenciones, cariño y frneza que tanto el señor Presidente como los otros
Ministros me prodigaroÍl creo poder asegurar, sin temor de ser desmen-
tido, que en el Ecuador tenemos un Gobierno plenamente católico, pues
asl lo acreditan sus hechos y el tesón con que por ahora defienden los de-
rechos y fueros de la lglesia. El Señor nos los consrve por muchos años.

Fuera de lo dicho, conseguí también algunas limosnas particula-


todo en el convento de nt¡estra orden. en donde como es de
res, sobre

169
suponer fuí muy bien recibido y finamente tratado durante los nueve
días que tuve la suerte de vivir en compañía de tan buenos Hermanos. En
dichos días visité algunos edificios y templos de la Capital, y algunos de
estos los hallé tan suntuosos que son ciertamente un testimonio irrefuta-
ble de la fé, religión y piedad de nuestros antepasados que los edifica-
ron. Basta fijarse en la grandiosidad y magnificencia de nuestro convento
y en la riqueza y esplendidez de su contigua Iglesia para preguntar ¿ a
dónde se ha ido una fé que tales prodigios obraba ? El día 12 muy tem-
prano salí de Quito, despidiéndon,.: de mis queridos hermanos los Reli-
giosos, de quienes me separé con envidia, pues los dejaba practicando los
Santos Ejercicios bajo la dirección del justamente célebre P. Aguirre, in-
dividuo del mismo convento, a quien honra con sus virtudes y talento.
Como esta se vá haciendo algo larga, dejo la relación del regteso a Guaya-
quil, Loja y Zamora para otra correspondencia. Consérvese bueno y man-
de a su afmo. y hermano en Cristo.- Fray Luis Torra.

CARTA 5a.

Muy Rdo. P. Director de la "Revista Franciscana"

Zamora. Marzo l5 de 1893.


Muy amado Padre en el Señor:

Conro dejo consignado en mi anterior, salí de Quito el día doce de


Enero y emprendí la marcha de regreso para Guayaquil, Loja y Zamora;
pues bien, a los ocho días cabales, es decir el l9 del mismo mes aporté
nuevamente en el hermoso Guayas. como mi intención era proseguir el
viaje para Loja lo más pronto posible, hice lgs preparativos necesarios
con la mayor premura. Recogí unos doscientos trajes o posturas de ropas
para hombres y mujeres j íbaras, trajes que dejé encargados al pasar a Qui-
to y que se dignaron cortar y coser las Hermanas Terciarias de aquel
puerto. Compré varias piezas de género, algunas docenas de pañuelos de
todas clases y colores, cuchillos, machetes, etc. etc.;recibf varios regali-
tos que diferentes personas piadosas me ofreciron para los indios, fuí en-
cajonando todos los efectos y con ellos llegué a formar l6 bultos de muy

170
variada mercadería. iQué contentos se ponen nuestros jíbaros cuando
saben que los Padres vienen bien provistos de cuanto ellos pueden necesi-
tar o apetecer! Desgraciados los Misioneros que se presentasen ante aque-
llos infieles sin otras arrnas que la Cruz y la persuación; cuando menos
perderían el tiempo inútilmente. Sí, sabido es que a esta clase de con-
quistas no se puede ir con las manos vacías, ya que los salvajes materiales
y groseros como son, no nos miran tanto a la cara conto a las manos, esto
es, a los regalos que de nosotros esperan conseguir. Inútilmente, repito,
esperarfa sacar algún partido de estos gentiles el que no fuera a ellos con
un buen contingente de lanzas, hachas, machetes, cuchillos, anzuelos,
agujas, espejos, zarcillos, pañuelos, camisas, cascabeles, y otros mil avalo-
rios que ellos tanto estiman y desean. Si piden Misioneros o si los toleran
en sus tierras, no es ciertamente por el cariño que les tengan, o porque
abrigan al menos deseo de instruirse en la fé y hacerse cristianos, cosas
que miran con el más soberano desprecio; todas sus miras las ponen única
y exclusivamente en la mezquindad de los objetos que de nosotros espe-
ran alcanzar.

Embarcados pues los fardos de que acabo de hacer mención, me


dirigí a bordo del vaporcito Olmedo que zarpó del puerto a las once de la
noche del día 2l del referido mes. La travesla desde Guayaquil a Santa
Rosa, puerto para ir a Loja, dura o tarda unas veces más otras menos, se-
gún el estado de las mareas y las escalas que el vapor hace pero casi nunca
suele pasar de unas l8 a 20 horas. Esperábamos pues los pasajeros que a
más tardar desembarcaríamos al caer la tarde del siguiente día; pero na-
die contaba con el percance que muy en breve nos habría de acontecer.
En efecto, aún no haría una hora que estábamos navegando, y en ocasión
en que tomábamos el chocolate para ir a descansar, cuando nos sorpren-
dió un recio golpe y el parar casi instantáneo de la máquina. Corrió el ca-
pitán a averiguar lo que había acontecido y volvió luego diciéndonos
muy tranquilo: no es nada, señores, se ha roto el eje de la hélice y este ha
-caído al agua. Al momento echaron el ancla para que la corriente no nos
arrastrara rnás lejos, y al bajar la marea, bajamos también nosotros y ama-
necimos de nuevo en Guayaquil. No tuvo pues el percance otros resulta-
dos que lamentar, fuera del indispensable retraso en nuestra marcha. A
los tres días del suceso, repuesto ya el hélice, emprendimos otra vez el

171
viaje. el cual fué feliz a pesar de los malos augurios de los que en su torpe
fanatismo aseguraban, que no puede menos de ser fatal el viaje cuando se
cuenta algún cura o fraile entre los pasajeros. Semejantes sandeces no me-
recen refutación. Ignoro si el naufragio del Victoria, con tadas sus horro-
rosas consecuencias, sería debido a algún fraile que iba a bordo, o tal vez
a algún esplritu fuerte, o a muchos de ellos y a muchos impíos y secta-
rios de Lutero, que irían en él empleados. Pero dejemos semejantes nece-
dades y sigamos la narración.

Al siguiente día de la llegada a Santa Rosa pude fletar las bestias


necesarias de silla y carga, así que sin dilatación proseguí mi marcha a
Loja, sin otra cosa particular digna de mención que el haberme completa-
menteperdido en la penúltima jornada. Me adelanté algo aquel dla del
peón que me acompañaba, y estando frente al referido pueblo del Cisne,
como quisiera seguir un sendero que, según me habían asegurado, ende-
reza mucho para Loja, me equivoqué tomando un camino por otro. con
la fatalidad de no haber advertido el error hasta después de haber andado
gran trecho y de hallarse la noche encima. El tiempo estaba emparamado
y el horizonte completamente cubierto de una espesa bruma que no deja-
ba distinguir los objetos a dos pasos de distancia y era por tanto imposi-
ble el orientarse. Cuando llegué a confirmarme de que andaba extraviado,
ya no tuve tiempo de reparar mi yerro, pues como dije iba ya oscurecien-
do; así que no tuve otro remedio que quedarme solo en aquella soledad
espantosa sin recursos de ninguna clase. Por fortuna hallé una abandona-
da choza y aún llegué a acariciar la idea de que quizá a última hora apa-
recería en aquella montaña algún ser viviente que me suministraría algún
alimento, de que tanto necesitaba y que me sacaría de aquel laberinto en
que me hallaba. Comencé a gritar, a llamar y silvar para llamar la aten-
ción a algún ser compasivo, pero todo fué en vano, pues nadie me oyó ni
podía oirme, ya que nadie moraba en aquella soledad. Entonces me gua-
recí en la choza y felizmente pude encender fuego para espantar las fieras
que pudieran haber en aquella montaña, recé el santo Rosario y me acos-
té cenando antes sólo dos hostias que me habían quedado. No obstante
de hallarme bastante preocupado, dormí, sin embargo, algo, rendido co-
mo estaba del cansancio y al día siguiente bien temprano, con harto tra-
bajo. salf de aquella emboscada, gracias a la protección de María a quien

172
de corazón había llamado en aquella tribulación; encontré al paje, y jun-
tos nos quedamos a descansar y pernoctar en una hacienda llamada La
Toma sita en el valle Catamayo, a unas cuatro leguas de Loja' Salimos de
La Toma en día de la Candelaria y el mismo día a las 4 p.m., me apeé en
nuestro Convento de Loja, después de dos meses menos algunos días de
ausencia. Ansioso como estaba de llegar cuanto antes a este pueblo de
Zamora, hice con premura los aprestos para el viaje y el 14, por no ha-
ber podido antes, salf de Loja y el l8 llegué felizmente y sin la menor no-
vedad a nuestra residencia de la montaña. Durante mi ausencia el R. P'
Fray Francisco S. Pascual quedó encargado de la apertura del camino,
desde Loja hasta un lugar.denominado Vega de Oso, qüe es poco más o
menos la mitad del trayecto que hay hasta Zamora: al propio tiempo los
dos P. P. Antonio Larrea y Antonio González debían procurar se traba-
jase la otra mitad desde Zamora, a la referida Vega de Oso. Aquel debía
valerse para dicho trabajo de peones contratados en Loja: mientras que
estos habían de emplear a los colonos de este pueblo a quienes solo de-
bían suministrar herramientas y comida. Después de mil dificultades pu-
so por fin el P. Francisco Pascual manos a la obra y llegó a dejar casi es-
pedito para el tráfico de bestias dicha sección de camino y colocando un
hermoso puente, de palo se entiende, sobre el río San Francisco.

Bajaba yo con mi comitiva el día l7 la difícil y penosa cuesta del


Mátala, que termina en el mismo vado del Sabanilla, muy desimaginado
por cierto de hallar seres vivientes en aquellas vastas soledades, habitadas
solo por los monos, las aves, y algunas que otra fiera, cuando el ladrido
de un peno me llamó la atención y me hizo comprender que no estába-
mos tan solos como me había figurado. Efectivamente al poco rato tuve
la agradable sorpresa de encontrarrne con el P. Larrea, haldas en cinta y
bordón en mano iba trepando aquellos momentos esdes capitaneando a
los Zamoranos, quienes precísamente en aquellos momentos estaban cor-
tando las últimas ramas de la trocha que había abierto, desde la quebrada
El Destrozo hasta el punto donde nos hallábamos, denominado Guayabo.
Con esto sólo falta trochar como unas dos leguas de camino que hay des-
de El Destrozo a la Vega del Oso;de modo que con un poco de barreteo
y lampéo en los peores pasos y la colocación del indispensable puente so-
bre el Sabanilla, ya tendremos un sendero o camino, malo sí, pero que al

173
menos nos permitirá entrar bestias de carga aZamora y aún entrar noso-
tros mismos montados por la vía de San Francisco, evitando siempre el
peligroso paso del cóndor. Temo empero y con fundamento que si nos
escasean los recursos y no podemos proseguir oportunamente los traba-
jos comenzados, en poco tiempo quedará todo destruído y perdido el
tiempo y el dinero. Es tan nipida la vegetación en estos lugares, que pron-
to queda cubierto de espeso monte lo que poco antes se rozara;y son tan
frecuentes y copiosos los aguaceros, que al instante se forman dem¡mbes
y caen árboles y palizadas que interceptan y malogran completamente los
caminos, sino se tiene el cuidado de repararlos contínuamente.
¡euiera
Dios no se realicen mis justos temores y presentimientos!

Dije más arriba que el 17 al caer de la tarde, me encontré con el


P. Larrea, que con los peones venía del trabajo del camino. Descendimos
juntos hasta el punto llamado Guayabal, donde hicimos alto para pasar
aquella noche. uno tras otro fueron arribando los trabajadores, hasta el
número de 12, quienes con los padres, una familia que nos acompañaba,
y un sujeto que se nos asoció en el camino, nos juntamos hata 20 indi-
viduos. cenamos todos lo que nos deparó la Divina providencia y rezado
el santo Rosario según nuestra invariable costumbre: nos acomodamos
para descansar debajo de dos pequeñas tiendas de campaña y sobre el
duro suelo. Al siguiente día apenas amaneció, rezamos de nuevo el Rosa-
rio y tomando el desayuno, vadeamos con felicidad el torrentoso Sabani-
lla, pasamos las bestias y cargas, y proseguimos nuestra ruta a santa Ana
de zamora a donde llegamos sin novedad mucho después de medio día
del 18, según tengo indicado. Aquí encontramos ar R. p. González,quien
capitaneando a los chicos de la escuela y a unos cuantos Jíbaros, había
salido a nuestro encuentro, dejando colocados unos sencillos arcos de
flores y follaje, en señal de regocijo por nuestra lregada. Después de los
consabidos saludos y abrazos y bienvenida, el amable y servicial p. Gon-
zález ya mentado, nos sirvió una confortable merienda. Desde mi ilegada
casi ningún día han dejado de venir los jíbaros, algunos de ellos nuevos o
desconocidos de nosotros. Esta es su costumbre siempre que saben que
han llegado algún misionero; le vienen a visitar, no para saludarlo u obe-
decerlo, sino para ver si sacan algo como siempre lo consiguen. como los
infelices son tan pobres. que casi de todo carecen, no dejan de tener ra-

174
zón en lo que hacen y nosotros nos alegramos de semejante proceder;
pues aprovechamos de la visita de los lenguaje, o enseñarles algo de nues-
tra hermosa habla castellana, y para darles buenos consejos e inculcarles
jíbaros para aprender alguna palabra de su enrevesado buenos sentimien-
tos, que harto lo necesitan los pobres salvajes. Haga el Padre de las luces
que cuanto antes amanezca el clía en que estos infieles oigan las voces
con que son llamados a la fé y verdadera civilización. Esto es lo que con
gran afán desea su afmo. S. S. y hermano en Cristo.- Fray Luis Torra.

CARTA óa.

Zamora, ( Loja ) Marzo 8 de 1893.

M. R. P. Director de la Revista Franciscana.

Muy amado P. y hermano:

Aún cuando indiqué en tnis anteriores mi intención y deseo de ha-


cer un viaje a los JÍbaros de Logroño, no he podido efectuar aún dicho
viaje. En tiempo de invierno, o sea tiempo de aguas, cual es este en la
montaña, es nruy difícil, por no decir casi imposible. hacer de esta clase
de expediciones, pues crecen los ríos de tal manera y se forman torrenta-
das tan fuertes e impetuosas, que sería nrás que temeridad el exponerse a
navegarlos en nuestras frágiles piraguas o canoas. Aún los rnismos salva-
jes, no obstante su gran pericia cu cl nrauejo del rerno y tangana ( palan-
ca ) y a pesar dc lo alldariegos que son, sin embargo durante la estación
actual economizan cuanto pueden sus viajes por agua. En el mismo vera-
no ofrece el Zamora grandes peligros por slls inrpetuosas, largas y repeti-
das torrentadas, corno lo haré notar en el discurso de esta corresponden-
cia, de modo que bien puede clecirse de este río lo que dijo del Huallaga
cierto extranjero: que los hor¡lbres lo hicieron navegable contra la volun-
tad de Dios.

Bien palparon esta vertlad, por experiencia propia nuestro M. R. p.

16
Comisario F. José Vidal y su compañero Fray Juan Cuende ( I ); pues
ahora dos años en una expedición que hicieron, por un pequeño descuido
de los remeros se les volcó la canoa, y nq solo perdieron cuanto consigo
llevaban, sino que estuvieron a pique de perecer ellos mismos.

No faltará empero material para borronear una epístola aún cuan-


do prescindamos por ahora de Logroño y de sus jíbaros. A los pocos días
de haber llegado aZamora, después de mi regreso de Quito,juzgué conve-
niente hacer una visita a Cumbarasa, lugar designado para nuestra segun-
da residencia, como ya saben los lectores de la Revista. El móvil principal
de esta visita no fué tanto por conocer el conventillo'- choza - que allí
nos han construído los salvajes, y al hacer sembrar plátanos, yucas y le-
gumbres en la huerta que lo rodea; sino más bien para desvanecer las sos-
pechas que los indios habían concebido de que les estábamos engañando,
haciéndoles falsas promesas de que bajarlamos a Cumbaraza. Yo mismo
habÍa oido de su boca estas y otras semejantes expresiones -yo pensando
mi Padre engariando y Cumbaraza no yendo: den valde casa haciendo,
den valde trabajando, yo pensando. Para disipar semejantes temores y
también con los fines ya indicados, emprendí la marcha al lugar en cues-
tión:acompañado de cuatro peones salí de Zamora a las 2 p.m. del primer
Domingo de Cuaresma, día 19 de febrero. Cargamos bien la canoa de
troncos de yuca los cuales sirven de semllla para sembrar este tubérculo,
y el P. González ya bastante diestro en el manejo de la embarcación, se
acomidió para acompañarla hasta la primera casa de jíbaros con la espe-
ranza de hallar alll un indio que nos ayudara.

Como las canoas son de poca capacidad, tres de los peones fueron
por tierra siguiendo la trocha que hemos abierto hasta Cumb araza por la
orilla izquierda del Zamo¡a. Llevaba el unó el altar portátil y cargaban los
otros las herramientas y víveres necesarios. Arribamos juntos a la casa de
un tal Conda que es la primera que se encuentra al salir de Zamora, y sal-
tamos a tierra para encontrar a un peón remero que nos faltaba. Halla-

( I ). El Padre Frey Cuende pertenece a los sobrevivientes de aquellas memorables


expedicionec de Zemore, y se halla, abrum¿do de achaques, en la cnfermería
de este convento de Santa María de los Angeles de Lima ( l92l l.

1re
mos en efecto, a un hijo del referido salvaje: le rogamos, le suplicamos, le
instamos nos acompañase ofreciendo pagarle su trabajo, pero todo fué en
vano, pues a todo nos contestó con el frío y despreciativo scha, que no
quería. Viendo ya que inútilmente nos cansábamos y perdíamos el tiem-
po de balde, pues ni a buenas ni a malas, ni de balde, ni pagado quería
bajar con nosotros el ingrato y ocioso Tahuambo, que asf se llama el tal
indio, me despedí del P. González y determiné bajar solo con un peón
cristiano, confiando en que el Señor y la Virgen nos ayudarían. Asi fué:
ora con el remo, ora con la palanca fuimos bajando el torrentosa Zamo-
ra, salvarnos una porción de malos pasos en que la embarcación casi se
nos iba a pique, y por fin ya cerca del anochecer aporta'mos en Cumbara-
za, término de nuestro viaje. Encontramos allí varios jíbaros a quien des-
pués de haber saludado, explicamos el objeto de nuestro viaje: nos aloja-
ron en la ramada que nos han const¡uído y a que llaman convento y
mientras se cocinaba nuestro rancho, me entretuve en leerles la doctrina
cristiana en jibaro y en qantarles unas letrillas en el mismo raro idioma.
Rezamos después el Santo. Rosario, más como los jíbaros no saben aún
una palabra de rezo, no de castellano siquiera, y sin embargo seguía nues-
tro rezó con Una especie de murmullo que terminaba siempre con la últi-
ma sílaba de nuestro rezo, nos dieron bastante que hacer. Ciertamente
harto trabajo me costó el dominar la risa viendo la sirnplicidad de aquella
gente y oyendo su algarabía touta y sin sentido.

Tenuinado el rezo y la cena fuimos a acostarnos en lo alto de la


ranrada en donde se €ncaramaron también los jíbaros, y como algunos de
ellos eran forasteros, se empeñaron en dormir,a nuestro lado y cobijarse
con nuestras mantas. cosa bien repugnante por cierto, pues la mayor par-
te de ellos fuera de ser todos muy sucios están llenos de una especie de
sarna parecida a la le¡rra. En muchos casos no hay más que hacer sino de
tripas corazón, como suele decirse y pasar por todo, con tal de ganarse
poco a ¡roco las simpatías de esta pobre gente y ver de reducirlos a buen
canlino. Casi no nos dejaroq dormir con sus charlas contínuas, pero al f,tn
anraneci(r y nle preparé para celetrrar el santo Sacrificio y fué sin duda
aquella la primc'ra tnisa que ett aque I lttgar se ha dicho desde que el ntun-
do cxiste. Fué preciso llanlar varias veces al órdelt a los salvajes, quienes
perturbaban la celebración con sus cttclticlteos y aún palabras en voz alta.

177
¡Pobrecillos! creerán que nuestro tremendo Sacrificio no es otra cosa
que una sirnple ceremonia parecida a las ridiculeces que ellos practican.
Después de celebrar me trajeron tres criaturas para que las bautizase: yo
les hice conrprender que no podía hacer tal cosa a no ser que después me
las entregasen para poderlas instruir en la religión. Imposible que se con-
vengan con t:mejante condición y así solo hice la simple ceremonia de
ponerles nonlbre cristiano, conro lo tienen casi todos los salvajes. Sin em-
bargo como una de aquellas criaturas estuviera bastante enferma con ca-
lenturas la bauticé en debida forma, creyendo que se podía morir: des-
pués he sabido que vive aún, y yo mismo la he visto más tarde sana y
buena. ¡Infeliz! ¡que suerte la espera si no llega a instruirse y a vivirco-
mo buena cristiana!

sembranros en el rozo o huerta bastante yuca, desyerbamos la ma-


leza que estaba harto crecida, y al tercer día, viendo que por entonces no
había más que hacer dispusimos el regreso a santa Ana de zamora. como
un jíbaro nos hubiese pedidolacanoapara ira otra casa distante unas dos
leguas db camino, no nos quedó otro recurso que hacer a pié el viaje. Car-
gamos con todos los chisnres y emprendimos la caminata: a las dos de la
tarde sería que llegamos a Ti¡nbara, lugar donde reside el jíbaro chiura,
llamado el capitán. Allí encontramos Ia canoa y como estábamos bien
cansados, proseguiuros por agua nuestra marcha, ayudándonos en el ma-
nejo de la ernbarcación el sirnpático Guambaschu, uno tle los salvajes más
acomedidos y serviciales que conocemos. sin otro percance que el haber-
me caído una vez al agua por haberle faltado el punto de apoyo a la pa-
lanca que yo manejaba, llegamos a nuestra residencia al anochecer del 2 |
de Febrero. como quedaba aún en cumbaraza buena porción de terreno
para sembrar, pensé en mandar allá al P. González en compalla de algu-
nos peones, para que ternrinasen la faena. En efecto. salió dicho p. el se-
gundo Domingo de cuaresma y a los tres o cuatro días ya estaba de vuel-
ta, después de concluído de sembrar y desyerbar ra huerta y de sembrar
también un poco de arroz por vía de experimento.

Durante toda la cuaresma hemos estado solo los dos padres en la


Misión: pues el R. P. Antonio Larrea regresó con licencia de los superio-
res a su colegio de Arequipa y el R. P. Solano pascual ha permanecido en

178
Loja ayudando a esa Comunidad que por ahora está muy escasa de Sacer-
dotes expeditos para el Ministerio Sagrado. Eu efecto, dicho Padre duran-
te el tiernpo Santo de Cuaresrna ha predicado varios cursos de Ejercicios,
ya públicos, ya privados con abundantes frutos en las almas. También en
Zamora hemos procurado santificar la Cuaresma del mejor modo posible;
ya desde el principio de ella instalamos el Vía Crusis en nuestra capilla, y
lremos venido ¡rracticando todos los viernes este Santo Ejercicio: hicimos
así mismo el tnes y novena del Santo Patriarca y el Setenario de Dolo-
res. A todos estos actos de piedad, lo mismo que al Rosario por las no-
ches, asisten casi todas las pocas personas que moran en el pueblo. El saj
bado tle Pasión dirnos principio a uir¿ pequeña rnisión que terminó el
miérc:oles Santo: sirvió de preparación para que la gente cumpliese con el
pre'cepto Pascual: y en efecto el Jueves Santo'se acercaron a la Sagrada
Mesa r¡nos cincuenta adultos, esto es, todos los colonos. Las Misas de
Jueves y Sábado Santo y Domingo de Resurección fueron cantadas: para
el caso, yo al propio tieutpo qtte oficio la ttrisa, rasco el teclado de un pe-
queño nlelodium que allí tenetnos, sacándole algunos acordes. El mismo
Jueves Santo compré e hice matar una vaqr¡ita, cuya carne repartimos en-
tre todas las farnilias para que celebrase la Pascua con mayor regocijo y
alegría.

Si viese, Padre mío, la lnisería de esta gente se quedarla pasmado:


casi nunca ¡lruebarr la carne a no ser que caiga en sus manos algún mono,
oso o leó¡r: sus huertas aún no producen; por manera que todavía les du-
rarála harnbruna por algún tiempo, como ellos dicen.

El viernes Santo hicimos la Vla - Sacra, predicaba alternando las


Pláticas con el P. González: al medio día hice cocinar en medio de la pla-
za una gran paila de comida que alcanzó para nosotros y para todo el
pueblo. Después de las doce predicamos alternando también, las Siete Pa-
labras. Los oficios de la gran Semana no helnos podido por falta de lrer-
sonal y de los úrtiles necesarios. Aún carecenlos de calderilla y acetre, de
pilas para agua bendita y bautismal, de incensario, de depósito para la
Reserva, de sacristán, de coro, de confesionarios, de púlpito, en una pala-
bra, de todo. Parece que no estuviésemos en América, sino en la China o
en Africa. en donde tanto se lamentan los Misioneros de falta de recur-

179
sos. Es que la América de hoy no es la de los otros tiempos, en que todo
abundaba: al fin llegan ha agotarse hasta los más ricos y abundantes ve-
neros. Pero Dios proveerá, como lo esperafnos de su amorosa e inagotable
Providencia. Hasta la Tercera Orden hemos establecido en este rincón del
Murdo: por de pronto tenemos seis Terciarias y dos Terciarios. Bueno es
comenzar y echar los cimientos; después poco a poco iremos adelantan-
do: a medida que aumente la población y se conviertan los salvajes, ya se-
rá otra cosa. Por hoy se despide su afmo. S. S. y hermano en Cristo.-
Fray Luis Torra.

CARTA 7a.

Zamora, ( Ecuador - Loja ) Mayo 8 de 1893

M. R. P. Director de la Revista Franciscana.


Muy amado P. y hermano:

Bien quisiera llamar la atención y excitar la curiosidad y entretener


alegremente a los lectores de su excelente Revista; anlenizando ntis co-
rrespondencias, con curiosos relatos, anécdotas y rasgos edifica¡rtes de in-
dios convertidos a la fé, etc., como yeo lo hacen los Misioneros que en-
vían sus epístolas a los Anales de la Propagación de la Fé y otras Religio-
sas Revistas. Pero, Padre mÍo, por ahora es preciso csperar que germine
la buena semilla que insensible y paulatinamente vantos arrojando en las
tierra áridas de estos salvajes corazones, regándola con hartos sudores y
no pequeños trabajos. ¡Qué más quisiéramos nosotros sino poder relatar
desde luego maravillas de la misión que cultivamos! rQué más quisiéra-
rnos sino ver pronto a los ojos el fruto de nuestros desvelos en numerosas
conversiones de salvajes a la fé cristiana,'en la nueva formación de pue-
blos o doctrinas, y en otros hechos que patentizaran los adelantos de
nuestros campos! ¡Qué estimulo tan poderoso sería este para nuestro ce-
lo, y qué alientos cobrarfa nuestra flaqueza viendo que tantos afanes y
sudores no eran del todo estériles! Sin ernbargo, no nos desanimamos por
eso, tanto como porque la lnisión está aún en sus principios y estos siem-
pre son difícites: cuanto por que la semilla no dá enseguida su fruto sino
que por largo tienrpo permanece escondida tlebajo de la tierra, hasta que

180
se desarrolla. arralga. germina. alza sutallo y abre su espiga que más tarde
aún llega a sazonar. ¿Quién me negará que pasa una transf<rrmación se-
mejante asf oculta y lentamente en el campo espiritual de las almas de es-
tos infieles? Tenemos con ellos frecuentes entrevistas y no despreciamos
ocasión para arrojar la buena semilla en sus corazones con santos conse-
jos, religiosas enseñanzas y buenos ejemplos: y ¿tan refractarias han de
ser a la fé y civilización que tarde o temprano no caigan en la cuenta de
lo que más les conviene y abracen la Religión y vengan a formar parte de
un pueblo civilizado? Asf lo espetamos de la infinita misericordia del Se-
ñor?

La historia nos pinta a los jíbaros como una nación o Íaza inteli-
gente, sagá2, astuta, valiente e indónrita: y la experiencia nos viene ense-
ñando que no dejan de ser verdaderos estos califlcativos aplicados a estos
salvajes. Además como muchos de ellos o casi todos descienden tal vez de
padres apóstatas o renegados parece que pesara sobre ellos cierta especie
de maldición que dificulta más y más su conversión. No está empero es-
trechada la mano de Dios, y es por tanto de esperar que nuestra constan-
cia apoyada en las oraciones de las buenas almas y sobre todo en la omni-
potente gracia del muy Alto, triunfará tarde o temprano de la dureza de
estos bárbaros corazones, o mejor dicho de la apatla y suma indiferencia
con que miran el asunto Religioso. Porde'pronto parece que fueramos a
cantar victoria contra una de sus más arraigadas preocupaciones, la que
suele traer muy fatales consecuencias. Es creencia general entre todos los
salvajes de esta América que todas sus desgracias y especialmente las en-
fermedades dimanan del daño o brujería que otro les hace. Sin duda el
demonio es quien les ha sugerido esta ridícula superstición y les mantiene
aferrados en ella por la gran ganancia que de ahí le resulta al común ene-
nrigo tlel hunrano linaje. ¡En cuantas aberraciones, ridiculeces y absurdas
creencias incurren los pobres que están privados de la luz de la verdadera
fe y civilización! ¿No palpamos por desgraciá esta verdad aún en los pue-
blos civilizados entre aquellos que negándose a creer lo que la Religión
nos r!'vela, por más que esté apoyado en los ntás sólidos tundamentos, y
motivos de credibilidad, creen después a pié juntillas, como unos niños.
en los más absurdos y extravagantes llristerios que el demonio les'propo-
ne? ¿No tienell en las sectas secretas t'l nragnetismo. espiritisnlo. etc.. etc.

t8f
infinidad de proúlitos?

El daño o brujería en que creen los salvajes consiste en lo que ya


digo: se persuaden que las personas que mal les quieren de un modo invi-
sible, o con solo una -mirada y aún desde lugares distantes les introducen
en el cuerpo pedazos de chont¿ ( una especie de palma ) ( I ), espinas o
arañas, y que de esto ¡rroviene la enfermedad de que no podrán sanar has-
ta tanto que otro tunante no les haga una contra brujería. No faltan en
las tribus y en cada una de sus parcialidades, algunos indios taimados que
por sí y ante sl se gradúan dc médicos, y estos son los llamados para ex-
traer del cuerpo enfernro, la espina o araña. Para ejecutar esta operación
es requisito indispensable que se haga de noche y sin luz ( ¿ ? ) : el médi-
co tiene de antemano preparadas las espinas o arañas, chupa con fuerza
la parte o mienlbro enfermo del doliente y luego haciendo un esfuerzo
hace como que vomita lo que ha extraldo, y que nadie lo ve por supues-
to. ,A.l propio tiempo denuncia al causante del daño, al primero que se le
ocurre y he aquí encendida la tea de la discordia, de la venganza y del
odio mortal entre las familias del doliente y la supuesta del daño causa-
do. si muere el enfermo, lega como testamento a sus hijos o allegados la
obligación en que están de perseguir y matar a fulano o fulana que dicen
les ha ocasionado la muerte brujeándolos. No es raro tampoco que al mo,
rir el enferrno, las touran contra el brujo - médico que erró la cura y sue-
len perseguirle y aún matarle como a un nuevo brujo, quien envez de cu-
rar ha matado o ¡¡ruerte al enfermo. iQué cúmulo de aberraciones tan
mostruosas!

Pues bien, conro decía, vamos ganando terreno sobre este punto.
Tenemos un pequeño botiquín y con él hacemos maravillas y nos las pro-
metemos mucho mayores, con el favor de Dios. Colno somos legos en
medicina, tan sólo su¡ninistramos remedios sencillos, aquellos cuya efica-
cia es reconocida para determinadas dolencias e indisposiciones. Ya ha
cundido la voz entre los jíbaros de la excelencia de nuestras drogas, y co-

( I ). Los bastones y varillas que se hacen de la palmera chont¡ ( bacrris cili¡t¡ ) rie-
ne dureze, peso y consistenci¡ casi de metal, y los indios aprovechan estas
cualidades en la punta denrada de sus flech¡s.

182
mienzan a venir con algtlna tiecuencia para que nosotros los curemos: lo
que nos suministra no pocos ratos de diversiÓn por los curiosos diálogos
ju. .on tal motivo entablamos con ellos. Viene uno. por ejemplo' y nos
dice: -Patre, yo enfermo estando; -Cy que teniendovos? le contesta-
mos en el mismo número y caso, como manda la gramática; ¿qué tenien-
do, que doliendo? -Ah, replica el indio: mi mucho barica doliendo, mu-
cho cacando, ah, mucho maro estando; mi remedio sudando. Ahí va pues
una media docena de píldoras de Bristol o Brandelio, o dos onzas de sal
de Inglaterra, o unas cuantas gotas de láudano en una copita de agua, o
una copa de ull licor admirable para toda indisposiciÓn de estóm¿go, etc',
etc., según las diferentes dolencias. conrplexión y edad lo requieren, y he
aquí aliviado el enfermo. Otro viene y nos dice: Mi carentura teniendo;
solo ahí estando, y señalan el cielo; yo frío teniendo, ti, ti, ti, haciendo'
yo m¿ñanita más carentura teniendo; Cvoz remedio hay carentl¡ra? mis
sudando. Bueno pues, le purgamos primero y despues unos cuantos gra-
nos de sulfato de quinina, o unas perlas de Bronridrato de idem, y fuera
calenturas. Viene en ffn otro con una herida, un corte' utra ampolla o
quemadura: pues con dos o tres gotas de Lenimiento Ve¡eciano que los
hacen reorcer y gritar: i ananan, mucho fuerte ! ya los tenemos curados.
De este modo vamos haciendo competencia a sus embaucadores médicos.
haciéndoles ver que no hay tales espinas ni arañas, sino que las enfer¡ne-
dades vienen de Dios, y que sólo debenlos curarlas cou los remedios que
Dios nos ha datlo. Hasta ahora vamos acertando con la ayuda del Señor y
vamos adquiriendo fama de buenos brujos, y así dicen los jíbaros, !Oh,
Patre mucho sapitura ( sabio ) siendo; jíbaro no sape'

Otra superstición tienetr ltls salvajes, no ulellos f'atal que la printe-


ra, y que nos ha de costar Irlucho más el desarraigarla. Como desconocen
contpletamente la fraternidad universal, no quiero decir la masónica que
es una quimera, sino la cristiana que nos enseñó Jesucristo, que consiste
en creer y confesar prácticamente que todos los hombres somos herma-
nos, hijos todos de Nuestro Padre que está en los cielosl y de ahí resulta
que a los que no pertenecen a stl Íaz.a o tribu, los consideran como a ene-
migos y como a tales los persiguen a muerte, ni más ni menos que si fue?-
sen fieras. De ahí nacen pues las contínuas correrías que hacen contra las
tribus vecinas, con el único objeto de exterminarlas. lllatando a todos los

18rÍf
hombres de armas tomar y llevándose cautivas a las mujeres y niños, y es-
to solo porque no son de los suyos, sin más motivo ni pretexto.

Ahora precisamente nos hallamos en uno de estos conflictos, y no


sé que providencias podremos tomar para conjurarlos, caso que se reali-
cen las sospechas y temores que nuestrosjíbaros nos han hecho concebir.
Asegurán éstos haber sorprendido huellas de salvajes no conocidos, quc
según sus cálculos deben estar radicados en las cabeceras del yacuambi.
Discurrimos nosotros, que esos salvajes, caso que existan, pueden ser los
descpndientes de unos indios cristianos que ahora siglos residían en el
pueblo de san Lucas, distante unas siete leguas de Lója, quienes no pu-
diendo soportar el rigor con que se les trataba, se sublevaron, mataron a
las autoridades y se internaron por las montañas, volviendo a la vida sal-
vqie. Al parecer pues serán estos los que acosados sin duda de la necesi-
dad han bajado con mucho sigilo Yacuambi abajo y han robado una que
otra niñería de las que tienen los infieles en sus ra¡rchos. Esto ha alarma-
do a nuestros jfbaros, les ha puesto en guardía, y hecho concebir el san-
guinario proyecto de peneguirlos y extenninarlos. prinlero iremos a reco-
nocer si son pocos o muchos, me decía hace poco el jíbaro chirriapo, jo-
ven aguerrido, que según cuentan debe ya algunas muertes; si son nru-
chos, convocaremos a los jfbaros todos del Yacuambi, Zamora, suapaca,
Pachicusa y aún los de Gualaquiza y Méndez, si fuese necesario, e iremos
ha acabarcon ellos. Y ¿tú también irás ? le pregunté yo al chirriapo:
-Sí
me contesto, yo también yendo. ¿Y por qué quieres rnatar gente ? le re-
plicamos; ¿saginos, jabalies, o monos, para que los mates: y Cpor qué en-
tonces robr¡rdo casa jlbam ? dAcaso amico siendo ? no amico, yo mamn-
do gueriendo.

flay gue advertir que una vez que toma el jÍbaro una resolución, di-
ffcil¡nente vuelve pié atrás: ya le podeis, rogar, aconsejar, amenazar u
ofrecer dádivas, no desiste por nada. Nos decía pues el referido indio que
tenía ya construídas tres canoas grandes y que al concluir la cuarta si se
cercioraban bien del lugar donde viven esos jíbaros remontados, se pon-
drían en ¡narcha para batirlos. Mientras tanto nosotros nos pondremos en
guardia, iremos encor'¡rendando el negocio a Dios para que nos inspire la

184
resolución que convenga tomar, caso que se realice el bárbaro plan de es-
tos bárbaros infieles. Ya vé, Padre mío, entre qué clase de gente nos ha-
llamos metidos: gente digo, y casi diría mejor fieras racionales' ¿Cuándo
los veremos transformados de lobos en cordores, de infieles en cristianos
y de salvajes en seres racionales y civilizados? ¿cuándo será ? Quiera
Dios no se dilate por mucho tiempo tan difícil conquista'

Siempre suyo afmo. S. S. y hermano en Cristo p. s. m. b. - Fray


Luis Torra.

CARTA 8a.

Loia. ( Ecuador ) Junio lo. de 1893.

Muy amado Padre:

Tranquilos nos hallábamos cn nuestra tranquila residencia de Santa


Ana de Zamora. disfrutando sin zozobra de la bondad de aquel clima,
que podríamos llamar encantador, si no fuese tan húmedo por las ince-
santes lluvias, y devanándonos los sesos para idear medios como atraer y
convertir aquellos indómitos salvajes, cuando dos hechos, a cual más gra-
ve e impresivo, vinieron a turbar nuestra paz y a desalentarnos un poco.
Fué el primero el ataque que los jíbaros de Nangariza y Logroño hicieron
a sus rivales los de Zemora; el segundo fué una cuestión sobre llmites en-
tre ¡nrestre Misión y la colindante de Gualaquiza. Tomo ocasién de estos
dos hechOc tt¿¡¡ borronear esta y alguna otra correspondencia. Antes em-
pero.de caÍrenz¿r la presente, haré mención de las causas que motivaron
mi vi¿je a esta ciudad de Loja.

Como es muy sabido por los que leen Revistas Religiosas, especial-
mente las que describen las relaciones de los Misioneros y los trabajos
que hacen y sufren en sus misiotres, uno de los principales obstáculosque
experimentan y que entorpece no poco la actividad de su apostólico celo,
es la escaséz en que se hallan de temporales recursos. ¡Oh si tuviesen en
sus manos y pudiesen disponer de las favulosas sunlas con que cuentan
los apóstoles del error y la mentira, otro gallo contaría, como dicen, y es

185
fácil suponer que la verdad se abriría más fácilmente paso por dentro las
densas sombras de la barbarie, superstición y paganismo! Pero desgracia-
damente los hijos de las tinieblas siguen siendo arln más activos y diligen-
tes que los hijos de la luz! Si, mientras los protestantes y demás sectarios
cuentan por millares los recursos para favorecer a unos ciegos y materia-
les adeptos, el misionero católico carece muchas veces aún de lo más ne-
cesario para sí y para los deltrás a quienes evangeliza. También nosotros
tropezamos con el indicatlo obstáculo, a pesar de hallarnos en plena
América, país en otro tiempo sinónimo de abundancia y riqueza. Verdad
es que el católico Gobierno cle esta católica Nación nos favorece con una
moderada renta; pero son tantas las atenciones que tenemos, tanto los
trabajos por hacer, tantas y tan graves las necesidades que socorrer, que si
no observáramos una prudente y harto estrecha economía, no nos queda-
rla ni para un bocado que tneternos en la boca.

Caminos, puentes, construcción de casa y capillas, útiles y muebles


para las mismas, plantíos y cultivos de huertas, socotros a cristianos y sal-
vajes, manutención de una porción de chicuelos que comen y rasgan co-
mo el que más............. todo corre a cargo de nosotros. Desafío al más in-
genioso financista para que con el presupuesto anual de 1.500 sucres (du-
ros ) que nos paga el Estado, llene todos los indicados compromisos, dé
buen expediente a las referidas obras y mantenga además a media docena
de religosos. que aunque searnos manos muertas, como nos llaman aque-
llos que las tienen demasiado vivas, las bocas y estórnagos los tenemos,
gracias a Dios tan vivos, no sólo para alabar a su Magestad. sino también
para conler un buen plato de habichuelas o cualquier otra cosa que nos
depare la divina Providencia, Gracias que ahora nos paga la Nación seis
peones con el carácter de guardias, de lo contrario no sé cómo nos las a-
rreglaríarnos.

Desde que me hice cargo de la Misión, en unión de mis compañe-


ros, y comencé a palpar la penuria que habla de Recursos, comencé tam-
bién a cavilar y excogitar medios para proporcionárnoslos: con este fin
marché a Guayaquil y a Quito, como dejo explicado en mis anteriores,
con este fin pedimos al Gobierno por mediación de nuestro lltmo. P. Ma-
siá, un subsidio para la apertura y conservación del camino deLojaaZa-

r86
ntora; y con este f in por último me propuse fundar la Pfa Unión. Es esta
principal
una asociación de auxiliadores para la mislón deZzmora, cuyo
y
objeto consiste en que sus socios contribuyan con sus oraciones limos-
nas al sostén y progreso de la misión. No cabe duda que al autor de todo
bien se debe la feliz inspiración de este buen pensamiento; pof mi parte
me confirmé plenamente en este sentido al ver la contradicción que di-
cha obra sufría, aún atrtes tle pal¡rar sus excelentes resultados' Por la cali-
dad de los frutos, nos {ice el celestial Maestro, conoceréis la naturaleza
del árbol que los produce. Reclacté pues un Reglamento apropiado al ob-
jeto, lo elevé al superior para su aprobaciÓn y cuatldo me lo devolvieron
no solo ya aprobado sino indulgenciado e impreso, resolví marchar a Lo-
ja para instalar y organizar la Asociación en esta ciudad' Salí pues deZa'
tnora a fines de Abril y el primero de Mayo en ausencia del M. R. P.
Guardián de nuestro colegio de ésta, convoqué a las dos Hermandades
Terciarias que son aquí muy numerosas y ejemplares, les expuse el fin
y
objeto de la Pío Unión. hice el notnbrarniento de Presidenta y demás car-
gos entre las socias que de antemano se habían comprometido, y después
de haber levantado acta de todo, quedó definitivamente instalada la Aso-
ciación, quedando de Director de la misnla uno de los Padres del Colegio
señalado por el mismo P. Guardián.

Como en Loja tenía que evacuar algunos otros asulttos, de¡noré


aquí algunos días, y esto me proporcionó el solaz de poder asistir a los
simpaticos ejercicios del Mes de Marla, que en nuestro Colegio celebran
todos los años con bastante solemnidad. Durante mi ausencia de Zamora'
en donde festejaban tambiéu a il{aría en su mes. se comenzó a edificar.
bajo la dirección del R. P. Solano Pascual, una casa convento, mientras
que el R. P. Antonio González salió con el resto de los peones y colonos
de Santa Ana a darle otro empuje al comenzadocamino. ¡Lástima fué
que tanto el mat tiempo como la escasez de gente y recursos no se le de-
jasen concluír! Pero al fin, algo se adelantó. El 2l del expresado Mayo,
terminada ya mi misión en Loja, y arregladas las cargas de víveres y de-
más, en compañía de varios peones y otras personas, regresé a Zamora, a
donde llegué sin novedad el 25 del mismo mes. Al día siguiente, como si
de propósito hubiese esperado rni llegada para ello, nos dieron una seria
alarma cuando menos lo esperábantos. Como a la una de la tartle llegaron

187
al pueblo cuatro jlbaros de los conocidos, y después de haberse paseado
por las chozas del pueblo, como acostumbran, se regresaron a la suya a
eso de las 5 p.m. No habla pasado media hora aún, cuando uno de ellos
regresó de nuevo, acompañado de un tal Guambaschu también conocido,
quien muy cansado, bañado en sudor y casi sin alientos nos pedía a gran-
des voces auxilio. como hablan poco y mal er castellano, no le compren-
díamos bien y creímos al principio que entre ellos se estaban matando;
tantos y tales eran sus gritos y ademanes, de los que solo entendíamos-
ilbaro matrndo, matando jfbaro queriendo. Bajamos, pues, precipitada-
mente para enterarnos de lo que pasaba y apaciguar sus querellas;enton-
ces nos explicaron que los jíbaros de Nangariza coaligádos con los feroces
Logroños habían venido en gran número, formica parejo, como ellos se
expresan para indicar muchedumbre, para matar a todos los que viven en
Yacuambi y en las riberas del zamora. por de pronto no quisimos dar
crédito a tales afirmaciones y creímos que sería exageraciones suyas, y al-
gún ardid de los que acostumbran para llevar a los cristianos rlo abajo y
hacerles alguna traición. viendo empero que a todas nuestras réplicas y
obsenaciones, el jíbaro Guambaschu solo contestaba:- pronto, pronto,
cristiano viniendo ayudandot ya pensando Lucas, Nayajú matando, cha-
mico matando, Tibi matando, tal vez todito matando, todos jíbaro ya-
cuembi matando; después otro jfbaro zamora matando queriándo, cris-
tiano mat¿ndo, Tait¿ Padre matando {ueriendo yo peniando: pronto
cristiano viniendo ayudando. Angero ( Angel Ordoñej ) ayudandb, mu-
cho escopia trayendo, rifle t¿mbién trayendo. Le dijirnos entonces que
esperase al siguiente día para que bajasenlos cristianos aayutlarles.- no,
no, insistió con viveza ahora mismo, noche mismo tal vez jíbaro ya ma-
tando.- Pareciéndonos pues que el indio hablaba con since¡idad, resolvi-
mos por fin prestarle el auxilio que imploraba, y en un momento se apres-
taron seis hombres armados con rifles, qúienes se embarcaron en nuestra
canoa, en compañía de los jfbaros que habían venido de propios. por lo
que pudiera acontecer y para prevenir cualquier desmán de parte de aque-
llos furiosos salvajes sedientos de venganza les acompañó el p. González,
quien se prestó voluntariamente a ir de capellán de aquella pequeña ex-
pedición. Al principio no quise acceder a la demanda de dicho padre.
porque estaba algo enfermo; pero viendo sus reiteradas instancias y los
servicios que podrla prestar, accedí al fin. He aquí ahora la relación que

188
hace el mismo Padre del desempeño de su comisión y resultado de la em-
presa. "Sin perder un momento, dice, ni siquiera para tomar un bocado,
preparamos por único fiambre una talega de harina de cebada tostada y
alguna otra cosita indispensable, y como una exhalaciÓn nos dirigimos al
lugar de la embarcación, distante como un cuarto de legua del pueblo,
dejando a los demás Padres y a los pocos habitantes de Santa Ana, no po-
co consternados por la incertidumbre de cual podría ser el desenlace de
aquel drama. Los jíbaros, no obstante su gran pericia en el manejo del
remo, jamás navegan de noche por este río, pues aún a las doce del dfa
más claro presenta mil dificultades y peligros por la frecuentes e impe-
tuosas torrentadas y pedrones que a cada paso y en todas direcciones se
encuentran. Sin embargo, como el asunto no admitla dilación confiando
después de Dios en la destreza de los salvajes, nos embarcamos en dos ca-
noas el jíbaro Conda con su mujer y dos hijos, Guambaschu, seis cristia-
nos y yo, y nos dirigimos agua abajo: eran las seis y media de la noche
que felizmente era de luna y muy'clara. Ibamos todos animados al cum'
plimiento de un deber y obra de caridad, prescindiendo de las malas in-
tenciones que tendrían los infieles. Sería las 7 cuando llegamos a la ca-
sa de Conda: los jíbaros tomaron sus togas y lanzas y proseguimos la
marcha hasta la casa de Chiura, a donde aportamos a las 8 menos cuarto.
Guambaschu nos obsequió un buen racimo de plátanos maduros, y des-
pués de haber empinado nuestros indios sendas piningas ( jarros ) de chi-
cha. seguimos sin pérdida de tiempo hacia Cumbaraza, a donde arribamos
muy cerca de las l0: allf y en la casa del brujo Chirimbo, creíamos en-
contar a todos los jíbaros de Zamora. según noticias de Guambaschu, con
quienes debíamos resolver esperar hasta el día siguiente o proseguir ade-
lante. Al ruido de las canoas y del disparo de una escopeta salieron a la
orilla un hombre y varias mujeres refugiadas, cuya confusa, animada y
extraordinaria peroración oímos desde las canoas, y todos su vocerlo se
redujo a avisarnos que todos los jíbaros se habían marchado el día ante-
rior y que nos esperaban en un remanso del rfo Yacuambi, distante un
cuarto de legua de la confluencia de dicho río con el Zamora. Como no
divisaba ni había o no más hombres fuera del que nos hablaba, les ordené
que vinieran todos. -Hombre no habiendo, lne contestó nti interlocutor.
todito yendot yo solo aque quedando porque mucho enfermo estando.
Distaba el Yacuambi tres leguas por lo Inenos. en cuyo trayecto ofrece el

189
-Zamora no pocos peligros: tan tarde era ya que perdimos toda esperanzE
de cenar y aún de dormir aquella noche; y no era esto lo que más nos
preocupaba, sino más bien el temor de una emboscada de parte de los
contrarios, o la posibilidad de encontr¿rnos con ellos el momento menos
pensado. Sin embargo seguimos adelante, manifestando los jlbaros mu-
cho cuidado de que no se volcasen las cano¡rs;se sacrificaron hasta el he-
roísmo, sufriendo hambre, frío y la lluvia, en los pasos difíciles se metfan
al agua hasta la cintura para que las canoas no se estrellasen contra algún
peñasco, o las arr¿strase la corriente. Con frecuencia nos hacfan saltar a
tierra para que no peligrasen nuestras vidas, o las armas que llevábamos, y
sobre todo al llegar al sitio donde años atrás naufragó nuestro P. Comisa-
rio, me diio Conda: {anoas s¡liendo pues cuanto aquí canoa volterndo
y hachr, escopita todo ahogando. Yo me metla al agua vestido como es-
taba, asf andando llegamos al Yacuambi a las doce de la noche.- Seguiré
en el siguiente la misma relación pues por hacene esta muy larga, pongo
ya punto frrnal,- suyo siempre.- Fray Luis Torra.

CARTA 9a.

Zamora ( Loja, Ecuador ) Junio 25 de 1893.

Muy amado Padre:

En mi anterior dejé iniciada la relación de la expedición de los cris-


tianos y jlbaros, capitaneados en cierto modo por el R. P. González, que
se dirigía al Yacualbi, no para sembrar alll el terror y la mucrte, como ha-
cen los ejércitos civilizados, sino para ayudar a defender a aquellos po-
bres salvajes que injusta y repentinamente viéronse acometidos por los
fieros Nangarizas y Logroños. Digo que no iban.a sembrar la muerte y ex-
terminio, aunque es indudable que si por desgracia hubiésemos llegado a
las manos, y nadie hubiese contenido a nuestros jfbaros, cosa diffcil por
cierto, se habrfen estos lanzado como leones sobre sus contrarios, y no
habrlan dejado uno con vida, tan furiosos estaban y tanta era la sed de
venganza. Con motivos mucho menos potentes que el que ahora tenfan,
y aún por cosas las más insignificantes y a sangr€ frfa, saben matar a su¡
verdaderos y supuestos enemigos y cortarles la cabeza para llevarlos Ces-

190
pués en triunfo cual si hubiesen hecho una grande hazaña que celebran
después con infernales orgías. ¡lnfelices! Por esto iba con ellos el referi-
do P. González, para contener sus sanguinarios instintos y enseñarles
a mantenerse a la defensiva y a repeler la fuerza con la fuerza sólo en ca-
so necesario. Repito empero que llegado el caso de un ataque no sé co-
mo se las habrían arreglado: porque son estos salvajes una gente que no
entiende de razones, ni hace el menor caso de consejos: lo que él hace o
piensa o ha pensado hacer, aquello es lo mejor. Querer persuadirles lo
contrario es tiempo perdido. ¡Dios los ilumine! Pero dejemos ya a nues-
tro P. González que siga con su interesante relación, que como dije deja-
mos interrumpida en el Yacuambi.

"Es el Yacuambi, nos dice, un río afluente del Zamora por cuya
orilla izquierda se le junta: su caudal de aguas es poco inf'e¡ior al dicho
Zamora, pero es mucho más manso que él y de consiguiente le gana en
ventajas mil para la navegación. Sin embargo, atendida su altura sobre el
nivel del mar, que calculé de unos 800 metros, se hace imposible la nave-
gación contra corriente con sólo los remos y es indispensable usar de la
tangana o palanca. Entramos en el Yacuambi por un angosto canal, sufi-
ciente apenas para el paso de la canoa, desde cuyo punto nos fué preciso
guardar el más profundo silencio, no solamente la gente, sino también las
canoas. que habían de hacerles deslizar con la nrayor suavidad posible.
Efectivamente nos hallábamos ya en el campo enemigo. donde fácilmen-
te podíanros ser sorprendidos, y así ordené también a los cristianosque
cargasen los rifles y estuviesen alerta. Habíamos ándado apenas unas diez
cuadras. cuando oímos el rumor tle unas canoas que seguían tras de las
nuestras. Hicimos alto para averiguar c¡uienes fuesen. y aunque los indios
de nuestras canoas nos aseguraban que debían ser de los nuestros, los
cristianos se pusieron sobre las arnlas. En esta posición los esperamos dos
o tres minutos, con profundo silencio de amabas partes hasta que se acer-
caron y vimos que realnrente eran anrigos nuestros. Eran los l3 contba-
tientes que salieron de Cunlbaraza antes de nuestra llegatla. y que nos es-
tuvieron esperando en un recodo del Yacuambi. Estaban todos ellos tan
pintorreteados y vestían trajes tales que parecían unos diablillos. Gra¡rde
fué su alegría al ver el esfuerzo de cristianos que les había llegado. y más
contentos se ¡rusieron al ver la calid¡d de nt¡estras annas de fuego. Desde

191
aquel momento nuestra escuadra pafecla formidable ( ¿ ): cuatro CanoAs'
cinco riflec, un reYolver de seiS tiros, cinco escopetas de un cañón, una de
dos, diez y sicte lanzas, Casi como la de Goliat, veinte y tres combetientes
entre moros y cistianos, y yo constituído en Capellán de ellos y €n cierto
sentftlo Capitán de ambos ejércitos. De los contrarios no tenlsmos mós
noticias, sino el ser ellos muchos en ni¡mero ( formica parejo ), armados
todos con escopetas y lanzas, que querlan matar a todos los de Yacuambi
y robarles las mujeres, canoas, niños, y demás cosas: que su feroz capitán
los aguardba con otros en Suapaca, con el fin de juntarse alll todos y
ma¡char sobre el Ztmotr, pafa matar a todos los jlbaros y también a los
cristianos de Santa Ana. hosegfrimos nosotros surcando el rlo con las
CuatrO Canoas, una traS Otra, COn tal arte qqe no se notaba el menor rui-
do, y al llegar a un remanso del rfo,. paramos alll unos minutos. L,os jíba-
¡os colocaron las cangas al lado izquierdo, paralelas unas con otfas y em-
pgza¡on a pfagücar evoluciones de gUerra como si estuvieran en frente
del enemigo. Les insinuamos que convenía llegar a la casa de Tibi, distan-
te aún una media legua y asl lo efectuaron; pefo un poco antes de llegar a
ella tropezamos con una g¡an balsa recientemente formada, la que nos hi-
zo comprender que los asaltadores debían de se¡ numerosos, y que aque-
lla mi¡rna noche hablan vadeado el rlo, y que estarian entonces perpe-
trando Bus cnreldsdes con los pobres jlbaros. Para cortarles la retirada,
erroiamos la balsa rfo abajo, y a las doce y media saltamos en tiefra y es-
tuvimos en espectativa hasta las seis de la mañana. Pasaron tres horas y
modia de tormento, pues nos hallábamos en una ladera muy empinada, y
en contfnua vigilis, sin poder estifar el cuerpo ni cerrar los ojos y por
afladidun cgn un fuerte aguacero que nos cala encima. Me embocé como
pr¡dc COn un poncho, y me recosté sirviéndome de almohada un pefro
que llevaba y asf descsfisé un poco. Amanecimos empapados y nos reuni-
mos €n consejo: de la consulta resolvimob pasar a la casa del mencionado
Tibi, para averiguar lo que habfa pasado. Nuestros jlbaros se desayunaron
con chicha y serfsn las seis cuando de nuevo nos embarcamos. A la mitad
del Camino encontremos otra balsa grande y I la orilla opuesta vimog
también una canoa. Por estos hallazgos comprendimos que todo estarfa
concluldo y que los enemigos se habrfan retirado por el mismo camino
que hablan seguido a su venida. Saltamós en tierr¿ y a poco rato nos ha
llabamos en casa de Tibi, y a este salvaje que estaba alll con su familia.

tg2
Comenzaron las conversaciones que fueron largas, muy animadas y furio-
sas, y también contrarias a la costumbre que tienen de hablar de dos en
dos. Tibi dió principio a la explicación'de cuanto había sucedido: la
mujer de este tomaba parte con frecuencia en la conversación y explica-
ba sus impresiones con aire y bravura mujeril, y aún con aire de consu-
mado retórico. Devez en cuando hacía oír su voz bastante débil el ancia-
no padre de esta mujer: luego salía con voz de trueno alguno de nuestros
jóvenes jíbaros y metia la cuchara en aquella indiscriptible mazamorra.
En fin todos hablaban a gritos, como si estuviesen matándose, y expresa-
ban sus ideas con tales ademanes, gestos y contorsiones, que aún el más
ignorante de su idioma podía bam¡ntar de lo que se trataba. En resumen
de la conversación deducimos que los enemigos pasaron el día anterior
por esa casa y que se dirigieron a sus tierras después de haber quemado la
casa del brujo Chamico, robado 4 canoas y varios utensilios, y amenazan-
do a las mujeres y muchachos que se hallaban a su paso ( los hombres es-
taban escondidos ) que volverían en nrejor ocasión y en mayor número y
con más secreto, y que entonces no dejarían ningún jíbaro, ni cristiano,
ni Padre con vida, y que se llevarían cautivas a todas las mujeres y chicos.
El número fijo de los asaltantes no to pudimos averiguar, pero creo serán
unos 30 hombres, fuera de los seis que quedarán más abajo. Casi todos
ellos viven en las riberas del Nangariza, afluente del Zamora, que rinde a
este sus aguas, a unas trece leguas de Santa Ana. Sólo cuatro de ellos eran
de las primeras casas de la jibaría de Logroño, según dicen los Zzmora-
nos. A mí me parece que no son Logroños sino Santiagos, ya por que vi-
ven a la derecha del Zarnora, en la posición en que Villavicencio lo coloca
en su carta orográfica, ya por la sal que sacan que me hace creer que vi-
ven cerca del rlo "Agua Salada" que entra al Santiago por la derecha, ya
porque los Logroños viven al septentrión del Santiago entre los ríos Mo-
rona al Oriente, y Paute al Occidente, ya finalmente porque me confir-
man en este sentir todos los datos que he tomado de los indios Zamota-
nos. Los moradores de Yacuambi, apenas tuvieron noticias de esta inva-
sión, dejaron el número de 20 sus rancherías y se internaron en el monte
hasta que pasó la tempestad. Si hubiesen sabido que sus contrarios eran
tan pocos, estoy cierto que los habrlan aguardado para batirse como leo-
nes y los habrían derrotado.

19Íl
Terminado el furioso vocerÍo de que hlce mención. mandaron un
propio a otros jíbaros de aquellos contornos para quc viniesen, a fin de
deteminar juntos la actitud que debían tomar. Llovía a cántaros. L,os jí-
baros almorzaron y nosotros nos desayunamos con un plátano; pero a las
diez ya teníamos preparado un buen plato de caldo de pollo y un gran
plato de yuca cocinada. Entre tanto se despejaba la atmósfera. secamos
un poco nuestras ropitas y preparamos la marcha de regreso. Esperando
poquito, nos dicen entonces los jíbaros, esperando¡ Nayapi llegando. Cer-
ca de las once llega Catipí con otro salvaje. y con la punta de la lanza
apoyada en el suelo comenzó a perorar con tal brío y fuerza como si tu-
viera que hacerse oír de su auditorio de unas veinte mil almas. Y este es
modo ordinario de conversar cuando se comunican sus noticias o cam-
bian sus impresiones: siempre forman una algazara verdaderamente in-
fernal. A pesar de tanto alboroto. llegué a dormir un poco forzado por la
necesidad. Al despertar. como viese que se nos hacía tarde para llegar a
Cumbaraza. les insté nuevamente a que nos fuésemos. pero recibí la mis-
ma contestación de antes: - Esperando, esperando, Nayepí llegendo. Me
recosté otra vez, pero felizmente me dijeron en seguida: vamos. Monta-
mos en nuestros caballitos de palo los cuales corrieron tan lindamente
rfo abajo, que en menos de una hora nos pusimos en la confluencia del
Zamora, sin otro tropiezo que el haber encontrado al indio Zamoreño.
con el cual entablaron su indispensable conversación infemal. Angel Or-
doñez que formaba parte de la expedición. se quedó en Yacuambi al re-
gresar yo al CumbaÍaza: y me cuanta que a poco de haber yo salido llegó
el dichoso Nayapi, con otros veinte jíbaros: y dice que aquello parecía
un conjunto de energúmenos. tal era su desaforada gritería. Quisieron a
toda trance perseguir para matarlos. a los Nanganzas. y harto nos costó
disuadirlos de su vengativo propósito.

A las seis p.m. llegamos a Cumbaraza y nos apeamos en la pobre


choza que allí nos edificaron los jíbaros. Preparanros nuestra cena y des-
pués de haber refocilado nuestros estómagos. nos echamos a dormir sin
que la dureza y desigualdad de los palos que tbrmaban nuestro lecho nos
impidiesen quedar profundamente dormidos hasta el amanecer del otro
día en que nos despertaron los salvajes bien tenrprano. Logramos desha-
cernos de tan importuna visita y seguimos con rnorfeo hasta las ocho.

r94
Nos levantamos, quisimos cocinar algo para desayunarnos' pero no habfa
nada: entonces uno de los peones comenzó a gritar: -soldado hambrc te-
nendo, soldado hambre ya muricndo pensando. Acudieron los jlbaros a
averiguar la causa de tan desaforadas voces, y viendo que sallan de estó-
magos vacíos se apresuraron en llenarlos y al efecto nos trajeron yuca,
plátanos y hasta un conejo montés que los salvajes no saben comer, pero
que a nosotros nos vino muy bien, como podrá comprender cualquiera.
Comimos y a pesar de lo crecido del rlo, por lo mucho que nos llovla, y
no obstante las repetidas instancias de los jíbaros para que nos quedáse-
mos hasta el día siguiente, yo resolví marchar a pié y llegar a Santa Ana
aunque tuviese que pasar el río nadando. De trecho en trecho nos salían
pequeños grupos de salvajes, ansiosos de saber de nuestros labios, cual ha-
bía sido el resultado de nuestra arriesgada expedición; nosotros aquieta-
mos a todos contándoles que los enemigos hablan huído, y asf llegamos a
nuestro pueblo. Disparamos un tiro para llamar la atención de los Padres
que estaban en Zamora, quienes al oirlo vinieron, nos pasaron con la
canoa, nos dimos un abrazo de alegrfa, y quedó terminada nuestra cam-
paña naval - terrestre. Loado sea Dios infinitamente, que no permitió
mayores desgracias". Así termina el P. González su minuciosa relaciÓn, y
yo terminaré también poniendo punto final a la presente y suscribiéndo-
me como siempre suyo afectísimo en Cristo, hermano y S.S.q. s. m. b.-
Fray Luis Torra,

CARTA loa.

Misiones de Zamora ( Loja. Ecuador ), Guayaquil Julio de 1893.

Muy amado Padre;

Como se desprende de mis dos anteriores cofrespondencias les su-


cedió a nuestros jlbaros aquellos de ir por lana y salir trasquilado; es de'
cir les salio el cuento al revés de como habían pensado. Intentaban como
ya referiré en otra carta, perseguir para exterminarlos, a aquellos salvajes,
cuyas huellas, decian haber descubierto en el Yacuambi; y se distrajeron
completamente de este reprobado intento con la venida de Naugarizas y
Logroños, ávidos de cortar algunas cabezas jíbaras. Por de pronto estos

195
tampoco lograron su intento, pues noticiados sin duda del esfuerzo de
cnstianos que los indios Zamoranos contaban en su favof, y temefosos
que les saldrÍa mal la cuenta. se replegaron prontamente hacía sus tie-
rras, no sin ofrecer antes que volverían en mejor ocasión y mayor núme-
ro. No cejaron pues del todo en sus proyectos sanguinarios; sólo aplaza-
ron sus deseos, y como lo ofrecieron así lo cumplieron a los pocos días
como luego veremos. En el interin, la pequeña tregua que nos diéron sir-
viónos a las mil mal¿villas para celebrar con la mayor solemnidad posible
a un lugar como éste, donde no hay nada, las fiestas de Corpus, de San
Antonio, y aún la de mi Santo Luis Gonzaga. Para la primera, adorna-
mos nuestra capillita con varias telas de colores, de las que tenemos para
regalar a estos ingratos jíbaros; cantamos vísperas que fueron las primeras
que aquí se han cantado después de la creación del mundo; oficiamos la
Misa con melodium; se hicieron varios disparos de armas de fuego duran-
te ella y la procesión, y por último dejamos colocado en nuestro pobreci-
to Sagrano al Rey de los Cielos, al Monarca soberano de los siglos. al San-
tísimo Srcramento del altar. Ahora sl que podemos descir Dominr¡sno-
bisctrm: ya está en nuestra compañía el Divino y celestial Huésped. y es-
tando él con nosotros ¿quién en adelante podrá nada contro nosotros?
Sírvase su Divina Majestad tenerme siempre en su gÍacia y atraer a su al-
rededor, como Pastor que es de las almas, a todas las de estos bárbaros,
que están bajo las garas del lobo infernal. Nos despedimos del mes de
María y dimos principio al del Sacratísimo Corozón de Jesús.

En el transcurso de esos días. varios jíbaros de los nuestros que vi-


nieron a visitarnos nos manifestaron el temor que tenia de una nueva
acometida. Nos dijeron que en casa de un tal Yacuma, de Nangariza, ma-
tador de cristianos. era donde se fraguaban los planes criminales de los
enemigos. Que para frustrarlos e irles a acometer en su propia tierra. ha-
bían pedido refuerzo de gente en Pachicusa, Gualaquiza, etc. Nosotros
por nuestra parte, por prudente precaución, con la poca gente que quedó
en el pueblo ( varios se fueron por temor a los jíbaros ) organizamos des.
de el principio de las novedades una pequeña guarnición, a la que arma-
mos con escopetas y con media docena de rifles que teníamos: felizmen-
te el l5 del mismo Julio nos llegaron de Loja otras trece arnasque nos
prestó el Gobierno. de modo que nuestro armamento subió a la respeta-

r96
ble suma de 20 fusilcs. cntre Remington y Píbrxli. Poresosdías pudirnos
también rescatar una regular campana que tiempo hacía se la habían en-
contrado los jíbaros del monte y que guardaban con la esperanza de que
la venderían muy cara. Por fin la vinieron a vcnder por dos perros de rna-
la muerte, pero muy apreciados por los salvajes para sus compañeros en
las cacerlas.

El tiempo hasta entonces bonancible se descompuso, de suerte que


la abundancia y frecuencia de los aguaceros nos tuvieron por varios dfas
incomunicados con nuestros jíbaros, precisamente cuando más ávidos es-
tábamos de noticias y de saber las malignas tramas que los enemigos ur-
dían. El día 14 ya escampó un poco, y se nos presentó Chiura ( el capi-
tán ) con otros de su partido;y tanto estos como otros que al día siguien-
te llegaron, nos declararon que tenían fundadarnente una nueva invasión
de Nangarizas, que por cierto no se hizo mucho de esperar. En efecto el
mismo día 15. como los jíbaros manifestaron deseos de regresar a sus ca-
sas, D. Angel Ordoñez se ofreció a bajar con ellos, ya con el fin de ente-
rarse bien de lo que por abajo pasaba ya también para hacer por allí al-
gún negocio con los mismos salvajes. MarcMronse pues, todos juntos, y
al llegar a Cumbaraza supieron de cie¡to que los Nangarizas habfan subi-
do por segunda vez con los consabidos fines de matar y robar a cuentos
pudiesen. Inmediatamente D. Angel nos mindó de propios a unos jíbaros
participándonos la noticia y pidiéndonos con urgencia refuerzos de gente
y armas. Los propios llegaron a Santa Ana a las 7 de la noche del mismo
15, y como era tan tarde, dejamos para el otro día el mandarles los soco-
rros que pedÍa y que consistieron en el señor Comisario del pueblo, nrás
otros tres cristianos, todos bien arntados y pertrechados. Llegan estos a
Cumbaraza. se certifican del hecho y al inatante el Comisario nos hace
otro propio notificandonos que los jíbaros están furiosos. que quierc'n ir
a todo trance al encuentro de los Nangarizas, y que en consecuencia le
manda el resto de gente y arm¿s que en Zamora lubían quedado para
marchar juntos con los jíbaros. Consideraudo nosotros los fatalers resulta-
dos que de tal resolución se seguirían para el porvenir_cle la Misi(ln, resol-
vimos que no sc' diera tal ataclue. y al e fecto escribí al Sr. Ctxllisario que
procurase persuaclir a los intlios nuestro parecer y resolución. avisándoles
al rnismo tienrpo que ltabíantos hecho saber al Gobenrador de Loja lo

197
que aquí estaba pasando, para que el Gobierno dispusiese lo más conve-
niente para la seguridad y tranquilidafl de cristianos y jíbaros.

198
que habÍamos hecho saber al Gobernatlor de Lojalo que aquf estaba pa-
sando, para que el Gobierno dispusiese lo más conveniente parala seguri-
dad y tranquilidad de cristianos y jfbaros.

Efectivamente al otro día, 17 de Julio desprchamos un correo a


Loja, con un oficio para el señor Gobernador en que le dábamos cuenta
de nuestra crítica situación y de las repetidas alarmas que nos daban los
Naugarizas y Logroños, indicándoles que si estimaba conveniente nos
mandase un piquete de tropa para poner miedo a los revoltosos, haciendo
con ellos algún escarmiento si no dejaban su actividad guerrera y ¡rmena-
zadora. El día 18 regresó según mi indicación la gente que fué a Cumba-
raza dejando a los jlbaros muy mal contentos, porque no quisieron acorn-
pañarlos al ataque que se hablan propuesto. Supimos después que el 20
habían llegado al citado cumbaraza como unos 20 salvajes de Gualaquiza
para ayudar a los Zamoranos, algunos de ellos fueron al pueblo a visitar-
nos. celebramos la fiesta de san Luis con vísperas y misa cantada con los
indispensables disparos de escopeta, cohetes, etc., etc. Por fÍn el23 y a
las 7 a.m., llegaron al pueblo 20 hombres de tropa al mando del mayor
don Benigno l-ópez, quien por única órden traía la de ponerse a nuestra
disposición para lo que juzgásemos conveniente. Felizmente no tuvimos
necesidad de hacer uso de tal fuerza, pues, si bien estuvieron un mes en
Santa Ana, durante el cual los jfbaros Zamoranos se empeñaron varias ve-
ces en llevarlos para Naugariza matando todos, como decían; sin embargo
no se movieron de allí y regresaron a Loja sin haber derramado una gota
de sangre, después que toda lajibaría poco a poco se había der todo apa-
ciguado.

Viendo pues yo que ya no había peligro de que el órden se turba-


se, pues su conservación se hallaba suficientenrente garantizada con la
lberza armada que he dicho, resolví hacer un viaje a Guayaquil y Lima.
El objeto principal de este viaje, fuera de otros rnotivos también impor-
tantes fué el poner en conocimiento de los Superiores una cuestión sobre
límites de nuestra Misión con la de los PP. Salesianos, que tarde o tenr-
prano se había de suscribir a causa de los linderos o límites que la sagra-
da congregación señaló a la referida Misión salesiana. Llegó casualmente
a nuestras manos uno de los núnreros det periódico. "El Republicano" de

€9
Quito, que es uno de los órganos semi - oficial del Gobierno de esta Re-
pública, y leímos con no poca sorpresa que la Misión de los Salesianos
extendía oficialmente sus límites por el Norte hasta la ribera del río Za-
mora. Ahora bien; fuera de ser bastante escasos los salvajes que residían
en nuestra jurisdicción, parece que la mayor parte de ellos, al menos los
que hasta ahora conocemos, viven en la orilla izquierda del mencionado
rfo, y por consiguiente pertenece a la citada Misión, según decreto Ponti-
ficio de 8 de Febrero de 1893. Sin duda alguna la Sagrada Congregación
al fijar tales llmites obrarlan en yirtud de algunos datosequivocados que
le fueron suministrados sin tenet en cuenta nuestra Misión de Zamora: de
lo contrario no sé cómo explicar el hecho. Con el fin de esclarecer esta
cuestión, antes que con el tiempo se sucitasen otras quizá enojosas, y pa-
ra ver modos de resolverla satisfactoriamente a favor nuestro, es que sall
de Zamora para Lima el26 de Julio. Como el día de mi marcha se encon-
trasen algunosjíbaros en el pueblo, les pregunté casi porjuego si querfan
acompañarme a Guayaquil, y contra toda esperanza se ofrecieron cinco
de ellos a venir conmigo. Acepté gustoso su oferta, tanto para que se va-
yan acostumbrando a ir en nuestra compañía, cuanto de una vez para
siempre se les quitase la necia preocupación en que están todos estos jí-
baros de que han de morir si van a Guayaquil. Hasta entonces siempre
que les habíamos indicado semejante viaje, nos contestaban con energía:
-no yendo: Guayaguil yendo ya muriendo.Salimos pues juntos con los
cinco jíbaros ya dichos, y llegamos a Loja sin novedad: pero como me
fuese indispensable antes de seguir adelante, pennanecer unos cinco días
en esa ciudad, se me escaparon todos los salvajes con el pretexto de que
caminábamos despacio: uno me decía, durmiendo y Guayaquil ya yen-
dot sino Zamortvolviendo.

Tuve que dormir cinco días en Loja y me quedé sin jíbaros. quie-
nes regresaron por el mismo camino. Desembarazados de esos indios que
comenzaban ya a darme mucho que hacer y cuyo viaje a Guayaquil ha-
brfa podido comprometernos bastante, salí de Loja el 5 de Julio: el l3
llegué a Guayaquil y el22 del mismo mes al Callao y Lima. Expuse al M.
R. P. Comisario el objeto de mi viaje, inopinado para é1, lo mismo hice
ante el Excmo. Señor Delegado Monseñor Machi, y ambos tomando en
consideración mis razones me aseguraron que con la prontitud que el ca-

200
so requerla, examinarlan la cuestión y verlan de darle una solución satis-
factoria, previa consulta a la Santa Sede. Durante los pocos días que estu-
ve en Lima redactamos con el R. P. Comisario, un Reglamento para la
Misión y Colonia de Zamora y lo remitimos para su ex¡unen y aprobaciÓn
según él mismo lo habla dispuesto. Evacuados dichos asuntos y hechas al-
gunas compras de cosas útiles para la Misión, traté de regfesar a mi desti-
io, don¿e los Padres que quedaron aguardaban impacientes el resulta-
"n mis gestiones. sall pues de Lima y callao el primero de Agosto'
do de
pa-
acompañado del Hermano donado Andrés Miranda, que iba a Zamora
,u ,.tttituit a fray Francisco Carreras, quien pof motivos'de salud tuvo
que abandonar la MisiÓn y quedarse en Guayaquil, hasth nueva órden del
M. R. P. Comisario.

Hasta la fecha no tenemos más legos ni Hermanos fuera del referi-


do, y por cierto que hacen falta, puesha habido ocasión en qu€ yo he te-
nido que hacer la cocina.

El dla cinco de Agosto llegamos a Guayquil, Y tro salimos hasta el


14: durante esos días corregí el Reglamento de la Fla Unión, e hice im-
primir la 2a. ediclÓn, corregida y aumentada' con una novena de San Mi-
guel, Patrón de la Asociación. También fundé la dicha Asociación en
áquótt" ciudad, inaugurándola con un seleito concurso en la Capilla de la
Tórcera Orden, y recayendo los cargos de Presidenta y secretarias en per-
sonas distinguidas y de sÓlida piedad, como la señora Josefa S. Bruno de
Carbo, una hermana suya, la señorita Etelvina Carbo, la señorita Carmen
Plata, etc., etc., de cuyo celo y actividad de todas ellas es de esperar cÓn
gran fundamento que aquells Asociación producirá muy en breve exce-
lentes re$¡ltados para la misión. Como he dicho, salí de Guayaquil el'14
y llegué a Loja el26: salf para zamora el 12 de septiembre y el 16del
mismo mes estaba nuevamente en nuestro pueblo de Santa Ana y en
compañía de mis hermanos, a quienes, g¡acias a DioS' encontfé buenos' y
todos quedaron satisfechos del resultado de mis gestiones y todos espera-
mos que venga de Roma el arreglo definitivo, para según él tomar nuestra
última resolución.

Hasta otra se despide de v. P. su más afmo. hijo y hermano en J.C.

'ri 201
!"i
I

I
- Fray Luis Torra.

CARTA tla.

Zamora ( Loja, Ecuador ) Octubre 4 de 1g93.

Muy amado Padre:

Es indudable que la vida der Misionero Apostólico, y sobre todo


del que trabaja en Ia reducción de tribus salvajes, es una vida de contí-
nuos trabajos y afanes, de fatigas y sacrificios de todo género. Más si
el
campo de sus tareas es nuevo aún, es decir, si la viña que le ha señalado
el
Padre de familia, dueño de la heredad, Dios nuestro ,.ñor, está completa-
mente inculta, y además es el terreno árido, pedregoso y lleno de male-
zas, entonces se centuplica el trabajo, y los sudores y afanes
son mucho
nlayores; pues antes de abonar el terreno, antes de comenzar nuevas
labo-
res' es preciso desmontarlo, quemar las malezas, despejar el pedregal;
so
pena de perder después el tiempo infructuosamente y malbaratar
la si-
miente. Tal es el campo que a nosotros nos ha cabido en suerte: hasta
ahora nadie había pensado en curtivarlo, o si alguien lo había intentado,
había retrocedido en vista de ras casi insuperables dificultades que pre-
sentaba la labor. Es verdad que en siglos pasados no faltaron obreros
evangélicos, que con un valor y heroismo que solo la verdadera
religión
sabe inspirar, habían hecho grandes adelantos, se¡nbrando y
curtivando
la semilla evangélica e introduciendo la civilización cristiana en estos
lu-
gares, llamados ahora Región salvaje de oriente: vino
empero el hombre
enemigo, quien sembró la zizaña en medio del buen gruno, con tan
buena
fortuna para -é1, que en poco tiempo quedó muerta la heredad poco ha
tan lozana y floreciente. Dlganlo si no las famosas poblaciones y
ciuda-
des que co¡rtaba el oriente de esta Nación, como zalnora,
Logroño, Vala-
dolid, Sevilla de oro y otras, que desde entonces y quizá para siempre,
quedaron borradas del mapa del Ecuador sin que hasia
el presente pue-
dan hallarse ni siquiera sus vestigios. Nos cuenta la historia que algunas
de estas poblaciones eran muy populosas y centros de gran comercio,
construídas con sólidos y elegantes edificios; que en algunas existían mo_
nasterios de religiosos y religiosas. pero llegó la hora funesta en que
los

m
indios jfbaros, demasiado hostilizados sin duda por los que sedientos
de oro les ponían insoportables tributos, se sublevaron, levantándose co-
mo un solo hombre y acordándose de sus salvajes instintos no bien doma-
dos aún, y llevaron por todas partes el terror, la muerte y exterminio, in-
cendiando ciudades, degollando a sus moradores y llevándose cautivas a
las mujeres, sin exceptuarse a las Religiosas, a quienes cupo sin duda una
suerte peor que la misma muerte.

¡A qué extremos conduce, y cuán fatales son las consecuencias de


un sórdido interés!

De aquella horrorosa catástrofe y hecatombe data indudablemente


el cruzamiento de razas que se observa entre los salvajes de estas jibarías;
pues si bien algunos de ellos conservan aún el tipo indígena de toda su
pureza, los más ostentan sensiblemente el europeo, que se deja traslucir a
través de la bronceada piel y del desaliño y toscos modales del salvje. Fi-
g{rrese pues el lector, cómo quedarían y cómo estarán, habiendo trascu-
rrido no años sino siglos, después del forzado abandono en que los deja-
ron aquellos que con tanto desinterés los cultivaban!

Asf como el terreno material, a causa de su asombrosa fecundidad


nocontenidani perjudicada durante tanto tiempo, se ha nuevamente cu-
bierto de una vegetación exuberante, que no desdice de la que hasta el
presente aún no ha sido visitada ni hollada por planta humana; de igual
modo el campo espiritual de las almas de estas fieras con figura de hom-
bre, ha venido a ser como antes y aún peor si cabe, un erial de espinas y
abrojos. sin resto de fé, ni de civilización, ni aún apenas de humanos ins-
tintos. Mentira parece que la raza humana, criada por Dios con tanta no-
bleza pudiera llegar a tal punto de degradación y üleza.

Se desprende pues de lo dicho que no es posible dormir, ni descan-


sar si se quiere, aunque sea a la larga, conseguir algún fruto de tan ingrata
tarea, y aún asl en vano se esperará dicho fruto si Dios, que es quien dá el
incremento, no abona profusamente con sus gracias y si no fecundiza
con el celestial roclo de sus infinitas misericordias lo que nosotros sem-
bramos y plantamos. De aquí se originan pues tantos viajes, tantas idas y

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venidas a una y otra parte, tantas weltas y revueltas que se han dado y
las que faltan aún. Sin embargo, esto es lo de menos: que no deben arre-
drar los trabajos, y el cansancio a los discípulos de aquel soberano Maes-
tro, salvador de los hombres, que por salvar a tantos ingratos no hacfa
más que ir y volver, pasar y repas¡u una región trás otra, caminando sin
cesar por aldeas, villas, ciudades; buscandó en todas partes las ovejas ex-
traviadas para formar con ellas el gran redil de sus hijos predilectos, los
escogidos. como a ovejas en medio de lobos mandaba a sus primeros dis-
clpulos y apóstoles; y como a ovejas entre lobos nos manda a nosotros
también, enviándonos a estas misiones, pues no puede nega$e que poco
menos que fieras y lobos carniceros son estos desgraóiados infieles, cuya
reducción deseamos y procuramos con tanto empeño. como las fieras de
la montaña, sólo piensan en dormir y comer, en revolcarse en el inmundo
fango de todos los vicios y torpezas y en matar y devorarse unos a otros
recíprocamente.

Tan pronto son enemigos mortales entre sí, como amigos que se
conjuran para ir a su vez a acechar para darles muerte a otros contrarios.
son contínuos juguetes del maligno espíritu, quien como sanguinario ho-
micida que es desde el principio, los tiene siempre agitados en movimien-
to contínuo de una a otra parte, para en todas partes cometer el crimen.
siempre tienen alguna ven9anza pendiente; pues son muchos los motivos
que a ella les impulsan. como no hay enfermedad ni desgracia propia o
de familia, ni muerte aunque sea de un perro sarnoso, o de una gallina,
que no lo atribuyan a brujería o a maleficios, y como en cada uno de es-
tos percances inculpan a alguno, al primero que se les antoja, como cau-
sante del mal, daño o brujería; de aquí es que ya la emprenden contra
uno' ya contro otro, ya contra cristianos, ya contra los mismos salvajes,
según donde sople el viento supersticioso y según se presenta la ocasión.
Ya vimos en anteriores corespondencias como los Nangarizas y Logro-
ños se conjuraron para venir a matar a los jíbaros de Zamora, después
que estos habían ideado matar a los de una tribu desconocida y cuyas
huellas habían descubierto. Entonces se frustraron planes repetidas veces
intentados, y sin prejucio de volver e ellos er día menos pensado, ahora
por de pronto han tenido por conveniente hacer las paces entre Nangari-
zas y zamoraños, como efectivamente las han hecho del modo más re-

n4
pentino e imprevisto, con el fin de ir juntos a dar una batida a otra tribu
lejana, que bien desimaginada se halla de lo que le espera. Por manera
que los que poco antes solo pensaban en matarse, son ya amigos íntimos
que comen un mismo plato, duermen en la misma cama y el lazo maligno
de esta improvisada amistad la forma el común odio y el común deseo de
venganza que tienen contra un común enemigo; ¿ a quién mejor pues
que a estos salvajes se les puede aplicar el dictado de lobos carniceros ? A
ellos pues hemos sido enviados para ver de transformar su fiera naturale-
za en la de mansas ovejas. Difícil intento y cada día me voy convencien-
do más, de que no lo lograremos sin un milagro de la gracia y Omnipo-
tencia Divina.

Poco tiempo había que acababa de llegar de Lima, cuando ya co-


menzamos a hacer los apregtos necesarios de gente, víveres, etc., etc., pa-
ra emprender otro viaje, si no tan largo como el anterior a Lima, a menos
más difícil, trabajoso y peligroso cual era el de Zamora a Gualaquiza. No
es lo mismo viajar entre gente civilizada y cristiana, que entre infieles y
salvajes: verdad es que en cuanto a los caminos, poca es la diferencia,
pues poco más o menos todos son peores, como acostumbran expresarse
los indios: si malos son los caminos de la montaña, malos son también
por no decir peores, los que conducen'a Guayaquil tanto los de la sierra,
como los de la costa. Pero por lo menos s'abe uno que en medio de los
despoblados que son estos lugares, se encuentra a las cuatro, ocho o diez
leguas alguna mala población en donde no falta una choza donde guare-
cerse, y alguna alma caritativa que quiere venderle un plato de comida y
un tercio de pasto para las bestias; en la montaña ya es otra cosa: allf ya
no hay que esperar pueblo ni gente civilizada, sino a lo más una que otra
choza a las muchas leguas; por manera que la mayor parte de los días se
pasan sin encontrar un ser humano, y la mayor parte de las noches hay
que dormir o en la orilla del río, o en la espesura de la montaña: y si al-
guna vez le toca a uno pernoctar en la cabaña de esos indios nómadas, es
con la incomodidad consiguiente a sus contínuas y desaforadas charlas y
otros mil inconvenientes, pues sabido es que a nadie guardan la ntenor
consideración y respeto. Echese usted a dornlir en el asqueroso suelo, en
medio de aquella chusma de mujeres, chicos desnudos y una caterva de
perros y animales. que están en un incesante latlran y se verá que es pre-

205
ferible a tanto baturrillo, la soledad del bosque, ora sea la orilla del rfo,
cuyas bulliciosas aguas le arrullan a uno más agradablemente, ora bajo
la frondosidad de la montaña cuya infinidad de hojas y ramajes, mecidos
por el viento, le convida también el sueño y descanso. Por mi parte con-
fieso francamente que siempre he preferido este hermoso hospedaje que
con tanta generosidad nos brinda la naturaleza por do quiera, que el que
aún cuando no nos lo niegan los jíbaros, no es sin embargo tan encanta-
dor y tranquilo como el primero, aunque el uno y el otro carecen repito
de las comodidades y seguridad que poca o mucha se encuentra siempre
entre gente civilizada y cristiana.

Volviendo ya al asunto, decía que apenas había llegado de Lima,


cuando tuve que emprender otro viaje. Nuestro M. R. P. Comisario me
encargó que hiciera una expedición a Gualaquiza, o al menos hasta el rlo
Bomboisa, con el fin de explorar por mí mismo el úo zamora, con todos
sus afluentes de derecha a izquierda hasta su confluencia con el referido
Bomboisa, a fin de recoger todos los datos más exactos que posible fuese
para enviarlos a la santa sede por medio del Excelentísimo señor Delega-
do, para en vista de ellos se pudiese señalar oficialmente también a nues-
tra Misión los límites convenientes, rectificando en caso de ser necesario
y posible los previamente señalados para la Misión de Gualaquiza.

como según la órden recibida tenía que fijar la dirección de los


ríos situados de los lugares y aún levantar un plano topográfico de los lu-
gares rccorridos. y como para estos trabajos era indispensable algún ins-
trumento, fué preciso que el R. P. Solano fuese a Loja a procurarse di-
chos instrumentos y algunas otras cosas que nos hacían falta que yo ha-
bía olvidado en mis últimos viajes a aquella ciudad. Marcháronse pues
dichos Padres y a los pocos días regresó azamora acompañado de un
Hermanc Corista Fray Francisco Cheesman ( I ) joven simpático e inteli-
gente que venía a convalecer de sus achaques y que se quedó acompañan-

( I ). El P¡dre Frey FranciscoCheesm¡n mor¿en l¡ ¡ctu¡lidad cn el Convcnto de


Sen Fr¡ncieco de Lima, cabeza de la Provinci¡ de lo¡ XII Apóstoler: cn6e rus
méritos debe enumerarse el pertenecer d directorio dc l¡ Socied¿d Gcogr{ficr
de üm¡.

206
do al mencionado P. solano durante nuestra ausencia de santa Ana. pro-
tristo ya de lo más urgente, resolvimos emprender nuestra expedición y
para ella señalamos definitivamente el día cinco de octubre. Celebramos
primero la fiesta de nuestro seráfico Patriarca y después b4io sus auspi-
cios y condiando en Dios, por cuya voluntad fbamos a exponernos a tan-
tos peligros de toda especie, e invocando la protección de su Madre san-
tísima, Patrona nuestra y Abogada, nos embarcamos y proseguimos nues-
tra ruta con la felicidad y resultado que se verá en la siguiente correspon-
dencia. Ya que es hora de poner punto finar a la presente, suplicándole
nos tenga presente en sus fervorosas oraciones y nos recomiende eficaz-
rnente a las de los demás religiosos, a fin de que nuestros trabajos y sacri-
ficios no sean estériles, sino que redunden todos a mayor honra y gloria
de su Majestad Divina, santificación de las armas de nuestros prójimos,
conversión de los salvajes y aumento de nuestros méritos. Me repito co-
mo siempre su más afmo. S. S. q. s. m. b.- Fray Luis Torra.

Siguen aquí las tres cartas que le mandé a mi regreso de Gualaqui-


zay que son 12a.,l3a.,y 14a., de esta colección ( I ).

CARTA t5a.

Santa Ana de Zanlora ( Loja, Ecuador ) Enero 7 de tg94.

Muy anrado P. Comisario:

Dejé apuntado en una de nlis anteriores que tal vez tendria ocasión
de manifestar que estos jíbaros, cuya reducción nos ha sido encomenda-
da, tan pronto son amigos como enemigos entre sí: hoy se reunen para
batir una parcialidad, con lo cual se amistan al día siguiente para marchar
puntos a exterminar a los de otras tierras. para esto un sólo pretexto,
aunque sea imaginario, les basta. Ahora mismo nos están dando una prue-
ba evidente de su volubilidad, siempre feroz y sanguinaria. Alegres y rela-
tivamente satisfechos, nos hallábamos después de nuestro regreso de Gua-
laquiza al ver como íbamos conquistando algunos muchachos, y la facili-
dad con que se desprendían de lo que más amaban, esto es de sus largas y
hernosas madejas de pelo que dejaban se ras cortásemos, y como
se deja-

2o7
ban vestir, cristieno perejo, como ellos dicen. Viendo una tan inesperada
transformación, pareciÓnos que íbamos ya a cantaf victoria, y que sucesi-
vamente nos iban a presentar a todos los muchachos y muchachas de la ji-
barla, con los cuales seguramente podríamos formar una nueva generaciÓn
con la que triunfaríamos sin duda del salvajismo de los viejos. ¡Nada se
puede esperar de la generación actual, tan aferrada a su barbarie, necias
creencias y ridículas supersticiones, como recalcitrante a la fé y civiliza-
ción cristiana! Sólo los chicos nos mantienen un poco la esperanza. Lle-
gué hasta a formar el proyecto de traer unas Hermanas Terciarias con el
carácter de Maestras, para que ellas hicieran con las niñas lo que nosotros
comenzabamos a hacer con los niños, a fin que trabájando a la par en la
cultura de ambos sexos, llegásemos más pronto al fin apetecido, que es el
de su regeneración. Diré de paso que esto de traer Maestros, sean Religio-
sos, sean seculares es del todo indispensable, como lo ha demostrado la
experiencia, y si la Misión sigue adelante, tarde o temprano se tendrá que
pensar seriamente y poner en práctica cosa tan necesaria como ordinaria
en todas las Misiones, inclusive las nuestras. Las mujeres deben entender-
se con las de su sexo, y nosotros con los del nuestro, a no ser que se quie-
ra dejar abandonadas a esas criaturas que igualmente son hijas de Dios,
con igual derecho y obligación de santificarse y salvarse; o que se preten-
da se han de transformar solas, dejadas a su arbitrio. Sirva esto de contes-
tación a los que, Dios sabe con que celb se han opuesto a que vengan
Maestras a Zamora, cuando había quien generosamente se ofrecía para
este trabajo tan laudable y meritorio.

oh inconstancia de las cosas humanas, qué pronto se eclipsa-


¡Más,
ron nuestras hermosas esperanzas, y con qué facilidad nuestro gozo se
cambió en tristeza ! un mes hace apenas. que comenzamos a tener jibari-
tos en nuestra compañía, y no solo hemos palpado cuan reacios son para
la educación cristiana y civil, no por falta de talento, sino de voluntad y
aplicación, que hemos comprendido también que si lostaimadosjíbaros
hacen el sacrificio de dejarnos por algunos dlas a sus hijos, es tan solo por
el mezquino interés de las ropitas y alguna otra cosa que les damos, pues

(I ). El contenido de estas ürcs cart¡s del prdre Torra v¡ inclufdo en lr correspon-


dcncia" dcl pedrc Vid¡l con cl epígrefe de Expedición e Gudaquiza

M
luego con crralquier pretexto o mentira se los llevan para nO tfaeilOS m[S,
y si los traen será en uR estado más bárbarc de lo que antes eran. No fué
solo ésta la causa de nuestra pena, y desaleinto: sino que refiriéndome a
lo que decla al principio, nos diéron pronto los jíbaros una prueba pal-
maria de su inconSancia en tda¡ sus fases siempre sanguinarias. Creo
que fué a principioa de Diciembre cuando vinieron a este pueblo una tur-
ba de infieles Nangarizm acompañados de algunos de Zamora, a quienes
aquellos dfas antes habfun peneguido de muerte..Como nos extrañáse-
mos de verlos juntoo, nos diieron que ya eran amigos, peno nos ocultaron
sagaZmente la verdadera causa de ésta improvisada amistad, qu€ no era
otra sino la ya antes indicada de que tramaban ir juntbs a asediar a otra
tribu distante. Con mucha astucia y ocultando siempre sus malvadas in-
tenciones nos s¡rc¡rnon una escopeta y algunas municiones y Ee marcha-
ron. Cual serfa nustra sorpres¿ cuando a los pocos dias supimos que la
mayor parte de los jfbaros de armas tomar habían partido en dirección
a Canelos, Misión pertencciente a los PP. Domínicos, con el malvado fin
de matar alll a no sé cuanto¡ infieles. En cuanto tuvimos ocasión y por
lo que pudiera aprovechar, dimos parte de esta cruel determinación de
nuestros jíbaros al señor Gobernador de la Provincia, para que éste a su
vez lo pusiera en conocimiento del gobiemo, por si juzgase conveniente
hacerlo saber a los PP. Domfnicos, y mandarles alguna tropa para su de-
fensa y a la de sus indios. Despues supimos que el Gobierno aprovechan-
do de la noticia que le dimos, mandó a canelos algunos soldados de el ar-
ma de cab¿llerla y basta la fecha ignoramos completamente lo que haya
acontecido. Es muy posle sin ernbargo, de que nada aprovecha¡a el en-
vlo de tropas, pues los jfbaros de Gualaquiza están aguardando el regreso
de los expedicionarior para ejecutar en ellos no sé que atrasadas vengan-
zÍrs, por mansra quo bien puede suceder que sea ésta la segunda vez que
habiendo ido por lana vuelvan trasquilados. Porque, como los caneros o
Mendeños estarán prevenidos para la defensa, los Zamoranos no habrán
tenido otro recurso que volverse por el mismo camino, pues si han de ata-
car ha de ser a traición, y volviendo se hallarán entre dos pueblos, pués
como acabo de decir, los Gualaquizas los aguardan con las mismas malas
intenciones que ellos llevaron a canelos, o a donde hayan ido. ¡pobres
gentes! siempre juguetes del demonio que los lleva de una a otra parte al
retortero.

209
Entre tanto st¡cedía lo que voy refiriendo, se me ofreció necesidad
de hacer otro viaje a Loja, para arreglar algunas dificultades que algunas
p€f5gna5 malqUerientes suscitaron alaMisién y sus colonos. Nunca faltan
a las Misiones esta clase de contrariedades de parte de los cristianos, co-
mo si no fuesen bastantes las que oponen los infieles para su conversiÓn'
que tenla
Cuando no se pensaba en fundar la Misión nadie se acordaba de
aquí terrenos propios; pero desde que se fundó, han salido una porción
de propietarios con tltulos o sin ellos, que nos hacen no poco daño tal
vez sin quererlo, y que nos disputan hasta el terreno donde está construí-
do nuestro conventito y capilla. Es necesario que el gobiemo aclare pron-
to esta cuestiÓn, si no nada adelantaremos sobre tan malos cimientos.
Nosotros no tenemos otro remedio que arnarnos de paciencia
y poner el
ojo en el galardón que nos espera' y que será tanto mayor' cuanto mayo-
res sean las cruces que por amo de Dios llevemos. Pero nada hay en este
pe-
mundo que se8 tan eterno, y al trabajo suele suceder el descanso, a las
nas y doiores el refrigerio, y la alegría a la tristeza, después de los sinsa-
modo
bores referidos nos toca también gozal un poco. Arreglé del mejor
que supe y pude los asuntos que me llevaron aLoia, y como se acercaban
para tener el
las fiestas de Navidad , traté de regxesar pronto a zamora
placer de celebrarlas en unión de mis amados compañeros de penas y tra-
üajos. para que el gozo fuése más cabal me consegul un poco de pan para
tener siquiera este pequeño regalo en una fiesta tan grande. Sf; regBlo ex-
traordinirio es el pan en estos lugares, pues aunque en otras partes es el
alimento ordinario aún de los más pobres, a quienes no les falta un men-
drugo, aquí es un acontecimiento el conseguirlo, de modo que le dá
a

,rno grn.i de recibirlo con un repique de campanas. Del vino nada diré,
pues el poco que tenemos lo reservamos para el santo sacrificio de la Mi-
sa, y aún procufamos que la ración sea la puramente necesaria'

Llegó pues la festivirlad del Nacimiento del Niño Dios y celebra-


que nos fue
mos la Noche Buena con todas las demostraciones de alegrfa
posible. Grandes fogatas que iluminaban la noche a larga distancia, algu-
nos cohetes que culebreaban por los aires, asustando talvez a losjíbaros
que viven en las cercanías, y los non plus ultra desafinados acordes de
gui-
una original orquesta, compuesta de una mal forjada zambomba, una
tarra toda rajada. unas flautas de carrizo y varios int'antiles instrumentos'

210
Momento de la celebración de
la "tsantsa" de "uyush' ".
que era una gloria el ver la formalidad y gusto con que los pulsaban hom-
bres ya barbudos inclusive nosotros; la serenata o retreta, no sé como lla-
marla, duró hasta las diez y media, hora en que comenzamos los Maitines
que fueron todos cantados: un coro lo formaban un Padre y un Hermano
que destrozaba el latín a las mil maravillas; y el otro los dos Padres res-
tantes; y el monumental ( ? ) melódium estuvo a la disposición del coris-
ta Fr. Cheesman, que le hizo dar unas voces de lo que se podía esperar
de sus pequeñas dimensiones; la del melódium se entiende. Alternamos
los Nocturnos con algunos Villancicos al Niño Dios; durante el Te Deum,
hicimos la adoración del Divino Infante y acto contínuo cantamos la fa-
mosa Misa del Gallo. Al otro día a las ocho cantamos otra Misa. I;istima
que no asistiésen los jfbaros a estas solemnidades: dió la casualidad de
que solo dos jibaritos se hallaban entonces enZamota, y aún estos se fue-
ron pronto a dormir, lo que no habrlan hecho si en lugar de los Divinos
Oficios hubiésemos seguido en la charanga, cohetes y fogatas, pues esto
les gusta mucho y saben estarse sin dormir, como en sus ridículoas fiestas
en las que pasan varias noches insómnes, con tal que no les falte la chi-
cha, masato y buenas presas de mono o sagino.

Como los colonos de aquí son tan pobres, que rÍua vez prueban la
carne ni fresca ni salada, a no ser que les compren a los jíbaros algún oso
o león de los que ellos cazan, para que su alegría fuese más completa hici-
mos matar una ternerita y les repartimos un trozo de carne a cada familia
con la que pudieron refocilarse un tanto sus debilitados estómagos. Las
fiestas de Año nuevo y Reyes las solemnizaron igualmente de la manera
sobre dicha, con Vísperas, Misa cantada, disparos, etc., etc. De este modo
se alegran y entusiasman no poco nuestros ánimos abatidos de la mono-
tonía a que nos tienen condenados estos indomables salvajes, quienes nos
entretienen siempre con buenas esperanzas de convertirse, que siempre
las defraudan con su nativa inconstancia. Los infelices no tienen otra am-
bición no otras aspiraciones, ni piensan más que en sus lanzas, machetes,
hachas, cuchillos, cervatanas, anzuelos, escopetas, pólvora, municiones,
fulminantes y otras cosas por el estilo; teniendo algunas de estas herra-
mientas y pudiendo matar algunos monos, saginos, y javalles, y también
siempre que se les presenta la ocasión, algún jíbaro rival para cortarle la
cabeza y hacer fiesta con ella, ya están contentos y nada les preocupa.

n1
¡Que triste ambición! ¡Qué codicia tan salvaje! Y, cómo se contristan
nuestros ánimos al ver ese materialismo tan mezquino como desgarrador,
esa estólica indiferencia para todo lo que se refiere al alma, a Dios, al cie-
lo, al inflrerno y a cuanto se relaciona con su suerte futura, todo lo cual lo
reputan como un mito! No hay que darle vueltas al asunto. Por ahora no
quieren darnos el menor trabajo en que los bauticemos, confesemos, ca-
semos y les enseñemos las verdades cristianas y las leyes de la civilización.
Nos queda pues bastante tiempo para hojear nuestros libritos y para ocu-
parnos en diferentes trabajos, como carpinterfa, cultivo de huertas, etc.,
etc.

He aquf el reglamento que difinitivamente hemos adoptado y que


por la experiencia que desde Agosto último venimos haciendo de é1, ve-
mos que vá bien. Por la mañana nos despertatnos a las 5 con el toque del
Angelus, y en seguida se llama a Misa, que se dice a las cinco y media, a
las 6, y a las 6 y media respectivamente. En los Domingos y fiestas, la úl-
tima Misa sale a las 7 en punto. Después de la Misa y tomado un ligero
desayuno, nos entretenemos en estudiar, escribir o trabajar; a las 9 un Pa-
dre hace escuela durante una hora, a los chicos y chicas del pueblo, y a
los jfbaros cuando los hay: a las l0 y media rezamos juntos las Horas me-
nores del Oficio y acto contínuo almorzamos: sigue la recreación hasta
las 12 en que vamos a la siesta después'de rezado el Angelus. A las I I
p.m., tomamos el café y seguimos con la tarea de estudiar, escribir o tra-
bajar: a las 3 otro Padre hace otra hora de escuela: a las 4 rezamos Vfspe-
ras y Comphbs, Haitines con Láudes y enseguida comemos y sigue el
recreo hasta las seic y medla, hora en que se toca el Angelus y al Rosario
con tres repiques. De seis y media a siete hacemos lectura y meditación, a
las 7 Rosario con el pueblo; después del cual los Domingos rezamos y
cantamos el Trisagio, l,os Lunes cantamos el Responso Libera me para las
almas, los Martes el Responso a San Antonio, los Miércoles el de San
Francisco Solano, los Jueves un qiercicio al Smo. Sacramento, los Viernes
el Via - Crucis y los Sábados la Salve cantada y el Tota pulchra........Ade-
más todos los dfas cantamos la letanía con el Alabado o el Buenas No-
ches: los Domingos cantamos el Asperges y cuando hay humor y posibili-
dad también, Vlsperas y Misa en las principales festividades.- De V. P. S.
S.- Fray Luis Torra.

a2
CARTA 16a.

Santa Ana deZamora( Loja, Ecuador ) Febrero l8 de 1894

Muy amado P. Comisario:

de Navidad tuve que ir nuevamente a Loja para


Pasadas las fiestas
acompañar a Fr. Francisco Cheesman a quien se le había terntittado el
y
plazo de estar en Zamora tenía que regresar a su Colegio para rendir
examen del segundo año de Moral y hacer los Santos Ejercicios con la
Comunidad. Viaje fue este funesto bajo todos conceptos, no solo por-
que se frustró uno de los principales objetos de lni ida. por los percances
que al regreso sufrinros, como luego diré. También tenía intenciélt de
hacer en Loja los Fjercicios, como dispuso nuestro P. Conlisario que llos
fuésemos turnando cada año para hacerlos; pero como el P. González c¡uc
debía acolttpañarnre se enferr¡ró, y tambiélt por otros Inotivos quc callo.
detefminé regresar a Zatnora para hacerlos allí con tnis conlpañcros. Salí
pues de Loja el 2 de Enero en compañía de varias personas que ibatl a es-
tablecerse en el territorio de la Misión. La printera jornada fue corta y sitt
¡ovedad: tampoco la segunda fue larga ni mala: no así la tercera que bajo
todos conceptos fue fatal, no solo porque nos llovió todo el día y llega-
mos empapados, sino porque al vadear el Sabanilla que crecía por lno-
rnelttos nos llevaron las aguas un herlnoso tnacho, que era la ntejor bestia
que teníamos en la Misión. Extenuando de cansancio y pesaroso por el
percance acontecido llegué a nuestro pueblo la víspera de Reyes, y por lo
tanto cantamos las Vísperas de la Epifanía, y al día siguiente la Misa elt
acción de gracias, por no haber sido mayor como pudo serlo la dcsgracia
de la antevíspera.

Como el tiempo siguiese algo regular, lo aprovechamos para hacer


algunas siembras y nos fuimos desocupando de los quehageres más urgen-
tes, a fin de que toda la gente estuviese expedita para salir cuanto antes al
trabajo del puente sob¡e el Sabanilla. Siempre habíamos creído que di
cho puente era de primera necesidad y nos confirmamos en esta persua-
sión al ver la desgracia que habfamos sufrido; y aún cuando no nos hubie-
ra impulsado este motivo, lo que posteriormente aconteció con la pérdi-
da de otros animales, que los arrebató la corriente, nos había animado de
sobra. El 26 pues salió la gente para dicho trabajo y les acompañó el R. P.
Fr. Francisco S. Pascual con el Hermano Andrés: también fue con ellos el
señor Comisario del pueblo con su esposa, que se dirigía a Loja en busca
de víveres para los trabajadores del puente. En este viaje se les ahogó un
hermoso toro cabestrillo. Todo fue poner manos a la obra y comenzar a
llover, pero con tal insistencia, que el agua no les dejaba moverse de las
tiendas, y el río creció tanto que en los seis días que estuvo allí la gente,
no les dió paso para explorar el terreno del otro lado, para ver si era o no
apropósito para levantar el estribo y seguir la obra. Viendo pues, el refe-
rido Padre que las aguas no calmaban y que allí no hacían sino perder el
tiempo y consumir los pocos víveres que habían llevado, resolvió venirse
con todos los trabajadores, como lo efectuaron el lo. de Febrero. Cuan-
do estaban cerca de llegar aquí tropezaron con las pocas personas que en
el pueblo habían quedado, quienes acompañaban a su última morada el
cadáver de uno de los Vigilantes que el día anterior había fallecirlo. Este
extrenó el cementerio que en Noviembre último habíamos hecho rozar
a la orilla del camino y a la distaricia de un kilómetro de la población.

Como en estos lugares acostumbran llover unos cuatro o seis días y


luego escanrpa y hace otros tatrtos días buellos. creíanlos que lo mismo
sucedería ahora y que pronto los peones podrían volver a sus faenas ape-
nas conlenzatlas. Pero esta vez nos llevamos un solemne chasco: hasta
hoy no ha escampado ni mejorado el tiempo y este sigue aún tan varia-
ble, que no presta mucha seguridad para el trabajo. Este es uno de los
mayores inconvenientes que estas montañas presentan al querer emprcn-
der cualquier obra; los casi no interrumpidos aguaceros que enferman a la
gente, mojan los víveres y no permiten hacer nada. Sin embargo, uno de
estos días intentaremos volver al trabajo comenzado. El primer Domingo
de Cuaresma llegaron aquí con el Comisario los que con él fueron a Loja
por vlveres; los cuales habiendo salido el Lunes anterior de aquella ciu-
dad, les hizo tan mal tiempo, que tardaron tres días en llegar al Sabanilla
y encontraron a este tan crecido, que les fue preciso otros tres para po-
derlo vadear: asf llegaron gente y víveres maltratados y de estos se per-
dieron bastante. Fue preciso pues mandar más gente a Loja para que tra-
jesen más vituallas y se encontraron sin poder pasar el río hasta hoy, que

2lr
lo han efectuado por medio de un cable o maroma que templaron de una
a otra orilla, y les sirvió de puente a los que esperaban de uno y otra par-
te. A uno de los que iban nos lo han traído muy enfermo, a causa de las
mojadas y otros trabajos que sufrió, esperando poder vadear el terrible
Sabanilla: para que se vea si es de imperiosa necesidad un puente para
pasarlo y librane uno de morir de hambre y de frío.

Estando escribiendo esto, hemos tenido noticia de los jíbaros que


por Novienrbre fueron a Méndez a cazade otros jíbaros como ya dije. La
expedición ha durado más de tres rneses, y las venganzas han sido muy
sangrientas y numerosas las víctimas. El domingo llegaron aquí los ¡rrirne-
ros que fueron un tal rsiré y un muchacho de Mendez: les preguntarnos
si habían nlatado a muchos y cuantas cabezas habían traído, y nos cou-
testaron -no matanto, cabeza no habiendo. comprcndiarnos que aver-
gonzados tal vez tle su cobarde fechoría y sabiendo que desaprobábanlos
nosotros sus monstrllosos crímenes, nos lo querían ocultar. Les asedia-
mos pues con diferrentes preguntas y al fin vinieron en confesar de que
sí habian matado a algunos y traído tres zanjas o cabezas disecadas y
también a una mujer cautiva. Hoy enfinhavenidoalpueblo el fanroso ca-
pitán chiura, con su yerno Guambaschu y nos han confesaclo cle plano y
con urla espantosa sangre fría, que han hecho unas 23 muertes, entre
hombres y mujeres, grandes y chicos, que han traído tres cabezas hulna-
nas, y que han empezado ya los ayunos de preparación para celebrar las
canibalescas fiestas llamadas de las zanjas. Parece según lodicho, que la
crueldad de estos salvajes se vá refinando cada día, y que vá en aumento
en lugar de ir disnrinuyendo como era natural. Antes tenían horror c.n
matar a las mujeres y niños, y ahora según confiesan ellos misnros se han
cebado también en esos seres indefensos, sin perdonar a la criatura de pe-
cho. A este paso no se hasta donde llegaremos.

Para que se vea entre que clase de salvajes nos hallamos los que en-
cuentran su mayor placer en atravesa¡ de un lanzazo a un semejante su-
yo' y en cortar acto continua la cabeza a su víctima aún palpitante y di-
secarla después, reduciéndola por un habilísimo procediciemto a peque-
ñas dimensiones, sin alterar las facciones de la misma para llevarla des-
pués en triunfo, cual el mejor trofeo de su victoria que celebran luego

216
con una gran fiesta. ¡Y gué victoria la de estas fieras; ¡mejor diría que
cobardía la de estos feroces bárbaros! Se reunen una veintena o un cente-
nar de ellos para ir a asaltar y matar, no de frente sino a traición, no de
dfa sino de noche, a uno o dos inermes y desprevenidos, que a veces no
son más que unas infelices mujeres. Lo peor es que no se sonrojan siquie-
ra cuando les echamos en cara su crueldad y cobardía, ni parecc les que-
da e.l menor remordimiento de tantas y tan horrorosas maldades. No puc-
den ciertamente ser llamadas valentías semejantes hazañas, silro cobar-
días en toda la extensión de la palabra. Es semejante el arrojo de nucstr<ls
jibaros al de esos tristernente anarquistas, la noticia de cuyas fcelrorías
nos las vá trayendo el correo una tras otra. ¡Qué! ¿sí habrán saliclo dc
estas montañas y serán desccndientes de estos salvajes los Revachol y
Vaillant, los Pallas y Salvador y otros héroes ( ? ). cuyos nombrcs r.lo re-
cuerdo, que se han inmortalizado arrojando con suma valentÍa sus cxlllo-
sivos en los cafés y hote.lcs. en plazas y teatros, en el Congreso. y qué sé
yo en cuantas otras partes, rnataudo e hiriendo sin distinción, al pobrc v
al rico, al grande y al chico? Buen ¡nodo de regenerar a la societrad co-
menzando por exteminarla. Francalnente, al leer en los periódicos csos
hechos dc salvajismo a que se han entregado esos bárbaros llamados anar-
quistas, y al observar que los actuales gobiernos con todos sus cañoncs y
bayonetas son impotentes para conterrer Ia práctica de teorías que ellos
rtrismos aceptan, o que al menos permiten que se propalen inrpunenre ntc.
prefiero digo perntanec(.r en estas montañas, aún cuando supiesc que a la
larga tengo que ser víctima dc la crueldad de estosiíbaros, y quc teníarr
que hacer una zanja de nli pobre cabeza. sí, prefiero sucumbir a manos
de esta barbarie y salvajismo claramente rnanifiesta, antes c¡ue a las trc
esos salvajes de nuevo cuño, que en medio de los focos más luminosos dc
la moderna civilización y en nonrbre del progreso, se entregan a tales crí-
menes que ni siquiera los han imaginado estos que han nacido y viven err
la barbarie.

También hasta estos remotísimos lugares han repercutido los ho-


rrorosos ecos de la explosión del "Cabo Machichaco" ¡Viva la dinamita!
¡Qué hecatombe tan horrorosa! ¡Qué infinidad de gentes de todo estado
y condición han perdido la vida, cuando menos lo esperaban! ¡En cuán-
tas familias ha quedado sembrado el llanto, la desolación y la muerte!

216
cuántas criaturas abandonadas y en
¡Cuántos viudos, cuántos huérfanos,
la miseria! Cracias que no faltan Prelados compasivos y generosos, cristia-
nos desinteresados o mejor dicho interesados en las desgracias ajenas, PP.
Llevaneras que movidos por entrañas de verdadera caridad, harán sacrifi-
cio sin cuento y cuanto les sea posible para aliviar la suerte de tantos des-
graciados. Mientras tanto los modernos regenadores del nltlndo. los parti-
darios de las bombas y dinamita, después de haber expe'rimentado sin dt¡-
da un satánico placer, al ver como volabau por los aires los micllrbros des-
cuartizados de un sin número de víctimas, estarán ideando llucv()s llleditls
de destntcción para acabar dc una vez con todos los c¡uc han quetlado
con vida. Ternlina{a su tarca y cuando ya n0 lluctlan divcrtirsc cn lllce r
volar a loS burgUeses y Otras VíCtiltlasprClectaS, Se volaráll tlnOS ll tltr0s
cntrc sí. a la nranera de las inlnundas sabandijas, que después clc habcr
dcvoraclo los cadáveres corrompidos, cllando ya no hallar'l en qué cctrarsc.
se devoran ntutuamente, o como sucedió en Francia, en la époclr dcl te-
rror, que cuando los corifeos de aquella inaudita revolución hubieron gui-
llotinaclo a cuantos nobles pudieron haber en sus garras, comenzaron a
enviarse al cadalso los unos a los otros, sin duda para que la guill<-rtirta rlo
estuviera ociosa' Asf, pudiéramosdiscurrirde tejas abajo' ¡re ro Dios sobre
todo, y confiamos que cuando stl Divina Majestad, que r:n sus incscruta-
bles designios pennite que los partidarios del terror satisfagart en parte stts
.sanguin¿lrios d.eseos; para castigar a los panegiristas de las colosalcs coll-
quistas del Progreso y a esos Gobiernos ultra liberales qtte otorgatt abso-
luta libertad a todo lo malo, entonces col'l ull solo soplo rcclucirá a pave-
sas a esos locos y originales rcgellarodores de la humanidad corronrpida'

Micntras tanto nosotros seguiremos impasibles en c'stas salvajes re-


giones y solo saldremos a los países civilizados cuando los modernos civi-
lizadores hayan acabado de refinar toda su barbarie y retrograden a que-
llos tiempos tan sumamente ignorantes, oscurantistas y bárbaros en que
Dios era reconocido, adorado y amado de reyes y vasalllos, y que los
hombres cometfan la torpeza de respetarse unos a otros la vida e intere-
ses, el honor y reputación, y esto ¡qué horror! porque no se había inven-
tado aún eso que llaman libertad de conciencia, libertad de cultos,liber-
tad de pensamientos, libertad de imprenta, y otras libertades mil que ha-
cen al hombre esclavo vil de sus apetitos, de sus brutales pasiones, en una
palabra, del cruel tirano que pone todo su afán en ver modos de esclavi-
zarlos temporal y eternamente.

Y con esta larga digresión terminaré ra presente epístora y procura-


ré en la siguiente suministrarle nuevos detalles de la expedición
áe los jf_
baros a Mendez y de todas sus anárquicas proezas.

soy siernpre afrno. s. y s. S.q.b.r. ¡n. de v. p.- Fray LuisTorra.

CARTA t7a.

Santa Ana de Zamora ( Loja, Ecuador abril l5 de 1g94.


)

Muy anrado p. Conrisario:

Si dc algunas regio'es puetlc trecirse con propiedad,


bien irnpro¡ria
por cierto, que llueveen ellastrecer,eses por ario, crco quc
esta de zanto_
ra es sin duda alguna ra que se ilcvá ra par,ra. ya dijc e,n
otra que el ro.
de febrero tuvimos que abandonar er trabajo der puentc. pues
las incesan-
tes aguas no dejaron lugar ribre para scguir ra obra. pucs úien, siguió
toclo
el mes dil,viando hasta sus úrtimos días, que revantó algo
cr tienrpo, co-
nto aquí dicen, y aprovecrrarnos esa pequeña tregua para proscguir nuestra
inter^rmpida y tan necesaria facna. yo salí para Saba'illa
el 25 tlel ex-
presado mes, y despuers de haber estado un par
de rlías ayudartlo e'lo
que podía a los trabajadorcs dirigitlos por el paclre
solano, s*guí mi viajc,
a Loja en busca de un operario y de los útiles necesarios para volar
u'as
peñas que estorbabarr para el levantanriento
de los estribos del pue¡te .
Hicimosla ruta a rlarchas forzadas, pucs así lo requería la urgencia
del ca-
so, y el domingo siguiente a las ocho de la mañana ya
estata de regreso
en la choza de sabanilla, e' donde celebré el santo
sacrificio. comenza-
mos a echar barrenos, se entiende al día siguiente, y
a los pocos dras ya
quedaron los estribos preparados y pudimos principio
dar a ta difícil ta-
de colocar los paros del puente. Digo difícil y peligrosa tarea,
1ea atendi-
dos la escasez de medios con que contábamor puru i-,ourr,
arzar, pasar
de una a otra parte der río y corocar en su debidó lugar unos maderos
de
22 varas de longitud, con su grueso correspondiente, y frescos por
añadi-

2f8
dura; pues estaban recién cortados y por tanto mucho más pesados. Sin
embargo con la protección de María a quien dedicamos el puente, bajo la
advocación de la Candelaria, el l5 de Marzo dejamos colocado el último
madero sin que tuviesemos que lanrentar ninguna desgracia, a pesar de
que, como digo, teníamos que manejar troncos tan disfonnes sobre el im-
petuoso Sabanilla ya a la altura de unas l5 varas por lo menos, sobre el
nivel de las aguas, que en aquel sitio tendrán otras tantas de profundidad.
Habíamos pues, vencido la principal dificultad, tcnida por poco nlellos
que imposible; y en atención a que la gente que estaba cansada ya. quc
sus particulares laborcs se hallaban atrasadas, y viendo sobre todo quc
des¡'lués clc unas tres scrnanas de inesperado buen tiempo, se estaba prc'-
parattdo el cie'lo para llovcr con más ganas qurr nunca, levantanros ticudas
y resolvimos regresar a Zarnora, aplazando la conclusión del puentc para
u¡ros l5 días ntás tardc y en el primer escampe que el cielo uos propor-
cionasc.

No podía ser nr:is accrtada rtt¡estra determinación tJe vcnirnos a Za-


mora elt la Inencioulda te'cha, pues desde el cl ía siguiente c:ontc'nzó a llo-
ver y han scguido y sigue el tenrporal con tanta insistenci;.r, que no sabe-
nros de clonrlc saletr tatttas aguas, ni cuando tenninlrá esta es¡recie de Za-
morano diluvin. Sea lo que Dios quiera, sólo scnti¡uos que tal vez se ltos
echc a percler e I trabajo hecho, pucs colno el puente quedó dcscubierto.
la carcollra y la huntedad han de acabar con los ¡naderos. Conliaulos ern-
pero quc nuestra Señora la Virgc.n de la Ca¡rclclaria velará por su obra. Pa-
so ya a cttntplir lo c¡tte en nli anterior ofrecí sobre sunrinistrarlc nrás det,a-
lles acerca de la sangrienta expedición de nuestros bárbaros jítraros a
Mendez y Canelos.

En nri últilno viaje a Loja, de que acabo de hacer referencia al co-


mienzo dc esta epístola, ft¡í a visitar al Señor Gobernador de la Provincia,
y como era natural, supuesta la noticia que ya tenía de la correría de los
salvajes, me preguntó en qué había parado la guerra. Entonces le referí
que los jíbaros Zamoranos habían regresado ya, después de haber hecho
una porción de muertes. Acto contínuo el señor Gobernador comunicó
estas noticias al supremo Gobierno e inmediatamente recibió en contes-
tación, la órden de que consultase con el superior de la Misión sobre la

2lg
conveniencia de hacer un ejemplar castigo con estos asesinos. yo nrani-
festé mi parecer de que juzgabainoportuno er tar castigo, y que más bien
lo creía contraprudente y funesto para la Misión. En efecto estos salvajes,
en las fechorías que cometen no son tan criminales, conlo a primera vista
parecs, pues, en su supersticiosa ignorancia, las estiman como una justa
represalia, y como una guerra justa entre ellos, y al castigarlos ahora, nos
exponemos por de pronto, o que nos abandonen del todo. remontántlosc
a los lugares más innaccesibles, o que irritados acabcn de una vez con los
Misioneros y cristianos aquí existentes. Al comunic¡lr esta llli opirri(rn al
Excmo. Señor Presidente, le ofrecí sumiltistrarle. por nreclio clel refr.riclo
Gobernador, más detalles sobre la correría dc los jíbaros, y aún nrandar-
le si fuese gustoso una clcr las cabezas ctisccadas, ( zanjas ), de las que los
salvajes trajeron para que de r¡na vez se convenciese bien de la realidatl
del hecho. del que parecía dudar por no habcr rccibiclo tlc él ninsuna no-
ticia directa por Cuenca.

He aquí la nota que con este motivo pasé al citado Gobernad.r:

Zarnora. Marzo 6 de 1894.

El donringo porla mañana llegué sin novedad a Sabanilla y.bl lugar


donde, como sabe'v. s.. estarnos trabajando cr puentc', y, despuósde. ha-
ber descansado dos días, vine a esta donde acabo de llegar y acto conti
nuo tomo la punta para satisfacer los descos del Gobicrno y curnplir ctlrr
la palabra que le dí, el pasado viernes, de renlitirle una rclación detallactil
de la expedición que los jíbaros Zamoranos y Nangarizas hicicron a canc-
los. Siento que el presente no haya aquí ninguno de los expedicig¡ariss
para poder ampliar los datos adquiridos;y así no tengo lnás rcnredio quc
refrescar la memoria acerca de lo que anterior¡nente nos han referido.
que es como sigue:

El l9 de Febrero llegó aquí un tal rsiri con otros jíbaros de Men-


dez, y nos contó que hacía pocos días que habían llegado de canelos. Le
preguntamos a cuántos habían muerto y cuantas cabezas habían traldo;
y nos contestó rotundamente. -no matando, cabs.a no trayendo. por
más que le instábamos a que nos refiriera la verdad, se empeñaba en ne-

220
gársenoslo todo, por temor sin duda de que le riñéramos, hasta que rendi-
do a nuestras importunaciones, confesó por fin que -Tres matando, ca-
bcza tres trayendo. Ya unos días antes de la venida de Tsiri, otroiíbaro
llamado Ambuscha, vecino de nosotros, nos refirió la llegada dc los com-
batientes dándonos pormenores dcl siguiente detallc: Dijo qtre Nic¡rrin-
day, salvaje de Nangariza asaltó con otros compañeros, al canto dcl gallo.
hora en que los jíbaros acostunlbran levantarse para torttar urta cspeeic tlc
vomitivo quc llaman guayus¿, asaltaron tlccía utra casa cle l()s (-lutcl()s e ll
donde sólo había dos jíbaros que soplabart lit lumbre y ¡rrcltaráblltse l)ilra
hilar un poco. Rodearon la rcferida clr<lza, dis¡rararort stts csco¡rctrts solrrc
aquc'llos infi'lices, les irttintart)n (lurr salicrart litcra asegttt':.illtlolcs" (lttc tl¿t-
da les harían, pero viend<¡ quc no sc nlovían Por el tcnror fttnrlrtlo dc lu
tristc suertc r¡ue les espcraba, entonccs prcudicrort litcgcl ert la c'hozlt. Pa-
ra escapar dcl incendio salieron los cnjaulatlos. pcro c¿tycron ert lllulros r.,le
aquellos tigrcs furiosos (lu('krs atravesaron con sus lattzas. lil trno ctltpc-
ro, aunque nr¡l lteritlo. tnerced a lu oscttrirlarl clc la Iltlche. logró escupllrsc
y no pudieron ctrcontrarlc por ntás que siguicrorr cl rastrtl dc sitrtgrc t¡ue
manaba de su herida. Regresarotr entolrces a cortar la cabcz.a dcl qtte ya-
cía cadáver, pcro salicron otros jíbaros a irn¡rcdirlo pretcslatrdo (luc r'l
nluerto cra de- su fatnilia, de nrodo c¡uc los agrcsores tuvieron (lue cscitl):ir
corrieui.o sin el apetecido botín cle la zattja.

Estos fireron los datos rectlgidos ltasta la ve¡lida a esta dcl títulatlo
capitán Chiura. uno de los cx¡rediciollarios. Este llegó aquí el díl 20
aconrpañatlo tle su yerno Huullrhaschu, de tttt Mendcño que no sé p()rquc
extraño rnotivo traíalas trenzas cortadas y t¡ue venía dc su Ítjana ticrra a
negociar tres pelotas de cera lregra que cattrbió por clos cucltillitos y urt
espejo del referido Tsiri. Chiura uos devolvía tanlbió¡r a clos hijitos sr.ryos
que nos había recomendado antcs de nlarcltar a la expedición y quc lta-
cía unos días se nos habian escapado. Todos los jíbaros indicados nos con-
fesaron francarrtente totlo lo acaecido. Según dan a entender, saliero¡r a la
correría a nrediados dc Novierttbre y caminaron unos trece días hasta lle-
gar al tcrritorio de Mcndez, o sea a las casas de aquellos salvajcs qur: con
anticipación habían venido a Zarnora, a convidarlos para la matanza. Del
Zantora y sus aflue'ntes marcharou unos veintiún courbatientes, y se les
agregaron en Mendez una porción considerable, cuyo número y nonrbres

221
no nos supieron precisar. Todos reunidos, que pasarÍan de cien guerreros,
se dirigieron al lugar de las venganzas, que según dicen ellos, es territorio
de canelos, y tardaron en llegarotros trece o quince días. Totar, cerca de
un mcs dc viaje por las montañas, durante el cual dicen que vadearon cin-
co caudalosos ríos, uno de los cuales fue el Morona en cuyas inmediacio-
nes cornctieron sus crueldades. Rodearon una por una las casas de las víc-
timas, y fueron atravesando con sus lanzas a cuantos encontraron, que
entre todos fueron veintitres: ocho hombres, cinco nrujeres y diez criatu-
ras de menor edad, mitad varones y mitad hernbras, incluso un niño de
pechos. También se trajeron dos nrujeres cautivas, una de las c:uales logró
evadirsc en el camino y la otra fue arrebatada y rnuerta por un salvaje cle
Gualac¡uiza. cuando los expedicionarios pasaron por estos lugares de re-
greso a sus ticrras. de los agresores quedaron cinco heridos corl arma de
fuego y uno de' un larrzazo, quie'n según cucntan dcbe haber nruerto ya.
pues la herida diccn quc fue gravísirna.

Todo lo cxpuesto hasta aquí ¡ros lo h¿rrl re ftriclo cou .na sangrc
fría y ctln tan visibles lllttcstras dri satisfacciórr ¡ror cl buerl rcsLrltado tlc
su enrpresa. quc dan bic'n a e'nte'nder y confirnran lo r¡rrt'antcs clecía: i¡uc:
no conlPrettden la nlalicia y gravedad dc scnrcjuntcs crínlcncs siuo r¡r-rc
antes bien los nliran conlo una le.gítima venganza o rc¡rresalia cle supucs-
tos o verdaderos agraviosrecibidosde parte de sus contrarios. En prue-ba
de ellos al af'earlcs Iltlsrltros str ¡rroccder crilninal. ncls colltcstan con nlu-
cha ene rgía. ¿,Acaso candusschis ( los salvajcs que nrataron ) acastr
bt¡cno sielldo? nó: (¿¡{¡¡¡;schis lnl"¡cho nlalo: cuanto ha rnío hermallo
lrtatando, nrío tío nratantlo, nlío ¿rhuclo nlatando. etc., etc. y cuanto so-
bre todo les ¡f'eanlos la vileza de haber muerto nrujeres y niños indcfen-
sos ruplican que no quisieron matarlos sino quc los llabían cogido para
traerlos prisioneros, pe'ro quc los Mendeños se los arrebataron y lancea-
ron y que también los Mendeños los que cargaron con la mayor parte del
botin, de cabezas o zanjas, lanzas, loros y cuanto hailaron en las casas de
los interfactos.

De V. S. atento S. S. y Capellán.- Fr. Luis Torra.

Esta fue la nota que mandé al señor Gobernador de Loja, para que

222
la mandase al Gobierno, a fin de que se enterase de todos los detalles
ocurridos en la última expedición de nuestros salvajes. No alargaré más la
presente y así pongo punto final, repitiéndome como siempre su muy
afmo. S. S. y hermano en Jesucristo q. s. m. b.- F'ray Luis Torra.

CARTA l8a.

Santa Ana de Zamora ( Loja. Ecuador ) Junio l5 dc' 1894.


Muy R. P. Fray José Vidal Cornisario Genc.ral.
Muy arnado Padre:

.. En cotttprobaciórl cle lo <¡ue clejo senlado cn el cornienzo dt'rni an-


tcrior, t'sto cs que at¡ttí llueve lnás rlc lo clue uno pui<lcra inraginrrrsc sino
lo vióse v palpase. añaclirír quc a la li'cha sigue rirn tliluviando y ha llovi-
do hasta allora casi todos los clías sin intcrnr¡rción. Estas benditas aguas
con que Dios Iros rcgala, casi uo uos dejan lracer nada. lrues ¡i tn()vernos
de casa nos dejan, y de consiguiente io podenros cosechar cl nraí2, ni los
zapallos, ni deshierbar las huertas. ni nlenos sernbrarlas. ni ver a nucstros
queridos ingratos los jíbaros. pucs por lo crccido de los ríos no puedcn
viajar para visitarnos: nada absolutaurente nos deja hacer la lluvi¿.

Decía t¡ue ni sir¡tricra sacar el picr clc nuestra c¿rtraña, y tcrlo que
Itasta llcguenlos a crrnohecernos, ya que no a a¡rolillrrnos, purrs tanta es
Ia hurnedad quc todo se derrite y destila agua. La sal, el azircar, la chan-
caca se clerriten y deshacen, las ropas, los libros, los dcnlásútilesse enl-
papan y todo cstá tan impregnado de humor acuoso que creo que puesto
en prensa chorrearía agua suficicnte para rlrover un ingenio. Sirr enrbargo
la salud no se rcsiste gran cosa que digarnos, y así bendito sea el señor
por todo y en todas las cosas. Algo escampó el tiempo, al menos, a fines
de Mayo, e inquietos como estábamos porque no se nos malograse el
tiempo y el trabajo dcl puente, resolvimos salir de nuestro escondrijo pa-
ra dar la última mano a una obra de tanta necesidad.

Dfectivamcnte, el día 30 del referido mes partieron para sabanilra


unos cuantos peones capitaneados por el R. P. Solano acompañado del

223
hermano Andrés Miranda.. Diéronse todos tanta prisa que en unos cuan-
tos días en que las aguas dieron alguna tregua, dejaron terminada la obra.
y el puente expedito hasta para el tránsito por él de bestias de carga. Pri'
mero acabaron de volar una peña que estorbaba la entrada por el lado de
allá, cubrieron luego los maderos o vigas que forman el puente con und
capa de palos delgados puesto al través y después con otras capas de paja,
cascajo y arena; terminaron una senda y atajo a estt'lado del rÍo, que par-
tiendo desdc el puente, elltlereza el canlino y evita una de las malas cues-
tas llalnada el Soñadcro, y ulla ve'z terttriltados estos trabajos se rcgrcsa-
ron todos al pueblo el dorttingo pasado, l0 del presentc;mtty satisfechos
por su¡rucsto, aunque tan nrojados llcgarou c¡uc dabatt lástinta. Loatlo sca
Dios qur. ya teltcrnos la vía cxpedita ¡rara Loja. sin c'l tcrttor al rnctros por
ahora. de que nos ataje el río coltro antes cot't frecuencia sttcedía.

Poco a poco coll cl favor de Dios y si la Misión sigue adelatrte. irc-


mos haciendo lo denrás a fuerz-a de econonlías por supuesto. y de no pc-
qucños sacrificios, penalidades y trabajos.

Tanlbién la casa nueva está al concluirsc, aunque ya hace algitn


tiempo clue así inconclusa y totlo, vivimos en ella y abanclonatnos el pe-
queño e incómodo rancho que V. P. hizo constrt¡ir para morada provisio-
nal dc los Misioneros. Terreuros actualnreute u¡l nraestro carpitrtero veni-
do de Loja. el cual nos hacc pue'rtas y ventanas, tnesas y bancos y otras
cosas nccesarias: corno no ticne oficiales ni aprendices. nosotros lc ayu-
clantos en calidad de tales. y a fuerza de pr/tctica en escoplar, a cepillar y
airn aserrar, ya casi nre glorio de haber salirlo lnedio oficial. Por supueslo
que rnicntras tanto duernren para ntí los libros, puc's el mucho trabajo
material en dicho oficio y en otros setne'jantes no lltc dejan tiernpo librc
para sacudirles el polvo y hojearlos.

Como en estos días he recibido la carta de V. R. en que por razón


de los Capítulos Guardianales de Arequipa, Cuzco y Ocopa no podrá pa-
sar a Quito tan pronto como habíamos acordado y convenfa y me deja
en libertad para que yo, si lo juzgo conveniente, me anticipe a marchar
a aquella capital para lograr el tiempo del Congreso y agenciar ante el
Parlamento de la Nación los asuntos referentes a nuestra Misión. he creí-

224
do oportuno emprender mi viaje a mediados del entrante, si Dios perrnite
concediéndome buen tiempo. Como el Congreso se ha abierto el l0 de
este mes y dura más de dos meses, espero que llegaré a Quito en buena
oportunidad. Aunque hubiese intentado salir antes, me hubiera sido im-
posible por el estado lamentable e intransitable de los caminos' puentes,
rlos, etc., etc. Antes de marchar deseo se celebren aquí las fiestas de la
Patrona del pueblo la gloriosa Santa Rosa, anticipándole algutros días, asi
como en el año pasado le postergamos lleses. y con dicha fiesta hacer las
bendiciones, así del puente como de la casa nueva y denrás que s€ ofrez-
can, para mayor solemnidacl de las mismas, hemos invitado al M. R. P. P.
Guardián de Loja, quien previamente avisado aceptó gustoso el convitc y
hemos fijatlo el 8 del entrante Julio para la cc'remonia religiosa. Quiera el
Cielo que el Cóndor se muestre bertigno al pasar por él dicho P. Gttat-
dián con la comitiva que traiga.

En estos días hemos recibido también una carta del R. P. Francis-


co Matana, sacerdote superior de la Misión Salesiana cstablecida en Gtla-
laquiza: el portador del correo ha sido el andariego jíbaro Santiago San-
do. En dicha carta nos manifiesta el Padre deseos de venir a pagarnos la
visita que el año pasado les hicimos allá. y dice que tal vez venga a pasar
con nosotros la fiesta de Santa Ana. Para el efecto nos pide datos sobre'
que se tarda en recorrerlos, etc.,
.el camino que aquí cotrduce, los días
y
etc., también que le mandenlos gramática, diccionario y otros escritos
sobre la lengua jíbara, si los tenemos. En cuanto al canlino no ltay cosa
más fácil que decirle como han de hacerlo: basta meterse en ulla canoa,
tripulada por tres o cuatro salvajes, ofreciéndoles pagarles un hacha y ma-
chete a cada uno, o lo que pidan. y luego surcar el río agua arriba y esta-
rán en el viaje los días que plazca a los rellreros, pues los jfbaros tienen la
gracia de andar cuando quieren y pararse donde se les antoja, y si de re-
pente se les mete en la cabeza decir -de aquí no paso- no hay santo que
le haga mover y le dejan a uno plantado quedándose ellos tan frescos.

Respecto al diccionario jlbaro, gramática, etc., etc-, ya es otra


cuestión: en verdad que nos propusimos como era natural, hacer algún
trabajo sobre este idioma estrafalario, y aún comenzamos el vocabulario,
pero nuestfos m€jores deseos se estrellaron contra la indolencia inexpli-

2215
cable de estos salvajes

cuando se llegaba al pueblo alguno de aquellos que entiende mejor


el español y que la chapurrean un poco, les preguntábamos algunos signi-
ficados, pero nos los dicen de tan mala gana, se fastidian tan pronto de
que les pregunten con el achaque de que les duele la cabez4 que no hay
medio de seguir adelante en la l'aena. Llegué a pagarle a uno de ellos una
camisa y pantalón para que se quedase una semana en la casa y nos ense-
ñase algo de sr.r idioma: aceptó el taimado el contrato, pero apenas se vió
con las prendas de ropa, fuese para no volver. A este paso creo que tartla-
remos en aprender la lengua jíbara tanto por lo nlenos cuanto tardarán
ellos en hacerse cristia¡los. cosa que según parece irá bastante clespacio.
No lo pcrmita Dios.

Ya es hora cle quc lc diga algo de sus tarr quericlos salvajcs.


¡Ay pa-
dre mío! Estos bestias angelitos ( cólno llanlarlos pues ? ) nos llevan dc
desengaño en desengaño, casi a la total clesconflanza de su conversión.
como V. P. habrá observado, nuesh'a presencia aquí en zantora no les ha
sido el menor rbstáculo para que fuesenasusnefandas correrías a hacer
las matanzas y carnicerias de que le he hablado en mis anteriores. y si no
fuese nrás clue esto todavía, paciencia. Lo peor tlel caso es qrrc una vez se
vieron enriquecidos con sus apetecidas zanjaso cabezas disecadas, objeto
infame de sus fiestas y del nrás infame de los comcrcios, vinieron a in-
quietanros a los jibaritos que estába¡nos educando con tanto anhelo, aun-
que co¡r muy escaso fruto, y no pararon hasta llevárnoslos todos unos
tras otros, para no mandarlos tal vez nunca más. sí. ya hace más de dos
meses que nos he¡nos quedado completamente huérfanos tle salvajitos.
quienes de fiesta en fiesta han estado y están hasta la fecha presencianclo
y tomando parte activa en los soeces escándalos de borracheras, glotone-
rías, bestialidades y otras mil salvajadas propias de esas bacanales del in-
fierno. Ahora nos aseguran algunos que los chicos no volverán más, por-
que el perverso del viejo Bombachi les ha hecho creer que queríamos lle-
varles amarrados a Guayaquil. ¿Puede concebirse embuste más satánico?
Además, unos cristianos que han tenido er necio placer de ir a presenciar
las lindas fiestas de estos bárbaros, han venido con la noticia de que los
jíbaros están bravos contra nosotros, y que durante la orgía se lesoía gri-


tar: -Padre no bueno;Angelo no bueno: Padre mentiroso;Angera, idem,
y así por el estilo nos iban prodigando otros piropos.

Ya vé pues Padre mío, cuanto por ahora nos quieren y adoran es-
tos angelitos; es cosa que asombraría, si no fuese sabido, que el carácter
como esencial del salvaje es la indiferencia, el desdén y la más negra in-
gratitud. Al mismito Chiura, de V. P. tan mimado, se le ha oído decir
también: -que se vayan los Padres, si quieren, que yo no atajando: de
qué sirven los Padres, etc., etc. Ya vé V. P. si es o no pedir peras al olmo.
Sin embargo, aquí nos tiene esperando que V. P. venga y vea o haga lo
que mejor le parezca de nosotros y de la Misión ingrata que nos conliara.
¡Quién sabe si viniendo vuestra P. habrá aquí algún Chiura: icuando Pa-
dre Vidaro viniendo? Asi que es necesario hacer un esfuerzo para venir a
visitar y pasar una. temporadita en esta su conocida y tan querida nlonta-
ña. Nos refirió también el citado salvaje que acababa de morir su ltijo rna-
yor Juan. y que mucha pena teniendo por él y que habían rnuerto tam-
bién un chico de una de las mujeres gue están con é1, más un tal Invicti.
Nosotros, en estas muertes inesperadas y tan frecuentes vernos un parti-
cular castigo de la Providencia por los asesinatos que acaban de perpe-
trar: ellos no ven rnás que brujerías, pues a la superstición atribuyen to-
das sus desgracias. Sabido es, entre los jíbaros se entiende que ellos son
inmortales: uluc'ren sí, corno todo nacido de mujer, pero es porlasmaldi-
tas arañas o espinas que les meten en el cuerpo, o en el alnta, que para
ellos lo nrismo dá, que si no........ piedra parejo, es decir invulnerable co-
mo un peñasco que ni enferma ni muere. A propósito de esta torpe creen-
cia, me decía el jíbaro Tibi, antes que se nos llevara dos simpáticos hijos
que nos había confiado: -yo los voy a llevar para que tomen huando, zu-
mo de tabaco y no sé que otros brevajes, para que no se mueran como
los cristianos. Y añadía: yo mucho miedo teniendo si mío hijo cristiano
siendo, porque cristiano mueriendo, jíbaro no muriendo. Y son tan tor-
pes, que no ven que en todo el tiempo que aquí estamos sólo han muerto
dos cristianos, mientras que jíbaros han muerto, Cuji, Mamata, Cataneo,
Juan Chiura y otros que no recuerdo, más una porción de criaturas pe-
queñas. Pero ¡vaya a tratar de convencerlos que no tienen razón! con de-
cir ioh jíbaro mucho sabiendo,'mucho sapituro o mucho sape, que todo
quiere decir lo mismo, lo cornponen todo. Con que, Padre mío, o los jí-

227
baros tarde o nunca se cenvertiran, o poco o nada sabiendo, su afmo. s.
y S. S. hermano en J. C. p. s. m. b.- Fray Luis Torra.

Loja y Zatnora ( Ecuador ) abril de 1896.

El pensamiento culminante de nuestros jíbaros es la guerra: su


ocupación principal después de procurarse el sustento preciso, consistc
en tener sus lanzas bien afiladas para atacar a sus enemigos o defenderse
de sus ataques. Rara vez cae de sus manos esta arma terrible vayan a tlon-
de quieran, aunque no sea nrás que a-seis lnctros de su casa o choza. sie¡l-
pre la llevan consigo, y sir.rnpre se ejercitan en su manejo, pucs sabcr.r
muy bien que a dontlc' quieran y cuando nlenos ¡ricnsen han clc encon-
trarse con algún encrnigo en acccho para quitarles Ia vida. sus variadas y
arriesgadas supersticior.res sor'r la causa dcl sobresalto en que vivcn y que
de noche y de día estén sotrre las anrtas. Se descncadella una tenrpestatl.?
¿Las tlubt:s clectrizadas al despedir sus centellas dcjan oir sus tb¡niclablcs
truenos a nlanera de dcsaforados gritos.....? ¡pues bieu.....! obscrva el jí-
baro el lado ¡ror tlonde se fonna la tormenta, y sin más concluye que los
salvajes qlre nloran en aquella dirección están enemistados con ellos y tra-
man alguna conspiración ¿se enferman o mueren los perros, las gallinas,
los cerdos u otros animales.....? Ya dan por cierto que tal o cual jíbaro se
los ha brujeado. ¿Enfernra o nluere algún miembro de la fanrilia, aun([lc
sea de una desgracia casual, o de una edad avanzada....?
¡No importa: el
fulano ha nluerto de brujerla. aunque un árbol ro haya aplastado, o una
víbora lo haya mordido, o se haya ahogado en er río, o el peso de los
años lo haya arrastrado al sepulcro.

Teniendo en cuenta ese cúnlulo de supersticiones y vanas crccn-


cias, se comprenderá fácilmente el porque siempre vive receloso el uno
del otro, de un modo especial a los que ejercen la profesión de brujos, y
estos han sido la causa de los varios asaltos y sustos consiguient"i que
han dado por aquí los jlbaros de otras regiones o tribus. Hará de un año
que nuestros salvajes del Yacuambi estaban en el Zamora, rlo abajo, ocu-
pandos en la recolección del cacao de unos cuantos árboles. retoños sin
duda de los que dejaron los antiguos españoles que moraban en estos pa-
rajes, cuando un taimado les dió el aviso de que venían los logroños a ma-

n8
tarlos, no solo a ellos sino a los Padres y cristianos' Según después averi-
guamos esta noticia fue falsa y sólo dada con el objeto de impedirles si-
guicse'n cosechando el cacao. Sin ernbargo. los indios dieron fácilme'tltt¡
crédito a aquel enlbustero, tanto más, cuanto no era aquella la printcra
vez que'les habían atacado sus contrarios, queriéndoles ntatar un fallroso
brujo de su familia. Era éste un tal C'halnico, ntuy dicstro, dccían, crl pr1;-
fesión de sacar espittas y arañas hasta de las raíces dc las tlrttelas. y t¡ue ltlt
mut'rto hacc poco. sitt t¡ue su cicncia y pericia Ic ltaya aprovecltltlo a ól
mismo que ha fallecido a consecuencia dt'un asqueroso clllrcr'r. (ltlc l)atl-
latinamente le devor(r la carne, ¡rariz.. cucllo y gargartta.

Dejaron pues los Yacuanlbis su coscch¿t. y a lotlcl corret'ritlicrotl lt


clarnos la alarntante noticia. Comolosvinros tan altr<lr<ltados y t¡ ttc ttt trtt
motncnto l¡allclaron ltoetas por t<ldas ¡rartcs retutidos ttltltls ltls jíbartls
del contorno. y que peroraban con todo ardor: artllátrtlosc al cottlbltlc.
nos indundieron algútn tenlor y nos prcparal¡1()s tarllbiérl. pot kr (lttc l)l'l-
diera suceder. Yo nle hallaba en aquel elltoltces en Yacuan¡bi tlubajirrrdo
en la casa convento que hace poco hemos concluíd<t trrara nttcslra residcll-
cia. Mandé urta posta a la otra residencia clc Sunta Ana clc Zanlola. grdc-
nando <¡ue sin pú.rdida cle ticnrpo bajascrt a nttestrtt atrxilio ltldos los
hourSres de arrnas tolnar. quedando solo lcls ¡trccistls ¡rara la dt'fcltsa de
Sallt¿r Ana y protcgel nuestra retirada c¡l caso tlc tttl fracltso.llltjlrotr ltl
otro tl ía cinc6 o seis Ionrbrcs arnrados. acontpañados clel l)adrc (lottzÍt-
lcz, quicngs sc cncontraron con los indios salva.ies dc Yacttantbi clt la cotl-
fluencia de este río con el Zanrora, y allí juntos pasarolt la Iroclle'sill ttt-l-
vedad, y a otro día, enterados de la patraña que había cattsaclo at¡uclla
alarma, totlos volvieron tranquilos a sus respc'ctivos ltogares.

Estos movimientos bélicos, aunque lrlotivados por falsos rtllllol'cs,


no dejan de producir buen efecto, ya quc así se enteran los cotrtrarios de
que vivimos alerta y contart-tos con valor y recursos pana haccr freutc a
cualquier ataque.

Al fin con la muerte del referido brujo Chamico se calmaron los


ánimos de los logroños, y clesde entonces cornenzaron a llegar a nuestros
oídos diferentes rumores de que dichos logroños ya no eran enemigos si-

229
no amlgos y que querian venlr a conocernos y entablar con nosotros bue-
nas relaciones. Hace unos tres meses que se confirmaron estas
noticias
con la venida de los antes tan temidos salvajes. En número
de doce capi-
taneados por su cacique Antonio, anciano de 7o a g0 años, y guiadpl
por
un salvaje del Angaviza, se presentaron en zamoray se admiraron
rnu"ho
al ver por primera vez a los Padres y cristianos. pronto empero se
familia-
rizaron con nosotros.u con mucha franqueza comenzaron sus peticiones.

¡Ah! decfan elros por medio del interprete, jíbaro rogroño mucho
pobrecito, c,,lztn no hay.camisa,-no hay macñete yiuchillo'no
hay; nada
tenendo, mucho pobrecito siendo. so-bre todo nos ponderaron
er gran
trabajo que les daba el encender el fuego y para mejor impresionarnos
a
su favor, nos enseñaron prácticamente su sistema, sin duda primitivo.
er
cogieron un palito de unos 30 centímetros de largo, le redond"earon
en
una de las extremidades, y aplicándolo a otro palo más grueso
de madera
fofa, en el que practicaron una pequeña hendidura, aor.nruron
la opera-
ción, frotándolo co' ambas manos hasta que el contínuo roce llega
a ca-
lentar los palos, pero no a inflamarios. con esta estratagema consiguieron
les diésenlos eslabon o mecheros y además calzón, aan,iru.
cuchiilo, ma-
chete, agujas, anzuelos, pañueros, etc., etc., con lo cual quedaron
conten-
tos, aunque no satisfechos, porque esto es imposible.

Ya se sabe que en tales visitas no se olvidan de la barriga, y jíba-


er
ro es exigente, pues aunque no entiende de salsas y delicadezas
come to-
do el día como el puerco. se despidieron, porque ya se agotaban
nuestras
provisiones de boca, y nos dijeron que avisarían
a las tribus vecinas, que
Padres muy buenos siendo, camisa dando, machete dando,
todo dando,
para que salgan también a visitarlos, para asediarnos
otra vez con peticio-
nes ¡Qué desgracia que no se trasluzca siquiera una señal de convenión,
que es lo único que deseamos!

zro
INFORME

SOBRE LA MISION DE ZAMORA, QUE F]I,

SUPERIOR DE LA MISMA PREST]N I'A AL


M. R. P. COMISARIO GENERAL CON ET, OBJETO

DE QUF] I]S1'A LO EI,EVF] A ROI\{A


1896

231
Informe sobre la Misión de Zamora,
Noviembre 1ó de 1896.

M. R. P. Fr. Bernardino González.Comisario General del Peru.


Ecuador y Colombia.

Muv R. P. Comisario:

Por ser V. P. M. R. recientemente elevado al cargo de Comisario


General de nuestros Colegios y Misiones, le es necesario para la buena di
rección de los mismos tener noticias exactas de ellos. Por tanto, yo co-
mo Superior de la Misión de Zamon me creo en el deber de infor¡narlo
minuciosamente del estado actual en que ella se encuentra, de sus progre-
sos desde su fundación y de las esperanzas de nuevos adelantos para su
porvenir.

La Misión de Zamora, es decir al pueblo de Santa Ana en donde te-


nemos nuestra Residencia, se halla situada al oriente de la provincia de
Loja en el Ecuador, y a la distancia de más de tres jornadas de la capital
de dicha provincia. La fundación de la referida Misión, o sea su adjudica-
ción a los Religiosos de nuestra Orden y esta Comisaría, data de los últi-
mos años del período en que fue Comisario el M. R. P. Fr. Leonardo Cor-
tés, siendo Presidente de esta República el Excmo. Sr. Flores. Este Ma-
gistrado de la Nación había solicitado y conseguido de la Santa Sede que
en la región oriental y salvaje de esta República, se estableciera cuatro
Vicariatos Apostólicos: el de Napo, el de Macas y Canelos, el de Mendez
y Gualaquiza y el de Zamora, adjudicados respectivamente a los PP. Je-
suitas, Domínicos, Salesianos y Franciscanos. A nosotros pues nos tocó
en suerte la Misión de Zamora.

La Sagrada Congregación de Propaganda en vista de los piadosos


deseos del Excmo. Sr. Flores, se dirigió a nuestro Rmo. P. General para
que viese si los Religiosos de su Orden en la Comisaría del Peru etc., po-
drfan hacerse cargo de la mencionada Misión. El P. General se dirigía al
M. R. P. Comisario Fr. Leonardo Cortés, para que este informase sobre el
particular y pudiese así proceder, en negocio tan serio, con conocimien-

,92
tos de causa. El P. COrtés en,cumplimiento de este superior mandato, co-
misionó al R. P. Fr. José Vidal, su secretario, pafa que se constituyese en
el lugar en cuestión, explorase por sí mismo aquellas regiones, averiguase
el estado y número de sus moradores, y recogiese en fin todos los datos
necesarios, a fin de poder remitir a Roma un informe circunstanciado' se-
gún se pedía. Es de suponer de la pericia del referido Padre comisionado
que procedería con la prudencia, oordura y diligencia que su encargo re-
querla, y debe también darse por supuesto que su informe fue favorable'
puesto que debía servir de base a nuestros Prelados para que aceptasen o
rehusasen hacerse cargo de dicha Misión, Vicariato o Prefectura Apostóli-
ca.

Fue en efecto aceptada la Misión, y al referido P. Vidal le tocó


también el tomar posesión de la misma y establecerla definitivamente.
Habiendo él sucedido al M. R. P. Cortés en el cargo de Comisario General
fue uno de sus primeros pasos dirigidos a Zamora, con el personal necesa-
rio para dejarlo al frente de la Misión. Llevóse pues consigo a los P. P.
Antonio Larrea, y Francisco s. Pascual procedente de Arequipa; y al P.
Antonio González y al lego Fray Fra¡cisco Carrera, ambos de Quitg. Lle-
garon a Zamora construyeron ulla casita y capilla provisionales, dieron
principio al trabajo del camino hácia Loja, trabajo que se abandonó luego
R' P. Vi-
.por falta de recursos. Después de haber rnorado el P. Comisario
y
dal algunos fneses con los P. P. mencionados señalándoles la nonna de
conducta que hablan de observar les dejó de Superior Provincial al P. La-
rfea y regresó a Lima, a donde llegó el día de Pentecostésdel año 1892.

En aquel entonces estaba yo recién llegado de España y me hallaba


afiliado por segunda vez al Colegio de Lima. Suponiéndome el P. Comisa-
rio con alguna experiencia acerca de las Misiones de infieles, por haber es-
tado una temperatura por los años de l88l y 1882 en las que los P. P. de
ocopa tienen en el ucayali, y conociendo que yo no tendría repugnancia
en consagrarme de nuevo y esta clase de trabajos Apostólicos, procedien-
do en conformidad con las facultades extraordinarias que para el caso le
había conferido la Sagrada Congregación y el' Rmo. P. General, se dignó
honrarme con el cargo de Prefecto Apostólico de la Misión de Zamora.
Advertiré de paso que transcurrido algún tiempo la Sagrada Congregación

233
en la resolución de algunas consultas que el p. comisario le había dirigi-
do, decretó que hasta tanto que la Misión de Zamora no corriese a cargo
de algún colegio de la comisaría en conformidad con
lo dispuesto en el
lreve Piano "Apostólica sedes" er superior no tuviese er títuro depre-
fecto, sino simplemente el de superior; pero con todas
las atribuciones,
facultades y prerrogativas de que, según.l Breve gozan los prefec-
tos. "¡tudo

Apenas recibí mi nombramiento, a principios de


Agosto de rg92
empredí mi viaje al Ecuador y a ra provincia de Lo¡a, y de
ailí en ra pri-
mera oportunidad entré en zamora. No tardé .n ,..ibii.i primer
desen_
gaño acerca de las muchas ilusiones que
me había formado. se me había
hecho creer que la nrisión estaba bien rentada por
el Gobierno; pero al
hacerme cargo de elra, no encontré ni fondos
ni provisión arguna de los
muchos objetos que se necesitan para la conquista
de esta
jes' Por este motivo, poco "l;.;;;;;:
después de mi arribo, me ví en ra imperiosa
necesidad de emprender er rargo viaje a
euito, capitar de esta Nación. pa-
ra esponer ante el Gobierno nuestia situación angustiosa,
las graves y ur-
gentes necesidades de la Misión que
demandaban pronto y eficaz reme-
dio. Por fortuna mía tenía que tratar con un Gobierno
catórico y anima-
do al parecer, de los rnejores deseos en órden a apoyar y
favorecer ra bue-
na obra iniciada por su antecesor. Fuí, pues, muy
bien recibido, y ante el
sr. Presidente D. Luis cordero y sus Ministro. er objeto de mi via-
je. Se convino desde luego en remediar lo "^pur"
más urlente y p"ru er objeto se
me proporcionaron bestias de silla y de carga y
se nombró un comisario
de Policía con doce vigilantes, quienes ante el Gobernador
de la provin_
cia de Loja tenían que firmar una contrata por
la cuar se comprometÍan
el comisario a Servir de mayordomo y ros vigilantes
de peones de la Mi-
sión' Esto era lo mejor, pues con semejantes auxiliares ya podríamos
edi-
ficar casa y capillas, rozar terrenos, sembrar huertas, abrir'trochas,
poner
puentes' mandar postas a Loja en busca
de lo necesario, y hacer sucesiva-
mente cuantos trabajos se ofreciésen. con tales
operarios, pagados por la
Nación, con los tres mil soles anuales de renta que
del producto de la
venta de pólvora tenía que pagarnos el Gobierno,
con los ,i"r, p"ror rn"n-
suales que rinde er alquiler de una cobacha
del convento de San Francis-
co de Quito. producto asignado por et p. comisario
de ra Misión v con el

8r
estipendio de las misas y algunas otras limosnasqueyohabfaadquiridq,
podía contar la Misión eon una entrada anual de unos seis mil soles; base
suficiente, sino para hacer prodigios, al menos para comenzar a trabajar
con algún provecho. Pero no es lo mismo prometer que cumplir. Al poco
tiempo la Guardia de Policía fue reducida a la mitad de su insignificante
personal; después dejaron de pagar con regularidad a los vigilantes que
habían quedado, hasta que suspendieron del todo el pago y se deshizo la
tal Gua¡dia, luego la venta de la pólvora no produjo lo suficiente para cu-
brir el presupuesto de Misiones, y apenas si percibíamos la mitad de lo
asignado; hasta que hace más de dos años que no nos dán un centavo: y
en fin se ha dejado de cobrar tanrbién los del arriendo de las covachas de
Quito; de modo que nuestra pretendida renta se ha visto reducida a la na-
da. sin embargo esto no nos habría arredradopueslaprovidencianoestá
sujeta a la volubilidad humana y cuenta con infinjtos recursos para soco-
rrer a los que en ella confían; y así nos han venido con:lo a las manos, au-
xilios de donde menos esperábamos. No ha sido por tanto la falta de fon-
dos la causa ni única, ni prirrcipal <ie los pocos o ningún adelanto en
nues-
tra labor, sino lo que ya paso a indicar.

otro de los desengaños que experimenté y ha' experimentado


conmigo cuantos han conocido la Misión <Je zamora, es la gran escasez de
salvajes que hay allí. Yo me había fonnado la ilusión de que
en el territo-
rio de nuestra jurisdicción habría unos diez mil, o siquiera cinco mil jíba_
ros, más en los cinco años que estoy allí he adquirido la convicción
de
que hasta la última cifra es sumamente exagerada.
conocemos personal-
mente casi a todos los salvajes que viven en las riberas de Zamora y
sus
afluentes Yacuambi, Nangariza, hasta su confluencia con el Bomboisa,
que es hasta donde por este lado y por decreto pontificio,
se extiende
nuestra Misión y todos juntos forman muy escaso número de
familias.
Las tres primeras viven a una, dos y tres leguas distantes
de nuestra resi-
dencia; la otra vive a unas cuatro leguas; siguen después
unas cuatro o
cinco familias establecidas en el río yacuambi; esparcidas en
el trayecto
de una larga jornada por dicho rio, cuya confluencia con el
Zamora dista
unas diez leguas de nuestra vivienda. La boca del Nangari
za distará por Io
menos, otras diez leguas de la del yacuambi, y en él tienen
sus chozas
otras cuatro o seis familias distantes una legua por lo menós,
una de otra.
surcando dos días pl Nangariza se halra una trocha o estrecho sen-
de¡o abierto por los indios, que conduce a la tiena donde residen los jí-
baros Logroños. Creo que es a las dos o tres jornadas que se halla su pri-
mera choza, y después y a considerable distancia, según costumbre de los
salvjajes, otra y otras hasta el número tal vez de diez o doce. De estos jl-
baros Logroños dicen los del Zamora que son numerosos como las hormi-
gas; pero ya hemos decifrado esta hipérbole. Como el salvaje sólo sabc
contar hasta diez y esto no todos, cuando pasa de esta cantidad o dc
veinte, total de los dedos de manos y pies, ya dicen que son innumera-
bles. Esta prueba la hemos confirnlado repetidas veces pasada la emboca-
dura de Yacuambi y siguiendo el Zamora, se encuentra a la distancia de
muchas leguas, otras ocho familias muy separadas entre sl' Finalmente',
habrán a lo sumo otras tantas en un lugar llamadoPachicusa,nomuydis-
tante del Bomboisa y Gualaquiza: MisiÓn como dije al principio de los
P. P. Salesianos. Resttlta pues un total de cuarenta o cincuenta familias; y
dando a cada una de ellas, por ténnino medio el número de diez indivi-
duos, el doble del que se asigna a las familias civilizadas, una poblirción
de unos cuatrocientos o quinientos individuos, diseminados en ltna mul-
titud de leguas de terreno.

No es esto todo. Quinientos individuos entre grandes y chicos, en-


tre ancianos que ya están con un pié en el sepulcro y niños que acaban de
nacei, algo es, y en su conversión estaría bien empleado el celo sudores y
fatigas y aún la vida, no digo de cuatro misioneros, sino de una docena y
aún más. ¡las almas costaron tanto al Divino Salvador que quinientas de
ellas, y aún una sola no es de desperdiciar, por más que sea la de un salvaje!

Pero hic labor, hic dolor! Es tal.el carácterdel jíbaro, que al cottt-
prenderlo se me desvaneció mi postrera y más halagueña ilusión, esto es,
la esperanza de reducir tarde o ternprano, a la fé a aquellas pobres gentes.
Hace más de trescientos años que se descubrieron y qonquistaron estas
tierras y sus salvajes, y desde entonces Dios sabe cuantos y cuán diversos
Misioneros han intentado la reducción de los jíbaros, pero todo en vano
como lo atestigua la historia. Sí, repito, es tal la condición del jlbaro,
tanta es su indiferencia con respecto a Religión, ( no conoce ninguna ),
son tantas, tan variadas y bárbaras sus supersticiones, y se hallan tan afe-

236
ffadOs A ella, yiven tan manpomunados y proceden tan deacuerdo en to-
d¡s sl¡s extraviadas determinaciones, que a no ser por un gran milagro de
la Omnipotencia Divina, no creo llegue a convertirse ni uno, grande o chi-
co. Hablo después de tres Siglos de experiencia ajena y más de cuatro
años de propia.

Me resta referir a la ligera nuestros pequeños trabajos desde que se


abrió la Misión, y los resortes que hemos tocado y los medios de que nos
hemos valido, con el fin de lograr nuestro objeto. Durante algún tiempo
y siempre que los jíbaros venían a visitarnos ( y lo hacen con alguna fre-
cuencia para pedirnos algo ), no perdíamos ocasión de predicarles, acon-
sejarles y comunicarles se hicieran cristianos, explicándoles de mil mane-
ras, que este era el único objeto de nuestra ida y permanencia entre ellos
les pedíamos mil veces nos entregasen sus hijos para que nosotros pudié-
r¿unos, no solo instruirlos, sino también vestirlos y alimentarlos; y sobre
todo lo que con más empeño les inculcamos es que formen pueblo o ven-
gan a establecerse cerca de nosotros para que ellos les sea más fácil visitar-
nos y puedan mandarnos sus hijos a la escuela. Les amenazamos con reti-
rarnos y abandonarlos del todo sino tratan de acceder a nuestros justos
deseos y demandas, pero todo es en vano. Y es que no dejan de sentir
nuestra separación cuando se realice, siquiera porque no tendrán enton-
ces la oportunidad que tienen ahora, de proporcionarse herramientas pa-
ra el trabajo, y otras cosas que necesitan, y carecerían de nuestra sombra
que no deja de serles útil contra las contínuas amenazas de otros jíbaros
sus contrarias; pero son capaces de sacrificar esto y mucho más antes que
dejar sus costumbres salvajes y bárbaras: y sobre todo antes de preocu.
parse por abrazat alguna religión.
¡Qué empecinamiento tan desgarra -
dor!

No obstante lo dicho, el lo. de Noviembre de 1893 tuvimos el


consuelo de que dos chicos se rindieran a nuestras reiteradas instancias y
conviniesen en quedarse en nuestra casa - Misión. Les limpiamos la cabe.
za, los vestimos, y comenzamos con ellos nuestro ministerio. A los pocos
dlas siguieron su ejemplo algunos otros que a la vuelta de un mes creo lle-
garon hasta doce. ¡Hermosa cuanto inesperada conquista! Mas cuán
pronto nos habrfa de proporciona¡ otro y más cruel desengaño. En efec-

8!'
caricías, y
to, prestó se cansaron aquellos salvajitos de nuestras paternales
Uqió tos más frfvolos pretextos fueron uno tfas otro desertando de nues-
tra casa, sin que jamás ni ellos ni otros hayan querido volver a nuestfo lA-
do para vivir con nosotros de un modo estable. Pensamos entonces (y an-
tes también lo habíamos pensado ), que si pudiéramos establecernos más
cerca de ellos, de modo que nuestro contacto fuese más inmediato, y más
contínuo nuestro trato, obtendríamos quizas mejores resultados. Mien-
tras acariciábamos este nuevo plano, llegó el tiempo de la celebración del
Capítulo Guardianal en el Colegio de Loja, y con este motivo pasó allí
nuestro P. Comisario, y de Loja se trasladó a Zamora. Le expusimos
nuestros intentos, y no solo los aprobó, sino que los pusimos inmediata-
mente en práctica. Estábamos en Diciembre de 1894. Nos pareció que
Yacuambi era un punto relativamente céntrico de la jibaría, y que esta-
bleciéndonos allí, no solo podríamos atender a los salvajes residentes en
dicho río, si qué también podrían con facilidad írsenos allegando los que
moran en Cumbaraza, Suapasa, Nangariza, Pachicusa, etc., etc. Dirigimos
pues Ia canoa hacia el lugar citado y después de vencidas algunas dificul-
tades, suscitadas por los mismos j íbaros les compramos una vieja choza y
su huerta contigua, y establecimos definitivamente allí nuestros reales,
sin dejar por eso la residencia de Zamora. Para esto contaba con el nuevo
personal que el P. Comisario me había proporcionado: el R. P. Pedro
Echeverría y los Hermanos Andréé- Miranda y Cornelio Santa Cruz; fue-
ra del hermano Antonio León a quien yo vestí el hábito. El P. Larrea ya
hacía dos años había sido nombrado Guardián del Colegio de Arequipa;
y el P. Solano Pascual acababa de serlo del de Loja: en sustitución de
aquel vino el P. Pedro;y el Padre Francisco Cheesman sustituyó al segun-
do. Eramos pues, cuatro Sacerdotes y otros tantos Hermanos para divi-
dirnos por mitad en ambas Residencias. Arregladas asl las cosas el P. Co-
misario regresó a Lima. Yo procedí inmediatamente a la apertura del ca-
mino de Zamora a Yacuambi, trayecto de unas ocho a diez leguas, y a la
construcción de la casa, capilla, huertas, etc., etc., en la nueva residencia.
Ya casi teníamos terminados dichos trabajos y hasta funcionaba alll una
diminuta, abigarrada e intermitente escuela cuando las fiebres palúdicas
que atacaron con fuerza a cristianos y jíbaros, nos hicieron abandonar
con gran sentimiento los trabajos y sudores de un año y algunos meses.
Nos obligó a tomar esta resolución, tanto lo insalubre del lugar. que iba

ü,
poco a poco minando la salud de los Misioneros, cuanto que por la mis-
ma causa no asistlan los jíbaros a la escuela, y aún nuestras vidas se halla-
ban amenazadas por la estúpida supenticiÓn de los indios que decfan sin
rebozo que nosotros habíamos introducido la enfermedad.

Nos faltaba aún emplear otro medio, que casi siempre suele dar
buenos resultados, y era el de asociar a nuestro apostolado al de algunas
Señoras respetables, que investidas con el hábito de Terciarias procurasen
hacer entre las jibaritas, lo que nosotros intentábamos, en vano, con los
varones. El P. Comisario en su última estado enZamota aprobó este pro-
yecto que yo enseguidatraté de ponerlo por obra. Para el caso contaba
con dos Señoras de Loja, ambas Terciarias Franciscanas de edad madura
y virtud probada que hacía tiempo ansiaban trabajar en la conversión de
los salvajes. Las llamé pues y aunque a la una se le opuso su familia, la
otra no titubeó en emprender el viaje acompañada de otra Señora en cali-
dad de sirvienta. Les alisté una casa aparente y comenzamos a divulgar
entre los jíbaros el objeto de haberse establecido allí aquellas Señoras.
Tiempo y trabajo perdidos, y desenlaño, pues en más de catorce meses
que permaneció en Zamora dicha Terciaria, no pudo ensayarsucelo ni
con una jibarita siquiera. Si los Padres se resistieron a mandarnos sus hi-
jos, hicieron, si cabe, más resistencia las madres en desprenderse de sus
hijas. No tuve pues más remedio que devolver a Loja aquella Señora, para
que no siguiese inútilmente sufriendo las privaciones y desamparo de la
Montaña.

Tal es a grandes rasgos el resumen de nuestras labores en el desem-


peño de la Misión confiada a nuestros cuidados cuyo resultado es ver
nuestras esperanzas fallidas. Apesar de cuanto llevo expuesto, serla de de-
sear, que antes de elevar este mi humilde informe a la Sagrada Congrega-
ción de Propaganda Fide, o al Rmo. General de la Orden, para que en su
vista se provea lo más conveniente a nuestra Misión, serla de desear digo,
aguardar brillen con más fulgor o se apaguen del todo los rayos de luz,
que son como los últimos destellos de la mo¡ibunda esperanza que aún
abrigamos, con relación a la espiritual conquista de los jíbaros.

Digo espiritual, porque la material ya la ha realizado hace tiempo

ars
la propia conveniencia dq los mismos salvajes. como ellos necesitan ar-
mas pÍua su defensa y manutención, herramientas para sus trabajos, vesti-
dos para cubrirse, etc., etc., y comprenden que estas cosas sólo se las po-
demos proporcionar nosotros y los cristianos que nos acompañan; y co-
mo saben también o temen al menos que si cometen alguna extorsión
con nosotros el Gobierno puede mandar soldados para castigarlos; estos
motivos los contienen y los hace sociables. En consecuencia, siempre que
se le ofrece o antoja, viénen a nuestras casas, y a las de los cristianos en-
tran y salen como en la suya propia, cambian sus cosas o compran lo que
pueden, piden cuanto se les ocurre, y en fin se van o se quedan, según
mejor les acomode. Nosotros también vamos a sus casas con la misma li-
bertad aunque no con igual confianza ala de ellos. De modo que sin ce-
der en lo más mínimo acerca de sus creencias y costumbres, a la larga al-
go les quedará de las nuestras, no son tan insociables, ni sanguinarios o
bárbaros como algunos se figuran, sino que tienen sus tratos y contratos
con los blancos, y aún procuran aprender cuanto pueden de nuestra len-
gua para mejor darse a entender y hacer sus negocios.

Vamos a los dos rayos de luz y de esperanza que dejo apuntados.


Es el primero, que hace cosa de un año que vinieron a visitarnos unos do-
ce jíbaros de Logroño, enemigos antes de los Zamoranos, y como tuvie-
ron buena acogida en nuestra casa y pueblo, y les obsequiamos con cuan-
to pudimos, nos ofrecieron volver en mayor número con el fín, creo que
exclusivo, de recibir nuevos regalos. Ya he dicho que de esto hace corno
un año y no han vuelto a aparecer hasta ahora, algo puede excursarles lo
muy lluvioso que ha ha sido el año. El otro rayo de luz y esperanza, algo
más intenso que el pasado, es la actitud que han tomado los jíbaros de
Yacuambí con ocasión de nuestra salida de allí, y con el temor que les
hemos infundido de que pronto saldremos todos de la Montaña, por la
esterilidad de nuestros trabajos. Desde entonces han venido comisiones
de los dichos y nos han suplicado no los abandonelqos, ofreciéndonos
que vendrán todos a establecerse cerca de nosotros y aún llamarán a sus
parientes que tienen por Mendez y Macas, que enviarán sus hijos a la es-
cuela, etc., etc. Esto es lo que dicen, pero ya sabemos lo que valen las
promesas de estos salvajes; no sería empero de más esperar, el último de-
sengaño, antes de dar el último paso, en órden al definitivo abandono de

2]0
nucs|ra ingrata MisiÓn.

Quizá¡ no seri inoficioso aunque no sea más que para dejar cons'
tancia de cllo indb¡r aquí un plan que parala eficaz reducción de los
jí-
baros tengo concebido, el cual me parece ser fruto de la larga experiencia
que hemgs adquirido sobre el carácter de estos salvajes, causa de su obsti-
nacióp, motivos que le favorecen para persistir en ella. e ineficacia de los
mediOs hasta ahora empleados para vencerlos y convertirlos a la verdade-
ra civilización.

Ante todo es indispensable contar con un Gobierno enrprendedor,


paternal. y católico que tome con empeño sacar de la barbarie a estas tri-
bus salvajes, residentes en territorio de la Naciótt,parahacerdeellosnoso-
lo hombres civilizados, sino principalmente buenos cristianos. Y no digo
esto porque presufnA, y mucho menos. que cl Gobierno o sea la fuerza
bn¡ta solo pued¿ lograr este doble objeto; no: sino porque en nuestro ca-
so cgncreto abrigo la convicciÓn de que así colno la fuerza no lograría
nada sin el apoyo del Misionero, tampoco este conseguirá su anhelado
objeto sin el auxilio de la fuetza. Combinados empero prudentemente es-
tos dos factores, o yo me engaño mucho, o llegaríamos por últi¡no al fin
deseado.

Esto supuesto, he squl mi plan de campaña. como ya es sabido,


exl$en en €l Orientedel Scuador cuatro Prefecturas y Vicariatos Apostó-
licos Es rfiuy natu¡d Y iwto suponer que todos los Religiosos de las dife-
-*antee
órdenes que sifven en dichas Misiones han hecho cuantohan sabi-
do f podido para dtenef en sus tareas los mejores f€sultados. ¿Y cuáles
son ¿stos? ¡Ay! atgque ¡oeeible decirlo, creo que todos los Misioneros,
excgptuando s los &S PP. Jesuitas, y esto porque ellos no tienen que ha-
bérsclas con jfbaros, si se les exigiera un informe de sus trabajos Y adelan-
tos tendrían que d¿do, poeo más o menos muy parec$o a este que ya
aqrbo de emitir. ¿Por qué y qué prueba ésto? Prueba que al jfbaro no le
basts la persuasión, el consejo, la palabra, sino que necesita el temor, de
la amenaza, de la fuerza. No quiero decir por esto que haya que imponer-
les la fe, la Religión cristiana y forzarlos a que la abracen; nada de esto.
Sino que a la manera que de ciertos nifos no se puede conseguir docili-

ür
dad ni aplicación sino por medio de la reprensión y el castigo; de igual
modo todo salvaje, especialmente el jíbaro que tanto es más niño cuanto
es más viejo, necesita de una autoridad revestida o apoyada de un aparato
de fuerza que le haga entrar en razón y le obligue a mirar por sus inte¡e-
ses temporales y eternos. La horrible violación que a diario e impune-
mente hace el jíbaro de los más obvios preceptos de la ley natural. es
otro poderoso motivo que autoriza la intervención de la fuerza en su con-
quista. Establézcase pues, en un punto céntrico de cada una de las cuatro
Misiones, una guarnición de unos 2l hombres el mínimum: que se les
constrya una casa o pequeño fr¡erte lo más seguro que sea posible. La ins-
talación exigirá, por supuesto algunos gastos aunque no muchos: más des-
pués con un sueldo módico que dicha guardia distiute. fácilrnente se po-
drá obtener. La mitad de los individuos de cada guarnición tendrán que
estar sobre las armas y con centinela; y esto de día y noche y en todo
tiempo para evitar cualquier sorpresa. y tener en raya a los indios. La
otra mitad se ocupará en rozar y sembrar huertas y en otros trabajos con-
ducentes a su manutención y seguridad. Alternarán por meses o como
mejor convenga, en este doble trabajo de hacer guartlia y cultivar la tie-
rra. Por supuesto que la guardia se ha tle componer de gente escogida que
esté perfectamente tle acuerdo con los Padres.

Dado este paso. los Misioneros hacen comprender a los salvajes que
son subditos de el Gobierno de la Nación y que tanto deben obedecer sus
órdenes como todo ciudadano del Ecuador: que lo primero que exige de
ellos el Gobierno es que se reunan forrnando pueblo, que se dediquen al
trabajo, y sobre todo que manden los niños a la escuela y qüe acudan
también ellos para instruirse. Se resistirán tal vez y'sin tal vez;entonces
se les obligará a la fuerza, pero con el tino y prudencia que el caso requie-
re. Probablemente para eximirse de vivir en sociedad, cosa que aborrecen
sobre manera por la repugnancia que tienen al trabajo, emigrarán a otra
región, a Gualaquiza, a Mendez a Canelos, a Macas, etc., etc.: pero como
en todas partes se les intimará la misma obligación, que hallarán la misma
fuerza armada, no tendrán otro remedio que rendirse y entrar de grado o
por fuerza en las vías de la civilización. Si intentásen sublevarse, como su
núrnero es esc¿rso, creo que fácilemnte se les podría contener con tal que
las guarniciones estuviesen siempre prevenidas, como dije. No me deten-

242
go en especificar otros detalles de mi plan, porque saltan a la vista.

Protesto ante Dios que cuanto llevo dicho en este informe, excep-
tuando la exactitud en el cálculo de las sitancias y número de pobladores,
es conforme a la verdad y que no vacilarfan en suscribirlo todos mis com-
pañeros. Siento mucho el que tal vez nos manden levantar la mano de la
obra sin haber podido gozar del fruto de nuestros trabajos, ni poder dis-
frutar siquiera de los privilegios de que gozan los Prefectos que cumplen
en las Misiones su servicio, del que solo año y medio me falta. Conffo,
empero, en que si esta puerta se nos cierra no dejará de abrirse otra, tam-
bién en tierra de infieles, en donde el trab4jo sea más productivo, para el
cual me ofrezco desde ahora, pues me siento más inclinado, y al menos
con mejor disposición para emplear mis escasas facultades entre infieles
que entre gente civilizada.

De V. P. afmo. súbdito y S.S. q. s. m. b. - Fray Luis Torra.- Su-


perior de la Misión.- Noviembre I7 de 1896.

43
u4
ABANDONO DE LA MISION
DE ZAMORA POR CAUSAS QUE
EXPONE EL PADRE SUPERIOR

FRAY I,UIS TORRA

l89f¡ - 1897

246
Zamora. Diciembre 24 de 1896

M. R. P. Bernardino González. Comisario General Lima.

M. R. P. Comisario:

Hace poco más de un mes que, por mandato de V. P. presenté un


-informe dctallado sobre la Misión deZamora, de mi cargo, en el que, des-
pués de cxponer la esterilidad de nuestros trabajos durante cinco años
terminaba por suplicarle que, antes de dar el último paso acerca de el de-
finitivo abandono de esta Misión, esperásemos se cumpliesen o frustrasen
del todo los lnotivos de espcranza que aún abrigamos. Pues bien M. R. P.,
hoy con no pequeño senti¡lliento, tengo que comunicarle que en el corto
plazo transcurrido desde mi indicado informe, se han desvanecido nues-
tras esperanzas: los jíbaros Logroños aún no se han dejado ver por acá; si
vienen, como algunos dicen, tengo la seguridad que será solo para sa-
quearnos como la otra vez. En cuanto a los de Yacuambi, que con tanta
formalidad nos ofrecieron venir a éstablecerse cerca de nosotros, no solo
no han cumplido su promesa, sino que todos ellos han sido cómplices o
encubridores del inícuo plan que paso a indicarle.

En las cabeceras del referido Yacuambi, y a la ribera de uno de sus


pequeños afluentes llamado Quimi, residía una llumerosa y temida fami-
lia de Mendez, que según hemos comprobado perfectamente hace tiempo
había concebido el salvaje proyecto de asesinarnos a todos, religiosos y
cristianos, con el fín aún más salvaje de llevarse cautivas a las mujeres,
menos a dos que las querían también matar, por vieja a la una,o por inú-
til a la otra. Esto lo hemos sabido con certeza por la expontánea denun-
cia de un jibarito de unos ocho años, de otro ya joven, muy formal y
amigo, y de otro de bastante edad, queessinduda el más racional de es-
tos salvajes. Estaban sin duda, aquellos malvados espiando la más oportu-
na ocasión para llevar a cabo su traidora y sangrienta empresa, cuando se
les presentó una, la más favorable que pudieron forjarse y aún imaginar.

Permitió Dios que se enfermasen simultáneamente el Jefe de dicha


familia mendeña, una de sus mujeres y dos de sus hijos ya casados. Cansa-

ut6
dos de curarse según su supersticiosa costumbre ( y para esto contaban
con un famoso brujo de su misma familia ) y viendo que nada adelanta-
ban, resolvieron por fin venirse aci a Zamora, para hacerse curar de los
Padres. Los dos viejos llegaron en gravísimo estado, sobre todoTinatza.
el jefe qie casi estaba en agonía. Se les propinaron los remedios más opor-
tunos, se les atendió con el mayor esmero pero todo en vano a los dos
días murió y su mujer solo tardó quince días en seguirle al sepulcro. Su-
pongo sabrá S. P. que cuando los jíbaros se ltacen curar de un brujo o
médico o lo que sea, si el enfermo muere, su muerte se atribuye por la
familia del finado al médico o brujo que tuvo la fatalidad de compadecer-
se de tan torpcs salvajes. Pues bien: consecuentes con esta invariable su-
perstición, el fallecimiento de dichos jívaros lo achacaron sus hijos y deu-
dos a mala voluntad de los Padres y decidieron poner por obra, cuanto
antes, la matanza por tanto tiempo suspirada, y la hubieran sin duda lle-
vado a cabo, si la Divina Providencia no hubiese impedido por medio de
las oportunas denuncias ya indicadas.

La oportunidad no podía serlbs más favorable: se hallaban reuni-


dos cinco hijos del {inado, todos fornidos y bien armados, y además
otros jíbaros que sin duda, les habían ayudado, y, por último, de toclas
partes afluían salvajes a una bárbara fiesta que estaba en vísperas de co-
menzar en una casa distante de aquí solo media hora en canoa. Los cris-
tianos. fuera de nosotros, no eran sino seis hombrcs de arnras tomar, y es-
tos débiles y enfermizos, y no contábantos nrás que con cinco malos ri-
fles. Sin embargo, Dios les infundió valor, que no sólo se prepararon a la
defensa, sino que tomaron la ofensiva y persiguieron a los jíbaros del
complot, ( quienes al verse descubiertos dieron a huir ) alcanzaron a tres
de ellos en la primera casa de salvajes, los trajeron al pueblo, los obliga-
ron a que se azotasen unos a otros, y bien asustados los soltaron. Esta fué
una heróica hazaña.

Pero qué importa esto, Padre mío, si los jíbaros se fueron a su tie-
rra enfurecidos y es casi cierto que están levantando gente y que la noche
menos pensada ha de caernos aqul una numerosa manada de estas fieras
y nos han de descuartizar. Con esta persuasión tan razonable y este te-
mor tan fundado se apoderó de las mujeres y chicos de aquí un pánico

AI
táI, que todas las noches todos los moradores del lugar venían a dormir
a nuestra casa, la única apropósito para alguna defensa y además, durante
la Misa y el Rosario se ponían dos hombres armados en la puerta de la
capilla, pues los salvajes habían convenido en sorprendernos en cualquie-
ra de estas dos ocasiones. Siendo, pues la situación tan crítica se resolvió
que Don Angel Ordoñez, Comisario del lugar pasase a Loja a pedir auxi-
lio, y, vergüenza e indignación causa el decirlo, este le fue negado, y sólo
a duras penas y con maneras positivamente liberales le dieron otros tres
rifles ( no de los mejores ) y cien tiros, dejando a los religiosos y a los
cristianos a merced de estos infieles salvajes.

A raíz de estos sucesos llegué yo a Loja el 13 de los corrientes, y


esta fue la primera noticia que me comunicaron, que ya puede V. P. su-
pqner la triste impresión que en mi ánimo produciría. Al momento pasé
al señor Gobernador de la Provincia la nota cuya copia transcribí a V. P.
por el correo pasado, y aún no he recibido contestación. En consecuencia
no esperando nada bueno del actual Gobierno de esta República, y sien-
donos imposible subsistir así por más tiempo, resolví buscar enseguida al-
gunos hombres y venirme aquí, a donde no llegué hasta ayer por haber
encontrado los ríos invadeables. Una vez constituído enZamora cumplí
la amenaza que hice al Gobernador de Loja de abandonar la Misión, pues
a los pocos cristianos que hay aquí los eincontré resueltos a salir cuanto
antes de tan eminente peligro, actualmente están empaquetando todos
nuestros trastos, y si Dios y San Antonio nos ayudan, como esperamos
dentro de una semana ya habremos pasado la cordillera y puéstonos en
salvo. Para conseguirlo hacemos la retirada con el mayordisimulo y cau-
tela posibles.

Ahora, pues, M. R. P. teniendo V. P. en cuenta los cinco años de


nuestro estéril trabajo, la desatendencia o formal oposición de estos Go-
biernos, la gran probabilidad de que el actual nos eche pronto de aquí,
pues ya somos los únicos que quedamos, y en fin, la difícil e insostenible
situación en que ahora nos v€mos; teniendo, repito, en cuenta todo esto,
estoy seguro que V. P. aprobará mi resolución y proceder gn el abandono
de esta Misión, como no podrá menos de aprobarlo nuestro Rmo. P. Ge-
neral, y aún la Sagrada Congregación cuando se hagan cargo de los graví-

24
Simos motivos que a ello me han impulsado. Pienso, por tanto' pasar a
Loja y de atlí salir con el R. P. Echeverría y uno de estos Hermanos atln
lugar de convalecencia para reparaf un poco nuestra quebrantada salud.
El P. Francisco Cheesman quedará en Loja con los otros dos hermanos de
la Misión, aunque aquel desea afiliarse a alguna Misión, caso de que v. P.
lleve a cabo el proyecto de abrirla, como me dijo en Trujillo. Espero que
a vuelta de correo me mandará instrucciones para nuestro Gobierno, las
que, con el favor de Dios, serán cumplidas con la mayor fidelidad.

De V. P. atento súbdito servidor q. s. m. b.- Fray Luis Torra, Su-


perior de la Misión.- Es exacto cuanto refiere el Padre Superior de la
Misión en la precedente carta, y también esperan órdenes de v. P. sus
rendidos súbditos y ss. SS. Q. B. S. M.- Fray Pedro Bcheverría.- Fray
Francisco de J. M. Cheesman, Misioneros Apostólicos.

Loja, ( Ecuador ) febrero 10, de 1897.

La presente se reduce a manifestarle, R. P. Director del Eco Fran-


ciscano, los ruidosos sucesos realizados durante los últimos meses en la
misión de mi cargo, la que en fuerza y según todas las apariencias' parece
que toca ya a su término.

Entremos en materia. con ocasión de haber sido nombrado comi-


sario General de estos colegios el Dignísimo M.'R. P. Fray Bernardino
González en sustitución del M. R. P. Fray Jose Vidal tuve que hacer un
viaje al Perú para informarle del estado de nuestra misiÓn de Zamora. Al
llegar a Piura me encontré con el llustrísimo obispo de Loja Fray José
Maslí, quien me aseguró que nuestro P. Comisario se hallaba un caja-
marca y que podía hablarle o esperarle en Trujillo al regreso de aquella
ciudad. Me dirigí, pues, a puerto de Salaverry y de pllí pasé a Trujillo y
efectivamente a los pocos días de mi arribo a'dicha ciu{ad,llegó a ella el
M. R. P. González. Redacté y le dejé, según me lo ordenó, un largo y mi-
nucioso informe sobre la misiÓn de Zamora, pafa elevarlo a la Sagrada
Congregación de Propaganda Fide, y dispuso después que desde allí re-
gresase yo a mi Misión. El 8 deoctubreemprendímiviaje dezamorual
Penl y el domingo infra - octava de la Purlsima l3 de diciembre ya estaba

24
en Loja de regreso, habiendo demorado cerca de tres semanas en Trujillo.
Apenas llegué a Loja me dieron la sensible noticia de que los salvajes de
zamora estaban alborotados; que tanto los religiosos existentes en la mi-
sión como los colonos cristianos de la misma corrían gran riesgo de ser
asesinados por aquellos bárbaros. La causa de semejante desorden y peli-
gro fue la que ya explico. segun costumbre que se iba generalizando en-
tre los jíbaros,dos de ellos, marido y mujer, fueron a nuestra residencia
'de Santa Ana para que los Padres los curasen de sus enfermedades. cuan-
do entre sus brujos no hallan el alivio que solicitan, entonces como en úl-
tima instancia, acuden para nosotros por remedios, sin peduciio de volver
nuevamente a los brujos sino salen curados de nuestra casa. si los enfer_
mos sanan, entonces las medicinas quedan acreditadas sean las nuestras,
hora las ridículas y supersticiosas de los salvajes: mas si por desgracia el
doliente se agrava y muere, como no puede menos de suceder alguna vez.
entonces los nrédicos que están alerta, pues los cleudos de finado han de
atribuirle la tal muerte y han de jurarvengarla tarde o temprano. Tal fue
el desenlace del caso que voy narrando. Los dos enfermos en cuestión era
un matrimonio salvaje, natural de i\{endez pero residentes desde mucho
tiempo en las riberas del Yacuambi. como para venir azamora tuvíeron
que andar dos jornadas llegaron los infelices en tal estado de postración
que el hombre murió al día siguiente y la mujer sólo tardó cuatro dfas
en
seguirle al sepulcro. sin que ningún remedio pudiese contener los progre-
sos del mal. Los hijos de los finados que habfan acompañado a sus ancia-
nos padres cuando vieron que estas habfan fallecido, creyeron o afecta-
ron creer, según sus supersticiones que nuestros remedios los habfan bru-
jeado o envenenado y resolvieron tomar venganza. Hacla ya
algún tiempo
que estos salvajes tenfan concebido el infcuo plan de asesinar a todos los
Religiosos y colonos de zamora. para llevarse cautivas las mujeres de los
cristianos; de modo que la muerte de los dos viejos ya indicados les sirvió
a maravilla de pretexto para apresurar su criminal intento. ya entre ellos
estaban discutiendo cual serfa la ocasión más oportuna de realizarlo. cuan-
do la Providencia deshizo sus tramas haciendo que tres jfbaros, amigos
nuestros, nos descubrieron el complot. Este aviso sirvió a los padres y
cristianos para vivir más prevenidos, y al efecto limpiaron las armas y
mandaron pedir otras a Loja, y desde entonces procuraron que durante
las Misas por la mañana y el Rosario de noche dos hombres armados
estu-

Ét
viesen de guardia en la puerta de la Capilla.

Como ya dejo apuntado la noticia de estos sucesos la recibl yo


aqul en Loja el mismo dfa e instante en que llegué de mi viaje al Pqru' Al
momento puse oficialmente en conocimiento del Señor Gobernador de la
Provincia pidiéndole al mismo tiempo pusiese a mi disposiciÓn seis hom-
bres armados para salvaguardia y defensa de los religiosos y colonos, pues
de lo contrario, para evitar responsabilidades me verfa obligado a salir de
Zamora con todos ellos.

Transcurrfan los dlas y el Gobernador no contestaba mi nota, aun-


que rne daban esperanzas, pero viendo yo que el asunto no admitla dila-
ción o que esta era muy peligrosa, busqué peones de confianza y con
ellos entré en Zamora. Compulsé las noticias alarmantes y hallándolas
exactas, sin pérdida de tiempo, y con todo el sigilo y prudencia posibles
empaqueté todos los libros y demás útiles de la misión, y efectivamente
me vine a Loja con toda la gente y qargas. Esto no implica el abandono
efectivo de la nrisión de mi cargo pues no está en mis atribuciones el de-
jarla sino que corresponde a nuestros Prelados o más bien a la Sagrada
Congrrrgación de Propaganda. Sólo ha sido una medida prudente y aún
necesaria para evitar quizás una hecatombe y estériles sacrificios, como
estéril ha sido nuestra larga permanencia en aquellas montañas, al menos
por lo que mira a los resultados obtenidos que han sido nulos. El Perso-
nal de la Misión sigue asilado en este nuestro Convento de Loja, esperan-
do órdenes superiores sea para regresar a Zat¡ora sea para entrar en otra
misión o volver a nuestros respectivos Colegios.

Ahora sf que en vista del fracaso de la misión de Zamora dirá algu-


no que si con los salvajes jlbaros, hubiesen empleado el sistema de cate-
quizarlos y civilizarlos por medio del idioma Espariol tiempo ha que ten-
drfamos a todos convertidos. iQue ilusión! por no decir qué absurdo!
Sin detenerme en más rodeos, digo y afirmo que para enseñar el español
a un jlbaro o a otro salvaje cualquiera es preciso que el Misionero apren-
da primero el idioma de aquel salvaje. De lo contrario ¿cómo podrá ha-
cerse entender de los salvajes? Al jfbaro como le explicará por ejemplo
caya llamamos nosotros piedra; yalnumí, palo; y al yumi agua; y al

251
ashmango, hombre; y a la núa, mujer; y al ruchichi, muchacho;etc., etc.
si primero no aprendemos nosotros como le ilaman ellos al muchchacho,
a'la mujer, al hombre, al agua, a la piedra, etc., etc. ¿Si yo tuviese que
dar mi parecer en el asunto dirfa: bueno es que a los salvajes se les enseña
el idioma del Misionero que los ha de catequizar;pe¡o que aún es mucho
mejor que el Misionero aprenda la lengua del savaje, y que si pudiesen
conseguirse ambas cosas entonces los resultados serfan más seguros y más
rápidos. No creo que los Apóstoles comienzen su predicación abriendo
cátedras de idiomas, o enseñando el suyo propio a cada uno de los dife-
rentes pueblos que fueron a evangelizar. Y no en vano comunicóles el Es-
pfritu Santo asf a ellos como a muchos de sus sucesores en el apostolaclo
el dón de lengua, sino para que pudiesen hacerse entender de las gentes
sin necesidad de enseñarles antes su lengua. Pero como nosotros no tene-
rnos la posesión de este dón de lenguas por esto el Papa Pío tX en su Bre-
ve Apostolicz sedes manda que en nuestros colegios enseñen los diferen-
tes idiomas de los indios; no dice que les enseñemos a ellos el casteltano.
Y a la verdad mucho más fácil es que el Misionero aprenda un idiorna ex-
traño que hacer que lo aprendan una tribu indómita, gente torpe e igno-
rante y no acostumbrada a ejercitar como el Misionero. las facultades in-
telectuales.

Acaba de llegar correo y nos trae la desgarradora noticia de que el


R- P. José Romaguera ha sido asesinado a flechazos por los salvajes cam-
pas. R. I. P.

Macas ( Peru ), Septiembre de 1897.

Ya en adelante no nos ocupa¡emos más de la misión de Zamora.


pues podemos darla por muerta y sepultada, como se comprende de una
carta que con fecha 3l de Mayo he recibido de nuestro Rvmo. p. General
Fray Luis de Parma, que traducida del italiano dice as(: "Rvo. padre. He
recibido la suya del 25 de Abri{ próximo pasado y quedo enterado de
cuanto me dice en ella respecto de la Misión de zamora y de la dificul-
tad, por no decir, imposibilidad de convertir aquellos salvajes que nada
quiren saber de Dios y del alma. siguiendo así las cosas por lo que a mf
toca no me atrevo obligar a v. P. ni a sus compañeros que vuelvan o sigan

252
en aquella estéril misión: sino que lo referiré todo a la Sagrada Congrega-
ción en conformidad con los informes que V. P. me ha remitido. De to-
das maneras ante Dios tiene usted el mismo mérito que habrla tenido si
hubiese convertido aquellos salvajes, y por mi parte asf lo repito y le doy
las más expresivas gracias por cuanto ha trabajado en Zamora, y tengo la
seguridad de que mucho más hará en donde vea correspndidas sus fatigas.
Entre tanto le doy de corazón la bendición seráfica etc., etc. Después en
una patente expedida a mi favor el l6 de Junio añade: "Aunque no has
completado el sexenio de Prefecto Apostólico, como esto no ha dependi-
do de tu voluntad........ sin embargo, para que no quedes privado de justa
remuneración, en virtud de las presentes y usando de la facultad que nos
ha otorgado la Sagrada Congregación de Propaganda Fide con fecha l4
de este Junio, No. 2,3847 te constituímos y declaramos en el número de
los Padres que han sido Prefectos Apostólicos, con el mismo honor y gra-
do, y con todos los privilegios y derechos que competen a los tales ex-
Prefectos, según el Breve Piano Apostólica Sedes".

El primero de Enero de este año ( 1897 ) s¿limos de Zamora des-


pués de haber hecho desfilar hacia Loja a todos los colonos cristianos y
de haber mandado todas las cargas por delante. Operación fue ésta bas-
tante diflcil y arriesgada; pero con el favor de Dios se hizo felizntente, y
el 9 del mismo mes llegamos sin novedad a la referida ciudad de Loja.

rp3
CONCLUSION
Para decir la últinra palabra, totnaretnos de la correspondencia del
Padre Superior de, la Misión aquellas frases: Formal oposición de estos
Gobiemos, la gran probabilidad de que el actu¿l nos eche pronto de aquf,
pues ya so¡r'ros los únicos que quedamos; y aquellas de otra carta que no
hemos publicado: Padre mío. el Ecuador ya no está para vivir cn él: aquí
ya no quieren más que protestantes, masones e iurpíos".

Para cotttprcndcr el alcance' de cstas palabras. hay quer recordar quc


cn el año clc 1895 triunf.ó la rcvolución de Alfaro que derrocó el réginrcn
conseryador.

I)e resultas cle aquclla rcvolución el Padrr. Masiá hubo de salir del
Ecuador en el año siguiente de 1896 ]i guarccerse en los Descalzos de Li-
ma, dourle tcrnrinó sus días.

Efecto tlel estado tle cosas criatlo por aquel tluevo Gobierno fue la
imposibilidad en que se hallaron nuestros misioneros de continuar en la
conversión de Zamora.

El cstado rle cosas proclucido en 1896, 97, continúa en el mismo


pie en la Re¡iública Ecuatonuna, dc suerte qtrt'aún hoy en tlía es un pro-
blenta tJe solt¡ción diflcil paru nuestrS'Provincia Franciscana del Ecuador,
el reanudar sus lal;orers cn la antígua misión del Oriente. a pesar de los
vehementes deseos de la Santa Sede, muchas veces manifestados ( I ).

Nosotros creemos que mientras el Ecuador. por pura aversión a la


acción católica, rehusa proteger a los misioneros ell el Oriente salvaje, se
ir¡oda un grave daño a su civilización y progreso y que con ello realizala-
bor antipatriótica, inrpidiendo al propio tiempo que el reino de Jesucris-
to se extienda a aquellas solitarias regiones.
(1). Aslloescribíamosaprincipiosde 1921¡pero/aesunhechoelestablecimientode
los Padres Franciscanos de Loja en Zamora, hebiendo recaído la eleccién de vice-
Vic¿rio Apostólico en el behemérito Padre Fr. Antonio María lsasi. De los actua-
les micioneros hemosincluído cn ertctomoalgunasfotografícs. (Nota dc 1925).

EI
APENDICE
Método de los líbaros para reducir la cabeza

. Con un corte dado al nivel de las pspnldas, cuanto más abajo me-
jor, por la parte posterior, y casi sobre el pecho por delante, separa el in-
dio salvaje la cabeza del tronco de su víctima; luego por ley general, con
una incisión posterior y media, que se extiende desde occipuccio a la ba-
se del cuello, y raras por medio de una doble incisión lateral que llega a la
región mastoidea, separa el indio poco a poco el cuero cabelludo y la piel
de la cara, de los huesos, hasta extraef todo el esqueleto craneano y fa-
cial. Coloca inmediatamente esta piel en agua hitviendo, para impedir por
aseptia, la putrefacción de los tejidos. Sin duda con el fin de aumentar el
poder aséptico del agua hirviendo, añade determinadas hierbas de la selva.

Terminado este tratamiento. para evitar la fermentación pútrida,


extiende la piel sobre uno como rnolde, que no es otra cosa que una pie-
dra, la más redonda que ha encontrado, y calentada de antemano; esta
piedra que hemos llamado molde, es sustituída por otra más pequeña y
ésta por otras, cada vez menores; hasta llegar a la última que es del tama-
ño de una naranja, mientras con otra piedra también caliente, plancha la
piel, como podría hacerlo con una plancha de hierro. Para evitar que la
boca quede abierta, abre tres pequeños orificios en ambos labios de mo-
do que se correspondan, y atravesando por ellos unos labios o cordeles,
los ata cuidadosamente. operación semejante efectúa a veces con los pár-
pados. Lentamente por la acción del calor, la piel se ha ido contrayendo,
endureciendo y ennegreciendo.......

Quitada la última piedra que emplea, cierra el indio cuidadosamen-


te la incisión posterior y hace en el vértice de la cabeza un orificio para
colocar en él un cordón de donde la suspende. En toda esta operación no
emplea más de un día....... ( Iberica, 29 dejunio de l89l ).

255
f '/i
'/'7"
ii,
INDICE

PRIMERA PARTE
Antecedentes históricos:

I -Intervención incaica en la zona de Santiago l1


II -La conquista colonial . . . t2
ilI -Descubrimiento-y prim.era exploración del Ucayali . . . 13
Iv -Levanramiento de los Jíbaros y destrucción de Logroño 14
V -Las misiones enrre Jíbaros 16
VI -Lo que han sido y son lm Jíbaros 20
Vll -Hidrografía de Zamora 26
VIII -Descripción de los Jibaros por el p. Fr. Anronio José
Prieto, misionero de Ocopa y cura de Canelos 30

SEGUNDA PARTE

viaje de exploración desde cuenca a Gualaquize del lltmo.


Obispo-de la Diócesis p. Fray Manuel plaza (L}SZ) . .
_
De nuevo el P. Plaza. - Merecidas alabanr", i Iltmo p.
. 35

Plaza 37
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*l"lT:''.1;,:1ffi"'"::: :: :'l: i: :::'::::'::
Información del señor canónigo Bernardo plaza sobre la
45

exploraci<ín de su lltmo. hlrmano 51

TERCERA PARTE
Descripci<ín epistolar de los pp. Josd Vidal v Luis Tora
( 189s_1897)
53
Aclaración: I: El Ecuador de García Moreno 55
II: Ecu¿dc de Flores 59
III: El lltmo. P. Masía y el Ecuador .. . 62
IV: Los Padres Vidat y Torra y la Misión de
Zemore 63
Descripción y naraci<ín epistolar del e. ¡ooé Vidd, Comi-
sario General en el Perú y Ecuador 67
De Loja a Za;mora
87
Excursicín para fundar un pueblo
98
Carta del P. Francisco Solano Pascual
103
Religr<ín y cost umbres de los Jibaros
103
Noción gener al de los J{baros
106
Religión .....,
108
Modvo de las fiestas
109
Shanjas
110
El masato ....;
Baile
rt2
Fiest¿s de las mujeres
Ll4
115
Ayunos
116
Nacimientos Y defunciones
119
Matrimonio
Enfermedades, modo de curarlas
Lzt
L2l
El médico
p' Luis Torra' Prefecto
f)escripción y narración epistolar del
L49
deMisiones....
Informe sobre la Misión de Zamora que el Superior
de la
misión Presenta al M.R'p' Comisario General' con el

o\eto de que éste lo eleve a Roma 231

Conclusión
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255
Apéndice

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