Sobre La Utilidad Del Estudio de La Jurisprudencia. John Austin.
Sobre La Utilidad Del Estudio de La Jurisprudencia. John Austin.
ÁLE.Z· .· YTCEN
fNSTITUTO DE ESTUDIOS P os
M ID-1951
SOBRE LA UTILIDAD _
DEL
E$TUDIO DE LA JURISPRUDENCIA
s~:a·. R,E, LA UTILIDAD
DEL
ESTUDIO
DE LA
rrUJJ..ISPRUDENCIA
Versión del inglés y Estudio preliminar
POR
COLECCION
l. CIVITAS
MADRID-1951
--'------'---·- - - - - - - - - - --- ·- - - · ·- --- - - - - -
Imp. SAMARAN .-Mallorca, 4.-Ma<lrid.-'-T~ léf. 27 08 06.
ESTUDIO PRELIMINAR
ros 06.
mismo una figura singular en fa historia de las
ideas jurídicas. Perteneciente desde su juven:
tud al círculo formado en torno a J. BENTHAM
y James MILL, su carrera científica comienza, -
cu rea]idad, cuando, -en 1827, el grupo hen-
thamista que impulsa la fundación de la Uní"
versidad de Londres le invita a ocupar en ella
la cátedra de Jurisprudence o Teoría del De~
recho (1). La disciplina significaba una inno.
vación radical en la enseñanza jurídica ingle-
sa, centrada tradicionalmente en el conoci-
miento casuístico del Derecho positivo, y Aus-
TIN, a la sazón un barrister poco menos que
desconocido, trata de prepararse para la nue-
va docencia realizando un viaje de estudios ·
a Alemania (2). La cátedra de Jurisprudence
se revela pronto como un fracaso y, en 1832,
AusTIN tiene que renunciar a su cargo por
falta de alumnos (3), pero este viaje a las
8
Universidade.s ale:nlanas r endil'á los más ex- ·
~~~?1·dinariosfrütos. En él tiene lugar, .pudie-
~~> 4ecirse figuradamente, el encuentro de las
dos grandes corrientes del positivismo jurídi"
co a comienzos del siglo, del utilitarismo in-
.glésy de la Escuela histórica de SAVIGNY, y
.~~ (~ste .· encuentro saldrá una nueva teoría de
la ciencia del Derecho.
El concepto del Derecho del que ÁUSTIN
parte hunde, en efecto, su s raíces en la tra-
~i?ión del nominalismo ético inglés, a la que
~~ < su tiempo había dado nueva fuerza polé-
mica la doctrina de BENTHAM,.J'E l Derecho no
es, para él, un orden obj etivo que se predica
de . la naturaleza humana y que el discurso
·~sgeculativo puede, por eso, descubrir, sino
u'n orden de conducta vinculado a una comu-
rlid.ad y sometido a v:ariadones según facto-
res de hecho. Lo peculiar de la doctrina de
AUSTIN, y en general del henthamismo, es,
~~Rero, que este carácter esencial de la po-
sitividad del Derecho no es fundamentado
históricamente, como lo hace SAVIGNY, sino
racionalmente y de modo abstracto. Su idea
9~11.fral no es la de la co'nexion orgánica de
9
las generaciones, «entre las cuales sólo pile·
de pensarse un desenvolvimiento_, pero no urf
fin ni un principio absolutos» ( 4), sino la del
pQder de la razón para obtener inductiva-
1me'nte de las circunstancias de cada momeil·
to la fórmula que asegure la felicidad de un
grupo humano. Es una forma de pensamien-
to__~hstrac~y--·calculacllJr;----en el que se ex-
-·------ ~---·
presa la conciencia histórica de la nueva hm·•
gu
.• e~~};~~: · -;· ·~qy¿;'"-~;Ígeñes
.. ------~
ideales se hallan, paradójicamente, en el
mismo optimismo revolucionario que nutre
los sistemas jurídicos y políticos del Derecho
natural (5). Todo Derecho es Derecho posi•
tivo, pero no porque sea manifestación de
un principio inmanente a las individualidades
nacionales, como quería la Escuela histórica;
síno porque es el medio para la ordenación
racional de la sociedad según u'n criterio em·
!O
JUe• ~~~~~() .q ue V'.aría de sitüación a situación ( 6).
• mi .El Derecho no · es · concebido como cela vida
del ~ismá de · los hombres vista desde un lado
:iva.: ~~~~~iah> (7), si'no de un modo estrictamente
neil~ instrumental, como un orden de comporta·
~ un •fie~to .r eferido a una voluntad organizado-
ti en- ',l'liii O, como dice AusTIN; todo Derecho es
J((fuandato)), es decir, manifestación por tm
,ser raciOnal del deseo de que otro ser racio·
enes ~~!( se conduzca de un modo determinado,
1 el bajo la amenaza de un mal para el caso de que
mtre 'e] deseo no sea cumplido (8). Y no un man·
echo
posi• La exprl)s1on típica d.e esta idea se encuen·
i de fra en J. BENTHAM,".'D e l' inj]Jrnn ce des temps,_et~
~matíetes de legislati,gn__en Oeuvres (Ét.
lades Bp111ont), BruxeIIes,-r82'9: 31J-;l. l , págs. 285 ss . Cfr.
rica, fl!.t llbién J. M. ZANE, ]eremy Bentham, en Great Ju-
rísts of the World, Boston, 1914, págs. 532 ss., y el
ición célebre ensayo de J. ST. MILL sobre su maestro , re·
'prodi:¡.cido ahora en Mill on Bentham and Coleridge,
' em- éd. (by F. R. Leavis, London, 1950, págs. 39 ss . ·
(7) SAVIGNY, Vom B eruf, pág. 30.
(8) · Lectures on ]urisprudence, vol. l, p ágs . 79,
:eset::: ·33, Los orígenes inmediatos de esta concepción nomi-
1914, ·nalista y radicalmente positivista se encuentran en
~'. •. l'ALEY ...XJ~e-~l~1'al-lmfl-/4J~-J!hi·
zlismo l()sophy (1785 ), Boston 1801, según el cual «the Law
y E. ñiWf!r-s¡reaks but to command, nor commands but
:esam- where it can compeb> (pág. 25), sin que pueda decir-
. 619- $~ }e >alguien que está obligado sino «when he i s
la es- pf~i!d by a violent motive, resulting from the com-
;mnd- ~and of anothern (págs. 57, 59). Ya antes, empero,
1sopié 1 . HonBES había escrito que «the law is a command,
arid a · command consi steth in declaration, or mani-
11
dato cualquiera, s:iho un mandato provenien-
te de un soberano político y dirigido .a sus
súbditos. Ya HoBBES había definido el De-'
recho diciendo que era «el mandato del que
detenta o ·de los que detentan el poder sobe-
rano, dirigido a sus súbditos y exponiendo
pública y distintamente lo que cada uno de
ellos tiene que hacer y lo que deben omi~
tirn (9). y BENTHAM, por su parte, había es-
crito que la ley jurídica era «manifestación ...
de voluntad por la persona o personas a quie-
nes los miembros de la comunidad política ...
están dispuestos a obedecer, bien por hábito
o bien por compromiso expreso.>> (10). Aus-
TIN, moviéndose dentro del mismo esquema
conceptual, define~ a su vez, el Derecho de
la siguiente manera : ccTodo Derecho positi-
vo, o lo que es lo mismo, todo Derecho sim-
ple y estrictamente así llamado, es impuesto
12
uen• ~~f~.cta .o indirectamente por una persona o
sus y.u::c11erpo sober.ano a un miembro o miem,
Deo. ~~gsde la -sociedad .política independiente en
que -~ª c11al.aquella persona o cuerpo son sobera·
obe- ~g~c¡supremos .. .A: aun . cuando proceda di-
~ndo [~ctamente de otra fuente, es Derecho posi-
o de ,~~g•\ º Derecho estrictamente así llamado,
omi• ~g_r la sanción que le presta aquel soberano
a es- ;~~: su ~o.u'dición de superior políticm>/ (11).
\~.~cualidad específica que hace de un <<man-
1
ón.
1uie- ~'t<))) Derecho es su procedencia de un so-
_ca .. •lJeraJ10 político, entendiendo como tal, en el
íbito ~~rttido peculiar de AusTIN, aquel poder su-
AÚs- ;¡~elllo que, de ordinario, es obedecido de
iema .hecho en una sociedad política (12).
o de
(11) Lectures on Jurisprudence, vol. I, pági-
ositi- h~s 220, 34, 75, 177, etc. Sobre este concepto del
sim- J:> ~re cho, cfr. E .. C. CLARKE, Practical Jurisprudence,
~ } Qomme11t 011 Austi11, Cambridge, 1883, págs. 136
u esto §5;; W. J. BROWN, The Austinia11 Theory of Law,
'l',,.gr-don, 1926, págs. 331 ss., y C. A. W. MANNING,
Cfr., {!-ustin To-Day: or «The Provi11ce of ]u'rispruden-
257, y IJe» re'examined, en Modern Theories of Law, Lon-
tl9l):, 1933, págs 186 ss.
' 215. (12) Lectures 011 ]urisprude11ce, vol. I, págs. 220 ss.
ruman
I , pá· § obre· este concepto de soberanía, que constituye,
~~ / ~l.timo término, la clave de la noción del De-
7orks, recho de Austin, cfr. J. w. GARNER, Political Scie11-
t. , pá- ;ce . ~'n.d Government, New York, 1928, págs. 179 ss.,
~· < .A· DUNNING, A History of Political Th eories.
:cation J?rom Rousseau to Spencer, New York, '1926, pági-
~a~ 226 ss., · y . sobre todo, H. SIDGWICK, The Ele-
Oeu"
lti(Jllts of Politics, 4th Ed., London, 1919, págs. 651 ss.
13
Trazado .así el concepto del Derecho, lo ca..
racteiístico del pensamiento 'de AustIN es que
no se detiene en él, sino que, al contrario,
lo convierte en punto de partida de una
nueva reflexión, con la que supera ya el
círculo de ideas d~l benthamismo y del no-
minalismo inglés. La concepción del Dere.c ho
hajo.,el punto de vista de su estricta positi-
vidad abre las puertas, en efecto, a un pro-
blema ·que AusTIN ve en toda su complejidad.
Si el Derecho es un orden determinado por
factores empíricos, cuyo origen se halla siem-
pre en una voluntad humana, y del que, por
tanto, nada puede decirse a priori, ¿cómo
es posible un conocimiento de él dotado de
generalidad? O lo que es lo mismo , ¿cómo
es posible; en último término, una ciencia
del Derecho? ¿No será la jurispnidencia tan
sólo, como ya decía BENTHAM, cela ciencia por
la cual la ley se aplica a la producción de
la felicidad)) (13), es decir, un saber mera-
mente pragmático, o como escribiría más tar~
de KIROHMANN, una ciencia de contenido va-.
riable y, por tanto, desprovista de validez
14
'ca- (14). Este problema no había exis-
que no había existido en esta forma-
irio, escuela del Derecho natural, porque
una el objeto propio de la ciencia del
,.,. ...,.,.uu eran las «leyes jurídicas naturales)),
a el
aquellas proposiciones que, por ser
no-
racional, podían ser reducidas a
echo
s1s1,e1llla abstracto, mientras que el Dere..
1siti-
las leyes creadas por los hom-
pro-
ser diferentes según el lugar ... , no
dad.
de forma científica, comn
por
son las demás ideas de cosas singula-
iem-
( 15). Para el positivismo jurídico, en
por
que no conoce otro Derecho que el
:Ómo se hace real en las comunidades huma-
o de el problema se convierte, por así decir-
:ómo el problema por excelencia. Haberlo
mcia -""''ºuLLv,,Luv así es el gran mérito de ÁUS'l'IN.
l tan obra, el positivismo jurídico se pre·
l por por primera vez, desde sus propios su-
n de por las condiciones de posihilida~
iera-
: tar-
(14) Die W ertlosigkeit der ]urisprudenz als Wis-
} va- $~,jchaft, 3. Aufl., Berlín, 1848, págs. 10-11.
~I5) Cfr. H. GROTIUS, De iure belli ac pacis,
lidez ~~?l. §§ 30, 31, y también PuFENDORF, lus naturae et
g~11,tium, I, 2, esp. §§ IX ss. Sobre el problema en
I'Je~bniz, E. CAsSIRER, Natur- und Volkerrecht im
Bru- 1*fchte der Geschichte und der systematischen Philo-
spphie, Berlín, 1919, pp. 201 ss.
15
del conocimiento científicd del Derecho, y es:.
boza una respuesta que revestirá significa-
ción paradigmática para toda la especulació":
subsiguiente.
Esta respuesta la halla AusTIN en la cien-
cia· jurídica alemana de principios de siglo;
especialmente en la Escuela histórica. Dos
so'n, sobre todo, las ideas que influyen deci'-
sivamente el pensamiento de AusTIN, ofre-
ciéndole las bases generales de su teoría dé
la ciencia jm,ídica.jÉn primer término, l~
noción de sistema que SAVIGNY y sus discípu~
los formulan en oposición al jusnaturalismo,,
Mient1'.as que para las tratadistas del Dere-
cho natural el sistema era un i·epertorio de
categorías aplícables a cualquier materia ju"
rídica, e'n la Escuela histórica el sistema apa-
1·ece como el orden mismo de una institución
o de un Derecho determinados, como la ar-
quitectura inmanente de su realidad concre~
ta (16): De igual manera que en la geome-
tría, en la cual ciertas determinaciones con-
tien,en ya implícitamente un concepto gene-
ral, así también, escribía SAVIGNY, <<en cada
16
- , í'te tl~ ~uestro Derecho hay ciertos elemen-
µ Ios cuales se encuentran ya dados los
~s.\.~ . · estos elementos podemos denomi-
os principios rectores. Uno de los come-
s <más arduos de nuestra ciencia, más
;\ aquél que da a nuestra labor carácter
tífico, es el de aprehender est.os princi-
te<'.tores y, partiendo de ellos, percibir
()nexión interna y la afinidad de todos
cgnceptos y pl'Oposiciones jurídicas>> (17).
ótfa idea es la llamada «teoría: de las ver-
es .jurídicas>>, que aparece en Alemania
fa principios de siglo como una via me-
~ntre el Derecho natural y el nuevo po-
ismo jurídico (18). La noción central de
doctrina no es la de sistema, sino, como
Ía. de decir más tarde uno de sus más
()Cidos representantes, la de que, al lado
los principios propios de cada orden jurí-
(),.(cen todo Derecho existen principios de
Ur.a leza invariable)) de los que cmingún le-
18
prin- 'l~.i~s,< cuyo estudio y definición constituyen
cula~ ~l;cobjeto de la ciencia jurídica.
·echo La<idea general de AusTIN es, en efecto,
iduc- F¿ hay dos maneras de considerar el Dere-
u un ~~g.'tpositivo : bajo el punto de vista de su
;tum• ~~aridad histórica, o bajo el de su es-
mda- t~(itur:a como orden jurídico pensado en abs-
le la ~\-áctoV La primera de ambas consideraciones
cono- @'$' .e'Btudio d~ lo que en cada Derecho hay
le es- peculiar, es deCir, es estudio de su conte-
iencia ' y da lugar a la «jurisprudencia particu-
~iones ] ~ (21). La segunda, en cambio, es refle-
:ión y sobre aquellos conceptos que se dan en
in un Q Derecho y constituye el objeto de lo
lel co-< ' 'AusTIN denomina «jurisprudencia gene-
l co'n~ ?} o «filosofía del Derecho positivo» (22),
el de' tros juristas de su escuela, «jurispruden-
lO fo1<i teórica>) (23) o simplemente «jurispru-
do, erii !
, )¡
estruc+]
/t ) Lectures on ]urisprudence, vol. II, pági-
ico en 07Z. Sobre lo que sigue, cfr. mi trabajo El posi-
:esabl¿J 1110 en la filosofía del Derecho contemporánea,
évista de Estudios Políticos, vol. XXXI (1950),
es for-1 as 54 SS.
) La expresión ccfilosofía del Derecho positi-
¡;~ rocede de G. HuGo, Lehrbuch des Naturrechts
ºne Philosophie des positiven Rechts, Berlín,
als Na;;l 4.. Aufl. Berlín, 1819. Cfr. Lectures on ]uris-
854, pá•;j ce, vol. 1, pág. 32.
~it., pá~l 2 ~)\ Cfr. J. W. SALMOND, ]urisprudence or the
~WY of Law, 3th Ed. London, 1910, págs. 3-4.
'
19 '
dencia)) (24). En todo Derecho existe efecti•
vamente, dice AusTIN, además de las instÍhi·
ciones en que se expresa su materia norma-
tiva, un cierto número de principios o no-
ciones, no peculiares de este o del otro or-
. den jurídico, sino comunes a todos, lo mismo
«a los sistemas toscos y rudimentarios de
las sociedades primitivas que a los sistemas
más amplios y perfectos de las comunidades
civilizadas>> (25). Son conceptos de carácter
fundamental, ccporque no podemos imaginar•
nos coherentemente un sistema de Derecho ...
si:u pensarlos como partes constitutivas de
él» (26); ideas, como dirá HoLLAND, ccrelati·
vamente pocas y simples», pero que cccons~
tituyen ·1a hase de la infinita variedad de los
preceptos jurídicos» (27). La ccjurispruden-
-cia general» o ciencia del Derecho en sentí·
do estricto, tiene como objeto propio estas
nociones últimas. Su finalidad no consiste en
determinar y definir las instituciones que, de
hecho, se dan en muchos o en todos los ór~
denes jurídicos, lo cual sólo podría condu~
20
iF.~~· en último término, ª 1ª formulación ~e
~i 'riuevo .ius . geintium (28), ~u
;~~.r.__eLa:n.álifila.Al.q.uellos...concepttrs-impH""
ciiós en todo Derecho (29). Ello no quiere
r• decir, sin embargo, que se trate de una cien-
.o
;~~~ a; priori, es decir, de una ciencia que pro-
te '6eda con independencia del material empí-
lS
:jifo(). La «jurisprudencia generah es, por el
't ;onttario, una ciencia a posteriori; sus con-.
cep1:os son obtenidos por el examen repetido
r-
'é]!~]a experiencia jurídica, especialmente por
,:J. . . .¡j confrontación de los diversos Derechos his-
le
~i:'iricos, y puede denominarse también, por
:I•
ello, como dice AusTIN, «jurisprudencia com-
s~
JS
P~J:ada>> ( 30).
tl·
La respuesta que AusTIN da a la pregunta
:i- Íhicial se revela, pues, en realidad, como un
as
' (28) ' Cfr. HoLLAND, The Elements of ]uríspruden-
-~e.ii ya cit., pág. 9, y W. J. BnowN, The Austinían
le 'JJ~e,ory of Law, ya cit., págs. 359 ss.
·r~ · /(29) De aquí el nombre de «analítica>) que se da
a. fa escuela .de ÁUSTIN. Cfr. HoLLAND, The Elements
u- o/ ]urísprudence, pág. 6. Sobre esta escuela, C. P.
PAUERSON, en A Hístory of Polítical Theories . Re-
perif Times, ed. by Ch. E. Merrian and H. E. Bar-
W~~· New York, 1924, págs. 145 ss., y A. KocounEK,
12. ~tif Century o/ Analytic ]urisprudence since ]ohn
13. i¿J.ustin, en Law. A Oentury of Progress. New York,
1á· l 937, vol. II, págs. 195 ss.
130\ f,prfu.res on ]urisprudence, vol. 11, pág. 1072.
21
replanteamiento del problema mismo. La
cuestión que se hallaba en el punto de par-
tida era la de la posibilidad del conocimien-
to «científicm> dd Derecho. A esta cuestión
AusTIN responde desdoblando el concepto
«Derecho positivo» en dos complejos de sig-
nificaciones, en una estructura permanente y
un contenido variable, que se contraponen
como forma y materia en la realidad del De-
recho. Lo ú'nico susceptible de conocimiento
científico en el Derecho positivo es su estruc-
tura, mientras que su contenido sólo puede
ser objeto de un conocimiento «particular».
O lo que es lo mismo, el objeto de la cien-
_yia del Derecho está constituído por concep-
tos de naturaleza formal y por las relaciones
también formales entre ellos.· Es una cons-
trucción en la que, a diferencia de la teoría
--jurídica del jusnaturalismo, el objeto de la
ciencia del Derecho no es creado por la ra-
zón misma, sino «recibido» desde la expe-
riencia a través de la conceptuación inducti-
va, pero que responde al mismo ideal de U:n
conocimiento jurídico que «prescinde de todo
hecho particular», procediendo de manera
semejante a como lo hacen los geómetras, los
cuales «estudian las figuras sin tener para
nada en cuenta los cuerpos en que se
22
dan)) (31). En la doctrina de AusTIN, como
en la que, siguiendo sus huellas, elabora el
pensamiento jurídico posterior, el objeto de
la ciencia del Derecho no es, en efecto, el
Derecho positivo, sino su proyección formal
en la esfera del pensamiento abstracto. El
Derecho positivo en su individualidad con-
creta aparece como un concepto límite, del
que sólo es posible un saber empírico y prác-
tico, y la ciencia jurídica se convierte, con-
secuentemente, en una «ciencia sin Derecho)),
es decir, en una ciencia para la cual la ma-
teria jurídica, los contenidos reales históri-
cos, desempeñan el papel de «cosa en sfa, d.e
algo fáctico que, por no ser reducible a ca-
tegorías puramente formales, no es suscepti-
ble tampoco de un conocimiento dotado de
validez general. Es como si alguien «conci-
biera la esencia del organismo bajo la idea
abstracta de fuerza vital y prescindiera de
los miembros, del cerebro, del corazón y de.
todas las vísceras, por no ver en ellas más
que algo singular, casual y positivo)) (32). En
esta incapacidad para comprender el Dere-
23
cho en su realidad concreta, como forma y
materia a la vez, se pone de manifiesto de
nuevo, en el positivismo jurídico como en el
jusnaturalismo, la limitación esencial frente
a los problemas de las ciencias del espíritu,
de una gnoseología y de un concepto de la
verdad calcados del pensamiento racional
abstracto de las ciencias naturales matemá-
ticas. Es una limitación que se revela como
imposibilidad para superar la oposición en-
tre lo «general» y lo «singularn ; esa oposi-
ción que «hace del hombre un anfibio)), se-
gún la frase de HEGEL (33), y en cuy.a unidad
dialéctica se constituye el ser histórico y so-
cial.
* * *
AusTIN no publicó en vida más que una
sola obra de teoría del Derecho, The Pro-
vince of ]urisprudence determined. (1832), en
la que en seis capítulos exponía el contenido
de las diez primeras lecciones del curso pro-
fesado por él en la Universidad de Londres.
Dos años después de la muerte del autor,
24
t
1861, su esposa hizo reimprimir esta obra,
uhlicando con ella, bajo el título común de
ectures on ]urisprudence, los manuscritos de
las restantes lecciones del curso y las notas y
ensayos inéditos dejados por AusTIN (34). En-
tre estos últimos figuraba también el que, tra-
ducido al castellano, se publica en las pági-
nas siguientes. Se trata de una refundición
de la lección inaugural pronunciada por Aus-
'l'IN las dos veces que intentó la docencia ju-
rídica : en 1828, en la Universidad londinen-
se, y, en 1834, en el lnner Temple, y es el
único lugar de toda su obra donde se expre-
sa sistemáticamente sobre el problema de la
ciencia del Derecho.
Universidad de La Laguna.
25
I
30
Entiendo, pues, por Jurispmdencia gene"
ralla ciencia que expone los principios, no-
ciones y distinciones comunes a los sistemas
de Derecho ; ~omprendiendo por sistemas
de Derecho aquellos sistemas más amplios y
perfectos que, por razón de su perfección y
amplitud, mayor doctrina poseen.
De los principios, nociones y distinciones
que constituyen el objeto de la Jurispruden-
cia general, algunos pueden ser considerados
§~!1:~<.)y, ya que no podemos imaginarnos
coherentemente un sistema de Derecho -es
decir, un sistema de Derecho desarrollado en
una comunidad civilizada- sin pensarlos
com~ partes constitutivas de él.
Indicaré brevemente unos pocos ejemplos
de estos principios, nociones y distinciones
necesarios :
l." Las nociones de deber, derecho, li-
bertad, delito, pena, resarcimiento, así como
31
sus diversas relaciones entre sí y con las no.l
cio'nes de Derecho, soberanía y sociedad po.;
lítica independiente.
2.º La distinción entre Derecho escrito ol
promulgado y Derecho no escrito o no pro-1
mulgado, con cuya última expresión se de.'
nominan en sentido judicial o impropio las,
más distintas manifestaciones; en otras pa-
labras, entre el Derecho que procede · direc.
ftamente de u'n soberano o legislador SU·'
\perior, y el Derecho que procede directa.,'
1mente de un súbdito o de un creador de
1
!Derecho subordinado, al que presta autori.
l,,dad un legislador soberano o supremo.
3. 0 La distinción entre derechos que pue-
den hacerse valer contra todos, como, por
ejemplo, la propiedad o dominio, y dere-
chos que pueden hacerse valer sólo contra
personas específicamente determinadas, como,
por ejemplo, los derechos derivados de un
contrato.
4.º La distinción, dentro de los derechos
que pueden hacerse valer contra todos, en-
tre propiedad o dominio y los diversos de.
Techos restringidos, desmembrados de la pro-
piedad o dominio.
5. 0 La distinción de las obligaciones -ee
decil', de deberes. correspondientes a dere·
32
.chos contra personas específicamente deter-
minadas- en 01:.ligacio'nes que nacen de con-
tratos, obligaciones que nacen de delitos, v
-0bligaciones que nacen de hechos que no
.son ni contratos ni delitos, pero a las cuales
se las denomina por analogía obligaciones
quasí ex contrac,tu.
6.-0 La distinción de los delitos en deli-
tos civiles o privados y delitos de Derecho
penal o públicos ; con la distinción de los
del~tos civiles o privados en trasgresiones
0 delitos en la estricta acepción del térmi-
no, e incumplimiento de obligaciones naci-
das de contrato o de obligaciones quasi ex-
contractu.
A poco que se examine y reflexione se
verá, creo yo, que todo sistema de Derecho
-es decir, todo sistema de Derecho desarro-
llado e'n una comunidad civilizada- implica
las nociones y distinciones que he citado
como ejemplo; y junto con ellas, un gran
número de conclusiones dadas con dichas no~.
eiones y distinciones y extraídas de ellas por
los constructores del sistema a través de de-
ducciones casi inevitables.
De los prin~ipios, nociones y distinciones
que son o!>ieto de la Jurisprudencia general,
,.¿;.!S'-'"'''~ \
33
dado a esta expresión. Es decir, podemos
imaginarnos coherentemente ún sistema de
Derecho evolucionado sin concebirlos comá
formando parte constitutiva de él. Como, sin
embargo, descansan en razones de utilidad
que tienen vigencia para todas las comuni-
dades, y que son palpables o evidentes en
todas las comunidades civilizadas, dicho&
principios, 'nociones y distinciones se dan,
de hecho, con gran generalidad' en sistemas
dt0. Derecho avanzados, pudiéndose, por ello,
situados en el mismo plano que los princi-
pios generales que constituyen el objeto de
la Jurisprudencia general.
' De este orden es, por ejemplo, la distin-
ción del Derecho en ius personarum, y ius
rerum, sobre la que se basa la sistematiza-
ción dada al Derecho romano por los .auto-
res de los tratados elementales de que fue-
ron copiadas y compiladas las cclnstitucione~»
de Justiniano. La distinción, a mi entender,
es un supuesto adoptado arbitrariamente
para la sistematización de un cuerpo de De-
recho. No obstante, como constituye u'n
principio cómodo par.a tal fin, ha sido adop-
tado casi generahnente por .aquéllos que han
intentado la sistematización jurídica en las
modernas naciones europeas : tanto por los
34
compiladores de los códigos· legales que sé
hallan en vigor en algunas de éstas, conio
pór autores· de tratados sobre la totalidad
dt> un Derecho. Más aún;algunos que no han
comprendido la importancia de dicha diS"
unción, rechazándola desdeñosamente en el
sentido expresado por la obscura antítesis de
ius·:personarzrni et rerum; la han adoptado,
sin embargo, bajo otro nombre -más ade-
cuado, sin duda- como base .de un sistema
«U~turah. Entendiendo, me in;ia¡gino, por
un sistema «naturah, un -sistema tan apro-
piado, tan alta y evidentemente apropiado,
que todo tratadista inteligente de un cuerpo
de Derecho lo ha de adoptar naturalmente
o de por sí.
Será, empero, empresa imposible o inútil
intentar una exposición de estos principios,
nociones y distinciones hasta tanto que, por
medio de un análisis ~uidadoso, no hayamos
determínado con precisión el sentido de
ciertos términos fundamentales que tenemos
que emplear necesariamente; términos que
surgen incesantemente en cada rama de la
ciencia, 'de tal suerte, que dondequiera
volvamos la vista, estamos seguros de encon-
trarlos. Tales son, por ejemplo, los siguien-
tes : Derecho en sentido objetivo y subje-
35
tivo, obligación, delito, sanc1on, persona,
cosa, acto, omisión. A menos q~e se deter-
mine desde un principio la significación de
estos términos, las especulaciones subsiguien-
tes no serán más que un conjunto de pala-
bras imprecisas.
No es raro en· escritores que se llaman y
se piensan a sí mismos «tratadistas)), dar por
supuesto que conocen la significación de es-
tos términos, y que ésta tiene también que
ser conoeida por aquellos a quienes se diri-
gen. Seducidos por un criterio falaz, se ima-
ginan que porque las expresiones son fami-
liares, la significación es sencilla y cierta. Y
así, no parándose a preguntar cuál es su
sentido, ni sospechando que éste necesita ser
indagado, presentan estos términos ante e]
lector sin intentar siquiera explicarlos, pro-
cediendo lisa y llanamente a hablar sobre
ellos.
Estos términos, empero, se hallan preña-
dos de ambigüedades; su sentido, en lugar
de ser simple, es extremadamente complejo,
de suerte que toda reflexión que versa sobre
el Derecho como una totalidad, debería seña•
lar distintamente dichas ambigüedades y des-
integrar aquel sentido complejo en las nocio-
nes más simples que lo componen.
36
Muchos de los que han escrito sobre De-
recho han definido estas expresiones. La ma-
yoría de sus definiciones, empero, están cons-
truídas de tal manera que, en lugar de
arrojar luz sobre la cosa definida, la en-
vuelven en una oscuridad más profunda. En
la mayor parte de los ensayos para definir
los términos en cuestión hay toda la pe-
dantería y nada de la realidad de la lógica,
la forma y la cáscara _sin la sustancia. Las
pretendidas definiciones son puros círculos
viciosos que descansan sobre las mismas ex-
presiones que aparentan elucidar, o bien so-
bre expresiones que son exactamente equiva-
lentes.
En realidad, algunos de estos términos no
admiten definición en la forma tradicionaJ
y corriente. Y por lo demás, definirlos de
aquella manera es absolutamente inútil, ya
que los términos que entran en una defini·
ción concisa y abreviada necesitan tanta acla.
ración como la misma expresión que se de-
fine.
El sentido de los términos en cuestión es
de gran complejidad. Se trata de breves sig-
nos que representan largas series de propo-
siciones. Y lo que agrava la dificultad de
éxponer claramente su significación es la co-
37
nex10n íntima ,e . indisoluble que existe entre
dlos. Determinar la 1significación de cada
uno y mostrar la relación en que se encuentra
con los demás, no es empresa a la. que pue•
da darse cima con definiciones breves e in,
conexas, sino algo que requiere una inves-
tigación amplia, complicada y coherente.
Hay, por eje:µiplo, varias clases .de leyes
o normas. Ahora bien, todas estas clases de-
ben ser distiúguidas cuidadosamente, ya que
su confusión bajo un nombre común y la
consiguiente tendencia a conJ;undir el Dere-
cho y la Moral, es una de las fuentes má8
fecundas de complicación y oscuridad verbal.
Un análisis detenido de los términos princi-
pales sirve para .distinguir el Derecho de la
Moral, y la at.ención del estudiante de juris"
prudencia queda así limitada a las distin-
ciones .y divisiones que se refieren exclusi"
vamente al campo jurídico.
Para poder distinguir, empero, las diver-
sas clases ele leyes, es preciso, en primer
lugar, mostrar la semejanza entre ellas y,
después, su diferencia específica: exponer
por qué se .hallan unidas bajo una denomi,
nación común, y determinar después los ca-
racteres por los cuales se distinguen unas y
otras. Hasta que esto no se ha llevado a
38
oeabo, no es posible ,discernir co:n prec1siotf
el objeto propiO de la Jurisprudencia. No
resalta, no se destaca suficientemente de los
.objetos semejantes o análogos con los que
es susceptible de ser confundido.
Así, por ejemplo, para establecer la dis-
tinción entre Derecho escrito y no escrito,
tenemos que indagar la naturaleza de este
último : una cuestión llena de dificultades y
>lJUe apenas si ha sido examinada con la re-
querida precisión por la mayoría de los auto-
res que han hecho a este problema objeto
de su atención. Veo que ha sido muy censu-
rado y que ha sido también muy ensalzado;
pero apenas si encuentro un intento pa1·a de•
terminar lo qne es. y sin embargo, si este
humilde problema fuera adecuadamente es-
tudiado, es seguro .que se calmarían la ma-
yor parte de las controversias sobre sus ven'
tajas.
Se echaría de ver' la jnutilidad de compa~
rar generalmente, es decir, en abstracto los
méritos de las dos claess de Derecho, y la
.conveniencia del proceso que se ha .denomi-
nado codificación se .reduciría po1· sí mism~
a una cuestión de tiempo, lugar y circuns-
tanciae.
La misma palabra Jurisprnde:ncia no está
39
tampoco libre de .ambigüedad, y ha sido uti-
lizada para designar lo siguiente:
El conocimiento del Derecho como una:
ciencia, junto con el arte, el hábito práctico
o la destreza de .aplicarlo;
La ciencia de la legislación, es decir, la
ciencia de lo que se debe hacer p.ara produ-
cir buenas leyes, junto con el arte de ha.;.
cerlas.
Así como el conocimiento de lo que debe·
ser presupone el conocimiento de 1o que es,.,
así también la ciencia de la legislación pre-
supone la Jurisprudencia, mientras que, al'
contrario, la Jurisprudencia no presupone la
ciencia de la legislación. Lo que las leyes
han sido y son puede llegarse a conocer sin
saber lo que ellas debieran ser. En cuanto
que todo conocimiento de lo que debe ser
descansa en un conocimiento de anteceden-
tes cognato genere, la ciencia de la legisla-
ción supone la Jurisprudencia.
Para nosotros, la Jurisprudencia es la
ciencia de lo que es esencial al Derecho, a
la vez que la ciencia de lo que el Derechfr
debe ser (2). La Jurisprudencia es particu-
40
lar o universal. Jurisprudénda particular es
]a ciencia de un sistema vigente de Derecho
o de alguna parte de él. La Jurisprudencia
exclusivamente práctica es particular.
El objeto propio de la Jurisprudencia ge-
neral o universal -a diferencia de la cien-
cia universal de la legislación- es la des-
cripción de aquellos objetos y fines del De-
recho que son comunes a todos los sistemas,
así como de aquellas semejanzas entre dife-
rentes sistemas que descansan en 1a común
naturaleza del hombre, o responden a pecu-
liaridades semejantes en sus diversas posi-
ciones.
Estas semejanzas, muy estrechas y que cu-
bren una gran parte del terreno a tratar, es-·
tán confinadas necesariamente a las que exis-
ten entre los sistemas de unas pocas nacio-
nes, ya que son sólo unos pocos los sistemas
que es posible conocer, siquiera imperfec-~,
tamente. El conocimiento de éstos, sin em·
hargo, permite suponer los demás. Son sólo
los sistemas de dos o tres naciones los que
merecen atención: los 1escritos de fos ju-
ristas romanos, las decisiones de los. jue-
ces ingleses en la época moderna, y los
preceptos de los códigos franceses y pru-
sfa'.no en cuanto a la sistemática. Aun
41:'
.,cuando puede decirse .que son pocos los pun.,
tos en que coinciden los Derechos de las di•
versas naciones, es decir, los puntos en que
son exactamente iguales, hay, sin embargo;
amplio espacio para la ciencia universal de
la legislación :. . es decir, las circunstancias
no exactamente iguales pueden ser tratad.as,
no obsta'nte, conjuntamente bajo el punto de
vista de lo que tienen de común, añadiendo
observaciones referentes a sus diferencias .. Si
los principios descubiertos merecen o no el
nombre de wiiversales, es de poca importan-
cia. La Jurisprudencia puede ser universal
con respecto a su objeto : no menos que la
-ciencia de la Iegislació'n.
-42
11
50
tamente esta poses10n es la que fundamenta
la grandeza de los juristas romanos. Los
conceptos y proposiciones de su ciencia no
les aparecen como creados por ellos, sino
como verdaderos seres, cuya existencia y
cuya genealogía, se les han hecho conoci-
das por un trato largo e íntimo. De aquí
que todo su método reviste una seguridad
como no se encuentra fuera de las matemá-
ticas, y que se pueda decir sin exageración
que calculan con sus conceptos. . . Si tienen
que emitir juicio sobre un caso jurídico,
parten de la intuición viva del mismo, y
podenws ver ante nuestros ojos cómo la re-
lación entera surge y se modifica paso a
paso. Es como si este caso fuera el punto
inicial desde el que habría que inventár la
ciencia entera. La teoría y la práctica no
son, por 1eso, para ellos dos cosas realmente
distintas ; su teoría está perfectamente ela-
borada hasta hacer posible la más directa
aplicación, y su práctica está siempre en-
noblecida por la consideración científica. En
cada principio ven, a la vez, un caso de
aplicación, en cada caso jurídico, a la vez,
la regla según la cual es determinado, y su
maestría es indisputable en la facilidad con
51
la que pasan de lo general a lo particular y
de lo particular a lo general» ( 4).
Como consecuencia de es\ta maestría en
los principios, de su perfecta corresponden•
cia o elegantia, y de la claridez del m:é•
todo con el que se hallan ordenados, puede
decirse que no hay sistema de Derecho po-
sitivo que sea tan fácil de aprehender como
un todo. Al mismo fin contribuye también
su escaso volumen.
Los principios mismos, procedentes mu-
chos de ellos de épocas bárbaras, son, en
efecto, poco adecuados a los fines del De-
recho, y las conclusio'nes .a que llegan, sien-
do consecuencias lógicas de sus imperfectos
princ1p1os, participan necesariamente del
mismo defecto (5).
Un mérito incidental de los juristas ro-
manos es su estilo, siempre simple y claro,
de ordinario conciso y enérgico, y totalmen-
te libre de nitor. Sus méritos son adecuados
52
a su objeto, y estéticamente de gran eleva·
ción. Puede decirse que se encuentra en la
misma relación con el de Blackstone y Gra-
vina, que la que media entre una estatua
griega y el maniquí de una sombrerera ador-
nado con la moda de la estación.
No se trata de niµgún modo, de equip<irar
en importancia el estudio del Derecho ro-
mano con el de la lógica aristotélica, pues
el Derecho romano 'no es necesario, pero
bajo el punto de vista que ahora considera-
mos, se encuentra en la misma relación con
el Derecho que la lógica de las escuelas con
la filosofía.
No hay por qué extrañarse del número de
analogías que existen entre el Derecho ro-
mano y muchos de los sistemas continenta-
les, así como entre -el Derecho roma'no y el
Derecho inglés; dichos sistemas continenta-
les y también nuestro Derecho inglés se han
constituído, en efecto, más o menos amplia-
mente sobre la pauta del Derecho romano,
muy especialmente a través del Derecho ca-
nónico. El Derecho inglés, empero, análo-
gamente al Derecho romano es en su mayor
parte autóctono, o poco, al menos, se ha
apropiado del Derecho romano. Las coinci-
dencias muestran cuán numerosos son los
53,
princ1p10s y distinciones que tienen en CO•
mún todos los sistemas jurídicos. La amplia
coincidencia entre sistemas jurídicos particu·
lares pued~ echarse lde ver prácticamente
comparando las exposiciones de dos siste·
mas de Derecho cualquiera. La coinciden·
cia es singularmente notable entre el Dere-
cho romano y el Common Law de Ingla·
terra.
54
IV
SS
V
61
demuestra su práctica; y fué recomendada por
Sir William BLACKSTONE hace ·unos ochen-
ta años (8).
Apoyado en tales autoridades, creo po-
der concluir que la ciencia en cuestión, si
es enseñada y aprendida experta y efecti-
vamente y con la minuciosidad requerida,
constitmna una ayuda nada despreciable
para adquirir el conocimiento del Derecho
inglés.
Igualmente creo poder subrayar la utili-
dad que representa el poder aprehender o
conjeturar prontamente y a través del obs-
táculo de una ternúnología extraña los prin-
cipios y preceptos de otros sistemas de De-
recho; y ello aunque sólo sea bajo un pun-
to de vista meramente práctico :
l.º En consideración a la práctica o la ad-
ministración de justicia en aquellos de nues-
tros territorios fuera de la metrópoli en los
que se hallan más o menos en vigor siste-
mas de Derecho extraños. 2. 0 En considera-
ción a los sistemas de Derecho fundados en
62
el Derecho romano, bien directamente, bien
a través del Derecho ca'nónico, los cuales se
aplican también en Inglaterra a ciertas ca-
tegorías de objetos. 3. 0 En consideración a
cuestiones que surgen incidentalmente, in-
cluso ante los tribunales que administran
Derecho .autóctono. 4.º En consideración a
las cuestiones que llegan en apelación ante
el Consejo Privado, un Tribunal que está
obligado a decidir asuntos procedentes de
numerosos sistemas, sin la posibilidad por
parte de jueces y abogados de tener un co-
nocimiento específico de ellos; un inconve-
niente cuyo único remedio es el conocimien-
to de los principios generales del Derecho
por parte del Tribunal y de los .abogados.
Es evidente, en efecto, que un hombre
familiarizado con tales principios, indepen-
dientes como lo son de todo sistema particu-
lar, y acostumbrado a captar analogías, 8"
verá menos confundido al tratar de institu-
ciones mahometanas o hindúes, que si sólo
las conoce in concreto, tal como se dan en
sus propios sistemas, y se sentirá también
mucho menos inclinado a forzar las institu-
ciones hindúes dentro del molde de las de
su patria.
Y en segundo lugar, sin algún conocimien-
63
to de sistemas extraños, ningún jurista po-
drá apreciar debidamente los defectos o ven-
tajas del suyo propio.
Y de igual manera que un conocimiento
profundo de la ciencia cuya utilidad estoy
tratando de demostrar, facilitará al estudian-
te el conocimiento del Derecho inglés, de
igual manera también le capacitará para
.apropiarse con relativa facilidad y rapidez
·casi todos los sistemas extraños a los que
pueda dirigir su atención. Son tan numero-
sos-como ya he dicho-los principios co-
munes a todos los sistemas de Derecho, que
un jurista" que ha dominado el Derecho que
está vigente en su patria ha dominado ya
implícitamente mucha de la materia jurídi-
ca que se halla vigente en otras comunida-
des. De tal suerte, que la dificultad con que
un jurista· versado en el Derecho de su país
tropieza para aprehender el Derecho de otro,
procede más bien de diferencias entre los
términos de los sistemas, que de diferencias
reales y sustanciales entre sus máximas y pre-
ceptos.
Ahora bien, el obstáculo que alza el len-
guaje técnico para la comprensión de siste-
mas extraños podría, en parte, suprimirse o
paliarse para el estudiante de la Jurispmden-
64
cia general, si esta ciencia le fuera co,mpe·
tentemente expuesta en la forma en que yo
trataré de hacerlo. Si la exposición de esta
ciencia fuera realizada de acuerdo co'n di-
cho método, se explicarían incidentalmente,
tanto los términos más importantes como los
principios fundamentales del Derecho roma-
no o civil. Y una vez que el estudiante se
hubiera apropiado estos términos y conocie-
ra también perfectamente el Derecho de su
país, dominaría con poca dificultad la ma·
, teria del sistema romano y de cualquiera de
los demás sistemas que derivan en lo esen-
cial del romano.
Entiendo que por personas entendidas y
relevantes se ha sostenido la opinión de que
debería extenderse la competencia de los t:ti·
bunales eclesiásticos, a fin de que no se ex-
tinga esta jurisdicción, así como para asegu-
rar al país un número suficiente de juristas
especializados en el Derecho romano.
Nadie puede discutir la importancia que
tiene el asegm,ar la existencia de u'n Cuerpo
de juristas con un amplio conocimiento del
Derecho romano. En todos nuestros tribuna-
les_ surgen incidentalmente cuestiones sobre
sístemas de Derecho extranjero, los cuales
descansan principalmente en el Derecho ro-
65
mano. El Derecho vigente ,en algunas de
nuestras colonias procede también esencial·
mente del mismo modelo, y ante el Con-
sejo Privado se presentan en .apelación cues-
tiones puedan ser decididas en justicia y a
fin de que el derecho de estas colonias pue-
da ser debidamente ,administrado, se requiere
evidentemente que exista un Cuerpo iile ju-
ristas ingleses con cierto conocimiento amplio
del Derecho romano.
Pienso, sin ·embargo, que toda persona
versada en el Derecho civil se preguntará
si un estudio profundo de los principios del
Derecho en Inglaterra, del elemento racio-
nal en el Derecho en general y de los prin-
cipios y términos fundamentales del mismo
sistema romano, no será un camino más se-
guro para la adquisición de aquel conoci-
miento que el estudio del Derecho eclesiás-
tico o la práctica en la jurisdicción ecle-
siástica.
66
VI
70
Y con respecto a una percepc1on precisa
y pronta de analogías y al proceso de in-
ferencia fundado en analogía-(cargumenta-
tio per analogiam)) o (canalogic~rn-, que es
la hase de todas las inferencias exactas en
relación con materias de hecho y existe'ncia,
el estudio del Derecho, cuando es realizado
desde un punto de vista racional, es, a mi
entender, más útil que el de las matemáti-
cas o el de cualquiera de las ciencias a las
que las matemáticas tienen aplicación. Pen-
semos, por ejemplo, en el proceso de infe-
re11c;:iJLanalógica en la aplicación d~T-Der~-:
cho, en el proceso de consecuencia analó-
gica por el que tan a menudo se lleva a cabo
u![:Jesarrollo del Derecho existente, las in-
ferencias analógicas relativas a la considera-
tion of e.xpediency, los principios de Ja
prueba judicial, así como los juicios basa-
dos en la prueba; todo ello muestra que no
hay estudio que pueda formar la mente pa-
ra :i;azonar exacta y prontamente por ana-
logía, como lo hace el estudio del Derncho.
Y de acuerdo con ello, es observación gene-
ral que los juristas son los mejores jueces
71
en materia de prueba cuando se. trata de
cuestiones de hecho o de existencia.
Y .aun .admitiendo que, como gimnasia
mental, las matemáticas sean en cierto modo
superiores al Derecho, es más conveniente,
sin embargo, que los juristas y jóvenes des-
tinados a la vida pública no se esfuercen e'n
conocerlas extensamente, sino que, después
de haber estudi.ado los clásicos y de haber
pasado por un curso de lógica, dirijan su
atención lo más pronto posible, con toda
energía y casi exclusivamente, al estudio de
la Jurisprudencia general, de la ciencia de
l.a legislación y de todas aquellas ciencias
relacionadas con ellas que de. manera más
inmediata pueden prepararles par.a su pro-
fesión o para la política práctica.
Con las matemáticas, y por lo que .a su
profesión afecta, lo único que hacen es ejer-
citar sus facultades mentales. Con las otras
ciencias ejercitan simultáneament-e sus facul-
tades mentales y adquieren .además aquellos
conocimientos sin los cuales 'no pueden des-
empeñar su profesión. Si tengo la intención
de ir a pie .a York, puedo .adquirir la nece-
saria rapidez y resistencia realizando mar-
chas preparatorias por la carretera de Exe-
ter. Pero si, desde un principio, comienzo
72
a entrenarme por el camino de York, no
sólo adquiriré rapidez y resistencia, sino
que, a la vez, iré avanzando hacia el pun-
to al que trato de llegar.
Estas observaciones no se refieren a aque-
llas personas dotadas de tales facultades y
de tal capacidad de aprehensión que pueden
aspirar sin peligro a la universalidad. Se
refieren sólo a aquéllas otras que adquieren
sus conocimientos por un trabajo constante,
y tratan de indicar el único camino que, a
mi entender, conduce hacia este fin. Estas
personas tienen que contentarse con conoci-
mientos limitados fuera del dominio de las
ciencias propias de su profesión-lo suficien-
te para evitar la unilateralidad del especia-
lista-y tienen que comenzar pronto a estu-
diar dichas ciencias. Lamento que tenga que
ser así. Nada, e'n efecto, me causaría mayor
placer que un conocimiento extenso, espe-
cialmente de las ciencias exactas; pero, en
términos generales, el que quiere conocer
algo bien, tiene que ser un ignorante res-
pecto a muchas otras cosas.
73
VII
79
111ente a su enseñanza como tales ciencias
y capaces de ofrecer sugestiones útiles para
el mejoramiento-por su sistematización o
por medios legislativos-del Derecho vigen-
te. Pues aunque juristas prácticos ilus-
trados son los mejores legisladores, no son
quizás tan buenos creadores-por falta de
tiempo para la abstracción-como un grupo
tal como yo lo imagino. Y los esfuerzos de
tales personas, tanto para el progreso de la
Jurisprudencia y de la ciencia de la legis-
lación, como sugiriendo reformas en el De-
recho vigente, podrían participar del buen
sentido y de la serenidad que les imprimi-
rían necesariamente l.a presencia y el contra-
peso de los juristas prácticos.
Hasta qué punto sería factible una institu-
ción así, es cosa que no tengo elementos de .
juicio para determinar.
Habría, en primer lugar, una dificultad:
la de reunir el número suficiente de profe-
sores para probar la utilidad del estudio de
las ciencias enseñadas por ellos, es decir, de
conocedores profundos de sus respectivas
ciencias-hasta el punto que puede hacerlos
el estudio continuado y asiduo-que fueran,
.además, maestros en el difícil arte de la
exposición lúcida, sustanciosa e interesante,
80
un arte muy diferente del de Ía oratoria, Ío
mismo de la del parlamento que de la del
foro. Quizás no hay en Inglaterra un solo
hombre que se .aproxime al ideal de un buen
profesor de alguna de estas ciencias. Esta
dHicultad se salvaría, empero, en uhos po-
C(Js años por la demanda misma de tales
profesores; de igual manera que ha ocurri-
do en otros países en los que tales institu-
ciones han sido fundadas por el Gobierno.
Otra dificultad es la general indiferencia
en nuestro país por tales instituciones, así
como la incredulidad también general en su
utilidad. Esta indiferencia y esta increduli-
dad, empero, están desapareciendo, aunque
lentamente, y estoy convencido de que an-
tes de muchos años se sentirá y reconocerá
por todo el mundo la importancia de dichas
instituciones, lo mismo en relación con la
influencia y el honor de la profesión legal
que en relación con el hien del país, que en
tan gran medida depende del carácter de
aquella profesión.
Síntomas alentadores han .aparecido ya, y
hay razón par.a esperar de estos comienzos,
aunque débiles, que el Gobierno de huestm
país o que las In,ns of Court proveerán fin.al-
81
6
inente · a Íos estudiantes de Derecho o a los
jóvenes · destinados a la vida pública de
aquellos elementos necesarios para que go-
cen· de una formación adecuada a su alta e
importante vocación.
Habiendo tratado de determinar o sugerir
el objeto de la Jurisprudencia general, a la
vez que el modo en que este objeto debe
ser expuesto y ejemplificado, y habiendo
tratado de demostrar la utilidad que puede
revestir el estudio de dicha ciencia, he de
observar tan sólo que dicha utilidad puede
esperarse cuando los estudiantes de Derecho
-bien los profesionales, bien los que pien-
san dedicarse a la vida pública-la aprenden
coi1 la requerida intensidad y precisión : una
cosa que no puede lograrse con la mera asis-
tencia a un cu:rso de lecciones, por muy
completa y correctamente que esté concebi-
do y por muy clara que sea su exposición.
No podría adquirirse dicha ciencia de Ja
manera requerida, aun cuando el profesor
aportara a la tarea el conocimiento exacto
y extenso, la facultad de concepción pro-
pia y ordenada y el raro talento de expo-
sición clara y adecuada ilustración, que exi-
ge la realización satisfactoria de aquel co-
82
metido. El profesor, en efecto, sólo podría
explicar adecuadamente algunas partes del
plan de estudios total, llenando las lagunas
con meras referencias a aquellos eslabones
que, aun siendo necesarios, había sido pre-
ciso omitir,
83
ÍNDICE
Estudio preliminar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
l. - El ohjeto propio de la Jurisprudencia. . . . 27