Brígida García y Orlandina de Oliveira
TRABAJO FEMENINO
Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
331.40972
G21bt
Centro de
Estudios Sociológicos
Centro de Estudios Demográficos
y de Desarrollo Urbano
E
JJ1 centro de interés de este libro
es el trabajo femenino extradoméstico en México, sus reper
cusiones sobre la vida familiar y la posición de las mujeres
en el hogar. Inicialmente se caracteriza al trabajo femenino
desde distintas facetas: los cambios a lo largo de la historia
reciente del país, los múltiples factores que llevan a las muje
res a trabajar en distintos sectores sociales y el significado
que ellas atribuyen a su participación en el mercado de traba
jo. En un segundo momento, se reconstruyen las conexiones
que establecen las mujeres entre su actividad extradomésti
ca, la maternidad y el cuidado de los hijos. Por último, se
analizan los cambios en la posición femenina en varios ámbi
tos de la vida familiar: la división del trabajo, los patrones de
autoridad y la autonomía en relación con los cónyuges.
El estudio intenta hacer aportes
sustantivos y teórico-metodológicos. En el primer aspecto,
se profundiza en las transformaciones que se están dando en
los mercados de trabajo, las familias y las relaciones entre
hombres y mujeres. En el segundo, se ofrecen elementos
para entender la influencia de los cambios macroestructura-
les sobre el comportamiento sociodemográfico individual y
puntualizar la relevancia déla percepción de los actores, sus
acciones y decisiones.
TRABAJO FEMENINO
Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
CENTRO DE ESTUDIOS DEMOGRÁFICOS
Y DE DESARROLLO URBANO
CENTRO DE ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS
TRABAJO FEMENINO
Y VIDA FAMILIAR
EN MÉXICO
Brígida García
Orlandina de Oliveira
E
EL COLEGIO DE MÉXICO
331.40972
G216t
Garda Guzmán, Brígida.
Trabajo femenino y vida familiar en México / Brígida García
y Orlandina de Oliveira. — México : El Colegio de México, 1994.
301 p.: il.; 21 cm.
ISBN 968-12-0580-4
1. Mujeres-Empleo-México. 2. Vida Familiar-México. I. Olivei
ra, Orlandina de.
Portada de Mónica Diez-Martínez
Fotografía de Jorge Contreras Chacel
D.R. © El Colegio de México
Camino al Ajusco 20
Pedregal de Santa Teresa
México, D.F.
ISBN 968-12-05804
Impreso en México/Printed ¡n México
ÍNDICE
Agradecimientos 15
Primera Parte
I. Trabajo femenino, dinámica familiar y condición de
la mujer: antecedentes y organización del estudio 19
Introducción 19
El contexto económico, demográfico y social 20
Aspectos teóricos y metodológicos 22
Antecedentes en nuestra línea de estudio 24
Acerca del trabajo femenino 25
Acerca de la vida familiar 30
Acerca de la posición de hombres y mujeres en el hogar 32
Organización del libro 35
II. Cambios en la presencia femenina en el mercado de
trabajo (1976-1987) 39
Introducción 39
Participación económica y edad 42
Estado civil, fecundidad y trabajo 46
Escolaridad y participación económica 52
Consideraciones finales 56
III. Inserción laboral femenina en el periodo 1976-1987 57
Introducción 57
Cambios en la inserción económica femenina:
1976-1987 58
Las trabajadoras agrícolas 59
Las trabajadoras no manuales 62
Las trabajadoras manuales no asalariadas 65
Las trabajadoras manuales asalariadas 67
Consideraciones finales 72
7
8 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
IV. Recesión económica y cambio en los determinantes
del trabajo femenino 75
Introducción 75
Acerca de los sectores sociales 76
El trabajo femenino en diferentes sectores sociales en
1982 y 1987 79
La mayor propensión a trabajar de las mujeres adultas 86
Variaciones en la importancia de la escolaridad 87
El papel del estado civil 88
La presencia y edad de los hijos 90
Consideraciones finales 93
Nota estadística 94
Segunda Parte
V. El significado del trabajo femenino en sectores medios
y populares urbanos 99
Introducción 99
Estudios sobre el significado del trabajo femenino.
Algunos antecedentes 101
Criterios de selección e información recolectada en
las entrevistas en profundidad 103
El significado del trabajo en los sectores medios 106
El trabajo como carrera (tipo 1) 106
El trabajo como actividad complementaria
(tipo 2) 115
El trabajo necesario para mantener el status social
(tipo 3) 118
La permanencia en la casa en los sectores medios
(tipo 4) 122
El significado del trabajo en los sectores populares
urbanos 127
El trabajo útil y satisfactorio (tipo 5) 127
El trabajo como actividad secundaria (tipo 6) 136
El trabajo necesario para el bienestar y la educación
de los hijos (tipo 7) 139
La permanencia en la casa en los sectores populares
(tipo 8) 142
ÍNDICE 9
Consideraciones finales 145
El ingreso del marido y su contribución a la
manutención del hogar 147
La actitud del marido frente al trabajo de la esposa
y los conflictos familiares 147
La actitud de la mujer frente a su propio trabajo 148
VI. Jefas de hogar y violencia doméstica 151
Introducción 151
Antecedentes de investigación sobre jefas de hogar 152
Las jefas económicas: el trabajo femenino como
actividad indispensable para la sobrevivencia
familiar 155
Relaciones de pareja y violencia doméstica 160
Rasgos familiares e individuales propiciadores de la
subordinación femenina en el ámbito doméstico 163
Las precarias condiciones materialesde existencia 164
El inicio azaroso de la unión y las características
del cónyuge 165
Vivencias de la maternidad 166
La ausencia de redes familiares de apoyo y el cuidado
de los hijos 167
Percepciones de las jefas sobre la condición de las
mujeres 168
Consideraciones finales 169
VII. Maternidad y trabajo 171
Introducción 171
Acerca de las interrelaciones entre fecundidad,
maternidad y trabajo 171
Estudios sobre fecundidad y trabajo 172
Estudios sobre maternidad y trabajo 173
Concepciones y vivencias de la maternidad y del
trabajo en diferentes sectores sociales en México 179
Acerca de los sectores medios 180
Acerca de los sectores populares urbanos 186
Consideraciones finales 193
10 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
VIII. Relaciones de género en familias de sectores medios
y populares urbanos 197
Introducción 197
Dimensiones de la vida familiar que han estado o no
sujetas a cambios. Su significado en la vida de las
mujeres 199
La división intrafamiliar del trabajo masculino y
femenino 201
Participación masculina en el trabajo doméstico 206
Los patrones de autoridad y poder imperantes
en el hogar 209
El grado de autonomía femenina frente a los cónyuges 214
Consideraciones finales 220
Conclusiones
El impacto de la recesión económica sobre el mercado
de trabajo femenino 225
Vivencias femeninas en torno al trabajo extrado
méstico, la maternidad y la relación entre los
géneros 232
El significado del trabajo y la maternidad en la vida
de las mujeres 233
Grados de compromiso establecidos con el trabajo
extradoméstico: su impacto sobre la vida familiar 235
Relaciones de género y diferenciación social 238
Apéndices
Apéndice I 245
Aspectos metodológicos y ajustes realizados 245
Apéndice II 253
Criterios de selección para las entrevistas en
profundidad y características generales de
las ciudades elegidas 253
Cuestionario y guía de entrevista 261
Bibliografía 283
ÍNDICE DE CUADROS Y GRÁFICAS
II-1: Tasas específicas de participación femenina
por edad (20 - 49 años: 1976, 1982, 1987) 43
II-2: Tasas específicas de participación femenina
por edad (12 años y más: 1970, 1979, 1980) 44
II-3: Tasas específicas de participación femenina
por edad y estado civil (20 - 49 años: 1976, 1982,
1987) 48
II-4: Tasas específicas de participación femenina
por número y edad de los hijos (mujeres unidas
de 20-49 años: 1976, 1982, 1987) 49
II-5: Distribución de la población activa femenina
según edad y escolaridad (20 - 49 años: 1976,
1982, 1987) 53
II-6: Tasas específicas de participación femenina
por edad y escolaridad (20 - 49 años: 1976, 1982,
1987) 54
III- 1: Porcentaje de trabajadoras agrícolas por
edad, escolaridad, estado civil, número y edad de
los hijos (20 - 49 años' 1976, 1982, 1987) 61
III-2: Porcentaje de trabajadoras no manuales por
edad, escolaridad, estado civil, número y edad de
los hijos (20 - 49 años: 1976, 1982, 1987) 63
III-3: Porcentaje de trabajadoras manuales no asalar
riadas por edad» escolaridad, estado civil, número y
edad de los hijos (20 - 49 años: 1976, 1982, 1987) 66
III-4: Porcentaje de trabajadoras manuales asala
riadas por edad, escolaridad, estado civil, número
y edad de los hijos (20 - 49 años: 1976, 1982, 1987) 69
III-5: Números absolutos de mujeres activas se
gún grupos de edad, escolaridad, estado civil, nú
mero y edad de los hijos (20 - 49 años: 1976,
1982, 1987) 70
11
12 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
IV-1: Porcentaje de mujeres que trabajan según
sector social y características individuales y fami
liares (1982) 80
IV-2: Porcentaje de mujeres que trabajan según
sector social y características individuales y fami
liares (1987) 81
IV-3: Comparación de ajustes entre diferentes mo
delos de regresión logística para la participación
económica femenina por sectores sociales 82
IV-4: Coeficientes de regresión logística de la par
ticipación femenina en distintos sectores sociales
(modelo II) (1982) 84
IV- 5: Coeficientes de regresión logística de la par
ticipación femenina en distintos sectores sociales
(modelo II) (1987) 85
V- l: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 1) 107
V-2: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 2) 108
V-3: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 3) 109
V-4: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 4) 111
V-5: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 5) 128
V-6: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 6) 129
V-7: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 7) 130
V- 8: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges (tipo 8) 132
VI- 1: Características demográficas y económicas
de las entrevistadas y sus cónyuges 156
AI-1: Concepto de trabajo femenino y periodo de
referencia para cada encuesta de fecundidad 247
AI-2: Construcción de la variable inserción econó
mica en cada encuesta de fecundidad 248
ÍNDICE DE CUADROS Y GRÁFICAS 13
AI-3: Construcción de la variable escolaridad fe
menina en cada encuesta de fecundidad 251
AII-1: Entrevistadas en el Distrito Federal (Dele
gación Iztapalapa) según ocupación y edad 258
AII-2: Entrevistadas en Tijuana según ocupación
y edad 259
AII-3: Entrevistadas en Mérida según ocupación
y edad 260
Gráfica
II-1: Tasas específicas de participación femenina
por edad 44
AGRADECIMIENTOS
Deseamos agradecer a un número importante de personas e insti
tuciones que nos apoyaron en la elaboración de este libro, y en
todo el transcurso de la investigación sobre trabajo femenino y vida
familiar en México. En primer lugar, el apoyo financiero de la
Fundación Rockefeller para el desarrollo de todo el proyecto, sin
el cual no habría sido posible llevar a cabo el trabajo de campo en
la ciudad de México, Tijuana y Mérida, mismo que nos permitió
acercarnos a un número relevante de mujeres. Nuestra sincera grati
tud para aquellas que compartieron con nosotras sus vidas. En este
intercambio aprendimos mucho y nuestras entrevistadas nos con
tagiaron su energía para salir adelante en situaciones difíciles.
El procesamiento de la información para el análisis cuantitati
vo en la primera parte del libro estuvo a cargo de Virginia Levin;
apreciamos su paciencia y dedicación profesional que fue esencial
para obtener datos comparables de tres diferentes encuestas nacio
nales de fecundidad. Verónica Montes de Oca, nuestra asistente de
investigación en esta etapa, nos apoyó de diferentes maneras,
desde la revisión bibliográfica hasta la lectura atenta y bien inten
cionada del material preliminar.
El trabajo de campo fue apoyado por numerosas personas.
Silvia López, Rodolfo Gutiérrez y Luis Alfonso Ramírez nos facili
taron nuestro acercamiento a las ciudades y colonias en donde
realizamos este trabajo, mediante la recopilación y análisis de estudios
e información previamente existente. Martha Loya, Beatriz Casti
lla, Silvia López, Esther l’onzo, Gudelia Rangel, Marita Rosado y
Miriam Sánchez llevaron a cabo, junto con nosotras, de manera
entusiasta y comprometida, las entrevistas en profundidad que
sirven de base al análisis cualitativo en la segunda parte del libro.
Finalmente, la transcripción de dichas entrevistas estuvo a cargo
de Lourdes González, Alejandra Recillas, Martha Loya, Norma
Reséndiz, Verónica Montes de Oca, Eva Ytuarte, Ana Lilia Hernán
dez y Lía Rojas.
15
16 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Asimismo, queremos hacer una mención especial al apoyo que
recibimos de María Teresa Ejea y María Waleska Vivas, nuestras
asistentes de investigación en la segunda etapa del proyecto, quie
nes desmenuzaron una y otra vez las transcripciones de las entre
vistas; sistematizaron de diversas maneras el material con que
contábamos; polemizaron con nosotras en numerosas ocasiones
sobre la correcta interpretación del punto de vista de nuestras
entrevistadas; leyeron con un cuidado especial las diferentes versio
nes de los distintos capítulos y, sobre todo, mostraron un alto grado
de compromiso con nuestro proyecto de investigación. Para ellas un
reconocimiento particular. Para Miguel Calderón nuestro agrade
cimiento por la colaboración prestada en la elaboración final de
una amplia y variada bibliografía.
Nuestros colegas y el personal administrativo del Centro de
Estudios Sociológicos y del Centro de Estudios Demográficos y
de Desarrollo Urbano de El Colegio de México ofrecieron sus
puntos de vista y prestaron su ayuda generosa en las distintas fases
de la investigación. El estímulo de nuestros compañeros y amigos
junto con la relevancia de nuestro objeto de estudio fueron crucia
les para enfrentar los numerosos desafíos, tanto sustantivos como
metodológicos, de este proyecto de investigación.
Brígida García y Orlandina de Oliveira
Octubre, 1993
PRIMERA PARTE
I. TRABAJO FEMENINO, DINÁMICA FAMILIAR
Y CONDICIÓN DE LA MUJER:
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO
Introducción
Las transformaciones económicas, sociales, políticas y demográfi
cas ocurridas en México en las últimas décadas han influenciado
positivamente la situación social de las mujeres. Además, diferentes
sectores femeninos han demostrado su capacidad para organizarse
y demandar una situación más equitativa frente a la población
masculina; sin embargo, a pesar de los logros obtenidos, es claro
que persisten fuertes desigualdades entre hombres y mujeres, así
como entre mujeres que han tenido acceso a diferentes condicio
nes materiales de existencia.
En este libro analizamos el trabajo femenino extradoméstico,
sus repercusiones sobre la vida familiar y la posición de las mujeres
en el hogar. Nuestro centro de atención son las diferencias entre
los sectores medios y populares urbanos, así como las situaciones que
se dan en el interior de estos sectores sociales. Inicialmente, carac
terizamos al trabajo femenino extradoméstico desde distintas
facetas: sus cambios a lo largo de la historia reciente del país, los
múltiples factores que llevan a las mujeres a trabajar en años de
expansión y crisis económica y el significado que las propias mujeres
de diferentes sectores sociales atribuyen a su actividad económica.
En un segundo momento, tratamos de reconstruir las conexiones
establecidas por las mujeres casadas o unidas entre su actividad
extradoméstica, la maternidad y el cuidado de los hijos. Por último,
analizamos los cambios en la posición de estas mujeres en varias
dimensiones de la vida familiar: la división del trabajo, los patrones
de autoridad y la autonomía en relación con los cónyuges.
Nuestro estudio intenta hacer aportes sustantivos, teóricos y
metodológicos. En el primer aspecto, buscamos profundizar en
las transformaciones que se están dando en diferentes ámbitos
19
20 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
de la realidad mexicana: los mercados de trabajo, las familias,
y las relaciones entre hombres y mujeres. En la perspectiva
teórica y metodológica, el libro intenta ofrecer elementos para
entender mejor la influencia de los cambios macroestructura-
les sobre el comportamiento sociodemográfico individual, y pun
tualizar la relevancia de la percepción de los actores, sus acciones y
decisiones.
El contexto económico, demográfico y social
Este estudio sobre trabajo femenino y vida familiar se inserta en
un contexto de importantes transformaciones sociales. En el largo
plazo, vale la pena mencionar la urbanización creciente del país;
la intensificación y diversificación de los procesos migratorios; el
descenso de la mortalidad; el mejoramiento de los niveles educa
cionales de la población mexicana, y la progresiva igualdadjurídica
de la mujer frente al hombre. En el aspecto económico interesa
tener en cuenta la industrialización del país y la expansión secular
y heterogeneidad del comercio y los servicios.
En los lustros más recientes, los cambios relevantes para nues
tro objeto de estudio son también de diversos órdenes. Por un lado,
interesa mencionar la puesta en práctica de una política de pobla
ción que lleva a intensificar la reducción de la fecundidad. Las
nuevas pautas reproductivas pueden haber creado condiciones
más favorables para el trabajo extradoméstico femenino, así como
propiciado cambios en la dinámica familiar y en la posición de la
mujer. Como es conocido, la tasa global de fecundidad que repre
senta el número final de hijos que tendrían las mujeres si se
conservara el patrón de fecundidad del momento, era de 6.3 en
1973 y pasó a 3.8 en 1986. La reducción fue más marcada al ini
cio del descenso que en años posteriores (Palma, 1988). Las
prácticas de control natal han tenido amplia incidencia en la expli
cación de la disminución de la fecundidad en el país. La aceptación
de métodos anticonceptivos se ha incrementado en forma notable
a partir de mediados de los setenta: el porcentaje de mujeres unidas
que los usan pasó de 30.2 en 1976 a 52.7 en 1987 (Cervantes y
Sandoval, 19»8).
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 21
Por otro lado, tenemos las diversas transformaciones económi
cas, cuyo eje central ha sido el agotamiento del modelo de desarro
llo por sustitución de importaciones, y la subsecuente puesta en
práctica de las políticas de ajuste y restructuración en la década
de los ochenta. Dentro de este panorama general, el programa de
industrias maquiladoras es especialmente relevante para el estudio
del trabajo femenino.
Los años setenta se caracterizaron en México por momentos
de recesión a mediados de la década y por una recuperación
parcial de la economía hacia el final de la misma, durante la cual
se alcanzaron todavía niveles de 8% de crecimiento del producto
interno bruto (pib). El último trienio de los años setenta ha sido
caracterizado como un periodo de recuperación “parcial y tardía”
(Tello, 1981), o de “restauración y transición” en el patrón de acu
mulación (Escalante, 1981).
A partir de 1982, México experimenta, al igual que otros países
latinoamericanos, una severa crisis económica. La estrategia gu
bernamental en este periodo ha estado centrada en los programas
de ajuste y en la restructuración de la economía con miras hacia el
exterior. Este proceso ha traído como consecuencia descensos
importantes en el producto por persona, en los salarios reales y en
los niveles de vida. En 1989, el producto por persona se mantenía
9% por debajo de su nivel en 1980 y el salario mínimo real fue 47%
menor. La inflación alcanzó su punto más alto en 1987, cuando
algunas estimaciones la sitúan por encima del 150%; pero, desde
entonces, se inició un descenso sostenido en los niveles de precios.
Estos aspectos, aunados a la deficiencia en los sistemas de seguri
dad social y a la reducción de los subsidios otorgados a los produc
tos básicos, han traído como consecuencia un claro deterioro en
los niveles de vida de la población (véase Lustig, 1986 y 1992; Casar
y Ros, 1987; Tello, 1987; gipal, 1990; Sheahan, 1991).
En situaciones económicas difíciles, las familias intensifican el
uso de diferentes mecanismos de reproducción cotidiana. Es cono
cido el papel de las mujeres de los sectores populares en la obtención
de recursos monetarios mediante el incremento de su participa
ción en diferentes formas de trabajo. Este libro se centra en la
movilización, frente a la crisis económica, de la oferta potencial
de mano de obra constituida por mujeres, con diferentes niveles
22 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
de escolaridad, estado civil y número de hijos. Pero reconocemos
que la participación de las mujeres con mayor educación en los
mercados de trabajo, se ha incrementado desde décadas atrás en
el país como resultado de los múltiples cambios señalados. Intere
sa, entonces, conocer las repercusiones de la mayor presencia
económica femenina sobre la vida familiar y la posición de la mujer
en el hogar en diferentes sectores sociales.
Aspectos teóricos y metodológicos
Un breve recorrido por los estudios sociodemográficos realizados
en los últimos veinte años en México y América Latina permite
detectar avances teóricos y metodológicos de envergadura (Olivei
ra y García, 1986; Oliveira y Salles, 1989 y García y Oliveira, 1994).
La explicación de los procesos sociodemográficos es actualmente
concebida de manera más compleja, incorporando mayores ele
mentos de la realidad social. Se dejan de lado posiciones unilatera
les y deterministas y se busca articular los múltiples condicionantes
de la acción individual que se gestan en diferentes niveles: estruc
turas, instituciones, vida cotidiana, y prácticas y subjetividad de los
actores. El intento por considerar diversos niveles con temporali
dades diferenciales ha llevado a varios autores a elaborar, desde
fines de los setenta, la problemática de las mediaciones. El concep
to de mediación alude a diferentes aspectos de la realidad social
—el orden cultural, las relaciones e instituciones sociales, la subje
tividad de los actores— que funcionan como un “filtro” que puede
acentuar, conformar o matizar la relación entre los condicionantes
estructurales y las acciones individuales o grupales. La consideración
de las mediaciones, por lo tanto, vuelve más complejos los plantea
mientos sobre las determinaciones de clase (Bourdieu, 1979 y 1980b;
Przeworski, 1982; Zemelman, 1982;Jelin, Llovety Ramos, 1986).1
1 En los planteamientos de Przeworski (1982), las relaciones sociales, de
producción y reproducción estructuran las opciones posibles para los individuos
ubicados en puntos distintos de estas relaciones, y por lo tanto, hacen más complejas
las determinaciones sociales. Jelin, Llovet y Ramos (1986), por su parte, incorporan
la interpretación o el sentido que los sujetos individuales o colectivos otorgan a sus
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 23
La familia y la unidad doméstica han sido privilegiadas como
ámbitos de interacción que constituyen mediaciones entre los
individuos y las estructuras. Esta perspectiva trae implícita una
crítica a los estudios basados en agregados de individuos conceptuados
como entes aislados. Se argumenta que los individuos, al organizar
de forma conjunta su reproducción cotidiana y generacional, crean
y recrean relaciones sociales que, a su vez, contribuyen a moldear
sus acciones (véase Reproducción de la población y desarrollo, 1974 a
1985; Aldunate, 1982; Mertens«M¿, 1982; Montali y Patarra, 1982;
Jelin, 1984; Oliveira y García, 1986; Oliveira y Salles, 1989). Otro
aspecto de interés central es la complementación del análisis de las
tendencias estructurales y de los condicionantes del comporta
miento sociodemográfico individual, con las percepciones y viven
cias de los actores. Importa analizar el significado que le atribuyen
los sujetos a sus comportamientos. Aquí, la perspectiva interdisci
plinaria es indispensable, lo cual añade dificultad a la realización
de las investigaciones; pero también riqueza a sus resultados.
Esta postura generó la necesidad de complementar diferentes
tipos de datos para abordar en forma más adecuada las diferen
tes unidades consideradas. Se buscó el enriquecimiento de los
análisis cuantitativos basados en censos y encuestas con un acerca
miento cualitativo a las interpretaciones que los sujetos dan a sus
acciones. Los análisis cualitativos con base en entrevistas en pro
fundidad se han utilizado en la sociodemografía en México en los
estudios sobre formación familiar, migración temporal, salud y
mortalidad, aborto y métodos anticonceptivos, además del campo
que nos ocupa sobre trabajo y familia (véa se Quesneí y Lemer, 1989;
Martínez, 1993; Mummert, 1990; Castro et al., 1991; Szasz,
1993; García y Oliveira, 1994).
Con base en las consideraciones anteriores, hemos planteado
como eje organizador de nuestro análisis la hipótesis de que los
cambios en la participación económica femenina, su influencia
sobre la vida familiar y la posición de la mujer son resultado de
múltiples condicionantes que se gestan en diferentes ámbitos y
niveles de la realidad. Esta postura nos ha llevado a articular los
condiciones materiales de existencia como una dimensión analítica mediadora que
conforma la acción.
24 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
análisis macrosociales sobre las principales transformaciones ocurridas
en los mercados de trabajo, con el estudio micmsocial, donde se ponen
de relieve las relaciones familiares, las percepciones de las mujeres
y sus experiencias de vida. Se complementan datos cuantitativos de
encuestas con información cualitativa proveniente de entrevistas en
profundidad a un importante grupo de mujeres casadas o unidas.
Concebimos la estrategia microsocial como un acercamiento
metodológico pertinente en sí mismo por el tipo de conocimiento que
permite obtener, y no exclusivamente como una etapa posterior de
un análisis agregado donde se profundice en algunos aspectos
considerados relevantes. En nuestro caso, con el análisis microso
cial se intenta lograr: a) la reconstrucción del significado atribuido
por las mujeres a su participación económica y las conexiones que
establecen entre el trabajo, la maternidad y las relaciones de pareja
en el interior de las unidades domésticas; 6) el análisis de las estrate
gias de acción (diferentes tipos de lucha y transformación, así como
la aceptación o el acomodo) que llevan a ratificar o cuestionar las
pautas establecidas en torno al trabajo extradoméstico, la vida
familiar y la relación de pareja. Se trata de llevar a cabo análisis
plausibles, que hagan hincapié en la búsqueda de sentido de las
acciones individuales o colectivas, y que traten de captar el surgi
miento de formas de “darse cuenta”, pues esta dimensión es crucial
en el logro de los cambios sociales. Partimos de una concepción en
la cual los sujetos sociales enfrentan campos de opciones, cierta
mente resúringidos, pero también factibles de ser transformados
por sus acciones concretas (véase Przeworski, 1982; Bourdieu,
1985; Giddens, 1981; Jelin, Llovet y Ramos, 1986; Gerson, 1985,
Caldwell, 1988; Valdés, 1989).
Antecedentes en nuestra línea de estudio
Una vez explicitados algunos aspectos teóricos y metodológicos
generales que nos permitieron definir nuestra estrategia analítica,
queremos mencionar aquellas líneas de reflexión e investigación que
nos han proporcionado elementos para delimitar nuestros intere
ses y objetos de estudio: el trabajo femenino, la vida familiar y la
posición de la mujer en el hogar.
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 25
Acerca del trabajo femenino
Conceptuamos como trabajo extradoméstico al conjunto de activi
dades que permiten la obtención de recursos monetarios mediante
la participación en la producción o comercialización de bienes y
servicios para el mercado. Éste puede llevarse a cabo en el hogar
(trabajo a domicilio) o fuera de la casa (asalariados de tiempo
completo o parcial, patrones y trabajadores por cuenta propia).2
Por su parte, el trabajo doméstico comprende las actividades
requeridas para el mantenimiento cotidiano de las familias y la
crianza de los niños. Éste no es remunerado y, generalmente, es
llevado a cabo por mujeres.
Tradicionalmente, el concepto de trabajo empleado en los
censos y encuestas de hogares excluye al trabajo doméstico. En este
libro, al combinar el análisis de diferentes fuentes de datos, pode
mos estudiar el trabajo femenino doméstico y extradoméstico
desde distintos ángulos. Cuatro aspectos reciben nuestra atención:
cambios en los niveles de participación e inserción femenina en la
actividad económica; modificaciones en los condicionantes del
trabajo femenino extradoméstico; distintos significados atribuidos
al trabajo extradoméstico, y posibles cambios en la distribución del
trabajo doméstico en el seno de las familias.
Análisis agregados del trabajo femenino extradoméstico;
el estudio de sus condicionantes
Un rasgo distintivo del mercado de trabajo en México hasta 1970
fue la reducida presencia de la mujeres en las actividades extrado-
niésticas (asalariadas o por cuenta propia) destinadas a la produc
ción de bienes o servicios. Los estudios sobre trabajo femenino
realizados en esta época también son escasos.3 Con la marcada
2 Esta definición incluye al trabajo no remunerado en negocios o empresas
familiares que contribuye a la producción de bienes o servicios que se intercambian
en el mercado.
3 Rendón y Pedrero (1976) son pioneras en este particular. Sobre este periodo
también se cuenta con los análisis de Elú de Leñero (1975); García (1975); Tienda
(1975); Pedrero y Rendón (1982); De Riz (1986), entre otros.
26 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
expansión de la presencia femenina en los mercados de trabajo en
los años setenta y ochenta ganan importancia los análisis sobre el
tema.4 Ocupa un lugar central en esta línea de estudios la división
del trabajo entre hombres y mujeres presente en los mercados y en
las unidades domésticas. La explicación de este proceso se busca
en la construcción social de los papeles masculinos y femeninos
que consideran lo familiar y lo doméstico como espacios propios de
la mujer. Las tradiciones, valores y normas culturales plantean
como responsabilidad femenina los trabajos reproductivos: pro
creación, cuidado y socialización de los hijos y las tareas domésticas
de manutención cotidiana (De Barbieri, 1984; Jelin, 1984; Oliveira
y Gómez Montes, 1989). De esta suerte, la participación femenina
en la actividad extradoméstica, sobre todo en décadas pasadas,
tenía lugar principalmente en ocupaciones consideradas como una
prolongación de las actividades desempeñadas en el hogar.
Diferentes acercamientos metodológicos se utilizan para pro
fundizar en el estudio del trabajo femenino extradoméstico en el
nivel agregado. Por un lado, están los estudios que comparan la
población económicamente activa masculina y femenina en térmi
nos de ocupación, carácter formal o informal de la inserción laboral,
y rama de actividad en que ambos se desempeñan. Están también
los análisis sobre las industrias maquiladoras de exportación que
contratan, sobre todo, a mujeres solteras y jóvenes, y aquellos sobre
la pequeña producción a domicilio que dan preferencia a las
mujeres casadas de mayor edad. Por lo general, estos estudios
hacen hincapié en la situación desventajosa de las mujeres frente a
los hombres en cuanto a las ocupaciones que desempeñan y los más
bajos niveles salariales que aquéllas reciben (Rendón y Pedrero,
1976; Carrillo y Hernández, 1985; Iglesias, 1985; Alonso, 1984;
Fernández Kelly, 1982; Arias, 1988; García, 1988; Macías, 1989).
Por otro lado, están las investigaciones que se centran en la pobla
ción femenina. Éstas destacan la presencia creciente de las mujeres
en los mercados de trabajo; señalan diferencias regionales y ocupa-
cionales, y buscan entender los factores que dificultan o facilitan
4 En años más recientes los trabajos se han multiplicado. Interesa mencionar los
de Alonso, 1984; Pacheco, 1988; Gabnyet, 1988; Oliveira, 1989; Cooper el aL, 1989;
Ramírez y Dávila, 1990; Oliveira y García, 1990; y Pedrero, 1990, entre otros.
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 27
su participación económica. Este libro busca contribuir a esta línea
de estudio, analizando el aumento de la fuerza de trabajo femenina
en las últimas décadas en México. Utilizamos las encuestas de
fecundidad por ser las únicas fuentes disponibles que nos permi
tieron construir series de tiempo a nivel nacional sobre niveles de
participación, inserción laboral y condicionantes individuales y
familiares de la participación económica de las mujeres.
Tradicionalmente, en estudios bivariados, se utilizan la edad,
el estado civil y el número de los hijos como indicadores de los
condicionantes familiares (véase Elú de Leñero, 1975 y 1986;
Pedrero y Rendón, 1982; Pacheco, 1988; Welti, 1989; Pedrero,
1990). La edad de la mujer se emplea indirectamente como indicador
de ciclo de vida por estar relacionada con las responsabilidades
familiares y con su participación en el mercado de trabajo. El
estado civil y el número de hijos son, a su vez, indicadores clásicos
de la mayor carga de trabajo doméstico y de los obstáculos existentes
para la contratación de mujeres con responsabilidades familiares.
Los estudios multivariados de los años ochenta ganan complejidad
al utilizar modelos de regresión que permiten incorporar aspectos
estructurales, individuales y familiares como factores explicativos
de la participación femenina. En relación con estos últimos se agre
gan, a los ya mencionados, la inserción ocupacional del jefe de
la familia; los ingresos de los demás miembros del hogar, la presencia
de otra mujer en el hogar además de la esposa, y la presencia de
otros trabajadores en la unidad doméstica además del jefe
(Smith, 1981; Zazueta, 1981; Wong y Levine, 1988 Christenson,
García y Oliveira, 1989; Christenson, 1990; Cortes, 1992; Rubin-
Kurtzman, 1991a).
Nosotras combinamos diversos elementos de esta rica trayec
toria de investigación Inicialmente, utilizamos una estrategia de
análisis bivariado donde lo que importa es dar a conocer la evolu
ción de la participación económica femenina y de la inserción
laboral de Jas mujeres en el pasado reciente, en momentos de
expansión y recesión económica, según algunos aspectos clave
(edad, escolaridad, estado civil y número y edad de los hijos). El
estudio de la inserción laboral nos permite acercarnos a la contri
bución de las mujeres activas a la expansión o contracción de diferentes
sectores sociales. Posteriormente, empleamos regresiones logísti
28 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
cas para formalizar el estudio de los condicionantes del trabajo
femenino. Aquí utilizamos indicadores tradicionales de las carac
terísticas individuales y de las responsabilidades familiares (edad,
escolaridad, residencia rural-urbana, estado civil y número y edad
de los hijos); pero tomamos en cuenta la inserción ocupacional de
los jefes de los hogares para diferenciar al conjunto de la población
femenina en sectores agrícolas, medios y populares urbanos.5
Recurrimos al concepto de sector social para identificar subpobla
ciones con diferentes niveles de vida y accesos a servicios sociales
y comunitarios, que han disfrutado de distintos tipos de oportuni
dades, mismas que contribuyen a moldear formas de pensar y actuar.
El significado del trabajo extradoméstico en la vida de las mujeres
En México, en particular, y en América Latina, en general, existe
poca tradición en el estudio del significado del trabajo en la vida
de las mujeres; sin embargo, varios autores apuntan hacia lógicas
distintas que las impulsan a trabajar —la necesidad económica, la
realización personal— especialmente, cuando se investigan sectores
sociales que enfrentan diferentes niveles de vida (véase García,
Muñoz y Oliveira, 1982; De Barbieri, 1984; Arriagada, 1990; Bilac,
1990). Un aspecto central a discernir en este campo es si las
mujeres casadas consideran su presencia económica como parte de
un proyecto personal, o si sólo la conciben como ayuda al marido
en condiciones difíciles. Asimismo, ha recibido atención especial
la discusión de los logros que permite o no impulsar el trabajo
extradoméstico en términos de independencia personal, autoima-
gen y mayores espacios de negociación en el ámbito doméstico (De
Barbieri, 1984; Benería y Roldán, 1987; González de la Rocha, 1986
y 1989; Chant, 1991; Lailson, 1990).
5 La identificación del sector social de pertenencia de las mujeres a partir de
la inserción ocupacional del cónyuge o padre ha sido ampliamente criticada en la
literatura feminista (Crompton, 1989). Sin embargo, al estudiar los condiciona
mientos del trabajo femenino en el contexto mexicano, este indicador todavía tiene
importancia, pues dos terceras partes de las mujeres no desempeñan actividades
económicas extradomésticas y dependen económicamente de sus cónyuges o padres.
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 29
En esta investigación, estudiamos el significado del trabajo en
la vida femenina mediante la reconstrucción de los grados de compro
miso que las mujeres adoptan frente a la actividad económica. Este
análisis se basa en entrevistas en profundidad aplicadas a mediados
de 1990 a un grupo de 93 mujeres casadas o unidas, con hijos presentes
en el hogar, con el objetivo de reconstruir los nexos entre el trabajo
extradoméstico, la maternidad y la posición de las mujeres en el
hogar. El eje central de esta parte es la comparación entre sectores
medios y populares urbanos, así como una consideración detallada
de lo que sucede en su interior. En este microanálisis, definimos el
estrato social de las mujeres a partir de sus propias características,
pues estudiamos principalmente mujeres que trabajan. Fueron
considerados el carácter manual-no manual de la inserción ocupa-
cional, la escolaridad y la ubicación intraurbana de la residencia.
Ha sido ampliamente demostrada la relevancia teórica y empírica
de estas dimensiones en los estudios de estratificación social a
nivel internacional y nacional (véase Blau y Duncan, 1967; Gid-
dens, 1973; Wearing, 1984; para el caso de México, véase Muñoz,
Oliveira y Stern, 1981; García, Muñoz y Oliveira, 1982).
La perspectiva comparativa entre grupos sociales es poco
frecuente en el caso de México, en lo que respecta a estudios
cualitativos o de caso; una excepción en este sentido es el trabajo
pionero de De Barbieri (1984) sobre mujeres y vida cotidiana entre
sectores medios y obreros de la ciudad de México. Nos propone
mos ubicar el significado del trabajo en la vida de mujeres que se
enfrentan a distintas condiciones materiales y sociales de exis
tencia; la medida en que dicho significado se asocia con actitudes
específicas frente a la maternidad y el cuidado de los hijos, y qué
tipo de cambios se producen en la relación entre hombres y
mujeres en el interior de los hogares.
El interés por estudiar el significado del trabajo se origina en
el planteamiento general de nuestro estudio, que pretende conocer
las múltiples determinaciones de la actividad económica femenina.
Primero examinamos la compleja red de condicionantes en el nivel
agregado; luego buscamos enriquecer el análisis con las interpreta
ciones que las mujeres ofrecen sobre su trabajo extradoméstico, y
las conexiones que establecen entre esta dimensión y otras referen
tes a su vida familiar.
30 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Acerca de la vida familiar
Partimos del valor analítico de la familia y la unidad doméstica
para el estudio de las interrelaciones entre el trabajo extradomés
tico, la maternidad y la condición de la mujer. Buscamos, de esta
manera, relacionar el papel femenino en las esferas de la produc
ción y la reproducción (Yanagisako, 1979; Harris, 1981; Benería y
Sen, 1982; Jelin, 1984). Desde esta perspectiva, compartimos con
muchos autores la conceptuación de las unidades domésticas como
un ámbito de interacción y organización de los procesos de repro
ducción cotidiana y generacional de los individuos vinculados o no
por relaciones de parentesco. Allí se crean y recrean relaciones
sociales de autoridad, solidaridad y conflicto; de intercambio y
poder. En las unidades domésticas, tiene lugar la socialización de
los nuevos miembros y el reforzamiento de los significados y
motivaciones que fundamentan las actividades grupales (Lomnitz,
1975; Yanagisako, 1979; Jelin, 1984; González de la Rocha, 1986;
Oliveira y Salles, 1989; Salles, 1991).
El interés por el estudio de las familias y unidades domésticas
ha estado presente en las investigaciones sobre población en Méxi
co desde los años setenta. Se han utilizado distintas ópticas. Así,
por ejemplo, la demografía de la familia se preocupa principalmen
te por el estudio de la estructura, el tamaño y la etapa del ciclo vital
de los hogares, así como de los factores que los condicionan. Otros
estudios se centran en las estrategias familiares de organización de
la reproducción cotidiana (García, Muñoz y Oliveira, 1982; Ques-
nel y Lerner, 1982; Pepin-Lehalleur y Rendón, 1983; Margulis y
Tuirán, 1986; González de la Rocha, 1986; Oliveira y Salles, 1989;
De la Peña et al., 1990).
En muchas investigaciones también se destaca el papel de la
unidad doméstica en la formación de la oferta de mano de obra.
En esta perspectiva se estima la participación económica de los
diferentes integrantes de las unidades domésticas, teniendo en
cuenta las características socioeconómicas y demográficas de
dichas unidades. Reciben especial atención el ciclo vital y la com
posición de parentesco de las familias como aspectos que condi
cionan el uso de la mano de obra en distintos grupos sociales
(véase, por ejemplo, Margulis, Rendón y Pedrero, 1981; García,
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 31
Muñozy Oliveira, 1982; Pepin-Lehalleur y Rendón, 1983;Margulis
y Tuirán, 1986). Actualmente, también se cuenta con investigacio
nes que complementan los análisis de mercado de trabajo en el
nivel agregado con estudios de las unidades domésticas de donde
proviene la mano de obra. Se trata de análisis llevados a cabo en
diferentes áreas urbanas y rurales del país (Zúñiga et al., 1986;
Benites, 1990; Chant, 1991; Izazola, 1991; Selby et al., 1990a;
Sheridan, 1991; Cortés, 1992).
En este libro, los aspectos valorativos, normativos y de organi
zación de la vida cotidiana reciben más atención que los rasgos
sociodemográficos de las unidades domésticas y sus condiciones
materiales de existencia. En el análisis microsocial, estudiamos
primeramente las concepciones de las mujeres sobre la materni
dad; posteriormente, examinamos también las vivencias cotidianas
en torno al cuidado de los hijos y sus variaciones entre las mujeres
que atribuyen distintos significados al trabajo en sus vidas. Desta
camos el papel de las redes sociales en la crianza de los hijos y las
diferentes estrategias desarrolladas por las mujeres para combinar
su doble papel de madres y trabajadoras. El concepto de estrate
gias individuales o familiares nos permite acercarnos a las opcio
nes disponibles para las mujeres de diferentes sectores sociales. Se
parte de la idea de que el comportamiento de los individuos no
está totalmente determinado por las estructuras y existe cierto
margen de acción aun frente a condiciones adversas. No obstante,
es importante puntualizar que, en ocasiones, el concepto de estra
tegia puede encubrir los conflictos y tensiones que enfrentan las
mujeres para trabajar, cuidar de la casa y de los hijos.6
Hay que destacar la importancia de la perspectiva microso
cial en el estudio del conflicto presente en las estrategias indivi
duales o familiares. 1^ utilización de información proveniente de
entrevistas en profundidad permite analizar y no asumir a priori la
intencionalidad de los actores. Al incorporar los puntos de vista
de las mujeres se hace, patente la complejidad de la articulación
entre los intereses individuales y grupales en el interior de las
6 Para una discusión sobre el uso del concepto de estrategias de sobrevivencia o
de reproducción en la investigación realizada en México, véase, Oli veira y Salles, 1989;
Selby et ai, 1990b; Garda y Oliveira, 1994.
32 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
unidades domésticas, así como la dosis de autoridad y a veces de
violencia que está presente detrás de algunos comportamientos
observados.
Las evidencias disponibles indican que, por lo general, las
mujeres desarrollan múltiples estrategias para combinar la mater
nidad y el trabajo: buscan trabajos “compatibles” que presentan
flexibilidad de horario, a corta distancia del hogar, o que pueden
realizarse en la casa “sin descuidar” su función socialmente defini
da como responsables de los trabajos de la reproducción; utilizan el
apoyo de familiares, amigos y vecinos; cuando es financieramente
posible, contratan servicio doméstico remunerado, y, en algunos
sectores, hacen uso de las facilidades de guarderías. Las estrategias
anteriores dependen del tipo de trabajo realizado, de las caracte
rísticas de la familia residencial y del apoyo que se recibe por parte
de la pareja (Roldán, 1984; González de la Rocha, 1986; Benería y
Roldán, 1987; Oliveira, 1989; Blanco Sánchez, 1989; De la Peña et
al., 1990; Mummert, 1990),.
Al analizar el cúmulo de estrategias señaladas, adoptamos una
actitud crítica frente a conceptos y concepciones que plantean la
necesidad de elección entre trabajo y familia como actividades
incompatibles, y que se basan en la aceptación de la división del
trabajo existente como “natural”. Retomamos de autoras tales
como Boulton (1983), Wearing (1984), Gerson (1985) y Valdés
(1989) una perspectiva que permite captar formas alternativas (aun
que minoritarias) de organización del trabajo extradoméstico de
las labores de la casa y del cuidado de los hijos, y cuestiona la visión
de la maternidad como el rasgo definitorio del ser mujer.
Acerca de la posición de hombres y mujeres en el hogar
En los años ochenta y principios de los noventa se consolida en
México el estudio del papel subordinado que desempeñan las
mujeres, en relación con los hombres, en las familias y las unidades
domésticas. El interés se centra en la contribución femenina a la
reproducción cotidiana de su familia mediante su participación en
el trabajo doméstico o en actividades extradomésticas, y en las
relaciones de género en el interior de los hogares (De Barbieri,
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 33
1984; Benería y Roldán, 1987; González de la Rocha, 1986 y 1989;
De la Peña et al., 1990; Mummert, 1990).
El concepto de género se refiere a la interpretación social y
cultural de las diferencias entre los sexos, o sea, a la construcción
de lo femenino y lo masculino en sociedades históricas concretas. La
categoría género involucra una jerarquización en la cual las carac
terísticas y actividades asociadas con lo masculino reciben una
mayor valoración social. El género se construye simultáneamente
con otros sistemas de diferenciación social —clase, raza y etnicidad—
y, por lo tanto, puede ser percibido de manera diferente por hombres
y mujeres con distintas experiencias de vida. No se trata de una categoría
individual, sino de una relación social, que moldea la identidad perso
nal (Rubín, 1975; Lamas, 1986; Benería y Roldán, 1987; Laslett y
Brenner, 1989; De Barbieri, 1992; Cervantes Carson, 1993).
La relación entre los géneros se reconoce como asimétrica,
jerárquica; pero en muchos trabajos también se concibe explícita
mente como sujeta a transformación. Se trata de hacer visible la
creación de espacios de participación que puedan permitir a las
mujeres darse cuenta de la subordinación y aislamiento social en
que están inmersas, y posibilitar a su vez respuestas colectivas e
individuales, mediante la reorganización de sus proyectos d^ vida
(Elú de Leñero, 1975; Ortega, 1985; Massolo y Díaz Ronner, 1985;
Acosta, 1985; Acosta et al, 1985; Gerson, 1985; De Barbieri y
Oliveira, 1986; Jelin, 1987; Oliveira y Gómez Montes, 1989;Tarrés,
1989 y 1991). Dentro de esta perspectiva, buscamos profundizar en
los cambios que están teniendo lugar en las relaciones entre hom
bres y mujeres en el interior de las unidades domésticas. El análisis
de entrevistas en profundidad a mujeres casadas o unidas de
sectores medios y populares urbanos se centra en: a) la división
intrafamiliar del trabajo, especialmente lo relacionado con la con
tribución económica de las mujeres al presupuesto familiar y la
participación de los cónyuges en el trabajo doméstico; ¿>) los patro
nes de autoridad imperantes en el hogar, y c) el grado de autono
mía femenina frente al cónyuge.
Respecto a la contribución femenina al presupuesto familiar,
interesa ubicar los tipos de transformaciones en el patrón tradicio
nal que hace a los hombres responsables exclusivos por el sosteni
miento económico del hogar. Algunos estudios realizados en el
34 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
país a nivel intraurbano son estimulantes en este sentido, ya que
indican que no es posible seguir considerando a priori como
marginal la contribución femenina a los recursos monetarios de las
unidades domésticas (Dávila Ibáñez, 1990). Asimismo, nos interesa
saber si las mujeres buscan el trabajo remunerado sólo para ayudar
al marido, o en qué medida intentan hacer una aportación iguali
taria al presupuesto familiar que permita transformar los patrones
de división del trabajo imperantes.
En relación con el trabajo doméstico, es importante conocer
qué tipo de rupturas se están dando en el patrón que asigna a las
mujeres esta responsabilidad. Los distintos estudios realizados
dentro y fuera del país sobre el trabajo doméstico, los cuales
cubren las diferentes tareas realizadas, horas consumidas y la
asignación intrafamiliar por géneros y generaciones, indican que
ésta es un área de escasas transformaciones sustantivas (De Barbie
ri, 1984; Blanco Sánchez, 1989). Partiendo de este hecho, al com
parar diferentes sectores sociales, buscamos ubicar situaciones que
den lugar a transformaciones incipientes como sería la participa
ción no esporádica de los varones en diferentes tareas (cocinar,
limpiar, asear la ropa, transportar a los hijos). Bajo este ángulo,
interesa también identificar si se presentan diferencias entre los
padres y los hijos varones en el desempeño de las distintas tareas
comprendidas en el trabajo doméstico.
Los patrones de autoridad y la toma de decisiones en las
unidades domésticas han sido áreas tradicionales de interés en la
sociología de la familia (Leñero, 1983 y 1987; Ribeiro, 1989). Los
distintos estudios realizados mediante encuestas con grandes
muestras o los basados en reducidos números de casos, indican
que hombres y mujeres tienen espacios diferenciados en lo que
respecta a la toma de decisiones, aunque las dimensiones conside
radas no son siempre las mismas (Elú de Leñero, 1969 y 1975;
Leñero, 1983 y 1987; De Barbieri, 1984; Benería y Roldán, 1987;
Ribeiro, 1989). Los hijos, su educación, incluso la decisión de
tenerlos o espaciarlos, han sido señalados como áreas de gran
influencia femenina en el contexto mexicano, especialmente en
décadas recientes. En nuestro estudio hacemos hincapié en este
ángulo, pues nos interesa ubicar las transformaciones que están
ocurriendo a nivel de las familias frente al cambio en la política de
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 35
población y en el papel de los hijos en la reproducción familiar y
social. Como en otras ocasiones, también es relevante para noso
tras identificar el significado del descenso en el número de hijos
sobre la condición de las mujeres, dado el papel central de la
maternidad en sus vidas.
Por último, el análisis del grado de autonomía femenina frente
al cónyuge nos remite a los estudios globales sobre subordinación.
Sobre todo, nos interesa retomar aquellos trabajos que visualizan
la subordinación en términos de relaciones de poder que abarcan
no sólo el dominio, sino las posibilidades de romperlo. Bajo esta
perspectiva, son centrales las resistencias de mujeres que luchan
cotidianamente contra su subordinación. En una revisión reciente
sobre el tema, Oliveira y Gómez Montes (1989) plantean como una
de las líneas prioritarias de investigación “las formas concretas que
asumen las relaciones de poder y la resistencia entre géneros y el
papel que desempeñan diferentes instituciones sociales (familia,
escuela, Iglesia) en la reproducción de estas relaciones” (p. 46).
Basadas en estos planteamientos, en este libro nos interesa identi
ficar los elementos que definen la subordinación o autonomía de
las mujeres trabajadoras o amas de casa en distintas situaciones
sociales, y las acciones concretas que se llevan o no a cabo para
enfrentar el dominio masculino dentro de las unidades domésticas.
Es conocido que las resistencias no siempre van acompañadas de
una conciencia clara de cambio de las relaciones entre hombres y
mujeres; por lo tanto, dedicamos también atención prioritaria a la
identificación de las ambivalencias que caracterizan a estas accio
nes femeninas.
Organización del libro
En este libro ofrecemos los resultados de una investigación sobre
los cambios en el trabajo femenino extradoinéstico en los últimos
lustros; el significado de la maternidad y el trabajo en la vida de
las mujeres; la reproducción cotidiana de las madres trabajadoras,
y las relaciones de género en el interior de los hogares. En el
estudio combinamos análisis cuantitativos y cualitativos basados
en encuestas por muestreo probabilístico y en entrevistas en pro
36 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
fundidad. El libro está organizado en nueve capítulos, incluyendo
esta introducción y las conclusiones.
Las tendencias básicas de expansión de los niveles de partici
pación económica femenina y los cambios en el perfil de esta mano
de obra en el periodo 1976-1987 son analizados en el capítulo II.
La disponibilidad de series de datos provenientes de encuestas de
fecundidad para los años de 1976 (Encuesta mexicana defecundidad),
1982 (Encuesta nacional demográfica) y 1987 (Encuesta nacional de
fecundidad y salud), nos permitió elaborar análisis comparativos
sobre la participación económica de las mujeres, y, sobre todo,
caracterizar el perfil de la mano de obra femenina antes y después
del agravamiento de la recesión económica de los años ochenta.
Posteriormente, en el capítulo III, examinamos las transformacio
nes en la inserción laboral de la mano de obra femenina con
diferentes características en cuanto a edad, escolaridad, estado civil
y número y edad de los hijos, para el mismo lapso 1976-1987. En
el capítulo IV se analizan los condicionantes de la participación
económica femenina para 1982 y 1987 en el interior de diferentes
sectores sociales (agrícolas, medios y populares urbanos), identifi
cados a partir de la inserción ocupacional del jefe del hogar. En
este caso, los sectores son considerados como “subpoblaciones” en
cuyo interior, aspectos tales como la edad, el estado civil, la resi
dencia rural-urbana, la escolaridad y el número de hijos pueden
adquirir un papel distinto en momentos de expansión y de recesión
económicas.
El análisis microsocial de la segunda parte del libro busca
complementar el estudio de las transformaciones en los mercados
de trabajo, y las respuestas de participación económica de mujeres de
diferentes sectores sociales, con el estudio de las percepciones
individuales, las conexiones de sentido y las estrategias de acción
o acomodo en torno al trabajo y la vida familiar. Mediante el
análisis de entrevistas en profundidad, a 93 mujeres casadas o
unidas que conviven en familias con sus cónyuges e hijos, y que
pertenecen a los sectores medios y populares urbanos de tres
ciudades mexicanas (ciudad de México, Tijuana y Mérida), pudi
mos acercarnos a diversos aspectos relevantes para nuestro estu
dio. A partir de las verbalizaciones de las mujeres reconstruimos
sus trayectorias de vida. Recibieron atención los principales even
ANTECEDENTES Y ORGANIZACIÓN DEL ESTUDIO 37
tos o transiciones (matrimonio, maternidad y trabajo) y las percep
ciones sobre la importancia y trascendencia de estos eventos vita
les. Asimismo, en el análisis de las entrevistas centramos nuestra
atención en las diversas facetas de la reproducción cotidiana,
relaciones de género y redes familiares de ayuda para la crianza de
los hijos. Ponemos de manifiesto la aceptación, la negociación y el
conflicto presentes en los momentos clave de la historia de vida de
las mujeres.
Con base en esta información, elaboramos inicialmente en el
capítulo V una tipología sobre los distintos significados que las
mujeres atribuyen a su trabajo extradoméstico en diferentes secto
res sociales. Esta tipología, como mencionamos, descansa en el
criterio básico del grado de compromiso que las mujeres adoptan
frente a la actividad económica en el curso de sus vidas de casadas
o unidas. Asimismo, buscamos aproximarnos al estudio de los
valores, normas y pautas culturales (cristalizadas en estereotipos
sociales y reflejadas en las percepciones individuales), que subya
cen en la formación de la subjetividad. En este capítulo también
revisamos estudios realizados en otros países que muestran cuán
fructífera puede ser la construcción de tipos para captar las dife
rencias y los matices en las vivencias del trabajo, la maternidad y
los proyectos de vida. Las jefas económicas, que mantienen a sus
familias aun en presencia de sus cónyuges, reciben atención espe
cial en el capítulo VI. Analizamos aquí el significado que ellas
atribuyen a su trabajo, sus relaciones de pareja cargadas de violen
cia familiar y los factores que propician la subordinación frente a
sus cónyuges. En el capítulo VII reconsi mimos las concepciones
sobre la maternidad y examinamos distintas vivencias en torno al
cuidado de los hijos. Señalamos cómo dichas vivencias se hacen
posibles debido a la pi esencia conjunta de factores sociales, cultu
rales y políticos. Privilegiamos el análisis de las interrelaciones
entre el significado que las mujeres atribuyen al trabajo extrado
méstico y las percepciones sobre la maternidad y el campo de
opciones considerado como legítimo. Asimismo, consideramos las
diversas alternativas disponibles para el control de la reproducción
y el cuidado de los hijos, las cuales hacen o no viable la puesta en
práctica de estrategias específicas de planificación tamiliar y de
combinación de la maternidad y el trabajo. En el capítulo VIII
38 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
exploramos los cambios en la vida familiar o la ausencia de ellos
en los sectores medios y populares urbanos. Consideramos tres
dimensiones relevantes para el estudio de lo cotidiano: la división
intrafamiliar del trabajo, los patrones de autoridad imperantes en
el hogar y el grado de autonomía femenina frente a los cónyuges.
En lo que respecta a la división del trabajo, reciben atención
especial la contribución central o secundaria de las mujeres al
presupuesto familiar y la distribución del trabajo doméstico entre
los integrantes de la familia. En el análisis de la toma de decisiones,
nos detenemos en la manera en que ambos cónyuges deciden o no
sobre el número de hijos que desean y su crianza, así como en la
percepción acerca de quién asume la máxima autoridad en las
cuestiones importantes. Por último, se analizan los logros alcanza
dos en cuanto a la libertad de acción y movimiento, y se identifican
las resistencias, negociaciones y eventuales enfrentamientos en la
vida familiar para lograr una situación más igualitaria entre hom
bres y mujeres.
En las conclusiones resumimos los resultados principales alre
dedor de tres diferentes problemáticas: el impacto de la crisis
económica sobre el mercado de trabajo femenino; el significado de
la maternidad y el trabajo extradoméstico en la vida femenina, y la
diferenciación social y las relaciones de género.
II. CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA
EN EL MERCADO DE TRABAJO (1976-1987)
Introducción
Durante el presente siglo, el incremento de la participación feme
nina en los mercados de trabajo en los países industrializados se ha
acelerado en forma marcada. En los años ochenta, la proporción
de mujeres activas en países tales como Estados Unidos, Canadá e
Inglaterra era alrededor de 60%, y en Suecia ya estaba por encima
de 80% desde mediados de los setenta. Algunos autores se refieren
a esta creciente presencia femenina en la economía como una
revolución que todavía está en marcha, que implica un cambio
estructural y cultural fundamental (Davis, 1984; Bell, 1988; McLa-
nahan, Sorensen y Casper, 1992).
En los países en vías de desarrollo, los niveles de participación
económica femenina todavía están muy por debajo de los registra
dos en los países desarrollados. No obstante, en años recientes, las
mujeres de aquellos países se han incorporado en forma creciente
a las actividades extradomésticas y no agrícolas. Un análisis indica
que, en los años setenta, la cifra más elevada de mujeres en
actividades no agrícolas se observa en América Latina y el Caribe
(Anker y Hein, 1987).
La situación de México en el contexto regional latinoameri
cano es conocida en sus rasgos más generales. Por ejemplo, ha
sido documentado que el país presenta niveles de participación
económica femenina que. se expanden en forma rápida; pero
que aún se ubican dentro del nivel promedio para la región
(Katzman, 1984; Anker y Hein, 1987; Arriagada, 1990). En un
trabajo reciente, examinamos la expansión de la fuerza de trabajo
femenina mexicana en distintos momentos históricos entre 1950 y
1987 y pudimos observar las diferencias según contextos legio-
nales y urbanos en las tasas de participación, distribución por ramas
de actividad y categorías ocupacionales (Oliveira y García, 1990).
39
40 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
En los años anteriores a 1980, las fuentes de información a
nivel nacional permiten evidenciar un claro aumento del trabajo
femenino. En 1950, según el Censo general de población, 13% de las
mujeres mexicanas de 12 años y más se declararon como económi
camente activas; en 1970, dicha cifra ascendió a 16%, según esta
misma fuente; y en 1979 alcanzó alrededor de 21%, conforme a la
Encuesta continua de ocupación (ecso). La tendencia seguida por
la participación masculina en las últimas décadas no registra
variaciones tan importantes como la de las mujeres. Esto se debe,
en parte, a los niveles tan altos que la actividad económica mascu
lina usualmente alcanza, y que sólo se han visto contrarrestados en
el largo plazo por la mayor permanencia de los hombres en el
sistema escolar y el incremento en las posibilidades de jubilación.
Para finales de los ochenta, una década de crisis y restructura
ción económica, la comparación entre distintas fuentes permite
concluir que la participación económica femenina a nivel nacional
se ubica alrededor de 30% (García, 1993). El incremento en la
presencia económica femenina en este decenio fue inicialmente
señalado para las principales áreas metropolitanas del país, con
base en la Encuesta nacional de empleo urbano (eneu) (Cruz y Zente-
no, 1987; Pacheco Gómez Muñoz, 1988; Oliveira, 1989; Pedrero,
1990; Oliveira y García, 1990). Para el nivel nacional, el análisis
detallado del mercado de trabajo durante los años ochenta se ha
dificultado por la falta de información oportuna sobre el conjunto
de la República mexicana. Tanto los datos provenientes de la
eneu de 1988, como los del Censo de población de 1990, vieron la luz
pública ya avanzado el año de 1992.
En este libro, nosotras exploramos las encuestas de fecundidad
como una de las pocas fuentes de información disponibles que
permiten un estudio de tendencias y determinantes del trabajo
femenino en momentos de expansión y de recesión económica
(1976 1987).1 Utilizamos para este trabajo la Encuesta mundial de
fecundidad (emf) de 1976, la Encuesta nacional demográfica (end) de
1982, y la Encuesta nacional de fecundidad y salud (enfes) de 1987.
1 También es posible documentar algunos aspectos de la expansión del trabajo
femenino en los años setenta y ochenta con base en la información sobre estableci
mientos fijos que captan los censos económicos (véase Rendón y Salas, 1992).
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL MERCADO DE TRABAJO 41
Éstas incluyeron una importante cantidad de información sobre la
actividad económica de las entrevistadas, sus compañeros o pa
dres. Asimismo, desde el punto de vista social, económico y políti
co, se encuentran estratégicamente situadas para un estudio de
mercado de trabajo, en épocas de expansión y crisis económica;
como es conocido, entre 1976 y i982 ocurrió el último repunte de
crecimiento económico en el país, y entre 1982 y 1987 se profundi
zó probablemente la más importante recesión del México moderno.
En este capítulo y los siguientes utilizamos información de
estas tres encuestas para analizar los cambios en la participación
económica femenina entre 1976, 1982 y 1987 en el nivel nacional,
según algunos aspectos básicos como son edad, estado civil, núme
ro y edad de los hijos y escolaridad. El análisis hace hincapié en las
variaciones en el tiempo, y siempre que contamos con la informa
ción correspondiente, tratamos de comparar las tendencias encon
tradas en el país con lo ocurrido en otras realidades.
En la interpretación de los resultados reciben atención des
tacada diversos procesos sociodemográficos y económicos ocu
rridos en el país en años recientes. Entre los más importantes
cabe mencionar el descenso de la fecundidad mexicana; los
incrementos en los niveles de escolaridad femenina; el agrava
miento de la crisis económica, y la puesta en marcha de políticas
de ajuste, que trajeron consigo una fuerte reducción de los
niveles salariales e influyeron en el aumento del número de
trabajadores por familia.
Para fines de un estudio que descansa en fuentes secundarias,
conviene tener presente que el concepto de población económica
mente activa que utilizan los censos, las encuestas de ocupación y
las encuestas de fecundidad, constituye una aproximación a las
condiciones que imperan en el mercado de trabajo. Este concepto
engloba desde empleados de tiempo completo que obtienen un
salario, hasta trabajadores por cuenta propia de tiempo parcial y
desempleados. Asimismo, los tiempos de referencia v las preguntas
utilizadas en cada fuente pueden incidir de manera importante en
las estimaciones de los niveles de actividad. Esto es especialmente
cierto en el caso de las mujeres y los(as) jóvenes que en muchos
casos desempeñan tareas esporádicas o de tiempo parcial, que
ellos mismos pueden no considerar como actividad económica.
42 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Los censos mexicanos y las encuestas de ocupación general
mente utilizan la semana anterior como el periodo de referencia
para captar la actividad económica, el cual es un tiempo conside
rado como muy restringido en el caso del trabajo femenino (Wai-
nerman y Recchini de Lattes, 1981). En cambio, las encuestas de
fecundidad establecen periodos de referencia más amplios o me
nos precisos. La emf de 1976 y la enfes de 1987 son, estrictamente,
las más comparables, debido a que captan la actividad económica
“actual”. Este concepto se refiere al desempeño presente de alguna
ocupación y es similar al de “trabajador remunerado”, utilizado
en los primeros censos de población mexicanos. Por su parte,
el tiempo de referencia de la end de 1982 es el año anterior al
levantamiento de la encuesta (véase el cuadro AI-1). Conviene
recordar también que el concepto de población económicamente
activa no incluye el trabajo doméstico, requerido para el manteni
miento y reposición cotidiana de los hogares, y llevado a cabo casi
exclusivamente por mujeres, Las tendencias de participación eco
nómica constituyen indicadores del involucramiento de la pobla
ción femenina en tareas adicionales a las actividades domésticas;
por lo tanto, señalan en la mayoría de los casos el acceso a algún
ingreso monetario, por muy magro que éste sea.
Participación económica y edad
Hasta principios de los años setenta, la mayoría de las mujeres
mexicanas que trabajaban fuera de su casa lo hacían en edades
jóvenes, es decir, antes de unirse o tener hijos. Durante las dos décadas
siguientes, esta situación se ha visto sustancialmente modificada:
desde 1976 hasta 1987, las mujeres de 20 a 49 años han incremen
tado en forma considerable su participación en el mercado de
trabajo, sobre todo en las edades 25-44 años (cuadro II-l).2
2 Los grupos de edad comprendidos entre 20 y 49 años son los que nos
permiten una comparabilidad básica entre las tres encuestas. El tramo de edad
15-19 es comparable para la END y la enees, pero no así para la emf, pues en esta
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL MERCADO DE TRABAJO 43
Cuadro II-1
Tasas específicas de participación femenina por edad
(20-49 años: 1976, 1982, 1987)
Tasas de participación femenina
Edad 1976 1982 1987
20-49 26.9 (6 826)* 31.5 (7 78o) 37.4 (7 017)
20-24 28.7 (1 701) 38.6 (2 022) 35.0 (1 657)
25-29 24.2 (1415) 33.5 (1 602) 37.5 (1 595)
30-34 26.2 (1 148) 29.0 (1 343) 41.6 (1 296)
35-39 28.8 (1 054) 28.0 (1 109) 41.5 (1 018)
40-44 26.1 (820) 25.9 (950) 37.0 (814)
45-49 27.1 (682) 25.5 (759) 29.3 (636)
Los números entre paréntesis corresponden al número absoluto de mujeres
en cada casilla.
Fuentes: 1976, Encuesta mundial defecundidad', 1982, Encuesta nacional demográ
fica, muestra ponderada; 1987, £ncuwto nacional de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
En la gráfica II-1, basada en los datos de los cuadros II-1 y II-2,
las tasas de participación económica femenina para 1976, 1982 y
1987 derivadas de las encuestas de fecundidad se comparan con
otras provenientes de distintas fuentes para años cercanos, con eJ
fin de evaluar la bondad de las tendencias que nos presentan.
Como es de esperar, el conjunto de indicadores que ofrecemos en la
gráfica II-l muestra algunos puntos discordantes, situación previ
sible porque provienen de fuentes diterentes —censos, encuestas de
ocupación y encuestas de fecundidad—, sn donde las definiciones
de participación económica, los tiempos de referencia, los proble
mas de cobertura poblacional y el tiempo y espacio dedicados a la
captación de información sobre el trabajo femenino son distintos.3
última no se incluyeron en este grupo de edad las solteras sin hijos nacidos vivos.
Entre las edades 20-49 estaban comprendidas 60.6% de las mujeres activas en 1970
y 65% en 1980, según los respectivos censos de población.
s Todas las fuentes analizadas en la gráfica II-1 son para el conjunto de la
República mexicana; sin embargo, los marcos muéstrales usados en las diferentes
encuestas no tienen el mismo grado de precisión por estar má:; o menos alejados
de las fechas censales, entre otros aspectos. Para mayor información al respecto,
véase el apéndice I.
44 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro II-2
Tasas específicas de participación femenina por edad
(12 años y más: 1970, 1979, 1980)
Tasas de participación femenina
Grupos de edad 1970 1979 1980
12 y más 16.4 21.5 27.8
12-14 5.1 15.4 9.7
15-19 20.9 33.4 26.8
20-24 24.1 33.4 37.3
25-29 17.4 27.3 34.9
30-34 15.7 27.3 32.5
35-39 15.8 24.5 31.3
40-44 16.2 24.5 30.2
45-49 16.4 21.2 29.1
50-54 15.9 21.2 27.5
55-59 15.1 16.3 25.8
60-64 14.1 16.3 24.1
65-69 12.9 9.3 21.1
70-74 11.5 9.3 19.7
75 y más 8.3 9.3 15.8
Fuentes: 1970, Censo general de población', 1979, Encuesta continua de ocupación,
ler. trimestre; 1980, Censo general de población.
Gráfica II-l
Tasas específicas de participación femenina por edad
Tai» di
Qiupocdaadtd
-------- 1870 18» ------- 18» -------- 1880 1802 -------- 1887
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL MERCADO DE TRABAJO 45
A pesar de los problemas de comparabilidad de la informa
ción, de acuerdo con las distintas fuentes, es evidente el incremen
to en la tasa de participación femenina en el periodo 1970-1987, y
es notoria, además, la mayor presencia en el mercado de trabajo de
mujeres mayores de 25 años. Las de 20-24 años también aumentan
nítidamente su participación económica, por lo menos hasta 1982;
después de esa fecha, durante la recesión económica de los ochen
ta, parecen haber comenzado a tener dificultades para mantener
su ritmo de incremento en la entrada al mercado de trabajo.
Según la enfes, las tasas de participación para las jóvenes de
20-24 años en 1987 caen por debajo del nivel de las de 1982. Por
su parte, los indicadores correspondientes para las edades 25-44
años en 1987 muestran que entre 37 y 41% de estas mujeres estaban
ocupadas en alguna medida en el mercado de trabajo, cifras muy
altas en comparación con lo hasta ahora conocido en el país
(cuadro II-l). Si se evalúan estos niveles teniendo en consideración
la tendencia histórica, y si se los compara con los que arroja la eneu
para 16 de las principales áreas urbanas del país en el mismo año
de 1987, existe cierta base para plantear que la enfes presenta una
sobrestimación en ambos sentidos, esto es, en el aumento en la
participación de las mujeres mayores y en el descenso entre las
jóvenes. Sin embargo, consideramos como válida la tendencia gene
ral que esta fuente presenta. Los datos de la eneu para 1987 sí
apoyan la mayor presencia de la población femenina de más edad
en el mercado de trabajo de algunas ciudades (México y Guadala-
jara, por ejemplo). Asimismo, se observa en esta encuesta de
ocupación un descenso en la participación de las jóvenes en ciuda
des como Monterrey, en donde es posible conjeturar que, con la
recesión económica de los ochenta, se ha contraído el mercado de
trabajo asalariado en el que esas mujeres participan mayormente
(véase Pedrero, 1990).
Los cambios en el trabajo femenino ocurridos en México
cobran mayor relevancia al situarlos en el contexto internacional.
En muchos países desarrollados se registra con claridad una impor
tante participación económica de las mujeres de mayor edad; éste
se relaciona con los incrementos en la escolaridad y con la expan
sión de oportunidades en el sector de los servicios y en las ocupa
ciones no manuales (véase Standing, 1978; Davis, 1984 y Roos, 1985,
46 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
entre otros). En el caso de América Latina en los sesenta y setenta, lo
más frecuente era que las tasas de actividad alcanzaran su nivel máximo
entre mujeres cercanas a los 20 años y después descendieran
aceleradamente; sin embargo, en países tales como Argentina ya
comenzaba a delinearse desde la década de los sesenta el crecimiento
de la participación económica de las mujeres de mayor edad (véase
Pantelides, 1976; Wainerman y Recchini de Lattes, 1981, entre otros).
Como ya hemos indicado, México sigue claramente el patrón
de las tasas más altas de actividad en el grupo de 20-24 años en
1970; pero nuestros datos muestran que esta situación se comienza
a modificar en la década de los ochenta con la participación de las
mujeres de más edad. Este punto es de gran trascendencia, ya que
las mujeres mayores son las que se han unido o subsecuentemente
separado o divorciado y, por lo tanto, adquirido responsabilidades
familiares. Un incremento en su participación económica implica
la posibilidad de una reorganización importante en la vida cotidia
na al tener que delegar en otras personas las tareas de la casa
(parientes o empleadas domésticas en los sectores medios), o
realizarlas a la par que las obligaciones ocupacionales, con lo que
esto supone en términos de aumento en su carga de trabajo. Para
comenzar a profundizar en el panorama descrito, conviene preci
sar entonces los cambios en la participación económica teniendo
en cuenta el estado civil y la presencia de los hijos.
Estado civil, fecundidad y trabajo
Como es conocido, el matrimonio o la unión libre representa para
las mujeres un momento de cambio fundamental en su curso de
vida; constituye el inicio del proceso de formación de la familia de
procreación y conlleva casi siempre mayores responsabilidades. En
México, al igual que en otros países de América Latina, la distribución
de la población femenina de 12 años y más por estado civil no ha
variado mucho en las últimas décadas: las casadas y en unión consen
sual constituyen 54.1 y 53.8% en 1970 y 1980, respectivamente, según
los censos de población. Siguen en importancia porcentual las
solteras (36.8 en 1970 y 37.4 en 1980), y por último, las viudas,
separadas y divorciadas que representan cerca de 9% en ambas fechas.
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL MERCADO DE TRABAJO 47
Por lo general, en México, las uniones se realizan antes de los
30 años y se caracterizan por una elevada estabilidad: conforme a
los datos de la enfes de 1987, solamente 7.4% de las mujeres en
edad fértil, alguna vez unidas, lo han estado en más de una ocasión
(Echarri, 1988). Con frecuencia, la mayor carga de trabajo domés
tico que involucra el matrimonio o la unión libre y los obstáculos
existentes en el mercado de trabajo para la contratación de mujeres
casadas contribuyen para que éstas tengan menor participación en
actividades extradomésticas, en comparación con las solteras, viu
das, divorciadas y separadas en diferentes países.4 Sin embargo,
estudios recientes ponen de manifiesto que la participación econó
mica de las mujeres casadas se ha incrementado en forma marcada
en países desarrollados y en América Latina. Una comparación
hecha en Estados Unidos señala que la tasa de participación de este
sector de mujeres pasó de 35 a 51% entre 1966 y 1981 (Blau y
Ferber, 1985). En países de América Latina, tales como Argentina,
por ejemplo, las cohortes de casadas jóvenes hicieron la mayor
contribución al crecimiento del número de mujeres en la fuerza de
trabajo entre 1960 y 1970, tanto debido al aumento de sus tasas
de participación económica, como por su aportación al número de
casadas, porque la mayoría de las mujeres contraen matrimonio en
edades jóvenes (Recchini de Untes, 1983).
México no es una excepción en esta tendencia: las mujeres
unidas (entre 20 y 49 años) presentan 62% de aumento en su
participación en el mercado de trabajo entre 1976 y 1987; éste es
más importante entre las mujeres de 20 a 34 años, como puede
apreciarse en el cuadro II-3. Por su parte, ias separabas, divorciadas
y viudas experimentaron incrementos también relevantes, tenien
do en cuenta el alto nivel ya alcanzado en 1976; por último, las
solteras elevaron su nivel de participación de manera mucho más
modesta que los otros subconjuntos poblacionales.
4 Véase, para México, Elú de Lenero, 1975 y 1986; Rendón y Pedrero, 19»6,
De Riz, 1986 y Christenson, García y Oliveira, 1989. Para otros países de América
Latina: Elizaga, 1976; Covarrubias y Muñoz, 1978; Jelin, 1978. Terrazas Salinas,
1979; Wainerman y Recchini de Lattes, 1981.
48 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro II-3
Tasas específicas de participación femenina por edad y
estado civil (20-49 años: 1976, 1982, 1987)
Tasas de participación femenina
Edad y estado civil 1976 1982 1987
TOTAL 26.9 (6 826)* 31.5 (7 775)* 37.4 (7 017)*
Solteras 56.1 (1 041) 60.6 (1 319) 60.7 (1 252)
Unidas 17.4 (5 208) 21.3 (5 788) 28.2 (5 188)
Sep aradas/v iudas/
divorciadas 60.0 (577) 63.0 (668) 70.7 (574)
20-34 años 26.5 (4 270) 34.3 (4 963) 37.8 (4 548)
Solteras 55.7 (901) 59.8 (1 145) 60.0 (1 098)
Unidas 15.1 (3 131) 23.2 (3 530) 27.1 (3 200)
Separadas/viudas/
divorciadas 66.0 (238) 68.7 (288) 76.0 (247)
35-49 años 27.5 (2 556) 26.6 (2 812) 36.9 (2 469)
Solteras 58.6 (140) 65.4 (174) 65.3 (153)
Unidas 20.8 (2 077) 18.2 (2 258) 29.8 (1 989)
Separadas/v iudas/
divorciadas 55.8 (339) 58.7 (380) 66.6 (327)
Los números entre paréntesis corresponden al número absoluto de mujeres
en cada casilla.
Fuentes: 1976, Encuesta mexicana de fecundidad-, 1982, Encuesta nacional demográ
fica, muestra ponderada: 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
El aumento en la participación de las mujeres unidas en edad
reproductiva nos lleva a retomar la amplia y compleja discusión
sobre la interrelación entre fecundidad y trabajo. En muchas inves
tigaciones se ha considerado importante establecer si la fecundi
dad condiciona el trabajo o viceversa, o si más bien ambos aspectos
se condicionan mutuamente. Como sintetizamos en otro texto, mu
chos de los análisis recientes sobre el tema llegan a la conclusión de
que es la fecundidad la que influencia la participación económica,
y se destaca el efecto limitante del número de hijos sobre el tipo de
trabajo que las mujeres desempeñan (véase Naciones Unidas, 1987;
García y Oliveira, 1989).
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL MERCADO DE TRABAJO 49
El examen del cuadro II-4 reafirma, en primer lugar, la influen
cia inhibidora del número de hijos sobre el trabajo femenino:
en los tres momentos analizados sobresale que las mujeres sin hijos
participan más en el mercado de trabajo que las que tienen hijos;
además, incrementan su presencia en dicho mercado para el conjunto
del periodo considerado. No obstante, entre las mujeres con hijos
también se observan importantes aumentos en la participación
económica, aunque sus niveles permanezcan por debajo de las que
no tienen. En un primer momento (1976-1982), se presenta un
fuerte incremento en la participación económica de aquellas con
uno y dos hijos, teniendo el menor de 0 a 3 años. En el segundo
periodo (1982-1987), la elevación más notable tiene lugar entre las
mujeres que tienen tres hijos y más, teniendo el menor de 0 a 3 años.
En países desarrollados como Estados Unidos, resulta claro
que las mujeres con hijos pequeños también han incrementado
notablemente su participación; pero su entrada al mercado de
trabajo ha seguido ritmos distintos al reseñado. Como destacan Fox
Cuadro II-4
Tasas específicas de participación femenina por número y edad
de los hijos (mujeres unidas de 20-49 años: 1976, 1982, 1987)
Tasas de participaciónfemenina
Número y edad de los hijos 1976 1982
TOTAL 17.4 (5 208)* 21.3 (5 788)* 28.2 (5 188)*
Sin hijos 28.0 (379) 44.3 (379) 41.9 (338)
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 0-3 años 15.2 (999) 26.0 (1 065) 25.0 (1 057)
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más 24.9 (374) 26.9 (727) 34.4 (799)
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años 14.2 (2 332) 13.8 (1 806) 24.6 (1458)
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más 19.9 (1 124) 18.6 (1 802) 27.4 (1536)
Los números entre paréntesis corresponden al número absoluto de mujeres
en cada casilla.
Fuentes: 1976, Encuesta mundial defecundidad-, 1982, Encuesta nacional demográ
fica, muestra ponderada; 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
50 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
y Hesse-Biber (1984), inicialmente, de los años cuarenta a los
sesenta, entraron al mercado de trabajo las mujeres casadas de mayor
edad, mientras que a partir de los sesenta ingresan las casadas
jóvenes con hijos pequeños. Para otros países industrializados se
han encontrado tendencias que apuntan en esta misma dirección
(Roos, 1985).
Aunque el resultado final en México y en otras realidades
nacionales sea un incremento en la participación económica de
mujeres con hijos, conviene hacer hincapié en las diferentes situa
ciones sociales que le pueden haber dado origen. A diferencia de
lo que sucede en algunos países desarrollados, en el nuestro no
existen políticas públicas orientadas explícitamente a reclutar mu
jeres casadas para actividades específicas —como ha ocurrido en
Suecia y Finlandia—; tampoco se han dado modificaciones impor
tantes en la división del trabajo por géneros, ni ha habido un
incremento considerable en la infraestructura de guarderías (véase
Roos, 1985). En cambio, ocurrió en México un importante descen
so de la fecundidad en el periodo señalado, el cual pudo haber
liberado tiempo del usualmente dedicado a la crianza de los hijos.
Este descenso está bien documentado en la literatura (Palma,
1988). Las prácticas de control natal han sido importantes en la
explicación de la disminución de la fecundidad en el país. El
porcentaje de mujeres unidas que los usan pasó de 30.2 a 44.7 entre
1976 y 1982, y se incrementó a 52.7 en 1987 (Bronfman, López y
Tuirán, 1986; Cervantes y Sandoval, 1988).
El cambio en la conducta reproductiva se ha observado entre
mujeres de diferentes edades, pero con intensidades distintas. Las
de mediana edad (35-39 años) fueron las primeras en disminuir su
fecundidad. La tasa específica para este grupo de edad presenta
una reducción de 27.8% entre 1974 y 1978, y de 17.1 y 16.3% entre
1978-1982 y 1982-1986, respectivamente. Por su parte, las más
jóvenes (15-19 años) bajan su fecundidad en un segundo mo
mento: para este grupo la tasa específica descendió 35% entre
1978 y 1986, mientras que en los cuatro años anteriores había
registrado un ligero aumento. Las mujeres en las edades de
mayor reproducción (20-34) han presentado un menor descenso
a lo largo del periodo analizado, sobre todo las de 20 a 24 años de
edad (Palma, 1988).
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL MERCADO DE TRABAJO 51
Esta información, aunada a los datos analizados en este
trabajo, nos permite cuestionar la posible influencia de la baja
en la fecundidad sobre el incremento en la participación econó
mica de las mujeres unidas. En primer término, tienen Jugar
aumentos importantes de participación en mujeres unidas jóve
nes de 20 a 34 años, entre quienes se ha observado el menor
descenso de la fecundidad. Recuérdese, además, que entre 1976
y 1982 aumenta notablemente la participación económica de
mujeres con uno y dos hijos chicos. Estos hallazgos le restarían
poder explicativo al posible impacto del control reproductivo
sobre el aumento en la participación económica femenina. Sin
embargo, se podría contraargumentar que entre 1982 y 1987
aumenta la presencia económica de las mujeres con tres hijos y
mas. Aunque ésta es una agrupación muy amplia, se podría
conjeturar que en ella se ubican las mujeres que controlan su
fecundidad, lo que les proporcionaría un apoyo para su entrada
al mercado de trabajo. Pero aun contemplando esa situación, la
presencia de los hijos ya nacidos, tres por lo menos, puede haber
sido un factor más importante para explicar la mayor participa
ción económica de las mujeres involucradas, sobre todo en
condiciones económicas tan difíciles como las que se presenta
ron en el periodo 1982-1987.5
La recesión económica de la década de los ochenta se señala a
menudo como un factor que ha incidido en el aumento reciente de
la participación económica femenina, aunque ciertamente por
motivos distintos a los observados en épocas de auge, en las que se
ponía el acento en la modernización de la economía > la ampliación
de ocupaciones femeninas. Indiscutiblemente, la fuerte contrac
ción del salario ha hecho indispensable la obtención de varios
ingresos para mantener una familia, elemento que posiblemente
ha movilizado una ofena potencial de mano de obra constituida
principalmente por mujeres unidas, las cuales salen al mercado en
búsqueda de un trabajo o crean su propio empleo.
5 Para un análisis más detallado de la relación entre fecundidad y participación
laboral femenina en el periodo 1976-1987, véase Mier y Terán, 1994.
52 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Escolaridad y participación económica
La escolaridad es un aspecto clave para entender la participación
femenina y masculina en la fuerza de trabajo. Son suficientemente
conocidos los argumentos y evidencias en torno a una mayor
participación económica de la mujer con mayor escolaridad, debi
do a los requisitos cada vez más formales que impone el mercado
de trabajo para el desempeño de distintos tipos de ocupaciones.
Asimismo, por el lado de la oferta, se señala con frecuencia el cambio
en valores y actitudes que desencadena el proceso de instrucción
formal, el cual contribuye a romper las barreras tradicionales que
impiden la incorporación femenina al mercado de trabajo.
La escolaridad de la población femenina en México ha experi
mentado importantes avances en el periodo estudiado. Las muje
res sin escolaridad o con primaria incompleta constituían la mitad
de la población activa en 1976 y descendieron a 36% en 1987. En
contrapartida, aquellas con secundaria aumentaron de 16 a 25% y
las mujeres con preparatoria y más de 11 a 17% (cuadro II-5).
En lo que respecta a las tasas de participación por escolaridad,
se tiene, de conformidad con la tendencia internacionalmente
conocida, un aumento de la participación económica a medida que
se incrementa el nivel de escolaridad en los tres años analizados
(cuadro II-6). No obstante, se presentan diferencias importantes en
la magnitud y dirección de las variaciones en las tasas para cada
nivel.
En primer lugar, es relevante el aumento inesperado de la
participación económica de las mujeres sin escolaridad o con prima
ria incompleta, de diferentes edades, en la década de los ochenta.
Dicho aumento trae como consecuencia que en 1987 las tasas
para este nivel de escolaridad se igualen con las de primaria
completa. Esta tendencia probablemente tenga su origen en el
deterioro de los niveles de vida en estos años, que ha hecho cada vez
más necesario para la población de bajos ingresos la búsqueda y
diversificación de las estrategias para sobrevivir. En segundo, la
participación económica de las mujeres de mediana escolaridad,
con al menos secundaria completa, que desempeñan las ocupacio
nes femeninas típicas de secretarias y oficinistas, acompaña nítida
mente los cambios en las pautas de crecimiento económico en el
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL MERCADO DE TRABAJO 53
Cuadro II-5
Distribución de la población activa femenina según edad y
Edad y escolaridad 1976 1982 1987
TOTAL 100.0(1 831) 99.9 (2 386) 100.0 (2 628)
Sin escolaridad y
50.8 30.5 36.4
primaria incompleta
Al menos primaria
22.1 21.3 22.0
completa
Al menos secundaria
15.7 36.7 24.6
completa
11.4 11.4 16.9
Preparatoria y más
100.0(1 130) 99.9(1647) 100.0(1 715)
20-34 años
Sin escolaridad y
37.5 22.0 28.6
primaria incompleta
Al menos primaria
27.0 22.0 22.2
completa
Al menos secundaria
20.6 43.2 28.6
completa
14.8 12.7 20.6
Preparatoria y más
100.0 (701) 99.9 (737) 100.0 (909)
35-49 años
Sin escolaridad y
72.4 49.7 51.5
primaria incompleja
Al menos primaria
14.1 19.5 21.6
completa
Al menos secundaria
7.8 22.2 17.0
completa 9.9
5.7 8.5
Preparatoria y más
Fuentes- V-lb. Encuesta mexicana ------ ’
fica, muestra ponderada; 1987. Encuesta nacwnal de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
54 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro II-6
Tasas específicas de participación femenina por edad y
escolaridad (20-49 años: 1976, 1982, 1987)
Tasas de participación femenina
Edad y escolaridad 1976 1982 1987
TOTAL 26.9 (6 826)* 31.2 (7 654)* 37.4 (7 017)*
Sin escolaridad y
primaria incompleta 21.5 (4 339) 18.9 (3 861) 31.6 (3 035)
Al menos primaria
completa 27.8 (1 456) 30.6 (1 659) 30.9 (1 865)
Al menos secundaria
completa 40.2 (717) 52.5 (1 670) 46.7 (1 384)
Preparatoria y más 66.2 (314) 59.7 (457) 60.9 (732)
20-34 años 26.5 (4 270) 33.9 (4 858) 37.8 (4 548)
Sin escolaridad y
primaria incompleta 18.1 (2 354) 18.3 (1 982) 31.2 (1 571)
Al menos primaria
completa 28.1 (1 090) 30.8 (1 178) 30.3 (1 257)
Al menos secundaria
completa 40.9 (569) 54.0 (1 318) 44.7 (1 100)
Preparatoria y más 65.4 (257) 56.4 (373) 57.2 (620)
33-49 años 27.5 (2 556) 26.4 (2 796) 36.9 (2 469)
Sin escolaridad y
primaria incompleta 25.6 (1 985) 19.5 (1 878) 31.9 (1 464)
Al menos primaria
completa 27.0 (366) 30.0 (481) 32.3 (608)
Al menos secundaria
completa 37.2 (148) 46.6 (353) 54.7 (284)
Preparatoria y más 70.2 (57) 74.6 (84) 80.9 (112)
* Los números entre paréntesis corresponden al número absoluto de mujeres
en cada casilla.
Fuentes: 1976, Encuesta mundial de fecundidad-, 1982, Encuesta nacional demográ
fica, muestra ponderada; 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
CAMBIOS EN LA PRESENCIA FEMENINA EN EL
MERCADO DE TRABAJO 55
periodo analizado. Dicha participación se incrementa de'panera
importante en los años 1976-1982 y experimenta un desc^n^
1982-1987.6 Por último, cabe destacar el descenso y es sectQres
a lo largo del periodo en los niveles de participación nece-
de mayor escolaridad (preparatoria y mas^sm^em^j^,
sano aclarar que estos sectores ya ha 61% ,987)
elevados de participación económica (6 ¿20-34 años)
Es importante aclarar que son las "‘^■^"XdTmayora
con mediana y alta escolaridad las que han e d traba-
dificultades para incrementar su presencia en el ^ad° df ¿X
jo, en „„ de ,™, e—’
manual. Este es un dato que nos ap nivej
realidades donde está suf,cie."t^^¿°a“ participación elevado
de escolaridad mayor se asocia a un P iq«5 dara el
Y creciente a lo largo de. tiempo, (véa.^dXdelo! ochenta),
caso de Estados Unidos, por lomen mediana y alta escolari-
Para las mujeres de 35 años y mas de mediana.ya
dad, se observa que los *nd,“d°¿e4 tendencia ¿difícil de explicar,
manera sostenida entre 197^1987- necesidad económica, a
Lo más factible es que se deba a la my encuentran en edad
una etapa del ciclo vital en que 1 J 7 res con experiencia
escolar, a la preferencia que Pucda . , , a¿tOempleo, aun entre
laboral previa, o a la mayor pieval
mujeres más educadas.
" Es probable que e, aumento de la participación en .982j para las niujoes de
"al menos secundaria completa" esté «>•*'“u^lsíc/entre las tres encuestas. Al
que realizarse para logra, una comparabtb “ ){)g2 s<_ conjjdert la opción
«piar la escolaridad de las entrevistadas, e „ülros estudios" en el caso
otios estudios” de manera separada. Por c 9 requieren me-
de h actividad femenina dgnifit. ca-nu^- M- -
diana escolaridad, atribuimos el tota! d p.ocedimiento aproximado
secundaria completa”. Éste es, por c» . P instrucción formal
que no sustituye a la captación 'otras encuesta, En la enhks
requerido para las carreras cortas, lo cua cortas c$ como sigue: 39%
de 1987, la distribución de los requisitos para u.s carrera
requieren primaria, 57.2, secundaria y 3.7, preparatoria.
56 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Consideraciones finales
El objetivo de este capítulo ha sido documentar las principales
características de la participación femenina en el mercado de
trabajo durante el periodo 1976-1987. Utilizamos como fuentes
de información las encuestas de fecundidad, que ofrecen gran
cantidad de datos sobre el mercado laboral en el nivel nacional,
aunque sólo cubren un segmento específico de la población activa
femenina: las mujeres en edad reproductiva. El panorama que nos
permite configurar es internamente coherente y presenta asimis
mo puntos de contacto importantes con las demás fuentes de
información existentes.
En el aumento reciente de la participación económica femeni
na en el país han tenido un lugar importante las mujeres de mayor
edad, aquellas unidas con hijos, y las de más baja escolaridad. Se
trata de sectores de mujeres que hasta los años setenta habían
tenido escasa presencia en el mercado de trabajo mexicano. La
creciente participación económica de mujeres con mayor carga
familiar es un fenómeno conocido en los países más desarrollados;
sin embargo, no es común que se incremente la participación
económica de la población femenina menos calificada. Este es,
probablemente, un resultado atribuible a la crisis y restructuración
económica de los años ochenta, pues la diversificación del uso de
la fuerza de trabsgo familiar entre los hogares menos privilegiados
es un fenómeno documentado en situaciones como ésta. Entre
los grupos que han enfrentado mayores problemas para mantener
su ritmo de entrada al mercado de trabajo en la década de los
ochenta, se encuentran las mujeres jóvenes con mediana y alta
escolaridad. Por su parte, las mujeres mayores mejor calificadas
han mantenido su presencia en el mercado en los años de crisis, tal
vez por el reconocimiento de la importancia de su participación
económica para mantener sus niveles de vida y el de sus familias.
III. INSERCIÓN LABORAL FEMENINA
EN EL PERIODO 1976-1987
Introducción
En este capítulo profundizamos en el estudio de los cambios
ocurridos en la inserción laboral de las mujeres en años de creci
miento (1976-1982) y recesión de la economía mexicana (1982-
1987).1 Analizamos la presencia de las mujeres con diferentes
características sociodemográficas (edad, escolaridad, estado civil,
número y edad de los hijos) en actividades agrícolas y no agrícolas,
manuales y no manuales, asalariadas y no asalariadas (por cuenta
propia y familiares no remuneradas). Nuestro propósito es ubicar
las principales transformaciones ocurridas en el mercado de traba
jo femenino y analizar qué sectores de mujeres han contribuido
con su presencia o ausencia, según el caso, a la expansión o con
tracción de diferentes sectores sociales. Para ello contamos con la
información de las tres encuestas de fecundidad mencionadas en
el capítulo II: la Encuesta mexicana defecundidad de 1976, la Encuesta
nacional demográfica de 1982,' y la Encuesta nacional de fecundidad y
salud de 1987.1 2
1 Como mencionamos con anterioridad, en el inicio del periodo 1976-1982 se
observaron los primeros síntomas de agotamiento del modelo de desarrollo mexi
cano puesto en práctica en las últimas décadas. Sin embargo, hacia el final de este
lustro se dio un importante repunte de la actividad económica impulsado por el
petróleo, de modo que nos referimos a e3tos años en conjunto como una etapa
de crecimiento, en comparación con la crisis y restructuración que caracterizaron
a los años ochenta.
2 La información sobre ocupación de la end se refiere a 1981. el último año en
que se dio un claro crecimiento del producto en el periodo que analizamos.
57
58 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cambios en la inserción económica femenina: 1976-1987
El acentuado incremento de la participación económica de las
mujeres con baja escolaridad y casadas con hijos, en los años de
crisis económica, ha estado acompañado de modificaciones impor
tantes en las ocupaciones que se desempeñan. Veremos a continua
ción que las actividades menos privilegiadas como las agrícolas y
las no asalariadas manuales (vendedoras ambulantes, prestadoras
de servicios en pequeña escala) se hhn constituido en fuentes
importantes de trabajo para amplios sectores de la población
femenina, es decir, la fuerte contracción de las oportunidades de
empleo asalariado en los años de crisis ha contribuido a la expan
sión del autoempleo, como ha sido también documentado en otros
trabajos (Oliveira, 1989; Selby et al., 1990a; Chant, 1991; González
de la Rocha y Escobar Latapí, 1991). Asimismo, muchas de las
mujeres que han ingresado al mercado de trabajo no han podido
desempeñar actividades asalariadas por no contar con la califica
ción adecuada o por la carga de trabajo doméstico existente en sus
hogares. Para agregar nuevos elementos en la descripción e inter
pretación de las marcadas transformaciones del trabajo femenino
ocurridas en el país en los años de crisis, presentamos las variacio
nes en la incorporación económica de las mujeres activas de 20 a
49 años en 1976, 1982 y 1987, y destacamos las diferencias por
edad, niveles de escolaridad, estado civil y número y edad de los
hijos.
Con la finalidad de comparar las diferentes encuestas, agrupa
mos en categorías amplias las variables de ocupación y posición en
la ocupación, que combinadas conforman cuatro sectores de traba
jadoras: agrícolas, no manuales, manuales no asalariadas y manua
les asalariadas (en el apéndice I detallamos los procedimientos
utilizados para obtener la comparabilidad básica entre las tres
encuestas en lo que respecta a las variables de inserción laboral).
Hemos diferenciado las actividades agrícolas de las no agrícolas.
En países como México, los contrastes entre el campo y la ciudad
constituyen una de las expresiones más patentes de la desigualdad
social imperante. La actividad económica femenina, por lo gene
ral, es más elevada y se capta en forma más precisa en las ramas no
agrícolas. En el campo, donde en muchos casos la unidad domés-
INSERCIÓN LABORAL FEMENINA EN EL PERIODO 1976-1987 59
tica es a la vez la unidad de producción agrícola, se tiene más
dificultad para diferenciar entre las actividades domésticas y las
extradomésticas.3
Entre las actividades no agrícolas separamos las no manuales
de las manuales porque ha sido ampliamente documentado en la
bibliografía sobre estratificación y desigualdad social, así como
en trabajos anteriores nuestros, que ésta es una distinción básica
que resume diferencias en cuanto a la calificación de la fuerza de
trabajo, remuneraciones, niveles y estilos de vida (Muñoz, Oliveira
y Stern, 1981; García, Muñoz y Oliveira, 1982). En las ocupaciones
no manuales se incluye a las profesionistas y técnicas, administra
doras y funcionarías superiores y medias, trabajadoras de oficina,
comerciantes y vendedoras en establecimientos fijos. Las manuales, a
su vez, comprenden a las comerciantes ambulantes, trabajadoras
de la producción y los servicios, incluyendo a las empleadas domés
ticas. Las ocupaciones manuales han sido subsecuentemente divi
didas en asalariadas y no asalariadas, por la importancia que estas
últimas han adquirido en el panorama nacional, especialmente en
la década de los ochenta. '
Las trabajadoras agrícolas
De acuerdo con las cifras de los censos de población de 1970 y
1980, el peso relativo de las trabajadoras agrícolas en la población
activa femenina se ha incrementado ligeramente en el país de 9.5
a 11.1%. Estudios para algunas regiones en particular han confir
mado este aumento durante la década pasada, aunque señalan con
claridad que pudo haberse debido a un cambio en los criterios de
captación censal del trabajo agrícola (García, 1984; Mummert,
1987).
La información proveniente de ¡as encuestas de fecundidad
pone de manifiesto que la presencia relativa de las mujeres en las
actividades agrícolas desciende de manera importante desde 1976
hasta 1982; pero experimenta un pequeño aumento en el periodo
3 Para una discusión sobre las dificultades de captación del (« abajo femenino,
véase Wainerman y Recchini de Lattes, 1981.
60 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
subsecuente que va desde 1982 hasta 1987.4 Son las entrevistadas
de mayor edad, sin escolaridad o con primaria incompleta, las uni
das, y en forma especial aquellas con menos hijos, el menor de 0 a
3 años, las que mayormente incrementan su participación en las
actividades agrícolas entre 1982 y 1987 (cuadro III-l).
Este incremento relativo se ha dado en un contexto de mayor
utilización de la mano de obra femenina en el campo en general.
De acuerdo con cifras presentadas por Rendón y Salas (1990), la
tasa neta de participación femenina rural aumentó de 14.7 en 1979
a 31.3% en 1988. (Cálculos hechos por los autores a partir de los
resultados de la ecso de 1979 y de la eneu de 1988). Tuñón, Riquer
y Velázquez (1990) destacan las siguientes formas de diversifica
ción del trabajo femenino en las áreas rurales:
a) incorporación de las mujeres jóvenes a las agroindustrias en
regiones de agricultura de exportación o como obreras en los
talleres de manufactura rural;
b) creciente participación de las mujeres casadas y con hijos en
el trabajo a domicilio por Subcontratación. Se trata de trabajo a
destajo, mal pagado y sin protección laboral, y
c) feminización de la agricultura de minifundio. En muchos
casos, las mujeres se han vuelto las principales responsables del
cultivo de la parcela familiar, mientras que los demás integrantes
de la familia venden su fuerza de trabajo, ya sea en el mercado
local, regional o internacional.
Esta mayor presencia de las mujeres casadas con hijos en los
mercados agrícolas apoya algunas hipótesis sobre cambios en la di
visión de trabajo por género en épocas difíciles cuando las unidades
domésticas agrícolas tienen que diversificar sus estrategias de
sobrevivencia (Oliveira y Salles, 1989). Estudios para varios países
del tercer mundo ilustran cómo la emigración masculina contribuye
4 El incremento registrado en 1987 no parece ser resultado de una mejor
captación de las actividades agrícolas en esta fecha. Al comparar las preguntas y los
periodos de referencia utilizados en las encuestas de 1982 y 1987, todo parece
indicar que la participación económica femenina podría haber sido mejor captada
en 1982; aun bajo estas circunstancias se presentó el aumento señalado en 1987
(véase el apéndice I). Sin embargo, también habría que tener en cuenta una posible
subestimación de la población agrícola en 1982, resultado del diseño muestral
utilizado.
INSERCIÓN LABORAL FEMENINA EN EL PERIODO 1976-1987 61
Cuadro III-l
Porcentaje de trabajadoras agrícolas por edad, escolaridad,
estado civil, número y edad de los hijos*
(20-49 años: 1976, 1982 y 1987)
1976 1982 1987
TOTAL 10.5 3.0 8.1
Edad
20-34 7.3 3.2 8.0
35-49 15.5 2.5 8.2
Escolaridad
Sin escolaridad y primaria
incompleta 20.1 8.4 20.5
Cuando menos primaria
completa 0.7 1.8 2.1
Cuando menos secundaria
completa 0.3 0.5
Preparatoria y más 0.5 - -
Estado civil
Solteras 2.7 0.8 2.1
Unidas 17.5 4.2 12.3
Separadas/
viudas/divorciadas 5.2 3.1 4.0
Número y edad de los hijos
Sin hijos 6.6 1.1 5.3
Con 1 y 2 hijos,
el menor de 0-3 años 9.9 1.0 14.5
Con 1 y 2 hijos,
el menor de 4 años y más 15.1 2.6 5.3
Con 3 hijos y más,
el menor de 0-3 años 24.2 14.4 20.6
Con 3 hijos y más,
el menor de 4 años y más 18.8 1.7 10.8
* En el cuadro III-5 presentamos los números absolutos utilizados en el cálculo de
los porcentajes.
** Mujeres unidas de 20 a 49 años.
Fuentes: 1976, Encuesta mexicana defecundidad-, 1982, Encuesta nacional demográ
fica, muestra ponderada; 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
62 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
a aumentar la carga de trabajo de las mujeres (Simmons, 1984). En
México, en los años ochenta, la mayor participación femenina en
las parcelas ha producido una sobrecarga de trabajo para las
campesinas, quienes tienen que realizar las tareas productivas y
reproductivas (tareas domésticas y cuidado de los hijos) en condi
ciones de elevada precariedad de los servicios de infraestructura
(Tuñón, Riquer y Velázquez, 1990 y Mummert, 1990).
Las trabajadoras no manuales
Tradicionalmente, las actividades no manuales de enfermeras,
maestras, secretarias, vendedoras y trabajadoras de oficina en
general, han concentrado a gran parte de la mano de obra feme
nina. En países desarrollados donde es posible construir se
ries históricas confiables de diferenciación ocupacional entre
hombres y mujeres, los estudios generalmente concluyen que han
ocurrido sólo modestos avances en la modificación de la concen
tración señalada (véase Blau y Ferber, 1985).
Según datos censales, las actividades no manuales en 1970
agrupaban a 39.2% de la fuerza de trabajo femenina del país, y en
1979 la cifra subió a 50% (ecso, 1979). La presencia relativa de las
mujeres de 20 a 49 años en las actividades no manuales es creciente
si observamos el conjunto del periodo 1976-1987. Asimismo, es
claro que las solteras, jóvenes y con más escolaridad, desempeña
ban en forma mayoritaria estas actividades, tanto en épocas dé
expansión económica (1976-1982), como en tiempos menos
privilegiados (1982-1987) (cuadro III-2).
No obstante, hay diferencias importantes entre los dos subpe
riodos analizados que queremos destacar. Entre 1976 y 1982 la
elevada demanda de mano de obra con alguna calificación contri
buyó a que, además de las solteras, las unidas (especialmente
aquellas con más hijos, el menor de 0 a 3 años) y las mujeres con
uniones interrumpidas también elevaran su presencia relativa en
las actividades no manuales. Esta tendencia se asocia a un aumento
de las mujeres activas que por lo menos han cursado el ciclo medio
o alguna carrera corta. Conviene recordar que el peso relativo de
las mujeres con escolaridad media en la población activa se incre-
INSERCIÓN LABORAL FEMENINA EN EL PERIODO 1976-1987 63
Cuadro III-2
Porcentaje de trabajadoras no manuales por edad, escolaridad,
estado civil, número y edad de los hijos*
(20-49 años: 1976, 1982 y 1987)
1976 1982 1987
TOTAL 47.9 60.7 53.1
Edad
20-34 51.9 63.2 55.1
35-49 41.6 55.2 49.5
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta 22.1 23.6 20.4
Cuando menos
primaria completa 54.4 49.9 43.8
Cuando menos
secundaria completa 87.1 86.3 80.1
Preparatoria y más 96.6 97.4 96.4
EStado civil
Solteras 57.2 70.9 68.2
Unidas 47.2 59.9 49.0
Separadas/
viudas/divorciadas 33.8 47.6 39.7
Número y edad de los hijos
Sin hijos 59.4 69.7 70.9
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 0-3 años 59.9 74.3 62.6
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más 59.1 61.5 53.0
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años 35.2 47.7 28.5
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más 45.5 52.4 47.9
* En el cuadro III-5 presentamos los números absolutos utilizados en el cálculo de
los porcentajes.
** Mujeres unidas de 20 a 49 años.
Fuentes: 1976, Encuesta mexicana de fecundidad', 1982, Encuesta nacional demográfica,
muestra ponderada; 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra ponderad:».
64 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
mentó notoriamente entre 1976 y 1982 (capítulo II). Este sector de
la población femenina casi siempre cuenta con las credenciales
mínimas para el desempeño de diferentes actividades no manuales.
Consideradas las ocupaciones no manuales de manera desglo
sada, el aumento entre 1976 y 1982 se debió, tanto al incremento
de las profesionistas y técnicas, como al de las trabajadoras de
oficina, contrario a la experiencia internacional reciente para los
países de América Latina, en donde sólo estas últimas crecen
de manera relevante (véase Anker y Hein, 1987). Esto demuestra
logros importantes en la incorporación femenina al mercado de
trabajo en los años de auge, aunque debemos aclarar que la con
centración en las ocupaciones de enfermeras y maestras se mantie
ne aún muy elevada en esos años (información no presentada en
los cuadros).
La situación es muy distinta entre 1982 y 1987. La presencia
relativa de las trabajadoras no manuales en la población activa
desciende de manera importante, y a dicho proceso contribuyen
por igual las profesionales y técnicas y las trabajadoras de oficina.
Las actividades no manuales pierden importancia relativa, sobre
todo, entre las mujeres con escolaridad primaria y media, las
unidas, aquellas con uniones interrumpidas, y las mujeres con más
hijos, el menor de 0 a 3 años.5 Este resultado apunta hacia un
mayor credencialismo y hacia requisitos más rígidos de contrata
ción de mano de obra en el mercado de trabajo en épocas de
recesión. Por un lado, con un mismo nivel de escolaridad (media
no) las mujeres desempeñaban en menor medida actividades nó
manuales en 1987 que en 1982. Por otro lado, en 1987 las trabaja
doras con mayores responsabilidades domésticas no tenían tanta
cabida en el desempeño de actividades no manuales como en 1982.
5 Resultados para 16 áreas metropolitanas del país también muestran una
disminución de la participación femenina en actividades no manuales desde 1984
hasta 1987 (Oliveira, 1989).
66 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro III-3
Porcentaje de trabajadoras manuales no asalariadas por edad,
escolaridad, estado civil, número y edad de los hijos*
(20-49 años: 1976, 1982 y 1987)
1976 1982 1987
TOTAL 14.5 7.6 18.5
Edad
20-34 10.8 5.3 15.7
35-49 20.4 12.8 24.0
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta 22.6 19.4 35.5
Cuando menos
primaria completa 10.6 4.5 17.5
Cuando menos
secundaria completa 3.5 1.8 6.0
Preparatoria y más 0.9 0.5 1.3
Estado civil
Solteras 4.3 2.7 6.0
Unidas 19.7 9.8 23.5
Separadas/viudas
/divorciadas 17.9 9.5 24.2
Número y edad de los hijos
Sin hijos 10.4 3.4 14.0
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 0-3 años 13.2 4.2 14.4
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más 17.2 5.5 17.6
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años 25.5 11.1 35.2
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más 21.0 17.2 26.2
* En el cuadro III-5 presentamos los números absolutos utilizados en el cálculo de
los porcentajes.
** Mujeres unidas de 20 a 49 años.
Fuentes: 1976, Encuesta mexicana de fecundidad', 1982, Encuesta nacional demográfica,
muestra ponderada; 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra ponderada.
68 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
sobre todo en las industrias electrónicas, del vestido y del calzado
que se instalan en las zonas de procesamiento de exportaciones
(Anker y Hein, 1987; unctad, 1983).9 Otros trabajos para México
también muestran un ligero incremento de las mujeres en las activi
dades asalariadas industriales desde 1970 hasta 1979 (García, 1988).
La información de las encuestas que analizamos indica que la
participación femenina en las actividades manuales asalariadas
se modificó en forma importante en los años ochenta, y varía de
acuerdo con la edad, escolaridad y responsabilidades familiares.
Entre 1976 y 1982, las trabajadoras con mayor edad, baja escolari
dad y unidas, aumentaron considerablemente su presencia relativa
en el mercado de trabajo asalariado manual. En cambio, entre 1982
y 1987, estos mismos sectores de mujeres disminuyeron su presen
cia económica en forma marcada (cuadro III-4). La reducción en el
caso de las mujeres de baja escolaridad, aunada al incremento entre
las de escolaridad media, reafirma la hipótesis de un aumento del
credencialismo, esto es, la preferencia por parte de los empleado
res de mano de obra joven y con más escolaridad. Por su parte, la
disminución de la presencia económica de las mujeres unidas (41%
desde 1982 hasta 1987) también es un indicador de una situación
económica más competitiva, ya que estas mujeres están en desven
taja frente a otras que no tienen responsabilidades familiares, esto
es, son más vulnerables a las fluctuaciones del mercado de trabajo
en años recientes. Unicamente las mujeres cuyas características se
acercan a los requisitos establecidos en el mercado de trabajo —las
solteras y de mayor escolaridad relativa— cuentan con las con
diciones para mantenerse en puestos asalariados, aunque sean
manuales (cuadro III-4). Esto es una consecuencia directa de la
mayor restricción del mercado de trabajo a mediados de los ochenta.
Al desglosar las ocupaciones manuales asalariadas encontramos
distinciones importantes entre actividades industriales y diferentes
tipos de servicios. Según nuestra información —no presentada en
los cuadros— solamente las actividades asalariadas manuales en los
servicios no domésticos mantuvieron sus niveles de incorporación de
mano de obra. Este resultado apunta en la misma dirección de otros
9 Para un análisis de la participación de las mujeres en la industria maquiladora en
México, véase Iglesias, 1985; Carrillo y Hernández, 1985; Barajas y Rodríguez, 1989.
INSERCIÓN LABORAL FEMENINA EN EL PERIODO 1976-1987 69
Cuadro III-4
Porcentaje de trabajadoras manuales asalariadas por edad, es
colaridad, estado civil, número y edad de los hijos*
(20-49 años: 1976, 1982 y 1987)
1976 7952 1987
TOTAL 27.1 28.1 20.3
Edad
20-34 30.3 28.2 21.3
35-49 22.4 27.9 18.3
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta 35.2 47.2 23.6
Cuando menos
primaria completa 34.2 43.4 36.6
Cuando menos
secundaria completa 9.0 11.5 13.4
Preparatoria y más 1.9 2.0 2.2
Estado civil
Solteras 35.4 25.3 23.8
Unidas 15.6 25.9 15.2
Separadas/v iudas/
divorciadas 42.8 37.7 32.2
Número y edad de los hijos
Sin hijos 23.6 25.8 9.7
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 0-3 años 17.1 20.5 8.4
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más 8.6 29.7 24.2
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años 15.2 26.6 15.6
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más 14.3 28.1 15.2
* En el cuadro III-5 presentamos los números absolutos, utilizados en el cálculo de
los porcentajes.
** Mujeres unidas de 20 a 49 años.
Fuentes: 1976, Encuesta mexicana defecundidad-, 1982, Encuesta nacional demográ
fica, muestra ponderada; 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
70 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro III-5
Números absolutos de mujeres activas según grupos de edad,
escolaridad, estado civil y número y edad de los hijos
(20-49 años: 1976, 1982 y 1987)
1976 1982 1987
TOTAL 1831 2386 2628
Edad
20-34 1 130 1 648 1 715
35-49 701 738 909
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta 931 729 956
Cuando menos
primaria completa 404 508 577
Cuando menos
secundaria completa 288 876 647
Preparatoria y más 208 273 445
Estado civil
Solteras 582 799 760
Unidas 904 1 231 1 460
Separadas/viudas/
divorciadas 345 421 405
Número y edad de los hijos
Sin hijos 106 168 142
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 0-3 años 152 277 264
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más 93 196 275
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años 330 250 359
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más 224 334 421
* Mujeres unidas de 20 a 49 años.
Fuentes: 1976, Encuesta mexicana defecundidad-, 1982, Encuesta nacional demográ
fica, muestra ponderada; 1987, Encuesta nacional de fecundidad y salud, muestra
ponderada.
INSERCIÓN LABORAL FEMENINA EN EL PERIODO 1976-1987 71
trabajos que señalan la transferencia de las inversiones hacia las
ramas más modernas del sector terciario durante la crisis (Rendón
Y Salas, 1992). En cambio, las oportunidades de empleo domestico
disminuyeron: en el periodo 1982-1987, el porcentaje de mujeres
dedicadas a esa actividad bajó de 11.4 a 7.5% entre la población e
20 a 49 años de edad. Datos para las principales áreas metropolitanas
del país muestran, incluso, una disminución en números absolutos
de trabajadoras domésticas asalariadas en los ochenta ( e rero,
1990). Tal parece que entre los mecanismos utilizados por las
familias de clase media para reducir sus gastos en las épocas
difíciles, estaría la no contratación de empleadas domesticas (De
Barbieri y Oliveira, 1986; González de la Rocha, )•
En lo que respecta a las actividades manuales asalariadas en
la producción, también se dio un descenso consi era e en e
periodo 1982-1987 (de 10.3 a 5.2%). A diferencia de otras oca
siones. en este caso no encontramos respaldo para esta tenden
cia en otras fuentes de información. La industria naciona
contrajo en forma importante en los años oc en^’ Pe
actividades orientadas a la exportación han mostra o
mo y han creado oportunidades de trabajo para la P°b ^mn
femenina. Análisis de los censos económicos que ca
industria formalmente establecida reportan un aum i¡
renglón de mujeres obreras entre 1980 y 1985 lo cua eexph-
cado por la expansión de la industria maquilado a (Rendón.
1990). Asimismo, se han observado aumentos en P» P
ción femenina en la industria manufacturera en varia >
mexicanas (Chihuahua, I'ampico y Tor'eon en e 7. j
Guadalajara y León en la región centro; y aS ^°oliveira l989;
Estados Unidos; véase .Cruz y Zenteno, . , ’ j’
Pedrero, 1990). La discrepancia entre las distintas ? b,e.
deberse al hecho de que los incrementos en a ín
cida se han concentrado regionalmente y, por o ’ .
de suficiente envergadura para establecer una “"Cencía namce
nal. Tampoco habrFa que descartar diferencias <="^ 0’marcos
muéstrales utilizados por los diferentes tipos de encuestas.
72 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Consideraciones finales
El objetivo de este capítulo ha sido documentar las principales
modificaciones en la inserción laboral de mujeres desde 20 hasta
49 años de edad con distintas características en años de crecimien
to y crisis económica en México: 1976-1982 y 1982-1987. Vimos que
la contracción de las oportunidades de empleo asalariado en los
años de recesión, aunada a los cambios en las características de la
mano de obra femenina y a la existencia de requisitos más rígidos
para su contratación, ha producido transformaciones importantes
en la inserción laboral de las mujeres.
Se pudo nítidamente comprobar que, entre 1982 y 1987, las
actividades manuales no asalariadas aumentan en términos relati
vos a expensas de las manuales asalariadas y las no manuales en
general. Se podría argumentar que la renovada presencia de las
actividades por cuenta propia en el país es un fenómeno coyuntu-
ral, y que la salarización de la mano de obra retomará su ritmo de
crecimiento con la reactivación de la economía. Sin embargo, aun
en este caso, es posible esperar un aumento de las actividades por
cuenta propia a corto y mediano plazos, resultante de la creciente
oferta de mano de obra que no encuentra o no quiere desempeñar
ocupaciones asalariadas. La disponibilidad de mano de obra en
México seguirá en aumento por diferentes razones: la inercia
demográfica, el rezago en la creación de empleos en los últimos
años y la distribución regresiva del ingreso. Asimismo, factores
adicionales como el posible aumento de la edad a la unión conyu
gal y el descenso reciente en los niveles de fecundidad pueden
contribuir en un futuro próximo al incremento aún mayor de la
oferta de mano de obra femenina. Otro aspecto crucial que llevaría
a la ampliación del trabajo por cuenta propia y a la mayor incorpo
ración de mujeres a la actividad económica sería el aumento y
dispersión hacia varias regiones del país de las prácticas empresa
riales de subcontratación de las actividades intensivas en mano de
obra, tan conocidas en el occidente de México para abaratar los
costos de producción. Tampoco hay que descartar la puesta en marcha
por parte del Estado de políticas específicas de creación de activi
dades por cuenta propia, para enfrentar los problemas de empleo
en el país en el corto y mediano plazos (Oliveira y García, 1990).
INSERCIÓN LABORAL FEMENINA EN EL PERIODO 1976-1987 73
El panorama de contracción y mayor credencialismo del mer
cado de trabajo asalariado también se pudo delinear con claridad
al observar la evolución de las actividades no manuales. Por una
parte, con un mismo nivel (mediano) de escolaridad se desempe
ñan en menor medida actividades no manuales en 1987 que en
1982; por la otra, las mujeres con mayores responsabilidades do
mésticas no tenían tanta cabida en estas actividades en el segundo
momento como en el primero.
En suma, hay más mujeres que desempeñan actividades extra
domésticas; pero, durante los años de crisis, la importancia
relativa de las ocupaciones más calificadas y con mayor seguridad
laboral disminuye en forma acentuada. Además, en México, al igual
que en otros países de América Latina, paralelamente al incremen
to de la participación de las mujeres casadas con hijos en la
actividad económica, no se han producido modificaciones impor
tantes en la división del trabajo por géneros en los hogares, ni ha
habido un aumento significativo en el número de guarderías.10
Como consecuencia de estos hechos, la carga de trabajo de las
mujeres se acrecienta y, frente a la falta de apoyo institucional para
el cuidado adecuado de los hijos, las mujeres que trabajan por
necesidad económica aceptan realizar actividades eventuales, de
tiempo parcial o se dedican a las ocupaciones no asalariadas como
una estrategia de acomodo del trabajo extradoméstico a sus res
ponsabilidades socialmente asignadas de esposas, madres y amas
de casa. Todo lo anterior contribuye a reforzar la situación desven
tajosa de la población femenina en el mercado de trabajo.
10 Datos para la ciudad de México indican que las guarderías de los gobiernos
federal y municipal atienden a 60 000 niños tntre 45 días y 6 años de edad. Esta
cifra representa menos de 12% de los niños de las madres trabajadoras, quienes son
las usuarias potenciales del servicio de guarderías (Tolbert, 1990).
IV. RECESIÓN ECONÓMICA Y CAMBIO
EN LOS DETERMINANTES DEL TRABAJO FEMENINO
Introducción
En los capítulos precedentes exploramos el incremento en la acti
vidad económica femenina en el periodo 1976-1987 y las transfor
maciones que tuvieron lugar en ese lapso en la inserción laboral
de las mujeres mexicanas. En este capítulo nos interesa especificar
los cambios en Jos condicionantes del trabajo femenino en diferentes
sectores sociales. En este caso utilizamos la inserción económica
de los jefes de hogar para identificar la pertenencia del conjunto de
mujeres (económicamente activas e inactivas) a dichos sectores
sociales. Nos interesa efectuar comparaciones entre 1987, un año
importante de la recesión de los años ochenta, y 1982, momento
que marca el fin de la expansión económica.1 La estrategia meto
dológica elegida considera a los sectores sociales como subpobla
ciones, en cuyo interior es posible esperar diferentes efectos de los
condicionantes individuales o familiares del trabajo femenino en
los dos momentos estudiados. La end y la enfes constituyen nues
tras fuentes de información básica.1 2
En el siguiente apartado reflexionamos primero en torno al
papel teórico y metodológico otorgado a los sector* s sociales en
nuestro estudio. En seguida presentamos la información analizada
1 La tasa de crecimiento del pib en México en el periodo 1978-1981 todavía
alcanzó tasas anuales por encima del 8%. Por lo que toca a 1987, conviene recordar
las altas tasas de inflación que se registraron ese año; asimismo, aunque el producto
tuvo una leve recuperación en ese momento, si se toma el periodo 1982-1988 en su
conjunto, su crecimiento fue negativo ( -0.2%) (Acosta Díaz, 1991; Garza, 1992;
CEPAL, 1990).
2 Aunque la end fue levantada en 1982, ya hemos planteado que la información
sobre actividad económica femenina se refiere al año anterior de 1981. Fue imposible
realizar el mismo análisis por sector social para 1976 por la falta de comparabilidad
de los datos.
75
76 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
mediante el empleo de modelos de regresión logística para los
distintos grupos en 1982 y 1987. La regresión logística es la
herramienta estadística adecuada cuando la variable dependiente
es conceptuada en términos dicotómicos (trabajo-no trabajo), es
pecialmente cuando su probabilidad media difiere de 0.5 (véase
Hanushek y Jackson, 1977; Christenson, García y Oliveira, 1989 y
. la nota estadística al final de este capítulo).
Acerca de los sectores sociales
Tenemos especial interés en conocer los condicionantes del trabajo
femenino en diferentes sectores de la sociedad y en qué medida
han variado en el tiempo. Escogimos esta estrategia porque consi
deramos que los condicionantes del comportamiento sociodemo
gráfico deben buscarse, no sólo en el individuo, sino también en di
ferentes niveles de la realidad que condicionan la acción individual.
Como ya adelantamos, identificamos el status socioeconómico
o grupo social de pertenencia de las mujeres haciendo referencia
a la inserción laboral del jefe del hogar.3 En muchas investigaciones,
la ocupación de los jefes de hogar es considerada como una variable
adicional a la escolaridad, en la búsqueda de explicaciones a los
comportamientos sociodemográficos. Como gran parte de las di
ferencias entre grupos sociales se expresan en un acceso desigual
a las oportunidades educativas, al controlar el efecto de la escola
ridad se minimiza la importancia del status socioeconómico. Por
ello en este trabajo utilizamos una estrategia metodológica distin
ta: los grupos de mujeres divididos según la inserción económica
del jefe del hogar son considerados como subpoblaciones, dentro de
las cuales es posible esperar influencias diferenciales de la escola
ridad y otros condicionantes del trabajo femenino.4
3 En este capítulo nos referimos a los hogares con jefes hombres, que son la
gran mayoría de los incluidos en las encuestas.
4 Una estrategia análoga en el estudio de factores que influyen en la fecundi
dad es utilizada por Naciones Unidas (1987) en donde se definen subpoblaciones
de países de acuerdo con sus niveles de desarrollo. También es posible plantear
78 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
nos de niveles educativos y de ingreso. Se trata de profesionistas,
técnicos, maestros, funcionarios administrativos, funcionarios de
oficina de distintos niveles, que en conjunto habían alcanzado en los
dos momentos el nivel de secundaria y más, en aproximadamente
60% de los casos (enfes, 1987 y end, 1982).
Los jefes manuales asalariados desempeñan ocupaciones tales
como obreros, mecánicos, trabajadores de oficios diversos, chofe
res y prestadores de distintos tipos de servicios. Es posible esperar
que aquí se ubiquen los trabajadores más afectados por la crisis de
los años ochenta, debido a que dependen en importante medida
de un salario con un descenso impresionante en sus posibilidades de
compra. En este sector, 44% en 1987 y 50% en 1982 no lograron
completar la primaria; sólo una quinta parte aproximadamente
logró alcanzar niveles de secundaria completa y más en las dos
encuestas (enfes, 1987 y end, 1982). Por su parte, los jefes manuales
no asalariados, aunque desempeñen el mismo tipo de ocupacio
nes, no poseen en principio acceso a contratos de trabajo y presta
ciones sociales; sin embargo, también es cierto que se trata de un
sector mucho más heterogéneo: reúne a grupos altamente empo
brecidos que crean su propio empleo como estrategia de sobrevi
vencia y a otros más privilegiados que cuentan con cierto margen
de maniobra frente a la crisis, al poder manipular los precios de los
productos que elaboran y servicios que prestan dentro de los límites
impuestos por el mercado. Entre ellos, aproximadamente la mitad
no contaba con primaria completa y sólo una quinta parte alcanzó
la educación media y superior en los dos momentos (enfes, 1987 y
end, 1982).
El estudio del comportamiento sociodemográfico de diferen
tes grupos sociales ha sido siempre una línea de interés para los
investigadores latinoamericanos. Respecto a fuerza de trabajo,
algunos antecedentes previos en el caso mexicano se encuentran
en un estudio que efectuamos para la ciudad de México en 1970,
y en otro llevado a cabo para el conjunto de las áreas rurales del
país en 1981 (véase García, Muñoz y Oliveira, 1982, y Zúñiga et al.,
1986). Estos dos trabajos están más bien orientados a establecer
diferentes pautas de trabajo juvenil, femenino y niveles de fecundi
dad por grupos sociales y tipos de hogares. En el estudio de la
ciudad de México se encontró que el carácter de trabajador no
80 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro IV-1
Porcentaje de mujeres que trabajan según sector social y
características individuales y familiares (1982)
Manuales
No No
Agrícolas manuales asalariados Asalariados
TOTAL 19.0 (1 035) 35.2 (2 755)’ 27.7 (958)’ 26.7 (4 670)’
Edad
15-19 21.2 (267) 16.4 (577) 15.9 (231) 22.7(1 022)
20-24 22.3 (165) 46.4 (631) 41.0 (164) 33.7 (912)
25-29 23.0 (159) 48.5 (452) 37.6 (124) 24.5 (779)
30-34 11.3 (114) 39.5 (365) 29.1 (126) 25.9 (698)
35-39 14.2 (125) 30.5 (287) 25.3 (142) 29.0 (500)
40-44 18.1 (92) 28.0 (267) 23.0 (99) 24.9 (455)
45-49 17.3 (113) 31.8 (177) 26.4 (72) 25.1 (304)
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta 14.6 (753) 17.5 (621) 18.7 (421) 20.0 (2 153)
Cuando menos
primaria completa 20.2 (159) 28.0 (686) 25.1 (228) 26.6(1 231)
Cuando menos
secundaria completa 40.5 (92) 43.7(1 035) 32.8 (245) 38.2(1 080)
Preparatoria y más 44.0 (20) 51.6 (344) 76.9 (53) 42.9 (122)
Estado civil
Solteras 28.0 (337) 36.2 (850) 38.1 (325) 36.4(1 157)
Unidas 11.1 (619) 31.0(1 745) 17.5 (572) 19.2 (3 160)
Separadas/viudas/
divorciadas 43.1 (79) 76.9 (156) 69.7 (59) 63.4 (342)
Número y edad de los hijos
Sin hijos 26.6 (376) 39.4 (1 056) 34.9 (360) 36.1 (1 407)
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 0-3 años 17.0 (104) 38.7 (507) 19.1 (108) 20.9 (735)
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más 23.3 (94) 45.1 (302) 44.5 (65) 36.7 (507)
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años 10.9 (251) 22.2 (390) 19.4 (195) 15.1 (952)
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más 12.3 (205) 27.1 (498) 22.5 (229) 23.9(1 066)
Lugar de residencia
Rural 17.6 (944) 28.5(1049) 18.4 (407) 21.5(1 854)
Urbano 33.8 (91) 39.3(1 706) 34.5 (551) 30.0 (2 817)
* Números absolutos.
Fuente: 1982, Encuesta nacional demográfica, muestra ponderada.
CAMBIO EN LOS DETERMINANTES DEL TRABAJO FEMENINO 81
Cuadro IV-2
Porcentaje de mujeres que trabajan según sector social y
características individuales y familiares (1987)
Manuales
No No
Agrícolas manuales asalariados Asalariados
total 27.7 (2 104)* 40.1 (2 605)* 55.2(1131)* 29.2 (2 968)'
Edad
15-19 26.3 (517) 15.9 (514) 25.8 (318) 20.0 (726)
20-24 31.4 (327) 41.3 (470) 34.4 (185) 28.4 (602)
25-29 24.0 (343) 47.5 (482) 41.7 (164) 30.7 (530)
30-34 27.9 (276) 49.2 (448) 34.3 (154) 42.7 (380)
35-39 30.4 (240) 51.3 (350) 45.3 (103) 35.5 (289)
40-44 32.3 (211) 41.6 (214) 47.8 (121) 30.8 (240)
45-49 22.9 (190) 40.5 (127) 30.6 (86) 24.9 (201)
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta 30.3(1 423) 39.1 (305) 41.2 (433) 25.9(1004)
Cuando menos
primaria completa 19.7 (423) 30.3 (738) 26.0 (356) 26.8(1 041)
Cuando menos
secundaria completa 23.4 (223) 38.3 (1 025) 35.0 (249) 33.2 (763)
Preparatoria y más 47.4 (35) 57.7 (537) 42.6 (93) 47.4 (160)
Estado civil
Solteras 32.0 (593) 36.9 (814) 34.3 (446) 39.0 (846)
Unidas 23.5(1 398) 36.9(1596) 32.4 (621) 20.4(1894)
Separadas/viudas/
divorciadas 57.5 (H2) 80.1 (195) 68.4 (63) 67.1 (226)
Número y edad de los hijos
Sin hijos 30.7 (684) 39.0 (973) 35.8 (479) 35.4(1 025)
Con 1 y 2, el menor
de 0-3 años 29.9 (273) 32.4 (463; 26.1 (118) 16.2 (557)
Con 1 y 2, el menor •
de 4 años y más 36.3 X150) 51.1 (459) 46.0 (121) 42.9 (375)
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años 23.6 (544) 38.2 (273) 32.5 (176) 19.7 (463)
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más 23.9 (452) 40.7 (437) 34.7 (238) 29.7 (547)
Lugar de residencia
Rural 26.3 (1 880) 36 4 (442) 30.6 (367) 21.4 (860)
Urbano 39.6 (224) 40.9 (2 163) 37.3 (764) 32.5 (2 108)
Números absolutos.
Fuente: 1987, Encuesta nacional defecundidad y salud, muestra ponderada.
82 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro IV-3
Comparación de ajustes entre diferentes modelos de regresión
logística para la participación económica femenina
por sectores sociales
1982
Manuales
No
Agrícolas No manuales asalariados Asalariados
L2 Modelo I* 907.98 3 106.74 976.36 5 143.62
L2 Modelo II** 854.94 2 964.16 863.06 4 689.06
l2i-l2ii 53.04a 142.58a 113.30a 454.56a
Diferencia en
grados de libertad 6 6 6 6
1987
Manuales
No
Agrícolas No manuales asalariados Asalariados
L2 Modelo I* 2 414.70 3 209.88 1 410.06 3 403.36
L2 Modelo II** 2 331.58 3 018.90 1 350.00 3 022.34
l2i - l2ii 83.12a 190.98a 60.06a 381.02a
Diferencia en
grados de libertad 6 6 6 6 ,
* L2 Modelo I = -2 (logaritmo de verosimilitud) en el modelo I. Dicho modelo
comprende las varíales: lugar de residencia, edad y escolaridad.
** L2 Modelo II = -2 (logaritmo de verosimilitud) en el modelo II. Además de
las variables del modelo I, el modelo II comprende el estado civil y el número y edad
de los hijos.
d Significativa con 99% de confianza.
Fuentes: 1982, Encuesta nacional demográfica', 1987, Encuesta nacional de fecundi
dad y salud, muestras ponderadas.
84 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro IV-4
Coeficientes de regresión logística de la participación
femenina en distintos sectores sociales (Modelo II) (1982)
Manuales
Agrícolas No manuales No asalariados Asalariados
Edad
15-19 -.587 -2.265* -2.781* -1.575*
20-24 -.105 -.199 -1.037* -.302
25-29 .459 .279 -.037 -.301
30-34 -.528 .191 -.267 -.132
35-39** — —
40-44 -.291 -.025 -.194 -.330
45-49 -.102 .077 -.437 -.391
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta -.871* -1.169* -.364 -.745*
Cuando menos
primaria completa -.689 -.639* -.131 -.476*
Cuando menos
secundaria completa __
Preparatoria y más .249 .020 1.679* -.178
Estado civil
Solteras .996 .415 1.923* .558*
Unidas — — — —
Separadas/viudas/
divorciadas 1.788* -.936* 2.649* 1.994*
Número y edad de los hijos
Sin hijos _ ___
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 0-3 años -.428 -.072 -.436 -.911* '
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más -.147 -.155 -.475 -.469*
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años -.346 -.902* -.303 -1.271*
Con 3 hijos y más, el
menor de 4 años y más -.326 -.642* -.446 -.896*
Lugar de residencia
_ . **
Rural
Urbano .513 -.029 .636* .248*
Constante -1.088 .992 -1.098 .093
Logaritmo de
verosimilitud -427.469 -1 482.080 -431.535 -2 344.534
^«Coeficiente significativo P < .01.
Categoría de referencia omitida en los modelos.
Fuente: 1982, Encuesta nacional demográfica, muestra ponderada.
CAMBIO EN LOS DETERMINANTES DEL TRABAJO FEMENINO 85
Cuadro IV-5
Coeficientes de regresión logística de la participación femenina
en distintos sectores sociales (Modelo II) (1987)
Manuales
Agrícolas No manuales No asalariados Asalariados
Edad
15-19 -.641* -2.525* -1.737* -2.011*
20-24 -.246 -1.023* -1.053* -.774*
25-29 -.366 -.422* -.166 -.250
30-34 -.079 -.071 -.325 .469
35-39** — — — -
40-44 -.008 -.306 -.109 -.380
45-49 -.545 -.341 -1.152* -.949*
Escolaridad
Sin escolaridad y
primaria incompleta .847* -.255 .357 -.141
Cuando menos
primaria completa -.001 -.548* -.422 -.181
Cuando menos
secundaria completa - - - —
Preparatoria y más .831 .585* -.100 .020
Estado civil
Solteras .933* .512* .206 1.681*
Unidas — — - -
Separadas/viudas/
divorciadas 1.333* 1.938* 1.407* 1.990
Número y edad de los hijos
Sin hijos - - — —
Con 1 y 2 hijos, el
menor 0-3 años .267 -.673* -.923* -.517
Con 1 y 2 hijos, el
menor de 4 años y más .204 -.514* -.690 •147
Con 3 hijos y más, el
menor de 0-3 años -.213 -.703* -1.300 -.629
Con 3 hijos y inás, el •
menor de 4 años y más -.316 -.701* -1.189 -.068
Lugar de residencia
Rural** — — - —
Urbano .489* -.076 .375 .414*
Constante -1.606 .572 .374 -.952
Logaritmo de
verosimilitud -1 165.787 -1 509.449 -675.000 1 511.169
* Coeficiente significativo P < .01.
Categoría de referencia omitida en los modelos.
Fuente: 1987, Encuesta nacional de fecundidad, muestra ponderada.
86 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
La mayor propensión a trabajar de las mujeres adultas
Como está ampliamente documentado, la edad de la mujer, por
lo general, se encuentra relacionada con las responsabilidades
familiares y por lo tanto con su participación en el mercado
de trabajo. En México y otros países de América Latina en
las décadas de los sesenta y setenta, el mayor nivel de participa
ción femenina todavía se alcanzaba en el grupo de edad 20-24
(véase García, 1975; Negrete, 1988; Christenson, García y Olivei
ra, 1989; Infante y Klein, 1991, y el capítulo II). No obstan
te, la comparación de la información de encuestas disponible para
el periodo 1976-1987 sugiere que este patrón se ha modificado
para fines de la década pasada con el aumento en la participa
ción económica de las mujeres de 25 años y más (véase el
capítulo II).
Cuando se controlan diversas variables que influyen en la
participación por edad (modelos presentados en los cuadros IV-4
y IV-5), se confirma en términos generales la creciente importan
cia de las mujeres de 25 años y más en el mercado de trabajo. En
1982 estas mujeres presentaban igual propensión a trabajar que
las de 20 a 24 años, en casi todos los grupos. En 1987, las mujeres
de 25-44 años tienen mayor presencia económica que las de 20-24
o 15-19, en las tres subpoblaciones no agrícolas. Este cambio
puede ser el resultado de la combinación de tres procesos, por
lo menos:
a) es posible que las mujeres que entraron en edad joven al
mercado de trabajo en años anteriores no se hayan retirado al unirse
como solían hacerlo en décadas pasadas;
b) con la contracción del salario real, un número más elevado
de mujeres mayores empezaron a trabajar en actividades extrado
mésticas, como por cuenta propia, para obtener recursos adi
cionales, y
c) las mujeres jóvenes pueden haber reducido el ritmo de in
cremento de su participación en el mercado, como resultado de
la reducción en las oportunidades de empleos asalariados que se
ha registrado en el país en años recientes.
88 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Entre las mujeres de los sectores populares —asalariados y no
asalariados— no hay diferencias significativas en la propensión a
trabajar a medida que aumenta la escolaridad. Esto es, en todos los
niveles de educación formal se registra una presencia femenina
equiparable en la actividad económica.
Estos hallazgos sugieren que la fuerte crisis económica por la
que atraviesa el país ha vuelto más complejas las relaciones entre
escolaridad y trabajo. Por un lado, la escolaridad entre los sectores
no agrícolas más necesitados pierde importancia como factor
explicativo de la condición de actividad. La propensión a trabajar
de las mujeres de los sectores populares se asocia con la necesi
dad de obtención de ingresos monetarios para compensar los bajos
salarios de los demás miembros de la familia, de manera inde
pendiente de los niveles de escolaridad. Por otro lado, entre los
sectores medios, una elevada escolaridad contribuye significativa
mente a aumentar la propensión a trabajar de mujeres que pueden
competir por los escasos puestos disponibles en los mercados de
trabajo urbanos. Estos resultados apoyan la argumentación de que
en situaciones particulares, de acuerdo con el tamaño y naturaleza
del mercado de trabajo y a los ritmos de crecimiento de la econo
mía, la relación entre nivel educativo y participación económica
femenina puede asumir distintas modalidades (Wainerman y Rec
chini de Lattes, 1981).
El papel del estado civil
Está suficientemente documentado para América Latina que, para
el conjunto de la población, las mujeres casadas presentan menor
participación en actividades extradomésticas en comparación con
las solteras, viudas, divorciadas y separadas (véase el capítulo II).
Los argumentos explicativos son conocidos: la mayor carga de
trabajo doméstico y los obstáculos existentes para la contratación
de mujeres con responsabilidades familiares. Lo novedoso sobre el
tema son los hallazgos de estudios recientes que ponen de mani
fiesto un incremento en la participación de las mujeres casadas en
la economía de México y de otros países de América Latina, al igual
que lo ocurrido en décadas anteriores en los países desarrollados
CAMBIO EN LOS DETERMINANTES DEL TRABAJO FEMENINO 89
(Wainerman y Recchini de Lattes, 1981; Recchini de Lattes, 1983;
Pedrero y Rendón, 1982; Blau y Ferber, 1985).
Los resultados de los modelos logísticos nos permiten señalar que,
a pesar del aumento registrado a lo largo del tiempo en la partici
pación de las mujeres casadas, éstas todavía presentan, en términos
generales, menor propensión a trabajar en actividades extradomés
ticas que las solteras. Por su parte, las viudas, divorciadas y separadas se
caracterizan generalmente por una mayor presencia económica.
Algunas situaciones no se ayustan a este patrón general. Éste
es el caso de las mujeres casadas de sectores no manuales en 1982 que
presentaban igual propensión a trabajar que las solteras y mayor
que las separadas, viudas y divorciadas; en 1987, sin embargo, se
comportan de acuerdo con el patrón general, esto es, menor
presencia económica que las no unidas. Los elementos explicativos
de este cambio en los sectores medios habría que buscarlos, en
parte, en la modificación de la dinámica del mercado de trabajo
ocurrida en los años ochenta. Al inicio del periodo, años de ex
pansión de la economía, hubo una elevada demanda de mano de
obra con calificación para actividades no manuales que permitió
que, además de las solteras, las mujeres unidas con escolaridad
elevada también desempeñaran en forma creciente estas activida
des. En años de recesión económica, en un contexto de contracción
del empleo no manual, la situación cambia, y a las mujeres unidas
de sectores medios se Jes dificulta mantener los altos niveles de
participación registrados en años de auge de la economía.
En el caso de las mujeres casadas de sectores manuales no
asalariados, la situación es distinta. En anos de expansión, siguen
la pauta general: menor presencia en el mercado de trabajo que
las no unidas. Sin embargo, para finales de los ochenta (1987)
trabajan en igual medida que las solteras, aunque menos que las
viudas y separadas. Este cambio puede ser una consecuencia de la
crisis económica en dos sentidos. Por un lado, se puede conjeturar
que, frente a la contracción del empleo asalariado, estas mujeres
tienen mayores posibilidades de conseguir trabajo en el “nego
cio” familiar;7 por el otro, la participación de la mujer casada
7 Según información de la enfes, 53% de estas mujeres trabaja en actividades
no asalariadas.
90 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
como mano de obra familiar se hace más importante para las
empresas familiares en épocas difíciles, cuando seguramente
otros miembros de la familia salen al mercado en la búsqueda de
salarios complementarios.
La presencia y edad de los hijos
Como ya establecimos en los capítulos anteriores, la interrelación
entre fecundidad y trabajo ha recibido atención creciente en la
sociodemografía. Constituye un aspecto central de este campo
de estudio deslindar la dirección y el sentido de la asociación, es decir,
establecer si la fecundidad condiciona el trabajo o viceversa, con
base en fuentes adecuadas de recolección de información y análisis
estadístico. Tampoco se descarta, por supuesto, el estudio del
condicionamiento mutuo (véase el capítulo II; Naciones Unidas,
1987; García y Oliveira, 1989).
A nosotras nos interesa explorar la influencia del número de
hijos tenidos sobre la participación económica actual. En la litera
tura sobre el tema se pone de relieve la complejidad de esta
relación, y es común llegar a la conclusión de que los resultados no
apuntan siempre hacia la misma dirección. En algunos casos se
establece la asociación negativa esperada; pero en otros no se
encuentra ninguna relación o ésta es positiva en algunos sectores
sociales (Standing, 1978; Wainerman y Recchini de Latter, 1981).
En México hemos tenido oportunidad de constatar en análisis
multivariados la existencia de una asociación negativa entre
el número de hijos y el trabajo extradoméstico en 1982, para la
población total de mujeres de 15 a 49 años (Christenson, García y
Oliveira, 1989).8
Ahora, al comparar 1982 y 1987, encontramos diferencias
importantes entre sectores sociales. Entre los sectores agrícolas, las
mujeres con hijos, chicos o no, presentan igual propensión a trabajar
que las sin hijos, tanto en periodos de auge, como de recesión
8 Otros análisis que profundizan en el tema para México utilizando diferentes
herramientas estadísticas multivariadas son: Smith, 1981; Zazueta, 1981; Wong y
Levine, 1988.
92 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Por último, el resultado encontrado para los sectores manuales
asalariados llama poderosamente la atención. En los años de auge
económico, la sola presencia de hijos en la casa contribuía a reducir
la propensión a trabajar en forma significativa, seguramente, debi
do a que el salario de los miembros que trabajaban alcanzaba para
mantener los niveles de vida familiar, y las mujeres con hijos
participaban en la reproducción cotidiana del hogar con su trabajo
doméstico. Nuestro estudio previo para la ciudad de México en
momentos de expansión económica (1970) apuntaba en la misma
dirección: las esposas de los jefes manuales asalariados con hijos
chicos presentaban una de las más bajas tasas de participación
económica (García, Muñoz y Oliveira, 1982). Ahora, a fines de los
ochenta (1987), con la fuerte reducción de los salarios y la mayor
necesidad de que la población femenina complemente los ingresos
familiares, encontramos que solamente tienen menor presencia
económica las mujeres con las responsabilidades familiares más
acentuadas: aquellas con tres hijos y más, el menor de 0 a 3 años.
Las demás mujeres de sectores asalariados manuales con hijos,
chicos o no, tienen igual presencia en el mercado de trabajo que
las sin hijos.
Según datos de la enfes, las mujeres con hijos que pertenecen
a los sectores manuales asalariados, recurren a diferentes estrategias
en su trabajo extradoméstico en 1987: unas desempeñan ocupacio
nes no asalariadas (25%); esta actividad se ejerce de tiempo parcial,
y les permite hacerse cargo de los hijos mientras trabajan, en un
número importante de situaciones. Otras, al igual que el jefe de sus
hogares, son trabajadoras asalariadas (35%); estas mujeres ejercen
su actividad en mayor medida de tiempo completo, y cuentan de
manera importante con la ayuda de familiares o instituciones para
el cuidado de sus hijos. Por último, otras más desempeñan puestos
no manuales (37%) y cuentan también muchas veces con ayuda
familiar o institucional, sus hijos ya crecieron o no requieren
cuidados especiales.
CAMBIO EN LOS DETERMINANTES DEL TRABAJO FEMENINO 93
Consideraciones finales
La información que proporcionan las encuestas de fecundidad
analizadas (end y enfes) apunta a transformaciones importantes en
los condicionantes del trabajo femenino hacia finales de los años
ochenta en los diferentes sectores sociales. En cuanto al papel de la
escolaridad apuntamos que, entre los sectores menos privilegiados,
la crisis contribuyó al incremento de la presencia económica de las
mujeres con baja escolaridad y, por ende, llevó a modificar el
papel de la educación formal en la participación en el mercado
de trabajo. También llama la atención que las mujeres casadas en
situaciones particulares tengan igual presencia económica que
las solteras, como encontramos entre las mujeres de sectores me
dios en 1982. En este caso, la fuerte expansión de las ocupaciones
no manuales, ocurrida hasta los años ochenta, puede explicar
la importante entrada de las mujeres casadas en los merca
dos de trabajo en el periodo mencionado.
Sobresale además la constatación de que la presencia y la edad
de los hijos cumple un papel condicionador del trabajo femenino
distinto por sector social en épocas de expansión y de crisis
económica. En situaciones particulares, la influencia de ios hijos
sobre el trabajo femenino, al igual que la del estado civil, depende
de la dinámica del mercado de trabajo. Éste es el caso, por ejemplo,
de Jo ocurrido entre Jos sectores medios en los años de expansión,
cuando incluso las mujeres con hijos chicos tenían igual presencia
en el mercado de trabajo que las sin hijos. Mientras que en los años
de crisis, entre los sectores sociales mencionados, la contracción de
los empleos femeninos no manuales llevó a reducir el trabajo
de las mujeres con hijos frente a las sin hijos.
En otras situaciones, aun cuando el meicado de trabajo se
contrae, las necesidades económicas apremiantes contribuyen a
modificar la influencia que ejercen los hijos sobre el trabajo
femenino extradoméstico. Esto ha ocurrido en 1987 entre los
sectores manuales asalariados, donde tradicionalmente los hijos
eran un factor altamente limitante de la participación femenina
extradoméstica. En vista de las carencias que enfrenta la gran
mayoría de la población de este sector de trabajadores urbanos,
encontramos que los hijos en gran parte de Jos casos perdieron su
94 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
papel inhibidor del trabajo extradoméstico de las mujeres. Ante
este hallazgo, más bien habría que pensar en sentido contrario
y plantear que la presencia de los hijos es la que lleva a las mujeres
a poner en marcha estrategias generadoras de ingreso, a la par que
estrategias para su cuidado, y el desempeño de las tareas domésticas.
Estamos, pues, frente a transformaciones importantes, motiva
das probablemente por la recesión económica; pero también por
las modificaciones ocurridas en el largo plazo en lo que toca a la
escolaridad y las pautas de comportamiento menos tradicionales
de la población femenina. Sus consecuencias sobre diversos órde
nes de la sociedad, pero, ante todo, sobre la condición de subordi
nación que caracteriza a la mujer mexicana, serán objeto de estu
dio en la segunda parte del libro.
Nota estadística
La regresión logística es un caso especial de los modelos loglineales
donde se especifica una variable dependiente. Este tipo de análisis de
regresión está especialmente indicado cuando dicha variable depen
diente se expresa en términos dicotómicos (trabajar-no trabajar, como
en este estudio), porque se ha demostrado que en este caso la
regresión ordinaria de mínimos cuadrados es inapropiada.
El modelo de regresión logística se expresa como sigue:
logP/(7-P)=Bx
(P/l-P) es una razón denominada “momio”, donde P varía de
0 a 1 y representa a la proporción de mujeres que trabajan. B
representa, a su vez, a un vector de coeficientes que corresponde
a una constante y a un conjunto de variables independientes. No
existen términos de error, porque se supone que el modelo es
determinístico.
Los coeficientes de la regresión logística se estiman usando el
método de máxima verosimilitud. Mediante dicho método, se busca
iterativamente entre los valores posibles de los parámetros y se
pretende encontrar los indicadores más probables dada una distri
bución conjunta de los resultados en la muestra. El proceso itera
tivo continúa hasta que una diferencia arbitrariamente pequeña
entre el estimador presente y el previo es alcanzada. En el presente
CAMBIO EN LOS DETERMINANTES DEL TRABAJO FEMENINO 95
estudio se utilizó el paquete estadístico Stata para realizar las es
timaciones.
El indicador de verosimilitud (¿2), que puede ser utilizado
para comparar los ajustes de varios modelos de regresión logística,
está dado por:
L2 =-2 log L, .
donde L es el valor de la función de verosimilitud dado un
conjunto de parámetros. Mientras que 7-2 no se distri uye como
ji-cuadrada, las diferencias entre dos modelos sí siguen una distri
bución de ji-cuadrada en muestras grandes. Para mayores eta CS
sobre el ajuste de regresiones logísticas en el estu 10 e ra ajo
femenino en México, véase Myung-Hye, 1987; Chns^son’ arCia
y Oliveira, 1989; Rubin-Kurtzman, 1991b; Cortes, 1992.
SEGUNDA PARTE
V. EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO
EN SECTORES MEDIOS Y POPULARES URBANOS
Introducción
La participación femenina en el mercado de trabajo mexicano
en los años ochenta tiene un nuevo perfil. Son las mujeres
mayores de 25 años, las de menor escolaridad, las casadas y
aquellas con hijos las que más han incrementado su participa
ción económica. Asimismo, son los trabajos por cuenta propia
menos calificados los que más ganaron presencia en la estructu
ra ocupacional femenina en la última década. Desde esta pers
pectiva, se ha podido afirmar que las mujeres han ampliado su
participación en el mercado de trabajo para contribuir a la
satisfacción de las necesidades básicas de sus hogares (Selva,
1985; Cortés, 1988; Pacheco, 1988; González de la Rocha, 1989;
Oliveira, 1989; Pedrero, 1990).
Los planteamientos anteriores han sido hechos con base en
información recolectada en encuestas de ocupación y encues
tas de fecundidad, como vimos en los capítulos precedentes. Es
conocido que este tipo de datos permite delinear las tenden
cias básicas en el mercado de trabajo y puntualizar los factores
socioeconómicos asociados. Sin embargo, a partir de ellos
resulta difícil conocer cómo viven los sujetos sociales concre
tos las transformaciones señaladas. ¿Perciben las mujeres ca
sadas su participación económica como un fenómeno crecien
te en el largo plazo, o más bien piensan que se trata de una
respuesta femenina coyuntural frente al deterioro del salario
del marido? ¿Consideran las mujeres como legítimo el
papel más activo que desempeñan en el mercado de trabajo?
¿Llevan a cabo actividades extradomésticas siempre como resul
tado de las necesidades familiares, o hay lugar para metas
personales, para una trayectoria de vida propia? Es importante
también conocer las modificaciones concretas que tienen
99
100 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
lugar en las funciones tradicionales como madre y esposa y las
repercusiones de estos cambios sobre la vida familiar. ¿Cuál es
la respuesta del marido frente al trabajo de la esposa? ¿Se
enfrentan conflictos y tensiones familiares ante los cambios en la
organización de la vida cotidiana? ¿Defienden las mujeres su
derecho a trabajar? La respuesta a estas y otras preguntas
nos permitiría entender más cabalmente el sentido de los cam
bios que están ocurriendo en el mercado de trabajo, y visualizar
mejor las posibles tendencias futuras del trabajo femenino ex
tradoméstico.
El objetivo de este capítulo es precisamente profundizar en
los distintos significados que las mujeres casadas o unidas de
sectores medios y populares urbanos atribuyen a la actividad
económica. La fuente de información es una serie de entrevistas
en profundidad realizadas en tres ciudades del país: Tijuana,
Mérida y la ciudad de México (Delegación Iztapalapa). Para la
presentación de nuestros hallazgos hemos recurrido a la elabo
ración de tipos que buscan rescatar la diversidad encontrada en
los proyectos de vida de las mujeres, haciendo hincapié en las
percepciones y grados de compromiso frente al trabajo extrado
méstico.
En la siguiente sección presentamos algunos antecedentes
sobre el estudio del significado, del trabajo femenino. En segui
da describimos algunas características de las mujeres selecciona
das, de las ciudades elegidas, y de los instrumentos utilizados
para las entrevistas. Posteriormente presentamos los diferentes
tipos de vivencias del trabajo que han tenido las mujeres de los
sectores medios y populares urbanos que analizamos. En la
elaboración de cada tipo especificamos, además de los aspectos
señalados de percepciones básicas y grados de compromiso con
el trabajo, las ocupaciones que desempeñan las mujeres, las
condiciones laborales que han enfrentado, las elecciones o im
posiciones que han tenido lugar en la vida de trabajo, la relación
del trabajo femenino y el masculino en el interior de la unidad
doméstica, las tensiones o conflictos generados y las relaciones
más globales entre la actividad económica, la maternidad y el
cuidado de los hijos.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 101
Estudios sobre el significado del trabajo femenino.
Algunos antecedentes
Algunos autores establecen de manera clara que la participación
económica femenina en diversos sectores sociales responde a lógi
cas distintas. Arriagada, en su estudio sobre el trabajo femenino en
América Latina, ha sintetizado estos argumentos planteando una
lógica de determinación, la cual obliga a mujeres de ingresos bajos
a trabajar, y una lógica de opción, que se aplicaría en el caso de las
mujeres con ingresos más altos, quienes buscarían además del
ingreso una forma de realización personal (véase Arriagada, 1990).
Otras autoras y autores plantean un escenario más rico en
matices sobre el significado del trabajo femenino en distintos
sectores sociales. De Barbieri (1984) señala que las obreras y
empleadas entrevistadas en la ciudad de México a fines de los
setenta consideraban que el trabajo remunerado no era una activi
dad obligatoria para la mujer, a no ser cuando el esposo no proveía
los recursos económicos necesarios para la familia por muerte,
enfermedad o abandono. Por lo general, las entrevistadas perci
bían su actividad remunerada como una “ayuda” a la economía
familiar. No obstante, en los sectores medios se consideraba que el
trabajo traía cierta independencia económica, que era una forma
de relacionarse con otras personas y de desarrollar las capacidades
personales. La mayoría de estas entrevistadas obtenía —en princi
pio— la realización personal por medio del trabajo remunerado.
Para algunas, Jo importante era realizar actividades que las sacaran
de las tareas y preocupaciones domésticas. Para otras, Ja realiza
ción consistía en lograr una adecuación entre las expectativas y los
logros que se obtenían con el trabajo extradoméstico. En palabras
de la autora, la actividad económica aparecía como una recompen
sa por haber realizado el trabajo doméstico que era obligatorio y
sin retribución.
Bilac (1990), en su estudio sobre trabajadoras manuales en el
estado de Sao Paulo en Brasil, también plantea que la relación
mujer-trabajo remunerado no se construye de manera legítima en
los sectores menos privilegiados. El trabajo fabril es visto como
“sacrificio”; el trabajo a domicilio para producir bienes y servicios
para el mercado es considerado como una “distracción”, y apenas
102 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
el trabajo de las mujeres profesionistas, las patronas de estas
mujeres y las maestras de sus hijos, es evaluado como “premio”,
pues sólo en este caso se considera apropiado el trabajo no domés
tico para la mujer.
Aunque en las investigaciones mencionadas encontramos nu
merosos elementos que distinguirían el significado del trabajo en
sectores medios y populares urbanos, también otros análisis dejan
claro que la conexión entre situación socioeconómica y actitud
frente al trabajo no es tan nítida. En estudios como los de Gerson
(1985) y Valdés (1989) realizados en Estados Unidos y Chile, se
caracterizan situaciones de permanencia y cambio, tanto en secto
res medios, como en las clases trabajadoras. Se documentan los
papeles femeninos tradicionales y también casos en los cuales las
mujeres son sujetos autónomos, con un plan consciente de desarro
llo más allá de la maternidad. Éste puede ser de vida en pareja,
desarrollo profesional, participación política y social o desarrollo
artístico. En estas situaciones, el compromiso con una actividad
extradoméstica puede significar para las mujeres el cuestionamien-
to de la subordinación y la búsqueda de espacios propios.
También se ha encontrado en México que mujeres de los
sectores populares que trabajan por necesidad atribuyen a su activi
dad extradoméstica un significado que va más allá de la obtención
de recursos monetarios. Benería y Roldán (1987), a partir de su
estudio de trabajadoras a domicilio en la ciudad de México, sostie
nen que los salarios pueden ser usados como una palanca para
asegurar un espacio mínimo de control autónomo, como un me
canismo para alcanzar mejores niveles de vida y atenuar el daño a
la autoimagen causado por la dependencia económica frente a los
cónyuges.1 Lailson (1990), en su estudio en Guadalajara, también
llega a la conclusión de que el trabajo asalariado ha dado a las
mujeres la posibilidad de saberse independientes y distribuir lo que
ganan como mejor les convenga.
Con base en los hallazgos anteriores, nuestro estudio del
significado del trabajo femenino en sectores medios y populares
1 Sin embargo, conviene aclarar que estas autoras establecen de manera
general que el control sobre algún ingreso no les permite a las mujeres negociar de
manera significativa las relaciones entre los géneros en el interior de los hogares.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 103
urbanos busca documentar una diversidad de situaciones en am
bos grupos. Recurrimos a la construcción de tipologías, ya que
éstas son en extremo útiles para captar las diferencias y los matices
en los proyectos de vida (Gerson, 1985; Valdés, 1989). Los tipos
que hemos construido buscan dar cuenta de los diferentes patrones
de representación que las mujeres tienen sobre el trabajo, y están
basados en el criterio del grado de compromiso que se establece con
la actividad económica, así como en el análisis detallado de las
trayectorias laborales de las mujeres entrevistadas. No son prome
dios, ni descripción de ninguno de los casos individuales; se trata
del análisis del conjunto de ellos mediante la selección y acentua
ción de los aspectos considerados más sobresalientes, recurrentes
y significativos. Se persigue llevar a cabo análisis plausibles que tomen
en cuenta los puntos de vista de las agentes sociales involucradas,
y hacer hincapié en la búsqueda de sentido de las acciones, ya que
esta dimensión es crucial en el logro de los cambios sociales.
Consideramos que los individuos se enfrentan a campos de opcio
nes ciertamente restringidos; pero también sujetos a transformación
mediante sus acciones concretas (véase Przeworski, 1982; Bourdieu,
1985; Gerson, 1985; Jelin, Llovet y Ramos, 1986; Caldwell, 1988).
Criterios de selección e información recolectada
EN LAS ENTREVISTAS EN PROFUNDIDAD
Utilizamos como fuente de información para este capítulo 79
entrevistas en profundidad que realizamos entre agosto y noviem
bre de 1990. Elegimos principalmente mujeres de dos grandes
cohortes (20-34 y 35-49 años), que tenían hijos y algún tipo de
relación de pareja esiable y desempeñaban distintas ocupaciones.
También entrevistamos a algunas mujeres que no participaban
económicamente o que habían trabajado en algún momento de sus
vidas y no lo hacían en el momento de la entrevista."
2 Todas las mujeres analizadas en este capítulo tienen una pareja que contribu
ye de manera estable al presupuesto familiar. Por la importancia de la temática,
dedicamos el capítulo VI a las jefas económicas (mujeres que sostienen su hogar
prácticamente solas, aun cuando su marido esté presente).
104 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Definimos como pertenecientes a los sectores medios a mujeres
con ocupaciones no manuales, siempre que poseyeran algún grado
de escolaridad superior a la secundaria. Un criterio adicional para la
pertenencia a los sectores medios fue la ubicación de la residencia en
colonias que contasen con los servicios básicos de agua y electricidad,
pavimentación de las calles y otros servicios tales como el teléfono. Se
buscó contar con mujeres que desempeñaran, tanto ocupaciones no
manuales asalariadas, como por cuenta propia, debido a la importan
cia de estas últimas ocupaciones en las estrategias de combinación de
la maternidad y el trabajo (véase los cuadros AII-1 al AII-3 en el
apéndice II). Por su parte, fueron ubicadas dentro de los sectores
populares las entrevistadas con ocupaciones manuales, con escolari
dad menor que la preparatoria, y residencia en colonias con infraes
tructura urbana precaria en lo que respecta a agua, electricidad y
pavimentación de las calles. Se aseguró la representación de mujeres
con ocupaciones manuales asalariadas y por cuenta propia (véase los
cuadros AII-1 al AII-3 en el apéndice II). Por último, en el caso de
las mujeres que no trabajaban en el momento de la entrevista, su
sector de pertenencia se estableció a partir de la ocupación y escola
ridad del esposo o compañero, persona de la cual usualmente de
penden desde el punto de vista económico.
Escogimos mujeres que residían en áreas urbanas caracterizadas
por diferentes estructuras productivas: Tijuana, dinámica ciudad
fronteriza con Estados Unidos en el norte del país, conocida por
el crecimiento y diversificación de sus maquiladoras; Mérida en el
sureste mexicano, ciudad que proporciona diversos tipos de servi
cios a toda la región, pero caracterizada por tener mucho menor
dinamismo económico, y la ciudad de México, centro del poder
económico y político del país (véase el apéndice II). Es importante
dejar claro que en el análisis que sigue no se consideran por separado
a las distintas ciudades. Hemos escogido diferentes áreas urbanas
en un intento por maximizar la heterogeneidad posible en los
fenómenos estudiados y no con el fin de caracterizar la situación
prevaleciente en cada centro urbano.
Se trata de una muestra intencional o no probabilística. Se
entrevistaron en cada ciudad o delegación las mujeres que llenaran
los criterios establecidos en cada uno de los casos (edad, estado
civil, presencia de hijos, ocupación y posición en la ocupación),
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 105
tratando de diversificar la manera en que se establecieron los con
tactos para acercarse a ellas. Por el lado de los establecimientos de
trabajo se tuvieron en cuenta oficinas locales de gobierno, uni
versidades, escuelas y hospitales; distintos tipos de industrias, ban
cos, restaurantes, hoteles, salones de belleza; comercios grandes
y pequeños, desde puestos de periódicos, tiendas de abarrotes, pape
lerías y mercerías, hasta grandes almacenes y supermercados, y las
casas particulares para las empleadas domésticas. Por el lado de
la residencia, se buscó también diversificar el sector de la ciudad
o de la delegación donde se habitaba, asegurando en todos los
casos la presencia de mujeres de barrios populares y colonias de
sectores medios.
Las entrevistas fueron semiestructuradas, siguiendo los linca
mientos de un pequeño cuestionario y de una guía establecida para
tal fin. La guía estuvo conformada alrededor de la historia de vida
y sus principales transiciones: acontecimientos ocurridos en la
niñez y la adolescencia; el inicio de la unión libre o el matrimonio;
divorcios o separaciones en su caso; uniones subsecuentes; naci
miento de los hijos; entradas y salidas de la actividad laboral. Entre
los aspectos considerados en cada transición estuvieron: fecha y
lugar de ocurrencia; participación activa en la toma de decisiones;
razones tomadas en cuenta para efectuar cada cambio; transformacio
nes desencadenadas en las diversas esferas de la vida; percepción
de conflictos; aceptación o surgimiento de formas de resistencia y
acomodo; cambios percibidos en las relaciones de pareja y el
significado de cada evento en la vida de las mujeres (véase en el apén
dice II el cuestionario y la guía de las enti evistas en profundidad).
Asimismo, se incorporaron en la entrevista algunas caracterís
ticas básicas del contexto laboral actual o del que la entrevistada
considerara como más importante en su vida: edad y sexo de
los compañeros de trabajo; división de tareas por género; presen
cia de discriminación salarial y hostigamiento sexual; relaciones
entre hombres y mujeres en el lugar de trabajo. En lo que respecta
al contexto familiar se consideró: participación femenina en los
ingresos y gastos; distribución del tí abajo doméstico; estrategias
para combinar trabajo extradoméstico y responsabilidades familia
res; socialización de los hijos; relaciones de pareja; ejercicio de
autoridad en la familia y la sexualidad. Por último, se buscó que la
106 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
entrevistada evaluara su vida y transmitiera, en el caso de existir,
los planes futuros y la percepción en torno a algunos cambios
sociales básicos: situación económica del país; beneficios y desven
tajas de la ciudad donde vivía; cambios en la fecundidad y anticon
cepción y en la condición de las mujeres en general.
El significado del trabajo en los sectores medios
En el caso de los sectores medios, las mujeres cuentan con la
escolaridad y las condiciones de vida necesarias que les permiten
desempeñar trabajos no manuales relativamente mejor remunerados
(véase los cuadros V-l al V-4).3 Sin embargo, hemos encontrado
importantes variaciones en los significados atribuidos a la activi
dad económica y en los motivos por los cuales se trabaja, no se
trabaja o se deja de hacerlo. De esta suerte, hemos construido
cuatro tipos básicos: a) el trabajo considerado como carrera; b) el
trabajo percibido como actividad complementaria; c) el trabajo
evaluado como necesario para mantener el status social, y d) la
permanencia en la casa en los sectores medios.
El trabajo como carrera (tipo 1)
El trabajo extradoméstico es considerado como fundamental para
el desarrollo personal. Trabajar y ganar dinero son aspectos impor
tantes, son parte indispensable de la experiencia vital. El trabajo se
asume como una meta, un compromiso de vida, una carrera que
requiere dedicación y continuidad. Al ejercer esta actividad se ob
tienen éxitos, superación, reconocimiento, autoestima, satisfacción
e independencia económica. El trabajo es un medio para obtener
el bienestar personal, familiar y comunitario.
3 Como es posible constatar en estos cuadros, algunas entrevistadas no se
ciñen a los criterios preestablecidos de edad y estado civil; sin embargo, hemos
considerado importante mantenerlas dentro de nuestro análisis por la riqueza que
proporcionan sus relatos de vida, y por considerar que no distorsionan las tenden
cias establecidas por la gran mayoría de las entrevistas.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 107
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108 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
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110 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
0661
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO
1En el momento de la entrevista, avt = Algu na vez trabajó.
Asal = Asalariada(o). pcp = Por cuenta propia.
Fuente: Entrevistas en profundidad. Proyecto “Fecundidad, trabajo y condición femenina en México", agosto-noviembre,
111
112 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILI AR EN MÉXICO
Las mujeres que ejercen una carrera consideran que su soste
nimiento económico es primordialmente una responsabilidad per
sonal. Para ellas no resulta adecuado depender total o continua
mente del esposo en términos monetarios, aun cuando los ingresos
masculinos sean suficientes para tal fin. El estudio y posteriormen
te el trabajo extradoméstico han formado parte indispensable de
sus vidas y están conscientes del poco reconocimiento social del
papel de ama de casa.
El trabajo para una mujer es un medio de superación [...] de desarro
llo y de autoestima [...] uno bien podría depender de un hombre,
de un padre [...J pero el hecho de sentirte productiva, el hecho de
sentirte que eres capaz de generar, de producir, creo que es muy
importante para una mujer. Alma, 34 años y 2 hijos; vive en Tijuana.
Pensando en la vida en general, para mí tener ingresos y poder
contribuir al pan que yo como es fundamental para sentirme persona
independiente, que vale [...] Yo recuerdo, además, que cuando leí en
el primer año de la carrera de psicología un libro de Eric Fromm que
se llama El miedo a la libertad, una de las cosas que concluí es que una
persona se tenía que mantener a sí misma. Rosalinda, 37 años y 2 hijos;
vive en Mérida.
Pienso que sería terrible mi situación de tener que depender de otra
persona que te mantenga; [a través del trabajo uno obtiene] el reco
nocimiento externo de que uno sirve para algo[...] Mariana, 34 años y
3 hijos; vive en Mérida.
Se trata de profesionistas —médicas, psicólogas, economistas
en distintos ámbitos, escritoras y profesoras con títulos universita
rios—; provienen de familias con recursos económicos necesarios
para garantizar la dedicación de sus hijas al estudio, aunque la ex
periencia de trabajo temprana tampoco les es desconocida. Algu
nas ejercen carreras que tradicionalmente han concentrado a las
mujeres, como serían la psicología y la literatura, y otras han recorrido
el camino de profesiones usualmente consideradas muy largas y pesa
das para el sexo femenino como sería el caso de la medicina.
Las mujeres que se identifican con este proyecto tienen esposos
con escolaridad también universitaria que desempeñan distintos
tipos de trabajos no manuales, tales como profesores e investiga
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 113
dores universitarios, gerentes de empresas, periodistas, médicos y
otros profesionistas independientes, empleados gubernamentales
de mediano y alto nivel. Por lo general, en términos económicos,
las familias se encuentran bien ubicadas dentro de los sectores
medios al tener, por los menos, dos personas que aportan y
comparten el gasto familiar. Se trata, además, de hogares chicos, con
2 hijos en promedio.
Sin embargo, dedicarse a una carrera no ha sido una opción
fácil para estas mujeres. La mayoría está consciente de que en el
mundo del trabajo extradoméstico los hombres son los primeros
en ser alentados, promovidos y reconocidos y, por lo tanto, en
ocupar los puestos directivos. Resulta necesario entonces ubicar
lugares en el sector público o el privado en donde se promueva o
no se desaliente la participación femenina; asimismo, es importan
te tener acceso a redes de amistades que faciliten la localización de
los empleos y contar con jefes inmediatos dispuestos a enseñar y
promover a su personal subalterno. Se reconoce, por lo general, la
existencia de hostigamiento sexual en el lugar de trabajo, aunque
los ambientes intelectuales y académicos se ofrecen como ejemplos
de mayor respeto entre hombres y mujeres. En lo que concier
ne a los contextos laborales, es interesante hacer notar que aquellos
predominantemente femeninos son vistos como más conflictivos y
competitivos, pues la autoridad femenina no siempre es considera
da como legítima por las otras mujeres.
Además de las dificultades que se enfrentan en el desempeño
de las distintas ocupaciones, el cuidado de los hijos en edad
preescolar ha representado un reto importante en su vida. En
términos generales, las carreras se ejercen con las menores inte
rrupciones posibles, para lo cual se recurre a guarderías, emplea
das domésticas y parientes cercanos. Sin embargo, no siempre se
encuentran buenas opciones, lo cual maximiza las ambivalencias y
conflictos entre ser madres y trabajadoras, especialmente durante
el primer año de vida de los hijos.
Los mayores problemas de las mujeres de carrera en su vida
cotidiana provienen de la división de su tiempo entre las múltiples
tareas que realizan, lo cual involucra de lleno las relaciones que se
mantienen con el esposo y la participación de éste en las tareas
domésticas.
114 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
El conflicto eterno es que cada quien pueda hacer lo que le guste sin
perjudicar al otro. Ésa es la negociación eterna. Y hay momentos,
como ahora, que él se desarrolla más personalmente y a mí se me ha
cargado la mano en la cuestión de los hijos. Elizabeth, 29 años y 1 hijo;
vive en el D.F.
[En las relaciones intrafamiliares] siempre entra la competencia, no
de trabajo, sino del tiempo. Rosalinda, 37 años y 2 hijos; vive en Mérida.
La pelea por el tiempo y el respeto por el tiempo de ambos era el pan de
todos los días. Marisol, 37 años y 2 hijos; vive en Tijuana.
Aunque se da una lucha permanente por la participación del
esposo en el trabajo de la casa, las mujeres de carrera consideran
que a ellas siempre les toca más. El trabajo doméstico se comparte
con los hijos o parientes cercanos, o más bien lo realizan las
empleadas domésticas.
Lucho por no agarrar el papel de mamá que hace todo; pero siempre
le toca a uno un poco más, pues hay un patrón cultural difícil de
cambiar. Mariana, 34 años y 3 hijos; vive en Mérida.
Al tener la jornada interminable de la casa, y el trabajo fuera de casa,
a veces la mujer se siente atrapada en una jornada más que intermina
ble, con doble función, porque se comparte el trabajo fuera de casa,
pero no se comparte por igual el trabajo doméstico. La idea es que el
hombre te sigue ayudando porque es bueno, es comprensivo, está
liberado y te hace algo; pero no es que se comparta el cincuenta por
ciento. Rosalinda, 37 años y 2 hijos; vive en Mérida.
La no contribución [de él] a los quehaceres domésticos la resolvíamos
pagándole a una persona que nos hiciera el servicio. Marisol, 37 años
y 2 hijos; vive en Tijuana.
Esta situación hace que muchas de estas mujeres tengan una
conciencia clara de que, en situaciones específicas, especialmente
cuando los hijos están chicos, el desarrollo en la esfera profesional
tiene que postergarse, o realizarse a un ritmo más lento. La realidad
a veces se enfrenta con optimismo; pero en muchas ocasiones
surgen con claridad el cansancio, la insatisfacción, y hasta la decía-
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 115
ración explícita de que el vivir en pareja es sinónimo de opresión
femenina. Esta insatisfacción, que puede ser un elemento que lleve
a la disolución del matrimonio, surge más claramente cuando se
tiene la certeza de que el trabajo extradoméstico de la mujer no es va
lorado por el esposo de la misma manera que el masculino, aun
cuando en ocasiones sus ingresos hayan llegado a ser similares.
En breve, para las mujeres de carrera, el trabajo es fundamen
tal y consideran que su sostenimiento económico es una responsa
bilidad personal. Han luchado por desempeñar sus ocupaciones
extradomésticas de la manera más continua posible y por involu
crar a los esposos en el trabajo doméstico. Sin embargo, reconocen
las dificultades presentes en los distintos tipos de esfuerzo y su vida
no está exenta de ambivalencias y desalientos.
El trabajo como actividad complementaria (tipo 2)
El trabajo constituye una actividad suplementaria en la vida de la
mujer; lo principal son los hijos y la relación matrimonial. Un
elemento que permite entender esta posición frente al trabajo
remunerado es el hecho de contar con un esposo que gana lo ne
cesario para garantizar un mínimo de bienestar dentro de los
sectores medios. En este contexto, algunas mujeres con entrena
miento técnico o profesional y escolaridad elevada expresan que
trabajan por independencia, satisfacción, para aprender activida
des nuevas, para demostrar la capacidad y el entrenamiento indivi
duales. En otras ocasiones pueden esbozar también que el trabajo
sirve para relacionarse, relajarse, como terapia contra la soledad,
como hobby, como medio para sufragar los pequeños gustos perso
nales y de los hijos, o para aprender a valorar las cosas materiales.
Al ejercer la actividad extradoméstica, estas mujeres plantean
que no lo hacen por necesidad económica, que su compromiso con el
trabajo extradoméstico es restringido, y que no ambicionan obtener
ascensos o mejor remuneración. Para algunas de ellas ésta ha sido
su primera elección, pero para otras, sus planteamientos dejan traslu
cir pérdida de confian?^ en la actividad profesional, frustraciones
ante situaciones laborales desventajosas o en las que los superiores
bloquearon las oportunidades de ascenso. Por ejemplo, Valentina,
116 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
de 41 años, con tres hijos, que vive en Tijuana, comenta que siendo
empleada de mostrador en una importante compañía la cambian a
una sucursal en la que hay más trabajo y peor sueldo. Ante esta
situación, expresa que, como ella tenía quien la mantuviera y sus
hijos son adolescentes, decidió salirse del trabajo para estar más
tiempo en su casa, elaborando manualidades para la venta ocasional.
Aunque las prioridades parecerían ser claras, esto no quiere
decir que la elección de trabajar para estas mujeres no conlleve
tensiones familiares o laborales. En algunas instancias, es la misma
decisión de establecer un compromiso restringido con la actividad
económica la que puede estar cargada de conflictos y ambivalencias.
Por un lado, se puede seleccionar un trabajo que no represente
un compromiso central en la vida, porque se considera que éste es
el curso natural de las cosas, aun cuando se haya completado la
universidad o algún grado de educación superior.
Luz Marina, contadora pública, de 35 años y con cuatro hijos,
que vive en Mérida, reconoce que la venta de ropa en su casa no
está a la altura de su entrenamiento universitario (su padre y su
suegro le reclaman que “tantos años de ir a la universidad para que
haga esto ...”), pero reacciona planteando que hay mujeres que son
más activas, más profesionistas y a las que les hace más falta el
trabajo. Otras, como ella, son más maternales.
En otras ocasiones se cede a las imposiciones del esposo y el
proceso de toma de decisión puede ser doloroso, ya que no se
perciben otras alternativas viables para preservar la unidad y
estabilidad familiares. Una dentista que tiene dos trabajos, María
Laura de 39 años con dos hijos que vive en Mérida, relata que, al
comienzo de su vida en pareja, a su esposo le gustaba que trabajara
y la animó para terminar la carrera. Ahora quiere que deje de
trabajar para que no desatienda la casa por las tardes. Su madre
también la presiona para que deje el trabajo de la tarde. Cuando
luego se le pregunta sobre sus actividades futuras, contesta que sus
planes son trabajar menos y dedicarse más a la familia. Aclara que
ya se condicionó y que no está frustrada por ello.
Asimismo, se puede defender el derecho a trabajar de manera
suplementaria y lograr hacerlo después de grandes fricciones
familiares: “A mi marido no le gusta que trabaje, lo he logrado con
grandes pleitos.” Eva, 37 años y 1 hijo; vive en el D.F.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 117
Por último, también puede darse el caso opuesto, en que el
esposo estimula a la mujer a participar económicamente porque ambos
consideran que así cubren mejor los gastos familiares, o porque pien
san que, dado que la mujer tiene una carrera, es correcto que ejerza
algún tipo de actividad, aunque la de él siga siendo prioritaria.
Una nutrióloga que comenzó a trabajar seis meses antes de la entre
vista después de un tiempo largo como ama de casa, expresa que ella
se sentía encerrada, y que fue el propio marido, que es médico, el
que le consiguió el trabajo. “Él es el más contento, porque hasta
el carácter me cambió”, Lorena, 29 años y 1 hijo; vive en Tijuana.
Como se deja ver en los ejemplos anteriores, las mujeres que
trabajan de manera suplementaria en los sectores medios desem
peñan ocupaciones profesionales o técnicas, mayoritariamente de
tiempo parcial, u ocupaciones por cuenta propia, en especial la
comercial. Los ingresos que se obtienen por estas actividades secun
darias son conceptuados como algo separado del gasto familiar. Los
maridos son los proveedores básicos; se trata de profesionistas,
personal administrativo de alto nivel, propietarios de diversos tipos
de negocios. Lo que gana la mujer es extra, ella lo maneja a su
arbitrio, y el dinero es para los pequeños lujos, su ropa o la de los
hijos, algún curso o paseo; es decir, que en este caso, el ingreso
femenino no complementa al masculino, pues éste se considera
suficiente, sino que consiste en un aporte adicional destinado a
rubros personales específicos. Cuando algunas de estas mujeres
Pagan componentes básicos de la reproducción familiar en los secto
res medios —la colegiatura de los hijos—, o gastos más directamente
relacionados con el quehacer femenino • -el salario de la empleada
doméstica—, rápidamente aclaran que es porque así lo quieren,
reafirmando la idea de que sus obligaciones principales no son las
económicas. En cambio, consideran que su papel central es la educa
ción de sus hijos (dos en promedio), a veces por encima de su papel
de esposas. Es clara la concepción de que, por lo menos en los primeros
años de vida de los hijos, la maternidad debe ser una actividad casi de
dempo completo, a menos que haya necesidad económica.
Cuando los hijos están chicos, tienen que ser primero ellos que tú
misma, hasta que llega un momento en que vuelves a ser tú primero.
Lilia, 34 años y 3 hijos; vive en Mérida.
118 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
En esos primeros años, ni siquiera la abuela se considera un
sustituto adecuado de la madre para el cuidado de los hijos.
Usualmente se comienza a pensar en algún tipo de trabajo remu
nerado cuando esa etapa termina. La educación de los niños es,
pues, una tarea noble a la cual vale la pena dedicarse. En cambio,
las labores del hogar son conceptuadas como tareas propias de las
empleadas domésticas. Las mujeres declaran que su actividad
directa en este rubro puede ser muy reducida, considerándose más
bien como administradoras de las unidades domésticas.
En síntesis, las mujeres que consideran el trabajo como una
actividad suplementaria construyen su proyecto de vida alrededor
del eje básico de la maternidad y el matrimonio. El trabajo extrado
méstico permite concretar algunos logros, pero éstos se consideran
secundarios frente al papel central de educadoras de los hijos y
administradoras del hogar. No obstante la claridad de prioridades,
se presentan conflictos al ponerlas en práctica por tratarse de
mujeres con escolaridad elevada que han visto abrir y cerrarse las
oportunidades para su desarrollo profesional.
El trabajo necesario para mantener el status social (tipo 3)
El trabajo extradoméstico se lleva a cabo para garantizar las posi
bilidades de ascenso social, así como la obtención de algunos de
los bienes y servicios definidos como esenciales dentro de los
sectores medios: casa propia, educación y medicina privadas, sali
das a restaurantes, coches y viajes.
Ei salario o sueldo del marido, mermado por la crisis econó
mica, es considerado insuficiente y la mujer percibe su trabajo como in
dispensable para acceder a los bienes y servicios vistos como
necesarios. El trabajo es parte de un proyecto familiar para hacer
frente a condiciones difíciles en el presente, o garantizar condicio
nes de vida mejores en el futuro para la pareja y sus hijos.
[...] el sueldo del esposo no alcanza para nada, por más bien que gane
uno, pues el gasto de la casa es mucho. Como que trabajando la mujer,
pues tienes para otras cosas [...] quieres compartir esto [...] tienes para
tus hijos, tienes para darles; si uno se limita a lo que gana el marido,
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 119
no alcanza para estas cosas, a menos que tenga un montón de dinero,
¿verdad? Carmen, 36 años y 2 hijos; vive en Mérida.
[...] quiero dedicarme a la familia como al trabajo, o sea, la decisión
es ésa, pues, estamos empezando y queremos más cosas, una casa, por
ejemplo, que sea tuya, que no e^és pagando renta y, pues no sé, algo
que para cuando crezca tu niño [...] y no tenga que estar luchando
desde abajo como uno, ¿no? Julia, 25 años y 1 hijo; vive en Tijuana.
no es de que yo sea una persona ambiciosa [...] pero yo quiero que mis
negocios sigan mejor,, tener una mejor vivienda, que mis hijos puedan
estar más cómodos [...] cambiamos de vehículo. Judith, 39 años y 2
hijos; vive en Mérida.
Cuando se trabaja por compromiso con un proyecto familiar
para mantener el status social, las actitudes de las mujeres frente a
la actividad económica no son homogéneas. Por un lado, están las
mujeres que, aunque trabajen por necesidad económica, conside
ran que la actividad extradoméstica constituye un elemento impor
tante de realización en sus vidas, de satisfacción y desarrollo
personal.
[...] trabajar es importante para mí en mi desarrollo como persona [...]
la mujer que no trabaja se muere ahí en su casa. Yo veo a mis
hermanas que por mucho dinero que tengan, como que están huecas.
Adriana, 35 años y 4 hijos; vive en el D.F.
[...] yo pienso que es muy importante trabajar, no nada más estar en
el hogar. Porque pues uno como qut se encierra nada más en el
hogar y como que ya no sales de eso, no aprendes otras cosas, no te
comunicas. Cecilia, 27,años y 2 hijos; vive en el D.F.
Por otro, lado están aquellas que consideran que trabajan
exclusivamente por necesidad; para ellas el trabajo es percibido
como una obligación, y su desempeño se considera como inevita
ble. Ellas manifiestan diferentes tipos de inconformidades: quejas
contra el trabajo asalariado con horario fijo y rígido, escasez de
tiempo para realizar todas las actividades, preferencia por el nego
cio familiar.
120 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
[...] trabajo para ayudar a mi esposo, para que podamos mejorar la
casa dándole un buen ambiente a mi hijo [...] Me gustaría quedarme
en mi casa; pero antes tengo que ver mi situación económica. Sí he
pensado dejar de trabajar y poner un pequeño comercio en mi casa,
una frutería, una carnicería, una mercería, sí he pensado. Silvia, 25
años y 1 hijo; vive en Mérida.
Las experiencias en la niñez y la adolescencia son variadas;
pero con gran frecuencia, las mujeres identificadas con este pro
yecto provienen de familias grandes, que han enfrentado dificulta
des económicas; sus madres tenían que trabajar para traer al hogar
recursos monetarios adicionales y ellas tuvieron que dejar de
estudiar siendo aún jóvenes para apoyar económicamente a sus
familias de origen. A veces costearon*sus estudios o regresaron a
completar una carrera corta después de casadas.
Estas mujeres no logran obtener una carrera universitaria;
cuando mucho terminan estudios comerciales, de contabilidad,
secretariales o en el magisterio. La ocupación no asalariada es una
opción frecuente. Algunas logran el sueño de muchas otras: tener
un negocio propio o participar activamente en una empresa fami
liar; otras se dedican a la venta de productos diversos por cuenta
propia. Si se desempeñan ocupaciones asalariadas, por lo general
se llega a ser empleada pública, secretaria, trabajadora social o
enfermera.
Cuando se trabaja para mantener el status social, se intensifi
can las estrategias para combinar la maternidad y el trabajo. Se
recurre a la ayuda de hijos mayores, de familiares cercanos (ma
dres, suegras, sobrinas, primas, ahijadas), o de vecinas. Pocos son
los casos en que se utilizan guarderías o empleadas domésticas, tal
vez por ser éste un grupo con carencias económicas dentro de
los sectores medios. Asimismo, en otras ocasiones, se busca adap
tar el trabajo a las exigencias impuestas por el cuidado de los hijos
chicos. Se puede optar por trabajar cuando ellos están en la
escuela, dar preferencia a los tumos nocturnos, trabajar solamente
algunos días de la semana, o cambiar de una ocupación asalariada a
una por cuenta propia y definir el propio ritmo de trabajo. Una
agente de ventas nos cuenta que decidió sacrificar su carrera por
sus hijos:
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 121
[...] mi profesión me da lo que yo necesito y lo que yo quiero; pero
entonces tuve que comprender que uno no puede tener números uno
en todo y opté por ser mediocre [en el trabajo] no tener ese éxito que
yo ambiciono. Estela, 42 años y 3 hijos; vive en Tijuana.
Los compañeros de las mujeres que trabíyan como parte de un
proyecto familiar, al igual que ellas, tienen estudios que no van más
allá de la preparatoria o carreras técnicas. Realizan actividades
como empleados, agentes de ventas, comerciantes, maestros, taxis
tas. Las familias, en promedio, no son numerosas (2.4 hijos); pero
los salarios de los compañeros no son suficientes para mantener el
nivel de vida deseado y las mujeres contribuyen con su trabajo para
lograr ese objetivo. Con frecuencia no hay separación entre los
gastos familiares y los individuales. Los esposos, por lo general,
están de acuerdo con que sus esposas trabajen y las estimulan a
hacerlo, siempre y cuando no descuiden a los hijos mediante
estrategias como las mencionadas.
Lo que estas mujeres no aceptan fácilmente, sin conflictos, es
hacerse cargo del trabajo doméstico (cocinar, lavar, planchar, lim
piar la casa). Se tiene claro que si los dos trabajan, los dos deben
realizar trabajos domésticos; pero se reconoce que no es fácil
lograr lo que se quiere, debido a que los maridos se aferran a la
idea de que las tareas domésticas corresponden a la mujer.
Sobre este particular, se presentan formas de organización de
las labores domésticas distintas y no hay necesariamente un predo
minio absoluto de los roles tradicionales. Por un lado, se repite la
conocida situación de las mujeres que se encargan solas de todo el
trabajo doméstico; se levantan antes que el marido y los hijos,
atienden sus necesidades, trabajan fuera del hogar y cuando regre
san a la casa arreglan lo que hace falta y preparan los alimentos. En
estos casos, ni con protestas, los compañeros colaboran en las
labores de la casa.
Hay días que se siente pesado; hay días que le digo a mi esposo, bueno,
pues si los dos estamos trabajando, los dos nos debemos ayudar
mutuamente. Es que él es muy machista (y contesta) “no, es que tú lo
debes de hacer, yo te ayudo con lo del agua y solamente eso . Yo
le digo, hay compañeras que sus esposos ayudan, que sí preparan el
desayuno, la cena, ayudan a la esposa a cortar que la papa, que
122 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
el tomate, mientras la esposa está dando su cena a su hijos, bueno le
empiezo a decir... él me dice que yo lo debo de hacer porque soy
la mujer. Silvia, 25 años y 1 hijo; vive en Mérida.
Sin embargo, es posible encontrar una división del trabajo
menos marcada entre los dos cónyuges; los dos trabajan en ocupa
ciones asalariadas o en el negocio o empresa familiar, y los dos
participan, aunque en forma diferencial y con grados distintos de
responsabilidad, en la realización del trabajo doméstico. La parti
cipación de los esposos en el trabajo doméstico se logra como
respuesta a las exigencias de las esposas.
Cuando empezamos con lo del negocio, como no podía yo hacer la
limpieza porque me canso y no tengo tiempo, entonces fue en ese
momento que solicité la ayuda de Antonio. Realmente antes pues no.
Yo pienso que eso estuvo mal, porque Antonio ya se había hecho a
una forma, nunca me ayudaba y fue un cambio. Él decía, “bueno por
qué ahorita si nunca me lo habías pedido”. Entonces yo le decía, es
que ahorita estoy cansada, no tengo tiempo y todo. Ha ido entendien
do. Y pues aquí (en la nueva casa), más. Está más grande la casa.
Como que ha ido accediendo poco a poco. O sea, sí son conflictos,
porque Antonio no entendía por qué se lo pedía en este momento
siendo que nunca antes se lo había pedido. Ahorita ya más o menos,
ya me ayuda. Cecilia, 27 años y 2 hijos; vive en el D.F.
En síntesis, las mujeres involucradas en un proyecto familiar
que busca mantener el status social de clase media, trabajan primor
dialmente por necesidad económica, aunque pueden existir ade
más otros motivos. Por lo general, cuentan con el estímulo de sus
esposos para trabajar, pero se hace necesario presionarlos para que
ayuden aunque sea esporádicamente con el trabajo doméstico.
Las estrategias que las mujeres ponen en práctica para el cuidado
de los hijos son múltiples, y en ellas se involucra especialmente a
otras mujeres, familiares o vecinas.
La permanencia en la casa en los sectores medios (tipo 4)
El proyecto de vida gira exclusivamente alrededor del matrimonio
y la maternidad; no se lleva a cabo ningún tipo de actividad
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 123
remunerada. El trabajo fuera de la casa con horario y responsabi
lidades se percibe en clara competencia con la crianza de los hijos,
que constituye una actividad prioritaria y de tiempo completo. Las
mujeres que han elegido permanecer en sus casas, manifiestan
un desinterés por el trabajo como carrera, meta o realización.
Las actividades económicas extrádomésticas son vistas como una
forma posible de llenar el tiempo, romper el encierro, relacionarse,
no aburrirse, dedicarse a “algo”, para cuando los hijos crezcan
y ya no necesiten tanto cuidado.
[...] nunca he trabajado como una meta o que me haya propuesto algo,
sino que más bien como para llenar unas horas de mi vida; pero ni
para ganar más dinero, ni para prepararme más, ni para nada.
Constanza, 40 años y 3 hijos; vive en Mérida.
Las mujeres aceptan o buscan activamente la domesticidad
por sus concepciones sobre la maternidad y el papel de la madre en
el cuidado de los hijos: la maternidad es vista como el elemento
esencial de la identidad femenina y debe ser una actividad de
tiempo completo. Las madres tienen la necesidad de dedicarse a
los hijos, protegerlos, atenderlos, llevarlos y traerlos de la escuela,
encargarse de su educación, consentirlos; se desconfía de las emplea
das domésticas y de las guarderías y se cree que cuando la madre
trabaja no atiende a los hijos como se debe, aspecto que puede generar
problemas como el maltrato de terceras personas, la violencia
sexual y la drogadicción.
[...] soy ama de casa de tiempo completo, ¿verdad?, y no puedo
trabajar por el hecho de que mis hijos me necesitan [...] siempre me
he dedicado a mis hijos, siempre les he dedicado todo mi tiempo [...]
siempre primero mis hijos y después, si me queda tiempo, mi esposo.
Yo no voy a dejar a mis hijos, porque si no, no me van a rendir ni en
la escuela ni en nada. Esther, 33 años y 3 hijos; vive en Tijuana.
[...] renuncié al trabajo porque no tuve corazón para dejarlo en
ninguna guardería ni nada; a mi hijo ni me lo ven ni nada. Dejarlo con
una sirvienta, son muy irresponsables; con mi mamá, era una respon
sabilidad que le estaba yo creando a ella, y en una guardería realmente
no me satisfacían. Preferí renunciar y disfrutar a mi hijo, que iba a ser
124 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
el último. Dije, “esto no me lo pierdo; voy a disfrutarlo”. Leticia, 35
años y 2 hijos; vive en el D.F.
También las concepciones sobre el matrimonio y las percepcio
nes sobre la normatividad social en torno al papel de las mujeres
son importantes. El matrimonio se concibe como un ámbito ideal para
la obtención de protección; se espera que el cónyuge se haga res
ponsable de la esposa y de los hijos y los mantenga; se tiene
conciencia de que se fue educada para ser esposa y madre; se percibe
la presión social para desempeñar bien el papel de madre y la
preocupación por la opinión de los demás.
A nosotras desde chicas nos educaron para el matrimonio, para una
vida estable, tener hijos [...] como que para eso me educaron, me salió
bien, y me siento contenta, ni siquiera pienso otra opción de vida,
vamos. Nunca trabajamos, no nos educaron para ganamos la vida o
para sostener un hogar. Constanza, 40 años y 3 hijos; vive en Mérida.
Asimismo, las amas de casa consideran que no tienen proble
mas económicos fuertes que justifiquen salir a trabajar en activida
des extradomésticas. Por último, está la actitud de los esposos que no
quieren que las mujeres trabajen y buscan reafirmar su papel
de proveedores, aunque los recursos disponibles no alcancen para
los extras y los lujos de los hijos.
Mi esposo no quiso, porque él sentía que ganaba suficiente para
mantenernos a nosotras. Después que nacieron las niñas me decía:
“prefiero que dejes de trabajar y cuides a tus hijas y tu casa, que
desatenderlas por unos cuantos pesos” [...] Si mi esposo trabaja y
puede darnos lo que necesitamos, digo que es un lujo quedarte en tu
casa. Isabel, 26 años y 2 hijos; vive en Tijuana.
Cuando las amas de casa no asumen estas concepciones sobre
la maternidad y el matrimonio y se han planteado la posibilidad de
superación y realización personal mediante el desarrollo de una
actividad extradoméstica, la domesticidad se vive como algo pasa
jero y no como un proyecto personal de vida. En estos casos, la
domesticidad resulta de la dificultad, aunque sea temporal, de
enfrentar una serie de obstáculos, a saber: la necesidad de dedicar
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 125
atención especial a los hijos por enfermedad; la ausencia de ayuda
de familiares para el cuidado de los niños; la escasez de recursos
económicos para pagar una empleada doméstica o una guardería;
la presión por parte del esposo para que la mujer permanezca en la
casa mientras los hijos crecen.
Antes de casarse o tener hijos, las amas de casa generalmente
trabajaron como secretarias, vendedoras, cajeras, o en su negocio
familiar. Pocas lo hicieron por necesidad económica; más bien
trabajaban por gusto, para ejercer la profesión o para cubrir gastos
personales. Estas mujeres crecieron en familias acomodadas y
algunas fueron a la universidad; otras cursaron sólo algunos años
de educación media o una carrera corta porque no tenían interés,
o estudiar no era importante en su familia. Se casaron con hombres
con educación media o superior que desempeñan ocupaciones no
manuales de alto nivel: ingenieros, contadores, gerentes de banco,
promotores de venta, supervisores de cobranzas, reporteros. En la
actualidad, gran parte de ellos percibe sueldos elevados y mantiene
familias con 2.8 hijos en promedio.
La vivencia cotidiana y la rutina de estar en la casa varía de
acuerdo con los recursos económicos de la familia. Las amas
de casa consideran que las ventajas de no trabajar son mayores
cuando se cuenta con posibilidades económicas para contratar
una, dos o hasta tres empleadas domésticas. En estos casos, las
mujeres dirigen, ordenan, supervisan la realización de las labores
domésticas y se dedican al cuidado de sus hijos.
No me gusta el trabajo de la casa. Para mí es horrible, no me gusta.
Hay gente que disfruta arreglando, quitando el polvo, teniendo su
casa limpia. Lo que procuro es buscarme una ayuda y entonces ya no
me va tan mal. Mi trabajo en casa cuando tengo quien me ayude
consiste en atender a los niños, eso sí, porque a los niños los atiendo
yo, a la hora en que hay que vestirse, que comer, que cenar, ordenar,
que llevarlos a comprar cosas. Patricia, 37 años y 3 hijos; vive en
Tijuana.
Cuando los recursos son escasos, las amas de casa, además del
cuidado de los hijos, se encargan del quehacer doméstico: lavan,
planchan, hacen la comida y administran el gasto semanal o quin
cenal. En las pocas ocasiones en que el marido ayuda en los
126 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
trabajos de la casa, éste se dedica a lavar los trastes, el patio,
arreglar y lavar el coche. Los hijos e hijas mayores realizan algunas
tareas cuando es necesario. En ningún caso se vislumbra como
opción legítima buscar un trabajo remunerado para elevar los
niveles de vida familiar, sobre todo si los hijos están chicos.
Además del cuidado de los hijos y de la casa, algunas amas de
casa de sectores medios llevan a cabo actividades vinculadas con el
trabajo del marido. Estas actividades extradomésticas son conside
radas legítimas, porque realizarlas constituye una obligación de
esposa.
Sí me han tocado una serie de actividades que tampoco me las tomo
como trabajo, porque es más bien como diversión, ya que me sirven
para estar en contacto con otra gente y eso es muy agradable. Tengo
que organizar desayunos para las esposas de otros funcionarios. Mi
trabajo es más bien coordinar a las señoras. Tengo la ventaja de que
nadie puede decirme que estoy perdiendo el tiempo o que le estoy
quitando tiempo a la casa o a los niños, sino que es casi como una
obligación que me tocó. Patricia, 37 años y 3 hijos; vive en Tijuana.
Muchas veces yo necesito hacer cosas de la oficina de mi esposo;
entonces me tengo que salir, entonces tengo que ir igual a bancos,
tengo que ir al centro, tengo que ir a la oficina de mi esposo a firmar
papeles que están a nombre mío. Luz María, 46 años y 1 hijo; vive
en el D.F.
En síntesis, las mujeres de sectores medios que han dejado de
trabajar al casarse o tener hijos, o que nunca han trabajado,
consideran legítimo y están convencidas de que deben dedicarse a
desempeñar su papel de madres y esposas. Aunque tengan una
profesión, han elegido la domesticidad como actividad de tiempo
completo, hasta que los hijos hayan crecido y ya no necesiten más
de sus cuidados. Ellas esperan que la situación no cambie y el
marido siempre tenga las condiciones económicas para garantizar
la permanencia del matrimonio “normal”, en el que el hombre es
el proveedor y la mujer el ama de casa.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 127
El significado del trabajo en los sectores populares urbanos
El trabajo extradoméstico femenino en los sectores populares se
desarrolla claramente en un ambiente de precariedad donde los
mínimos de bienestar en alimentación, vestido, vivienda o salud
se encuentran lejos de estar asegurados. No obstante, las condicio
nes económicas varían, así como los niveles de escolaridad, la
composición, tamaño y dinámica interna de las unidades domésti
cas y el acceso a redes de apoyo (véase los cuadros V-5 al V-8).
Hemos considerado cuatro tipos de situaciones que buscan resca
tar distintos grados de compromiso con el trabajo, diversas percep
ciones sobre la importancia de la actividad económica, y distintas
evaluaciones sobre los beneficios que aporta la participación eco
nómica femenina: a) el trabajo considerado como útil y satisfacto
rio; b) el trabajo percibido como actividad secundaria; c) el trabajo
evaluado como necesario para el bienestar y la educación de los
hijos, y d) la permanencia en la casa en los sectores populares.
El trabajo útil y satisfactorio (tipo 5)
El trabajo extradoméstico es percibido como un medio posible de
realización. Las mujeres trabajadoras que comparten este proyecto
se sienten útiles en su contexto social, perciben que están desarro
llando sus aptitudes y que obtienen reconocimiento en el desem
peño de las diferentes tareas. En eí seno de sus hogares existe
necesidad económica, pero el interés por el trabajo en el caso de la
mujer rebasa esta dimensión, sin que deje de estar permanente
mente presente. Se reporta orgullo por el buen desempeño de una
actividad y se busca promoción, superación, llegar a ser alguien en
el ejercicio de la misma. También se valoran el éxito, la movilidad
social, la buena apariencia física y la elegancia en el vestir, vincula
dos de diferentes maneras al desempeño de una actividad extrado
méstica.
Muchas actividades manuales son rutinarias; pero otras pue
den ser desempeñadas con creatividad (la elaboración de distintos
tipos de artesanías, la cocina, la costura, el bordado), lo cual puede
contribuir a la obtención de satisfacciones. Asimismo, diferentes
Cuadro V-5
128
Características demográ ficas y económ icas de las entrevist adas y sus cónyug es (tipo 5) 1
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Asal = Asalariada(o). pcp = Por cuenta propia.
Fuente: Entrevistas en profundidad. Proyecto “Fecundidad, trabajo y condición femenina en México ”, agosto-noviembre,
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Fuente: Entrevistas en profundidad. Proyecto “Fecundidad, trabajo y condición femenin a en México", agosto-novie mbre,
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EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 133
situaciones en el trabajo también pueden motivar el compromiso;
por ejemplo, la existencia de escalafones abiertos para el personal
que se capacita dentro de las empresas o la presencia de jefes
inmediatos que promueven a su personal subalterno.
Las mujeres identificadas con este proyecto han mantenido un
interés continuo a lo largo de sus’vidas por las actividades extrado
mésticas; buscan trabajar aun cuando sus hijos sean chicos, aunque
a veces no lo logren por los obstáculos propios de esta etapa
vital; pueden ser obreras que cumplen con esmero con las cuotas
de producción, o empleadas que trabajan arduamente y logran
ascender dentro de las empresas, aunque esto implique la renuncia
a los derechos laborales; su escolaridad no rebasa en mucho el nivel
de secundaria. Una empleada de una gran compañía únicamente
con educación primaria nos relata que llegó a formar parte del
departamento de auditoría interna de dicha compañía.
Allí [en su departamento] estábamos el gerente y dos contadores
públicos recibidos. Yo hacía lo mismo que hacían ellos. Me sentía muy
bien; me sentía satisfecha conmigo misma porque había logrado algo
que nunca soñé. Cuando estaba en las oficinas generales [en la sede
principal de la compañía] yo veía a los auditores como algo muy alto.
Jamás, dije, yo voy a estar en ese departamento, nunca. Sin embargo,
lo logré a base de esfuerzo, de desempeño, de regalar tiempo a la empresa,
de trabajar sin que me pagaran tiempo extra. A veces salía a las diez de
la noche y no cobraba ni un quinto extra. Lucía, 41 años y 5 hijos; vive
en el D.F.
También pueden ser cocineras y meseras que se sienten orgu-
llosas de que sus servicios y comidas sean buscados por los clientes
con especial asiduidad. Una cocinera nos relata lo satisfecha que se
siente con la elaboración y venta de sus comidas. En particular,
le gusta que le digan io sabroso que le quedan sus guisos, aunque
también le parece bien que le paguen por ellos.
Es algo muy bello que te digan, sabes, que me encantó tus muebil
pollos,4 ya había yo probado otros, pero éstos están riquísimos [...]
entonces es una satisfacción, por ejemplo, yo esta vez vendí muchos
4 Platillo yucateco que se prepara especialmente para el día de muertos.
134 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
aquí [...] y todos ésos [personajes importantes de la ciudad] convinie
ron encargar para su casa, y todo eso, pues es una satisfacción ¿no?,
que entre tantos que vendieron muebil’ pollos, pues que yo también
haya resaltado, ¿no? María, 32 años y 2 hijos; vive en Mérida.
El trabajo político de creación de conciencia, organización, y
reivindicación de derechos que algunas mujeres realizan con espe
cial compromiso dentro de los sectores populares también puede
reportar satisfacción y gratificaciones. Contribuir a que se obten
gan algunos servicios básicos para la comunidad (agua, luz, drena
je, pavimentación de las calles) y organizar cooperativas y comedo
res públicos en las colonias son trabajos de gran entrega, que
pueden representar un interés independientemente de la casa y de
los hijos en la vida de la mujer. Una líder de una colonia popular
urbana nos sintetiza cuáles han sido algunos de los acontecimientos
más importantes en su vida de la manera siguiente:
Me ha gustado mucho participar comunitariamente. Me he desarro
llado sobre ese campo [...] fue aproximadamente en el 83 en que yo
empecé a ayudarles a las personas, a canalizarlas a través de la
regularización de la tenencia de la tierra [...] He tenido la oportuni
dad de conocer gente y relacionarme con personas de distintos
medios [...] He participado mucho y es lo más grande que para mí ha
ocurrido, ayudar al compañero, al vecino, a la comunidad a traer
bienes hacia la comunidad. Que se necesita recolección de basura; ir
a ver al delegado o al presidente municipal, o a la persona encargada;
que se quemó una casa, o tiene necesidad aquella familia; relacionar
los con gente; por ejemplo, las regidoras de bienestar social, ir a
platicarles, hacerles ver, presentarles a la persona y dejarla que ella
misma siga su curso [...] para mí es lo más importante. Juana, 29 años
y 3 hijos; vive en Tijuana.
Por lo que respecta a la situación doméstica, en unos casos
estas mujeres perciben que el gasto que aporta el marido es
suficiente, y en otros, que éste deja que desear. Sus familias no son
las más necesitadas dentro de los sectores populares, ni las más
grandes (3 hijos en promedio). Los esposos desempeñan ocupacio
nes manuales estables (choferes, pintores, mecánicos) y algunos,
incluso, ocupaciones no manuales como maestros y empleados de
menor calificación en distintas empresas. No obstante, lo impor-
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 135
tante a señalar es que las mujeres que comparten este proyecto
ejercen una actividad extradoméstica no sólo en función de las ne
cesidades económicas que perciben tener, e incluso algunas traba
jan sin obtener una remuneración. La aportación monetaria que
hacen puede ser entonces central o secundaria; puede contribuir a
solventar los gastos básicos de la alimentación, salud o vivienda, o
mas bien fomentar un pequeño ahorro en las familias mejor ubicadas.
Lo importante es que las mujeres están convencidas de que me
diante el trabajo se logra un lugar que están dispuestas a defender,
aun en contra de la voluntad del marido. Verbalizan propósitos,
metas, y las llevan a cabo, aunque les cuesten lágrimas y manipula
ciones.
No obstante, todo esto se hace dentro de límites establecidos
por la relación matrimonial y la maternidad. El marido es el jefe
del hogar, el que toma las decisiones importantes, y el principal
responsable por la aportación del gasto. Casarse significa adaptar
se al esposo y, en algunos casos, claramente someterse a él. En otras
palabras, las mujeres están dispuestas a defender su derecho a
trabajar, a estudiar, a superarse; pero no se cuestionan el hecho de
que el marido ejerza la máxima autoridad en el hogar.
El interés por el trabajo en este caso no es visto como conflic
tivo con la maternidad. En el discurso se da por sentado que ser
madre es lo principal, y que se debe trabajar siempre que no se
descuide a los hijos, es decir, las mujeres justifican que trabajan
porque el cuidado de sus hijos chicos está garantizado, y lo cierto
es que recurren a todo tipo de alternativas en este particular: hijos
mayores, familiares, amigos, guarderías de las insti’uciones públicas
de salud, y hasta empleadas domésticas en periodos de bonanza.
También el trabajo doméstico es, por lo general, más compartido que
en otras situaciones. Los hijos mayores son los que más colaboran;
aunque también el marido puede ayudar esporádicamente con
tareas específicas. No faltan, por supuesto, las ambivalencias y los
conflictos; en algunos casos, las presiones que trae el cuidado de
los hijos chicos y grandes y el trabajo doméstico pueden llevar a
abandonar actividades que se desempeñan con gusto o donde
existe un compromiso establecido.
En síntesis, las mujeres de sectores populares que se sienten
útiles y satisfechas con su participación económica derivan satisíac-
136 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
ción de su trabajo, y justifican que lo desempeñan porque tienen
solucionado el cuidado de sus hijos. Resulta imposible saber si en
el campo de las acciones concretas se procede de manera inversa,
y se busca activamente solucionar el cuidado de los niños para
desempeñar un trabajo satisfactorio. En todo caso, las mujeres que
se identifican con este proyecto no cuestionan abiertamente
la tradicional división del trabajo entre hombres y mujeres, de la
manera en que lo hacen aquellas que conciben al trabajo como
carrera en los sectores medios. Tal vez su socialización familiar,
escolaridad, condiciones de vida y tipo de trabajo contribuyan a
explicar dicho proceder.
El trabajo como actividad secundaria (tipo 6)
El trabajo extradoméstico es concebido como una actividad com
plementaria a la ocupación remunerada que desempeña el marido
para la manutención del hogar. Constituye un medio para suplir
algunas carencias que no pueden ser cubiertas por el ingreso del
cónyuge, así como hacer frente a los imprevistos en salud, vivienda
o alimentación. El trabajo femenino definido de esta manera
puede permitir conseguir, o ayudar a conseguir, un bien específi
co, primordialmente casa propia. A diferencia de las mujeres de
sectores medios, aquellas que trabajan de manera suplementaria
en los sectores populares hacen menos hincapié en la concepción
del trabajo como medio de distracción, independencia o relacioña-
miento social.
E! trabajo complementario es percibido como algo de poca
importancia, porque la parte más relevante del quehacer de la
mujer está centrada en los hijos y en el hogar. Es más, el trabajo
remunerado se concibe en franca competencia con dicho quehacer
y es por esto que se establece con él un compromiso restringido.
Se tiene miedo a desatender y descuidar a los hijos, de que ellos
sufran las consecuencias de la ausencia de la madre. Dadas las
precarias condiciones de vida de los sectores populares, los hijos
son considerados como algo permanente y el trabajo extradomés
tico como algo transitorio: “los hijos son algo que se tiene y que no
hay que descuidar”.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 137
Las mujeres que adoptan este proyecto desempeñan ocupacio
nes por cuenta propia en su casa o fuera de ella; también pueden
dedicar unas horas a la venta ambulante o a la venta de produc
tos a comisión. Las ocupaciones asalariadas se dejan para cuan
do los hijos crecen, en etapas avanzadas del curso de vida, y
siempre que se tengan metas claras sobre el destino del ingreso que
la mujer percibe: reparar o construir la casa propia; respaldar
una iniciativa familiar para montar un pequeño negocio; saldar una
deuda antes de lo previsto.
Para las mujeres con hijos chicos, las ocupaciones por cuenta
propia se perciben apropiadas por varias razones. En primer lugar,
está el conocido elemento del horario flexible; se pueden vender
distintos productos mientras los hijos duermen o mientras van a la
escuela; en segundo, se tiene la posibilidad de controlar la cantidad
de trabajo que se desempeña y el ritmo con el que se lleva a cabo.
Por ejemplo, una modista de Mérida ajusta el ritmo de su trabajo
a las prioridades de su vida de madre y de esposa de la siguiente
manera. Cuando se casó, dejó de agarrar costura. Hace dos años
que volvió a trabajar porque es “algo de dinero que entra a la casa”,
la cual no está terminada. Al marido no le gusta que agarre mucha
costura porque desatiende a su niña; le dice que agarre sólo un
poco. Cuando en la casa no liaya peligros y la tubería esté en su lugar,
podrá trabajar más tiempo. (Lourdes, 28 años y 1 hijo; vive en
Mérida.) Otra vendedora de productos de limpieza a comisión
tiene su manera particular de regular su actividad. Sólo vende en
sus ratos libres entre sus conocidos, porque le da pena hacerlo de
puerta en puerta. (Rosa, 25 años y 3 hijos; vive en Mérida.)
Por último, para .algunas mujeres, lo relevante del trabajo por
cuenta propia es que puede ser desempeñado con los hijos presen
tes, o llevándolos consigo a los lugares de trabajo. Se trata de
artesanas que tallan v pintan objetos cuando los hijos juegan;
bordadoras, tejedoras y lavanderas que “les echan un ojo a la par
que trabajan; vendedoras de alimentos a las puertas de su propia
casa o en mercados ambulantes en donde no hay restricciones para
la presencia de niños.
Es importante puntualizar que las mujeres perciben de foi ina
clara que su contribución remunerada es pequeña, pero justifican
que no pueden tener mejores trabajos con sus responsabilidades
138 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
familiares y con«u escaso nivel de escolaridad, el cual no suele
rebasar la secundaria. El marido es considerado el principal res
ponsable de la manutención del hogar, y en términos generales el
gasto que él aporta no suele faltar. Se trata de un sector de
trabajadores manuales que desempeña puestos asalariados o por
cuenta propia relativamente estables. Su salario debería alcanzar,
pues las familias son relativamente pequeñas (tres hijos en prome
dio). No obstante, se justifica el trabajo complementario porque se
reconoce que la situación económica es difícil, que todo está muy
caro y el trabajo femenino puede sacar a la familia de apuros en
circunstanias específicas. La concepción prevaleciente es que
las mujeres deben trabajar sólo cuando lo que gana el marido
no alcanza. “Cuando él obtiene y proporciona a la mujer lo sufi
ciente, no hay necesidad de que ella trabaje”. En todo caso, se
considera que las mujeres no deben involucrarse demasiado en el
trabajo remunerado, pues fomentarían la holgazanería de los jefes
del hogar.
Dentro de este contexto, se reconoce, además, que sólo es
conveniente trabajar cuando el marido esté de acuerdo; es decir, la
opción remunerada no se considera una alternativa legítima en
la vida de la mujer, a menos que el esposo otorgue el permiso
necesario, se trate de ocupaciones compatibles con las actividades
domésticas, o el cuidado de los hijos esté garantizado. En algunos
casos, se atribuye el aumento en el trabajo femenino extradomés
tico precisamente a que los hombres han cambiado y otorgan más
a menudo el denominado permiso. La iniciativa de la mujer se
reduce entonces a “hacer ver”, a “convencer” al hombre de la
necesidad de su trabajo.
En resumen, las mujeres que trabajan de manera complemen
taria en los sectores populares adoptan este proyecto porque con
sideran que el marido es el principal responsable de la manutención
del hogar y que su papel en este particular consiste en suplir las
carencias que puedan presentarse; escogen ocupaciones con hora
rios o compromisos restringidos, y dependen del consentimiento
del compañero para su desempeño extradoméstico.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 139
£1 trabajo necesario para el bienestar
y la educación de los hijos (tipo 7)
El trabajo de la mujer es fundamental, sin él no se lograría un
mínimo de bienestar y educación para los hijos. En este contexto,
al igual que en algunos grupos de los sectores medios, el trabajo
femenino es visto como una necesidad. La diferencia está en el tipo
de necesidades vistas como indispensables. En el caso de los
sectores populares, la necesidad de trabajar la defíne el bienestar
de los hijos. Las mujeres están dispuestas a trabajar arduamente
para educar a los hijos, para brindarles apoyo moral y económico,
de modo que ellos tengan una vida mejor que la de los padres. En
forma secundaria y a manera de planes futuros, surgen otras
necesidades como terminar una casa o los gastos personales. Una
madre de tres hijos que trabaja como cocinera en una estancia
infantil, expresa en forma clara la concepción del trabajo femenino
como necesario para el bienestar de los hijos:
Yo en lo personal siento que sí debemos trabajar, porque es algo que
no va a ser para nuestro beneficio, ni para mí, ni para mi esposo.
Cuando ya hay hijos, cuando la mujer ya es casada y hay hijos, es muy
importante trabajar, y más ahorita que la situación económica que
se está viviendo, que ya el que trabaje una sola persona muchas veces
ya no alcanza [...] Siento que cuando uno quiere al esposo y se quiere
a sí misma y a los hijos, hay que ayudar en la casa trabajando. Laura,
24 años y 3 hijos; vive en el D.F.
Las madres que se identifican con este proyecto se sienten
orgullosas de que log hijos puedan estudiar porque ellas trabajan.
Están convencidas de que deben hacerlo y, por lo tanto, no cues
tionan su actividad extradoméstica, la consideran legítima. Esto las
lleva a intensificar las esu ategias para el cuidado de sus hijos más chicos:
se recurre a la ayuda familiar, o a los horarios flexibles, turnos
nocturnos, trabajo a domicilio u ocupaciones en las cuales se
les permite llevar a los hijos.
Las mujeres que trabajan por necesidad provienen de familias
de escasos recursos y en su mayoría tienen niveles de escolaridad
que no van más allá de la primaria completa. Las ocupaciones que
desempeñan varían de acuerdo con el nivel de escolaridad alcanza
140 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
do. Aquellas de mayor edad con primaria incompleta o sin estudios
ejercen las conocidas actividades femeninas no calificadas: emplea
das domésticas en casas particulares, lavado y planchado, afanadoras
en oficinas, vendedoras de alimentos —ambulantes y establecidas—,
cuidadoras de niños, obreras agrícolas del “otro lado” cuando
migran a Estados Unidos. Las más jóvenes con alguna escolaridad
o carrera corta se desempeñan como obreras o vendedoras a
comisión. Otras ayudan en un negocio familiar.
Aunque trabajen por necesidad, las mujeres señalan que al
realizar actividades distintas a las labores domésticas reciben bene
ficios de diversos órdenes. En primer lugar, el trabajo extradomés
tico les permite independizarse, salir de la casa y tener una vida
aparte; en segundo, posibilita la superación personal y el senti
miento de orgullo al hacer bien las actividades propuestas; además,
permite ampliar el campo de relaciones humanas y de buenas
amistades; por último, es una forma de distracción, de sentirse a
gusto y olvidar las tensiones.
Sus compañeros, al igual que ellas, tienen niveles de escolaridad
muy bajos, desempeñan principalmente actividades no calificadas
de los servicios. Se trata de ayudantes de cocina, mozos, jardineros,
vendedores en tianguis, pintores de casas y macheteros. También
hay policías, choferes, pizcadores en los Estados Unidos, y unos
pocos que han logrado establecer un negocio por cuenta propia.
Todos se caracterizan por no ganar lo suficiente para mantener
familias numerosas (más de cuatro hijos en promedio). De ahí que
la contribución de las esposas sea crucial para que los hijos sigan
estudiando y no tengan que entrar a trabajar para ayudar a sus
padres. Una vendedora de dulces, sin estudios, con nueve hijos, ha
trabajado toda su vida haciendo de todo y nos cuenta:
[...] una hija se recibió de socióloga [...] luego, el que sigue, es
ingeniero mecánico. Otro muchacho es maestro de matemáticas; otra
muchacha es secretaria bilingüe. Otra muchacha ahorita ya está para
salir, nomás le falta un semestre. Ojalá y no suceda otra cosa y [salga]
adelante. Ella se va a recibir de licenciada en periodismo [...] el
otro muchacho estaba estudiando para licenciado y así. Pero yo le
metí muchas ganas con mi marido para ayudarlo y tener más dinero.
Se imagina ahorita un libro cuánto cuesta, carísimo. Leticia, 56 años y
9 hijos; vive en el D.F.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 141
En lo que se refiere a la división intrafamiliar del trabzyo
doméstico, los patrones tradicionales por género prevalecen; la
mujer, además de trabajar para ganar dinero, es la principal
responsable de la labor doméstica. La ayuda de las hijas e hijos
mayores, así como la del esposo, es esporádica. Las mujeres sienten
el cansancio provocado por la doble jornada. Su vida cotidiana, al
igual que en otros casos de los sectores populares, es difícil: hay
que levantarse muy temprano, lavar y planchar ropa, y cocinar en
la casa antes de salir a trabajar.
A pesar de Ja importancia del trabajo femenino pai a la manu
tención de la familia, los cónyuges no siempre quieren que ellas
trabajen, por celos o porque piensan que van a desatender a los
hijos. En estos casos surgen los conflictos, las negociaciones, y
las mujeres ponen en práctica múltiples estrategias con el fin de
convencer a los compañeros. A veces es determinante el argumento
de que primero está el futuro de los niños. No obstante, en
ocasiones, las mujeres tienen que defender abiertamente su dere
cho a trabajar e, incluso, recurrir a separaciones temporales o
enfrentarse a la autoridad de los compañeros y entrar a trabajar
aun en contra de su voluntad. Una afanadora con tercer año de
primaria y dos hijas nos relata:
Hace poco le dije a mi esposo, le digo ¿sabes qué?, no me alcanza el
gasto que me das. Me voy a ir a trabajar y, ¿qué cree que me contestó?:
¿Tú?, ¿vas a trabajar?; pero si ya estás re'vieja, nadie te va ocupar. Y
eso me motivó más.
Ella buscó trabajo muy empeñosamente y lo consiguió ...
Que me voy el lurtes; pero, pues no le había dicho a mi esposo. El
martes trabajé sin su permiso y ya el miércoles le tenía que decir a
fuerza ... [él] dijo: no, si te vas a trabajar..., junta tu ropa y te vas. No,
le dije, no voy a juntar mi ropa ni me voy a ir [...] Y no, en quince días
no me habló; ya después se contentó. Ángeles, 42 años y 2 hijos; vive en
el D.E
En suma, se trata de mujeres que trabajan porque perciben
necesidad económica en sus hogares; pero justifican su actividad
extradoméstica como una forma de contribuir a la educación de
142 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
sus hijos, además de ayudar con los gastos de manutención diaria.
Ellas otorgan un propósito claro al trabajo y no lo cuestionan, lo
ven como actividad legítima y defienden frente a los cónyuges su
derecho y deber de realizarlo. No obstante, en sus hogares preva
lece la tradicional división del trabajo doméstico entre hombres y
mujeres.
La permanencia en la casa en los sectores populares (tipo 8)
La domesticidad de tiempo completo en los sectores populares, al
igual que en los medios, está ligada a concepciones tradicionales
sobre lo imposible o indeseable que resulta combinar maternidad
y participación económica. Las mujeres identificadas con este
proyecto de vida consideran que su tarea principal es el cuidado
de sus hijos —chicos o grandes— y declaran que no quieren o no
pueden encontrar sustitutos satisfactorios en este particular. En
cierta medida, piensan que la participación económica cae fuera de
sus responsabilidades centrales, o de que no vale la pena el sacrifi
cio. También es posible que no trabajen porque hayan cedido a las
presiones del marido y de los familiares en este particular. Una
mujer con tres hijos y que trabajó al inicio de su matrimonio, nos dice:
Pues a mí se me ha hecho imposible [trabajar de manera remunera
da], porque he visto en otras gentes que sí los pueden sacar adelante.
Porque ahorita ¿dónde consigo trabajo para sacar adelante a mis
hijos?, sobre todo que no tengo estudios. Y luego para los niños que
constantemente tiene uno que firmar boletas, que la mandan a llamar
a uno, entonces la escuela y el trabajo, se me hace imposible. Sofía, 30
años y 3 hijos; vive en el D.F.
Una madre de cinco hijos y que nunca ha trabajado después de
casarse, sostiene:
[...] ahora que te casaste, ahora ya no tienes que trabajar, ahora él va
a trabajar para mantenerte [...] yo le digo “oye, yo no tengo por
qué trabajar ... cuando me casé contigo [fue] para que tú trabajaras,
no para que yo trabaje para mantenerte”. Celia, 30 años y 5 hijos; vive
en Mérida.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 143
Por último, una obrera que dejó de trabajar después de tener
a su primer hijo, nos declara que lo hizo porque:
[...] él [su marido] ya no quiso; que cuidara mejor a los niños. Porque
pues no iba a ser igual a que me los cuidaran a que yo los cuidara [...]
Sí me gustaría [trabajar en el presente]; pero pues, ¿quién me iba a
cuidar a mis hijos? Si estando yo, se me salen... Ana, 25 años y 2 hijos;
vive en el D.F.
La experiencia de trabajo remunerado antes de casarse o de
tener a sus hijos no les es desconocida a estas mujeres. Para
algunas, dicha experiencia comenzó en la niñez y adolescencia,
debido a que era necesario contribuir con algún ingreso para ayudar
a salir adelante a la madre o a la familia de origen. Las condiciones de
vida en dichas familias era por lo general difícil desde el punto
de vista económico, y no faltan relatos de violencia familiar y de
padres alcohólicos.
Las ocupaciones que se han desempeñado son, en su mayor
parte, poco calificadas (ayudantes de cocina, auxiliares en el comer
cio y en distintos tipos de servicios, costureras, obreras). Hay que
recordar en este contexto que la mayoría de estas mujeres no
alcanzó a completar la primaria, ya sea porque dejó la escuela
precisamente para trabajar o cuidar a los hermanos menores, o
porque estas mismas circunstancias propiciaron que entraran al
sistema escolar después de la edad reglamentaria, cuando era tarde
para motivar el compromiso. Son frecuentes las declaraciones
de deserciones, de cursos reprobados y, en general, de falta de
interés por permanecer en el sistema escolar; sin embargo, se
valora mucho lo que se logra en el presente con alguna escolaridad
y se desea y se pone mucho empeño en que los hijos sí permanez
can dentro de dicho sistema.
Los antecedentes socioeconómicos de las mujeres que adoptan
el proyecto de no trabajar en los sectores populares son, pues, tan pre
carios como los de la mayoría de su sector social. Se podría pensar
que en la familia actual o de procreación se han superado en cierta
medida dichos problemas y que por ello no se trabaja de manera
extradoméstica. Esto es así sólo hasta cierto punto. Los maridos
tienen empleos con salarios por encima de los niveles mínimos
(trabajadores de la construcción, de la manufactura o con alguna
144 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
calificación en los servicios), y el tamaño de la familia no es muy
grande (alrededor de tres hijos en promedio); sin embargo, dada
la recesión por la que atraviesa el país, en varias ocasiones las
mujeres perciben que el dinero no alcanza. En estas situaciones
se recurre a pedir prestado, a utilizar el sistema de “tandas”, pero
no se considera factible en el presente la búsqueda de trabajo
extradoméstico. Son muchos los problemas: el marido no las deja
salir, en realidad no vale la pena, o consideran que no les corres
ponde mejorar por el momento la situación socioeconómica de la
familia. Una mujer que era ayudante de cocina antes de tener hijos,
nos dice:
[...] si ya le he dicho, “déjame trabajar”. Que no, que si me hace falta
de comer para poder trabajar. Pero, “para ayudarte”, le digo. “No, no
tienes ninguna necesidad; si tenemos frijoles, eso vamos a comer;
pero no quiero que trabajes”. Cecilia, 24 años y 2 hijos; vive en el D.F.
Sofía ofrece al marido otro tipo de razones para no trabajar
aunque perciba la necesidad de hacerlo:
[...] ine dice él —porque vemos la situación muy difícil— “¿y si te vas a
trabajar?”, y le digo, “¿y los niños?, todavía están chiquitos”. Y me
contesta, “pues pagamos una guardería”; pero yo digo que no tiene
caso que me vaya a trabajar nada más para pagar la guardería. Y a lo
mejor hasta ni nos alcanza a pagar la guardería”. Sofía, 30 años y 3 hijos;
vive en el D.F
La contraparte de la situación anteriormente esbozada es la
dedicación de estas mujeres de tiempo exclusivo a los hijos y al
hogar. Éste es su principal quehacer, el que otorga sentido, estabi
lidad y apoyo a sus vidas. Casarse significa tener alguien a quien
atender, y en situaciones límite también encontrar quien se haga
cargo de uno. Los hijos en especial son la dicha, la razón de vivir.
A veces no se desea buscar alternativas para su cuidado; aunque
también puede darse el caso de que las experiencias en este sentido
hayan dejado mucho que desear. Se considera que los familiares, y
en especial las suegras, sólo los ven, no los alimentan bien ni los
asean como se debe; sobre todo, se teme que les peguen. También
la seguridad física es motivo de preocupación constante, en un
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 145
contexto barrial donde la infraestructura y los servicios de policía
son claramente insuficientes.
Como es de esperarse, las mujeres que no trabajan de manera
remunerada se encargan por completo de las tareas domésticas y
no reportan ninguna ayuda de los maridos en este particular. Sólo
se espera y busca ayuda de los hijos —especialmente de las hijas-
para actividades específicas, la principal es el cuidado de los
hermanos menores. De hecho, en muchas ocasiones, sólo se consi
dera factible buscar trabajo cuando las hijas crezcan y se encarguen
de los hermanos menores.
En síntesis, las mujeres de sectores populares que no trabajan
actualmente de manera remunerada aceptan la domesticidad de
tiempo completo como el papel legítimo que les corresponde.
Aquellas que hipotéticamente se plantean alguna aportación eco
nómica la descartan en el presente por las imposiciones del mari
do, por el cuidado de sus hijos, o porque sostienen que no vale la
pena lo que pueden obtener en términos monetarios. Son mujeres
dedicadas de manera exclusiva a la maternidad y a las tareas
domésticas.
Consideraciones finales
En este capítulo analizamos el significado que tiene en la vida
de las mujeres casadas o unidas su participación en el mercado de
trabajo. Con base en entrevistas en profundidad a mujeres de sec
tores medios y populares que residen en áreas urbanas de diferen
tes regiones del país encontramos, al igual que otras autoras,
distintas vivencias, las cuales sintetizamos en ocho tipos básicos.
Cuando se trata de mujeres de carrera (tipo 1), o que conciben
la actividad económica como útil y satisfactoria (tipo 5), el compro
miso con el trabajo puede formar parte de un proyecto individual,
con metas personales. En las demás situaciones, el compromiso
básico es con el bienestar familiar, por lo que el trabajo es visto
desde esa perspectiva, aunque las prácticas varían. A veces se
trabaja con gran empeño en función de un proyecto familiar que
involucra mantener el status social en los sectores medios (tipo 3),
o reducir las carencias económicas y elevar la educación y el
146 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
bienestar de los hijos en los sectores populares (tipo 7); en otros
casos, cuando la situación económica es menos apremiante (tipo
2), o por lo menos se percibe como tal (tipo 6), se establece con el
trabajo un compromiso restringido porque, de esa manera, se cumple
mejor con las exigencias de la maternidad. Finalmente, en otras
situaciones que analizaremos en detalle en el capítulo VI (jefas de
hogar), no existe alternativa, sino la de trabajar para que la familia
sobreviva.
Con base en lo anterior podría plantearse que, en gran parte
de los casos, la relación mujer-trabajo se construye en función de
las necesidades familiares y que son pocas las situaciones en que
está presente un proyecto personal. Esto no significa necesaria
mente que el incremento en el trabajo femenino extradoméstico
sea pasajero, y que responda sólo a la situación de crisis y ajuste
que vive el país en la actualidad. Por el contrario, el análisis de las
historias de vida nos permite señalar que, cuando se trabaja en
función de un proyecto de movilidad social familiar, o para garan
tizar el bienestar de los hijos, la necesidad del ingreso femenino se
siente como permanente y creciente, y puede establecerse un alto
grado de compromiso con la actividad económica. Estos hallazgos
permiten enriquecer algunos conceptos sobre los papeles que las
mujeres consideran apropiados para desempeñar en sus vidas
(véase Bilac, 1990). Nuestros resultados apuntan a que, tanto un
proyecto personal, como a veces uno familiar, pueden hacer que se
perciba como legítima la participación económica femenina.
Mediante la construcción de los tipos, también es posible
enriquecer el concepto de la participación económica femenina y,
por lo canto, ampliar el conocimiento de sus distintos condicionan
tes. Además de aspectos tales como el estado civil, edad, número
de los hijos y la ayuda existente para su cuidado —analizados en
la primera parte del libro—, son importantes las siguientes acciones
y percepciones de ambos cónyuges: la contribución del esposo al
presupuesto familiar; la actitud del esposo frente al trabajo de la
esposa, y la percepción de la mujer sobre la legitimidad de su tra
bajo. Esto último implica también tener en cuenta la disposición a
defender derechos y el interés por buscar arreglos familiares y
laborales satisfactorios. Veamos más en detalle algunos de estos
aspectos.
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 147
El ingreso del marido y su contribución
a la manutención del hogar
La contribución del marido al presupuesto del hogar constituye un
aspecto clave en la explicación del trabajo femenino que se desem
peña en función del bienestar déla familia. Cuando el esposo gana
lo suficiente para garantizar los mínimos necesarios en los sectores
medios, o cuando el gasto que proporciona es regular y se conside
ra suficiente en los sectores populares, se propicia la búsqueda de
trabajos que demandan menos tiempo y esfuerzo; las mujeres
mismas los evalúan como una actividad menor en comparación
con la maternidad, su compromiso central. Por el contrario, cuan
do la aportación del esposo resulta deficitaria, o se percibe como
tal para las aspiraciones que se tienen, las mujeres están dispuestas
a establecer un compromiso de mayor alcance con su actividad
extradoméstica, la cual consideran fundamental para mantener el
status o garantizar el bienestar de sus hijos. Por último, cabe señalar
que, cuando está presente un proyecto individual, la contribución
del marido a la manutención del hogar es un factor que hay que
tener menos en cuenta en la explicación del trabajo femenino
extradoméstico.
La actitud del marido frente al trabajo de la esposa
y los conflictos familiares
Es importante tener en cuenta la actitud del marido para explicar
situaciones en que las mujeres establecen con el trabajo un com
promiso restringido. En los sectores medios, los cónyuges presio
nan a sus compañeras para que busquen o acepten trabajos menos
demandantes, y en los sectores populares se requiere del permi
so del marido para desempeñar estos trabaos complementarios.
En cambio, en los casos en que el trabajo surge como parte de un
proyecto de ascenso familiar o de garantía de mejores niveles de
vida, las mujeres declaran que cuentan con el apoyo de sus mari
dos, o que resuelven con negociaciones y convencimientos las
eventuales objeciones en este particular. Por último, para las muje
res de carrera o que consideran su trabajo como útil y satisfactorio,
148 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
la actitud del marido es un factor que juega un papel menos
determinante en la selección y ejercicio de su trabajo extrado
méstico.
La actitud de la mujer frente a su propio trabajo
Las mujeres trabajadoras en los sectores medios y populares urba
nos presentan diferentes grados de ambigüedad frente a su activi
dad extradoméstica. Aunque en muchas situaciones estén
claros los beneficios familiares y personales, no por eso desaparecen
los cuestionamientos —especialmente cuando los hijos están chi
cos— lo cual es un factor que obstaculiza la plena integración de la
mujer a la actividad económica. Es posible identificar en este particu
lar diversos aspectos que influyen: falta de apoyo de los cónyuges
en las actividades domésticas; dificultades existentes para encon
trar los sustitutos adecuados para el cuidado de los hijos, y trabajos
inestables, mal retribuidos, sin posibilidades de ascenso y sin
prestaciones sociales.
Dentro de este panorama general, es posible, no obstante,
introducir algunos matices. Cuando el trabajo es concebido como
carrera, o vivido como una experiencia útil y satisfactoria, las
ambivalencias frente al trabajo extradoméstico son más reducidas;
las mujeres defienden su trabajo porque mediante este ejercicio
crean un espacio propio; buscan y logran encontrar, en cierta
medida, arreglos familiares o laborales para el cuidado de sus hijos.
Los cuestionamientos se enfrentan cuando se trabaja como parte
de un proyecto familiar para mantener el status o el bienestar para
los hijos; también, en este caso, el trabajo tiene cierta prioridad,
siempre y cuando no se desatienda a los hijos. En cambio, las
ambivalencias surgen en forma más clara cuando el trabajo se
percibe como algo suplementario, tanto en sectores medios, como
populares urbanos. Por lo general, estas mujeres viven grandes
conflictos al tratar de combinar el trabajo y la maternidad, y se
les dif iculta encontrar arreglos satisfactorios para el cuidado de sus
hijos.
La consideración de las dimensiones señaladas nos permitió
entender más a fondo las razones y motivos por los cuales las
EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO FEMENINO 149
mujeres trabajan. Si bien las necesidades económicas son importan
tes y han sido acentuadas por la crisis de los años ochenta, también
desempeñan un papel importante los proyectos de vida individua
les o familiares. Estos tienen una temporalidad de más largo plazo
y pueden llevar a una presencia más constante de las mujeres en el
mercado de trabajo.
VI. JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA
Introducción
En este capítulo examinamos las experiencias de vida de mujeres
de sectores populares que son jefas de sus hogares en la actualidad
o lo fueron durante gran parte de sus vidas de pareja. Se trata de
mujeres con hijos y cónyuge que han asumido la responsabilidad
de mantener económicamente a sus unidades domésticas. Nuestro
propósito es comprender de manera más cabal el significado del
trabajo y la maternidad en la vida de estas mujeres; las relaciones
de género que se establecen en sus hogares; algunos rasgos propi-
ciadores de la subordinación a que están sujetas las jefas, y sus
percepciones sobre la condición femenina.
Reciben atención especial las tensiones, los conflictos y, en
general, la violencia física y psicológica que caracteriza de manera
sobresaliente a este tipo de relación familiar. Es importante remar
car que, aunque en muchas familias de sectores medios y populares
se presentan matices de violencia psicológica o agresión verbal, en
ningún grupo encontramos en forma recurrente relatos de violen
cia física como sucede entre las jefas, quienes ejemplifican situacio
nes extremas de subordinación femenina.1
La estrategia metodológica elegida para analizar las entrevistas
en profundidad fue la reconstrucción de las experiencias de vida
relatadas por las mtijeres, haciendo hincapié en los rasgos sobresa
lientes y recurrentes. "Buscamos conexiones posibles entre las viven-
1 González de la Rocha (1991) también argumenta que la violencia física
ocurre, sobre todo, en los sectores más pobres. En los sectores medios asume formas
más sutiles; pero cumple la misma función de mantener relaciones asimétricas de
poder entre hombres y mujeres a nivel familiar, garantizar la disciplina, el control y
la autoridad masculina. En el capítulo VIII analizamos las relaciones de género en las
familias que cuentan con una contribución monetaria estable del esposo a la
manutención del hogar, tanto en los sectores medios, como en los populares
urbanos.
151
152 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
cías en las familias de origen (condiciones materiales de existencia
y socialización en distintos contextos); las experiencias y percepcio
nes de las mujeres sobre su trabajo; el matrimonio y la maternidad,
y las formas de convivencia entre hombres y mujeres en estas situa
ciones de pobreza y violencia. Este capítulo está basado en un
subconjunto de catorce entrevistas en profundidad a mujeres
de sectores populares urbanos, las cuales consideramos por sepa
rado por tratarse de jefas económicas de hogar. (Véase el capí
tulo V y el apéndice II para una exposición detallada de los criterios
de selección y de los instrumentos utilizados para la realización de
las entrevistas.)
Antecedentes de investigación sobre jefas de hogar
Desde hace más de una década, los hogares con jefatura femenina
reciben atención en la literatura especializada en América Latina
y el Caribe. Los estudios sociodemográficos realizados en los años
setenta ya destacaban los rasgos específicos de las jefas frente
a los jefes y las diferencias en las características de sus hogares.2 Varios de
los resultados encontrados en los análisis pioneros todavía tienen
actualidad. Investigaciones recientes realizadas en diferentes países
los confirman y dan nuevos elementos para delinear el siguiente
perfil; la proporción de hogares dirigidos por mujeres va en
aumento y es más elevada en las zonas urbanas que en las rurales;
a diferencia de los hogares con jefatura masculina, los encabezados
por mujeres se alejan del modelo nuclear; son en su mayoría
hogares sin cónyuge y por lo tanto más pequeños en tamaño; se
encuentran en etapas más avanzadas del ciclo vital. Las jefas
presentan niveles de participación económica más elevados que el
promedio de la población femenina; son más pobres que los jefes
2 Véase, entre otros, los siguientes análisis para diferentes países de la región:
Van der Tak y Gendell, 1973; Lira, 1976; Lopes, 1976; Pantelides, 1976b; Barroso,
1978; Merrick y Schmink, 1978; Jelin, 1978; Recchini, 1979; García, Muñoz y
Oliveira, 1982 y 1983.
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 153
en términos relativos, debido a la dificultad para conseguir em
pleos estables y bien remunerados.3
Múltiples factores contribuyen a la formación de hogares diri
gidos por mujeres. Entre los más mencionados están: la mayor
esperanza de vida de las mujeres y el hecho de que muy pocas
viudas se vuelvan a casar; la emigración temporal masculina; la
dificultad de los hombres de desempeñar el papel de proveedores
en situaciones de extrema pobreza, debido a los bajos salarios y al
desempleo; el alcoholismo; el embarazo de adolescentes; el machis-
mo, la prevalencia de uniones consensúales y la poligamia (Chant,
1988; Buvinic, 1990).
Acosta Díaz (1991), en una revisión de los estudios hechos en
México, distingue entre los análisis de carácter sociodemográfico
basados en información censal o encuestas de hogares (Ló
pez, 1986 y 1989; García, Muñoz y Oliveira, 1982; Margulis y
Tuirán, 1986) —que encuentran hallazgos similares a los menciona
dos— y los de carácter antropológico. Estos últimos utilizan datos
cualitativos que permiten examinar, además de los rasgos socioe
conómicos del hogar, aspectos vinculados con la dinámica intrafa
miliar y el momento del ciclo vital en que las mujeres asumen la
jefatura de sus hogares (Chant, 1988; González de la Rocha, 1988;
Riquer y Charles, 1989; Riquer, 1990).
Riquer (1990), a partir de entrevistas en profundidad a muje
res de sectores populares, argumenta que no necesariamente la
presencia de hogares con jefatura femenina está asociada con los
mayores niveles de pobreza. Esta autora destaca la importancia del
ciclo doméstico para explicar la jefatura femenina. Por un lado,
estarían las mujeres que se convierten en jefas debido a la ruptura
del vínculo conyugal a edades más avanzadas y, por el otro, aquellas
que siguen unidas y al final de su ciclo reproductivo “conquistan
la posición de dueña del hogar, lo que implica tener autoridad
sobre los hijos y contribuir al sustento de la familia (Riquer y
Charles, 1989; Riquer, 1990). En la presente investigación, la jefa
3 Véase: Folbre, 1991, para una sistematización y discusión de los rasgos de las
unidades con jefas mujeres encontrados en diferentes países del mundo, Buvinic,
1990, para una revisión de los análisis más recientes en América Latina y el Caribe,
y Acosta Díaz, 1991, para un análisis de los estudios disponibles para México.
154 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
tura femenina también es más frecuente en las etapas más avanza
das del ciclo de vida, al igual que lo encontrado en la mayoría de
los estudios sobre el tema. Sin embargo, difícilmente podríamos
afirmar que las mujeres viven esta situación como una “conquista”;
más bien, como veremos más adelante, la perciben como una
imposición.
En los trabajos de Chant (1988) y González de la Rocha (1988),
se reportan hallazgos de investigación sobre familias de sectores
populares con jefatura femenina en las cuales el cónyuge no está
presente. Estas autoras reportan menor violencia doméstica en
este tipo de hogares que en los de jefatura masculina. En contraste,
nosotras hemos encontrado niveles elevados de violencia física y
psicológica, porque nos centramos en el estudio de las familias
encabezadas por mujeres con cónyuge presente.
Es conveniente referirnos, por último, a la definición de jefe
de hogar que utilizamos. Generalmente, los estudios sociodemo-
gráficos se basan en la definición de jefe de hogar —empleada en los
censos y encuestas— que se refiere a la persona reconocida como
tal por los miembros del hogar. Este concepto ha sido ampliamente
criticado por subestimar el peso de las unidades domésticas enca
bezadas por mujeres debido a que, en la mayoría de los casos, se
reconoce a la mujer como jefa solamente cuando el cónyuge no
se encuentra habitualmente en el hogar. Asimismo, la utilización
de una definición que capta sobre todo hogares con jefas sin
cónyuges, condiciona algunas de las características encontradas, a
saber: menor tamaño, carácter generalmente no nuclear y menor
violencia.
Los estudiosos del tema sugieren entonces que se revise la
utilidad del concepto jefe de hogar, usualmente empleado en censos
y encuestas, y recomiendan el empleo del concepto jefe económico
para captar en forma más adecuada a las jefas de facto (Rosenhouse,
1988; Buvinic, 1990; Folbre, 1991).
El subconjunto de jefas que analizamos en este capítulo son
jefas económicas de sus hogares, esto es, mujeres que se han hecho
cargo de la manutención familiar, aun en presencia de sus cónyu
ges. Por sus características particulares, hemos considerado nece
sario analizarlas por separado, y documentar el significado del
trabajo y la maternidad en sus vidas, así como las relaciones de
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 155
género que se establecen en sus unidades domésticas. Ahora bien,
conviene adelantar que las mujeres analizadas son jefas económi
cas pero no se perciben necesariamente como jefas de hogar, en el
sentido de detentar la autoridad en la familia.
Las jefas económicas: el trabajo femenino como actividad
INDISPENSABLE PARA LA SOBREVIVENCIA FAMILIAR
Las jefas entrevistadas tienen, en su mayoría, más de 35 años de
edad y viven habitualmente con sus hijos y cónyuges. El número
promedio de los hijos es 4.4, más elevado que el de la mayoría de
las otras mujeres entrevistadas, teniendo en cuenta la estructura
por edad (véase el cuadro VI-1). Las jefas aportan gran parte de los
recursos económicos y, además, se encargan, al igual que otras
muchas mujeres, de casi todas las labores de la casa. Por lo general,
también deciden sobre los gastos de la unidad doméstica y la
educación de los hijos. Sin embargo, ellas no siempre se consideran
como jefas y aceptan que sus cónyuges tengan la autoridad en la
familia. En cerca de la mitad de los casos analizados, estas mujeres
consideran que el compañero es quien manda en la casa y ellas
tienen que pedir permiso para salir, trabajar o visitar parientes o
amigos.
Con frecuencia, estas mujeres iniciaron la jefatura de sus
hogares cuando dejaron la casa de los familiares del cónyuge, en
donde se establecieron al casarse. En este comienzo su posición
relativa en la familia mejora al no tener que obedecer a los suegros
como se acostumbra en el patrón patrivirilocal de residencia
(González e Iracheta, 1987); pero han tenido que detentar, por
necesidad, lajefatui a económica de los hogares porque sus compa
ñeros han desempeñado sólo trabajos inestables, no han asumido
la responsabilidad de contribuir en forma regular a la manutención
del hogar o, cuando lo han hecho, no han alcanzado a cubrir las
necesidades básicas. En este contexto, las mujeres no tienen otra
alternativa que trabajar y su actividad extradoméstica es la que
permite la sobrevivencia familiar Una entrevistada que despacha
en una taquería nos dice:
156 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 157
158 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
[...] económicamente, mi esposo bien no me ayuda. Entonces busco
uno que otro trabajito. Siempre he andado así. Oralia, 24 años, tres hijos
y dos entenados; vive en el D.F.
La descripción que hace una asistente educativa sobre la falta
de responsabilidad de su compañero es clara:
Él llegaba a la hora que quería y no sabía si yo comía o no. No me daba
ni gasto. No sé si se lo daba a su mamá o se lo malgastaba. Yo no le
podía pedir dinero porque me decía, “yo no tengo por qué dártelo”.
Le decía yo “cómprame zapatos o ropa” y me contestaba, “no, yo no
tengo dinero; te hubieras casado con un rico.” Evangelina, 37 años, tres
hijas; vive en el D.F.
Las vidas de las jefas económicas se caracterizan por la inesta
bilidad; hoy pueden tener para la comida, mañana quién sabe. Por
momentos los maridos se componen, prometen cambiar y luego
recaen en la bebida, se van con otras mujeres, pierden el trabajo o
les va mal en un negocio. En las situaciones más dramáticas, estas
familias viven en lo cotidiano las consecuencias de problemas
sociales más amplios, como la pobreza extrema, el desempleo, la
criminalidad, el alcoholismo y la drogadicción. Cuando los compa
ñeros, además de “desobligados”, son delincuentes y drogadictos,
las mujeres tienen que mantener a la familia: hacerse cargo de los
gastos de alimentación, calzado y vestido, útiles escolares, pago de
la renta, agua, luz y enfrentarse a emergencias como accidentes y
enfermedades. Puede darse el caso de que mantengan al marido
y hasta sus vicios. Una empleada doméstica, embarazada por
quinta vez, tiene un esposo con trabajos eventuales que pasa
periodos en la cárcel. Actualmente está desocupado. Ella afirma:
Yo le digo que por qué no se pone a trabajar. Así entre los dos
podríamos comprar más cosas, tener a los niños mejor, ¿verdad? [...]
No quiere trabajar, no quiere trabajar, nomás trabaja cuando
quiere. No le preocupa nada. A veces yo le digo: “oye, por qué no te
preocupas por esto, por l’otro”[...] Yo me imagino que no se preocupa
porque sabe que yo de todas maneras tengo que comprar las cosas,
tengo que comprar todo con él o sin él. Tengo que comprar, pues,
para las niñas, para comer. Y él no se apura de nada. Ésos son los
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 159
pleitos que tenemos siempre, que no quiere, no sé, no sé qué piensa.
Amparo, 30 años, cuatro hijas; vive en Tijuana.
Las jefas no tienen otra alternativa que trabajar; pero sus
características sociodemográficas no las favorecen en el mercado
de trabajo. En su mayoría se trata de mujeres con baja escolaridad
que, cuando mucho, han completado la primaria, porque necesita
ban ayudar económicamente a sus padres o cuidar a sus hermanos
menores. La falta de preparación las ha llevado a desempeñar a lo
largo de sus vidas ocupaciones no calificadas y mal pagadas que se
ubican entre las actividades típicamente femeninas: afanadoras,
costureras, meseras, empleadas domésticas, lavanderas, vendedo
ras en tianguis, con puestos o ambulantes. Escasas son las instan
cias en que han logrado cursar algunos años de secundaria, aprender
un oficio o trabajar como obreras. Algunas prefieren ser emplea
das domésticas a ser obreras, ya sea por la flexibilidad del
horario, mejor salario, poder llevar a sus hijos al trabajo y cambiar
de ambiente, o por no estar encerradas todo el día. También se
valoran las actividades extradomésticas que se realizan a domici o
y facilitan cuidar a los hijos mientras se trabaja (véase el cua ro
VI-1).
Sus experiencias laborales han sido, por lo general, inestables,
con interrupciones al tener a sus hijos chicos y no contar con quien
los cuide. Asimismo, han cambiado con frecuencia de ugar e
trabajo y desempeñado diferentes tipos de actividad a a vez o a o
largo de sus vidas. Pocas han tenido empleos que les ayan o reci
do oportunidades de ascenso y mayores salarios. Las je as casi
siempre quieren seguir trabajando para educar a los hijos, termi
nar de construir su casa.y tener una vida mejor en la vejez. A gunas,
si tuvieran la oportunidad, preferirían no ti abajar para po er
cuidar a sus hijos chicos; consideran, asimismo, que es o ígacion
del hombre sostenerlas; pero, por otro lado, ya están acostum ra
das a trabajar, se sienten mal al estar en la casa, no es gusta
quedarse sin hacer nada. Además, aunque trabajen porque no
tienen otra alternativa, se dan cuenta de que el trabajo extra ornes
tico les da mayor confianza, alguna satisfacción, cierta m e-
pendencia y seguridad personal y familiar.
160 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Relaciones de pareja y violencia doméstica
La violencia doméstica no es, por supuesto, un fenómeno reciente
en México. Por ejemplo, fuentes históricas indican que en los
sectores campesinos del siglo xix la agresión masculina en contra
de las mujeres cumplía la función de mantenerlas en el lugar que
les estaba socialmente asignado en la jerarquía familiar, así como la
de controlar su movilidad física y su sexualidad. En el contexto de
pobreza y opresión en que vivían los sectores campesinos de hace
más de cien años, la violencia contra las mujeres era una forma
de descarga de frustraciones, tensiones y conflictos provocados
por la situación social y un mecanismo de dominación eficaz que
mantenía la autoridad de los hombres cuando los controles ideoló
gicos se debilitaban (González e Iracheta, 1987).
En la actualidad, en diversos países, la violencia psicológica y
física del hombre contra la mujer asume diferentes modalidades:
encierro en el hogar; prohibición de salir o trabajar en actividades
extradomésticas sin permiso del cónyuge; agresión verbal; relacio
nes sexuales forzadas; maltratos, lesiones, amenazas de muerte y
homicidio.4 Las explicaciones dadas a este fénomeno aluden a
aspectos de carácter psicológico, socioeconómico y cultural presen
tes en la vida cotidiana. Entre los más mencionados se encuentran:
el alcoholismo y la drogadicción del agresor; la socialización tem
prana en una subcultura de violencia; dinámicas familiares en las
cuales el agresor y la víctima provocan la conducta violenta, y
la creencia de que el hombre tiene el derecho de usar la violencia
contra la mujer. También se puntualizan como factores explicativos
la impunidad de los actos delictivos realizados en el ámbito priva
do; las formas de ejercicio del poder masculino para mantener el
control y la posición de subordinación de las mujeres en el ámbito
doméstico, y los sentimientos de inseguridad y frustación del varón
al sentir amenazada su autoridad sobre la mujer. Por último, hay
que mencionar las dificultades en el logro del status social; factores
4 Para algunas cifras, véase Grosman, Mesterman y Adamo, 1989; Larrain,
1990. En el trabajo de Grosman et ai, también se revisan los diferentes modelos ex
plicativos de la violencia doméstica. Estas autoras se refieren a los modelos psiquiá
trico, psicosocial y sociocultural y a sus variaciones internas.
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 161
vinculados al hacinamiento, la tensión en el trabajo, el transporte
inadecuado y la pobreza en general (Schechter, 1982; González de
la Rocha, 1991).
La situación de las jefas económicas analizadas no se diferencia
mucho de este patrón general. El hecho de que las jefas trabajen
ha sido un factor central de conflicto familiar en sus vidas. A pesar
de no recibir para el gasto por parte de sus cónyuges en forma
regular, estas mujeres han tenido que defender el derecho a ejercer
una actividad económica remunerada para dar una vida mejor a
los hijos; dejaron de trabajar al casarse o cuando tenían hijos
chicos, o lo hicieron a escondidas porque el marido no permitía
que se desatendiera a la familia, aunque él no cumpliera con su
papel esperado de proveedor.
En el discurso de estas mujeres aparecen como un rasgo
sobresaliente los relatos de violencia física y psicológica. Evangeli-
na nos dice:
Cuando empecé a trabajar siguió igual [...] todo le molestaba. La
primera vez que recibí mi sobre dijo que cómo iba a ser posible que
yo fuera a ganar luego, luego, lo que él estaba ganando. En realidad
era muy poco, pero a mí siempre me trató de lo peor y decía que no
servía para nada; ¡cómo iba a ser posible que ganara igual que él! De
allí empezó con los problemas porque yo trabajaba. Él veía que me
vestía y me decía que yo lo andaba haciendo p... Seguimos peor con
los problemas. Hubo una ocasión que hasta me golpeó porque decía
que [yo] a quién le pedía para darle de comer a él carne.
Él se enojaba nomás así. Yo ya no sabía ni por qué se había enojado; por
que le volaba la mosca, por cualquier cosa ya estaba enojado. Cuando
él se enojaba le echaba la masa de los tamales a los puercos, o se
enojaba y les echaba toda la comida; pero él si comía antes. Cuando
me dieron el trabajo, dejé de vender y seguíamos con los problemas.
Él siempre ponía pretextos. A él le molestó mucho cuando yo entré a
trabajar y tuve un trabajo seguro, algo estable y que podía contar con
médico y todo eso. En una ocasión le dije, “sabes qué, hasta aquí
queda todo” y me fui con mi mamá. Él fue a buscarme y me sacó de
los cabellos y me agarró a patadas... Me trajo para acá y cuando vine
de con mi mamá, me había roto toda mi ropa, la poca que tenía para
trabajar [...] Me dijo “ándale, a ver si así te van a querer . Decía que
162 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
ya alguien me andaba echando los perros por ahí. Evangelina, 37 años,
tres hijas; vive en el D.F.
Estamos frente a situaciones en las cuales el dominio masculi
no se ejerce mediante la violencia física y psicológica; tal parecería
que al sentirse fracasados en su papel de proveedores, los cónyuges
de las jefas económicas reafirman su autoridad utilizando el mal
trato como último recurso.5 El uso de drogas y de alcohol, el sen
timiento de desvaloración de los cónyuges que se sienten relegados
y humillados cuando no mantienen al hogar y, en general, los celos
frente a la salida de las mujeres generan un ambiente familiar
extremadamente agresivo. En este contexto, la violencia masculina
asume otras formas además de las ya señaladas: amenazas de llevarse
a los hijos; acusaciones de prostitución; prohibiciones de ver a los
familiares; daños a los objetos de la casa.
No obstante lo anterior, no todas las jefas entrevistadas expe
rimentan la violencia en forma pasiva: en la mitad de los casos
encontramos que se han resistido a lo largo de sus vidas a convivir
con un marido golpeador y “desobligado” y a aceptar ser tratadas
como esclavas u objetos que se abandonan o se dejan de lado. Han
intentado cambiar la relación, han recurrido a diferentes formas de
resistencia que van, desde el robo de dinero a los compañeros, el
negarse a tener relaciones sexuales y la devolución de los golpes,
hasta las separaciones temporales. También han empleado formas
de manipulación que, si bien tenían la intención de cuestionar la
subordinación, más bien contribuyen a reforzarla, por ejemplo,
el tener hijos para que los maridos se compongan o utilizar las
relaciones sexuales para tenerlos bajo control.
En este contexto de violencia, la mayoría de las jefas entre
vistadas mantienen sus relaciones de pareja por diversos mo
tivos: miedo ante las amenazas del compañero; temor a los
reproches de los hijos; sentimientos de inseguridad para en
frentar la vida en soledad, que son reforzados por la falta de
escolaridad y los bajos ingresos que perciben; estigmas contra
las mujeres separadas, y esperanzas de que el compañero cam-
■’ Explicación sugerida verbalmente por la psicoanalista Diana Rubli; para su
fundamentación, véase Grosman, Mesterman y Adamo, 1989.
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 163
bie.6 Asimismo, estas mujeres comparten valores muy arraigados
sobre la necesidad de mantener el vínculo matrimonial, visto como
un compromiso adquirido que se debe cumplir. Consideran que
la figura del padre es muy importante para los hijos. En efecto, la
interiorización de valores sociales que asumen la subordinación
femenina como algo natural, y las percepciones sobre la normati
vidad social que regula la vida en pareja y establece el papel de la
esposa y la madre en la familia, constituyen aspectos clave para
entender por qué toleran relaciones tan desventajosas. Además,
hay que tener presente que muchas de estas mujeres no vislumbran
otras formas de convivencia porque también pasaron su niñez y
adolescencia en un ambiente familiar violento, hostil o en descom
posición.
Rasgos familiares e individuales propiciadores
DE LA SUBORDINACIÓN FEMENINA EN EL ÁMBITO DOMÉSTICO
Como señalamos anteriormente, múltiples aspectos de carácter
material y subjetivo se entremezclan en la vida cotidiana para
explicar la subordinación de las mujeres en una de sus manifesta
ciones más dramáticas: la violencia doméstica. Destacamos, a con
tinuación, ciertos rasgos de las historias de vida de las jefas que nos
permiten señalar algunos factores familiares e individuales que
han contribuido a moldear relaciones de pareja cargadas de dife
rentes formas de agresión. Consideramos importante describir, en
forma breve y selectiva, los siguientes aspectos, condiciones mate
riales de existencia-en la niñez y la adolescencia; formas de convi
vencia al inicio de la relación matrimonial; experiencias como
madres y el significado de la maternidad, y ausencia de redes de
apoyo para el cuidado de los hijos.
6 El estudio de Grosman, Mesterman y Adamo (1989), indica que en Argentina
pocas de las mujeres golpeadas que analizan logran la separación definitiva. Por su
parte, Walker (1979) estudia el ciclo de la violencia y caracteriza la fase final como
de idealización de la relación de pareja; el hombre golpeador presenta una conducta
de arrepentimiento y afecto hacia la mujer, quien lo acepta y cree en su sinceridad.
164 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Las precarias condiciones materiales de existencia
Las jefas económicas con frecuencia nacieron en familias numero
sas de escasos recursos. Sus padres eran campesinos, vendedores
en los mercados pueblerinos; las madres, cuando no ayudaban en
las actividades agrícolas o en el cuidado de los animales, lavaban y
planchaban para casas particulares o también se dedicaban al
comercio. Sobresale, asimismo, que muchas de estas mujeres cre
cieron al cuidado de otros familiares, abuelos o tíos, porque sus
padres se separaron, las abandonaron o eran hijas de madres
solteras. Casi siempre estudiaron, cuando mucho, hasta sexto de
primaria; necesitaban realizar una actividad doméstica para ayu
dar a los padres o cuidar a los hermanos menores. La mayoría
trabajó en su niñez y adolescencia como ayudantes en negocios
familiares, empleadas domésticas o vendedoras ambulantes.
En cuanto a la convivencia familiar, muchas de las jefas, a
diferencia de otras mujeres del sector popular, ya experimentaron
en su infancia lo difícil que es enfrentar la violencia doméstica.7
No es poco frecuente que sus padres o padrastros fueran alcohóli
cos que golpeaban a los hijos y a las esposas. Tampoco se halla
ausente la violencia de la madre contra los niños. Esta violencia
doméstica genera sentimientos de rencor, rechazo y rabia por parte
de los hijos. Frente a las condiciones de vida imperantes en la niñez
y la adolescencia, estas mujeres han salido de sus casas aún jóvenes
y muchas migraron, ya sea en búsqueda de mejores condiciones de
vida o para huir de un hogar infeliz.
Las propias experiencias de vida de las jefas pueden propiciar
la reproducción de patrones extremos de subordinación femenina
y aceptación de la autoridad masculina y paterna, independien
temente de la falta de responsabilidad y del carácter violento de sus
compañeros. Diversos estudios indican que la socialización a tem
prana edad en un ambiente violento contribuye a desarrollar en la
mujer una mayor tolerancia ante los actos agresivos (Grosman,
Mesterman y Adamo, 1989; Larrain Meiremans, 1990).
' En otros grupos de mujeres analizados no encontramos en forma tan
frecuente como entre las jefas relatos de violencia en la familia de origen.
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 165
El inicio azaroso de la unión y las características del cónyuge
Con frecuencia, la forma en que ocurre la unión o el matrimonio
y los rasgos del compañero y del padre de los hijos condicionan las
vivencias de las mujeres. En los casos analizados, la unión, más que
abrir posibilidades de un cambio de vida, ha contribuido a reforzar
el patrón existente en la familia de origen. En los relatos de las jefas
de hogar encontramos, en forma más frecuente que entre otras mu
jeres de los sectores populares que analizamos, la referencia a un
matrimonio buscado para liberarse de un ambiente hostil y violen
to, de un padre alcohólico y agresivo. Estas mujeres se fueron de la
casa, a veces muy jóvenes, por conflictos con los padres, por estar
embarazadas, por haber sido forzadas o “raptadas”.8 En sus recuer
dos se percibe que la unión o el matrimonio no fue una decisión
pensada y planeada, sino más bien algo fortuito. Iniciaron su
unión sin haber elegido un compañero que querían o considera
ran conveniente; sin embargo, la mayoría se casó legalmente.
Desde el inicio de la relación conyugal los esposos no asumieron
la responsabilidad de manutención del hogar, por estar todavía
estudiando, tener trabajos inestables, ser alcohólicos o tener otra
mujer e hijos. No es poco frecuente que la violencia contra la esposa
ya se halle presente desde el principio de la relación conyugal.9
Las conductas violentas en el nivel familiar también reflejan
las desigualdades imperantes en la sociedad en términos de opor
tunidades de educación y empleo para la población. Al contar, en
su mayoría, con escolaridad primaria, los compañeros trabajaban
en actividades escasamente remuneradas y poco estables. Frente a
esta situación, lo más común al dejar el hogar paterno fue irse
a vivir “de arrimados”.en la casa de los familiares del cónyuge. La
necesidad económica refuerza el patrón patrivirilocal de residen
cia y propicia conflictos familiares. En la casa de los suegros, los
maltratos eran frecuentes y las recién casadas tuvieron que dedi-
K La costumbre del “rapto” o “robo de la novia' que es llevada a la casa de los
padres del varón es frecuente entre los sectores populares para ahorrarse los gastos
de la boda o cuando los padres de la novia se oponen a la unión. Véase González e
Iracheta, 1987.
Hallazgos que apuntan hacia la misma dirección se encontraron en Argentina
(Grosman. Mesterman y Adamo, 1989).
166 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
carse al trabajo doméstico porque casi siempre los compañeros no
estaban de acuerdo con que trabajasen fuera del hogar. Las sue
gras frecuentemente refuerzan la subordinación de las nueras: las
maltratan; consienten a sus hijos y les encubren sus vicios. Vale
la pena recordar que ambos aspectos, el traslado de la mujer a la
casa de los padres del esposo y las relaciones conflictivas con
la suegra, son pautas culturales bien documentadas en la cultura
mexicana (González e Iracheta, 1987; González, 1991).
Vivencias de la maternidad
La valoración de la maternidad es clara y las jefas que más la
idealizan consideran que nacieron para ser madres. Sin lugar a
dudas, para las mujeres con maridos “desobligados”, violentos y
con vicios, los hijos son la satisfacción del matrimonio, la recom
pensa frente a una relación matrimonial insatisfactoria, la fuente
de alegría; significan tener un hogar; tener por quién vivir; permi
ten sentirse querida, comprendida; sentir que le hace falta a al
guien; asegurar que no se está sola y abrigar la esperanza de no
morir de esta manera. Asimismo, las jefas entrevistadas están
convencidas de que deben mantener su vínculo conyugal porque
el padre es un apoyo importante y una figura de respeto para los
hijos. Ellas están dispuestas a tolerar los maltratos por amor a ellos,
para no separarlos de sus padres.
No obstante, a pesar de la importancia de la maternidad en sus
vidas, las jefas ven como un problema el tener muchos hijos.
Muchas de estas mujeres habrían deseado tener menos, pero les
falta información sobre como planificar la descendencia; han teni
do fuertes problemas de salud al usar anticonceptivos o por la
ineficiencia de los servicios médicos; los maridos presionan por
que prefieren tener más hijos varones, o ellas mismas utilizan a los
hijos como un intento por lograr que el compañero se componga.
Casi siempre el tercero y los subsiguientes son inesperados o no
deseados.
Asimismo, dada la difícil situación económica que se enfrenta,
las jefas tienen problemas con la crianza de los hijos, sobre todo
cuando no se cuenta con el apoyo de los padres. Verbalizan de
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 167
manera clara sus preocupaciones por la manutención, educación,
enfermedades y desobediencias de los hijos. En ocasiones, también
recurren a la agresión física contra ellos, con la secuela conocida
de los sentimientos de culpa.
La ausencia de redes familiares de apoyo
y el cuidado de los hijos
Como ha sido ampliamente estudiado, las redes de relaciones
establecidas entre o en el interior de los grupos domésticos, que se
basan en la existencia de vínculos de amistad, compadrazgo y redes
extensas de parentesco, constituyen aspectos cruciales en la sobre
vivencia de los sectores populares, sobre todo en el cuidado de los
hijos de las madres trabajadoras. No obstante, en situaciones
específicas, las relaciones de apoyo pueden estar ausentes o carga
das de conflictos y violencia física y psicológica (Roberts, 1973;
González de la Rocha, 1986). El análisis de las jefas económicas
ilustra muy bien este aspecto. Para ellas, ha sido extremadamente
difícil a lo largo de sus vidas tener que trabajar para mantener a la
familia, hacerse cargo de las labores domésticas y atender a los
hijos. Con frecuencia, a diferencia de otras mujeres de los sectores
medios y populares urbanos, las jefas no han contado con familia
res que las ayuden; tal vez porque, al migrar jóvenes, la mayoría
vive lejos de su familia de origen y ha tenido conflictos con los
familiares del esposo. Al inicio de sus uniones conyugales casi
siempre vivían en casa de sus suegros, no contaban con la confian
za necesaria y temían dejar a sus hijos en un ambiente hostil. En
momentos posteriores de sus ciclos de vida, cuando logran estable
cer un lugar aparte donde vivir y los hijos están muy chicos, tienen
que dejar el trabajo o pagar para que los cuiden.
Cuando los hijos o hijas mayores ya han llegado a la adolescen
cia, la madre casi siempre los deja al cuidado de los más chicos.
Son, sobre todo, las hijas mayores y, en ausencia de éstas, los
hijos varones quienes arreglan la casa, hacen la comida y cuidan a
los hermanos menores. El esposo, además de no contribuir regu
larmente con el gasto familiar, se desentiende de las labores domés
ticas. En situaciones extremas, las consecuencias de dejar a los hijos
168 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
solos se manifiestan en accidentes en el hogar, mala alimentación
e irregularidad en la asistencia escolar. Asimismo, el aislamiento
social en que viven estos hogares puede contribuir a reforzar los
patrones de violencia doméstica prevalecientes, como se señala en
la literatura especializada (Grosman, Mesterman y Adamo, 1989).
Percepciones de las jefas sobre la condición de las mujeres
La mayoría de las jefas económicas considera que la situación de la
mujer en México ha mejorado; afirman que antes las mujeres eran
más sumisas y que ahora las jóvenes no se dejan pegar. Además,
afirman que ahora hay muchas oportunidades de trabajo y que las
mujeres pueden planificar el número de hijos. Sin embargo, algu
nas evalúan en forma negativa el tener que trabajar fuera de la
casa; afirman que antes la situación era mejor, debido a que las
mujeres estaban más en su hogar y desempeñaban pocas activida
des extradomésticas porque los compañeros eran más responsa
bles; perciben que ahora las mujeres trabajan en mayor medida
que los hombres, que han hecho más que ellos, que son las que
logran los bienes materiales porque se esfuerzan más. Por último,
algunas piensan que las cosas siguen igual, desde el momento en
que la mujer tiene que trabajar de manera remunerada para
ayudar al marido y a los hijos, además de sus labores domésticas;
opinan que la actividad económica no cambia la vida, pero que no
se puede hacer nada, sino seguir adelante.
Al tener que mantener a una familia numerosa, todas son
conscientes de la difícil situación económica por la que atraviesa el
país. En su vida cotidiana saben que algunas veces hay para comer
y otras no; que cada vez es más difícil comprar los útiles escolares;
que ios precios suben y los servicios públicos son cada día más
caros. Para algunas, la crisis del país ha significado reducción
en sus fuentes de trabajo; para salir adelante los hijos tienen que
ayudar en la casa, ya sea con su trabajo remunerado o mediante
su participación en las tareas del hogar. El futuro es incierto; se
percibe que hay que seguir trabajando para sacar a los hijos
adelante y, en algunos casos, para terminar de construir una casa
y ahorrar unos centavos. No obstante, la ilusión de algunas es estar
JEFAS DE HOGAR Y VIOLENCIA DOMÉSTICA 169
con sus hijos chicos; consideran que la niñez se acaba pronto, y que
los hijos requieren de cuidado. Todavía conservan la esperanza de
que el marido cambie, se haga más responsable para que ellas
puedan trabajar menos y dedicar más tiempo a los hijos, porque
sienten que los han dejado mucho tiempo solos mientras ganan el
sustento del hogar.
Consideraciones finales
La violencia doméstica no es algo nuevo; sin embargo, la visibilidad
pública del fenómeno data de épocas mucho más recientes. El
carácter privado de la vida en pareja contribuye a la impunidad
de la violencia contra la mujer, quien con frecuencia la mantiene en
secreto. Hasta la fecha, las estadísticas disponibles todavía son
escasas, las víctimas sienten miedo y vergüenza de denunciar estos
actos delictivos y muchas veces los encubren para proteger a sus
cónyuges o porque las instancias jurídicas no son percibidas como
eficaces.
En este capítulo, presentamos situaciones extremas de subor
dinación femenina en los sectores populares, mediante el análisis
de los relatos de las jefas económicas que viven habitualmente con
sus cónyuges. Hicimos hincapié en las modalidades de convivencia
familiar caracterizadas, a diferencia de los hogares de jefas sin
cónyuge, por violencia física y psicológica.
Las jefas económicas estudiadas aportan en forma fundamen
tal recursos monetarios y no monetarios para la manutención de
sus hogares, no dependen económicamente de sus compañeros,
pero, aun así, están expuestas a la violencia doméstica. Este resul
tado denota la complejidad de la relación de subordinación de las
mujeres, que va más allá de la dependencia económica. En este
caso, el hecho de que las jefas mantengan a la familia no repercute
necesariamente en una posición de mayor autonomía frente a sus
cónyuges; más bien éstos, por sentirse desplazados, las hacen
objeto de reproches y maltratos.
La relación entre hombres y mujeres aparece en el discurso de
las jefas cargada de ambivalencias. Estas mujeres mantienen
sus hogares, pero a algunas les habría gustado ser sostenidas por
170 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
sus esposos; ellas, además de proveedoras, casi siempre toman las
decisiones en lo cotidiano, aunque no siempre se perciben como
jefas, aceptan la autoridad del cónyuge, le piden permiso y le obede
cen. Muchas han tratado de separarse en forma definitiva, pero no
lo han logrado; ya sea por miedo, por los hijos o por creer en las
promesas de los esposos y alimentar la esperanza de que van a cambiar.
Algunas se resisten a los maltratos y rechazan a los compañeros
aunque sigan con ellos; otras prefieren usar diferentes formas de
manipulación para retenerlos a su lado a pesar de su carácter violento.
Destacamos la importancia de las precarias condiciones mate
riales de existencia en la niñez y la adolescencia como elementos
que limitan las posibilidades de educarse, entrar al mercado de
trabajo en actividades calificadas y mejor remuneradas y, por
ende, tener mayor seguridad para romper una relación matrimo
nial insatisfactoria y enfrentar la vida en soledad. No obstante,
también vimos que las razones para mantener una relación de
pareja conflictiva y violenta rebasan en mucho el temor de no contar
con recursos económicos para sobrevivir.
Es claro que una serie de aspectos vinculados al proceso de
formación de la familia de procreación actúan como mecanismos
que propician la reproducción de la pobreza, la violencia domésti
ca y la subordinación femenina. Hicimos hincapié en la influencia
de un ambiente hostil y violento en la familia de origen sobre la
mayor tolerancia hacia la violencia. Sin embargo, otros aspectos
también fueron documentados como importantes: casarse o unirse
sin clara conciencia de lo que se está haciendo; no contar con re
cursos económicos para establecer una casa aparte; vivir por
necesidad o costumbre en casa de los familiares del cónyuge; no
tener información o hallarse incapacitada para planificar el
número de hijos, así como carecer de redes de apoyo. Todos estos
rasgos propician tensión, conflicto y violencia doméstica.
Por último, las percepciones de las jefas sobre el matrimonio,
la maternidad y la actividad económica dejan claro que ellas no
siempre cuestionan la división del trabajo existente en la sociedad
y en la familia, y tampoco ven como un problema las relaciones de
pareja en las cuales el varón tiene la autoridad, más bien aceptan
valores y normas sociales sobre el papel del padre y las obligaciones
de la madre que refuerzan la subordinación femenina.
VIL MATERNIDAD Y TRABAJO
Introducción
En este capítulo profundizamos en las concepciones y las vivencias
de las mujeres de sectores medios y populares urbanos sobre la
maternidad, la planificación familiar y el cuidado de los hijos.
Relacionamos el significado atribuido al trabajo extradoméstico y
el grado de compromiso establecido con él, con las concepciones
sobre la maternidad y el campo de opciones considerado como
legítimo por las mujeres. Asimismo, incorporamos las actitudes
y las prácticas en torno al control de la fecundidad y al cuidado
de los hijos, las cuales hacen o no viable la puesta en marcha de
estrategias específicas para combinar los papeles de madres y
trabajadoras.
Partimos de la tipología elaborada en el capítulo V, con base
en entrevistas en profundidad a 79 mujeres casadas o un’das con
cónyuges que contribuyen de manera estable al presupuesto fami
liar. Las entrevistas en profundidad, a diferencia de las encuestas
que parten de cuestionarios estructurados, permiten ahondar en
el estudio de las representaciones subjetivas (concepciones, per
cepciones, elecciones, conflictos y ambivalencias). Estas dimensio
nes son centrales para entender las decisiones u omisiones en
torno a los hijos deseados, la utilización de métodos anticoncepti
vos y las relaciones globales entre maternidad y trabajo (García y
Oliveira, 1989).
Acerca de las interreiaciones entre fecundidad,
MATERNIDAD Y TRABaJO
Nos parece importante rescatar, como un telón de fondo de nues
tro análisis, estudios que parten de distintas perspectivas analíticas.
Haremos, inicialmente, una breve mención a la tradición sociode
171
172 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
mográfica centrada en el estudio de las interrelaciones entre fecun
didad y trabajo. En seguida nos referimos a los análisis que desde
una óptica de género destacan la relevancia de la maternidad para
entender la condición de la mujer; y a las investigaciones cualitati
vas sobre el significado y las vivencias de la maternidad y el trabajo
en la vida de las mujeres.
Estudios sobre fecundidad y trabajo
Es preciso retomar las ventajas y limitaciones de los análisis agre
gados sobre fecundidad y trabajo para delimitar con claridad el
propósito y posible alcance de nuestro estudio microsocial. En térmi
nos generales, los avances teórico-metodológicos logrados en este
campo han contribuido al cuestionamiento de la búsqueda de una
relación causal unidireccional entre trabajo yfecundidad, y han puntua
lizado la relevancia de aspectos contextúales tales como el grado de
desarrollo de los países, la posición alcanzada por la mujer en la
sociedad y la existencia de programas de planificación familiar.
Apuntábamos en la primera parte de este libro que los estudios
multivariados más recientes plantean que la relación puede,
más bien, presentarse entre fecundidad y trabajo, es decir, es más
factible que las mujeres decidan trabajar o no de acuerdo con el
número y edad de los hijos; pero se reconoce que rara vez se cuenta
con la información pertinente para establecer la dirección de la
relación de manera precisa. En otras palabras, se plantea la necesi
dad de ubicar en el ciclo de vida de las mujeres los momentos del
trabajo, fecundidad y relaciones mutuas. Se argumenta, también,
que el conflicto de roles entre ser madres y trabajadoras puede
llevar a las mujeres a elegir el tipo de trabajo que más convenga a
las necesidades de su familia. Por lo anterior, el tipo de trabajo que
se desempeña (tradicional o moderno, asalariado o por cuenta
propia, fuera o dentro del hogar) puede ser parte de una estrategia
de adaptación del trabajo a la maternidad (Kupinsky, 1977; Stan
ding, 1983; Rodríguez y Cleland, 1980; Safilios-Rothschild, 1988;
Naciones Unidas, 1987; García y Oliveira, 1989).
En el análisis agregado que llevamos a cabo, nuestro interés se
centró en el estudio del trabajo extradoméstico y sus condicionan
MATERNIDAD Y TRABAJO 173
tes. De esta suerte, exploramos la influencia del número y edad de
los hijos, entre otros aspectos, sobre la actividad económica feme
nina, y utilizamos para ese propósito información sobre fecundi
dad acumulada y desempeño de un trabajo en el momento del
levantamiento de las encuestas.,Encontramos que la relación entre
fecundidad y trabajo es distinta entre mujeres pertenecientes a
diferentes sectores sociales, en años de expansión y crisis económi
ca; dicha relación depende además de la dinámica de los mercados
de trabajo (véase el capítulo IV). Estos resultados confirman la
importancia de los factores macroestructurales y de las condicio
nes materiales de existencia en la explicación de los comportamien
tos sociodemográficos.
En el análisis microsocial, intentamos buscar las conexiones
entre las concepciones sobre la maternidad, las prácticas de plani
ficación familiar y el grado de compromiso asumido con el trabajo
que es posible reconstruir a partir de los relatos de vida. Compara
mos situaciones en las cuales el grado de compromiso va desde el
trabajo visto como un proyecto individual de autonomía personal
hasta la negación de la actividad extradoméstica como una opción
válida para las mujeres. Se trata de encontrar matices y diferencias
en las vivencias de la maternidad entre mujeres que atribuyen
distintos significados al trabajo en sus vidas, y no buscar relaciones
de causalidad entre trabajo, maternidad y anticoncepción.
Estudios sobre maternidad y trabajo
El análisis de la maternidad puede incluir el estudio sociodemográ
fico de la fecundidad, entendida como el número de hijos tenidos;
sin embargo, trata de una problemática mucho más amplia que
alude a los aspectos institucionales, culturales, ideológicos y psico
lógicos vinculados al hecho de ser madre. En los planteamientos
teóricos que buscan entender la condición de subordinación de las
mujeres existe una amplia polémica acerca del papel que desempe
ña la maternidad. Algunas autoras plantean que la capacidad
reproductiva de las mujeres es la causa de su opresión; mientras
que otras la perciben como un elemento que otorga poder a las
mujeres, es decir, les abre mayores posibilidades de liberación
174 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
(Firestone, 1970; Piercy, 1976; Rich, 1976; O’Brien, 1981; Dworkin,
1983).
Desde una perspectiva psicoanalítica, se enfatiza el análisis de
la relación madre-hijo(a) y se discute la influencia que puede tener
sobre los hijos el hecho de que la responsabilidad básica de la
crianza recaiga sobre las madres. A pesar de algunas diferencias en
sus argumentos, autoras como Chodorow (1978) y Dinnerstein
(1977) concuerdan en que la opresión femenina se origina en la
monopolización por parte de las mujeres del cuidado de los hijos.
Ambas sugieren como una alternativa la crianza compartida entre
padres y madres.
Por otro lado, a partir de un acercamiento sociológico, varias
autoras tratan de reconstruir las concepciones y experiencias vitales
sobre la maternidad en diferentes sectores sociales (Boulton, 1983;
Wearing, 1984; Valdés, 1989) o de analizar, al igual que nosotras,
las concepciones e interrelaciones entre la maternidad y el trabajo
(Gerson, 1985). En estos casos se examina el significado de los hijos
para la vida de las madres.
Nos detendremos en estas investigaciones que, de igual forma
que la nuestra, han privilegiado el análisis cualitativo de los relatos
de vida de las mujeres que son madres. Los trabajos de Boulton
(1983), Wearing (1984), Valdés (1989) y Gerson (1985) utilizan la
estrategia metodológica de construcción de tipos. Boulton (1983)
y Wearing (1984) se centran en el análisis de la maternidad. En
ambos casos, se diferencia entre una dimensión simbólica y otra
que se refiere a la experiencia cotidiana. La primera dimensión
alude al significado de la maternidad en la vida de las mujeres,
y la segunda al ejercicio de la maternidad. En el análisis de la
experiencia cotidiana, Boulton trata de rescatar los sentimientos y
sensaciones (irritación, frustación o placer) de las madres al cuidar
a los hijos; Wearing considera las concepciones sobre quiénes
deben hacerse cargo de este cuidado. Ambas autoras analizan los
relatos de madres con hijos en edad preescolar, en la clase trabaja
dora y en las clases medias. Boulton —en Londres, Inglaterra—
entrevista a 50 mujeres casadas, entre 21 y 35 años de edad, que
viven con sus esposos y que no trabajan de tiempo completo en
actividades extradomésticas. Wearing —en Sidney, Australia— estu
dia a 150 mujeres que cubren un abanico más amplio de situado-
MATERNIDAD Y TRABAJO 175
nes: madres solteras, madres que trabajan o se dedican de tiempo
completo a la crianza de los hijos, y aquellas que han tenido
contacto con grupos feministas.
Boulton diferencia entre la maternidad como realización, satis
facción, alienación o conflicto. Las mujeres que viven la maternidad
como realización consideran que el hecho de ser madres tiene un
importante significado en sus vidas. Perciben a las actividades
cotidianas requeridas para el cuidado de los hijos como valiosas en
sí mismas y como fuente de placer. En la vivencia de la maternidad
como satisfacción, también se disfruta la domesticidad y se aceptan
pasivamente las responsabilidades maternas. No obstante, no se asume
que estas responsabilidades otorguen un sentido particular o un
propósito a la vida. En contraste, cuando se vive la maternidad
como alienación no se le atribuye importancia como algo que dé
sentido a la vida, tampoco se disfruta de la crianza de los hijos, más
bien predomina el sentimiento de irritación y frustación con la
domesticidad. Asimismo, hay resentimiento al no poder desarro
llar intereses personales distintos a la maternidad. Estos sentimien
tos y resentimientos también son compartidos por las mujeres que
viven la maternidad como conflicto', sin embargo, en este caso,
predominan las ambivalencias porque las mujeres tienen un com
promiso con la maternidad como uno de los aspectos que otorga
significado y propósito a la vida. Boulton indica que los dos tipos
polares, la maternidad corno realización y como alienación son
experiencias más frecuentes en la clase trabajadora; mientras que
la maternidad como conflicto es marcadamente más usual entre las
mujeres de clases medias.
Wearing, a su véz, pone de relieve los elementos ideológicos
presentes en las vivencias de la maternidad. Asimismo, al igual que
Boulton, destaca los sentimientos de realización y ambivalencia
que muchas mujeres experimentan frente a la maternidad. Esta
autora nos presenta cuatro tipos ideales de madres. La ideológica
mente tradicional y la utópica radical representan tipos extremos. En
el primer caso se considera que ia maternidad es la actividad más
valiosa y gratificante que la mujer puede realizar, no importa cuán
demandante sea y cuán pocas recompensas materiales ofrezca.
Asimismo, se cree que la salud mental y física de los hijos depende
de la presencia constante de la madre.
176 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
En el otro extremo, para la madre utópica radical, la maternidad
es vista como una entre varias alternativas disponibles. Las mujeres
consideran que tienen cierto control sobre sus opciones en la vida,
y que su identidad no se define primordialmente por el hecho de
ser madres. Se propone una redefinición de los papeles masculinos
y femeninos, de tal suerte que hombres y mujeres compartan, en
igualdad de condiciones, la responsabilidad de manutención de la
familia, cuidado de los hijos y labores domésticas.
Para el tipo ideal de la madre ambivalente, el compromiso
exclusivo con la crianza de los hijos es visto como una fase del ciclo
vital, en el cual las mujeres dejan de lado el desarrollo de sus
intereses personales por la seguridad de sus hijos. No obstante,
experimentan resentimientos por renunciar, aunque en forma tem
poral, a una carrera o a intereses culturales. La ambivalencia se
deriva de experiencias previas de satisfacción con actividades
distintas a la maternidad.
Por último, la madre ambivalente progresista cuestiona la creen
cia de que la maternidad es inevitable y necesaria para la realiza
ción de la mujer; argumenta que la madre biológica no necesita
responsabilizarse totalmente por los hijos ya que la cualidad del
cuidado es más importante que el número de horas invertidas en
él; considera que las madres tienen derecho a un desarrollo perso
nal y a la realización fuera del hogar. Experimenta fuertes ambiva
lencias frente a la maternidad; pero, a la vez, siente complejo de
culpa y sentimiento de pérdida de su identidad femenina al delegar
la mayor parte de sus responsabilidades familiares.1
Por su parte, Valdés (1989), en un relevante trabajo en Santiago
de Chile de 26 mujeres del sector popular, se centra en el estudio
del comportamiento reproductivo. Esta autora también analiza
una dimensión que alude a la subjetividad y otra que remite a las
experiencias de la vida cotidiana. De manera similar que Wearing,
se basa en la construcción de tipos ideales; pero su interés es
1 Al comparar las concepciones y experiencias de las madres entrevistadas con
los tipos ideales construidos, Wearing encuentra que casi 50% se acerca al tipo
ideológicamente tradicional, 31 al ambivalente, 21 al ambivalente progresista, y
ninguna de las entrevistadas al utópico radical. También se advierten diferencias
importantes entre las madres pertenecientes a la clase trabajadora y a las clases
medias, entre las que trabajan en actividades extradomésticas y las que no lo hacen.
MATERNIDAD Y TRABAJO 177
reconstruir las articulaciones de sentido en torno a las decisiones
de tener o no hijos y dar cuenta de la heterogeneidad que existe
entre mujeres que viven en similares condiciones de vida, caracte
rizadas por la precariedad, la inestabilidad y la pobreza. Esta autora
elabora tres tipos que aluden a distintos proyectos de vida. En los dos
primeros casos la maternidad es central en la vida de las mujeres;
pero la valoración del número de hijos y la actitud frente al uso de
anticonceptivos es distinta.
En el primer tipo —primacía de lo natural— lo central es el papel
que cumple la mujer en la reproducción de la especie: ella debe
tener muchos hijos sin limitaciones. La vida de la mujer que no es
madre carece de sentido. La división del trabajo por géneros es
aceptada; pero cuando el marido no cumple con su papel de
proveedor, la madre tiene que trabajar por sus hijos. En el segundo
tipo —primacía de lo social— la familia adquiere una función econó
mica primordial y la mujer debe desarrollar nuevas tareas, más allá
de las que tiene en el proyecto anterior. Debe ser madre en el
contexto de un matrimonio legal y ser ama de casa. Se trata de criar
hijos de calidad; en este contexto, la regulación de la fecundidad
cobra gran importancia así como trabajar en actividades extrado-
rnésticas para mejorar la calidad de vida del grupo familiar y
garantizar la educación de los hijos. El tercer tipo —primacía de lo
individual— es un proyecto que contempla a la mujer como una
persona que tiene un plan consciente de desarrollo para su vida que
excede a la maternidad. El ser madre se inscribe en un proyecto
rnás amplio que puede ser de vida en pareja, desarrollo profesio
nal, participación política y social, desarrollo artístico. No se busca
en la maternidad el sentido de la vida. La relación afectiva con la
pareja es importante, y este modelo supone una distribución equi
tativa de las responsabilidades domésticas.2
Los estudios anteriormente reseñados, aunque se centran en
la construcción de tipos de maternidad o de proyectos de vida, nos
2 Al comparar los relatos de vida de las 26 entrevistadas con los tipos ideales,
Valdés encuentra que 27% se aproxima más al tipo “primacía de lo natural , 35 al
tipo “primacía de lo social" y 8 al de “primacía de lo individual ; el 30% restante da
cuenta de combinaciones que, según la autora, fueron difíciles de asignar a los tipos
propuestos.
178 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
han proporcionado muchos elementos para nuestro análisis de las
interrelaciones entre maternidad y trabajo. Queremos destacar
los siguientes aspectos: relevancia de la distinción entre el signifi
cado atribuido a la maternidad y a las experiencias cotidianas en
la crianza de los hijos; diferenciación entre sentimientos de realiza
ción y ambivalencias frente a la maternidad; concepciones acerca
del papel de la madre en la crianza de los hijos; importancia de
las concepciones sobre la “calidad” de los hijos que pueden llevar
al control de la fecundidad y a que las madres trabajen por los hijos.
Por último, queremos mencionar la sugerente obra de Gerson
(1985), para el caso de los Estados Unidos de América. Esta autora,
al igual que Boulton y Wearing, estudia un grupo de mujeres que
se encuentra en los primeros años de crianza de los hijos, pertene
cientes a las clases trabajadoras y medias. Gerson considera que se
trata de integrantes de una generación que mediante sus decisio
nes vitales ha contribuido a los cambios en fecundidad y trabajo
que tuvieron lugar en ese país en las últimas décadas. La cohorte
elegida es considerada clave para estudiar las causas, consecuen
cias y el significado de la transformación que está en marcha.
A diferencia de los estudios anteriormente descritos, Gerson
explora las relaciones entre el trabajo extradoméstico de la mujer
y la vida familiar, el cual es también nuestro objeto de estudio.
Dicha autora plantea los diferentes patrones generales que los cursos
de vida de las mujeres asumen, combinando el criterio de domes
ticidad o no domesticidad para el cual fueron preparadas en la
niñez y ias variaciones que se producen en la vida adulta, resultado
de las oportunidades y obstáculos que se presentan.
Los tipos analizados por esta autora son: 1) Modelo tradicional:
se elige la vida doméstica para la cual fue preparada en la niñez; 2)
modelo de cambio de la domesticidad a la esfera pública: crecientes
aspiraciones frente al trabajo y ambivalencia frente a la materni
dad; 3) modelo orientado hacia la no domesticidad: las aspiraciones
iniciales de no domesticidad se refuerzan por las instituciones y
experiencias individuales en la vida adulta, y 4) modelo de cambio de
la no domesticidad a la domesticidad: la ambivalencia inicial hacia la
maternidad y la vida doméstica es sustituida por aspiraciones
decrecientes frente al trabajo. Asimismo, Gerson busca identificar
los factores que dan cuenta de los cambios encontrados. Por ejemplo,
MATERNIDAD Y TRABAJO 179
en el interesante caso de las mujeres que presentan crecientes
aspiraciones frente al trabajo y ambivalencia frente a la maternidad
(tipo 2), destaca los siguientes factores que propician las transfor
maciones en los cursos de vida: a) uniones inestables; ¿>) percepción
de dificultades económicas en el hogar; c) oportunidades crecien
tes de trabajo y de desarrollo de una carrera, y d) insatisfacción con
la domesticidad, por el aislamiento y devaluación del trabajo do
méstico.
Este estudio, al igual que los de Boulton, Wearing y Valdés, nos
han hecho ver la importancia de caracterizar situaciones que van,
desde la permanencia de los papeles femeninos tradicionales que
plantean a la maternidad como el eje definitorio de la identidad
femenina, hasta situaciones de cambio que requieren la redefini
ción de los proyectos de vida, el cuestionamiento de la subordina
ción y la búsqueda de espacios propios. Asimismo, dejan claro los
conflictos y ambivalencias que las mujeres experimentan al tratar
de redefinir los papeles socialmente asignados, y al buscar realizar
se como madres e individuos con proyectos personales.
Concepciones y vivencias de la maternidad y del trabajo
EN DIFERENTES SECTORES SOCIALES EN MÉXICO
Dado nuestro interés por estudiar las relaciones entre trabajo
extradoméstico y otras dimensiones de la vida íamiliar, en este
capítulo comparamos en forma sistemática las concepciones y
vivencias de la maternidad entre mujeres que asumen distinos
grados de compromiso frente al trabajo. Al igual que muchos de
los estudios reseñados arriba, en el análisis de la maternidad
también nos ha parecido importante diferenciar entre una di
mensión simbólica y otra vinculada con las experiencias cotidia
nas. La primera se refiere a las concepciones y al significado de
la maternidad en la vida de las mujeres, y la segunda a las
estrategias utilizadas para ei cuidado de los hijos y a los conflic
tos y ambivalencias que enfrentan las mujeres para combinar
trabajo y maternidad.
180 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Acerca de los sectores medios
Diferenciamos anteriormente (capítulo V) cuatro tipos de vivencias
del trabajo:
Tipo 1. El trabajo como carrera. Las mujeres asumen la actividad
económica extradoméstica como una meta, un compromiso de
vida individual que requiere dedicación y continuidad. Es parte
fundamental del desarrollo y experiencia personal y permite obte
ner éxitos, superación, autoestima, satisfacción e independencia
económica.
Tipo 2. El trabajo como actividad, complementaria. En este caso,
las actividades económicas extradomésticas son una forma de ganar
dinero para subsanar los gastos personales y los pequeños gastos
de los hijos, cuando el bienestar considerado necesario está garan
tizado por el hombre jefe del hogar. Asimismo, el trabajo sirve para
aprender actividades nuevas, relacionarse, evitar la soledad, y no
constituye un eje organizador de la vida de las mujeres.
Tipo 3. El trabajo necesario para mantener el status social. Las
mujeres participan en la actividad económica para garantizar algu
nos de los bienes y servicios definidos como esenciales dentro de
los sectores medios, porque el sueldo del marido, mermado por la
crisis económica, ya no permite acceder fácilmente a ellos. Como
ejemplo de estos bienes tenemos: casa propia, educación y medici
na privadas, salidas a restaurantes, coches y viajes.
Tipo 4. La permanencia en la casa en los sectores medios. La
domesticidad de tiempo completo se vincula con un desinterés por
el trabajo como carrera, meta o realización. Éste se percibe en clara
competencia con la crianza de los hijos, que ocupa un lugar
prioritario.
Maternidad y planificación familiar
Al analizar el significado que las mujeres atribuyen a la maternidad
como eje organizador de sus vidas, nos importa diferenciar entre
dos tipos de concepciones: una considera a la maternidad como el
factor más importante o el único factor de realización de las mujeres;
la otra la percibe también como un factor de realización pero no
MATERNIDAD Y TRABAJO 181
necesariamente como el único o el más importante. Partiendo de esta
diferenciación, encontramos distintos puntos sobresalientes al
comparar las percepciones de las entrevistadas de sectores medios
sobre la maternidad.
Las mujeres de carrera (tipo 1), que han asumido un compro
miso a lo largo de sus vidas con su actividad profesional, en forma
mayoritaria visualizan la maternidad como parte de la realización
personal; pero no la consideran el único factor de realización ni
necesariamente el más importante.
Yo creo que es algo muy personal. Así como [...] yo tenía el anhelo de
tener un hijo, yo creo que puede haber otra mujer que tenga el anhelo
de terminar una carrera, de escribir un libro [...], tal vez no sea igual;
pero, a lo mejor, puede significar para otra mujer, puede darle la
misma satisfacción personal, que la de tener un hijo. Itnelda, 39 años,
2 hijos; vive en el D.F.
Mira, curiosamente yo nunca pensé en tener hijos, Pedio fue el
que desde el primer año estuvo “quiero un hijo, quiero un hijo, quieto
un hijo...hijo, hijo, hijo”. Y yo decidí que si no terminaba la canela,
no tenía ni medio centímetro de hijo. No le veía ningún chiste, en
realidad [...} Claro que una vez que lo tienes, sientes una satisfacción
muy, muy grande: creaste vida, finalmente, ¿no? Lo ves ciecei y sientes muy
bonito y lo asumes así. Flizabeth, 29 años, 1 hija; vive en el D.F.
Las mujeres que trabajan para mantener el status social de sus
familias (tipo 3), o aquellas que consideran el trabajo comoactivi-
dad complementaria (tipo 2), presentan una mayor diversidad de
incepciones acerca-de la maternidad. Para unas se ti ata del factoi
exclusivo de realización personal o el más importante.
[•••1 yo digo que una mujer sin hijos no se realiza totalmente, no. Es
una parte muy importante [...] mis hijos son mi razón de vivir, mi razón
de ser [...] la responsabilidad de moldear a una peisona yo cieo que
es lo más importante para mí. Adriana, 33 años, 4 hijos, vive en el
Yo pienso que [...] la realización como mujer es ser madre. Si Dios te
puso para poder procrear, yo creo que ser madi e es la i ealizac ión e
toda mujer. Luz Marina, 33 años, 4 hijos; vive en Mérida.
182 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Para otras es importante diferenciar entre la realización como
madre y la realización como mujer; así, además de la maternidad
se pueden encontrar otras fuentes de realización personal:
Creo que para que una mujer se realice tiene que ser [...] ya sea como
mujer, tener relaciones sexuales, ya sea como tener un hijo, ya sea que
se realice con su profesión. Silvia, 25 años, 1 hijo; vive en Mérida.
[...] es una etapa bonita en el desarrollo de la mujer, pero no es la
principal. Mari Carmen, 24 años, 1 hijo; vive en Tijuana.
En contraste, las entrevistadas que no trabajan (tipo 4) mani
fiestan concepciones más homogéneas sobre la maternidad;
pero en este caso predomina, en forma mayoritaria, una visión que
la conceptúa como el factor exclusivo o el más importante en la
realización personal.
De la maternidad pienso que es, que es muy bonito cuando se desea
tener a ese hijo, es más bonito, es muy tierno, es un milagro ¿no? [...]
en ese momento se realizan en realidad como mujeres, siempre hay
ese “¿qué se siente estar embarazada? ¿qué se siente tener un bebé
mío?” [...] las que no pueden tener hijos, ya cuando agotaron todos
los recursos [...] pues pienso que deben adoptar uno para no estar
solas, porque al paso del tiempo siempre es bueno tener un compa
ñero de por vida. Siempre un hijo es un apoyo, y de las que no quieren
tener hijos, pues pienso que solas con los años se van a dar cuenta de
su error. Esther, 33 años, 3 hijos; vive en Tijuana.
En suma, a pesar de los matices señalados, es un denominador
común entre las mujeres de sectores medios considerar a la mater
nidad como un factor de realización personal, aunque no necesa
riamente el único. Esto no impide que, entre las mujeres que
trabajan —sobre todo entre las que asumen un compromiso con su
carrera (tipo 1)— se viva la maternidad con ambivalencias. Estas
mujeres pueden llegar a considerar que los hijos afectan la vida de
pareja, las atan a relaciones conyugales insatisfactorias, interfieren
con la actividad laboral, hacen posponer los proyectos personales,
obstaculizan la vida profesional, esclavizan, quitan la libertad,
demandan mucha atención y absorben el tiempo de la madre.
MATERNIDAD Y TRABAJO 183
Por su parte, las mujeres que no trabajan (tipo 4), en su gran
mayoría ven como problema la maternidad. Los hijos son considera
dos una bendición de Dios pues evitan la soledad, unen al matri
monio y complementan la felicidad conyugal. La madre de tiempo
completo considera que los Jiijos necesitan protección constante y
no se quejan del trabajo que dan. El sacrificio se justifica por amor,
los hijos son más importantes que el marido y que ellas mismas.
como pareja [...] pero siempre
A mi marido lo atiendo, sí, pero
queda tiempo a mi esposo. Esther,
primero mis hijos, y después, si me
33 años, 3 hijos; vive en Tijuana.
Las distintas concepciones frente a la maternidad en los gru
pos medios no van acompañadas de diferencias e impor ancia en
el número de hijos que se tiene. Está bien documentado que la
planificación familiar está muy difundida en os sectores m ,
independientemente de que las mujeres trabajen o no o ag
este contexto, es preciso recordar que las muJ^r^s maS desde
fueron las primeras en controlar su fecundidad, inclusodesde
antes de ponerse en marcha en el país los Pr^^ainaS ^U. mu;eres
tales de control de la fecundidad (Figueroa, 1989). Para la mujere
de sectores medios resulta claro que no es compati e u
dencia numerosa con una buena calidad de vi a.
es la vida acá, ¿para
[...] la situación actual de la vida, de lo caro que
se le debe dar a cada
qué tener tantos [hijos] y no poder darles lo que
niño? Emma, 27 anos, 3 hijos; vive en Mérida.
Sin embargo, encontramos diferencias entre las entrevistas de
s que trabajan y las que no lo hacen, respecto al número de hijos
'seados. La norma de dos hijos está muy extendida entre las
ujeres que trabajan. En casi la totalidad de los casos, cuando aparece
tercer o cuarto hijo, éste es no planeado y a veces no deseado.
Con el tercero ya no fue una decisión. Ya no quería yo tener más hijos
y fue algo imprevisto. Emma, 27 años, 3 hijos; vive en Mérida.
el cuarto, porque después que nació mi
El problema fue cuando vino
estaba embarazada y me dijo mi marido
hijo José, me di cuenta de que
184 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
“es un problema ¿qué vamos a hacer?” y, ¡Dios mío!, ¡que no me vaya
a castigar nunca!, pensamos en un momento en que yo lo abortara, y
luego dijimos no, si ya lo tenemos o sea ya lo tienes en camino pues
tiene que venir, hay que aceptarlo, hay que traerlo al mundo porque no
somos nadie para, pues, para decidir. Martha, 36 años, 4 hijos; vive en
Mérida.
En cambio, entre las mujeres que no trabajan (tipo 4), es más
frecuente que el tercer hijo sea deseado, o por lo menos aceptado
con más facilidad, aunque no haya sido planeado. Asimismo, no se
externan con tanta claridad los problemas que les traen las fallas
en los anticonceptivos.
Ése [el tercero] vino, nada más. Pero fíjate que éste ha sido al que
más hemos disfrutado tanto mi marido, como yo, y los niños también
lo han disfrutado, porque son mayores y se dan cuenta. Entonces,
aunque yo al principio pensaba que los niños mejor todos seguidos
para salir de una vez; pero [...] pues tiene sus ventajas de tenerlo
así de separado porque el primero [...] es una complicación; el
segundo se te junta con el primero y no puedes disfrutar de ninguno.
Pero éste, en cambio, me lo tomé con mucha calma y entonces es
una maravilla todo lo que hace, y todo es nuevo y todo son gracias
y todo es mejor, porque ya estás teniendo la tranquilidad de no estar
tan pendiente de los otros. Entonces, aunque vino así, también tiene
sus ventajas el poder darle la atención necesaria y tomárselo con
tranquilidad y saber que son sólo unos años los que va a estar uno
tan atado. Patricia, 37 años, 3 hijos; vive en Tijuana.
Pero sin lugar a dudas, son las mujeres de carrera (tipo 1), las
que tienen un mayor margen de elección sobre sus propias vidas.
Son las que más claramente planean y deciden los hijos que quieren
tener; casi siempre tienen dos y ya no quieren tener más. Esto no
quiere decir que no se presenten ambivalencias y a veces hijos
imprevistos y no deseados, por complacer al esposo, porque se
tienen problemas de salud con los anticonceptivos o se utilizan
métodos poco efectivos.
MATERNIDAD Y TRABAJO 185
Vivencias cotidianas de las madres trabajadoras
Las diferencias entre las entrevistadas que asumen distintos grados
de compromiso con la actividad laboral aparecen en forma clara
cuando nos centramos en el estudio de los conflictos y problemas
que se enfrentan al tratar de combinar la maternidad y el trabajo, y
al buscar estrategias consideradas adecuadas para el cuidado de los
hijos. En presencia de un compromiso laboral como parte de un
proyecto individual o familiar (tipos 1 y 3), las mujeres, aunque con
ambivalencias y conflictos, consideran como un derecho legítimo
el realizar actividades extradomésticas sin tener que elegir entre el
trabajo y la maternidad como si fueran actividades mutuamente
excluyentes. En consecuencia, están dispuestas a utilizar una am
plia gama de estrategias que les permitan trabajar sin descuidar a
los hijos.
Las mujeres de carrera (tipo 1), por lo general, cuentan con
recursos necesarios para recurrir a las empleadas domésticas y a las
guarderías. En menor medida, se acude a redes de ayuda familiar.
También en momentos específicos del ciclo vital se adapta el
trabajo a las necesidades de atención a los hijos. Pero lo importante
en estos casos es que, tanto el hombre, como la mujer aceptan que
los hijos no tienen necesariamente que ser cuidados en forma
constante por la madre.
Las mujeres que trabajan para contribuir a mantener e status
social (tipo 3) buscan, igualmente, diversificar las estrategias para
el cuidado de los hijos. Cuando los recursos económicos son más
escasos, se utiliza principalmente e» apoyo de íamiliares, o los hijos
mayores cuidan ados más chicos; ruando las condiciones económi
cas lo permiten, se pagan empleadas domésticas o guarderías, y, en
ocasiones, también se buscan trabajos por cuenta propia o con
horarios flexibles que facilitan combinar maternidad y actividades
extradomésticas.
Cuando el compromiso con el trabajo es menor (tipos 2 y 4),
las mujeres no tratan de diversificar las estrategias para combinar
maternidad y trabajo. Se parte de la concepción de que el cuidado
de los hijos, especialmente cuando están chicos, debe estar a
cargo de la madre. El trabajo se vive como una actividad que entra
en conflicto con la maternidad. No se acepta con facilidad que
186 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
otras personas que no sean la madre cuiden a los hijos y es poco
frecuente contar con un arreglo familiar o doméstico satisfactorio
para tal Fin.
Las mujeres que definen el trabajo como una actividad secun
daria en sus vidas (tipo 2) descansan principalmente en estrategias
de adaptación o acomodo del trabajo a sus funciones de madres:
trabajan cuando los hijos ya han crecido o buscan trabajos compa
tibles que presenten flexibilidad de horario, corta distancia del
hogar o que puedan realizarse en la casa sin descuidar su función
socialmente definida de responsables de sus hijos. A su vez, las
madres de tiempo completo (tipo 4) consideran casi imposible
conciliar la maternidad con alguna actividad extradoméstica. Ellas
desconfían de las empleadas domésticas y las guarderías como
formas alternativas de cuidado infantil, y parten de la idea de que
los hijos son una actividad de tiempo completo. De esta manera
se reafirma la creencia de que la mujer que trabaja desatiende a los
hijos y los expone a diversos peligros como serían la violencia,
el maltrato y la drogadicción. Esta actitud se refuerza con la del
esposo que no quiere que la mujer trabaje y busca reafirmar su
papel de proveedor aunque los recursos sean poco abundantes.
Debido a que yo no soy de acá de esta ciudad, ni mi esposo tampoco,
entonces pues no contábamos con familiares con los cuales, pues me
pueda apoyar, ¿no? [...] entonces yo tuve que dejar de trabajar para
dedicarme a mi hogar y atender a mi hijo [...] y realmente, pues mi
esposo no es de las personas que acepten la idea de que mi hijo vaya
a una guardería ¿no?, para que yo siga trabajando. Pilar, 28 años, 1
hijo; vive en Mérida.
Acerca de los sectores populares urbanos
Como vimos con anterioridad, el trabajo femenino en los sectores
populares, dentro y fuera del hogar, casi siempre es necesario para
la reproducción cotidiana (alimentación, vestido, vivienda). Sin
embargo, existen también diferentes grados de compromiso y
percepciones de la importancia del trabajo que hemos rescatado
mediante la elaboración de tipos.
MATERNIDAD Y TRABAJO 187
Tipo 5. El trabajo útil y satisfactorio. Las mujeres realizan activi
dades remuneradas o encaminadas a la organización comunitaria
que representan un interés individual. El elemento de realización
y el hecho de sentirse útiles a la sociedad están presentes. Se busca
el buen desempeño de una, actividad, promoción y superación, y
llegar a ser alguien en el ejercicio de la misma. También se valoran
de manera especial las ventajas subjetivas y hasta la apariencia
física que hay que mantener al trabajar.
Tipo 6. El trabajo como actividad secundaria. Las mujeres conci
ben el trabajo extradoméstico como una actividad complementa
ria a la de los cónyuges, en quienes se percibe la responsabilidad
de mantener el hogar. La actividad extradoméstica constituye un
medio para suplir algunas carencias que el ingreso del marido no alcanza
a cubrir; permite hacer frente a los gastos imprevistos en salud,
vivienda o alimentación, y permite conseguir, o ayudar a conse
guir, un bien determinado, como la casa propia.
Tipo 7. El trabajo necesario para el bienestar y la educación de los
hijos. En este caso, al igual que en algunos grupos medios, el
trabajo se percibe como una necesidad frente a la evidencia de que
un solo salario no alcanza para mantener una familia. La diferencia
está en el tipo de necesidades vistas como indispensables. En este
caso, la necesidad de trabajar la defínen los hijos, su bienestar y
educación. En forma secundaria y a manera de planes futuros,
surgen otras necesidades tales como terminar una casa o vestirse
mejor. Se trabaja por necesidad; pero el trabajo en sí puede ser
visto como una actividad que permite la superación, la inde
pendencia y el rompimiento con ei encierro en el hogar.
Tipo 8. La permanencia en la casa en los sectores populares. Al
igual que en los sectores medios, la domesticidad de tiempo
completo está ligada a concepciones tradicionales sobre la imposi
bilidad de combinar maternidad y participación económica. Estas
mujeres tienen carencias importantes, de manera similar a otras de
su ámbito social de sectores populares; pero se sienten imposibili
tadas para mejorar su situación, ya sea porque perciben que no
pueden, que no les corresponde, o que les son negadas las oportu
nidades para ello.
188 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Maternidad, y planificación familiar
Al comparar las mujeres de los sectores populares que conforman
cada uno de los cuatro tipos establecidos, encontramos pocas
variaciones en las concepciones sobre la maternidad. Más bien,
ésta es el eje ordenador de la vida de estas mujeres, inde
pendientemente de que trabajen o no lo hagan. Además, gran
parte de ellas, cuando trabajan, lo hacen por los hijos.
En los sectores populares —aunque sea menos frecuente hablar
de realización personal para referirse al significado de la materni
dad en la vida femenina— queda claro en los testimonios que los
hijos tienen un valor económico y moral aun más acentuado que
en los grupos más privilegiados: son la razón de ser, son un
elemento definitorio de la identidad.
Yo pienso que tanto el hombre como la mujer no se realizan; ¿cómo
voy a saber si realmente soy mujer? O ¿cómo sabe si es hombre si no
tenemos un hijo? Si no he tenido un hijo, es que yo no soy mujer;
no me he realizado como mujer. Eso es lo que pienso. Y el hombre,
yo me imagino que también. Angeles, 42 años, 2 hijos; vive en el D.F
[Todas las mujeres deben ser madres] porque es como una ley que
está escrita. Para eso nacimos y estamos capacitadas para ser madres.
Es como los animales: las hembras traen sus animalitos y nosotras
también tenemos que desarrollar la vida, crecer. Manuela, 30 años, 3
hijos; vive en Tijuana.
Además, los hijos son la razón y la satisfacción del matrimonio,
y en su caso son la recompensa frente a una relación matrimonial
deshecha.
un matrimonio sin hijos [...] ¿para qué se casa entonces? Si uno puede
tener hijos, es lo máximo. Yo hubiera tenido más porque una familia
grande es muy bonita [...] Tenemos por quién vivir. Imagínate si
fuéramos nomás él y yo solitos, pues no. Ya estuviéramos bien aburri
dos. Lina, 47 años, 2 hijos; vive en Tijuana.
A mí siempre me han gustado los niños y pienso que los hijos son uno
de los motivos del matrimonio [...] Los hijos significan mucho para
mí. Es una alegría tenerlos y pienso que hacer tu propia familia y tener
MATERNIDAD Y TRABAJO 189
hijos es lo mejor que puede pasar. Pienso que es lo mejor. A mi vida
han traído muchas satisfacciones, felicidad, lo mejor. Manuela, 30
años, 3 hijos; vive en Tijuana.
En la situación de pobreza en que se vive, los hijos son una
dicha. Las madres sienten que tienen algo que es de ellas, que les
sirve de compañía, que les importa cuidar. Asimismo, es común la
noción de que los hijos velarán por los padres cuando sean mayores.
Yo digo el día de mañana que ellos crezcan, ellos se den cuenta [...]
cuando veo que están sucios, enseguida los baño, si no les cambio su
ropa, les limpio su cara y digo, pues ojalá que el día de mañana que
ellos crezcan me lo agradezcan de lo que yo hago por ellos, que les
lavo la ropa y todo [...] le das una educación buena a tus hijos [...]
cuando sean grandes, ellos van a trabajar por ti, tú ya no vas a trabajar
[...] Y yo digo, en verdad, pues depende cómo los eduque uno. Celia,
30 años, 5 hijos; vive en Mérida.
Las ambivalencias frente a la maternidad son menores que en
los sectores medios; y cuando se señalan aspectos problemáticos,
también son distintos. En este caso importa más que los hijos
aumenten la carga de trabajo doméstico. Asimismo, surgen nítida
mente las preocupaciones por las enfermedades, las desobedien
cias y los sentimientos de culpa por el hecho de maltratarlos
cuando éste es el caso.
Pues sí han sido un poco latositos porque de chiquitos se enfermaron
demasiado. Entonces sí, de tanto y tanto, pues sí se cansa uno. Luego
dice uno, ¿para qyé me metí en esto? Pero no, sí son bonitos los niños.
Siquiera siente uno que ya cuando estén grandes tiene quién vea por
uno. Sofía, 30 añ>">, 3 hijos; vive en el D.F.
Pero aun las mujeres que asumen un compromiso con el
trabajo o la participación comunitaria (tipo 5) raramente cuestio
nan la maternidad como aquello que otorga el principal significa
do a la vida. Usualmente, consideran más importante su papel
como madres o, en todo caso, no pondrían en peligro su desempe
ño como tales ante las exigencias del trabajo o de la participación
política.
190 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Dado el significado de los hijos en este sector social, no es de
extrañar que, entre las mujeres de mayor edad (mayores de 35
años), el número de hijos deseados y tenidos sea elevado (cercano
a cinco en promedio). La planificación familiar entre las mujeres
mayores es poco frecuente, y se aceptan sin dificultad las fallas de
los métodos anticonceptivos, o aun las oposiciones del marido a
usar un determinado método.
Él no está de acuerdo y me iban a operar el día que nació mi hijojuan,
como tenía yo seguro [...] pero no quiso él, él dijo que no y le estaban
pidiendo su firma y él dijo que no. Celia, 30 años, 3 hijos; vive en
Mérida.
En cambio, en la cohorte más joven (20-34 años), valorar la
maternidad no significa ausencia de control de la fecundidad. Se
conocen los cambios económicos y sociales y su repercusión sobre
la crianza de un número grande de hijos. Se busca la planificación
familiar, sobre todo después de haber tenido el número de hijos
deseados. Este número se acerca a dos en muchos casos; pero el
tercer hijo deseado es más frecuente que entre los grupos de
sectores medios que trabajan.
Importa destacar que, en general, recurrir a la planificación
familiar en los sectores populares es un proceso lleno de ambigüe
dades, y el uso de anticonceptivos es bastante deficiente por varios
factores: falta de información requerida para el uso adecuado de
los métodos disponibles; fuertes problemas de salud por el uso
irregular de los anticonceptivos; ineficiencia de los servicios médi
cos. Estos aspectos aumentan los hijos no esperados y, por ende, la
descendencia presente en el hogar.
El ambiente en que se cría uno es el que le ayuda a que se esté uno
llenando de hijos. Yo ahora pienso que si hubiera habido alguien que me
dijera..., a mí mi madre me decía “no hija, yo tuve tantos y nunca me
controlé, ¿qué te pasa?” Tanto que tuve cuatro seguidos, al año y al
año... Ya cuando tuve los cuatro dije, “no, ahora sí yo ya no”. Entonces
fui y me puse el dispositivo [...] Pero no me sentí bien desde que me
lo puse. Me adelgacé mucho y me enfermé. Yo no dormía ni nada. Fue
una cosa terrible [...] duré dos años con el dispositivo y hasta el
siguiente año me enfermé de otra niña, la quinta. De esa niña ya nació
MATERNIDAD Y TRABAJO 191
y luego la otra, ya fueron seguidas [...] ya no sabía yo qué hacer, con
qué controlarme, me inyectaba y estaba enferma; una vez con unas
inyecciones que me puse duré todo el mes con una hemorragia.
Entonces yo ya no sabía qué hacer. Tuve a esta niña y dije “ya son seis,
y yo qué voy a hacer, tan cara la vida y todo”. Entonces empecé a tomar
pastillas y pastillas.
Duré once años antes de esta última niña. Entonces sí no me embara
cé y viví muy tranquila como le digo. Ni me sentí mal con las pastillas
ni nada [...] yo ya me quería operar. Entonces me decían “opérate”.
Pero luego, es mejor teniendo un bebé y operándose en seguida. Pero
tampoco lo decidí, sino que dejé las pastillas [...] y no reglaba por el
cambio de que me quité las pastillas; todo un año no reglé. Estuve
normal; iba al ISSSTE y me hacían análisis y yo normal. Los doctores
decían que era raro; pero que por las hormonas de las pastillas en
mi organismo algo había pasado [...] yo feliz, no me enfermaba y
no me controlaba, pero aquí fue donde ya me embaracé del bebé y ya
me operé. Yo creo y pienso que si hubiera habido una persona que me
hubiera orientado a mí, habría sido menos mala mi situación, porque
en realidad ahorita es muy grave la situación por tanta familia.
Concepción, 39 años, 7 hijos; vive en el D.F.
Vivencias cotidianas de las madres trabajadoras
Como hemos visto, la gran mayoría de las mujeres de sectores
populares trabajan para garantizar el bienestar mínimo e sus
familias y de sus hijos. De aquí se desprende que sea poco recuente
que se hable del trabajo como una opción válida, in epen< lente e
la maternidad. • ,
Las mujeres que desempeñan actividades extra omesticas en
forma secundaria (tipo 6) consideran que el cuida o e os yos
debe estar a cargo de las madres; muchas de ellas an cui a o o
cuidan actualmente a sus hijos chicos. Asimismo, a igua que su
contraparte en los sectores medios, prefieren acomo ar sus activi
dades extradomésticas al cuidado de los hijos, no buscan en orma
importante el apoyo de familiares ni les gusta acudir a as guar enas.
Llegamos a un acuerdo con mi esposo, porque me dice, si trabajas
nunca van a estar los niños pues..., como tú quieras que sean, siempre
192 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
van a ser lo que la guardería o la suegra quiera o la mamá [...]
piénsalo, si quieres meterte a trabajar pues van a ser unos niños que
tú, cuando llegues, los vas a consentir, pues tú nada más los vas a ver
un ratito. Ana, 27 años, 4 hijos; vive en el D.F.
Las mujeres de sectores populares que no trabajan (tipo 8), al
igual que en los sectores medios, perciben como imposible combi
nar maternidad y trabajo. Esta actitud se refuerza con la de los
maridos que no las dejan trabajar para que no cuestionen su
autoridad. Su falta de escolaridad las hace sentirse inseguras frente
al mercado de trabajo. Además, no encuentran fácilmente, como
en los sectores medios, ayuda para cuidar a los hijos. Consideran
que los parientes casi siempre no los cuidan bien y que ellas no
ganarían lo suficiente para pagar las guarderías. Lo que más les
preocupa en este sentido es el cuidado básico de la alimentación
—estar presente para darles de comer— y la seguridad física.
Un tiempo se los dejé a.mi suegra. Pero como no nos llevamos bien y
todo eso, llegaba yo —porque trabajaba cerca de mi casa [y] a la hora
de la comida iba a comer a mi casa— y así como lo dejaba yo, así lo
encontraba. Llegaba yo y le daba de comer al niño; en vez de llegar a
comer yo, llegaba a darle de comer al niño. Ya lo volvía a cambiar de
ropa y se lo dejaba otra vez con sus biberones. Hasta en la tarde que
regresaba yo, otra vez volver a cambiar al niño, porque realmente ella
nada más lo veía así, porque no lo cambiaba ni nada, hasta que yo
llegaba. Entonces dije: “no, no tiene ningún caso, porque el niño es
el que está sufriendo todo” [...] ahorita unas guarderías ya están
caritas y tiene que llevar uno todo lo necesario para el niño. No tiene
ningún caso que me vaya yo a trabajar y nada más pagar la guardería.
So/ía, 30 años, 3 hijos; vive en el D.F.
A diferencia de las experiencias señaladas, cuando se conside
ra al trabajo como útil y satisfactorio, o se tiene claridad que se necesita
trabajar por los hijos (tipos 5 y 7), por lo general se perciben menos
conflictos entre trabajo y maternidad y puede llegar a aceptarse
que los hijos no sean necesariamente cuidados por la madre. En
estos casos se recurre, al igual que en los sectores medios, a una
amplia gama de estrategias. Lo más frecuente es utilizar la ayuda
de familiares. También es característico que los hijos grandes,
especialmente las hijas cuando están presentes, ayuden en el que
maternidad y trabajo 193
hacer de la casa y cuiden a los hijos chicos. Solamente en casos
extremos se paga por el cuidado de los niños. Antes que esto
ocurra, existe la posibilidad de buscar turnos nocturnos o realizar
actividades remuneradas en la casa. No obstante, la preocupación
de dejar a los hijos solos, de descuidarlos, de que se vayan a
enfermar, está siempre presente.
Estas mujeres de sectores populares pueden mu tip icar as
estrategias para el cuidado de los hijos; pero es cierto que en estos
grupos menos privilegiados es difícil mantener un compromiso
individual de cierta envergadura con el trabajo. Esto es cierto aun
cuando la actividad doméstica resulte útil y satisfactoria y se cuente
con un compañero que valore la actividad extradomest.ca de la
mujer. Especialmente si los hijos están chicos, y no se cuenta con
la ayuda necesaria que permita dejarlos en buenas manos, as
presiones pueden llevar a abandonar el ejercicio e activi a es que
se llevan a cabo con gusto o compromiso.
Ha habido cambios ahora que es“J*°S “"^"’n^didldes de
cambios en la pareja. A mi me genero P rrabaiar Ya
la casa, de la participación [política] y uego que ti ¡_ación>
cuando dejé de trabajar, nada más era a casa y p r ,
V después,pues ,a n,L que
tienes que ver por la nina, es que no pu P .«u- vo
l h i • - r i T toó un momento en que ya estaba yo
muy chica, es que la nina [■••] Llego un
desesperada porque [veíaj que con la niña
pues ni modo de sacarlo de trabajar ... Y q niña o
soy yo. Así es ahora. [El marido dicel “yo no me 9^0 co„ la mna o
si te vas te la tienes que llevar, a ver cómo le vas a hacer As. paso.
Mercey, 25 años,.l hijo; vive en el D.F.
Consideraciones finales
íestro análisis microsocial ilustra que las concepciones y viven
is de la maternidad varían entre mujeres pertenecientes a los
ctores medios y populares urbanos y de acuer o con e gi a o e
mpromiso establecido con el trabajo. En los sectores me ios
tcontramos situaciones contrastantes: las mujeres e carrera con
leran a la maternidad como un factor de realización, pero no el
194 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
único, y las amas de casa la visualizan como el factor de realización
personal exclusivo o el más importante. En las otras situaciones se
manifiesta una mayor diversidad de concepciones. Asimismo des
tacamos, al igual que Boulton (1984) y Wearing (1985), que las
ambivalencias frente a la maternidad surgen cuando las mujeres
perciben otras fuentes de satisfación personal y consideran que
los hijos hacen posponer proyectos personales, obstaculizan la vida
profesional y absorben mucho tiempo. Las mujeres que asumen un
compromiso personal con su actividad extradoméstica son las que
viven la maternidad con mayores ambivalencias. Sin embargo, no
aceptan que trabajo y maternidad sean actividades mutuamente
excluyentes, y recurren, al igual que las mujeres para las cuales el
trabajo es parte de un proyecto familiar, a una amplia gama de
estrategias para combinar ambas actividades.
Cuando el compromiso con el trabajo es menor, las mujeres
más bien “adaptan” las condiciones del trabajo a las de la materni
dad, esto es, buscan el tipo de trabajo que mejor se ajuste a sus
responsabilidades familiares, o simplemente no trabajan. Estas
últimas, al elegir permanecer en la casa y cuidar a los hijos como
actividad de tiempo completo, no ven como un problema, en
absoluto, la crianza de los niños. Sus concepciones se asemejan a
las creencias de las mujeres que viven la maternidad como realización
analizadas por Boulton (1984), y a las ideológicamente tradiciona
les descritas por Wearing (1985).
A pesar de la valoración de la maternidad, las amas de casa de
los sectores medios presentan una actitud favorable hacia el coñtrol
natal. Hemos podido distinguir con claridad que valorar la mater
nidad y la familia de la manera señalada no significa tener hijos de
manera ilimitada. Las concepciones sobre la dificultad de combi
nar una descendencia numerosa con una calidad de vida aceptable
están muy difundidas en los sectores medios, independientemente
del grado de compromiso asumido con la actividad extradomésti
ca. Como destaca Valdés (1989) al presentar el tipo ideal sobre
“primacía de lo social”: se trata de criar hijos de calidad y, por lo
tanto, el control de la fecundidad asume una gran importancia.
Los contrastes entre las concepciones y vivencias de la mater
nidad en los sectores medios y populares urbanos son marcados.
Por lo general, independientemente del compromiso asumido con
MATERNIDAD Y TRABAJO 195
el trabajo extradoméstico, las entrevistadas de los sectores popula
res consideran a la maternidad como el eje ordenador de sus vidas.
La valoración de la maternidad se manifiesta en varias dimensio
nes: es un elemento que define la identidad femenina, es la razón
del matrimonio y es un seguro para la vejez. Esta visión de la
maternidad como fuente de legitimidad, seguridad y satisfacción
ha sido igualmente planteada por otros estudiosos del tema (véase,
entre otros, Cain et al., 1979; Safilios Rothschild, 1980; Caldwell,
1982; Oppong, 1983; Cain et al., 1988).
Las ambivalencias frente a la maternidad son menores entre
las mujeres de sectores populares que entre las de sectores medios,
al igual que lo señalado por Boulton y Wearing en contextos
nacionales muy diferentes. Asimismo, es importante poner de
relieve que los aspectos mencionados como problemáticos tam
bién son distintos. Entre los sectores más pobres predominan las
preocupaciones por las enfermedades y la carga excesiva de trabajo
doméstico.
A pesar de la mayor homogeneidad encontrada en las concep
ciones sobre la maternidad, en los sectores populares se presentan
algunas diferencias en lo que respecta a las percepciones sobre el
papel de la madre en el cuidado de los hijos y a las estrategias
puestas en marcha para tal propósito. Las mujeres que no trabajan
o que conciben al trabajo como actividad suplementaria, repiten el
patrón encontrado en los sectores medios, es decir, declaran que
la madre debe ser la responsable de velar por los niños; desconfían
de los parientes y las guarderías, y en su caso, adaptan el trabajo a
las exigencias de la maternidad. En cambio, cuando se t onsidera
al trabajo como útil y satisfactorio, o se realiza una actividad
económica con el fin de mejorar la vida de los hijos, puede estar
presente la idea de que la madre no es necesariamente la única
encargada de cuidarlos y educarlos, y se multiplican las estrategias
para su cuidado, centradas, principalmente, en los parientes cerca
nos o en los hijos mayores cuando están presentes.
Por último, también es válido para las mujeres jóvenes de
sectores populares que valorar la maternidad no significa ausencia
de control de la fecundidad. Estas mujeres han comenzado su vida
reproductiva después de que se pusiera en marcha un extenso y
efectivo programa de planificación familiar en México; están cons
196 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
cientes de los costos involucrados en la educación de los hijos y, por
lo tanto, los desean en menor número, por lo que han incorporado
el uso de métodos anticonceptivos. En cambio, entre los sectores
de mayor edad, prevalecen concepciones más tradicionales sobre
la fecundidad, y un uso más irregular e ineficiente de los anticon
ceptivos.
VIII. RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS
DE SECTORES MEDIOS Y POPULARES URBANOS
Introducción
El objetivo central de este capítulo es analizar los cambios en la vida
familiar en tres dimensiones relevantes para el estudio de lo coti
diano: la división intrafamiliar del trabajo masculino y femenino,
los patrones de autoridad imperantes en el hogar y el grado de
autonomía femenina frente al cónyuge. Intentamos de esta manera
aportar elementos para comprender las transformaciones que se
están dando en la condición de subordinación de las mujeres
mexicanas a principios de los años noventa.
En México se han realizado en años recientes algunas investi
gaciones con el enfoque que nos interesa (De Barbieri, 1984, González
de la Rocha, 1986 y 1989; Benería y Roldán, 1987; Chant, 1991;
Lailson, 1990). Sus resultados no son siempre estrictamente com
parables por referirse la mayoría de las veces a trabajos cualitativos,
estudios de caso o investigaciones que usan pequeñas muestras
con distintos criterios de selección; sin embargo, constituyen ante
cedentes valiosos que retomaremos a lo largo del capítulo, debido
a que nos permiten identificar conceptos, dimensiones y mecanis-
1 Este análisis bus» a ubicar cambios en la condición de subordinación de
nujeres unidas y con hijos, de diferente:* sectores sociales, en sus anos repro uc
Jvos (20-49 años). Coincidimos con Riquer (1990) en que los análisis concretos
Je la subordinación femenina deben tener en cuenta las i erencias entre
nujeres que se encuentran en distintos momentos de su cic o e vi a y se u ican
in diferentes posiciones en la estructura de parentesco de sus hogares ( ijas,
íermanas, madres, suegras, abuelas). Asimismo, habría que consi erar istintos
contextos de interacción (unidad doméstica, lugar de trabajo, sin icatos, asocia
dones políticas) en que se sitúan las mujeres a lo largo de sus vidas (Oliveira v
Salles, ]989; Riquer, 1990).
197
198 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
mos de cambio mediante un esfuerzo comparativo que tiene en
cuenta los diferentes contextos y momentos históricos.2
En la mayoría de los estudios realizados se señala de manera
reiterada que la entrada de las mujeres al mercado de trabajo no
ha traído cambios rápidos y fundamentales en su condición de
subordinación.3 Algunas autoras extraen de sus investigaciones
este resultado central, precisamente porque buscan señalar que
la participación económica no es una condición suficiente para el
logro de mayor autonomía femenina. Por ejemplo, González de
la Rocha (1989), al concluir un estudio sobre crisis, economía
doméstica y trabajo femenino en los sectores populares de Guada-
lajara en 1982 y 1985, apunta que las mujeres han sido piedras
angulares en la lucha por la sobrevivencia; pero que no han
logrado obtener un poder correspondiente. Otras autoras señalan
algunos logros del trabajo femenino, como son el respeto, cierto
grado de independencia y los espacios mínimos de control. Pero
también muestran el largo camino que se tiene por delante, y están
conscientes de los conflictos que se seguirán enfrentando al inva
dir espacios masculinos, y al tener que recurrir a otras mujeres
para realizar el trabajo doméstico mientras se participa en el
mercado de trabajo (Benería y Roldán, 1987; Chant, 1991; Lailson,
1990).
Independientemente de qué ángulo se enfatice del arduo
proceso hacia relaciones más igualitarias entre varones y mujeres
en el interior de los hogares, es preciso avanzar en la identificación
de aspectos particulares de la vida familiar que son o no sujeto de
transformación en grupos sociales y momentos históricos concre
tos, y en el estudio del significado que le atribuyen las mujeres a
esas transformaciones. Asimismo, es preciso documentar los facto
res que pueden propiciar esos cambios y los enfrentamientos,
negociaciones, acomodos o manipulaciones mediante los cuales se
logran. Estos aspectos constituyen el centro de atención de este
capítulo.
2 Sobre la necesidad y utilidad de sintetizar y comparar resultados de estudios
t ualitativos, véase Statham, Miller y Mauksch, 1988: 6.
’ 1.a misma aseveración es correcta para la participación política. Véase,
larrés, 1989; Cortina, 1989.
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 199
Nos basamos, al igual que en los capítulos V y VII, en las 79
entrevistas hechas a mujeres de sectores medios y populares, cuyos
compañeros aportan en forma estable recursos económicos a la
manutención de la familia. No obstante, dado el importante núme
ro de aspectos que abordamos y la relevancia de ofrecer un pano
rama sintético sobre los indicios de transformación, consideramos
ahora a las entrevistadas en cada sector social de manera conjunta,
sin separarlas por tipos definidos de acuerdo con el compromiso
asumido con el trabajo. En las ocasiones en que ubicamos alguna
pauta sobresaliente o cambio de interés en las relaciones de géne
ro, recuperamos la posible influencia de esta dimensión de com
promiso con el trabajo, junto a la de otros factores tales como la
edad, escolaridad u ocupación.
Es importante reiterar que, dado el carácter no probabilístico
de la muestra, nuestros resultados deben ser considerados como
puntos de partida que descubren, exploran o subrayan dimensio
nes o conexiones relevantes, los cuales esperamos sean retomados
por otras investigaciones sobre el tema.
Dimensiones de la vida familiar que han estado o no sujetas a cambios.
Su significado en la vida de las mujeres
Con base en un análisis sistemático de nuestras entrevistas en
profundidad, hemos diferenciado un conjunto de dimensiones que
nos permiten acercarnos a la presencia o ausencia de formas
alternativas de relación entre varones y mujeres desde la perspectiva
de las unidades domésticas. La identificación de estas dimensiones
también puede ser considerada como una de las aportaciones de
interés del tipo de análisis cualitativo que llevamos a cabo en este
capítulo. Hemos seleccionado tres grandes áreas:
a) La división intrafamiliar del trabajo masculino y femenino. Aquí
consideramos el sostenimiento económico del hogar, el control del
presupuesto familiar y el trabíqo doméstico. Es relevante detener
nos en el posible debilitamiento de la función masculina tradicio
nal de proveedor económico exclusivo, y analizar la contribución
de la esposa para solventar algunos de los gastos esenciales de la
unidad doméstica (renta de la casa y pago de servicios, gastos en
200 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
alimentación, vestido y salud, gastos en la educación de los hijos).
En estas situaciones, la mujer no consideraría el dinero que gana
como algo extra o sólo dedicado a satisfacer sus gastos personales
o los pequeños gustos de los hijos. Interesa la aportación de la
esposa y también su papel en el control y administración del
presupuesto. Visto de otra manera, importa saber si la aportación
masculina es fraccionada o global; regular o esporádica; si las
mujeres saben cuánto gana el marido y cómo distribuye su dinero
y, en general, el grado de control que ejercen sobre la asignación y
administración del gasto familiar.
En referencia al trabajo doméstico, es importante tener en
cuenta la participación no esporádica del varón en algunas de
las principales tareas (cocinar, limpiar, asear la ropa, transpor
tar a los hijos), es decir, es relevante conocer si existe alguna
ruptura del patrón que asigna a las mujeres la principal responsa
bilidad por el trabajo y reproducción domésticos.
b) Los patrones de poder y autoridad imperantes en el hogar. Impor
ta analizar de manera pormenorizada las transformaciones en los
patrones de autoridad tradicionales mediante los cuales los varo
nes deciden y tienen la última palabra sobre diferentes eventos que
atañen a la vida familiar y de la mujer. Interesa ubicar los espacios
de poder que las mujeres logran crear en lo cotidiano mediante una
participación más activa en las decisiones importantes de la unidad
doméstica e identificar cuándo y en qué aspectos se cuestiona al
esposo como el jefe único del hogar.
Son relevantes, además de los aspectos económicos y del ma
nejo del dinero analizados en el apartado anterior, las decisiones
acerca de la reproducción biológica (la manera en que ambos
cónyuges deciden o no sobre el número de hijos que desean),
la educación de los hijos y la percepción acerca de quién asume la
máxima autoridad en las cuestiones importantes.
c) El grado de autonomía de la mujer frente a su cónyuge. En esta
área es importante destacar la libertad femenina de acción y
movimiento y el enfrentamiento del dominio masculino. Conside
ramos relevante examinar cuándo las mujeres tienen libertad de
movimientos, pueden elegir trabajar, participar políticamente, sa
lir de la casa, visitar amigas, ir de compras, sin tener que solicitar
permiso al cónyuge. Asimismo, es importante identificar cuándo
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 201
las mujeres no se someten fácilmente al dominio masculino y se
encuentran diferentes formas de resistencia, negociaciones y even
tuales enfrentamientos en la vida familiar.
A continuación examinamos cada una de estas dimensiones, la
presencia o no de las transformaciones específicas que hemos
detallado, y el significado que le atribuyen las mujeres a las dife
rentes situaciones. Un punto central del análisis, como lo es a lo
largo del libro, son las diferencias que se presentan entre mujeres
de sectores medios y populares. En cada caso retomamos la manera
en que nuestros resultados se acercan o no a lo encontrado en otros
contextos económicos y culturales similares y en otros momen
tos históricos.
La división intrafamiliar del trabajo masculino y femenino
Participación femenina en el sostenimiento económico del hogar
Muchos autores en la escena nacional e internacional consideran
que el control femenino del presupuesto famI lar ° e a Sun
recurso económico, así como el compartir decisiones en este par
ticular, es uno de los aspectos principales que permiten entender
el logro de relaciones más igualitarias en la vi a ami íar
berg, 1991). El análisis que sigue se orienta hacia a
de la participación femenina en la manutención del hogar, para
luego establecer las conexiones entre esta dimensión y otras de la
Vida“global, en el país se conocen mejor los cambios en la
participación laboral femenina que las modificaciones en la con, -
bución de las mujeres al presupuesto fanii iar (vease a
parte de este libro). Hasta donde conocemos, no existe u g -
tico nacional actualizado sobre las contribuciones “
entre hombres y mujeres al ingreso familiar, in e g; , ~
resultados de estudios parciales indican que no es posible^seg
calificando a priori como marginal la contri ucion e
ejemplo, una encuesta probabilística de ingtew-gas 1988
para la Delegación Xochimilco “^"as J^Jonabañ
permitió estimar que 44% de las tiabaj P r
202 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMII JAR EN MÉXICO
entre 25 y 50% del gasto familiar y que cerca de 30% aportaba el
ingreso principal (Dávila Ibáñez, 1990),
Investigaciones basadas en números reducidos de casos permi
ten documentar contribuciones importantes de las mujeres que
trabajan al presupuesto familiar en cerca de una cuarta parte de las
unidades domésticas que se analizan. Benería y Roklán, en su
estudio para mujeres de sectores populares que trabajaban a domi
cilio en ¡a ciudad de México a principios de los ochenta, encontra
ron que 26.2% contribuía con más de 40% al presupuesto del hogar
y que existían diversos patrones de asignación del presupuesto. En
62% de los hogares, el dinero de la esposa y el aportado por el
marido al gasto familiar se unían en un fondo común; en el resto
de los hogares el esposo proveía la manutención básica y las mujeres
destinaban sus ingresos a gastos extras por encima del mínimo
estándar de vida considerado aceptable. Sin embargo, en ninguna
de las situaciones anteriores, las mujeres tenían un control’
global del presupuesto familiar, pues dependían de la aportación
del marido y, en muchos casos, no sabían cuánto ganaba o lo que
se guardaba para sus propios gastos.4 En términos generales,
el hecho de que la mujer reciba el dinero de manera fraccionada se
concibe como una de las fuentes importantes de subordinación
en el nivel familiar, pues esto la mantiene insegura y dependiente
(Benería y Roldán, 1987; De Barbieri, 1984).
El control del presupuesto familiar ha sido también uno de los
puntos de atención de los trabajos realizados por Safa (1990) en
varios países del Caribe, dedicados al estudio de las repercusiones
específicas del trabajo femenino en la vida cotidiana de las muje
res. Comparando trabajadoras industriales de Puerto Rico y la
República Dominicana, esta autora concluye que sólo en el primer
país se observan cambios, ya que es en donde las mujeres tienen
un mayor control sobre el presupuesto familiar. En la República
Dominicana se observan transformaciones en otros ámbitos de la
vida (participación política, por ejemplo); pero no en los aspectos
4 Se analizaron entrevistas en profundidad realizadas a 53 mujeres casadas que
en 1982 llevarían a cabo trabajo a domicilio en la industria manufactrirera en
diferentes delegaciones del Distrito Federal, principalmente (Benería y Roldán,
1987).
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 203
financieros de la unidad doméstica, ío cual, según la autora,
implica que es un área difícil de transformar.3
En nuestra investigación centramos la atención en el tipo de
gastos que cubre la aportación económica femenina, ya sea aque
llos considerados como básicos dentro del presupuesto faiñillár
(renta, servicios, alimentación, vestido, salud) o -personajes, o
como superfluos en la vida del hogar. También prestamos interés
al destino de la aportación masculina, a la manera en que la mujer la
recibe; al control global que ella ejerce sobre el ejercicio del
presupuesto familiar, y al significado que le atribuye.
En los grupos medios,6 más de la mitad de las mujeres que
trabajan (63% de los casos) subraya que su contribución se destina
a los rubros de alimentación, servicios en la vivienda, educación
de los hijos, los cuales considera como aspectos esenciales en la
vida familiar. Las demás destinan sus ingresos a sus necesidades
personales o a aquellas consideradas como menos apremiantes en
el caso de los hijos.
Las mujeres cuya contribución es central en la vida de la
unidad doméstica son casi en su totalidad de carrera con un proyecto
de desarrollo personal, o aquellas que consideran su trabajo como
relevante para el logro de una mayor movilidad social. Se trata de
trabajadoras asalariadas no manuales, con diferentes edades y
escolaridad, con nivel de secundaria como mínimo. Su contribu
ción no está necesariamente ligada a la mayor necesidad económi
ca, o al desempeño de mejores puestos, sino al mayor compromiso
establecido con el trabajo como parte de un proyecto individual o
familiar.
Un punto central a destacar es el acceso aparentemente sin
restricciones que tienen las esposas al ingreso del marido. La
noción de asignación masculina fraccionada o gasto no está presen
te en el discurso. De esta manera, entre las mujeres de sectores
•’ Safa analiza para Puerto Rico una encuesta llevada a cabo en 1980 a 15?
trabajadoras de la industria del vestido. En la República Dominicana analiza
información para 231 trabajadoras en las plantas ensambladores para exportación
entrevistadas en 1981.
11 En este apartado sólo tomamos en cuenta a las mujeres que trabajan, dada la
temática que se cubre en el mismo.
204 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
medios con contribuciones importantes a su unidad doméstica
prevalece la importancia de sumar los ingresos en un fondo común.
Yo nunca he tenido el problema [de que] esto es mío y lo de mi esposo es
de él. Nosotros siempre el sueldo de mi esposo y el sueldo mío lo
ponemos como hasta la fecha en una cajita de madera y mi esposo
puede agarrar lo que quiera y yo puedo agarrar lo que yo quiera.
Delma, 31 años, 1 hija; vive en Tijuana.
En realidad, son minoritarias las situaciones en que la mayor
presencia económica femenina se considera como un logro para la
autonomía personal. Esto sólo ocurre entre algunas mujeres uni
versitarias que nos dicen:
Mi autonomía pasaba y sigue pasando definitivamente por mi inde
pendencia económica. Marisol, 37 años, 2 hijos; vive en Tijuana.
El hecho de sentir que yo decido sobre mis ingresos me [hace]
sentirme una persona importante. /Vm/z, 34 años, 2 hijos; vive en Tijuana.
Entre las mujeres de sectores populares, la situación imperante es
cualitativamente distinta. Entre ellas está más claramente deli
neada la idea de que el varón es el principal responsable por la
manutención básica (entendida esencialmente como la alimenta
ción) y que él debe aportar para el gasto. Dentro de este contexto
general, la contribución femenina adquiere matices específicos aún
en el caso de que sea esencial para el presupuesto de la unidad
doméstica.
Existen, por un lado, las jefas económicas que hemos consi
derado en un capítulo aparte (ver capítulo VI) por ser las prin
cipales responsables de la manutención de sus familias, aun
estando el marido presente. En estas situaciones la contribución
mayoritaria femenina es una necesidad que las mismas mujeres
consideran como impuesta por diversas circunstancias. Por el
otro, tenemos a los hogares con mujeres que trabajan y con
contribución estable de los cónyuges, en donde se presentan
dos situaciones distintas. Una primera mitad de las entrevista
das considera explícitamente que lo que gana es marginal,
extra, para gastos específicos o para imprevistos, aunque no
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 205
necesariamente lo sea, como lo podemos observar en los siguien
tes testimonios:
Mi esposo es el que hace el sostenimiento, como dicen ahora. En los
gustos, que para el arreglo de la casa o la ropa de los muchachos, ahí
es donde entra mi contribución [...] ahora [...] los gustos superfluos...,
eso ya pues él no podría, entonces, yo lo estoy ayudando. María del
Rosario, 47 años, 5 hijos; vive en Mérida.
El dinero que yo gano no lo meto a la despensa, sino que lo que hago
es comprarle ropa a las niñas, o si María necesita algo, como ahora de
los uniformes, pues ahí es donde se va el dinero. María de Jesús, 33
años, 5 hijos; vive en el D.F.
I^a otra mitad de entrevistadas de sectores populares declara que
su contribución al ingreso familiar sí es indispensable. Se trata de
mujeres que, al igual que en los sectores medios, asumen un compro
miso individual o familiar con el trabajo extradoméstico. Sin embar
go, esto no les impide seguir considerando al marido como el princi
pal responsable del gasto y se aclara que el trabajo femenino, lo que
permite, es “completar” esa aportación, y de esa manera “ayudar” de
manera relevante a los cónyuges. Es menos frecuente la verbalización
destacada para los sectores medios de estar a la par que los mandos
en los gastos familiares o de “unir ambas contribuciones, es decir,
que se está más lejos de aspirar a una situación igualitaria.
A pesar de las asimetrías reales o esperadas en los aportes al
presupuesto familiar, es importante destacar que una dimensión
muy importante en el horizonte femenino en ios sectores populares
es la administración de dicho presupuesto. Con mucha frecuencia
(72% de los casos abalizados) las mujeres declaran que administran
solas o de manera conjunta el dinero que reciben, ademas del suyo
propio. Administrar dinero escaso es una tarea difícil, como se a
puntualizado en muchas ocasiones; pero también es importante
señalar en este contexto la dimensión de orgullo presente en
algunas entrevistas:
Él me ha dicho: “yo te doy el dinero porque sé que tú lo necesitas, que
mis hijos lo necesitan, y sé que no va a ser malgastado . Laura, 24 años,
3 hijos; vive en el D.F.
206 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
En síntesis, para las mujeres de sectores medios que trabajan
es clara su importante contribución al presupuesto de la unidad
doméstica, y derivan satisfacciones de sus aportaciones familiares.
En cambio, las mujeres de sectores populares pueden considerar o
no que su contribución es relevante y, por lo general, todavía
esperan que el marido sea el proveedor básico de la manutención
de la unidad doméstica.
Participación masculina en el trabajo doméstico
A finales de los años setenta y durante los ochenta, se realizaron
distintos tipos de estudios de caso sobre el trabajo doméstico en el
país, referidos tanto a sectores menos privilegiados, como a
sectores medios. Sánchez Gómez (1989) en una sistematización
de dichos estudios, nos indica que “en la mayoría de las
investigaciones se concluye que la participación de los varones en
actividades de trabajo doméstico es escasa, variable y en ocasiones
nula” (p. 70).
Cuando la mujer desempeña actividades remuneradas, es po
sible esperar algunos cambios en cuanto al trabajo doméstico,
según los resultados de una de las investigaciones pioneras sobre
el tema. De Barbieri (1984) en su estudio para sectores medios y
obreros en la ciudad de México en los años setenta7 señala que se
pueden presentar diferencias en el patrón general que asigna a las
mujeres la responsabilidad del trabajo doméstico cuando ambos
cónyuges tienen actividad remunerada, especialmente si trabajan
en la misma unidad productiva (De Barbieri, 1984). Sin embargo,
según Sánchez Gómez (1989), el resultado más común es que las
mujeres con actividad remunerada reciben más apoyo de los inte
grantes de su hogar, pero sobre todo de las hijas mayores de 11
años. Esta autora, además, aclara que en algunas investigaciones se
insinúa que las actividades esporádicas que desempeñan los hom
bres son las más relacionadas con el ámbito externo, es decir, las
menos rutinarias y monótonas y las menos tipificadas como activi
7 Se entrevistaron 34 mujeres: 17 de sectores medios y 17 de sectores obreros,
de las cuales, 18 tenían actividad remunerada y 16 eran amas de casa exclusivamente.
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 207
dades femeninas.® Muchos otros estudios para países desarrollados
y en desarrollo dejan claro que la responsabilidad de las mujeres
en la realización del trabajo doméstico se ha mantenido, y muy
poco se ha logrado en cuanto a la participación sistemática de los
cónyuges en dichas labores.9
Nuestros resultados apuntan en la misma dirección, pues no
hay un patrón claro, ya sea en los sectores medios o en los popu
lares urbanos, que permita afirmar que una parte importante de
los maridos se responsabiliza del desempeño sistemático en algún
rubro específico del trabajo doméstico, por lo tant°» todavía no es
posible hablar de un cambio importante en la división intrafamiliar
del trabajo doméstico. La participación masculina en estas activi
dades casi siempre asume la forma de ayuda o colaboración . Se
trata de una participación esporádica que los mandos llevan a cabo
cuando tienen tiempo libre, durante los fines de semana o as
vacaciones, o cuando las esposas están enfermas.
A pesar del carácter esporádico de la participación mascu ina
en las actividades domésticas, nos importa destacar para am os
sectores sociales las diferencias encontradas entre las que no rea i
zan actividades extradomésticas y las que sí. En los hogares e as
primeras la participación de los cónyuges y de los íjos varones
en las labores domésticas es escasa o nula, indepen íentemenle e
sector social analizado; sin embargo, en el caso de as según as
especialmente cuando se asume un compromiso con e tra ajo, por
lo general se requiere de la participación de los esposos en a guna
* Benería y Roldán (1987) también reportan que, en ningún caso, ias entrevis
tadas del sector popula, que realizan trabajo a domicilio han sido capaces de
disminuir, en forma apueoable, las labores domésticas logrando que el marido
(u otro pariente masculino) se encargue de una par te de estas ores, íen, so
las hijas mayores en los hogares nucleares de ciclo avanzado y otras parientes en las
unidades extendidas las que se responsabilizan de tareas espec icas.
9 Véase por ejemplo, Torres, 1989, para el caso de Uruguay. En un' es‘u^10 en
seis ciudades capitales de Centroamérica (ciudad de Guatemala ciudad de Pana ná
Managua, San José, San Salvador y Tcgucigalpa) realizado en con p op
Y propietarias de microempresas, se reporta que las mujeres, además deatendIr s
propio negocio, se encargó del trabajo doméstico de sus hogares en P-P^cmnes
muy superiores a la contraparte masculina (Menjívar Larm y Pérez Sáinz 1991).
Para una revisión de los principales resultados encontrarlos en los países desarro
llados, véase Blumberg, 1991.
208 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
actividad doméstica, aunque sea en forma esporádica. En nuestras
entrevistas esto ocurre en cerca de 49% de los casos en los sectores
medios y en 35% en los sectores populares.10 11
Es relevante destacar que las tareas domésticas desempeñadas
por los cónyuges o hijos de nuestras entrevistadas, contrario a lo
encontrado en otros trabajos, no necesariamente son las menos
rutinarias o las menos “femeninas”. Por ejemplo, las entrevistadas
relatan que en ocasiones los maridos lavan, planchan, cocinan (en
especial los fines de semana), barren, sacuden, trapean, bañan y
cuidan a los hijos y los llevan a la escuela.
¿Qué piensan las mujeres sobre la participación masculina
en el trabajo doméstico? De Barbieri (1984) constataba que
mujeres de clase media y obreras a mediados de los setenta
consideraban que el hombre tenía la obligación de mantener a
la familia y la mujer la responsabilidad de las actividades domés
ticas. Estudios más recientes también indican que las mujeres de
sectores populares consideran que el trabajo de la casa debe de
ser realizado por ellas mismas (Benería y Roldán, 1987; Rubalcava
y Salles, 1992).11 Nosotras, de igual forma, encontramos que las
entrevistadas de los sectores populares, a veces explícitamente,
no esperan que la contribución del marido con el trabajo domés
tico sea sistemática, es decir, que este aspecto de la división de
funciones intrafamiliares también está claramente delineado en
su discurso; por ejemplo, Natalia, cuyo esposo le ayudaba en las
tareas domésticas, dice que ahora ya no porque “él todo el día
está trabajando, desde las 6 de la mañana [...] sale a las 3; ocho
horas trabaja, cuando llega está rendido”. Natalia, 47 años, 7
hijos; vive en Mérida.
Las mujeres de los sectores medios, al contar con la ayuda de
una empleada doméstica, se consideran responsables de la super
visión, pero no de la ejecución de las tareas domésticas. Asimismo,
10 Los porcentajes correspondientes para los hijos varones que ayudan en
forma esporádica son: 75% para los sectores medios y 60 para los populares.
11 La investigación que reportan Rubalcava y Salles (1992) se llevó a cabo en
Matamoros, Tamaulipas. En una submuestra de 91 hogares que incluía mujeres que
participaban en el mercado de trabajo y amas de casa, se observó que 61% de
aquellas mujeres que trabajaban y 67 de las que no lo hacían consideraban que el
trabajo de la casa lo debían hacer las mujeres.
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 209
la presencia de la empleada aleja a los hombres aún más de las
responsabilidades de la casa. Muchas mujeres afirman que los
conflictos cotidianos que se enfrentan en este particular han sido
solucionados con la contratación de la empleada.
[Las tareas domésticas son] mi responsabilidad y el es totalmente
ajeno. Él prefiere pagar. Tenemos dos muchachas de servicio [...] El
no puede ver ni un bicho; pero es incapaz de limpiar nada, bueno, ni
de traerse un vaso de agua. Prefiere pagar. Si pudiera pagana a veinte
porque a él le gusta: “agua, servilleta... En mi caso, no es que yo aga
físicamente nada, porque tengo ayuda; pero soya que con o o s
barre o se hace. Evelyn, 34 años, 3 hijos, vive en eri
Dado que la empleada doméstica no está presente en los
sectores populares, son otras mujeres o los hijos e hijas mayor
quienes se encargan de algunas de las tareas requerí as. orno
hemos señalado arriba, en algunas investigaciones se ín ica que,
en los hechos o en las expectativas, son las hijas mujeres 9uie
principalmente ayudan a las madres o se espera que ayu
(Sánchez Gómez, 1989). En nuestra investigación encontramos
un patrón más igualitario de ayuda doméstica entre 9°s ^5°
nes e hijas mujeres. Los resultados de Rubalcava y Salles (1992)
también apuntan hacia un cambio a nivel de las exPeCtat*^^’
pues 81% de sus entrevistadas del sector popu ar, tan o ra ,
doras, como amas de casa, opinaron que hijos e ijas e er
ayudar por igual en las tareas del hogar. Estos resultados son
importantes como indicios de posibles transformaciones ín
generacionales que pudieran asumir contornos mas piecisos e
los años por venir.
Los patrones de autoridad y poder imperantes en el hogar
Los patrones de autoridad y la toma de decisiones en las unidades
domésticas han sido áreas tradicionales de interés en la sociología
de la familia. Por su parte, los estudios sobre la mujer han contri
buido a que la unidad doméstica sea visualizada como un espacio
de relaciones jerárquicas entre géneros y generaciones. En el
ámbito de lo doméstico, se ejerce la autoridad y el poder predomi
210 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
nantemente por parte del varón; pero es preciso analizar los
espacios de poder femeninos y los cambios que se están generan
do, ya que, aunque sean reducidos, denotan transformaciones
en la condición de subordinación de la mujer. Los distintos
estudios realizados en México mediante encuestas con grandes
muestras, o los basados en reducidos números de casos, indican
que hombres y mujeres tienen espacios diferenciados en lo que
respecta a la toma de decisiones, aunque las dimensiones consi
deradas no son siempre las mismas (Elú de Leñero, 1969 y 1975;
Leñero, 1983 y 1987; Ribeiro, 1989; De Barbieri, 1984; Benería
y Roldán, 1987).
Elú de Leñero (1969), con base en una encuesta realizada
en 1967, observó que la mujer tenía mayor poder de decisión en
la elaboración del presupuesto mensual, la selección de la escuela
para los hijos, y la determinación del castigo para ellos cuando
cometían faltas. En cambio, la mujer tenía menos poder respec
to de la decisión de trabajar y la selección del tipo de trabajo que
mejor le convenía, así como sobre tener o no más hijos. De
Barbieri (1984), en su análisis de sectores medios y obreros en
la ciudad de México a principios de los ochenta, identifica como
esferas nítidamente femeninas la organización cotidiana del
hogar (decisiones sobre Ja comida diaria, el sueldo y caracterís
ticas de las empleadas domésticas en los sectores medios, educa
ción, ropa y alimentación de los hijos). El área predominante
mente masculina la constituyen las erogaciones importantes de
dinero, principalmente en los sectores populares. Esta autora
también señala que la clara división entre géneros en la toma de
decisiones puede variar entre las parejas más jóvenes y cuando
la mujer trabaja. Ribeiro (1989), en su estudio sobre las áreas
urbanas de Nuevo León hacia finales de los ochenta, observa
cambios importantes en estos patrones, pues reporta que, en lo
que respecta a tener o no más hijos las decisiones son más
compartidas. En otros países, también se han registrado cam
bios, tanto en lo que atañe a las decisiones sobre el número de
hijos, como en uso de anticonceptivos (véase, por ejemplo, el
estudio de Safa, 1990, en la República Dominicana). Esta trans
formación seguramente ha sido propiciada por los programas
de planificación familiar puestos en práctica en muchos países
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 211
latinoamericanos (México incluido), los cuales han acelerado el
descenso de la fecundidad.12
No obstante, conviene subrayar que, aunque existen espacios
diferenciados en donde las mujeres tienen o comienzan a tener un
papel más activo en la tom^ de decisiones, a veces se reporta que
este proceso se realiza de acuerdo con el marido, o ellas le siguen
otorgando a los cónyuges la máxima autoridad en los diversos
ámbitos. Así, por ejemplo, Benería y Roldán (1987) documentan el
papel importante que tiene la mujer de sectores populares en la
socialización de los hijos y en la toma de decisiones sobre numero
sos aspectos de la crianza. Sin embargo, en el caso de los estudios, se
encuentra que las mujeres esperan que sean los maridos quienes los
disciplinen. Nuestros resultados denotan que en el sector popular
las entrevistadas participan en forma importante en la educación
de sus hijos (en cerca de 70% de los casos); pero las decisiones
sobre este particular tienden a ser tomadas mayormente junto con
el cónyuge. En contraste, en los sectores medios, la participación de
las entrevistadas en este ámbito de la vida familiar es mas acentuada
(en casi 80% de los casos) y asume en forma más marcada el
carácter de decisión individual.
Respecto a las decisiones sobre número de hijos y uso de
anticonceptivos, nuestros resultados ratifican la participación cre
ciente de las mujeres mexicanas de diferentes sectores sociales en
el control de su fecundidad. Después de más de tres lustros de
programas públicos de planificación familiar, encontramos que,
tanto las entrevistadas de sectores populares, como las de sectores
medios (aunque en mayor medida estas úhimas) participan de
manera importante en algunas de las decisiones que atañen a su
reproducción biológica. En el caso de los sectores populares, algunos
aspectos de la reproducción biológica y de la crianza de los hijos
constituyen los pocos ámbitos en los que las mujeres han logrado
una participación activa en las decisiones familiares. Muchas de las
entrevistadas (70% de los casos) expresan que tuvieron un papel
activo, ellas solas o junto con el marido, en la decisión final de
12 En la literatura reciente se plantea la hipótesis de que una mayor autonomía
femenina facilita la transición demográfica hacia una fecundidad baja, en presencia
de programas explícitos de planificación familiar (Oppenheim, 1988).
212 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
tener o no más hijos. Se trata principalmente de mujeres jóvenes
(menores de 34 años) que trabajan en actividades asalariadas. En
el caso de los sectores medios la participación en las decisiones sobre
su fecundidad es todavía más marcada (78% de los casos). Se trata
de mujeres que con frecuencia cuentan con una educación univer
sitaria y, al igual que en los sectores populares, trabajan como
asalariadas, pero, en este caso, en actividades no manuales. A
partir de estos resultados no debe interpretarse que las mujeres
entrevistadas hayan logrado un espacio indiscutible en cuanto al
control de sus cuerpos, su sexualidad y su reproducción.13 En
muchos casos, las decisiones femeninas sobre el control de la
fecundidad suscitan un buen número de conflictos en la vida
familiar que las presionan a aceptar soluciones no deseadas, sobre
todo, cuando los cónyuges quieren un mayor número de hijos.
Asimismo, como hemos documentado en el capítulo VII, la plani
ficación familiar en los sectores populares es un proceso lleno de
ambigüedades, y el uso de anticonceptivos es bastante deficiente,
sobre todo, porque las mujeres no cuentan con la información
requerida para el uso adecuado de los métodos disponibles.
¿Qué relación guarda el mayor control femenino de la repro
ducción y la crianza de los hijos con los patrones de autoridad en
otros ámbitos de la vida familiar? En los sectores populares, la partici
pación de las entrevistadas en el control de su fecundidad no
necesariamente lleva al cuestionamiento de la subordinación feme
nina frente a los cónyuges en otras dimensiones. De hecho, la gran
mayoría (alrededor de 75%), percibe que el cónyuge es el jefe de la
familia y el que tiene la última palabra en los asuntos importantes.
Aquí están más representadas las mujeres de mayor edad (35 años
o más), con baja escolaridad, que no trabajan en actividades
extradomésticas, o que, cuando lo hacen, es sobre todo en activi
dades por cuenta propia. Gomo contraparte, las pocas mujeres de
los sectores populares que consideran que ellas también participan
en las decisiones importantes de la familia son las más jóvenes,
con escolaridad superior a primaria, que trabajan especialmente
13 Diferentes estudios llevan a conduir que la sexualidad es un ámbito de
menores cambios. En el trabajo de Benería y Roldán (1987), se reporta que el
hombre casi siempre decide y toma la iniciativa en este respecto.
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 213
en actividades asalariadas y asumen un compromiso individual o
familiar con su trabajo. Esta diferencia entre cohortes apunta hacia
posibles cambios futuros en las relaciones hombre-mujer en este
sector social.
La aceptación de la autoridad masculina puede ser expresada
sin ambajes, de manera ambigua o con justificaciones; pero tam
bién con un cierto resentimiento:
Él es quien da más órdenes. Matilde, 23 años, 1 hijo; vive en Tijuana.
Pues los dos [tomamos decisiones importantes], pues si a mí me
parece, pues bien, pues así estamos, lo que él diga, o sea que estamos de
acuerdo en todo, lo que sea, lo que él diga, pues yo estoy de acuerdo.
Rosa, 25 años, 3 hijos; vive en Mérida.
Entre los dos tomamos las decisiones, pero él un poco más pues ha
tenido más experiencias. Ana, 27 años, 4 hijos; vive en el D.F.
Las decisiones las tomamos entre los dos, pero él es quien tiene la
última palabra. Guadalupe, 38 años, 4 hijos; vive en el D.F.
Siempre [manda] él, y sigue mandando él. Esperanza, 49 anos, 13 hijos;
vive en Tijuana.
En los sectores medios se perfilan cambios más importantes en
los patrones de autoridad. Estas mujeres cuestionan en mayor me
la imagen del marido como el jefe exclusivo del hogar. Ellas perciben
que también tienen autoridad en la casa y que participan activamente
junto con sus cónyuges en las decisiones importantes que atanen a
sus familias. De hecho, más de la mitad de las entrevista as e
sectores medios (bd% de los casos) considera que ambos cónyuges
comparten las decisiones importantes y la autoridad en e oga’j
En este caso, se trata de mujeres con elevados niveles e esco an a
que, por lo general, trabajan en actividades asalariadas.
214 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
El grado de autonomía femenina frente a los cónyuges
Algunas autoras se refieren a la individuación femenina para
identificar el proceso mediante el cual las mujeres empiezan a
cuestionar la “naturalidad” de las relaciones de subordinación y a
defender sus derechos en diferentes ámbitos sociales. Además de
las dimensiones económicas y de autoridad analizadas con anterio
ridad, en este trabajo consideramos como aspectos indicativos de
una mayor individuación o autonomía de las esposas frente a sus
cónyuges, la libertad de acción y movimiento, esto es, la posibilidad
de elegir trabajar, participar políticamente, salir de la casa sin tener
que solicitar permiso al cónyuge. Asimismo, es relevante identificar
cuándo las mujeres no se someten fácilmente al dominio masculi
no y llevan a cabo diferentes formas de resistencias, negociaciones
y eventuales enfrentamientos en la vida familiar para lograr una
situación más igualitaria.
En la literatura se argumenta que ciertos procesos macroes-
tructurales ocurridos en nuestros países, tales como la creciente
urbanización, las intensas migraciones internas, la expansión
del trabajo femenino y la proliferación de movilizaciones socia
les diversas, han contribuido a una mayor individuación femeni
na en el ámbito público. Esto es, han llevado a algunas mujeres
a dejar de ser identificadas solamente como esposas, madres o
hijas y pasar a ser trabajadoras, líderes políticas, ciudadanas con
derechos y obligaciones (Vargas, 1984; Arizpe, 1985; De Bar
bieri y Oliveira, 1987; Jelin, 1987; Oliveira, 1989). También se
sostiene que el proceso de individuación en la esfera de lo
privado ha sido reforzado, en parte, por la mayor disponibilidad
de métodos de control natal y los cambios ideológicos introdu
cidos por el feminismo, los cuales han propiciado mayor capaci
dad de decisión de las mujeres sobre sus propias vidas, en
particular sobre su capacidad reproductiva como vimos con ante
rioridad (Arizpe, 1985; De Barbieri y Oliveira, 1987). Con base
en la revisión de investigaciones y testimonios a sectores de
mujeres muy diversos, en cuanto al país de residencia, al origen
de clase y etapa del ciclo vital, se plantea que las mujeres al salir
del confinamiento del ámbito privado, entrar en contacto con
otras mujeres e intercambiar experiencias en el lugar de trabajo,
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 215
o medí ante la participación política o comunitaria, han iniciado un
proceso de “darse cuenta” de la situación de subordinación teme-
nina. Sin embargo, la participación económica v política y una
mayor conciencia de la subordinación no siempre significa que las
mujeres logren romper los patrones tradicionales de relación entre
hombres y mujeres en el seno de la familia.
Estudios basados en entrevistas en profundidad a diferentes
sectores sociales en México, sugieren que a mediados de los años
setenta la individuación femenina todavía era débil, so re to o
entre mujeres de los sectores popúlales. Así por ejemp o, e
Barbieri (1984) plantea que, en términos generales, las mujeres
por ella entrevistadas en la ciudad de México durante ese peno
do estimaban que debían obediencia al marido. No o stante, en
los sectores medios, esta autora encontró que la o e íencia
estaba matizada, pues la mujer podía salir del hogar cuan o o
necesitaba o lo deseaba. En cambio, en los sectores o re ros, e
marido fijaba el radio de acción femenino, de modo que a mujer
sólo podía salir del hogar cuando él lo autorizaba, n investiga
ciones más recientes, también realizadas en la ciu a e exico
para mujeres de sectores populares (Benería y o an,
reporta que sólo una pequeña parte de las mujeres están ispues
tas a exigir un trato diferente por parte de sus maridos cuan o se
les prohíbe visitar a sus parientes. Estos reclamos tienen mayor
eficacia cuando se hacen en privado. Asimismo, las auto™s
observan que no son pocos los obstáculos que en ren an
mujeres al querer salir, trabajar, participar po tucamente o visi
lar amigos o parientes. Se gene.an conflictos en el amb
doméstico: los maridos les niegan permisos, les exigen cumplí,
con todo el trabajo doméstico y, en ocasiones las golpean.
Estos hallazgos son indicativos del contio que os cónyuges
todavía ejercen sobre las mujeres en el ámbito fannliar (Massolo
y Díaz Ronner, 1985; De Barbieri, 1985; De Barbieri y Olive,-
En nuestro estudio encontramos una vez mas dtferencias
importantes entre sectores sociales en lo que se re *ere ..?
dc ' femenina
, autonomía c ■ «ra hnhito domestico. Estas dift itn-
en el uinmio
Cias apuntan en la misma dirección de las sena a as a a
la división del trabajo y los patrones de autoridad en el interi
216 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
de las familias. A saber, son las entrevistadas de los sectores medios
las que han logrado un mayor grado de autonomía relativa,
aunque sólo en algunos aspectos, en la relación de pareja.
Acerca de la libertad de movimientos
En primer lugar, en concordancia con lo señalado por De Bar
bieri (1984), gran parte de nuestras entrevistadas de los sectores
medios (85% de los casos) tiene garantizada su libertad de movi
miento; sobre todo, las que cuentan con educación universitaria
y trabajan en actividades asalariadas. En cambio, menos de la
mitad de las de los sectores populares (44% de los casos) cuenta con
libertad para salir, trabajar o participar políticamente. Es común la
práctica de tener que pedir permiso al cónyuge o compañero,
en especial entre las que no trabajan o lo hacen como actividad
secundaria.
El caso de Juana ilustra muy bien este aspecto. Ella se rebeló
para participar políticamente; pero tuvo que aceptar llevar a cabo
sus obligaciones de ama de casa y perdir permiso al esposo:
Yo me rebelé y le dije a él: los respeto, los quiero, los aprecio; pero yo
también tengo que desarrollarme, tengo que alimentar mi espíritu...
Terminando yo de hacer mis obligaciones yo puedo, si tú me das
permiso, y ves que lo que estoy haciendo son cosas buenas para mí,
para mi gente, para mis compañeros [participar en el trabajo comuni
tario], Juana, 29 años, 3 hijos; vive en Tijuana.
Lourdes, por su parte, considera que se lleva bien en el matri
monio, pero no es libre de salir adonde quiera:
De todas formas cambia un poquito de ser soltera, porque a veces
quiere uno salir y tiene que dejar una notita que salió a tal lado. Quiere
uno ir a tal lado y a veces al marido no le parece. Lourdes, 26 años, l
hija; vive en Mérida.
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 217
Acerca de las fuentes de conflicto
Las entrevistadas de los sectores populares perciben como fuentes
principales de conflicto en el interior del hogar el carácter fuerte
y los celos del esposo, el alcoholismo, la infidelidad y, sobre todo,
la prohibición del marido a que la mujer salga sola, trabaje o
participe en actividades políticas.
Juana, una vez más, nos describe en forma clara la negativa del
marido a que participara políticamente y cómo el suegro también
la cuidaba:
Especialmente, mi suegro tiene unas ideas muy especiales para una
mujer, “la mujer es de casa y no sale”. Hasta ahora, hace poco, que
ya tengo 13 años de casada, yo me impuse y dije “voy a participar y
voy a salir”, porque antes ni a la esquina me dejaban salir. Si no era
mi esposo era mi suegro el que me cuidaba. No más está vigilán
dome lo que hablo, lo que digo y es una presión muy fuerte [...] En
un primer tiempo sí nos causó difíciles situaciones [...] Hace un
año y medio, precisamente [mi marido] me abandonó por cuatro
meses. Yo me tuve que salir de mi casa; me corrió, me golpeó y me
tuve que ir a vivir a otra parte [...] Esto fue en agosto y en
diciembre él volvió a buscarme y pedirme perdón y que regresara,
asimiló que yo en realidad me gustaba y me apasionaba seguir mi trabíyo;
que no era por andar de vaga, como comúnmente se dice, sino que
a mí me dan mucho coraje las injusticias.yizantf, 29 años, 3 hijos;
vive en Tijuana.
En los sectores medios, los conflictos que se enfrentan en la vida
familiar asumen matices distintos y se refieren a una mayor diver
sidad de ámbitos de la vida cotidiana. Al igual que en los sectores
populares, los celos y el carácter fuerte del esposo, el alcoholismo,
la violencia y la infidelidad son mencionados; pero también apare
cen como fuente de conflicto, en especial entre las mujeres que
tienen un proyecto de desarrollo individual: la demanda de tiempo
para dedicarse a sus actividades: el sentimiento de que los cónyuges
subestiman sus capacidades intelectuales y no valoran su trabajo;
los problemas económicos y la forma como la mujer administra el
dinero; la no aceptación de hacerse cargo sola del trabajo doméstico
y atender al esposo; la preocupación y la presión de los maridos
218 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
para que no desatiendan a los hijos, y el papel más activo de las
mujeres en el ámbito de la sexualidad.
La defensa del tiempo para dedicarse al desarrollo personal es
un aspecto que está muy presente entre las profesionistas.
La verdad es que siempre ha sido una pelea por conseguir yo un
espacio en casa. Porque para mí el dejar de hacer trabajo doméstico
significa tener tiempo para otras actividades. Marisol, 37 años, 2 hijos;
vive en Tijuana.
Hemos tenido problemas a nivel de ajustar nuestros tiempos de
trabajo [...] Yo siento que él siente que ahorita está en su máximo
potencial, que quiere estirar todo hasta donde sea posible, que quiere
trabajar 24 horas [...] pero eso le quita tiempo a la familia, le quita
tiempo a la relación y [...] le quita tiempo a mi trabajo [...] Éste es un
punto de conflicto que estamos todavía tratando de solucionar. Rosa
linda, 37 años, 2 hijos; vive en Mérida.
Acerca de las acciones concretas
En lo que se refiere al cuestionamiento del dominio masculino
mediante acciones concretas, no encontramos diferencias tan po
lares entre los sectores sociales. Poco más de la mitad de las
entrevistadas de sectores medios (60% de los casos) lleva a cabo
acciones específicas para defender frente a los cónyuges los dere
chos considerados como legítimos. Esto se da sobre todo entfe las
mujeres con educación universitaria que trabajan, especialmente
como asalariadas, y que asumen un compromiso con la actividad
extradoméstica; ellas luchan por un proyecto de desarrollo perso
nal o un proyecto familiar que permita garantizar sus niveles de
vida. Estas mujeres defienden derechos de diversa índole: salir
a trabajar, y estudiar, ser independientes económicamente, con
tribuir en forma importante a la manutención de la familia y no
“servir” y “atender” a los maridos. En los sectores populares,
las entrevistadas que defienden activamente sus derechos también
están en la cercanía del 50% de los casos analizados. Al igual que
en los sectores medios, solamente las que trabajan por un compro
miso individual o familiar llevan a cabo en mayor medida acciones
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 219
concretas para trabajar, participar políticamente, ser bien tratadas,
salir solas, controlar su fecundidad y tener apoyo del marido en las
labores del hogar.
Es importante destacar que las acciones llevadas a cabo por las
entrevistadas para buscar relaciones igualitarias en el ámbito fami
liar, asumen modalidades similares en los sectores medios y popu
lares. Éstas incluyen una amplia gama de posibilidades, algunas
rnás efectivas que otras: diálogo, negociaciones y transacciones,
quejas y reclamos, desobediencia, enfrentamiento y amenazas,
indiferencia, separaciones temporales y hasta definitivas. El caso
de Ángeles ilustra el intento de recurrir al Ministerio Público para
obtener protección en el ámbito doméstico. Ángeles decidió traba
jar como afanadora, su esposo se opuso y le dijo que juntara su
ropa y se fuera, ella lo amenazó con denunciarlo:
Si vengo en la tarde y mi ropa está juntada, me voy, ni modo. Pero,
¿sabes adonde me voy a ir?: a casa de mis hermanos y de ahí a la
delegación, y seguramente me van a preguntar por qué me fui a
trabajar y le voy a decir que porque no me das lo necesario. Angeles,
42 años, 2 hijos; vive en el D.F
Otras mujeres prefieren usar la manipulación porque la consi
deran como una forma más eficiente para lograr lo que quieren,
aunque de esta manera contribuyan a reforzar el estereotipo de lo
femenino.
No es por presumirle, pero muchas mujeres me envidian y me lo han
dicho “yo te envidio el marido que tienes”, y yo me he hecho a su
modo de él, porque siempre que platico de mi esposo digo que tiene uno
que poner dos dedos de parte para poder llevarse bien. No nada más
depende de una persona. Yo he llegado a la idea de que podemos
manejarlos, por decirlo así, pero no con gritos, con decirle yo valgo más
que tú o aquí se hace lo que yo digo. Bajita la mano, sí puede uno
llegar a hacerlo [...] yo pienso que sí se puede manejar a un hombre.
El que no lo [sepan] hacer es bien diferente. Yo se los digo a muchas
mujeres. Es más, una muchacha se iba a casar y ella desde el momento
en que se iba a casar me dijo que ella no se iba a dejar mandar ... "Tú vas
a fracasar, porque a ningún hombre le gusta que lo manden. Tu
puedes hacer lo que tú quieras, pero de otra manera: no con gritos ni
sombrerazos.” Lucia, 41 años, 5 hijos; vive en el D.F.
220 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Acerca de las ambivalencias
El análisis de nuestras entrevistas en profundidad también deja
claro las ambivalencias que están presentes en la búsqueda de
relaciones de pareja más igualitarias. En los sectores medios, las mujeres
entrevistadas son conscientes de que tratan de defender sus dere
chos, pero a la vez ceden y hacen concesiones; no quieren separarse
aun en situaciones en que son devaluadas o maltratadas.
Yo no quería divorciarme. La verdad es que yo no quería separarme,
yo estaba muy aferrada a [...] a él; no. Pero sí me daba cuenta de cómo
iba perdiendo, cómo iba haciendo concesiones, en aras de mantener
esa unión... Marisol, 37 años, 2 hijos; vive en Tijuana.
En los sectores populares las ambivalencias son menos marcadas,
o no se expresan como tales, lo cual se vincula con las concepciones
más definidas sobre el matrimonio y el papel de la mujer en la
familia. Además de percibir en mayor medida como “natural”
la división tradicional del trabajo entre hombres y mujeres, ya
hemos visto que se valora más la obediencia al esposo o se perfila
con nitidez el papel de la mujer como aguantadora o como respon
sable de la unión familiar.
[...] uno tiene que obedecer ál esposo [...] porque los quiere uno
¿verdad? Alicia, 27 años, 2 hijos; vive en Tijuana.
La mayoría de las mujeres somos aguantadoras, como quien dice,
porque aguantamos a los hombres las cosas que nos hacen. Elena, 31
años, 3 hijos; vive en Mérida.
Consideraciones finales
Hemos explorado en este capítulo las relaciones entre géneros en
el interior de las unidades domésticas en lo que respecta a la división
intrafamiliar del trabajo, los patrones de autoridad y de poder y el
grado de autonomía de las mujeres frente a los cónyuges. Nuestro
propósito ha sido ubicar cambios en una serie de dimensiones que
podrían apuntar hacia nuevos patrones de relación entre hombres
RELACIONES DE GÉNERO EN FAMILIAS 221
y mujeres en el interior de los hogares. Dado el carácter intencional
o no probabilístico de nuestra muestra, los hallazgos deben ser
considerados como puntos de partida o de llegada que corroboran o
no los resultados de otros estudios y que deben ser a su vez reto
mados y enriquecidos en investigaciones futuras. Un eje diferen
ciador central de las transformaciones encontradas es el sector social
de pertenencia', sin embargo, también hemos podido ubicar patro
nes de cambio o permanencia que, al contrario, cruzan el espectro
SOC13.1 3
Las mujeres de sectores medios que trabajan consideran en una
importante medida que su contribución monetaria es central para
la reproducción de la unidad doméstica, participan de manera
relevante en la toma de decisiones y en el control de su repro
ducción, y casi todas tienen garantizada su libertad de movimientos.
No obstante, sólo un poco más de la mitad de las entrevista as a
puesto en marcha acciones concretas que a veces son vaci antes,
para enfrentar el dominio masculino.
Por el contrario, las mujeres de sectores populares consi eran,
en menor medida que las de sectores medios, que su contri uci n
monetaria es de relevancia para el hogar en que viven, e man °
es la autoridad, el jefe de la casa y el responsab e e gas o.
Asimismo, en la mayoría de los casos tienen que pedir permiso para
salir de la casa. Sin embargo, estas mujeres han comenza o a
participar en las decisiones que atañen a su reproducción en ím
portante medida, y la mitad de ellas ha tomado, al menos, guna
iniciativa para defender los derechos que considera relevantes.
Un aspecto de permanencia en la división de funciones intra
familiares, que a su vez no se diferencia por sector socia , es a
responsabilidad femenina por el trabajo doméstico. Sin embargo,
la presencia de una empleada introduce matices importantes en e
entendimiento de esta dimensión en los sectores medios por °P°'
sición a los populares. La responsabilidad totalmente femenina e
trabajo doméstico es un hallazgo también señalado en múltip es
investigaciones y constituye tal vez el aspecto que ha expeiirnenta
do menos cambios en las relaciones tradicionales entre hom res y
mujeres en los diferentes sectores de la sociedad.
También resulta relevante destacar el papel de factores ta
como la edad y la escolaridad en los cambios que están ocurrien o
222 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
en las relaciones entre los géneros. En este contexto hay que
resaltar el caso de las cohortes jóvenes en los sectores populares. Las
mujeres jóvenes ya han logrado cierta participación, aunque espo
rádica, de los esposos en las labores de la casa, participan en la
toma de decisiones y han cuestionado el papel del hombre como
jefe exclusivo del hogar. Entre los sectores medios, los cambios
encontrados se han dado entre mujeres con diferentes edades,
sobre todo, debido al acceso a la educación universitaria.
Además de los aspectos anteriores, una de las conclusiones
importantes de este análisis es que el trabajo extradoméstico introdu
ce cambios en una serie de dimensiones en la vida familiar, tanto
para los sectores populares, como para los medios. Como hemos
mencionado, se argumenta de manera frecuente que no es el
trabajo el que propicia transformaciones, sino el control de recur
sos que de allí puede derivarse (Blumberg, 1990 y 1991). Nosotras
podemos añadir que el compromiso con el trabajo, el significado del
mismo para la mujer, es otra arista importante a considerar. Asimis
mo, sobre todo en los sectores medios, es relevante tomar en cuenta
el carácter asalariado o no de la actividad extradoméstica.
Con unas pocas excepciones, los hogares de las mujeres que
participan en el mercado de trabajo y establecen compromisos
personales o familiares con la actividad extradoméstica son aque
llos en donde: a) la contribución de la mujer es central en la
manutención de la unidad doméstica; b) existe más ayuda esporá
dica masculina en el trabajo doméstico; c) se cuestionan más los
patrones de autoridad masculinos; d) se llevan a cabo mayor
número de acciones concretas para negociar, o intentar modificar
el dominio de los varones, y e) las mujeres tienen más libertad de
movimientos.
CONCLUSIONES
En este libro hemos caracterizado al trabajo femenino extra
doméstico desde distintas perspectivas. Recibieron en primer
lugar atención los cambios observados a lo argo e a ís oria
reciente del país, los múltiples factores que evan a as j
res a trabajar en años de expansión y economi
significado que las propias mujeres de diferentes sectores
sociales atribuyen a su actividad extradomestica. En un seg
do momento, estudiamos las conexiones entre a
económica, la maternidad y la reproducción ornes .
mo, analizamos los cambios en la posición re a
mujeres frente a los hombres, haciendo incapie
sión del trabajo intrafamiliar, los patrones auto”das2
la autonomía femenina en relación con os ’ ja
consideraciones finales retomamos nuestros
luz de otras investigaciones en torno a tres rnip chenta
flemáticas: el impacto de la recesión de os ano ochenta
sobre el mercado de trabajo femenino, el s gntftcado dej
trabajo extradoméstico y la maternida en a ¡ iones
res, y la diferenciación social en conexión con las relaciones de
género.
El impacto de la recesión económica
SOBRE EL MERCADO DE TRABAJO FEMENINO
primera parte de esta investigación estuvo dedicada al estu
lto del mercado de trabajo femenino en el nivel agregado (pe-
todo 1976-1987) con base en algunas de las principales encues-
as de fecundidad realizadas en el país. La selección de las
encuestas de fecundidad se fundamenta en el hecho de que no
-xistían fuentes alternativas en el momento de llevar a cabo el
tnálisis que permitieran un estudio del mercado de trabajo
^menino a nivel nacional, especialmente en la década de los
225
226 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
ochenta.1 Aunque nuestro estudio cubre un periodo de crecimien
to a finales de los años setenta, y la recesión que le siguió en los
ochenta, consideramos de más actualidad y alcance reflexionar
en estas consideraciones finales en torno al impacto de la crisis de
la década pasada sobre el mercado de trabajo femenino. Durante
los ochenta, la participación económica femenina continuó incre
mentándose de la manera en que lo venía haciendo en los últimos
lustros. En 1950, 13% de las mujeres de 12 años y más se declararon
como económicamente activas; esta cifra fue de 16% en 1970; 21%
en 1979; 25% en 1982 y 32% en 1987 (véase Oliveira y García, 1990;
Pedrero, 1990; y nuestro capítulo II). Según la Encuesta nacional de
empleo (ene) de 1991, el porcentaje de mujeres activas se mantuvo
alrededor del 32% en ese año.
El incremento en la participación económica femenina es un
fenómeno que México comparte con muchos otros países. Infante
y Klein (1991), en un diagnóstico reciente del mercado de trabajo
de América Latina, indican que la tasa de participación femenina
para un conjunto de páíses que abarcan el 71% de la población de
la región, se incrementó de 32 a 38% en el último decenio; asi
mismo, estos autores señalan que se elevó la proporción de mujeres
en la fuerza de trabajo, pues las tasas masculinas no muestran una
variación de magnitud. En conjunto, la contribución de las mu
jeres al aumento de la pea en los ochenta fue de 42 por ciento.2
Desde su inicio, el reciente aumento de la actividad económica
femenina fue vinculado en México con el deterioro en los niveles
de vida, consecuencia de la recesión de la década de los ochenta.
Se hizo de esa manera necesaria la incorporación de integrantes
adicionales de los hogares a la actividad económica (Selva, 1985;
Cortés, 1988; González de la Rocha, 1989). Sin embargo, algunos
autores también han señalado que la incorporación femenina en
la actividad económica venía dándose desde décadas atrás, tanto
en México como en toda Latinoamérica, y que en su explicación
' Los resultados definitivos del censo de población de 1990 se pusieron en
circulación en 1992; asimismo, los primeros resultados de la ene de 1988 vieron la
luz pública también hacia Finales de 1992.
2 Estos datos se basan en encuestas de hogares realizadas en Brasil, Colombia,
Costa Rica, Chile, México, Uruguay y Venezuela.
CONCLUSIONES 227
también hay que tener en cuenta las tendencias seculares de
mayores incrementos en la educación y en el proceso de urbaniza
ción, las cuales crean mayores oportunidades para la po ación
femenina (véase Rendón, 1990). El estudio que hemos llevado a
cabo sobre los factores condicionantes de la participación econó
mica, y las ocupaciones que se desempeñan en diferentes perio os,
ha permitido establecer con mayor precisión la naturaleza de los
cambios observados durante la crisis.
Hasta principios de los años setenta, la mayoría de las mujeres
que trabajaban fuera de su casa eran jóvenes y so teras o sin ijos.
Conforme a nuestros análisis, durante las dos decadas ^g^ente
esta situación se ha visto sustancialmente mo i ica a. en r
1987 se registra con claridad un importante incremen o
Participación económica de las mujeres de mayor edad, un y
con hiios.
El incremento en la presencia económica de las
fes de 25 años es particularmente notorio en e perl° .
Esta alza apunta hacia una abandonando
País, pues indica que las mujeres mexican «rimeros hiios
el mercado de trabajo después de unirse o tener sus Pr™c™s^ijos
de la manera en que lo hacían décadas atrás. Es pos,ble espera *que
la organización de la vida cotidiana de muchos hogares en el p
haya visto modificada en los últimos años.
Los aumentos en la actividad femenina P- “Udo ctvd y
número de hijos apuntan en el mismo sentí o que 20-49
ciones por edad. Las tasas de act,*ldad * periodo 1976-1982
anos para el total del país aumenta! 22 / F hiios se
Y 32% en el 1982.1987; las de mujeres con mas de»e
__ i nrimpr neriodo y aumentan ou/o en ei
mantienen constantes en el primer p X d¡f.crentes ciudades
segundo. Las entuestas de "cuPac* £ ,as tasas para mujeres
del país también indican un au™e"% a u ciudfd de México,
casadas entre 1978 y 1987. Éste es de P /p,jr„ro 1990)
Nucstros resultados dejan c¡al Je man„ ,|, obra
llevado a la movilización de u,“ ? onsabilidades fa-
constituida principalmente por mujer P cambio en
miliares. Desde esta perspectiva, cuando a"ah" el ™ ricr
•os condicionantes de la participación econom.ca en el interior
228 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
de los diferentes grupos sociales, corroboramos que las necesidades
económicas apremiantes han contribuido a modificar la influencia
que ejercen los hijos sobre el trabajo femenino extradoméstico.
Entre los grupos que enfrentan mayores carencias, nuestros
modelos estadísticos señalan que los hijos perdieron su papel
“inhibidor” del trabajo extradoméstico de las mujeres, que exhi
bían con anterioridad a los años de recesión. Vistas las cosas desde
otro ángulo, es la presencia de los hijos y sus necesidades la que
lleva a las mujeres a poner en marcha estrategias generadoras
de ingreso, principalmente por cuenta propia, como veremos más
adelante.
Entre los sectores medios encontramos que, a diferencia de lo
que ocurre en los sectores más pobres, las mujeres unidas y con
hijos pequeños mostraban menores niveles de participación econó
mica en los años de recesión. Esta tendencia seguramente se deba
a las crecientes dificultades que enfrentan estas mujeres para
mantener sus empleos asalariados más calificados, o para entrar a
trabajar en un contexto de crisis. Tampoco hay que descartar que,
en épocas difíciles, las familias de sectores medios hayan tenido
que recortar los gastos, no recurrir a las empleadas domésticas y,
como consecuencia, las madres hayan tenido que dedicarse mayor
mente al cuidado de sus hijos (De Barbieri y Oliveira, 1986; Gon
zález de la Rocha, 1992).
Los cambios en la participación económica según niveles de
escolaridad nos permiten observar otros aspectos de las repercu
siones de la recesión sobre el mercado de trabajo. Hemos encon
trado que, a diferencia de lo que venía ocurriendo hasta 1982, la
participación de mujeres sin escolaridad o con primaria incomple
ta aumenta entre 1982 y 1987. Esta tendencia se da entre mujeres
de diferentes edades y apunta en el mismo sentido que las señala
das con anterioridad. El deterioro en los niveles de vida en los
años ochenta hizo cada vez más necesario para la población de
bajos ingresos la búsqueda y diversificación de las estrategias para
sobrevivir.
Las mujeres más jóvenes (20-34 años) con mediana y alta
escolaridad han enfrentado mayores dificultades para incrementar
su presencia en el mercado de trabajo en un contexto de contrac
ción del empleo no manual. Éste es un dato que nos aparta
CONCLUSIONES 229
notoriamente de otras realidades donde se ha observado que un
nivel de escolaridad mayor se asocia a un nive e participado
elevado y creciente a lo largo del tiempo.
Para las mujeres adultas (35 años y más) con mediana, y alta
escolaridad, se observa un cocimiento sostemdo de s -Pf“"pa
ción económica entre 1976 y 1987. Es probable qut esto ser detaa
un conjunto amplio de factores, entre los cua es po e
nar: mayor necesidad económica y por lo tanto d»P°"^“ad P’r“
trabajar a edades mayores; Prevale™a ^/““p^sas o establecí-
mujeres más educadas; preferencia d P laboral
miemos por la contratación de muje “"“j’.ponibilidad de
previa sin ofrecer mayores salarios, y y r
tiempo por encontrarse los hijos en edad esco ar. mll;eres en los
¿Qué tipo de actividades han d<j^p^ó“ femenina de 20 a
anos ochenta? Nuestros datos para la p nanorama
49 años a nivel nacional en 1982 y 1987 ofrecen un Pa“a
genera, de la inserción laboral en 'os añe, de
pnmer lugar, que las ocupaos no m"^Pochenta> aunqUe el
eas, de oficina) perdieron importanc mediados de la década
nivel de 1987 es superior al alca"za‘1° de ,as ocupaciones no
anterior. Una tendencia hacia el desee «orlada oor Olivei-
manuales durante 1984-1987 también ha sido reP P
ra (1989), para un conjunto de 16 áreas metrópolienel p^s,
base en los datos de la eneu {Encuesta naí l0^ declinación durante
Nuestros datos también a
1982-1987 en las actividades actividades manuales
Producción y en el empleo domestico. L incuiadas a los servicios
qne mantienen su p'resencia son aque j proceso de
no «os. Hay qué recordar en este^contexto que^ p^^ ?
terciarización de la economía se ac fueron principal-
que las inversiones que se hicieron en eso de
mente canalizadas al comercio establecido y
servicios (véase Rendón y Salas, 1992). domésdco también ha
La tendencia descendente en el emp México
sido reportada con base en datos de a E embargo la baja en
Guadalajara y Monterrey (Pedrer°’ Jenta con menos respaldo
a actividad femenina en la producá
otras fuentes de información.
230 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Se han reportado aumentos del empleo femenino en la indus
tria manufacturera en los ochenta para algunas ciudades del país:
Chihuahua, Tampico y Torreón en el norte; Guadalajara y León en
la región centro; y Tijuana, Matamoros, Ciudad Juárez y Nuevo
Laredo, áreas urbanas fronterizas con los Estados Unidos (véase
Cruz y Zenteno, 1987; Oliveira, 1989; Pedrero, 1990). En un análi
sis realizado por Rendón (1990) con base en censos económicos,
también se observa que la participación femenina en el sector
manufacturero establecido se elevó de 1980 a 1985, sobre todo en
el renglón de los obreros, lo cual se explica por la expansión de las
empresas maquiladoras.
La discrepancia entre las distintas fuentes en torno a la
actividad femenina en la producción puede deberse a diferentes
causas. La industria establecida orientada a la exportación se ha
concentrado regionalmente y, por lo tanto, los cambios pueden
no ser de suficiente envergadura como para establecer una
tendencia nacional. Tampoco habría que descartar diferencias
en las edades de las poblaciones analizadas —nuestras fuentes
sólo cubren a las mujeres de 20 a 49 años— y también en los
marcos muéstrales. Esto sólo podría dilucidarse mediante un
análisis de bases de datos poblacionales que cubran el espectro
nacional en su totalidad.3
A diferencia de las tendencias señaladas, las ocupaciones manua
les por cuenta propia se incrementan notoriamente en los ochenta.
Conforme a nuestra información, la casi totalidad del aumento en
la actividad económica femenina observado en esa década tiene
lugar en este tipo de ocupaciones (pequeñas comerciantes, vende
doras de alimentos, prestadoras de distintos tipos de servicios en
pequeña escala). Éstas tienden a estar mal remuneradas o a ejer
cerse de manera no permanente. Las actividades manuales por
cuenta propia ascienden de 7.6 a 18.5% para la población femenina
de 20 a 49 años de edad en el periodo 1982-1987. Esta tendencia
la apoyan otras fuentes de información y estudios parciales. Hacia
’ Desafortunadamente, el censo de población de 1990 presenta importantes
deficiencias para el estudio de la actividad económica femenina. Dicha fuente captó
sólo 19% de mujeres activas, una cifra similar a la reportada por los datos censales
en 1970. Véase García, 1993.
CONCLUSIONES 231
finales de los años ochenta, una tercera parte de la fuerza
trabajo del país desempeñaba trabajos no asalariados (vease la
información que proporciona la ene, de 1988 y
de ingreso y gasto de los hogares de 1989; García, 1 a exPa
relativa de las trabajadoras por cuenta propia se registra en algu
nas regiones de. país desde los años
ta en anos recientes en algunas de las p p
das en el centro y en el sureste mexicanos, don e se e
(Oliveira, 1989) Si se toma en cuenta el peso cuantitativo^de estas
ciudades, también es posible afirmar con base eresta fuente
que, en los ochenta, el aumento de la activida e J
debe, en importante medida, al incremento e ra ) p
Pr° Con anterioridad a los años ochenta, ha sido
reiterada la heterogeneidad del trabajo porcue^ y ia diversidad
sector de unidades económicas de peq tpnPinos la expan-
de fenómenos que le dan origen. Por un lado, tenemola expan
sión del sector de trabajadores noasalana °s ” estras economías,
naturaleza de la expansión capitalista . , comercial
mediante procesos como la subcontratac.on Xu de
o de servicios; por el otro, está el aumecomerdo
este sector debido a la permanenci ios pequeños
cional, las unidades artesanales d P alimentos y otros serví-
establecimientos de preparación y ve bos aspectos arriba
cios. En etapas de c. isis y restructura on, ambos de los
mencionados pueden haber dado g
sectores no asalariados y a las microempresas. trabaio por
Según nuesua ¿
cuenta propia se ha dado, no solo en industria. La presencia
mico donde tienen mayor peso-, sino interpreta a menudo
del trabajo no asalariado en la industria se ^evpre^ * 1q me_
como indicador de procesos mantienen diversos
nos de la presencia de pequeñas emp ? 5ién puede ti atarse
tipos de vínculos con las grandes, aunq /v¿ase Por ejemplo,
de unidades artesanales con espacios’ P^OP‘°® cLÍV¿dades inanua-
Fortes y Benton, 1984). Nuestro de recesión,
Íes por cuenta propia apunta a qu , probablemente
se ampliaron las actividades por cuen p P
232 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
respondan a estrategias del capital, pero también las vinculadas
directamente con la mayor pobreza relativa de los hogares. Hay que
destacar en este contexto que también las vendedoras ambulantes
prácticamente duplicaron su peso relativo de 1982 a 1987, y cons
tituyen uno de los efectos más visibles de la crisis de los años
ochenta.
En síntesis, es relevante señalar que las mujeres mayores,
unidas y con hijos, tienen ahora un lugar destacado en la fuerza
de trabajo femenina. Asimismo, los datos con los que hasta
ahora contamos indican que los cambios de la década de los
ochenta fueron motivados en importante medida por el incre
mento en las ocupaciones por cuenta propia; también es relevan
te señalar para algunas ciudades, y en el caso de las empresas
establecidas, el aumento del trabajo femenino en actividades
manuales asalariadas.
Vivencias femeninas en torno al trabajo extradoméstico,
LA MATERNIDAD Y LA RELACIÓN ENTRE LOS GÉNEROS
En este libro se buscó complementar el estudio del mercado de
trabajo femenino a nivel agregado con las vivencias concretas
de las mujeres en torno a la actividad económica extradoméstica,
la maternidad y la relación entre los géneros. Se llevó a cabo un
grupo amplio de entrevistas en profundidad a mujeres de sectores
medios y populares urbanos en tres centros urbanos muy diversos:
Tijuana, Mérida y la ciudad de México. Se intentó maximizar la
heterogeneidad de las mujeres entrevistadas en cuanto a su edad,
inserción o no en el mercado de trabajo y lugar de residencia
habitual, así como diversificar la manera en que nos aproximamos
a ellas. El análisis cualitativo que realizamos con base en 93 entre
vistas permitió incorporar en nuestro estudio el punto de vista de
las mujeres involucradas, las experiencias de vida y el significado
atribuido a los diferentes fenómenos. Se establecieron de esa manera
diferencias y matices, así como nuevas dimensiones relevantes que
permiten comprender mejor el posible alcance de las transforma
ciones observadas en el mercado de trabajo y en otros ámbitos de
la sociedad mexicana.
CONCLUSIONES 233
El significado del trabajo y la maternidad
en la vida de las mujeres
Los diversos estudios que se han realizado en deca as pasa as
en México, en particular, y América Latina, en genera , so re e
significado del trabajo y la maternidad en la vi a emenina,
generalmente llegan a la conclusión de que el trabajo remunera
do no constituía una actividad apropiada para gran parte e as
entrevistadas en esos años; esto es, las mujeres con respon
üdades familiares consideraban que no les correspon ia e
sempeño del trabajo extradoméstico, excepto en cl’jclJnS.tan^
de excepción, como serían la muerte o el abandono del conY^’
o un descenso importante en los niveles de vi a- n ca*V ’
la maternidad y la reproducción cotidiana (cui ° e os J
trabajo doméstico, especialmente) seguían constituyen o•
rasgos definitorios de la identidad femenina, sta
general a veces se encuentra matizada en algunos es u
haberse encontrado también mujeres o tipos ® .
proyectos de vida que iban más allá de la materni a e
asimismo que las mujeres casadas ?J'aSI?IJ • ta
diversas ventajas que les traía la participación a ora
independencia económica, algún espacio de contro am ’
pesar de que las responsabilidades familiares s^uian °^ iqqq.
el lugar central en sus vidas (De Barbieri, 1984; Valdes, 198 ,
Benería y Roldán, 1987; Bilac, 1990). •
Los resultados de nuestro estudio, realizado en ciu es
canas a principios de los noventa, permiten plantear que exi
distintos significados y grados de compromiso esta eci os co
trabajo extradoméstico en la vida de las mujeres casa s.
grado de compromiso con la actividad económica pue e vincu
se con concepciones más o menos tradicionales sobre a ma
dad y con cambios en las experiencias cotidianas en
cuidado de los hijos. La maternidad es un aspecto primor
Bay que tomar en cuenta para la definición de a i enti
nina y en la organización de la vida cotidiana e as mujert ’’
embargo, las que trabajan pueden plantear otros actores
zación personal y vivir la maternidad con ambivalencia ,
todo en los sectores medios. En los grupos popu ares, p
234 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
las mujeres entrevistadas, la maternidad es en mayor medida el eje
orientador de la vida femenina.
El análisis que llevamos a cabo permitió diferenciar entre una
dimensión simbólica sobre concepciones de la maternidad, y
una dimensión de la vida cotidiana que hace referencia al cuidado
de los hijos. Al tratar ambos aspectos, hicimos hincapié en el tipo de
realización que proporcionan a la mujer y en las ambivalencias
presentes en las concepciones y en el ejercicio de la maternidad.
También nos detuvimos en el papel central o secundario atribuido
a la madre en el cuidado de los hijos, en las percepciones en torno
al número de hijos que se quieren o que se aceptan, en las
expectativas existentes sobre la calidad de vida deseada para ellos
y, por último, en las actitudes y prácticas en torno al control de la
fecundidad.
Entre las mujeres de sectores medios que trabajan, se da en muchos
casos la diferenciación entre ser mujer y ser madre. Se exterioriza
claramente que el desempeño de una ocupación también puede
traer satisfacción personal, o que la maternidad es una etapa
importante en la vida femenina; pero no necesariamente la princi
pal. Pueden también mencionarse explícitamente los problemas
que traen los hijos, en especial las demandas que imponen sobre
el tiempo de las madres. En cambio, para la mujer que no trabaja,
los hijos son considerados el principal factor de realización, son
una bendición, evitan la soledad y complementan la felicidad de la
pareja. La madre de tiempo completo considera que los hijos
necesitan protección constante y no se quejan de las atenciones que
requieren. El sacrificio se justifica porque los hijos son más impor
tantes que ellas mismas y el marido.
Las concepciones señaladas no se traducen en diferencias
significativas en el número de hijos tenidos, aunque pueden
existir divergencias en el número deseado o más fácilmente acep
tado. La norma de pocos y mejores hijos está muy extendida entre
nuestras entrevistadas de sectores medios, tanto entre las que
tienen un trabajo extradoméstico, como entre las que no; estos
resultados sugieren que el número de hijos no necesariamente se
relaciona con el papel que éstos juegan en la vida de las madres.
Nuestra investigación permite plantear que puede darse un des
censo importante de la fecundidad, como ha sucedido en el caso
CONCLUSIONES 235
mexicano, sin que necesariamente se transforme el significado de
la maternidad para algunos grupos importantes de mujeres. Inves
tigaciones recientes también apoyan la idea de que una a ta va ora
ción de la maternidad puede coexistir con niveles bajos de fecun
didad (véase Palma, Jácome y Palma, 1992).
En los sectores populares, los hijos tienen un valor econ mico y
moral aún más pronunciado que en los sectores medios, pues son
la razón de vivir. Asimismo, la maternidad es, aun en mayor me
el eje que estructura la vida de estas mujeres, indepen íentemente
de que trabajen o no. Gran parte de las mujeres de os sectores
populares trabaja por los hijos; éstos son la razón y a satis acción
del matrimonio, o son la recompensa frente a relaciones matrimo
niales difíciles. En la situación de pobreza en que se vive, as
madres sienten que tienen algo que es de ellas, que les proporciona
compañía y posiblemente ayuda en la vejez. Dado e sign ica o
los hijos en este sector social, se busca la planificación ami iar,
pero con pocos resultados concretos para las cohortes e mly
edad. No obstante, es importante destacar que, entre as co or
más jóvenes, existe mayor conocimiento y un ejercicio mas e e
del control de la fecundidad.
Grados de compromiso establecidos con el trabajo
extradoméstico: su impacto sobre la vida fami iar
íuestros hallazgos indican que la actividad extra omestica
esempeña con diferentes grados de compromiso, ya sea en u
ión de un proyecto familiar o a veces de uno indivi ua .
imensión es central para entender la organización e a vi
otidiana, el cuidado de los hijos y las relaciones que se esta ecen
ntre géneros y generaciones en el interior de las unida es ornes
icas. .
Al analizar la relación entre trabajo extradoméstico y difere -
es dimensiones de la vida cotidiana, nuestro análisis buscó meo
•orar diversas concepciones sobre el tiempo necesario para
uidado de los hijos, el papel de la presencia de la
eeptación de sustitutos en la crianza de los niños, tam íen ícim
hincapié en las diferentes estrategias puestas en marcha y en a
236 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
ambivalencias y conflictos que trae la combinación de ser madre y
trabajadora, aun cuando esté presente un proyecto de desarrollo
personal o cuando se trabaje en función de los hijos. Respecto a la
relación entre los géneros, se incorporaron distintas dimensiones
en torno a la contribución femenina al presupuesto familiar, la
participación del esposo e hijos en el trabajo doméstico y la lucha
de las mujeres por lograr dicha participación. Asimismo, analiza
mos distintas modalidades en el ejercicio de la autoridad y diferen
tes patrones de toma de decisiones. También mereció atención
especial la existencia de mayor autonomía femenina frente al cónyuge
en lo que respecta a la libertad para realizar distintos tipos de
actividades, y los enfrentamientos concretos del dominio masculi
no; desde esta perspectiva, nuestro esfuerzo se centró en la identi
ficación de las fuentes de conflicto entre los géneros y en el
señalamiento del tipo de acciones (quejas, indiferencia, negociacio
nes, manipulaciones, amenazas, separaciones), efectivamente puestas
en marcha por las mujeres para mejorar su posición en el interior
de los hogares.
Entre las mujeres de sectores medios encontramos situaciones que
implican compromiso con el trabajo visto como carrera o como
parte de un proyecto familiar para mantener el status social. En
ambos casos, para muchas mujeres el trabajo extradoméstico es
asumido con dedicación, como algo que importa en la vida, y
se busca su combinación con el ejercicio de la maternidad. A pesar
de las ambivalencias, en estas ocasiones las mujeres consideran en
mayor medida como central su contribución monetaria a la unidad
doméstica; tratan activamente de incorporar al marido en las tareas
de la casa; intensifican las estrategias para el cuidado de los hijos;
cuestionan la autoridad del cónyuge como el jefe único del hogar
y llevan a cabo mayor número de acciones concretas para intentar
cambiar el dominio masculino. No obstante, conviene ser explíci
tas en las diferencias entre ambas formas de compromiso. Elegir el
trabajo como carrera significa tener una vida propia, un interés y
una vocación individual; esta opción requiere continuidad y puede
proporcionar autonomía. El proyecto para mantener el status social
implica que el trabajo femenino se justifica en función de la familia
y la mujer asume que no tiene un proyecto propio. Sin embargo,
en ambas situaciones, la existencia del compromiso implica viven
CONCLUSIONES 237
cias distintas del matrimonio y la maternidad frente a las mujeres
que no trabajan o para las cuales el trabajo extradoméstico ocupa
un lugar secundario en sus vidas.
Las mujeres que defínen el trabajo como suplementario consi
deran que éste deberá desempeñarse cuando los hijos crezcan o
cuando haya buenas condiciones para su cuidado. A su vez, as
madres de tiempo completo consideran casi imposi e conci íar
alguna actividad extradoméstica con el cuidado e os yos. n
ambos casos no se plantean cambios fundamenta es en a ívision
del trabajo por géneros en el seno de la familia. Más íen se asume
y no se cuestiona que el hombre es el proveedor fundamental y la
madre es la responsable del cuidado de los hijos, ero, tam
las diferencias entre trabajar, aunque sea en forma secun ar a,y
no trabajar son importantes. Son las mujeres que optan P°
en la casa de tiempo completo las que se sienten mas rea lza
su papel de madres y esposas; su marido mantiene a a
toma las decisiones importantes, mientras ellas os a íen
decen y aceptan la situación como natural. Mmusán
El compromiso con una actividad extradomest.catambten
puede estar presente entre las mujeres de los sectores ’
obstante, asume diferentes formas y tiene istintas r p
sobre sus vidas. Por un lado, están las mujeres 9ue P están
trabajo como una actividad útil y satisfactoria, por e ,_
aquellas que se comprometen con él como parte ® casos se
familiar centrado en la educaCÍÓn.^S JJ maternidad y trabajo
Perciben menos conflictos para tombi T1ora el
y se multiplican las estrategias que se ponen ~n m libertad
de lo, h,,o, A,i„i»o se ¿
de movimiento y se llevan a cabo e _ incoroo-
concretas para lograr trabajar, participar po tica
rar de vez en cuando al marido en las tareas domesucsJPer^a
diferencia de los sectores medios, no se cuenta au intentar
para cuestionar la autoridad exclusiva del varón, o.paramiente
replantear la tradicional división del tra ajo por ge ’ j
hombre debe proveer el gasto y la mujer ser la responsable de la
reproducción doméstica.
Un caso especial ,
son las mujeres jefas econom.cas que ,traba
h
jan para mantener sus hogares aun en presenc.a de los cónyuges.
238 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Muchas de ellas preferirían no trabajar, pero no tienen alternativa.
En la mayoría de los casos son mujeres con concepciones tradicio
nales sobre el matrimonio y el papel del padre en la familia. Sobre
todo las de mayor edad ejemplifican formas límites de aceptación
de la subordinación femenina. Se asume que las mujeres casadas
con hijos deben soportar malos tratos antes de separar a los hijos
del padre; no importa si éste es delincuente o drogadicto. La
violencia familiar es muy frecuente en estas familias debido a los
celos del cónyuge y a que la mujer defiende su derecho a trabajar
para dar de comer a los hijos.
Por último, las mujeres de sectores populares que conciben el
trabajo como secundario en sus vidas o que permanecen en sus
casas perciben, al igual que en los sectores medios, más problemas
para combinar maternidad y trabajo, actitud que se refuerza, a
veces, con la de los maridos que no las dejan trabajar para que no
cuestionen su autoridad. Estas mujeres no encuentran ayuda
para cuidar a sus hijos, o los arreglos posibles no las satisfacen
fácilmente. La situación económica tampoco las favorece, pues
aquí se tienen menos recursos económicos para contratar emplea
das domésticas o guarderías privadas; asimismo, también juegan
en su contra aspectos tales como la inseguridad física de las
colonias populares y los bajos niveles de escolaridad que las man
tienen alejadas de las mejores oportunidades en el mercado de
trabajo. Dadas estas condiciones sociales y económicas, es en este
conjunto de hogares donde menos se avizora algún cambio en la
relación entre los géneros en el interior de las unidades domésticas.
Relaciones de género y diferenciación social
A lo largo de esta investigación hemos estudiado el trabajo feme
nino extradoméstico y su significado, así como el de la maternidad
en la vida de las mujeres, y las relaciones de género en el interior
de las familias en sectores medios y populares urbanos en México.
Este objeto de estudio comparativo entre diferentes sectores socia
les trae implícita una postura teórica y metodológica que quisiéramos
explicitar en esta última parte de las consideraciones finales, a la
vez que mostrar sus potencialidades analíticas.
CONCLUSIONES 239
Durante las últimas décadas, distintas corrientes de pensa
miento feminista han nutrido de diferentes maneras el estudio de
la condición femenina. Son conocidas las posiciones extremas de las
feministas radicales y las liberales que tendían a minimizar
las desigualdades de clase para entender la opresión de las muje
res. Para ellas, la subordinación femenina está basada en la ideolo
gía y el control masculino de la sexualidad y la capacidad reproduc
tiva de las mujeres. Por el contrario, el pensamiento marxista más
tradicional sobre la cuestión femenina sólo consideraba a las clases
sociales y, por lo tanto, a la base material de la existencia humana
para comprender esta opresión tradicional del género femenino
(véase Benería y Roldán, 1987).
Hoy, gran parte de los especialistas abogaría por una postura
integrada que intentara superar los dualismos tradicionales de
patriarcado y capitalismo. Muchas corrientes plantean que las
desigualdades entre hombres y mujeres tienen una dinámica pro
pia que no puede ser reducida a las desigualdades de clase, pero
que tampoco pueden ser plenamente entendidas haciendo caso
omiso de dichas desigualdades. Hay que buscar, entonces, las
vinculaciones y articulaciones entre las diferencias genéricas y de
clase (Benería y Roldán, 1987; Cervantes Carson, 1993).
Siguiendo la perspectiva anterior, coincidimos con Barrett
(1980), cuando nos dice que, en el análisis de situaciones históricas
concretas, lo importante es identificar en qué medida las relacio
nes de género son distintas de, o conectadas con, los procesos de
producción y reproducción de las condiciones materiales de vida.
Puesto este planteamiento en el contexto de nuestra investigación,
relevante para nosotras ha sido identificar las características
particulares que presentan las relaciones de género en cada sector
social, es decir, la manera en que estas relaciones se conectan de
manera específica con la situación socioeconómica prevaleciente,
no obstante, también nos ha interesado documentar los aspectos
de las relaciones de género que son comunes a las mujeres de
iodos los espectros sociales, que parecen operar de manera relati
vamente independiente de las condiciones materiales de exis
tencia. Concordamos con Cervantes Carson (1993) cuando afirma
que las experiencias que supone la opresión genérica no pueden
Ser las mismas para todas las mujeres, porque la clase a la que
240 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
pertenecen las distingue en lo material e imaginario. Sin embargo,
nosotras consideramos que es importante deslindar mediante la
investigación concreta las dimensiones de la subordinación que
son compartidas por todas las mujeres y aquellas que son reinter
pretadas y modificadas por las vivencias concretas en las diferentes
clases sociales.
La última parte de nuestro análisis de datos cualitativos permi
te ilustrar estas conexiones que se establecen entre género y dife
renciación social en situaciones concretas. Como antecedente, es
preciso recordar que, en la primera parte de este libro, documen
tamos las mejores condiciones de vida a que se enfrentan las
familias de sectores medios en comparación con los populares
urbanos en el país, especialmente en lo referente a niveles de esco
laridad y al desempeño de ocupaciones con mejores niveles de
remuneración. Los hombres y mujeres de sectores medios tienen
garantizado un mínimo estándar de vida que les puede permitir
planear el futuro, y evaluar distintas maneras de pensar y actuar.
Los distintos fenómenos analizados (impacto de la recesión
económica sobre el mercado de trabajo femenino; significado
de la maternidad y del trabajo extradoméstico en la vida de las
mujeres; estrategias puestas en marcha para el cuidado de los hijos,
y la planificación familiar) han mostrado diferentes facetas para las
mujeres pertenecientes a estos grandes sectores de la población.
Para los fines de este apartado es relevante recordar que son las
mujeres de sectores medios las que perciben con más claridad
otras opciones de realización personal además de la maternidad,
y las que exteriorizan las demandas que imponen los hijos sobre el
tiempo de las madres.
El análisis de las relaciones de género entre sectores más y
menos privilegiados permite apoyar la idea de que existen impor
tantes puntos de diferenciación entre sectores, a la vez que algunos
aspectos de permanencia comunes a todas las mujeres entrevista
das. Como ya se mencionó, se consideraron aspectos vinculados a
la división del trabajo por género en el interior de los hogares,
haciendo hincapié en las contribuciones económicas femeninas y
el desempeño del trabajo doméstico; se analizaron los patrones de
autoridad y toma de decisiones, con especial referencia a la repro
ducción biológica, y se exploraron detenidamente distintas dimen
CONCLUSIONES 241
siones que apuntan a la presencia o no de un proceso de individua
ción femenina (libertad de movimientos y de acción en general,
acciones concretas para enfrentar la supremacía masculina, y tam
bién la presencia de ambivalencias y pasos inciertos).
La dimensión más importante que permanece sin mayores
cambios es la responsabilidad femenina por el tra ajo ornes ico.
Tanto entre los sectores medios, como entre los popu ares ur anos,
los cónyuges se involucran apenas de manera espora ica en
las labores de la casa, y esto se logra sólo mediante la presión de las
cónyuges. Éstas pueden compartir el trabajo domestico principal
mente con otras mujeres (parientes o hijas), o contratar empleadas
domésticas en los sectores medios.
La distribución del trabajo doméstico entre om re\y
ha experimentado pocas transformaciones. En este sentido nues
tro estudio apoya los hallazgos de múltiples imtst,Sac ones, E"
cambio, si el desempeño del trabajo doméstico se analiza desde la
perspectiva de las generaciones, nuestra investigacio
gunos indicios de cambio, pues el patrón de ayuda entre hj
hijas es más igualitario que el esperado. tArTnir>n«i
En lo que respecta a las diferenciasmedios que
específicos podemos señalar que las muj gr P -i
trabajan consideran en una Aportante^^ctón de la unidad
eion monetaria es importante para la r p mmnartido
doméstica y perciben que participan en un esfuer vamente
Las entrevistadas de este sector forma'mayoritaria han
en la toma de decisiones en el hoga, dreproducción y
tenido un papel destacado en el von tal vez
tienen garantizada su libertad de movimientos. ° igualdad
por haber obtenido logros
kacilMtesdy apenas^anllevadasa c®h° Por un P0*"0 maS de Ia
' PoTeíeco“o, tos mUjms de sectores
menor medida que su contribución^moneáan tesün)onios a
primaria para el hogar en que vive , q e[
Veces, demuestren lo contrario. Para e ,
sable del gasto, y además señalan de manera a eslas
•a autoridad y el jefe de la casa. Un dato releva q
242 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
mujeres, pertenecientes al México urbano de los noventa, tienen
que pedir permiso para dejar la casa en un importante número
de situaciones. A pesar de lo anterior, conviene subrayar que las
mujeres de sectores populares que hemos entrevistado participan, en
importante medida, en algunas decisiones que atañen a su compor
tamiento reproductivo, y que la mitad de ellas ha tomado, al menos,
alguna iniciativa para defender los derechos que considera centrales.
El resumen anterior ofrece un panorama más cambiante sobre
las relaciones de pareja en las unidades domésticas de sectores
medios que en las de sectores populares. Esta visión ya se apuntaba
en la investigación de De Barbieri (1984), y en otras a nivel
internacional (Boulton, 1983; Wearing, 1984). Dentro de este con
texto, nuestro estudio buscó profundizar en la identificación de
espacios y en la documentación de acciones concretas. También
señalamos las ambigüedades y las contradicciones para enfrentar
una serie de situaciones domésticas, aun para las mujeres más
privilegiadas en términos de escolaridad e ingreso. En los sectores
populares intentamos documentar cuán arraigada está la percep
ción sobre la división de roles y sobre los patrones de autoridad.
No obstante, pudimos localizar algunos espacios como el compor
tamiento reproductivo, donde se comienza a participar actívamente
en las decisiones; asimismo, reportamos las diversas maneras en
que una buena parte de estas mujeres de sectores menos privile
giados enfrentan el dominio masculino y luchan por defender su
derecho a trabajar, participar en la vida comunitaria, recibir buen
trato y tener ayuda esporádica del esposo en las labores del hogar.
Nuestros hallazgos sobre las relaciones de género en el interior
de los hogares, así como aquellos referidos al significado de la
maternidad y el trabajo en la vida de las mujeres, pueden ser
considerados como puntos de partida para otras investigaciones
de más amplio espectro o que incorporen mayor número de
situaciones referidas al trabajo extradoméstico y la vida familiar.
Sin embargo, la contribución del análisis cualitativo debe también
ser evaluada desde otras perspectivas; en nuestro caso, éste ha
permilido identificar dimensiones relevantes de los fenómenos
estudiados, y conocer de manera detallada puntos de vista y
respuestas significativas de los sujetos sociales ante condiciones
socioeconómicas y culturales cambiantes.
APÉNDICES
APÉNDICE I
Aspectos metodológicos y ajustes realizados
Las tres encuestas de fecundidad en las cuales se apoya este trabajo
—Encuesta mexicana de fecundidad (emf); Encuesta nacional demográfi
ca (end) y Encuesta nacional de fecundidad y salud (enfes)— están
basadas en un muestreo de hogares multietápico y estratificado,
del cual se obtuvo, a su vez, una muestra representativa de mujeres
en edades reproductivas. Todas incluyeron entrevistas en hogares
e individuales.1
La emf formó parte del programa World Fertility Survey, y fue
realizada en México por la Dirección General de Estadística, de la
entonces Secretaría de Industria y Comercio. El trabajo de campo
fue llevado a cabo entre julio de 1976 y marzo de 1977. Se basó en
una muestra autoponderada, y las mujeres elegibles para la mues
tra individual fueron definidas como aquellas de 20 a 49 años,
además de las de 15 a 19 alguna vez casadas o unidas, o con al
menos un hijo nacido vivo. Hemos utilizado la información dispo
nible para 7 310 mujeres, de las cuales, 48.1% se ubicaban en las
áreas rurales que tenían menos de 20 000 habitantes; 22.7% en
las áreas urbanas de 20 000 a 499 999, y por último, 29.2% en las
áreas urbanas y metropolitanas mayores de 500 O00 habitantes. La
información de esta encuesta ha sido utilizada en numerosos
análisis sociodemográficos realizados en el país y ha sido sometida
a procesos de evaluación específicos (véase Ordorica y Potter,
1981). La conclusión principal de estos autores, avalada por los
análisis llevados a cabo, es que *‘la emf sin duda constituye una
contribución mayor al conjunto de datos disponibles sobre la
demografía de México. Todo parece indicar que la encuesta fue
llevada a cabo con cuidado y los resultados parecen estar tan libres
’ Información adicional sobre las diversas etapas cubiertas por estas encuestas
se pueden encontrar en: emf, 1978; end, 1982 y enfes, 1988.
245
246 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
de errores de respuesta como uno podría razonablemente esperar”
(p. 28).
La end fue llevada a cabo por el Consejo Nacional de Población
en febrero y marzo de 1982. Las mujeres elegibles fueron todas
aquellas de 15 a 49 años sin las restricciones impuestas por la emf.
Hemos utilizado la información disponible para 10 204 mujeres,
de las cuales, en la muestra sin ponderar, 20.2% se ubicaban en
las áreas rurales menores de 20 000 habitantes; 47.4% en las áreas
urbanas, y 32.4% en las metropolitanas. Después de la pondera
ción, esta distribución se modifica sustancialmente de la manera
siguiente: 48.7% de las mujeres se ubican en áreas rurales; 23.9%
en áreas urbanas, y 27.4% en las metropolitanas. Hasta donde
sabemos, esta encuesta no ha sido sometida a procesos de evalua
ción específicos, por lo que en el texto sometemos su información
y la de las otras encuestas, a análisis de congruencia con respecto
a otras fuentes disponibles en el país.
Por último, la enfes fue llevada a cabo por la Dirección General
de Planificación Familiar de la Secretaría de Salud, entre febrero y
mayo de 1987. De la misma manera que en la end fueron conside
radas como elegibles todas las mujeres de 15 a 49 años. Hemos
trabajado con información disponible para 9 310 mujeres, las
cuales se distribuían como sigue en la muestra sin ponderar: 37.3%
en las áreas rurales que tenían menos de 20 000 habitantes;
37.1% en las áreas urbanas mayores de 20 000, y 25.5% en las áreas
metropolitanas. Con la ponderación, esta distribución se modifica
como sigue: 42.9% en las áreas rurales; 27.6% en las urbanas, y
29.5% en las metropolitanas (para una evaluación de la informa
ción de la enfes, véase Echarri, 1989).
Las principales limitaciones que presentan las tres encuestas
para los fines de nuestro análisis se refieren al uso de la ponde
ración y a los límites de edad en las mujeres elegibles en cada
caso. Las ponderaciones, sobre todo las utilizadas para la
end, cambian la distribución de la población según lugar de
residencia de manera apreciable; sin embargo, después de reali
zados diversos intentos de análisis de tendencias entre 1982 y
1987, consideramos que éstas no difieren de manera sustantiva
siempre que se utilicen en ambos casos las muestras ponderadas o
sin ponderar.
APÉNDICE I 247
Por lo que se refiere al límite de edad, el procedimiento
utilizado en 1976 nos impide considerar los cambios en el grupo
de edad 15-19 años en el tiempo, el cual representaba 22% de
la fuerza de trabajo femenina en 1970 y 17% en 1980, según
los censos de población respectivos. No obstante, para fines de los
capítulos II y III consideramos más importante el establecimiento
de tendencias entre 1976 y 1987, y por esto hemos sacrificado a ese
grupo de edad. En el capítulo IV recuperamos el grupo de 15-19
años para el único periodo en que es posible hacerlo, esto es, entre
!982 y 1987.
En lo que respecta a la información más específica de las
distintas variables empleadas, ofrecemos a continuación una
comparación sistemática entre las tres encuestas, así como una ela
boración detallada de los ajustes llevados a cabo para hacer básica
mente comparable la información. En cada caso, retomamos en el
texto las implicaciones de los problemas de comparabilidad
Persistentes y de sus implicaciones para las conclusiones a las que
degamos.
Cuadro AI-1
Concepto de trabajo femenino y periodo de referencia para
cada encuesta de fecundidad
enees 1987
emf 1976 END 1982
Pregunta:
Pregunta: Pregunta:
Ahora me gustaría que
Ahora, quisiera saber ¿En el último año su
hablábamos de sus
algo sobre su trabajo. principal trabajo fue?
actividades.
¿Trabaja actualmente?
¿Usted trabaja
^a sea por un pago en • -En tareas del campo.
actualmente?
dinero o en otras cosas; o . -En otras actividades.
vende algo o tiene un -No trabajó en el
último año. -Sí
Pequeño negocio; o -No
trabaja en el rancho (las -Nunca ha trabajado.
-Sin respuesta
tierras) (la milpa) (la -Sin respuesta
huerta) (le la familia?
-Sí
-No
'No responde
248 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro AI-2
Construcción de la variable inserción económica en cada
encuesta de fecundidad
EMF 1976 END 1982 ENEES 1987
Agrícolas Agrícolas Agrícolas
Ocupación: Agricultores, Ocupación: Inspectores, Ocupación: Inspectores,
ganaderos, madereros, capataces y mayorales en capataces y mayorales en
pescadores, cazadores y el proceso de producción el proceso de producción
personas de ocupaciones agropecuario. agropecuario.
afines. Trabajadores directos en Trabajadores directos en
el proceso de producción el proceso de producción
agropecuario. agropecuario.
Operadores de Operadores de
maquinaria y personal de maquinaria y personal de
apoyo en el proceso de apoyo en el proceso de
producción producción
agropecuario. agropecuario.
No manuales No manuales No manuales
Ocupación: Profesionales Ocupación: Profesionales. Ocupación: Profesionales.
y técnicos afines. Funcio Técnicos y personal espe Técnicos y personal especia
narios públicos, supe cializado. Trabajadores lizado. Trabajadores de la
riores y de categoría de la enseñanza. Traba enseñanza. Trabajadores del
directiva, gerentes, perso jadores del arte, los espec arte, los espectáculos y los
nal directivo, administra táculos y los deportes. deportes. Funcionarios su
dores y propietarios de la Funcionarios superiores y periores y de la categoría
iniciativa privada. Perso de la categoría directiva en directiva en la administra
nal administrativo y per la administración pública. ción pública.
sonas en ocupaciones Funcionarios superiores, Funcionarios superiores,
afines. Comerciantes, administradores y propie administradores y propie
vendedores y similares. tarios del sector privado tarios del sector privado
excepto del sector agrope excepto del sector agrope
cuario. cuario. Administradores,
Administradores, gerentes y propietarios del
gerentes y propietarios sector agropecuario.
del sector agropecuario Oficinistas y trabajadores
Oficinistas y trabajado administrativos de nivel in
res administrativos de termedio e inferior. Ven
nivel intermedio e inferior. dedores, dependientes y
Vendedores, dependientes agentes de ventas.
y agentes de ventas.
APÉNDICE I 249
Manuales no asalariados Manuales no asalariados Manuales no asalariados
Ocupación: Trabajadores Ocupación: Supervisores, Ocupación: Supervisores,
en servicios personales, capataces y personal de capataces y personal de
conductores de medios control en el proceso de control en el proceso de
de transporte y personas producción industrial. producción industrial.
en ocupaciones afines. Trabajadores directos Trabajadores directos
Obreros no agrícolas, (operadores, obreros y (operadores, obreros y
operadores de máquinas artesanos) en el proceso artesanos) en el proceso
y trabajadores afines. de producción industrial. de producción industrial.
Ayudantes, auxiliares y Ayudantes, auxiliares y
Posición en la ocupación; peones en el proceso de peones en el proceso de
Dueño(a). Trabaja por su producción industrial. producción industrial.
cuenta. Trabajador(a) fa Vendedores sin estableci Vendedores sin estableci
miliar no remunerado(a). miento fijo, y servicios miento fijo, y servicios
personales excepto do personales excepto do
mésticos. Operadores de mésticos. Operadores de
equipos de transporte, equipos de transporte, ex
excepto choferes particu cepto choferes particula
lares. Trabajadores de las res. Trabajadores de las
fuerzas armadas y de ser fuerzas armadas y de ser
vicios de protección y vicios de protección y
vigilancia. vigilancia.
Posición en la ocupación; Posición en la ocupación
Patrón(a) o empresa- para las entrevistadas;
rio(a). Miembro de una Patrona o empresaria.
cooperativa de produc Subcontratista. Profesio
ción. Trabajadora) en la nal independiente. Traba
vía pública, en un estable jadora por cuenta propia.
cimiento dentro de la Trabajadora cooperativis
vivienda y en un estableci ta. Trabajadora a comi
miento fuera de la vivien sión, propina o porcenta
da. Trabajador(a) no re- je. Propietaria de tierra
munerado(a). Otras que contrata mano de
situaciones. obra. Propietaria de tie
rra que no contrata ma
no de obra. Trabajadora
no familiar no remunera
da. Otras situaciones.
Posición en la ocupación
para la persona de la cual
dependen económicamente
las entrevistadas; Patrón o
empresario. Profesional
independiente. Miembro
250 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
de una cooperativa de
producción. Trabajador
por cuenta propia en la
vía pública, en un estable
cimiento fuera de la vivien
da o dentro de la vivienda.
Trabajador no remunerado.
Otras situaciones.
Manuales asalariados Manuales asalariados Manuales asalariados
Ocupación: Trabajadores Ocupación: Supervisores, Ocupación: Supervisores,
en servicios personales, capataces y personal de capataces y personal de
conductores de medios control en el proceso de control en el proceso de
de transporte y personas producción industrial. producción industrial.
en ocupaciones afines. Trabajadores directos Trabajadores directos
Obreros no agrícolas, (operadores, obreros y (operadores, obreros y
operadores de máquinas artesanos) en el proceso artesanos) en el proceso
y trabajadores afines. de producción industrial. de producción industrial.
Ayudantes, auxiliares y Ayudantes, auxiliares y
Posición en la ocupación: peones en el proceso de peones en el proceso de
Dueño(a). Trabaja por su producción industrial. producción industrial.
cuenta. Trabajadora) Vendedores sin estableci Vendedores sin estableci
familiar no remunera- miento fijo. Trabajadores miento fijo. Trabajadores
do(a). en servicios al público y en servicios al público y
servicios personales ex servicios personales ex
cepto domésticos. Traba cepto domésticos. Traba
jadores en servicios do jadores en servicios do
mésticos. Operadores de mésticos. Operadores de
equipo de transporte, ex equipo de transporte, ex
cepto choferes particulares. cepto choferes particulares.
Trabajadores de las fuerzas Trabajadores de las fuer
armadas y de servicios de zas armadas y de servicios
protección y vigilancia. de protección y vigilancia.
Posición en la ocupación: Posición en la ocupación de
Empleada(o) sin personal las entrevistadas:
a su cargo. Obrero, peón Trabajadora a sueldo fijo,
o jornalero. salario o jornal.
Empleada doméstica.
Posición en la ocupación de
las personas de las cuales
dependen económicamente
las entrevistadas: Empleado.
Obrero, peón o jornalero.
Empleado doméstico.
APÉNDICE I 251
Cuadro A1-3
Construcción de la variable escolaridad femenina en cada
encuesta de fecundidad
eme1976 END 1982 ENEES 1987
Sin escolaridad y primaria Sin escolaridad y primaria Sin escolaridad y primaria
incompleta incompleta incompleta
No fue a la escuela y No fue a la escuela y No fue a la escuela y
hasta 5 años de primaria. hasta 5 años de primaria. hasta 5 años de primaria.
Cuando menos primaria ■ Cuando menos primaria Cuando menos primaria
completa completa completa
6 años de primaria, hasta 6 años de primaria y 6 años de primaria y
2 de secundaria o hasta 2 de secundaria o hasta 2 de secundaria.
prevocacional y “otros prevocacional. Cuando Cuando menos
estudios” formales que menos secundaria secundaria completa, 3
correspondan al nivel de completa, 3 años de años de secundaria y
primaria. secundaria o hasta 2 de preparatoria.
prevocacional, hasta 2 de
preparatoria o vocacional
y “otros estudios"
Cuando menos secundaria Cuando menos Cuando menos secundaria
completa secundaria completa completa
3 años de secundaria o 3 años de secundaria o 3 años de secundaria y
prevocacional, hasta 2 prevocacional, hasta 2 de hasta 2 de preparatoria.
años de preparatoria o preparatoria o vocacional
vocacional y “otros y “otios estudios”
estudios" formales que
correspondan al nivel de
secundaria.
Preparatoria y más Preparatoria y más Preparatoria y más
3 años de preparatoria o 3 años de preparatoria o 3 años de preparatoria y
vocacional, “otros vocacional y educación educación superior.
estudios” formales que superior.
correspondan al nivel de
preparatoria, y educación
superior.
El nivel correspondiente a los “otros estudios” fue atribuido en el proceso de
codificación.
Se hizo el supuesto de que gran parte de los “otros estudios requerían en 1982
del nivel de secundaria completa.
En la enfes se codificó por separado la escolaridad formal institucionalizada
(primaria, secundaria, etc.) de los “otros estudios".
APÉNDICE II
Criterios de selección para las entrevistas en profundidad
Y características generales de las ciudades elegidas
Los criterios seguidos para la elección de las mujeres estuvieron
orientados en alguna medida por los resultados del análisis agre
gado (capítulos II, III y IV). La fecundidad y el trabajo femenino
en México se han visto grandemente transformados en las últimas
décadas; ha ocurrido un descenso importante en la magnitud del
primer fenómeno y un aumento de las mujeres que trabajan,
especialmente de aquellas unidas y con hijos. Estas transformacio
nes han sido de diferente índole para las distintas cohortes y
grupos sociales y han ocurrido con intensidad variable en las
regiones del país: las mujeres mayores son las que más han aumen
tado su participación económica en los años de recesión, y, entre
los sectores populares urbanos, los hijos han dejado de ser una
limitante para la participación económica femenina como lo fue
ron en décadas pasadas. Asimismo, hay que puntualizar que el
trabajo femenino urbano que aquí interesa es importante en ciuda
des del país que presentan muy distintas estructuras productivas,
pues está vinculado, tanto a la expansión de las actividades asala
riadas en servicios no domésticos, como a la permanencia y am
pliación de los trabajos por cuenta propia en el comercio y en
algunos tipos de industrias.
De esta suerte, se buscó que en las entrevistas en profundidad
estuvieran presentes mujeres: a) que procedieran de diferentes
ciudades mexicanas; b) que pertenecieran a distintos sectores socia
les, ye) que formaran parte de diferentes cohortes. Dado que el
análisis microsocial busca establecer las relaciones entre diterentes
vivencias de la maternidad, el trabajo y las relaciones entre hom
bres y mujeres, se buscó que todas las entrevistadas tuvieran hijos
y pareja, pero que presentaran distintas vinculaciones con el mercado
de trabajo: asalariadas no manuales y manuales de tiempo completo
253
254 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
y parcial; trabajadoras por cuenta propia de tiempo completo y parcial,
y mujeres que alguna vez hubieran trabajado o que nunca lo
hubieran hecho después de unirse o casarse.
Con base en consideraciones de factibilidad y costo de la
investigación, se estableció un número deseable y posible cercano
a las cien entrevistas (el análisis en la segunda parte del libro se
basa finalmente en 93 entrevistas). A partir de ahí, se conformaron
cuotas según los criterios básicos de edad y tipo de trabajo en tres
ciudades mexicanas: Tijuana, Mérida y la ciudad de México (Dele
gación Iztapalapa). Los grupos de edad considerados fueron 20-34
y 35-49 años por ser el interés de la investigación las mujeres en
edades reproductivas. Se consideraron sólo estos dos grupos para
no fragmentar innecesariamente el número de entrevistas.
El tipo de trabajo femenino es el que básicamente establece la
pertenencia de la mujer a los sectores medios o populares, los dos
sectores objeto de análisis en la segunda parte de la investigación.
Fueron considerados dentro de los sectores medios las mujeres con
ocupaciones no manuales, siempre que poseyeran algún grado de
escolaridad superior a la secundaria. Por su parte, fueron ubicadas
dentro de los sectores populares las mujeres con ocupaciones
manuales, las cuales generalmente se hallan vinculadas a una es
colaridad menor que la preparatoria. En el caso de las mujeres que
no trabajaban en el momento de la entrevista, su sector de perte
nencia se estableció a partir de la ocupación y escolaridad del
esposo o compañero, persona de la cual usualmente dependen
económicamente.
En cuanto a las ciudades elegidas, se buscó heterogeneidad en
cuanto a estructura productiva, patrones sociales y culturales y la
constitución misma de las áreas urbanas en cuanto tales.
Tijuana es una dinámica ciudad fronteriza con Estados Unidos
con aproximadamente 800 000 habitantes en 1990.1 La migración
es en gran parte responsable del crecimiento de la ciudad; hacia
finales de la década de los ochenta, alrededor de la mitad de su
población y 70% de la fuerza de trabajo había nacido fuera del
1 Los párrafos que siguen sobre las principales tendencias económicas y
sociodeniográficas de Tijuana están basados en López (1990). Se trata de una
monografía elaborada dentro de la investigación.
APÉNDICE II 255
estado de Baja California. Como todas las ciudades seleccionadas,
se trata de un área urbana de elevada participación económica de
mujeres, alcanzando una tasa de actividad femenina de 30% en
1987. Los niveles de fecundidad de la población tijuanense son
menores que los del promedio nacional, situación que se atribuye,
en parte, al dinamismo económico y la constante interacción cultu
ral con las ciudades fronterizas del sur de Estados Unidos. La
mayor cantidad de uniones sólo por lo civil y de uniones disueltas
en todo el norte del país también se atribuye a razones similares.
La estructura productiva de Tijuana es ampliamente conocida
por la presencia de la industria maquiladora, la cual representa una
importante fuente de empleo para la fuerza de trabajo femenina;
hacia finales de la década pasada, alrededor de 20% de dicha fuerza
de trabajo se ubicaba en esta industria. Sin embargo, hay que puntua
lizar que, para esa misma fecha, 70% de la fuerza de trabajo de la
ciudad se ocupaba en el sector terciario de la economía, lo cual de
muestra la importancia del comercio y los servicios en este particular.
La ciudad presenta una topografía muy irregular caracterizada
por numerosas e importantes pendientes; ha crecido en gran parte
de su historia con base en asentamientos urbanos irregulares, y
sólo a partir de 1970 se advierte la intervención del Estado en la
planeación de su desarrollo. Hacia finales de los ochenta, el déficit
de vivienda es elevado y 32% de las casas habitación carece de agua
entubada. Asimismo, sólo 42% de las calles está pavimentada.
El clima político y cultural de Tijuana se encuentra en permanen
te transformación. El partido oficial lia ido perdiendo legitimidad en
una importante medida y, en 1990, ía ciudad tenía un gobierno del
Partido Acción Nacional (pan). Se especula a menudo que la migra
ción y la cercanía con Estados Unidos propician la ruptura de valores
culturales tradicionales. Sin embargo, estudios realizados indican que
la virginidad y la fidelidad tienen aún un fuerte peso entre la pobla
ción fronteriza, sobre todo entre las capas populares.
Mérida? por su parte, contaba con más de 600 000 habitantes
en 1990. Se trata del principal centro urbano de la península de
2 Los datos que se ofrecen a continuación sobre las principales tendencias
económicas y sociodemográficas de Mérida están basados en Ramírez, 1990,
monografía elaborada dentro de nuestra investigación.
256 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Yucatán, el cual siempre ha jugado un papel estratégico en el
sureste mexicano en cuanto a proveedor de servicios y comercio
de diversa índole. Hasta mediados de los años setenta la ciudad
expulsó población; pero a partir de ahí se tornó en una área urbana
de atracción moderada. El crecimiento urbano ha sido mucho más
paulatino y ordenado que en el caso de Tijuana y la ciudad se
encuentra mucho más consolidada desde numerosos puntos de vista.
En la ciudad, y en Yucatán en general, no existe un despegue
industrial en la última década. El peso de la industria en el produc
to ha ido decreciendo, en gran parte, debido a la crisis de la
industria cordelera. Sin embargo, ha existido un importante pro
ceso de diversificación en las inversiones durante la última década,
sobre todo en lo que respecta al capital privado. La fuerza de
trabajo está mayoritariamente empleada en los sectores de servi
cios y el comercio, y dicha tendencia es más significativa que en el
nivel nacional, lo cual puede ser reflejo de la existencia de un
importante contingente de trabajadores con niveles muy bajos de
retribución.
La participación económica de las mujeres se ubicaba en los
ochenta en alrededor de 30% de la población femenina en edad
de trabajar. Las mujeres activas se hallaban mayormente ubicadas
en el sector servicios —oficinistas, secretarias y trabajadoras do
mésticas, principalmente—, aunque el auge del turismo, de la
hotelería y los restaurantes hacia finales de los años setenta tam
bién atrajo a numerosas mujeres a estas actividades.
Yucatán ha sido plaza del pan desde los sesenta y, en 1990, ganó
la presidencia municipal de Mérida una candidata de ese partido.
Se asegura que en la ciudad de Mérida tiene lugar un acentuado
proceso de cambio cultural, debido a la urbanización y a la influen
cia de los medios de comunicación masivos. Sin embargo, lo viejo,
lo maya o lo yucateco aún está presente en la cultura popular,
aunque se oculte y sea más difícil de percibir en un primer
acercamiento. El lenguaje y la cocina son los bastiones más fuertes
de los valores tradicionales. Por lo que respecta a los grupos
medios, se afirma que en gran parte tienen afinidad con los de
otras ciudades de los estados del interior del país: son conservado
res y católicos por costumbre; poco abiertos a las transformaciones
en las relaciones de género; están dedicados a la búsqueda de status
APÉNDICE II 257
y movilidad social mediante la educación de los hijos, y se hallan
caracterizados por patrones elevados de consumo (Ramírez Carrillo,
1993, p. 172).
Por último, seleccionamos a la ciudad de México, área urbana
que concentra cerca de la quinta parte de la población del país,
entre 35 y 40% del pib y donde tradicionalmente se ha observado
uno de los mayores niveles de participación económica femenina.
Dada la gran heterogeneidad de la ciudad, se decidió concentrar
las entrevistas en la Delegación Iztapalapa con el fin de garantizar un
ambiente urbano con ciertas características comunes.3 En la Dele
gación Iztapalapa, en el centro-este del Distrito Federal, predomi
nan las zonas habitacionales de carácter medio o bajo, aunque
también existen pequeñas zonas de actividad industrial. La delegación
ocupa el quinto lugar de marginación social entre las delegaciones
del Distrito Federal, tan sólo superada por Milpa Alta, Tláhuac,
Cuajimalpa y Xochimilco.
Según los datos preliminares del último censo, se trata de la
delegación de mayor volumen en el Distrito Federal: 1 490 981
habitantes, los cuales representan 18% de la población capitalina.
El crecimiento social ha tenido un importante papel en el creci
miento de esta delegación, aunque éste tiende a disminuir con el
paso de las décadas. Asimismo, su natalidad es de las más altas,
sólo superada por Contreras y Milpa Alta.
Iztapalapa es una delegación dormitorio, pero la población
residente se dedica a la actividad industrial en una importante
medida, sólo superada por las delegaciones de Contreras y Tlalpan
en la capital del país. Por su parte, el sector que mantiene mayor
número de establecimientos dentro de la delegación es el comer
cial, dentro del cual, adquieren un lugar importante aquellos
dedicados a la venta de productos al por menor de alimentos y
otras mercancías. Eli lo que respecta a la participación económica
femenina, ésta ha presentando en Iztapalapa un nivel un poco
menor al promedio del Distrito Federal en las últimas décadas; en
1980, la tasa de participación respectiva fue cercana al 32 por ciento.
3 Los párrafos que siguen sobre las tendencias económicas y sociodeniográficas
de la Delegación Iztapalapa están basados en Gutiérrez, 1990, monografía elabora
da dentro de la presente investigación.
258 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Las condiciones de vida y la infraestructura urbana en la
delegación son más precarias que en otras áreas de la capital. En
1980, alrededor de 18% de las casas no contaban con agua potable,
y muchas calles se encontraban sin pavimentar. A menudo, los
diarios capitalinos se refieren a Iztapalapa como una de las delega
ciones en donde impera uno de los mayores niveles de delincuencia.
La oposición política de centro-izquierda, el movimiento opositor
de maestros y las organizaciones vecinales y urbano-populares, en
general, tienen una fuerte presencia en esta delegación.
Cuadro AII-1
Entrevistadas en el Distrito Federal (Delegación Iztapalapa)
según ocupación y edad
Asalariadas no manuales Asalariadas manuales
Asist. educativa estancia inf. (28 años) Cocinera estancia infantil (24 años)
Investigadora en historia (29 años) Despachadora de taquería (24 años)
Empleada pública (35 años) Despachadora tienda de abarrotes (33 años)
Secretaria (37 años) Niñera estancia infantil (37 años)
Maestra de educación física (38 años) Afanadora de oficina (42 años)
Economista en el gobierno (39 años) Empleada doméstica (47 años)
Secretaria en el gobierno (39 años)
Maestra de inglés (39 años)
Por cuenta propia De tiempo parcial
(manuales y no manuales) (manuales y no manuales)
Propietaria fábrica muñecos (27 años) Servicio de papelería (25 años)
Vendedora de productos diversos (29 años) Vendedora de artículos diversos (27 años)
Vendedora puesto de periódicos (34 años) Vendedora de productos de belleza (38 años)
Propietaria de puesto de ropa (54 años) Vendedora de ropa usada (39 años)
Vendedora dulces (56 años) Vendedora de productos belleza (41 años)
Alguna vez trabajaron Nunca trabajaron
(ocupación del marido y edad de la entrevistada) (ocupación del marido y edad de la entrevistada)
Sectores populares Sectores populares
Obrero fábrica chamarras/Asal. (24 años) Comerciante/pcp (44 años)
Policía/Asal. (25 años)
Coordinador de obra/Asal. (30 años)
Sectores medios Sectores medios
Promotor de ventas/pcp (35 años) Maestro de secundaria/Asal. (34 años)
Supervisor de cobranzas/Asal. (46 años)
APÉNDICE II 259
Cuadro AII-2
Entrevistadas en Tijuana según ocupación y edad
Aja/aritfdaj no manuales Asalariadas manuales
Secretaria universidad (25 años) Empleada doméstica (30 años)
Secretaria gobierno estatal (29 años) Obrera embobinadora en maquila (30 años)
Nutrióloga (29 años) Obrera dispositivos eléctricos (34 años)
Encargada publicaciones (31 años) Recamarera de hotel (37 años)
Directora editorial (36 años) Empleada doméstica (40 años)
Profesora universitaria (37 años) Afanadora de laboratorio (44 años)
Por cuenta propia A tiempo parcial
(manuales y no manuales) (manuales y no manuales)
Propietaria de comercio (27 años) Artesana de la madera (23 años)
Vendedora de joyas (31 años) Comerciante (24 años)
Propietaria de comercio (33 años) Vendedora joyas (34 años)
Propietaria tienda de abarrotes (38 años) Manualidades (41 años)
Agente de seguros (42 años)
Niñera (49 años)
Alguna vez trabajaron Nunca trabajaron
(ocupación del marido y edad de la entrevistada) (ocupación del marido y edad de ¡a entrevistada)
Sectores populares Sectores populares
Herrero (30 años) Chofer (29 años)
Mecánico automotriz/pcp (46 años) Albañil/PCP (47 años)
Obrero fábrica de chamarra$/Asai. (48 años)
Sectores medios Sectores medios
Jefe de seguridad comercio/AsaL (33 años) Obrero de la construcdón/Asaí (26 años)
Gerente administrativo/Asal. (34 años) Geiente de banco/Asal. (37 años)
260 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Cuadro AII-3
Entrevistadas en Mérida según ocupación y edad
Asalariadas no manuales Asalariadas manuales
Trabajadora social (25 años) Obrera en fábrica textil (28 años)
Capturista (27 años) Obrera en fábrica textil (31 años)
Profesora (34 años) Cocinera y mesera (32 años)
Médico forense (35 años) Obrera en fábrica textil (40 años)
Enfermera (36 años) Lavandera y planchadora (49 años)
Odontóloga (39 años) Empleada doméstica (64 años)
Por cuenta propia A tiempo parcial
(manuales y no manuales) (manuales y no manuales)
Modista (28 años) Modista (24 años)
Propietaria de una farmacia (30 años) Maestra de costura (33 años)
Propietaria de una clínica (34 años) Vendedora de joyas (34 años)
Maestra (36 años) Vendedora de ropa (35 años)
Psicóloga terapeuta (37 años) Vendedora de pollos (47 años)
Propietaria de tienda de bolsas (39 años) Vendedora de productos hogar (25 años)
Ayudante en negocio familiar de
abarrotes (47 años)
Alguna vez trabajaron Nunca trabajaron
(ocupación del marido y edad de la entrevistada) (ocupación del marido y edad de la entrevistada)
Sectores populares Sectores populares
Albañil/Asal. (30 años) Chofer de camiones/Asal. (50 años)
Sectores medios Sectores medios
Ingeniero/Asal. (28 años) Reportero/Asal. (32 años)
Propietario de comercio/pcp (40 años) Vendedor de material para
construcción/pcp (34 años)
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA
Cuestionario
Entrevista núm:_________ _________ __________ _—-------------
Nombre de la entrevistada:________________________________
Dirección:--------------------------------------------------- ----- ;----- ; _
Calle núm. exterior núm. intenor
Colonia Deleg. para el D.F. Ciudad
Ocupación actual de la entrevistada:____________________ ____
Nombre de la entrevistadora:________ _____________ ________ _
Núm. de visitas realizadas:________________________________
Fecha de la entrevista:--------------------------------------------------
Duración de la entrevista: ------- --- -------------------------- -
261
262 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
I. DATOS BÁSICOS
1. Nombre:_____________________________________________
2. Edad en años cumplidos:______________________________
3. Lugar de nacimiento:_________________________________
4. Estado civil:__________________________________________
Soltera................... 1
Unida..................... 2
Casada................... 3
Separada............... 4
Divorciada........... 5
Viuda..................... 6
5. Escolaridad: (Último año o grado aprobado)
Sin estudios......... 1
Primaria................. 2
Secundaria.............3
Preparatoria .... 4
Universidad.......... 5
Posgrado............... 6
6. Carrera corta cursada y años de duración en caso de que se
aplique:
7. Carrera universitaria cursada en caso de que se aplique:
8. ¿Trabaja actualmente? ¿Hace algo para ganar dinero?
Sí ___________ No______ (pase a 1.13)
9. ¿Qué hace usted en su trabajo? ¿Cuáles son los oficios, pues
tos cargos que desempeña?
10. ¿Cuántas horas trabaja a la semana?
11. Situación en el trabajo:
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 263
Patrona ............................................................... 1
Empleada...................................................... 2
Obrera.................................................................... 3
Trabajadora por cuenta propia ........................ 4
Trabajadora familiar sin remuneración......... 5
Trabajadora familiar con remuneración .... 6
12. Rama de actividad del lugar donde trabaja. ¿A qué se dedica
el negocio, institución, empresa o lugar donde trabaja?
13. ¿Trabajó alguna vez?
Sí_____ (pase a 1.14) No______ (pase a 1.15)
14. ¿Durante cuánto tiempo trabajó?
Antes de casarse ................................................... 1
Después de casarse.............................................. 2
Ambos.................................................................... 3
Es soltera................................................................4
15. ¿Ha tenido usted hijos nacidos vivos?
Sí____ ¿Cuántos? ----------
No____ (pase a 1.17)
16. ¿Cuántos de sus hijos viven con usted? - ---------------------------
17. ¿Vive usted con su esposo (compañero):
Sí_____ Na______
Nota: seguir la entrevista sólo si la entrevistada es casa o
unida, con hijos que viven con ella y si cumple ton los criterios e
cuanto a edad y tipo de ocupación.
264 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 265
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266 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Guía de entrevista
Los temas que se enlistan a continuación, señalados en versales y versalitas, deben
ser cubiertos obligatoriamente en la entrevista. Indague primero de manera
abierta sobre cada uno de ellos, utilizando los textos que ofrecemos al comienzo
de cada tema. Deje hablar a la entrevistada.
Después de un tiempo razonable (de cinco a diez minutos), asegúrese
de que se han cubierto las áreas previstas en los subtemas, que se identifican
con títulos en negritas. Si éste no es el caso, haga textualmente las
preguntas que se indican. Las primeras preguntas son las más importan
tes; en algunos casos se ofrecen también preguntas opcionales para las
entrevistadas más reservadas después de la palabra “pruebe”.
III. Historia de vida y transiciones.
Percepciones acerca de lo ocurrido
Vamos a preguntarle sobre los acontecimientos y los cambios que
a usted le parezcan más importantes en su vida. Hábleme de ellos y
dígame qué edad tenía usted cuando ocurrieron. Pausa. Por ejemplo,
su matrimonio (o unión), su trabajo, el nacimiento de sus hijos.
III. A. Familia de origen y acontecimientos ocurridos
antes de unirse o casarse
Comencemos por lo que sucedía en su niñez y adolescencia, antes
de casarse (unirse). ¿Con quién vivía? ¿Estudiaba? ¿Su padre y su
madre trabajaban? ¿Cómo se llevaban sus padres?
1. Personas con quienes vivía
¿Con quiénes vivía cuando era chica y durante la adolescencia
(como a los quince años)? ¿Qué lugar ocupaba entre sus hermanos?
Pruebe: ¿Vivía con sus padres? ¿Hermanos, hermanas? ¿Parientes?
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 267
2. Migraciones
¿Vivió siempre en el mismo lugar cuando era chica o durante la
adolescencia? Si no, ¿para dónde se cambió? Razones.
Importa saber la dirección de las migraciones (del campo a ciudades
pequeñas o grandes o viceversa) así como la duración aproximada.
3. Estudio y/o trabajo. Razones
¿Hasta a qué edad estudió? ¿Alguna vez trabajó? ¿Por qué?
Pruebe: ¿Era buena estudiante? ¿Dejó de estudiar? ¿Por qué? ¿Quién
decidió? ¿Empezó a trabajar? ¿Por qué? ¿Quién decidió?
4. Trabajo del padre y de la madre: su significado
Hábleme sobre sus padres, ¿trabajaban?
Pruebe'. ¿En qué trabajaba su padre cuando era chica y durante la
adolescencia? ¿Su madre alguna vez trabajó? Cuénteme más al
respecto.
4 (a). 5: la madre trabajaba ¿usted qué pensaba de que su madre
trabajara? ¿Cómo le hacía ella para trabajar y criar a sus hijos?
4 (b). Si la madre no trabajaba, ¿Por qué no trabajaba? ¿Usted
qué pensaba de que su madre no trabajara?
5. Dinámica y ejercicio de autoridad en la familia de origen
¿Cómo se llevaban sus padres, o las personas con quienes vivía?
¿Pasaban mucho tiempo juntos? ¿Quién tomaba las decisiones
importantes?
Pruebe: ¿Quién era el (la) jefe (a) de la familia? ¿Quién decidía qué?
¿Su padre tomaba en cuenta la opinión de su madre para las
decisiones importantes? ¿Se respetaban? ¿Salían a pasear juntos?
268 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
III.B. Primera unión
Cuénteme sobre su matrimonio (unión) ¿Por qué se casó? ¿Qué
cambios tuvo que hacer en su vida? ¿El matrimonio (la unión) le ha
traído satisfacciones, problemas? ¿Qué hacía su marido (compañe
ro) cuando se casaron (unieron)? ¿Y después? ¿Qué hace ahora?
¿Qué piensa usted del matrimonio (la unión)?
1. Cuándo y cómo ocurrió
¿Con quién se unió (casó)? ¿Cuándo y cómo ocurrió?
Pruebe'. ¿Qué edad tenía usted cuando se casó (unió)? ¿Cómo
conoció a su marido (o compañero)?
2. Razones para casarse (unirse)
¿Por qué se casó (unió)?
Pruebe'. ¿Quién decidió? ¿Fue por amor, obligación, respeto? ¿Sus
padres qué pensaron al respecto? ¿Y los de él? ¿Sus amigos o
amigas? ¿Cómo esperaba que fuera su vida de casada?
3. Cambios en la vida de la entrevistada al unirse (casarse).
Presencia de conflictos
¿Qué cambios tuvo que hacer en su vida con el matrimonio (la
unión)? ¿Mudarse? ¿Transformar su vida de trabajo? ¿Cambiar
su vida de estudio? ¿Ha tenido algún problema? ¿Cómo lo ha
enfrentado?
Pruebe'. ¿Cuando se unió (casó), adonde se fue a vivir? ¿Dejó
de estudiar? ¿Comenzó a trabajar? ¿Dejó de trabajar? ¿Cambió de
trabajo? ¿Qué piensa su marido (o compañero) de estos cambios?
¿Sus padres? ¿Sus suegros? ¿Sus amigas o amigos? ¿Tuvo algún
desacuerdo? ¿Cómo lo solucionó?
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 269
4. Trabajo del marido (compañero)
¿Qué hacía su marido (compañero) cuando se casaron (unieron)?
¿Y después?
Pruebe: ¿Trabajaba? ¿Ha tenido buenos o malos trabajos su marido
(compañero) durante su vida juntos?
5. Significado del matrimonio (o unión).
Puntos de vista de diferentes personas
¿Por qué sigue casada (unida)? ¿Qué ha significado el matrimonio
(la unión) en su vida?
Pruebe: ¿Usted piensa que el suyo ha sido un buen matrimonio
(unión)? ¿Qué cree usted que piensa su marido (compañero)? ¿Sus
padres? ¿Sus suegros? ¿Sus amigas o amigos?
5(a). En general, ¿Qué piensa usted del matrimonio? ¿Usted
cree que todas las mujeres deben unirse (casarse)? ¿Por qué?
III.C. Divorcios o separaciones (si no es divorciada o separada
PREGUNTE SÓLO EL SIGNIFICADO GENERAL DEL DIVORCIO O
SEPARACIÓN-PUNTO 4a.
Cuénteme un poco más acerca de su divorcio (separación). ¿Cuán
do y cómo ocurrió? ¿Por qué se divorció (separó) y qué cambios
trajo a su vida? ¿Qué piensa del divorcio (separación)?
1. Cuándo y cómo ocurrió
¿Cuándo y cómo ocurrió?
Pruebe: ¿Qué edad tenía usted cuando se divorció (separo), d -■ nio
sucedió?
270 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
2. Razones para divorciarse (separarse)
¿Por qué se divorció (separó)?
Pruebe: ¿Usted lo dejó, o él la dejó? ¿Ambos decidieron? ¿Sus padres
qué pensaron al respecto? ¿Sus suegros? ¿Sus amigas o amigos?
3. Cambios en la vida de la entrevistada al divorciarse
(separarse). Presencia de conflictos
¿Qué cambios tuvo que hacer en su vida con el divorcio (la
separación?) ¿Mudarse? ¿Transformar su vida de trabajo? ¿Cam
biar su vida de estudio? ¿Tuvo algún problema? ¿Cómo lo enfren
tó? ¿Cómo resolvió su vida material?
Pruebe'. ¿Cuando se divorció (separó), adonde se fue a vivir? ¿Co
menzó a estudiar? ¿Comenzó a trabajar? ¿Cambió de trabajo?
¿Tuvo algún desacuerdo con sus hijos? ¿Con sus padres? ¿Con
amigas o amigos? ¿Cómo lo solucionó?
4. Significado del divorcio (la separación).
Puntos de vista de diferentes personas
¿Qué ha significado el divorcio (la separación) en su vida?
Pruebe'. ¿Cómo fue su experiencia de divorcio (separación)? ¿Qué
cree usted que piensa su exmarido (excompañero) al respecto?
¿Sus padres? ¿Sus suegros? ¿Sus amigas o amigos?
4(a). En general ¿Qué piensa usted del divorcio (la separación)?
¿Usted cree que todas las mujeres deben divorciarse (separarse) si
así lo desean? ¿Por qué?
III.D. Uniones subsecuentes (si no tiene uniones subsecuentes
PREGUNTAR SÓLO SOBRE EL SIGNIFICADO DE LAS UNIONES
SUBSECUENTES-PUNTO 5a
Hábleme sobre su otro matrimonio (o unión). ¿Por qué se casó otra
vez? ¿Qué cambios trajo a su vida? ¿Le trajo satisfacciones, proble
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 271
mas? ¿Qué hacía y hace su otro marido (o compañero)? ¿Qué
piensa de volverse a casar (unir)?
1. Cuándo y cómo ocurrió
¿Con quién se casó? ¿Cuándo y cómo ocurrió?
Pruebe: ¿Qué edad tenía usted cuando se volvió a casar (unir)?
¿Cómo conoció a este otro marido (compañero)?
2. Razones para volver a casarse (unirse)
¿Por qué se volvió a casar (unir)?
Pruebe: ¿Quién decidió? ¿Fue por amor, obligación, respeto? ¿Fue
por sus hijos? ¿Sus padres qué pensaron al respecto? ¿Y los de él?
¿Sus amigos o amigas?
3. Cambios en la vida de la entrevistada al volver a unirse
(casarse). Presencia de conflictos
¿Qué cambios tuvo que hacer en su vida con este otro matrimonio
(unión)? ¿Mudarse? ¿Transformar su vida de trabajo? ¿Cambiar su
vida de estudio? ¿Tuvo algún problema? ¿Cómo lo enfrentó? ¿Có
mo resolvió su vida material?
Pruebe'. ¿Cuando se unió (casó) otra vez, adonde se fue a vivir?
¿Dejó de estudiará ¿Comenzó a trabajar? ¿Dejó de trabajar? ¿Cam
bió de trabajo? ¿Qué piensa su marido (compañero) sobre estos
cambios? ¿Sus padres? ¿Sus suegros? ¿Sus amigas o amigos? ¿Tuvo
algún desacuerdo? ¿Cómo lo solucionó?
4. Trabajo del marido (compañero)
¿Qué hacía su otro marido (compañero) cuando se casaron (unie
ron)? ¿Y después?
272 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
Pruebe: ¿Trabajaba? ¿Ha tenido buenos o malos trabajos su otro
marido (compañero) durante su vida juntos?
5. Significado de volverse a casar (o unir).
Puntos de vista de diferentes personas
¿Por qué sigue casada (unida)? ¿Qué ha significado este otro
matrimonio (unión) en su vida? ¿Y en la de su compañero?
Pruebe'. ¿Usted qué piensa de este otro matrimonio (unión)? ¿Qué
cree usted que piensa su marido (compañero)? ¿Sus padres? ¿Sus
suegros? ¿Sus amigas o amigos?
5(a). En general ¿Qué piensa usted acerca de volverse a casar
(unir)? ¿Usted cree que todas las mujeres deben volverse a
casar (unir) si así lo desean? ¿Por qué?
III.E. Nacimiento y crianza de los hijos
Ahora quisiera que me platicara sobre el nacimiento de sus hijos;
si decidió tenerlos; sus razones para tener hijos; los cambios que
tuvo que hacer en su vida cuando ellos nacieron. ¿Los hijos le han
traído satisfacciones, problemas? ¿Qué piensa usted de la materni
dad?
1. Historia de nacimientos
¿Cuántos hijos nacidos vivos ha tenido y cuándo?
Pruebe'. ¿Qué edad tenía cuando tuvo a sus hijos? ¿Algún nacido
muerto?
2. Planificación de los hijos y uso de anticonceptivos
¿Usted tuvo a sus hijos cuando quiso? ¿Quiere usted tener otros
hijos, o no quiere tener más? ¿Por qué?
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 273
Pruebe'. ¿Sus hijos fueron planeados? ¿Usted sabe lo que son los
anticonceptivos? ¿Usa o ha usado alguno(s)? ¿Ha tenido que termi
nar algún embarazo? ¿Qué piensa su marido o compañero del
número de hijos que han tenido? ¿Qué piensa su médico? ¿Fami
liares y amigos?
3. Razones para tener hijos
Cuénteme acerca de sus hijos. ¿A usted le ha gustado tener hijos?
¿Por qué? ¿Preferiría no haber tenido hijos? ¿Le gusta más tener
hijas o hijos?
Pruebe: ¿Se ha preguntado alguna vez si quería tener hijos? ¿Quién
decidió tener los hijos?
4. Cambios en la vida de la entrevistada con el nacimiento de
los hijos. Presencia de conflictos
¿Qué cambios tuvo que hacer en su vida con el nacimiento de los
hijos? ¿Transformar su vida de trabajo? ¿Transformar su vida de pareja?
¿El nacimiento de sus hijos le ha traído problemas con su pareja u otras
personas? ¿Cómo los ha enfrentado?
Pruebe: ¿Usted dejó de trabajar cuando tuvo a sus hijos? ¿Cambió
de trabajo? ¿Dejó de estudiar? ¿Tuvo que vivir en otro lado? ¿Qué
piensa su marido (compañero) de estos cambios? ¿Sus padres? ¿Y
sus suegros? ¿Sus amigas o amigos'* ¿Otras personas? ¿Ha tenido
desacuerdos? ¿Cómo los ha solucionado?
5. Diferentes puntos de vista sobre los hijos.
Puntos de vista de diferentes personas
¿Qué han significado los hijos para usted? ¿Y para su esposo o
compañero?
Pruebe: ¿Qué han traído los hijos a su vida? ¿Le gusta estai con
ellos, jugar juntos? ¿Le han dado mucho trabajo? ¿Qué piensa su
274 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
marido al respecto? ¿Sus padres? ¿Sus suegros? ¿Sus amigas o
amigos?
5(a). En general ¿Qué piensa usted acerca de la maternidad?
¿Usted cree que todas las mujeres deben ser madres? ¿Por qué?
¿Cree usted que las mujeres pueden sacar a sus hijos adelante solas?
III.F. Historia laboral (si nunca trabajó, haga la pregunta 3 y la
PREGUNTA 6(a) SOBRE EL SIGNIFICADO DEL TRABAJO)
Hábleme ahora un poco más acerca de su vida de trabajo, de lo
que ha hecho a lo largo de su vida para ganar dinero. ¿Siempre ha
trabajado? ¿Ha dejado de hacerlo por algún tiempo? También nos
gustaría que nos platicara de sus razones para trabajar y sobre qué
piensa en general sobre el trabajo.
1. Entradas y salidas del mercado de trabajo
Cuénteme a qué edad comenzó a trabajar; las veces que ha cambia
do de trabajo y cuánto tiempo permaneció en cada uno de manera
aproximada. ¿Qué hacía? ¿Era empleada, obrera, trabajadora por
cuenta propia o ayudante familiar? ¿Ha desempeñado estos traba
jos dentro o fuera de su vivienda? ¿Han sido temporales o fijos?
¿Cómo los consiguió? ¿Le exigieron algún requisito especial? ¿Cuál
de sus trabajos considera más importante? ¿Por qué?
2. Ingresos
¿Ha tenido buenos o malos ingresos? ¿Han ido éstos en aumento
o en descenso?
3. Razones para trabajar, dejar de trabajar, o nunca trabajar
¿Por qué quiso trabajar? ¿Cuando dejó de trabajar, por qué lo hizo?
En caso de que no trabaje, ¿no le gustaría trabajar?
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 275
Pruebe’. ¿A usted le gusta trabajar? ¿Por qué eligió estos trabajos?
¿Quién decidió que usted trabajara? ¿Quién le ayudó a conseguir
trabajo? ¿Le gusta o le disgusta el tipo de trabajo que realiza?
¿Preferiría no trabajar y ser ama de casa de tiempo completo? Si no
trabaja, ¿le gustaría ejercer algún tipo de actividad por la que
obtuviera algún dinero? *
4. Cambios en la vida de la entrevistada con el trabajo.
Presencia de conflictos
¿Ha tenido que cambiar algunas cosas en su vida con el trabajo?
¿Pedirle a otras personas que le ayuden con su casa y sus hijos? ¿Ha
tenido problemas? ¿Cómo los ha enfrentado? ¿Su marido está de
acuerdo con que usted trabaje?
Pruebe: Cuando trabaja, ¿cómo le hace con sus hijos y con las tareas
domésticas en su casa? ¿Le ayuda su madre, algún pariente? ¿Le
ayuda su marido (compañero)? ¿Tiene empleada doméstica? ¿Él
está de acuerdo? ¿Cómo han solucionado los desacuerdos al respecto?
5. ¿Qué busca con su trabajo?
¿Qué espera lograr con su trabajo? ¿Independencia, dinero, pres
tigio, realización?
Pruebe’. ¿Que le da su trabajo? ¿Le permite comprarse las cosas que usted
necesita o quiere? ¿Le permite ser independiente de su marido (com
pañero)? ¿Trabaja porque le satisface, porque le permite ser útil?
6. Significado del trabajo.
Puntos de vista de diferentes personas
¿Qué ha significado el trabajo en su vida? ¿Qué piensan otras
personas de su trabajo?
Pruebe: ¿Qué ha traído el trabajo a su vida? ¿Ha sido buena o mala
su experiencia de trabajo? ¿Qué piensa su marido (compañero) al
respecto? ¿Sus padres? ¿Sus suegros? ¿Sus amigos o amigas?
276 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
6(a). En general ¿qué piensa usted sobre el trabajo? ¿Usted cree que
todas las mujeres deben trabajar?, ¿o sólo deben hacerlo en algún
momento de sus vidas? ¿Por qué?
IV. Contexto laboral y familiar
El propósito de esta parte es captar para cada área lo que ocurre
en el presente e indagar en cada caso si en otros momentos de la
vida laboral y familiar ha habido cambios importantes.
IV.A. Contexto laboral (para mujeres que alguna vez
HAN TRABAJADO)
Ahora nos interesa que usted nos hable más sobre su lugar de
trabajo: cómo se lleva con sus compañeros y compañeras, las
tareas que realizan, qué le gusta y le disgusta y si siempre ha sido
así en otros trabajos.
1. Composición por sexo y edad de los compañeros de trabajo
Cuéntenos sobre sus compañeros(as) de trabajo. ¿Son de su misma
edad?
Pruebe-. ¿Trabajan mujeres y hombres en el mismo lugar? ¿Son más
hombres o más mujeres? ¿Son más jóvenes o mayores que usted?
2. División de tareas por género
¿En el lugar de trabajo, las tareas que hacen los hombres son
iguales a las que hacen las mujeres? ¿Los jefes y supervisores,
son mayoritariamente mujeres u hombres? ¿Le parece bien esta
división de tareas? ¿Por qué?
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 277
3. Presencia de discriminación salarial
¿En su lugar de trabajo, hombres y mujeres ganan lo mismo? ¿Está
usted de acuerdo? ¿Por qué?
Pruebe: ¿Los hombres que hacen las mismas actividades que las
mujeres reciben el mismo salario? ¿Mayor? ¿Menor?
4. Relaciones hombre-mujer en el lugar de trabajo
¿Cómo se lleva usted con sus compañeras y compañeros de trabajo?
Pruebe'. ¿Se apoyan, hay conflictos? ¿Los compañeros varones res
petan su trabajo? ¿La apoyan? ¿Cómo son? ¿Cómo la tratan? ¿Ha
tenido conflictos? ¿Cómo los ha enfrentado?
5. Hostigamiento sexual
¿Alguna vez le han faltado al respeto en el lugar de trabajo?
IV.B. Contexto familiar
Ahora nos gustaría que nos hablara de las actividades que usted
hace diariamente en su casa, de lo que hacen los demás, de las
personas que le dan más trabajo, de cómo se reparten las tareas y
el dinero, sobre quién toma las decisiones.
1. Distribución de los ingresos
Dígame cuál es su contribución a la manutención de su casa.
También hábleme si su esposo (compañero) le da para el gasto. ¿Es
suficiente? ¿Usted sabe cuánto gana él? ¿Cómo utiliza usted sus
ingresos? ¿Quién decide cómo gastarlo o ahorrarlo? ¿El manejo del
dinero en la casa le ha traído dificultades?
Pruebe'. ¿Qué necesidades suyas o de su familia cubre usted con el
dinero que le da su esposo (compañero)? ¿Y con sus ingreses?
278 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
¿Quién decide cómo utilizarlo? ¿Usted sabe qué hace él con el
dinero que gana? ¿Cada cuándo le da para el gasto? Si ha tenido
dificultades, ¿cómo las ha resuelto?
2. Distribución del trabajo doméstico
¿Quién se hace cargo de las tareas domésticas en su casa? Cuénte
me más al respecto.
Pruebe'. ¿Quién le ayuda? ¿Qué hace? ¿Cada cuándo?
3. Estrategias para combinar trabajo y familia
Hábleme de cómo le hace para trabajar y cuidar de sus hijos, de su
casa. ¿Siempre ha sido así?
Pruebe: ¿Le ha traído problemas trabajar fuera y al mismo tiempo
realizar las tareas domésticas? ¿Cómo los ha resuelto? ¿Qué piensa
su esposo (compañero) al respecto? ¿Sus padres? ¿Sus suegros?
¿Sus amigas o amigos?
4. Socialización de los hijos
Pruebe: ¿Quién se encarga de la educación de sus hijos? ¿Quién les
regaña cuando es necesario? ¿Quién les da permiso?
5. Relaciones de pareja
¿Cómo se lleva usted con su compañero (o esposo)? ¿Se tratan
como iguales? ¿La deja salir, trabajar, ver a sus amigas? ¿Pasan
mucho tiempo juntos? ¿Salen a pasear? ¿Su relación ha cambiado
con el tiempo?
Pruebe: ¿Su compañero la trata bien? ¿Usted se considera una
buena esposa? ¿Por qué? ¿Qué piensa usted de la vida en pareja?
¿Qué esperaba usted del matrimonio cuando se casó? ¿Sigue
esperando lo mismo? ¿Qué cree usted que él esperaba del matri
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 279
monio? ¿Lo sigue esperando? ¿Considera que le ha ido bien o mal
en su matrimonio o unión? ¿Por qué? ¿Han tenido muchos proble
mas? ¿Cómo los han resuelto?
6. Ejercicio de autoridad en la familia
Háblenos sobre quién toma las decisiones importantes en su fami
lia. ¿Quién decide qué? ¿Su esposo (compañero) toma en cuenta su
opinión?
Pruebe: ¿Quién es el (la) jefe(a) de la familia? ¿Sobre qué aspectos
decide usted?
7. Sexualidad
Sabemos que hay aspectos de la vida que son muy íntimos; si usted
está de acuerdo, nos gustaría que nos hablara un poco sobre su
vida sexual.
Pruebe: ¿Cómo son sus relaciones sexuales? ¿Le satisfacen? ¿Quién
decide cuándo y cómo tener relaciones? ¿Usted se siente bien con
este arreglo?
V. Evaluación de la vida y planes futuros
Existencia de planes futuros
Antes de terminar la entrevista, me gustaría que usted me hablara
acerca del futuro. ¿Qué piensa hacer? ¿Trabajar, dedicarse a la
familia, hacer ambas actividades? ¿Qué beneficios le traerá esa
decisión? ¿Le ve algunas desventajas?
Pruebe: ¿Piensa dedicarse (o seguirse dedicando) sólo a la familia? ¿Pien
sa dedicarse (o seguirse dedicando) al trabajo y a la familia?
280 TRABAJO FEMENINO Y VIDA FAMILIAR EN MÉXICO
VI. Percepción de cambios sociales
Por último, nos gustaría que usted nos diera su opinión sobre la
situación económica y social del país, sobre la ciudad en que vive,
y que nos dijera si usted cree que estos aspectos le han afectado a
usted, a su familia y a las mujeres en general.
1. Situación económica
¿Usted cree que el país atraviesa por una situación económica
difícil? ¿Por qué? ¿Qué nos puede decir acerca de la situación
económica de su familia?
Pruebe'. ¿Usted cree que su trabajo o tipo de trabajo ha sido
afectado por los cambios en el país? ¿Por qué? ¿Su familia está
mejor o peor económicamente que antes? ¿Su familia ha sido
afectada por el aumento de los precios? ¿Desde cuándo?
2. La vida urbana
Hábleme sobre la ciudad de México (Mérida o Tijuana según el
caso). ¿Le gusta vivir aquí?
Pruebe'. ¿Qué beneficios le trae vivir aquP ¿Ve usted alguna desven
taja? ¿Cómo le afecta a usted y a su familia?
3. Cambios en el número de hijos
y en el uso de anticonceptivos
¿Piensa usted que las mujeres mexicanas tienen ahora menos hijos?
¿Considera usted que hay ahora más maneras de planificar la
familia?
CUESTIONARIO Y GUÍA DE ENTREVISTA 281
4. Condición de la mujer
¿Considera usted que la situación de la mujer en México ha
cambiado en los últimos años? ¿En qué aspectos? ¿Por qué?
¿Considera usted que las mujeres trabajan más que antes fuera de
sus tareas domésticas?
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Trabajo femenino y vida familiar en México
se terminó de imprimir en octubre de 1994
en Grupo Edición, S.A. de C.V.,
Xochicalco 619, Vértiz-Narvarte, 03600 México, D.F.
Se tiraron 1 000 ejemplares más sobrantes para reposición
Cuidó la edición el Departamento de Publicaciones
de El Colegio de México.