El Placer de Leer Cuentos Mexicanos
El Placer de Leer Cuentos Mexicanos
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El placer de leer
cuentos mexicanos
El c uent o es , s eg ún v a r i o s i n v e st i ga d o r e s, e l gé n e r o l i t e r a r i o m á s
a nt i g uo ; s i n em b a rg o , h o y e n d í a e s t a m b i é n e l m á s d e sc o n o c i d o ,
ya q ue s e l e s uel e c o n f u n d i r c o n l o s c u e n t o s t r a d i c i o n a l e s o c o n
l a s l ey enda s . N o o b s t a n t e , e n Mé x i c o e l c u e n t o m o d e r n o t i e n e
una h i s t o ri a b i c ent ena r i a . A qu í h a r e m o s u n b r e v í si m o r e c u e n t o d e
s u h i s t o ri a , s us et a pa s y su s r e p r e se n t a n t e s m á s c o n o c i d o s.
A
unque a menudo no nos demos cuenta de ello, los humanos necesitamos
formas de contar nuestra vida. Todos somos cuentistas natos: desde
los bebés de tres o cuatro años que balbucean una brevísima historia
con el muñeco en turno hasta los niños más grandes que, pese a los
cambios de gustos y las influencias de la vida moderna, siguen haciendo una pre-
gunta clave a la hora de dormir: “¿Me cuentas un cuento?”. Más aún, el cuento nos
ha acompañado desde siempre, desde las remotísimas épocas en las que los prime-
ros humanos, nómadas todavía, se reunían alrededor de una fogata para compartir
las aventuras de la cacería diaria: viviendo al día, venciendo las inclemencias
del clima y sorteando a los depredadores que los acechaban en las noches, ¿qué
otra cosa les quedaba sino contar historias cortas en las que explicaran su propia
existencia?
Discurrir sobre los orígenes del cuento nos llevaría muchas páginas que en esta
ocasión no tenemos, por lo que prefiero centrar la atención, hoy, en la historia del
cuento en nuestro país. Frecuentemente me topo con lectores que creen que en
México se escribe poco (o pocas cosas interesantes), y si los cuestiono acerca del
cuento mexicano, unos me referirán a las leyendas tradicionales de la Llorona o los
nahuales, mientras otros cuantos –los menos– recordarán que Juan Rulfo publicó
un librito de cuentos, que seguramente leyeron en algún momento de la secunda-
ria o la preparatoria…
Quizá parezca una rareza en la historiografía literaria, pero el género heredero
de los relatos de Sherezada tiene fecha de nacimiento en el panorama literario de
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nuestro país: el 1º de noviembre de 1814, día en que cuento brevísimo) y Nellie Campobello (quien dejó en
apareció publicado “Ridentem dicere verdum ¿quid Cartucho uno de los testimonios más conmovedores de
vetat?”, de José Joaquín Fernández de Lizardi. El rela- la vida durante la Revolución).
to de Lizardi iniciaba, además, una manera de criticar Instalado ya como un género autónomo y consoli-
la realidad distinta a las conocidas hasta entonces, e dado, el cuento mexicano tuvo a mediados del siglo XX
incluía ciertas novedades narrativas poco utilizadas en su época de oro de la mano de tres escritores cuyos bí-
ese tiempo en la literatura mundial, como un narra- blicos nombres, por pura casualidad, empezaban con
dor-testigo en primera persona y personajes muy bien la misma letra: José Revueltas, Juan Rulfo y Juan José
delineados, con autonomía y personalidad propias. Arreola. Profetas de las alturas a las que podía llegar el
A partir de entonces, el cuento encontró un buen género corto, Revueltas, Rulfo y Arreola dejaron en
espacio de difusión en los periódicos de la época, en es- libros como Dios en la Tierra, El llano en llamas y Con-
pecial por sus características intrínsecas: eran historias fabulario un listón cuyas huellas se rastrean en la litera-
cortas, completas, que cabían bien en las páginas de tura mundial, gracias a la experimentación con voces
los diarios. No hay que dejar de lado el hecho de que narrativas y registros lingüísticos de los que hicieron
esos años, para México, representan una época con- gala en sus páginas.
vulsa, en la que hay muchas necesidades más imperio- Rulfo y Arreola fueron también los encargados de
sas que atender que las cuestiones del ocio. A pesar de crear una nueva tendencia en las letras mexicanas: la
todo, el terreno estaba preparado para que se consoli- de formar autores profesionales en escuelas dedicadas
daran las ideas de Ignacio Manuel Altamirano sobre la exclusivamente a la educación de escritores, como lo
culminación de la Independencia de México con la for- fue, en esos años, el Centro Mexicano de Escritores,
mación de una literatura nacional, separada de la espa- de cuyas aulas egresaron Juan García Ponce, Inés Arre-
ñola, y así siguieron apareciendo cuentos firmados por dondo, Juan García Melo, José Emilio Pacheco y Bea-
una gran cantidad de autores nacionales (Vicente Riva triz Espejo, por mencionar sólo a unos cuantos. Con
Palacio, Bernardo Couto Castillo, José López Portillo y estos autores –hijos todos de la modernidad a la que
Rojas) y extranjeros, como Edgar Allan Poe. México había entrado durante los años de la Segunda
Con nombres como los anteriores, el cuento mexi- Guerra Mundial–, el cuento mexicano cambia defini-
cano llegó al siglo XX y se adaptó a otra época con- tivamente de escenarios: abandona el campo árido y
vulsa: la de la Revolución mexicana. A partir de estos cruel de “Dios en la Tierra” o de “No oyes ladrar los
años es frecuente encontrar textos de Alfonso Reyes perros” y se enfrenta ahora a la vida urbana, con el
(el primero en mezclar el cuento y el ensayo), Julio To- edificio de departamentos como símbolo de las nuevas
rri (que inauguró con De fusilamientos la tradición del formas de vida. Ahí están, como muestra, “El gato”, de
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Juan García Ponce, y “La fiesta brava”, de José Emilio nos damos a la tarea de rastrear antologías de cuento
Pacheco, que, además, presenta a la literatura otro gran colectivas publicadas de 1996 a la fecha y que incluyan
símbolo de la ciudad moderna: el tren subterráneo. autores mexicanos nacidos desde 1960, podemos hallar
Desde esos años y hasta ahora, el inventario de títu- más de 400 títulos de todas las temáticas que se nos pu-
los del género breve no ha dejado de crecer. Para cuando dieran ocurrir: generacionales, de amor y desamor, de
llegaba la década de los sesenta del siglo pasado, toda- crimen, horóscopos, ciudades, seres fantásticos, bebi-
vía aparecían libros en los que era evidente una cierta das, perros, gatos y hasta vacas... Entre los nombres re-
corriente nacionalista como la que había en Los días currentes de estas antologías, que sobresalen, además,
enmascarados, de Carlos Fuentes; entre ellos, podríamos por su gusto para experimentar con mezclas genéricas y
mencionar Álbum de familia, de Rosario Castellanos, o con nuevas formas de narrar historias que no incluyen
Benzulul, de Eraclio Zepeda, que denunciaban en sus las estructuras hasta ahora conocidas, podemos men-
líneas la situación de los indígenas en los estados del cionar a Alberto Chimal (Éstos son los días), Antonio
sur y del sureste. Pero, al mismo tiempo, empezaban a Ortuño (El jardín japonés), Carlos Velázquez (La marra-
aparecer relatos que dejaban atrás los escenarios nacio- na negra de la literatura rosa), Guadalupe Nettel (Péta-
nales y abrazaban con entusiasmo las influencias extran- los), Nadia Villafuerte (Barcos en Houston), Iris García
jeras: eran los años de la Literatura de la Onda, de José Cuevas (Ojos que no ven, corazón desierto), Édgar Omar
Agustín, Margo Glantz, Gerardo de la Torre, Orlando Avilés (La noche es luz de un sol negro), Mayra Colín
Ortiz y otros tantos autores que pusieron en evidencia (Atrapados en la red. Correo basura) y una pléyade más
que había toda una generación de jóvenes escribiendo de escritores que demuestran que, en efecto, los huma-
para jóvenes. nos, a pesar de no pasar ya las noches alrededor de una
A partir de 1980, la lista de los nombres de cuen- fogata ni vivir en cuevas, necesitamos formas de expli-
tistas que se han consolidado ha crecido tanto que es carnos la realidad por la que nos ha tocado transitar.
difícil seguirlos y leerlos a todos. Mencionaremos aquí
sólo a algunos indispensables en cualquier recuento de Gabriela Valenzuela Navarrete es doctora en Letras Mo-
la historia del género: María Luisa Puga (Inmóvil sol dernas por la Universidad Iberoamericana ( UIA), además de egre-
secreto), Ethel Krauze (Intermedio para mujeres), Silvia sada del diplomado en Creación Literaria de la Sociedad General
Molina (Dicen que me case yo), Daniel Sada (Juguete de Escritores de México. Su investigación doctoral se centró en
de nadie y otras historias), Agustín Monsreal (Sueños de los cuentistas mexicanos nacidos en la década de 1970. Ha sido
segunda mano), Guillermo Samperio (Gente de la ciu- colaboradora de varios suplementos y revistas. Es editora de la
dad), Óscar de la Borbolla (Las vocales malditas), Bár- antología virtual Cinco décadas de cuento mexicano y de AlterTexto.
bara Jacobs (Las hojas muertas), Juan Villoro (La noche Revista del Departamento de Letras de la UIA. Autora del libro Cuen-
navegable), Jesús Gardea (Los viernes de Lautaro), Luis to 2.0. Consideraciones sobre el cuento mexicano en la era de Internet.
Humberto Crosthwaite (Marcela y el rey al fin juntos), Desde 2005 es profesora investigadora de tiempo completo en
Ana Clavel (Fuera de escena), Mónica Lavín (Uno no la Universidad Autónoma de la Ciudad de México en la Academia
sabe), Federico Patán (Nena, me llamo Walter), Rosa de Creación Literaria.
Beltrán (La espera)… [email protected]
La última escala en este brevísimo panorama por el
cuento mexicano es la de los escritores que empezaron
Lectur as r ecomendadas
a ejercer su profesión más o menos al mismo tiempo AA.VV. (2015), Palabras mayores. México 20, Barcelo-
que hizo irrupción el gran paradigma tecnológico que es na-México-Buenos Aires, Malpaso.
Internet. Estos autores, además, encontraron un cam- Chimal, Alberto (sel. y pról.) (2015), Emergencias. Cuentos
po riquísimo en opciones de publicación y promoción, de jóvenes talentos mexicanos, México, Lectorum.
Parra, Eduardo Antonio (comp.) (2015), Norte. Una anto-
que incluyen becas, concursos, escuelas de escritores,
logía, México, Ediciones Era-Fondo Editorial de Nuevo
editoriales independientes y en línea, que han elevado León-Universidad Autónoma de Sinaloa.
la producción de títulos a números insospechados. Si