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Conferencia Guayaquil

El documento describe la importancia histórica de la ciudad de Guayaquil en la independencia del Ecuador. Resalta que el 9 de octubre de 1820, cuando Guayaquil proclamó su independencia, fue el verdadero día de independencia del país y no el 10 de agosto de 1809. Explica que líderes guayaquileños como José de Antepara y militares venezolanos ayudaron a planear y llevar a cabo el levantamiento que resultó en la independencia de Guayaquil. Un ejército de guayaquileños luego marchó
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Conferencia Guayaquil

El documento describe la importancia histórica de la ciudad de Guayaquil en la independencia del Ecuador. Resalta que el 9 de octubre de 1820, cuando Guayaquil proclamó su independencia, fue el verdadero día de independencia del país y no el 10 de agosto de 1809. Explica que líderes guayaquileños como José de Antepara y militares venezolanos ayudaron a planear y llevar a cabo el levantamiento que resultó en la independencia de Guayaquil. Un ejército de guayaquileños luego marchó
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“LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON

LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN

LA TIERRA Y EL MAR; POR LA LIBERTAD ASI COMO LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE

AVENTURAR LA VIDA”

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA

TRANSCENDENCIA FUNDAMENTAL DE LA CIUDAD DE GUAYAQUIL EN LA HISTORIA

MILITAR DEL ECUADOR

Bajo este majestuoso marco militar que estamos reunidos, me permitiré hacerles conocer

un punto de vista distinto a lo que estamos acostumbrados a escuchar en nuestra historia

ecuatoriana, en donde algunos historiadores dan una connotación importante sobre el hecho

histórico del 9 de Octubre, manifestando que la independencia del Ecuador tiene un solo

nombre: “Guayaquil”, pues El 9 de octubre es el día más importante en la historia de

Guayaquil, de la antigua Audiencia de Quito y del Ecuador actual, porque es el verdadero y

único día de nuestra independencia. Ya que el “10 de Agosto de 1809 Primer Grito de la

Independencia”, no lo consideran como un movimiento independista , más bien como una

conspiración cuyo objetivo era cambiar las autoridades españolas que en ese momento

gobernaban la Audiencia; Es decir, destituir a don Manuel de Urriez, Conde Ruiz de Castilla,

y poner en su lugar a don Juan Pío Montúfar, Marqués de Selva Alegre; un Conde por un

Marqués, además jurando “lealtad absoluta al soberano de España el rey Fernando VII”.

Bajo este enfoque toma gran realce las acciones dadas por los patriotas Guayaquileños y

una historia novel del origen de nuestro ejército vencedor y la importancia que conlleva la

ciudad de Guayaquil a nuestra historia militar.

Tres nombres se conjugan para la planificación de ese momento histórico: José de Antepara,

José de Villamil y José Joaquín de Olmedo. El primero con sus nuevos conceptos políticos

de su experiencia en México y en Francia, el segundo que había ya participado en los

movimientos independistas de Venezuela y el ultimo notable jurista de las Cortes de Cádiz


con nuevos ideales de libertad. Estos tres personajes, unos antes y otros después, a partir de

1812 habían llegado a Guayaquil para dedicarse con entusiasmo y fervor a hacer conocer a

los guayaquileños los nuevos conceptos políticos y las nuevas formas de gobierno que debían

regir los destinos de los pueblos libres. Paralelamente en ese espacio de tiempo América

había empezado a transformarse. Por el norte, Bolívar había logrado importantes triunfos

tanto en Venezuela como en Nueva Granada (Colombia), y desde el sur llegaban las noticias

de los avances de San Martín. Con estos antecedentes, al llegar 1820 los guayaquileños

comprendieron que la libertad de la patria estaba ya muy cerca, pero no había que esperarla,

era necesario ir a buscarla. A finales de junio de ese mismo año y de paso hacia Caracas,

procedentes de Lima llegaron a Guayaquil los oficiales venezolanos León de Febres-Cordero,

Miguel de Letamendi y Luis Urdaneta, miembros del afamado batallón “Numancia”, quienes

al parecer habían sido separados de dicho cuerpo por haber manifestado expresiones de

rebeldía. Los guayaquileños, al conocer la causa por la que habían sido dados de baja, no

dudaron en invitarlos a que participen en la revolución que se estaba fraguando. Y es que los

guayaquileños sabían que para proclamar su independencia, a más de la fuerza consistente

de sus ideas, necesitaban también la fuerza determinante de las armas y una gran cantidad

de efectivos militares, fue por eso que, con inteligencia y argumentos, lograron convencer

también a la oficialidad de los regimientos acantonados en la ciudad, entre los que se

encontraban el Cap. Gregorio Escobedo, el “Cacique” Alvarez, el Cap. Nájera y los sargentos

Vargas y Pavón.

El domingo 1 de octubre de 1820, don José de Villamil ofreció una fiesta en su casa del

malecón. A Villamil le pareció una magnífica oportunidad para reunir a los conspiradores sin

levantar sospechas, por lo que encargó a Antepara la misión de invitar también a todos

aquellos a quienes considerara dispuestos a respaldar la idea emancipadora, incluyendo a los

militares comprometidos. Entre los patriotas que estuvieron presentes en esa histórica

reunión secreta, a la que el mismo Antepara llamó “La Fragua de Vulcano” -porque en ella

todos los presentes se comprometieron a trabajar y luchar por la independencia, en esta


reunión estuvieron hermanados civiles y militares comprometidos con la revolución , quienes

acordaron que darían el golpe a las primeras horas del 9 de Octubre, cuyos nombres

anónimos fueron quienes, financiaron económicamente a la revolución: porque a los militares

había que pagarles, eran soldados de carrera, no mercenarios pero sí profesionales, y al

momento en que abandonaron las filas realistas y se pasaron al bando independentista,

lógicamente dejaron de percibir sus sueldos, que los recibían de España a través de Lima.

Queda entonces claro que, sin la ayuda de nadie, Guayaquil financió económicamente todos

los gastos de su independencia.

En las primeras horas del 9 de octubre de 1820 y a la voz de “Viva la Patria”, ocultos entre los

soportales y protegidos por las sombras, uno a uno los comprometidos en el golpe

revolucionario fueron llegando al Cuartel de Granaderos, situado en los bajos de la Casa del

Cabildo y luego de ponerse de acuerdo y de asignarse las respectivas responsabilidades,

cada uno partió a cumplir con su destino frente a la historia.

Es así, que Febres Cordero, junto con el Cap. Nájera, gracias a un hábil estratagema se tomó

el Cuartel de la Brigada de Artillería, mientras Urdaneta -junto con Antepara y un grupo de

civiles- se apoderaba del Cuartel “Daule”,. Minutos después, ese mismo grupo de patriotas

comandados por Urdaneta capturó también la batería “Las Cruces”, situada al sur de la ciudad,

donde existía un piquete militar realista.

Al amanecer de ese histórico 9 de Octubre de 1820,, Guayaquil había proclamado la

independencia de la Patria, y ya era libre, para siempre, del dominio español. Ese día

Guayaquil consagró la verdadera y definitiva libertad de la patria.

Una vez consolidado la independencia el 8 de noviembre de 1820 un ejército de

guayaquileños, al que con sentido patriótico se llamó “División Protectora de Quito”, marchó

hacia el interior para luchar por la independencia de todos los pueblos de la audiencia. Este

ejército estuvo bajo el mando de Febres-Cordero y Urdaneta, primero; y del Gral. Sucre,
después en una rutilante campaña militar que durante 18 meses, entre triunfos y derrotas,

liberó todo el territorio de la Audiencia, hasta culminar, el 24 de mayo de 1822, en el

monumental escenario de la gloria guayaquileña: El Pichincha.

Como habréis dado cuenta, hay una trascendental connotación histórica del origen de nuestro

ejército ecuatoriano con la ciudad de Guayaquil, pues la pujanza de su gente y de la sociedad

entera dio la concepción inicial de la institucionalidad castrense ecuatoriana que finalmente

se fraguo como tal en la Batalla de Pichincha, que nos invita a la reflexión estimados

camaradas de las armas; que nuestro ejército desde sus inicios ha mantenido cohesionado

sus ideales de libertad y protección de derechos y que hoy soldados es nuestro deber

mantenerlos y defenderlos con nuestra vida haciendo honor al juramento que hicimos con

nuestra amada patria; haciendo honor a nuestros héroes y heroínas que nos heredaron la

libertad.

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