“Oda al Libro”
Amo los libros
exploradores,
libro con bosques o nieve,
profundidad o cielo,
pero odio el libro araña
en donde el pensamiento
fue disponiendo
alambre venenoso
para que allí se enrede
la juvenil y circundante mosca.
Libro, déjame libre.
Yo no quiero ir vestido
de volumen,
yo no vengo de un tomo,
mis poemas
no han comido poemas,
devoran
apasionados acontecimientos,
se nutren de intemperie,
extraen alimento
de la tierra y los hombres.
Pablo Neruda
Flores de luz erguidas abren sus corolas
donde se tiende el musgo acuático, aquí en México,
plácidamente están ensanchándose,
y en medio del musgo y de los matices
está tendida la ciudad de Tenochtitlan:
la extiende y la hace florecer el dios:
tiene sus ojos fijos en un sitio como éste,
los tiene fijos en medio del lago.
Columnas de turquesas se hicieron aquí,
en el inmenso lago se hicieron columnas.
Es el dios que sustenta a la ciudad,
y lleva en sus brazos a Anáhuac en la inmensa laguna.
Flores preciosas hay en vuestras manos,
con sauces de quetzal han rociado la ciudad,
y por todo el cerco, y por todo el día…
Nezahualcóyotl
“Poema XVII” de “Conversación con el mar”
Cambia el cuerpo,
cambia el alma:
el uno, en viejo;
la otra, en llama.
Cambia el cuerpo,
cambia el alma:
el uno, en tierra;
la otra, en alas.
Elías Nandino
“Poema VII” de Muro de Lamentaciones
Te amo hasta los límites extremos:
la yema palpitante de los dedos,
la punta vibratoria del cabello.
Creo en Ti con los párpados cerrados.
Creo en Tu fuego siempre renovado.
Mi corazón se ensancha por contener Tus ámbitos.
Rosario Castellanos
“Canto malabar” (fragmentos)
La tarde entera se vencía al paso del viento.
Como arcos se doblaban los árboles
y una flecha imprevista me daba al corazón.
Deambulé por aquellas calzadas
donde tanta vida cimentaron tus pasos.
El viento alzaba tolvaneras en medio de los campos,
trastornando a esos pájaros rojos,
borrando campamentos de insectos en las grietas.
La tierra pone polvo en mis labios su ofrenda.
Y mi ofrenda a las estatuas que guardan el camino
¿sólo palabras?
Elsa Cross
“Eres de agua”
Eres de agua
En ti
la claridad
a golpe de sí misma
se oscurece
De agua
Lo supe siempre
Eres de agua
Profunda
Transparente.
Efraín Bartolomé
“Deseos”
Trópico, para que me diste
las manos llenas de color.
Todo lo que yo toque
se llenará de sol.
En las tardes sutiles de otras tierras
pasaré con mis ruidos de vidrio tornasol.
Déjame un solo instante
dejar de ser grito y color.
Déjame un solo instante
cambiar de clima el corazón,
beber la penumbra de una costa desierta,
inclinarme en silencio sobre un recóndito balcón,
ahondarme en el manto de pliegues finos,
dispersarme en la orilla de una suave devoción,
acariciar dulcemente las cabelleras lacias
y escribir con un lápiz muy fino mi meditación.
¡Oh, deja de ser un solo instante
el Ayudante de Campo del sol!
¡Trópico, para qué me diste
las manos llenas de color!
Carlos Pellicer
“Pespunteo mis días”
Pespunteo mis días,
aliño la más inútil de mis prendas,
tiro el aguijón de la susceptibilidad al cesto,
las tijeras de alguna palabra inoportuna
que pudiera cortar;
remozo el paisaje en la retina,
deshollino el pecho,
limpio los tejados enmohecidos
por tantas lluvias de sal
en el dolor
y me dispongo a nacer.
Enriqueta Ochoa
“Algo le duele al aire”
Algo le duele al aire,
del aroma al hedor.
Algo le duele
cuando arrastra, alborota
del herido la carne,
la sangre derramada,
el polvo vuelto al polvo
de los huesos.
Cómo sopla y aúlla,
como que canta
pero algo le duele.
Algo le duele al aire
entre las altas frondas
de los árboles altos.
Cuando doliente aún
entra por las rendijas
de mi ventana,
de cuanto él se duele
algo me duele a mí,
algo me duele.
Dolores Castro
“Canto de un dios mineral”
(fragmentos)
El aire tenso y musical espera;
y eleva y fija la creciente esfera,
sonora, una mañana:
la forman ondas que juntó un sonido,
como en la flor y enjambre del oído
misteriosa campana.
Ése es el fruto que del tiempo es dueño;
en él la entraña su pavor, su sueño
y su labor termina.
El sabio que destila la tiniebla
es el propio sentido que otros puebla
y el futuro domina.
Jorge Cuesta
Yo no puedo tenerte ni dejarte…
Yo no puedo tenerte ni dejarte,
ni sé por qué, al dejarte o al tenerte,
se encuentra un no sé qué para quererte
y muchos sí sé qué para olvidarte.
Pues ni quieres dejarme ni enmendarte,
yo templaré mi corazón de suerte
que la mitad se incline a aborrecerte
aunque la otra mitad se incline a amarte.
Si ello es fuerza querernos, haya modo,
que es morir el estar siempre riñendo;
no se hable más en celo y, en sospecha,
y quien da la mitad no quiera el todo;
y cuando me la estás allá haciendo,
sabe que estoy haciendo la deshecha.
Sor Juana Inés de la Cruz
El deseo
El deseo: pájaro negro en la noche,
abre sus alas y golpea.
Muerta el alma el deseo la hace espuma,
los caballos del mar ya no están quietos,
se exaltan y pierden.
El hombre se mueve, en esa marea
ahoga sus sentidos.
El deseo, no es un sentir apenas,
yo lo he visto
enrojecer los labios de los muertos.
Silvia Tomasa Rivera
La música encerrada en aquél cuarto
Era dulce y compleja,
se colaba por los agujeros del tiempo
y se subía a los árboles.
Entraba en las cocinas
a las camas,
a los bares vacíos.
Penetraba a los cuerpos y las almas.
Alguna vez vi el piano,
subí al cuarto cerrado
una noche en que las estrellas
amenazaban con caerse.
No vi al hombre que lo tocaba,
en su lugar había
un revuelo de pájaros
que hacían su propia música,
y el filo peligroso
de unas alas
que cortaban el aire.
Fue todo lo que vi,
herida en la noche.
Pero lo juro por Dios
y este poema
que yo jamás vi al hombre.
Silvia Tomasa Rivera
Recuerdos del porvenir
(fragmento)
“En boca cerrada no entran moscas”. Aquella frase repetida a cada instante marcó su infancia,
se interpuso entre ella y el mundo, formó una barrera infranqueable entre ella y los dulces, las
frutas, las lecturas, los amigos y las fiestas. La inmovilizó.
Elena Garro
Alta traición
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
José Emilio Pacheco
Sueño entre paréntesis
Aquel sueño Sin embargo, el reloj
que (entre paréntesis) no se encontraba colocado
se fue erigiendo poco a poco exactamente en el centro
de pronto estaba allí, completo y para colmo de males
como una inmensa ola de piedra blanca marcaba las seis con 32 minutos.
lista para devorar el mundo.
Digamos, en fin (y entre paréntesis)
Digamos (entre paréntesis) que el pueblo que en la construcción del orden de este sueño
pudo haber estado perfectamente desierto el hombre, el reloj, el niño y el perro
con sólo ventanas, corredores, pasillos no eran más que símbolos…
escaleras y puertas que conducen pero, ¿símbolos de qué?
de ninguna parte a ninguna parte.
¿De un país dormido en una fotografía?
Sin embargo, había allí un hombre ¿De un mundo que ya no está para sutilezas?
—un silencioso testigo incómodo— ¿De un universo detenido en la única hora de ninguno?
viendo directamente a la cámara
(viéndome a los ojos, a mí, a ti) ¡Cómo saberlo!
y más allá un niño con su perro negro Sólo las campanas
queriendo trasponer el umbral del sueño. flotando bajo la inmensa roca del cielo
podrían habernos ofrecido una respuesta…
Digamos (otra vez entre paréntesis)
que el sueño pudo haber sido simétrico Si es que tan sólo hubiéramos podido detenernos
con el reloj dando las doce en punto a escuchar por un momento.
en el centro de la fotografía.
Alberto Blanco
El tiempo del poema
Este poema sucedió en un instante. Sólo que el poema está escrito en español,
Lo vi, tal cual, un día de otoño y el español tiene mil años de existencia;
conversando con una amiga. pero se llevó mucho más tiempo en formarse.
Pero, claro, el poema se llevó Y, por supuesto, para poder hablar el español
unos minutos en ser escrito. antes tuvimos que adquirir la capacidad del lenguaje,
cosa que se llevó no miles, sino cientos de miles de años…
Luego se llevó unos días en quedar tal vez un millón o dos millones de años.
más o menos presentable;
y se llevó meses en llegar al punto Todo esto no sucedió sin que nuestro cerebro
en que podía considerarse se hubiese desarrollado admirable y suficientemente
como completamente terminado. a lo largo de millones y millones de años.
Después se llevó años en integrarse En pocas palabras
a un libro de poemas con los que se llevaba bien; este poema se llevó millones y millones de años
pero pasaron más años aún para que fuera publicado. en ser escrito.
Sin embargo, para escribir este poema, Pero todo sucedió en un instante.
tuvieron que pasar décadas
de ejercicio y aprendizaje del oficio de la poesía;
y toda una vida para llegar a afinar
la sensibilidad que me llevó a escribirlo.
Alberto Blanco
Las flores del desierto de Atacama
Tiene razón el Buda: hay sufrimiento. Es la pura verdad. Pero el sufrimiento no basta. Es necesario ir
más lejos.
Ejemplo perfecto: el terrible temporal que azotó el norte de Chile, causando destrozos y víctimas,
convirtió el desierto de Atacama —el más árido del mundo— en un mar de flores.
Más de 200 especies nativas surgieron de la noche a la mañana llenando el desierto con sus aromas
y colores: nolanas celestes y lilas, coloridas patas de guanaco, las delicadas añañucas y las endémicas
garras de león.
Lo mismo sucede con el amor, los poemas, los milagros, y las iluminaciones: las semillas de sus
flores pueden esperar años y años dormidas bajo tierra a que llegue el diluvio. Pero de pronto sucede
lo inesperado. Nada se compara a estar vivo.
Alberto Blanco
Máscaras del lenguaje
¿Cómo decir que el lenguaje está mintiendo
si con sólo decirlo
el lenguaje está mintiendo?
¿Cómo decir que el lenguaje es una máscara
si con sólo decirlo
el lenguaje es una máscara?
¿Cómo decir que el lenguaje no es transparente
si con sólo decirlo
el lenguaje no es transparente?
¿Cómo decir que estas máscaras son el lenguaje
si con sólo decirlo
estas máscaras son el lenguaje?
¿Cómo decir?
¿Cómo no decir?
Si con sólo decirlo
es como decir y como no decir.
Alberto Blanco
Declaración de amor a la orilla del mundo
Todo lo que no alcanzamos a decirnos
lo dijeron los árboles temblando por nosotros:
las espigas rosadas al borde del camino,
los pájaros hundidos en su canto invisible
y un rumor que venía de todas partes y de ninguna.
Recuerdo que me detuve a recoger una piedra
y la levanté con gran cuidado —amorosamente—
como si hubiera sido un pajarillo
que acabara de caerse de su nido.
La puse junto a tu oído y te dije:
—Cierra los ojos… ¿la escuchas?
—Sí, ¿qué es?
—Es la niebla.
Alberto Blanco
Copo de nieve
Para endulzar un poco tus desvíos
fijas en mí tu angelical mirada
y hundes tus dedos pálidos y fríos
en mi oscura melena alborotada.
¡Pero en vano, mujer! No me consuelas.
Estamos separados por un mundo.
¿Por qué, si eres la nieve, no me hielas?
¿Por qué, si soy el fuego, no te fundo?
Tu mano espiritual y transparente,
cuando acaricia mi cabeza esclava,
es el copo glacial sobre el ardiente
volcán cubierto de ceniza y lava.
Salvador Díaz Mirón
Detente, sombra de mi bien esquivo…
Detente, sombra de mi bien esquivo
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.
Si al imán de tus gracias atractivo
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero,
si has de burlarme luego fugitivo?
Mas blasonar no puedes satisfecho
de que triunfa de mí tu tiranía;
que aunque dejas burlado el lazo estrecho
que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.
Sor Juana Inés de la Cruz
Este que ves, engaño colorido
Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Sor Juana Inés de la Cruz
Mi prima Águeda
Mi madrina invitaba a mi prima Águeda
a que pasara el día con nosotros,
y mi prima llegaba
con un contradictorio
prestigio de almidón y de temible
luto ceremonioso.
Águeda aparecía, resonante
de almidón, y sus ojos
verdes y sus mejillas rubicundas
me protegían contra el pavoroso
luto...
Yo era rapaz
y conocía la o por lo redondo,
y Águeda que tejía
mansa y perseverante en el sonoro
corredor, me causaba
calosfríos ignotos...
(Creo que hasta le debo la costumbre
heroicamente insana de hablar solo).
A la hora de comer, en la penumbra
quieta del refectorio,
me iba embelesando un quebradizo
sonar intermitente de vajilla
y el timbre caricioso
de la voz de mi prima.
Águeda era
(luto, pupilas verdes y mejillas
rubicundas) un cesto policromo
de manzanas y uvas
en el ébano de un armario añoso.
Ramón López Velarde
A Jesús Villalpando
Tú no sabe inglé
Con tanto inglé que tú sabía,
Bito Manué,
con tanto inglé, no sabe ahora
desí ye.
La mericana te buca
y tú le tiene que huí:
tu inglé era de etrái guan,
de etrái guan y guan tu tri.
Bito Manué, tú no sabe inglé,
tú no sabe inglé,
tú no sabe inglé.
No te enamore ma nunca
Bito Manué.
si no sabe inglé,
sino sabe inglé.
(Nicolás Guillén - Pablo Milanés)
Nocturno en que nada se oye
En medio de un silencio desierto como la calle antes del crimen
sin respirar siquiera para que nada turbe mi muerte
en esta soledad sin paredes
al tiempo que huyeron los ángulos
en la tumba del lecho dejo mi estatua sin sangre
para salir en un momento tan lento
en un interminable descenso
sin brazos que tender
sin dedos para alcanzar la escala que cae de un piano invisible
sin más que una mirada y una voz
que no recuerdan haber salido de ojos y labios
¿qué son labios? ¿qué son miradas que son labios?
Y mi voz ya no es mía
dentro del agua que no moja
dentro del aire de vidrio
dentro del fuego lívido que corta como el grito
Y en el juego angustioso de un espejo frente a otro
cae mi voz
y mi voz que madura
y mi voz quemadura
y mi bosque madura
y mi voz quema dura
como el hielo de vidrio
como el grito de hielo
aquí en el caracol de la oreja
el latido de un mar en el que no sé nada
en el que no se nada
porque he dejado pies y brazos en la orilla
siento caer fuera de mí la red de mis nervios
mas huye todo como el pez que se da cuenta
hasta ciento en el pulso de mis sienes
muda telegrafía a la que nadie responde
porque el sueño y la muerte nada tienen ya que decirse.
Xavier Villaurrutia
Zipper Sonnet
de arriba abajo o bien de abajo arriba
este camino lleva hacia sí mismo
simulacro de cima ante el abismo
árbol que se levanta o se derriba
quien en la alterna imagen lo conciba
será el poeta de este paroxismo
en un amanecer de cataclismo
náufrago que a la arena al fin arriba
vanamente eludiendo su reflejo
antagonista de la simetría
para llegar hasta el dorado gajo
visionario amarrándose a un espejo
obstinado hacedor de la poesía
de abajo arriba o bien de arriba abajo.
Julio Cortázar
Poema XX
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.» Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito. Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos. De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido. Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella. Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.
Pablo Neruda
Rosas
En la sala tranquila
cuyo reloj austero derrama
un tiempo ya sin aventuras ni asombro
sobre la decente blancura
que amortaja la pasión roja de la caoba,
alguien, como reproche cariñoso,
pronunció el nombre familiar y temido.
La imagen del tirano
abarrotó el instante,
no clara como un mármol en la tarde,
sino grande y umbría
como la sombra de una montaña remota
y conjeturas y memorias
sucedieron a la mención eventual
como un eco insondable.
Famosamente infame
su nombre fue desolación en las casas,
idolátrico amor en el gauchaje
y horror del tajo en la garganta.
Hoy el olvido borra su censo de muertes,
porque son venales las muertes
si las pensamos como parte del Tiempo,
esa inmortalidad infatigable
que anonada con silenciosa culpa las razas
y en cuya herida siempre abierta
que el último dios habrá de restañar el último día,
cabe toda la sangre derramada.
No sé si Rosas
fue sólo un ávido puñal como los abuelos decían;
creo que fue como tú y yo
un hecho entre los hechos
que vivió en la zozobra cotidiana
y dirigió para exaltaciones y penas
la incertidumbre de otros.
Ahora el mar es una larga separación
entre la ceniza y la patria.
Ya toda vida, por humilde que sea,
puede pisar su nada y su noche.
Ya Dios lo habrá olvidado
y es menos una injuria que una piedad
demorar su infinita disolución
con limosnas de odio.
Jorge Luis Borges
No me mueve, mi Dios, para quererte
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
(Anónimo)
Ojos claros, serenos
Ojos claros, serenos,
si de un dulce mirar sois alabados,
¿por qué, si me miráis, miráis airados?
Si cuanto más piadosos,
más bellos parecéis a aquel que os mira,
no me miréis con ira,
porque no parezcáis menos hermosos.
¡Ay tormentos rabiosos!
Ojos claros, serenos,
ya que así me miráis, miradme al menos.
Gutierre de Cetina
Nanas de la cebolla
La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días
y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda.
En la cuna del hambre mi niño estaba.
Con sangre de cebolla se amamantaba.
Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre.
Una mujer morena, resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna cuando es preciso.
Alondra de mi casa, ríete mucho.
Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto
que en el alma al oírte, bata el espacio.
Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita, cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios relampaguea.
Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos y de mi amor.
La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea, desde tu cuerpo!
Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma.
Ser de vuelo tan alto, tan extendido,
que tu carne parece cielo cernido.
¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera!
Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades.
Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes.
Frontera de los besos serán mañana,
cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego
correr dientes abajo buscando el centro.
Vuela niño en la doble luna del pecho.
Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho.
No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.
Miguel Hernández
Menos tu vientre
todo es confuso. Menos tu vientre, todo es futuro fugaz, pasado baldío, turbio. Menos tu vientre, todo es
oculto. Menos tu vientre, todo inseguro, todo postrero, polvo sin mundo. Menos tu vientre, todo es
oscuro. Menos tu vientre claro y profundo.
Miguel Hernández
Vencidos
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.
¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!
Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.
Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...
León Felipe
Corazón Coraza
Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza
porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro
porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.
Mario Benedetti
Hagamos un trato
Compañera si otras veces
usted sabe me encuentra
puede contar huraño sin motivo
conmigo no piense qué flojera
no hasta dos igual puede contar
o hasta diez conmigo
sino contar
conmigo pero hagamos un trato
yo quisiera contar
si alguna vez con usted
advierte
que la miro a los ojos es tan lindo
y una veta de amor saber que usted existe
reconoce en los míos uno se siente vivo
no alerte sus fusiles y cuando digo esto
ni piense qué delirio quiero decir contar
a pesar de la veta aunque sea hasta dos
o tal vez porque existe aunque sea hasta cinco
usted puede contar no ya para que acuda
conmigo presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.
Mario Benedetti
Yo no soy yo
Yo no soy yo.
Soy este
que va a mi lado sin yo verlo,
que, a veces, voy a ver,
y que, a veces olvido.
El que calla, sereno, cuando hablo,
el que perdona, dulce, cuando odio,
el que pasea por donde no estoy,
el que quedará en pie cuando yo muera.
Juan Ramón Jiménez