Antoine Prost. Doce Lecciones Sobre La Historia
Antoine Prost. Doce Lecciones Sobre La Historia
«No se puede decir que algo es, sin decir lo que es. Al pensarlos, se
refieren losfa cta a conceptos y no es indiferente a cuáles»'. En este sen Re in h a r t K o se l l e k : D o s planos co n ceptuales
tido, la historia no es distinta de las otras disciplinas. Pero ¿recurre a
conceptos específicos? C ualquier historiografía se m ueve en dos planos: o investiga los
De entrada podría parecerlo, pues el enunciado histórico no se re estados de cosas que ya fiieron articulados lingüísticamente con an
conoce sólo en aquello que se refiere al pasado y que comporta fechas. terioridad, o reconstruye estados de cosas que no se articularon an
tes lingüísticamente, pero que pueden ser elaborados con la ayuda
Una declaración como la siguiente es evidentemente histórica: En víspe
de determinados m étodos y deducciones de indicios. En el prim er
ras de h Revolución, la sociedadfrancesa atravesaba una crisis económica de
caso, los conceptos tradicionales sirven com o acceso heurístico para
Antiguo Régimen. En efecto, emplea expresiones que no pertenecen a concebir la realidad pasada. En el segundo caso, la Historie se vale ex
ningún otro vocabulario y que podemos calificar como conceptos: Re post de categorías formadas y definidas que se em plean sin poder de
volución o crisis económica de Antiguo Régimen. ¿Qué tienen de particular? m ostrar su presencia en las fuentes. Así, po r ejemplo, se form ulan
premisas teórico-económicas para investigar los inicios del capitalis
m o con categorías que en aquel m om ento eran desconocidas. O se
De l o s c o n c e p t o s e m p ír ic o s desarrollan teoremas políticos que se aplican a las relaciones consti
tucionales del pasado sin tener que dar lugar po r ello a una historia
Dos tipos de conceptos optativa.
En la frase que acabamos de tomar como ejemplo se pueden iden Al primer plano pertenecen todas las expresiones de época, a me
tificar, por un lado, una designación cronológica que se refiere a un nudo herméticas para el profano. Hablar de tenencia, manso, feudo, va
acontecimiento-periodo a partir de una palabra (En vísperas de la Revo- sallaje, abdio, recaudador de impuestos, oficial, es designar con su propio
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nombre realidades que hoy en día carecen de equivalente. Es dudoso las reformas de J. Ferry'*, pero, si no advierte rápidamente el sesgo que
que podamos hablar propiamente de conceptos, pues esos términos eso supone, se arriesga a caer en el anacronismo y en el contrasentido.
no tienen un contenido concreto indiscutible. Pero pongamos otro Uno se siente tentado de decir que eso implica salirse de la historia, si
ejemplo del que no dudaremos de que se trata de un concepto: el tér a su vez no supusiera admitir que ya estaba dentro...
mino burgués tiene también un contenido concreto, como toda desig Como contrapartida, hay realidades en las que el historiador no
nación referida a una realidad social o a una institución. puede escoger entre los conceptos de época y los construidos ex post:
Entre esos términos, la diferencia radica en la mayor o menor ge así ocurre con los periodos y los procesos.
neralización que permiten. El concepto de oficial es menos general Resulta extremadamente raro que los contemporáneos de una
que el de burgués, puesto que este último engloba no sólo a los oficia época hayan sido conscientes de la originalidad del periodo en que vi
les del rey y de las ciudades, sino también otros personajes. Pero am vían hasta el punto de darle un nombre en aquel mismo momento.
bos presentan una cierta generalidad. Es esto precisamente lo que Para hablar de la Belle Époque es necesario haber atravesado la guerra
consfituye el paso de la palabra al concepto: para que eso ocurra, es de 1914 y haber vivido la época de la inflación. La cómoda expresión
necesario que esa única palabra acoja una pluralidad de significados y prim er siglo x x que empleamos para designar el periodo 1900-1940
de experiencias. apenas aparece antes de los años 60... Los griegos de la época clásica
Por lo general, para designar realidades pasadas encontramos con ignoraban que lo era, y lo mismo les sucedía a los de la época helenís
ceptos adecuados en el vocabulario de la época. Pero también es co tica... Acaso sólo los grandes movimientos populares o las guerras sus
mún que el historiador recurra a otros conceptos que son extraños a citan en los contemporáneos el sentimiento de constituir un periodo
ese tiempo, porque le parece que se adaptan mejor. Es conocida la dis particular que requiere un nombre: la Revolución fue nombrada in
cusión en torno a la sociedad del Antiguo Régimen: ¿sociedad de órde mediatamente y los franceses de 1940 tuvieron clara conciencia de vi
nes o de clasesf ¿Es necesario pensarla siguiendo los conceptos que ella vir un desastre.
misma ufilizaba, y que no se corresponden exactamente a las realida Del mismo modo y en general, los procesos históricos, las evolu
des del siglo X V II? ¿O es mejor hacerlo tomando aquellos otros que ciones más o menos profiandas de la economía, de la sociedad e inclu
fiieron elaborados durante la Revolución francesa o incluso más tarde? so de la política, raramente se perciben en el momento en el que ocu
Al pensar el pasado con conceptos que nos son contemporáneos, rren, y es más extraño aún que se conviertan en conceptos. Uno de los
nos arriesgamos a caer en el anacronismo. El peligro es particularmen rasgos de la sociedad actual es la inmediata conciencia que tiene de sí
te alto en el dominio de la historia de las ideas o de las mentalidades. misma. Eso le permite gracias a la sociología científica o al periodismo
L. Febvre nos mostró en su Rabelais^ cómo los conceptos de ateísmo y ofrecer un diagnóstico sobre lo que está pasando y que aún no ha con
de incredulidad aplicados al siglo xvi constituyen graves anacronismos. cluido, aun a riesgo de contribuir así a que ocurra aquello que anuncia.
Con todo, la tentación resurge inevitablemente, pues el historiador Un secretario general del Centre National des Jeunes Agriculteurs descri
formula sus preguntas con conceptos que son propios de su tiempo y bía la revolución silenciosa que experimentaban los agricultores, y que aún
los utiliza desde la sociedad en la que vive. Como ya vimos, el trabajo no había concluido, como algo que mecaniza y concentra las explota
de distanciamiento, contrapeso necesario al arraigo contemporáneo y ciones, como algo que les integra en los mercados internacionales, y
personal de las preguntas que plantea el historiador, comienza precisa como algo que hace desaparecer al viejo campesino que vivía en la auto-
mente con una verificación de la validez histórica de los conceptos gra subsistencia. El concepto de nueva clase obrera data de 1964, y trein
cias a los que esas preguntas son pensadas. Es comprensible que el pe ta años después aún puede permitirnos describir una evolución que
dagogo de los años 80, atrapado en el (¿falso?) debate «instrucción o continúa.
educación», comience por aplicar esta rejilla conceptual al estudio de
Prost se refiere a Jules Ferry (1832-1893), quien entre otras cosas fiie ministro de
Instrucción Pública entre 1879 y 1883. A él se deben las reformas de la política escolar
^ L. Febvre, Le Problème de l ’incroyance au xvie sièck: la reli^on de Rabelais, Paris, Albin
de la Tercera República, consistentes en organizar la escuela laica, gratuita y obligatoria.
Michel, 1942.
(N .delosT.)
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La distinción en estos dos planos, fundamental para la historia de vadora de ropa) y la machine a la verla vaisseUe (lavadora de vajilla), an
los conceptos, no implica necesariamente que existan diferencias lógi tes de que la creación del término lave^aisselk (lavavaj illas) devolviera
cas. En ambos casos, en efecto, el concepto procede de la misma ope a la machine a laver (lavadora) el sentido exclusivo de machine á laver le
ración intelectual: la generalización o el resumen. Unge (lavadora de ropa). En efecto, crisis económica es el término que
más frecuentemente se emplea en el lenguaje de las ciencias sociales,
aunque se aplique por extensión fitera de la esfera económica. Así,
De la descripción resumida al tipo ideal cuando en una discusión sobre el desempleo, alguien dice es la crisis,
todo el mundo comprende que se refiere a la crisis económica. Del
Los conceptos verdaderos son aquellos que permiten la deducción. mismo modo, los historiadores también sabrían de qué se hablaba si
Empiezan definiendo una propiedad pertinente de la cual derivan di alguien se limitara a decir crisis de Antiguo Régimen. Sin embargo, la de
versas consecuencias. Definir al hombre como un animal razonable terminación económica, implícita o explícita, es esencial en este tipo
significa asociar dos conceptos: el de animal y el de razón. Del prime de definición. En efecto, implica un reparto de lo real en diversos do
ro se deducirá que el hombre es mortal, etcétera; del segundo que es minios (económico, social, político, cultural) que dista mucho de ser
capaz de conocimiento y de moralidad. neutro. Es una manera de pensar la historia.
Los conceptos históricos no son de este tipo. Son construidos a tra Por otra parte, al precisar el término con la expresión de Antiguo
vés de una serie de generalizaciones sucesivas y son definidos gracias a Régimen, lo que hacemos es resumir las características que esa crisis
un cierto número de rasgos pertinentes, los cuales derivan del conoci de 1788 debe presentar normalmente: es de origen agrícola y no indus
miento empírico, no de la necesidad lógica. trial, su causa es una mala cosecha, supone una escalada de precios, así
Tomemos como ejemplo el concepto de crisis económ ica de Antiguo como la carestía de pan en las ciudades en el mismo momento en el
Régimen^. Comprende tres planos de distinta precisión, que la compa que, a falta de trigo que poner a la venta, en el campo se carece de di
ración paradigmática pone de relieve. En primer lugar, es una crisis: el nero, lo que cierra la salida rural a los productos industriales. La crisis
término designa un fenómeno relativamente violento y repentino, un se extiende así a la ciudad y a la industria. A su vez, va acompañada de
cambio súbito, un momento decisivo, pero siempre penoso o doloro un aumento de la mortalidad y de una disminución diferida de la na
so. Este sentido original está presente en el lenguaje familiar, por ejem talidad. Esta crisis de Antiguo Régimen se opone a la crisis de tipo in
plo cuando, en un equipo que ya no sabe cómo afrontar todas sus ta dustrial, en la que el origen se encuentra en una superproducción que
reas y atraviesa un momento de pánico, alguien dice: es la crisis... El vo provoca una caída de los precios de los productos, una contracción de
cabulario médico lo emplea en ese sentido, con diagnósticos como los salarios, desempleo, etcétera.
apendicitis o cólico nefrítico. En este caso, además, su oposición a las lla Con este ejemplo podemos apreciar claramente cómo fianciona el
madas enfermedades crónicas refiierza ese carácter breve e intenso que concepto histórico. Alcanza una cierta generalidad, puesto que resume
tiene el término. un conjunto de observaciones extraídas de las similitudes y los fenóme
En segundo lugar, la crisis económ ica se distingue de otras crisis: so nos recurrentes. R. Koselleck, que se ha dedicado a la historia de los con
cial, política, demográfica, etcétera. En eso ocurre como lo que sucede ceptos, lo señala con precisión: «Un concepto reúne la pluralidad de la
con la diferencia que existía en francés entre la machine à laverie Unge (la experiencia histórica y una suma de relaciones teóricas y prácticas de re
laciones objetivas en un contexto que, como tal, sólo está dado y se hace
experimentable por el concepto»^. La crisis económica de Antiguo Régimen
^ Este concepto fue forjado en la misma época por C.-E. Labrousse, La Crise de l’éco
nomiefrançaise à lafin de FAncien Régime et au debut de la Révolution, Paris, PUF, 1944, y por
Jean Meuvret, en este último caso en dos célebres artículos: «Les mouvements des prix ^ Le Futur passé, pág. 109 (trad. esp., pág. 117). Esta cita es al mismo tiempo una de
de 1661 à 1715 et leurs ïéç&Lcasùons», Journal de la Société de Statistique de Paris, 1944, y finición del verbo subsumir: colocar bajo la unidad de un concepto los datos de la expe
«Les crises de subsistances et la démographie de l’Ancien Régime», Population, 1946, riencia concreta. (El comentario de Prost referido al verbo «subsumir» se debe a que la
núm. 4. Véase la discusión de Pierre Vilar, Un histoire en construction, «Réflexions sur la cri traducción fi-ancesa del texto de Koselleck empieza del siguiente modo: «Sous un concept
se de l’ancien type», págs. 191-216. se subsument la multiplicité de l’expérience historique...» [N. délos TJ).
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resume bien un conjunto de relaciones teóricas y prácticas entre cose completo se escapan a la definición; sólo es definible aquello que no
chas, producción industrial, demografía, etcétera, y es asimismo cier tiene historia»®.
to que ese contexto no existe como tal más que por el uso del con La imposibilidad de definir los conceptos históricos está en rela
cepto. ción con su carácter necesariamente polisém ico y su plasticidad:
Habríamos podido escoger otros ejemplos, como el concepto de
ciudad antigua, el de sociedad feudal, el de régimen señorial o el de revolu Lfna vez «acuñado», un concepto contiene en sí m ism o la posi
ción industrial etcétera. La ciudad antigua, pongamos por caso, agrupa bilidad puramente lingüística de ser usado de form a generalizadora,
un conjunto de rasgos pertinentes que son empíricamente constata- de form ar categorías o de proporcionar la perspectiva para la com pa
bles, aunque con matices, en la antigüedad grecolatina y que mantie ración. Q uien trata de un determ inado partido, de un determinado
nen entre ellos unas relaciones estables. Lo mismo ocurre con la desig Estado o de un ejército en particular, se mueve lingüísticamente en
un plano en el que también está disponiendo potencialm ente parti
nación de realidades, como aquella de oficial en la época moderna, que
dos, Estados o ejércitos’ .
combinan una descripción y un haz de relaciones: los oficiales del rey
en relación a los de las ciudades, las modalidades de adquisición y de
transmisión de sus oficios, sus formas de remuneración. Es imposible En la medida en que constituyen herramientas de comparación,
pensar la historia sin recurrir a conceptos de este tipo. Son instrumen y para que puedan suscitar una «inteligibilidad comparativa» (Passe
tos intelectuales indispensables. ron), los conceptos son, no obstante, algo más que descripciones re
En un primer plano, el concepto es una comodidad de lenguaje, sumidas. El proceso de construcción que acabamos de describir no
pues permite una economía de descripción y de análisis. Crisis económi da cuenta suficientemente. En efecto, descansa sobre la similitud
ca de Antiguo Régimen ofrece una idea aproximada de lo que pasó, pero más que sobre la diferencia: o, si el concepto está construido por
no permite conocer si la crisis en cuestión flie larga o corta, si fiie vio reagrupación de rasgos comunes a un mismo fenómeno, la diferen
lenta o no. La deducción es imposible pues cada crisis es diferente de cia reside en la ausencia de ciertos rasgos o en la presencia de otros
otras, e incluso otros factores —una guerra, por ejemplo— pueden suplementarios en el fenómeno estudiado, y no tiene mucho senti
complicar el esquema. Es decir, ese concepto que Kant denominaba do. En realidad, los conceptos históricos son algo más: incorporan
empírico es una descripción resumida, un modo económico de hablar, un razonamiento y se refieren a una teoría. Es lo que Max Weber lla
no un «verdadero» concepto. La abstracción sigue siendo incompleta mó los tipos ideales.
y no puede evitar referirse a un contexto localizado y datado. De ahí el es Retomemos el ejemplo de la crisis de Antiguo Régimen. Hemos
tatuto de «seminombre propio» o de «nombres comunes imperfectos» señalado que tal concepto implica un vínculo de causalidad en
de los conceptos genéricos que se utilizan en historia, como, por otra tre los fenómenos climáticos, las producciones agrícolas, los precios,
parte, ocurre también en la sociología. Permanecen sometidos al con los comportamientos demográficos. No es sólo una colección de
trol enumerativo de los contextos singulares que subsumen^. Así, no rasgos concretos yuxtapuestos, sino también, y ante todo, un víncu
se los puede definir con una fórmula: es necesario describirlos, de lo entre esos rasgos, un razonamiento mucho más complejo que
senrollar la madeja de realidades concretas y de relaciones que ellos el de una simple determinación climática. Es, por otro lado, una toma
resumen, como acabamos de ver en el caso del concepto crisis econó de posición en cuanto al reparto de lo real en diferentes dominios.
m ica de A ntiguo Régim en; explicarlos supone siempre explicitarlos, de No descansa sólo en observaciones empíricas, sino también en razo
sarrollarlos, desplegarlos. Son, pues, «concentrados de muchos con namientos y en una teoría. Max Weber no describió otra cosa cuan
tenidos significativos», nos dice Koselleck citando a Nietzsche: «To do se refería al término que calificó de tipo ideal. Y, por otra parte,
dos los conceptos en los que se resume semióticamente un proceso los ejemplos que él ofreció resultan siempre familiares a los historia
dores.
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do de un concepto límite puramente ideal, respecto del cual la reali
dad es medida y comparada a fin de esclarecer determinados elemen
M ax W eber: El t ip o i d e a l e s u n c u a d r o c o n c e p t u a l tos significativos de su contenido empírico. Tales conceptos son for
maciones en las cuales, por aplicación de la categoría de posibilidad
...no se form a el concepto de «econom ía urbana» com o un pro objetiva, construim os conexiones a las que nuestra fantasía, discipli
medio de los principios económ icos existentes de hecho en la totali nada y orientada en vista de la realidad, adecuadas.
dad de las ciudades observadas, sino, antes bien, com o un tipo ideal.
Se los obtiene mediante el realce unilateral de uno o de varios puntos Essais sur la théorie de la Science, págs. 180-185
de vista y la reunión de una m ultitud de fenóm enos singulares, difii- (trad. esp., págs. 79-82).
sos y discretos, que se presentan en m ayor medida en unas partes
que en otras o que aparecen de m anera esporádica, fenóm enos que Los conceptos son, pues, abstracciones con las que los historiado
encajan en aquellos puntos de vista, escogidos unilateralmente, en res comparan la realidad, sin que hayan de explicitarlo siempre. De he
un cuadro conceptual en sí unitario. Éste, en su pureza conceptual, es cho, razonan sobre la divergencia entre los modelos conceptuales y las
inhallable empíricamente en la realidad: es una utopía que plantea a realizaciones concretas. Esta es la razón por la que los conceptos intro
la labor historiográfica la tarea de com probar, en cada caso singular, en
ducen una dimensión comparativa, más o menos explícita, en toda
qué medida la realidad se acerca o se aleja de ese cuadro ideal, y, por
lo tanto, en qué medida el carácter económ ico de las relaciones im
historia, de modo que los diferentes casos estudiados apelan al mismo
perantes en determinada ciudad puede calificarse com o «economía modelo de tipo ideal. Su abstracción transforma la diversidad empíri
urbana» en el sentido conceptual (...). ca en diferencias y en similitudes que producen sentido, resaltando a
[Max W eb e r analiza a continuación el concepto de civiliza la vez lo específico y lo general.
ción capitalista] esto es, regida exclusivamente p o r el interés de valo
rizar los capitales privados. Esa utopía destacaría rasgos singulares,
que se presentan de manera difiasa, de la vida cultural m odem a tan Los conceptos form an redes
to material com o espiritual, considerados en su especificidad, a fin
de reunidos en un cuadro ideal carente para nosotros de contradic Dado que son abstractos y se refieren a una teoría, los conceptos
ciones. Se trataría, pues, de un ensayo de delinear una «idea» de la
forman redes. El ejemplo de crisis de Antiguo Régimen ya lo ha evi
cultura capitalista; aquí hem os de dejar de lado la cuestión de si y
cóm o se la puede obtener. A h o ra bien, es posible (...) que se esbo
denciado. El de fascismo, que pertenece a otro dominio distinto, qui
cen varias utopías de este tipo, de las cuales ninguna sea idéntica a
zá lo muestre aún mejor.
otra y, más todavía, ninguna sea observable en la realidad em pírica Que el concepto de fascism o sea un tipo ideal responde claramente
com o ordenam iento social válido de hecho, pero que, sin em bar al uso que de él hacen los historiadores^“. O bien lo califican, y hablan
go, todas ellas pretendan constituir una representación de la «idea» de fascismo hitleriano o italiano, lo cual significa que el fascismo tout
de la cultura capitalista, pretensión posible porque todas ellas han court no existe en ninguna parte como tal (de lo contrario, bastaría con
extraído de la realidad determ inados rasgos de hecho de nuestra decir fascismo para que todos supieran con precisión a qué país y a qué
cultura, en su especifitcidadplena de signifitcación, para incluirlos en un época nos referimos); o bien lo utilizan para plantearse preguntas y se
cuadro ideal unitario.
interrogan, por ejemplo, sobre si «era fascista el régimen de Vichy». En
(...) el historiador, en cuanto se propone ir más allá de la mera
com probación de conexiones concretas para establecer la significa
ción cultural de un proceso individual (...), labora y debe laborar con
Sobre este tema véase la NouveUe Histoire des idéespolitiques dirigida por Pascal Ory (Pa
conceptos que por regla general sólo son determinables de manera
ris, Hachette, 1987), en concreto la parte 4.2: «La solution fasciste», y sobre todo la contri
precisa y unívoca com o tipos ideales (...). bución de Philippe Burrin, «Autorité», págs. 410-415 (trad. esp., Nueva historia de las ideas
Constituye éste (el tipo ideal) un cuadro conceptual que no es la políticas, Barcelona, Mondadori, 1992). Asimismo, y entre otros muchos títulos, véase el ar
realidad histórica, al menos no la «verdadera», y que m ucho menos tículo de Robert Paxton, «Les fascismes, essai d’histoire comparée». Vingtième Sièck, Revue
está destinado a servir com o esquema bajo el cual debiera, subsumir- d’Histoire, núm. 45, enero-marzo de 1995, págs. 3-13, y la introducción del Dictionnaire his
se la realidad com o espécimen, sino que, en cambio, tiene el significa- torique desfascismes et du nazisme, de Serge Berstein y Pierre Milza (Bruselas, Complexe, 1992).
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este caso, la respuesta que se requiere no es una simple negación o afir alemana, más filosófica, es diferente en este sentido y no es extraño ver
mación, sino más bien un inventario de diferencias, por utilizar la ex un libro de historia que comience con un capítulo consagrado entera
presión de Paul Veyne, o, más exactamente, una serie de comparacio mente a justificar los conceptos que el autor utilizará” . Con el fin de
nes entre el tipo ideal de fascismo y la realidad histórica concreta del evitar las repeticiones y en aplicación de las reglas escolares de redac
régimen de Vichy. ción, los historiadores franceses utilizan a menudo distintas palabras
En esta confrontación entre realidad histórica y tipo ideal, el histo para designar la misma realidad. Utilizan indistintamente Estado y g o
riador tropieza necesariamente con otros conceptos, ya sean opuestos biemo, incluso en ocasiones poder, cuando en realidad esos términos
o solidarios. Fascismo se opone ante todo a democracia, libertades públicas aluden a conceptos diferentes. Unas veces hablan de clase social, otras
o derechos del hombre y, dentro de esa oposición, se aproxima a dictadu de grupos sociales e incluso de sectores. Esas licencias que se conceden re
ra: concretamente, ésta implica un modelo policial arbitrario, ausencia sultan deplorables, pero son de uso frecuente y sus consecuencias no
de libertades fiandamentales, como las de prensa y reunión, y el some son perjudiciales mientras no alteren la estructura y la coherencia de la
timiento del poder judicial al ejecutivo. Sin embargo, el fascismo es red conceptual.
más que una dictadura: se caracteriza, por otro lado, por una forma de Una parte del sentido de los conceptos históricos procede, en efec
movilización colectiva y de liderazgo, así como por una voluntad tota to, de las determinaciones que reciben. El discurso histórico rara vez
litaria de control de la sociedad. Supone asimismo la presencia de un los emplea de forma absoluta. En Francia, apenas se dice revolución.
líder carismàtico, el desarrollo de formas intensas de adhesión entre Existe la Revolución, la de 1789. Todas las otras demandan, para ser
sus partidarios, al mismo tiempo que las instituciones toman a su car comprendidas, adjetivos o complementos de determinación que las ca
go la totalidad de la vida civil, con el corporativismo, el encuadramien- lifiquen: con fechas (1830, 1848), o con epítetos (revolución industrial,
to de toda la juventud, el sindicato único y el partido único. Esos ras y al mismo tiempo prim era o segunda revolución industrial, revolución
gos permiten diferenciar los regímenes hitleriano y mussoliniano del delferrocarril, revolución tecnoló^ca, revolución campesina, apícola, chi
de las dictaduras sudamericanas. Pero no del régimen soviético: para na, soviética, p olítica y social, etcétera). El sentido preciso del concepto lo
ello resulta necesario hacer intervenir rasgos de orden ideológico, opo aporta la determinación que recibe, y el juego comparativo resumido
ner la ideología de clase a la de la nación y recuperar el concepto de to más arriba es una búsqueda idéntica de la determinación pertinente.
talitarismo. Al término del razonamiento dejaremos de lado los rasgos No podríamos sostener, pues, que los conceptos impongan a la
que aproximan a Vichy con el fascismo y aquellos que lo distinguen, e historia un orden lógico riguroso. Antes que de conceptos ya constitui
introduciremos las diferencias que existen entre el Vichy de 1940 y el dos, mejor sería hablar de conceptualización —como planteamiento y
entregado en 1944 a la Milicia. como investigación—, de conceptualizar la historia. Esta operación
Como se puede observar, el concepto de fascismo no adquiere ple implica ordenar la realidad histórica, aunque se trataría de una ordena
no sentido más que a través de una red conceptual que comprende ción relativa y parcial, pues la realidad jamás se deja reducir a lo racio
otros como democracia, libertades, derechos del hombre, totalitarismo, dicta nal: tiene siempre una parte de contingencia, y las particularidades
dura, clase, nación, racismo, etcétera. Es lo que los lingüistas denominan concretas perturban necesariamente el bello orden de los conceptos.
un campo semántico: una suma de términos que mantienen unos con Las realidades históricas nunca se ajustan plenamente a los conceptos
otros unas relaciones estables, sean de oposición, de asociación o de con ayuda de los cuales se las piensa; la vida desborda sin cesar la lógi
sustitución. Los conceptos que se encuentran en oposición pertinente ca y, en la lista de rasgos pertinentes racionalmente organizados que
presentan rasgos simétricos contrarios. Los asociados tienen rasgos constituyen un concepto, siempre hay quien falta a la cita o se presen
idénticos, aunque no en su totalidad. Si dos conceptos pudieran des ta bajo una configuración imprevista. El resultado no es despreciable:
cribirse con los mismos términos, entonces ambos constituirían una
suerte de equivalencia y serían intercambiables el uno con el otro para
cualquier uso. ' ’ A titulo de ejemplo, véase la obra de Peter Schótder, Naissance des bourses du travail
Un appareil idéologique d’État à la fin du xrx' siècle, Paris, PUF, 1985, y la de Jürgen Kocka,
Los historiadores franceses no siempre hacen un uso riguroso de Facing Total War, German Society, 19 14-1918, Cambridge (Mass.), Harvard University
los conceptos, pues su tradición historiográfica no les invita a ello. La Press, 1984.
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la conceptualización introduce un cierto orden en la realidad, aunque gor y dejan de emplearse en su sentido absoluto para recibir de inme
sea imperfecto, incompleto y desigual. diato una especificación concreta. El préstamo implica ya una primera
En esta fase de la reflexión, hay que reconocerle a la historia una distorsión a la que seguirán otras.
cierta especificidad en el manejo, en el uso que hace de los conceptos. En estas condiciones, se comprende mejor la relación ambigua que
Pero esos conceptos que emplea de forma particular ¿tienen una natu se da entre la historia y las otras ciencias sociales. El préstamo de con
raleza que sea propia de la disciphna? ¿O bien se vale de conceptos ceptos y su uso determinado, contextualizado, permite a la historia re
como de hechos históricos que no existen? tomar a su cargo todas las cuestiones de las otras disciplinas, sometién
dolas a esa interrogación diacrònica que constituye su especificidad, su
única dimensión propia. De ahí la posición de encrucijada dentro de
C o n c e p t u a l iz a r l a h is t o r ia las ciencias sociales que la historia ha tenido en ciertas configuraciones
sociales y disciplinarias del mundo científico. De ahí también que a
Los conceptos tomados en préstamo menudo se arrogue el derecho de ejercer una cierta hegemonía dentro
de ese universo: el intercambio de conceptos es de dirección única, la
La historia no cesa de pedir a las disciplinas vecinas conceptos en historia importa pero no exporta, puede situarse en territorio de otros
préstamo; dedica su tiempo a incubar huevos que no ha puesto. Por sin por eso dejar de ser ella misma, mientras que no se da la situación
tanto, no intentaremos elaborar la lista de los conceptos, dado que está inversa.
indefinidamente abierta.
La historia política, como si fuera lo más natural del mundo, uti
liza conceptos procedentes del derecho constitucional y de la ciencia Las entidades sociaks
política cuando no de la política tout court: régimen parlam entario o
presidencial, partido de cuadros o de masas, etcétera. El rápido análisis Existen conceptos, pues, que sin ser propios de la historia, ocupan
del fascismo que hemos presentado más arriba se basaba por comple un lugar a la vez importante y privilegiado. Son aquellos que designan
to en conceptos prestados por este dominio, como el de líder carism à entidades colectivas. El enunciado que hemos tomado como ejemplo
tico. La historia económica recurre al arsenal de los economistas o los al inicio de este capítulo contiene uno de esos conceptos: en vísperas
demógrafos. En cuanto éstos imaginan un nuevo concepto, como de la Revolución, h sociedadfrancesa atravesaba una crisis económica de
con Rostow y su take o f f (despegue), los historiadores se lo apropian Antiguo Régimen.
de inmediato para preguntarse si hubo un take o f f en la Cataluña del La sociedad, Francia, la burguesía, la clase obrera, los intelectuales, la opi
siglo XVIII o cuándo se produjo en Francia. Se les ve tratar de deter nión, el país, el pueblo: otros tantos conceptos que tienen de particular
minar el ca sh flow de las empresas de principios de siglo a pesar de las el hecho de subsumir un conjunto de individuos concretos y de figu
dificultades derivadas de una contabilidad que no contemplaba tal varia rar en el discurso del historiador como singulares plurales, como acto
ble. Tampoco la historia social actúa de otro modo: vemos, por ejemplo, res colectivos. Todos ellos son utilizados como sujetos de verbos de ac
que toma el concepto de control social para aplicarlo al siglo xix, cuan ción o de vohción, a menudo incluso bajo su forma pronominal: la
do no a la antigüedad griega o romana. En fin, la «nueva historia» ha burguesía veía que, pensaba que, se sentía segura o amenazada, etcétera;
sido constituida a partir de préstamos conceptuales tomados de la et la clase obrera estaba descontenta, se rebelaba. La opinión estaba inquieta,
nología. era compartida, reaccionaba, a menos que se resignara...
Si nos atenemos a este primer examen, parece que la historia no Pero ¿tenemos derecho a prestar a las entidades colectivas los ras
tenga conceptos propios, que se adueñe de los de otras ciencias socia gos de la psicología individual? ¿Es legítima esa transferencia? Ten
les. De hecho, consume una gran cantidad de conceptos importados. dremos la ocasión de volver sobre este particular. Los sociólogos li
Estos múltiples empréstitos devienen posibles por el uso propia berales, partidarios de reconstituir las conductas colectivas a partir
mente histórico de la determinación. Al pasar de su disciplina de ori de los componentes racionales de los actores individuales, tildaron de
gen a la historia, los conceptos se tornan muy flexibles, pierden su ri realismo ingenuo esta forma de tratar los grupos como personas. Se
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puede objetar que los actores individuales tienen una conciencia más
o menos conflisa sobre su pertenencia a un grupo. Aquello que auto P ierre B o u r d i e u : T o m a r l o s c o n c e p t o s c o n p in z a s h is t ó r i c a s
riza a un historiador a decir que Francia tenía tal o cual actitud hacia
Alemania en 1914 es que los movilizados podían decir en la época: Paradójicamente, los historiadores no lo son bastante cuando
«Nosotros estamos en guerra, Alemania nos hace la guerra.» Del mis tratan de pensar los instrumentos con los que piensan la historia.
mo modo, si hablamos de obreros es porque ellos, cuando hacen Siem pre deben tomarse los conceptos de la historia (o de la sociolo
gía) con pinzas históricas... (...) ...no es suficiente con em prender una
huelga, dicen: «Nosotros queremos la satisfacción de nuestras reivindi
genealogía histórica de los términos tomados aisladamente: es nece
caciones.» El nosotros de los actores fiinda implícitamente la entidad sario, para historizar verdaderamente los conceptos, hacer una g e
colectiva que utilizan los historiadores. P. Ricoeur propone la noción nealogía sociohistórica de los diferentes campos semánticos (históri
de pertenencia participativa para legitimar esa transferencia de la psi camente constituidos) en los que, en cada m om ento, se inserta toda
cología individual a las entidades colectivas: los grupos en cuestión palabra hallada y los campos sociales en los que han sido produci
están constituidos por individuos que les pertenecen y que tienen dos, así com o en los que circulan y son ufilizados.
una conciencia más o menos confusa de esa pertenencia participati
va. Es esta referencia, obligada e impUcita, la que permite tratar al «Sur les rapports entre la sociologie et l’his-
grupo como un actor colectivo. toire», pág. 116
No se trata, pues, de una simple analogía ni de una fusión de in
dividuos en el grupo ni de su reducción en un colectivo. Por eso, la Afirmar que es necesario «historizar» los conceptos de la historia,
objeción que asalta al espíritu del historiador, la de que el sentimien retomarlos desde una perspectiva propiamente histórica, fiene varios
to de pertenencia es a menudo confuso, no sirve. Que los campesinos senfidos. El primero contempla la divergencia entre la realidad y el con
volvieran precipitadamente a sus casas en busca de cubos al oír el to cepto bajo el que se la subsume. El concepto no es la cosa, sino el
que de movilización, el 2 de agosto de 1914, porque interpretaron la nombre con el que se la designa, su representación. Medir la posible
alarma como señal de un incendio, carece aquí de importancia; eso distancia, es decir, verificar si los rasgos incluidos en el concepto se en
no obsta para decir que Francia entró en la guerra con resolución, cuentran en la cosa, y a la inversa, es ya un precepto del método críti
puesto que los movilizados dijeron nosotros. La referencia de la enti co, de lo que Seignobos denominaba la crífica de la interpretación.
dad colectiva a los individuos que la componen descansa sobre la re En segundo lugar, constituye uno de los elementos de la construc
versibilidad del nosotros de los actores al singular colectivo del histo ción del tiempo de la historia. El significado antiguo de los términos re
riador: permite obrar como si la entidad nacional o social fiaera ella quiere su traducción a la lengua que nosotros conocemos hoy, del mis
misma una persona. mo modo que, como contrapartida, el significado de los conceptos ac
Por lo demás, el vocabulario de la historia no difiere en este punto tuales debe redefinirse si pretendemos traducir el pasado a través de
del que utilizamos a diario. Los conceptos que permiten pensar la his ellos. El historiador tiene en cuenta la profundidad diacrònica de los
toria que se escribe son los mismos con los que se dice la historia que conceptos, su historia. La permanencia de un término no es la de sus
se hace. Lo que nos devuelve el riesgo del anacronismo ¿Cómo preve significados, y el cambio de éstos no coincide con el de las realidades
nirlo? que designa. «Las palabras que se han mantenido, tomadas en sí mis
mas, no son un indicio suficiente de que las circunstancias hayan per
manecido igual»'^. Pero, a la inversa, los cambios terminológicos no
Historizar los conceptos de la historia constituyen un indicio de cambios materiales, pues a menudo es nece
sario que pase cierto tiempo antes de que el cambio material haga sen
Al historiador le asiste el derecho de utilizar todos los conceptos tir a los contemporáneos la necesidad de nuevos términos.
disponibles en el vocabulario, pero no lo tiene a emplearlos ingenua
mente. Su máxima es la de no tratarlos jamás como cosas. La adverten
cia de Pierre Bourdieu no es superflua: R. Koselleck, Le Futur passé, pág. 106 (trad. esp., pág. 114).
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La historización de los conceptos de la historia permite, al delimi Los conceptos de la historia son, pues, el resultado de luchas, rara
tar la relación entre historia y realidad, pensar situaciones dadas de for vez aparentes, en las que los actores intentan hacer prevalecer las repre
ma diacrònica y sincrónica a un tiempo, siguiendo el eje de las pregun sentaciones de lo social que les son propias: definición y delimita
tas a la par que el de los periodos, como estructura y como evolución. ción de los gmpos sociales, jerarquías de prestigios y derechos, etcétera.
La semántica de los conceptos es una parte menor de la lingüística, L. Boltanski, por ejemplo, muestra cómo la aparición del término cuadro,
puesto que es la más tributaria de las realidades nombradas y, por tan tan característico de la manera francesa de parcelar la sociedad, apare
to, la menos formal. Por el contrario, resulta flindamental para el histo ce en el contexto del Frente Popular, en concurrencia con el concepto
riador. En la medida en que supone, para delimitar cada concepto, te de clases medias y por oposición a su vez al empresariado y a la clase
ner en cuenta los que le son opuestos o le están asociados y, paradigmá obrera'^. R. Koselleck observa que cuando el canciller pmsiano Har
ticamente, los que son altemativas posibles, todo ello permite medir, denberg a principios del siglo xix empleaba términos descriptivos tales
con el grosor de la realidad social, el conjunto de las temporalidades es como habitantes o propietarios, e incluso términos jurídicos nuevos como
calonadas. En general, una misma realidad puede ser pensada y dicha ciudadanos, eso traslucía una voluntad de cambiar la vieja constitu
con la mtermediación de diversos conceptos que no tienen el mismo ción de órdenes, los Stände^^. Los conceptos adquieren sentido por
horizonte ni pertenecen a la misma trayectoria temporal. Historizar los su inserción dentro de una configuración heredada del pasado, por su
conceptos es identificar la temporalidad de la que forman parte. Es un valor performativo anunciador de un futuro y su alcance polémico
modo de captar la contemporaneidad de lo no-contemporáneo. presente.
La historización de los conceptos permite, en fin, que el historiador Como se puede observar, los conceptos no son cosas; en cierto
comprenda el valor polémico que algunos de ellos fienen. Después modo, son armas. En cualquier caso, son herramientas con las cuales
de P. Bourdieu y su escuela, los sociólogos han estado muy atentos al va los contemporáneos, pero también los Historiadores, se esfiaerzan en
lor performativo de los enunciados^^: decir es, en un sentído, hacer. Las hacer prevalecer una ordenación de lo real y de hacer decir al pasado
designaciones de los grupos sociales son resultado de luchas a través de su especificidad y sus significados. Ni extemos a lo real ni anclados en
las cuales los actores han buscado imponer un reparto de lo social. él como signos perfectamente adecuados a las cosas, mantienen con
las realidades que nombran una distancia, una tensión en donde se jue
Así, la ciencia que pretenda proponer criterios fiindados en la
ga la historia. Al tiempo que reflejan lo real, le dan forma nombrándo
realidad, los de m ayor fundam ento en lo real, debe de tener siempre
lo. En esta relación cmzada de dependencia y de confrontación es en
bien presente que en realidad sólo registra un estado de la lucha de
las clasificaciones. Es decir, un estado de la relación de fuerzas mate-
donde radica el interés y la necesidad de la historia de los conceptos.
nales o simbólicas entre quienes tienen que habérselas con uno u Del mismo modo que la historia es a la vez trabajo sobre el tiempo y
otro m odo de clasificación, grupos que suelen invocar la autoridad trabajo del tiempo, es trabajo sobre los conceptos y trabajo de los con
científica para fundar en realidad y en razón el reparto arbitrario que ceptos.
desean imponer''*.
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