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Sobre La Utilidad Del Estudio de La Jurisprudencia. John Austin.

Este documento presenta un resumen en inglés del ensayo "Sobre la utilidad del estudio de la jurisprudencia" de John Austin. El autor, Felipe González Vicen, introduce el contexto histórico y filosófico en el que Austin desarrolló sus ideas sobre el derecho positivo. Austin concibe el derecho no como un orden objetivo, sino como un conjunto de mandatos impuestos por un soberano para ordenar racionalmente la sociedad. Su enfoque combina el utilitarismo inglés con elementos de la escuela histórica alemana de Savigny.
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Sobre La Utilidad Del Estudio de La Jurisprudencia. John Austin.

Este documento presenta un resumen en inglés del ensayo "Sobre la utilidad del estudio de la jurisprudencia" de John Austin. El autor, Felipe González Vicen, introduce el contexto histórico y filosófico en el que Austin desarrolló sus ideas sobre el derecho positivo. Austin concibe el derecho no como un orden objetivo, sino como un conjunto de mandatos impuestos por un soberano para ordenar racionalmente la sociedad. Su enfoque combina el utilitarismo inglés con elementos de la escuela histórica alemana de Savigny.
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JOHN AUSTIN

ÁLE.Z· .· YTCEN

fNSTITUTO DE ESTUDIOS P os
M ID-1951
SOBRE LA UTILIDAD _
DEL
E$TUDIO DE LA JURISPRUDENCIA
s~:a·. R,E, LA UTILIDAD
DEL

ESTUDIO
DE LA

rrUJJ..ISPRUDENCIA
Versión del inglés y Estudio preliminar
POR

FELIPE GONZÁLEZ VICEN

COLECCION

l. CIVITAS

NSTITUTO DE .E STUDIOS POLÍTICOS

MADRID-1951
--'------'---·- - - - - - - - - - --- ·- - - · ·- --- - - - - -
Imp. SAMARAN .-Mallorca, 4.-Ma<lrid.-'-T~ léf. 27 08 06.
ESTUDIO PRELIMINAR

Con la traducción del famoso ensayo de


A.lJSTIN On the Uses of the Study of ]urispru-
8,erice, v.e la luz en castellano uno de los do-
c11mentos más instructivos y singulares de la
Íl1oderna ciencia del Derecho. En sus págínas
sorprendemos in statu nascendi, formulada
~lÍn de manera provisional y vacilante, una
~.~\las ideas que mayor influencia han ejer-
~~40 en la teoría del Derecho contemporá-
11ea, y que, todavía hoy, representa u'n ele-
mento constitutivo de nuestra conciencia ju-
#dica : la' idea de que todo Derecho posee
tina estructura formal idéntica, y que esta es-
~f'lctura se expr~sa en un repertorio de
~cp~incipios>> o conceptos fundamentales, que
~~e'llcuentran, por ello mismo, en la hase de
t<>do. orden jurídico pensable.
John AusTIN, el autor de este ensayo, es él

ros 06.
mismo una figura singular en fa historia de las
ideas jurídicas. Perteneciente desde su juven:
tud al círculo formado en torno a J. BENTHAM
y James MILL, su carrera científica comienza, -
cu rea]idad, cuando, -en 1827, el grupo hen-
thamista que impulsa la fundación de la Uní"
versidad de Londres le invita a ocupar en ella
la cátedra de Jurisprudence o Teoría del De~
recho (1). La disciplina significaba una inno.
vación radical en la enseñanza jurídica ingle-
sa, centrada tradicionalmente en el conoci-
miento casuístico del Derecho positivo, y Aus-
TIN, a la sazón un barrister poco menos que
desconocido, trata de prepararse para la nue-
va docencia realizando un viaje de estudios ·
a Alemania (2). La cátedra de Jurisprudence
se revela pronto como un fracaso y, en 1832,
AusTIN tiene que renunciar a su cargo por
falta de alumnos (3), pero este viaje a las

(1) Sobre la fundación de la Universidad de Lo~­


dres y el nombramiento de AusTIN, cfr. E. HALÉVY,
La formation du radicalisme philosophique, París,
1901-1904, t. 111, págs. 324 SS.
(2) Acerca de este ~ viaje, cfr. A. B. ScHWARZ,
]ohn Austin and the German ]urisprudence of His
Time, en Política, vol. 1 (1934/35), págs~ 181 ss:
(3) Sobre la actividad universitaria de AusTIN>
cfr. E: RoBERTSON, Law, en la Encyclopaedia. Bri·
tannica, 9th Ed. vol XIV, Edindburgh, 1882, pá.
ginas 355 ss., y el Prefaci-0 de Sarah AusTJN a J. Aus-

8
Universidade.s ale:nlanas r endil'á los más ex- ·
~~~?1·dinariosfrütos. En él tiene lugar, .pudie-
~~> 4ecirse figuradamente, el encuentro de las
dos grandes corrientes del positivismo jurídi"
co a comienzos del siglo, del utilitarismo in-
.glésy de la Escuela histórica de SAVIGNY, y
.~~ (~ste .· encuentro saldrá una nueva teoría de
la ciencia del Derecho.
El concepto del Derecho del que ÁUSTIN
parte hunde, en efecto, su s raíces en la tra-
~i?ión del nominalismo ético inglés, a la que
~~ < su tiempo había dado nueva fuerza polé-
mica la doctrina de BENTHAM,.J'E l Derecho no
es, para él, un orden obj etivo que se predica
de . la naturaleza humana y que el discurso
·~sgeculativo puede, por eso, descubrir, sino
u'n orden de conducta vinculado a una comu-
rlid.ad y sometido a v:ariadones según facto-
res de hecho. Lo peculiar de la doctrina de
AUSTIN, y en general del henthamismo, es,
~~Rero, que este carácter esencial de la po-
sitividad del Derecho no es fundamentado
históricamente, como lo hace SAVIGNY, sino
racionalmente y de modo abstracto. Su idea
9~11.fral no es la de la co'nexion orgánica de

TIN/ Lectures on ]urisprudence or the Philosophy of


Positive Law, 5th Ed. , London, 1929, vol. 1, pá-
ginas 6 ss.

9
las generaciones, «entre las cuales sólo pile·
de pensarse un desenvolvimiento_, pero no urf
fin ni un principio absolutos» ( 4), sino la del
pQder de la razón para obtener inductiva-
1me'nte de las circunstancias de cada momeil·
to la fórmula que asegure la felicidad de un
grupo humano. Es una forma de pensamien-
to__~hstrac~y--·calculacllJr;----en el que se ex-
-·------ ~---·
presa la conciencia histórica de la nueva hm·•
gu
.• e~~};~~: · -;· ·~qy¿;'"-~;Ígeñes
.. ------~
ideales se hallan, paradójicamente, en el
mismo optimismo revolucionario que nutre
los sistemas jurídicos y políticos del Derecho
natural (5). Todo Derecho es Derecho posi•
tivo, pero no porque sea manifestación de
un principio inmanente a las individualidades
nacionales, como quería la Escuela histórica;
síno porque es el medio para la ordenación
racional de la sociedad según u'n criterio em·

( 4) SAVIGNY, Vom Beruf unserer Zeit fiir Gesetz-


gebung und Rechtswissenschaft, Heidelberg, 1914,
págs. 112-13.
(5) Cfr. G. DE RuGGIERO, Storia del liberalismo
europeo, 2." ediz., Bari, 1941, págs. 99 ss., y E.
TnoELTSCH, Das neunzehnte ]ahrhundert, _en Gesam-
melte' Schriften, Béi. IV, Tübingen, 1925, págs. 619-
20. Una caracterización breve pero exacta de la es-
tructura de este pensamiente> en W. DILTHEY, G-r:und-
riss der allgemeinen Geschichte der Philosopie,
Frankfurt / M., 1949, págs. 224 ss..

!O
JUe• ~~~~~() .q ue V'.aría de sitüación a situación ( 6).
• mi .El Derecho no · es · concebido como cela vida
del ~ismá de · los hombres vista desde un lado
:iva.: ~~~~~iah> (7), si'no de un modo estrictamente
neil~ instrumental, como un orden de comporta·
~ un •fie~to .r eferido a una voluntad organizado-
ti en- ',l'liii O, como dice AusTIN; todo Derecho es
J((fuandato)), es decir, manifestación por tm
,ser raciOnal del deseo de que otro ser racio·
enes ~~!( se conduzca de un modo determinado,
1 el bajo la amenaza de un mal para el caso de que
mtre 'e] deseo no sea cumplido (8). Y no un man·
echo
posi• La exprl)s1on típica d.e esta idea se encuen·
i de fra en J. BENTHAM,".'D e l' inj]Jrnn ce des temps,_et~
~matíetes de legislati,gn__en Oeuvres (Ét.
lades Bp111ont), BruxeIIes,-r82'9: 31J-;l. l , págs. 285 ss . Cfr.
rica, fl!.t llbién J. M. ZANE, ]eremy Bentham, en Great Ju-
rísts of the World, Boston, 1914, págs. 532 ss., y el
ición célebre ensayo de J. ST. MILL sobre su maestro , re·
'prodi:¡.cido ahora en Mill on Bentham and Coleridge,
' em- éd. (by F. R. Leavis, London, 1950, págs. 39 ss . ·
(7) SAVIGNY, Vom B eruf, pág. 30.
(8) · Lectures on ]urisprudence, vol. l, p ágs . 79,
:eset::: ·33, Los orígenes inmediatos de esta concepción nomi-
1914, ·nalista y radicalmente positivista se encuentran en
~'. •. l'ALEY ...XJ~e-~l~1'al-lmfl-/4J~-J!hi·
zlismo l()sophy (1785 ), Boston 1801, según el cual «the Law
y E. ñiWf!r-s¡reaks but to command, nor commands but
:esam- where it can compeb> (pág. 25), sin que pueda decir-
. 619- $~ }e >alguien que está obligado sino «when he i s
la es- pf~i!d by a violent motive, resulting from the com-
;mnd- ~and of anothern (págs. 57, 59). Ya antes, empero,
1sopié 1 . HonBES había escrito que «the law is a command,
arid a · command consi steth in declaration, or mani-

11
dato cualquiera, s:iho un mandato provenien-
te de un soberano político y dirigido .a sus
súbditos. Ya HoBBES había definido el De-'
recho diciendo que era «el mandato del que
detenta o ·de los que detentan el poder sobe-
rano, dirigido a sus súbditos y exponiendo
pública y distintamente lo que cada uno de
ellos tiene que hacer y lo que deben omi~
tirn (9). y BENTHAM, por su parte, había es-
crito que la ley jurídica era «manifestación ...
de voluntad por la persona o personas a quie-
nes los miembros de la comunidad política ...
están dispuestos a obedecer, bien por hábito
o bien por compromiso expreso.>> (10). Aus-
TIN, moviéndose dentro del mismo esquema
conceptual, define~ a su vez, el Derecho de
la siguiente manera : ccTodo Derecho positi-
vo, o lo que es lo mismo, todo Derecho sim-
ple y estrictamente así llamado, es impuesto

festation of the will of him that commandeth.)) Cfr.,


Leviathan, W orks (Molesworth), vol. 111, pág. 257, y
De corpore político, Works, vol. IV, págs. 109, 215.
Cfr. asimismo LocKE, An Essay concerning Human.
Understanding, en W orks, London, 1794, vol. 1, pá·
ginas 42 ss. y 371.
(9) A Dialogue of the Common Law, Works,
vol. VI, pág. 26. Cfr. también Leviathan, ya cit., pá~
ginas 147, 251.
(10) Essai sur la nomenclature et la classi/ication
des principales branches d' Art·et-Science, en Oeu~
vres, t. IIJ, pág. 344.

12
uen• ~~f~.cta .o indirectamente por una persona o
sus y.u::c11erpo sober.ano a un miembro o miem,
Deo. ~~gsde la -sociedad .política independiente en
que -~ª c11al.aquella persona o cuerpo son sobera·
obe- ~g~c¡supremos .. .A: aun . cuando proceda di-
~ndo [~ctamente de otra fuente, es Derecho posi-
o de ,~~g•\ º Derecho estrictamente así llamado,
omi• ~g_r la sanción que le presta aquel soberano
a es- ;~~: su ~o.u'dición de superior políticm>/ (11).
\~.~cualidad específica que hace de un <<man-
1
ón.
1uie- ~'t<))) Derecho es su procedencia de un so-
_ca .. •lJeraJ10 político, entendiendo como tal, en el
íbito ~~rttido peculiar de AusTIN, aquel poder su-
AÚs- ;¡~elllo que, de ordinario, es obedecido de
iema .hecho en una sociedad política (12).
o de
(11) Lectures on Jurisprudence, vol. I, pági-
ositi- h~s 220, 34, 75, 177, etc. Sobre este concepto del
sim- J:> ~re cho, cfr. E .. C. CLARKE, Practical Jurisprudence,
~ } Qomme11t 011 Austi11, Cambridge, 1883, págs. 136
u esto §5;; W. J. BROWN, The Austinia11 Theory of Law,
'l',,.gr-don, 1926, págs. 331 ss., y C. A. W. MANNING,
Cfr., {!-ustin To-Day: or «The Provi11ce of ]u'rispruden-
257, y IJe» re'examined, en Modern Theories of Law, Lon-
tl9l):, 1933, págs 186 ss.
' 215. (12) Lectures 011 ]urisprude11ce, vol. I, págs. 220 ss.
ruman
I , pá· § obre· este concepto de soberanía, que constituye,
~~ / ~l.timo término, la clave de la noción del De-
7orks, recho de Austin, cfr. J. w. GARNER, Political Scie11-
t. , pá- ;ce . ~'n.d Government, New York, 1928, págs. 179 ss.,
~· < .A· DUNNING, A History of Political Th eories.
:cation J?rom Rousseau to Spencer, New York, '1926, pági-
~a~ 226 ss., · y . sobre todo, H. SIDGWICK, The Ele-
Oeu"
lti(Jllts of Politics, 4th Ed., London, 1919, págs. 651 ss.

13
Trazado .así el concepto del Derecho, lo ca..
racteiístico del pensamiento 'de AustIN es que
no se detiene en él, sino que, al contrario,
lo convierte en punto de partida de una
nueva reflexión, con la que supera ya el
círculo de ideas d~l benthamismo y del no-
minalismo inglés. La concepción del Dere.c ho
hajo.,el punto de vista de su estricta positi-
vidad abre las puertas, en efecto, a un pro-
blema ·que AusTIN ve en toda su complejidad.
Si el Derecho es un orden determinado por
factores empíricos, cuyo origen se halla siem-
pre en una voluntad humana, y del que, por
tanto, nada puede decirse a priori, ¿cómo
es posible un conocimiento de él dotado de
generalidad? O lo que es lo mismo , ¿cómo
es posible; en último término, una ciencia
del Derecho? ¿No será la jurispnidencia tan
sólo, como ya decía BENTHAM, cela ciencia por
la cual la ley se aplica a la producción de
la felicidad)) (13), es decir, un saber mera-
mente pragmático, o como escribiría más tar~
de KIROHMANN, una ciencia de contenido va-.
riable y, por tanto, desprovista de validez

(13) Déontologie, ou science de la Morale, Bru-


xelles (1830), pág. 13.

14
'ca- (14). Este problema no había exis-
que no había existido en esta forma-
irio, escuela del Derecho natural, porque
una el objeto propio de la ciencia del
,.,. ...,.,.uu eran las «leyes jurídicas naturales)),
a el
aquellas proposiciones que, por ser
no-
racional, podían ser reducidas a
echo
s1s1,e1llla abstracto, mientras que el Dere..
1siti-
las leyes creadas por los hom-
pro-
ser diferentes según el lugar ... , no
dad.
de forma científica, comn
por
son las demás ideas de cosas singula-
iem-
( 15). Para el positivismo jurídico, en
por
que no conoce otro Derecho que el
:Ómo se hace real en las comunidades huma-
o de el problema se convierte, por así decir-
:ómo el problema por excelencia. Haberlo
mcia -""''ºuLLv,,Luv así es el gran mérito de ÁUS'l'IN.
l tan obra, el positivismo jurídico se pre·
l por por primera vez, desde sus propios su-
n de por las condiciones de posihilida~
iera-
: tar-
(14) Die W ertlosigkeit der ]urisprudenz als Wis-
} va- $~,jchaft, 3. Aufl., Berlín, 1848, págs. 10-11.
~I5) Cfr. H. GROTIUS, De iure belli ac pacis,
lidez ~~?l. §§ 30, 31, y también PuFENDORF, lus naturae et
g~11,tium, I, 2, esp. §§ IX ss. Sobre el problema en
I'Je~bniz, E. CAsSIRER, Natur- und Volkerrecht im
Bru- 1*fchte der Geschichte und der systematischen Philo-
spphie, Berlín, 1919, pp. 201 ss.

15
del conocimiento científicd del Derecho, y es:.
boza una respuesta que revestirá significa-
ción paradigmática para toda la especulació":
subsiguiente.
Esta respuesta la halla AusTIN en la cien-
cia· jurídica alemana de principios de siglo;
especialmente en la Escuela histórica. Dos
so'n, sobre todo, las ideas que influyen deci'-
sivamente el pensamiento de AusTIN, ofre-
ciéndole las bases generales de su teoría dé
la ciencia jm,ídica.jÉn primer término, l~
noción de sistema que SAVIGNY y sus discípu~
los formulan en oposición al jusnaturalismo,,
Mient1'.as que para las tratadistas del Dere-
cho natural el sistema era un i·epertorio de
categorías aplícables a cualquier materia ju"
rídica, e'n la Escuela histórica el sistema apa-
1·ece como el orden mismo de una institución
o de un Derecho determinados, como la ar-
quitectura inmanente de su realidad concre~
ta (16): De igual manera que en la geome-
tría, en la cual ciertas determinaciones con-
tien,en ya implícitamente un concepto gene-
ral, así también, escribía SAVIGNY, <<en cada

(16) Sobre esta diferencia fundamental en la idea


de «sistema», ·cfr. las páginas clásicas de F. J. STAHL,
Die Philosophie des Rechts, 5 Aufl. Tübingen. u.Leip;
zig, 1878, Bd. I, págs. 574 ss.

16
- , í'te tl~ ~uestro Derecho hay ciertos elemen-
µ Ios cuales se encuentran ya dados los
~s.\.~ . · estos elementos podemos denomi-
os principios rectores. Uno de los come-
s <más arduos de nuestra ciencia, más
;\ aquél que da a nuestra labor carácter
tífico, es el de aprehender est.os princi-
te<'.tores y, partiendo de ellos, percibir
()nexión interna y la afinidad de todos
cgnceptos y pl'Oposiciones jurídicas>> (17).
ótfa idea es la llamada «teoría: de las ver-
es .jurídicas>>, que aparece en Alemania
fa principios de siglo como una via me-
~ntre el Derecho natural y el nuevo po-
ismo jurídico (18). La noción central de
doctrina no es la de sistema, sino, como
Ía. de decir más tarde uno de sus más
()Cidos representantes, la de que, al lado
los principios propios de cada orden jurí-
(),.(cen todo Derecho existen principios de
Ur.a leza invariable)) de los que cmingún le-

7\ Vom Beruf, pág. 22, y sobre el método «sis-


tfoo», págs. 48, 117.
~) C. A. W. MANNING, .Austin To-Day, ya cit.,
.185, y A. B. ScHWARZ , ]ohn Austin and the
>• erman ]urisprudence, ya cit., págs. 192-93, han se-
~,1111º •. la . influencia ejercida sobre Austin por uno
ge los primeros juristas de esta dirección, el profesor
~.r Kíel N. FALK, :iutor de una ]uristische Encyklo-
¡:@J.ie, Kiel, 1825, muy leída en su tiempo.
gislador puede prescindir)) (19). Estos prin"
cipios no son · conceptos deducidos especula-
tivamente, como en los tratados del Derecho
natural, sino proposiciones obtenidas induc-
tivamente de los Derechos históricos, por un
procedimiento semejante «al que se acostunF
bra a utilizar para hallar las reglas fund~­
mentales de la Gramática general, de la
Estadística teórica y de los sistemas de Econó~
mía política>> (20). De la confluencia de es~
tas -' dos ideas surge la teoría de la ciencia
jurídica de AusTIN. En ella ambas nocione~
experimentan llll proceso de formalización y
racionalización, y, unidas, fundamentan ull'
niievo modo de entender el problema del co~
nocimierito científico del Derecho. El con>
cepto esencial sigue 'siendo en ÁUSTIN el dJ
sfstema, púo éste no es concebido como fori
iiia •Concreta de un Derecho determinado, en
ei sentido de SAVIGNY, sino como la estruc~
tura permanente de todo orden jurídico e~
absoluto ; u'na estructura que es expresablé
en «principios>>, es decir, en nociones for~

, (19) L. A. WARNKONIG, Rechtsphilosophie als Na;,'


turlehre des Rechts, 2. Ausg. Freiburg i.Br., 1854, pá•:
gina 26L
(20) WAnNKONIG, Rechtsphilosophie, ya cit. , pá~
p;ina 263.

18
prin- 'l~.i~s,< cuyo estudio y definición constituyen
cula~ ~l;cobjeto de la ciencia jurídica.
·echo La<idea general de AusTIN es, en efecto,
iduc- F¿ hay dos maneras de considerar el Dere-
u un ~~g.'tpositivo : bajo el punto de vista de su
;tum• ~~aridad histórica, o bajo el de su es-
mda- t~(itur:a como orden jurídico pensado en abs-
le la ~\-áctoV La primera de ambas consideraciones
cono- @'$' .e'Btudio d~ lo que en cada Derecho hay
le es- peculiar, es deCir, es estudio de su conte-
iencia ' y da lugar a la «jurisprudencia particu-
~iones ] ~ (21). La segunda, en cambio, es refle-
:ión y sobre aquellos conceptos que se dan en
in un Q Derecho y constituye el objeto de lo
lel co-< ' 'AusTIN denomina «jurisprudencia gene-
l co'n~ ?} o «filosofía del Derecho positivo» (22),
el de' tros juristas de su escuela, «jurispruden-
lO fo1<i teórica>) (23) o simplemente «jurispru-
do, erii !
, )¡
estruc+]
/t ) Lectures on ]urisprudence, vol. II, pági-
ico en 07Z. Sobre lo que sigue, cfr. mi trabajo El posi-
:esabl¿J 1110 en la filosofía del Derecho contemporánea,
évista de Estudios Políticos, vol. XXXI (1950),
es for-1 as 54 SS.
) La expresión ccfilosofía del Derecho positi-
¡;~ rocede de G. HuGo, Lehrbuch des Naturrechts
ºne Philosophie des positiven Rechts, Berlín,
als Na;;l 4.. Aufl. Berlín, 1819. Cfr. Lectures on ]uris-
854, pá•;j ce, vol. 1, pág. 32.
~it., pá~l 2 ~)\ Cfr. J. W. SALMOND, ]urisprudence or the
~WY of Law, 3th Ed. London, 1910, págs. 3-4.
'
19 '
dencia)) (24). En todo Derecho existe efecti•
vamente, dice AusTIN, además de las instÍhi·
ciones en que se expresa su materia norma-
tiva, un cierto número de principios o no-
ciones, no peculiares de este o del otro or-
. den jurídico, sino comunes a todos, lo mismo
«a los sistemas toscos y rudimentarios de
las sociedades primitivas que a los sistemas
más amplios y perfectos de las comunidades
civilizadas>> (25). Son conceptos de carácter
fundamental, ccporque no podemos imaginar•
nos coherentemente un sistema de Derecho ...
si:u pensarlos como partes constitutivas de
él» (26); ideas, como dirá HoLLAND, ccrelati·
vamente pocas y simples», pero que cccons~
tituyen ·1a hase de la infinita variedad de los
preceptos jurídicos» (27). La ccjurispruden-
-cia general» o ciencia del Derecho en sentí·
do estricto, tiene como objeto propio estas
nociones últimas. Su finalidad no consiste en
determinar y definir las instituciones que, de
hecho, se dan en muchos o en todos los ór~
denes jurídicos, lo cual sólo podría condu~

(24) Th. E. HoLJ,AND, The Elements of ]urispru·


dence, 13th Ed. Oxford, 1924, pág. 5.
(25) Lectures on ]urisprudence, vol. II, pág. 1072;
(26) Lectures on ]urisprudence, vol. II, pág. 1073;
(27) 1'he Elements of ]urisprudence, ya cit., pá·
gina l.

20
iF.~~· en último término, ª 1ª formulación ~e
~i 'riuevo .ius . geintium (28), ~u­
;~~.r.__eLa:n.álifila.Al.q.uellos...concepttrs-impH""
ciiós en todo Derecho (29). Ello no quiere
r• decir, sin embargo, que se trate de una cien-
.o
;~~~ a; priori, es decir, de una ciencia que pro-
te '6eda con independencia del material empí-
lS
:jifo(). La «jurisprudencia generah es, por el
't ;onttario, una ciencia a posteriori; sus con-.
cep1:os son obtenidos por el examen repetido
r-
'é]!~]a experiencia jurídica, especialmente por
,:J. . . .¡j confrontación de los diversos Derechos his-
le
~i:'iricos, y puede denominarse también, por
:I•
ello, como dice AusTIN, «jurisprudencia com-
s~

JS
P~J:ada>> ( 30).
tl·
La respuesta que AusTIN da a la pregunta
:i- Íhicial se revela, pues, en realidad, como un
as
' (28) ' Cfr. HoLLAND, The Elements of ]uríspruden-
-~e.ii ya cit., pág. 9, y W. J. BnowN, The Austinían
le 'JJ~e,ory of Law, ya cit., págs. 359 ss.
·r~ · /(29) De aquí el nombre de «analítica>) que se da
a. fa escuela .de ÁUSTIN. Cfr. HoLLAND, The Elements
u- o/ ]urísprudence, pág. 6. Sobre esta escuela, C. P.
PAUERSON, en A Hístory of Polítical Theories . Re-
perif Times, ed. by Ch. E. Merrian and H. E. Bar-
W~~· New York, 1924, págs. 145 ss., y A. KocounEK,
12. ~tif Century o/ Analytic ]urisprudence since ]ohn
13. i¿J.ustin, en Law. A Oentury of Progress. New York,
1á· l 937, vol. II, págs. 195 ss.
130\ f,prfu.res on ]urisprudence, vol. 11, pág. 1072.

21
replanteamiento del problema mismo. La
cuestión que se hallaba en el punto de par-
tida era la de la posibilidad del conocimien-
to «científicm> dd Derecho. A esta cuestión
AusTIN responde desdoblando el concepto
«Derecho positivo» en dos complejos de sig-
nificaciones, en una estructura permanente y
un contenido variable, que se contraponen
como forma y materia en la realidad del De-
recho. Lo ú'nico susceptible de conocimiento
científico en el Derecho positivo es su estruc-
tura, mientras que su contenido sólo puede
ser objeto de un conocimiento «particular».
O lo que es lo mismo, el objeto de la cien-
_yia del Derecho está constituído por concep-
tos de naturaleza formal y por las relaciones
también formales entre ellos.· Es una cons-
trucción en la que, a diferencia de la teoría
--jurídica del jusnaturalismo, el objeto de la
ciencia del Derecho no es creado por la ra-
zón misma, sino «recibido» desde la expe-
riencia a través de la conceptuación inducti-
va, pero que responde al mismo ideal de U:n
conocimiento jurídico que «prescinde de todo
hecho particular», procediendo de manera
semejante a como lo hacen los geómetras, los
cuales «estudian las figuras sin tener para
nada en cuenta los cuerpos en que se
22
dan)) (31). En la doctrina de AusTIN, como
en la que, siguiendo sus huellas, elabora el
pensamiento jurídico posterior, el objeto de
la ciencia del Derecho no es, en efecto, el
Derecho positivo, sino su proyección formal
en la esfera del pensamiento abstracto. El
Derecho positivo en su individualidad con-
creta aparece como un concepto límite, del
que sólo es posible un saber empírico y prác-
tico, y la ciencia jurídica se convierte, con-
secuentemente, en una «ciencia sin Derecho)),
es decir, en una ciencia para la cual la ma-
teria jurídica, los contenidos reales históri-
cos, desempeñan el papel de «cosa en sfa, d.e
algo fáctico que, por no ser reducible a ca-
tegorías puramente formales, no es suscepti-
ble tampoco de un conocimiento dotado de
validez general. Es como si alguien «conci-
biera la esencia del organismo bajo la idea
abstracta de fuerza vital y prescindiera de
los miembros, del cerebro, del corazón y de.
todas las vísceras, por no ver en ellas más
que algo singular, casual y positivo)) (32). En
esta incapacidad para comprender el Dere-

(31) GROTIUS, De iure belli ac pacis, Prol. § 58.


(32) HEGEL, Ueber die wissenschaftlichen Behand-
lungsarten des Naturrechts, WW (Jubilii;umsausgabe).
Bd. 1, pág. 527.

23
cho en su realidad concreta, como forma y
materia a la vez, se pone de manifiesto de
nuevo, en el positivismo jurídico como en el
jusnaturalismo, la limitación esencial frente
a los problemas de las ciencias del espíritu,
de una gnoseología y de un concepto de la
verdad calcados del pensamiento racional
abstracto de las ciencias naturales matemá-
ticas. Es una limitación que se revela como
imposibilidad para superar la oposición en-
tre lo «general» y lo «singularn ; esa oposi-
ción que «hace del hombre un anfibio)), se-
gún la frase de HEGEL (33), y en cuy.a unidad
dialéctica se constituye el ser histórico y so-
cial.

* * *
AusTIN no publicó en vida más que una
sola obra de teoría del Derecho, The Pro-
vince of ]urisprudence determined. (1832), en
la que en seis capítulos exponía el contenido
de las diez primeras lecciones del curso pro-
fesado por él en la Universidad de Londres.
Dos años después de la muerte del autor,

(33) Vorlesungen über die Aesthetik, WW Bd. XII,


pág. 87.

24
t
1861, su esposa hizo reimprimir esta obra,
uhlicando con ella, bajo el título común de
ectures on ]urisprudence, los manuscritos de
las restantes lecciones del curso y las notas y
ensayos inéditos dejados por AusTIN (34). En-
tre estos últimos figuraba también el que, tra-
ducido al castellano, se publica en las pági-
nas siguientes. Se trata de una refundición
de la lección inaugural pronunciada por Aus-
'l'IN las dos veces que intentó la docencia ju-
rídica : en 1828, en la Universidad londinen-
se, y, en 1834, en el lnner Temple, y es el
único lugar de toda su obra donde se expre-
sa sistemáticamente sobre el problema de la
ciencia del Derecho.

FELIPE GONZALEZ VICEN

Universidad de La Laguna.

(34) De las Lectures se hicieron nuevas edicio-


nes en 1869, 1872, 1878 y 1885; esta última y def:ir
nitiva edición, revisada por R. CAMPBELL, utilizand;
l'°s apuntes de clase de J. St. M1LL, ha sido, a su
vez, reimpresa en 1895, 1911 y 1929. De la obra se
han publicado asimismo dos ediciones resumidas, una
Student's Edition, de R. CAMPBELL (1874), 13th,
impr. London, 1920, y la de W. J. BROWN, The Aus·
tiniam Theory of Law, ya citada anteriormente.

25
I

EL OB.JETO PROPIO DE LA JURISPRUDENCIA

Objeto propio de la jurisprudencia en


cualquiera de sus diferentes ramas es el
Derecho positivo; entendiendo por Derecho
positivo, o Derecho estrictamente así llama-
do, el Derecho establecido o positum en una
comunidad política independiente por la vo-
luntad expresa o tácita de su soberano o
gobierno supremo.
Consideradas como una totalidad y como
relacionadas y conexas las unas con las otras,
las leyes y normas positivas de una comuni-
dad particular o específica constituyen un
sistema o cuerpo de Derecho. Y en tanto
~~it;d.~~;"' uno cualquiera de tales sis-
temas o a alguna de sus partes, la Jurispru·
dencia es particular o nacional.
27
Perú aun cuando cada sistema de Derecho
tiene sus diferencias específicas y peculia-
res, hay principios, nociones y distinciones
comunes a varios sistemas, l!l§:,. ~:lli!l~~.J~:r~p_an
a1-it1logías o semejanzas que los hacen afines.
Mucl;~s de estos prhi~ipios.comiiftes lo son
.a todos los sistemas, lo mismo a los sistemas
toscos y rudimentarios de las sociedades pri-.
mitivas, que a los sistemas más amplios y
perfectos de las comunidades civilizadas.
Ahora bien, los sistemas más amplios y per-
fectos de las (comunidades
\
civilizadas son
;afines, tanto por las numerosas analogías
1
que se dan entre todos los sistemas, cuanto
por numerosas ,¡~i[o~Ías> que se dan exclu-
sivamente entre ellos mismos. En consecuen-
c:fa, los diversos principios comunes .a sis-
temas más perfectos -o bien las numerosas
analogías que se dan entre ellos- constitu-
yen el objeto de u'na amplia ciencia, la cual,
en ~o.nJ~!!J:?g~i~ión, de un lado, a l!j1gj~pru­
dencia nacional o particular, y, de otro, a
la ciencia d~·~ª le~islación, ha sido llamada
Jurisprudencia general o comparada, o bien
filosofía _¿ · p~i;~Ípios generales- del De-
rech~~positivo.
Así como los principios abstraídos de los
sistemas positivos constituyen el objeto de
28
fa, Jurisprudencia general, .así también su
cometido peculiar y exclusivo es la exposi-
ción de dichos principios. La Jurisprudencia
.general no se ocupa directamente de la con-
veniencia o inconveniencia de las leyes, tal
como ésta se nos revela .a la luz del criterio
de utilidad o de cualquier otro de los diver-
sos criterios que dividen el parecer de la
hum.anidad. Si, en relación con .alguno de
los principios que constituyen su objeto pro-
pio, hace referencia a¡ colllSideraCiones de
utilidad, lo hace sólo con el fin ele definir
tales principios, no con el fin de determinar
su valor. Y esto es lo que distingue la cien-
cia en cuestión de la ciencia de la legisla-
ción : que esta última trata de establecer el
criterio o medid.a -a la vez que los prin-
cipios subordinados o concordes co'n tal cri-
terio- de acuerdo con el cual debe produ-
cirse el Derecho positivo, o al cual éste debe
ajustarse.
Si la posibilidad de la Jurisprudencia ge-
neral parece dudosa, ello se debe a que los
principios y distinciones que los sistemas par-
ticulares tienen de común con otros, aparecen
en cada uno de ellos mezclados con sus pe-
culiaridades individuales, y se hallan expre-
29
sadós en un idioma técnico propió de ead.á
sistema.
No quiere afirmarse con ello, que estos
principios y distinciones son concebidos con
igual exactitud y precisión en cada uno de
los sistemas particulares. En este respecto,
los diferentes sistemas difieren entre sí. Pero,.
en términos generales, dichos principios y
distinc:fones se ·encuentran eiemprey más o
menos concebidos, tanto en las toscas nocio-
nes .de !Os bárbaros como en los exactos con-
ceptos de los juristas romanos o de los cul-
tos juristas modernos (1).

(1) Jurisprudencia universal es la ciencia del ius


gentium de los juristas romanos, tal como ha sido
expuesto por GAYO.
Mr. BENTHAM opina que esta Jurisprudencia debe
encerrarse dentro de límites muy angostos. Esto es
cierto, si por Jurisprudencia univers.al entiende la
Jurisprudencia que expone aquello que se halla en
vigor universalmente como Derecho.
Pues, en efecto : a) Aun suponiendo que los sis-
temas de todas las naciones, bien totalmente o bien
en parte, se asemejen exactamente los unos a lo&
otros (es decir, que todos o muchos de los precep-
tos de los varios sistemas sean exactamente iguales),
ni así, podríamos decir de ellos con propiedad que
formaban un Derecho universal, ya que la sanción
es aplicada por el Gobierno de cada comunidad y
no por un superior común a toda la humanidad.
Y esto -como veremos más adelante- clasifica al
Derecho internacional con la moral, más bien que
__con el Derecho. b) Como observa Mr. BENTHAM,
los preceptos de los diferentes sistemas no son nun-

30
Entiendo, pues, por Jurispmdencia gene"
ralla ciencia que expone los principios, no-
ciones y distinciones comunes a los sistemas
de Derecho ; ~omprendiendo por sistemas
de Derecho aquellos sistemas más amplios y
perfectos que, por razón de su perfección y
amplitud, mayor doctrina poseen.
De los principios, nociones y distinciones
que constituyen el objeto de la Jurispruden-
cia general, algunos pueden ser considerados
§~!1:~<.)y, ya que no podemos imaginarnos
coherentemente un sistema de Derecho -es
decir, un sistema de Derecho desarrollado en
una comunidad civilizada- sin pensarlos
com~ partes constitutivas de él.
Indicaré brevemente unos pocos ejemplos
de estos principios, nociones y distinciones
necesarios :
l." Las nociones de deber, derecho, li-
bertad, delito, pena, resarcimiento, así como

ca absolutamente iguales ; siendo la única parte en


que coinciden exactamente aquellas expresiones fun-
damentales que designan las partes necesarias de
cada sistema de Derecho. Así, por ejemplo, los
derechos del marido, de la mujer, etc., la regula-
ción de las servidumbres en lngfaterra y en Francia,
todo ello guarda analogías, pero, sin embargo, no
es absolutamente igual ni en la materia ni en la
forma, y, por ello, no puede ser designado por
idénticas palabras.

31
sus diversas relaciones entre sí y con las no.l
cio'nes de Derecho, soberanía y sociedad po.;
lítica independiente.
2.º La distinción entre Derecho escrito ol
promulgado y Derecho no escrito o no pro-1
mulgado, con cuya última expresión se de.'
nominan en sentido judicial o impropio las,
más distintas manifestaciones; en otras pa-
labras, entre el Derecho que procede · direc.
ftamente de u'n soberano o legislador SU·'
\perior, y el Derecho que procede directa.,'
1mente de un súbdito o de un creador de
1
!Derecho subordinado, al que presta autori.
l,,dad un legislador soberano o supremo.
3. 0 La distinción entre derechos que pue-
den hacerse valer contra todos, como, por
ejemplo, la propiedad o dominio, y dere-
chos que pueden hacerse valer sólo contra
personas específicamente determinadas, como,
por ejemplo, los derechos derivados de un
contrato.
4.º La distinción, dentro de los derechos
que pueden hacerse valer contra todos, en-
tre propiedad o dominio y los diversos de.
Techos restringidos, desmembrados de la pro-
piedad o dominio.
5. 0 La distinción de las obligaciones -ee
decil', de deberes. correspondientes a dere·
32
.chos contra personas específicamente deter-
minadas- en 01:.ligacio'nes que nacen de con-
tratos, obligaciones que nacen de delitos, v
-0bligaciones que nacen de hechos que no
.son ni contratos ni delitos, pero a las cuales
se las denomina por analogía obligaciones
quasí ex contrac,tu.
6.-0 La distinción de los delitos en deli-
tos civiles o privados y delitos de Derecho
penal o públicos ; con la distinción de los
del~tos civiles o privados en trasgresiones
0 delitos en la estricta acepción del térmi-
no, e incumplimiento de obligaciones naci-
das de contrato o de obligaciones quasi ex-
contractu.
A poco que se examine y reflexione se
verá, creo yo, que todo sistema de Derecho
-es decir, todo sistema de Derecho desarro-
llado e'n una comunidad civilizada- implica
las nociones y distinciones que he citado
como ejemplo; y junto con ellas, un gran
número de conclusiones dadas con dichas no~.
eiones y distinciones y extraídas de ellas por
los constructores del sistema a través de de-
ducciones casi inevitables.
De los prin~ipios, nociones y distinciones
que son o!>ieto de la Jurisprudencia general,
,.¿;.!S'-'"'''~ \

otrQt:l!Ü-son ñecesaqos, en el sentido que .he


~"'~""'-~'"'"" ¡

33
dado a esta expresión. Es decir, podemos
imaginarnos coherentemente ún sistema de
Derecho evolucionado sin concebirlos comá
formando parte constitutiva de él. Como, sin
embargo, descansan en razones de utilidad
que tienen vigencia para todas las comuni-
dades, y que son palpables o evidentes en
todas las comunidades civilizadas, dicho&
principios, 'nociones y distinciones se dan,
de hecho, con gran generalidad' en sistemas
dt0. Derecho avanzados, pudiéndose, por ello,
situados en el mismo plano que los princi-
pios generales que constituyen el objeto de
la Jurisprudencia general.
' De este orden es, por ejemplo, la distin-
ción del Derecho en ius personarum, y ius
rerum, sobre la que se basa la sistematiza-
ción dada al Derecho romano por los .auto-
res de los tratados elementales de que fue-
ron copiadas y compiladas las cclnstitucione~»
de Justiniano. La distinción, a mi entender,
es un supuesto adoptado arbitrariamente
para la sistematización de un cuerpo de De-
recho. No obstante, como constituye u'n
principio cómodo par.a tal fin, ha sido adop-
tado casi generahnente por .aquéllos que han
intentado la sistematización jurídica en las
modernas naciones europeas : tanto por los
34
compiladores de los códigos· legales que sé
hallan en vigor en algunas de éstas, conio
pór autores· de tratados sobre la totalidad
dt> un Derecho. Más aún;algunos que no han
comprendido la importancia de dicha diS"
unción, rechazándola desdeñosamente en el
sentido expresado por la obscura antítesis de
ius·:personarzrni et rerum; la han adoptado,
sin embargo, bajo otro nombre -más ade-
cuado, sin duda- como base .de un sistema
«U~turah. Entendiendo, me in;ia¡gino, por
un sistema «naturah, un -sistema tan apro-
piado, tan alta y evidentemente apropiado,
que todo tratadista inteligente de un cuerpo
de Derecho lo ha de adoptar naturalmente
o de por sí.
Será, empero, empresa imposible o inútil
intentar una exposición de estos principios,
nociones y distinciones hasta tanto que, por
medio de un análisis ~uidadoso, no hayamos
determínado con precisión el sentido de
ciertos términos fundamentales que tenemos
que emplear necesariamente; términos que
surgen incesantemente en cada rama de la
ciencia, 'de tal suerte, que dondequiera
volvamos la vista, estamos seguros de encon-
trarlos. Tales son, por ejemplo, los siguien-
tes : Derecho en sentido objetivo y subje-
35
tivo, obligación, delito, sanc1on, persona,
cosa, acto, omisión. A menos q~e se deter-
mine desde un principio la significación de
estos términos, las especulaciones subsiguien-
tes no serán más que un conjunto de pala-
bras imprecisas.
No es raro en· escritores que se llaman y
se piensan a sí mismos «tratadistas)), dar por
supuesto que conocen la significación de es-
tos términos, y que ésta tiene también que
ser conoeida por aquellos a quienes se diri-
gen. Seducidos por un criterio falaz, se ima-
ginan que porque las expresiones son fami-
liares, la significación es sencilla y cierta. Y
así, no parándose a preguntar cuál es su
sentido, ni sospechando que éste necesita ser
indagado, presentan estos términos ante e]
lector sin intentar siquiera explicarlos, pro-
cediendo lisa y llanamente a hablar sobre
ellos.
Estos términos, empero, se hallan preña-
dos de ambigüedades; su sentido, en lugar
de ser simple, es extremadamente complejo,
de suerte que toda reflexión que versa sobre
el Derecho como una totalidad, debería seña•
lar distintamente dichas ambigüedades y des-
integrar aquel sentido complejo en las nocio-
nes más simples que lo componen.
36
Muchos de los que han escrito sobre De-
recho han definido estas expresiones. La ma-
yoría de sus definiciones, empero, están cons-
truídas de tal manera que, en lugar de
arrojar luz sobre la cosa definida, la en-
vuelven en una oscuridad más profunda. En
la mayor parte de los ensayos para definir
los términos en cuestión hay toda la pe-
dantería y nada de la realidad de la lógica,
la forma y la cáscara _sin la sustancia. Las
pretendidas definiciones son puros círculos
viciosos que descansan sobre las mismas ex-
presiones que aparentan elucidar, o bien so-
bre expresiones que son exactamente equiva-
lentes.
En realidad, algunos de estos términos no
admiten definición en la forma tradicionaJ
y corriente. Y por lo demás, definirlos de
aquella manera es absolutamente inútil, ya
que los términos que entran en una defini·
ción concisa y abreviada necesitan tanta acla.
ración como la misma expresión que se de-
fine.
El sentido de los términos en cuestión es
de gran complejidad. Se trata de breves sig-
nos que representan largas series de propo-
siciones. Y lo que agrava la dificultad de
éxponer claramente su significación es la co-
37
nex10n íntima ,e . indisoluble que existe entre
dlos. Determinar la 1significación de cada
uno y mostrar la relación en que se encuentra
con los demás, no es empresa a la. que pue•
da darse cima con definiciones breves e in,
conexas, sino algo que requiere una inves-
tigación amplia, complicada y coherente.
Hay, por eje:µiplo, varias clases .de leyes
o normas. Ahora bien, todas estas clases de-
ben ser distiúguidas cuidadosamente, ya que
su confusión bajo un nombre común y la
consiguiente tendencia a conJ;undir el Dere-
cho y la Moral, es una de las fuentes má8
fecundas de complicación y oscuridad verbal.
Un análisis detenido de los términos princi-
pales sirve para .distinguir el Derecho de la
Moral, y la at.ención del estudiante de juris"
prudencia queda así limitada a las distin-
ciones .y divisiones que se refieren exclusi"
vamente al campo jurídico.
Para poder distinguir, empero, las diver-
sas clases ele leyes, es preciso, en primer
lugar, mostrar la semejanza entre ellas y,
después, su diferencia específica: exponer
por qué se .hallan unidas bajo una denomi,
nación común, y determinar después los ca-
racteres por los cuales se distinguen unas y
otras. Hasta que esto no se ha llevado a
38
oeabo, no es posible ,discernir co:n prec1siotf
el objeto propiO de la Jurisprudencia. No
resalta, no se destaca suficientemente de los
.objetos semejantes o análogos con los que
es susceptible de ser confundido.
Así, por ejemplo, para establecer la dis-
tinción entre Derecho escrito y no escrito,
tenemos que indagar la naturaleza de este
último : una cuestión llena de dificultades y
>lJUe apenas si ha sido examinada con la re-
querida precisión por la mayoría de los auto-
res que han hecho a este problema objeto
de su atención. Veo que ha sido muy censu-
rado y que ha sido también muy ensalzado;
pero apenas si encuentro un intento pa1·a de•
terminar lo qne es. y sin embargo, si este
humilde problema fuera adecuadamente es-
tudiado, es seguro .que se calmarían la ma-
yor parte de las controversias sobre sus ven'
tajas.
Se echaría de ver' la jnutilidad de compa~
rar generalmente, es decir, en abstracto los
méritos de las dos claess de Derecho, y la
.conveniencia del proceso que se ha .denomi-
nado codificación se .reduciría po1· sí mism~
a una cuestión de tiempo, lugar y circuns-
tanciae.
La misma palabra Jurisprnde:ncia no está
39
tampoco libre de .ambigüedad, y ha sido uti-
lizada para designar lo siguiente:
El conocimiento del Derecho como una:
ciencia, junto con el arte, el hábito práctico
o la destreza de .aplicarlo;
La ciencia de la legislación, es decir, la
ciencia de lo que se debe hacer p.ara produ-
cir buenas leyes, junto con el arte de ha.;.
cerlas.
Así como el conocimiento de lo que debe·
ser presupone el conocimiento de 1o que es,.,
así también la ciencia de la legislación pre-
supone la Jurisprudencia, mientras que, al'
contrario, la Jurisprudencia no presupone la
ciencia de la legislación. Lo que las leyes
han sido y son puede llegarse a conocer sin
saber lo que ellas debieran ser. En cuanto
que todo conocimiento de lo que debe ser
descansa en un conocimiento de anteceden-
tes cognato genere, la ciencia de la legisla-
ción supone la Jurisprudencia.
Para nosotros, la Jurisprudencia es la
ciencia de lo que es esencial al Derecho, a
la vez que la ciencia de lo que el Derechfr
debe ser (2). La Jurisprudencia es particu-

( 2) Sobre su significación en el sentido francés.


llfr. BLONDEAU, DUPIN, y otros.

40
lar o universal. Jurisprudénda particular es
]a ciencia de un sistema vigente de Derecho
o de alguna parte de él. La Jurisprudencia
exclusivamente práctica es particular.
El objeto propio de la Jurisprudencia ge-
neral o universal -a diferencia de la cien-
cia universal de la legislación- es la des-
cripción de aquellos objetos y fines del De-
recho que son comunes a todos los sistemas,
así como de aquellas semejanzas entre dife-
rentes sistemas que descansan en 1a común
naturaleza del hombre, o responden a pecu-
liaridades semejantes en sus diversas posi-
ciones.
Estas semejanzas, muy estrechas y que cu-
bren una gran parte del terreno a tratar, es-·
tán confinadas necesariamente a las que exis-
ten entre los sistemas de unas pocas nacio-
nes, ya que son sólo unos pocos los sistemas
que es posible conocer, siquiera imperfec-~,
tamente. El conocimiento de éstos, sin em·
hargo, permite suponer los demás. Son sólo
los sistemas de dos o tres naciones los que
merecen atención: los 1escritos de fos ju-
ristas romanos, las decisiones de los. jue-
ces ingleses en la época moderna, y los
preceptos de los códigos franceses y pru-
sfa'.no en cuanto a la sistemática. Aun
41:'
.,cuando puede decirse .que son pocos los pun.,
tos en que coinciden los Derechos de las di•
versas naciones, es decir, los puntos en que
son exactamente iguales, hay, sin embargo;
amplio espacio para la ciencia universal de
la legislación :. . es decir, las circunstancias
no exactamente iguales pueden ser tratad.as,
no obsta'nte, conjuntamente bajo el punto de
vista de lo que tienen de común, añadiendo
observaciones referentes a sus diferencias .. Si
los principios descubiertos merecen o no el
nombre de wiiversales, es de poca importan-
cia. La Jurisprudencia puede ser universal
con respecto a su objeto : no menos que la
-ciencia de la Iegislació'n.

-42
11

DE LAS CON&XIONES ENTRE LA CIENCIA DE LÁ


. LEGISLACIÓN Y LA JURISPRUDENCIA

Es imposible considerar la Jurispmden-


cia completamente separada de la ciencia de
la legislación, ya que las experiencias y con-
sideraciones prácticas que llevan al estable,
cimiento de . leyes tienen que ser tenidas e1.1
cuenta al exponer el origen y mecanismo de
estas últimas. Si no se exponen las causas. de
las leyes y de Jos derechos y obligaciones
que crean, las leyes mismas resultan ininte-
ligibles.
Allí donde el objeto es el mismo y dife-
rentes los preceptos que le regulan en los dis.
tintos sistemas, es pre~iso explicar las cau-
sas de la diferencia : si se hallan eJ,1 una
necesaria diversidad de circunstancias, o bien
43
en el distinto modo de considerar la finali-
dad del Derecho por parte de los respectivos
autores de las leyes. Así, por ejemplo, la
prohibición o la aceptación restringida de
los mayorazgos en un sistema, y su amplia
recepción en otro, puede deberse, en parte,
a las diferentes circunstancias en <J,Ue se en-
cuentran situadas las comunidades en cues-
tión~ y en parte, también, a las diferentes
concepciones, aristocráticas o democráticas.
de los legisl¡_1dores.
En la medida en que estas diferencias son
inevitables, es decir, están impuestas sobre
los diversos países, no hay posibilidad ni de
alabanza ni de censura. Sólo la hay, cuando
son fruto de una decisió'n humana ; no obs-
tante, yo nos las consideraré bajo este as-
pacto, sino causalmente, explicando su exis-
tencia. Así, por ejemplo, en lo relativo a la
admisión o prohibición del divorcio, a la
posibilidad de contraer mati·imonio dentro
de ciertos grados, etc.
Siempre que se exprese una opinión sobre
el valor de un Derecho, deberá procederse
también a exponer imparcialmente las opi-
'riiones en conflicto. El profesor de Jurispru-
dencia puede tener y tiene probablemente
opiniones propias muy decididas; no obs-
tante, hay que preguntarse si la pas10n no
es aun menos favorable a la imparcialidad
que la indiferencia. Por ello, el que e'nseña
no debe dejar que, so pretexto de explicar
las causas, se trasluzca su juicio valorativo.
En ciertos casos que no afectan las pasiones
-como la rescisión del· contrato por inade-¡
quacy of cons.idemtion- puede, sin embar-:
go, formular un juicio de valor. Estas incuri
.siones ocasionales en el territorio de la cien~
dial ,de la legislación pueden servir ·cmn¿
ejemplo de la manera en que tales cuestio·
nes deben ser tratadas. Esto tiene aplicación,
.sobre todo, al problema de la codificación,
el cual puede ser discutido sin peligro, ya
que todo el mundo tiene que admitir que e]
)Derecho debe ser conocido, piense lo que
1
piell.se del contenido que deba te!le.t:'-/--
Al ~p;;;~rlos 'pi'illcipi~~~~~constituyen
el objeto de la ciencia de la Jurisprudencia
-es decir, al exponer los que le permita
la limitación de un curso- el docente tra-
tará, no sólo de formularlos por medio de
expresiones generales o abstractas, sino que
procurará también ilustrarlos con ejemplos
tomados_ de sistem'as particulares, especiitl-
mente con ejemplos del Derecho inglés o del
Derecho romano o civil.
45
III

VALOR DEL ESTUDIO DEL DERECHO ROMANO'

La razón que a continuación se expone - a


más de otras que podrían añadirse-- es sufi- ·
ciente paw probar que, a excepción del De-
recho inglés, el Derecho romano o civil es
entre todos los sistemas jurídicos particu-
lares la mejor cantera de la que pueden
extraerse tales ilustraciones.
En algunas naciones de la moderna Euro-
pa continental, como, por ejemplo, en Fran-·
cia, el actual sistema de Derecho es esencial-
mente de Órigen romano, mientras que en
otras, como en los diversos Estados de Ale-
mania, el sistema de Derecho vigente, aun
cuando no procede del romano, le es muy·
afín, por haberse asimilado grandes porcio-
nes del mismo.
4T
Es decir, que en muchas de las naciones
. ·de la moderna Europa continental, gran par-
te de la sustancia del Derecho vigente y gran
parte del lenguaje técnico en que se revi~tc
derivan del Derecho romano, siendo ininte-
ligible dicha terminología sin algún conoci-
miento de este últi:Íno. A la yez que, de
,otra parte, el orden o articulación que se
da de ordinario al sistema imita el paradig-
ma de ordenación científica que nos sale al
paso en las «Instituciones)) de Justiniano. In-
cluso en nuestro propio país, una gran parte
del Derecho eclesiástico y de la Equity )'
alguna parte, aunque menor, del Common
¡,Law, proceden del Derecho romano, bien
#directamente, bien a través del Derecho ca-
1nónico.
Y no sólo al Derecho positivo de las na-
ciones europeas modernas se ha limitado la
influencia del Derecho romano. El lenguaje
técnico de este Derecho univers,al ha teñido,
en dfecto, profundamente el lenguaje del
Derecho internacional o moralidad que di-
,chas naciones pretenden observar. Al tomar,
pues, con amplitud, ejemplos del Derecho
romano o civil, el expositor de la Jurispru-
,dencia general a la vez que ilustra su objeto
propio, da idea de un sistema que es la clave
-48
de la moralidad internacional, de la diplo-
macia y de gran parte del Derecho positivo
de las modernas comunidades civilizadas.
Es muy de lamentar que en nuestro país
esté abandonado el estudio del Derecho ro-
mano, y que sean tan poco comprendidos los
méritos reales de sus fundadores y exposi-
tores.
Mucho se ha hablado de la filosofía de
los autores romanos de cdnstituciones>>. En
sus ·escritos hay pocas huellas de familiaridad
con la filosofía griega, y lo poco que han
tomado de esta fuente es puro desatino : por
ejemplo, su definición del ius natura/e, en
la cual confunden el Derecho con los instin-
tos animales y con todos aquellos apetitos
y 'necesidades de la humanidad que son cau-
sas de su establecimiento.
El Derecho romano, empero, no debe uti-
lizarse como un .almacén de sabiduría legis-
lativa. Los gr.andes juristas romanos son, en
realidad, expositores de un sistema positivo,
y ni siquiera Lord Coke mismo es más es-
trictamente práctico. Su verdadero mérito
se encuentra en el dominio absoluto de aquel
sistema, en el conocimiento perfecto de sus
principios, e'n la expedición con que los tie-
49
nen presentes, y en la facilidad y seguridad
con que los .aplican.
En apoyo de mi propia opinión sobre es-
tos grandes escritores, aduciré la autoridad
de dos de los más eminentes juristas de la
época moderna.
(('El :valor permanente .del Corpus iuris
civilis-dice F ALCK-110 se halla en los de-
cretos de los emperadores, sino en los re-
siduos de literatura jurídica que se nos han
conservado en las Pandectas. Ni es tampoco
la materia de estos escritos jurídicos, sino el
método científico empleado en ellos por sus
autores al interpretar las nociones y máxi-
mas que manejan, lo que les ha convertido
e'n modelos de todas las épocas siguien-
tes, y eminentemente adecuados para pro-
ducir y desaITollar aquellas aptitudes men-
tales que son el requisito de la fonµación
del juristm) (3).
Y SAVIGNY dice por su parte: «Anterior-
mente se ha puesto de manifiesto que en
nuestra ciencia todo el éxito descansa en la
posesión de los principios rectores, y jus-

(3) ]uristische Encyclopiidie, cap. II, § 109.


[Kiel, 1825. N. del T.]

50
tamente esta poses10n es la que fundamenta
la grandeza de los juristas romanos. Los
conceptos y proposiciones de su ciencia no
les aparecen como creados por ellos, sino
como verdaderos seres, cuya existencia y
cuya genealogía, se les han hecho conoci-
das por un trato largo e íntimo. De aquí
que todo su método reviste una seguridad
como no se encuentra fuera de las matemá-
ticas, y que se pueda decir sin exageración
que calculan con sus conceptos. . . Si tienen
que emitir juicio sobre un caso jurídico,
parten de la intuición viva del mismo, y
podenws ver ante nuestros ojos cómo la re-
lación entera surge y se modifica paso a
paso. Es como si este caso fuera el punto
inicial desde el que habría que inventár la
ciencia entera. La teoría y la práctica no
son, por 1eso, para ellos dos cosas realmente
distintas ; su teoría está perfectamente ela-
borada hasta hacer posible la más directa
aplicación, y su práctica está siempre en-
noblecida por la consideración científica. En
cada principio ven, a la vez, un caso de
aplicación, en cada caso jurídico, a la vez,
la regla según la cual es determinado, y su
maestría es indisputable en la facilidad con
51
la que pasan de lo general a lo particular y
de lo particular a lo general» ( 4).
Como consecuencia de es\ta maestría en
los principios, de su perfecta corresponden•
cia o elegantia, y de la claridez del m:é•
todo con el que se hallan ordenados, puede
decirse que no hay sistema de Derecho po-
sitivo que sea tan fácil de aprehender como
un todo. Al mismo fin contribuye también
su escaso volumen.
Los principios mismos, procedentes mu-
chos de ellos de épocas bárbaras, son, en
efecto, poco adecuados a los fines del De-
recho, y las conclusio'nes .a que llegan, sien-
do consecuencias lógicas de sus imperfectos
princ1p1os, participan necesariamente del
mismo defecto (5).
Un mérito incidental de los juristas ro-
manos es su estilo, siempre simple y claro,
de ordinario conciso y enérgico, y totalmen-
te libre de nitor. Sus méritos son adecuados

(4) Vom Beruf, cap. IV, pág. 30. [AusTIN cita


por la primera edición, Heidelberg, 1814. Este y
los demás textos de SAVIGNY han sido traducidos del
original alemán, no de la versión inglesa. N. del T.]
(5) «Quamquam non ideo conclusiones semper
probem, quae saepe ducuntur ex quibusdam veteris
persuasionis apicibus opinion consecratis.>> LEIBNIZ,
Epist. ad Kestnerum.

52
a su objeto, y estéticamente de gran eleva·
ción. Puede decirse que se encuentra en la
misma relación con el de Blackstone y Gra-
vina, que la que media entre una estatua
griega y el maniquí de una sombrerera ador-
nado con la moda de la estación.
No se trata de niµgún modo, de equip<irar
en importancia el estudio del Derecho ro-
mano con el de la lógica aristotélica, pues
el Derecho romano 'no es necesario, pero
bajo el punto de vista que ahora considera-
mos, se encuentra en la misma relación con
el Derecho que la lógica de las escuelas con
la filosofía.
No hay por qué extrañarse del número de
analogías que existen entre el Derecho ro-
mano y muchos de los sistemas continenta-
les, así como entre -el Derecho roma'no y el
Derecho inglés; dichos sistemas continenta-
les y también nuestro Derecho inglés se han
constituído, en efecto, más o menos amplia-
mente sobre la pauta del Derecho romano,
muy especialmente a través del Derecho ca-
nónico. El Derecho inglés, empero, análo-
gamente al Derecho romano es en su mayor
parte autóctono, o poco, al menos, se ha
apropiado del Derecho romano. Las coinci-
dencias muestran cuán numerosos son los
53,
princ1p10s y distinciones que tienen en CO•
mún todos los sistemas jurídicos. La amplia
coincidencia entre sistemas jurídicos particu·
lares pued~ echarse lde ver prácticamente
comparando las exposiciones de dos siste·
mas de Derecho cualquiera. La coinciden·
cia es singularmente notable entre el Dere-
cho romano y el Common Law de Ingla·
terra.

54
IV

UTILIDAD DEL ESTUDIO DE LA JURISPRUDENCIA

Habiendo descrito en términos genemles


la naturaleza de la ciencia de la Jurispru-
dencia y también el modo en que, a mi en-
tender, debe ser expuesta, voy a indicar bre-
vemente algo sobre su posible utilidad.
Haré constar, en primer término, que un
estudio fundamental de los principios que
constituyen el objeto de dicha ciencia, es un
preparativo muy conveniente para el estudio
del Derecho inglés.
Al estudiante .que comienza el estudio df'1
Derecho inglés sin ningún conocimiento pre-
vio del elemento racfonal en el Derecho,
considerando éste en general, aquél tiene
que parecerle inevitablemente un conglome-
rado de normas arbitrarias e incone:x;as. Si
55
se aproxinia a él, en cambio, con un cono·
cimiento profu'ndo de los principios genera-
les de la jurisprudencia, y con el esquema
de un sistema de Derecho claramente im-
preso en la mente, podrá obtener una con-
cepción clara de él-como un sistema o to-
talidad orgánica-, con relativa facilidad y
rapidez.
Con relativa facilidad y rapidez percibi-
rá las distintas relaciones eµtre sus diversas
partes, la dependencia de sus 'normas más
insignificantes con sus principios generales,
.así. como la subordinación de aquellos prin-
cipios menos generales o comprensivos con
los más generales que penetran toda la ·es-
tructura del sistema,
En una palabra, el estudio pr~liminar de
los principios generales de la jurisprudencia
y los hábitos mentales que este estudio iien-
de a engendrar, facultarán al estudiante pa-
ra .adquirir los principios de la jurispruden-
cia inglesa en particular, mucho más rápi-,
da y precisamente que hubiera podido ha-
cerlo, si hubiera comenzado su estudio sin
aquella disciplina preparatoria.
Es opinión muy extendida que el estudio
de la ciencia cuya utilidad estoy tratando de
demostrar puede descalificar al estudiante
56
¡para la práctica del Derecho o inspirarle
faversión por ella. Es probablemente un he-
cho que algunos que han estudiado esta cien-
cia se han revelado como incapaces para la
práctica jurídica o bien han concebido aver-
sión por ella. Pero pese a esta espaciosa
apariencia en favor de la opinión que dis-
cutimos, niego que el estudio en sí mismo
tenga la influencia que tal opinión lf'
imputa.
Un conocimiento fundamental de los prin-
cipios generales de la Jurisprudencia ayu-
. da, como he dicho, a u_n conocimiento fun-
damental de los principios de la jurispru-
dencia inglesa, y un conocimiento profundo
previo de los principios de la jurisprudencia
inglesa es difícil que incapacite al estudian-
te para la adquisición de conocimientos
prácticos en los despachos de un notario,
de un .ahogado o de un procurador. Pro-
visto de aquel conocimiento previo, puede
aprehender con relativa facilidad y rapidez
el elemento racional de la práctica que él
presencia, y en la que él interviene aquí; y
su adquisición de conocimiento, destreza y
disposición prácticos será mucho menos eno-
jos.a que lo sería en el caso de que fuera
meramente empírica. De suerte, que el estu-
57
dio de los principios generales de la Juris-
prudencia, en lugar de tener en absoluto la
influencia que le achaca la opinión que con-
sideramos, califica, en último término, para
la práctica y sirve para disminuir la natu-
ral repugnancia con que ésta es mirada por
los principiantes.

SS
V

SISTEMA ADOPTADO EN PRUSIA

Las ventajas del estudio de los principios


y distinciones comunes, así como de la his-
toria, considerado como una preparac1on
para el estudio del propio sistema particu-
lar, son plenamente apreciadas en Prusia,
un país cuyos gobernantes pueden niedirse
en ge'nio práctico con los de cualquier otro
país de Europa.
En las universidades prusianas poca o nin-
guna atención se paga dentro de la Facul-
tad de Derecho al Derecho vigente en el
país/El estudio en ellas está total o casi to-
talmente limitado a los principios del De-
Techo, y al Deredho •Tomano, canónico y
feudal en tantº.CI1113.. son fuentes del sistem~en
li<'l g~hÍ~~~' en efecto, cree ~~·los
vigor.¡(~
59
que conocen aquellos princ1p10s generales y
la base histórica del sistema vigente podrán
apropiarse éste más fácil y, a la vez más fun-
damentalmente, que si se entregaran direc-
tamente a su estudio o trataran de apren-
derlo empíricamente.
«En los Estados prusianos -dice SAVIG·
NY- nunca, ni siquiera después de la intro-
ducción del Derecho territorial (Landrecht);
se ha prescrito un plan de enseñanza, y esta
libertad, s.ancionada por una antigua expe-
riencia en las universidades alemanas, se ha
mantenido siempre intacta. Nunca se ha re-
ducido tampoco el número de los docentes
que hacía preciso anteriormente el Derecho
común (gemeines Recht), y los cancilleres
de las universidades nunca han despertado
ni en l.os docentes ni en los estudiantes la
impresión de que pudiera ser superflua una
parte de las clases a'ntes necesarias. Origi-
nariamente se tuvo por conveniente que en
toda Universidad existiera cuando menos
una cátedra para el Derecho prusiano, y se
señaló un premio considerable para el me-
jor tratado _de la materia.¡Posteriormente
n: esto siquiera se exigió, y así, por ejem-
plo, en la Universidad de Berlín no se ha
enseñado hasta el día el Derecho prusiano}
60
La misma idea se halla en la base de la re-
glamentación de los exámenes; el primero,
al entrar en la verdadera materia, versa sim.
plemente sobre el Derecho común ; el pe-
ríodo subsiguiente está destinado .a la pura
formación práctica- del jurista, y sólo los
dos exámenes siguientes tienen también por
objeto el Derecho territorial, aunque sin
excluir por ello el Derecho común. Actual-
mente, pues, la formación del jurista puede
decirse que se compone de dos mitades, de
las cuales la primera (la Universidad) tiene
sólo como cometido el fundamento científi-
co, mientras que la segunda tiene por obje-
to el conocimiento del Derecho territori~l,
el del Procedimiento prusiano, y la instruc-
ción práctica>) ( 6).
La opinión sostenida por mí era también
la de HALE, MANSFIELD (7) y otros, como lo

(6) SAVIGNY, Vom Beruf, traducción de Hayward,


pág. 165. [En la primera ed. alemana de 1814, pági-
nas 144 y ss. N. del T.]
(7) <<Lord HALE decía a menudo, que los verda-
deros fundamentos y razones del Derecho se halla-
ban tan bien expuestos en los Digestos (romanos),
que de ninguna manera mejor que buscándola aquí
podría entenderse la ciencia del Derecho; por ello,
se lamentaba mucho de que el Derecho .romano
fuera tan poco estudiado en Inglaterran. Barnet's
Lije, pág. 7.

61
demuestra su práctica; y fué recomendada por
Sir William BLACKSTONE hace ·unos ochen-
ta años (8).
Apoyado en tales autoridades, creo po-
der concluir que la ciencia en cuestión, si
es enseñada y aprendida experta y efecti-
vamente y con la minuciosidad requerida,
constitmna una ayuda nada despreciable
para adquirir el conocimiento del Derecho
inglés.
Igualmente creo poder subrayar la utili-
dad que representa el poder aprehender o
conjeturar prontamente y a través del obs-
táculo de una ternúnología extraña los prin-
cipios y preceptos de otros sistemas de De-
recho; y ello aunque sólo sea bajo un pun-
to de vista meramente práctico :
l.º En consideración a la práctica o la ad-
ministración de justicia en aquellos de nues-
tros territorios fuera de la metrópoli en los
que se hallan más o menos en vigor siste-
mas de Derecho extraños. 2. 0 En considera-
ción a los sistemas de Derecho fundados en

(8) BLACKSTONE recomienda el estudio del De-


recho natural y del Derecho romano en conexión
con el estudio de los fundamentos peculiares del
nuestro. Por Derecho natural, etc., parece enten-
der el mismo estudio que yo recomiendo.

62
el Derecho romano, bien directamente, bien
a través del Derecho ca'nónico, los cuales se
aplican también en Inglaterra a ciertas ca-
tegorías de objetos. 3. 0 En consideración a
cuestiones que surgen incidentalmente, in-
cluso ante los tribunales que administran
Derecho .autóctono. 4.º En consideración a
las cuestiones que llegan en apelación ante
el Consejo Privado, un Tribunal que está
obligado a decidir asuntos procedentes de
numerosos sistemas, sin la posibilidad por
parte de jueces y abogados de tener un co-
nocimiento específico de ellos; un inconve-
niente cuyo único remedio es el conocimien-
to de los principios generales del Derecho
por parte del Tribunal y de los .abogados.
Es evidente, en efecto, que un hombre
familiarizado con tales principios, indepen-
dientes como lo son de todo sistema particu-
lar, y acostumbrado a captar analogías, 8"
verá menos confundido al tratar de institu-
ciones mahometanas o hindúes, que si sólo
las conoce in concreto, tal como se dan en
sus propios sistemas, y se sentirá también
mucho menos inclinado a forzar las institu-
ciones hindúes dentro del molde de las de
su patria.
Y en segundo lugar, sin algún conocimien-
63
to de sistemas extraños, ningún jurista po-
drá apreciar debidamente los defectos o ven-
tajas del suyo propio.
Y de igual manera que un conocimiento
profundo de la ciencia cuya utilidad estoy
tratando de demostrar, facilitará al estudian-
te el conocimiento del Derecho inglés, de
igual manera también le capacitará para
.apropiarse con relativa facilidad y rapidez
·casi todos los sistemas extraños a los que
pueda dirigir su atención. Son tan numero-
sos-como ya he dicho-los principios co-
munes a todos los sistemas de Derecho, que
un jurista" que ha dominado el Derecho que
está vigente en su patria ha dominado ya
implícitamente mucha de la materia jurídi-
ca que se halla vigente en otras comunida-
des. De tal suerte, que la dificultad con que
un jurista· versado en el Derecho de su país
tropieza para aprehender el Derecho de otro,
procede más bien de diferencias entre los
términos de los sistemas, que de diferencias
reales y sustanciales entre sus máximas y pre-
ceptos.
Ahora bien, el obstáculo que alza el len-
guaje técnico para la comprensión de siste-
mas extraños podría, en parte, suprimirse o
paliarse para el estudiante de la Jurispmden-
64
cia general, si esta ciencia le fuera co,mpe·
tentemente expuesta en la forma en que yo
trataré de hacerlo. Si la exposición de esta
ciencia fuera realizada de acuerdo co'n di-
cho método, se explicarían incidentalmente,
tanto los términos más importantes como los
principios fundamentales del Derecho roma-
no o civil. Y una vez que el estudiante se
hubiera apropiado estos términos y conocie-
ra también perfectamente el Derecho de su
país, dominaría con poca dificultad la ma·
, teria del sistema romano y de cualquiera de
los demás sistemas que derivan en lo esen-
cial del romano.
Entiendo que por personas entendidas y
relevantes se ha sostenido la opinión de que
debería extenderse la competencia de los t:ti·
bunales eclesiásticos, a fin de que no se ex-
tinga esta jurisdicción, así como para asegu-
rar al país un número suficiente de juristas
especializados en el Derecho romano.
Nadie puede discutir la importancia que
tiene el asegm,ar la existencia de u'n Cuerpo
de juristas con un amplio conocimiento del
Derecho romano. En todos nuestros tribuna-
les_ surgen incidentalmente cuestiones sobre
sístemas de Derecho extranjero, los cuales
descansan principalmente en el Derecho ro-
65
mano. El Derecho vigente ,en algunas de
nuestras colonias procede también esencial·
mente del mismo modelo, y ante el Con-
sejo Privado se presentan en .apelación cues-
tiones puedan ser decididas en justicia y a
fin de que el derecho de estas colonias pue-
da ser debidamente ,administrado, se requiere
evidentemente que exista un Cuerpo iile ju-
ristas ingleses con cierto conocimiento amplio
del Derecho romano.
Pienso, sin ·embargo, que toda persona
versada en el Derecho civil se preguntará
si un estudio profundo de los principios del
Derecho en Inglaterra, del elemento racio-
nal en el Derecho en general y de los prin-
cipios y términos fundamentales del mismo
sistema romano, no será un camino más se-
guro para la adquisición de aquel conoci-
miento que el estudio del Derecho eclesiás-
tico o la práctica en la jurisdicción ecle-
siástica.

66
VI

LA FORMACIÓN DEL JURISTA

Antes de seguir adelante, me parece con-


veniente exponer cuál es en mi opinión la
educación necesaria para formar un jurista.
Para llegar a la formación de un jurista
teórico-práctico, ampliamente versado tan-
to en la ciencia jurídica como en las ciencias
relacionadas con el Derecho-es decir, de la
clase de los que son capaces de hacer avan-
zar la jurisprude'nci.a y de concebir reformas
legislativas ·provechosas-, es preciso que se
comience tempranamente con estos estudios
y hay que contentarse con una .atención li-
mitada a las otras ciencias.
Las lenguas de la antigüedad clásica son
una ayuda casi indispensable para todos los
67
conocimientos fundamentales en política, ju-
risprudencia y en todas las demás ciencias
morales. Son también un requisito para la
formación de aquellos elev.ados sentimientos
y para aquella rectitud de juicio y de gusto
que se hallan inseparablemente unidos con
ellas. Dichas lenguas pueden adquirirse y,
de hecho, se adquieren si se adquieren bien,
en la primera juventud.
En cambio, por lo que respecta a las cien-
cias matemáticas-excepto en lo que se re-
fiere a los métodos de investigación y de
prueba, los cuales deben constituir un capí-
tulo en todo curso de lógica bien concebi-
do-, no veo por qué deben estudiarlas las
personas dedicadas al Derecho o a la vida
pública ; ni por qué tampoco deberían es-
tudiarlas los que no tienen una vocación es-
pecial por ellas o por alguna de las ciencias
o artes en las que tienen amplia aplicación.
Para todos los demás, las ventajas derivadas
de ellas como gimnasia mental, pueden ex-
traerse asimismo, al menos en gran propor-
ción, de un curso de lógica bien dispuesto,
en el cual podría incluirse tanta parte de las
matemáticas como fuera 'necesario para ob-
tener las mencionadas ventajas.
La lógica es una preparación necesaria pa-
68
ra el estudio de las ciencias morales, en las
cuales la ambigüedad de los términos, espe-
cialmente la derivada de su varia extensión,
el g1~an número de nombres colectivos, sus-
ceptibles de ser confundidos con existencias,
y la forma elíptica e'n la que se expresa el
razonamiento, hacen absolutamente necesa-
rio un previo conocimiento de la naturaleza
de los términos y del proceso del razona-
núento. En las matemáticas puras y en las
ciencias en las que ellas encuentran aplica-
ción, puede 'no ser tan necesario un conoci-
mi~nto previo de la natuEaleza de la induc-
ción, generalización y razonamiento, porque
en ellas los términos son definidos, las pre-
misas pocas y establecidas formalmente, y
las consecuencias deducidas en su mayor par.
te. Aquéllos, empero, que no tienen tiempo
para discipli'nar sus mentes con esta ejem-
plificación casi perfecta del mencionado
proceso, se encuentran en la absoluta nece-
sidad de adquirir un conocimiento previo
de la lógica. Considerando, en efecto, la cla-
se de dificultades que salpican las disquisi-
ciones morales, la lógica es una preparación
mejor que las matemáticas o las ciencias fí-
sicas, las cuales no so'n la teoría de estos
69
procesos mentales, sino simplemente su
ejemplificación.
Con respecto a los juristas en particular,
hay que señalar que el estudio del elemen-
to racional en el Derecho es tan adecuado
o casi tan adecuado como el de las matemá-
ticas para ejercitar la mente en el mero pro-
ceso de deducción desde hipótesis dadas.
Esta era la opinión de LEIBNIZ, autoridad
de no escaso valor para juzgar de la impor-
tancia relativa de las dos ciencias bajo este
punto de vista. Hablando de los juristas ro-
manos, dice, en efecto: «Digestorum opus
( vel potius auctorum, unde scerpta sunt, la-
bores) admiror : nec quidan vidi, sive ratio-
num acumen, sive dicendi nervos spectes,
quod magis acoedat ad mathematicorum
laudem. Mira est vis consequentiarum, cer-
tatque ponderi subtilitas>> (9).

(9) LEIBNIZ, Epist. ad Kestnerum. Y de nuevo


en la misma epístola : ccDixi saepius, post scripta
geometrarum, nihil extare, quod vi ac suhtilitate
cum Romanorum jurisconsultorum scriptis compa·
rari possit, tantum nervi inest, tantum profundita·
tis... Nec uspiam juris naturalis praeclare exculti
uheriora vestigia deprehendas. Et uhi ah eo l'.eces·
sum est, sive oh formularum ductus, sive ex majo-
rum traditis, sivi, oh leges novas, ipsae, consequentiae
ex nova hypothesi aeternis rectae rationis dictami·

70
Y con respecto a una percepc1on precisa
y pronta de analogías y al proceso de in-
ferencia fundado en analogía-(cargumenta-
tio per analogiam)) o (canalogic~rn-, que es
la hase de todas las inferencias exactas en
relación con materias de hecho y existe'ncia,
el estudio del Derecho, cuando es realizado
desde un punto de vista racional, es, a mi
entender, más útil que el de las matemáti-
cas o el de cualquiera de las ciencias a las
que las matemáticas tienen aplicación. Pen-
semos, por ejemplo, en el proceso de infe-
re11c;:iJLanalógica en la aplicación d~T-Der~-:
cho, en el proceso de consecuencia analó-
gica por el que tan a menudo se lleva a cabo
u![:Jesarrollo del Derecho existente, las in-
ferencias analógicas relativas a la considera-
tion of e.xpediency, los principios de Ja
prueba judicial, así como los juicios basa-
dos en la prueba; todo ello muestra que no
hay estudio que pueda formar la mente pa-
ra :i;azonar exacta y prontamente por ana-
logía, como lo hace el estudio del Derncho.
Y de acuerdo con ello, es observación gene-
ral que los juristas son los mejores jueces

nibus addita, mirahili ingenio, nec minore firmitate


diducuntur. Nec tam saepe a ratione abitur quam
vulgo videtur.>>

71
en materia de prueba cuando se. trata de
cuestiones de hecho o de existencia.
Y .aun .admitiendo que, como gimnasia
mental, las matemáticas sean en cierto modo
superiores al Derecho, es más conveniente,
sin embargo, que los juristas y jóvenes des-
tinados a la vida pública no se esfuercen e'n
conocerlas extensamente, sino que, después
de haber estudi.ado los clásicos y de haber
pasado por un curso de lógica, dirijan su
atención lo más pronto posible, con toda
energía y casi exclusivamente, al estudio de
la Jurisprudencia general, de la ciencia de
l.a legislación y de todas aquellas ciencias
relacionadas con ellas que de. manera más
inmediata pueden prepararles par.a su pro-
fesión o para la política práctica.
Con las matemáticas, y por lo que .a su
profesión afecta, lo único que hacen es ejer-
citar sus facultades mentales. Con las otras
ciencias ejercitan simultáneament-e sus facul-
tades mentales y adquieren .además aquellos
conocimientos sin los cuales 'no pueden des-
empeñar su profesión. Si tengo la intención
de ir a pie .a York, puedo .adquirir la nece-
saria rapidez y resistencia realizando mar-
chas preparatorias por la carretera de Exe-
ter. Pero si, desde un principio, comienzo
72
a entrenarme por el camino de York, no
sólo adquiriré rapidez y resistencia, sino
que, a la vez, iré avanzando hacia el pun-
to al que trato de llegar.
Estas observaciones no se refieren a aque-
llas personas dotadas de tales facultades y
de tal capacidad de aprehensión que pueden
aspirar sin peligro a la universalidad. Se
refieren sólo a aquéllas otras que adquieren
sus conocimientos por un trabajo constante,
y tratan de indicar el único camino que, a
mi entender, conduce hacia este fin. Estas
personas tienen que contentarse con conoci-
mientos limitados fuera del dominio de las
ciencias propias de su profesión-lo suficien-
te para evitar la unilateralidad del especia-
lista-y tienen que comenzar pronto a estu-
diar dichas ciencias. Lamento que tenga que
ser así. Nada, e'n efecto, me causaría mayor
placer que un conocimiento extenso, espe-
cialmente de las ciencias exactas; pero, en
términos generales, el que quiere conocer
algo bien, tiene que ser un ignorante res-
pecto a muchas otras cosas.

73
VII

NECESIDAD DE 'UNA FACUUfAD DFI DERECHO

Y aquí he de añadir que para dotar a los


jóvenes que se preparan para la profesión
de una hase sólida, tanto para adquirir-en
el despacho de un jurista-la destreza prác-
tica necesaria como para ejercer más tarde
con éxito la carrera, es indispensable una .
institución semejante a la Facultad de De-
recho que existe en las mejores de las uni-
versidades extranjeras : una institución eu
la que puedan enseñarse por profesores com-
petente~ los principios gene:r.ales de la jn-
risprudencia y de la ciencia de la legisla-
ción, incluída la ética general, el Derecho
internacional y la historia del Derecho in-
glés con rudimentos de sus tres fuentes prin-
cipales : el Derecho romano, el canónico
75
y el feudal, y, finalmente, el Derecho in-
glés vigente.
En una institución de esta especie, los jó-
venes que no van a dedicarse a la práctica
de la profesión, sino a la vida pública-<cad
res gerenda nati))-pueden recibir instruc-
ción en las ciencias necesarias al legislador.
Los jóvenes destinados a la administración
deberían asistir a la Facultad de Derecho,
así como, de otro lado, las personas desti-
nad.as al ejercicio del Derecho deberían asis-
tir a los cursos de las diversas ciencias polí-
ticas, tales como economía política, etc. Pues
por muy grande que sea la utilidad del estu-
dio de la Jurisprudencia general par.a los
juristas, y_ por muy .absoluta que sea su ne-
cesidad para aquellos que tienen e'n sus ma-
nos las tareas de la codificación, no menos
importante es su estudio par.a las personas
destinadas a intervenir en los asuntos públi-
cos del país.
Es extremadamente importante que una
gran parte de la .aristocracia, la cual, por su
posición y talento, se halla destinada a la
elevada profesión de la política práctica, tra-
be conocimiento, al menos, con los generalia
del Derecho y co'n algunas ideas fundamenta·
les de la ciencia de la legislación; es preci·
76
so que penetre en 10 posible en la teoría e
incluso que pase algunos años en la prác-
tica profesional.
Si las Cámaras del Parlamento contaran
con un número suficiente de miembros así
formados, la exigencia de una reforma legal
tendría un carácter menos discriminador y
también menos imperativo, se evitarían mu-
chas leyes injustas e imperfectas, y la opo·
síción a proyectos plausibles no vendría de
un sector interesado. Todo ello es de no es-
casa importancia en la época de innovacio-
nes que se extiende ante nosotros. Y aun
cuando como juristas con un perfecto cono-
cimie'nto del sistema son en sí buenos legis-
ladores, quizás les sea necesario rozarse con
los prejuicios profesionales e incluso con in-
tereses bastardos.
Este roce y este incentivo para buenos ju-
ristas podría encontrarse entre personas ver-
sadas en los principios del Derecho, no, en
cambio, e'n personas ignorantes de la teoría
y de la práctica.
A mi entender, Londres posee especiales
condiciones para una Facultad de Derecho
de esta especie. Los profesores, aun no prac-
ticando la profesión, enseñarían bajo la mi-
rada y el control de juristas prácticos, y ello
77
haría que se evitasen muchos de los errores
en los cuales caen necesariamente, siendo
excelentes como lo son, los profesores de De-
recho alemanes, por no tener bastante con-
tacto con personas que practican la profesión.
1 Las realidades con las que estas últimas
1
.tienen que enfrentarse son el mejor con-
¡trapeso de esas tendencias a la pura erudi-
ición o a las fantasías filosóficas que pueden
tentar a los hombres de ciencia. En Ingla-
terra la teoría se adaptaría a la práctica.
Además de las ventajas directas que apor-
taría tal institución, muchas otras se deriva-
rían de ella incidentalmente.
En primer lugar, una literatura jurídica
digna del foro inglés.
Buenos tratados de Derecho-y especial-
mente el más importante de todos, un buen
tratado de instituciones, filosófico, histórico
y dogmático sobre la totalidad del Derecho
inglés- sólo podría ser escrito por hombres o
por equipos de hombres dotados de profun-
dos conocimientos y con mucha y muy esco-
gida lectura. Tales libros pueden ser pro-
ducidos por hombres que, por los deberes
de su cargo poseen un conocimiento adecua-
do del objeto, pero apenas si pueden salir
de la pluma de los que ahora los escriben,
78
los cuales no son juristas con grandes cono-
cimientos-pues aun cuando éstos serían los
más idóneos para ello, el ejercicio de la pro-
fesión apenas si les deja tiempo para esta
labor-, sino jóvenes que tratan de hacerse
un nombre y que, a mc.inudo, carecen de los
conocimientos que tratan de difundir.
Los hombres que compondrían la Facul-
tad de Derecho, tal como yo me la imagi-
no, estando acostumbrados por su cargo a
la e~posición, !producirían libros hien ar-
ticulados, bien escritos y conteniendo ade-
más la necesaria información. A pesar de
su vida retirada, los profesores alemanes
producen excelentes libros, muchos de los
cuales constituyen una pauta para los juris-
tas prácticos o gozan de gran estima en-
tre ellos, como, por ejemplo, los del Pro-
fesor Thihaut. En Inglaterra mejores libros
podrían esperarse, por la razón ya expuesta,
a saber : por la constante consideración de
la práctica que el roce con los juristas prác-
ticos impondría sobre los autores.
Otro efecto, en segundo lugar, del esta-
blecimiento de una Facultad de Derecho se-
ría el progreso de la ciencia del Derecho y
de la ciencia de la legislación por obra d:
un grupo de personas dedicadas especial-

79
111ente a su enseñanza como tales ciencias
y capaces de ofrecer sugestiones útiles para
el mejoramiento-por su sistematización o
por medios legislativos-del Derecho vigen-
te. Pues aunque juristas prácticos ilus-
trados son los mejores legisladores, no son
quizás tan buenos creadores-por falta de
tiempo para la abstracción-como un grupo
tal como yo lo imagino. Y los esfuerzos de
tales personas, tanto para el progreso de la
Jurisprudencia y de la ciencia de la legis-
lación, como sugiriendo reformas en el De-
recho vigente, podrían participar del buen
sentido y de la serenidad que les imprimi-
rían necesariamente l.a presencia y el contra-
peso de los juristas prácticos.
Hasta qué punto sería factible una institu-
ción así, es cosa que no tengo elementos de .
juicio para determinar.
Habría, en primer lugar, una dificultad:
la de reunir el número suficiente de profe-
sores para probar la utilidad del estudio de
las ciencias enseñadas por ellos, es decir, de
conocedores profundos de sus respectivas
ciencias-hasta el punto que puede hacerlos
el estudio continuado y asiduo-que fueran,
.además, maestros en el difícil arte de la
exposición lúcida, sustanciosa e interesante,

80
un arte muy diferente del de Ía oratoria, Ío
mismo de la del parlamento que de la del
foro. Quizás no hay en Inglaterra un solo
hombre que se .aproxime al ideal de un buen
profesor de alguna de estas ciencias. Esta
dHicultad se salvaría, empero, en uhos po-
C(Js años por la demanda misma de tales
profesores; de igual manera que ha ocurri-
do en otros países en los que tales institu-
ciones han sido fundadas por el Gobierno.
Otra dificultad es la general indiferencia
en nuestro país por tales instituciones, así
como la incredulidad también general en su
utilidad. Esta indiferencia y esta increduli-
dad, empero, están desapareciendo, aunque
lentamente, y estoy convencido de que an-
tes de muchos años se sentirá y reconocerá
por todo el mundo la importancia de dichas
instituciones, lo mismo en relación con la
influencia y el honor de la profesión legal
que en relación con el hien del país, que en
tan gran medida depende del carácter de
aquella profesión.
Síntomas alentadores han .aparecido ya, y
hay razón par.a esperar de estos comienzos,
aunque débiles, que el Gobierno de huestm
país o que las In,ns of Court proveerán fin.al-
81
6
inente · a Íos estudiantes de Derecho o a los
jóvenes · destinados a la vida pública de
aquellos elementos necesarios para que go-
cen· de una formación adecuada a su alta e
importante vocación.
Habiendo tratado de determinar o sugerir
el objeto de la Jurisprudencia general, a la
vez que el modo en que este objeto debe
ser expuesto y ejemplificado, y habiendo
tratado de demostrar la utilidad que puede
revestir el estudio de dicha ciencia, he de
observar tan sólo que dicha utilidad puede
esperarse cuando los estudiantes de Derecho
-bien los profesionales, bien los que pien-
san dedicarse a la vida pública-la aprenden
coi1 la requerida intensidad y precisión : una
cosa que no puede lograrse con la mera asis-
tencia a un cu:rso de lecciones, por muy
completa y correctamente que esté concebi-
do y por muy clara que sea su exposición.
No podría adquirirse dicha ciencia de Ja
manera requerida, aun cuando el profesor
aportara a la tarea el conocimiento exacto
y extenso, la facultad de concepción pro-
pia y ordenada y el raro talento de expo-
sición clara y adecuada ilustración, que exi-
ge la realización satisfactoria de aquel co-
82
metido. El profesor, en efecto, sólo podría
explicar adecuadamente algunas partes del
plan de estudios total, llenando las lagunas
con meras referencias a aquellos eslabones
que, aun siendo necesarios, había sido pre-
ciso omitir,

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ÍNDICE

Estudio preliminar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
l. - El ohjeto propio de la Jurisprudencia. . . . 27

11.-De las conexiones entre la ciencia de la le-


llislación y la Jurisprudencia.. . . . . . . . . 45

III.-Valor del estudio del Derecho romano... 47


IV.-Utilidad del estudio de la Jurisprudencia. S5
V.-Sistema adoptado en Prusia............. 59
VI.-La formación del jurista............... 67
VII.-Necesidad de unp. Facultad de Derecho... 75

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