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José Chamizo de la rubia

RADIONOVELA
Amor de primavera - verano
ilustraciones: Fernando Martínez Salazar

Colección Electra
Arma Poética Editorial
Sevilla 2015
© 2015, José Chamizo de la Rubia
© Obra Portada: Marisa Fenoll Martín
© Ilustraciones: Fernando Martínez de Salazar
© Arma Poética Editorial
..............................................
Diseño y maquetación: Jaime Romero
..............................................
ISBN: 978-84-943469-3-4
Depósito Legal: SE 1262-2015

Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la


ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la repro-
ducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o
procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento
informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de
la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares
del copyright.

www.armapoetica.org
[email protected]
A Lola Baena, Mª del Mar Oya, Enrique Casillas,
Francisca Salguero, por su colaboración tan especial a
la edición de estos textos.
Otro mundo es probable
Era siempre después de comer (os recuerdo que el almuerzo
en aquellos tiempos era mucho más temprano que ahora).
Cuando las mujeres – la igualdad era una utopía conquis-
tada por muy pocas – habían recogido la cocina y algunas
preparaban el café de “pucherete” para ellas, sus familiares y
vecinas, algunas de las cuales no tenían radio.

Los niños si no había “escuela” por la tarde andábamos pe-


leando con nuestras hermanas o con nuestros amigos. Ha-
bía jaleo en las casas y en la calle. De pronto se alzaba la voz
de la madre: “Silencio. Silencio. Calladito todo el mundo
que ya va a empezar”. Obviamente se refería a la radiono-
vela o novela como otras mujeres la llamaban. Los niños
nos sabíamos los anuncios previos de Radio Gibraltar, uno
a uno. Eran los años finales de los cincuenta y principios de
la década siguiente.

El silencio reinaba de golpe sobre los corazones de aquellas


mujeres y, por qué no decirlo, más tarde también de niños
y niñas. El silencio era interrumpido de vez en cuando por
suspiros – supongo que algunas se sentían identificadas con
la protagonista – y expresiones: ¡Qué malo es! ¡Qué canalla!
¡Qué lástima de muchacha! ¡Qué bruja la otra! Con el tiem-
po uno comprende que el argumento de verdad estaba más
entre las oyentes que en el propio folletín radiado.

Yo, por diversos motivos, entre ellos, jugar con mis amigos
o el tiempo que pasé en un internado, me interesé solo por

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una radionovela titulada: “Yo amo a un canalla”. Podrán
suponer el guión, aún más con esta introducción aproxima-
da que recuerdo: “Habría menos mujeres engañadas. Me-
nos mujeres por el camino de la perdición. Si algunas su-
pieran que aquellos hombres de hablar cálido y de atractivo
físico llevan dentro de su alma, un alma de canalla”. La voz
femenina acompañada de música repetía con mucha fuerza:
“Yo amo a un canalla”.

También conocí, ya con menos interés, las obras cumbres


de Guillermo Sautier Casaseca: “El conde de Montecristo”
y sobre todo “Ama Rosa” con la inolvidable y admirada Juana
Ginzo al igual que con Fernando Dicenta. Estos éxitos nos
llegaban vía emisoras españolas concretamente la cadena
Ser de Algeciras. Recuerdo también la voz de Matilde Vi-
lariño pero, sin duda, quien me atraía mas era el personaje
omnipresente del narrador que en las novelas citadas era
Julio Varela.

Reconozco que con “Yo amo a un canalla”, - más tarde supe


que era de origen latinoamericana, no sé si cubana – se
colmaba toda la panoplia o fauna de personajes seductores,
perversos; mujeres ingenuas, buenas, o ladronas de amores;
niños sin padre reconocido; vergüenza social y otros temas.
La mujer era víctima y culpable. Se le pretendía “educar” en
la resignación, en el aguante. La mayoría de las radionovelas,
es obvio escribirlo, tenían un alto componente machista.
Aquellos tiempos pasaron. Las radionovelas, no obstante
nos dejaron en muchos la pasión por el teatro. A fin de
cuentas era teatro radiado, leído, en un momento de la his-

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toria en el que no había televisión ni a los pueblos llegaban
apenas compañías teatrales. Únicamente nosotros la gente
enamorada de este arte representábamos lo que podíamos
con los pocos medios existentes. La herencia positiva de las
radionovelas fue esa. Para muchas mujeres, pese a todo, se
abrieron las puertas hacia un futuro menos gris aunque solo
fuera desde la imaginación o la ilusión.

Esta obra que tenéis en vuestras manos “Radionovela, Amor


de primavera verano“ es un homenaje a ese mundo, pero
ante todo es teatro. Pretende divertir, dando a la radiono-
vela una dimensión actual más cómica, sin olvidar algunas
tragedias subyacentes. No es por tanto una imitación de las
clásicas; es una recreación, adaptación, o como queráis lla-
marlo. Sus protagonistas ya no son mujeres sometidas, más
bien son seres libres que buscan el amor sin esclavitud, sin
sometimiento. El marco en el que se desarrolla no puede ser
otro que aquel en el que viven tantas personas: casas ado-
sadas, acosadas y… un piso. Pero hay en esta publicación
una adaptación realizada por Juan Carlos Galiana que tiene
como marco la antigua Grecia. Invito al lector a leer las dos
versiones, ambas nos harán sentir la fuerza de los personajes
como estímulos para nuestra vida cotidiana.

El Teatro Mejorana grabó y emitió algunos capítulos en


la desaparecida Radio San Roque hace años. Este texto es
prácticamente nuevo. Deseo que “Amor de primavera-vera-
no” consiga haceros reír y pensar.

José Chamizo de la Rubia

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RADIONOVELA
Amor de primavera - verano
Personajes
Narrador
Enriqueta
Purificación
María de las Mercedes
Paco
Lorenzo
Antonio Jesús
Dorita
Encarni
Guillermina
Paca
Médico
Renato
Barman
Titi
Mozos de escena
Camioneros
Empleados funeraria
Enfermeras y gente enferma
Típica gente de pub
Gente que pasa
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Presentación

VOZ EN OFF: Tu emisora amiga, tu compañía más desea-


da Radio Cariño Libre presenta la radionovela “Amor de
primavera - verano”
VOZ DE MUJER: Hay amores de todo tipo; tan variados
como las olas del mar o el aullido de los animales. Son amo-
res que relajan o duelen. Que matan o resucitan. Ninguno
dura mucho. Son amores de primavera verano.
VOZ EN OFF: Amor de primavera- verano.
NARRADOR: Todos, todas, conocemos el esfuerzo públi-
co, y especialmente el “privado”, que les voy a contar, para
construir viviendas. Sabemos que hacen falta muchas más y
ya, con urgencia. Pero en esta radionovela la protesta siem-
pre necesaria por la falta de techo digno, da paso a un inte-
rrogante: ¿cómo se ama en las viviendas unifamiliares pro-
tegidas, subvencionadas o libres, adosadas o pareadas? ¿Qué
revolución del comportamiento humano se oculta en las
nuevas urbanizaciones con nombres tan inspirados como:
“La gaviota perdida”, “El otro arca de Noé”, “Mirtos, juncos
y olivos secos”. Conocemos las formas de amor, desamor,
cuernos y torturas de los ricos que en inmensos chalet viven
en la urbanización fronteriza: “Alcornoques sobre el mar”.
Pero, ¿cómo se ama en estas extrañas urbanizaciones que
no están en ninguna parte; están perdidas en el limbo de la
especulación y el caos urbanístico? Para aclarar, para inves-
tigar, para emocionarnos llega la radionovela. “Amor de pri-
mavera–verano” Vamos a entrar en unas biografías que tie-

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nen su origen, su historia, pero a nosotros como radioyentes
lo único que nos interesa es saber cómo viven el amor, ante
todo amor, siempre amor. ¡Lo demás no importa!
NARRADOR: Amor de primavera-verano. Capítulo pri-
mero y los que vengan.

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Primer Acto
NARRADOR: Ella se sentó en el sofá de pana verde botella
que presidía el salón comedor de su recién terminada casa
con hipoteca interminable y ladrona. Se sentó con una ima-
gen fija en su pensamiento. ¿Por qué él ya no la deseaba?,
¿qué le estaba sucediendo a su querido Paco? Dentro de su
éxtasis profundo gemía.
PURI: ¡No puedo más! Tiene que ocurrir algo. Después de
15 años de fiel matrimonio, no es normal que ni me mire,
ni me toque. ¡Virgen Santa!, ¿qué está pasando?
NARRADOR: Las horas transcurrían para Purita en medio
de la angustia y la duda. Nadie lograba disuadirla con argu-
mentos como el de que Paco tan sólo pasaba un mal mo-
mento laboral y vital provocado por los cuarenta y cinco
años recién cumplidos. En la soledad del sofá verde se oyó el
timbre del teléfono Rinn, Rinn... Puri, con el gesto cansado
de un cuerpo malherido por el dolor descolgó el auricular.
PURI: ¿Dígame?
ENRIQUETA: Soy yo, Puri.
PURI: Hola Enriqueta.
ENRIQUETA: ¿Estás mejor?
PURI: No. No. Yo le quiero. Yo le quiero... Yo lo quie... Yo
le qui... Yo le yo...
ENRIQUETA: Tranquila, Purificación, tranquila. No pasa
nada. No pasa nada. Relájate. Ponte a ver la tele y distráete
un poco.

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PURI: ¿Qué he hecho mal, Enriqueta? Dímelo. Yo estoy
dispuesta a corregir lo que haga falta. Pero le quiero, le quie-
ro.
ENRIQUETA: Tienes que ser más fuerte, Puri. No puedes
desesperarte así, por nada. Aún no sabes qué le ocurre. Ten
paciencia. Todo se arreglará.
PURI: No puedo hacer nada sin él. Forma parte de mi vida.
Es mi vida. Ayúdame a encontrar la causa de su actitud.
ENRIQUETA: Claro que te ayudaré. No tienes ni que pe-
dírmelo. Pero por favor, no te destruyas inútilmente. Abre
tu balcón y contempla el milagro de este atardecer primave-
ral. Todo se renueva, renuévate tú también.
PURI: Primavera sin él, no es primavera, Enriqueta. Sin él
no puedo renovarme ni la sangre, ni el carnet, ni nada. No
hay primavera sin él.
ENRIQUETA: La primavera existe fuera de ti. No huyas al
trino de los pajarillos que con canto melodioso y suave te
van diciendo: ánimo, Puri, ánimo.
PURI: Para cantos de pájaros estoy yo, rica.
ENRIQUETA: ¡Ah!, hoy he estado tomando café con Ma-
ría de las Mercedes y su marido que por cierto es muy sim-
pático.
PURI: El mío también lo es... lo era... lo era.
ENRIQUETA: Hija, que aún no se ha muerto. Está calla-
dito pero vivo.
PURI: Supongo que no le habrás contado nada a la estúpi-
da de María de las Mercedes, ¿verdad?
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ENRIQUETA: (Dudosa). No, no le he dicho nada. Esto es
un secreto entre tú y yo. No es cuestión de contarle a nadie
un tema tan delicado, tan íntimo.
PURI: Yo sé que puedo confiar solamente en ti. Eres mi
única amiga.
ENRIQUETA: Si, Purita, confía en mí. Yo te ayudaré;
siempre me tendrás a tu lado.
PURI: Gracias, gracias, gracias...
ENRIQUETA: Ya vale, Puri. Lograrás que me sonroje.
PURI: Nunca podré pagarte lo que estás haciendo por mí.
ENRIQUETA: No es para tanto, mujer. Una amiga es una
amiga. Luego me pasaré a visitarte. Ahora mismo voy a vi-
sitarte.
PURI: Sí, por favor. Pero ven sola, sola, como estoy yo.
ENRIQUETA: Por cierto. ¿Has pedido la baja en tu tra-
bajo?
PURI: Sí. Adiós. (Cuelga de manera brusca el teléfono).
NARRADOR: La jovial y animosa Enriqueta colgó el au-
ricular totalmente confundida. No por la dichosa soledad
de la que Purificación estaba continuamente haciendo gala,
sino por la declaración de amistad que ambas habían pro-
clamado.
ENRIQUETA: Si se enterara de que lo sabe media huma-
nidad, me mataría. ¡Ay Dios mío!, en qué líos se mete una.

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Enriqueta se va.
NARRADOR: Purificación permanecía con la mano sobre
el auricular. Estaba absorta en su dolor, compungida de me-
lancolía. Solamente un vigoroso rayo solar, que iluminaba
su cara, daba vida a aquella tragedia sedente.
PURI: Veremos a ver si la Enriqueta esa no me traiciona.
Siempre fue buena persona.. Pero no sé... en el fondo se
alegrará de mi dolor. Paco, vida mía, vuelve a ser el que eras.
Escucha las súplicas de esta mujer que te ama y está sola. ¡Si
al menos me hubieses dado un hijo!
NARRADOR: La patética declaración amorosa de Purifica-
ción inundó las habitaciones de la vivienda recién termina-
da. Las paredes temblaron ante tanto sufrimiento. La mesa
camilla de la salita de estar quería lanzar hasta el techo el ta-
pete y el paño de croché, un clásico, para protestar por tanta
injusticia. Los grifos del cuarto de baño estaban a punto de
reventar; la cisterna goteaba acompasando su ritmo al de las
lágrimas de Puri. El lacónico edredón matrimonial tiritaba
de frío. Los platos de Arcopal, especial microondas, rechi-
naban unos contra otros. Hasta el taquillón, de diseño, de
la entrada suspiraba por tanto amor maltrecho. Purficación
continuaba con su rosario de lamentos.
PURI: Éramos tan felices... teníamos esta nueva casa, estos
muebles pagados, para eso he trabajado como una leona...
¡Paco te amo! ¡Vuelve a mí!
En medio de luces extrañas y de humos raros, aparece un hom-
bre de 45 años, vestido con todos los imperativos de la moda
más rabiosa. Se sitúa en el centro de la casa de Puri en plan
Bogart. Evidentemente es Paco.

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PURI: Paco, ¿eres tú? ¿qué te han hecho? ¿Qué significa esa
ropa, esa vestimenta tan rara? ¿Ese peinado? ¡Paco! ¡Paco!
¡Paco!
PACO: ¡Soy libre! ¡Hasta luego, muñeca!
Paco se marcha y Puri comienza a gritar como una loca.
PURI: ¡Paco, Paco, vuelve a mí!, ¡Paco!
Del grito pasa a emitir rugidos tipo “El Exorcista”. Da saltos.
Se tira por el suelo, se levanta.
PURI: ¡Grummm... Yaakkaaahhh... Fraaamq... Tujuuuu...!
En esta parte hay música misteriosa y efectos de sonidos. Todo
es interrumpido momentáneamente por el sonido del timbre de
la puerta.
ENRIQUETA: Puri ábreme. Soy yo, tu amiga del alma. No
me asustes. Abre.
PURI: ¡Aaahhhmmmm... Limmmimm... Luuumm...
Iammmooo...!
ENRIQUETA: Abre Purita no hagas esos ruidos que me
recuerdas al Exorcista... Por favor, abre...
PURI: (Ida) No está. Se fue, muñeca se fue...
ENRIQUETA: ¿Qué dices, Puri? Abre por Dios. Abre.
PURI: ...¡Yaaahhhmmm... Nooooommm, Nuummm..!
Puri dando saltos y haciendo gestos raros logra abrir la puerta.
Puri cae al suelo y comienza a reptar.

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ENRIQUETA: Puri, ¿qué te han hecho? Amiga mía, ¿cómo
es posible que el amor, sentimiento angelical, haya hecho de
ti una especie de endemoniada? Despierta, Puri, ¡abandona
tu dolor!. ¡Lucifer, márchate!. Deja en paz a mi amiga. Va-
mos, retírate. Yo te lo ordeno, vete, vete...
PURI: (Más calmada). Enri... Enrique... Enriqueta... Ayú-
dame... Sálvame... ¡Ah!. (Se agarra a la alfombra).
ENRIQUETA: ¡Animo, Puri! Levántate, el maligno se ha
retirado. No te arrastres más... Deja en paz a la alfombra,
ella es inocente. ¡Vamos, arriba!
Enriqueta pone en pie a Puri y la sienta en el sofá.
ENRIQUETA: Siéntate en tu sofá verde que es un color
muy relajante. Ahora un genérico con paracetamol y a re-
lajarte. Así, así está mejor. Tranquilízate y cuéntame qué te
ha pasado.
PURI: Ha sido horrible. No sé aún si es verdad o es mentira,
pero horrible...
ENRIQUETA: ¿Qué ha pasado? Cuenta de una vez.
PURI: Paco se ha ido, no sé si para siempre. Apareció de
pronto en medio del salón disfrazado como para carnava-
les... vestido de hombre joven, pero ausente. Sólo me dijo:
Soy libre. ¡Hasta luego muñeca!
ENRIQUETA: No me digas que Paco era uno que he visto
al venir para tu casa.
PURI: Sí, seguramente os habréis cruzado.

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ENRIQUETA: Qué pinta más sospechosa tenía.
PURI: Oye tú, no insinúes lo que no debes. Paco es español
y basta.
ENRIQUETA: Perdona, mujer.
PURI: ¿Dónde habrá ido? ¿Qué hará por ahí? Paco, “¿qué
va a ser de ti lejos de casa? Paco, qué va a ser de ti”.
ENRIQUETA: (Mirando el reloj de vez en cuando). No te
inquietes más de la cuenta, Puri. Todo se arreglará.
PURI: (Enriqueta mira el reloj). Ojalá, amiga mía, ojalá.
ENRIQUETA: Los hombres son tan extraños.
PURI: El mío no, el mío no. Esta es la primera vez que
hace algo raro... Enriqueta, no paras de mirar el reloj, ¿qué
te ocurre?
ENRIQUETA: No, es que me he dejado puesta la lavadora
y ya estará terminando. Hija, a ti, aunque acuchillada de
tormentos no se te va una.
NARRADOR: Mentía la gentil y agraciada Enriqueta.
Mentía en unos momentos de sinceridad armoniosa. No
había ropas, ni detergentes, ni lavadoras, ni enchufes. No.
Lo que había detrás de su mirada continua al minutero era
María de las Mercedes, el agente XII, (Aparecen una mesa
de bar y dos sillas. Sale María de las Mercedes, leyendo un
libro y se sienta.) a la que había dejado en el bar de la esqui-
na esperándola. Para disimular, Enriqueta exhaló un suspiro
oferente.

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ENRIQUETA: ¡Ay! ¿Qué puedo hacer por ti?
PURI: Espíalo, Enriqueta, espíalo. Tú que puedes caminar
espíalo y dime qué hace fuera de casa. ¿Por qué ha muerto
el deseo? ¡Espíalo, te lo suplico!
ENRIQUETA: Si me lo pides, lo haré. Antonio Jesús entra
hoy en el turno de noche.
PURI: Ten cuidado, amiga del alma. La noche es peligrosa
y más aún para una mujer sola.
ENRIQUETA: No te preocupes, yo sé defenderme.
PURI: Quiero saber la verdad.
ENRIQUETA: Bueno, tengo que irme. Me espera la lava-
dora (Mira de nuevo el reloj). Ya la ropa no se seca.
PURI: Infórmame de lo que veas a cualquier hora, en cual-
quier momento.
ENRIQUETA: No te inquietes. ¡Adiós!
PURI: ¡Adiós!(Penumbra visible en la casa de Puri).
Mientras Enriqueta, acelerada va hacia el encuentro de María
de las Mercedes.
NARRADOR: Enriqueta llegó acelerada y sonrojada al bar
de la esquina. Conocía bien el genio de María de las Merce-
des y esperaba que la llenara de improperios por la tardanza.
Pero no, el agente XII estaba leyendo una novela de Agatha
Christie para motivarse y el tiempo se le había ido volando.
Era ya noche cerrada.

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ENRIQUETA: Perdona hija, pero Purita estaba fatal. Hay
que ver cómo se lo está tomando.
MARIA: Estás nerviosa Queta, relájate. Ten cuidado con
Puri que puede arrastrarte con ella en su depresión.
ENRIQUETA: Era lo que me faltaba.
MARIA: Yo he pasado un rato maravilloso leyendo esta
novelita de suspense para ambientarme antes de empezar
nuestra tarea.
ENRIQUETA: ¡Quién fuera como tú!
MARIA: Algún día lo conseguirás, Queta.
ENRIQUETA: ¿Sabes que me ha propuesto Puri?
MARIA: ¿Qué?
ENRIQUETA: Que espíe a Paco.
MARIA: Ja, ja, ja, como si nosotras no lo hubiésemos pen-
sado.
ENRIQUETA: ¡Qué coincidencia!
MARIA: Llevamos más de una semana esperando el mo-
mento. Hoy es la noche X del día E. Tu marido en el turno
de noche y el mío, Lorenzo, a Holanda a comercializar na-
ranjas.
ENRIQUETA: Bueno, ¡al ataque!
MARIA: ¿Por dónde empezamos?
ENRIQUETA: Yo creo que un hombre si se va de su casa,

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irá en busca de mujeres. ¿Dónde están las mujeres fáciles?
En los puti-clubs. Pues allá vamos nosotras.
MARIA: No, Queta. Eso es un planteamiento anticuado.
Hoy un hombre en esa situación, va a los pubs, a las disco-
tecas y a lugares donde pueda ligar gratuitamente. Si fracasa
se va a los clubs de alterne, hoteles del placer.
ENRIQUETA: ¡Qué lista eres, Merche!
MARIA: ¿Tenemos una foto de Paco?
ENRIQUETA: Sí, yo tengo aquí una de cuando estuvimos
en la playa hace algunos años. Toma. (Le da la foto).
MARIA: Veamos: se busca a un hombre moreno, ojos cas-
taños, estatura por encima de la media, musculoso, con
bigote, guapetón. Aunque es un tipo bastante común, no
está mal.
ENRIQUETA: Estoy pensando que con el cambio de ropa
y peinado que se ha hecho, no lo vamos a reconocer. Yo lo
he visto hace un momento y no lo he conocido.
MARIA: Los rasgos son los mismos siempre Queta.
ENRIQUETA: Vamos a cambiarnos ¿no?
MARIA: Si, aquí tienes algunos elementos para el camu-
flaje.
ENRIQUETA: ¡Cuántas cosas! Toma la pamela para ti. A
mí me gusta este sombrerito tipo Boda Real.
MARIA: Ponte estas gafas negras.
ENRIQUETA: A mí me encanta disfrazarme, pero Paco no
creo que se acuerde de mí y a ti no te conoce.

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MARIA: No importa. Un espía es un espía. Yo llevaré la
máquina de fotos. ¡Viva la cámara oculta!
ENRIQUETA: ¿Esa es buena?
MARIA: Maravillosa, nadie la verá. Nos dirigimos hacia el
centro caminando; si no es muy tarde volvemos en el bus.
NARRADOR: Las dos amigas abandonaron el bar de la
esquina y caminaron hacia el centro de la ciudad-pueblo-
dormitorio. Se dirigían a la calle de los pubs cuando vieron
salir de un lujoso portal a un hombre que por sus rústicos
andares y el guardapolvo negro parecía coincidir con Paco.
ENRIQUETA: Chiiii... chiiiiii... chiiiiiií…
MARIA: ¿Qué haces?
ENRIQUETA: Llamarlo a ver si se da la vuelta.
MARIA: Queta, no seas analfabeta. Hay que seguirle sigi-
losamente.
ENRIQUETA: Chiiií, chiiiiií…
MARIA: ¡Calla!
ENRIQUETA: El tío no mira.
MARIA: Por favor, esto hay que hacerlo según mi estilo, no
tan burdamente.
ENRIQUETA: Bueno, mujer. Pero déjame ver si es Paco o
no. Chiiiiii…
Paco vuelve la cara y las dos amigas hacen como si se escondie-
ran en un escaparate.

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ENRIQUETA: Es él. No hay dudas.
MARIA: ¿Estás segura?
ENRIQUETA: Segurísima.
NARRADOR: Ni Sherlock Holmes con toda su sabiduría
habría conseguido un éxito tan rápido jamás. El hombre
buscado, ya, de forma meteórica había sido localizado. So-
lamente había que seguirle sin ser notadas. Nuestro hombre
después de varios cambios de calles y de aceras (Los actores
lo realizan), llegó a un callejón donde grandes luminosos
de neón anunciaban la presencia de un pub, su nombre:
Pelargon’s.
Las dos amigas entran en el local con ambiente de pub: gente
que va y que viene, bebidas, ruidos de coches. Al llegar Paco a
la puerta del pub, una mujer rubia explosiva sale a recibirlo y
se abraza a él.
TITI: Paco, vida mía.
NARRADOR: Enriqueta y María de las Mercedes se miran
con cara de decir asunto concluido. Pero desde un ángulo
del pub, un hombre se acerca también a Paco y le dice:
RENATO: Paco, corazón mío, cuánto te quiero.
Enriqueta y María de las Mercedes, se vuelven a mirar con
cara de asombro y, si es posible, con eco, van diciendo:
ENRIQUETA: No, no, no...
MARIA: No, no, no...
Va tomando fuerza el ambiente del pub. Paco lleva un doble

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