POESIA
MEXICANA
AMADO NERVO
(1870-1919)
VIEJO ESTRIBILLO
¿Quién es esa sirena de la voz tan doliente,
de las carnes tan blancas, de la trenza tan bruna?
-Es un rayo de luna que se baña en la fuente,
es un rayo de luna...
¿Quién gritando mi nombre la morada recorre?
¿Quién me llama en las noches con tan trémulo acento?
-Es un soplo de viento que solloza en la torre,
es un soplo de viento...
Di, ¿quién eres, arcángel cuyas alas se abrasan
en el fuego divino de la tarde y que subes
por la gloria del éter? -Son las nubes que pasan;
mira bien, son las nubes...
¿Quién regó sus collares en el agua, Dios mío?
Lluvia son de diamantes en azul terciopelo...
-Es la imagen del cielo que palpita en el río,
es la imagen del cielo...
¡Oh, Señor! La belleza sólo es, pues, espejismo!
nada más Tú eres cierto, sé Tú mi último Dueño.
¿Dónde hallarte, en el éter, en la tierra, en mí mismo?
-Un poquito de ensueño te guiará en cada abismo,
un poquito de ensueño...
EL CELAJE
¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "Hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!
¿En que zarzas tu pie divino heriste?
¿Que muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Que nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?
¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.
Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.
EN PAZ
Artifex vitae artifex sui
Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca me diste ni esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.
...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!
Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas...
Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!
RÉQUIEM
¡Oh, Señor, Dios de los ejércitos,
eterno Padre, eterno Rey,
por este mundo que creaste
con la virtud de tu poder;
porque dijiste: la luz sea,
y a tu palabra la luz fue;
porque coexistes con el Verbo,
porque contigo el Verbo es
desde los siglos de los siglos
y sin mañana y sin ayer,
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!
¡Oh, Jesucristo, por el frío
de tu pesebre de Belén,
por tus angustias en el Huerto,
por el vinagre y por la hiel,
por las espinas y las varas
con que tus carnes desgarré,
y por la cruz en que borraste
todas las culpas de Israel;
Hijo del Hombre, desolado,
trágico Dios, tremendo Juez:
requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!
Divino Espíritu, Paráclito,
aspiración del gran Iavéh,
que unes al Padre con el Hijo,
y siendo El Uno sois los Tres;
por la paloma de alas níveas,
por la inviolada doncellez
de aquella Virgen que en su vientre
llevó al Mesías Emmanuel;
por las ardientes lenguas rojas
con que inspiraste ciencia y fe
a los discípulos amados
de Jesucristo, nuestro bien:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!
SI UNA ESPINA ME HIERE...
¡Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mí clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina hacia más puro
ambiente de amor y caridad.
¿Rencores? ¡De qué sirven! ¿Qué logran los rencores?
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,
se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
¡será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocado en flor de paz!
EL TORBELLINO
»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;
»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;
»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.
»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?
»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;
»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,
»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»
Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,
y clamé, después de oír
«¡Oh, mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»
VIA, VERITAS ET VITA
Ver en todas las cosas
del Espíritu incógnito las huellas;
contemplar
sin cesar,
en las diáfanas noche misteriosas,
la santa desnudez de las estrellas...
¡Esperar!
¡Esperar!
¿Qué? ¡Quién sabe! Tal vez una futura
y no soñada paz... Sereno y fuerte,
correr esa aventura
sublime y portentosa de la muerte.
Mientras, amarlo todo... y no amar nada,
sonreír cuando hay sol y cuando hay brumas;
cuidar de que en el áspera jornada
no se atrofien las alas, ni oleada
de cieno vil ensucie nuestras plumas.
Alma: tal es la orientación mejor,
tal es el instintivo derrotero
que nos muestra un lucero
interior.
Aunque nada sepamos del destino,
la noche a no temerlo nos convida.
Su alfabeto de luz, claro y divino,
nos dice: "Ven a mí: soy el Camino,
la Verdad y la Vida.
¡OH CRISTO!
»Ya no hay un dolor humano que no sea mi dolor;
ya ningunos ojos lloran, ya ningún alma se angustia
sin que yo me angustie y llore;
ya mi corazón es lámpara fiel de todas las vigilias,
¡oh, Cristo!
»En vano busco en los hondos escondrijos de mi ser
para encontrar algún odio: nadie puede herirme ya
sino de piedad y amor. Todos son yo, yo soy todos,
¡oh, Cristo!
»¡Que importan males o bienes! Para mí todos son bienes.
El rosal no tiene espinas: para mí sólo da rosas.
¿Rosas de pasión?‚ ¡Que importa! Rosas de celeste esencia,
purpúreas como la sangre que vertiste por nosotros,
¡oh, Cristo!»
DEIDAD
Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.
¿Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...
UNO CON ÉL
Eres uno con Dios, porque le amas,
tu pequeñez ¡qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.
Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"Aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.
No podrán separaros
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.
En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro,
en vida y muerte has de mirar su rostro.
"¡Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.
Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de Él, puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
uno solo con Dios ¡porque le amas!
JESÚS
Jesús no vino al mundo de "los cielos".
Vino del propio fondo de las almas;
de donde anida el yo: de las regiones
internas del Espíritu.
¿Por qué buscarle encima de las nubes?
Las nubes no son el trono de los dioses.
¿Por qué buscarle en los candentes astros?
Llamas son como el sol que nos alumbra,
orbes, de gases inflamados... Llamas
nomás. ¿Por qué buscarle en los planetas?
Globos son como el nuestro, iluminados
por una estrella en cuyo torno giran.
Jesús vino de donde
vienen los pensamientos más profundos
y el más remoto instinto.
No descendió: emergió del océano
sin fin del subconsciente;
volvió a él, y ahí está, sereno y puro.
Era y es un eón. El que se adentra
osado en el abismo
sin playas de sí mismo,
con la luz del amor, ese le encuentra.
KALPA
-¿Queréis que todo esto vuelva a empezar?
-Sí -responden a coro.
Also Sprach Zarathustra
En todas las eternidades
que a nuestro mundo precedieron,
¿cómo negar que ya existieron
planetas con humanidades;
y hubo Homeros que describieron
las primeras heroicidades,
y hubo Shakespeares que ahondar supieron
del alma en las profundidades.?
Serpiente que muerdes tu cola,
inflexible círculo, bola
negra, que giras sin cesar,
refrán monótono del mismo
canto, marea del abismo,
¿sois cuento de nunca acabar?...
IDENTIDAD
Tat tuam asi
(Tú eres esto: es decir, tú eres uno
y lo mismo que cuanto te rodea;
tú eres la cosa en sí)
El que sabe que es uno con Dios, logra el Nirvana:
un Nirvana en que toda tiniebla se ilumina;
vertiginoso ensanche de la conciencia humana,
que es sólo proyección de la Idea Divina
en el Tiempo...
El fenómeno, lo exterior, vano fruto
de la ilusión, se extingue: ya no hay pluralidad,
y el yo, extasiado, abísmase por fin en lo absoluto,
y tiene como herencia ¡toda la eternidad!
BRAHMA NO PIENSA...
Ego sum quo sum.
Brahma no piensa: pensar limita.
Brahma no es bueno ni malo, pues
las cualidades en su infinita
sustancia huelgan. Brahma es lo que es.
Brahma, en un éxtasis perenne, frío,
su propia esencia mirando está.
Si duerme, el Cosmos torna al vacío:
mas si despierta renacerá!
LA SOMBRA DEL ALA
Tú que piensas que no creo
cuando argüimos los dos,
no imaginas mi deseo,
mi sed, mi hambre de Dios;
ni has escuchado mi grito
desesperante, que puebla
la entraña de la tiniebla
invocando al Infinito;
ni ves a mi pensamiento,
que empañado en producir
ideal, suele sufrir
torturas de alumbramiento.
Si mi espíritu infecundo
tu fertilidad tuviese,
forjado ya un cielo hubiese
para completar su mundo.
Pero di, qué esfuerzo cabe
en un alma sin bandera
que lleva por dondequiera
tu torturador ¡quién sabe!;
que vive ayuna de fe
y, con tenaz heroísmo,
va pidiendo a cada abismo
y a cada noche un ¿por qué?
De todas suertes, me escuda
mi sed de investigación,
mi ansia de Dios, honda y muda;
y hay más amor en mi duda
que en tu tibia afirmación.
LA PUERTA
Por esa puerta huyo, diciendo: "¡Nunca!"
Por esa puerta ha de volver un día...
Al cerrar esa puerta, dejo trunca
la hebra de oro de la esperanza mía.
Por esa puerta ha de volver un día.
Cada vez que el impulso de la brisa,
como una mano débil, indecisa,
levemente sacude la vidriera
palpita más aprisa, más aprisa
mi corazón cobarde que la espera.
Desde mi mesa de trabajo veo
la puerta con que sueñan mis antojos,
y acecha agazapado mi deseo
en el trémulo fondo de sus ojos.
¿Por cuanto tiempo, solitario, esquivo
he de aguardar con la mirada incierta
a que Dios me devuelva compasivo
a la mujer que huyó por esa puerta?
¿Cuando habrán de temblar esos cristales
empujados por sus manos ducales
y, con su beso ha de llegarme ella
cual me llega en las noches invernales
el ósculo piadoso de una estrella?
¡Oh, Señor!, ya la Pálida está alerta:
¡Oh, Señor!, ¡cae la tarde ya en mi vía
y se congela mi esperanza yerta!
¡Oh, Señor!, ¡has que se abra al fin la puerta
y entre por ella la adorada mía!
¡Por esa puerta ha de volver un día!
ÉXTASIS
Cada rosa gentil ayer nacida,
cada aurora que apunta entre sonrojos,
dejan mi alma en el éxtasis sumida
¡nunca se cansan de mirar mis ojos
el perpetuo milagro de la vida!
Años ha que contemplo las estrellas
en las diáfanas noches españolas
y las encuentro cada vez mas bellas.
Años ha que en el mar conmigo a solas,
¡y aún me pasma el prodigio de las olas!
Cada vez hallo la naturaleza
más sobrenatural, más pura y santa,
Para mí, en rededor, todo es belleza:
y con la misma plenitud me encanta
la boca de la madre cuando reza
que la boca del niño cuando canta.
Quiero ser inmortal con sed intensa,
porque es maravilloso el panorama
con que nos brinda la creación inmensa;
porque cada lucero me reclama,
diciéndome al brillar: "Aquí se piensa,
también aquí se lucha, aquí se ama."
SI TÚ ME DICES VEN
Si tú me dices ven, lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo
que tu voz como toque de llamada,
vibre hasta el más íntimo recodo
del ser, levante el alma de su lodo
y hiera el corazón como una espada.
Si tú me dices ven, todo lo dejo...
Llegaré a tu santuario casi viejo,
y al fulgor de la luz crepuscular,
más he de compensarte mi retardo,
difundiéndome ¡Oh, Cristo! como un nardo
de perfume sutil, ante tu altar.
VIII
Al oír tu dulce acento
me subyuga la emoción,
y en un mudo arrobamiento
se arrodilla el pensamiento
y palpita el corazón...
Al oír tu dulce acento.
Canta, virgen, yo lo imploro;
que tu voz angelical
semeja el rumor sonoro
de leve lluvia de oro
sobre campo de cristal.
Canta, virgen, yo lo imploro:
es de alondra tu garganta,
¡Canta!
¡Qué vagas melancolías
hay en tu voz! Bien se ve
que son amargos tus días.
Huyeron las alegrías,
tu corazón presa fue
de vagas melancolías.
¡Por piedad! ¡No cantes ya,
que tu voz al alma hiere!
Nuestro amor, ¿en dónde está?
Ya se fue..., todo se va...
Ya murió..., todo se muere...
Por piedad, no cantes ya,
que la pena me avasalla...
¡Calla!
A KEMPIS
Ha muchos años que busco el yermo,
ha muchos años que vivo triste,
ha muchos años que estoy enfermo,
¡y es por el libro que tu escribiste!
¡Oh Kempis, antes de leerte amaba
la luz, las vegas, el mar Océano;
mas tú dijiste que todo acaba,
que todo muere, que todo es vano!
Antes, llevado de mis antojos,
besé los labios que al beso invitan,
las rubias trenzas, los grande ojos,
¡sin acordarme que se marchitan!
Mas como afirman doctores graves,
que tú, maestro, citas y nombras,
que el hombre pasa como las naves,
como las nubes, como las sombras...,
huyo de todo terreno lazo,
ningún cariño mi mente alegra,
y con tu libro bajo del brazo
voy recorriendo la noche negra...
¡Oh Kempis, Kempis, asceta yermo,
pálido asceta, qué mal me hiciste!
¡Ha muchos años que estoy enfermo,
y es por el libro que tú escribiste!
¿Ves el sol, apagando su luz pura
en las ondas del piélago ambarino?
Así hundió sus fulgores mi ventura
para no renacer en mi camino.
Mira la luna: desgarrando el velo
de las tinieblas, a brillar empieza.
Así se levantó sobre mi cielo
el astro funeral de la tristeza.
¿Ves el faro en la peña carcomida
que el mar inquieto con su espuma alfombra?
Así radia la fe sobre mi vida,
solitaria, purísima, escondida:
¡cómo el rostro de un ángel en la sombra!
VI
Rindióme al fin el batallar continuo
de la vida social; en la contienda,
envidiaba la dicha del beduíno
que mora en libertad bajo su tienda.
Huí del mundo a mi dolor extraño,
llevaba el corazon triste y enfermo,
y busqué , como Pablo el Ermitaño,
la inalterable soledad del yermo.
Allí moro, allí canto, de la vista
del hombre huyendo, para el goce muerto,
y bien puedo decir como el Bautista:
¡Soy la voz del que clama en el desierto!
XXIX
Yo amaba lo azul con ardimiento:
las montañas excelsas, los sutiles
crespones de zafir del firmamento,
el piélago sin fin, cuyo lamento
arrulló mis ensueños juveniles.
Callaba mi laúd cuando despliega
cada estrella purísima su broche,
el universo en la quietud navega,
y la luna, hoz de plata, surge y siega
el haz de espesas sombras de la noche.
Cantaba, si la aurora descorría
en el oriente sus rosados velos,
si el aljófar al campo descendía,
y el sol, urna de oro que se abría,
inundaba de luz todos los cielos.
Mas hoy amo la noche, la galana,
de dulce majestad, horas tranquilas
y solemnes, la nubia soberana,
la de espléndida pompa americana:
¡La noche tropical de tus pupilas!
Hoy esquivo del alba los sonrojos,
su saeta de oro me maltrata,
y el corazón, sin pena y sin enojos,
tan sólo ante lo negro de tus ojos
como el iris del buho se dilata.
¿Qué encanto hubiera semejante al tuyo,
oh, noche mía? ¡Tu beldad me asombra!
Yo, que esplendores matutinos huyo,
¡dejo el alma que agite, cual cocuyo,
sus alas coruscantes en tu sombra!
Si siempre he de sentir esa mirada
fija en mi rostro, poderosa y tierna,
¡adiós, por siempre adiós, rubia alborada!
doncella de la veste sonrosada:
¡que reine en mi redor la noche eterna!
¡Oh, noche! Ven a mí llena de encanto;
mientras con vuelo misterioso avanzas,
nada más para ti será mi canto,
y en los brunos repliegues de tu manto,
su cáliz abrirán mis esperanzas!
XXXIII
Amiga, mi larario está vacío:
desde que el fuego del hogar no arde,
nuestros dioses huyeron ante el frío;
hoy preside en sus tronos el hastío
las nupcias del silencio y de la tarde.
El tiempo destructor no en vano pasa;
los aleros del patio están en ruinas;
ya no forman allí su leve casa,
con paredes convexas de argamasa
y tapíz del plumón, las golondrinas.
¡Qué silencio el del piano! Su gemido
ya no vibra en los ámbitos desiertos;
los nocturnos y scherzos han huído...
¡Pobre jaula sin aves! ¡Pobre nido!
¡Misterioso ataúd de trinos muertos!
¡Ah, si vieras tu huerto! Ya no hay rosas,
ni lirios, ni libélulas de seda,
ni cocuyos de luz, ni mariposas...
Tiemblan las ramas del rosal, medrosas;
el viento sopla, la hojarasca rueda.
Amiga, tu mansión está desierta;
el musgo verdinegro que decora
los dinteles ruinosos de la puerta,
parece una inscripción que dice: ¡Muerta!
El cierzo pasa, y suspirando: ¡Llora!
XLII
Yo también, cual los héroes medievales
que viven con la vida de la fama,
luché por tres divinos ideales:
¡por mi Dios, por mi Patria y por mi Dama!
Hoy que Dios ante mí su faz esconde,
que la Patria me niega su ternura
de madre, y que a mi acento no responde
la voz angelical de la Hermosura,
rendido bajo el peso del destino
esquivando el combate, siempre rudo,
heme puesto a la vera del camino,
resuelto a descansar sobre mi escudo.
Quizá mañana, con afán contrario,
ajustándome el casco y la loriga,
de nuevo iré tras el combate diario,
exclamando: ¡Quién me ame, que me siga!
Mas hoy dejadme, aunque a la gloria pese,
dormir en paz sobre mi escudo roto;
dejad que en mi redor el ruido cese,
que la brisa noctívaga me bese
y el Olvido me dé su flor de loto.
INCOHERENCIAS
Para José I. Bandera
Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué una virtud, ¿por qué se ha ido?
Fui templado, ¿do está mi recia malla?
¿En qué campo sangriento de batalla
me dejaron así, triste y vencido?
¡Oh, Progreso, eres luz! ¿Por qué no llena
tu fulgor mi conciencia? Tengo miedo
a la duda terrible que envenena,
y que miras rodar sobre la arena
¡y, cual hosca vestal, bajas el dedo!
¡Oh, siglo decadente, que te jactas
de poseer la verdad!, tú que haces gala
de que con Dios, y con la muerte pactas,
devuélveme mi fe, yo soy un Chactas
que acaricia el cadáver de su Atala...
Amaba y me decías: <analiza>,
y murió mi pasión; luchaba fiero
con Jesús por coraza, triza a triza,
el filo penetrante de tu acero.
¡Tengo sed de saber y no me enseñas;
tengo sed de avanzar y no me ayudas;
tengo sed de creer y me despeñas
en el mar de teorías en que sueñas
hallar las soluciones de tus dudas!
Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo,
vestal, ¡que no me maten en la arena!
LA CANCIÓ N DE FLOR DE MAYO
Flor de Mayo como un rayo
de la tarde se moría...
Yo te quise, Flor de Mayo,
tú lo sabes; ¡pero Dios no lo quería!
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, cantando irán.
Flor de Mayo ni se viste
ni se alahaja ni atavía;
¡Flor de Mayo está muy triste!
¡Pobrecita, pobrecita vida mía!
Cada estrella que palpita,
desde el cielo le habla asi:
"Ven conmigo, Florecita,
brillarás en la extensión igual a mí"
Flor de Mayo, con desmayo,
le responde: "¡Pronto iré!"
.......................
Se nos muere Flor de Mayo,
¡Flor de Mayo, la Elegida, se nos fue!
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, llorando irán...
"¡No me dejes!" yo le grito:
"¡No te vayas dueño mío,
el espacio es infinito
y es muy negro y hace frío, mucho frío!"
Sin curarse de mi empeño,
Flor de Mayo se alejó,
Y en la noche, como un sueño
misteriosamente triste se perdió.
Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, ¡ay, cómo irán!
Al amparo de mi huerto
una sola flor crecía:
Flor de Mayo, y se me ha muerto...
Yo la quise, ¡Pero Dios no lo quería!
ENVÍ O
La canción que me pediste
la compuse y aquí está:
Cántala bajito y triste;
ella duerme (para siempre);
la canción la arrullará
Cántala bajito y triste;
cántala...
PASAS POR EL ABISMO DE MIS TRISTEZAS
Pasas por el abismo de mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares,
ungiendo lo infinito de mis pesares
con el nardo y la mina de tus ternezas.
Ya tramonta mi vida; la tuya empiezas;
mas, salvando del tiempo los valladares,
como un rayo de luna sobre los mares
pasas por el abismo de mis tristezas.
No más en la tersura de mis cantares
dejará el desencanto sus asperezas;
pues Dios, que dio a los cielos sus luminares,
quiso que atravesaras por mis tristezas
como un rayo de luna sobre los mares.
YO VENGO DE UN BRUMOSO PAÍ S LEJANO
Yo vengo de un brumoso país lejano
regido por un viejo monarca triste...
Mi numen sólo busca lo que es arcano,
mi numen sólo adora lo que no existe;
tú lloras por un sueño que está lejano,
tú aguardas un cariño que ya no existe,
se pierden tus pupilas en el arcano
como dos alas negras, y estás muy triste.
Eres mía: nacimos de un mismo arcano
y vamos, desdeñosos de cuanto existe,
en pos de ese brumoso país lejano,
regido por un viejo monarca triste...
AZRAEL
Azrael, abre tu ala negra, y honda,
cobíjeme su palio sin medida,
y que a su abrigo bienechor se esconda
la incurable tristeza de mi vida.
Azrael, ángel bíblico, ángel fuerte,
ángel de redención, ángel sombrío,
ya es tiempo que consagres a la muerte
mi cerebro sin luz: altar vacío...
Azrael, mi esperanza es una enferma;
ya tramonta mi fe; llegó el ocaso,
ven, ahora es preciso que yo duerma...
¿Morir..., dormir..., dormir...? ¡Soñar acaso!
Nezahualcóyotl
"coyote-hambriento"
REY DE TEXOCO
Canto de la huida
(De Nezahualcóyotl cuando andaba huyendo del señor de Azcapotzalco)
En vano he nacido,
En vano he venido a salir
De la casa del dios a la tierra,
¡yo soy menesteroso!
Ojalá en verdad no hubiera salido,
Que de verdad no hubiera venido a la tierra.
No lo digo, pero…
¿qué es lo que haré?,
¡oh príncipes que aquí habéis venido!,
¿vivo frente al rostro de la gente?
¿qué podrá ser?,
¡reflexiona!
¿Habré de erguirme sobre la tierra?
¿Cuál es mi destino?,
yo soy menesteroso,
mi corazón padece,
tú eres apenas mi amigo
en la tierra, aquí
¿Cómo hay que vivir al lado de la gente?
¿Obra desconsideradamente,
vive, el que sostiene y eleva a los hombres?
¡Vive en paz,
pasa la vida en calma!
Me he doblegado,
Sólo vivo con la cabeza inclinada
Al lado de la gente.
Por eso me aflijo,
¡soy desdichado!,
he quedado abandonado
al lado de la gente en la tierra.
¿Cómo lo determina tu corazón,
Dador de la Vida?
¡Salga ya tu disgusto!
Extiende tu compasión,
Estoy a tu lado, tú eres dios.
¿Acaso quieres darme la muerte?
¿Es verdad que nos alegramos,
que vivimos sobre la tierra?
No es cierto que vivimos
Y hemos venido a alegrarnos en la tierra.
Todos así somos menesterosos.
La amargura predice el destino
Aquí, al lado de la gente.
Que no se angustie mi corazón.
No reflexiones ya más
Verdaderamente apenas
De mí mismo tengo compasión en la tierra.
Ha venido a crecer la amargura,
Junto a ti a tu lado, Dador de la Vida.
Solamente yo busco,
Recuerdo a nuestros amigos.
¿Acaso vendrán una vez más,
acaso volverán a vivir;
Sólo una vez perecemos,
Sólo una vez aquí en la tierra.
¡Que no sufran sus corazones!,
junto y al lado del Dador de la Vida.
INDICE
Poneos de pie
¡Amigos míos, poneos de pie!
Desamparados están los príncipes,
Yo soy Nezahualcóyotl,
Soy el cantor,
Soy papagayo de gran cabeza.
Toma ya tus flores y tu abanico
¡Con ellos ponte a bailar!
Tú eres mi hijo,
Tú ere Yoyontzin.
Toma ya tu cacao,
La flor del cacao,
¡que sea ya bebida!
¡Hágase el baile,
No es aquí nuestra casa,
No viviremos aquí
Tú de igual modo tendrás que marcharte.
INDICE
Canto de primavera
En la casa de las pinturas
Comienza a cantar,
Ensaya el canto,
Derrama flores,
Alegra el canto.
Resuena el canto,
Los cascabeles se hacen oír,
A ellos responden
Nuestras sonajas floridas.
Derrama flores,
Alegra el canto.
Sobre las flores canta
El hermoso faisán,
Su canto despliega
En el interior de las aguas.
A él responden
Variados pájaros rojos.
El hermoso pájaro rojo
Bellamente canta.
Libro de pinturas es tu corazón
Has venido a cantar,
Haces resonar tus tambores,
Tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera
Alegras a las gentes
Tú sólo repartes
Flores que embriagan
Flores preciosas.
Tú eres el cantor.
En el interior de la casa de la primavera,
Alegras a las gentes.
INDICE
Alegraos
Alegraos con las flores que embriagan,
Las que están en nuestras manos.
Que sean puestos ya
Los collares de flores.
Nuestras flores del tiempo de lluvia,
Fragantes flores,
Abren ya sus corolas.
Por allí anda el ave,
Parlotea y canta,
Viene a conocer la casa de dios.
Sólo con nuestros cantos
Perece vuestra tristeza.
Oh señores, con esto,
Vuestro disgusto de disipa.
Las inventa el Dador de la vida,
Las ha hecho descender
El inventor de sí mismo,
Flores placenteras,
Con ellas vuestro disgusto se disipa.
INDICE
Soy rico
Soy rico,
Yo, el señor Nezahualcóyotl.
Reúno el collar,
Los anchos plumajes de quetzal,
Por experiencia conozco los jades,
¡son los príncipes amigos!
Me fijo en sus rostros,
Por todas partes águilas y tigres,
Por experiencia conozco los jades,
Las ajorcas preciosas…
INDICE
Solamente él
Solamente él,
El Dador de la Vida.
Vana sabiduría tenía yo,
¿Acaso alguien no lo sabía?
¿Acaso alguien?
No tenía yo contento al lado de la gente.
Realidades preciosas hacer llover,
De ti proviene tu felicidad,
¡Dador de la vida!
Olorosas flores, flores preciosas,
Con ansia yo las deseaba,
Vana sabiduría tenía yo…
INDICE
Estoy triste
Estoy triste, me aflijo,
Yo, el señor Nezahualcóyotl.
Con flores y con cantos
Recuerdas a los príncipes,
A los que se fueron,
A Tezozomoctzin, a Quaquauhtzin.
En verdad viven,
Allá en donde de algún modo se existe.
¡Ojalá pudiera yo seguir a los príncipes,
llevarles nuestras flores!
¡Si pudiera yo hacer míos
los hermosos cantes de Tezozomoctzin!
Jamás perecerá tu nombre,
¡oh mi señor, tú, Tezozomoctzin!
Así, echando de menos tus cantos,
Me he venido a afligir,
Sólo he venido a quedar triste,
Yo a mí mismo me desgarro.
He venido a estar triste, me aflijo.
Ya no estás aquí, ya no,
En la región donde de algún modo se existe,
Nos dejaste sin provisión en la tierra,
Por esto, a mí mismo me desgarro.
INDICE
Yo lo pregunto
Yo Nezahualcóyotl lo pregunto:
¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra?
Nada es para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
Aunque sea de jade se quiebra,
Aunque sea de oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra.
No para siempre en la tierra:
Sólo un poco aquí.
INDICE
Percibo lo secreto…
Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
De cuatro en cuatro nosotros los hombres,
Todos habremos de irnos,
Todos habremos de morir en la tierra…
Nadie en jade,
Nadie en oro se convertirá:
En la tierra quedará guardado
Todos nos iremos
Allá, de igual modo.
Nadie quedará,
Conjuntamente habrá que perecer,
Nosotros iremos así a su casa.
Como una pintura
Nos iremos borrando.
Como una flor,
Nos iremos secando
Aquí sobre la tierra.
Como vestidura de plumaje de ave zacuán,
De la preciosa ave de cuello de hule,
Nos iremos acabando
Nos vamos a su casa.
Se acercó aquí
Hace giros la tristeza
De los que en su interior viven…
Meditadlo, señores,
Águilas y tigres,
Aunque fuerais de jade,
Aunque allá iréis,
Al lugar de los descarnados…
Tendremos que desaparecer
Nadie habrá de quedar.
INDICE
Estoy embriagado
Estoy embriagado, lloro, me aflijo,
Pienso, digo,
En mi interior lo encuentro:
Si yo nunca muriera,
Si nunca desapareciera.
Allá donde no hay muerte,
Allá donde ella es conquista,
Que allá vaya yo…
Si yo nunca muriera,
Si yo nunca desapareciera.
INDICE
¿A dónde iremos?
¿ A dónde iremos
donde la muerte no existe?
Mas, ¿por esto viviré llorando?
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá por siempre.
Aun los príncipes a morir vinieron,
Los bultos funerarios se queman.
Que tu corazón se enderece:
Aquí nadie vivirá para siempre.
INDICE
Lo comprende mi corazón
Por fin lo comprende mi corazón:
Escucho un canto,
Contemplo una flor:
¡Ojalá no se marchiten!
INDICE
No acabaran mis flores
No acabarán mis flores,
No cesarán mis cantos.
Yo cantor los elevo,
Se reparten, se esparcen.
Aun cuando las flores
Se marchitan y amarillecen,
Serán llevadas allá,
Al interior de la casa
Del ave de plumas de oro.
INDICE
Con flores escribes…
Con flores escribes, Dador de la vida,
Con cantos das color,
Con cantos sombreas
A los que han de vivir en la tierra.
Después destruirás a águilas y tigres,
Sólo en tu libro de pinturas vivimos,
Aquí sobe la tierra.
Con tinta negra borrarás
Lo que fue la hermandad,
La comunidad, la nobleza.
Tú sombreas a los que han de vivir en la tierra.
INDICE
En el interior del cielo
Sólo allá en el interior del cielo
Tú inventas tu palabra,
¡Dador de la vida!
¿Qué determinarás?
¿Tendrás fastidio aquí?
¿Ocultarás tu fama y tu gloria en la tierra?
¿Qué determinarás?
Nadie puede ser amigo
Del Dador de la vida…
Amigos, águilas, tigres,
¿a dónde en verdad iremos?
Mal hacemos las cosas, oh amigo.
Por ello no así te aflijas,
Eso nos enferma, nos causa la muerte.
Esforzáos, todos tendremos que ir
A la región del misterio.
INDICE
¿Eres tú verdadero…?
¿Eres tú verdadero ( tienes raíz )?
Sólo quien todas las cosas domina,
El Dador de la vida.
¿Es esto verdad?
¿Acaso no lo es, como dicen?
¡Que nuestros corazones
no teman tormento!
Todo lo que es verdadero,
(lo que tiene raíz),
dicen que no es verdadero
(que no tiene raíz).
El Dador de la vida
Sólo se muestra arbitrario.
¡Que nuestros corazones
no tengan tormento!.
INDICE
No en parte alguna…
No en parte alguna puede estar la casa del inventor de sí mismo.
Dios, el señor nuestro, por todas partes es invocado,
Por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
El es quien inventa las cosas,
Él es quien se inventa a sí mismo: Dios.
Por todas partes es invocado,
Por todas partes es también venerado.
Se busca su gloria, su fama en la tierra.
Nadie puede aquí
Nadie puede ser amigo
Del Dador de la vida:
Sólo es invocado,
A su lado,
Junto a él,
Se puede vivir en la tierra.
El que lo encuentra,
Tan sólo sabe bien esto: él es invocado,
A su lado, junto a él,
Se puede vivir en la tierra.
Nadie en verdad
Es tu amigo,
¡oh Dador de la vida!
Sólo como si entre las flores
Buscáramos a alguien,
Así te buscamos,
Nosotros que vivimos en la tierra,
Mientras estamos a tu lado.
Se hastiará tu corazón.
Sólo por poco tiempo
Estaremos junto a ti a tu lado.
No enloquece el Dador de la vida,
Nos embriaga aquí.
Nadie puede estar acaso a su lado,
Tener éxito, reinar en la tierra.
Sólo tú alteras las cosas,
Como lo sabe nuestro corazón:
Nadie puede estar acaso a su lado,
Tener éxito, reinar en la tierra.
Canto de Nezahualcóyotl de Acolhuacan
(con que saludó a Moctezuma el viejo,
cuando estaba éste enfermo).
Miradme, he llegado.
Soy blanca flor, soy faisán,
Se yergue mi abanico de plumas finas,
Soy Nezahualcóyotl.
Las flores se esparcen,
De allá vengo, de Acolhuacan.
Escuchadme, elevaré mi canto,
Vengo a alegrar a Moctezuma.
¡Tatalilili, papapapa, achala, achala!
¡Qué sea para bien!
¡que sea en buen momento!
Donde están erguidas las columnas de jade,
Donde están ellas en fila,
Aquí en México,
Donde en las obscuras aguas
Se yerguen los blancos sauces,
Aquí te merecieron tus abuelos,
Aquel Huitzilíhuitl, aquel Acamapichtli.
¡Por ellos llora, oh Moctezuma!
Por ellos tú guardas su estera y su solio.
El te ha visto con compasión,
Él se ha apiadoado de ti, ¡oh Moctezuma!
A tu cargo tienes la ciudad y el solio.
Un coro responde:
Por ello llora, ¡Oh Moctezuma!
Estás contemplando el agua y el monte, la ciudad,
Allí ya miras a tu enfermo,
¡oh Nezahualcóyotl!
Allí en las obscuras aguas,
En medio del musgo acuático,
Haces tu llegada a México.
Aquí tú haces merecimiento,
Allí ya miras a tu enfermo.
Tú, Nezahualcóyotl.
El águila grazna,
El ocelote ruge,
Aquí es México,
Donde tú gobernabas Itzcóatl.
Por él, tienes tú ahora estera y solio.
Donde hay sauces blancos
Sólo tu reinas.
Donde hay blancas cañas,
Donde se extiende el agua de jade,
Aquí en México.
Tú, con sauces preciosos,
Verdes como jade,
Engalanas la ciudad,
La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Haces vibrar tu abanico de plumas finas,
lo contempla la garza
lo contempla el quetzal.
¡Son amigos los príncipes!
La niebla sobre nosotros se extiende,
¡que broten flores preciosas!
¡que permanezcan en vuestras manos!
Son vuestro canto, vuestra palabra.
Flores luminosas abren sus corolas,
donde se extiende el musgo acuático,
aquí en México.
Sin violencia permanece y prospera
en medio de sus libros y pinturas,
existe la ciudad de Tenochtitlan.
El la extiende y la hace florecer,
él tiene aquí fijos sus ojos,
los tiene fijos en medio del lago.
Se han levantado columnas de jade,
de en medio del lago se yerguen las columnas,
es el Dios que sustenta la tierra
y lleva sobre sí al Anáhuac
sobre el agua celeste.
Flores preciosas hay en vuestras manos,
con verdes sauces habéis matizado a la ciudad,
a todo aquello que las aguas rodean,
y en la plenitud del día.
Habéis hecho una pintura del agua celeste,
la tierra del Anáhuac habéis matizado,
¡oh vosotros señores!
A ti, Nezahualcóyotl,
a ti, Motecuhzoma,
el dador de la vida os ha inventado,
os ha forjado,
nuestro padre, el Dios,
en el interior mismo del agua.
INDICE
He llegado
He llegado aquí,
soy Yoyontzin.
Sólo busco las flores,
sobre la tierra he venido a cortarlas.
Aquí corto ya las flores preciosas,
para mí corto aquellas de la amistad:
son ellas tu ser, oh príncipe,
yo soy Nezahualcóyotl, el señor Yoyontzin.
Ya busco presuroso
mi canto verdadero,
y así también busco
a ti, amigo nuestro.
Existe la reunión:
es ejemplo de amistad.
Por poco tiempo me alegro,
por breve lapso vive feliz
mi corazón en la tierra.
En tanto yo exista, yo, Yoyontzin,
anhelo las flores,
una a una las recojo,
aquí donde vivimos.
Con ansia yo quiero, anhelo,
la amistad, la nobleza,
la comunidad.
Con cantos floridos yo vivo.
Como si fuera de oro,
como un collar fino,
como ancho plumaje de quetzal,
así aprecio
tu canto verdadero:
con él yo me alegro.
¿Quién es el que baila aquí,
en el lugar de la música,
en la casa de la primavera?
Soy yo, Yoyontzin,
¡ojalá lo disfrute mi corazón!
INDICE
Pensamiento
¿Es que en verdad se vive aquí en la tierra?
!No para siempre aquí!
Un momento en la tierra,
si es de jade se hace astillas,
si es de oro se destruye,
si es plumaje de ketzalli se rasga,
!No para siempre aquí!
Un momento en la tierra.
INDICE
Un recuerdo que dejo
¿Con qué he de irme?
¿Nada dejaré en pos de mi sobre la tierra?
¿Cómo ha de actuar mi corazón?
¿Acaso en vano venimos a vivir,
a brotar sobre la tierra?
Dejemos al menos flores
Dejemos al menos cantos
INDICE
MONÓLOGO DE NEZAHUALCÓYOTL
Hay cantos floridos; que se diga
yo bebo flores que embriagan,
ya llegaron las flores que causan vértigo,
ven y serás glorificado.
Ya llegaron aquí las flores en ramillete:
son flores de placer que se esparcen,
llueven y se entrelazan diversas flores.
Ya retumba el tambor: sea el baile:
con bellas flores narcóticas se tiñe mi corazón.
Yo soy cantor: flores para esparcirlas
yo las voy tomando: gozad.
Dentro de mi corazón se quiebra la flor del canto:
ya estoy esparciendo flores.
Con cantos alguna vez me he de amortajar,
con flores m corazón ha de ser entrelazado:
¡Son los príncipes, los reyes!
La fama de mis flores, el renombre de mis cantos,
dejaré abandonados alguna vez:
con flores mi corazón ha de ser entrelazado:
¡Son los príncipes, los reyes!
LINA ZERON
DIME AMOR
¿Qué harás?
Si sobrevivo sin ti a la furia de la noche,
y desnuda atravieso entre balas
este campo minado de recuerdos,
si descubro un aljibe de amor en el desierto
y a solas bebo en la noria de las ansias.
¿Qué pasará amor?
Si mis pies a seguir tu huella se afanan
y mis manos en perseguir hojas al viento,
si convierto atormentadas nubes en llovizna
y desquebrajadas olas en manso huracán.
Si mi voz repite que te amo en la penumbra,
y tus besos es lo único que quiero.
Si busco tu nombre en el sueño que se extingue
y tu aroma de violetas mientras duermo.
Si al probar la madurez de mis mares
tus labios enmudecen de ternura
y de tanto amor se desorientan las gaviotas
que descubren al vuelo el secreto que nos une.
¿Qué ganaría?
Por coser atardeceres al diván de tu regazo
ofreciendo devorar a besos la nostalgia
mientras someto torbellinos corazón adentro.
Si vendiera como espejo mi rostro en el mercado
y dibujara tu imagen en el corazón de mis entrañas
para que pueda este poema soportar tanto tormento.
¿Cómo continuar?
Ahora que la ausencia es la única que ama
en esta soledad congelada de suspiros.
Si no hay más desiertos ni lluvia en mi alma
y tu recuerdo es oscuridad sobre mis ojos.
¡Dime amor cómo recuperarte!...
Tal vez regando mi piel por los caminos
hasta ser cadáver mezclada con tus huesos.
LUZ DE UN FARO VIEJO
Volvería a amarte de brazos abiertos
como se ama de noche los ojos del cielo,
de fuego incendiando tu líquida sombra.
Hasta el fondo de los años volvería a amarte
donde mi cuerpo aún guarda la ficción de tus besos,
la caricia inalterable de nuestras ausencias,
el amor copulando en el horizonte de la memoria.
Volvería a amarte con el calor de los fogones
que templan el aire,
porque mi corazón no ha encontrado
la estación del olvido,
o tal vez porque herrumbre soy, ceniza,
luz de un faro viejo que aún alumbra.
Si,
volvería a amarte de brazos abiertos
podando hierba para cosechar flores
porque este amor es una flama que vaga
por oscuras calles de laberínticas noches,
exhalando ecos de perfumados recuerdos.
Porque eres germen de inspiración,
volvería amarte.
CALENDARIO
Entre gritos y suspiros aprehendí tu alfabeto.
Hiedra en el muro
me sustento.
Construí secretos pasadizos hacia ti.
A mi acantilada soledad le diste aliento,
pasión a mis indescifrables instintos,
dicha a mis trozos de invierno.
Fui presente que tu boca delineó en el paraíso,
en el pasado tu cuerpo agua fue en mi cuerpo,
de tristezas compartidas construimos un futuro.
Hoy emergen los murmullos...
calendario de recuerdos.
COLOR AL VIENTO
I
Hoy recordé aquel beso de enero
que hizo que la luna durmiera en mi boca.
II
Todavía palpitan tus enhebradas caricias
ovalando el silencio de mi cuerpo.
III
Sólo el cielo crece en el fondo de tus ojos.
IV
Cada mañana nuestras almas nacen para morir
en la contemplación de nuestra espera cotidiana.
V
Desnuda, plena de infinito
descanso de tus ávidas caricias.
VI
Buscando un color al viento
encontré un arcoíris de amor en tu cuerpo.
AROMA DE MIL FLORES
Tiembla la hojarasca a la espera del amante,
como tiembla el olmo en la tormenta
con cada embestida de viento;
tiembla impaciente pero de pie espera.
Como huracán doblega mi encendido follaje,
penetra, penetra con enormes raíces
la espesura de mi ansiosa tierra
sembrando gemas en el enigma de la noche.
Satisfecho
-hijo del viento- descansas.
Duermes entre aroma de mil flores
esperando que llegue el alba a despertarnos
con el eco de nuestras cálidas tormentas.
TOMEMOS CAFÉ
Ah.
Y ahora dices que me amas,
ahora que como tela de araña
de la cara el pellejo te cuelga,
que el magnífico color de tus ojos
ahora lo enmarcan un par de cadavéricas cuencas
y tu vanidad de macho viste de luto.
Ah,
ahora me amas como el primer día,
hoy que dejaste de ser el más codiciado,
la nota principal en todos los diarios,
hoy que famélica se encuentra tu billetera
y se agotó la cosecha de rubias y trigueñas.
Bien,
te agradezco decir que soy todo en tu vida
- todo lo que te queda -.
Tus días dejaste bordados en decenas de almohadas
y los billetes verdes, los grandes,
repartidos en muchas bocas color ambición.
Pero ven, tomemos una taza de café,
noto cuánta falta te hace.
Hoy tienes mal semblante,
hueles a abandono,
a gripe ¿o será a viejo?
Pasa,
ahora la sala principal es la cocina,
mi refugio preferido en tantas noches de espera
las otras habitaciones ya tienen polilla
y han olvidado sonreír las puertas.
Acércate,
toma asiento en la que siempre fue tu silla
aún sin sentir el peso de tu cuerpo.
Alégrate, hoy tenemos visitas,
llegaron aquellos niños que no sabes ni cuándo
dejaron de serlo;
una trae consigo al primer nieto
el otro, como tú, es un gran ejecutivo
al que casi nunca veo.
Aprovecha este día y diles cuánto los quieres
tanto como me quieres hoy a mí.
STATUS DE SEÑORA
Sola,
día a día contemplo la fuerza
con que se impone el alba
mientras coso tu nombre en las cortinas.
Sola,
habitante soy de una bella casa
donde mi persona es el mejor adorno
que de vez en vez de lugar cambias
pero nada es mío según las actas.
Sola,
con mi status de señora bien casada,
esposa del brillante ejecutivo
que entiendo vive conmigo
por las huellas que deja en la cama.
Sola
cada noche río a carcajadas
con mi sombra de gran dama
y contemplo el rostro de la perfecta esposa
que desearía por una noche ser tu cortesana.
MI PALABRA
Creo en Tonacatecuhtli padre de todos los dioses,
de Quetzalcóatl y Huitzilopochtli
que hicieron el fuego
y medio sol para que tan grande astro
deslumbrarnos no pudiera.
A ellos que hicieron a Uxumuco, y a Cipastonal;
dualidad para labrar la primigenia tierra él
y ella para tejer e hilar nuestro destino.
Creo en los macehuales nacidos de ellos,
cultivaron el maíz los hombres
para donarlo a las mujeres
y hechiceras fueran
y sanar pudieran
y adivinar nuestro incierto futuro
partido en dieciocho meses de veinte días.
Creo en Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl,
marido y mujer,
de los avernos dioses,
dualidad que equilibró el universo azteca.
Creo en Cipactly,
caimán de donde extrajeron la tierra.
Mitos y poesía están de testigos
de la dualidad como principio esencial
de nuestro mundo mexica.
A los dioses que tejieron mis raíces en el agua,
que agricultores de mi origen fueron
al maíz que alimentó la primera raza,
con ellos tengo comprometida mi palabra.
MORADAS MARIPOSAS
Fui semilla de sol plantada en la tierra,
parida por un tornado de agua,
entre polvo estelar y alarido de colores.
Yo quería nacer mariposa,
águila
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.
De las hojas brotaron palomas
y acunaron suspiros mis rojos dedos,
mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del edén.
Supe del sabor de la sangre
y me punzaron los huesos
y aprendí a llorar con mi sombra
y a cargar la cruz del fruto de María
pero también probé la miel sagrada de la rosa
y la carne del cordero
y tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.
Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me transforme en Olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.
Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos y a la vida cayeron
y se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.
Dejé de ser higuera y olmo,
me crecieron alas
y en las plumas colores
y en los colores agua
y me convertí en pez-golondrina.
Mis lágrimas humedecen las escamas
y los suspiros hacen volar mis alas
cuando veo las semillas que mis frutos dieron.
Soy feliz de haber nacido higuera,
volverme Olmo
y ahora ser pez-golondrina
sin nido fijo y sin cadenas.
CORTESANA
Soy la mujer que duerme en la jaula con los leones
al ponerse el sol.
Carne cruda como de sus pestilentes fauces
lamo sus recovecos denigrantes
y sin importarles,
prueban cada mes mi sangre.
Me he dejado ultrajar por conveniencia,
soy mansa por una retribución,
Abro mis posiciones
para conseguir prodigios mayores,
mejores pagas.
Todas las noches meto al sol en mi cama
y caliento deshilachados cuerpos.
A veces suplico ternura desde el fondo de mi alma,
desde el encierro de mi jaula
repleta de vacíos inconmensurables,
pero ellos no escuchan.
El mundo me desprecia,
yo lo ignoro.
Vivo para alimentar a las bestias
con mi carne,
soy libre de volar si quisiera,
de escapar,
mas no tengo a donde ir...
Pertenezco a esta jaula.
DESOLACIÓN
Dios ¿dónde estás?
Acaso en la débil ala de una mariposa,
en el monótono zumbido de la abeja
o en la gaviota que roza vagamente la playa.
Te busco
en el crepúsculo vacío de invierno,
en la luz sin frontera de mis ojos,
en la melancólica sombra del ciprés.
Palpitan en mi pecho reflejos de aurora.
y no estás.
Tampoco en el alud de tatuados dolores,
en el breve escalofrío de mis párpados azules,
en la marimba interna de mi cuerpo.
Tal vez mis rezos llegaron tarde a la cita,
tal vez eres pedestal de oro inaccesible,
anzuelo en el fondo sin carnada
y yo hambriento pez en la noche del océano.
Tal vez seas omnipotente campo y yo roja hormiga.
Tal vez seas flama desprendida del sol
y yo ciego espejo incapaz de reflejarte.
AHÍ, DONDE
En la blanda cavidad de mi cuerpo
ardes.
En el espacio donde impera la noche
tiemblas.
En las sombras donde los dementes clemencia piden
te arrodillas.
En la profundidad del sueño roto
apareces.
En nombre del Maestro que llegó a salvarnos
imploras.
Ahí, donde el olvido a jirones llega
palpitas.
Ahí, donde tu memoria no tiene sosiego
existo.
Ahí donde el alma absorta se ciñe uno a uno
yacemos juntos.
Ahí donde mi corazón oprimo antes de que el llanto llegue
y me avergüence
te desconozco.
Ahí, donde mi delgado silencio te interroga,
te perdono.
SEPTENARIO
Cómo no amarlo esta noche de álgida tormenta.
No verlo es tortura eterna para el cuerpo y alma.
Hoy lo quiero conmigo como aquel cuadro de Matisse,
como aquellos maduros racimos de días lejanos.
Cómo no amarlo si sus besos son impecable poema,
cálida su risa de cálido verano en madrugada,
caricias, rumor de fuego latiendo en mi piel,
una copa de vino blanco sostenida por mis piernas.
Cómo no amarlo si hoy es sábado y está conmigo,
con ternura mis lágrimas seca con su lengua,
si traigo tres o cuatro nubes flotando en la cabeza
y me obsequia cientos de arco iris para iluminar la vida.
Cómo no amarlo este domingo de citas familiares
cuando se aventura en cuerda floja sobre el abismo
utilizando mi amor como alas para guardar el equilibrio
tomar el teléfono y en secreto escucho que me ama.
Cómo no amarlo este lunes cuando despierta el alba
con descomunales ecos de recuerdos compartidos,
ansiosa sangre hace girar corazones como aspas de molino
y la noche vestida de aromas palidece ante sus besos.
Cómo no amarlo este martes de malas noticias:
ataque terrorista contra incautos niños palestinos,
inexpertos defensores acribillados en Irak
una vieja amante abandonada en una casa en ruinas.
Cómo no amarlo este aburrido miércoles
cuando todo es posible si recibo una carta
con enormes palabras que serenen la angustia
y el silencio se derrite al escuchar su nombre.
Cómo no amarlo este jueves o aquel viernes
raíces del fin de semana que tanto espero
para darle sentido al calor de los cuerpo
y encontrar una fecha inexistente en el calendario
para decirle cuánto, cuánto lo amo.
AÑADIRTE A MI PIEL
Quiero hervirte
en el centro de mis suspiros,
desgreñar tus ansias en mi ansiosa piel,
y encender piras infinitas
en la avenida de mis piernas
para guiar tu clavel por mi noche.
Desmadejar tus besos con mis besos,
en la flor de mi naranjo adormecer tu sed.
Sentir en mi elástico triángulo
azules bocanadas
y convertirte en amaranto ocaso,
para deleitarme con tu espuma,
para echar anclas,
para perseguir gaviotas, para morir en ti.
JAIME TORRES BODET
(1902-1974)
Ruptura
Nos hemos bruscamente desprendido
y nos hemos quedado
con las manos vacías, como si una guirnalda
se nos hubiera ido de las manos;
con los ojos al suelo,
como viendo un cristal hecho pedazos:
el cristal de la copa en que bebimos
un vino tierno y pálido...
Como si nos hubiéramos perdido,
nuestros brazos
se buscan en la sombra... Si embargo,
ya no nos encontramos.
En la alcoba profunda
podríamos andar meses y años, en pos uno del otro,
sin hallarnos.
Canción de las Voces Serenas
Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.
Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.
Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.
Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón...
La Primavera de la Aldea
La primavera de la aldea
bajó esta tarde a la ciudad,
con su cara de niña fea
y su vestido de percal.
Traía nidos en las manos
y le temblaba el corazón
como en los últimos manzanos
el trino del primer gorrión.
A la ciudad la primavera
trajo del campo un suave olor
en las tinas de la lechera
y las jarras del aguador...
Invitación al Viaje
Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.
Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.
Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas rápidas...
Bajo el cielo de oro
hay en la montaña
una encina negra
que hace negra el alma:
Subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas...
Otoño nos cita
con un son de flautas:
vamos a buscarlo
por la tarde clara.
Música Oculta
Como el bosque tiene
tanta flor oculta,
parece olorosa
la luz de la luna.
Como el cielo tiene
tanta estrella oculta,
parece mirarnos
la noche de luna.
Como el alma tiene
su música oculta,
(parece que el alma
llora con la luna!...
Mediodía
Tener, al mediodía, abiertas las ventanas
del patio iluminado que mira al comedor.
Oler un olor tibio de sol y de manzanas.
Decir cosas sencillas: las que inspira el amor...
Beber un agua pura, y en el vaso profundo
ver coincidir los ángulos de la estancia cordial.
Palpar, en un durazno, la redondez del mundo.
Saber que todo cambia y que todo es igual.
Sentirse, (al fin!, maduro, para ver en las cosas
nada más que las cosas: el pan, el sol, la miel...
Ser nada más el hombre que deshoja unas rosas,
y graba, con la uña, un nombre en el mantel...
Paz
No nos diremos nada. Cerraremos las puertas.
Deshojaremos rosas sobre el lecho vacío
y besaré, en el hueco de tus manos abiertas.
la dulzura del mundo, que se va, como un río...
Agosto
Va a llover... Lo ha dicho al césped
el canto fresco del río;
el viento lo ha dicho al bosque
y el bosque al viento y al río.
Va a llover... Crujen las ramas
y huele a sombra en los pinos.
Naufraga en verde el paisaje.
Pasan pájaros perdidos.
Va a llover... Ya el cielo empieza
a madurar en el fondo
de tus ojos pensativos.
Río
¡Río en el amanecer!
¡Agua en tus ojos claros!
Caer -¡subir!- en lo azul
transparente, casi blanco.
Cielo en el río del alba
-mi amor en tus ojos vagos-
oh, naufragar -¡ascender!-
¡siempre más hondo! ¡Más alto!
...Río en el amanecer...
El puente
¿Cómo se rompió, de pronto,
el puente que nos unía
al deseo por un lado
y por el otro a la dicha?
¿Y cómo -en la mitad del puente
que a pedazos se caía-
tu alma rodó al torrente
y al cielo subió la mía?
La Colmena
Colmena de la tarde, diálogo del vergel:
la palabra es abeja, pero el silencio es miel.
Ambición
Nada más, Poesía:
la más alta clemencia
está en la flor sombría
que da toda su esencia.
No busques otra cosa.
¡Corta, abrevia, resume;
no quieras que la rosa
dé más que su perfume!
Dédalo
Enterrado vivo
en un infinito
dédalo de espejos,
me oigo, me sigo,
me busco en el liso
muro del silencio.
Pero no me encuentro.
Palpo, escucho, miro.
Por todos los ecos
de este laberinto,
un acento mío
está pretendiendo
llegar a mi oído.
Pero no lo advierto.
Alguien está preso
aquí, en este frío
lúcido recinto,
dédalo de espejos...
Alguien, al que imito.
Si se va, me alejo.
Si regresa, vuelvo.
Si se duerme, sueño.
"¿Eres tú?", me digo...
Pero no contesto.
Perseguido, herido
por el mismo acento
-que no sé si es mío-
contra el eco mismo
del mismo recuerdo
en este infinito
dédalo de espejos
enterrado vivo.
Lied
La mañana está de fiesta
porque me has besado tú
y al contacto de tu boca
todo el cielo se hace azul.
El arroyo está cantando
porque me has mirado tú
y en el sol de tu mirada
toda el agua se hace azul.
El pinar está de luto
porque me has dejado tú...
y la noche está llorando,
noche pálida y azul,
noche azul de fin de otoño
y de adiós de juventud,
noche en que murió la luna,
(¡noche en que me has dejado tú!)
SONETOS
Continuidad
No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra
-donde una parte de tu ser reposa-
sepultaron los hombres, no te encierra;
porque yo soy tu verdadera fosa.
Dentro de esta inquietud del alma ansiosa
que me diste al nacer, sigues en guerra
contra la insaciedad que nos acosa
y que, desde la cuna, nos destierra.
Vives en lo que pienso, en lo que digo,
y con vida tan honda que no hay centro,
hora y lugar en que no estés conmigo;
pues te clavó la muerte tan adentro
del corazón filial con que te abrigo
que, mientras más me busco, más te encuentro.
II
Me toco... y eres tú. Palpo en mi frente
la forma de tu cráneo. Y, en mi boca,
es tu palabra aún la que consiente
y es tu voz, en mi voz, la que te invoca.
Me toco... y eres tú, tú quien me toca.
Es tu memoria en mí la que te siente;
ella quien, con lágrimas, te evoca;
tú la que sobrevive; yo, el ausente.
Me toco... y eres tú. Es tu esqueleto
que yergue todavía el tiempo vano
de una presencia que parece mía.
Y nada queda en mí sino el secreto
de este inmóvil crepúsculo inhumano
que al par augura y desintegra el día.
III
Todo, así, te prolonga y te señala:
el pensamiento, el llanto, la delicia
y hasta esa mano fiel con que resbala,
ingrávida, sin dedos, tu caricia.
Oculta en mi dolor eres un ala
que para un cielo póstumo se inicia;
norte de estrella, aspiración de escala
y tribunal supremo que me enjuicia.
Como lo eliges, quiero lo que ordenas:
actos, silencios, sitios y personas.
Tu voluntad escoge entre mis penas.
Y, sin leyes, sin frases, sin cadenas,
Eres tú quien, si caigo, me perdonas,
Si me traiciono, tú quien te condenas...
Y quien, si te olvido, me abandonas.
IV
Aunque si nada en mi interior te altera,
todo, fuera de mí te transfigura
y, en ese tiempo que a ninguno espera,
vas más de prisa que mi desventura.
Del árbol que cubrió tu sepultura
quisiera ser raíz, para que fuera
abrazándote a cada primavera
con una vuelta más, lenta y segura.
Pero en la soledad que nos circunda
ella te enlaza, te defiende, te ama,
mientras que yo tan sólo te recuerdo.
Y al comparar su terquedad fecunda
con la impaciencia en que mi amor te llama,
siento por primera vez que te pierdo.
Porque no es la muerte orilla clara,
margen visible de invisible río;
lo que en estos momentos nos separa
es otro litoral, aun más sombrío.
Litoral de vida. Tierra avara
en cuyo negro polvo, ávido y frío,
del naufragio que en ti me desampara
inútilmente busco un resto mío.
Es tu presencia en mí la que me impide
recuperar la realidad que tuve
sólo en tu corazón, cuando latía.
Por eso la existencia nos divide
tanto más cuanto más tiempo en mi alma sube
la vida en que tu muerte se confía.
VI
Sí, cuanto más te imito, más advierto
que soy la tenue sombra proyectada
por un cuerpo en que está mi ser más muerto
que el tuyo en la ficción que lo anonada.
Sombra de tu cadáver inexperto,
Sombra de tu alma aún poco habituada
A esa luz ulterior a la que he abierto
Otra ventana en mí, sobre otra nada...
Con gestos, con palabras, con acciones,
creía perpetuarte y lo que hago
es lentamente, en todo, deshacerte.
Pues para la verdad que me propones
el único lenguaje sin estrago
es el silencio intacto de la muerte.
VII
Y sin embargo, entre la noche inmensa
con que me ciñe el luto en que te imploro,
aflora ya una luz en cuyo azoro
una ilusión de aurora se condensa.
No es el olvido. Es una paz más tensa,
una fe de acertar en lo que ignoro;
algo -tal vez- como una voz que piensa
y que se aísla en la unidad de un coro.
Y esa voz es mi voz. No la que oíste,
viva, cuando te hablé, ni la que al fino
metal del eco ajustará en su engaste,
sino la voz de un ser que aún no existe
y al que habré de llegar por el camino
que con morir tan sólo me enseñaste.
VIII
Voz interior, palabra presentida
que, con promesas tácticas, resume
-como en la gota última, el perfume-
en su paciente formación, la vida.
Voz en ajenos labios no aprendida
-¡ni siquiera en los tuyos! -; voz que asume
la realidad del alba estremecida
que alcanzaré cuando de ti me exhume.
Voz de perdón, en la que al fin despunta
esa bondad que me entregaste entera
y que yo, a trechos, voy reconquistando;
voz que afirma tan bien lo que pregunta
y que será la mía verdadera
aunque no sé decir cómo ni cuándo...
IX
¿Ni cuándo?... Sí, lo sé. Cuando recoja
de la ceniza que en tu hogar remuevo
esa indulgencia inmune a la congoja
que, al fuego del dolor, pongo y atrevo.
Cuando, de la materia que me aloja
y cuyo fardo en las tinieblas llevo,
como del fruto que la edad despoja,
anuncie la semilla el fruto nuevo;
cuando de ver y de sentir cansado
vuelva hacia mí los ojos y el sentido
y en mí me encuentre gracias a tu ausencia,
entonces naceré de tu pasado
y, por segunda vez, te habré debido
-en una muerte pura- la existencia.
Civilización
Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.
Un hombre como yo; durante meses
en las entrañas de una madre oculto;
nacido, como yo,
entre esperanzas y entre lágrimas,
y -como yo- feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
Hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.
Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamos
a los próximos hombres:
El amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras,
frío de la piña rebanada
sobre el plato de la ca de un otoño,
el alba de unos ojos,
el litoral de una sonrisa
y, en todo lo que viene y lo que pasa,
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.
Un hombre muere en mí siempre que en Asia,
o en la margen de un río
de África o de América,
o en el jardín de una ciudad de Europa,
Una bala de hombre mata a un hombre.
Y su muerte deshace
todo lo que pensé haber levantado
en mí sobre sillares permanentes:
La confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír -en Platón- morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber
que dos y dos son cuatro...
Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo
se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra -a mano armada-
en la vida indefensa de otros hombres.
súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.
Y nada está seguro de sí mismo
-ni en la semilla en germen,
ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella,
¡cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!
México Canta en la Ronda de mis Canciones
México está en mis canciones,
México dulce y cruel,
que acendra los corazones
en finas gotas de miel.
Lo tuve siempre presente
cuando hacía esta canción;
¡su cielo estaba en mi frente,
su tierra en mi corazón!
México canta en la ronda
de mis canciones de amor,
y en la guirnalda con la ronda
la tarde trenza su flor.
Lo conoceréis un día,
amigos de otro país:
¡tiene un color de alegría
y un acre sabor de anís!
Es tan fecundo que huele
como vainilla en sazón
¡y es sutil! Para que vuele
basta un soplo de oración...
En la duda arcana y terca,
México quiere inquirir:
un disco de horror lo cerca...
cómo será el porvenir?
¡El porvenir! ¡No lo espera!
Prefiere, mientras, cantar,
que toda la vida entera
es una gota en el mar;
una gota pequeñita
que cabe en el corazón:
Dios la pone, Dios la quita...
(¡Cantemos nuestra canción!)
NARANJAS
Naranjas que caían
al corral de mi casa
de una casa vecina,
rodando por las tapias...
Encendidas naranjas
que trae, en su canasta,
una niña que viene
cantando desde el alba:
"Naranjitas de China,
¿no me compra naranjas?..."
¡Ay, cómo me recuerdan
el solar de mi casa
con el color alegre
de sus hojas amargas!
¡Cuántas cosas me dice
de mi vida lejana,
esa niña que viene
vendiendo unas naranjas!
Sol ... provincia ...canciones...
¡Esa niña que pasa
no comprende que, a gritos,
va vendiendo mi infancia!
JAIME SABINES
(1926-1999)
VIEJA LA NOCHE...
Vieja la noche, vieja,
largo mi corazón antiguo.
¡Qué de brazos adentro
del pecho, fríos,
se mueven y me buscan,
viejo amor mío!
La noche, vieja, cae
como un lento martirio,
sombra y estrella, hueco
del pecho mío.
Y yo entretanto, ausente
de mi martirio,
entro en la noche, busco
su cuerpo frío.
No hay luna, locos,
desde hace siglos.
Sólo un breve milagro
cuando hace frío.
YO NO LO SÉ DE CIERTO...
Yo no lo sé de cierto, pero supongo
que una mujer y un hombre
algún día se quieren,
se van quedando solos poco a poco,
algo en su corazón les dice que están solos,
solos sobre la tierra se penetran,
se van matando el uno al otro.
Todo se hace en silencio. Como
se hace la luz dentro del ojo.
El amor une cuerpos.
En silencio se van llenando el uno al otro.
Cualquier día despiertan, sobre brazos;
piensan entonces que lo saben todo.
Se ven desnudos y lo saben todo.
(Yo no lo sé de cierto. Lo supongo.)
ES LA SOMBRA DEL AGUA...
Es la sombra del agua
y el eco de un suspiro,
rastro de una mirada,
memoria de una ausencia,
desnudo de mujer detrás de un vidrio.
Está encerrada, muerta -dedo
del corazón, ella es tu anillo-,
distante del misterio,
fácil como un niño.
Gotas de luz llenaron
ojos vacíos,
y un cuerpo de hojas y alas
se fue al rocío.
Tómala con los ojos,
llénala ahora, amor mío.
Es tuya como de nadie
tuya como el suicidio.
Piedras que hundí en el aire,
maderas que ahogué en el río,
ved mi corazón flotando
sobre su cuerpo sencillo.
SITIO DE AMOR
Sitio de amor, lugar en que he vivido
de lejos, tú, ignorada,
amada que he callado, mirada que no he visto,
mentira que me dije y no he creído:
(Ésta es la última vez que yo te quiero.
En serio te lo digo.)
Cosas que no conozco, que no he aprendido,
contigo, ahora, aquí, las he aprendido.
En ti creció mi corazón.
En ti mi angustia se hizo.
Amada, lugar en que descanso,
silencio en que me aflijo.
(Cuando miro tus ojos
pienso en un hijo.)
Hay horas, horas, horas, en que estás tan ausente
que todo te lo digo.
Tu corazón a flor de piel, tus manos,
tu sonrisa perdida alrededor de un grito,
ese tu corazón de nuevo, tan pobre, tan sencillo,
ese tu andar buscándome por donde yo no he ido:
Todo eso que tú haces y no haces a veces
es como para estarse peleando contigo.
Niña de los espantos, mi corazón caído,
ya ves, amada, niña, qué cosas dijo.
MI CORAZÓN EMPRENDE...
Mi corazón emprende de mi cuerpo a tu cuerpo
último viaje.
Retoño de la luz,
agua de las edades que en ti, perdida, nace.
Ven a mi sed. ahora.
Después de todo. Antes.
Ven a mi larga sed entretenida
en bocas, escasos manantiales.
Quiero esa arpa honda que en tu vientre
arrulla niños salvajes,
Quiero esa tensa humedad que te palpita ,
esa humedad de agua que te arde.
Mujer, músculo suave.
La piel de un beso entre tus senos
de oscurecido oleaje
me navega en la boca
y mide sangre.
Tú también. Y no es tarde.
Aún podemos morirnos uno en otro:
es tuyo y mío ese lugar de nadie.
Mujer, ternura de odio, antigua madre,
quiero entrar, penetrarte,
veneno, llama, ausencia,
mar amargo y amargo, atravesarte.
Cada célula es hembra, tierra abierta,
agua abierta, cosa que se abre.
Yo nací para entrarte.
Soy la flecha en el lomo de la gacela agonizante.
Por conocerte estoy,
grano de angustia en corazón de ave.
Yo estaré sobre ti, y todas las mujeres
tendrán un hombre encima en todas partes.
ASÍ ES
Con siglos de estupor,
con siglos de odio y llanto,
con multitud de hombres amorosos y ciegos,
destinado a la muerte,
ahogándome en mi sangre, aquí, embrocado.
Igual a aun perro herido al que rodea la gente.
Feo como el recién nacido
y triste como el cadáver de la parturienta.
Los que tenemos frío de verdad,
los que estamos solos por todas partes,
los sin nadie.
los que no pueden dejar destruirse,
ésos no importan, no valen nada, nada,
que de una vez se vayan, que se mueran pronto.
A ver si es cierto: muérete.
¡Muérete, Jaime, muérete!
¡Ah, mula vida,
testaruda, sorda!
Poetas, mentirosos, ustedes no se mueran nunca.
Con su pequeña muerte andan por todas partes
y la lucen, la lloran, le ponen flores,
se la enseñan a los pobres, a los humildes, a los que
tienen esperanza.
Ustedes no conocen la muerte todavía:
cuando la conozcan ya no hablarán de ella,
se dirán que no hay tiempo sino para vivir.
Es que yo he visto muertos,
y sólo los muertos son la muerte,
y eso, de veras, ya no importa.
Un desgraciado como yo no ha de ser siempre
desgraciado.
he aquí la vida.
Puedo decirles una cosa por los que han muerto de amor,
por los enfermos de esperanza,
por los que han acabado sus días y aún andan por las
calles
con una mirada inequívoca en los ojos
y con el corazón en las manos ofreciéndolo a nadie.
Por ellos, y por los cansados que mueren lentamente en
buhardillas
y no hablan, y tienen sucio el cuerpo, altaneros del
hambre,
odiadores que pagan con moneda de amor.
por éstos y los otros, por todos los que se han metido las
manos
debajo de las costillas
y han buscado hacia arriba esa palabra, ese rostro,
y sólo han encontrado peces de sangre, arena....
Puedo decirles una cosa que no será silencio,
que no ha de ser soledad,
que no conocerá ni locura ni muerte.
Una cosa está en los labios de los niños,
que madura en la boca de los ancianos,
débil como la fruta en la rama,
codiciosa como el viento:
humildad.
Puedo decirles también
que no hagan caso de lo que yo les diga.
El fruto asciende por el tallo, sufre la flor y llega al aire.
Nadie podrá prestarme su vida.
Hay que saber, no obstante,
que los ríos todos nacen del mar.
ALLÍ HABÍA UNA NIÑA
Allí había una niña.
En las hojas del plátano un pequeño
hombrecito dormía un sueño.
en un estanque, luz en agua.
yo contaba un cuento.
Mi madre pasaba interminablemente
alrededor nuestro.
En el patio jugaba
con una rama un perro.
El sol -qué sol, qué lento-
se tendía, se estaba quieto.
Nadie sabía qué hacíamos,
nadie, qué hacemos.
Estábamos hablando, moviéndonos,
yendo de un lado a otro,
las arrieras, la araña, nosotros, el perro.
Todos estábamos en la casa
pero no sé por qué. Estábamos. Luego el silencio.
Ya dije quién contaba un cuento.
Eso fue alguna vez porque recuerdo
que fue cierto.
QUIERO APOYAR MI CABEZA
Quiero apoyar mi cabeza
en tus manos, Señor.
Señor del humo, sombra,
quiero apoyar mi corazón.
Quiero llorar con mis ojos,
irme en llanto, Señor.
Débil, pequeño, frustrado,
cansado de amar, amor,
dame un golpe de aire,
tírame, corazón.
Sobre la brisa, en el alba,
cuando se despierte el sol,
derrámame como un llanto,
llórame como yo.
PEQUEÑA DEL AMOR
Pequeña del amor, tú no lo sabes,
tú no puedes saberlo todavía,
no me conmueve tu voz
ni el ángel de tu boca fría,
ni tus reacciones de sándalo
en que perfumas y expiras,
ni tu mirada de virgen
crucificada y ardida.
No me conmueve tu angustia
tan bien dicha,
ni tu sollozar callado
y sin salida.
No me conmueven tus gestos
de melancolía,
ni tu anhelar, ni tu espera,
ni la herida
de que me hablas afligida.
Me conmueves toda tú
representando tu vida
con esa pasión tan torpe
y tan limpia,
como el que quiere matarse
para contar: soy suicida.
Hoja que apenas se mueve
ya se siente desprendida:
voy a seguirte queriendo
todo el día.
BOCA DEL LLANTO
Boca del llanto, me llaman
tus pupilas negras,
me reclaman, Tus labios
sin ti me besan.
¡Cómo has podido tener
la misma mirada negra
con esos ojos
que ahora llevas!
Sonreíste. ¡Qué silencio,
qué falta de fiesta!
¡Cómo me puse a buscarte
en tu sonrisa, cabeza
de tierra,
labios de tristeza!
No lloras, no llorarías
aunque quisieras;
tienes el rostro apagado
de las ciegas.
Puedes reír. Yo te dejo
reír, aunque no puedas.
TE DESNUDAS IGUAL
Te desnudas igual que si estuvieras sola
y de pronto descubres que estás conmigo.
¡Cómo te quiero entonces
entre las sábanas y el frío!
Te pones a flirtearme como a un desconocido
y yo te hago la corte ceremonioso y tibio.
Pienso que soy tu esposo
y que me engañas conmigo.
¡Y cómo nos queremos entonces en la risa
de hallarnos solos en el amor prohibido!
(Después, cuando pasó, te tengo miedo
y siento escalofrío.)
LA COJITA ESTÁ EMBARAZADA
La cojita está embarazada.
Se mueve trabajosamente,
pero qué dulce mirada
mira de frente.
Se le agrandaron los ojos
como si su niño
también le creciera en ellos
pequeño y limpio
A veces se queda viendo
quién sabe que cosas
que sus ojos blancos
se le vuelven rosas.
Anda entre toda la gente
trabajosamente.
No puede disimular,
pero, a punto de llorar,
la cojita, de repente,
se mira el vientre
y ríe. Y ríe la gente.
La cojita embarazada
ahorita está en sus balcón
y yo creo que se alegra
cantándose una canción:
"cojita del pie derecho
y también del corazón".
LOS DÍAS INÚTILES
Los días inútiles son como una costra
de mugre sobre el alma.
Hay una asfixia lenta que sonríe,
que olvida, que se calla.
¿Quién me pone estos sapos en el pecho
cuando no digo nada?
Hay un idiota como yo andando,
platicando con gentes y fantasmas,
echándose en el lodo y escarbando
la mierda de la fama.
Puerco de hocico que recita versos
en fiestas familiares, donde mujeres sabias
hablan de amor, de guerra,
resuelven la esperanza.
Puerco del mundo fácil
en que el engaño quiere hacer que engaña
mientras ácidos lentos
llevan el asco a la garganta.
Hay un hombre que cae días y días
de pie, desde su cara,
y siente que en su pecho van creciendo
muertes y almas.
Un hombre como yo que se avergüenza,
que se cansa,
que no pregunta porque no pregunta
ni quiere nada.
¿Qué viene a hacer aquí tanta ternura fracasada?
¡Díganle que se vaya!
TU CUERPO ESTÁ A MI LADO
Tu cuerpo está a mi lado
fácil, dulce, callado.
Tu cabeza en mi pecho se arrepiente
con los ojos cerrados
y yo te miro y fumo
y acaricio tu pelo enamorado.
Esta mortal ternura con que callo
te está abrazando a ti mientras yo tengo
inmóviles mis brazos.
Miro mi cuerpo, el muslo
en que descansa tu cansancio,
tu blando seno oculto y apretado
y el bajo y suave respirar de tu vientre
sin mis labios.
Te digo a media voz
cosas que invento a cada rato
y me pongo de veras triste y solo
y te beso como si fueras tu retrato.
Tú, sin hablar, me miras
y te aprietas a mí y haces tu llanto
sin lágrimas, sin ojos, sin espanto.
Y yo vuelvo a fumar, mientras las cosas
se ponen a escuchar lo que no hablamos.
NO ES NADA DE TU CUERPO
No es nada de tu cuerpo,
ni tu piel, ni tus ojos, ni tu vientre,
ni ese lugar secreto que los dos conocemos,
fosa de nuestra muerte, final de nuestro entierro.
No es tu boca -tu boca
que es igual que tu sexo-,
ni la reunión exacta de tus pechos,
ni tu espalda dulcísima y suave,
ni tu ombligo, en que bebo.
No son tus muslos duros como el día,
ni tus rodillas de marfil al fuego,
ni tus pies diminutos y sangrantes,
ni tu olor, ni tu pelo.
No es tu mirada -¿qué es una mirada?-
triste luz descarriada, paz sin dueño,
ni el álbum de tu oído, ni tus voces,
ni las ojeras que te deja el sueño.
Ni es tu lengua de víbora tampoco,
flecha de avispas en el aire ciego,
ni la humedad caliente de tu asfixia
que sostiene tu beso.
No es nada de tu cuerpo,
ni una brizna, ni un pétalo,
ni una gota, ni un gramo, ni un momento:
Es sólo este lugar donde estuviste,
estos mis brazos tercos.
IGUAL QUE LOS CANGREJOS...
Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.
¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?
Me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
Se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.
¡Apiádate de mí!
Quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y o se le ve el fin.
Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.
PASA EL LUNES...
Pasa el lunes y pasa el martes
y pasa el miércoles y el jueves y el viernes
y el sábado y el domingo,
y otra vez el lunes y el martes
y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere
dormir,
la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón
aturdido,
la vida pasando como estas palabras.
lunes, martes, miércoles,
enero, febrero, diciembre, otro año, otro año, otra vida.
La vida yéndose sin sentido, entre la borrachera y la conciencia,
entre la lujuria y el remordimiento y el cansancio.
Encontrarse, de pronto, con las manos vacías,
con el corazón vacío,
con la memoria como una ventana hacia la obscuridad,
y preguntarse: ¿qué hice?, ¿qué fui?, ¿en donde estuve?
Sombra perdida entre las sombras,
¿cómo recuperarte, rehacerte, vida?
Nadie puede vivir de cara a la verdad
sin caer enfermo o dolerse hasta los huesos.
Porque la verdad es que somos débiles y miserables
y necesitamos amar, ampararnos, esperar, creer y
afirmar.
No podemos vivir a la intemperie
en el solo minuto que nos es dado.
¡Qué hermosa palabra "Dios", larga
y útil al miedo, salvadora!
Aprendemos a cerrar los labios del corazón
cuando quiera decirla,
y enseñémosle a vivir en su sangre,
a revolcarse en su sangre limitada.
no hay más que esta ternura que siento hacia ti,
engañado,
porque algún día vas a abrir los ojos
y mirarás tus ojos cerrados para siempre.
no hay más que esta ternura de mí mismo
que estoy abierto como un árbol,
plantado como un árbol, recorriéndolo todo.
He aquí la verdad: hacer las máscaras,
recitar las voces, elaborar los sueños,
Ponerse el rostro del enamorado,
la cara del que sufre,
la faz del que sonríe,
el día lunes, y el martes, y el mes de marzo
y el año de la solidaridad humana,
y comer a las horas lo mejor que se pueda,
y dormir y ayuntar,
y seguirse entrenando ocultamente para el evento final
del que no habrá testigos.
TLALTELOLCO 68
NADIE SABE el número exacto de los muertos,
ni siquiera los asesinos,
ni siquiera el criminal.
(Ciertamente, ya llegó a la historia
este hombre pequeño por todas partes,
incapaz de todo menos del rencor.)
Tlaltelolco será mencionado en los años que vienen
como hoy hablamos de Río Blanco y Cananea,
pero esto fue peor,
aquí han matado al pueblo;
no eran obreros parapetados en la huelga,
eran mujeres y niños, estudiantes,
jovencitos de quince años,
una muchacha que iba al cine,
una criatura en el vientre de su madre,
todos barridos, certeramente acribillados
por la metralla del Orden y Justicia Social.
A los tres días, el ejército era la víctima de los desalmados,
y el pueblo se aprestaba jubiloso
a celebrar las Olimpiadas, que darían gloria a México.
El crimen está allí,
cubierto de hojas de periódicos,
con televisores, con radios, con banderas olímpicas.
El aire denso, inmóvil,
el terror, la ignominia.
alrededor las voces, el tránsito, la vida.
Y el crimen está allí.
Habría que lavar no sólo el piso; la memoria.
Habría que quitarles los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.
La bocas de los muertos nos escupen
una perpetua sangre quieta.
4
Confiaremos en la mala memoria de la gente,
ordenaremos los restos,
perdonaremos a los sobrevivientes,
daremos libertad a los encarcelados,
seremos generosos, magnánimos y prudentes.
Nos han metido las ideas exóticas como una lavativa,
pero instauramos la paz,
consolidamos las instituciones;
los comerciantes están con nosotros,
los banqueros, los políticos auténticamente mexicanos,
los colegios particulares,
las personas respetables.
Hemos destruido la conjura,
aumentamos nuestro poder:
ya no nos caeremos de la cama
porque tendremos dulces sueños.
Tenemos Secretarios de Estado capaces
de transformar la mierda en esencias aromáticas,
diputados y senadores alquimistas,
líderes inefables, chulísimos,
un tropel de putos espirituales
enarbolando nuestra bandera gallardamente.
Aquí no ha pasado nada.
Comienza nuestro reino.
En las planchas de la Delegación están los cadáveres.
Semidesnudos, fríos, agujereados,
algunos con el rostro de un muerto.
Afuera, la gente se amontona, se impacienta,
espera no encontrar el suyo:
"Vaya usted a buscar a otra parte."
La juventud es el tema
dentro de la Revolución.
El gobierno apadrina a los héroes.
El peso mexicano está firme
y el desarrollo del país es ascendente.
Siguen las tiras cómicas y los bandidos en la televisión.
hemos demostrado al mundo que somos capaces,
respetuosos, hospitalarios, sensibles
(¡Qué Olimpiada maravillosa!),
y ahora vamos a seguir con el "Metro"
porque el progreso no puede detenerse.
La mujeres, de rosa,
los hombres, de azul cielo,
desfilan los mexicanos en la unidad gloriosa
que constituye la patria de nuestros sueños.
LOS AMOROSOS
Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
el más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
los amorosos son los que abandonan,
son los que cambian, los que olvidan.
su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre -¡que bueno!- han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
las venas del cuello se les hinchan
también como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
porque si se duermen se los comen los gusanos.
En la obscuridad abren los ojos
y les cae en ellos el espanto.
Encuentran alacranes bajo la sábana
y su cama flota como sobre un lago.
Los amorosos son locos, sólo locos,
sin Dios y sin diablo.
Los amorosos salen de sus cuevas
temblorosos, hambrientos,
a cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
de las que aman a perpetuidad, verídicamente,
de las que creen en el amor como en una lámpara de
inagotable aceite.
Los amorosos juegan a coger el agua,
a tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.
Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
la muerte les fermenta detrás de los ojos,
y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
en que trenes y gallos se despiden dolorosamente.
Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
a mujeres que duermen con la mano en el sexo,
complacidas,
a arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
una canción no aprendida.
Y se van llorando, llorando
la hermosa vida.
EFRAÍN HUERTA
(1914 - 1982)
BUENOS DÍAS A DIANA CAZADORA
Muy buenos días, laurel, muy buenos días, metal, bruma y silencio.
Desde el alba te veo, grandiosa espiga, persiguiendo a la niebla,
y eres, en mi memoria, esencia de horizonte, frágil sueño.
Olaguíbel te dio la perfección del vuelo y el inefable encanto de estar quieta,
serena, rodilla al aire y senos hacia siempre, como pétalos
que se hubiesen caldo, mansamente, de la espléndida rosa de toda adolescencia.
Muy buenos días, oh selva, laguna de lujuria, helénica y ansiosa.
Buenos días en tu bronce de violetas broncíneas, y buenos días, amiga,
para tu vientre o playa donde nacen deseos de espinosa violencia.
¡Buenos días, cazadora,.flechadora del alba, diosa de los crepúsculos!
Dejo a tus pies un poco de anhelo juvenil y en tus hombros, apenas,
abandono las alas rotas de este poema.
ÉSTE ES UN AMOR
Éste es un amor que tuvo su origen
y en un principio no era sino un poco de miedo
y una ternura que no quería nacer y hacerse fruto.
Un amor bien nacido de ese mar de sus ojos,
un amor que tiene a su voz como ángel y bandera,
un amor que huele a aire y a nardos y a cuerpo húmedo,
un amor que no tiene remedio, ni salvación,
ni vida, ni muerte, ni siquiera una pequeña agonía.
Éste es un amor rodeado de jardines y de luces
y de la nieve de una montaña de febrero
y del ansia que uno respira bajo el crepúsculo de San Ángel
y de todo lo que no se sabe, porque nunca se sabe
por qué llega el amor y luego las manos
- esas terribles manos delgadas como el pensamiento -
se entrelazan y un suave sudor de - otra vez - miedo,
brilla como las perlas abandonadas
y sigue brillando aun cuando el beso, los besos,
los miles y millones de besos se parecen al fuego
y se parecen a la derrota y al triunfo
y a todo lo que parece poesía - y es poesía.
Ésta es la historia de un amor con oscuros y tiernos orígenes:
vino como unas alas de paloma y la paloma no tenía ojos
y nosotros nos veíamos a lo largo de los ríos
y a lo ancho de los países
y las distancias eran como inmensos océanos
y tan breves como una sonrisa sin luz
y sin embargo ella me tendía la mano y yo tocaba su piel llena de gracia
y me sumergía en sus ojos en llamas
y me moría a su lado y respiraba como un árbol despedazado
y entonces me olvidaba de mi nombre
y del maldito nombre de las cosas y de las flores
y quería gritar y gritarle al lado que la amaba
y que yo ya no tenía corazón para amarla
sino tan sólo una inquietud del tamaño del cielo
y tan pequeña como la tierra que cabe en la palma de la mano.
Y yo veía que todo estaba en sus ojos - otra vez ese mar -,
ese mal, esa peligrosa bondad,
ese crimen, ese profundo espíritu que todo lo sabe
y que ya ha adivinado que estoy con el amor hasta los hombros,
hasta el alma y hasta los mustios labios.
Ya lo saben sus ojos y ya lo sabe el espléndido metal de sus muslos,
ya lo saben las fotografías y las calles
y ya lo saben las palabras - y las palabras y las calles y las fotografías
ya saben que lo saben y que ella y yo lo sabemos
y que hemos de morirnos toda la vida para no rompernos el alma
y no llorar de amor.
DECLARACIÓN DE AMOR
Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena,
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.
Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa,
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina.
Soy el llanto invisible
de millares de hombres.
Soy la ronca miseria,
la gris melancolía,
el fastidio hecho carne.
Yo soy mi corazón desamparado y negro.
Ciudad, invernadero,
gruta despedazada.
Bajo tu sombra, el viento del invierno
es una lluvia triste, y los hombres, amor,
son cuerpos gemidores, olas
quebrándose a los pies de las mujeres
en un largo momento de abandono
-como nardos pudriéndose.
Es la hora del sueño, de los labios resecos,
de los cabellos lacios y el vivir sin remedio.
Pero si el viento norte una mañana,
una mañana larga, una selva,
me entregara el corazón desecho
del alba verdadera, ¿imaginas, ciudad,
el dolor de las manos y el grito brusco, inmenso,
de una tierra sin vida?
Porque yo creo que el corazón del alba
en un millón de flores,
el correr de la sangre
o tu cuerpo, ciudad, sin huesos ni miseria.
Los hombres que te odian no comprenden
cómo eres pura, amplia,
rojiza, cariñosa, ciudad mía;
cómo te entregas, lenta,
a los niños que ríen,
a los hombres que aman claras hembras
de sonrisa despierta y fresco pensamiento,
a los pájaros que viven limpiamente
en tus jardines como axilas,
a los perros nocturnos
cuyos ladridos son mares de fiebre,
a los gatos, tigrillos por el día,
serpientes en la noche,
blandos peces al alba;
cómo te das, mujer de mil abrazos,
a nosotros, tus tímidos amantes:
cuando te desnudamos, se diría
que una cascada nace del silencio
donde habitan la piel de los crepúsculos,
las tibias lágrimas de los relojes,
las monedas perdidas,
los días menos pensados
y las naranjas vírgenes.
Cuando llegas, rezumando delicia,
calles recién lavadas
y edificios-cristales,
pensamos en la recia tristeza del subsuelo,
en lo que tienen de agonía los lagos
y los ríos,
en los campos enfermos de amapolas,
en las montañas erizadas de espinas,
en esas playas largas
donde apenas la espuma
es un pobre animal inofensivo,
o en las costas de piedra
tan cínicas y bravas como leonas;
pensamos en el fondo del mar
y en sus bosques de helechos,
en la superficie del mar
con barcos casi locos,
en lo alto del mar
con pájaros idiotas.
Yo pienso en mi mujer:
en su sonrisa cuando duerme
y una luz misteriosa la protege,
en sus ojos curiosos cuando el día
es un mármol redondo.
Pienso en ella, ciudad,
y en el futuro nuestro:
en el hijo, en la espiga,
o menos, en el grano de trigo
que será también tuyo,
porque es de tu sangre,
de tus rumores,
de tu ancho corazón de piedra y aire,
de nuestros fríos o tibios,
o quemantes y helados pensamientos,
humildades y orgullo, mi ciudad,
Mi gran ciudad de México:
el fondo de tu sexo es un criadero
de claras fortalezas,
tu invierno es un engaño
de alfileres y leche,
tus chimeneas enormes
dedos llorando niebla,
tus jardines axilas la única verdad,
tus estaciones campos
de toros acerados,
tus calles cauces duros
para pies varoniles,
tus templos viejos frutos
alimento de ancianas,
tus horas como gritos
de monstruos invisibles,
¡tus rincones con llanto
son las marcas de odio y de saliva
carcomiendo tu pecho de dulzura!
DECLARACIÓN DE ODIO
Estar simplemente como delgada carne ya sin piel,
como huesos y aire cabalgando en el alba,
como un pequeño y mustio tiempo
duradero entre penas y esperanzas perfectas.
Estar vilmente atado por absurdas cadenas
y escuchar con el viento los penetrantes gritos
que brotan del océano:
agonizantes pájaros cayendo en la cubierta
de los barcos oscuros y eternamente bellos,
o sobre largas playas ensordecidas, ciegas
de tanta fina espuma como miles de orquídeas.
Porque, ¡qué alto mar, sucio y maravilloso!
Hay olas como árboles difuntos,
hay una rara calma y una fresca dulzura,
hay horas grises, blancas y amarillas.
Y es el cielo del mar, alto cielo con vida
que nos entra en la sangre, dando luz y sustento
a lo que hubiera muerto en las traidoras calles,
en las habitaciones turbias de esta negra ciudad.
Esta ciudad de ceniza y tezontle cada día menos puro,
ciudad de acero, sangre y apagado sudor.
Amplia y dolorosa ciudad donde caben los perros,
la miseria y los homosexuales,
las prostitutas y la famosa melancolía de los poetas,
los rezos y las oraciones de los cristianos.
Sarcástica ciudad donde la cobardía y el cinismo son alimento diario
de los jovencitos alcahuetes de talles ondulantes,
de las mujeres asnas, de los hombres vados.
Ciudad negra o colérica o mansa o cruel,
o fastidiosa nada más: sencillamente tibia.
Pero valiente y vigorosa porque en sus calles viven los días rojos y azules
de cuando el pueblo se organiza en columnas,
los días y las noches de los militantes comunistas,
los días y las noches de las huelgas victoriosas,
los crudos días en que los desocupados adiestran su rencor
agazapados en los jardines o en los quicios dolientes.
¡Los días en la ciudad! Los días pesadísimos
como una cabeza cercenada con los ojos abiertos.
Estos días como frutas podridas.
Días enturbiados por salvajes mentiras.
Días incendiarios en que padecen las curiosas estatuas
y los monumentos son más estériles que nunca.
Larga, larga ciudad con sus albas como vírgenes hipócritas,
con sus minutos como niños desnudos,
con sus bochornosos actos de vieja díscola y aparatosa,
con sus callejuelas donde mueren extenuados, al fin,
los roncos emboscados y los asesinos de la alegría.
Ciudad tan complicada, hervidero de envidias,
criadero de virtudes desechas al cabo de una hora,
páramo sofocante, nido blando en que somos
como palabra ardiente desoída,
superficie en que vamos como un tránsito oscuro,
desierto en que latimos y respiramos vicios,
ancho bosque regado por dolorosas y punzantes lágrimas,
lágrimas de desprecio, lágrimas insultantes.
Te declaramos nuestro odio, magnifica ciudad.
A ti, a tus tristes y vulgarísimos burgueses,
a tus chicas de aire, caramelos y films americanos,
a tus juventudes ice cream rellenas de basura,
a tus desenfrenados maricones que devastan
las escuelas, la plaza Garibaldi,
la viva y venenosa calle de San Juan de Letrán.
Te declaramos nuestro odio perfeccionado a fuerza de sentirte cada día más
inmensa,
cada hora más blanda, cada línea más brusca.
Y si te odiamos, linda, primorosa ciudad sin esqueleto,
no lo hacemos por chiste refinado, nunca por neurastenia,
sino por tu candor de virgen desvestida,
por tu mes de diciembre y tus pupilas secas,
por tu pequeña burguesía, por tus poetas publicistas,
¡por tus poetas, grandísima ciudad!, por ellos y su enfadosa categoría de
descastados,
por sus flojas virtudes de ocho sonetos diarios,
por sus lamentos al crepúsculo y a la soledad interminable,
por sus retorcimientos histéricos de prometeos sin sexo
o estatuas del sollozo, por su ritmo de asnos en busca de una flauta.
Pero no es todo, ciudad de lenta vida.
Hay por ahí escondidos, asustados, acaso masturbándose,
varias docenas de cobardes, niños de la teoría,
de la envidia y el caos, jóvenes del "sentido práctico de la vida",
ruines abandonados a sus propios orgasmos,
viles niños sin forma mascullando su tedio,
especulando en libros ajenos a lo nuestro.
¡A lo nuestro, ciudad, lo que nos pertenece,
lo que vierte alegría y hace florecer júbilos,
risas, risas de gozo de unas bocas hambrientas,
hambrientas de trabajo,
de trabajo y orgullo de ser al fin varones
en un mundo distinto!
Así hemos visto limpias decisiones que saltan
paralizando el ruido mediocre de las calles,
puliendo caracteres, dando voces de alerta,
de esperanza y progreso.
Son rosas o geranios, claveles o palomas,
saludos de victoria y puños retadores.
Son las voces, los brazos y los pies decisivos,
y los rostros perfectos, y los ojos de fuego,
y la táctica en vilo de quienes hoy te odian
para amarte mañana cuando el alba sea alba
y no chorro de insultos, y no río de fatigas,
y no una puerta falsa para huir de rodillas.
LA MUCHACHA EBRIA
Este lánguido caer en brazos de una desconocida,
esta brutal tarea de pisotear mariposas y sombras y cadáveres;
este pensarse árbol, botella o chorro de alcohol,
huella de pie dormido, navaja verde o negra;
este instante durísimo en que una muchacha grita,
gesticula y sueña por una virtud que nunca fue la suya.
Todo esto no es sino la noche,
sino la noche grávida de sangre y leche
de niños que se asfixian,
de mujeres carbonizadas
y varones morenos de soledad
y misterioso, sofocante desgaste.
Sino la noche de la muchacha ebria
cuyos gritos de rabia y melancolía
me hirieron como el llanto purísimo
como las náuseas y el rencor,
como el abandono y la voz de las mendigas.
Lo triste es este llanto, amigos, hecho de vidrio molido
y fúnebres gardenias despedazadas en el umbral de las cantinas
llanto y sudor molidos, en que hombres desnudos, con sólo negra barba
y feas manos de miel se bañan sin angustia, sin tristeza:
llanto ebrio, lágrimas de claveles, de tabernas enmohecidas,
de la muchacha que se embriaga sin tedio ni pesadumbre,
de la muchacha que una noche
y era una santa noche me entregara su corazón derretido,
sus manos de agua caliente, césped, seda,
sus pensamientos tan parecidos a pájaros muertos,
sus torpes arrebatos de ternura,
su boca que sabía a taza mordida por dientes de borrachos,
su pecho suave como una mejilla con fiebre,
y sus brazos y piernas con tatuajes,
y su naciente tuberculosis,
y su dormido sexo de orquídea martirizada.
Ah, la muchacha ebria, la muchacha del sonreír estúpido
y la generosidad en la punta de los dedos,
la muchacha de la confiada, inefable ternura para un hombre,
como yo, escapado apenas de la violencia amorosa.
Este tierno recuerdo siempre será una lámpara frente a mis ojos,
una fecha sangrienta y abatida.
¡Por la muchacha ebria, amigos míos!
ÓRDENES DE AMOR
"¡Ten piedad de nuestro amor
y cuídalo, oh vida!"
(Carlos Pellicer)
Amor mío, embellécete.
Perfecto, bajo el cielo, lámpara
de mil sueños, ilumíname.
amor. Orquídea de mil nubes,
desnúdate, vuelve a tu origen,
agua de mis vigilias,
lluvia mía, amor mío.
Hermoso seas por siempre
en el eterno sueño
de nuestro cielo,
amor.
Amor mío, ampárame.
Una piedad sin sombra
de piedad es la vida. Sombra
de mi deseo, rosa de fuego.
Voy a tu lado, amor,
como un desconocido.
Y tú me das la dicha
y tú me das el pan,
la claridad del alba
y el frutal alimento,
dulce amor.
3
Amor mío, obedéceme:
ven despacio, así, lento,
sereno y persuasivo.
Sé dueño de mi alma,
cuando en todo momento
mi alma vive en tu piel.
Vive despacio, amor,
y déjame beber,
muerto de ansia,
dolorido y ardiente,
el dulce vino, el vino
de tu joven imperio,
dueño mío.
Amor mío, justifícame;
lléname de razón y de dolor.
Río de nardos, lléname
con tus aguas: ardor de ola,
mátame...
Amor mío.
Ahora sí, bendíceme
con tus dedos ligeros,
con tus labios de ala,
con tus ojos de aire,
con tu cuerpo invisible,
oh tú, dulce recinto
de cristal y de espuma,
verso mío tembloroso,
amor definitivo.
Amor mío, encuéntrame.
Aislado estoy, sediento
de tu virgen presencia,
de tus dientes de hielo.
Hállame, dócil fiera,
bajo la breve sombra de tu pecho,
y mírame morir,
contémplame desnudo
acechando tu danza,
el vuelo de tu pie,
y vuélveme a decir
las sílabas antiguas del alba:
Amor, amor-ternura,
amor-infierno,
desesperado amor.
Amor, despiértame
a la hora bendita, alucinada,
en que un hombre solloza
víctima de sí mismo y ábreme
las puertas de la vida.
Yo entraré silencioso
hasta tu corazón, manzana de oro
en busca de la paz
para mi duelo. Entonces
amor mío, joven mía,
en ráfagas la dicha placentera
será nuestro universo.
Despiértame y espérame,
amoroso amor mío.
PARA GOZAR TU PAZ
Como el viento agita las altas hierbas
así mis dedos vuelan sobre tu cabellera de diamantes,
y la noche de alcohol y los árboles de oro
encierran para siempre un sollozo de triunfo,
el ay de la alegría, el ah definitivo.
Como el aire de junio en la colina
mueve la dulce sombra de la nube,
así mi corazón se sacrifica
en el húmedo templo de tu pelo.
Nave sin dueño, sombra de ardorosa
violencia, esta mi mano canta
bajo el murmullo alado de tu gloria.
Porque tienes la luz y la belleza
en el sereno estanque de tu rostro,
así el negro laurel es tu corona
y es mi fatiga y es
la sangre del insomnio.
Sólo cuando el pecado es la guirnalda
y la atadura, la cadena infinita
y el profundo latido; sólo cuando
la hora ha llegado, y tú,
joven de rosas y jazmines,
miras al horizonte del deseo
y dejas que el tesoro de seda y maravilla
sea la noche en mis manos,
sólo entonces, dorada,
todo me pertenece:
las hierbas agitadas y el viento
corriendo como el agua entre mis dedos:
agua de mi delirio, eterna fiebre,
espejismo y violencia, dura espina
pedernal de la muerte, lento mármol,
millón de espigas negras.
Donde nace la idea,
donde tus pensamientos
-aves en dulce selva sometidas-,
donde mis labios buscan el milagro,
ahí estará mi fuerza.
Ahí estará el dolor de mi presencia:
al pie de tu dominio y tu pureza,
sin más aroma que el júbilo
y una medalla de aire,
palpitante, como el fuego
de una lágrima viva.
Crece la hierba, el río,
y el ala de la garza
es la mano de Dios que se despide.
Crece el amor en invisible grito
¡quemante, activa espada),
y el corazón despierta
como herido de muerte.
Doblo la lenta hoja del silencio
y te apareces tú, página y perla,
con el cabello al viento
y una cierta sonrisa de alta luna.
Suave y veloz, como el aire de junio,
beso tu cabellera de diamantes,
el tesoro escondido de tu sueño,
y digo adiós a la violencia
para gozar tu paz,
tu dulce, tu gloriosa geografía,
por siempre detenido,
por siempre enamorado.
ERES, AMOR...
Eres, amor, el brazo con heridas
y la pisada en falso sobre un cielo.
Eres el que se duerme, solitario,
en el pequeño bosque de mi pecho.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres el viejo llanto y la tristeza,
la soledad y el río de la virtud,
el brutal aletazo del insomnio
y el sacrificio de una noche ciega.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres un frágil nido, recinto de veneno,
despiadada piedad, ángel caído,
enlutado candor de adolescencia
que hubiese transcurrido como un sueño.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
Eres lo que me mata, lo que ahoga
el pequeño ideal de ir viviendo.
Eres desesperanza, triste estatua
de polvo nada más, de envidia sorda.
Eres, amor, la flor del falso nombre.
LA PALOMA Y EL SUEÑO
Tú no veías el árbol, ni la nube ni el aire.
Ya tus ojos la tierra se los había bebido
y en tu boca de seda sólo un poco de gracia
fugitiva de rosas, y un lejano suspiro.
No veías ni mi boca que se moría de pena
ni tocabas mis manos huecas, deshabitadas.
Espeso polvo en torno daba un sabor a muerte
al solemne vivir la vida más amarga.
Había sed en tus ojos. Suave sudor tu frente
recordaba los ríos de suave, lenta infancia.
Yo no podía con mi alma. Mi alma ya no podía
con mi cuerpo tan roto de rotas esperanzas.
Tus palabras sonaban a olas de frágil vuelo.
Tus palabras tan raras, tan jóvenes, tan fieles.
Una estrella miraba cómo brilla tu vida.
Una rosa de fuego reposaba en tu frente.
Y no veías los árboles, ni la nube ni el aire.
Parecías desmayarte bajo el beso y su llama.
Parecías la paloma extraviada en su vuelo:
la paloma del ansia, la paloma que ama.
Te dije que te amaba, y un temblor de misterio
asomó a tus pupilas. Luego miraste, en sueños,
los árboles, la nube y el aire estremecido,
y en tus húmedos ojos hubo un aire de reto.
No parecías la misma de otras horas sin horas.
Ya sueñas, o ya vuelas y ni vuelas ni sueñas.
Te fatigan los brazos que te abrazan, paloma,
y, al sollozar, a un lirio desmayado recuerdas.
Ya sé que estoy perdido, pero siempre ganado.
Perdido entre tu sombra, ganado para nunca.
Mil besos son mil pétalos protegiendo tu piel
y tu piel es la lámpara que mis ojos alumbra.
¡Oh geografía del ansia, geografía de tu cuerpo!
Voy a llorar las lágrimas más amargas del mundo.
Voy a besar tu sombra y a vivir tu recuerdo.
Voy a vivir muriendo. Soy el que nunca estuvo.
ABSOLUTO AMOR
Como una limpia mañana de besos morenos
cuando las plumas de la aurora comenzaron
a marcar iniciales en el cielo. Como recta
caída y amanecer perfecto.
Amada inmensa
como una violeta de cobalto puro
y la palabra clara del deseo.
Gota de anís en el crepúsculo
te amo con aquella esperanza del suicida poeta
que se meció en el mar
con la más grande de las perezas románticas.
Te miro así
como mirarían las violetas una mañana
ahogada en un rocío de recuerdos.
Es la primera vez que un absoluto amor de oro
hace rumbo en mis venas.
Así lo creo te amo
y un orgullo de plata me corre por el cuerpo.
LAS VOCES PROHIBIDAS
Más despacio que nunca, casi agónicas,
marchan y duelen estas voces o estrellas.
Húmedos pies descalzos, breves pieles,
dulce origen, impío desorden. Voces
que purifican lo que tocan. Voces
todo milagro. Suaves voces de amor.
Voces para decir amor toda la vida
y todo el santo día y a la lenta distancia
de una noche de sueño, amor y voces.
Cálidas o despiertas, dormidas o ya frías,
estas voces se pegan a los labios
y dicen y se dicen altos, duros misterios,
prohibidos latidos, esbeltos calosfríos.
Despaciosas y firmes, llegan como
las bestias, crecen como el encino,
y no hay en ellas nada que no sea verdadero.
Pero duelen. Son dardos de amorosa ponzoña
y dan la seca muerte del olvido.
No perdonan, no aman,
no son ríos serenos, sino fuego,
ardiente maldición, dolorosa quietud.
Vienen así, calladas, caminando caminos
de helado polvo. Son las voces
que ya nunca se dicen.
Por eso duelen y por eso ardo
junto a ellas, como al pie de una hoguera.
Ardo y adoro al mismo tiempo
porque nada me callan o no me dicen nada.
Asciendo rudas catedrales de miedo
y el vacío es un lago de hambre y sal.
Me maldigo con ellas
pero duermo con ellas.
Cuando la sed se haya quemado
en mi garganta,
cuando no tenga paz ni amor,
cuando todo sea voces y no llantos,
una pequeña sombra habrá a mi lado.
No la rosa del ansia ni el clavel de miseria,
sino la joven luz del alba,
la joven voz del alba mía.
EL AMOR
El amor viene lento como la tierra negra,
como luz de doncella, como el aire del trigo.
Se parece a la lluvia lavando viejos árboles,
resucitando pájaros. Es blanquísimo y limpio,
larguísimo y sereno: veinte sonrisas claras,
un chorro de granizo o fría seda educada.
Es como el sol, el alba: una espiga muy grande.
Yo camino en silencio por donde lloran piedras
que quieren ser palomas, o estrellas,
o canarios: voy entre campanas.
Escucho los sollozos de los cuervos que mueren,
de negros perros semejantes a tristes golondrinas.
Yo camino buscando tu sonrisa de fiesta,
tu azul melancolía, tu garganta morena
y esa voz de cuchillo que domina mis nervios.
Ignorante de todo, llevo el rumbo del viento,
el olor de la niebla, el murmullo del tiempo.
Enséñame tu forma de gran lirio salvaje:
cómo viven tus brazos, cómo alienta tu pecho,
cómo en tus finas piernas siguen latiendo rosas
y en tus largos cabellos las dolientes violetas.
Yo camino buscando tu sonrisa de nube,
tu sonrisa de ala, tu sonrisa de fiebre.
Yo voy por el amor, por el heroico vino
que revienta los labios. Vengo de la tristeza,
de la agria cortesía que enmohece los ojos.
Pero el amor es lento, pero el amor es muerte
resignada y sombría: el amor es misterio,
es una luna parda, larga noche sin crímenes,
río de suicidas fríos y pensativos, fea
y perfecta maldad hija de una Poesía
que todavía rezuma lágrimas y bostezos,
oraciones y agua, bendiciones y penas.
Te busco por la lluvia creadora de violencias,
por la lluvia sonora de laureles y sombras,
amada tanto tiempo, tanto tiempo deseada,
finalmente destruida por un alba de odio.
LOS RUIDOS DEL ALBA
Te repito que descubrí el silencio
aquella lenta tarde de tu nombre mordido,
carbonizado y vivo
en la gran llama de oro de tus diecinueve años.
Mi amor se desligó de las auroras
para entregarse todo a su murmullo,
a tu cristal murmullo de madera blanca incendiada.
Es una herida de alfiler sobre los labios tu recuerdo,
y hoy escribí leyendas de tu vida
sobre la superficie tierna de una manzana.
Y mientras todo eso,
mis impulsos permanecen inquietos,
esperando que se abra una ventana para seguirte
o estrellarse en el cemento doloroso de las banquetas.
Pero de las montañas viene un ruido tan frío
que recordar es muerte y es agonía el sueño.
Y el silencio se aparta, temeroso
del cielo sin estrellas,
de la prisa de nuestras bocas
y de las camelias y claveles desfallecidos.
II
Expliquemos al viento nuestros besos.
Piensa que el alba nos entiende:
ella sabe lo bien que saboreamos
el rumor a limones de sus ojos,
el agua blanca de sus brazos.
¡Parece que los dientes rasgan trozos de nieve.
El frío es grande y siempre adolescente.
El frío, el frío: ausencia sin olvido.)
Cantemos a las flores cerradas,
a las mujeres sin senos
y a los niños que no miran la luna.
Cantemos sin mirarnos.
Mienten aquellos pájaros y esas cornisas.
Nosotros no nos amamos ya.
Realmente nunca nos amamos.
Llegamos con el deseo y seguimos con él.
Estamos en el ruido del alba,
en el umbral de la sabiduría,
en el seno de la locura.
Dos columnas en el atrio
donde mendigan las pasiones.
Perduramos, gozamos simplemente.
Expliquemos al viento nuestros besos
y el amargo sentido de lo que cantamos.
No es el amor de fuego ni de mármol.
El amor es la piedad que nos tenemos.
LA ROSA PRIMITIVA
Escribo bajo el ala del ángel más perverso:
la sombra de la lluvia y el sonreír de cobre de la niebla
me conducen, oh estatuas, hacia un aire maduro,
hacia donde se encierra la gran severidad de la belleza.
Escribo las palabras y el penetrante nombre del poema,
y no encuentro razón, flor que no sea
la rosa primitiva de la ciudad que habito.
Nunca el poema fue tan serio como hoy, y nunca el verso
tuvo la estatura de bronce de lo que no se oculta.
Hacia el amor, las manos, y en las manos, gimiendo,
hojas de yerba amarga del pensamiento gris,
secas raíces de una melancolía sin huesos,
la danza del deseo muerto a vuelta de esquina
y un sollozo frustrado gracias a la ternura.
Hacia el amor, sonrisas, y en ellas, como almas,
el malogrado espíritu de un mensaje que un día
cobró cierta estructura, y que hoy, entorpecido,
circula por las venas.
Nunca digas a nadie que tienes la verdad en un puño,
o que a tus plantas, quieta, perdura la virtud.
Ama con sencillez, como si nada.
Sé dueño de tu infierno, propietario absoluto
de tu deseo y tus ansias, de tu salud y tus odios.
Fabrícate, en secreto, una ciudad sagrada,
y equilibra en su centro la rosa primitiva.
Al pueblo y a la hembra que enciendan cuanto hay en ti de hermoso,
y murmuren mensajes en tus oídos frágiles,
debes verlos con santa melancolía y un aire desdeñoso,
mandarlos hacia nunca, hacia siempre,
hacia ninguna parte...
Quédate con la rosa del calosfrío,
la rosa del espanto estatuario,
la inmaculada rosa de la calle,
la rosa de los pétalos hirientes,
la rosa-herrumbre del fiero desencanto,
la primitiva rosa de carne y desaliento,
la rosa fiel, la rosa que no miente,
la rosa que en tu pecho debe ser la paloma
del latido fecundo y el vivir con un pulso
de gran deseo hirviendo a flor de labio.
La rosa, en fin, de las espinas de oro
que nuestra piel desgarran y la elevan
hacia el sereno cielo de donde la poesía
nos llega mutilada, como ruinas del alba.
CANCIÓN DE LA DONCELLA DEL ALBA
(Para Thelma)
Se mete piel adentro
como paloma ciega,
como ciega paloma
cielo adentro.
Mar adentro en la sangre,
adentro de la piel.
Perfumada marea,
veneno y sangre.
Aguja de cristal
en la boca salada.
Marea de piel y sangre,
marea de sal.
Vaso de amarga miel:
sueño dorado,
sueño adentro
de la cegada piel.
Entra a paso despacio,
dormida danza;
entra debajo un ala,
danza despacio.
Domina mi silencio
la voz del alba.
Domíname, doncella,
con tu silencio.
Tómame de la mano,
llévame adentro
de tu callada espuma,
ola en la mano.
Silencio adentro sueño
con lentas pieles,
con labios tan heridos
como mi sueño.
Voy vengo en la ola,
coral y ola,
canto canción de arena
sobre la ola.
Oh doncella de paz,
estatua de mi piel,
llévame de la mano
hacia tu paz.
Búscame piel adentro
anidado en tu axila,
búscame allí,
amor adentro.
Pues entras, fiel paloma,
pisando plumas
como desnuda nube,
nube o paloma.
Debo estar vivo, amor,
para saberte toda,
para beberte toda
en un vaso de amor.
Alerta estoy, doncella
del alba; alerta
al sonoro cristal
de tu origen, doncella.
MEDITACIÓN DE LA ROSA
Supón, mi amor, que trazamos la hora con una rosa
y que el agua es la medida de todas las rosas.
Piensa, azucena, en un becqueriano batir de alas
presente a nuestro paso, inmerso en nuestro tiempo.
Siempre hay alguien desnudo en lo que va del cielo
a esta tierra de duros y salobres pensamientos.
Yo te miro decir y escucho tu silencio
cuando lloro los días que fueron pavorosos.
Una balada es un poco de tibia espuma
es un sereno atardecer salido de la nada.
Supón entonces, amor mío, que hay un espejo
al que sonríes por las verdades ya dichas.
La luna acaba de ser amada, dijo un poeta
que simplemente se llamaba Juan punto y aparte.
Sabes bien que habrá una invasión de misterios
bien soñados tal vez o dulcemente pensados.
Andamos y desandamos mil y un caminos
como sombritas de fieras sin salida posible.
El hombre es la más bella conquista del aire
insistió aquel poeta que se llamaba nada más Juan.
Un miedo de singulares perfiles nos abruma
mientras morimos gritando ¡amor! amor.
Hemos vivido más o menos como ángeles en pena
navegando en lo que llamamos un desierto ardiente.
Amando hasta nunca decir basta de amar
y oído y visto guerras de infinito terror.
La bondad nos quedaba estrictamente prohibida
porque ya no había espacio ni necesaria era.
Apostamos la vida a un albur de silencio
cuando el amor no era sino una niña espina.
Alguien nunca esperado se acerca paso a paso
y pretende quebrar este amor de la rosa de hielo.
Hoy debemos cerrar las puertas, las ventanas
y no dejar entrar la niebla y su veneno.
Pues te repito que tendremos los agrios pensamientos
que suelen suceder al sudor amoroso.
Ahora supón, oh descarnada rosa bienamada
que nos fatiga el encierro y salimos a una calle.
)Por qué no hay aquí una calle nombrada Góngora
con los campos de plumas tan urgentes?
Ignoro si ganamos o perdimos la batalla
contra los días que fueron y los días que vendrán.
No estoy ni estuve para decir cuáles penas
nos afligieron ni para descubrir lo que somos.
Sólo sé que no sé nada sino amarte
como se ama a la rosa paridamente fresca.
Te contaré mis ciclos de histeria y de neurosis
como si fueran sólo el alma de mi siglo.
Todo parece primitivo todo insomne
todo parece mar parece dientes parece lejos.
Ámame por desdicha por descanso porque sí
o porque no o porque nada o por mero desvel
Después de todo soy una constante rebelión
sofocada como adivinarás a pura sangre.
Vamos tú y yo y aquella rosa recién llegada
por una oscuridad parecida a un reino quietísimo.
Hemos vivido y viviremos en la memoria de aquel hombre
que pasa como un árbol que no tiene descanso.
No pienses ya nada ni nada supongas
porque las fronteras son irremediables
y yo sobrevivo tú sobrevives todos sobrevivimos
para que el amor sea el gemido de siempre
y la piel no parezca un campo incendiado
y la dicha recorra tu cuerpo como una caricia mía.
FERNANDO RUÍZ GRANADOS
ARENA
Nada hay aquí que se hermane con la piedra
De los templos enclavados en la roca viva
Cuya edificación comenzaba -relata Herodoto-
El día diez del segundo mes egipcio
Cuando las sagradas aguas del Nilo lo inundaban todo
De las pirámides orientadas hacia los cuatro Puntos Cardinales
Que erigieron cien faraones durante tres mil años
Con los bloques monumentales de las canteras de Arabia
Y que transportaron innumerables hombres
Sobre las hirvientes arenas del desierto
De los altos accesos y dinteles
De las columnas de augusto mármol
De los pasillos bajos que rendían reverencia a los reyes
En el Valle de los Muertos
De las tres pesadas compuertas que velaban
El sueño eterno del Faraón cuya cabeza descansaba
Hacia el Norte de la Tierra
De las hermosas piedras de granito rosa-siena
De la arenisca roja de Heliópolis
De las puertas de acacia laminadas en bronce
En cuyos símbolos reales se auguraba la eternidad
De los siglos insondables hoy perdidos en el tiempo
Nada hay aquí que se hermane con la piedra
Sólo este puñado de blanca arena
Que un día –bajo el signo de Ra-
Dominara el mundo
TAUBE
Esta paloma no conoce diluvios
No sabe de Arcas
Ni de altares de piedra y holocaustos
Esta paloma ignora el naufragio de la luz
La imposibilidad de la palabra
Los signos escritos y borrados por el viento
Los pasos perdidos de la arena
Sabe de los raudales de claridad del día
De las espumosas ondas del mar
Que dicen su nombre
Cuando sopla el aire fresco
De la lluvia que vacía las populosas plazas
De los portales semioscuros de la tarde
Esta paloma como el mundo
Surge de la penumbra
Del albor de sus alas
Amanecen las blancas ciudades del día
Han pasado siglos
Y no ha faltado tierra
Donde descansar su vuelo
DINTEL
The eternal seeks, and find, the temporal.
Theodore Roethke
La piedra eternal busca lo temporal
La esbelta columna que sostiene
El claro techo del cielo
El frontispicio del templo
Donde la luz de oro anima
Las figuras pétreas de los Dioscuros
La cóncava piedra de la clepsidra
Que guarda en su mano los instantes
Del inasible tiempo
El atezado bloque de granito
De las murallas imperiales
Que cubrirá la hierba
El diáfano estanque
Que contempla los jardines
Y cuya agua habrá de pervertirse
El poema que olvida
Los himnos y los trenos
El epitafio borrado por el limo
El cántaro roto de la sed
La sencilla piedra
Bajo la catedral del árbol
Restauración
Soy el árbol de tu huerto
El árbol del invierno
Cuyas desnudas ramas
Tienen por fronda
El intermitente follaje
De las nubes
Soy el árbol de tu huerto
El árbol sin fruto
Que espera paciente
La estación propicia
El tiempo de la restauración
De todas las cosas
Soy el árbol de tu huerto
El árbol erguido sobre la tierra
Que aguardará paciente
Todas las tormentas
BITÁCORA DE VIAJE
He visto los barcos
Anclados en los muelles
Los ojos convulsos de los peces
Todo resplandor sobre las olas
He visto el árbol en el bosque
En el río detenida la corriente
En la tarde todos los ocasos
He visto en la noche
Ciudades encendidas
En la poesía el relámpago que dura
En el tiempo la palabra del silencio
LA MANZANA
Desprender el fruto
La roja manzana del Paraíso
El perfecto fruto que pendió
De la rama más alta del jardín
Morderla
No para gustar de su sabor
Que contenta los sentidos
Probar del fruto para alcanzar
Su ardiente centro
Su ignorada esencia
Para vislumbrar el umbral del Comienzo
El corazón del fuego
Y volver al dulce calor
De la semilla
Para encontrar en lo minúsculo
La puerta al mundo
ENSAYO DE UN ÁRBOL
Ensayar un árbol en el poema
Asentar su raíz en el fondo blanco
De la hoja
Sembrarlo a la plenitud del día
Ensayar un árbol en cada poema
Orientar sus ramas
Hacia los cuatro puntos cardinales
Al Norte la rama del sentido
La segunda al Sur el rumbo
Al que emigran todos los pájaros
La tercera hacia el Este
El territorio donde nace la luz
Y soplan los vientos del solsticio
La última rama hacia el Oeste
El punto hacia donde fluye todo esplendor
El sitio en el que crece la noche
Y se confunden todos los árboles
Los árboles del mundo y los de la palabra
JARDÍN
En este lugar fue construido un jardín
En este lugar la luz levantó sus bóvedas
En este lugar fue sembrado el árbol
Cuya forma une al cielo con la tierra
En este lugar brotó la primera fuente
En este lugar nació el río de cuatro brazos
Que se extiende por los cuatro rumbos de la tierra
En este lugar todas las semillas rindieron fruto
En este lugar empezó todo
En este lugar el hombre nombró todas las cosas
A los peces del mar
A las aves del cielo
A las bestias de la tierra
En este lugar la mano desprendió el fruto
Si descansas tu oído sobre la tierra
Alcanzarás a oír sus antiguos murmullos
Si descansas tu oído sobre la tierra
Escucharás el vuelo del primer pájaro
Si descansas tu oído sobre la tierra
Escucharás tus pasos
AGUA DE PIEDRA
Todo quiere seguir siendo lo que es
El río que transcurre y que no cesa
El paciente viento que labra la montaña
La noche callada que no desgastará la eternidad
La mañana que madura como un fruto
El árbol que erige su antigua figura en los jardines
La desgastada arena de cuyo polvo se construye todo
El fuego dormido en la ceniza
La nube de oro que enciende la fragua del ocaso
La inscripción de piedra labrada por el poeta
Los territorios de sombra desgajados por el rayo
La nieve eterna que aguarda el despertar de la luz
La solitaria luna
El ojo del lobo que atisba la tiniebla
El sol que asciende desde la honda oscuridad
El paisaje que funda la mirada
El Universo entero que se hace y se deshace
El pájaro que escribe sus signos en la arena
Las letras que el viento escribe y borra