Arbitraje
Arbitraje
El arbitraje
Introducción
Asumido que el conflicto es una realidad de toda organización grupal, y que desde tiempos remotos
las personas han buscado diferentes formas de resolverlos, de manera de poder mantener la
convivencia armónica y pacífica. En este sentido, el Derecho, el ordenamiento jurídico, es una de las
maneras de garantizar las condiciones de vida de una sociedad, en tanto procura preservar el orden,
estableciendo reglas de convivencia estructuradas sobre la base de derechos y obligaciones y límites
para el ejercicio de los derechos. Históricamente, el primer paso fue la eliminación de la violencia y
la fuerza como métodos de composición y la instauración de formas de administración de justicia, a
través de un tercero imparcial que dirimiera las contiendas de intereses.
La institución del arbitraje toma cuerpo en las más antiguas disposiciones de derecho, ya las
inscripciones babilónicas, como los relatos bíblicos y el sistema romano, tenían referencias sobre el
arbitraje.
Heterocomposición: Abarca el nacimiento del proceso judicial y, por otro lado, la posibilidad
de remitir hacia un tercero diferente del juez, la respuesta al conflicto planteado.
A modo introductorio, debemos señalar que en el arbitraje existe un tercero imparcial que emite un
veredicto sobre dos pretensiones controvertidas. Pero a diferencia de la Justicia, es un sistema en
el que la decisión que pone fin al conflicto no emana de los jueces del Estado, sino de particulares.
A él se llega generalmente en forma voluntaria, a través de cláusulas mediante las cuales las partes
deciden someter determinadas cuestiones a resolución de árbitros en lugar de acudir a los jueces.
La adopción del arbitraje por la voluntad de las partes -o por el legislador en ciertos casos en que lo
impone como forzoso- implica desplazar total o parcialmente la jurisdicción de los órganos del Poder
Judicial. Esta prescindencia no es, sin embargo, absoluta, por cuanto pueden existir diversas
situaciones que exijan recurrir a un juez: la falta de cooperación de alguna de las partes para
designar los árbitros o acordar lo necesario para poner en marcha el juicio arbitral, la necesidad de
ejercer coerción para efectivizar una medida cautelar o producir alguna prueba, o bien la ejecución
del laudo. Porque una vez que los árbitros dictaron la sentencia, si la misma no es espontáneamente
cumplida por el perdidoso, la otra parte deberá requerir de los jueces ordinarios la compulsión
necesaria para lograr el cumplimiento forzado.
Además de ello, el Estado reconoce a las decisiones arbitrales el valor de la cosa juzgada, habilitando
para su ejecución los procedimientos de ejecución de sentencias judiciales. Los árbitros carecen del
imperium propio de los magistrados estatales, pero ello no significa un menoscabo a su jurisdicción,
ya que el ordenamiento establece la obligación de los jueces de prestarles auxilio. No concede a los
árbitros la potestad de ejercer por sí la coerción necesaria (executio) para hacer cumplir sus
decisiones, pero pone a su disposición el aparato jurisdiccional público a través del cual podrán
obtenerla.
Para comprender el significado del arbitraje como sistema de resolución de conflictos, debe partirse
de una premisa: la jurisdicción (entendida como la función de administrar justicia resolviendo
controversias) no es monopolio de los órganos del Estado. Es una función establecida en interés y
protección de los particulares, por lo que nada podría impedir que éstos -en la medida que se trate
de derechos que puedan ser objetos de transacción- escojan árbitros particulares para dirimir sus
disputas.
La naturaleza jurisdiccional que atribuimos a la actuación de los árbitros no significa, sin embargo,
que la equiparación con la jurisdicción judicial sea absoluta. Es obvio que entre ambas existen
diferencias, las que se derivan principalmente de la diversidad del origen y del status de jueces y
árbitros. Los jueces deben su jurisdicción a la Constitución Nacional y a las leyes dictadas en su
consecuencia. La jurisdicción de los jueces es, por lo tanto, permanente y genérica.
En el caso de los árbitros, su jurisdicción depende en forma mediata de las normas que admiten la
instauración de un sistema particular de administración de justicia, si bien en forma inmediata la
facultad de juzgar les es atribuida por los litigantes que los nombran para resolver un caso concreto.
En este caso, su jurisdicción sufre una doble limitación, en razón de la materia y en razón del tiempo:
los árbitros no pueden pronunciarse sobre cuestiones que no le han sido sometidas, y deben laudar
dentro de un plazo expresa o tácitamente concedido por las partes. La jurisdicción de los árbitros, a
diferencia de la que tienen los jueces estatales, no es permanente ni genérica, sino limitada a las
cuestiones comprometidas y a un tiempo determinado que las partes -o en defecto de pacto
expreso, la ley- le otorga para la expedición del laudo.
Naturaleza jurídica
Si el arbitraje se mira como una decisión voluntaria, libremente concertada, sus fundamentos
pueden tener naturaleza contractual y estar regidos, de alguna manera, por disposiciones
sustantivas. En cambio, quienes atienden a la forma como se resuelve el conflicto tienden a señalar
la naturaleza jurisdiccional del acto, argumentando en favor de ello la presencia clásica de los tres
componentes del proceso (partes y tercero imparcial).
a) Tesis contractualita
Esta teoría postula que el arbitraje tiene naturaleza contractual y parte de la cláusula
compromisoria. Sus orígenes, existencia y regulación dependen de la continuada existencia de la
voluntad de las partes. El corazón de esta corriente de opinión consiste en que todo el
procedimiento arbitral está basado en acuerdos contractuales. Ello se observa tanto en el acuerdo
como en el laudo arbitral ya que reflejan el carácter contractual del arbitraje siendo los mismos un
‘conjunto de actos contractuales privados’. Siendo el arbitraje un resultado de la libertad
contractual, es la autonomía de la voluntad la que da origen a dicho sistema de justicia privada.
Quienes apoyan esta teoría niegan la supremacía o control del Estado sobre el arbitraje y consideran
que la esencia del arbitraje radica en la voluntad y consentimiento de las partes.
Algunos de sus sostenedores, dicen que el arbitraje no es otra cosa que una transacción anticipada,
limitándose los árbitros a cumplir su función en la forma determinada por las partes, dentro de un
ámbito previamente delimitado en el pacto arbitral.
b) Tesis jurisdiccionalista
Esta tesis considera que el arbitraje es una concesión, que en materia de derecho privado hace el
estado a los particulares, para resolver sus conflictos mediante un tipo especial de jueces
denominados como árbitros, considerando además que se trata de una función de orden público,
que en consecuencia le permite, como estado, ejercer el control sobre los procesos arbitrales y
reconocer efectos tanto al pacto arbitral como al laudo que se dicte con fundamento en éste y
reglamentar las funciones, poderes y facultades de los árbitros. Tratándose de un proceso, debe
reconocérsele entonces su naturaleza jurisdiccional, sin importar que los árbitros deriven su
competencia de la voluntad de las partes y deban desempeñarse como verdaderos jueces, con
autonomía e independencia frente a las mismas partes que hicieron su designación.
Decía Mortara que al momento de emitirse el laudo, el árbitro no representa voluntad alguna más
que la propia, de manera que su decisión está revestida de un sentido de justicia suficiente como
para darle una razón jurisdiccional.
La función y los efectos de la sentencia judicial y del laudo arbitral son idénticos, aun cuando
sea más limitado el ámbito del segundo. En ambos casos se resuelve una petición jurídica
formulada por una parte frente a otra estimándola, en todo o en parte, o desestimándola.
El consentimiento de las partes opera tan sólo en el momento inicial del arbitraje [...]; es
totalmente irrelevante a lo largo del procedimiento arbitral
La obligatoriedad que asume el laudo lleva a despejar las críticas, por lo cual no importaría
que la función de los árbitros no tuviese la soberanía natural del ejercicio jurisdiccional,
porque la cuestión versa, en esencia, sobre la resolución de la controversia y la tipificación
de las tres partes propias del proceso judicial: partes y juez imparcial.
El arbitraje voluntario constituye una manifestación de la justicia privada. Por efecto de esa
convención la jurisdicción de derecho común experimenta una prórroga convencional hacia
los árbitros. Ello traduce una completa sustitución de la jurisdicción del Estado en otra
jurisdicción creada por las partes pero reconocida y estimulada por el Estado. Que en verdad
tiene la misma eficacia que la sustituida y en razón de disposiciones legales que la estatuyen
y reglamentan
Por lo que, no se puede hablar aquí de jurisdicciones antagónicas, contradictorias, toda vez
que las dos son aceptadas y eficaces ante la ley. Antes bien, se trata de jurisdicciones
complementarias.
a) voluntario: que se da cuando las partes convienen su tránsito libremente sin existir documentos
que los obliguen previamente a la vía. La decisión de llevar las diferencias a un arbitraje, presupone
dos situaciones posibles:
1. La actitud preventiva de auspiciar la vía sin que exista conflicto alguno, es decir, que se formaliza
el compromiso de someter conflicto futuro a la resolución de árbitros, y esa concertación se
formaliza documentalmente con cláusula compromisoria al tiempo de establecer el contrato base.
2. La posibilidad de solucionar el conflicto ya existente por medio de un tercero neutral ante quien
se presenta el problema emergente, esto se concreta y formaliza mediante un documento
denominado “compromiso arbitral”
1. Obligatorio legal, si existe una ley que establece este camino para resolver la controversia.
2. Obligatorio convencional, cuando las partes se hallan constreñidas a respetar una cláusula
compromisoria o un convenio anterior de arbitraje.
2) Por la relación jurídica que ventila y las normas que a ella debe aplicarse
b) extranjero o internacional: caso en el cual las normas en uso provienen de tratados o convenios
internacionales.
Diferenciarlos impide caer en el error de asignar características de uno u otro sistema, siguiendo la
pauta de las personas en litigio o de la materia en disputa. Además de ello, es importante porque la
pauta para discernir cuándo habrá arbitraje y proceso internacional, o árbitros locales y
procedimientos internos, dependerá de las reglas que apliquen los tribunales constituidos.
b) arbitraje libre o ad hoc: no existe ninguna institución que administre el sistema, por lo que las
partes deberán ponerse de acuerdo en las reglas sobre las cuales se desarrollará el arbitraje: tendrán
que acordar las normas en base a las que actuarán los árbitros y proveer todo lo necesario para que
el arbitraje pueda comenzar. Deberán convenir los mecanismos de elección de los árbitros, el lugar
donde se llevará a cabo y en su caso el idioma, los procedimientos aplicables, fijar a los árbitros el
plazo para laudar, etc.
a) Los árbitros de derecho o iuris actúan en base a formas legales y deciden las cuestiones litigiosas
según el derecho positivo, en forma similar a como lo haría un magistrado judicial. El laudo debe
estar sustentado en derecho.
La dinámica y adaptación del juez de equidad posibilita adaptar y solucionar el conflicto por encima
de las rigideces técnicas y de las frialdades legales (v.gr. resolverlo en virtud de silogismos puros,
aplicación estricta del marco predispuesto, etc.), dando al árbitro una ventaja insoslayable sobre las
estructuras, y un inconfundible apoyo a la justicia de “rostro más humano”.
El acuerdo arbitral
A) La cláusula compromisoria
Otra vincula a los celebrantes del “compromiso arbitral” a un tribunal o arbitro que
resolverá la crisis presente derivada de un negocio jurídico que los enfrenta.
En la cláusula compromisoria debe existir precisión en los alcances que se pretenden, porque
importaría una renuncia inadmisible a la jurisdicción.
Tanto el régimen nacional como provincial establecen que "no podrán comprometerse en árbitros,
bajo pena de nulidad, las cuestiones que no pueden ser objeto de transacción" (art. 737 CPN y 764
CPM), evitando así comprometer hechos y decisiones que no tuviesen una relación conocida. Es
decir, se prohíbe concertar sobre bases conjeturales e hipotéticas (v.gr.: no se podría decir que las
partes someterán en árbitros toda controversia que surgiese de los contratos que en el futuro las
vincule).
Problema particular resulta deducir si la cláusula requiere estar inserta en el texto del contrato base
de la relación jurídica entre las partes, o si admite cualquier expresión fehaciente que expresa
claramente la intención del compromiso.
Los códigos procesales, tanto provincial como nacional establecen que la sujeción al juicio arbitral
puede ser convenida en el contrato o en un acto posterior.
Pero por otro lado, debemos tener en cuenta que atento la importancia del contenido de esta
cláusula debe ser analizada con plena autonomía respecto del contrato madre que la contiene. El
contrato o compromiso arbitral es autónomo respecto del contrato en el que se lo incorpora. La
nulidad o ineficacia del acuerdo donde se inserta la cláusula arbitral, no afecta a ésta, la cual tiene
existencia propia de superación de conflictos. Una cláusula compromisoria que forme parte de un
contrato se considera como un acuerdo independiente de las demás estipulaciones del contrato,
ésta presenta siempre una autonomía jurídica, excluyéndose que pueda verse afectada por los
elementos del contrato donde reside, permitiendo prevalerse de ésta incluso cuando el contrato
firmado por las partes no ha podido entrar en vigor.
Por tanto, la cláusula compromisoria puede ser pactada independientemente del contrato
sustancial porque constituye la expresión concreta de someter conflictos hipotéticos al
conocimiento de árbitros. Lo interno de la negociación comercial o privada no incide en la
prevención establecida, pero determina la validez del acuerdo a la eficacia del negocio principal.
Obliga a las partes a constituir el tribunal o llamar al árbitro preelegido cuando entre ambas
se plantee una controversia; o bien, si la convención oportuna se redujo a la mención del
compromiso en árbitros, deberán las partes formalizar el acuerdo (arts. 768 y 769 del CPM),
para generar el mecanismo de pacificación.
Al no ser ésta de orden público, los interesados podrán renunciar al acuerdo en forma expresa o
tácitamente. La primera manifestación surge con la presentación de la demanda ante la justicia
ordinaria, y la segunda, cuando obran ciertos efectos procesales (reconocimiento tácito de la
competencia, admisión del planteo, omisión de introducir la defensa de incompetencia, etc.) que
permiten advertir el abandono del demandado al compromiso celebrado.
Sin embargo, el abandono no extiende sus efectos a todos los procesos futuros, debiéndose advertir
en los actos posteriores (otras demandas o pretensiones) si la parte persiste en renunciar al
convenio o, en la oportunidad, lo alega como excepción.
La rescisión del contrato principal motiva la ineficacia de la cláusula convenida en la pieza o en otro
documento; así también si dicha concertación deviene nula; a diferencia de la extinción del
compromiso o la nulidad del laudo que dejan subsistente la cláusula compromisoria y admiten exigir
el otorgamiento de un nuevo acuerdo.
B) El compromiso arbitral
El compromiso o convenio se formaliza en un acto por el cual las partes, en cumplimiento de una
cláusula compromisoria o de una disposición de la ley, someten a la decisión arbitral las cuestiones
concretas que en el documento determinan; se designa a los árbitros o se los convoca si estuviesen
ya dispuestos y se fija las modalidades de la actividad.
El acuerdo concreta y define la voluntad preventiva del compromiso anterior; sin que sea menester
este requisito, porque es posible constituir el convenio ante la emergencia que padece el contrato
principal, o bien, en un proceso en trámite donde las partes resuelven ponerlo a la decisión de dichos
terceros.
En tal sentido el art. 736 del Cód. Procesal dice que “toda cuestión entre partes, excepto las
mencionadas en el art. 737, podrá ser sometida a la decisión de jueces árbitros, antes o después de
deducida en juicio y cualquiera fuere el estado de éste. La sujeción a juicio arbitral puede ser
convenida en el contrato o en un acto posterior”.
El compromiso debe formalizarse por escritura pública o instrumento privado, o por acta extendida
ante el juez de la causa, o ante aquel a quien hubiese correspondido su conocimiento (art. 767,
CPM).
Bajo pena de nulidad, el compromiso debe contener los siguientes requisitos mínimos y esenciales:
2) nombre y domicilio de los árbitros, excepto que la decisión fuese delegada a la autoridad judicial;
3) las cuestiones que se someten al juicio arbitral, con expresión de sus circunstancias; y
4) la estipulación de una multa que deberá pagar a la otra parte, la que dejare de cumplir los actos
indispensables para la realización del compromiso.
Estos recaudos, son mínimos y esenciales, indispensable para la validez del instrumento.
Por lo común, se faculta a los concertantes a pactar otras condiciones (no esenciales) que
determinen el conjunto de situaciones que el compromiso debe atender.
1) el procedimiento aplicable y el lugar en que los árbitros hayan de conocer y fallar. Si el lugar no
fuese indicado, será el de otorgamiento del compromiso.
4) una multa que deberá pagar la parte que recurra del laudo, a la que lo consienta, para poder ser
oído, si no mediase la renuncia al recurso de apelación y nulidad que también puede pactarse.
El principal efecto del convenio arbitral es el de convertirse en ley individual para las partes,
condición que porta intrínseco su acatamiento y ejecución.
La fuerza vinculatoria emerge en dos direcciones; por un lado permite asignar esa modalidad
jurisdiccional a los árbitros elegidos o seleccionados judicialmente desde el momento mismo en que
el conflicto se plantea, esto es, que ellos pueden actuar sin necesidad del requerimiento de partes
y aun contra su voluntad (a excepción que las partes decidan mutuamente la extinción del
compromiso); por otra vertiente, se suele hablar de una eficacia negativa, en el sentido de sustraer
la controversia del conocimiento ordinario que le correspondería a los tribunales.
Otros efectos, secundarios, lo llevan a ser causa interruptora de la prescripción, y de la caducidad
de la instancia.
La nulidad del acuerdo proviene de causas anteriores a la celebración, coetáneas con él, o
posteriores según las circunstancias de cada caso.
Hemos visto que este procedimiento se adapta para todas las cuestiones que sea posible transigir.
Sin embargo, hay materias o cuestiones que por la ley o disposiciones de otro carácter no es posible
que sean resultas por arbitraje:
a) Las causas criminales, en el sentido de determinación de la pena que al reo le cabe; aunque la
posibilidad de resolver aspectos diferentes como la cuantía resarcitoria por la indemnización que
corresponde a los daños causados por el delito.
b) Las causas relacionadas con instituciones que inciden sobre el estado civil o la capacidad de las
personas. En estos casos, la jurisdicción ordinaria es exclusiva por el interés público de las
cuestiones. De todos modos, ciertas cuestiones laterales, como la distribución de los bienes
adquiridos en virtud del compromiso en esponsales, podrían ser consideradas por este carril por el
contenido estrictamente patrimonial que tiene el problema.
c) Las causas referentes a bienes del dominio público son sustraídas para la jurisdicción natural
evitando su compromiso en árbitros.
d) Casos en que debe intervenir el ministerio fiscal, sea en representación y defensa de quienes
carecen de capacidad civil para estar en juicio, o con representación legal suficiente. Situaciones
donde no existe posibilidad de concertar por limitaciones centradas en la disponibilidad del obrar
libre y voluntario. Por este camino versan cuestiones de tutela y cúratela; validez o nulidad del
matrimonio; las relativas a la responsabilidad parental, etc.
e) Las que tengan por objeto discernir sobre la voluntad del testador, en la medida en que son
consideraciones que afectan el orden público. Idéntica excepción tienen los derechos eventuales a
una sucesión, o el mismo trámite sucesorio.
f) Cuando en la relación esté en peligro la igualdad de las partes. Teniendo presente para ello
situaciones como los arbitrajes en materias laborales (v.gr.: despidos, indemnizaciones por
enfermedades profesionales, etc.), o cuando se esté ante una materia inseparablemente unida a
otra sobre la cual las partes no tengan poder de disposición.
g) Toda otra cuestión que comprometa el orden público, o que interesen a la moral y buenas
costumbres, o existe una disposición legal que la prohíbe. Supuestos que deben ser analizados
independientemente por la jurisdicción ordinaria, o bien, confrontados con expresas disposiciones
normativas.
A su vez, los art. 752 del CPN y 780 CPM disponen que "si a los árbitros les resultare imposible
pronunciarse antes de que la autoridad judicial haya decidido alguna de las cuestiones que por el
art. 737 no pueden ser objeto de compromiso, u otras que deban tener prioridad y no les hayan sido
sometidas, el plazo para laudar quedará suspendido hasta el día en que una de las partes entregue
a los árbitros un testimonio de la sentencia ejecutoriada que haya resuelto dichas cuestiones"'.
Igual temperamento deciden el art. 764 del CPN y el 792 del CPM: “Si el compromiso se hubiese
celebrado respecto de UN (1) juicio pendiente en una instancia, el fallo de los árbitros causará
ejecutoria.”
La capacidad se rige por las normas del Código Civil y Comercial porque se refiere a la disposición
que deben contar las partes para poder contratar; no se trata, entonces de una capacidad de
postulación (legitimación procesal), y por ello el Código aclara en el art. 738 que “las personas que
no pueden transigir no podrán comprometer en árbitros. Cuando la ley exija autorización judicial
para realizar actos de disposición también aquélla será necesaria para celebrar el compromiso.
Otorgada la autorización, no se requerirá la aprobación judicial del laudo”.
Según el artículo 776 del Código Procesal de la Provincia de Misiones, “el compromiso cesará en sus
efectos:
2) por el transcurso del plazo señalado en el compromiso, o del legal en su defecto, sin perjuicio de
la responsabilidad de los árbitros por daños e intereses, si por su culpa hubiese transcurrido
inútilmente el plazo que corresponda, o del pago de la multa mencionada en el Artículo 740, Inciso
4, si la culpa fuese de alguna de las partes;
3) si durante tres (3) meses las partes o los árbitros no hubiesen realizado ningún acto tendiente a
impulsar el procedimiento”.
Los árbitros
La selección de los árbitros depende en gran medida de las convenciones que las partes dispongan
en el acuerdo o en la cláusula compromisoria. El principio que rige aquí es el de libre selección y
existen diversas posibilidades, desde señalar individualmente el árbitro o los árbitros, encomendar
a otra persona o a otra entidad que lo hagan y es factible que cada uno nombre un árbitro y encargue
a los designados el nombramiento del tercer árbitro.
Por ejemplo, el art. 743 del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación dice: "Los árbitros serán
nombrados por las partes, pudiendo el tercero ser designado por ellas, o por los mismos árbitros, si
estuviesen facultados. Si no hubiese acuerdo, el nombramiento será hecho por juez competente
[...]". ¿Quién es el juez competente? es aquel que hubiese entendido en la causa si no se hubiese
acordado la sumisión al arbitraje.
Además, establece el CPCyC en el Art. 744 in fine que “Si alguno de los árbitros renunciare, admitiere
la recusación, se incapacitare o falleciere, se lo reemplazará en la forma acordada en el compromiso.
Si nada se hubiese previsto, lo designará el juez.”
El presupuesto de confianza que recae sobre el árbitro desplaza otros requisitos naturales para los
terceros imparciales. Se piensa más en el hombre (o la institución) de confianza que la reunión
objetiva de recaudos a cubrir. Por eso las legislaciones suelen no ser demasiado explícitas para
regular la capacidad, exigiendo el CPCyC, en el art. 743 ad fine “la designación sólo podrá recaer en
personas mayores de edad y que estén en el pleno ejercicio de los derechos civiles, que sean
mayores de edad y que estén en pleno ejercicio de los derechos civiles.
Claro está que cuando se trata de árbitros de derecho, la aptitud se logra por el título de abogado,
que acredita la idoneidad misma requerida para el desempeño.
Resulta lógico que existe una manifiesta imposibilidad para las personas jurídicas de actuar "por sí”,
conclusión que se ve consagrada.
Ciertos ordenamientos antiguos, como el Espéculo, sostenían que "el alcalde de avenencia o
avenidor no puede ser siervo o loco, o sordo que no oye nada"; en la actualidad son causales de
exclusión las inhabilidades emergentes de las leyes de fondo, sobre todo aquellas que determinan
incapacidades de hecho y de derecho. También las mujeres fueron excluidas.
Designación y recusación
Con la aceptación de los árbitros comienza el derecho de las partes para compelerlos a cumplir el
objetivo dispuesto. A estos fines, dice el art. 744 del Código Procesal que “otorgado el compromiso,
se hará saber, a los árbitros para la aceptación del cargo ante el secretario del Juzgado, con
juramento o promesa de fiel desempeño...”
El recaudo del juramento o promesa no invalida el proceso si fuere omitido, pues no se trata de un
requisito sustancial ni se halla previsto bajo pena de nulidad.
Además, ante la violación de los deberes contraídos, o el mal desempeño, cabe la posibilidad de
hacerlos responsables objetivamente y demandarlos por daños y perjuicios (art. 745, párrafo final,
C.P.N.).
Puede ocurrir que los compromitentes acuerden seleccionar un tribunal donde un tercer miembro
actúe, únicamente, ante la diferencia de los otros dos. Es decir, este tercero no integra formalmente,
ni toma parte en las deliberaciones, sino que obra por vía de hipótesis. En este supuesto, entonces,
no es necesario esperar su aceptación para dar por iniciado el arbitraje, en tanto su intervención es
hipotética. Sin embargo, hay quienes sostienen que “es muy lógico suponer que los árbitros
designados para actuar en conjunto tengan en realidad que emitir un fallo cuando los tres hayan
aceptado. De lo contrario podrían darse situaciones disvaliosas, como, por ejemplo, que en el caso
de desacuerdo recién se notifique al tercer árbitro, y éste no acepte, con lo cual las partes podrían
abocarse a la designación de otra persona para que cumpla tales funciones con los consiguientes
detrimentos en punto a principios de celeridad y seguridad. De modo, entonces, que el hecho de
que no integre el tribunal, no significa que no deba mediar su aceptación, para el comienzo del plazo
para laudar”. A estos terceros se los denominan “tercero en discordia”. ¿Cómo se lo designa? Existen
diversas posibilidades.
b) Otra posibilidad está prevista en los ordenamientos la Ley de Enjuiciamiento mercantil de 1830
establecía que cuando se tratara de un arbitraje de derecho y las partes no tenían establecido en el
compromiso al tercero necesario para la mayoría coincidente, esta facultad se trasladaba al juez de
paz del lugar.
c) las partes pueden acordar que la decisión final sea adoptada únicamente por el presidente, o bien
que la cuestión se considere resuelta en el sentido que exprese el voto de éste.
Recusación: Cuando se trata de árbitros designados judicialmente las causales de recusación son las
mismas que para los jueces. A diferencia de los seleccionados con libertad, donde únicamente se
admite la recusación por causas sobrevinientes, posteriores al nombramiento.
Cabe presumir la renuncia de las partes a la facultad de recusar cuando todos coinciden en las
designaciones, aun si las personas elegidas libre y espontáneamente tienen con ellas vínculos por
amistad o parentesco que todos conocen. En su caso, establece el art. 747 del CPCyC “la recusación
deberá deducirse ante los mismos árbitros, dentro de los cinco días de conocido el nombramiento.
Si el recusado no la admitiere, conocerá de la recusación el juez ante quien se otorgó el compromiso
o el que hubiere debido conocer si aquél no se hubiere celebrado. La resolución del juez será
irrecurrible. El procedimiento quedará suspendido mientras no se haya decidido sobre la
recusación”.
Finalmente, “los árbitros sólo serán removidos por consentimiento de las partes y decisión del juez”
(art. 746, párrafo final, C.P.N.), de modo tal que pervive en la asignación de funciones la
disponibilidad del acuerdo concertado, ejercido al efecto, antes de que se pronuncie el laudo.
Límites y facultades del tribunal arbitral
Como se dijo en la introducción, los árbitros tienen una doble limitación, en razón de la materia y
en razón del tiempo: los árbitros no pueden pronunciarse sobre cuestiones que no le han sido
sometidas, y deben laudar dentro de un plazo expresa o tácitamente concedido por las partes.
Las facultades quedan perfectamente delimitadas por las facultades que las partes le han conferido
y que éste debe puntillosamente respetar bajo pena de nulidad del laudo que dicte.
Con relación a las facultades, cabe recordar que el procedimiento arbitral excluye cualquier
actividad de carácter ejecutivo, ya que los árbitros no están provistos de poderes coactivos que
hayan de ejercer o aplicar directamente aun por medio de la fuerza cuando sea necesario.
El presupuesto natural del arbitraje se halla en el acuerdo de voluntades, de manera que si una de
ellas rehúye el compromiso asumido, puede ser demandado al cumplimiento.
Los arts. 742 del CPN y 770 del CPM, establecen: “Podrá demandarse la constitución de tribunal
arbitral, cuando una o más cuestiones deban ser decididas por árbitros.
Presentada la demanda… ante el juez que hubiese sido competente para conocer en la causa, se
conferirá traslado al demandado por diez (10) días y se designará audiencia para que las partes
concurran a formalizar el compromiso.
Si hubiere resistencia infundada, el juez proveerá por la parte que incurriere en ella, en los términos
del Artículo 740.
Si la oposición a la constitución del tribunal arbitral fuese fundada, el juez así lo declarará, con
costas, previa sustanciación por el trámite de los incidentes, si fuere necesario.
Si las partes concordaren en la celebración del compromiso, pero no sobre los puntos que ha de
contener, el juez resolverá lo que corresponda”.
También es posible que no haya oposición a que el tribunal se constituya, pero que surjan
disparidades en los puntos que el compromiso debe contener; debiendo el juez resolver de
inmediato conforme a los límites y facultades que vimos precedentemente.
Integración
Cuando el arbitraje está compuesto por un tribunal, uno de ellos se constituye en presidente, con
la finalidad de dirigir el procedimiento y dictar las providencias de mero trámite (arts. 750 CPN y 778
CPM).
Asimismo, el juicio arbitral se hará ante un secretario, quien será nombrado por las partes o por el
juez, en su caso, a menos que en el compromiso se hubiese encomendado su designación a los
árbitros (arts. 749 y 777)
La integración del tribunal es un problema de validez de los actos consecuentes; por eso, ante la
crisis sobre la constitución, interviene la justicia ordinaria.
Competencia
Decíamos que las partes pueden convenir (cláusulas facultativas, arts. 741 CPN 769, CPM) sobre:
c) la designación de un secretario;
d) una multa que deberá pagar la parte que recurra al laudo, a la que lo consienta, para ser oído, si
no mediase la renuncia que se menciona en el inciso siguiente;
e) la renuncia del recurso de apelación y del de nulidad, sobre los casos de aclaratoria y nulidad.
Las cuestiones previas son verificaciones liminares que hacen los árbitros tendientes a confirmar su
competencia en el asunto que fue sometido a su consideración, así como toda otra que deba
resolverse antes de la emisión del laudo y por las que están autorizados a suspender el plazo.
El art. 780 del Código Procesal dice que “si a los árbitros les resultare imposible pronunciarse antes
de que la autoridad judicial haya decidido alguna de las cuestiones que por el art. 765 no pueden
ser objeto de compromiso, u otras que deban tener prioridad y no les hayan sido sometidas, el plazo
para laudar quedará suspendido hasta el día en que una de las partes entregue a los árbitros un
testimonio de la sentencia ejecutoriada que haya resuelto dichas cuestiones”.
La rapidez para obtener soluciones, alienta y da ventajas al arbitraje en este sentido. Pero la
brevedad, a veces, se difumina cuando el laudo no resulta aceptado y se lo impugna por ejemplo, o
cuando no se cumple y hay que proceder a su ejecución.
Por ello, para superar estos problemas y asegurar la ventaja competitiva o complementaria del
arbitraje, se ha pensado en distintos medios tendientes a garantizar la eficacia posterior del laudo.
Surge así la idea de potenciar medidas cautelares dentro del procedimiento arbitral, resueltas por
el mismo árbitro o tribunal, y sin necesidad de auxilio jurisdiccional.
Las medidas precautorias podrían ser emitidas en cualquier tiempo anterior a la emisión del laudo,
o bien cuando se conoce el resultado efectivo del arbitraje.
Ambos aspectos han sido materia de discusión doctrinaria y de fallos jurisprudenciales, hoy es CCyC
establece que el contrato de arbitraje atribuye a los árbitros la facultad de adoptar, a pedido de
cualquiera de las partes, las medidas cautelares que estimen necesarias respecto del objeto del
litigio. Los árbitros pueden exigir caución suficiente al solicitante (art. 1655, párr. 1º).
Ahora bien, dado que a los árbitros se les reconoce jurisdicción pero no imperium, la ejecución de
las medidas cautelares y, en su caso, de las diligencias preliminares, se debe hacer por vía del
tribunal judicial (art. 1655, párr. 2, 1º parte), en un trámite propio de la ejecución de sentencias,
que se legisla en el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación y en el Código Procesal Civil,
Comercial, Familiar y de Violencia Familiar de la Provincia de Misiones.
El art. 1655, 2º párrafo, establece además una jurisdicción y competencia concurrente, pues indica
que las partes también pueden solicitar la adopción de estas medidas al juez, sin que ello se
considere un incumplimiento del contrato de arbitraje, ni una renuncia a la jurisdicción arbitral y sin
que ello importe excluir poderes de los árbitros.
Si bien el párrafo final del artículo habla de la posibilidad de impugnar las medidas previas o
preliminares, entendemos que ello incluye también a las medidas cautelares. En tal sentido, estas
medidas (previas o cautelares) adoptadas por los árbitros podrán ser impugnadas judicialmente si
violaran derechos constitucionales, fueran arbitrarias o sean irrazonables.
Tanto la posibilidad de solicitar medidas previas o cautelares al árbitro o al tribunal arbitral es plena
de las partes y sólo quedará excluida si expresamente así surge de la cláusula compromisoria o del
compromiso arbitral, pues ello surge de la expresión “excepto estipulación en contrario” del art.
1655.
Etapa probatoria
De corresponder, las diligencias de prueba pueden ser delegadas en sólo uno de los árbitros del
tribunal, a cuyo fin debe estarse al tipo de procedimiento signado (libre, o determinado por el
trámite ordinario o sumario).
Costas
El art. 800 del Código Procesal de la Provincia de Misiones, establece sobre costas y honorarios: “los
árbitros y amigables componedores se deben pronunciar acerca de la imposición de las costas, en
la forma prescripta en los Artículos 68 y siguientes.
La parte que no realiza los actos indispensables para la realización del compromiso, además de la
multa prevista en el Artículo 768, inciso 4), si fue estipulado, debe pagar las costas.
Los honorarios de los árbitros, Secretario del Tribunal, abogados, procuradores y demás
profesionales, son regulados por el Juez.
Los árbitros pueden solicitar al Juez que ordene el depósito o embargo de la suma que puede
corresponderles por honorarios, si los bienes objeto del juicio no constituyen garantía suficiente”.
Los gastos causídicos es una materia disponible para las partes. Ellas pueden convenirlos,
renunciarlos o modificarlos.
Sin embargo, este es un caso hipotético, ya que en la mayoría de los reglamentos de arbitraje
institucionalizados considera la cuestión.
Lo cierto es que éste es un problema que las partes pueden convenir con el trámite encauzado pero
antes de la emisión del laudo.
Por otro lado, los jueces árbitros no pueden autorregularse los honorarios por la función
desarrollada. Consecuentemente, pedirán su cuantificación al juez ordinario que tenga competencia
en la ejecución del laudo, a no ser que las partes hubieran acordados con ellos el tema de honorarios
y gastos producidos.
El principio que opera mostrando el fiel donde las partes han de converger es el de “colaboración”.
No se trata, recordemos, de enfrentar conflictos y controvertirlos como en el litigio común de
sentido adversarial. En el arbitraje, la metodología impresa pretende alcanzar una pacífica y
razonable concertación, a cuyo fin sólo con la disposición de los estipulantes se la puede lograr
efectivamente.
Por eso los medios de prueba que se intente producir deben portar ese destino de eficacia y utilidad,
descartándose los que no tengan o reporten esclarecimiento al problema.
Generalmente, se admite en los árbitros la facultad de seleccionar las pruebas a rendir, como para
depurar (elegir) las que las partes ofrezcan en sus escritos postúlatenos.
Es común que el árbitro o árbitros cuenten con absolutas facultades de dirección e impulso procesal,
disponiendo al efecto de iguales facultades que las que ostenta el juez ordinario.
El laudo arbitral
Características
El acto final que los árbitros practican, que justamente es el objetivo que las partes tuvieron en vista
cuando acordaron el procedimiento alternativo se denomina “laudo arbitral”.
Este juicio concreta un resultado definitivo, en el sentido de que no puede en adelante modificarse
o sustituir el contenido y alcance del pronunciamiento.
Internamente, los árbitros deben pronunciarse sobre todas las pretensiones sometidas a su
decisión, dentro del plazo fijado en el compromiso, sin perjuicio de las prórrogas concedidas por los
interesados (art. 754, C.P.N.), condiciones que se parecen a las establecidas para el dictado de las
sentencias.
La emisión del laudo es obligatorio, y a diferencia de las sentencias jurisdiccionales, el laudo tiene
que contener un pronunciamiento expreso y fundado de cada cuestión conocida y propuesta en el
compromiso, más allá de la estimación final que disponga.
a) Laudo unánime: este supuesto parte de considerar la opinión coincidente de todos los árbitros,
sea ya en las razones fundantes como en el acuerdo resolutivo.
b) Laudo por mayoría: en este caso, se puede hablar de mayoría coincidente por los fundamentos;
o de mayoría en la resolución pero con diferencias de enfoque. Lo que verdaderamente importa es
la reunión de voluntades para dar una solución única. El discrepante puede emitir su laudo por
separado; mientras que la mayoría lo puede hacer en sólo una pieza o con adhesión de voto, es
decir, la aceptación expresa de uno de los jueces al sentido observado por otro.
c) Laudo del umpire: se trata de conciliar el desencuentro de los árbitros en número equilibrado
con el voto de un tercero que media en la disputa. Suele llamárselo el "tercero en discordia”.
Resulta indispensable que el árbitro tercero que debe dictar su laudo por contradicción de los otros,
tenga a la vista los votos contrapuestos. De otro modo, podría emitir un tercer opinamiento, y lo
que en verdad se busca es el desempate.
Requisitos extrínsecos del laudo
¿Es posible solemnizar el acto que expresa el laudo? Como en una institución donde naturalmente
se tiende a evitar las formas rituales, la ley procesal, en este sentido, no adopta temperamentos
rígidos en la forma.
No obstante, cuando se advierte que el laudo puede ser impugnado por el recurso de nulidad
(errores in procedendo) queda planteada la cuestión, y por ello, se comprenden las razones por las
cuales, aun mínimamente, hay que respetar ciertos requisitos extrínsecos.
Plazo
El art. 755 del CPN establece que “si las partes no hubieren establecido el plazo dentro del cual debe
pronunciarse el laudo, lo fijará el juez atendiendo a las circunstancias del caso.
El plazo para laudar será continuo y sólo se interrumpirá cuando deba procederse a sustituir
árbitros.
Si UNA (1) de las partes falleciere, se considerará prorrogado por TREINTA (30) días.
A petición de los árbitros, el juez podrá prorrogar el plazo, si la demora no les fuese imputable”
Uno de los problemas típicos que sucede cuando el laudo se ofrece fuera del tiempo consignado,
consiste en saber si él es nulo o anulable a instancia de parte; o tiene plena validez si los estipulantes
lo consienten.
Por supuesto, estas actitudes dependen bastante del tipo de acuerdo o legislación que la
reglamente. Así, por ejemplo, el reglamento colegial de arbitraje de Mar del Plata establece que
"vencido el plazo para dictar el laudo sobre los puntos comprometidos, sin que ello haya ocurrido,
el tribunal arbitral actuante pierde automáticamente su jurisdicción; el juicio pasará al tribunal
arbitral que le sigue en orden, éste dispondrá del mismo plazo para dictar el laudo. Si no existiese
otro tribunal, el Colegio de Abogados debe constituir uno para que entienda en este caso
integrándolo con los suplentes".
Así mismo el CPCyC de la nación establece en su art. 756: “los árbitros que, sin causa justificada, no
pronunciaren el laudo dentro del plazo, carecerán de derecho a honorarios. Serán asimismo
responsables por los daños y perjuicios”, al igual que el Codigo Procesal Civil, Comercial, Familiar y
de Violencia Familiar de la Provincia de Misiones.
Debemos diferenciar el lugar donde se puede emitir el laudo de aquel que corresponde al espacio
donde tramita el arbitraje. Mientras el primero no tiene un lugar establecido porque se reduce al
acto escrito que presenta el laudo y se incorpora a las actuaciones, el proceso arbitral tramita en
donde las partes hayan convenido.
Contenido y límites del laudo
Ya expresamos que el laudo debe comprender todas las cuestiones propuestas por las partes a
examen y resolución, entre las cuales están involucradas las accesorias como costas y honorarios,
mientras éstas no fuesen predeterminadas en el compromiso en árbitros. Los límites de la justicia
arbitral están enmarcados por la carta de compromiso.
El juicio a emitir puede considerar proyecciones del objeto, tales como frutos e intereses, y aun
disponer una forma efectiva de cumplimiento de la sentencia.
Como se trata de una auténtica decisión debe estar fundamentada en todos los temas que
considere, y tratar de evitar caer del fallo imprudente.
Los árbitros de iure deben dictar una sentencia conforme a derecho, según lo alegado y probado en
la causa; o sea que su juicio debe sujetarse a lo dispuesto por la ley. En tanto, la sentencia de los
árbitros de equidad o amigable componedores, al contrario, no está condicionada estrictamente a
la ley sino que pueden decidir de la manera que ellos creyeren más conveniente para obtener la paz
entre los compromitentes; su juicio es válido siempre que actúen de buena fe y sin engaño.
Nos referimos en este parágrafo al acto formal de comunicación y a los requisitos necesarios para
considerar su validez intrínseca y extrínseca.
La notificación se rige por las formas previstas en los ordenamientos procesales para las
comunicaciones entre partes, salvo que ellas hubiesen convenido una determinación especial, en
cuyo caso esta modalidad prevalece.
a) notificación personal: es aquella por la cual se informa a las partes que deben concurrir a una
audiencia donde el árbitro o los árbitros dan a conocer el laudo, comenzando en ese momento los
plazos para articular los recursos previstos. Esta forma se consigna como notificación directa o
personal; polarizándose con la indirecta, en la cual el laudo se acompaña con el instrumento que
hace de portavoz (por escribano; por ujieres; carta documento; o cualquier otra modalidad
fehaciente).
El medio como llegue la notificación debe ser preciso y no prestarse a dudas sobre su eficacia.
Este principio de renunciabilidad ocupa al art. 760 del Código Procesal de la Nación, en estos
términos: "SÍ los recursos hubiesen sido renunciados, se denegarán sin sustanciación alguna. La
renuncia de los recursos no obstará, sin embargo, a la admisibilidad de la aclaratoria y de nulidad,
fundada en falta esencial del procedimiento, en haber fallado los árbitros fuera del plazo, o sobre
puntos no controvertidos. En este último caso, la nulidad será parcial si el pronunciamiento fuere
divisible”.
Se afianza también el principio en lo normado por el art. 741, inc. 4 que impone "una multa que
deberá pagar la parte que recurra del laudo, a la que lo consienta, para poder ser oído, si no mediase
la renuncia" a los recursos de apelación y nulidad.
La aclaratoria se presenta al mismo árbitro o tribunal enjuiciante, siendo éste quien debe resolver
inmediatamente. Como sucede en el trámite procesal común, el pedido de interpretación no
suspende el plazo para la interposición de la acción de nulidad, o del recurso de apelación cuando
éste se halle reservado en los reglamentos aplicables.
Recurso de apelación
La materia queda reservada en los códigos y demás reglamentos institucionales a criterio del
acuerdo entre partes, ampliando bastante el marco de la autonomía de la voluntad.
La Corte Suprema de Justicia de la Nación tiene resuelto que "el remedio federal sólo procede
respecto de las resoluciones de los tribunales de justicia, carácter atribuible a los integrantes del
Poder Judicial de la Nación y de las provincias. La apelación, en consecuencia, no cabe respecto de
las sentencias emanadas de la jurisdicción arbitral libremente convenida por los interesados, dado
que ésta es excluyente de la intervención judicial que culmina con la Corte y no admite otros
recursos que los consagrados por las leyes procesales, en las cuales ha de buscarse remedio a los
agravios que el laudo hubiese podido ocasionar".
Sin embargo, el proyecto de ley de arbitraje remitido por el Poder Ejecutivo nacional de fecha 31 de
octubre de 1991, sostiene entre otras disposiciones lo siguiente:
“Art. 41.
a) De los laudos arbitrales habrá recurso de apelación. Este recurso es renunciable por escrito.
b) El recurso de apelación deberá interponerse dentro de los cinco días de conocido el laudo ante
el tribunal de alzada del juez que hubiera conocido en la causa de no haberse recurrido al arbitraje
(...)”
Recurso de nulidad
Sin embargo, el ámbito natural se amplió necesariamente, al punto de consentir por esta vía que las
partes denuncien posibles o eventuales violaciones a la garantía procesal del debido procedimiento,
tales como privación a una de las partes de la oportunidad de presentar y probar su caso; omisiones
o restricciones de prueba; ausencia de la etapa de alegación; notificaciones defectuosas; y en
general, el desequilibrio en la igualdad de trato y oportunidades.
La demanda por nulidad de un laudo arbitral no impide su ejecución, ya que todo acto jurídico cuya
nulidad no es manifiesta se presume válido en tanto ella no se haya declarado. El laudo no recurrible
tiene el valor de una sentencia ejecutoriada, y ni siquiera la acción de nulidad produce la suspensión
de sus efectos.
En nuestro sistema procesal, el código de la Capital y aquellos que no se apartan del modelo,
establecen una diferencia según el laudo atacado por nulidad provenga de jueces árbitros de iure o
de amigables componedores. Mientras en el primer caso la vía se articula como "recurso" que
tramita ante el mismo órgano que sustanciará el recurso de apelación, es decir, ante la segunda
instancia judicial; en el arbitraje de equidad, se tramita como acción que se promueve ante la
primera instancia ordinaria.
Como se adelantó, existen diversas hipótesis por las que se puede plantear la nulidad, como ser:
a) Nulidad del laudo por deficiencias en el acuerdo: aquí se va interponer la nulidad del acto por
un vicio en la constitución del arbitraje, a pesar que la institución que estamos estudiando resulta
esencialmente informal.
Por ejemplo: que la cuestión litigiosa no se halle especialmente determinada en el convenio; que la
designación de árbitros no surja de una voluntad libremente dispuesta; que se desconozcan los
requisitos formales de constitución; o que se genere un privilegio irritante en favor de una de las
partes.
Lo que ocurre es que por esta vía de resolución de conflictos, no se puede prometer la tutela judicial
efectiva que el Estado pondera, de modo tal que si a través del medio se condiciona el acceso a la
jurisdicción o se modifica la igualdad en el desarrollo, o directamente se aprisiona la libertad de
impugnar por decisión propia oportuna, cada una de estas cuestiones da lugar a la nulidad del
arbitraje.
La denuncia de nulidad puede anticiparse a la emisión del laudo cuando se manifieste un claro
apartamiento de las reglas procesales.
b) Nulidad del laudo por incongruencia.
El árbitro o los árbitros deben resolver acerca de los puntos litigiosos que le son sometidos, sin que
puedan apartarse de las consignas, ampliarlas o propiciar soluciones diferentes a las que presenta
el ámbito de discusión y esclarecimiento, cuando lo hacen caen en el vicio por incongruencia.
De todos modos el vicio de incongruencia debe ser de tal entidad que justifique la nulidad absoluta
de lo sustanciado, en caso contrario resulta inadmisible.
Recurso extraordinario
La Corte Suprema de Justicia de la Nación sostuvo hace muchos años que la intervención de árbitros
con facultades para resolver en forma irrevisable las cuestiones que le son sometidas, no vulnera la
garantía de los arts. 1 y 18 de la Constitución nacional, si los interesados han consentido el
procedimiento o aceptado con anterioridad la jurisdicción arbitral pactada; en virtud de que la
convención que somete a árbitros determinadas cuestiones de naturaleza económica, inhabilita a
los contratantes para impugnar la validez constitucional de dicha actuación.
Caivano dice que: “si se trate de laudos de árbitros iuris la nulidad tramita como recurso ante un
tribunal judicial de segunda instancia; por lo cual la sentencia de ese tribunal que rechaza el recurso
de nulidad haría las veces de sentencia definitiva, contra la cual podría intentarse el recurso
extraordinario, al no ser admisible a su respecto ningún otro recurso extraordinario.
Pero cuando lo que se persigue es la nulidad de un laudo dictado por arbitradores o de amigables
componedores, la pretensión de nulidad debe deducirse como acción en la primera instancia
judicial, siendo la decisión del magistrado insusceptible de recurso alguno. Esta circunstancia hace
que deba interpretarse la sentencia del juez que rechaza la nulidad como definitiva, habilitando
directamente la interposición del recurso extraordinario sin pasar por la alzada ordinaria, que no
tiene jurisdicción para revisarla”.
La obligatoriedad que caracteriza el acto de autoridad emanado del árbitro le otorga al laudo
suficiente potestad, autónoma e independiente de la que puede obtener con el auxilio de la justicia
común.
Pero obligatoriedad no debe ser confundida con ejecutoriedad por el árbitro, porque la coacción es
un elemento inconfundible del poder estatal. Por tales razones, para lograr el cumplimiento forzoso
del laudo hay que acudir a la colaboración de los jueces competentes con jurisdicción territorial, en
cuyo caso los problemas a resolver se dirigen a las normas aplicables y al mecanismo procesal
pertinente.
Hay que tener en cuenta que el tribunal de control no tiene potestad para inquirir en las
irregularidades que se imputen al laudo que hayan sido cubiertas por la cosa juzgada extranjera. De
ese modo no corresponderá, de poder aplicarse la Convención de Nueva York, control alguno sobre
la constitución del tribunal, del modo de votación, el fallo sobre punto no comprometido, la falta de
pronunciamiento sobre algún punto comprometido, etc.
En Argentina el arbitraje es abordado básicamente como una materia procesal por el Código
Procesal y Civil y Comercial de la Nación, rige sólo para el procedimiento que se desarrolla ante los
tribunales federales de todo el país – cuya competencia es de excepción; y de allí se deriva como
lógica consecuencia que cada Código Procesal provincial contiene una regulación propia de la
materia.
En el código procesal civil, comercial, familia de Misiones, está regulado el Arbitraje, de modo similar
al de Nación, Libro Séptimo Proceso Arbitral; Título I Juicio Arbitral; Título II Juicio de Amigables
Componedores; Título III Pericia Arbitral.
Cabe señalar que el arbitraje está previsto como modo de solución de controversias en otros
cuerpos normativos.
1) Constitución Nacional
En primer lugar, la Constitución Nacional dispone en el segundo párrafo del artículo 14 bis que
“queda garantizado a los gremios:...recurrir a la conciliación y al arbitraje...”
“Art. 1649. Definición. Hay contrato de arbitraje cuando las partes deciden someter a la decisión de
uno o más árbitros todas o algunas de las controversias que hayan surgido o puedan surgir entre
ellas respecto de una determinada relación jurídica, contractual o no contractual, de derecho
privado en la que no se encuentre comprometido el orden público”.
Ambos (de 1889 y 1940) contienen un Título dedicado al “cumplimiento de los exhortos, sentencias
y fallos arbitrales” que dictados en asuntos civiles y comerciales en uno de los Estados signatarios,
tendrán en los territorios de los demás la misma fuerza que en el país en que han sido dictados
siempre que reúnan ciertos requisitos.
Se ratificó este Protocolo suscripto entre los Gobiernos de los Estados que forman el Mercosur
(Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay). Su Capítulo V alude al reconocimiento y ejecución de
sentencias y laudos arbitrales pronunciados en las jurisdicciones de los Estados miembros del
Mercosur
Entre las diferentes formas de resolver conflictos, el arbitraje configura un sistema que ofrece
muchas ventajas y múltiples posibilidades para resolver satisfactoriamente una controversia.
Si hubiéramos de subrayar sólo una de sus condiciones favorables, sin duda anotaríamos la
flexibilidad, pues permite a las partes implementar un sistema a la medida de cada caso. Las partes
pueden construir el arbitraje que mejor atienda sus necesidades y las particularidades del caso, sin
por ello perder efectividad. Al combinar adecuadamente un amplio campo de libertad para convenir
todo lo atinente a su funcionamiento, con la efectividad del laudo, revestido de la autoridad de la
cosa juzgada, el arbitraje aparece como una de las fórmulas más idóneas para el comercio actual.
Sin embargo, no debe perderse de vista que el arbitraje es sólo un medio instrumental,
potencialmente idóneo, en términos generales, para dar adecuadas respuestas a las necesidades de
los litigantes. Por eso mismo, no tendrá la misma eficacia para cualquier clase de conflicto:
obviamente hay supuestos en los que aparece como más propicio, y otros en los cuales no es
recomendable. Un ámbito naturalmente apto para el arbitraje son, por ejemplo, las divergencias
nacidas de transacciones entre partes vinculadas por relaciones comerciales duraderas, en las que
además de resolver el conflicto puntual es necesario mantener la relación en términos que les
permitan seguir haciendo negocios en el futuro; o las que se originen en el comercio internacional,
por la flexibilidad que el arbitraje ofrece en cuanto a elegir no sólo la persona de los árbitros, sino
el lugar donde se llevará a cabo el juicio, el idioma, el procedimiento, etc.
Cuando se utiliza correctamente y para un caso en que el arbitraje es el método apropiado, sus
beneficios son evidentes. Significa en definitiva, poner al alcance de las partes la posibilidad de
resolver sus conflictos de un modo más racional y previsible: podrán obtener un laudo arbitral -
equivalente a una sentencia- dictado por personas elegidas por ellas en base a sus antecedentes,
idoneidad técnica, confiabilidad y aptitud moral.
Adicionalmente, significa la posibilidad de evitar que se deteriore la relación entre las partes y de
ahorrar tiempo y dinero.
Bolsa de Comercio
La Bolsa de Comercio son asociaciones civiles que tienen como objetivo promover mercados de
productos, de capitales y de otros activos.
Existe en distintos puntos del país, como en Rosario provincia de Santa Fe, en Buenos aires, y con
respecto a la institución que estudiamos, tiene importancia ya que cuentan con un tribunal arbitral.
Es un Tribunal privado, de conciliación, arbitramento y arbitraje que interviene en todo litigio que
pueda ser materia de transacción y respecto del cual se pacte su competencia.
El Tribunal tiene por finalidad la resolución de conflictos sobre materias que se vinculen a derechos
disponibles para las partes; es decir, aquellos que pueden ser objeto de transacción, como el
cumplimiento de un contrato, el cobro de un saldo de precio de una compraventa de acciones o
bienes en general y los perjuicios derivados de un incumplimiento por mora, entre otros ejemplos.
Si bien los socios de la Bolsa gozan de descuentos especiales en los costos, todas las personas están
habilitadas para litigar en la sede del Tribunal. Para ello, quienes tengan interés en hacerlo deberán
incluir en su contratación la cláusula compromisoria que habilita su competencia y cuyo modelo se
entrega junto al Reglamento del Tribunal en forma gratuita, información que también puede bajarse
libremente de esta página de Internet.
Otras de las ventajas que el arbitraje ofrece a las partes son su carácter confidencial y la posibilidad
de elegir la forma en que los árbitros habrán de resolver el conflicto, ya que lo pueden hacer como
árbitros iuris (de derecho) o como amigables componedores.
En ambos casos sus laudos son obligatorios para las partes y tienen la misma ejecutoriedad que una
sentencia dictada por un tribunal judicial.
Históricamente, el Tribunal de Arbitraje General de la BCBA ha entendido en causas que tuvo como
partes involucradas a los Estados Nacional, Provinciales y Municipales de diversas jurisdicciones. Los
temas en los que ha intervenido, por lo general, han sido económicos y empresarios; como por
ejemplo ventas de paquetes accionarios, remoción de directores, nulidades de asambleas, contratos
de locación de obras y fijación de precio equitativo de paquetes accionarios.
Según las estadísticas del Tribunal de Arbitraje General un 70% de las causas que lleva corresponden
a arbitraje doméstico, mientras que el 30% restante involucran a partes extranjeras.
El DIP busca que los conflictos entre Estados se resuelvan pacíficamente, prohibiendo el uso de la
fuerza en las relaciones internacionales.
Los métodos de solución de controversias contemplados en la Carta de la ONU (art. 33) son la
negociación, los buenos oficios, la mediación y la conciliación, que son consideradas como
procedimientos no jurisdiccionales o diplomáticos, y a las cuales les podemos agregar la
investigación o encuesta y por otro lado el arreglo judicial y el arbitraje, considerados como
procedimientos judiciales.
El arbitraje
En la Edad Media, el Papa y el Emperador del Sacro Imperio arbitraron muchas veces las disputas
entre los príncipes cristianos. Tras el surgimiento de los grandes Estados nacionales cayó en desuso,
pero volvió a utilizarse a mediados del siglo pasado.
“El arbitraje internacional tiene por objeto arreglar los litigios entre los Estados mediante jueces por
ellos elegidos y sobre la base del respeto al derecho… El convenio de arbitraje implica el compromiso
de someterse de buena fe a la sentencia arbitral”.
Aquellas convenciones crearon la Corte Permanente de Arbitraje, que es una lista de juristas,
formadas a razón de cuatro por cada Estado signatario, de entre los cuales los litigantes pueden
elegir libremente los que formarán el tribunal, y de una oficina con sede en La Haya. Este tribunal
en la práctica ha funcionado poco, pero ha servido como antecedente para promover el arbitraje
internacional.
El procedimiento es voluntario, pero podemos distinguir, según el momento en que se presta ese
consentimiento, entre arbitraje facultativo y obligatorio. El arbitraje facultativo tiene lugar cuando
las partes pactan el arbitraje después del nacimiento de la controversia mediante un tratado, en el
que se eligen los árbitros, se establece cómo funcionará el tribunal (lugar, plazos, etc.), se delimita
el objeto del litigio, se pacta el derecho aplicable y eventualmente el procedimiento, etc.
El arbitraje obligatorio tiene lugar cuando las partes acordaron, antes de que surgiera la
controversia, someter todas o algunas de sus futuras disputas ante un órgano arbitral, como en los
tratados generales de arbitraje.
Tales tratados pueden ser bilaterales o multilaterales y combinar el arbitraje con otros medios
pacíficos de solución.
Otras veces, un tratado sobre cualquier otra materia, incluye una cláusula compromisoria que obliga
a ir a un arbitraje en caso de discrepancias sobre su interpretación o aplicación.
El compromiso arbitral
El arbitraje se instrumenta, en todos los casos, a través de un compromiso arbitral. Cuando no hay
tratado general ni cláusula compromisoria alguna, el compromiso es el fundamento jurídico del
arbitraje. Cuando, en cambio, existen tales otros instrumentos, aún es necesario el compromiso que
individualiza la cuestión a la que se aplican los instrumentos generales y delinea la competencia del
árbitro al fijar los términos de la diferencia.
Por ejemplo, la Argentina y Chile tenían suscrito el Tratado General de Arbitraje de 1902, por el cual
se someterían al arbitraje de S.M. Británica “todos los asuntos, de cualquier naturaleza que fueren”
que pudieran surgir entre ambos países. Pero la competencia del árbitro para cada uno de esos
asuntos sólo queda definida después que ambas partes determinan, de común acuerdo, el alcance
y los límites de la controversia entre ambas. Así, en el asunto del Beagle, las partes trazaron en el
mapa un área dentro de la cual el árbitro debía determinar la línea del límite entre ambos países. El
Tratado general de arbitraje de 1902 permitía al árbitro fijar el compromiso arbitral en caso de que
las partes no acordaran sus términos.
El derecho aplicable
Las partes determinan, normalmente en el tratado previo o en el compromiso arbitral, qué derecho
deberá aplicar el árbitro. Pueden pedirle que aplique el derecho internacional general, o un tratado
particular, o aun que el caso sea resuelto ex aequo et bono, o sea por la equidad, aplicando sus
propias percepciones de lo que es justo o injusto según las circunstancias del caso.
El procedimiento
El procedimiento del tribunal arbitral puede ser establecido ya sea directamente por las partes o
indirectamente si éstas delegan al tribunal su formulación.
Generalmente comprende dos fases: la instrucción escrita y las audiencias orales. La instrucción
comprende la presentación por las partes de memorias y contramemorias, y en su caso de réplicas
y duplicas. En las audiencias orales los abogados y los agentes de las partes discuten la cuestión
planteada y examinan y analizan la prueba presentada. Los medios de prueba más utilizados son la
prueba documental, testimonial, pericial, dictámenes de expertos, etc. El procedimiento,
principalmente el de los tribunales arbitrales es normalmente flexible y poco formal; una vez
concluido el tribunal dicta el laudo arbitral, que habitualmente se funda en derecho como una
sentencia judicial y se admite que las disidencias se expresen por separado.
El laudo arbitral
El efecto jurídico principal del laudo, es que es vinculante para las partes y produce los efectos de la
cosa juzgada, pero únicamente entre las partes y sólo para ese caso. Debe cumplirse de buena fe;
en caso de incumplimiento sólo cabe ejercer los mecanismos de la responsabilidad internacional.
De todos modos, en el estado actual de la evolución del DIP, los Estados son generalmente
escrupulosos en el cumplimiento de los laudos arbitrales. La sentencia deberá ser fundada y la
instancia es única, por lo que no existe un tribunal de alzada que pueda revisar la resolución, a
menos que las partes lo establezcan de común acuerdo. Sin embargo son admisibles ciertos recursos
ante el mismo Tribunal Arbitral. Ellos son:
- El de interpretación, cuando haya surgido entre las partes controversia respecto a la interpretación
o el alcance del laudo.
- El de revisión, que tiene lugar cuando una de las partes alega un hecho nuevo con posterioridad al
cierre del procedimiento. Se habla de “hecho nuevo” porque llegó a conocimiento de la parte que
lo alega después de dictado el laudo arbitral, aunque necesariamente debió haber sucedido antes.
El hecho debió ser desconocido por la parte que lo alega -y no debió serlo por su negligencia- y por
el Tribunal y su naturaleza debe ser tal que, de haber sido conocido antes de la sentencia por el
Tribunal, hubiera ejercido una influencia decisiva sobre la sentencia. El Tribunal podrá ordenar la
suspensión del cumplimiento del laudo hasta tanto resuelva sobre su modificación.
Con respecto a la validez del laudo, en forma excepcional se puede ejercer un recurso de nulidad,
en caso que hayan existido ciertos vicios importantes. Hay ciertas causales de nulidad que Estados
miembros pueden tomar en consideración y utilizarlas al redactar tratados de arbitraje o
compromisos:
- Exceso de poder del tribunal, esto es, cuando el tribunal falló excediéndose en su competencia.
- Nulidad del convenio en que figura la estipulación o el compromiso arbitral, según las normas del
derecho de los tratados.