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El Niño Amo Adela Fryd PDF

Este documento analiza el fenómeno de los "niños amos" y su relación con la madre. 1) Los niños amos muestran diferentes grados de dominio sobre los demás y rechazan las normas del otro. 2) Se agrupan porque comparten elementos como el rechazo a las exigencias del otro y la satisfacción pulsional sin síntomas. 3) La omnipotencia del niño refleja la omnipotencia de la madre narcisista, quien falla en transmitir la "lengua materna" y alojar al niño con respecto al len

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Este documento analiza el fenómeno de los "niños amos" y su relación con la madre. 1) Los niños amos muestran diferentes grados de dominio sobre los demás y rechazan las normas del otro. 2) Se agrupan porque comparten elementos como el rechazo a las exigencias del otro y la satisfacción pulsional sin síntomas. 3) La omnipotencia del niño refleja la omnipotencia de la madre narcisista, quien falla en transmitir la "lengua materna" y alojar al niño con respecto al len

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El niño amo - Adela Fryd

Integran este grupo: Andrea Brunstein, Catalina Guerberoff, Patricia


Moraga, Marcela Negro, Esteban Stringa.

Los que hemos llamado niños amos –categoría que incluye niños con diferente
compromiso o gravedad- presentan modalidades diversas. Niños amos con una
tiranía dominante ("tomame como soy porque yo soy así"). Niños con un
dominio tal, que parecerían encarnar al significante amo. Niños que imponen
sus normas y exacerban su tiranía del goce ("yo soy yo"), con inflación yoica
y un culto al yo que casi se emparenta con una locura yoica. Desde los que
pretenden la plenitud del robot hasta el niño amo con pasajes al acto perversos
que llegan a la criminalidad.

¿Por qué los agrupamos? En esta investigación armamos una serie, y aunque
planteen diferencias en las estructuras, encontramos elementos en común.

Esto nos permite pensar en la respuesta de nuestra clínica. ¿Cómo asociarlos


dentro del dispositivo analítico contemplando el caso por caso?

Yo soy yo
Destacaremos algunos temas. Partiendo de la frase de Rimbaud "yo es otro"
¿cómo sería esto en los niños amos? Ellos van al mito de Narciso donde hay
un Ser Uno que los lleva a jamás unirse al Otro, quedando - como el mismo
Narciso - prisioneros de su cuerpo. El sujeto narcisista no es sin Otro, pero es
un Otro no dividido a quien no se le puede extraer un significante que falta.
Estos niños se colocan como su Otro: él es él y él es el Otro.

Es interesante cómo después de Freud se trabaja el tema del carácter, que fue
el instrumento conceptual para extender la neurosis más allá del síntoma. Fue
necesario introducir el carácter cuando la patología se presentaba afectando el
comportamiento del sujeto y el conjunto de su vida.

J. A. Miller destaca el punto donde el sujeto se instala en el rechazo a las


exigencias del Otro. Freud llama carácter a lo que el sujeto no satisface con el
síntoma. Lo hace aparecer como un modo de satisfacción de la pulsión que no
moviliza al síntoma como mensaje al Otro. Podríamos pensar el rechazo de las
reglas del Otro que vemos en estos niños - planteado en relación al tema del
carácter – con la última enseñanza de Lacan. El cuadro que plantea Miller –
real, carácter, defensa, goce, pulsión- nos sirve para pensar la dirección de la
cura en estos casos.[1]
A partir de Freud el carácter se plantea no como la anulación del mundo
exterior de la psicosis, sino como la introducción del desorden. Tratar mal,
hacerse maltratar, hacer algo de manera repetitiva, son un modo distinto de
satisfacción. No es una modificación del sujeto sino que moviliza al entorno,
incide en el lazo social. Como en los niños amos, el lugar del Otro causa
estragos pero en relación al Otro. Lacan toma como interesante de la ego-
psicology, el abordar las actitudes del ego en relación con las exigencias
pulsionales. Es llamativo que Miller hable del tema y remita a nuestro planteo
de los niños amos. La gloria se refiere a la resistencia solitaria a las exigencias
del Otro solo contra todos. Este símbolo de gloria fuerza al sujeto a igualarse
en el espejismo de su omnipotencia.

En estos casos es claro que - según esta dialéctica - hay una relación especular
que soporta las identificaciones imaginarias. Los niños amos no se encuentran
con el objeto-mirada, no se relacionan con el enigma del deseo del Otro y
pretenden tener la mirada del otro como prótesis: ser mirados. Investidos del
significante a veces imaginarizado que los representa, giran en escenas
repetitivas que a veces se transforman en su destino.

Los padres quedan en posición de testigos de esos excesos, de esa lucha


infinita por separarse del Otro. Son niños que dan prueba de prepotencia y
omnipotencia todo el tiempo.

Toda cadena significante (si es que se presenta) espera la voz del Otro: "¿que
me dirá, qué me espera, qué será de mí?" y lo que es de mi ser como indecible.
La voz en el campo del Otro es aquello que los ata, y en estos niños pareciera
no ceder a la espera del Otro.

La pulsión - en su trayecto en relación al Otro - es lo que de alguna forma


entró en cortocircuito. Puede darse que estos niños se identifiquen con el
objeto, se apoderen de un significante y con ello intenten separarse de él,
quedando ese yo ligado al goce pulsional. Ese cortocircuito no los hace pasar
por el Otro y no se termina de circunscribir el objeto, sosteniendo el goce
pulsional.

Un caso de Marcela Negro trata de un niño que no presta atención, pega, trata
a los adultos como pares, sin registro del peligro, angustia o arrepentimiento.
Toma unos dinosaurios y roba comida "para saber qué gusto tiene la comida
del otro". Ante la intervención "así no puede respirar", cuando en el juego sólo
se trata de devorar, cada vez más y llenándose la cara, R responde: "Tiene que
lavarse los dientes para sacarse comida. Necesito ayuda". El juego se
transforma en "hacer recetas". Introduce algo nuevo: "Dino come, ataca
porque es malo, te pinto como monstruo para que los chicos te tengan miedo.
A: "Asustás en el colegio porque tenés miedo". R: "todos los chicos tenían un
plan malvado, menos yo. Si te besa el monstruo, te convierte en monstruo". A:
"Esas cosas de miedo que decís son pensamientos." R: "Quiero comer, dame
comida". A: "La boca acá es para hablar". Dibuja un nene con una sonrisa y
luego lo transforma, dice: "los zombis comen. Para que no me coman me hago
el zombi". A: "para no ser zombi hay que hablar". R: "Cómo se borra algo de
la cabeza?" A: "Contando el pensamiento". R: "Tengo pesadillas: Ben 10 iba a
una basura, comía y se transformaba en zombi. Transformaba a otros en
zombis, después venían por mí. Yo les decía no, no, pero me transformaban
igual". Viene cabizbajo y dice: "le pegué a J, el impulso humano...". A: "Tiene
que ver con pensamientos, pero pueden estar equivocados". R: "Los
pensamientos son una tontería, no significan nada". A: "Pero me dejan solo
cuando los hago en impulsos". R: "Poné mi nombre, voy a firmar". Cuando las
palabras se disparaban enloqueciéndolo ("loca te voy a destruir, caca, Marcela
de mierda"), la analista propuso guardarlas en una caja que R llamó "de las
malas palabras". Eso acotó la agitación, iniciando nuevos juegos: desarmar
lapiceras "muertas" reconstruyéndolas de manera inventada para que
funcionen, hacer un collar con clips, ponerle marca a los objetos.

El primer período muestra la pulsión al desnudo. Luego se observa cómo R


lleva a cabo un trabajo con la pulsión desde aquello que lo satisface hasta el
intento de vaciamiento. Pone un velo: las recetas de cocinero. Luego, la
pulsión se anuda a significantes, lo que permite construir algo del orden del
ser: hacerse el zombi. Después, el zombi quedó acotado a la aparición de
determinadas palabras que disparaban su enloquecimiento. Encerrarlas
permitió sustraerlas del pensamiento y así no ser forzado a hacer de zombi
permanentemente.

Madre - Niño Amo


La clínica con estos niños no bautizados por el significante amo nos hace
centrar nuestra investigación en la relación con la madre. Aquí podríamos
seguir el trayecto que se abre en la dialéctica imaginaria - por el deseo
fusionante de la madre de los años 60 - para destacar:

Niños caprichosos: resistentes a la racionalización, muestran que el yo quiero


es anterior al yo pienso. Como dice J. A. Miller[2], la belleza del capricho es
que él asume como propia la voluntad que lo mueve. "Quiero aquello que me
pulsiona, soy yo quien lo quiere". Los niños amos creen ser artesanos de su
propio destino, pero no saben cuán comandados están por no reconocer las
marcas del Otro

El capricho que creen suyo es el capricho materno; esto permitió trabajar las
patologías en la demanda. Como dice Lacan, la omnipotencia del niño es la
omnipotencia de la madre.

El acogimiento de todo niño por el Otro primordial tiene varios órdenes:

1. parte del lenguaje;


2. los objetos son puestos en el intercambio;
3. los cuerpos en juego;
4. todo esto constituye una pequeña historia infantil que le permite tratar la
lengua que él padece.
5. la soledad de lo pulsional.

El modo de presentarse del niño es siempre enigmático y esa dimensión de


enigma puede generar un efecto de angustia. En tanto el bebé no habla, se
presta a encarnar una voluntad imperativa. Es la madre la que acusará recibo,
la que transformará un grito en un llamado y podrá o no hacer algo con ello.
La invención por excelencia es que ella le habla una lengua que llamamos
materna, y la experiencia analítica muestra su importancia en el
desciframiento de los modos de goce de un sujeto. La lengua materna nombra
a su manera este intercambio.

En estos niños falla el modo en que fueron alojados con relación a la lengua,
que aparece en el encuentro con el niño y nombra la relación con los objetos
en su cuerpo.

En estas madres tan narcisistas encontramos un mutismo respecto del lugar


libidinal de estos niños (en general muy circunscriptas a su propia libido), y la
dificultad para transmitir esta lengua. Cuando la madre o el niño deben dar
algo que creen que es propio, ninguno cede e irrumpe lo pulsional: la parte de
la soledad de la pulsión desmesurada atrae hacia ella a la mayoría de los
objetos de intercambio. Estamos también ante la presencia de leyes tiranas en
el niño. Él entra como devorado, rechazado, sometido a ruidos
ensordecedores, o siente su cuerpo cortado en pedazos que no existen sino en
su cabeza.

Si hay un intercambio entre los objetos y la lengua, la marca de la presencia


del objeto tan singular es lo que llamamos las preferencias, los gustos, la
defensa contra ese objeto sexual freudiano. En estos niños la defensa es la
indiferencia o el disgusto y se producen malentendidos cuando se introduce el
pedido con los objetos de la pulsión más allá de la necesidad.

Se constata que la atención de estos niños se encuentra fijada sobre la libido


de la madre, lo que falla es la libidinización. Actualizar la pareja
sintomática del niño y su madre es posible si articulamos la agitación
pulsional con la estática del fantasma materno[3].

Cada viñeta clínica hace figurar a la pareja que forman el niño dinamita y la
madre exacerbada.

Facundo desmonta un stand en un supermercado con un movimiento preciso,


mientras su madre obsesionada elige cada verdura por su excelencia.

Matías, tres años. Desde su cochecito y con su chupete que se saca para dar
órdenes, obliga a las mujeres que lo rodean a jugar al fútbol sin cesar. (Oficio
de su padre: selección de futbolistas). La madre de Matías lo trae asustada
porque teme que Matías sea esquizofrénico como el hermano mayor de ella.

Del semejante al semblante


En el parlêtre cuerpo y espacio se constituyen correlativamente; por un lado
identificación y completud; por el otro la pulsión. Retomando a Caillois,
mientras para Lacan el señuelo captura por completo al animal, en relación a
estos niños nos preguntamos: ¿Qué es lo que los captura? No se trata de la
tentación ejercida por el espacio, sí la confusión con el medio y la pérdida del
sentimiento de la vida que llega hasta la despersonalización.

El niño amo se las arregla cuando no hay resonancia corporal de la palabra,


cuando no están puestos en función el cuerpo (I) y el lenguaje (S). Lo real,
entonces, tampoco está como tercero que los anuda y soporta el esquema de la
resonancia para que (I) y (S) se mantengan juntos, intersección que fabrica el
sentido y los semblantes.

Miller retoma el estatuto imaginario del goce: imagen y cuerpo. Mientras el


mimetismo pone en continuidad imaginario y real, el semblante sí articula
imaginario y simbólico.

Lacan introduce el parlêtre, le atribuye un ser de semblante y le atribuye el


parecer. El signo de la época moderna - el semblante - es lo que aparece de lo
que es. Como dice Miller[4], se podría decir, disimular, en el sentido de no
dejar traslucir nada. En "Los desengañados se engañan" o "Los nombres del
padre", Miller trabaja a los desengañados de los semblantes. Creen poder
prescindir de ellos, y sin embargo no utilizar los semblantes es estar engañado
de otra manera. ¿Podemos pensar este tema en los niños amos? Creemos que
sí, porque el pasaje de semejante a semblante va a ser muy útil en la dirección
de la cura. Cuando un niño arma su yo en función del semejante, recubre lo
real. Cuando se encuentra con otro semejante con la imagen de algo completo
(hermanos, amigos y otros) aparecen el resentimiento y la agresividad
ambivalente que pasan a la envidia y al celo del prójimo.

¿Qué es el semblante en el niño? El semblante soporta lo simbólico para


rebotar en el fantasma, lo que se produce en la cura de estos niños. El
semblante sale de la cooptación imaginaria, el niño amo niega la división
pulsional y restaura al mismo tiempo al semejante, que es el supuesto
completo. En el recorte que hace Adela Fryd M (Matías de 4 años) tiene
encuentros con su madre a través de los cuentos de terror que ella contaba con
mucha gracia. Un día M esconde una joya muy valiosa de su madre y se dan
cuenta que él la había escondido. Tiempo después M se cuelga por la baranda
de una escalera, pasa su madre y le dice "mirame mamá".

En las sesiones él decía que escribía una historia (él no sabe escribir). Le pido
que me cuente y solo repite "Sangre fría". A: "Cómo es eso, qué escribiste?
Contamelo"

M: "Uno venía y le cortaba con un cuchillo y le salía la sangre". El analista es


un semejante y él se coloca como estando frente a un ideal, que escucha su
relato en relación al ideal materno. El real no puede ser aprendido. Una vez
acontecido el acting frente a la madre (con su estilo de asustar como lazo al
otro y de una manera muy riesgosa que logra la mirada en éxtasis de su
madre), le digo que efectivamente él era un objeto precioso. Luego aparece
por primera vez el comienzo de un juego, aquello que se soporta y rebota en
un fantasma. M dice: "yo no existo, vos buscame pero no me ves, no me
encontras". Hago semblante de no verlo. Esta vez el sujeto imaginariza el
semblante a partir de la identificación a ser como que no es visto, un falso
semblante. Si bien se sigue evitando la castración es un paso más en la cura.

Cuerpos en movimiento
Niño amo que se mueve, que se agita. Que corre en todos los sentidos. La
clínica - que coloca en valor al cuerpo como un puro objeto pulsional -
subraya el carácter acéfalo de la pulsión, la ausencia de intencionalidad y de
identidad subjetiva. Podríamos hablar de una clínica del cuerpo en
movimiento. Esta clínica del cuerpo es ciertamente opuesta a la estática del
fantasma, porque lo que se descifra se descifra como goce. Las necesidades no
se satisfacen sino por movimientos sin ritmo, sin trayecto. La excitación
maníaca por rechazo del objeto a, hace del sujeto la proa del lenguaje en un
deslizamiento interminable y metonímico, vertiente mortal de la excitación.

¿Cómo respondemos con nuestra práctica? ¿Cómo pasar de él como objeto a


lo vivo de la lengua? ¿Cómo hacerlos respirar allí donde el goce sofoca?

En estos niños hay respuestas que constituyen comportamientos; no son


síntomas, que siempre implican sustitución. Los problemas que encontramos
son problemas de goce, no disociados de lo que el niño es como objeto para el
Otro. En los niños con síntomas vemos cómo el decir de la lengua resonó y
cómo eligen ese rasgo que muestra su elección de goce. Pero estos
comportamientos -romper, pelearse o un "no" absoluto- son elaboraciones de
una respuesta. Pareciera que no, pero un analista puede ayudar siguiéndolo en
la construcción de una respuesta que muestre al Otro de una manera diferente.

En algunos de estos niños no hay marca, en otros habrá un S1 y en otros una


nebulosa. Se tratará de despejar o de inventar algo de la lengua que no se
transmitió. Eso que se dio o no se dio puede presentarse en el dispositivo. Se
trata de poner orden en esta nebulosa de signos.

Veremos el caso de Patricia Moraga. Describe una cura con Franco, que tiene
un hermano mellizo Bruno. Franco no acepta los límites, el no. Su padre no
tiene autoridad con él, le pone penitencias y no las cumple. Corre sin parar y
cruza las calles. Ha prendido fuego colchones y roto vidrios. Tiene
dificultades para separarse del padre y de su hermano. Sólo juega con éste y
con un muñeco de Batman que lo acompaña a todos lados. La madre tiene una
hermana melliza. Dice que eligió a Franco por ser el más grande, nadie lo iba
a querer. A ella le pasó lo mismo con su hermana. Siempre tuvo predilección
por Franco, hasta que a los dos años descubre al otro mellizo. Tiene una
pesadilla donde se cae con su madre en el desagüe. Cuando pasean solos le
advierte a su mamá "cuidado con los desagües". En las sesiones dice "¿quién
es el más alto, el más fuerte?" Concluye: "Batman es el más alto, el más fuerte
de todos". Dice que tiene tres padres: el abuelo M, el abuelo C y su padre.

A: "¿Con uno no alcanza?". F:"No, no sé si con uno alcanza".


En la tercera entrevista pregunta por las partes que faltan de las vías de un tren
y le reprocha a la analista haberlas perdido. Juega a ser el más grande. Batman
lucha contra todos y siempre vence. Él es "el más grande". El más grande está
solo. Se ubica en un lugar alto y dice "mirame". La analista toma los juguetes
pero le sustrae la mirada. Entonces dice: "tengo un secreto".

Luego "¿no te gusto?, soy el más grande". Concentrada en el juego la analista


dice "¿Y qué tiene ser el más grande?". Tras un momento de vacilación toma
un alhajero y dice "¿de quién es esta princesa?" Batman (Franco) y el hombre
araña (la analista) quieren la joya. El hombre araña toma a la princesa y se la
lleva. Franco grita, la analista le dice "no te la voy a dar" y la guarda. En otra
sesión, frente a una escena en la que amenaza con matar al hombre araña si la
princesa no se va con él, la analista hace hablar a la princesa diciendo "no sé
pero lo quiero, por más que lo mates lo quiero". Franco se ríe. Aparecen el
Otro y el saber. Quiere saber, pregunta por los libros de Freud. Hace un
garabato. Va a buscar a la princesa guardada en un alhajero y dice "vamos a
jugar al objeto perdido". El objeto perdido es un papelito con un garabato.
Hace una cueva y dice "vos no podés entrar porque sos más grande, esta cueva
es para chicos". "Los chicos no pueden todo, los grandes tampoco. Con Franco
vemos cómo se trata de seguirlo en ese bombardeo de actitudes y palabras,
que lo llevarán a ubicar su posición frente al Otro y le darán otro lugar. Él
debía ser el más grande, el mejor, para reafirmar la fantasmática materna. Su
padre - aunque intervenía - lo hacía desde un lugar muy par.

En estos casos, como dice Lacan, hace falta que estén el cuerpo y la noción de
interpretación como perturbación que moviliza algo del cuerpo, lo que no
ocurre cuando se traduce un texto. Allí intervienen el tono, la voz y el acento,
hasta el gesto y la mirada. Aunque sea atiborrada, se trata de tomar en serio su
respuesta; no comprenderlo ni encerrarlo en un sentido que no es el suyo, sino
que aparezca algo que quizás no estaba.

Se tratará de captar la lengua propia del niño y de insertarlo en una secuencia


que de cuenta de él. Encontrándonos con un sujeto en el cual los significantes
aparecen sin intervalos, podremos despejar algo de la lengua materna que no
se produjo en ese lazo por una falla en la transmisión.

La clínica muestra que si se cede un poco ese goce narcisista, el vacío


generado podrá engancharlo al significante que resuena con la pulsión. Esto se
ve muy bien en caso de Franco donde se sitúan un S1 amo, la extracción de un
objeto, mirada, el vacío, la joya y la puesta en juego de un saber ficcional
como invención del objeto.

Notas

1. La experiencia de lo Real en Psicoanálisis. J. A. Miller. Cap. VIII


2. Serge Cottet. L'ingconscinent de papa et le notre. Contribution a la
clinique Lacanienne Editions Michele, Paris, 2012.
3. Serge Cottet. L'ingconscinent de papa et le notre. Contribution a la
clinique Lacanienne Editions Michele, Paris, 2012.
4. De la Naturaleza de los Semblantes. J. Alan Miller

Bibliografía

• Caillois, R., (1991) "Mimetismo y psicastenia legendaria", en


Referencias en la obra de Lacan, nº 2, Bs.As.: Casa del Campo
freudiano.
• Cottet, S., L'ingcousceinent de papa et le notre. Paris: ed. Contribution
a la clinique lacanienne. Paris, 2012
• García, G., (2000) "Las resonancias en Freud de nuestras preguntas",
D'Escolar. Bs.As.: Atuel-Anáfora Bs.As.
• Lacan, J.,(1994) El Seminario Libro 4, La relación de objeto (1956-57).
Bs. As.: Paidós.
• Lacan, J., (1987) "La pulsión parcial y su circuito" en El Seminario
Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis (1964),
cap. XIV. Bs. As.: Paidós.
• Lacan, J., (1985) "Acerca de la causalidad psíquica" (1946), en Escritos
1. Bs. As.: Siglo XXI.
• Lacan, J., (1985) "El estadio del espejo como formador de la función
del yo (je) tal como se nos revela en la experiencia psicoanalítica"
(1949). Ob. cit.
• Lacan, J., (1987) "Observación sobre el informe de Daniel Lagache:
'Psicoanálisis y estructura de la personalidad'", Escritos 2, Bs.As.: Siglo
XXI, , pág. 657-659.
• Lacan, J., (2012) "Nota sobre el niño" en Otros Escritos. Bs. As.:
Paidós.
• Lacan, J., (2012) El Seminario libro 19, … o peor (1971-72). Bs. As.:
Paidós.
• Laurent, E., Presentación de VI Enapol. Recuperado de
www.enapol.com
• Miller, J.-A-., (1998) Los signos de goce. Bs. As.: Paidós.
• Miller, J.-A., "Acerca del Gide de Lacan", Malentendido n° 7, Bs.As.,
1990, Cap.IV.
• Miller, J. –A., Presentación de VI Enapol. Recuperado de
www.enapol.com
• Miller, J.-A., (2011) Donc. Bs. As.: Paidós.
• Miller, J., (2002) De la naturaleza de los semblantes. Bs. As.: Paidós.
• Miller, J.-A., (2004) "Capricho y voluntad" en Los usos del lapso, cap.
VIII. Bs. As.: Paidós.
• Miller., J.-A., (2003) "Síntoma y carácter" en La experiencia de lo real
en la cura psicoanalítica, cap. VII. Bs. As.: Paidós.
• Miller, J.-A., La muy última enseñanza de Lacan, cl. 28-03-2007.
Inédito.

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