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CASO

Este documento presenta el caso de Doña Jacinta Francisco Marcial, una mujer indígena ñhä-ñhú de 48 años que fue condenada a 21 años de prisión por el secuestro de seis agentes federales de investigación. Los hechos ocurrieron en marzo de 2006 durante una protesta en la comunidad de Santiago Mexquititlán, Querétaro, luego de que los agentes despojaron mercancía de comerciantes. Aunque Doña Jacinta no participó en la protesta, fue acusada y detenida cuatro meses después basándose en

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Este documento presenta el caso de Doña Jacinta Francisco Marcial, una mujer indígena ñhä-ñhú de 48 años que fue condenada a 21 años de prisión por el secuestro de seis agentes federales de investigación. Los hechos ocurrieron en marzo de 2006 durante una protesta en la comunidad de Santiago Mexquititlán, Querétaro, luego de que los agentes despojaron mercancía de comerciantes. Aunque Doña Jacinta no participó en la protesta, fue acusada y detenida cuatro meses después basándose en

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Caso de Doña Jacinta Francisco Marcial

Dossier de prensa

Introducción
El Centro de Derechos Humanos “Miguel Agustín Pro Juárez” ha denunciado en varias
ocasiones los problemas estructurales que aquejan al sistema de administración de justicia
mexicano. Ha señalado también la especial situación de vulnerabilidad en que se sitúan,
frente a dicho sistema, algunos sectores de la sociedad.
No es novedad que los pueblos indígenas, y en particular las mujeres indígenas, sufran con
toda su crudeza la discriminación de funcionarios públicos encargados de la aplicación de la
ley. El caso aquí presentado es claro ejemplo de lo anterior: doña Jacinta, mujer indígena
ñhä-ñhú (otomí), madre de seis hijos, de 48 años de edad, vendedora de nieve y aguas
frescas, tras más de dos años de proceso fue condenada a 21 años de prisión acusada del
secuestro de seis elementos de la Agencia Federal de Investigación (AFI).

Santiago Mexquititlán, lugar de los hechos


La comunidad Santiago Mexquititlán forma parte del municipio de Amealco de Bonfil,
localizado al extremo sur de Querétaro. Colinda con los municipios de San Juan del Río al
noreste y con Huimilpan al noroeste, y con los estados de México al sureste y Michoacán al
suroeste. El municipio de Amealco se encuentra a 72 kilómetros de distancia de la ciudad de
Querétaro y a 191 kilómetros del Distrito Federal. Santiago Mexquititlán está a 30 minutos de
la cabecera municipal, es una de las comunidades más importantes del municipio y se divide
en seis barrios; en ellos habita la población mayoritariamente indígena ñhä-ñhú (otomí).
Amealco tiene cerca de 13 mil habitantes mayores de 5 años que hablan la lengua indígena
ñhä-ñhú, distribuidos en 39 comunidades similares a Santiago Mexquititlán. En esta región la
base campesina es amplia, en consecuencia son mayores las dificultades para pervivir en un
entorno marcado por el abandono del campo en México. Las condiciones extremas de
marginación, caracterizadas por la carencia de servicios básicos como agua potable y
alcantarillado, han llevado a más migración y a menos razones para retener a la gente en el
campo, sobre todo a los jóvenes que se ven forzados a buscar trabajo en otros lugares.
La presencia de la población ñhä-ñhú es una razón de peso para que las actividades
económicas predominantes sean la agricultura de subsistencia y el cuidado de ganado
menor. Sin embargo en los últimos años esta actividad ha decaído debido a problemas de la
estructura y del modelo económico. Lo que ha promovido el incremento de la actividad
comercial, realizada a menudo de manera informal.
Resumen del caso de Jacinta Francisco Marcial
Los hechos. El 26 de marzo de 2006, seis elementos de la Agencia Federal de
Investigación, sin identificarse como tales y sin portar uniforme, llegaron al tianguis de la
plaza central de la comunidad de Santiago Mexquititlán, municipio de Amealco de Bonfil,
Querétaro. Despojaron a varios comerciantes de sus mercancías, alegando que se trataba
de “piratería”. Los tianguistas afectados exigieron a los agentes su identificación y la
exhibición de la orden que avalara su proceder; los AFIS, sin embargo, se negaron. La
tensión aumentó y varios de los comerciantes afectados comenzaron a protestar.
Conforme la tensión crecía, el agente del Ministerio Público Federal (MPF) con sede en San
Juan del Río, Querétaro, el licenciado Gerardo Cruz Bedolla, y el jefe regional de la AFI,
Omar Evaristo Vega Leyva, llegaron a la plaza principal del pueblo para dialogar con la gente
afectada. Los funcionarios aseguraron que los agentes habían cometido un error y que iban a
responder por los destrozos y daños causados; ofrecieron que regresarían la mercancía
despojada. No obstante, lo que ofrecieron a los tianguistas fue mercancía diferente,
decomisada con antelación, por lo que los comerciantes se negaron a recibirla y aumentaron
su protesta. Para entonces, había ya un grupo numeroso de personas inconformes.
Al constatar la inconformidad, el jefe regional de la AFI y el agente del MPF ofrecieron el
pago de los daños en efectivo. Pero para esto, debían trasladarse a conseguir la cantidad.
Como “garantía” de que sí regresarían, ordenaron al agente de la AFI Jorge E. Cervantes
Peñuelas que se quedara en el pueblo. Según testimonios, el agente que se quedó en el
pueblo estuvo todo el tiempo comunicado y jamás fue violentado en su integridad física. Es
importante destacar que fueron las propias autoridades de la PGR quienes ofrecieron el pago
de los daños causados y quienes propusieron que el elemento de la AFI permaneciera en
Santiago Mexquititlán, mientras obtenían el dinero que se habían comprometido a pagar.
Tres horas después, los elementos de la AFI arribaron al pueblo acompañados de policías
pertenecientes a otras corporaciones. Con ellos llegó un periodista del diario Noticias de
Querétaro. Cuando llegaron los agentes, los comerciantes afectados, junto con las demás
personas que protestaban contra los abusos de la AFI, dialogaron con el jefe regional y el
agente del Ministerio Público de la Federación para acordar la entrega de una cantidad
correspondiente a los daños causados. Al ver la concentración inusual de personas junto a la
plaza principal, algunas personas se acercaron a ver lo que ocurría; entre ellas se
encontraba doña Jacinta Francisco Marcial, quien atendía un puesto de aguas frescas en el
tianguis. Aunque en todo momento la mujer ñhä-ñhú se mantuvo ajena a los hechos y
distante de quienes dialogaron con las autoridades, justo en el momento en que ella se
asomaba el reportero del periódico Noticias tomó una fotografía para ilustrar su nota sobre
los hechos.
Tras entregar el dinero los elementos de la PGR dejaron la comunidad. Eran como las siete
de la tarde; con ellos se retiró también el agente Jorge E. Cervantes Peñuelas, quien se
había reintegrado al grupo aproximadamente desde una hora antes. No hubo otros
incidentes. Ninguna persona fue detenida.
Más de cuatro meses después, el 3 de agosto de 2006, un grupo de personas vestidas de
civil llegó a buscar a la señora Jacinta en su casa. Le dijeron que debían llevarla a la ciudad
de Querétaro para que declarara sobre un asunto relacionado con la poda de un árbol.
Confiando en su inocencia, ella acompañó voluntariamente a quienes la buscaban. La
trasladaron al Juzgado Cuarto de Distrito del estado de Querétaro en un vehículo sin
identificación oficial. Al llegar, fue presentada ante los medios de comunicación: entonces
supo que la acusaban a ella y a otras dos mujeres de haber “secuestrado” a los agentes de
la AFI durante los hechos ocurridos en marzo de ese año.

Breve cronología del proceso


Doña Jacinta Francisco Marcial se encuentra injustamente en prisión acusada del delito de
privación ilegal de la libertad, en la modalidad de secuestro, con la agravante de ser
cometido contra servidores públicos.1
¾ 26 de marzo de 2006, ocurren los hechos en Santiago Mexquititlán.
¾ 27 de marzo de 2006, se rinde ante el Ministerio Público Federal la declaración de los
agentes federales de investigación. En ella dan cuenta del supuesto secuestro e
identifican a diversas personas participantes, ninguna de ellas con la filiación de doña
Jacinta.
¾ 22 de abril de 2006, se integra a la averiguación previa el informe de investigación
que contiene las fotos ampliadas de doña Jacinta y otras, tomadas de la que había
sido publicada en el diario Noticias el 27 de marzo de 2006.
¾ 4 de mayo de 2006, los agentes federales de investigación amplían su declaración
ministerial y, con base en la fotografía antes mencionada, señalan a doña Jacinta
como participante en el “secuestro”, pese a que en su declaración inicial no
identificaron a ninguna mujer indígena como presunta responsable. Por su parte, el
agente Jorge E. Cervantes Peñuelas, quien se quedó como garantía en el pueblo y
quien se asumió como víctima del delito, no menciona ni identifica a la señora Jacinta.
¾ 30 de junio de 2006, el agente del Ministerio Público Federal ejercitó acción penal
contra la señora Jacinta y sus coacusadas Alberta Alcántara y Teresa González,
allegando el pliego de consignación que se radicó en el Juzgado Cuarto de Distrito en
el estado de Querétaro.
¾ 4 de julio de 2006, se dicta orden de aprehensión en contra de doña Jacinta y sus co-
acusadas Alberta Alcántara y Teresa González.
¾ 3 de agosto de 2006, se cumple la orden de aprehensión. Doña Jacinta y sus
coacusadas son detenidas. La detención de la señora Jacinta se realiza bajo engaños:
le dijeron que la llevaban porque debía declarar por haber derribado un árbol.
¾ 9 de agosto de 2006, se dicta auto de formal prisión en contra de la señora Jacinta y
sus co-acusadas.
¾ 19 de diciembre de 2008, se condena a doña Jacinta con una pena de 21 años de
prisión y dos mil días de multa, equivalentes a 91,620 pesos. Un mes después son
sentenciadas sus coacusadas. Se les impone la misma pena, además del pago de la
reparación del daño.
1
Previsto y sancionado en el artículo 366 fracción I inciso a) en relación con el 366 fracción II inciso c) así
como la agravante de delito cometido contra servidor público dispuesta en el artículo 189 del mismo Código
Penal Federal.
¾ 22 de diciembre de 2008, la señora Jacinta apela contra la sentencia condenatoria.
¾ 7 de abril de 2009, el Tribunal Unitario resolvió la apelación el, revocando la sentencia
de primera sentencia para efectos de reponer el procedimiento con el fin de desahogar
62 careos procesales, toda vez que observó “contradicciones sustanciales” en la
acusación.
¾ 20 de mayo de 2009, comienza la reposición del procedimiento, misma que tuvo una
duración de cinco días, en donde se pudieron celebrar 40 careos.
¾ 10 de julio de 2009, el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas emite la
recomendación 01/2009 dirigida al Juez Cuarto de Distrito con sede en el Estado de
Querétaro, en la que se señala que a Jacinta Francisco Marcial le fueron violentados
sus derechos lingüísticos dentro de las diligencias de la reposición del procedimiento.
¾ 17 de julio de 2009, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos dirige su
recomendación 47/2009 al Procurador General de la República, al constatar que se
vulneraron los derechos de legalidad, seguridad jurídica y procuración de justicia de
Jacinta Francisco, Alberta Alcántara y Teresa González mediante acciones y
omisiones dentro de la integración de la averiguación previa.
¾ Actualmente se espera que se siga con el desahogo de las pruebas ordenadas por el
Tribunal Unitario de Circuito, nuevamente ante el Juez Cuarto de Distrito en el Estado
de Querétaro.

En el mismo año 2006, a poco tiempo de haber sido detenidas, doña Jacinta y las otras
personas involucradas interpusieron una queja ante la Comisión Nacional de Derechos
Humanos. Sin embargo ésta no prosperó debido a que el cuarto visitador de dicha comisión
concluyó que no se habían cometido violaciones a los derechos humanos.
En 2007, el defensor particular de las señoras Alberta Alcántara y Teresa González, co-
acusadas de doña Jacinta, interpuso denuncia penal por hechos posiblemente constitutivos
de delito en contra de los agentes federales de investigación, del agente del Ministerio
Público Federal y del Juez Cuarto de Distrito, ya que las autoridades administrativas
involucradas realizaron acciones al margen de la ley y sin diligencia, e incluso omitieron
mencionar su participación visible en los hechos. En cuanto al Juez Cuarto la denuncia fue
por avalar la mala integración de la averiguación previa y por estar supuestamente coludido
con el agente del MPF al dictar el auto de formal prisión. Esta denuncia aún sigue en trámite
dentro de la Procuraduría General de la República.

¿Por qué el Centro Prodh considera que Doña Jacinta es


inocente?
La inocencia de la señora Jacinta se encuentra plenamente sustentada. En primer lugar, la
reacción de los comerciantes de Santiago Mexquititlán, cuando fueron abusivamente
despojados de sus mercancías por los agentes de la AFI, no puede calificarse como
secuestro, por lo tanto la detención de doña Jacinta y las otras mujeres acusadas con ella
corresponde a un modo de actuación deliberado de las autoridades para disuadir o castigar a
quienes manifiestan su inconformidad.
En segundo lugar, la señora Jacinta se mantuvo al margen de los hechos, ya que su
actividad en el tianguis era la venta de aguas frescas en un puesto localizado a cincuenta
metros del lugar donde iniciaron los acontecimientos. Solamente se movió de su lugar entre
las cinco y las seis de la tarde para ponerse una inyección en la farmacia del pueblo; así lo
afirman ella y sus testigos. El momento en que ella salió de la farmacia para regresar a su
puesto coincidió con el momento en que los agentes de la AFI y del MPF regresaron a la
plaza de Santiago Mexquititlán. En su camino tuvo que pasar forzosamente por el lugar
donde dialogaban los agentes y los comerciantes afectados, es decir, sobre la calle lateral de
la plaza central del pueblo. Al observar una situación inusitada, se acercó para enterarse de
lo que sucedía.
Las supuestas pruebas en su contra. El Ministerio Público de la Federación presentó como
pruebas las fotografías publicadas en el diario Noticias de Querétaro, el lunes 27 de marzo
de 2006, para acusar a cuatro personas que ahí aparecen. De la misma manera, el agente
del Ministerio Público Federal ofreció como pruebas las declaraciones ministeriales rendidas
el 27 de marzo de 2006 por seis agentes federales de investigación y otros elementos
policíacos municipales. Las manifestaciones de los agentes federales fueron ampliadas el 4
de mayo de 2006, a 39 días de los hechos. En esta ocasión, en contradicción con lo
declarado la primera vez, aseveraron que quienes cometieron el delito de secuestro fueron
las mujeres procesadas. Acusaron entonces a la señora Jacinta de haber amenazado al
agente Jorge. E. Cervantes Peñuelas con “quemarlo y lincharlo”.
En suma, las únicas pruebas empleadas para acusar a doña Jacinta fueron aportadas por los
propios AFIS, e integradas por un agente del Ministerio Público de la Federación que había
participado en los hechos. En esas condiciones, es posible presumir que ambas autoridades
actuaron de común acuerdo para imputar falsamente delitos a algunos tianguistas de
Santiago Mexquititlán, en represalia por la forma en que reaccionaron a los abusos de la AFI.
Considerando las condiciones, las pruebas son insuficientes. Estos son nuestros
argumentos:
o Los seis agentes federales de investigación que acudieron a Santiago Mexquititlán,
actuaron al margen de la ley. Es inverosímil que seis agentes facultados para el uso
de la fuerza pública, capacitados física y materialmente para responder cualquier
agresión, y que portaban armas, hayan sido retenidos por tres mujeres desarmadas,
comerciantes e indígenas.
o Durante la presunta “privación de la libertad” nunca se despojó a los policías
investigadores de sus armas. Aun más, el agente que quedó como “garantía”, Jorge E.
Cervantes Peñuelas, tuvo la libertad de hablar por celular y moverse sin restricciones
a las oficinas del delegado municipal.
o El pago de los daños fue ofrecido por los propios AFIs y el agente del Ministerio
Público Federal. En ningún momento se ordenó a los elementos policíacos, que
acudieron en su apoyo, que intervinieran. Es lógico, tratándose de AFIs, apoyados por
miembros de otras corporaciones policiales, que ante una situación de riesgo se
hubiera usado la fuerza pública antes que ofrecer el pago.
o Existe un documento, firmado por el agente del Ministerio Público Federal, en el que
los agentes se comprometen a no molestar de nuevo a los pobladores de Santiago
Mexquititlán. Si éste hubiera estado ante la comisión de un delito, debió haber
realizado las actuaciones legales correspondientes.
o Al contrario de lo aseverado por los elementos de la AFI supuestamente secuestrados,
en las fotografías del diario Noticias se observa que la gente que se encontraba en el
poblado no portaba piedras, palos ni algún otro objeto con el que se les haya podido
agredir.
o Doña Jacinta no tenía ningún interés en el asunto; ella es vendedora de aguas
frescas, por lo tanto no se le decomisó ninguna mercancía, ya que los hechos
ocurrieron por el despojo de mercancía calificada como pirata por los agentes,
principalmente discos de audio y películas.
o En el parte informativo que rindieron los seis agentes, así como en sus
comparecencias ante el Ministerio Público Federal del día 27 de marzo de 2006, estos
no mencionan a alguien con las características físicas de la señora Jacinta, ni a
ninguna persona que portase la indumentaria ñhä-ñhú (otomí). Esto lo hacen hasta 39
días después de los hechos, teniendo ante sí la ampliación de la fotografía publicada
por Noticias.
o La señora Jacinta habla la lengua ñhä-ñhú (otomí), por lo que era incapaz de
comunicarse fluidamente en castellano, lo que ha sido corroborado durante el juicio
con un dictamen pericial en materia de antropología practicado por expertos de la
Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. En consecuencia, es
imposible que los agentes de la AFI, quienes hablan español, hubiesen comprendido
el contenido de toda comunicación oral entre ella y los pobladores, en caso de haber
sucedido ésta, de lo cual tampoco hay prueba alguna.
o Existen diversos testimonios que confirman que la señora Jacinta acudió a la misa
dominical de las 13:00 horas, que permaneció en su puesto durante la tarde y que
acudió a la farmacia a ponerse una inyección, sin haber participado en las
negociaciones sostenidas por comerciantes y autoridades. A estos testimonios el juez
del proceso no les concedió ningún valor como prueba a favor de doña Jacinta.
o El periodista de Noticias de Querétaro afirmó ante el juez de la causa que no encontró
a algún agente federal privado de su libertad. Más bien sostiene que fueron los
mismos policías quienes le proporcionaron dicha información.

Pese a las razones anteriores, el Juez Cuarto de Distrito con sede en Querétaro dictó
sentencia condenatoria a Doña Jacinta el 19 de diciembre de 2008, imponiéndole una pena
de 21 años de prisión y dos mil días de multa, equivalentes a 91, 620 pesos.

¿Qué recursos jurídicos ha presentado el Centro Prodh para trabajar


en pro de la libertad de Doña Jacinta?
Desde el día 19 de diciembre de 2008, fecha en que se notificó la sentencia condenatoria, el
Centro Prodh asumió integralmente la defensa de la señora Jacinta, por lo que presentó una
apelación contra dicha resolución, la cual fue resuelta en abril de 2009 en el sentido de
revocar la sentencia de primera instancia y ordenar el desahogo de 62 careos entre los
propios Agentes Federales de Investigación y entre éstos con testigos. Actualmente se
desarrolla esta reposición, por lo que se espera una nueva sentencia a finales de 2009.
¿Por qué el Centro Prodh considera que éste es un caso
emblemático?
Para el Centro Prodh, el caso de Doña Jacinta es paradigmático de dos situaciones que
atentan contra la vigencia de los derechos humanos en México: 1) la vulnerabilidad de las
mujeres indígenas frente a las deficiencias del sistema de justicia vigente; y, 2) la facilidad
con que las autoridades pueden hacer uso de diversos tipos penales, entre ellos el
secuestro, para criminalizar las acciones colectivas de protesta o las manifestaciones de
descontento frente a los abusos de las mismas autoridades.

1. La vulnerabilidad de las mujeres indígenas frente a las deficiencias


del sistema de justicia vigente.
El presente caso es importante debido a la identidad étnica y de género de doña Jacinta, en
razón de que son las mujeres indígenas quienes sufren con mayor intensidad los fenómenos
de exclusión y marginación del sistema de justicia. Hay una triple discriminación: por ser
indígena, por ser mujer y por ser pobre.2 Los órganos encargados de impartir justicia
reproducen en sus actuaciones la vulneración de los derechos de las mujeres indígenas,
particularmente sus garantías procesales.3
Dentro de los procesos jurisdiccionales, las personas pertenecientes a pueblos indígenas
cuentan con una serie de derechos que, por motivo de su identidad, deben ser respetados
para el legal desarrollo de un juicio justo. Por ejemplo, dentro de un proceso penal es un
derecho reconocido que debe facilitarse un traductor a las personas indígenas, en su
carácter de víctimas o indiciados, desde el momento mismo de su detención. Éste no debe
limitarse a traducir los términos legales sino que debe fungir como verdadero intérprete
cultural, asegurándose de que la persona indígena imputada entienda cuanto ocurre a su
alrededor. Es común que una persona procesada penalmente no tenga un intérprete o
traductor y aun más grave que el defensor de oficio, por ser quien en muchas ocasiones
asume la representación, no haga valer el derecho reconocido en la legislación procesal,
como sucedió en el caso de doña Jacinta, lo que entraña una violación a los derechos
humanos.4
De la misma forma, en el caso de doña Jacinta salen a relucir las deficiencias de un modelo
de justicia penal en el que subsisten elementos inquisitivos. Al basarse éste
2
Bonfil Sánchez, Paloma, Martínez Medrano, Rosa Elvira (coord.), Diagnóstico sobre la discriminación de las
mujeres indígenas, CDI 2003, pp 350 y ss.
3
Op. Cit. pp. .350. En este tema es importante destacar que el reconocimiento de las diferencias es la base
moral y jurídica de la igualdad, esto es, en palabras de Paloma Bonfil, “el respeto a los derechos individuales
y colectivos de quienes son diferentes y no se identifican necesariamente con los valores mayoritarios”.
4
Garantías procesales reconocidas en los artículos 2, 14 y 16 Constitucionales; artículo 12 del Convenio 169
de la Organización Internacional del Trabajo; artículos 8, 9 y 10 de la Ley General de Derechos Lingüísticos
de los Pueblos Indígenas. Sobre esta situación particular el Comité de la ONU para la Eliminación de la
Discriminación Racial ha recomendado al Gobierno Mexicano garantizar el derecho de los pueblos indígenas
al uso de intérpretes y de defensores de oficio conocedores del idioma, cultura y costumbres de las
comunidades indígenas en el transcurso de procedimientos judiciales, (observaciones finales del Comité a
México, marzo de 2006, párrafo 13, CERD/C/MEX/CO/15/2006).
predominantemente en testimonios escritos la parte acusadora se beneficia de incontables
ventajas. En el proceso de la señora Jacinta el Ministerio Público preconstituyó todos los
elementos probatorios de cargo en ausencia de control jurisdiccional, haciendo evidente la
desigualdad procesal en que se encuentra la acusada.
El juez, por su parte, se limitó a confirmar la validez de dichos elementos sin que ante su
presencia se haya desahogado una sola prueba que confirmara la responsabilidad penal de
doña Jacinta. Inclusive, cuando tuvo ante sí evidencia de la inocencia de la señora se negó a
reconocerle valor probatorio. Así ocurrió, por ejemplo, con todas las testimoniales que
acreditaban la presencia de la señora Jacinta en su puesto de aguas frescas en el tianguis, en
la misa de la una de la tarde y en la farmacia del pueblo para ponerse una inyección, las cuales
fueron desacreditados por el juez. De la misma forma, también fue desestimada la ampliación
de declaración de una coacusada en la que deslindaba a doña Jacinta de los hechos.

2. El uso del delito de secuestro para criminalizar las acciones de


protesta
La falsa acusación que pesa sobre doña Jacinta pone de relieve un tipo de actuación del
Estado, cada vez más extendida, que consiste en la aplicación de tipos penales como el
secuestro o secuestro equiparado para procesar a quienes tienen alguna participación en
manifestaciones de protesta o descontento.
Debemos reconocer que los colectivos tienen derecho a expresar su inconformidad frente a
las acciones u omisiones del Estado y que es obligación de éste garantizar un espacio y una
identidad adecuados a las protestas de la ciudadanía, lo cual tiene más sentido en el caso de
los reclamos protagonizados por personas de escasos recursos y con graves dificultades
para hacer oír sus voces, porque son quienes resultan más afectadas por los problemas
sociales.
En el caso de doña Jacinta, aun cuando ella no participó en las acciones de protesta contra
los agentes de la AFI, observamos una respuesta punitiva, excesivamente intensa, frente a
una manifestación de descontento realizada por un grupo numeroso de comerciantes.
Considerando que en otros casos de personas vinculadas a movimientos sociales el Estado
ha actuado de modo similar, es claro que los procesos iniciados contra la señora Jacinta y
sus coacusadas constituyen una represalia a la manera en que durante marzo de 2006 los
tianguistas se defendieron de los abusos de la AFI, poniendo fin a las ilegalidades cometidas
por los agentes.
En esa ocasión, después de los destrozos cometidos por los agentes, los comerciantes
optaron por no tolerar más abusos y reclamaron el pago de los daños ocasionados a sus
mercancías, con las consecuencias ya descritas. La respuesta del estado a esa acción fue
punitiva y excesiva: se libraron órdenes de aprehensión contra quienes aparecían en una
nota de prensa y se les acusó de un delito gravísimo como lo es el secuestro.
En este sentido es paradójico que la PGR, que normalmente adolece de una notoria
negligencia cuando se trata de investigar secuestros y procesar a los responsables, haya
esclarecido con celeridad este supuesto secuestro, en donde estaban involucrados sus
propios agentes. Más grave aún es que se impute a personas inocentes un delito que hoy, en
un contexto de temor e inseguridad generalizados, despierta el mayor repudio social como es
el secuestro.
Frente a estas circunstancias, aparecen con claridad las consecuencias asociadas a la
criminalización de la protesta social: bajo el discurso de la prevalencia del “estado de
derecho”, los gobiernos federal y locales han intensificado las acciones represivas en contra
de la más mínimas muestras de descontento popular que intentan reivindicar acciones
colectivas de repudio o protesta contra las acciones de los agentes estatales.5

Algunos informes y recomendaciones internacionales


aplicables al caso
1. Informe de Amnistía Internacional, “Injusticia e impunidad: Deficiencias en el sistema
de justicia penal mexicano”, AMR 41/001/2007.
2. Derechos humanos de los pueblos indígenas, Programa de Cooperación sobre
Derechos Humanos México-Comisión Europea. — México: Secretaría de Relaciones
Exteriores: Programa de Cooperación sobre Derechos Humanos México- Comisión
Europea, noviembre de 2006.
3. Observaciones finales del Comité para la Eliminación de la Discriminación Racial al
Gobierno Mexicano, marzo de 2006, párr. 13, CERD/C/MEX/CO/15(2006).
4. Informe del Relator Especial sobre la Situación de los Derechos Humanos y las
Libertades Fundamentales de los Indígenas, Sr. Rodolfo Stavenhagen, realizado con
motivo de la misión a México en junio de 2003, E/CN.4/2004/80/Add.2.

5
Para mayor información se recomienda consultar los materiales de la campaña “Protestar es un derecho,
reprimir es un delito”, organizada y difundida por las organizaciones que conforman la Red Nacional de
Organizaciones Civiles de Derechos Humanos “Todos los derechos para todas y todos”. Ver:
www.redtdt.org.mx

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